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Imágenes de la migración. La fotografía en una experiencia migratoria México – Chicago
Alejandro Zarur Osorio
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA II
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
IMÁGENES DE LA MIGRACIÓN.
LA FOTOGRAFÍA EN UNA EXPERIENCIA MIGRATORIA MÉXICO – CHICAGO
Alejandro Zarur Osorio
Doctorado Bienestar Social y Desigualdades
Tesis presentada para aspirar al grado de
DOCTOR POR LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE
Dirigida por:
Dr. Clemente Penalva Verdú
Profesor Titular de Universidad
A
Raquel Marún Francis
Antonio Elias Ayub Zarur
María del Carmen García Téllez
J. Guadalupe Osorio de la O
MIGRANTES TODOS
A
Tila Osorio García
Antonio Zarur Marún
(Tonche)
SUS HIJOS, MIS PADRES
David
Amigo, cómo no apreciar tu
sutileza: una luz apagada y otra
encendida. ¡Con tantas cosas que
estarían pasando por tu alma esa
madrugada! Y sin embargo,
estuviste en mi casa para
despedirte. Y sin embargo, te
diste tiempo para no irte nunca.
¡Qué elegancia la tuya!
«La anciana recordaba un cisne que comprara hacía muchos años en Shanghai por una suma ridícula. Aquella ave, se jactó en su momento el vendedor del mercado, fue en otro tiempo un pato que estiró el cuello con la esperanza de convertirse en ganso, ¡y míralo ahora! Es demasiado hermoso para comerlo.
Luego la mujer y el cisne navegaron a través de un océano que tenía muchos lí* de extensión, estirando sus cuellos hacia Estados Unidos. Durante la travesía, ella arrullaba al cisne diciéndole: ‹En América tendré una hija igual que yo, pero allí nadie le dirá que su valía se mide por la sonoridad del eructo de su marido, allí nadie le mirará con desprecio, porque la obligaré a hablar sólo en un perfecto inglés norteamericano. ¡Y allí estará demasiado saciada para tragar ninguna pena! Sabrá lo que quiero decir porque le regalaré este cisne... un animalito que llegó a ser más de lo que se esperaba de él›.
Pero cuando llegó al nuevo país, los funcionarios de inmigración le arrebataron el cisne, y ella se quedó agitando los brazos y con una sola pluma del ave como recuerdo. Luego tuvo que llenar tantos formularios que olvidó por qué había ido allí y lo que dejó atrás.
La mujer había envejecido y tenía una hija que creció hablando sólo inglés y tragando más Coca-Cola que penas. Desde hacía mucho tiempo la mujer quería darle a su hija la única pluma de cisne y decirle: ‹Ahora tal vez parezca que esta pluma no vale nada, pero viene de lejos y trae consigo todas mis buenas intenciones›.
Y aguardó, un año tras otro, hasta el día en que pudiera decirle eso a su hija en un perfecto inglés norteamericano».
Amy Tan
* Medida lineal china, equivalente a unos 540 metros. (N. del T.)
«Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración en su árbol genealógico... Así como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente cordero de enturbiar el agua del arroyo de donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes, no tuvo otro remedio que ir, cargando la vida sobre la espalda, en busca de la comida que su propia tierra le negaba. Muchos portugueses (¿y cuántos españoles?) murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, noche oscura, intentaban alcanzar a nado la otra orilla, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba. Centenas de millares de portugueses (¿y cuántos españoles?) tuvieron que adentrarse en la llamada culta y civilizada Europa de allá de los Pirineos, en condiciones de trabajo infame y salarios indignos. Los que consiguieron soportar las violencias de siempre y las nuevas privaciones, los supervivientes, desorientados en medio de sociedades que los despreciaban y humillaban, perdidos en idiomas que no podían entender, fueron poco a poco construyendo, con renuncias y sacrificios casi heroicos, moneda a moneda, céntimo a céntimo, el futuro de sus descendientes. Algunos de esos hombres, algunas de esas mujeres no perdieron ni quisieron perder la memoria del tiempo en que padecieron todos los vejámenes del trabajo mal pagado y todas las amarguras del aislamiento social. Gracias sinceras les sean dadas por haber sido capaces de preservar el respeto que debían a su pasado. Otros muchos, la mayoría, cortaron los puentes que los unían a aquellas horas sombrías, se avergonzaron de haber sido ignorantes, pobres, a veces miserables, se comportaron como si la vida decente, para ellos, sólo hubiera comenzado verdaderamente y por fin el día felicísimo en que pudieron comprar su propio automóvil. Esos son los que estarán siempre dispuestos a tratar con idéntica crueldad e idéntico desprecio a los emigrantes que atraviesan ese otro Bidasoa más largo y más hondo que es el Estrecho de Gibraltar, donde los ahogados abundan y sirven de pasto a los peces, si la marea y el viento no prefirieron empujarlos a la playa, hasta que la guardia civil aparezca y se los lleve. A los supervivientes de los nuevos naufragios, a los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, les espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio a la piel, de la sospecha, del envilecimiento moral. Aquel que antes fue explotado y perdió la memoria de haberlo sido, acabará explotando a otro. Aquel que antes fue despreciado y finge haberlo olvidado, refinará su propia capacidad de despreciar. Aquel a quien ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y helos aquí, todos juntos, tirándole piedras a quien llega hasta esta orilla del Bidasoa, como si ellos nunca hubieran emigrado, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubieran sufrido de hambre y desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas».
JOSÉ SARAMAGO
Índice
Resumen
8
Presentación y agradecimientos
34
Capítulo 1. Introducción. Visualización
47
Capítulo 2. Fundamentos. Composición: modo de ver
71
Capítulo 3. Método. El equipo y los procedimientos
93
Capítulo 4. Fotografía en la migración. El motivo delante del objetivo.
122
Capítulo 5. Análisis de resultados. La imagen, valoración y crítica
180
Conclusiones
207
Epílogo
219
Bibliografía
224
Anexo 1 Información socio-demográfica
229
Anexo 2 Fotografías
244
8
Resumen
I
¿Qué funciones sociales cumple la fotografía en las migraciones humanas
internacionales, particularmente en la experiencia migratoria de pobladores de
Tonatico, Estado de México, a Chicago, Illinois?, es la pregunta de
investigación principal que guía la realización de la presente memoria.
El objetivo general de ésta es conocer y comprender, a partir de la
experiencia migratoria de pobladores de Tonatico a Chicago, el papel que la
fotografía tiene en la migración internacional de seres humanos, desde una
perspectiva doble de interés: la de quien ha emigrado y de quien permanece en
el lugar de origen.
La investigación transcurrió bajo los supuestos de la metodología
cualitativa, y el método que elegí —tanto en Chicago como en Tonatico― fue
la entrevista personal —directa, semiestructurada, conversacional, a
profundidad— para obtener información de primera mano en el entorno social
que vincula cotidianamente a las personas entrevistadas con distintos aspectos
de la historia, el contexto, las condiciones, las consecuencias y las
expectativas de su experiencia migratoria, y el papel que cumple la fotografía
en ésta.
9
Las entrevistas obedecieron a objetivos diferenciados:
En Chicago, conocer y comprender el entorno social de la inmigración
mexicana. El lugar de llegada es donde esta experiencia se concreta, se hace
individual y única; ahí se define, casi siempre, su rumbo y su destino.
En Tonatico, conocer y comprender el papel de la fotografía a partir de
la experiencia de sus pobladores que han emigrado a Chicago. El lugar de
origen es donde la experiencia migratoria tiene su razón y su aliento, ahí su
huella es más profunda y más visible, ahí se observan sus contradicciones, sus
beneficios económicos ―innegables―, y sus consecuencias sociales
―algunas veces indeseadas.
Las entrevistas realizadas en Chicago estuvieron enfocadas en
comprender el medio en que transcurre la vida personal, familiar, laboral y
social del inmigrado, desde la perspectiva de quienes conocen a fondo —sean
mexicanos o no— a las comunidades mexicanas y lo que significa ser, en esa
ciudad, mexicano, latinoamericano, o latino, como resultado de su propia
experiencia migratoria, laboral, artística, literaria, docente, estudiantil,
periodística, política, o de activismo a favor de los derechos de los migrantes.
En Tonatico convergen los migrantes que van y vienen, los familiares
que permanecen a su espera, los migrantes que han retornado para siempre, los
10
que están por emprender el camino, y el recuerdo de los que nunca han de
volver. Ahí tiene lugar la memoria histórica que da sentido al papel de la
fotografía en la migración. Por esta razón, las entrevistas que realicé en
Tonatico se orientaron a comprender las funciones sociales que la fotografía
tiene en la experiencia migratoria ―a partir del contexto que le da sustento en
el lugar de origen, a las razones, condiciones y consecuencias sociales de
ésta―, desde la perspectiva de quienes la viven en primera persona: migrantes
históricos (braceros), migrantes de retorno, migrantes estacionales, familiares
cercanos a ellos y a los migrantes ausentes.
Con la orientación del trabajo a partir de la perspectiva de la
investigación cualitativa —que en palabras de Flick, tiene la preocupación “de
transformar situaciones sociales complejas (u otros materiales como las
imágenes) en texto” (Banks, 2010, p. 14) —, he basado el trabajo en las
experiencias, narraciones, fotografías, documentos y testimonios de las
personas con las que conversé en Chicago y en Tonatico. Los encuentros se
dieron lo mismo bajo un programa de citas que —casi— espontáneamente.
Conforme iba avanzando me quedaba más claro que ellos (los que se van y los
que se quedan), son quienes pueden ―más que nadie― aportar los elementos
para encontrar respuestas a las preguntas de investigación; ellos son los que
11
saben, porque viven y porque reflexionan ―en voz alta o en silencio― sobre
esa (su) experiencia.
“Los investigadores cualitativos se interesan por acceder a las
experiencias, interacciones y documentos en su contexto natural y en una
manera que deje espacio para las particularidades de esas experiencias,
interacciones y documentos y de los materiales en los que se estudian”.
(Banks, 2010, p. 13)
Las claves del trabajo provienen de las personas, de sus historias y de su
palabra. Son ellas y sus circunstancias las que conocen y hacen significativas
esas historias, contextos, objetos, cotidianidades, comunicaciones, rupturas e
interacciones que surgen y adquieren sustancia con la experiencia migratoria.
Experiencia que también ―sobre todo en Chicago― da origen a la reflexión
sistemática, a la creación artística y literaria, a la militancia política y a la
lucha social.
La información que he recopilado tiene una lógica: es en el contexto
donde se construye su interpretación ligada a la experiencia migratoria. Tanto
en Chicago —la migración desde la mirada de los migrantes—, como en
Tonatico —la migración en la mirada de los migrantes—, hay aspectos
históricos y cotidianos, vinculados a diversas propuestas de creación, de
12
difusión y comunicación de esa misma experiencia. Particularmente, en
Chicago hay una corriente con raíces en el movimiento chicano y las luchas
por los derechos de las minorías, que emplea los medios escritos y los
electrónicos para abordar, discutir y hacer más visibles los temas que más
preocupan a la comunidad latina en esa ciudad y los relacionados con el
origen cultural de los inmigrantes y sus descendientes.
Así, el sentido de lo que pude conocer y observar procede de las
personas que entrevisté, como también proceden de su experiencia las
nociones sobre el papel de la fotografía en la migración internacional. Al
reflexionar sobre este tema, los entrevistados asumieron un papel activo, se
interesaron por lo que a otro (a mí) le parece importante, y crearon un
intercambio de reflexiones que dio lugar a un sentido explicativo al tema
central de este trabajo, ya no individual, sino social ─una subjetividad
“original” colectiva─, de la que también el investigador participa una vez que
elige que la sustancia de su trabajo parta directamente de los sujetos, y de los
contextos sociales en los que indaga e interactúa con las personas que son
parte de la experiencia migratoria internacional.
Esta indagación transcurrió a la par de una construcción conceptual que
se basa en autores que han reflexionado en torno a la imagen fotográfica, a sus
funciones en la comprensión de los fenómenos sociales y como medio para,
13
como plantea Berger, bosquejar la experiencia del trabajador migrante y
relacionarla con lo que le rodea ―física e históricamente―. (2010, p. 21) En
París ciudad invisible, Bruno Latour concede a la fotografía un lugar relevante
en sus planteamientos centrales (fotografías de Emilie Hermant); nos recuerda
la imposibilidad de abarcar en una sola mirada todos los flancos de un objeto o
de un tema de estudio, y que, sin embargo, la fotografía es un medio
privilegiado para mirar lo inabarcable, porque la integración de imágenes
fragmentadas dará en muchos casos la posibilidad de hacer descriptible a un
conjunto que nunca se reúne.
La fotografía es indicio, y como tal, es sólo una parte del todo. “El mapa
no es el territorio”, advierte Latour, (2010) Antes que todo está lo social, y
ante este universo las imágenes entran en tensión. Nada está a la vista desde
una sola mirada. Así como hay el deseo de ver “todo París”, sea en una
maqueta de yeso o en la pantalla de una computadora, estos intentos siempre
estarán en desventaja con en el París a escala uno, el París inabarcable desde
ningún panorama, desde ninguna mirada, y menos aún, si se pretende verla
desde fuera, como una ciudad hecha de un cúmulo de materias y no como
contexto social de la vida de millones de personas.
La fotografía da lugar a otras imágenes, que hacen, a través de la
palabra, más visible aún el movimiento incesante historias singulares y
14
comunitarias que genera la experiencia migratoria, donde cada una cobra
sentido social, y cada migrante es “alguien”, al mismo tiempo que ―dice
Berger (2010) a propósito de las fotografías de Mohr―, las fotografías hablan
de cosas que están más allá del alcance de las palabras. (p. 21)
Así, a través de la fotografía el migrante mira, se mira y es visto. Se
vuelve alguien ante sí, ante los que se quedaron en el lugar de origen, y ante
los que “vienen atrás”, quienes un día verán sus fotos, y “podrán saber qué
clase de persona fue”, como podrán saber los descendientes de Marcelo (el
pastor de vacas que retrató Jean Mohr) que cuando vio su retrato dijo: “Y
ahora mis bisnietos sabrán qué clase de hombre fui” (Berger, 1998, p. 37)
Si para Latour (2010), las fotografías son esclarecimientos parciales,
para Bourdieu (1979), la fotografía no sólo tiene funciones sociales en un
sentido práctico a partir de lo que aporta o puede aportar al estudio
sociológico de un hecho de la vida social, sino en su dimensión histórica en
tanto resultado de un hecho —o conjunto de ellos— vivido por seres humanos
concretos. “Si nos fuimos de braceros fue por hambre”, “no tenía que darles
de comer a mis hijos”, “fue una experiencia muy amarga”, “fue muy duro,
sufrimos mucho”, me dicen en Tonatico quienes emigraron como braceros (al
amparo del programa de trabajadores agrícolas temporales que permitió a
15
mexicanos obtener permiso de trabajo en los campos del sur de Estados
Unidos. El programa dio inicio en 1942 y concluyó en 1964).
Esa emigración dio como resultado no sólo aliviar las condiciones
económicas que obligaron a mucha gente a abandonar sus tierras para ir a
cultivar otras fuera de México, sino también una serie de dualidades se fueron
tejiendo en torno a lo económico, a lo cultural, a la dinámica de las familias y
los roles dentro de éstas. Las interacciones construyeron un espacio social
desconocido ─un espacio social transnacional─ al que hoy los habitantes de
Tonatico están tan habituados. Con el tiempo han aprendido que las estrategias
de reproducción social no se conciben —consciente o inconscientemente—
sin tomar en cuenta lo que pasa en el otro lado, sin lo que ocurre con los
americanos, sin los recursos que estos envían, sin la información que esa
experiencia va dejando en cada familia —muchas de ellas a estas alturas ya
binacionales, biculturales—, sin los instrumentos y recursos de reproducción
generados en ambos lados de la frontera, y sin el aprovechamiento social que
se hace de estos.
Los migrantes tonatiquenses en Chicago y su zona metropolitana han
construido relaciones parentales, comunitarias y sociales en torno a la decisión
―voluntaria o no― de emigrar, que se enmarcan en contextos ─bien que esa
experiencia ha ayudado a conformar, o que se inscriben en otros
16
preexistentes― más amplios, históricos, de la migración. En este trabajo se
trata de comprender esos contextos tanto en Tonatico como en Chicago y
Waukegan (municipalidad ubicada en el norte de la zona metropolitana de
Chicago, donde se encuentra el más grande asentamiento de tonatiqueneses en
Estados Unidos. El gobierno municipal de Tonatico, calcula que más tres mil
tonatiqueneses ―oriundos y descendientes― viven en Waukegan y los
suburbios de North Chicago).
La emigración de tonatiqueneses, y en particular la emigración a
Waukegan, no se entiende sin la experiencia de los braceros, (y ésta sin el
papel que tuvieron las mujeres que permanecieron en el lugar de origen y de
las que se fueron a trabajar con ellos, y como ellos) como Waukegan no se
entiende sin Chicago. Las bases de las entrevistas y la selección de los
entrevistados, se orientaron a conocer y comprender tanto las condiciones de
esos contextos socio-históricos como la función social que la imagen
fotográfica tiene en la experiencia migratoria que se inscribe en estos.
II
La fotografía da origen a la palabra, no la sustituye. Más aún cuando lo
que se está estudiando es su papel en la experiencia migratoria. En ésta no hay
nada impersonal y cualquier conjetura involucra a las personas, que la viven
17
directamente. Así, en este caso, como en muchos otros, una imagen no dice
más que mil palabras. Las funciones sociales de la fotografía en la experiencia
migratoria no devienen de la imagen en sí, sino de su contexto, de lo que
narran las personas, de las emociones que surgen a partir de la ocasión, el
lugar, el motivo y la época de la fotografía. Con lo que ésta evoca surge la
palabra, en las conversaciones, las narraciones, las descripciones, los textos
que las recogen, y así, la posibilidad de ir más allá de lo que la fotografía
muestra y oculta al mismo tiempo.
Las conversaciones en Chicago aportan otro tipo de imágenes que nos
permiten conocer el contexto social, el medio, en que transcurren las
experiencias y las vidas migrantes, desde la perspectiva privilegiada de quien
cotidianamente vive, observa, reflexiona, difunde, escribe y crea arte, a partir
de esa (una) realidad común a la mayoría de los inmigrados latinoamericanos.
En todo caso, para cualquier interpretación, la experiencia previa (no sólo la
observación) y el apego al contexto son fundamentales. Como Paul Valéry
plantea: “Resulta más útil hablar de lo que uno ha experimentado que
pretender un conocimiento que sea absolutamente impersonal, una
observación sin observador. De hecho, no hay teoría que no sea un fragmento,
cuidadosamente elaborado, de algo autobiográfico”. (En Fontcuberta, 1990, p.
11)
18
En Tonatico, si bien la experiencia migratoria es compartida
socialmente, las fotografías siguen siendo fundamentalmente parte de la
experiencia familiar y personal; aun en el contexto de la producción,
circulación, intercambio y almacenamiento masivo de imágenes, que se da en
los medios, herramientas y servicios que para tal propósito se proporcionan a
través de internet. Esta reserva que hay sobre la fotografía personal y familiar,
se debe en parte a que la fotografía capta instantes que pueden evocar los
mejores recuerdos, por ello la nostalgia magnifica las cosas que suceden en
Tonatico, lo que se ha dejado atrás, lo que los hacía felices, lo que les daba
pertenencia en un lugar donde no se sienten extraños y no tienen que repetir el
¡no nos quieren!, que escuché más de una vez en las conversaciones que tuve
con migrantes tanto en Tonatico como en Waukegan.
Por esta razón es tan importante el desfile que los tonatiquenses
radicados en la zona metropolitana de Chicago hacen cada año en Washington
St. el domingo previo al 16 de septiembre (inicio del movimiento de
independencia de México), emulando al que se realiza en Tonatico el 27 de
septiembre (consumación de la independencia de México). El desfile es visto
por la comunidad de origen latinoamericano, mexicano y particularmente
tonatiquense, como un logro y una oportunidad de reivindicar su origen, de
19
decir: somos alguien, procedemos de un lugar, tenemos una identidad, una
cultura, una historia.
El desfile, en ambos lados, es un hecho público, notorio, que da origen a
múltiples imágenes y representaciones; como también es el certamen para
elegir a la Señorita Fiestas Patrias de Tonatico y de Waukegan. Las fotografías
que se hacen de estos hechos y su difusión, contrasta con la reserva con que
son tratadas las fotografías que tienen su motivo en el ámbito privado.
Si la fotografía en la migración tiene un carácter privado, y su
valoración más alta (más real) se hace en la intimidad de quien ha dejado el
lugar de origen y de quien permanece en éste, es porque forma parte de una
estructura —junto con las redes familiares y comunitarias de apoyo— que
mantiene un frágil equilibrio entre lo personal, lo familiar y lo comunitario,
como consecuencia de las rupturas que la ausencia trae consigo. La fotografía
puede ayudar a justificar éstas o a profundizarlas. Por un lado, es un medio
que mantiene o amplía vínculos entre quien emigra y quien permanece en el
lugar de origen, registra (graba) el proceso migratorio en ambos lados de la
frontera, documenta la experiencia personal del emigrado, en su migración, y
hasta puede considerarse que suple las ausencias que ésta causa. Por otro,
ahonda la certeza de lo que no se tiene y de lo que en la ausencia del lugar de
20
origen impide tener, participar, ser parte, de lo que se ha dejado a atrás, así
como de lo que se pierde con la ausencia de quien emigró.
La fotografía no totaliza la experiencia migratoria, pero es una forma de
comunicar y significar ésta. Mediante la fotografía se comunica y se comparte
la experiencia social de una población, como Tonatico, donde la migración es
tan común, que no da ya lugar al asombro aunque sí a la memoria, por ello las
fotografías más valoradas son las que no se comparten, son las que quedan en
el espacio privado, íntimo, inclusive.
En la actualidad, la existencia y el uso intensivo de las redes de
comunicación digitales de alta tecnificación y acceso abierto, la fotografía
forma parte de flujos de información en espacios sociales virtuales amplios y
diversificados que abren nuevos territorios de comunicación, de encuentro, de
intercambio, de opinión, de discusión, de acuerdos. Este nuevo orden de
comunicación, conectividad e interactividad hasta hace poco inexistente, da
origen a nuevos espacios sociales y comunidades virtuales de intercambio de
información, que coexisten, tanto en Tonatico como en Chicago, con las redes
sociales de apoyo e intercambio de información tradicionales; en parte porque
no toda la población tiene aún acceso a los medios que lo hacen posible —
mayormente en México que en Estados Unidos—, y en parte porque hay
personas —no necesariamente las de mayor edad— que no desean “migrar” a
21
esas comunidades y formas de comunicación ─que son accesibles pero no
desinteresadas─. En sus recursos de almacenamiento de información se están
creando los álbumes fotográficos más completos que jamás han existido de las
historias personales y de una sociedad en una época determinada. En este
sentido, los grandes álbumes están ya en la “memoria” de los prestadores de
servicios de comunicación planetarios “gratuitos” (plataformas para envió de
correo y mensajería electrónicos), que además, permiten intervenir la imagen,
acompañarla de textos, sonidos y efectos.
Sin embargo, sea por el medio que sea que circulen y se almacenen las
imágenes fotográficas, permanecen en esencia sus motivos, encuadres,
ocasiones, lugares, personas, objetos, así como sus propósitos. Comparten el
propósito, tanto quienes emigraron como quienes permanecen en Tonatico:
transmitir tranquilidad por medio de las imágenes fotográficas que hacen
llegar a uno y otro lado de la frontera.
Por su parte, los tonatiquenses que emigraron desean con sus fotografías
—además de no provocar inquietud en los que se quedaron, de crear un estado
de ánimo desde otro estado de ánimo, como mencionó en la entrevista el
tonatiquense Habacuc López—: (a) Compartir logros, éxitos, objetivos
cumplidos, y, dar fe de su ascenso e integración en la sociedad estadunidense.
Así, las fotografías muestran: situaciones en las que la bandera de Estados
22
Unidos aparece en todo lo alto —mejor aún si está ondeando a la entrada de la
casa—, los momentos cumbre de la cena el día de acción de gracias
(thanksgiven day), las celebraciones del 4 de julio —en especial los fuegos
artificiales—. (b) La “apropiación” de nuevos espacios sociales y urbanos —
ni sombra de segregación, marginación, explotación, exclusión o racismo—,
la “apropiación” de nuevos contenidos culturales que provienen de la
experiencia en el trabajo—uniformes, herramientas, equipo, compañeros—, y
de la convivencia con nuevas normas sociales y un clima diferente, diverso y
adverso —la nieve como principal protagonista—. (c) Que a pesar de la
distancia, los valores y las tradiciones continúan intactos: el orgullo de ser
tonatiquense, la gastronomía es insustituible y ahora se reserva para ocasiones
especiales, los días festivos no pasan inadvertidos a pesar de la distancia, por
lo que las celebraciones se replican en Waukegan.
Con la tecnología de la comunicación y de la información disponible
ahora, se modifican las nociones de tiempo y espacio, como se modificaron
cuando los emigrantes dejaron de hacer el trayecto hacia la frontera
estadunidense en tren para hacerlo en autobús, y luego cruzar la frontera en
ambos sentidos a bordo de sus propios coches, y finalmente en avión. Esta
forma de comunicación y relacionamiento con los migrantes —con medios y
propiedades inimaginables para otras generaciones de migrantes—, esta tele-
23
presencia —on line—, esta realidad intervenida, enfrentan al migrante con sus
añoranzas. No son una forma de retorno o de no haberse ido, sino de no
desaparecer. Ahora queda poco margen para los misterios y las sorpresas.
Cada vez se sabe más acerca de cómo es la vida de un inmigrante en Estados
Unidos, qué trabajos hace, cuánto gana, dónde vive, en qué medios, en qué
climas, con quién se relaciona, qué come y cómo se divierte.
El gran cambio de la sociedad que están creando las tecnologías de la
información va más allá de simple convergencia entre los medios
(informática, televisión, teléfono, pantallas, páginas impresas). Es la
migración simbólica entre espacio y tiempo la que mueve al mundo, no las
tecnologías sino sus contenidos culturales”. (Vilches, 2001, pp. 67-68)
III
Los resultados de la investigación han sido compartidos ya con las
personas que en Tonatico participaron en ésta con sus historias, fotografías,
narraciones, y testimonios, lo que dio origen a más información, a precisiones
y recuerdos que fortalecieron todavía más la confianza de la que partimos, y
abrió más las vías de comprensión de un filón de realidad que por ser tan
propia, tan familiar, tan cotidiana, tan arraigada (aunque singular y concreta),
que termina por ser apenas reconocible a la vista de los tonatiquenses, tan
24
habituada ya a sus luces y sombras; pero no deja de llamar su atención que
otros se interesen en lo que para ellos está tan asumido por generaciones:
muchos tonatiquenses han emigrado y muchos más lo harán en el futuro. Con
esa experiencia vendrán tiempos y ratos de paz y de pena, se salvarán algunas
carencias y se generarán otras debido a la ausencia, a la separación que cada
día y en mayor número de casos se acerca más a ser definitiva.
Muchas cosas podrán saberse y muchas quedarán en un margen
impenetrable, íntimo, de la memoria personal, que podrá ser “sacudida” por
las imágenes fotográficas, y dar lugar a reflexiones y sentimientos
imperceptibles, que (como plantean Castel y Schnapper) no estarán
determinados por la noción socialmente construida de la fotografía, sino por
las circunstancias de vida del que entra en contacto con ésta. (cfr. en Bourdieu,
1979, p. 157)
En Chicago no fueron los resultados lo que difundí, sino las
motivaciones y la pertinencia de la investigación en el marco de un interés
creciente por la inmigración de latinoamericanos a Chicago. Las personas con
las que conversé tienen un conocimiento del tema que deviene de su
experiencia y de la reflexión que hacen sobre ésta. Reflexión que no se queda
en un soliloquio, sino que es compartida, difundida, expresada mediante la
palabra, las artes, el periodismo, la docencia, el activismo social y político, la
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lucha contra la indiferencia y la discriminación de personas, lengua y cultura
cargadas, como todas, de historia, valor y vida.
En todo caso, el propósito fue generar una reflexión compartida, que
llevara a la comprensión de un tema que pasa por juicios y experiencias tan
personales como los motivos de hacer, mirar y conservar una fotografía, y las
razones para conversar con ella, y a partir (a propósito) de ella.
Así la difusión de los resultados, tanto de forma oral como escrita, pasa
por el reencuentro con la mayoría de las personas que compartieron conmigo
su historia, sus puntos de vista, su voz y sus silencios.
Afortunadamente, las personas entrevistadas, tanto en Chicago como en
Tonatico, mostraron interés por participar en la investigación y por conocer
los resultados de ésta, sobre todo porque su papel no se redujo a meros
informantes ni a integrantes de un sujeto social anónimo. Por el contrario, las
reflexiones sobre el tema principal del trabajo continuaron; en Tonatico,
cuando volvía a encontrarme a las personas con las que había conversado,
sobre todo con quienes percibieron que la entrevista les había llevado a
aspectos de su experiencia sobre los que no se habían preguntado antes, y con
quienes se replantearon el valor de muchas imágenes que parecían no
importarles a nadie más que a ellos. En Chicago, las conversaciones sirvieron
26
para conocer y valorar la importancia del trabajo que hacen muchas personas
de origen latinoamericano y que da lugar a un proyecto creativo, heterogéneo
y plural, pero con un origen y un interés compartidos por conocer a las
comunidades latinoamericanas desde su historia, su lugar en la ciudad, el
papel del idioma español, la comunicación intergeneracional, la producción
artística, los proyectos comunitarios y la cultura viva y ancestral de quienes
decidieron emigrar a Chicago. Las conversaciones también continuaron, esta
vez a través del seguimiento de su producción creativa, artística, literaria y
periodística, de muchas de las personas con las que participaron en la
realización de este trabajo.
Por su naturaleza, se esperaría que los resultados del trabajo aportaran
algo al estudio de las funciones sociales de la fotografía, al estudio de la
migración México – Estados Unidos, pero sobre todo, a las personas que viven
en primera persona la experiencia migratoria, en ambos lados de la frontera.
Dice John Tagg “La fotografía […] requiere, por tanto, no de una alquimia,
sino de una historia, fuera de la cual la esencia existencial de la fotografía es
algo vacío”. (2005, p. 10)
27
IV
La fotografía es más que un instante de vida fijado en una superficie
fotosensible que deviene en registro o en arte. Al vincular la fotografía al
tema de la migración internacional de seres humanos, se abre paso entre las
funciones que comúnmente derivan de las intenciones de quienes la hacen o la
contemplan: documentar, probar, visibilizar, denunciar, testimoniar,
evidenciar, mostrar, ilustrar, reproducir, objetivar, representar, para dar lugar a
la relación que establecen con las personas que viven directamente la
experiencia migratoria y que expresan a través de narraciones, descripciones,
conversaciones, y también con el silencio.
El papel que la fotografía tiene en esa experiencia está ligado a
pensamientos y sentimientos ─muchas veces impenetrables─ motivados por
ausencia, distancia, zozobra, afectos, discontinuidades, pérdidas, rupturas,
abandonos. La fotografía, entonces, se valora por su capacidad de evocar
personas, lugares, tiempos, circunstancias, relaciones; de hacer las veces de
alguien ausente; de animar la memoria, la nostalgia, la melancolía; de
descubrir e informar novedades, advenimientos, logros, cambios, progresos,
éxitos, realizaciones; de estimular o de reprimir el deseo de emigrar. La
fotografía deviene en imagen de la razón íntima, que a su vez motiva la razón
íntima de la mirada ante la imagen.
28
Desde esta perspectiva, la fotografía es parte de la experiencia
migratoria, no es algo secundario; es tan parte de ésta como los envíos de
dinero y otros objetos, o las estrategias y redes transnacionales de apoyo
familiares y comunitarias a los proyectos migratorios. La fotografía es, como
plantea Castel (en Bourdieu, 1979) “es todo menos un pasatiempo
insignificante. A través de la actividad fotográfica se pueden entender
actitudes más profundas, como si la actividad fotográfica captara funciones
que preexisten a ella”. (p. 311)
La fotografía en la migración trata y se hace parte de una experiencia
singular, irrepetible; corresponde a un tiempo, a una historia; dice algo de
alguien en concreto, de personas, y no tanto de un sujeto social abstracto,
como el que regularmente se construye desde la fotografía de la migración,
hecha por terceros, “desde el punto de vista del extraño”. (Berger, 1998, p.
279) “He acompañado a los fotógrafos en sus reportajes y he visto que nunca
se dirigían a las personas que fotografiaban. Prácticamente no sabían nada de
ellos”. (Schultheis, F. y Frisinghelli, Ch., 2011, p. 26)
Sobre este particular, la necesaria revisión de los antecedentes, condujo a que
tanto la fotografía, como los trabajos que involucran a ésta en el estudio de la
migración México – Estados Unidos, están dedicados a la fotografía de la
migración y no a la fotografía en la migración. La fotografía de la migración
29
se hace en ambos lados de la frontera. En Estados Unidos, la inmigración de
mexicanos ha sido fotografiada desde los años veinte, y las primeras series
hechas con el propósito de documentarla datan de finales de los años treinta y
principios de los cuarenta, y se deben al trabajo de los fotógrafos de la Farm
Security Adminstration, que fueron contratados por el gobierno
estadounidense para registrar fotográficamente las consecuencias en la
producción agrícola de la depresión económica y una sequía prolongada que a
principios de los años treinta asoló al sur y al medio oeste estadunidense, lo
que provocó numerosos desplazamientos humanos. Desde entonces, la
inmigración de mexicanos a distintas regiones y ciudades de Estados Unidos
ha sido motivo del trabajo de fotógrafos profesionales que han documentado
su vida y su trabajo, así como las condiciones sociales y los riesgos presentes
a lo largo de la frontera sur estadunidense y la frontera norte de México. En
este caso, durante los últimos años, destacan los trabajos ─iniciados en el lado
norte de esta frontera─ de David Bacon, John Moore, Don Bartletti; además
de las series que han hecho en el marco de proyectos más amplios Platon
Antoniou y Sebastião Salgado.
Fotógrafos mexicanos y extranjeros también han realizados series sobre
la frontera entre México y Estados Unidos, y de la vida y el trabajo de los
mexicanos en los campos, fábricas y ciudades estadunidenses; además de
30
documentar fotográficamente el paso de migrantes extranjeros ─sobre todo
provenientes de países centroamericanos─ por el territorio mexicano hasta su
frontera norte. Desde el colectivo fotográfico Hermanos Mayo ─refugiados
republicanos españoles que llegaron a México en 1939─ hasta el trabajo de
─entre otros fotógrafos─ Eniac Martínez, Pedro Meyer, José Hernández
Claire, Francisco Mata Rosas, Elsa Medina, Ulises Castellanos, Pedro
Valtierra, Irineo Mujica, Edu Ponces, Toni Arnau, Eduardo Soteras, Ricardo
Ramírez Arriola, Fernando Meza, Byron Brauchli, Luis Eduardo Aguilar,
Prometeo Lucero, Encarni Pindado, Alfonso Caraveo, y las recopilaciones
─tanto en México como en Estados Unidos─ de académicos como John Mraz,
Devra Weber, Jorge Durand, Patricia Arias, Rita Arias-Jirasek y Carlos
Tortolero.
En este campo de la fotografía de la migración entre México y Estados
Unidos, y de su zona fronteriza, el archivo fotográfico institucional más
importante ─con más de cien mil imágenes─ está conformado por el trabajo
que desde 1986 ─con el proyecto Cañón Zapata─ han hecho los fotógrafos
que trabajan, o trabajaron, en El Colegio de la Frontera Norte (Tijuana, Baja
California).
Por su parte, la fotografía en la migración da origen a una historia, más
allá de la imagen social de ésta que la limita al registro, la evidencia, el
31
testimonio o el arte. En la experiencia migratoria la fotografía no es la prueba,
sino memoria, “campo en el que coexisten diferentes tiempos. Es un campo
continuo en términos de la subjetividad que lo crea y lo extiende, pero es
discontinuo en su temporalidad. […] Una fotografía es más simple que la
mayoría de nuestros recuerdos, su campo es más limitado. Sin embargo, con la
invención de la fotografía adquirimos un nuevo medio de expresión más
estrechamente asociado a la memoria que ninguno otro. La Musa de la
fotografía no es una hija de las hijas de la Musa de la Memoria, sino la
memoria misma”. (Berger, 1998, p. 280)
La fotografía de los emigrados y la fotografía que se hace para ellos, es
decir, en la migración, se asocia a una búsqueda de sentido, de la razón
práctica, objetiva, de la migración, y por tanto, de la separación y las rupturas
que ésta produce. La fotografía en la experiencia migratoria es, también, una
práctica social unida a otra: la comunicación. Coinciden en una relación social
construida a partir de la ausencia, de la distancia, del temor a olvidar y ser
olvidado; aunque como reconocen los que migran y los que permanecen en el
lugar de origen, la ruptura, la lejanía, pueden hacer insoportable lo que las
nuevas tecnologías de la comunicación permiten: ver y oír a la persona
ausente, pero que no pueden tocar, abrazar, como es su deseo.
32
Ahora, más que nunca, la fotografía no está al margen de la experiencia
migratoria, y lo que la imagen puede transmitir no se extingue con la
contemplación —individual o colectiva—. Su función es dotar de sentido a
esa experiencia.
En Chicago y en Tonatico hay quienes está haciendo la historia de las
historias personales y familiares con fotografías, con videograbaciones, con
objetos que corresponden a momentos muy importantes en la vida de quienes
migraron, de quienes permanecieron en el lugar de origen, pero sobre todo, de
quienes “vienen atrás”, de quienes por no haber emigrado –o haberlo hecho
con pocos años de vida- o por no haber permanecido siempre en el lugar de
origen, no pueden comprender las distintas etapas de la experiencia migratoria
y lo que significa haber dejado atrás todo. También hay historias que se están
historiando a través de fotografías en el más estricto silencio, con mucho
cuidado y con el propósito claro de que las imágenes estén ahí cuando las
siguientes generaciones se pregunten quiénes fueron y cómo vivieron aquellos
que un día dejaron todo atrás para construir otra vida dentro de la vida. Que
vínculos hay entre su presente y de dónde surge. Como plantea Berger (2010),
la migración es ruptura pero también es lo que conecta ―y muchas veces más
que lo habitual― a las familias y comunidades que pasan por la experiencia
migratoria. La fotografía es por definición una imagen del pasado ―y en
33
cierto modo un tributo a éste―, pero también es una forma de conexión en el
presente ―y en el futuro― entre los ausentes, que no son sólo los que se van
del lugar de origen, sino los que permanecen en éste, y así, se convierten en
los ausentes de los que se fueron. Ambos establecen, a partir de la emigración,
una relación basada en el pasado, pero ahora dependiente de los futuros
inevitablemente comunes.
34
Presentación y agradecimientos
El objeto de estudio elegido es descubierto de súbito por el investigador, quien lo acoge como algo engañosamente externo a sí mismo para, previamente nominado, justificarle de tal modo que se compruebe merecedor de un análisis a profundidad. Después, aunque esto también suele ignorarse, la interacción con los sujetos (los ‘otros’) constituye el espacio idóneo donde dicho objeto constantemente se reelabora, resultado del (des)encuentro de la subjetividad del investigador con otras subjetividades
Tania Campos T.
Las mañanas invernales en El Oro, Estado de México, suelen ser frías. Es
habitual que al amanecer los tejados dejen caer, en gotas gruesas, el hielo
acumulado durante la noche. La gente sale de su casa muy abrigada y poco a
poco las calles empiezan a recibir a sus habituales transeúntes, entre los que
nos encontramos quienes vamos al amasijo Isaín. En ese mismo lugar, un
domingo ―a principios de la década de los setenta―, mientras esperaba junto
a mi padre a que saliera uno de los panaderos con el canasto de bolillos sobre
su cabeza, y los dejara caer en un recio cajón de madera puesto en el centro de
la panadería ―en torno al que nos reuníamos los casi congelados clientes―,
escuché que Lupe, visiblemente triste, le contaba a mi tía Tere que Tobías, su
35
hermano, se había ido a Estados Unidos, y que por fin, después de un mes, se
había comunicado por teléfono con su angustiada madre. A ella le dijo que se
encontraba bien, cómodamente instalado en la casa de su amigo Gilberto, con
un buen empleo en una fábrica y deseoso de llevarse pronto con él a su esposa
y a sus tres hijos. Pero a Lupe y su prima Estelita sí les dijo la verdad: que ya
quería regresarse, que el frío era insoportable, que su salud no era buena, que
le daba por llorar y que extrañaba mucho a su familia. Le pidió a mi tía que lo
que le acababa de decir no se lo fuera a contar a doña Margarita, la mamá de
Tobías.
Esa fue la primera vez que escuché hablar de la migración a Estados
Unidos en un tono que no era el habitual: éxito y felicidad para los que se van
y para los que se quedan. Esa plática no coincidía con las fotografías que mi
primo Sergio le enviaba desde Los Ángeles, California, a nuestra abuela
Raquel, ni con las esperanzadoras historias de la familia Piedra, ni con lo que
Estelita le contaba en una carta desde East Chicago a mi tía Tere, ni con el
flamante coche “importado” en el que Moy se paseaba orgulloso por el pueblo
los domingos en la tarde.
Por eso llamó tanto mi atención lo que pude ver después: al cabo de dos
años, Tobías regresó a El Oro para llevarse a su familia a Chicago, y como
36
señal de éxito trajo consigo un árbol artificial de navidad que colocó sobre un
refrigerador de la nevería que atendía doña Margarita.
Ese fue también el primer árbol navideño de plástico que mucha gente
del pueblo vio. Lucía impresionante por lo espeso de sus ramas de un intenso
color verde, las esferas rojas y las luces de multicolores que el propio Tobías
le colocó.
A partir de entonces y por muchos años, desde los primeros días de
diciembre, doña Margarita colocaba el árbol en el mismo lugar y le ponía en
su base unas cajas forradas de papel con motivos navideños y moños rojos en
las que recargaba unas fotografías de Tobías en Chicago. Recuerdo claramente
una: el hombre se veía feliz, sentado en un gran sofá abrazando a su esposa y a
sus hijos.
Tobías nunca regresó a El Oro. En julio de 2007, dos días antes de salir
hacia Chicago para realizar parte del trabajo de campo de la presente
investigación, me encontré a Javier, quien me informó que recientemente se
habían cumplido dos años de la muerte de su tío.
Si bien no volví a ver a Tobías, el recuerdo de su historia y sus
imágenes las tuve presentes casi veinticinco años después. La primera vez que
fui a Chicago no tenía intenciones de observar el fenómeno migratorio ni
37
mucho menos vincular éste con la fotografía; el motivo de mi primer viaje a la
ciudad de los vientos fue otro, pero, estando ahí, resultó inevitable conectarme
con algo que desde hacía muchos años vagaba por mi memoria, «la más frágil
y preciosa facultad humana», como afirmara Octavio Paz. (2011, p. 11)
Una tarde al inicio del otoño, fui con María Teresa al bar Note —
ubicado entonces en la planta baja del Flatiron Building— a buscar a Claudia,
quien cantaba regularmente en ese lugar. Pensamos que estaría ensayando y
que podríamos estar un rato con ella ahí, pero no, esa noche no tenía
presentación; así que salimos del Note para continuar aprovechando las
bondades del clima que trae consigo el verano indio,1 y mientras decidíamos a
dónde ir, conversamos de diversos temas en la acera oriente de la avenida
Milwaukee, muy cerca de su intersección con las avenidas North y Damen. A
las cinco de la tarde el tráfico era muy intenso —Wicker Park ya era el lugar
de moda en Chicago y estaba experimentando profundos cambios, entre ellos,
que los mexicanos que habitaban ahí fueran cada vez menos—. De uno de los
automóviles que pasaban lentamente frente a nosotros salía por sus ventanillas
abiertas música ranchera a todo volumen, y tres de sus cinco ocupantes
ondeaban banderas mexicanas tratando, infructuosamente, de llamar la
1 Así llaman en el norte de Estados Unidos y en Canadá a un corto periodo de tiempo –regularmente un periodo de cinco a ocho días durante el mes de octubre- en que la temperatura sube súbitamente y pareciera que el verano recién ido volviera. Durante estos días Chicago recobra su aroma húmedo y la gente trata de aprovechar esa tregua climática que anuncia el principio de la larga temporada de clima frío.
38
atención de los otros automovilistas y de los peatones. Apenas habían
desaparecido de nuestra vista, me pregunté: ¿cómo es que en una ciudad
donde habitan tantos mexicanos estos cinco parezcan tan extraños y que nadie
les preste atención? Para entonces ya conocía a Roberto López ―el “alcalde”
de Wicker Park― quien me había hablado sobre las transformaciones de esa
parte de la ciudad y de lo que a mí sí me llamó la atención: los mexicanos en
Chicago.
Luego de unos minutos, María eligió que iríamos al Barrio, como suele
llamarse a Pilsen, el vecindario mexicano por excelencia en Chicago (el otro
es Little Village, La Villita). Nuestro destino fue la cafetería del centro
cultural y comunitario Calles y Sueños (fundado en 1989 por el artista
hondureño José David). Desde aquella tarde, durante esa estancia y las
posteriores, comencé a observar a la, también llamada, ciudad de los grandes
hombros.
La decisión de enfocarme en la fotografía y la migración surgió
mientras avanzaba en la realización de este trabajo, que había iniciado durante
los cursos del Doctorado con una orientación a los estudios urbanos y el
impacto de la inmigración en la ciudad. Desde entonces tenía previsto usar
fotografías para ilustrar los argumentos y los hallazgos de la investigación;
39
también había decidido que una parte del trabajo lo desarrollaría en Chicago y
que el tema se centraría en la inmigración de mexicanos a esta ciudad.
Más tarde, el acercamiento al tema de la fotografía y al de la migración
me llevó a interesarme en la relación que podía establecerse entre ambas, por
lo que me propuse, en un principio, usar tanto imágenes de fotógrafos
profesionales, como aquellas que yo pudiera hacer, con el propósito de tejer
una trama de fotografías y textos que me llevara a exponer, argumentar y
comprender la migración de mexicanos a Chicago (la fotografía en y para el
estudio de la migración).
Sin embargo, fue durante la realización de la primera parte del trabajo
de campo, tanto en Estados Unidos como en México, que la investigación
tomó su orientación definitiva: la fotografía en la migración internacional.
