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La Iglesia Samaritana, ayer y hoy Tomado de la web Somos Vicencianos http://vicencianos.org La Iglesia Samaritana, ayer y hoy «Muchas otras cosas deberá ser y hacer la Iglesia; pero si no está transida —por cristiana y por humana— de la misericordia de la parábola, si no es, antes que nada, buena samaritana, todas las demás cosas serán irrelevantes y podrán ser incluso peligrosas si se hacen pasar por su principio fundamental» (Jon Sobrino). Pequeña historia del amor samaritano Las transformaciones sociales, políticas y culturales han hecho que la acción social y caritativa de la Iglesia se manifestara de formas muy diversas a lo largo del tiempo. En esta primera parte del capítulo ofreceremos una visión panorámica de la historia del amor samaritano. Atención a los pobres Desde los tiempos más remotos, el mandamiento nuevo del amor impulsó a los cristianos a compartir sus bienes con los hermanos necesitados. Al principio fue de modo espontáneo, como en la primera comunidad de Jerusalén, donde vendían sus propiedades para distribuir entre los demás el dinero obtenido (Hch 2,44-45; 4,34-35). Pero, naturalmente, a medida que crecía el número de los creyentes, resultó imprescindible algún tipo de organización, y el primer intento, todavía dentro de la Iglesia apostólica, fue la elección de 7 diáconos para encargarles esa tarea (cf. Hch 6,1-7). Naturalmente, con esa acción organizada siguió coexistiendo la generosidad espontánea, que a veces llegó al extremo de venderse uno a sí mismo como esclavo para ayudar a los pobres con el dinero obtenido, o bien ocupar el lugar de un esclavo para conseguir su libertad. San Clemente Romano dice en el año 96 d.C. que «muchos» procedían así. Nos constan algunos nombres: San Pedro el Colector mandó a su tesorero que le vendiera en provecho de los indigentes, y San Serapión se entregó a una pobre mujer para ser vendido a unos juglares griegos. Según Tertuliano, los paganos admiraban la generosidad con que compartían sus bienes los cristianos: «Mirad —decían— cómo se aman entre sí». Evidentemente, no todos eran igual de generosos. Hermas criticó a algunos cristianos ricos que se alejaban de la comunidad «por miedo a que se les pida algo». Hacia la mitad del siglo IV, encontramos documentada la existencia de diakonías, tanto en los monasterios como en las diócesis, para atender a los necesitados. En el mundo latino se llamaban «matrículas», porque atendían a los pobres «matriculados». Por aquellos años, la organización del servicio a los pobres alcanzó ya sorprendentes niveles de complejidad y eficacia. San Basilio, por ejemplo, fundó en la periferia de su sede episcopal (Cesarea de Capadocia) un barrio, página 1 / 15

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  • La Iglesia Samaritana, ayer y hoyTomado de la web Somos Vicencianos http://vicencianos.org

    La Iglesia Samaritana, ayer y hoy

    Muchas otras cosas deber ser y hacer la Iglesia; pero sino est transida por cristiana y por humana de la misericordia de la parbola, si no es, antes que nada, buenasamaritana, todas las dems cosas sern irrelevantes y podrn ser incluso peligrosas si se hacen pasar por suprincipio fundamental (Jon Sobrino).

    Pequea historia del amor samaritanoLas transformaciones sociales, polticas y culturales han hecho que la accin social y caritativa de la Iglesia semanifestara de formas muy diversas a lo largo del tiempo. En esta primera parte del captulo ofreceremos unavisin panormica de la historia del amor samaritano.

    Atencin a los pobres

    Desde los tiempos ms remotos, el mandamiento nuevo del amor impuls a los cristianos a compartir sus bienescon los hermanos necesitados. Al principio fue de modo espontneo, como en la primera comunidad deJerusaln, donde vendan sus propiedades para distribuir entre los dems el dinero obtenido (Hch 2,44-45;4,34-35). Pero, naturalmente, a medida que creca el nmero de los creyentes, result imprescindible algn tipode organizacin, y el primer intento, todava dentro de la Iglesia apostlica, fue la eleccin de 7 diconos paraencargarles esa tarea (cf. Hch 6,1-7).

    Naturalmente, con esa accin organizada sigui coexistiendo la generosidad espontnea, que a veces lleg alextremo de venderse uno a s mismo como esclavo para ayudar a los pobres con el dinero obtenido, o bienocupar el lugar de un esclavo para conseguir su libertad. San Clemente Romano dice en el ao 96 d.C. quemuchos procedan as. Nos constan algunos nombres: San Pedro el Colector mand a su tesorero que levendiera en provecho de los indigentes, y San Serapin se entreg a una pobre mujer para ser vendido a unosjuglares griegos.

    Segn Tertuliano, los paganos admiraban la generosidad con que compartan sus bienes los cristianos: Miraddecan cmo se aman entre s. Evidentemente, no todos eran igual de generosos. Hermas critic a algunoscristianos ricos que se alejaban de la comunidad por miedo a que se les pida algo.

    Hacia la mitad del siglo IV, encontramos documentada la existencia de diakonas, tanto en los monasterios comoen las dicesis, para atender a los necesitados. En el mundo latino se llamaban matrculas, porque atendan alos pobres matriculados.

    Por aquellos aos, la organizacin del servicio a los pobres alcanz ya sorprendentes niveles de complejidad yeficacia. San Basilio, por ejemplo, fund en la periferia de su sede episcopal (Cesarea de Capadocia) un barrio,

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    llamado inmediatamente Basiliada, para centralizar all todos los servicios de asistencia a los necesitados: tenaedificios destinados al cuidado de los enfermos, indigentes y peregrinos, asilo, hospedera, talleres de artesanosde distintos oficios, etc. Nadie pudo denunciar a los ricos aferrados a sus riquezas con ms autoridad moral quel, porque, junto a su hermana Santa Macrina pertenecan a una familia muy rica, dedicaron a esa obra todossus bienes personales.

    Adems, para luchar contra los especuladores, almacenaba grano durante los aos de buenas cosechas,vendindolo a precio normal en los aos de escasez. A su muerte, los judos y los paganos se unieron a loscristianos en el cortejo fnebre, testimoniando as que haba beneficiado a todos por igual.

    Es imposible calcular la cuanta que alcanzaban las ayudas por aquel tiempo, aunque existen algunos indicios.Por ejemplo, San Juan Crisstomo dice en uno de sus sermones: La Iglesia (de Constantinopla), cuyas rentasno llegan a las de uno de esos grandes opulentos, ni aun de los muy ricos, socorre diariamente a tantas viudas yvrgenes que su lista ha alcanzado la cifra de los tres mil []. Con diez personas que se decidieran a gastar comola Iglesia, no quedaba un pobre en toda la ciudad.

    Es significativo el testimonio de un hombre que odiaba visceralmente a los cristianos: El emperador romanoJuliano el Apstata ( 363) escribe en una de sus cartas: Cmo no vemos que lo que ms ha contribuido alcrecimiento del atesmo (= el cristianismo) es la humanidad con los extranjeros y su cuidado en enterrar a losmuertos? Es vergonzoso que los impos galileos (= cristianos), adems de alimentar a sus mendigos, alimenten alos nuestros, mientras se ve que nosotros los tenemos faltos de cualquier ayuda.

    Otras formas de servicio

    La atencin a los pobres no se limitaba a las acciones asistenciales, sino que incluy desde muy pronto tareas depromocin, entre las que destaca la educacin. Las Constituciones Apostlicas (IV,1-2) establecieron que losnios sin padres fueran entregados en adopcin a las familias cristianas para que los educaran, y los niospobres fueran confiados a maestros artesanos para que aprendieran un oficio. Varios siglos despus, un decretodel III Concilio de Letrn (1179) orden anexionar a cada iglesia una escuela, que deber ocuparseespecialmente de los pobres. Y ms tarde empezaron a multiplicarse las rdenes y congregaciones religiosasdedicadas a la educacin de los nios sin recursos.

