historia documentada de la iglesia en urabá y el darién vol.1

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  • Marzo 15 de 1953

    Seor Presidente de la Academia Colombiana de Historia. Presente.

    Seor Presidente:

    Se nos ha pasado en comisin para su estudio e informe corres'pondiente el original de una extensa obra cuyo ttu lo es: Historia Documentada de la Iglesia en rab y el Darin, desde el descubrimiento hasta nuestros das*, escrita por el muy Rvdo. Padre Severino de Santa Teresa, prefecto apostlico que fue de la misin de Urab en Colombia. Vino a la Academia este trabajo por conducto del acadmico doctor Luis Martnez Delgado, quien dice en su nota remisoria: dada la importancia de los originales, solicito del seor presidente tenga a bien designar una comisin de acadmicos gue haga el estudio y revisin de los originales, teniendo los acadmicos designados... no slo que constatar la exactitud histrica sino suprimir lo que fuere aconsejable .

    Estimamos sobre manera difcil atender esos deseos de nuestro colega por la enorme cantidad de datos que ccm,tiene, esa obra monumental, pues consta de tres m il pginas en m-

  • quina; de modo que su confrontacin, para que el juicio fuese conociente y exacto, requerira largusimo tiempo. Pero si creemos que la inspeccin cuidadosa que hemos hecho de los originales y la lectura de algunos captulos y de muchos prrafos nos permitan dar un concepto bastante comprensivo del valor histrico de la obra.

    El reverendo padre Severino es un meritorio religioso carmelita espaol que perfeccion sus estudios en Lovaina y Vie- na y recorri media Europa haciendo investigaciones en varios centros cientficos. Sus dotes de paciente investigador y concienzudo historiador se revelan claramente en la obra de que nos ocupamos. Y a estas cualidades se agrega una circunstancia que valora extraordinariamente sus observaciones, y es el haber vivido este celoso misionero en las regiones de Urab y del Daiin, materia de su estudio, por espacio de 25 aos recorrindolas palmo a palmo, compenetrndose de la vida de los salvajes, nico medio de adquirir un perfecto conocimiento geogrfico y sicolgico, de modo que puede afirmarse que no hay ninguna otra persona que supere por este aspecto al padre Severino. todo esto se aade que el autor de la obra se halla actualmente en Espaa en cuyos archivos ha podido, durante 10 aos de benedictina labor investigativa, hallar muy importantes documentos desconocidos hasta hoy, adems de los fidedignos tomados por l en los archivos de Colombia, Panam, Centro Amrica, etc. Por otra parte, la historia de una regin como la de Urab, todava a medio civilizar, tiene que estar ntimamente relacionada con la etnografa y por ello mismo el autor no slo estudi a los indgenas que hoy La pueblan, sino que tambin ha realizado interesantes investigaciones en esta ciencia, como lo demuestran las obras y artculos escritos por l sobre la materia. De modo que a las observaciones personales recogidas en el propio terreno, une un recto criterio intuitivo para reconstruir lo extinguido. Por este solo aspecto la obra es de gran mrito y de suma utilidad para el mejor conocimiento de familias tnicas bastante ignoradas.

    El mismo padre Severino dice de su obra que es una ampliacin y continuacin de la del primer Prefecto Apostlico el reverendo padre Jos Joaqun Arteaga, quien precisamente por este trabajo, inferior en calidad y en extensin al que ahora consideramos, mereci ingresar a nuestra Academia como miembro correspondiente.

  • Por la vastsima bibliografa empleada y por la innumerable cantidad de citas de centenares de historiadores y de cronistas, sin faltar ninguno de los que nos son familiares y muchos de otros idiomas que l posee, puede apreciarse el enorme caudal de estudio y de confrontaciones realizadas con verdadero sentido crtico. Parece adems, que no ha dejado de estudiar cuidadosamente a ninguno de los autores que han escrito sobre historia de Amrica, inclusive en artculos de peridicos antiguos y en otros ms recientes, de manera que tal vez nada se le ha escapado; la sola introduccin trae 169 citas y son millares las que se encuentran en todo el curso de la obra.

    Hace el autor en la introduccin una apologa de la im parcialidad histrica, por lo cul puede atribursele a priori este mrito a su obra. Su estilo es sencillo y castizo, desprovisto de superfinas retricas a que debe ser ajeno todo historiador.

    Se divide en tres partes: los primeros captulos estn dedicados al descubrimiento de Amrica y a los varios viajes de Coln con apreciaciones bastante novedosas. Al confrontar algunos datos con los que aparecen en estudios de otros autores, siempre los hemos hallado correctos y cuando hay discrepancias, el autor demuestra las razones que lo asisten para sostener determinada tesis o para aclarar nombres y fechas. Al hablar, por ejemplo, de los primeros religiosos que vinieron a Amrica, comparamos ese estudio con el trabajo que sobre este mismo tema public el padre Arda Robledo y los hallamos concordantes, y no apareciendo mencionado all nuestro colega franciscano, nos dimos a buscar la causa y vimos que ambos autores, sin conocerse, citan las mismas fuentes...............

    Es, por ejemplo, muy interesante el punto discutible de cul fue la primera misa que se celebr en Amrica, en lo cul hay total desacuerdo entre los historiadores, pero en la obra que comeiitamos se hace un anlisis de todas las teoras para deducir con buena lgica la que el autor juzga verdadera. Sin embargo, cabe anotar aqu que asunto como ste al cul dedica varias pginas, alargan un tanto la obra. Lo mismo ocurre con algunos otros sucesos y con asuntos que pertenecen ms a la historia de Espaa o que constituyen temas ya bastante estudiados, como el del patronato, etc. Pero no hay que olvidar que se trata de una historia eclesistica y no de una civil y que el autor desea hacer resaltar la benfica y decisiva influencia de las comunidades religiosas durante la Conquis

  • ta y la Colonia de la Amrica espaola y la portentosa labor de los misioneros, elogiada por muchos autores, aun de ideologas poco ortodoxas.

    Se encuentran en la obra varios documentos muy interesantes, provenientes de los reyes de Espaa y de la Santa Sede sobre la manera de construir iglesias y monasterios que podran servir para la historia de la arquitectura colonial; tambin se hace un estudio minucioso sobre las disposiciones relacionadas con los 'pasajeros de Indias, la prohibicin de venir judos y moros, de los matrimonios de espaoles con indios, etc., datos importantes para los estudios sociolgicos.

    En cuanto a la historia propiamente dicha de la conquis- ta de esos territorios, es claro que el autor se detiene ms en la parte eclesistica y lo mismo sucede con muchos bocetos biogrficos; pero unida esta historia a las ya conocidas, resulta algo muy completo sobre la Conquista y Colonia espaola.

    En el captulo V II I entra ya al verdadero descubrimiento y conquista de la regin de Urab, desde Rodrigo de Bastidas, Balboa, Ojeda, etc.. Descubrimiento del Atrato y otros ros y ms detenidamente del Ocano Pacfico. Habla a espacio de San Sebastin de Urab y de Santa Mara la Antigua y de sus verdaderas localizaciones y se refiere a la tradicin de los indios actuales sobre San Sebastin de Urab al que distingue de San Sebastin de Buenavista para hacer ver que la confusin de dos sitios distintos es el origen de muchos errores histricos. Como datos ilustrativos acompaa una fotografa area sobre la cual localiza esos puntos y explica la manera cmo los padres carmelitas descubrieron las ruinas de Santa Mara de cuyo sitio presenta fotografas.

    Habla detenidamente de la Imagen de la Virgen que trajo Ojeda, copia de Nuestra Seora de Antigua de la catedral de Sevilla y concluye, con slidos argumentos, que es la misma famosa imagen que hoy se venera en Nuestra Seora del Cobre de Santiago de Cuba.

    Copia muchas bulas y documentos pontificios y como prueba de la paciente investigacin del autor y de la novedad de algunos de esos documentos podemos aducir l hecho de que el erudito doctor Eduardo Posada, en un estudio de herldica, dice que no ha podido hallar el escudo de Santa Mara la Antigua del Darin; pues bien, el Padre Severino copia la Real Cdula de 1515 que concede tal escudo y lo describe detalladamente.

  • Habla tambin de los 'primeros obispos, de la ereccin de catedrales, de los distintos inisioneros que han evangelizado esas tribus, de las costumbres de los indios, del nmero de habitantes en las diversas pocas y densidades de poblacin, del modo de ensearles o de catequizarlos, de los idiomas, el canibalismo, etc.

    La segunda parte de esta gran obra comienza por el elogio de Fray Bartolom de las Casas, pei'o criticndole las exageraciones en que incurre en sus narraciones y por cuentas matemticas demuestra que segn dicho padre Las Casas los conquistadores halaran exterminado ciento cincuenta m il m illones de indios!!! Hace tambin una justa defensa de la obra de Espaa en la colonizacin de Amrica y vuelve a los estudios etnogrficos sobre todos los indios del continente en la poca del descubrimiento. Al analizar la veracidad de los cronistas y el grado de autenticidad de algunos de sus relatos hace un curioso y detenido estudio sobre las hiprboles en que incurren, como aquella del padre Simn, quien al hablar de los Tutamichas de la provincia de California dice que tienen las orejas tan largas que las arrastran hasta el suelo y que debajo de una de ellas caben cinco o seis hombres y as de otras exageraciones de diversos cronistas, entre ellos del mismo Coln. Quiz haya algunas cosas suprfluas por referirse a lugares distintos a los historiados o a pocas recientes dentro de las relaciones antiguas; por ejemplo: como el autor es un celoso defensor de los indios a los cuales ha consagrado su corazn y su vida, dedica un capitulo de la tercera parte a las conocidas crueldades de los peruanos en el Putumayo. Son digresiones intiles que fcilmente podran suprimirse, en beneficio del tema central.

    Abarca la obra una amplitud de elementos histricos y de datos salientes, muchos de ellos desconocidos, que la hacen apreciable para la misma historia de Colombia, no obstante que su fin principal es dar a conocer las glorias de la benemrita comunidad carmelitana y los ptimos frutos obtenidos por estos religiosos en la magna labor evangelizadora de aquel apartado lugar en nuestra patria, pues es evidente que esta clase de monografas salvan muchos vacos a la historia general de un pas.

    Es tan extenso este erudito trabajo y se roza con tal diversidad de mateas, que se necesitara de un libro para hacer un estudio minucioso y crtico de l, por lo cual nos hemos li-

  • mitado en este informe a algunas consideraciones generales, suficientes para que los seores acadmicos puedan apreciar su valor histrico, al que se agrega la alta posicin cientfica y personal del autor.

    Por las razones expuestas nos permitimos proponer:*La Academia Colombiana de Historia felicita fervorosa

    mente al reverendo padre Severino de Santa Teresa por el muy importante trabajo titulado: Historia Documentada de la Iglesia en rab y el Darin, desde el descubrimiento hasta nuestros das , de verdadero mrito histrico y cientfico, valiosa contribucin para complementar los anales de la Conquista y de la Colonia, as como para la historia eclesistica de Colombia, y es de concepto que la obra merece ser publicada por el gobierno nacional o por cualquiera otra entidad pblica .

    Vuestra comisin.

    D a n ie l O rte g a R ic a u r t e , R a f a e l G m e z H o yo s .

  • J i Glosa al Informe de la Academia de la Historia

    Me parece muy puesta en razn, la observacin de la docta comisin de la Academia de la Historia de Bogot, al decir que, quiz haya algunas cosas superfinas que fcilmente podran suprimirse en beneficio del tema central .

