humberto - chifladura curso 2
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAUNIVERSIDAD LATINOAMERICANA Y DEL CARIBE
EN CONVENIO CON LAUNIVERSIDAD DE LA SALLE
PRINCIPIOS Y VALORES DEL PARADIGMA EMERGENTEPRINCIPIOS Y VALORES DEL PARADIGMA EMERGENTE
PEDAGOGÍA DESDE EL CORAZÓNPEDAGOGÍA DESDE EL CORAZÓN
LA DANZA CÓSMICA EN LA FORMACIÓN TECNOLÓGICA
Humberto ALMEIDA
22 de julio de 2006
RESUMEN
El proceso de transformación educativa necesario de ser llevado a cabo
en las instituciones venezolanas de educación superior para la formación
profesional en el área tecnológica, requiere ser concebido y ejecutado sobre la
base de un paradigma que propicie cambios funcionales y estructurales sobre
la base de una pedagogía creativa, innovadora y adecuada a las exigencias
actuales de la promoción del Ser. Qué mejor opción que la contenida en el
paradigma emergente, lo que sugiere la consideración de la complejidad, la
sincronicidad, la identidad y la indeterminación, como principios sobre los
que se fundamente dicha transformación.
Por otra parte, la consideración de estos principios, conlleva la
atención a la incorporación de valores relacionados con la consideración de la
dimensión humana del proceso educativo, con una actitud ética desde y hacia
el proceso de aprendizaje, que permita estimular el desarrollo de la
espiritualidad (del Ser), con miras a la obtención de la mayor suma de
felicidad, en un ambiente de gozo por aprender, en el que se fortalezca el
amor, la confianza y la ternura.
La intencionalidad de esta chifladura se orienta hacia una
aproximación creativa en cuanto al abordaje de la transformación institucional
en las instituciones tecnológicas de educación superior en Venezuela, desde la
óptica de un enfoque pedagógico centrado en los principios y valores del
paradigma emergente.
Cuando incursionamos en el conocer, y en una de sus formas complejas (el
aprendizaje), encontramos que aparenta haber un gran y diverso número de factores
involucrados en ese proceso. Pareciera importante considerar los mecanismos implícitos y
explícitos que favorecen u obstaculizan dicho proceso. Pareciera relevante considerar los
elementos que forman parte de ese proceso y desglosarlos en sus partes más elementales para
poder aprehenderlo. Pero, cada vez que lo intentamos, cada vez que abordamos el
conocimiento de esta forma, se nos escapa algún factor que influye en la obtención de
resultados, los cuales no pudieron ser predichos y que se presentan como inesperados la
mayoría de las veces. Vemos así, por ejemplo, que un alumno que no obtuvo “buenas
calificaciones” como resultado de la evaluación de su experticia académica durante sus
estudios de formación profesional, resulta ser apreciado por su desempeño cuando se
desenvuelve como profesional. Esta situación podríamos pretender explicarla sobre la base de
múltiples, variadas y, muchas veces, contradictorias conjeturas. Pudiéramos afirmar que se
trata de fallas en la evaluación. Pudiéramos suponer que se trata de estándares diferenciales
entre los exigidos por la institución universitaria y los exigidos por las empresas. Pero
cualquier hipótesis nos conduciría, inevitablemente a la búsqueda de explicaciones tentativas
que solo mostrarían aspectos parciales de dicha situación.
Lo dicho anteriormente guarda relación con el intento que han hecho muchos enfoques
teóricos al pretender explicar cómo se incorpora el conocimiento (cómo aprendemos), con qué
grado de profundidad se incorpora lo aprendido (alcance de la información), cómo se preserva
lo aprendido (memorización), o en qué medida se vincula a otras áreas del conocimiento
(sistematicidad y transdisciplinaridad), entre otras cosas. Pero un aspecto importante a
considerar es que cada una de estos enfoques sólo toma en cuenta aspectos parciales de un
proceso que es integrado en esencia y caótico por naturaleza. Dicho de otro modo, el proceso
de formación profesional posee diversos niveles de orden, entrelazados y plegados sobre sí
mismos.