    Podemos decir incluso que hasta tiempos muy recientes slo la Iglesia se preocup de la educacin popular. Nisiquiera los ilustrados, que tanta importancia concedan a la educacin, pensaron en llevarla al pueblo. Voltaire,por ejemplo, escribi: Yo dudo de si el populacho tiene tiempo o capacidad para la educacin. Moriran dehambre antes de hacerse filsofos. Parece esencial que deban ser mendigos ignorantes. No es el trabajador elque debe ser instruido, es el buen burgus y el hombre de la ciudad. Por eso no hemos pretendido nunca ilustrara los zapateros y a las sirvientas; eso se deja para los apstoles (On na jamais prtendu clairer les cordonnierset les servantes, cest le partage des Apotres).

    En Espaa tambin podemos encontrar testimonios semejantes. Cuando el socialista Antonio J. Cervera funduna escuela para adultos en Madrid y pidi autorizacin y ayuda a D. Juan Bravo Murillo, el ministro de Isabel IIle contest: Que yo autorice una escuela a la que asisten 60 hombres del pueblo? No en mis das! Aqu nonecesitamos hombres que piensen, sino bueyes que trabajen.

    La Iglesia se volc tambin desde los primeros momentos en el campo de la salud. Durante la peste que asolAlejandra el ao 260, por ejemplo, mientras los paganos abandonaban aterrados a sus seres queridoscontagiados, los cristianos se dedicaron a cuidarlos amorosamente, contrayendo muchos de ellos la terribleenfermedad. Eusebio de Cesarea (339) ha dejado una detallada crnica de aquellos sucesos.

    Debido al culto que la antigedad concedi al cuerpo y a la belleza fsica, en el mundo helenstico no existan loshospitales. En la Grecia clsica, tanto el enfermo como el minusvlido son vistos como seres deformes a los quehay que relegar y menospreciar, cuando no destruir. [...] La idea de crear establecimientos hospitalarios es frutodirecto de la predicacin cristiana). Segn San Jernimo, el primer hospital lo fund una noble romana llamadaFabiola famosa gracias a una popular novela del cardenal Wiseman, donde ella misma cuidaba con tanto

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    afecto a los enfermos ms repugnantes que los pobres con buena salud llegaron a envidiar a los enfermos.Pero San Jernimo ignoraba que unos aos antes hacia el 370 haba fundado San Basilio un hospital biengrandioso, por cierto y una leprosera en la Basiliada, esa ciudad solidaria de la que hablamos un poco msarriba.

    Los hospitales fueron multiplicndose sin cesar, de modo que en los siglos XII y XIII los encontramos,promovidos por cofradas, en todas las ciudades y pueblos importantes de Occidente. En la Europa oriental,dondequiera se fundaba una ciudad, los cistercienses, los premonstratenses y la Orden de los CaballerosTeutnicos (una orden militar que profesaba la regla hospitalaria de la Orden de San Juan) erigan hospitales.

    Todava en la Edad Moderna, en caso de epidemia, los religiosos eran muchas veces los nicos dispuestos aatender a los enfermos, con riesgo de su propia vida. Incluso ha habido congregaciones como las Hermanasde la Caridad de Santa Ana con un voto especial de atender a los enfermos contagiosos y pestilentes. Tambinlos Hermanos de San Juan de Dios y los Camilos tienen un cuarto voto de servicio a los enfermos.

    En este campo podemos decir algo muy parecido a lo que vimos en la educacin. Todava hace doscientos aos,la sanidad no poda funcionar sin aquellos y aquellas que, movidos por la caridad cristiana, servan a losenfermos. Como es sabido, el 28 de abril de 1792, la Revolucin Francesa suprimi todas las rdenes ycongregaciones religiosas.

    Pues bien, se produjo tal caos en los hospitales (y en las escuelas) que, a partir del 22 de diciembre de 1800, laciudadana Duleau, antes Superiora General de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Pal, fue autorizada aadmitir nuevamente postulantes y formarlas para el servicio de los hospitales.

    En realidad, basta leer cualquier historia de la vida religiosa para comprobar que no ha habido ningn problemasocial del que no se haya hecho cargo la caridad cristiana: para atender a los leprosos se fund en Jerusaln la Orden de San Lzaro, que lleg a tener 3.000 leproseras; para redimir cautivos nacieron los Mercedarios y los Trinitarios, que, entre otras actualizaciones de aquel carisma, trabajan hoy en las prisiones; para asistir a losenfermos en sus propios domicilios fund Santa Soledad Torres Acosta, en 1851, las Siervas de Mara, Ministrasde los enfermos; para atender a los enfermos mentales el Beato Benito Menni fund, en 1881, las Hospitalariasdel Sagrado Corazn; para servir a los ancianos Santa Teresa de Jess Ibars y Jornet fund, en 1873, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados; para atender a las jvenes que trabajaban en el servicio domsticoen las grandes ciudades, lejos de sus hogares, Santa Vicenta Mara Lpez Vicua fund, en 1876, las Religiosasde Mara Inmaculada; para trabajar con jvenes inadaptados y delincuentes el P. Luis Amig fund, en 1889, los Terciarios Capuchinos de Ntra. Sra. de los Dolores; al servicio de las prostitutas, el oficio ms antiguo delmundo, aparecieron varias congregaciones: las Oblatas de Cristo Redentor, las Adoratrices del SantsimoSacramento, las Hermanas Trinitarias...; San Jos Benito Cottolengo (1842) fund la Piccola Casa, donde anadie se niega la entrada y vive de un continuo milagro de la Providencia; etc.

    Medidas contra los falsos pobres

    La Edad Media fue la edad de oro de los mendigos, debido a la sobreabundancia de limosnas. Por ejemplo, elmonasterio de Cluny, al comenzar la cuaresma, distribua carne a varios centenares de pobres; de las comidasdistribuidas en sufragio de los monjes difuntos se beneficiaban cada ao ms de 10.000 pobres; en las grandesfiestas eran socorridos entre 1.500 y 2.000 pobres. Aunque ya dentro de la Edad Moderna, en Espaa fueronfamosos por su prodigalidad el cardenal Espnola, que lleg a repartir en Sevilla 14.000 hogazas de pan diariasen el crtico 1679, o Santo Toms de Villanueva, arzobispo de Valencia, que auxiliaba todos los das a 500pobres. El monasterio de Guadalupe uno de los ms ricos se distingui igualmente por su prodigalidad.

    Los cristianos medievales vean a Jesucristo bajo los harapos de los mendigos y les ayudaban con generosidad.La limosna, que en un primer momento se daba por caridad hacia el desvalido, fue convirtindoseprogresivamente en una especie de inversin para ganar el cielo, llegndose en algn momento a deducir que,si el pobre no existiera, habra que inventarlo, a fin de poder seguir dando la limosna salvadora.

    Los mendigos conocan perfectamente la importancia que tenan dentro de aquel orden social, y eso haca que,

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    junto a los pobres autnticos, muchos eligieran la mendicidad como una profesin ms. El registro de losimpuestos de Augsburgo, de 1475, aporta un dato documental interesantsimo: entre los 4.485 contribuyentesque figuran en la relacin hay 107 mendigos. stos constituan una categora profesional propia y deban pagarlos mismos tributos que los trabajadores a jornal. De hecho, como cualquier otro gremio o profesin, losmendigos tenan un patrn: San Martn de Tours.

    Ciertamente, ya en tiempos del emperador Justiniano se decretaron medidas para contener el escndalo moral,el desorden civil, el derroche de energa productiva que representaba, a los ojos del legislador, el flujo de pobresvlidos en Constantinopla. Y en Espaa, desde los tiempos de Alfonso X el Sabio, se toman tambin algunasmedidas contra esas gentes que non tan solamente biven del sudor de otros syn lo trabaiar e merescer, sinoque, adems, dan mal ejemplo a los que les veen fazer aquella vida, por lo cual dexan de trabajar e tornanse ala vida dellos. Pero es necesario esperar a la Edad Moderna para encontrar una autntica proliferacin de leyescontra los falsos pobres.

