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ESTUDOS AVANÇADOS 11 (30), 1997 357 N 1968 Alejandro Dubcek decía que “si el socialismo no adquiere un rostro humano desaparecerá como sistema” (1). Sólo hubo que esperar dos déca- das de indiferencia ante este llamado por parte de los partidos comunistas en el poder en Europa Oriental para que su lamentable vaticinio se cumpliera. En la autopsia actual aparecen múltiples causas de distinto orden, pero entre ellas despunta una tan fundamental como sencilla: los hombres encargados de desarollar el proyecto revolucionario y socialista en aquellos países no quisieron continuarlo porque no se sentían ya identificados con él. No veían reflejadas en sus realizaciones las aspiraciones humanistas que animaban originalmente al proyecto socialista. Mientras tanto, en otros países, como China, Corea, Vietnam y Cuba, con independencia de sus notables particularidades, la historia se revela como testaruda, ya que en ellos el pueblo, en su gran mayoría, sigue confiando en el proyecto humanista que indisolublemente debe animar a toda forma de socialismo. Por eso lo siguen cultivando. El marxismo es una de las corrientes de pensamiento que mejor heredó las tradiciones del humanismo de la antigüedad y la modernidad (2), pero, como planteaba el venezolano Ludovico Silva, Marx era un humanista “de sentido dis- tinto” (3). Tanto él como Engels trataban de propugnar con el socialismo una utopía concreta cuyo ingrediente fundamental era un humanismo de nuevo tipo. El humanismo con un sentido más práctico que aquel preconizado por los pensadores renacentistas o de la ilustración no fue un atributo exclusivo del ideario marxista. Hombres en distintas latitudes y ante circunstancias de distinto orden exigieron un humanismo auténtico, es decir, práctico. América Latina conserva en su historia hombres de la talla de Bolívar, Martí (4), Sandino, que hicieron del humanismo un estandarte permanente tanto de sus acciones más heroicas como de las más cotidianas. En el Che, Fidel y otros marxistas latino- americanos, el humanismo cobró otras dimensiones teóricas y prácticas. Con el marxismo, el humanismo adquirió un perfil más definidamente clasista y proletario. Pero mucho más significativo fue que se desentrañaran científicamente los mecanismos subhumanizadores del capitalismo y se indicaran las posibles vías de su superación. Humanismo y socialismo en la óptica del pensamiento marxista en América Latina PABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ E

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  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997 357

    N 1968 Alejandro Dubcek deca que si el socialismo no adquiere un rostrohumano desaparecer como sistema (1). Slo hubo que esperar dos dca-das de indiferencia ante este llamado por parte de los partidos comunistas

    en el poder en Europa Oriental para que su lamentable vaticinio se cumpliera.

    En la autopsia actual aparecen mltiples causas de distinto orden, pero entreellas despunta una tan fundamental como sencilla: los hombres encargados dedesarollar el proyecto revolucionario y socialista en aquellos pases no quisieroncontinuarlo porque no se sentan ya identificados con l. No vean reflejadas en susrealizaciones las aspiraciones humanistas que animaban originalmente al proyectosocialista.

    Mientras tanto, en otros pases, como China, Corea, Vietnam y Cuba, conindependencia de sus notables particularidades, la historia se revela como testaruda,ya que en ellos el pueblo, en su gran mayora, sigue confiando en el proyectohumanista que indisolublemente debe animar a toda forma de socialismo. Por esolo siguen cultivando.

    El marxismo es una de las corrientes de pensamiento que mejor hered lastradiciones del humanismo de la antigedad y la modernidad (2), pero, comoplanteaba el venezolano Ludovico Silva, Marx era un humanista de sentido dis-tinto (3). Tanto l como Engels trataban de propugnar con el socialismo unautopa concreta cuyo ingrediente fundamental era un humanismo de nuevo tipo.

    El humanismo con un sentido ms prctico que aquel preconizado por lospensadores renacentistas o de la ilustracin no fue un atributo exclusivo delideario marxista. Hombres en distintas latitudes y ante circunstancias de distintoorden exigieron un humanismo autntico, es decir, prctico. Amrica Latinaconserva en su historia hombres de la talla de Bolvar, Mart (4), Sandino, quehicieron del humanismo un estandarte permanente tanto de sus acciones msheroicas como de las ms cotidianas. En el Che, Fidel y otros marxistas latino-americanos, el humanismo cobr otras dimensiones tericas y prcticas. Con elmarxismo, el humanismo adquiri un perfil ms definidamente clasista yproletario. Pero mucho ms significativo fue que se desentraaran cientficamentelos mecanismos subhumanizadores del capitalismo y se indicaran las posiblesvas de su superacin.

    Humanismo y socialismoen la ptica del pensamientomarxista en Amrica LatinaPABLO GUADARRAMA GONZLEZ

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    El objetivo que se plantea el presente trabajo est dirigido a valorar algunasinterpretaciones del pensamiento marxista latinoamericano, fundamentalmenteen la esfera intelectual, sobre la articulacin entre el ideario socialista y el humanismoque es consustancial a esa teora. En anlisis anteriores se ha intentado determinarcules han sido algunas de las exigencias que se le plantean al socialismo a partir dela experiencia del derrumbe del campo socialista (5). Ahora se trata de determinarlas caractersticas y tendencias principales que se han dado en dicho pensamientoen relacin con esta problemtica del humanismo.

    Se sabe de antemano, en acuerdo con otros investigadores del pensamientofilosfico marxista en Amrica Latina tal es el caso de Ral Fornet-Betancourt (6) y en otras latitudes, como acertadamente plantea Pedro Ribas para el caso de lahistoria del marxismo en Espaa (7), que la tarea se hace muy difcil si no searticula a la historia de los movimientos sociales y polticos, especialmente de laclase obrera, de la regin que se estudie.

    Siempre se exigira realmente una investigacin multidisciplinaria, perotambin es posible, como ahora se pretende, tomar en cuenta los resultados deotros especialistas de las ciencias sociales e incursionar en algunas de las particula-ridades latinoamericanas de la imbricacin histrica en el mbito intelectual entreideas socialistas, marxismo y humanismo. Por otra parte, es preciso tener en consideracin que el concepto de marxista no presupone necesariamente la militanciaen partidos comunistas, socialistas etc. Aunque s presupone una posicin polticade izquierda.

    Adems de la imprescindible coincidencia con las tesis fundamentales oncleo duro de la concepcin dialctica y materialista de la historia, aquella condicindebe estar avalada por la necesaria postura crtica frente al capitalismo, en todassus formas, por preconizar ideas de orientacin socialista, o al menos que subviertanel orden social existente y se planteen una ms justa distribucin de la riquezasocial, as como un cambio radical en las relaciones del poder poltico.

    Si bien la mayor parte de los intelectuales de ideas marxistas han militadoalguna que otra vez en dichos partidos, esto no ha sido siempre sin dificultades,distanciamientos y hasta rupturas. La mayora no se ha dejado cautivar por lasposiciones del anticomunismo cuando se han dado estos conflictos. Precisamentepor esa razn continan siendo de izquierda, como tambin lo son otros quebsicamente desde la vida acadmica se han destacado por sus posiciones marxis-tas y han expresado claramente su desaprobacin tanto del socialismo soviticocomo de las posiciones de los partidos comunistas latinoamericanos.

    El presente anlisis no pretendi abordar este problema en el seno de parti-dos o movimientos sociales, para lo cual hubiese sido necesario un mayor trabajode bsqueda documental de congresos, resoluciones, declaraciones, discursospolticos etc. Slo se intent con la conciencia de la limitacin del objeto abordalo a travs de algunas manifestaciones de intelectuales de izquierda, en sumayora reconocidos como marxistas, si bien quizs algn lector pueda por susrazones excluir a alguno de ellos, o autoexcluirse dado el caso.

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    Fue en la tradicin del pensamiento marxista donde el humanismo alcanzuna proyeccin de mayor trascendencia y arraigo por la propuesta desalienadoraque propugnaba desde los trabajos tempranos de los fundadores de aquella teora,que concibieron como socialismo cientfico, expresin convicta de su necesidadhistrica. Pero la carga ideolgica que acompaaba a este discurso lo confundacon otras doctrinas emancipatorias comunistas, socialistas, anarquistas etc. Muchosapreciaron, desde sus primeras manifestaciones y acciones inspiradas en su ideario,que se trataba de un proyecto revolucionario de relevancia muy superior a todoslos que le haban antecedido y que su sentido humanista tena dimensiones mayoresa las acostumbradas. Aun cuando no dejase de destilar ciertos ingredientes nomenos utpicos que los que criticaba en otras corrientes ideolgicas de su poca. Elelemento utpico ha reconocido uno de los ms prestigiosos pensadores marxis-tas, Adolfo Snchez Vzquez (8) siempre estar presente en el socialismo, auncuando se trata de una empresa racional que descubre lo posible en la utopa.

    Otras tradiciones de pensamiento, tanto de las izquierdas reconocidas (so-cialistas, anarquistas, demcrata-revolucionarias, entre otras) as como concepcionesreligiosas y ticas de diverso matiz, tambin se han nutrido de aquel humanismo.Ellas han sabido a su vez cultivarlo y recoger alguna de sus fructferas cosechas y,de tal modo, ste se ha traducido en distintos movimientos sociales, escuelas depensamiento etc.

    El humanismo, desde que madur la modernidad, reclamaba revelarse atravs de componentes ms efectivos que las filantrpicas declaraciones de lailustracin. El marxismo le ofreci vas de concrecin a travs de ensayos prome-tedores de realizacin, por el nuevo paradigma de socialismo que ste preconizaba.Las propuestas humanistas del marxismo podran entroncar armnicamente conlas tradiciones de pensamiento de distintas regiones, culturas y pases queevidenciasen a su vez un marcado carcter humanista.

    En Amrica Latina, donde la carga humanista y desalienadora haba estadopresente de un modo u outro a lo largo de la trayectoria de su pensamiento mssignificativo, no resulta estrao que la recepcin del marxismo entroncase con esaherencia. De ah que algunos pensadores, provenientes de corrientes distantes delproyecto socialista, llegasen a reconocer, desde fines del siglo pasado y en mayormedida a inicios del presente (9), el contenido humanista que subyaca en la obrade Marx y de muchos marxistas. No significaba que se identificaran, ni muchomenos, con todas las experiencias y los ensayos de proyeccin socialista que seemprendan en nombre del marxismo. Marxistas convictos y confesos, comoMaritegui en su defensa del marxismo, insistieron en reivindicar el carcterhumanista y las potencialidades de perfeccionamiento tico y espiritual contenidosen el marxismo (10). Sin embargo, durante algn tiempo, el destacado pensadorperuano fue visto con recelo por el marxismo oficial (lase el de los partidos comu-nistas), al no ser claramente apreciado su marxismo y sobre todo su materialismodesde la lejana latitud moscovita.

