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Ignacio Ellacuría y Su Realidad Histórica. Autor: Dr. Jorge Capella Riera. Año 2015

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Ignacio Ellacuría y su realidad histórica

(por Jorge Capella R. - 2015)

“Lo esencial es dedicarse filosóficamente a la liberación más integral y acomodada posible de nuestros pueblos y nuestras personas; la constitución de la filosofía vendrá entonces por añadidura. Aquí también la cruz puede convertirse en vida.” (Ignacio Ellacuría)

Introducción

La Compañía de Jesús ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. El Papa Clemente XIV llegó increíblemente a su supresión decretada en 1773, a causa de la presión que ejercieron sobre él los principales monarcas católicos, singularmente el rey Carlos III de España que seis años antes había expulsado a los jesuitas de sus dominios. El Rey contó con el apoyo de los otros soberanos de la Casa Borbón, Luis XV de Francia —que había hecho lo propio en 1762— y del rey de Portugal, donde había ocurrido lo mismo en 1759.

Su lealtad incondicional al Papa ha colocado a los jesuitas en más de un conflicto como con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia , el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945. Pese a ello, su presencia ha sido constante en países donde la religión católica ha estado perseguida o prohibida o en países con mayoría islámica o budista, donde han promovido siempre el diálogo interreligioso. Pablo VI (1975) describió así a los jesuítas: "Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y el mensaje cristiano, allí han estado y están los jesuitas".

Ello tiene su explicación en la voluntad de Ignacio de Loyola de querer de sus seguidores: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra». Es por ello que cuentan en sus filas a una pléyade de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos

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En ltiempos contemporáneos, los jesuitas siguen trabajando por la evangelización del mundo, en defensa de la fe y la promoción de la justicia, en permanente diálogo cultural e interreligioso. Y ello lo realizan a través de varias actividades entre las que quiero destacar: a) la acción social, cuyo objetivo es impregnar las estructuras de la vida humana con una expresión más plena de la justicia y el amor; b) la educación que asumen como una participación en la misión evangelizadora de la Iglesia. Por eso sus centros ofrecen a la sociedad una clara inspiración cristiana y un modelo de educación liberadora y humana; y c) el ámbito intelectual, ámbito jesuítico por antonomasia, en el que cabe señalar su presencia en la teología, las ciencias y la cultura. Es así cómo los jesuitas fueron a El Salvador para realizar estas actividades, adaptándose a las nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que éstas planteaban. A inicios de la década de los sesenta Monseñor Luis Chávez y González, Arzobispo de San Salvador, expresó la idea de fundar una universidad católica dirigida por jesuitas y en 1965 se crea la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA1, Pues bien, es en esta universidad que Ignacio Ellacuría vive gran parte de su vida y es vilmente asesinado como jesuita.

Quiero adelantar que según José Ellacuría 2, hermano de Ignacio, ―ni su hermano ni el resto de los mártires eran dioses, pero sí las pisadas de Dios. Ellos, sin duda, marcaron un camino y una opción liberadora‖.

Y es que Ignacio Ellacuría (1930-1989) fue un sacerdote jesuita, filósofo y teólogo de la liberación, pensador y analista político de la realidad social, defensor de las mayorías populares – sujeto activo y no sólo pasivo de la historia - que, como Rector de la UCA tuvo una gran incidencia intelectual y sociopolítica.

Siendo un hombre sereno y transmisor de paz, se le acusó, en ocasiones, de promover la violencia. Su situación, su circunstancia histórica era realmente compleja. Él quería la paz en la justicia en un mundo de violencia y tensiones; combatía las injusticias estructurales, había realizado múltiples análisis políticos sobre la situación del país, sobre la reforma

1 Ya existía la Universidad de El Salvador que, desde la década de 1950 se había convertido en el principal

referente de pensamiento de la izquierda salvadoreña y fue uno de los núcleos más importantes de oposición

a los gobiernos autoritarios y militaristas del país, y fue por esta actitud que muchos de sus estudiantes y

catedráticos fueron víctimas de la represión militar.

2 José Ellacuría, es también sacerdote jesuita como su hermano. Ingresó en el noviciado jesuita de Orduña.

Supo que buscaban a novicios para ir a la Misión en China, con sede en Taiwán, y se presentó voluntario. En septiembre de 1956 se instaló en la ciudad de Hsinchu. Pasó 38 años en China. Regresó por la muerte de su madre catorce años después. En1971 fundó el Rerum Novarum Social Center para la promoción de la justicia social y de los derechos de los trabajadores. En 1889 el gobierno lo expulsó porque recelaba de su intensa labor pastoral. Su visión del cristianismo está profundamente permeada por la cultura y los valores orientales. Ya en Donostia trabajó muchos años con presos en rehabilitación, de la cárcel de Martutene. Respecto a su hermano dijo: ―Todos los que trabajamos por la justicia social, ya sabemos a lo que estamos expuestos. El asesinato fue una manera de decir a los jesuitas que estorbaban. Y si estorbas, fuera. Ignacio era un estorbo para los intereses de quienes ordenaron su asesinato‖.

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agraria, sobre la crisis económica y los desequilibrios sociales. Resultaba molesto a las fuerzas dominantes y a las fuerzas más violentas. Pero conviene aclarar que optó por la negociación y la paz duradera como lo puso de manifiesto en el Análisis coyuntural sobre la situación del país.

En este artículo voy a tratar de exponer básicamente, en la brevedad que permite este estilo literario, su filosofía de la realidad histórica que, como veremos, está íntimamente ligada con la teología liberadora. Para Ellacuría la filosofía no era sólo una dedicación para saber acerca de la cosas, sino que era también un modo de vida, y un modo de vida ético y cristiano que exigía un decidido compromiso y voluntad de la verdad y de justicia. Usando sus propias palabras "…no basta filosóficamente con buscar la verdad, sino hay que procurar filosóficamente realizarla para hacer la justicia y construir la libertad".

He elaborado el texto en base a las propias palabras o escritos de nuestro protagonista; a libros o artículos acerca de testimonios y reflexiones de su hermano José y de sus compañeros que siguieron de cerca su realización personal y social; y a libros o artículos de autores que se han interesado en dar a conocer su vida y su pensamiento. He dividido la presentación en cuatro partes: contexto sociopolítico, eclesial, teológico, jesuítico y universitario en que se desarrolló gran parte de la vida de Ellacuría; su perfil biográfico; su pensamiento y su pervivencia después de su asesinato. Por último quiero señalar que:

- las citas de Ellacuría van siempre en letra cursiva; - las reseñas biografías, sobre todo de personas que influyeron en la formación o en

el pensamiento de nuestro personaje -y que van a pie de página- son breves y expresan solo lo que puede interesar al lector, que no las conoce;

- puede ser que para algunos lectores esas reseñas les molesten al interrumpir transitoriamente el texto, pero me ha parecido necesario hacerlas inmediatamente después de mencionar a las personas citadas;

- ha sido un atrevimiento querer abordar a este jesuita de tan impresionante trayectoria. Él y los lectores sabrán disculpar las limitaciones que sin duda encontrarán.

Espero que este artículo ayude al lector a tener un mayor contacto con este prohombre de extraordinaria estatura intelectual y espiritual.

Contexto

En El Salvador, era necesario que la inteligencia, en su función liberadora, tomara conciencia de la situación de violencia y de la realidad opresora que se vivía y la desenmascarara. Era necesario descubrir la verdad encubierta, y liberar el potencial humanizador desde la "perspectiva del Sur".

Para entender el contexto en el que Ignacio Ellacuría forja su vida, su pensamiento y su afrontamiento de la realidad salvadoreña, tenemos que referirnos a los años 60-80,y a los factores antes señalados..

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Veamos cómo podían condicionar esos factores:

Sociopolítico

En 1929 la República Centroamericana de El Salvador vivió una crisis muy seria debido a la caida internacional del precio del café, los constantes fraudes electorales y el descontento de la población por la forma de gobernar de los militares. Todo ello exacerbó las tensiones sociales.

En 1932 hubo un levantamiento de los campesinos , en el oeste del país y el General Maximiliano Hernández Martínez, dictador del país hasta 1944, reprimió la incipiente movilización popular matando a miles de campesinos. El jefe de la insurrección, Austin Farabundo Martí, fue ejecutado. Esto marcó las divisiones entre derechistas e izquierdistas que llevó al país a una guerra civil.

El general Martínez fue depuesto por una huelga general en 1944, llamada «Huelga de los Brazos Caídos». Pero su gobierno marcó el inicio de una serie de gobiernos militares autoritarios sucesivos, que finalizarían en 1979 con un golpe de Estado y la instauración de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En 1982, se eligió una Asamblea Constituyente, a la que la Junta entregó el poder; posteriormente se celebraron en 1984 las primeras elecciones presidenciales de la era democrática.

En 1979, un golpe de estado dirigido por una junta compuesta de militares y civiles permitió al democratacristiano José Napoleón Duarte acceder a la cabeza del Estado el año siguiente, sin que cesaran los combates entre los guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el ejército salvadoreño, sostenido financieramente en lo sucesivo por Estados Unidos. En 1980 la guerra civil, simbolizada por el asesinato, en su catedral, de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y defensor de los paisanos dejó 100.000 muertos en diez años y paralizó la economía del país. Duarte llega otra vez a la presidencia iniciando negociaciones por la paz con el FMLN. Pero entre 1981y1982 se generalizó la guerra civil entre el gobierno, apoyado por la derecha y la oligarquía, y el FMLN, junto a la guerrilla y la izquierda. En 1989 el candidato del Arena, Alfredo Cristiani, llega al poder y se produce el asesinato de cinco jesuitas entre ellos el protagonista de este artículo, su empleada y la hija de ella.

El crimen generó grandes protestas en todo el mundo en contra de Cristiani, que intentó apaciguarlas prometiendo llevar a los responsables ante la justicia.

Eclesial

Creo que la situación y acción de la Iglesia en este contexto la puedo encarnar en Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdames quien, desde que en 1974 era obispo de Santiago de María, comenzó a aproximarse críticamente a la difícil situación política de su país. Se implicó de lleno en la cuestión una vez nombrado arzobispo de El Salvador en 1977.

El 10 de febrero de ese año, en una entrevista que le realizó el periódico La Prensa Gráfica, el arzobispo designado afirmó que: ―El gobierno no debe tomar al sacerdote que

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se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando éste está cumpliendo su misión en la política del bien común.‖

Durante la semana previa a la toma de posesión de Mons. Romero como arzobispo, el gobierno arrestó y expulsó del territorio salvadoreño a los sacerdotes Bernard Survill (norteamericano) y Willibrord Denaux (belga), miembros del clero arquidiocesano. Tres semanas antes había sido arrestado y expulsado del país el sacerdote colombiano Mario Bernal.

El 22 de febrero Mons. Romero tomó posesión del cargo de Arzobispo de San Salvador en una ceremonia sencilla celebrada en la capilla del Seminario Mayor de San José de la Montaña. Ese mismo día, el gobierno anunció que varios religiosos que se hallaban fuera del país, entre ellos el español Benigno Fernández S.J. y el nicaragüense Juan Ramón Vega Mantilla, no debían regresar.

El primer mes de Romero como arzobispo resultó dramático. Ante la evidencia de fraude en las elecciones presidenciales, los manifestantes se congregaron en el centro de la ciudad. El 28 de febrero, las tropas dispararon contra la multitud, y numerosas personas huyeron a refugiarse en la iglesia de los dominicos. Decenas de personas fueron asesinadas

El 12 de marzo de 1977, el P. Rutilio Grande, S. J., amigo íntimo de Mons. Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto a dos compañeros y dos campesinos cuando iban a decir misa en El Paisnal. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organización de los campesinos de la zona. El arzobispo reaccionó a este asesinato excomulgando a los culpables y convocando a una misa para mostrar la unidad de su clero. Esta misa, a la que asistieron cien mil personas, se realizó a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos. Además, Romero decidió no acudir a ninguna reunión con el Gobierno hasta que no se aclarase el asesinato y promovió la creación de un "Comité Permanente para velar por la situación de los derechos humanos".

Durante los tres años siguientes, sus homilías, transmitidas por la radio diocesana YSAX, denunciaban la violencia tanto del gobierno militar como de los grupos armados de izquierda.

En agosto de 1978, publicó una carta pastoral donde afirmaba el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.

Muchos miembros activos de las organizaciones populares eran católicos activos. El arzobispo Romero y el obispo Rivera Damas clarificaron la relación entre la Iglesia y las organizaciones populares en una carta pastoral conjunta de agosto de 1978.

El padre Ernesto Barrera fue asesinado el 28 de noviembre de 1978.

Por otra parte, la gente que recurría al sistema judicial salvadoreño en busca de ayuda en lo relativo a los presos políticos y los «desaparecidos» no la encontraba. El habeas corpus no tenía significado alguno. La tortura continuaba. Romero así lo dijo en su homilía del 30 de abril de 1978. En respuesta, La Corte Suprema de Justicia desafió a Romero a «dar nombres» de jueces corruptos. Romero, no dispuesto a exponerse a las denuncias de personas concretas, respondió con una relación tan clara de problemas sistemáticos que la Corte Suprema renunció a su ataque.

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Mientras estaba en Roma, las fuerzas de seguridad dispararon contra los participantes en una manifestación frente a la catedral de San Salvador, con el resultado de veinticinco muertos y numerosos heridos.

El año 1979 se inauguró con un ataque de las fuerzas gubernamentales contra una pequeña casa de ejercicios de San Salvador. Cuatro adolescentes participantes en el retiro y el padre Octavio Ortiz fueron asesinados.

Romero tuvo algunas discrepancias con el Nuncio Apostólico, pero contaba con el apoyo de la mayoría de obispos del país pues el 5 de marzo, durante una asamblea especial de los obispos, se le eligió vicepresidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador y se preparó un comunicado para denunciar la persecución de la Iglesia en el país.

Un día antes de su muerte, hizo una enérgica crida al ejército salvadoreño: ―Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.‖

Al día siguiente. 24 de marzo de 1980. fue a la residencia de los jesuitas de Santa Tecla a hablar con el P. Segundo Azcue, que era su confesor. Volvió al Hospital de la Divina Providencia a celebrar la misa vespertina. Cuando Romero estaba extendiendo el corporal sobre el altar, fue asesinado por un francotirador.

Teológico

Luego de haber visto el ambiente eclesial se hace imprescindible precisar el contexto de la Teología de la Liberación en América Latina y en Centroamárica.

La preocupación inicial de los teólogos de la liberación se centró en la repercusión de la creciente pobreza estructural y destructiva, que fue considerada como un desafío para el amor y los intereses cristianos, así como un indicador de las formas en que la fe cristiana se ha utilizado y se sigue utilizando para legitimar estas condiciones de opresión.

En América Latina se desató muy pronto una campaña contra esta teología considerándola una Teología de la Revolución. Dicha ofensiva se trasladó también a Europa y a partir de 1974, la Comisión Teológica Internacional comenzó a ocuparse de ella. Se estableció una distinción entre "determinadas teologías de la liberación" que corrían peligro por acoger ciertos conceptos marxistas y una "necesaria y legítima" Teología de la Liberación aceptada por la doctrina de la Iglesia.

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Los teólogos de la liberación entienden que antes de su teología, hubo obispos proféticos y cristianos que participaron en los procesos de cambio y de transformación dando testimonio de su fe; y entienden también que la opción evangélica por los pobres y los desposeídos de este mundo ha de traducirse en una evangelización encarnada, en un testimonio y en una solidaridad efectiva y liberadora.

En lo que respecta al compromiso y la acción, no funciona como un partido político o un movimiento social, ni tampoco ofrece un ‗programa‘. No obstante, propone una síntesis entre teoría y práctica que es coherente con el objetivo y el horizonte liberador. Exige, pues, un proyecto social cuyo objetivo sea transformar la sociedad superando las contradicciones estructuralmente injustas, las condiciones de pobreza, opresión y violencia.

Además, en Medellín, se distinguieron dos formas complementarias de educación: la educación en la fe y la educación liberadora en orden a la promoción cultural humana. Y los criterios que se establecieron en el proyecto de educación liberadora son los que han presidido no sólo las tareas de la alfabetización, sino incluso la visión universitaria .

La educación liberadora, según Medellín, debe ser: humanizante, abierta al mensaje evangélico y a las aspiraciones más profundas y auténticas del ser humano , personalizante, pluralista es decir atenta a las distintas manifestaciones culturales y a las culturas de otros pueblos, concientizadora, renovadora inspirando, orientando y ejemplificando el cambio social deseable, crítica y dialogal.

Jesuítico

Los jesuitas, pese a su intensa labor desde que llegaron a El Salvador, pronto tuvieron serias dificultades. Valdés Valle (1999) nos narra el hostigamiento oficial de que fueron objeto en 1872, por parte del gobierno, hasta llegar a la expulsión.

Según las crónicas de la época, la noche del 1º de marzo turbas incitadas por miembros del parlamento y del gobierno, así como varios directores de periódicos y publicistas del liberalismo radical, se apostaron frente a la casa de habitación de los jesuitas en San Salvador demandando su expulsión, bajo el argumento de ser los más conspicuos representantes del pensamiento reaccionario y anti-liberal. Hay que precisar que solo dos jesuitas vivían en ese momento en el país: José Telésforo Paul y Roberto Pozo.