La entrevista que realicé en Chicago —septiembre de 2007— al Dr. Juan
Mora-Torres, profesor en DePaul University, fue determinante para enfocarme
en una comunidad de las muchas que forman la comunidad mexicana y
latinoamericana en esa ciudad. Por su importancia histórica, social,
demográfica, económica y cultural, centré mi interés en la emigración de
habitantes de Tonatico, Estado de México, a Chicago y el norte de su área
metropolitana, particularmente a la municipalidad de Waukegan, Illinois.
40
También la entrevista —ese mismo año en el National Museum of Mexican
Art— a la profesora Rita Arias-Jirasek, autora, junto con Carlos Tortolero, de
Mexican Chicago (2001), fue fundamental para enfocarme en la fotografía y
su papel dentro de la experiencia migratoria. Lo mismo ocurrió con las
primeras entrevistas que hice en Tonatico, en 2008, donde la fotografía tuvo
un lugar central.
Desde entonces frecuenté ese municipio y me enfoqué sobre todo en los
casos en que la migración familiar tuviera sus antecedentes en el llamado
Programa Bracero (1942-1964)2, que la experiencia migratoria involucrara
cuando menos dos generaciones, y que estuviera vinculada con Chicago y su
zona metropolitana. El trabajo lo desarrollé en Tonatico ―cabecera
municipal― y no en sus comunidades —pueblos, colonias y barrios—
predominantemente agrícolas, donde si bien la migración está también ligada
a los braceros, ésta ha tenido como destino principal los estados de California
—en Oceanside se encuentra el segundo asentamiento más grande de
tonatiquenses en Estados Unidos— y Texas. 2 “El programa de trabajadores migratorios temporales que dio lugar a la llamada ‘época de los braceros’ fue resultado de una serie de convenios entre los gobiernos de México y los Estados Unidos, el primero de ellos celebrado el 23 de julio de 1942. El propósito de este programa fue cubrir la escasez de mano de obra en este segundo país provocada por su intervención en la segunda Guerra Mundial. La producción agrícola fue considerada vital para el éxito de la contienda. Esto dio lugar a que la oficina de Alimentos para la Guerra del gobierno de los Estados Unidos interviniera en la búsqueda de la solución a la escasez de mano de obra para la agricultura... Al término de la segunda Guerra Mundial, varias extensiones consecutivas del programa hicieron que prevaleciera hasta el 31 de diciembre de 1964. Durante 22 años, el programa de braceros abarcó un total de 4 646 199 trabajadores mexicanos.” (Bustamante, 1997: 140, 142)
41
Si estos antecedentes fueron importantes para plantearme indagar sobre las
funciones sociales que la fotografía tiene en la migración internacional, fue
determinante el contacto directo con los migrantes y su círculo social más
cercano (familiar, principalmente), para comprender esta problemática desde
la experiencia de una migración histórica, compleja, viva, como la emprendida
por los habitantes de Tonatico, Estado de México, a Chicago, Illinois.
Por lo que es posible comprender y reconocer que este trabajo ha sido
posible gracias al apoyo de muchos compañeros en el camino. A la mayoría de
ellos los menciono por su nombre, y a otros con uno distinto, o sin apellido,
porque así lo acordamos para no generar más inquietudes de las que de por sí
les son propias ya en su situación de migrantes, o por estar vinculados de
alguna manera a ellos. Todos, seguramente, sabrán reconocerse en el texto.
Al proponerme comprender el papel de la fotografía en la experiencia
migratoria internacional desde la perspectiva de quienes la viven, tuve la
oportunidad de conocer muchas personas, historias, lugares, circunstancias, y
algunos bordes, tanto luminosos como sombríos, de los intersticios que sólo
esa experiencia trae consigo. Por eso mi gratitud infinita en primer lugar a los
migrantes y sus familiares que me confiaron su historia, su testimonio, sus
sentimientos, sus recuerdos, y, como quien deja ver un trozo de su alma, me
permitieron mirar sus fotografías.
42
De su mano desarrollé la parte medular del trabajo en Chicago y en
Tonatico, centrado en el propósito de conocer el destino y el origen de la
migración en la que me enfocaría para comprender las funciones sociales de la
fotografía en esta experiencia social.
En Chicago orienté el trabajo a conocer el contexto en que transcurre la
vida personal, familiar, laboral y social del inmigrado; esta parte de la
memoria que ahora presento está hecha desde la perspectiva de quienes
conocen —sean mexicanos o no — a fondo las comunidades mexicanas y lo
que significa ser mexicano, latinoamericano, o latino,3 en esa ciudad, como
resultado de su experiencia migratoria, laboral, política, artística, literaria,
docente, estudiantil, periodística o de activismo por los derechos de los
migrantes.
En Tonatico, me enfoqué en conocer el origen, las razones, las
condiciones, las consecuencias de la experiencia migratoria que dan pábulo a
las funciones sociales que la fotografía tiene en ésta. Para ello entrevisté a
migrantes históricos (braceros), migrantes que han retornado, migrantes
estacionales, y a familiares cercanos de éstos, así como de migrantes ausentes. 3 “En Estados Unidos se usan los términos ‘latino’ e ‘hispano’ para referirse a quien se ha trasladado de Hispanoamérica a este país o a quien habiendo nacido en Estados Unidos, tiene antecedentes hispanoamericanos. No obstante que ‘hispano’ sea el término oficial usado en los documentos gubernamentales, los chicanos lo rechazan por considerarlo propio para los ‘blancos’. Prefieren auto-identificarse por medio de los términos ‘mexicano’, ‘mexicano-americano’, ‘chicano’ o ‘latino’”. (Parodi, C. en Colombo, F. y Soler, M. A., 2009, p. 47)
43
En todo caso tuve presente que el foco y el encuadre de la investigación
cualitativa supone acceder al estudio de una experiencia social no en entornos
controlados, sino desde la experiencia misma de —y con— las personas,
grupos, y comunidades que poseen el conocimiento histórico que expresan en
palabras, textos, imágenes, huellas de vida, silencios, que dan origen a las
interacciones sociales en que el investigador puede —busca, quiere—
inscribirse, con todos los sesgos a que puede dar lugar su mirada particular,
concreta.
Por ello —sobra decirlo, pero es oportuno expresarlo aquí y ahora—,
los yerros, las carencias, imprecisiones y omisiones de este documento son
responsabilidad únicamente de quien esto escribe.
La gratitud es luz que se fija en la memoria buena de los humanos; por
lo que a este trabajo prefiero verlo como una fotografía hecha en modo de
bulbo (una exposición prolongada), en la que no obstante el “ruido” en la
imagen y el barrido (movimiento, desenfoque) evidente de las formas, es
posible distinguir a los compañeros, maestros y amigos, con quienes, andando,
he hecho este camino.
Agradezco a la Universidad Autónoma del Estado de México su apoyo
para poner a esta tesis la delimitación saludable que la hizo posible. Al Dr.
Jorge Olvera García, Rector; al Dr. Alfredo Barrera Baca, Secretario de
44
Docencia; al Dr. René Pedroza Flores, Director del Instituto de Estudios sobre
la Universidad, y al Dr. Antonio Arellano Hernández, destacado investigador
de esta Universidad.
Gracias al Dr. Clemente Penalva Berdú, Profesor Titular de la
Universidad de Alicante, director de esta tesis.
Gracias a Carlos Hugo González y Laura E. Zarur que revisaron los
borradores de esta tesis.
Mi gratitud a quienes son la punta de cada una de las hebras con las
que tejí —en México, Estados Unidos y España— la urdimbre de este trabajo.
Gracias a Carlos Schaffer, Leonard Ramírez, Diana Solís, José María Tortosa,
Cristina López, Mariza López, Mary Nady Romero, Miguel Roma, Djilali
Dich, Leo Madre Deus Leal, Juan Martín Olivares, José Guadalupe Figueroa,
René Morales, Luis Sotelo, y Antonio Balderas.
Con ellos vinieron personas estupendas, grandes compañeros, amigos
entrañables ―y una pequeña familia allende la mar: Cristina, Christian y
Delia―, a todos, hoy, como ya lo hice personalmente, les doy las gracias por
el apoyo que cada uno me dio en distintos momentos de esta andadura; tanto
en el otro lado, en la línea, en la ruta de La Bestia, en la otra orilla del charco,
en el Cono Sur, en Tona, en la UAEM, o en territorio puma UNAM.
Gracias a:
45
Mary Kay Vaughan, Brenda Rackers, María Teresa Ayala, Esther Soler,
Samuel Soler, Marc Zimmerman, Roberto López, Gyny Boile, Olivia Maciel,
Elizabeth de la Ossa, Jesús Acuña, Francisco Piña, Febronio Zatarain, Raúl
Dorantes, Jesús Macarena, Carolina Cifuentes, Julio Rangel, Juan Mora, Rita
Arias-Jirazec, Carlos Tortolero, Alexy Lanza, Carlos Arango, Víctor M.
Espinoza, Esau Melendez, Mr. JC González, María Asunción Martínez,
Miguel Ángel Mateo, Eva Espinar, Daniel La Parra, Lorena Escudero, Magda
Dimenstein, Maricarmen Albert, Yira Labrador, María Molnar, Carlos, Juan
Carlos Retana, Alessandro Cavaliere, Miguel Ángel Vite, Vicente Sánchez,
Ramón (Colef), Jorge Durand, Prometeo Lucero, Juan Antonio Rosado,
Cynthia Klingler, Lilian Camacho, Tania Campos, David Fajardo, Luis
Alfonso Gámez. A la familia diplomado: Chela, Dalia, Berenice, Ixchel,
Antonio, Marcelo. A Oscar Vázquez (†), Delia Garibay, Ángel Arenas,
Antonio Herrera Grisel Cuevas, Beatriz Cuevas, Fernando Colín, Vicente
Tapia, Juan de Dios Colín, Cristina Rodríguez, Esperanza Morales, José
Lagunas, Pablo Sotelo, Gumersindo Carlos Pedroza, Mary Villareal,
Humberto Mendoza, Mac Morales, Jesús Mejía, Natalia Vázquez, Yadira
Jacobo, Emmanuel Pérez, Felipe Álvarez, Rosalva Martínez, Nataly Soriano ,
Aylin Lagunas.
46
Juan Francisco e Hilda Irene Loureiro —Albergue para Migrantes San
Juan Bosco en Nogales, Sonora—, Herman Vázquez Medina —Casa del
migrante Hogar de la misericordia, en Arriaga, Chiapas.
A los maestros que sembraron desde hace tiempo inquietudes
vinculadas a la letra y la palabra: Eugenio Núñez Ang, Carlos Martínez Assad,
Francisco Gomezjara (†), Jorge Juanes (una reaparición tan oportuna como
deslumbrante).
47
Capítulo 1. Introducción. Visualización
Y el protagonista de Los versos satánicos es sólo (y nada menos que) el inmigrante, el actor hindú arrancado sin aviso de los estudios cinematográficos de Bombay y arrojado, con su máscara de dios elefante, desde un avión al torbellino urbano de Londres. Es el argelino en París, el turco en Berlín, el mexicano en Chicago, portadores de trabajo y cultura, inyectándose con una memoria espesa en el colectivo licuado de Occidente. ¿Exterminarlos, respetarlos, purificarse, contaminarse? ¿Qué hacer con ellos? Es, quizá, la cuestión de nuestro tiempo…
Carlos Fuentes
La inmigración en Estados Unidos ha sido fotografiada desde finales del siglo
XIX y principios del XX, cuando en Nueva York, fotógrafos anónimos y otros
renombrados como William Williams, Augustus Frederick Sherman y Lewis
Wickers Hine documentaron la llegada de migrantes europeos a Ellis Island,
así como su paulatina integración a la vida estadunidense.
Por su parte, los antecedentes de la fotografía sobre la vida y los
empleos de los trabajadores migrantes mexicanos en Estados Unidos
conducen, casi siempre, a la obra de fotógrafos profesionales
―estadunidenses y mexicanos― que, en distintas épocas y lugares, han
48
captado sus trayectos, vidas, trabajos, huellas, deportaciones, y hasta su
muerte.
En los últimos años de la década de los treinta y la primera mitad de los
cuarenta, el caso de los trabajadores mexicanos cobró relevancia cuando sus
condiciones de trabajo en los campos, fábricas, empacadoras, y en el tendido y
mantenimiento de vías férreas en California, Texas, Arkansas, Oklahoma e
Illinois, fueron captadas por fotógrafos de la Farm Security Adminstration:
Dorothea Lange, Walker Evans, Artur Rothstein, Jack Delano, Ben Shahn,
John Collier y Russell Lee.
En 1956, durante la vigencia del acuerdo entre los gobiernos de Estados
Unidos y México que permitió la contratación temporal de trabajadores
agrícolas mexicanos (llamado comúnmente Programa Bracero, vigente de
1942 a 1964), el fotógrafo Leonard Nadel realizó un viaje por California,
Texas y México para fotografiar a los braceros4 en su trabajo, sus condiciones
de vida, su reclutamiento, los exámenes médicos, y las fumigaciones
―humillaciones― a las que eran sometidos entes de desempeñar su trabajo en
tierra estadunidense.
4 Llamados popularmente así a los trabajadores mexicanos que emigraron en esa época, porque fueron ellos quienes aportaron los brazos que los campos, las fábricas, la construcción y las infraestructuras estadunidenses necesitaron durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
49
Olivier Debroise, en su libro Fuga mexicana. Un recorrido por la
fotografía en México, destaca la obra de otros tres fotógrafos ―Laura Gilpin,
Laurence Salzmann y Jay Dusard― que también se ocuparon de hacer
imágenes de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, así como de
diversos rasgos sociales de la frontera sur de este país.
Dice Debroise:
En 1949, Laura Gilpin realizó un largo viaje por las márgenes del Río Grande
(llamado Río Bravo en México en el tramo fronterizo desde El Paso hasta
Matamoros) que la llevó a cruzar la frontera, y a incluir en su trabajo la rivera
mexicana y sus habitantes. Hasta cierto grado lírico, The Rio Grande, River of
Destinity sólo mostraba aspectos físicos del terreno, y algunos rasgos de los
trabajadores, incluyendo mexicanos que se benefician con la modernización de la
agricultura y las obras en el río (como la construcción de la presa Falcón, al este de
Laredo). Visión arquetípica de la posguerra, Gilpin confiaba aún en los avances de
la tecnología. Su mirada, sin embargo, puede contrastarse con la de Dorotea Lange,
quien había realizado, diez años antes, un breve reportaje sobre los migrantes
mexicanos en la región de El Paso-Ciudad Juárez, cuando trabajaba en un proyecto
documental para la Farm Security Administration norteamericana. Lange describió
las crueles condiciones de vida de los mexicanos en los campos de concentración
fronterizos, de donde sólo se escogían ciertos contingentes para trabajar como
peones en las plantaciones de cítricos y legumbres de la región.
En 1966, el fotógrafo estadounidense especializado en antropología,
Laurence Salzmann realizó el primer reportaje fotográfico sobre los braceros y
espaldas mojadas mexicanos en la frontera entre Texas, Tamaulipas y Coahuila, en
el que destacó las precarias condiciones de vida en campamentos improvisados en
ambos lados de la línea (Mexican Suit, 1966)
Uno de los rasgos, quizá más interesante del trabajo de Salzmann es,
justamente, su mirada ‘urbana’ […] Salzmann había trabajado anteriormente con un
50
grupo de gitanos en Hungría, que compartían con los migrantes mexicanos esa
tensión entre estructuras sociales y familiares, y modificaciones radicales del
entorno, rupturas que obligaban al fotógrafo a adoptar una perspectiva mucho
menos complaciente que el fotógrafo antropólogo tradicional, en busca de una
autenticidad, de una pureza, entre las poblaciones alejadas de los centros y las vías
de comunicación.
Al incrementarse en los años sesenta y setenta las tensiones sociales en la
zona fronteriza entre México y Estados Unidos, paralelas en muchos aspectos a los
fenómenos de emigración rural que transformaron el paisaje y las condiciones de
vida en la capital y algunas ciudades industriales, numerosos fotógrafos intentaron
capturar este otro fenómeno. Fotógrafos mexicanos (Lourdes Grobet, Pablo Ortiz
Monasterio, Ángeles Torrejón, Herón Alemán, Eniac Martínez) y estadounidenses
(Louis Carlos Bernal, Jay Dusard) han realizado trabajos en la zona fronteriza,
concentrándose algunos en la zona limítrofe, extendiendo su territorio hasta Los
Ángeles, por un lado, y el centro de la república mexicana, por el otro (aunque
siempre en relación con la frontera).
[…] Entre 1984 y 1986, el periodista estadounidense Allan Weissman y el
fotógrafo Jay Dusard viajaron, un poco de la misma manera que Laura Gilpin, a lo
largo de la línea fronteriza. Los personajes que retrató Dusard en interiores
recuerdan de alguna manera la mirada de Louis Carlos Bernal, pero estas imágenes
están contrapuestas muchas veces con panorámicas de las ciudades y vistas de
paisajes que complementan el ensayo fotográfico de La Frontera: The United Status
Border with Mexico. De gran pureza formal, sus imágenes algo distanciadas no
poseen la fuerza de las que, en estos mismos lugares, tomaron Don Barteli, Pablo
Ortiz Monasterio, Susan Meiselas, Antonio Turok, Liliana Nieto del Río, Graciela
Itubide y Elisabeth Sisco, para la exposición Vecinos, organizada por el Museum of
Photographic Arts de San Diego por Arturo Ollman en 1989. (1994, pp. 136-137)
Al sur del río Bravo, la fotografía de la emigración de mexicanos a
Estados Unidos se remonta al trabajo del colectivo de fotógrafos Hermanos
51
Mayo5, que, entre 1943 y 1950, fotografiaron a los braceros en las distintas
etapas de su trayecto: en los centros de reclutamiento y contratación (el
enganche) en la Ciudad de México, las despedidas en la estación de
ferrocarriles de Buenavista, en su viaje hacia la frontera, en la frontera, y las
protestas ― y represión― de los aspirantes a braceros en la capital del país.
Para entonces, la inercia de la migración al amparo del Programa
Bracero, ya había dado origen a una nueva “ola” migratoria: la de los braceros
indocumentados, llamados en Texas peyorativamente espaldas mojadas,
wetback, término que luego se empleó en todos los estados de la Unión
Americana donde radicaban mexicanos, documentados o no, para referirse
ofensivamente a ellos.
5 “Foto Hermanos Mayo es un colectivo de cinco ‘hermanos’ quienes resistieron la Guerra Civil Española y vinieron a México como refugiados en 1939.” (Mraz, 1994:7) La agencia Hermanos Mayo estuvo formada por dos grupos de hermanos, los Souza y los Del Castillo, que trabajaron en Madrid en la década de los 30 y que volverían a reunirse en México después de la guerra, donde durante 50 años se dedicaron a la fotografía de prensa. El sobrenombre de Mayo se debe a la ideología de izquierdas de sus componentes. Francisco y Julio Souza publicaron sus fotografías entre 1931 y 1936 en periódicos liberales y revistas de izquierdas: El Liberal, El Heraldo de Madrid, Mundo Obrero y Juventud Roja. Al estallar la guerra, los tres integrantes de Foto Mayo, Paco y Julio Souza y Faustino del Castillo, se incorporaron como reporteros gráficos en distintas unidades del banco republicano. Paco y Faustino trabajaron simplemente como fotógrafos, mientras que Julio también sirvió como artillero. Fuente: La fotografía colectiva de los Hermanos Mayo. El País. Diario. Madrid. España. Publicado el 2 de julio de 2008. http://www.elpais.com/articulo/Galicia/fotografia/colectiva/Hermanos/Mayo/elpepiautgal/20080702elpgal_19/Tes [consultado el 20 de octubre de 2010]
52
El trabajo de los Hermanos Mayo, presume John Mraz (1996), estuvo
impregnado de su propia historia personal: estaban retratando a quienes ahora
les tocaba emprender un viaje que los llevaría a abandonar su país de origen,
tal como antes le había ocurrido a ellos, aunque los braceros lo hacían por
razones económicas. Dice Mraz:
Las fotografías de los Hermanos Mayo… [son] una peculiar mezcla de
historia social, cultural y visual. Las fotografías dan un rostro humano al
dato sociológico y las estadísticas, mostrando a la gente que pone en
movimiento un evento, el cual los historiadores usualmente investigan y
reconstruyen a través de documentos escritos. (1996, p. 5)
Las fotografías de los Hermanos Mayo documentan desde los
momentos más tensos y humillantes por los que tuvieron que pasar los
braceros; hasta un intento por representar a un emigrante distinto, quizá como
muchos los querían ver, o como ellos deseaban que esos hombres fueran
reconocidos: como seres humanos, como trabajadores, que irían a aportar con
toda su fuerza al progreso del país que los recibía; por lo que los Mayo
también hicieron fotografías donde se dignifica la figura y el papel del
trabajador. Hombres fuertes con instrumentos de trabajo sobre el hombro y
con una mirada alta, decidida, orgullosa. Sin embargo, lo que en esa migración
se impuso (como en la mayoría de las migraciones económicas) fueron las
condiciones de trabajo precarias que afectaban severamente la salud de los
53
trabajadores. El trabajo de los Hermanos Mayo evidenció las asimetrías
históricas entre los dos países involucrados en esa migración. Ya en el campo
de trabajo las cosas empeorarían significativamente, como hasta la fecha pasa
con los trabajadores mexicanos (sobre todo con los indocumentados) en los
campos estadunidenses.
…cualquier fotografía puede llegar a ser un ‘Ahora’ similar, si se le crea el contexto
adecuado. Por lo general, cuanto mejor es la fotografía, más completo será el
contexto que se le puede crear. (…)…dicho contexto vuelve a situar a esa fotografía
en el tiempo, no en su propio tiempo original, pues eso es imposible, sino en el
tiempo narrado. Este tiempo narrado se hace histórico cuando es asumido por la
memoria y la acción sociales. El tiempo narrado construido ha de respetar el
proceso de la memoria que pretende estimular. (Berger, 1987: 62)
Lo mismo ocurre con la obra de Eniac Martínez (1994): Mixtecos. Norte
Sur —con fotografías tomadas entre 1988 y 1991, y textos de Eduardo
Vázquez Martín—, que documenta la emigración de mixtecos oaxaqueños, a
la zona metropolitana de la Ciudad de México, a los campos del occidente
mexicano y a California. Para el fotógrafo lo importante es el sujeto que migra
y sus circunstancias. A finales de los ochentas, el Instituto Nacional
Indigenista, encargó a Eniac Martínez un reportaje fotográfico sobre la
producción agrícola y artesanal de los pobladores de la mixteca oaxaqueña, en
la realización de ese trabajo, se percató de la importancia de la migración para
esa comunidad y fotografió —junto con fiestas, personajes y tradiciones— su
54
trayecto migratorio, el retorno (temporal) de los radicados en Estados Unidos,
su paso por la frontera norte, su trabajo y vida en las ciudades y campos de
California.
La pobreza de la sierra está determinada por la ausencia de miles de mixtecos que
buscan, en el campo industrializado, el sur de los Estados Unidos o la Ciudad de
México, otra oportunidad para vivir… los mixtecos han sobrevivido a través de la
emigración. La diáspora no ha significado la desaparición de sus vínculos
familiares, culturales ni religiosos; la migración masiva ha transformado
profundamente la cultura mixteca pero no la ha destruido; ésta por el contrario,
busca reproducirse en las nuevas condiciones sociales. (Martínez, 1994: 13, 14)
El libro está dividido en tres partes: Sur, Norte, Sur. Origen, destino,
retorno. Las razones para emigrar, lo que queda atrás y lo que hace volver. La
promesa, el desencanto, la cuesta arriba, la recompensa y los medios para
eludir la vida y para eludir la muerte. El dejar de ser para volver a ser; el curso
de la vida que se quiebra pero que sigue teniendo sentido en el origen. La
presencia que no se entiende sin la ausencia.
Eniac Martínez asumió un proyecto de fuertes características documentales pero dirigió la
cámara hacia el tiempo de lo cotidiano... privilegió la experiencia propiamente fotográfica...
el fotógrafo seducido por el azar prefiere perseguir la partícula del tiempo. El tiempo es el
único proveedor de imágenes; frente a nuestros ojos aparece lo mismo la epifanía que el
pandemónium: fotografiarlas, darles nombre, no es reproducirlas sino crearlas... la mirada
fotográfica persigue la luz y la sombra en la disposición de ver aparecer la belleza, la
certidumbre del miedo, la obra del trabajo, la pasión por el juego o el encuentro irrepetible
de las formas. (Eduardo Vázquez, en Martínez, 1994, pp. 14, 19-20)
55
En 2002, se reeditó en México el libro de Manuel Gamio El inmigrante
mexicano. La historia de su vida. Entrevistas completas, 1926-1927,
publicado por primera vez en 1930 por la Universidad de Chicago. Esta vez
con estudios introductorios de Devra Weber, Roberto Melville y Juan Vicente
Palmer. Particularmente, Weber hizo la recuperación de las fotografías que
aparecen en esta nueva versión de los estudios de Gamio (pertenecientes a
colecciones privadas, asociaciones civiles y bibliotecas universitarias de
Estados Unidos).
“Frente a la frialdad de las cifras con las que muchas veces estudiamos el fenómeno
migratorio, este testimonio nos permite contemplar su lado humano.
[…] La memoria de aquellos que por distintas razones tuvieron que dejar nuestra
tierra, nos llega por medio de sus costumbres, tradiciones y añoranzas, así como a
través de sus rostros; hombres, mujeres y niños miran desafiantes a la cámara.”
(Devra Weber, en Gamio, 2002, p. 7)
En las fotografías pueden verse situaciones y personajes que siguen
dominando el panorama de la migración México ̶ Estados Unidos: la línea,
los enganchadores y la policía de fronteras. También se pueden ver a los
emigrados trabajando y viviendo ya del otro lado, y mostrando que junto con
un empleo y el tiempo que han pasado en Estados Unidos, en común adoptar
nuevas formas de trabajo y nuevos estilos de vida.
56
En el texto, Gamio no se limitó a cuantificar a los individuos y a
describir las circunstancias sociales y laborales en las se encontraban, para
sacar conclusiones a partir de las regularidades observadas, sino que quiso
acercarse al conocimiento de lo que ocurría con la inmigración de mexicanos
en territorio estadounidense, a partir de la historia de esos hombres y mujeres,
y a través de su experiencia, hasta entonces no documentada.
Con la reedición del libro de Manuel Gamio (considerado el padre la
Antropología mexicana) se amalgaman tres tradiciones: la transmisión oral de
historias personales, la construcción de una narrativa y de reflexiones teóricas
a través de la palabra escrita, y la representación visual de un fenómeno social.
El lector frente al texto visual, se hace activo preguntándose sobre lo que ve y lee…
la imagen [es] como un texto, en el sentido de una unidad discursiva superior a una
cadena de proposiciones visuales aisladas, que se manifiesta como un todo
estructurado e indivisible de significación que puede ser actualizado por un lector o
destinatario. (Vilchez, 1991, pp. 107, 39)
Desde el trabajo académico también se ha hecho fotografía de la
migración en México.
La fotografía de la migración internacional también ha estado ligada a la
investigación sobre el tema, particularmente en El Colegio de la Frontera
Norte (Colef) fundado en 1982. Esta institución pública de investigación y
educación superior, ha producido e integrado un archivo (el más importante en
57
del tema migratorio en México) que ronda las cien mil imágenes, obra de
fotógrafos profesionales.
Entre la larga lista de investigaciones de El Colef, diversos proyectos de
investigación han utilizado la fotografía como una herramienta crucial del proceso.
El caso emblemático de esta dicotomía es el proyecto Cañón Zapata, con el cual —a
partir del registro fotográfico obtenido durante varias semanas de captar imágenes
durante periodos determinados del día y de la realización de sesiones de proyección
con el objetivo de analizar el contenido de las imágenes— se obtuvo un registro
puro de la realidad migratoria es ese espacio, hasta la fecha tan representativo, de la
frontera y el fenómeno fronterizo.
Cañón Zapata fue en sí mismo un proyecto científico sustentado plenamente en la
fotografía, que si bien requirió de la participación de fotógrafos como Roberto
Córdova, Norma Iglesias, Vladimir Téllez, entre otros, su autor intelectual fue el
doctor Jorge Bustamante quien, quizá sin tomar la cámara, visualizó la perspectiva
para elaborar sistemáticamente el registro periódico y el escenario del proyecto
entre los años 1980 y 1993”. (http://www.colef.mx/foto/)
En el proyecto Cañón Zapata6, explica Jorge Bustamante (1997), las
fotografías fueron hechas como alternativa frente a las técnicas de recolección
de información hasta entonces empleadas en el proyecto, con el propósito de
que las imágenes dieran origen a datos, información, texto y argumentos,
6 El proyecto Cañón Zapata fue realizado por el Colegio de la Frontera Note, bajo la coordinación del Dr. Jorge Bustamante. Consistió básicamente en la aplicación de una encuesta a través de entrevistas personales que fueron llevadas a cabo sistemáticamente los días viernes, sábado y domingo de cada semana en los principales lugares de cruce en la frontera México – Estados Unidos, particularmente en las ciudades de Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Matamoros. El proyecto se desarrolló desde el primero de septiembre de 1987 hasta el 30 de septiembre de 2001. Se entrevistaron a 166 mil 192 migrantes. (Ver: Bustamante, 1997)
58
sobre los comportamientos de la migración y de los migrantes a los puntos
seleccionados a lo largo de la frontera norte de México.
Durante varias décadas, el flujo mayor de migrantes indocumentados de toda la
frontera norte pasaba por el Cañón Zapata. Este lugar es una explanada que se
encuentra en territorio de los Estados Unidos al que se llegaba desde la colonia
Libertad en Tijuana. En este sitio se congregaban un número variable de
indocumentados para esperar a que oscureciera (según la estación del año y las
condiciones de la demanda de la fuerza de trabajo desde los Estados Unidos) y
entonces continuar su jornada hacia adentro de ese país. Se identificaron ciertos
patrones de comportamiento de los migrantes en ese lugar. Esto permitió que se
organizara un registro fotográfico sistemático. Se tomaban tres fotografías diarias
que cubrían el mismo espacio de congregación. La tercera foto se tomaba diez
minutos antes de la puesta de sol. La segunda, una hora antes, y la primera, dos
horas antes… los registros se hicieron durante tres años.” (Bustamante, 1997: 318)
También, desde la academia, los investigadores Patricia Arias y
Jorge Durand (Universidad de Guadalajara) publicaron en 2005 La vida
en el norte. Historia e iconografía de la migración México – Estados
Unidos. Aquí recogen —como en ningún otro libro sobre este tema— la
mayor cantidad de imágenes (fotografías, grabados, exvotos,
caricaturas, pinturas) sobre la migración, y de la migración, entre estos
dos países, su zona fronteriza y de las comunidades mexicanas en varias
ciudades estadunidenses. El libro incluye fotografías de los autores.
En la entrevista que en septiembre de 2015 le hice al Dr. Jorge
Durand, sobre la fotografía de la migración, y en particular sobre su
obra publicada donde la incluye, expresó:
59
La gráfica ilustra, pero no hay una lectura, hay distintas lecturas, recogí fotos
de migrantes, pero ¿cuál es la lectura? Ellos mandan esas fotografías a sus
familias, están dando una imagen de ellos a su familia. No es la realidad, no
es su realidad, es lo que ellos quieren enviar. En mi libro La vida en el Norte,
usé un grabado y una fotografía, hay una lectura, pero el lector del libro
puede hacer otra. Son escenas cotidianas, no hay una ilusión, por ejemplo la
Virgen de Guadalupe chicana, de Esther Hernández, en el grabado se
deconstruye la imagen, el mismo ángel que está a sus pies cambia su actitud.
Si bien en ese libro y en otros donde he usado la fotografía no hago
una lectura de ésta, tampoco la he puesto sólo para ilustrar. Quien lee los
libros puede darse cuenta que hay un proceso, que hay una secuencia, hay
toda una lógica entre el texto y la fotografía. No hay casualidades, hay una
lógica, es una lectura que hago del tema y del lugar de la imagen. Es una
lectura que invita a la lectura, por lo que la imagen, la fotografía,
particularmente, sea parte, sea motivo, de otra lectura.
Por ejemplo, en el libro Milagros en la frontera, los exvotos de
alguna manera son la pintura de la experiencia migratoria y religiosa, ahí se
plasman. Cuáles son sus significados, qué querían decir el sujeto y el pintor,
el artista. En el caso de la fotografía muchas veces el fotógrafo es el propio
migrante o alguien cercano a él (que también pude ser migrante). Lo
importante es dejar que él comunique algo, entrar al lenguaje y al infratexto
de la imagen. En los exvotos lo artístico no es lo fundamental, sino el sentido
que a través de ellos ahora conocemos, vemos el fenómeno migratorio desde
otro ángulo y vemos una representación y una relación diferente. Muchas
veces los exvotos que podríamos decir son los más “feos”, son los que más
significados tienen. Con la fotografía pasa igual, lo artístico no es lo más
importante, sino su contenido, su significado y su intención.
A partir de los últimos años de la década de ochenta, las distintas
medidas migratorias —anti-inmigratorias— del gobierno estadunidense y los
60
efectos que éstas tuvieron en la población de origen mexicano, llamaron
poderosamente la atención de artistas y fotoperiodistas en ambos lados de la
frontera; los motivos de sus imágenes han sido sobre todo para destacar el
papel de los inmigrados mexicanos y sus descendientes en la economía,
demografía y cultura de Estados Unidos, así como sus condiciones de vida,
trabajo, integración o segregación social, y las medidas coercitivas aplicadas
en su contra.
La frontera entre Estados Unidos y México —la línea—, ha sido
también motivo de series fotográficas —tanto de artistas y profesionales
mexicanos como estadunidenses—, sobre todo a partir del inicio de la
construcción del muro fronterizo (1994, operación guardián), el incremento
de las violencias en México, y la tácita militarización de la frontera sur
estadunidense.
Más recientemente, en Estados Unidos, los fotógrafos David Bacon
(2006), John Moore —Gety Images— y Don Bartletti han realizado series de
imágenes sobre la vida, luchas y penurias de los inmigrantes de origen
latinoamericano en su camino hacia Estados Unidos, en la frontera sur, en los
campos y en las ciudades estadunidenses. David Bacon (2006), que se define
como un activista por los derechos de los migrantes —por decisión propia— y
como parte de movimientos políticos y sociales que lo han ayudado a entender
61
el mundo que presenta en su libro Communities without borders. Images and
voices fron the world of migration; presenta en esta obra fotografías,
entrevistas, narraciones de la migración, imágenes que surgen en la
experiencia migratoria y que ayudan a entender desde el origen (comunidades
indígenas de México y Guatemala, el norte de México) lo que pasa en
territorio estadunidense.
En The children of NAFTA (2004), Bacon retrata la frontera, las
maquiladoras, las condiciones de trabajo, las problemáticas laborales, las
luchas obreras, el trabajo y la explotación infantil, y un atisbo sobre la
violencia contra las mujeres en la frontera. Hay una propuesta y una posición
del autor, hay un papel de la fotografía en la experiencia migratoria, es la
fotografía que los migrantes no hacen de su migración y en su migración. Es
el fotógrafo que da un papel a su trabajo y a la imagen, en torno a lo que
ocurre en el país de las libertades y de las oportunidades.
Es la fotografía de la migración que va más allá de una cuestión laboral
y de dos territorios que son testigos de un flujo de seres humanos en
direcciones opuestas (por voluntad propia o de manera forzada), que va más
allá de sociedades y comunidades heterogéneas donde la singularidad de las
vidas tiene que abrirse camino entre imperativos económicos y
62
contradicciones sociales que no son ajenas a nadie, pero no todos se atreven a
ver con detenimiento. La fotografía da ese tiempo, crea una pausa.
Por su parte, —John Moore —Gety Images—, ha realizado series sobre
las deportaciones de latinoamericanos, la seguridad y vigilancia fronterizas
por agua, tierra y aire, el trabajo de la patrulla fronteriza, el muro construido
sobre buena parte de la línea fronteriza, el desierto y el río que median entre
México y Estados Unidos. También ha fotografiado el trabajo de los
inmigrados y sus protestas por mejores condiciones laborales y de vida. A
través de retratarlos ha pretendido darles nombre, rostro, identidad.
Dos fotógrafos conocidos mundialmente, Sebastián Salgado (2000) y
Platon Antoniou (2013) han realizado fotografías sobre la migración hacia la
frontera sur de Estados Unidos. Salgado incluye en Éxodos, fotografías de las
fronteras sur y norte de México, y Antoniou, muestra las imágenes que hizo en
su trabajo para Human Rights Watch, donde destaca la precaria situación de
los migrantes indocumentados en Estados Unidos, la solidaridad y la muerte
de migrantes en la frontera sur de ese país, y la separación de las familias.
Puede destacarse una fotografía en la que aparece Robin Reineke, directora
del Colibrí Center for Human Rights, sosteniendo contra su pecho una decena
de bolsas de plástico transparentes que contienen los objetos (los efectos)
personales que portaban algunas de las personas que murieron durante su
63
caminata por el desierto de Arizona, y que están depositados (como sus restos
mortales ―muchos sin identificar―) en el servicio médico forense del
Condado de Pima en Tucson, Arizona. Entre esos objetos se pueden ver
fotografías, probablemente de los hijos de la persona fallecida, y pudiera
pensarse que eran ellos su razón de emigrar. En la migración la fotografía
alienta al emigrante en su trayecto (muchos migrantes portan fotografías de
sus seres queridos, que abandonan cuando son aprehendidos por la policía o
por grupos criminales, para evitar que sepan de su existencia y luego les hagan
daño).
Como ya mencioné, la migración México – Estados Unidos no se
entiende sin la migración de personas nacidas en otros países que recorren el
territorio mexicano (la frontera vertical) con el propósito de llegar a la
frontera sur estadunidense. Su tránsito se ha vuelto de los más peligrosos del
mundo (Ver: Comisión Nacional de Derechos Humanos, 2009). Esta realidad
no ha pasado inadvertida para un grupo de fotógrafos profesionales que han
realizado imágenes del trayecto de migrantes por territorio mexicano, de los
lugares y las personas que les ofrecen ayuda humanitaria, de las caravanas que
anualmente hacen madres centroamericanas por México con el propósito de
encontrar a sus hijos desaparecidos en este país. Estos fotógrafos toman una
posición frente al tema, denuncian y documentan la tragedia y las injusticias.
64
Este es precisamente el sentido del proyecto que sostiene el periodista
salvadoreño Óscar Martínez y varios fotógrafos a través del periódico digital
Elfaro.net y RUIDO Photo, que publicaron en 2010 el libro En el camino.
México, la ruta de los migrantes que no importan, con fotografías de Edu
Ponces, Toni Arnau y Eduardo Soteras.
Por su parte, Ricardo Ramírez Arriola (2004), en El círculo. Apuntes
para una migración, comienzan su trabajo fotográfico en Centroamérica, lo
continúa en la frontera entre Guatemala y México, y sigue a los migrantes en
sus rutas hacia el norte y en los albergues donde reciben ayuda (el abrazo).
Cuando nos acercamos a la línea del tren, a La Bestia, o a los albergues de
migrantes, lo primero que impacta –y no puede ser de otra amanera- es el amasijo
de sentimientos: dolor, esperanza, muerte, impunidad, convicción, abuso, coraje y
mucha solidaridad; amasijo que se mueve cotidianamente a través de miles de
kilómetros, enseñándonos un norte más allá de las geografías.
Estamos frente a pequeñas grandes historias, silenciosas, heroicas, que no pueden
ser enterradas en el olvido y la indiferencia, porque ninguno de nuestros migrantes
es anónimo. (p. 135)
La fotografía de la otra migración en México, es expuesta también por
Luis E. Aguilar (2008), en su libro Migración. Sueños y esperanzas del sur, en
el que mirando el camino al norte expone (como lo habían hecho antes los
autores arriba citados) su testimonio, su postura, su reclamo, de cara a una
situación que alcanza las dimensiones de una gran tragedia humana, que
65
cuesta trabajo comprender en toda su dimensión, pero que ha servido para
poner a México en el mapa del horror. Las fotografías de Luis E. Aguilar
comprenden desde la frontera sur hasta la frontera norte de México, las rutas
de los migrantes, los retenes, las detenciones, los albergues y el otro lado
(territorio estadunidense).
En este viaje fui testigo de los extremos del espíritu humano, desde los
deseos de lucha y superación de todos aquellos que viajan tan solo con lo que traen
puestos y sus sueños; pasando por la solidaridad entre migrantes y personas que los
apoyan en los caminos, como quienes trabajan en las casas del migrante, civiles y
algunos servidores públicos; hasta la mezquindad de quienes los explotan,
secuestran, violan y matan, ya sean los Zetas, civiles, y también servidores
públicos”. (pp. 20-21)
En el trabajo de los fotógrafos de la migración están presentes los
elementos, los personajes, las circunstancias, las consecuencias de lo que Luis
E. Aguilar llama “un viaje quimérico lleno de esperanzas y sueños de mejora
en el que se suceden cantidad de historias que cambian el corazón de quien las
vive, de sus familias y de sus seres queridos” (2008, p. 20)
Esas imágenes han aprehendido los caminos, los medios para andarlos,
las esperas, los intentos, las heridas, los accidentes, las pérdidas, las
amputaciones, los sueños, las búsquedas, las solidaridades, los abusos, los
muros, las deportaciones, los testimonios, las reflexiones, las denuncias, los
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desamparos, las pesadillas, los abandonos, las muertes, y a un sistema de
poder, y de poderosos, insaciables y sin respuestas.
Apoyado en lo que la prensa publica sobre el paso de migrantes por
México, Ricardo Ramírez hace un recuento de circunstancias a las que el
migrante está expuesto cuando transita por este país. La lista (en estricto orden
alfabético) es tan grande como sobrecogedora. Fotografía y palabra contra el
olvido. Fotografía y palabra contra el silencio.
Se requiere desesperación, pero también valor, heroísmo y amor, para emprender el
viaje sabiéndose invisibles y sujetos a sufrir, según indican los compañeros de la
prensa: abandono, abandono en el desierto, acoso, acusaciones falsas, agotamiento,
agresiones, agresiones sexuales, ahogamiento, altas temperaturas, amenazas,
amputaciones, angustia, apaleos, asaltos, ‘aseguramiento’, asesinato, asesinato a
pedradas, asfixia, atestiguar delitos y atrocidades, ausencias, ayuno, baleos, caer
bajo las ruedas de La bestia, caer en un operativo del INM, calcinamiento,
cansancio, chantaje, choques eléctricos, cobros de cuotas, crímenes de odio,
criminalización por parte de las autoridades y de la ciudadanía, deportaciones al país
de origen, desaparición forzada, descarrilamiento, descuartizamiento,
deshidratación, desinformación, despedazamiento, detección en los escondites por
dispositivos de rayos X en los retenes, disolución en ácido, enganchamiento,
ejecución, emboscadas en las paradas nocturnas de La bestia o en los caminos,
encarcelamiento, encerramiento en casas de seguridad, bodegones o campos de
concentración, endeudamiento, engaño, enterramiento vivo o muerto en fosa
clandestina, entrenamiento obligado en manejo de armamento, esclavitud,
esclavitud sexual, explotación, extorsión, ‘extravío’, feminicidio, frio, frustración,
golpes o ‘calentamiento’, hambre, hacinamiento en ocasiones por meses,
hostigamiento, hostilidades, humillaciones, impotencia, incertidumbre,
67
incomunicación, infiltración, insolación, investigación por parte del crimen
organizado, levantamiento, mendicidad forzada, miedo, mutilaciones, obligación a
luchar hasta la muerte, con piedras o tiros con fines ‘recreativos’, obligación de
construir túneles, obligación de convertirse en ‘halcón’ o sicario, obligación de
enterrar a víctimas del crimen organizado, obligación de limpiar casas de seguridad,
obligación de matar, obligación de pedir limosnas o cobrar cuotas o charolear,
obligación de practicar canibalismo, obligación de prostituirse, obligación de
trabajar en la siembra y cultivo de estupefacientes, obligación de trabajar en
laboratorios, obligación de violar, obligación de transportar drogas a ciudades
estadounidenses como ‘morralero’, ofensas, pagar ‘con cuerpo’, pago a polleros,
pago o ‘cooperación’ a maquinistas y garroteros de La bestia, pago de cuota para
subirse al tren, pago de ‘peajes’ para pasar el río, pago de rescate, pedradas,
privación de la libertad, prostitución infantil, racismo, reclusión, reclutamiento
forzado para el sicariato, reclutamiento inducido, robo, secuestro, ser llevado a la
estación migratoria, ser marcada como ganado, ser tirado del tren, ser vendida, ser
víctima de la complicidad entre el crimen organizado y las autoridades, ser víctima
de la obstaculización de la justicia y la protección de los victimarios, soledad,
suicidio evitando ser atrapado, tiro de gracia, tortura, trabajos forzados para pagar la
deuda con los coyotes, tráfico de órganos, trata de personas, tratos crueles,
inhumanos, degradantes; vejaciones, vigilancia, violaciones, violaciones al debido
proceso, violaciones tumultuarias, violencia de género, violencia psicológica,
xenofobia. Silencio. ( 2014, pp. 102-103)
La fotografía de la migración está ahí, para decirnos qué pasa y por lo
que tienen que pasar los que migran desde el sur. Esos, que (tomo esta cita del
libro del libro de Ricardo Ramírez Arriola, 2004, p. 5) como Eduardo Galeano
dice:
Les han robado su lugar en mundo, han sido despojados de sus trabajos y sus tierras.
Precios de ruina, salarios de hambre, sueldos extenuados, bosques arrasados, ríos
68
envenenados: los desterrados de la globalización peregrinan inventando caminos,
golpeando puertas, queriendo casa.
Expulsados, rechazados, prohibidos: no tienen para ofrecer nada más que sus
brazos. Están cerradas para ellos las fronteras que mágicamente se abren al paso del
dinero y de las cosas.
En abril de 2015, entrevisté a Prometeo Lucero en la Ciudad de México.
Nuestra conversación transcurrió en Ciudad Universitaria, frente a la
Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su Alma
Mater. Prometeo Lucero es fotógrafo profesional independiente. Entre sus
temas de interés está la migración (interna e internacional). Dos fotografías
suyas son parte del libro 72 migrantes (Guillermoprieto, 2011, pp. 176, 183),
publicado para “conmemorar la muerte de 72 viajeros en un miserable rancho
del ejido El Huizache, municipio de San Fernando, estado de Tamaulipas […]
para que su peregrinar deje una pequeña huella contra el olvido”. (p. 17, 21)
Mi interés como fotógrafo de la migración se centró en un primer momento en la
migración interna. En los estados de Oaxaca, Puebla y Guerrero me acerqué a las
comunidades de origen, conocí las condiciones de una economía devastada que
impide que la gente pueda permanecer ahí.
