ii domingo de pascua• aÑo / b • jn 20, 19-31 · ii domingo de pascua• aÑo / b • jn 20,...

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II DOMINGO DE PASCUA• AÑO / B • Jn 20, 19-31 ● Primera lectura ● Hch 4, 32-35 “Todos pensaban y sentían lo mismo”. ● Salmo ● Sal 117 ● “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. ● Segunda lectura ● 1 Jn 5, 1-6 ● “Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundoo”. ● Evangelio ● Jn 20, 19-31 ● “A los ocho días, llegó Jesús”. Jn 20, 19-31 19 En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estan- do los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». 20 Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». 22 Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes per- donéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos». 24 Tomás, uno de los doce, a quien llamaban «el Mellizo», no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor». Él les dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo». 26 Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, es- tando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». 27 Luego dijo a To- más: «Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28 Tomás contestó: «¡Señor mío y Dios mío!». 29 Jesús dijo: «Has creído porque has vis- to. Dichosos los que creen sin haber visto». 30 Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. 31 Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo ten- gáis vida en su nombre. “Recibid el Espíritu Santo”, les dijo Jesús a los Apóstoles y ese mismo Espíritu continúa ac- tuando en el seno de la Iglesia, animado a los seguidores de Jesús. Ese Espíritu es el que nos ayuda a compren- der tu Palabra. ¿Qué me dice, Dios Padre, en este texto? Puedo imaginarme este primer encuentro de Jesús con sus Apóstoles después del su Crucifi- xión y Resurrección. ¿Cómo les miraría Jesús y como le mirarían los Apóstoles? ¿Qué sentirían unos y otros? ¿No oigo también ahora que el Señor me está dando también a mí la paz, su Paz? ¿No la necesito? Le doy gracias a Jesús porque me ha hecho partícipe de su misma misión. Con Tomás hago la misma profesión de fe. ¡Señor mío y Dios mío! Acción de gracias, petición de ayuda, recono- cimiento de la presencia del Espíritu, conciencia de cooperar en la misma misión de Jesús…

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II DOMINGO DE PASCUA• AÑO / B • Jn 20, 19-31

● Primera lectura ● Hch 4, 32-35 ● “Todos pensaban y sentían lo mismo”.

● Salmo ● Sal 117 ● “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

● Segunda lectura ● 1 Jn 5, 1-6 ● “Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundoo”.

● Evangelio ● Jn 20, 19-31 ● “A los ocho días, llegó Jesús”.

Jn 20, 19-31 19 En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estan-do los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». 20 Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». 22 Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes per-donéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos». 24 Tomás, uno de los doce, a quien llamaban «el Mellizo», no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor». Él les dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo». 26 Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, es-tando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». 27 Luego dijo a To-más: «Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28 Tomás contestó: «¡Señor mío y Dios mío!». 29 Jesús dijo: «Has creído porque has vis-to. Dichosos los que creen sin haber visto». 30 Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. 31

Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo ten-gáis vida en su nombre.

“Recibid el Espíritu Santo”, les dijo Jesús a los Apóstoles y ese mismo Espíritu continúa ac-tuando en el seno de la Iglesia, animado a los seguidores de Jesús. ● Ese Espíritu es el que nos ayuda a compren-der tu Palabra. ¿Qué me dice, Dios Padre, en este texto?

● Puedo imaginarme este primer encuentro de Jesús con sus Apóstoles después del su Crucifi-xión y Resurrección. ¿Cómo les miraría Jesús y como le mirarían los Apóstoles? ¿Qué sentirían unos y otros?

¿No oigo también ahora que el Señor me está dando también a mí la paz, su Paz? ¿No la necesito?

● Le doy gracias a Jesús porque me ha hecho partícipe de su misma misión. ● Con Tomás hago la misma profesión de fe. ¡Señor mío y Dios mío!

● Acción de gracias, petición de ayuda, recono-cimiento de la presencia del Espíritu, conciencia de cooperar en la misma misión de Jesús…

Notas para fijarnos en el Evangelio

● El primer día de la semana, o sea el

domingo es cuando Jesús se hace pre-

sente en medio de los discípulos, con lo

que se nos está resaltando la importan-

cia que tenía en las primitivas comuni-

dades cristianas el domingo, el día del

Señor.

● El domingo es el día en el que Jesús

Resucitado se hace presente en medio

de sus Apóstoles. En domingo continua-

mos reuniéndonos los cristianos, como

lo han hecho los cristianos de todos los

tiempos.