Tan enérgicas, ruidosas y amenazantes fueron las protestas que el obispo de San Salvador, Tomás Miguel Pineda y Saldaña, pidió a los dos sacerdotes que se mudaran a la residencia episcopal ―antes de que fueran víctimas del furor brutal‖. La noche del 3 de marzo los manifestantes se congregaron una vez más y gritaron por las calles: ―Mueran los jesuitas, muera don Ignacio de Loyola, muera tata Nacho‖. Días después, el obispo reclamó al Gobierno —presidido entonces por Santiago González— por no haber reprimido estas manifestaciones.

Afortunadamente, en 1872 esta agitación política no terminó con el asesinato de los religiosos, pero sí con su eventual destierro tres meses después, el 6 de junio. Esa noche, una escolta militar se presentó a la residencia de los jesuitas con instrucciones de la Presidencia de la República de trasladarlos inmediatamente al puerto de Acajutla, donde

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deberían abordar un vapor que los llevaría lejos de las playas salvadoreñas. Apenas tuvieron tiempo para empacar unas cuantas pertenencias.

Mientras esperaban la partida del barco, los sacerdotes tuvieron la oportunidad de escribir una carta de protesta en la que denunciaban los atropellos y vejaciones sufridas durante los meses previos. Aprovecharon también para ratificar el carácter estrictamente religioso —es decir, no político— de la misión que habían desempeñado en El Salvador desde su llegada a inicios de ese mismo año. Solo copio este elocuente párrafo: ―Como a criminales, se nos ha sacado de la Capital de la República‖, decían los jesuitas después de ser expulsados‖

Es difícil comprender, como Juárez Ávila (2014) sostiene, que ―en el estudio más importante que tenemos sobre el surgimiento de la organización campesina revolucionaria en El Salvador, el antropólogo y jesuita Carlos Rafael Cabarrús detalla los pormenores del proceso organizativo que tuvo lugar en la parroquia de Aguilares, donde los jesuitas lanzaron el proyecto de la iglesia popular en 1972.‖ Dice que ―el equipo pastoral comenzó la experiencia que llamaron «la misión», que consistía en vivir, por varios meses seguidos, entre las familias campesinas asentadas en cantones y caseríos en la zona de Aguilares (1983). Hacia el final de este periodo, el equipo pastoral, junto a la comunidad, nombró un grupo de «delegados de la palabra» entre los líderes naturales de la comunidad, con la tarea de continuar el desarrollo de la Comunidad Eclesial de Base (CBS) en la localidad y para servir como enlace entre la comunidad y el equipo pastoral. Cabarrús precisa que los jesuitas proveyeron incentivos concretos para promover la organización, tales como diferentes capacitaciones, intercambios con otras comunidades y apoyo técnico y económico para pequeños proyectos productivos. También repartieron incentivos simbólicos, tales como la dignifcación y valoración de los campesinos pobres, la diseminación de la música popular y revolucionaria,y la promoción de festivales en las comunidades campesinas Tal como estaba concebido, «el trabajo pastoral […] casi naturalmente se convirtió en un quehacer político». A partir del éxito de las CBE, los dirigentes locales respaldados por los jesuitas, tomaron el mando de la organización campesina en la región (Feccas), y la pusieron al servicio de las FPL.‖. Sea cual fuere la realidad el caso es que, ciento diecisiete años después de la expulsión, es decir en 1989, algunos medios de comunicación —especialmente la estación de radio de la Fuerza Armada— abrieron sus espacios para que los oyentes expresaran ―con libertad‖ lo que opinaban sobre la ofensiva militar que había lanzado la guerrilla salvadoreña (FMLN) el 11 de noviembre. Los participantes de aquella cadena radial aprovecharon la oportunidad para pedir la muerte de los jesuitas, pero especialmente de Ignacio Ellacuría. ―Ellacuría es un guerrillero. ¡Que le corten la cabeza!‖, ―deberían sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas‖, dijeron entre otras cosas. También se dijo que en la UCA los insurgentes habían escondido armas con la anuencia de las autoridades de la universidad.

Universitario

La Universidad de El Salvador (UES) nació con una fuerte influencia de la Iglesia Católica, pero su identidad se forjó al tomar protagonismo en el desarrollo de los acontecimientos históricos especialmente cuando los universitarios realizaron un fuerte cuestionamiento sobre la reforma agraria inversa.

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La UES, a su vez, comenzó a romper con el énfasis profesionista en 1944 mediante una revolución educativa que dio un alto grado de prestigio a la Universidad a nivel internacional. Es por esto que la universidad ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad salvadoreña. Algunos de los personajes más importantes de la historia de El Salvador se han formado en esta alma mater.

Desde la década de 1950, la UES se convirtió en el principal referente de pensamiento de la izquierda salvadoreña y fue uno de los núcleos más importantes de oposición a los gobiernos autoritarios y militaristas del país, y fue por esta actitud que muchos de sus estudiantes y catedráticos fueron víctimas de la represión militar.

Hasta 1965 la UES era el único centro de estudios superiores del país. En ese año se autorizó la creación de la primera universidad privada. Un grupo de ciudadanos católicos se acercó al Gobierno y a la Compañía de Jesús para promover el establecimiento de una segunda universidad. Querían crear una privada, con capital y acciones igualmente privados, y orientada a satisfacer las demandas de una educación profesionalizante de una élite.

La idea original no progresó, pero la Compañía de Jesús, que desde hacía varios años contemplaba la posibilidad de establecer una universidad, impulsó una alternativa diferente, al menos en dos puntos importantes. La primera es que sería una corporación de utilidad pública, cuya administración se encargaría a una junta de directores. La segunda es que se orientaría hacia el desarrollo económico y social de la región. En esta visión había una percepción de las grandes injusticias sociales. Los fundadores eligieron para la institución el nombre y símbolo libertario de José Simeón Cañas 3 (UCA).

Al comienzo los miembros de la UES, que vieron amenazado su monopolio de la educación superior, se opusieron a la UCA, pero más tarde se unieron para enfrentar la opresión militar.

A mediados de la década de los 70, la UCA, bajo la dirección del rector Román Mayorga Quirós adopto una línea de pensamiento cada vez más progresista en aspectos políticos y sociales, de acuerdo a los cambios ideológicos que experimentaba la Compañía de Jesús, luego del Concilio Vaticano II.

Existe una fecha de gran importancia y trascendencia que marcaría históricamente la vida de la comunidad universitaria de ambas universidades: la masacre estudiantil suscitada el 30 de julio de 1975.

El 25 de julio de 1975 en el Centro Universitario de Occidente, durante las fiestas patronales, los estudiantes se preparaban para montar un desfile ―bufo‖. Ese día los militares irrumpieron en las instalaciones universitarias, aplicando la fuerza represiva y

3 José Simeón Cañas y Villacorta (1767- 1838) Presbítero, filósofo, teólogo y humanista salvadoreño. Nació

en Zacatecoluca de una familia acaudalada. Fue a cursar estudios en el Colegio San Francisco de Borja y más tarde en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos Borromeo, en Guatemala. Allí obtuvo el título de bachiller en filosofía y el doctorado y luego lo hizo en teología. Más tarde en 1811 fue elegido rector. Prestó un importante servicio a la causa de la emancipación política, primero siendo miembro de la Junta Consultiva Provincial y luego como diputado a la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas de Centro de América. En 1823, pidió a la Asamblea que fuera decretada la abolición de la esclavitud, abogando por la igualdad de los hombres. Así se convirtió en el primer abolicionista de la esclavitud en América. Tenía un gran corazón: no compartía su pan con los pobres, se lo daba todo, y así fue como repartió entre todos los menesterosos la cuantiosa herencia de sus padres. Falleció 4 de marzo de 1838, y sus restos fueron sepultados en la Iglesia de El Pilar, de San Vicente.

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capturando a muchos estudiantes, lo cual provocó descontento y protesta en el estudiantado y la comunidad universitaria de aquella época.

Consecuentemente, la más importante manifestación pacífica social estudiantil que condenaba la intervención militar, se produjo el 30 de julio del mismo año, con una marcha organizada por la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS). La masacre estudiantil del 30 de julio de 1975 ha pasado a ser un genocidio más en la impunidad porque los asesinos intelectuales y materiales nunca fueron enjuiciados.

En1976 la UCA lanzó duras críticas al gobierno del presidente Arturo Armando Molina por abandonar un plan de reforma agraria, en un editorial de la revista universitaria ECA. Posteriormente el gobierno retiró el pequeño subsidio que otorgaba a la universidad y esta pasó a ser blanco de agresiones por parte de grupos de ultraderecha.

A partir de 1977, la universidad respaldó la línea pastoral del Arzobispo de San Salvador, Óscar Romero y su escuela de teología, dirigida por el jesuita Jon Sobrino, se convirtió en uno de los exponentes latinoamericanos de la Teología de la Liberación

El 29 de octubre de 1980, el rector Félix Ulloa fue asesinado a escasos metros de la sede central de la UES. En los años siguientes, centenares de estudiantes, catedráticos, y autoridades universitarias cayeron víctimas de la represión gubernamental.

El 12 de noviembre de 1989, dentro del contexto de la ofensiva insurgente lanzada por el FMLN el día anterior, el presidente Alfredo Cristiani ordenó la última intervención militar que sufriría la UES y que la mantendría cerrada hasta el siguiente año.

Perfil biográfico

Resulta muy difícil referirse con propiedad a la trayectoria de este extraordinario prohombre que fue Ignacio Ellacuría. Trataré de pergeñar un breve perfil de su vida y obra en cuatro apartados: período de formación y realización profesional, persecución, exilios y asesinato, personalidad y obras. Período de formación y realización profesional

Ignacio Ellacuría Beascoechea nació en Portugalete, provincia de Vizcaya (España), el 9 de noviembre de 1930 hijo de Ildefonso Ellacuría y de Lucía Beascoechea. El matrimonio tuvo seis hijos: cinco varones –Luis, José, Jesús, Ignacio y Juan Antonio– y una niña que falleció con apenas dos años de edad. José e Ignacio, segundo y cuarto, se llevaban menos de dos años. Era una familia de clase media acomodada y muy religiosa. De los cinco hijos, cuatro se ordenaron sacerdotes (tres jesuitas –Luis, José e Ignacio– y uno diocesano –Jesús–). Vivían en Portugalete, donde don Ildefonso era el oculista de la ciudad .4

En la familia la disciplinada autoridad paterna marcaba las pautas de la educación de, todos varones. Según recuerda José (2013), ―los cinco hermanos recibieron de su padre

4 Don Ildefonso Ellacuría optó por la medicina, pero en los albores del siglo XX también tuvo una sólida

formación en un colegio jesuita, ubicado en Orduña. Ahí es donde le habría gustado que sus hijos estudiaran, pero el régimen del general Franco lo convirtió en un campo de concentración. A José y a Ignacio los enviaron a un colegio de jesuitas, pero en Tudela, en Navarra, en la parte más septentrional de Euskal Herria.

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una educación severa y noble, poco dada a la expresión de los sentimientos pero con cierto estilo elegante y austero‖. Esto explica en parte algún rasgo del carácter de Ignacio poco dado a sentimentalismos.

Si bien la situación económica familiar era holgada, la infancia de los hermanos Ellacuría no dejó de ser dura. La guerra civil española estalló en julio de 1936 y vino la eclosión de una década muy convulsa. Por su intensa actividad industrial, Portugalete –y en general toda la llamada Margen Izquierda de la ría de Bilbao– fue un escenario en el que chocaron las ideas del marxismo más o menos radicalizado, el anarquismo, el belicoso fascismo español y el emergente nacionalismo vasco.5

Realizó los estudios primarios en su ciudad natal y cursó el bachillerato en el Colegio de los Jesuitas de Tudela (Navarra). A los 17 años, el 14 de septiembre de 1947, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola, Santuario y Centro de Estudios cercano a Azpeitia (Guipúzcoa).

En 1948 es enviado por sus superiores a El Salvador para terminar su noviciado en Santa Tecla en el que se encontraba como Maestro de Novicios el Padre Miguel Elizondo 6, a quien Ellacuría reconoció como su primer gran maestro de espiritualidad.

5 Con la ayuda de Hitler y Mussolini, el general Francisco Franco se esforzó por neutralizar cuanto antes el

frente vasco de la guerra. Le costó casi un año. Gernika es el símbolo del terror, pero casi una treintena de ciudades vascas fueron bombardeadas en pocos meses con una saña nunca antes vista. Portugalete también fue golpeada por la aviación fascista el 12 de junio de 1937, una semana antes de la caída definitiva de Bilbao. Ignacio tenía seis años. Fue testigo de los bombardeos, de los refugios antiaéreos, de las sirenas, del exilio, del odio, del hambre, de la miseria. La vivienda familiar estaba en una casa de cuatro alturas, y vivían en el segundo, pero durante los ataques los cinco hermanos dormían en el Metro, la taberna ubicada en la parte baja del edificio. José atribuye a lo vivido en aquella época buena parte de la conciencia contra las injusticias que Ignacio desarrolló, y que llevó a su máxima expresión en los setenta y en los ochenta en El Salvador.

6 Miguel Elizondo Espelosín (1912- 2005). Nació en Navarra el 15 de abril. Ordenado sacerdote y terminada

su formación jesuita, en 1949 fue destinado a Centroamérica como maestro de novicios y, acompañado del

primer grupo de novicios, fundó el Noviciado en Santa Tecla, El Salvador. En este grupo estaba Ignacio

Ellacuría. Fue nombrado Viceprovincial primero en 1956, siendo dependiente de la de Castilla Occidental, y

luego en 1958, siendo ya Viceprovincia independiente. Entonces comenzó con el proyecto de las

Universidades. Posteriormente fue destinado a Argentina como maestro de novicios. En 1965 fue electo a la

31ª Congregación General que eligió al P. Arrupe, en 1965-66. A la vuelta comunicó su entusiasmo porque en

un decreto, que él consideraba el más importante, se había afirmado la posibilidad de cambiar lo que fuera

necesario para el bien de la misión de la Compañía, incluso aquellas cosas antes consideradas en la

Compañía como intocables. En 1968 fue destinado a Medellín, Colombia, como Instructor de Tercera

Probación. Sobrevivió a un cáncer y a un accidente de aviación. En 1969, junto con el P. Ellacuría, dirigió los

Ejercicios de Provincia en el seminario de San José, de San Salvador. Orientó los Ejercicios Espirituales al

sacerdote Oscar Romero. Más tarde fue destinado a Puente Grande, Guadalajara, México, también como

Instructor, permaneciendo en ese cargo hasta 1995. Iba a Panamá y España a dar Ejercicios a laicos

ignacianos y a religiosas. El día 18 de noviembre falleció en Pamplona a los 93 años de edad y 73 de jesuita.

Su última voluntad fue que todos sus compañeros jesuitas pasaran por su cama y le dieran un beso. Este

gesto revela cuánto había permitido que el Señor lo cambiara, desde una persona dura y poco comunicativa

hasta otra persona tierna y profundamente abierta.

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Hechos los primeros votos religiosos en septiembre de 1949, Ignacio salió para Quito para estudiar Humanidades y Filosofía en la Universidad Católica de Quito (Ecuador). Allí conoció al humanista clásico P. Aurelio Espinosa Pólit 7, de quien admiraría el sentido de la educación y la creatividad, más allá de toda erudición. Por lo que, posteriormente, transmitirá la importancia de aprender a pensar, aprender de la realidad y buscar los datos necesarios para la comprensión de la verdad de la realidad.

En Quito, se encontró también con un jesuita de gran personalidad: el Padre Angel Martínez 8, uno de los poetas más importantes de Nicaragua. El impacto de aquel encuentro personal fue grande, pues consideró su obra como una invitación estética a superar actitudes superficiales y rutinarias desde la unidad interior de la existencia.

7 Aurelio Espinosa Pólit (1894–1961). Ensayista, poeta, crítico literario, traductor y catedrático

universitario ecuatoriano. Sirvió como sacerdote de la orden de la Compañía de Jesús. Fundador de la

Pontificia Universidad Católica del Ecuador, de la que fue Rector vitalicio, e iniciador de la actual Biblioteca

Aurelio Espinosa Pólit. Nació en Quito el 11 de julio de 1894. A los cuatro años viajó con su familia a

Europa, donde transcurrieron su infancia y juventud. Hizo sus primeras letras y el bachillerato en

Francia, Suiza, Bélgica e Inglaterra. Sus estudios universitarios se desarrollaron en España (Colegio

Máximo de Granada: Letras y Filosofía; y Colegio Máximo de Sarriá: Teología) y en Cambridge

(Estudios Clásicos). Regresó al Ecuador en 1928 y se hizo cargo de la dirección de estudios en el Colegio

Noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Cotocollao, un pueblo al norte de Quito. Se dedicó

infatigablemente a la enseñanza de las lenguas y literaturas clásicas, al cultivo de las letras

castellanas y de la poesía, a la traducción de los grandes autores griegos y latinos. También la cultura y

la literatura de su patria fueron objeto de su atención y desvelos. De su pluma fueron brotando con

prodigalidad sus escritos, sus libros, sus opúsculos, sus conferencias, sus discursos. Mantuvo cordiales

relaciones de amistad con el Instituto Caro y Cuervo. En 1933 le concedieron el premio nacional de

literatura en Cuenca. Ingresó desde 1933 en la Academia Ecuatoriana y fue nombrado miembro

correspondiente de las Academias Española, Colombiana y Mexicana. Falleció en Quito el día sábado

21 de enero de 1961, a la edad de 67 años y cuando aún se esperaba mucho más de su talento.

