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SALUTATIO PATRIS GENERALIS | DICIEMBRE 2017 | 1 “Les invito a vivir este Año Jubilar como un nuevo “Pentecostés de los Escolapios”. Que la casa común de las Escuelas Pías se llene de Espíritu Santo, para que se cree en ustedes la comunión necesaria para llevar adelante con fuerza la misión pro- pia de los Escolapios en el mundo, superando los miedos y barreras de todo tipo. Que sus personas, comunidades y obras pueden irradiar en todos los idiomas, lu- gares y culturas, la fuerza liberadora y salvadora del Evangelio. Que el Señor les ayude a tener siempre un espíritu misionero y disponibilidad para ponerse en camino”. 1 Esta ha sido, sin duda, una de las propuestas más significativas dirigidas por el Papa Francisco al conjunto de las Escuelas Pías, con motivo del Año Jubilar Ca- lasancio que acabamos de clausurar. Y este es el título que he elegido para esta Carta a los Hermanos en la que me gustaría compartir con todos vosotros algu- nas sencillas “reflexiones de cierre” de este año de gracia de las Escuelas Pías. También fue éste el lema de nuestro reciente Consejo de Superiores Mayores. He elegido este título porque considero que la invitación a un nuevo Pente- costés puede y debe ser el eje desde el que podemos y debemos vivir nuestra vida cotidiana después de este Año Jubilar. Sería una lástima que el Año Ju- bilar quedara reducido a un “acontecimiento más o menos importante”, pero cerrado en sí mismo y que se convierte en pasado cuando termina. Nuestro 1.- Francisco. Mensaje a la Orden de las Escuelas Pías con motivo del Año Jubilar Calasancio. 27 de no- viembre de 2016. CARTA A LOS HERMANOS DICIEMBRE 2017 Invitados a un nuevo Pentecostés SALUTATIO PATRIS GENERALIS

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  • SALUTATIO PATRIS GENERALIS | DICIEMBRE 2017 | 1

    “Le s invito a vivir este Año Jubilar como un nuevo “Pentecostés de los Escolapios”. Que la casa común de las Escuelas Pías se llene de Espíritu Santo, para que se cree en ustedes la comunión necesaria para llevar adelante con fuerza la misión pro-pia de los Escolapios en el mundo, superando los miedos y barreras de todo tipo. Que sus personas, comunidades y obras pueden irradiar en todos los idiomas, lu-gares y culturas, la fuerza liberadora y salvadora del Evangelio. Que el Señor les ayude a tener siempre un espíritu misionero y disponibilidad para ponerse en camino”.1

    Esta ha sido, sin duda, una de las propuestas más signifi cativas dirigidas por el Papa Francisco al conjunto de las Escuelas Pías, con motivo del Año Jubilar Ca-lasancio que acabamos de clausurar. Y este es el título que he elegido para esta Carta a los Hermanos en la que me gustaría compartir con todos vosotros algu-nas sencillas “refl exiones de cierre” de este año de gracia de las Escuelas Pías. También fue éste el lema de nuestro reciente Consejo de Superiores Mayores.

    He elegido este título porque considero que la invitación a un nuevo Pente-costés puede y debe ser el eje desde el que podemos y debemos vivir nuestra vida cotidiana después de este Año Jubilar. Sería una lástima que el Año Ju-bilar quedara reducido a un “acontecimiento más o menos importante”, pero cerrado en sí mismo y que se convierte en pasado cuando termina. Nuestro

    1.- Francisco. Mensaje a la Orden de las Escuelas Pías con motivo del Año Jubilar Calasancio. 27 de no-viembre de 2016.

    CARTA A LOS HERMANOS

    DICIEMBRE 2017

    Invitados a un nuevo Pentecostés

    SALUTATIO PATRIS GENERALIS

  • SALUTATIO PATRIS GENERALIS | DICIEMBRE 2017 | 2

    deseo, y nuestro desafío, debiera ser no “prolon-gar el año”, sino “vivir desde lo bueno que hemos descubierto en este año”.

    Como una pequeña contribución a esta reflexión, me propongo abordar tres temas: los énfasis pro-puestos por el Papa, las experiencias vividas en las demarcaciones y los trabajos del último Con-sejo de Superiores Mayores.

    Las sugerencias del Papa Francisco. El Papa ha estado particularmente cercano a nosotros con motivo de este Año Jubilar. Tuve el honor de ser recibido por él en una audiencia privada en la que le pedí este Año Jubilar para las Escuelas Pías; nos dirigió un extraordinario Mensaje que ha marcado profundamente nuestra vida en este año; canonizó a San Faustino Míguez, escolapio y fundador y, finalmente, recibió en audiencia especial al Consejo de Superiores Mayores, acom-pañado por personas y grupos muy significativos de la Familia Calasancia.