    En la Edad Moderna la mentalidad social se modifica sustancialmente en este tema, como en tantos otros. Laexistencia de los mendigos, como una masa de no trabajadores, parece daina para el bien pblico y, en todocaso, disfuncional. En consecuencia, se adoptan distintas medidas para expulsar de la ciudad a los mendigosforasteros, obligar a trabajar a los mendigos vlidos y asistir en establecimientos especializados a los dems,prohibindoles mendigar. El Edicto para los Pases Bajos promulgado por Carlos V el 6 de octubre de 1531,durante su estancia en Gante, marc el inicio de la nueva poltica frente a los pobres.

    Esa nueva forma de interpretar la caridad dio origen a una viva controversia teolgica. Abri la polmica Lutero,que, en su apelacin A la nobleza cristiana de la nacin alemana acerca del mejoramiento del Estado cristiano,de agosto de 1520, tom clara postura a favor de la nueva mentalidad: Una de las grandes necesidades es la deabolir toda mendicidad en la cristiandad entera. Entre los cristianos nadie debe mendigar jams. Su propuestaes que cada ciudad cuide a sus pobres y no admita pordioseros ajenos. Debe ayudar solamente a quienes lonecesitan; y a stos basta darles lo suficiente para no morirse de hambre y fro.

    Entre los catlicos merece destacarse el De subventione pauperum, publicado en Brujas en 1526 por elvalenciano Juan Luis Vives. En su opinin, la asistencia social debe organizarse de modo que nicamente sebeneficien de las limosnas los incapacitados para trabajar y quienes todava no han logrado encontrar un trabajofijo; pero tanto a unos como a otros hay que exigirles ciertas contraprestaciones, no sea que por el ocioaprendan la desidia.

    En opinin de Bataillon, Vives traduce el espritu puritano y laborioso de una burguesa mercantil cuyasempresas no podan desarrollarse sin una abundante mano de obra. Quiz sea verdad, pero, desde luego,mucho tiempo antes San Pablo haba dicho ya: Quien no quiera trabajar, que tampoco coma (2 Ts 3,10).

    El tratado de Vives dio origen a una apasionada polmica en los ambientes catlicos europeos. Unos le apoyaron(Pietro Papus, Conrado Wimpina, etc.), mientras otros le atacaron. Entre stos ltimos destac la cerradadefensa de los planteamientos tradicionales sobre la limosna que hizo el dominico segoviano Domingo de Sotoen un libro publicado el mismo ao de la apertura del Concilio de Trento (1545). En su opinin, para ayudar acuatro pobres verdaderos es preferible dejarnos engaar por veinte fingidos antes que arriesgarnos a rechazar,con los fingidos, a un solo pobre verdadero.

    La polmica sigui. Juan de Robles, abad del monasterio benedictino de San Vicente (Salamanca), publicinmediatamente un libro refutando los planteamientos del segoviano, mientras el agustino espaol Leonardo deVillavicencio, residente en los Pases Bajos, apoy a Soto, tachando las nuevas ideas de prximas al luteranismoy al paganismo. Bataillon comenta: Para defender la concepcin tradicional de la limosna surge ahora un monjeespaol de la Orden de San Agustn, agente secreto de Felipe II en Flandes, predicador a sueldo de la ciudad deBrujas y buen espcimen del omnipotente monaquismo.

    Haciendo abstraccin de las medidas concretas que unos y otros proponan, podramos decir que la polmicasigue viva todava hoy entre quienes propugnan que toda manifestacin de caridad ser siempre valiosa por smisma y los partidarios de unir la eficacia a la caridad.

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    El fundador de la caridad moderna

    Ante la imposibilidad de dar cabida en esta brevsima historia del amor samaritano a las muchas figuras que handestacado en el servicio a los pobres, lo haremos solamente con quien Len XIII proclam en 1985 patrn de laaccin caritativa y social de la Iglesia: San Vicente de Pal. Vivi cuando todava era muy intensa la polmica,recordada hace un momento, entre los defensores de la concepcin tradicional de la limosna y los partidarios deunir la eficacia a la caridad, situndose tan claramente junto a stos ltimos que Renan lo llama fundador de lacaridad moderna.

    Primeros pasos de Vicente de Pal

    Vicente de Pal naci el 24 de abril de 1581 en un pueblo pobre y pequeo de la Gascua que entonces sellamaba Pouy y hoy se llama Saint-Vincent de Paul.

    Como el estado eclesistico era la nica forma de promocin social que entonces tenan los pobres, fue aestudiar a la Facultad de Teologa de Toulouse gracias al dinero obtenido por su padre vendiendo lo queconstitua su nico patrimonio: una pareja de bueyes. Por aquel entonces, su mxima aspiracin era desclasarseescapndose individualmente de la pobreza y de los pobres, como pone de manifiesto la siguiente confidenciahecha al final de su vida: un da, siendo estudiante, fue a visitarle su padre, pero l se neg a recibirle porque,como estaba mal trajeado y era un poco cojo, me daba vergenza de ir con l y de reconocerlo como padre(XI, 693).

    Se orden sacerdote el 23 de septiembre de 1600 sin haber cumplido todava 20 aos, lo cual contravena lasnormas establecidas por el Concilio de Trento, y durante los primeros diez aos estuvo buscando algnbeneficio que le permitiera vivir sin trabajar.

    Quiz sea til una explicacin: el sistema de los beneficios eclesisticos fue propio del Antiguo Rgimen,desapareciendo en Francia con la Revolucin Francesa, y en Espaa con las desamortizaciones del siglo XIX.Se denominaba beneficio un cargo pastoral que otorgaba al beneficiado unas rentas procedentes de losimpuestos religiosos (diezmos y primicias), las tasas litrgicas (los llamados derechos de estola) y losrendimientos del patrimonio vinculado a dicho beneficio. Si el beneficiado no quera vivir en el lugar de subeneficio, poda en-comendar el trabajo pastoral a un vicario, pagndole las congruas (la renta fijada por lassinodales de cada dicesis), y el resto de los ingresos era para l. stos eran, al parecer, los planes iniciales deVicente de Pal: conseguir un decoroso beneficio que le permitiera un retiro honroso (I, 86) cuandoacababa de ordenarse!

    Ruego al lector que no interprete esto con la mentalidad actual. Vicente de Pal no hizo una farsa al solicitar lasrdenes sagradas con esas intenciones. Simplemente, estaba dentro de un sistema viciado; y, como l deca, lapasin por las riquezas era entonces mucho mayor en los eclesisticos que en los laicos (XI, 644).

    Podemos afirmar, incluso, que era un hombre piadoso, aunque todava no era santo. Prueba de ello es quesolicit la direccin espiritual de un gran maestro, Pierre de Brulle, que le orient con acierto. Y, de hecho, enesa etapa de su vida dio varias muestras de autenticidad cristiana. Acusado, por ejemplo, de un robo que nohaba cometido seis aos despus confes el verdadero ladrn, reaccion con ejemplar mansedumbreevanglica. Mayor todava fue la prueba que hubo de vivir cinco aos despus de su ordenacin: el barco en queviajaba fue atacado por los turcos cerca de la desembocadura del Rdano, y a l lo vendieron como esclavo enel mercado de Tnez. Durante los dos aos que permaneci cautivo pas por las manos de cuatro amos, elltimo los cuales fue un antiguo sacerdote que, apresado tiempo atrs como l, se convirti al Islam para librarsede la esclavitud y viva en compaa de sus tres mujeres. Vicente no slo se mantuvo fiel a la fe cristiana, sinoque recuper para ella a su amo, fugndose juntos en un pequeo esquife. Al regresar a Francia, sigui, noobstante, persiguiendo el ansiado beneficio.

    Pobres al servicio de los pobres

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    Trece aos despus de su ordenacin sacerdotal, en 1613, fue nombrado preceptor de una familia aristocrtica:los Gondi. Habitualmente viva el matrimonio y sus hijos en el palacio que tenan en Pars; pero cuando lesacompaaba a sus feudos en el campo, viendo de cerca la espantosa miseria material y espiritual del pueblo, fuetransformndose en santo que hoy conocemos. A los pobres dedic el resto de su vida.

