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EL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD COMO CAPITAL SOCIAL PARA ERRADICAR LAS PARADOJAS SOCIALES Carmen Jualín Plana Sociología VI Universidad Complutense de Madrid 1. Introducción Este trabajo plantea la responsabilidad como valor compartido para construir el capital social y diluir sus paradojas y ambivalencias en todo tipo de organizaciones, a la vez que dota a la Responsabilidad Social en las Organizaciones (RSO) de praxis para la gestión. La hipótesis de trabajo que estructura esta fase de la investigación considera las aportaciones de los stakeholders en la organización como inversión de capital estructural permanente [Capital de Responsabilidad Social Organizacional (CRSO)] porque logra hacer converger los costes de capital en un punto de equilibrio económico que aporta ventaja competitiva de la organización hacia el entorno. La perspectiva del CRSO es angular sobre dos variables de análisis: Capital Social Humano (CSH), fundamentado en la sociología; Capital Social Económico (CSE), fundamentado en la contabilidad; con transferencia de datos de una disciplina a otra de manera sistemática. Las lenguas románicas, como el castellano, utilizan indistintamente el término de Capital Social para las dos disciplinas, justificando semánticamente que la empresa para ofrecer valor a la sociedad y el mercado precisa irremediablemente tanto de un capital económico representado por acciones-accionistas (ingresos) u obligaciones-obligacionistas (deudas), como de un capital humano, tangible o intangible, motor de la actividad, producción, o comercialización (directivos, trabajadores, proveedores, clientes, promotores, intermediarios, consumidores, etc). Es decir, es la acción diferente de las personas la que contribuye esencialmente a configurar el valor de la organización como motor del capital social, de ahí la consideración de los stakeholders como inversión clave de capital 1 . Por otro lado, el CRSO como perspectiva de análisis multivariable ofrece el doble objetivo de alcanzar la ventaja competitiva en el mercado, explicitando el Valor Compartido de 1 En inglés también el término social capital identifica el valor de lo humano y lo contable, pero para el valor contable también está stock capital que diferenciaría la aportación económica de los stakeholders.

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EL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD COMO CAPITAL SOCIAL PARA

ERRADICAR LAS PARADOJAS SOCIALES

Carmen Jualín Plana

Sociología VI Universidad Complutense de Madrid

1. Introducción

Este trabajo plantea la responsabilidad como valor compartido para construir el capital

social y diluir sus paradojas y ambivalencias en todo tipo de organizaciones, a la vez

que dota a la Responsabilidad Social en las Organizaciones (RSO) de praxis para la

gestión. La hipótesis de trabajo que estructura esta fase de la investigación considera las

aportaciones de los stakeholders en la organización como inversión de capital

estructural permanente [Capital de Responsabilidad Social Organizacional (CRSO)]

porque logra hacer converger los costes de capital en un punto de equilibrio económico

que aporta ventaja competitiva de la organización hacia el entorno.

La perspectiva del CRSO es angular sobre dos variables de análisis: Capital Social

Humano (CSH), fundamentado en la sociología; Capital Social Económico (CSE),

fundamentado en la contabilidad; con transferencia de datos de una disciplina a otra de

manera sistemática. Las lenguas románicas, como el castellano, utilizan indistintamente

el término de Capital Social para las dos disciplinas, justificando semánticamente que la

empresa para ofrecer valor a la sociedad y el mercado precisa irremediablemente tanto

de un capital económico representado por acciones-accionistas (ingresos) u

obligaciones-obligacionistas (deudas), como de un capital humano, tangible o

intangible, motor de la actividad, producción, o comercialización (directivos,

trabajadores, proveedores, clientes, promotores, intermediarios, consumidores, etc). Es

decir, es la acción diferente de las personas la que contribuye esencialmente a

configurar el valor de la organización como motor del capital social, de ahí la

consideración de los stakeholders como inversión clave de capital1. Por otro lado, el

CRSO como perspectiva de análisis multivariable ofrece el doble objetivo de alcanzar la

ventaja competitiva en el mercado, explicitando el Valor Compartido de

                                                            1 En inglés también el término social capital identifica el valor de lo humano y lo contable, pero para el valor contable también está stock capital que diferenciaría la aportación económica de los stakeholders.

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Responsabilidad Social Organizacional (VCRSO) en el entorno, en la senda de lo que

viene aconsejando la Comunicación Estrategia renovada de la UE para 2011-2014

sobre la responsabilidad social de las empresas COM (2011) 681 final, normativa

esencial para este trabajo.

La tradicional tensión entre capital social económico (aportación patrimonial, dineraria

y tangible de los socios) y capital social humano (colaboración intangible de un

colectivo en la organización con resultados cualitativos y cuantitativos para el desarrollo

y la mejora del sistema social) no tiene sentido para la consolidación de la RSO:

Primero porque el campo de significación interdisciplinar exige imbricarlos para

procesar el análisis multivariable; segundo, porque el CS debe servir de factor

productivo para transferir procesos interdisciplinares en resultados; y tercero porque la

TERS exige metodología de análisis cuantitativo y cualitativo2; así como métodos

dialógicos para destacar el potencial de la responsabilidad social para gestionar el

conflicto social3. El análisis parte de un posicionamiento de equilibrio en el contexto de

tensión de dos polos, tradicionalmente opuestos: los requerimientos patrimoniales de la

contabilidad y las reivindicaciones sociales de la comunidad, organización o sistema.

