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He visto casi todas las películas dirigidas y/o escritas por el controvertido Oliver Stone, un cineasta al que valoro especialmente a pesar de sus irregularidades, y tenía la espina clavada de no haber hecho lo propio con ‘Wall Street’, un film emblemático de los 80, con Stone y su protagonista Charlie Sheen ambos en la cumbre de sus carreras. Con un guión del propio Stone y de Stanley Weiser, la película homenajea al padre del director, Louis Stone como bien se dice en los créditos finales, y eso explica en parte el carácter exclusivamente moralista de la película, que adolece mucha menor ambigüedad y riqueza de contenido que ‘Platoon’, a mi juicio su obra maestra y una de las mejores cintas bélicas que ha dado el séptimo arte. Oliver Stone es un provocador nato. Dispuesto siempre a zamarrear las miserias de EEUU desde un punto de vista autocrítico aunque a veces caricaturesco, Stone es devoto de esa máxima de “bien o mal, pero que hablen de ti”. Sólo así se justifica su perspectiva obscena y a todas luces fuera de lugar en ‘Alejandro’, una bizarra hagiografía sobre la vida privada de Alejandro Magno. En ‘Wall Street’, se muestra sin tapujos el mecanismo económico de la ambición, los trapos sucios de un país cuyo crecimiento sólo es tangible si se mide en millones de dólares, en empresas hundidas para beneficio propio, o en su defecto absorbidas para caer en manos de unos pocos genios sin escrúpulos. Bud Fox (Charlie Sheen) es un corredor de bolsa joven y espabilado, pero que no levanta cabeza a pesar de su esfuerzo. En un acto de puro peloteo, Bud consigue reunirse cinco minutos con un mito de Wall Street, el carismático Gordon Gekko (Michael Douglas), y le propone que invierta en las aerolíneas Bluestar, un auténtico chollo ya que la empresa ha sido exculpada de un accidente. Bud sabe esta información a través de su padre Carl (Martin Sheen). Gekko sorprendentemente acepta y comienzan a hacerse amigos y confidentes, mientras Bud empieza a aprender sin parar y comprobar los tejemanejes del mundo bursátil, que en los términos de Gekko rozan la ilegalidad y que para nada tienen en cuenta el aspecto humano de las inversiones realizadas.

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He visto casi todas las películas dirigidas y/o escritas por el controvertido Oliver

Stone, un cineasta al que valoro especialmente a pesar de sus irregularidades, y tenía

la espina clavada de no haber hecho lo propio con ‘Wall Street’, un film emblemático

de los 80, con Stone y su protagonista Charlie Sheen ambos en la cumbre de sus

carreras. Con un guión del propio Stone y de Stanley Weiser, la película homenajea al

padre del director, Louis Stone como bien se dice en los créditos finales, y eso explica

en parte el carácter exclusivamente moralista de la película, que adolece mucha

menor ambigüedad y riqueza de contenido que ‘Platoon’, a mi juicio su obra maestra y

una de las mejores cintas bélicas que ha dado el séptimo arte.

Oliver Stone es un provocador nato. Dispuesto siempre a zamarrear las miserias de

EEUU desde un punto de vista autocrítico aunque a veces caricaturesco, Stone es

devoto de esa máxima de “bien o mal, pero que hablen de ti”. Sólo así se justifica su

perspectiva obscena y a todas luces fuera de lugar en ‘Alejandro’, una bizarra

hagiografía sobre la vida privada de Alejandro Magno. En ‘Wall Street’, se muestra

sin tapujos el mecanismo económico de la ambición, los trapos sucios de un

país cuyo crecimiento sólo es tangible si se mide en millones de dólares, en

empresas hundidas para beneficio propio, o en su defecto absorbidas para caer en

manos de unos pocos genios sin escrúpulos.

Bud Fox (Charlie Sheen) es un corredor de bolsa joven y espabilado, pero que no

levanta cabeza a pesar de su esfuerzo. En un acto de puro peloteo, Bud consigue

reunirse cinco minutos con un mito de Wall Street, el carismático Gordon Gekko

(Michael Douglas), y le propone que invierta en las aerolíneas Bluestar, un auténtico

chollo ya que la empresa ha sido exculpada de un accidente. Bud sabe esta

información a través de su padre Carl (Martin Sheen). Gekko sorprendentemente

acepta y comienzan a hacerse amigos y confidentes, mientras Bud empieza a

aprender sin parar y comprobar los tejemanejes del mundo bursátil, que en los

términos de Gekko rozan la ilegalidad y que para nada tienen en cuenta el aspecto

humano de las inversiones realizadas.