    Algunos de los intelectuales marxistas latinoamericanos ms destacados tenanclara conciencia de que su labor era continuadora de las mejores tradiciones del

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    pensamiento latinoamericano. No en balde los marxistas cubanos Mella, Marinello,C.R. Rodrguez etc. plantearon no slo la urgencia de reivindicar a Mart, sino,adems, que era necesario volver a Marx para rescatar el valor de su propuestahumanista, como se percataban por entonces tambin otros marxistaslatinoamericanos de aquellos aos.

    Entre quienes se percataron de su necesidad, se destac Anbal Ponce, quienen 1935 pareca vaticinar los nefastos augurios postmodernistas actuales contra elhumanismo al plantear: La historia contempornea nos ensea que en manos dela burguesa el humanismo est en trance de morir. Y morir sin duda, si el prole-tariado no le arrebata a tiempo, junto con la hegemona econmica, la direccinde una cultura que en el momento actual slo ha sabido envilecer (11). De esamisma tarea es de lo que hoy se trata cuando la imposicin de medidas neoliberalesaplasta toda supervivencia de humanismo.

    En tiempos de auge del fascismo se hizo muy necesario exaltar el contenidohumanista de las propuestas socialistas y en especial del marxismo. Lo trgico delasunto result cuando se fueron descubriendo los atentados ms profundos a dichocontenido con las revelaciones del stalinismo y las experiencias totalitarias de algunospartidos comunistas en el poder, que aplastaban la individualidad y ponan seriosobstculos a las libertades ciudadanas.

    En el perodo postblico se fueron intensificando las investigaciones filos-ficas sobre las obras de Marx, algunas de ellas recin editadas, y pudo apreciarseque afloraba el tema de la enajenacin como una constante en sus preocupacionesdesde sus aos juveniles hasta El Capital. Es la misma poca en que elexistencialismo, el personalismo, la Escuela de Francfort etc. le dedican mayoratencin al asunto, como una urgencia terica de los nuevos tiempos. Sin embargo,el mundo del socialismo real quiso ofrecer la imagen de inmunidad ante esta pro-blemtica de la alienacin, considerada errneamente como exclusiva del capi-talismo.

    Por tal motivo las concepciones de Lukacs (1923) sobre la cosificacin enHistoria y conciencia de clase eran apreciadas como revisionismo idealista, ya queen lugar de reducir exclusivamente este fenmeno al capitalismo, el pensador hn-garo incluso admita que el fenmeno de la cosificacin tambin ha representadosu papel en la sociedad griega evolucionada (12), aun cuando reconoca laextraordinaria diferencia entre aquellas manifestaciones y la que alcanzaba en lasociedad burguesa. Pero una simple inferencia lgica poda llevar a pensar queentonces el fenmeno alienatorio no era exclusivo de la sociedad capitalista y, portanto, tambin el socialismo estaba en peligro de contagio.

    Henri Lefebve, quien contribuy notablemente a la divulgacin de las ideasdel joven Marx y a la popularizacin del trmino marxiano de alienacin (13) ensu obra El materialismo dialctico (1938), sealaba que el marxismo oficial rechazabael concepto de enajenacin y, junto con l, por supuesto, al propio Lefebvre.

    No resultaba extrao que el pensamiento marxista latinoamericano, permeadohasta inicios de los 60 por un predominio de posiciones que seguan en lo funda-

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    mental al pie de la letra las tesis de dia-mat, tambin se caracterizara por noincursionar decisivamente en esta temtica. El grado de simplificacin, dedogmatismo y extrapolacin ideologizante que caracteriz por lo general al mar-xismo latinoamericano durante las dcadas del 40 y el 50 fue expresin de suinautenticidad y de su limitado carcter creativo.

    En cambio, la dcada del 60 tuvo para la evolucin del pensamiento marxis-ta en Amrica Latina un especial significado. No slo por un acontecimiento detanta envergadura como la Revolucin Cubana, sino por varios sucesosinternacionales del pensamiento y la prctica poltica marxista (Gramsci, el Che,Mao, Althusser), que tendran su repercusin particular en la recepcin y desarollodel pensamiento marxista en esta regin a partir de entonces. Para el mundolatinoamericano especialmente, el proyecto socialista de la Revolucin Cubanasignific la posibilidad de recuperar el espritu humanista originario del marxismo.Y en tal sentido, esta nueva y diferente experiencia de construccin socialista reanima muchos hombres de izquierda afectados por aquella crisis de valores. Aunquetambin es cierto que la paulatina integracin de Cuba al campo socialista condujoa nuevas frustraciones y distanciamientos por parte de algunos sectores de laizquierda latinoamericana.

    Otros sectores con mayor razn se mantuvieron firmes y convictos de laautenticidad de la orientacin consecuentemente socialista y por tanto necesariamentehumanista del proyecto cubano, y hasta el presente le siguen apoyando, aun cuandodiscrepen de l en algunos aspectos.

    En los aos 60 el marxismo inunda toda la vida intelectual de las universida-des latinoamericanas y no hay esfera de las ciencias sociales que no se hubiese vistoinfluenciada por l. Es en medio del auge de la interpretacin omnicomprensivakonstantinoviana del marxismo en que aparecen interesados en rescatar laautenticidad de los anlisis de Marx sobre el fenmeno de la alienacin y susatentados contra la libertad humana, y la construccin del humanismo real que lohaba animado.

    En 1962, Jos Revueltas, despus de reconocer que el marxismo-leninismohaba sido completamente desvirtuado en Mxico y haba que regresar a su fuenteviva y regeneradora (14), plante que una supresin no positiva de la propiedadprivada no significara la desenajenacin real del hombre (15). Afirmacin sta co-mo otros tantos cuestionamientos del polmico intelectual mexicano sobre el pa-pel del partido, la lucha de clases, la dictadura del proletariado, el realismo socia-lista etc. que lo llev a frecuentes descalificaciones como marxista, pues al pare-cer no encontr el visto bueno del marxmetro oficial.

    Por esa poca Rodolfo Mondolfo fundamentaba tambin, en Argentina, elhumanismo de Marx como un humanismo realista (16) y, acentuando su carcterde filosofa de la praxis, con los elementos de dinamismo y vitalidad que debendistinguirlo, seala que no se trata de un materialismo, sino de un verdaderohumanismo, que pone en el centro de toda consideracin y discusin el conceptode hombre. Un humanismo realista (reale Humanismus), como lo llamaron sus

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    propios creadores, y que aspira a considerar al hombre en su realidad efectiva yconcreta (17).

    No debe ignorarse que el criterio prevaleciente sobre el materialismo, in-cluso hoy en da, en la mayor parte del mundo cultural latinoamericano, no sedistingue mucho del que exista hace un siglo. Se le caracteriza generalmente porla vulgaridad, el apego a los bienes terrenales y subestimacin o desprecio por elenriquecimiento de la espiritualidad. Tantos siglos de combate entre la Iglesia y elmaterialismo no desaparecen fcilmente en la conciencia social latinoamericana.

    En varios pases afloraron por esos aos las discusiones encaminadas arevitalizar el marxismo profundizando en su cientificidad, la teora de la enajenacin,la libertad y el humanismo, la filosofa de la praxis, el papel real de las ideologasetc. Entre ellos se destacaron Mxico, Per, Venezuela, Colombia, Argentina yCuba, aunque tambin estos temas ocuparon la atencin de algunos destacadosintelectuales de otros pases del rea.

    Los intelectuales en Cuba, durante los aos 60, manifestaron inicialmenteinters terico por el asunto. Pero el despliegue de tal preocupacin tom msfuerza en aquellos otros pases que en la isla. Cierto marxismo tarado por losmanuales soviticos y otros textos que propugnaban uma concepcin simplificadoradel asunto tambin comenzaban a ganar posiciones desde mediados de esa dcaday llegaran a predomiar, en los 70 y hasta mediados de los 80, con la mayorarticulacin de Cuba a la comunidad de pases socialistas europeos.

    En anteriores estudios nos hemos detenido en la evolucin del pensamientomarxista en Cuba, fundamentalmente hasta el inicio del triunfo de la revolucin(18). En cuanto a la evolucin del pensamiento marxista en Cuba de los ltimosaos, no es objeto especfico del presente anlisis y se trata de una tarea que ya seha emprendido.

    Las preliminares consideraciones al respecto conducen a pensar que nosiempre el pensamiento marxista acadmico en el orden terico estuvo a la alturade las demandas de la transformacin y perfeccionamiento de la praxis poltica.Tambin se aprecia que su relativo distanciamiento recproco de la produccinterica marxista del Occidente, y en particular de Amrica Latina, constituy unobstculo comunicativo que finalmente ha sido paulatinamente superado el losltimos aos.

    Una situacin muy distinta se present en el resto del continente en relacina estas inquietudes antropolgicas del pensamiento filosfico. As, por ejemplo,en Venezuela hacia los inicios de los aos 60 el ambiente universitario estabaimpregnado de marxismo o de lo que pasaba por tal (19), considera EduardoVsquez. Fue en ese ambiente de dogmatismo y de estupidizacin masiva y galo-pante donde aparecieron los trminos alienacin y cosificacin (20).

    Cules seran las razones para que proliferara en aquel ambiente esta temticadescuidada anteriormente en la literatura marxista que circulaba en Latinoamerica?Todo parece indicar que muchos filsofos latinoamericanos de pronto encontraron

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    en la obra de Marx suficiente argumento de raigambre eminentemente filosficapara combatir a aquellos que desvirtuaban al marxismo como filosofa y lopresentaban como una simple ideologa, una teora sociopoltica ms, o a lo sumouna aceptable doctrina econmica sobre el capitalismo decimonnico.

    Tales aristas filosficas permitan discurrir con envidiable rigor filosfico enambientes acadmicos que usualmente, por esos aos, en Amrica Latina, eranmonopolizados por la fenomenologa, el existencialismo bsicamenteheideggeriano, la axiologa objetivista y comenzaban a ser conquistados con fuerzapor la filosofa analtica.

