historia crítica no. 41

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://historiacritica.uniandes.edu.co/

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Carta a los lectoresEn esta ocasión, el anuncio central a los lectores de Historia

Crítica es relativo al cambio en la dirección de la revista, ocu-rrido recientemente. Tras cinco años y medio y la edición de catorce números de la revista, ya era justo dejar la orienta-ción de esta tarea editorial en nuevas manos, las de mi colega Camilo Quintero Toro.

Obviamente, no sin algo de melancolía cierro esta página, pero lo hago sobre todo con gran satisfacción por los logros alcanzados durante este tiempo. Tal vez una forma de medir los cambios y las novedades sea sencillamente comparar la revista 29 con la 41. Sin orden cronológico y sin reparar en la importancia relativa de unos y otros, resaltaría aspectos como la corrección de estilo, el cambio en el diseño, la inclu-sión en varios sistemas de indexación, el mejoramiento de la versión online, el paso a tres ediciones anuales, el aumento en la recepción y publicación de artículos de autores extran-jeros, el incremento numérico del equipo de trabajo y de los comités de apoyo.

Pero no quiero repetir aquí ni el pequeño recuento que hice en noviembre de 2009 ni el balance completo de la revista que hizo Jorge Orlando Melo con ocasión de los veinte años de Historia Crítica. Ambos documentos están dis-ponibles para consulta en la dirección electrónica http://historiacritica.uniandes.edu.co/index.php?ac=noticias. Tampoco puedo dejar de agradecer a todas las personas que me han acompañado a lo largo de estos años, y en particular a quienes han estado más que otras a mi lado y de quienes he aprendido mucho: Marta Herrera y Martha Lux. Al cabo de

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este recorrido, mi mayor orgullo es tal vez el de haber resistido tantos años contra vientos y mareas, y darme cuenta de que la revista es ahora más conocida y reconocida. Historia Crítica es hoy una publicación rigurosa y consolidada, cuyo equipo editorial se organizó y cuyo funcionamiento es algo menos artesanal de lo que alguna vez fue.Finalmente,estagransatisfacciónnosignificaquenohayamás

nada que hacer con respecto a la revista. Entre lo que se me ocurre señalar están básicamente tres temas. El de la versión electrónica, que es un asunto amplio y a la vez un gran desafío, en el que ubico lo relacionado con la indexación de las revistas online como tales. Igualmente, es necesario seguir consolidando la calidad de los tex-tos gracias al compromiso de los evaluadores y de los comités de la revista. Y por último, el ‘factor de impacto’, en el que apenas está entrando Historia Crítica y que consiste básicamente en que los artículos sean citados en otras revistas indexadas. Seguramente hay muchas otras cosas que ignoro y que Camilo y su equipo des-cubrirán en los próximos meses y años. Le deseo pues a mi sucesor que emprenda con ánimo y energía este nuevo reto, y que pueda acumular también satisfacciones fruto de una labor exigente en la que podrá poner su sello.

Muriel Laurent

Es un placer para mí entrar a formar parte del equipo de Historia Crítica. No es un secreto para nadie que desde hace varios años la importancia de la revista ha crecido sustancialmente nacional e inter-nacionalmente. Los índices y bases de datos en los que se encuentra hoy en día han posicionado a Historia Crítica como una de las revistas de ciencias sociales más importantes en América Latina. Buena parte de este reconocimiento se debe al trabajo que ha realizado Muriel Laurent en los últimos años como directora, así como a la labor de su excelente equipo editorial, del que debemos destacar la labor de Martha Lux y el trabajo de apoyo que durante mucho tiempo brindó Marta Herrera.

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Asumo mi posición de director con mucho entusiasmo y con el ánimo de enfrentar nuevos retos y lograr nuevos propósitos. Le deseo mucha suerte a Muriel en sus nuevos proyectos.

En este número la revista presenta un dossier sobre bicentenario, cuya coordinación estuvo a cargo del profesor Jairo Gutiérrez Ramos, quien lo presenta a continuación. En el espacio de artículos libres tene-mos dos textos. En primer lugar está un escrito de Marco Antonio León León sobre las diferentes visiones del trabajo corporal en Chile a lo largo delperíodocomprendidoentre1750y1850,ysuinfluenciaenlafor-macióndeciertosaspectosdelaestructurasocialchilenaafinalesdelacolonia y comienzos del período republicano. El artículo se titula “De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)”. En segundo lugar y como parte del espacio estudiantil presentamos un texto que busca entender la manera como se empezaron a regular las actividades ganaderas, a medida que se consolidaba el crecimiento urbano e indus-trial en Medellín en el primer cuarto del siglo xx. Este artículo, escrito por Mauricio Alejandro Gómez Gómez, lleva por título “Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926”.

Esperamos que los lectores disfruten este número de la revista.

Camilo Quintero Toro

* * *

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En Memoria de Ignacio “Nacho” Abello(Bogotá, 10-4-1943 – Bogotá 27-3-2010)

La mémoire est dans le coeur

madame de sévigNé

Corrían los vientos de agosto, hará pronto ya 17 años, cuando de repente un señor sonriente, elegante, amable y bonachón tocó a lapuertademioficinaenlacasitarosada,ladelDepartamentodeHistoria en la Universidad de los Andes.

Se presentó con tono decidido y me estremeció de calidez con su franco apretón de manos. Sin preámbulos me dijo que quería que dictara algunas sesiones de clase en su curso. Salimos al patio a tomar un café y entre el balanceo de los árboles y el cielo azul del páramo me remontó, con su palabra animosa y brillante, hasta losconfinesdelÁfrica,alaregióndelosGrandesLagos.Fuetalsuaudaciayaciertogeográficoqueolvidéelcafé,elvientodeagostoy la tarde de cielo azul. Quería que relatara a los estudiantes el con-flictoqueporentoncesdesangrabaaRuandayaBurundi.Pretendíaa toda costa que les explicará por qué los Hutus y los Tutsis se habían visto envueltos en los horrores que habían dado lugar a las masacres que teñían de sangre los diarios franceses, belgas e ingleses. Anhelaba que los jóvenes uniandinos comprendieran la convergencia entre historia, cultura, política y violencia trayendo alasaulaslahistoriadeÁfrica:lossucesoscontemporáneosdesutormentosa vida política y los contornos de la cultura de los pue-blos otrora colonizados por Bélgica.

Su estremecedora visión de uno de los sucesos más atroces de la historia contemporánea de ese continente fue el inicio de un diálogo que se prolongó casi dos décadas. Poco a poco comprendí porque este hombre inconfundible que se había formado en la escueladeleyesyeradoctorenfilosofíadeLovainaseinteresabaporelÁfricadelosGrandesLagosysusinfortunios.Suhumanismo

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iba más allá de la erudición que regalaba generoso a sus amigos, colegas y estudiantes. “Nacho” Abello era un humanista no sólo por su versada ilustración sobre lafilosofía y la historia llamadauniversal sino antetodoporquecultivabalaculturadelespíritu,porquereflexionabasobrela belleza y sobre el bien y el mal. La cultura animi, como decía, cuando se refería a los Antiguos. La cultura que sirve para comprender, nombrar y transformar lo cotidiano, tanto en lo privado como en lo público.Nachofueunfilósofosingular.Supasiónporlosautoreseuropeoses

conocida por todos y todas quienes tuvimos la suerte de ser sus colegas, amigos y estudiantes y siempre, de algún modo, sus alumnos. Nietzsche y Foucault fueron interpretados por su pluma gracias a la exquisita y sutil extravagancia de quien lee en lengua original e interpreta con la sabiduría desenfadada y jovial de un páramuno-caribeño. Todo lo anterior adobado con ese don excepcional que poco nos asiste a los académicos: el de la humildad y generosidad respecto al conocimiento. Cualidades de excepción, que se combinaron en su pluma y su palabra con la intención de tropicalizar el conocimiento foráneo trayéndolo por sinuosos senderos, al territorio de nuestra realidad nacional.

Hay muchos “Nachos” que llevamos en el corazón. El que querían los estudiantes y el que querían las estudiantes, el “Nacho” de Bruno y el de Muriel, el de sus hijos, el de los colegas de Humanidades y el de los cole-gas de Ciencias Sociales, que es el mismo pero distinto, el de los amigos de la casa de La Calera con los whisquicitos de los sábados por la tarde con la chimenea encendida, el de los primos caribeños.

Yo quiero cerrar estas páginas recordando también al “Nacho” que desde principios del nuevo siglo se dedicó a pensar, a escribir y a discu-tir acerca de la cultura en el país que se inauguró después del cambio constitucional de 1991. Cultura y carnaval, cultura, ciudad y memoria, cultura teoría y gestión, hacer visible lo invisible, violencias y culturas, conceptos básicos de administración y gestión cultural son apenas algu-nosdelostítulosyreflexionesquevinculanaNacho,alprofesorAbello,con el debate contemporáneo sobre la diversidad cultural, la gestión cultural y los retos del multiculturalismo de Estado.Enestostextosnosenseñóacercadelatramaenfiligranaqueseteje

entre la cultura y la historia sin cuya comprensión la primera aparece carentedearmonía,singularidadypesoespecífico.DesdelaAntigüedad

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clásica, pasando por los avatares del medievo lleva al lector hasta las puertas del pasado prehispánico americano para fraternizarlo con la complejareflexiónquevinculaaCronosconlaformacióndelaidenti-dad histórica y cultural de los pueblos.

Sin pretensiones historicistas y con un tono de charla de tarde bajo el sol, animada por su espíritu gozoso, nos enseñó que la gestión cul-tural en Colombia adolece y precisa de un uso político de la historia y deunadecididaincorporacióndelafilosofíaalcampodelaspolíticasculturales. Y no sólo de una reconstrucción acontecimental cronológica desvinculada de las exigencias ontológicas de los seres humanos y de las culturas. Ni mucho menos abstraída de los requerimientos jurídico-constitucionales actuales.

En Hacer visible lo invisible sugirió nuevas cavilaciones sobre el espi-noso argumento que supedita historia y memoria a las políticas públicas encultura. Sudisertación refinada sobre ladiversidad cultural incor-poró una visión sensible, discreta y comprehensiva de la perspectiva filosóficalacualhizoextensivaaldiálogoconlaciudadapuntalandolaconvergencia de memoria y espacio. Violencias y culturas es a todas luces unestudiooriginalporlainteligenteysofisticadamaneracomodisertósobre la dimensión política de la cultura y al mismo tiempo acerca de la dimensión cultural de la violencia. Haciendo uso de sus muy queridos Nietzsche y Foucault, “Nacho” nos indicó, sin pretensiones, que las polí-ticas culturales en Colombia y en América Latina y el Caribe requieren de la consolidación de laboratorios de investigación y de producción de conocimiento multidisciplinar que funcionen al margen de las coyun-turas políticas y ministeriales de nuestros países. Dicho de otro modo, “Nacho” nos ha dejado entre muchos otros, el legado de poner en mar-chaunareflexiónseriasobrelaspolíticasdelamemoriaenColombia,América Latina y el Caribe que sirva de sustrato a las políticas culturales en la región. Y porque no para honrar su memoria, la tarea de imaginar y crear la Cátedra Nacho Abello de cultura, filosofía y políticas culturales.

Luz adriaNa maya restrepoProfesora Asociada

Departamento de Historia

Universidad de los Andes

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Presentación del dossier sobre el Bicentenario

Presentación del dossier sobre el Bicentenario

Enmediode laprofusiónbibliográficaquecaracteriza lascel-ebraciones o conmemoraciones históricas, para la revista Historia Crítica ha resultado muy satisfactoria la amplia acogida que tuvo la convocatoria de este dossier, dedicado al Bicentenario de las inde-pendencias americanas. La mejor prueba de ello es la sustanciosa selección que hoy se publica, que cubre aspectos tan diversos e inte-resantes como la panorámica visión comparativa que nos ofrece el infatigable historiador norteamericano David Bushnell, y que bien podríamos considerar como un inmejorable marco general de ref-erencia de los que le siguen.

Esta edición se compone de tres artículos sobre distintas dimensiones del proceso emancipador en la Nueva Granada, dedicados al estudio de las complejas y volátiles experiencias políticas de la Primera República, y el poco trajinado asunto de la salubridad y la alimentación de los combatientes en la guerra de independencia; una presentación acerca de la relación entre el discurso político y la cultura popular en el periódico El Investigador, publicado en el Perú en tiempos de la independen-cia; y el aporte de la investigadora sobre México Mirian Galante, quien se ocupa de dilucidar las peripecias del liberalismo en rel-ación con el problema de la representación política, durante el tránsito entre el antiguo y el nuevo régimen político en México, en los años comprendidos entre 1821 y 1835.

Ninguna entrada mejor para este dossier que el artículo del profesor David Bushnell1, gracias al cual podemos contar con un estupendo marco general de referencia, en él que examina la que considera la única experiencia histórica compartida por todo el

1. La que aquí se publica es una versión actualizada y traducida al español del artículo que apareció en la compilación editada por Anthony McFarlane y Eduardo Posada Carbó bajo el título Independence and Revolu-tion in Spanish America: Perspectives and Problems (Londres: Institute of Latin American Studies, University of London, 1999), 69-83.

Jairo Gutiérrez RamosSociólogo de la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, Colombia. Magíster en Historia y Doctor en Histo-ria por la Universidad Nacional de Co-lombia, sede Bogotá, Colombia. Profe-sor Titular de la Escuela de Historia en la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. Sus intereses investigativos son la historia social y la historia política. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: con Armando Martínez, Manuel Chust, eds., Una in-dependencia, muchos caminos. El caso de Bolivia (1808-1836) (Castellón: Publi-cacions de la Universitat Jaume I, 2008), y “La Constitución de Cádiz en la pro-vincia de Pasto, Virreinato de la Nueva Granada, 1812-1822”, Revista de Indias LXVIII: 242 (enero-abril 2008): 207-224. [email protected]

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hemisferio americano, así cada país o conjunto de ellos la hayan vivido en circun-stancias y condiciones diferentes: la ruptura de los lazos coloniales con las potencias europeas hegemónicas en un lapso de menos de medio siglo.

La descolonización casi simultánea de los territorios americanos dependientes de Inglaterra, Francia y España constituye, a juicio del autor, un escenario inmejorable para analizar, desde una perspectiva panorámica y comparativa, no sólo las colonias independentistas, sino a aquellas que optaron por la no independencia. Y es que, pese a sus notorias diferencias, las antiguas colonias americanas compartían un proceso interno de crecimiento social, económico y cultural que favoreció el surgimiento de un sentido de identidad y de un complejo de intereses locales que se contraponían a la política imperial de sus metrópolis europeas. No obstante, no parece compartir el profesor Bushnell la difundida tesis de que las independencias americanas formaron parte de las “Revoluciones Atlánticas”. Conlafinaironíaquelocaracteriza,manifiestasusdudasacercadelahomogenei-

dad de los diversos procesos revolucionarios que en este amplio manto se pretenden cobijar, pues, aparte del común empleo de la violencia y la retórica revolucionarias, no se debe olvidar que, antes que emular a la Revolución Francesa, la mayoría de los líderes latinoamericanos más bien buscaban distanciarse del modelo parisino y de sus excesos. De hecho, a Bushnell le resulta difícil sostener que los movimientos ameri-canos de independencia se puedan inscribir todos en un mismo ciclo histórico de revoluciones que “comenzó en las afueras de Boston en 1775 y culminó en Ayacucho en 1824, pasando casualmente por París entre una y otra de estas dos fechas”.

Es posible, por supuesto, encontrar semejanzas en los orígenes de la inconformidad colonial americana, tanto en el Norte como en el Sur, pero también notorias diferen-cias. Y así, señalando con agudeza unas y otras, Bushnell nos plantea conclusiones tan provocadoras como la de señalar el carácter eminentemente conservador de la revo-lución norteamericana, como quiera que ésta tenía como objetivo político preservar derechos tradicionales, así éstos formaran parte de tradiciones e instituciones “libera-les”. O la anotación de que, en el fondo, los gobiernos autonomistas establecidos en la América española a partir de 1810 no hicieron nada distinto de lo que hacían al mismo tiempo los gobiernos peninsulares que se oponían a la ocupación francesa.

La dimensión social de las revoluciones independentistas americanas se constituye en aspecto central del ensayo de Bushnell. En este sentido, compara tanto a las bases sociales que soportaron las fuerzas de uno y otro bando, como el alcance de los cam-bios sociales ocurridos. Y en este aspecto su conclusión es contundente: comparada conlasdemás,larevoluciónhaitiananotienerivalencuantoasusignificadosocial.Y si se mira la dirección del cambio social en la América española, es posible sostener

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que fue comparable al de la angloamericana. La principal diferencia consistiría en los puntos de partida, si se considera que, tanto social como políticamente, las colonias inglesas se encontraban mucho más cerca que las ibéricas de los objetivos del liber-alismo burgués. A éstas, concluye Bushnell, la guerra de independencia les trajo algo más de lo que ya tenían; a América Latina le trajo algo muy diferente, aunque mezclado todavía con elementos del pasado.

Las azarosas peripecias políticas de la construcción del nuevo orden republicano en la Nueva Granada son examinadas por Ana Catalina Reyes Cárdenas en su artículo “El derrumbe de la primera República”. En este artículo se describen los ingentes esfuer-zos realizados por las élites criollas para organizar un nuevo orden político en medio de los intensos y turbulentos acontecimientos políticos y militares, los cuales enmar-caron el difícil tránsito del antiguo orden monárquico a los tempranos intentos por construir la república. Además de mostrar la complejidad de estos esfuerzos, pretende la autora mostrar cómo, a pesar de ellos, la fragmentación de la soberanía en múltiples y enfrentados poderes locales y provinciales, y el apetito burocrático de las élites crio-llas hicieron posible el fracaso de la primera República en la Nueva Granada, incluso antes de que se iniciara la reconquista española. De hecho, la reconquista de la Nueva Granada fue facilitada por la debilidad militar y el caos político que reinaban y por la indiferencia de buena parte de la población, que incluso vio con beneplácito el arribo de las tropas peninsulares. En el período considerado (1810-1815), los múltiples con-flictosinternosexpresanlastensionesentreunordenlocalfuerte,unordenprovincialdébil y un orden nacional apenas esbozado.

A todo lo anterior habría que agregar que, hacia 1812, la mayoría de las provincias estaban en bancarrota, mientras que las élites criollas, ávidas de nuevos ingresos y de reafirmar su prestigio comonuevo patriciado republicano, erosionaban aúnmáslasexangüesfinanzasprovinciales,loquegeneróunclimadeincertidumbreydesconfianzaenlosúltimosañosdelaprimeraRepública.Enesascircunstancias,las élites fueron incapaces de imponer el orden y garantizar la unidad y la defensa de la naciente república.

Por su parte, Roberto González Arana y Edwin Monsalvo dedican su artículo a des-cribir con detalle el incierto camino que recorrió la Junta de Cartagena de Indias, entre 1810 y 1812, en su intento por mantener la gobernabilidad en medio de la crisis política en que estaba sumida la monarquía española. A juicio de los autores, la junta cartagenera mantuvo su lealtad al Consejo de Regencia y a las Cortes de Cádiz hasta el momento en que éstas la desconocieron como gobierno legítimo, y rechazaron sus aspiraciones de igualdad de representación, libertad de comercio y reconoci-miento de la junta provincial. Ante ello, la Junta de Cartagena tomó la decisión de

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declarar la independencia absoluta de España en noviembre de 1811. Pese a ello, la Constitución del Estado de Cartagena, expedida en junio de 1812, estableció que, en caso de que Fernando VII recuperara el poder, el “Estado libre e independiente” de Cartagena, aceptaría volver a ser parte de la monarquía hispánica, aunque con algu-nas condiciones. No se trataba, opinaban los constituyentes, de un paso atrás, sino del reconocimiento de que las desavenencias de los cartageneros habían sido con las Cortes del reino, y no con el rey. Entretanto, el Estado de Cartagena sería gobernado bajo la forma de una república representativa.

Abel Fernando Martínez Martín y Andrés Ricardo Otálora Cascante nos proponen un examen de los problemas de alimentación y salubridad afrontados por los ejérci-tosrealistase independentistasen la fasefinalde laguerrade independenciaen laactual Colombia. El artículo procura describir la precaria ración de los combatientes en tres momentos y en tres escenarios distintos de la guerra: la campaña de los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena, y la marcha a través de la Cordillera de los Andes en la campaña de Boyacá de 1819, utilizando para ello como fuente primordial descripciones y diarios militares. Los padecimientos ocasionados, la escasez de alimentos o los cam-bios bruscos en la dieta habitual de los combatientes, así como las inusuales y adversas condicionesgeográficasyambientales,lafaltadevestimentaadecuadapartalasvaria-blescondicionesclimáticas,lasdeficienciassanitariasylasinevitablesenfermedadestropicales, terminaron por erosionar los cuerpos y la moral de los combatientes, a tal punto que, según los autores, la combinación de estos factores adversos causó en las tropas beligerantes mayor número de bajas que las heridas de guerra.

El historiador Daniel Morán dedica su artículo al estudio de la sociedad y la cultura popular peruanas en los críticos años de 1813 y 1814, recurriendo al discurso político decaráctersocialdifundidoatravésdelinfluyenteperiódicoEl Investigador del Perú. Sus ejesdereflexiónlosconstituyenlaprensa,losespaciospúblicosylasredesdecomu-nicación. Mediante el estudio sistemático de este periódico, el autor advierte el temor o el prejuicio de la élite virreinal con respecto a la supuesta peligrosidad de las clases populares, así como su interés en controlar a este difuso conglomerado social en medio de la crisis que convulsionaba al mundo hispánico. De su análisis de El Investigador, Morán infierequeesteperiódicorepresentóclaramente laasociaciónentreprensa,poder político y dominación social, y por tanto los intereses de la autoridad colonial encarnada en el virrey Fernando de Abascal. Estratégicamente, el periódico difundió un discurso crítico con respecto a aquellas instituciones que se oponían al virrey, como el Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, al tiempo que pregonaba el peligro que podía representar el pueblo. Según el autor, el periódico utilizó el discurso de la peligrosidad del pueblo para sofocar cualquier intento de conspiración por parte de la propia élite,

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pero además propagó la creciente enemistad entre indios y negros como un medio para impedir una eventual alianza entre estos potenciales perturbadores de la paz social. El temor al pueblo, concluye Morán, sería un indicio claro de la existencia de una inci-piente cultura y acción política popular en el Perú en tiempos de la independencia.

Cierra este dossier el artículo de Mirian Galante titulado “El primer liberalismo mexicanoy laencrucijadadelarepresentación:reflejar lanación,gobernaralpaís(México, 1821-1835)”, en el cual se estudia la incidencia del liberalismo gaditano, suspolémicasparlamentariasysuscontradiccionespolíticasenlaconfiguracióndelincipiente e igualmente contradictorio liberalismo mexicano, durante el período crí-tico de transición entre el antiguo y el nuevo régimen político. Su objetivo principal, según su autora, consiste en explicar cómo se entendían los sistemas representativos a comienzos de la vida independiente, y al mismo tiempo plantear su estrecha rela-ciónconunadefiniciónmúltipledelliberalismo,entendidocomoelnuevolenguajepolítico que cimentaría el nuevo Estado independiente. En su opinión, el primer libe-ralismomexicanoestuvo fuertemente influidoporelprocesodeconsolidacióndelprincipio de soberanía popular y de las prácticas de representación originadas en la crisis monárquica de 1808.

El artículo plantea, además, que los políticos de la década de los veinte y los treinta identificaron los sistemas liberalesdegobiernoy los sistemasrepresentativos,peronunca los confundieron con la democracia, a la que rechazaban taxativamente. En México, como en buena parte de las recién creadas naciones hispanoamericanas, el crucial asunto de la representación política ocupó buena parte de los debates parla-mentarios y periodísticos, enzarzados en dilucidar los acuciantes dilemas planteados por las urgencias políticas del día: ¿Centralismo o federalismo? ¿Parlamentarismo o presidencialismo? ¿“Anarquía” o “despotismo”? ¿Sufragio universal o restringido? ¿Representación regional o nacional? No obstante, a juicio de la profesora Galante, enMéxicosepusierondemanifiestodesdeuncomienzolospilaresconceptualesquesoportarían las distintas propuestas políticas para la fundación del nuevo país: la nece-sidad de construir un orden político sobre principios que garantizaran la prevención de un posible abuso de poder, y la consideración de que estos principios debían ser los liberales, apuntaban necesariamente al establecimiento de un sistema de gobierno representativo, aunque no necesariamente democrático.

En pocas palabras, en el desarrollo de sus argumentos este artículo se ocupa, en pri-mer lugar, de algunos de los asuntos relativos a estas cuestiones, y que fueron objeto de debate en el proceso constituyente mexicano de 1824. En segundo lugar, se tratan las críticas a la tendencia “ampliadora” del cuerpo político que comenzó con el proceso emancipadoryseconcretaronenlaConstituciónde1824.Yfinalmente,seargumenta

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que la revuelta de 1828 bien puede considerarse el detonante del viraje hacia un nuevo momento político, proclive a consolidar propuestas políticas restrictivas de la ciuda-daníaylarepresentación.Endefinitiva,segúnconcluyelaautora,losactorespolíticosmexicanos implicados en la construcción del nuevo país nunca confundieron sistema representativo con democracia.

Y aunque físicamente no forme parte del cuerpo del dossier, la perspicaz reseña crítica de Marcela Echeverri al libro de José María Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana2, constituye el mejor colofón para este acercamiento de Historia Crítica al estudio del proceso inde-pendentista americano.

Ï

2. José María Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana (Madrid: Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoameri-canos, Marcial Pons Historia, 2006).

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Las independencias comparadas: las Américas del Norte y del Sur

Comparing Independence: North and South America

aBstract

In the late 18th century and early 19th the greatest

part of the Americas became independent of

European powers. There were numerous reasons

for discontent but in each case European events

contributed to the outbreak of revolution. The

political and social transformation produced in

Angloamerica was relatively moderate whereas

the Haitian revolution produced deep social as

well as political change. In the Spanish colonies,

scene of the longest military struggle, and in lesser

degree Brazil, the change in political system was

more abrupt than in Angloamerica and the social

changes uneven but not insignificant.

Key Words

Independence, United States, Haiti, Spanish

colonies, Brazil, Europe.

DavidBushnell

Magíster y Doctor en Historia, de la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Profesor emérito de la Universidad de la Florida, Gainesville, Estados Unidos. Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia. Entre sus publicaciones se encuentran: Simón Bolívar: Libe-ration and Disappointment(NuevaYork:Longman,2003);“FranciscodeMirandaandtheUnitedStates: The Venezuelan Precursor and the Precursor Republic”, en Francisco de Miranda: Exile and Enlightenment, editado por John Maher (London: Institute for the Study of the Americas, 2006), 7-21; Simón Bolívar, proyecto de América (Bogotá: Universidad Externado, edición revisada [2002] 2007) y Colombia, una nación a pesar de sí misma, de los tiempos precolombinos a nuestros días (Bogotá: Planeta, edición revisada y actualizada [1996] 2007). [email protected]

Las independencias comparadas: las Américas del Norte y del Sur

resumeN

A fines del siglo xviii y comienzos del xix la mayor

parte de las Américas se independizó de las

potencias europeas. Existían siempre motivos de

descontento, pero en cada caso sucesos acaecidos

en Europa contribuyeron al estallido revolucionario.

La transformación política y social que produjo el

movimiento en Angloamérica fue de una relativa

moderación, mientras que el haitiano fue producto

de un cambio profundo tanto político como social.

En las colonias españolas, escenario de la lucha

militar más larga y en menor grado en el Brasil, el

cambio de sistema político fue más abrupto que en

el caso de la América inglesa, mientras el alcance

social resultó desigual pero no despreciable.

paLaBras cLave

Independencia, Estados Unidos, Haití, colonias

españolas, Brasil, Europa.

 artículo recibido:12 de enero de

2010; aprobado: 18 de enero de 2010.

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David Bushnell

Las independencias comparadas: las Américas del Norte y del Sur Ï

La noción de una “historia común” de las Américas, que en Estados Unidos tuvo su apogeo hace medio siglo más o menos1,hapasadohoydíadefinitivamentedemodasalvo en la retórica de la oea y cosas así. Pero si realmente el hemisferio alguna vez compartióunaexperienciahistórica común,bienpuede sostenerseque fueafinesdel siglo xviii y comienzos del xix, cuando una colonia americana tras otra rompieron los lazos que las unían a una potencia europea. La comunidad de experiencia parecía obvia a los contemporáneos que aclamaban las hazañas de tal o cual Washington del Sur, que a su turno estaba reproduciendo las de ese “Bolívar (o San Martín) del Norte”. Es verdad que no todos aceptaban la validez del paralelo referido, e historiadores poste-riores han destacado una gama amplia de diferencias. Pareciera, sin embargo, que los distintos movimientos de independencia tuvieron por lo menos lo suficienteencomúncomoparahacerfactibleunacomparación,enlaquelaidentificacióndelasdiferenciasydelassimilitudespodríacontribuir a una mejor comprensión de todos los movimientos.

Cabe advertir, desde luego, que el fenómeno de la independen-cia no abarcó el hemisferio entero. No sólo había en todas partes personas y grupos que apoyaban la continuación del vínculo colo-nial, sino que en algunos casos importantes ellos tuvieron éxito. El Canadá británico no siguió el ejemplo de sus vecinos inmediatos, y Cuba y Puerto Rico se convirtieron en bases inexpugnables de apoyo a las fuerzas realistas que luchaban en tierrafirme. LasAntillasfrancesas sintieron uniformemente el impacto de los eventos revo-lucionariosocurridosenParís,peroalfinyalcabosóloHaitíllevóa cabo exitosamente su propia revolución. Tampoco abrazaban todavía la independencia las Antillas británicas ni holandesas, ni las danesas (es decir Islas Vírgenes) ni mucho menos la Antillita sueca, o sea la isla de San Bartolomé, mejor conocida como St.

1. Una compilación de textos pertinen-teseseltomodeLewisHanke,Do the Americas Have a Common History? A Critique of the Bolton Theory (New York:Knopf,1964).

ÏEste artículo tiene su origen en la ponencia dictada en un simposio de la Universidad de Londres, cuyas actas después se publicaron en el tomo Independence and Revolution in Spanish America: Perspectives and Problems, comps. Anthony McFarlane y Eduardo Posada Carbó (Londres: Institute of Latin American Sudies, 1999). Debido a que esta versión tiene modificacionesmenoressesolicitólaaprobación para su republicación al Institute of Latin American Studies (iLas) y de acuerdo a su nueva razón social al Institute for the Study of the Americas (isa), cuya directora actual es la profesora Maxine Molyneaux.

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BarthélemydesdesutraspasodefinitivoaFranciaen1877—auncuandotodasestasposesiones resultaron afectadas profundamente por los movimientos de independen-ciadeotrascolonias—.ElCanadáfueblancomilitardelosrevolucionariosdelaNuevaInglaterra, mientras que algunas pequeñas islas antillanas se volvieron prósperos cen-tros de abastecimiento de patriotas y realistas sudamericanos indiscriminadamente. LasAntillasfueroncunaademásdevariasfiguraseminentesdelascausasemancipa-doras,comoAlexanderHamilton,elmagodelasfinanzasnorteamericanas,quieneraoriundo de St. Kitts, y el almirante venezolano Luis Brión, de origen curazaleño. Por otra parte, una perspectiva comparativa hasta la no independencia de ciertas colonias podría arrojar cierta luz sobre los demás casos, y cuando menos plantea interrogantes sugestivos. Por ejemplo, ¿qué habrá tenido en común Canadá con Cuba, o Puerto Rico con Jamaica, como para resistir la tentación de la independencia? Pero un solo ensayo no puede abarcarlo todo; por ahora habrá que dejar estas especulaciones de lado.

Algo que tenían en común casi todas las colonias americanas era un proceso interno de crecimiento social, económico y cultural, que en mayor o menor grado creaba un sentido de identidad propia distinta de la de la madre patria, y un com-plejo de intereses locales (las más de las veces relacionados con el comercio exterior) que en alguna parte chocaban con la política imperial. Estas tendencias no excluían necesariamente la continuación de un apego, a veces bastante fuerte, a la monarquía tradicional, pero indudablemente alentaban el sentimiento a favor de algún tipo de autonomía limitada dentro del imperio (tal como de hecho poseían ya las colonias inglesas), y hacían más factible la aceptación de una opción independentista al llegar el momento de decisión.

Otro rasgo común, aunque de intensidad variable e importancia controvertible, fue la presencia de las corrientes de pensamiento político y social convencionalmente agrupadas bajo el rubro de la Ilustración. A este respecto, claro está, las colonias ingle-sas se interesaban menos en la Encylopédie francesa que en los conceptos de derechos individuales y gobierno limitado, que absorbían de obras como las del inglés John Locke;yaúnmásensuspropiastradicionespolíticas,másqueenlasdestilacioneshechasporfilósofosfranceses.Lasautoridadesintelectualescitadasporreformistasy revolucionarios de América Latina eran, por el contrario, mayoritariamente france-

sas.EnelcasoespecíficodelaAméricaespañola,ciertosestudiosospretendieron minimizar el impacto de la Ilustración, subrayando ensulugarlainfluenciaresidualdelpensamientocatólicotradi-cional de la escuela de Francisco Suárez2. Sin embargo, el nombre de éste brilla casi por su ausencia entre los autores citados por publicistas de la época de la independencia, y lo más probable

2. SobreelcasoespecíficodelaNuevaGranada, véase la obra de Rafael Gómez Hoyos, La revolución granadina de 1810. Ideario de una generación y de una época, 1781-1821, 2 vols. (Bogotá: Editorial Temis, 1962).

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es que las fórmulas suarecianas de soberanía popular y demás servían más bien de refuerzo subconsciente para la recepción de nuevas ideas popularizadas por las revo-luciones angloamericana y francesa3.

Los ejemplos de esas dos revoluciones constituyeron en sí mismos otra forma de influencia política compartida, aun cuando los angloamericanos, por habertomadoladelantera,nopudieronrecibirlainfluenciaderevolucionesposteriores,sinoque ejercieron influenciasmutuas entre ellosmismos, de colonia a colonia.Pero en Latinoamérica, el hecho de que las colonias inglesas del litoral norteame-ricano se habían sacudido ya el yugo imperial se citaba con frecuencia mucho mayorque lasmeraspalabrasdeFranklino Jeffersonen justificacióndesupro-pio esfuerzo por hacerlo4. En un sentido aún más amplio, se ha sostenido también que los movimientos americanos de independencia pertenecieron todos a un solo “ciclo” histórico de revoluciones, que comenzó en las afueras de Boston con la batalla de Lexington-Concord en 1775 y culminó en Ayacucho en 1824, pasando casualmente por París entre una y otra de estas dos fechas5. Es debatible, por supuesto, hasta qué punto se hayan parecido en el fondo estas revoluciones, aparte de su empleo de la violencia y laretóricarevolucionarias.YenloqueserefierealaRevoluciónFrancesa, en particular, la mayoría de los líderes latinoameri-canos buscaban afanosamente distanciarse del modelo parisino con sus excesos de anticlericalismo y guillotina, a lo menos en sus declaraciones públicas. Es más, denunciaban a veces ellos quelasmalignasinfluenciasfrancesassehubierantransmitidoprecisamente a través de la madre patria6.

Sin embargo, llegaban también de la madre patria repercusio-nes de la renovación intentada por los liberales de la península mientras luchaban en contra o, en algunos casos, a favor de la intervención napoleónica. A este respecto, dentro del “ciclo” refe-rido de revoluciones es destacable un “subciclo” de reformismo ibérico, que involucraba a Portugal y Brasil además de a España y a la América española, y cuyo punto culminante fue la adopción de la Constitución Española de 1812. La carta referida conllevó todo un programa de innovaciones liberales, y aunque su aplicación en América resultó limitada, no fue despreciable, ya que tuvo vigencia temporal en gran parte de México, en Perú y en algunos sitios peri-féricos del imperio: en la plaza central de San Agustín de Florida se levanta un monumento a la Constitución que no conmemora la

3. Hay un listado de autoridades cita-das en David Bushnell, “El ‘modelo’ angloamericano en la prensa de la emancipación: una aproxima-ción cuantitativa de su impacto”, apéndice a la obra de Javier Ocampo López, La independencia de los Estados Unidos de América y su proyección en Hispanoamérica: un estudio de la independencia de Colombia a través de la folletería (Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comité de Orígenes de la Emancipación, 1979).

4. En el volumen que acaba de citarse, véanse no sólo el apéndice, sino tam-bién el texto de Javier Ocampo.

5. Tal como se desprende del mismo título,ejemplificaesteenfoquelaimportante compilación dirigida por María Teresa Calderón y Clément Thibaud, Las revoluciones en el mundo atlántico (Bogotá: Taurus, 2006).

6. Véase, por vía de ejemplo, el ensayo deManfredKossok,“LaimagendeRobespierre en Latinoamérica (1789-1825)”, en La revolución en la historia de América Latina: estudios comparati-vos (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1989), 209-218.

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deFiladelfia(comosindudaimaginalainmensamayoríadeturistasnorteamericanosque se toman el tiempo de mirarlo), sino la de Cádiz7.

Entre los propósitos del liberalismo metropolitano, portugués al igual que español, nofigurabadarles independenciaa lascolonias,perosembróconfusionesentre losdefensores del nexo imperial a la vez que se alentaban esperanzas de cambio en la relación con la madre patria, cuya insatisfacción vino a fortalecer el sentimiento inde-pendentista del lado americano.

Por otra parte, las colonias tanto de Norteamérica como del Sur se habían visto afectadas,apesarsuyo,porlasmedidasdelaspotenciasmetropolitanas—motivadasporlaagendadeldespotismoilustradoosimplementeporlasrivalidadescoloniales—,tendientes a estrechar su control sobre las dependencias americanas. En la América inglesa lasmedidasadoptadaseransobretodofiscales,porejemploel impuestodepapel sellado y los derechos sobre el té que decretó el Parlamento en Londres para compelerles a los angloamericanos a pagar una mayor cuota de los gastos de la defensa imperial. En la América española también hubo nuevos impuestos, incluso la exten-sión del estanco del tabaco a colonias adicionales, mientras se apretaba el control administrativomedianteelsistemadeintendenteseinnovacionesafines.Todoestoloresumió John Lynch en su expresión (tan repetidamente citada) de una “segunda con-quista” de la América por España8. El Brasil experimentó algo similar con las reformas pombalinas; Saint-Domingue, o sea el Haití francés, se afectó menos aunque no fuera sino porque el gobierno metropolitano durante los años inmediatos anteriores a 1789 tenía otras preocupaciones más graves y más cercanas.

En las trece colonias inglesas que se convirtieron a la postre en Estados Unidos, lasmedidasfiscalesfuerondeverdadelfactordetonantedetodalaseriedeeventosque culminó en la independencia. El problema fundamental no consistía en el monto (bastante moderado) de los nuevos impuestos, sino en su fuente de origen, ya que los decretó el Parlamento metropolitano y no las asambleas coloniales, que de acuerdo

con la “constitución no escrita” del imperio británico poseían el exclusivo derecho de gravar con impuestos a los habitantes colo-niales. Siempre había habido ciertas excepciones a la regla, tales como los derechos de aduana, cuyo propósito (se argumentaba) consistíamenosenextraerrecursosfiscalesqueenlareglamenta-ción del comercio imperial, algo que hasta en Boston se aceptaba como función legítima de las autoridades en Londres. Por consi-guiente, cuando el gobierno británico, exasperado por las violentas protestas coloniales, abandonó su intento de 1765 de introducir el impuesto del papel sellado en las colonias americanas, creyó poder

7. Se destaca la importancia del ciclo ibérico en otro volumen colabora-tivo, dirigido por Jaime E. Rodríguez (él mismo uno de sus abanderados eminentes), Revolución, independen-cia y las nuevas naciones de América (Madrid: Fundación MAPFRE, 2005).

8. John Lynch, Las revoluciones hispa-noamericanas 1808-1826 (Barcelona: Ariel, 1976), 15, en cuya nota de pie de página le atribuye autoría del concepto a David Brading.

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decretarunosnuevosderechosdeaduana—todosellosprontamentederogadosmenoseldelté—sindesatarunconflictosimilar.Sinembargo,enestohabíacalculadomal.