    En 1917, durante el sermn dominical pronunciado en la parroquia de un pequeo pueblo llamadoChtillon-les-Dombes (hoy Chtillon-sur-Chalaronne), habl de una familia abandonada y vio cmo todos semovilizaron en su ayuda con tanta generosidad como imprevisin (IX, 232-234). Esto es se dijo una gran obracaritativa, pero no est bien organizada; esos pobres enfermos tendrn demasiadas provisiones de golpe, perose echarn a perder y se estropearn, y despus volvern a caer en su primera necesidad. Y en seguida fundall la primera de las Caridades (el equivalente actual podran ser las Critas parroquiales), que despus fueronmultiplicndose por toda la geografa nacional.

    Para ser beneficiario de las cofradas de Caridad era necesario ser pobre y estar enfermo. Lgicamente, lasCaridades tenan muchos gastos: deban alimentar a los enfermos, adquirir medicamentos, pagar al mdico,conservar y adquirir muebles, entregar los estipendios de las misas A veces establecan manufacturas en casasde alquiler donde los muchachos pobres de 8 a 20 aos encontraban alojamiento, aprendan un oficio ytrabajaban bajo la direccin de un maestro artesano, comprometindose bajo juramento a ensear despusgratuitamente el oficio a nuevos muchachos pobres. Como los donativos espontneos no eran bastantes, tenancepillos en los templos y en los albergues, hacan colectas en las iglesias y por las casas. En algunos lugares, laCaridad compraba ovejas y vacas, que se marcaban con un distintivo y se distribuan entre los asociados paraque las llevaran a pastar junto a las suyas propias. As obtenan recursos con la lana, la leche y los terneros quenacan.

    Las primeras Caridades fueron de mujeres. Posteriormente se establecieron algunas de hombres, y otras mixtas;pero las que mejor funcionaban eran las femeninas: a los hombres fue necesario apartarles de la administracin,por diversas irregularidades. El Seor Vicente se haca llamar Monsieur Vincent, a secas, para no inducir aerror sobre su origen campesino dir: Yo puedo dar este testimonio en favor de las mujeres: que no hay nadaque decir en contra de su administracin, ya que son muy cuidadosas y fieles (IV, 71). Hoy la AsociacinInternacional de Caridades est presente en 55 pases y cuenta con ms de 250.000 voluntarios.

    Pero volvamos al siglo XVII. Generalmente, en los pueblos las mujeres que integraban las Caridades hacan biensu trabajo. En Pars, en cambio, las seoras daban dinero con generosidad, pero la mayora de ellas eranincapaces de llevar la olla de sopa a los tugurios, porque les ahogaba el olor que haba en ellos. Enviaban a suscriadas, que obedecan, pero no siempre tenan amor y respeto a los pobres. Por eso, poco a poco se le fueimponiendo al Seor Vicente una evidencia: slo los pobres, o quienes acepten empobrecerse, pueden ayudar alos pobres. Y as fund en 1633 con la ayuda de Santa Luisa de Marillac, una excelente colaboradora que leenvi la Providencia la Compaa de las Hijas de la Caridad.

    Las primeras Hijas de la Caridad fueron unas pobres aldeanas analfabetas, como la mayora de las campesinasde aquel tiempo (en el acta oficial de fundacin, varias de ellas tuvieron que firmar poniendo una simple cruz o laprimera letra de su nombre). Y dentro de la Compaa siguieron viviendo como las pobres aldeanas: Tenisque juzgaros dichosas les deca San Vicente de tener unas reglas que os obligan no solamente a servir a lospobres, sino tambin a pareceros a Dos en lo que comis (IX, 973). Saban que el da en que cayeran enfermasno podran reclamar mejor atencin que los pobres a quienes servan, porque no es justo que las siervas seanmejor tratadas que sus seores (IX, 1.199).

    Tanto es as que San Vicente les confa una preocupacin: Si llegasen a vosotras personas de elevadacondicin, deberais tener miedo de que la Compaa se viniese abajo, a no ser que tuviesen el espritu de laspobres aldeanas. Podra suceder que Dios les diese este espritu; pero si viniesen seoritas o damas, habra quetener miedo y probarlas bien, para ver si es el Espritu de Dios el que las quiere traer aqu (IX, 543).

    En tiempos de San Vicente, religiosa equivala a enclaustrada. l saba que as haban terminado lasReligiosas de la Visitacin (las Salesas), fundadas poco antes por San Francisco de Sales para visitar a losenfermos. El Santo obispo de Ginebra escribi con fino sentido del humor: No s por qu me llaman todos el

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    institutor y fundador de las Hijas de la Visitacin. [...] Hice lo que quera deshacer y deshice lo que quera hacer.[...]. No tena yo otro propsito que el de establecer una sola casa, en Annecy, de doncellas y de viudas, sin votosni clausura, cuya actividad consistiera en entregarse al ejercicio y al alivio de los pobres enfermos abandonadosy destituidos de recursos, y a otras obras de piedad y de misericordia, tanto espiritual como corporal. Y ahora esuna orden cerrada, que vive bajo la regla de san Agustn, con votos y clausura, cosa incompatible con el primerpropsito, en el que vivieron algunos aos, de suerte que el apelativo de Visitacin que les qued, no les va ya.[...] Despus de Dios, el seor arzobispo de Lyon [Dionisio de Marquemont] fue la principal causa de estecambio; a l, pues, habra que llamarle su fundador.

    A la luz de aquella experiencia fallida, pens Vicente de Pal que la nica forma de evitar que acabaranencerrando igualmente en un claustro a las Hijas de la Caridad era que no fueran religiosas; algo en lo queinsisti siempre con llamativa vehemencia: Las Hijas de la Caridad no podrn jams ser religiosas; maldicin alque hable de hacerlas religiosas! (IX, 594).

    El carcter secular de la nueva Compaa queda grficamente expresado en una frmula justamente famosa delSeor Vicente: Vuestro monasterio es la casa de los enfermos, vuestra celda es vuestro cuarto de alquiler,tenis como capilla la iglesia parroquial, vuestro claustro son las calles de la ciudad. Por reja tenis el temor deDios. Y por velo llevis la santa modestia (IX, 1.179).

    La Iglesia ha respetado esa originalidad, y, fieles al espritu fundacional, las Hijas de la Caridad no son unacongregacin religiosa, sino una sociedad de vida apostlica. Mientras las religiosas comienzan a serlo al emitirpblicamente sus votos, las Hijas de la Caridad empiezan a ser tales desde el mismo momento en que sonadmitidas en lo que llaman Seminario. Despus de algunos aos de vocacin, hacen cuatro votos (de pobreza,castidad, obediencia y servicio a los pobres), pero no para empezar a ser Hijas de la Caridad, sino para seguirsindolo. De hecho, no son votos religiosos, sino votos privados como podra hacerlos cualquier cristiano (IX,593), y los hacen slo por un ao, emitindolos de nuevo (no renovndolos), ao tras ao, en la fiesta de laAnunciacin.

    Una accin social modlica

    Para desacreditar al Seor Vicente, los jansenistas le acusaron reiteradamente de ignorante ( la mismsimaMadre Anglica Arnauld habl en una carta del celo ignorante de Vicente de Pal!). Desde luego, no era enabsoluto un rstico (fue bachiller en teologa y licenciado en derecho cannico), pero l no haca gala deestudios; lo suyo era la accin, y tena una extraordinaria capacidad de organizacin. Repeta una y otra vez quees necesario pasar del amor afectivo al amor efectivo (IX, 534; cf. IX, 432; XI, 736). Y, de hecho, quiz fue elprimer santo que haya tenido sentido de las realidades econmicas: Puso en marcha una complejsima red derecogida, almacenamiento y distribucin de ayudas que llegaba a toda Francia. Son muy significativas las cartasde gobernadores y alcaldes de diversas regiones y ciudades (Saint-Mihiel, Pont--Mousson, Verdun, SanQuintn) pidiendo al Seor Vicente que no interrumpiera los suministros, porque ello supondra la muerte demuchas personas.