    Todo ello a partir de esta revelacin que haba tenido sus orgenes en lapretensin sartreana de completar el humanismo de Marx y que prosigui en losdebates en la Francia de los 70, presupuestamente en el seno del marxismo, entreel antihumanismo terico althuseriano, el humanismo espiritualizado de Garaudy,la consideracin crtica de Lucien Seve del marxismo como adversario tericoirreductible del humanismo especulativo (21), y las crticas de Goldman a la URSSy dems pases socialistas por desatender los valores conquistados por el humanismooccidental (22) etc.

    Todas estas polmicas se trasladaban vertiginosamente al mbito intelectuallatinoamericano de la poca y de una forma u outra se participaba en ellas nocomo simple eco, sino asumiendo posturas de creacin heroica y aportando valio-sos elementos nuevos que se hace necesario investigar con mayor profundidad afin de revelar la autenticidad del pensamiento marxista latinoamericano de lasltimas dcadas de este siglo. Indudablemente tales debates intelectuales eran enel mejor de los casos ignorados, pero por lo general resultaban anatemizados porlas directivas de muchos de los partidos comunistas latinoamericanos, que se dejabanaconsejar por sus especialistas, por lo general formados en las escuelas del PCUS yde otros pases del campo socialista, donde haban aprendido a no permitir lamenor desviacin de los revisionistas y otros engendros.

    Hoy es lamentable el balance de aquella poltica sostenida durante dcadascontra honestos intelectuales de profunda filiacin marxista, que disentan tanto delo que era encumbrado como expresin prctica superior del humanismo socialistacomo de muchas de las formulaciones tericas que apuntalaban aquel sistema. Sinembargo, la mayor parte de stos no renunciaron a sus empeos de investigacin ycomunicacin. Se mantuvieron consecuentes con sus verdades y las defendieron conun rigor terico que hoy enorgullece la produccin filosfica marxista en esta regin.

    Tampoco se puede pensar simplemente que todos aquellos que mantuvieronuna militancia poltica ininterrumpida descuidaron la atencin unilateralmente so-bre los debates referidos a la reivindicacin del humanismo real que deba sustituiral socialismo real. Algunos llegaban a coincidir con los argumentos esgrimidos porlos disidentes, pero consideraban en ocasiones que resultaba ms prudente aplazarla discusin por cuestiones estratgicas. No prevaleci el criterio de que a la largaresultara ms nefasto que beneficioso el aplazamiento que el abordaje desprejuiciadode aquellos sillares marxistas de la construccin que demandaban ser remozados.

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    Una revalorizacin de esta ndole tendr que tener en cuidadosa conside-racin la labor de Ludovico Silva por desentraar los laberintos ideolgicos de laenajenacin y la renovacin del marxismo que, como filosofa, no se ha caracteri-zado por ser de transformacin (23) lo que quiere decir tambin ser autntica,especialmente en las circunstancias sociales latinoamericanas sino de apologticaconservacin como el resto de las filosofas contemporneas.

    Volver a Marx se convirti, como lo sigue siendo hoy, ms que una consigna,una urgencia terica, pues por un lado se haban mantenido sin publicar algunasde sus obras cruciales y otros documentos reveladores de la riqueza de supensamiento cientfico y humanista, y por otro se haban forzado muchasinterpretaciones para justificar las prcticas polticas ms controvertidas ycuestionables desde una perspectiva genuinamente de humanismo socialista.

    A inicios de los 80, Oberdn Caletti, dando muestras de las justificadas dudasque tenan muchos marxistas latinoamericanos sobre la concrecin del humanismoen los entonces pases socialistas, planteaba en Argentina que: En el convulsiona-do mundo de hoy, que plantea imperiosas interrogantes de orden social, polticoy econmico, se advierte con mayor extensin la exigencia de un retorno a Marx.Pero no al Marx de los regmenes que mediatizan al hombre y condicionan sulibertad, sino al Marx del humanismo socialista, al que proclama al hombre y suslibertades como fines en s mismos (24). No era necesario esperar a que se produjesela perestroika para que esta intelectualidad marxista heterodoxa criticara laslimitaciones que se le haban impuesto al original ideario humanista del socialismotras las justificaciones por salvaguardar las conquistas del socialismo a todo precio.

    Tampoco para este tipo de intelectuales crticos era necesario que tomaraauge la glasnost para que proclamasen a los cuatro vientos que el marxismo estabaen crisis, al concebir dicho proceso no de forma peyorativa, como el triunfalismosovitico sobre el capitalismo usualmente propugnaba, sino de una forma msadecuada, entendindola como momento alternativo necesario de posibilidad desuperacin y fortalecimiento como la conceba en los 70 Jos Aric (25) aunquetambin admitiendo la posibilidad de su deterioro si no se asuma la posturarevitalizadora imprescindible.

    La intelectualidad latinoamericana de izquierda no pona en duda elcontenido eminentemente humanista del pensamiento de Marx, pero s que laprctica del socialismo realmente existente fuese su adecuada expresin. Mientrastanto, era el conformismo o la apologtica lo que caracterizaba al marxismo oficialde los pases socialistas y sus intransigentes defensores en otras latitudes, como lalatinoamericana.

    Una posicin no menos marxista, incluso mucho ms autntica por haceren general un uso adecuado de la crtica se evidenciaba en aquellos cultivadoresdel llamado marxismo occidental, tendencia que desde sus primeras manifestacionesse caracteriz por rescatar el humanismo real y concreto de Marx, aunque por logeneral sus seguidores injustamente desconocan similar valor en Engels.

    Algo que preocup a la intelectualidad de izquierda latinoamericana fueron

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    las acusaciones al marxismo de atentados contra la individualidad, as como dedisolver en un colectivismo aplastante las diferencias reales existentes entre loshombres. En oposicin al egosmo y al individualismo burgus, algunos intelectualesde izquierda o progresistas, aunque no siempre marxistas, como el transterradoJuan David Garca Bacca, que invocaba al humanismo positivo de Marx (26), loscolombianos Antonio Garca, Gerardo Molina y Stanislao Zuleta, reivindicaron lapreocupacin existente en la obra de Marx por la genuina realizacin de laindividualidad. Se enfrentaron al igualitarismo que algunos ensayos del socialismoreal haban implantado, en evidente distanciamiento del espritu originario delideario socialista que pretenda asegurar a cada individuo iguales posibilidadespero sin la intencin de meterlos en un lecho de Procusto.

    Antonio Garca de quien Marcuse destac los valiosos anlisis marxistas ,en su prolfica obra, que an espera por investigaciones ms amplias, planteaba laurgencia de dar una conformacin racional a la sociedad, lo que equivale a decirque el individualismo humanista debe transformarse en socialismo humanista(27). Ese tipo de socialismo, l no lo vea realizado en la mayora de los entoncespases socialistas y por tal razn su bsqueda de nuevos paradigmas de socialismohizo que fuese caracterizado como heterodoxo. El hecho de que Garca le dedica-ra especial atencin a la cuestin indgena tambin lo separaba de las lneasprincipales del marxismo tradicional y le otorgaba un carcter mucho ms concre-to a su humanismo.

    Situacin algo similar fue la de Gerardo Molina, quien, al defender las ideasde un socialismo democrtico ms humano, se opuso a las falsas ideas igualitaristasque se esgriman en nombre del socialismo y a las ilusorias ideas de la realizacindel pas de jauja (28). Otras ideas relevantes de Molina que mereceran anlisisindependiente fueron sus consideraciones de que el socialismo en Amrica Latinaslo podra prosperar ligado a soluciones hemisfricas y a la vez no dependiendoexclusivamente de la clase obrera.

    Por su parte, Stanislao Zuleta insisti en lo que llam el individualismo radi-cal (29) de Marx, debido al carcter concreto que ste planteaba en la solucin de losproblemas del hombre frente al individualismo abstracto del idealismo filosfico.Para lograrlo, el marxismo deba, y estaba en condiciones de hacerlo, construir unanueva antropologa, mucho ms realista (30), esto es, menos ilusoria, comoacostumbraban las idlicas premoniciones del marxismo oficial respecto al futuroideal comunista. Algo que comenz a tomar fuerza en la intelectualidad marxistacolombiana fue el hecho de apreciar la obra de Marx y en especial sus mtodos deanlisis para interpretar la realidad socioeconmica, poltica y cultural del pas (31).

    En tal sentido, la labor del socilogo Orlando Fals Borda ha trascendido supas, ante todo porque se plante el estudio de su realidad, tomando como premisaque el marxismo es una ciencia corregible y ampliable como toda ciencia til; noest petrificado como lo hubieran querido los stalinistas (32).

    Tal distanciamiento de la visin omnicomprensiva del marxismo propugnadapor el dia-mat hizo posible que se plantearan no slo la tarea de aportar tesis devalor cientfico a la concepcin materialista de la historia en su sentido ms general,

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    y en particular a la compleja estructura socioclasista de las sociedades latinoamericanas,sino algo que resulta ms importante: la bsqueda de propuestas de orientacinsocialista para este contexto especfico (33), que se distanciaran del modelo delsocialismo real.

    La preocupacin de Marx y Engels por la individualidad, expresada desdesus trabajos tempranos, haba llamado la atencin a numerosos pensadoreslatinoamericanos, incluso no marxistas, como el uruguayo Carlos Vaz Ferreira (34).

    Cuando se trataba de intelectuales declarados de izquierda o militantes,estas ideas, paradjicamente de raigambre marxista, podan resultar disonantescon el discurso tradicional de los partidos comunistas de la poca, que mantenancomo principio esencial la subordinacin de los intereses individuales a los delcolectivo, la clase, el partido o la sociedad. Tal es el caso del argentino Alfredo L.Palacios, quien tras su visita a Cuba, al exponer lo que consider una revolucinautntica, sostuvo ante el senado de su pas: Porque soy socialista me sientoprofundamente individualista. El socialismo es la doctrina que permite eldesenvolvimiento de todas las facultades del espritu, es decir lucha por la libertadporque el fin del hombre es la libertad (35). De lo que se puede inferir que en laintelectualidad de izquierda latinoamericana predomin generalmente una visinmuy enriquecida de la espiritualidad y en defensa de las conquistas modernas de laindividualidad que presupone un socialismo ms apropiado.

    Factores de carcter poltico, sobre todo el temor de ser manipulados porlos aparatos ideolgicos del poder dominante, incidieron en que otros tantosintelectuales, ms comprometidos con uma militancia en partidos de la izquierda,no se pronunciaran abiertamente contra los defectos de aquellos ensayos socialis-tas de la poca.