El proceso de aprendizaje, ha sido llamado comúnmente de enseñanza-aprendizaje para
denotar que conviene estudiar analíticamente las acciones que ejecuta quien procura el
conocimiento y, por otra parte, las acciones que ejecuta quien aprende (quien recibe el
conocimiento). En esta, y en todas las chifladuras que elabore a lo largo del proceso doctoral,
considero que el proceso de formación profesional (tecnológico, en este caso): a) se
caracteriza por ser un proceso permanente de aprendizaje; b) es uno en el que todos los
actores y sucesos involucrados (docente, alumno, proceso instruccional, sistema educativo,
políticas de estado en materia educativa, requerimientos del ambiente, etc.), se encuentran
finamente relacionados de modo interdependiente; c) implica que todos los actores y sucesos
involucrados están expuestos a una continua transformación, aún cuando los actores no tengan
conciencia del cambio; d) supone que cualquier acción, por pequeña que sea, puede acarrear
grandes modificaciones funcionales y estructurales.
EL CAOS, ARQUITECTO DEL UNIVERSO
Cuando vamos a una presentación de algún intérprete de nuestra preferencia y agrado,
nos preparamos emocionalmente para escuchar la interpretación respectiva, procuramos
ubicarnos en un sitio cómodo, nos colocarnos en un estado de ánimo de disfrute de la
experiencia y aceptamos las condiciones ambientales del momento y del recinto; en fin, nos
convertimos en una unidad integrada y dispuesta a disfrutar de la experiencia. Esta situación
presupone varias cosas interesantes de referir: a) Existe una predisposición favorable hacia el
intérprete, debido a múltiples razones (conexión afectiva, interés por conocer nuevas versiones
de lo interpretado, etc.); b) Hay una voluntad consciente que conduce a una acción de
búsqueda de la experiencia; c) Entramos en contacto con nuestra vivencia interna al querer re-
crear experiencias similares con el intérprete; d) Se nos presentan diversas expectativas sobre
la experiencia por venir. En fin, hay apertura a la experiencia con actitud positiva hacia la
misma.
Pero hay otro modo de abordar la experiencia referida anteriormente: Es posible que
haya que esforzarse mucho para adquirir la entrada al espectáculo; se requiere llegar con
mucho tiempo de antelación al inicio del mismo, a fin de lograr la mejor ubicación; es
conveniente ubicarse a una distancia prudencial del escenario para prevenir molestias de los
admiradores apasionados; conviene retirarse del recinto antes de que finalice el espectáculo
para evitar los riesgos de las aglomeraciones; y, sobre todo, hay que estar vigilante con las
pertenencias personales…Ello implica el abordaje de la experiencia centrado en aspectos
alejados del disfrute de la experiencia.
Los dos ejemplos anteriores, están relacionados con dos maneras distintas de abordar
(concebir) la experiencia y, ambas, están asociadas a distintos paradigmas. Un paradigma es
un modelo, un marco de referencia, un punto de vista, una forma de percibir, comprender e
interpretar a los seres vivos, al mundo y a la relación entre ellos (Urbano, 1998). Nuestra
forma de percibir, comprender e interpretar al mundo, guarda relación con los mapas
(representaciones internas) que hayamos hecho del modo como son las cosas (realidades) o del
modo como deberían ser las cosas (valores). Una experiencia significativa para nosotros
ocurre cuando nuestras realidades están alineadas a nuestros valores.
Pero, lo anteriormente dicho no siempre ocurre de esa forma dicotómica. Muchas veces
observamos las imprecisiones meteorológicas al intentar predecir el clima durante períodos de
tiempo que sobrepasen una semana, o las imprecisiones al querer predecir el comportamiento
social. A este respecto, si consideramos que todo lo que integra el universo forma parte de un
sistema en no-equilibrio, con un funcionamiento caracterizado por la no recurrencia
(irreversibilidad), de que el orden y el desorden, el determinismo y el azar pueden ser
diferentes estados del mismo fenómeno (Prigogine, 1997), de que si variamos las condiciones
iniciales de un fenómeno, puede darse lugar a tantos cursos de acción o resultados, más
amplios o mayores, aun cuando las variaciones iniciales hayan sido pequeñas (efecto
mariposa), podemos suponer que lo único cierto en el universo conocido es la indeterminación
o incertidumbre y que ello, en términos de Briggs y Peat (1999), es una cosa muy estimulante,
porque nos permite la posibilidad de innovar, de crear o de reformular las ideas preconcebidas
o estereotipadas.
