interesante entrevista - bcn.cl interesante entrevista con un pastor evangélico secretariado...

69
ROBERTO GIL DE LA FUENTE Interesante entrevista con un pastor evangélico SECRETARIADO NACIONAL DE PRENSA EDITORIAL PROGRESO CATEDRAL 2 3 2 0 SANTIAGO DE CHILE 1 9 3 4

Upload: dinhtuyen

Post on 15-Oct-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

R O B E R T O G I L D E L A F U E N T E

Interesante entrevista

con un

pastor evangélico

SECRETARIADO NACIONAL DE PRENSA

E D I T O R I A L P R O G R E S O C A T E D R A L 2 3 2 0

S A N T I A G O D E C H I L E

1 9 3 4

R O B E R T O G I L D E L A F U E N T E

Interesante entrevista

con un

pastor evangelico

SECRETARIADO NACIONAL DE PRENSA

E D I T O R I A L P R O G R E S O C A T E D R A L 2320

S A N T I A G O D E C H I L E

1 9 3 4

Puede imprimirse

FRÉSNO, Vio. Gen.

FARIÑA, Sec.

Santiago de Chile, 16 - 7 - 1934.

SECRETARIADO NACIONAL

DE PRENSA

DE HA A. C.

Mi muy estimado, aunque desconocido, lector:

Muchas personas, a las que deseamos 'complacer, nos lian instado, con laudable empeño, para que las "interesantes entrevistas con un pastor evangélico" publicadas en hojas volante por e'l conocido intelec-tual don Roberto- Gil de la Fuente, miembro eminente de la A. C. d-e Concepción, y reimpresas por este Se-cretariado en la misma forma, sean recogidas en un folleto para difundirlo .copiosamente, parque ha de hacer, nos repiten, un bien inmenso.

Ailií encontrarán la verdad nítida y serena tantos hermanos nuestros extraviados, que la buscan de bue-na fe.

AJií encontrarán la reapuesta breve y acertada ma-chos católicos deseosos de responder las objeciones que les presentan los protestantes, llámense evangelistas, luteranos, calvinistas, adventistas, metodistas, etc., y a veces también los espiritistas, teósofos, judíos, y en ge-neral los enemigos de la Iglesia Católica, referentes principalmente a la Santa Biblia.

Quiera Dios bendecir de nuevo estas páginas ipara que todo efl que las lea reciba de Ell la sabiduría que dará 'copiosamente al que se la pida.

José Thomas Alarcón, S. J.

Santiago de Ohile, 16 de Julio de 1034 Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de Chile

INTERESANTE ENTREVISTA CON UN PASTOR EVANGELICO

1.a CONTROVERSIA

Ataques contra la Iglesia y feliz encuentro con

el Pastor

Hacía muchos días que deseaba conversar a solas con un pastor evangélico que, a la sombra de unas car-pas, levantaba su cátedra para atacar a la Iglesia ca-tólica, en ciertos barrios .populares de la ciudad.

No podía convencerme de que ese. hombre proce-diera de buena fe al alegar, como lo hacía, una serie de citas incoherentes de los Santos Libros, con las que deslumhraba al pueblo ignorante.

Por fin pude satisfacer mis deseos. Quiso la ca-sualidad, o mejor dicho, la Providencia, que lo encon-trara en la calle de Maipú, cerca de Lientar, y luego lo abordé.

—Desearía, señor, le dije, conversar con Ud. so-bre las conferencias que está dando en la carpa evan-gélica .

—Tendré mucho .gusto, contestó, en darle las ex-

plicaciones que Ud. desee. —Mil gracias. Y ¿dónde podremos juntarnos? —Esta misma nocihe en la casa contigua a la carpa.

Objetivo protestante: Destrucción da la Iglesia

A las 9 en punto, hora convenida, toqué a la puer-ta y me recibió el pastor amablemente.

Previos los saludos del caso, entramos en materia. —Por los discursos que le be oído y ,por las to jas

que Ud. retparte, <me doy cuenta de que Uds., los evan-gélicos, 110 se p r o p o n e n tanto propagar una doctrina o una fe, como destruir la doctrina y la fe que los cató-licos tienen en su Iglesia^.

—Efectivamente, respondió, hay mucho de eso. Queremos destruir para edificar. La doctrina evangé-lica no puede levantarse si primero no es destruida la Iglesia católica.

—Y en qué se fundan Uds. para tal empresa: —(Nos fundamos en nuestro único y gran funda-

mento: la Biblia. Esta nos enseña que Cristo quiere salvar a los hombres directamente por sí mismo y 110 por medio de una Iglesia.

—Pero ;¡si la li>ibiia enseña precisamente todo lo contrario! Y aquí era donde yo quería verlo, mi buen Pastor; porque Uds., que 110 predican más que la Bi-blia, deben conocerla y, conociéndola, es imposible que de buena fe pretendan apoyarse en ella para atacar a la Iglesia.

—Entonces, ¿yo procedo de ¡mala fe, como un hi-pócrita o un. farsante?

—Eso lo resolverá Ud. mismo, después que, con paz y tranquilidad, discutamos el punto.

—Muéstreme, me dijo algo azorado, en qué parU-

— 7 —

de la Biblia se lee que "nadie puede salvarse sino den-tro de la Iglesia católica".

—No SÓÍO eso le mostraré, le respondí, sino tam-bién otras palabras del Evangelio en que se condenan todas las inepcias que Uds. predican contra la Iglesia.

—Dejémonos de insultos y vamos a la cuestión. —Es lo que yo deseo. Cristo vino del cielo a sal-

var a los homares; ¡por eso el Evangelio lo llama el Salvador. Esta fué la misión que recibió del Padre: salvar a los homíbres de itodos los tiempos y de todos los lugares. Esto Uds. no lo niegan. Pero esta misión ¿la desempeña por sí mismo o la desempeña por me-dio de su Iglesia? Este es el punto. Uds. dicen que la desempeña por sí mismo...

•—Sí, me interrumpió, por sí mismo, y por eso 110 hay que ir ni al Papa, ni a los Obispos, ni a los sacer-dotes, sino a Cristo.

Verdad Católica: La salvación de la humanidad

por los Apóstales y s u s s u c e s o r e s

—Nosotros los católicos, proseguí, creemos que Cristo salva a la humanidad de todos los tiempos por medio de su Iglesia. La misión que él liabía recibido de su Padre se la comunicó a sus apóstoles, es decir, a su Iglesia. El partió para el cielo, y la Iglesia, ani-mada por El, continúa eu la tierra su misión salvadora a través de los siglos. Abra Ud. la Biblia en el ca-pítulo 20 de San Juan y lea: Como mi Padre me envió,

__ 8 —

así os envío a vosotros. Ya había resucitado y estaba para dejar la tierra. ¿Quién salvaría a los hombres f u . turosf ¿Quién perdonaría los pecados? Siga leyendo: Recibid el Espíritu Santo: Quedan perdonados los pe-cados aquellos a quienes los perdonareis; y quedan re-tenidos a los que se los retuviéreis. Luego son los após-toles, es decir, la Iglesia, la que va a perdonar o a re-tener los pecados. Y para que pueda juzgar cuáles ha de perdonar y cuáles ha de retener, necesita primero conocerlos y de allí la necesidad de la confesión. Por eso los apóstoles exhortaban a los que se convertían a la fe a que se confesaran: abra Ud. la Carta del Após-tol Santiago y lea en el capítulo quinto: Confesad el uno al otro (el penitente al sacerdote) vuestros peca-dos y orad el uno por el otro para ser salvos. Y que los primeros cristianos practicaban la confesión lo vemos en el Libro de los Hechos; ábralo y lea en el capítulo 19: Muchos de los que habían creído, iban a confqsar y manifestar sus obras.

¿Con qué buena fe pueden Uds., le argüí, predicar y escribir, como aparece en la hoja que Ud. reiparte, que, "en lugar de la confesión al oído de un cura, ha-" remos la confesión del pecado a Dios, en nombre de " Jesús, conforme a su palabra, que dice: ¿Quién pue-" de perdonar pecados sino Dios? Mar. 2, 7". ¿Son éstas palabras de Jesús? No, Señor; son palabras de los escribas y fariseos que andaban espiando a Jesús. Abra su Biblia y lea el pasaje de S. Marcos, que Ud. ha citado f raudulentamenteviendo Jesús la fe de

— 9

aquello» hombres, dijo al paralítico: Hijo, tris pecados te son perdonados. Había allí algunos escribas que de-cían en su interior: Quién puede perdonar pecados, si-no solo Dios? Mas, como Jesús penetrase al momento con su espíritu esto mismo que interiormente pensa-ban, díceles: ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados; o decirle: Levántate, to-ma tu camilla y camina? Pues, para que sepáis que el que se llama Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, Levántate, dijo al para-lítico, coge tu camilla y vete a tu casa. Y al instante se puso en pie, y cargando con su camilla, se marchó a su casa a vista de todo el mundo (Mare. 2, 5-¡l¡2).

Con este milagro probó Jesús el poder que tenía para perdonar los (pecados y ese mismo poder es el que trasmitió a la Iglesia cuando dijo a los apóstoles: Quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes los perdonareis; y quedan retenidos a los que se los retuviéreis (Juan, 21).

Sólo hay salvación en la Iglesia Católica

Para alcanzar el perdón de los pecados, según la Biblia, hay que ir a la Iglesia Uds., pues, al atacar la confesión están atacando a la Biblia y engañando al pueblo, poniendo en boca cíe Jesús las palabras im-pías de sus enemigos.

No suipo el pastor qué replicar a este punto; pero, fingiendo no darle importancia, me dijo con tono des-

— 10 —

preciativo: Poco importa que la Biblia hable o no ha-ble de confesión; en todo caso Ud. está muy"lejos de probar que "nadie puede salvarse sino dentro de la Iglesia católica".

—Ya no estamos tan lejos, le repliqué; vamos acercándonos. Ya Ud. tiene que convenir conmigo en que Jesús (perdona los pecados por medio de los sa-cerdotes; voy a probarle que las demás partes de su misión salvadora también las ejerce por medio de los sacerdotes.

Potestad, doctrina y Sacramentos

Abra su Biblia en el ca-pítulo 28 de San Mateo y lea: A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra: id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Ya les había dado la mi-sión de perdonar los pecados; ahora les comunica la misión de enseñar la fe que El ipredicó y de incorporar a los hombres por -medio del bautismo en su Iglesia. La verdadera fe y los verdaderos sacramentos quedan sólo en la Iglesia.

Ajbra de nuevo su Biblia en el capítulo 10 de San Lucas y lea estas palabras de Jesús, por las cuales identifica su predicación con la de los apóstoles y sus sucesores: El que escucha a vosotros, me escucha a mí; y el que desprecia a vosotros, a mí me desprecia. Y

— 11 —

quien a mí me desprecia, desprecia a aquel que me ha enviado (S. Lúe. X, 16).

La ipalabra, pues, que predican los enviados de Je. sus, que son los apóstoles y sus sucesores, es la pala-bra de Dios. Por eso San Pablo felicitaba a los prima-ros cristianos de Tesalónica que habían recibido la pa-labra de Pablo como palabra divina. Abra la Carta de este apóstol en el capítulo 2. o y lea: No cesamos de dar gracias al Señor, porque cuando recibisteis la pa-labra de Dics oyéndola da nosotros, la recibisteis no como palabra de hombre, sino, según es verdadera mente, como ¡palabra de Dios, que fructifica en vosotros que habéis creído.

