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Historia del Encaje Orígenes, desarrollo, apogeo e implicancias socio culturales. Por Delia Etcheverry* Delia H. Etcheverry participó en 2008 del Seminario “Raigambres“ en el Museo Nacional de la Historia del Traje, donde disertó sobre el encaje de Ñandutí. Es Licenciada en Psicopedagogía y se dedica al estudio de técnicas textiles. Actualmente se desempeña en el mencionado Museo realizando trabajos de investigación y catalogación de encajes. Aquí nos presenta, generosamente, una síntesis de su trabajo. E l encaje es una técnica textil relativamente nueva; aparece en Europa en el siglo XVI y tiene su apogeo en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, cuando se menciona que un trabajo de encaje está hecho a mano, inmediatamente se lo asocia a una época mucho más anti- gua, a piezas del pasado que se han quedado en el tiempo. Esto es en parte real, debido a la dificultad en el aprendizaje de las técni- cas de encaje y sobre todo a la gran cantidad de tiempo empleado para completar una pieza, lo que hace que haya caído en desuso, ya que no condice con las necesidades y el ritmo de vida actuales. Para comprender el nacimiento de esta forma de tejido, debería- mos adentrarnos en la Europa de esos años, su contexto social, su comercio, aristocracia, capacidad de mano de obra, y por supuesto, su modo de mostrarse. Con esta mirada, intentaré sintetizar la his- toria de este textil, describiendo los aspectos más relevantes; mu- chos otros quedarán en el tintero, porque mi intención es mostrar cómo nace y va evolucionando la técnica según corren los siglos. Pero ¿qué es un encaje? ¿Cómo se lo identifica? Se podría decir que es una pieza textil cuya finalidad es ornamental. Crea espacios abiertos y cerrados dentro de la misma, por lo que consta de figura y fondo. La figura (o motivo) generalmente está compuesta por puntos trabajados con trama cerrada; en algunos casos aparece un cordón de borde que la remarca. El fondo (caracterizado por la trama más abierta) forma el sostén de las figuras y sirve de co- nexión entre las mismas, pudiendo consistir en bridas o redes se- gún el encaje del que se trate. Otra característica fundamental a mencionar es que el encaje, a diferencia del bordado, no requiere de una tela de base, ya que es una tela en sí misma que se forma por el entrecruzamiento de hilos. Este trabajo de hilos puede estar realizado con la técnica de bolillos (derivada de la trenza), a la aguja (derivada del bordado), con navetas (derivada de las redes o mallas), con aguja de gancho, y a partir del siglo XIX, a máquina. La antigüedad conoció toda clase de telas, así como el trabajo calado, pero nada supo del encaje. Hay que destacar la importan- cia que tuvo para el desarrollo de los textiles en Europa, el con- tacto con Oriente. La presencia de los árabes en la península ibé- rica dio lugar a una convivencia cultural en la que excelentes tejedores y pasamaneros enseñaron a España, y de alguna mane- ra al continente, a tejer en telares, a cultivar y trabajar la seda. Las Cruzadas, a lo largo de varios siglos de la historia y fundamental- Deshilados: Detalles mente el fluido comercio con Oriente, colaboraron en este desa- rrollo. El encaje en sí tardó mucho tiempo en aparecer, y se puede decir que es un fenómeno netamente europeo. Hacia el 1500 ya existían poderosos centros textiles, capaces de realizar los más ricos tejidos utilizando lino, lana (finamente procesada) y seda. También hay que destacar la destreza para trabajar con metales, en especial oro y plata, realizando finísimos hilos utilizados sobre todo para el bordado y trabajos de pasamanería. Durante la Edad Media se practicó el recorte de los bordes de las telas. Se realizaba en forma dentada, de allí los términos spitze y zacke en alemán, merlo o merletto en italiano, dentelle en francés, puntilla en español, todos términos referidos a puntas o dientes. Durante mucho tiempo se tuvo la costumbre de adornar con randas los dobladillos de las faldas, jubones y capas, y con festones la ropa interior. En las terminaciones de las prendas también comenzaron a usarse flecos, que eran formados con los cabos de los hilos que se dejaban sueltos en el borde del tejido, y se entrelazaban reforzán- dolos y buscando un efecto ornamental. Una de las técnicas em- pleadas a tal fin era el macramé, de origen árabe, que luego dará paso al encaje a bolillos, al que mencionaremos más adelante. Hacia el siglo XV las técnicas de bordado estaban totalmente desarrolladas. Se consideraba que el bordar era una actividad - 9 -