    Sin embargo, fundador, como hemos dicho, de la beneficencia moderna, procur no cronificar la mendicidad: Nohay que asistir ms que a aquellos que no pueden trabajar ni buscar su sustento. [...] Apenas tenga uno fuerzaspara trabajar, habr que comprarle algunos utensilios conformes con su profesin, pero sin darle nada ms. Laslimosnas no son para los que pueden trabajar [...] sino para los pobres enfermos, los hurfanos o los ancianos(IV, 180).

    Seguramente, no hubo ningn colectivo necesitado en el siglo XVII que no se beneficiara de las iniciativas deVicente de Pal y Luisa de Marillac: los nios expsitos, los mendigos, los presos, los condenados a galeras, losesclavos cristianos de Berbera (como se llamaban entonces los pases del norte de frica baados por elMediterrneo), los enfermos, los dementes, los hurfanos, los desplazados por las guerras

    El Seor Vicente estaba convencido de que, socorriendo a los necesitados, hacan justicia y no misericordia(VII, 90). Es decir, aquello que quizs al que da le parece caridad, considerando el orden objetivo de las cosas esjusticia. Comprenderlo as tiene dos consecuencias:

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    En primer lugar, es necesario desterrar cualquier actitud paternalista en el trato con los pobres. Son muyexpresivas sus enseanzas del 19 de julio de 1640 sobre las actitudes que deben caracterizar a una Hija de laCaridad. En esta ocasin no citar literalmente las palabras del Santo (cf. IX, 38), sino una recreacin de lasmismas que hizo con singular belleza Jean Anouilh, guionista de la pelcula Monsieur Vincent: Pronto versque la caridad pesa mucho ms que el caldero de la sopa y el cesto del pan, pero conserva tu dulzura y tusonrisa. No todo consiste en dar el caldo y el pan; eso pueden hacerlo los ricos. T eres la pobre sierva de lospobres, la Hija de la Caridad, siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus amos, amos terriblementesusceptibles y exigentes, as que cuanto ms feos y sucios sean, cuanto ms injustos y groseros te parezcan,tanto ms amor debers darles. nicamente por tu amor, slo por tu amor, te perdonarn los pobres el pan queles des.

    En segundo lugar, es necesario denunciar profticamente las injusticias que provocan o agravan la situacin delos pobres. Ya sabemos que la caridad suple de momento la falta de justicia, pero sin renunciar a ella. SanVicente present como un modelo para las Hijas de la Caridad que vinieran despus a Sor Juana Dalmagne,quien, al saber que algunas personas ricas se haban eximido de tributo, sobrecargando a los pobres, les dijolibremente que eso era contra la justicia y que Dios les juzgara por tales abusos (IX, 188).

    l mismo, en enero de 1649, se entrevist en Saint-Germain-en Laye con el Cardenal Mazarino y Ana de Austriaque era la Reina regente durante la minora de edad de Luis XIV para que pusieran fin al sitio de Pars, queduraba ya seis meses y haba empezado a provocar el hambre de la poblacin. Se trataba, en su opinin, de unpequeo servicio a Dios (III, 368). La empresa era difcil, porque el cardenal-primer ministro aunque detestadopor todos haba conquistado el corazn (y parece que algo ms) de la Reina. De hecho, la gestin fracas por lafalta de serenidad del Seor Vicente. Mis pecados dice me hicieron indigno de ello (III, 368).

    Sin embargo, el fracaso no le desanim, y ms tarde intent por segunda vez que apartaran del Gobierno aMazarino (IV, 397-398). La carta que le escribi el 11 de septiembre de 1652 (IV, 440-444) para que Ana deAustria y su hijo pero no l regresaran a Pars poniendo fin a la guerra civil, es una obra maestra de buensentido poltico que merece la pena leer ntegra. El santo fue repasando las posibles objeciones que poda tenerel primer ministro y respondiendo a ellas una por una.

    Igualmente intervino ante Richelieu para que pusiera fin a la guerra que asolaba la Lorena. Son, como puedeverse, ejemplos de esa caridad poltica que estudiamos en el captulo 6.

    Atencin a las necesidades espirituales de los pobres

    En la Francia del siglo XVII era muy grande la miseria material de los pobres, pero no era menor su abandonoespiritual. Y, desde luego, no por falta de sacerdotes. En aquella poca haba obispos que, cuando visitaban lasparroquias, conferan la ordenacin casi como hoy confieren la confirmacin. Tanto es as que los concilios sevieron en la necesidad de promulgar leyes para evitar decan la muchedumbre exagerada de clrigos.

    Pero se trataba de sacerdotes que a veces no saban ni leer ni escribir. Incluso no pocos obispos apenas sabanleer. Por una confidencia de la Seora Gondi, San Vicente descubri con espanto que muchos sacerdotesconfesaban sin saber la frmula de la absolucin: Al confesarse un da la citada seora (de Gondi) con suprroco, se dio cuenta de que ste no le daba la absolucin, murmuraba algo entre dientes, haciendo lo mismootras veces que se confes con l. Aquello le preocup un poco, de modo que pidi un da a un religioso que fuea verla que le entregase por escrito la frmula de la absolucin. As lo hizo, y aquella buena seora, volviendo aconfesarse, rog al mencionado prroco que pronunciase sobre ella las palabras de la absolucin que contenaaquel papel. [...I Cuando ella me lo dijo, me fij y puse ms atencin en aquellos con quienes me confesaba, y vique, efectivamente, era verdad todo esto y que algunos no saban las palabras de la absolucin (XI, 95).

    Pues bien, el amor de San Vicente a los pobres le llev a preocuparse no slo por sus necesidades materiales,sino tambin por las espirituales. Para seguir esta segunda lnea de accin, regresemos a los primeros aos desu conversin a los pobres. En 1620, en Montmirail, tuvo lugar una escena que le marcara profundamente. Seacerc un calvinista y le acus as: Por una parte, se ve a los catlicos del campo abandonados en manos deunos pastores viciosos e ignorantes que no conocen sus obligaciones y que no saben siquiera lo que es la

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    religin cristiana; y, por otra parte, se ven las ciudades llenas de sacerdotes y de frailes sin hacer nada. Puedeser que en Pars haya hasta diez mil, mientras que esas pobres gentes del campo se encuentran en unaignorancia espantosa por la que se pierden. Y quiere usted convencerme de que todo esto est bajo la direccindel Espritu Santo? No puedo creerlo (XI, 727).

    Por aquel entonces, Pars estaba, efectivamente lleno de abates, clrigos tonsurados, que no sirven ni a laIglesia ni al Estado, que viven en continua ociosidad y no hacen ms que inutilidades y nonadas... En muchascasas hay un abate, a quien se da el nombre de amigo, pero que no es sino un honrado lacayo que manda a losde librea. [...] Vienen despus los preceptores, que tambin son abates.

    Un ao despus, San Vicente regres a Montmirail para evangelizar aquella zona, acompaado de variossacerdotes bien preparados, lo cual, por cierto, tuvo como consecuencia el retorno de aquel calvinista a la Iglesiacatlica (XI, 728-729). Para ampliar su entrega apostlica a los pueblos fund en 1625 la Congregacin de laMisin, inicialmente dedicada en exclusiva a las misiones populares. Su fin con palabras del propio SanVicente era dar a conocer a Dios a los pobres, anunciarles a Jesucristo, decirles que est cerca el Reino de loscielos y que ese reino es para los pobres (XI, 387).

    Mucho tiempo despus, recordando ante sus misioneros a aquel calvinista de Montmirail que retorn a la Iglesia,deca: Qu dicha para nosotros, los misioneros, poder demostrar que el Espritu Santo gua a su Iglesia,trabajando como trabajamos por la instruccin y santificacin de los pobres! (XI, 730).