De modo, pues, que segi'ui la Biblia, Jesús perdo-na los pecados por medio de la Iglesia, y administra los sacramentos por medio de la Iglesia y predica su palabra por medio de la Iglesia. Y Uds. andan pre-dicando que para alcanzar el perdón de los pecados y recibir la gracia y oír la palabra de Jesús, h a j que huir de la Iglesia o destruirla. ¿Les creeremos a Uds. o le creeremos a la Biblia?

¡Duración eterna de la Iglesia

—Pero, me contestó el pastor, esa misión que Je-sús dio a sus apóstoles no ha perdurado hasta hoy; hace ya siglos que la Iglesia católica varió en sus doc-trinas, «auubió de rumbos, se corrompió y hoy, lejos {le ser el eco de Jesús, es su mayor ejiemigo.

— 12 —

—Así lo dicen TJds., le repliqué, y lo dicen cor increíble desprecio de la verdad, pero otra cosa es lo que asevera la Biblia. Aquí podría deciros lo que dijo Jesús a los saduceos: Muy errados andáis, por 110 en-tender las Escrituras ni el poder de Dios (S. Mat. '22, 29). Son las Escrituras las que afirman que el poder infinito de Dios protege a su Iglesia para que nunca jamás caiga en el error o deje de cumplir su misión de Salvar a los hombres.

Afora otra vez su Biblia en el capítulo 28 de San Mateo y lea estas palabras: Estad ciertos que yo mis-mo estaré continuamente con vosotros hasta la consu-mación de los siglos.

"Estad ciertos", luego no puede haber duda ni te-mor alguno; "que yo mismo estaré con vosotros", lu€-go su poder infinito está*a nuestro lado; "continua-mente", luego esa ayuda poderosísima no nos faltará en ningún momento; "hasta la consumación de los si-glos", luego durará no sólo durante la vida de los apóstoles, sino durante la de todos sus sucesores, en la serie de los siglos futuros, hasta el fin del mundo.

Pero ¿sabe Ud. , lo que significa esa frase bíblica: Yo estaré con vosotros? Debería saberlo, porque esta frase se repite en la Biblia centenares de veces y siem-pre con el mismo sentido, es a saber, el éxito feliz, >1 triunfo de la misión o empresa que Dios encarga. Re euerde los tiempos de Moisés, Jeremías, Exequiel y tantos otros a quienes Dios les dijo: Yo estaré contigo. Pues a los apóstoles y sus sucesores hasta el fin del

— 13 —

mundo, les dio como garantía de que no fallarían en la misión de predicar la verdad y la virtud, su mismo infinito poder, su asistencia incesante.

Verdad de su doctrina

—¿De modo que, según esto, la Iglesia Católica no puede errar jamás en su predicación?

—Jamás, jamás, porque para que pudiera errar, sería necesario que Cristo no pudiera asistirla o no pu-diera impedir el error, cosas imposibles, porque El mis-mo dijo.- Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra (Mat. 28).

Pero no es esto todo. Abra de nuevo su Biblia eja el capítulo 16 de S. Mateo y lea: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ¡y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella. Aquí ve el Señor Jesús la multitud de enemigos que, inspirados y movidos por el demonio, van a atacar con ferocidad a su Iglesia durante la serie de los siglos; ve a los impíos, herejes, apóstatas, la prepotencia de los Césares, la fuerza de las pasiones, los ataques de los gobiernos sectarios; los vió a Uds., los protestantes con sus corifeos após-tatas, con sus Biblias truncas y mal interpretadas, con sus sectas innumerables, con sus doctrinas corruptoras, con sus hipocresías pérfidas, y después de verlos a to-dos dijo: ¡No prevalecerán contra la Iglesia! Yo es-taré siempre con ella! Y no sólo no prevalecerán sino que serán hechos pedazos; por eso dijo Cristo refirién-

— 14 —

dose a (los que, como Uds., atacan al Papa, que es la piedra fundamental de la Iglesia: Quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y ella hará añicos a aquel sobre quien cayese. Lea esta cita, que es especial para Uds., en su Biblia, en el capítulo 21 de San Mateo.

Innumerables c i tas de la Biblia sobre la Iglesia.

Primado da S. Pedro

Realmente, dijo el pastor, vale la pena de estudiar y 'comparar estas citas con las que suelen usar nuestros predicantes; pero se me ocurre esta duda: si fuera cierto todo lo que los católicos aseguran sobre la Igle-sia, ¿no sería natural que ella llenara el evangelio y que de ella hubiera hablado a menudo el Señor Jesús? Y sin embargo, apenas si se nombra.

—¿Aipenas si se nombra? ¡Si el evangelio está lle-no de ella! Para no ver la Iglesia hay que ser ciego, de aquellos a quienes se refería el Divino Maestro cuando decía: Toda planta que mi Padre celestial no ha plantado, arrancada será de raíz. Dejadlos: ellos son unos ciegos que guían a otros ciegos. Lea Ud., esta cita en su Biblia, en el capítulo 15 de S. Mateo; no sea cosa que luego sea arrancado de raíz.

Pues bien, mi buen pastor, leyendo el evangelio unp ve que casi toda su vida pública la empleó Jesús en fundar su Iglesia. Primero que todo pensó en elegir al que iba a ser la cabeza visible, la autoridad suprema, el fundamento firmísimo, que había de sostener la Igle-

— 15 —

sia a través de los siglos y puso sus ojos en Pedro. Apenas lo vio, le dijo: Tú eres Simón hijo de Joná: tú serás llamado Oefas, que quiere decir Piedra (Juan, I, 42). Después le explicó en forma más clara el ofifeio que él y sus sucesores, los Papas, habían de desempe-ñar en la Iglesia y le dijo: Y yo te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre l v tierra, será también desatado en los cielos (Mat. 16). Y, fi-nalmente, le cumplió la promesa y lo hizo el Pastor universal del rebaño, de los fieles y de los obispos, di-ciéndole: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Juan, 21).

Además de elegir a Pedro, eligió a los apóstoles, fundamentos también, verdaderos pastores, pero subor-dinados al principal. Y después que los eligió, estuvo formándolos para el apostolado durante los tres años de su vida pública. Yo soy, les decía, el que os he ele-gido y destinado para que vayáis y hagáis fruto y vues-tro fruto sea duradero (Juan, 15). Y después que los instruyó, y los informó en la virtud, y los llenó del Espíritu Santo, los mandó a predicar el evangelio por toda la tierra y, en la persona de sus sucesores los obispos, a través de todos los siglos, diciéndoles: Id, instruid a todas las naciones enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he enseñado. Y estad ciertos

— 16 —

que yo mismo estaré con vosotros basta la consumación de los siglos (Mat. 28).

¡ Qué a menudo hablaba de su Iglesia en sus predi-caciones! No la perdía jamás de vista. A veces la com-paraba con una gran casa, la casa de Dios, que deseaba ver llena de gente; a veces, con una gran ciudad, edi-ficada sobre un monte y adonde afluían los pueblos; a veces, con un •campo donde se siembra la buena semi-lla y donde también el hombre enemigo siembra la ci-zaña; a veces, con el aprisco donde se guardan las ovejas y donde no debe haber sino un solo pastor; y a veces, con una barca desde la que se echan las redes en el mar, y con un reino, el reino de Dios en el mundo.

En otras ocasiones se complacía en anunciar las dotes con que la iba a embellecer y la pintaba como una sociedad dotada de una unidad maravillosa, de una santidad eximia, de una expansión portentosa por toda la tierra y de una invariabilidad y estabilidad a que no pueden llegar las cosas humanas. Estas prerrogati-vas serían otros tantos sellos de su divinidad.

S. Pablo a los Efesios

Todo el evangelio está lleno de la Iglesia. Cristo, dice San Pablo, amó a su Iglesia y se sacrificó por ella... a fin de hacerla comparecer delante de él llena de glo-ria, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino sien-do santa e inmaculada (Ef. 5).

Tal formó Cristo a su Iglesia: la heredera de su

— 17 —

misión, la distribuidora de sus gracias, la propagadora de su doctrina, la administradora de sus sacramentos, la salv?Jüiora del mundo. Así lo dice la Biblia.

Quien está fuera de la Iglesia no puede recibir ni doctrina de Cristo, ni las gracias de Cristo, ni la sal-vación de Cristo; y fuera de él no hay que buscar la salvación en ningún otro (Hech. 4).

Para salvarse hay, pues, que estar dentro de la Iglesia de Cristo.

Piense, señor pastor, pn estas verdades de la Bi-blia; medítelas, deje a un lado sus preocupaciones y abrácelas sin miedo ni cobardía.

Y nos despedimos hasta una nueva entrevista.

2.a CONTROVERSIA

l a Sagrada Eucaristía, prueba de infinita amor

dada a su iglesia

Preocupado de mis negocios, marchaba pausada, mente por la calle de Maiipú, cuando llega a mis oílJos una voz conocida que me dice:

—Don Roberto, don Robevlo, que el Señor Jesús lo guarde.

—Y lo mismo a Ud., don Jaeobo. —líaos días que lo buscaba y ahora celebro mu-

cho el encontrarlo. —Y yo no menos. No pocas veces he pensado en

Ud. y en nuestra primera entrevista, temiendo se liu-

— 18 —

biera Ud. disgustado conmigo por la® cosas que le dije. —Nada, nada de eso; por el contrario, las discu-

siones tranquilas y fundadas en la BibJia me encantan. Deseo sinceramente conocer la verdad.

—Ese deseo se lo da el Señor. Siga adelante y lle-gará a poseer la verdad. ¿Y lia pensado en lo que le dije en nuestra entrevista?

—-Sí que lo he pensado. "Ud. me decía que el Se-ñor Jesús había dejado en manos de la Iglesia el poder de perdonar y el poder de predicar, y que le había prometido asistirla siempre. He leído y vuelto a leer los textos de la Biblia que Ud. me citó, y realmente le confieso que estoy viendo en ellos algo que antes 110 había visto.

—Y verá cosas aun mayores.

—La Biblia tiene tan diversas interpretaciones que uno no sabe cuál seguir. Además nuestros predican-tes, por sistema, no quieren oir las interpretaciones de los católicos; las tienen condenadas de antemano. Mi sorpresa proviene de que ahora las estoy oyendo por vez primera.

—Ud. se ha sorprendido porque ha visto claro en el Evangelio que esa Iglesia Católica, despreciada pol-los protestantes, fué tan amada y favorecida por el Señor Jesús, que llegó a constituirla en heredera de sus gracias, de sus enseñanzas y de su misma misión de salvar al mundo. Pero, ¡,cuál va a ser su sorpresa si yo le digo que esta herencia es pequeña en compara-

— 19 —

eión de otra que le dejó como argumento especial de su amor infinito?

—¡Cómo! ¿Pudo aun dejarle una cosa mayor? —Le dejó una cosa infinitamente mayor: una «osa

en.que agotó toda su omnipotencia, porque siendo Dios no podía hacer nada más grande, ni más perfecto, ni de mayor sabiduría.

—¿Qué cosa es esa? —Se dejó a sí mismo, real y verdaderamente, con

su divinidad y su humanidad, como alimento divino, como oblación y víctima perpetua, como renovación constante de todos sus misterios. Y este don infinito

lo 'dejó a su Iglesia para que ella lio repartiera y con. í'l hiciera felices a su« hijos. Es la divina Eucaristía.

Presencia real da Jesucristo en la Eucaristía

—¡ Pero eso es enteramente increíble! —•¿increíble? ¿Y si J.a Biblia lo dice? —La Biblia no lo dice; ella 110 nombra siquiera

ta Eucaristía. Sólo en una parte habla de un pan que es cuerpo de Cristo, pero eso se entiende^ naturalmen-te, «amo una comparación entre c¿ pan y el cuerpo del tó'eñor.

