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RESUMEN DEL LIBRO DE TABET

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Introduccin a la Sagrada BibliaBibliografa: Introduccin General a la Biblia del P. Miguel Angel Tbet

EL CARCTER SAGRADO DE LA BIBLIA Y SUS PROPIEDADES LA ESCRITURA Y SU RELACIN CON LA REVELACIN

La Sagrada Escritura se puede definir como el conjunto de libros que, escritos bajo la inspiracin del Espritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia (DV 11). En cuanto tal, forma parte de la Revelacin sobrenatural y pblica que Dios quiso manifestar a los hombres para su salvacin. Esta inclusin de la Escritura en el contexto de la Revelacin qued especialmente subrayada en la const. dogm. Dei Verbum del Concilio Vaticano II, que ha delineado una visin unitaria de la economa salvfica en la que la Escritura, en contacto inseparable con la Tradicin, es delineada dentro del ms amplio concepto de Revelacin divina, adquiriendo as su ms precisa fisonoma. La Dei Verbum dedica por esto dos importantes captulos iniciales al concepto de Revelacin y su transmisin antes de internarse en la exposicin concerniente los libros inspirados. Por este motivo, si bien todo cuanto se refiere a la Revelacin divina constituye un tema que viene generalmente examinado ampliamente en los manuales y tratados de Teologa fundamental o en el contexto ms amplio de la Teologa dogmtica, expondremos aqu a continuacin algunas nociones sobre la naturaleza de la Revelacin que ayuden a encuadrar convenientemente nuestro estudio. Seguiremos a grandes trazos la exposicin hecha por la Dei Verbum, por su carcter magisterial y por el reconocido espesor teolgico con el que ha abordado el tema en cuestin. CAPTULO I LA REVELACIN DIVINA COMO AUTOMANIFESTACIN Y AUTOCOMUNICACIN DE DIOS

1. La Revelacin, palabra de Dios a los hombres Por Revelacin divina se entiende generalmente la manifestacin sobrenatural que Dios ha hecho a los hombres de S mismo y de sus designios salvficos. En el lenguaje bblico, sobre todo veterotestamentario, tal acontecimiento se designa frecuentemente con la expresin palabra de Dios (dabar Yahweh); palabra en la que la vida que existe en Dios se ha exteriorizado y se ha mostrado a los hombres para atraerlos a la comunin con El. El Dios de la Biblia, en efecto, es un Dios que se automanifiesta, que dialoga con los hombres, al contrario de los dolos paganos, que tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven (Sal 115,5; cf Ba 6,7; 1 R 18,29). El dabar Yahweh bblico no equivale simplemente a logos (palabra, en el sentido clsico de la lengua griega): una palabra pensada o pronunciada; al contrario, es palabra y evento, pues la palabra de Dios es viva y eficaz, es ms cortante que espada de doble filo (Hb 4,12). De ah que la nica y misma palabra de Dios que se expresa en palabras humanas formuladas por los enviados de Dios o por los narradores de los textos bblicos, realiza y dirige en la historia los inescrutables designios divinos. En resumen, el Dios que se revela es un Dios que se expresa mediante un lenguaje lleno de consecuencias y que1

acta en la creacin y en la historia: en su automanifestacin comunica tambin sus designios poniendo en acto una presencia operante. La formula dabar Yahweh para designar la Revelacin posee por otra parte un significado polivalente, que cubre la amplia gama de aspectos de la comunicacin humana. Dios, mediante su palabra, instruye sobre la verdad salvfica, interpela, exhorta, corrige, mueve a la conversin, fustiga el pecado, llama a una comunin interpersonal, desvela el significado de los eventos pasados, muestra la senda a seguir en el presente histrico, anuncia y proyecta los eventos futuros, promete y hace alianzas. El vocablo sirve tambin para designar el operar de Dios en la creacin y en la historia de los hombres, a la que dirige hacia un fin. Jesucristo es la mxima manifestacin de dicha palabra; ms an, es la Palabra pronunciada ab aeterno por el Padre y encarnada en el tiempo para salvacin de todos los que la reciben con nimo dcil (cf Jn 1,1-3). Mediante la fe en su Persona, el hombre puede hacerse partcipe de la vida que hay en Dios, como declara san Juan en su primera carta: Os anunciamos la vida eterna: que estaba junto al Padre y se nos manifest. Lo que hemos visto y odo os lo anunciamos para que tambin vosotros vivis en esta unin nuestra, que nos une con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Jn 1,2-3). 2. La Revelacin csmica e histrica La Revelacin que Dios hizo de s mismo se manifest ya desde el principio de la creacin. Dios en efecto, como creador y conservador de todas las cosas, ha ofrecido y ofrece en todo tiempo, a travs de la realidad creada, un constante y perenne testimonio de S mismo (cf Sal 19,2-5; Sb 13,1-9; Rm 1,18-23), en modo tal que el hombre, con la razn natural, puede conocer a Dios con certeza por medio del mundo visible (cf DV 6). En modo altamente potico lo exprime el Sal 19,2-5: Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento; el da al da comunica el mensaje, y la noche a la noche trasmite la noticia. No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede or; mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el confn del mundo. San Pablo, recogiendo la tradicin sapiencial, exclamar en consecuencia que son inexcusables los hombres que por su impiedad no glorifican a Dios, pues lo que de Dios se puede conocer, est en ellos manifiesto: Dios se lo manifest. Porque lo invisible de Dios, desde la creacin del mundo, se deja ver a la inteligencia a travs de sus obras: su poder eterno y su divinidad (Rm 1,18-20). Dios, sin embargo, deseando abrir la va de la salvacin eterna, quiso revelarse de un modo ms pleno y ms alto: se manifest a S mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvacin de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensin de la inteligencia humana" (DV 6). Este segundo modo de Revelacin constituye parte esencial de la Escritura, la cual contiene tambin muchas otras cosas que no son de por s inaccesibles a la razn humana, pero que, por su intrnseca relacin al mensaje de salvacin, Dios ha manifestado sobrenaturalmente para que la razn humana, en la presente condicin, las pudiera conocer fcilmente, con certeza y sin error alguno, como afirma DV 6 hacindose eco de las palabras del Vaticano I. Gracias por tanto a una decisin enteramente libre (placuit Deo, precisa DV 2), Dios ha desvelado a los hombres el camino de la salvacin eterna: se ha manifestado a S mismo y el misterio de su voluntad (cf Ef 1,9). Esta expresin de DV 2 indica que la Revelacin, antes de hacernos conocer algunas realidades, nos pone en presencia de Alguien: el Dios vivo en Jesucristo. El termino paulino utilizado misterio (sacramentum) evoca el entero proyecto salvfico divino que, escondido por los siglos en Dios, se ha presentado a los hombres en Jesucristo al llegar la plenitud de los tiempos; proyecto establecido por el que los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf Ef 2,18; 2 P 1,4) (DV 2). Nos encontramos ante una frmula que2

expresa conjuntamente tanto la intrnseca unidad existente entre la Revelacin divina y la salvacin de los hombres como, por otra parte, el carcter cristocntrico y trinitario de la Revelacin. Cristo, en efecto, es el centro de toda la economa salvfica, el nico camino de salvacin tanto para los judos como para los paganos (cf Ef 2,14). El es el mediador y plenitud de toda la Revelacin (DV 2): mediador de una nueva y ms excelente alianza (cf Hb 8,6), nico Camino establecido por Dios para comunicar la Verdad y la Vida, en conformidad con las palabras que Jess mismo pronunci en la ltima Cena: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por m (Jn 14,6). Es tambin la plenitud de la Revelacin porque en El, el Padre se ha revelado definitivamente (cf Jn 14,9), residiendo en El toda la plenitud de la divinidad corporalmente (Col 2,9). Este cristocentrismo bblico adquiere su ms exacta expresin si se considera la dimensin igualmente trinitaria de la Revelacin. Las tres Personas divinas, cada una a su modo, colaboran en efecto, en la unidad de esencia, a la conduccin del hombre a la salvacin, que consiste en que los hombres, por medio de Jesucristo, la Palabra encarnada, se acerquen al Padre (cf Ef 2,18) en el Espritu y alcancen la participacin de la misma naturaleza divina (cf 2 P 1,4). 3. La Revelacin, dilogo de amor y amistad Como se expresa a rengln seguido DV 2: Por esta Revelacin, el Dios invisible (cf Col 1,15; 1 Tm 1,17), habla a los hombres como amigos (cf Ex 33,11; Jn 15,14-15), movido por su gran amor y mora con ellos (cf Ba 3,38) para invitarlos a la comunicacin consigo y recibirlos en su compaa. La Revelacin se presenta as como una palabra que surge de la sobreabundancia del amor de Dios por los hombres (cf 1 Jn 4,8), que ansa afanosamente entablar un dilogo sincero, de amistad, que lleve a la aceptacin de su compaa, la nica que puede llenar las aspiraciones de felicidad eterna del corazn humano. Dios se ha revelado, por tanto, no para imponer su voluntad, sino para que el hombre le acoja razonablemente, en un dilogo familiar, de amistad, capaz de abrir los horizontes de una vida nueva en Cristo. Los textos citados por DV 2 son muy significativos, pues muestran claramente la estructura dialgicofamiliar de la Revelacin: Yahv hablaba con Moiss cara a cara, como un hombre habla con su amigo (Ex 33,11); Vosotros seris mis amigos si hacis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe qu va a hacer su seor (Jn 15,14-15); La Sabidura ha aparecido sobre la tierra y ha conversado con los hombres (Ba 3,38). Los tres textos expresan la cercana amable de Dios: la inexpresable intimidad con Moiss, mediador de la antigua alianza; su invitacin a los apstoles y en ellos a cuantos le siguen a una amistad plena e ntima basada en la fidelidad a sus mandatos; su manifestacin en la tierra para convivir y tratar con los hombres, primero mediante la exteriorizacin de su palabra en la ley antigua, despus, ms plenamente, en Jesucristo, la Sabidura de Dios encarnada. Si Dios se ha revelado es por tanto por amor, para darse a conocer, acercarse a los hombres e invitarles a un dilogo interpersonal entre un Yo y un T de profunda amistad que necesariamente se ha de verter en obras de amor. Su palabra es por eso una palabra amistosa, que tiene como precisa finalidad forjar una comunidad de vida y de bien. La Biblia, lugar privilegiado de la palabra de Dios, es en consecuencia algo ms que una tratado teolgico sobre Dios, el Hombre y el mundo o una exposicin de verdades trascendentes objeto de una indagacin intelectual: constituye el mbito de un encuentro interpersonal, existencial, dinmico del hombre con un Dios que revela su vida y sus designios, que ensea los caminos de salvacin, que llama a una felicidad imperecedera, que busca amigos entre los hombres, que invita a una comunin de vida y que, por todo esto, no cesa de instruir, exhortar e interpelar. Ella reclama en consecuencia una lectura sapiencial y atenta, que al conocimiento intelectual una la vivencia personal caracterstica del dilogo de amor, que penetra necesariamente la totalidad de la persona con sus facultades y3