La mismísima moderación del derecho sobre el té contribuyó a la ira de los colo-niales, porque en su concepto dejaba ver la esperanza del gobierno de que el impuesto realmentesecobraraenvezdeevadirsepormediodelcontrabando,loquesignificabaasuturnoqueelpropósitofinalnoerasinoreunirfondosparaeltesoro.Elresultadofue la Boston Tea Party (o “Tertulia de Té de Boston”) de diciembre de 1773, en la que se arrojaron cargamentos de té a la bahía. Esto provocó una reacción fuerte del gobierno metropolitano—comprensibleperootravezmalcalculada—enformadelosllamados“Actos Intolerables”. Éstos incluyeron desde el cierre del puerto de Boston hasta la concesión de privilegios a los recién conquistados canadienses franceses, cuya religión católica romana les parecía una abominación a los bostonianos de la época. De allí en adelante se deterioró rápidamente la relación entre las colonias y la madre patria hastadesembocarenelprimerconflictoarmadoenLexingtonen1775,yunañodes-puésenladeclaracióndeindependenciahechaenFiladelfia.Porlaimportanciaprimordialenelcasoangloamericanodelacuestiónfiscal,un

observador hostil habría podido interpretar los eventos que impulsaron a las trece colonias a declarar la independencia como un simple conflicto entre evasores deimpuestos y el tesoro imperial. Sin embargo, los angloamericanos rebeldes tenían perfecta razón al aseverar que no únicamente el dinero estaba en juego. Aun cuando se hubieran pagado religiosamente todos los nuevos impuestos, su impacto en la vida materialde loshabitanteshabríasido insignificante.Porconsiguiente,elconflictogiraba sobre todo alrededor de una cuestión de poder político, de una percepción deamenazaalosderechosacostumbradosdeautogobiernolocal—amenazaque,dehaberse concretado plenamente, habría podido abonar el terreno para otros ataques más serios enel futuro—.En todocaso,unavez superada la amenazamediante laacciónrevolucionaria,esosderechostradicionales—consistentesenelrequisitodelconsentimientodelosgobernadosparalaimposicióndegravámenesfiscales—fue-roncodificadosenel textode lasconstitucionesnacionalyestaduales.Masapartedel mero hecho de ser escritas y del establecimiento de una novedosa unión federal, tales constituciones guardaban una notable semejanza con el sistema de gobierno de que gozaban antes las colonias bajo el control no muy estricto del Parlamento en Londres y de la corona británica. En este sentido, la revolución angloamericana fue básicamente conservadora en sus objetivos políticos, aunque conservó, eso sí, algu-nas instituciones “liberales”.

En ninguna otra parte del hemisferio comenzó el movimiento de independencia comorespuestadirectaeinmediataamedidasespecíficasdelgobiernometropolitano,

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pero siempre unos sucesos europeos determinaron el inicio de la lucha. Exactamente como en las colonias inglesas, se daba un proceso reactivo que en un principio no bus-cabalaseparación—sólolaresolucióndeagraviosconcretos—,peroquemástardeomás temprano se transformó en un movimiento independentista. El primer caso fue el de Saint-Domingue, como subproducto del estallido de la Revolución Francesa. Los hacendados blancos montaron una campaña de agitación buscando evitar la posible adopción en París de medidas favorables a los esclavos y a los libres de color, y estos dos grupos por su parte presionaron para que en efecto se adoptasen tales medidas y para que, una vez adoptadas, la población colonial blanca no lograra evadirlas. Los agentes despachados desde la Francia revolucionaria muy pronto perdieron el control de la situación en la colonia, y también lo perdieron los plantadores blancos, a pesar de la intervención a su favor de fuerzas procedentes de las cercanas colonias británi-cas9. Toussaint l’Ouverture, como jefe de los esclavos rebeldes, aceptaba la formalidad de una lealtad a Francia, mayormente cuando las autoridades revolucionarias de París aceptaron la abolición de la esclavitud; pero a la larga un regreso a la intransigencia, incluso con restablecimiento de la esclavitud del lado metropolitano, hizo inevitable la independencia plena de Haití.Así como Napoleón debió cargar con la culpa del final rechazo de cualquier

transacción que hubieran aceptado los haitianos, él también merece la culpa (o es acreedor al agradecimiento) por haber detonado, sin quererlo, el proceso revolucio-nario en las Américas española y portuguesa, por su intento de asir el control de las respectivas potencias metropolitanas. En el Brasil se demoró el desenlace por la decisiónde laCorteportuguesaderefugiarseenRíodeJaneiro; lacrisisdefinitivaestalló sólo cuando la Corte regresó a Lisboa y los brasileños no quisieron perder la autonomía de hecho de que habían gozado mientras Río de Janeiro era capital del entero mundo portugués. Las colonias españolas de Sudamérica salvo el Perú tam-biénlograronunaautonomíadehecho—avecesbienefímeraporcierto—graciasalainvasión napoleónica a la península ibérica, erigiendo sus propias juntas provisiona-les para gobernar en nombre del cautivo Fernando VII; e Hidalgo trató por lo menos de hacer algo parecido en México.

Los eventos de la América española no fueron la culminación de una escalada de controversia pública sobre agravios colonia-les, como en las colonias inglesas, pero la seriedad y la índole de los agravios hispanoamericanos pueden inferirse sobre la base de la rapidez con que las juntas de 1810 adoptaron sus medidas correctivas. Abriendo los puertos al comercio de potencias amigas, se demostró, desde luego, el descontento con las restricciones al

9. Tanto la intervención británica como otras intervenciones en el conflictosoneltemadeDavidPatrickGeggus,Slavery, War and Revolution: The British Occupation of Saint Domingue (1793-1798) (Londres: Oxford, 1982).

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comercio impuestas anteriormente por la política imperial, por más que el efecto de tales restricciones haya sido amortiguado por las muchas excepciones especiales y por la tolerancia del contrabando. Nombrando a hispanoamericanos para los puestos másimportantes—ypracticandoaununadiscriminaciónen contra de los peninsulares enlosnombramientos—sediosatisfacciónalaambicióndeloscriollosdemayoresoportunidades burocráticas.

Con la abolición de la Inquisición, de la trata de esclavos y del tributo de indíge-nas, las juntas americanas hicieron gala de su propia ilustración social y cultural: los indígenas en lugar del tributo tendrían ahora que pagar otros impuestos que antes nopagaban,perotributoenfineraunapalabrademalaresonancia.Ymediante lacreación de asambleas de elección popular y la adopción de algunas constituciones escritas rudimentarias, los hispanoamericanos se dieron un aparato de gobierno limi-tado y representativo en lugar del seudoabsolutismo, ahora tan pasado de moda, del antiguo régimen español10.

En todo este plan de reformas los nuevos gobiernos hispanoamericanos no hacían nada (con excepción de la apertura de los puertos y la abolición de la trata de esclavos) que no hicieran igualmente en la misma madre patria los gobiernos de la resistencia antinapoleónica. Es más, el primer paso de la transición del absolutismo al gobierno representativo fue dado desde España cuando la Junta Central de Sevilla invitó a los hispanoamericanos a elegir a algunos de ellos mismos para tomar asiento en la Junta; y la Constitución de Cádiz de 1812 tuvo por objeto convertir el imperio español entero en una monarquía constitucional. Como han hecho ver el profesor Timothy Anna y otros estudiosos, la constitución española fue recibida con regocijo por muchos ame-ricanos11, y una figura como el notable humanista Andrés Bello—quienhabíasidoagenteenLondresdelosrevolucionariosvene-zolanos, los primeros en abandonar el pretexto de obediencia a FernandoVII—vacilódurante largosañosantesdeabandonarsupropia esperanza de una resolución pacifíca del conflicto entreEspaña y América sobre la base del monarquismo constitucional12.

Por varios motivos no resultó posible una solución del tipo que anhelaba Bello. En primer lugar, la representación ofrecida a los americanos tanto en la Junta Central como después en las Cortes fue a todas luces inadecuada, ya que no guardaba relación con la población de los territorios de ultramar. Un obstáculo aún más fundamental fue el hecho de que ni siquiera los liberales españoles se mostraron dispuestos a otorgarles a los territorios americanos ungradosignificativodeautonomíainterna.Venezuela,comoya

10. Sobre el caso argentino en parti-cular, con mención de paralelos con medidas de los liberales epañoles, véase el primer capítulo de mi obra Reform and Reaction in the Platine Provinces (1810-1852) (Gainesville: University of Florida Press, 1980).

11. Fue “aclamada […] con entusiasmo” por los criollos de la ciudad de México, según Timothy Anna (The Fall of the Royal Government in Mexico City [Lincoln,Nebraska:UniversityofNebraskaPress,1978],108).

12. Antonio Cussen, Bello and Bolívar: Poetry and Politics in the Spanish American Revolution (Cambridge: Cambridge University Press, 1992).

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queda notado, fue la primera de las ex colonias en darse cuenta de que lógicamente no había sino una salida posible, que era la declaración de independencia (adoptada en Caracas en julio de 1811); pero antes se había desatado la lucha armada, desde 1809 en los casos de Quito y el Alto Perú, y eventualmente cubrió casi todo el continente. Yaenladécadade1820pudoverseporfinestablecidaunafilacompletadegobier-nos independientes desde México a Buenos Aires, todos ellos salvo en el Paraguay de tipo ostensiblemente constitucional representativo. A diferencia de lo que sucedió enlaAméricainglesa,elnuevoordenpolíticodelaAméricaespañola—ytambiénlaPortuguesa,aunqueenBrasilenmenorgradoporlaretencióndelamonarquía—sig-nificóunrompimientobruscodelsistemapolíticopreexistente.Inclusocuandosuintensidaderavariablesegúnlaregión,elconflictoenlaAmérica

española fue el más largo y, con excepción de Haití, el más brutal y tenaz de las gue-rras americanas por la independencia. La batalla decisiva se libró en Ayacucho, unos quince años después de que hubieran sonado los primeros tiros; escaramuzas esporá-dicas y guerras de guerrillas continuaron algún tiempo más y cayeron las fortalezas realistas del Callao en el Perú y San Juan de Ulúa en México sólo en 1826. En diferentes ocasioneselconflictosehabíacaracterizadopormedidastanextremascomolaguerraa muerte declarada por Bolívar y las ejecuciones en masa de patriotas neogranadinos por orden de Morillo. La guerra de independencia angloamericana, por el contrario, durósóloseisaños,delabatalladeLexington-ConcordhastaladeYorktown,uochoañossiconsideramoscomofechafinalladeltratadoporelcuallaGranBretañareco-noció formalmente la independencia de sus ex colonias. Hay que notar además que silafechaterminaldelaluchaenlaAméricaespañolatambiénesladelafirmadetratados de paz y amistad, entonces continuó allí hasta la década de 1830 para México y Nueva Granada, y aún más tarde para algunos otros países. Tampoco se sintió com-pelido nunca Jorge Washington a declarar una guerra a muerte. El único índice de ferocidad que sobresalió en la lucha angloamericana fue la proporción de habitantes colonialesquefinalmentepararonalexiliovoluntarioo involuntario:uncincoporciento quizás de la población total (y un porcentaje aún mayor de la población blanca), lo que equivale a un éxodo superior al causado o por la Revolución Francesa o por la

de la América española13.La accesibilidad geográficadel Canadá como lugarde refugio

para los perdedores fue naturalmente un importante factor expli-cativo de la cantidad de exiliados angloamericanos. Por otra parte, la breve duración de la guerra en la América inglesa se explica sobre todo por la masiva ayuda extranjera que recibieron los revolucio-narios—deFrancia,deEspañayaundeHolanda—,loquemarca

13. Keith Mason, “The American Loyalist Diaspora and the ReconfigurationoftheBritishAtlantic World,” en Empire and Nation: The American Revolution in the Atlantic World, comps. Eliga H. Gould y Peter S.Onuf(Baltimore:JohnsHopkinsUniversity Press, 2005), 240.

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otro obvio contraste con la situación de las colonias rebeldes de la América española, ya que ninguna potencia extranjera le declaró la guerra a España para aliarse con ellas. Recibieronunflujointermitentedesoldadosextranjerosvoluntariosomercenarios(según el punto de vista), además de los materiales de guerra que vendieron o por efectivooacréditoloscomerciantesparticulares,peroestaayudanooficialnoguardacomparación ninguna con el aporte militar del ejército real francés que luchó al lado deWashingtonenelcontinentenorteamericanonidelaflotafrancesa(previamenteabastecidaenLaHabana)quehizoposiblelavictoriaculminanteenYorktown,impi-diendo que refuerzos británicos llegasen a tiempo al campamento del jefe realista.

Unicamente en la revolución haitiana hubo un grado igual o mayor de internacio-nalización, estando España una vez más alineada (por lo menos brevemente) con los revolucionarios en contra de otra potencia europea. Pero en este caso las distintas intervenciones extranjeras tendían a cancelarse unas a otras, y en todo caso contri-buyeronmuypocoalresultadofinal.Tampocointervinierondirectamentepotenciasextranjeras en la guerra brasileña de independencia, cuya breve duración fue debida primordialmente a la enorme disparidad de recursos entre la colonia rebelde y la madrepatria.Alosumo,losbuenosoficiosdeladiplomaciabritánicaafavordeunaresoluciónrápidadelconflicto,quesedabaentreunclientetradicionaleuropeodeInglaterra y un potencial estado-cliente sudamericano, tuvieron necesariamente algo que ver con la voluntad portuguesa de inclinarse ante lo inevitable14.

Para el estudio comparativo de las revoluciones, estos detalles militares y diplomá-ticos revisten sin duda menor interés que el contexto social, con referencia tanto a las bases sociales de las fuerzas de un lado y otro, como al alcance de los cambios socia-les ocurridos, fueran estructurales o de otro tipo. Y huelga decir que la revolución haitiananotienerivalenloqueasignificadosocialserefiere.Conunasexcepcionesmenores, se dio nítidamente una división de fuerzas sociales, de esclavos rebeldes contra los plantadores blancos y los petits blancs o “pequeños blancos”, consistiendo la principalambigüedadenelpapeldecisivodeloslibresdecolor,quesesentíanagra-viados por el orden prerevolucionario, pero vacilaban en hacer causa común con los esclavos, entre otras razones por su sentimiento de superioridad frente a ellos. El des-enlace también fue nítido en Haití, en cuanto fue la primera nación del Nuevo Mundo que abolió totalmente la esclavitud y que de paso abolió (aun contra los deseos de jefes como Toussaint l’Ouverture) la economía de plantaciones. En comparación con un cambio social tan radical, la independen-cia política de Haití parece de importancia sólo incidental.

En Angloamérica, el cambio neto social parece haber sido de una magnitud bastante similar al político; obviamente no hubo ni

14. Neill Macaulay, Dom Pedro: The Struggle for Liberty in Brazil and Portugal, 1798-1834 (Durham: University of North Carolina Press, 1986), 181-185.

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de lejos una transformación tan impresionante como la de Haití. La independencia política,comoyasehamencionado,enelfondoreafirmóyampliólaautonomíadehecho existente aun antes de 1776. Con respecto al impacto social, una cuestión pre-liminarquenecesitaplantearse eshastaquépuntohabíadiferencias significativasentre los grupos que luchaban en pro o en contra de la independencia: patriots y tories, en terminología angloamericana. Existe una impresión popular en Estados Unidos de que los enemigos de la independencia eran básicamente los británicos y unas tropas mercenariasalemanasqueelloshabíancontratado,peroenrealidadhabíafidelistasnativos pertenecientes a cada estrato social, desde esclavos negros hasta terratenien-tes aristócratas, y la causa de la Gran Bretaña obtuvo por cierto el apoyo de muchos de los indígenas no asimilados que vivían más allá de la frontera de asentamientos blan-cos. Fuera o no que los naturales se dieran cuenta de que uno de los terribles abusos denunciados en la Declaración de la Independencia norteamericana fue el intento de las autoridades en Londres de suspender la migración de colonos blancos a unas vastas regiones del interior del continente, no es sorprendente que si tuvieran que decidirse por uno u otro bando generalmente preferían ayudar a los agentes de un rey lejano y no a los vecinos inmediatos que venían arrebatándoles espacio vital15.Perosidejamosdeladoalosindígenas—quienesenúltimainstanciadesempeñaron

unpapelmarginalenelconflicto—ytambiénporelmomentoalosesclavosnegros,alhablar del origen social de los bandos contendientes hay que hacer unas distinciones entre las colonias del norte y del sur. En el norte, la crema de la crema de la oligarquía comercial tendía a abrazar la causa del régimen colonial, fuera por un miedo instintivo al cambio, por sus vínculos con intereses comerciales británicos o hasta por un factor religioso,siesqueerananglicanos,miembrosdelaiglesiaoficialdelamadrepatria,frente a las sectas disidentes que eran mayoría en todas las colonias desde Pensilvania

hacia arriba. Sin embargo, si en el norte la cúspide de la pirámide social era realista, los grupos intermedios, tanto de negociantes como profesionales, así como el clero puritano y una pluralidad del restodelapoblación—consistenteengranjerosyartesanossobretodo—eranpatriotas.Reiteroquesetratadeunasimplepluralidad,porque ninguna facción gozaba del apoyo de una mayoría absoluta y un número indeterminado pero sin duda alto de los habitantes no querían comprometerse con una ni con otra16.

En las colonias sureñas, por el contrario, la cúspide de la pirá-mide la ocupaban los miembros de una aristocracia terrateniente y esclavócrata, es decir, los Washington y Jefferson y otros demenor renombre que exactamente como los Bolívar venezolanos

15. Sobre la actitud de los indígenas, véase Barbara Graymont, The Iroquois in the American Revolution (Syracuse: Syracuse University Press, 1972) y James H. O’Donnell, Southern Indians in the American Revolution (Knoxville: University of Tennessee Press, 1973).

16. RobertMiddlekauf, The Glorious Cause: The American Revolution 1763-1789(NuevaYork:OxfordUniversityPress, 1982), 549-555, ofrece una visión global de los realistas, quienes en su estimación constituían la quinta parte más o menos de la población colonial total.

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asumieron la jefatura de la causa patriota. Siendo ellos las personas que de hecho con-trolaban los órganos de gobierno locales, buscaban salvaguardar su posición política contra intromisiones de la metrópoli. Como agroexportadores vieron la posibilidad de quitarse de encima una reglamentación imperial del comercio que no constituía un estorbo grave pero sí molesto. Los principales comerciantes de los puertos del sur también se inclinaban al lado patriota, pero se daban naturalmente excepciones, y un buennúmerodeagricultoresdel interiorsedecidieron—al igualque los indígenascuyastierrasibanusurpando—aidentificarseconelconvenientementedistanteJorgeIII más que con los grandes plantadores que dominaban los gobiernos locales o con los comerciantes a quienes estaban adeudados.

El otro grupo social importante, por lo menos en el sur, era el de los esclavos, que en generalcontinuabanarandoycosechandoodedicadosaoficiosdomésticosourbanosexactamentecomoantesdelconflicto.Enlahistoriografíanorteamericahastaañosrecientes esta circunstancia había parecido tan natural e inevitable que suscitaba pocos comentarios. Desde una perspectiva hemisférica, sin embargo, sí llama la atención el hecho de que ni patriotas ni realistas trataron de aprovecharse sistemáticamente del servicio militar de los esclavos, tal como haría después Boves en contra de Bolívar y Bolívar contra Morillo, o San Martín en su campaña a través de los Andes de Mendoza a Chile. Del lado de los patriotas, o patriots, en un principio hasta se trató de prohi-bir el reclutamiento de soldados negros. Después se dieron casos, aunque no masivos, de participación militar de esclavos y de negros libres a favor tanto de los patriotas como de los realistas, y el último gobernador británico de Virginia hizo brevemente del reclutamiento de esclavos una pieza clave de su estrategia. Mas él pronto abandonó el intento por contraproducente, por las airadas protestas aun de virginianos realistas: el favor de los dueños pesaba más que la posible colaboración de los esclavos17.

Salvo la reducida participación de los esclavos y el papel marginal aunque prin-cipalmente probritánico de los grupos indígenas, no es fácil identificar pautasconsistentes de alineamiento de elementos sociales en la guerra de independencia angloamericana. Lo que puede decirse de brocha gorda sobre una región no es aplica-ble necesariamente a otra, y por otra parte las diferencias entre estratos sociales eran menos nítidas que en otras partes del mundo occidental por aque-llos años. Recuérdese, a este respecto, el asombro de Francisco de Miranda, mientras viajaba por el litoral norteamericano, al obser-var la relación de compañerismo descomplicado entre empleadores y empleados (tratándose de empleados blancos por supuesto)18. La angloamericana era una sociedad sin obispos ni títulos de nobleza, y aun cuando era notable la brecha en cuanto a estilo

17. RobertMiddlekauf,The Glorious Cause, 556-557.

18. Francisco de Miranda, The Diary of Francisco de Miranda: Tour of the United States, 1783-1784(NuevaYork:Hispanic Society of America, 1928), por ejemplo, 82-83.

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material de vida y hasta algunas pretensiones culturales entre plantadores de Carolina del Sur y granjeros asentados en la frontera de Pensilvania, tenían en común en la mayoría de los casos la condición de terratenientes.

En las colonias inglesas de Norteamérica casi todos los miembros de la población blanca o poseían tierras o podían razonablemente soñar con hacerse poseedores, tras-ladándose a la frontera para este propósito en caso necesario. Prevalecía una situación algo similar con respecto a la educación popular, habiendo alcanzado las colonias de Nueva Inglaterra un nivel de alfabetismo casi universal, y las demás colonias un nivel superior por lo menos a la generalidad de los países europeos. La sociedad en su conjunto,enfin,habíainternalizadolosvaloresdelsentidocomúnpráctico,deltra-bajo personal y de la acumulación de riqueza que ensalzaba en sus escritos Benjamín Franklin.Porlotanto,asícomoTulioHalperínDonghiserefierealaArgentinacomoun país “nacido liberal”19, podría decirse que Estados Unidos es una nación “nacida burguesa”. No todos eran burgueses en sentido estricto en su función económica, y los plantadores del sur, aunque practicaban una agricultura comercial de exportación, usabanunsistemadetrabajoprecapitalista.Lavictoriadefinitivadeunaburguesíacapitalista en Estados Unidos vendría después de la magna guerra civil de mediados del siglo xix. Pero el espíritu de la sociedad y la ideología predominante ya eran bas-tante favorables a tal desenlace20.¿Produjoelconflictocambiossignificativosenlaestructuradelasociedad?Por

ciertoquesí,segúnlaescueladeopiniónqueejemplifica(yqueresumeensutítulo)la obra de Gordon Wood, The Radicalism of the American Revolution21. La tesis de Wood sostiene que la sociedad prerevolucionaria era controlada por las oligarquías coloniales terratenientes y comerciales, y que lo que emergió al término de la lucha fue por primera vez un orden social realmente democrático. Es que los sectores populares de granjeros independientes y artesanos que militaron en los ejércitos revolucionarios y dieron también su apoyo a la causa de otras muchas maneras habrían tomado literalmente en serio la retórica igualitaria de la Declaración de Independencia y exigido exitosamente una participación verda-dera en el proceso político. Uno de los resultados fue una mayor ampliación del sufragio, a medida que un estado tras otro (no todos) derogaban restricciones al derecho del voto, que había sido bastante generalizado aun antes de la revolución gracias a la distribución tan amplia de la propiedad raíz, y ahora alcan-zaba o se aproximaba al ideal del sufragio universal de varones,

19. Tulio Halperín Donghi, “Argentina: Liberalism in a Country Born Liberal”, en Guiding the Invisible Hand: Economic Liberalism and the State in Latin America, comps. Joseph L. Love y Nils Jacobsen (NuevaYork:Praeger,1988), 99-116.

20. Un sugestivo análisis de esta cues-tióneselensayodeAllanKulikoff,“Was the American Revolution a Bourgeois Revolution?”, en The Transforming Hand of Revolution: Reconsidering the American Revolution as a Social Movement, comps. RolandHoffmanyPeterJ.Albert(Charlottesville: University Press of Virginia, 1996), 58-89.

21. Gordon Wood, The Radicalism of the American Revolution(NuevaYork:Knopf, 1992).

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siempre tratándose de varones blancos, ya que los negros libres no obtenían siem-pre el mismo privilegio22.

Otro resultado fue una serie de medidas que eliminaban rasgos del orden colonial talescomolasiglesiasoficiales(anglicanasenelsur,puritanasenelnorte)ocomolaley de primogenitura en los lugares donde existiera. Hasta se vieron los comienzos de abolición de la esclavitud: durante o poco después de la guerra varios estados acaba-ron con la institución de una vez o adoptaron el principio del vientre libre, que más tarde se emplearía como método gradualista de emancipación en la América Española.

Típicamente, los estados abolicionistas eran los que casi no tenían población esclava, como Massachusetts; los de vientre libre, los estados como Nueva Jersey, dondenoexistíaunaesclavitudmasivaperolainstituciónteníalaimportanciasufi-ciente como para que la voz de los dueños tuviera un peso relativo en la política estaduales. Donde no se hizo nada al respecto fue, obviamente, en los estados del sur, dondelaesclavituddesempeñabaunpapeleconómicoysocialdeprimerorden—aun-quecabeañadirquelamismaconstituciónfederalde1789fijóunafechalímiteparala importación de esclavos23—.Otrasnumerosasreformasdetipodemocráticoohasta“radical” en términos de su época podrían detallarse, y no faltaban oligarcas iracun-dosaquieneshorrorizabalaoladedemagogiafiscalydeotraíndoletancaracterísticade la política interna de los estados en los años inmediatos de posguerra. Esperaban ellos que la creación en 1789 de un gobierno federal fuerte sería el antídoto adecuado para tales excesos. La adopción de la constitución nacional significó también la formación de un

mercado común continental, otro factor que contribuyó al despegue de una sólida burguesía capitalista. Sea como fuere, las consecuencias sociales y económicas de la revolución angloamericana, aunque no despreciables, tampoco son comparables con las de la Revolución Francesa o de la haitiana, que vendrían poco después, ni de las grandes revoluciones del siglo veinte. Precisamente por la existencia aun antes de la revolución de un igualitarismo social relativo e ideario predominante de signo bur-gués, los cambios sociales no representaron una ruptura abrupta con el pasado, sino que se dieron diferencias de grado mayor o menor, lo mismo que los cambios políticos.

En la América española el contexto social era bastante más complicado. Con respecto al alineamiento de fuerzas sociales, pareciera que los comerciantes importadores y exportadores —con excepción natural de los agentes de casas mercantiles de Cádiz—ensumayoríaapoyabanelmovimientodeindependencia.Lo mismo puede decirse de los terratenientes, cuya producción

22. Clinton Williamson, American Suffrage: From Property to Democracy, 1760-1860 (Princeton, Princeton University Press, 1960), capítulos 6 y 7.

23. WilliamM.Wiecek,The Politics of Antislavery Constitutionalism in America, 1760-1848 (Ithaca: Cornell University Press, 1977).

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agropecuaria se destinaba a mercados exteriores, como en Venezuela y el Río de la Plata, y de los abogados y demás profesionales al servicio de los grupos referidos. Hasta qué punto podrían estos elementos denominarse “burgueses” es una cuestión muy distinta y altamente discutible, pero así puede denominarse su meta ulterior de ampliar y profundizar conexiones con el mercado del Atlántico Norte. Sin embargo, los independentistas no habrían ganado la guerra sin obtener la colaboración de pro-pagandistas clericales, de terratenientes no dedicados a la exportación (en especial en colonias como la Nueva Granada donde el comercio exportador revestía menor importancia) y de miembros de las clases populares por lo menos en calidad de carne de cañón. El clero, por su parte, parece haberse alineado a favor o en contra de la independencia de acuerdo con los mismos patrones que los no clérigos de similares orígenes sociales y regionales. En cuanto a los hacendados no agroexportadores, no tenían por razón de su función económica motivos obvios para abrazar la causa de la independencia,peroestonoquieredecirqueporreglageneralnecesariamenteprefi-rieran la causa realista.

Los elementos populares fueron reclutados también, claro está, por los revoluciona-rios, e igualmente por los enemigos de la revolución a veces con mayor éxito. Aunque la preferencia fundamental de los indígenas en las colonias españolas era sin duda apartarsedelconflictoparaquecriollosypeninsularesluchasenentresí,cuandonotuvieron más remedio que participar lo hicieron con mayor frecuencia a favor de los realistas. Esto lo hicieron tanto porque las áreas de masiva población indígena como el Perú permanecían la mayor parte del tiempo bajo el control realista, como por los mismos motivos que determinaron la predilección espontánea de los iroquois y otros grupos naturales de América del Norte por los británicos. En algunos casos entraron en juego además factores particulares regionales, como en la provincia neogranadina deSantaMarta,dondelosindígenas(peronosóloellos)abrazaronlacausafidelista24. El éxito de fuerzas irregulares realistas en el reclutamiento de negros esclavos y pardos libres en contra de la Segunda República Venezolana es otro ejemplo bien conocido de apoyo popular a los enemigos de la independencia, aun cuando no tan familiar quizás como el ejemplo del apoyo masivo ofrecido a Miguel Hidalgo por los sectores popula-resenMéxicocentral.Peroenfin,talcomosedesprendedeestosdoscasosopuestos,no hay una sola fórmula que pueda relacionar el origen social con el alineamiento a

favor de patriotas o realistas en la América española en su conjunto. Después de todo, en Cuba aun los hacendados agroexportadores y comerciantesafineseransólidamenterealistas.

Algunos historiadores han sostenido que la alianza inevitable de revolucionarios burgueses o quizás protoburgeses con sectores

24. Steinar A. Saether, “Independence andtheredefinitionofIndiannessaround Santa Marta, Colombia, 1750-1850,” Journal of Latin American Studies 37:1 (febrero 2005), 55-80.

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del clero y con terratenientes más tradicionales condenó el movimiento de indepen-dencia de la América española a ser una “revolución incompleta”, revolución que logró una mayor apertura al comercio mundial pero dejó de eliminar los privilegios corporativos enquistados y otros rasgos del régimen colonial que eran obstáculos al desarrollo capitalista liberal25. Mejor dicho, se dio un comienzo de eliminación de semejantes obstáculos incluso cuando los logros principales se demorarían hasta las revoluciones liberales de mediados del siglo. Entre las medidas adoptadas durante la guerraoinmediatamentedespuésfiguraronreformastalescomolaabolicióndelosmayorazgos, en casi todas partes; también en casi todas partes los primeros pasos hacia la abolición de la esclavitud; la adopción general de condiciones económicas, en lugardelasanterioresétnicasoestamentales,enloqueserefierealaccesoalaparti-cipación política y a las profesiones de mayor prestigio; y una miscelánea de decretos para la conversión de las tierras comunales de indígenas en propiedad privada.

Estos últimos decretos, en verdad, quedarían letra muerta en la mayoría de los casosporvariosdecenios,ytampocofueuncambiomuysignificativoparaunpardotener ahora el derecho de asistir a la universidad si él ni siquiera sabía leer. En cuanto a la esclavitud, la norma latinoamericana se parece notablemente a la de los Estados Unidos:donde la instituciónera insignificante,comoenChile, seaboliósinmásnimás; donde tenía una importancia moderada o sólo en algunas provincias, como en la Gran Colombia, se optó por el sistema gradualista del vientre libre; donde tenía una importancia básica en la economía, como en la Cuba todavía española, no se hizo nada. Tampoco se hizo nada en el Brasil imperial, donde la existencia de la esclavitud a gran escala confería a la sociedad un sesgo más conservador que en casi cualquiera de las nuevas repúblicas, pero donde algunas otras innovaciones, como la tolerancia religiosa, se aceptaron casi sin problema.

En el caso de la esclavitud, en la América española independiente, los decretos de manumisión probablemente hicieron menos por acelerar la decadencia de la institu-ción que por los efectos de la lucha militar, que conllevó el reclutamiento de esclavos paraservirenunouotrobando—despuésdelocualnuncapodríandevolversealacondiciónanterior—,sindecirnadadelasmúltiplesoportunidadesquelespropor-cionó la confusión de la guerra para escaparse. De modo algo similar, el servicio militar fue un mecanismo de movilidad social ascendente para muchos hombres libres de origensocialhumildeomediano;mientrasquelospréstamosforzososyconfiscacio-nesdebienessignificaronunamovilidaddescendenteparaotros,en particular para los realistas perdedores. El exilio voluntario o involuntario de muchos de los derrotados creaba naturalmente una apertura de la que se aprovecharon tanto hispanoamericanos

25. Véase, por ejemplo, Manfred Kossok, La revolución en la historia, 139-140 y pássim.

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emprendedores como extranjeros recién llegados. Todas estas instancias de movilidad socialascendenteodescendente(ohaciaodesdeafuera)nosignificaronnecesaria-mente un cambio profundo de la estructura social, ya que los movimientos en un sentido determinado tendían a equilibrarse con movimientos inversos. Sin embargo, así no ocurrió del todo, porque la sociedad que emergió de la lucha resultaba un poco más abierta que la colonial, y no sólo por la adopción de unas cuantas reformas como la eliminación de los mayorazgos o por las repercusiones sociales de la lucha misma.

Entre otros varios factores, las formas de gobierno representativas y constitucionales queseadoptaron—másnovedosasenAméricaLatinaqueenAngloamérica—ensan-charon por sí mismas las oportunidades de empleo de sectores sociales intermedios. La élite burocrática de la colonia tardía no era capaz de ocupar todos los puestos establecidos, y el resultado fue que unos ambiciosos advenedizos de regiones antes marginadas o de sectores sociales también marginales pudieron acceder a una parte del poder político formal26.Yenfin,hayquetenerencuentalaampliacióndelapar-ticipación popular mediante elecciones más o menos regulares. En casi todas partes, el sufragio era bastante más restringido que en los Estados Unidos, pero las elecciones probablementetuvieronmayorsignificaciónenelprocesopolíticoglobaldeloqueconvencionalmente se ha imaginado, contribuyendo así a una temprana politización de mucha parte de la población. A este respecto no debe pasarse por alto la expe-riencia de regiones en que tuvo vigencia brevemente la Constitución Española (Quito, Perú, Nueva España), donde se dieron también elecciones y votaron muchos indígenas aun cuando a los pardos se les negaba la ciudadanía27.

Algo menos novedoso era el control que en última instancia seguía ejerciendo en las nuevas repúblicas (o en la nueva monarquía del Brasil) una clase alta relativamente pequeña, cuyos intereses se vinculaban generalmente a la agricultura de exportación o, según la región, a latifundios de tipo tradicional. Esta clase alta no era exactamente la misma que antes, pero como consecuencia del hecho político de la independencia

había tomado en sus propias manos ciertas funciones decisorias y administrativas antes pertenecientes a una monarquía distante y sus agentes en América. Semejante logro sin duda importaba más que la simple necesidad de compartir el poder republicano con unos cuantos conciudadanos. Así y todo, en una perspectiva com-parativa es posible sostener que la dirección del cambio social en laAméricaespañola—yenlaAméricaportuguesa,auncuandoelBrasilnoharecibidoenesteensayolaatenciónquemerece—fuecomparable a la de Angloamérica, y quizás inclusive que el grado de innovación fuera un poco mayor. La principal diferencia consistía

26. SobreelcasoespecíficodelaNuevaGranada, véase Víctor Manuel Uribe Urán, Vidas honorables: abogados, familia y política en Colombia, 1780-1850 (Medellín: eafit, y Bogotá: Banco de la República, 2008).

27. Para el caso de Quito, ver el artículo de Jaime Rodríguez, “La antigua pro-vincia de Guayaquil durante la época de la independencia (1809-1820)”, Procesos 14 (1999), 18-26.

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en los puntos de partida, porque tanto social como políticamente las colonias inglesas ya se habían acercado mucho más que las ibéricas a las metas del liberalismo burgués. Para aquellas, la guerra de independencia en último análisis les trajo algo más de lo que ya tenían; para América Latina, trajo algo diferente, aunque todavía mezclado con otras cosas acostumbradas.

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El derrumbe de la primera república en la Nueva Granada entre 1810 y 1816

The collapse of the first Republic in New Granada between 1810 and 1816

aBstract

This article describes the multiple efforts under-

taken by Creole elites to organize a new political

order in New Granada between 1810 and 1816. It

takes into account the complexity of these efforts

and shows how, nonetheless, the political frag-

mentation into numerous local sovereignties, the

weight of local identities and projects, as well as

the bureaucratic appetites of Creole elites, paved

the way for the failure of the first Republic in New

Granada even before the reconquest.

Key Words

First Republic, New Granada, cities, villas, provinces,

juntas de gobierno, bureaucracy, corruption, war.

Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Histo-ria de América Latina de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, España. Profesora asociada del Departamento de Historia de la Facultad Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia. Directora del Grupo Historia, Territorio y Pobla-mientoenColombia(CategoríaAenColciencias).Sustemasdeinvestigaciónsonlaconfigura-ción del espacio y los patrones de poblamiento en la Nueva Granada durante los siglos xviii y xix, al igual que los procesos de transición entre el mundo colonial y el republicano en la Nueva Granada y en la región Andina. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “La revolución de los cabildos y las múltiples autonomías locales en el Nuevo Reino de Granada”, en Historia que no cesa. La independencia de Colombia, 1780-1830, editado por Pablo Rodríguez Jimenez (Bogotá: Uni-versidad del Rosario, 2010), 47-62; “Balance y perspectivas de la historiografía sobre la indepen-dencia en Colombia”, Revista Historia y Espacio 33 (2009): 5-20; “El miedo a la plebe: participación popular en la primera República. Nueva Granada, 1810-1816”, en Seminario Internacional Etnia, color y clase en los procesos de Independencia de los países andinos (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008). [email protected]

El derrumbe de la primera república en la Nueva Granada entre 1810 y1816

resumeN

Este artículo describe los múltiples esfuerzos

realizados por las élites criollas para organizar un

nuevo orden político en la Nueva Granada entre

1810 y 1816. Se intentará apreciar la complejidad

de estos esfuerzos y mostrar cómo, a pesar de

ellos, la fragmentación política en múltiples sobe-

ranías locales, el peso de las identidades y los pro-

yectos locales, así como los apetitos burocráticos

de las élites criollas, allanaron el camino al fracaso

de la primera república en la Nueva Granada, aun

antes de la reconquista.

paLaBras cLave

Primera república, Nueva Granada, ciudades,

villas, provincias, juntas de Gobierno, burocracia,

corrupción, guerra.

AnaCatalina

ReyesCárdenas

artículo recibido:

15 de enero de 2010;

aprobado: 12 de abril

de 2010; modificado:

10 de mayo de 2010.

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“Esta Junta Superior ve con el más profundo sentimiento que la discordia se va extendiendo por todo el Reino

y que lo amenaza la completa anarquía. Las provincias se han separado de las provincias, los lugares se van

separando de los lugares, todos quieren ser independientes, y en breve cundirá el mismo espíritu en cada uno de

los individuos. Entonces disueltos enteramente los vínculos sociales, no se conocerá otra ley que la del más fuerte,

retrocediendo el Reino al estado bárbaro e infeliz de los primeros habitantes del globo […]”1.

1. Los retos de La Nueva repúBLica

Entre los años 1810 y 1815 sucedieron tantos acontecimientos que al inten-tar reconstruir la cronología de los hechos politicos que sacudieron a la Nueva Granada se tiene la sensación de estar en medio de un gran turbión. Una cadena de sucesosvertiginososdesfilanantelosojosdelinvestigador,queapenas alcanza a dimensionar su importancia cuando es atro-pellado por otro: instalación de colegios electorales, congresos, federaciones y proclamación de numerosas constituciones2. Todo esto en medio de la efervescencia de la prensa, los bandos y laproliferacióndepanfletos,pues la libertadde imprentayla necesidad de crear una opinión pública favorable a los diver-sos proyectos políticos hicieron que ésta irrumpiera como actor determinante de la república.

Mas no sólo se vivió una intensa actividad política. El retumbar detamboresdeguerra,elalistamientoyeldesfiledetropasfueronconstantes entre los años de 1811 y 1815. En la Nueva Granada se movilizaron las tropas y las milicias, no sólo contra los peligros de las provincias realistas y una posible reconquista, sino que también se enfrentaron provincias, ciudades, villas y parroquias. El enfrentamiento entre el Congreso de las Provincias Unidas y el de Cundinamarca se intensificó, hasta llegar a una situación enque la guerra y el sometimiento militar del contendor aparecieron comolaúnicavíapararesolverelconflictopolítico.

1. “Pronunciamiento de la Junta Pro-vincial de la Provincia de Antioquia. 26 de diciembre de 1810”, citado en Roberto Tisnes, Don Juan del Corral (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1980), 64.

2. Entre 1810 y 1815 se promulgaron las siguientes constituciones: Antio-quia, 1811, 1812, 1815; Cartagena, 1812, 1814; Cundinamarca, 1811, 1812, 1815; Socorro, 1810; Mariquita, 1815; Mompox, 1812; Neiva, 1812, 1815; Timaná, 1810; Pamplona, 1815; Popayán, 1814; Provincias Unidas, 1811, 1814, 1815; Tunja, 1811. Ver: Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, ed., Constituciones de Colombia, vol. 1-4, Carlos Piedrahíta (estudio preliminar y anexo) (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1986).

ÏEste artículo es el resultado de la investigación realizada para la tesis doctoral, presentada a la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España, en el mes de noviembre de 2009.

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Todosestosacontecimientosdancuentadeladificultaddeltránsitodelantiguoorden monárquico a los primeros intentos por construir una república. En estos años, las élites de la Nueva Granada pusieron su empeño en concretar una realidad polí-tica, social y económica nueva. Intentaron darle vida a un Estado y a una nación que respondiera a lo que ellos imaginaban: el amanecer de la civilización en América. Numerosas fórmulas políticas, editoriales, escritos y discursos dan cuenta de la efer-vescencia intelectual de la época, pero todos estos esfuerzos ideológicos y gramaticales no lograron conjurar las soluciones militares que se repitieron en distintos escenarios del antiguo Virreinato. La lógica de la guerra y la solución militar se impusieron una y otra vez sobre los discursos y la pluma.Para entender el fin de la primera república resulta clave el entrecruzamiento

entre los acontecimientos americanos y los que ocurrieron en la Península. Tanto los esfuerzos militares de los patriotas como los esfuerzos políticos por crear un nuevo orden sucumbieron ante el cambio de situación política en la península ibérica.