El artículo está estructurado en los tres apartados correspondientes a los tres objetivos

centrales del trabajo: primero, analizar las paradojas, contradicciones y ambivalencias

que caracterizan la evolución del término capital social para encontrar un potencial del

Capital Social de Responsabilidad Social de las Organizaciones que ofrezca perspectiva

de análisis multivariable; segundo, construir las fases del Programa de Equilibrio de la

Responsabilidad Social en las Organizaciones (PERSO) sobre la construcción del

itinerario de los stakeholders como estructura de capital social; y tercero, desarrollar

cómo el equilibrio de costes de aportación de los stakeholders se neutraliza con el

equilibrio de costes de oportunidad para alcanzar un punto de equilibrio en los costes

que explicite el Valor Compartido de Responsabilidad Social Organizacional (VCRSO)

                                                            2 El trabajo de carácter longitudinal (2010-2015) comenzó planteando las claves con el bosquejo de la denominada Teoría de Equilibrio para la Responsabilidad Social -TERS- Los ejes de la TERS como búsqueda razón dialógica está planteada en el Monográfico “Valores para crear RSE”, en la Revista de Responsabilidad Social de la Empresa, nº 9. Editorial Fundación Luis Vives. PP 115-147 3 La perspectiva de ampliar el angular de los derechos sociales para potenciar la responsabilidad social está fundamentada en la gestión del conflicto social como motor de energía del sistema desarrollada en el artículo: “La extensión de los derechos para consolidar la responsabilidad social en las organizaciones: La Cara Oculta de la Luna” en la Revista de Responsabilidad Social de la Empresa, nº 11 Editorial Fundación Luis Vives 

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2. Las tensiones del Capital Social

La propuesta de investigación parte de la definición de Responsabilidad Social de las

Organizaciones (RSO), proporcionada anteriormente por la TERS, como

“Conocimiento de gestión integral para articular unos beneficios sostenidos (lo ético)

que asegure la eficiencia de los costes (lo económico), y el desarrollo de los derechos

(lo jurídico) sin comprometer los recursos del futuro (lo socio-ambiental)”, (Jaulín

2011: 117). Este planteamiento requiere un análisis eficiente de Capital Social de

Responsabilidad Social (CRSO) que diluya las paradojas propias de la gestión de la

sostenibilidad, lo que exige desplegar cuatro objetivos específicos: Primero, observar el

proceso de evolución teórica del término capital social en el pensamiento político,

económico y social, como marco de reflexión y punto de partida. Segundo, comparar en

esa evolución oportunidades y vulnerabilidades de un término en espacios y tiempos

distantes (No es lo mismo Suecia en los años sesenta que Gran Bretaña en los ochenta).

Tercero, proponer una definición de CRSO hacia sensibilización de la RSO y como

ventaja competitiva hacia el exterior del sistema organizacional. Y cuarto, presentar las

variables de equilibrio de configuran el Capital de Responsabilidad Social en las

Organizaciones (CRSO).

El término de Capital Social (CS), en sus comienzos sociológicos (primeras décadas del

siglo XX), está vinculado a la extensión de la educación en centros escolares, a la

cualificación de la formación profesional, y a las salidas profesionales en la universidad.

Época en la que los teóricos (Hanifan 1916) coincidían en que el nivel de capital social

es correlativo al grado de formación de una comunidad. Entrada la década de los 60´, el

término cargado de contradicciones choca con en el contexto del estado del bienestar,

ahí se dividen las opiniones entre quienes justifican que puede llegar a ser el motor de

desarrollo civil del estado del bienestar (civilismo); y los que argumentan que el

aumento de civilismo trae como consecuencia minimizar la inversión en políticas

económicas públicas (dejación de funciones del estado). En cualquier caso, existe

avenencia en destacar las oportunidades que tiene para analizar y valorar la estructura

social de un país, sociedad u organización (crisis, cambios, clases sociales, etc.).

Hoy, el pensamiento crítico desvela las amenazas que tiene el término de CS desde las

estrategias de confianza, o autoconfianza, puesto que la confianza es una moneda de dos

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caras: consolida la extensión de las redes sociales, pero debilita la voluntad de

determinación, o autodeterminación por el exceso de conformación. En el contexto

occidental de minimización del estado de bienestar, surge la primera ambivalencia: ¿El

potencial del capital social es proporcionalmente directo al grado de confianza

organizativa institucional?

Lo contrario a capital social no es la identidad, o el particularismo, factores que puede

dar lugar a la diversidad como desarrollo, sino el individualismo posesivo que convierte

la RSO en una pantomima de reputación que enmascara la especulación sin objetivo

sostenible configurando la galaxia sin límites de “lo posesivo”. Ni siquiera el

individualismo tiene por qué ser egoísta, por ejemplo en Suecia los individualistas no

apoyan las tesis neoliberales. De hecho, para diluir la tensión de poder, emergen

conceptos como el de “individualismo solidario” (Rothstein, 2003:120) que parece

paradójico, pero que apuesta por imbricar autonomía individual y responsabilidad

social, germen de modelos de constitución empresarial españoles como son las

cooperativas. Luego, en la evolución del término y su localización geográfica, avanza el

desarrollo de buenas o malas prácticas organizativas de fundamentación de CS.

El origen del término hay que situarlo en el marco político y social del pragmatismo

educativo (Lina Hanifan, 1916), en los comienzos de un siglo XX que intenta ofrecer

alternativas al idealismo pedagógico observando las necesidades formativas y

profesionales de la base social. Sin embargo, el auge hay que contextualizarlo en las

causas y consecuencias del período entre guerras, y en las limitaciones de las políticas

ortodoxas de desarrollo cuando tenían que controlar el déficit público con criterios

rígidamente económicos, dando lugar a bolsas de marginación y exclusión social. En la

década de 1950, John Seeley, como sociólogo canadiense, observa que para el habitante

de las colonias suburbanas pertenecer a un club social (cuna del capital social

tradicional burgués) era un título más valioso que acciones de bolsa. En la década de

1960, Jane Jacobs (1963), destaca el valor asociado de las comunidades de vecinos para

construir las metrópolis modernas. Y en la década de 1970, un economista como Glenn

C Loury (1978) analiza las consecuencias de la falta de capital social en las

comunidades afroamericanas como causa de esclavitud y segregación racial.

La aportación de Bourdieu (1980) es una de las más intensas. Sensible a la

determinación del poder y a la implacable existencia de clases sociales, diferencia entre

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tres tipos de capital (simbólico, económico y cultural) para explicar el grado de relación

de los recursos existentes en una comunidad con el histórico acumulado resultante de

las relaciones y redes sociales creadas. En el correlato de causas, la protección escolar

(Bourdieu y Passeron, 1995), y la familia (Bourdieu, 2001) son esenciales para observar

el reparto y la reproducción sistemática de privilegios en una comunidad. La lucidez de

Bourdieu está en pisar la tierra con los pies y definir capital social por la fuerza motor

del trabajo, y en la contradicción de relacionar la apropiación acumulada de trabajo

social con la obtención de un rendimiento privado (aportación que apenas visibilizan

sus seguidores). Relacionando lo objetivo con lo subjetivo, no sólo advierte que

individuos diferentes obtengan beneficios distintos con el mismo capital cultural y

económico; sino que cada uno de los tres capitales tiene que tener un sistema de

intercambios diversos en sociedades modernas diferenciadas para no confundir

representación social de las necesidades con representación económica de intereses.

