IV

DESARROLLO VCRECIMIENTO

ECONOMICO

UNA DOCTRINA DE ANTI-DESARROLLO *

El pensamiento político en la América Latina requiere,desde hace ya tiempo, de una redefinición y de un regreso a lasraíces. Se ha ido creando una zona penumbrosa y miscelánea dedoctrinas, con fragmentos inconexos del viejo socialismo huma­nitario y del liberalismo sentimental del siglo XIX, que está pro­duciendo. especialmente entre ciertos partidos situados en el es­pectro político del centro-izquierda, un peligroso y creciente gradode contradicción, de ineficacia y de incapacidad para entender yencauzar la realidad desde el Gobierno.

Acaso sea esto una muestra más de la tendencia aluvionaldel pensamiento latinoamericano, que de manera tan clara se ve ensu literatura y en la evolución histórica de sus bellas artes. Países demezcla ideológica, de mestizaje cultural, de encuentro y asocia­ción de contrarios.

Acaso en ningún otro aspecto se puede ver más claro estecurioso y amenazante hibridismo que en ciertas concepciones dela política económica. Con elementos heterogéneos, provenientesdel estatismo socialista, del paternalismo racionalista y del senti­mentalismo populista del viejo liberalismo, se ha ido configurandouna especie de doctrina del papel del Estado en la vida económica,que ya ha causado irreparables dafíos en muchos países ameri­canos.

• El Nacional. p. A-4, 31 de julio de 1966.

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Se pretende, por medio de esa absurda concepción, que elEstado debe intervenir de un modo creciente y predominante comocreador y gestor de empresas y al mismo tiempo que las empresasdel Estado no tienen por qué producirbeneficios, porque están des­tinadas a cumplir otros fines sociales diferentes y más altos.

Con esta concepción se pretende justificar que las em­presas del Estado ocasionen pérdidas continuas y crecientes yconsumandinero público en fines y actividades antieconómicas. Sepretende creer que de este modo el Estado llena otros fmes su­periores y útiles, como son los de crear empleos, que en el fondo noson sino formas disimuladas de subsidio social y contribuir al de­sarrollo de la producción.

El resultado verdaderoes que los déficit crecientes terminanpor consumir una parte considerable de los recursos públicos y quepor cubrir esas pérdidas los Gobiernos se encuentran sin mediospara atender a las verdaderas necesidades sociales.

La gran cuestión para los países de la América Latina, queson por definición países subdesarrollados, es, precisamente, la deldesarrollo. El desarrollo no es otra cosa que la creación y multi­plicaciónde riquezas. El dinero destinado a cubrirycompensarpér­didas continuas no puede considerarse como utilizado en la crea­ción de riquezas.

Estos monstruos voraces y estériles que resultan las em­presas del Estado concebidas para engendrar pérdidas constantes,succionan y destruyen recursos y resultan frenos y obstáculos parael desarrollo.

No existe economía socialista, capitalista o mixta, quepueda asentarse y prosperar sobre la base de una actividad eco­nómica deticitaria. Las empresas en la Unión Soviética están tanobligadas a dar beneficios como las de los Estados Unidos y las deInglaterra. Todos conocemos el severo celo con el que los dirigentes

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soviéticosvigilanysiguenel rendimiento económicodelasgrandesempresasestatalesy las duras purgascon las que castigana los ge­rentesineficaces.En el régimencapitalistahayel mecanismo,casiautomático, de las quiebrasy liquidaciones que les hace imposiblesobrevivir al déficit prolongado.

Estacuriosadoctrinadellaborismosintrabajocreadorydela distribuciónde riquezassin creaciónde riquezas,no puede con­ducir sino ala quiebranacional,a la inflacióny aldañodirectoa lasclases popularesque son sus primeras y mas dolorosas víctimas.

Es en realidaduna actividad destructorade riqueza y con­traria al máselementalrequerimiento del desarrollo. Vienea resul­tar una curiosa doctrina de anti-desarrollo.

Ningunosrecursosdeben ser invertidosmás celosa y ava­ramente que los que provienen del tesoro público, porque al per­mitir que se malbarateny pierdanse perjudicaa la totalidadde losciudadanosy se creauna mentalidadde descuidoy despilfarroqueno es la más conveniente paraun puebloalertay fecundamente en­tregado a la creaciónde riquezapara asegurarsu propioprogreso.

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LA RECETA PARA EL ATRASO *

Nada es más desconsolador que hojear las estadísticaseconómico-sociales de los países latinoamericanos. Tras las ringle­ras de cifras asoma un panorama sobrecogedor de carencias, limi­taciones y pobreza. Surge de la estadística un hombre promediolleno de problemas y de frustaciones. vive mal, se alimenta mal, tie­ne un empleo discontinuo y poco productivo y está cargado de unafamilia a la que no puede atender debidamente. Todos los nivelesde su actividad están por debajo de 10 que sería deseable.

Frente a ese hombre promedio y abstracto, que desgracia­damente representa la inmensa mayoría de los doscientos millonesde habitantes de la América Latina, se pueden adoptar muchas di­ferentes actitudes. Se le puede tomar como tema y posible actor deuna abierta rebelión contra la injusticia histórica. Se le puede to­mar como sujeto de investigaciones, estudios y planes. Se le puedeesgrimir como arma en favor o en contra de cualquier sistema po­lítico y económico presente o futuro.

Es el hijo y el heredero de viejas formas de vida y de acti­vidad que ya no corresponden a los urgentes requerimientos delmundo actual. Son los numerosos sobrevivientes de una sociedadtradicional, precapitalista y preindustrial. Han permanecido por si­glos al margen de la economía y de la tecnología, incorporados en

* Las Vacas Gordas y las Vacas Flacas, Ediciones del Concejo Municipal delDistrito Federal, Caracas 1968, p. 125-127.

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formas casi tribales a una sociedad estática, de compadrazgo, clien­tela, patronazgo, artesanía y trabajo de la tierra. Su nivel de con­sumo es bajo y su nivel de producción es igualmente bajo.

Todo lo que no consista en tratar de convertirlo en un pro­ductor, estará condenado al fracaso. Esto implica una de las ope­raciones de transformación y reeducación más vastas, complejas ydifíciles que puedan intentarse. Contra ese cambio conspiran ac­ti.va y poderosamente la costumbre, la tradición, la mentalidad he­redada, la imitación y la inercia. Se trata, nada más y nada menos,que de convertir al retardado hijo y heredero de la América rural delSiglo XVIII en el trabajador calificado de una sociedad industrial.Esto implica no sólo nuevos y adecuados conocimientos, sino ade­más hábitos de disciplina social, de ahorro, de cooperación y deprevisión que no son precisamente los que la sociedad tradicionalha creado. Nada menos que sacar al hombre de una sociedad desubsistencia y magia para llevarlo a un mundo nuevo de productivi­dad, tecnología e integración social.

De esa inmensa magnitud es el desafío, independiente­mente del sistema político que pueda adoptarse. A ese hombre pro­medio de las estadísticas hay que elevarle la capacidad de producir.Ponerlo en condiciones de producir al nivel de un europeo, de unruso o de un norteamericano. Eso implica un cambio de hábitos, deenseñanza y hasta de psicología. Crearle incentivos, crearle idealesy formarle y desarrollarle capacidades.

Si la capacidad productiva del hombre medio latinoameri­cano no crece, no habrá posibilidad de crecimiento y desarrollo pa­ra la América Latina. Serán inútiles las ayudas internacionales, losplanes nacionales y el repudio de lo existente.

Ese logro implicaun inmensoesfuerzo económico y parale­lamente una gigantesca tarea educacional. Desde el punto de vistade la economía implica la realización de obras e instalaciones quecreen las bases necesarias para la producción industrial moderna.

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Desde el punto de vista educacional significa un cambio completodel concepto y de los métodos de la educación existente. Menosenseñanza libresca, menos imitación del liceo francés del siglo XIXy más educación integral para el trabajo y para la incorporación útily programada a la nueva sociedad industrial.

Enseñar a vivir en una sociedad industrial y a producirparauna sociedad industrial.

De lo contrario las posibilidades de desarrollo latinoame­ricanas quedarán reducidas a meras utopías. Y quedaremos en­tregados a los mercaderes de humo, a los vendedores de costosas eirrealizables ilusiones o a los revendedores de revoluciones desegunda mano. Sencillamente. porque sin trabajo creador y sin in­versión adecuada y oportuna no puede haber progreso.

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EL DESARROLLO, ESE DESCONOCIDO *

Graves interrogantes plantea a la humanidad entera el pro­ceso de desarrollo del llamado Tercer Mundo. Hace un cuarto desiglo, a raíz del final pavoroso de la Segunda Guerra Mundial, co­menzóla rápida transformaciónpolíticadel mundo colonial. Pacífi­ca o cruentamente, en ceremoniosas transmisiones de poder o enlargas luchas armadas, las antiguas colonias de las metrópolis eu­ropeas en Asia y Africa fueron adquiriendo rápidamente su libertad.En cortos años surgieron decenas de nuevos Estados en el conti­nente negro y en el amarillo, que adoptaban una bandera, una cons­titución y un régimen de gobierno propio e ingresaban, en pie deigualdad teórica con las viejas potencias, al seno de las NacionesUnidas.

La independencia, más que un término, para la mayoría delos nuevos países no fue sino el comienzo de enormes dificultades.Con la eliminación de las administraciones coloniales desapare­cieron instituciones y cuadros humanos y se hizo agudo el problemade la economía y de la elevación del nivel de vida. Muchos de esosnuevos Estados, particularmente en Africa, se constituyeron en for­ma de regímenes autoritarios, fundados en un sistema de partidoúnico aliado con militares. No pocos invocaron las más heterogéneasformas de socialismo.