En 2010 a raíz de la masacre de migrantes en San Fernando Tamaulipas, me
acerqué a los albergues que dan asistencia humanitaria a los migrantes en su tránsito
por México. Particularmente, hice fotografía en el albergue San Juan Diego, que
estuvo mucho tiempo cerca de la estación del ferrocarril en Lechería (Tlalnepantla),
Estado de México, y en el albergue La 72, en Tenosique, Tabasco. Ahí vi llegar a
69
migrantes heridos, golpeados, con los pies destrozados. En ese albergue me di
cuenta de lo que estaba pasando y lo grave y peligroso que puede ser para los
migrantes su paso por México. En Lechería trabajé mucho, tanto que comencé a ser
muy visible, y el ambiente comenzó a tornarse hostil y hasta peligroso. Como
fotógrafo no pasas inadvertido para nadie.
También he fotografiado en la ruta del tren, en la ruta de la Bestia, que ahora
no es la única, y el tren tampoco es ya el principal medio de transporte que utilizan
los migrantes. Todo se ha vuelto más complejo, más peligroso, hay nuevas rutas y
mayor presencia policiaca y militar. He seguido el camino que lleva a los migrantes
desde Guatemala a Tenosique. Caminan más de 60 kilómetros.
Bajo las nuevas condiciones de la frontera sur de México, el fotógrafo puede
ser bien visto por los migrantes, o no. Cuando se rumoró que militares mexicanos
los estaban deteniendo, ya no fue posible fotografiarlos. Particularmente en El
Naranjo, en Guatemala, el fotógrafo puede ser percibido, incluso, como enemigo.
Hay casos de compañeros que han sido agredidos, sobre todo cuando están cerca
maras, polleros, o casas de seguridad. Los lancheros de unos puntos de la frontera
de Guatemala no quieren cerca a los fotoperiodistas, pero la paradoja es que ellos
mantienen cuentas en Facebook, lo mismo que muchos migrantes, en ellas publican
fotografías del paso de personas y de su trayecto.
Pero lo cierto es que en los últimos años la fotografía ha creado tensión, o se
hace bajo un estado de tensión que no había antes. Otra paradoja: muchos medios de
información no están siempre dispuestos a publicar fotografías sobre el tránsito de
los migrantes, pero sí retoman imágenes que han sido difundidas en medios
electrónicos por parte de activistas por los derechos de los migrantes. Y evitan así
usar imágenes de fotógrafos profesionales. Estas paradojas y conflictos existen, pero
es algo mínimo, sin relevancia, frente a la magnitud de la tragedia humana que está
ocurriendo. Bajo las circunstancias en que se da el desplazamiento de los migrantes
por México, se ven cosas donde te percatas que la gente puede sacar lo mejor, lo
más noble, pero también lo peor de sí mismo.
70
Por su parte, muchos migrantes traen consigo fotografías, de su lugar de
origen, de sus familiares, incluso de cuando han estado en Chicago o en California.
En este caso, realizan el trayecto con la idea de regresar allá. Pero también, por
temor, se deshacen de estas fotografías, o las pierden en asaltos, decomisos o
detenciones.
El temor también les hace pedir no ser fotografiados o que no aparezca su
rostro en la fotografía. Muchos vienen huyendo de la violencia en sus lugares de
origen. Hay circunstancias en las que como fotógrafo te planteas tomar o no la
fotografía. Muchas veces optas por tomarla, pero eso no quiere decir que la haces
para publicarla después. También, hay casos donde la presencia de los fotógrafos
profesionales hace más seguro un lugar por donde transitan, o donde dan ayuda
humanitaria a los migrantes. La fotografía también ha servido para dar con gente
que estaba desaparecida, para que se reúnan o se reconozcan familiares que
estuvieron mucho tiempo separados y sin saber nada unos de otros.
El fotógrafo aprehende, y hasta atestigua, los hechos relacionados con la
migración de seres humanos, con la utilidad de la fotografía en el trayecto
migratorio y en la búsqueda de personas desaparecidas, puede conmoverse, sentir un
compromiso, pero uno no está en el lugar del migrante ni en el de sus familiares más
próximos. Estás cerca, pero no en su situación. Lo que ellos viven es único. Esto lo
hemos comentado quienes muchas veces hemos coincidido en este camino, colegas
como: Encarni Pindado, Iván Castaneira, Víctor Galindo, Pep Companys, Moisés
Zúñiga, Javier García, Consuelo Pagaza.
Casi todos los mexicanos tenemos al menos un pariente en Estados Unidos,
por eso me gustaría pensar que lo que ocurre en México con los migrantes que
pasan por su territorio, tuviera en nosotros efectos más positivos, que pudiera ser
como un espejo cuando nos quejamos del trato que reciben los mexicanos en
Estados Unidos. La fotografía por sí misma no va a cambiar las cosas, pero sí puede
ayudar a que ese espejo, al que por ahora no volteamos, un día permita vernos,
encontrar las miradas y comprender mejor lo que está pasando en nuestro país.
71
Capítulo 2. Fundamentos. Composición: modo de ver
La subjetividad del punto de vista se alía a la instantaneidad: la imagen fotográfica es aquel fragmento de la realidad que vemos sin detenernos, en una ojeada; al mismo tiempo, es la objetividad en su forma más pura: la fijeza del instante. El lente es una poderosa prolongación del ojo, y sin embargo, lo que nos muestra la fotografía, una vez revelada la película, es algo que no vio el ojo o que no pudo retener la memoria. La cámara es, todo junto, el ojo que mira, la memoria que preserva y la imaginación que compone. Imaginar, componer y crear son verbos colindantes.
Octavio Paz
La comprensión del papel de la fotografía en la experiencia migratoria pasa
por escuchar la voz de quienes son sus protagonistas. La migración de seres
humanos tiene una base vivencial particular e interpersonal que hace que en
ella, la fotografía, como plantea Robert Castel, “sea todo menos un
pasatiempo insignificante […] e indicio de actitudes sociales más profundas,
como si la actividad fotográfica captara funciones que preexisten a ella”. (en
Bourdieu, 1979, p. 311-312).
72
Para este autor, la actividad fotográfica y el objeto fotografiado, la
temporalidad y el observador, son claves para la comprensión de las funciones
de la fotografía en una experiencia social determinada, como la de la
migración internacional, donde ―como consecuencia de la distancia― la
intangibilidad de personas y sucesos, de lugares y circunstancias, de sentido y
sentimiento son parte de una experiencia construida sobre la base de una
ausencia recíproca, que desemboca en una redefinición mutua del yo, del otro,
del tiempo, de la distancia, de lo desconocido.
“No hay información si no hay panorama” dice Latour (2010, p. 58). En
las migraciones humanas no hay fotografía sin una historia que le dé sentido,
sin un marco que transforme lo extraño en información y punto de origen para
establecer correspondencias entre lo conocido ―y por ello muchas veces
“invisible”― con lo nuevo que la imagen revela. El paso de lo habitual a lo
extraordinario, “de un real a otro real […] figurar lo social en el mundo que
nos rodea. […] No es fácil ver un fenómeno, hacerlo aparecer. Es necesario
tener un respeto infinito hacia la imagen, se requiere una iconofilia, y al
mismo tiempo no hay que detenerse sobre la imagen, quedarse fascinado;
puesto que ella apunta a algo más, al movimiento de su transformación, a la
imagen que le sigue en la cascada a aquella que le precede”. (Latour, 2010, pp.
68, 72)
73
Por lo que la comprensión de las funciones sociales de la fotografía
pasa por olfatear indicios, como plantea Latour (2010), y comprender la
necesidad de
un ‘pedido’ social y […] tomar, primero, el desvío de una reflexión sobre la naturaleza del
objeto fotográfico. ¿Cuáles son los caracteres que lo predisponen a ese tipo de recuperación
y cuáles son los límites de la transposición, qué márgenes de juego autoriza la actividad
fotográfica (considerada ya sea como acto de fotografiar, o como contemplación de la
fotografía)? Una especie de ‘fenomenología’ de la experiencia fotográfica podría así
introducirnos a la sociología de la fotografía”. (Castel, en Bourdieu, 1979, pp. 312-313)
En La fotografía: un arte intermedio, Robert Castel hace
planteamientos que ayudan mucho a entender las bases materiales, sociales y
psicológicas que acompañan la intención ―deliberada, explícita, consciente―
de aprehender un momento x, y de comprender el papel, las funciones, la
percepción, el sentido, el pedido social, la intención, y las formas de
valorización de la fotografía en una experiencia social. Su postura, como la de
Pierre Bourdieu, dota de tanta importancia al objeto de la fotografía, al acto
fotográfico, como al objeto fotográfico; sobre todo, cuando funciones
preexistentes y prácticas estereotipadas pudieran subordinar la importancia de
la actividad fotográfica a “una jerarquía de objetos de estudio considerados
legítimos” (Bourdieu, 1979, p. 15) o rituales comunes que terminarían por
limitar a la imagen fotográfica a una reproducción fiel de lo real, que
“responde perfectamente a las expectativas del naturalismo popular que
74
descansa sobre una adhesión fundamental a la cosa creada”. (Bourdieu, 1979,
p. 142)
En palabras de Castel:
…la percepción fotográfica opera un vaivén de la presencia de la ausencia, de la irrealidad a
la realidad, y recíprocamente. Es en la medida en que representa al objeto como ausente que
la fotografía será valorizada y encontrará su función de soporte del ensueño. La percepción
fotográfica más ingenua nunca se equivoca sobre esta naturaleza de la imagen, presencia en
imagen, es decir, presentación de una ausencia. Podemos discutir hasta el infinito sobre el
‘realismo’ de la representación fotográfica: ni el realismo absoluto de la copia lograría
empañar la irrealidad absoluta de la imagen en relación a la percepción. De igual modo, en
el orden de la temporalidad, el simple hecho de tomar una fotografía supone una conciencia
temporal muy elaborada, una distancia en relación con el presente que se alimenta del
sentimiento de que el instante que se quiere retener se pierde ya en el pasado. La fotografía
es valorizada en la medida exacta de esa distancia con respecto al presente y a la percepción
y por la conciencia de esa distancia. Conciencia más o menos aguda, por otro lado, según
los individuos. Sería posible imaginar una ‘caracterología fotográfica’: la contemplación
fotográfica privilegia una ‘sobrevaloración’ del transcurso temporal, ligada a la
‘secundariedad’ caracterológica que, a su vez, la alimenta. Esta conciencia se desarrolla
más o menos, y eso nos interesa particularmente, según los momentos y los grupos sociales.
Así, por ejemplo, si la fotografía en un medio urbano con frecuencia aparece asociada a
entretenimientos en general y a las vacaciones en especial, es porque se trata de rupturas
con la cotidianidad que introducen una distancia temporal respecto al acontecimiento. Pero
si entonces la fotografía es una actividad lúdica, lo es menos por su objeto (durante las
vacaciones se pueden tomar fotografías ‘realistas’) que por la actitud que implica: sentirse
‘fuera de juego’, es decir, presente sólo como espectador. La ‘conciencia fotográfica’ se
relaciona con lo que Janet llama los ‘sentimientos espectaculares’, que opone a los
‘sentimientos de presencia’.
Segunda observación que va en el mismo sentido: la fotografía siempre es resultado
de una decisión voluntaria. Lo que se fija no es el acontecimiento como tal, sino uno de sus
aspectos extraído deliberadamente del olvido. La actividad fotográfica selecciona la
75
percepción. Es por eso que la foto más trivial está revestida de una dignidad que no siempre
tienen los grandes acontecimientos. Mientras que sobre los recuerdos es imposible decidir,
la fotografía es una técnica deliberada de elección y de clasificación voluntaria del pasado.
Hay una deontología personal y espontánea como reverso de esa intención. Si no fijamos
todo sobre la película, no es solamente porque se trataría de una empresa infinita: el rito
fotográfico no solemniza sino lo que es digno de solemnizarse. La percepción ya debe estar
‘sobrevalorada’ antes de recibir la consagración fotográfica. Esta decisión remite a normas
a la vez positivas y negativas. Todo un aspecto de lo vivido es a priori censurado por
prohibiciones ideológicas, éticas, estéticas, etcétera.
La fotografía es un símbolo porque, en primer lugar, se elige en el orden de lo
simbolizable y de lo expresable. No toda existencia es digna de recibir la consagración
fotográfica y detrás de cada fotografía se debe poder encontrar un juicio relevante, decisión
de un individuo y, a través de ella, índice de los valores que el grupo legitima.
A esta voluntad del aficionado, productor-consumidor de sus propias fotos,
corresponde en la fotografía comercial una voluntad homóloga del profesional que elige
para el consumidor. El fotógrafo de arte, de modas o de actualidad, el publicitario, deposita
siempre en la fotografía una intención que el espectador descubre, incluso aun cuando crea
inventarla. Podría decirse, en última instancia, que una fotografía no tiene ninguna
significación, o en todo caso, tiene varias indeterminadas, fuera del contexto, del encuadre,
de la leyenda, etc. De todos los medios, en suma, que ‘fijan’ no solamente la huella de un
acontecimiento en una película, sino su sentido para el espectador. (En Bourdieu, 1979 pp.
314-316)
Si hay un fenómeno social en el que la fotografía y la percepción
fotográfica discurren para poner a salvo la memoria, extraer
―deliberadamente― vivencias del olvido, en un ir y venir de la presencia en
la ausencia ―presencia en imagen―, es el fenómeno migratorio. En torno a
las migraciones internacionales de seres humanos, la actividad fotográfica
pasa por mediaciones afectivas, significaciones sociales, razones íntimas,
76
elecciones voluntarias, lapsos imprecisos, ausencias mitigadas, presencias
anheladas, sentimientos encontrados y recuerdos sublimados. En este acaecer,
las experiencias particulares se vuelven relevantes, las historias afianzan la
importancia de la imagen hecha memoria y revelan la trascendencia de la vida
alterada por un giro que la aproxima a una vida nueva.
Junto con el migrante, todos a su alrededor parten y se apartan. Caminan
hacia lo desconocido, a lo novedoso, a la ruptura, al reencuentro, al olvido, al
destierro. En cada caso pueden permanecer, converger o rehacerse en medio
de razones, argumentos, medios y destinos agolpados en nuevos y viejos
territorios en los que transcurre una transición vital en un contexto de
existencias trastocadas por rompimientos significativos. Todo se ciñe al
propósito y el sentido de la migración, y el papel de la fotografía también está
en correspondencia con este hecho: preserva, se hace parte, o permanece como
legado. Con ello, la fotografía en la migración da lugar a un diálogo
―presente o futuro―, es indicio y vestigio de la diferencia, singularidad,
individualidad y finitud de cada experiencia migratoria.
Que estemos condicionados irremisiblemente por los valores de un sistema histórico-
político-económico-tecnocientífico determinado, no impide, sobra advertirlo, el
compromiso de cada uno con sus posibilidades existenciales: ya que cualquiera rebasa,
potencialmente al menos, el continuum temporal cosificador e ideocrático que lo moldea.
Queda establecido: si bien vivimos atrapados en la ratonera de la reificación y el
extrañamiento, contamos, de hecho, con el potencial suficiente para romper filas. […] hay
77
representaciones, papeles sociales, intereses gregarios compartidos, símbolos y códigos
nacionales o de otro tipo, que se imponen a los individuos sometiéndolos a
comportamientos unidimensionales […] Libertad puesta en acto que demuele, como puede
deducirse, lo programable, el todo previsto y resuelto de antemano. Que pone un freno a
cualquier intento de concebir la vida del hombre como algo sometido a un encadenamiento
fatal del que sólo cabe decir: así es y así será. […] Partir de la resistencia/responsabilidad de
los actos de los únicos, de su encuentro desjerarquizado y en libertad sobre la base de
relaciones de reciprocidad permite desplegar, no me cansaré de repetirlo, la insurgencia
radical surgida en los márgenes de la megamáquina institucional dedicada a aplastar la
diferencia”. (Juanes, 2013, pp. 509,510,511)
Con la migración, se refuerzan o se ponen a prueba la individualidad y
la autonomía de las personas, se presentan alternativas existenciales, y se
afirman argumentos legitimadores de una decisión que emancipa o encubre,
que se convierte en libertad o renuncia, en refundación o trashumancia. No
hay experiencias migratorias neutras, ni los cálculos y tendencias
demográficas borran la singularidad de cada una de ellas.
Así, la fotografía en la experiencia migratoria no hace sino enfatizar las
particularidades que devienen de las trayectorias de vida de los que emigran y
los que permanecen ―a la espera― en el lugar de origen. Es imagen que
puede incorporarse al ceremonial de los recuerdos y como parte de una
experiencia, que si bien no se entiende en un fragmento o fragmentos de
tiempo aprehendidos, tampoco es inteligible sin ellos.
78
La fotografía en la experiencia migratoria es en algunos casos ―como
el de las madres de migrantes centroamericanos, que realizan anualmente una
caravana por territorio mexicano para buscar a sus hijos desparecidos―, el
único y el último recurso disponible para tener información de vidas y
proyectos migratorios truncados. Como en esta circunstancia, los que se
quedaron en el lugar de origen no tienen más que un nombre y una fotografía
que resumen una existencia, que guían una búsqueda, y dan amparo a la
esperanza de encontrar con vida al migrante desaparecido, o hallar el camino
que los conduzca a saber algo sobre su muerte.
La fotografía no siempre vincula vidas, destinos, experiencias,
expectativas, en un lado y otro de las fronteras. En la migración internacional
muchas veces el círculo migratorio no se cierra (por la muerte o desaparición
forzada del migrante, o por la ruptura voluntaria de éste con su origen y su
pasado), y las imágenes son más que nunca reflejos del tiempo que fue y no
volverá a ser. La ausencia se hace absoluta y la fotografía adquiere una
naturaleza y un valor inéditos.
Desde el momento en que se pide a la fotografía no solamente fijar la imagen
exterior del personaje, tan poco individualizada que a menudo no tiene necesidad de
ser registrada, y tan fuertemente definida por normas sociales que está hecha para
ser mostrada, sino también retener los aspectos fugitivos y los gestos singulares de
un miembro de la familia, estamos condenados a distinguir entre imágenes
79
reservadas a la contemplación familiar y las imágenes que pueden ser mostradas a
‘extraños’. Esta distinción es muy marcada en las personas que han pasado largos
años fuera de Córcega; la emigración, en efecto, arrana a la familia nuclear de los
marcos colectivos de la vida comunitaria y hace de cada historia individual una serie
de acontecimientos singulares, librándola del estereotipo de las conductas que
produce un ritmo de vida en común. La participación en diversos calendarios lleva a
distinguir las solemnidades que merecen ser compartidas con el grupo de origen de
las privadas, personales e íntimas porque no tienen ningún lugar en el calendario de
la comunidad original, y porque son tan diversas como los grupos a los que los
emigrados han pertenecido durante un tiempo. La voluntad de afirmar y de
consolidar la pertenencia al grupo familiar mediante el intercambio de fotografías
es, por lo tanto, una de las ocasiones de descubrir que la vida pública y la vida
doméstica han dejado de obedecer, como otrora en la comunidad aldeana, a un solo
y único cuerpo de normas.
Como técnica privada, la fotografía fabrica imágenes también privadas de la
vida íntima”. (Bourdieu, 1979, pp. 51-52)
La fotografía es parte de la experiencia migratoria cuando se vuelve una
de las distintas formas que el migrante tiene para aprehender y compartir esa
experiencia. En las obras de John Berger y Jean Mohr, Un séptimo hombre y
Otra manera de contar, los autores aportan elementos teóricos, narrativos e
imágenes que en conjunto sustentan su intención de comprender la experiencia
humana desde una perspectiva que pone en el centro a las personas. La
fotografía, particularmente, refuerza ese propósito, da origen a
interpretaciones, y en varios casos, se acompaña con la voz de quienes han
sido fotografiados.
80
En el caso de Un séptimo hombre, la imagen fotográfica es parte de la
postura que asumen los autores ante el tema de las migraciones humanas, y
ante las condiciones de vida que tienen que afrontar quienes aportan la fuerza
y el trabajo que la población de los países europeos enriquecidos no puede, o
no quiere, aportar. Mediante la fotografía, Berger y Mohr exponen en el libro
imágenes que desafían la mirada eurocéntrica sobre la migración
internacional.
En ambas obras ―antes mencionadas―, los autores se acercan a
personas concretas, a sus historias, a sus orígenes, a sus experiencias y
trayectorias de vida. La coherencia de la propuesta de Berger y Mohr está en
su origen, que no es imaginario. Hay una construcción “desde abajo”, una
noción de la realidad en la que la persona no es subestimada, ni sus
condiciones concretas de vida son ignoradas, y menos aún, ser estrechadas en
una cifra.
En Un séptimo hombre, Berger y Mohr no sólo presentan fotografías en
armonía con los objetivos de la obra, sino que van encontrando (a partir de
vidas singulares y de las capacidades comunicativas de la fotografía) algunas
funciones sociales que ésta cumple en la migración internacional de los seres
humanos:
81
La foto define una ausencia. No importa si fue tomada diez años atrás, mantiene abierto y
preserva el espacio que, ojalá, llenará nuevamente la presencia del retratado. (p. 30)
La fotografía de un niño bajo la lluvia, un niño que ni ustedes ni yo conocemos. Cuando la
veamos en el cuarto oscuro mientras se hace la impresión, o al leer este libro, la imagen
evoca la vívida presencia del niño desconocido. En cambio, para el padre definirá la
ausencia de este niño. (p. 31)
Hasta hace poco, casi toda la emigración de Portugal era ilegal. Tanto la frontera española
como la francesa tenían que cruzarse de forma clandestina. En Lisboa, los traficantes
arreglaban estos viajes. Su cuota era de 350 dólares por persona. Una vez pagada esta suma,
muchos que aspiraban a migrar eran engañados: los llevaban hasta las montañas justo al
pasar la frontera española y los abandonaban ahí. Totalmente desorientados, muchos morían
de hambre o de insolación: algunos lograban regresar, con 350 dólares menos. (En ese
entonces, 350 dólares podía llegar a ser el salario de un año para un campesino portugués
promedio…) Fue así que los migrantes inventaron un sistema para protegerse. Antes de
partir se tomaban una fotografía. La cortaban a la mitad, le daban una mitad al ‘guía’ y se
quedaban con la otra. Al llegar a Francia mandaban su mitad de la foto a su familia en
Portugal para mostrar que habían cruzado ambas fronteras sin percances. El ‘guía’ llevaba a
la familia la otra mitad de la foto para probar que era él quien los había escoltado. Sólo
entonces la familia pagaba los 350 dólares. (p. 59)
La fotografía se hace parte y aprehende de la experiencia común ―del
“destino común” de los migrantes― en medios donde ésta doblega
frecuentemente la autonomía de la voluntad quien emigra. Ya que si bien la
experiencia es singular, los trayectos y encuentros se dan sobre relaciones
―estrategias de reproducción social― históricamente construidas. Nada en la
experiencia migratoria es obsoleto o caduca, ni está fuera del deseo, de la
memoria y de la lógica que imponen las ausencias recíprocas. Nada en la vida
del migrante queda al margen de esa experiencia, como tampoco de la
82
dinámica social que se da alrededor de la misma en el lugar de origen y en el
de destino.
En las obras citadas, Berger y Mohr ponen de relieve esencias que
aparecen silenciosamente, porque han sido confinadas al territorio de las cosas
comunes y, por ello, frecuentemente desvalorizadas. Vidas y experiencias
humanas que atraen y conmueven la mirada del fotógrafo y la del escritor. Las
estrategias de observación de éstos tienen en la imagen fotográfica un destino,
un medio, y un camino. Escritor y fotógrafo aprehenden con la mirada trozos
de vida en el origen, el trayecto, el destino, el trabajo y el retorno: experiencia
fotografiada. Dice Berger: “Las fotografías tomadas por Jean Mohr en el curso
de varios años, hablan de cosas que están más allá del alcance de las
palabras”. (p. 21)
Por su parte, Berger “vuelca” en Un séptimo hombre lo que ya urdía
sobre la mirada y los modos de ver ―el arte y la realidad―. Lo mismo hace
con sus capacidades poéticas y narrativas, que unidas a la mirada del fotógrafo
―y la de quien es visto desde ésta― conforman su propuesta, su otra manera
de ver. El escritor y el fotógrafo quedan retratados en sus palabras y en sus
imágenes, tanto como sus intenciones, que, en este libro, pasan por
demostrarle a la Europa enriquecida su dependencia de la fuerza, del trabajo, y
de los hijos de aquellos que provienen de países empobrecidos. Para
83
conseguirlo, le siguen el rastro a los inmigrados, en sus orígenes y en su aquí y
ahora, conocedores de que:
El trabajador migrante sacrifica el presente por el futuro bajo circunstancias que en todo
momento confunden su sentido de continuidad. Casi nada de lo que vive u observa
confirma el valor de su sacrificio. Sólo cuando regrese a canjear sus unidades de
intercambio de tiempo obtendrá reconocimiento por lo que ha hecho, o, para ser más
precisos, por la forma en que ha hecho lo que fue obligado a hacer. Entretanto, vive una
situación de falta de reconocimiento casi absoluta”. (Berger y Mohr, 2011, p. 201)
Las imágenes que presentan los autores en Un séptimo hombre no son
las fotografías que los migrantes llevan consigo, ni las que éstos envían al
lugar de origen para paliar las ausencias; por eso Berger afirma que “Las
fotografías en este libro funcionan al revés”. (p. 31) Porque si bien son una
forma de darle su lugar a las personas en la experiencia migratoria que se
desarrolla en un espacio y en un momento histórico determinado, son,
también, parte de los medios que los autores emplean para expresar su postura
ante la doble moral que comúnmente envuelven las posiciones sobre la
migración en los países enriquecidos, y al estado de cosas que condena a los
inmigrados a una ciudadanía precaria, cuando no a una existencia
desheredada.
Son, así, las razones y las consecuencias de la migración lo que da
origen ―y marco― a las fotografías de Mohr. Imágenes del tipo de las que
los migrantes no encuentran sentido en hacer, o éste es incierto, distante y
84
hasta doloroso. Estas fotografías son las imágenes que faltan. Son las que
cuentan la otra parte de la historia: las experiencias y los cambios que los
migrantes viven, pero que no están interesados en documentar.
En cambio, para Berger y Mohr, esas fotografías son las que soportan su
intención de hacer visible al trabajador migrante, de documentar sus
condiciones de trabajo y de vida, de demostrar su existencia en un medio que
pretende ignorarlo del mismo modo que se propone ignorar sus contribuciones
a la economía y al bienestar de los nativos. Con la fotografía, estos autores
enfatizan los contrastes entre el lugar de origen y el de destino, entre el trabajo
campesino y el trabajo industrial, entre las grandes familias y la soledad
absoluta, entre las despedidas y las ilusiones alentadas por la promesa de
obtener un empleo mejor remunerado, entre lo que se queda atrás y lo que el
camino va desvelando, entre lo conocido y las novedades evidentes, como: el
proceso de selección para el empleo, los uniformes, las máquinas, la línea de
producción, los equipos de protección, el trabajo mecanizado, las nuevas
diversiones, el acceso a nuevos servicios, las expectativas de progreso, los
abismos sociales, el hacinamiento, el desencanto, el desamparo, la acogida, el
asilo, la caridad, las rupturas definitivas.
Las fotografías de Mohr y los textos de Berger en Un séptimo hombre
tienen una vigencia explicativa importante. Están hechas desde el
85
conocimiento de las desventajas que enfrentan los migrantes en el lugar de
destino y lo contrastante que pueden resultar con la vida que dejaron atrás, sin
descontar la “certidumbre” de que un día volverán ―por lo menos ese es su
deseo perenne― a su lugar de origen. Ninguna experiencia y ninguna etapa de
ésta, se han trivializado por los autores. Son imágenes y textos que recobran
vigencia en los países europeos del sur donde vuelven ahora a vivir las
mismas condiciones que Berger describe como propias de los países atrasados,
y que han hecho emigrar durante décadas a miles de sus habitantes.
Puede ocurrir que un libro, a diferencia de sus autores, se haga más joven conforme pasan
los años. Y esto, creo, es lo que puede haberle pasado a Un séptimo hombre. Intento
explicar por qué.
En cierto modo, el libro ya se volvió extemporáneo. Las estadísticas que cita ya no
funcionan. El valor de las monedas ha cambiado. La estructura política del mundo se
transformó como resultado del colapso de la Unión Soviética y del establecimiento del
orden económico global, conocido como neoliberalismo, o para ser más precisos, fascismo
económico. Se le redujo poder a los sindicatos pero también se le redujo poder a los
gobiernos nacionales. Las fábricas se han vuelto tan migratorias como los trabajadores. Se
volvió tan simple construir una factoría donde la mano de obra es barata como lo es
importar mano de obra barata. Los pobres se hicieron más pobres. No tiene precedentes la
actual concentración del poder económico global.
[…] Lo que ocurrió tras la publicación fue inesperado. La prensa ignoró el libro
casi por completo. Ciertos críticos lo descartaron por insustancial: un panfleto, según ellos,
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que dudaba entre la sociología, la economía, el reportaje, la filosofía y algunos oscuros
intentos por hacer poesía. En dos palabras: sin seriedad alguna.
En el Sur fue otra la reacción. El libro comenzó a ser traducido al turco, al griego, al
árabe, al portugués, al castellano, al punjabi. Comenzaron a leerlo algunos de quienes
trataba el libro.
Todavía me encuentro con lectores en el Sur que me hablan del impacto del libro
cuando cayó en sus manos por primera vez en una favela de Estambul, en un puerto griego,
en las barriadas de Madrid, Damasco o Bombay. Ya no era un tratado sociológico (ni
siquiera político en primer grado) sino, más bien, un pequeño libro de historias de vida, una
secuencia de momentos vividos, tal como uno espera de un álbum de fotos familiares
(Berger y Mohr, 2011, pp. 7-8)
En esta obra de Berger y Mohr, la fotografía tiene un lugar principal, y
en la imagen fotográfica, la centralidad de la persona es fundamental para los
objetivos de los autores. No es casual la selección de imágenes, como en su
momento, para el fotógrafo no sería la elección de los lugares, las personas,
las circunstancias y la composición de las tomas fotográficas. Un séptimo
hombre es un libro con fotografías de la migración, pero con una intención
que sean también en la migración. En el libro las personas no carecen por
completo de identidad. Berger y Mohr les siguen el rastro a los migrantes y
crean un planteamiento que entreteje texto e imagen, del que derivan
propuestas en las que la fotografía y sus funciones son abordadas desde la
importancia no sólo de la imagen fotográfica, sino también de la experiencia
fotografiada. “Cada maleta, cerrada con seguro o amarrada con una cuerda, es
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como la memoria de un hombre. Ellos defienden su derecho a guardarla”.
(Berger y Mohr, 2011, p. 193)
En este libro, sus autores abordan, apoyados por la fotografía, los
contrastes entre los países de origen de los migrantes (Túnez, Bosnia,
Yugoslavia, España, Turquía, Italia, Grecia, Portugal) y los de destino
(Alemania, Gran Bretaña, Francia, Suiza, Bélgica, Suecia, Austria); con la
certidumbre de que “La decisión de un hombre de migrar debemos
considerarla en el contexto de un sistema económico mundial”. (Berger y
Mohr, 2011, p. 55)
La postura de los autores ante este tema pasa por entender la migración
como la consecuencia de un orden económico internacional que privilegia los
intereses de los países enriquecidos ―valiéndose de éste― y un orden interno
que privilegia a una clase que dispone de las riquezas de los países que
domina a su entera voluntad, sin importar que con ello cancele la posibilidad
de una vida digna a la mayor parte de sus habitantes. Por lo que
[el migrante] se lanza a la tarea de completar, a mano limpia, una transformación histórica
que se detuvo de golpe…
En la mayoría de los países subdesarrollados, el capitalismo ha tenido una carrera
particularmente retorcida: tras sobrevivir todas las penas y frustraciones de la infancia,
nunca experimentó el vigor de la juventud —y comenzó a mostrar a temprana edad todos
los penosos rasgos de la senilidad y la decadencia. Al peso muerto del estancamiento
característico de las sociedades preindustriales se sumó todo el impacto restrictivo del
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capitalismo monopólico. En los países atrasados, el excedente económico que los intereses
monopólicos se apropian en cantidades escandalosas no se emplea con fines productivos.
No se reinvierte en las empresas nacionales ni sirve para desarrollar otras. Cuando no se lo
llevan los inversionistas extranjeros, se emplea de modo muy semejante a como opera la
aristocracia terrateniente: solventa los lujosos niveles de vida de quienes lo reciben, se gasta
en la construcción de residencias urbanas y casas de campo, en servidumbre, en consumo
excesivo y cosas por el estilo. El resto se invierte en la adquisición de tierra de
arrendamiento, en financiar actividades mercantiles de todo tipo, de usura y especulación.
Por último, pero no por eso menos importante, cantidades significativas son sacadas al
extranjero donde se retienen en fondos de cobertura contra la depreciación de la moneda
local, o como activos reservados para asegurarle retiros convenientes a los dueños, en caso
de disturbios sociales o políticos en casa”. (Berger y Mohr, 2011, p. 50)
Esta “fotografía” que hace Berger de la realidad que afecta a la mayor
parte de la población de los países sometidos, deja claro que la migración
económica internacional que tiene su origen en el empobrecimiento de la
gente ―y no como parte de los privilegios acumulados por esas minorías
(¡que también migran!, pero para ponerse a salvo de los riesgos que ellas han
incubado y para disfrutar los privilegios que sus caudales les permiten)―
seguirá ocurriendo; sobre todo por la certidumbre de que las condiciones
impuestas por las minorías enriquecidas no variarán, como tampoco aquellas
que les imponen otros poderes y a las que se someten para continuar
sirviéndoles. Los migrantes económicos con proyectos migratorios de
sobrevivencia son y serán los que a mano limpia intentarán mejorar, desde un
territorio extraño, sus condiciones de vida y las de quienes permanecen en el
lugar de origen. Porque migrar para cambiar, rehacer, salvar y dignificar una o
89
más vidas, es también un extremo, un límite, una forma de reclamo, de
rebeldía, de hartazgo y de renuncia, ante lo que no tiene ni tendrá remedio
pronto ―corrupción, violencia, impunidad y pobreza generalizadas― en la
mayoría de los países de origen de los migrantes.
Por ello la importancia del trabajo de artistas, fotoperiodistas,
freelancers, académicos, escritores, activistas, defensores de los derechos
humanos, y de fotógrafos anónimos, que con su obra exponen y documentan
las razones y las consecuencias económicas y no económicas de las
migraciones. En particular, las fotografías de la migración son fragmentos de
una experiencia individual y social, que pueden convertirse en una alternativa
a la mirada de ésta que se proyecta a partir de la perspectiva del poder y desde
la que éste se auto-exime de las responsabilidades de la emigración
económica: ¡Nuestros migrantes son héroes! ¡Estamos orgullosos de ellos!
¡Son la muestra de que si alguien decide progresar, no habrá muros que
puedan arruinar su sueño! ¡Qué bueno que pongan el nombre de nuestro país
en todo lo alto! ¡Son el prototipo del emprendedor que de la miseria salta al
éxito! ¡Son un ejemplo para las nuevas generaciones! ¡Donde estén, lleven
siempre en su corazón a nuestro país, nuestra bandera y nuestra cultura! Lo
cierto es que el migrante económico está solo frente a sus circunstancias, y
para el poder es más fácil decir que hacer, más cómodo fingir que pensar, más
90
rentable mentir que comprender; porque cuando el migrante retorne, todo
seguirá igual o peor que cuando partió hacia otro país; como escribe Berger
(con crudeza, y con razón): “Como el pueblo casi no ha cambiado desde su
partida, aún no hay medios de subsistencia para él. Cuando regrese, se
convertirá en víctima del mismo estancamiento económico que lo forzó a
partir”. (Berger y Mohr, 2011, p. 231)
Las apariencias no revelan lo observado, ni la observación se limita a lo
visible. Por eso la fotografía en la migración se aparta de las representaciones
formales y sociales de ésta, y permite a quien vive la experiencia migratoria
internarse conscientemente en auto-representaciones y un horizonte de
significaciones que no son inteligibles, asequibles, a un observador externo.
“Para percibir la experiencia del otro hay que hacer más que
desmantelar y rearmar el mundo con eso otro en el centro. Hay que interrogar
su situación para comprender la parte de su experiencia que se deriva del
momento histórico”. (Berger y Mohr, 2011, p. 118)
Si bien la comprensión del papel de la fotografía en la experiencia
migratoria pasa por reconocer la singularidad de cada una de las experiencias,
también pasa por tomar en cuenta su contexto y su historicidad a la luz de la
realidad de cada país ―sea de origen o de destino ―, así como de la los
91
territorios concretos donde esa experiencia transcurre y se labra una visión
desde adentro.
En este caso, la fotografía, otras artes, y la palabra, pueden expandir los
panoramas. Como ocurre en Chicago, donde un movimiento ―bilingüe,
multinacional, y multicultural― de artistas, escritores, docentes y residentes
de las comunidades de origen latinoamericano ―cuyo eje es el vecindario de
Pilsen―, en el que reflexionan sobre la migración desde la migración
―entiéndase también, desde su migración―, como parte de la apertura de
márgenes para que discurran ideas, propuestas, alternativas creadoras y
creativas, que construyan una re-lectura de la migración y sus experiencias,
sin que hayan quedado ―necesaria, irremediablemente― subsumidas en un
discurso totalizador, irreductible, de lo latino ―discurso que avasallaría las
individualidades y anularía el pensamiento, la lucidez y la crítica― y que
desde hace mucho tiempo habría aniquilado a ese movimiento.
En este sentido, las diversas formas de representación de la migración y
de las experiencias migratorias ―incluida la fotografía― se hacen parte de la
sustancia del fenómeno migratorio, en tanto dan origen a otras imágenes que
devienen en otros panoramas, que si bien siguen siendo parciales, frente a una
totalidad inabarcable, inconmensurable e inagotable, tienen lugar, como
92
plantea Latour (2010), por “las formas particulares que tiene la sociedad de
permanecer inaprensible”. (p. 23)
En particular, las experiencias migratorias individuales no se apegan
necesariamente a los prejuicios adheridos a la experiencia migratoria bajo el
supuesto de que ésta tiene una “naturaleza” dada, o elementos constitutivos
invariables; por lo que el papel de la fotografía en la migración deviene junto
con las particularidades de la experiencia, más que de generalizaciones
externas que buscan darle sentido a ésta y a la fotografía. “Las posibilidades
del existente singular distan de poder reducirse a una cosa, a un mero hecho, o
de fungir como representaciones de determinada identidad gregaria, ya que
obedecen a lo abierto e intempestivo”. (Juanes, 2013, p. 510)
Pensemos en lo que el presbítero Juan Sandoval Cedillo me dijo
recientemente: en el estado de Hidalgo hay personas que llevan gente de los
pueblos pequeños y de las rancherías directamente a Nueva York. Muchos de
esos migrantes no han estado antes en una ciudad grande, y al cabo de unos
días ¡se encuentran en Nueva York!
93
Capítulo 3. Método. El equipo y los procedimientos
Esta vez era mejor vivir totalmente de su lado, de modo que la experiencia quedara registrada indeleblemente no en una película, sino en mi memoria.
Jean Mohr
I
La intención de comprender el papel de la fotografía en la experiencia
migratoria, pasa, para el caso de esta memoria, por elaborar una proposición
que nace desde la perspectiva de las personas que la viven directamente, así
como de quienes, además de conocer ―de vivir― el contexto en que una
etapa importante de esa experiencia se materializa (en Chicago y su área
metropolitana), han hecho de éste un motivo de conocimiento, de reflexión, de
expresión artística, de crítica y de participación social.
Al optar por la perspectiva cualitativa de investigación, la entrevista
directa semiestructurada como método y la actividad fotográfica como los
caminos para aproximarme a la comprensión del papel de la fotografía en la
experiencia migratoria, resultó fundamental la comunicación cara a cara con
las personas que viven ésta en cualquiera de sus etapas ―proyecto, trayecto,
94
cristalización, frustración, suspenso, retorno, espera, ruptura, renuncia― toda
vez que son ellas quienes poseen, desde sus circunstancias y su curso de vida,
los elementos que en buena medida proceden, discurren, atañen, al espacio
privado y a las reflexiones que en éste surgen sobre la experiencia.
Esta condición se volvió medular para definir el método y las
condiciones de relacionamiento con quienes participaron en la investigación,
así como de los aspectos éticos que estas condiciones implican en la
recolección, el tratamiento y la difusión de la información; sobre todo, cuando
esta investigación se desarrolló en múltiples ―y contrastantes― contextos
personales y sociales7.
Otro aspecto importante fue la fotografía, o mejor dicho: el hecho de
que el autor fotografiara personas y situaciones, bien como medio para
acercarme a ellas, o bien como medio para reafirmar la importancia del caso
narrado (consentimiento informado). Si bien no en todos los casos fue posible
fotografiar a las personas con quienes conversé, cuando era pertinente, sí
manifesté mi intención de hacerlo, aunque siempre tuve claro que lo
7 Irene Vasilachis plantea: “la identidad posee dos componentes: el esencial y el existencial. Mientras el primero constituye el elemento común que identifica a las personas como tales y las iguala, el segundo constituye el aspecto diferencial que distingue a cada una y la hace única, en su diferencia, frente a todas las demás”. (En Denzin, N. K. y Lincoln, Y. S., (2015), p. 42)
95
importante para este trabajo era conocer el papel de la fotografía en la
migración, más que las imágenes de la migración que yo pudiera aprehender.
El interés por conocer y comprender el contexto de la migración
México – Estados Unidos en un plano más amplio que el del caso México –
Chicago, me llevó a realizar una parte del trabajo en las fronteras sur y norte
de México. En ambos casos la atención recayó en la experiencia de los
migrantes y las circunstancias que tienen que enfrentar en un entorno, que en
primera instancia podría calificarse de difícil, pero que ellos luego de intentar
cruzar la frontera vertical en que se ha convertido México (o luego de haber
conseguido pasar por el infierno, como suelen llamar a este país), no tienen
duda que ésta anchísima frontera se encuentra marcada por la violencia,
inseguridad, corrupción, criminalidad e impunidad presentes en los trayectos
de los migrantes económicos, que sin la documentación necesaria se dirigen
desde México a la frontera sur de Estados Unidos, con el fin de llegar a un
punto determinado de su territorio donde los espera la promesa de un empleo
remunerativo que no han podido conseguir en su lugar de origen.
La parte medular del trabajo transcurrió en Chicago y en Tonatico. En la
llamada ciudad de los vientos, con el propósito, básicamente, de comprender
el entorno en el que la experiencia migratoria se concreta (en tanto es ahí
donde el migrante económico encuentra el empleo y los recursos para aspirar a
96
una ciudadanía plena). En Tonatico, con el objetivo, básicamente, de conocer
y comprender el papel de la fotografía en la migración internacional de seres
humanos desde el caso de una comunidad que ha acumulado una experiencia
histórica a la par de la gran experiencia migratoria mexicana (con excepción
de la de los estados norteños, colindantes con la frontera sur de Estados
Unidos, cuya historia quedó marcada por la pérdida de los territorios que
conforman ésta hoy).
En Tonatico aún hay sobrevivientes de los primeros años de vigencia
del programa bracero, 1942–1964 (como Antonio Herrera que recuerda con
toda claridad cómo, en 1942, llegaron unas personas del estado de Morelos
con una camioneta a Tonatico con el propósito de llevarse a trabajadores para
la primera bracereada, y cómo a través de las estaciones de radio que
transmitían desde la Ciudad de México se invitaba a los campesinos a
enlistarse para irse a trabajar a Estados Unidos), también radican en este
municipio personas que siguieron a los primeros que se fueron (decían que en
el otro lado barrían los dólares con la escoba), los que han regresado luego de
haber sido llevados en procesos de reunificación familiar, los que ahora
intentan el retorno, los que han retornado, los que habiendo nacido en Estados
Unidos son radicados desde pequeños en Tonatico para que sus familiares
cuiden de ellos, y los que dejan su país para radicar voluntariamente en la
97
tierra de sus ancestros, los que retornan temporalmente, los aspirantes a
migrar, y los que están convencidos de que nunca dejarán Tonatico para ir a
vivir a otra parte.
En Tonatico también están los álbumes fotográficos, las fotografías
enmarcadas, las que se hallan en sobres, cajas y bajo micas transparentes
azuladas junto con documentos que pertenecen a los braceros, a las primeras
generaciones de americanos y a los que recientemente se han ido.
En Chicago, están los descendientes de las primeras generaciones de
trabajadores mexicanos que llegaron a principios del siglo XX para emplearse
en las siderúrgicas, el ferrocarril y las empacadoras de carne; están también
los inmigrantes de la transición económica (desindustrialización /
deslocalización) de Chicago, y la primera generación de inmigrantes
tonatiquenses a su zona metropolitana (y sus descendientes), los que
rompieron la tradición del trabajador agrícola para insertarse en el trabajo
fabril y de servicios por tratarse de empleos mejor remunerados, más estables,
a salvo de los rigores del clima en el campo, más lejos de la frontera con
México, y más lejos de la migra (patrulla fronteriza / U. S. border patrol).
En todo caso, lo importante fue la experiencia migratoria de las
personas, de las comunidades, que dan origen a las historias contadas en
98
primera persona y a las huellas de vida en un contexto donde se construyen
interacciones y significados desde una experiencia común: la migración
internacional de seres humanos.
II
En el sur, fotografíe algunos puntos de la frontera México-Guatemala,
el tránsito de personas por el Río Suchiate, las estaciones del ferrocarril en
Tapachula y en Arriaga, Chiapas. Ahí supe, por la voz de los migrantes de
origen centroamericano, tanto las condiciones en que transcurren sus primeros
días en territorio mexicano, los peligros que enfrentan y las vejaciones a que
son sometidos, así como las razones para emprender el viaje lleno de peligros,
y los argumentos para poner en juego su vida (circunstancias que son
denunciadas sin cesar y documentadas con precisión y detalles escalofriantes
―a lo largo y ancho de México― por organizaciones no gubernamentales,
iglesias, responsables de albergues de ayuda a migrantes, centros de ayuda
humanitaria, periodistas, activistas y defensores de los derechos humanos).