    Pronto comprendi San Vicente que si, tras una de esas misiones que tantos frutos producan, los pueblosquedaban otra vez en manos de unos sacerdotes incultos y viciosos, no tardaran en volver al abandono inicial.Era necesario, en consecuencia, que la Congregacin de la Misin ampliara su campo de accin a lossacerdotes: creacin de seminarios, formacin permanente (las conferencias de los martes), retiros paraordenandos y retiros anuales, etc.

    Del hecho de que San Vicente fundara dos Compaas y de los nombres que les dio Hijas de la Caridad,Congregacin de la Misinsera errneo deducir que l separaba la evangelizacin de la promocin humana,encomendando la primera a los misioneros, y la segunda a las hermanas.

    No, l haba dicho a sus sacerdotes: Si hay algunos entre vosotros que crean que estn en la Misin paraevangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, lesdir que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los dems, si queremosor esas agradables palabras del Soberano Juez de vivos y de muertos: Venid, benditos de mi Padre; poseed elReino que os est preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis;enfermo y me cuidasteis. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra (XI, 393). De hecho, la asistencia alas regiones en guerra (Lorena, Picarda y Champaa) fue preferentemente obra de los misioneros.

    Simultneamente, a las Hijas de la Caridad les peda que atendieran tambin a las necesidades espirituales delos pobres (IX, 241).

    La profunda vivencia del Evangelio que tuvo San Vicente le hizo huir de los dualismos a los que tan aficionadoshemos sido los cristianos, antes y despus de l. Su opcin fue responder integralmente a las necesidades delos pobres. Y slo de ellos: trabajar con los ricos es perfectamente legtimo, pero se lo deja a otros. Tanto a losmisioneros como a las Hijas de la Caridad les repetir una y otra vez: nuestro lote son los pobres (XI, 324 y387); ellos dir, haciendo suya una frmula de los hermanos de San Juan de Dios son nuestros seores ynuestros maestros (IX, 42; IX, 915-916 y 1.194; XI, 223). Estaba inculcando en el siglo XVII lo que trescientosaos ms tarde Puebla llamara opcin preferencial por los pobres.

    Espiritualidad vicenciana

    La espiritualidad vicenciana no es en absoluto intimista: Amemos a Dios deca, pero que sea a costa denuestros brazos, que sea con el sudor de nuestra frente. Hay muchos que se muestran satisfechos de suimaginacin calenturienta, contentos de los dulces coloquios que tienen con Dios en la oracin [...]. No, no nos

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    engaemos: Totum opus nostrum in operatione consistit [que podramos traducir libremente as: "Aqu, de lo quese trata es de trabajar"] (XI, 733).

    Para comprender la espiritualidad vicenciana, nada mejor que aquella clebre leyenda referida por Camus: SanDimitri estaba citado en la estepa con el propio Dios en persona y se apresuraba a llegar a la cita cuando seencontr con un campesino cuyo carro se haba atascado. Entonces San Dimitri le ayud. El barro era espeso, yel hoyo profundo. Hubo que forcejear durante una hora. Y cuando, por fin, acab, San Dimitri corri a la cita. PeroDios no estaba ya. Y Camus concluye: Siempre habr quien llegue tarde a las citas con Dios, porque haydemasiadas carretas en el atolladero y demasiados hermanos que socorrer.

    San Vicente como si hubiera conocido con anticipacin la queja del famoso Premio Nobel haba dicho a lasHijas de la Caridad: Si fuera voluntad de Dios que tuvieseis que asistir a un enfermo en domingo, en vez de ir aor misa, aunque fuera obligacin, habra que hacerlo. A eso se le llama dejar a Dios por Dios (IX, 725).

    Dejar a Dios por Dios: con esta frase imperecedera responde San Vicente a Camus que nunca llegar tarde ala cita con Dios quien se detenga a sacar un carro del atolladero. Dejar a Dios por Dios no es dejar a Dios (IX,297).

    Antiguamente, los cristianos que intentaban ser fieles a la tierra se preguntaban con preocupacin: Qu es loque debemos dar a Dios y qu es lo que debemos dar al mundo?. Y, fuera cual fuere el porcentaje establecido,se sentan divididos. San Vicente buen alquimista de frmulas espirituales les dio la clave que necesitaban,al hacerles caer en la cuenta de que dejar la oracin para ir hacia el hermano es dejar a Dios por Dios.Sabiendo esto, como dijeron muy bellamente los obispos latinoamericanos, podemos y debemos transformarnuestro trabajo y nuestra historia en gesto litrgico.

    Naturalmente, la espiritualidad vicenciana no puede renunciar a ciertos elementos oracin personal, conversindiaria, celebracin de la eucarista, etc. caractersticos del modelo de santidad monstico, porque son elementoscristianos sin posteriores adjetivos. Pero ser, especialmente, una espiritualidad abierta al mundo. Losacontecimientos, no obstante la ambigedad que los caracteriza, son lugares donde Vicente de Pal llega adiscernir la voluntad de Dios. Para arribar a este discernimiento, primero los acoge, despus los analiza con rigory objetividad, finalmente se compromete activamente en ellos.

    La conviccin de que Dios habla a travs de la historia hizo que San Vicente buscara siempre noticias fidedignas,y seguramente fue uno de los hombres mejor informados de su tiempo. Con frecuencia, en los ltimos aos desu vida sus repeticiones de la oracin y conferencias comenzaban con una especie de parte informativo: guerrasinternacionales en Polonia, en Irlanda, guerras civiles en Francia, etc. Funcion, a falta de peridicos, como unaespecie de agencia de informacin para sus misioneros. Y lo curioso es que lo haca no slo a travs de sucorrespondencia que eso nada tendra de particular sino tambin en la hora ms piadosa del da: Al comienzode la meditacin de la maana. Por ejemplo: Encomiendo a las oraciones de la Compaa el Reino de Polonia,que est muy alborotado (XI, 111).

    As fue el fundador de la caridad moderna: Aunque tal vez no menos exigente, tanto consigo mismo como conlos dems, pero ms equilibrado, templado y sonriente que San Camilo de Lelis, San Vicente de Pal es el tipomismo del hombre que se adelanta a su tiempo y que, a fuerza de perseverancia e inteligencia, hace que suscontemporneos tomen conciencia de los nuevos valores y mtodos. San Vicente supo ser ms eficazmentecaritativo que ninguno de sus coetneos, al poner al servicio del amor su espritu de organizacin.

    Nada tiene de extrao que el 27 de septiembre de 1660 ocurriera algo realmente inslito: en cuanto corri lanoticia de que haba muerto el Seor Vicente, la multitud corri a Saint-Lazare (la casa central de laCongregacin de la Misin). All acudieron obispos y prncipes; pero all se congregaron, sobre todo, losmendigos ms andrajosos de Pars, aquellos por quienes un da haba tomado partido para no volverse atrsjams. Y es que los pobres saben distinguir quines estn verdaderamente con ellos. Con razn dijo Balzac queno todo el que quiere tiene al pueblo en su entierro.

    La Iglesia samaritana en el Estado de Bienestar

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    Secularizacin progresiva de la accin caritativa

    Tambin desde otro punto de vista podemos decir que la Edad Moderna es muy importante para la historia delamor samaritano, porque en ella se fragu la crisis de la caridad religiosa.

    Hemos visto en el apartado anterior que, todava en el siglo XVII, cuando aparecan necesidades de especialgravedad, los gobernadores y alcaldes solicitaban ayuda a San Vicente de Pal. Sin embargo, comoconsecuencia de la desamortizacin de los bienes eclesisticos en Francia, mediante la Constitucin de 1791;en Espaa, con las leyes de Mendizbal de 1835-1855 se fue pasando de un rgimen de caridad religiosa yparticular a un sistema de beneficencia pblica; a la asuncin de las tareas asistenciales por el Estado y losmunicipios. Se gest as un cambio sustancial: convertir en un derecho jurdico lo que era un deber moral y poderexigir, a ttulo de derecho individual, lo que antes slo poda demandarse por amor al prjimo. Elena Mazacomenta: Si las repercusiones son positivas o negativas para los necesitados, eso habr que demostrarlo conlos estudios monogrficos y diferenciales.