afectos, y que desemboca en aquella fe obediencial caracterstica del que busca con sinceridad de corazn cumplir la voluntad del Padre que est en los cielos (Mt 12,50). 4. La Revelacin por obras y por palabras La economa de la Revelacin se realiza, precisa DV 2, con hechos y palabras intrnsecamente conexos entre s (gestis verbisque intrinsece inter se connexis), de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvacin manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Los eventos histricos narrados y las palabras que los significan no se pueden separar: aquellos confieren consistencia, solidez y credibilidad a la verdad expresada por las palabras; stas evidencian el ms preciso contenido revelador de los eventos. La Revelacin se encuentra, por tanto, no solo en las acciones salvficas de Dios en la historia de la salvacin (el xodo, la alianza, el exilio, la restauracin del pueblo de Israel, las mismas acciones de Cristo, sus milagros, su pasin, muerte y resurreccin), ni solamente en las palabras (de Moiss y los profetas, de Cristo y de los apstoles) encargadas de dilucidar el sentido de las acciones divinas en la historia: se encuentra en la unin orgnica de los sucesos narrados y de las palabras que los acompaan, ya prediciendo o anunciando el evento, ya recordndolo, narrndolo, proclamndolo o explicndolo. Las obras realizadas por Dios en la historia manifiestan y refuerzan, por tanto, la doctrina y las enseanzas; stas, a su vez, interpretan e iluminan el significado de los eventos de la historia de la salvacin, as como tambin el sentido ltimo de los actos de Dios en la historia. Sin las palabras, stos podran resultar ambiguos y sujetos a interpretaciones arbitrarias y contradictorias; las palabras, sin los hechos, perderan su concrecin significativa, reducindose a enunciados abstractos sin fuerza para convencer. Si es cierto que los eventos, en cuanto tales, estn llenos de inteligibilidad, las palabras acuden necesariamente a desentraar la verdad que contienen y la eventual polivalencia de significado. As, por ejemplo, gracias a las palabras de la Escritura, el xodo del pueblo de Israel del Egipto no ha quedado reducido a un fenmeno histrico poltico-social, sino que ha alcanzado aquella inteligibilidad que lo ha constituido evento basilar de toda la historia bblica: Dios que libera a los descendientes de Abraham en cumplimiento de sus promesas (cf Ex 6,2-5) y en vistas de una alianza que los constituir en su propiedad personal entre todos los pueblos, siendo para El un reino de sacerdotes y una nacin santa (Ex 19,4-5), es decir, un pueblo a cuyo travs llegaran las bendiciones a todos los pueblos de la tierra (cf Gn 12,3; 22,16-18). En la cumbre de la Revelacin, Cristo se presenta a la vez como el evento ltimo y el intrprete de dicho evento: su palabra, prolongada por la enseanza apostlica, revela el ms profundo significado de su existencia terrena concluida con una muerte ignominiosa: no fue el fin de un malhechor condenado a muerte; Cristo fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificacin, como san Pablo explicar a los fieles de la Iglesia de Roma (Rm 4,25). La perspectiva bblica afirmada con decisin por DV 2 se opone por tanto a dos corrientes de pensamiento, representantes, cada una a su modo, de una visin parcial de la realidad bblica: una que reduce la Revelacin a una serie de acontecimiento histricos puntuales, desinteresndose de la dimensin histrico-salvfica que muestran las palabras; otra que identifica la Revelacin-palabra con la revelacin a travs de las palabras, desdeando el acaecer histrico y su significado revelador. La estructura general de la Revelacin en la Escritura se presenta, por el contrario, como una realidad orgnica formada por eventos y por palabras, que alcanza su mxima expresividad en Cristo Jess, Palabra de Dios hecha carne, mediador y plenitud de toda la Revelacin. Es por eso que los eventos histricos constituyen tambin contenidos de fe, la cual, como respuesta a la Revelacin, los proclama y los narra.4

Ya en el Antiguo Testamento surgieron los credos histricos del pueblo de Israel, que articulaban los momentos cumbres de su historia: los orgenes, su formacin y desarrollo, las penalidades sufridas, la liberacin por parte de Dios, el ingreso en la tierra prometida (cf Dt 26,5-9); en el Nuevo Testamento se forjaron a su vez, progresivamente, los credos apostlicos, algunos todava incipientes (cf Lc 24,19-24), otros mejor estructurados gracias a la luz ms plena del Espritu (Hch 10,34-43; 13,16-31). Con ellos, segn las circunstancias de la evangelizacin, se anunciaban los hechos centrales de la vida, pasin, muerte y resurreccin de Jess. Estos credos, ciertamente, confesaban los eventos no solo para afirmar los hechos histricos, que presuponan, sino para proclamar su significado revelador y su alcance salvfico, porque exista la clara conviccin de que en el acaecer histrico Dios se haba revelado y de que de su aceptacin mediante la fe se lograba la ms plena comprensin sobre Dios y sus proyectos de salvacin realizados en la historia. 5. El desarrollo gradual de la Revelacin en la historia Adems de la distincin entre una Revelacin de carcter natural y otra de ndole sobrenatural, existe, como hemos observado, una Revelacin de carcter csmico (radicada en las realidades creadas) y otra de ndole histrica, realizada en y a travs de las continuas intervenciones de Dios en la historia humana. Con ella, Dios no ha atenuado o anulado la responsabilidad del hombre frente a la historia, sino que le ha dado a la historia una dimensin trans-histrica: una dimensin salvfica trascendente. Por su benevolencia y condescendencia, la manifestacin de Dios en la historia se ha realizado paso a paso, preparando gradualmente a los hombres a la plenitud de la Revelacin que tendra lugar por medio de Jesucristo. As lo expresa DV 3: Dios, crendolo todo y conservndolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de S en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvacin sobrenatural, se manifest, adems, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Despus de su cada alent en ellos la esperanza de la salvacin, con la promesa de la redencin (cf Gn 3,15), y tuvo incesante cuidado del gnero humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvacin con la perseverancia en las buenas obras (cf Rm 2,6-7). En su tiempo llam a Abraham para hacerlo padre de una gran pueblo (cf Gn 12,2-3), al que luego instruy por los Patriarcas, por Moiss y por los Profetas para que lo reconocieran Dios nico, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a travs de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio (DV 3). El mismo Dios que ha creado todas las cosas por medio de su palabra (Gn 1; Jn 1,3), es tambin el Dios Salvador que ha querido abrir al gnero humano el camino de salvacin sobrenatural manifestndolo con una Revelacin histrica y personal. Esta Revelacin toma inicio con la promesa a nuestros primeros padres despus de su cada, cuando Dios les asegur, infundindoles una indecible esperanza, que de la descendencia de la Mujer nacera Aqul que aplastara la cabeza de la serpiente, el demonio o Satans, para el rescate de la humanidad (Gn 3,15). Fue una promesa de carcter salvfico y universal. Fiel a su palabra, Dios cuid constantemente de la humanidad y a nadie dej apartado de los caminos de salvacin. Momentos claves sucesivos fueron la llamada de Dios a Abrahn, a quien confi sus promesas y su alianza (cf DV 3; 14); la eleccin de Moiss, a travs del cul form e instruy a su pueblo preparndolo a la venida del Mesas; y la constitucin de profetas, que anunciaron los tiempos mesinicos. En todo este quehacer divino, Dios acto con una sabia pedagoga, preparando a los hombres al anuncio del evangelio.5

Dios, en efecto, despus de haber hablado muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo" (Hb 1,1-2), pues envi a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios (cf Jn 1,1-18) (DV 4). El texto pone en evidencia tanto la continuidad histrica de la economa de la salvacin es el mismo Dios, el que habl antiguamente por los profetas, el que ahora se ha manifestado por su Hijo como la mayor excelencia de la nueva economa, pues en esta nueva y definitiva etapa el mediador es el mismo Hijo, el Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres y les manifiesta los secretos de Dios: el Verbo hecho carne, hombre enviado, a los hombres, que "habla palabras de Dios" (Jn 3,34) y lleva a cabo la obra de la salvacin que el Padre le confi (cf Jn 5,36) (DV 4). La funcin reveladora de Cristo hunde sus races en su cualidad de Hijo y Palabra de Dios. l es la Palabra nica, perfecta y definitiva del Padre, en el que la Revelacin encuentra su cumplimiento y perfeccin. El ver al cual es ver al Padre (cf Jn 14,9), con su total presencia y manifestacin personal, con palabras y obras, seales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurreccin gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envo del Espritu de verdad, completa la revelacin y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna (DV 4). Cristo es por tanto el supremo revelador y aqul en quien encuentra su cumplimiento toda la Revelacin. En El las promesas antiguas se han realizado y l las ha manifestado en su plenitud. La economa salvfica que Cristo ha manifestado e instaurado es por eso la alianza nueva y definitiva, que no puede ser superada por una ms perfecta. No es posible por tanto esperar ninguna revelacin pblica antes de la gloriosa manifestacin de nuestro Seor Jesucristo [al final de los tiempos] (cf 1 Tm 6,14; Tt 2,13) (DV 4).

REFLEXIONES PEDAGGICAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Hay alguna definicin magisterial de Sagrada Escritura? Cul? Qu relacin tiene la Sagrada Escritura con la Revelacin que interesa a nuestra materia? Qu significa la formula dabar Yahweh? Por qu y cmo se revela Dios? Qu significa gestis verbisque intrinsece inter se connexis, de Dei Verbum 2? Existen revelaciones de distinto carcter? La Revelacin se dio toda junta? Cristo cumple alguna funcin en la Revelacin?