Estos autores (Briggs y Peat, 1999), proponen un conjunto de ideas relacionadas con el
caos que ayudan a abordar con humildad la tarea de conocer el universo desde nuestra
cotidianidad. Una de sus ideas centrales gira en torno a que el caos tiene mucho más que ver
con lo que no podemos saber que con la certeza y con los hechos propiamente. Tiene que ver
con dejarse ir, con la aceptación de los límites y con la celebración de la magia y el misterio.
Muchas veces he escuchado que para apreciar mejor algo (un suceso o una cosa) o a
alguien, hay que tomar distancia de la situación, del objeto o de la persona a la que deseamos
apreciar; es decir, colocarnos “a distancia” del objeto o del sujeto pareciera que nos permite
conocerlo o re-conocerlo mejor. Pero, ¿qué implica ese distanciamiento?, ¿qué observamos
cuando nos alejamos de la situación o del objeto?, ¿realmente nos alejamos del objeto o del
sujeto? Para responder a estas interrogantes me valdré de lo expuesto por Briggs y Peat (1999)
en relación con la perspectiva. La perspectiva, en la teoría del caos, es lo que nos conduce a
considerar la experiencia como un acto creativo sobre la base de la autoorganización al
considerar el modo en que la naturaleza crea nuevas formas y estructuras, y lo impredecible y
la confusión de la naturaleza (ley del vórtice).
Otro aspecto importante de la teoría del caos es el referente a la no linealidad de los
sistemas caóticos. En un sistema caótico todo está conectado con todo lo demás, mediante la
retroalimentación positiva y negativa. El poder positivo del efecto mariposa implica el
reconocimiento de que cada individuo es un aspecto indivisible del todo y ello sugiere que es
posible el uso del poder o influencia positiva para la transformación (ley de la influencia sutil).
Por su parte, la ley de la creatividad y la renovación colectiva (Briggs y Peat, 1999),
sugiere que desde la perspectiva del caos, toda la actividad en la sociedad y en la naturaleza es
una actividad colectiva, la cual, de acuerdo a Capra (2002), se conforma con base en redes
humanas, las que, a su vez, son siempre consideradas como redes de comunicación. Ello
sugiere que cuando los individuos se unen, aunque se pierdan algunos grados de libertad, se
descubren otros nuevos, surge una nueva inteligencia colectiva, un sistema abierto,
absolutamente insospechado y muy lejos de lo que cualquiera podría haber esperado al
contemplar a los individuos actuar aisladamente.
Con la ley de lo simple y lo complejo, Briggs y Peat (1999) plantean el concepto de
intermitencia el cual alude a la transformación constante de lo complejo en lo simple y
viceversa. Este concepto se corresponde con uno de los principios del orden del universo que
integra la concepción dialéctica del universo infinito (Ohsawa, 1965): “todos los antagonismos
pueden clasificarse en dos categorías, Yin y Yang, y ellas son complementarias”. Por otro
lado, se corresponde con dos de los teoremas o definiciones dinámicas del Principio
Unificador que forma parte de esta filosofía oriental sintetizada por Ohsawa: a) Yin produce
Yang; Yang produce Yin al llegar a lo extremo; b) Todas las cosas y fenómenos cambian
constantemente sus componentes de Yin y Yang, todo está en movimiento continuo.
Podemos apreciar la similitud con lo dicho anteriormente, cuando Briggs y Peat
afirman que la simplicidad y la complejidad se transforman constantemente la una en la otra,
cuando las interacciones, las repeticiones y las retroalimentaciones están en funcionamiento.
Ello implica que la complejidad y la simplicidad no están presentes de modo inherente en los
propios objetos, sino en el modo en que las cosas interactúan entre sí y nosotros con ellas.
El término autosemejanza, extraído de los conceptos de Mandelbrot relacionados con
los fractales, incluye la idea de las diferencias individuales y la singularidad, así como las
similitudes. Dicho de otro modo, la ley de los fractales y la razón, expuesta por Briggs y Peat
(1999), nos muestra que en nuestra existencia a pequeña escala, cada uno de nosotros, al igual
que los árboles, es una representación única del mundo que nos creó, lo que da sentido de
humildad y valor intrínseco a nuestra vida e imprime grandeza y belleza a todo lo que existe
en el universo.