—¿Y si yo la demostrara evidentemente que la Biblia habla, no en una sola parte, sino en muchas partes, de este uon divino, y que habla •clarísimamente, no de una comparación, sino de una conversión del pan en el cuerno de Cristo? ¿Seguiría IJd. la Biblia y creería en ese misterio?

— 20 —

—Yo sigo la Biblia. Si efectivamente enseña esa misterio, yo creeré en él. Hasta ahora no he encon-trado en ella tal enseñanza.

—Pues yo se la voy a mostrar. Yaya a buscar su Biblia y venga a mi oficina, donde lo espero.

Un rato después, el pastor don Jacobo llegaba a mi oficina, armado de su Biblia y algo temeroso de que, como en la entrevista pasada, fuera a quedar en descubierto su ignorancia de los Libros Santos.

—Uds. lo« protestantes, comencé por decirle, 110 saben lo que han perdido rechazando la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Perdieron lo que constitu-ye el mayor consuelo, el principal goce y la más dulce esperanza de -la religión. Perdieron la riquísima he-rencia y la prenda o garantía del ciclo que nos dejó el Señor y quedaron desheredados, tristes y sin espe-ranzas de felicidad cumplida. Sus iglesias son salas frías, sin altar, sin tabernáculo, sin culto, sin amor, porque allí no está Jesús; en las nuestras, porque El nos preside y nos acompaña, todo es cariño, ternura, esperanza y consuelo. Cierto es que a algunos de los corifeos del protestantismo, como si comprendieran el mal que se iban a hacer, les costó no poco predicar contra la Eucaristía. Lutero s-e resistió a hacerlo, a\m-que ya estaba muy lejos de Dios. Cuando Carlostadio publicó un libro contra las palabras de la consagración, asegurando que esa falsa interpretación se la había revelado el Padre Celestial, Lutero salió a defender la

— 21 —

Eucaristía con otro libro que, burlándose, intituló: "Contra los Profetas Celestiales". Después comenza-ron todos a buscar nuevas interpretaciones, a cual más falsa y ridicula. En el año lñ77 ya se contaban ¡más de doscientas.

—Bien, me interrumpió don Jacobo, pero no he-mos venido a tratar de historias antiguas; vamos al grano, es decir, a la Biblia.

—Tiene Ud. razón, amijio; me dejé llevar de mi compasión para con tantos infelices; perdone y va-mos al grano.

—Ud. me dijo que en muchas partes de la Biblia se habla de un pan misterioso, que no es pan, sino el cuerpo real de Cristo.

Figuras

—Es verdad: así se lo digo y voy a probárselo. Tratándose de un don tan excelente y tan misterioso, era natural que de él se hablara en varias partes de los Santos Libros. Y mire Ud. con qué divina peda-gogía quiso Dios enseñarnos este misterio: primero nos propuso su figura, después nos hizo su promesa, y fi-nalmente lo llevó a cabo, realizando la figura y cum-pliendo la promesa.

—'No entiendo eso de figuras de la Biblia. —Pues, se lo explico. El Antiguo Testamento es

una figura del Nuevo. Lo dicen San Pablo en ila Epís-tola 1.a a los Corintios, capítulo X, versículo 11. Lea Ud. la cita en su Biblia: "Todas estas cosas que le su-

— 22 —

cedían (ai pueblo de Dios) eran unas figuras, y están escritas para nuestra instrucción". A menudo Nues-tro Señor y los Apóstoles en el Nuevo Testamento des-cubren y aplican las figuras del Antiguo. • Recuerdo lo que dice San Pablo en su carta a los de Galaeia so-bre Ismael, nacido de Agar, que era figura de la ley Antigua y sobre Isaac, nacido de Sara, que era figura de la Ley Nueva. Abra su Biblia y lea en el lugar ci-tado: ''Todo lo cual fué dicho por figura S alegoría".

—¿Y hay verdadera« figuras de la Eucaristía?

—Sí que las hay y no pocas. Me ¡imitaré sólo a algunas. Abra su Biblia en el capítulo 14 del Génesis y lea ese famosísimo encuentro del rey Salem, Mel-quisedec, con Abraham, cuando éste volvía victorioso de los reyes coligados. Aparece ese rey y sacerdote misterioso, ofreciendo un nuevo y desconocido sacri-ficio de pan y de vino. Los Santos Libros enseñan que Melquisedec ofreciendo el pan y el vino, es la figura de Cristo que ofrece su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino.

—Pero, ¿cómo se prueba eso? —Siempre por la Ditolia. Abra en el Salmo 109

y lea las palabras que el Padre dijo a su Hijo Jesús. Juró el Beñor y no se arrepentirá, diciendo: "Tú eres sacerdote sempiterno, según el orden de Melquisedec". Y comentando esías palabras San Pablo, en su Epísto-la a los Hebreos, lia-ce notar cómo Cristo no es sacer-dote según el rito de Aarón, para inmolar animales, sino según Melquisedec, que ofrece un sacrificio mis-

23 —

terioso e incruento de pan y vino. ¿Puede estar más claramente figurado el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo, bajo las especies del pan y del vino? Lea todo el capítulo VI de esa Epístola y quedará Ud. maravillado.

—2 Y a esto se reducen las figuras de la Euca-ristía t

—Hay muchas otras más: aquel manjar misterio-so, llamado el maná, que caía del cielo al amanecer, blanco como el pan, que sabía a gustos exquisitos, del cual dijo Moisés a los israelitas: "Este es el pan que el Señor os ha dado para comer", como lo trae el ca-pítulo 16 del Exodo, y del que dijo Nuestro Señor cuando prometía el pan divino figurado por el maná: "Moisés no os dio pan del cielo, mi Padre es quien os da a vosotros el verdadero pan del cielo", como se lee en Juan, 6, 32.

—'¿Quiere ver otras figuras tan claras como éstas? Recuerde la sangre que derramó Moisés para sellar el Testamento Antiguo, como se describe en el Exodo, 24, y que figuraba la sangre de Cristo con que se iba a sellar el Testamento Nuevo, y que lo selló el mismo Cristo cuando, en la noche de la cena dijo: Este es el Testamento Nuevo en mi sangre-', como Ud. lo lee en Mateo, 26. Recuerde aquel cordero pascual, del que se habla en el capítulo 12 del Exo'ito, que había de ser comido por los que estaban en torno de la mesa y vea • a Jesucristo, verdadero Cordero de Dios, cuando en la cena les da a los apóstoles su carne en comida y su

sangre en bebida. Recuerde aquellos blanquísimos pa-nes de la proposición que se colocaban en un altar de oro delante del santuario y que no podían ser comidos sino ¡por personas puras y santas, de que se nos lxabla en el capítulo 40 del Exodo. Y, finalmente, para no citarle más figuras, recuerde aquel pan misterioso que un ángel le mostró a Elias en el desierto, y con cuya comida se sintió éste tan fortalecido, que piído caminar cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al monte de Dios, como se lee el tercer libro de los Reyes, ca-pítulo 19.

—Bueno, dijo don Jacobo, basta de figuras. Cisr-to es -que hay algunas analogías, pero «i no hay -más que esto, 110 salgo d;e la d\)Ja.

•—Es que ¡hay mucho más que esto, He respondí. Pasemo sa ver en la Biblia la gran promesa de la Eu-caristía .

Promesa

-—Acerqúese, don Jacobo, le dije, y abramos nues-tras Biblias en el capítulo VI de San Juan. Ya Ud. no va a ver figuras ni sombras, sino palabras claras como la luz meridiana. Va a hablar el Divino Maestro y va a anunciar a sus discípulos y al pueblo el gran re-galo que pensaba hacerles al fin de su vida. Pero, an-tes de anunciar ese misterio quiso hacer un portentoso milagro, que fuera como una última figura do la Eu-caristía.

•—¿Otra vez seguimos con figuras"?

— 25 —

—No se enfade. Lea conmigo la primera parte del capítulo y contemple el hermoso espectáculo de la multiplicación de los panes en el desierto. Mire la mu-chedumbre sentada en aquella suave colina cubierta de pasto; oiga a Felipe que dice: ni con doscientos dena-rios habría para dar un bocado de pan a tanta gente; vea cómo descubren a un muchacho que tenía cinco panes y dos peces; admire al Maestro que toma en sus manos los cinco panes, levanta sus ojos al cielo, da gracias a su Padre celestial y, por medio de sus após-toles, comienza a repartirlos entre los que están sen-tados; y de sus manos van pasando a las de las após-toles, sin cesar, sin disminuirse, sin acabarse, como si el canasto no tuviera fondo; y todos comen, y todos se sacian, y todos se llenan de alegría; y se recojen las sobras y con ellas se llenan doce canastos, como doce eran los apóstoles.

—Y ahora, dé vuelta ¡a hoja y oiga a Jesús que va a hablar de otro pan misterioso, que se va a mul-tiplicar aun más maravillosamente. Vosotros me bus-cabais, dice a esa muchedumbre entusiasmada, porque os he dado de comer con aquellos panes; yo os daré un manjar que no se consume, sino que dura hasta la vida eterna (versículo 27); yo os (Jaré un verdadero pan del cielo, un pan de Dios, porque pan de Dios es aquel que ha descendido del cielo y que da la vida al mundo (versículo 33); yo os daré un pan de vida, pues yo soy el pan dg vida, el que viene a mí no tendrá

— 26 —

hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás (ver-sículo 35).

—Lea ahora, don Jacobo, en los versículos 41 y 42, las murmuraciones de los judíos, muy parecidas a las de los protestantes: Los judíos entonces comenza-ron a murmurar de él, porque había dicho: Yo soy el pan vivo, que he descendido del cielo, y decían: ¿No es éste aquél Jesús, hijo de José, cuyo padre y cuya madre nosotros conocemos? pues, ¿cómo dice él: yo he bajado del cielo?

—Oiga ahora la respuesta de Jestís y tómela como para Ud. : No andéis murmurando entre vosotros. En verdad os digo: Yo soy el pan de vida; éste es el ¡pan que desciende del cielo, a fin de que quien comiere de él no muera; el pan que yo os daré es mi misma carne, la que yo daré para la vida del mundo (vers. 48-52)

—Y mire, don Ja-cobo, el efecto que produjo en los judíos la declaración de que el pan que iba a darles era su propia carne. Dijeron que eso era increíble, co-mo lo han diciho Uds. ; se rebelaron contra él, como se han rebelado Uds . ; pidieron explicación, porque aquello no podía tomarse a la letra. Lea el versículo 53 : Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

—i¡Y qué contestó Jesús? Les dijo acaso, como han dicho muchos de Uds. : no os asustéis; es sólo una comparación en/tre el pan y mi carne? Lea conmigo lo que les dice: En verdad os digo que si no comiereis la

— 27 —

carne del Hijo del hombre y no bebiéreis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día: porque mi carne es Verdaderamente comida y mi sangre verdaderamente bebida. Quien co-me mi carne y bebe mi sangre, en mí mora y yo en él (versículos 54-57).

—Y aquellos incrédulos abandonaron a Jesús co-mo lo lian abandonado Uds., por no querer acap-tar esc misterio. Y Jesús permitió su aipostasía, y dirigién-dose a sus apóstoles, les preguntó: ¿Y vosotros tam-bién queréis retiraros? Y en nombre de ellos, contestó Simón Pedro, corno contestamos nosotros los católicos: Señor a ¿quién iremos? tú tienes palabras de vida eter-na: y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios (vers. 68-70).

