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Notas sobre el texto Un relato de aparición de Cristo resucitado, esta vez dos discípulos que caminan de Jerusalén a Emaús Relato bonito literariamente, donde nos narra un estudio psicológico de los protagonistas (pasan del desen- canto mesiánico a una fe entusias- ta en Jesús resucitado (-24,23-). Hay un hilo litúrgico que va enhe- brando todo los elementos esencia- les de la celebración eucarística: a) formación de la comunidad (24,13- 18); b) liturgia de la palabra (19-27); c) y misión evangelizadora (33-35). El evangelista Lucas tiene interés en decir que en Jesús se han cum- plido las Escrituras (25-27). Esta escena es una muestra de como los cristianos releemos las antiguas Escrituras. Ya las primeras comuni- dades, la de Lucas concretamente, pusieron en relación Jesucristo (19- 24) y el Antiguo Testamento (25.27): dos realidades que se iluminan mu- tuamente (26), portadoras las dos de la revelación de Dios. Escuchar la Palabra de Dios es principal en la vida cristiana. La Escritura es la primera clave o vía que Jesús les ofrece para acceder a la fe en su persona. Los gestos de Jesús (30) son los mismos que había hecho durante la último cena con sus discípulos (Lc 22,19). El texto deja entrever que en la celebración eucarística, que también es principal en la vida de los cristianos, Jesús resucitado se hace presente y puede ser recono- cido. III DOMINGO DE PASCUA • AÑO / A • Lc 24, 13-35 ● Primera lectura ● Hch 2, 14.22-33 ● “No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”. ● Salmo responsorial ● Sal 15 ● “Señor, me enseña- rás el sendero de la vida”. ● Segunda lectura ● 1 Pe 1, 17-21 ● “Habéis sido redi- midos por la sangre de Cristo”. ● Evangelio ● Lc 24, 13-35 ● “Lo reconocieron al par- tir el pan”. Lc 24,13-35 13 Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante de Je- rusalén unos trece kilómetros. 14 Iban ha- blando de todos estos sucesos; 15 mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero estaban tan ciegos que no lo recono- cían. 17 Y les dijo: «¿De qué veníais hablan- do en el camino?». Se detuvieron entristeci- dos. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, res- pondió: «¿Eres tú el único forastero en Je- rusalén que no sabes lo que ha sucedido en ella estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo, 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestras autoridades lo en- tregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él se- ría el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer día desde que sucedieron estas co- sas. 22 Por cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dejado asombrados: fueron muy temprano al sepulcro, 23 no encontraron su cuerpo y volvieron hablando de una apari- ción de ángeles que dicen que vive. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo en- contraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no lo vieron». 25 Entonces les dijo: «¡Qué torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que Cristo sufriera todo eso para entrar en su gloria?». 27 Y empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las Escrituras. 28 Llegaron a la aldea donde iban, y él aparentó ir más lejos; 29 pero ellos le insistieron, dicien- do: «Quédate con nosotros, porque es tarde y ya ha declinado el día». Y entró para quedarse con ellos. 30 Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 En- tonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado. 32 Y se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 Se levantaron inmediatamente, volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros, 34 que decían: «Verdaderamente el Señor ha resuci- tado y se ha aparecido a Simón». 35 Ellos contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan.

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Notas sobre el texto ● Un relato de aparición de Cristo resucitado, esta vez dos discípulos que caminan de Jerusalén a Emaús Relato bonito literariamente, donde nos narra un estudio psicológico de los protagonistas (pasan del desen-canto mesiánico a una fe entusias-ta en Jesús resucitado (-24,23-). Hay un hilo litúrgico que va enhe-brando todo los elementos esencia-les de la celebración eucarística: a) formación de la comunidad (24,13-

18); b) liturgia de la palabra (19-27); c) y misión evangelizadora (33-35).