En 1814, Napoleón fue derrotado en la Península gracias al apoyo militar inglés. Fernando VII regresó al poder el 8 de mayo de 1814, con el claro propósito de res-taurar la monarquía absoluta y el antiguo régimen. Mediante un decreto de esa fecha y apoyado por los sectores más conservadores, declaró “nulos y de ningún valor ni efectos” la Constitución de Cádiz y los demás promulgados desde 1812, res-tableciendo así la monarquía absoluta y el derecho divino de los monarcas. Con la Restauración se habilitó nuevamente el Tribunal de la Inquisición y se reprimió a los liberales y afrancesados3.El10demayode1814,elReymedianteunmanifiesto,invitóalosamericanosa

deponer su rebeldía. Al tiempo envió ejércitos expedicionarios con el objeto de restau-rarlamonarquíaenAméricaypacificarlascolonias.PascualLiñanrecibióelencargode pacificar laNueva España y PabloMorillo el de pacificarVenezuela y laNuevaGranada. La reconquista americana era inminente, y los días de la primera república neogranadina estaban contados. Sin embargo, los neogranadinos, enfrascados en múl-tiples diferencias y luchas entre facciones y concentrados en la tarea de gobernar la naciente república, no lograron dimensionar el peligro que se cernía sobre la repú-blica de papel.

La reconquista militar de América ha sido presentada por la historiografía clásica como una obra del terror y del poder militar de España contra América. Sin embargo, hoy, los pocos estudios que sobre el tema existen permiten pensar que esta reconquista fue posible, al menos en la Nueva Granada, por la debilidad militar, el caos político que reinaba y por la incertidumbre generalizada que creaba una

3. Juan José Morales Ruiz, “Fernando vii y la masonería española”, Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea 3 (2003). En: http://hispanianova.rediris.es (septiembre 29 de 2009).

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tibia adhesión de la población al nuevo orden republicano. De hecho, exceptuando a Cartagena, hubo ausencia de resistencia de buena parte de la población, que vio con indiferencia pero no con beneplácito el arribo de las tropas peninsulares4. Igualmente, estudios como los de Juan Friede y Rebeca Earle ha hecho evidentes que la indepen-dencia de la Nueva Granada fue posible por las debilidades del ejército expedicionario. Eran evidentes la carencia de bastimentos y municiones, así como la indiferencia de la Corona ante las reiteradas solicitudes de recursos hechas por Morillo5.

En 1810, la crisis política en la península se había acentuado como resultado de los continuos descalabros militares. El control por parte de los franceses de la casi tota-lidad de la península era un hecho. La Junta Suprema Central Gubernativa del Reino desprestigiada debió renunciar y se le entregó el gobierno a un Consejo de Regencia, nombrado sobre la marcha de los acontecimientos. Los americanos temían ser inva-didosporNapoleón,desconfiabanademásdelasautoridadesvirreinalestildadasdeafrancesadas y ponían en tela de juicio la legitimidad del Consejo de Regencia. Éste, a diferencia de la Junta Suprema Central, que había incluido diputados americanos ele-gidos en las Indias, no convocó a los americanos a elegir sus diputados en él6.

Todos estos hechos precipitaron en la Nueva Granada en 1810 el movimiento de insubordinación de los cabildos, que llevó al derrocamiento de las autoridades virrei-nales y la conformación de Juntas Autónomas de Gobierno. Las Juntas brotaron por todo el territorio, tanto en las provincias como en las ciudades, villas y parroquias. Hubo una explosión de múltiples soberanías locales que reclamaban el derecho auto-gobernarse y exigían autonomía.

En este período la adhesión de ciudades, villas, parroquias y sitios a uno u otro bando obedecía más a los intereses de las élites de estas localidades y a la defensa de la autonomía territorial, polí-ticayeconómicaqueaposicionesideológicasdefinidas.Algunasciudades como Santa Marta, Pasto y Panamá se proclaman defen-soras del Rey para diferenciarse y liberarse de la tutela de otros centrosdepodercercanosquesehabíandefinidocomopatriotas.Tenían la esperanza de que su adhesión a la corona les permitiera recuperar su autonomía y obtener mejoras en su estatus y en sus privilegios. Panamá había perdido el privilegio de tener su propia audiencia en los años treinta del siglo xviii, cuando se estableció el virreinato de la Nueva Granada. Aspiraba a recuperar su impor-tancia política. Y en efecto, durante la reconquista fue lugar de residencia de la Audiencia y del Virrey. Santa Marta en un prin-cipio fue patriota, pero su tradicional rivalidad como puerto con

4. Juan Friede, La otra verdad. La Inde-pendencia americana vista por los espa-ñoles (Bogotá: Carlos Valencia Edito-res, 1979), 47-57. Friede demuestra la debilidad del ejército reconquistador y la ausencia de interés de España por esta campaña militar.

5. Rebecca Earle, Spain and the Indepen-dence of Colombia, 1810-1825 (Chicago: University of Exeter Press, 1999); Brian Hamnett, La política española en una época revolucionaria, 1790-1820 (México: Fondo de Cultura Econó-mica, 1986).

6. Debemos recordar que los america-nos tuvieron una representación de nueve diputados elegidos por ellos en la Junta Suprema de Gobierno establecida en 1809 para gobernar en la ausencia del rey.

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Cartagena y la imposición por parte de ésta de un arancel del 12% al comercio deterioraron sus relaciones y la impulsaron a intentar ganar autonomía mediante una diferenciación política con respecto a su rival. Pasto encontró en su adhesión a la causa realista una forma de defenderse del eje político Quito-Popayán que la subordinaba. En este sentido, son claras las representacio-nes del cabildo de esta ciudad; en ellas se reclamaba a la corona “la residencia de la Real Audiencia en Pasto [...]. La residencia de la mitra; un colegio para estudios mayores, ya que por la rivali-dad quiteña las juventudes pobres de Pasto no pueden instruirse para el bien público y de la monarquía”, y se solicitó además “una frontera fortalecida con tropas, puesto que los de Quito han sido siempre nuestros rivales”7.

La historiografía tradicional ha presentado el período de 1811 a 1815 como un enfrentamiento entre un proyecto federalista y otro centralista. Sin embargo, esta interpretación hace que se soslayenlosnumerososconflictoslocales,lafuerzapolíticadelascomunidadesquedefinieronbandos,simpatías,apoyos,yque,enmuchas ocasiones, llevaron incluso a confrontaciones armadas

que dificultaron la consolidaciónde la primera república. Más que un conflicto entre centralistas yfederalistas8, lo que expresan estos múltiples conflictos son las tensio-nes entre un orden local fuerte, un orden provincial débil y un orden republicano que intentaba conjurar la desintegración territorial9.

El proyecto del Congreso de Cundinamarca, liderado por Antonio Nariño, si bien quería fortalecer el nuevo Estado intentando controlar la dispersión y fragmentación de soberanías locales y unir esfuerzos militares contra un posible ata-que realista, también privilegiaba los intereses de la antigua capital

7. “Actas del cabildo de Pasto, 1809”, en Sergio E. Ortiz, comp., Colección de Documentos, 95.

8. Es además cuestionable hablar de federalismo en un virreinato en que las provincias se caracterizaban por su poca cohesión interna y nume-rososconflictosentreciudadesyvillas. Ver Juan Carlos Chiaramonte, “Mutaciones del concepto de nación durante el siglo xviii y la primera mitad del siglo xix”, en Nación y Estado en Iberoamérica. El Lenguaje político en tiempos de la Independencia, coord. Juan Carlos Chiaramonte (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2004). “La comparación de independencias Ibero y Anglo americanas y el caso rioplatense”, en Las revoluciones del Mundo Atlántico, coords. María Teresa Calderón y Clement Thibaut (Bogotá: Universidad Externado de Colombia - Taurus, 2006).

9. Fueronnotableslosconflictosintra-provinciales en la provincia de Carta-gena, no sólo con la villa de Mompox, quedesembocóenunconflictomili-tar, sino también la rebelión realista de las poblaciones de las sabanas y riberas de Sinú. Se levantaron Tolú, Corozal, Sampues, Sincelejo, Ayapel, Cispatá y Lorica. Igualmente se presentaronmúltiplesconflictosenla zona del actual Santander. El Soco-rro, cabeza del nuevo corregimiento, se enfrentó con la villa de San Gil y la antigua ciudad de Vélez. Igualmente, huboconflictosconlasparroquiasde Barichara y Charal. Hacia el norte de la región, Pamplona se enfrentó con Girón y con San José de Cúcuta. LosconflictosintraprovincialesdePopayán giraron en torno al enfren-tamiento con Pasto, pero también con el nuevo eje político conformado por Cali y las ciudades confederadas. En esta misma provincia se enfren-taron Barbacoas e Iscuandé. Tunja tuvoconflictosconVilladeLeyva,Sogamoso, Chiquinquirá y Muzo, que decidieron adherir a la Junta de Santafé.EnAntioquialosconflictosse dieron entre la antigua capital y

las pujantes villas de Medellín y la ciudad de Rionegro de Arma; igualmente con Santa Rosa de Osos y la antigua ciudad de Remedios y también con la parroquia de San José de Nare. La Provincia de Quibdó se fracturó en torno a los ejes de Novita, Citara y Quibdó. Ver Ana Catalina Reyes Cárdenas, “Ordenamiento Territorial en el Nuevo Reino de Gra-nada, 1750-1810”, en Poblamiento y Movilidad Social en la Historia de Colombia. Siglos xvi-xx, eds. Ana Catalina Reyes Cárdenas y Juan David Montoya (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Vicerrecto-ría de Investigaciones, 2007); “Una Nación o Muchas Patrias Soberanas. Territorios, Identidades e Indepen-dencias en el Nuevo Reino de Gra-nada. 1780, 1816” (Tesis para optar al título de Doctorado, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España, 2009), 153-188 y 273-320.

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virreinal. Se intentaba establecer a Santa Fe como eje y centro político de la nueva república y como centro de la burocracia del nuevo Estado. Este proyecto centralista generabaenlasotrasprovinciasneogranadinasdesconfianzaytemoresbienfunda-dos ante la política expansionista del recién creado Estado de Cundinamarca10.

Las élites criollas patriotas debieron asumir la difícil tarea de crear un nuevo Estado que reemplazara el antiguo orden colonial. Lo viejo y lo nuevo se entrecru-zarían en un duelo de imaginarios entre las ideas antiguas, que tenían peso sobre la mentalidad y la cultura de los hombres de esta época, y la necesidad de crear un orden que se diferenciara del antiguo régimen. Sobre el ordenamiento municipalista y local, sobre el poder de los cabildos, que tenían bajo su control el poder político y la administración de la justicia, había que imaginar nuevas instituciones políticas que hicieran viable el principio de la modernidad política: conformar un Estado en el quelostrespoderes—ejecutivo,legislativoyjudicial—estuvieranclaramentedife-renciados. Debían dotar de representación política a los nuevos ciudadanos, darle formaalnuevopoderjudicial,crearunnuevoymodernosistemafiscalyconformarun ejército que defendiera a la nueva Republica. Todas estas tareas debían llevarse a caboenmediodelosconflictosinternos,lasamenazasdelasprovinciasrealistasyde una posible expedición militar de España.

En estos años, las élites neogranadinas debieron también, de forma prematura en el contexto hispanoamericano, decidir si conservaban la adhesión a la nación espa-ñola y a la monarquía constitucional proclamada por las Cortes de Cádiz o si por el contrario se daba el salto hacia una independencia total de la Nueva Granada y se asumía la orfandad de una nueva república sin rey. Debieron resolver qué relacio-nes mantendrían con Venezuela y lidiar con las vacilaciones de la élite quiteña, que creaba una situación de confusión en la Audiencia de Quito.

2. tareas de Las JuNtas supremas de goBierNo. soBeraNías LocaLes y divisióN de poderes

El gran reto para las Juntas Supremas de Gobierno establecidas en las ciudades capitales consistía en constituir juntas provin-ciales que lograran cristalizar negociaciones entre ciudades, conelfindefortalecerlasprovinciasyevitarlafragmentación. La tensión entre lo local y lo provincial es clave para entender esteperíodo.Construirelordenprovincialsignificabacontarconuna capacidad de negociación que tuviera en cuenta la represen-tación equilibrada de las distintas ciudades y las villas en cada Junta Provincial. Mantener la cohesión interna de una provincia,

10. Con el ánimo de extender y crear el Estado de Cundinamarca, en el año de 1810 la Junta de Santafé le dio el título de villas a las siguientes pobla-ciones y pueblos de indios: Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, Mesa de Juan Díaz, Guaduas, Cáqueza, Turmequé, Tensa, Sogamoso y Chiquinquirá. Igual-mente en 1811 permitió la adhesión a dicha junta del cabildo de San Gil y sus parroquias. Ver: Ana Catalina Reyes Cárdenas, “Una Nación o Muchas Patrias Soberanas”, 277-285.

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sin disidencias de sus localidades, implicó en numerosos casos el otorgamiento de gracias, honores, prerrogativas económicas y en la mayoría de lo casos un nuevo estatus en la jerarquía territorial. Numerosas parroquias y sitios se convertirán de lanochealamañanaenvillasacambiodeadherirymantenersefielesalasjuntasprovinciales. El mapa de Virreinato se trasformaría de forma acelerada entre 1810 y 181511. La mayoría de las veces el remedio fue peor que el mal, pues la creación de nuevas villas generó rivalidades y luchas por competencias en las provincias. Podemos concluir que las juntas en su mayoría fracasaron en el intento de mantener la unidad en sus provincias.

Asimismo, al iniciarse el año 1811 las juntas de Gobierno provinciales eran dura-mente cuestionadas por la población, que las acusaba de concentrar y abusar de su poder y de excluir a las localidades. Las juntas de Gobierno habían concentrado en ellas los poderes legislativo, ejecutivo y, lo más grave, el judicial. Las juntas tenían el poderde adelantar juicios a los oponentespolíticos, confiscar susbienes e inclusoponerlos presos. A esto hay que sumar que la Junta de Salud Pública que se creó en Santaféteníalapotestaddesometerajuiciosdepurificación,aembargosyaprésta-mos forzosos a aquellos que consideraba enemigos de los criollos americanos, y que algunasvecesincluíaentrelospurificadosapersonasdelbandopatriotaquenocom-partían las orientaciones del Gobierno de turno12.

Esta concentración de poderes aparecía como una abominación peor que el poder de la antigua monarquía y contrariaba los principios liberales del nuevo Estado, que descansaba sobre el pilar de la división de poderes. En algunos casos, es importante observar cómo el nuevo orden con sus promesas de igualdad y ciu-

dadanía había logrado permear a sectores populares urbanos, que reclamaban ser tenidos en cuenta en los nuevos espacios y órganos de poder. Tanto en la prensa como en pasquines anóni-mos, los reclamos a las juntas por el exceso de concentración de funciones hicieron que éstas tuvieran que abordar, como tarea prioritaria, la conformación de colegios electorales que dotaran a las nuevas provincias de constituciones y formaran gobiernos divididos en tres poderes.

En Cartagena, el periódico El Argos Americano publicó, en abril de1811,unacartafirmadabajoelseudónimode“Sr.Reformador”,enqueseafirmabaqueeraunanecesidadinaplazablequelaJuntaProvincial de Cartagena asumiera la tarea, dilatada inexplicable-mente, de darse una Constitución. Expresaba que si bien la ausencia de gobierno llevaba a la anarquía, la falta de una constitución tenía

11. Entre 1810 y 1814 se le concedió título de villa en la zona andina a Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, Mesa de Juan Díaz, Guaduas, Caquezá, Tumer-qué, Tensa, Sogamoso y Chiquin-quirá, Tocaima, Santa Rosa, Soatá, Puente Real de Vélez, Barichara, San Laureano de Bucaramanga, San Carlos de Piedecuesta, Matanza, Amabalema, Chaparral y Garzón. En la zona Caribe, a Soledad, San Roque de Mahates, Barranquilla, Carmen de Bolívar y Majagual. Ver: Ana Catalina Reyes Cárdenas, “Una Nación o Muchas Patrias Soberanas”, 332-417.

12. Archivo General de la Nación (agN), Anexo. Purificaciones, tomo 2, ff.183-205.

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a la provincia en “permanente peligro de ser presa de las arbitra-riedades de sus mandatarios o de las facciones que dominen la debilidad e inconsistencia del gobierno”. El artículo manifestaba la preocupación por la inquietud que podía generar en el pueblo la ausencia de una Constitución y prevenía sobre la imagen que esta situación podía producir en “las naciones civilizadas”, que verían con absoluta extrañeza una ausencia tal y la concentración del poder en manos de la Junta: “No demos al mundo la idea de que la expulsión de nuestros antiguos mandones y establecimiento de la nueva forma de gobierno ha sido capricho de odio a sus personas […] o de alguna mira de ambición”13.

Lo que más preocupaba al autor era la concentración de poderes enlaJuntayponíademanifiestoquela“fuentedearbitrariedadyeldespotismo es la reunión de los tres poderes: Deliberativo, Ejecutivo y Judicial”. Recomendaba entonces que la Junta de Cartagena sepa-rara esos poderes y adelantara la creación de tribunales e instigaba a la separación del poder jurídico. El autor anunciaba que, sin esta separación, los negocios públicos se verían “entorpecidos” y se cometerían “contradicciones y arbitrariedades”14. A raíz de esa discusión, principios de julio de 1811, los vecinos de Cartagena hicieron una representación a la Junta Provincial de Gobierno15. En dicha representación, manifestaban que:

“[Con] miras a mantener la libertad que ha logrado el pue-

blo de Cartagena y mantener un equilibrio entre poderes se

propone urgentemente a la Suprema Junta se forme la cons-

titución provincial, para que separe los poderes Legislativo,

Ejecutivo y Judicial y que el pueblo sea admitido en las sesio-

nes públicas del primero para recuperar el espíritu público

y la confianza”16.

Es interesante anotar cómo en su representación los vecinos de Cartagena, además de pedir la constitución y la separación de poderes, reclamaban el derecho del pueblo a participar en las discusiones de la nueva Constitución, lo cual se explica por la numerosa población de color y la destacada participación de los pardos en la política de la ciudad a partir de 180917. De hecho, este grupo social fuedeterminanteparadefinir las rivalidadesentre

13. El Argos Americano, n.o 28-29, Carta-gena, abril 1 de 1811.

14. El Argos Americano, n.o 28-29, Carta-gena, abril 1 de 1811.

15. Las representaciones, como for-mas de protesta y queja utilizadas durante el gobierno colonial, subsis-tirían durante la primera República.

16. El Argos Americano no 40, Cartagena, julio 1 de 1811.

17. En Cartagena la proporción de las gentes de colores representaban el 66%, porcentaje al que deben sumarse los esclavos negros que representa-ban el 7%. Los blancos alcanzaban a representar solo el 12%. A raíz de las reformas borbónicas, algunos pardos y mulatos habían ingresado a las milicias, lo que les había propor-cionado movilidad, ascenso social y cierta autonomía al tener fuero militar. También esta ciudad gozaba de un grupo de pardos dedicados a actividades artesanales y que habían alcanzado cierto nivel cultural. Con el tiempo algunos pardos habían logrado una buena posición econó-mica y social e incluso eran propieta-rios de esclavos. Un caso ilustrativo fue Pedro Romero, el líder político mulato de la primera república. Romero perteneció a las milicias, era artesano y realizó varias solicitudes a la Corona para que su hijo pudiera ingresara a los estudios universita-rios; una de sus hijas contrajo matri-monio con un destacado dirigente político criollo y corregidor de Tolú, Ignacio Muñoz. Las condiciones sociales, económicas y culturales les permitió a los pardos tener un papel destacado en la política de la ciudad durante la primera república, aunque esto no implicó, como bien lo ha señalado Aline Helg, que asumieran una posición a favor de la abolición de la esclavitud. Ver Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano, 1717-1821 (Bogotá: Banco de la República - El ÁncoraEditores,1998);AlineHelg, Liberty and Equality in Caribbean Colom-bia, 1770-1835 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004).

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las facciones patriotas Toledistas y Piñeristas, que controlaron la agitada política de la ciudad en estos años18.

La gente del común, si bien no tuvo representación en las juntas, se había movilizado en los procesos de remoción de las autoridades coloniales y tuvo amplia participación en los acontecimientos de esta época. En los núcleos urbanos, en las celebraciones de instalación de nuevos gobiernos, en las ceremonias y procesiones y en la siembra de “árboles de la libertad”, el pueblo participó activamente. A partir de 1810, la conti-núaproclamacióndebandos,losdesfilesmilitares,elllamamientoaformarmiliciasurbanas, mantenían a las gentes en un estado de expectativa que, aunque no los hacía actores principales, sí los involucraba. Muchas veces la gente del común fue determi-nante para el triunfo de algunas de las facciones o bandos en pugna. Además, las élites frecuentemente apelaban a la voluntad popular e invocaban la “soberanía del pueblo” para validar sus actuaciones; los motines, la circulación de pasquines, las representa-ciones y la participación en algunas asambleas legislativas, en que las gentes aplaudían orechiflabanactuacionesydecisionesdelasélites,constituyenuncuadroquedesvir-túa la tradicional idea de que los sectores populares urbanos se mantuvieron alejados e indiferentes frente a los hechos que acontecían.

En 1811 los vecinos de la villa de Cúcuta estaban inconformes con las actuaciones de la Junta Suprema instalada en Pamplona. A pesar de las lisonjeras promesas que este cuerpo había hecho a Cúcuta de instalar un colegio electoral, con representa-cióndetodaslasciudadesyvillasdelasprovinciasyconelfindequeéstedotaraa

la provincia de una Constitución, nada de eso se había cumplido. Además, los representantes de Cúcuta se quejaban de que eran insultados y vejados por la Junta Suprema de Pamplona, y ésta por su parte difundía rumores de que Cúcuta, para favorecer sus redes comerciales, estaba resuelta a unirse con Maracaibo, que se había declarado realista y enemiga de Caracas19. Mientras tanto, Cúcuta se reunía con los representantes de las localidades bajo su jurisdicción para ver qué decisiones se tomaban frente a la Junta Provincial de Pamplona.EnelCorregimientodelSocorroafinalesde1811,laconvoca-

toria para instalar un colegio electoral provincial recrudeció los enfrentamientos políticos entre Socorro, San Gil y Vélez. El pre-sidente de la Junta de Gobierno del Socorro, José Lorenzo Plata, quiso desconocer a los representantes de San Gil y Vélez alegando que habían sido elegidos de manera fraudulenta. Entonces, San Gil declaró su independencia y recibió el apoyo de la parroquia de

18. Estas facciones se enfrentaron durante la primera república, llevando a la ciudad a una inesta-bilidad política permanente. Los toledistas fueron liderados por José María Toledo, hacendado y patriota que representaba las posiciones moderadas, garantizaba la estabi-lidad económica y política de los criollos y protegía los intereses de los grandes hacendados y comerciantes. Los piñeristas, liderados por los her-manos Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres, eran partidarios de una independencia total de España y tenían una actitud más demagógica con los sectores pardos y mulatos de la ciudad.

19. La Bagatela, n.o 30, Santafé de Bogotá, noviembre 5 de 1811.

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Charalá, perteneciente al Socorro. En medio de mutuas acusaciones y recriminacio-nesyantelafaltadeacuerdos,elconflictoinvolucróalosvecinosdelSocorroySanGil, que se vieron envueltos en un enfrentamiento armado entre las dos poblaciones. Como parte de las hostilidades, los habitantes de San Gil, según la crónica periodística, atacaron por las armas a los habitantes de las parroquias de Pinchote y el Valle, “ejecu-tando en la primera la violación del templo y el asesinato de un niño y un anciano”20; además, los soldados de una patrulla armada enviada por Socorro para defender sus parroquias fueron atacados por los vecinos de la parroquia de Charalá mientras toma-ban desnudos un baño en el río.

A principios de 1811, la provincia de Mariquita decidió adherirse a la antigua capi-talsantafereñaydesmembrarse.LarazónqueadujofueronlosconflictosconlaJuntade Gobierno de la villa de Honda, que había reclamado sus poderes sobre la provincia, desconocido los derechos de representación de Mariquita y concentrado en ella los tres poderes, negándose a aplicar la división de poderes y aprovechando su omnipo-tencia para cometer toda suerte de arbitrariedades21.

Lo cierto es que Mariquita estaba resentida con la Junta de Gobierno de Honda desde septiembre de 1810, año en que esta junta aceptó la adhesión a ella de los veci-nos de la ciudad de Ibagué, que estaba bajo la jurisdicción de Mariquita. Los vecinos de Ibagué expresaron su propósito al agregarse a la Junta de Honda: “[…] para que se nos gobierne, se nos determine y arregle en nuestros juicios civiles, criminales, políticos y económicos, arreglándose en todo a las constituciones con que hoy gobiernan las provinciasdeNorteamérica”.LosvecinosdeIbaguéafirmabanqueMariquitahabíaelegido representantes al Congreso del reino en una votación, a su juicio, llena de vicios,yquedebíadeclarasenula;asímismo,afirmabanquenosehabía tenidoencuenta los cabildos de las ciudades de Ibagué y La Palma, con lo que habían cometido un “notable agravio” y habían violado el “derecho natural y de gentes a la hijos de esta provincia, en cuyos cuerpos existe aun reasumida la autoridad desde el instante que fue depuesta arrancada de las manos de los tiranos que con violencia la usurparon”22.En el Estado de Cundinamarca, a fines de 1811, en la recién erigida villa de

Chocontá se presentó un motín del pueblo contra el cabildo, con el objeto de impedir la elección de los apoderados de esta villa que debían nombrar a los electores del colegio electoral que se instalaría en Santafé. La protesta del pueblo iba dirigida contra la exclusión de algunos miembros del común que, según los veci-nos, cumplían con los requisitos para ser apoderados, pero a los que el cabildo impedía la posesión. El desorden tomó proporcio-nes violentas y el Gobierno de Cundinamarca debió enviar una

20. Gaceta Extraordinaria de Cundina-marca, n.o 25, Santafé de Bogotá, enero 18 de 1812.

21. La Bagatela, n.o 25, Santafé de Bogotá, marzo 12 de 1811.

22. agN, Archivo Restrepo, “Declaración del Cabildo de Ibagué. 16 de enero de 1811”,rollo25,ff.38-39.

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expedición militar compuesta por cuarenta hombres, al mando de subteniente don Manuel Portocarrero23. Este caso ilustra el surgimiento de una conciencia de inclu-sión política por parte de sectores del común y las resistencias de las “roscas” locales a permitir esta participación. En sentido más amplio, expresa una de las tensiones y dificultadescentralesdelperíodo:ladefinicióndequiénes,enelnuevoorden,eranciudadanos, quiénes podían ser elegidos, quiénes podían elegir y con qué mecanis-mos se debían realizar las elecciones.

Otro caso es el de la provincia del Chocó, que había padecido las desmembracio-nes de Nóvita y Citará y continuos vaivenes políticos. Esta situación había llevado a que ésta se anexara al Gobierno de Cundinamarca, pero el cabildo de Quibdó, el cen-tro urbano principal, oscilaba entre posiciones realistas e independentistas. El 19 de marzo de 1812, la gente del común de Quibdó se amotinó en contra de dos vocales de la Juntajunta, el alcalde ordinario y el protector de naturales. La protesta no pasó a la violencia, gracias a la mediación del cura franciscano José Escarpeta, quien representó al pueblo ante la Junta. Los cargos del pueblo contra los mencionados funcionarios sostenían que impedían la conformación de un colegio constituyente en la provincia y que eran “desafectos a la causa común del reino”24.

Lo que desató la movilización del pueblo de Quibdó fue el hecho de que, después de dos años, los vocales no habían permitido la “instalación de un legítimo gobierno, perpetuándose ellos en el mando”. Los vocales, apoyados por el alcalde ordinario, habían usurpado el poder judicial, atribuyéndose funciones de tribunal, e injusta-mente, afirmaban los vecinos, habíanprendido a “cuatro vecinoshonrados, entre

ellos uno de distinción, cargándolos de cadena, después de haber-los sacado de sus casas desnudos y con violencia solamente porque habían manifestado sus deseos acerca de la legítima reunión de la provincia e instalación de un gobierno legal compuesto por los representantes de los pueblos”25. Otro factor que avivó los conflictos interprovinciales fue la

creación de nuevas circunscripciones electorales denominadas partidos y departamentos. En Antioquia la creación de depar-tamentos fue producto de un juego de intrigas entre las élites locales de las ciudades y villas con mayor poder. Los departamen-tos que inicialmente se establecieron fueron los de Antioquia, Medellín, Rionegro y Marinilla, pero la localidad de Santa Rosa de Osos26, nuevo y pujante eje minero en el norte, protestó contra su exclusión. Igualmente lo hizo la antigua ciudad de Remedios, en el nordeste de la provincia. Ambas localidades amenazaron con

23. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 29, Santafé de Bogotá, noviembre 7 de 1811.

24. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, mayo 7 de 1812.

25. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, mayo 7 de 1812.

26. Santa Rosa de Osos se convirtió durante el siglo xviii en el nuevo centro minero que reemplazó las decadentes explotaciones del nordeste y el bajo Cauca antioqueño. Ann Twinam, Mineros, comerciantes y labradores: las raíces del espíritu empre-sarial en Antioquia. 1763-1810 (Medellín: faes, 1985).

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separase de la provincia y adherirse al Gobierno de Cundinamarca si no se les otor-gaba la categoría de departamentos27.

En Cartagena, la política continuó centrada en las disputas, cada vez más exacerba-das, entre las facciones toledistas y piñeristas. En noviembre de 1814, José María García Toledo logró imponerse en el Colegio Electoral, que tenía como encargo la revisión de la Constitución. La ventaja sobre su contradictor de siempre, Gutiérrez de Piñeres, fue apretada y desató una asonada con amplia participación de los mulatos, que apoyaban a Germán Gutiérrez de Piñeres. Este movimiento impidió que se nombrara como presi-dente de la Cámara Legislativa al toledista Miguel Díaz Granados, y que el líder popular mulato Pedro Medrano, quien tuvo una amplia participación en estos eventos, se per-filaracomounafigurapolíticaclavedeestesectordelapoblación.

En este escenario jugaron un papel importante los reacomodos de poderes locales de las nuevas villas como ejes políticos y económicos de la provincia. Los representan-tes de las recién creadas villas de Soledad (1814), San Roque de Mahates y Barranquilla, cabeza del recién creado departamento de Barlovento (1813), lideraron en 1815 la oposición a los piñeristas y propusieron desconocer el Colegio Electoral elegido y for-mar uno nuevo. Asimismo, propusieron desconocer el nuevo Gobierno de Cartagena, elegido según ellos por la presión de los amotinados. A Barranquilla se sumaron los representantes de los sitios de Sabanagrande, Santa Rosa, Santa Catalina, Villanueva, Arjona y Nuestra Señora de la Concepción de Ternera28. Los cabildos de estas villas denunciaron el “ultraje y vejamen” al que los habían sometido los piñeristas, a quie-nes no vacilaron en tildar de “bandoleros que intentaban destruir la provincia”29. Denunciaron la ilegitimidad de Colegio Electoral, que se oponía a la “voluntad libre de los pueblos” y declararon que desconocerían la nueva Constitución que se pudiera promulgar en un ambiente de violencia e intimidación30. Por el contrario, las villas del Carmen de Bolívar (1813) y Majagual (1814), que debían su nuevo estatus a los piñeris-tas,continuaríanfielesaestepartido.Comohemospodidoobservar, las guerras entreprovincias, los conflictos inter-

nos dentro de ellas y los desajustes propios de la instauración de un nuevo orden político proyectaban sobre la Nueva Granada un horizonte de caos, inestabilidad y zozobra, que demostraba las dificultadesen la construccióndeunnuevoEstadoyunanuevanación, sin contar con identidades colectivas ni nacionalismos previos. Con su lúcida visión, Nariño hizo un cuadro de la situación de la nueva república:

“¿Qué es lo que he adelantado? Nada: el descontento sigue, las

corporaciones no quieren reunirse á despachar sus funciones,

27. Archivo Histórico de Antioquia (aha), Libros capitulares de Antioquia, tomo650,ff.125-126.

28. agN, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo 2,ff.625-636.

29. agN, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo 2,ff.625-636.

30. agN, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo 2,ff.625-636.

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los partidos se mantienen vigentes y acalorados a pesar de los continuos esfuerzos

que hago para calmarlos, y el Gobierno en su totalidad vá a disolverse, y nos vamos

á ver precipitados en una anarquía espantosa”31.

3. La poBreza de La Nueva repúBLica y eL apeteciBLe maNJar de Los cargos Burocráticos Las actas de instalación de las juntas provinciales evidenciaban el espíritu ilustrado

y reformista de las élites criollas. En ellas se expresaba la necesidad de garantizar la felicidad de los pueblos y su progreso. La Junta de Antioquia en su primera proclama hizo explícita la necesidad de garantizar “el aumento de las poblaciones, civilización de los pueblos, fomento de la agricultura y minería, para la más activa circulación del comercio y su prosperidad, para la educación de la juventud para todos los ramos de la policía y demás bastos objetos que sea propuesto regenerar”.

De acuerdo con el espíritu de cambio, las juntas decretaron la supresión de estanco sobre el tabaco y el aguardiente, la eliminación de la alcabala, la abolición del tributo indígena y otros impuestos32. Estas medidas, además de su contenido revolucionario y de diferenciación con el antiguo régimen, pretendían también congraciar a las élites y a las nuevas burocracias estatales con las gentes del común. Pero el resultado de la supresión de impuestos, sin que fueran reemplazados por otro tipo de contribuciones, generó consecuencias graves para la economía de las provincias.

En 1811 la mayoría de las provincias de la confederación estaban en bancarrota. Alegando el derecho a la soberanía y autonomía, las cajas reales de las distintas pro-vincias se negaron a hacer los trasladados a la Caja de Santafé, a dar cuenta de sus recursoseigualmentedejarondetrasladarelsituadofiscalnecesarioparalosgastosmilitares de Cartagena33. Ante las angustiosas solicitudes de apoyo económico para gastos militares por parte de Cartagena, que estaba rodeada por las fuerzas realistas de

Santa Marta, las provincias se mostraron indiferentes, aunque no hostiles. Algunas de ellas fueron de la opinión de que “Cartagena era un sepulcro de la población y de las riquezas del interior”34. Llegaronasugeririnclusolademolicióndesusfortificaciones.Lavieja pugna entre las provincias de Cundinamarca y Cartagena se intensificó.Nariño,antelasmúltiplescríticasquelellovíandesdelaprensadeCartagenapornoenviarrecursosafirmóque:

“Me es indispensable decir una palabra sobre los motivos de

no haber mandado situados a Cartagena. Pudiera limitarme a

una sola razón: no he mandado dinero porque no lo hay; pero

diré también que no lo hay porque Cartagena ha propendido

a que no lo haya. Cartagena ha fomentado la desunión de las

31. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 54, Santafé de Bogotá, agosto 20 de 1812, 255-256.

32. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 54, Santafé de Bogotá, agosto 20 de 1812, 255-256.

33. AdolfoMeiselRoca,“Lacrisisfiscalde Cartagena en la época de la Inde-pendencia. 1808-1821”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial (Bogotá: Banco de la República, 2007).

34. La Bagatela, n.o 4, Santafé de Bogotá, agosto 4 de 1811. Noticias muy gordas.

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pequeñas provincias a Cundinamarca. Cartagena ha permitido la extracción del oro

sin amonedar, con detrimento de nuestro tesoro, y sin la utilidad suya: Cartagena ha

recargado de derechos los géneros que han internado para este Estado; y Cartagena

finalmente ha querido que le demos, quitándonos los medios de tener que darles”35.

La escasez de las rentas provinciales se debía a la anarquía que reinaba en la Nueva Granada, a la ausencia de rentas por los tributos suprimidos, al desorden en el quinto real, al fortalecimiento del contrabando y a la evasión. Los distintos bandos políticos criollos señalaron a su contrario como responsable de la crisis, inculpándolo de una su desmedida voracidad por ocupar cargos y apropiarse de las rentas en las provincias, dilapidando así los escasos recursos. Prácticas de corrupción como el favorecimiento de “roscas” familiares en el nombramiento de funcionarios, que, incapaces y mal pre-parados, contribuían al caos y al desorden económico, fueron un síntoma generalizado en la Nueva Granada.Lossueldoseingresospercibidosporcargospúblicossignificabanunaimportante

fuente de ingresos para quienes impulsaron la independencia. Además, no hay que olvidar que al inicio de siglo xix las ganancias de los comerciantes neogranadinos esta-ban sometidas a los difíciles avatares del comercio internacional, pues la pérdida de poder comercial de España frente a Inglaterra, la prohibición por parte de la Corona española del comercio con las Antillas y los Estados Unidos y los altos impuestos a esta actividad tenían profundas repercusiones para las élites neogranadinas.

Aunque poseían un estatus social y cultural, algunos de los que impulsaron la independencia carecían de fuentes de ingreso. La mayoría eran abogados prestigio-sos, intelectuales y descendientes de familias importantes, pero no necesariamente ricos. Otros eran clérigos afanosos de mejorar su posición después de haber sido rei-teradamente desplazados de los mejores cargos por los eclesiásticos peninsulares. De los miembros de la Junta del Socorro, el 33% eran abogados; en la Junta de Cali representaban el 20,5%, en la de Santafé el 34% y en la de Cartagena el 45%, mientras que en la Junta de Antioquia el 50% lo componían abogados y clérigos. Alrededor de un 70% de los miembros de las juntas tenían como forma de vida los cargos públicos36. Sobre este tema se refirió igualmente la Gaceta Ministerial y

señaló que muchos de los cargos públicos del nuevo Gobierno republicano estaban siendo asumidos por hombres facciosos que, directaoindirectamente,empleabanmediosartificiosos,injustosy crueles para asumir dichos cargos y que lo único que los motivaba

35. agN, Archivo Restrepo,“Manifiestoalpueblo de Cundinamarca, Antonio Nariño.Junio04,1812”,rollo04,ff.419-420.

36. Víctor Manuel Uribe Urán, “¡Muerte a los abogados! Los aboga-dos y el movimiento de independen-cia en la Nueva Granada, 1809-1820”, Historia y Sociedad 7 (2000): 7-48; Víctor Manuel Uribe Urán, Honorable lives Lawyers, Families and Politics, 1780-1850 (Pittsburg: Pittsburgh University Press, 2000), 47-49.

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eran sus propios intereses o el ánimo de revancha sobre el contradictor, pero en nin-gún caso el bienestar general.

“La primer clase [se refiere a los empleados] es la de los vengativos que maquinan

contra aquellas personas á quienes aborrecen, teniendo oculto su odio para perse-

guir con más seguridad al objeto de sus venganzas. Usan aún de los medios más

injustos para procurarse un puesto eminente, a fin de servir á su venganza [...]. La

segunda clase de caracteres sujetos á esta debilidad humana, comprende á aquellos

hombres soberbios, que llenos de estimación de sí mismos, no pueden resolverse á

recibir la ley de otras personas [...]”37.

La voracidad de las élites criollas contrastaba con las exangües finanzas de lasprovincias. Las juntas de gobierno, los colegios electorales y los nuevos tribunales, sumados a los antiguos puestos de funcionarios, fueron un apetecible manjar para laséliteslocales,ávidasdenuevosingresosydereafirmarsuprestigiocomoelnuevopatriciado de la República.

Una de las primeras medidas que tomaron los colegios electorales en las distintas provincias fue asignar una retribución económica a cada uno de los miembros; sala-rios que oscilaban, en algunos casos, entre mil y dos mil pesos. A esto se sumaban los pagos de secretarios, relatores y otros cargos necesarios para la administración

provincial,comolosdelgobernador,fiscal,losvocalesdelasaladejusticia y los tesoreros públicos. En una provincia como Tunja, que afrontaba una disminución de sus ingresos, los gastos anuales de la burocracia ascendían a la considerable suma $33.000.

taBLa N.o 1. saLarios de Los cargos Burocráticos eN La proviNcia de tuNJa (1811)

Al señor gobernador del Estado 1.500Al señor teniente de gobernador 1.200Al señor representante 2.000Al señor suplente 1.900A los cinco señores del Senado 9.000A los tres señores de la sala de justicia 2.400Alseñorfiscal 1.000Al relator 600A dos tesoreros públicos 1.600A tres secretarios 1.800

37. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, abril 26 de 1812.

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A los diez señores de la legislatura a $1.000, pero con proporción o regulación al tiempo que empleen en el trabajo

10.000

Suman 33.000Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colecciones, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, serie Patria Boba, caja 325, carpeta 679.

La prensa centralista de la época señalaba que eran los estados confederados, con sus múltiples soberanías y gobiernos, los responsables de la bancarrota de la nueva república: “Los partidarios de las pequeñas soberanías halagan al pueblo con la pose-sión de mil ventajas: entre nosotros dicen: residirán los tribunales superiores, y el ciudadano no tendrá que concurrir a una capital distante en solicitud de su justicia. Todos los recursos se facilitarán en nuestra provincia, y seremos autores de nuestra felicidad”38.Elartículoseñalaba,finalmente,éstaseransólovagaspromesasdeunas“soberanías fantasiosas” que apenas tenían con qué sobrevivir, que carecían de per-sonas capacitadas para ejercer los cargos y que daban pie para que los ciudadanos terminaran bajo el dominio de una “fuente de poder emponzoñada”39. Esta última frase era una crítica a lo que el autor denominaba “oligarquías provinciales”, que monopolizaban los puestos burocráticos en cada uno de los nuevos estados.