* El Nacional, pago A-4, 18 de octubre de 1970.

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Poco tiempo después el progreso de los pueblos desco­lonizadosserevelócomodemasiadolentoe insatisfactorio. Lapro­ducción era insuficiente, la productividad baja, la capacidad deahorrar e invertir casi nula y el crecimientode la poblaciónexplo­sivo empezabaa señalar un proceso regresivo.

Para 1960,el PresidenteKennedyinvitaba a las NacionesUnidas adedicarla nuevadécadaaldesarrollo. Fueel tiempode losplanes de ayuda.de los préstamos,de las misionestécnicas y de laAlianza para el Progreso.

Hoy, un cuarto de siglo después de iniciada la descoloni­zación y vencida totalmentela década para el desarrolloel cuadrodelllamadoTercerMundoestálejosdeserconfortable. Lamayoríade los males persisten, ni la capacidadproductiva,ni por10tantoelnivel de vida han podido mejorar sensiblemente y bajo diferentesy hastacontradictorias etiquetaspolíticasel abismoentreesospue­blos y los paísesdesarrollados no deja de creceren los más negati­vos y amenazantes términos.

Tamaño fracaso, que amenaza a la humanidad entera, sepuedetraducirdramáticamente porla amenazaefectivadelhambre.La capacidadde producir alimentosdel Tercer Mundo ha crecidoen los últimos años menos rápidamente que la población. Algo hafallado en los planes o en las fórmulas políticas aplicadaspara lavida independiente. Es tiempode reexaminar, con fría objetividady sin dogmatismos políticos. ese cuadro alarmante. Así nos 10recuerdaen un libro oportunoy casi desoladoun gran especialistade la agriculturaque ha sidoconsejeroy huéspedescuchadode losgobiernosde muchospaíses subdesarrollados en los últimos aftosoSe trata de René Dumontquien, en colaboracióncon Marcel Ma­zoyer, ha publicado recientemente en Francia un libro de extraor­dinaria sinceridad e importancia: Desarrollo y Socialismo ("Dé­veloppement et Socialismes").

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Según Dumont ha sido general el fracaso de la agriculturaen el Tercer Mundo. Lo más grave no es sólo que esto significa es­casez y hambre, sino que la agricultura no tiene substituto como pa­lanca inicial del desarorllo. La visión demasiado esquemática de larevolución industrial en el siglo XIX nos hace olvidar que ella ocu­rrió, precisamente, en países de la zona templada, donde el climahabía ayudado a desarrollar una agricultura altamente tecnificaday planificada que implicaba nociones muy adelantadas de ahorros,inversión y rendimiento, que no sólo permitieron la formación decapitales sino que, en unión con la moral puritana, contribuyeron alnacimiento del capitalismo. Los hermanos Paddockhan previsto ensu libro siniestro que para 1975 habría hambre generalizada en elmundo y que muchos pueblos serían diezmados cruelmente o de­saparecerían en medio de violentas conmociones. Después de lle­gar a la era atómica volvería a presentarse el olvidado tiempo de lashambrunas.

El problema para Dumont se reduce a lograr una alta efi­ciencia económica, sin renunciar a la libertad, ni a la dignidad hu­mana, cualquiera que sea el título que el sistema quiera adoptar.

Su crítica de los socialismos suigéneris que han surgido enlos nuevos Estados africanos es dura y puede ser útil. Enseña conclaridad el riesgo de olvidar las realidades económicas en nombrede ideologías, muchas veces inaplicables. Insiste en que no hay queperder de vista el problema del costo humano en los ensayos revo­lucionarios, que muy pocas veces es tomado en cuenta.

Lo que plantea el libro de Durnont, es algo que está en elambiente de nuestro tiempo. El problema del desarrollo y de susvías tiene que ser replanteado en sus términos más concretos yexactos si queremos pasar de las palabras a las realizaciones y dela promesa al progreso.

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¿CRECER PARA QUE? *

El mundo vive desde hace largos años en 10 que podríallamarse, sin ironía, el fetichismo del crecimiento. Tanto en la zonasocialista como en la capitalista, tanto en las sociedades pluralistasde libertad de iniciativa, como en las totalitarias de partido único ycentralización estatal. En los comandos de decisión del mundo, seala Casa Blanca, el "Kremlin", el número 10 de Downing Street, elElíseo de París, la Ciudad Prohibida de Pekín o la oficina del PrimerMinisterio del Japón, domina las paredes y las discusiones la curvade los índices del crecimiento económico: balanza de pagos,productividad, reservas, índice de los costos de producción,volumende las exportaciones. Es 10que Rayrnond Aron había llamado "elEvangelio de la Producción" y que Pierre Kende, un profesor deEconomía de la Universidad de Nanterre, que no se ruboriza deconfesar sus inclinaciones utópicas, denomina "el fetichismo delcrecimiento".

La competencia básica de los sistemas políticos y de lasagrupaciones de poder supranacionales parece converger a unacada vez más dramática y exigente comparación de los índices decrecimiento económico que revelan los resultados de las cuentasnacionales. Cuando Krushchev, con su peculiar humor negro, ledijo a sus anfitriones de los Estados Unidos:"Los vamos aenterrar",no aludíaciertamente alos proyectiles balísticos intercontinentales,ni a la guerra nuclear, sino al crecimiento económico.

• El Nacional, p. A-4, 12 de diciembre de 1971.

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El drama del mundo de hoy se representa en lo que HermanKahn, el imperturbable profeta del Hudson Institute, llama ''unescenario cuantitativo". Todo lo que no es pesable, medible y apre­ciable en cifras está fuera de cuenta y no forma parte de laspreocupaciones fundamentales de los Estados. Es la supremacíaabsoluta de lo económico, de los bienes que puedan ser objeto deproducción, de cambio y de beneficio monetario. Los otros bienes,los no cuantificables, han pasado a un plano secundario.

En esta carrera sin término a la producción, a la pro­ductividad y al aumento de los índices de crecimiento se ha llegadono pocas veces a la pérdida de los fines y de los costos del procesoen términos de bienestar humano, de paz y aun de esa palabra quehoy no nos atrevemos a pronunciar y tanto agrada a los pensadoresdel siglo XVIII: la felicidad. Lo que se buscaba entonces no eraproducir más sino, que el hombre pudiera vivir de una manera másfeliz sobre la tierra.

Sería ilusorio y entraría dentro del marco de las más in­genuas utopías, pensar que la humanidad actual pueda regresar aalguna forma de vida que se parezca a la de los antiguos griegos, ala de los europeos del tiempo de Rousseau, o a la de los contempo­ráneos de Eduardo VII. El impulso de la tecnología y de la indus­trialización no es reversible, pero puede y debe ser equilibrado enalguna forma. La idolatría exclusiva de las estadísticas económicasnos puede llevar a una suicida mutilación del hombre. Tanto comola producción de acero debe importarnos el ocio, tanto como elvolumen de consumo de energía debe interesarnos la conversacióny el mantenimiento del medio natural en bosques, ríos, lagos yanimales; no menos que la rapidez y eficacia de los medios de co­municación y la multiplicación de los servicios, debe importarnosel que las ciudades no se conviertan en horribles hormigueros sinluz, ni árboles, ni naturaleza, ni tranquilidad.

Afortunadamente ya hoy se levanta un inmenso clamor dealarma ante el amenazante proceso de destrucción y contaminacióndel medio natural.

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Es ese equilibrio el que habría que buscar, el del mundoeconómico de los bienes cuantificables que son objeto de produccióny de cambio, que llevan a la carrera sin término de más-saber, paramás-producir, para más-poder al del mundo de los bienes nocuantificables que es el de la cultura, del arte, del ocio, de la paz in­dividual, de la naturaleza, de latoma de posesión del hombre de símismo y de su libertad interior. Junto al "escenario cuantitativo"que ya no podrá desaparecer, abrir el espacio del "escenario cua­litativo" de los bienes ilimitados y no económicos del ser natural,de la sensibilidad y del equilibrio del hombre con el medio.

Todos los pueblos aspiran a crecer. La noción misma delpaís subdesarrollado, tan activa y poderosa en nuestros días, secentra fundamentalmente en una comparación y atención constantea los índices del crecimiento económico. Ya no podrá desecharseesa preocupación. Pero habría que repensarla y replantearla ante laconstante y tácita pregunta de "¿Crecerpara qué?". No ciertamente,para contemplarcon una especie de narcisismo suicida la subida sintérmino de los índices del productivismo, sino para asegurar alhombre una vida más segura, más grata y más digna de ser vivida.Para que el precio del crecimiento sin término no sea la destrucciónde la naturaleza y la condición humana.

Este es precisamente el difícil desafio de nuestro tiempo yno hay fórmula conocida que permita resolverlo de una manerasegura y satisfactoria. Es por ello, sin duda, que sólo muy tan­gencialmente es motivo de preocupación de los políticos realistasy que ha quedado entregado a la prospección y a la imaginaciónimportante de los utopistas de todos los colores.

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EL APOCALIPSIS DEL CRECIMIENTO *

Hace tiempo que se vienehablando con preocupación delas irrefrenables tendencias autodestructivas de la civilización in­dustrial quecaracteriza almundoactual. Setemeabiertamente quelamultiplicacióncontinua y sinlímiteaparente dela población, delconsumodematerias primasnorenovables,de losrecursosnaturalesen general y de lacontaminación delmedioambiente nollevenalahumanidad, de unamanerafatale irreflexiva, haciaun suicidioco­lectivomás seguroe inexorable que el del holocausto nuclear.