8 Angel Martínez Baigorri (1899-1971). Un estupendo regalo literario y humano que Navarra hizo a Nicaragua

y a toda Iberoamérica. Nació en Lodosa el 2 de octubre de 1899. "Hasta los seis años crecí y me desarrollé casi sólo corporalmente. Nada de letras. El intento de ponerme a los tres años en un colegio de monjas fracasó por mi rebeldía a la sujeción. Y como siempre fui enfermizo, esto me valió para que me dejaran libre". "Un hecho capital que ha pasado, como origen de dolor en mi obra poética –especialmente en mi Río hasta el fin- el dolor de mi madre cuando yo tenía nueve meses y se ahogó el primogénito de la casa, el que ya la podía llevar solo". En Europa realizó y terminó su carrera sacerdotal, jesuítica y literaria, y en América se dedicó a la enseñanza. Esta labor la compaginó con una entrega total a la poesía, porque, como dice: "La vida es verso en mi, respiro en verso, y es peor que morir , no ser poeta". Llega a Nicaragua en los meses finales del año 1936 y es profesor del Colegio Centroamérica. ―Vine por el mar a renacer en el Lago. Y volví a renacer en el Río de Nicaragua. Por eso, no es que yo cante a Nicaragua; Nicaragua canta en mí. Sí, renacido nicaragüense”. Su vida transcurrió en muchos países: España, Bélgica, Portugal, Nicaragua, Estados

Unidos, El Salvador y México. Volvió en el año 1961, en el estreno de la Universidad Centroamericana de Managua; y en aquella audaz y bella alternativa que fue la UCA, imparte las cátedras de Estética y Literatura. Fue impulsor del movimiento poético de vanguardia y maestro de la generación inmediata de Ernesto Cardenal, Carlos Martínez Rivas, Fernando Silva y demás importantes poetas de esa tierra privilegiada de poesía. Es decir, es el maestro señero, el padre de todo el movimiento poético post-rubeniano. Fue un poeta, pero poeta altísimo que vivió su poesía como la forma integral de ser hombre intelectual y cristiano. Unía explícitamente la función del poeta y la del sacerdote […] Todo el proceso de su creación poética puede resumirse en saber ver la cosa, saber vivirla, poseerla adentrándose totalmente en ella y saber comunicarla en luz a los demás, de manera que no hable ya él sino que hable Dios en él. Escribió más de treinta libros publicados como Poesías completas (1917-1971) editadas por Emilio del Río en tres volúmenes. Murió el 5

de agosto de 1971.

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En 1955 se licenció en Filosofía por lo que sus superiores le enviaron a trabajar al Seminario de San José de la Montaña (El Salvador), donde además de enseñar Filosofía Escolástica en latín ejercía de educador de los seminaristas (1955 y 1958) y logró establecer una pequeña biblioteca de clásicos. Ellacuría, desde sus primeros pasos como profesor evitó ser mero repetidor mecánico de esquemas muertos. Procuró transmitir luz y vida, inteligencia, razonamiento... y el compromiso de ser "mártires, obradores de esa luz y de esa vida".

A estas alturas de su proceso formativo hay en él amor a la Filosofía. Sin embargo en 1958 Ignacio Ellacuría vuelve a ser estudiante, esta vez en Innsbruck (Austria) donde estudió Teología hasta 1962 y obtuvo la licenciatura en esa disciplina. Por lo visto no tuvo en mucha estima esta etapa de disciplina "preconciliar" de su formación. Pero le impactó un tercer gran maestro: Karl Rhaner 9, de saber teológico enciclopédico, particularmente

sensible a los planteamientos concretos de su época.

Durante esos estudios teológicos (1958-1962), elabora el trabajo quizá más completo de su primera época sobre la filosofía de Ortega y Gasset 10, que se titula Técnica y vida humana en Ortega y Gasset: estudio de Meditación de la técnica.

9 Karl Rahner (1904 –1984). Alemán, nacionalizado austriaco, fue uno de los teólogos católicos más

importantes del siglo XX. Inicia su vida como jesuita en 1922. Recibió clases de Heidegger en la Universidad de Friburgo. Se doctoró en filosofía con una tesis sobre Espíritu en el mundo (1939), que pretendía revitalizar,

en contacto con el pensamiento de Heidegger, la metafísica tradicional. Con posterioridad, su pensamiento se extendió a todo el campo teológico (cristología, eclesiología, sacramentos, ecumenismo, acción política, vida religiosa, espiritualidad, cristianismo anónimo). Enseñó teología dogmática y filosofía de la religión en Innsbruck, Viena, Munich y Münster. Trabajó junto a Yves Congar, Henri de Lubac y Marie-Dominique Chenu, teólogos asociados a una escuela de pensamiento emergente denominada Nouvelle Théologie, los elementos de que se había criticado en la encíclica Humani Generis del Papa Pío XII . Fue designado teólogo consultor del Concilio Vaticano II y miembro de la Comisión Teológica Internacional. Las fuentes filosóficas de su teología incluyen a Tomás de Aquino, leído desde la perspectiva de la filosofía continental contemporánea. Un aspecto fundamental de su pensamiento teológico fue su convicción de que la dogmática toda debía devenir una antropología teológica. Para él esto debía constituir un auténtico "giro, un vuelco "necesario y fecundo" de la teología. De ahí su método antropológico-trascendental como hermenéutica teológica del mundo y de la praxis. Entre sus numerosas obras cabe destacar Oyente de la palabra (1945), Escritos de teología (1954-1975) y Curso fundamental sobre la fe (1977). Quienes lo conocieron hablan de su rica personalidad y de su

extensa obra: el creyente sincero para con Dios, el hombre comprometido con los problemas de su tiempo, el filósofo de la religión, el teólogo sistemático, el crítico de la institución eclesiástica con claros atisbos de rebeldía, el asesor del concilio Vaticano II, el místico, el hombre de diálogo, el polemista y el jesuita seguidor de la espiritualidad ignaciana

10 José Ortega y Gasset (1883 –1955) Filósofo y ensayista español. Su pensamiento, plasmado en numerosos

ensayos, ejerció una gran influencia en varias generaciones de intelectuales. Nacido en una familia madrileña acomodada, perteneciente al círculo de la alta burguesía de la capital. Se crió en un ambiente culto, muy vinculado al mundo del periodismo y la política. Entre 1891 y 1897 estudió primero en el Instituto Gaona y, más tarde, en el Colegio San Estanislao de Kostka de la Compañía de Jesús, ambos en Málaga. Se incorpora a la Universidad de Deusto, Bilbao (1897–1898) y prosigue en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid (1898–1904) en la que se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis sobre Los terrores del año mil (1904), subtitulada Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1907 realizó estudios en Alemania: Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín. Allí tuvo como profesores a Simmel y a Wundt, introduciéndose en la filosofía de Kant, lo que sería clave para su evolución filosófica. Pero estuvo sobre todo en Marburgo donde se vio influido por el neokantismo de Cohen y Natorp. De regreso a España fue nombrado profesor numerario de psicología, lógica y ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid (1909), y en octubre de 1910 ganó por oposición la cátedra de metafísica de la Universidad Central. Ese mismo año se casó con Rosa Spottorno y tuvieron cuatro hijos. Fundó la Escuela de Madrid también ese

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Con esta base, peculiarmente metafísica, con un sentido dinámico de la realidad, desde la percepción y la comprensión racional de la inteligencia sentiente, Ignacio Ellacuría pasó a ser, fundamentalmente, un filósofo de la realidad histórica en cuanto tal, comprometido con una idea de praxis histórica concreta.

Ordenado presbítero en Innsbruck, el 26 de septiembre de 1961, hace sus últimos votos como jesuita en 1962, en su pueblo natal.

De 1962 al 1965 realizó el doctorado en Madrid, en la Universidad Complutense, bajo la dirección de Xabier Zubiri 11 quien siempre le consideró como el continuador de su obra. mismo año. Colaboró en el diario El Sol desde 1917, donde publicó bajo la forma de folletines dos obras importantes: España invertebrada y La rebelión de las masas. En 1923 fundó la Revista de Occidente, siendo

su director hasta 1936. Desde ella promovió la traducción y comentario de las más importantes tendencias filosóficas y científicas. Al proclamarse la II República fundó con Marañón y Pérez de Ayala la Agrupación al Servicio de la República y fue elegido diputado. Al año renunció al escaño, tras criticar públicamente el curso que la República tomaba, en su célebre discurso conocido como «Rectificación de la República» de diciembre de 1931. Cuando comenzó la Guerra Civil Española en julio de 1936 se exilió; primero en París, luego en los Países Bajos y Argentina, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa. A partir de 1945 su presencia en España fue frecuente, y optó por fundar un «Instituto de Humanidades» donde impartía sus lecciones. Durante estos años, y hasta su muerte en 1955, fue fuera de España —sobre todo en Alemania—, donde recibió el crédito y las oportunidades de expresión que correspondían a su prestigio. A partir de 1936 vivió en Francia, Holanda, Argentina y Portugal. Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes al extranjero, especialmente a Alemania) en Madrid. En 1948 fundó con su discípulo, el prestigioso Julián Marías, el Instituto de Humanidades. Gran parte de su actividad se canalizó a través del periodismo, un mundo que conocía por motivos familiares y se adecuaba perfectamente a la esencia de sus tesis y a sus propósitos de animar la vida cultural del país. Además de colaborar en una extensa nómina de publicaciones, fundó el diario El Sol (1917), la revista España (1915) y la Revista de Occidente (1923).

.

11 Xavier Zubiri Apalategi (1898 -1983) fue un distinguido filósofo español. Nació en San Sebastián, el 4 de

diciembre de 1898. Tras estudiar en el Colegio de Santa María de esa ciudad, el joven Zubiri inicia sus

estudios de filosofía y teología en el Seminario de Madrid en 1917. Además de la carrera de Teología, siguió

Filosofía con Juan Zaragüeta. Estudió en Lovaina, Madrid y Friburgo. Fue discípulo de Ortega y Gasset y, más

tarde, de Husserl y Heidegger. Se ordenó sacerdote en 1921 pero en 1935 se secularizó y contrajo

matrimonio con Carmen Castro Madinaveitia. En Roma obtuvo su doctorado en teología. En el año 1926

Zubiri gana por oposición la cátedra de Historia de la Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras en la

Universidad Central de Madrid que desempeñó hasta 1935. Durante la guerra civil española marchó a París,

donde impartió algunos cursos en el Institut Catholique, y estudió lingüística con Benveniste. Al acabar la

guerra regresó a España, y aceptó la cátedra de filosofía en Barcelona. Pero se retiró descontento por la falta

de libertad de pensamiento. Regresó a Madrid y expuso su pensamiento en cursos privados. En 1944 se

publicó la primera edición de Naturaleza, Historia, Dios, una de las obras más influyentes en la filosofía

española del siglo XX. Viajó esporádicamente al extranjero, como cuando en 1946 fue a los Estados Unidos

para impartir una conferencia en la universidad de Princeton sobre Lo real en matemáticas o cuando en 1973

ofreció un curso de Teología en la Universidad Gregoriana de Roma. En 1947 fue presidente de la Sociedad

de Estudios y Publicaciones y tuvo como colegas a intelectuales como Pedro Laín Entralgo o José López

Aranguren. Zubiri asumió lo que para Santo Tomás debía ser la finalidad de la filosofía: trazar en el alma la

totalidad del orden del Universo y de sus causas, incluso aunque hubiera de recurrirse a otros métodos y

presupuestos. "El hombre -afirma- no "tiene" religión, sino que, quiérase o no, "consiste" en religación o

religión." En 1980, con el apoyo de algunos de sus alumnos, desarrolló la trilogía de "Inteligencia sentiente",

para muchos la gran novedad filosófica de la época. En el año 1983, con las fuerzas mermadas por la

enfermedad, comenzó la preparación de un nuevo libro, El hombre y Dios, que ya no pudo terminar. El 21 de

septiembre falleció en Madrid de ese mismo año. Sus discípulos, agrupados en el Seminario Xavier Zubiri y,

después, en la Fundación Xavier Zubiri, iniciaron la publicación de sus obras. La primera de ellas es El

hombre y Dios (1984), publicada por Ignacio Ellacuría, uno de sus más estrechos colaboradores. Si bien la

publicación de un Homenaje a Xavier Zubiri en el año 1953 señaló el comienzo de un reconocimiento público,

su pensamiento filosófico permanece desconocido salvo por un ámbito muy restringido.

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Su tesis doctoral lleva por título: ―La principialidad de la esencia en Xabier Zubiri” (Madrid, 1965). En ella explica el ámbito de lo esenciable como el ámbito de lo real y considera

que según sea la esencia constitutiva y según sea el momento procesual en que se halle, así será la potencialidad. Se trata de una obra a la que Ignacio más tarde no daría mayor importancia.

Siguió los cursos de doctorado en Teología en la Universidad de Comillas, pero no llegó a concluir su tesis sobre Dios y la historicidad, cuyo proyecto retomó en los últimos años de su vida. Su tema central era Dios, pero no en sentido abstracto sino tal y como se hace presente en la propia situación histórica y más concretamente en la situación de América Latina. Para él la realidad histórica es también realidad teológica.

La Teología de la Liberación no era sin más una Teología de lo político, sino la Teología del Reino de Dios. De ahí que llegara a considerar a América Latina como un lugar privilegiado de profetismo y utopía, en donde la Teología de la Liberación asumía la centralidad y la primacía del "Reino de Dios" en la praxis, conforme a la vida liberadora de Jesús. Hay, pues, en su Teología una esperanza en la fuerza del Espíritu y en la transformación humana del devenir histórico, desde dentro, desde la conciencia colectiva, desde la propia virtualidad y fuerza interior de la Humanidad.

Por aquellos años, y aunque sus escritos no tuvieran la redacción acabada de una madurez posterior, Zubiri parece que se acostumbró a dialogar y discutir todo con Ellacuría. Al morir Zubiri, en 1983, Ignacio quedaría como heredero intelectual de su obra.

En 1967 regresó a El Salvador, a sus 37 años, destinado a trabajar en la Universidad Centroamericana ―José Simeón Cañas‖, de San Salvador (UCA).

Venía entonces marcado por un gran acontecimiento eclesial: el Concilio Vaticano II. Ya estando en El Salvador vivió un nuevo impacto luego de la Conferencia de los Obispos Latinoamericanos de Medellín (1968). Ambos hechos marcaron de por vida su pensamiento y su actitud eclesial.

Desde 1968 hasta su muerte fue miembro de la "Junta de Directores" de la Universidad de la UCA. Y aunque no fue rector sino hasta 1979, desde que llegó a la UCA se propuso que la Universidad tuviera un alto nivel académico y que estuviera al servicio del pueblo salvadoreño. Su divisa era que la Universidad debía estudiar a fondo la realidad salvadoreña, y debía hacerlo ―universitariamente‖. Y en 1969 logra que la UCA asuma la revista de Estudios Centro Americanos (ECA), en la que publica muchos de sus artículos filosóficos, teológicos y políticos.

De 1970 a 1973 se hace responsable de la formación de los jóvenes jesuitas de la Provincia Centroamericana, cargo que le lleva a conocer al padre Arrupe, General de los Jesuitas, defensor del principio de la encarnación en el trabajo pastoral, con quien siempre mantendrá una relación de afinidad.

En 1973, siendo Director del Departamento de Filosofía, publica su primera obra importante: Teología política, que provocó una controversia con la Nunciatura del Vaticano, retardándose la publicación en inglés hasta 1976.

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En 1974 fundó el Centro de Reflexión Teológica en la UCA.

En 1975 participó en el homenaje a Rhaner sintetizando las denominadas Tesis sobre posibilidad, necesidad y sentido de una Teología Latinoamericana.

En 1976 fue director de la revista ECA que, durante su dirección, llegó a convertirse en la revista más reconocida sobre la realidad de El Salvador. Ellacuría siguió promoviendo la creación de revistas especializadas, junto con la creación de una editorial de su universidad, UCA editores, una de las más prestigiosas de Centroamérica. En el momento de su muerte, la UCA contaba con nueve publicaciones periódicas. Uno de sus últimos proyectos fue el de tener una radio universitaria para aumentar la proyección social de la UCA.

En 1976 salió Ellacuría del país para trabajar durante dos meses en Madrid, como lo venía haciendo. Pero ese año se persiguió a los religiosos y, el día 12 de marzo de 1977, fue asesinado el P. Rutilio Grande. Ignacio no pudo regresar hasta agosto de 1978.

El año de 1979 fue nombrado Rector de la UCA y trabajó para que ésta fuera autónoma del poder civil y del poder eclesiástico.

En 1980, el 24 de marzo, fue asesinado durante la eucaristía el arzobispo Mgr. Romero, a quien Ellacuría había respetado como hombre de fe en medio de un pueblo crucificado.

En 1983 fue nombrado Director del Seminario Xavier Zubiri.

En 1985, de nuevo en su país, defendía la mediación y la paz. Pues ya desde 1981, a raíz de la ofensiva del Movimiento de Liberación Nacional, "Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), proponía una tercera fuerza no militar, de diálogo y negociación. Pero ni el alto mando militar ni el FMLN parecían respetar esa posibilidad.

El mismo año de 1985, habiendo ejercido de mediador, junto con Monseñor Rivera, en el caso del secuestro de la hija del Presidente Duarte, fundó la Cátedra Universitaria de Realidad Nacional como Foro Abierto para discutir en la UCA los problemas más graves del país. Tanto el Foro como sus intervenciones tuvieron resonancia internacional. Y, en 1986, siguió insistiendo en la necesidad de una salida negociada al conflicto civil de El Salvador.