    Pero resulta evidente que la concepcin prevaleciente entre estos intelectualesde lo que deba ser el socialismo y las conquistas del humanismo, que era annecesario alcanzar, era muy distante de la autocomplacencia reinante en el entoncescampo socialista. Desde muy temprano, en estas tierras, no slo enemigos decla-rados del socialismo, sino tambin muchos simpatizantes criticaron el distan-ciamiento y finalmente la ruptura del stalinismo primero y despus de los pasesque se formaron bajo su influencia en relacin con el proyecto humanista delsocialismo. Entre ellos se destaca el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro, quienha sostenido que el marxismo se redujo a ser una doctrina justificatoria del ejerciciodel poder, susceptible de distanciarse de sus fundamentos filosficos y de las lealtadeshumanistas que profesaba (36) (el subrayado es nuestro).

    Otros que confundieron el ideal marxista con la prctica del socialismo realse deslizaron por el sendero del escepticismo social y algunos terminaron en elanticomunismo. En tanto los que supieron diferenciarlo adoptaron por lo regularuna actitud crtico-constructiva sugerente de alternativas, pero casi siempre den-tro del ideario socialista. Una postura ms objetiva es aquella que reconoce losindiscutibles logros alcanzados por la experiencia socialista (37), que en definitivafueron conquistas parciales del humanismo y del progreso social, como ha recono-cido en Ecuador Enrique Ayala Mora (38), entre otros marxistas latinoamericanos.

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    Por lo general se lograron superiores niveles de educacin, salud pblica y seguridadsocial que los que posean la mayor parte de los pueblos de Europa Oriental y delAsia que emprendieron la experiencia socialista. Muchos analistas coinciden en elvalor de estos logros, aunque a la vez consideran que las causas del derrumbe deese ensayo socialista fueron bsicamente endgenas (39).

    Aquellos logros constituyeron conquistas innegables con independencia delos errores y abusos cometidos. Pero a la larga estos ltimos incidieron en que laspropias masas populares favorecidas por las conquistas sociales prefirieran final-mente renunciar a ellas en espera de encontrar con cambios radicales una situacinen todos los sentidos superior.

    Hoy en da la experiencia del capitalismo real no resulta tan satisfactoriapara la mayora de la poblacin, como esperaba esa gente, pues como seala enVenezuela Hugo Calello, el neoliberalismo pragmtico, economicista, es unapropuesta que oculta el abandono de los supuestos ticos polticos del humanismo,supuesto bsico de la democracia (40). Este indiscutible hecho pone de manifiestoel carcter contradictorio, en ltima instancia, entre el capitalismo y la genuinademocracia, aun cuando ella haya alcanzado conquistas indudables durante eldespliegue de esta sociedad.

    El capitalismo no puede estimular por su propia naturaleza el humanismogenuino y concreto porque ste atenta contra la supervivencia de los capitalistascomo clase privilegiada. El socialismo, por su parte, con independencia de lasdeformaciones que se produjeron en sus primeras experiencias, debe asentarsesobre pilares eminentemente humanistas desde todo punto de vista. De lo contra-rio hay razones suficientes para cuestionarse el carcter propiamente socialista dedichos ensayos, como han hecho, entre otros, Anbal Quijano en Per (41), LonginoBecerra en Honduras (42), Eduardo Galeano en Uruguay y Gabriel Vrgaz Lozanoy Adolfo Snchez Vzquez en Mxico (43).

    Muchos de estos autores se suman a los que, en varios eventos acerca de lacada del socialismo efectuados en varios pases latinoamericanos en los ltimosaos, coinciden (44) en considerar que la imposibilidad de realizacin del socialis-mo en estos pases estuvo dada por las limitaciones que tuvo para su realizacin lademocracia (45).

    El criterio de que es imprescindible que las personas tengan acceso a suficien-tes fuentes informativas (46) as como posibilidades comunicativas es algo comnen las reclamaciones de la intelectualidad marxista latinoamericana como premisabsica para la construccin humanista del socialismo. A partir de la justificadacrtica a las insuficiencias y formalidades de la democracia burguesa, la visindialctica del asunto no funcion como para que permitiera un adecuado uso delas conquistas de la democracia en su sentido ms amplio, el cual no se reduce a lalabor de la burguesa en su tarea por conquistar el poder; pero dicha visin tampocopuede ser ignorada o, lo que es peor, no aprovecharse en favor del socialismo.

    Resulta indiscutible lo planteado por Enrique Semo acerca de que el socia-lismo slo puede contribuir al humanismo del siglo XXI partiendo del pleno

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    reconocimiento del colapso del socialismo realmente existente (47), pues resultainaceptable ignorar este hecho en cualquier tipo de reconsideracin de las frmu-las socialistas. Y con ese objetivo deben reanalizarse aquellas causas que alienaronal hombre en dicha sociedad, les hicieron perder su iniciativa creadora al trabajador(48) y lo distanciaron de algn modo del proyecto humanista originario contenidoen el ideario marxista.

    La publicacin de algunas de las obras juveniles de Marx, la polmica queinici el existencialismo francs y puso en el microscopio el humanismo en elmarxismo, as como las repercusiones en esta regin del althusserianismocontribuyeron a que la intelectualidad marxista latinoamericana reconociera otrasaristas del significativo lugar que tena la reflexin antropolgica y en especial laproyeccin humanista del marxismo, ya que el marxismo sovitico no lo abordabasatisfactoriamente.

    Si bien es cierto que en Amrica Latina la poltica de los partidos comunis-tas tradicionales consisti por lo general en salvaguardar el proyecto sovitico y elsocialismo real a partir de la imagen deformada que posean de aquellas socieda-des, tambin esta regin ha sido espacio propicio para que desde las propias filasdel marxismo fructificase, desde temprano, la crtica a las desviaciones prcticasdel proyecto humanista originario de esta teora. No fue casualidad que Trotsky ysus ideas tuviesen acogida aqu, que emergieran personalidades como Mariteguio el Che, considerados como heterodoxos, y que Gramsci, Lukacs y en general elllamado marxismo occidental hayan tenido recepcin tan especial en Latinoamrica.La herencia humanista de la tradicin del pensamiento latinoamericano, expresintambin de su autenticidad, conflua mucho ms con los rasgos y la propensin deeste tipo de marxismo que con las incontrovertibles tesis del dia-mat.

    Esto explica, en parte, tambin el porqu de la articulacin de muchas de lasideas de Marx y algunos de sus continuadores occidentales con tres de las corrientesms originales que ha aportado el pensamiento latinoamericano en los ltimos tiempos:la teora de la dependencia, la teologa de la liberacin y la filosofa de la liberacin.

    Enrique Dussel ha reconocido adecuadamente que los primeros pasos dela filosofa de la liberacin a fines de la dcada del 60 se dieron en contra de unatradicin marxista (un tanto dogmtica, economicista o althusseriana). Fue unerror. Pero el error no poda superarse simplemente adoptando el marxismo vi-gente. Era necesario repensar, releer el marxismo desde su origen y dentro de lashiptesis de una filosofa de la liberacin. Por ello, como exigencia metdica,desde la realidad latinoamericana, desde los oprimidos (como clase, comomarginales, como etnias, como pueblo histrico o bloque social de los domina-dos) se deba asumir a Marx mismo por un contacto directo con sus descubrimientostericos fundamentales (49).

    Es evidente que el marxismo entonces vigente era el marxismo-leninismo y,ms que ello, la praxis poltico-social del socialismo real que apuntalaba no satisfacaplenamente las exigencias humanistas (50) de esta corriente filosfica surgida enAmrica Latina.

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    El marxismo, como apunta Horacio Cerutti, nutri tambin a la teologade la liberacin y a la teora de la dependencia por su carcter instrumentalindudable y una riqueza eurstica escindible de su sustento filosfico (51). Noslo la proyeccin humanista y emancipatoria originaria en el marxismo, sino lacientificidad en que se fundamenta, hicieron que esta intelecutalidad tambin deizquierda, aunque no toda propiamente marxista, acogiera como suyas muchas delas tesis del marxismo menos contaminado de dia-mat y que mejor sirviese alestudio de la problemtica de estos pases perifricos. En tal sentido muchas vecesla obra de Lenin fue justipreciada por estas corrientes del pensamientolatinoamericano, entre otros elementos, por sus reales aportes al anlisis de lasnuevas relaciones que se establecen con la poca imperialista del capitalismo.

    Algo que se aprecia en la trayectoria del marxismo en Amrica Latina, conhonrosas excepciones como la de Maritegui (52), Antonio Garca, VicenteLombardo Toledano, Jos Antonio Arze y Arze, entre otros, fue la no debidaatencin a la cuestin social del indio. Tal vez este hecho tenga que ver con loapuntado por Hctor Daz Polanco de que ...la problemtica de las etnias y lasnacionalidades oprimidas qued siempre en segundo plano terico en laspreocupaciones de Marx y Engels, en la medida que se supona que la cuestintnico-nacional quedara resuelta ms o menos rpidamente en el marco de lanueva sociedad socialista (53).

    Aun cuando Lenin mostr preocupacin por el asunto, dadas las caracters-ticas del territorio donde emerga el poder sovitico, el acmodo de la mayorparte de los partidos comunistas a las tesis supuestamente elaboradas por Stalinsobre la cuestin nacional motivaron cierto descuido en general, y en especialsobre los problemas tnicos, en el ambiente acadmico y poltico latinoamericano.

    A juicio del marxista mexicano Alberto Saladino Garca, el marxismo orto-doxo y reformista latinoamericano, impregnado por la tradicin liberal para expli-car la historia, no supo sobreponerse a la visin negativa que tal corriente infundiacerca de las posibilidades propias del indio para erigirse en hacedor de su propiahistoria (54).

    Hay un hecho que, por lo tanto, ha sido muestra de inautenticidad: lainadecuada consideracin en todas sus dimensiones de la cuestin indgena. Noha habido una consecuente continuidad del tratamiento que le ortog el Amautaal problema y slo en los ltimos aos, a raz de algunos movimientos guerrillerosy otros movimientos sociales indgenas, ha habido un pronunciamiento ms espe-cfico por parte de partidos e intelectuales marxistas. Aun cuando al conmemorarselos 500 aos del inicio de la conquista y colonizacin de Amrica por los europeoshubo un auge de arraigadas posiciones indigenistas, en la actualidad sus propuestasreivindicativas parecen alcanzar mejor articulacin y objetividad. Se debilitan lasideas que pretendan oscurecer la lucha de clases con las luchas de las etnias. En laactualidad muchos revolucionarios latinoamericanos que luchan por lasreivindicaciones indgenas, sobre todo en Nicaragua y Guatemala, han aclaradoconsiderablemente la dialctica real de la doble lucha (55), por lo que podemosconsiderar que han adoptado una posicin mucho ms autntica.