No pocos han considerado estas preocupaciones exage­radas, las han equiparado alviejoespantajo que suscitóMalthus, afines del sigloXVIII, cuandodijo que el crecimiento de la pobla­ción, todavíaentonces tan pequeña, condenaba a la humanidad alhambre, si no fuerapor la accióncompensadora de las pestesy lasguerras.

Ahoranoesunprofetaaislado elqueselevanta. Lohanhe­cho en distintos tonos y con diferentes razonamientos altas auto­ridades intelectuales y hasta el Secretario General de las NacionesUnidas, U Thanten un dramático llamado. El Clubde Roma,quees una organización privada internacional que reúne cerca de uncentenardeloseconomistas, ecólogos, sociólogos, historiadores ypensadores más conocidos, en una especiede simposio abiertoyperiódico, ha planteado con insistencia estos temasen el contextodeloquetratadedefinircomoelpredicamentodelmundomoderno.

• El Nacional, p. A-4, 16 de abril de 1972.

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Ahora, como resultado de los esfuerzos del Club de Roma,un grupo de científicos del M.I.T. (Massachussetts Institute ofTechnology), con el auxilio de la técnica de los más avanzadoscomputadores, ha consnuído lo que en términos matemáticos sellamaun modelo. Estemodelodel mundo alque se le hanincorporadolos datos fundamentales de las grandes tendencias universales,permite indicar con indiferente precisión los varios resultados queesas tendencias producirán en el transcurso del tiempo. No es unabolade vidrio para adivinarel futuro, sino un mecanismo electrónicoque da por medio de infinitas operaciones todos los resultadosposibles de las interacciones de los factores considerados.

El primer resultado conocido de ese experimento acaba deser publicado en un pequeño libro bajo el simple y revelador títulode "Los lfmites al crecimiento", ("The Limits to Growth". UniverseBooks, New York. 1972). Apenas aparecido ha suscitado muchosy autorizados comentarios en los Estados Unidos y en Europa y estásiendo el tema de un serio debate al nivel de las universidades y delos grandes centros de pensamiento.

El postulado básico sobre el que reposa todo el trabajo delcerebro electrónico es muy simple y de una elemental evidencia. Lapoblación y el consumo de recursos crecen a un ritmo exponencial,es decir, que se duplica a sí mismo en cortos lapsos, mientras quelos recursos son limitados porque vivimos en un mundo finito.¿Cuándo va a llegar el trágico momento en que las necesidades, elritmocrecientede nuestracivilización,novan apodersersatisfechas?El cerebro del M.I.T. lo responde con aterradora precisión. Antesde que pasen cien anos la mayoría de los recursos no renovables,tierra, agua, minerales básicos, alimentos, o habrán desaparecido ohabrán llegado a un nivel de completa insuficiencia. ¿Qué va apasar entonces, cuando esa brusca confrontación catastrófica sepresente? El libro no lo dice, pero en la imaginación de cada quienestá el poder figurárselo.

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Cinco factores utiliza el modelo universal del M.I.T. Lapoblación que tiende a duplicarse en períodos cada vez más cortos.De mil millones de habitantes a comienzos de este siglo ya hemospasadode los tres mil, y estamos en camino, por obra del crecimientode la natalidad y el descenso de la mortalidad de llegar a seis milpara el año 2000 y a una cifra cercana a veinte mil millones paradentro de un siglo. El caso del consumo de la producción industrial,10 que el estudio llama capital, es semejante. Los volúmenes deproducción y consumo irán creciendo en proporción astronómicay de una manera cada vez más destructiva. La producción de ali­mentos llegará a ser insuficiente mucho antes. Hoy, en una u otraforma, cerca de la mitad de la tierra cultivable está cultivada. Si conun inmenso esfuerzo de inversión y erosión llegáramos a doblar esasuperficie, es decir, a cultivar toda la extensión teóricamente culti­vable, a base de abonos, deforestaciones y pesticidas, todavía esta­ríamos desproporcionadamente por debajo del crecimiento de lapoblación. El caso del agotamiento de los recursos no renovableses todavíamás obvio. Las existencias de muchos recursos mineraleso energéticos se agotarán completamente antes del siglo. Mientrastanto la polución destructiva del medio ambiente, actúa cada vezmás como un agente limitante. El resultado de la combinación deestas tendencias es el Apocalipsis que anuncia el cerebro electró­nico.

El problema consiste en despertar las conciencias a la mag­nitud de la amenaza cierta. En lograr que toda la mezquina disputapor territorios, por armas, por ideologías o por predominio eco­nómico o político se detenga y ponga de lado ante la convicción delinmenso peligro que toda la humanidad en conjunto está corriendo.El culto del crecimiento por el crecimiento no puede continuar enla forma desaforada y galopante en que 10practica el mundo actual.

Tiene que haber una política universal del hombre y de susupervivencia, que ocupe, el primer lugar de las urgencias.

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Hay un posible estado de equilibrio entre necesidades yrecursos, dondenatalidadymortalidadseequilibre, dondeinversióny depreciación se compensen, donde consumoy reposiciónman­tenganunarelaciónestable. Peroeseequilibrionopodráalcanzarsepor obra del azar o de las posiblesinvenciones futuras de la tec­nología, sino por el único medio de una inteligente y concertadaaccióninternacional,quemoviliceycanalicela acciónde todosloshombrespara su propia salvación.

Los que tenemos fe en el hombre confiamosen que des­pertará y entre tanto hacemos 10 posiblepara que despierte.

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DE HUMBOLDT A LA CEPAL *

Se ha publicado en Alemania (Brockhaus, Stuttgart.1970),una edición facsimilar de la primera, hecha entre 1814 y 1825, del"Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente". La ve­nerable y bellísima obra no ha perdido nada de su encanto. Tienetodo el sabor y la frescura del descubrimiento. Alejandro de Hum­boldt fue el gran europeo que vino a América no a buscar oro o po­der, sino a mirar y conocer. Las piedras, las plantas, los animales,los climas son observados y anotados con el gusto y la emotividadde quien porprimera vez ha visto la creación. En noble francés aca­démico, el barón alemán presenta a Europa el trópico americanocomo un deslumbrante teatro de la geografía.

Casi todo 10que Humboldt describe, son vastas soledadesapenas tocadas por el hombre. La presencia humana es des­proporcionadamente pequeña, Habla de las menudas ciudades y desus habitantes con profunda y sincera simpatía. Como habla de losesclavos y de los indios que vivían en chozas en las plantacionesde cana o de cacao, de las misiones blancas entre los bosques os­curos, o de las vastedades vacías de las llanuras venezolanas o delas selvas del Orinoco.

En toda su descripción hay un anticipo risueño del futuro.Anuncia con gozo todo lo que se podrá hacer en el futuro en aque­llos bosques, sabanas y ríos, yen la utilización inteligente de tantos

• El Nacional, p. A-4, 1 de setiembre de 1972.

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y tantos recursos de todo género. Adivina las futuras ciudades, losnuevos cultivos, los caminos por abrir, las futuras embarcacionesque llevarán los productos a los lejanos mercados, y el crecimientoen número, riqueza y civilización de una población creciente. Lasuya es una geografía visionaria' y optimista.

Este es un rasgo que se encuentra no sólo en la mayoría delas descripciones de los viajeros europeos que visitaron tierras ame­ricanas durante el siglo XIX, sino también en la de muchos criollos.Tal vez por contagio de lectura. Veían la tierra americana como unaposibilidad abierta hacia un futuro sin límites. Pensaban en unaespecie de mecánica repetición de lo que estaba ocurriendo en elNorte, en los Estados Unidos, con la llegada de millones de inmi­grantes y la apertura de las nuevas tierras del Oeste.

Así también mira la Geografía de Venezuela, en 1842,Agustín Codazzi. Todole parece anunciar un crecimientomagníficoy seguro tan pronto como los habitantes se den cuenta y sepanaprovecharse de las inmensas posibilidades que la naturaleza lesofrece.

El caso de Alberdi y Sarmiento en la Argentina no es di­ferente. Creían que vendría inexorablemente la hora de la conquistade la pampa para la civilización. Pensaban, como en cosas tangibles,en los milagros que la inmigración y la educación podían realizarpara transformar radicalmente la situación de atraso de las antiguascolonias de Fernando VII. Más tarde los positivistas que creyeronconocer científicamente las causas del atraso pregonaron, desde elBrasil a México, las fórmulas seguras para alcanzar todos los be­neficios de una civilización floreciente. Los positivistas ofrecíanun diagnóstico para el pasado y un instrumental para alcanzarrápidamente un porvenir prodigioso.

Todos ellos tenían una visión optimista, en el fondo de lacual estaba la idea de que todo lo que se necesitaba para que esasmaravillosas posibilidades se realizaran, era civilizar y poblar. Lodemás nos sería dado por añadidura.

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Más de un siglo más tarde, la visión predominante ha cam­biado de manera radical y contrasta dolorosamente con aquella.Hemos ido con irrevocables pasos del optimismo al pesimismo.Han crecido nuestras ciudades, se han poblado muchos de los es­pacios vacíos, ha venido inmigración, se han introducido industriasy cultivos, ha aumentado, en general, la difusión de la educación,pero al final de todo ese largo proceso, lo que predomina es una ideanegativa de nuestro presente y nuestras posibilidades.

