historia de las ideas estéticas en españa-3

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CAPÍTULO DÉCIMO LA HISTORIA DE LAS IDEAS ESTÉTICAS EN ESPAÑA EN LOS PAÍSES DE HABLA HISPANA Florencia Calvo ntentar trazar la influencia de la Historia de las ideas estéticas en España de Marcelino Menéndez y Pelayo en la estética y la teoría literaria de habla hispana supone de ante- mano una gran dificultad. Dificultad que tiene que ver en primer lugar con reconstruir suerte de cartografía de la recepción que asuma la cantidad de diferencias sincrónicas pero diacrónicas que supone una tarea tal. De este modo además de la organización pro- &::puesta ¡pm los criterios editoriales de la obra me parece imprescindible establecer otro tipo de para organizar lo que, a priori, parecería algo casi inabarcable. Estoy convencida sólo a partir de un recorrido guiado, acotado y seguramente sesgado puede elaborarse panorama de la compleja recepción no solamente de la Historia de las Ideas Estéticas en Es- sino del resto de la obra de Marcelino Menéndez y Pelayo en territorio americano. Es así nuestro recorrido se focalizará en nombres propios, en figuras representativas de algunos de América Hispana que tradicionalmente han tenido contacto cultural con España. No es-<:as11al, entonces, que en el primer apartado nos detengamos en el análisis del epistolario en- Marcelino y una serie de estudiosos de este lado del océano que saludan entusiastas la áp•trición de la Historia de las ideas estéticas. Y ese primer acercamiento de los contemporáneos publicación de la obra, será el que guíe de una u otra forma nuestra lectura de las lecturas iJ<ptelayartas en América. Es claro también que en la recepción de Menéndez Pelayo en los países americanos pre- >domilJan claramente las reflexiones sobre su Antología/Historia de la poesía hispanoamericana, dispara múltiples modos de recepción: desde aquellos que sugieren otros nombres para o discuten la inclusión de unos u otros poetas, hasta los que se oponen de formas más vi- o la utilizan como pretexto para la elaboración de antologías vernáculas. Con todo, esta

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Page 1: Historia de Las Ideas Estéticas en España-3

CAPÍTULO DÉCIMO

LA HISTORIA DE LAS IDEAS ESTÉTICAS EN ESPAÑA

EN LOS PAÍSES DE HABLA HISPANA

Florencia Calvo

ntentar trazar la influencia de la Historia de las ideas estéticas en España de Marcelino Menéndez y Pelayo en la estética y la teoría literaria de habla hispana supone de ante­mano una gran dificultad. Dificultad que tiene que ver en primer lugar con reconstruir

suerte de cartografía de la recepción que asuma la cantidad de diferencias sincrónicas pero diacrónicas que supone una tarea tal. De este modo además de la organización pro­

&::puesta ¡pm los criterios editoriales de la obra me parece imprescindible establecer otro tipo de ~~\•onlentadas para organizar lo que, a priori, parecería algo casi inabarcable. Estoy convencida

sólo a partir de un recorrido guiado, acotado y seguramente sesgado puede elaborarse panorama de la compleja recepción no solamente de la Historia de las Ideas Estéticas en Es­

sino del resto de la obra de Marcelino Menéndez y Pelayo en territorio americano. Es así nuestro recorrido se focalizará en nombres propios, en figuras representativas de algunos de América Hispana que tradicionalmente han tenido contacto cultural con España. No

es-<:as11al, entonces, que en el primer apartado nos detengamos en el análisis del epistolario en-Marcelino y una serie de estudiosos de este lado del océano que saludan entusiastas la

áp•trición de la Historia de las ideas estéticas. Y ese primer acercamiento de los contemporáneos publicación de la obra, será el que guíe de una u otra forma nuestra lectura de las lecturas

iJ<ptelayartas en América. Es claro también que en la recepción de Menéndez Pelayo en los países americanos pre-

>domilJan claramente las reflexiones sobre su Antología/Historia de la poesía hispanoamericana, dispara múltiples modos de recepción: desde aquellos que sugieren otros nombres para

,,,.~-·-···· o discuten la inclusión de unos u otros poetas, hasta los que se oponen de formas más vi­¡.;'§:.~lttlenttas o la utilizan como pretexto para la elaboración de antologías vernáculas. Con todo, esta

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ubicación de la Antología hispanoamericana como objeto privilegiado en la recepción de del santanderino permite ver que detrás de los comentarios, positivos o negativos sobre siempre una toma de posición sobre la literatura y la cultura hispanoamericana con res:pe<:tn, España, hecho que en la recepción de la Historia de las ideas estéticas parecería más difícil las características de la obra. Si a esto le sumamos la poca fortuna editorial de la Historia ideas estéticas (con la excepción de la edición dentro de las Obras Completas en 1951 en 1 gentina), el panorama aparenta ser un tanto desolador. Sin embargo, esos mismos · a

de principios del siglo pasado que discuten, recomiendan y se posicionan frente a la A'ttol,,.,¡, lo hacen desde un conocimiento de la totalidad de la producción crítica de Menéndez Pelayo.

Es Cierto que un estudiO de estas características nos enfrenta también a cuestiones les que poco tienen que ver con la figura de Menéndez Pelayo pero que es necesario mt,ncionar pese a que no vayan a ser tratadas aquí. Por ejemplo las discusiones en torno a la pertinencia una historia de las ideas estéticas en América hispana, las pugnas entre las posturas unh" •ers,c listas «que rechazarán la idea de una filosofía latinoamericana como algo absurdo y so,;terrdriin la tesis de que la autenticidad del filósofo latinoamericano consiste en el esfuerzo por ""'"'", fondo los grandes problemas de la humanidad» y las posturas culturalistas que defienden la cesidad de un proyecto filosófico que <<responda y corresponda a la especificidad del COilti"n emBr (Rojas Gómez, 2003: 2). Si bien no es el tema principal de nuestro acercamiento y si bien principa~es receptores de la Historia de las ideas ... desarrollan sus actividades no en el campo la filosofw smo, sobre todo en el de la creación artística y en el de la teoría y la crítica Jit1erarias me parece que es ineludible tener presente esta dicotomía a lo largo del análisis que me interesa presentar en estas páginas. ·

La recepción contemporánea. El Epistolario como cifra

Es sin duda alguna el Epistolario el mejor lugar para comenzar el recorrido por la recepción Historia de las ideas estéticas, porque da una idea cabal de la recepción cont<,m¡pol•ánlfa, ¡ establecer los circuitos de recepción focalizados en países y en estudiosos que se · · ellos mismos en sus posibilidades de lectura. Resulta además más adecuado para recortar distin· las figuras de intelectuales a partir de variados modos de posicionarse frente a la figura del crí­tico de Santander: el elogio hacia el maestro, el intercambio de igual a igual o la mirada distinta y rebelde hacia la península, aunque nunca indiferente. Todas estas posturas y sus matices, que serán las que además regirán hacia el futuro la recepción, pneden definirse, en germen en estos primeros intercambios epistolares.

De igual a igual: Miguel Antonio Caro Cronológicamente las primeras cartas que debemos mencionar aquí son las que intercam·

bia Menéndez Pelayo con Miguel Antonio Caro ( 1843-1909), escritor y político colombiano cuya relación epistolar con don Marcelino está sobre todo focalizada en intercambios sobre autores clásicos a causa de las traducciones de Virgilio realizadas por el estudioso bogotano quien, ade·

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comienza a comunicarle datos para la Bibliografía crítica de traductores y así cumple la al decir de Menéndez Pelayo, de abrir <<a mis ojos ese mundo literario americano, que

nosotros tierra incógnita» Recordemos que, en lo que tiene que ver con su ubicación dentro del campo intelectual

Caro es quien mejor representa el conservadurismo filosófico y político en América del siglo XIX con la consiguiente defensa que dicha concepción implicaba de la idea de

oanida.d. No vamos a detenernos en las relaciones generales entre Menéndez Pelayo y Caro, para ello al trabajo de Enrique Zuleta Alvarez {1966) sobre Caro y la emancipación

neriicarta, el estudioso argentino destaca el importante papel cumplido por Menéndez Pelayo efectos de definir una idea de hispanidad a la que adhirieron muchos hispanoamericanos.

al respecto:

«Don Marcelino Menéndez Pelayo había publicado sus primeros trabajos sobre La ciencia española en 1876; Horacio en España, en 1877; la Historia de los heterodoxos españoles, en 1880-1882; la Historia de las ideas estéticas en España, en 1882-1891 y la Antología de poetas hispano-americanos, en 1893. ( ... ) Gigantesca tarea, cumplida en todos los aspectos de la cultura intelectual, llegó desde España a Hispanoamérica y aquí produjo una mutación notable, tanto en la remoción de prejuicios y en el adelanto del saber histórico y literario, como en el cambio de la actitud de los mejores espíritus hispanoamericanos.» (ZuletaAlvarez, 1966: 527).

