hugo gola. retorno del poema, de jorge monteleone
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Jorge Monteleone, ―Retorno del poema‖, estudio preliminar a:Hugo Gola, Retomas , Córdoba, Alción Editora, 2008, pp. 7-26
RETORNO DEL POEMA
After the leaves have fallen, we returnto a plain sense of things.
Wallace Stevens
Regresión en las alturas
Como tantos románticos, Arthur Schopenhauer ascendió en la
temprana juventud a varios montes y había adquirido, literalmente,
modelos experienciales para una ―metafísica de las alturas‖. Llevabasus impresiones en un diario de viaje y no es difícil vincular algunos de
estos tempranos ascensos con su posterior teoría de lo sublime, ya que
percibió allí los límites de lo humano ante la vasta naturaleza. ―Sentí
vértigo al dirigir la primera mirada hacia ese espacio de plenitud que
tenía ante mí‖ escribe en junio de 1804, luego de subir al monte Pilatus:
―lo que se ve desde allí no es una multitud de pequeños objetos
separados sino un gran cuadro, brillante y luminoso, sobre el que el ojose detiene con placer‖. Dos meses después, llegó al amanecer a la cima
del Schneekoppe y advirtió desde allí que el sol ya irradiaba el alba,
mientras la sombra de la noche aún frecuentaba las profundidades.
―Debajo de uno se ve al mundo sumido en el caos‖, escribió en su
diario. Y al advertir con la plena luz del sol la totalidad del mundo desde
las alturas, apuntó la súbita visión del ―eterno retorno‖ en ―la eterna
sucesión de montes y valles, bosques y praderas, ciudades y pueblos‖.1
No es casual que esta experiencia de las alturas se halle para el
Zarathustra de Friedrich Nietzsche – ávido lector de Schopenhauer – , tan
cercana a la formulación de la doctrina del eterno retorno. La tercera
parte de Así hablaba Zarathustra está dominada por la figura de ―El
viajero‖. Zarathustra asciende a una montaña, recordando los viajes
solitarios que desde joven había hecho y las cumbres que había
1 Véase el capítulo 3 de Rüdiger Safranski, Schopenhauer y los años salvajesde la filosofía , Madrid, Alianza, 1991.
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escalado: ―Soy un viajero y un escalador de montañas – le dijo a su
corazón‖. Y en el capítulo siguiente, ―De la visión y del enigma‖,
Nietzsche introduce la noción del eterno retorno. Zarathustra, una vez
más, subía y subía, aunque se enfrentaba al espíritu de la pesadez, su
enemigo mortal, que lo obligaba a ir hacia abajo. Le señala entonces un
pórtico de dos caras, a las cuales concurrían dos caminos enfrentados.
Uno va hacia atrás y el otro hacia delante, pero cada uno de ellos ―dura
una eternidad‖ (―die währt eine Ewigkeit ‖). Sobre ese pórtico está escrito
un nombre: ―Instante‖ (―Augenblick ‖). Por ello, si la calle corre sin fin
hacia atrás y hacia adelante, Zarathustra pregunta ¿acaso no tendrá
que recorrer dicha calle todo cuanto puede correr por ella? Y ya que
también avanza ¿no tendrá que volver a recorrer de nuevo su largo
camino? ¿No debieron haber existido el pórtico y yo mismo y tú y todas
las cosas otra vez?. Y agrega:
¿No debemos acaso retornar y recorrer aquella otra calle que seextiende ante nosotros, esa larga, estremecedora calle? ¿Acaso nodebemos retornar eternamente?‖.2
Esta revelación, como a Schopenhauer, le fue dada en las alturas.
Por ello Bachelard ha dedicado un capítulo de su libro El aire y los
sueños al ―psiquismo ascensional‖ de Nietzsche, analizando sus poesías
y el Zarathustra, donde halla una coherente manifestación de la
imaginación dinámica. Su elemento propicio es el aire frío de las
alturas. ―El aire puro – escribe Bachelard al analizar el imaginario
nietzscheano – es conciencia del instante libre , de un instante que abre el
porvenir. (…). El aire puro es una impresión de juventud y de
novedad‖.3
Con oscura sapiencia, la lengua española ha homologado en el
sonido aquello que estaba destinado a unirse en la noción combinada
2 Véase Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra, Sämtliche Werke , I-IV,Kritische Studiensgabe Herausgegeben von Giorgio Colli und Mazzino
Montinari, Berlin, dtv / de Gruyter, 1988, pp. 191-202. La traducción es mía.3 Gaston Bachelard, El aire y los sueños , México, FCE, 1958, p. 171.
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de altura y retorno: vuelo y vuelta; volar: volver. ¿Es posible hallar en
aquello que Bachelard llamó una ―imaginación aérea‖ – cielo abierto, ave
lanzada, fría altura de montaña – una huella del incesante retorno de lo
mismo, es decir, la vuelta en el vuelo, el giro en el ala, el ritmo de las
estaciones en el árbol? Hugo Gola lo ha ensayado explícitamente en el
poema ―Variaciones‖, escrito hacia 1991 en Saint Nazaire – luego
recopilado en Filtraciones – . En él indaga, como una serie de preguntas,
aquello que supone el movimiento mismo del vuelo, ya liberado del ave
o del ala, en su intrínseco dinamismo: ¿qué es lo que busca, cuál es el
diálogo con el aire, cómo es su propicia manifestación? Y además
proyecta su posible transformación en signo: ¿si el vuelo fuera ―una
señal‖, ―un signo‖, ―luz precipitada‖, ―blanca escritura‖? ¿Y si fuera
deseo insaciable
vuelto y vuelto
a ovillar
en círculos perfectos
en óvalos
sin tocar nunca
pluma
cuerpo
ala? 4
En este poema concurren varios rasgos que evocan la unión de la
vuelta y el vuelo, una imaginación dinámica que vincula el retorno auna poética de las alturas: hay una implicación entre el deseo de
permanencia en el tiempo, la circularidad – figura propia del retorno –
como posible fijación del devenir o incluso suspensión del suceder,
unidos a un espacio sin límites – el aire, la altura, el cielo – donde se
proyectan tanto el vuelo como otra figura ascensional: el árbol. Ese
espacio es una zona de vibraciones y al mismo tiempo un espacio vacío.