    El caso es que, si durante siglos fue indiscutible el protagonismo de la Iglesia en la atencin a los necesitados, apartir del siglo XVIII los poderes pblicos empezaron a asumir diversas tareas asistenciales, hasta culminar enlos modernos Estados de Bienestar, cuyo objetivo ya lo dijimos en el primer captulo es proteger a todos losciudadanos desde la cuna hasta la tumba.

    De esta forma, la Iglesia y otros grupos benemritos vieron cmo las obras que haban creado y mantenido acosta de sacrificios, muchas veces heroicos, resultaban desplazadas por las iniciativas de la Administracin, quedispona de muchos ms recursos econmicos y humanos.

    En esta ltima parte del captulo nos preguntaremos si en los modernos Estados de Bienestar hay todava lugarpara la accin social y caritativa de la Iglesia o si, ms bien, fue una tarea de suplencia de la que debemosolvidarnos, igual que los capuchinos dejaron de apagar los incendios de Pars cuando se cre el cuerpo debomberos.

    Organizaciones voluntarias en el Estado de Bienestar

    En cualquier sociedad existen tres lgicas para asignar los recursos disponibles, que esquemticamentepodramos describir as:

    Lgica Agente Acta en elmbito de

    Motor Establecevnculos

    Trata a laspersonas como:

    Intercambio Empresa Mercado Lucro Mercantiles ClientesDerecho Poderes pblicos Estado Legalidad Burocrticos CiudadanosDon Tercer sector Relaciones

    interpersonalesSolidaridad Comunitarios Prjimos

    Veremos que las tres lgicas son necesarias, siempre que guarden el debido equilibrio; pero esto precisamentees lo que no resulta fcil.

    La lgica del intercambio se basa en el do ut des (doy para que des) y establece entre los agentes econmicosvnculos de carcter mercantil. Su principal ventaja es el estmulo que representa para la eficiencia econmica;sin embargo, una sociedad donde todos actuaran movidos por el inters sera insufrible. Desgraciadamente, conel sistema capitalista la lgica del intercambio se extendi como una metstasis cancerosa, invadindolo todo.Hoy es necesario comprar en el mercado desde las flores que llevamos a una maternidad hasta los cuidados querecibe un anciano. El problema que ha provocado esa extensin casi ilimitada del mercado no es slo la extincinpaulatina de la gratuidad en las relaciones humanas, sino tambin la marginacin de sectores crecientes de lasociedad. La ley suprema del intercambio es la equivalencia, y muchas personas necesitan recibir ms de lo quepueden dar.

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    Debido a esto, es necesario adoptar medidas en favor de los excluidos del mercado. Y aqu entran en accin lasotras dos lgicas: la lgica del derecho y la lgica del don.

    La lgica del derecho es propia de los poderes pblicos, que deben garantizar jurdicamente y universalizar losderechos humanos; en particular para el tema de este libro los derechos econmicos y sociales.

    Ha sido una conquista reciente. Para la concepcin liberal, como es sabido, el Estado deba abstenerse de todaintromisin en la vida econmica y social (principio de la no intervencin, laissez-faire); no tena ms finalidad queproteger la libertad y la propiedad del individuo. Fernando Lassalle (1825-1864) calific con toda razn al Estadoliberal de Estado-vigilante nocturno. Afortunadamente, despus de la Segunda Guerra Mundial empezaron ageneralizarse en los pases del Norte los programas de proteccin social, dando origen al llamado Estado deBienestar. El mayor inconveniente de la lgica del derecho es que como ya vimos en el captulo 6inevitablemente establece con los ciudadanos vnculos de carcter burocrtico.

    El desarrollo espectacular del voluntariado social y de las organizaciones no gubernamentales (ONG) ocurrido enestos ltimos aos ha situado, entre lo pblico (Estado) y lo privado (empresas lucrativas), un tercer sector,como suele llamarse ltimamente. A diferencia de las agencias estatales, no es pblico; y a diferencia de lasempresas mercantiles, no tiene nimo de lucro. Se gua por la lgica del don, alimentada por sentimientos desolidaridad y ayuda mutua.

    Qu relacin debe existir entre la lgica del derecho y la lgica del don? El Estado tiene obligacin de garantizar que tambin quienes no pueden obtener en el mercado los bienes y servicios necesarios para llevaruna vida digna disfruten de ellos. Pero garantizar no significa necesariamente proporcionrselos l mismo.Tambin en este mbito tiene aplicacin el principio de subsidiariedad, segn el cual la misin del Estado no essustituir, sino complementar y potenciar las iniciativas de la sociedad.

    Por lo tanto, en los lugares donde las organizaciones voluntarias sean capaces de responder a las necesidadesde proteccin e integracin social, el Estado slo debera intervenir apoyando y subvencionando a las mismas.En cambio, all donde las organizaciones voluntarias no tengan todava esa capacidad el Estado debercombinar su accin social directa con el fomento de las iniciativas privadas.

    Por desgracia, muchas veces los poderes pblicos han actuado justamente al revs de lo que exige el principiode subsidiariedad. El PSOE lleg a escribir en su famoso Programa 2000 que El voluntariado social y lasAsociaciones que trabajan en el sector [de Bienestar] deberan actuar de forma subsidiaria de los poderespblicos. Es decir, en vez de ser el Estado subsidiario de la sociedad, reclamaban que la sociedad fuerasubsidiaria del Estado.

    Con un planteamiento semejante, parece inevitable concluir que, cuando los derechos econmicos y socialesestn lo suficientemente reconocidos, no sern necesarios los sentimientos compasivos ni la generosidad; quecuando los profesionales puedan cubrir la totalidad de la accin, no sern necesarios los voluntarios; y quecuando las Administraciones pblicas asuman sus responsabilidades, no sern necesarias las organizacionessociales.

    Sin embargo, este planteamiento no slo es inaceptable desde el punto de vista tico, sino que ni siquiera puedefuncionar en la prctica, por sus contradicciones internas. En efecto, a medida que el Estado se ha ido haciendocargo de ms y ms problemas sociales, la sociedad se ha ido desentendiendo de ellos. Y, sin embargo, lasolidaridad institucional del Estado resulta inviable sin la solidaridad de la sociedad como base, aunque slo seapara facilitarle los recursos necesarios.

    Ah, precisamente, radica el problema. Las sociedades opulentas se manifiestan cada vez menos dispuestas afinanciar con sus impuestos los programas sociales, como explic lcidamente Galbraith en su libro La cultura dela satisfaccin. Si, hasta hace unas dcadas, los satisfechos eran una pequea minora dentro de cada pas, hoyson la mayora de los electores. Esa mayora satisfecha, que sostiene con sus impuestos una parte considerablede los servicios que los poderes pblicos prestan a los desheredados, empieza a manifestar su descontento poresta situacin. Y los polticos, que necesitan sus votos para llegar al poder o mantenerse en l, han tomado

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    buena nota de ese malestar. Como es lgico, un pudor elemental lleva a no mencionar en voz alta lacontraposicin de intereses entre la mayora satisfecha que paga ms de lo que recibe y los desheredadosque reciben ms de lo que pagan. Se ha preferido justificar el freno a las polticas de solidaridad conargumentos que no inquieten la buena conciencia de la mayora satisfecha, como la conveniencia de restablecerese capitalismo heroico, del que hablbamos en el primer captulo, que estimule ms a los individuos, o lanecesidad de limitar el despilfarro de recursos por las administraciones pblicas.

    Por eso, como puso de relieve Ralf Dahrendorf, muchos defienden hoy el paso del Estado de Bienestar a lasociedad del bienestar. En palabras de Adela Cortina, la sociedad civil que necesitamos no es la que se muevepor intereses particularistas, como querran autores como Hayek, sino la que desde la familia, la vecindad, laamistad, los movimientos sociales, los grupos religiosos, las asociaciones movidas por intereses universalistas,es capaz de generar energas de solidaridad y justicia que quiebren los recelos de un mundo egosta y a ladefensiva.