Basta leer los informes que periódicamente publican lostécnicos de la CEPAL, para mirar con desesperaciónlas tendenciasregresivas y amenazantes de casi todos los índices de crecimiento.La impresión es de que la productividad no crece, la pobreza no dis­minuye, el nivel medio de la vida ha mejorado imperceptiblementeen los más de los casos, la población ha crecido, pero más que ellala pobreza y las necesidades insatisfechas. Parecemos tener máseducación pero también más gente sin ella, y todos estamos más omenos de acuerdo en que esa educación no es la que se requiere paraayudamos a mejorar nuestro presente. Hay más Universidades ylaboratorios, hay más libros y periódicos, hay más habitantes, fá­bricas, cultivos y caminos pero, innegablemente, hay menos espe­ranzas. De la visión de Humboldt a la de la CEPAL, hemos reco­rrido el duro trecho que va de la esperanza al desengaño.

Han aumentado los medios y el conocimiento,pero tambiény acaso más que ellos, han aumentado los problemas y las dificulta­des. No pocos piensan que si ya no hay lugar para las esperanzas hallegado la hora de las tentativas de solución desesperadas.

Un camino tan extremo de visión y perspectivas, es por símismo una fuerza determinante en el proceso histórico. Si nuestravisión es pesimista, el sentido de nuestras acciones ha de tener elmismo color.

Tal vez no había razón para aquel optimismo seguro yes­timulante que brota a cada paso de las descripciones de Humboldt,

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pero tampoco nadie puede estar cierto de que la visión pesimista ynegativa de nuestros modernos analistas no esté también equivo­cada. Yen todo caso, error por error, mejor es equivocarse del ladocreador de la esperanza, que del lado destructivo y paralizante deun pesimismo sin remedio.

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LA AMERICA LATINA POSIBLE *

Muchas de las ilusiones fáciles que se habían concebido entomo a la reunión de Presidentes en Punta del Este se han eva­porado, como tenía que ser. No va a haber fórmula mágica, ni pa­nacea económica, ni mágica bolsa de Fortunato abierta ina­gotablemente para suplir finanzas, ni nada que no sea la dura y difi­cil realidad.

En el trasfondo espiritual de los pueblos latinoamericanossobrevive, por vieja herencia, una oscura fe en posibilidades má­gicas y en esperanzas mesiánicas. Algo o alguien va a surgir im­pensadamente, contra toda razón, para mejorar todas las cosas, paraconjurar los males y atraer los bienes. Algo de eso debió estarpresente debajo de las estadísticas y el lenguaje diplomático de loshombres de Punta del Este.

Se pensaba, acaso, contra toda posibilidad real que los Es­tados Unidos iban a anunciar un superPlan Marshall para cubrir losaltos costos de una abierta guerra contra la pobreza y el atraso entodo el continente, que se lograría la estabilización de los preciosde las exportaciones latinoamericanas y que iban a fluir los créditosinternacionales y la ayuda técnica en magnitudes gigantescas paracubrir todas las carencias y fallas del desarrollo latinoamericano.No podía ocurrir ésto, y, en efecto, no ocurrió.

• Las Vacas Gordasy las Vacas Flacas, Ediciones del Concejo Municipal delDistrito Federal, Caracas, 1968,p. 157-159.

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Cuando se estudie de manera completa el pasado y pre­sente de la América Latina acaso se logre poner de manifiesto queuna de las causas más decisivas de la debilidad y el atraso socio­económico de la América Latina ha sido la presencia del inmensopoderío de los Estados Unidos. Desde los tiempos de la doctrina deMonroe la otra América se acostumbró al hecho de la existencia deun gran poder protector que la ponía a salvo de los más graves ries­gos de su propia división y debilidad. Podíamos dedicamos a las re­vueltas civiles, a la anarquía, al caudillismoprimitivo, a la indolenciaeconómica y al atraso social, porque pensabamos que la marinaamericana nos ponía a salvo de una invasión colonizadora de al­guna potencia europea y que en alguna forma, fmalmente muy cos­tosa, podíamos perpetuar los injustos privilegios del atraso bajo elpatronazgo de la gran democracia del Norte. No hay duda de queesto tendió a crear cierta artificialidad y desnaturalización en lavida latinoamericana. Si hubiéramos estado solos, entregados anuestros propios recursos y posibilidades frente al mundo hostil,acaso hubiéramos tenido otra historia y otro desarrollo. Habríamospodido sucumbir, ciertamente, pero también habríamos podido,por un supremo esfuerzo de sobrevivencia, sobreponemos, esti­mulados por las condiciones adversas, como los holandeses de lossiglos XVI y XVII, Ycrear formas auténticas, vigorosas y genuinasde existencia nacional o regional.

Ante el miraje y la gravitación del inmenso poderío de losEstados Unidos, la América Latina ha mirado poco a las estrictasy desnudas condiciones de su verdadera situación, y al panorama desus posibilidades reales.

Hay, sin duda, una América Latina posible que sería el re­sultado del empleo óptimo de sus actuales recursos materiales, desu población y del aprovechamiento de las circunstancias interna­cionales. Es todo un continente, poblado por doscientos millonesde seres humanos y dotados de algunos de los más extraordinariosrecursos del mundo en tierras, agua, energía, minerales y climas. Lasuma de esas posibilidades racionalmente combinadas y puestas a

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trabajardeberían lograrenbreveplazotodala América Latinapo­sible,queseríaunode losconjuntos continentales másprósperos ypoderosos delmundo, paraconvertiren realidad aquelloque Bolí­var llamabaproféticamente "la esperanza del universo".

La primeracondición para hacer esa América Latina po­sible tendríaque ser formaren nuestras escuelasy universidadesunamentalidad másprácticay menosmágica. Aprenderfundamen­talmentea vivir sobreel país y a confiaren lo muchoque tenemosy no aprovechamos. Para acelerary afianzarese proceso seríadesuma utilidad la ayudainternacional. No para dormir a la sombraprotectoradelpoderajenosinoparaforjarconvoluntad creadoraelinsustituible ser propio.

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EMPEZAR POR ALGUNAS METAS *

Silamayoríadeterminante de cualquierpaís lograra ponersede acuerdo en su plan mínimo de metas y métodos para la mejorutilización de sus recursos humanos y materiales, podría alcanzaren el menor tiempo su máxima capacidad de desarrollo. Esta esprecisamente la grave cuestión del consenso que tan estrechamenteligada está a las posibilidades de crecimiento. Si no hay alguna for­ma de este acuerdo fundamental y necesario, las oportunidades seperderán, las posibilidades no serán aprovechadas y los recursosserán utilizados en una proporción pequeña y con resultados insa­tisfactorios.

En los regímenes autoritarios, de todas las pintas, la vo­luntad del equipo de Gobierno se substituye a este consenso e im­pone desde arriba una dirección única y unos objetivos frente a loscuales no se admite discusión. En los regímenes pluralistas y de li­bertadpolítica, el debate inagotable sobre los medios obscurece losfines y dispersa y enerva las fuerzas que podrían emplearse paraalcanzarlos. En un caso se corre el riesgo de subordinarlo todo a laslimitaciones de criterio y de conocimiento de una minoría, en elotro al del debate sin término sobre la fórmula doctrinal que debeser invocada y aplicada para resolver el problema.

Sin esa condición de acuerdo y de consenso, las posibili­dades de desarrollo de los países del Tercer Mundo se harán remo-

• El Nacional, pág. A-4, 8 de octubre de 1972.

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taso Basta dirigir una mirada a los nuevos Estados de Africa paracontemplar el panorama de frustraciones que engendra la falta deun consenso nacional. Regímenes autoritarios o de partido único,de todas las ideologías y advocaciones, han impuesto políticasguerreristas, racistas, tribales y paralizantes de las pocas fuerzasque podrían realmente trabajar por el desarrollo. En el panorama delos países latinoamericanos, en la mayorparte de ellos, el pluralismopolítico dispersa las fuerzas, desfigura los objetivos y hace perderde vista las verdaderas metas y las posibilidades reales de alcan­zarlas.

Los más recientes autorizados observadores de los paísesdel Tercer Mundo y del escaso resultado que ha logrado la muy pre­gonada Década del Desarrollo, han concluído con la convicción deque todo el problema tiene que ser repensado en nuevos términos.No se ha tomado suficientemente en cuenta, para la adopción demodelos económicos o políticos, el carácter propio de cada pueblo,su mentalidad colectiva, su tradición, sus valores, sus creenciashistóricas. Gunnar Myrdal ha hablado de los "Estados blandos", es­tructuras políticas amorfas, invertebradas, inoperantes, costosas ysin posibilidades de obtener resultados. El balance final ha sidoque, en los últimos años, la brecha de atraso que separa a los paí­ses desarrollados de los otros, ha crecido en lugar de disminuir.

Buena parte del problema tiene que ver, sin duda, con laausencia de metas nacionales fijadas de un modo claro y deportivopara ser conocidas y compartidas por todo el pueblo. Se habla deprogramas, se elaboran planes, pero poco los conocen y los en­tienden los que no tienen acceso al hermético lenguaje de los eco­nomistas y los sociólogos. Si se lograra que organismos profesiona­les o científicos, independientes en el mayor grado posible de lasdecisiones e intereses de ninguna parcialidad política específica, sedieran a determinar de un modo sencillo e inteligible estas metasnacionales, sin entrar en el debatible terreno de los sistemas so­cioeconómicos para alcanzarlas, podría lograrse no sólo una mejorinformación pública, sino también un comienzo de consenso sobre

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objetivos y hasta una vara de medir para conocerel resultado de ungobierno o de un sistema.

Si organismos de esa clase fijaran públicamente las metasalcanzables, dentro de las circunstancias reales del país, en mate­ria de producción o de servicios, las gentes conocerían lo que to­davía no tienen y pueden alcanzar por la cooperación de todos yPodrían exigir más y colaborar más en el logro de esos fines co­lectivos. Se Podría fijar un volumen de toneladas de granos, de car­ne o de leche, un kilometraje de vías de comunicación, una super­ficie a irrigar, un número de camas de hospital, de aulas para esco­lares, de enrolamiento y prosecución de la educación técnica, deanalfabetismo, de vivienda y de desempleo. Todo el país Podría asíadquirir conciencia de unas posibilidades y prioridades nacionalesalcanzables mediante el esfuerzo de todos.