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Page 1: Historia del Encaje - CAAT · cas de encaje y sobre todo a la gran cantidad de tiempo empleado para completar una pieza, lo que hace que haya caído en desuso, ya que no condice con

Historia del Encaje Orígenes, desarrollo, apogeo e implicancias socio culturales.

Por Delia Etcheverry*

Delia H. Etcheverry participó en 2008 del Seminario “Raigambres“ en el Museo Nacional de la Historia del Traje, donde disertó sobre el encaje de Ñandutí. Es Licenciada en Psicopedagogía y se dedica al estudio de técnicas textiles. Actualmente se desempeña en el mencionado Museo realizando trabajos de investigación y catalogación de encajes. Aquí nos presenta, generosamente, una síntesis de su trabajo.

El encaje es una técnica textil relativamente nueva; aparece en Europa en el siglo XVI y tiene su apogeo en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, cuando se menciona que un trabajo de encaje está hecho a mano, inmediatamente se lo asocia a una época mucho más anti­gua, a piezas del pasado que se han quedado en el tiempo. Esto es en parte real, debido a la dificultad en el aprendizaje de las técni­cas de encaje y sobre todo a la gran cantidad de tiempo empleado para completar una pieza, lo que hace que haya caído en desuso, ya que no condice con las necesidades y el ritmo de vida actuales.

Para comprender el nacimiento de esta forma de tejido, debería­mos adentrarnos en la Europa de esos años, su contexto social, su comercio, aristocracia, capacidad de mano de obra, y por supuesto, su modo de mostrarse. Con esta mirada, intentaré sintetizar la his­toria de este textil, describiendo los aspectos más relevantes; mu­chos otros quedarán en el tintero, porque mi intención es mostrar cómo nace y va evolucionando la técnica según corren los siglos.

Pero ¿qué es un encaje? ¿Cómo se lo identifica? Se podría decir que es una pieza textil cuya finalidad es ornamental. Crea espacios abiertos y cerrados dentro de la misma, por lo que consta de figura y fondo. La figura (o motivo) generalmente está compuesta por puntos trabajados con trama cerrada; en algunos casos aparece un cordón de borde que la remarca. El fondo (caracterizado por la trama más abierta) forma el sostén de las figuras y sirve de co­nexión entre las mismas, pudiendo consistir en bridas o redes se­gún el encaje del que se trate. Otra característica fundamental a mencionar es que el encaje, a diferencia del bordado, no requiere de una tela de base, ya que es una tela en sí misma que se forma por el entrecruzamiento de hilos. Este trabajo de hilos puede estar realizado con la técnica de bolillos (derivada de la trenza), a la aguja (derivada del bordado), con navetas (derivada de las redes o mallas), con aguja de gancho, y a partir del siglo XIX, a máquina.

La antigüedad conoció toda clase de telas, así como el trabajo calado, pero nada supo del encaje. Hay que destacar la importan­cia que tuvo para el desarrollo de los textiles en Europa, el con­tacto con Oriente. La presencia de los árabes en la península ibé­rica dio lugar a una convivencia cultural en la que excelentes tejedores y pasamaneros enseñaron a España, y de alguna mane­ra al continente, a tejer en telares, a cultivar y trabajar la seda. Las Cruzadas, a lo largo de varios siglos de la historia y fundamental-

Deshilados: Detalles

mente el fluido comercio con Oriente, colaboraron en este desa­rrollo. El encaje en sí tardó mucho tiempo en aparecer, y se puede decir que es un fenómeno netamente europeo. Hacia el 1500 ya existían poderosos centros textiles, capaces de realizar los más ricos tejidos utilizando lino, lana (finamente procesada) y seda. También hay que destacar la destreza para trabajar con metales, en especial oro y plata, realizando finísimos hilos utilizados sobre todo para el bordado y trabajos de pasamanería.