4 Hugo Gola, Variations / Variaciones , Saint Nazaire, M.E.E.T. / Arcane 17,1991, pp. 32-33.
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No es imposible que ese espacio de aire ilimitado, de pura luminosidad,
de blanca concentración, fuese asimismo una metáfora de la página en
blanco: no como soporte concreto sino como ámbito propicio a una
inscripción de signos, de sonidos, de palabras, el espacio acorde para
desplegar un sentido. Véase esa preferencia imaginaria hasta en la
última serie de poemas que Gola publicó, Ramas sueltas : ―EL CIELO /
no es / ese / resplandor / azulado / tampoco / aquella / luz / dorada /
que arde / en el amanecer / tal vez / sea / sólo aire / aire / blanco /
hondo / ilimitado‖.5
Así el vuelo de los pájaros o las hojas de los árboles, son tanto
referentes como signos que el poema proyecta en ese espacio para
garantizar el retorno de lo idéntico, la vuelta de lo mismo, la repetición
que inaugure, en el instante, la eternidad – esa fe moderna que había
hallado en el mito del eterno retorno y en Zarathustra una predicación
de alturas para abolir el tiempo sucesivo – . En el caso de Gola también
podría hablarse de una ilusión de eternidad, ya que las cosas del
poema, las cosas que son el poema, el ave, la flor, el árbol, ―súbitamente
/ se hunden / en un charco / de suburbio‖ y ― la fiesta / se borra /
poco a poco‖. Esas figuraciones – el retorno, la imaginación ascensional,
el aire y el vuelo, el árbol y el cielo, la condición del poema y del sujeto
poético – traman el sentido de Retomas .
Una poética
Conviene recordar brevemente la poética de Gola construida a lo
largo de la obra reunida en Filtraciones , de 2004. A diferencia de la
poesía basada en el hermetismo o el anonadamiento del sentido, los
textos de Gola compensan su rigurosa transparencia con una
inagotable capacidad reflexiva. Al leer el conjunto de su obra pueden
describirse cuatro etapas, como si fuesen cuatro estaciones de un
creciente saber lírico. En la primera, que va de Veinticinco poemas a El
círculo de fuego (1956-1967), se advierte una progresiva
5 Hugo Gola, Filtraciones. Poemas reunidos , Buenos Aires, FCE, 2004, p. 333.Las citas corresponden a esta edición.
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despersonalización del sujeto lírico, en la busca de cierta objetividad,
sin que ello implique la total negación del yo. En la segunda, el
fundamental Siete poemas (1982-1984), el texto se vuelve más complejo,
comienza a poblar la página de un modo más expansivo. La palabra
poética deja de ser ―proferida‖ por alguien para volverse una voz pura,
una expresión autónoma del mundo objetivo espejada en la lengua. Esa
expresión, no obstante, siempre se halla transida de tiempo y de
fugacidad, de allí su aspecto paradójico: aspira a ser un ―ensueño sin
soñador‖, un nuevo origen, el comienzo de una palabra virgen. Los
libros de estas dos etapas se publicaron en Jugar con fuego (Santa Fe,
Universidad Nacional del Litoral, 1987). La tercera corresponde a
Filtraciones (la compilación original de 1996, editada en México,
homónima de la obra reunida en el 2004). Aquella aspiración de la
etapa anterior parece realizada: el mundo se presenta en la palabra
que, a su vez, simula ser nombrada en un vacío. El lenguaje no sólo
compensa la disolución del yo: al hacerlo quiebra, siquiera como ilusión
del poema, la sucesión temporal. El poema actúa de ese modo como
una fuerza negativa, un lugar propicio al nombre, sin lastres
sentimentales: un nuevo comienzo. Dice: ―Un aire amarillo arrasa / el
rostro. Y todavía caminar. / En la tarde no. / En la noche. En la
mañana. / Para iniciar. O despuntar. / Mas solo. Ya sin. Cumplido / y
vacío‖. Podría decirse que en estos poemas ya se inicia la parábola
estética de la cual Retomas es una nueva muestra.
La cuarta etapa continúa con Ramas sueltas , incorporado en
Filtraciones (2004). Aquí el poema recupera una cierta fe del nombrar,
pero librada en ese vacío ganado como apertura, plenitud o, mejor
dicho, como promesa de plenitud. Ese lugar que abre el poema, donde
en una ráfaga la realidad puede aparecer como presencia inaudita,
también es autoconciente: las palabras no son un vehículo mágico, sino
sonidos, sonidos con los cuales lo real mismo se sostiene, implicado,
comprendido, renacido en el esplendor imaginario: ―Como antes / llega
ahora esa ráfaga / no es un milagro / lo que llega / una sílaba que
suene / basta / un ruido mínimo / la sombra que cruza / la ventana /
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el cielo vacío / de septiembre / la hoja que cae / una luz que se apaga /
y todo brota de nuevo / sube / estalla / desborda / como antes‖. En
esas inscripciones temporales, donde todo brota ―de nuevo‖ y desborda
―como antes‖, ya se insinúa la poética del retorno que se expandirá en
Retomas .
Dice Gola que el poema es, a la vez, una ―forma de revelación‖, la
―expresión del ser interior del poeta‖ y una ―inmersión en lo real‖. De
allí que su poesía establezca correlaciones entre una manifestación
sensible de las cosas, de los límites de la memoria y el olvido, de la
agonía temporal, reunidos con la inminencia, ―desborde‖ o ―ráfaga‖, de
ese ―milagro natural / que sube y sube‖ – y obsérvese que aquí también
se halla ese imaginario ascensional, donde resuena la trascendencia del
mundo. Tales ―filtraciones,‖ en las cuales lo real se revela mediante una
esencia que redime el tiempo de la caducidad, apenas decantan en el
poema, bajo una forma que, sin embargo, se atisba, se conjetura y,
sobre todo, carece de certezas visionarias. A tal punto que las palabras
del poema bien podrían ser meros signos oscuros, el desvarío de una
conciencia que no quiere morir y levanta el teatro de su falsa
permanencia. De allí que la poesía de Gola, aunque siempre asuma su
potencial capacidad de revelación, también manifiesta la posibilidad de
ser un lujoso delirio ciego, el azar de unos sonidos. Esa tensión siempre
la vuelve creíble, de tal modo que al nombrar lo real como una epifanía
dada en una hora cotidiana, donde lo más elemental sucede, el poema
sostiene una soterrada fuerza aurática: ―Se oye un murmullo / a la
distancia / el viento pasa // vuela una hoja / el sol se apaga / el agua
cae // cierro los ojos / desde el silencio / oigo una rama.‖ Este aspecto
también se expande en Retomas .