En mis tiempos de lucha política se me ocurrió hablarde al­go parecido a esto, que yo llamaba "la Venezuela posible". Sentíaque había en mi país un volumen dado de recursos humanos y ma­teriales y de posibilidades históricas que Podían alcanzarse y reali­zarse, para convertir en realidad toda la Venezuela posible. Si no lohacíamos tendríamos que conformarnos con la mitad o la cuartaparte de esa posibilidad nacional.

Las dimensiones y factores de esa posibilidad son los quetendrían que ser fijados en metas simples, conocibles y alcanzablespara que todos puedan entenderlas, Gobierno y gobernados, y pa­ra que todos exijamos su realización y nos sintamos obligados a sucumplimiento.

Sería la movilización de todos los recursos y posibilidadesde cada nación contra el atraso, para alcanzar, casi deportivamente,unas metas que significan progreso para todos. Siempre que sepa­mos poner la prioridad de los fines comunes por encima del debateparalizante de los medios y las filosofías políticas.

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FALTA QUE NOS PONGAMOSDEACUERDO·

No pocas veces lo obvio es lo más difícil de explicary com­prender. El hombre es como la mariposa de lo externo y lo aparenteque se mueve entre los matices y las formas superficiales. En estopensaba hace poco tiempo mientras seguía la conversación de unsabio internacional especialista e inventor de muchas de las nue­vas disciplinas que tratan de formar una ciencia de las decisiones.

Me hablaba, con socrática astucia, de todo lo obvio de la si­tuación de un país como Venezuela. Es evidente y salta a la vista delmás lerdo, que éste tiene extraordinarias ventajas para logar eldesarrollo. Grandes riquezas del subsuelo en petróleo, gas, hierro,níquel, oro, etc., capacidad ilimitada de producción de energía hi­droeléctrica, facilidades privilegiadas de transporte carretero y flu­vial, posición geográfica y relieve del suelo muy favorables para uncrecimiento hacia afuera a base de grandes industrias siderúrgicasy petroquímicas, una población no excesiva y crecientemente ho­mogénea y recursos financieros y monetarios de una magnitud ex­cepcional ¿Qué falta? parecía preguntarme con fingida ingenuidadmi penetrante interlocutor. La respuesta era obvia y él la esperaba:"Falta solamente que los venezolanos nos pongamos de acuerdo".

Esta es la falla fundamental en el caso de Venezuela y, engrado variable, lo es igual en todos los países del subdesarrollo.

* El Nacional. p. A-4, 16 de julio de 1972.

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Desde un punto de vista del mero inventario de los recursos mate­riales y humanos surgen las respuestas obvias y sencillas que defi­nen vías de acción seguras. Pero a la hora de realizarlas aparecenobstáculos y bloqueos que derivan de la pluralidad y contradicciónde los pareceres.

Después de más de dos décadas de frustraciones en la ex­periencia internacional del desarrollo de los países atrasados, unhombre tan conocedor y con tan sincera simpatía por los pueblosdel Tercer Mundo como el gran economista sueco Gunnar Myrdal,concluía melancólicamente señalando que el gran obstáculo que haimpedido el crecimiento rápido y eficiente de esas naciones no hayque buscarlo en el campo de la economía, ni de los planes, sino enel todavía inexplorado de la mentalidad prevaleciente en las po­blaciones nativas. No son sólo las tradiciones inhibitorias y para­lizantes, o francamente antieconómicas, que Myrdal ha encontradoen los países asiáticos, con la excepción del Japón y de China, sinotambién la primacía de los patrones ideológicos, que René Dumontobservó en los países africanos, y que han hecho que muchas po­sibilidades prácticas de crecimientono se realicen debidamente porel bloqueo de las posiciones doctrinarias.

Cuando el mundo estaba menos embarazado de prefe­rencias ideológicas, desde los tiempos que ya nos parecen tan leja­nos, que van desde los días de la Reina Victoria hasta la PrimeraGuerra Mundial, muchos países completaron el ciclo del desarrollopasando de una economía predominantemente agrícola a otra decreciente producción industrial. En cambio, precisamente en la eta­pa en que se escogió como tema central proclamado de la políticainternacional la descolonización y el desarrollo, casi ningún país halogrado alcanzar satisfactoriamente esas metas. Las grandes con­tradicciones entre las posibilidades de un desarrollo económico sa­no y rápido ylas exigencias de tipo social. La gran antinomia funda­mental entre tener que producir 10más posible y de que simultá­neamente los trabajadores obtengan mayores ventajas y menortrabajo no ha podido ser resuelta en ninguno de los países en desa­rrollo, con muy contadas excepciones.

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Escomounatardíayperegrinarepeticióndelviejo,ejemplode la escolásticamedievaldel Asnode Buridán. Con tanta sed co­mo hambre el Asno de Buridán, colocado a igual distancia de unmontóndehenoydeun cubode agua,incapazdedecidirseporcuálcomenzar,estaría irremisiblemente condenado a morir de hambreyde sed.Entreel hambrepragmáticay la sedideológicael asnodeldesarrollopareceno estar en mejor posiciónque el de Buridán.

Lo que hay que haceres tan obvio,desdeel punto de vistadel esfuerzoproductivoy de la combinacióneficazde los recursosmaterialesy humanos, que todos podríamos ponemosde acuerdo.Pero a la horade decidirel cómoy paraquién se abreel debatequenos mantieneindefinidamente prisioneros del hambre y de la sed,

Las guerrasle ensenarona los hombresla necesidadde lastreguas y de los armisticios. Habría que idear alguna forma detregua, que nos permita, sin pérdida de posiciones, ponernos deacuerdopara realizar,conla ayudade todoslasobviasy retardadasetapas del desarrollo. Con mínimo de consensopara que la socie­dadcrezcaynosedela treguaporladisputasobresusignoysufinaldestino.

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DESARROLLO Y PODER *

Durante toda una jornada tuve la ocasión de asistir, en elfrío e imponente edificio de las Naciones Unidas, a la reunión con­vocada con motivo del Día Mundial de la Información sobre el De­sarrollo. Bajo la presidencia del Secretario General, y con la in­tervención de altos representantes de países industrializados y deaquellos otros que ahora, con mucho eufemismo, suelen llamarse"en desarrollo", durante largas horas se volvió a repetir los tópicosy los lugares comunes que durante los últimos veinte y tantos añoshan estado fatalmente asociados a la idea oscura y contradictoriadel desarrollo. Hombres vinculados a los medios de comunicaciónde todos los continentes estábamos allí, como en un rito, para oír ycomentar.

Nada nuevo se dijo y ninguna posibilidad real de plantea­miento o de solución 'del problema, se asomó. Los países pobresinsistieron en la necesidad de la ayuda internacional y de la mo­dificación en su favor de las relaciones económicas, y los países ri­cos reiteraron su comprensión del problema. Nada más.

La verdad es que la palabra desarrollo es equívoca o, por lomenos, multívoca. Demasiadas cosas distintas se arropan bajo subreve y vaga enunciación. Hay, desde luego, el problema de lospaíses pobres, sumidos en el atraso y en la improductividad de unaeconomía tradicionalde agricultura primitiva yexportación de ma-

* El Nacional, p. A-4, 4 de noviembre de 1973.

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terias primas, que necesitan recursos que no tienen, para empezara modificar, a través de la educación, de la salud y de las obras deinfraestructura, su situación de irremediable y a veces creciente ca­rencia. Pero no es éste todo el problema, sino una parte de él. Acasola más dolorosa, pero no la más dinámica.

El mundo no está dividido en dos tajantes categorías. Haydiversos grados de pobreza o de riqueza. Hay toda una escala denumerosos tramos que va desde las sociedades en estado de pri­mitivismo casi arqueológicohasta la situaciónde las superpotenciasmundiales. Ya no se puede tratar simplemente comoen el siglo XIXde pasar de una economía agrícola a otra predominantemente in­dustrial. Ahora la cosa es más complicada. Hay muchos tipos de so­ciedad industrial. Desde las de industrias elementales con tecno­logías simples, hasta las de mayor avance que producen las mássofisticadas formas de la electrónica y del utilaje de la vida mo­derna, y hay ya además el comienzo, en algunos países de lo que sellama la sociedad posindustrial

Esto explica el caso de países que podrían clasificarse co­moindustriales y que no son ricos, y de países preindustriales y pro­ductores de materias primas, como los del Golfo Pérsico, que estánentre los más ricos del mundo. Si fuéramos a clasificar los dos cen­tenares de paises que hay en el mundo en esa escala ascendente enrelación con la noción de desarrollo, hallaríamos pronto que haybastante más de dos situaciones o de tres mundos. En rigor haymuchos mundos. Un mundo tope, que concentra la mayor cantidadde riqueza y de poder, constituido por las dos o tres grandes super­potencias mundiales, en cuyas manos reposa el manejo de las pa­lancas fundamentales del destino humano y de la política de poder,y los otros muchos que, en grado descendente, representan todoslos estadios y matices imaginables de organización social y polí­tica.

Un ejemplo claro de esta situación, lo da la posición de losantiguos poderes nacionales de Europa. Ha habido una notable de-

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gradación de su categoría mundial. En muchos sentidos han pasa­do a ser zonas de explotación o de dependencia, que necesitan unir­se para poder enfrentar el poder de gravitación de las superpo­tencias, que se extiende a la ciencia, a la técnica, al Poderío eco­nómico y militar o, para decirlo más simplemente, al Poder.