En España, con motivo del primer encuentro de religiones abrahámicas celebrado en Córdoba, en 1987, expresó públicamente ante los representantes de estas religiones allí presentes, y hombres de la Ciencia y la Cultura, la necesidad de encontrar una perspectiva y bases comunes para superar positivamente los conflictos. Su ponencia en aquel encuentro fue un "Aporte de la Teología de la Liberación a las religiones abrahámicas en la superación del individualismo y el positivismo".

El mismo año, esta vez en La Rábida, en el encuentro sobre las implicancias socio-políticas de la Teología de la Liberación, expuso que esta teología lo que pretende es un cambio histórico no sólo de las personas y de la sociedad, sino también de las estructuras socio-históricas, con el fin de que lo primero y principal sea la defensa de los derechos de la inmensa mayoría.

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El año 1988, considerado "un año de transición para El Salvador", Ellacuría escribió en la Revista ECA un editorial en el que decía que El Salvador necesitaba encontrar con urgencia el camino que le ayudase a salir de la situación en que se encontraba. Pero volvió a recrudecer la violencia. Desde marzo de 1988, con ocasión del triunfo de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), en las elecciones a diputados y alcaldes, y, sobre todo, desde marzo de 1989, con el triunfo presidencial de Cristiani , volvieron a arreciar vientos de violencia.

Ese mismo año de 1989, Ellacuría fue a Barcelona a recoger el Premio de la Fundación Alfons Comín, otorgado a la UCA. Se sabía que podía morir si volvía a San Salvador, puesto que estaba amenazado de muerte violenta. También él lo sabía y era bien consciente de ello, pero vivía pensando en su pueblo y volvió a él.

Persecución, exilios y asesinato Un momento decisivo para la actividad universitaria de Ellacuría y de la comunidad universitaria de la UCA, lo constituyó el intento de reforma agraria en el país. En junio de 1975 el parlamento aprobó la Ley de creación del Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria (ISTA). Un año después se decretó el Primer Proyecto de Transformación Agraria, y sólo tres meses después, tras el intento de aplicación de la misma, se deshizo el proyecto anunciado. Desde un principio, la UCA apoyó la medida, y posteriormente criticaron la contramedida. Apoyaron la iniciativa por considerarla de beneficio popular, por cuanto podía suponer que el Estado comenzaba a representar y a defender los intereses reales de la mayoría social salvadoreña, mediante el cambio en la estructura de la tenencia y aprovechamiento de la tierra.

Ello le supuso situarse contra los intereses de la oligarquía terrateniente, e incluso contra la opinión de algunos grupos de izquierda. Pero cuando el gobierno dio marcha atrás, dominado por la presión de los terratenientes, Ellacuría escribió en ECA un famoso editorial "A sus órdenes mi capital" dirigido al gobierno en el cual denunciaba, "el gobierno ha cedido, el gobierno se ha sometido, el gobierno ha obedecido. Después de tantos aspavientos de previsión, de fuerza, de decisión, ha acabado diciendo `a sus órdenes mi capital´".

Por otra parte, como representante de la Teología de la liberación algunos grupos de poder amenazaron con acallar su voz. Desde el 12 de marzo de 1977 todos los jesuitas fueron amenazados de muerte. Ellacuría vivió su "primer destierro" aunque volvió a El Salvador en agosto de 1978.

En marzo de 1980 fue asesinado Monseñor Romero, tal como hemos visto. En la UCA estallaron varias bombas. La Residencia Universitaria fue dinamitada dos veces en menos de 48 horas.

El asesinato de Ellacuría y de sus compañeros ya había sido anunciado. Los jesuitas ya estaban estigmatizados que eran los intelectuales de la izquierda. El ambiente era traicionero hacia los religiosos, como si fuera un crimen predicar y pedir la verdad. Fue precisamente esa actitud calenturienta y guerrerista de los sectores de derecha la que los llevó a la muerte‖. Miembros de las Fuerzas Armadas habían calificado la UCA como un ―refugio de subversivos‖ y Ellacuría, empeñado en buscar una solución negociada a

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la guerra civil (1981), se había convertido en uno de los objetivos más deseados por los militares. El y la mayoría de los jesuitas eran españoles y, conociendo el riesgo que corrían, habrían podido regresar a su país de origen. Pero no lo hicieron.

Lamentablemente a finales de ese año Ellacuría tuvo que salir del país bajo la protección de la embajada española. No dejó de ser el Rector de la UCA y permaneció en España hasta abril de 1982.

Romero Pineda (2007) dice que a quienes le preguntaban si no le temía a las amenazas que se le hacían de forma abierta en El Salvador él contestaba: ―¡Sería tan irracional que me matasen! No he hecho nada malo‖.

El mismo autor nos cuenta que el FMLN lanzó fuertes ataques a la capital, llegando a ocupar la Colonia Escalón e incluso incursionaron por algunas residenciales militares, como lo fue la Colonia Arce, zona cercana a la UCA. Alrededor de 2000 combatientes se introdujeron de incógnito en la capital e iniciaron los combates el 11 de Noviembre de 1989. Pero las fuerzas represoras del país ya tenían mucha experiencia en el campo de la violación de derechos humanos.

Los combatientes guerrilleros habían hecho volar un portón de la UCA y habían salido por otro lado, lo que creó descontento en las filas militares, las cuales creían que ahí se ocultaba personal, armas, o los planes de la ofensiva. Del 13 al 15 de Noviembre los militares salvadoreños del Batallón Atlacatl habían realizaron cateos en la residencia de los jesuitas y en toda la universidad. Entraron quebrando puertas en la oscuridad de la noche. Ellacuría, indignado, le pidió la identificación al superior pero éste se negó. Pese a esto los sacerdotes les ofrecieron que al día siguiente llegaran para revisar la universidad a la luz del día. ―Ellacuría era la persona clave que andaban buscando pues pensaban que estaba detrás de todo 12. No encontraron nada; aun así Cristiani mencionó en un discurso que se había hallado armamento escondido en la UCA. 13

Royo Mejía (2014) relata que en la noche del miércoles 15 de noviembre al jueves 16 de noviembre de 1989, como a la una de la madrugada, un grupo de unos 30 hombres

12

Curiosamente en un fax de Ellacuría en respuesta a la invitación de intermediar, se expresaba así: "Estoy

abrumado por el hecho terrorista, estoy dispuesto a trabajar por la promoción de los derechos humanos, estoy convencido de que el presidente Cristiani rechaza ese tipo de hechos y de que con buena voluntad propone para este caso este mecanismo, quisiera apoyar todo esfuerzo razonable para que prosiga el diálogo/negociación de la manera más efectiva posible. Precisamente por eso desearía, en primer lugar, agradecer al Sr. Presidente el haberme invitado y, en segundo lugar, pedirle que me dé un espacio razonable de tiempo para tomar mi decisión de un modo responsable en beneficio de la pacificación y democratización del país. En cuanto regrese al país me pondré en contacto con la situación coyuntural y con los distintos sectores para poder apreciar cuál pueda ser la forma mejor de mi contribución".

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Ya había tenido varios intentos de asesinato. Su hermano José recuerda que una vez les contó que, ―como

dormía en un primer piso, ametrallaron desde la calle su habitación y tuvo que esconderse debajo de la ventana. Por eso lo cambiaron a una habitación más alejada. También sabíamos que les habían amenazado para que se fueran del país; si no, cada mes matarían a un jesuita‖.

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vestidos con los uniformes del Batallón Atlacatl, entraron en el campus universitario.

Al entrar en las instalaciones de la universidad, lo hicieron por el Centro Pastoral Monseñor Romero, contiguo a la casa de los padres. Con un tiro certero atravesaron, por el corazón, una fotografía de Monseñor Romero. Todos los sacerdotes se levantaron con el ruido. El día anterior, uno de los sacerdotes había ido a dormir a otra comunidad. Desde hacía días no estaba allí tampoco Jon Sobrino, que había ido a la lejana Tailandia a dar unas conferencias. Y Obdulio, jardinero y hombre de confianza de la comunidad, decidió no quedarse y se fue a su casa. Entonces se encontraban seis: Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró 14, Segundo Montes 15, Juan Ramón Moreno 16, Amando López 17 y Joaquín López López.18.

14

Ignacio Martí-Baró (47 años), español, novicio en El Salvador y estudiante de Humanidades y Filosofía en

Ecuador y Colombia, de Teología en Alemania y Bélgica. En la UCA obtuvo la licenciatura en Psicología Social y el doctorado en Estados Unidos. Era vicerrector de la UCA en el momento de su asesinato y director del departamento de Psicología. Fundó el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) que fue y es, en la actualidad, muy importante para la realización de estudios rigurosos sobre la opinión pública en El Salvador. Vivía atento a la problemática del pobre, a las consecuencias psicosociales de la violencia, a la religiosidad liberadora. Escribe muchos libros sobre estos temas. Sabía acercarse a las personas y se le tenía mucha confianza puesto que siempre andaba con su guitarra, vestido de sonrisas. 14 Segundo Montes (56 años), español. Doctor en Antropología Social, educador por vocación, escritor. Desde 1984 se dedicaba incansablemente a los desplazados de guerra, a quienes visitaba en Honduras, Nicaragua y Estados Unidos. En el momento del asesinato, era el superior de la residencia y director del

Instituto de Derechos Humanos de la UCA que fundó. Su trabajo científico y humanitario atraía la atención internacional. Sus escritos y conferencias desnudaban la cruda realidad salvadoreña.

16

Juan Ramón Moreno Pardo (56 años) navarro. Estudió Filosofía en Ecuador y Teología en Estados Unidos.

Su inteligencia y agudeza le permitieron adquirir una vasta cultura. Formador de estudiantes, seminaristas, novicios e incansable predicador de ejercicios espirituales. Secretario del provincial de los jesuitas de

Centroamérica. Profesor de Teología en la UCA, maestro de novicios y maestro del espíritu, acompañante de comunidades religiosas. En Nicaragua participó en la campaña de alfabetización. Responsable del Centro

Monseñor Romero y de la Biblioteca de Teología.

17

Amando López (53 años), nació en España, estudió Teología en Irlanda y obtuvo el doctorado en Ciencias de la Religión en Francia. Profesor de Teología en el Centro de Reflexión Teológica y Religión de la UCA.

Fue rector del seminario arquidiocesano de San Salvador y de la UCA de Managua. En ambos países defendió a perseguidos por regímenes criminales, escondiéndolos en su propia habitación. Rector del seminario de San Salvador, donde introdujo reformas sustanciales. Su carisma era el don de consejo, la alegría, la ternura.

18

Joaquín López y López (71 años), el único salvadoreño nativo. Siendo hijo de una familia acaudalada,

prefirió hacer sus estudios en un preseminario de la ciudad de Santa Tecla, donde encaminó sus primeras inquietudes vocacionales. En 1938 decidió ingresar a la Compañía de Jesús y viajó al noviciado de El Paso, Texas. Hombre sencillo y de talante popular. Estudia en Saint Mary‘s, en Kansas. Obtuvo licenciatura en

humanidades clásicas y filosofía. En 1951 fue enviado al teologado de Oña (España). Ahí fue ordenado sacerdote en 1952 e hizo profesión solemne en la Compañía de Jesús en 1956. Entre 1954 y 1955 estudió ascética en la Universidad de Comillas. Fue fundador y primer Secretario General de la UCA. En los últimos veinte años trabajó en "Fe y Alegría". Gracias a esta institución cuarenta y ocho mil niños y adolescentes, en treinta centros, reciben educación y formación técnica. En los meses antes de su asesinato, le diagnosticaron cáncer; sufrió mucho debido a que experimentaba dolores muy fuertes. Pero siguió trabajando como siempre, sin descanso dando testimonio de su fe al servicio de su prójimo.

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Estaban a medio vestir cuando llegaron a matarlos. Forzaron la puerta de entrada a la zona de los cuartos, en el piso de arriba. Los sacaron a un pequeño patio. Allí los obligaron a tumbarse boca abajo en la tierra y les dispararon a la cabeza con balas explosivas.

A dos de los asesinados los arrastraron hacia adentro de la casa, dejando un reguero de sangre. A doña Elba 19 y a Celina 20 tenían que matarlas, no podían quedar testigos. Y lo hicieron en el jardín que Obdulio trabajó para su hija, esposa y amigos colocando dos

rosas blancas en medio y seis rojas alrededor.

Según narran quienes luego estuvieron en el lugar, Ellacuría quedó hecho un Cristo, como sus compañeros, como tantos hijos e hijas del pueblo a quienes él amaba, y también como Monseñor Romero. Y porque los amaba a todos como a sí mismo, los amó hasta el extremo de dar la vida..., como en otro tiempo hiciera Jesús de Nazaret, el Cristo de las primeras comunidades de creyentes.

El Rector de la Universidad de la UCA, a un año de dejar el Rectorado, a pesar de ser sobre todo un filósofo, pasaría de inmediato a la historia y ante el mundo como el "teólogo mártir por la liberación del pueblo.".

La historia daría la razón a Ellacuría, aunque fuera tras su muerte, o quizás, en parte, a causa de ella. Porque a raíz del asesinato en 1989, el Congreso Norteamericano forzó al gobierno salvadoreño a aceptar la negociación que dio lugar a los acuerdos de paz de 1992, con lo que se puso fin a la guerra civil, que costó unos 75,000 muertos.

Personalidad

Fernández (2010) afirma que ―lo primero que hay que decir es que Ellacuría era un hombre complejo, que en su persona realizó síntesis muy elaboradas de mundos antagónicos: tenía, por ejemplo, una formación clásica, como la de cualquier jesuita, pero conocía los modernos análisis de la sociedad; era profundamente europeo pero entendió como pocos la realidad latinoamericana; primermundista, y abogó sin descanso por los derechos del Tercer Mundo.‖

Como acabamos de ver en su perfil , nos enfrentamos a una personalidad compleja que parte de lo real y actualiza la realidad en su inteligencia para actuar en un horizonte de liberación, desde una praxis liberadora y desde una motivación de fe cristiana.

19 Julia Elba Ramos (42 años), era madre de tres hijos y esposa de Obdulio. Discreta, intuitiva, dispuesta

siempre para el servicio, su risa alegraba la cocina y daba ánimo de todos. La familia había solicitado a los jesuitas quedarse en la residencia de la Universidad por temor a la violencia y los combates que aquellos días se habían intensificado en la capital.

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Celina Ramos (16 años), hija de Julia y Obdulio, era buena estudiante y deportista. Recién terminaba el bachillerato, estaba enamorada y próxima a casarse

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Recordemos que Ellacuría heredó de su familia la disciplina, el sentido de autoridad, la severidad, la nobleza y un cierto estilo elegante y austero. Y todo ello lo fue desarrollando a lo largo de su agitada vida. Pero a esto hay que añadir mucho más. Por lo que cuentan los que le conocieron, descollaba por su fuerte complexión atlética, por su figura típicamente vasca, por ser buen jugador de fútbol.

Era de recia personalidad aunque equilibrado en las formas; de mirada penetrante y a veces fulminante; pero también afable en el trato cuando las circunstancias lo requerían . Luchaba por la autonomía de la inteligencia y la persona humana, sin descanso, en todo momento.

Era tal su inteligencia y capacidad de análisis y síntesis que Zubiri se negó a publicar nada que no leyera antes el joven jesuita. Así es cómo cuando viajaba a Madrid revisaba, redactaba, rehacía los escritos zubirianos y los dejaba a punto para su publicación. Así surgió la trilogía cumbre del filósofo español: Inteligencia sentiente (1980), Inteligencia y logos (1982), Inteligencia y razón (1983).

Su carácter de líder nato se manifestó muy pronto. En torno a él se agrupaban compañeros y amigos. Alguno comenzó a llamarle, en broma, `el rey sol´, aludiendo a su brillantez y dominio. Aunque hubo quienes consideraban que no era una persona simpática ni fácilmente accesible, pues lo tenían como algo distante, serio, a veces irónico, sarcástico con los tibios, con aguda reciedumbre y seguridad, en todos los sentidos.

Ellacuría era agudo en los análisis sociales y mordaz en las críticas. Coherente en lo práctico con sus principios teóricos. Admirador de los grandes maestros pero, ante todo, tenía en cuenta los datos de la realidad.

Sabía escuchar y esperar pero desenmascaraba las intenciones de dominio y opresión que, bajo apariencia democrática o de progreso y civilización, presentaban los proyectos políticos injustos. Y en ese ejercicio era autónomo, dialéctico y firme.

Tomaba postura respecto de las Fuerzas Armadas y el Gobierno, pero tomaba también postura respecto de los guerrilleros y de la guerra. En los últimos años le dedicó mucho tiempo a favorecer la negociación. Pero él mismo era consciente del riesgo que corría. Solía decir: "ahora corre más peligro mi vida". Eran muchas las teclas de la realidad que le tocaba tocar.

De todos modos, se ganó el respeto y admiración de colegas y estudiantes por el alto nivel de sus estudios filosóficos y por su defensa de los derechos humanos.

Sus colegas coinciden en que además de ser un hombre sorprendente por su inteligencia, también lo era por su capacidad de entrega en favor de los más débiles y por su tenacidad.

Amenazado de muerte, siempre valoró la importancia del pensamiento como fuerza transformadora de la conciencia colectiva y de la realidad. Trabajó con una clara opción a medio y largo plazo. Nunca parecía tener miedo.

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Su trabajo permanente miraba, sobre todo, la liberación de su pueblo. La UCA era un instrumento, él mismo era un instrumento.