Comprender que cada uno de nosotros es único, con procesos internos que fluyen a un
ritmo propio aunque vinculado al ritmo universal, implica que nosotros en cuanto sistema
biológico, vibramos a una longitud de onda particular asociada a ese ritmo universal y con
nuestra propia medida del tiempo. Por su parte, los sistemas autoorganizados sacrifican algo
de la individualidad inherente a sus componentes para permitir que exista lo colectivo. Sin
embargo, esos grados ocultos de libertad están siempre presentes para animar el sistema. El
cerebro opera con multiplicidad de relojes internos, conscientes algunos (como cuando
queremos resolver un examen), inconscientes otros (el reflejo cardio-respiratorio es un buen
ejemplo de ello). Lo anteriormente dicho forma parte de la ley de los rizos fractales de la
duración. En palabras de Briggs y Peat (1999), no necesitamos más tiempo, sino un tiempo
pleno, en el sentido de comprometernos con la actividad que estamos desarrollando.
Finalmente, la ley de la corriente de una nueva percepción (Briggs y Peat, 1999), nos
ilustra la importancia de apreciar la totalidad dentro del caos. Entre los siglos IX y XV, se
consideraba nuestra planeta como un ser vivo y al ser humano como un asistente de la
naturaleza. Este punto de vista cambió con el enfoque mecanicista cartesiano-newtoniano, al
considerar al universo como fragmentado y compuesto de partes aisladas, lo que condujo a un
entendimiento del mundo y de su funcionamiento separado del observador. Comprender
(conocer), se convirtió en descomponer las cosas en sus elementos y explicar los lazos
causales que los unían. La predicción y el control fueron las fuerzas dinámicas de la nueva
sociedad científica. Aunque es cierto que este paradigma nos condujo al brillante
florecimiento del arte, la poesía, la música y la arquitectura renacentistas y al desarrollo
científico y tecnológico que lo siguió, también es cierto que nos condujo a un alejamiento de
la naturaleza, a un entendimiento parcelado de la experiencia, a una pérdida de la “visión de
conjunto” (totalidad). Sin embargo, esto cambió a partir del siglo XIX gracias a
descubrimientos de varios pensadores, entre los que figuró Henri Poincaré. Poincaré expuso
que cuando los sistemas vibran u oscilan en simpatía unos con otros, de modo que las menores
conexiones entre ellos magnifican gradualmente su interacción mutua, ocurre un fenómeno
que él denominó resonancia (conocido como efecto mariposa con base en lo expuesto por
Edward Lorenz hacia principios de los años ´60).
La teoría del caos nos enseña que siempre somos parte del problema y que las
tensiones particulares y las dislocaciones siempre se desarrollan a partir de todo el sistema,
más que de una parte defectuosa. Considerar un asunto como un problema meramente
mecánico a ser resuelto, puede aliviar los síntomas temporalmente, pero el caos sugiere que a
largo plazo sería mucho más efectivo tener en cuenta todo el contexto en el que se manifiesta
un problema particular. Abordar la vida desde una perspectiva caótica implica reconocer que
es prudente apreciarnos como pertenecientes e interconectados a todo el mundo, como un
aspecto esencial de la organización de la naturaleza, como observadores que somos parte de lo
que observamos; en suma, abordar la vida desde una perspectiva caótica tiene que ver con
abandonar esa obsesión mecanicista por el control y a predicción y dar la bienvenida al caos,
en términos de ampliar nuestra sensibilidad al cambio y a lo emergente. Actuar de esta forma,
en palabras de Briggs y Peat (1999), en concordancia con lo expuesto por Ohsawa (1965) es
liberador, sanador y conducente a la felicidad.
LAS LEYES DEL CAOS EN LA FORMACIÓN TECNOLÓGICA
Considerar la autoorganización como aspecto importante a promover en el sistema
educativo actual de los institutos universitarios de tecnología, requiere flexibilizar el currículo,
disoñar (diseñar con base en nuestros sueños) nuevos y variados ambientes y estrategias de
aprendizaje y elaborar normas flexibles y dinámicas que integren diversas modalidades de
aprendizaje (ser creativo).
Por otra parte, todos los actores involucrados en el proceso educativo, tienen la
potencialidad para contribuir con pequeñas ideas y acciones, a la generación de las grandes
transformaciones necesarias en la estructura y funcionamiento actual de estas instituciones.