Lo que está en pie en el mundo, más que un problema deayuda a los países pobres, es el planteamiento de la desigualdad. Laidea misma de desarrollo no significa otra cosa que situaciones dedesigualdad. La Gran Bretaña ya no está en el mismo rango de losEstados Unidos o de la Unión Soviética. El objeto de la lucha difí­cil y exigente de la Comunidad Europea, es lograr alcanzar ese ran­go, al que puede ingresar de un momento a otro el Japón.

Hoy, en términos internacionales, en lo que RaymondAran llama el "sistema interestático", existe una lucha por igualdadfrente a las grandes potencias privilegiadas, muy semejante a la queen el pasado se libró dentro de las fronteras nacionales por la igual­dad social. No fue entonces solamente una lucha a favor de los po­bres, sino sobre todo, un enfrentamiento de los nuevos poderes po­tenciales y las nuevas clases frente al privilegio de la casta señorial.Como en esa pugna de ayer estuvieron juntos el rico burgués y elpobre artesano, hoy lo están en cierta forma el país recién des­colonizado de Africa y la potencia europea venida a menos. Másque un Tercer Mundo, se está formando un "tiersetat" de nacionesque no se resignan a aceptar la desigualdad.

Los modernos medios de comunicación de masas han lle­vado a todas las gentes, de un modo eficacísimo y sin precedentes,esta conciencia de la desigualdad internacional.

Pensarque el problemadel desarrollo consiste simplementeen ayudar económica y técnicamente a los países más pobres a ali­viar su atraso, es no ver sino un aspecto del vasto problema.

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Lo que está planteadoen términosmundialesy va a influirentodalapolíticadelfuturoinmediato,esla necesidaddedisminuirla desigualdadentre naciones,y en asegurara todas una participa­ción efectiva,no sólo en la riquezayen los bienes de la vida, sinoen la ciencia, la tecnologíay las decisionesde poder.

En términos del "sistema interestático" está planteada larevolucióndemocráticaquesacudióinternamentealasnacionesenel reciente pasado.

La globalización de la información trae la globalizaciónefectiva,acortoo largoplazo,de la sociedadde las naciones.El po­der va a tener que ser compartidoy consultadoefectivamente.

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EL OPIO DEL SUBDESARROLLO *

Lo peor de esa situación de retraso comparativo, que se hallamado en los últimos tiempos subdesarrollo, puede que no sea lapropia situación en sí sino más bien el estado de ánimo que llega aprovocar en muchos de los habitantes de los países subdesarro­llados.

La noción del subdesarrollo, como todos sabemos, surgióde la comparaciónentre la situacióneconómica y social de las gran­des sociedades industriales del mundo y los países que no han lo­grado alcanzar, por muchos motivos, un desarrollo similar.

Los países desarrollados parecen ostentar abrumadora­mente ciertas características que van desde el alto nivel de vida yde consumo, desde las instituciones públicas más eficaces, desde laprotección más completa al ciudadano hasta la educación máscalificada y una mejor distribución de la riqueza. Todo parece fun­cionar en un alto nivel de eficiencia desde los correos hasta lostransportes públicos, desde los hospitales hasta el aseo, desde lavivienda hasta las diversiones. El reverso de esta medalla parecenconstituirla los países sub-desarrollados: los servicios públicos sondeficientes yescasos, las instituciones funcionan defectuosamente,los planes no se cumplen y hay una desproporción constante entre10que se espera y 10que se logra.

* El Nacional, p. A-4, 13 de diciembre de 1981.

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Es inmenso el volumen de documentos y literatura testi­monial sobreestas características del atraso.Se ha descritomil ve­ces la ineficaciade los métodosde cultivo tradicionales, la falta devoluntadproductiva, la ausenciade ahorro,la ausenciadecontinui­dad y de previsión, la falta de solidaridadsocial. Desde luego, noen todo el vasto mundo del subdesarrollola situación es idéntica.Haygradosydiferenciasnotablesdeunpaísaotro,de uncontinentea otro pero, en general, los rasgosde ineficacia,despilfarro y bajacapacidad organizativa y productiva se hallan en casi todos loscasos.

Se han estudiadolas causas y los posibles remediosde es­tasituación. Seconocenlasbarrerasclimáticas, históricas, culturalesy psicológicasquehacenmuydiffcilla adaptacióncompletay felizde un modelode organizaciónproducidoen otropaís en diferentescircunstancias. Lo que se ha estudiado menos es la formación deunaciertamentalidaddeconformismoyresignación anteel fenóme­no del llamado subdesarrollo.

Cadavez es más frecuente oír ante los másevidentesy ne­gativos aspectosde la situacióndel subdesarrolloexpresionesquetienden a aceptarlocomo un hecho casi fatal e inevitable.

Anteel sistemade transportepúblicoqueno funciona, antela empresa del Estado desastrosamente dirigida y servida, ante laUniversidadcostosay de nulo rendimientose oye,no pocas veces,la aterradoraexplicaciónde que eso es así y no puede ser de otromodo porquese está en un país subdesarrollado. Es la resignación,la aceptaciónycasi la complacenciasuicidaanteunasituaciónyunestado de cosas que puede y debe ser corregido y mejorado.

Escomounaespantosadimisióndelavoluntaddeprogresoy de luchayuna resignación torpey fatalque destruye y niegatodaposibilidad de progreso. Manifiesta un humillante complejo deinferioridadque se aceptacomplacidamente. Las cosas funcionanmal,parecendecir,porquesomossubdesarrollados, lo quesignifica

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exactamente que porque somos subdesarrollados no podremossalir nunca del subdesarrollo, condenados a un círculo dantesco desumisión e inferioridad del que no hay esperanza de salida o me­joría.

Habría, en primer lugar, que preguntarse hasta dónde esoque llaman el subdesarrollo es una especie de fatalidad congénitainsalvable y hasta dónde no es otra cosa que una peculiaridad deldesarrollo industrial en ciertos países, que puede y debe ser corre­gida y equilibrada en términos mundiales. Si estimamos la si­tuación de subdesarrollo por ciertos niveles de baja productividady desorganización, por ciertas carencias de bienes sociales, una si­tuación semejante existió en los países actualmente consideradoscomo desarrollados hasta hace muy poco tiempo. Los índices de in­greso, productividad, servicios, duración de la vida, etc., de un paíscomo Inglaterra, hasta comienzos del siglo XVIII, no eran superioressino inferiores en muchos aspectos a los que hoy se pueden seña­lar en países atrasados de Africa, Asia y América Latina. Sinembargo, la historia ha demostrado que no era una fatalidad inven­cible y que pudieron salir de eso. Habría que convenir entonces enque la fatalidad es sólo para los países que hoy integran el llamadoTercer Mundo, pues para aquellos otros fue sólo una situacióntemporal que supieron y pudieron vencer.

Decir que el subdesarrollo no nos permite tener universi­dades adelantadas y servicios públicos eficientes es renunciar a to­do progreso y hasta a lo más valioso de la condición humana que esel espíritu de superación. Es el equivalente de un opio, de una drogamoral paralizante y destructiva. Si esta mentalidad de resignacióny de renuncia a la condición humana se hubiera dado en el mundoentero hace siglos, toda la humanidad hubiera permanecido estáticasin progreso y sin evolución, utilizando la energía animal y elviento, viviendo en aldeas del cultivo de la tierra y sin más cienciaque la que nos había legado el mundo antiguo.

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Esa mentalidadde resignadosal subdesarrollo todo lo ex­cusa y justifica todoslos fracasos y es la más seguramanerade ne­garle a los pueblos.que no formanparte del privilegiadogrupo delos países desarrollados. toda posibilidadde progreso y avance.

Eseopiodegradante es el peorproductodel subdesarrollo.

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DEUDAS Y DESARROLLO *

La comunidad de las naciones se ahoga literalmente endeudas. Las sumas que se invocan son astronómicas y van muchomás allá de las posibilidades de comprensión y medida del hombrecorriente. La palabra billón, en su aceptación anglosajona que sig­nifica millar de millones, se ha convertido en la unidad de medidaordinariapara expresarlos montos del endeudamientointernacional.Nadie sabe exactamente a cuánto puede ascender el monto final yglobal de todas las deudas que el conjunto de los países tiene con­traídas. Sería prácticamente imposible saberlo porque, en muchasformas, todos son deudores de todos y habría que realizar repetidasy complejas restas para establecer la suma final de la deuda neta.

De esa parte de la humanidad a la que se le ha adjudicadoel despectivo nombre de Tercer Mundo y que es, por lo demás, almenos numéricamente, la mayor parte de la población del planeta,se estima que el monto total de sus deudas sobrepasa los setecientosmil millones de dólares. Son cifras que no guardan ninguna relacióncon los montos de las transacciones usuales en moneda que, en elmás estricto sentido, no pueden ser pagadas porque no existen me­dios monetarios disponibles para hacerlo y que, por su propia di­mensión, falsean y hacen inapreciable el valor real de las monedasy su relación de intercambio.

Hace una decena de años, cuando el aumento de los pre­cios del petróleo proyectaba su amenaza sobre los mecanismos

... El Nacional, p. A-4, 15 de abril de 1984.