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CAPTULO II LA BIBLIA Y LA TRANSMISIN DE LA REVELACIN DIVINA

1. La transmisin de la Revelacin Con Cristo, la Revelacin entra por tanto en una fase escatolgica irreversible. A partir de entonces, la Revelacin est destinada a trasmitirse y perpetuarse a travs de los siglos. La voluntad de Dios era, en efecto, que lo que haba revelado para la salvacin de los hombres permaneciera ntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones (DV 7). Por eso, Cristo, en quien se encuentra la plenitud de la Revelacin (cf 2 Co 1,20; 3,16-4,6), mand a los apstoles que predicaran a todos los hombres el evangelio, comunicndoles los dones divinos (DV 7). Era el evangelio que haba sido prometido por los profetas y que El mismo haba cumplido y llevado a la perfeccin, promulgndolo con su enseanza; evangelio que contiene toda la verdad necesaria para la salvacin y toda regla de moralidad. Este mandato de Cristo se cumpli fielmente, tanto por los apstoles, que en la predicacin oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que haban recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o haban aprendido por la inspiracin del Espritu Santo, como por aquellos apstoles y varones apostlicos que, bajo la inspiracin del mismo Espritu, escribieron el mensaje de la salvacin (DV 7). El testimonio de los apstoles supera, como seala el texto de la Dei Verbum, la predicacin oral propiamente dicha, pues se efectu tambin a travs de los hechos que realizaron, es decir, a travs de su modo de actuar, de promover la prctica evanglica, en las instituciones que establecieron el diaconado, por ejemplo (Hch 6,5-6), y algunos aspectos relacionados con los sacramentos, como en el caso de la confirmacin (Hch 8,17), en una palabra, con la prosecucin fiel de todo cuanto haban visto y aprendido de Cristo, con sus obras y sus palabras, asistidos por la luz del Espritu. Algunas de estas cosas, los mismos apstoles u otros cristianos de la poca apostlica las pusieron por escrito, inspirados por el mismo Espritu. De este modo, el espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf Jn 3,2), ha quedado formado por la Sagrada Tradicin y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos (DV 7). A una primera fase de transmisin de la Revelacin, de Cristo y de su Espritu a los apstoles, sigui una segunda fase, la de la transmisin de los apstoles a la Iglesia de todos los tiempos. Con este fin, los apstoles dejaron como sucesores suyos a los obispos, "entregndoles su propio cargo del magisterio" (DV 7). La Revelacin se transmite integralmente, por tanto, bajo la doble forma de Tradicin y Escritura, por la sucesin legtima de los sucesores de los apstoles. 2. La Tradicin viva de la Iglesia La Tradicin es a la vez enseanza y vida. Ella no se reduce a enunciados verbales, sino que su estructura orgnica es coherente con el dinamismo de la Revelacin en su fase constitutiva, formado por eventos y palabras. La Tradicin est presente, en efecto, no solamente en la doctrina apostlica y en los escritos de tradicin apostlica, sino tambin en la organizacin y vida de la Iglesia, en su actividad litrgica y sacramental, en su interpretacin de la Sagrada Escritura; en una palabra, en todo lo que la Iglesia es y ha recibido para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe (DV 8). Los escritos de los Padres, en particular, testimonian la presencia viva y vivificante de la Tradicin, cuya riqueza se difunde en la vida y en la prctica de la Iglesia que cree y que ora. La liturgia, por otra parte, es un testimonio privilegiado de la Tradicin, de modo que difcilmente se puede encontrar una verdad de fe que no se exprese en ella de algn7

modo. De este modo, la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpeta y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree (DV 8). En cuanto que es viva, la Tradicin no se reduce a una mera repeticin de palabras y hechos pasados. Ella, en contacto con la realidad que en cada tiempo la Iglesia debe evangelizar, est llamada a crecer con la ayuda del Espritu Santo en la comprensin de las cosas y de las palabras transmitidas (DV 8). Este desarrollo orgnico, ley de vida que est en la base de cualquier ser viviente y al que la Iglesia no puede renunciar sin traicionar su propia misin, tiene por finalidad hacer siempre actual el mensaje evanglico, ofrecindolo renovado a los hombres de cada momento histrico, en su situacin nica e irrepetible, para responder a sus interrogativos y conducirlos hacia Dios. Es un desarrollo en la continuidad y fidelidad al mensaje evanglico, que manifiesta a la vez su perennidad y su dinamicidad. La DV 8 seala que este progreso en las verdades reveladas se produce ya por la contemplacin y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazn (cf Lc 2,19.51), ya por la percepcin ntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesin del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad (DV 8). Es decir, siempre que se opera una asimilacin del mensaje revelado, tanto por va de maduracin intelectual y de reflexin teolgica como, sobre todo, mediante la experiencia vivida de las cosas espirituales por parte de los fieles. Para esto el Espritu asiste a su Iglesia con un un carisma de verdad, que ilumina y fortalece a los que estn llamados a predicar el mensaje revelado con autoridad apostlica en la Iglesia. Esta constante actualizacin en la Iglesia de la Revelacin oral y escrita, interpretada a la luz de la Tradicin viva, instaura un dilogo permanente entre la Palabra histricamente dirigida por Dios en Jesucristo, y su Esposa: as, Dios, que habl en otro tiempo, habla sin intermisin con la Esposa de su amado Hijo; y el Espritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf Col 3,16) (DV 8). 3. La mutua relacin entre Escritura y Tradicin Si la Escritura se puede definir como la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiracin del Espritu Santo (DV 9), la Tradicin es aquella corriente divina por la que la Iglesia transmite ntegramente a los sucesores de los apstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Seor y por el Espritu Santo para que, con la luz del Espritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicacin (DV 9). Entre Escritura y Tradicin existe por tanto, por su misma naturaleza, una profunda unidad, formando un todo orgnico que DV 9 expresa bajo imgenes sugerentes: surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin; es decir: tienen su origen en el mismo Dios que se ha revelado en la creacin y en la historia; constituyen una misma corriente salvifica, expresin del mismo y nico misterio de salvacin; concurren al mismo fin, que es la salvacin de los hombres para la gloria de Dios. Escritura y Tradicin no son por tanto dos vas independientes o paralelas de la palabra de Dios: cada una, por el contrario, afirma la existencia de la otra, y sin la una la otra quedara irremediablemente sujeta a la arbitrariedad de la subjetividad de pensamiento. Ciertamente, una y otra poseen una propia identidad, determinada por el modo o forma en que trasmiten la Revelacin y sobre todo por la propia ndole estructural interna: mientras la Biblia posee las caractersticas de un texto escrito y por tanto fijo y definitivo en s mismo; la Tradicin es una realidad viva, llamada a crecer y desarrollarse, no, evidentemente, por adicin de realidades ajenas al contenido originario, sino por la profundizacin creciente de lo que en el contenido originario estaba solo presente de modo implcito. Se puede aadir que la Tradicin, en cuanto precede,8

acompaa y sigue a la Escritura, constituyendo su contexto natural de interpretacin, contiene una riqueza de contenido no siempre del todo explcito en la lectura histrico-crtica de la Escritura, aunque s lo est en su lectura cristolgica. El tema lo trataremos con ms profundidad en la parte de nuestro libro dedicado a la hermenutica bblica. La razn ltima del triple vnculo que une Escritura y Tradicin es por tanto el hecho que las dos son palabra de Dios. La Escritura, concretamente, no solo contiene la palabra de Dios, sino que es verdadera palabra de Dios en virtud del carisma de la inspiracin concedido a los escritores bblicos; la Tradicin es la palabra de Dios transmitida ntegramente y autnticamente a la Iglesia gracias a la sucesin apostlica y a la asistencia del Espritu Santo. Por este motivo, la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas y considera que la Escritura y la Tradicin se han de recibir y venerar con un mismo espritu de piedad (DV 9). La Escritura y la Tradicin constituyen, en consecuencia, un solo depsito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia, que ha de custodiarlo y trasmitirlo fielmente y del que tiene que sacar alimento constante para la vida del pueblo cristiano. Ahora bien, aunque todo el pueblo cristiano es portador de la palabra de Dios y participa en su transmisin segn los diferentes carismas que el Espritu distribuye en su Iglesia, el oficio de interpretar autnticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado nicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo (DV 10). Interpretar, en nuestro contexto, significa descubrir el verdadero sentido: no crearlo, transformarlo o modificarlo. La Dei Verbum precisa por eso que el Magisterio no est por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para ensear puramente lo transmitido. El documento conciliar reconoce as la trascendencia de la palabra de Dios en relacin al Magisterio, el cual, por su parte, se audodefine como siervo de la palabra de Dios, que no pretende ensear nada que est fuera de lo que le ha sido revelado y trasmitido, y reconoce explcitamente que su misin, por mandato divino y con la asistencia del Espritu Santo, es orlo con piedad, guardarlo con exactitud y exponerlo con fidelidad (DV 10). El Magisterio cumple as una doble funcin: en relacin a la palabra de Dios, la trasmite con fidelidad en una constante actualizacin segn los tiempos y las culturas; en relacin a la Iglesia, custodia e interpreta autnticamente la palabra de Dios. Por todo esto, la Sagrada Tradicin, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, segn el designio sapientsimo de Dios, estn entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la accin del Espritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvacin de las almas (DV 10).

REFLEXIONES PEDAGGICAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Quin ordena transmitir la Revelacin y en virtud de qu lo hace? Quin cumple ese mandato y de qu manera? A qu Fuente de la Revelacin da origen el cumplimiento del mandato referido? Qu significa que la Tradicin sea viva? Cmo define la Dei Verbum a la Tradicin? Cul es, segn DV, la relacin entre SE y Tradicin? La Tradicin es palabra de Dios? Qu dice DV 10 acerca de la relacin entre Magisterio, SE y Tradicin?9