Con lo cual se confirma lo que explicábamos en el apartado anterior, no es, con excepción la Antología de poetas hispanoamericanos, una sola obra de Marcelino Menéndez Pelayo que

particularmente o que presenta un proceso de recepción especial sino el conjunto de sus percibidos no tanto en cada uno de ellos sino como una totalidad tendiente a construir

ran historia de la literatura española y cada una de las literaturas nacionales de los países ísp¡moarnlfricailOS con las consiguientes diferencias entre quienes coinciden con la visión del íntamd•eri11c de considerar estas literaturas incluidas dentro del gran aparato de la hispanidad y

que entienden que desde allí debe reconstruirse la especificidad. Al decir de Rubiano Muñoz:

«La discusión sobre la herencia española y su importante influencia en Hispa­

noamérica se desenvolvió primordialmente en el terreno de la educación, pero alcanzó su máxima manifestación en los debates sobre el idioma» {2006: 121).

De ahí, sobre todo, las actividades de Caro como lingüista, como gramático y también su preonrpació·n por la filología clásica. En lo que atañe a su labor como lingüista su pieza más

""''""''n'" en este campo es el discurso pronunciado en la Academia Colombiana en 1881 uso en sus relaciones con el lenguaje>>, hecho que nos permite recordar que la Academia

'Collorrrbi<ma de la Lengua, primera de las correspondientes de la Real Academia Española, formalmente organizada en 1872 siendo Miguel Antonio Caro uno de sus doce funda·

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ce Obras completas de Menéndez

N o es el tema de estas líneas analizar en detalle el contenido de las relaciones epistolares entre ambos estudiosos. Sólo diremos aquí que la correspondencia ocupa variados temas intercambios de libros, opiniones acerca de literatura latínoamericana, íníormación de tra<iuocio,. nes latínas o comentarios sobre publicaciones. Si bien no puede definirse una influencia de la Historia de las ideas estéticas en la producción crítica de Caro, como sí podemos amcma¡r[o para el proyecto trunco de su obra Virgilio en España, espejo del Horacio en España, es eVJldeJliP que Miguel Caro en todo momento la percibió como la necesaria prínlera parte de una Historia de la literatura, siguiendo además los conceptos del propio Menéndez y Pelayo de la Advertencia Prelínlínar, confirmados también cuando en una carta sin fecha {probable de febrero de 1883) le ínforma a Caro:

«No ceso de reunir materiales y madurar ideas para la futura historia de nuestras letras. Servirá de introducción la historia de las ideas estéticas entre nosotros, cuyo prínler tomo (Antigüedad y Edad Media) tengo ya muy adelantadO>>.

En su respuesta Caro no solamente evidencia la coíncidencia entre los modos de construir las historias de la literatura de los dos estudiosos síno que preanuncia el gesto aglutínante de la mayoría de las múltiples literaturas de cada uno de los países latinoamericanos de fines del siglo XIX y de principios del xx que intentarán construir el canon de las literaturas nacionales y que verán en la Historia de las ideas estéticas el paso previo a cualquier historia literaria.

Además de manifestar su interés por la obra que Menéndez Pelayo le irá haciendo llegar, · Miguel Caro también entrará dentro de la categoría de los amigos americanos que le aportarán · materiales a don Marcelino para completar su Historia de las ideas estéticas, esto le escribe el6 de abril de 1883:

«No me ha dicho Usted si tiene el Nuevo Luciano de Quito. Creo que le convendría tomar nota de esta obra para su Historia de las ideas estéticas''·

Y así en la parte referida a la crítica en América puede incorporar no solo la información sobre esta obra sino también un opúsculo contra el Nuevo Luciano «del cual me comunica las siguientes noticias otro amigo mío americano, el eminente humanista D. Miguel Antonio Carm>. Y aquí nos permite introducir otra línea de lectura y de ínfluencia: la de aquellos que analizan el Nuevo Luciano y citan las reflexiones de Menéndez Pelayo al respecto.

Un ejemplo de ello, es el de Federico González Suárez, Director de la <<Sociedad Ecuatoria­na de Estudios Históricos» y editor en 1912, en Quito de los Escritos del doctor Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo, quien al editar el Nuevo Luciano responde en sus Observaciones a algunas cuestiones tratadas por Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de las ideas estétí­cas en España. González Suárez rectifica la fecha propuesta por Menéndez Pelayo para el Nuevo Luciano atrasándolo diez años y defiende la ínstrucción y la erudición de Espejo en sí misma, más allá de los métodos de enseñanza:

«El señor Menéndez y Pelayo confiesa que el método de estudios que regía en España a fines del siglo décimo octavo era defectuoso y asegura que el que regía en la misma

época en las colonias americanas era todavía más defectuoso que el de España: hace esta confesión y luego se contradice escribiendo, que la instrucción de Espejo era una prueba del buen método de enseñanza de las colonias. La verdad es que Espejo fue instruido y erudito no por el método de enseñanza que regía en la colonia, sino a pesar del método>>.

CCI

No le agrada del todo a González Suárez la adscripción religiosa que Menéndez Pelayo le idí1udi<:a a Espejo por lo que también la corrige:

<<Asegura también [MMP] que Espejo era aficionado a las ideas religiosas modernas: esto es falso. El señor Menéndez Pelayo no conocía de Espejo más que un solo capítulo de El Nuevo Luciano: todos los demás escritos no los había visto, ni siquiera las Primi­cias de la cultura de Quito. Espejo fue católico sincero y no confundió nunca las miserias humanas con la Iglesia católica en cuya santidad creía con fe sincera: amigo de la eman­cipación política de las colonias sí lo fue; pero ¿eso era acaso prueba de irreligión?>>.

Hay que añadir que la lectura de Federico González Suárez de la Historia de las ideas estéti­excede la cita y discusión del Nuevo Luciano dado que él mismo es autor de la Hermosura de

'si¡~<.¡aNaturaleza y ''entirrlieJ1to estético de ella publicado en 1907 que lleva un prólogo de Menéndez ,p;,,,n,,J""'n "luego otro sobre la hermosura literaria de la Biblia y en sintonía con la necesidad de es­,¡ aiibir historias nacionales de la que hablábamos más arriba, es también el autor de una Historia fci' r..-nPYal de la República del Ecuador en siete tomos.

En esta línea, aunque ya no en dependencia directa de la Historia de las ideas estéticas dos artículos alejados entre sí en el tiempo continúan mencionando la lectura de Menéndez Pelayo

, '''' "•'Nuevo Luciano, así Carlos Paladines Escudero (1991: 45) y sin citar qué texto de Menéndez está utilizando índica que «Entre marzo y julio de 1779, hizo irrupción la primera obra

de Eugenio Espejo, El Nuevo Luciano de Quito, «la más antigua obra de crítica compuesta en la América del Sur», a decir de Menéndez y Pelayo».

Por su parte Luis Hachim Lara (2003: 27) no acuerda con otorgarle a Espejo dicha primacía:

<<Espejo representa un momento importante en la constitución de las bases de este pensamiento. Su primera obra El nuevo Luciano de Quito, que claramente no sería <da más antigua obra de crítica literaria compuesta en América del S un> como pensó MMP, incorpora el momento de la implementación y práctica del proyecto de formación na­cional y autonomización de la cultura hispanoamericana>).

Recordemos que en la Historia de la Poesía Hispano-Americana, en el capítulo dedicado a Ecuador encontrarnos la misma descripción del Nuevo Luciano que en la Historia de las Ideas Estéticas, confirmando una vez más la estrecha dependencia entre las Ideas ... y las historias de la literatura.

Todo este rodeo sobre el Nuevo Luciano no intenta más que marcar el importante papel de Caro <<otro amigo americano» de Menéndez Pelayo y la línea de recepción y análisis que su recomendación para las ideas estéticas produce.

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CCII Obras completas de Menéndez

En la misma línea de Caro merece destacarse la figura de Antonio Gómez Restrepo

1947), discípulo de Menéndez Pelayo y oriundo también de Colombia quien se expresa en epistolario respecto de las Ideas Estéticas de este modo:

«Quiero manifestarle mi vivo deseo de que dé pronto a la estampa nuevos volúme­nes de la Historia de las ideas estéticas, libro que constituye una de mis predilectas lec­turas y del cual quisiera un torno nuevo por mes ¡Qué monumento tan grandioso será esa obra cuando esté terminada ¡y qué tesoro de enseñanzas encierra! Muchos eruditos pueden formarse con las migajas que caen de la mesa de Ud.» (18 de febrero de 1891).

Estas cartas manifiestan claramente el gesto de estos primeros receptores frente a la pelayana, mucho más cerca del elogio incondicional que de la lectura crítica, a grandes se podría decir que es ese el uno de los ejes de recepción que incluye a las Historia de las Estéticas, seguramente fuente de inspiración para Gómez Restrepo en lo que es su obra importante, la Historia de la literatura colombiana, recorriendo el epistolario podemos leer expectativa, en 1899 del crítico:

«Hace poco leí en algún periódico que Ud. preparaba un nuevo tomo de Las Ideas Estéticas, noticia que me llenó de complacencia y que desearía ver confirmada porque hace tiempo que estoy haciendo votos por la terminación de esa obra magistral, que es mi predilecta entre las suyas>>.