Durante la Edad Media se practicó el recorte de los bordes de las telas. Se realizaba en forma dentada, de allí los términos spitze y zacke en alemán,merlo o merletto en italiano, dentelle en francés, puntilla en español, todos términos referidos a puntas o dientes. Durante mucho tiempo se tuvo la costumbre de adornar con randas los dobladillos de las faldas, jubones y capas, y con festones la ropa interior. En las terminaciones de las prendas también comenzaron a usarse flecos, que eran formados con los cabos de los hilos que se dejaban sueltos en el borde del tejido, y se entrelazaban reforzán­dolos y buscando un efecto ornamental. Una de las técnicas em­pleadas a tal fin era el macramé, de origen árabe, que luego dará paso al encaje a bolillos, al que mencionaremos más adelante.

Hacia el siglo XV las técnicas de bordado estaban totalmente desarrolladas. Se consideraba que el bordar era una actividad

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Reticella

Reticella:Detalle

Reina Isabel I de Inglaterra. (1533-1603)

que toda mujer honesta debía realizar desde la más tierna infan­cia. Esto era válido para todas las clases sociales, ya que estos oficios constituían una suerte de garantía moral contra la ociosi­dad. Por lo tanto la mayoría de la población femenina conocía o estaba entrenada en los trabajos a la aguja. A comienzos del siglo XVI, comienzan a aparecer los primeros atisbos de encaje y se trata de los llamados encajes calados. Los mismos surgen como un refinamiento dentro de las técnicas de bordado y tienen rela­ción con el deshilado de una tela para componer un dibujo. Qui­zás con este trabajo se intentaba lograr algo más de transparen­cia para combinar con las pesadas telas de brocado y damascos de la época. En la búsqueda de esta transparencia de las telas, surge el trabajo de deshilado, que consiste en retirar hilos de trama del lienzo. A partir de allí, teniendo un sector abierto en la tela, se agrupan los hilos de urdimbre según el diseño deseado y se los asegura utilizando el punto festón u ojal. Este tipo de tra­bajo era realizado en hebra blanca, fundamentalmente de lino.

A medida que se fue dominando la técnica de deshilado, se co­menzaron a retirar también hilos de urdimbre, por lo que queda­ron espacios vacíos en las esquinas. Donde no había hilos, se in­ventó una nueva urdimbre. Aquí es donde comenzamos a sepa­rarnos de la tela de base para crear nuevas formas. Los encajes de soles españoles son debida muestra de estos trabajos. A prin­cipios del siglo XVI, estas excelentes trabajadoras de la aguja, llevaron al máximo las posibilidades de los lienzos en cuanto al retiro de hilos de urdimbre y trama. La tela pasó a ser un esquele­to, una base de trabajo donde montar nuevas urdimbres. Así fue