Segunda perplejidad: ¿En la sinuosa “representación” está la dificultad del término; o

hay que buscarla en la efímera línea de separación de lo social y lo económico?

Cronológicamente, el segundo teórico relevante es Coleman (1985) quien, influenciado

por Merton y preocupado por la metodología cuantitativa, define el concepto por la

energía del “actor corporativo” por la que las personas pueden pasar de ser

individualidades a colectivos eligiendo y aceptando normas sociales. Por lo tanto, el

capital social existe tanto en el plano individual como en el colectivo: individualmente,

hay que relacionarlo con el grado de integración social, con la red de contactos, con las

relaciones, expectativas, comportamientos de fidelización, etc; pero también es un bien

colectivo, las normas expresas o tácitas de comunidades pueden revertir en

consecuencias de educación, seguridad, y mejora de nivel de vida. Sus críticos más

fundamentados no entienden cómo se puede articular la capacidad de elección con la de

integración, evidentemente los grupos y clases sociales más adineradas lo pueden hacer,

mientras que a los excluidos sociales les va a resultar imposible: ¿La integración social

es la tercera ambivalencia del término?

No se puede entender la evolución del término sin los claroscuros de Putnam,

entendiendo capital social como “rasgos de la organización social como confianza,

normas, y redes que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad facilitando las acciones

coordenadas (Putnam 1993: 167). Mientras Bourdieu y Coleman lo identifican por el

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activo que supone la interrelación entre las personas, Putnam valora el agregado

“civismo” con la consiguiente dificultad de introducir componentes morales en el

análisis para el desempeño político e institucional. Con Bowling Alone: The Collapse

and Revival of American Community Putnam (1995) destaca las posibilidades de

diferenciar dos tipos de capital social: capital vínculo, relacionando personas con

caracteres homogéneos; y capital puente, cohesionando personas de intereses

heterogéneos diferentes, llegando a la conclusión que los dos capitales son necesarios

para mantener la sociedad próspera, y que la falta de capital puente es el que da lugar a

tensiones étnicas, o religiosas. Críticos como Fischer (1999) cuestionan que no tenga en

cuenta las consecuencias de las redes sociales, y que tome como modelo el capital social

de los años 60 en EEUU, representado por organizaciones capitalistas muy tradicionales

y rígidas. Putnam (2003) contesta en El declive del capital social intentando cimentar

las fallas con un mapa conceptual de contenidos, autores y casos que explican las

oportunidades y las amenazas del término, insistiendo en una perspectiva de base, “las

redes sociales importan”: hay una relación constante y bilateral entre características de

la sociedad civil y salud de la democracia; y viceversa. Para Putman, la constatación de

este planteamiento tiene efectos muy variados y van desde el aumento de ingresos

profesionales por la agenda de contactos personales a la disminución de la violencia de

un barrio marginal al incrementar el asociacionismo vecinal. Por eso Putnam intenta

encontrar un equilibrio entre extremos: capital privado y público; capital formal e

informal; capital denso o tenue; vuelto hacia dentro (voluntad o necesidad), o hacia

fuera (bien público); o entre capital vinculante o puente de relaciones. Pero a pesar de la

búsqueda de armonía, concluye que las exigencias de modernidad traducidas en

cambios sociales a partir de 1970 han iniciado el declive general del capital comunitario

o social, que hay que frenar con el conocimiento de experiencias comparadas en países

y épocas diferentes, a partir de lo cual plantea la tesis de explicar el capital social por los

“modelos de cambio social” en las democracias (Putnam 2003: 29). ¿Pueden las zonas y

países pobres, generalmente oprimidos por dictaduras, darnos lecciones de capital

social? ¿En la lección magistral de los países en vías de desarrollo está la cuarta

ambivalencia del término?

Quizás el crítico más contundente tanto con el término de capital social, como con

Putnam sea Portes (1998), quien destaca la capacidad de resiliencia de la inmigración

como clave del capital social cuando alcanza mejores resultados profesionales, y en

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condiciones similares a las de la población autóctona. La definición que ofrece es una

crítica velada al individualismo posesivo: “Habilidad de los actores para asegurarse

beneficios a través de la membrecía en redes sociales y estructuras sociales” (Portes,

1988: 6). Portes observa que si bien el capital social presenta la ventaja de la

sociabilidad y la búsqueda de políticas públicas poco costosas para gestionar los

problemas sociales, no supone ninguna novedad puesto que los antecedentes están en

Durkheim, Marx y Weber. Crítico con el Banco Mundial, el PNUD, o la UNCTAD,

advierte que abanderan el capital social aquellos que no quieren invertir en políticas

públicas sociales, lo que desarrolla efectos negativos como la exclusión, el oportunismo,

rebaja de desempeños sociales, etc. Con “Neoliberalism and the Sociology of

Development: Emerging Trends and Unanticipated Facts” describe la importancia del

concepto en el contexto de grandes desigualdades. Coincide con Putnam en que es un

yacimiento de conocimiento constante el explicar que los modelos de capital social no

se pueden extrapolar a espacios y tiempos diferentes, y que cada caso exige análisis

pormenorizado de la estructura social de la comunidad, sociedad o estado. Sin embargo,

cuestionando el comunitarismo de Putnam, observa que la correlación causal de

solidaridad con resultados óptimos es espuria si no se comprenden las tensiones del

entorno; tampoco encuentra relación causal entre capital social comunitarista y cohesión

social; por otro lado, critica que la responsabilidad del capital social no recaiga sobre los

individuos o la eficacia de sus representantes políticos, sino sólo en las comunidades

creadas en función de las relaciones que desarrollan. Crítico con el comunitarismo de

Putnam, Portes explica que cuando la responsabilidad es sólo comunitaria, el éxito tiene

las mismas causas y consecuencias, luego la explicación es circular y falsable.