Rotación y espiral
Tanto el poema ―Rotación‖, el más extenso y el primero de este
nuevo libro, como el resto de los poemas de la sección inicial,
condicionan el conjunto como una profesión de fe, una apuesta lírica,
que además explica el título Retomas . Una rotación implica lo cíclico, la
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figura de la vuelta y el giro, además del acto mismo de reanudar, es
decir, de retomar . En todo el volumen puede hallarse una numerosa
variación de esos significados, especialmente los vinculados a los
vocablos ―vuelta‖ y ―volver‖. En el poema ―Rotación‖ abundan las
acciones verbales que implican aquello que se retoma : la recuperación,
la repetición, el retorno y la renovación, como si todas ellas fueran
acciones significativas de un acto central que sólo el poema está en
condiciones propicias para acometer y que, si no puede ser formulado
en forma taxativa, es sugerido con esplendor en varios pasajes del libro.
Se trata de reencontrar un paraíso, perdido o latente, en la obra de arte:
aquello que Goethe llamaba ―un instante resplandeciente de
perfección‖. En verdad esta busca consiste menos en una continuidad
del pasado o acaso un repliegue del presente, que en la manifestación
de un momento luminoso, la incandescencia de una situación epifánica
que se repite al ser nombrada.
El fundamental poema ―Rotación‖ comienza afirmando que ―quizá
no sea éste el lugar / ni tampoco el tiempo‖.6 Lo cual es un enunciado
ambiguo para lo que seguirá, ya que ―éste‖ – lugar y tiempo – designa a la
vez el ámbito del tiempo histórico y el del poema, que en cierto modo es
atemporal. Quizá no sea éste , entonces, ni el tiempo ni el espacio para
dar un salto cualitativo en el cual pueda eludirse la sucesión: ―saltar
fuera de los sucesos‖, saltar la duración y, acaso, abolir el tiempo
histórico. Quizás no sea éste , asegura, pero tal vez sí lo sea toda vez que
este espacio corresponda al poema, circunscrito en su propio mundo –
ya que la etimología de mundus correspondía, para los romanos, al
surco trazado en torno al lugar donde se fundaría una ciudad.
Entonces, dice el poema, tal vez no es éste todavía el momento para dar
ese salto cualitativo, porque estamos todavía en suspenso. Se trata de
recuperar, de retomar algo que se descubre, que se prolonga,
imperceptible, impalpable, tenue y que se halla en la rotación, en el
retorno, ―más allá de la apariencia‖.
6 Véase al final de este texto el apéndice con la transcripción completa delpoema ―Rotación‖.
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La imagen del río que deja marcas ―en sus crecidas y bajadas‖ se
reúne con la del último poema del libro, donde dice: ―aquí / la lámpara
/ abre otro / espacio // y el libro / río / sin orillas / sube de pronto‖.
La acción primera que propone ―Rotación‖ consiste en recuperar lo
perdido e inscribirlo en el centro virtual de la página – que, para decirlo
con Mallarmé, a la luz de la lámpara defiende la blancura – . Pero no se
trata de una mera replicación del pasado en el ciclo, no es la mera
―vuelta repetida‖. ―Nadie querría vivir en el pasado‖, reza el poema, aun
cuando nuestro tiempo histórico sea ―el de la desolación y el exterminio
/ el tiempo que deshace / a su paso / los ríos los bosques / las aves
son abatidas / por un aire sulfúrico‖.
Esta calificación del tiempo histórico tiene su tradición en el
pensamiento contemporáneo del retorno. Mircea Eliade, hacia el fin de
la segunda guerra, cuando escribió El mito del eterno retorno ,
aventuraba que la revalorización de la periodicidad cíclica y la nostalgia
de la repetición eterna, incluso en la obra de Joyce o de Eliot, respondía
menos a una resistencia a la historia que a una ―rebelión contra el
tiempo histórico‖ y a los males que acarreaba, o, lisa y llanamente, a
una abolición del tiempo . Su crítica resuena con actualidad y ofrece un
marco a la nostalgia de retorno que supone la rotación temporal en la
poesía de Gola: ―Y, en un momento en que la historia podría aniquilar a
la especie humana en su totalidad — cosa que ni el Cosmos, ni el
hombre, ni la casualidad consiguieron hacer hasta ahora — , no sería
extraño que nos fuese dado asistir a una tentativa desesperada para
prohibir ‗ los acontecimientos de la historia ‘ mediante la reintegración de
las sociedades humanas en el horizonte (artificial, por ser impuesto) de
los arquetipos y de su repetición.‖7
La figura que prefiere el poema de Gola para indicar la retoma no es
precisamente el círculo sino la espiral . Se trata, una vez más, de una
antiquísima figura cuyo movimiento es circular en torno de un centro,
de un núcleo, y a la vez progresivamente alejado de él, en constante
7 Mircea Eliade, El mito del eterno retorno. Arquetipos y repetición , BuenosAires, Emecé, 1968, p. 152.
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expansión y apertura. Designa al mismo tiempo la repetición y su
metamorfosis, una continuidad cíclica pero progresiva, una emanación
y un desarrollo, la permanencia del ser bajo la fluencia de la fugacidad
y el cambio, la creatividad y la fecundidad. En Gola la figura de la
espiral adopta a la vez un movimiento ascendente, vertical, combinada
con la imagen del árbol: ―es la espiral / la que sin pausa asciende / los
anillos se agrupan / y expanden a partir / de un núcleo / como sucede
en los / círculos del fresno‖.
La mención del fresno tampoco es azarosa en este libro. Corresponde
no sólo al simbolismo ascensional del árbol – una de las imágenes
preferidas del poeta – sino a una preciso contenido mítico. Uno de sus
antecedentes es el fresno Ygdrassil , de la mitología escandinava,
conocido como ―el árbol del mundo‖: siempre verde, pues posee una
fuerza renovadora, el universo se despliega a la sombra de sus ramas,
innumerables animales se abrigan a su sombra, y todos los seres
derivan de él. Aunque no el único, varias veces el fresno es el árbol
elegido por los poemas de Retomas, especialmente en la serie de cuatro
poemas que inicia la sección 4. El fresno y el espacio sin límites son
figuras que el propio Julio Cortázar utilizó en el capítulo 54 de Rayuela
para simbolizar ese lugar de la otredad al que se accede en una
revelación: ―De alguna manera habían ingresado en otra cosa, (…) para
repetir en la rayuela la imagen misma de lo que acababan de alcanzar,
la última casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por
donde se salía a una playa abierta, a una extensión sin límites, al
mundo debajo de los párpados que los ojos vueltos hacia adentro
reconocían y acataban‖. Esos términos de acceso a un espacio de
apertura que a la vez sea un espacio interior, la idea de repetición y
vértigo, el salto al cielo similar a la idea de vuelo, la figura del fresno
sagrado son extraordinariamente afines a los poemas de Gola.