Gómez Restrepo pronuncia además el elogio fúnebre a la muerte de Menéndez frente a la Academia Colombiana y es autor en 1956 del <<Elogio de Menéndez Pelaym> en menaje que por el Centenario de su nacimiento se le tributa. Baldomero Sanín Cano ttc>ot·t>JJ

en un articulo llamado <<Menéndez Pelaym> nos brindará una visión radicalmente distinta de

homenajes de Gómez Restrepo a Menéndez Pelayo en 1912 dejando también clara su opinión respecto de la Historia de las ideas estéticas.

La correspondencia con Antonio Gómez Restrepo nos acerca a otro de los posibles de recepción de la obra pelayana: el deslumbramiento y el elogio frente a las obras recibidas desde España. Por otra parte la claridad en la intelección (tanto de estos primeros receptores como de los críticos posteriores) de que la Historia de las ideas estéticas constituye un paso en la construcción de las historias de las literaturas es una línea de lectura más que interesante.

El elogio pedagógico: Calixto Oyuela Otro de los que intercambian misivas con Menéndez Pelayo es el argentino Calixto Oyuela

(1857-1935), pedagogo amigo de don Marcelino, quien en un gesto similar al visto en las cartas anteriores le anuncia en 1885:

<<He leído con el más grande interés, con la mayor admiración su Historia de las ideas estéticas. Aseguro a Vd. que me maravilla su saber, el vigor y la claridad de su inteligencia que son de las que desesperan>'.

CCIII

Si bien no hay menciones directas en su obra a las Ideas estéticas, Calixto Oyuela es autor

uliver·so' estudios literarios que revelarían la influencia de su admirado maestro (tal como de su correspondencia) y posiblemente de la Historia de las ideas estéticas, libro que

si seguimos el epistolario con las reservas que el género «elogio>> implica, admiraría

«He leído con gran placer y no menor provecho los tomos que hasta ahora han salido a luz de sus Ideas Estéticas. Dichoso V. que puede llevar a término obras tan fun­damentales y de tan poderoso aliento como esa, destinadas a servir de faros luminosos a cuantos se dediquen a las letras y las artes en esta y en las generaciones venideras».

Los Estudios literarios, obra publicada en 1889, que agrupa artículos de diferentes carac­y de épocas anteriores (reflexiones sobre poetas, crónicas de espectáculos, opinion~s

resultados de juegos florales, etc.) entre las que hay uno que se denomma <<Apuntes Este­el que si bien no cita en ningún momento el libro de Menéndez Pelayo muchas de las

que expresa presentan una clara deuda con el text~ pelayano. Además, la escasa crítica q~e sobre este autor se encarga de resaltar su posicion claramente clasrcrsta y su convrccron la tradición hispánica es la puerta de entrada hacia esa tradición. Por su parte, Oyuela

escribe para sus discípulos intentando en sus escritos proponer, siguiendo los criterios

su generación <<los lineamientos curriculares fundacionales para la enseñanza de la litera­en la escuela media argentina>> (Cuesta: 2001). Dentro esos lineamientos queda clara su

iviruli<:accón de la cultura hispánica. Si bien, como decíamos antes no hay menciones directa ,¡a,fiistoria de las ideas Estéticas, resulta imprescindible mencionar su análisis sobre las poesías e M:eni'ndez Pelayo y su defensa del polígrafo frente a los ataques que produce su discurso de

a la Academia en 1880. Por otra parte es evidente la influencia de don Marcelino en la eguna;a t<ltu.uH de sus Elementos de teoría literaria tal como se lo manifiesta el estudioso argen-

«Espero llevar conmigo varios libros que están concluyéndose de imprimir. En uno de ellos he coleccionado algunos estudios y artículos sueltos. Otro es la segunda. edi­

ción de mi Teoría literaria, muy corregida y aumentada y ajustada en cuanto al plan, a sus indicaciones de Vd.'>>.

Un breve recorrido por los Elementos de Teoría literaria de Oyuela nos permite ver las <Jifer·en<:ias mencionadas por su autor en el plan del libro, sin embargo nada hay que refiera a

i;M>enénd>e> Pelayo como artífice o consejero de estos cambios. La edición de 1902 que cuenta con primera parte denominada Nociones Estéticas, contrariamente a lo que se podría esperar las

citas remiten a la Estética de Hegel y a la Estética de Mili. Por último, en la línea de las Historias y las Antologías de la literatura no debemos dejar de

men<:i011arque Oyuela es también autor de una Antología poética hispanoamericana, publicada 1917. En resumen en su no abundante producción puede vislumbrarse la labor de un crítico

.oute orm,, una posición institucional (pedagogo, profesor, hombre de letras) desde la que in ten-

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CCIV Obras completas de Menéndez

ta preservar cierta tradición hispánica, en retirada por esa época dentro del campo int,e!e<:tuail~ argentino, y es ahí donde le interesa afianzar su relación con Menéndez Pelayo desde el elogio, la admiración y hasta la copia.

José de la Riva Agüero Hay todo un grupo de cartas enviadas por Casimiro del Collado, Rafael de la Peña o José

María Roa Bárcena, que no vale la pena analizar puntualmente ya que funcionan todas del mis­mo modo: alaban la obra (y que refuerzan la idea del conocimiento y la circulación en determi­nados países de América de la Historia de las ideas como México o Cuba). Sin embargo sí consi­dero importante detenernos en la figura de Riva Agüero. Son cuatro las epístolas que cruzan los dos estudiosos, y ya han sido analizadas en profundidad (Varillas Montenegro: 2006), en dicho análisis queda claro que Riva Agüero toma a Menéndez Pelayo como su maestro, pero no duda

en exponerle sus diferencias. Puntualmente, en lo que concierne a la Historia de las ideas estéti­cas, Riva Agüero la menciona en su primera carta, datada en 1905. Junto con la misiva le envía su obra Carácter de la literatura del Perú Independiente, tesis que Riva Agüero presentó en San Marcos en 1905 para graduarse de Bachiller en Letras y le señala:

«He leído mucho sus obras; y en varios pasajes del folleto, advertirá Vd. la huella de sus ideas y hasta de sus propias palabras. Las que dedico al movimiento romántico, en el principio del capítulo IV, son como un eco de las que Vd. expone en el último tomo de la Historia de las ideas estéticas, capítulo III, sobre el romanticismo francés,>.

Una rápida lectura por el capítulo mencionado por RivaAgüero confirma lo expresado por el autor peruano en su carta, si bien no hay citas directas puede verse en el Carácter de la litera­tura del Perú independiente marcas de la influencia del estilo y de la metodología de la Historia de las ideas estéticas, sumado ello al contenido similar de apartado referido al romanticismo. Por otra parte es evidente que la crítica ve también en la obra posterior deRiva Agüero, por ejemplo

en su Historia del Perú elementos que remiten a la matriz de organización de la Historia de las ideas estéticas. Recordemos también que alrededor del momento de la publicación de la Historia de las ideas estéticas surgen en distintas universidades americanas cátedras relacionadas con la estética o con las historias de la literatura. Y tal es el caso de Perú, donde se encontraba uno de los maestros de Riva Agüero: Alejandro Deústua a quien se le confirió en la Facultad de Letras de la Universidad San Marcos las cátedras de Filosofía en 1869 y la adjunta de Literatura General y Estética en 1882. Dos años más tarde fue elegido como catedrático principal, recordemos que esta cátedra de Estética tenía como una de sus fuentes el libro de Marcelino Menéndez y Pelayo sobre la historia de las ideas estéticas.

Pedro Henríquez Ureña La última carta que me interesa analizar en esta introducción es una de Pedro Henríquez

Ureña, fechada el 15 defebrero de 1911 ya que en ella puede verse el último movimiento que me

ccv

marcar en la recepción de Menéndez Pelayo, el diálogo interpares de Caro, el elogio des­

de Calixto Oyuela, el esbozo de separación deRiva Agüero y el aprendizaje para luego hacia otros caminos teóricos y metodológicos propios de Henríquez Ureña y de otros

sus compañeros de ruta como, por ejemplo Alfonso Reyes. La relación entre Menéndez Pelayo y Henríquez Ureña tiene como punto de partida la

lndusiém por parte de don Marcelino de la madre de don Pedro: Salomé Ureña de Henríquez en a la Antología de poetas hispano-americanos. «No extrañará, por tanto, lo que digo: a

crítico, en nuestra lengua o en cualquier otra, he leído tanto como a Usted». Esto se lo en su primera carta del28 de abril de 1909,junto a la que le envía su libro Horas de Estudio.