Añadiendo que el aumento de asociacionismo reduce la marginación y la criminalidad

no infiere que la existencia de la marginalidad y criminalidad dependan exclusivamente

del grado de asociacionismo, existiendo factores de responsabilidad explicativos en los

individuos y en la corta perspectiva de sus representantes políticos. ¿Está en las

políticas públicas simplistas y reduccionistas la quinta ambivalencia para encontrar la

solidez al concepto de capital social?

Fukuyama (1997) también destaca el potencial del capital social en la gestión y

desarrollo de la política social, definiéndolo por los valores y normas compartidas que

permitan la colaboración entre los miembros de una comunidad. Señala la importancia

del factor confianza para articular la “fortaleza de los lazos débiles” (Granovetter 1985)

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propia de la relaciones de reciprocidad y sinceridad voluntarias y por encima de la

obligatoriedad de los lazos fuertes de la sangre. Las aportaciones de Fukuyama son de

indudable valor cuando profundiza en las contradicciones de las relaciones productivas,

de manera que el capital social puede ser positivo o negativo a colectivos diferentes en

la misma organización. Por ejemplo: la obsolescencia programada puede ser una manera

de mantener puestos de trabajo, pero también obliga a usuarios y clientes a una espiral

de consumo inaceptable. Sin embargo, resulta provocadora por simplista la teoría de la

“gran disrupción”, a partir de 1965, explicando los cambios drásticos sociales

únicamente por el modelo de reproducción femenino y la incorporación de la mujer al

mundo del trabajo acabando con el modelo “bread-winner”. Argumenta que la falta del

espacio para el hombre tradicional y la pérdida de su autoridad en el hogar explican el

fracaso escolar, la crisis de la familia o el aumento del delito y la pobreza, porque ha

perdido el “reconocimiento comunitario”, llegando a afirmar que la píldora

anticonceptiva no ha liberado a las mujeres de la responsabilidad familiar y sí a los

hombres; proponiendo la restricción de las oportunidades de empleo a las mujeres, o el

apoyo a los hombres con mayores sueldos para equilibrar desequilibrios. Desde

occidente, estas provocaciones misóginas hay que contextualizarlas en la gran crisis de

valores de la mentalidad tradicional asiática proveedora histórica de un capital social

que se ha agotado, ante la drástica caída de las tasas de reproducción y el aumento

galopante de los hogares de individuos únicos. A Fukuyama hay que entenderlo en la

pérdida del capital social más sólido para el hombre asiático, la familia; que no para la

mujer asiática. A pesar de ello, Fukuyama confía en la capacidad de la sociedad futura

para organizarse y responsabilizarse de los efectos del tránsito de la sociedad post-

industrial a la sociedad informacional. ¿Está en los cambios de modelos organizativos la

sexta ambivalencia para desarrollar el potencial del término?

Las últimas aportaciones lúcidas vienen del esfuerzo de los países en vías de desarrollo

al correlacionar el concepto con la capacidad social de superar el infortunio, la pobreza

y la incertidumbre con capital social. El proceso de pobreza, marginación y exclusión

social es un proceso continuo con resultados ciclotímicos4. Ya advertía Morin que frente

al vaticinio esotérico de algunos pensadores del “fin de la historia” al concluir la Guerra                                                             4 Hoy  las cifras son: 1300 millones de personas carecen de lo más mínimo y viven en pobreza extrema con menos de un dólar al día de ingresos; 3000 millones de marginados sociales subsisten con menos de dos dólares al día (pobreza relativa); 1300 millones carecen de agua potable, 3000 millones no reciben prestación sanitaria básica, 2000 millones no tienen electricidad. 850 millones de personas pasan hambre en el mundo y 200 millones de niños sufren malnutrición 

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Fría, la era de la globalización sumergiría al individuo en una espiral de incertidumbre

forjando la historia de los acontecimientos por las contradicciones: ¿Cómo puede tener

el planeta Tierra tremendas cifras de miseria social con semejante auge de desarrollo

tecnológico? ¿Cómo pueden tener 358 personas una riqueza acumulada superior al 45%

de la población mundial? ¿Por qué alrededor de un 33 % de la población mundial está

en situación de desempleo o desocupación? ¿Hoy, está en las drásticas desigualdades de

una globalización asimétrica (Norte-Sur; Este-Oeste) la ambivalencia paradigmática del

término? ¿Está en el desarrollo del estado de bienestar y en la gestión redistributiva de

la justicia social las claves para contextualizar el CRSO?

El caso paradigmático de Gran Bretaña es que después de la Segunda Guerra Mundial el

modelo de capital social va en aumento, creando las redes de asociación cívica más

“densas del mundo” (Hall, 2003: 38) a la vez que el poder de los sindicatos va

desapareciendo, habiendo sido la cuna del sindicalismo europeo. Lo fácil es explicar

este hecho por la teoría del utilitarismo individualista que va de Locke a Stuart Mill,

pero no es suficiente, porque en realidad lo que se sustituye es un modelo de confianza

industrial asentado en la fuerza del trabajo por un modelo de sociabilidad fundamentado

en normas de confianza cívica y redes sociales formales e informales. Hall considera

que en esa evolución han intervenido tres factores: Primero, la revolución educativa, de

1950 a 1980, multiplicó por casi tres la población con educación secundaria, y en la

post-secundaria se nivelan los hombres y mujeres aumentando de un 3 a un 14%, la

consecuencia directa es el incremento de capital social por el compromiso comunitario

del universitario y especialmente de la mujer universitaria. Segundo, cambios

significativos en la estructura social que afectan al incremento de la clase media

(aumento de empleos profesionales y de remuneraciones salariales, en detrimento de

trabajo de clase obrera) dando lugar a la participación y de manera más activa en

asociaciones formales, llegando a crecer en un 60 % en esas tres décadas. Y tercero, el

factor más determinante son las medidas estatales, y la inversión de recursos, y de

apoyo político para cultivar y aumentar el voluntariado, implicándolo en la prestación

de servicios sociales para dar cobertura a las necesidades sociales (Hall, 2003).