Los dos proyectos políticos, el de la Confederación de Provincias Unidas y el centralista, liderado por Cundinamarca, se recriminarían en repetidas ocasiones el intento de disfrazar con ropajes ideológicos el deseo de apropiarse de las rentas del Estado. Camilo Torres Tenorio, quien lideraba desde 1811 el proyecto de las Provincias Unidas, le escribió con preocupación a su hermano Jerónimo, manifestándole que muchas de las decisiones políticas que estaban tomando las provincias eran producto de los intereses particulares. Igualmente, le explicitaba su temor de que los intereses coyunturales y burocráticos de las élites locales estuvieran impidiendo la búsqueda de fórmulas de unidad del Reino: “Vea usted que perspectiva y cuanto más prudente habría sido el establecimiento de una Junta de Diputados del reino que se pidió y que el orgullo y la ambición de mandar con viles intereses de las rentas y empleos impidió”40.

Ya desde 1810, cuando se discutía la instalación del primer Congreso del Reino, convocado por Santafé y al cual Cartagena se había negado a asistir, proponiendo como lugar alternativo la villa de Medellín, el abogado Ignacio Herrera, natural de Cali, hizo una dura crítica a los que defendían la propuesta de confederación y

38. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, 12 de mayo de 1812.

39. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, 12 de mayo de 1812.

40. agN, Archivo Academia Colombiana de Historia, serie Colección Camilo Torres,carpetas2-25,ff.1-10.Lasitálicas son de la autora.

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los tildó de “enemigos intestinos”. Su argumento fundamental era que una organi-zación confederada exigía unas tradiciones políticas y una riqueza económica que no existía en la Nueva Granada. Señalaba, así mismo, que esta forma de gobierno sólo era un embeleco para que las principales familias de las provincias pusieran en los pues-tos más importantes a su parentela y familiares. Contra los gobernantes locales que defendíanlassoberaníasparticularesyelsistemafederalistaafirmó:

“Sus muchos miembros son […] otros tantos déspotas que aspiran a la tiranía, que

se empeñan en recoger los impuestos del Reino para dominar con ellos a los pueblos,

que se distribuyen los empleos, entre los de su familia y que miran con desprecio

a los que no han nacido en su suelo. El sistema federativo bien lejos de ser útil en

las circunstancias actuales, prepara la ruina absoluta de todos los pueblos. Él no se

puede organizar sin una perfecta igualdad en las Provincias, que extirpe los celos y

las asegure del poder de otra que aspire a conquistarlas”41.

Reclamaba que la independencia y la consolidación de las provincias pasaban por quecadaunadeellastuviera lasrentassuficientesparagarantizar la fundacióndecolegios, academias, talleres, tribunal superior y una tropa arreglada. Demostraba que, con el estado económico de la mayoría de las provincias, era imposible que se emprendieran tareas absolutamente necesarias para el progreso, como la apertura de caminos, la adecuación de ríos para la navegación y la formación de marinas que defendieran puertos y costas. Concluía el autor argumentando que, para lograr el pro-greso bajo una organización federal de estados soberanos, se tendría que recurrir a muchos impuestos y contribuciones, con lo que la población se vería más esclava y oprimida de lo que estaba bajo el antiguo gobierno colonial42.

En 1811, la Junta Provincial de Antioquia se vio precisada a desmentir, a través de unmanifiestopúblico, lospasquinesanónimosquecirculabanyquedenunciabanelsupuesto “favoritismo a ciertas familias a quienes se les había concedido los cargos públicos malgastando el erario”43. Según el gobierno provincial, todos los cargos estaban en manos de empleados beneméritos, miembros de las familias “de distintas calidades”,

ylossueldossehabíanfijadoconcriteriosdeahorroyeconomía44.En 1813, Nariño, en el discurso inaugural del Colegio Electoral

de Cundinamarca, señaló los peligros que acechaban a la nueva república si se continuaba con los modelos de gobierno que desan-graban a todas las provincias:

“Han corrido no obstante, tres años, y ninguna provincia tiene

tesoro, fuerza armada, cañones, pólvora, escuelas, caminos,

ni casas de moneda: Sólo tienen un número considerable de

41. agN, Archivo Restrepo,rollo05,ff.80-83. Las itálicas son de la autora.

42. agN, Archivo Restrepo,rollo05,ff.80-83.

43. aha, Libros capitulares de Antioquia, tomo650,ff.147-149.

44. aha, Libros capitulares de Antioquia, tomo650,ff.147-149.

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funcionarios que consumen las pocas rentas que han quedado, y que defienden

con todas sus fuerzas el nuevo sistema que los favorece [...]. Establecer un sistema

de debilidad para formar un cuerpo robusto, es una contradicción, un absurdo y el

último de los delirios del entendimiento humano... Nada digo señores que no esté

delante de vuestros ojos. El día funesto se acerca en que si no mudamos de con-

ducta, vamos cargados de nuestras bellas constituciones a morir en los cadalsos o

en las bóvedas de las Antillas”45.

Ese año, en el periódico La Gaceta Ministerial de Cundinamarca, apareció un intere-sante artículo tomado del periódico El Observador Colombiano, que al parecer circulaba en Caracas. En él se analizaban “el origen y las causas de la división en que se halla-ban las provincias de la Nueva Granada y Venezuela y el desgobierno que reinaba”. El autor empezaba por señalar como causa de la desunión el carácter de los habitantes, su torpe educación y algunos rasgos heredados de los españoles:

“Como hijos legítimos de los españoles amamos mucho los empleos, y las distincio-

nes, y nos gusta demasiado vivir de la hacienda pública. No nos queremos convencer

de que [...] los empleos libres son una carga muy pesada porque no es agradable

merecer el odio y la execración general, cuando no hay talento, y la virtud necesaria

para desempeñarlos […]. Así es que esa inmensidad de funcionarios públicos que se

han elevado en nuestras provincias presenta hoy el más poderoso obstáculo a que

todos se den el ósculo de la paz y se reúnan bajo un gobierno enérgico. Porque es

preciso decirlo de una vez, ese enjambre de empleos condecorados con cuantos

títulos han visto las repúblicas antiguas y modernas, que cunde por todas partes,

y cual una plaga desoladora destruye, y aniquila en lugar de plantar y edificar ¿qué

otra cosa hace a pesar de sus buenas intenciones sino preparar los combustibles más

propios para una guerra civil?”46.

Continúa el polemista, sin entrar a calificar o descalificar el sistema norte-americano, a afirmar que en la Nueva Granada la teoría de las“soberanías particulares nos ha embriagado demasiado”, y que resultaba un error intentar igualarnos a los Estados Unidos de Norteamérica, pueblo que tenía otras tradiciones, otra experien-cia política en cuanto al funcionamiento de los Estados desde el período colonial. Además, el autor señalaba que no se contaba con las virtudes de aquel “pueblo laborioso e ilustrado”47, y con-cluía con escepticismo y pesimismo que los hombres de la Nueva Granada, como los de Venezuela, eran en 1813 más esclavos que

45. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, junio 28 de 1813. Las itálicas son de la autora.

46. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, noviembre 4 de 1813. Las itálicas son de la autora.

47. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, noviembre 4 de 1813.

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durante el régimen anterior, pues el estado de la justicia era lamentable, por caótico e ineficiente.Lamentabaquelosgobernantessedesgastaranendisputasfrívolas,mien-tras no aparecían las reformas que debían hacer felices a los pueblos48.

4. fiesta, poder y armas

La incertidumbre y la desconfianza fueron el signo generalizado de los últimosaños de la primera república. Es muy probable que la gente del común y amplios sec-tores de las élites incluso añoraran el antiguo gobierno. El exceso de boato y el ánimo de las mencionadas élites de reproducir, bajo los ropajes del nuevo credo republicano los privilegios de que gozaban las antiguas autoridades coloniales, alimentaban el escepticismodelpueblo.Fueunperíodomarcadoporlacreacióndefiestaspatriasysímbolos que representaban el nuevo orden republicano, en el que también resaltaba el papel protagónico y privilegiado del nuevo patriciado integrado por los criollos.

El 22 de diciembre de 1810 se instaló el Congreso del Reino en Santafé do Bogotá. A él asistieron los representantes de las provincias del Socorro (presbítero Andrés Rosillo),Neiva(presbíteroManuelCampos),Santafé(ManuelBernardoÁlvarez,anti-guo funcionario colonial), Pamplona (Camilo Torres, prestigioso abogado de la Real Audiencia), Nóvita (el abogado Ignacio Herrera) y Mariquita (León Armero). El sastre José María Caballero, perspicaz observador de la época, consignó la instalación del evento en su diario con las siguientes palabras:

“El 22 fue la instalación de Congreso; hubo salva general de la artillería y Auxiliar. A

23 fue la misa de gracias con asistencia de toda la Junta y congreso de los que había

siete diputados de las Provincias Unidas habiendo hecho presidente del Congreso al

señor Manuel Bernardo Álvarez, diputado de esta provincia, y se le hicieron todos los

honores como al Virrey; hubo salvas de granaderos, y a la tarde un famoso refresco

en el Palacio, toros e iluminación por tres noches”49.

Es de anotar la referencia a que los criollos insistían en verse como la nueva nobleza y en reproducir las formas cortesanas de los antiguos virreyes. El 31 de diciembre se le

hizootrohomenajeadonManuelBernardoÁlvarez,estavezutili-zando nuevas alegorías, propias de la república francesa. La retreta que le ofreció el batallón de Guardias Nacionales fue precedida por una procesión encabezada por “dos ninfas preciosamente vestidas con carro triunfal, con muchas luces y pólvora […]”50.

Asimismo, en marzo de 1811 arribó a Bogotá el presbítero José Cortés Madarriaga, enviado por el Gobierno de Caracas para lograr un acuerdo de apoyo y defensa mutua entre granadinos y

48. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, noviembre 4 de 1813.

49. José María Caballero, Diario de la independencia (Bogotá: Talleres GráficosBancoPopular,1974),82.Lasitálicas son de la autora.

50. José María Caballero, Diario de la independencia, 83.

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venezolanos contra los realistas y para acordar formas de relación entre ambos esta-dos. Madarriaga fue recibido con salvas de artillería, y esa “noche se le ofreció un refresco que costo $400 y al día siguiente una comida de costo $1.000 con mucha sun-tuosidad y aparato; en la noche se dio una gran música y baile”51.

Santafé, como antigua capital del Virreinato, era heredera del ceremonial colonial y ahora, como capital de la nueva república, trató de reforzar su importancia y el prestigio de sus élites con continuas celebraciones que implicaban actos religiosos, desfiles,retretasmilitares,banquetes,corridasdetoros,bailes,alumbradoyfuegosartificialesque,obviamente,estabanacargodelpresupuestodelaprovincia.Peroeldespilfarro y la ostentación terminaron por indisponer a la gente común. En su diario, Caballero apuntó expresiones que daban cuenta de ese rechazo del pueblo frente al abuso de las élites, no sólo por el aprovechamiento de los cargos públicos, sino tam-bién por el derroche de los dineros del erario provincial.Afinesde1814,cuandoyaelcontrolpolíticolodetentabaelCongresodelaUnión,

José María Caballero se quejaba en su diario de cómo el peligro realista amenazaba por todas partes, mientras los señores del Congreso “se están disputando mandos, empleos y rentas […]”52. Sin poder ocultar su malestar con la celebración del 20 de julio en 1814, criticaba el exceso de lujo y gasto del Congreso. Esa noche, en una nueva sala de baile estrenada en el palacio de gobierno, se celebró un fastuoso baile al que asis-tieron no sólo las élites patriotas, sino también “carracos” (adeptos al Rey): “Se sirvió un refresco costeado por el estado, que importó $250 con un ambigú que se dio a las doce de la noche. ¡Bueno! Me gusta que bailen, coman, beban y se diviertan a costillas ajenas. Que sabroso será. ¡Oh quién pudiera pero no con lo ajeno!”53.

5. La repúBLica se coNstruye eN La guerra Entre 1808 y 1815, las élites criollas tuvieron grandes desafíos. Ante todo, como

hombres inmersos en la cultura y los imaginarios del antiguo régimen, debieron abor-dar el reto de imaginar un nuevo orden político para una república liberal; pero, sin una nación, sin un nacionalismo preexistente, debieron concentrar sus esfuerzos en imaginarla e inventarla apresuradamente, en medio de una avalan-cha de acontecimientos. Intentaron construir una nueva identidad colectiva que superara los conflictos e intereses locales; tuvie-ron que poner en marcha un nuevo modelo político y territorial, “cambiar la geografía del reino”, como dijo Nariño, al tiempo que mantenían la frágil integridad de lo que había sido el Virreinato. Y simultáneamente, los criollos, que se autopercibían como una nueva nobleza republicana, debieron imaginarse cómo integrar,

51. José María Caballero, Diario de la independencia, 87. Las cursivas son de la autora.

52. José María Caballero, Diario de la independencia, 62.

53. José María Caballero, Diario de la independencia, 182. Las itálicas son de la autora.

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en calidad de nuevos ciudadanos, a los indígenas, negros, zambos, mestizos, mulatos y pardos, una población revuelta a la que siempre habían despreciado. Todas estas inmensas tareas se llevaron a cabo en medio de la inestabilidad económica, enfrenta-mientos militares entre facciones patrióticas y amenazas de una intervención armada por parte de España.

Las élites fueron impotentes para imponer el orden y lograr acuerdos políticos que garantizaran la unidad de la nueva república y su defensa. La confrontación entre el Congreso de las Provincias Unidas y Cundinamarca amenazaba constantemente con una guerra entre provincias. Ante el fracaso de los políticos, nuevos actores irrum-pirían en la escena; el espacio político fue suplantado a partir de este momento por los militares que prometían imponer el orden, someter a las provincias desgastadas en los enfrentamientos entre las facciones patrióticas y reconquistar aquellas que se habían declarado leales al Rey. El 29 de noviembre de 1814, el Congreso de la Provincias Unidas decidió declararle la guerra a Cundinamarca y enviar a Bolívar al comando de las tropas que debían someter a este Estado al Gobierno de las Provincias Unidas. El 12 de diciembre de 1814, Bolívar se tomó la ciudad en un asalto que fue descrito como salvaje por la población; al parecer, le entregó a su tropa la ciudad para el saqueo y se acusó a los soldados de violar a las mujeres e irrespetar templos. Las autoridades ecle-siásticas de Santafé exigieron la excomunión del general54.

El 15 de enero de 1815, después de la victoria de Bolívar, el gobierno del Congreso delasProvinciasUnidassetrasladófinalmentedeTunjaaBogotá.Pocosdíasdespués,Bolívar partió como jefe de las tropas de la Unión llevándose para el sostenimiento de éstas todos los caudales de la Caja Real y un empréstito forzoso al que fueron sometidos los habitantes de Cundinamarca55. A medida que las tropas de Bolívar avanzaban, se conocieron varias quejas sobre el comportamiento desordenado y abusivo de los sol-dados. Incluso, el del Congreso de las Provincias Unidas, presbítero Andrés Rodríguez, sevioprecisadoainterveniryexigirleaBolívarponerlefinalosatropelloscontrala

población56. Poco antes de que Bolívar marchara hacia Cartagena y se rebelara contra el Gobierno de la Unión en esa ciudad, Juan de Dios Amador, presidente del Estado de Cartagena, en misiva al gobernador de la Provincia de Tunja, le hizo explícitos sus temores y desaprobación frente al comportamiento de Bolívar:

“Cartagena desde el punto en que vio dirigirse hacia esta Plaza

a Bolívar con las armas en la mano no le há considerado más

ni debido considerar como General de la Unión, ni con misión

de su Gobierno le há visto como un intruso aventurero, Gefe

de asesinos é incendiarios devastadores de la Nueva Granada,

54. “Relación de lo ocurrido en esta Provincia en el mes último”, Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 175, Santafé de Bogotá, enero 5 de 1815.

55. Rodrigo Llano Isaza, Centralismo y Federalismo(Bogotá:ElÁncoraEdito-res - Banco de la República, 1999).

56. Rodrigo Llano Isaza, “Hechos y gentes de la primera República colombiana. 1810-1816”, Boletín de Historia y Antigüedades 789 (abril de 1995): 501-523.

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atentador a su libertad, y usurpador de la autoridad Suprema de la Unión. Como á

tal le há recibido como a tál le resistirá, y está resuelta á pulverizarla con las bandas

infames que le siguen; yá se vá derramando sangre en nuestros encuentros diarios,

y si cabe en su impericia militar, o en su arrojo quixotesco el intentar embestir la

Plaza en el estado de defensa en que se ha puesto, y de odio y execreción con que

sus habitantes están animados á su destrucción, cuente Vuestra Excelencia con que

el destrozo será horrible”57.

Estas imágenes sobre la capacidad de destrucción de las tropas tienen que ver con las prácticas de saqueo e incendio empleadas por muchos de los militares venezolanos quecomandaronfuerzasen lasexpediciones,conelfindesometer laspoblacionesribereñas del Magdalena y las de las sabanas de Bolívar. Basta recordar el comporta-miento indisciplinado de las tropas del militar venezolano Miguel Carabaño, a quien se le encargó el sometimiento de las sabanas de Bolívar; allí cometieron todo tipo de abusos contra la población, y cuando al militar se le pidieron cuentas por parte del gobierno de la Unión, se rebeló y amenazó militarmente a Cartagena58.

En Cartagena, Bolívar se dejó arrastrar por la lucha facciosa entre piñeristas y toledistas, poniéndose del lado de los primeros. Desafió la autoridad del gobiernode Cartagena y se enfrentó con las tropas de la ciudad al mando de Manuel Castillo, a quien derrotó por primera vez el 13 de abril de 1815 en el sitio de Pasacaballos. Después de varias escaramuzas militares entre Bolívar y Castillo, el 15 de mayo se firmóuntratadode“amistadypaz”entre lastropasdeBolívary lasdelCongreso.Pocos días después, Bolívar, desilusionado de la política neogranadina, viajó a Jamaica.

En 1815 las élites patriotas estaban desprestigiadas en muchas localidades por su abuso de poder e incapacidad para mejorar la situación de la población; ese año, la pro-mesa de progreso y felicidad de los pueblos era más lejana que en 1808. El impacto del proyecto republicano en la población fue muy limitado, e incluso éste fue rechazado por sectores indígenas, mestizos y gentes de color. Los continuos enfrentamientos implicaban levas de población, empréstitos forzosos y abusos de las tropas sobre los civiles, hechos que generaban resistencia frente a los patriotas.

En abril de 1816, Camilo Torres, ante los problemas políticos y el avance de la recon-quista, renunció a la presidencia del gobierno de las Provincias Unidas. Fue nombrado entonces con poderes dictatoriales el car-tagenero José Fernández Madrid; pero ya era tarde: lo que siguió fue la desbandada de los políticos criollos tratando de salvar aun-que fuera sus vidas. La primera república sucumbía; las tropas de Morillo avanzabanpordiferentesflancos, y algunaspoblaciones

57. agN, Archivo Restrepo, 5 de abril de 1815,rollo6,ff.234-235.

58. José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, 10 vol. (París: Librería Americana, 1827), vol. 2, 86-90.

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El derrumbe de la primera república en la Nueva Granada entre 1810 y 1816

vieron con satisfacción la llegada de estas tropas que impondrían el orden sobre el caosy la anarquía. Losbeneficiosde libertad, ciudadaníay soberaníapopularpro-metidas por el proyecto republicano no pasaron de ser, la mayoría de las veces, mera retórica de la prensa, y los que promulgaban constituciones eran acallados por los continuos llamados a la guerra y las confortaciones armadas59.

En 1816, el vasto territorio de la Nueva Granada, con sus estados soberanos, sus múltiples soberanías e independencias dispersas, eraelreflejodeunamultiplicidaddepodereslocalesyregionalesque debieron enfrentar el proceso de la reconquista y prepararse para una etapa de guerra generalizada, de resistencia en la que se forjarían nuevas identidades y sentidos de nación60. Un largo pro-ceso de guerras civiles y reacomodos de los poderes regionales durante el siglo xix acabaría por dibujar el mapa de la nueva repú-blica de Colombia.

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De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812)

From the Supreme Junta de gobierno to the sovereign state: the independence of Cartagena de Indias (1810-1812)

aBstract

This work describes the path followed by the Car-

tagena Junta from its formation to its declaration

of independence. It aims to show what factors

conditioned its creation and then the maintenance

of governability in the midst of the metropolitan

political crisis. As an hypothesis, it suggests that

the Junta maintained its loyalty to the Council and

the Courts until the moment in which the latter did

not recognize it. The Cartagena Junta’s decision to

declare its independence, therefore, was a reaction

to the rejection of its petitions.

Key Words

Independence, Junta de Gobierno, Cadiz Courts,

State, Cartagena.

Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia. Doctor en historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias, Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia. Miembro del grupo de investigaciones en arqueología, historia y estu-dios urbanos del Caribe colombiano, Universidad del Norte. Sus intereses investigativos se cen-tran en la historia política de América Latina y la historia del Caribe. Entre sus publicaciones más recientes están, “La Crisis de la caN: el caso de los actores internos”, Investigación & Desarrollo 17: 2 (dic. 2009): 350- 367; “El Caribe y su pasado”, en Los mil y un Caribe… 16 textos para su (DES) entendimiento, editores Jorge Elías Caro y Fabio Silva (Santa Marta: Universidad del Magdalena, 2009), 55-64. [email protected].

Historiador de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia. Magíster en historia de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia, y del Instituto de Historia, Con-sejoSuperiordeInvestigacionesCientíficas,España.DEAenHistoriadeAméricaLatinaycan-didato a doctor en historia, Universidad San Pablo ceu, España. Profesor de tiempo completo, Departamento de Historia y Geografía, Universidad de Manizales, Colombia. Sus intereses inves-tigativos giran alrededor de la historia política del siglo xix, ciudadanía, representación política y elecciones. Algunas de sus publicaciones recientes son, “Ciudadanía y elecciones en el mundo hispánico.Elementosparaundebatehistoriográfico”,RevistaHistoria Caribe 15 (2009): 159-183; “JurasconstitucionalesyfiestascívicasoeltránsitodelpoderenlaNuevaGranada(Colombia1810-1832)”, en Entre la Colonia y la República. Insurgencias, rebeliones y cultura política en América del sur, compiladoras Beatriz Bragnoni y Sara Mata (Buenos Aires: Prometeo libros, 2008), 293-310. [email protected]

De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812)

resumeN

Este trabajo describe el camino que recorrió la

Junta de Cartagena desde su formación hasta la

declaración de independencia. Así se muestran las

condiciones que se dieron, primero para ser creada

y posteriormente para mantener la gobernabilidad

en medio de la crisis política que vivía la metró-

poli. La hipótesis sugiere que la Junta mantuvo su

lealtad al Consejo y las Cortes hasta el momento

en que estas últimas la desconocieron. Finalmente,

como reacción frente al rechazo de sus peticiones,

la Junta de Cartagena tomó la decisión de declarar

su independencia.

paLaBras cLave

Independencia, Junta de Gobierno, Cortes de Cádiz,

Estado, Cartagena.

artículo recibido:

17 de enero de 2010;

aprobado: 10 de abril

de 2010; modificado:

22 de abril de 2010.

Roberto González

Arana

Edwin Monsalvo Mendoza

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Roberto González Arana - Edwin Monsalvo Mendoza

De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812) Ï

iNtroduccióN

El 15 de mayo de 1813 don Tomás José Pacheco, natural de Santa Marta, capitán graduado del cuerpo de patriotas, dueño de cinco esclavos y pardo de color, escribió una misiva con su puño y letra, solicitando a los diputados reunidos en las Cortes—trasladadasya a Cádiz desde la Isla de León— la carta de ciudadanía que loconvertiría en un individuo con derechos políticos. Lo hizo por-que según la Constitución de Cádiz que él mismo había jurado unos meses antes, no reunía los requisitos para ser ciudadano, es decir, estaba excluido de la nación que él había defendido con su propia vida. Según el artículo 5 de la citada Constitución, eran españoles: “Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos”, y también: “Los libertos desde que adquieran la libertad en España”. Sobre este tema Manuel Chust sostiene que los diputados americanos explicaron que “este párrafonosereferíaaloslibertosnacidosenÁfrica,sinoaloshijosde éstos, con lo cual el artículo retrasaba la obtención de la condi-ción de liberto al menos una generación”1.LoslegisladoresdeCádiznoentendieronlafiguradelciudadano

como un individuo que participaba de una nación abstracta2, sino que siguieron percibiendo al ciudadano nacional en función de lazosquelovinculabanacomunidadesconcretasesdecir,definie-ron al ciudadano a partir del vecino. Incluso en los mismos debates los diputados distinguían entre el uso del término “ciudadano” para aquellos que tenían derechos políticos, y “naturales” para los

1. “San Juan de la Ciénega 15 de mayo de 1813”. Archivo de las Cortes de Madrid. Congreso de los diputados (en adelante acd), Expedientes Genera-les, legajo 13, número 126.

2. Sobre el moderno concepto de nación ver Dominique Schnapper, La comunidad de los ciudadanos. Acerca de la idea moderna de nación (Madrid: Alianza Editorial, 2001). Aunque los legisladores sí intentaron diferenciar la categoría de vecino y ciudadano, alfinalnopudieronhacerlo.“Lapalabra ciudadano no puede ya entenderse en el sentido tan vago e indeterminado que hasta aquí ha tenido. Aunque término antiguo, acaba de adquirir por la Constitución unsignificadoconocido,preciso,exacto. Es nuevo en la nomenclatura legal, y no se puede confundir en adelante con la palabra vecino… La cualidad de ciudadano habilita a todo español para serlo todo en su país, sin que reglamentos, ni privilegios de cuerpos ni establecimientos puedan rehusar su admisión”, dsc, 4 de sep-tiembre de 1811, 1765.

ÏEl presente artículo es resultado del proyecto de investigación “Cele-braciones de las independencias en el Caribe Colombiano 1812-1912. Memoriasycontramemorias”,finan-ciado por la Vicerrectoría Académica y la División de Investigaciones y proyectos, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia.

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españoles avecindados que, como en el caso del mencionado José Pacheco, no poseían derecho a voto3.

¿Cómo era posible que a un hombre virtuoso y defensor de los derechos de Fernando VII se le excluyera de sus derechos? La razón era su “origen” africano4. El artículo 18 decía que “Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas, traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios”. Sin embargo, el artículo 22 de la misma Constitución daba la posibi-lidad de que a los

“españoles que por cualquier línea son habidos y reputados por

originarios del África, les queda abierta la puerta de la virtud

y del merecimiento para ser ciudadanos: en su consecuencia

las Cortes concederán carta de ciudadano a los que hicieren

servicios calificados a la patria, o a los que se distingan por su

talento, aplicación y conducta, con la condición de que sean

hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos; de que estén

casados con mujer ingenua, y avecindados en los dominios de

las Españas, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o indus-

tria útil con un capital propio”5.

3. Para la distinción entre vecino y ciudadano ver Tamar Herzog, Vecinos y extranjeros. Hacerse español en la edad moderna, trad.MiguelÁngelColl (Madrid: Alianza Editorial, 2006), 209. Lo mismo sucedió con el territorio. La ciudad americana se fundó bajo el mismo esquema del municipio moderno, lo que implicaba la juris-dicción sobre un territorio, la elec-ción de los alcaldes y el dominio de la justicia sobre el conjunto municipal. Sobre este último aspecto véase Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, trad. Antonio Hermosa Andujar (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005), 191-264. Sobre el uso del voca-bulario ciudadano y natural en las cortes ver Marie Laure Rieu-Millan, Los diputados americanos en las cortes de Cádiz (Madrid: csic, 1990), 438.

4. “Constitución Política de la Monar-quía española, Cádiz (1812)”, en Antonio Fernández García, La Consti-tución de Cádiz (1812) y discurso prelimi-nar a la Constitución (Madrid: Clásicos Castalia, 2002). Ha habido una extensadiscusiónhistoriográfica,tanamplia como las mismas discusiones de los diputados, sobre el tema de la exclusión de la población de color de los derechos ciudadanos. Dentro de las explicaciones más satisfactorias está el hecho de que si la represen-tación de ambos hemisferios era proporcional, como efectivamente lo fue, la inclusión de la población negrahabríasignificadounamayorrepresentación de los americanos. Sin embargo, es de anotar que la misma carta política abrió una puerta para los derechos políticos, la de la virtud y del merecimiento, porque a decir de García Herreros, uno de los diputados miembros de la Comisión que discutía el tema, “no es el color, ni lo demás sobre lo que se ha declamado, la regla que ha seguido la comisión, ni es el origen solamente, que eso no exige tantas condiciones, sino el destino a que los han aplicado los mismos americanos, el abandono con que los han educado

5. Artículo 22 de la Constitución Política de la Monarquía española, Cádiz (1812), en Constitución Política de la Monar-quía española, Cádiz (1812). Antonio Fernández García, La Constitución de Cádiz (1812). Lo de virtud y mereci-mientonosdaunaideadelsignificadoque otorgaba la Constitución a la ciu-dadanía. El resaltado es de los autores.

y las malas costumbres, que son una consecuencia inevitable de aquel”. Véase Diario de Sesiones de las Cortes (en adelante dsc), 7 de septiembre de 1811. Véase también Jorge Conde Cal-derón, Buscando la nación. Ciudadanía, clase y tensión racial en el Caribe Colom-biano (Medellín: La Carreta Histórica, 2009), especialmente el capítulo “Ciudadanía y color”. Sobre el debate historiográficoverManuelChust,La Cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814) (Valencia: Centro Francisco Tomás y Valiente, uNed Alzira-Valencia, Fundación Instituto Historia Social, 1999), 142, y “Constitución de 1812, liberalismo hispano y cuestión americana, 1810-1837”, Boletín del instituto de historia Emilio Ravignani 25 (enero-julio 2002); Marie Laure Rieu-Millan, Los diputa-dos americanos en las cortes, 438; Pilar

Chavarri, Las elecciones de diputados a las cortes generales y extraordinarias. 1810-1813 (Madrid: Centro de estudios constitucionales,1988);MiguelÁngelGonzález Muñiz, Constituciones, cortes y elecciones Españolas. Historia y Anéc-dota (1810-1936) (Madrid: Ediciones Júcar, 1978); Jaime Rodríguez, La independencia de la América española. Fideicomiso Historia de las Américas (México: Serie ensayos, Fondo de Cultura Económica, 1996), 82.

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Roberto González Arana - Edwin Monsalvo Mendoza

Según Manuel Chust, los diputados americanos Leiva, Mendiola y Jáuregui estaban preparados para expresar su desacuerdo con este artículo. Incluso, “los americanos no sólo traían sus intervenciones escritas, sino que se habían puesto de acuerdo para que fueran complementarias”6. Existía por parte de los diputados el temor a “que este tipo de discriminación política pudiera provo-car revueltas de carácter racial”, entre otros, de las compañías de pardos “defensores de innumerables plazas contra los corsarios y contra la insurgencia”7.Cabe señalar que la Constitución de Cádiz definió al ciuda-

dano como una dimensión conjunta entre el estatus y la práctica. El primero estaba constituido por un conjunto de derechos que reproducían la sociedad jerárquica, y el segundo abría la puerta de la virtud para que se alcanzara la ciudadanía a través de actos o prácticas consideradas como valerosas8. Por eso en su petición Pacheco mencionó los valores que él reunía:

“Mis pequeños sacrificios en defensa de los sagrados derechos de la

causa nacional no son ni han sido nunca otra cosa que la indeleble

obligación de fidelidad a que como individuo de la generosa España,

ha nacido constituido, así es que en mi conducta no veo otra que la

del cumplimiento de mis deberes; sin embargo no puedo menos que

manifestar a VS los afectos más puros de mi gratitud por el honor que

se digna dispensarme en su oficio trece del presente aplaudiendo y

congratulándome por la acción del once en las inmediaciones de este

pueblo contra los insurgentes de Cartagena y entendiéndose su bon-

dad a pedirme los documentos necesarios que señala el artículo 22 de

la constitución […] con el fin de pedir oficialmente a la soberanía en las

cortes generales y extraordinarias de la nación los derechos de ciuda-

dano a que por merecidos títulos me he hecho acreedor”9.

Las muestras de lealtad durante los procesos de independencia en Hispanoamérica no son una excepción, aunque la historiogra-fía liberal así lo haya mostrado10. Éstas han hecho sobresalir una perspectiva teleológica de la historia, haciendo suponer en oca-siones la preexistencia de la nación en Hispanoamérica. En otras ocasiones se duda de la veracidad de las manifestaciones de leal-tad a Fernando VII de la mayor parte de las juntas conformadas en América entre 1809 y 1810. Pero sobre todo, hay un aspecto

6. Manuel Chust, La cuestión nacional, 150. Una interesante aproximación que da cuenta de la ideología y las diferencias que dividieron a los americanos la hallamos en “Ideolo-gía del grupo Americano”, en María Teresa, Barruezo León, La participa-ción americana en las Cortes de Cádiz 1810-1814 (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1986), 313-319.

7. Manuel Chust, La cuestión nacional, 152.

8. Para el desarrollo de ambas dimen-siones de la ciudadanía en los Andes americanos ver Marta Irurozqui, ed. La Mirada esquiva. Reflexiones históricas sobre la interacción del estado y la ciu-dadanía en los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú). Siglo XIX (Madrid: Biblioteca de Historia de América, Consejo Supe-riordeInvestigacionesCientíficas,2005), Introducción, 13-40.

9. San Juan de la Ciénaga 15 de mayo de 1813. acd, Expedientes generales, legajo 13, número 126.

10. Para el caso colombiano véase por ejemplo José Manuel Restrepo, Historia de la Nueva Granada, vol. 1 (Bogotá: Editorial Cromos, 1952); José María Quijano Otero, Compendio de la Historia Patria. Librería colom-biana (Bogotá: Camacho Roldán & Tamayo, 1910), 5.ª edición; Arcadio Quintero Peña, Lecciones de Historia de Colombia, el nacimiento de la República (Bogotá: Colección Biblioteca del Banco Popular, 1971). Una pers-pectiva distinta en Jairo Gutierrez Ramos, “La Constitución de Cádiz en la provincia de Pasto. Virreinato de la Nueva Granada”, Revista de Indias LXVIII: 242 (2008): 207-224; Marcela Echeverri, “Los derechos de indios y esclavos realistas y la transformación política en Popayán (Nueva Granada 1808-1820), Revista de Indias LXIX: 246 (2009): 45-72.

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De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812)

clave en estos estudios, y es la tendencia a resaltar la visión de los “vencedores” y de los actores de las independencias convertidos en “patriotas”, al mismo tiempo que, al parecer, se tiende a invisibilizar la perspectiva de los “perdedores”, aquellos que en algún momento sostuvieron un proyecto monárquico, haya sido éste vernáculo —casomexicano—,ocomoenlamayoríadeloscasos,elsimpleapoyoalmanteni-miento de la tradición de gobierno como ocurrió en Santa Marta, Panamá, Pasto o el Nuevo Reino de Granada.

Este trabajo no pretende contar la historia de los perdedores—puesellonoseríaposibleentanapretadoespacio—,sinoplantearelcaminoquerecorrió la JuntadeCartagena entre 1810 y 1811 para mostrar las condiciones que esta tuvo para ser creada y para mantener la gobernabilidad durante la crisis política de la metrópoli. La hipótesis sugiere que esta Junta mantuvo su lealtad al Consejo y las Cortes hasta el momento en que estas últimas la desconocieron como gobierno. Como reacción al rechazo de sus peticiones, la Junta de Cartagena tomó la decisión de declarar la independencia. Para cumplir este propósito nos apoyamos en las comunicaciones que mantuvo la Junta de Cartagena con el Consejo de Regencia y las Cortes.

1. Las Noticias de La guerra y La fragmeNtacióN de Las soBeraNías

Como bien lo ha señalado François-Xavier Guerra, la invasión de los franceses a la Península y la abdicación real en manos de Bonaparte generaron la crisis de la monar-quía hispánica11. A partir de estos sucesos, las decisiones tomadas por las autoridades peninsulares—JuntaCentral,ConsejodeRegenciayCortes-seconvirtieronendiscu-sionespermanentesalotroladodelAtlántico,yfueronendefinitivalasdetonantesdelas decisiones tomadas por las provincias ultramarinas.

Desde el momento de la abdicación real, “el primer impulso que se dio en España fuedecaráctercentrífugo;estoes,seformaronjuntasregionalesconelfindegober-

nar a las distintas provincias. Cada junta provincial actuó como si se tratara de un país independiente”12. En América, reacciona-ron de distintas maneras (motines populares, envío de dinero a la península, manifestaciones de lealtad al Consejo de Regencia, separación total de éste último, proclamación de constituciones). Sin embargo, todas tenían como meta la construcción de un Estado independiente de Napoleón y casi todas compartían la idea de una nación española, aunque diferían en cuanto a los límites de ésta y sus centros de poder13.

A comienzos de 1810, las noticias de la cada vez más inminente derrota española llegaron a Cartagena de Indias por dos vías; una,

11. François-Xavier Guerra, Moderni-dad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. (México: Editorial MAPFRE, Fondo de Cultura Económica, 1992).

12. Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, 82.

13. Víctor Peralta, “Entre la Fidelidad y la incertidumbre. El virreinato del Perú entre 1808 y 1810”, en 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, coord. Manuel Chust (México: Fondo de Cultura Económica, 2007), 138-161.

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Roberto González Arana - Edwin Monsalvo Mendoza

la que precisamente había intentado evitar la Junta Central de Sevilla antes disolverse, es decir, la prensa y los pasquines. Así lo evidencia el Síndico procurador de Cartagena, Antonio José de Ayos, en su propuesta del 28 de mayo de 1810 al Cabildo de Antioquia, cuyofineracrearlaJuntaSuperiordeSeguridadyGobiernoparadefenderalaNuevaGranada. Allí daba cuenta de que la información que llegaba a Cartagena era proce-dente en su mayoría de gacetas inglesas remitidas desde Jamaica, y éstas describían la difícil situación de la Península y los éxitos de las tropas francesas14. Laotrafuentedeinformación,laoficialsisequiere,llegódemanosdelComisario

regio enviado por las autoridades peninsulares para garantizar el orden, don Antonio de Villavicencio. Ambas daban cuenta de la disolución el 29 de enero de ese año de la Suprema Junta Central de Sevilla y del traspaso de su poder a un Consejo de Regencia y de la convocatoria a Cortes:

“Una serie no interrumpida de infortunios había: desconcertado todas nuestras

operaciones desde la batalla de Talavera. Desvaneciéronse en humo las grandes

esperanzas que debieron prometerse en esta célebre jornada. Muy poco después de

ella el florido ejército de la Mancha, fué batido en Almonacid. Defendíase Gerona;

pero cada día se imposibilitaba más un socorro que con tanta necesidad y justicia se

debía á aquel heroico tesón que dará á sus defensores un lugar sin segundo en los

fastos sangrientos de la guerra. Á pesar de prodigios de valor,

el ejército de Castilla había sido batido en la batalla de Alba de

Tormes y Tamames, y con este revés se había completado el

desastre anterior de la acción de Ocaña, la más funesta y mor-

tífera de cuantas hemos perdido”15.

Si este era el panorama que dibujaban las fuentes oficialesencargadas precisamente de mitigar el fuerte pesimismo que se apoderaba de los españoles de ambos hemisferios, ya se puede uno imaginar lo que decían los pasquines y periódicos. En este punto, pocos apostaban por una derrota a los franceses, y en cambio empezaba a verse el nuevo Consejo de Regencia como un aparato al servicio de Bonaparte, o cuando menos como un artilugio para engañaralosamericanosymantenerlosfielesaunaesperanza.

Ni siquiera Villavicencio, que había sido enviado al Nuevo Reino de Granada a apaciguar los ánimos, parecía muy convencido de la capacidad de resistencia de la península. Fue así como espar-ció la noticia de la necesidad de conformar juntas provinciales de “vigilancia, observación y defensa”. Éstas deberían sujetarse a una

14. Archivo Histórico Antioquia, Colonia, Libros capitulares de Antioquia, tomo 649, doc. 10346. Ver también carta de Antonio de Villavicencio a Don Miguel de Lardizabal, en la que dio cuenta de la llegada de un ber-gantín mercante de Puerto Cabello dos días antes de su arribo, y en el que se esparcieron noticias sobre que el gobierno en la península había desaparecido. Cartagena, 28 de mayo de 1810. Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 153. En esta carta Villavicencio ordena al gobernador realizar la juramentación de la erección del Consejo de Regen-cia, 173-174.

15. Instrucción para las elecciones por América y Asia. Real isla de León 14 de Febrero de 1810. Xavier de Castaños, Presidente; Francisco de Saavedra; Antonio de Escaño; Miguel de Lardizábal y Uribe, Leyes electorales y proyectos de ley (Madrid: Imprenta Hijos de J. A. García, 1906), 47-55.

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De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812)

Junta Superior de Seguridad Pública, establecida en Santafé, y todo esto dentro de la más completa adhesión al Consejo de Regencia de España e Indias. La principal pre-

ocupación de Villavicencio era “cortar el disgusto que empieza a hacer entre Europeos y Americanos por pasquines y versos en que se hieren directamente, y cuyo resultado no puede ser otro sino de pasar de la pluma a las armas”16.