—Don Jacobo estaba impresionado con la lectura de este capítulo cié San Juan. Es curioso, pensaba para sí, que el ¡Señor Jesús hable de comida y de bebida, y de un pan que es su carne, y de una bebida que es su saugre; y que prometa dar después este alimento mis-terioso. Esto no puede ser la fe, seguía diciéndole in-teriormente, porque en la fe 110 cabe distinción entre comida y bebida; y además la fe ya existía en tiempo de Cristo y aun antes que él viniera. ¿Qué será esto'/

— 28 —

Realidad

"Viéndolo tan preocupado, le dije: —Don Jacobo, demos el último paso. Ud. ha visto

ya las figuras y la promesa; vamos ahora a ver la rea-lidad. A,bra su Biblia en el capítulo 26 de San Mateo, y después en el 14 de San Marcos, y después en el 22 de San Lucas y, finalmente, en el 11 de la Epístola I . a a los corintios. Oigamos sólo la Biblia, como a Ud. le gusta.

En todos esos capítulos aparece Jesús sentado a la mesa con sus apóstoles, en la noche de la Cena. El Maestro estaba para partir; era la víspera de su muer-te. Comieron el cordero pascual, que era una de las figuras de la Eucaristía. Quizá en esos momentos los apóstoles recordarían la gran promesa y se pregunta-rían: ¿cuándo nos dará el pan de vida? ¿cuándo nos dará su carne en comida y su sangre en bebida? Y he aquí que de repente, terminada la Cena, Jesús se pone de pie con gran majestad. Su rostro está inflamado de amor. Toma un pan de la mesa; lo parte en doce pe-dazos ; levanta sus ojos al cielo; alaba, bendice y da gracias a su Padre por lo que va a hacer, dirige una mirada profunda a sus apóstoles, en la que parece de-cirles: ¿estáis esperando que os ciumipla mi promesa? que os dé como alimento mi carne y como bebida mi sangre? pues bien: Tomad y comed todos: Esto es mi cuerpo, que es entregado a la muerte por vosotros. Los apóstoles llenos de profunda fe tomaron de las manos de Cristo el pan convertido en su cuerpo, en ese cuerpo

— 29 —

que al día siguiente iba a ser enclavado en la cruz, y lo comieron con inmensa reverencia. Y al comerlo se sin-tieron animados de una nueva vida. Luego Jesús to-ma el vaso con vino, de nuevo da gracias a su Padre y pasándolo a los apóstoles les dice: Tomad y bebed: Esta es mi sangre, que es derramada por vosotros y por muchos en remisión de los pecados.

Y el cáliz pasó de mano en mano y todos bebie-ron la sangre de Cristo bajo las apariencias de vino.

Así cmraplió el Señor Jesús la promesa que había hecho de dar su carne en comida y su sangre en bebida.

Me despedí de don Jacobo y al tiempo de mar-charme le dije: Lea de nuevo las páginas de la Biblia que le he citado en esta entrevista; medítelas; pida al Señor luz para comprenderlas y, cuando- las entienda, créame, ha hallado el mejor tesoro de su vida.

3.a CONTROVERSIA

Importancia de la Santa IVIisa

Con gran sorpresa mía, al salir ayer de la Iglesia Catedral, divisé en un rincón de la nave lateral de la derecha a mi buen pastor don Jacobo, a quien no veía desde hacía una semana, cuando nuestra segunda en-trevista.

Esperé que saliera y, después de saludarlo, le dije —Parece que le ha lieoho efecto nuestra últim»

conversación sobre e«l Santísimo Sacramento.

— 3U —

--No podría decir ni que sí, ni que no. Volví a leer los textos de la Biblia que Ud. me citó, y vi que podrían ser interpretados ya como Uds. los católicos, ya como nosotros los evangélicos. La cosa es dudosa, me dije. Puede ser que el Señor Jesús esté realmente en el pan consagrado y puede ser que no esté. En esta duda resolví pedirle luces a El mismo. Y para esto entré a la Iglesia.

—¿Y qué oración rezó? ' —Fué breve y .sencilla: Señor Jesús, si tú estás

aquí presente en este templo, como dicen los católicos, manifiéstamelo tú mismo. Que oiga tu voz, que sienta tu presencia, que reciba tus enseñanzas, que cumpla contigo los deberes de amistad y gratitud. Abre mis ojos y haz que vea. Dame la sabiduría.

—Espléndida oración. Dios se la oirá ciertamente. Recuerde lo que se lee en el versículo 5 ded capítulo i.o del apóstol Santiago: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios, que a todos la da copiosamente". Y dígame, don J acabo, mientras estaba rezando en la Iglesia, ¿no oyó la misa que se estaba celebrando?

—No; porque yo no creo en la misa. En el sacra-mento de la Eucaristía (podría quizás creer un evangé-lico, ya que hay tantos textos de la Biblia que parecen hablar de él, y también porque muchos antiguos pro-testantes, como el mismo Lutero, creían en ese sacra-mento; ipero, en la misa ¿qué protestante ha creído? Ni tampoco Lutero.

— 31 —

-—'¿No lia leído Ud. e¡ libro que escribió Lutero el año 1534, sobre la misa privada, en el cual no tiene vergüenza de confesar que el que le quitó la fe en la misa fué el demonio en persona, quien le enseñó a- des-preciar la misa y a abominarla, para lo cual se le apa-recía, no en sueño, sino en perfecta vigilia?

—¿Y qué interés podía tener el demonio en quitar-le a Lutero la fe en la misa, cuando le dejaba la fe en el sacramento y en el Sacrificio del Calvario?

Sacramentos y Calvario

—¡Vaya si tenía interés! Basta decirle que, sin la misa, ni'el sacramento ni el Sacrificio del Calvario sir-ven de nada.

•—Pero, ¿cómo puede ser esto? —Muy sencillamente. Sin la Misa no liay sacramen-

to, porque el sacramento es la carne de la víctima; y sin sacrificio no hay víctima ni carne de víctima; y sin la misa de poco nos sirve el sacrificio del Calvario, porque los "frutos y méritos de este sacrificio se nos aplican principalmente por la Misa.

—Lo que Ud. me está diciendo, no sólo no lo en-tiendo, sino que me parece un absurdo y un desprecio del sacrificio del Calvario. La Biblia no dice lo que Ud. está diciendo, sino precisamente lo contrario.

—No, mi amigo; la Biblia dice clarísimamente lo que le estoy sosteniendo. ¿No decía Ud. que la Biblia no hablaba ni de la Iglesia ni del sacramento de la Eucaristía? Y sin embargo, después de las lecturas que

— 32 —

lia hecho conmigo, se ha convencido de que habla. Lo mismo le va a pasar ahora. Luego se va a convencer de que la verdad dod sacrificio de la misa, que es la más preciosa de todas las verdades, se funda incontes-tablemente en la palabra de Dios. Pasemos a mi ofi-cina . Allí tenemos la Biblia.

Instalados ya en mi oficina y con sendas Biblias en las manos, comenzamos nuestra conversación.

Religión y Sacrificio

•—Partamos de la base, don Jacobo, que el sacri-ficio es tan absolutamente indispensable para la reli-gión, que 110 hay religión sin sacrificio. Toda religión tiene por objeto dar culto a Dios y el acto más esen-cial del culto es el sacrificio. Recuerde Ud. la histo-ria de todos los pueblos de la tierra, así civilizados como incultos, y verá que no lia habido ninguno que no haya tenido'sacerdotes, altares y sacrificios. Y co-mo en la religión cristiana no hay actualmente otro sacrificio que el de la Misa, suprimido éste, queda su-primida la religión cristiana. ¿Ve Ud. cómo tenía in-terés el demonio en arrebatarle a Lulero la fe en el sacrificio de la Misa?

•—Pero la religión cristiana tiene el sacrificio del Calvario.

—Es decir, lo tuvo, porque ese sacrificio se verificó una sola vez; y también lo tiene la religión católica, porque en la Misa, como luego veremos, se renueva el

— 33 —

sacrificio del Calvario; pero 110 la religión Evangélica o protestante, porque Ud.s. no creen en esa renovación. De modo que Uds. están sin sacrificio, sin altar y sin vacerdocio, y, por lo tanto, sin religión.

Realidad de la Santa Misa en la Biblia

—Pero, me replicó don Jacobo, en el capítulo X de la Epístola a los Hebreos se leen estas palabras: "Esite nuestro Pontífice, después de ofrecida una sola hostia por los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado". Lue-go no se necesitan más sacrificios ni ofrendas: basta uno solo, el del Calvario.

—'No cierre, don Jaeobo, la Epístola a los Hebreos. Dé vuelta unas pocas hojas, lea el capítulo Vil y luego hallará el verdadero sentido de las palabras que Ud. acaba de citar. En ese capítulo habla el autor de la unión que hay entre la religión y el sacrificio, como se lo estaba diciendo yo hace un momento; y dice que la religión de .Moisés tenia sus sacrificios propios de bue-yes, cordero«, palomas, ene., pero corno esos sacrificios habían desaparecido, ha desaparecido la ley mosaica ; y como ahora hay un nuevo sacerdocio, que es Cristo, y nuevo sacritic.io, que es también e!l de Cristo, hay nueva religión o nueva Ley: "mudado el sacerdocio, es forzoso que también se mude la Ley" (vers. 12). Y en seguida añade que el nuevo sacerdote, no es del rito de Aarón, de sacrificios sangrientos, sino del rito

— 34 —

de Melquisedec, que es de pan y de vino; y que este sacerdote nuevo es eterno, por lo tanto tendrá que ofre-cer siempre sacrificios, no sangrientos, sino incruentos, y en forma de pan y de vino. Lea el versículo 3 del capítulo VIH. "Pues como todo Pontífice es destinado a ofrecer dones y víctimas: forzoso es que Cristo tenga algo que ofrecer". Lo que ofrece, a cada momento y siempre, es su cuerpo y su sangre bajo la forma de pan y de vino.

Y ya puede Ud. comprender el sentido de las pa-labras que TJd. citó: en la religión cristiana no hay más que una sola oblación, una sola víctima, un solo sacerdote, un sólo sacrificio, que no cesa de renovarse; esa oblación, esa víctima, ese sacerdote, ese sacrificio es Cristo, que derramó realmente su sangre en al Cal-vario y sigue derramándola misteriosa e invisiblemente en todos los altares del mundo.

—Y no hay, dijo don Jacobo, otros textos más cla-ros que hablen del sacrificio de la misal

—Sí que los hay; y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Abra su Biblia en el profeta Malaquías, capítulo l . o .

Reemplazo del Sacrificio antiguo

Abrió su Biblia don Jacobo y comenzó a leer los primeros versículos de ese capítulo en que el Señor, por medio de su profeta, echa en cara a los sacerdotes ju-díos su ingratitud para con El, ía ruindad de sus sa-crificios impuros, la profanación que hacían del altar

— 35 —

sacrificando reses estropeadas, todo lo cual hacía que esos sacrificios, lejos de hacerlo propicio, merecieran su enojo. Entonces el Señor volvió sus ojos al porve-nir y vió aparecer en el mundo el sacrificio purísimo, el sacrificio incruento,* que se iba a ofrecer por toda la tierra: la oblación ele su Hijo bajo la forma de pan y de vino.

Don Jacobo leyó en seguida los versículos 10 y 11, diciendo: "El afecto mío no es hacia vosotros, dice el Señor de los ejércitos; ni aceptaré de vuestra mano ofrenda ninguna. Porque desde si Levante hasta el Poniente es grande :mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece al Hombre mío una ofrenda pura, ,pues grande es mi Hombre entre las naciones, dic-s el Señor de los ejércitos".