No obstante su formación filosófica especulativa, fue un administrador universitario y un negociador político consumado.

Cuando él hablaba, todo adquiría un sentido nuevo, una fuerza especial. Sus palabras adquirían un tono profético, su voz era de fuego cuando denunciaba la injusticia que sufría su pueblo, las muertes en El Salvador, cuando hablaba de Monseñor Romero. Su discurso se volvió cálido, vibrante, emocionado. Nadie podía quedarse frío o indiferente ante su mensaje.

Sobrino (1999) 21 subraya en él ―la fe operativa del cristiano. Lo considera un intelectual y un escritor pero no al modo europeo. Su pensamiento y sus escritos son actualización de la realidad y respuesta a las exigencias de la realidad salvadoreña a todos los niveles. Era el suyo un modo de pensar siendo, un modo de pensar para realizarse y liberar, un modo de pensar para hacer la verdad.

Eclesialmente, Ellacuría vivió y consumó en su persona la transición de la Iglesia preconciliar a la Iglesia posconciliar, de la Compañía de Jesús antígua y avejentada a la Compañía de Jesús implicada en los cambios políticos más revolucionarios. En cuanto a la relación con Oscar Romero hubo una influencia intelectual que se produjo en la dirección ―de Ellacuría a Romero‖. Tanto que a Romero llegaron a acusarlo de ser ―el tonto de los jesuitas‖, por la asesoría que Ellacuría y otros de sus hermanos religiosos daban al arzobispo. Pero sin duda el impacto mayor vino ―de Romero a Ellacuría‖. Por eso, lleno de entusiasmo y conmovido, pudo decir en el funeral del obispo asesinado, en marzo de 1980: ―Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador‖.

Para concluir este apartado diré con Jon Sobrino, otro jesuita filósofo, que Ellacuría fue ―una gran cabeza realista y tenaz, al servicio de un gran corazón cristiano‖.

Obras

21 Jon Sobrino (1938 - …) Es un teólogo jesuita español de origen vasco. Cursó el bachillerato en Indauchu

e ingresó en la Compañía de Jesús a los 18 años de edad. Se lo envió a Centroamérica, estudió lenguas clásicas en Cuba y posteriormente obtuvo la licenciatura en filosofía y una maestría en ingeniería mecánica en la St. Louis University (Estados Unidos). Prosiguió su formación en Frankfurt, Alemania, donde residió siete años y se doctoró en teología. En 1969 fue ordenado sacerdote. Volvió a El Salvador como profesor universitario de teología en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", la cual ayudó a fundar. Fue estrecho colaborador del arzobispo de San Salvador Óscar Romero, asesinado en 1980. El 16 de noviembre de 1989, por encontrarse en Tailandia dictando una conferencia, se libró de ser también asesinado. Prolífico autor, ha desarrollado su contribución en la cristología, eclesiología y espiritualidad de la liberación. La Congregación para la Doctrina de la Fe acusa a Jon Sobrino de ―falsear la figura del Jesús histórico al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando su divinidad”.

En 1990 fue nombrado rector de la

Universidad Centroamericana. En 2009 fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Deusto (Bilbao, España) Actualmente es director del Centro de Reflexión Teológica Monseñor Romero y director de la Revista Latinoamericana de Teología.

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Se ha dicho que Ignacio Ellacuría era más teólogo que filósofo. Pero durante sus estudios teológicos en Innsbruck pudo centrarse en la investigación teológica pura -al modo de Rahner, Moltmann o Metz- y no lo hizo. Y en cuanto a la filosofía no se limitó al trabajo intelectual especulativo, pues entendía que la intelección de la realidad histórica y su actualización sólo pueden realizarse desde la propia realidad y desde la praxis histórica, es decir, desde el compromiso con la propia realidad. De ahí su especial bipolaridad.

La obra de Ellacuría tiene múltiples facetas, que abarcan lo político, lo universitario, lo teológico, y lo filosófico. En estas líneas me centraré sobre todo en los aspectos filosóficos de su pensamiento sin dejar de lado esas otras facetas.

Creo que es indispensable que señale que los libros no fueron para él sino instrumentos útiles. Y su método consistirá siempre en pasar por la experiencia filosófica directa, bien sea enfrentándose a los textos de los autores, bien enfrentándose con la propia inteligencia a la realidad tal cual. El planteamiento empírico implicará forzosamente partir de la realidad y volver a la realidad.

Quiero también señalar que Ellacuría no fue simplemente el discípulo o el divulgador de Zubiri. Su originalidad radica en la aplicación de la filosofía de la realidad de Zubiri al problema de la liberación de los pueblos iberoamericanos.

Mora Galiana nos dice que ―su metodología de trabajo era sistemática y rigurosa, al igual que su talante autónomo respecto del poder civil o religioso, es decir, su racionalidad, estaba íntimamente unida a la sensibilidad de las mayorías populares empobrecidas y en sintonía con las fuerzas y proyectos de liberación política y humana‖.

Vale recalcar que, en una loable actitud, se negó a publicar libros en la editorial universitaria, pues consideraba antiético hacerlo, dada su posición en la UCA.

Sus obras, como compendio, fueron publicadas póstumamente: Filosofía de la realidad histórica, Veinte años de historia en El Salvador. Escritos políticos (tres volúmenes), Escritos filosóficos (tres volúmenes), Escritos teológicos (tres volúmenes) y Escritos universitarios, son, en su mayoría, compilaciones de escritos dispersos, bien agrupados temáticamente.

Ahora bien, para comprender la obra de Ellacuría "desde dentro" y desde su propia opción y experiencia, tenemos que adentrarnos en tres de sus grandes preocupaciones: la defensa de las mayorías populares y los pueblos oprimidos, la Universidad como un instrumento al servicio de las mayorías, y la función liberadora de la Filosofía. En este sentido, de acuerdo con las fuentes que he consultado de Silva, Mora Galiana y Samour, los trabajos fundamentales, para la comprensión global de su obra, son los ensayos siguientes: Filosofía y Política, de 1972. ―La politización de la filosofía lo considera Ellacuría una necesidad inherente a su propia condición, puesto que el objeto de la filosofía es la historia en cuanto realidad total y la historia es forzosamente política. La historia, a diferencia de la historicidad individual de la existencia humana, tiene un carácter público y social del que deriva su politización y la reflexión sobre la historia no escapa a esta politización. Por otra parte, el filósofo ha de

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reflexionar desde su situación y ésta es hoy especialmente una situación pública y política, configurada últimamente por esta dimensión de publicidad política. Lo que no significa que este condicionamiento político deforme su pensamiento, aunque, para evitar esa posible deformación, toma conciencia activa de ese condicionamiento. Pero no cabe duda que en la medida en que el filósofo se encarne en la realidad que vive, que es necesariamente política, será viva también su filosofía. Esto lo sintetizaríamos diciendo que el filósofo no puede reflexionar al margen de lo que es la actual experiencia histórica y esta experiencia es ciertamente política.‖ Universidad y Política, de 1980.

―Ellacuría recalca que la actividad universitaria no busca primariamente la transformación de las personas, sino de las estructuras. No es que ambos objetivos –la referencia a las personas y la referencia a las estructuras- sean contradictorios o que se excluyan entre sí, pero el poner el acento en una de ellas cambia notoriamente la dirección del trabajo universitario. La universidad debe focalizar su aporte específico sobre el problema estructural. Aquí está implícito un supuesto filosófico en el planteamiento ellacuriano, de raíz zubiriana: la única manera de alcanzar la realidad y de atinar con su esencia es alcanzar su estructura, de lo contrario ―no se encontrará la realidad‖. Es decir, no hay otra posibilidad de alcanzar una dimensión como es la realidad socio-histórica, que la de ir en busca de sus estructuras; de lo contrario, la realidad perseguida a través de sus partes o de sus individuos, es evidentemente inalcanzable, y aunque fuera alcanzable, resultaría inoperable.‖ El objeto de la Filosofía, de 1981. ―Ellacuría postula que el objeto de la Filosofía no es el ser sino la realidad y la realidad en cuanto tal, cuyo ―summum‖ no puede darse al hombre sino en la realidad historia, ―unidad más englobante y manifestativa de la realidad‖, que tiene un carácter de praxis por cuanto hay que hacer la verdad, es decir, aquella realidad que, en juego de praxis y teoría, se muestra como verdadera.‖ Teniendo en cuenta la aportación del pensamiento de Ortega y Gasset, tiende a reflexionar sobre la Historia, y sobre la Historia inmediata, desde la perspectiva filosófica, para así enfrentarse mejor a lo que todavía no es y puede llegar a ser. Pues la vida social se encuentra siempre incompleta en sí misma, dentro de un todo vital amplísimo y dinámico, que nos remite al pasado y nos proyecta hacia el futuro. De ahí que interese sobre todo la vida y la realidad histórica. Y no sólo el ser en cuanto ser, sino en cuanto realidad. Para Ellacuría "hay que hacer la verdad... hacer aquella realidad que, en juego de praxis y teoría, se muestra como verdadera." En definitiva esa fue su constante intelectual y

práctica: el tener claro que realidad y verdad han de hacerse y descubrirse, y que han de hacerse y descubrirse en la complejidad colectiva y sucesiva de la historia, de la humanidad.‖ Función Liberadora de la Filosofía, de 1985. ―Para estar inmersa en la praxis de liberación, la filosofía debe relacionarse debidamente con el sujeto de la liberación. El sujeto de la liberación es idealmente el que es en sí

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mismo víctima mayor de la dominación, el que realmente carga con la cruz de la historia, porque esa cruz es el escarnio, no de quien la sufre sino de quien la impone, y lleva en si un proceso de muerte, que puede y debe dar paso a una vida distinta. La cruz es la verificación del reino de la nada, del mal, que definiéndose negativamente como no realidad, es el que aniquila y hace malas todas las cosas, pero que en razón de la víctima negada puede dar paso a una vida nueva, que tiene caracteres de creación. La función liberadora de la filosofía, que implica la liberación de la propia filosofía de toda contribución ideologizadora y, al mismo tiempo, la liberación de quienes están sometidos a la dominación, las mayorías populares pobres y oprimidas, sólo puede desarrollarse cabalmente teniendo en cuenta y participando a su modo en praxis históricas de liberación. Separada de estas praxis, es difícil que la filosofía se constituya como tal. Más difícil aún es que se constituya como liberadora y más difícil aún es que contribuya realmente a la liberación.‖ Centroamérica como problema, de 1986. ―Crítico de la realidad latinoamericana, estimulaba a sus alumnos a estudiar las problemáticas sociales del continente pero sobre todo de Centroamérica. Le preocupaba la situación de pobreza que se estaba viviendo y se enfocaba en la búsqueda de la justicia. Por eso, como he indicado, quería que en la biblioteca y hemeroteca de la UCA estuviera todo lo relacionado con El Salvador. Y en el Centro Universitario de Documentación y Apoyo a la Investigación quería que estuvieran todos los documentos producidos en o sobre el país, incluyendo las respectivas pinacotecas salvadoreñas. En la obra inconclusa que nos legó antes de ser asesinado, y cuya edición fue preparada por Antonio González en 1990, apunta al final dos grandes temas sobre el sujeto de la historia y sobre el sentido de la historia. En ellos, y en sus manuscritos inéditos, puede apreciarse cómo el quehacer intelectual -desde la praxis histórica y el compromiso universitario- entraña graves riesgos cuando se aborda la realidad y sus potencialidades o posibilidades, es decir, cuando se aborda no sólo lo hecho sino lo que queda por hacer y se puede hacer, sobre todo cuando se defienden los derechos de las mayorías populares.‖

Pensamiento

En la época de Ellacuría se tenía conciencia de que ningún sistema filosófico anterior resultaba definitivamente válido. La subjetividad y el existencialismo, sobre todo después de la segunda guerra mundial, habían resquebrajado las pretensiones de objetividad, obligando no sólo a la "reconstrucción" sino a búsquedas inéditas hacia nuevos horizontes.

Sols Lucia (1999) nos dice que ―la filosofía de Ellacuría está marcada por su trayectoria biográfica y es incomprensible sin ella, precisamente porque elaboró una filosofía y una teología desde la realidad en cuanto realidad para interpretar la historia e influir en ella, en un horizonte de liberación y de fe‖.

Mora Galiana (1999) indica que algunos comentaristas se preguntan si Ellacuría fue más teólogo que filósofo o más analista político que teólogo. Pues bien ―conviene recordar que en su tesis dejó sentadas las bases de la "principialidad de la realidad", estructuralmente compleja, dinámica y evolutiva en su devenir histórico -con lo que su

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filosofía apuntaba más allá del Realismo ingenuo y el Idealismo, más allá del Racio-Vitalismo de Ortega, más allá de la filosofía teologal de Zubiri, más allá de la Filosofía de la Historia de Hegel y más allá del Materialismo Dialéctico de Marx, para postular la Realidad Histórica como el lugar privilegiado de la Filosofía y Ética, exigencia básica de la Política y de la Economía‖. Fernández (2010) cree que ―Ellacuría era, antes que otra cosa, filósofo. Su formación académica, su inclinación natural, su afición íntima era la reflexión filosófica. Pero la situación del país, su compromiso con la realidad, le llevó a adentrarse en comentarios y análisis políticos, ya que había una carencia y una urgencia importante de ellos, lo que lo convirtió en un agudo analista político y en un pensador complexivo de la realidad histórica‖.

Según el parecer de Mora Galiana, ―en un primer proyecto filosófico de Ellacuría, había una cierta inquietud por aproximar la filosofía tomista y la de Ortega y Gasset. Pues se daba en él, desde la formación eclesiástica, una apertura a la filosofía vitalista moderna. Pero, ya desde entonces, era propio de su actitud intelectual el observar atentamente la realidad, descubrir las fuerzas predominantes, valorar el desarrollo científico técnico en sus aspectos positivos y negativos, y el plantear posibles acciones de transformación con cierto valor de universalidad. De hecho, a finales de los años cincuenta, a partir de las impresiones que le produjo la Exposición Internacional y Universal de Bruselas (Bélgica), en 1958, realiza un diagnóstico pesimista del estado del mundo y siente una mayor preocupación por la desmedida importancia que adquiere el mundo de la técnica —especialmente la atómica— en detrimento del desarrollo integral, puesto que los problemas de los seres humanos son relegados a un segundo o tercer plano‖.

Podríamos decir con certeza que Ignacio Ellacuría, desde 1955 a 1958, vive desde dentro su propio despertar a la Filosofía. En ese despertar suyo mereció especial atención, en sus lecciones sobre Historia de la Filosofía, el "despertar" excepcional del mundo de los presocráticos, dada su sensibilidad hacia la realidad germinal, es decir, hacia la realidad que se va haciendo.

Pero hay que tener presente que, como aclara muy bien Samour Canán (2000), “ por varios años, la mayor parte de la producción estrictamente filosófica de Ellacuría permaneció inédita. Sólo se conocía de ella una cantidad relativamente pequeña de artículos, la mayor parte de ellos dedicados principalmente a exponer o explicar el pensamiento de Zubiri. Esto provocaba la impresión de que no había realmente un corpus filosófico coherente y original, sino más bien una serie de trabajos eventuales, más o menos originales y sugerentes, pero fundamentalmente dedicados a divulgar la filosofía zubiriana‖. Toda esta impresión ― empezó a modificarse a partir de la publicación póstuma de su Filosofía de la realidad histórica en 1990. Este trabajo, que Ellacuría había redactado en 1976, nos revela por primera vez la coherencia y la sistematicidad de todo su esfuerzo filosófico maduro, que comenzó a gestarse desde 1965, cuando terminó y defendió su tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Dicha tesis, desarrollada sobre la base de la metafísica zubiriana y realizada bajo la dirección personal del propio Zubiri, se convertirá en el punto de partida de la labor filosófica que Ellacuría desplegará en los décadas siguientes‖. Seguramente que el lector comprenderá porque me he extendido en el contexto en que

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se desenvolvió la ―historia‖ de Ellacuría. También se habrá percatado de la amplia y extraordinaria obra de nuestro autor. Quisiera ahora trabajar con toda ella, pero tengo que ser realista y aceptar las limitaciones de un artículo/ensayo. Por lo tanto voy a presentar dos temas del pensamiento de nuestro filósofo: ―para qué la filosofía‖ y ―la filosofía de la realidad histórica‖. Creo que el primero resulta indispensable para comprender a cabalidad el segundo pues le es prácticamente un preámbulo.

Para qué la filosofía

Este articulo 22 va dirigido a quienes se ven obligados a dar filosofía sin saber bien cómo hacerlo y, sobre todo, a quienes se ven obligados a tomar esa materia sin saber bien ni por qué ni para qué. Todavía en el bachillerato se impone el estudio de la filosofía y también se impone en muchos de los planes de estudios de las más diversas universidades. Es estudio obligado, por ejemplo, en las universidades soviéticas en forma de materialismo dialéctico e histórico y es, asimismo, estudio obligado en la formación de los sacerdotes católicos aun después del Vaticano Il. ¿Por qué este empeño por contar con una filosofía que defienda las propias posiciones? ¿Por qué esta continuada presencia de la filosofía en la base de la formación de la cultura occidental durante más de veinticinco siglos?