Las historias, confluyen en la pobreza, la violencia, el desempleo, las
necesidades apremiantes y la desesperanza. Para los mexicanos (que los hay, y
muchos) que se suman a los trayectos de los extranjeros, y que siguen como
éstos la ruta de la Bestia, sus razones son las mismas.
99
Josué (Honduras)
Yo estudié computación y en mi país no encuentro trabajo. En mi casa hay enfermos y hay
necesidades. ¡Soy el más preparado y no tengo trabajo! Los empleos que consigo no me dan
para salir adelante ni para sacar adelante a mi familia. Además, las maras te hostigan y hasta
te amenazan de muerte. Así, qué futuro tenemos.
Rosa (El Salvador)
Yo vengo como todos, persiguiendo un sueño. Cada uno trae el suyo y cada uno se va
cuidando como puede. Aquí vamos todos en el mismo camino, pero cada quien tiene que
ver por sí mismo. No sabes quiénes son los otros, ni qué pueden hacerte. Eso sí, si puedes
ayudar, ayudas, pero no siempre se puede, porque vas sola y tú también vas corriendo
peligro.
José (Honduras)
Uno sabe que se puede quedar en el camino, pero peor es estarse en su país sin hacer nada.
Si me pasa algo, por lo menos mi familia sabe que lo intenté. En el otro lado está un
hermano y él es el que más me anima a seguir; si llego a pasar, podré ayudar a mi familia,
somos pobres, y si no hago algo, ¿qué le espera a mis hijos?
En el norte, en Nogales, Sonora (ciudad fronteriza con el estado de
Arizona), conocí por los migrantes algunos rasgos de la situación que
envuelve el último tramo del trayecto hacia Estados Unidos y las condiciones
que enfrentan las personas que son deportadas por ese paso fronterizo. En este
caso, las historias que narran se centran en lo que recientemente han vivido:
sobrevivieron al desierto, fueron aprehendidos, enfrentaron un proceso de
100
deportación, y ahora están ante el dilema de intentarlo nuevamente (con más
riesgos, el cuerpo lastimado y menos recursos) o regresar a su lugar de origen.
Cuando estuve en la línea, fotografié una parte del muro que divide
físicamente el territorio estadunidense del mexicano, algunas leyendas y
objetos que cuelgan de él y las instalaciones visibles de vigilancia
estadunidense. Cuando llegué al puesto de ayuda a migrantes del Grupo Beta8
en Nogales, solicité autorización para fotografiar y ahí decidí ir con la cámara
colgada de mi cuello y que ésta fuera visible para todos. Por supuesto, nadie
fue indiferente al hecho; pero preferí ser visto desde un principio con la
cámara que sacar ésta de súbito.
Con la cámara a la vista surgieron las preguntas y la más que
comprensible desconfianza entre los migrantes, que procuraron
―infructuosamente― cubrirse las huellas visibles y las heridas que el desierto
les dejó. Así, según las condiciones en que se encontraban, unos migrantes
intentaron ponerse sus zapatos (no lo conseguían, sus pies estaban muy
inflamados), otros: trataron de ocultar las sandalias que traían puestas y que
evidenciaban por su color rosa que habían estado privados de su libertad en
Arizona (probablemente en la prisión de Maricopa), querían cubrir con sus 8 Cuerpo de orientación, auxilio y protección de los migrantes que se encuentren en territorio mexicano, con independencia de su nacionalidad o situación migratoria. El Grupo Beta es parte del Instituto Nacional de Migración (de la Secretaría de Gobernación). Ver: Ley de Migración, publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 25 de mayo de 2011.
101
manos las curaciones que ya les habían hecho en sus pies heridos, o buscaban
que sus pantalones —hasta donde fuera posible, porque estaban destrozados—
cubrieran sus piernas heridas, y en algunos casos, sangrantes aún.
Los recién deportados trataban de esconder las manos también. Estaban
tan lastimadas como su alma y tenían huellas inocultables del sufrimiento.
Para muchos de ellos sus heridas —físicas y emocionales— eran tan
dolorosas, que no dudaban de decirse entre sí que no volverían a intentar
cruzar de nuevo, y que lo mejor era regresar a casa.
Después de unos minutos, comenzaron a preguntarme: ¿quién eres?, ¿de
dónde vienes?, ¿por qué traes cámara?, ¿por qué te interesa fotografiarnos?
Después de escuchar mis respuestas, algunas personas me permitieron hacer
unas fotografías, pero al poco tiempo comprendí que no podía seguir. Guardé
la cámara. Era demasiado el dolor ahí acumulado.
Registré en mi mente imágenes muy fuertes; no sólo de los cuerpos
lastimados, sino de las miradas extraviadas, de las que permanecían fijas en un
punto del infinito, o clavadas en un pedazo del suelo terroso; rostros que se
quedaban inmóviles por mucho tiempo, como si se estuvieran preguntando
una y otra vez: ¿qué pasó?, ¿qué salió mal?, ¿por qué tengo que pasar por
esto?, ¿por qué otros sí pudieron seguir adelante?, ¿por qué tuve que estar tan
102
cerca de la muerte?, ¿de qué sirvió tanto esfuerzo y tanto sacrificio?, ¿qué
sigue?, ¿qué voy a hacer? Todo parece una injusticia.
El silencio era imponente, profundo, y sólo se rompía cuando uno de los
agentes Beta gritaba el nombre y apellidos de uno de los migrantes. Todos
reaccionaban, pero sólo uno pasaba a la oficina para ser enterado de que ya
habían hecho contacto con algún familiar, o con la agencia gubernamental,
que se haría cargo de su traslado hasta su lugar de origen. Aproveché que un
joven, que traía un trozo de papel y una tarjeta telefónica en su mano derecha,
se acercó para preguntarme qué debía hacer para marcar a un teléfono fijo. Me
mostró el número, y por suerte, yo tenía muy presente qué hacer, ya que él
intentaba llamar a Jocotitlán, un municipio vecino de El Oro ―mi pueblo
natal―. Cuando colgó, regresó a donde yo estaba, venía sonriendo y empecé a
conversar con él, gracias a eso, luego pude hacerlo con otros migrantes.
Joven de Puebla: …me duele todo, pero estoy feliz porque regresé vivo. Nunca te imaginas lo que
pasa allá adentro (en el desierto, ya en territorio de Estados Unidos). Y aunque antes
te lo digan, no lo crees, pero cuando ya estás ahí, y te traen camine y camine, y ya
no puedes más, y te van tratando a puras groserías, entonces te das cuenta; pero, ya
qué puedes hacer. A los coyotes sólo les importa el dinero; si te quedas, te quedas; y
si te mueres, te mueres.
Juan:
103
…voy a regresarme al estado de Hidalgo. No tengo de otra. En Estados Unidos ya
tenía una vida hecha. En Long Island, Nueva York, vivía desde hace años con mi
esposa, pero hace unos meses tuve que regresar de urgencia a México, por una
cuestión familiar. Todo el tiempo que viví en el norte estuve indocumentado, y
ahora, cuando me detuvieron, ya me tomaron las huellas. Si lo vuelvo a intentar y
no corro con suerte, podría ir a prisión. Por eso, por el momento prefiero regresarme
y luego tomar una decisión junto con mi esposa. Ahorita no tengo fuerzas ni dinero
para volver a intentarlo. Lo único que quiero es ya regresarme a Hidalgo. La verdad
esta fue una experiencia muy fea. Antes, había pasado varias veces, pero nunca me
había tocado tan difícil como ahora.
Joven de Oaxaca: …mi novia se cansó y ya no pudo seguir, así que nos quedamos en un camino donde
la migra nos pudiera ver; y sí, ahí nos agarraron. Lo bueno es que nos dieron agua
¡ya no traíamos nada! Venimos tres. Ahora sólo queremos retomar fuerzas y lo
vamos a intentar otra vez. Te puedo decir que a nosotros nos fue más o menos, pero
junto con nosotros iban unos viejitos, y a ellos sí les fue bien mal, pobrecitos. Yo
creo que como somos de los que menos sufrimos, eso nos anima a volver intentarlo,
aunque ¡ya nos ficharon! Pero bueno, a ver ahora cómo nos va. Cuando me soltó la
migra le dije al policía: por acá nos vemos mañana. Y él me respondió: ok pues,
aquí nos vemos, aquí te estaré esperando. Los dos nos reímos y luego cada uno
agarró por su lado. Y ahora ya ves, estamos aquí. ¿Y mañana?, no sabemos.
Reina: … se me fracturó el tobillo al brincar de un muro como de cuatro metros de alto.
Pero ¿sabes qué? ¡Espérate! ¡Mañana llega una señora con la quijada fracturada! El
de la migra le dio un golpe tremendo, y después todavía le dijo: y no te quejes
porque te ando matando. Ella está en el grupo que seguramente mañana deportan.
Con todo y que me duele yo no me puedo quejar. A mí me dijeron que brincara, que
ya me estaban esperando del otro lado, y así fue, brinqué y al otro lado ya me
estaban esperando ¡pero los de la migra! Después de que caí y me di cuenta que ya
no podía caminar, ahí me quedé, y los de la migra llegaron luego luego. La verdad
104
es que me trataron bien, me inmovilizaron el pie y luego me llevaron a que me
pusieran esta férula, de ahí a tomarme las huellas y mis datos, y de ahí para acá,
¡deportada! Pero bueno, así como me ves, estoy pensando volver a brincarme, ¡sólo
para que los gringos vean cómo somos las chavas de Irapuato!
Alexis: Yo ya tenía varios años viviendo en Estados Unidos. Allá tengo dos hijos pequeños.
Ahora voy saliendo de prisión. Estuve cuatro meses en la cárcel de Maricopa. Me
dijeron que por mis antecedentes sólo me quedaba ser deportado o ser arrestado
nuevamente en cualquier momento, y que a lo mejor me pueden echar cuando
menos dos años si se comprueba que soy culpable en un tema de drogas. Por eso
hablé con mi esposa y lo mejor es que yo me regrese a la capital, y que ella y mis
hijos se queden en Estados Unidos. Yo no quiero sacarlos. No quiero arriesgarlos en
México. Aquí las cosas están peor. Ellos están más seguros allá.
Más tarde volví a encontrarme con algunos de los migrantes que había
visto en el puesto del Grupo Beta; esta vez en una estación de autobuses,
desde donde emprenderían el viaje de regreso. Junto a ésta hay un albergue
donde pueden descansar, asearse, y recibir algunos efectos para el viaje.
En el albergue para migrantes San Juan Bosco, también me reencontré
con algunos de ellos. Ahí escuche otras historias y conversé con Francisco
Loureiro, su fundador (junto con su esposa Hilda Loureiro).
En el albergue también el silencio lo llenaba todo. Aquí parecían
aliviados, descansados, pero llenos aún de incertidumbre. Los migrantes saben
que están a salvo, pero sólo por ahora. Esta vez el silencio cedía
esporádicamente cuando alguien, con el fin de infundir confianza en los otros,
105
comenzaba a contar alguna anécdota, o intentaba darle consejos a quien quería
escucharlo. Estaban también los que iban más allá y hablaban de los planes
que intentarían llevar a cabo una vez que se encontraran en el territorio
estadounidense, y juraban, por Dios o por algún ser querido, que lo lograrían.
Sin embargo, el peso de los hechos volvía a imponerse, y regresaba un
silencio gélido.
Hombre de Veracruz:
Con nosotros iba un muchacho de Chiapas, se puso malo y él sí se murió; a otro, de Puebla,
lo alcanzamos a salvar, todos le dimos lo poco de agua que todavía traíamos; yo le di
poquito suero que me quedaba y un señora cortó un cactus, le saco el agua y se la dio. Se
salvó, pero ya estaba alucinando. Decía que veía a su mamá y que hablaba con ella. Al final
me dio gusto, porque alucinando y todo ¡pero salvó la vida! El muchacho de Chiapas no, él
sí ahí se quedó. Comenzó a vomitar y a vomitar; estaba muy mal. Sólo lloraba y vomitaba,
y ahí se quedó. Ya no lo pudimos ayudar más, todos estábamos igual de mal.
Mujer del Estado de México:
En el desierto la pasas muy mal. Ves muertos, restos humanos y cosas muy feas. Un
muchacho que iba con nosotros se la pasó llore y llore, y sólo repetía que él ya no quería
seguir, que estaba arrepentido, y que no quería morirse; nos decía que tenía un bebe
chiquito y que quería regresar con él. Nosotros le decíamos: ya no estés llore y llore que nos
van a encontrar los de la migra. Y no, seguía llore y llore, dando y dando vueltas en el
mismo lugar. Así estuvo mucho tiempo. De repente, lo dejamos de ver, nos espantamos y le
dijimos a unos muchachos que no estaban tan cansados que lo fueran a buscar, pero no lo
encontraron. Pensamos que ya perdido, y como estaba, que se iba a morir; pero no, al otro
día que nos agarraron a nosotros, lo vimos ahí donde nos llevó la migra. Nos dio gusto
volver a verlo. Y bueno, éste por lo menos pudo regresar vivo a su casa; decía que era del
estado de Guanajuato. Me da gusto que va a ver otra vez a su bebé. Yo voy a intentar otra
vuelta, a ver si en esta sí paso, si no, también me regreso a mi casa. Bueno, si salgo viva
¿verdad?
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Mujer de Michoacán
Hace tiempo me regresé de Los Ángeles a Michoacán para construirle su casa a mi mamá.
¡Por eso me había ido a California! Y ahí se quedaron mis tres hijas, pero ahora a una de
ellas la van a operar del corazón y yo no he podido pasar. Mis familiares que están en
California sólo me dicen que me acerque a la frontera y que busque ahí a un coyote bueno,
pero no he podido. Ya pagué y nada. Ya intenté por Tijuana y por Mexicali. Aquí unos me
engañaron y me llevaron a una casa, estaban bien raros, se hacían señas entre ellos, y
cuando uno salió y no cerró bien la puerta me escapé. Corrí lo más rápido que pude, pero
luego me anduvieron siguiendo todo el día; hasta que supe de este albergue, y ya me vine
para acá; sólo así ya no los volví a ver. ¡Miren! Ahorita me mandaron un mensaje mis
familiares de Los Ángeles, dicen que le siga haciendo la lucha, que los soldados de Estados
Unidos llegarán a la frontera hasta dentro de tres meses. ¡Qué alivio! (nadie contradijo su
optimismo).
Cuando llegó la hora de la cenar, los migrantes hicieron una fila, y en orden y en silencio, se dirigieron al comedor del albergue. Francisco me llamó y comenzamos a conversar:
He visto tanto, que mi deseo de ayudar crece cada día. Este albergue lo iniciamos mi
esposa y yo, en una noche de invierno de 1982. Íbamos en el coche para la casa y vi
a una mujer con sus hijos pequeños en la calle, soportando el rigor del frío del
invierno, que aquí es muy fuerte. Llegué a mi casa y no pude quedarme tranquilo.
Pensé: cómo yo sí llegaba a mi casa donde no sentía frío, y allá afuera había una
mujer y unos niños que podían morirse si bajaba más la temperatura. Salí con mi
esposa por ellos y nos los llevamos a casa. Desde entonces comenzó esto, y ahora
son miles las personas que han pasado por el albergue.
Era tanto lo que escuchaba aquí que decían los migrantes, que un día decidí
meterme al desierto, justamente por la parte por donde ellos pasan, para saber si
aquello que contaban era cierto. Aquel día me fui al desierto de Althar. Andaba
caminando y tomando fotografías, llamaba por el radio desde mi camioneta, y de
repente, apareció un hombre que me amenazó de muerte con un arma, así que tomé
el camino de regreso; quise denunciar el hecho, pero me di cuenta que el vehículo
que estaba frente a la estación de policía era el mismo del que había bajado aquel
107
hombre; así que di media vuelta y me alejé de ahí lo más rápido que pude; pero, ya
había visto yo que lo que aquí cuenta la gente no es mentira.
Vi muchas cosas, pero hay una imagen que hasta la fecha no he podido
apartar de mi mente, es, yo creo, la peor de todas: una mujer y sus dos hijos, los tres
muertos, todavía reconocibles bajo miles y miles de moscas. Ella estaba boca arriba
con los brazos abiertos, y los niños tendidos sobre su pecho, uno de cada lado.
Como ves, he puesto aquí, a la entrada del comedor, unas de las fotografías
que tomé esa vez. La intención de ponerlas es que quienes no han tenido esa
experiencia las vean y se hagan una idea de los que les espera. A petición de mis
hijos, quité las imágenes más crudas. Pero las fotografías están ahí; como está ahí la
ley de desierto, la voluntad de los migrantes para buscarse un futuro mejor, y la de
mi esposa y la mía de seguir adelante.
III
En Chicago, mi acercamiento a la fotografía y la migración inició cuando
acompañé a Raúl, durante algunos fines de semana, mientras él retrataba en
bodas y bautizos. Raúl es un fotógrafo mexicano que tuvo su estudio en el sur
de Chicago, en la avenida Western, cerca de Blue Island y Columet, dos
asentamientos históricos de inmigrantes mexicanos a principios y mediados
del siglo XX. Durante esta experiencia observé cómo los inmigrados piden
hacerse fotografías para luego ser enviarlas a su lugar de origen. Conocí la
existencia de un álbum modelo, de aproximadamente ciento veinte fotografías
—del que se hacían tantas copias como pidieran los clientes y luego Raúl las
entregaba a domicilio—, y algunos de los criterios fotográficos que guiaban
tanto al fotógrafo como al fotografiado. Por ejemplo, las personas deben ver
108
directamente al objetivo de la cámara, la sesión de fotografías de una boda
inicia en la casa de la novia y ella debe ser fotografiada desde antes de
levantarse y hasta que la fiesta concluya ―lo que ocurre regularmente la
madrugada del día siguiente―; existen poses para la novia, para el novio, para
la pareja, para los padres, para los padrinos, para los acompañantes, así como
la secuencias que deben seguirse en la casa de la novia, en la iglesia, durante
la toma de la fotografía de la pareja recién casada ―que suele hacerse
(mientras el clima lo permita) frente al Lago Michigan―, y en la fiesta
―donde se instala un estudio fotográfico con un ciclorama, equipo de
iluminación y el mobiliario indispensable: un sillón, un banco, un arreglo
floral (de flores artificiales) y una columna jónica blanca (de plástico liviano)
de no más de 120 centímetros de altura, para facilitar las poses que el
fotógrafo sugiriera.
El día que fui a conocer su estudio, Raúl me mostró su equipo fotográfico y
el álbum modelo. Me aseguró que en Estados Unidos la figura del fotógrafo es
más valorada y respetada que en México. También me dijo que en Chicago la
gente era más exigente con la calidad y la puntualidad en el trabajo. Él tenía
claro que podía hacer otras tomas fotográficas, pero también que nunca dejaría
de hacer las que aparecían en el álbum. Todo lo dicho, lo pude observar
mientras Raúl trabajaba.
109
Mi relación con la fotografía en Chicago continuó con mi cercanía a la
fotógrafa profesional y artista plástica Diana Solís, quien, además de no dudar
en criticar mis fotografías y hacerme sugerencias para mejorar mi trabajo, me
abrió los caminos para entablar las conversaciones que pude realizar con
importantes personajes de la vida y del contexto de las comunidades latinas en
Chicago (fundamentales para aproximarme al conocimiento y a la
comprensión del contexto de la migración en esta ciudad y su zona
metropolitana). Las entrevistas con estos personajes como con otros
migrantes, ocurrieron tanto en medios próximos a sus circunstancias
cotidianas, como en otros ajenos a éstas, pero que los hacían sentir más
cómodos; en todo caso, lo importante fue su experiencia, historia y vivencias
que se traducen en conocimiento ―de primera mano, en primera persona―
del entorno y realidad la migración en Chicago.
La fotografía fue también el medio para conocer en directo y desde dentro
el curso de la marcha (histórica) del 1 de mayo de 2006. Alrededor de medio
millón de personas de diversas nacionalidades (incluidos miles de
estadunidenses) caminaron desde Union Park hasta Grand Park (en el centro
de Chicago. Lugar donde el 4 de noviembre de 2008, Barack Obama celebró
su triunfo electoral para su primer periodo presidencial).
110
El lunes 1 de mayo de 2006 fue un día especial en Chicago. Podría decirse
que en esa fecha la vida de la ciudad transcurrió como si un domingo hubiera
caído entre semana: el tránsito era fluido, los trenes no estaban ocupados a su
máxima capacidad, los comercios que estaban abiertos no tenían a todos sus
clientes habituales. Muchos permanecieron cerrados como muestra de
solidaridad con los inmigrantes, o por la ausencia de ellos en un día laborable.
Pero sobre todo, porque el 1 de mayo de 2006 Chicago conoció la
manifestación a favor de los derechos de los migrantes más grande de su
historia.
Esa mañana salí del estudio de Diana en el Flat Iron Building, y noté que
apenas si se escuchaba el paso de un automóvil o un autobús sobre las
avenidas North, Milwaukee o Damen. Más que lunes, parecía un domingo de
invierno, o el viernes que amanece después del Día de Acción de Gracias (lo
mismo habría notado Mr. Comino, que no hizo por salir del estudio).
En mi trayecto hacia el Loop apenas si se veían indicios de lo que vendría a
las pocas horas. Cuando abordé el metro para ir a la estación éste sí iba lleno y
podía verse a muchas personas con pancartas y banderas enrolladas. En la
estación Ashland de la línea verde (y rosa) del metro, había un operativo
especial de la policía de Chicago. Mucho antes de la hora prevista para que la
marcha iniciara, Union Park y las avenidas aledañas eran ya insuficientes para
111
que pudiera permanecer la cantidad de gente ahí reunida (y las que seguían
llegando) por lo que los organizadores y la policía determinaron iniciar la
marcha antes de lo previsto
“Ayudado” por la cámara fotográfica y una de video pude permanecer en la
primera fila de la marcha hasta concluir la cuenta regresiva de diez, luego me
ofrecí como voluntario para ir con el contingente de personas con
discapacidad (el primero después de los que portaban las banderas de decenas
de países y que encabezaban la marcha). Fui aceptado ―tenía que ayudar en
lo que pudiera a los familiares de las personas con discapacidad e impedir que
se colaran personas ajenas al grupo―. Ahí iban, en sillas de ruedas, niños,
jóvenes, adultos (algunos de ellos sin poder mover ninguno de sus miembros).
En torno a ellos familias enteras. Varias generaciones pidiendo al unísono
respeto a los derechos de los migrantes. Muchas de las personas que ahí iban
gritaban las consignas igual en español que en inglés, hombres y mujeres
mayores agitaban enérgicamente los brazos y con voz potente animaban a los
marchistas y a las personas (decenas de miles) que acompañaban la marcha
desde las aceras y las ventanas de los edificios. El grito de ¡sí se puede!, se
repitió miles de veces a lo largo del recorrido. Cuando llegamos a Grand Park
las personas con discapacidad y sus familiares fueron llevados hasta la
primera fila delante del escenario, donde decenas de oradores se dirigieron a la
112
multitud, en un día histórico para los migrantes en Chicago, y para todos los
habitantes de esta ciudad que ya habían vivido, con asombro, por el número de
personas ―decenas de miles― que participaron, dos marchas precedentes: el
1 de julio de 2005, en el Barrio de las Empacadoras, y el 10 de marzo de 2006,
por el centro de Chicago. Estas marchas han marcado un antes y un después
en la lucha por los derechos de los migrantes en Chicago y en Estados Unidos.
IV
Con estos antecedentes, las entrevistas en Tonatico transcurrieron
vinculadas con un contexto, en un clima de empatía y en un lenguaje natural.
Las historias tomaron forma desde posiciones menos asimétricas, lo que dio
lugar a un intercambio de información personal y sentimientos que no
obedecieron a “decisiones estratégicas”, sino a coincidencias y a los
sentimientos generados al hablar del tiempo pasado, de los logros, las
pérdidas, las rupturas, y las emociones que despertaba en los entrevistados el
hecho de ver fotografías de los ausentes.
En este caso, las entrevistas transcurrieron en las casas o comercios de
los entrevistados, mientras caminábamos en las calles del pueblo, en el
Restaurant Teresita o en el Restaurant Rebeca (con Rosalva, Aylin y Nataly,
conversé en la Universidad). En muchas ocasiones con fotografías a la vista, y
siempre con silencios que se rompían poco a poco y recuerdos que se iban
113
haciendo relato, y éste, conocimiento. Recuperación individual que transitaba
hacia lo social cuando la historia rozaba otros espacios, otras temporalidades y
otras experiencias.
Como ya mencioné en el resumen de esta memoria, las entrevistas en
Chicago tuvieron como objetivo: comprender el contexto de la inmigración
latinoamericana, mexicana y tonatiquense; y en Tonatico: comprender el papel
de la fotografía a partir de la experiencia de sus pobladores que han emigrado
a Chicago. Las personas fueron entrevistadas con base en su historia,
conocimiento y relación con la experiencia migratoria como una experiencia
común (sin perder de vista la singularidad de ésta en cada historia personal), y
con base en lo que esa historia pudiera contribuir a la comprensión del papel
de la fotografía en la migración, desde la perspectiva de quienes la viven (o
han vivido en sus distintas etapas) en primera persona.
En Chicago y en Tonatico, el curso de las entrevistas dio lugar a que
discurrieran historias orales de vidas y de procesos sociales, memorias
silenciadas ―voluntaria o involuntariamente― y rastros del presente, anhelos
y frustraciones expresados en registros verbales y no verbales, que apartan
certidumbres en el entrevistador como en el entrevistado (coherencia en la
diferencia). En ambos hubo descubrimientos y auto-descubrimientos,
escrutinios y auto-escrutinios. Fue una experiencia que dio pauta a la
114
comprensión más amplia de la experiencia migratoria para quien la vive, como
para quien quiere conocer sobre un aspecto de ésta; en un proceso que
involucra información privada, un ambiente de confianza y respeto mutuos, y
el consentimiento ―a un extraño― para publicar esa información. Proceso y
proyecto que implican compartir, colaborar, aceptar, para conocer, para
conocerme, para conocernos. Compartir, colaborar, aceptar, para comprender,
para comprenderme, para comprendernos:
Una sociología auténticamente reflexiva debe precaverse constantemente contra el
epistemocentismo, o este ‘etnocentrismo del científico’, que consiste en ignorar
todo lo que el analista inocula en su percepción del objeto en virtud del hecho de
estar situado fuera del objeto, al que observa desde lejos y de arriba. (Bourdieu,
2005, pp. 103-104)
Como mencioné en el resumen de esta memoria, el tema lo fui
delimitando desde un interés preciso: la migración de mexicanos en Chicago.
La investigación la comencé desde la perspectiva de los estudios urbanos (en
el curso del periodo de investigación del Doctorado, ciclo 2002-2003). Pero
sería en el desarrollo de la fase más importante del trabajo de campo en
Chicago (en 2007), que precisé mejor el objeto, el campo y el caso de estudio,
lo mismo que en 2008 durante mis primeras observaciones y contactos con
habitantes de Tonatico, con quienes comencé a explorar la historia y las
trayectorias de la migración de éstos hacia Estados Unidos.
115
Tanto en Chicago como en Tonatico, opté por la entrevista personal como
método para la obtención de información directa, de primera mano. En
Chicago, elegí a las personas a las que entrevistaría con dos propósitos claros:
Uno, conocer aspectos de la historia, de la actualidad y de las
perspectivas de las comunidades de mexicanos y latinoamericanos en
Chicago. Por lo que mi propósito estuvo centrado en conocer el contexto de la
migración en esa ciudad a partir de una pregunta clave: ¿qué significa ser
inmigrante mexicano (en particular) y de origen latinoamericano (en general)
en Chicago? A partir de esta pregunta general vendrían las particulares, que se
refieren a la historia y las posturas personales sobre el tema, en concordancia
con el trabajo que regularmente el entrevistado desempeña en Chicago. Por
esta razón, busqué entrevistar personas que además de estar vinculadas a la
migración como resultado de su propia experiencia (haber inmigrado a
Chicago o provenir de una familia de inmigrantes en esta ciudad, desarrollar o
haber desarrollado algún trabajo comunitario, mantener una preocupación
sobre el tema y expresarlo mediante el activismo político, el activismo
comunitario, el arte, el periodismo, la docencia, las letras). En el primer caso
las entrevistas transcurrieron en un lugar y en un tiempo acordado con
anticipación.
116
Dos, conocer las condiciones del día a día de los migrantes económicos,
cómo las viven y qué reflexiones les provocan, desde la distancia, desde las
condiciones que impone una ciudad grande (global), compleja, segregada;
donde la etnicidad es tan determinante para el acceso al empleo, la vivienda y
el espacio urbano. En este caso la selección de las personas entrevistadas se
basó también en la experiencia, el origen y la actividad del inmigrado.
En más de una ocasión un entrevistado me llevó a otro, y así la
información se fue concatenando hasta formar un panorama que me permitiría
(como así fue) entender mejor a las personas que luego entrevistaría en
Tonatico, cuando hablamos de lugares, circunstancias, hechos y hasta
personas de Chicago.
Este trabajo que comenzó en Chicago en 2007, lo continué en Tonatico
en 2008, cuando comencé a visitar esta población, a entablar comunicación
con personas que por su edad y experiencia migratoria, me pudieran hablar de
la historia y trayectos de la migración de tonatiquenses.
El trabajo de campo en Tonatico, no pude reanudarlo sino hasta el 2014
y los primeros meses del 2015. Como en el caso de Chicago opté por la
entrevista directa, semiestructurada, para obtener información de primera
mano y en el entorno social del entrevistado. En este caso, mi interés se centró
117
en el papel que tiene la fotografía en la experiencia migratoria. Por lo que las
personas que seleccioné para entrevistar, deberían tener una relación con ésta
lo más antigua y vigente posible. En Tonatico pude entrevistar en 2008, y
luego en 2014 y 2015 a personas cuya experiencia se remonta a las décadas de
los cuarenta y cincuenta, por lo que esa experiencia incluye cuando menos a
tres generaciones que tienen su origen en Tonatico, y una parte de su vida
(cuando no toda) vinculada a los Estados Unidos.
Estas circunstancias hicieron que cuando nos referíamos a la fotografía,
casi siempre el referente era la fotografía analógica e impresa. Aunque la
fotografía digital también estaba presente, pero vista no como aquella que ha
hecho memoria, sino la que acompaña las conversaciones por medios
electrónicos, efímera, virtual.
En Tonatico, como en Chicago, en más de una ocasión, un entrevistado
me llevo a otro. Las circunstancias de las entrevistas fueron en ambientes
familiares, de trabajo, y en todos los casos conectados a la cotidianidad de la
vida del pueblo; pero, bajo las reservas que impone la privacidad. La guía en
cada caso estuvo marcada por el objetivo: en Chicago las entrevistas
transcurrieron a partir de dos preguntas eje: ¿qué significa ser mexicano y
latino en Chicago? ¿Qué de ser latino en Chicago ha influido en la historia, en
la experiencia migratoria del entrevistado, y en su percepción del fenómeno
118
migratorio en el contexto de esta ciudad? En Tonatico la guía de las
entrevistas se centró en las siguientes cuestiones: ¿cuál es la relación, el
vínculo histórico de su experiencia migratoria con la migración de
tonatiquenses a Estados Unidos?, y, en su experiencia migratoria ¿cuál ha sido
el papel de la fotografía?
En Tonatico, siempre acudí acompañado de mi (ya vieja) cámara Sony
Cibershot (digital, con un cuerpo nada pequeño que inspira confianza y suscita
interés, pero ¡no es réflex!), que por ser silenciosa y tener una pantalla donde
se puede ver inmediatamente la toma recién hecha, desplazó a mi aún más
vieja (analógica, réflex y muy confiable) Canon AE1, que es excelente, pero
no silenciosa. Y, como bien sabemos, para los menesteres de la investigación,
cuanto más discreción, mejor. Tan es así, que en Chicago grabé el audio de
todas las entrevistas, pero no tomé fotografías de los entrevistados; mientras
en Tonatico, pude tomar fotografías de algunos entrevistados, pero no grabar
las entrevistas. Imperativos de “la realidad” que marcan el curso del método.
Flexibilidad y reflexividad, inherentes a la investigación cualitativa. Teresa
González Gil plantea:
El investigador cualitativo, al trabajar con realidades humanas, en continua
interacción con aquello y aquellos que le rodean, ha de estar siempre en
permanente adaptación. Esta permanente adaptación requiere desarrollar una gran
capacidad de observación, de interpretación y análisis inductivo, y de generación
119
de recursos para ser capaz de hacer frente a las necesidades del propio contexto
de investigación […] La reflexividad puede ser definida como una conversación
interna con uno mismo en torno a la experiencia del proceso de investigación al
mismo tiempo que éste se va desarrollando […] Influyendo en el campo: dejando
un poquito de ti como parte de la realidad estudiada. (2009)
Finalmente, como menciono en la presentación del anexo 2 de esta
memoria, las fotografías que hice en el curso de la investigación (que suman
algunos cientos; hice fotografía en Chicago, Tonatico, y fronteras sur y norte
de México ―el contexto amplio―) tuvieron como propósito adentrarme más
en el tema, ampliar los panoramas y el conocimiento de éstos, conectar mejor
con las personas, crear imágenes de la migración, precisar lugares y
personajes. La selección de fotografías que presento en este trabajo no tiene
como propósito sustituir argumentos, ni fungir como resultados de la propia
investigación. Lo que sí puedo decir, es que la fotografía hecha de cerca, de
frente a las personas (o de los sujetos, si se prefiere), me ayudó a comprender
que quienes migran por necesidad, escapan a la simulación que supone su
representación hecha desde el poder.
120
Periodo temporal >2003
(migración - orientación estudios urbanos)
>2007 – 2015 (migración - orientación fotografía en la migración
Lugares geográficos y espacios sociales seleccionados
>Chicago, Illinois >Waukegan, Illinois >Tonatico, México
Perfiles sociodemográficos
>Migrantes y sus familias >Conocedores de las condiciones socioeconómicas en que transcurre la experiencia migratoria en el lugar de destino (Chicago y su zona metropolitana)
Metodología utilizada >Observación participante Tipo de observación: participación moderada
Estrategias de diseño metodológico utilizadas
>Medios sociales estratégicos >Informantes estratégicos >Muestreo sucesivo – efecto acumulativo
Técnica utilizada >Entrevista Tipo de entrevista: directa semiestructurada, sobre los temas: >Ser migrante de origen latinoamericano en Chicago y su zona metropolitana >Los latinos en Chicago >La migración en una ciudad global >Historia y actualidad de la migración en Tonatico >La actividad fotográfica en la experiencia migratoria de tonatiqueneses a Chicago y su zona metropolitana >Documentación visual sobre fotografías de los propios sujetos >Registro de observaciones mediante fotografías realizadas por el investigador
Datos >Grupos de niños de escuela primaria en una región emergente de migración: 3 >Entrevistas a migrantes y sus familias en el Tonatico: 16 >Entrevistas a migrantes e informantes estratégicos en Chicago: 28 >Registro de observaciones mediante fotografías realizadas por el investigador: 500
121
>Observación participante: -Chicago: actividades económicas y socioculturales en barrios con población mayoritaria de origen latinoamericano -Waukegan y municipalidades aledañas a North Chicago, asiento de la mayoría de los tonatiquenses –y sus descendientes– radicados en Estados Unidos: celebración de las fiestas patrias mexicanas -Tonatico: migrantes históricos, familiares de migrantes que permanecen en el lugar de origen, migrantes estacionales, migrantes de retorno, fotógrafos de la migración.
122
Capítulo 4. Fotografía en la migración. El motivo delante del objetivo
Los objetos registrados en cualquier fotografía (desde el más impactante hasta el más común) transmiten aproximadamente el mismo peso, la misma convicción. Lo que varía es la intensidad con la que se nos hace conscientes de los polos de ausencia y presencia. Entre estos dos polos es donde la fotografía encuentra su significado (el uso más popular de la fotografía es como recuerdo de lo ausente).
Al mismo tiempo que registra los que ha visto, una foto, por su propia naturaleza, se refiere siempre a lo que no se ve. Aísla, preserva y presenta un momento tomado de un continuo […] El lenguaje en el que opera la
fotografía es el lenguaje de los acontecimientos. Todas sus referencias son externas a sí misma. De ahí el continuo.
John Berger
Chicago, el contexto
Historia y actualidad de la inmigración de mexicanos a Chicago
Juan Mora-Torres
La inmigración de mexicanos a Chicago empieza al final de la Primera Guerra Mundial,
1917-1919. En parte era porque en Chicago estaba un movimiento laboral que tenía mucha
fuerza en la industria del acero, las carnicerías y en las empacadoras de carne; y en un
123
intento de afectar las huelgas de 1919 empiezan a traer a mexicanos de Texas. Hay una
discusión todavía si rompieron las huelgas o no. A partir de 1920, llegaron a trabajar en la
construcción y mantenimiento del ferrocarril, desde Kansas, Missouri. Otra ola llega para
trabajar en el campo, en el cultivo y cosecha del betabel, un trabajo agrícola, temporal, y no
estaba mecanizado. Cuando el trabajo en el campo era en el suroeste, los trabajadores
regresaban a México y volvían en al siguiente ciclo, pero cuando la cosecha del betabel se
daba en Illinois, Wisconsin y Michigan, regresar a México significaba recorrer grandes
distancias y en el invierno muchos se trasladaban a las ciudades a buscar trabajo,
principalmente a Chicago y Detroit. Así comienza a extenderse la idea de que Chicago es
un lugar donde hay empleo, más que nada empleo en la industria, aunque para el mexicano
que trabajaba en el suroeste no era su ocupación, pues se desempeñaban principalmente en
ferrocarriles, minas y campo, no en la industria; pero se difundió que era un trabajo mejor
remunerado y en mejores condiciones. Chicago se convirtió así en una opción para el
trabajador mexicano que estaba en México o llegaba de California o de Texas; ya luego se
venían directamente de Michoacán, Jalisco, Guanajuato. Así después de 1920, 1922, crece
la comunidad mexicana en Chicago, pasa de mil quinientos antes de 1920 a treinta mil en
1930 y se establece principalmente en tres lugares: South Chicago, el barrio de Las
Empacadoras y Hull House, que se convierten en las primeras colonias mexicanas, aunque
había mexicanos dispersos en otras partes de la ciudad, pero colonias de mexicanos eran
estas tres, y no obstante que fueran minoría en esos lugares, ya eran sus colonias: las
colonias de mexicanos en Chicago. Así, comenzaron a establecerse tiendas, peluquerías,
restaurantes.
Viene la gran depresión y comienzan a despedirlos de las siderúrgicas, de las
empacadoras de carne. Les fue muy mal a ellos, porque la preferencia la tenían los blancos,
y como muchos no eran ciudadanos y rehusaban ser ciudadanos, entonces tampoco les
daban los beneficios de la asistencia pública. En South Chicago y en East Chicago, muchas
empresas preferían pagarles para que se fueran a México. Entonces viene en los años treinta
una repatriación que fácilmente fue de un cuarenta por ciento de mexicanos, es decir, entre
repatriados y deportados, unos veinte mil residentes del corredor Indiana – Chicago; lo que
hace que la población de mexicanos en Chicago no crezca en esa época, aunque sí el
número de descendientes de los que se quedaron.
Es hasta el programa bracero cuando se inicia otra inmigración fuerte, sobre todo de
quienes rompen el contrato que tenían y se vienen a Chicago como indocumentados, y
124
regresan a las empresas siderúrgicas, empacadoras de carne. En ese tiempo Chicago era el
centro industrial del medio oeste de Estados Unidos.
En los sesentas es cuando se vuelve a ver un crecimiento masivo y se empieza a ver
la primera gran colonia de mexicanos que es Pilsen, que se hace un puerto de entrada de la
inmigración mexicana a Chicago, en los sesentas y setentas. Quien llegaba a Chicago
pasaba primero por Pilsen, porque las rentas estaban baratas ahí.
Antes, llegaron muchas personas debido al desplazamiento de Hull House y la
construcción de la Universidad de Illinois en Chicago. Al mismo tiempo, mucha gente se va
a Pilsen y comienzan a llegar muchos de los trabajadores del campo ─los texanos─, que se
vienen a la ciudad a vivir, así como muchas personas que llegan desde México. De ahí para
adelante se da un crecimiento demográfico tremendo, sobre todo a raíz de la crisis en
México de 1982; y luego en la crisis de 1994, otra vez el crecimiento.
Ahora, yo diría que en Chicago y su área metropolitana hay más de un millón y
medio de mexicanos ─incluidos los nacidos acá─. A pesar de que la industria decae desde
los sesentas, y en los ochentas la ciudad se enfoca en los servicios, los mexicanos
continúan en Chicago; dejan de trabajar primordialmente como obreros en la industria y
comienzan a encontrar trabajos en hoteles, restaurantes, construcción, limpieza… entonces
el carácter del trabajo es muy diferente, porque en la industria había sindicatos, el sueldo les
permitía comprar su casa, educar a sus hijos.
Al decaer en la zona de los Grandes Lagos la industria siderúrgica, automotriz,
textil, y de plásticos, lo que salva a Chicago fue que gobierno y empresarios trabajaron para
darle nueva imagen, hacerla una ciudad global, como Nueva York o Los Ángeles, con
fuertes ligas internacionales que atraen una inmigración altamente calificada en finanzas y
tecnología, además de hacerla una ciudad donde se puede vivir.
Chicago dejó de ser una ciudad industrial, y a pesar de la fuerte crisis que vivió en
los ochenta, se reenfoca como una ciudad global, adquirió otro carácter, luchó porque se
quedaran los cerebros de grandes compañías aquí. También la inmigración de
latinoamericanos ha contribuido mucho, con mano de obra altamente calificada, con una
formación cultural y política importante, así como con una mano de obra barata y una
fusión cultural muy fuerte; además del impacto demográfico, económico y cultural. Los
125
inmigrantes rentan, compran casas, abren negocios, consumen todo tipo de bienes y
servicios, crean empleos.
En Chicago hay importantes firmas de arquitectura, contabilidad, jurídicas, de
relaciones públicas, salud, educación, universidades, buenas escuelas públicas, un gran
aeropuerto, personas altamente calificadas de todas partes del mundo; hay arte, museos,
ecología, parques, y atrae muchos estudiantes internacionales.
Actualmente más de la mitad de la población de origen mexicano en Chicago vive
en los suburbios, en su zona metropolitana ─cosa muy rara en los setenta, en los ochenta─,
eso no significa necesariamente progreso, sino que es ahí donde encuentran trabajo ─en
fábricas, jardinería, servicios─, la vivienda es más barata y crean también, como en
Chicago, barrios de mexicanos, y hasta barrios por estado o municipio de procedencia.
Pilsen ya no es puerto de entrada. La mayoría de quienes viven en los suburbios son
ciudadanos, han nacido en Estados Unidos, lo que también da paso a un conflicto
generacional porque los que son inmigrantes son los adultos.
Los que están llegando recientemente tienen una visión más amplia de los dos
países (Estados Unidos y México), muchos pueden estar aquí y en México, la emigración
mexicana que procede de las grandes ciudades son un nuevo grupo, los nacidos acá y
formados acá tienen otra visión ya no tan localista, tienen una visión distinta de lo
mexicano.
Las marchas por los derechos de los inmigrantes de 2005 y 2006 han tenido
notoriedad, pero antes ya se han organizado, hay organizaciones en que se apoyan. El caso
de Chicago es peculiar, es una ciudad pro-migrante, el estado de Illinois también; Chicago
es una ciudad tolerante, hay muchos latinoamericanos, polacos, italianos, irlandeses. En los
suburbios, en las poblaciones pequeñas es otra cosa. Los gobiernos locales son los que han
impulsado medidas anti-inmigrantes; están notando el cambio demográfico y así
reaccionan. Por ejemplo Waukegan con la mitad de su población que es de origen
latinoamericano, mayoritariamente mexicana.
La población que ha emigrado de México a partir de los noventas para acá, no ve
futuro en México, ya no piensa en regresar, es una migración que se plantea por más tiempo
o hasta permanente. Esta inmigración es la que no se va, busca quedarse, arreglar su
126
situación migratoria. Regresar a México no es opción, tanto, que el voto de los mexicanos
en el extranjero fue un fracaso.
Waukegan es el suburbio en el que se ha reflejado más fuerte el sentimiento antiinmigrante
Mercedes Fernández
La población de los suburbios ha crecido mucho durante los últimos 20 años. Sobre todo en
el northwestern ha habido una explosión demográfica. En buena medida se debe a que la
puerta de entrada de los inmigrantes latinos ya no es Pilsen, La Villita, o Cícero, sino los
suburbios donde están ahora ya establecidas las redes sociales, familiares y de paisanaje que
los apoyan; ahí es donde encuentran trabajo y la vivienda puede ser más barata.
La gente no tiene que vivir en la gran ciudad, vive en su zona metropolitana, y ahí
la estructura social es diferente de una municipalidad a otra, y mucho depende del alcalde y
del grupo cercano a él.
En Elgin no hay hostilidad hacia los inmigrantes, no así en su vecina Carpenters
Ville, donde han aprobado ordenanzas que permiten revisiones en las casas para saber si
tienes una ventana rota y multarte, o ver si en la casa o en el basement hay más personas
viviendo. En Aurora no hay hostilidad. Aunque hay abuso policial encubierto, con la
justificación del incremento la violencia de las pandillas latinas. En Joliet, hay
inmovilización. La población está atemorizada por las constantes medidas que incluyen
redadas y deportaciones.
Waukegan es el suburbio en el que se ha reflejado más fuerte el sentimiento
antiinmigrante, los alcaldes no ha tenido reparos en mostrarse contra los inmigrantes. Un
alcalde ha dicho que la gente se ha ido de Waukegan porque no quiere que sus hijos asistan
a la escuela junto con mexicanos. La policía tampoco ha escondido su posición contra los
inmigrantes.
El problema es que todo está regido por unas leyes migratorias que no sirven para
este siglo, y los gobiernos locales tienen el poder de emitir normas y los alcaldes y un
puñado de gente alrededor de él, quienes dominan la ciudad pasan por encima de todos.
127
Las organizaciones de inmigrantes tienen habilidades para organización de eventos
festivos cívicos, eventos culturales, pero no participación y lucha política. La gente está
ocupada en trabajar y no pueden tener así un peso político importante, pero sí pueden ser
presa de otras organizaciones políticas, que se erigen como vanguardia y pueden tener éxito
o no. Porque ellos no viven en Wuakegan, no se quedan ahí, no sufren directamente los
problemas en carne propia. Se dice que el poder del número no se ha traducido en poder
político. Una forma es hacerse ciudadano y votar.