● Por dos veces Jesús les transmite la

paz.

● Jesús es portador de paz, entonces y

ahora.

● La presencia de Jesús Resucitado,

además, les colma de alegría.

● Jesús, según nos muestra el evange-

lista, deja constancia que es el crucifi-

cado a quien Dios Ha Resucitado por

eso la referencia a las manos y el cos-

tado, manos y costado rotos por los

clavos.

● Jesús es el enviado, enviado del Pa-

dre a todas las personas. Enviado para

comunicar la vida de Dios Padre, para

anunciar la salvación, para transmitir la

Paz de Dios.

● Y Jesús, el enviado, a su vez a los

Apóstoles reunidos les confía una mi-

sión, la misma que Él recibió del Padre.

Por tanto hay continuidad entre Jesús y

los Apóstoles.

● Y para recibir su misión les da el don

de su Espíritu. Ese Espíritu les acompa-

ñará en la realización de la misión y les

capacitará para perdonar los pecados.

● Tomás no acepta el testimonio de sus

compañeros y pide una prueba tangi-

ble. Tocar, ver en las manos las señales

de los clavos y en el costado la señal de

la lanza.

● De nuevo Jesús se hace presente en-

tre los Apóstoles y ahora está también

Tomás.

● Tomás ve a Jesús que le dice de ha-

cer lo que el pedía: poner los dedos en

sus manos y su mano en encostado.

● Pero al hacerse Jesús presente, de

nuevo en domingo, Tomás hace un acto

de fe: ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!

● Tomás cree que allí delante tiene al

Crucificado-Resucitado.

● Y Jesús proclama una Bienaventuran-

za: “Dichosos los que crean sin haber

visto”. Ahí nos encontramos todos no-

sotros. Nosotros no hemos visto y cree-

mos en Jesús Resucitado.

● Con todo ello el evangelista quiere

dejar constancia de la importancia que

tiene la fe, por encima de las aparicio-

nes a los Apóstoles. Fe que se irá difun-

diendo gracias al testimonio de los se-

guidores de Jesús

¡Señor mío y Dios mío!

Señor Jesús, Crucificado y Resucitado, vencedor de la muerte y del pecado, a tus Apóstoles te presentas en tu primera aparición ofreciéndoles la paz, tu Paz.

¡Cuán necesaria les era tu Paz! ¡Cuán necesaria nos es también a nosotros tu Paz! Todos necesitamos tu Paz. Danos, Señor Jesús, tu Paz.

Tus Apóstoles han pasado por la dura prueba de verte ajusticiado. Sus ilusiones desaparecieron por un tiempo, y había de reconstruirla de nuevo. Ahí estás Tú para levantar desde los cimientos la nueva fe en tu persona, en tu proyecto. Tú te presentas vivo después de muerto, Dios Padre te ha Resucitado.

En ese primer encuentro con los tuyos que te abandonaron y te dejaron solo ante el peligro les confías el mismo encargo que Dios Padre te dio para que ellos fuesen Continuadores de la obra del Padre. “Como el Padre me envió así os envío yo a vosotros”.

Ahora nosotros somos los continuadores de tus Apóstoles, a los que de nuevo nos envías. Tú nos das tu misión, la que Dios Padre te había encomendado.

Gracias Señor por tenernos tanta confianza. Haz que sepamos ser misioneros, continuadores de la misión que Dios Padre te encomendó.

Señor, que seamos misioneros, que toda tu Iglesia sea misionera allá donde se encuentre.

Ciertamente llevamos en vasijas de barro un gran tesoro, el mismo que Dios Padre depositó en tus manos.

Y para realizar esa misión a los Apóstoles les distes tu Espíritu, el Espíritu Santo. Bien sabías Tú que ellos solos no irían muy lejos. Bien sabías Tú que el encargo que depositabas en sus manos era enorme para sus capacidades. Ahora sucede lo mismo. ¿Qué podemos hacer nosotros con solas nuestras fuerzas?

Necesitamos de tu Espíritu para llevar adelante tu misión.

¡Qué bonita que es la proclamación que les haces a los Apóstoles! Dichosos los que crean sin haber visto. Ahí estamos nosotros.

Gracias, Señor Jesús, por esta Bienaventuranza de la que han participado y participan tantísimas personas que han creído en tu persona y en tu mensaje sin haberte visto.

Haz Señor Jesús que nos dejemos llevar por tu Espíritu para poder ser en el mundo tus misioneros.