El salto, dice el poema, es inminente pero aun no se realiza, porque
―estamos todavía en suspenso‖. Tal suspensión no es precisamente la
negación de esa busca del instante eterno por la vía de lo repetido en un
ritual. Suspenderse significa también situarse en una expectativa, una
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espera del momento adecuado que prepara el salto de la sucesión. Dice
el poema: ―hay una pausa en el aire / un reposo seguramente /
pasajero‖. En un te xto posterior sabemos luego que ―el reposo /
recupera / mas el reposo es / también / un salto‖. El poema reconoce
el fundamento, el ―andamiaje‖ a partir del cual daremos el salto: se
trata del encuentro del pájaro y el aire, del pez que fecunda el agua, de
la semilla y el semen. Es decir, lo genesíaco, la creatividad proliferante
del ser. Pero asimismo menciona el humus de la disolución: ―los huesos
enterrados sustentan la subida‖. Y, en fin, también menciona el
fundamento del correlato irreal: el nombre de las cosas, incluida la
naturaleza, teje su trama lingüística para fundar el mundo histórico y a
la vez relumbra en el poema, se transfigura como instauración de ser:
es ―el / delfín que prefigura / un relámpago de luz‖.
La dialéctica usual de la poesía de Gola implica, luego de una actitud
afirmativa, su propia negación, y se abre siempre como duda o
pregunta: ¿es acaso la espiral expansiva, que no cesa, el único orden
posible, un modelo del mundo gobernado por un dinamismo incesante y
sujeto a una ley universal: el movimiento de la ―rueda que sube /
siguiendo la espiral‖ como camino de perfección? ¿O se trata, en
cambio, del ritmo propio del azar, donde lo repetido es aleatorio,
impredecible y arbitrario, y no responde a causa alguna? Y entonces el
principio mismo de la vida, que enciende el deseo, ¿es ―resultado de la
ley o del azar‖? Allí irrumpe en la dialéctica de la poesía de Gola la
instancia de síntesis como nueva afirmación: la ley natural no responde
al caos ni a lo casual, sino al orden de los ciclos y a la prevista
repetición, como agente de lo mutable. Porque ―una vez que los
elementos / se encuentran / persisten en su repetición / y lo casual /
se desvanece‖. El eterno retorno de lo mismo rige entonces el cosmos: la
lluvia anunciada, el eclipse previsto, la mariposa que vuelve, la
golondrina que regresa. La espiral es la figura y en el poema se
reencuentra el carácter doble de la retoma:
repetición repetición
metamorfosis
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En ese punto de autoconciencia del poema aparece el sujeto del
poema q ue dice ―yo‖. Véase que en la totalidad de un centenar y medio
de versos previos del poema ―Rotación‖ había cierta impersonalidad o el
uso del nosotros. Pero aquí aparece un yo personalizado, que atestigua
en la experiencia íntima y en el aire del cielo abierto, en el movimiento
de las aves – expresión del psiquismo ascensional – los giros de la
regresión: ―miro el cielo en el atardecer / de invierno / desde la
ventana / veo pasar / las nubes y los pájaros / círculos aéreos / que se
desplazan / bandadas que viajan en lo alto / contra la luz‖.
En el final del poema está la imagen del cielo alto, observado,
contemplado, resplandeciente en su luz, persiste y se renueva y es,
siempre, ―inagotable refugio‖.
La imagen inmemorial
Pero ¿cuál es el contenido del retorno en el poema, el sentido posible
de las retomas? Esa instancia personal de los versos finales de
―Rotación‖ preparan el intimista poema siguiente, ―recuerdo borroso‖,
que habla de esos hechos que persisten bajo una curiosa forma que
bien podríamos llamar inmemorial. Se trataría de una apariencia que el
poema sostiene: una especie de forma vacía tramada por el olvido. El
texto comienza: ―No puedo / con mi mala memoria / rememorar – como
lo hizo Ashbery con el suyo- / a la gente interesante de mi pueblo /
quisiera hacerlo / pero se me fueron los nombres / los gestos las
palabras‖. Allí está, bajo esa forma paradójica, lo que permanece y
vuelve, pues lo que apenas ―se recuerda‖ borrosamente son ―los días
fulgurantes‖. Gola reconstruye con una enorme sutileza lo que resta en
los intersticios de lo que no puede ser recordado: unas tenues imágenes
que conservan toda su potencia lírica a causa de su propia precariedad,
un vacilante registro de sensaciones, de percepciones fugaces que la
palabra evoca y a la vez conserva desdibujadas, desvaneciéndose: las
carreras cuadreras, una fiesta de pueblo, el campo abierto, un pelea a
cuchillo, las casuarinas, la fragancia del aserrín… Se trata de un
mundo imaginario, que regresa bajo esta sola condición: ―si escarbo en
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la memoria / si desciendo / para atrapar la imagen / de aquella gente /
nada traigo a la superficie / todas / o casi todas / están definitivamente
/ borradas‖. L o cual revela el verdadero elemento de lo que regresa en el
retorno: una imagen . Desde un lugar completamente inesperado, Gola
alcanza el sentido paradójico y profundo de la imagen en su vuelta. Dice
el poema: ―de allí deriva / pienso ahora / toda permanencia / ¿qué
más? // no hay gente detrás / hay sólo un gran vacío / que marca /
una incisión / un corte / que vuelve / vuelve / y decide‖. Se trata del
retorno de una paradójica imagen inmemorial , es decir, de una imagen
muerta en tanto recuerdo pleno – recuerdo ―borroso‖, imagen ―borrada‖,
porque ―nada traigo a la superficie‖– pero imagen activa en tanto
palabra recortada en ese vacío de memoria, que vuelve sólo bajo la
forma de un imaginario poético .