Los operativos que hacen son porque técnicamente van a arrestar a un grupo de
personas, tal vez pandilleros, pero han sido detenidos y deportados residentes y ciudadanos.
Todos los días recibo y recibimos llamadas de gente desesperada, diciendo se ha llevado a
mi esposo, o a mi padre o a mi hermano. Ahora la población está en pánico por las redadas.
Hubo una manifestación en Waukegan y la policía llegó hasta con perros. Si ves esa
fotografía y la pones en blanco y negro es igual a una situación de los sesentas, y ¿para qué
tanto despliegue contra mujeres con sus niños en carriolas y hombres y mujeres que son
trabajadores?
El peso demográfico no significa nada, a menos que estés organizado
Oscar Chacón Las propuestas de reforma migratoria en Estados Unidos no serán a gusto de los
inmigrados, sino al gusto de quienes creen que somos indeseables, pero que al final de
cuentas nos necesitan. Entonces, lo que vamos a ver, en mi opinión, son propuestas que van
a combinar como mínimo tres cosas: por un lado, más control y vigilancia fronteriza, más
recursos financieros para poder apresar, encarcelar y deportar a extranjeros que no tengan
estatus migratorio, y tres, un programa de visas que implique únicamente permiso de
trabajo, sin esperanzas de que esta gente se pueda hacer ni residente ni mucho menos
ciudadano, sino simplemente como trabajadores temporales; pero que estén ya aquí, por
supuesto. Suena absurdo, pero serían trabajadores temporales permanentes. Ese es el
camino hacia donde va orientado el debate político y lamentablemente nuestra carencia de
poder propio, le hace muy fácil a nuestros adversarios salir con este tipo de ofertas, y te
aseguro que va a haber mucha gente que va a decir sí, por favor denos aunque sea eso,
128
porque en cierta forma nos están hincando, nos están poniendo el revólver en la cabeza con
la amenaza de las deportaciones, con la amenaza de las redadas, con la amenaza de las no-
match letters, son todas medidas dirigidas para suavizar; a suavizar al sector empresarial,
suavizar a la gente inmigrante, de modo que estemos gustosos de aceptar cualquier
componenda mal hecha que nos quieran dar; porque nadie está en Congreso seriamente
hablando de cambiar el paradigma de, en el mejor de los casos, acomodarnos, pero
acomodarnos como extranjeros, no con la esperanza de llegar nunca a ser miembros plenos
de la sociedad. Así es como nos ven.
El debate de qué hacer con los extranjeros de hoy es un debate muy extraño, es un
debate que pone a gente en condiciones de aliados cuando no son aliados tradicionales.
Aquí la lógica derecha–izquierda, conservador–liberal, no cuadra mucho, porque es un tema
que te cruza barreras tradicionales de una forma no usual. Por ejemplo, la mayoría del
sector empresarial normalmente se considera más inclinado hacia la fuerza más
conservadora políticamente hablando ─el Partido Republicano─, sin embargo aquí tenemos
un problema grave: desde el punto de vista de qué representa el extranjero como fuerza
laboral, el empresario no quiere que esta gente se le vaya; el empresario los necesita para
mantener los márgenes de rentabilidad en los múltiples sectores de la economía donde
ejercemos una presencia enorme; no sólo en la agricultura, la construcción, todo lo que es la
industria de hospitalidad, los restaurantes, no funcionarían sin nosotros. Entonces esto
conlleva a un conflicto entre el interés económico del sector empresarial y la postura
antiinmigrante que tiende a encontrar más asidero en el Partido Republicano, pero no
exclusivamente, porque hay mucha de esta gente en el Partido Demócrata también. Te
repito, esto genera unas alianzas tácticas muy extrañas, lo que pasa es que al patrón, al
empresario, lo que le importa es que no lo multen y que no le quiten al trabajador. Ahora,
que no lo hagan ciudadano, que no lo hagan residente, le importa un comino.
Parte de la lógica que prevalece hoy día es la criminalización del inmigrante, y
cuando menos desde 1996 se trata de vincular a la inmigración con el terrorismo, y este es
un patrón de conducta que toma un giro radical, para peor, a razón de los eventos de
septiembre de 2001, y hoy en día es casi la regla que cuando se habla de inmigración se
habla de seguridad nacional y de terrorismo. Esto, en realidad es una manera de envenenar
el debate, porque el debate sobre terrorismo y seguridad nacional es un debate legítimo,
pero es un debate que se envenena cuando lo mezclas con inmigración y extranjeros.
129
¿Cuál es el perfil del votante más leal del Partido Republicano? ¿Cómo piensa ese
votante de los extranjeros y los inmigrantes en una sociedad donde el racismo se ha
exacerbado, donde la xenofobia se ha exacerbado, y donde los temores de inseguridad
económica se han exacerbado también? Por lo tanto no debemos de sorprendernos de la
escalada que estamos viendo, tanto retórica como práctica, de ataque al extranjero, y el
Partido Demócrata no tiene una postura genuinamente alternativa.
Los gobiernos de los países de origen de los inmigrantes poco hacen y poco les
interesa hacer. Y México es un excelente ejemplo: hay una política de facto que gira en
torno a que más gente se vaya; porque al irse la gente una vez que encuentra un trabajo van
a mandar remesas, al mandar remesas sacan a más gente de la pobreza, a razón de la
transferencia de recursos económicos hay un mexicano menos que está enojado, ¿a quién le
conviene esto? Bueno, el que se está beneficiando es el sistema. Ciertamente, si en México,
o en el resto de América Latina se le ofrecieran verdaderas oportunidades de realización
cultural, económica, política, social al ciudadano común y corriente ¿quién diablos se
vendría? Pero también eso generaría un problema: ¿quién le vendría a hacer el trabajo
barato a los sectores de la economía estadunidense que no pueden enviar los trabajos para
China?
El peso demográfico no significa nada, a menos que estés organizado. El caso más
vibrante en la historia contemporánea es Sudáfrica. Si los latinoamericanos en Estados
Unidos no nos organizamos, si no tomamos conciencia de los desafíos entre nosotros y
cómo entrarle… por ahí vamos, lamentablemente.
Ser un latino en Chicago. Un latino del área gris
Jesús Macarena
Nací en Estados Unidos y en Chicago trabajo como artista hace más de veinte años, mi
educación formal es aquí en Chicago. El arte que yo manejo es instalación, dibujo, pintura,
arte digital. Mi trabajo tiene una propuesta, lo hago para expresar ideas, conceptos. Puedo
utilizar mi talento como un mensaje a las personas que les gusta el arte visual. Trato de
hacer una obra que tiene un doble sentido, y cuando digo doble sentido, estoy hablando de
temas biculturales.
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Soy parte de una familia migrante de San Luis Potosí que llegó primero a Texas,
donde yo nací, y me crié en una cultura muy chicana, por eso es que a veces hablo español
“mocho”, y por eso mucha gente que me ve, me ve muy chicano. Mis raíces en México son
muy fuertes. Mi familia tiene una gran historia. Tanto del lado de mi papá como el de mi
mamá han llegado a Texas y a California. La familia que llegó a Chicago es la familia de mi
mamá. Y ha sido muy interesante, porque en el barrio en que yo vivo ahora, que es Rogers
Park, es el mismo al que llegó mi familia cuando vino a Chicago. Vivían a dos cuadras de
aquí; yo no sabía eso.
De Texas llegué a Chicago cuando tenía quince años. Vine a trabajar porque un
hermano ya estaba trabajando aquí. Y cuando llegué y encontré por primera vez a la
comunidad mexicana, me di cuenta que era muy diferente a la comunidad chicana de Texas.
Chicanos que no tuvieron que venir de ninguna parte, porque nacieron en Texas antes del
tratado Guadalupe Hidalgo, de 1848. Yo me críe con ese tipo de chicanos, por eso hablo
inglés con acento, y hablo spenglish. Y aquí es muy diferente, aquí la mayoría de las
personas de la comunidad mexicana son de México. Y México como Estados Unidos tiene
diversidad por estados.
Lo de la reforma migratoria lo usan para no ver lo que está pasando en otros temas,
es fácil echarle la culpa a un mexicano sin papeles y no echarle la culpa a Estados Unidos
por la guerra en Irak. Yo creo que los latinos en Chicago debemos hablar de eso más
abiertamente, somos bilingües. Yo creo que los latinos tenemos un destino diferente al
corriente; podemos hablar, entender y escribir en dos idiomas, podemos ser una comunidad
que tenemos acceso a otro mundo. Más del ochenta por ciento de las Américas habla
español o portugués, sabemos qué está pasando en Estados Unidos y qué está pasando allá,
y en Chicago.
La comunidad latina en Chicago puede acercarse a otras expresiones culturales que
no son las corrientes de la cultura popular dominante de Estados Unidos, y puede hablar de
temas de los que no está hablando la mayoría de la gente. Los latinos que están educados
aquí, o los latinos de Chicago que llegan con mayor conocimiento que el corriente pueden
enfocarse en otros aspectos de la cultura popular que no son los dominantes en la televisión,
en la radio, y hablar de temas de los que no está hablando la gente.
El tema de la migración no es nada nuevo, cada persona que llega a Estados Unidos
tiene un primo, una tía, que llegaron sin papeles. Lo central ahora es cómo usar nuestra
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posición en este país que tiene un gobierno con mucho poder en decisiones que tratan de
utilizar la vida de nosotros; hay muchos jóvenes latinos nacidos en México pero criados
aquí que ya se murieron en la guerra.
El gobierno no quiere lo mexicano pero están utilizando a los mexicanos para no
hablar de otras cosas que están pasando en Estados Unidos; si se hablara más de las guerras
no se hablaría tanto de la migración, o se hablaría de que hay muchos latinos peleando por
Estados Unidos. Aquí prefieren que la comunidad esté sólo interesada por el tema
migratorio, al gobierno le conviene, además el americano corriente no va a decir el
problema es la guerra, sino mira, el problema son los mexicanos. Pero muchos latinos ya se
están dando cuenta, muchos son como yo, primera generación nacidos americanos y
podemos usar mejor nuestra posición para saber qué está pasando con las guerras. Muchos
latinos han muerto en Irak. Cuando oigo a los políticos diciendo sus discursos de que la
guerra es necesaria para la democracia ─una falsa democracia─, me siento como un pájaro
en una jaula que espera a que le den de comer, a que le cambien los papeles para poder
orinarse en el piso. Están tomando decisiones por nosotros. Y esto es muy delicado en un
país que tiene una historia de meterse donde no debe.
Yo he discutido sobre esto con muchos latinos como yo, nacidos aquí: sí, tenemos
una cultura popular muy importante, nuestros países tienen muchos recursos, no sólo
naturales, sino culturales, pero se han metido en esas corrientes que convienen a los
americanos. Por eso con mi arte trato de encontrar un idioma visual donde se aprecie lo que
yo quiero decir. Porque soy un artista latino en Chicago, trato de usar mi espacio usando mi
imaginación, tengo mi posición, pero creo que tenemos que despertar más y ver qué está
realmente pasando en Estados Unidos. Todo está conectado con la guerra, pero los medios
dicen: vamos a asustar a los americanos; aquí tienen miedo de todo: vamos a hablar de
migrantes, vamos a inventar terroristas nada más para que la gente se entretenga con esos
temas, cuando la guerra afecta a todo mundo. Lo que no quieren es que en las protestas, en
las calles se junte el tema de la guerra y la migración. En otros lados ya lo están haciendo
los chicanos, los puertorriqueños, porque ellos tienen una gran historia de lucha, como la de
los chicanos en Los Ángeles, ellos tienen una gran historia de protestas, porque saben que
todo está conectado con la guerra. En Chicago está pasando esto muy poco a poco. Espero
llegue el día en que no sólo los profesores en la Universidad hablen del tema, sino que esté
metido en la comunidad popular. La gente lo sabe, pero no discute el tema.
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Cuando hablo así o cuando presento mis obras en ocasiones me siento como un
extranjero, pero con el arte busco un idioma que la gente sí me va a entender.
Hice una exposición en Matehula, San Luis Potosí. Es una ciudad no tan grande
pero tiene un museo. Cuando yo llegué hablé con la directora del museo ─muy joven, muy
abierta, con ideas─ y le dije que me gustaría hacer una exposición aquí, porque aquí es mi
origen, mis padres son de San Luis; comenzamos a hablar de los inmigrantes potosinos en
Chicago y lo que creo de la educación popular y el arte en la educación popular, así que
cuando regresé comencé a fotografiar a los potosinos en Chicago para hacer el proyecto que
se llama Desde el norte hasta la 14, que es el que luego se expuse en el museo de
Matehuala.
Cuando hablo de biculturalismo es una búsqueda, no dada más una búsqueda de
identidad, una búsqueda de información. Manejándome en dos culturas, en dos idiomas, en
dos perspectivas, el arte busca palabras, imágenes, conceptos; me da mucha fuerza para mi
búsqueda.
Hice una exposición en San Luis Potosí sobre el tema pocho, y otra en Estados
Unidos sobre la búsqueda de una identidad americana, en inglés se llama All America, en
alusión a que a aquí en Estados Unidos cuando hacen un producto les gusta decir ¡All
America!, en el sentido de que ¡todo es americano!, ¡no te preocupes!, esta hamburguesa es
¡all America!, ¡es de confianza! Lo que hice fue entrevistar a diferentes personas sobre una
búsqueda de América, a través de un diálogo, y para presentarla como una instalación
donde hay proyecciones de videos en el piso de la galería. La propuesta me viene de ver
paisajes de pintores americanos. Quiero hacer una referencia a esos pintores históricos.
Estoy tomando de las dos culturas y esa es una posición que a mí me gusta mucho. Es como
poner mi trabajo en una agenda política. Lo hago no porque esté muy de moda o sea muy de
estilo; yo creo que ahora el artista debe hacer política, conciencia política, cuando sabes que
algo no está bien.
Chicago tiene una historia con sus trabajadores, aunque irónicamente aquí no se
celebra el 1 de mayo, y se ignora que en otras partes es un día importante. Yo tengo la
costumbre de preguntarme qué pasó en el lugar al que llego o por donde paso, me gusta
tener referencias históricas para tener una relación; es importante establecer conexiones,
para darle un contexto a lo que piensas. Es importante la imaginación pero también una
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relación con el mundo que existe y lo que está por dentro. No me gusta meterme en nivel
donde la gente no me entienda.
En la exposición en Matehuala me pregunté ¿cómo puedo hacer conexión con la
gente que cruza para Estados Unidos y regresa a México?, al mismo tiempo que ¿cómo
puedo hablar con un chavo que está metido en la cultura chunda o con un cholo, y al mismo
tiempo hacer un proyecto? Y yo lo pensaba mientras caminaba las calles y mientras mi tía
se ponía a hacer la comida en Matehuala. Una vez me tocó estar ahí la primera vez que
celebraban el día del taco, y dije: bueno, voy a ver este producto cultural ahora en los dos
países; porque el americano come tacos, aquí ya está asimilado el taco. La segunda
evolución del taco es en Estados Unidos, ya hay un taco estilo americano, y si tú quieres
uno así ya lo puedes buscar en México, con lechuga y tomate.
Ahora, cómo puedo usar estos conceptos en la exposición en el Museo ─un edificio
del estilo del arquitecto Luis Barragán─, y hablé con la directora, ella tenía la idea de poner
una escultura afuera. Le dije que yo no tenía los recursos para hacer una escultura y llevarla
allá, ni tenía el tiempo de fabricarla en México, así que le propuse poner un puesto de tacos,
que puede trabajar como una escultura social, como el concepto de Joseph Beuys, y lo
hicimos. Rentamos un puesto y se llamó tacos pochos, y la gente me dijo: ¿qué tipo de taco
vas a hacer? Yo quería tacos con un sentido muy mexicano y al mismo tiempo americano,
y hablé con mi tía qué tipo de ingredientes podrían llevar, y decidimos que nopales, frijoles
mezclados con chorizo, y un taco auténtico americano que es el que lleva carne molida y es
todo. Mi tía me decía que si no quería usar papas, y le dije: no, recuerda que son tacos
pochos.
Me ayudó toda mi familia. Unos sobrinos hicieron graffiti, y así hicimos la
instalación; ésta llevaba elementos de la cultura chunda. Yo quería también una banda que
tocara cumbia de Colombia pero con estilo mexicano, y trajeron un grupo que se llama
Guacharacos que tocó mientras la gente comía los tacos.
Yo quería hacer una relación de la cultura chicana, cultura chunda, y la cultura que
hay en Matehuala; que no son parte de lo que se llama alta cultura. Y trabajó muy bien. La
instalación duró más de tres horas y llegaron como quinientas personas; cada uno tenía un
cupón que decía “disfruta la onda pocha. Este cupón es válido para tres tacos” Teníamos
tortillas naranjas, blancas y amarillas; en una iban frijoles con chorizo, en otra nopales, y en
la otra carne molida. La gente la pasó muy bien.
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Chicago tienen una comunidad latina muy diversa, muy mezclada, aunque lo
mexicano sea dominante, pero yo creo que políticamente, culturalmente, Chicago tiene la
ventaja de que hay una mezcla muy buena en su espacio, entonces los jóvenes aquí en
Chicago tienen espacios donde pueden encontrar culturas caribeñas, culturas
sudamericanas, centroamericanas, y la dominante, la mexicana; está muy bien. Por ejemplo,
con motivo de las protestas tú ves a un chavo que es ecuatoriano, ya ciudadano, apoyando
con una bandera mexicana; hay un sentido de solidaridad en la comunidad latina que no ves
en California y que no ves en Nueva York.
Puedo comerme un taco, pero no lo necesito para saber qué soy yo; yo sé qué soy,
como persona y como artista, a mí me gusta saber de diferentes culturas, etnias. He estado
en varios países de África, mis abuelos paternos son de Veracruz y tienen raíces africanas,
he trabajado con artistas de África, y cuando he estado ahí yo siento conexión, siento
identidad, como cuando he estado en América Latina.
Por eso es importante la pregunta qué es la latinidad y qué es ser latino. La cultura
te sigue como una agenda espiritual, y por eso puede funcionar como un mecanismo de
resistencia a la cultura dominante; por eso creo que ser latino en Chicago es un reclamo
cultural, más que decir dominicano, mexicano, puertorriqueño, argentino, guatemalteco.
Cuando una persona dice latino en Chicago lo dice como cuando se decía la palabra chicano
en Los Ángeles en los setentas, como la palabra newrican en Nueva York en los setentas.
Ahora es una palabra militante.
Ser latino en Chicago es una consciencia política, es una conciencia alternativa, no
lo que te dicen en los medios, ni cómo hablas español, o que si no vas a donde te dicen que
vayas entonces ya no eres de la comunidad. No es si comes la comida propia, o hablas el
idioma propio, o sólo qué música escucha. Pero nosotros sabemos que tenemos una cultura
latina, si todo el tiempo estamos buscando eso, entonces no es lo que te digan que es, eso es
lo más cómodo. A veces yo me siento un extranjero, como un pocho dentro de la
comunidad pocha, porque no sigo las formas populares. Pero no necesito hacerlo para saber
que soy yo. Yo sé quién soy como persona y también como artista.
Tengo raíces en África y siento la conexión cultural. Creo que yo soy un latino del
área gris, esa área donde cabe la palabra pocho, los que no son de aquí ni de allá y eso tiene
que ver con la historia de mi familia, de mi familia política; cuando era niño iba a todas sus
casas y me enseñaban sus culturas, yo mezclaba halloween con día de muertos y cuando era
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muy chico no sabía cuál era cuál; en ese entonces yo pensaba que la música salsa venía de
México, porque la oía en mi familia, y la ranchera también la oía con mi familia. Yo
pensaba que todo venía de México, que todo tenía su raíz en México.
No quiero que toda esta historia se haga polvo. Como la historia de
una familia que pudo perderse en esa maleta roja
Rita Arias
El tema de la migración es usado para distraer al público americano y no se
pregunte qué está pasando aquí, y que tengamos miedo de que van a venir olas de
inmigrantes. Si la gente viene es, en parte, porque aquí alguien le está dando el
trabajo, no es que vengan a quitárselo a un americano. Alguien está ganado con el
trabajo de esa gente. Cuando me preguntan qué opino de los migrantes, yo digo,
bueno, este país es un país de inmigrantes, y cómo podemos después de tantos y
tantos años no tener un sistema de visas sano y seguir criminalizando a estas
personas que vienen buscando oportunidades; y sabiendo que funcionamos aquí
como una de válvula para el gobierno mexicano. Si mañana dijeran: el dinero no
pasa de Estados Unidos a México ¿qué pasaría en México? Tampoco se habla aquí
de la cantidad de dinero que la gente que viene y va y que paga impuestos, y nunca
van a tener la oportunidad de recibir parte de ese dinero. Todavía están luchando por
los fondos que se hicieron en los años cuarenta para las pensiones de los
trabajadores, y que nunca recibieron ellos, ni sus mujeres, y ahora ¿quién reclama
por ellos?
La idea del libro Mexican Chicago tiene su historia.
Mi mamá llegó a Chicago a la edad de dos años y vivió más de ochenta en la
misma comunidad, en el sur de Chicago. Fue trabajadora social en un hospital. Mi
mamá sabía que la historia de los mexicanos en Chicago no pasaba por el río
Mississippi. La migración de mexicanos a Chicago no tiene un origen agrícola como
en el sur de Estados Unidos. Cuando veía en la televisión programas sobre el
estereotipo de los chicanos, yo decía: esta no es mi historia. Yo nací en una ciudad,
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mi experiencia es una experiencia urbana, mis padres trabajaban en las fundiciones
de hierro. Aquí en Chicago fue otro tipo de vida, aquí como la gente tenía trabajo
estable, no estacional, ni temporal, podía comprar casa. Esto no correspondía con la
idea de los trabajadores en California. Esto se lo comenté a un amigo que es
historiador de Chicago y me dijo: mija, puedes seguir chillando o hacer algo. Y él
me dio la idea de esta compañía, Arcadia, que edita historias locales, y yo quería
algo accesible, que no fuera un trabajo académico, sino para que los miembros de
mi comunidad pudieran ver documentación de quiénes son, cómo llegaron, cómo
fueron los orígenes de las comunidades mexicanas aquí. Yo había trabajado con
Carlos Tortolero en los años setentas, y le dije: mira, esto yo no lo puedo hacer sola,
porque yo tengo conexiones en el sur de Chicago, pero como el National Museum of
Mexican Art es algo para la ciudad entera, a ver qué podemos hacer utilizando las
conexiones del Museo, y él dijo que sí me ayudaría, entonces hablamos con todo el
mundo, empezando con mi familia, a todas las comadres, a muchos grupos de la
iglesia, a diferentes comunidades, miembros de los equipos, miembros de
sociedades mutualistas que existían.
Para mí es muy importante que tenga voz la persona misma, no quiero que
toda esta historia se haga polvo. No sabiendo lo que fue nuestro pasado no podemos
apreciar el presente. Si con el trabajo que hicimos llega el momento para tener una
conversación con diferentes personas sobre esa realidad, la que vivieron ellos y la
que estamos viviendo ahora, entonces vale la pena; porque es otra manera de decir
esto pasó en la historia de los Estados Unidos, y darnos cuenta que no se superó
nada.
Una de las historias más tristes que nos pasó es que llegó un señor a la puerta
de la casa de mi mamá con una maleta roja —todavía tengo la maleta— y le dijo:
señora, oigo que su hija está haciendo una investigación y a lo mejor le serviría esto,
y se la dejó. Mi madre me la dio, y al abrir la maleta encuentro toda la historia de
una familia que había vivido en la casa de ese señor que trajo la maleta, y que al
mudarse ¡la dejó! ¡Con fotografías y documentos dentro! Dije, esto va llegar a ser
cenizas, dentro de poco va a desaparecer. Entonces quisimos buscar a esa gente que
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vivieron una vida tan interesante, tan difícil, de mucho sacrificio, para decirles que
esto sí es importante.
En una de esas fotografías hay dos señores recargados en un árbol; son los
hermanos Valadez, cuando estaban dentro del ejército americano en Corea. Cuando
se abrió la exhibición de las fotografías vino el señor Valadez, ya es muy grande,
llegó con uno de sus nietos, entonces el niño mirando a la fotografía le dijo: oye
papi ¿ese no eres tú? Y el señor respondió: sí, soy yo, y la otra persona es tu tío.
Entonces el niño le miró y le dijo: papi, yo no sabía que eras tan importante para
estar en un museo.
Por eso creo que no podemos dejar que se pierdan estas historias. Cada
familia tiene la suya, tiene una trayectoria, pero que se pierda, como la historia de
una familia que pudo perderse en esa maleta roja, eso es triste.
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Tonatico. El origen
¡Los emigrantes, principalmente los braceros, enderezamos a Estados Unidos, y a México también! Si no fuera por nosotros…
Antonio Herrera
Don Antonio es una de las personas que mejor conoce la historia de la
emigración de tonatiquenses a Estados Unidos, en 2015 cumplió 91 años.
Yo trabajé, de 1954 a 1997, en los campos de California, Oregon y Washington. En 1942
nos enteramos de que la gente podía ir a trabajar contratada a Estados Unidos. Supimos por
radio y por personas que llegaron a Tonatico con el propósito de juntar gente para trabajar
en los campos de Estados Unidos. Sólo el primer año vinieron por los trabajadores, a partir
de la segunda bracereada ya no. Yo me quería alistar desde el 42 pero mi mamá no me
dejó, era menor de edad y no tenía la cartilla militar. Además mi papá había muerto, éramos
cinco hermanos, yo soy el de en medio y el único que trabajaba. Nos quedamos chiquitos y
pobres.
A mí me daban más ganas de irme porque los que regresaban decían que allá había
mucho trabajo y que barrían dinero. La primera vez que me fui, en 1954, ya estaba casado,
y cuando llegué a California, en el campo que trabajaba sólo me encontré con nueve de aquí
de Tonatico. Ya estaban allá Rodolfo Guadarrama, Rafael Colín y Dario Colín. Al principio
nos íbamos a Cuernavaca, de ahí en tren a la ciudad de México, y de allí a León
(Guanajuato), o a Piedras Negras (Coahuila), o a Hermosillo, o a Empalme (Sonora). Ahí
nos contratábamos, y luego para el otro lado.
Que yo me acuerde, el primero que se fue de Tonatico a trabajar a Estados Unidos,
fue un sobrino de don Pomposo, en 1942, junto con cuatro muchachos de El Terrero, entre
ellos, Valente Gordillo. Ahora se calcula que hay más de tres mil tonatiquenses en el otro
lado. Primero sólo fue trabajar en el campo. Después, cuando la gente ya no fue sólo a
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California sino también a Chicago, se iban para trabajar en fábricas. Yo creo que ahora sólo
en Waukegan debe haber por miles.
Yo era muy acomedido, sabía manejar, sabía trabajar el campo, sabía mecánica,
sabía hacer todo, y en 1960 ya había agarrado mis papeles. Con ellos les arreglé a mi
esposa y a mis once hijos. Todos ellos ahora son ciudadanos, yo me quedé sólo con la
residencia y estoy pensionado, me regresé a Tonatico en 1997, por eso tengo una cuenta en
Estados Unidos y allí me depositan. Ahora sólo voy de visita a California y a Chicago.
Tengo buen record en Estados Unidos, y eso allá es muy importante. Nunca me han
investigado porque nunca les he pedido nada. Una vez que me di cuenta cómo ganar más
dinero dejé de trabajar por horas y trabajé por contrato con los rancheros. Así, en lugar de
ganar 82 centavos la hora, mejor hablaba de cuántos acres trabajar. Estuve en el cultivo de
todo: betabel, espárrago ─de lo más difícil─, manzana, cereza, lechuga, sandía, melón.
Trabajé en California, Oregon y Washington. Allá apliqué lo que había aprendido aquí, y
cuando regresé apliqué lo que aprendí allá en mis cultivos de durazno, aguacate, níspero y
lima. Ahora ya no produzco aquí nada. Metí unos borregos y me los robaron todos. Ya
mejor estoy vendiendo mi terreno.
Yo aproveché el trabajo y le enseñé a trabajar a mis hijos. Regresando del campo
íbamos al pueblo a comprar cosas para cenar y luego a dormir. Un día un señor de Jaripo,
Michoacán, me dijo: cómo lo envidio, usted y sus muchachos regresan de trabajar, y a su
casa; los míos se van a la cantina. Yo le dije: es el ejemplo. ¿Cuándo me ha visto usted en
una cantina?
Por eso digo que sí valió la pena el sacrificio. ¡Claro que valió la pena! Ahora mis
hijos están muy bien. Con los sueldos que se apagan aquí ellos no hubieran podido hacer
nada. Los que están allá son ciudadanos, tienen todos los derechos.
Los primeros que nos fuimos no fuimos por hambre, por la pobreza. Aquí no
ganábamos lo suficiente para darle de comer a nuestros hijos. Por eso cuando podía
ayudaba a encontrar trabajo los que se iban de aquí, ya después ayudé a que los braceros o
sus viudas recibieran lo que les correspondía de lo mucho que nos quitaron de nuestro
sueldo. Aquí representé a braseros de Tonatico, Ixtapan de la Sal, Almoloya de Alquisiras,
Villa Guerrero, Tenanacingo y Zumpahuacan. Éramos casi quinientos.
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A Tonatico lo han ayudado los migrantes. Sí, yo creo que la vida en Estados Unidos
ha beneficiado a Tonatico.
Te voy a decir una cosa: los emigrantes, principalmente los braceros, enderezamos
a Estados Unidos, y a México también. Si no fuera por nosotros…
El señor Antonio tiene en la sala que está a la entrada de su casa fotografías, todas
enmarcadas: de su papá montando un caballo, de su mamá con sus cinco hijos tomados de
la mano, de cuando él se casó, de sus hijos —tuvo once, todos nacidos en México y ahora
los once son ciudadanos estadunidenses, cuatro radican en Waukegan, cuatro en California,
dos en Toantico, y el menor está enterrado aquí—. También tiene fotografías de sus nietos
con toga y birrete, en sus ceremonias de graduación, pero el lugar más visible lo ocupa un
retrato de Ángel.
─Mira, ahora lo tengo ahí.
Sin dejar de ver la fotografía de su hijo, Antonio narra:
Cuando me dijeron que ya no tenía posibilidades de sobrevivir, me fui por él. Tenía
veintitrés años. En el hospital me dijeron que le harían otra operación, ya llevaba
cinco, me preguntaron si quería firmar la autorización y la firmé, pero luego me
dijeron que ya no la aguantaba, que ya no se la iba a hacer. Me preguntaron qué
pensaba hacer, que cuál era mi decisión, y les respondí que vivo o muerto me iba a
llevar a mi hijo a México. Me dijeron, entonces le vamos a dar una carta; y me la
dieron, ahí decía que mi hijo estaba grave. Con la ayuda de un hermano de mi
esposa junté todos los papeles y me lo traje. Tomamos un avión en San Francisco
(California), a la una de la mañana, tenía que llegar a México a las nueve, pero por
mal clima en la capital, el avión aterrizó en Puerto Vallarta y ahí se quedó cuatro
horas. Luego salió para México, a mi hijo lo traía abrazado, y cuando el avión tocó
tierra en la capital, en ese momento dejé de sentir su respiración. Se me murió en
mis brazos.
141
En Estados Unidos no hay fideo, ¡puro jodeo!
Delia Garibay
Sí, mis hijos están Waukegan; aunque ahora no hay trabajo como antes. Pero como digo, si
a los de Tonatico los echan para acá, ¡acá los esperamos! Hay tierras. Que se vengan a
sembrar maíz, cebolla. Allá se pueden quedar los que tengan papeles, pero eso sí, sin
portarse mal, porque si se portan mal sí pueden hacerles algo.
Yo me fui a Estados Unidos en 1969, pasé por Mexicali. Trabajé con mis cuñados
en California, tres temporadas en el campo. Me fui porque aquí no tenía qué darles de
comer a mis ocho hijos. Mi esposo fue bracero y arregló sus papeles en 1962, después
arregló a mi hija mayor, y luego a mí. Con ella llegué a Waukegan en 1972. No había
mucha gente de Tonatico. Sólo cuatro: mi primo, Pancho Morales, con él llegamos su casa,
Zacarías Vázquez, Tito Morales y Arturo Morales.
Al otro día que llegamos, salimos a traer tortillas de harina, de paquetito, ya había
tres tiendas de puertorriqueños —ellos llegaron primero a Waukegan—, vendían de todo.
Íbamos para una de esas tiendas ¡y que nos detienen! Los policías empezaron a hacernos
preguntas: que quiénes éramos, que por dónde pasamos; pero como llevábamos papeles,
pues ya nos dejaron seguir. ¡Así que al segundo día de estar en Waukegan ya nos habían
parado! Pero de ahí para acá, más de cuarenta años, ya nada.
Aquella era otra época, cuando íbamos para Waukegan nos llevábamos comida de
aquí, dejaban pasar todo, nosotros llevábamos chiles, cilantro, longaniza, cecina; ¡ahora no
dejan pasar ni queso!
Cuando llegamos había puro americano. Hacían llorar a la raza de aquí. ¡No nos
quieren! ¡Y ahora Waukegan ya es como Tonatico! Fueron llegando y fueron llegando los
paisanos, unos con papeles, otros fueron arreglando, otros todavía no, y así van. Pero no nos
quieren. Allá había obreros, no voy a decir que no, o que no trabajen; sí, trabajan y son
buenos, pero como los mexicanos, no. Los mexicanos no se rajan para el trabajo. Por eso
siempre les dieron trabajo. Pero ahora se han cerrado bastantes fábricas.
Allá todos nos ayudábamos, conforme iban llegando. Llegamos a vivir hasta
dieciocho en una casa. Había gente de Zacatecas, bueno, de diferentes estados. Pero así
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como a nosotros nos ayudaron, nosotros ayudamos; que vete para allá, que cómo llegar, qué
dónde buscar trabajo.
Uno de mis primos se fue de California para allá, donde había fábricas, laboratorios.
Él llegó y entró a trabajar a un laboratorio. Un día nos juntamos aquí en Tonatico y me dijo:
prima, vámonos para Waukegan, en el campo las tratan muy mal, vámonos para allá. Allá
hay más trabajos y no es de estar afuera. Y nos fuimos. Me llevé a mi hija la mayor,
pasamos por Laredo. Mi primo ya vivía allá con su esposa, llegamos a su casa. Tardamos en
encontrar trabajo porque llegamos en febrero, en invierno. Y mi preocupación era cómo
vamos a pagar el dinero que traemos, y mis hijos en Tonatico; dejé aquí ocho, tres años
tenía el más chico. Mi primer trabajo fue en una fábrica donde hacían libretas, blocks de
papel. Luego agarré trabajo en un laboratorio y allí estuve diecinueve años. Luego seguí en
otros trabajos hasta que me jubilé. Pero el trabajo ya era distinto. En el campo vas en los
surcos larguísimos, y a medio surco ya te vas ahogando y no te puedes parar, tienes que
seguir. Acá el trabajo ya era adentro, te dicen tus tareas y las haces. Aunque cuando caía la
nieve, que cerraba la carretera, teníamos que doblar turno, porque los otros no podían llegar.
Es duro estar allá. Me fui porque por Dios que no tenía qué darles de comer a mis
hijos. Allá, como dicen, en Estados Unidos no hay fideo, ¡puro jodeo! Allá tienes que
trabajar a fuerza. Hay días con mucha nieve, y a palearla para salir a trabajar, para llevar a
los hijos a la escuela. Yo salía de trabajar a las dos de la mañana, llegaba a la casa a las tres,
y al otro día temprano a llevar a los más chicos a la escuela. Sufrimos harto. Por eso no me
gusta. Pero tengo que seguir yendo, porque si no, nos recortan del cheque.
Yo si pienso en regresarme a Tonatico, pero mis hijos me dicen: ¡sí, ya nos trajiste
para acá y ahora nos quieres dejar! Por eso ahora voy a Waukegan tres o cuatro meses al
año, y me regreso. Siento feo cuando me voy, pero llegando allá y están mis hijos… por eso
mientras viva, yo voy y vengo, voy y vengo. Allá es bonito para pasear. Y bueno, pues
mientras no se quite el frío en Chicago, aquí estamos. Ya cuando se quite el frío corro para
allá.
Fue mejor llevármelos, sí. Aquí no tenía que darles de comer. Cuando me llevé a
mis hijos nos fuimos en avión. No teníamos carro ni nada. Ya me los llevé arreglados.
Recuerdo que estaba en la embajada de Estados Unidos ¡y que dan las seis de la tarde, y que
cierran! Pero me dijeron: mañana venga, sí es cierto que le vamos a dar los papeles.
Véngase con los boletos de avión que de aquí se van. Le fui a dar gracias a la virgen de
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Guadalupe que de veras fue cierto de que me dieron los papeles, ¡de rodillas me fui a la
Villa! Le prometí a la virgen, Y sí. Aquí en las rodillas tengo todavía las señales. En la
embajada me dijeron véngase con sus boletos. No le damos hoy los papeles porque ya no es
hora, ya sólo le van a pones las huellas y ya pasan por sus papeles. Y así arreglé a seis de
mis hijos. Ahora, lo bueno es que la mayoría estudió allá. El que no estudió fue porque no
quiso. Allá hay oportunidades. Estudias y te pagan. Allá tengo tres mujeres y cuatro
hombres. Pero ya cada quien tiene su vida. Yo vengo a darle sus vueltas a la casa. Es
chiquita pero hay que cuidarla, para que cuando vengan a Tonatico tengan a dónde llegar.
Todos nos vamos porque aquí no tenemos en qué trabajar. Si tuviera uno aquí cómo
mantenerse, ¡qué iba andar uno allá sufriendo! Porque sí se sufre. Más ahora que no hay
tanto trabajo.
Aún así, la gente allá juntó para mandar acá una ambulancia. Luego juntan para
pagar un castillo para la fiesta de la virgen. Y cuando estamos aquí salimos en el desfile,
como muchos de los que vienen de allá.
Pero se sufre en Estados Unidos. Lo que siempre decimos: venimos a trabajar, no a
otra cosa. Pero ahora sí está difícil allá, ¡y aquí está peor!
Ahora ya no hay tanto trabajo, en Waukegan algunas fábricas están cerrando. A los que
pierden su empleo sí les dan algo de dinero, pero tienen que buscar otra vez trabajo. Los
que van llegando ahorita son los que sufren más, por esa razón, no hay trabajo. Además las
autoridades ya no quieren que les des alojamiento, o que los lleves a buscar trabajo. Está
crítico allá. Hay diferentes trabajos: en fábricas, en las yardas, en casas, en restaurantes.
En Tonatico me la paso bien, voy a danza, nos hemos presentado en varios lugares.
Aquí sales, vas a ensayar el baile, vas a las presentaciones. Y allá es del trabajo a la casa y
de la casa al trabajo. Lo bueno es que ahora ya hay todo en español, hasta la i de Ixtapan se
oye allá por Internet, y está muy bien, mandan saludos de aquí para allá, y de allá para acá.
A mis nietos y bisnietos les digo que me hablen en español. Todos aprendieron los dos
idiomas. Sólo la más chiquita ya no quiere hablar en español.
Ahora están llevando gente de la tercera edad a conocer a su familia de allá o a ver
a los que tienen muchos años de no ver. Qué bueno que van para que vean que está bonito,
pero después de trabajar cuarenta y tantos años allá, yo lo veo distinto. Toda una vida. No
me ajustaría un día completo para contar todo lo que se sufre.
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─ ¿Puedo tomar una fotografía?
─ Sí, aquí tengo fotos de las cataratas, de las fiestas, del parque, de Chicago, el
festival de Chicago, de la familia; aquí los tengo a todos. La mera mera es aquella,
donde está mi hijo con el traje de gala de la Fuerza Aérea y la bandera de Estados
Unidos.
Cuando llegábamos ahí era tragedia, ahora, es historia
Ángel Arenas
La experiencia migratoria me toca tanto por mi padre y por mí. Él se fue desde 1955, y yo
me contraté por primera vez el 16 de septiembre de 1959, en Monterrey, y entré a Estados
Unidos por Piedras Negras, Coahuila. El 17 de septiembre crucé el Río Bravo. Había
firmado contrato un día antes para ir a trabajar al estado de Texas en la pizca del algodón.
Cuando se acabó el trabajo me regresé, una granizada dañó la cosecha, y en abril del
siguiente año nos fuimos para California a trabajar en el campo. Para nosotros el trabajo era
en puro campo, no nos llevaban a fábricas, ni a las empacadoras ni a nada. Puro campo,
desde fresas, tomate, durazno, pera, chabacano, uva, espárrago, melón, betabel, papa,
cebolla, apio, lechuga. También, cuando se necesitaba, nos trasladaban de California a
Arizona. Yo era cortador y empacador. A las dos cosas le entendía. Así, junto con el
contrato obtuve la mica (la tarjeta de permiso) para trabajar.
La gente de Tonatico se fue desde 1942. Cuando a mí me tocó, nos juntábamos
grupitos de veinte, de quince, de cincuenta, para irnos a alistar a Toluca, en la oficina de
Gobernación. Aquí sacábamos un certificado dónde constaba que éramos originarios de
Tonatico, lo presentábamos en Toluca y nos daban la salida para diferentes partes: Ciudad
Juárez, Monterrey o para Empalme Sonora. Ahí teóricamente nos estaban esperando, pero
lo que hacían con nosotros, honradamente era una burla, porque hacían muchas tarugadas
con uno. Nos trataban muy mal. Mira esta fotografía, yo tenía diecinueve años. ¿Cómo
tanteas que yo iba ahí? ¿Qué le notas?
─Que usted no tiene camisa.
¡Desnudos! Desnudos íbamos todos. Era una burla que hacían de nosotros. Luego nos
fumigaban con una bomba de motor, con un polvo. Una humillación bien fea. Y luego lo
que nos gritaban allá, cuando nos contratábamos en Calexico. Ahí sí nos gritaban hasta de
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lo que nos íbamos a morir. Y nos insultaban pero bien feo, feo, feo. Había uno que
nombraba a toda la gente ahí adentro, y a pura grosería nos trataba. Pero… teníamos que
aguantar. ¡Y la mayor parte de la gente aguantó! A mí me tocó ver en 1963, cuando entré,
que ese individuo –le decían el Cepillo- maltrató a unos muchachos de San Luis Potosí.
Ellos usaban un sombrero grande, sus guaraches y un cuero por aquí encima de las piernas
─ellos decían que para los matorrales espinosos─ eran unos hombres altotes, y el sujeto ese
les gritaba: ¡ustedes, sombrerudos tales por cuales, si aquí son malos, en su tierra cómo
serán! Pero les decía pura palabra obscena. Feo. Y le responde uno de ellos: Oye ¿así los
educan aquí? ¿Así los educan en Estados Unidos? ¿Esa educación les dieron aquí?
¡Váyanse para México, ahí los llevamos a una escuela donde los van a educar bien! Y el
hombre medio se cayó. Pero al poco rato siguió insultándolos. Y uno de ellos le dijo: si nos
vuelves a decir así te vas a acordar mucho rato de mí. Y otra vez: ¡sombrerudos tales por
cuales! Y el de San Luis le dijo: no, ya no grites ni des tantos brincos que el suelo está bien
parejo. Y se le acerca y lo agarra a golpes. Cada golpe lo tenía tirado, y hasta tronaba
cuando caía en el piso… y ¿cómo no?, ¡era boxeador!
Luego llegó la policía y los de San Luis les dijeron cómo había estado todo: si no
somos animales para que nos traten así. Somos humanos como ustedes. ¿Por qué nos tratan
así? ¿Por qué nos humillan? ¿Por el dólar? Nosotros también somos mexicanos, somos la
misma sangre que ustedes. Y entonces se llevaron al que insultaba a todos, y a esos
muchachos los contrataron ahí y se fueron. Pero ese sí insultó a todos. Y ahora, dijéramos
entraban diez, veinte, cien, o mil, no… ¡entrábamos por miles todos los días!
Es bonito saber todo aquello. Recordar toda esta historia. Cuando llegábamos ahí
era tragedia, ahora, es historia. Pero para el que la vio y la vivió ahora tiene algo que contar.
En el trabajo también le gritaban cosas a uno, y teníamos que aguantar, ¿qué le vamos a
hacer? A mí no me maltrataron, para qué voy a decir una cosa por otra. Pero a varios vi que
los maltrataban a palabras.
Seguido le recuerdo a mi cuñado José, que vive aquí cerca, cuando lo nombró a él.
¡No hombre! dijo horrores, horrores. Y él se acuerda y me dice
─ ¡Ah sí, el Cepillo! Cepillo cabrón. No de veras…
Desde aquí nos humillaban bien feo, en Empalme, y eso era nuestro propio país, y
no decíamos nada, ¿qué íbamos a decir? Lo que queríamos era llegar a Estados Unidos.
146
Ya cuando me vine, éramos como cinco mil que caminábamos hacia la línea entre
Calexico y Mexicali. Era una fila grande, de varios kilómetros, y vi que venía el de la
migra, y que se para frente a mí; saca un papel y me dice:
─ ¿Ángel Arenas?
Y yo le digo: ¡y Medina! Se acerca y me dice:
─ Tome. Este documento le sirve para que arregle sus papeles para que ya no entre
a Estados Unidos contratado.
Y eso fue todo lo que me dijo y se fue. Pasó otras doscientas personas y se volvió a
parar frente a otro y lo mismo. ¿Cómo sabía quién era fulano o zutano? ¿Eh? Lo que pasa es
que uno traía un buen record del trabajo. ¿Por qué no les daba el papel a todos? Ese
documento me servía para ir a la embajada y arreglar mis documentos. Pero yo no fui y
tampoco regresé. Si no creas que esté bonito Estados Unidos. A mí sí me gustó, pero ¿sabes
en qué forma? ¡Cada quincena! No creas que está bonito Estados Unidos, no, no, no. Ahí lo
único bonito son los dólares. ¿Que para ir a pasear? Aquí en México tenemos a donde ir ¡y
bonitos lugares! Allá no, no. Yo les decía: muchachos, mañana es el santo de bracero. Y me
decían: ¿cómo? Sí, mañana es quincena. Cada quince días es el santo del bracero. Son los
días gloriosos.
Con mi padre también hablé de cómo nos maltrataban. A él también le pasó. Un día
cuando llegué aquí, que venía de Texas, en el 59, estábamos trabajando aquí las tierras de él
y me preguntó:
─ ¿Cómo te trataron allá?
Y le dije: mal y bien, de las dos cosas.