Ambientada en 1985, la película muestra una sociedad mermada por una crisis

reciente, que necesita recuperarse a base de nuevos y continuos “pelotazos”. En el

sentido estético, puede achacarse su look tan ochentero, que sin duda contribuye a

hacer envejecer a la película de una forma considerable. Pero ante todo, es una suerte

para ‘Wall Street’ que Michael Douglas haga un magnífico papel, en un villano

rebosante de carisma al que lo único que le interesa es el dinero. El personaje de

Gordon Gekko es memorable en todos los aspectos, y hay varias escenas

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impresionantes todas protagonizadas por él, SPOILER como su discurso ante la

directiva de una empresa, criticando el sistema burocrático que hace perder dinero a la

firma, o su llamada por teléfono a Bud, donde cesa un momento su conversación

sobre el trabajo para admirar el amanecer que presencia desde la playa FIN

SPOILER. El contrapunto de los personajes de Bud y Gekko está conseguidísimo, ya

que uno es un “don nadie” que en ningún momento para de crecer, y el otro es una

figura indispensable de la economía estadounidense, que lucha por mantener su

imperio personal.

La película es muy entretenida, sobretodo en su primera mitad, y esto tiene un

mérito tremendo teniendo en cuenta que la bolsa es el único y principal argumento, al

menos en cuanto a la cara visible de la película. Luego se desvanece un poco al

enrevesar un poco lo que es el fundamento de la motivación de Bud: el desengaño

ante la ambición personal, con una vendetta que nadie entiende del todo (a menos que

sea un experto en el tema) pero que todo el mundo disfruta. La convencional pero

portentosa banda sonora de Stewart Copeland, unidas a las dos canciones más

famosas del disco ‘My Life in the Bush of Ghosts’, de los geniales Brian Eno y David

Byrne, acompañan muy bien a la historia.

Un absoluto acierto que Charlie Sheen y Martin Sheen interpreten a hijo y padre

respectivamente, cuando los actores lo son en la vida real. Esto muestra una química

imposible de conseguir de otra forma entre ambos personajes, y es realmente emotiva

la escena SPOILER donde repentinamente Bud acude al hospital cargado de tristeza y

amor hacia Carl, consciente de su error e indignado por la falta de humanidad del

mundo donde se ha metido FIN SPOILER. La película acusa mucho, por otro lado, el

hecho de que el personaje de Daryl Hannah sea una mujer florero con todas sus

letras, pues está desaprovechado y se queda a medias su relación con Bud. El

histrionismo de Marv (John C. McGinley), compañero de Bud, resulta adecuado en

los primeros minutos, pero luego cansa y se convierte en sobrante en la película.

Con golpes de efecto, Oliver Stone conduce con agilidad al espectador a un

final SPOILERdesgraciadamente poco concreto, aunque destaca la detención de Bud,

con el protagonista intentando no llorar, para terminar desconsolado y profundamente

perplejo ante todo lo que ha provocado que él termine de esa forma. Se entiende que

Bud ayuda a la policía a desenmascarar a Gekko, pero habría sido más efectivo un

final de mayor empuje, con una lucha psicológica más justificada. No se entiende que

Bud, que a fin de cuentas era un corredor de bolsa exageradamente ambicioso y

eficiente, acabe perdiéndolo todo por su padre, y llegamos a entender un poco a

Gekko cuando le dice, entre puñetazo y puñetazo, que es un desagradecido. Por

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tanto, el único prisma viable es el del más didáctismo moralismo, que durante la

película no era nada forzado ni evidente y que al final acapara todo el sentido de la

misma FIN SPOILER.

‘Wall Street’ es una buena película, que logra hacer entretenido lo aburrido, con

excelentes interpretaciones (incomprensible que el enorme potencial de Charlie Sheen

se viniera abajo después de esto), entre las que destaca un Michael Douglas

inspiradísimo y un guión muy sólido, repleto de diálogos muy sustanciosos, que

reflexiona sobre la ambición de un modo profundo y realista dentro de lo que cabe. Un

clásico de los 80, y altamente recomendable. Para terminar, el mencionado

discurso de Gekko ante la directiva de la empresa Teldar. Discursos como éste o el

de, por ejemplo, Al Pacino en ‘Esencia de Mujer’ están entre los mejores de la historia

del cine.