    La siguiente ancdota regional, de la que fui testigo presencial, y casi coprotagonista, explicar m i glosa.

    Una funesta plaga estaba asolando las plantaciones de cacao de los indios Kunas del ro Caimn, en el golfo de Urab. La misin puso todos los medios a su alcance era su deber para ayudar a los indgenas en esta emergencia inquietante. Los padres misioneros conseguimos de la gobernacin de An- tioquia, que una comisin de ingenieros agrnomos se trasladase a la tribu de Caimn para estudiar sobre el campo, el origen de la plaga y los estragos ocasionados en los cacaotales, a fin de poner el remedio conveniente. Yo mismo tuve el honor y el deber de acompaarlos a la regin.

    Los ingenieros oi'denaron como medida previa una fuerte poda en los cacaotales. Ellos mismos dieron comienzo a un desmoche inmisericorde. La lujuriante frondosidad de la selva impeda la accin del sol y aire, agentes imprescindibles para el desarrollo, madurez y sazn de aquel grano tan apetecido de los indios. Cuando los ingenieros, machete en mano, die

  • ron comienzo a la poda al poi' mayor, hubo una protesta general de los naturales sobre todo de las indias que vean diezmados sus rboles favoritos.

    Akka! Al-laguaye! {expresin de dolor), repetan sin cesar...

    Mis ingenieros los honorables acadmicos de la historia aconsejan una poda parecida en m i finca, en beneficio de la misma. Poda dolorosa que debo practicar yo mismo, al por mayor una tercera parte en l rbol de m i historia. A pesar de ello, la hago generosamente, ya que los acadmicos la creen beneficiosa para el conjunto de la obra.

    As y todo, aunque la honorable coinisin crea que el captulo de las crueldades cometidas contra los indios del Putu- mayo por una compaa inglesa, domiciliada en Londres, Sa- lisbury House, sea una digresin, me ha parecido incluirlo aqu por el siguiente motivo, que, indudablemente la Academia lo encontrar razonable.

    De aquellas crueldades cabe decir: O felix culpa! Los desmanes cometidos con los indios del Putumayo por los exploradores del caucho, originaron la fomosa encclica, De lacry- mabali statu indorum, de San Pi X, de 1912, y la creacin de Isis misiones catlicas en las repblicas hispanoamericanas. La encclica fue muy bien acogida por los respectivos gobiernos, que apoyaron y sostuvieron las misiones, siendo el de Colombia el abanderado en la realizacin de estos deseos del Santo Padre.

    Sabido es que la Inglaterra protestante, fue una de las naciones que ms contribuyeron a forjar la leyenda negra contra Espaa, sus conquistas y colonizacin de Amrica. Los piratas y corsarios ingleses, patrocinados por la corona britnica, saquearon frecuentemente las costas colombianas del Caribe. Testigos, Santa Marta, Cartagena, Vrab, Darin, Panam. .. An flotan en aquellas costas las figuras fatdicas de Duncan, Morgan, Drake, Pitterson, Vernn, Bradley, Mansvelt, Sharp, Sawkings, Walsting, W right. ..

    Las crueldades del Putumayo de nuestros das fueron un rebote de las pirateras inglesas de los tiempos coloniales. Cui- que suum.

  • L A P I D A AERE P E R E N N I US

    El precedente informe y dictamen de la ilustre comisin de la Academia Colombiana de Historia de Bogot, de que la presente obra merece ser publicada por el gobierno nacional o por cualquiera otra entidad pblica, dictamen aprobado un> nimemente por la Corporacin, hall un franco y generoso me- cenas en el pundonoi'oso gobernador de Antioquia, seor bri- gadier general don Gustavo Sierra Ochoa.

    En efecto; el primer mandatario del departamento de Antioquia ha puesto a m i disposicin las prensas oficiales para que esta historia se presente al pblico, bajo su mecenazgo, en traje de estilo.

    El seor brigadier general Sierra Ochoa es amigo viejo de los misioneros carmelitas de Urab. Amistad leal y sincera contrada durante su permanencia en l golfo urabense como comandante de la guarnicin de infanteria de las fuerzas armadas de la nacin en el puerto de Turbo. A ll cooper eficazmente el general Sierra Ochoa con los padres misioneros en la obra social-religiosa de la Prefectura Apostlica. Desde aquellas fechas soaba l en el progreso y prosperidad de Urab, sueo que ahora, desde la gobernacin, est realizando y cristalizando con su peculiar dinamismo.

    El suscrito, sumamente agradecido por tan noble y generosa oferta, la he aceptado, rendido, en nombre de los misioneros de Urab y en el mo propio. Esta esplndida largueza de nuestro ilustre bienhechor es una reiterada ratificacin de

  • la generosidad que usaron con nosotros las axitoridadcs nacionales y departamentales durante nuestra larga y grata permanencia en la direccin espiritual, moral y cultural de los habitantes de Urab.

    El seor brigadier general Sierra Ochoa se ha hecho acreedor a nuestra perenne gratitud, y es justo que este reconocimiento de los misioneros carmelitas quede estereotipado sere perennius en una lpida conmemorativa en el prtico de esta historia, para que todos cuantos franqueen sus puertas, lo primero que vean, sea este testimonio de nuestra gratitud a tan ilustre mecenas.

    Hcec in votis.

  • PRESENTACION

    Antes de leer una historia es muy importante leer la vida del historia- dor.

    B a l m e s .

    Acatemos y cumplamos el precepto balmesiano. Vayan por delante fechas: E l reverendo padre Severino de Santa Teresa (Aguirrebeitia) naci en Brriz, Vizcaya, el 11 de diciembre de 1885. Profes de carmelita descalzo en nuestro noviciado de Larrea el 24 de abril de 1902. Ocho aos de religioso estudiante y cant la misa el 12 de marzo de 1910 en el Carmelo de Begoa, Bilbao.

    Consideradas sus excepcionales dotes, los superiores mandronle a perfeccionar sus estudios en Lovaina y Viena. Visit varios centros cientficos en Francia, Blgica, Alemania, Austria, Hungra e Italia. De regreso a Espaa, a los tres aos, fue nombrado rector de nuestro colegio de Humanidades de Amorebieta.

    Creada la prefectura apostlica de Urab en 1918 y entregada a nuestra provincia de carmelitas descalzos de San Joaqun de Navarra, se ofreci a los superiores como misionero. El primer prefecto apostlico, fray Jos Joaqun Arteaga de la Virgen del Carmen, cuyo brazo derecho fue desde las primeras horas, lo nombr su proprefecto y vicario delegado, cargo que

  • desempe hasta la muerte de aqul, acaecida el dia 18 de mayo de 1926; siendo designado por la Santa Sede su sucesor con fecha de 10 de noviembre del mismo ao.

    Anexionada en 1941 la prefectura de rab a la dicesis de Antioquia, el R. P. Severino, cumplida su misin, se retir a nuestro convento de Panam.

    Estos son datos que en si encierran el ms apetecible panegrico: vizcano, sac de sus padres, sobre un temperamento ecunime y una estampa prcer, un carcter firme y tesonero, noble y sin dolo, basamento, l mejor para una vida religiosa perfecta. De su otra madre, Santa Teresa, de quien es devotsimo, ha cogido el amor a la verdad, el tener a la humildad en alta estima, una aficin a su hbito de carmelita descalzo, que no lo ha trocado por los ms tornasolados y tentadores capisayos que le han sido ofrecidos. . . y un amor a las almas que le impeli, spretis mnibus, a tremolar la cruz del misionero en rab, ese encenagado rincn del trpico, que intilmente han intentado los hombres domear en cuatro centurias. en abierta competencia con el agua, los mosquitos y el sol.

    De su alentado fervor misionero soy testigo: sbdito del R. P. Arteaga, o presidiendo la misin, ha sido nuestro dechado y le hemos querido todos. Los entendidos sabrn dar todo el valor, que encierra, a este sentimiento, general, y constante, de misioneros, fieles y paganos.

    Cado el R. P. Jos Joaqun en el surco, a la hora tercia, todo el pondus diei et stus pes sobre el R. P. Severino; obra suya son las capillas plantadas hasta en los ms inaccesibles reductos de los aborgenes; la expansin de las hermanas carmelitas misioneras, cuya labor jams ser en exceso ponderada; los dos internados para indios, en Turbo y Dabeiba... Aleccionado por la desesperante historia multisecular, pugn por todos los medios a su alcance, con todas las armas, como soldado de Cristo, por dejar obra duradera entre los impermeables indios, sobre los negros indolentes. . .

    Del amor con que trataba a las dos razas queda constancia escrita en sus dos libro Creencias, ritos, usos y costumbres de los indios catos de rab , ms que un curioso y acabado documento para la ciencia etnogrfica, es un exponente de su amable y perseverante convivencia con ellos en sus bohos y selvas.

    Y l mismo valor de conquista cristiana y civilizadora captacin entre los negros acusa el Cancionero potico-musical

  • e Urab y Choc*, que obtuvo mencin honorfica en el concurso que abri la Academia Colombiana de la Lengua en 1939 sobre cantos regionales. Libros son estos que proclaman a la par sus dos virtudes: espritu evangelista a lo divino y una vocacin lograda de escritor y artista, que en l apreciaron los superiores, cuando en feliz hora le proporcionaron su gira de estudioso fraile por Europa.

    Mencionemos tambin su estudio: Orgenes de la devocin a la Santsima Virgen en Colombia , que con tanto encomio fue saludado por la prensa. Citemos de pasada su Catecismo de la Prefectura Apostlica de Urab, resumida historia de la misin. Anotemos los mltiples artculos, ya cientficos, ya de propaganda misional y religiosa en adecuadas revistas; la media docena de fervorosas y documentadas pastorales, y su Instruccin a los Misioneros . Vademcum para los mismos.

    Entregada la misin a la dicesis de Antioquia, el padre Severino ha seguido en el retiro del claustro escribiendo ms libros, como las Vrgenes Conquistadoras: La devocin a la Virgen del Carmen en las Repblicas Hispanoamericanas. La Inmaculada en la Conquista y Coloniaje de Amrica , premiada por la Academia Biblogrfico-Mariana de Lrida. Nuestra Seora de Andicona, en Brriz (Vizcaya), obra laureada por la misma academia. Su ltima obra, Vizcaya por la Inmaculada , premiada en l concurso diocesano de Bilbao con motivo del primer centenario de la definicin del dogma de la Inmaculada en 1954.

    Y estamos ante esta monumental Historia documentada de la Iglesia en Urab y el Darin desde el descubrimiento hasta nuestros das .

    Cmo ha podido realizar este milagro? Con una vocacin incoercible a los estudios histricos y una constancia de benedictino medioeval. Los archivos, los libros viejos y olvidados, los personajes de leyenda han sido siempre su aficin. A lo largo de su vida activa y productora, desarrollada en ese rincn que se llama Urab, donde se audan los cabos de toda la hispanoamericana historia, y que l conoce porque lo ha pisado palmo a palmo, ha ido recogiendo datos, apuntando fechas, anotando nombres y efemrides, contrastando relatos, compulsando mamotretos.