A su modo Gola reanuda aquello que enunció Dino Campana hacia
1916: ―En el giro del vertiginoso eterno retorno, la imagen muere
inmediatamente‖ Y además: ―este recuerdo que no recuerda nada es el
recuerdo más fuerte‖. Giorgio Agamben analiza estos fragmentos en su
ensayo ―La imagen inmemorial‖ y los vincula precisamente al modo de
darse el ―eterno retorno de lo Mismo‖ (ewige Wiederkehr des Gleichen )
Nietzsche. Se trataría de una voluntad de semejanza, ya que
etimológicamente lo Mismo, lo idéntico (das Gleiche ) se halla vinculado
a lo análogo, la figura, la apariencia, lo parecido. En el eterno retorno de
lo Mismo sería, en última instancia, no una materia lo que retorna, sino
una imagen. Pero una imagen particular: una imagen inmemorial,
porque es imagen de nada, en tanto propia autorreferencia del sujeto.
Agamben observa que de hecho la voluntad de potencia es una voluntad
de semejanza, sin objeto, y en consecuencia perfectamente
autorreferencial: el fundamento abismal de la subjetividad como
autoafección pura, esto es, una pasión de sí. El sujeto es afectado por sí
mismo: ―se padece, se apasiona y se abre al mundo‖. Pero la pura
pasión es por ello mismo inmemorial: la imagen que retorna no puede
ser recordada. Así Agamben recupera la reflexión del poeta Campana:
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El Gleich , la imagen que retorna en forma perpetua, no puede serrecordada. Su eterno retorno es su pasión, en la que entre laescritura y su cancelación no hay, escribe Nietzsche, tiempo alguno,kein Zeit . En este sentido Campana tenía razón cuando escribe que‗en el giro del vertiginoso eterno retorno, la imagen muereinmediatamente‘. Como imagen de nada, el Gleich desaparece en sumismo mantenerse, se destruye por su propia salvación. Pero, pararetomar una vez más la expresión de Campana, ‗este recuerdo que norecuerda nada es el recuerdo más fuerte‘.8
Acaso no sea forzar demasiado el pensamiento hallar este aspecto en
la poesía de Gola y en la idea misma de retoma . Y la clave son los dos
poemas que continúan a ―Rotación‖ y que deben leerse, tal vez, como
dos comentarios que complementan el poema inicial, con lo cual esa
sección primera obraría como una vasta arte poética. En cierto modo,
―recuerdo borroso‖ obra con esas imágenes en las que hay ―sólo un gran
vacío‖, que vuelven y vuelven y son el fundamento de la permanencia.
Conforman, en el poema, ese ―inagotable refugio‖ del yo poético, que así
construye su morada autorreferencial, autoafectiva, para abolir el
tiempo en la luminosa perfección del objeto artístico. Por ello la imagen
ideal de ese sujeto es la del poema que sigue a ―recuerdo borroso‖ y que
comienza con el característico significado de irrealidad del tiempo
subjuntivo: ―me hubiera / gustado / a mí también / como aquel viejo
/ de Wallace Stevens / en China sentado / bajo un pino / refugiarme /
bajo un árbol cualquiera / bajo / un sauce / o un fresno / a reposar /
y repasar / momentos / vividos‖. Alude al primer poema de la serie ―Six
significative landscapes‖, aparecida en Harmonium , de 1923, que
comienza: ―An old man sits / in the shadow of a pine tree / in China”
(Un viejo está sentado / a la sombra de un pino / en China). Aquíconcurre una trama propia del imaginario de Gola: la enunciación de
un hecho que no sucede o que no puede ser recordado y que sin
embargo se describe; la idea de refugio o morada unida al decir poético;
la figura del árbol – motivo del psiquismo ascensional – y en especial la
8 Giorgio Agamben, ―La imagen inmemorial‖, en La potencia del pensamiento ,
Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2005, p. 435. Véase también el ensayo―Tradición de lo inmemorable‖ (pp. 189-210).
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del fresno; la noción de retoma: la vuelta, el repaso de momentos
vividos.
El hombre a la sombra de un fresno abre el poema al despliegue de
su potencia imaginaria, como retorno de imágenes que de hecho son
inmemoriales y, paradójicamente, ―desaparecen en su mismo
mantenerse‖ – como afirmaba Agamben. Así el sujeto suspendido, en
reposo, puede dar el salto a la sucesión, porque, como anticipamos, ―el
reposo es / también / un salto‖. Así contempla, en la pasión de sí, el
eterno retorno en la imagen de las aves, la vuelta en el vuelo, la vuelta
en las alturas: ―dejar / que vuelen / las aves / en círculos / muy altos /
y que vuelvan / aquellos círculos‖. Los cuales, como sabemos, guardan
la forma de una espiral.
La prueba de que se trata de una imagen inmemorial la da el final
del poema. Al comienzo el sujeto aspira a ver, ―no las alondras / que no
he visto / nunca / sino las bandadas de patos / y bandurrias‖,
sumergiéndose en la imprecisa sombra, como lo hacían las aves
vagamente recordadas de un poema de Stevens al borde de la sombra
del pino. Pero este borde es el linde de lo imaginario, no de lo real ni de
la memoria. En el poema se aspira al fin a atrapar, como el viejo de
China, ―el vuelo de las alondras‖, aunque esas alondras ni siquiera
existen.9
9 Se abre aquí una deliciosa confusión que no sólo no disminuye la certeza delpoema de Gola sino que lo enriquece con una risueña ambigüedad. El poemade Stevens dice: ―An old man sits / in the shadow of a pine tree / in China. /He sees larkspur, / blue and white, / at the edge of a shadow, / move in the
wind. / His beard moves in the wind. / The pine tree moves in the wind. / Thuswater flows / over weeds.‖ (Wallace Stevens, Collected Poems , London, faberand faber, 1990, p. 73). Literalmente: ―Un viejo está sentado / a la sombra deun pino / en China. / Ve una consuelda,/ azul y blanca, / en el borde de lasombra, / moverse al viento. / Su barba se mueve al viento. / El pino semueve al viento. / Así el agua corre / sobre la maleza‖.
De hecho, el viejo bajo el pino en China no ve alondra alguna (skylark en inglés), sino una flor llamada ―consólida‖ o ―consuelda‖, en su variedadazul, utilizada en medicina para curar heridas: larkspur en inglés. Elcomponente lark de ambas palabras (sky lark / larkspur ) induce la confusión.El sujeto poético, verdaderamente, no ha visto nunca esas alondras. Pero esto
de hecho confirma la sutileza del poema respecto de la imagen inmemorial quevenimos describiendo, en la tensa ambigüedad de rememoración y olvido, designo y vacío en la perfección de lo imaginario.