Para llevar a cabo este propósito, Villavicencio ordenó al gober-nador de Cartagena convocar a un Cabildo Abierto que se realizó el22demayode1810,alfinaldelcualseacordólacreacióndeuntriunvirato provisional compuesto por dos diputados del cabildo en funciones de coadministradores de la República: Antonio de Narváez, el representante elegido el año anterior por el Nuevo Reino ante la Suprema Junta Central de España, y que al igual que la mayoría de americanos no, viajó porque la junta se disolvió antes; Tomás Andrés Torres, el primer Prior del Consulado de Cartagena y uno de los más importantes comerciantes de la misma; y el recién llegado gobernador Francisco Montes “para el despacho diario de los negocios”, quedando “reservados los de mayor interés e impor-tancia a todo el ayuntamiento, y al dicho señor Gobernador la jurisdicción real ordinaria para la administración de justicia entre partes y las funciones anexas al vicepatronato real”17. Este delicado equilibrio de poderes entre el Cabildo y el gobernador de Cartagena, legitimado en la Recopilación de leyes de Indias (ley 2, Título 7, libro 4.º), no podía mantenerse por mucho tiempo, como en efecto suce-dió. Por lo pronto, ese mismo día, ese Cabildo abierto promulgó un bando relatando el cambio político provisional adoptado y el reco-nocimiento formal de la soberanía del Consejo de Regencia18.LaereccióndeunaJuntadeGobiernoestaba justificadaade-

más en la similar reacción de las provincias de la Península frente a la invasión francesa. Tal decisión política tenía su fundamento en la reasunción de la soberanía por los pueblos —entendidosensuacepciónantigua—justificadaenlastesissuarecianasqueen Cartagena eran conocidas por los notables Juan Fernández de Sotomayor, José María García de Toledo, Vicente Celedonio y Germán Gutiérrez de Piñeres, José María del Castillo y Rada, Miguel Diazgranados, Manuel Rodríguez Torices y José María del Real, entre otros, todos egresados del Colegio del Rosario19.

16. “Antonio de Villavicencio al gober-nador y Comandante de Cartagena de Indias. Cartagena 10 de mayo de 1810”, Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 153. En esta carta Villavicencio ordena al gobernador realizar la juramen-tación de la erección del Consejo de Regencia. Unos días después se presentó un conato de revuelta en la ciudad porque algunos no aceptaron la Junta conformada, ante lo cual se arrestó a don Francisco Antonio Merlano, secretario de gobierno, y se procedió a la juramentación del Consejo de Regencia para mostrar a los vecinos que se “trataba de un establecimiento para su seguridad y bien de la provincia”. “Antonio de Villavicencio a el Virrey del Reino. Cartagena 20 de mayo de 1810”, Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 156.

17. “Carta de respuesta del cabildo de Cartagena de Indias al comisario regio don Antonio Villavicencio, 23 de mayo de 1810”, en Gabriel Porras Troconis, Documental concerniente a los antecedentes de la declaración absoluta de la provincia de Cartagena de Indias (Cartagena:TalleresdeArtesGráficasMogollón, 1961), 24-25.

18. Bando publicado por el muy ilustre cabildo de esa ciudad de Cartagena de Indias, 22 de mayo de 1810. Archivo General de la Nación, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, Fondo I, vol. 9, rollo 5, folio 2; Armando Martínez Garnica, “Las jun-tas neogranadinas de 1810”, 112-134.

19. Sobre los fundamentos teóricos de la generación de la independen-cias ver José Carlos Chiaramonte, “Fundamentos jusnaturalistas de los movimientos de independencia”, en Las guerras de independencia en la América española, eds. Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega (México: Coedición El Colegio de Michoacán - Universidad Michoacana de San

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Sin embargo, la adopción de esta inusual forma de gobierno no sólo se debía a los acontecimientos de la Península, sino a la animadversión que algunos miembros nota-bles de la sociedad cartagenera sentían hacia el gobernador Francisco Montes. Éste había sido enviado por la Junta Central a la ciudad de Cartagena muy recientemente, y ante la disolución de dicha Junta por la derrota de las tropas españolas en Sevilla, la legitimidad del cargo del nuevo gobernador se puso en entredicho y se empezó a sos-pechar de él por afrancesado. Aunado a ello, Montes no tenía la pericia para entender rápidamente las dinámicas comerciales y políticas que se manejaban en la ciudad-puerto, y al parecer empezó a condenar algunas prácticas consideradas por las élites cartagenerascomolegítimas.Estoseobservasinosfijamosenlasdeclaracionesqueofrecieron los otros miembros del cabildo sobre las actuaciones del gobernador:

“[…] en razón de la ineptitud de dicho General [Montes] para

toda clase de mando, y principalmente para el político; y aun-

que en los próximos días de su ejercicio logró ganarse algún

aprecio del Ayuntamiento, por el celo y actividad que mani-

festaba en los objetos del servicio, y más particularmente en

el ahorro de las sumas inmensas que el Cuerpo de Marina se

había acostumbrado a malgastar en este Puerto, muy pronto

dio a conocer, que no podía conducirse en tan plausibles miras,

por otras reglas que las de su voluntariedad o antojo, separán-

dose de las que la prudencia, y la justicia, tienen establecidas

para su conveniente dirección”20.

Este testimonio da cuenta de la imprudencia de Montes, consi-derada como una falta grave, pues obligaba a cambiar unas pautas de comportamientos civiles, políticos y mercantiles a los cuales estaban habituados los habitantes de Cartagena. Por esta razón y ante el temor de que el gobernador introdujera más cambios, se empezaronaconstruirrumoresentornoalasafinidadespolíticasde éste con los franceses, hecho que aumentó las dudas sobre la legitimidad de sus acciones. Montes fue señalado en un pasquín que circuló en la plaza de Cartagena como jacobino y denunciado por presuntas reuniones que realizaba en su casa por las noches: “En el club de los jacobinos/ En que os juntais por la noche/ profe-rís a troche y moche/ millares de desatinos/ Mas muchos patriotas finos/Quesabenvuestraopinión/Desarmaránlatraición/Aquemaldad os inclina/ Pues si vela catalina/ No se duerme Cicerón”21.

20. Representación de la Junta pro-vincial de Cartagena de Indias sobre los sucesos políticos acaecidos en el Nuevo Reino de Granada, 31 de agosto de 1810. acd, Serie General, legajo 22. En Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión del Nuevo Reino de Granada en las Cortes de Cádiz (1810-1813) (Bogotá: Academia Colombiana de Historia y Universidad Industrial de Santander, 2008), 34-40.

21. Piezasoficialesrelativasalrecono-cimiento por el Cabildo de Cartagena, del Consejo de Regencia de España, en Documentos para la historia de la provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado soberano de Bolívar en la unión colombiana, vol. i, comp. Manuel Eze

Nicolás Hidalgo - Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001), 99-122; Sobre los líderes cartagene-ros ver Adelaida Sourdis, “Ruptura del estado colonial y tránsito hacia la república 1800-1850”, en Historia económica y social del Caribe colom-biano, ed. Adolfo Meisel Roca (Bogotá: Ediciones Uninorte- Ecoe Ediciones. 1994), 157-228. Sobre las conexiones entre los abogados cartageneros y otros abogados de provincias distintas, Víctor Uribe Urán, Vidas honorables. Abogados, familia y política en Colombia 1780-1850 (Medellín: Fondo Editorial eafit, Banco de la República, 2008), 166 y 168.

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El equilibrio de poderes establecido desde el 22 de mayo en Cartagena entre el gobernador y los coadministradores se rompió muy pronto, precisamente por un problema similar en la villa de Mompox, donde el comandante español mantenía un conflicto con los hermanos Vicente, Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres.El cabildo de Cartagena fue informado de esto por Villavicencio, quien sugirió el retiro de Talledo. Ante esto, el gobernador Montes se negó e impidió su expulsión, contrariando al resto del cabildo, que tenía relaciones políticas con la facción que lideraba la oposición a Talledo. La situación fue interpretada por el resto del cabildo como un desacato al nuevo modelo de gobierno instalado el 22 de mayo y durante la sesión del 14 de junio siguiente, el comisionado Regio se pronunció contra la preten-sión de “mando absoluto” del Gobernador Montes, contrariando la “buena armonía y el acomodamiento a un sistema medio que fuese adaptable y útil al Rey a la Patria enlascríticascircunstanciasenquesehallaesteReinoylametrópoli”.Alfinalde

la reunión del cabildo se acordó la destitución del gobernador22. La destitución de Montes obligó al cabildo a nombrar en su

reemplazo al teniente de Rey Blas de Soria, quien se compro-metió a aceptar el mando político y militar de la plaza y de la provincia. El ambiente de recelo y sospechas que se vivía desde finalesde1809,cuandollegóMontesalaplaza,ycomienzosde1810, era inmenso y similar al de casi todas las provincias ultra-marinas. Los americanos temían que los peninsulares aceptaran el dominio napoleónico, en tanto que los europeos se hallaban convencidos de que los americanos estaban a favor de la inde-pendencia23, de tal manera que la desconfianza eramutua. Ladecisión de la Junta de Cartagena parecía poner remedio a este problema con una solución salomónica. El hecho de no tomar una decisión radical inmediatamente, es decir, de desconocer alConsejodeRegencia,sedebíaalacondicióngeográficayeco-nómica de la provincia que la hacía dependiente del mercado externo y fácilmente atacable por sus costas.

Ante una similar petición de Villavicencio, los abogados de Santafé pidieron al Virrey Amar la convocatoria a un cabildo para erigir una Junta de Gobierno, igual a la que se había formado ya en Cartagena, pero ante la dilación del Virrey, el 20 de julio se conformó un cabildo extraordinario en el que se erigió una Junta Suprema del Nuevo Reino. Los cartageneros se opusieron a esto, porque a su parecer este poder solamente podía emanar de la

22. Acta del Cabildo de Cartagena de Indiasenelqueseleyóeloficioenviado desde Mompox por don Antonio de Villavicencio, 4 de junio de 1810, en Gabriel Porras Troconis, Documental, 28-29.

23. Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, 91.

quiel Corrales (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1883), 56-63. Antonio de Villavicencio a su llegada a la ciudad notó la animadversión contra Montes “comensé á oir las quexas y lamentos qe. Arrancan la opresión y la tiranía, y observar que los ánimos tocaban ya en la desesperación. El gobernador Don Francisco Montes que por su orgullo y grosería se hizo aborrecible desde el principio de su gobierno, era ya sospechoso y cri-minal a los ojos de estos vecinos. Ya resonaba el grito general contra él, yaseleimputabainfidelidad,ómirastiránicas: Se le atribuía el proyecto de armar a los europeos contra los hijos del país, y para ello había formado juntas clandestinas, que había aco-piado armas útiles solamente para esta división funesta”. Cartagena 29 de mayo de 1810. Don Antonio de Villavicencio a Don Francisco Xavier Castaño, Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 176.

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reunión de los diputados de todas las provincias24. Esta junta como las demás, se sujetó al Consejo de Regencia y a Fernando VII, pero sólo durante los tres primeros días, porque el 23 de julio desconoció al primero y asumió la soberanía sólo en nom-bre de Fernando VII.

El 29 de julio de 1810, la Junta de Santafé invitó a las otras provincias a la unión en nombre de lo que los unía: la religión, la patria y el Rey, advirtiendo que la división sería la ruina. El rechazo por la población y las elites a las abdicaciones y las convocatorias a la unión remite a la idea de nación. Ésta, como lo ha señalado Guerra, aparece cons-tantementedurantelaépocayremiteamultituddesignificados,algunasvecesconun sentido moderno, como el conjunto de los españoles; “en la mayoría de los casos, con una clara connotación de corona o reino, como una comunidad política antigua”25.

La Junta de Santafé, por ejemplo, sin usar el término remitía a pensar en que “Nuestros hábitos, nuestras relaciones, nuestros usos, nuestras costumbres, todo

es común y todo sufriría el mayor trastorno si no lo sancionase nuestra unión.

Trescientos años de fraternidad y de amistad, de enlaces recíprocos de sangre, de

comercio y de intereses, y hasta de cadenas y opresión iguales en el peso con que

han abrumado nuestras cabezas, son hoy otros tantos motivos para entonar juntos

los himnos de la libertad”26.

La idea era clara: constituir un Estado moderno, pero ¿de qué tipo? ¿Monárquico, republicano, federal? Esta fue la discusión que mantuvieron las provincias entre sí. Sin embargo, varias Juntas se negaron a la propuesta de Santafé, entre ellas la de Cartagena, argumentando que tal reunión debería realizarse en Santa fe de Antioquia o en la villa de Medellín, y que en este Congreso se debería decidir la lealtad hacia el Consejo de Regencia, de la cual Cartagena era partidaria.

Las diferencias entre Santafé y Cartagena eran de vieja data27 y tenían que ver con que, durante el período colonial, ambas eran las principales ciudades del reino de la Nueva Granada, y aunque la primera siempre intentó imponer medidas a la segunda, ésta última mantuvo cierta autonomía comercial, facilitada por su acceso al Mar Caribe y por la distancia con la capital.

Durante los acontecimientos desatados en 1810 con motivo de la invasión napoleónica a la península, se produjo una desintegra-ción de la monarquía hispánica. En la Nueva Granada esto vino a ser aprovechado por las élites locales para romper el ordenamiento jerárquico colonial, y se tradujo en que dichas élites desconocieron

24. Cfr. Carta de José Ignacio de Pombo al comisario Antonio de Villavicen-cio Cartagena, 10 de septiembre de 1810, en José Dolores Monsalve, Antonio de Villavicencio, volumen xix, 2 tomos (Bogotá: Imprenta Nacional, 1920), 318-319.

25. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, cap. iv., “ Dos años cruciales (1808-1809), 121.

26. “Convocatoria a la unión de todas las provincias del Nuevo Reino deGranadafirmadaporlaJuntaSuprema de Santafé, 29 de julio de 1810”. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 55-60.

27. Alfonso Múnera, El fracaso de la nación (Bogotá: Banco de la República -ElÁncora,1998).

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la autoridad de las ciudades capitales. De esta manera, las numerosas juntas confor-madasen1810—Cartagena,Cali,Pamplona,Socorro,Santafé,etc.—noreconocieronla supremacía de Santafé, capital del antes virreinato. En consecuencia, a partir de 1810 en la Nueva Granada se hicieron más fuertes las rivalidades entre ciudades, villas y provincias produciéndose unas soberanías fragmentadas28.

Para completar la situación, el virrey Amar y Borbón fue despojado de sus títulos y arrestado, con lo cual se acababa el único vínculo que unía a las ciudades del antiguo virreinato con la capital. Aunado a ello, la Junta de Santafé marcó prontamente una distancia con el Consejo de Regencia, decisión que contrastó con las manifestaciones de lealtad de la Junta de Cartagena29.

2. de Las maNifestacioNes de LeaLtad aL acta de iNdepeNdeNcia

En la villa de Mompox, adscrita a la jurisdicción de la gobernación de Cartagena, el movimiento se inició el 25 de junio de 1810, obligando al coronel español Vicente Talledo a huir el 2 de julio siguiente. El cabildo extraordinario del 6 de agosto de 1810 proclamó la independencia absoluta de Mompox. Una vez que la junta de Cartagena depuso al gobernador Montes, convocó a los momposinos a unírsele. Pero las rivalida-

des políticas entre la cabecera de la provincia y la villa de Mompox, aunado a las noticias de la formación de la Junta de gobierno Gobierno de Santafé y la convocatoria a un Congreso General de las provincias del Nuevo Reino, hicieron virar los ojos de los mompo-sinos hacia la propuesta de Santafé y la separación del Consejo de Regencia, con el cual Cartagena aún mantenía su adhesión, entre otras razones debido a la necesidad de comerciar con otros merca-dos a través del Caribe30.

A raíz de estos hechos, Cartagena comenzó una batalla para evitar la separación de Mompox y negarle así a Santafé el dere-cho a ser sede del Congreso del reino. Ejemplo de esta actitud es que el 2 de septiembre, la Junta de Cartagena le propuso a las demás provincias la reunión del Congreso del reino en la ciudad de Medellín, para impedir con ello que Santafe pudiera “darle órdenes a las provincias, tal como ella lo hacía durante el anti-guo sistema”31.

La Junta Suprema de Cartagena de Indias sufrió una reestruc-turación el 14 de agosto de 1810, mediante la cual reconoció al Consejo de Regencia. El 18 del mismo mes, dictó un reglamento para la reorganización decretando que

28. Sobre este concepto ver Antonio Annino, “Soberanías en lucha”, en Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo xix, coords., Antonio Annino, y Francois-Xavier Guerra (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 152-184.

29. “Exposición que la junta de la Provincia de Cartagena de Indias hace a las demás de la Nueva Granada, relativa al lugar en que convendría se reuniese el Congreso general”. 19 de septiembre de 1810, en Documentos para la historia.

30. Armando Martínez Garnica, “Las juntas neogranadinas de 1810”, en La independencia en los países andinos: Nuevas perspectivas. Memorias del primer módulo itinerante de la cátedra de Historia de Iberoamérica (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador, oei, diciembre 9 al 12 de 2003. Bogotá: 2004), 119.

31. Isabela Restrepo Mejía, “La soberanía del ‘pueblo’ durante la época de la Independencia, 1810-1815”, Historia Crítica 29 (enero-junio 2005), 107.

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“el gobernador, sus coadministradores, los jueces y demás autoridades de la plaza,

continuarían ejerciendo sus funciones con sus mismas atribuciones… reservándose

a sí la Suprema Junta las que respecto a todas ellas, y de la provincia ejercían las

antiguas superioridades que existían en Santafé, y han caducado por las notorias

ocurrencias de aquella ciudad”32.

Un mes después, la Gaceta de la Regencia de España e Indias publicó un edicto en el que se dio cuenta de que el día 24 de septiembre iniciarían los debates de las Cortes:

“Excmo. Sr.: El Rey nuestro Señor Don Fernando VII, y en su Real nombre el Consejo

de Regencia de España é Indias, ansioso por el venturoso momento de apertura é

instalación del augusto Congreso le las Cortes, ha resuelto que se verifique en el día

24 del corriente. De Real orden lo prevengo á V. E. para inteligencia del Consejo, y

á fin de que inmediatamente disponga que se haga saber al público por edictos”33.

Sinembargo,estasnoticiasnollegaronaCartagenasinoafinalesdelmesdediciembre.Lo que sí había llegado a Cartagena era el Real Decreto del 14 de febrero de 1810, en el

cual el Consejo de Regencia conminaba a la concurrencia de los diputados de América, España y Asia para la reunión de las Cortes del Reino En éste, si bien no se hacía una detallada explicación del número de representantes, se dejaba entrever que la repre-sentación americana y asiática sería minoritaria con respecto a la de la metrópoli:

“Vendrán á tener parte en la representación nacional las Cortes extraordinarias del

Reino, Diputados de los Virreinatos de Nueva España, Perú, Santa Fe y Buenos Aires,

y de las Capitanías generales de Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Guatemala,

Provincias internas, Venezuela, Chile y Filipinas […] Estos Diputados serán uno por

cada capital cabeza de partido de estas diferentes provincias”34.

En medio de ese contexto, el Consejo de Regencia envío al brigadier Joseph Dávila como gobernador de Cartagena, ante lo cual, la Junta de ésta lo rechazó. Acto seguido, dirigió un bando a sus habitantes para informar y a la vez prevenir sobre la situa-ción política. El 9 de noviembre de 1810 el presidente de la Junta de Cartagena informó que en esa ciudad no se recibiría ninguna autoridad de España hasta tanto no se garantizase “por justicia, tranquilidad y presupuesto” la más completa igualdad con las pro-vincias de España.

“Le hicimos también presente que para no admitirse nue-

vos jefes no sólo concurrían estas razones de justicia, y las

32. Citado en Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815 (Bogotá: Banco de la República, 1988), 41.

33. Gaceta de la Regencia, 19 de Septiem-bre de 1810, n.o 70, p. 694.

34. Real Decreto. Real isla de León á 14 de Febrero de 1810. Xavier de Castaños, Presidente. Francisco de Saavedra. Antonio de Escaño. Miguel de Lardizábal y Uribe. Leyes electora-les, 47-55.

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consideraciones de la tranquilidad pública, sino también la absoluta necesidad en

que esta Plaza se halla de guardar unión y toda consecuencia con las Provincias del

Reino, porque de los situados que envía es que se sostienen las Tropas, Marina,

Presidio y demás gastos públicos, a que no alcanzan, ni con mucho, los productos

[…]. El derecho que tienen los Pueblos, especialmente en tiempos tan críticos como

los actuales, de ser gobernados por jefes de su satisfacción, es el mismo derecho

natural que cualquiera individuo tiene para preservarse de un mal que recela. Por

esto, cuando Don Francisco Montes llegó a dar idea bastante de que, lejos de con-

servar el orden y tranquilidad del Pueblo de que estaba encargado, intentó sembrar

división y discordias peligrosas”35.

Conestedocumentoseponíaaltantoalasautoridadespeninsulares—estoes,alasCortesreunidasrecientementeenseptiembredeesemismoaño—delaposiciónpolítica de dicha Junta. Sin embargo, al mismo tiempo se procuró el reconocimiento de ésta y hasta la negociación de algunos aspectos claves para la existencia política de Cartagena como ciudad-puerto. En este momento no existía una división entre faccionesrealistasyrepublicanas.EnrealidadtodoseranfielesaFernandoVII,perohabíaunapreocupaciónpormantenerelcontroldelospodereslocales—talcomohabía sucedidohasta la abdicación real—ypor eso el cuidado con las decisionespolíticas que se tomaban.

En este sentido, lo importante era proteger lo conseguido hasta el momento, es decir, el control de los poderes locales que en una ciudad como Cartagena estaban vinculados al comercio a través del puerto. Por eso la Junta y los comerciantes que la apoyaban no estaban dispuestos a recibir autoridad peninsular alguna.

Sin embargo, no se trataba de romper los vínculos con la metrópoli. Aun sabiendo que la decisión de rechazar al nuevo gobernador iba a ser consi-derada como radical por parte de las autoridades españolas en la metrópoli, la Junta decidió explicar las razones de su actuación nada más y nada menos que a Fernando VII. ¿No sabían ellos que estaba secuestrado en Bayona? Por supuesto, pero en el imaginario de los miembros de la Junta de Cartagena, Fernando VII continuaba detentando la soberanía a pesar de su cautiverio, y por lo tanto una explicación tan importante debía ser dirigida a él. Además ¿no encabezaban todos los documentos de la Regencia con una invoca-ción al mismo rey?36.

En su explicación sobre la formación de la Junta de Gobierno, y refiriéndose evidentemente a la ilegitimidad del gobierno

35. Bando impreso dirigido a todos los estantes y habitantes de la provincia de Cartagena por el presidente de la Junta de Cartagena, José María García de Toledo, 9 de noviembre de 1810. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martí-nez Garnica, La visión, 78-85.

36. Sobre la mascarada de Fernando VII, véase Víctor Mingues, “Un rey imaginado para una nación inven-tada”, en Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Jaime Rodríguez (Madrid: Fundación MAPFRE TAVERA, 2005), 193-213.

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de Bonaparte, argumentaban que “desde el momento de la gloriosa revolución de España, todos los Pueblos se posesionaron de sus derechos, y detestaron y sacudieron a una vozlasleyesdelatiraníaydelaopresión”.Fueprecisamenteesteprincipio—eldelasoberaníadelospueblos—porelquelasProvinciasdeEspaña,teniendoautorida-des constituidas por los mismos Soberanos, “reformaron al instante sus Gobiernos, constituyendo por sí propias sus Juntas, en quienes depositaron el gobierno civil, y al que subordinaron el militar, de conformidad con las máximas sancionadas por la deSevillaensumanifiestoapologéticode3deAgostode1808”:ysilospueblosdeAmérica—sepreguntaron losmiembrosde la JuntadeCartagena—sonunaparteintegrante de la Monarquía, y tienen los mismos derechos, “han podido, y pueden hacer lo mismo”. Es decir, no se podía juzgar de deslealtad a la Junta de Cartagena cuando ésta no hizo sino emular lo hecho y sugerido por la Junta Central de Sevilla, que no era más que la reasunción de la soberanía por los pueblos. Y también preguntó elmanifiestoaFernandoVII:

“¿Por qué, pues, Señor, se imprueba al Cabildo de Cartagena una pequeña imitación

de las acciones que más en grande, o con mayor extensión han ejecutado frecuen-

temente los Pueblos de esa misma Península? ¿Por qué, señor, esta humillante y

peligrosa diferencia, cuando por la ley 13, título 2° de nuestras Municipales está

prevenido que por ser de una Corona los Reinos de Castilla y de las Yndias, con-

viene que el orden de gobierno de los unos y de los otros sea lo más semejante y

conforme que ser pudiere? ¿Habrá de ser, señor, en esa Península virtud, lealtad

y patriotismo, que los Pueblos y Ejércitos no admitan los jefes y generales que

les destinan los Supremos Gobiernos, y en América obra de

facción y de rebelión que los mismos Pueblos, con sobradas

sospechas de sus mandantes, quieran intervenir justificada y

generosamente en sus operaciones? ¿Con qué más circunspec-

ción y honor pudo tratar el Cabildo de Cartagena al gobernador

Montes, cuando le nombró por coadministradores a un gene-

ral, representante de este Reino en la Junta Central, y a un

regidor español europeo de los más distinguidos créditos tanto

en este Reino, como en esa propia Península”37.

AlmismotiempoquelaJuntajustificabasusactuacionesfrenteala “máscara de Fernando VII”, reorganizó su gobierno para hacerse más efectivo. Conformó una junta representativa compuesta por diputados de todos los pueblos al estilo de las de España38, para la cual se organizaron elecciones que contaron por primera vez

37. “Representación de la Junta de Car-tagena, dirigida al rey Fernando VII, justificandosuconductaenlascir-cunstancias políticas acaecidas en el Reinoyenesaciudad,yjustificandosu orden de no admitir al brigadier Josef Dávila como gobernador de esta provincia. Cartagena de Indias, 20 de noviembre de 1810”, en Jairo Gutié-rrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 102-116.

38. “Acta impresa de la Junta Suprema de la provincia de Cartagena de Indias organizando el nuevo gobierno y la representación de los departamentos, 11 de diciembre de 1810”. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 95-101.

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con la participación de las castas39, lo cual puede explicarse por la creciente agitación social que venían produciendo los sectores populares en la plaza de Cartagena40.

Unos días después llegaron las noticias a Cartagena sobre el comienzo de los debates de las Cortes. A partir de este momento loscartagenerosyanoescribieronmásala“ficción”deFernandoVII, sino que tuvieron un ente concreto al cual dar explicación de sus actuaciones y reclamar derechos, como en efecto lo hicieron.

Por ejemplo, ante la minoritaria participación de americanos en las Cortes, la Junta de Cartagena expresó lo siguiente:

“Pero ahora que aunque sea por la urgencia nos vemos más de

dos millones de habitantes de este Reyno representados por

solo tres suplentes, [refiriéndose a Domingo Caicedo, el conde

de Puñonrostro y José Mexía Lequerica, que fueron elegidos

suplentes por residir en España] sin poderes ni instrucciones,

no es asequible que renunciemos tácitamente por una llana

accesión, ni dejemos de reclamar con la mayor expresión tan

precioso derecho, origen y fundamento de todos los otros.

Por eso se atreve esta Junta, por sí y a nombre de todas las

Provincias de este Reyno, a suplicar a V. M. haga la formal

declaratoria de su representación de un diputado por cada

39. “Instrucción que deberá observarse en las elecciones Parroquiales, en las de Partido, y en las Capitulares para el nombramiento de Diputados en la Suprema Junta de la Provincia de Cartagena”. agN, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14, f. 20, diciembre 11 de 1810. El documento indicaba la manera como debían llevarse a cabo las elecciones. El juez local de cada Parroquia citará el día anterior al señalado para las elecciones, á todos los vecinos del distrito de la Parro-quia, blancos, indios, mestizos, mulatos, zambos y negros con tal que sean padres de familia, ó que tengan casa poblada, y que vivan de su trabajo, (pues solos los vagos, los que hayan cometido un delito, que induzca infamia los que estén en actual ser-vidumbre asalariados, y los esclavos serán excluidos de ellas) para que concurran a la Iglesia”. Mientras se realizaban las elecciones la junta estaría compuesta por seis miembros elegidos por Cartagena, tres por los pueblos y los tres restantes por la misma junta. Así “formada la junta al principio de diputados que nombró el pueblo de aquella capital y que se habían asociado al ilustre ayunta-miento, a cuyo celo y actividad se debieron aquellas útiles reformas, era preciso que dicho cuerpo rege-nerador volviese a las funciones de su ministerio, y que para hacer una representación legitima se nombra-sen diputados por toda la provincia, en razón de su población como efectivamente se determino, previ-niéndose que por cada 20.000 almas o aproximadamente a este numero, se eligiese un diputado para la junta: que por cada diputado se eligiesen cuatro electores, en razón de uno por cada 500 habitantes: que en los distritos de las ciudades y villas se hiciese el nombramiento de electores por mayoría absoluta de los votos de todos sus vecinos, y en los partidos foráneos en que no es fácil reunir aquellos por la distancia de los pue-blos, se hiciese por nombramiento de electores elegidos en las parroquias,

40. 30 de abril 1811. acd, Sesiones secre-tas de la legislatura 1810-1814.

en razón de uno por cada cien vecinos o quinientos habitantes, o próximamente a este número. Regu-lándose, pues, la población de aquella provincia en 220.000 habitantes, se determinó que se nombrasen doce diputados para componer la junta, 5 por Cartagena y su jurisdicción, dos por Tolú, dos por San Benito, dos por Mompox, y uno por Simiti”. Acta de la Junta Suprema de la Ciudad y Provincia de Cartagena. ff.15-19.Diciembre11de1810,agN, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo XI, rollo n.o 5, vol. 9-14, f15 v y 16 r. Pero esta decisión tropezó con unos tumultos en Mom-pox y en Simití que impidieron la realización de las elecciones, así que se dispuso que la misma junta nom-

brase diputados suplentes por cada uno de los cabildos con calidad de ser relevados a medida que se eligiese a los propietarios. De esta manera se nombró, para representar al circuito de Cartagena provisionalmente a: el canónigo don Juan Marimón, a don José Ignacio de Pombo, el doctor Manuel Benito Revollo, don Joaquín Villamil y don Juan de Dios Amador; por San Benito Abad a don Antonio Madarriaga y don Tomás Andrés Torres; por Mompox, a don Cayetano Revueltas y don José María del Real; por Simití, a don Teodoro Escobar, y como secretario inamovible, don José María Benito Revolllo. Documentos para la historia, 182 y 564.

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cincuenta mil habitantes, excluidos los esclavos, que no tienen persona en lo civil,

como una consecuencia natural y precisa de la absoluta igualdad de derechos con las

provincias que componen una sola y misma Monarquía, cuyo concepto acaba Vuestra

Majestad de ratificar en su decreto de 15 de octubre último”41.

Como vemos, este punto sería clave en las discusiones tanto en España como en América por la representación igualitaria ante las Cortes. Sin embargo, la lealtad hacialasCortesestabaasegurada,comoloreflejaelmismodocumento.Enotrodesusapartes, se señalaba que luego de discutir sobre la mejor forma de gobierno posible y entendidas las razones políticas que llevaron a la constitución de las Cortes, era nece-saria la “unidad nacional”, por lo que se acordó por la mayoría de los votos que

“se reconozcan órdenes del congreso de las Cortes como de una soberanía interi-

naria y supletorias, mientras que por los Principios imprescriptibles de justicia, é

igualdad de derechos que se proclaman, se constituyen legalmente, á reserva siem-

pre de nuestro gobierno económico, y administración interior de la Provincia para

obrar su felicidad y conservación territorial baxo los principios y maximas que tiene

publicadas esta Junta”42.

Pero ¿qué pretendía la Junta Suprema de Cartagena escri-biendo a Fernando VII y a las Cortes al mismo tiempo que se reunía con las otras provincias del Nuevo Reino de Granada? Lo que buscaban era negociar, y cuando esto se hace en un ámbito de zozobra es mejor mantener todos los canales abiertos. En su afán por el reconocimiento de una autonomía lograda de facto, la Junta Suprema solicitaba el establecimiento de cuerpos representativos de las Provincias para el gobierno económico y la administración interior con miembros elegidos por el pueblo43. Como vemos, se trata de lograr la aceptación de algo que ya tenían. Pero no era para menos. Todos los intentos de la Junta por lograr el reconoci-miento—quellegóinclusoaenviarcartasalosdiputadosMexíaLequerica y conde de Puñonrostro para que éstos lo pidieran a las Cortes44—buscabanelsostenimientoeconómicodelpuerto,queno era el mejor, como lo atestiguó don Ventura Ferrer, contador del ejército de Cartagena:

“1°. Con el trastorno del Reino no se envían ya los situados de

las provincias a esta plaza, que no puede subsistir sin ellos para

cubrir sus crecidos gastos militares, de fortificación y Marina.

41. “Acta impresa de la Junta Suprema de la ciudad y provincia de Cartagena de Indias acordando acatar las órdenes de las Cortes de Cádiz, 31 de diciembre de 1810”, en Jairo Gutié-rrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 123-125.

42. “Acta de la Suprema Junta de Car-tagena de Indias. 31 de diciembre de 1810”. agN, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14. f. 26-27.

43. “Acta de la Suprema Junta de Car-tagena de Indias. 31 de diciembre de 1810”. agN, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14. f. 26-27.

44. Sesiones secretas del 4 de mayo y 11 de julio de 1811. Ver Diario de sesiones de las Cortes durante los días señalados. En la última las cortes dictaminó la disidencia de la Junta de Cartagena. Sin embargo, el 16 de julio aceptaron no incluir a Cartagena en la oferta de mediación inglesa. dsc, 16 de julio de 1811.

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Así es que nos hallamos enteramente exhaustos de caudales, parada totalmente la

fortificación, destruida la Marina, y muy en breve las pocas tropas que han quedado

serán despedidas como se trata, para pagar los nuevos sueldos que ha concedido

esta Junta a varios de sus individuos a quienes ha destinado en

dos tribunales que ha formado superiores de Justicia y de Real

Hacienda y Cuentas, para suplir a la Audiencia y demás que

había en Santafé.

2°. A causa del mismo trastorno no vienen ya repuestos de

Tabaco de lo interior del Reino, y esta Administración luego que

concluya el que tiene (que será muy pronto) será inútil, y care-

cerá la Real Hacienda de más de cien mil pesos anuales que

producía líquidos y que eran un gran recurso para estas Cajas.

3°. La cortísima entrada de buques ha disminuido los productos

de la Aduana, la falta de anises rebaja el corto sobrante que

producía la Administración de Aguardiente, y la extinción que

ha hecho la Junta de los reales derechos de alcabala, sisas y

composición de tierras, ha producido un déficit anual de veinte

mil pesos que no se ha reemplazado con providencia alguna”45.

Y evidentemente la situación económica de la ciudad-puerto era difícil46. La Junta de Gobierno, viendo que los caudales de los situadosfiscalesnollegaban,recurrióalospréstamosydonativos.Uno de los primeros que se hizo fue al Señor José Casamayor por valor de mil pesos que alimentó las cajas reales para atender las “urgencias del erario”47.

El 1.º de febrero de 1811 la Junta de Cartagena le dirigió otra representación a las Cortes en la que exponía las razones por lasquenohabíaenviadoasusdiputadosy lasdificultadesdesu

elección; incluso y amenazó con no hacerlo hasta que no se vieran resueltas sus solicitudes48. Se refe-rían a la instauración de la libertad de comercio, la instalación de una junta provincial gubernativa y la representación proporcional en las Cortes, tres aspectos claves para los intereses de la Junta de

45. “Don Ventura Ferrer, contador del Ejército de Cartagena, informa sobre el estado actual de la provincia de Cartagena de Indias y solicita traslado a la Habana, 25 de enero de 1811”. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 141-145.

46. Desde 1790 ya la economía de Car-tagena había dejado de crecer entre otras causas porque la Corona por falta de recursos había suspendido laconstruccióndefortificacionesy disminuido sus fuerzas milita-res. Incluso el edicto de 1789 que autorizaba la libre importación de licores de Cataluña y Cuba afectó los intereses de los productores de miel y licores de los hacendados de Car-tagena. Aline Helg, “Sociedad y raza enCartagenaafinesdelsigloxvii”, en Cartagena de Indias en el siglo xviii, eds. Haroldo Calvo y Adolfo Meisel (Cartagena: Banco de la República, 2003), 319-364.

47. Archivo personal de Fernando Barriga del Diestro, f. 12, d. 3. En Fernando Barriga Del Diestro, Finanzas de nuestra primera indepen-dencia. Apuntes económicos financieros y numismáticos (Santafé de Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1998), 62. Sin embargo la situación de la ciudad no mejoró, si se tiene en cuenta el balance que presentó la tesorería general de Cartagena de Indias en 1814. Ver “Autógrafos de varias personas de gran distinción yelevadocarácteroficial.DébilObsequio de Manuel E. Corrales a la Biblioteca Fernández de Madrid. Febrero 19 de 1889. Reproducción Carvajal S. A. noviembre 1983”, 82. Ver también Salomón Kalmanovitz, “Consecuencias económicas de las independencias en Colombia”, Revista de Economía Institucional 10: 19 (2008-II): 209-233.

48. “Dos representaciones de los tres diputados suplentes del Nuevo Reino de Granada sobre las demandas políticas de la Junta provincial de Cartagena de Indias. Cádiz, 19 y 29 de abril de 1811. El Conde de Puñonros-tro, Domingo Caycedo y José Mexía. Cádiz, 29 de abril de 1811”. acd, Serie general, legajo 21, n.o 6, en Jairo Gutié-rrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 163-167.

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Cartagena que fueron defendidos por los diputados Mexía Lequerica y por el Conde de Puñonrostro ante los representantes del Reino reunidos en la iglesia de San Felipe Neri en Cádiz. Sin embargo, no gozaron de aceptación entre los demás diputados, quienes consideraron como una ofensa el rechazo del brigadier Dávila49.

Los diputados suplentes Puñonrostro, Caicedo y Mejía recibieron las demandas de la Junta de Cartagena y las defendieron, argumentando en varias proposiciones la necesidad de remediar los peligros “que puedan ocasionar el sistema actual en las provinciasdeAmérica”,refiriéndosealarepresentacióndesproporcionaldeéstosenlas Cortes. Hicieron además especial énfasis en la Junta de Cartagena por la impor-tancia de esta ciudad: “Y después de una breve discusión, se acordó, en vista de las indicaciones hechas por los señores Aguirre y Polo, se dijese al consejo de regencia: que con la mayor brevedad posible remita las noticias y documentos que haya recibido últimamente sobre las providencias tomadas por la junta de Cartagena, y estado en que se hallen aquellos países”50. A favor de la Junta de Cartagena argumentaban que ésta había reconocido al gobierno de las Cortes y que por lo tanto debían atenderse sus reclamaciones.

Según algunos diputados, sólo había tres caminos que tomar respecto a la Junta de Cartagena: declararle la guerra enviando tropas que acallen sus representaciones; o incluirla en la mediación que habían ofrecido los ingleses, para que éstos la allanen a lo mismo, desentendiéndose de esta manera las Cortes de sus representaciones; o bien contestar a ellas. Finalmente se optó por la última opción, pues era la mejor manera de corresponder a una Junta que mantiene el reconoci-miento a las Cortes51.

Finalmente, el 14 de julio de 1811 las Cortes desconocieron la Junta, pero antes recibieron muchas noticias sobre esta ciudad y provincia, sobre todo de autoridades desterradas por la Junta misma. Tales informes dieron cuenta del aire de agitación que se vivía, de la radicalidad de las posiciones políticas y sobre todo de la participación de las castas de color en la política. Un ejemplo de ésta es el informe que envió fray Juan Antonio Díaz Merino, quien de manera irónica sugiere que, en la carta en la que se invoca igualdad de representación para la provincia de Cartagena en las Cortes se utilizaron datos errados sobre la población de la provin-cia, publicando el censo con un número de almas, “si almas pueden llamarse las castas indecentes, de 120 000”. Según el censo de 1778, en el que precisamente se apoyaban estos datos, la población total era de 118 378, incluyendo a los libres e indígenas52.Pero—señala

49. Sesiones secretas desde el 4 al 15 de mayo de 1811.

50. 30 de abril 1811. Archivo de las cortes de Madrid. Congreso de los diputados. Sesiones secretas de la legis-latura 1810-1814.

51. “Parecer de la Comisión de diputa-dos encargados por las Cortes para proponer la respuesta que se daría a la representación enviada por la Junta provincial de Cartagena de Indias. Cádiz, 12 de julio de 1811”. acd, serie general, legajo, 21, n.o 6, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 169-173.

52. Hermes Tovar Pinzón, Camilo Tovar y Jorge Tovar, Convocatoria al poder del Número. Censo y estadísticas de la Nueva Granada 1750-1830 (Bogotá: Archivo General de la Nación, 1994), 470-503.

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De la Suprema Junta de Gobierno al Estado soberano. La independencia de Cartagena de Indias (1810-1812)

elfraile—comoaunesteexcesonollenabaelvacíodelaspretensionesdelaJunta,colocaron con “sagacidad” otro número con la nota de 220 000 almas,

“siendo notorio que el censo de la provincia por los años de 80 del siglo anterior,

hecho por el fiscal de la Audiencia de Santa Fe, sólo ascendía a unas 80 o 90.000

almas, y que lejos de haber motivos para un aumento de tanta consideración, ellos

mismos se quejan en sus papeles de la decadencia de la población, y todos saben el

número considerable de almas que falleció en la desgraciada conquista del Darién,

y sobre todo a los que hemos vivido en aquel país nos consta que la Provincia se

compone de cien poblaciones, dos más o menos, y que las tres partes no merecen el

nombre, aun inclusos todas las castas”53.