Los gobiernos británicos conservadores entre 1979 y 1997 fomentan y subvencionan las

organizaciones voluntarias de manera determinante, a la par que Margaret Thatcher

daba un golpe de timón neoliberal reduciendo el sindicalismo a la mínima expresión,

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especialmente al minero, simbólico de la resistencia europea; y sustituyendo el

colectivismo que había caracterizado a la sociedad británica de la postguerra por un

individualismo que incrementa el nivel de confianza en el asociacionismo voluntario,

todo para poner en evidencia la contradicción de la teoría de que el declive del capital

social está en función del aumento de políticas públicas de estado de bienestar. Pero las

lecturas pueden ser muchas y de consecuencias dispares: Primera, las dos variables del

capital social británico (los modelos de sociabilidad y las actitudes de confianza) no

desarrollan de la misma manera el comportamiento del capital social. Segunda, la

confianza de los representantes políticos tiene exigencias muy diferentes a las de los

representantes de asociaciones cívicas, porque el grado de responsabilidad es mucho

mayor. Y tercero, en cualquier caso el aspecto redistributivo de capital social aunque es

eficiente siempre, los resultado son muy diferentes si media beneficios económicos por

medio.

En esa línea argumental, Offe y Fuchslo lo que les preocupa es valorar la distribución de

capital social o medir el nivel de existencias, para lo que propone analizar grados de

actitudes por la atención, por la confianza y por la participación en actividades

asociativas, llegando a la conclusión de que existe falta de información sobre la

actividad asociativa menos formal. Por otro lado, el capital social no es correlativo al

compromiso porque puede estar determinado desde arriba (apoyo institucional) como

desde abajo (recursos de los individuos). Offe y Fuchs acaban preguntando “Cui bono”

(¿A Quién beneficia?) (Offe y Fuchs, 2003: 416), llegando a la conclusión que tanto el

acceso como los beneficios del capital social están irregularmente distribuidos en la

estructura social.

Uno de los casos esenciales para entender las contradicciones del término Capital Social

en la construcción del estado de bienestar es Suecia, desde 1950 hasta 1990, época en la

que gobernó el Partido Socialdemócrata configurando lo que se llamó “modelo sueco”,

caracterizado principalmente por una correlación entre el al aumento de gasto público

con el desarrollo de los programas de bienestar y con la salud de la sociedad civil. Y la

clave para conseguirlo fue la colaboración estrecha y sistemática entre el Estado y el

sistema organizacional (empresas, sindicatos, administraciones públicas, organizaciones

civiles, etc.). Rothstein (2003) plantea cuatro paradojas que abren líneas claras de

debate: Primera, sobre que los programas públicos de bienestar minimicen la sociedad

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civil, preguntándose si pueden producir aislamiento y anomia social. Segunda, sobre la

restricción del pluralismo, interrogándose si el crecimiento del neocorporativismo aísla

las élites en la profesionalización, o refuerza la capacidad de los grupos de interés.

Tercera, comparando EEUU y Suecia, cuestiona el hecho de que el capital social se

consolida al margen del sistema. Y cuarta, ¿la correlación de democracia estable con el

aumento de capital social supone que si el capital social disminuye, las instituciones

democráticas pueden tornar inestables?

Rothstein concluye confirmando la hipótesis de que “existe un vínculo causal indirecto

entre la muerte del modelo sueco y los problemas de la democracia” (Rothstein,

2003:154) y ofrece como argumentos que el sistema político es objeto de desconfianza

social debido a la prepotencia de la Confederación Nacional de Sindicatos (LO), la

decadencia del Partido Social-demócrata y la negativa de la Federación de Empresas

(SAF) a aceptar cambios y avanzar en la negociación de los derechos. Para Rothstein el

comportamiento instrumental del marxismo de la LO y del neoliberalismo de la SAF se

basan en el mismo supuesto: “el interés nunca miente” (2003:155). A lo que añade que

la lección magistral de la teoría de los juegos explica que la racionalidad instrumental es

incapaz de generar capital social para gestionar las necesidades y tragedias de la

sociedad

Si para Coleman la clave del capital social está en los factores de la interacción, y en

Putnam son los vínculos que configuran el asociacionismo civil, para Lin la fuerza e

independencia del intercambio construyen el capital social a caballo entre las

limitaciones estructurales y la autonomía del actor, por lo que Lin pregunta quién gana,

contestando que los individuos invierten en relaciones sociales con la perspectiva de

retorno; por lo que posteriormente cuestiona cómo se construyen las relaciones, a lo que

responde que la red es el lugar del desarrollo, de manera que el capital social es un

activo social generado por las conexiones entre actores y constituido por recursos de los

que se carece, que otros poseen y a los que se puede acceder porque quienes los posee

desea ejercer su influencia (Lin 2001: 19). A partir de esa definición estratégica, el

capital social cobra un impulso como respuesta al desarrollo.

La miseria del mundo obliga replantear la agenda del desarrollo con otro orden de

prioridades que no sean las económicas porque “la riqueza de las naciones ha dejado de

dar explicaciones en la medida que comienza a ofrecerlas la justicia social” (Jaulín

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2010a: 112). Stiglitz reclama la humildad como recurso para aprender de la perspectiva

multidisciplinar e integradora superando el reduccionismo de las medidas

liberalizadoras, estabilizadoras y privatizadoras del Consenso de Washington (Stiglitz

1998). Sen observa como los valores de una sociedad en un momento dado infieren en

el desarrollo, de manera que los códigos éticos de empresarios y profesionales son parte

de los recursos productivos de la sociedad (Sen 1997). Sen explica las razones de por

qué el ser humano no es sólo un medio de desarrollo, sino, su fin último, por lo que no

se pueden confundir medios con fines: Mejorar el perfil de la población de un país es un

fin en sí mismo (Sen 1981), por lo que la base del capital social es la cultura para activar

el desarrollo económico y social. Las personas, las familias, las comunidades, las

organizaciones en su esencia y potencia son capital social, la clave está en aprender de

cada caso.

Recogiendo las lecciones magistrales del pensamiento precedente y para diluir las

paradojas de la praxis de responsabilidad social, esta investigación propone como

definición de Capital de Responsabilidad Social en las Organizaciones (CRSO) la

siguiente: Factor de producción fundamentado en que el proceso de interacción social

de los stakeholders en la organización es una inversión con resultados en el

cumplimiento de obligaciones (gestión del coste de aportación) y en la extensión de los

derechos sociales y económicos (gestión de oportunidad) para generar con carácter

permanente equilibrio en el sistema y retroalimentar el Valor Compartido de

Responsabilidad Social en las Organizaciones (VCRSO) con los recursos del entorno.