    En sus dos o tres viajes a Espaa, hurone en el Archivo de Indias de Sevilla. Archivos y bibliotecas de Panam, Colom

  • bia y Centroamrica, le han visto hurgar en sits anaqueles. Diez aos de tranquila vida claustral en Panam y Espaa le han proporcionado l ambiente sereno, el desahogo requerido para ordenar apuntes y componer esta historia, lector, que tie^ nes entre manos. Si aadimos el concepto paulino sobre la piedad que *ad omnia utilis esV y se lo aplicamos al reverendo padre Severino que lo ha tenido siempre sum sufjicientia , conocerem.os la clave que nos descubre la causa de tanta y tal produccin.

    Si vives dedicado a estos estudios, topars con datos ignorados, nuevos, con rectificaciones comprobadas, con una historia eclesistica paso a paso ordenada, no antes por ninguno escrita, paralela a la civil y militar, cuyas exposiciones sobreabundan; si eres, como yo, profano, con alguna aficin, en ella encontrars, al par que un recreo intelectual, nuevas joyas que aadir a tu cultura y un hlito de espiritual edificacin que reconforta. Vale.

    Fray P a b lo d e l S a n t s im o S ac ra m en to , O. C. D.

    Pereira, Colombia, noviembre de 1956.

  • INTRODUCCION

    El epgrafe do nuestra historia. Necesidad de estudios monogrficos en la historia. Relaciones entre la historia eclesistica y la civil. Historia filosfica. Imparcialidad histrica. Documentacin 'histrica. Historiadores de vlsu. Oficio de compilador. Solicitud de ambas autoridades para la elaboracin de la verdadera historia. Lagunas en nuestra historia. Religioso e historiador. Fuentes de esta historia. Reparos a nuestra obra.

    Divisin de esta historia. Protestacin ds fe catlica.

    Historia Eclesistica de Urab es el ttulo de un ensayo monogrfico, debido a la valiosa pluma del reverendsimo padre Jos Joaqun Arteaga de la Virgen del Carmen, primer prefecto apostlico de este territorio, obra que le mereci a su autor los honores de miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia de Bogot (*).

    Monseor Arteaga no pudo dar a su estudio la extensin que reclamaba el asunto, por falta de tiempo y de obras de consulta. Ambas cosas han estado ms asequibles a nosotros. Ser, pues, nuestra historia, una ampliacin y continuacin de la del primer prefecto apostlico.

    Dice un historiador: Abordar una tarea de nistoria, por tmida que sea, sin aadir nada nuevo, sin ampliar o rectificar lo hallado en las calicatas y bojeos precedentes, es tan ocioso

  • como contribuir a la iluminacin solar con la protesca aportacin personal de un candil. ( ).

    No olvidemos, por otra parte, el consejo que nos da San Agustn: Es til dice , se escriban por muchos, muchos libros con diverso estilo, no con diversa fe, an sobre las mismas cuestiones, a fin de que la misma cosa llegue a muchsimos, a unos as, a otros de diferente manera {^).

    Para que el lector fcilmente pueda entrever desde la portada todo el contenido de nuestra historia, la hemos denominado Historia documentada de la Iglesia en Urab y el Darin . Deca San Agustn, que el que comprende el epgrafe de un libro adivina todo lo que encierra: Si quis libri titulum recte novit, facile totius libri notitiam assequetur ( ).

    Cinco lustros dedicados al ministerio sacerdotal, in itine- ribus s^pe en el terreno, en plena posesin de la geografa de los lugares lo que constituye uno de los auxiliares de la historia , nos irona en condiciones, y en cierta obligacin, de emprender esta obra.

    La historia de la actuacin de la iglesia catlica en la Amrica espaola del perodo colonial, reclama con urgencia la atencin de los investigadores, dice Ots y Capdequi. Una institucin como sta, que hubo de jugar papel tan destacado en la vida social de los pueblos hispanoamericanos, requiere ser estudiada con el mximo rigor histrico, huyendo de las generalizaciones superficiales y de los enjuiciamientos apasionados, que con tanta frecuencia se producen en los historiadores contemporneos de la colonizacin espaola en Amrica .

    No es que falten, en absoluto, aportaciones historiogr- ficas estimables dedicadas al estudio de la intervencin que la Iglesia hubo de tener en la colonizacin de los vastos territorios incorporados por el esfuerzo de Espaa a la cultura europea de occidente. En algunos aspectos labor evangezado- ra de las distintas rdenes religiosas, funcionamiento en Indias del tribunal de la Inquisicin, alcance y justificacin del regio Patronato Indiarum, etc. la lista de obras antiguas y modernos estudios monogrficos, es altamente nutrida. Pero ca

    (^) Ramn Fernndez Mato, TxujiUo o la Trantiormacin Dotoinicana, pgina 23 de la edicin de 1945, Mxico.(*) "U tile est plures a pluribus iieri libro diverso stylo, aon diversa iide. etiam de

    eisdem quasstionibus, ut ad plurimos res ipsa pereveniaV ad aUo* ic ad alios autem sie." (De Trlnitaie, lib. I. cap. III].

    (* ) Coinmnti. in Psalm. XXXV

  • recemos de una obra aceptable de conjunto, ya que en modo alguno pueden satisfacer las superficiales disertaciones de Siz de Mora (O, o del Marqus de Lema (=^ ), ni tampoco las ms amplias, pero no mucho ms documentadas, de Corredor de la Torre P ), Lucas Ayarragaray ( ), o Josefina Coda ().

    El padre Jos Abel Salazar de Cristo Rey, agustino recoleto, en su laureada obra Los Estudios Eclesisticos Superiores en el Nuevo Reino de Granada , escribe: Es muy digno de lamentar que una iglesia tan ilustre como la colombiana carezca de su historia completa. . . A quien quiera que fuere el historiador futuro de nuestra ilustre iglesia, dedicamos con simpata un aplauso anticipado (**).

    En los mismos sentimientos abunda otro distinguido doctor colombiano, el R. P. Rafael Gmez Hoyos, cuando afirma: La historia de la iglesia neogranadina, tan rica en fastos gloriosos, no se ha escrito, y de nuestros grandes prelados, como Arias de Ugarte, Lobo Guerrero, Cristbal de Torres, mulos de Fray Juan de Zumrraga, Montfar, Nova de Contre- ras, Toribio de Mogrovejo y Loyzaga, slo tenemos ligeros bocetos monogrficos {^).

    N ecesidad de E stu d io s M onogrficos

    No es necesario insistir, por lo tanto, de manera reiterada, en nuevos esfuerzos monogrficos que vayan salvando los vacos que hoy existen, y hagan posible, en su da, una historia completa y articulada de la actuacin de la Iglesia en nuestros territorios coloniales de Amrica {^).

    Benvolo lector; quisiera, siendo Dios servido, exponer documentalmente los orgenes y expansin de la iglesia catlica en Urab y el Darin, o sea en los territorios que los historiadores primitivos de Indias denominaron Nueva Andaluca y

    ( ' ] La Colonisacin Espaola, pg. 1 1 de la edicin de La Habana, 1911.(*) La Iglesia en la Am tica Espaolo. Conferencias pionuaciadaa en e l Ateneo de

    Modxid con motivo del IV Centenorio del Descubrimiento de lo Amrica, t. II, 42 pgs.(*) L 'Eglite Rcm ain dans l'Amrique Latine. Pars, 1910, 442 pgs.(

  • Castilla de Oro, territorios que forman parte de las repblicas de Colombia y Panam. As habra contribuido, con mi granito de arena, a la formacin de un acervo, no despreciable, de materiales para la elaboracin integral de la historia eclesistica de estas dos repblicas, que an est por escribirse adecuadamente, por falta, sin duda, de estudios monogrficos y de detalle (^). Estos estudios parciales son como los anda- mios y materiales de construccin que se necesitan para levantar el edificio armnico y perfecto de la historia. Superfluo sera un trabajo intenso, si nada nuevo consiguiese aportar a los conocidos anteriormente (-).

    Se ponderan de continuo nos dir el gran filsofo Bal- mes las ventajas de la divisin del trabajo en la industria, y no se advierte que este principio es tambin aplicable a las ciencias. Es harto ms trabajoso el fijarse sobre una materia y dominarla, que no el adquirir cuatro nociones generales sobre todos los ramos. Muchos que podran ser una excelente especialidad, dedicndose principal y exclusivamente a un ramo, se inutilizan miserablemente aspirando a la universalidad (=^ ). Renanse previamente los materiales histricos dice el padre Pastells y no faltarn salomones para levantar hermosos templos que cubran de gloria y esplendor a la madre patria (^).

    R e la c io n e s E n t r e l a H is to r ia E c le s i s t ic a Y LA C iv i l y G e n e ra l

    La Iglesia y el Estado eran en la Edad Media dos poderes que marchaban como cogidos de la mano. Ambos eran ramas del mismo rbol de la unidad nacional, que se nutra de idntica savia cristiana y catlica. Los dos poderes concurran al establecimiento y difusin de la unidad religiosa. Parece que hubiera alcanzado su eficacia completa en estos dos poderes,

    (>) }uan Carlos Zur*11i en e l prlogo de su Historia Eclesistica Argentina, escrita en ioim a de apuntes y ensayo, dice: "Aunque sea triste debe decirse: todava (en 1945) no hay un solo trabao que abarque to historia de lo iglesia orgentino en todo su conjunto". Edicin de Buenos Aires, 1945. Lo mismo se podra decir tambin da algunas otros repblicas hispanoamericanas.

    (S) Supervaconeum ioret in studiis longus labor, si nihil licet melius invenire praete- litis". QuintUius (Marcus Fabius). O io to i i Institutiones, lib. III.

    (3) El Criterio, cap. XXII.( ) Pad ie Pablo Poatell, S. I., prlogo a la obra de R. Levillier, Organizocin de la

    Iglesia y 4 las Ordenes Religiosas en al Virreinato del Per en 1 Siglo XVI, pg. LXl. Madrid, ISIS.

  • la oracin del divino Redentor, cuando peda al Padre celestial, su unidad y compenetracin mutua: t sint unum (^). Lo que deca Constantino el Grande a los eclesisticos de su tiempo: vosotros sois el obispo interno y yo soy el obispo externo , pudieron decir y repetir casi todos los gobernantes de la Edad Media, y, sobre todo, los reyes catlicos de Espaa. La corona de Espaa no sustituy el poder espiritual de la Iglesia, sino que ofreci a la iglesia el poder de su brazo, su sinceridad, el acatamiento filial, y la Iglesia le concedi por actos de autoridad pontificia una delegacin de poderes especiales mediante los cuales el rey rige, selecciona, enva y distribuye misioneros, recauda recursos, provee lo necesario, edifica iglesias y promueve por propia iniciativa la conversin de los naturales (-).

    Espaa realiz, dice un historiador, la fusin quiz ms estrecha del poder civil y religioso que se ha visto en pas ninguno de la cristiandad ( '). La monarqua visigoda, al hacerse catlica con Recaredo, se echa definitivamente en brazos de la Iglesia para que sta constituya y cree a Espaa (^). La Iglesia unida a la monarqua, a veces en una misma persona, en general en una misma accin, nos dio el sentimiento de la nacionalidad, la capacidad de ser libres, la unidad del idioma y la entereza del carcter (S).

    Ambas autoridades estuvieron, no pocas veces, fusionadas en la misma persona en el Nuevo Mundo, como iremos anotando oportunamente. Deca Felipe I I en una de sus reales cdulas; Lo espiritual y lo temporal en aquellos reinos de las Indias andan ms unidos ambos gobiernos que en otras partes, y como lo uno y lo otro est a mi cargo, tengo precisa obligacin de procurar el remedio que conviene se ponga en todo ().