Para dicho fraile, el objetivo de agrandar el numero de la población era conse-guir una representación igualitaria que no existía. Las castas se utilizaban como un instrumento, pues éstas eran capaces de moverse “únicamente por el interés, igualdad y esperanzas de empleos y distinciones que nunca han tenido”. Por este medio, los miembros de la Junta les hacían concebir esperanzas “de una pronta y verdadera felicidad”54.

Una vez rechazadas las propuestas de la Junta de Cartagena y no reconocida su legi-timidad, era poco lo que podía hacer. Sin embargo se mantuvo y continuó ejerciendo elgobiernodelaciudad.Peroafinalesdelaño1811laagitaciónpopularcondujoaque ésta tomase una decisión política que apartaba a la ciudad y provincia del control del gobierno de las Cortes. El 11 de noviembre de 1811, una multitud acaudillada por Gabriel Gutiérrez de Piñeres y apoyada por las milicias de Getsemaní obligaron a la junta a seguir los pasos de Mompox, declarando la independencia “sin sujeción a Rey

o Regencia”55.Presionadaporlaagitaciónpopular,laJuntafirmóelacta.Endichaactasepresentalajustificacióndelasactuacionesde sus miembros, señalando la disposición que éstos habían tenido para, a pesar del cautiverio del rey, mantener a la ciudad bajo un gobierno justo sometido a la Regencia, aunque a pesar de ello el gobierno rechazó sus peticiones.

“Colocados en tan dolorosa alternativa, hemos sufrido toda clase

de insultos de parte de los agentes del gobierno español […] se

nos hostiliza, se nos desacredita, se corta toda comunicación

con nosotros, y porque reclamamos sumisamente los derechos

que la naturaleza, antes que la España, nos había concedido,

nos llaman rebeldes, insurgentes y traidores, no dignándose a

contestar nuestras solicitudes el Gobierno mismo de la nación”56.

53. “Informe de Fray Juan Antonio Díaz Merino, O. P., desterrado de Cartagena de Indias, sobre la situa-ción política de dicha ciudad. Cádiz, 28 de agosto de 1811”. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 173-182.

54. “Informe de Fray Juan Antonio Díaz”.

55. Adelaida Sourdis, “Ruptura del estado colonial y tránsito hacia la república 1800-1850”, 157-228.

56. Acta de independencia de Cartagena. 11 de noviembre de 1811.

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Luego el documento narra algunas desavenencias con los españoles enviados por las autoridades peninsulares, y dice que no tuvieron otra alternativa que la inde-pendencia absoluta. Evidentemente, en estos sucesos los sectores populares jugaron un papel importante, pues ejercieron presión sobre los miembros de la Junta para que firmaran el acta de independencia57. El Argos Americano del 18 de noviembre de 1811 comentó que “la mañana del día 11 se presentó el pueblo en masa delante del Palacio de Gobierno pidiendo con repetidos clamores la declaración de nuestra absoluta independencia”58.

coNcLusióN

La razón por la cual los sectores populares participaron no sólo en la proclamación del acta de independencia, sino posteriormente como firmantes de la carta constitucional de Cartagena, aún estema de investigación en la historiografía59. Sin embargo, se puede establecer a partir de las fuentes consultadas que los miembros notables de las juntas decidieron mantener la lealtad al Consejo de Regencia como una manera de mantener el statu quo de sus negocios y el manejo de la política local. De igual forma, al ver rechazadas sus peticiones de igualdad de representación, libertad de comer-cio y reconocimiento de la junta provincial, rompieron relaciones con ésta. Para la primera petición, los sectores populares en la ciu-dad de Cartagena eran claves, ya que el grueso de la población de la ciudad y provincia eran precisamente negros, mulatos, zambos, pardos y toda suerte de castas, que si no se tenían en cuenta a la hora de contabilizar a la población, evidentemente la representa-ción en las Cortes sería minoritaria. El segundo aspecto tenía una gran importancia para las élites locales, cuya principal actividad estaba vinculada al comercio con otras naciones60. Y el último era el reconocimiento de un gobierno que ya estaba conformado, a pesar de que para las cortes éste actuara ilegítimamente.

A pesar de haber tomado la decisión de la independencia abso-luta a finales de 1811, la carta constitucional que proclamó elEstado de Cartagena (junio de 1812)—tresmeses después de lagaditana—matizólaindependenciaabsolutaysometióalEstadolibre e independiente de Cartagena a la condición de que si llegara Fernando VII al trono, ellos volverían, en otras condiciones, a sus manos. No se trataba de un paso atrás, sino del reconocimiento de

57. Las revoluciones de independencias fueron lideradas por unas élites, aunque evidentemente en algunos casos como Santa Fe y Cartagena hubo participación popular. Los abo-gados fueron un grupo importante durante estos hechos como lo mostró Víctor Uribe Urán, Vidas honorables, especialmente el Capítulo V “La independencia una revolución desde arriba”. Sobre la participación de los sectores populares, véase Alfonso Múnera, El fracaso de la nación.

58. Citado por Margarita Garrido, “Nueva Granada entre el orden colonial y el republicano: lenguajes e imaginarios sociales y políticos”, en Las independencias hispanoamerica-nas. Interpretaciones 200 años después, coord. Marco Palacio (Bogotá: Ed. Norma, 2009), 99.

59. Víctor Uribe Urán, Vidas honorables; Alfonso Múnera, El fracaso de la nación.

60. Un aspecto importante y que merecería mayor atención era que hubo una estrecha relación econó-mica entre Cartagena y Cádiz. Ilustra lo anterior el hecho de que durante el siglo xviii se matricularon en el Consulado de Cádiz un total de trece personas nacidas en Nueva Granada, de las cuales diez eran de Cartagena de Indias. Asimismo, hubo gaditanos radicados en Cartagena. Adolfo Meisel Roca, “Entre Cádiz y Carta-gena de Indias: la red familiar de los Amador, del comercio a la lucha por la independencia americana”, Cuadernos de Historia Empresarial 12 (julio 2004): 1-30.

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que las desavenencias habían sido con las Cortes del reino y no con la persona del rey. Fueron las Cortes las que “usurpando los derechos del rey” maltrataron a sus provin-cias. Por ello, la carta constitucional expresó lo siguiente:

“Dado el caso de la verdadera y absoluta libertad del rey Fernando, y su restableci-

miento absoluto y verdadero al trono de sus mayores, pertenecerá al Gobierno general

de la Nueva Granada el reconocer estas mismas circunstancias y sus derechos, y el

determinar el modo, términos y condiciones del reconocimiento, sujeto á la revisión y

ratificación de los gobiernos federales. Entretanto, el Estado de Cartagena será gober-

nado bajo la forma de una República representativa”61.

Por supuesto, cuando éste regresó, no sucedió lo allí señalado. Este tema hace parte de otro capítulo de nuestra independencia. Como dijera Georges Duby: “La historia continúa”.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

“A hungry people fight”: Food in the armies of the King and Liberator during the Independence of Colombia (1815-1819)

aBstract

To analyze the state of health within the armies

fighting the Wars of Independence, it is impor-

tant to examine food they consumed rather than

just diseases and sanitary conditions. This article

examines the issue of sustenance by exploring pri-

mary sources, especially military descriptions and

diaries, in three different geographic and ecological

regions and moments: the llanos of Venezuela,

the Siege of Cartagena, and the march across the

Andean cordillera during the Campaign of Boyacá

in 1819. These different environments determined

the provision, access and consumption of food by

the warring factions.

Key Words

Food, Wars of Independence, the Expeditionary

Army of Costa Firme, the Liberating Army of New

Granada.

Doctor en Medicina de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Historia de la Uni-versidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (uptc), Tunja, Colombia. Profesor Asociado de la Escuela de Medicina uptc y Director del Grupo de Investigación Historia de la Salud en Boyacá-uptc. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: con Juan Manuel Ospina Díaz, Fred Gus-tavoManrique-AbrilyBernardoMeléndezÁlvarez,“Antes,duranteydespuésdelavisitadela‘Dama Española’: Mortalidad por Gripa en Boyacá, Colombia 1912-1927”, Varia Historia 25: 42 (2009): 499-517; con Juan Manuel Ospina, y Oscar Fernando Herrán, “Impacto de la pandemia degripade1918-1919sobreelperfildemortalidadgeneralenBoyacá,Colombia”,Brasil História, Ciências, Saúde-Manguinhos 14 (2009) 53-81. [email protected]

Odontólogo, especialista en Antropología Forense y Magíster en Antropología de la Universi-dad Nacional de Colombia sede Bogotá. Profesor de cátedra de la Facultad de Odontología de la misma universidad. Pertenece al Grupo de Investigación en Antropología Biológica de la Uni-versidad Nacional. Algunas de sus publicaciones recientes son: con Diana Ramírez y Ricardo Parra,“Identificacióndefitolitosenelcálculodentaldeindividuosprehispánicosdelvalledelrío Cauca, Colombia”, en Matices Interdisciplinarios en Estudios Fitolíticos y de Otros Microfósiles, eds. M. A. Korstanje y M. del P. Babot (Oxford: British Archaeological Reports-BAR International Series S1870, 2008), 209-217; con Abel Martínez Martín, “Institucionalización de la Medicina Legal en Colombia en las primeras décadas del siglo xx”, Salud, Historia y Sanidad 2: 3 (2007): 4-17. [email protected]

“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

resumeN

Dentro del análisis de las condiciones de salud de

los ejércitos de la independencia, es importante

determinar, además de las enfermedades y el

aparato sanitario, la alimentación de los ejércitos.

Este artículo da una perspectiva de la alimenta-

ción a través de las fuentes primarias, en especial

descripciones y diarios militares, en tres ambientes

geográficos, ecológicos y temporales diferentes:

los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena y la

marcha a través de la Cordillera de los Andes en

la campaña de Boyacá de 1819. Estos ambientes

determinaron la provisión, el acceso y el consumo

de alimentos de los beligerantes.

paLaBras cLave

Alimentación, guerra de independencia, ejército

expedicionario de Costa Firme, ejército libertador

de Nueva Granada.

artículo recibido: 15 de enero de

2010; aprobado: 12 de marzo de 2010;

modificado: 19 de abril de 2010.

AbelFernandoMartínez

Martín

AndrésRicardoOtálora

Cascante

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Abel Fernando Martínez Martín - Andrés Ricardo Otálora Cascante

“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819) Ï

iNtroduccióN

Las condiciones de salud de los ejércitos del Rey y Libertador en el periodo que comprende de 1815 a 1819 son parte de los imaginarios de la Nación, pero pocos estu-dios han partido de una perspectiva diferente a la historia académico-militar. En el espaciogeográficodondecombatieronlastropasdelosejércitosregularesdefensoresde la Monarquía y de la República, en aquella tramoya compleja de diversos climas, paisajes, faunas, vegetaciones y ambientes rápidamente variables, desde el sol de Costa Firme hasta las intensas lluvias y el frío de los páramos, están los recursos, especial-mente los alimentarios, con los que deben contar los ejércitos en contienda y aquellos quienes los proveen. Su subsistencia depende de los sembrados, del ganado, del dinero, de los vestidos y del abrigo que les propor-cionan las voces anónimas de los convulsos territorios americanos.

A través de la alimentación, factor determinante para el man-tenimiento de la salud, que le permite al individuo responder a situaciones de estrés físico, a las enfermedades infecciosas y a la recuperación de las heridas, se procura dar una perspectiva en tres ambientes geográficos, ecológicos y temporales diferentes:los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena de Indias en la costa Caribe y la marcha de los ejércitos a través de la Cordillera Oriental de los Andes en la campaña de Boyacá de 1819. Las descripciones del ambiente, del clima y de la alimentación son variadas, y esta diversidad y profusión en su descripción son una herramienta invaluable en las explicaciones sobre las condiciones de la salud de los ejércitos de la independencia.

ÏEste artículo es resultado del pro-yecto de investigación diB 8005039, “La Campaña de Boyacá de la Guerra de Independencia en la Nueva Gra-nada: Perspectiva Bioarqueológica” del Grupo de Investigación en Antro-pología Biológica de la Universidad Nacional de Colombia, en alianza con el Grupo de Historia de la Salud en Boyacá de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (uptc). Fue financiadoatravésdeunaBecadeInvestigación por parte del Programa de Apoyo a Grupos de Excelencia 2008 de la Universidad Nacional de Colombia, otorgada al grupo de Investigación en Antropología Biológica a través de la Facultad de Ciencias Humanas de la Sede Bogotá, durante los años 2008 y 2009.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

1. voLvieNdo soBre La iNdepeNdeNcia

Los relatos sobre la guerra durante la independencia de la América hispánica se inician con las memorias de sus participan-tes, que hacen las primeras descripciones de los sucesos. Entre éstas vale la pena mencionar las de Vawell, O’Leary y Santander, por el lado de la tradicional historia del ejército libertador, y los menos conocidos Sevilla, Arambarri y el propio Morillo, por los soldados del Rey. Además existe una valiosa serie de crónicas de los miembros de la Legión Británica, que se centran en describir los aspectos cotidianos del país, entre los que se cuentan las anóni-masdeunoficialdelaLegióntitulada“¡Guerra a Muerte!”, y las del médico James Robinson, ambas publicadas en Londres en los años veinte del siglo xix.

Desde los inicios de las conmemoraciones y rememoración de las batallas de este imaginario independentista bañado en san-gre de héroes, ha existido abundante historiografía académica1. Sobresalen también algunas obras de historia militar que copan gran parte de la historiografía del sesquicentenario, tales como la de Camilo Riaño y las recopilaciones documentales de Horacio

Rodríguez Plata. En los años setenta y ochenta del

siglo xx aparecen una serie de traba-jos norteamericanos que analizan otros aspectos de la independencia en Latinoamérica, enfocados en el derrumbe de la Monarquía abso-luta: Woodward (1968), Woodham (1970), Anna (1978), Archer (1983), ReidAndrews (1985) yfinalmenteGlick(1991)2, quien explora la rela-ción entre los estudios científicosilustrados en los reinos de Indias y la independencia, línea histórica ampliamente desarrollada en el país. En Colombia vale la pena men-cionar el trabajo de Colmenares (1986) sobre la obra fundadora de

1. Manuel Ezequiel Corrales, Documen-tos relativos a la Independencia de Car-tagena (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1911); Pedro María Ibáñez, “Morillo en Bogotá”, Revista Moderna 2: 11 (1915), 363-380; Nicolás García, La Reconquista de Boyacá en 1816 (Tunja: Imprenta del Departamento, 1916); Jorge Mercado, Campaña de Invasión del Teniente General Don Pablo Morillo 1815-1816 (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1919); Laura Ullrick,“Morillo’sAttempttoPacifyVenezuela”, The Hispanic American Historical Review 3: 4 (1920): 535-565; Webster Browning, “The Liberation and the Liberators of Spanish Ame-rica”, The Hispanic American Historical Review 4: 4 (1921): 690-714; A. F. Zimmerman, “Spain and Its Colonies, 1808-1820”, The Hispanic American Historical Review 11: 4 (1931): 460-461; Vicente Lecuna, Crónica razonada de las guerras de Bolívar(NewYork:TheColonial Press, 1950); Javier Jiménez, Los Mártires de Cartagena de 1816 ante el Consejo de Guerra y ante la Historia, tomo ii (Cartagena: Imprenta Depar-tamental, 1950); Luis A. Cuervo, La Reconquista Española. Campaña de Inva-sión (Bogotá: ABC, 1950); Leónidas Peñuela Cayo, Álbum de Boyacá, tomos i y ii (Tunja: Imprenta del Departa-mento de Boyacá, 1968); Lemaitre Eduardo, Cartagena Colonial (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1972); Stephen Stoan, Pablo Morillo and Venezuela, 1815-1820 (Columbus: Ohio State University Press, 1974); Alberto Lozano, Así se hizo la Inde-pendencia (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1980); Javier Ocampo, Los catecismos políticos en la independencia de Hispanoamérica. De la Monarquía a la República (Tunja: uptc, 1988); Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815 (Bogotá: Banco de la República, 1988); Miguel Matus, Fray Ignacio Mariño, capellán del Ejército Libertador (Tunja: uptc, 1992); Demetrio Ramos, España en la Inde-pendencia de América (Madrid: Mapfre, 1996); Gonzalo M. Quintero Saravia, Pablo Morillo. General de Dos Mundos (Bogotá: Planeta, 2005).

2. Margaret L. Woodward, “The Spa-nish Army and the Loss of America, 1810-1824”, The Hispanic American Historical Review 48: 4 (1968): 586-607; JohnWoodham,“TheInfluenceof Hipólito Unanue on Peruvian Medical Science, 1789-1820: A Reappraisal”, The Hispanic American Historical Review 50: 4 (1970): 693-714; Timothy E. Anna, “The Buenos Aires Expedition and Spain’s Secret Plan to Conquer Portugal, 1814-1820”, The Americas 34: 3 (1978): 356-380; Christon Archer, El Ejército en el México Borbónico 1760-1810 (México: Fondo de Cultura Económica, 1983); George Reid Andrews. “Spanish Ame-rican Independence: A Structural Analysis”. Latin American Perspectives 12:1(1985),105-132;ThomasGlick,“Science and Independence in Latin America (with Special Reference to New Granada)”, The Hispanic American Historical Review 71: 2 (1991): 307-334.

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Abel Fernando Martínez Martín - Andrés Ricardo Otálora Cascante

estudios históricos e imaginarios de José Manuel Restrepo, titulada Historia de la Revolución de la República de Colombia3.

A partir de la aparición de una obra clave para estos estudios, Modernidad e Independencias, de François-Xavier Guerra, surge una cantidad apreciable de estudios centrados en España y México y un renovado interés por entender el proceso. Estas nuevas corrientes intentan explicar el derrumbe del imperio colonial y emplean el estudio de los actores sociales, abordando un proceso que parece muchas veces vedado tras el mito fundador de la república. La unificación, la reconstrucción de lamemoria política y la

legitimación de la Nación fue una tarea a la que se avocaron los distintosgruposenconflicto.Atravésdesusvoceros,elnaciona-lismo hizo uso de una serie de metáforas y símbolos que harían parte de la propaganda de guerra empleada por los beligerantes, la cual fue descrita en trabajos como los de Archer (1983), Guerra (1992), Lommé (1993), König (1994) y Chust (2008)4; seguidos por aquellos en los cuales se analiza el ejército de América, las milicias y los cuerpos armados, así como una serie de trabajos recientes sobre los liberales enviados a América en las expediciones para el restablecimiento de los derechos del Rey: Cuño (2008), Marchena y Chust (2007), Earle (2000), Kuethe (1993) y Marchena (1992)5. Para el área de las actuales Colombia y Venezuela se han realizado trabajos principalmente para la costa Caribe, y existen algunos dedicados a los ejércitos de la República, como el de Thibaud en 20036.

Éste, aparte de ser un periodo revolucionario, es un periodo com-plejo, confuso, que bien valdría la multiplicación de trabajos en campos diferentesconelfindematizarlo,paralocualesnecesariohacerunaetnografíadelasfuentes,conelfinderescatarlostestimoniosdesusprotagonistas. Christon Archer, al hablar sobre la historia militar en la Nueva España, intenta demostrar cómo, a pesar de que la historiografía de la guerra se considere abundante y hasta excesiva para el periodo de la independencia, necesita de nuevos métodos que incorporen las ideas y los planes de otras disciplinas7.

3. Germán Colmenares, “La ‘Historia de la Revolución en Colombia’, por José Manuel Restrepo: Una prisión historiográfica”,enLa Independencia: Ensayos de Historia Social, ed. Germán Colmenares (Cali: Instituto Colom-biano de Cultura, 1986), 7-23; José Manuel Restrepo. Historia de la Revolu-ción de la República de Colombia, tomos iii y iv (Medellín: Bedout, 1969).

4. Christon Archer, El Ejército; François-Xavier Guerra, Modernidad e Indepen-dencias. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas (Madrid: Mapfre, 1992); Georges Lomné, “Las ciudades de la Nueva Granada: Teatro y objeto de losconflictosdelamemoriapolítica(1810-1830)”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 21 (1993): 124-135; Hans-Joachim König, En el camino hacia la Nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750–1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994); Manuel Chust, 1808. La Eclosión Juntera en el Mundo Hispano (México: Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 2007).

5. Justo Cuño Bonito, El retorno del Rey: el restablecimiento del régimen colonial en Cartagena de Indias (1815-1821) (Castellón: Universitat Jaume I, 2008); Juan Marchena y Manuel Chust, Por la fuerza de las armas. Ejército e Independencias en Iberoamé-rica (Castellón: Universitat Jaume I, 2007); Rebecca Earle, “‘A Grave for Europeans?’ Disease, Death and the Spanish American Revolutions”, en The War of Independence in the Spanish America, ed. Christon Archen (Wilmington: Scholarly Resourses, 2000), 284-297; Allan Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada, 1773-1808 (Bogotá: Banco de la Repú-blica, 1993); Juan Marchena, Ejército y Milicia en el Mundo Colonial Americano (Madrid: Mapfre, 1992).

6. Clément Thibaud, Repúblicas en Armas. Los Ejércitos Bolivarianos en la Guerra de Independencia en Colombia y Venezuela (Bogotá: Planeta, ifea, 2003).

7. Christon Archer, “Historia de la Gue-rra: Las trayectorias de la Historia Militar en la época de la Independen-cia de Nueva España”, en La Indepen-dencia de México temas e interpretacio-nes recientes. Coordinado por Alfredo ÁvilayVirginiaGuedea(MéxicoUniversidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2007), 145-161.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

2. ¡viva eL rey!Tras la derrota de Napoleón y una vez reinstalado en el trono, Fernando VII

declara nula la Constitución liberal de Cádiz de 1812 y disuelve cualquier forma de monarquía constitucional, retomando la monarquía absoluta. Asentado en el poder, su siguiente objetivo será la recuperación de sus derechos en América. Así, lanza un ejército mal provisto y engañado en una aventura militar desafortunada, fruto de una política militar e imperial en la que la Monarquía comprometía su prestigio, pues intentaba someter los reinos indianos por la fuerza de las armas. Tal política es analizada por los nuevos estudios, que consideran la existencia de un claro desfase entre la extensión territorial de tan vasta Monarquía y las fuerzas efectivas para su defensa8.

Esta expedición, la más grande de las treinta enviadas a América entre 1811 y 18199, es también la más grande de las que cruzaron el Atlántico desde 149210, y fue comandada por el mariscal Pablo Morillo, al mando de 12.254 soldados11 y 1.547 mari-nos de guerra12.

En noviembre de 1814, instrucciones secretas fueron dadas a Morillo por el ministro universal de Indias para dirigir su expedición a Costa Firme en lugar de

a Montevideo. El nuevo destino no fue revelado a las tropas hastafinalesde febrero, cuandoestabanen altamar. En ellas seespecificaba que la expedición debería hacerse con el menorderramamiento de sangre posible, siendo el objetivo primario la pacificación de Caracas, la ocupación de Cartagena de Indias yprestar ayuda al Nuevo Reino de Granada13. EloficialexpedicionarioGarcíaCambadejaconsignadoensus

Memorias que una de las razones para que la Expedición cambiara de rumbo al Oeste y no a Montevideo fue que la navegación sería más corta14, evitando así los estragos de una carencia nutricional por falta de vitamina C, conocida como escorbuto, que ya había producido bajas en otras expediciones con destino a Buenos Aires15. Sin embargo, Sevilla contradice la argumentación de García sobre el destino de la Expedición, consignando los temores que produ-cían en la tropa expedicionaria las noticias sobre el ambiente y la guerra a muerte en la capitanía general16.

El balance sanitario del viaje del ejército expedicionario que dio Morillo a sus superiores describe mejor el transcurso de la travesía en altamar, llegando incluso a informar que la Expedición llego a Margarita sin enfermos17.

8. Manuel Chust, 1808, 20.

9. Margaret L. Woodward, “The Spa-nish Army”, 589.

10. Rafael Sevilla, Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campañas contra Bolívar y los Separatistas de América (Madrid: Editorial América, Sociedad Española de la Librería, 1916), 23.

11. Julio Albi, Banderas Olvidadas. El Ejército Realista en América (Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1990), 147.

12. Gonzalo M. Quintero Saravia, Pablo Morillo, 247.

13. Demetrio Ramos. España en la Inde-pendencia, 438.

14. Andrés García Camba, Memorias para la historia de las Armas españolas en el Perú (Madrid: Editorial América, 1916), 234.

15. Julio Albi, Banderas Olvidadas, 141.

16. Rafael Sevilla, Memorias, 24.

17. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 79.

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Una vez desembarcó la Expedición en la Costa Firme de Venezuela18, las memorias delosoficialesrealistasdejanconsignadas lasenfermedadesquepadecieron.Talelcaso de la sufrida por Sevilla, tratada localmente con una mezcla a base de limones y conocida como ‘bicho’19;porsuparte,GarcíaCamba,enfermódeunasfiebresconoci-das como ‘quebrantahuesos’20.Desdesullegada,elejércitoexpedicionario—yluegopacificador—deCostaFirme

se va americanizando, lo que no es gratuito ni voluntario. Ante todo responde a una dinámicaimportante,enlacuallasenfermedades,elambientediverso,ladeficienteatención sanitaria y la mala alimentación juegan un papel fundamental. Este ejército, por su tamaño y la necesidad de cubrir grandes distancias, se convierte en presa fácil de los enemigos naturales, muriendo más a causa de éstos que por las heridas de guerra.

Entre tanto, las guerrillas patriotas, su enemigo principal, se van agrupando, for-mando los ejércitos regulares de la República, mientras que para los expedicionarios la situación se hace insostenible. En 1819 Morillo hace uno de sus últimos llamados al Rey para salvar de la extinción a los ejércitos que combatían en nombre de la monarquía española: “Los soldados de Vuestra Majestad que arrastran tantos peligros, fatigas y trabajos en estos climas mortíferos, perecen de miseria, mueren sin recursos en los hospitales y sobrellevan su amarga ypenosaexistenciaconelhorrorque inspira ladificultadocasiimposibilidad de cambiar de suerte”21.

3. deL oriNoco eL cauce se coLma de despoJos

Para 1814 Venezuela era un gran campo arrasado por la inten-sidad de la guerra a muerte; el país estaba agotado y los ejércitos en contienda se disputaban el control del ganado, principal fuente de sustento de las fuerzas armadas. En junio de 1814, la ración de la guarnición de Caracas consistía en pescado seco, debido a que el ganado de los valles aledaños ya se había consumido, o había sido tomado por alguno de los bandos. El control del ganado fue una preocupación permanente de los expedicionarios, que los obligó a planear múltiples incursiones en los Llanos en busca de estos animales22. Desde que se iniciaron las operaciones, las tropas comieron la ración de campaña, provista obligatoriamente por los ayuntamientos ocupados, encargados de recoger y exigir al vecin-dario la contribución para su sostenimiento23, apoyando así a los defensores del Rey.

18. El termino Costa Firme o Tierra Firme, se utiliza para denominar al territorio continental no insular, de la América meridional, que compren-día desde las costas de la Capitanía General de Venezuela hasta el río Darién.

19. Rafael Sevilla, Memorias, 45.

20. Andrés García Camba, Memorias para la historia,244.La“Break-Bone Fever”, descrita así por el Dr. BenjaminRushenFiladelfiaen1789, corresponde al Dengue; José G. Rigau-Pérez,“TheearlyuseofBreak-bone fever (Quebrantahuesos, 1771) and Dengue (1801) in Spanish”. Am. J. Trop. Med. Hyg. 59: 2 (1998): 272.

21. “Carta del General Morillo al Rey. Valencia, 25 de enero de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 6.

22. Germán Carrera Damas, Boves: Aspectos socioeconómicos de la Guerra de Independencia (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1972), 143.

23. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde de Cartagena, Marqués de la Puerta (1778-1837), Tomo II (Madrid: Editorial América, 1920), 235.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

Ya en Caracas, Morillo, quien mostraba siempre preocupación por tener los bastimentossuficientesenlosmovimientosdelosexpedicionarios,dispusoelapro-

visionamiento de la tropa que partía a Santa Marta y Cartagena, reuniendo cerca de ocho mil reses24.ElPacificadorordenóel30dejunio de 1815 que se acopiaran con destino al ejército treinta mil quintales25 de tasajo y las raciones correspondientes de galleta26, menestra27, tocino y aguardiente. Esta orden no pudo llevarse a cabo pornoexistiryarentassuficientesparalacompranilacantidaddereses necesarias para hacer las raciones. El intendente del ejército Arámbarri, agrio contradictor de Morillo, se quejaba del cambio en la estrategia militar, al pasar de la guerra irregular, llevada a cabo por las tropas de Boves hasta 1815, a la organización y estructura-ción de un ejército regular como el llegado de la Península Ibérica, que necesitaba muchos más recursos de intendencia, hospitales, vestuarios, alimentos y una creciente burocracia militar, impaga-bles con las exhaustas arcas28. Tal situación contrasta con la riqueza con que la Nueva España, sin lugar a dudas, la joya de la Monarquía, mantenía varios destacamentos de su ejército distribuidos por su inmenso territorio en persecución de los insurgentes.

Las tropas que quedaron en Venezuela se alimentaban ya en 1817 de chipi chipi en las costas, mariscos que se conseguían fácil-mente por la cercanía al mar, y de carne de burro29. La miseria de los pueblos de la Capitanía era lo único que había dejado la guerra sin cuartel y la táctica de la tierra arrasada que destruye al paso de los ejércitos todo lo que pueda serle útil al enemigo. Urdaneta relata cómo en 1816 sus tropas en los llanos venezolanos esta-ban casi desnudas, y hasta el escaso vestido provenía del ganado, confeccionando ruanas y sombreros de cuero de ganado, para pro-tegerse de las lluvias30. Páezafirmaensusmemoriasquehastalallegadadeloslegiona-

rios ingleses a los Llanos, se comía con la mano y era desconocido el uso del cuchillo y del tenedor por parte de las tropas patriotas31. Entre losjefes,lasituaciónnoeramejor;otrobritánico,Mr.Hackett,des-cribe una de las comidas de los jefes patriotas en la isla de Margarita:

“La cena consiste siempre en pan, pescado, un ron execrable

y agua (no había una botella de vino en la isla). La mesa fue

colocada bajo un cobertizo en la parte posterior de los restos

24. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 83.

25. Esta cantidad equivaldría a una tonelada y media de tasajo.

26. La galleta ordinaria era un pan doblemente cocido consumido por los marineros y de ración en los ejércitos. En el Tratado de las Enfermedades de la Gente de Mar, se agrega que el bizcocho o galleta es un pan medio fermentado, en forma de pequeñas tortas, cocido dos veces para quitarle la humedad y evitar la fermentación ácida, reduciéndose a corteza dura, los españoles le agregan salvado a la harina de trigo y levadura. Pedro María González, Tratado de las Enfermedades de la Gente de Mar, en el que se exponen sus causas y los medios de precaverlas por el Dr. D. Pedro María González, Catedrático del Real Colegio de Cirugía Médica de Cádiz. Madrid en la Imprenta Real. Año de 1805 (Madrid: Imprenta Real, 1805), 456.

27. La menestra estaba compuesta por fríjoles, guisantes, habas y lentejas. En el Tratado de las enfermedades, se describe así: “Son las otras legum-bres secas que componen la ración de nuestra gente de mar y por lo mismo se conocen en la Armada con el nombre de menestras ordinarias”. Pedro María González, Tratado de las Enfermedades.

28. Francisco Xavier Arambarri, Hechos del General Pablo Morillo en América. Documentos de la Conquista, coloni-zación e Independencia de Venezuela, vol. i (Murcia: Publicaciones de la Embajada de Venezuela en España, 1971), 220-222.

29. Germán Carrera Damas. Boves, 144.

30. Rafael Urdaneta, Memorias (Madrid: Ed. América, Biblioteca Ayacucho, 1916), 104-105.

31. José Antonio Páez, Autobiografía (Medellín: Bedout, 1973), 144.

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de una casa, y en general, no se consigue reunir más de dos platos, por lo que se

emplean cazuelas al efecto. Como hay pérdida de cuchillos y tenedores y no tenemos

ninguno, se utilizan generalmente y de preferencia los dedos”32.

Las campañas de 1817 y 1818 en los Llanos fueron de penalidades y sufrimientos por el hambre, las plagas, las cambiantes condiciones climáticas y la fauna tropical. El miedo de que las plagas, las lluvias que anegaban las sabanas, la falta de agua para beber y el hambre diezmaran las tropas expedicionarias, condicionaba los movimien-tos y la supervivencia33: “No se pude menos que confesar que vivían de milagro. Las plagas, los caimanes, las rayas, los caribes, los tembladores, las culebras y los alacranes, que tanto abundan en aquellos terrenos, eran otros tantos enemigos vivientes de exis-tencia, a cuyas acometidas sucumbieron no pocos”34.

La Legión Británica35, que había llegado para reforzar a los patriotas, también sufrió por el clima, la fatiga y la falta de ali-mento, y en sus primeras operaciones en los Llanos venezolanos murieron cerca de cuatrocientos ingleses en 1817. Una de estas pri-meras operaciones fue la marcha a Maturín, en donde tras días de hambre y sólo comiendo caballos que quedaban abandonados en los combates, los legionarios encontraron una manada de cabras, cuya carne ingirieron cruda y sin condimentos. Muchos ingleses y nativos amanecieron muertos por el “excesivo atracón por la dieta extrema”36. Desde el comienzo, las tropas legionarias tuvie-ron problemas con la alimentación; en Margarita sólo encontraron caña de azúcar, que consideraban poco apropiada para estómagos europeos, y empezaron a sucederse motines producidos por el hambre37. La desnutrición produjo en las tropas británicas la apa-rición de úlceras y pérdidas dentales38.

En diciembre de 1818, el Dr. James Robinson, obligado a ser director general de hospitales de las provincias libres de Venezuela, fue delegado por Bolívar para acompañar una expedición hasta San Fernando del Apure. Allí hizo una detallada relación de los ali-mentos que se consumían en los llanos del Orinoco y describió las preparaciones dadas a la tropa por los indígenas y la elaboración del principal alimento de los ejércitos, el tasajo:

“Teniendo una gran variedad de artículos, no se toman la moles-

tia de cocinarlos por separado, sino que los golpean todos en

32. James H. Robinson - Late Surgeon in the Patriotic Army, Journal of an Expedition 1400 miles up the Orinoco and 300 up the Arauca: with an account of the country, the manners of the people, mili-tary operations, &c (London: Printed forBlack,YoungandYoung.CoventGarden, 1822), 324-325.

33. “Enrile a La Torre. Cuartel General de Santafé” (s.f.), en Santander y los Ejércitos Patriotas. 1811-1819, tomo i, comp. Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1989), 163-164.

34. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente, tomo ii, 54-55.

35. De las expediciones de extranje-ros que llegaron a Venezuela entre 1817 y 1819, a una en particular se le conoce con el nombre de Legión Británica, la organizada por James T. English, que llegó en 1817 con mil doscientos hombres. Aunque se le ha denominado británica, incluía tam-bién irlandeses y algunos alemanes. AlfredHasbrouck,Foreing Legionaries in the liberation of Spanish South Ame-rica(NewYork:ColumbiaUniversityPress, 1928), 321.

36. Anónimo, ¡Guerra a Muerte! Recollec-tion of a service of three years during the War of Extermination by an officer of the Colombian Navy. Unt and Clarke-York Street-Covent Garden. London. 1828. (Buenos Aires: Ed. Colombia, 1945), 94, 100-105.

37. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 51-52.

38. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 102.

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una sola masa, que siempre comen con los dedos. Estas masas suelen estar forma-

das por arroz, cebada, plátanos o casabe, o algunas otras harinas, que cuando las

hacen, las hierven con el Tasago. Este se prepara de la siguiente manera: cuando la

gente mata una res, le cortan los músculos y sus accesorios […]. Una vez separadas

las partes, se sala la carne (cuando se tiene sal, y cuando no, deben colgarla fresca) y

ponerla al sol para secarla. Cuando estas partes se ponen tan duras como un cordón,

se constituyen en el alimento nacional de América del Sur y también de algunas de

las islas de las Antillas” 39.

Tan dura fue la campaña de 1818 que volviendo a Angostura, ya en 1819, James H. Robinson narra que tuvo que vender un par de pantalones y dos camisas para obtener

unpanenlapoblacióndeUrbana.Sinembargo,alfinalnopudoconsumirlo por su mal olor, debido a la harina rancia y descom-puesta por los hongos40.

El ejército libertador de Nueva Granada, fuerza armada creada en los Llanos para atacar desde allí a las tropas que defen-dían la capital del Nuevo Reino, empezó a reunirse en Arauca en febrero de 1819. Su alimentación estaba reducida, la mayoría de las veces, a un trozo de carne seca sin sal, y no todos los días, plátano y yuca. Richard Vawell41,oficialdelPrimerRegimientode Lanceros Venezolanos en la Legión Británica, detalla los pade-cimientos de las tropas en los llanos de Venezuela y Colombia. Durante aquella campaña,

“La falta de agua en verano en estas incultas llanuras obliga

a menudo a los jinetes a dejar sus cabalgaduras y a llevar las

sillas hasta encontrar otra montura. Un ejército que se acerca

al agua luego de haber sufrido mucho tiempo de sed, se parece

grandemente a un ejército derrotado. Es por extremo difícil en

tal ocasión que se observe la disciplina militar, porque todos se

salen de filas y se precipitan adelante, con esa mirada salvaje

que es uno de los signos característicos de la sed, sin embargo,

el agua que en general bebíamos entonces era de color verdoso,

llena de insectos y a veces conteniendo cuerpos de caballos y

otros animales. Añádase a esto que los toros y los mulos que

acompañan al ejército, se echan al estanque al mismo tiempo

que los soldados y, se tumban y se revuelcan allí. Compréndase

por lo tanto, que importa no llegar de últimos”42.

39. James H. Robinson, Journal, 165-166.

40. James H. Robinson, Journal, 248-249.

41. ElapellidodeesteoficialdelPrimerRegimiento de Lanceros Venezolanos en la Legión Británica aparece indis-tintamente como Vawell o Vowell en las diferentes fuentes consultadas. En este articulo se usa Vawell, ya que la fuente utilizada fue la reedición de las Memorias de un oficial de la Legión Británica - Campañas y Cruceros durante la Guerra de Emancipación Hispanoame-ricana, hecha para la Biblioteca del Banco Popular en 1974, tomado de la primera edición de las memorias recolectadas por el historiador venezolanoRufinoBlanco-Fombonaen Madrid en 1916, valiosa colección de relatos de realistas y patriotas de la independencia en Latinoamérica. Blanco asegura que el autor nunca firmólaediciónoriginaleninglés.Sin embargo, en la lista de legio-narios británicos bajo el mando de Rook,citadaeneltrabajoclásicosobre los legionarios extranjeros porHasbroucken1928,aparececonel cargo de capitán como “Robto Vowell” en la guarnición de Angos-tura el 30 de septiembre de 1818.

42. Richard Vawell, Memorias de un Oficial de la Legión Británica. Campañas y Cruceros durante la Guerra de Emancipa-ción Hispanoamericana (Bogotá: Biblio-teca Banco Popular, 1974), 145-147.

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Tales eran los alimentos de los combatientes que habían quedado en la Capitanía General de Venezuela tras la guerra a muerte, mucha carne en tasajo, muchas veces sin salar, ausencia del consumo de vegetales; yuca y plátano, ron y galleta ordinaria, que era consumida por los expedicionarios desde que partieron de Cádiz.

A pesar de estar mejor aprovisionado en las ciudades de la rica región minera del Bajío mexicano, al norte de la ciudad de México, el Ejército Real de la Nueva España desplegó contra los primeros insurgentes una represión que llevó a su casi total desaparición. Para 1819, las tropas virreinales de México habían ganado la guerra y dispersado hacia las fronteras del sur y los desiertos del norte a los pocos insurgen-tes. Entre tanto, en el mismo año, las tropas de Morillo luchaban por sobrevivir en los llanos del Orinoco y el Arauca dentro de la guerra a muerte en la Capitanía, que por las cotas de violencia alcanzadas, se podría comparar con la represión contra los insurgentes en la Nueva España. Los mandos de ambos ejércitos, sin embargo, siem-pre mantuvieron el constante temor a que las zonas bajas terminaran por acabar a las tropas europeas no aclimatadas43.

4. !oh, sí¡ de cartageNa La aBNegacióN es mucha

En mayo de 1815 el grueso del ejército expedicionario parte a Costa Firme, y allí la ciudad de Cartagena de Indias se prepara para el sitio que luego iniciaron los ejér-citos del Rey. Las autoridades independentistas de Cartagena tomaron la decisión de implantar la política de tierra arrasada. Ordenaron abandonar los pueblos vecinos en caso de invasión y llevar todo cuanto pudiera ser útil. Muchas poblaciones cercanas fueron entonces incendiadas por sus habitantes44. Esta práctica dejó sin provisiones al ejército del Rey, por lo cual se debieron ordenar partidas que recorrían las extensas sabanas en busca de víveres.

Los sitiados iniciaron el cerco con una gran escasez de provisiones. En una carta capturada por los soldados del Rey se da un cuadro del crítico estado en que los carta-generos empezaban su encierro en la plaza:

“Si en rigor las tropas pueden pasarse sin sueldo, es imposible que subsistan sin

su ración. No tenemos almacenes generales ni ningún depósito de víveres, no con-

tamos más que con algunos barriles de Marina pertenecientes

a particulares. No se encuentra un grano de maíz, el número

de ganados encerrados en esta ciudad se eleva apenas a 500,

de suerte que aun contando algunos caballos, mulas, asnos y

perros, apenas podríamos prometernos vivir 40 días […] con

una población inmensa, pobre, faltando todo medio de resistir

a un enemigo poderoso”45.