Punto in Aria: Detalle

como se creó el Punto Reticella. Esta cuadrícula sostenía el dise­ño, que por supuesto siempre era geométrico, pero el gusto esta­ba en la creación de líneas transversales y en la mayor libertad de composición. Se lo usaba principalmente para fabricar gorgueras. Siguiendo con la evolución, llegamos finalmente al encaje pro­piamente dicho. Se debe su invención a las bordadoras venecianas aproximadamente hacia 1540. Surgió debido a que resultaba fastidioso y hasta ilógico pasar tanto tiempo desha­ciendo el trabajo realizado por el telar. El resultado fue cons­truir ellas mismas la grilla o armadura de hilos según el reque­rimiento del trabajo. Había nacido así el verdadero encaje a la aguja, se lo llamó Punto in Aria o punto al aire. El tejido resul­tante no pasaba a depender de una tela de base; era por tanto una tela en sí misma, dando una gran libertad de acción a la hora de diseñar. El punto in aria implicaba una nueva manera de tejer. Explicaré brevemente su técnica: este trabajo de aguja debe realizarse so­bre una banda de pergamino que lleva el dibujo, haciendo las veces de patrón. Este pergamino debía ser picado en los bordes y puntos principales del dibujo. Se lo sujeta entonces a dos telas de soporte estiradas sobre un bastidor y se pasa un hilván o mecha por los agujeros que se hicieron en el pergamino, atravesando también las dos telas de soporte. La aguja enhebrada con el hilo con el que se va a hacer el encaje se inserta entonces entre las puntadas dadas en el pergamino, yendo de un lado al opuesto del contorno del dibujo. Sobre esta urdimbre se hacen los moti­vos decorativos, usando principalmente el punto ojal o festón antes mencionado. Finalmente, una vez terminado el encaje, se lo libe­ra pasando un instrumento filoso entre las telas que le sirven de soporte. Se retira el tejido y el pergamino puede usarse nueva­mente. No obstante, la invención de una técnica no implica su completa aplicación inmediata; ciertas bordadoras y pasamaneros continuaban seguramente retirando los hilos de las telas, por lo que Reticella y Punto in Aria se usaban indistintamente, tanto que resulta dificultoso distinguir una técnica de la otra. El aban­dono total de las antiguas técnicas de calados tuvo lugar varios decenios después de la invención del encaje a la aguja.

La técnica de los bolillos nace para imitar trabajos de reticella y punto in aria, pero con una ejecución más rápida. Este encaje

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Primeros encajes a bolillo. Detalle

deriva del trabajo de los pasamaneros, quienes formaban una corporación muy importante; tejían cintas, galones y otros bor­des, cordones y borlas; trenzaban hilos de seda, oro y plata so­bre grandes almohadones, ayudándose con alfileres, y para evi­tar que los hilos se mezclaran, se los enrollaba sobre bobinas de plomo, hueso o madera. No sabemos el momento o lugar exac­to del pasaje de una técnica a otra. Flandes y Génova se atribu­yen su creación, a mediados del siglo XVI. El contacto comercial entre regiones y el uso de la imprenta ayudó a que rápidamente se expandiera. Su éxito se debe a que el trabajo a bolillos tenía muchas ventajas sobre la aguja: además de su más rápida eje­cución, los hilos al estar enrollados sobre bobinas cargaban buena cantidad de material, por lo que no había que añadir constantemente, y lo más importante, las finas hebras se po­dían manipular con libertad.Al principio los motivos siguieron siendo geométricos; aunque la técnica en realidad ya no necesi­taba este marco rígido, las encajeras tardaron un cierto tiempo en darse cuenta de ello y explotar sus posibilidades. Hablo de mujeres, porque pronto se convirtió en tarea femenina. Ellas aprendieron rápidamente a trabajar con bolillos y los pasamaneros, debido a la feroz competencia de esta nueva y barata mano de obra, se dedicaron a tejer sólo con metales pre­ciosos, dejando de lado los encajes de hebra de lino. Surge así el oficio de encajera, y cabe mencionar que jamás formaron su propia corporación, a pesar de la importancia económica y so­cial de su producción.Tanto los encajes a la aguja como los de bolillos respondían a los mismos patrones de diseño, y se tejían tanto unos como otros indistintamente.