─A bueno, te fue igual que a mí.
Y nos reímos. Y yo le dije: ¿para qué vamos a hablar de eso? Tú lo viste y yo
también lo vi. ¡Y pienso ver más! Le dije. Y sí, porque luego me fui para California. Y
bueno así es, sale uno y va a ver otras cosas, a tener otras experiencias, a ver gente que
nunca ha visto uno, trabajos muy diferentes a los de aquí.
Cuando estuve trabajando en Texas me tocó el día del pavo (thanksgiving day) Pero
no a todos les daban. Sólo a cuadrillas distinguidas. Nosotros éramos cinco mil que
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trabajábamos en ese campo. Yo estaba en la cuadrilla doce, que era la número uno, la que
mejor trabajaba. De Tonatico nada más éramos tres en esa cuadrilla. Los demás eran de
diferentes estados. Éramos la mejor cuadrilla. Pero don Lencho nos dijo, eso sí, si lo llaman
a trabajar en domingo, tienen que ir. Nuestra cuadrilla era de sesenta, pero podía haber una
de seiscientos hombres. Sólo en ese campo trabajábamos cinco mil.
Un día de trabajo: levantarse temprano, como a las 2:30 de la mañana para ir a
almorzar. A las tres teníamos que estar en el comedor. Sólo había avena, cornflakes, leche y
huevos asados. Terminábamos hartos de lo mismo ¡hasta la pared de enfrente! A las once y
media llegaba la comida, ¡tres lonchecitos! y sólo una naranja, una manzana, un durazno o
tres ciruelas. Pero en la tarde a la hora de la comida ahí si mis respetos, era abundante. Nos
daban tres platos de aluminio y ahí poníamos lo que había.
Cuando llegábamos al campo todos nos conocíamos, pero a la media hora no
podíamos reconocer a nadie. Estábamos como tiznados, traíamos la cara llena de tierra.
Caminábamos hundidos en la tierra como a treinta centímetros, y la tierra polvosa, polvosa.
Y luego como a las once de la mañana venían unos remolinazos, y como que el cielo se
oscurecía. Había que trabajar rápido. Todo era muy rápido. Nos pagaban por horas. Sólo
cuando íbamos a la pizca de la papa y la cebolla, era por contrato. El tractor pasaba dejando
pacas de mil costales. Hacíamos trescientos y hasta cuatrocientos costales en seis horas; a
14 centavos cada costal. Nos pagaban en cheque, y mandábamos para acá también en
cheque. Todo por correo. Nos llevaban los paquetes de sobres ya con timbres para que
nosotros pusiéramos a dónde iba dirigida. Cada paquete de cincuenta sobres nos costaba
cuarenta centavos.
En Texas sólo veíamos el cielo y la tierra. Y sólo nos querían ver trabajando. Y nos
gritaban ¿a qué vinieron? ¿A contemplar o a trabajar? Y venían unos atrás gritando órale,
órale. Y agachados, y agachados. Muchos regresaban del trabajo llorando. Pero no podían
volverse a México, tenían que cumplir. Yo trabajaba rápido. En la siembra del apio me
decían: ya no te mates. Yo les decía, si lo hacen despacio más se van a cansar. Y ya luego
nadie me molestaba. En ocho horas terminé dos surcos y ya llevaba más de la mitad del
tercer surco, cuando muchos no salían del primer surco.
Regresé a Estados Unidos en 1965, fui a traer un carro, entré con la mica y los
papeles que traía, y en la línea me dijeron:
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─ ¿y por qué no arregla sus papeles?
Les dije: ¿para qué? Si yo no pienso estar mucho en los Estados Unidos.
Ahora voy de paseo, allá están mis hijos. Cuando se fueron nomás les eché la bendición.
Porque ahora si los maltratan, los maltratan allá, no al pasar, como a nosotros. Mi hija se
casó con un muchacho de aquí que ya estaba arreglado, ya estaba bien empapelado. Ellos
ahora están en Wuakegan.
La gente de Tonatico se ha ido para Wuakegan porque allá hay mucha fábrica. No
hay campo. Pura fábrica, tiendas, trabajo de escritorio. Mi hija viene, y mi hijo ya se llevó a
su esposa y dicen que ellos no piensan regresar a México. Vamos a ver qué pasa.
La gente se sigue yendo, y me han dicho que me vaya para allá, pero yo les digo
que no. No ganaré aquí mucho como allá, pero para mantener a la familia aquí la llevo y
tengo mi seguro de medicinas. Y sí, no falta quien regresa contando cosas de más, y yo les
digo: no, no, no. No den muchos brincos. No van a avanzar mucho. A mí cuéntenme las
buenas, que las malas ya las sé. Pero buenas no traen ustedes. Traen pura mala. ¡Qué me
vas a contar si yo ya estuve allá!, conozco Estados Unidos y sé cómo andan aquellos vales
de allá, les digo. No me vengan a contar chismes, no, no, no. Platíquenle a los que no han
ido. Aunque eso sí, toda la gente que se ha ido ha sido muy importante para Tonatico.
Aunque sea poquito que manden, ese dinero es muy importante.
Los que se quedan allá también sufren. Hace poco que estuve allá vi muchas cosas
malas; y buenas, pocas. Vi mucha tristeza, no tienen trabajo, algunos duermen en los
pasillos de las casas, muchos se van a las cantinas a regalar su dinero. A los que me
encontraba en las tiendas o con lo que me juntaba por ahí les decía: caray muchachos
cuiden su dinero, su trabajo. No todo el tiempo van a estar jóvenes. Cuiden su dinero, si un
día quieren ir a México, o aquí, que tengan algo. No todo el tiempo van a estar buenos y
sanos.
La mayor parte de las familias del municipio tiene a alguien en Estados Unidos. Ya
la gente está acostumbrada. Ya están aclimatados. Ya se vive como algo natural, aunque es
una tristeza aquí y allá. Yo me puse bien malo cuando se fue mi hijo y mi nuera. Del
aeropuerto me llevaron al hospital.
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Aquí platico con los que ya han estado allá, con quienes también tienen sus hijos
allá. Y platicamos como es, ya todos conocemos y no nos contamos cosas que no son, que
cómo se vive allá. Y los que vienen de allá se ponen a platicar conmigo, pero muy diferente,
ya no me cuentan que se vive así, o se gana así, que el trabajo es así; no. Ahora que estuve
en Waukegan fui a la casa de varios de ellos, a las fábricas y a los jardines donde trabajan.
El programa con que llevan a los abuelitos de Tonatico a Waukegan está bien.
Muchos van a conocer a sus nietos y que estos los conozcan a ellos. Van a ver a sus hijos,
algunos tienen diez, doce, dieciocho, veinte años de no verlos. ¿Qué me cuentan? Pura
tristeza.
― Mira, este es uno de mis contratos de trabajo, aquí tengo recibos de los envíos de dinero
a Tonatico, y fotografías de mi familia, y estas son las micas, las identificaciones (Alien
laborer’s identification card, expedidas por el departamento de Justicia de Estados Unidos)
la mía y la de mi papá.
― ¿Le puedo tomar a usted una fotografía?
― Sí, con esta fotografía de mis tres hijas.
Sin todas estas fotografías me sentiría muy abandonada y triste.
Mary Villarreal
Nací en Mac Allen, Texas; mis cuatro hijos, una mujer y tres varones, nacieron también en
Estados Unidos, dos en Texas y dos en California. Sólo mi esposo es de Tonatico. A mis
hijos desde muy pequeños me los traje a Tonatico, les enseñé a estar y a querer a Tonatico,
y ahora, cuando tienen vacaciones, pudiéndose ir a otro lado, se vienen para acá. Mi
hermano Javier que estudió Letras, publicó un testimonio de mi hijo que estuvo en el
ejército de Estados Unidos y le puso por título Germán Mendoza. Un mexicano en la
liberación de Kuwait.
Antes de irse a la guerra, mi hijo vino a Tonatico para visarme que se iba y a
entregarme su testamento; es una regla en el ejército. Mientras él estuvo allá yo sólo veía
los noticieros en la televisión y todos los días me iba a la iglesia a rezarle a la Virgen de
Tonatico.
150
A mi esposo lo conocí en California. Mi papá nos llevaba cada año en las
vacaciones de verano a trabajar al campo. Íbamos con un compadre suyo a azadonear el
jitomate. Todos trabajábamos, mi papá, mi mamá y mis cinco hermanos. Ahí conocí al
padre de mis hijos, nos casamos en Reno, Nevada. Las primeras veces que vine a Tonatico
se me imaginaba como una película de Pedro Infante, había pocas casas y la gente hacía fila
en el jardín central para llevar agua a sus casas. Con el dinero que juntábamos trabajando en
California fuimos construyendo esta casa. Nos íbamos de Tonatico a California, y antes de
regresar a México pasábamos por Texas, ahí veíamos a mi papá y luego nos veníamos otra
vez a Tonatico. Íbamos y veníamos todos. Siempre viajé con mis hijos.
Fotografía… Tengo una hija que me llena de fotografías, ella toma fotografías o va
al estudio a que le hagan sus retratos. A mí me gustan mucho esas fotografías. Gracias a
tantas fotografías tengo recuerdos y voy viendo cómo crecen mis hijos y ahora mis nietos.
Así estoy gozando más a mi familia, en fotos. Tengo una que me trajo mi hijo de cuando
estuvo en Irak y tengo frente al teléfono unas fotos que reúnen a varias generaciones; tengo
la foto de mi mamá, de mis hijos, de mis nietos. Así, cuando les llamo o ellos me llaman,
veo a la persona con quien estoy hablando.
A través de la fotografía voy viendo sus cambios. Al único que no le gustan las
fotografías es al segundo de mis hijos, y de él tengo menos, pero aun así tengo algunas.
Ahora hay mucha facilidad para tener fotografías. Mis hijos me dicen que ya me
conecte a Internet, pero no quiero.
Mi casa es ahora como un museo y le estoy haciendo a cada uno de mis hijos el
suyo. He guardado muchas cosas de ellos, desde la ropita con la que salieron del hospital
cuando nacieron, cosas de su infancia, y hasta cosas que ya de adultos han usado. Tengo
muchas fotografías enmarcadas, unas así me las han dado y otras yo las he mandado a
enmarcar. También tengo álbumes que les estoy haciendo a mis hijos para cuando yo ya no
esté.
Sin todas estas fotografías me sentiría muy abandonada y triste. Cuando camino
por el pasillo de la casa o me siento en la salita, veo las fotos y estoy recordando dónde se
las tomaron, cuándo. Gozo con mis fotografías, siento que estoy en un recuerdo constante.
Mis hijos ya me dieron una cámara y un aparato que le pones un chip y las
fotografías están pasando una por una, pero yo prefiero tenerlas así, en cuadros. Siento que
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así estoy con ellos. De la otra forma sólo vería una a la vez. Aquí me paro y los ve o a
todos; veo la fotografía de mi hijo y le doy gracias a Dios de que regresó vivo y completo.
¿Sabes de qué color son los dólares? Son del color del dolor. ¿Sabes cómo son los dólares? ¡Son amargos!
Humberto Mendoza
Esta casa la hicimos con un azadón y una pala. Los dos trabajamos en el campo, Mary con el azadón y yo con la pala, porque era regador. Me da escalofrío sólo de volver a pensar en las chingas que nos llevábamos allá; día y noche. Yo me fui a los catorce años, solo. Era menor y no tenía cartilla militar ni nada, pero allá nos les importaba ¡lo que querían eran brazos!
Muchos braceros decían allá: ¡que vengan los que se quedaron en México para que
vean de qué color son los dólares! Mi esposa sí sabía, porque ella trabajaba también en el
campo. ¿Sabes de qué color son los dólares? Son del color del dolor.
¿Sabes cómo son los dólares? ¡Son amargos! Había personas, jóvenes, que después
de tantas horas de estar agachados no podían enderezarse. Dejaban los campos llorando y
llegaban a su casa llorando. Fue muy duro. Es una historia muy triste porque nos tuvimos
que ir por hambre. Fue mucho sufrimiento.
Sin una historia no hay fotografía. ¿De qué sirven las fotografías si no conoces las historias?
Cristina Rodríguez
Entre quienes emigran están los que piensan, los que hacen, los que trabajando han logrado
algo bueno para su futuro y también están los que tienen problemas por beber y parrandear.
Lo de nosotros fue puro trabajo por muchos años. Tal vez pudo ser malo, pero al final nos
ayudó y ahora mis cuatro hijas están muy agradecidas. Pienso que si no hubiéramos
emigrado no les habría ido tan bien. Valió la pena trabajar tanto. Porque su papá y yo
trabajamos mucho y pudimos darles buena educación y viviendas dignas, algunas incluso
demasiado grandes, a una la bautizaron los vecinos como unic house. De esa casa hice un
152
álbum de fotografías desde que se comenzó a construir. Todo fue con base a nuestro
esfuerzo. Los mexicanos trabajamos más que nadie, y nuestro orgullo como familia es que
trabajamos mucho.
Cuando llegamos al norte de Chicago, a Mudaleine, había muy pocos latinos, no
había restaurantes de comida mexicana; cuando teníamos visitas los llevábamos hasta la
calle 18 o a la 26 en Chicago.
La gente comenzó a irse a trabajar a Chicago porque se pagaba mejor que en otros
lugares. Muchas personas se fueron a vivir y a trabajar con conocidos, y así las personas
latinoamericanas o de origen latinoamericano se comenzaron a apartar, se puede decir que
solos se discriminaban, ¡cuando en México hay más discriminación que en Estados
Unidos!, allá no son tan grandes las diferencias entre clases como aquí. En México hay más
clasismo, más desigualdad, más pobreza. Allá hay más igualdad. Si en México hay seis
niveles, allá hay tres, cuando mucho.
Quienes emigramos también ayudamos a Tonatico, muchas casas nuevas se han
hecho con dólares, y los dólares le han servido a muchas familias de aquí.
Fotografía… Si te conté lo anterior es porque creo que sin una historia no hay
fotografía. Yo puedo ver aquí una fotografía, pero si no sé quiénes son las personas que
están retratadas no me va a interesar demasiado; en cambio, si va acompañada de una cosa
tangible voy a pensar diferente. Creo que son más importantes las historias que las
fotografías, ¿de qué sirven las fotografías si no conoces las historias?
Si la gran mayoría de fotografías son de momentos felices es porque son parte de la
historia. Son fotos de alegría, como cuando mis hijas terminaron la escuela, con honores.
Sobre todo porque son pocos los latinos con altos grados. De los momentos tristes no
hacemos fotografías. No sabemos que a alguien le pudieran interesar, sino yo sí las hubiera
hecho.
A lo largo de mi vida he acumulado fotografías de mis hijas. Sin las fotos me
perdería el crecimiento de mis nietos. Por la fotografía me reconocen cuando hablo con
ellos por Skype o me ven en Facebook. Ahora los medios permiten que nos enteremos, que
nos conozcamos.
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Las fotografías las tengo en álbumes. Las fotografías más importantes son las de
mis nietos, las de mis hijas cuando se casaron, las de las reuniones familiares, o cuando
estamos en un lugar bonito. Estoy muy orgullosa de mis hijas y de mis nietos, todos están
saliendo adelante. Dos de mis hijas no viven actualmente en Estados Unidos. Tengo una
fotografía que me tomaron en un tren, en Japón, yo estoy de pie y tengo a mi nieta en mis
brazos. Es un recuerdo muy bonito. La fotografía motiva los recuerdos. Otra fotografía que
me causa orgullo es cuando mi hija está junto a su esposo y él con su traje de gala del
ejército de Estados Unidos. Son gente que está peleando por una causa para su país; las
personas que defienden a su país son un orgullo.
Si no hubiera emigrado no habría pasado nada de esto.
Yo recibía las fotografías con mucho gusto, porque así sabía que él no se olvidaba de nosotros
Esperanza Morales Mi esposo se llamaba José Sotelo, fue bracero. El emigró a Estados Unidos para trabajar en
los campos de California, y luego se fue a otros lugares hasta llegar a Chicago. Su último
trabajo allá fue en una fábrica de cinturones de seguridad para automóviles. Esta casa la
compramos con el dinero que mi esposo nos enviaba.
De las fotografías que nos mandó las que más me gustan son estas: aquí porque se
ve muy bien con su traje; esta foto se la tomó en el departamento en el que vivía con otros
mexicanos, ahí se ve una cómoda de madera muy bonita. Otra que me gusta es esta,
también se la tomó en Chicago, está frente a un coche, y el que se ve adentro me imagino
que es uno de sus compañeros de trabajo o de departamento, atrás se ve el lago. Esta me la
mando de California, está dedicada.
Al ver las fotografías me vienen recuerdos, bonitos y tristes. Sin estas fotografías no
recordaría, y es que mirando las fotos recuerdo todo como si apenas lo hubiera vivido. La
fotografía fue una manera de estar comunicados. Me las enviaba por correo, lo mismo que
las cartas y los cheques. La fotografía me permitió conocerlo, saber que era aficionado a
tomar fotografías. Así sabía o me imaginaba cómo vivía. Yo recibía las fotografías con
mucho gusto, porque así sabía que él no se olvidaba de nosotros.
154
Yo también le mandaba fotografías, así conoció cómo crecían sus hijos, sobre todo
el más chico. Él se fue cuando Enrique cumplió tres meses y regresó cuando tenía ya dos
años. Cuando nos retratábamos procuraba arreglarlos bien. Quería decirle que estábamos
bien, que nos viera bien, y yo creo que él hacía lo mismo.
¡Déjame hacer las fotografías!
José Lagunas
Está bien que se hagan estas fiestas donde nos reúnen a los que hemos regresado y a los
que están allá, pero debe hacerse algo más. Algunas personas de las que no emigraron no
comprenden lo que es regresar después de estar muchos años allá. En Estados Unidos uno
vive la discriminación y hasta el odio al latino, y acá uno escucha el reclamo por haberse
ido. A nosotros ya no nos tocó irnos por necesidad o por hambre, como a nuestros padres. A
muchos de nosotros nos llevaron o nos dijeron tienen que venirse. Allá tuvimos que
aprender otro idioma y trabajar mucho. Durante los últimos años que estuvimos en
McHenry, al norte de Chicago, pusimos un negocio, y trabajábamos doce horas diarias, de
lunes a domingo.
A mis hijos, nacidos en Estados Unidos, traté de explicarles lo que significaba, lo
que implicaba llegar a otro país y enfrentar el racismo, la xenofobia, el rechazo, el odio que
hay al latino y lo que significaba para nosotros vivir cerca de kukluxklanes. Siento que a
nosotros nos tocó preguntarnos muchas cosas y explicar otras, en Estados Unidos y aquí en
Tonatico.
Fotografía… Para mí la fotografía fue siempre importante, no puedo explicarlo, pero sí
recuerdo que mi esposa me decía ¡¿y para qué tanta fotografía?!, y yo nada más le
respondía: ¡déjame hacer las fotografías! ¡Son para mí!, y se lo decía así, abrazando mi
pecho, pero no podía explicarle por qué eran importantes para mí. Tengo cajas con
fotografías aquí en Tonatico y otras que dejé en Estados Unidos.
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Ahora me gusta estar en donde antes sólo veía en fotos
Juan de Dios Colín
Me fui a Chicago cuando tenía 17 años. Un día antes de salir, mi papá —que ya había trabajado en
Estados Unidos— me dio lo que para él eran consejos importantes, y durante el tiempo que estuve
allá comprobé cómo iba pasando todo lo que me dijo él. Esa fue la última vez que nos vimos. Yo
regresé a Tonatico sólo días antes de que mi papá muriera, pero por su gravedad ya no me vio ni
pudo decirme nada. Quizá presintiendo eso, y por su experiencia, antes de irme me dijo que no
trabajara toda mi vida para otros, que pusiera en Tonatico mi propio negocio con el que pudiera
mantenerme y ayudar a mi mamá.9
Cuando me fui a Chicago, pasé un año y medio preguntándome por qué no podía aprender
inglés, hasta que me inscribí a la clase de Linda Hipps, quien me dijo que el problema era pensar en
español y luego querer traducir literalmente al inglés: “¡Estás en los Estados Unidos, el español no
te va a llevar a ningún lado!” Eso me caló, y aunque durmiera sólo cuatro horas al día, me propuse
aprender inglés. Además las dificultades aumentaban en mi trabajo, las instrucciones me las daban
en inglés y los manuales de la maquinaria que operaba también estaban en inglés.
Otro problema es que allá hay muchos prejuicios, por ejemplo, esa maestra en una de sus
clases me dijo: a ver, tú como eres mexicano, échate una historia de la llorona; y le dije, no, yo
puedo escribirle de otra cosa no sólo de eso, le conté la historia de Tonatico y de que hemos sido un
pueblo guerrero, y de que lo que mi papá nos decía cuando nos llevaba al campo, y cuando
caminábamos con él por la noche. Él me enseñó que no existía la llorona, ni el diablo, ni esas cosas.
Esos lugares por donde caminábamos ya ni existen, ya no son como antes, ahora hay calles, casas.
Al tiempo me volví a encontrar a esa profesora y me enseñó una hoja en blanco, y me dijo:
9 La conversación transcurrió en el negocio que Juan tiene ahora en Tonatico, en el lugar en que su padre le dijo que lo pusiera.
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─ ¿ves esta hoja?
─ Sí, le dije.
─No he podido escribir todo lo que aprendí en México. Me casé con un mexicano del
estado de Guanajuato, ni puedo pronunciar bien el nombre del pueblito, pero cuando estuve
allá me acordé de todo lo que me decías, de las fiestas, las piñatas…
Sólo pude responderle que lo que le dije lo había aprendido de niño, y que mi niñez no la cambio ni
por todo el oro del mundo.
Allá siempre tuve buen record y quería mejorar mis ingresos. Si me pedían hacer horas
extras, me quedaba; si me pedían ir los sábados, lo hacía. Si podía, trabajaba incluso los domingos.
Lo que no me gustaba era trabajar menos de diez horas diarias y que no me dieran trabajo los
sábados, los cheques llegan por muy poco dinero y es mucho lo que nos quitan de impuestos;
además tú no vuelves a ver esos dólares.
A los americanos no te les vas, te tienen bien checado. Por eso dejé mi expediente limpio,
incluso antes de venirme fui a la oficina de migración, en el centro de Chicago, y les informé que ya
me regresaba a México. Me dijeron que estaba bien. Entonces llamaron a la empresa donde
trabajaba y les contestaron que si regresaba a Estados Unidos ahí me volverían a contratar. Después
de diecisiete años allá, me vine tranquilo y ahora estoy aquí, con mi negocio, recordando y haciendo
lo que me dijo mi papá.
Fotografía... Allá evitaba ver fotografías de Toantico porque me entraba una nostalgia muy grande.
Cuando las veía sólo decía: un día voy a regresar. Otro sentimiento que me daba era de coraje; de
coraje conmigo, por no estar en mi tierra; y me volvía a decir: pero un día voy a estar ahí. En las
fotografías de los desfiles veía a las muchachas, bien vestidas, con sus zapatillas. Cuando veía esas
fotografías yo decía que ese era el tipo de mujer que me gustaba. En Waukegan éramos más
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hombres que mujeres, y cuando llegaba una muchacha de Tonatico se corría luego luego la voz, y
allá los paisanos siempre andan sobres.
Cuando ya me vine definitivamente, luego luego participé en la Semana Santa, ahora tengo
mi lugar en el Santo Entierro, y en las fiestas de septiembre me visto de guarín. Ahora me gusta
estar en donde antes sólo veía en fotos.
Las fotografías que tengo de allá son de momentos agradables, no me gustaba tomarme
fotografía en el trabajo. En una fábrica aguanté cuatro años soportando calores de 115 grados
Fahrenheit, ¿qué tiene eso de agradable? Junto a mi puesto de trabajo estaba el metal líquido. Ahí
hacíamos partes para alternadores de autos, partes para ferrocarriles y partes para maquinaria del
ejército.
Estar allá para mí fue como un sueño, como un lapso de tiempo detenido en mi vida. No era
vida lo que se llama vida, sino era como estar en una burbuja dando vueltas. Por eso cuando veo
mis fotografías de allá me dan más ganas de quedarme en Tonatico. Cuando las veo me acuerdo de
que tenía que salir a palear la nieve, ir a trabajar con mucho frío. No, si uno se va a Estados Unidos
es sólo por la ganancia que aquí no puedes tener.
No extraño muchas cosas de allá. No extraño los retenes, las redadas, el temor de que me
detuvieran manejando sin licencia, el frío. Por eso en las fotografías que me traje están los
momentos que disfruté: el aeroshow, mis días en Six Flags (tenía el pase de un año), las tiendas de
Gurnee Mills Mall. Eso sí es otro hablar. Esas son las fotografías que ahora les enseño a mis hijas.
Del trabajo, de la rutina, no. Saqué fotografías sólo donde más me divertí. Pero tampoco quiero que
las fotografías sean un motivo para que ellas quieran irse. Yo les digo que todo lo que hay allá, ya
está aquí; y que todo lo que hay aquí de comida, también hay allá.
Ahora la gente se toma fotografías con su celular. Cuando me vine apenas estaban
empezando los teléfonos con cámara, eso ha hecho que paisanos que están por Chicago me digan:
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mándame fotos de Tonatico, para ver cómo está ahora, para ver qué ha cambiado. Lo hago, pero eso
hace que me dé cuenta de yo no quiero sacar fotos, yo lo que quiero es vivir en Tonatico. Aquí no,
pero allá cambia todo muy rápido. Cuando falleció mi papá me estuve aquí cinco meses y cuando
regresé a Waukegan tiendas a la que iba a comprar ¡ya eran otras!
De lo que sí me gustaría tener fotografías, es de las marchas en Chicago, de las protestas en
Waukegan. Ahí llegaron a ser multitudes, tanto que los americanos se espantaron. Un día hasta
mandaron a la Guardia Nacional, porque decían que los estábamos invadiendo.
La fotografía es considerada del espacio privado
Gumersindo Carlos Pedroza
De acuerdo con los sondeos hechos con emigrados y sus familiares radicados en el
municipio, se ha calculado que hay cinco mil tonatiquenses en Estados Unidos;
aproximadamente el noventa por ciento vive en el estado de Illinois, y el resto en
California, Texas, y otros estados. Ahora, cada año casi cien tonatiquenses se van
contratados para trabajar en los campos del estado de Virginia.
Es probable que el número de tonatiquenses en Estados Unidos no sufra ya cambios
significativos, pues en los últimos años han influido mucho las condiciones de la frontera, la
crisis en Estados Unidos que dejó a mucha gente sin trabajo, y la disminución de remesas.
Muchos que ya están allá no van a regresar, y ahora menos, con la probable regularización a
través de sus hijos.
A pesar de las dificultades económicas que hay en Estados Unidos sigue siendo
cierto que allá consiguen hacer un patrimonio más rápido. En Tonatico no se generan
empleos. La gente sólo puede trabajar en el campo y un poco en los servicios al turismo.
El tonatiquense quiere mucho al pueblo, sus costumbres, tradiciones y comida.
Todavía hay quienes cuando vienen temporalmente y regresan a Estados Unidos se llevan
cazuelas, molcajetes, metates y hasta comida: palanquetas, guajes, gorditas, cocido de
puerco y barbacoa. Algunas veces logran pasar los alimentos, y otras veces se los detectan y
se los confiscan en el aeropuerto o en la frontera.
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En lo particular, no he pensado en irme a Estados Unidos. Mi padre estaba aquí seis
meses y la otra mitad del año en Waukegan. Así que viví las consecuencias que trae la
migración. Hay casos en que los padres se ausentan por tanto tiempo que cuando regresan
sus hijos no los reconocen, o los rechazan.
Fotografía… Antes del video, lo que se hacían eran fotografías. Las fotografías ahora se
transmiten vía Internet, a través de las redes sociales y en forma inmediata. Jorge Sotelo
Morales fundó Tonatico.TK, y así un grupo de jóvenes comenzamos a transmitir, en vivo
por esas vías, las principales celebraciones que aquí tenemos: la fiesta de Nuestra Señora de
Tonatico, el carnaval, Semana Santa, las fiestas y ceremonias del mes de septiembre, y el
certamen señorita Tonatico. Lo hacemos con el propósito de que quienes han emigrado
puedan ver a su pueblo, a la gente, y las fiestas en las que alguna vez ellos participaron.
A mí me gusta hacer video. Ya tengo experiencia. Antes de que se popularizaran
internet y las redes sociales, yo filmaba las fiestas, los desfiles, el carnaval, la gente y los
comercios de Tonatico; las imágenes las editaba en formato VHS y con amigos que se
regresaban a Waukegan enviaba copias para que se vendieran allá. Llegué a mandar ciento
cincuenta copias ¡y todas se vendieron! Incluso llegó el momento en que me llamaban de
Estados Unidos para preguntarme si iba a hacer videos de tal fiesta o ceremonia, les
respondía que sí, y ya me decían qué lugares querían que tomara y qué personas les gustaría
que salieran en los videos; y así lo hacía y se los mandaba.
La fotografía es considerada del espacio privado, y quien quiere comparte imágenes
en Facebook o en otros medios, pero también ahí hay bastante reserva. La fotografía aun en
esos medios se particulariza mucho. En Tonatico hay una iniciativa para crear la fototeca
municipal, pero no ha tenido los resultados que se esperaban. La fotografía es considerada
más privada que el video.
En Estados Unidos, sin trabajo, sin coche y sin dólares, no está uno bien
Pablo Sotelo
De Toantico se ha ido mucha gente. Durante los noventa aquí la población no creció. En
esos años se iban autobuses y autobuses con gente para el norte. No sólo se iban los de aquí
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de Tonatico, sino que venía gente de muchos lugares de alrededor que ya sabía que de aquí
salían los autobuses. Uno veía subirse a hombres, mujeres, niños, ancianitos, familias
completas. En una de esas yo me fui. Pasé por Laredo y luego tomé un Greyhound hasta
Chicago.
Cuando se va uno para allá es puro trabajo. Los días pasan de la casa al trabajo y
del trabajo a la casa. Si sale uno a las tiendas hay que gastar, y así ya no se junta dinero.
Estuve trabajando en una fábrica y un puertorriqueño nos llevaba y nos traía. Hacía una ruta
en la mañana y pasaba por nosotros, cuando llegaba a la fábrica se traía a los que iban
terminando su turno, y en la tarde volvía para llevarnos de regreso a Waukegan.
Es bueno irse a Estados Unidos. Es bueno para tener la experiencia y nuevos
conocimientos, más si uno se puede regresar a Tonatico luego de que ya conoció lo que
quería conocer. En Estados Unidos, sin trabajo, sin coche y sin dólares, no está uno bien.
Ahora hago fotografía para promover el turismo en Tonatico y también para que los
tonatiquenses que están fuera se enteren de lo que pasa. Si bien pongo videos y fotografías
en internet y las puede ver quien quiera, la verdad es que quien más las ve son los que se
fueron de aquí. Y eso me da gusto.
Ese momento, o lo capturamos, o no va a volver jamás. Estoy captando algo que va a quedar para toda la vida de los que se han ido de Tonatico y de los que se quedaron aquí
Mac Morales
Trabajo haciendo fotografía y video-grabación desde hace 18 años. Pero soy más
camarógrafo que fotógrafo, por eso me acompañan siempre uno o varios fotógrafos.
Comencé este trabajo en mi casa de Waukegan y cuando dejé de trabajar en una fábrica
decidí junto con un amigo, que se había quedado desempleado, formalizar nuestro negocio,
y fue así como abrimos Mac and Pricilas’s Studio en la Avenida Glen Flora en Waukegan,
Illinois. En 2008 me regresé a Tonatico y aquí puse Mac and Pricilas’s Producciones
donde trabajo con mi cuñado. Ahora rentamos un local, pero ya estoy construyendo un
nuevo estudio donde también venderé vestidos y otras cosas. Voy a trabajar hasta que sea
como el que teníamos en Waukegan.
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Allá hacíamos trabajos para mexicanos, otros latinoamericanos, judíos, americanos,
así que las rutinas cambiaban y teníamos que adaptarnos a las costumbres de cada cliente.
Con los mexicanos por lo regular llevábamos una secuencia, y sí sabíamos que algunas de
las fotografías o de los videos que nosotros hacíamos los mandaban para México. También,
algunas de las personas que iban a las iglesias o a las fiestas pasaban después al estudio y
compraban las fotografías que les interesaban del álbum que les hacíamos a los novios, o a
la quinceañera, o del bautizo. Y sí, muchas veces me dijeron que las querían para mandarlas
para acá, para que los vieran que habían estado en tal fiesta, o en tal boda, o en tal lugar. Por
lo regular la gente trataba de verse mejor, no ya con su ropa de trabajo, que es la que
regularmente traemos allá.
Las fotografías donde las personas que retratamos no están viendo a la cámara,
nosotros las llamamos fotos “muertas”, porque son las que la gente no quiere, y tienen
razón. Sólo cuando haces un retrato y le dices a la gente que voltee su cara a otro lado, pues
ahí sí se justifica, pero si no, son fotos “muertas”. Nosotros, en nuestro estudio, ni se las
enseñamos.
Cuando hacemos fotografía de estudio durante las fiestas de las bodas o de quince
años, no nos molesta que familiares fotografíen al mismo tiempo que nosotros, pero cuando
el fotógrafo pone una pose, ahí si no lo permitimos; el fotógrafo profesional es muy celoso
de sus poses.
Cuidamos mucho nuestro trabajo, por eso ahora gente de Waukegan nos
recomienda con sus familiares acá en Tonatico, sobre todo cuando quieren un trabajo como
el que hacíamos allá, o cuando quieren que americanicemos la secuencia de sus fotos y que
nosotros les ayudemos a que las cosas se hagan como allá. Lo mismo pasa en el estudio, va
gente para que la retratemos como en Waukegan y esas fotografías se las mandan a sus
familiares, que fueron quienes nos llamaron o nos enviaron un mail diciéndonos que
querían una foto así de sus familiares; luego ellos vienen a nuestro estudio aquí en Tonatico
y los retratamos con el estilo que teníamos en Waukegan. También tenemos el servicio de
mandárselas por correo electrónico. Así que es común que de Estados Unidos nos hablen
para hacer un trabajo aquí, o que aquí nos digan que va a venir alguien de Chicago o de
California para que le hagamos un trabajo como el que ellos saben que les entregábamos
allá.
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Cuando hago un trabajo en Tonatico, como cuando los hice en Waukegan, siempre
tengo presente que lo que pasa frente a nuestros ojos son momentos irrepetibles. Aunque mi
estado de ánimo esté mal, no me distraigo, no me salgo de lo importante, no rompo las
normas de mi trabajo; sobre todo cuando sé que las imágenes pueden ir al otro país y que
esos momentos sólo se dan una vez. No puedo quedar mal, estoy captando algo que va a
quedar para toda la vida de los que se han ido de Tonatico y de los que se quedaron aquí. Lo
que filmamos o fotografiamos es muy importante, por eso, como fotógrafo o camarógrafo,
sé que el tiempo no va a retroceder nunca; no hay marcha atrás. Ese momento, o lo
capturamos, o no va a volver jamás.
Cada vez que miras sus fotografías, te preguntas: ¿los volveré a ver?
Vicente Tapia
Yo emigré en 1985. Se dieron las cosas. Me despidieron injustificadamente de mi trabajo en
Cuernavaca y con lo que les gané —porque me fui a Conciliación y Arbitraje— dejé aquí la
mayor parte del dinero y con el resto me fui a Tijuana. Ya tenía un hermano en Waukegan y
él fue quien me indujo a irme para allá. Desde entonces he pasado por altas y bajas. Ya
conocí lo que es vivir con otros doce o trece en una misma casa para poder ahorrar en
gastos, lo que es matar el hambre con puras galletitas, dormir en un coche para esperar a
que empiece el mes y no pagar renta por unos días, dejar de pagar la aseguranza del carro y
tomar riesgos para guardar unos dólares que en Tonatico le hacen falta a la familia.
También sé que algunos americanos allá no nos quieren, y también que algunos
paisanos hacen cosas que les causan molestias; a mí también me molestan cosas que hacen
los paisanos allá, para que te voy a decir que no, como también algunos que todavía
regresan acá que se sienten que vienen “pesados” en dólares, cuando uno sabe cómo están
las cosas allá.
Yo pienso que debes imponerte a vivir con lo que ganas por trabajar cuarenta horas
a la semana, si tienes overtime no creas que va a ser así siempre ¿y cuando no te dan? Por
eso muchos paisanos durante la crisis, tuvieron que vender trocas y casas, o de plano irse a
vivir a otra parte.
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Uno ya conoce: allá para irla pasando debes tener un trabajo, y para hacer algo
tienes que buscar otro, además de traer o mandar cosas para que acá las vendan y ganar algo
de dinero. Yo traigo cosas, pero no me gusta abusar, doy buen precio y ya la gente sabe. Les
he traído incluso unos clarinetes a músicos que yo conozco de Guerrero, les doy barato, así
ellos ya tienen un modo de ganarse la vida y yo me quedo contento.
Me gusta estar cerca de mi gente, en Estados Unidos y aquí. Soy mitotero, me gusta
alegrar las fiestas, no me da pena hablar en público y he sido muy peregrino. En Waukegan
soy muy participativo, he hecho trabajo para la comunidad, nos reunimos en parques, en
fiestas, alquilo vestuario para la danza de los Chinelos, por eso mucha gente me conoce. He
ido por 35 años en la peregrinación a la Villa de Guadalupe, y a la de Pantla he ido 34 años.
Participo aquí y en el otro lado en las fiestas de la independencia, incluso he sido jefe de
tropa de los guarines. En Tonatico representé ocho años el papel de Cristo en la Semana
Santa. Unas personas dicen: mira, ese canijo no falta, ni aquí ni allá. Y es que en todos
lados me ven.
En los noventas, que encontrábamos pasajes de avión bien baratos, hasta de 199
dólares, muchos nos veníamos desde Chicago sólo por los días de fiestas y nos
regresábamos; había veces que de los que veníamos en el avión más de la mitad éramos de
Toantico; en ese tiempo incluso el gobierno nos pagaba el traslado del aeropuerto de la
Ciudad de México para acá. Ahora ya no. Ahora ya la piensas. Gastarse mil dólares en tres
días o en dos semanas, no es tan fácil.
Como compositor, te digo: la letras de dos canciones a la Virgen de Tonatico son
mías, las letras otras dos para publicidad de Tonatico son mías; las del Son de Tonatico, del
Señor del Perdón de Ixtapan de la Sal, la de la Virgen de Belén y la de la Virgen de Pantla,
también.
Un día le prometí a mi mamá que iba a triunfar como compositor, que iba a ser el
mejor de Tonatico, y por qué no, de la región. Ya tengo 130 canciones registradas y de
muchas de ellas tengo la maqueta. Hasta ahora sólo han grabado mis canciones los grupos
Inspiración de México y Agua nueva tropical. Los arreglistas son de la Ciudad de México y
de Zacatecas. Se siente bonito que la gente te reconozca y que sepa que tú compusiste esas
canciones. Pero no todo ha sido bonito, también me han criticado, y hasta se han burlado.
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Le compuse una canción a mi mamá. La llegó a escuchar tres veces. Cuando ya
estaba muy enferma un día me mandó llamar y me dijo que le pusiera su canción. Cuando la
enterramos me llevé al panteón un equipo de sonido y ahí la tocamos. Todos nos pusimos a
llorar.
No me dio por escribir sino hasta una noche que sentí un peso enorme en mi cabeza
y sobre mis hombros, y hasta oía una voz que me decía: no seas tonto, escribe. Eso me pasó
allá, en Waukegan. Me levanté esa la madrugada y comencé a escribir, y de ahí en adelante.
Tengo una letra que habla de cuando uno emigra, esa la compuse allá en Estados Unidos, la
llamé Triste y solo. Y la escribí en el otro lado porque entre más historias vean tus ojos,
mejor vas a escribir. Me critican, pero yo no escribo para un juez, escribo para el mundo.
La fotografía… La fotografía es muy importante para la inspiración de un
compositor. Los sentimientos fluyen y te hieren a la vez. De Tonatico nos mandan
fotografías del pueblo y carteles de sus fiestas, y eso te hace añorar más.
No puedo recordar cómo era mi papá, no tenemos ni una fotografía de él, sólo un
dibujo. Quiero acordarme cómo era él pero sólo puedo verlo borroso. Murió cuando yo
tenía seis años. Fuimos trece hijos y a todos nos sacó adelante mi mamá. Ella fue padre y
madre para todos. Si para un hombre es difícil, te imaginas para ella, y en ese tiempo.
Con la fotografía, ahora está “papita”, te mandan una foto y aquí o allá la ves luego
luego, antes teníamos que esperar semanas para que llegara una carta, una foto. Te decían:
ya te mandamos una foto, y a esperar veinte o treinta días.
Cuando estás en Estados Unidos ves fotografías y te entra la ansiedad de querer
estar en tu tierra y no puedes hacerlo. No puedes. Estar allá te hace valorarla más, y eso no
se siente hasta que estás afuera.
Irte y dejar aquí a tu familia es horrible. Te llevas fotos de tu tierra, de tu esposa, de
tus hijos, que ves que se crían sin su papá a un lado; y cada vez que miras sus fotografías, te
preguntas: ¿los volveré a ver?
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Letras de las canciones del compositor Vicente Tapia:
Virgen de Tonatico (versión mariachi)
Virgen María de Tonatico
Tú eres la reina de esta región
Por los favores que has extendido
Te llevo muy dentro de mi corazón
Yo no me olvido ningún momento
Cuántos favores te debo a ti
Por ello vengo a darte las gracias
Mi reina hermosa de esta región
Siempre que paso a tu santuario
Yo a ti te miro con mucho amor
Mi virgencita de Tonatico
Danos por siempre tu bendición
Y esta canción es para ti
Virgen María de Tonatico
De parte todos los tonatiquenses
Que en realidad te queremos y te llevamos en el corazón
Gracias madre mía
Virgen María de Tonatico
Te llevo dentro del corazón
Yo no te olvido ni un instante
Porque tú eres mi adoración
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Virgen de Tonatico (versión banda)
Mira que linda te miras
Mi virgen de Tonatico
Con tu mirada hacia el cielo
Pidiendo a Dios por tus hijos
Eres tan linda con todos
Mi virgencita tan pura
Por eso todos tus fieles
Nunca de ti ellos se olvidan
Madre mía de Tonatico
En tus manos yo me pongo
Cada vez que yo te pido
Que me protejas tú en todo
Gracias, gracias madre mía
Por todos los favores que me has hecho
Virgen linda de Tonatico
Corrido a Tonatico
Tonatico de mi vida
Siempre te voy a querer
Por el encanto que tienes
Y tú me viste crecer
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Recuerdo aquellas calles
Por donde yo caminé
Cuando apenas era un niño
Y que jugaba también
Sus fiestas y tradiciones
Jamás las olvidaré
En dondequiera que ande
En mi mente te llevaré
A mi pueblo tan querido
Que siempre recordaré
Por sus lugares que tiene
Y sus costumbres también
Con mis amigos de infancia
Que yo nunca olvidaré
Mi Tonatico querido
Siempre orgulloso estaré
Tonatico, pueblo con encanto
Tonatico un lugar tan hermoso
Pueblo con encanto debes visitar
Por su clima tan bello que tiene
Lugares tan bellos para disfrutar
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Conoce su hermoso santuario
Su virgen tan linda que te va a gustar
Su jardín en el mero centro
Con sus tradiciones te conquistará
Tonatico te extiende sus brazos
Para cuando quieras venir a pasear
Que disfrutes sus aguas termales
Son las mejores de nuestra región
También sus grutas hermosas
Su lindo parque de Zumpantitlán
Tonatico lugar pintoresco
Que espera muy pronto verte llegar
Tonatico pueblo con encanto
Lugar precioso que no olvidarás
Tonatico lugar tan hermoso
Por todo lo bello que vas a mirar
Tonatico te extiende sus brazos
Para cuando quieras venir a pasear
Tonatico tierra del sureste
Con toda su gente te recibirá
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Son de Tonatico
Ya Tonatico es famoso por dondequiera que están
Todos sus tonatiquenses que les gusta celebrar
Estas fiestas de septiembre
Que en su mente quedarán
Oyendo a tus apaches todos se van a alegrar
En el jardín de la plaza para poder disfrutar
El triunfo de nuestra la patria que nos dio la libertad
¡Y que viva Tonatico! Sí señor
Ya la tropa de costeños ya les anda por tronar
Esos mosquetes que asustan a los que van a mirar
La Guerra de Independencia donde todos gozarán
Los guarines con tamales en la guerra pelearán
Todos los gachupines que nos quieren gobernar
Los apaches con sus huevos también los van a acabar
Para poder derrotarlos y su castillo tumbar
Tonatico te espera que vengas a bailar
Estos dos días de septiembre
Que nunca olvidarás
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Cuando llegué por primera vez a Waukegan, me tomé una fotografía en un parque y se la envíe a mi mamá a Tonatico, para que viera que estaba bien y que no se preocupara por mí
Ángel Zavala La fotografía habla por sí misma, aunque depende de cómo la ve la gente. La
fotografía que enviamos quienes emigramos es un mensaje para los que se quedan. Un
mensaje en el que les dices cómo estás, cómo vives, cómo te encuentras en ese momento.
La fotografía es parte de los recuerdos y de tu vida. También es una herencia para que, más
adelante, vean tus hijos como viviste.
Enviamos fotografías con la intención de darle a saber a la familia que estamos
bien, que la estamos pasando bien, que estamos bien física y moralmente, y para que estén
tranquilos; porque la fotografía y la experiencia de haber emigrado es parte de la vida de
cada familia, de cada persona.
Al sacar una fotografía del cajón donde la tienes guardada, recuerdas, te acuerdas
del momento que estabas viviendo y vienen más recuerdos; por eso, el motivo de la
fotografía cuando has migrado viene en cualquier momento. Depende de la ocasión y de
cómo te sientas.
La fotografía que ahora envías por correo electrónico puede desaparecer en
cualquier momento; las de antes, las que tienes impresas, sabes que las vas a conservar toda
la vida. La fotografía que envías ahora por internet también es importante en la experiencia
del migrante porque en ella plasmas hechos reales, y la familia puede ver cómo llegas a
Estados Unidos, cómo vives, como disfrutas. Es verdad, suele suceder que la fotografía no
se corresponda con la vida diaria, pero es que sacas fotos cuando disfrutas de la vida, y eso
no es lo que vives cotidianamente; aunque eso no le quita valor a la fotografía, porque
todos, casi siempre, hacemos eso.