La clave de la definición está en comprender la capacidad de interacción de variables

que condicionan el estatus del stakeholder en la organización como fuente eficiente y

permanente de inversión. Del análisis de la situación de cada stakeholder en la

organización van a depender tanto la liquidez como la financiación estructural,

nutrientes de la capacidad de la responsabilidad social para conseguir “ventaja

competitiva” para la organización. En la Tabla nº 1 aparece diseñada la relación de

elementos que intervienen y cómo interactúan en el proceso de consolidación del CRSO

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Tabla nº1: Relación de variables de Capital de Responsabilidad Social Organizacional Niveles de Interacción

NO INTERACCIÓN

CAPITAL DE RESPONSABILIDAD SOCIAL ORGANIZACIONAL

NO INTERACCIÓN

APORTACIÓN DE CAPITAL

OPORTUNIDAD DE CAPITAL INDIVIDUALISMO POSESIVO

Integración

Implicación

Umbral de Rentabilidad Crisis

Cambio

COLECTIVISMO CORPORATIVO Conflicto Responsabilidad

Tercero (-3) (3) Segundo (-2) (2) Primero (-1) (1)

Elaboración Propia

3 El proceso de gestión de los stakeholders en la organización como

Capital Social: Variables del Programa de Equilibrio de

Responsabilidad Social en la Organización (PERSO)

“494. Nadie puede tener un pensamiento por mí, del mismo modo que nadie puede

ponerse el sombrero por mí” (Wittgenstein 2009:649).

De Bono en el celebérrimo Seis sombreros para pensar (2008), a través del desarrollo

del concepto de “pensamiento paralelo” cree que ha llegado la hora de superar el

pensamiento dialógico de Platón o la lógica de inclusión/exclusión de Aristóteles para

conseguir objetivos básicos como ahorrar costes, diluir egos, o hacer las cosas de una en

una, en todo tipo de organizaciones. Para lo que propone que todos los individuos de

una organización “miren hacia el mismo lado”; y retomando el confucionismo explica la

necesidad del individuo organizacional de sumar o de construir, y no de perder el

tiempo con discusiones que sólo sirven para empeñarse en mantener posturas radicales

(De Bono, 2008: 11-33). Los Seis Sombreros proponen canalizar lo negativo del

carácter del ser humano con el despertar de un estado de conciencia organizativo, en el

mejor de los casos; sin embargo, reduce el esfuerzo de construcción del diálogo a la

categoría superficial de discusión permanente, y ésta nunca fue la perspectiva platónica.

Para Platón “el diálogo es un proceso gradual e intelectual esencialmente duro

[imaginación (eikasia) creencia (pistis) pensamiento (dianoia) y conocimiento

(dialogia)] cuyo objetivo clave es imbricar lo individual en lo social para contrarrestar

los efectos nocivos del interés. La verdad socrático-platónica no tenía como objetivo

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derrotar al adversario o develar la mentira, sino socializar” (Jaulín 2011:120).

Aristóteles quiso apartarse de Platón, pero fue el primero que no pudo porque su

dimensión matemática exigía proporciones áureas para gestionar la polis como sistema:

“Su obsesión fue desarrollar un permanente contraste de argumentos en búsqueda del

equilibrio homeostático perdido, tan sólido que le llevó a crear las bases del

pensamiento occidental” (Jaulín 2011:121). Los métodos de análisis aristotélicos, como

antecedentes de carácter científico, fundamentan el conocimiento hipotético por el

contraste permanente para aprobar o refutar ideas; y siguen constituyendo la base del

conocimiento analítico porque consigue imbricar lo cualitativo, lo cuantitativo y lo

dialógico de manera magistral. De Bono plantea el pensamiento paralelo versus

pensamiento analítico como reclamo publicitario de los Seis Sombreros, pero el análisis

que denosta es insustituible para formar y consolidar el pensamiento en una

organización, lo contrario es reificación de las personas: ¿Una organización puede

avanzar hacia el conocimiento social si no localiza, recupera o potencia al máximo la

capacidad dialéctica de las personas?

La perspectiva de la Teoría de Equilibrio de la Responsabilidad Social (TERS)

profundiza en las claves del pensamiento platónico y aristotélico para argumentar en

qué medida, hoy, el equilibrio de una organización es cíclico y precisa de la capacidad

analítica y crítica del individuo para conseguir “ventaja competitiva”, posicionar la

organización en el mercado y generar valor compartido triangulando

Costes/Derechos/Beneficios. “Mirar en la misma dirección” (De Bono, 2008) es un

objetivo de interés para cualquier organización que aspire al crecimiento sostenido, pero

cuando los individuos hayan demostrado su valía y competencia; así como un programa

de gestión capaz de diseñar objetivos eficientes para el sistema, a medio y largo plazo.

La oportunidad está en comprender la ventaja competitiva desde el potencial de

responsabilidad social para ampliar derechos sociales, humanos y medioambientales

desde la praxis y no desde el mito de la justicia procedimental (Rawls, 2006) a la vez

que reconduce costes y amplía beneficios. Y la propuesta de esta fase investigadora es

analizar con detalle la competencia de responsabilidad social del stakeholder (modelos

de integración e implicación) desde la gestión del conflicto social, profundizando en el

despliegue de las causas y consecuencias que abocan a superar crisis de intereses

(problema organizativo) para conseguir cambios (mejora de la organización) y dar

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respuestas a la incertidumbre de mercado. Consolidar el sistema con individuos que su

máxima competencia sea “mirar todos en una misma dirección” desarrolla una

perspectiva lineal, unidireccional que puede servir para hacer frente a la dificultad

cotidiana, pero difícilmente para gestionar el problema de gestión espacial que requieren

los problemas cíclicos permanentes. El método de De Bono focalizando el problema en

una única dirección reduce la perspectiva angular, aún así pueda ser de interés para

desarrollar tácticas de acción cortoplacistas, pero no para fijar estrategias a medio y

largo plazo que el crecimiento sostenible exige.