● El evangelista Lucas tiene interés en decir que en Jesús se han cum-plido las Escrituras (25-27). Esta escena es una muestra de como los cristianos releemos las antiguas Escrituras. Ya las primeras comuni-dades, la de Lucas concretamente, pusieron en relación Jesucristo (19-

24) y el Antiguo Testamento (25.27): dos realidades que se iluminan mu-tuamente (26), portadoras las dos de la revelación de Dios. Escuchar

la Palabra de Dios es principal en la vida cristiana. La Escritura es la primera clave o vía que Jesús les ofrece para acceder a la fe en su persona.

● Los gestos de Jesús (30) son los mismos que había hecho durante la último cena con sus discípulos (Lc

22,19). El texto deja entrever que en la celebración eucarística, que también es principal en la vida de los cristianos, Jesús resucitado se hace presente y puede ser recono-cido.

I I I DOMINGO DE PASCUA • AÑO / A • Lc 24, 13 -35

● Primera lectura ● Hch 2, 14.22-33 ● “No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”.

● Salmo responsorial ● Sal 15 ● “Señor, me enseña-rás el sendero de la vida”.

● Segunda lectura ● 1 Pe 1, 17-21 ● “Habéis sido redi-midos por la sangre de Cristo”.

● Evangelio ● Lc 24, 13-35 ● “Lo reconocieron al par-tir el pan”.

Lc 24,13-35 13 Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante de Je-rusalén unos trece kilómetros. 14 Iban ha-blando de todos estos sucesos; 15 mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero estaban tan ciegos que no lo recono-cían. 17 Y les dijo: «¿De qué veníais hablan-do en el camino?». Se detuvieron entristeci-dos. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, res-pondió: «¿Eres tú el único forastero en Je-rusalén que no sabes lo que ha sucedido en ella estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo, 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestras autoridades lo en-tregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él se-ría el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer día desde que sucedieron estas co-sas. 22 Por cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dejado asombrados: fueron muy temprano al sepulcro, 23 no encontraron su cuerpo y volvieron hablando de una apari-ción de ángeles que dicen que vive. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo en-contraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no lo vieron». 25 Entonces les dijo: «¡Qué torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! 26

¿No era necesario que Cristo sufriera todo eso para entrar en su gloria?». 27 Y empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las Escrituras. 28

Llegaron a la aldea donde iban, y él aparentó ir más lejos; 29 pero ellos le insistieron, dicien-do: «Quédate con nosotros, porque es tarde y ya ha declinado el día». Y entró para quedarse con ellos. 30 Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 En-tonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado. 32 Y se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 Se levantaron inmediatamente, volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros, 34 que decían: «Verdaderamente el Señor ha resuci-tado y se ha aparecido a Simón». 35 Ellos contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan.

Notas para fijarnos en Jesús y el evangelio

Estos dos discípulos (13) pertenecen al circulo descrito en 24,9.11 (no a los doce); a diferencia de lo que pasa en otros relatos de apariciones, no reconocen a Jesús enseguida (16). Esto es una indicación de que para el encuentro con el Resucitado (31), no es sufi-ciente con la experiencia sensible. “Los” ojos de la fe “abiertos” (31), que miran aquello que se ha experimentado, son del todo ne-cesarios.

La decepción: Los dos se dirigen a Emaús,, cuando ya ha Resucitado el Maes-tro. Ellos algo han oído (24,9.11), pero no se lo creen. Su situación anímica es de decep-ción, tristeza, abatimiento,… habían puesto su esperanza en Jesús como liberador de Israel, pero la muerte en cruz los ha des-concertado. Huyen de la ciudad, quizás te-merosos de que les alcance la tragedia del Golgota… y de repente se les agrega un via-jero. Se cumple lo dicho en Mt 18,20: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

No caminan en silencio… trazan una his-toria de la vida del Maestro con énfasis en la pasión y muerte (19-24). Terminado este in-forme, Jesús les explica las Escrituras (la historia del pueblo elegido, los salmos, los profetas), ofreciéndoles así la clave de todo lo acaecido en estos días: “era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria” (24,26). Esta explicación exegética de la Escritura les “enciende” el corazón (24,36) y les “ilumina” la mente (24,35); y la idea de un Mesías triunfante (nacional y po-lítico) queda sustituida por la del Mesías su-friente, Siervo de Yahvé anunciado por Isaías (Is 53,3ss).