Unieersslsdad de lugar y de tiempo

—Como Ud'. ve, don Jacobo, -—le dije, —esta pro-fecía es clara como la luz del día. En c-ila se dice que Dios desecha ios .sacrificios sangrientos de los judíos y que los va a reemplazar por otro sacrificio nuevo, que JO llenará de complacencia y que tendrá estas dos con-diciones: l . o que se ofrecerá a Dios por toda la tie-r ra ; y 2.o que será una ofrenda purísima que nada ni nadie podrá mancharla.

Ahora bien, dígame dou Jacobo, ¿hay acaso otro sacrificio que se eleve al cicdo, desde donde sale el sol hasta donde se pone, es decir, en todo lugar y en todo momento, fuera del sacrificio de la Misa? No puede

— 36 —

referirse el profeta al sacrificio del Calvario, porque éste se verificó solo una vez y en un solo lugar de la tie-rra. ¿Y qué otro sacrificio hay que tenga como carac-terística una pureza infinita, fuera del sacrificio de Ja Misa cuya víctima y cuyo sacerdote es el misino Cris-to, y que 110 puede ser manchado ni siquiera por las manos indignas del sacerdote secundario que ministe. rialmente lo ofrece?

Cumplimiento de la profecía en la Biblia

Don Jacobo se quedó pensando en silencio. La profecía la hallaba clara y su cumplimiento no lo era menos. Pero siempre daba sus miradas a la Biblia. Luego dijo:

—Si el sacrificio de la Misa fuera el cumplimiento de la profecía, esto constaría de la Biblia y sin embargo no consta.

—Sí consta, don Jacobo. Abra Ud. en el capítulo IV de S. Juan, y lea ese diálogo encantador entre la Samaritana y ei Salvador. Los samaritanos creían que los sacrificios debían hacerse en el templo de Garizín y los judíos en el de Jerusalén, y esta cuestión había producido un cisma y una terrible enemistad entre am-bos pueblos. Al ver la Samaritana que se hallaba de-lante de un profeta de Dios, luego le propuso la cues-tión y le pidió su dictamen sobre el lugar en que de-bían hacerse los sacrificios: "Nuestros padres adoraron, (es decir sacrificaron, según el sentido de las Escritu-ras) en este monte y vosotros (los judíos) decís que

- 37 —

en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar (vers. 20).

Y ahora va a leer TJd. mismo, don Jacobo, la ad-mirable respuesta del Señor Jesús. Tenía que dar su enseñanza definitiva sobre los futuros sacrificios. ¿Con-tinuarían los sacrificios sangrientos de animales, sim-ples figuras del sacrificio verdadero? ¿Se suprimirían en toda la tierra los templo«, altares y sacrificios? Lea el versículo 2 1 " Y a llega el tiempo, en que ni en este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre". Y luego ex-plica que el sacrificio o adoración va a ser espiritual y no carnal, verdadero y no figurativo, diciendo en el versículo 23; "Y?, llega el tien^po, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad''. Como Ud. ve, don Jacobo, en estas palabras el Señor dice que el Padre será ado-rado con un culto, adoración y sacrificios nuevos, ver-daderos y no sólo aparentes, reales y no simbólicos, fundados en la fe y no en la carne, realizados no en un lugar determinado, sino por toda la tierra. ¿No ve Ud. cómo estas palabras confirman admirablemente la profecía de Malaquías?

Sacrificio real y místico de Jesucristo en

ia Biblia

—Puede ser, dijo don Jacobo, pero me gustaría ver aún más claro.

•—¿Quiere ver aun más claro? Pues entonces ven-

— a s -

gamos al evangelio y veamos cómo Jesucristo celebró este sacrificio de la Misa y cómo encargó a sus após-toles que lo celebraran por toda la tierra y durante todos los siglos.

—xVbra primero, don Jacobo, el libro del Exodo, en el capítulo XII, y lea la ley del cordero Pascual. Había que escoger un cordero sin defecto, ofrecerlo en sacrificio inmolándolo, y después debían alimentarse de su carne inmolada todos los miembros de la faimilia. Inmolar el cordero y comer su carne era celebrar la Pascua. Todo esto figuraba y simbolizaba a Cristo, verdadero Cordero Pascual, que había de inmolarse por nosotros y alimentarnos con su carne inmolada. Por eso dijo San Pablo en su Epístola 1.a a los de Corinto, cap. V: Jesucristo, que es nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado por nosotros.

Para darnos a comer su carne era preciso que pri-mero se inmolara, ofreciéndose a su Padre en sacrificio por nosotros. Esto se verificó la noche antes de su muerte, en la «agrada Llena, como lo refieren tí. Mateo, S. Marcos, iá. Lucas y S. Pablo.

Allí se verifica a la vez el rito antiguo del sacri-ficio del üoÁJero Pasieual y el.rito nuevo del sacrificio del Cordero de Dios; la comida del Cordero material y la comuüión del Cordero espiritual; la figura profé. tica y su realización y cumplimiento.

Por la mañana han ido al templo dos apóstoles y allí inmolaron un cordero escogido, derramando su

— 39 —

sangre en torno del altar. Asaron después el cordero, sin quebrantarle ninguno de sus huesos, y lo colocaron en la mesa. Celebróse la cena con todas las ceremonias prescritas por la Ley. Todos comieron de esa carne inmolada.

Ya se había cumplido, por última vez, el rito que, desde tantos sigilos, venía profetizando un nuevo sacri-ficio y un nuevo alimento. Ha llegado el momento en que la figura se va a convertir en realidad. Jesús va, por primera vez, a ofrecer en sacrificio al Padre por nosotros su euerpo y su sangre; y en seguida va a dar de comer a los a/póstoles, también por vez primera, la carne de esta nueva víctima. Tomó el pan en sus ve-nerables y sagradas manos, levantó sus ojos al cielo para ofrecer a su amado Padre su cuérpo y su sangre por la redención del mundo, lo adoró 'reconociendo su infinita excelencia, le dió gracias por las almas que se iban a salvar por medio de su sacrificio y en se-guida pantió el pan y se lo dió a los apóstoles di-ciéndoles: tomad y comed: esto es mi cuerpo que se entrega en este momento por vosotros, que se da en este instante por vosotros: haced esto, es decir, este mis-mo sacrificio, en memoria mía. Y después toanó el vaso con vino, ofreció su sangre al Padre por nosotros, le dió gracias y dijo a sus apóstoles: Tomad y bebed: ésta es mi sangre que es derramada en este instante por vosotros. No dijo el Señor que su cuenpo va a ser después entregado a la muerte, sino que se entrega; ni que su sangre va a ser después derramada, sino que

__ 40 —

se derrama. En ese momento ofrece Cristo a su Padre por nosotros, la muerte mística de su cuerpo y el de-rramamiento místico de su sangre y nos da a comer místicamente, es decir, bajo las especies de pan y de vino, pero, realmente, su cuerpo y su sangre inmoladas por nosotros.

En este ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor, real pero místicamente inmolados por la gloria de Dios y la redención nuestra, bajo las especies de pan y de vino, consiste propiamente el sacrificio de la Misa.

Igual misión encargada a sus Apóstoles en la

Biblia

Cristo, .pues, celebró por sí mismo la primera Mi-sa, y dió poder a los apóstoles para que la celebraran como El la había celebrado. Y los apóstoles, fieles al cumplimiento de este encargo, pronto comenzaron a celebrar la Santa Misa, la fracción del pan (como se llamaba entonces), en la misma forma que la había celebrado el Divino Maestro, en la noche y después de cenar. Así leemos en los Hechos, cap. 20, que se reu-nían los primeros cristianos el día Domingo, o sea, el primero de la semana, para celebrar los divinos miste-rios y comer el pan eucarístico. Y vemos .también en la 1.a Epístola a los de Corinto cómo San Pablo los exhor-ta a celebrar la misa y comulgar con gran fe y reve-rencia, diciéndoles: "Yo aprendí del Señor que la no-

— 41 —

che -misma en que había de ser traidoramente entrega-do, tomó el pan, y dando gracias, lo partió y dijo: To. mad y comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es entregado; hacer esto en memoria mía. Y de la misma manera el cáliz, desipiiés de haber cenado, diciendo. Este cáliz es el nuevo testamento en mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebiereis, en mennoria mía. Pues todas las veces que comiereis este pan y bebiereis est?. cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o be-biere el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor. Quien lo come y bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación, no haciendo el debido discernimiento del cuerpo del Señor.".

—Terribles palabras son éstas, dijo don Jacobo.

—Pero el que dignamente come el cuerpo del Se-ñor, traga y bebe su salvación eterna, le respondí. No tenga miedo a la Misa: es el gran don de Dios; la í'uente de todas las gracias; el fundamento de nues-tras esperanzas; el gran tesoro, que nos hace felices en la tierra y que nos abrirá la felicidad del cielo. Has-ta luego, don -Jacobo.

—Hasta muy pronto, me dijo, alargándome la ma-no y, al parecer, muy contento.

_ 42 —

4.a CONTROVERSIA

Nos vamos poniendo de acuerdo

No (habían pasaiílo dos días después de mi última entrevista, cuando llegó don Jacobo a mi oficina y, al-borozado, me dijo:

—Dueños días, don Roberto, ¿sabe que vamos po-niéndonos de acuerdo?

—Mucho lo celebro, le respondí; por lo demás, yo no dudaba de que TTd. llegaría a la verdad.

—¿Por qué no dudaba? —'Porque Ud. la buscaba con buena fe y se la pe-

día a Dios. Jamás niega Dios la verdad al que se la pide con buena fe.

—Es la Biblia, don Roberto, la que me está ilumi-nando. Antes la leía sin entenderla y ahora parece que voy entendiéndola. He leído los pasajes a que lid. se ha referido en nuestras dos últimas entrevistas y es-toy viendo claro que el Señor Jesús, aun antes de in-molarse en el Calvario, ofreció al Padre su cuerpo y su sangre por nosotros, para el perdón de nuestros pe-cados, y nos convidó a comer su cuerpo y a beber su sangre, todo bajo la forma de pan y de vino. Veo, pues, que el Señor se inmoló en la Cena y que los após-toles comieron de la víctima.

—¡Cuánto me complace oirlo hablar de esa ma-nera! ¿Y no podría ya Ud. prepararse para comer también de la víctima, como los apóstoles?

— 43 —

—¡ Ali! no me atrevería a hacerlo. Supongo que para comulgar junto con los católicos habrá primero que creer como los católicos, y yo estoy aun lejos de creer como ellos.

—Me imagino que Ud. ya no está tan lejos de nosotros.

Culto a la Santísima Virgen Wlarfa

—Le hablaré con más libertad. Hay un punto en que quisiera estar de acuerdo con üds., pero no puedo: es el cuilto que Uds. tributan a la Madre de Jesús. Us-tedes la deifican, la endiosan, la hacen el centro de todo el culto divino, la ponen más arriba del Señor, 3 a constituyen en Mediadora y en Redentora. Todo esto es, a mi juicio, contra la Biblia.

No; 110 es verdad, don Jacobo, que nosotros en-diosemos a María, pero le reconocíanos los dones y atributos con que Dios la adornó; tampoco es verdad que la pongamos más arriba que -Jesús, pero la hon-ramos COKIO Madre de Jesús; ni la hacemos la Media-dora entre Dios y los hom'bres, sino que la reverencia-mos como Mediadora entre nosotros y el Mediador, es decir, como camino para llegar a Cristo; ni, finalmen-te, es cierto que la Biblia se oponga al culto de María, antes por el contrario, lo declara, lo apoya y lo sos-tiene .

—Me gustaría conocer los pasajes de la Biblia en que se trate del culto a María; hasta hoy no los he encontrado.