Considerar el proceso de interacción de cada stakeholder en la organización exige

gestionar la trazabilidad del diálogo de las seis fases que interactúan hacia un punto de

equilibrio, a partir del cual surgen las fortalezas y oportunidades sociales y económicas

tanto para la organización (ventaja competitiva) como para el resto de los stakeholders

que participan en el Programa de Equilibrio de Responsabilidad Social Organizacional

(PERSO). Partiendo de que la gestión del itinerario de los stakeholders en una

organización es una fuente de inversión permanente, la propuesta metodológica de la

TERS es esencialmente sencilla: aprovechar el caudal de conocimiento experiencial

organizativo de cada stakeholder y canalizarlo hacia la gestión de costes óptimos que

ofrezcan Valor Compartido de Responsabilidad Social Organizacional (Jaulín

2011:118-126).

El núcleo del valor compartido está en su propulsión voluntaria que el PERSO valora en

tres tramos: Primero, la búsqueda de coherencia entre los intereses de los stakeholders y

los de la organización (Valor de Aportación). Segundo, el desarrollo de la razón

dialógica (Valor Óptimo). Y tercero, el afianzamiento del compromiso de

responsabilidad social a través de dimensiones de objetivas en la gestión de la crisis y

cambios (Valor de Oportunidad)

Síntesis del itinerario de los stakeholders

El proceso de construcción del capital social depende de la capacidad de la empresa

para buscar, encontrar, o recuperar el conocimiento como átomos expandidos en el

espacio organizativo y de la capacidad de los stakeholders para construir competencias

profesionales sobre la experiencia organizativa.

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La propuesta de esta fase de investigación es construir un programa fundamentado en la

capacidad dialógica del stakeholder [Programa de Equilibrio Responsabilidad Social en

las Organizaciones (PERSO)] que traducido en relación de competencias ofrecería la

siguiente tabla de resultados (Tabla 2):

Tabla 2: Tabla de Capital Social por el valor dialógico de las competencias sociales

PROCESO DE CAPITAL SOCIAL

PROCESO DE RAZÓN DIALÓGICA

COMPETENCIAS SOCIALES DE LA

ORGANIZACIÓN COMPETENCIAS SOCIALES DE

LOS STAKEHOLDERS

Integración • Explicar la estructura organizativa

desde la diversidad de criterios, objetivos, recursos y funciones

• Abrir la estructura a nuevos estamentos sociales

• Aportar diversidad desde la

gestión de las desigualdades y la incorporación de acervo lingüístico.

• Localizar estatus propio dentro de la organización

Implicación • Explicar la identidad de la

organización desde el valor de interpretación de culturas diferentes

• Aportar pensamiento propio desde

la percepción, conciencia, experiencia e interpretación del lenguaje.

Conflicto • Valorar el conflicto social como

fortaleza de la organización

• Aportar experiencia jurídica a la

gestión del conflicto • Valorar al oponente como

renovador de ideas

Responsabilidad • Desarrollar competencia

lingüística para diluir tópicos y explicar las debilidades de la organización

• Ofrecer competencia lingüística

para ofrecer alternativas de gestión

• Proponer estrategias de responsabilidad cívica

Crisis • Desarrollar competencia

innovación hacia el análisis multivariable de la crisis

• Ofrecer competencia innovadora

para convertir la crisis subjetiva en relacional

• Proponer estrategias de alterconsumo

Cambio

• Desarrollar competencia de gestión integral para implementar medidas de mejora organizativa

• Ofrecer gestión imparcial y

objetiva. • Proponer estrategias de Tipping

point

Elaboración propia

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4. El Punto de Equilibrio de Costes como clave de desarrollo

redistributivo del Valor Compartido de Capital Social en las

Organizaciones (VCCRSO)

El concepto de capital económico contable es relativamente sencillo de calcular porque

responde a la diferencia entre el activo y el pasivo del balance patrimonial de una

empresa u organización, económicamente expresado en categorías analíticas 5 . Las

categorías contribuyen a conformar el prisma de identidad económica de la empresa: el

capital propio denota valor lineal; el capital ajeno supone valor agregado y permite

transformarlo mediante procesos de apalancamiento; la prima de las acciones depende

de la oferta y demanda de los valores en la Bolsa; y la gestión de las utilidades retenidas

como beneficios no distribuidos genera perspectiva de consistencia hacia el capital

exterior de inversión, ofreciendo oportunidades para desarrollar el PERSO, gestión del

itinerario de los stakeholders (introducción, implicación, conflicto, responsabilidad,

crisis y cambio), o fundamento del Capital de Responsabilidad Social Organizacional

(CRSO).

Si partimos de la hipótesis de trabajo inicial que el CRSO es una inversión, las partidas

contables representativas de ese programa de capitalización van a ser las de

“dotaciones” y “utilidades retenidas”: las dotaciones van a estar en función de las

previsiones de incluir los compromisos de los stakeholders en un programa de gestión

(PERSO); mientras las utilidades retenidas dependerán de la capacidad de cada uno de

los stakeholders para que su actuación en la organización sea una inversión futura, lo

que conlleva no sólo incluir en el CRSO criterios de ajustes correctivos de los recursos,

sino también como estrategia para aumentar las reservas, o saldo histórico acumulado

de resultados positivos, tanto para consolidar el mercado de futuros, como para crear

Valor Compartido de Responsabilidad Social a la Organización (VCRSO).

La base de cálculo del valor de una empresa u organización está en función de la

actualización de sus activos y de sus deudas, siendo manera objetiva de cuantificarlo a                                                             5 La investigación propone las cuatro categorías analíticas básicas: el capital propio representado en partes alícuotas (participaciones, acciones comunes, acciones preferentes); el capital ajeno en obligaciones (empréstito como deuda); el valor de la prima de emisión de acciones (diferencia entre el valor nominal y el valor del mercado); y el capital ganancial de utilidades retenidas (reservas legales, estatutarias y voluntarias), o circunstancias de carácter extraordinario y coyuntural que tienen más que ver con el azar que con el crecimiento planificado de la empresa (donaciones recibidas, premios recogidos, fondos institucionales de IDi, etc).  