    Me atrevo a leer las intervenciones del Papa des-de un “hilo conductor” claro y exigente: “Yo les envío en Misión”. Obviamente, la riqueza de sus mensajes supera esta lectura, pero creo que es bueno hacerla así.

    En primer lugar, quiero referirme a mi encuen-tro personal con el Papa Francisco. Hablamos de bastantes cosas, pero quiero destacar una de ellas. Al final de la entrevista me dijo: “Padre Pe-dro, celebren su Año Jubilar mirando a los niños y jóvenes, mirando a la misión”. No lo añadió, pero podía haberlo hecho: no se miren a sí mismos, miren a la misión.

    Si leemos el Mensaje que nos dirigió al comienzo del año desde esta perspectiva, descubrimos en él una clara alusión a la historia misionera –“en salida”- de la Orden, una invitación a un nuevo Pentecostés, una bella síntesis de lo que signifi-ca ser portadores de un carisma que consiste en “educar, anunciar y transformar”, y una exigente pista para ser auténticos educadores: abajarse a la altura de los pequeños. Podemos y debemos leer este mensaje desde la clave de la misión.

    La tercera intervención especial del Papa con nosotros tuvo lugar con la canonización de San Faustino Míguez, escolapio y fundador. Es evi-dente que un santo representa una figura inte-gral de vida cristiana, y nos sirve de modelo para comprender lo que significa seguir a Jesús. Pero San Faustino aporta –además- algo muy bello: es un fundador. Eso significa que nunca están dadas todas las respuestas, que la misión siempre tiene aspectos nuevos que hay que saber descubrir y a los que hay que saber responder. También la mi-sión escolapia.

    Finalmente, el Papa nos dio una bella explicación de las urgencias que hoy tiene planteadas nues-tra misión educativa en sus palabras al Consejo de Superiores Mayores de este pasado mes de noviembre. Os recomiendo a todos que leáis este discurso. Pero quiero destacar algo que nos dijo casi al final, con una fórmula bien definida: “yo les doy esta misión: trabajen para ayudar a los jó-venes a tener raíces”. Nos dio una bella sugeren-cia para conseguirlo: fomentar el encuentro entre jóvenes y mayores. Pero el contexto es claro: yo les pido que trabajen para ayudar a los jóvenes a tener raíces. Es un bello envío: trabajar por las raí-ces de unos árboles cuyos frutos, probablemente, no veremos. “Yo les doy esta misión…”

    Queridos hermanos, somos para la misión, Cala-sanz nos engendró para ello. Renovemos nuestro compromiso por la misión, desde las claves de Pentecostés: centralidad del Señor, apertura al Espíritu, comunión fraterna y envío en misión. Que este sea el mejor fruto de nuestro año jubilar.

    Las experiencias vividas en nuestras demar-caciones y en el conjunto de la Orden han sido muy ricas y muy calasancias. Se podría hacer una lista completa de todas ellas, pero me basta con citar algunos ejemplos para ilustrar la vida que ha surgido entre nosotros este año. La canoni-zación de un nuevo santo escolapio; el congreso internacional de educación escolapia; la funda-ción en tres países nuevos (Perú, Burkina Faso y Mozambique) y en bastantes nuevas presencias en las diversas demarcaciones; los encuentros de Orden que han marcado el año (participación, cultura vocacional, formación de los maestros de novicios, Fraternidad de las Escuelas Pías, supe-

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    riores mayores, etc.); nuevos centros socioedu-cativos y programas de educación no formal en bastantes demarcaciones; puesta en marcha de los proyectos de las circunscripciones; encuen-tros escolapios fraternos en casi todas las Provin-cias, marcados por la alegría, la acción de gracias y el compromiso vocacional; Eucaristías con los Obispos; la apertura de un nuevo Noviciado de la Orden; nuevas publicaciones; celebraciones, en todos los lugares, de los diversos momentos centrales del año propuestos por la Congregación General; la puesta en marcha del Instituto Cala-sanz para el Derecho a la Educación; la apertura de algunas nuevas escuelas y colegios en algunos países; la extraordinaria variedad y calidad de los eventos educativos, culturales y pastorales orga-nizados con alumnos y exalumnos; las convoca-torias pastorales a los jóvenes, desde formatos muy diversos; la puesta en marcha del Sínodo Escolapio de los Jóvenes, en respuesta al Sínodo convocado por el Papa sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”; los congresos o jornadas educativas organizados en algunas pro-vincias; el nuevo impulso dado a la Participación y a la Fraternidad, con diversos Foros y opciones; diversas peregrinaciones jubilares a lugares sig-nificativos de cada país, o a Roma y lugares cala-sancios de España; intervenciones en contextos de extrema pobreza o de atención a inmigrantes o refugiados; propuestas de trabajo entre los niños de la calle, etc.