Uno pudiera pensar que se debe a un deseo de pura erudición. Es bastante claro y fácilmente admitido que a la filosofía se han dedicado durante muchísimos siglos hombres que pueden catalogarse entre los más inteligentes de la humanidad. ¿Cómo desconocer y despreciar lo que estos hombres han pensado y que sólo ellos han podido llegar a pensar en el sentido de que sin ellos la humanidad nunca hubiere podido contar con esos puntos de vista? ¿Será, pues, cuestión de erudición y de ''cultura''? Inmediatamente hay que responder que no. La filosofía como erudición y cultura no es filosofía -no se puede enseñar filosofía; l o único que se puede enseñar es a filosofar, decía Kant- ; y, sobre todo, por qué no se da vuelta al problema y se pregunta uno a qué se ha debido que los hombres más inteligentes del mundo se hayan visto forzados a hacer eso que llamamos filosofía. No quiere esto decir que la filosofía sea sólo cosa de sabios; quiere únicamente significar que la humanidad se ha visto necesitada de filosofar y de que los hombres, de una u otra forma, en una u otra ocasión se ven forzados no a hacer una filosofía, pero sí a hacer algo que puede considerarse como el origen del filosofar.

No fue Sócrates el primer filósofo, pero en él resplandece de forma singular qué es esto de verse precisado a filosofar. No voy a hacer aquí un estudio técnico de este problema, sino tan sólo voy a presentar sencillamente una serie de rasgos que caracterizan a este incómodo filósofo que pagó con su vida la imperiosa necesidad de filosofar. Sócrates vivió como ciudadano de Atenas en el siglo quinto antes de Cristo. Fue filósofo porque fue ciudadano, esto es porque fue político, porque se interesaba hasta el fondo por los problemas de su ciudad, de su Estado. Veía todas las cosas

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"Filosofía, ¿para qué?‖ fue publicado por Ignacio Ellacuría en la revista Abra Tomo 1, del año

1976 y reeditado en 1987 y 1998, como texto para los estudiantes de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas". En lo esencial conserva un gran valor pedagógico y mucha actualidad en su contenido.

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sub luce civitatis, a la luz del Estado, pero no de un Estado que caía por encima de los individuos, sino de un Estado sólo en el cual los hombres podían dar la medida de su plenitud. Los demás le tenían por sabio -el más sabio de los atenienses lo consideró el oráculo de Delfos-, pero él no se tenía por tal. Dos cosas caracterizaban su sabiduría: frente a l os filósofos anteriores, juzgaba que el verdadero problema de la filosofía está en el hombre mismo, en el conocimiento que el hombre debe tener de sí mismo -"conócete a ti mismo"- y de todas las demás cosas sin las cuales el hombre no es ni puede ser sí mismo; frente a los que creían saber y estaban acríticamente instalados en su falso saber, sostenía que sólo sabe bien lo que cree saber el que se percata desde ese su saber que no sabe nada. Sócrates pensaba que sin saber y sin saberse a sí mismo, el hombre no es hombre, ni el ciudadano, el animal político que dirá más tarde Aristóteles, puede ser ciudadano. Quería saber, pero lo que buscaba en ese saber era hacerse a sí mismo y hacer a la ciudad. Su saber es, por lo tanto, un saber humano y un saber político, no sólo porque el objeto de ese saber sea el hombre y la ciudad, sino porque su objetivo eran la recta humanización y la recta politización. Según él, quien quiera humanizar y quien quiera politizar no puede dejar de saber y menos aún puede pensar que sabe cuando realmente no sabe. Nace así su filosofar de una gran preocupación por lo que es el hombre y por lo que es la ciudad como morada del hombre; ahí están las raíces de su pensamiento y de ahí van a surgir los temas sobre los que va a reflexionar. No le importa tan sólo saber cómo son las cosas –el hombre, la ciudad y sus cosas, la cosa pública que dirán los romanos-, sino que las cosas sean, que las cosas lleguen a ser como todavía no son y que por no serlo son falsas e injustas.

De ahí que su saber pretenda ser un saber crítico. Y lo es, tanto por su personal insatisfacción con lo que ya sabía y por su consiguiente búsqueda incesante, como por su constante confrontación con quienes se pensaban depositarios del verdadero saber y del verdadero interés de la ciudad sólo por la posición social o política que ocupaban. Lo primero lo llevó a un permanente combate consigo mismo; lo segundo a una batalla desigual con los poderosos de su tiempo. Tuvo que dejarlo todo y lo poco que le quedó -los últimos años quemados de su vida, las cenizas de su existencia- se lo arrebataron en nombre de los dioses y de las buenas costumbres de la ciudad. No pedía nada para sí; sólo la libertad de pensar y de decirle al mundo sus pensamientos. Era demasiado pedir, porque no hay ciudad que soporte la libertad del pensamiento, un pensamiento que para Sócrates no era libre por ser el suyo, sino por ser un pensamiento justo, un pensamiento que ponía la justicia por encima de toda otra consideración. Verdad, bondad, belleza y justicia eran para él indisolubl.es y por ellas luchaba como teórico y como político.

[…]

Es posible que muchas filosofías hayan servido de justificación del orden imperante, una veces pretendiéndolo explícitamente y otras sin pretenderlo. por no percatarse de lo condicionado que puede estar un pensamiento por la situación en

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la cual se desenvuelve. Son aquel tipo de filosofías o aquella parte de algunas filosofías que pretenden positivamente exponer cómo son las cosas. Pero no todas las filosofías han sido solamente eso. Kant, por su lado, a más de veintidós siglos de distancia, escribe lo más importante de su obra en forma de crítica (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio); Marx mismo escribe casi toda su obra a partir de una crítica. En realidad, casi todos los filósofos se debaten en permanente crítica unos de otros. Estos hechos nos llevan a plantearnos el quehacer de la filosofía respecto de las ideologías. Cuando se habla de la ideología de un determinado autor lo que se entiende, en una primera aproximación, es el conjunto más o menos sistemático de ideas que ese autor expresa. Pero desde Maquiavelo para acá se ha insistido cada vez más en el carácter subjetivo de los sistemas ideológicos, que tras su intento de representar lo que es la realidad lo que podrían estar haciendo es encubrirla, en beneficio de determinados intereses personales o sociales.

[…] ¿Es la filosofía principio de ideologización o es la filosofía principio de desideologización?

Hemos visto en Sócrates un ejemplo, aparentemente sencillo, de quien busca el saber y de quien busca desideologizar. Desde él puede verse cómo sin filosofía no se sabe bien el porqué de las cosas y no se está debidamente preparado para desarrollar en plenitud aquello donde reside la plenitud del hombre, su carácter de ciudadano, su carácter de político, su versión real a los demás. Pero la filosofía no debe contentarse con ser una función individual. Es la sociedad entera la que debe tener su propio filosofar. La sociedad necesita de la filosofía. Nuestra sociedad la necesita.

Ante todo, la necesita en su dimensión negativa y crítica. En las creencias populares, en la literatura, en los códigos de derecho y en la propia Constitución, en los programas de los partidos políticos, en la conciencia colectiva dominante, en los medios de comunicación, etc. Hay infinidad de elementos ideologizados que no responden a la verdadera naturaleza del pueblo salvadoreño y que favorecen la perpetuación de un orden injusto. Hacen falta Sócrates implacables, que pongan en tela de juicio toda esa suerte de tópicos tan repetidos, que se nos quieren hacer pasar como evidencias. Tenemos que llegar a la convicción de que no sabemos y de que la gente no sabe: ni siquiera sabemos qué es lo que tenemos que saber, ni cómo lo tenemos que saber, por mucho que pretendan conocerlo los autores de la reforma educativa. Tenemos que llegar a la convicción de que se necesita un ingente esfuerzo por saber, pero por saber críticamente, por saber creativamente.

Por ello, se necesita también la filosofía en su dimensión constructiva y sistemática. Pero que no sea importada y repetitiva. No es bueno ni posible el aislacionismo cultural, pero tampoco es buena la mera repetición de teorías importadas, que se imponen dominantemente a quienes están indefensos contra ellas. Un pensar importado que se tome como representación cabal de la propia realidad o como receta de acción política, es para el caso una pura ideología,

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que puede tener sus ventajas inmediatas y prácticas, pero que, a la larga, lleva a la propia despersonalización y a la propia deshistorización. La filosofía y la ciencia condensadas en recetas se convierten inmediatamente en catecismos insatisfactorios.

Esto nos llevaría al cómo del filosofar. El filosofar implica una gran necesidad de estar en la realidad y una gran necesidad de saher última y totalmente cómo es esa realidad, más allá de sus apariencias puramente empíricas. Quien no tiene esas dos condiciones, no es apto para filosofar. Hace falla también un talento especial: muchos de los ataques a la filosofía nacen de la contradicción entre quienes necesitan algo así como filosofar y, sin embargo, son incapaces de hacerlo, pues no pueden dominar sus requisitos técnicos. La filosofía no les dice nada, sobre todo en sus apartados más técnicos, no porque la filosofía no diga nada, sino porque ellos son incapaces de escucharla. Por eso acuden, en el mejor de los casos, a aspectos filosóficos que están más de moda o que son más asequibles para el público. Con esas condiciones y, percibida la posible practicidad del filosofar, esto es, visto o previsto el modo romo desde la filosofía se puede tratar filosóficamente la realidad que nos rodea, lo importante es enseñar a pensar. Guerra, pues, a los manuales y esfuerzo por poner al estudiante en contacto directo con los grandes maestros del pensar, no en cuanto digan esto o aquello, sino en cuanto puesta en marcha de formas excepcionales de pensar. Suscitación del espíritu crítico frente a la propia realidad y frente a cualquier sistema que pretenda explicarla. Lanzamiento a la producción personal, a la creatividad en el análisis, en la compresión y en el hallazgo de respuestas. Preparación técnica para poder ponerse en contacto con los grandes pensadores, para ejercitar la crítica filosófica y para poder producir... Los modos concretos de realizar todo esto dependerán de las condiciones de los profesores y de los alumnos, siempre recordando que el filosofar no es la transmisión y el aprendizaje de una serie de contenidos más o menos entendidos, sino la puesta en marcha de la propia capacidad de pensamiento filosófico. No es inútil, sin embargo, mostrar una dirección fundamental de pensamiento, siempre que esté debidamente asimilada y que se muestre operativa. En filosofía hace falta también un instrumental teórico, cuya validez debe mostrarse en su propia instrumentalidad, es decir, en su capacidad de acercamiento a la realidad, en su capacidad de despertar respuestas nuevas a problemas nuevos. El dicho evangélico de que la verdad nos hará libres tiene singular aplicación a la filosofía: es la búsqueda y el anuncio de la verdad frente a lo que la impide, lo que traerá a los hombres y a los pueblos la libertad. Una verdad operativa, pero una verdad. Es cierto que nuestros pueblos necesitan de transformación,pero de una transformación llena de verdad; de lo contrario, no vamos a la liberación del hombre, sino a su alineación. La filosofía como búsqueda de la plenitud de la verdad, esto e s no a la manera de ausencia de error, sino de la presencia plena de la realidad, es así un elemento indispensable en la liberación integral de nuestros pueblos. Cuando estos pueblos cuenten con la posibilidad real de pensar por sí mismos en todos los órdenes del pensamiento, es que ya van camino de la libertad y de la posesión plena de sí mismos. He ahí el para qué de la filosofía.

Filosofía de la realidad histórica

La obra póstuma de Ignacio Ellacuría constituye sin duda su más ingente trabajo intelectual en el campo de la filosofía, y representa, por su calidad y contenido, una

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pieza clave para comprender no solamente su producción estrictamente filosófica, sino también su pensamiento teológico y socio-político.

Para Mora Galiana, ―Ellacuría, teniendo en cuenta la aportación del pensamiento de Ortega y Gasset, tiende a reflexionar sobre la Historia, y sobre la historia inmediata, desde la perspectiva filosófica, para así enfrentarse mejor a lo que todavía no es y puede llegar a ser. Pues la vida social se encuentra siempre incompleta en sí misma, dentro de un todo vital amplísimo y dinámico, que nos remite al pasado y nos proyecta hacia el futuro. De ahí que interese sobre todo la vida y la realidad histórica. Y no sólo el ser en cuanto ser, sino en cuanto realidad‖.

La propia Historia de la Filosofía nos revela la necesidad de ahondar en la Filosofía de la Historia y en la Filosofía de la vida, es decir, en lo que Ortega denominaba la "Historiología" o análisis filosófico de la realidad histórica —más allá de los datos objetivos y los acontecimientos, objeto de la Historiografía—. Pues, tal como lo indicara Ortega en La "Filosofía de la historia" de Hegel y la “Historiología”, "la historia

no es manipulación, sino descubrimiento de realidades... La historiología no es, por tanto, una reflexión metodológica sobre historia rerum gestarum o historiografía, sino un análisis inmediato de la res gesta, de la realidad histórica". Y ello implica que la realidad tiene su estructura. La realidad no es pura manifestación de fenómenos (concepción kantiana) o caos de sensaciones (positivismo) sino actualización de la estructura dinámica y abierta de lo que realmente es .

En su obra magna ―Filosofía de la Realidad Histórica” 23 Ellacuría asume y utiliza positivamente las tesis epistemológicas, antropológicas y metafísicas de la filosofía zubiriana 24 en orden a fundamentar teóricamente el concepto de praxis histórica, pero a la vez con el objetivo político de pensar e iluminar una adecuada praxis histórica de liberación en el contexto latinoamericano frente otras formas de praxis política, que se habían venido desarrollando en el Continente, predominantemente bajo la inspiración del marxismo, y que a los ojos de Ellacuría resultaban parciales e insuficientes por cuanto dejaban de lado aspectos esenciales de la realidad histórica que, como tal, es una unidad estructural, dinámica y abierta, según lo postula la metafísica

23 "Filosofía de la Realidad Histórica", se publica en 1990, gracias al trabajo del profesor Antonio González,

que escribe el prólogo de la obra y para quien "el objetivo último de las reflexiones de Ignacio Ellacuría en el campo de la Filosofía era el esbozo de lo que podríamos llamar una Filosofía de la Liberación", dada la función liberadora que él asignaba a la Filosofía. Nos enfrentamos, pues, a una vida truncada en su plenitud y con una obra que nos transmite su "comunidad filosófica" como una obra no acabada. El hecho de que la "Filosofía de la Realidad Histórica" sea una obra "post mortem", incita a indagar y rastrear la estructura

original de la obra y aquellas partes que parecen inconclusas (el curso de 1987: "el sujeto de la Historia") o incluso no escritas, cuales son "El sentido de la Historia" y "La praxis histórica de liberación", partes muy

vivas y dinámicas en la personalidad, en el pensamiento y en la actividad de Ignacio.

24 Ellacuría, siguiendo las huellas de Zubiri, sobre todo las impresas en Estructura dinámica de la

Realidad, concretará su pensamiento filosófico en unos cuadernos que, como material académico, fueron

publicados en 1984 en la Universidad Centro Americana (UCA), a los que seguirá un curso sobre el "sujeto de la Historia", que dará pie, posteriormente a su obra-proyecto Filosofía de la Realidad Histórica,

que gracias al profesor Antonio González podemos ahora estudiar y conocer detenidamente.

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intramundana de Zubiri. Toda la realidad forma una sola unidad, y la envolvente principal de toda esa realidad es la historia. Ésta, al ser el ámbito donde se da más plenamente la realidad, se convierte en el único acceso concreto a lo último de la realidad y, por tanto, en el objeto de la filosofía. Esta tesis es la clave para entender todo el planteamiento ellacuriano y el tránsito que realiza desde la filosofía de la realidad de Zubiri a una filosofía de la realidad histórica con intención liberadora de cara a la realidad latinoamericana.

Samour Canán (2000) considera que podemos afirmar, a manera de hipótesis, que ― toda la producción filosófica ellacuriana, específicamente la que arranca desde mediados de la década de los sesenta, encuentra su unidad y su sentido en el intento de Ellacuría por constituir una filosofía de la liberación latinoamericana sobre la base de su filosofía de la historia. En consecuencia, no estamos frente a una serie de trabajos filosóficos ocasionales, sino ante un pensamiento filosófico coherente y con pretensiones sistemáticas, resultado de un proyecto intelectual propio que buscaba interpretar el pensamiento de Zubiri para ponerlo al servicio de las necesidades concretas de los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo en general‖.

―En no pocas ocasiones Ellacuría reconoció que sus planteamientos sobre el carácter político que les asignaba a la filosofía y la teología se debían en gran medida a la filosofía de Zubiri, aunque supusieran una reelaboración en orden a resolver los problemas que planteaba la realidad latinoamericana y no pretendieran, por consiguiente, una repetición exacta del pensamiento explícito de Zubiri. En esta línea Ellacuría afirmaba que ―el carácter puro de su filosofía no hace fácil la tarea a filósofos segundos que quieren referirse filosóficamente a ámbitos más inmediatos de realidad; debe recordarse, no obstante, que Zubiri mismo ha tratado filosóficamente problemas no tan abstractos como son los de la metafísica o algunas partes de su filosofía de la inteligencia. Con todo ha de resaltarse que sólo tras una profundización laboriosa y creativa de su pensamiento y tras un desarrollo de la capacidad de escuchar el reclamo de la realidad se está en condiciones de superar una repetición mecánica de su pensamiento para ponerlo al servicio de la iluminación y transformación de realidades con las que él no se enfrentó‖. ―En consonancia con su concepción de la realidad histórica, para Ellacuría en la historia se da un crecimiento de la libertad a través de un proceso de liberación progresiva de la naturaleza y de toda suerte de condicionamientos materiales, sociales y políticos. La base de este proceso es la actualización y socialización de posibilidades. La filosofía, al estar situada históricamente y al reflexionar y comprometerse con la verdad de su objeto, se ve necesariamente implicada con aquellas dinámicas de la historia que portan las posibilidades más altas de liberación. Esta es la razón que determina que a una filosofía de la realidad histórica le sea esencial una función liberadora, con una intrínseca dimensión política‖.