CAPTULO III DIOS, UNO Y TRINO, AUTOR PRINCIPAL DE LA SAGRADA ESCRITURA

Una vez establecido el fundamento dogmtico de la doctrina de la inspiracin, podemos analizar el significado teolgico-bblico de la nocin Dios autor de la Sagrada Escritura. 1. Contenido teolgico-trinitario de la frmula Deus auctor aplicada a la Sagrada Escritura La pregunta a la que queremos responder se puede formular del siguiente modo: qu se quiere decir cuando se afirma que la Sagrada Escritura, cada uno de sus libros, cada texto autntico, tiene a Dios como autor? Por ahora no cuestionamos la modalidad del influjo de Dios en la accin de los hagigrafos, tema que examinaremos ms adelante, sino el modo en que la accin divina, considerada en s misma, se puede describir. La respuesta admite un doble orden de consideraciones. Por una parte, y se trata de la perspectiva ms obvia, la accin divina se puede describir afirmando que se trata de una de esas acciones de Dios que la teologa denomina ad extra por el hecho de que el resultado final est fuera del mismo Dios. Igual que todas las operaciones divinas ad extra, la inspiracin es comn a las tres Personas divinas, pero se atribuye de modo particular al Espritu Santo, Persona divina a la que se apropia todo lo que hace referencia a la santificacin de los hombres; y la Biblia, como ensea el Concilio Vaticano II, contiene la Revelacin de Dios para nuestra salvacin, (DV 11). Por otro lado se quiere afirmar y quizs sea sta la idea que refleja ms especficamente el significado del origen divino de la Biblia como accin de Dios que el influjo inspirativo es una de esas acciones divinas que la teologa designa sobrenaturales, pues su efecto se encuentran ms all de las fuerzas y exigencias de la naturaleza creada; sobrenatural, por tanto, en relacin al efecto, pues en Dios no hay acciones de diversa ndole, naturales y sobrenaturales. Dicho con otras palabras, se trata de una accin que est fuera de las posibilidades de la razn o de la voluntad humanas porque es propiamente divina, pudindose distinguir esencialmente de las acciones por las que Dios es autor del orden natural. Por este motivo, al hablar de la inspiracin bblica, el Magisterio de la Iglesia adopta expresiones como supernaturalis virtus, gratia collata y otras similares, entendidas como gracias sobrenaturales. Hay que precisar, sin embargo, que la inspiracin no pertenece propiamente a las gracias que Dios concede para la santificacin de la persona que la recibe (gracia santificante o gratum faciens), sino de las que concede para la utilidad y el bien de la Iglesia, es decir, se trata de una de una gracia carismtica (gratis datae), como son la profeca, el don de hacer milagros y otras gracias del mismo gnero. Para comprender mejor la naturaleza de la accin divina en la inspiracin puede resultar de inters un texto de santo Toms en el que se compara la inspiracin bblica a esas otras acciones extraordinarias de Dios que son los milagros, obras divinas que solamente el autor de la naturaleza puede realizar, directamente o por medio de otras criaturas. El texto pertenece al comentario de santo Toms a 2 Tm 3,15-16, que afirma: Si se considera su principio, la Sagrada Escritura goza de un privilegio superior a todas las dems escrituras, ya que estas han sido producidas en conformidad con la razn humana, mientras que la Sagrada Escritura es divina []. Y si se objeta: por qu no se puede afirmar que tambin estn divinamente inspiradas todas las dems escrituras, si, como dice san Ambrosio, cualquier verdad, la diga quien la diga, procede del Espritu Santo? La respuesta es que Dios acta de un doble modo: immediate, cuando realiza una obra10

verdaderamente suya (ut proprium opus), como cuando hace milagros; o mediante causas inferiores, como ocurre en las acciones naturales [], que se realizan siguiendo las operaciones de la naturaleza. De este modo, Dios instruye al hombre inmediate por medio de la Sagrada Escritura, y mediate por medio de las dems escrituras. La distincin resulta de gran inters. En las operaciones en que Dios acta inmediate, porque proceden de El como agente propio de la accin, como en el caso de los milagros, aunque puedan intervenir otros agentes, el efecto hay que atribuirlo principalmente a la eficacia sobreabundante de la omnipotencia de Dios. En la segunda clase de operaciones, en las que Dios acta mediate, las acciones que realizan los agentes creados se pueden decir que les pertenecen, pues tales agentes gozan de una capacidad natural plenamente adecuada al efecto. En este segundo caso, y volviendo a nuestro tema, aunque es posible decir que la verdad contenida en cualquier libro procede de Dios, ya que Dios acta siempre como causa primera en las operaciones de los agentes creados, nos encontramos ms propiamente en presencia de opera naturalia, porque tales escritos no van ms all de las posibilidades del autor humano. Esto sigue siendo vlido an en el caso en que las obras realizadas posean un contenido sobrenatural, porque tambin en este caso el autor humano ejecuta un trabajo que es fruto de la capacidad que hay en l, aunque est reforzada por una ayuda sobrenatural. Por el contrario, en la composicin de la Sagrada Escritura, la accin de Dios no se reduce a sostener la accin propia del hagigrafo. Dios, irrumpiendo en el curso ordinario de las cosas creadas, acta en el hagigrafo de un modo del todo sobrenatural, moviendo al hagigrafo a realizar un trabajo de composicin que va ms all de las posibilidades que hay en l. Igual que en los milagros, el efecto hay que atribuirlo por eso principalmente a Dios, que realiza su accin en y a travs del hagigrafo, agente tambin, evidentemente, del efecto realizado. Por tanto, del mismo modo que sin la accin extraordinaria de Dios no se pueden verificar milagros, sin la accin del Espritu Santo no se hubiesen podido escribir los libros inspirados. Sobre esto volveremos ms adelante, cuando hablaremos de la inspiracin del hagigrafo. Concluyendo: la composicin de los textos sagrados, igual que los milagros, es una accin divina que supera las posibilidades de las fuerzas creadas, aunque el autor humano, gracias al carisma de la inspiracin, es decir, en cuanto autor inspirado, se deba considerar y sea realmente verdadero autor de la obra realizada. De un modo anlogo a como Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, realizaba milagros por medio de su naturaleza humana, Dios, en y por medio de los hagigrafos, ha realizado una obra completamente desproporcionada a las fuerzas y capacidades de uno o muchos hombres; solo conforme a la Sabidura divina increada. No debe sorprender que en esta realizacin no aparezcan los elementos vistosos que normalmente acompaan los ms sealados hechos milagrosos. Esto sucede tambin en otros eventos comparables a los milagros y que se repiten de continuo; por ejemplo, el caso de la justificacin del hombre por la accin de la gracia del bautismo: la gracia se comunica al hombre a travs de un elemento material, el agua, que se convierte en ese momento en signo eficaz del don divino. No hay ninguna circunstancia externa extraordinaria que acompae el hecho sacramental, pero en la intimidad de hombre se realiza un verdadero milagro por la accin de la gracia. 2. La Persona del Verbo y la Sagrada Escritura Hemos sealado que la Sagrada Escritura, como obra ad extra de Dios, puede ser atribuida a cada una de las Personas divinas: al Padre, porque es obra de la omnipotencia de Dios; al Espritu Santo, ya que es un medio salvfico donado por Dios para nuestra santificacin; y a la Persona del Verbo, en cuanto la Escritura forma parte de la Revelacin divina, es decir, de la manifestacin de Dios a los hombres, y la segunda Persona es11

llamada Verbo (Palabra) precisamente porque es la manifestacin perfecta del Padre. Vamos a detenernos en esta ltima consideracin. La frmula palabra de Dios corresponde a una realidad analgica en la que se pueden considerar diversos niveles: a) el Verbo de Dios (Jn 1,1), imagen perfecta del Padre; b) Jess, el Verbo encarnado (Jn 1,14), que con su vida, muerte y resurreccin ha manifestado al Padre; c) las palabras pronunciadas en nombre de Dios a lo largo de la historia de la salvacin por los profetas y apstoles; d) las palabras escritas gracias al carisma de la inspiracin; e) las palabras de la predicacin cristiana, a travs de las cuales la Iglesia comunica la fe en Jesucristo. En este contexto, la Biblia, como palabra de Dios, tiene una connotacin especfica, que se puede describir del modo siguiente: no identificndose ni con el Logos de Dios ni con la Revelacin que El ha hecho por medio de las palabras de los profetas y de los apstoles, la Biblia es sin embargo el testimonio privilegiado y escrito de la Revelacin, su imagen cannica, por medio de la cual la Palabra revelada por Dios se ha hecho accesible a todos los hombres. La Sagrada Escritura puede ser comparada por esto, analgicamente, al Verbo, segunda Persona de la Trinidad, y con mayor razn al Verbo encarnado. La analoga Verbo encarnado y Verbo escrito alcanz un gran desarrollo en la teologa patrstica y medieval, por lo que se refiere a la unidad y contenido de los libros sagrados. No pocos Padres consideraron las Escrituras una prolongacin de la Encarnacin, o, como hicieron ms extensamente los telogos medievales, designaron a Cristo con los nombres de Verbum abbreviatum, Verbum concentratum, Verbum coadunatum. Con esta terminologa queran referirse sobre todo a dos realidades: al hecho de que aqul que es inmenso e incomprensible, aqul que es infinito en el seno del Padre, se haba hecho hombre en el seno de la Virgen reducindose a las proporciones de un nio; y al hecho de que el variado y mltiple contenido de las Escrituras, diseminado en muchos libros escritos a lo largo de los siglos, se rene y unifica en El. La Escritura contiene, en efecto, la Palabra nica del Padre escondida bajo numerosas palabras, que, a su vez, encuentran su unidad en la Palabra encarnada. La analoga entre la Biblia y el Verbo encarnado explica adems el hecho que los Padres la hayan considerado un sacramentum, en cuanto signo sensible de realidades invisibles. Esta teologa patrstica y medieval ha sido recogida en el siglo XX por el Magisterio de la Iglesia. Con referencia a la encclica Divino afflante Spiritu, Juan Pablo II sealaba que los textos sagrados, gracias al carisma de la inspiracin de la Escritura, formaron un primer paso para la encarnacin del Verbo de Dios, en el sentido que: a) los textos de la antigua alianza constituyeron un medio duradero de comunicacin y de comunin entre el pueblo elegido y Dios; b) gracias al aspecto proftico de estos textos, fue posible reconocer el cumplimiento del diseo de Dios cuando el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros (Jn 1,14); c) despus de la glorificacin de la Humanidad del Verbo, su Encarnacin ha sido testificada para nosotros de modo perenne gracias a la palabras escritas en la Biblia; y (d) los escritos inspirados que se refieren a la antigua y a la nueva alianza constituyen un medio verificable de comunicacin y de comunin entre el pueblo creyente y Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo. Por consiguiente, la Sagrada Escritura y el misterio de la Encarnacin del Verbo se relacionan, tanto porque los textos sagrados contienen el anuncio y el mensaje del cumplimiento del misterio del Verbo encarnado, como porque esos textos realizaron y siguen realizando la unin entre Dios y los hombres y, en ellos, la realidad divina y la realidad humana encuentran un modo duradero de comunin. No es difcil encontrar en estas ideas un eco de la teologa patrstica y medieval sobre el Verbum abbreviatum.

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REFLEXIONES PEDAGGICAS 1. Qu tipo de accin divina es la Inspiracin y a quin se le atribuye? 2. Cul es la naturaleza propiamente de la Inspiracin? 3. Teniendo en cuenta la distincin tomista entre modo de obrar inmediate y mediate, cmo acta Dios al inspirar la SE? 4. El hagigrafo es verdadero autor de la SE? 5. Cules son todos los analogados de la frmula palabra de Dios? 6. Explique la analoga entre la SE y el Verbo, segunda persona de la Santsima Trinidad. 7. Por qu los Padres de la Iglesia consideraron un sacramentum a las SE? 8. En qu sentido las SE formaron un primer paso para la encarnacin del Verbo de Dios?