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    No se puede negar que en los ltimos aos la fuerza de los hechos dio lugara que los partidos comunistas y otros partidos de izquierda, en aquellos paseslatinoamericanos donde la poblacin originaria es importante, otorgasen cada vezmayor atencin a la cuestin. Sin embargo, aun as muchos investigadores coincidenen que en general el pensamiento marxista latinoamericano desatendi algunascuestiones vitales de carcter nacional.

    El mimetismo ante esquemas socioeconmicos, polticos e ideolgicos im-portados en ocasiones distanciaron a los marxistas latinoamericanos de ofrecerpropuestas de anlisis y soluciones adecuadas a los problemas especficos del con-texto latinoamericano. No siempre se tuvo en cuenta aquella indicacin de RicardoAvils: Hay que estudiar nuestra historia y nuestra realidad como marxistas y elmarxismo como nicaragenses (56).

    La importacin de cierto obrerismo extrapolado a circunstancias tanheterogneas en cuanto al desarrollo capitalista, y otras posturas xenfilas que endistinto momento se produjeron en las concepciones del marxismo que se cultivabaen la otrora URSS o en otros pases socialistas, atentaban contra la autenticidad delpensamiento marxista en Amrica Latina. Las revelaciones de los atentados contrael humanismo llevado a cabo en nombre del marxismo-leninismo durante la pocade Stalin, y las secuelas de algunos de sus procedimientos aun en aos posteriores,pusieron en crisis la confianza de muchos hombres que hasta ese momento veanen el socialismo el non plus ultra del humanismo.

    Muchos analistas coinciden en que entre las causas del deterioro de dichoensayo figuran el auge que tom el consumismo en aquellos pases, que presumande formar una nueva mentalidad humana ante la irracional carrera de produccin debienes materiales de secundaria necesidad generados por los mercados capitalistas.

    Las causas del posible derrumbe del modelo sovitico de socialismo fueronatisbadas no slo por aquellos sovietlogos cuyo sueldo dependa de efectuar buenospronsticos sobre los pases entonces socialistas. Tambin marxistas de distantespartes, entre ellos de Amrica Latina, se percataron, entre otras cosas, de quemientras no se reivindicara de forma prctica y hasta sus ltimas consecuencias elhumanismo consustancial al socialismo marxista, cualquier proyecto que seemprendiera en su nombre ignorando estos principios estara condenado al fracaso.

    Desde el inicio de la perestroika algunos analistas, como Tomas Moulian,indicaban que muchas de las certezas preconizadas por el marxismo haban entra-do en crisis, como la centralidad de la clase obrera y su hegemona en todo mo-mento, la idea de que la revolucin vendra de un momento a otro; especialmentese debilit la creencia de que el marxismo era la ciencia infalible de la historia y dela revolucin, pero se confiaba en que la derrota y la crisis suscitan la renovacin,puesto que obligan a revisar las premisas tericas y las prcticas utilizadas (57).

    Es todava temprano para establecer un balance terico de las repercusionesdel impacto de la crisis del socialismo sobre la teora, pero en definitiva se imponehacerlo. Es apreciable que si se dejan a un lado los slogans propagandsticos sobrela muerte definitiva del marxismo, ya se aprecia, tanto en el mbito intelectual

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997 371

    mundial como en el latinoamericano en especial, una prolfica labor de reconsi-deracin crtica sobre el valor epistmico de la teora marxista, con saldos muyfavorables.

    Como acertadamente planteara Rodolfo Cerdas, la contribucin que elmarxismo ha hecho al desarrollo de las ciencias sociales en general, y a la histricaen particular, no puede anularse por la invalidacin de algunos supuestos terico-filosficos, ni por la disolucin final de muchas de sus realizaciones concretas en elcampo econmico, poltico y estatal (58).

    Uno de los sntomas ms nefastos en cuanto al distanciamiento que paulati-namente fue tomando el socialismo real del humanismo marxista originario fue lareproduccin, incluso la renovacin, de formas de enajenacin que se acrecentaronen aquellas sociedades, pues no todas las formas de enajenacin que seconfiguraron histricamente en los pases socialistas tuvieron su base en la economa,tambin la hubo en las relaciones sociopolticas (59).

    Una de las propuestas ms audaces del humanismo marxista presupone ladifcil tarea de generar una sociedad en la cual queden superados los mecanismosde enajenacin que han engendrado hasta el presente las sociedades de clase y, enespecial, el capitalismo. Por tal motivo cualquier manifestacin de reproduccinde este rasgo antagnico al humanismo debe significar a la vez un distanciamientode la propuesta del socialismo marxista y, lamentablemente, todos los ensayossocialistas que se han emprendido hasta el momento no han podido superar esteescollo, por cuanto parece que no podr lograrse de manera aislada.

    La atencin a los problemas de la conciencia cotidiana, del enriquecimientodel sentido de la vida, de la dimensin ntima del hombre ante innumerablesproblemas existenciales, desde las enfermedades hasta la muerte, que durante algntiempo se consider no constitua una preocupacin de la filosofa marxista sinode la llamada filosofa burguesa (60), ha pasado a formar parte sustancial de laspreocupaciones del pensamiento filosfico de orientacin marxista actual.

    La crisis del socialismo ha obligado a la intelectualidad y a la dirigencia deizquierda en Amrica Latina a aprender tanto de errores ajenos como de los propiosen la bsqueda comn del camino hacia el humanismo real aorado por Marx yEngels. Pero no para quedarse en la satisfaccin de las expectativas de un pensadorque, independientemente de su genialidad y su visin de futuro, tena sus pies enel siglo XIX y por tanto no poda prever tan profundas transformaciones en todo elhabitat humano de los tiempos presentes.

    Se hace necesario destacar que las exigencias reivindicativas del humanismono son exclusivas de los marxistas, sino que su radio de accin se expande algoms all, pues se han constituido en demandas de toda la izquierda latinoamericana.Pero, indiscutiblemente, el carcter protagnico del humanismo marxista se reve-la fuertemente en todas estas propuestas que en anlisis anterior hemos sintetiza-do del modo siguiente:

    Qu aspectos del humanismo marxista han sido ms reivindicados

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997372

    ltimamente por la intelectualidad de izquierda en Amrica Latina? Entre los ele-mentos que se considera deben ser reivindicados para rescatar el humanismooriginario del marxismo, y por tanto ser consecuentes con la autenticidad delmismo, se aprecian los siguientes:

    La opcin por el socialismo debe ser el resultado de una eleccin genui-namente popular independientemente de las vas por medio de las cualessta se plantee y se logre, pero jams el resultado de una imposicin decualquier ndole.

    En correspondencia con ese postulado la dimensin de lo social debeplasmarse lgicamente a travs de la decisin individual, de manera que nose obligue a persona alguna a vivir en el socialismo en contra de su voluntad.

    El socialismo debe ser construido por productores libremente asociadosy que se sientan dueos reales del proceso productivo en el sentido depoder tomar decisiones trascendentales que impulsen este proceso,siempre y cuando tales transformaciones se efecten en beneficio de todala sociedad y en primer lugar de los propios productores.

    El poder del Estado socialista debe orientarse fundamentalmente a salva-guardar y perfeccionar las conquistas sociales y polticas de la poblacin,para lo cual debe ejecutar como todo Estado su funcin represora, siemprey cuando sta se desenvuelva acorde con los derechos civiles internacio-nalmente reconocidos.

    El papel de partidos, sindicatos y organizaciones civiles debe circunscribirseespecficamente a sus funciones y constituir instrumentos efectivos derepresentatividad y poder de sus asociados, de manera tal que el individuolos perciba como otras vas democrticas de acceso al poder, dereconocimiento y realizacin individual.

    Cada persona debe tener las condiciones reales de acceso a la educacin,la salud, el deporte, el arte que posibiliten el despliegue de las aptitudesindivi-duales y le capaciten para el mejor despliegue de sus actividadesproductivas, de consumo, recreativas e intercambio en general, encorrespondencia con su participacin individual en el proceso productivoy social.

    Al concebirse el socialismo como una sociedad superior a la capitalista,se presupone que aqul debe superar las conquistas de la sociedad bur-guesa en lo que a libertades ciudadanas se refiere, entre las que se destacanla de elegir y ser elegido, de reunin, comunicacin, movimiento etc. Elhecho de que la experiencia de la construccin del socialismo en lamayora de las ocasiones con la justificacin temporal necesaria, dado elauge de la reaccin interna y externa haya exigido restringir muchas deestas prerrogativas no significa que stas hayan desaparecido del hori-zonte de expectativas de la izquierda latinoamericana que lucha por elsocialismo, mxime en la poca actual posterior al derrumbe de uno desus intentos.

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997 373

    Estas entre otras son algunas de las exigencias plasmadas en mltiples anlisisdesde la perspectiva de la izquierda latinoamericana y que no son muy distantes delas de otras latitudes (61).

    Segn el mexicano Jorge Castaeda, hoy pertenecen a la izquierda partidos,grupos, movimientos o dirigentes polticos que desde la Revolucin Cubana hancolocado el acento en el cambio por encima de la continuidad; en la democracia ylos derechos humanos sobre la seguridad nacional; y en la identidad nacional y lasoberana sobre la integracin econmica (libre mercado, inversin extranjera etc.).En materia econmica y social, la izquierda suele insistir en la justicia social sobreel desempeo econmico (en los subsidios sobre el rigor fiscal, en el empleo sobrela eficacia, en el control nacional de los recursos naturales y sectores estratgicosde la economa sobre las polticas econmicas de libre mercado y de libre empre-sa), en la distribucin del ingreso sobre el buen funcionamiento de los mercados,en reducir las desigualdades ms que en la competitividad, en el gasto social sobreel control de la inflacin, en la necesidad del gasto sobre el imperativo delsaneamiento de las finanzas del gobierno (62).

    Es indudable que todas estas formulaciones y caracterizaciones de la izquierdalatinoamericana descansan en el ms asentado principio humanista que ha preva-lecido en la tradicin progresista del pensamiento latinoamericano y universal. Enla misma el ideario marxista y socialista alcanz una articulacin visceral en suformulacin terica y en sus aspiraciones, aun cuando sus indiscutibles realizacionesprcticas en los pases que han intentado construir el socialismo se hayan vistoafectadas por prcticas que han puesto en duda el humanismo que necesariamenteconlleva el socialismo.