    En documento reciente de alta importancia, nos ha dicho el Papa Po X II: El historiador no deber olvidar que, si la

    (1) Son luoB. XVII, 22.(*] Juan Carlos Zuret, Historio EeUsisttco Argentina, cap. preliminar.P ) E. Magnin, L'Eqlis W isigholiqu* au siacl* V il, t. I, pg. 88 y ss. Paris, 1913.(* ) Luis Alonso Luengo, Santo Toribio de Astorgo, libro III, & V, pg. 173, Madrid, 1939. (* ) Monseor Luis Pres Hernndez, Eudista, Obispe de Ccuta, El Catolicismo y Noo>

    tros, discurso publicado en e l IV Centsnario d la Dicesis de Cartagena de Indios, 1S34-1934, pg. 51 de la edicin de Cartagena, 1934.

    () Real cdula de 28 de diciembre de 1597 a l Rvmo. P. General de los Dominicos. Arcb. de Indias, 154-1'18. t. V, ol. 124-125 V?, publicada por R. Levillier, Orgonisocln d * lo Iglesio y Ordenes Religioso es el Virreinato del Per en e l ^ g lo XVI, t. II. pg. 332 de la edicin de Madrid, 1919.

  • Iglesia y el Estado conocieron horas y aos de lucha, hubo tambin, desde Constantino el Grande hasta la poca contempornea e incluso hasta nuestros das, perodos tranquilos, a menudo prolongados, durante los cuales colaboraron dentro de una plena comprensin en la educacin de las mismas personas (*).

    El jefe del estado espaol, generalsimo Franco, en el discurso que pronunci en Madrid el da 17 de mayo de 1950, al inaugurar la exposicin nacional de bellas artes, dijo: Espaa es un pueblo de raz catlica. Las confesiones distintas no pasan de unas decenas de miliares. Nuestra suerte es la de ser un pueblo totalmente catlico. Y este catolicismo no le permite establecer barreras entre lo civil y lo religioso .

    Su Santidad, Po X II, en su radiomensaje, en castellano, al congreso mariano nacional de Filipinas en diciembre de 1954, dijo: El mpetu evangelizador y colonizador de Espaa misionera, uno de cuyos mritos fue el saber fundir en una ambas finalidades, no pudindose contener ni siquiera en las inmensidades del Nuevo Mundo, salt aquellas cordilleras inaccesibles, se lanz a las soledades del Pacfico y lleg de arribada a vuestras playas, enarbolando una cruz sobre el pendn morado de Castilla .

    El historiador eclesistico, dice Hettinger, no puede prescindir de la historia universal, por sus relaciones de reciprocidad, y porque de la Iglesia se deriva la vida de la humana sociedad, como del alma se deriva la vida del cuerpo. De la Iglesia, en efecto, dimanan, hasta los ltimos confines del mundo, los luminosos rayos de la verdad que Jesucristo trajo a la tierra, siendo como el punto donde ios toca al mundo con su mano para sostenerlo, y para que no se precipite en la negacin, la ignominia y el pecado, como suceda en los siglos anteriores a la venida de Jesucristo. Por otra parte, tambin la historia universal ejerce cierto influjo en la vida de la Iglesia. Todos los vaivenes y trastornos de la historia del mundo y sus acontecimientos, lo mismo prsperos que adversos, tienen en ella su resonancia y la colocan en distintas circunstancias; pues, aunque es cierto que la Iglesia no depende del mundo, no lo es menos que est en l, y para l existe (-).

    ( ' ) Discurso a l X Congraso Internacional d Ciencias Histricos. "L'Osservatoie Roma* Qo" de 9 de septiembre de 1955.

    (* ) Timotheus. Brieie an ioAn junqen Thologen (Timoteo o Coitos a un ioven telo. go ). Corto XXVin. Trod, del alemn por e l Pbio. Diego Lastros, Fribuigo da Brisgovia. 1901.

  • La accin de los factores eclesisticos no se puede deslindar enteramente de la obra de la historia del Estado espaol, el que, a raz del descubrimiento de Amrica, abarcaba tan dilatados dominios, que hizo exclamar a Baltasar Gracin: La corona del rey de Espaa es la rbita del sol . Otro historiador escribi, que Carlos V fue el primer multimillonario de la tierra, el hombre ms rico del mundo (^).

    Las reales rdenes determinaban el esquema a seguir por los cronistas mayores de Indias en la elaboracin de sus historias del Nuevo Mundo. Dicho esquema comprenda: a) historia geogrfica; b) historia natural; c) historia civil, y d) historia eclesistica.

    Una ordenanza de 1571 fijaba los elementos de la historia indiana: cosas, as de la tierra como de la mar, naturales, morales, perpetuas y temporales, eclesisticas y seculares, pasadas y presentes..

    El sereno y ajustado historiador argentino don Rmulo D. Carbia, escribe: Entiendo que es cosa que no puede cuestionarse la que despus de la reforma protestante, la heterodoxia y la impiedad identificaron lo catlico con lo espaol. Ese hecho hace comprensible los ataques. La Iglesia en las cosas esenciales de su constitucin, ha sido y es intransigente, y Espaa se ofreca en una actitud de igual naturaleza (-).

    He aqu la razn por qu no se puede escribir la historia eclesistica del Darin y Urab prescindiendo en absoluto de la civil y profana, del mismo modo que sera un imposible escribir la historia de las Amricas haciendo caso omiso de la de Espaa. No hay duda que la historia civil presta ayuda eficiente para la mejor comprensin de la eclesistica. La historia de Nueva Granada, dice un autor, unida al carro de la madre patria hasta su emancipacin, es slo uno de los episodios de la de Espaa (-) .

    (1) A . St. WilUin, Isabel la Catlica fundadoia del Imperio mundial ds Espaa, Eplogo, pg. 531 de la edicin de Buenos Aires, 1938. El pintor Wechsel hizo para Carlos V un cuadro en e l que Europa estaba representada por una ligura humana: Trancia o Italia representaban los brazos. Alemanio el pecho; Turqua y Husia las piernas; la cabeza era Espaa. En efecto, Carlos V lleg a reunir en su persona cuatro herencias: de Isabel la Catlica, toda Espaa con las posesiones de Amrica y el norte de Africa. La herencia de su abuelo Fernando el Catlico, que era Aragn, Cerdea, Npolea y Sicilia. Su abuelo Maximiliano le dejaba Austria y Alemania y el seoro feudal del norte de Italia. Por M aria de Borgoa ven ia a ser dueo de los Pases Bajos, Artois, Franco Condado y el Gran Condado de Borgoa. (V/itUin, ob. cit., primera parte, I, pg. 17 de la ed. cit.).

    (^) La Leyenda Negro Hispano-Amertcana. Introduccin, pgs. 21-22 de lo edicin de Buenos Aires, s. a.

  • El siglo y el claustro estaban unidos estrechamente en aquella poca, y no formaban, como ahora, dos mundos , dice Menndez y Pelayo ( i ) . Hoy, que las relaciones entre los dos poderes se han aflojado tanto, reducindose, cuando ms, a una mutua benevolencia, neutralidad o tolerancia, el que quiera aferrarse exclusivamente al estado actual de las cosas, no est en condiciones de juzgar con imparcialidad histrica, la accin solidaria de la Iglesia y el Estado en la poca colonial de Amrica.

    No hay en la historia, escribe un autor crtico, ningn hroe que no salga condenado en juicio, si se le arranca de su tiempo y se le traslada, como por ensalmo, para juzgarle con arreglo a las mximas y circunstancias de otros tiempos muy diferentes (=). Un anticlerical obstinado y un afiliado a la escuela naturalista, difcilmente nos podrn presentar un conjunto histrico del descubrimiento, conquista y colonizacin del Nuevo Mundo que refleje ntidamente la verdad objetiva de los hechos. Se les podra recusar como materia predispuesta para sumarse a los simpatizantes de la leyenda negra, verdadera malla de mentiras, de narraciones desfiguradas y de hiprboles absurdas contra la madre patria, que con la poltica protestante o la emulacin del poder, influencia o comercio, han querido tiznar a la nacin rival catlica O .

    Nosotros no podemos valuar ni procesar con nuestro juicio personal, exclusivamente subjetivo, los acontecimientos del siglo del descubrimiento. Debemos proceder con criterio real, objetivo y coetneo de los hechos histricos, hacindonos contemporneos y ciudadanos de aquella edad; pues, como dice Menndez y Pelayo, la historia se nutre de los hechos de la realidad (*) En el terreno histrico, dice Littr, hay que despojarse de todo apasionamiento de las ideas propias las ms preconcebidas, y por los sentimientos ms caros, resignndose a encontrar lo que se encuentre. La realidad no se subordina a nosotros, sino que nosotros debemos subordinarnos a ella,

    (>) Estudios de Crtica literaria. Coleccin de Escritores Castellanos. Serie I, pgs. 170-171. Madrid. 1895.

    (*) Monseor doctor doa Joaqun Torres Asensio, Magistral de Madrid y telogo in* signe del Concilio Vaticano, Prlogo a las Obros de Pedro Mrtir de Angleria, t. I, pg. IX de la edicin de Madrid. 1892.

    (*) Carlos Restrepo Canal, Cuestin de Hispanidad, en "E l S ig lo" de Bogot, 13 de enero. 1940.

    (* ) D* la historia considerada como obra artstica. Discurso de entrada en la Real Academ ia de la Historia (1883}, publicado en Estudios de critica literaria, t. III, pg. 71 de la edicin de Buenos Aires, 1942.

  • de grado o por fuerza (^). Esta realidad de los hechos constituye el objeto y el alma de la historia.

    Encontrndose San Juan de la Cruz, en 1571, de rector del primer Colegio del Carmen Descalzo en Alcal de Henares, le pidieron algunas personas devotas que escribiese la vida de los santos Justo y Pastor, patronos de aquella ciudad. El santo, que saba muy bien cmo se debe escribir la historia, se excus, diciendo: no lo hacer segn se le peda por le parecer que ponindose a escribirlas haba de hacer libro de devocin lo que peda ser libro de historia (-).

    H is t o r ia F ilo s fic a

    Procuraremos elaborar nuestro trabajo desde el punto de vista filosfico, teniendo presente, como es obvio, los agentes naturales, preternaturales y divinos que, como causas, intervienen libremente en la historia. Como ha dicho muy bien un apologista francs: la historia es un edificio cuyo arquitecto es Dios (=^ ). La historia es una epopeya divina, y el historiador un profeta que mira hacia atrs, aade Federico Echlegel (*). El sabio Humboldt nos dice, que la historia no es comprensible sin un gobierno universal ( ) . Con no menor genialidad ha escrito nuestro gran polgrafo Menndez y Pelayo: En la historia se ve caminar a los pueblos como un solo hombre, bajo el imperio y blando freno del Seor . Y agrega: es cosa ilcita escribir la historia sin alguna manera de filosofa (").

    Y es que la Divina Providencia rige los destinos de la humanidad, lo mismo que los del individuo, no automticamente, sino dejando en salvo el libre albedro del hombre. Por eso, insiste el mencionado Menndez y Pelayo, que slo el cristianismo le dio la base a la filosofa de la historia con las doctrinas de la cada y de la redencin, del origen del alma en el mundo, y de la accin constante de la providencia divina, sin menoscabo del libre albedro humano C ).