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Es decir, el recuerdo, tramado de olvido, de una imagen que no ha
sido vivida en lo real, sino en lo imaginario, mediante la lectura del
poema de Stevens, corresponde de hecho a un sujeto autorreferencial.
Se trata al fin de que en el poema vuelva el vuelo de las alondras , ―o el
grito agudo / de los pavorreales‖. Veladamente hay allí otra alusión a
Stevens. Se trata del célebre poema ―Domination of the black‖, también
recopilado en Harmonium , que finaliza ―And I remembering the cry of the
peacocks ‖, (―Y recuerdo el grito de los pavorreales‖) y donde se halla la
imagen de las hojas que caen y se repiten girando en el viento, muy afín
a la poesía de Gola.
Desde esa orilla, desde ese borde, la imagen retorna en un instante
resplandeciente de perfección, atemporal y única. El poema finaliza:
―estaban allí / en reposo / y vuelven / perfectos / soberanos /
imborrables‖. Obsérvese que este último adjetivo es exactamente lo
contrario de aquellos recuerdos del poema anterior, calificados de
―borrosos‖ y sus imágenes de ―borradas‖. Esas imágenes, que son
recuerdos que no recuerdan nada, ya que ni las alondras ni los
pavorreales han sido vistos verdaderamente, son las soberanas
imágenes inmemoriales que se retoman en el poema. Retomas perfectas
que saltan la sucesión: vuelta, eterno retorno del poema a los días
luminosos donde el tiempo se suspende.
El lugar del paraíso
Los poemas de la segunda sección de Retomas aluden, en general, al
acto mismo del poetizar. El primer poema de las serie, ―Islas‖, es una
perfecta metáfora de la imaginación aérea de Gola. Por cierto no hay
dudas de que esas ―islas‖ que derivan en el cielo vacío son las nubes,
pero, en tanto nubes, son, a la vez, metáfora de las palabras como
―signos en rotación‖ en el blanco de la página – para usar la feliz imagen
de Octavio Paz – . Esta duplicidad metafórica ya es anunciada como clave
en varios de los poemas del libro, pero especialmente en el poema que
sigue a ―Islas‖. Allí se lee: ―nada hay más / que el poema‖; o bien, más
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explícitamente: ―el tema del poema / es el poema / (…) / aunque hablas
/ de los árboles / o del destino / incierto‖.
El acto de poetizar tiene así dos aspectos: uno es la apertura al
mundo – y aquí aparece la reiterada imagen del poeta ante una ventana
abierta ―desde donde / palpar el aire / recibir la luz‖– . El otro, menos
afirmativo, corresponde a esa dubitación, a esa perturbación del poeta
que suele reconocer la incertidumbre, unida a su espera y a su
voluntad creativa: un poema se aguarda en un ―grávido vacío‖, – aquella
apertura – que consiste en el reconocimiento de una energía a partir de
la cual ―algo‖ tendrá lugar en las palabras. ―Debe transferirse al
lenguaje – escribió Gola – algo que es más oscuro que la palabra, que es
anterior a ella, y como es de naturaleza diferente no encuentra con
facilidad su cauces.‖10
De esos cauces, de esas manifestaciones fugaces que se desvanece,
de esa energía, esos arrebatos que pasan y pasan como una ráfaga,
versan varios poemas del volumen, en especial los de la sección 3.
Como lo teorizó en varios fragmentos de Prosas , Gola cree en una
energía originaria y previa al poema, que le otorga a éste un poder de
revelación antes que un conocimiento conceptual. En el estado naciente
del poema habría una composición de naturaleza rítmica para no
dilapidar esa energía: se trata de una prosodia significativa unida a la
cadencia de la lengua materna, inscrita tanto en el lenguaje hablado
como en una tradición cultural. Esa tradición es histórica y se renueva
en el presente, de allí que Gola considere que la escritura actual de
formas caducas (por ejemplo la del soneto) no sería más que un juego
retórico. Para Gola – poeta conceptual – aquello que llama ―trabajo
poético‖ no derivaría de una decisión voluntaria e intelectual, sino,
paradójicamente, de un impulso oscuro que luego el texto preserva y
organiza: el poema, escribe, ―no sería la consecuencia de un plan
aplicado con rigor, sino, más bien, el resultado de un proceso
10 Hugo Gola, Prosas , Córdoba, Alción editora, 2007.
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accidentado, tortuoso, apegado siempre al impulso, al encuentro
imprevisto.‖
Así estos poemas invocan un linde que se traspasa para que aquello
que va del adentro al afuera tenga lugar. Pero esa manifestación es
fugaz, titubeante, huidiza, inaferrable – como la sombra de las hojas,
―manchas vibrantes‖ en el suelo movidas por el viento – . Llega de pronto
bajo la forma de una agitación, de un aliento a punto de quebrarse, en
el sonido que expande como un aura sonora la irrupción. Otra metáfora
posible: las palabras del poema son como las hojas que caen, alteran el
vacío, introducen en la claridad del mediodía un ―salto inesperado‖ y al
finalizar su vuelo – ese momento de gracia y levedad que conserva la
huella de la energía primera – tocan la tierra, alcanzan gravidez y
sonoridad y así descienden, condescienden al mundo.
Así algo retorna como epifanía en las palabras y en el ritmo del
verso, algo que forma parte de una vibración de la lengua, una energía
particular y densa, una perturbación encarnada en algo más que la
voluntad de nombrar y que la desborda. Eso que asciende en la página
en blanco, eso que permanece y perdura alcanzaría una objetividad
dada por las formas del mundo y por las formas del lenguaje: así en el
tiempo del poema acontece un retorno eterno de las imágenes, pero no
sostenidas en el monumento sino en el habla misma, las voces y los
sonidos, como aire, como pneuma , proferidas en el ahora del aquí, el
lugar exacto de la apertura del lenguaje. Es el viento que aquí habla,
como en el poema de Pound citado por Gola: aquí / aquí / ‗dejemos
hablar / al viento‘ / lo dijo Pound / ‗ese es el paraíso‘‖.