    La prdida de referentes en relacin con un modelo de socialismo a partirde la actual crisis de paradigmas que produjo el derrumbe del socialismo real nosignifica que las fuerzas de la izquierda hayan renunciado de manera ntegra ytotal a la bsqueda de alternativas socialistas a las actuales circunstancias deavasallador triunfalismo neoliberal, con el agravamiento de la explosividad socialque trae aparejado, especialmente en pases perifricos, como los de Amrica La-tina. Sucesos como el caracazo en Venezuela, los movimientos de Santiago delEstero en Argentina y de Chiapas en Mxico son suficientes para evidenciar quelos conflictos sociales se han agravado y las soluciones no se atisban a corto plazo.

    Por tal motivo acertadamente el historiador brasileo Jacob Gorenderplantea: Pienso que el socialismo real, resultado de una profunda crisis del capi-talismo, es naturalmente tentativa de una alternativa social que fracasindiscutiblemente, pero eso, a mi modo de ver, no es el fracaso de la idea delsocialismo. El propio capitalismo har que esa idea de nuevo gane fuerzas. A miver no hay outra doctrina que sirva de base, de punto de partida para una teorasocialista; no hay outra doctrina mas coherente que el marxismo, pero un marxis-mo que indispensablemente tiene que renovarse (63).

    La intelectualidad de izquierda extrae experiencias de la historia mundial yde estos ltimos acontecimientos de la regin y por lo regular llega a la conclusin

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    de que la historia mantiene su sentido de progreso, a pesar de los altibajos quenecesariamente siempre acontecen.

    El socialismo aun cuando sea a largo plazo sigue estimulando la accin demuchos sectores de la izquierda latinoamericana, y en tal sentido stos sonconsecuentes con los grados de autenticidad que siempre la han caracterizado comopromotora de mayores niveles de humanizacin para el hombre latinoamericano.

    A juicio del ecuatoriano Arturo Campana, ... la distancia entre el mundo dela Revolucin Francesa y el mundo actual es la que media entre la revolucin de laburguesa, alcanzada cabalgando sobre la angustia de las clases populares movilizadas,y la transicin al socialismo que a pesar del descrdito parcial generado por sumala prctica y mal conduccin imprimen su sello a la historia actual... (64).

    La aspiracin de superar a la inhumana sociedad burguesa y la entrada a unasociedad ms justa, llmese socialista o no, se mantiene y se reafirma en los sectoresms consecuentes y autnticos del pensamiento marxista en Amrica Latina, deuna forma ms difana, por las urgencias sociales de esta regin, que la que puedeapreciarse en las izquierdas de los pases desarrollados.

    Cuando las circunstancias resultan ms adversas, las ideas humanistas que seorientan hacia el socialismo resultan ms utpicas y encuentran un menor eco ensectores sociales, precisamente necesitados de las transformaciones revolucionarias.Este hecho no es exclusivo de los defensores de las ideas marxistas o socialistas,sino que se ha repetido en la historia humana cuando revolucionarios, innovadores,descubridores, entre otros, han sido subvalorados por sus coetneos y slo pocosson capaces de entrever la magnitud, trascendencia y fortaleza de estos hombressuperiores.

    Hay hombres que por s solos hacen todo lo posible por mover una montaa;en tanto, hay otros que intentan en vano atrapar y hasta paralizar una nube. A losprimeros, aunque no lo logren, hay que agradecerles sus aportes al progreso de lahumanidad; a los segundos, slo hay que admitir que se convierten en nuevasmontaas que a su vez exigirn ser empujadas.

    Los que en los ltimos aos han cultivado en el mundo anglosajn el llamadomarxismo analtico, con la perspectiva de reivindicar los fundamentos metodolgicosy la cientificidad contenida en mltiples abstracciones efectuadas por Marx en elestudio de la historia real, plantean con razn que probablemente la mayor tareadel marxismo de hoy sea construir una teora moderna del socialismo. Tal teoradebe incluir una explicacin de las ineficiencias e injusticias del capitalismo mo-derno, as como un proyecto histrico para corregir esas fallas en una sociedadsocialista factible (65).

    En verdad la tarea de los marxistas en la actualidad consiste tanto en revelarlas evidentes contradicciones del capitalismo y su carcter inhumano, como enelaborar, proponer y emprender un proyecto socialista ms acorde con las exigenciasque el hombre moderno ha conquistado y que no est dispuesto a renunciar, apesar de los augurios postmodernistas.

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997 375

    Eduardo Galeano ha sostenido que el capitalismo puede matar al socialis-mo, pero est condenado a engendrarlo siempre (66). No es cuestin de discutirsi lo ocurrido al llamado socialismo real fue un suicidio o se trat de un asesinato,lo cierto es que vencieron indiscutiblemente, por una u outra razn, las fuerzasdel capitalismo y para muchos ilusos de una vez y por todas.

    No ha habido que esperar mucho tiempo para observar la fuerza pendulantehacia la izquierda que se ha producido en varios de aquellos pases que no hacemucho renunciaron a la construccin del socialismo, dando muestras de que elcapitalismo consecuentemente movido por sus mecanismos espontneos es hostilal humanismo por naturaleza y genera de algn modo los fermentos para su crticay superacin, sean o no considerados propiamente socialistas.

    Sin la reivindicacin del humanismo en el marxismo y en el proyecto socia-lista al que tantos hombres, y no slo Marx, han consagrado su vida y su obra, no

    Karl Marx (1818-1883)

    Friedrich Engels (1820-1895)

    Georg Hegel (1770-1831)

    Fotos Reproduo

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997376

    es posible la reconstruccin de ningn tipo de humanismo. Y entonces a lahumanidad no le interesar tanto que sea o no marxista, pero s le preocupar, enespecial, que sea autntico humanismo prctico, independientemente de cmo sele denomine y de qu regin del mundo provengan las mejores experiencias de suejecucin. Los marxistas en Amrica Latina, como en todas partes, tienen ahoraante s una magnfica oportunidad para continuar su labor reivindicadora delhumanismo consustancial a esta teora. Tal reivindicacin no significa en modoalguno una simple reproduccin de los mismos parmetros que se plante Marxen cuanto a la liberacin humana en su poca, pues sus puntos de referencia eranlgicamente distintos de los que se les plantea, a fines del siglo XX, a los preocupa-dos por emancipar al hombre de las nuevas formas de enajenacin que se han idogenerando, incluso de aquellas que se engendraron en los propios ensayos socia-listas recin fracasados.

    Uno de los elementos an utpicos que observa Snchez Vzquez en las ideasde Marx es considerar que en el comunismo no habr ningn tipo de enajenacin,pues si hay formas de objetivacin habr posibilidades de enajenacin (67). Eslgico que mientras exista el capitalismo, independientemente de todas las varian-tes cosmticas que emplee, existir la forma ms cruda de enajenacin en cuanto ala relacin del hombre con el trabajo. Pero algo muy interesante se observa con elproceso de incremento de la productividad del trabajo, la tecnificacin, robotizacinetc., que reduce cada vez ms la porcin de la poblacin que desarolla actividadesproductivas. Esto da lugar a que prolifere cada vez ms la esfera de los servicios,pero tambin a que se incrementen sustancialmente los momentos de ocio culto engrandes sectores, especialmente en los pases desarrollados y, aunque en menormedida, esto tambin es apreciado en determinados grupos sociales de los pasesms atrasados.

    Ya sea por una causa o por otra, por desempleo inducido forzosamente o pordecisin voluntaria, lo cierto es que la enajenacin alcanza modalidadesinsospechadas. En tal sentido el pensamiento marxista contemporneo tiene nuevosretos, pues debe ser capaz de elaborar concepciones y, lo que es ms difcil, tratarde ponerlas en prctica, de modo a que contribuyan a la liberacin por parte delhombre contemporneo de esas nuevas formas de explotacin y enajenacin, conindependencia de que algunos individuos, incluso sectores sociales determinados,prefieran continuar enajenados.

    Ante las nuevas circunstancias se espera de los marxistas de esta poca unsignificativo cambio de horizonte y actitudes, pues ante todo se requiere el anlisisde la experiencia del ensayo fracasado (68) y la reformulacin tanto de consignascomo de criterios objetivamente fundados. Esto implica mantener los principiosemancipatorios que han caracterizado siempre a los revolucionarios y los objetivosde perfeccionamiento humano. Por eso Toms Borge sostiene que El socialis-mo, en ltima instancia, es la creacin del hombre nuevo, del ciudadano del sigloXXI: un hombre que tenga horror a los lugares comunes y a la arrogancia, queentienda la libertad como algo inherente a la revolucin, que sea enemigo delesquema y amante de la hereja, crtico y soador (69).

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997 377

    En el pensamiento marxista latinoamericano ha habido pujantes manifestacionesde autenticidad cuando hombres de distintas generaciones, como Mella, Mariteguio el Che, han utilizado el instrumental de anlisis que ofrece la concepcindialctico-materialista de la historia para interpretar sus respectivas circunstanciasy tratar de transformarlas. Pero la historia de dicho pensamiento revela muchasexpresiones tambin de inautenticidad cuando se importaron esquemas y setrasladaron frmulas muy inaplicables a la realidad latinoamericana.

    El deterioro gradual del proyecto humanista que animaba el ideal socialistade Marx, Engels, Lenin y tantos otros marxistas en distintas partes del mundo, y,finalmente, el impacto causado por el derrumbe del sistema socialista causaronperplejidad profunda en la intelectualidad marxista y en general de izquierda en Amrica Latina respecto a las posibilidades reales de construir dicho proyecto.Pero sera absurdo sostener que actualmente la izquierda se encuentra absoluta-mente desorientada y que ha perdido totalmente la perspectiva de orientacinsocialista, porque el socialismo no se encuentra ante las puertas inmediatas de lahistoria como pareca estarlo apenas dos dcadas atrs. En verdad se han extradolas experiencias necesarias y sobre todo se aprecia que los llamados modelos desocialismo hasta el presente ensayados requieren una reformulacin. Como planteael inclaudicable marxista mexicano Gabriel Vargas Lozano, ... el problema no esde nombres, sino de construir un nuevo modelo, una nueva sntesis que preserve,por un lado, los ideales humanistas del socialismo, que extraiga los resultadosobjetivos de la experiencia pasada, que proteja las libertades esenciales del hombrey la mujer y que enfrente los inmensos problemas que resultarn de los nuevosdesarrollos de la ciencia y la tecnologa. Hoy se requiere fundar de nuevo el socia-lismo y la democracia en una estrategia a corto, mediano y largo plazos. No setrata de fundar una nueva utopa, sino de encontrar una salida a los desafos denuestro tiempo (70). Y esa salida, a nuestro juicio, ya se demostr que para lasmayoras, tanto de Amrica Latina como de otras latitudes, no radica en el capita-lismo.