    (^) "Etuda* sur ls Barbores at 1 moycn A g " , II, Pirao IV.(* ) Or. Padre Cxisgono de Jess, O. C. D. B lograiia d * San Juen de la Cruz, (obra

    laureada), cap. VI, Biblioteca de autores cxistianos, Madrid. 1946.(*] Monseor Corles Gibicr, Conferencias ApologtlcaSi lesucristo y su obra. Confer.

    XXI, traducidas por M. Villaescuso. Barcelona, 1936.(*) Citodo por Hettinger, Btiee an einen jungen Theologen. Brief XXVIII.( ) Citado por Hettinger, ibid.(*) De lo Historia consideroda como obra artiitica, pgs. 57-83 de la ed. de Buenos

    Aires, 1942.(^) Ibid. loe. cit.

  • El Papa Po X II en discurso dirigido al X Congreso Internacional de Ciencias Histricas en septiembre de 1955, les deca: La Iglesia sabe que todos los acontecimientos se desarrollan segn la voluntad o la permisin de la Divina Providencia y que Dios persigue en la historia sus propios objetivos. Dios es realmente el Seor de la historia (^).

    La escuela naturalista carece de la imparcialidad requerida para la historia, puesto que trata los asuntos religiosos bajo una idea preconcebida de excluir de la historia todo lo sobrenatural. Rechaza la Iglesia esta explicacin naturalista que no quiere reconocer la accin divina sobre el hombre, destruyendo con esto una causa real y cierta de los hechos. La historia todo nos dice a voces que Dios, providentsimo, rige los destinos de la humanidad y gobierna los corazones de los hombres (2). De ah la verdad de aquella sentencia: La historia hay que leerla en filsofo (^), y de que si se la desprende de toda posicin teolgica, deja de cumplir su finalidad (^).

    Si para todo estudio es til la lgica, se hace imprescindible para la historia. La filosofa de la historia y la historia filosfica, si bien son dos cosas anlogas, no siempre se identifican. La fisolofa de la historia, en su acepcin estricta, es una ciencia en que los principios y las leyes constituyen la parte principal, mientras que los hechos y acontecimientos sirven para corroborar las leyes. En la historia filosfica, los hechos forman el elemento esencial y las leyes se ordenan para su explicacin y enlace.

    Cuantos esfuerzos hagamos, dice un apologista alemn, para concebir el enlace entre los diferentes acaecimientos de la historia universal, resultarn intiles mientras cerremos los ojos ante la parte interior de esa misma historia; es decir, mientras se elimine la accin de una superior providencia que lo rige: sin esta reflexin interior la historia permanecer para nosotros sellada, como el libro apocalptico de los siete sellos... Dios pone los hilos de esta madeja de la historia, y el hombre por medio de su libertad ejecuta la trama, resultando as la historia una obra donde entran la accin de Dios y la del hombre.

    (>) L'OsserTator Romano de 9 de septiembie de 1955.(^) Len XIII, S p e numero. Breve PonlUicio de 19 de agosto, 1883. (3) Esta sentencia se atribuye a Voltaire.(*) H. Schneider, Filosofa de la Historia, Parte II, cap. II.

  • El incrdulo es por necesidad parcial en la concepcin filosfica de la historia, puesto que francamente se ha declarado contra Dios. La Iglesia no es parcial, pues a ella pertenece el mundo entero, y al mismo tiempo que est segura de su misin divina y de su duracin eterna, reconoce que el error y el pecado acompaan a la naturaleza humana de sus miembros; y en medio de este fondo oscuro ve destacarse tanto ms luminosa la accin divina. Solamente, pues, el historiador cristiano es capaz de poseer las condiciones de estudio crtico de las fuentes, concepcin imparcial, exposicin objetiva, representacin de la verdad pura , que un sabio alemn exige como indispensables en el verdadero historiador (^).

    Cmo podr, en efecto, el incrdulo tener exacta y apropiada idea filosfica de la materia crticamente considerada, cuando toda su filosofa estriba en la negacin de la revelacin sobrenatural? Semejante historiador es impotente para comprender con claridad la doctrina de las fuentes histricas y mucho ms ser para exponerla sin enturbiarla. A decir verdad, la actitud del historiador en punto a la verdadera religin es un factor esencial en la consideracin filosfica. Tarde o temprano la investigacin histrica penetra en el campo de la religin, es decir, formando el historiador cabal juicio sobre lo que ha sacado del estudio de las fuentes; y por consiguiente, para el historiador eclesistico slo resta este dilema, a saber: o todo esto ha sido ordenado por la Providencia, o es un eterno e indescifrable enigma. Hasta aqu el eximio apologista Hettinger (-).

    El catlico, aade otro historiador, aporta a la historia un conocimiento propio, personal. Los no catlicos, consideran la historia externamente, como extranjeros. Ellos en su consideracin, versarn sobre algo que se les presente en forma parcial e inconexa, a travs de las apariencias; el catlico, en cambio, lo ve todo desde el centro, en su esencia y en su totalidad. El historiador que niega la fe, silencia los hechos, y es la forma ms fcil de mentir (=).

    Un historiador primitivo del Nuevo Mundo, Gonzalo Fernndez de Oviedo, nombrado Cronista de Indias por una Real

    ( ' ) L. de Ranke, Analeclen der Englischen Geschichte. (Analectas de la Historia de Ingloterra).

    (*) Timotheus, B iie i on ainen jungen Theologen (Cartas a un joven telogo). Carta XXVIII.

    ('*) Hilaire Belloc, Europe y la Fe, Prlogo.

  • Cdula del ao 1547, traza las cualidades de que debe estar adornado un historiador. Historiadores e cronistas dice son en la casa rreal oficio muy preheminente, e el mismo ttulo dize qu tal que deue ser, e de qu havilidad el que tal oficio exercitare pues ha de escreuir la vida e discursos de las personas rreales e sucesos de los tiempos, con la verdad e limpieza que se rrequiere. Oficio es de euanjelista, e conuiene que est en persona que tema a Dios, por que ha de tractar en cosas muy importantes, e e deuelas dezir, no tanto arrimndose a la elo- quencia e ornamento rretrico, quanto a la puridad e valor de la verdad, llanamente e sin rrodeos ni abundancia de palabras, pues que son memorias que han de durar ms que los rreyes e vida del prncipe a quien siruen; pues ques notorio que, sin el que lleua salario de tal oficio o han de faltar otros muchos que sin ese interese escriuan eso. Plega a Dios que quantos tal ocupacin tomaren, hablen verdad, porque les comprehenda aquella sentencia infalible de la misma verdad e Sagrada Escritura que dize: Os quod mentitur occidit animan. Pareceos que ser amargo escotar de salario, el que aquel que tales dineros lleua- re mintiendo! (O-

    Otro historiador ilustre completa el cuadro de Oviedo con estas palabras: E pues conviene al coronista y es necesario que sea zeloso de la verdad, ageno dla aficin, quito de amor e enemistad, en tal manera, que reprehendiendo los culpados, e alabando los buenos, escriba sin pasin, e proceda como juez en las cosas de la fama (-).

    De los cronistas reales de Indias, dice Carbia: El oficio fue tenido en todo tiempo, por cosa de gravedad y que tocaba a la recta conciencia. El juicio corriente de que los cronistas reales fueron palaciegos, encargados slo de mover el zahumerio, rgidos en la etiqueta de una librea invisible pero cierta, y cuya sonrisa perenne era indicio irrecusable de su inferioridad de fondo, es un juicio indocto y sin escudo. Fue la suya funcin sacerdotal reafirmme en el aserto y nada existe que lo desmienta (^).

    (^) Libre d * la Cmora Real del Prncipe, pg. 174-175, Biblifilos Espaoles, Madrid, 1870.

    (^) Diego Enriquez del Castillo, Crnica de Enrique IV Colee, de A A . EE. de Rivade* neiro, t. XX, pg. 100.

    (*] Crnica Oficial de las Indias Occidentales, pg. 33 de la ed. de Buenos Aires, 1933.

  • I m p a r c ia l id a d H ist r ic a

    Huelga advertir que trataremos de ser imparciales en la narracin de los sucesos y acontecimientos histricos, sujetndonos a los atinados consejos del gran pontfice Len X III, quien al abrir al pblico ios archivos vaticanos, escriba: El historiador debe huir de la mentira no temiendo a la verdad, exponindola sin reparos, y evitando, por igual, los extremos de la adulacin y de la animosidad , apelando a la regla clsica de Cicern: Primam esse historiee legem, ne quid falsi dicere audeat deinde ne quid veri non audeat; ne qua suspicio grati3e sit in scribendo, ne qua simultatis C).

    Indudablemente, una marcada parcialidad del autor aminora el valor integral de su narracin histrica. Don Garca Hurtado de Mendoza, hijo del marqus de Caete, virrey del Per, fue nombrado por su padre, capitn general de la expedicin a Chile para la conquista de los bravos indios araucanos. En dicha expedicin figuraba Alonso de Ercilla. Por haberle faltado Ercilla al respeto a don Garca Hurtado de Mendoza en un torneo que se celebraba en honor de la victoria de la batalla de San Quintn, fue encarcelado y sentenciado a muerte, pena que se le conmut con el destierro perpetuo de los reinos de Chile. Alonso de Ercilla se veng de su capitn general silenciando su nombre en su pico canto de La Araucana (2).

    El pontfice reinante, Po X II, en una alocucin que dirigi el 1

  • mes en que el silencio es prudente y hasta obligatorio; y, por lo mismo, bien se puede perdonar a un escritor el que no haya dicho lo que pensaba, con tal que no haya dicho nada contra lo que pensaba (^).

    Ello no obstante, y a pesar del carcter filosfico de que debe estar revestida la verdadera historia, tiene que tener sta alguna modalidad particular, de acuerdo con el autor que la haya elaborado y presentado a la luz pblica. Los mismos acontecimientos histricos expuestos por un ateo, por un crata o por un providencialista, aparecen ante el advertido lector, con distintas facetas que, sin alterar el fondo sustancial y objetivo, denuncian ciertos rasgos caractersticos de la personalidad del escritor.

    El historiador clsico, dice Menndez y Pelayo, puede ser crtico, puede ser erudito, mientras rene los materiales de la historia y pesa los testimonios e interroga los documentos, pero, llegando a escribirla, no es ms que artista. . . y a despecho de los preceptos retricos, que le imponen la ms severa neutralidad, y lejos de olvidarse de que es griego o romano, espaol o florentino, aristcrata o demcrata, republicano o amigo del imperio, no aparta nunca de los ojos su patria, su raza y su partido. La historia clsica es bella e interesante, no porque el historiador sea imparcial, sino al revs, por su parcialidad manifiesta; no porque le sean indiferentes las personas, sino, al contrario, porque se enamora de unas, y aborrece de muerte a otras, comunicando al que lee, este amor y este odio (-). Y en otra parte de sus obras, aade: Si el historiador se propone nicamente referir hechos y recopilar noticias, valindose slo de la crtica externa, pierde la calidad de tal; har una excelente bibliografa, pero no hay historia... Gracias a Dios no soy fatalista. Catlico soy y como catlico afirmo la Providencia. Mi historia ser parcial en los principios; imparcial, esto es, veracsima en cuanto a los hechos. Dir la verdad lisa y entera a tirios y troyanos (=') Compenetrado de estas ideas del gran maestro Menndez y Pelayo, se halla un historiador argentino, cuando escribe: No hay cronista, historiador, comentarista, etc., que no encierre en su relato, en su crtica, en su divagacin, una filosofa, consciente o incons-

    (1) El Criterio, cap. XI. pargrafo III.(* ) D* la historia considerada como obra artstico, I, cit.(*) Historia d loa Hetarodoxos Etpooles, Discurso preliminar, pg. 22 de la edicin

    de Modrid, 1680.