VER

E s bastante común en nuestra sociedad acep-tar al “Jesús de la historia”, el personaje his-

tórico que vivió hace más de 2.000 años, pero no aceptar al “Cristo de la fe”: no se acepta la divinidad de ese Jesús histórico, considerando este aspecto como fruto de una invención por parte de los Apóstoles. Se afirma que la ciencia histórica puede tener pruebas suficientes para afirmar la existencia de Jesús, pero que la afir-mación de su divinidad es algo que no se puede demostrar y, por eso, a los creyentes se les considera unos crédulos, víctimas de unos in-tereses ocultos para controlarles y dominarles. De ahí que tenga plena actualidad la pregunta que lanza el teólogo Olegario González de Car-dedal en el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos “Ser cristianos en el corazón del mundo: ¿Es todo ello fruto de un engaño colosal, resultante de una interpretación equivocada o malévola por parte de los primeros discípulos? (Tema 24).

JUZGAR

P ara responder a esta pregunta, y tal como hemos hecho durante toda la Semana Santa,

también queremos acercarnos al tiempo Pascual desde la perspectiva de la fe, porque no quere-mos quedarnos en una visión plana de la reali-dad, sino captarla en toda su profundidad, por-que queremos tener la visión más ajustada posi-ble a la realidad de lo que estamos celebrando.

Una visión plana de la realidad sería adoptar la actitud de simples historiadores: La crítica histórica accede a Jesús de Nazaret desde los documentos y monumentos de aquel tiempo que dan testimonio de Él: la tierra, los textos y los testigos son la fuente para el historiador. El historiador habla siempre del pasado: del Jesús que existió. La histo-ria dice quién era el que vivió y murió. El historiador no puede demostrar la acción de Dios en Jesús, su divinidad, su resurrec-ción, porque son realidades que exceden la mera verificación. No puede, con sus méto-dos de verificación, ni afirmarlas ni negar-las (Tema 24).

Pero desde la perspectiva de la fe, como cre-yentes afirmamos la abertura de la historia a la fe y la fundamentación de la fe en la his-toria, pero sin reducir la fe a la historia. La historia tiene sus métodos y sus límites. Por sí sola no abarca toda la realidad de lo que Dios ha querido revelarnos en Cristo-Jesús. Jesús es el único hombre de quien se ha dicho completamente en serio que ha resucitado (Tema 24). La fe en la Resurrec-ción tiene por objeto un acontecimiento históricamente atestiguado: Los textos del Nuevo Testamento y la fe de la Iglesia afir-man que Jesús ha resucitado. Los discípu-los vieron a Jesús resucitado; no le vieron

mientras resucitaba. Nosotros creemos a los discípulos, creemos lo que nos dicen y creemos que ha sucedido lo que nos narran

(Tema 23).

Es Jesús Resucitado quien interviene siem-pre con o en medio de gente que no lo es-peraba. La experiencia no es el resultado de una alucinación o invención de los in-teresados… Quien la provoca es el Resuci-tado. Y los discípulos descubren la identi-dad de quien se les manifiesta. El Resucita-do es el Crucificado, el mismo Jesús de Na-zaret… el que murió, vive (Tema 16).

Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica: La fe de la primera comunidad de creyen-tes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos (642). Ante estos testimonios es imposible inter-pretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un he-cho histórico. Sabemos que la fe de los dis-cípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro… no creyeron tan pronto en la no-ticia de la resurrección (643). Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos an-te la realidad de Jesús resucitado, los discí-pulos dudan todavía… por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia (644).

ACTUAR

E n el Evangelio de hoy, Jesús dice a Tomas: no seas incrédulo, sino creyente. Que este

tiempo Pascual nos enseñe a acercarnos a la Resurrección de Cristo no como simples histo-riadores, sino como creyentes, desde la pers-pectiva de la fe. Como también ha dicho Jesús: Dichosos los que crean sin haber visto, porque el creyente no procede de modo irracional. El ejercicio razonable de la razón no se re-duce a los métodos de verificación de los historiadores. El creyente habla del Jesús que es, que vive en este tiempo y al que reconoce en identidad con el que vivió en aquel tiempo. La fe dice quién es el que re-sucitó y que, partícipe de la vida de Dios, ahora es contemporáneo de todos los hom-bres, de cada hombre (Tema 24).

Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Ver ● Juzgar ● Actuar “¿Historiadores o creyentes”

“¿Historiadores o creyentes”