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monetarios de los países industriales o desarrollados, tuve la opor­tunidad de participar en Londres en una reunión a la que asistíanalgunos de los más poderosos banqueros y financistas del orbe. Enesa hora lo que parecía preocuparlosera la gigantesca y amenazanteconcentración de medios monetarios internacionales en manos delos países productores de petróleo. Temían el advenimiento de uncatastrófico desequilibrio, que podía distorsionar y casi destruir losmecanismos financieros mundiales. Guardo viva la memoria deltemor no fingido de aquellos poderosos personajes, en cuyas manosestaba depositada buena parte de los recursos monetarios delmundo. A ratos algún duende burlón me llamaba la atención sobrela banalidad lamentable de muchas de las opiniones de aquellosprohombres.

El temor no se cumplió. Todo el dinero del mundo no fuea parara manos de los países petroleros para provocaruna catástrofefinanciera. Muy pronto aparcieron mecanismos de reciclaje de lospetrodólares que lograron, finalmente, realizar el juego de prestidi­gitación de convertir en deudores a los que parecía que iban a serlos dueños de la riqueza del mundo.

No se ha escrito todavía la historia de esa importante crisisy de la forma inesperada en que se desarrolló para terminar muypronto haciendo más ricos a los viejos países ricos y para convertiren deudores, en mil formas, a los inexpertos y cándidos nuevos ri­cos.

En el fondo de este inesperado y sorprendente proceso es­tá la idea del desarrollo, que ha sido la palabra mágica y casi la ob­sesión de la segunda mitad del Siglo xx. En la base de la tendenciaal endeudamiento está la obsesión por el desarrollo. El desarrolloentendido como la posibilidad y la meta de alcanzar un nivel espe­cífico de economía y sociedad industrial, lo más semejante posiblea la que habían alcanzado los grandes países industriales desdeoccidente. Se hizo perentorio tener una línea aérea nacional, unapoderosa planta siderúrgica, la electrificación del campo y la ur-

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banízación a la americana de los lugares poblados. Se inventaronlos modelos de desarrollo. Economías tradicionales de baja pro­ductividad tuvieron que buscar fuera los recursos necesarios paracubrir los inmensos costos de semejante transformación. Pocos delos planes de desarrollo tuvieron éxito. Era fácil instalar algunaplanta industrial pero era muy difícil hacerla productiva y com­petitiva, en escala mundial. Las consecuencias, casi inevitables,fueron el proteccionismo, la inflación,la artificialidadde la economíay el endeudamiento.

Podría decirse, casi sin exageración, que los setecientosmil millones de dólares de la deuda actual del TercerMundo han si­do ofrendados como un sacrificio al ambiguo y decepcionante diosdel desarrollo.

El balance que puede hacerse, después de tan larga y frus­trante experiencia, nos muestra que han sido raros los casos en quese ha logrado un desarrollo sano y efectivo y que ha sido común elmal del endeudamiento irrazonable y asfixiante.

Los grandes países industriales, que son precisamente losacreedores de la gigantesca deuda, y los numerosos países en de­sarrollo, que son los traumatizados deudores, tendríanque reexami­nar la situación y distribuirse las culpas mutuas.

Hay, ciertamente, una parte grande de culpa de parte de losprestamistas en la formación de estas desproporcionadas deudas.No parecieron tener la menor prudencia y prevención al concederesos préstamos desmesurados. Competían alegremente los presta­mistas en ofrecer los más tentadores prospectos y condiciones.Parecían haber perdido toda noción de ese aspecto esencial que sellama la capacidad de pago.

El resultado es esta situación trágica en que la humanidadse debate. Pero sería más que injusto admitir que los culpables sonsolamente quienes se endeudaron. Tanta o más responsabilidad

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debe recaer sobre quienes alegremente y sin ninguna previsión se­ria les facilitaron la posibilidad de hacerlo fuera de toda mesura. Enel banquillo de los acusados habrá que sentar, junto a los improvi­dentes deudores arruinados que son los países del Tercer Mundo,a toda la variada descendencia moderna del Shylock y de Harpa­gon.

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MAS DE TRES MUNDOS *

En la décadade los años 50 se comenzóa hablar del Ter­cer Mundo.Como todos los nombres que tienenéxito fue una de­signaciónoportuna,fácily vaga. A alguien,la paternidadse la dis­putanvarios,se le ocurrióque además de los dos mundosrivalesyhostilesrepresentados porlos EstadosUnidosyla UniónSoviéticay sus respectivos asociados directos,había un conjuntode países,en gran parte ajenosa la disputade la GuerraFría, que compartíanciertasituaciónsimilarde subdesarrollo yaspiraciones de indepen­dencia. A esto se le llamó el Tercer Mundo.

Era unadesignacióndemasiadoampliaparacubriruncon­junto exageradamente heterogéneo. Cabían dentro de ese TercerMundo, paísesviejos y nuevos,la India y Zaire,países liberales yautoritarios, y Estados tan disímiles como Abisinia y China. Enefecto, ChouEn-Laiha dichomás de una vez que Chinaes un paíssub-desarrollado.

Esta clasificación, que podíaser cómodapara los efectosde la retóricapolítica,ha ido perdiendo efectividadprácticay rigorlógico. Hubo quienespensaron que las divergencias ideológicas,que separaban al Este del oeste, eran menos importantes y deci­sivas que las diferencias económicas y sociales que separaban elhemisferionorte,generalmente desarrolladoy rico,del hemisferiosur, en su mayoría,pobre y atrasado.

* El Nacional, p. A-4. 3 de noviembre de 1974.

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Pero tampoco era fácil dividir la escena internacional de unmodo inobjetable entre países pobres y países ricos. Había eviden­temente grandes diferencias de poder y situación entre los llama­dos ricos; y no menores, ciertamente, entre aquellos a los que podíaaplicarse el calificativo de pobres. No podía arroparse con el nom­bre de pobres a países en situaciones tan disímiles como Argentinay Pakistán, o bajo el cognomento de ricos a naciones tan diferentescomo el Canadá y Luxemburgo. Hubiera sido necesario determinardiversos grados de riqueza y de pobreza.

Desde 1972, con una velocidad desconcertante, el mundoha presenciado con asombro y temor la más súbita e importantetransferencia de riqueza y poder entre naciones. El alza de los pre­cios del petróleo alteró dramáticamente la posición de cuentas y depoderfinanciero en términos mundiales. Una gran suma de recursosmonetarios comenzó a pasar irremediablemente de los ricos paísesindustriales importadores de petróleo a los Estados exportadoresdel precioso recurso, para convertirlos, por primera vez en la histo­ria, en nuevas y efectivas potencias económicas y políticas. Seríairrisorio pretender a estas alturas. que Arabia Saudita pertenece algrupo de las naciones pobres, o que dentro del mismo comparti­miento del Tercer Mundo puede colocarse a Irán o Argel junto aKenya.

En un reciente número de la revista alemana "AussenPoli tik" , Heinrich Bachtoldt, un especialista en cuestiones interna­cionales' propone una nueva clasificación internacional a base dedos grupos y seis subgrupos. Piensa que para ellos no tiene muchaimportancia ni la forma de gobierno ni la posición ideológica sino,principalmente, la respectiva capacidadde financiar sus necesidadesde energía con su propia capacidad de crear excedentes de pro­ducción.

Con este criterio sólo dos de los países desarrollados,Estados Unidos y Alemania Federal, están en capacidad de pagary compensarcon su propia producciónyexportaciones sus importa-

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clones de petróleo. El restode los paísesdesarrollados no está enestasituación yporlo tantoforma otracategoría, disminuída yvul­nerable.

Por lo quehace a las llamadas naciones en desarrollo dis­tinguecuatrocategorías: países exportadores de petróleo, con su­ficiente población y capacidad de absorber inversiones, comoeselcasode Irán,Argelia, Nigeria yVenezuela. Luegovendría elgrupode los exportadores de petróleo despoblados y con bajacapacidadde absorber inversiones, cuyos casosextremos serían Qatar, Ku­wait y Abu-Dabi.

Luegoquedaría el grueso, cercade ochenta paísespobres,que a suvez se clasifican en dospartes: losque tienenpocodineroy escasapoblación, y los que tienen poco dineroy excesode po­blación.

Esareciente categoríade"nuevosricos", quehasurgidodela valorización delpetróleo, pudiera anunciar laposibilidad dequeotrosgruposdeexportadoresdemateriasprimasescasas, sepusierande acuerdo para regularel comercio respectivo y obtenerpreciosmásjustos,loquenosignificaríaotracosasinoquelatransferenciade poder económico y político va a continuar en gran escalacreandonuevas relaciones de poderen el planeta.

Habráqueesperartodavía algúntiempoparapodervermásclaroel alcance y las consecuencias de estegrancambio. Estamoslejosdel mundo bipolarde la Guerra Fría y, ciertamente el esque­madelostresmundos resulta yademasiado simplistae impráctico.Unnuevopanorama decentros de poderestá surgiendo, quehabráde tenervastas repercusiones en la política y en el porvenirde lahumanidad.

El mundose ha hechomucho más complejo de 10 que lassencillas clasificaciones ydivisiones delpasadoreciente permitíanconocer.

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EL TERCER MUNDOY EL CRECIMIENTO *

El crecimiento continuo y acelerado de la población y de laproducciónindustrial lleva rápidamente almundo hacia un próximofinal de Apocalipsis. Esta es la conclusión fundamental a la que sellega, pormedio de la utilización de un modelo de las tendencias do­minantes, formado en una computadora electrónica, por un equipode científicos de la más alta calificación en el famoso M.I.T. deBoston. En no más de cien años la tendencia evidente del aumentode los habitantes, de la producción industrial, del consumo de ali­mentos, de la destrucción de los recursos naturales no renovablesy de la contaminación del medio ambiente, producirán un dese­quilibrio catastrófico y violento de un poder destructivo para lahumanidad comparable al de la guerra nuclear. Entre el consumohumano creciente y cada vez más destructivo, que crece vertigi­nosamente a un ritmo exponencial y los recursos del planeta, queen su mayoría constituyen una cantidad dada y no susceptible deaumento, se ha establecido un desequilibrio que amenaza con ter­minar en trágica e irreparable ruptura. El contraste evidente entrelas necesidades que pueden crecer de manera casi infinita, y laposibilidad de satisfacerlas de un mundo finito.