  • cente, y no escriba, investigue y juzgue sin un impulso determinado (*). Esta imparcialidad o unilateralidad, en cierto modo inalienable en la persona del historiador, puede fomentar ms intensamente la investigacin seria, dice el arriba referido Schneider. Quien persigue apasionadamente una tendencia, se da cuenta en el amigo y enemigo, de muchas cosas objetivas que escapan al imparcial, y la conciencia de estar bajo la inspeccin y crtica aguda del enemigo, restringe necesariamente la unilateralidad, pues la falta de razones poderosas amenaza al objeto (^).

    A t in a d a R eg la de I m p a r c ia l id a d H ist r ic a

    Don Jos Cadalso, hablando de la conquista de Mjico, escribe en sus Cartas Marruecas : Te aseguro que todo parece haberse ejecutado por arte mgica. Descubrimiento, conquista, posesin y dominio son otras tantas maravillas. Como los autores por los cuales he ledo esta serie de prodigios son todos espaoles, la imparcialidad que profeso pide tambin que lea lo escrito por los extranjeros. Luego sacar una razn media entre lo que digan stos y aqullos, y creo en ella podr fundar el dictamen ms sano (*).

    En otra de sus Cartas Marruecas da este consejo: Dara el encargo de escribir la historia a un hombre lleno de crtica, imparcialidad y juicio ('*). Marco Fidel Surez llama a Cadalso egregio escritor y dice que sus Cartas Marruecas son monumento de crtica social y dechados de literatura ().

    D o c u m e n t a c i n H is t r ic a

    El ao de 1925 escribi el ilustre historiador venezolano, Caracciolo Farra Len, la obra Bolvar en la libertad del Per . Otro historiador, tambin ilustre, padre Andrs Mesanza, O. P. con cuya amistad me honro , conversando con l, le pregunt, por qu no daba a conocer al pblico su obra ya im

    (>) Enrique d * Gandia, miembro corretponditnt d la Acadmica d * Historia d Madrid, Toledo, Crdoba, Cdiz, Valladolid, Cuba, Mxico. Venezuela, Chs, Ecuador, Colombia, Panam, etc. Estudio sobre l a historia de las ideas histricas, publicado en "E l S iglo" de Bogot, 30 de diciembre de 1944.

    (* ) Ob. cit.. Prlogo.(^) Cortas Marruecos. Carta V, Clsicos Caalellanos, t. 112, pgs. 22-23. (Madrid, 1950}.(* ) Ibid. Carta UX, pgs. 142-143.(^) El Sueo de Barruecos. Obras, t. VI, pg. 252 de la edicin de Bogot, 1942.

  • presa. A esto contest Caracciolo Parra: Porque despus de impreso, no me gust. Y no porque sea falso o mentiroso, sino porque lo escrib o lo imprim sin ponerle una sola nota, una sola cita, y yo creo que a nadie se le puede creer por su solo dicho, si el dicho no est autorizado por otro ( ).

    William Robertson escribe en el prefacio a su History of Amrica: He procurado justificar, por medio de citas, la autenticidad de las proposiciones que siento. Cuanto ms reflexiono sobre la naturaleza de las obras histricas, tanto ms convencido quedo de la necesidad de esta exactitud .

    El historiador que refiere los acontecimientos de su tiempo, consigue una confianza proporcionda a la opinin que el pblico tiene de su veracidad, y de los medios de que ha usado para instruirse. El que describe los sucesos de una poca remota, no tiene derecho alguno a la confianza pblica si no manifiesta testimonios que apoyan sus aserciones; sin estas autoridades, podr publicar relaciones entretenidas, pero no se dir que ha escrito una historia autntica (-). Por eso deca San Agustn, que es asunto dificultoso sacar a luz la verdad cuando dista mucho de nosotros, que no se puede conseguir sin un inmenso trabajo y estudio, y penosas prolixidades. Pr- terita perscrutando indagare, ac differendo monstrare, quam sit operosum, atqjie prolixum, et quam multis dignum volumi- nibus quis ignort, qui hc, vel mediocriter cogitat ? (-).

    La verdadera fuerza moral histrica, dice el citado padre Pastells, capaz de arrancar del entendimiento humano el asenso referido, estriba en la calidad y cantidad de los documentos que atestigen los hechos, razn por la cual es necesario que preceda una sntesis al anlisis completo de los documentos mediante una seria e ntegra investigacin, bebiendo las aguas en sus mismas fuentes y propios manantiales, y si esto no es posible, por falta de documentacin, en las corrientes ms lmpidas de tradiciones de padres a hijos o de pueblos a pueblos, jams interrumpida de los tiempos ms prximos a los acontecimientos de referencia hasta nuestros das (*).

    Una de las reglas que el gran filsofo Balmes seala para la historia crtica es, que los annimos merecen poca confian-

    (>) Revista Amrica Espaola, Barranquilla, marzo de 1930, ort. Impiesionet y Lectu- xa>, por e l padre Andrs Mesanza, O. P.

    (* ) Prefacio a su History of America.(* } De CiTitat* Del., lib. XVII, cap. I.(* ) Prlogo a la Organizacin de la Iglesia, etc., cit.

  • za. El autor dice habr tal vez callado su nombre por modestia y humildad; pero el pblico, que lo ignora, no est obligado a prestar crdito a quien le habla con un velo en la cara. Si uno de los frenos ms poderosos, cual es el temor de perder la buena reputacin, no es todava bastante para mantener a los hombres en ios lmites de la verdad, cmo podremos fiarnos de quin carece de l? (O-

    Por lo general, conservamos en los documentos autnticos la ortografa original arcaica, a no ser que alguna vez la modernicemos para facilitar su lectura, que se hara dificultosa por las abreviaturas y deficiente puntuacin. La fidelidad en la transcripcin de los textos originales es una exigencia que reclama la crtica histrica. San Ireneo, obispo de Len de Francia, para que sus libros no fuesen interpolados, puso esta nota al fin de ellos: Yo te conjuro a ti que traslades este libro, por Jesucristo Nuestro Seor, que, despus que hubieres trasladado, lo confieras y enmiendes diligentemente con el original de donde trasladaste, y que en tu traslado escribas tambin esta mi peticin y protestacin como est en el original ( ). Lpez de Gmara haca parecida observacin respecto de su Historia general de las Indias : Algunos por ventura deca querrn trasladar esta historia en otra lengua. Yo ruego mucho a los tales, por el amor que tienen a las historias que guarden mucho la sentencia, mirando bien la propiedad de nuestro romance. Y que no quiten ni aadan ni muden letras a los nombres de indios, ni a los sobrenombres de espaoles, si quieren hacer bien el oficio de traducidores (^).

    No todos opinan que la historia debe escribirse a larga distancia de los acontecimientos y de los personajes que en ellos han intervenido. La ltima parte de nuestra historia tratar de lo que he visto con los ojos y tocado con las manos , como dira fray Pedro de Aguado. Ciertamente, datos

    ( ' ) El Criteiio, cap. XI, pargia io III.(*) "Adjuro te, qui transctibis librum isturo, p r Domnum Mostrum Jesum Cristum, et

    per gloriossum eius adventum, quo judicatxmis est vivos et mortuos; ut corleras, post- quam Iranscripseris, ct emendes illum ad exemplar, uode traoscripsisli, diliqentissime. Hanc quoquc obtestationem similiter transioros, ut invenisti in exemplari". Irnei Lugdu* nensis Episcopi et Martyris, adversus Volentem et similium Gnosticorum Haereses Libri quinqu. Fragmenta e Libro de Ogdoode, extremo Paris, 1639.

    Historia General de las Indias, A los tiasladadores. Bibl. de AA . EE., t. XXII. Histotiadoros primitivos de Indias, t. I, pg. 155. Coleccin dirigida e ilustrada por don Enrique de Vedia. A este editor nos referimos en las citas de Gmara, Madrid, 1925,

  • ms copiosos y ms fidedignos se pueden obtener a raz de los sucesos, que transcurridos muchos aos.

    Al igual que la proximidad en el espacio determina el grado de inters, lo mismo cabe decir de la proximidad en el tiempo. Con la distancia cronolgica disminuye el inters por un acontecimiento.

    San Agustn juzg muy dificultoso para los historiadores no sufrir algn engao, dada la lejana de las noticias y acontecimientos: Conditionis humance infirm itate compulsi, que- madmodum non fallerentur in pluribus non video ( ). Es preferible el historiador contemporneo, dice Balmes (-). Hay en cada poca una especie de fondo historial que flota en el ambiente, por decirlo as, durante un perodo determinado, que si no se aprisiona con oportunidad, se pierde despus de algn tiempo para ser sustituido por otro ms moderno. Semejante material, sutil e impalpable, lo recogen fcilmente los contemporneos de los hechos que han de ser historiados o poco posteriores a ellos

    Con esto no se intenta aprobar aquel principio hipercrtico de los que, con el abate Fleuri, dicen que no se debe admitir ningn hecho que no est comprobado por algunos autores coetneos o inmediatos al suceso (^). Este principio fue ampliamente refutado por otro hermano nuestro de profesin, padre Honorato de Santa Mara, en su celebrada obra Animadversiones in regulas et usum critices ('). Es un falso principio, pues echa por tierra todo el valor de la tradicin, que tambin es fuente de la historia. Slo con la siguiente modificacin podra admitirse dicho principio: Si no hay autor coetneo, o no muy desviado del suceso o de la tradicin, que afirme su falsedad, se debe tener por verdadera .

    El historiador, dice Schneider, tiene que consignar, como coetneo lo que sucede, como hombre de una poca posterior basarse en ios escritos de otros escritores, de fuentes histricas y dems monumentos, documentos y objetos, para reconstruir lo que sucedi. Quien quiera retener lo que pasa, o reconstruir lo pasado, tiene que contar siempre con lagunas.

    (1) Epiftt. U2.(*) El Criterio, cap. XI, pargrafo III.(>} Padre Silverio d Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en Espoo, Portugal

    y Amrica, Prlogo, pg. XVI de )a edicin de Burgos, 1935.(*) Historia Eclesistica de Francia. Proemio.

    Secundo parte, cap. II.

  • Retener lo que pasa, es imposible; lo nico que puede hacerse es una seleccin. La reconstruccin se opera a base de restos, igualmente a base de anotaciones con lagunas y a base de monumentos conservados por el azar y a menudo de una manera fragmentaria .

    El oficio del perfecto cronista, dice un historiador, es luchar contra el olvido, sacndole de las manos, todo lo digno de memoria, haciendo de ello un ejemplar lleno de verdad y doctrina ( ). Donde no se conserva piadosamente la herencia de los pasados, pobre o rica, grande o pequea, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora , ha dicho Menndez y Pelayo (^).

    Esto nos recuerda el consejo del Evangelio, que nosotros aplicamos particularmente a la tercera parte de nuestra obra: Colligite fragmenta ne pereant (^). En ella, tal vez los crticos hallarn cosas poco notables, o demasiado particulares y hasta familiares. A stos oponemos lo que San Gregorio Na- cianceno dice en la oracin fnebre de su santa hermana Gor- gonia: Cum sororem laudo, admiror domestica, que non ideo falsa sunt quia domestica, sed vera, ac ideo laude digna. Sane prge omnibus rebus est absurdissimum, ut propinqui laude priventur debita . Muy oportuno nos parece el consejo del Espritu Santo: Opera Dei revelare et confiteri honorificum est ; es cosa loable el publicar y celebrar las obras de Dios (*).