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través de la corriente de flujos de caja que genera el activo que van a parar a los

inversores, tradicionalmente accionistas u obligacionistas. Considerar la acción de

responsabilidad social de los stakeholders como inversión supone un radical cambio de

mentalidad de todas las personas que intervienen en el sistema organizacional, y con

transferencia en los resultados en la contabilidad analítica. La tentativa de esta

propuesta de trabajo es avanzar hacia la praxis de responsabilidad social con criterios de

metodología propia, en este proceso, el equilibrio de los costes configura la clave de

gestión del PERSO.

Calcular el coste de capital no es tarea sencilla, sin embargo todo buen emprendedor

aspirar a visualizar la tasa de rendimiento de inversiones futuras sobre la actualización

del valor que tiene, diferenciando el valor actualizado de los ingresos esperados de los

pagos previstos. Esto exige una perspectiva bifocal: la previsión del mercado de futuros;

y la actualización del valor de la empresa en el mercado. Por lo tanto el coste de capital

está asociado a esa tasa de rendimiento deseable que debe obtener la empresa sobre sus

inversiones; general y tradicionalmente representado por los dividendos que cobran los

accionistas, por el interés a pagar a los obligacionistas, por la prima de emisión de las

acciones, o por la tasa de incremento de las utilidades retenidas. Por lo tanto, para la

organización el coste de capital, explícito o implícito, es sobre todo coste de

oportunidad por el riesgo de la inversión o del valor del emprendimiento. Sólo que

aplicando la RSO, el emprendimiento tiene que aspirar al VCRSO, y no solamente van

a intervenir en su representación accionistas y acreedores sino el resto de stakeholders

que accedan al PERSO. Por otro lado, el coste de capital es uno de los principales

factores para tener perspectiva de equilibrio del valor de una empresa en el mercado,

porque se utiliza como tasa de descuento para actualizar la corriente de flujos. Si la

empresa obtiene una rentabilidad sobre sus inversiones suficiente para remunerar a sus

fuentes financieras es de esperar que el precio de mercado de sus acciones mantenga

equilibrio, por encima del cual se podría tener beneficios; y por debajo, pérdidas. Los

elementos que intervienen en la formación del coste de capital de la organización

adscrita al PERSO se reflejan en la Tabla nº 3

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Tabla nº 3

ESTRUCTURA INTERNA DEL COSTE DE CRSO:

Deudas

Coeficiente

de endeudamiento

Fondos propios

Riesgo financiero

Coste de

Aportación

Coste de Equilibrio RSO

Coste de Oportunidad

Coste de Capital de Responsabilidad Social

Elaboración propia

Si para calcular el valor (tensión exógena) cualquier organización precisa actualizar

fondos propios (F) y deudas (D) generalmente entre accionistas y acreedores (tensión

endógena), para lograr equilibrar tensiones y neutralizar costes de agencia, el punto de

equilibrio de costes debe responder a las siguientes cuestiones: ¿Cuál es la combinación

óptima de D y de F para maximizar el VCRSO? ¿Cuál es el coste de aportación de los

stakeholder a corto plazo en la estructura del capital (A)? ¿Cuál es el coste de

oportunidad (O) de cada stakeholder a medio y largo plazo? ¿Cuál es la estructura

óptima de capital si cada stakeholder es considerado por sí mismo como fuente

financiera a largo plazo?

Considerando la relación básica de elementos estructurales del coste6, el valor de la

organización estará representado por

V=   

                                                            6  F = Fondos Propios; D = Deudas; C= Capital; A=Aportación de los Stakeholders (Integración + Implicación + Conflicto); O = Coste de Oportunidad de los Stakeholder (Responsabilidad+ Crisis + Cambio; cc= Coste de Capital; ccx= Coste ponderado de capital de cada stakeholder; V= Valor; VCRSO = Valor Compartido de Responsabilidad Social; BAIT = Beneficios antes de Intereses e Impuestos.  

‐ +

+        + 

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El coste ponderado de capital de la organización:

ccx

El coste ponderado de capital de cada stakeholder estará representado por

ccx= O

El coste de oportunidad de cada stakeholder:

O = ccx + (ccx­A)   

El Coste de aportación de cada stakeholder

A = ccx + (ccx­O)   

El movimiento consecuente de costes diseña una zona de equilibrio que explica la

dinámica cíclica tan necesaria para desarrollar la razón dialógica. El punto de equilibrio

entre costes, como aparece en la tabla nº 4, garantiza la dinámica del VCRSO

Tabla nº4: Movimiento de Equilibrio de costes (cc) y Capital (C)

cc

CRSO

Deuda

Accionistas

Trabajadores

Consumidores

C Punto de Equilibrio Óptimo

Elaboración Propia

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5. Conclusión

El Punto de Equilibro Óptimo de costes garantiza la estabilidad del valor de una

organización. La contribución de esta fase de investigación es buscar el equilibrio

interno entre los costes de los distintos stakeholders como fuente permanente de

inversión lo que lleva a optimizar el CRSO, ya que implica que los distintos costes

actúan como resortes para contrarrestar el choque intereses de las facciones en el seno

de la organización cuestionando el coste marginal del endeudamiento con recursos

ajenos; así como consolidando el Valor Compartido de Responsabilidad Social en las

Organizaciones (VCRSO) hacia el entorno (sociedad y mercado). El caudal de

información de la contabilidad analítica afianza los fundamentos de la gestión integral

de responsabilidad social. En la Tabla nº 5 aparecen las variables que permiten cruzar

datos para transferir información sincretizando el capital contable con el capital

humano. La gestión integral para conseguir VCRSO fortalece tanto la inversión

sistemática como la resistencia del capital social.

Tabla nº 5: HERRAMIENTA VCRSO DE GESTIÓN INTEGRAL

PROGRAMA DE CAPITALIZACIÓN DE LOS STAKEHOLDERS (PERSO)

Modelo de Contribución al Equilibrio de Responsabilidad Social

STAKEHOLDERS

INGRESOS

COSTE DE APORTACIÓN (Ca)

COSTE DE OPORTUNIDAD (Co)

Integración

Implicación

Coste Punto de Equilibrio Crisis

Cambio Conflicto Responsabilidad

Valores Óptimos Tangibles

Propietarios (A) Trabajadores (B) Gerentes (C) Consumidores(D) Accionistas (E) Acreedores (F) Deudores (G) Clientes (H) Proveedores (I) Etc.

Fuente: Elaboración propia

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