CAPTULO IV CONTENIDO Y FINALIDAD SOBRENATURALES DE LA BIBLIA

Una vez analizado el concepto bsico y primordial de inspiracin bblica, podemos detenernos a examinar los otros dos aspectos que hacen de la Escritura el libro de los libros, el libro por excelencia: su contenido y su finalidad sobrenaturales. En relacin al primer aspecto, consideraremos el doble orden de verdades natural y sobrenatural presente en la Escritura y su mutua relacin. Completar el estudio una reflexin sobre el contenido esencial de cada uno de los Testamentos. Respecto al segundo tema, nuestra exposicin analizar la intrnseca relacin existente entre el fin de la Escritura y la santificacin del hombre. 1. Contenido sobrenatural a. Las verdades naturales y sobrenaturales de la Biblia La afirmacin de que los libros sagrados tienen un origen divino sobrenatural adquiere una nueva dimensin si se considera que esos libros constituyen tambin una realidad de ndole sobrenatural. La Sagrada Escritura, en efecto, en cuanto ayuda singular de Dios a los hombres, manifiesta de modo sobrenatural los misterios de su divinidad, de su sabidura y de su misericordia, como afirma la Providentissimus Deus. Esto no se opone a que con respecto a la perfeccin que hay en Dios, la Escritura sea solamente como ilustra santo Toms una cierta luz, como un rayo salido de la Verdad primera, o de otro modo, una pequea gota que baj hasta nosotros. La teologa sistemtica distingue entre acciones divinas sobrenaturales solo por el modo de la accin, como por ejemplo, la curacin instantnea de un ciego, y acciones divinas sobrenaturales por la naturaleza del efecto, como ocurre con la infusin de la gracia por medio de los sacramentos, que deja una cualidad vivificante en el alma que lo recibe. Si nos mantenemos en esta distincin, la Escritura, por su contenido, pertenece a este segundo grupo de acciones divinas. Evidentemente, no todas las enseanzas de la Biblia, consideradas una a una, son verdades estrictamente sobrenatural, como lo ponen en evidencia, por ejemplo, los mltiples textos que narran circunstancias ordinarias de la vida familiar, social, poltica, etc. Por esto, el tema requiere una necesaria aclaracin.

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Verdades sobrenaturales La DV 6, hacindose eco de las palabras de la constitucin dogmtica De fide Catlica del Vaticano I, presenta una sntesis del contenido de los libros sagrados en los siguientes trminos: Mediante la revelacin divina Dios quiso manifestarse a S mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvacin de los hombres, para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensin de la inteligencia humana. El texto seala dos aspectos de la realidad sobrenatural contenidos en la Biblia: Dios se ha revelado a S mismo, su vida intratrinitaria, y ha manifestado sus eternos decretos ordenados a la salvacin de los hombres. La Escritura, por eso, es a la vez manifestacin y comunicacin de vida, ya que Dios ofrece por medio de ella, adems del conocimiento de los misterios divinos, un camino de acceso a la vida sobrenatural. Relacin entre verdades naturales y sobrenaturales La Biblia contiene tambin verdades naturales. El texto de DV 6, siguiendo tambin en esto las huellas del Vaticano I, afirma a este propsito: El Santo Concilio profesa que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas por la luz natural de la razn humana; y ensea tambin que gracias a su revelacin todos los hombres, en la condicin presente de la humanidad, pueden conocer fcilmente, con absoluta certeza y sin error las realidades divinas que en s no son inaccesibles a la razn humana (DV 6). La Escritura contiene, por tanto, junto a las verdades estrictamente sobrenaturales, un conjunto de verdades que son de por s accesibles a la razn humana, reveladas por Dios para hacer ms fcil, seguro y certero, el camino de salvacin. Ahora bien, entre estos dos rdenes de verdad, naturales y sobrenaturales, no existe una simple yuxtaposicin, sino una relacin armnica, que hace que la Biblia sea una nica realidad de contenido sobrenatural. En otras palabras, puesto que forman parte de la Revelacin, cuya fuente suprema es Dios, todas las verdades naturales contenidas en los textos sagrados poseen una estrecha conexin con el objeto propio de la fe, las verdades sobrenaturales que se refieren a Dios. Desde otro punto de vista, la unidad entre verdades naturales y sobrenaturales se debe a la centralidad del misterio de Cristo, hacia quien convergen como afirma la encclica Spiritus Paraclitus, como a su punto central, todas las pginas de los dos Testamentos. Esta ha sido la enseanza de los Padres, para quienes el misterio de Cristo estaba tan presente en todos los textos inspirados que, como afirma san Jernimo, si en ellos no se descubre a Cristo, no se ha entendido bien el sentido. Verdad per se y per accidens Santo Toms ofrece sobre este tema algunas consideraciones de gran inters teolgico. Uno de los textos fundamentales es el siguiente: Hay verdades que son por s mismas objeto de fe; otras no lo son por s mismas, sino en relacin con las primeras []. Ahora bien, puesto que la fe tiene como objeto principal lo que esperamos ver en la patria, ya que segn Hb 1,11: la fe es la realidad de las cosas esperadas, de por s pertenece a la fe lo que dirige directamente a la vida eterna: el misterio de un Dios en tres personas divinas, la omnipotencia de Dios, el misterio de la Encarnacin de Cristo, etc. Los artculos de la fe se dividen de acuerdo con estas verdades. La Sagrada Escritura propone, sin embargo, tambin a nuestra fe, otras verdades, no como principales, sino para clarificar las precedentes; por ejemplo, que Abrahn tuvo dos hijos, que un muerto resucit al contacto con los huesos de Eliseo, y otras de este tipo. Estas cosas se narran en la Sagrada Escritura para ilustrar la grandeza de Dios o la Encarnacin de Cristo. El Doctor anglico, como se deduce del texto citado, no duda en admitir que tambin las cosas ms banales que se pueden encontrar en los textos bblicos y da varios ejemplos se narran en la Sagrada Escritura para ilustrar la grandeza de Dios o la Encarnacin de Cristo (narrantur ad manifestatioenm divinae maiestatis vel incarnationis Christi). La distincin entre verdades que se proponen como objeto principal14

(principaliter intenta), que son las que nos dirigen directamente a la vida eterna (directe nos ordinant ad vitam aeternam), y verdades que se proponen para manifestar las primeras (ad praedictorum manifestacionem) o, como dice en otros lugares, per accidens tantum, muestra con claridad la perspectiva que tienen para l los textos bblicos. Todos tienen un origen divino, pero solo en algunos de ellos se contiene la verdad principaliter intenta por Dios. Esto no convierte, en absoluto, los dems textos en superfluos, pues poseen tambin una dimensin sobrenatural: han sido ordenados por Dios para manifestar, bajo otro aspecto, las verdades sobre Dios y sobre Cristo. Los ejemplos que menciona santo Toms pueden resulta un poco singulares, pero todo parece indicar que los ha elegido a propsito, para hacer comprender que tambin a partir de las afirmaciones aparentemente ms banales de los textos bblicos es posible al hombre levantar la mirada y descubrir referencias sobrenaturales. La teologa ms reciente ha puesto de relieve este aspecto de los textos bblicos hablando de jerarqua de las verdades, terminologa utilizada por el decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio 11, cuando proclama que existe un orden o jerarqua en las verdades de la doctrina catlica, pues es diferente su nexo con el fundamento de la fe cristiana. b. El contenido del Antiguo y del Nuevo Testamento El contenido sobrenatural de la Sagrada Escritura se manifiesta en los dos Testamentos, pero en cada uno de un modo peculiar. Una breve descripcin se encuentra en DV 15-18. Antiguo Testamento En DV 15 se puede leer: La economa del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, a preparar, anunciar profticamente (cf Lc 24,44; Jn 5,39; 1 Pe 1,10) y significar con diversas figuras (cf 1 Co 10,11) la venida de Cristo redentor universal y la del Reino mesinico. Los libros del Antiguo Testamento manifiestan adems a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres. El texto conciliar distingue entre economa y libros. Con respecto a la economa o plan salvfico de Dios, seala que ese proyecto divino tena, sobre todo, una dimensin cristo-soteriolgica, porque, Dios haba dirigido desde el comienzo la historia salvfica para que sirviera de preparacin a la venida y a la manifestacin del misterio de Cristo: anuncindolo mediante palabras profticas y significndolo por medio de algunas imgenes o figuras tipos, es decir, a travs de los hechos, instituciones o personajes de la historia bblica. Sobre este tema volveremos ms adelante. Con respecto a los libros, el texto conciliar pone de relieve dos ideas: esos libros estaban destinados a instruir a la humanidad sobre quin es Dios y quin el hombre; y, para nuestros das, ellos ofrecen un testimonio permanente de la pedagoga divina, es decir, del tipo de educacin moral y religiosa que Dios utiliz y utliza con el fin de conducir la humanidad a la salvacin en Cristo. Por eso, DV 15 concluye afirmando que los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabidura salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oracin, y en los que, por ltimo, est latente el misterio de nuestra salvacin. Nuevo Testamento Es, sin embargo, en el Nuevo Testamento donde la palabra de Dios que es poder de Dios para la salvacin de todo el que cree (cf Rm 1,16) se presenta y manifiesta su vigor de manera especial (DV 17). El misterio eterno de salvacin, en efecto, no fue manifestado a otras generaciones, como se ha revelado ahora a sus santos apstoles y profetas en el Espritu Santo (cf Ef 3,4-6 gr.), a quienes se les revel15