— 44

—Se los voy a mostrar, le dije, y Ud. va a esrar de acuerdo conmigo también en este punto. Aquí tiene' Ud. la Biblia.

Jtrgumento de sentido común

Pero, antes, permítame una pregunta, don Jaeobu, que es de sentido común. Si por un imposible, Dios le hubiera concedido a Ud. el poder de escoger madre, ¿qué madre habría escogido? ¿No habría escogido la más perfecta, la más virtuosa, la mejor de las ma-dres? Y si por otro imposible, Dios le hubiera otor-gado a Ud. el poder no sólo de escoger madre, sino de perfeccionar y enriquecer y embellecer a su ma-dre, ¿110 la habría perfeccionado y enriquecido y em-bellecido tanto cuanto hubiera estado en su poder'] Aplique ahora esta pregunta al Hijo de Dios, al Crea-dor Omnipotente, cuando decretaba hacerse hombre y buscaba una madre para constituirse El en hijo suiyo. y dígame: ¿no buscaría la mujer más pura, la más santa, la anas excelsa de todas las mujeres? y no la prepararía para ser Madre suya, Madre de Dios, ador-nándola y enriqueciéndola con las mejores joyas de que El disponía en sus tesoros infinitos? ¿110 le daría cuanto podía darle? Y mire Ud., don Jacobo, qué sig-nifica que un Dios de cuanto puede dar. Con esto sólo ya tenemos a María sobre la creación entera. Pe-ro hasta aquí estamos discurriendo sólo con el sentido común y como Ud. quiere que discurramos con la Bi-blia, vamos a la Biblia.

— 45 —

Pasajes de la Biblia referentes a María

Madre de Dios

-Abra, don Jacobo, la primera página de la Bi-blia y allí se va a encontrar con María. Están núes-tres primeros padres en el paraíso y acaban de des-obedecer al Señor. Resuena en aquellos hermosísimos jardines la voz airada del justo Juez que castiga, pero lupgo resplandece la misericordia, que siempre está so-bre todas las obras de Dios, y se oye la palabra pro-fética que anuncia la venida de una mujer venturosa que vencerá al demonio y desitruirá su obra nefasta: e.* la Virgen María que brilla como un iris de paz. Lea, don Jacobo, el versículo 15 del capítulo 3.o del Génesis: Yo pondré enemistades, dice Dios al demonio en figura de serpiente, entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu ca-beza y tú andarán acechando a su calcañar. ¿No ha visto Ud. la imagen de la Virgen en actitud de aplas-tar con su pie la cabeza del dragón infernal? Pues es la reproducción exacta de estas palabras de la Biblia.

Usted comprende, don Jacobo, que si la Biblia co-mienza hablando de María, no se callará después. En efecto, vienen no pocas figuras y profecías. Básteme una de muestra, porque deseo llegar pronto al Nuevo Testamento. Abra en el capítulo 8.o de Isaías. Allí se anuncia a la Madre de Dios. Lea Ud. mismo el versículo 14: He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y el nombre de El será llamado Emma-nuel, que quiere decir Dios con nosotros. Ye Ud. cómo

— 4G —

aquí se anuncia una Virgen-Madre, cuyo hijo es Dios Hombre.

Anunciación

Pero, para que no dude de esta verdad, abra el evangelio y vea cómo el ángel Gabriel, para comuni-carle a María que el mismo Hijo de Dios quiere ser Hijo suyo, se vale precisamente de las mismas pala-bras del profeta Isaías. Lea Ud. en el capítulo l . o de San Lucas: He aquí que has de concebir en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pondrás por nombre Je-sús; y éste será grande, y será llamado Hijo del Altí-simo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David y reinará en la casa del Jacob eternamente. ¿No ve Ud. la semejanza, casi la perfecta igualdad entre la profecía de Isaías y el anuncio del ángel?

—-Es una semejanza realmente curiosa, dijo don Jacobo; y eso que entre uno y otro anuncio hay un intervalo de ochocientos años.

—Para Dios, le respondí, ¿qué son ochocientos años? Recuerde lo que dice el Salmista al Señor en el salmo 89: Mil años son ante tus ojos como el día de ayer que ya pasó

Encarnación

Pero volvamos, don Jacobo, al hermoso pasaje de San Lucas, en que se nos cuenta cómo María fué he-cha madre de Dios. El ángel la saluda con palabras que jamás han sido dirigidas a mortal alguno: Yo te

— 47 —

saludo. (Dios te salve), ¡oh llena de gracia! el Señor es contigo, bendita tú eres entre las mujeres. Ante es-tas palabras, María, en su profunda humildad, se tur-ba y sobresalta. El ángel le anuncia que va a ser ma-dre del Hijo del Altísimo; pero ella ha consagrado a Dios su perpetua virginidad. ¿Cómo podrá ser a la vez madre y virgen? Entonces el ángel le revela el mis-terio : Es el mismo Dios, le dice, es el Espíritu Santo, quien formará en tu seno el cuerpo de tu Hijo y por eso tu Hijo será llamado Hijo de Dios. La maternidad divina aumentará tu pureza y sellará ta virginidad; serás a la vez Madre de Dios y Virgen Purísima. Para Dios nada es imposible (ver. 37). Entonces dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (ver. 38). Y en ese momento el misterio de la encarnación quedó realizado.

—Y dígame, don Jaeobo, ¿Uds. los protestantes no creen en el misterio de la encarnación?

—'Nosotros los evangélicos, me respondió, creemos en esa verdad, porque en nuestro Credo decimos, co-mo los católicos: "Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fué concebido por el Espíritu Santo y nació de la Virgen María" .

—Entonces ¿Uds. creen que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es Hijo de María?

—Sí lo creemos, me respondió. —Entonces tienen Uds. que confesar también que

la Virgen es verdadera Madre de Dios, pues, como de-cía San Cirilo, hace quince siglos, si nuestro Señor Je-

— 48 —

sucristo es Dios, ¿cómo 110 es Madre de Dios la que le engendró, la Santa Virgen?

—Aunque no acostumbramos a emplear ese tér-mino, en realidad aceptamos la idea.

—Esto me basta, don Jacobo; aunque sería más conveniente que hatbiera correspondencia entre las ideas y los términos.

Privilegios de Marfa

Y, puesto que estamos de acuerdo en el fondo, reflexione, don Jacobo, aunque sea un momento, en lo que significa que una mujer haya sido primero escogida por Dios para ser su madre, y después hecha verdade-ra Madre de Dios. ¿ Cómo la prepararía el Señor para tal dignidad? ¿Le parece a IJd. mucho que Dios, para prepararla, la hubiera preservado del pecado original y de todo pecado actual, y que la .colmara de gracia y hermosura, y que la dotara de una pureza superior a la de los ángeles? ¿No le parece natural que Jesucris-to, Dios-Hombre, Hijo perfectísimo, honrara a su Ma-dre y la amara, y la sirviera, y la obedeciera, y le diera dominio sobre todas sus cosas, y escuchara siem-pre sus peticionesf Y de parte de María, Madre del Dios Redentor, ¿no le parece también natural que ama-ra al Redentor cual nadie lo había amado, y que se interesara en su obra más que ningún otro, y que co-operara a esa obra con todas sus fuerzas, y que ofre-ciera por ella su vida y se consagrara enteramente a llevar a Jesús a las almas y a llevarle almas a Jesús?

— 49 —

—Pero, —me interrumpió don Jacobo —todas és-tas son. simples deducciones, más o menos lógicas, y lo que yo querría sería verlas confirmadas en la Bi-blia. Desgraciadamente, en la Biblia poco o nada se liabla de María, como si el Señor Jesús hubiera tenido especial empeño en que su Madre estuviera alejada de su obra.

Corredentora y Mediadora

—¡Si precisamente es todo lo contrario, don Ja-cobo! Abra l id . otra vez en el capítulo l . o de San Lucas. Ya el Verbo Divino está encarnado en el seno de María; ya está ella constituida en esa altísima dig-nidad. ¿Cuál es la primera obra que va a realizar la Madre de Dios? Deja su casita de Nazaret y marcha apresuradamente a las montañas de Judea para santi-ficar su alma. líl celo por la gloria idte su Hijo y la salvación de las almas, la devora. Comienza ya a ser eorredentora de los hombres, porque va a redimir un alma librándola del pecado! Va también a empezar su oficio de mediadora entre los hombres y su Hijo, de camino para llegar a él. Lea lid. el versículo 40: Ha-biendo entrado sn la casa de Zacarías, saludó a Isabel (que hacía seis meses había concebido a su hijo Juan) . Siga leyendo: Lo mismo fué oír Isabel la salutación de María que la criatura dió salios de alegría en su seno e Isabel se sintió llena de Espírit u Santo (vers. 41). Vea Ud. los efectos que produce una visita de María. Lea ahora lo que dice Isabel llena de Espíritu Santo

— 50

o, más bien, el Espíritu Santo por boca de Isabel: Y exclamando en alta voz dijo a María: Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. Y ¿de dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Pues lo mismo fué penetrar la voz de tu salutación en mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre. ¡Oh bienaventurada tú que has creído, (porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor!

Usted ve por estas palabras cómo María es la portadora de Jesús, el medio por el que llega Jesús a Juan, la cooperadora en la santificación del Precursor, el canal de la divina gracia, que son otros tantos títu-los con que honramos a María. No puede Ud. negar-me que estos títulos se fundan en la Biblia.

—No le puedo negar, me respondió don Jacobo, que la Biblia habla de cierta participación de la Virgen en la obra de Jesús, pero sólo en los primeros años del Salvador, penando aun no podía operar por sí mismo. Era natural que entonces obrara por medio de su Ma-dre. Mas, desde que comenzó su vida pública, no ve-nios en el evangelio ninguna ingerencia de María en la obra de Jesús.

—Cristo pudo operar por sí mismo, don Jacobo, en cualquier tiempo de su vida, porque siempre fué y es omnipotente, pero para honrar a su Madre quiso hacer muchas de sus obras por medio de ella; y esto no sólo en su infancia sino en su vida pública. Voy a probárselo.

— 51 —

Las Badas de Caná

—Abra Ud. la Biblia, le dije, en el capítulo 2.0 del evangelio de San Juan. Jesús acaba de ser bauti-zado por Juan, y vuelve a Galilea para comenzar su /ida pública. Ha llegado ya la hora en que va a ates-tiguar su misión con portentosos milagros. Por el la-mino recogió algunos discípulos y con ellos llegó a Ca-na, donde estaba su Madre. Celebraban allí unas boda* con el esplendor y solemnidad que acostumbraban los orientales y a tales fiestas fué también convidado Jesús con sus discípulos (vers. 2). Y sucedió que en medio de ¡a fiesta llegó a faltar e'l vino. La Virgen, que llena de caridad se preocupaba de todo, notó esta falta y se compadeció del bochorno que iban a pasar los felices esposos. Entonces resolvió pedir a su Hijo que hiciera el primero de sus milagros. Ellla sabía que Jesiis ja-más le negaría Jo que le pidiera. Y mire Ud., don Ja-cobo, qué súplica más llena do delicadeza y de con-fianza. Le basta con hacer presente la necesidad. Lea el versículo 3: Y como viniese a faltar el vino dijo a Jesús su madre; No tienen vino. ¿Qué contesta Jesús 1 En esa sencilla petición, le pide la Virgen que inicie su vida pública, que realice el [primero de sus milagros, que manifieste su omnipotencia como testimonio de su divinidad. Y como si Jesús, para hacer todo esto, sólo aguardara la orden de su Madre, inmediatamente ac-cedo y lleno de amabilidad, le responde: Mujer (que en el lenguaje oriental es término de gran respeto y cari-ño), podéis estar tranquila, ¿acaso no ¿la llegado ya mi

— 52 —

hora? Y siga leyendo los otros versículos: Entonces su Madre dijo a los sirvientes: Haced lo que os dirá. DL joles Jesús: Llenad de agua aquellas hidrias (o tinajas). Y las llenaron hasta arriba. Y Jesús les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Y lo llevaron (vers.- 5-7). Y el maestresala lo probó y vio que el agua se había convertido en un vino riquísimo. Así en Caná, termina este pasaje, hijo Jesús el primero de sus milagros, con que manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El. (vers. 111.