M<ménd<ez Pelayo responde la misiva del dominicano el23 de noviembre de 1910 agradeciendo enviado y elogiando su labor, pese a -en una afirmación similar a la recibida por Riva

<A•üero- el sabio santanderino no puede:

«( ... ) aceptar todas las ideas filosóficas del libro, ni algunas de las apreciaciones li­terarias, pero me complazco en reconocer que todo ello está sinceramente pensado y sobriamente escrito, con una gravedad y decoro que se echan muy de menos en la actual generación literaria>>.

Pedro Henríquez Ureña también le ha enviado sus estudios sobre versificación, que desem­fh<¡carán luego en El verso endecasüabo. Interesante movimiento que se produce entre aquellos

f''american<" que no pueden, sobre todo por edad, mantener una relación de paridad con Menén­Pelayo y que le envían a don Marcelino sus escritos, reciben sus críticas y luego elaboran sus

vías de estudios. Henríquez Ureña responde el!5 de febrero de 1911 a Menéndez Pelayo corrfirmamd.o su influencia entre los jóvenes estudiosos de este lado del océano:

«Puedo asegurar a Usted, señor, que aquí se ama y se admira su labor y que por ella más que por otra ninguna, se ha vuelto a comprender la significación de la literatura

española. Esa labor la aman y admiran sobre todo Jos jóvenes a pesar de la irreflexión y la intemperancia que se atribuye siempre a la juventud en nuestros países de América. Yo sé que la juventud de México conoce, mejor que los viejos, sin excluir la generalidad de los académicos la obra de usted».

La amigable relación entre Henríquez Ureña y Menéndez Pelayo es explicada de este modo por Enrique ZuletaÁ!varez (1998: 872):

«La importancia que tenía entonces en el orbe hispánico Menéndez y Pelayo, explica que el joven Henríquez Ureña diera con ella al iniciar su formación intelectual. Pero el hecho más significativo, y así lo señaló repetidas veces el dominicano, fue que Jvlenéndez

y Pelayo hizo justicia a la representación de Santo Domingo en la historia cultural ame­ricana. ( ... )Henríquez Ureña admiró a Menéndez Pelayo: elogió su esfuerzo ciclópeo de historiador, literato, filósofo y erudito, su objetividad, su criterio razonable y justo y llegó a compartir fervientemente los valores que integraban esta versión de la cultura hispánica».

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CCVI

Sin embargo, en algún momento de su carrera se produce en Henríquez Ureña el que le permite mirar la obra de Menéndez Pelayo con cierta madurez crítica que muestra nueva actitud, que será seguida por otros intelectuales americanos contemporáneos de don dro. Dicha actitud está explicada de este modo por Enrique Zuleta Álvarez (en Henríquez

ed.1998: 408):

«Esta admiración grande y entusiasta no impidió a su severo criterio de justicia, observar ciertas flaquezas que advertía en las obras del gran humanista español. Lo había asimilado pero aspiraba a proyectar su propia visión de las ideas y las letras».

Claro ejemplo de ello es su trabajo leído en el Ateneo de México el26 de abril en 1912, ij ..

tulado <<La Inglaterra de Menéndez y Pelayo>>. Allí el crítico repasa y remarca las ausencias Historia de las ideas estéticas en Inglaterra. Dicho trabajo resulta fundamental para nuestro

lisis por varias razones. La primera de ellas porque confirma la argumentación sobre la ·•n•••vu

entre Henríquez Ureña y Menéndez Pelayo que estarnos tratando de delimitar en estas Relación de respeto pero también de crítica, no crítica demoledora sino crítica cmnp·lerneiltaJria Es imprescindible a tal efecto la nota aclaratoria que Henríquez Ureña coloca con ocasión de

publicación de dicho trabajo en 1914:

<<Este trabajo fue leído en el Ateneo de México en sesión del26 de abril de este año

de 1912. Poco después el18 de mayo moría D. Marcelino. He preferido que el trabajo, al publicarse conserve la forma con que fue dado a conocer al público del Ateneo y sólo conmigo extraordinariamente bondadoso, sino también de modestísimo auxilio a la labor de quien, como él, sabía utilizar aun las de los más oscuros obreros'' (Henríquez Ureña, ed. 1998: 86).

La segunda de las razones tiene que ver con los juicios personales de Henríquez Urefia ·

acerca de la Historia de las Ideas Estéticas. Para don Pedro:

«Al mencionar esta obra no puedo menos que declarar que la pongo sobre mi ca­beza. Es quizás la que prefiero entre todas las de su autor. La amplitud del programa que se propuso, la amplitud aún mayor con que lo realizó nos dan junto con la historia de las ideas estéticas españolas, la estima superior a cualquier otra en lo tocante a la evolución del platonismo durante la Edad Media y el Renacimiento e insustituible en

la exposición de la estética francesa contemporánea. Dentro de esos admirables tres volúmenes, la única porción un tanto débil es la que se refiere a Inglaterra>> (id.: 70).

Pero luego también explica las que son para él las razones de esta posible <<debilidad>> sintonía con la actitud que viene demostrando frente al santanderino, lo que además pe1uw"

ver el concepto de tradición literaria, estética y de crítica literaria que hay detrás de la lectura de Henríquez Ureña y su concepción de una suerte de República de las letras que necesita método de la crítica alemana pero en el que no tiene demasiado que hacer la literatura inglesa:

CCVII

«D. Marcelino Menéndez y Pelayo, único e incomparable en la erudición española, profundo en erudición clásica y medieval, ha añadido a este inmenso saber el extensí­simo de las literaturas italiana y francesa, indispensables para la perfecta explicación de los fenómenos de la española; y ha sido también excelente germanista, porque la erudición alemana, necesaria en todo orden, lo es también para la historia de las letras hispanas. Pero Inglaterra no está ni en el uno ni en el otro casi. El Sr. Menéndez y Pelayo no se ha visto, pues, obligado al comercio diario de la literatura inglesa» (id.: 85).

Henríquez Ureña deja claro además en esta cita que metodológicamente lejos está de Me­Pelayo y adelanta tal vez lo que será su acercamiento a la nueva estilística.

Para reforzar la importancia de esta conferencia en la relación Henríquez Urefia-Menén­Pelayo son esclarecedoras las reflexiones de Emilia de Zuleta quien indica que <<con un

¡Sonabr·oso conocimiento de la literatura inglesa, revisa los aciertos y desaciertos contenidos la Historia de las ideas estéticas. Su disertación se abre con un homenaje a don Marcelino,

se declara "admirador devoto" y se cierra con un juicio global sobre aquella obra "la historia de la estética" y una de las obras más indiscutibles y más definitivas de la crítica

¡j¡ro¡Jea>> (id.: 858). El crítico dominicano vuelve a la Historia de las ideas estéticas en su ensayo sobre Góngora

, ref,erirse a la caracterización del poeta como ángel de luz y ángel de las tinieblas:

•<Menéndez Pelayo -que por desgracia nunca llegó a revisar íntegramente sus opi­niones sobre el arte culterano, aunque dejó buenas observaciones en su Historia de las ideas estéticas- al formar su colección de Las cien mejores poesías castellanas sólo incluyó composiciones de Góngora -cinco- en versos cortos¡' (id.: 202).

Posición similar a la esgrimida por Dámaso Alonso en Las palinodias de don Marcelino onc!e tantb11én marca la importancia de la brusca interrupción de la obra pelayana como causa

su mala interpretación de la poética gongorina. Algo parecido expresa también Henríquez

en su interpretación de la totalidad de la obra de Menéndez Pelayo al afirmar que <<a pesar que el colosal panorama quedó trunco, podría organizarse una historia de la literatura espa­

textos de Menéndez y Pelayo. Sobre muchos autores sólo se encontrarían observaciones

"u'"""'' pero sintéticas y rotundas (id., 247). La lectura de las cartas de Pedro Henríquez Ureña y un brevísimo recorrido por los lugares

su producción crítica en los que nos hemos detenido confirman entonces esta nueva relación se instaura entre los estudiosos americanos y el polígrafo. Esta independencia futura que

:peicunent:ará Henríquez Ureña con respecto a don Marcelino se corresponde con su definición independencia intelectual de Iberoarnérica, visible para Henríquez Ureña en la obra de An­

·'" '""'"·Otro representante de este grupo será el mexicano Alfonso Reyes de quien Henríquez le escribe a Menéndez Pelayo:

<<En estos días le hemos enviado un folleto de Conferencias del Ateneo de la Juven­tud, con dedicatoria firmada por los seis autores de las disertaciones que allí se con-

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CCVIII

tienen. Antes había enviado a Usted su libro de versos, Puestas de sol, mi ya citado compañero Urbina. Dentro de pocas semanas enviará a V un libro Cuestiones estéticas, el escritor más joven y, -a mi juicio-, de más porvenir en México: Alfonso Reyes. En él se advierte, de manera evidentísima, la influencia de V. Figurará en ese libro un estudio sobre La estética de Góngora ... ii

Teorías estéticas y literarias

El Ateneo de México. Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Antonio Caso Amigo de Pedro Henríquez Ureña, Emilia de Zuleta (2002: 69) divide la trayectoria vital e

intelectual del intelectual mexicano en cuatro etapas. Así, para la crítica argentina en la primera

de esas etapas, que ubica entre 1906 y 1913, en México: <<Había nacido en Monterrey, en 1889, y allí hizo sus primeros estudios y recibió su primera influencia capital, la de Marcelino Menéndez

Pelayo». Alfonso Reyes cita en varias ocasiones a Menéndez Pelayo. En sus Cuestiones Estéticas,

aquel libro cuyo envío le anunciaba Henríquez Ureña, en su artículo dedicado a Góngora: Sobre la estética de Góngora, cita las consideraciones de Menéndez Pelayo sobre el conceptismo y el

culteranismo. Citando juicios de Menéndez Pelayo sobre escritores poco tratados o entendidos por la crl- ·

tica, la Historia de las ideas estéticas también es mencionada por Alfonso Reyes en sus estudios

sobre Gracián. Allí indica:

<<Los eruditos del siglo xrx no lo ignoraban (Quintana lo había considerado con inexplicable desdén), pero no sabían hasta qué punto admirarlo. Menéndez y Pelayo le reconoció todo su valor en la Historia de las ideas estéticas.» (Reyes, ed 1957: 145).