para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jess, Cristo y Seor, y congregaran la Iglesia (DV 17). En concreto, el contenido de los escritos del Nuevo Testamento se puede describir con las palabras siguientes: Al llegar la plenitud de los tiempos (cf Ga 4,4), el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros lleno de gracia y de verdad (cf Jn 1,14). Cristo instaur el Reino de Dios en la tierra, manifest a su Padre y a S mismo con obras y palabras y complet su obra con su muerte, su resurreccin y su gloriosa ascensin, y con la misin del Espritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a S mismo (cf Jn 12,32 gr.), pues El es el nico que tiene palabras de vida eterna (cf Jn 6,68) (DV 17). La Encarnacin y la obra redentora de Cristo, la institucin de la Iglesia, el misterio de la Filiacin divina y de la Trinidad, constituyen, por tanto, los temas bsicos de la revelacin del Nuevo Testamento. Conviene tener presente que en los escritos neotestamentarios existe un determinado orden en la presentacin del misterio de salvacin, porque nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los evangelios ocupan, con razn, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador (DV 18). Alrededor de los evangelios se disponen gradualmente los dems libros del Nuevo Testamento, con los que segn la sabia disposicin de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Seor, se declara ms y ms su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusin, y se anuncia su gloriosa consumacin (DV 20). 2. Finalidad y eficacia sobrenaturales de la Escritura Dios nos ha donado la Escritura con una finalidad salvfico-escatolgica: para que alcancemos la vida eterna. El Concilio Vaticano II ensea a este propsito que se debe profesar que los libros de la Escritura ensean firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvacin (DV 11). Este texto establece un itinerario hermenutico que va desde Dios al hombre para volver de nuevo a Dios a travs del hombre: Dios, en la Escritura, ha comunicado a los hombres la verdad salvfica firmemente, con fidelidad y sin error para que los hombres llegasen a El por medio del conocimiento de esa verdad. La realidad objetiva que instruye con autoridad divina viene especificada, por tanto, por una finalidad, tambin querida por Dios: ha sido escrita para nuestra salvacin. Estos dos aspectos verdad y fin salvfico de algn modo son inseparables, y la misma Escritura hace a menudo mencin conjunta de ellos. As lo expresa un conocido texto de san Juan: [Estas cosas] han sido escritos para que creis a Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengis vida en su nombre (Jn 20,31). Se trata de creer en Jess para tener la vida en su nombre. Es la misma enseanza que expone san Pablo en 2 Tm 3,16-17: Toda escritura inspirada por Dios es til para ensear, para argir, para corregir y para educar en la justicia; as el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena. Es el texto que utiliza la Dei Verbum al hablar de la finalidad de la Biblia. El Espritu Santo, por tanto, ha querido la Biblia para un fin digno de su actuar: para que el hombre, conociendo las verdades fundamentales sobre Dios y sobre s mismo, encontrase la felicidad que solo est en el goce del Sumo Bien. Este es el tema de los libros sagrados: cada verdad que afirman, cada realidad que relatan, tambin aquellas aparentemente profanas, ha sido consignada para nuestra instruccin. Se sigue que cualquier lectura de la Biblia debe estar orientada al conocimiento de Dios y a la salvacin del hombre. Es el criterio que cualquier esfuerzo exegtico debe asumir como premisa de estudio. San Agustn lo precisaba del siguiente modo: Quien piensa que ha comprendido las Escrituras divinas o cualquier parte de ellas, si con16

esa comprensin no consigue alzar el edificio de esta caridad doble, de Dios y del prjimo, no las ha comprendido todava. Ahora bien, puesto que el hombre se encamina hacia Dios por la gracia, todo lo que est contenido en los textos inspirados se propone en orden a la gracia. Un texto del Doctor Anglico, aplicado a los evangelios ofrece una clara explicacin de este principio teolgico. As afirma: En el texto del santo evangelio se encuentra solo lo que se refiere a la gracia del Espritu Santo, enseando tanto a disponernos a ella como a utilizarla. Para disponer el intelecto a recibir la fe, virtud por la que se nos concede la gracia del Espritu Santo, en el evangelio se contiene todo lo que pertenece a la manifestacin de la divinidad y humanidad de Cristo. Para disponer el afecto [a las realidades divinas], se encuentra cuanto se refiere al desprecio del mundo; porque el mundo, es decir, quienes aman el mundo, no pueden recibir el Espritu santo (Jn 14,17). El uso espiritual de la gracia consiste en las obras de las virtudes, a las que los libros del Nuevo Testamento exhortan de muchos modos. En definitiva, el gran bien que ofrecen los textos bblicos se puede sintetizar diciendo que ellos disponen el intelecto, la voluntad y todas las fuerzas humanas a la gracia, enseando el modo de vivir sus exigencias.

REFLEXIONES PEDAGGICAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Contiene la Biblia verdades naturales o slo sobrenaturales? Si la respuesta anterior es afirmativa, d algunos ejemplos. Qu tipo de verdades sobrenaturales contiene la SE? En qu consiste la diferencia tomista entre verdad per se y per accidens? Cmo son las verdades sobrenaturales del AT? Y las del NT? Cul es la finalidad de la SE? La SE tiene eficacia por s misma?

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CAPTULO V PERENNIDAD E INMUTABILIDAD DE LA BIBLIA El Concilio Vaticano II ha expuesto una enseanza sobre el valor inmutable y siempre actual de los libros bblicos de gran importancia teolgica y doctrinal. Estos conceptos han aparecido en diversos momentos de nuestro estudio, sin embargo, conviene ahora considerarlos ms de cerca. Hay dos textos de la const. dogm. Dei Verbum que resultan de especial inters. El primero, de DV 14, afirma: La economa de la salvacin preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: Pues todo cuanto est escrito, para nuestra enseanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolacin de las Escrituras estemos firmes en la esperanza (Rm 15,4). El otro texto, de carcter ms general, aparece en DV 21, numero dedicado a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. All se dice: [La Iglesia] siempre las ha considerado y considera (habuit et habet), juntamente con la Sagrada Tradicin, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espritu Santo en las palabras de los Profetas y de los apstoles. Si el primer texto subraya principalmente el aspecto dinmico de la Biblia, pues pone en evidencia la perenne actualidad del Antiguo Testamento, el segundo insiste sobre la estabilidad, pues seala que la actualizacin de la verdad contenida en los libros sagrados se debe realizar de modo homogneo, aplicndola de modo que se conserve ntegra e inmutable la palabra de Dios escrita. Este segundo texto acenta, por tanto, la inmutabilidad de la palabra bblica inspirada. 1. Perennidad: Perennem valorem servant (DV 14) Para comprender el trmino perenne aplicado a los libros bblicos, podemos comenzar por plantearnos dos preguntas: Cul es el fundamento de esta perennidad? Y cul es su significado preciso? Con respecto a la primera pregunta, DV 14 precisa que el valor perenne de la Biblia encuentra su fundamento ltimo en el hecho de la inspiracin bblica: quapropter hi libri divinitus inspirati perennem valorem servant. Es decir, la realidad primaria y fundamental segn la cual Dios, cuya sabidura eterna todo lo contempla, es el autor principal de la Sagrada Escritura, es el motivo radical por el que los libros del Antiguo Testamento gozan de un valor perenne. El razonamiento se puede extender, evidentemente, a los libros del Nuevo Testamento. Con respecto a la segunda pregunta, la respuesta la ofrece DV 14 a partir de un texto de san Pablo, Rm 15,4: Pues todo cuanto est escrito, para nuestra enseanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolacin de las Escrituras estemos firmes en la esperanza. La eleccin de este texto resulta es significativa. El apstol se refiere a la utilidad, no de este o aquel otro pasaje de la Escritura, sino que precisa: quaecumque enim scripta sunt, indicando as que cualquier texto de los libros sagrados posee una enseanza para la vida cristiana: nada queda al margen ni carece de significado, pues todo ha sido escrito para que estemos firmes en la esperanza. Puede ocurrir, sin embargo, que dicho significado permanezca como oculto; por ejemplo, resulta evidente que en el Antiguo Testamento hay imperfecta e temporalia (DV18

15: cosas imperfectas y temporales) que parecen haber perdido todo valor. Las leyes ceremoniales del Antiguo Testamento, en efecto, no poseen ni fuerza ni autoridad normativa en la nueva economa por haber perdido su carcter preceptivo despus de la redencin realizada por Cristo. Sin embargo, esto no anula la perennidad de esos textos, que continan a poseer una enseanza siempre vlida. En el caso de las leyes ceremoniales, aunque tales leyes no rigen, los ritos de la antigua economa que tales leyes regulaban poseen un valor perenne, en cuanto que gozan tambin ahora de un significado proftico y tipolgico en relacin a Cristo y al reino mesinico. Por eso afirma DV 15, a propsito de los textos del Antiguo Testamento: Los cristianos han de recibir devotamente esos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabidura salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oracin, y en los que, por fin, est latente el misterio de nuestra salvacin. 2. Inmutabilidad: Verbum ipsius Dei immutabiliter impertiant (DV 21) Perennidad e inmutabilidad son dos nociones que se compenetran. Cuando se dice que la Biblia contiene un mensaje perenne susceptible de ser actualizado y aplicado a cada poca, a cada hombre y a cada comunidad de hombres, no se est relativizando su mensaje, vinculndolo con circunstancias cambiantes. La capacidad de los textos bblicos de adaptarse a cada hombre y a cada situacin se realiza, de hecho, mediante una simultnea reconduccin de los hombres a la verdad eterna e inmutable que la Biblia ensea, pues su enseanza nunca cesa de ser vlida, siendo como es un mensaje eterno de Dios para todos los hombres. En el texto de DV 21 conviene subrayar dos ideas particulares. La primera es la mencin de la Sagrada Escritura junto a la Tradicin como regla suprema de fe para la Iglesia, tanto en el pasado como en el presente (habuit et habet). La Escritura, inseparablemente unida a la Tradicin viva de la Iglesia, ha sido, es y ser siempre la regla firme de fe para la Iglesia de todos los tiempos. La segunda idea es el modo en que DV 21 ha querido realzar el concepto de inmutabilidad, establecindolo sobre la nocin de inspiracin bblica, fundamento radical de la inmutabilidad de los libros sagrados: [Las Escrituras] inspiradas por Dios y redactadas de una vez para siempre, comunican de modo inmutable la palabra del mismo Dios. Con esta formulacin se refuerza el concepto de inmutabilidad bblica: por tratarse de palabras que han sido inspiradas por Dios, su verdad no puede cambiar; puede, s, ser actualizada e inculturizada en la vida de los hombres y de las naciones. En lo que se refiere al Antiguo Testamento, conviene sealar ante opiniones antiguas y modernas que se hacen eco del dualismo marcionista, que el Antiguo Testamento es una parte que no se puede eliminar de la Sagrada Escritura. Sus libros estn inspirados por Dios y conservan un valor perenne, ya que la Antigua Alianza nunca ha sido revocada. El Antiguo Testamento no es menos cristiano que el Nuevo; ambos constituyen de modo inseparable la Biblia, que la Iglesia acepta como normativa para la fe. 3. Actualizacin e inculturacin del mensaje de la Biblia De las consideraciones hechas se deriva una importante afirmacin: la Iglesia no considera la Biblia como un conjunto de documentos histricos, que se refieren a sus orgenes, sino que la acoge como la palabra de Dios dirigida a ella y al mundo entero, en el tiempo presente. Se trata de una conviccin de fe en la universalidad de la palabra bblica, de la que derivan algunas consecuencias fundamentales, entre las que se encuentran: la actualizacin del mensaje bblico, su inculturacin y el modo en que hay que utilizar los textos inspirados en la liturgia, en la lectio divina, en el ministerio pastoral, en el movimiento ecumnico, etc. Sobre los dos primeros temas nos detenemos ahora brevemente, dejando el ltimo para el captulo relativo al uso de la Escritura en la Iglesia.19