    Menndez y Pelayo, en carta de 28 de enero de 1909 a don Carmelo de Echegaray, quien, en asocio del seor Mgica, acaba de publicar la monografa de Villafranca de Guipzcoa, le deca: Han hecho ustedes muy bien en no ser sobrios de pormenores. En una historia general hay que atenerse a los ms caractersticos, pero las historias locales son mejores cuanto ms minuciosas ( ).

    Por otra parte, como misionero carmelita, al escribir esta historia, no hago sino cumplir lo que las Instrucciones de Misiones de nuestra orden nos encargan al decretar, que los

    (^) Leonardo de Argensola, Obras sueltas de Luptrcie 7 Bartolom Leonardo de A rgentla. por Conde de Vianza, t. II, pg. 255 de la edicin de Madrid, 1899.

    (*) Homenai a Balmes en 1910.{ ) San Juan, VI, 12.{

  • misioneros conozcan y aprendan las costumbres y usos de las regiones donde ejercen su apostolado y redundar no poco a su prestigio, si con cuidado y esmero van anotando lo referente a las costumbres, religin, artes y ciencias ( ') .

    Un historiador contemporneo de nuestra Orden del Carmen Descalzo, escribe en el prlogo de su obra: Conformndonos con las corrientes modernas, que estimamos acertadas, sobre misiones y bibliografa, slo haremos de ellas ligeras indicaciones, las precisas para completar la relacin de otras partes de esta historia. Tanto una cosa como otra, necesitan obras aparte, escritas por plumas especializadas que puedan darles la importancia y extensin que merecen. Algunas rdenes tienen ya hechos estos trabajos o los llevan muy adelantados. La nuestra tambin los tiene muy dignos de estima, pero debe ampliarlos y modernizarlos en la forma ms perfecta posible. Sus pginas misionales en diversos reinos de la cristiandad y de la pagana son admirables y brillantsimas; y su no despreciable bibliografa necesita una mano tcnica infatigable que descubra, describa y clasifique debidamente nuestros tesoros cientficos y literarios. Tarea ingrata, pero Utilsima que brindamos a nuestros ingeniosos jvenes que se sientan con nimos de realizarla. Cuntos das de gloria podran dar a la Descalcez con estos trabajos (-). Esta invitacin del insigne historiador carmelita, padre Silverio de Santa Teresa, es casi un precepto para nosotros, ya que l ha llegado a ser la primera autoridad de la orden, desde que en el Captulo General ,celebrado en Roma en abril de 1947, fue elegido prepsito General de toda la Orden del Carmen Descalzo.

    Hasta Santa Teresa nos da atinadas reglas para escribir una historia. A la priora del convento de Sevilla le haca la siguiente recomendacin. A la hermana San Francisco (Isabel de) que sea buena historiadora para lo que pasare con los frailes Si la hermana San Francisco fuere la historiadora, no encarezca, sino muy sencillamente lo que ha pasado (0 . Estas hermanas de Avila estn esperando cundo

    (1) Iiutructiones Missionum Ordinis Carmliiarum Discalceatorum, Port. II, cap. III, ed. Romae, I9I3.

    (* ) Historia del Cormen Descolzo en Espaa, Portugal y Amrica. Obia de 15 volmenes de 600 a 700 pgs. en 49, publicoda en la imprenta propia de la Orden en Burgos los aos 1935 y sigs. Prlogo.

    () Biblioteca Mstica Carmelitana, t. V ll, pg. 245, de la educin de Burgos, 1922.

    (*) Biblioteca Mstica Carmelitana, t. VIII. pg. 314.

  • se acaban estos nublados, lo ha de saber relatar todo la hermana San Francisco. Gran cosa es la verdad! (^).

    H isto riad o res D e V is u

    Si el vate alemn, Goethe, juzgaba, que para entender a un poeta, era preciso ir a la tierra de su nacimiento, no es menos cierto que para escribir una historia, natural y verdadera, como diran los historiadores primitivos de Indias, es muy til conocer el lugar geogrfico de los hechos.

    No todo historiador puede ser un Polybio que atraviesa los Alpes para describir bien el paso de Anbal y de su ejrcito, pero, no por eso deja de ser cierto, que sea conveniente vivir y conocer personalmente los lugares en los que se verificaron hechos que uno relata y describe.

    El doctor Loarte de Avila, provisor de Quito, en carta dirigida al presidente del Consejo de Indias en 1572, escriba, quejndose de que haba sido descuidada por los espaoles la crnica indiana, y aada que causaba pena comprobar que la conquista, de cuyos hechos eran cronistas los que nunca la vieron ni entendieron, resultaban ofrecidos por los historiadores de manera arbitraria, escribindolos cada uno sin averiguar la verdad como se los cuenta el primero a quien se los pregunta (^).

    El padre Antonio de Remesal, O. ?., vino a Amrica de propsito para escribir su Historia general de las Indias occidentales, y particularmente de la gobernacin de Chiapa y Guatemala , sobre el terreno de los hechos, cuando an estaba fresca la huella de la conquista.

    Una de las objeciones ms serias que hicieron a Herrera, cronista mayor de las Indias, fue que escribi su Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme de Indias , sin haber estado en ellas (3).

    La misma objecin hizo Bernal Daz del Castillo, a Francisco Lpez de Gmara, cuando dijo: Mas, l (Gmara) no se hall en la guerra, ni lo vio ni lo entendi, cmo lo pudo decir? Habanlo de parlar los pjaros en el tiempo que estbamos en las batallas, que iban volando, o las nubes que pas

    is) Bibliotea Mstica Carmelitana, t. V III, pg. 290.(*) Cir. Roberto Levillier, Gobom adot* del Per, t. VIII. pg. IIS y sigs.(*) Proemio de la Hiatoiia de Herreta, a la edicin de Madrid. 1730.

  • ban por alto, sino solamente los capitanes y soldados que en ellos nos hallbamos? ( ).

    El inca Garcilaso, nieto de Huallpa Tupac y biznieto de Tupac-Yupanqui, soberano del Per, dice de la obra de Lpez de Gmara: Yo quise aadir esto poco que falt de la relacin de aquel antiguo historiador, que, como escribi lejos de donde acaecieron estas cosas, y la relacin se la daban yentes y vinientes, le dijeron muchas cosas, pero imperfectas; y yo las o a mi padre y a sus contemporneos; y que en aquellos tiempos la mayor y ms ordinaria conversacin que tenan era repetir las cosas ms hazaosas y notables que en sus conquistas haban acaecido; donde contaban lo que hemos dicho y otras que en adelante diremos; que como alcanzaron a muchos de los primeros descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo, hubieron ellos la entera relacin de semejantes cosas; y yo, como digo, las o a mis mayores aunque (como muchacho) con poca atencin; que si entonces la tuviera, pudiera hoy escribir otras muchas cosas de grande admiracin, necesarias en esta historia; dir las que hubiera guardado, con dolor de las que he perdido (-).

    El bachiller Martn Fernndez de Enciso, alguacil mayor de Castilla de Oro, escribi su Suma de Geografa , dedicada a Carlos V y publicada en Sevilla en 1519, donde describe las costas de Tierra Firme desde el Cabo de Vela hasta el Istmo de Panam, despus de haber recorrido personalmente esos lugares.

    Pedro Cieza de Len en la dedicatoria de su Crnica del Per al rey Felipe II, afirma: Muy alto y muy poderoso seor: He hecho y copilado esta historia de lo que yo vi y trat, y por informaciones ciertas de personas de fe pude alcanzar. Muchas veces cuando los otros soldados descansaban cansaba yo escribiendo. Mas ni esto, ni las esperezas de tierra, montaas y ros, intolerables hambres y necesidades, nunca bastaron para estorbar mis dos oficios de escribir y seguir a mi bandera y capitn sin hacer falta. A m me basta haber escrito lo cierto; porque esto es lo que ms he procurado, porque mucho de lo que escribo vi por mis ojos estando presente y anduve muchas tierras y provincias por verlo mejor; y lo que no

    (>) Verdadera Historia d los Sucesos d la Conquista de Nueva Espaa, cap. CCII. (*J Conentorios Reales, lib. I, cap. II. Garcilaso escribi sus comentarios ec Esposo,

    cuando posaba de los sesaato oos.

  • vi trabaj de me informar de personas de gran crdito, cristianos e indios (*)

    En el captulo noveno de La Crnica del Per , confirma esto mismo, diciendo: Yo me hall en esta ciudad de San Sebastin de Buena Vista el ao de 1536, y por el de 37 sali della el licenciado Juan de Vadillo, juez de residencia y gobernador que en aquel tiempo era de Cartagena, con una de las mejores armadas que han salido de Tierra Firme. Y fuimos nosotros los primeros espaoles que abrimos camino del mar del norte al del sur. Y desde pueblo de Urab hasta la yilla de Piara, que son los fines del Per, anduve yo, y me apartaba por todas partes a ver las provincias que ms poda, para poder entender y notar lo que en ellas haba. Por tanto, de aqu adelante dir lo que vi y se me ofrece, sin querer engrandecer ni quitar cosa de lo que soy obligado; y desto los lectores reciban mi voluntad (^).

    Gonzalo Fernndez de Oviedo, primer cronista de Indias, fue testigo ocular de los hechos que tuvieron lugar en Castilla de Oro, como vecino y colonizador que fue de Santa Mara de la Antigua del Darin. Hallndose en Espaa en 1525, redact su Sumario de la Natural Historia de las Indias , para ofrecer al emperador un compendio de su obra lata que guardaba en La Espaola. En la dedicatoria de este sumario, dice: Sacra, catlica, cesrea, real majestad: imitando a Plinio, quiero yo, en esta breve suma, traer a la real memoria de vuestra majestad lo que he visto en vuestro imperio occidental de las Indias, desde ha doce aos que pas por mandado del catlico rey don Fernando, abuelo de vuestra majestad. Tengo escrito todo lo que he podido comprehender y notar de las cosas de Indias (*). Aunque fuy sin alguna cana a aquella tierra, estoy cubierto dellas (^). A los ms de quantos quedaron en el Darin con Vasco Nez, a todos los que despus fueron con Pedrarias Dvila, los vi e tractado e habl e convers (^).

    La historia general y natural de las Indias de Fernndez de Oviedo, ocano de noticias, bellezas y curiosidades ,

    {^) Biblioteca de AA . EE., t. XXVI. Historiadores Piimitivos de Indias, t. II, pgs. 349-3S0 de la edicin de E. de Vedia, Madrid, 1928.

    (*) Ibid., pg. 362.I*) Ibid., pg. 362.(*) Epstola dedicatoiia ul cardenal iray Garca Jotre de Loaysa, O. P., presidente

    del Consejo Real del Imperio Occidental rte las Indias quo precede a su Historia de las Indio*.

    Ob, cit.. lib. XXIX, cap. IV.

  • como dice un autor, fue traducida a las lenguas toscana, francesa, alemana, italiana, e griega e turca e arbiga, aunque yo la escrib en castellano . De ella dice Astrana Marn: El primer cronista oficial de Indias, madrileo insigne, no tiene quien le aventaje en autoridad. Fue testigo presencial de cuanto relata (O - Vivi 34 aos en Indias y cruz el Atlntico ocho veces (1478-1557).