Esta es la trascendental cuestión planteada en el libro querecoge los resultados de esa investigación realizada por el cerebroelectrónico ("The Limits to Growth", Universe, New York, 1972).

• El Nacional, p. A-4, 23 de abril de 1972.

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Cualesquieraque sean las reservas o las objeciones que se le puedanformular a los resultados y aun a los métodos de semejante inves­tigación, el hecho fundamental y cierto del desequilibrio entreconsumo y recursos no puede ser negado, cualquiera que sea elplazo en que haya de producirse la catastrófica ruptura.

El remedio evidente que señalan los científicos y que reco­miendan a los distinguidos sabios internacionales que integran elClub de Roma, es simple y lógico. Esforzarse, en la esfera de la po­lítica internacional para lograren términos universales un estado deequilibrio global entre los recursos yesos factores de creciente po­tencia destructiva, particularmente el de la población y el de la pro­ducción industrial. Es decir, un equilibrio entre nacimientos ymuertes y entre inversiones y depreciación, o lo que es lo mismo,entre población y recursos.

Esto es lo que también se ha llamado la rata cero de cre­cimiento. Para mantener indefinidamente los recursos limitados dela tierra, limitarla demanda y la presióndel consumo humano sobreellos. No es fácil concebir y, definir este estado de equilibrio y mu­cho menos realizarlo.

El mundo actual vive literalmente bajo la obsesión del de­sarrollo. Todos los países, todos los dirigentes políticos, todos losmovimientos nacionalistas sueñancon alcanzarniveles de industria­lización, de producción y de producto nacional cada vez más altos.En Africa ecuatorial se sueña con el PTB de los Estados Unidos osiquiera de Italia. Todo el esfuerzo de los países atrasados se dirigea alcanzar los niveles de producción y de ingreso, y por lo tanto lamentalidad y las costumbres de los grandes países industriales. Sila teoría del crecimientocero no consiste en otra cosa que en con­gelaraperpetuidad los actuales niveles de produccióny de consumoen todos los Estados del mundo, el resultado sería de una espantosae inadmisible injusticia. Sería tanto como estabilizar a unos en laabundancia ya otros en la miseria. Si nadie va a aumentar, los muyricos seguirán siéndolo, y los muy pobres no podrán salir nunca de

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su pobreza. La distancia económica entre el Canadá y Sierra Leonano va a aumentar, pero tampoco va a disminuir en una pulgada.

Un verdadero estado de equilibrio, en escala mundial, tie­ne que tomar en cuenta las grandes diferencias de nivel económicoy social entre los países. Habría que deftnir muy delicada y con­cienzudamente un nivel de equilibrio para cada país que debe sig­niftcarno más crecimiento y hasta cierto descenso en los países másadelantados industrialmente, pero que tiene que asegurar la posibi­lidad de continuar creciendo hasta un nivel justo a los países delatraso y del subdesarrollo. Otra cosa sería una repugnante mons­truosidad.

Los países subdesarrollados son precisamente aquellosque han conservado primitivas técnicas de producción, principal­mente agrícolas de escaso rendimiento y de muy escasa produc­tividad. Los países desarrollados son los que han alcanzado, gra­cias a la tecnologíaindustrial los más altos niveles de productividad.El verdadero equilibrio no puede consistir en una congelación glo­bal sobre las situaciones existentes sino en un equilibrio de cadapaís para que pueda alcanzar un estado de satisfactoria y estableequivalencia entre sus recursos y sus necesidades, lo que debe sig­niftcar que los subdesarrollados puedan y deban seguir creciendohasta un punto, mientras los desarrollados deben frenar su propiocrecimiento hasta alcanzar un punto de equilibrio con sus propiosrecursos.

Todo esto implica un cambio radical de mentalidad y de ac­titudes en los hombres dirigentes y en sus ideologías. La política decrecimiento debe subordinarse a la suprema necesidad de la per­manencia de la vida humana en condiciones civilizadas, justas ydeseables, pero no debe ni puede hacerse a expensas de los pueblosmenos favorecidos.

Hay que salvar al hombre por medio de una inteligente ycasi heróica reorientación de las metas de la actividad social, sin

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que continúelibre y ciegamentela destrucciónde los recursos na­turales por medio de la población y el consumo creciente, perotarnbiénhay quesalvarel derechoeminentemente justo de los pue­blospobresyatrasados aalcanzarunniveldedesarrollo satisfactorio.

El equilibriodel crecimientoen escalauniversal tiene quesignificarun ceroparamuchos,perotambiénunacantidadpositivade crecimientopara el Tercer Mundo.

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EL TERCER MUNDOV SU DIVERSIDAD *

Lo más característico del llamado Tercer Mundo es la in­mensa variedad de situaciones, identidades y caracteres de lospaíses que cubre esta denominación. Difieren en tipo y grado deeconomía, en evolución social, en creencias e ideologías, en orige­nes, en raza, en culturas y en mentalidad.

Se ha llegado a definirlos e indentificarlos como tales porcomparacióncon los países de pleno desarrolloindustrial y tecnoló­gico, cuya mayor concentración se sitúa en el Hemisferio Norte yque pertenecen, como herederos y como actores, a la cultura de Oc­cidente. Más coinciden entre sí los países del Tercer Mundo por loque no tienen que por lo que tienen. Por sus diferencias y distanciascon respecto a lo que caracteriza a la civilización industrial deOccidente, que por los rasgos y características propias que puedanasemejarlos. Si tomamos tres países tales como el Ecuador, el Ne­pal y Kenya, podríamos pensar que todo los diferencia y los de­sasemeja menos las carencias que tienen con respecto al modelo so­cial y económico de los Estados Unidos, de Checoslovaquia o deAustralia. En lugarde una agricultura avanzada de alta productividadtienen un campesinado tradicional de bajo rendimiento entregadoa cultivos de exportación, en vez de una actividad industrial diver­sificada, y de alto rendimiento, tienen artesanías y pequeñas indus­trias elementales; en lugar de una exportación variada cuentan con

* El Nacional, p. A-4, 18 de diciembre de 1977.

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no más de doso tresproductosdeexportacióndecuyospreciosde­pende su bienestar, disponen apenas de una incompleta e insu­ficientetecnología extranjeray no lograndar una educacióny unaasistenciasanitariamodernasa la mayoría de su población.

La semejanzaentre ellos deriva del contrastecon los paí­ses occidentales desarrollados. Se parecenentre sí en 10 que no separecen a los países desarrollados y modernos de Occidente, ca­pitalistas o socialistas.

Pero si de esta asimilación por las carencias pasamos abuscarsuscaracteres propiosy suverdaderaidentidad,hallamoslamás sorprendente variedady las más contrastadas diferencias. ElNepal es una nación de montañeses de milenariae inmutablecul­tura asiática, formados en la ética y la mentalidadbudistas, con­templativos, estratificados, intemporales y religiosos,conservadorescomounmilagrodela historiaenlos altosvallesdelHimalaya, quetodo 10 que tienen de Europa 10 han recibidoen una forma acci­dental y superpuesta, que en nada alterasu ser profundo. El Ecua­doresunpaísdeltrópicoamericano, deculturaoccidentalmestizada,en esfuerzodeincorporación al mundomoderno,no aisladoni porla lengua,ni por la religión, ni porla economía, KenyapertenecealAfrica negra. Su lengua y su estructura tradicional son las de latribuancestralquehamoldeadosuscreenciasy sus costumbres, sumentalidady su actitudantela vida. La lengua inglesa y la estruc­tura a la europeadel Estadoson un recienteaportedel régimenco­lonial y no formantodavía parte ni del carácterni de la tradiciónnacional. Entre ellosno recurrenal inglés sino cuandopertenecena dos tribus cti.stintas.

Encarácter,entradición,enmentalidad, enformassocialesy en cultura estas tres naciones son profundamente diferentes. Elcaso podría ilustrarse con más extremos contrastes como el quepodía presentarse al tratar de hallar10 que puedantener en comúnnacionescomola Argentina, LaIndia.SaudiArabiayel AltoVolta.Si en el terreno de la economíay de laevoluciónsociallas diferen-

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cias y contrastes son evidentes, no menos resultan en el campo dela cultura. Entre países de lengua, creencia y representación man­tenidas en el aislamiento de las estructuras poco evolutivas de tri­bus arcaicas como en el Africa negra, o de antiquísimas y sacriliza­das formas de cultura propia conservadas en el aislamiento de losviejos reinos asiáticos, y los países de la AméricaLatina, incorpora­dos y penetrados, a través de la colonización española, en la forma­ción de una sociedad suigéneris, pero que es fundamentalmenteoccidental, en lengua, religión y concepción del mundo y del hom­bre, hay profundas diferencias de mentalidad y de situación que de­ben ser tenidas muy en cuenta si no se quiere que la concepciónmisma del Tercer Mundo resulte condenada a no ser más que untransitorio expediente, fácil de romper, en la lucha vital que en laescena del mundo por venir deben librar juntos los países pobrespara alcanzar un tratamiento más justo de los países ricos.

Es el reconocimiento eficaz de sus diferencias lo que pue­de darle fuerza a su gran lucha en defensa de sus verdaderos inte­reses comunes.

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Se terminó de imprimir en losTalleres de

Fundación Editorial UniversitariaCaracas. octubre de 1990