43. Christon Archer, El Ejército, 45.

44. Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias, 129.

45. Pablo Morillo, Las memorias del General Pablo Morillo (Bogotá:GráficasMargall, 1985), 32.

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En Cartagena se contaba con más armas que manos para empuñarlas y fueron varios los factores que desencadenaron el horror vivido por algo más de dos meses. Por un lado, la escasez de provisiones por parte de sitiadores y sitiados, debido a la guerra contra Santa Marta, que destruyó cualquier aprovisionamiento de alimentos vía terrestre, la misma falta de fondos de los cartageneros que no alcanzaron a llegar de Tunja y de Santafé para la compra de víveres en las Antillas, la decisión de la ciudad de aceptar a todos los inmigrantes de los pueblos vecinos y, por último, la falta de los instrumentos, máquinas y útiles necesarios para realizar el asedio de la plaza fuerte, es decir, el Tren de Sitio, hundido con el buque insignia de la expedición, el San Pedro Alcántara unos meses atrás, sin el cual no existía otra manera de rendir a Cartagena de Indias, que no fuera por hambre.

En octubre de 1815 en Santafé, Tomás Montilla le advierte al presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada que Cartagena no podrá defenderse mucho tiempo y que por fuerte e inexpugnable que parezca, puede ser rendida por el arte del hambre, advirtiendo que la plaza sólo podía contener víveres para subsistir seis meses, pero que no se había hecho su acopio por no tener con qué comprarlos. Advierte además: “No esperemos del clima, de la estación, ni del acaso ventajas precarias: los mosquitos, las aguas y el destino pueden destruir al enemigo […]. El calor que fatiga al sitiador, impide al sitiado la conservación de víveres, que luego se corrompen, motivo poderoso por qué no puede contar Cartagena con grandes depósitos, aun cuando le fuere fácil adquirirlos”46.LinodePombo,unodelossitiados,luegoministrodeestadodeColombia,afirma

que las dieciocho mil a diecinueve mil personas concentradas en Cartagena tuvieron “que matar, salar, y embarrilar caballos y burros en calidad de reserva, para último

recurso alimenticio”47. Finalmente, los expedicionarios atacaron y tomaron el fuerte y la isla de Tierrabomba, cortando el abasteci-miento de pescado, único alimento que les quedaba a los sitiados48. Durante el sitio, el abastecimiento por mar fue casi imposible debido al riguroso bloqueo; sólo tres pequeñas goletas que traían carne y harina y dos corsarios con pocos víveres habían cruzado el cerco de la marina real. En octubre, dos bongos armados fueron capturados por los soldados del Rey, en los que se conducían diez arrobas de carne salada, setecientos plátanos, seis canastos gran-desconcacao,treintayuncalderosdefierro,doscajonesdemetalcon platina y cinco cerdos49.

Cartagena de Indias estaba diseñada como una plaza fuerte y sus defensas eran círculos concéntricos que pretendían retrasar el

46. “Tomás Montilla al Presidente de las Provincias Unidas de Nueva Granada. Santafé, 13 de octubre de 1815”, en Santander y los Ejércitos Patriotas. 1811-1819, Tomo I, comp. Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1989), 112-113.

47. Lino de Pombo, “El Sitio de Carta-gena”, en Cartagena Colonial, 145.

48. Daniel Florencio O´Leary, Memorias, tomo ii (Bogotá: Biblioteca de Autores Colombianos, 1952-1953), 165.

49. Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias, 144.

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avance de los sitiadores para que el clima, el hambre, la sed y las enfermedades fueran diezmando a los sitiadores: “[…] el clima de Cartagena es cálido en extremo; llueve mucho,yelvómitoprieto[fiebreamarilla]hacegrandesestragosenlosforasteros”50. Las difíciles condiciones climáticas tropicales se sumaban a la carencia de alimentos, la destrucción de los sembrados, la falta de ganado, y los mosquitos y animales, que se convirtieron en los otros enemigos de los expedicionarios:

“En un país conocido como el más tirano del mundo para la salud europea […] las

tropas no tenían abrigo en los campamentos y puestos avanzados con inevitable

perjuicio de su salud […]. Se carecía de comestibles, sin haber medio de conducirlos

desde el convoy que se hallaba fondeado a larga distancia […]. No había agua que

beber en muchos de los puntos que ocupaba la tropa, y era igualmente preciso traerla

del convoy con sumo trabajo, mientras se desgajaba el cielo en lluvias de que ni una

gota se podía aprovechar por caer en lagos salobres, sucios y hediondos. En todos los

parajes en que se hallaba establecida la tropa era atormentada

de una insufrible plaga de mosquitos, de culebras y otros anima-

les ponzoñosos de una fetidez que trastornaba los sentidos”51.

Un hecho curioso es la prohibición estricta del consumo de bananas en el Hospital Militar Expedicionario de Sabanalarga, que hacía parte de la red de hospitales provisionales construidos por los del Rey durante el sitio. Esta prohibición establecía que el per-sonal que las introdujera sería fuertemente sancionado52, lo que recuerda la teoría aerista y circulacionista del siglo xviii53, defen-didaporMutis, quien semanifiesta en contra de los platanales,debido a la humedad presente en ellos, cuya putrefacción y prolife-ración infectaban y corrompían el aire de las poblaciones 54.

Mientras que afuera la situación de insalubridad debido al clima y las enfermedades era difícil, dentro de la plaza la situación y la alimentación de los sitiados era desesperada:

“El progreso de los estragos del hambre era sumo por falta

de alimentos o postración de fuerzas, otros por las enferme-

dades consiguientes a la mala calidad de la triste ración que

se proporcionaba, y prolongando otros su miserable existen-

cia escuálidos, hebetados55 y con hinchazón progresiva en las

piernas: carnes y harinas podridas, bacalao rancio, caballos,

burros en detestable salmuera, perros, ratas, cueros eran el

recurso de la generalidad desvalida; y escasas dosis de arroz

50. Juan García del Rio, “Página de Oro del sitio de Cartagena de 1815”, en Cómo nació la República de Colombia Segundo Título, comp. Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Banco de la República, 1981), 54.

51. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente, 160-161.

52. Rebecca Earle, “A Grave”, 284-297.

53. De acuerdo con la teoría aerista o circulacionista de raíz hipocrática, sostenida por los médicos ilustrados, el aire debía circular y permanecer limpio y libre de miasmas que ema-naban de los basureros, los cemente-rios, los hospitales, los pantanos y los platanales. Esta teoría fue sustituida en la segunda mitad del siglo xix por la teoría microbiológica. América Molina del Villar, “Las practicas sanitarias y medicas en la ciudad deMéxico1736-1739.Lainfluenciade los tratados de peste europeo”, Estudios del Hombre 20 (2005): 42.

54. Adriana Alzate, Los oficios médicos del sabio. Contribución al estudio del pensamiento higienista de José Celestino Mutis (Medellín: Clío, 1999), 12.

55. Hebetamiento según la raesignifica‘debilitamiento o embotamiento’.

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con camarones secos y chocolate era el de las familias acomodadas que habían sal-

vado algo de las pesquisas domiciliarias”56.

ElcoronelRieux,sitiado,afirma:“Enlaplazanoquedóunsolocuadrúpedoqueno se empleara para la subsistencia, las ratas, las hierbas, que jamás persona humana había mirado como útiles para alimento […] los cueros al pelo, las sabandijas, todo es consumido para sustento de aquella desgraciada población”57.

En julio de 1819, el gobernador de la provincia de Cartagena, Gabriel de Torres, en memorial enviado a Fernando VII le recuerda el estado en que Cartagena quedó después del sitio:

“La mayor parte de las familias pudientes se fugaron de ella, llevándose consigo no

solo sus bienes sino también los de muchos infelices […]. Se hallaron cerca de tres mil

cadáveres en las calles y en los cementerios de las iglesias a medio enterrar, víctimas

de la miseria […]. Un plátano, un puñado de arroz se pagaba a peso de oro, de suerte

que a los que sobrevivieron no les quedo otra cosa que los ojos para llorar sus desven-

turas. Ni un comerciante, ni un labrador, ni un artesano o menestral; todos: o habían

emigrado, o perecido […]. A pesar de esto, tuvieron que sufrir los habitantes de esta

provincia una contribución de $84.000 y las raciones y gastos del

ejército pacificador que acabó por destruir cuanto el torrente de

desgracias posteriores había perdonado”58.

ConeliniciodediciembrevinoelfindelsitiodeCartagena.Eldía 4 de ese mes, más de trescientas personas habían fallecido en las malsanas calles59. En palabras concluyentes de Manuel Ezequiel Corrales: “Toda la ciudad estaba dividida por mitad en un miserable hospital y en un horrendo cementerio”60. Para ese mismo día, las dos terceras partes de los defensores habían muerto y los sobrevivien-tes estaban “Descarnados y cadavéricos, los centinelas se apoyaban en los muros o rodaban por los suelos y agitándose en convulsiones de calenturiento, deliraban con manjares y comilonas […] no había soldadouoficialquenoestuviesehinchado, llenodegangrenaopostrado con el abatimiento extremo que precede a la muerte”61.

En la tarde del 5 de diciembre más de dos mil personas se diri-gieron hacia los cuarteles del ejército expedicionario62. Ya casi terminadoelsitio,Morilloordenóasusoficialespreveniratodoslos soldados de no maltratar ni hacer daño a ningún sitiado que no opusiera resistencia:

56. Lino de Pombo, “El Sitio de Carta-gena”, en Cartagena Colonial, 152.

57. Eduardo Lemaitre, Cartagena Colo-nial, 137.

58. “Memorial de la Provincia de Cartagena de Don Gabriel de Torres a Fernando VII. Cartagena, 15 de julio de 1819”, en Los Ejércitos del Rey 1818-1819, tomo i, ed. Fray Alberto Lee López (Bogotá: Presidencia de la República, 1989), 293.

59. Juan García del Río, “Página de Oro del sitio de Cartagena de 1815”, en Cómo nació la República de Colombia Segundo Titulo, comp. Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Banco de la República, 1981), 63.

60. Manuel Ezequiel Corrales, Docu-mentos relativos a la Independencia de Cartagena (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1911), 33.

61. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 116.

62. Lino de Pombo, “El Sitio de Carta-gena”, en Cartagena Colonial, 153.

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“No eran hombres sino esqueletos: hombres y mujeres vivos retratos de la muerte se

agarraban a las paredes para andar sin caerse; tal era el hambre horrible que habían

sufrido. Veintidós días hacia que no comían otra cosa que cueros remojados en tan-

ques de tenería […] todos los que podían moverse, se precipitaban, empujándose y

atropellándose sobre nuestros soldados, no para combatirlos, sino para registrarles

las mochilas, en busca de algún mendrugo de pan o de algunas galletas”63.

Esa misma noche algunos cartageneros emigraron rumbo a las Antillas, como cuenta De Pombo: “Esqueleto yo y casi moribundo por efecto de la Disentería i las fiebres,conlaspiernashinchadasipesadasdelarodillaalpie,fuiazambullirmeenun camarotito de la goleta que me tocó llevando al cinto algunas onzas de oro i en un bolsillo una libra de chocolate para roer”64.

Finalmente, y rendida por hambre, los soldados del Rey recuperaron Cartagena de Indias en nombre de Fernando VII. Los expedicionarios tuvieron entonces que ayudar a los sitiados que habían quedado vivos, compadecidos de su lamentable situación:

“Les dieron cuantos artículos de comer llevaban sobre si, los que devoraban con

ansiedad aquellos desgraciados, cayendo muchos de ellos muertos así que habían

tragado unas cuantas galletas, sino que se improvisó un rancho para todos y sopas

para los que no podían venir a buscarlas. Indescriptible es el estado en que encon-

tramos a la rica Cartagena de Indias. El mal olor era insoportable; como que había

muchas casas llenas de cadáveres en putrefacción”65.

El testigo inglés de la entrada de los del Rey a Cartagena, Michael Scott, que llegó como prisionero de Morillo, escribió en sus memorias otro cuadro, igualmente deprimente del sitio, asombrándose de lo que vio en la plaza rendida:

“Desfilamos al través de lúgubres escombros […] llegamos a la puerta principal, que

hayamos también abierta y con el puente levadizo tendido; bajo el arco abovedado

vimos a una mujer de aspecto al parecer distinguido, casi en los huesos, y débil como

una criatura, recogiendo algunas basuras asquerosas, cuya posesión le

había querido disputar un gallinazo. Un poco más adelante, los cadá-

veres de un viejo y dos niños se descomponían bajo el sol, mientras

que atrás de ellos, un desdichado negro ya agonizando, procuraba

espantar con una hoja de palmera un grupo de gallinazos […] mas en

vano, que ya los repugnantes pájaros habían devorado, hasta dejar en

esqueleto, el cadáver de uno de los niños. Antes de dos horas el fiel

esclavo y los cuerpos que piadosamente defendía eran pasto de los

asquerosos gallinazos”66.

63. Rafael Sevilla, Memorias, 68, 69.

64. Lino de Pombo, “El Sitio de Carta-gena”, en Cartagena Colonial, 154.

65. Rafael Sevilla, Memorias, 69.

66. Michael Scott, “Cuadros de horror presenciados por un testigo inglés en Cartagena a la entrada del Ejército Pacificador,TomGringle`sLog-Edition. Londres. 1829”, en Cartagena Colonial, 160, 161.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

Aunque Veracruz, el puerto principal del virreinato novohispano, nunca pudo ser sometida al riguroso sitio al que fue sometida Cartagena de Indias. Las guarniciones europeas estacionadas en su fuerte eran atacadas constantemente por la endémica fiebreamarilla,razónporlaqueVeracruzeraconocidaytemidaentodoelmundo:“El puerto de Veracruz se considera como el sitio principal de la fiebre amarilla, vómito prieto ó negro. Millares de europeos de los que tocan las costas de Mégico en las épocas de los grandes calores, perecen víctimas de esta cruel epidemia”67. Las cifras de muer-tos de los hospitales veracruzanos68 sobrepasaron por mucho a los casi 3500 muertos reportados en el ejército expedicionario que sitió Cartagena.

Cumplida la segunda tarea, los expedicionarios marcharon contra Santafé de Bogotá. Sólo hasta el 3 de mayo de 1816 llegó a la capital la avanzada de la tropa. Fue talelmiedoqueinspirólapacificaciónenlacapitaldelvirreinato,queconlasolavozde la llegada del ejército del Rey se desbandó en pleno el mercado de la Plaza Mayor:

“Fue digno de ver como corrían todos del mercado […]. Los perros corrían con la

carne, porque todos abandonaron sus mercados […]. Los pulperos cerraban sus tien-

das; […] los litigantes se desaparecieron, los gatos volaron, los pollos andaban sueltos

por la plaza, los huevos apachurrados […] gritaban, corrían, hubo males de corazón,

malparidas, lastimadas y trescientas cosas más. Y en suma lo que vino a ser fue que

eran 20 hombres de caballería, que venían del Ejercito nuestro”69.

5. de Boyacá eN Los campos

Nada más alejado del ejército expedicionario de 1815 que el ejército del Rey de 1819, al que la guerra a muerte en Venezuela, así como las grandes distancias que debía recorrer en persecución de las guerrillas de esta guerra irregular, había desgastado. Las enfermedades, el clima, los asedios, los combates sin cuartel, las deserciones, el hambre y el largo tiempo pasado en lo que se creía una guerra fácilycorta,habíandiezmado la tropay losoficiales.Todoesto fuecausade los

rápidos ascensos y el reemplazo por tropas criollas en la mayo-ría de cuerpos. En 1818, Bolívar lanzó una proclama dirigida al pueblode laNuevaGranada,yafirmó:“Yanoexisteelejércitode Morillo. Más de 20.000 españoles han empapado la tierra de Venezuela con su sangre”70.

La diferencia entre los dos ejércitos enfrentados en la provincia de Tunja en 1819 fue de apenas trescientos hombres. Los dos están conformados en su mayoría por soldados venezolanos y neograna-dinos, siendo minoría los españoles expedicionarios y los ingleses. Enmayode1819,Morillorefiere:

67. Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva-España, tomo iv (París: Casa de Rosa, 1822), 174.

68. Christon Archer, El Ejército, 80-82.

69. José María Caballero, Libro de varias noticias particulares, Tomo II (Bogotá: Biblioteca Schering Corporation USA, 1974), 26-27.

70. Daniel Florencio O’Leary, Memorias, tomo iii, 118.

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“La suerte del Nuevo Reino de Granada es la que preocupa mi atención y me llena

de sobresaltos. No hay más batallones de la Península que el de León en Cartagena

y los restos del Aragón Expedicionario en Santafé, no hay ningún cuerpo europeo

respetable en el interior, y todo él se halla guarnecido hasta Quito por tropas ameri-

canas. Por pronto que yo pueda marchar en su socorro, Bolívar y Santander habrán

hecho grandes estragos, y una vez ocupada por ellos la Capital, serán precisamente

reforzados por los mismos batallones que ahora sostienen la causa de S.M.”71.

En vísperas del inicio de la campaña de Boyacá, los vecinos del pueblo de Soatá, parroquia ubicada en un cruce de caminos que movilizaba a los ejércitos del altiplano a los Llanos, se quejaban de la grave situación y ruina total en que se encontraba el pue-blo, que debía servir de parada obligatoria de los ejércitos reales, a quienes tenían que racionar, además de sostener el Hospital Militar del Rey. La respuesta del gobernador de Tunja no pudo sino aumentar el descontento de los pueblos del partido de Soatá, al solicitar la ampliación de las contribuciones entre los particulares destinadas al sosteni-miento y ración del hospital y de la tropa72. Entre tanto, el coronel José María Barreiro, comandante general de la III División del Expedicionario, ordenó en febrero de 1819, una suscripción “voluntaria” en las provincias de Pamplona, El Socorro y Tunja para el sostenimiento de la tropa73. Adicional a esta voluntaria contribución, en los pueblos cercanos a Sogamoso el Ejército Real estableció una contribución semanal de galletas y pan: “Consistía en el envió semanal de algunas cargas de galletas y pan de media libra amasado con harina sin cernir, que los alcaldesdebían remitir alComisarioGeneral […].Teníanquefijaruna contribución de leche a los dueños de las vacas”74.

Igualmente Barreiro advierte al Virrey que el dinero enviado no alcanza ante la situación de la III División: “Cantidad que no alcanzaparacondimentarlosranchos,yasíenestaépoca,losofi-ciales carecen absolutamente de todo socorro y a la tropa no se le ha podido suministrar ni un solo cuartillo […]. Ha sido preciso para que no falten del todo las subsistencias, poner a la tropa, incluso a losoficialesasolomediaración”75.

Para llegar al corazón del Reino había que atravesar la Cordillera Oriental de los Andes, lo que implicaba un ascenso rápido de tres mil metros a través del frío paso del páramo de Pisba. En Morcote, Bolívar escribe a Santander sobre la falta de alimentos: “Hoy no comerá esta división y quién sabe si sucederá mañana lo mismo;

71. “OficiodeMorilloalMinistrodeGuerra. Cuartel General de Calabozo, 12 de mayo de 1819”, en Santander y los Ejércitos Patriotas. 1811-1819, tomo ii, comp. Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1989), 174-175.

72. Informe de los Alcaldes del Partido de Soata al Gobernador de Tunja. Tunja, 9 de noviembre de 1818. Archivo Histó-rico de Tunja (aht) TIV/Vol. 1818/ Leg. 503/Fol. 275.

73. “OficiodelVirreySámanoaBarreiro. Santa Fe, 19 de noviem-bre de 1818”, en Los Ejércitos del Rey 1818-1819, tomo i, ed. Fray Alberto Lee López (Bogotá: Presidencia de la República, 1989): 97.

74. Elías Prieto Villate, “Apuntamientos sobre la campaña de 1819”, Repertorio Boyacense 43 (1917): 122.

75. “OficioReservadodeBarreiroalVirrey Sámano. Sogamoso, 23 de marzo de 1819”, en Los Ejércitos del Rey 1818-1819, tomo ii, ed. Fray Alberto Lee López (Bogotá: Presidencia de la República, 1989), 31.

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así he determinado hacer alto aquí donde siquiera se encuentran plátanos hasta que tengamos ganados necesarios para la marcha. Usía esperara también en Paya, no es prudente emprender el camino que nos falta sin tener los viveres necesarios”76. SantanderafirmaquelacaballeríapasóelpáramodePisbayllegóaSocha“[…]sinuncaballo, sin monturas y hasta sin armas, porque todo estorbaba al soldado para volar y salir del páramo […]. El ejército era un cuerpo moribundo”77.

La división inglesa Albión, que salió de Mantecal, contaba con ciento cincuenta hombresalasórdenesdelcoronelRook,ycuandollegóalaentradadelpáramoyaestaba maltratada y enferma y había sufrido bastantes bajas. Carlos Soublette, le escri-bió al Libertador el 11 de julio desde Pueblo Viejo: “Los ingleses están medio muertos, pero allá irán; pasado mañana pasarán el Páramo, y en las Quebradas con taremos los que salgan”78.El22dejuliollegóRookaBonzaconsudivisiónparaincorporarsealejército. La columna había quedado redu cida a menos de cien hombres. El padre Gallo narra cómo volvió con el Libertador a los aposentos de Tasco, donde en una pieza acondicionada como hospital recibían alimentos y atención los legionarios79.

Richard Vawell relata el paso de Pisba de los Británicos: “El cansancio y el frío, aña-didosalestadodedebilidadenqueseencontrabanlossoldadosfaltosdesuficientealimento, empezaron a dar resultados. Era casi imposible impedir que se tumbasen a causa del excesivo sopor que experimentaban”80.Unanónimooficialinglésdescri-bió cómo los nativos aconsejaban el beber abundantemente agua de manantial antes de que empezaran los síntomas producidos por las bajas temperaturas, utilizando la flagelación,esdecir,darlatigazosaaquellosqueseencontrabanpróximosalahipo-termia. El beber de los manantiales del páramo y el brandy que llevaban consigo los

ingleses se emplearon con éxito en la reanimación de los empara-mados, así como una abrigadora ruana, describiendo el empleo de la chicha en los pueblos del páramo: “Esta chicha es la bebida pre-dilecta de los arrieros. La hacen de maíz molido en proporción de una parte de maíz por cinco de agua; la dejan fermentar, la endul-zan con miel y la conservan en tinajas de barro”81. O’Leary relata la aparición de disentería en los llaneros, que atribuye al consumo del agua fría del paramo82.

O´Leary cuenta igualmente cómo el ejército en Socha recibió la hospitalidad y provisiones de los habitantes del lugar y de los campos circunvecinos: “Pan, Tabaco y Chicha, bebida hecha con maíz y melado, recompensaron las penalidades sufridas por las tro-pas”83. Santander dice sobre el ejército patriota antes de llegar a Bonza: “Con una escasa ración y solo con esto, este Ejército todavía

76. Camilo Riaño, La Campaña, 150.

77. Camilo Riaño, La Campaña, 111.

78. Humberto Rosselli, La locura de Epifanio y otros ensayos (Bogotá: Tercer Mundo, 1987), 274.

79. Andrés María Gallo, “Páginas Inédi-tas sobre Boyacá”, Boletín de Historia y Antigüedades 140-141 (1919): 524.

80. Richard Vawell, Memorias, 155.

81. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 276-79.

82. Daniel Florencio O´leary, Memorias, tomo iii, 234.

83. Daniel Florencio O´leary, Memorias, tomo iii, 239.

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desnudo y pobre, había sufrido muchas bajas por las enfermedades, por los muertos y heridos de los combates pasados. Era ya un esqueleto en el campo de Bonza”84.

El cura Andrés María Gallo narra cómo en los primeros días de julio recibió la noticia de la llegada de Bolívar y las necesidades del ejército y le envió ropa, cobi-jas, caballos y a sus hermanos. Asimismo, cuenta Gallo: “El Libertador vivía satisfecho y entusiasmado recibiendo al sinnúmero de mujeres que desde los pueblos vecinos venían a traerle víveres y ropa para los soldados; siendo de notar el que todas las muje-res se deshacían de su ropa interior, para hacer camisas para los soldados”85.

Después de que las tropas libertadoras pasaron tales rigores en el páramo, la lle-gada a los fértiles valles que riega el Chicamocha, en donde recibieron alimentos y abrigo, produjo la recuperación de la mayoría de la tropa que se hallaba en los hospita-les. A pesar del clima frío (13 a 15 ºC), no te nían ya que sufrir las heladas temperaturas que hablan dejado atrás y, sobre todo, tenían abrigo, vestido, techo y comida, que los habitan tes de la provincia de Tunja se apresuraron a ofrecerles, proveyen do en la convalecencia a las tropas medio muertas. La contribución de los habitantes de la provinciadeTunjafuedecisivaparalarecuperacióndelejércitoyelbuenéxitofinal.No sólo víveres abundantes, caballos, cobijas, vestidos y hospitalidad les brindaron los pueblos a las tropas libertadoras, sino que muchos hombres ingresaron al ejército.

Entre tanto, en el cuartel general de la III División en Tunja, Barreiro escribía al virrey en Santafé, sobre la desesperada situación alimentaria de la III División: “[…] los movimientos en que se hallan todas las tropas y el carecer de fondos con que alimentarlos”86. Desde los Molinos de Tópaga, el 12 de julio, informa Barreiro el éxito de las tropas del Rey en el combate sobre el puente de Gámeza:

“Gracias por los 10. 000 pesos que remite para la tropa pues

todos están miserables y los oficiales hace tiempo que no

tienen otro sustento que la sola ración estando la mayor parte

desnudos […]. Los indios de estos pueblos se portan perfecta-

mente, están haciendo rogativas por la felicidad de nuestras

Armas, acuden a nuestros campos con regalos de huevos, car-

neros, aguardiente y otras cosas para los soldados y persiguen

a los dispersos, no así los vecinos que todos a porfía se han

alistado con los rebeldes”87.

El 25 de julio se libró en medio de una fuerte lluvia la batalla del Pantano de Vargas; al anochecer de ese día, en el campo de Vargas, los señores Ignacio y Javier Villate llegaron con tres car-gas de papas y mazorcas cocinadas y con ocho salones de oveja, en

84. Francisco de Paula Santander, “El General Simón Bolívar en la campaña de la Nueva Granada de 1819”, en Escritos Autobiográficos (Bogotá: Presi-dencia de la República, 1988), 8.

85. Gallo, “Páginas Inéditas”, 525.

86. “OficiodeBarreiroalVirreySámano. Tunja, 1 de julio de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 32.

87. “OficiodeBarreiroalVirreySámano, copia del original remitido al Secretario de Estado y del Despa-cho de la Guerra en 26 de septiembre de 1819 en los Reservados. Molinos de Tópaga, 12 de julio de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 74.

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auxiliodelosoficialesdelatropaehicieroncandeladasparaasarlacarne.Alamane-cerdellunes26,mandóelseñorMariñotresresesgrandesquefueronsacrificadasyrepartidas inmediatamente entre la tropa88.

En un rápido movimiento, los patriotas ocuparon Tunja y dejaron a Barreiro a la retaguardia. Esta ocupación puso al ejército libertador en posesión de seiscientos fusiles, un almacén de vestuarios, paño para otros, los hospitales, botiquines y los talleres de artillería89.

Entre tanto la III División marchaba a retaguardia del ejército libertador, y no pudiendo impedir la toma de Tunja, la rodeó y marchó en la noche y madrugada bajo la fuerte lluvia y el frío del páramo, queriendo dejar atrás a los patriotas y unirse con las tropas del Virrey en Santafé. Esta rápida marcha hizo que la tropa padeciera de gran hambre.Así,alasdosdelatardedelfatídico—paralosdelRey—7deagostode1819,lacansada división se sentó al lado del puente a orillas del río Boyacá a comer, y no bien se estaba racionando la tropa, tras noches y madrugadas de marcha por los páramos en medio de la lluvia, fatigados, cansados y con ganas de saciar el hambre, cuando cayeron las tropas libertadoras y aprovechando el momento, aniquilaron al ejército del Rey90.

coNcLusioNes

La alimentación se convierte en factor decisivo para la salud de las tropas invo-lucradas en las guerras de independencia en la América meridional. Este espacio temporal está marcado por el arribo a la Capitanía general de la expedición de Costa Firme, tropas europeas que pronto se vieron enfrentadas a los factores ambientales, entre ellos el cambio de alimentación e incluso el hambre, lo que decidió el curso que tomó la guerra, en algunos casos, como el sitio impuesto a Cartagena de Indias.

Las luchas libradas en los Llanos, dieron una gran ventaja táctica a las tropas patriotas. El conocimiento del ambiente, la geografía y los alimentos propor-cionó a los llaneros la superioridad sobre unas tropas expedicionarias que tuvieron que empezar a lidiar con todos estos factores, en espe-cial con el cambio de alimentación, del cual los europeos no salen muchas veces bien librados. Desde la llegada del ejército expedicio-nario se observa una constante preocupación por conservar la mayor cantidad de reses posibles y la línea de recursos abierta en las tierras altas del Nuevo Reino. Por otro lado, la organización como fuerza armada regular de las tropas del Rey produjo un viraje en el curso de la guerra y en los elementos necesarios para el sostenimiento de los ejércitos, múltiples aspectos que aún deben ser explorados en las distintas regiones americanas en el marco de su independencia.

88. Elías Prieto Villate, “Apuntamien-tos”, 90-93.

89. Carlos Soublette, “Boletín del Ejer-cito Libertador de la Nueva Granada, Tunja 6 de agosto de 1819”, Boletín de Historia y Antigüedades 140-141 (1919): 486.

90. “Diario Histórico de la División (al margen) Diario Militar. 4 al 7 de agosto de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la Repú-blica, 1969), 115-119.

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En Cartagena las tropas expedicionarias y los habitantes de la plaza sometida al bloqueo tendrán que acudir a toda clase de elementos, que en circunstancias normales no hubieran consumido. En especial para los sitiados, la falta de alimentos empezará a causar enfermedades y desnutrición. Finalmente, esperando algún tipo de alimento abrirán la puerta de la ciudad al ejército expedicionario, que mientras duró el bloqueo, sufrió también la escasez de comida y provisiones, producto de la guerra en tierra arrasada, en medio de este cuadro desolador, la disentería hará estragos en uno y otro bando y la inadecuada alimentación producirá la mayor parte de las bajas. En1819,elascensoalpáramodePisba—endondenosepodíaconseguirnadapara

comer—ylamuertedelosanimalesdetransporteeinclusolasocasionesenlasquelatropasedeshizodesusracionesparaprotegersedelfrío—contrastaconlaabun-dancia que encontraron los patriotas en los valles más templados y abastecidos del altiplano. Las poblaciones de la provincia de Tunja, quienes desde 1816 cargaban con el sostenimiento de los soldados del Rey, recibieron, alimentaron y aprovisionaron al ejército libertador, mientras que un cansado y hambriento ejército real será derro-tado en el campo de Boyacá.

Los ejércitos reales en Costa Firme y el virreinato de la Nueva España, aunque dia-metralmente diferentes en la cantidad de recursos y en número, sufren los mismos padecimientos en las zonas bajas debido a las enfermedades tropicales y la falta de alimentos, y luchan por el control de las tierras altas y los fértiles valles, que se con-vierten en factor clave para la alimentación de la tropa. El ejército expedicionario de Costa Firme se extingue irremediablemente en la guerra a muerte, el triunfante ejér-cito virreinal novohispano, acogido al Plan de Iguala, se transforma de un día para otro en el Ejército Trigarante de la Independencia del Imperio Mexicano.

Factores como las enfermedades, el vestido, el ambiente, el aparato sanitario y claro, la alimentación, sostienen la tramoya en la que se representa el teatro de la guerra. Los hechos de armas de la Independencia son llevados a cabo por tropas beli-gerantes sometidas a un sinnúmero de condiciones que afectan su salud y su vida y que causó un mayor número de bajas en los ejércitos que las heridas de guerra.Apesardelaexistenciadevariascorrienteshistoriográficasencargadasdelahis-

toria de la guerra, el problema de la alimentación y de la intendencia de las fuerzas armadasregulares—einclusodelasirregulares—quecombatieronenAmérica,resultaaún hoy un terreno poco estudiado, lo que contrasta con la abundancia de fuentes en el campo de la historia militar y las memorias de los beligerantes, testigos y actores del hambre, las enfermedades, las epidemias y la muerte que jugaron un papel primordial en el derrumbe de la monarquía absoluta.

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Ï

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

Educating the subjects? Modernity and tradition in a revolutionary era: El Investigador [of Peru] (1813-1814)

aBstract

Contemporary historiography on independence has

prioritized the analysis of political culture in the

passage from the societies of the Ancien Régime

to nineteenth-century political modernity. This

renewed interest focuses primarily on analyzing

the press, the configuration of public spaces, and

networks of communication. This article examines

the political discourse of the elite and the image

that they constructed of the popular sectors. It

does so by using the daily Peruvian newspaper, El

Investigador, between the years 1813 and 1814 as

its main primary source. The systematic reading

and analysis of this newspaper allows us to show

the elite’s fear regarding the popular sectors, the

conflicts between Church and State, and the con-

flicts within the state apparatus over the degree to

which authority should be centralized, all of which

reflected the break down of the viceroyal order.

Key Words

El Investigador [of Perú], political discourse,

society, popular culture, independence, Peru.

Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú. Estudiante de la Maestría en Historia del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín en Argentina y becario Roberto Carri por el Ministerio de Educación de Argen-tina. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Sociedad colonial y vida cotidiana en Lima a través de las páginas de El Investigador [del Perú], 1813-1814 (2007) y “Prensa, difusión y lectura en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814”, en Lima a través de la prensa, comps. Daniel Morán, MaríaAguirreyFrankHuamaní (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2008), 33-60. [email protected]

¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

resumeN

La historiografía contemporánea sobre la indepen-

dencia viene priorizando el análisis de la cultura

política, en el paso de las sociedades del antiguo

régimen a la modernidad política decimonónica.

Este renovado interés tiene en el análisis de la

prensa, la configuración de los espacios públicos

y las redes de comunicación como sus principales

elementos de reflexión. La presente investigación

analiza el discurso político de la élite y la imagen

que ésta construyó sobre los sectores popula-

res, tomando como principal fuente el diario El

Investigador [del Perú] (1813-1814). La lectura

sistemática y el análisis de este periódico nos

permite advertir el temor de la élite con respecto a

los sectores populares, los conflictos entre Estado

e Iglesia y los conflictos en el interior del aparato

estatal entre la autoridad central y las autoridades

inferiores, que reflejan el resquebrajamiento del

orden virreinal.

paLaBras cLave

El Investigador [del Perú], discurso político, socie-

dad, cultura popular, independencia, Perú.

artículo recibido:

7 de diciembre de

2009; aprobado: 25

de abril de 2010;

modificado: 5 de mayo

de 2010.

Daniel Morán

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Daniel Morán

¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814) Ï

iNtroduccióN

“Muy señor mío: los pobres serranos ignoramos mucho; pero así como hago esta

confesión, aseguro que no es por falta de voluntad; nuestros deseos se extienden

mas allá de lo que se puede pensar de nosotros; y la desgracia es, que quando por

una parte se intenta ilustrarnos algo, por otra se entorpece los conductos que nos

pudieran comunicar las luces”1.

Esta cita de un artículo publicado en El Investigador [del Perú]2, unodelosperiódicosmásinfluyentesdelacoyunturadelacrisisdel mundo hispano-colonial y de los inicios de la independencia, ejemplificamuybienlaambiguasituacióndeltratamientoalossec-tores populares, la recepción de la Ilustración en Hispanoamérica y los mecanismos de difusión e internalización de las nuevas ideas entrelasclasespopulares,asícomodelasseriasdificultadesparasu incorporación a la sociedad.

El análisis de El Investigador nos revela el carácter político-pedagógico de este medio en un contexto de incertidumbre política generada a partir de la invasión francesa a la penín-sula ibérica en 1808. La proliferación de la prensa y los impresos políticos (v. g. folletines, panfletos, pasquines, etc.), junto conlas nuevas formas de sociabilidad, al decir de François-Xavier Guerra, abren en el mundo hispanoamericano un “espacio público político” antes inédito3.

1. El Investigador del Perú n.o 96, Lima, 12 de mayo de 1814. En adelante las cursivas de los textos son énfasis nuestro. En el caso de las citas tex-tuales del periódico se ha moderni-zado el lenguaje.

2. El 1 de enero de 1814 cambió su nombre y pasó a denominarse El Investigador del Perú.

3. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revo-luciones hispánicas (Madrid: Editorial MAPFRE, 1992), 227.

Ï Este texto es resultado del trabajo investigativo que contó con el auspicio académico y económico de la Beca Roberto Carri (2009-2010), del Ministerio de Educación de la Argentina.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

En este contexto, las élites ilustradas americanas asumirían la difícil tarea de difundir “las luces” y “la modernidad” entre los diversos grupos sociales del mundo colonial. Los complejos vínculos de estos acontecimientos y procesos, en donde el poder del Estado reproduciría las relaciones de jerarquización y exclusión social para mantener la dominación sobre los sectores populares, demanda estudiar la sociedad, el discurso político de las élites y la imagen que éstos elaboraron de la cultura popular en el tránsito del antiguo régimen a la modernidad política. Por lo tanto, esta investi-gaciónreflexionasobreeldiscursopolíticodesarrolladoporlosgruposdepoderylaspercepciones que tuvieron de la cultura popular a través de El Investigador del Perú en esta agitada coyuntura.

1. preNsa sociaL y redes de comuNicacióN duraNte La crisis coLoNiaL4

¿Se puede hablar de una prensa popular para esta coyuntura? ¿Quésignificaprensapopular?¿Esunaprensaproducidaporsec-tores populares o es una prensa dirigida a sectores populares? Gustavo Montoya en un artículo ha planteado que sí existió una prensa popular en los años que siguieron a la declaración de la inde-pendencia hasta su consolidación en 1824. Para Montoya, y a partir del análisis de algunos periódicos con títulos singulares como El Loro, El Loquero y La Cotorra, estableció que “en estos periódicos se publicaron opiniones de carácter político y redactado bajo un len-guaje religioso”5. Además, agrega que por el lenguaje empleado y la temática expresamente vinculada a las clases populares, estos mismos impresos podrían mostrar la cultura política popular. Sin embargo, consideramos que Montoya sobredimensiona la reali-dad de la prensa. El hecho de que discutan temas sobre el pueblo no los convierte en órganos de expresión de sus intereses y pre-ocupaciones.Aunque suspáginas reflejen imágenesyproblemasde las clases populares, no los convierten en prensa popular. Esta denominación todavía estaba en ciernes. Por ello, desde nuestro punto de vista, se trataría de una prensa social porque presenta la trayectoria, la dinámica y el desarrollo de la sociedad peruana. En un trabajo previamente publicado caracterizamos a El Investigador como un periódico social y como el principal medio de prensa social que circuló en el Perú durante los años de las Cortes de Cádiz6.

¿Es posible encontrar en las páginas de El Investigador una inci-piente cultura política popular? Se puede advertir en el periódico

4. Para un análisis de la prensa y las redes de comunicación en la coyun-tura de la independencia en Perú, véase: Víctor Peralta Ruiz, “Prensa y redes de comunicación en el Virrei-nato del Perú, 1790-1821”, Tiempos de América 12 (2005): 113-131 y En defensa de la autoridad. Política y cultura bajo el gobierno del virrey Abascal. Perú, 1806-1816 (Madrid: Consejo Superior deInvestigacionesCientíficas-Insti-tuto de Historia, 2002); Luis Miguel Glave, “Cultura política, participa-ción indígena y redes de comunica-ción en la crisis colonial. El virreinato peruano, 1809-1814”, Historia Mexicana 229 (2008): 369-426 y “Del pliego al periódico. Prensa, espacios públicos y construcción nacional en Iberoamérica”, Debate y Perspectivas 3 (2003): 7-30; Daniel Morán, “Prensa, difusión y lectura en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814”, en Lima a través de la prensa, comps. DanielMorán,MaríaAguirreyFrankHuamaní (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2008), 33-60.

5. Gustavo Montoya, “Prensa popular y cultura política durante la iniciación de la república. Monárquicos, repu-blicanos, heterodoxos y católicos”, Uku Pacha 10 (2006): 71-88.

6. Daniel Morán, Sociedad colonial y vida cotidiana en Lima a través de las páginas de El Investigador [del Perú], 1813-1814 (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2007).

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la imagen que la élite y la intelectualidad limeña crearon y difundieron sobre las clases populares. Sin embargo, esta constatación induce a sugerir que la sola enunciación y preocupación por lo popular proyecta como testimonio el surgimiento de una ele-mental cultura política del pueblo. En un contexto en donde el statu quo no estuviera en juego, sería ilógico que los grupos de poder coloniales se tomaran el tiempo y el esfuerzo de propagar un discurso político que tomara como uno de los temas centra-les la genuina problemática de las clases populares. Éste no era el caso de la sociedad colonial que analizamos aquí, pues en plena crisis de la Corona y ante el trastorno político generado en las colonias americanas por los insurrectos, la recurrencia de la élite peruana a lo popular puede verse como una medida necesaria para impedir la insubordinación radicalizada de las clases populares, evitando así un movimiento revolucionario. Un estudio más amplio y con fuentes manuscritas de diversa natu-raleza podría probar la existencia de una cultura política popular, que en momentos críticos tuviera diferentes alternativas de solución a sus problemas sociales. Lo que intentamos en este estudio es solamente plantear la inquietud y brindar evidencias parciales para repensar estos interrogantes y tal realidad de lo popular.