El mensaje bblico, en efecto, es susceptible de ser interpretado y actualizado, es decir, de ser separado, al menos parcialmente, de su acondicionamiento histrico del pasado, para ser transplantado a las condiciones presentes. Para la correcta actualizacin del menaje bblico, conviene tener presente algunos principios fundamentales que definen su alcance teolgico y sus caractersticas. La actualizacin: a) es posible, porque el texto bblico, debido a su plenitud de significado, tiene valor en todas las pocas y en todas las culturas []. El mensaje bblico puede al mismo tiempo relativizar y fecundar los sistemas de valores y las normas de comportamiento de cada generacin; b) es necesaria, porque, aunque el mensaje [bblico] tiene un valor duradero, los textos de la Biblia han sido redactados en funcin de circunstancias pasadas y en un lenguaje condicionado por diferentes pocas []. Esto presupone un esfuerzo hermenutico que busque discernir, a travs de los acondicionamientos histricos, los puntos esenciales del mensaje; c) debe respetar el dinamismo de la Biblia, es decir, debe tener en cuenta constantemente el complejo de relaciones que existen, en la Biblia cristiana, entre el Nuevo Testamento y el Antiguo, por el hecho de que el Nuevo se presenta como cumplimiento y superacin del Antiguo; d) se realiza gracias al dinamismo de la Tradicin viva: En la actualizacin, la Tradicin realiza un doble papel: por una parte, proporciona proteccin contra las interpretaciones aberrantes y, por otra, asegura la transmisin del dinamismo original; e) la actualizacin no significa, por tanto, manipulacin de los textos, no se trata de proyectar sobre los escritos bblicos opiniones o ideologas nuevas, sino que se trata de buscar con sinceridad la luz que contienen para el tiempo presente. As como la actualizacin es la capacidad inherente al texto sagrado, por ser palabra de Dios, de conservar su fecundidad tambin a travs de los cambios de las pocas, la inculturacin surge de una conviccin anloga respecto a la diversidad de lugares: el fundamento teolgico de la inculturacin es la conviccin de fe de que la palabra de Dios trasciende las culturas en las que ha sido expresada y tiene la capacidad de propagarse en las dems culturas, de modo que puede alcanzar a todos los seres humanos en el contexto cultural en el que viven. La propagacin del mensaje bblico se ha realizado desde el inicio tanto en Oriente como en Occidente, y, gracias a ella, el cristianismo se ha difundido en todas las naciones. Este hecho aparece atestiguado ya en la misma Biblia. As, el Nuevo Testamento, escrito en griego, traspas a la cultura judeo-helenista el mensaje palestino de Jess, manifestando con ello una voluntad clara de superar los lmites de un ambiente cultural nico. La primera etapa postbblica de la inculturacin se realiz con la traduccin de la Biblia a las diversas lenguas, lo que conllevaba un cambio de contexto cultural; la inculturacin se ha completado despus con la interpretacin del mensaje bblico y con su aplicacin a todas las dimensiones de la existencia humana: oracin, trabajo, vida social, costumbres, legislacin, ciencia, arte, pensamiento, etc. REFLEXIONES PEDAGGICAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Qu textos de Dei Verbum se refieren a la perennidad e inmutabilidad de la SE? Qu significa que la SE sea perenne? Cul es el fundamento de la perennidad de la Biblia? Inmutabilidad y perennidad es lo mismo? Cmo se relacionan estos conceptos? En qu consiste la inmutabilidad de la SE? El mensaje de la Biblia puede ser actualizado? Qu principios han de tenerse en cuenta para ello? Qu significa inculturacin?20

II.- EL CONTEXTO DE LA BIBLIA: EL MUNDO BBLICO. Bibliografa: A.A.V.V.: La Biblia en su entorno. Estella, Verbo Divino, 1992 pp 19-71; ATLAS BIBLICO OXFORD Madrid-Estella, Paulinas-Verbo Divino, 1989; BROWN,R.E,-FITZMYER,J.A.-MURPHY,O.: Comentario Bblico S.Jernimo. Madrid, Cristiandad, 1986, pp. 347-445; DE VAUX, R.: Historia Antigua de Israel. Madrid, Cristiandad, 1975, 2 vols; GONZLEZ ECHEGARRAY, J.: El creciente frtil y la Biblia. Estella, Verbo Divino, 1991; GONZLEZ LAMADRID, A.: La fuerza de la tierra. Geografa, Historia y Teologa de Palestina. Salamanca, Sgueme, 1981; NOTH, M.: El mundo del Antiguo Testamento. Madrid, Cristiandad, 1976, pp 1-186; RHYMER, J.: Panorama du monde biblique. Paris, Cerf, 1985, pp 8-44. 2.1.- La Tierra Santa, el pas de la Biblia. Geografa y arqueologa. 2.1.1.-Introduccin. La relacin de Dios con los hombres tiene unas coordenadas espacio-temporales, se produce a lo largo de la historia y en un lugar preciso. Dios se comunica y revela a un hombre concreto, perteneciente a una raza y pueblo ms o menos bien definidos. El lugar y tiempo de este dilogo posee tambin su relevancia. Todos estos datos condicionan y posibilitan el testimonio escrito de la revelacin: son los aspectos humanos, la colaboracin del hombre al plan de Dios. Aspectos que se expresaran con lenguaje humano pero que reflejan una profunda experiencia que llega a ser Palabra de Dios. Lo que en un primer trmino descubrimos como palabra de hombre se convierte as en mensaje divino para la humanidad. En la Teologa de la Encarnacin el lugar no es un simple dato positivo y descriptivo, es una verdadera revelacin. Qu la "encarnacin" de Jess se produzca en Nazaret, que nazca en Beln de Jud, que su muerte y Resurreccin se produzca en Jerusaln; no son simples escenarios sino espacios cargados de Teologa y sentidos. En este apartado nos ocuparemos del contexto geogrfico remoto y prximo de la Biblia, para ello debemos situarnos en el Medio Oriente y ms concretamente en la llamada "Tierra Santa". La media luna frtil Como ya sabemos, el Medio Oriente, a pesar de las no excesivas dimensiones de su territorio, es un espacio geogrfico privilegiado de culturas muy significativas en la antigedad. Son muchos los que ven el nacimiento de la escritura alfabtica entre los fenicios, incluso son evidentes los importantes avances en medicina obtenidos por los sacerdotes egipcios, etc. Los progresos en la astrologa, las ciencias, la agricultura, la literatura ,etc; estn tambin muy ligados a esta parte del mundo. Estratgicamente situada en el globo, esta regin, es encrucijada entre el lejano Oriente, frica y Europa, es un punto de contacto y conflictos entre pueblos. Sirios, egipcios, pueblos mesopotmicos, cananeos, fenicios, etc; habitarn esta gran regin manteniendo entre ellos diversos tipos de relacin blica o pacfica, segn la poca en la que nos encontremos. En este universo, el medio fsico tiene relevancia: los ros, el desierto, la montaa y los lugares de paso; no son slo escenarios de las narraciones, adquieren una gran importancia, incluso teolgica. Todas estas dimensiones o realidades de un modo u otro estarn presentes en la Biblia, en la cual hay un importante legado de tradiciones culturales y religiosas de diversos pueblos, no slo el hebreo. En distintas etapas de la historia, el cercano Oriente se ha ido convirtiendo tambin en la cuna de la civilizacin de tres grandes culturas y religiones actuales: judasmo, cristianismo e Islam. Las tres, quizs21

condicionadas por el medio en el que nacen, tienen como base y meta de su experiencia religiosa un "libro sagrado". En cada una de sus "sagradas escrituras" aparecen continuas referencias a lugares de este espacio fsico, referencias que en ocasiones se convierten en autnticas reflexiones teolgicas, la geografa deja de ser simple espacio para convertirse en lugar privilegiado de la presencia divina. Para la comprensin del mundo descrito por la Biblia, es imprescindible tener unos mnimos conocimientos de las dos grandes reas geogrficas del Medio Oriente: Egipto y Mesopotamia ( que como indica su nombre significa tierra entre ros, es decir, territorio entre el Tigris y el Efrates). La relacin mantenida entre Egipto y Palestina queda perfectamente reflejada a lo largo del AT en las narraciones sobre: Abrahm, Jos, Jacob, Moiss,... incluso en la poca de los profetas con sus continuos orculos y referencias al pas del Nilo. El mundo sapiencial israelita debe mucho al influjo egipcios a nivel temtico y de composicin literaria. Pero no slo las referencias bblicas recogen esta comunicacin, la arqueologa y la historia nos revelan la presencia hebrea en Egipto y viceversa. Especialmente el delta del Nilo es la zona elegida por los palestinos, mientras que las ocupaciones egipcias en Canan se extienden por todo el territorio, en especial, por la franja costera, esto es, por la llamada via maris . Lo mismo que ocurre con el caso anterior sucede con la relacin entre Canan y Mesopotamia. El pas entre dos ros, lleno de canales, regados, zigurats y obras hidralicas; ha inspirado gran cantidad del cuerpo legislativo hebreo, as como muchas de sus tcnicas agrcolas y narraciones literarias. Un nmero considerable de los mitos presentes en el Gnesis (Creacin, Babel, diluvio, antecedentes de Abram,etc) tienen sus antecedentes, o al menos paralelos, en relatos mesopotmicos antiguos. Tanto Egipto como Mesopotamia, as como el mundo cananeo, han marcado muchas de las distintas etapas histricas y polticas de Israel y han configurado el sustrato sobre el que se asienta el mundo bblico. Negar la posibilidad de conocer esta relacin conlleva limitar la profundizacin en el misterio humano de la Biblia. La Tierra Santa Formando parte de este universo territorial est nuestra "tierra santa", llamada tambin Palestina, Canan, Israel, Tierra Prometida... El conocer el clima y la geografa de esta lugar, nos permite entender muchos de los datos que la misma Biblia nos da. Los espacios dnde habita el hombre bblico, el tipo de casas, los utensilios domsticos, los diversos trabajos que se desempean, etc; estn influenciados y condicionados por los aspectos ambientales de climatologa y geogrficos. 2.1.2.- Geografa fsica de Palestina. Para establecer una descripcin de esta tierra caben diversos modelos explicativos, segn sea el punto geogrfico que se adopte como referencia. Si tomamos el ro Jordn como clave, dividiremos Palestina en tres zonas: Cisjordania, cuenca del Jordn y Transjordania. Por el contrario, si nos fijamos en otros parmetros orogrficos tendremos otras divisiones. No obstante, todas estas descripciones tienen algo en comn: unos lmites ms o menos precisos que deben conocerse. Dimensiones: Palestina, es un pequeo territorio que mide desde Dan, en el norte, hasta Berseba, en el sur, no ms de 269 Km, si inclumos la pennsula del Sina y Elat se llegara a los 380 Km; y su anchura no es tampoco muy extensa, unos 50 Km en el norte, desde la costa al Jordn, y unos 80 Km aproximadamente22