Aquí mismo
Aquí . El deíctico designa el verdadero lugar del paraíso: ―aquí / en
esta fruta / el paraíso / en este cielo / alto y vacío‖. Ese paraíso es este
paraíso aquí mismo , redunda el poema. Aquí , éste es el lugar abierto en
y por la poesía. Como un eco del ambiguo inicio del libro (―quizá no sea
éste el lugar / ni tampoco el tiempo‖), la manifestación del paraíso no
puede tener lugar sino en el lenguaje , en el blanco de la página – alto
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cielo vacío de la imaginación aérea – . El lugar donde se inscriben los
signos del poema, en la voz donde se encarna la prosodia de un decir
lírico: el sitio de la permanencia donde se hace una ―incisión‖, ―un corte
que vuelve y vuelve‖. Inscripciones, trazos que siguen una iteración,
una manifestación regular o isócrona: toda vuelta, toda rotación, toda
retoma es un ritmo.
Lengua rítmica, en movimiento, donde cada palabra sea como un
pulso, un eco, un hito, una piedra imán: ―un trazo / un trozo / un tono
/ un toque / un punto que vibra / una línea / que vuela / una mancha
/ de sombra / un círculo / puro / aquí / o en el cielo‖. Así el conjunto
de los signos forman una constelación, un espacio orientado que se
abre en la página para manifestar lo que persiste en el ser, el esplendor
de lo dado. Como si el poema generara sus depósitos, sus huellas, como
si cercara en cada una de las palabras su propio límite significante para
que se consagre una plenitud de sentido. Por ello el lenguaje mismo
forma parte de esta retoma: reanudar constantemente su acto de
instaurar sentido o, da lo mismo, ―escarbar el secreto‖, constatar en el
poema la resonancia última de lo real, ya que ―penetrar lo real y
descubrir su significado fue siempre la tarea del artista‖ – escribió Gola
en Prosas .
No es entonces el ahora, sino el aquí del poema donde (por acaso)
retorna lo real bajo la forma repetida de una imagen inmemorial. Allí
donde la palabra, como la nube o el ave, reanuda el vuelo. Y aquí
resuena el imaginario propio de Gola: pájaros y árboles, cielo y vacío. El
fresno del poema recuerda otra vez la imaginación aérea que había
descrito Bachelard: todo soñador dinamizado recibe el beneficio de su
imagen verticalizante, la ―fuerza evidente que lleva una vida terrestre al
cielo azul‖ y, al mismo tiempo, el árbol que es ―el ser del gran ritmo, el
verdadero ser del ritmo anual‖. En Gola hallamos estos rasgos y la
especificidad de las hojas que crecen, ascienden y caen, que vibran y
giran movidas por el viento, que dan una sombra temblorosa bajo la luz
cenital del día y, especialmente, que pueden unirse, material y
simbólicamente, a la hoja del libro: ―¿por qué llamar / hoja a la que es /
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hoja / la que vuela / se arrastra / o se agita / en el viento (…)/ y
también a / este espacio blanco / seco, plano‖, se pregunta.
En toda la obra de Gola se halla una pareja convicción de esa
potencia de la poeticidad y al mismo tiempo de la precariedad del
trabajo poético, del peligro seguro del fracaso en la distracción, la
ignorancia o incluso la porfiada caducidad del cuerpo para poblar de
niebla el camino de los días. A menudo el poema mismo es testimonio
de esa tensa ambivalencia. Ello supone que el trabajo poético puede
fracasar o ser insuficiente para alcanzar la verdad de las cosas en la luz
del sentido, pero ello no supone el descrédito del orden mundano. Pero
en la poesía de Gola también se abre la incertidumbre sobre el sentido
de la existencia. Todavía están por explorarse las notables coincidencias
de su poética con la visión de mundo de Juan José Saer, con el cual el
poeta tuvo innumerables lazos – amistosos, literarios y éticos – . Sin ir
muy lejos, la lectura de esta frase de Gola: ―el intento por descubrir un
sentido a la existencia humana tiene al fin una respuesta desoladora: la
vida humana carece de sentido, o lo que es lo mismo, tiene solamente el
sentido que nosotros le asignemos‖, tiene un espejo cercano en esta
frase de la novela póstuma de Saer, La grande : ―después de la muerte
de los dioses (…) los hombres estaban empezando a comprender que
sus actos carecían de significación, pero que cada uno podía, si quería,
creando un orden propio, darles un sentido‖.11
Cabe la posibilidad cierta de que el mentado secreto trascendente
del mundo acaso no exista, porque no hay significado posible en su
mecanismo, salvo la lógica del caos, y en consecuencia el destello de la
palabras, así como la compleja arquitectura de las religiones, o las
vastas derivas de la filosofía, se conformen apenas en el lábil linde de lo
ilusorio. Y acaso no exista ese universo ordenado del cual pueda
predicarse siquiera su dominio sobre la existencia, sino un
inconmensurable y ciego azar. En ese caso las palabras no son el
indicio de aquello que será descubierto en lo real, sino una promesa de
sentido, a modo de refugio y consolación para resistir la inexpresable
11 Juan José Saer, La grande , Buenos Aires, Seix Barral, 2005, p. 137.
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nada. Esta tensión produce un efecto expresivo que se combina con la
particular disposición de los poemas de Gola en la página. La
ambivalencia vuelve la poesía particularmente restrictiva, en el sentido
de que no hay posibilidad de manifestar una expansiva fe en la lengua,
ni siquiera en las derivas del significante. En ese caso el tono de la
poesía de Gola es el de una restricción o una reserva -―contención‖ lo
llamó Eduardo Milán – que radican en una concentración agudísima.
Por lo tanto la poesía se vuelve cada vez más despojada y su ritmo, a lo
largo del libro, se limita a versos de dos o tres sílabas, de una, dos o
tres palabras, como si se dispusieran de un modo creciente en un
delgado surco que atraviesa el blanco de la página en márgenes
irregulares. La figuración icónica del poema a lo largo del libro no hace
más que acentuar este rasgo, como si el surco de palabras se afinara
más y más. Ello redunda en una falta de énfasis y en una ostensible
autolimitación, como si el poema apenas saliese de un silencio inicial y
se apresurara a agotarse y disolverse en el vacío. Pero ese rasgo
produce al mismo tiempo un fenómeno particular: la sola visión del
poema de Gola permite vislumbrar cada palabra como si fuera una
inscripción indeleble y luminosa, como si estuviese allí en el más alto
sentido de la nominación. La palabra no se confunde sino que se aísla
en la contundencia de su trazo y así el referente parece iluminarse con
el blanco de la página que lo sostiene ante los ojos:
flores rojas
sobre un fondo
verde
y atrás
lejos
un cielo bajo
con manchas
negras
Así se crea esa paradoja: la reticencia misma de la expresión
vuelve más verdadero el poder de su creencia. Es por ser escasamenteafirmativo y manifestar la precariedad, que el poema se vuelve
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convincente. La aparición de los objetos naturales como figura
referencial adquiere así una inminencia de vida, de concreta
dominación, aunque sea ficticia, ya que el ―verdadero tema del poema
es el poema‖.