Además de citarlo por sus contenidos, es bien interesante la figura que construye Alfonso Reyes del erudito santanderino al ampliar las reflexiones sobre el poeta cordobés en sus Cues­tiones gongorinas intenta redefinir la posición de Menéndez Pelayo frente a Góngora señalando:

«Menéndez Pelayo al revisar los problemas fundamentales de la literatura española expone en la Historia de las ideas estéticas, como desde arriba y a su grandiosa manera la controversia del gongorismo, los caracteres de esa tendencia, los puntos de donde partieron los ataques contra Góngora, la diferencia entre el gongorismo y el conceptis­mo y, finalmente, el valor de la poesía de Góngora. A cuyos encantos que se le revelan como ahogados entre los errores del sistema supo MMP ceder con cierta generosidad hasta donde se lo consentían sus tradiciones y sus experiencias intelectuales,; (Reyes, ed. 1958: 84).

Y otra vez se percibe aquí la idea del límite que Menéndez Pelayo no puede cruzar sobre todo por cuestiones cronológicas y epocales, razones que permiten ambas que sus sucesores sí

CCIX

;ilu<,dan hae<Tlo. es decir continuar su trayectoria crítica por caminos absolutamente distintos. Se también aquí lo que Alfonso Reyes dirá de manera clara en la tercera hipótesis que cans­

en el ensayo <<Reconciliación de Menéndez Pelayo», su respuesta al artículo de Guillermo

Torre sobre <<Menéndez Pelayo y las dos Españas»:

«Las circunstancias suelen estorbar o disimular los desarrollos individuales. Bien quisiera don Marcelino ser todavía más generoso; pero quiere la fatalidad que el mo­mento histórico le atraviese una verdadera valla. ( ... ) Hay, pues, una niebla de época que contribuye a impedirnos la visión clara» (Reyes, ed. 1959:408-409).

Coincidiendo con su desplazamiento a Europa vendrá, al decir de Zuleta: <<después de entusiasmo juvenil, vendrá el afán de independencia y de diferenciación. Hacia 1914, su

amigo, Pedro Henríquez Ureña, lo tranquiliza en este aspecto: "Tu estilo no es hoy maree­Tú eres de las pocas personas que escriben el castellano con soltura inglesa o francesa;

de los pocos que saben hacer ensayo y fantasía"». Vuelve Alfonso Reyes al Menéndez Pelayo de la Historia de las ideas estéticas en su pro­acerca de la historia de la crítica literaria, relativamente cercano en su matriz estructural

del santanderino. De este modo aparecen algunas referencias a afirmaciones de Menéndez extraídas de su introducción sobre las ideas estéticas de griegos y romanos, pero más que

abundantes citas que pueden identificarse resulta importante los métodos de construcción La crítica en la edad ateniense. Este libro publicado en 1941 confirma el interés de Alfonso

por los estudios clásicos, del mismo modo que las figuras que vinimos analizando hasta en consonancia con las ideas de Menéndez Pela yo. Por otra parte muestra de qué manera

~01mgunmdo una historia de la crítica se llega también a construir una teoría de la literatura, :mc•virniento similar al que queda inconcluso en la Historia de las Ideas Estéticas. Dice, al respecto

de Zuleta (2002: 77):

«En La crítica en la Edad Ateniense, figura una nueva definición de la críti­ca: de los hechos, se ocupa la Historia de la literatura; de su definición por esque­

ma y espectro, la Teoría de la literatura; y de sus reglas, la Preceptiva. Los dos po­los del eje crítico son el impresionismo y el juicio. Es impresionismo la crítica artística provocada por la creación; y es juicio la corona del criterio, alta direc­ción del espíritu que integra la obra dentro de la compleja unidad de la cultu­ra. En el centro del eje crítico, está la exegética, llamada Ciencia de la Literatura. El libro contiene un estudio detallado de la crítica griega y de sus aportes. A Aristó­fanes, se le debe el primer juicio literario sobre obras determinadas; y a Aristóteles, la fundación de la teoría literaria, que es el estudio de la fenomenografía literaria o estudio fenomenográfico de los rasgos generales».

El mexicano José Vasconcelos que participó junto con Alfonso Reyes y Pedro Henríquez y Antonio Caso del <<Ateneo de la juventud» recuerda de este modo en su Ulises criollo

2000: 312) su lectura de la Historia de las ideas Estéticas:

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ccx Obras completas de Mtenénd,,z p,,¡..,

«Mis colegas se dejaban llevar de la afición erudita. Y menos malo que la eru­dición de entonces estuvo dominada por la figura grande de Menéndez y Pela­yo. Todos releíamos su Historia de las Ideas Estéticas y los Heterodoxos. Aun no llegaba por América el contagio de los estudios detallistas y formales, gongo­rismos y prosa de filólogos que tropiezan con la sintaxis. Manejábamos ideas preocupándonos de la esencia del pensamiento, más que de la prosa de su atavío. Pero la mayor parte del día la pasaba en la Biblioteca del Congreso. Bajo la bóveda del gran salón de lectura, el tiempo transcurre sereno. Pronto localicé mis Enneadas en la misma edición Bouillet, que consultaba en la Biblioteca Nacional de México.( ... ) Con la avidez del apetito contenido, recorría las páginas de aquella sabiduría remota. Todo lo que cita Menéndez Pelayo en su Historia de las Ideas Estéticas, todo lo que mencio­na Vacherot, estaba por fin a mi alcance y lo revisaba con avidez,,.

En su autoreconocimiento como intelectual hispanoamericano Vasconcelos privilegia la lectura de la Hrstona de los Heterodoxos pero vemos cómo también deja clara su lectura de la Historia de las ideas estéticas lo que además de en el Ulises criollo podemos comprobar en su Conferencia leída el26 de julio de 1916 en la Universidad de San Marcos de Lima «El movimiento intelectual contemporáneo de México>> indica:

«Como obras didácticas consultadas en la época deben citarse las historias de Me­néndez Pelayo y de Benedeto Croce; también la de Hegel, aun cuando este filósofo

nunca alcanzó entre nosotros la aceptación general acordada a su rival Schopenhauen>.

Antonio Caso, quien en 1925 pnblica sus Principios de Estética es también uno de los inte­grantes del Ateneo de la Juventud de México. No es azaroso que traigamos estos tres intelectuales (Reyes, Vasconcelos y Caso) quienes, del mismo modo que Henríquez Ureña, reconocen en snfor­mación temprana la influencia de la Historia de las ideas estéticas y en un segundo momento, que coincide con el momento de búsqueda de la especificidad iberoamericana se distancien de estas influencias. Y no es azaroso ya que todos ellos son posteriormente estudiados, por ejemplo, por Gaos como ejemplos del «pensamiento hispanoamericano contemporáneo es un pensamiento característico estético, en nna segunda acepción mny propia del término, por sus temas estéticos: en primer lugar y mayor volumen, de crítica literaria y arte, de estética concreta aplicada, pero también de ideas estéticas, de doctrina estética general, pura, incluso de visiones del mundo, de sistemas filosóficos de inspiración y cultura estética>> ( apud. Rojas Gómez, 2003: 14).

Tratadistas de la estética que, en algún momento de su trayectoria crítica fueron lectores de la Historia de las ideas estéticas, tal como ellos mismos lo reconocen, tratadistas de la esté­tica que intentan construyendo sus propias teorías estéticas proponen la reflexión de si no es en esa sobrevaloración de la estética en donde pudiera buscarse la especificidad de la cultura latinoamericana. Reflexiones que valen para cualquiera de ellos; Pedro Henríquez Ureña, por caso, debate sobre cuestiones como el criollismo, la relación con lo español o el indigenismo no como temas a estudiar formalmente sino como núcleos culturales relacionados con todo tipo de discursos. Al decir de Beatriz Sarlo (1985:14):

~<El crítico se resiste a pensar la literatura fuera del espacio donde se producen y cir­culan los materiales ideológicos y la lengua con los cnales ésta trabaja. Pero, al mismo tiempo, el espíritu filosófico que anima a esta empresa persigue la imagen de totalidad y encuentra razones y orígenes globales en todos los fenómenos de discurso y las prác­

ticas estéticas>>.