Las referencias del texto a la celebración eclesial de la Cena del Señor (24,30) indican que la Eucaristía es lugar privilegiado de en-cuentro con Cristo Resucitado. Es en la Eu-caristía -cuando, reunidos en comunidad, hemos tenido en frente los gestos de Jesús en la Último Cena y se nos ha repartido su Pan- dónde nos damos cuenta que Él nos acompaña en el camino de la vida.

Esta escena, que el evangelista sitúa en el domingo de la Resurrección -“aquel mis-mo día” (13) se refiere al domingo (1)- ex-presa el proceso que puede hacer un jo-ven, que puede hacer toda persona y que, de hecho, muchos lo hemos hecho o lo esta-mos haciendo: el proceso que me lleva a descubrir que el Resucitado esta presente en mi vida; a descubrir (31) que, de hecho, ya era antes, cuando no lo reconocíamos (16). Es el proceso de la fe. Un proceso que se hace a través de alguien que

acompaña en el camino (15ss), a través de la escucha de la Palabra (27) que ilumina la vida compartida (17-24), a través de los ges-tos-acciones-sacramentos (29-32), y a través del testigo compartido en la reunión de quie-nes ya habían hecho esta experiencia (33-

35).

Este proceso descrito en la escena de Emaús es el que hará la persona que no co-noce Cristo y a la cual alguien se le acerca en su camino, para hacer camino juntos. El militantes cristiano está llamado a acer-carse a compañeras y compañeros del propio ambiente (trabajo, estudio, ba-rrio...) para ser este acompañante.

Pero también es el proceso de quienes, habiéndolo ya conocido, necesitamos de re-descubrirlo continuamente. Esto lo hace-mos en la Revisión de Vida y en la Eucaristía dominical: acompañados por otros, escu-chando juntos la Palabra, actuando y cele-brando el Sacramento, reuniéndonos en Iglesia – con la Iglesia. De hecho, el evan-gelista presenta una síntesis de su-nuestra fe en Jesús.

La misión: la experiencia del encuentro con Jesús los lanza de nuevo al camino. No importa la oscuridad de la noche. Se ha des-vanecido el pesimismo de antes. Han releído “lo de Jesús” con las claves del Antiguo Tes-tamento. Les urge contar a los demás la ex-periencia que han vivido. Tienen que volver a la COMUNIDAD y decirles a todos que el Señor ha resucitado.

“El Evangelio en medio de la vida” (Domingos y fiestas del ciclo-A)

José María Romaguera Colección Emaús Centro de Pastoral Litúrgica

“¿Arde nuestro corazón?” “¿Arde nuestro corazón?”

VER

E l domingo pasado veíamos el peligro de considerar la Pascua como algo

que “ya pasó”. En diferentes circunstan-cias y ámbitos de nuestra vida podemos perder el sentido de la novedad, la ca-pacidad de sorpresa, ya no nos hacen vibrar, ya no valoramos lo suficiente lo que tenemos. Y esto se produce tam-bién en las relaciones humanas. Así, en una viñeta de Mafalda, ésta, viendo a su padre recién levantado de la cama, pre-guntaba extrañada a su madre: “Mamá, cuando conociste a papá, ¿sentiste que te devoraban las lla-mas de la pasión, o que apenas algo se te tostaba…?”

Ruego para pedir el don de compren-der el Evangelio y poder conocer y es-timar a Jesucristo y, así, poder seguir-lo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

¿Cuál es la experiencia que tengo de escuchar la Palabra de Dios y de cele-brar la Eucaristía como experiencia de fe? ¿Me llevan a la acción, a la acogi-da del otro (29)? ¿Me llevan más a la Iglesia (33-35)?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi en-torno... desde el Evangelio ¿veo?

En los hechos vividos esta Semana Santa, ¿cómo he descubierto el acom-pañamiento de Cristo? ¿Quiénes me han ayudado a reconocerlo?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo su ayuda...

¿DÓNDE ESTÁS?¿DÓNDE ESTÁS?