    Naturalmente, la reivindicacin de una sociedad del bienestar no puede servir de disculpa a las administracionespblicas para eludir su responsabilidad de garantizar la proteccin e integracin social de todos los ciudadanos.La Administracin pblica debe financiar los servicios prestados por las instituciones sociales sin nimo de lucroy, naturalmente, como siempre que estn en juego fondos pblicos, controlar que se cumplan las finalidades paralas cuales entregaron el dinero. Adems, all donde las iniciativas sociales no sean suficientes, los poderespblicos debern gestionar directamente los correspondientes servicios.

    Esta armonizacin de la lgica del derecho y la lgica del don es, en mi opinin, la nica solucin viable a lacrisis financiera que el Estado de Bienestar viene arrastrando desde que comenz la crisis econmica de 1973. Yes la nica solucin viable, no slo porque los servicios prestados por las organizaciones voluntarias sonnotablemente ms baratos que los prestados por los poderes pblicos, sino porque la regeneracin delentramado solidario de la sociedad permitir que el Estado recaude ms fcilmente el dinero necesario.

    As pues, en las sociedades modernas son no slo legtimas, sino tambin imprescindibles, las iniciativas de losgrupos intermedios para luchar contra la exclusin social.

    Una tarea irrenunciable para la Iglesia

    Para justificar la participacin de la Iglesia en la lucha contra la pobreza y la exclusin social no basta con quesean legtimas, e incluso imprescindibles, las iniciativas de los grupos intermedios, porque eso no quiere decirque todos y cada uno de los grupos intermedios deban dedicarse a dicha tarea. El colegio de registradores de lapropiedad o el gremio de pasteleros de Madrid, por ejemplo, son grupos intermedios, pero sus fines nada tienenque ver con el tema que nos ocupa.

    En cambio, para la Iglesia nos dice Benedicto XVI, la caridad no es una especie de actividad de asistenciasocial que tambin se podra dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestacin irrenunciablede su propia esencia56; forma parte esencial de su misin originaria, al igual que el servicio de la Palabra y losSacramentos. Se puede decir ms alto, pero no ms claro: una Iglesia que abandonara en manos de lospoderes pblicos o de otras organizaciones voluntarias la accin social y caritativa debera resultarnos tanimpensable como una Iglesia que no anunciara la Palabra de Dios o una Iglesia que dejara de bautizar y decelebrar la eucarista.

    El Concilio Vaticano II explic que, si el servicio a los pobres es una tarea absolutamente irrenunciable para laIglesia, se debe a que deriva del mandamiento nuevo del amor: por eso, la Iglesia, sin dejar de gozarse con lasiniciativas de los dems, reivindica para s las obras de caridad como deber y derecho propio que no puedeenajenar. [...] La misericordia para con los necesitados y los enfermos y las llamadas obras de caridad y deayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con singular honor.

    As pues, la Iglesia no considera el servicio a los pobres como algo exclusivamente suyo, pero sirrenunciablemente suyo. Tan irrenunciablemente suyo que, utilizando un concepto muy apreciado por nuestroshermanos separados, diramos que la grave situacin de los excluidos en los pases opulentos, y mucho ms

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    todava la situacin econmica mundial, representa para la Iglesia un status confessionis. Esa expresin designauna situacin que, desde el punto de vista del Evangelio, exige absolutamente un compromiso claro de loscreyentes, porque est en juego el ser o no ser de la Iglesia de Jess; un testimonio, adems, que no puedelimitarse a unos cuantos individuos, sino que debe caracterizar a la Iglesia en su totalidad.

    Un estilo propio

    Dado que la Iglesia no es el nico colectivo que ha hecho suya la causa de los pobres, debemos preguntarnos,por ltimo, si hay algo especfico en la lucha cristiana contra la pobreza y la exclusin social, entendiendo porespecfico aquello que la distingue de la que llevan a cabo esos otros colectivos.

    Estamos ante un caso particular del problema ms general de la especificidad de la tica cristiana. Ya en la EdadMedia, autores como Pedro Abelardo o Graciano haban defendido que el cristianismo no aporta contenidosticos nuevos, sino que slo confirma y profundiza las exigencias de la ley natural. Hoy es mayoritaria la opininde que lo especfico no radica en los contenidos, sino en la motivacin.

    A primera vista dice Lpez Azpitarte, podra parecer algo demasiado pequeo y secundario, cuando enrealidad constituye una influencia enorme y decisiva. La mayora de las veces que no actuamos correctamentelo que falta no es la simple iluminacin del conocimiento, sino una razn definitiva y convincente para actuar. [...]Porque cree en Dios y se siente llamado a su amistad, porque busca la imitacin y el seguimiento de Cristo,porque su persona constituye el amor ms absoluto de la existencia, el cristiano posee una motivacinextraordinaria que no la tendra, a lo mejor, si buscase solamente la honradez y honestidad de una conducta.

    No obstante lo anterior, dice Marciano Vidal que, si bien una tica especficamente cristiana no implicanecesariamente la existencia de preceptos privativos del cristianismo, s exige, en cambio, que integre losexistentes en su sntesis original.

    Esa sntesis original debe convertir la lucha cristiana contra la pobreza y la exclusin social en una accin significativa. Significar, segn el diccionario, es ser una cosa y hacer presente otra realidad distinta; en estecaso, los valores del Reino. As ocurra con los milagros de Jess. Aunque los beneficios que proporcionaban asus destinatarios les daban valor por s mismos, eran a la vez signos del Reino de Dios.

    Refirindose a ese carcter significativo que tiene la lucha cristiana contra la pobreza, observaba San Agustncon acierto: Los paganos ven nuestras buenas obras, pero no ven los sacramentos. Inspirndose en ese texto,los obispos de la Comisin Episcopal de Pastoral Social afirman que, as como los sacramentos de la femanifiestan la presencia salvfica de Cristo dentro de la comunidad de los creyentes, la accin caritativa y sociales como el sacramento para los no creyentes.

    El hecho de que la accin social de los cristianos deba ser signo del Reino de Dios implica un estilo determinado:

    Si los ms pobres son los primeros destinatarios del Reino de Dios, quiere decir que los servicioscaritativo-sociales de la Iglesia deben tener muy en cuenta aquellas reas de pobreza y marginacin que, aunsiendo minoritarias, revelan de manera ms cruda la ausencia de caridad y solidaridad en nuestra sociedad.

    El Reino de Dios ni se compra ni se paga: Gratis lo recibisteis deca Jess, dadlo gratis (Mt 10,8). Por lotanto, el compromiso de los creyentes con la causa de los pobres debe ser siempre desinteresado, incluso en elplano religioso. Su fin no es que los pobres se adhieran al Evangelio o a la Iglesia. Por tanto, incluso all donde[la Iglesia] no tuviese ningn porvenir institucional, debera continuar defendiendo los derechos de todos loshombres y, consecuentemente, de los pobres con prioridad.

    Si el Reino de Dios no es slo para los pobres, sino tambin de los pobres, la accin social de la Iglesia debepromover el protagonismo de los afectados. Es necesario pasar del hacer por los pobres al hacer con los pobres,para lo cual es fundamental la animacin comunitaria. Sin la implicacin de la comunidad, las acciones no pasande ser asistenciales; degeneran en simple prestacin de servicios, y generalmente de por vida. Muchosex-drogadictos, ex-presidiarios, ex-vagabundos, ex-prostitutas y emigrantes plenamente insertados trabajando

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  • La Iglesia Samaritana, ayer y hoyTomado de la web Somos Vicencianos http://vicencianos.org

    hoy por quienes fueron sus compaeros ponen de manifiesto que no estamos propugnando una utopa. Elobjetivo fundamental es que esa forma de trabajar se difunda tanto en el conjunto de la Iglesia como en lasociedad civil.

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