    En la actualidad, el pensamiento de la izquierda tiene muchas posibilidadesde contribuir desprejuiciadamente a la marcha progresiva de la historia. Entreellas est reivindicar el humanismo contenido en el marxismo no slo con brillantesanlisis tericos los cuales no deben faltar en una poca en que parece ponerse aprueba el valor de toda teora , sino a travs de una praxis poltica y social cotidia-na que permita medir el grado de efectividad en la dignificacin de tantos hombresque se encuentran an en estado subhumano.

    La condicin de revolucionaria no se le ortogar a dicha praxis y la conse-cuente fundamentacin terica simplemente por la forma, la tctica o la estrategia,sino por la medicin progresiva que de ellas hagan en su tiempo las futurasgeneraciones conscientes de esa trayectoria humanista, tanto en el pensamientolatinoamericano como en la ms genuina tradicin socialista y marxista en cualquierpas. Al vacunarlas de la voracidad misantrpica de algunas posturas postmodernistasse coadyuva a tal empeo.

  • ESTUDOS AVANADOS 11 (30), 1997378

    Notas

    1 Unzueta, Gerardo. Las dos primaveras de Dubcek. En: Memoria, Mxico, n. 49, p.29, 1992.

    2 Los principios humanistas del pensamiento de Marx parten de la realidad socialconcreta a la cual somete la interaccin de los individuos la acumulacin del capitalbajo la tutela de un Estado de clase. Bajo cierto aspecto, estn presentes en esosprincipios los valores de protesta social y de crtica histrica heredados del cristia-nismo primitivo y de la filosofa de las luces. Marques, J. Luiz. O socialismo. PortoAlegre, Editora da Universidade, Universidade Federal do Rio Grande do Sul, 1991,p. 67.

    3 Silva, Ludovico. Humanismo clsico y humanismo marxista. Caracas, Monte AvilaEditores, p. 231-244.

    4 El humanismo martiano no est marcado por formulaciones abstractas, como enocasiones se les exige a los filsofos. Es un humanismo concreto, revolucionario, antetodo, prctico, porque est concebido para transformar al hombre en su circunstancia,al transformar las circunstancias que condicionan al hombre. En su caso el cubano,el latinoamericano que no dispona de autnticas condiciones humanas de existencia.Guadarrama, Pablo. Humanismo prctico y desalienacin en Jos Mart. En: OttmarEtte y Fitus Heydenreich, Jos Mart 1895-1995. Literatura. Poltica. Filosofa. Estti-ca, Vervuert Verlag, Universitt Erlangen-Nrnberg, 1994, p. 34-35.

    5 Vase: Colectivo de autores. El derrumbe del modelo eurosovitico: una visin desdeCuba. La Habana, Editorial Flix Varela, 1994; Guadarrama Gonzlez, Pablo. Mar-xismo y antimarxismo en Amrica Latina. Bogot, Universidad INCCA de Colombia,1990; 2 ed.: Mxico, Editora Poltica, La Habana-Editorial El Caballito; Antinomiasde la crisis del socialismo. La Habana, Editora Poltica, 1992; Amrica Latina marxis-mo y postmodernidad.Bogot, Universidad INCCA de Colombia, 1994. Posmo-dernismo y crisis del marxismo. Mxico, Universidad Autnoma del Estado de Mxi-co, 1994.

    6 Fornet-Betancourt, Ral. Ein anderer Marxismus? Die philosophische Rezeption desMarxismus in Lateinamerika. Mainz, Mathias Grnewald Verlag, 1994, p. 11.

    7 Lo que esta aproximacin pretende no es, pues, ser una historia del movimientoobrero o de algn partido poltico, sino una historia del pensamiento marxista espaol.Se trata, por tanto, de historia de las ideas. Pero para el autor de este trabajo las ideasno flotan en las nubes ni son productos que puedan surgir en cualquier momento dela historia, sino que surgen en un concreto suelo histrico y se insertan en la dinmicahistrica. Ribas, Pedro. Aproximacin a la historia del marxismo espaol. (1869-1939). Madrid, Ediciones Endymion, 1990, p. 9.

    8 Snchez Vzquez, Adolfo. Socialismo y marxismo, hoy. Mesa redonda del IV Congresode Filosofa de Mxico. Toluca, 24 nov. 1987. Universidad Autnoma del Estado deMxico, 1987.

    9 Guadarrama Gonzlez, P. Razones de confluencia y divergencia entre el pensamientolatinoamericano y el humanismo socialista. En: Islas, n. 110, 1995.

    10 Tal como la metafsica cristiana no ha impedido a Occidente grandes realizacionesmateriales, el materialismo marxista conpendia, como ya he afirmado en otra ocasin,todas las posibilidades de ascencin moral, espiritual y filosfica de nuestra poca.

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    Maritegui, J.C. Defensa del marxismo. Obras Completas. Lima, Editora Amauta,1985, p. 104.

    11 Ponce, A. Humanismo burgus y humanismo proletario, En: Obras. La Habana,Casa de Las Amricas, 1975, p. 233.

    12 Lukacs, G. Historia y conciencia de clase. La Habana, Editorial Cien. Soc.., 1970, p. 136.

    13 Kolakowski, Leszek. Las principales corrientes del marxismo. T-III. La crisis. AlianzaUniversidad, 1983, p. 179.

    14 Revueltas, Andrea; Rodrigo Martnez & Philippe Cheron. Prlogo. Ensayo sobre unproletariado sin cabeza. En: Jos Revueltas. Obras Completas, t. 17. Mxico, EdicionesEra, 1980, p. 18.

    15 Id., ibid., p. 60.

    16 El materialismo histrico, como he dicho, es un humanismo, pero un humanismorealista, que ve la humanidad en la realidad de su historia, la cual es sin duda alguna,obra de los hombres. Pero no obra arbitraria y sin limitaciones, sino condicionadasiempre por la realidad existente, en su mismo esfuerzo de superacin y transformacin.En este sentido, precisamente, el materialismo histrico fue definido por sus creadorescomo un real humanismo, y como tal debemos reconocerlo. Mondolfo, R. Elhumanismo de Marx. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1977, p. 28-29.

    17 Id., ibid., p. 11-12.

    18 Guadarrama Gonzlez, Pablo. Tendencias en la recepcin del marxismo en el pensa-miento filosfico cubano. Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, n. 16, p.16-36, ene./abr. 1988; Guadarrama Gonzlez, P.; Rojas, M. y otros. El pensamientofilosfico en Cuba en el siglo XX. (1900-1960). Mxico, Universidad Autnoma delEstado de Mxico, 1994.

    19 Vsquez, Eduardo. Libertad y enajenacin. Caracas, Monte Avila Editores, 1987, p.32-34.

    20 Id. Ibid.

    21 Seve, L. Marxismo y teora de la personalidad. Buenos Aires, Amorrortu Editores,1975, p. 77.

    22 Goldman, Lucien. Marxismo y ciencias humanas. Buenos Aires, Amorrortu Editores,1975, p. 238.

    23 Ni el logicismo, ni el existencialismo, ni la fenomenologa han demostrado en abso-luto ser filosofas de transformacin. Tampoco lo ha demostrado la filosofa marxis-ta si por ello se entiende ese sistema ideolgico de rigidez egipciaca que suele circu-lar. Silva, Ludovico. La alienacin en el joven Marx. Mxico, Editorial NuestroTiempo, 1979, p. 68.

    24 Caletti, Oberdn. Prlogo a El humanismo de Marx, de Rodolfo Mondolfo. Fondode Cultura Econmica, 1973, p. 8.

    25 Aric, Jos. Marx y Amrica Latina. Mxico, Alianza Editorial Mexicana, 1982, p. 47.

    26 Me lo aplico a m mismo, con las debidas restricciones, respecto al tema pasado,presente y porvenir del marxismo, y ms an en su forma de pasado, presente y porvenirdel humanismo positivo. Mas estoy convencido, con Marx, que solamente llegar a

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    ser real y efectivamente universal, cuando deje de ser mo, y pase a serlo de sociedad;lo sea de todos vosotros a la una. Y deseo que la sociedad, todos nosotros a la una,cambien no slo la forma sino el contenido del tema. Presente, pasado y porvenir deMarx y del marxismo. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1985, p. 68.

    27 Garca, Antonio. Dialctica de la democracia. Bogot, Plaza y Janes, 1987, p. 101.

    28 Quizs estn en lo cierto los pensadores que hablan ahora de la conveniencia de unsocialismo humano en que el individuo mide severamente lo que en realidad requierepara ser feliz, sin los sueos demesurados del siglo XIX. Molina, Gerardo. Las ideassocialistas en Colombia. Bogot, Tercer Mundo Editores, 1988, p. 348.

    29 Zuleta, Estanislao. Sobre la idealizacin en la vida personal y colectiva y otros ensayos.Bogot, Procultura, 1985. p. 53.

    30 El marxismo podr construir una nueva antropologa y liquidar sus ilusiones? Ono podr? Yo creo que podra hacerlo, liquidando su ilusin de que vamos encaminadospor no s qu mecanismo histrico hacia una fiesta final. Liquidar tambin la idea deque la sociedad pueda ser armnica, no conflictiva, sin leyes, sin gobierno, sin nada,porque ya no habr propiedad privada. Zuleta, Estanislao. Ensayos sobre Marx.Medellin, Ediciones Percepcin, 1987, p. 31.

    31 Jaramillo, Rubn. Recepcin e incidencias del marxismo. En: Tendencias actuales dela filosofa en Colombia. Bogot, USTA, 1988, p. 233.

    32 Fals Borda, Orlando. Marx y el Tercer Mundo. El marxismo en Colombia. Bogot,Universidad Nacional de Colombia, 1983, p. 23.