Que ¿dónde estoy, me preguntas? A tu lado estoy amig@;

vivo y camino en la tierra, peregrino hacia Emaús

para sentarme a tu mesa; al partir de nuevo el pan

descubrirás mi presencia. Estoy aquí, con vosotr@s,

con el alma en flor despierta, en esta Pascua de amor galopando

por las venas de vuestra sangre empapada de un Dios que vive y sueña.

Que ¿dónde estoy, me preguntas? A tu lado estoy amig@;

desnúdate a la sorpresa, abre los ojos y mira hacia dentro

y hacia fuera, que en el lagar del dolor tengo mis gozos y penas, y en la noria del amor,

Yo, tu Dios, llamo a la puerta.

Que ¿dónde estoy, me preguntas? EN TU VIDA, es la respuesta.

Antonio Bellido

JUZGAR

E n este Domingo III de Pascua, los dis-cípulos de Emaús se preguntaban:

¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y nosotros debemos pregun-tarnos lo mismo, porque en la oración co-lecta hemos pedido que tu pueblo, Se-ñor, exulte siempre al verse renova-do y rejuvenecido en el espíritu. Y en la oración sobre las ofrendas pediremos que las reciba de su Iglesia exultante de gozo. Nosotros somos la Iglesia, ¿es esa realmente nuestra actitud?

Después del tiempo transcurrido desde el Domingo de Resurrección, ¿sentimos que nuestro corazón arde, como el de los dis-cípulos de Emaús, o sentimos que apenas algo se nos está tostando, como pregun-taba Mafalda? ¿Acaso somos necios y tor-pes para creer?

A los discípulos de Emaús el corazón les ardía escuchando a Jesús mientras les explicaba las Escrituras. Por si acaso nuestro corazón sólo “se está tostando”, en la 1ª lectura hemos escuchado el re-sumen de lo que es el Misterio Pascual: Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó… os lo entregaron y vosotros… lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resu-citó… y todos nosotros somos testigos. Y finaliza diciendo: Esto es lo que estáis viendo y oyendo. ¿No es motivo suficien-te para que arda el corazón?

Y para que siga ardiendo, en la 2ª lectura hemos escuchado: Por Cristo vosotros creéis en Dios… y habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. La fe y la esperanza que dan sentido a nuestra vida las tenemos gracias a la resurrección de Cristo, y éste es otro motivo para que ar-da nuestro corazón.

Y además de hacerlo con las Escrituras, nuestro corazón arderá sobre todo cuan-do reconozcamos a Jesús al partir el pan. La Eucaristía ha de ser para nosotros el centro y culmen de nuestra vida, es la presencia real de Cristo Resucitado. No podemos contentarnos con “oír misa”, li-mitándonos al “cumplimiento del precep-to”, porque así, a lo sumo sentiremos que “apenas algo se nos está tostando”. Si queremos que nuestro corazón arda, de-bemos participar en la Eucaristía con todo nuestro ser, porque es un verdadero y real encuentro con Cristo. Como dice el Papa Francisco, una verdadera teofanía.

ACTUAR

D espués de dos semanas de Pascua, ¿siento que mi corazón arde, o que

“apenas se me está tostando”? ¿Cómo está afectando actualmente a mi vida que Cristo haya resucitado, ha crecido mi fe y mi esperanza? ¿Me cuesta com-prender la Escritura? ¿Formo parte de algún grupo de formación para com-prenderla mejor, o como decía Jesús a los de Emaús, quiero seguir siendo “necio y torpe”? ¿Participo activa y conscientemente en la Eucaristía como un verdadero encuentro con Cristo Re-sucitado, o me limito a “cumplir el pre-cepto”?

Decía la 2ª lectura: tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Si trans-currido el tiempo que llevamos de Pas-cua sentimos que nuestro corazón no arde, sino que “apenas algo se nos está tostando”, tomemos en serio nuestro proceder como cristianos. Aproveche-mos las oportunidades que se nos ofre-cen para alimentar el fuego del Espíritu que hemos recibido para que, igual que los discípulos de Emaús, resultemos tes-tigos creíbles cuando mostremos a los demás que hemos reconocido al Señor, al partir el pan, y en el camino de nues-tra vida.