Cada vez que hojeo los álbumes de fotos que tengo en la casa, las fotografías me
llevan a los momentos agradables que pasé cuando era soltero, ahora de casado y con mis
hijas. No todas las fotografía son especiales, pero sí hay muchas que son más especiales que
otras. Por ejemplo, cuando llegué por primera vez a Waukegan, me tomé una fotografía en
un parque y se la envíe a mi mamá a Tonatico, para viera que estaba bien y que no se
preocupara por mí. Antes era así. Ahora con los medios y las facilidades para sacar
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fotografías y para enviarlas, siento que a veces es sacarlas por sacarlas. Ahora la fotografía
acompaña el momento, ya no es para el recuerdo. Bueno, no todas, porque algunas sí siguen
siendo para el recuerdo.
La fotografía es importante porque con ella recuerdas y te recuerdan. Habla por los
hechos y por los momentos por los que has pasado.
Yo no tengo una fotografía junto a mi papá. ¡No tengo ni una! Y eso me duele mucho
Habacuc López
Emigré a Waukegan cuando estaba por cumplir 21 años. Era 1987, el año que nació mi
primer hijo. Llegue directamente a Waukegan, donde ya estaban tres de mis hermanos.
Ahora estoy planeando retornar a Tonatico, pero no es fácil. Trabajé mucho para mi familia,
para mis hijos y para este momento.
La fotografía encierra sentimientos. Para mí el tema no es la imagen sino el
sentimiento. Estados Unidos es el país donde entregué mi juventud, le di mis mejores años.
Por eso si ahora ves en mi casa de Tonatico un mural de una vista del centro de Chicago
desde el Lago Michigan, es porque también siento agradecimiento por Estados Unidos. Por
supuesto que hay cosas que a uno no le gustan pero ese país nos dio una oportunidad. Allá
podemos desarrollar lo que en nuestra tierra no. También es cierto que no quieren personas
que sean una carga, por eso siempre están viendo tu capacidad y te apoyan porque saben
que el migrante llega con un gran deseo de progresar. Yo creo que el 99 por ciento de los
migrantes que llega a Estados Unidos lo hace con la finalidad de conseguir algo, de
progresar, y también, de regresar; pero al cabo del tiempo te das cuenta de que no es tan
fácil, de que ya conseguiste logros, de que tus hijos son ciudadanos y tienes que enfrentar
que no es fácil el retorno, y la frustración y la depresión a que te lleva no concretar lo que te
hace feliz o lo que te haría feliz. Porque en Estados Unidos te esclavizas al trabajo, a la
familia; y yo me esclavicé. Y ahora quiero libertad, quiero hacer lo que me hace feliz
durante el tiempo que me queda de vida. Lo otro ya se cumplió, y ahora lo que quieres es
estar bien. Necesito el apoyo de mi familia para darme, para darnos, la oportunidad de vivir
en Tonatico
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Ahora te preguntas ¿qué se perdería?, pero también ¿qué se ha perdido?, ¿qué
perdimos?, ¿qué perdí con emigrar? ¡Si yo ya di todo! Mis hijos no lo entienden muy bien
porque aunque yo les diga cómo fue mi infancia y cuántas carencias tuve, ellos no lo van a
entender porque no lo han vivido. No puedes entender lo que es dejar tu tierra por necesidad
si no lo has vivido y si no has tenido carencias.
Por eso quiero que en el espacio donde está el mural de Chicago, estén también las
dos banderas, un retrato de mi hijo que estuvo en la Army, y lo que me hace recordar a
Waukegan. Voy a poner muchas cosas porque también siento gratitud por Estados Unidos.
Allá está el progreso y en Tonatico lo que disfrutas. Allá está lo que haces, y aquí es vivir.
Los migrantes envían fotografías de muchos momentos, lugares o cosas, pero lo que
quieren transmitir es un estado de ánimo. Muchas veces mandas fotografías de lo que no
has tenido. Si eres una persona con recursos y aquí tuviste un coche no vas a mandar la foto
de un coche. Además lo que aparece en la foto es parte de un momento en el que te sientes
bien, y con las cosas que has logrado. Esa es sólo la felicidad en la distancia, porque
trabajas para ser feliz, pero no en la distancia, sino en tu tierra. En mi caso yo trabajé para
ser feliz en Tonatico.
Decir que en Estados Unidos eres completamente feliz es mentira. Sólo quienes
vivieron en Tonatico su niñez, su juventud, tienen idea de lo que es saludar a muchas
personas mientras caminas por una calle, y luego doblas la esquina y te encuentras con más
gente que te saluda y con la que conversas. En Tonatico, a mí todo mundo me habla, toda la
gente me saluda. En Estados Unidos no. Muchas veces no conoces ni a tus vecinos.
Trabajas para un sistema de poder, de riqueza; no hay interés en el ser humano. Todo es
desechable, y el ser humano también. No hay patrimonio, recuerdos, ni historia. Todo se
desecha y cuando dejas de servir, cuando ya diste todo, hasta ahí llegaste. Por eso no se
puede vivir sin fotografías, sin los recuerdos que nos trae. Sin la fotografía mueres, te
olvidan, nadie sabría quién eres, ni de dónde vienes. Con la fotografía recuerdas eso, y
recuerdas las calles que caminaste cuando eras niño y los lugares donde creciste; y sabes
que la fotografía es importante cuando te das cuenta que tuviste una infancia sin recursos y
que por eso no era tan fácil tener una fotografía. Yo no tengo una fotografía junto a mi
papá. ¡No tengo ni una! Y eso me duele mucho.
Ahora estoy haciendo un álbum para cada uno de mis hijos. Estoy juntando
fotografías y videos de cada uno de ellos y de la familia. Son muy jóvenes y no quiero
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entregárselos pronto, sino en un futuro; pero lo estoy haciendo, estoy juntando imágenes de
cada uno de ellos y de la familia. Ese es tu núcleo. Es que vean cómo crecieron. No quiero
que les pase a ellos lo que me pasó a mí.
Historias compartidas
Eran fotografías que le enviábamos como para decirle ¡aquí estamos, no te olvides de nosotros! La fotografía es una forma de comunicación, de intercambio de experiencias para formar una sola historia.
Rosalva Martínez
Soy la menor de tres hermanos. Mi mamá murió cuando yo tenía doce años. Pero la primera
perdida que viví fue la de mi padre. Cuando yo tenía tres años él se fue a Canadá y luego a
Estados Unidos. Esa vez tardó en regresar ocho años. Durante mucho tiempo la única forma
de comunicarnos con él era por teléfono. Me acuerdo que siempre nos pedía que le
mandáramos fotografías. Casi siempre se las llevaban sus familiares que tenían papeles y
podían ir y regresar; ya en los últimos años las fotografías me las enviaba a través del
Facebook de sus primas; ellas se las enseñaban.
Recuerdo que me interesaba mucho que él viera nuestras fotografías y nosotros ver
las suyas, porque de alguna forma era como si mi papá estuviera más cerca. Ver las que él
nos enviaba me daba una sensación de tranquilidad. Podía ver que estaba bien. Eran
fotografías donde se veía con sus hermanos, tíos, y otros familiares. “Creo que está bien”,
decía yo. Me tranquilizaba ver que no estaba solo.
Nosotros también siempre le enviábamos fotografías de cuando estábamos juntos.
Con fotografías le enseñábamos a los nuevos miembros de la familia, y era común que
cuando estábamos juntos dijéramos: ¡vamos a sacar una foto para enviársela a papá!
Las fotografías que le mandábamos eran de fiestas familiares, de ceremonias en la
iglesia, de festivales. Él nos enviaba fotografías y videos de cumpleaños —de mis primos y
de él—, de lugares que visitaba —sobre todo cuando nevaba—, de él en su trabajo, en los
cultivos, de la maquinaria que usaba, o haciendo compras.
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Las fotografías que nos enviaba sí me hicieron pensar en irme para allá, pero no lo
hice porque mi mamá me había dicho que yo fuera independiente, y allá no lo hubiera sido.
Allá no hubiera podido estudiar en una universidad, habría comenzado a trabajar luego
luego y muy joven. Sí, las fotografías te dan idea de las diferencias en la forma de vivir.
También las cosas que traían mis tíos y mis primos cuando venían de allá; traían muchos
aparatos, y eso para ellos era muy importante, pero para mí no.
De las fotografías de él que yo podía tener, prefería guardarlas, no me gustaba
tenerlas a la vista porque sabía que me provocaban tristeza. Yo sabía que él estaba allá para
que nosotros estuviéramos mejor, pero eso no justificaba vivir separados, sobre todo cuando
mi mamá murió y mis hermanos mayores se casaron, ¡ya éramos sólo él y yo!, ¿para qué?
Entonces pensaba: él está bien, pero yo estoy mal.
Cuando era niña y él me llamaba por teléfono, yo me quedaba callada. Yo tenía un
resentimiento; lo rechazaba. Yo decía: si él quisiera estar aquí, estaría aquí, con nosotros.
Pese a todo, la fotografía fue, de alguna forma, un refugio. Cuando me sentía triste, sacaba
las fotografías. Lloraba. Me daba mucha nostalgia.
Sin esas fotografías el alejamiento habría sido mayor. Mirarlo en ellas me traía
recuerdos de los momentos que había pasado con él antes de que nuevamente se fuera. No
verlo, ni siquiera en fotografía, habría significado alejarme más de él. Irme olvidando de esa
persona.
Él se llevó una fotografía mía. La de una credencial de mi escuela. Y cuando
hablaba con él le decía: yo creo que ya ni te acurdas de mí. Y me respondía: cómo no, si
traigo tu foto.
Yo creo que no sólo yo resentí la ausencia; también él. A veces me ponía en su
lugar y decía: yo por lo menos estoy en el lugar donde nací, él no. Puedo pensar que
también él, con la fotografía, se sentía acompañado. Siempre traía nuestras fotografías. Le
mandábamos o se llevaba de esas que se usan para las boletas de la escuela. Un día nos
mandó una fotografía de su tocador, y ahí estaban puestas todas las que le habíamos
mandado. Cuando éramos niños, varias veces fuimos a tomarnos fotografías al estudio. Nos
arreglábamos muy bien, porque eran para mandárselas a mi papá. Después ya no me
gustaba tomarme fotografías, y menos si sabía que se las iban a mandar a él.
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Ahora esas fotografías me causan gracia. Pero eran fotografías que le enviábamos
como para decirle ¡aquí estamos, no te olvides de nosotros! Me acuerdo que en uno de mis
cumpleaños me fui a ver su fotografía, me puse a llorar y sólo decía: ya va a venir, un día va
a regresar. Me sentía sola y por eso tampoco iba a las fiestas de mis primos; ¿para qué?, si
iba a estar sola.
No había pensado en la importancia de la fotografía, del hecho de poder regresar a
momentos que no solamente implican la escena plasmada, sino el recuerdo de aquellas
sensaciones provocadas y sentimientos encontrados al momento de verla, de tener en tus
manos noticias de la persona ausente que tanto te hace falta. La fotografía es un refugio al
cual puedes recurrir cuando te haga falta sentirte acompañada.
Algunas veces pienso que el pasado ya fue, y que no tiene caso mirar atrás, pero ese
pasado es lo que nos ha llevado a ser quienes somos, y la fotografía es como una evidencia
de que existimos en algún momento, de alguna forma, y en cierto lugar. Se toman
fotografías cuando vamos de paseo a algún lugar, o cuando existe un momento digno de
recordar, pero cuando le enviamos estas fotografías a alguien que está lejos, es como decir
‘mira, aquí estoy y yo quiero que seas parte de mi vida, de mi historia, que compartas
conmigo mis alegrías’, nunca enviamos fotografías de un funeral, porque lo que se pretende
realmente es tranquilizar y mostrar a aquellas personas que estás bien, que no debe
preocuparse por tu bienestar.
En algún momento, creo que la fotografía es una forma de estar pendiente de los
cambios en cada persona, cuando nace un bebé, cuando crece un niño, cuando un
adolescente cambia su estilo, cuando ocurre cualquier cambio significativo para la familia,
es como decir ‘estamos cambiando pero quiero que me sigas conociendo’.
La fotografía es una forma de comunicación, de intercambio de experiencias para
formar una sola historia, en donde la familia busca una forma de integración e
identificación.
176
Las fotografías me han acercado de cierta manera a mi padre, es una forma de conocerlo y saber cómo ha sido su vida; sobre todo porque es mucho el tiempo que hemos estado alejados, tanto, que para mí resultaba un desconocido
Nataly Soriano
Mi papá se fue por primera vez a Estados Unidos en 1987, y mientras no tuvo
papeles casi no venía. A partir del 2004, que ya los consiguió, viene dos veces al año. Yo lo
conocí cuando cumplí seis años. Mi mamá nos llevó a mi hermana y a mí a un parque y ahí
nos encontramos con él. Nunca antes lo habíamos visto, ni siquiera en fotografía. Para
nosotros él era un completo desconocido.
Su ausencia lo distanció mucho de mi hermana mayor; un día quiso llamarle la
atención, pero como nunca ha estado con nosotras, ella lo rechazó. Y desde entonces no se
entienden bien. Tal vez por eso mi papá trae en su celular sólo fotos mías.
Las fotografías que tenemos de él y luego las que nos hacíamos juntos cuando
venía, son las que más vemos. Las que él se lleva son de reuniones familiares y de fiestas
que hacemos cuando está aquí. Las que él nos trae son de paisajes. Ahora trabaja en Alaska,
y antes estuvo en Oregón, por eso nos trae fotografías de la naturaleza, de águilas, de osos,
y de otros animales; también de su casa, de sus amigos, de su trabajo, de sus camionetas. En
fin, de lo que hace allá.
Con esas fotografías sé cómo vive, qué vida lleva. Siento que conozco una parte de
él que de otro modo no conocería. Veo cómo ha progresado, conozco el lugar donde está,
sus condiciones de vida. Me dan ganas de ir a visitarlo. De hecho lo intenté, pero no me
dieron la visa.
Con las fotografías creo que también quiere decirnos que allá la vida es dura, que
las cosas cuestan trabajo, y que está satisfecho con lo que tiene. Las fotografías nos
permiten saber cómo es donde vive, aunque no lo vayas a conocer nunca. Si no existieran
esas fotografías entonces quedaría una parte confusa de lo que es él, de lo que hace, de lo
que ha conseguido.
La fotografía me acerca a la vida de mi papá cuando no lo conocía, cuando no lo
veía. Ahora me ayuda a conocerlo y a recordarlo.
177
Ahora, cuando viene y juntos podemos ver las fotografías, él las narra, nos dice qué
es los que estamos viendo, qué hace cotidianamente, o lo que estaba haciendo ese día en
particular.
Guardamos las fotos que ha traído impresas en un sobre, y las digitales en
memorias USB. Las que vemos regularmente son las que eran de rollo y están impresas.
Las tenemos en marcos en la sala de la casa, y cuando viene gente nos pregunta y nosotros
le contamos lo que se ve en la foto.
Porque la mayoría son de su trabajo y a él le gusta mostrarnos los paisajes que ve
mientras está trabajando.
Gracias a esas fotografías lo recordamos y lo tenemos presente. Las fotografías
digitales las vemos menos y no las imprimimos. Pero me da gusto que el lleve en su celular
fotografías mías y que se las muestre a sus amigos. Siento que así no se olvida de nosotros.
Las fotografías me han acercado de cierta manera a mi padre, es una forma de
conocerlo y saber cómo ha sido su vida; sobre todo porque es mucho el tiempo que hemos
estado alejados, tanto, que para mí resultaba un desconocido, pero al verlas siento que me
acerco a él y tengo la curiosidad de conocer aquel lugar, tal vez esta sensación es porque
conocer en persona lo que veo en las fotos llenaría la ausencia de mi papá, ya que estaría
más cerca de él, de cierta forma. Al no presentarse la oportunidad de viajar a esos lugares,
las fotografías toman un papel importante, pues están presentes en todo momento, por algo
tienen un lugar en casa, están a la vista, y todos los que nos visitan las pueden observar, lo
cual despierta su curiosidad y preguntan: ¿dónde es? ¿Quién es la persona que aparece en la
foto? A lo que mi mamá y yo damos explicaciones; es una manera en la que él está presente
y, las fotos que tenemos guardadas, sólo las miramos cuando queremos recordar o
compartir con alguien en especial.
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La fotografía no suple su ausencia, pero me ayuda verlo cuando lo
extraño o cuando necesito de mi papá. Y no lo puede suplir porque
la emigración es como una pérdida
Aylin Lagunas
Soy la mayor de dos hermanos, tengo veinte años y curso una carrera universitaria. La
primera vez que mi papá emigró yo tenía un año y medio. Esa ocasión estuvo en Estados
Unidos seis meses. Luego se fue por dos años cuando yo tenía siete, y la última vez cuando
cumplí diez; desde entonces no ha regresado, aunque nunca dejó de tener relación con
nosotros. Primero estuvo en Boston y ahora radica en Waukegan.
Actualmente todos los días nos comunicamos, vía Facebook o por video-llamada.
Es común que nos enviemos fotografías de lo que en ese momento estamos haciendo. Las
fotografías impresas que tenemos de él, las traía cuando regresaba; después ya nos las
mandaba con mis tíos o con mis primos que venían de allá.
La fotografía me ha servido para ver cómo va cambiando físicamente, para saber
qué es lo que hace en su trabajo y en su tiempo libre. Por medio de la fotografía nos da a
conocer lugares, a sus amigos; sabemos con quién se relaciona y quiénes forman, por
decirlo así, su nueva familia. Me habla mucho de un amigo que tiene un mini súper en
Waukegan. Incluso me mandó una fotografía impresa donde se ven los dos.
La fotografía no suple su ausencia, pero me ayuda verlo cuando lo extraño o cuando
necesito de mi papá. Y no lo puede suplir porque la emigración es como una pérdida.
Aunque la fotografía atenúa esa pérdida, pues no es como si se muriera, y sabemos que la
fotografías que nos manda o que vemos de él no son las últimas, pero no es tampoco como
tenerlo aquí, con nosotros.
Mi hermano no convivió mucho con él pero tiene rasgos suyos, ahora lo podemos
ver en cómo se comporta y qué poses tiene; ¡éstas son muy de mi papá!
Si no tuviéramos las fotografías todo quedaría a la imaginación, habría más
preguntas de las que nos hacemos, no sabríamos qué cambios tiene en lo físico, o cómo
está. Por eso sus fotografías cada uno las guarda con celo. A mí me gusta ponerlas en
portarretratos y a mi hermano le gusta mostrárselas a sus amigos o ponerlas en los forros de
179
sus libretas, pero en la casa cada uno las pone en un lugar especial; yo prefiero los que
siento más míos.
En Facebook mi papá y yo ponemos muchas fotografías, pero les doy más
importancia a las que tengo impresas, a las que nos traía cuando regresaba y a las que él nos
mandó. Creo que las fotografías impresas son más importantes porque pienso que él se
tomaba su tiempo para hacerlas, para imprimirlas, para enviárnoslas. Eso lleva un proceso y
no así las instantáneas que ahora intercambiamos. Éstas son más, pero no les doy el mismo
valor. Además, la fotografía me permitió conocer otras facetas de él, como la música, o que
ayudara a un tío mío a restaurar un mural. Yo no sabía que él podía hacerlo. Eso sí me
sorprendió, no que ahora tenga una motocicleta, porque cuando estaba con nosotros
paseábamos con él en la que tenía aquí.
Que él retorne no es algo que tengamos la seguridad de que vaya a suceder. Por eso
recuerdo que antes de internet, ver sus fotografías era más emocionante; por eso creo que
esas fotografías tienen más peso, más valor. Ahora lo tienen, pero no como antes.
Mi fotografía favorita es una en la que él se ve en su trabajo. Me la dio cuando llegó
la última vez que regresó a México. Sacó la ropa y las fotografías que nos traía; muchas
acabaron en el suelo, pero esa la recogió, la puso en mi mano y me dijo: toma, esta es para
ti. La tomé, la guardé y la hice mía.
180
Capítulo 5. Análisis de resultados. La valoración y la crítica
Un amigo vino a verme en un sueño. De muy lejos vino. En el sueño le preguntaba: ‹¿Llegaste por fotografía o en tren?› Todas las fotografías son un medio de transporte y la expresión de una ausencia.
John Berger
I
Los tonatiquenses han aprendido que quien emigra logra progresar
económicamente más rápido, y que quien se queda disfruta de todo lo que el
emigrado añora. Han aprendido, también, que siempre hay personas con la
necesidad o con el ánimo de emigrar, y que siempre hay emigrados que lo
único que anhelan es regresar. Como tierra de migrantes, este municipio
también necesita de trabajadores que suplan a los que se fueron en las labores
agrícolas. Durante los últimos años, la inmigración de personas, procedentes
principalmente del sur del Estado de México, ha venido a aliviar esta carencia,
y a dotar a los tonatiquenses de un “espejo” donde pueden mirarse en el otro.
181
En Tonatico hay tanto reconocimiento social para el que se va como
para el que se queda. Esa deferencia, sin embargo, no atenúa los notables
contrastes económicos y los efectos inocultables que produce la ausencia. Ahí
están:
- las familias rotas, las que no saben nada de los que un día se fueron, y
también, aquellas que siempre han mantenido vínculos estrechos, y
ahora más, valiéndose de los medios y de las tecnologías de
comunicación disponibles, que “acercan” al emigrado, pero no lo
regresan.
- las voces, las vidas, las almas y las dolencias de los braceros. Las
historias, las memorias, y la sabiduría ―forjadas a fuego― de mujeres
y hombres que entregaron sus brazos para enderezar a Estados Unidos y
a México.
- los que se marcharon, los que un día se llevaron, los que han
regresado, los que nunca se fueron, y los niños y jóvenes que nacieron
en Estados Unidos y ahora echan raíces en Tonatico. Miles de seres
humanos que, con la experiencia migratoria, han hecho su vida más
grande.
182
A pesar de las heridas, quienes abrieron el camino al norte poseen la
generosidad propia de quien aprendió de una existencia ofrendada para que
sus descendientes tuvieran una vida digna; aunque eso haya supuesto buscarla
fuera de México. En Estados Unidos, dejaron sus mejores años y conocieron
el hielo. En Tonatico todos se reencuentran con sus raíces y se sienten
abrigados. Hoy, su memoria está llena de vida y no hay espacio para el
arrepentimiento. Su historia se ha hecho, y transcurre cotidianamente aún, en
dos países (vecinos, pero muy distintos). Los mayores están convencidos de
que hicieron lo correcto. Quedarse unos para que emigren otros, sigue siendo
la base de una estrategia familiar de sobrevivencia. Irse de México fue ―y
todavía es― la única opción para superar muchas miserias.
Los migrantes tonatiquenses no son, por lo general, ostentosos; no
reniegan ni se aíslan de sus orígenes y tradiciones. Los logros materiales
alcanzados como resultado de su trabajo en Estados Unidos, son, sí, la señal
del progreso económico que hace posible un ingreso familiar mayor, pero no
una razón para apartarse de las costumbres y fiestas locales; además, casi toda
la población sabe lo trabajoso que es ganar el dinero en el otro lado de la
frontera.
En el lugar donde nace el sol, la ausencia no es extraña. Ahí saben que
la migración lo cambia todo, y que todos cambian con la experiencia
183
migratoria, aunque siempre estén pensando en retornar. No todos los que
anhelan el regreso lo consiguen, ni todos los que regresan lo hacen en las
condiciones que soñaron. Como plantea Berger (2011) “el regreso definitivo
es mítico. Da sentido a lo que de otra manera no lo tendría. Es más grande que
la vida. Es materia de la añoranza y las plegarias. Pero también es mítico
porque nunca sucede tal como se le imagina. El regreso definitivo no existe”.
(p. 230)
Por lo menos una vez al año, alrededor de mil migrantes tonatiquenses
vuelven a casa temporalmente. Estos retornos (pueden ser de unos cuantos
días o hasta de meses) les sirven para no desvincularse de sus querencias, y
para reeditar las despedidas, que ―ellos lo tienen presente― un día serán las
últimas.
Para los habitantes de Tonatico que emigran por primera ocasión, la
información es muy abundante sobre lo que les espera en el trayecto y una vez
que lleguen a territorio estadunidense. Ellos saben que en la actualidad hay
más peligros que sorpresas y que, generalmente, las nuevas experiencias
migratorias transcurren ya sobre una base construida histórica y socialmente
en sus razones, justificaciones, procesos, redes, rutas, consecuencias y sus
posibles desenlaces. Sin embargo, cada experiencia conserva su
individualidad. Es única e irrepetible.
184
En Chicago, el trabajo de los emigrados es abrirse paso en un medio que
les da la oportunidad de desarrollarse pero que los desconoce, que los desafía
a recobrar una identidad que en su lugar de origen nadie les niega. Me dicen
en Tonatico: allá no hay límite para el que quiera trabajar, aprender,
progresar, hacerse de un patrimonio. Allá es raro que te encuentres con
alguien que te salude en la calle, todo es dinero y el dinero es todo; allá hasta
parece que no nos quieren.
II
Quienes viven la experiencia migratoria saben que en la ausencia se
refuerzan y valoran mejor vínculos antes ignorados con el lugar de origen y
con quienes permanecen ahí. Saben que esa experiencia da lugar a una forma
distinta de ver la cotidianidad (en ambos lados de la frontera). Aprenden que
la nostalgia alimenta sentimientos y deseos desconocidos, que se agudizan con
la sensación de desarraigo y las diferencias y contrastes con el lugar de origen
que hace más evidentes una ciudad ―global― como Chicago. En este
entorno, las paradojas que acompañan a la experiencia ― y que se
materializan, por ejemplo, en muchos de los empleos a los que se tiene
acceso― se pueden volver muy chocantes: abandonar hijos para trabajar
cuidando niños; dejar a familiares enfermos o mayores, para dedicarse al
cuidado de enfermos crónicos o personas mayores; dejar sus casas y
185
pertenencias para trabajar cuidando, reparando o manteniendo residencias,
campos y jardines a miles de kilómetros.
En Tonatico, particularmente, esto no se ignora ni se oculta, como
tampoco se esconden las razones principales para emigrar. Éstas, básicamente,
siguen teniendo las mismas motivaciones desde hace décadas: están
vinculadas a urgentes necesidades económicas, a proyectos migratorios
familiares, o a procesos de reunificación familiar.
Quienes viven la experiencia migratoria han aprendido que el
desprendimiento del lugar de origen no es algo que suceda sólo por remontar
distancias y muros con el fin de tener mayores ingresos, y que la integración
en la sociedad estadunidense implica más esfuerzos que sólo adherirse a los
rasgos o valores dominantes, como, por ejemplo, poner en un lugar especial al
dinero, al patriotismo, a la convicción de ser el país (por excelencia) más
democrático, más libre, más poderoso, más disciplinado, más respetuoso de la
ley; donde hay más abundancia y lujo, donde la gente vive más feliz, donde
están las mejores universidades, las fábricas más grandes y modernas, las
marcas comerciales más poderosas, las fuerzas armadas más letales, la ciencia
más avanzada, los mejores lugares para trabajar, para comprar y para el ocio;
la cuna de los héroes más venerados, la bandera más admirada, el país donde
se aplican penas ejemplares a los criminales, donde no hay sueños imposibles,
186
donde todo es grande, donde el techo es el cielo; donde surgen las modas, las
tendencias, las vanguardias, los excesos.
Los inmigrantes saben que la integración social no pasa por rendirse
ante esas certidumbres, porque emigrar no significa desterrarse y olvidar. La
emigración de tonatiquenses es histórica, ha acumulado experiencias y
estrategias de apoyo y reproducción, al tiempo que da cuenta de las tensiones
sociales que la ausencia produce en el lugar de origen, y aquellas que crea la
llegada del otro, del extraño, en el lugar de destino.
En su intervención durante la ceremonia del día del Migrante
Tonatiquense (enero de 2015), Malena (residente en Texas) habló de lo difícil
que puede ser la experiencia migratoria ―tanto para quien recién la inicia,
como para quienes han vivido mucho tiempo en Estados Unidos.
Nadie nos dice que en Estados Unidos es otra cultura, que es otro idioma, y lo traumático
que puede resultar para una y para sus hijos. La vida allá no es fácil, pero tampoco
imposible. Todos tenemos derechos en cualquier país donde estemos. Antes, los mexicanos
sólo íbamos a Estados Unidos a la pizca y a la fábrica, pero eso está cambiando. En la
comunidad de inmigrantes ahora tenemos universitarios y militares, y estamos muy
orgullosos por ello. Me propuse cambiar el estereotipo que hay del mexicano en Estados
Unidos, y se lo dije a mis hijos, porque los americanos creen que los mexicanos somos
flojos, sucios, impuntuales; pero somos trabajadores, vamos a la pizca, a la fábrica,
187
limpiamos casas, y también hay universitarios y militares, que con mucho orgullo dicen:
¡soy mexicano y estoy en la militar!
III
En Chicago, hay quienes trabajan para cambiar las cosas, para que el
papel, las aportaciones y la importancia de los inmigrados en la economía,
cultura y sociedad de Estados Unidos sean reconocidos y valorados como la
obra de seres humanos con dignidad, derechos e identidad. Seres humanos
que, además, sufragan todos los costos económicos de su migración y todos
los costos sociales, personales y humanos que sus consecuencias traen
consigo.
En Estados Unidos, los inmigrados acceden a una “vida nueva” a costa
de desvanecer poco a poco la que dio inicio en el otro lado de la frontera. Con
el tiempo, se dan cuenta que su noción del presente apenas se corresponde con
el tiempo que corre y las circunstancias que viven. Allá, pareciera que lo
actual hubiera quedado atrapado entre un pasado irrecuperable y un futuro que
sólo visualizan bordado sobre lo quedó atrás. (Estar allá para mí fue como un
sueño, como un lapso de tiempo detenido en mi vida. No era vida lo que se
llama vida, sino era como estar en una burbuja dando vueltas. Juan de Dios
Colín).
188
En Chicago viven también quienes no están dispuestos a permanecer en
lo que Monsivaís (2012) llama “la geografía de la esperanza” (p. 94) y forman
parte de un movimiento cultural que se alimenta en la historia de esa ciudad,
en la de sus barrios, en la de las comunidades de origen latinoamericano, y en
la historia personal de cada uno de estos disconformes (en su mayoría
inmigrantes o descendientes de éstos) y en su experiencia como trabajadores
―lo que les permite entender y entrar en comunión con quienes viven para
trabajar.
Estas personas conocen el fenómeno migratorio en primera persona, se
han hecho preguntas acerca de éste, y a partir de su caso identifican ―y se
identifican en― una experiencia colectiva que es histórica, que tiene lugar en
una de las llamadas ciudades globales, y que da origen a reflexiones que
derivan en conocimiento, se vuelven conciencia y se hacen arte.
Particularmente, en el barrio de Pilsen, artistas plásticos, músicos,
escritores, poetas, actores, activistas sociales, periodistas, comerciantes,
trabajadores, escuelas públicas, organizaciones y centros comunitarios forman
parte de un movimiento vigoroso que afronta a los prejuicios y a los
estereotipos que sobre la inmigración y los inmigrantes se han construido en la
sociedad estadunidense.
189
Pilsen es un barrio lleno de arte y de artistas, y ahí, muchos de ellos han
usado paredes del barrio para pintar murales que narran, invocan, evocan,
claman, reclaman, conmemoran, rememoran, exaltan, condenan. Son obras
abiertas al tiempo y a la mirada de todos.
Esos murales son probablemente la expresión más visible de la lucha de
la comunidad mexicana en Chicago por enaltecer su origen, por preservar su
herencia, por reivindicar su lugar en la vida de la ciudad (aquí estamos) y en
su desarrollo reciente. Son una forma de afirmación de la identidad, y también
de resistencia, y una propuesta de diálogo basada en una imagen, monumental,
en muchas ocasiones. “Dialogar cara a cara con los otros requiere, pues,
rechazar los principios integradores (históricos, sociológicos, filosóficos,
morales, religiosos, eróticos…) empeñados en reducir a los individuos a
determinantes homogéneos que los condicionan fatalmente y ante las que no
queda más que someterse.”. (Juanes, 2013, p. 508)
En el Barrio, han dejado su huella artistas como: Ray Patlán, Carlos
Cortez, Mario Castillo, Jaime Longoria, Oscar Moya, Marcos Raya, Roberto
Valadez, Salvador Vega, Alejandro Romero, José Gamaliel González, Aurelio
Díaz, Malou Ortega, José Guerrero, Héctor Duarte.
190
Desde el Barrio, otras personas han proyectado su trabajo plástico,
literario, poético, periodístico, académico, de difusión cultural. De muchos de
los contemporáneos ―creadores y activistas―, están ahí el asiento y la
plataforma de su actividad; y para los que no, Pilsen es un referente de la
vitalidad del español como lengua común y espacio de confluencia crítica y
creativa. Ahí tiene lugar y es reconocida la producción de artistas y creadores
como ―entre otros―: Diana Solís, Jesús Acuña, Jesús Macarena, Esperanza
Gama, José David, René Hugo Arceo, Raúl Dorantes, Febronio Zatarain,
Francisco Piña, Juan Mora-Torres, Leonard Ramírez, Sandra Cisneros, Ana
Castillo, Olivia Maciel, om ulloa, Catalina María Johnson, Graciela Reyes,
Leda Schiavo, Julio Rangel, Luis Jahn, Víctor Espinosa, Beatriz Badikian,
Fernando Olszanski, Gerardo Cárdenas, Bernardo Navia, Jorge Frisancho,
Juana Iris Goergen, Johanny Vázquez-Paz, Elizabeth Narváez-Luna, Carlos
Cumpián, Moira Pujols, Jochy Herrera, Jorge Hernández, León Leiva, Nicolás
de Jesús, Alexy Lanza, Esaú Meléndez, Rosario Vargas, Carlos Tortolero,
Ricardo Armijo (†). Ahí es valorado el apoyo y la obra en favor de la
comunidad latina de Chicago por ―entre otros― Carlos Arango, Carmen
Velásquez, Rosario Rabiela, Mary Kay Vaughan, Eleazar Delgado, Elizabeth
de la Ossa, Marc Zimmerman, Carolina Cifuentes, Ester Soler.
191
Pero Pilsen está cambiando. ¿Cuánto le afectó quedarse sin el centro
comunitario Casa Aztlán, sin el restaurante la Décima Musa y sin Radio Arte
90.5 FM? ¿Por cuánto tiempo más será la comunidad insignia de las
comunidades latinas de Chicago? ¿Hasta cuándo será el barrio mexicano por
excelencia? Nadie puede responder. La única contestación, que más bien es
una certidumbre que no quiere convertirse en resignación, es: Pilsen está
cambiando.
Por esa razón, son las personas que han vivido y que viven en Pilsen
quienes, otrora, hicieron de este lugar la puerta de entrada de los mexicanos y
otros latinoamericanos a Chicago, son todos ellos quienes ―cuando menos
durante las últimas cinco décadas― han creado prácticas sociales de
integración social, económica y cultural. Son ellos quienes han ideado
diversas formas y medios de relacionamiento social intercultural, que tienen
su base en la experiencia migratoria y en la contemporaneidad de dos o más
generaciones de una familia que tiene sus raíces en otra parte del continente
americano.
Los residentes históricos de Pilsen saben que la migración produce una
redefinición de la identidad, de las relaciones parentales, como también de
muchos aspectos vitales asociados al hecho de arribar a una realidad nacional
192
y local que transcurre bajo pautas culturales distintas y medidas coercitivas
cada vez más generalizadas (redadas y deportaciones).
Son estos residentes los que han abierto espacios donde se reconocen y
fortalecen las raigambres, y también se analiza y crítica lo que pasa en el país
de origen, como lo que sucede en Chicago; desde ahí se lucha, se cuestiona, se
crea; ahí nacen también los personajes entrañables. Una noche de mayo de
2006 cenamos María, Mercedes y yo en el que fuera uno de los lugares de
reunión más importantes de la comunidad latina en Chicago: el restaurante
Décima Musa (mayo de 1982 - octubre de 2010), ubicado en la esquina de la
calle 19ª y Loomis, en Pilsen.
Cuando llegamos, nos dirigimos directamente a la barra, ahí estaba
Rosario Rabiela, quien reconoció a María de inmediato:
― Y qué milagro que viene por acá. Mañana cumplimos años aquí; veinticuatro, y también
es mi cumpleaños. Lo vamos a festejar, así que los esperamos mañana.
Después se dirigió a la sinfonola, donde programó varias canciones; la primera, Sólo le pido
a dios, interpretada por Mercedes Sosa.
Cuando regresa a la barra le digo
― Rosario, así que hace veinticuatro años que abrió el restaurante
― Sí, veinticuatro años
― ¿Ha estado siempre en este lugar?
― Sí, siempre
193
― Y ¿qué opina usted de los cambios que comienzan a verse en el Pilsen?
― Bueno, pues es como todo; como una persona, cambia y ya
― Usted ¿cómo los ve?
― Con una actitud muy positiva. Siempre hay que tener una actitud positiva
― Y ¿cómo ve usted ahora a la comunidad?
La paciencia de Rosario ante mis preguntas duró poco.
― ¿Cómo la ves tú?
― Bueno, le pregunto porque vengo de México a Chicago luego de unos años y…
― Ah, sí. ¡Pues yo también vengo de México! Y tú ¿como ves México?
― Yo, muy mal
― Ah bueno, ¡pues pónganse a hacer algo los mexicanos que viven en México! ¡Chicago
ya hizo lo que tenía que hacer, y ahora les toca a ustedes hacer algo!
― Bueno, yo le pregunto porque me interesa su…
― ¡Ya! ¡Hasta ahí!
Rosario terminó tajante. No volvió a dirigirme la palabra, y menos, su mirada. La voz de
Mercedes Sosa seguía acompañándonos:
Cambiaaaaaa, todo cambia…
Pero no cambia mi amor,
por más lejos que me encuentre,
ni el recuerdo ni el dolor,
de mi pueblo y de mi gente.
Lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana,
194
así como cambió yo
en esta tierra extraña.
Cambiaaaaaa, todo cambia.
Inmediatamente, se dirige a Mercedes:
― Ven, te voy a enseñar
La lleva a un salón contiguo (María y yo, detrás de ellas)
― Mira, este lugar sólo se lo muestro a las personas inteligentes
― Qué hay aquí
― Un bar, que sólo se abre para quienes quieren aportar algo, y para que se reúnan los que
marcan diferencia
Después de mostrarle a Mercedes el bar, los objetos que estaban ahí y que hacían más que
decorarlo, y contarle pasajes de las historias de Chicago y de Pilsen que ahí se escribieron,
regresamos a nuestra mesa.
Con un cansancio que no podía ocultar, la mesera sólo esperaba que nos fuéramos.
Como no dábamos muestras de querer terminar nuestra conversación, se aproximó y con un
tono muy suave nos dijo que era hora de cerrar el restaurante. Pagamos, nos acercamos a la
barra y Rosario recibió nuestras felicitaciones. Ella apagó las luces, aseguró la puerta, y
salió de la Décima Musa con nosotros. Sólo se despidió de María y de Mercedes.
Rosario Rabiela y Carmen Velásquez aportaron, marcaron
diferencia y tienen un lugar en la vida de Pilsen. Su historia está por
contarse, como también la del restaurante Décima Musa, ligado
irrenunciablemente a ellas. Su trabajo, como el de los creadores, ha
ayudado a conformar el carácter de una de las comunidades que forman
195
la comunidad latina de Chicago, y éste, a su vez, es parte de la idea que
se forman de la ciudad y de Estados Unidos quienes inmigran, quienes
desean hacerlo, y quienes permanecen al sur de la frontera
estadunidense.
La vida del inmigrado hace huella que influye en la percepción y
en la mirada de una experiencia histórica y social de la que son parte
sustancial. A partir de la misma se constituyen las miradas personales,
singulares, privadas, íntimas, de la experiencia migratoria que pueden
ser transmitidas, compartidas, heredadas, o permanecer en una maleta
roja (…no quiero que toda esta historia se haga polvo. Rita Arias
Jirazec)
IV
En Tonatico muchas personas construyen significados de objetos
y de contenidos de las imágenes fotográficas en ―a partir de― sus propios
“museos” (como los llama Mary), formados regularmente por fotografías y
recuerdos ―cosas que se conservan para evocar a una persona, un lugar, un
hecho―. Las fotografías, regularmente, cuelgan de las paredes, o están en la
cubierta de algún mueble de la casa, o guardadas en álbumes, sobres de papel
o cajas que reposan en armarios o chifonieres ―acompañadas regularmente de
196
negativos de película fotográfica, que sus dueños están seguros que “ya no
sirven para nada”―, junto a cartas, tarjetas postales, mensajes y notas
manuscritas, recuerdos de ceremonias y festividades, y uno que otro souvenir.
Estas colecciones que reúnen trozos de vida son tan valiosas para la
memoria de una experiencia migratoria que involucra a más de una
generación, como para quien pretende emigrar por vez primera. A pesar de
que quienes en la actualidad emigran disponen de mucha información, no deja
de ser importante para ellos lo que otros saben, incluidos, por supuesto,
quienes han pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos.
En Tonatico, Mary Villarreal y Habacuc López están guardando
imágenes y objetos significativos en la vida de cada uno de sus hijos, para que
―cuando no estén con ellos― encuentren en esos elementos respuestas,
indicios, pruebas, de lo que han sido sus orígenes, su vida y sus vínculos con
Tonatico y Chicago. La imagen y los objetos como parte de su historia, y ésta
como articuladora de testimonios que llenarán de sentido su tiempo por venir.
Con el sacudimiento de la memoria emergerán las huellas que sin el cuidadoso
trabajo de personas como Mary y Habacuc se habrían convertido en
fragmentos, si no inconexos, sí tenues, silenciosos, sombríos, velados,
endebles, ante el tiempo y el acecho del olvido. Los museos de Mary y
197
Habacuc, preservarán la memoria y la mirada de quienes aprendieron de su
historia y se niegan a legar sombras.
Una mañana de septiembre de 2007 conversé con Olivia Maciel,
escritora mexicana radicada en Chicago. Al recordar su trabajo como profesora de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Chicago, me
dijo:
Cuando comienza el curso, los estudiantes tienen interés por acercarse a la obra de grandes
autores. Quieren conocer a Julio Cortázar, a Gabriel García Márquez, a Sor Juana Inés de la
Cruz, a Octavio Paz, a Gabriela Mistral, a César Vallejo, a Jorge Luis Borges; pero cuando
el curso termina, la curiosidad de buena parte de los alumnos de origen latinoamericano está
enfocada en conocer sus raíces. Me han dicho que les gustaría ir a tal o cual país, a tal o
cual pueblo, para desenterrar a su abuelita y que les diga: quiénes son, de dónde vienen,
cómo fue la infancia de sus padres; y también para “reclamarles” a sus antepasados: ¡por
qué no dejaron nada escrito! ¡¡Por qué no le contaron toda su vida a alguien que ahora
pudiera hablarles de ellos!! ¡¡¡Por qué no les dejaron fotografías!!! ¡¡¡¡Por qué se
murieron!!!!
V
Así, la fotografía no está al margen de la experiencia migratoria, y lo
que puede transmitir no se extingue con la contemplación —individual o
colectiva—, por el contrario, una de sus funciones es dotar de sentido a esa
experiencia: cuánto y cómo cambió la vida de alguien con la migración, qué
experiencias tuvo y cuáles le dejaron huellas, heridas o logros. La fotografía y
198
la contemplación de ésta, va más allá de la forma, de las figuras, de las luces y
sombras visibles; registro que no le cierra el paso a la mirada ni a la memoria.
La fotografía es una manera de rescatar la individualidad del migrante, la
particularidad de su experiencia tanto en el lugar de origen como en el de
destino, sobre todo, en medio de un entorno que suele convertirlo en número y
reducirlo a porcentajes, que lo criminaliza, discrimina, estigmatiza, segrega;
particularmente en un entorno ―como el estadunidense― donde con
frecuencia se alzan voces que no dudan en convertir al inmigrado en amenaza
a la “pureza” de la raza, a la cultura del pueblo elegido, a la unidad nacional, a
los valores patrios, y a sus creencias ―religiosas y no religiosas―
hondamente arraigadas en su cultura profunda.
Con su actividad fotográfica, los migrantes no se engañan (la intención
es crear un estado de ánimo desde otro estado de ánimo, Habacuc, López). Ni
siquiera quienes, como dijo Vicente Tapia, “llegan sintiéndose pesados en
dólares”. Eso pasa pronto y quienes emigraron terminan por reconocer que no
es fácil ganar dinero en Estados Unidos (¿Sabes de qué color son los dólares?
¡Del color del dolor! Humberto Mendoza). Durante una conversación con
Antonio, en la colonia El Salitre, Tenancingo, me dijo: “para qué vamos a
llegar al pueblo presumiendo, si nosotros sabemos mejor que nadie qué tipo de
199
trabajos vamos a hacer a Estados Unidos y cuánto nos cuesta ganarnos unos
dólares”.
La fotografía es parte de una urdimbre de trozos de vida vivida,
materializados en imágenes y objetos que dan origen a una trama que emerge
para dar forma a la faz visible de la experiencia migratoria y sus costes.
Amalgama de velos y claridades que es ―y será― objeto de contemplación
―íntima― colmada de memoria y de deseos. Destino común que enmarca y
justifica la selección deliberada de momentos y encuadres que vertebran
representaciones, anhelos e interpretaciones anticipadas de una experiencia
que selectivamente margina lo indeseado, lo “impresentable”.
Por ello es comprensible que en la migración la práctica fotográfica esté
centrada en los momentos especiales, felices, conmemorativos, típicos, fechas
señaladas, aniversarios, graduaciones, nacimientos, enlaces; al mismo tiempo
que da paso a los “nuevos” motivos: la monumentalidad y magnificencia de
edificios y obras públicas en las ciudades estadunidenses donde residen o que
visitan, la abundancia en la oferta de bienes y servicios, las vías y medios de
comunicación, los lugares de trabajo, los vecindarios y su infraestructura, el
clima y los nuevos paisajes ―donde la nieve, lagos, bosques y ríos tienen un
lugar de privilegio―, los compañeros de trabajo, las comodidades y
equipamiento de las casas, las nuevas familias, los actos religiosos, las
200
tradiciones, las fiestas motivadas por éstas, las modas, la vestimenta, los cortes
de cabello, las mascotas, los lugares emblemáticos de la ciudad donde viven o
trabajan, parques públicos y su equipamiento, las reuniones y celebraciones
semejantes a las que se hacen en su lugar de origen y a las que ahora imitan de
los estadunidenses, por ejemplo: “barbacoas” en las “yardas” y en jardines o
parques públicos, usando la vestimenta, los ingredientes y los utensilios de
cocina típicos en esos casos; las nuevas festividades y celebraciones adoptadas
ya como parte del nuevo calendario (las nuevas tradiciones) thanks given day
—“el día del pavo”—, 4 de julio (Independence Day), y Halloween.