Ejemplo de ello es el cambio curricular que vive actualmente el Instituto Universitario de
Tecnología “Dr. Federico Rivero Palacio”, proceso mediante el cual se está modificando la
estructura macrocurricular (plan de estudios de las carreras), sobre la base de un lineamiento
general referido al número total máximo de horas semanales de actividad académica
presencial (usar el poder de la mariposa).
El trabajo conjunto de revisión curricular, ha conducido a la integración del colectivo
académico institucional constituyéndose en un sistema interactivo productor de ideas y
generador de opciones diversas (creativas) e innovadoras. Proponer la modificación de la
orientación, alcance y estrategias instruccionales para el dictado de los cursos de desarrollo
humano, de cultura, de lengua y comunicación y de inglés, ha sido una novedad, como
resultado del esfuerzo conjunto de integración hecho entre los jefes de departamentos
académicos y los jefes de las áreas respectivas (fluir con la corriente).
Por su parte, considerar que los ajustes microcurriculares requieren un esfuerzo enorme
por ser muy difíciles de variar los esquemas preconcebidos sobre el proceso de aprendizaje
(“se requiere de mayor cantidad de horas a la semana para impartir todo lo exigido para formar
un técnico superior universitario de calidad”), lleva consigo la creencia de que se trata de un
fenómeno multivariado y complejo y, por tanto, casi imposible de ser modificado sin sacrificar
la calidad. La experiencia actual que conduzco en el instituto, en relación con estos ajustes
curriculares ha demostrado que mientras más compleja parecía la estructura del plan de
estudios de una carrera (en términos de la distribución de la carga horaria o de la carga
crediticia), al determinar el impacto que dichas cargas pudieran tener sobre el logro de las
competencias asociadas al perfil profesional respectivo, inmediatamente simplificó la tarea de
disminuir cualquiera de dichas cargas (explorar lo que hay en el medio).
Podría decirse que el proceso que se da en un momento particular en un aula (proceso
instruccional) de una institución, se parece (es autosemejante) al proceso que se da en un
consejo académico o en una asamblea de profesores. En todas estas instancias, se da la
oportunidad de aprender, de evolucionar, al igual que lo hacen los sistemas biológicos como
sistemas autoorganizados y autosostenibles. En otras palabras, cada institución de educación
superior, puede evolucionar “enquistada” en sí misma o puede evolucionar
interdependientemente de forma acompasada con otras instituciones, lo que no impide
mantener su propia autosemejanza e identidad, sin menoscabo de las diferencias con las otras
instituciones (observar lo artístico del mundo).
Estos procesos planteados anteriormente, requieren de esfuerzo y de una inversión de
tiempo para su desarrollo. Se podría afirmar que una transformación institucional requiere de
mucho tiempo, en unos casos, o de poco tiempo en otras circunstancias y que ello dependerá
de la vivencia que tengamos del uso del tiempo, en relación con la experiencia interior de los
ritmos propios de su existencia asociados al compromiso con la actividad que se esté
desarrollando (vivir dentro del tiempo).
Finalmente, considerar la autoorganización como aspecto importante a promover en el
sistema educativo actual, reconocer la potencialidad que tienen los actores para contribuir a la
generación de las transformaciones necesarias en la estructura actual de estas instituciones de
educación superior, favorecer la integración del colectivo académico institucional como
sistema interactivo productor de ideas y generador de opciones creativas e innovadoras,
comprender que lo que aparentemente son transformaciones curriculares complejas realmente
son sucesiones integradas de eventos simples, aceptar que las instituciones pueden parecerse
entre sí pero también poseer particularidades que la identifican y diferencian de otras, y tomar
conciencia de que al comprometernos con la transformación institucional vamos en procura
del bienestar del colectivo en formación, nos ayudará a integrar la totalidad del proceso desde
el punto de vista de nosotros como participantes del proceso y no como gerentes del mismo
(reunificar el todo).
PRINCIPIOS, VALORES…Y ALGO MÁS
El nuevo paradigma o paradigma emergente incluye nuevas formas de comprender el
funcionamiento del mundo; así los principios de incertidumbre, complejidad, sincronicidad e
identidad se complementan con los valores relacionados con la dimensión humana, la ética, la
espiritualidad y la felicidad, el gozo y la ternura.