    Bernal Daz del Castillo, autor de la Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva Espaa , escribe: Por manera que, a la cuenta que esta relacin hallarn, me he hallado en ciento y diez y nueve batallas y reencuentros de guerra ( ).

    Y fray Bartolom de las Casas: Veo algunos haber en cosas de estas Indias haber escrito, ya que no las vieron sino las que no bien oyeron, y que con harto perjuicio de la verdad escriben. . . Quise ponerme a escribir de las cosas ms principales, algunas que en espacio de ms de sesenta y ms aos, pocos das menos, por mis ojos he visto hacer y acaecer en estas Indias, estando presente en diversas partes, reinos, provincias y tierras dellas. . . Y si alguna refiriere, que por los ojos no vide, o que las vide y no bien dellas me acuerdo, o que las o, pero a diversos y de diversas maneras me las dijeron, siempre conjeturar por la experiencia largusima que todas las ms dellas tengo, lo que con mayor verosmilidad llegarse a la verdad me pareciere... Desde cerca del ao de 500 (1500) veo y ando por aquellas Indias y conozco lo que escribiere (^). Por eso pudo decir Lewis Hanke de fray Bartolom, que pocos funcionarios, colonos o eclesisticos haban disfrutado de una experiencia ms amplia en las nuevas tierras que Las Casas, cuando comenz a escribir (^). Agustn de Zrate, que lleg al Per con el primer virrey, Blasco Nez Vela, en 1544, comenz a escribir su Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del Per y de la guerra y cosas sealadas en ella , en el mismo campo de los hechos y acontecimientos. Pero, l mismo se lamenta de no haber podido terminar su obra en el Per, si bien le manifiesta al lector el inconvenien

    (1) C iU lbal Coln. Su patria, sus restos y e l enigma del descubrimiento de Amrica. Segunda parte, pargraio XX. pgina 208 de la edicin de Madrid, 1929.

    (*) Captulo CCXII, pg. 317 de la edicin citada de E. de Vedia.(*) Prlogo a su Historio de Indias. Fray Bartolom de las Casas lleg por primera

    vez a l Nuevo Mundo en 1502.(^) Introduccin a De nico vocationis modo omnium gentium ad veram Religionem.

    Edicin bilinge (latn y castellano], pg. XIX, Mxico, 1944.

  • te que tuvo para ello. No pude, en el Per, dice, escribir ordenadamente esta relacin {que no importar poco para su perfeccin) porque slo haberla all comenzado me hubiera de poner en peligro de la vida con un maestro de campo de Gonzalo Pizarro [Francisco Carvajal] que amenazaba de matar a cualquiera que escribiese sus hechos, porque entendi que eran ms dignos de la ley del olvido (que los atenienses llaman amnista) que no de memoria ni perpetuidad (^). Lo que toca a la verdad, que es donde consiste el nima de la historia, he procurado que no se puede enmendar, escribiendo las cosas naturales y occidentales que yo vi sin alguna falta ni disimulacin y tomando relacin de lo que pas en mi ausencia, de personas fidedignas y no apasionadas (-).

    Luis de Belmente Bermdez, cronista del capitn Pedro Fernndez de Quirs en su legendaria expedicin descubridora a las islas de Salomn a la Nueva Guinea, Java y al archipilago de San Lzaro, preludia as el canto a las proezas del descubridor de TerraAustralis incgnita :

    No quisiera ms fama que en aquellas provincias que med con propias huellas.Ms ondas nuevas penetr que vinieron Coln, Corts, Pizarro y Magallanes, pues tocando las que ellos descubrieron, pas con los cruzados tafetanes.Un capitn segu de quien temieron, midiendo estrellas y afijando imanes, las no domadas ondas de Anfitrite, que ya no tiene el orbe quien le imite.

    Don Juan de Castellanos en la dedicatoria de sus Elegas al rey Felipe II, escribe: Cansado de peregrinar por diversas partes de estas Indias occidentales, tom asiento y reposo en este Nuevo Reino de Granada, donde, socorrido de la merced que V. M. fue servido hacerme del beneficio de la iglesia parroquial de la ciudad de Tunja, he residido muchos aos, y por no comer, como dicen, el pan de balde, bien informado de las cosas en l sucedidas desde su primero descubrimiento,

    (1) El maestre de campo a l que alude Zarate, era Francisco de Carvajal.(*) Biblioteca de Autores Espaoles, t. XXVI. Historiadores Primitivos de Indias, diri*

    gida por don Enrique de Vedia, t. II, pgs. 459-460, Madrid. 1828. "Por cualquier sospecha matcba a quien le pareca que no le estaba muy sujeto-" {lib. V., cap. XXVII).

  • me aventur a ponerlas en escrito, ayudado (en lo que yo vi) de las relaciones de los primeros descubridores y conquistadores, con quien he tenido comunicacin y amistad continuada, no solamente despus, pero mucho antes que este po recurso se me proveyese . El prlogo est fechado en Tunja, a 1*? de mayo de 1601.

    Y en la dedicatoria a los lectores, aade: Fui importunado de muchos a que yo tomase para poner sus peregrinaciones en escrito como quien ya que no en todas, a lo menos en muchas dellas haba sido ocular testigo; y de las otras no estaba tan ayuno que no tuviese bastante noticia por el conocimiento y comunicacin de muchas personas que en ellas se hallaron . Este beneficiado de Tunja, y, cronista versificador del Nuevo Reino de Granada, al escribir su poema histrico de 150.000 versos, Elegas de varones ilustres de Indias , advierte :

    Voy al nivel de la verdad atado, y della discrepar punto no oso, por parecerme tiempo mal gastado mezclar lo cierto con lo fabuloso. . .Conozco que soy torpe cronista; pero en tantas cosas peregrinas de muchos soy testigo yo de vista, en guerras extranjeras e intestinas; y las que pongo por ajena lista yo s que son personas fidedignas aqullas que me dictan lo que escribo y algunas dellas viven donde vivo (^).

    En confirmacin del autotestimonio de Castellanos, escribe un poeta contemporneo:

    Repasa desde Tunja a Santa Marta setenta aos de andanzas y sudores, lo que l no ha visto lo averigua, en carta lo guarda embalsamndolo con flores, a su memoria, de portentos harta, da el ritm o del Ariosto y los colores.Vierte la historia con la charla amena cual la cera y la miel pinge colmena (-).

    ( I ) EU giss de voiones ilustres de Indias. K legia a Belalczar, Canto VI.(^) los loaqun Casas, Don Juan de Castellonos, en "E l Siglo", de Bogot, 21 de

    marzo de 1942.

  • Fray Pedro de Aguado en la dedicatoria de su Recopilacin Historial a Felipe II, escribe: No pretendo ilustrar mi nombre, ni engrandecer mi fama, sino questa relacin, que procuro dar de las cosas que he visto con los ojos y tocado con las manos, y con tanto cuidado he sacado a luz, sea amparada y favorecida, para que tenga el ser ques necesario para ser vista con amor, y leda con aficin, pues con ella yo no pretendo sino hacer lo que debo como ' cristiano y fiel servidor de vuestra majestad, porque en el discurso de quince aos, los mejores de mi vida, que me emple en la predicacin y conversin de los idlatras, que como bestias vivan en el Nuevo Reino de aquellas Indias, en servicio del demonio, entend por muchas cdulas que vi de V. M. el celo que tiene tan catlico del aprovechamiento y conversin de aquellas nimas. . . Me determin en el presente discurso obedecer a V. M. hacindole este pequeo servicio, y ofrecrsele como verdadero, por haber sido testigo de vista y halldome a todo, o a la mayor parte, presente en los trabajos que los espaoles han pasado en el Nuevo Reino de Granada, donde yo he vivido .

    Luciano Pulgar (=M arco Fidel Surez) nos dice que esta obra del padre Aguado, es una de las mejores fuentes de historia neogranadina, superior al mismo Antonio de Herrera (^), El lector deferente acceder a que insistamos ms sobre este punto.

    De fray Pedro Simn es el siguiente testimonio: No fuera poco a propsito que las historias de estas In

    dias no las escribiera sino quien ha estado en ellas y ha visto y enterdose a lo menos de las ms principales partes que tratare, porque de otra suerte tendr mil estropiezos y impropiedades, como yo las hallo a cada paso en los autores que han escrito sin verlas, porque al fin este es mundo nuevo, que lo es en tantas cosas, que las ms no tienen cotejo en tratos, costumbres, temples, disposiciones de tierras, ni an en vocablos, con las del mundo viejo ni hay para fiar para el seguro de la verdad de todos memoriales, y menos de, los que envan personas interesadas al real consejo, y estn en los archivos reales, pues suelen estos tales llevar mayores engaos, porque como se hacen enviar en orden a pedir mercedes por ellos aprietan este intento para salir con l, atribuyendo hazaas a quien no slo no las ha hecho, pero ni an saludado desde

    ( ) SUMOC. El SUMO d iM 1*nmotos. t. IV. pg. 34 de la edicin de Bogot. 1941.

  • los umbrales; quitndoselas a cuyas son reales cdulas he visto y en este reino de meicedes hechas a personas con relaciones harto falsas como me consta de la verdad contraria (que deben de haberle araado en esto) que Libio escribi las cosas de Africa, donde no puso sus pies, sino slo por relaciones, y que as puede ser ac; pero a esto respondo: que si Libio hubiera visto el Africa y sus cosas, las hubiera escrito sin duda muy mejores; pero como no hallamos otra historia que le contradiga, ms autntica, pasamos con lo que l escribi, bien o mal escrito, lo que no ocurre en estas Indias, donde hay tantos testigos oculares que entienden lo malo y lo bueno que se escribe: como yo he visto autores que tocan en las cosas de este Nuevo Reino y otras que yo he visto fuera de l, diciendo mil impropiedades, as en la sustancia de la historia como en las cosmografas, geografas y corografas; todo por haberse fiado de memoria de toda broza (^).

    Fray Pedro Simn vino al Nuevo Reino de Granada (Colombia) en 1604, y durante diez y nueve aos recorri las tierras que haban de ser historiadas por l. Las tierras del reino, dice, pocas o ningunas hay que no haya pisado, y con el oficio de provincial todo el ro Grande (el Magdalena) y costa de Santa Marta y Cartagena, he dado vista en que he podido informarme y iiacerme capaz de las cosas que por ac por vista de ojos, sin la cual no pienso me atreviera a tomar entre manos este trabajo por no ponerme en el peligro de risa que otros se han puesto, no hablando con propiedad en la geografa, ni en los vocablos de las tierras de donde escriben, por no haberlas visto ni estar bien informados y fiarse de relaciones de toda broza (-).

    El padre Gumilla adverta en el prlogo de su Orinoco Ilustrado : Por lo que mira a la solidez de la verdad, protesto, que lo que no fuere recogido aqu de las dos historias manuscritas por los padres Mercado y Ribero, sern noticias hijas de mi experiencia, y de aquello mismo que ha pasado por mis manos y he visto por mis ojos, no sin cuidadosa observacin. Cuando ocurra referir alguna cosa habida por relacin ajena, ser sino de personas fidedignas que citar a su tiempo, con los dems autores que apoyaren aquellas o semejantes noticias (^).

    (>) NoUclos hisloaUS/ Prlogo lo Tercera Parte.(3) Noticias historiales. Prlogo a la Primera Parte. (" ) Edicin dfc Barcelona, 1882, pg. 9.

  • En igualdad de circunstancias, dice Balmes, es preferible el testigo ocular. Por m