    Sería bueno poder conocer en profundidad cómo se ha vivido este año jubilar en la Orden, pero creo que con este breve resumen podéis daros cuenta de la alegría, compromiso y renovación vocacional que hemos compartido. ¡Damos gra-cias a Dios!

    En tercer lugar, alguna referencia al Consejo de Superiores Mayores con el que hemos ce-rrado el año jubilar. Fue preparado con mucho tiempo, con el deseo de que este Consejo diera también un mensaje. Os lo sintetizo.

    Se eligió como tema central el de la Cultura Vo-cacional y Formativa, desde la convicción de que la renovación de las Escuelas Pías pasa, de modo central, por la búsqueda de una nueva “cultura de Orden”, con una creciente capacidad de acogida

    y acompañamiento, con un mayor compromiso por convocar a nuestra vida y misión, por unas comunidades más fraternas y misioneras, etc. No “estudiamos el tema”, sino que “discernimos so-bre él”, para buscar pistas de avance y de cambio.

    Se decidió tener un Consejo muy abierto. Pasaron por él religiosos de las diversas circunscripcio-nes, la M. General de las Escolapias, miembros de las Fraternidades, el propio Consejo de la Fra-ternidad, superiores generales de otras Órdenes y Congregaciones, expertos en temas de creci-miento personal, etc. Somos muy conscientes de que necesitamos mucha escucha y apertura, en dinámica de discernimiento y comunión.

    Tomamos el pulso a la vida de la Orden, después de dos años de camino desde el 47º Capítulo General. Es necesario ser conscientes de cómo caminamos. Reflexionamos también sobre los próximos Capítulos, conscientes de que repre-sentan una nueva oportunidad de vida.

    Trabajamos sobre nuevos proyectos que surgen en la Orden y que la Congregación General im-pulsa paras todos: la escuela “Altum”, el proyecto “En salida” o el Icalde.

    Y, finalmente, acudimos al Vaticano a encontrar-nos con el Papa. Acudimos a su encuentro “en fa-milia”, acompañados de tantas personas que ha-cen posible nuestra misión. Renovamos nuestra fidelidad a la Iglesia y nuestro deseo de servir a la misión eclesial desde nuestro carisma. Y recibi-mos la bendición del Papa para todas las Escuelas Pías. Salimos de este encuentro alegres y confia-dos. ¡Damos gracias a Dios!

    Es bastante claro que la riqueza del año jubilar que hemos vivido desborda todo lo que podamos decir y destacar. Pero no quiero dejar de decir algo que considero muy importante.

    En la convocatoria del Año Jubilar nos atrevimos a decir que “seguro que no llegaremos al final de este año igual que como lo empezamos”. Creo que esta es una buena clave de lectura de nues-tro año. ¿Qué ha cambiado en nosotros? ¿Qué ha cambiado en mí? ¿Qué he descubierto a lo largo de este año que tiene que ver con mi vocación,

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    con mi vida escolapia, con mi vida de entrega a la misión? ¿Qué creo que ha pasado en mi demar-cación y qué suscita en mí? En el fondo, todas las preguntas se resumen en una: ¿qué nueva invita-ción a ser mejor escolapio me llevo de este año? Ojalá todos y cada uno de nosotros concedamos un tiempo a la reflexión sobre estas preguntas y tratemos de responder con honestidad y con ver-dad.

    Con toda sencillez, os comparto mi respuesta, mi vivencia de este año. Desde el primer mo-mento me hice una promesa a mí mismo: decir que sí a todo lo que me pidieran en relación con el año jubilar. Esto me ha supuesto muchos via-jes, encuentros, reuniones, escritos, espacios de oración. Pero he aprendido algo muy valioso: la importancia de la disponibilidad fraterna para los hermanos, aunque en ocasiones pueda no ser fácil. He vivido como un auténtico regalo de Ca-lasanz la posibilidad de, con toda humildad, ha-cerle presente en cada lugar en el que era necesa-rio hacerlo. Y han sido muchos lugares. Y eso me ha marcado. Me gustaría seguir trabajando sobre este aspecto de nuestra vocación y del servicio a los hermanos que a cada uno nos toca hacer, de modo diferente.

    Os deseo a todos que este año jubilar produzca muchos frutos en cada uno de vosotros, en vues-tras comunidades y obras, en vuestras presencias y demarcaciones. Que Dios, nuestro Padre, nos siga bendiciendo con su amor, para que podamos vivir intensamente nuestra vocación, siempre al servicio de la misión que nos ha sido encomen-dada.

    Recibid un abrazo fraterno.

    Pedro AguadoPadre General