La palabra vive en el retorno del poema, allí donde el aire habla de
nuevo, donde vuelve el árbol, el vuelo vuelve, donde el paraíso tiene,
verdaderamente, lugar.
Jorge Monteleone
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APÉNDICE
Hugo Gola, ―Rotación‖, en Retomas , Córdoba, Alción, 2008, pp. 29-39.
Rotación
quizá no sea este el lugar
ni tampoco el tiempo
se necesita algo más
que la disponibilidad
o el deseo
otra energía
para desbaratar
la inercia
de una vez
y saltar fuera de los sucesos
entrar en una franja distinta
donde no sea posible
el retroceso
ni la divagación
y donde
se encuentren
restos del pasado
que aun palpita
floreciendo en silencio
a partir de esas piedras
que todavía respiranaunque parezcan muertas
a los ojos que miran
distraídos
recuperar recuperar
para dar ahora
en los tramos finales
algunos pasos
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sin titubeos
uno debe aguardar
algún hecho
que ahorre la decepción
y el desánimo
la luz mortecina
se apoya ahora
en la ventana
y la última claridad
ya no entona
ni sostiene
quizá no es el momento
todavía
quizá haya que esperar
un poco más
como espera el ave
que la tormenta amaine
pero ciertamente no son sólo
los restos del pasado
no es sólo la piedra
el árbol
o el esqueleto enterradosino algo impalpable
pero que sin embargo persiste
en la mitad del camino
o la ciudad
no es la rueda inmóvil
o el punto fijo inicial
tampoco la vuelta repetida
el círculo desplazado
por la floración
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que se renueva
o la lluvia que inunda
las estaciones
sino algo que se descubre
a lo largo de la marcha
con sus idas y vueltas
que deja marcas
como las deja el río
en sus crecidas y bajadas
algo muy tenue
que se prolonga
más allá de la apariencia
nadie querría vivir
en el tiempo pasado
aunque el nuestro sea
bien mirado
el de la desolación
y el exterminio
el tiempo que deshace
a su paso
los ríos los bosques
las aves son abatidas
por un aire sulfúrico
es la espiral
la que sin pausa asciendelos anillos se agrupan
y expanden a partir
de un núcleo
como sucede en los
círculos del fresno
no podemos quedarnos
en el parpadeo que
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obstruye la visión
más arriba
más alto
a partir del cimiento
que no cede
de las piedras
y mojones sutiles
que una y otra vez
recuperan las voces
distantes de la tribu
estamos todavía en suspenso
la mañana de invierno
expande una niebla
grisácea y persistente
que borra de pronto
perfiles y contornos
los árboles se inclinan
sumisos
al peso de las gotas
hay una pausa en el aire
un reposo seguramente
pasajero
los atajos son el silencio
de un despliegue interminable¿no basta acaso saber
lo que sabemos?
el encuentro del pájaro
y el aire (la disputa de siempre)
del pez
que fecunda en el agua
de la semilla que el viento
arrastra
hasta enterrarla en la humedad
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o del semen que encuentra
su destino
penetrando a lo oscuro
la hormiga
la larva
o el gusano
son el sustento de nuestra
arquitectura
baila la luz de la luciérnaga
y busca en la noche
un vértigo
que la oriente
nosotros también
sin saberlo
construimos un andamiaje
ilimitado
piedra árbol liebre
blanca gaviota tigre
voces perdidas en el barro
muertes acumuladas
que no cesan
el camino no lleva
a ninguna parte
la espiral que no cesa
empuja hacia un ascenso
que no acaba nuncano se deshace el nudo
los huesos enterrados
sustentan la subida
la semilla que encierra
su energía
enterrada en las tumbas
impulsa a nuevos escalones
y detrás del arrebato
y la congoja
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hay un pez diminuto
que lentamente sube
a ave y el
delfín que prefigura
un relámpago de luz
tal vez los atajos
sean obstáculos banales
y haya vegetaciones
y telarañas
para probar la resistencia
e impulsar el ritmo que
por momentos decae
así como el silencio
no niega la algazara
sino que es su contraparte
enterrada
¿es este el ritmo del azar?
¿o es la rueda que sube
siguiendo la espiral?
la espiral del fuego
del humo
más allá de las nubes?
en verdad en verdad
el movimiento no se detiene nunca
cambia de ruta
da saltos
se agita o tiembla
en los labios de la amada
¿y si no lo hiciera?
si un día se detuviera
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si un día dejara de agitar
las selvas y los mares
¿si sólo por un instante dejara
de moverse el movimiento?
dejara de impulsar el ascenso
y la caída?
¿el azar no tiene ley?
es la suma arbitraria
de sucesos que
de algún modo se combinan
en una relación inexplicable?
sin embargo
una vez que los elementos
se encuentran
persisten en su repetición
y lo casual
se desvanece
aquello que empezó
con un desorden
poco a poco va encontrando
su destino
que el cuerpo encuentreen otro cuerpo
los huecos necesarios
para su reproducción
que el colibrí en su aleteo
interminable logre
fecundar a su pareja
que el toro descubra en el aire
el llamado distante de la hembra
que en unos ojos
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que brillan en la oscuridad
se encienda la chispa
del deseo
y que aquello que sucedió
una vez
se repita para siempre
que en el relincho ansioso
de la yegua anide la promesa
de un encuentro
¿es el resultado de la ley
o del azar?
la lluvia llega en el tiempo
anunciado
y el eclipse que oscurece
la tierra fue previsto
con mucha antelación
la mariposa que vuelve volando
a su refugio
por encima de mares
y montañas
el retorno de la golondrina
aguardado en algún sitio
repetición repetición
metamorfosis
miro el cielo en el atardecer
de invierno
desde la ventana
veo pasar
las nubes y los pájaros
círculos aéreos
que se desplazan
bandadas que viajan en lo alto
contra la luz
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que lentamente
se apaga
también los aviones
cruzan el cielo
como las aves
disputan con ellas
el espacio
cielo de invierno
tantas veces
tantas veces observado
desde el alba
hasta el crepúsculo
persistes y renuevas
tu resplandor
y tu concordia
cielo alto
vacío
inagotable refugio
recibes la mirada
mientras de nuevo
el sol avanza
HUGO GOLA