Para Ellacuría la tarea de liberación le es exigida a la filosofía no sólo por razones éticas o sociológicas, sino, más profundamente, por razones epistemológicas y metafísicas. La razón es que la historia no es sólo el lugar donde los seres humanos van a ser lo que son y donde la humanidad va haciéndose en su unidad, sino la actualidad última de la apertura y de la realización trascendentales de la realidad; apertura y realización que queda en manos exclusivamente de la actividad humana y de lo que ésta pueda crear en la historia a partir del proceso de apropiación y

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actualización de posibilidades. De esta manera, el dar de sí de la realidad en el ámbito de la historia está vinculado al grado de libertad y humanización que alcancen los seres humanos. En el proceso de humanización y personalización de los distintos individuos y grupos humanos, se juega la revelación y la realización trascendentales de la realidad. O dicho de otra forma, en el problema humano y su resolución en la historia se juega la plenitud de la totalidad de la realidad. A la luz de todo lo anterior, la reflexión filosófica de Ellacuría sobre la praxis histórica se revelaba también muy importante para su propia reflexión teológica y para la constitución de su teología de la liberación. Si antes de la publicación de su Filosofía de la realidad histórica, su filosofía y su teología aparecían como dos dimensiones aisladas de su actividad intelectual, sin algún tipo de conexión teórica significativa, a partir de su filosofía de la historia se hace evidente su vinculación y su unidad. La historia no es para Ellacuría sólo el objeto propio de la filosofía, sino también de la teología. Antonio González ha señalado la relevancia que tiene el concepto ellacuriano de historia para la teología de la liberación 25 en cuanto permite superar la concepción ilustrada de la historia que frecuentemente ha adoptado la teología europea contemporánea. ―Si bien es cierto que tal visión de la historia logra finalmente hacer resplandecer tras el caos aparente un plan providente (Kant) y por eso logra justificar a Dios mostrando que la historia tiene en realidad unidad y sentido (Pannenberg), sin embargo no logra justificar a las víctimas de la historia que aparecen como el precio necesario que hay que sacrificar al progreso: el juicio que sobre ellas pronuncia la historia universal es el juicio definitivo del Espíritu Absoluto (Hegel)‖. Samour considera que ―frente a la teología europea, la teología de la liberación de Ellacuría busca revisar el concepto ilustrado de historia, resaltando que ésta es en realidad un dinamismo abierto en el que la responsabilidad recae primariamente en la actividad humana y no en la divina. Desde esta perspectiva, la historia aparece como el lugar y dinamismo de la revelación de Dios‖. ―Filosóficamente, la razón última es que Dios, como dice Ellacuría, siguiendo a Zubiri, no es una realidad transcendente a la historia, sino una realidad transcendente en la

historia, en la cual se habría mostrado como solidario hasta la muerte con los pobres. No hay en este sentido dos historias, una historia profana y una historia de la salvación, sino que la historia de la salvación no es otra cosa que la salvación de esta única historia. El mal que aparece en la historia no queda integrado en una explicación racional y, en este sentido, legitimado o justificado, sino que constituye un escándalo y un desafío permanente a la praxis liberadora en general y a la praxis cristiana en particular‖.

―De hecho, se puede afirmar, desde un punto de vista filosófico, que aquello que dio unidad a las diversas dimensiones de la vida de Ignacio Ellacuría, como filósofo zubiriano, como rector de la UCA, como analista político y como teólogo de la liberación, fue su intención de contribuir a la producción de una filosofía con una función liberadora en el contexto latinoamericano que sirviera como iluminación de

25

Para conocer más ampliamente la relación entre su filosofía de la realidad histórica y su teología de la

liberación se pueden consultar, entre otros, los siguientes textos: Teología política, Secretariado social interdiocesano, San Salvador, 1973; ―Hacia una fundamentación filosófica del método teológico latinoamericano”, Revista Estudios Centroamericanos (ECA), Nos. 322-323, 1975; “Historicidad de la salvación cristiana”, Revista Latinoamericana de Teología (1), 1984; “Historia de la Salvación‖, Revista Latinoamericana de Teología (28), 1993; “El desafío cristiano de la teología de la liberación‖,

Carta a las iglesias (263-265), Año XII, 1992, San Salvador.

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una praxis liberadora, una praxis ética, y como fundamentación teórica de la teología de la liberación. Y es que, en definitiva, para Ellacuría la filosofía no era una tarea puramente teórica sino primariamente una forma de vida. ―No una mera reflexión filosófica sobre la liberación, sino una forma de vida filosófica entregada a la liberación‖. En él la voluntad de verdad y la voluntad de fundamentalidad estaban radicadas primariamente en una voluntad de liberación, sin la cual aquéllas no pueden adquirir su sentido pleno.‖

Ahora bien, la Historia, dice Ellacuría, “no es un "factum" sino un "faciendum". La verdad de la realidad no es lo ya hecho; eso sólo es una parte de la realidad. Hay que observar lo que se está haciendo y tomar conciencia de lo que está por hacer para así comprometer la praxis histórica, necesariamente compleja, en el proceso de transformación de la realidad”. "Que la realidad y la verdad han de hacerse y descubrirse, y que han de hacerse y descubrirse en la complejidad colectiva y sucesiva de la historia, de la humanidad, es indicar que la realidad histórica puede ser el objeto de la filosofía."

La observación o análisis de la realidad, evidentemente, no será nunca simplista ni unidimensional sino que tendrá en cuenta la complejidad de las fuerzas, sean estas estrictamente naturales o materiales, biológicas e instintivas; psíquicas, intelectuales y organizativas; sociales y diferenciales; económicas, culturales e ideológicas; políticas, religiosas y hasta estrictamente personales. Hay aquí un campo de investigación especialmente valioso para la superación de métodos parciales y para el compromiso de la acción. Ante el conjunto de fuerzas y potencialidades de la realidad histórica, no cabe la fatalidad ni el conformismo sino el compromiso de la acción ética y transformadora.

Finalmente y regresando a la realidad histórica concreta, cabe señalar que Ignacio Ellacuría era muy consciente de las implicaciones socio-políticas del pensamiento liberador de la comunidad a la que pertenecía y con la que quiso vivir y morir. Pero también era muy consciente de las premisas implícitas en el origen de la Teología de la Liberación: los males producidos por un sistema económico-socio-político de opresión, la influencia globalizadora de ciertas ideas cristianas sobre la política, y la necesidad de liberar el potencial humanizador en el mensaje de Jesús.

Ellacuría se planteaba si las elecciones de 1982 podrían resolver el problema de la guerra en El Salvador. Confiaba más bien en las negociaciones. El proceso negociador comenzó a andar, aunque sin su fallecido mentror. No sólo ha sido ofertado en nuevos términos, sino que ha empezado a ser impulsado... por fuerzas políticas internacionales... Y ese proceso ya iniciado puede aproximar el día en que las negociaciones sean posibles y útiles. Y así fue para bien de El Salvador.

Pervivencia

En esta cuarta parte del artículo voy a tratar de precisar, con pruebas, que Ignacio

Ellacuría sigue vigente, sigue vivo, entre aquellos que lo consideramos no solo un

filósofo sino un auténtico jesuita, un hombre de Dios.

Para ello tendré en cuenta cuatro apartados: su legado, reconocimientos, instituciones y

medios académicos que promueven su vida y obra, y por último hacer frente a la

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polémica sobre si a él, junto a sus compañeros asesinados, debemos considerarlos

víctimas o mártires.

Legado

González (2011) al celebrarse el XXII Aniversario del asesinato de los mártires de la

UCA sostuvo que el legado de los jesuitas asesinados tiene una triple dimensión:

académica, cultural-simbólica y ético-moral. Me voy a permitir extraer los párrafos que

sintetizan su exposición:

“Su legado académico. Vistos como académicos, los jesuitas asesinados no han sido superados, ni en su capacidad analítica ni en su contribución a la comprensión de la realidad salvadoreña. Ellacuría, Martín-Baró y Montes enseñan un modo de ser académico preferible -por contribuir a una mejor aproximación a la realidad histórica, psicológica y sociológica-, a los chatos cientificismos y positivismos en boga, cuya incapacidad para la mirada de conjunto y de largo plazo, así como su condescendencia con lo establecido, los convierten en presas fáciles de las acechanzas del poder económico y político.‖

Su legado cultural-simbólico. El legado cultural-simbólico de los jesuitas asesinados consiste en haber enseñado un estilo de vida, un modo de ser, anclado en el respeto a la dignidad de los más débiles, la solidaridad con ellos, el compromiso honesto con sus sueños, luchas y demandas de justicia. Obviamente, se trata de un modo de ser opuesto al actualmente imperante, en el cual el desprecio a los débiles, el abuso, la prepotencia y el afán de sobrevivir (sobresalir) individualmente son la norma. En su tiempo, los mártires de la UCA tuvieron que ir a contracorriente de unos valores semejantes; rendir homenaje a su memoria supone hacerse cargo del estilo de vida que ellos lanzan como un desafío ineludible a quienes están dispuestos a poner su mejor empeño en construir una sociedad más humana, solidaria y justa en El Salvador.‖

“Su legado ético-moral. ―Los ataques de los poderosos fueron constantes; pero ellos no se amilanaron, al contrario, con valentía encararon a sus detractores, haciéndoles ver lo absurdo e irracional de sus posturas.

Tras estos absurdos e irracionalidades había ciertamente mucho de maldad. A esta maldad los mártires de la UCA respondieron con la razón, con la convicción, muy propia de ellos, de que esta última tenía la capacidad no sólo de desentrañar los resortes del mal, sino de hacerles frente y desarticularlos. Su asesinato, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, puso de manifiesto que la razón no es suficiente para contener las embestidas del mal, que él mismo puede, contra toda razón y toda bondad, imponer sus fueros y cobrarse con sangre cualquier desafío a su predominio. Pero, en contra de las intenciones de sus asesinos, la muerte de los jesuitas de la UCA los ha convertido en un referente moral imperecedero para quienes sueñan con una sociedad más justa y solidaria en El Salvador. Con los mártires de la UCA, al igual que sucedió con Monseñor Romero, la maldad de sus asesinos y de quienes los alentaron y fueron sus cómplices no tuvo la última palabra, porque su muerte les dio una estatura moral que estos últimos nunca tendrán‖.

Impacto de Ellacuría en la universidad jesuita de hoy

En la primera intervención en la Cátedra Ignacio Ellacuría, Fernández (2010) –jesuita- no sólo da cuenta de la amplitud de miras que nos abre el pensamiento filosófico, político, y social del jesuita que dio nombre a este espacio académico, sino que muestra

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también de qué manera, un pensamiento que pretende incidir en la realidad social para transformarla, no puede quedar circunscrito al ámbito discursivo. José Morales Orozco destacado jesuita mexicano se refiere a esta intervención que sintetizo usando algunos párrafos.

Fernández (2010) comienza con palabras de la poetisa chilena Olga Orozco: “Vayamos al bosque, encendamos el fuego, recemos la plegaria, aunque nuestros deseos no se cumplan. Cumplamos con nuestra misión como con un mandato sagrado...”

―Así entendía Ignacio Ellacuría la tarea de refundar la universidad desde los intereses de los pobres y para la transformación social: como un mandato sagrado, como parte de la misión religiosa, de su seguimiento de Jesús de Nazaret. Por eso Ellacuría tampoco es comprensible al margen de su labor intelectual y como rector. ―El ciudadano rector‖, le decían las izquierdas internacionales. Y es que así era: indiscernible en su identidad cívica, religiosa y universitaria.‖

―El pensamiento sistemático que desarrolló acerca de la universidad ha sido reciente y afortunadamente recogido por la UCA en un tomo titulado Escritos Universitarios (1999).‖ ―El impacto que su concepción tiene y ha tenido en la idea que hoy sostiene la Compañía de Jesús sobre la universidad es enorme. No es posible en esta charla mostrarlo al detalle, pero creo que basta leer las intervenciones del P. Kolvenbach en Santa Clara University, en Deusto, España, y en la Javeriana de Bogotá para apreciar la honda huella ellacureana que revelan sus propuestas, sobre todo en lo que tienen de aliento a la historización y al compromiso de la universidad jesuita.‖

―Tomás Moro, Rousseau o Marx, nunca se limitaron a confirmar lo establecido ni pretendieron aniquilarlo sin antes comprenderlo o ligarse a ello: su genio consistió en fomentar la insatisfacción creadora desde una responsabilidad fundamental frente a lo dado. La realidad no es sólo lo que existe –diría Ellacuría- sino también sus múltiples posibilidades.‖

―La universidad es una construcción social. Su responsabilidad no es con ella misma, sino con quienes le dieron vida y sentido, y con quienes la sostienen y creen en ella. Tenemos que pensar desde este punto de arranque nuestra labor como universitarios. Como dice Rabelais, ciencia sin conciencia es la ruina del alma.‖ ―Muchas veces, por ejemplo, por quedarnos con lo establecido de antemano, con los conocimientos construidos en las metrópolis, se nos escapa la vida del México de hoy, de la América Latina pobre en la que vivimos, con sus explicaciones y generalizaciones.‖

―Por lo menos en México –para ilustrar lo que digo con un ejemplo-, hoy más que nunca las palabras novedosas están partiendo del pueblo sencillo; y hoy menos que nunca, el pensamiento renovado está surgiendo de las universidades e

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instituciones académicas. Son las organizaciones sociales, las ONG, las instancias intermedias de la sociedad, las culturas indígenas, quienes vienen aportando las ideas motrices de un pensamiento nuevo que nos salve del colonialismo y de la perpetuación del atraso. Nuestras universidades tendrían mucho más qué decir y qué escribir que los teóricos del "fin de la historia", que los funcionarios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o que los filósofos de la transmodernidad. Por lo menos tendríamos algo más útil y más noble que proponer.‖

―Así, el punto de partida para la investigación y la docencia que los jesuitas queremos hoy, siguiendo a Ellacuría, no es otro que el de la realidad misma, el de nuestra concreta realidad. Esta, por cierto, no es una postura política -gustaba de decir el padre Ellacuría-, sino epistemológica. En ella –decía- se juega la justeza y la razón del saber universitario.‖

―El reto está, pues, en esta concepción, en liberar y ofrecer cauces para el caudal de generosidad que cargan consigo los jóvenes que acuden a nosotros; en ser nosotros mismos hombres y mujeres apasionados por la verdad, la justicia y la libertad; en alimentar la capacidad de compasión y solidaridad humanas; en formar hombres y mujeres apasionados por los demás, que, como dice San Agustín, amen profunda, verazmente, y hagan lo que quieran. No en balde, acudiendo al padre Arrupe hemos llegado a formular este ideal con la consigna de formar hombres y mujeres capaces, con y para los demás.‖

Reconocimientos

Ellacuría ha tenido y sigue teniendo muchos reconocimientos y homenajes junto al resto de los y las mártires de la UCA. Veamos algunos.

El Gobierno de El Salvador

El presidente Mauricio Funes reconoció en noviembre de 2009 a los seis jesuitas masacrados con la Orden Nacional José Matías Delgado Gran Cruz Placa de Oro que se "concede a jefes de Estado o a salvadoreños y salvadoreñas eminentes que hayan prestado servicios extraordinarios al país".

En su elocución destacó que: "Es una de las formas en que el Gobierno de la República, y particularmente el jefe de Estado (...), hace un acto público de desagravio, es decir, de reposición moral, por los errores que como Estado se cometieron en el pasado, especialmente en el caso del asesinato de los sacerdotes jesuitas.‖

Y añadió que se les otorgaba la Orden "por los servicios extraordinarios prestados al país en las áreas de educación, derechos humanos, combate de la pobreza, a la exclusión social y a la desigualdad, así como por sus aportes a la paz y a la construcción de la democracia en el país". Homenaje internacional

Royo Mejía (2014 recuerda que la última noticia que tenemos de homenajes ha sido proveniente de los Obispos norteamericanos y del gobierno de aquel país.

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24 aniversario de los mártires de la UCA

Con motivo del recuerdo de los mártires de la UCA, el jesuita Michael Czerny, que fue director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA, Secretario de Justicia Social de la Compañía de Jesús (Roma) y fundador-director de African Jesuit Aids Network (AJAN), asistente personal del Cardinal Peter Kodwo, presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, ha escrito esta carta a sus antiguos compañeros de El Salvador de la que extracto algunos párrafos:

Roma, 16 de noviembre de 2013

―Queridos compañeros/as y amigos/as de la UCA, del IDHUCA y de la YSUCA:

¡La paz del Señor sea con ustedes!

Reciban un saludo fraterno desde Roma, esta gran ciudad, siempre eterna y siempre nueva. Hace un año, en el XXIII Aniversario de nuestros mártires, nadie habría imaginado cuánto podría cambiar el papado y la Santa Sede en tan solo unos pocos meses!