—Pero nuestros predicantes, me contestó don Ja-cobo, no explican como Ud. ese pasaje. Ellos dicen que Jesús se disgustó por la petición de la Virgen y le respondió muy airado: ¿ Qué tengo que ver contigo mujer? Aun no ha llegado mi hora. Y esto último sin signos de interrogación.

—Así lo dicen efectivamente sus predicantes, pero lo dicen muy ma'l.

¿No ve Ud. que sería absurdo pensar que Jesús, hijo infinitamente amante de su Madre, la iba a tratar con dureza, porque ejercía una obra de confianza para con él y de caridad /para eo nel prójimo? Y si Jesús le hubiera negado la petición, como dicen sus predi-cantes, ¿cómo se explicaría que, a raíz de la respuesta de Jesús, la Virgen encargara a los criados que hicie-ran lo que su Hijo les iba a ordenar? Y en cuanto a los signos de interrogación, ¿no sabe Ud. que no los usaban las lenguas orientales? Fiiera de que no podía

Jesús decir que no había llegado su hora, cuando en realidad había llegado.

Convénzase Ud., don Jacobo, de que los protes-tantes, cuando no pueden tergiversar la letra de la Bi-blia, tergiversan su sentido. Aquí tiene uno de los muchos casos.

Pero, todavía nos queda otro pasaje de la Biblia, el más importante para nuestro asunto, en que Jesús nos da a su Madre para que sea Madre de todos los hombres. Abra Ud. en el capítulo 1.9 de San Juan.

¡Hería Eüladre nuestra

Es el momento en que Jesús, crucificado en la ci-ma del Gólgota, va a exhalar su último suspiro. Le rodean sus más encarnizados enemigos y se burlan de S]I agonía. Sus amigos lo abandonaron y lo han de-jado solo. Unicamente lo acompañan su Madre con algunas piadosas mujeres y el discípulo amado, Juan. Lea Ud. mismo el versículo 25 y los dos siguientes. Don Jacobo leyó emocionado:

Y estaban junto a la cruz de Jesús su Madre, y la hermana de su Madre, María id© Cleofás y María Magdalena. Y como vió Jesús a su Madre, y al discí-pulo que amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: Mu-jer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.

Estas palabras, que son las últimas del Maestro, debiéramos leerlas de rodillas. Están llenas de infinito

— 54 —

amor y de luminosísimas enseñanzas. Es su último le-gado: nos da a su Madre. No se preocupa tamo de que María tenga un sostén material en la persona de Juan, sino de que ella adopte como hijo a Juan y de que Juan tenga en María una verdadera madre, Juan pasa a ser, como Jesús, hijo de María; verdadero her-mano de Jesús. Pero aquí hay un misterio. Hermanos de Jesús son todos los redimidos con su sangre; así lo declaró él misino. Luego todos los redimidos son tam-bién hijos de María. Juan representa a todos los her-manos de Cristo, a todos nosotros; queda constituida la gran familia cristiana. La verdadera madre espi-ritual de todos los cristianos es María. Y ella, para cumplir con el encargo de su liijo, nos ama y protege con la misma ternura y cariño con que amaba y ama a su dulce Jesús. ¡Qué misterio de amor! ¿Qué mayor legado pudo dejarnos Cristo al tiempo de morir?

—Realmente, dijo don Jacobo, es consolador te-ner en el cielo una madre tan ideal como la Madre de Jesús. ¡Felices ios que poseen sinceramente esta fe!

—Usted puede tenerla, don Jacobo. Pídasela a ella misma. Salúdela con el ángel y rece esa oración bíblica del A,veanaría. Ruéguele que lo reciba como lu-jo, así como recibió a Juan. Le aseguro que muy pron-to sentirá el efecto de su amparo maternal.

Y como lo veo bien dispuesto, y tengo otras cosa* que decirle, le ruego que vuelva pronto a mi oficina.

— 55 —

5.a CONTROVERSIA

Tinieblas y claridades

Muy pronto, antes de lo que yo me imaginaba, volvió a verme don Jaeobo.

Venía radiante de felicidad. Me saludó con un efusivo abrazo y me dijo: Cumplí con su encargo d rezarle a la Virgen, bien que sentía alguna interior resistencia. Caisi no recordaba di Avemaria, pues no había vuelto a pronunciar esa oración desde los días de mi infancia.

—i Entonces Ud. fué un tiempo católico? le in-terrumpí .

—Lo fui en mis primeros años, me contestó. De-masiado joven caí en manos de unos protestantes que me apartaron de la iglesia, de mi cura y de mis prác-ticas piadosas; mi fe se fué debilitando y luego murió. Pasé por varias denominaciones, 110 menos de quince, hasta que me quedé en la evangélica," que hallaba más parecida a la Iglesia Católica. Pero debo confesarle que siempre, a través de tantas peregrinaciones por los campos protestantes, me quedaba en el fondo del alma un recuerdo dulce de mi primera fe y como un remor. dimiento de haberla abandonado.

—Sígame contando lo que le pasó con el rezo a la Virgen, le dije.

—Como le decía, con cierta resistencia interior, algo así como la que siente el hijo infiel e ingrato que

— 56 —

vuelve a su madre, me postré delante de su trono en el cielo y le recé. A las primeras Avemarias sucedieron otras, y otras, y otras muchas. Un sentimiento extraño me invadió. Sentí una ternura y un consuelo que ja-más había sentido. La voz se me anudaba en la gar-ganta. Luego las lágrimas acudieron a mis ojos y las derramé abundantes. Dejé toda fórmula de oración y comencé a expresarle a la Virgen todo lo que mi co-razón sentía. Le pedí perdón, entre sollozos, por ha-berla olvidado tantos años, por haberle sido ingrato, por haberla abandonado, por haberla ofendido, por ha-berle arrebatado tantos hijos. Le pedí que me recibie-ra de nuevo como hijo, que lo olvidara todo, que me consiguiera eil perdón de su Ilijo y que, como en mis primeros años, me condujera a El. Como cayeron la? escamas de los ojos de Pablo, así cayeron las de los míos; vi claro; conocí mi responsabilidad; detesté todo el mal que había hecho y aquí vengo a tratar con Ud. la manera de repararlo, porque comprendo que sin re-paración 110 hay perdón.

—Primero que todo, don Jacobo, demos gracias a Dios, porque es El quien, por medio de su bendita Ma-dre, nos llama, nos atrae y nos lleva al Salvador. "Na-die puede venir a mi, decía Jesús, si el Padre que me envió no lo atrae; y la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, es que yo no pierda ninguno de los qus me ha dado, sino que los resucite a todos >en el último día" (Yers. 39 y 44). Sobre su alma ha descendido la gra-cia, que es la atracción y llamamiento del Padre, gracia

— 57 —

que se la consiguió la Virgen, nuestra Madre, y lioy ya pertenece Ud. a Jesús.

—Y j qué deberé hacer para mostrar mi agradeci-miento a Dios y a su santísima Madre, y mi futura fidelidad al Señor Jesús?

—'Usted deberá reparar el mal que ha hecho, des-vaneciendo las calumnias y errores que ha propagado contra la santa Iglasia y enseñando en adelante las ver-daderas doctrinas de Cristo.

—-Quisiera que Ud. me expusiera esas calumnias y errores, pues estoy dispuesto a extirparlos con la ayuda de Dios y en la medida de mis fuerzas.

—'Con muchísimo gusto. Siéntese y conversemos.

Errores y calumnias

—Los protestantes, don Jacobo, para sincerarse an-te el mundo de haber abandonado la Iglesia Católica, lanzaron contra ella una multitud de calumnias. Estas se han venido repitiendo desde h»ce - cuatro siglos. ¡Cuánta« veces Ud. mismo, tal vez con buena fe, ha predicado esas calumniáis! Es indispensable que ahora Ud. vuelva por el honor del calumniado.

—Es lo que sinceramenite deseo. ¿Cuáles son esas calumnias ?

—Son mu'clias, pero le diré sólo las que más a me-nudo se repiten a los oídos de nuestro pueblo.

— 58 —

El Papa impecable e infalible

Primera calumnia.—Dicen los protestantes que nos-otros los católicos creemos que el Papa es impecable en todo lo que hace e infalible en todo lo que dice; que no puede el Papa cometer ni un sólo pecado venial y que cuanto afirma tiene necesariamente q\ie cumplir-se. Así, por ejemplo, si el Papa dice que mañana va a llover, es infalible que llueve.

Jamás los católicos hemos creído en tales desati-nos. Lo que creemos, apoyándonos en las palabras de Cristo, es que el Papa, cuando, como Vicario de Cristo y Jefe supremo de toda la Iglesia, decide o declara qué es lo que se debe creer, en esa decisión o declaración 110 puede errar, porque «i errara, induciría al error a toda la Iglesia y entonces no se cumpliría la palabra del Señor que dijo: "Las puertas del infierno no pre-valecerán contra mi Iglesia, y Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". (Mat. XVI y XXVIII). Por eso dijo también al Papa en la persona de S. Pedro: "Yo he rogado por tí, para que tu fe no falte". (Luc. XXII, 32). Jamás ha faltado la fe del Papa en veinte siglos, ni faltará jamás en los siglos futuros.

Esto es lo que creemos. No lo que nos inventan ios protestantes. El Papa es hombre y como todo hom-bre puede decir: "Si dijéremos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos engañarnos y no hay verdad m nosotros" (1.a Juan 1, 8).

— 59 —

Adoración de ias Imágenes y de los Santos

Segunda calumnia.—Nos inventan que los católi-cos adoramos las imágenes y los santos, dándoles un cuito que sólo corresponde a Dios y quebrantando la ley del Decálogo, que promulgó Moisés con estas pala-bras "No tendrás otros dioses delante de mí. No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosa« que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra: JO los adovarás ni rendirás culto" (Ex. XX, 3-4).

Los catódicos no adoramos ni a los santos ni a las imágenes. Nuestra adoración, nuestro culto suipremo de "latría", está reservado exclusivamente para Dios. A los santos los veneramos, porque en ellos resplandece la virtud y la santidad de Dios; en ellos honramos a Dios. Les rogamos que intercedan por nosotros ante Dios, así como les pedimos oraciones a nuestros ami-gos. En las imágenes honramos las personas que ellas representan, así como en la bandera honramos a nues-tra patria y en los retratos a nuestros padres. Pero ni siquiera nos imaginamos que en la madera o metal de que está hecha la imagen vaya a haber alguna virtud divina, como creen los paganos que hay en sus ídolos.

—Y ¿qué debemos pensar de esas palabras del Exodo, que tanto repiten los protestantes, y que yo mismo he repetido tantas veces?, dijo don Jacobo.