    33 ... no un Marx profeta, sino un Marx gua. Un Marx para guiarnos en la construccindel socialismo; de un socialismo libre de aquellos lastres, que se perfila comoantidogmtico y que se ajusta mucho mejor, por lo mismo a las realidades de cadacultura, de cada regin, de cada poca. Si se cumple esto se puede decir que elpensamiento de Marx seguir vivo por mucho tiempo ms y que en nuestros pasesestaremos recogiendo sus enseanzas prstinas, esperanzados en que a nosotros nosden quizs superiores resultados que aquellos que hasta el momento hemos observa-do en otros pases, an donde se han realizado revoluciones socialistas exitosas.Marx y el Tercer Mundo. El marxismo en Colombia. Bogot, Universidad Nacional deColombia, 1983, p. 13.

    34 Vaz Ferreira. Sobre los problemas sociales. Buenos Aires, Editorial Losada, 1939, p. 45.

    35 Palacios, Alfredo. Una revolucin autntica. Buenos Aires, Ediciones Teora y Prctica,1985, p. 96.

    36 Ribeiro, Darcy. Amrica y la civilizacin. La Habana, Casa de Las Amricas, 1992, p.53.

    37 Bendaa, Alejandro. El sandinismo ante el colapso del comunismo. En: La Avispa.Managua, dic. 1990/ene. 1991, p. 6.

    38 Hoy est de moda pintar de blanco y negro la situacin de los pases de Europa delEste. Y as como no falt quienes los describieran hasta no hace mucho comoverdaderos parasos, o al menos como sitios en que se haba establecido el socialismoreal o el nico socialismo posible, ahora se habla de ellos como engendrosantidemocrticos en que todo fracas. Y eso es paladinamente falso. Esos pases y lahumanidad en general deben mucho a esas experiencias socialistas. Ayala Mora,

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    Enrique. La crisis del socialismo. Desafos y perspectivas en el Ecuador y Amrica Lati-na, p. 14.

    39 ... hubo un agotamiento del modelo de economa centralmente planificada.Agotamiento en dos sentidos: 1) en relacin con su quehacer histrico anterior, por-que el socialismo all en Europa Oriental solucion importantes problemas sociales.El agotamiento se debe a la necesidad de mayor eficiencia econmica y de ampliacinde la democracia; 2) en comparacin con los ritmos de crecimiento, productividad,desarrollo tecnolgico etc., con los pases capitalistas desarrollados.... Ortega, Eloy.La crisis del socialismo en Europa Oriental y su impacto en el Tercer Mundo. En:Revista de Estudios Europeos, p. 20, ene./mayo 1991.

    40 Alvarez, Federico; Calello, Hugo; Kohn, Carlos y otros. Democracia y violencia pol-tica. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1990.

    41 Una posicin muy atinada es la que sugiere este marxista peruano cuando sostiene:Hay una vasta literatura de debate en la izquierda socialista, que no admiti desdeel comienzo, y que ahora crecientemente la mayor parte no admite de que sea, setrate simplemente de socialismo. La cuestin est por lo tanto abierta. Es demasiadocompleja para que tenga una respuesta del tipo yo creo, t crees; los estudios estncomenzando y hay que ponerse a estudiar. Quijano, Anbal. Despus de la cada: elsignificado de la crisis del socialismo para Amrica Latina y Europa del Este. HeraclioBonilla (ed.). Ecuador, FLACSO, 1992.

    42 Realmente haba socialismo en la Unin Sovitica y los dems miembros del difuntoPacto de Varsovia? Sostener esto es reducir ese ideal a la estatizacin, base de unigualistarismo voluntarista muy pobre en contenido humano, sistema impuesto pre-cisamente all a lo largo de varias dcadas. Becerra, Longino. El marxismo y realidadnacional. Tegucigalpa, Editorial Baktun, 1991, p. 13.

    43 Dichas sociedades decamos por entonces [este planteamiento fue originalmentehecho por Snchez Vsquez desde finales de los 70 (P.G.)] no son socialistas ni siquieraen sentido restringido, ya que en ellas la propiedad estatal no es slo la anttesis de lapropiedad social. Por otro lado, agregbamos, su superestructura antidemocrtica,lejos de estar en oposicin a la base econmica de propiedad estatal, es justamente laque le corresponde, ya que como ella escapa al control social. Snchez Vsquez.De qu socialismo hablamos? Puebla, Dialctica, ao 15, n. 21, p. 25, Invierno1991.

    44 En los ltimos aos son cada vez ms abundantes en Amrica Latina los eventos y laspublicaciones colectivas, adems de las individuales, dedicadas al anlisis del las cau-sas y efectos del derrumbe del socialismo y la crisis del marxismo. Vase entre otros:Socialismo, realidad y vigencia. Universidad Nacional de Colombia, 1991; Coloquiode invierno, Vuelta, 1992; El marxismo contemporneo, Itztapalapa, Puebla, UNAM;El colapso del socialismo real. En: Puebla, Dialctica, n. 21, Invierno 1991; Despusde la cada, Ecuador, FLACSO, 1992; Despus de la cada. El fracaso del comunismo yel futuro del socialismo. Robert Blackburn (ed.). Mxico, Cambio XXI, 1994.

    45 ... el socialismo es imposible sin un rgimen democrtico que efectivamente socialicela propiedad, la direccin de la economa y los asuntos del Estado. Montes, Eduardo.Ser de izquierda hoy. Puebla, Dialctica n. 23-24, p. 80, Invierno 1992/Primavera 1993.

    46 Slo una conciencia, pues, socialista, crtica y creadora, bien informada, basada enese humanismo real (el problema del hombre) y en esa concepcin cientfica de la

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    historia (el problema de la historia); las dos fundadas en la verdad (verdad filosfica-verdad cientfica), pueden forjar una concepcin humanista y democrtica del socia-lismo. Nez Tenorio, J.R. De Marx a la perestroika. Caracas, Fondo EditorialTropykos, 1991, p. 151.

    47 Semo, Enrique. El colapso del socialismo. Managua, La Avispa, n. 2, p. 37, 1990.

    48 Direccin poltica de las Fuerzas Armadas revolucionarias. El derrumbe del socialismoen Europa del Este. Causas y consecuencias. La Habana, 1992, p. 13.

    49 Dussel, E. Retos actuales a la filosofa de la liberacin en Amrica Latina. PortoAlegre, Liberao, n. 1, p. 26, 1989.

    50 Guadarrama Gonzlez, P. y colectivo de autores. Humanismo y filosofa de la liberacinlatinoamericana. Bogot, Editora El Buho, 1993; Islas, Santa Clara, Revista de laUniversidad Central de Las Villas, n. 99, 1991.

    51 Cerutti Guldberg, H. La recepcin del marxismo por el pensamiento cristianolatinoamericano. Puebla, Dialctica, n. 19, p. 81, jul. 1988.

    52 Guadarrama Gonzlez, P. La dimensin concreta de lo humano en Maritegui. En:Mxico, Coatepec, Revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autnomadel Estado de Mxico, 1995.

    53 Daz Polanco, Hctor. El quinto centenario de los pueblos indios. En: Casa de LasAmricas, n. 189, p. 55, jul./sept. 1992.

    54 Saladino G., A.. Indigenismo y marxismo en Amrica Latina. Toluca, UAEM, 1994, p. 261.

    55 Gonzlez Casanova, Pablo. Colonialismo interno, una definicin. Amrica Latina.Historia y destino. Homenaje a Leopoldo Zea. Mxico, UNAM, 1992, p. 266.

    56 Id. Sobre el marxismo en Amrica Latina. Puebla, Dialctica, n. 20, p. 16, dic. 1988.

    57 Moulian, Tomas. Los sueos perdidos de la izquierda. En: Mxico, La JornadaSemanal, 30 mar. 1986.

    58 Cerdas, Rodolfo. Un marxismo sin marxismo. La crisis de una escolstica. En:Sobrevivir el marxismo. San Jos, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1991.

    59 Brown Infante, Francisco. Europa Oriental: economa de mercado, el factor hombrey la utopa socialdemcrata. Revista de Estudios Europeos, Centro de EstudiosEuropeos, p. 11, ene./mar. 1991.

    60 Hasta hace poco, la preocupacin acerca de esta problemtica del morir y la muerte,se la cedamos en gran medida, a la filosofa burguesa y la teologa. Koyn, Klaus.Problemas del humanismo en la sociedad socialista. Hojas universitarias. Bogot,Universidad Central, v. II, n. 20, sept. 1984.

    61 Guadarrama Gonzlez, P. La reivindicacin del humanismo en el marxismo latino-americano. Bogot, Universidad INCCA de Colombia, n. 7, p. 27-29, ago. 1994.

    62 Castaeda, Jorge. La utopa desarmada. Bogot. Tercer Mundo Editores, 1994, p. 26.

    63 Bonilla, Heracls (ed.), obra citada, p. 29.

    64 Campana, Arturo. Editorial. Quito, Espacios, n. 3, p. 4, ene. 1994.

    65 Roemer, John E. El marxismo: una perspectiva analtica. Fondo de Cultura Econ-mica, 1989, p. 10.

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    66 Galeano, Eduardo. La realidad es un desafo. La Habana, Bohemia, 1 ene. 1993.

    67 Snchez Vsquez, A. Del socialismo cientfico al socialismo utpico. Mxico, EdicionesEra, 1981, p. 54.

    68 Ser marxista al final del siglo XX plantea Francisco Fernndez Buey quiere decirayudar a la formacin de una nueva teora de la emancipacin humana, contribuir ala renovacin de una tradicin liberadora que viene de lejos, pero que necesita ahora,despus de la derrota, asimilar hechos tan nuevos como que vivimos en un Imperionico (con el aumento en flecha del nmero de siervos), bajo la amenaza de unacrisis ecolgica que slo podr impedirse mediante cambios drsticos en el modo devida tpico de las sociedades capitalistas y con diferencias sociales ms agudas que lasque conoci Marx. Fernndez Buey, Francisco. Qu quiere decir ser marxista alfinal del siglo XX? Mxico, Memoria, n. 49, p. 47, dic. 1992.

    69 Borges, T. Presentacin. Un grano de maz. Fidel Castro. Conversacin con TomsBorge. La Habana, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 1992, p. 11.

    70 Vargas Lozano, Gabriel. Ms all del derrumbe. Mxico, Siglo XXI Editores, 1994,p. 102.

    Pablo Guadarrama Gonzlez professor da Universidad Central de Las Villas, SantaClara, Cuba.

    Palestra feita pelo autor no encerramento do Coloquio Internacional de Publicaciones deReflexin de Amrica Latina y el Caribe, realizado de 12 a 15 de dezembro de 1995 emSantiago de Cuba.

    Reviso de Neide Gonzlez.