Los motivos de las fotografías se expanden, y quienes han emigrado,
como quienes conforman su círculo social más próximo y permanecen en el
lugar de origen, son quienes otorgan a la fotografía el papel que se desprende
de su experiencia, y que sin embargo, no queda establecido de manera
definitiva. Las imágenes fotográficas son una forma de representar y de
interactuar en la migración. La imagen no queda reducida a objeto que
evidencia, sino como elemento clave en la construcción de memoria y de
identidad, mediante imágenes sueltas, únicas, o de secuencias cuidadosamente
seleccionadas. “La fotografía… organiza activamente la temporalidad, toma
precauciones racionales contra la huida del tiempo, arrancándole huellas.
Cuando regresa al pasado transcurrido lo hace en forma de contemplación
201
nostálgica, en un registro equivalente al de la elegía poética”. (Castel en
Bourdieu, 1979, p. 346)
VI
La fotografía no puede separarse de lo vivido. La experiencia migratoria ―en
todas su etapas― es referente primario cuando se trata de conocer el papel de
la imagen fotográfica desde la perspectiva de quienes la viven; sus voces son
insustituibles, sus argumentos irremplazables, y sus imágenes y encuadres son
la esencia de un tiempo elegido, de una representación ― quizá idealizada―
pero que surge de un momento en el que se busca conectar con lo ausente, con
lo perdido, con el pasado, con la memoria, pero también con el futuro. El
momento de registrar lo que se ve para que sea visto.
Recientemente, durante una conversación sobre el tema principal de
esta memoria, el profesor Manuel Velázquez Mejía me explicó:
Al migrar, la dinámica de los hechos culturales circula, se expande, se usa, innova y da
lugar a bienes culturales desde la casa. Los conocimientos del campesino se van. Se va la
música y el taco también. Con la migración todo se va poco a poco, y la fotografía en esta
experiencia da a los hechos culturales una significación profunda de la familia, del
individuo, de la comunidad, y refuerza el significado de lo que aparece en la imagen.
Esto ha ocurrido en Tonatico y en cualquier otro lugar donde las
personas han encontrado en la migración una opción para mejorar sus
202
condiciones económicas, al mismo tiempo que tienen que enfrentar las
consecuencias ―muchas veces devastadoras― de las ausencias.
Transcribo las respuestas que me dieron niños del 6° grado de las
escuelas primarias Benito Juárez, y Josefa Ortiz de Domínguez, del municipio
de Tianguistenco, Estado de México, cuando les pregunté: ¿Qué llama su
atención cuando ven las fotografías que sus familiares radicados en Estados
Unidos les envían?
Espontáneamente, algunos niños respondieron:
― Que se ven más felices
― Que comen mejor
― Que tienen un techo dónde vivir
― Que tienen un empleo
― Que ganan más dinero
― Que viven seguros
― Que no les falta nada
Otros niños, prefirieron escribir.
Rosa:
― En la foto vi un edificio muy grande, un restaurant, las personas son güeras y altas. Mi
papá se ve más elegante y alto.
203
Gabriela:
― Vi una ciudad muy grande, había una ciudad, había un teléfono, y se veía gente, muy
chistosos.
Gustavo:
― En las fotos salen cuando construyen casas y cuando construyen los edificios, y cuando
están en Las Vegas y en Texas, y están muy felices.
César:
― Hay muchos edificios, casas, puestos de comida, escuelas.
Ángel:
― Lo que vi en la foto es que había muchos carros, luces, además muchos niños, los que
viven en casas muy bonitas. Y bueno, ya es todo.
Ángel tomó otra hoja y agregó:
― Tía te escribo para saber cómo estás. Mi tía nada más habla de ti y te pregunto cuándo
vas a venir a San Pedro, ya tiene mucho que no vienes. Tu hija mayor ya tiene un hijo y tú
ni una llamada por teléfono. Bueno, me despido.
El texto de Ángel ayuda a comprender lo que Cristina anticipó: sin una
historia no hay fotografía; y las historias son de quienes viven la experiencia
migratoria, de quienes alimentan la comprensión de ésta a partir de sus
múltiples rostros, de lo que pasa en su piel y en sus adentros. Las historias dan
sentido al papel de la fotografía en esta experiencia. La imagen no puede
204
desmarcarse de las vidas, los sueños, las rupturas, los abandonos, las heridas y
las alegrías; no puede desapegarse de la memoria.
En Chicago, el Museo Nacional de Arte Mexicano expuso, durante el
verano de 2007, la muestra Immigration Stories – Historias de migración, que
fue resultado de un proyecto en el que los alumnos de segundo y tercer grado
de la Cooper School, trataron el tema de la migración y cómo ésta afecta la
vida de los latinos en los Estados Unidos. En la presentación de la muestra
podía leerse: Los alumnos entrevistaron a un miembro de la familia y les
preguntaron sobre su historia de inmigración y por qué decidieron mudarse
de un lugar a otro. Después, los alumnos tomaron una foto de la persona y
crearon un cuadro en la técnica mexicana de repujado para mostrarlas.
Transcribo dos de los textos expuestos:
Yamka
― Mi mamá es de México, del D.F. Mi mamá se vino a Chicago porque estaba buscando
trabajo para ayudar a su familia. Su experiencia cuando se vino a los Estados Unidos fue en
avión. Mi mamá está contenta porque tuvo unos hijos muy bonitos e inteligentes.
Lynnete
― My father lived in Zacatecas, México. My dad came here for money. My dad is happy
because he has a good life here. My dad was 14 years old and he took the bus from
Guadalajara to the border. Then he hired a taxi and the driver stole his wallet. He was lucky
because he has some money in his shoe. It was how he survived. Then he called some
205
friends for help. Then he hired a person to help him cross the border. Then that person left
him in the middle of the mountain. He almost died because it was too cold, and he looked at
the sky and saw an angel. It told him to get up before he finished freezing himself and he
started to move little by little. He started to run to go back to the border. The next day he
tried it again and he made it to Los Angeles. It took about 18 years to get used to the life of
the Unites States.
A continuación transcribo tres textos que, en octubre de 2011, me
entregaron alumnos de la Escuela Benito Juárez, en Tianguistenco, sobre lo
que la experiencia migratoria ha significado para ellos.
Brenda
― Estoy triste porque mi mamá no está conmigo, pero yo sé que está allá por nosotros.
Allá trabaja y nos manda dinero. Pero no tengo que estar triste porque lo hace por nosotros,
para sacarnos adelante y ser una persona buena y estudiosa en el futuro. Pero le prometo
que no estaré más triste. Estaré orgullosa de mi mamá.
Litzi
― Bueno, aunque no conozco a mi papá, sólo lo conozco por fotos, pero siempre sueño
con él y siento que él está, como debe de ser, en mi casa. Pero sé que cuando el venga me
hará muy feliz. Yo estoy un poco enojada con él porque no se viene.
Brandon
― Siento mucha tristeza porque mi mamá nos abandonó a mí y a mi hermanita, y a mi
hermana más chiquita y a la grande. Y siento mucha tristeza en las noches. Sueño que mi
mamá ya está aquí con nosotros. Cómo quisiera que mis sueños se hicieran realidad y
estuviera mi familia reunida otra vez.
206
Y a mi primo [lo abandonó] su papá. También siento tristeza porque ya no está aquí. Yo no
quiero dinero, sino su amor de madre, y para mi primo, su amor de padre, para mi primo y
mis primas. Y quiero que mis sueños se hagan realidad diosito.
207
Conclusiones Todas las fotografías son del pasado, no obstante en ellas un instante del pasado queda detenido de tal modo que, a diferencia de un pasado vivido, no puede nunca conducir al presente. Toda fotografía nos presenta dos mensajes: un mensaje relativo al suceso fotografiado y otro relativo a un golpe de discontinuidad. Entre el momento registrado y el momento presente en que miramos la fotografía hay un abismo. Estamos tan acostumbrados a la fotografía que ya no registramos conscientemente el segundo de estos mensajes gemelos, salvo en circunstancias especiales: cuando por ejemplo, la persona fotografiada nos era familiar y ahora está lejos o muerta. En semejante circunstancia, la fotografía es más traumática que la mayoría de los recuerdos o evocaciones porque parece confirmar, proféticamente, la posterior discontinuidad creada por la ausencia o la muerte.
John Berger
Las fotografías y las voces en la migración son sendas por donde cruzan la
historia y la memoria, el porvenir y el desde entonces, el celo y el hermetismo,
el pudor y la soltura, la ausencia y la ruptura, la pérdida y la penuria, la espera
y la esperanza, el deseo y la entraña, el relámpago y la placidez, las prendas y
las libertades, el miedo y el encanto.
Sólo quien emigra y quien se queda ―a la espera― en el lugar de
origen conoce la relación entre lo que la migración da y quita, entre lo que la
208
fotografía crea y restaura. Para quien vive la experiencia migratoria, el papel
de la fotografía en ésta, surge de lo profundo, de la psique, y no
necesariamente de asociaciones sociales preexistentes.
La fotografía en la experiencia migratoria tiene un proceso diferente al
de la fotografía de la migración. Su origen y su pedido social distan de ser tan
claros como cuando, con la fotografía, se quiere hacer arte, documentar un
hecho, denunciar una injusticia, ilustrar un tema, difundir información,
identificar a una persona, “fichar” a un indocumentado, ganar certámenes,
acceder a becas, u obtener ganancias que hagan rentable una empresa de
fotografía.
La fotografía en la migración:
- tiene el papel que deviene de una vida, de una historia, de una
experiencia singular: es Mary que no se siente abandonada, es
Esperanza que vive la dicha de no haber sido olvidada, es Juan de
Dios y su existencia encapsulada, en la que la fotografía lo impulsa a
regresar a su terruño; es José aprehendiendo instantes mediante
reflejos luminosos que lo libran hoy del silencio deliberado, es Luis
que no se ha quedado sin José, son Pablo y Gumersindo que con sus
imágenes alimentan la añoranza y mitigan la duda del que no puede
regresar para ver qué pasa día a día en la tierra donde nace el sol, es
209
Mac que captura reflejos luminosos de instantes irrepetibles
―irrecuperables, invaluables―, es Cristina que antepone su historia
a su fotografía, es Vicente que herido de nostalgia le compone
canciones a Tonatico; son Delia, Antonio, Humberto, Ángel,
existencias llenas de cicatrices y de memoria viva; historias que se
niegan a pertenecer a vidas silenciadas desde el poder, que las
prefiere “visibles” en una cifra.
- cumple, así, el papel de visibilizar a los migrantes de verdad, que
desafían con su historia los estereotipos y los eufemismos con los
que (en ambos lados de las fronteras) quieren hacerlos invisibles,
apiñándolos en cuerpos ―gráficos― sin identidad ninguna, pero
reconocidos (a conveniencia de los poderosos) sólo como
proveedores anónimos de dinero que alivia las necesidades de su
gente y las miserias de su país.
- permite a quienes viven la experiencia migratoria, romper el
monólogo de los lugares comunes allá y aquí. Por medio de la
fotografía hay una representación distinta, una auto-representación
desde lo vivido (historia, contexto, individualidad, singularidad,
finitud ―Jorge Juanes dixit―), hay un desplazamiento hacia lo
particular, hacia personas ―con identidad propia― que cuestionan,
210
confrontan, y hasta destruyen, el discurso del poder, que niega y
oculta las causas de la migración económica.
- aleja al migrante de las apariencias y cuenta su historia, su devenir y
sus anhelos. Le permitirá, para cuando ya no pueda hacerlo mediante
palabras, enterar a quienes vienen detrás de él, quién y qué clase de
persona fue mientras duró su vida. La fotografía será un medio para
que las personas a las que el migrante se dedicó intensamente,
reconozcan sus sacrificios y sus logros, y para que el tiempo no lo
borre de la memoria de los suyos, para que lo “desentierren” quienes
quieran saber de él, para que no sea condenado a morir dos veces a
causa de la misma muerte, y para que la orfandad de sus
descendientes desamparados no sea algo irremediable.
- transcurre entre sentimientos, emociones y convicciones,
abiertamente expresadas o secretamente guardadas. Da lugar, como
afirma Castel (en Bourdieu, 1979), a entender actitudes sociales más
profundas.
- cumple funciones vinculantes entre las personas y los lugares (la
espera en el origen, los vacíos en el destino), documenta una
experiencia que supone ausencias mutuas, y puede atenuar éstas en
ambos lados de las fronteras. Se vuelve compañía, alimenta los
211
recuerdos, las certezas y las dudas; mantiene los afectos, permite al
emigrante grabar, registrar un diálogo personal, y hasta íntimo, sobre
su experiencia —imágenes no compartidas o para compartir con
futuras generaciones—. Esas imágenes se convierten para el
emigrante en la fotografía desde su migración y en su migración. Es
parte de lo irrenunciable (el derecho y la libertad de migrar) y de lo
irreparable (los sueños de un niño que no se cumplen, y el futuro que
arrastrará la incomprensión y hasta resentimiento por el dolor
provocado por las rupturas). Con la fotografía, la experiencia
migratoria va dando forma a una mirada sobre sí misma y desde sí
misma.
- la vida del inmigrado hace huella que influye en la percepción y en
la mirada de una experiencia histórica y social de la que son parte
sustancial. A partir de la misma se constituyen las miradas
personales, singulares, íntimas, de la experiencia migratoria que
pueden ser compartidas, heredadas, o permanecer indefinidamente
en una maleta roja.
- proponiéndoselo o no, es fuente de microhistorias de comunidades,
familias, personas. Si “ver una imagen no es lo mismo que ver el
mundo” (Frizot, 2009, p.185), y si el mapa no es el territorio Latour
212
(2010, p. 71), la fotografía ―se puede afirmar― no es la experiencia
(“no hay información si no hay panorama”, Latour, 2010, p. 58).
Pero mapa y fotografía trascienden representaciones previas,
funciones asignadas, analogías rígidas. La fotografía en la migración
está vinculada a una vida vivida, más que al azar, a la técnica y al
esteticismo. Es parte de una decisión sobre el momento fotografiado,
del estado de ánimo del que surge y el que quiere crear (como
precisa Habacuc López) con la imagen compartida. Duelo y
celebración concurren en ésta, realidad y deseo (de otra realidad)
también.
- implica que los sujetos no queden sometidos a un papel dentro de la
imagen. No es adoptar una mímica del migrante que todos reconocen
y descifran por igual (éxito, logros, abundancia, americanización).
La fotografía en la migración es mensaje que da origen a la voz, a la
palabra. Las fotografías son esas minucias que hacen estallar
historias (muy personales, y a veces, pretendidamente herméticas)
que dan origen a sentimientos que se multiplican y se vuelven
comunes (se reconocen) en existencias que, por necesidad, se han
desgarrado en vacíos y añoranzas, en esperas y frustraciones, en
opciones y en alivios.
213
- da paso a otra noción del tiempo y, de éste, en la vida. En la
fotografía el tiempo es breve, omnipresente, compañero inseparable
de la luz ―velocidad máxima por antonomasia―. Con la migración,
el tiempo no es continuo sino cíclico, y la vida se “desdobla” para
crear otra, que puede devenir en realización y en victoria, o en una
vida “irreal”, subrepticia, atemporal, “encapsulada”. En las
migraciones humanas no todo está por verse, ni todo está a la vista.
La potencial ceguera asociada a las ausencias mutuas, tiene un
contrapeso en la fotografía, que ayudará a impedir que éstas dejen
vacíos a merced del olvido o de las idealizaciones. Gracias a la
fotografía, el tiempo dura otro poquito y da ocasión a que pasado y
presente se engasten sin aviso previo.
- devuelve la identidad a los migrantes, identidad perdida en medio de
cifras, acusaciones y prejuicios (murieron tantos migrantes en el mar
x o en el desierto y, capturaron a tantos migrantes en la frontera tal,
los migrantes de origen w forman el grupo de población más
numeroso en el lugar z).
- es una selección de lo que el migrante quiere recordar y por los que
quiere ser recordado, esto es lo que da origen a la cautela que hay
sobre la fotografía en la migración. Si los migrantes son reservados
214
con sus fotografías es porque en ellas tienen un nombre, una historia,
una identidad que los números no reconocen. En las fotografías de
familia, o como Chéroux la nombra: en la fotografía vernácula,
doméstica (2014, pp. 11-16) hay un tiempo, un lugar, unas
circunstancias, unas personas reales, que escapan a los criterios y
parámetros de legitimación “científica”, “artística” o del mercado.
las fotos de aficionados sirven para escribir el gran relato familiar y, a la
inversa, muchas fotografías decorativas, hechas por profesionales, terminan
en el álbum de la familia […] la fotografía vernácula se sitúa fuera de lo que
hasta hoy ha sido reconocido como indudablemente digno de interés por las
principales instancias de legitimación cultural. Para bien o para mal, se
desarrolla en la periferia de lo que constituye una referencia en la esfera
artística […] lo que no significa obligatoriamente que todas estén
desprovistas por completo de cualidades estéticas. (Chéroux, 2014, pp. 14,
16)
- da origen a la palabra, no la sustituye. En la fotografía, como en la
experiencia migratoria, no hay nada impersonal y cualquier conjetura
involucra a las personas que viven ésta en primera línea. Las
fotografías, su contenido y las narrativas que de ellas surgen, les
atañen. En este caso ―como en muchos otros― una imagen no dice
más que mil palabras; porque las funciones sociales de la fotografía
en la experiencia migratoria devienen tanto de la imagen en sí, como
de su contexto, de la información a que da lugar. Con las
215
evocaciones que la fotografía suscita surgen las conversaciones, las
descripciones, los indicios y las reflexiones profundas, sobre lo que
la imagen muestra y oculta al mismo tiempo.
- los migrantes se encuentran, se reconocen y se reconectan con sus
referentes familiares y culturales. Por medio de la fotografía hablan,
recuerdan, callan y no olvidan; se construyen y reconstruyen
biografías, rupturas, se informa, se comparte, se documenta, se narra
desde una percepción propia. Una existencia no cabe en un número,
en una cifra, en un porcentaje que “objetiva” regularidades, pero que
desconoce lo que no puede ser medido. Las personas no se
reconocen en una gráfica sino en una imagen y en su singularidad.
- no puede separarse de lo vivido. La experiencia migratoria es el
referente primario de lo que luego pueda decirse desde la perspectiva
de los sujetos (insustituibles tanto en la experiencia misma como en
las interpretaciones que puedan hacerse de ésta). Los que han
emigrado, los que conforman su círculo social más próximo y los
que permanecen en el lugar de origen, son quienes otorgan a la
fotografía las funciones que se desprenden de su experiencia. Éstas
no se establecen de manera definitiva, sino que están en un proceso
continuo de construcción; porque la experiencia pasa también por la
216
hechura de imágenes fotográficas, que no quedan reducidas al papel
de prueba, de evidencia, sino como elemento clave en la
construcción de memoria y de identidad. A través de imágenes
sueltas, únicas, o de secuencias cuidadosamente construidas, Mary
Villareal y Habacuc López están haciendo un “museo”, una caja del
tiempo, para cada uno de sus hijos. Fotografías, videos, juguetes,
prendas de vestir, cartas, tarjetas y otros objetos que en el futuro les
hablarán de sus orígenes en Tonatico y en Estados Unidos, serán
parte de una memoria hecha con elementos que Mary y Habacuc no
dispusieron en su infancia, ni en los inicios de su experiencia
migratoria. Ellos sufren hoy por las carencias de ayer, pero están
dispuestos a que esto no se repita; aunque, ellos lo saben, el valor y
la estimación más alta de lo que hacen hoy, no vendrá sino cuando
ellos ya no estén entre los suyos.
- es parte de esa resistencia en la espera; es parte del desasosiego y la
angustia, al mismo tiempo que del aliento y la perseverancia. Es
motivo de añoranza, pero también de alivio.
- no totaliza la experiencia, pero es una forma de comunicar y
significar ésta. Mediante la fotografía se comparte y se amplía una
experiencia común, aun en lugares como en Tonatico, donde la
217
migración no da lugar al asombro, aunque sí a su memoria social.
Pero en un contexto como este, la privacidad y la reserva sobre las
fotografías familiares, paradójicamente, es mayor. Las fotografías
más valoradas no se comparten, quedan en el espacio privado, aún en
esta era de comunicación y transmisión instantánea de información.
El papel de la fotografía en la experiencia migratoria no depende de
una explicación –dada o pedida- de los sujetos que participan de esa
experiencia desde dentro, la fotografía no va acompañada de un
discurso, somos los de fuera quienes intentamos explicarla. Tanto los
que están en el lugar de origen como los que están en el de destino
saben que hay momentos que no están fotografiados —ni quieren
que se fotografíen—, saben que hay discontinuidades como la
muerte o cuando el emigrado se “pierde” —es alcohólico o adicto a
otras drogas, cae preso, forma otra familia y abandona a la que dejó
en el lugar de origen, o rompe deliberadamente todos los nexos con
su círculo social más próximo en el lugar de origen, y nunca vuelven
a saber de él―. Y no estamos hablando de existencias simuladas ni
de una posición contemplativa, sino de una estrategia de
reproducción social basada en provocar tranquilidad, más que en
transmitir credibilidad. Con la fotografía (en ambos lados de las
218
fronteras) no buscan conocer ni postular “toda la verdad”, sino una
razón, un sentido a la migración, a la ruptura, a los sufrimientos, al
abandono, y a la vigencia de un sueño. A propósito, un paréntesis:
Una mañana del final del verano de 2007, mientras José (un joven
inmigrante mexicano en Chicago) tomaba nota de lo que Olivia quería
desayunar, yo me apresté a proponerle una entrevista, me respondió que no
podía ser, porque al finalizar su turno en ese restaurante tenía que irse a toda
prisa a su segundo trabajo: aquí en Estados Unidos tienes que trabajar
mucho para juntar algo de dinero para vivir aquí y para mandar a la
familia. Yo tengo dos trabajos y ni así me alcanza, salgo de uno y me voy
corriendo para el otro, siempre ando con sueño, ¡ese es el único sueño
americano que conozco!
- se asocia a una búsqueda de sentido, de la razón práctica, objetiva, de la migración, de la separación y las rupturas que ésta produce.
Al andar se hace camino… dijo el emigrante andaluz, y yo, con la ayuda
de los que saben, seguiré andando. Las puertas y los caminos permanecen
abiertos, y como plantea Berger: EL FUTURO VUELVE A ESTAR DISPONIBLE.
219
Epílogo
El cuento que incluyo en esta parte
de la memoria, está inspirado en un
hecho real. Lo presento aquí como
muestra de respeto a todos los
migrantes que, en la búsqueda de una
vida más digna para ellos y sus seres
queridos, aman, se rebelan, se
desgarran, y caminan o afrontan a la
mar.
220
CELESTÍAS Alejandro Zarur Osorio
Después de caminar durante diez noches y esconderse de la luz por otros
tantos días, su cuerpo menudo y herido no parecía el de un joven de veinte
años que dejó de pegar ladrillos en su natal Guatemala. Su aspecto era el de un
hombre mayor, enfermo y con más miedo de quedarse atrapado en el sueño
que de enfrentarse con una realidad que de todo lo priva, y cuando no, se lo
arrebata.
La primera noche al amparo de un techo, no pudo descansar ni tantito.
Abrumado por el miedo a traicionar la confianza y la esperanza de sus
hermanos pequeños, despertó cuando apenas había conseguido quedarse
dormido, y en un estado de excitación que a él mismo conmovió, se volvió
para gritarle a su primo, a quien había convencido para que lo guiara en el
camino de su destino:
—Ramiro, Ramiro ¡levantáte!
—¡Púchica! Celestías. ¿Qué te pasa?
—Te digo que te levantés, ¡ahí viene! ¿Vos no escuchás el aullido?
—No jodás, Celestías. ¿Estás bolo? Sólo tú oyés cosas. Todos están
bien dormidos. Mira hasta aquellos patojos están roncando.
221
—Pero si yo clarito oí el aullido.
—Mejor echáte un cuaje. Vos no dormís desde hace mucho.
—No puedo. Si cierro los ojos sólo oigo la voz de mi mamá que en paz
descanse. Pero no le entiendo nada y su cara la veo muy borrosa, como
salpicada de sangre.
—Bueno, pero sólo acordáte, cuando de veras venga esa vaina, debemos
estar bien pilas para correr y brincar duro.
En la penumbra, Celestías volvió a tenderse sobre su colchoneta; apenas
y durmió. Un fuerte dolor en la espalda lo despertó. Ahora estaba más
asustado. Se dio cuenta de que ardía en fiebre y que tenía las manos
engarrotadas. No salía de su estupor cuando escuchó claramente el aullido y se
preguntó si era una alucinación. Se percató de que no cuando todos se
incorporaron y comenzaron a correr. En la confusión, Ramiro, sin poder
detenerse, le gritaba que lo siguiera; luego se perdió. Fue la primera vez que se
separaron y la última que se vieron. Con muchas dificultades, Celestías se
puso los zapatos y encaminó sus pasos a la salida del dormitorio. Como los
demás, tomó su vida y se marchó.
Poco a poco se vio rodeado de desconocidos. Se dio cuenta que a pesar
de su siniestro eco, el aullido era la señal que muchos otros esperaban. Por
decenas salieron de sus refugios o de sus cautiverios, y todos se desplazaban
222
lo más rápido posible. Nadie se detuvo hasta llegar a eso que parecía una
inmensa escalera de hierro y madera que apenas se asomaba por la espesa
maleza.
Mientras esperaban un nuevo aullido —esta vez más cercano y
potente— para dar el siguiente paso, permanecieron inmóviles, de pie o en
cuclillas, y los más cansados o enfermos, no tuvieron otra opción que tirarse
sobre la húmeda hierba. Celestías se acurrucó, y sin querer, cerró los ojos. No
pudo evitar la pesadilla: sus hermanos, desnudos, le mostraban las manos
vacías; Ramiro, vomitando dólares y vestido con el uniforme de un car wash
de Pilsen, le reclamaba airadamente no estar en Chicago, como habían
planeado; un enfurecido burócrata, con las cuencas desiertas, corbata azul y
las manos rojas, escupía sobre él: ¡Cabrón, ve lo que has hecho! ¡Gracias a ti,
México es más conocido por las tragedias que te ocurren aquí que por los
mariachis!
Una voz que ofrecía café y pan gratis lo despertó. Un voluntario de la
Cruz Roja le dio agua y una pastilla, otro una pulsera de plástico. Le pidió que
se la pusiera y escribiera en ella su nombre. Celestías se sintió muy aliviado.
Volvió a sonreír.
Antes de que amaneciera, una luz intensa apareció entre las copas de los
árboles, y cuanto más se aproximaba, todos se apresuraron a buscar un lugar
223
detrás de ella. La densa estela de oscuridad que dejaba a su paso sólo era
desgarrada por una ráfaga de hierros que producían un ruido ensordecedor,
deslumbrantes chorros de chispas doradas y destellos blancos que dibujaban
frenéticas siluetas de hombres, mujeres y niños con los brazos extendidos. A
partir de entonces, para ellos el camino se hizo uno y el destino explotó en
racimos de gusto y dolor.
La lluvia había caído con ímpetu toda la tarde en Arriaga, Chiapas, y
dejó a las flores listas para regalar su fragancia, pero también un matiz
inquietante en el ambiente; como si todo se volviera jabonoso, inasible. Hasta
los sueños se hicieron agua y luego sangre. Como los otros emigrantes,
Celestías tomó su vida y se marchó. Muy animado, recordó lo que Ramiro le
había aconsejado y corrió más rápido que nunca y saltó lo más alto que pudo.
Por un instante, creyó que lo había logrado. Alcanzó a sentir con sus manos la
gélida anatomía de la Bestia, pero ésta le negó cobijo en su lomo. Esa noche,
el alma de Celestías terminó en los brazos de su madre. Su cuerpo, partido en
dos, fue descubierto al alba.
2014 Ciudad Universitaria, Ciudad de México
Universidad Nacional Autónoma de México
224
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229
Anexo 1
Información socio-demográfica
230
POBLACIÓN MUNDIAL POBLACIÓN
HABITANTES
MUNDIAL
7.244.000.000
PAÍSES MÁS DESARROLLADOS 1.256.000.000 PAÍSES MENOS DESARROLLADOS
5.988.000.000
PAÍSES MENOS ADELANTADOS
919.000.000
PAÍSES MÁS POBLADOS
HABITANTES
CHINA 1,393,800,000 INDIA 1,267,400,000 ESTADOS UNIDOS 322,600,000 INDONESIA 252,800,000 BRASIL 202,000,000 PAKISTÁN 185,100,000 NIGERIA 178,500,000 BANGLADESH 158,500,000 RUSIA 142,500,000 JAPÓN 127,000,000 MÉXICO 123,800,000
Fuente: United Nation Population Fund
http://www.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/SWOP2014%20Report%20Web%20Spanish.pdf
231
MIGRANTES INTERNACIONALES (NÚMERO ESTIMADO EN 2014)
214 millones
PORCENTAJE DE LA POBLACIÓN MUNDIAL
3.1 %
PORCENTAJE DE MIGRANTES EN EL MUNDO QUE SON MUJERES
49 %
REFUGIADOS EN EL MUNDO
15.4 millones
Fuente: http://oim.org.mx/hechos-y-cifras-2
ORIGEN Y DESTINO DE LAS MIGRACIONES
INTERNACIONALES
SUR – NORTE
40%
SUR – SUR
33%
NORTE – SUR
5%
NORTE – NORTE
22%
Fuente: http://publications.iom.int/bookstore/free/WMR2013_SP.pdf
Nota del editor: Norte se entienden los países de ingresos altos, y por Sur los países de ingresos bajos y medianos. (p. 31)
232
CONTINGENTE DE MIGRANTES INTERNACIONALES (EN MILES) Y PORCENTAJE DEL CONTINGENTE MUNDIAL DE MIGRANTES EN LAS CUATRO DIRECCIONES
DE LA MIGRACIÓN, DE ACUERDO CON LAS TRES CLASIFICACIONES Y FUENTES PRINCIPALES, 2010
SUR-
NORTE
NORTE-NORTE
SUR-SUR NORTE-SUR
Contingente (miles)
% Contingente (miles)
% Contingente (miles)
% Contingente (miles)
%
DAES/NACIO-NES UNIDAS
74.297 35 53.464 25 73.158 34 13.279 6
BANCO MUNDIAL
95.091 45 36.710 17 75.355 35 7.044 3
PNUD
86.873 41 32.757 15 87.159 41 7.410 3
Fuente: Cálculos de la OIM, basados en datos del DAES/Naciones Unidas
http://publications.iom.int/bookstore/free/WMR2013_SP.pdf
233
POBLACIÓN MUNDIAL DE MIGRANTES POR REGIÓN DE ORIGEN Y DESTINO, 2013
Origen
ÁFRICA
ASIA
EUROPA
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
AMÉRICA DEL NORTE
OCEANÍA TOTAL INTRARREGIONAL
DESTINO
Millones
Porcentaje
ÁFRICA
15,3 1,1 0,8 0,0 0,1 0,0 18,6 82
AMÉRICA DEL NORTE
2,0 15,7
7,9 25,9 1,2 0,3 53,1 2
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
0,0 0,3 1,2 5,4 1,3 0,0 8,5 64
ASIA
4,6 53,8
7,6 0,7 0,6 0,1 70,8 76
EUROPA
8,9 18,6
37,8 4,5 0,9 0,3 72,4 52
OCEANÍA
0,5 2,9 3,1 0,1 0,2 1,1 7,9 14
TOTAL 31,3 92,5
58,4 36,7 4,3 1,9 231,5
INTRARREGIONAL
(PORCENTAJE)
49 58 65 15 28 58
Nota: los totales regionales por origen no suman el total, porque no se disponía de información sobre el país de origen de 6,4 millones de migrantes internacionales
Fuente: ONU. Asamblea General. (2014). A/69/207. Migración internacional y desarrollo Informe del Secretario General. 30 de julio. Estados Unidos: ONU
234
REMESAS
REMESAS ENVIADAS POR LOS MIGRANTES (AÑO 2010)
$440 billones de dólares
estadunidenses
REMESAS ENVIADAS POR MIGRANTES A PAÍSES EN DESARROLLO (AÑO 2010)
$325 billones de dólares
estadunidenses
Fuente: http://oim.org.mx/hechos-y-cifras-2
235
ESTADOS UNIDOS
POBLACIÓN TOTAL ―MILES― (CENSO 2010)
309,350
100 %
POBLACIÓN
EXTRANJERA: 2010
EXTRANJEROS
39,956
12.9 %
EXTRANJEROS NACIDOS EN LATINOAMÉRICA
21,224
6.7 %
EXTRANJEROS NACIDOS EN MÉXICO
11,711
3.8 %
Fuente: The foreign-born population in Unites Estates: 2010
http://www.census.gov/content/dam/Census/library/publications/2012/acs/acs-19.pdf
236
POBLACIÓN DE ORIGEN EXTRNAJERO. HISPANO / LATINO *: 2012
POBLACIÓN TOTAL ―MILES― (2012)
308,827
100 %
POBLACIÓN DE ORIGEN LATINOAMERICANO
52.358
17 %
POBLACIÓN DE ORIGEN MEXICANO
33.671
11 %
POBLACIÓN DE ORIGEN PUERTORRIQUEÑO
4.866
1.6 %
POBLACIÓN DE ORIGEN CENTROAMERICANO
4.249
1.4 %
POBLACIÓN DE ORIGEN SUDAMERICANO
3.072
1.0 %
POBLACIÓN DE ORIGEN CUBANO
1.832
0.6 %
* Hispanic refers to people whose origin is Mexican, Puerto Rican, Cuban, Spanish-speaking,
Central or South American countries, or other Hispanic/Latino, regardless of race.
Fuente: U.S. Census Bureau, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement, 2012
https://www.census.gov/population/hispanic/data/2012.html
237
ÁREAS METROPOLITANAS EN ESTADOS UNIDOS CON MAYOR NÚMERO DE HABITANTES (2010)
1. New York–Northern New Jersey–Long Island, NY–NJ–PA.
18,897,000
2. Los Ángeles–Long Beach–Santa Ana, CA.
12,829,000
3. Chicago–Joliet-Naperville–Joliet, IL–IN–WI.
9,461,000
4. 4. Dallas–Fort Worth–Arlington, TX. 6,372,000
5. Philadelphia–Camden–Wilmington, PA–NJ–DE–MD.
5,965,000
6. Houston–Sugar Land–Baytown, TX.
5,947,000
7. Washington–Arlington–Alexandria, DC–VA–MD–WV.
5,582,000
8. Miami–Fort Lauderdale–Pompano Beach, FL.
5,565,000
9. Atlanta–Sandy Springs–Marietta, GA.
5,269,000
10. Boston–Cambridge–Quincy, MA–NH.
4,552,000
Fuente: Large Metropolitan Statistical Areas—Population: 1990 to 2010 http://www.census.gov/compendia/statab/2012/tables/12s0020.pdf
238
ILLINOIS
POBLACIÓN
12,830,632 (*)
4.2 %
POBLACIÓN DE ORIGEN LATINOAMERICANO
2,078,000 16%
POBLACIÓN DE ORIGEN MEXICANO
1,662,400 80%
POBLACIÓN NACIDA EN MÉXICO
664,960 40%
POBLACIÓN DE ORIGEN MEXICANO NACIDA EN EEUU
997,440 60%
POBLACIÓN DE ORIGEN LATINOAMERICANO DE 5 AÑOS O MÁS QUE HABLA INGLÉS Y ESPAÑOL U OTRO IDIOMA EN EL HOGAR
1,534,000 82%
POBLACIÓN DE ORIGEN LATINOAMERICANO DE 5 AÑOS O MÁS QUE SÓLO HABLA INGLÉS EN EL HOGAR
331,000 18%
239
CHICAGO
CHICAGO ÁREA METROPOLITANA
DE ORIGEN LATINOAMERICANO
Porcentaje
POBLACIÓN (2011)*
8,473,915
CONDADO COOK
5,217,080 (a) 1,273,631 (a) 24 %
DUPAGE
923,222 125,814 14 %
KANE
520,271 161,853 31 %
KENDALL
116,631 18,488 16 %
LAKE
706,222 143,196 20 %
MCHENRY
308,944 36,265 12 %
WILL
681,545 108,208 16%
*Nota: Sólo se incluyen los condados que considera The Chicago Metropolitan Agency for Planning, por lo que no se incluyen los condados de los estados de Indiana y Wisconsin)
Fuente: http://www.cmap.illinois.gov/
Fuente: (a) http://www.pewhispanic.org/states/county/17031/
240
WAUKEGAN
POBLACIÓN -2014-
88,915
PORCENTAJE DE LA POBLACIÓN QUE NACIÓ FUERA DE ESTADOS UNIDOS
29.8%
PORCENTAJE DE PERSONAS QUE EN EL HOGAR HABLAN HABITUALMENTE OTRO IDIOMA ADEMÁS DEL INGLÉS
53.4%
POBLACIÓN DE ORIGEN LATINOAMERICANO
47,612
53.4 %
POBLACIÓN LATINA DE ORIGEN MEXICANO
38,636
43.4 % -de la población-
81.1 %
-de la población latina POBLACIÓN NO LATINA
41,466
46.6 %
241
INGRESO PROMEDIO PER CÁPITA -2013-
$20,226 USD
INGRESO FAMILIAR PROMEDIO -2013-
$46,469 USD
PORCENTAJE DE PERSONAS QUE VIVEN DEBAJO DEL NIVEL DE POBREZA
19.2%
FUERZA LABORAL - PERSONAS-
43,880
PERSONAS EMPLEADAS
39,056
RESIDENTES DESEMPLEADOS
4,824
PORCENTAJE DE DESEMPLEO
11 %
Fuente: Unites States Census Bureau.
http://quickfacts.census.gov/qfd/states/17/1779293.html
http://www.waukeganweb.net/index.aspx?NID=178
242
TONATICO
POBLACIÓN -2010-
12,099
MUJERES 6 300
HOMBRES 5 799
POBLACIÓN NO URBANA 7 565 POBLACIÓN RURAL 4 534 POBLACIÓN ECONÓMICAMENTE ACTIVA
5 068
OCUPADOS 4 918
AGRICULTURA, GANADERÍA, CAZA Y PESCA
1 391
INDUSTRIAL
690
SERVICIOS
2 806
PRODUCTO INTERNO BRUTO MUNICIPAL
284.34 millones de pesos (16.7 millones de dólares)
SALARIO MÍNIMO (2015) 70.10 pesos mexicanos (4.12 dólares diarios)
VIVIENDAS PARTICULARES HABITADAS (2010)
3 214
DISPONEN DE AGUA
2 379 viviendas (8,829 personas)
NO DISPONEN DE AGUA
830 viviendas (3,230 personas)
DISPONEN DE COMPUTADORA
667 viviendas
NO DISPONEN DE COMPUTADORA
2536 viviendas
DISPONEN DE LÍNEA TELEFÓNICA FIJA
1,217 viviendas
NO DISPONEN
1,988 viviendas
243
DISPONEN DE TELÉFONO CELULAR
2,063 viviendas
NO DISPONEN DE TELÉFONO CELULAR
1,142 viviendas
DISPONEN DE INTERNET
405 viviendas
NO DISPONEN DE INTERNET
2798 viviendas
HABITANTES POR UNIDAD MÉDICA
3,220
HABITANTES POR MÉDICO)
991 (Habitante por médico)
INVERSIÓN PÚBLICA PER CÁPITA (ANUAL)
3,230 pesos (190 USD)
EGRESOS MUNICIPALES PER CÁPITA (ANUAL)
8,553 pesos (657 USD)
Fuente: Gobierno del Estado de México. (2013). Estadística básica municipal. Tonatico. México: Autor.
244
Anexo 2
Fotografías
245
La mayoría de los emigrantes abandonan sus hogares llenos de esperanza, mientras los refugiados suelen partir aterrorizados. Pero todos son víctimas de fuerzas que no pueden controlar: la pobreza y la violencia. En el Tercer Mundo se dirigen a las ciudades, pero los más ambiciosos tienen los ojos puestos en Estados Unidos y Europa. Sus viajes son largos y plagados de peligros, pero para los mexicanos, marroquíes, vietnamitas, rusos y muchos otros, el sueño de lograr una vida mejor no se desvanece tan fácilmente. Por el contrario, los refugiados se convierten en emigrantes a su pesar. Las guerras han arrancado de sus tierras a kurdos, afganos, bosnios, serbios y kosovares y, al igual que los palestinos, que llevan décadas en campos de refugiados, anhelan volver a sus hogares. Por desgracia, para algunos la ruptura con el pasado es definitiva.
Sebastião Salgado
Las fotografías que presento en este anexo, forman parte de la investigación
―aunque no de sus resultados en estricto sentido― ya que las hice como un
medio para adentrarme más al tema, para cercarme más a las personas que
migran y a las que permanecen en el lugar de origen, y así, observar y conocer
de cerca las condiciones de su migración.
246
Las imágenes no sustituyen las voces ni las historias de quienes migran.
La fotografía es una forma de involucrarme en el tema, de tomar un lugar y
una posición ante éste: destacar la centralidad de los migrantes y sus
familiares cercanos en la experiencia migratoria.
Nadie puede ignorar que son ellos quienes asumen todos los costos —
humanos y económicos— y también todos los riesgos —incluida la vida
misma— de un desplazamiento laboral que debería darse siempre en
condiciones humanas, dignas, y bajo un régimen internacional claro de
derechos y obligaciones para el trabajador, los gobiernos y los empleadores.
Sin embargo, quien emigra sin la documentación necesaria, se encuentra
en condiciones de vulnerabilidad muy grande durante todo su trayecto. En el
origen, en el destino y el país o países de tránsito, existe ―en los cinco
continentes― un poderoso esquema de violencias, complicidades y economías
subterráneas que se nutre de ellos; que los devora. (Ver Brian, Tara, y Laczko,
Frank, 2014)
Esa es una de las razones por las que la migración entre México y
Estados Unidos no puede entenderse sin la migración de personas de origen
centroamericano —en su mayoría— a territorio estadunidense en su tránsito
por México. En la frontera norte de México sus trayectos y sus destinos se
247
encuentran; ahí, el camino se hace uno y el peligro es igual para todos.
Mexicanos y personas de otras nacionalidades se encuentran bajo los mismos
riesgos cuando están a “un paso” de alcanzar el territorio de Estados Unidos
donde esperan encontrar un trabajo remunerado y, con él, los ingresos para
enfrentar las causas que los llevaron a emigrar.
Por esta razón incluyo ―junto con las de Chicago y Tonatico―
fotografías de la frontera México - Guatemala, de la frontera México - Estados
Unidos, del tránsito de centroamericanos por México y de la caravana de
madres provenientes de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, que,
en busca de sus hijos perdidos, recorren desde la frontera sur de México la
ruta seguida regularmente por quienes en su trayecto migratorio hacia Estados
Unidos transitan por territorio mexicano. La última comunicación que estas
madres tuvieron con sus hijos o hijas desaparecidas fue desde México.
248
TONATICO
© Alejandro Zarur Osorio (2015)
249
© Alejandro Zarur Osorio. Antonio Herrera (Tonatico, 2015)
250
© Alejandro Zarur Osorio. Esperanza Morales (Tonatico, 2015)
251
© Alejandro Zarur Osorio. Mary Villarreal y. Humberto Mendoza (Tonatico 2015)
252
© Alejandro Zarur Osorio. Ángel Arenas (Tonatico, 2008)
253
© Alejandro Zarur Osorio. Pintor Luis Sotelo frente a uno de sus murales ―este dedicado
a los migrantes― (Tonatico, 2015)
254
© Alejandro Zarur Osorio. Boceto mural del Pintor Luis Sotelo (Tonatico, 2015)
255
© Alejandro Zarur Osorio. Habacuc López en su casa, frente al mural del Pintor Luis
Sotelo (Tonatico, 2015)
256
© Alejandro Zarur Osorio (Tonatico, 2015)
257
© Alejandro Zarur Osorio. Esperanza Morales (Tonatico, 2015)
258
© Alejandro Zarur Osorio. Casa Mary Villarreal y Humberto Mendoza
(Tonatico 2015)
259
© Alejandro Zarur Osorio. Señorita Waukegan desfilando en Tonatico (Tonatico, 2015)
260
CHICAGO
© Alejandro Zarur Osorio (2007)
261
© Alejandro Zarur Osorio. Mtra. Rita Arias-Jirazec. National Museum of Mexican Art
(Chicago, 2007)
262
© Alejandro Zarur Osorio. National Museum of Mexican Art (Chicago, 2007)
263
© Alejandro Zarur Osorio. Dr. Juan Mora T. con sus estudiantes en el Consulado de
México en Chicago (2007)
264
© Alejandro Zarur Osorio. Artista plástica Diana Solís (Chicago, 2007)
265
© Alejandro Zarur Osorio. Trabajadora migrante. (Chicago, 2007)
266
© Alejandro Zarur Osoro. Waukegan (2007)
267
© Alejandro Zarur Osorio. Artista plástico Jesús Acuña frente a una de sus obras. (Chicago
2007)
268
© Alejandro Zarur Osorio. Escritores latinoamericanos: Fernando Olszanski, Raúl
Dorantes, om ulloa, Bernardo Navia. (Chicago, 2007)
269
MÉXICO / FRONTERA NORTE
©Alejandro Zarur Osorio. (Tijuana, 2012)
270
©Alejandro Zarur Osorio. (Tijuana, 2012)
271
©Alejandro Zarur Osorio. (Tijuana, 2012)
272
©Alejandro Zarur Osorio. (Tijuana, 2012)
273
MÉXICO / FRONTERA SUR
© Alejandro Zarur Osorio. Río Suchiate, Chiapas (2012)
274
CENTROAMERICANOS POR MÉXICO CARAVANA DE MADRES
CENTROAMERICANAS EN BUSCA DE SUS HIJOS PERDIDOS
© Alejandro Zarur Osorio. Arriaga, Chiapas (2012)
275
© Alejandro Zarur Osorio. Ciudad de México (2013)
276
© Alejandro Zarur Osorio. Tapachula, Chiapas (2011)
277
© Alejandro Zarur Osorio. Arriaga, Chiapas (2012)