desde el Mediterrneo hasta el Mar Negro. La Transjordania no supera una anchura de 30 Km que se podran aadir a los anteriores, haciendo en las partes ms extensas un total de 110 Km. Teniendo en cuenta toda esta superficie, podramos considerar la Tierra Santa como una extensin de terreno similar a la provincia de Badajoz o de Murcia, esto es, unos 26.000 Km2. En sta podemos distinguir las siguientes zonas bien definidas: 1.- La zona costera: Se trata de la franja de tierra estrecha, formada por diversas llanuras que va desde el mar hasta las primeras estribaciones de las montaas de Jud. Al norte tiene como lmite Tiro y Sidn (El Libano) y al sur el desierto del Negueb. Es una tierra muy apta para la agricultura, y en ella prosperaron a lo largo de los siglos, salvo raras excepciones, grandes nucleos de poblacin asentados en ciudades. En la zona ms cercana al mar existen, sobre todo al sur de Jope y Ascaln, formaciones de dunas, que van desapareciendo segn se penetra hacia el interior del pas. Por sus condiciones geogrficas es una zona muy conflictiva, al ser corredor natural de comunicaciones y migraciones. Como paso obligado entre el sur y el norte, las principales batallas y guerras se entablan en este rea. Comercial y culturalmente es un rea muy activa y de gran riqueza econmica. Siendo salida natural al mediterneo nos abre al mundo de la navegacin y al intercambio, y en consecuencia el cultivo de las lenguas, al uso de las medidas de peso y longitud, al progreso de las ciencias, etc. Fenicios, cananeos, egipcios, los pueblos mesopotmicos, filisteos, etc; han sido habitantes de esta zona geogrfica. En ella destacan por su importancia geoestratgica, el monte Carmelo y las siguientes llanuras: Llanura de los filisteos, el valle de la Sefel (cuyo termino hebreo significa: tierra llana, llanura, llano), llanura de Sarn, llanura de Dor, llanura de Meguido, llanura de Aco (Tolemaida) y llanura fenicia. 2.- Las colinas occidentales o montaas de Efram y Jud. Comprende una extensin montaosa que recorre de norte a sur la Palestina como una columna vertebral. Es un conjunto montaoso no muy elevado, ejemplos significativos de esta afirmaciones son: el monte Garizn alcanza los 880 m, el Ebal 940 m, el Gelbo 497 m, ms al norte, en el valle de Yezrael, el Tabor se eleva hasta 588 m, etc. Entre la zona costera y esta cordillera se han formado numerosos valles no muy extensos pero muy aptos para la agricultura, especialmente para el cultivo del trigo, viedos, olivos, higueras y frutales. Estos lugares han servido como sedes de numerosos asentamientos urbanos, que han cumplido la funcin de ser puentes y contraste entre el mundo ms culto y refinado de la ciudad, y el rgimen ms pastoril y seminmada de la montaa, en la cual tambin, aunque ms escasas, se construyeron pequeas ciudades . Desde el punto de vista demogrfico esta regin montaosa ha sido el lugar de asentamiento de lo que conocemos como el pueblo de Israel. En ella se situa Samaria y Jerusaln las respectivas capitales de los dos reinos de Israel y de Jud, amn de un gran ncleo de poblaciones y santuarios de gran importancia para la Biblia. 3.- La fosa tectnica o depresin del Jordn. El cauce del Jordn discurre aprovechando una pequea parte de una gran fosa tectnica producida por fallas que tienen su origen en Turqua y se extiende a lo largo de frica llegando hasta Uganda, Tanzania y Kenia.23

El nacimiento de este ro tiene su origen en la unin de tres fuentes que brotan a los pies del gran monte Hermn de 2.759 m de altura. Estos tres cauces confluyen en el antiguo lago Hul, desde l, el Jordn comienza su rpido descenso que tiene como meta el mar Muerto, pero antes tiene que efectuar un breve pero tortuoso recorrido de unos 105 Km. Desde el lago Hul al lago de Genesaret (tambin Kinnret, o mar de Galilea), cuya distancia es de unos 16 Km, desciende el Jordn unos 200 m hasta situarse a unos 211 m bajo el nivel del mar. La pendiente es tal que el ro discurre a gran velocidad, este hecho sirve para justificar la explicacin de aquellos que ven en el nombre Jordn la etimologa o el significado popular: "el que desciende con fuerza". El mar de Galilea, centro de la regin que lleva su nombre, es una superficie acuosa de 21 Km de largo y 12 de ancho, siendo su profundidad mxima 40 m. Sus riberas han sido lugares privilegiados para la construccin en diversas pocas de infinidad de ciudades. Es uno de los lugares ms interesantes para comprender el NT, pues en sus orillas se desarrolla el ministerio galilaico de Jess y su vida con sus primeros discpulos. Al sur de este lago, se vuelve a iniciar de nuevo el cauce del Jordn que a partir de ahora formar un gran nmero de meandros hasta desembocar en su meta: el mar muerto. El ro alimentado por infinidad de torrentes, mantiene y acrecienta su cauce gracias a tres afluentes provenientes de la Transjordania. Se trata del Yarmuk, que se une al Jordn a su salida del mar de Galilea, el Yabboq, que desemboca a la mitad del recorrido del ro entre los dos mares, y el Arnn que vierte sus aguas directamente en el mar Muerto. En muchas zonas el ro atraviesa zonas desiertas o muy accidentadas. Por ejemplo, entre las montaas de Judea y el cauce del ro cuya distancia mxima puede ser de 20 Km, se tiene que superar un desnivel de unos 1400 m de altura, lo cual nos da un dato de las dificultades de comunicacin que se deben superar. Habitualmente los lugares de paso y caminos son los llamados "wadi", esto es, los cauces secos de las torrenteras que se forman en las estaciones de lluvias. El Jordn, como ya hemos recordado, muere en el mar Muerto, una gran concentracin de agua cuyas dimensiones son unos 85 Km de largo por 15 Km de ancho. Se trata de un peculiar mar que carece de vida y que tiene su superficie a unos 403 m bajo el nivel del mar y su fondo mximo se situa a unos 800 m por debajo del nivel marino. Es el mar del AT. 4.- Las montaas o meseta de la Transjordania. Situadas al este del ro Jordn hay una serie de colinas que forman una frtil meseta que separa el desierto del Jordn. Esta gran planicie conocida como los altos del Goln, est atravesada por los cauces de los principales afluentes del Jordn. En la parte superior de esta zona geogrfica se situa, ya en Siria ,la famosa ciudad de Damasco, principal nudo de comunicaciones y comercio de las caravanas que atravesaban de norte a sur y viceversa la tierra de Israel. Descendiendo en el mapa nos encontramos con la regin de Basn, muy conocida en el AT por su riqueza agrcola y ganadera, en especial, son famosas las vacas de Basn, animales usados por los profetas en sus crticas irnicas a las mujeres ricas de Israel (Am 4,1-3). Bajando an ms, est la tierra de Galaad y prosiguiendo el descenso se llega al territorio de Moab. 5.- El desierto del Negueb. Al sur de la costa y prolongando la zona montaosa de Jud aparece una nueva regin esteparia, transicin semidesrtica antes de entrar en el desierto de Arab y la pennsula del Sina. Esta regin limita24

con el pas de Edom, otra de las regiones cuya importancia en el AT es evidente (Am 1,11-12; Is 34; Jer 49,7-22; Ez 35...). El Negueb a pesar de su accidentada orografa no es un desierto vaco, es una zona en la que prosperaron los asentamientos coloniales cuya funcin era controlar y proteger el paso de caravanas y vigilar posibles movimientos blicos bien de invasiones o de incursiones. Un curioso pueblo, los nabateos, desarrollaron en este lugar una importante tecnologa de regados y cultivos que les permiti no slo habitar esta regin sino tambin obtener de ella importantes redimientos y beneficios agrcolas y mineros. 2.1.3.- El clima de la Tierra Santa. La climatologa palestina est muy influenciada por dos agentes geogrficos muy diferentes: el mar Mediterrneo y el desierto. mbos sirven de fronteras naturales a la estrecha franja que ocupa Israel y son a la vez las fuentes bsicas de su climatologa junto con las coordenadas geogrficas. Uno de los agentes atmosfricos ms interesantes para determinar el clima en esta zona del planeta es el viento. Si proviene del Mediterrneo, es decir, del occidente, suele traer consigo la lluvia; mientras que el viento del oriente que sopla del desierto provoca el buen tiempo y la sequa. Cualquier preponderancia de un viento u otro en un lugar determinar microclimas diferentes. As, por ejemplo, la transjordania, elevada como meseta por encima del desierto, recibe la benficas aguas que arrastran los vientos del mediterrneo, lo mismo ocurre con la Galilea, la sefel y otros valles que dadas sus caractersticas geogrficas estn abiertos al mediterrneo y reciben de l sus lluvias. No ocurre as con determinos lugares de la montaa de Efram y Jud sometidos al viento este. A lo largo del ao, Palestina tiene slo dos estaciones bien diferenciadas: la poca de las lluvias (el invierno) y la estacin seca (el verano), el resto de matices no son apenas perceptibles, aunque despus del calor excesivo del verano se producen una serie de lluvias tempraneras que facilitan el inicio de la cosecha y lo mismo sucede al final del invierno, antes del inicio del calor. Este tipo de precipitaciones en su justo momento y cantidad son muy necesarias para la mejora de la produccin agrcola. stacin clida. Esto no En Jerusaln, a modo de ilustracin, no es extrao que se produzcan nevadas y heladas en el de mnima pesar de que la ciudad oscila entre medias de 9 de mxima. Incluso a pocos Kms, en l de vacaciones y esto gracias a los vientos del Meditarrneo. 2.1.4.- Geografa y Teologa de la Tierra Santa. En el libro del Gnesis, al principio, cre Dios los cielos y la tierra. Ella es posesin de YHWH, como el mismo Dios nos dice en Lev 25,23: "Y la tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es ma, ya que vosotros sois para m como forasteros y huspedes". Dios no slo la cre sino que tambin model al primer hombre, como nos dice Gen 2,7a, del polvo de la tierra. De la tierra (adamah, en hebreo), Dios cre al primer hombre (adam). Los rabinos interpretando este texto situan el origen del hombre en la tierra modelada por Dios, la cual recibe su soplo de vida. Entienden "hombre" como un vocablo genrico y en vez de usar los trminos25

especficos bblicos (hembra, mujer; y hombre, varn); (issah, mujer). De este modo, continuan de hombre como , como la humanidad (Adam) de la tier races algunos explican el nombre de Israel, "hombre que ve a Dios) -yisraelMs adelante la tierra ser dada en heredad a los patriarcas, con el fin de formar un pueblo. Esta es la experiencia inicial de Abram (Gen 12) que se transformar en Abraham (Gen 17), y del resto de los patriarcas que recibi