La característica esencial de la moda entre 1560 y 1620 era la portación de la gorguera o gran cuello armado en encaje con muchos pliegues. Por la importante cantidad de tela necesaria para su realización, el encaje se transforma en una mercadería vendida por metro y comercializada por los merceros, que la com­pran ya sea en la campaña, o en casas de familia en las ciudades, en aldeas, o en conventos y orfelinatos con su mano de obra abun­dante y barata. La gorguera era sinónimo de estatus y poder. La reina Isabel I de Inglaterra sentía gran afición por los encajes, y su necesidad de demostrar poderío fue quizás lo que la llevó a pu­blicar edictos en 1562 y en 1573, donde se prohibían severamen­

te las grandes gorgueras, ya que eran de su uso exclusivo.A partir de este momento y en el resto de la historia, y aunque el encaje no haya estado de moda siempre, se lo evoca como referente de refinamien­to y de alcurnia. Cabe mencio­nar la importancia en esos días de los encajes metálicos de oro y plata, producidos mayormen­te por España con el oro de América, por lo menos hasta fines del siglo XVI.

La gorguera da paso a grandes cuellos volcados, donde los di­seños son más libres, más grue­sos los trazos, y hay un aumen­to de las partes llenas. Apare­cen curvas y volutas alrededor de un motivo central de estilo barroco. Son famosos los pun­tos de Venecia a la aguja y los encajes a bolillos de Flandes, región que produce el mejor lino de Europa. Las hilanderas de Harlem debían trabajar en sótanos donde apenas llegaba la luz, para que las finas hebras no se cortaran. Lo mismo ocurría con el tejido de encajes que eran realizados en lugares oscuros, donde sólo un haz de luz mostraba el patrón a seguir. Las malas condiciones laborales hacían que las mujeres perdieran la vista siendo aún muy jóvenes. Los gastos ocasionados por la importa­ción eran importantes. A comienzos del siglo XVII son los hom­bres los que más lo usan. La moda exige un vestuario siempre lleno de encajes para ostentar; la cada vez más numerosa bur­guesía no concebía la elegancia sin ellos. Leyes suntuarias inten­taron restringir su uso a la familia real y a las clases sociales más elevadas, o por lo menos reglamentar la ubicación y tamaño den­tro de la vestimenta. Pero nada se logró con esta prohibición.

La Francia de Luis XIV, por medio de su ministro de finanzas Baptiste Colbert promocionó la industria local, que ya existía, aun­que dispersa geográficamente, mal estructurada comercialmente y sin un estilo definido.A tal fin, hizo traer maestras encajeras princi­palmente venecianas, lo que provocó un gran descalabro en la in­dustria de ese lugar. El Senado de Venecia vio con malos ojos esta partida de las trabajadoras, y se las intimó a volver so pena de ser ejecutadas como traidoras a la patria. Es así como en Francia surge la industria del encaje sirviéndose también de cierto espionaje in­dustrial. Las primeras ciudades fueron las de Alenzón y Argentan, que tejían encajes a la aguja exclusivamente para la corte.

Encaje de Venecia

Encaje de Venecia: Detalle

Encajes: en la vestimenta masculina.

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Encajes flamencos: Detalles

La industria francesa tuvo éxito y en 10 años se hace de un nom­bre fabricando piezas reconocidas por su estilo y por su técnica, utilizando el nombre de Puntos de Francia.

Durante la primera mitad del siglo XVIII las redes de fondo comien­zan a poblar al encaje y los motivos se van empequeñeciendo y haciéndose cada vez más delicados. Un avance en lo referente a redes y técnica fue el aporte de las encajeras flamencas, que inven­taron un método que consistía en el ensamblado de piezas. Los motivos realizados previamente a bolillos eran luego unidos por medio de una red de mallas trenzadas enganchadas en el contorno de los mismos. Fue un gran avance, ya que permitía a varias perso­nas trabajar en un mismo encaje de tamaño ilimitado. La decora­ción a mediados de ese siglo fue imitando a los tejidos pintados e impresos importados de las Indias que entraban en cantidad. La moda del encaje se cubrió de femineidad. Volantes de mangas de las mujeres se usan triples o cuádruples. Los escotes siempre esta­ban rodeados de un volado de encaje fruncido llevado hacia lo alto; la parte delantera del corsé es a menudo en encaje de oro o plata. Los costados del corsé y busto están delineados por grandes volantes de encaje montados en pliegues regulares que descien­den hasta el dobladillo. La finura de las telas de encaje durante esta corriente romántica provocan admiración, no sólo por la belle­za del diseño, sino también por la maestría de la técnica.