De manera análoga a los cambios inimaginables que se han suscitado en nuestra Iglesia en apenas nueve meses, nadie en El Salvador habría imaginado el 16 de noviembre de 1989 que, tras la muerte martirial […] en tan solo dos años después de su sacrificio, la guerra interna llegaría a su fin; nadie habría imaginado, tampoco, que se pudieran haber firmado Los Acuerdos de Paz, auspiciados por la ONU, entre las fuerzas beligerantes en disputa, en términos generales, como de hecho ha sucedido. […]

En vista de lo anterior, pienso con frecuencia en nuestros mártires; considero que su vida y su sacrificio fueron una contribución decisiva para la justicia y la paz. Su sacrificio no fue en vano. Ningún mártir en la larga historia de nuestra Iglesia derramó su sangre en vano, si bien el martirio tiene mucho de misterio, como el de Monseñor Romero, que fue arrancado de este mundo cuando más necesario era para la defensa de la vida de los pobres de El Salvador. […]

Suyo en el Señor, en unión de oración y de solidaridad, como siempre,

Michael Czerny, S.J.”

Pontificio Consejo Justicia y Paz

La Universidad Pontificia Comillas se suma al Homenaje a los mártires de la UCA en su vigésimo quinto aniversario.

En el vigésimo quinto aniversario del asesinato de los conocidos como mártires de la UCA, Comillas celebró un acto conmemorativo con una mesa redonda sobre liberación y reconciliación, en la que participaron distinguidos ponentes.

Comillas se suma así a las actividades organizadas por la asociación que forman las universidades y centros de educación superior de la Compañía de Jesús de España

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(Unijes) y por la PAL de Madrid. También extraigo algunos párrafos del rector: "Estos seis jesuitas mártires, liderados por Ignacio Ellacuría, desde su profunda experiencia del Dios de Jesús y su compromiso con el pueblo salvadoreño, entendieron la universidad de un modo nuevo; un modo que nos ha inspirado a muchos otros, en otros países y contextos, a pensar nuestro modo de ser universidad jesuita hoy", añadió, en línea con la declaración institucional de Unijes.

Para Ellacuría dos aspectos constituían el ser de toda universidad, su dimensión intelectual y cultural y su carácter de fuerza social. "Una universidad ha de distinguirse como institución educativa excelente académicamente y orientada éticamente, la clave está en tener muy presente la opción preferencial por los pobres, esencia de la vida cristiana, lo que significa que nuestros investigadores deben preguntarse a qué o a quién sirven con su investigación, pues el conocimiento siempre implica valores y una determinada concepción del ser humano". "Estos mártires son para nosotros muy valiosos testigos de que la conciencia es 'memoria original del bien y la verdad', de los que forma parte indisociable la lucha por la justicia" Pablo Guerrero señaló que en 1999 el Padre General Hans Kolvenbach dio una entrevista en la que compartió su experiencia previa con los mártires. Pocos meses antes de que fueran asesinados, les visitó en la UCA y les contó que algunos padres de alumnos de los colegios jesuitas en América le preguntaban a menudo: "¿por qué los jesuitas de hoy ya no son como los jesuitas de antes? Hay tantos que son comunistas o izquierdistas", entonces se sonrieron y Ellacuría dijo: "¿Cree usted que nosotros daríamos nuestra vida por Marx y sus teorías? Somos compañeros de Jesús y este es el misterio de nuestra vida". Las Universidades Jesuitas de España recuerdan a quienes cambiaron la sociedad salvadoreña Las Universidades y Centros de Educación Superior de la Compañía de Jesús de España (UNIJES) han querido conmemorar el 25º aniversario del martirio de los jesuitas de la UCA (Universidad Centroamericana) de El Salvador como una interpelación a reflexionar sobre la función social de sus centros. En la Declaración Institucional, de la que también voy a citar algunos párrafos, explican que ―estos seis jesuitas mártires, liderados por Ignacio Ellacuría, desde su profunda experiencia del Dios de Jesús y su compromiso con el pueblo, entendieron la universidad de un modo nuevo‖ y analizan la función de la universidad de ―analizar la realidad histórica ―que incluye todos los niveles de lo real― y en contribuir a su transformación, de tal manera que la realidad constituya cada vez más un espacio de libertad y justicia para todos los seres humanos‖. ―El ejemplo de los mártires de la UCA nos interpela a nosotros‖, explican, ―representa un exigente reto de mejora, y hace que las diferentes comunidades universitarias estén trabajando cada día con intensidad y creatividad‖. ―Así como la UCA hizo un trabajo extraordinario en favor de la transformación de la sociedad salvadoreña, sin duda todavía inconcluso, nosotros queremos hoy poner nuestra docencia y nuestra investigación al servicio de la sociedad, y al servicio de una humanidad que sufre de modos distintos en todos los continentes‖, finaliza el comunicado.

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Cátedra Latinoamericana Ignacio Ellacuría. Ciclo de Conferencias: “Ignacio Ellacuría, a 25 años de su martirio” Del 18 al 20 de noviembre de en el Auditorio ―Segundo Montes UCA‖ la Dirección de Comunicaciones y Publicaciones organizó un ciclo de conferencias con la participación de destacados catedráticos entre los que figuraban el P. Andreu Oliva, rector de la UCA y otros colegas cuyo trabajo he consultado: Juan José Tamayo, Jon Sobrino, y Héctor Samour.

III Congreso de Teología, en homenaje a los mártires de El Salvador, organizado por la UCA del 18 al 23 de marzo de 2015

Mientras estoy dando la última revisión de este artículo me entero que Rodolfo Cardenal, jesuita dedicado a la historia centroamericana, incluída la historia de la Iglesia, en estos momentos ultima la celebración del III Congreso de Teología de la UCA, que rinde homenaje a Romero, Ellacuría y los mártires de El Salvador. "El legado de los mártires de cara al futuro", es su lema.

Según palabras de Cardenal ―el congreso se propone, entre otras cosas, conmemorar o hacer memoria de esos mártires para renovar el compromiso de la lucha por la justicia para las mayorías empobrecidas y para levantar la mirada esperanzada hacia la utopía del reino de Dios‖.

Busca como objetivo, ―seguir al "pueblo crucificado" en El Salvador, Centroamérica, América Latina y el resto del mundo, clavado y desgarrado por la desigualdad escandalosa, la violencia, la desintegración familiar, etc. Nos dirigimos a todas aquellas personas a quienes inquietan esas realidades y luchan para revertirlas, en la línea Jesuánica tal como lo hicieron los mártires en su momento histórico.‖

Los conferencistas son compañeros de camino de los mártires como José María Castillo, José Luis Sicre, S.J., Ricardo Falla, S.J. y Javier Vitoria. Algunos de ellos trabajaron en la UCA después del asesinato. También participará Melinda Roper, M.M., ex presidenta de la Congregación Hermanas de Maryknoll, cuatro de ellas también fueron asesinadas por el ejército salvadoreño en 1980.

―Hacer memoria de los mártires, concluye Cardenal, es reivindicar su opción por los pobres y reclamar la justicia negada por el poder. Hacer memoria de los mártires es invitación y compromiso a asumir su causa, la causa del reinado de Dios. Hacer memoria de los mártires es abrir el horizonte hacía la utopía del reino de Dios y, en ese sentido, apertura hacía la esperanza. Ignacio Ellacuría concluye su último artículo asegurando que en el horizonte se avizora al Dios liberador.‖

Instituciones dedicadas a promover su obra

Hay muchas entidades y medios académicos que tratan de seguir los pasos de Ignacio Ellacuría. Voy a referirme a unos pocos para no alargarme.

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Ellacuría Fundazioa El Centro Social Ignacio Ellacuría es el espacio de encuentro de la Fundación del mismo nombre, compuesta en su patronato por laicos y laicas de diversas pertenencias sociales, y religiosos de la Compañía de Jesús y de la Compañía de María. La Fundación está promovida por la Provincia de Loyola de la Compañía de Jesús y la Compañía de María. Quiere acercase a los acontecimientos locales y globales comprometidos con un cristianismo liberador que denuncia la injusticia y sostiene que otros modos de vivir son posibles. Cree que la información y el análisis pueden descubrir en los fenómenos sociales la oportunidad para la transformación y movilizar la participación y la implicación vital de las personas. A través de la página Web y del boletín, ofrece una selección de información sobre los acontecimientos sociales, así como pautas para su análisis, con un carácter divulgador y educativo. Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, “Ignacio Ellacuría". Universidad Carlos III de Madrid

Está vinculada con el Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de Las Casas de la misma universidad. Las religiones no son fenómenos aislados del entorno social y cultural que surjan como por generación espontánea caídas de lo alo. Son fenómenos humanos que nacen en un determinado contexto cultural y tienen las señas de identidad de cada contexto en que surgen. Por ello es necesario estudiarlas en relación con los fenómenos culturales. Entre los objetivos más importantes está crear un espacio de reflexión permanente, sobre las religiones, su relevancia histórica y su significación cultural, en perspectiva interdisciplinar y en diálogo con los distintos saberes universitarios.

Y de las.modalidades y campos de trabajo de la cátedra destacan las investigaciones interdisciplinares: con la participación de profesores y profesoras de las diferentes disciplinas: Ciencias de la Naturaleza, Ciencias Jurídicas, Ciencias Sociales, Viencias de la Comunicación, Filosofía, etc.

Programa de Becas

El Centro Monseñor Romero de la UCA tiene un sistema de becas en homenaje a los Mártires de la UCA. El Padre Dean Brackley, S.J. fundó este Programa para atender el deseo de muchos jóvenes que, siendo buenos estudiantes, no tenían posibilidad de formarse universitariamente como profesionales. Lo motivó especialmente el hecho de que varios de ellos eran verdaderos líderes en sus comunidades, en el Salvador, y demostraban su compromiso con la transformación de las mismas. Premio “Ignacio Ellacuría” de la AUI

La Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado otorga el Premio ―Ignacio Ellacuría‖ a la cooperación al desarrollo del postgrado en iberoamérica. Se premia a personas o instituciones que se hayan distinguido por su labor y/o apoyo a la cooperación

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horizontal iberoamericana en materia de estudios superiores, especialmente en postgrado. Reconoce a personas e instituciones que se hayan destacado por una trayectoria prolongada en defensa de los estudios superiores avanzados en Iberoamérica y por su apoyo a la cooperación entre países e instituciones.

Premio «Ignacio Ellacuría» del Gobierno Vasco

En 2008 el Gobierno Vasco de España creó el Premio «Ignacio Ellacuría» de cooperación para el desarrollo en memoria de Ignacio. Se trata de una reformulación del Premio a la persona cooperante vasca, instituido en 1991 con el nombre Premio al Cooperante Vasco.

Con él se reconoce la aportación de las organizaciones y las personas a la lucha por la igualdad y la justicia entre los pueblos

Víctimas o mártires

Como anotábamos en su momento, Tamayo Acosta ( 2012) afirma que el rector de la Universidad de la UCA, Ignacio Ellacuría, a pesar de ser sobre todo un filósofo, pasaría de inmediato a la historia y ante el mundo como el "teólogo mártir por la liberación del pueblo".

Pero no todos piensan igual. Royo Mejía (2014), a quien parece que Ellacuría no le caía o cae muy bien, según se desprende de lo escrito por él mismo: ―tengo que reconocer que nunca he leído nada de él ni me han entrado ganas de hacerlo‖, sostiene que ―no se puede confundir una víctima con un mártir. ―Hoy como entonces, muchas voces hablan de mártires al hablar de estos Jesuítas pero creo sinceramente que no hay base para considerarlos tales, por lo menos desde el punto de vista cristiano de la palabra mártir‖. ―Nadie puede demostrar que murieran porque los asesinos odiaran la fe cristiana y ese fuera el motivo del crimen. Más bien todo apunta a cuestiones políticas, que tampoco justifican ningún asesinato, pero que no crean mártires.‖

Pues bien, parece que la opinión de Royo Marín no es del todo válida ya que, en un caso similar, la Arquidiócesis de San Salvador postuló el 24 de marzo de 1994 la causa para la canonización de Monseñor Romero. Y el periódico católico Avvenire, en su edición del 9 de enero del 2015, informa que ―los miembros del Congreso de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos han expresado su voto unánimemente positivo sobre el martirio sufrido por el Arzobispo de San Salvador el 24 de marzo de 1980‖ y S.S. el Papa Francisco ha autorizado, en la mañana del martes 3 de febrero, la promulgación del decreto que reconoce el martirio de Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez asesinado en 1980. La autorización la ha dado en audiencia privada con el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Siendo realistas cabe esperar que lo mismo puede suceder con los jesuitas mártires de la UCA.

Oración a Ignacio Ellacuría

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El Padre Ricardo Falla escribió esta hermosa e impactante oración con motivo del XX aniversario del martirio de su hermano en la Orden:

―Ellacu, te rompieron a balazos la cabeza. Tu cabeza entrecana, quedó sin pensamientos, como si fuera un cuarto sin luz. Tus enemigos te odiaban y quisieron destruir tu gran inteligencia. Te consideraban el cerebro de la subversión dentro de la UCA y la Iglesia. No saben que tus ideas están intactas y están trabajando en miles de corazones dentro de El Salvador y en el mundo entero.

Ellacu, te silenciaron la palabra. Te pusieron por mordaza la húmeda tierra de la madrugada. Demasiadas veces te oyeron desde la Cátedra de la Realidad Nacional de la UCA y desde los noticieros de televisión. Tu palabra era incisiva y despiadada contra la injusticia. Tu palabra quitaba las máscaras de los más sutiles engaños. Ahora, desde la más alta elevación del predio universitario, como desde un monte Calvario, seguirás hablando con más fuerza. Tal vez ahora alcances lo que no pudiste en la vida, la conversión de tus enemigos. Perdónalos, porque en realidad no saben lo que hacen.

Te dejaron boca abajo. ¿Estás desesperado? ¿No quieres mirar más a las estrellas de noviembre? Eras en verdad utópico. Pensabas en una tercera fuerza, querías la negociación, demasiado intentaste ser mediador, buscabas la paz en esta tormenta de odios, desde la Universidad quisiste abrir un camino distinto, y para esto oías a políticos de todos los bandos, escudriñabas a embajadores, prestabas la cátedra a académicos, acudías a citas lejanas. Eras en verdad utópico, pero un utópico que nunca se cruzó de brazos. Te vemos ahora boca abajo. ¿Te desesperaste? ¿Tiraste la toalla? Comenzamos a entender que la tercera fuerza no era tercerismo, que la negociación no era claudicación, que la crítica a los revolucionarios no era obstáculo a la liberación, que tus pláticas con el presidente no eran traición a los pobres. Ahora tu utopía, ahora que no la lograste, nos empieza a alumbrar el camino.

Ellacu, te dejaron acostado para siempre junto a tus hermanos. Fuiste el líder de ellos. Los arrastraste hasta la muerte. Allí tienes a los tuyos, siempre fieles. Allí los tienes, dóciles, siguiéndote hasta el final, dispuestos a no dejarte, aunque a veces eras muy exigente con ellos. No moriste solo. Moriste en comunidad. No se equivocaron los enemigos. Tú no eras solo. Eras con los tuyos. Sin ellos no eras nadie.

Ellacu, te robaron el premio Comín. Te lo sacaron de tu cuarto, mientras otros te mataban. ¿Dónde están esos cinco mil dólares? A tu maestro lo vendieron por treinta monedas. Por ti pagaron más caro, y los trabajadores de la finca Opico se quedaron sin casas. Tus enemigos les robaron el premio. No te preocupes. Tienes amigos. Acuérdate de tus viajes a Holanda, Estados Unidos, España... Los trabajadores de la finca de la UCA no quedarán desamparados.

Ellacu, ¿te tocaron el corazón? Tienes balas en la espalda. ¿Te raspó alguna el corazón? Es difícil llegar hasta tu corazón. A veces parecías solo cabeza, parecías sólo justicia sin misericordia. Pero, a tu manera, eras tierno, eras querendón, necesitabas explayarte. Te hacían falta hijos. Querías locamente descendencia. Llevabas un vacío y una sombra te acompañaba.

Ellacu, ¿por qué te dejaste matar? Tan inteligente y no adivinaste que el cateo del lunes fue reconocimiento. Tu análisis era potente, pero no tenías presentimiento. Confiaste en la

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razón. Desconociste la hora de las tinieblas. Dos veces saliste en otros años de El Salvador, como tu maestro cuando cruzaba el Jordán. Ahora viniste demasiado eufórico de Europa, cargado de planes y proyectos. Caíste en la trampa que desde hace tiempo te venían preparando. O tal vez estabas ya preparado para aceptar tu hora y sellar con sangre tu palabra.

Ellacu, ¿no tuviste miedo en la última hora?, ¿no sentiste la descarga de la adrenalina cuando a medianoche los bombazos te rompieron los vidrios de la ventana? ¡Eras tremendamente sereno! Todavía te vestiste la bata. Todavía te calzaste unas sandalias para no herirte los pies. Quisiste encararte vestido al capitán del operativo, como todo un rector magnífico.

Ellacu, ¿rezaste antes de morir? Te vemos diciendo misa, sacerdote universitario. Pero nos cuesta imaginarte pidiendo ayuda. Tu postura final, sin embargo, es la de Jesús en el huerto con el rostro en la tierra, en señal de adoración abatida.

Ellacu, acuérdate de nosotros, ahora que estás en el reino. Háblale al Padre, usa tu dialéctica, no le metas sofismas. Esos ya no valen. Dile que oiga los lamentos de este pueblo. Tu mejor argumento ahora es tu sangre. Antes, algunos no te creíamos mucho. Decíamos que hablabas desde el aire acondicionado de la UCA. Ahora te ensuciaste, te anonadaste como tu maestro, vaciaste tus fuerzas y los restos de tu orgullo en la misma tierra de todos.

Tu Padre en estos momentos escuchará tu oración sacerdotal.‖

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