Una rápida mirada sobre la información cotidiana que muestran los medios de
comunicación, permite observar que la mayoría de los problemas globales y a la vez vitales y
cotidianos, no solo se caracterizan por ser “enormes” (fuera de normas conocidas) sino
también, por sus escalas irreductibles; dicho de otro modo, por su tendencia a la
indeterminación (Hawking, 2003). La característica más importante de estos problemas es que
revelan la interconexión de distintas dimensiones de lo real (distintos niveles de orden) y que,
a su vez, se revelan en toda su complejidad. Complejidad significa aquí, la emergencia de
procesos, hechos u objetos multidimensionales, que poseen componentes de aleatoriedad, azar
e indeterminación y que conforman, en su aprehensión, grados irreductibles de incertidumbre
(Morin, 2006). Por lo tanto, un fenómeno complejo exige de parte del sujeto una estrategia de
pensamiento a la vez reflexiva y no reduccionista, caracterizada por las coincidencias
significativas que puedan surgir de la interacción entre distintos observadores y entre ellos y lo
observado (Grandío, 1999).
Por otra parte, un contexto inédito y enorme requiere un pensamiento creativo, radical,
polifónico y exorbitante: creativo, en cuanto permita encontrar nuevas relaciones con base en
lo ya conocido; radical, en cuanto favorezca la transformación (re-creación permanente) del
Ser; polifónico por exigir la participación del colectivo en los procesos de transformación; y
exorbitante, que permita ser capaz de pensar fuera de la órbita de los lugares comunes.
La pedagogía desde el corazón requiere el concierto armónico de los principios
enunciados a fin de reconocer, por una parte, la complejidad del proceso educativo a través de
la simple expresión admirativa de un niño o de un adulto que descubre (aprende) algo por
primera vez y, por otra, la sencillez con la que necesita abordar dicho proceso el que ayuda a
descubrir el conocimiento, sea un profesor, un docente, un facilitador del aprendizaje o un
maestro.
Por otro lado, es de vital importancia el fortalecimiento de la identidad del aprendiz
como individuo-en-relación e integrado ecológicamente a su ambiente, a fin de propiciar la
generación de experiencias significativas conducentes a aprendizajes significativos. Los
procesos de evaluación deben estar al servicio de orientar la acción de aprender, más que a la
mera medición de aspectos vinculados al nivel de logro de objetivos, del desarrollo de
habilidades o de adquisición de actitudes socialmente aceptables.
Cuando se trata de proporcionar al aprendiz medios que favorezcan el aprendizaje,
conviene recordar a Freire (en Mondol, 2005) cuando afirma: “…el hombre no tiene una
naturaleza dada de una vez para siempre, sino una historia hecha de decisiones, de creación, de
posibilidades siempre nuevas, de enfrentamientos con lo imposible”. Y ello no es más que una
invitación a abordar el aprendizaje como una experiencia vinculada al caos y, por tanto, a la
incertidumbre. Ya sabemos que lo único cierto es la indeterminación; en palabras de Zapatero
(2004), “Necesitamos la incertidumbre para establecer relaciones afectivas, para aumentar
nuestros conocimientos, para fortalecer nuestra conciencia y para desarrollar nuestra
autoestima. La incertidumbre ante el futuro, ha sido y será el motor que mueve a la humanidad
hacia adelante. La seguridad absoluta en todos los órdenes es parálisis, castradora de la
personalidad y arrullo de vagancias”.
Finalmente, pero no por ello menos importante, la pedagogía desde el corazón exige un
acercamiento educativo caracterizado por la expansión de la intimidad y el placer de la
coexistencia, a través del amor, la ternura y la confianza contenidas en lo que Humberto
Maturana llamó matrística (Gutiérrez en Mondol, 2005). Vivir matrísticamente, permite abrir
espacios de cercanía corporal y es hacer de la convivencia una fuente de bienestar y salud. Por
supuesto que todo ello implica una acción fundamentada en lo ético, lo cual conducirá
inevitablemente al desarrollo del Ser en cuanto desarrollo de la espiritualidad. Todo ello
contribuirá a entender y concebir el aprendizaje como una aventura ecológica, que permita la
exploración de la experiencia interior y de las relaciones entre los participantes como medio
para su desarrollo como ser humano integrado.
BIBLIOGRAFÍA
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