Ricardo Rojas

CCXI

Ningún autor más adecnado para pensar este crnce entre estética e historiografía literaria el argentino Ricardo Rojas, definido tradicionalmente como <<discípnlm> de Menéndez Pe­pese a que él mismo dice no deberle nada al autor de la Historia de las ideas estéticas. Rojas

al igual qne algunos de los intelectuales revisados hasta aquí una Historia de la literatura

¡entin:a, r•rirnera historia literaria monumental escrita bajo la idea propugnada por don Mar­para la literatura española de la unidad peninsular y de la existencia de un estilo español.

esa dirección Rojas señala en el prólogo que ha armado un «sistema crítico para estudiar la !teramra argentina como una función de la sociedad argentina>>. En la matriz que snbyace bajo !l m:ov<,ctc de Rojas queda clara la presencia del proyecto pelayano para la historiografía litera­

como ya sabemos abrevan elementos propios de la historiografía literaria de la crítica 'omáotica. Para Rojas la literatura funciona así como un documento que permite comprender

alma de la nación>>. Al concluir la Historia de la literatura Argentina aparece, en 1921 su

om¡p1ermemo Eurindia, que Rojas subtitula «Ensayo de estética sobre las culturas americanas>>. que Rojas ha realizado el movimiento inverso al de don Marcelino, primero la Historia de

literatura y luego las ideas estéticas. En Eurindia el crítico argentino ve «el nombre de un mito por Europa y las Indias, pero que ya no es de las Indias ni de Europa, aunque está hecho

dos>>. Si en su Historia de la Literatura argentina Rojas intenta definir algo así como una · · en Eurindia constrnye una nnidad cultnral más amplia, Eurindia debería

"""~'"' un arte basado en una cultura nacional qne no se afiance ni «en la barbarie>> gaucha · la barbarie cosmopolita>> y para el lugar de Argentina en Enrindia funcionará la siguiente

«Las etnologías ocultistas han empleado la voz «Eurasia>> para designar la migra­ción de los hombres y las culturas del Asia errando pasaron a Europa, generando una cosa nueva, que ya no era la del continente originario ni la del continente de adapta­ción en su ser primitivo. El órgano más fecundo de esa creación eurasiana fue sin duda Grecia durante varios siglos, y puesto que el fenómeno de migración intercontinental repítese ahora entre Europa y las Indias occidentales, <~Eurindia>> es el nombre de este nuevo misterio etnográfico, y la Argentina es sin duda el órgano más fecundo de esa creación>> (Rojas, ed.l946: 12).

La Argentina ocuparía, para Rojas, el mismo lugar que la Grecia antigua, como rasgo de '~< U1oa continuidad con la que se quiere quebrar pero cuyo eco continúa vigente, reconoce sin

>:;j<)<:mt>ar¡<o que <<en el nnevo ambiente geográfico las puras especies de helenismo y latinidad

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CCXII Obras completas de Menéndez

se debilitaron ... » Los antecedentes de la cultura americana deberán buscarse entonces Rojas, por otros carriles. Sin embargo la conciencia de la continuidad es la misma de la ' · ria de las ideas estéticas. Rojas elabora en Eurindia un esquema propio de escuelas siguiendo la nomenclatura de su Historia de la literatura argentina, al valor estético del

claramente verificable en la Historia de las ideas estéticas, Rojas le añade la función yv•u><ca ¡:n;

la nacionalidad, más característico de otras obras de MMP. Rojas organiza las ideas estéticas Eurindia desde una perspectiva fuertemente simbólica -en lo que tal vez sea el gesto lo aleja de Menéndez Pelayo- para ir viendo estas expresiones eurindianas en las manifestaciones artísticas. De este modo en sus páginas tienen cabida la danza, la ""'oua, la arquitectura, la escultura, la pintura y la poesía. Una vez que recorre todas estas disciplinas jas aboga por una nueva estética que permitirá acelerar la autonomía de las culturas reg;iortales

y de la americana.

«La escuela nueva ha de constituirse en torno de esa conciencia no para la variedad que son las escuelas filosóficas, literarias o artísticas, sino para que ella sirva de núcleo iniciado, a fin de que la conciencia americana organice por sí misma su cultura, y a fin de que el arte americano se emancipe según los caracteres genuinos de su tierra, su raza y su tradición, resumidas en un ideal autonómicO>> (id. 250).

Todo cambio futuro provendrá para Rojas de esta conciencia estética, elaborada y e:stutdía<

da como una serie de «continuidades de la tradición», ~mnidad de la cultura» y «correlación símbolos», todo ello delimita además <<Una cierta unidad orgánica entre el territorio, la tradición y la cultura>> (248). Creo que queda claro que, si bien no hay en Eurindia ninguna directa a Menéndez Pelayo, es impensable que el escritor argentino no haya tenido presente modelo de las Ideas estéticas en esta suerte de construcción de una historia de la nueva <><<Ul:a

que propone la fórmula de la cultura eurindiana. También en esta linea de lecturas estéticas como modo de construir diferentes totalidades y

esencias podemos ubicar al uruguayo José Enrique Rodó. Si bien los nexos directos que podemos marcar entre Rodó y Menéndez Pelayo tiene que ver con su ensayo «Menéndez Pelayo y nuestros poetas>> en donde Rodó enumera una serie de condiciones para escribir una antología y no coin­

cide con la no inclusión del poeta uruguayo Juan Carlos Gómez, el reconocimiento de MMP como quien supo <<estrechar los lazos de fraternidad intelectual de España y América>> y el posiciona· miento de sus juicios como un pensador estético hacen ineludible su mención en estas lineas.

Abelardo Bonilla En 1956, con motivo del centenario de Menéndez Pelayo, la Universidad de Costa Rica

ofrece una serie de conferencias que, al año siguiente, serán publicadas en un Número especial de homenaje de la Revista de la Universidad. De dicha publicación me interesa destacar la pri· mera de las colaboraciones, la de Abelardo Bonilla, intelectual, filósofo y político costarricense, titulada <<Don Marcelino Menéndez y Pelayo y sus ideas estéticas>>. El artículo es un análisis de la

Historia de las ideas estéticas bajo el siguiente axioma propuesto por su autor:

CCXIII

«Don Marcelino fue esencialmente un esteta y creo que el estudio de cualquiera de los aspectos de su obra requiere un conocimiento previo de las ideas estéticas que en

ella dominan hasta convertirse en densa atmósfera>> (1957: 7).

El artículo en cuestión evidencia una de las lecturas más completas que hemos encontrado

la Historia de las ideas estéticas como podemos ver en la siguiente cita:

í<Destacamos por su importancia, la lectura y asimilación de millares de textos en varias lenguas incluyendo las clásicas siempre de primera mano y con rectificaciones valiosas de traducciones extranjeras que se tenían por definitivas; los estudios sobre autores desconocidos u olvidados que Don Marcelino revaloriza; los estudios sobre pen­

sadores hispanoárabes e hispanojudíos de la Edad Media que eran casi totalmente des­

conocidos del gran público ( ... ) La Historia de las Ideas Estéticas como toda la obra de

don Marcelino incluyendo los ensayos poéticos nos revela esa lucha entre el clásico y el místico que explica sus incomprensiones de lo barroco y sobre todo de Góngora y de sus juegos formales; que nos explica su fervor por Fray Luis y su desdén por el positivismo

de su tiempo vital» (id.: 11-12).

Pero además el propio sistema filosófico de Abelardo Bonilla está sustentado sobre las ba­

de la estética, tal como lo indica Constantino Láscaris (1962: 122-123):

<<This attitude is brilliantly upheld by A. Bonilla. "Do beauty and truth coincide? Y es,

as soon as aesthetical perception reveals the immediate truth ofbeing ... They coincide,

again, as soon as poetry reveals to us the deep !ayer of being and of our existence ...

They coincide, finally, as soon as truth and beauty manifest themselves, to begin with,

through sensibility, to resolve themselves, ultimately into forms".A. Bonillás character

as devoteé of the aesthetic values comes also to light in his study on Menendez Pelayo

15 and rightfully one rnight apply to him the following word>>.

Y las palabras que pone como ejemplo son las del párrafo con las que abríamos este apar­

:iJr¡::ta<lo en donde Abelardo Bonilla propone el predominio de la teoría estética por sobre cualquier

c;::zntra metodología de acercamiento a la obra del santanderino.

decíamos al principio de estas páginas no abundan los artículos o libros en los que se

referencia a la Historia de las ideas estéticas. Además de los grandes nombres que hemos

rec:on·inn hasta aquí existe toda una serie de estudios que mencionan la Historia de las ideas es­téticas con diferentes fines. Estos trabajos no pueden ser encasillados en los ejemplos anteriores

tanto sus autores citan la Historia de las ideas estéticas ya sea como un fin en sí mismo, como

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CCXIV

término de análisis del problema que están analizando o a partir del aprovechamiento de de sus contenidos. Intentaré una selección que permita ejemplificar este panorama.