—Que lo que Dios prohibe en esas palabras es el cul'to de los ídolos y no la veneración de los santos y de sus imágenes. Fíjese un poquito, don Jacobo. El

— 60 —

pueblo de Israel estaba rodeado de idólatras, que veían en cada ídolo un Dios. Queriendo Dios preservar a su pueblo de esa horrible plaga, le dio como primera en-señanza que él era y es el único Dios. "No tendrás otros dioses delante de mí", como lo tenían los pueblos vecinos; y en seguida les prohibe que haga ídolos, imá-genes de dioses, figuras divinas, para adorarlos como los adoraban los idólatras. Prueba evidentísima de que con estas palabras el Señor no condenaba las imá-genes, es que en el mismo libro del Exodo aparece el Señor dando orden a Moisés para que haga dos es-culturas de querubines y los coloque en el santuario a los lados del Arca.- "Harás asimismo dos querubines de oro, labrados a martillo y los pondrás en las dos ex-tremidades del oráculo" (Ex. 25, 18). Eran dos imá-genes de los Querubines del cielo que no cesan de can-tar delante de Dios el Santo, Santo, Santo.

Prohibicién de (a lectura de la Biblia

Tercera calumnia.—Que la Iglesia prohibe a los fieles la lectura de la Biblia. Esta grosera calumnia está contradicha por la historia de veinte sigilos. La Iglesia ha sido siempre la que ha conservado con sumo cuidado y respeto la palabra de Dios escrita en los Santos Libros. Si no fuera por la Iglesia ni conocería-mos la Biblia. No sólo la conservó sino que nunca dejó de presentarla a los fieles como alimento de sus almas. En copiar las Santas Escrituras se ocuparon sus monjes durante varios siglos. La tradujo después

— 61 —

a las lenguas vulgares, para ponerlas al alcance de to-dos sus hijos. Antes que apareciera Lutero ya había multitud de versiones en casi todas las lenguas conoci-das. ¿Qué podía temer la Iglesia de la lectura de la Biblia? En ella se encuentran escritos por la mano de Dios sus grandes títulos: la divinidad de su misión, la asistencia perenne de su Fundador, su indefectibili-dad, su perpetuidad, su triunfo definitivo, contra el poder del infierno.

Tina sola cosa pudo temer: que la Biblia fuese fal-sificada, mal traducida y mal interpretada y que de esta manera se corrompiese la palabra de Dios. Y pues-to que eilla había recibido de Cristo la misión de con-servar puro e íntegro el depósito de la revelación, prohibió que se publicaran versiones de la Biblia sin su aprobación y sin notas que aclararan el sentido de los.pasajes oscuros.

—Muy prudente medida ha sido esa, dijo don J a . cobo.

—Más que prudente, le respondí, era necesaria, pues, como dice S. Pedro en su 2.a epístola, "en las cartas de S. Pablo hay cosas difíciles de entender, cuyo sentido los indoctos e inconstantes en la fe pervierten, "de la misma manera que las demás Escrituras de que abusan para su propia perdición" (2.a Pedr. 3-16). Como abusaron ¡los protestantes que apoyaron en la Biblia todos sus errores. Recuerde a los discípulos Je Carlostadio que se creyeron autorizados por la Biblia para robar y matar a todos los malos; y a Hermán

— 62 —

que, fundándose en la Biblia, se declaró el Mesías y mandó sacrificar a todos los magistrados y sacerdotes. Y así muellísimos otros.

Pero, sigamos en las calumnias.

Jesucristo no e s el Mediador único

Cuarta calumnia.—Que los católicos privamos a Nuestro Señor del título de mediador único entre Dios y los hombres, y damos este título a la Virgen y a los santos, negando lo que diee San Pablo: "Uno es Dios, y uno también el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1.a Tira. 2,5).

Jamás los católicos han pensado ni ditflio tal cosa. Cristo ha sido y es nuestro íinico y gran mediador ante el Padre: El nos rescató con su sangre; El nos reconcilió con Dios; El nos abrió las puertas del cielo; sin la mediación de Cristo nadie puede nada. Esta JS la fe de la iglesia Católica.

Pero para llegar mejor a Cristo, para que nos re-ciba con más ternura y nos perdone con mayor amor, tenemos muchos intermediarios o mediadores: nuestros hermanos de la tierra y nuestros santos del cielo,-que interceden por nosotros, y sobre todo, nuestra dulce Madre María, cuyas súplicas tienen tan inmenso valor ante su Hijo divino. Todo esto quedó claramente ex-plicado en la entrevista que tuvimos sobre la Virgen.

—Lo se ya por experiencia, dijo don Ja cobo, que no hay mejor mediador aute el Señor Jesús que su ben-dita Madre.

— 63 —

Todo to que s e debe creer está en la Biblia

Los protestantes, don Jacobo, no se limitan a ca-lumniar : junto con sus calumnias mezclan una multi-tud de errores que, a pesar de estar condenados clarí-simamente en la Biblia, pretenden apoyarlos en la mis-ma Biblia.

Y comencemos por el error más fundamental de ellos, que es como 1a. quinta esencia del protestantismo, a saber: que todo lo que se lia de creer, está en la Biblia; y que fuera de la Biblia nada se ha de creer.

—Yo también he repetido mil veces esta máxima, dijo don Jacobo.

—Pues nada hay más condenado por la Biblia que esta pareja de errores.

¿Hay algún versículo de la Biblia que diga que en ella se contiene cuanto se ha de creer, y que fuera de lo que ella dice, nada se ha de creer? Absolutamente ninguno. Por más que lo han buscado los protestantes durante cuatrocientos años, no lo han hallado. Luego el artículo fundamental del protestantismo, y, por lo tanto, todo lo que de ese artículo se deriva, es pura invención humana.

Pero, además, ese error está expresamente conde-nado por la Bibüa. Ella dice que hay minchas cosas que s? han de creer y que no están escritas en la Bi. blia. Oiga ü>d. lo que dice San Juan en su evangelio acerca de los milagros ele Jesús: "Muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están es-critas en este libro" (19, 30). Y al terminar su evan-

- 6±

gelio, para que nadie fuera a creer que quedaba escnio todo lo que el Señor había enseñado o hecho, pone es-tas palabras, que son la condenación más rotunda del principio protestante: "Y hay también muchas otras co-sas que hizo Jesús: que si se escribieran una (por una, me parece que no cabrían en el muriio los libros que se habrían de escribir" (21, 2f>).

Luego hay muchísimas cosas que hizo el Señor, y en las que nosotros debemos creer, que no están escri-tas en la Biblia. Y ¿dónde están?

Están en la tradición.

La Tradición

Esta palabra, "tradición", tan aborrecida de los protestantes, expresa la manera cómo quiso el Señor que fueran enseñadas y comunicadas las verdades de la fe: por la enseñanza oral, de boca en boca, es decir, por la tradición.

No dijo el Señor a sus apóstoles: escribid y dad a leer, sino que les dijo: "Id y predicad a todas las gen-tes . . . y he aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos" (Mat. 38,20).

Y los apóstoles convirtieron el mundo predicando. Y la mayor parte de ellos no escribieron nada, ni

una carta. Y los pocos que escribieron algo, lo hicieron tarde, por ocasión y después que habían convertido naciones enteras con la sola predicación oral. Recuerde Ud. lo que dice el protestante Lessing: "El cristianis-

— 65 —

" mo estaba ya propagado antes que ninguno de los " Evangelistas se pusiese a escribir la vida de Jesu-" cristo. Rezábase el Padrenuestro antes que lo escri-" biese S. Mateo, porque el divino Maestro lo había " enseñado "de palabra", a sus discípulos, quienes " "de palabra" lo habían transmitido a los primeros " cristianos. Bautizábase en el nombre del Padre y " del Hijo y del Espíritu Santo antes que el mismo " San Mateo consignase esta fórmula por escrito en " su evangelio; y se hacía así, porque Jesucristo la " había prescrito "verbalmente" a sus apóstoles"'.

De modo que la fe se propagó, no por la lectura de la Biblia, sino por la predicación de viva voz, por la tradición.

Por eso los apóstoles exigían fe a esta tradición. "Sed constantes, hermanos míos, decía S. Pablo, y re-tened "las tradiciones" que habéis aprendido ya por medio de nuestra predicación, ya por medio de nuestra carta" (2.a Tes. 2, 14).

La interpretación Privada

Y ¿ qué diremos, don Jacobo, del otro famoso prin-cipio de la "interpretación privada" de la Biblia? Que es tan falso y condenado por la Biblia coimo el anterior.

—También condena la Biblia la interpretación privada ?

—La condena en sus propios términos. Abra Ud. la epístola segunda de S. Pablo y l.ea el versículo 20

— 66 —

del capítulo l.o Dice así: "Bien entendí-Jo ante todas las cosas que ninguna profecía de la Escritura se decla-ra "por interpretación privada".

—Y ¿quién debe declarar el sentido de la Biblia? preguntó clon Jacobo.

—Sólo la Iglesia Católica, a quien el Señor dió este encargo.

—Y esto consta también de la Biblia?

—Claro está que consta. "Como mi Padre me en-vió, dijo Jesús a sus apóstoles, yo os envío a vosotros. Id por todo el mundo: predicad el evangelio. Estad ciertos de que yo estaré can vosotros, todos los días, hasta la consumación de los siglos. El que a vosotros oye a mí me oye". (Juan 20, 21; Marc. 16,15; Mat. 28,20; Luc. 10,16).

Por eso S. Pablo decía: "Somos embajadores de Cristo: Dios mismo os exhorta por mi boca" (2 Cor. 5, 20). Y a Timoteo no cesaba de encargarle: ''¡Oh Timo-too! guarda el depósito de la fe, evitando las novedades profanas en las «¿presiones, y las contradicciones de la falsa ciencia" (1 Tim. tí, 20).

—Aquí tiene IM., don Jacobo, quien debe guar-dar el depósito de la fe, quien explicarlo, quien declarar su sentido, quien condenar sus falsas interpretaciones, aunque se escuden con el nombre de ciencia.

Otros errores. » Libros de errores

Y no terminaríamos nunca, don Jacobo, si fuése-mos a exponer los demás errores y calumnias que le-vantan los protestantes contra las indulgencias, el pur-gatorio, .el 'celibato eclesiástico, el uso del latín, las sa-gradas ceremonias, el rezo del rosario, etc. Habría para escribir un libro. Pero ya 'hay tantos y tan bue-nos libros escritos sobre esta materia. lid. podrá leer-los a su :gasto. Si quiere que le recomiende algunos, le recomiendo "El llamamiento-de los americanos de bue-na fe" , rior el P . "Wenninger, traducido al castellano por el P. Constansó del Corazón de María; y también "El católico armado contra el protestantismo", por .'1 P . de Mandato. Podrá también leer "La actual cam-paña protestante", pastoral del .Obispo de Concepción.

Instruido con estas lecturas ya podrá Ud. cumplir con éxito sus deseos de reparar eí mal que hizo predi-cando el.error. Así lo han hecho íantos pastores pro-testantes convertidos a la verdad. Recuerde la hermo-sa carta con que el ministro Wilberforee se despedía de sus antiguos feligreses de Farleigh cuando vió la ! X'Í católica. ¡ Con qué amor los invita a seguirlo 1

Y ahora mismo, en estos últimos imeses, el Dr. Or-chard, el más elocuente de los predicadores ingleses, Dr. en Teología de la Universidad de Londres, ha abjurado de todos sus errores protestantes en manos del Carde-nal Bowne, Arzobispo de Westminster y declara a sus numerosísimos auditorios que, después de mucho estu-

— 68 —

diar, se convenció de que "la Cátedra de San Pedro ÍS identifica con la piedra sobre la cual Cristo edificó 0u Iglesia". El Saulo protestante se ha convertido en el Pablo católico.

Haga Ud. lo imismo, don Jacobo, y conviértase en apóstol de Cristo. En la Acción Católica tiene un vasto y hermoso campo de trabajo. Adiós.