Hacia fines del siglo se reemplazará casi por completo el dibujo, quedando reducido a pequeñas espigas, rosetas o diminutos in­

sectos. Las mallas reemplazan a la trama cerrada del diseño y pasarán a ser las protagonistas del encaje.

En 1789 la era del encaje en Francia se terminó a consecuencia de la Revolución Francesa. En realidad, su uso estaba en plena decadencia cuando llegó la Revolución y ésta sólo abrevió el fin de su largo reinado. Tres innovaciones vinieron a competir con el encaje: muselina, tul y blonda. Hacia fines del siglo XVIII llegó la muselina, procedente de la India.

En 1756 apareció la blonda, que era un encaje realizado íntegra­mente con hilos de seda, muy usado en mantones y mantillas, sobre todo en España y Francia. En 1768, Hammond de Nottingham inventó una máquina que permitía obtener, por me­dio de procedimientos mecánicos, el fondo de encaje de Bruselas, conocido con el nombre de tul.

Como resultado de la Revolución Francesa, hubo un cambio en la moda, la gente se volvió más austera, evitando los gastos y la frivo­lidad. El encaje era asociado con la aristocracia y ésta con la guillo­tina, por lo que tener encajes podía significar la muerte. Grandes vestuarios fueron entregados por las familias a su personal de ser­vicio como objetos desechables; muchos de estos encajes fueron arruinados por la mala conservación, ya que solían enterrarlos en los campos; otros fueron rescatados durante el siglo XIX de vestua­rios teatrales. La industria encajera de Francia desapareció por com­pleto y los obreros emigraron en su mayor parte a Bélgica.

Redes: Motivos pequeños

Madame Pompadour (1721-1764)

Con la Restauración, a principios del siglo XIX, hay un resurgimien­to del encaje. Napoleón deseaba incentivar las industrias de lujo,

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no sólo por razones comerciales sino también de prestigio nacio­nal. El protocolo imperial exigió el uso de encajes en recepciones oficiales de la corte. La segunda mujer del emperador, María Luisa de Austria, tenía entre su vestuario un importante número de en­cajes de todo tipo, intentando así sostener la industria encajera de Flandes del Sur (Valenciennes), que pertenecía al imperio francés. Pero esta aparente prosperidad es de corta duración; se frena an­tes de su caída, en 1812, por la aparición del tul mecánico. La tec­nología de su fabricación, basada en el principio de los oficios de los fabricantes de cofias, quienes ya lo habían desarrollado en el siglo XVIII, es puesta a punto por el inglés Heathcoat y patentada en 1809. La máquina es a partir de ahora la gran protagonista, imitando encajes a bolillos o brindando tules de fondo para el aplique, bordado o calado de los motivos. Surge así el nuevo en­caje de la era industrial. Pero ya se trata de otra historia…

Para terminar, quiero mencionar a los encajes que se desarrolla­ron a partir de 1830 aproximadamente. Son encajes realizados en crochet, frivolité, filet, macramé, a la aguja con cintas, de agu­jas, que comenzaron imitando a los antiguos encajes de bolillo y aguja y pronto tomaron un estilo propio. Estos encajes se desa­rrollaron en Europa adquiriendo diferentes estilos según el lugar donde se practicaran las distintas técnicas. En América tuvieron mucho éxito; se los enseñaba en escuelas religiosas, conventos y escuelas de señoritas. Es así como muchos de estos encajes son comunes de hallar hoy en día, ya que son similares a los que

Encaje moderno (1830).

tejían nuestras abuelas, tratándose de verdaderas obras de arte y que quizás encontremos en algún baúl de recuerdos.

*Delia H. Etcheverry es psicopedagoga e investigadora.

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Nota: Algunos de los encajes aquí exhibidos pertenecen a la colección del Museo Nacional de la Historia del Traje, de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación.

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