Leopoldo Marechal En 1943 Leopoldo Marechal ofrece una conferencia titulada <<Recuerdo y meditación

BerceO>>, en ella el escritor argentino afirma que:

«Para mayor inteligencia de lo que sigue, ahora diré que mi segunda experiencia de Berceo había coincidido con mi primera de Menéndez y Pelayo. Los nueve tomos de su Historia de las ideas estéticas en España y un volumen con los Milagros de Nuestra Señora constituían el solo bagaje literario que llevé a Paris».

La Historia de las ideas estéticas ayuda, así, a la consecución del pensamiento hlc>Sól]co marechaliano, «en las páginas de Menéndez Pelayo dí entonces con la raíz de mis m<lUi•etudes," hallé la causa de mis errores y presentí las eternas escapatorias del arte y sus infalibles retorrws:>, sirve como instrumento metodológico para la lectura de otros autores, pero además también da aquí el caso que en sus contenidos Marechal puede encontrar nuevos materiales. Recordemos también que en 193 7 el centro de estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Buenos Aires organiza un Homenaje por los veinticinco años del fallecimiento de M<,néndez Pelayo del cual participa Marechal con un trabajo sobre «Las ideas estéticas de Santo Tomás

Aquinm>. Graciela Maturo {1999: 42) al rastrear la tradición filosófica del escritor señala que «San

Isidoro de Sevilla, descubierto a través de la Historia de las Ideas Estéticas en España de Menén· dez y Pelayo lo ha conducido a Dionisia, San Agustín y Platón y con ellos a una amplia tradición>>,

Toda esta tradición filosófica confluirá en los postulados estéticos que dominan la obra defic· ción de Leopoldo Marechal que pueden resmnirse en tres o cuatro ejes cercanos a la Historia de las ideas estéticas: universo platónico, la interpretación de la Biblia a partir de sus significados proféti­cos, la armonía como criterio principal y la construcción de su propio arte en una linea as,:enden1te,'

Arturo Berenguer Carisomo y Ángel Battistessa Estos dos profesores argentinos también revelan la lectura de la Historia de las Ideas Esté­

ticas en provecho de trabajos de crítica literaria. En el caso de Berenguer Carisomo, además de la

serie de estudios y de conferencias en los que menciona a Menéndez Pelayo, es autor de Las ideas estéticas en el teatro argentino. Historia del teatro argentino que parte de la premisa de que para valorar la obra teatral no es suficiente solo conocerla sino que hay que considerar sus relaciones con el «ambiente intelectual» que la ha producido. En otra deuda con Menéndez Pelayo, Berenguer · Carisomo entiende, también a la manera de Rícardo Rojas, que solo de los elementos tradicionales provendrán las esencias de un teatro nacional que, para el momento de esta obra {1948), aún no se ha manifestado. Recordemos también que Arturo Berenguer Carisomo es autor de un articulo en el Boletin de la Biblioteca Menéndez Pelayo, en 1948 denominado «La Argentina literaria que

ccxv

,JI1¡enénd<ez Pelayo» referido especialmente a la parte argentina de los capítulos de la Historia de hispanoamericana; en dicho artículo Berenguer Carisomo no menciona la Historia de las

tsestél~ica<s p·ero llama a Menéndez Pelayo <<maestro» en varias oportunidades. Ángel Battistessa por su parte también cita profusamente a don Marcelino. Me interesa

el análisis que lleva adelante sobre el siglo xvm , llamado «Menéndez Pelayo y el Siglo español», allí repasando las consideraciones de las diferentes historias literarias sobre el

XV1II (Gil de Zárate,Amador de los Ríos, Ticknor) se detiene en Menéndez Pelayo de quien para analizar esta época la Historia de los Heterodoxos españoles y su Historia de las

Estéticas en España, estableciendo tal vez sin quererlo cierta oposición entre las dos obras reforzarán otras miradas críticas.

En idéntico sentido se expresará, por ejemplo, en 1986 Rafael Gutierrez Girardot en su <<Revisión de la historiografía literaria latinoamericana» donde señala que <<Las Historias

Gervinus y de Sanctis -Francia no tiene nada semejante- pensaban en la unidad de sus con propósito de afirmación presente y de perspectiva futura». Menéndez y Pelayo el presente y soñaba en el pasado. Y cada uno de sus «discípulos>> latinoamericanos

su óptica miope (no precisamente la de su Historia de las ideas estéticas en España). Volviendo a Battistessa {1943: 143) la diferencia en la mirada sobre el siglo xvm que per­

las Ideas Estéticas tendría que ver con que:

«En esta obra, ya un tanto desentendido de aquellas preocupaciones polémicas [de los Heterodoxos] logra Menéndez Pelayo unos acentos críticos menos resueltos pero más ; a través de sus páginas, en las que por el carácter de los temas estudiados la ceñida y admirable ortodoxia del autor no siempre se muestra en guardia como en la Historia de los Heterodoxos, aunque a vuelta de distingos, atenuaciones y reparos, la visión del siglo xvrn español no deja de proponérsenos con gran acopio de rasgos valiosos y a veces hasta originales''.

Lo interesante de este ensayo de Battistessa es que, al analizar el panorama sobre el siglo nos da la respuesta a la escasa recepción de la Historia de las Ideas Estéticas que hemos

comprobar en la realización de esta introducción. Dice:

«Si no pareciera prudente usar de cierta parquedad en el trasiego de referencias y cotejos, muchos otros asertos de este tipo y por tanto igualmente probatorios, podrían entresacarse de esos trabajos del maestro santanderino. Por desgracia, más que las

consideraciones matizadas y algunas veces encomiásticas de la Historia de las ideas

estéticas o del citado ensayo sobre historia de la cultura española, y para mayor desven­taja casi siempre de un modo indirecto y como de segunda mano, hasta los manuales ~ya se ha dicho que con alguna excepción- sólo ha descendido, escueto y frecuente­

mente tergiversado el eco polémico de los Heterodoxos» (id.:l45).

He aquí las directrices de la recepción que han experimentado las Ideas Estéticas por estas Menéndez Pelayo ha tenido siempre una recepción, por sobre todo ideológica y para esa

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CCXVI

recepción siempre fue mucho más importante el autor de los Heterodoxos, que el de obras

las Ideas Estéticas que no permite forzar determinado tipo de lecturas.

Emilia de Zuleta Autora de artículos y de libros acerca de la literatura y la crítica españolas contem¡Jorán1ealc

es tal vez la estudiosa hispanoamericana que más de cerca ha seguido la producción crítica Marcelino Menéndez y Pelayo. En el capítulo de su libro sobre Historia de la crítica esp,,ñ0¡·~

contemporánea dedicado al estudioso al que ubica como creador de la crítica española mc>de1rnaó recorre las páginas de la Historia de las ideas estéticas para delimitar el concepto de crítica estética presente en la obra del santanderino. En relación con el primero opina que:

~<Se trata, pues de una idea de la crítica donde se equilibran armoniosamente la utilización de datos de procedencia experimental, el conocimiento de principios for­males, anteriores a la obra misma y la intuición, como punto de partida y como motor en un auténtico proceso de recreacióm>.

En su análísis acerca de la estética parte de la idea de que para don Marcelino «el arte el reflejo de la verdad ideal o mejor aún la unión tan estrecha como sea posible entre la idea la forma>>. Así la misión del critico parece regirse más bien por el principio de juzgar a la según su propia ley interna que deberá determinar a través del análisis no solo de la obra rna sino en el ambiente intelectual y filosófico que la ha originado y además encuentra a1gun<JS rasgos, tanto en la Historia de las Ideas como en la Defensa del Programa de Literatw·a l?sp,1ño•la,. que anticiparían la moderna estilística. El recorrido que plantea Emilia de Zuleta coroie¡¡za por Menéndez Pelayo y continúa a partir de allí por otros hitos de la crítica literaria es¡>añola.

Lamentablemente su análisis no se extiende ni a América hispana ni a Argentina, sin emLbaJrgo podemos encontrar en algunos de sus trabajos ecos que nos remiten a la labor pelayana.

El Nuevo Luciano Así corno la recomendación de incluir el Nuevo Luciano o despertador de los ingenios pro·

viene de Miguel Caro, del mismo modo los historiadores de las ideas estéticas remiten a la Historia de las ideas estéticas para fijar los orígenes de la disciplina en Latinoamérica. A los artículos citados en el apartado correspondiente de Hachirn Lara o de Paladines Escudero, debernos el de Miguel Rojas Gómez acerca de Lo estético en el contexto de las ideas en América Rojas Górnez acuerda con la teoría de una «independencia espiritual>> de la América Hispano Por· tuguesa coincidente con la independencia política Dicha independencia, que Pedro Henríquez Ureña la ubicaba a comienzos del siglo xrx, otra serie de críticos (corno )osé Gaos) la en,cU<Jntr·a

en el siglo xvm en una suerte de Ilustración Hispano-portuguesa y aquí Rojas recurre a la cita don Marcelino sobre los jesuitas españoles desterrados a Italia, el brasileño Tomás de Gmoza¡,a Y el quiteño Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Así para Rojas Górnez las afirmaciones de MMP

Historia de las ideas estéticas acerca de Gonzaga pero por sobre todo las que hace sobre '"'"ra "'"•'

CCXVII

«manifiesta cómo las ideas estéticas de estos primeros ilustrados sentaron las bases de la

nvrens1011 de la identidad cultural y la liberación no solo intelectual sino también política. En

rto ,;0n,werdlan los criterios de Menéndez y Pela yo y Gaos>>. Este modo de referencia me parece importante ya que es de los pocos artículos que utiliza

l!i<tor;<a de las Ideas Estéticas como autoridad para la reconstrucción de una historia de las

en América Latina.

Jjíblioteca del Instituto de Filología, hoy Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas «Dr. Alonso» cuenta con tres ediciones de las Ideas Estéticas, una de ellas corresponde a la pri­

edición (1883-1890). Cierta tradición oral, transmitida de maestros a discípulos indica que

anotaciones en lápiz, en el margen de dichos volúmenes corresponden nada menos que a Alonso (director del instituto entre 1927 y 1946) con lo cual una lectura de dichas anota-

posibilitará una experiencia de recepción casi directa. La primera de las anotaciones está

corchetes al costado del siguiente párrafo de la Advertencia Preliminar, anota <<Plan de la de la Literatura>>, lo que, tal como se lo adelantaba a Caro en su carta MMP lo explica en

Advertenci"apreliminar:

«Es al mismo tiempo esta obra una como introducción general a la historia de la literatura espallola, que es obligación mía es~ribir para uso de mis discípulos>>.

La siguiente anotación está en sintonía con la primera, Amado Alonso vuelve a encerrar

corchetes el párrafo en donde don Marcelino informa:

«De aquí que al crítico y al historiador literario toque investigar y fijar, estén escri­tos o no, los cánones que han presidido al arte literario de cada época, deduciéndolos, cuando no pueda de las obras de los preceptistas, de las mismas obras de arte y llevan­

do siempre de frente el estudio de las unas y el de las otras>>.

En ambos párrafos remarcados podernos ver algunas claves para entender los estudios :stilísticos que desarrollarían algunos investigadores del instituto, si bien, corno decía más arrí­

es imposible establecer el nexo entre la Historia de las Ideas Estéticas y la nueva estilística )Od<em<JS arriesgar que hay citas de MMP que le podrían servir a Amado Alonso para pensar

correlaciones. La lectura luego se torna organizativa Amado Alonso va marcando en el margen los auto­

que Menéndez Pelayo va introduciendo y especialmente todas aquellas referencias directas

<i\P ind.ire<:tas a Fray Luis de León. Dos anotaciones llaman particularmente la atención. En el capítulo V, donde Menéndez

:.:,: .. Jtet;ayo transcribe todos los pasajes que entiende interesantes para lo que llama «arqueología rnu­<cÍ"'sK:ah: nuestro Amado Alonso se detiene en todas esas inclusiones hechas en notas al pie, las re-

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marca y anota en cada una de ellas Devoto. Se está refiriendo a su discípulo Daniel Devoto fue además de filólogo, poeta y musicólogo. En el mismo sentido en el capítulo X cuando dez Pelayo describe la poética de )osé Antonio González de Salas, allí en nota al pie 1ccom;., leer «SUS eruditas ilustraciones a las seis primeras Musas de Quevedo, que Salas publicó en con el título de Parnaso Español, monte en dos cumbres dividido. Y aconsejo leerlos en est ción más bien que en las siguientes, que están llenas de groseras erratas, excediendo a a desatinos casi ininteligibles la del tomo III del Quevedo de Ribadeneyra, que no pasó, dos primeros, por la docta corrección de don Aureliano Fernández-Guerra. ¡Lástima gr1tnd,eh

Amado Alonso anota entre corchetes junto a esa nota al pie: [Ojo Lida]. Refiere a otro de sus discípulos: Raimundo Lida identificado sobre todo con la estilística y tal vez el cercano a Amado Alonso, Lida tuvo a Quevedo como un interés constante en su trayectorí . . d a mvestlga or.

Si bien no encontramos nexos directos, Amado Alonso cita en sus obras muy poco néndez Pelayo y no a las Ideas Estéticas. Ana María Barrenechea, otra discípula de.""'"''" ruu

so señala en 1996 que su maestro: «Al morir abandonó dos sueños largamente alimentado'"' libro sobre la poesía de Fray Luis de León y otro sobre García Lorca».

Tal vez las marcas sobre la Historia de las Ideas Estéticas en todos aquellos párrafos nectados con la poética luisiana son las marcas del libro que, en un gesto pelayano, nunca a escribir. Como sea estas anotaciones nos permiten pensar en una circulación de la obra maestros y discípulos cuya recepción precisa se nos escapa pero nos permite pensarla en proceso de realimentación constante como productora de nuevos discursos

Valoración de la actualidad de esta obra de Menéndez Pelayo

Llegando ya al final de esta introducción debemos realizar un balance acerca de la trayectori general de la Historia de las ideas ... en América Hispana. Como podemos ver la historia de cepción está íntimamente ligada a la recepción de la figura de Menéndez Pelayo en general. un lado aquellos que recuperan sus contenidos son quienes entienden que la historia de las en América funciona como un apéndice de la historia de las ideas en España con lo que insertarse sin ningún tipo de problematización en la tradición cultural postulada por don celino. El ejemplo más claro lo vemos en los primeros intelectuales del epistolario. Están los que como Riva Agüero que acordando con los contenidos entienden que es necesaria especificad desde el lugar de América. Los que centran su estudios en cuestiones estéticas el eje para la intelección del fenómeno literario o los procesos históricos y también aquellos construyen una teoría de la independencia cultural de América Latina y le otorgan a lo un importante papel dentro del pensamiento hispanoamericano contemporáneo.

Por su parte, en lo que refiere a la forma de la Historia de las ideas estéticas, ya sea por macro influencia de los modos de la historia literaria de Schlegel, ya sea por las ca¡·aclterísti: cas de las historias literarias decimonónicas MMP es un modelo en el momento de escribir Historias literarias de los países de América y en el momento de pensar esas historias lit<erarias nacionales como los lugares de construcción, fijación y transmisión de sus cánones. Resulta

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ral•res¡>ecto el análisis de Bárbara Mujica (1997: 204) acerca de las historias de la literatura afirma: «Projects such as Menendez y Pelayo's Historia de las ideas estéticas en España

and Origen es de la novela espanola (1905-10), contributed greatlyto the development

0011scJiousn<:ss of a Spanish literary history». ieg¡1ramente muchos de los autores, sobre todo los referidos a España, citados por Me­

pelayo en la Historia de las ideas estéticas, han sido vueltos a citar no a partir de la cita sino a partir de su lectura en la obra de Menéndez Pelayo, como así también muchos

obras, sobre todo aquellos realizados en Manuales o en Historias de la literatura que una contextualización de los textos también llevan, sin mencionarla la huella de la

de las ideas estéticas. Autores como Emilio Carilla, Arturo Marasso o Rafael Alberto proponen desde sus páginas, aunque sin referirse directamente, ciertos modos de leer

a los de don Marcelino. embargo, considero que la Historia de las ideas estéticas sirve en la actualidad no tanto

1 urca u-ora para ser abordada en sí misma, pese a que es una fuente valiosa en donde pueden teorías estéticas no del todo accesibles para los investigadores de este lado del océano,

un objeto de estudio. Y cuando me refiero a valorarla como objeto de estudio pienso todo en las investigaciones que estamos llevando a cabo en la Universidad de Buenos ya que desconozco la existencia de proyectos similares en el resto de América hispana. grupo de investigadores jóvenes. En dicho proyecto estamos trabajando sobre todo con

'Estudios sobre Lope de Vega pero con constantes articulaciones con el resto de la obra de y Pelayo bajo el supuesto de que una óptima valoración de la obra es dialogar con ella

de los postulados teóricos y críticos vigentes. Ese intercambio es lo que la hace actual, establee<" coordenadas interesantes de análisis y finalmente ¡no es la misma actitud de

!!Th4arcelinc al transcribir las distintas teorías estéticas desde la época clásica? Es deseable que luego de la publicación de la Historia de las ideas estéticas, en el marco de

¡Edicio,nes del Centenario puedan multiplicarse los grupos de estudio sobre Menéndez Pelayo ,Arnér·ica Latina pensándola ya no como un apéndice sino como un centro de producción

capaz de conjugar la igualdad de Miguel Antonio Caro, el elogio de Calixto Oyuela y tdepeild<,ncia intelectual de Pedro Henríquez Ureña, primeros receptores americanos de la

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