¿Qué importancia tuvo El Investigador en la realidad colonial peruana y cuáles fueron las redes de circulación que este impreso utilizó para difundir su discurso polí-tico? El diario estuvo en circulación durante dieciocho meses, desde el 1 de julio de 1813 hasta el 31 de diciembre de 1814, publicándose en total quinientos dos ejem-plares, más dieciocho suplementos, con una periodicidad diaria, salvo algunos meses de 1814 que salió con un día de por medio7. Esta regularidad adquirió relevancia en un contexto en que otra publicación, El Verdadero Peruano, periódico ilustrado rela-cionado con la administración colonial, desaparecía del espacio público peruano. En cierto sentido, El Investigador actuó como sucedáneo, aunque quiso presentarse como un periódico imparcial en abierto debate con la Gaceta de Lima y más relacionado con la problemática de la ciudad y de las clases populares.

¿Cómo comprobar la vinculación de El Investigador con la administración colonial? Raúl Porras Barrenechea señaló que el principal promotor del periódico, el clérigo José Joaquín de Larriva, fue “un conspirador de palabra [y un] haragán con sueldo del Estado”8. Una prueba adicional basada en nuestras propias investigaciones es que, cuando el virrey Abascal arriba a Lima en 1806, Larriva manifestó su apoyo incondicional a la máxima autoridad. Incluso, durante los acontecimientos de la invasión francesa de España, la experiencia de la Cortes de Cádiz y los movimientos insurgentes en las colonias, el creador de El Investigador mostró claramente su total subordi-naciónalvirreye incluso llegóacalificarlocomo“elhombrede

7. Daniel Morán, Sociedad colonial, 24-25.

8. Raúl Porras Barrenechea, Ideólogos de la emancipación (Lima: Editorial Milla Batres, 1974), 131.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

la América”9. Igualmente, en el propio discurso del periódico se puede observar la connivencia política de Larriva con Abascal, a partir de sus críticas al Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, ins-titucionesquemantuvieronrelacionesconflictivasconelvirrey10.

¿Qué sabemos de la circulación de El Investigador? El mismo periódico expuso el crecimiento del área de circulación al seña-larque“loshabitantesdeLimaconocenya losbenéficosefectosdel Diario […] y los pueblos del reyno claman por su lectura”11. La censura que propició el gobernador y vicario general de La Paz, Guillermo Zárate, debido a las injurias que el diario profería contra la Iglesia y la religión católica, muestra el alcance regional de este periódico12. Víctor Peralta Ruiz y Luis Miguel Glave han desarro-llado importantes aportes que indican que la prensa y los impresos políticos, incluido El Investigador, se difundieron no sólo en la capital del virreinato, sino que también llegaron a diversos espa-cios regionales como Arequipa, Cuzco, Puno, Guayaquil, Maynas, Cuenca, Santiago de Chile, Chuquisaca, Quito, La Plata, Buenos Aires y La Paz13.

En síntesis, El Investigador fue un periódico político que captó la problemática social limeña y estuvo vinculado a la élite y las autori-

dades coloniales. La recurrencia a lo popular en plena coyuntura de cri-sis monárquica tuvo como objetivo señalar las funestas consecuencias que las reformas liberales gadita-nas y los sucesos revolucionarios podían ocasionar a los intereses de la élite y en el comportamiento político de los sectores populares.

2. iLustracióN y sociedad: eL LeN-guaJe poLítico eN El InvEstIgador14

¿Qué significado tienen losconceptos de ilustración, indepen-dencia, revolución y libertad en el contexto en esta época? Examinar estos conceptos es analizar un

9. José Joaquín de Larriva, Arenga que en presencia del Excmo. Señor Virey Don José Fernando Abascal, pronunció por la Real Universidad de San Marcos en el besamanos del 27 de diciembre de 1812, el D. D. José Joaquín de Larriva (Lima: Imprenta de los huérfanos, por D. Bernandino Ruiz, 1813), 35-40.

10. Daniel Morán, “Reformistas, fidelistasycontrarrevolucionarios.Prensa, poder y discurso político en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814” (Tesis para optar el título profesional de Licenciado en Histo-ria, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008), 83-85. [en línea: http://www.cybertesis.edu.pe/sis-bib/2008/moran_rl/html/index-fra-mes.html ]. Timothy Anna en su libro La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia (Lima: iep, 2003),haprobadoestaconflictividada partir de fuentes diversas.

11. El Investigador del Perú n.o 1, Lima, 1 de enero de 1814.

12. Archivo Arzobispal de Lima (aaL), Serie Comunicaciones, legajo 2, expe-diente 132 (La Paz, 28 de junio de 1814), 1f.

13. Víctor Peralta Ruiz, “Prensa y redes”: 119-120; y Luis Miguel Glave, “Del pliego”: 16-18. Un estudio pio-nero que da algunos indicios sobre este argumento es el de Ella Dunbar Temple, “El Investigador, periódico de 1813 a 1814”, en El Periodismo en la época de la emancipación americana (Lima: Instituto Sanmartiniano del Perú, 1936), 1-30.

14. El caso argentino resulta represen-tativo para conocer el estudio de los lenguajes políticos en la coyuntura de la independencia. Al respecto, véase: Noemí Goldman, ed., Lenguaje y revolución: Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850 (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2008), y Alejandra Pasino, “El concepto de independencia en el Río de la Plata, 1750-1870”, en XII Jornadas Interescue-las de Departamentos de Historia (San Carlos de Bariloche: Universidad Nacional de Comahue,

octubre 2009), 21. Para el caso peruano ver Cristóbal Aljovín, “América-americanismos (1750-1850)”, en Las independencias desde las perspectivas de los actores sociales, comps. Juan Luis Orrego, Cristóbal Aljovín y José Ignacio López Soria (Lima: oei-uNmsm-pucp, 2009), 237-249, y Francisco Núñez, “El concepto de vecino/ciudadano en Perú (1750-1850)”, Araucaria 17 (2007), dispo-nible en http://institucional.us.es/araucaria/nro17/monogr17_11.htm. Una obra que examina el moderno lenguaje político ha sido dirigida por Javier Fernández, Diccionario político y social del mundo iberoameri-cano. Conceptos políticos en la era de las revoluciones, 1750-1850 (Madrid: Fun-dación Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Políticos y Constitucio-nales, 2009).

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lenguaje político fruto de las experiencias de las Cortes de Cádiz y su proyección al mundo hispanoamericano y al Perú en especial.

La politización del espacio público de Lima es un signo de los tiempos. En 1814, en opinión de El Investigador, un habitante de esta ciudad señaló: “Cansado estoy de oír a muchos en los cafés, tiendas, plazas y calles, tratar de asuntos políticos en tono imponente”15. Las conversaciones y el debate político emergen en la medida en que los acontecimientos de la metrópoli y las rebeliones sociales de otras regiones coloniales hacían temer la pérdida de la supremacía limeña y el inicio de la rebelión popular en la capital.

En las páginas de El Investigador se hace evidente la utilización de este nuevo voca-bulariopolíticocuandoseafirma:“Lanovedaddellenguajedelibertad que alhaga a la mayoría del pueblo, y el temor de las tropas francesas, es lo que hasta ahora ha soste-nido a las Cortes”16. En realidad, esta referencia, en opinión del periódico, es una crítica abiertaalaformacomolasclasespopulareshabríanconfundidoelsignificadodeestetérmino. Incluso para los mismos investigadores es complejo el análisis exacto de la palabra libertad, pues se sabe que El Investigador tuvo una variación en su discurso polí-tico a lo largo de su existencia. El periódico apoyó inicialmente las reformas de Cádiz, yfinalmentelasdesacreditóanteelinminenteregresodeFernandoVIIalpoder.Noobstante,podemossugerirqueelconcepto‘libertad’adquirióelsignificadodecam-bios y concesiones a partir de las reformas que la metrópoli aplicó en sus colonias. Entonces, libertad equivalíaaldisfrutedebeneficiosdentrodeloslímites impuestos por España, y en obediencia a la Constitución liberal gaditana que establecía las mismas leyes, los mismos intere-ses y los mayores bienes en plena comunidad fraternal17. Por ello, el periódico buscó persuadir a sus lectores de que con esa libertad concedida por la corona y plasmada en la Constitución de Cádiz, los pueblos podían estar en paz social y rechazar cualquier brote de sedición del orden colonial18. Incluso, en palabras El Investigador, unalibertadbienentendidasignificabaque:

“La sociedad se mantendría en buena quietud y armonía des-

lindando a cada uno sus deberes, corrigiendo los abusos, y

castigando severamente en sus jueces, gobernantes y magistra-

dos las repetidas infracciones de la ley, viviríamos ya tranquilos

en nuestros hogares, seguros en la dulce compañía de nuestras

familias, en pacifica posesión de nuestros bienes y posesiones,

libres de enemigos, temores y asaltos, a cubierto de los dés-

potas y sus excesos […] mudaríamos la condición de baxos y

15. El Investigador del Perú n.o 116, Lima, 25 de octubre de 1814.

16. El Investigador del Perú n.o 51, Lima, 20 de febrero de 1814.

17. El Investigador n.o 8, Lima, 8 de julio de 1813.

18. Por ejemplo, en El Investigador n.o 7, de7dejuliode1813,seafirmaquelaConstitución de 1812: “Declara a todo español, en uno y otro hemisferio, libre e igual delante de la ley; a la soberanía original en el pueblo; y a la facultad de pensar y de escribir, como una de las primeras prerroga-tivas del hombre libre […]. Desaparece de igual modo el estanco de las luces, y el de la industria; y se generaliza el principio sacrosanto de la libertad e igualdad política en todas sus atribu-ciones compatibles con el buen orden, y el carácter y decoro nacional”.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

serviles, nos empeñaríamos solamente en nuestro bien común,

nos haríamos libres españoles e independientes del tirano […]”19.

En El Investigador se hace uso del concepto ‘ilustración’ para indicar la instrucción y el conocimiento de la verdad20 en abierta oposición a la barbarie, el despotismo y la época de las tinieblas y la opresión21.Ilustrarsignificadesterrarabusosyguiaraloshom-bres a la virtud22. En este período el término permite “desnudar” a las personas del “hombre viejo” que hay en ellos y que origina la degradación de la ciudadanía, a partir del aprendizaje y la obe-diencia de las reformas de las Cortes y las medidas aplicadas por las autoridades coloniales23. En ese sentido, en El Investigador el virrey pedía expresamente que los clérigos se encargaran de “instruir al pueblo sobre sus verdaderos intereses, a fin de hacerle amables lasreformas ya hechas, y ponerlo en disposición de apreciar como se merecen las que aún quedan por hacer”24.Apartirdeestasdefinicionespodemosdeducirquelapalabra

‘independencia’ no tenía una connotación de ruptura y separación de la dominación colonial hispánica. En esta coyuntura, tal palabra describía la situación en que los pueblos han aceptado las reformas de las Cortes y disfrutan por ello de una tranquilidad y felicidad sumamente afortunada. Igualmente, el término lleva implícito el respeto que toda persona debe tener hacia el Gobierno, las costum-bres, el dogma cristiano, la sana moral y la decencia25.

Y serán precisamente los agentes que están destruyendo esta independencia quienes merecen condena por promover la revo-lución. Así, ‘revolución’ es la subversión del orden establecido, el quiebre de la armonía social y la tranquilidad pública. Es atentar contra la religión y el Estado y fomentar la pérdida del respeto mutuo entre los miembros de la sociedad26. Revolución es caos, desorden, destrucción de la fe cristiana y el establecimiento de la anarquía. Según el periódico, cada agente de la revolución

“[…] manifiesta los infundados y escandalosos motivos, de

los que apoyan sus detestables designios para enarbolar el

estandarte de insurrección. Demuestra su crasa ignorancia, y

que merece el más ejemplar castigo su obstinación criminal.

¡Hijos ingratos y alevosos¡ que intentan renovar el llanto de

19. El Investigador del Perú n.o 9, Lima, 9 de julio de 1814.

20. El Investigador del Perú n.o 107, Lima, 2 de junio de 1814. En este número del periódico se agrega: “He recorrido las principales cortes de Europa, he frecuentado y observado detenidamente sus teatros, que tanto influyenenlareformadelascostum-bres de las naciones y contribuyen á su ilustración: igualmente he notado que desde que la imprenta libre se asomó en esta capital, sus habitantes se van sacudiendo de muchas preocupa-ciones que les agobiaban. Y no hay tantos serviles; todos gustan ver la luz y conocer la verdad. [...]. En una nación protegida por una constitución libre debemos todos contribuir al bien de la sociedad. La industria y las bellas artes son de primera consideración”.

21. El Investigador n.o 41, Lima, 10 de agosto de 1813.

22. El Investigador n.o 57, Lima, 26 de agosto de 1813.

23. El Investigador n.o 10 y 57, Lima, 10 de julio y 26 de agosto de 1813, respectivamente.

24. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 de abril de 1814.

25. El Investigador del Perú n.o 95, Lima del martes 10 de mayo de 1814. Este concepto de independencia se apre-cia también en otros periódicos de la época. Por ejemplo, en El Pensador del Perú 3 de abril de 1815, se observa undoblesignificadodelconceptoindependenciacuandoafirma:“Elfantasma de la independencia que había seducido a millares de ilusos e insensatos”, más aún cuando señala que había una “enorme distancia que se advierte entre la verdadera y falsa independencia, hija sola aquella de la sujeción y el deber; y esta otra, furia que saliendo del tártaro, todo lo tras-tornaydesfigura”.Estaverdaderaindependencia “hija de la sujeción yeldeber”seasemejaalsignificadoatribuido por El Investigador.

26. El Investigador del Perú n.o 109, Lima, 18 de octubre de 1814.

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la madre patria, y labrarse su ruina por una ceguedad desconocida hasta ahora

[…] Sublevándose á millares, tanto en el alto como en el bajo Perú, contra su rey y

legitimas autoridades, y cometiendo los crímenes más horrorosos y sangrientos, de

que es capaz el pueblo más bárbaro de Africa, quando se entrega a la desespera-

ción y al estrago”27.

Este vocabulario político que difunde El Investigadorejemplificabienlossentidosquelaéliteleatribuíaenunacoyunturaespecífica.Estasmismasdefinicionespodíanadquirirunsignificadodistintoalhacerreferenciaaotrocontexto,espacioyanteungrupo social diverso. Por ejemplo, ¿cómo entendían los rebeldes del Cuzco en 1814 su propiomovimientoyquésignificadoatribuyeronaindependencia,ilustración,liber-tad y revolución? ¿Qué sentido tuvieron en el Río de la Plata estos mismos conceptos? Incluso,enlametrópolimismayantelaintromisiónfrancesa¿quésignificadotuvie-ron estas palabras?28.

Es claro que el análisis del lenguaje político en este proceso de transformaciones es importante para comprender el pensamiento político de los grupos sociales. En el caso peruano,estostérminos,muycorrientesenlaprensayotrosimpresos,justificabanlasreformas, la sumisión a España y el respeto por el pacto colonial. Más aún, se percibe cómo los sectores de élite utilizaron estos conceptos para cuestionar la legitimidad de los revolucionarios, caracterizando además a los grupos populares como actores sociales que debían prestar sumisión y obediencia a la monarquía.

3. La coNstruccióN de Lo cotidiaNo eN Lima

¿Qué características tuvo la ciudad de Lima en los albores de la independencia? ¿Qué actividades sociales fueron las más frecuentes en la vida cotidiana? Las fuentes y la historiografía han construido la imagen de Lima como la “Ciudad de los Reyes”, pomposa y con mucha riqueza y esplendor. Sin embargo, los efectos de las reformas borbónicas, la coyuntura de la crisis española y las acciones emprendidas por los ejér-citos libertadores hacia el Perú generaron su paulatina crisis y ocaso. Por ejemplo, paraelviajerorusoVasiliiMikhailovichtGolovnin,Limaen1818tenía una pobre apariencia, sus calles largas y rectas eran estre-chas y sucias, las casas apenas de un piso o dos eran pequeñas, con balcones pobrísimos y con paredes manchadas o enlodadas. Las iglesias eran extensas pero bajas y adornadas sin estética ni gusto. Incluso, la plaza principal de Lima era grande pero insalubre, tenía la apariencia de un gran mercado en donde pululaban vendedores de alimentos y otras mercancías29.

27. El Investigador del Perú n.o 133, Lima, 11 de noviembre de 1814.

28. Véase Javier Fernández, Diccionario político y social.

29. Estuardo Núñez, ed., “Relaciones de Viajeros”, Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo xxvii, vol. 1 (Lima: cnsip, 1971), 153-154.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

En ese sentido, en las páginas de El Investigador se hace una severa crítica a los problemas de higiene y limpieza pública: “En la capital del Perú se hacen nulos vuestros decretos, no hay policía, sanidad, ni nada [...]”30. Por ello, el periódico informaba constan-temente de inundaciones, de calles fétidas en donde el agua se encontraba estancada y con restos descompuestos de diversos animales muertos31. A esta realidad se sumaba la ausencia de bue-nos médicos capaces de controlar las epidemias y enfermedades que ocasionaban esta situación de insalubridad. Por el contrario, se puede advertir la presencia de los “matasanos”, curanderos o simples “charlatanes”, que embaucaban a los limeños con medica-mentos de dudosa procedencia y que producían efectos contrarios a los esperados. De ahí que El Investigador señale que en Lima “[…] el que quiere se hace médico”32.

Igualmente, sus críticas trasuntan el hecho que en Lima el alumbrado público se encontraba estropeado, lo que propició la presencia en las calles de gente de mal vivir, ociosos y vagabun-dos que incrementaban la inseguridad ya existente de la ciudad33. Pero, ¿este discurso de El Investigador y del viajero ruso era una constatación únicamente de estos años de crisis? Lima, ad portas de la rebelión de Túpac Amaru (1781), presentaba ya un cuadro deprimente con calles intransitables, acequias y empedrados rotos y llenos de inmundicias, fuentes de enfermedades infecto-conta-giosas y respiratorias para sus habitantes34.

Es de resaltar la fuerte crítica que se realiza a las autoridades del Cabildo de Lima por no poder controlar ni solucionar estos problemas que son de su competencia. En palabras de El Investigador: “No parece sino que las leyes han callado, los magistrados olvidado los sagrados deberes de su respetable ministerio, y los encargados de la persecu-ción de los malhechores, hecho tregua con ellos, o concediéndoles un par de meses de saqueo general”35.Inclusoafirmaelperiódico:“[…] los jueces de policía, los de aguas, los empleados, y todos los que

ejercen cargos públicos se burlan de las quejas del INVESTIGADOR; todos se desentienden, sacuden los hom-bros, se ríen, y cada día van las cosas de mal en peor”36.

30. El Investigador del Perú n.o 4, Lima, 4 de julio de 1814.

31. El Investigador n.o 48, Lima, 18 de octubre de 1813. En otro número del periódico se informó: “Inundación. Ayer a las seis de la tarde soltaron el agua improvisamente, hallándose las compuertas del río que atraviesa el convento de la Concepción cerradas. Las calles que se hallaban en sus inmediaciones se cubrieron de aguas pestíferas que arrastraban las inmundi-cias que desde algunos días por falta de corriente se hallaban estancadas: algunos vecinos se vieron en la dura necesidad de abandonar sus habita-ciones y salvar sus muebles. Otras varias calles se hicieron intransitables, aunque con menos daño. ¿Señor juez de aguas a quien hacer cargo ahora de este descuido?”. El Investigador n.o 13, Lima, 13 de julio de 1813). Ver también Katty Bravo Palma, “Políticas de salubridad pública del visitador general Jorge Escobedo y Alarcón, Lima, 1784-1790” (Tesis para optar el título profesional de Licenciado en Historia, Universidad Nacional Federico Villarreal, 2009).

32. El Investigador del Perú n.o 7, Lima, 7 de julio de 1814.

33. El Investigador del Perú n.o 101, Lima, 22 de mayo de 1814.

34. Archivo General de la Nación (agN), Cabildo, Gobierno de la Ciudad, Higiene y ornato, caja 29, doc. n.o 5 (1779). En este manuscrito se señaló: “Se adbierten las calles de la ciudad en mucho desaceo y desorden. Algunas se hallan de todo punto intransita-bles, rotas las acequias, deshechos los empedrados, y agolpadas las inmundicias cuyo prospecto y álitos pestíferos incomodan al vecindario, y exponen a mucho riesgo las vidas de sus habitantes [...] causan muchas enfermedades agudas y peligrosas [...] y ymporta pues, remediar este abuso, y también el de que se hechen cuerpos estraños, y aún pexxos muextos en las mismas acequias”. (En este caso particular se han respe-tado el lenguaje de la época).

35. El Investigador del Perú n.o 27, Lima, 27 de julio de 1814.

36. El Investigador del Perú n.o 4, Lima, 4 de julio de 1814.

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El discurso crítico del periódico sobre el Cabildo y la Audiencia de Lima se expresa cuando, precisamente, estas instituciones desafiaban las medidas del virrey. Cabeplantear como hipótesis que Abascal y cierto sector de la élite habrían propiciado aquel discurso crítico de El Investigador con el objetivo de contrarrestar las opiniones discrepantes que el Cabildo y la Audiencia tenían con respecto a su autoridad virreinal.

4. Los estereotipos de La vioLeNcia popuLar Carlos Lazo y Javier Tord señalan que durante el dominio colonial en el Perú, “el

movimientosocialfueunarealidadpermanente”,elconflictounhechocotidianoylapaz social una utopía37. Alberto Flores Galindo advirtió el malestar social y las relacio-nesconflictivasenlasociedad,pueslaviolenciaera“cosadetodoslosdías”38. Ante esta realidad, ¿cómo entender el discurso en el que El Investigador hacía evidente y pública la delincuencia y la violencia popular?

En primer lugar, este discurso de la violencia popular supuso una abierta y dura crítica al papel desempeñado por el Cabildo y la Audiencia que, en estos momentos de crisis, desatendían el bien público y la corona española al relajarse el control de la delincuencia y la administración de justicia. En múltiples números del periódico se observa: “Los robos cada día se multiplican en esta capital […] y en otras muchas partes cometiendo además en todas estas los mayores excesos. ¿Qué quiere decir esto? Un total descuido de los que deben rondar de noche las calles, y sobre todo, que el crimen queda sin castigo”39.

En segundo lugar, este mismo discurso construyó una imagen quecalificabaa lasclasespopularescomoelementos facciososyde suma peligrosidad para los intereses de la élite y que, ante la ineficienciadelCabildoylaAudiencia,podíaterminargenerandoun movimiento incontenible del pueblo. En El Investigador se pue-den leer diversos testimonios como: “[…] las grandes falanges de ladrones asesinos amenazan la tranquilidad pública”, “ferocísimos africanos que andan robando”40 y “toda una ciudad inundada de ladro-nes”41. Una denuncia común en 1814 señalaba: “[…] entraron en casa de D. José Manuel Gómez, diez y seis hombres entre blancos y negros con el infame objeto de robarle”, ante lo cual el periódico sostuvo que “nadie tiene seguras sus propiedades; los ladrones se burlan de la justicia perpetrando robos, asesinatos […] falta muy poco para estar reducidos al estado natural. La impunidad produce estos funestos ejemplos”42.

37. Carlos Lazo García y Javier Tord Nicolini, Hacienda, comercio, fiscalidad y luchas sociales (Perú colonial) (Lima: pucp-Bphes, ediciones, 1981), 7. Para una visión general de la sociedad colonial en sus aspectos sociales y económicos ver Carlos Lazo y Javier Tord, “Economía y sociedad en el Perú colonial: dominio económico”, en Historia del Perú, tomo iv, ed. Juan Mejía Baca (Lima: Editorial Mejía Baca, 1980), 339-572, y “Economía y sociedad en el Perú colonial: movi-miento social”, en Historia del Perú, tomo v, 9-328.

38. Alberto Flores Galindo, La ciudad sumergida. Aristocracia y plebe en Lima, 1760-1830 (Lima: Editorial Horizonte, 1991), 118-128.

39. El Investigador n.o 48, Lima, 18 de octubre de 1813.

40. El Investigador del Perú n.o 16, Lima, 16 de julio de 1814.

41. El Investigador del Perú n.o 19, Lima, 19 de julio de 1814.

42. El Investigador del Perú n.o 19, Lima, 19 de julio de 1814.

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En tercer lugar, el periódico describe cómo en el interior de los mismos sectores populares existían conflictos sociales. Por ejemplo, en julio de 1814, El Investigador informó sobre los ataques y robos que los negros africanos propinaron a los indios:

“Ha llegado ya a tanto el desafuero de los malhechores que residen y habitan con-

tinuamente las quebradas y cerros de Pampa Grande, que no se pasa día en el que

no se cuente algún descalabro en los pasajeros. Y como muchos de estos suceden

con los miserables indios, que desde las sierras introducen el abasto a esta capital,

a la venida o la vuelta con el fruto de su trabajo, se ignoran, pues se vuelven a sus

pueblos a llorar su desgracia, y también a curarse sus heridas, de las que no se

sabe su resultado”43.

En otra ocasión, estos sectores agredidos lograron hacer frente a los facinerosos mediante su captura y castigo ejemplar44. La enemistad entre indios y negros, como ha demostrado la historiografía colonial, supuso una barrera difícil de superar para amalgamar a los sectores populares e intentar una acción conjunta. La idea de “divide y vencerás” durante la experiencia colonial encontraría sustento, pues al fragmentar a los grupos populares, se evitó una posible rebelión.

El Investigadorconstruyóunestereotipodeviolenciapopularbasadoenlafiguradelnegro, porque en la realidad de la costa peruana y urbana este grupo social era nume-roso y representó mucha más en el imaginario social que en la realidad una amenaza al patrimonio y la vida de los grupos de poder.

Resulta pertinente preguntarnos ¿El Investigador no habría sobredimensionado la dinámica, frecuencia e intensidad de vio-lencia popular? Consideramos que no, pues existen pruebas documentales al respecto. Por ejemplo, Carlos Lazo señala al res-pecto el aumento de la vagancia y la delincuencia: “Los robos que entre 1710 y 1730 representaban el 3% de los delitos, pasaron a constituir entre 1770 y 1790, el 47% de estos hechos punibles”45. Y existe la tendencia a un incremento mayor para los años de la crisis española y el período de la independencia debido a la crisis de legitimidad y autoridad estatal, así como un relajamiento de las instituciones estatales en cuanto al cumplimiento de sus deberes46.

Esta caracterización de la violencia popular, a la vez que pro-ducía una fuerte crítica a ciertas instituciones coloniales, dejaba entrever una importante presencia de negros e indios en el escena-rio de la capital e incluso en determinadas regiones. Esta imagen del negro facineroso y criminal nos hace suponer el reconocimiento

43. El Investigador del Perú n.o 23, Lima, 23 de julio de 1814.

44. El Investigador del Perú n.o 133, Lima, 11 de noviembre de 1814. En este ejemplar se informó: “[…] un mestizo honrado de Cañete: asegura que los indios de la hacienda nombrada el Imperial, habían prendido a los saltea-dores que infestaban esos caminos, de manera, que se puede hoy transitar libremente y sin el menor recelo”.

45. Carlos Lazo, “Fases de la reforma borbónica. Perú: 1729-1800”, Investi-gaciones Sociales 5 (2000): 52.

46. CarlosAguirreyCharlesWalker(eds.), Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos xviii-xx (Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1990).

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que hizo la élite de la peligrosidad de este grupo en cualquier movimiento social. A pesar de esta construcción negativa de los sectores subalternos, y desde una óptica desde arriba, la incidencia constante de sus acciones en El Investigador no hace sino sugerir la importante participación del pueblo en la coyuntura de la crisis hispana.

5. eL graN miedo: La revoLucióN popuLar

CharlesWalkerySarahChambershanseñaladocómolasclasespopularestuvieronactiva participación política y varias alternativas para enfrentar los cambios genera-dos por el proceso de independencia y la instalación de la república en el Perú47. De manera análoga, los trabajos de Gabriel Di Meglio y Sara Mata para el Río de la Plata han documentado la activa participación política de la plebe urbana de Buenos Aires y los grupos populares del interior, en el desenlace de los movimientos revolucionarios de independencia48. En ese sentido, en todos estos estudios de la América insurrecta se puede percibir una imagen del pueblo en pugna por incluirse en la arena política y conseguir ganancias a partir de su propia participación como grupo social.Entonces,¿cómoidentificarenlaspáginasdeEl Investigador a ese pueblo rebelde

que genera miedo en las clases privilegiadas? Al respecto es interesante analizar el impreso “Preocupaciones populares”, incluido en el periódico en julio de 1814 (mirar anexodocumentalalfinaldeltrabajo)..Aquísehaceevidentelarelaciónentrelasautoridades y los sectores populares. Así, en apreciación del periódico, el gran cul-pable de que el pueblo cometiera excesos y se opusiera a las leyes y los cambios —aquellosquelasautoridadeslegítimasbuscabanestablecerenbiendelaspropiasclasesmenesterosas—,estaríarepresentadopor“lasclasesprivilegiadas,conparti-cularidad del clero”, que precisamente son los que cometen “los abusos” y viven en la opulencia “a costa de los padecimientos y miseria del pueblo”. Este impreso insiste en que estas clases pri-vilegiadas son las que han lanzado el grito en el cielo, acusando al legislador que intenta reformar las instituciones sociales. Incluso, estos poderosos han manipulado la praxis política del pueblo creando desconfianza entre la muchedumbre por las benéficasreformas del gobierno ilustrado. Esta manipulación que induce al error del pueblo no sería entonces una abierta y real oposición de estas clases populares a las leyes y reformas, sino el resultado de los intereses particulares que la élite impone en el pueblo para que estos estén extraviados, olviden sus propios intereses y luchen por el privilegio y las prerrogativas de sus mismos verdugos. Por ello, el impreso recalca que normalmente cuando el gobierno ilustrado

47. CharlesWalker,De Túpac Amaru a Gamarra. Cuzco y la formación del Perú republicano, 1780-1840 (Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas, 2004), y Sarah Chambers, De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854) (Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003).

48. Véase: Gabriel Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo!: La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la revolución de Mayo y el rosismo (1810-1829) (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2007); y Sara Mata de López, Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social (Buenos Aires: Editorial Sud-americana, 2008).

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haintentadomodificarlasuertedelanación,nuncahatenidocomoenemigoalpue-blo. Estas clases populares solamente se han opuesto a los cambios cuando han sido inclinadas al error por el imperio que ejercen sobre la imaginación de los hombres los grupos de poder49.

Por lo tanto, podemos encontrar en estas ideas de El Investigador varios puntos de reflexión.Cuando sehablade las clasesprivilegiadas, especialmentedel clero, queinducen al pueblo a estar en contra de las reformas del gobierno ilustrado, estaríamos frente a un discurso de crítica hacia la labor de estos religiosos en la sociedad colo-nial. Situando este impreso en su contexto se entiende que en 1813 y 1814 el gobierno virreinal estaba propiciando una necesaria reforma eclesiástica y buscando contener los desenfrenos de ciertos miembros del clero, que cada vez más se arrogaban funcio-nes seculares. Incluso, ya para esta época, julio de 1813, en Lima ya se había abolido la Inquisición50. Por ejemplo, en El Investigador de enero de 1814 podemos apreciar severas críticas al clero:

“Verdaderamente, causa escándalo y particular desagrado, ver a los religiosos vagos

y errantes por las calles, y no menos por las provincias del reyno viviendo libre-

mente, y entregados con descaro a comercios y negociaciones, presentándose en

teatros y paseos públicos, a las diversiones mas profanas, cuyo desorden clama por

una eficaz y pronta reforma”51.

Y, volvía a señalar el periódico: “La ignorancia de la religión, el atraso de las cien-cias, las decadencias de las artes, del comercio y de la agricultura, y la despoblación y pobreza […] provienen en gran parte del sistema de la Inquisición”52.

Estos discursos de crítica a las instituciones eclesiásticas, a la vez que permitían la legitimizacióndeunareformareligiosa,justificabantambiénlaabolicióndelainqui-sición y la expropiación de sus bienes y propiedades. En otras palabras, se propiciaban diversos cambios en la relación entre la autoridad política y la religiosa, que data-ban desde los inicios de las reformas borbónicas y la administración del virrey Amat, intentando que la primera pudiera controlar el desempeño de la última.

En el referido texto también se señala que esas clases privilegia-das no eran únicamente los miembros del clero, sino otros sectores de la élite de Lima e incluso de otras regiones que no coincidían con las reformas y discrepaban con el gobierno virreinal. Recordemos que en 1812 se habían producido movimientos rebeldes en Huánuco y Huamalies, en Cuzco en 1814 empezaría la rebelión de los her-manos Angulo y Pumacahua, y desde 1810 los revolucionarios de Buenos Aires mantenían relaciones conflictivas con las fuerzas

49. El Investigador del Perú n.° 25, Lima, 25 de julio de 1814.

50. Víctor Peralta Ruiz, En defensa, 69-103.

51. El Investigador del Perú n.o 2, Lima, 2 de enero de 1814.

52. El Investigador n.o 19, Lima, 19 de julio de 1813.

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realistas de Lima. Estas evidencias suponen la existencia de otros grupos sociales que no compartían la política de la Corona. Por ejemplo, el Cabildo y la Audiencia man-tuvieron en la coyuntura de las Cortes serias discrepancias con el gobierno virreinal.

Estas diferencias entre el régimen y ciertos sectores de la élite y la propia presencia de las clases bajas en el escenario social habrían originado la construcción de la imagen del pueblo “extraviado y peligroso”. Esto con la intención de persuadir a los miembros delaéliteopositoraaquecerraranfilasysalvaguardaranlosinteresescomoclaseyestamento social y grupo dominante, ante un posible movimiento revolucionario de las clases populares. Por ello, se insiste en El Investigador que la violencia popular era la transformadora del sistema colonial. Lima se había convertido en la coyuntura de las Cortes de Cádiz en una ciudad insegura y con fuerte presencia de violencia y delin-cuencia urbana y rural. Robos, asaltos, crímenes, peleas, insultos, intentos de rebeldía, conspiraciones y luchas entre grupos sociales eran evidencias ineludibles para pensar que el pueblo, si bien con pocas o ambiguas pretensiones revolucionarias, acumulaba, sin embargo, fuertes rencillas e insatisfacción de sus intereses o resentimiento social. Entonces, esta imagen negativa y violenta de los sectores populares constituye una representación de la cultura popular que a pesar de ser una construcción desde arriba nos permite advertir ciertas características y acciones del pueblo en estos años.

6. educacióN y reLigióN: ¿matrimoNio por coNveNieNcia? La importaNcia de La edu-cacióN popuLar y La reLigióN eN uNa coyuNtura revoLucioNaria

Desde la invasión francesa a España en 1808 hasta los años de las Cortes de Cádiz y el regreso del absolutismo de Fernando VII en 1814, la autoridad colonial en el virrei-nato peruano va a estar severamente amenazada por el autonomismo de las otras regiones, los movimientos insurgentes y las consecuencias de las reformas promovi-das por la Constitución liberal de 1812. Ante esta situación, las autoridades de Lima, con el apoyo económico del Consulado y aprovechando el temor que la elite tenía de una revolución popular, buscaron recomponer las grietas de la estructura del poder económico-político y mantener la composición social de carácter excluyente y jerar-quizado de la sociedad virreinal.

En esta recomposición jugó un papel importante la política contrarrevolucionaria del gobierno virreinal, materializado en un fuerte aparato de coerción por las armas, la guerra al enemigo y una forma más sutil de control ideológico basado en la propuesta de educación popular y el respeto por la religión católica. La his-toriografía ha examinado la vía militar frente a los movimientos subversivos en América53, pero no ha prestado la debida atención

53. Véase, por ejemplo: Brian Hamnett, La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Perú, 1806-1816 (Lima: iep, 2000) y Revolución y contrarrevolu-ción en México y el Perú. Liberalismo, rea-leza y separatismo (México: Fondo de Cultura Económica, 1978); Timothy Anna, La caída, y John Fisher, El Perú borbónico, 1750-1824 (Lima: iep, 2000).

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aún al estudio del ámbito ideo-político de la educación y la religión en dicha coyuntura. Incluso, algunos autores han señalado que la plebe no tuvo ilustración, que ignoró la existencia de la prensa y terminó sin la posibilidad de una educación pública54. En este sentido, ensayamos a continuación una explicación de la dominación social a través de la educación popular y la defensa de la religión.

En las páginas de El Investigador se distingue claramente una propuesta de educa-ción popular que las autoridades y los grupos de poder coloniales difundieron para evitar una rebelión en el virreinato y contrarrestar los movimientos sediciosos exter-nos, que en esos momentos asechaban al centro de poder colonial. Así, por ejemplo, se señala lo siguiente:

“El interés, la ignorancia y el artífico, sostienen entre nosotros los abusos civiles o

eclesiásticos; y como es difícil apoyarlos en razones, se emplean invectivas y medios

exagerados para alucinar a los ignorantes […]. Es una locura tratar de convencer a los

interesados en los abusos; más directo es el medio de instruir a los que hablan por

ignorancia, y a los ignorantes que los escuchan. En un pueblo poco instruido abun-

dan los bribones en razón de los ignorantes […]. Váyanse destruyendo poco a poco la

cosecha de abusos, y se irán en proporción disminuyendo los que viven de ellos. Bien

lo conocen, y por eso claman, no solo contra las reformas, sino contra la ilustración

que las trae consigo. Se debe seguir la misma marcha que la ilustración, a fin de que

no perdiendo el pueblo de vista el objeto de las reformas, y conviniéndose de las

ventajas que le resultan de ellas, no puedan extraviarlo los artificiosos interesados en

el sistema anterior, ni causar desórdenes interesándolo a su favor”55.

Es habitual encontrar en el periódico referencias a la necesidad de la ilustración de la sociedad para acabar con la ignorancia, la desunión, los engaños de los revo-lucionariosylaanarquíapolítica,ydetalmodoaccederalosbeneficiossupremosque traían las reformas estatales. En agosto de 1813 El Investigador sostenía: “[…] hay cosas que son tanto o más necesarias que el pan, y una de ellas es la ilustración que debe recibir el pueblo enun teatropúblico, si aquelnutrey fortificael cuerpo, estainflama,fortifica,desarrollaeiluminaelespíritu,dirigiéndoleporlahermosasenda

de la virtud”56. Esta educación no solamente podía brindarse en las escuelas, sino también en los espacios públicos como el teatro, en donde entraban en contacto los miembros de la élite y los sec-tores populares.

Por otro lado, se hace evidente también la incidencia en El Investigador de múltiples artículos-comunicados, algunos de ellos enviados desde Jauja, La Paz y Charcas, que saludan las luces que

54. Alberto Flores Galindo, La ciudad sumergida, 123 y Víctor Peralta, En defensa, 27-29.

55. El Investigador n.o 50, Lima, 20 de diciembre de 1813.

56. El Investigador n.o 57, Lima, 26 de agosto de 1813.

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se difunden a través de la lectura del impreso y el debate generado por esas novedosas informaciones57. Además, el periódico expresa la opinión de los propios “serranos”, que declaran que si bien reconocen su ignorancia por las luces, eso no es por falta de voluntad, porque siempre han manifestado interés por el conocimiento de la situa-ción de la España y los derechos y reformas que en estos territorios de América se estaban estableciendo. En su argumentación existían barreras propiciadas por ele-mentos extraños a los intereses del pueblo que entorpecían la comunicación de la ilustración en los grupos populares58. Por ello, la difusión de las ideas de la ilustra-ción del pueblo tuvo como objetivo “formarlos dignos miembros de la sociedad”59. Se pretendía educar para acallar los impulsos rebeldes de esos sectores sociales y mantener la armonía social del sistema colonial. Por ello, era clara la aseveración de la necesidad de que gente de alta probidad e ilustración tuviera la función de educar al pueblo y pudiera así amoldarlos a los intereses reales, haciendo que su respuesta a lasreformasseanpacíficaseinclusocelebradascomoellogrodesuspropiosintere-ses60. A esto se agregó el impulso del virrey, expresamente señalado en El Investigador, de establecer escuelas para la instrucción del pueblo con especial preocupación en la educación de los niños y de las mujeres61.

Esta propuesta de educación popular estuvo estrechamente relacionada con el argumento del respeto y la defensa de la reli-gión cristiana. Esta última defensa es perceptible en las páginas del periódico. Sin embargo, en apreciación del gobierno, era necesaria una reforma eclesiástica que permitiera la obediencia irrestricta de la Iglesia al Estado. En primer lugar, existe en El Investigador una fuerte crítica al clero por estar cumpliendo funciones ajenas a su labor religiosa, como el comercio y los negocios públicos, o andar como vagos errantes por las calles y asistiendo a teatros, paseos y diversiones profanas sin remordimiento alguno62. En segundo lugar, se observa en el periódico la intención de persuadir a sus lectores de aprovechar las instalaciones de la recientemente abo-lida Inquisición para el establecimiento de escuelas de instrucción popular. Se mostraba la Inquisición como oscurantismo, frente a escuelas populares que se constituían en símbolo de orden e ilustración de la sociedad63. Estas críticas al clero y la inquisición fueron diligentemente expuestas en El Investigador, porque repre-sentaban también los intereses particulares de los grupos de poder para mantener la estabilidad del virreinato. Por una parte, se exigía ante tamaño escándalo y relajación del clero una urgente reforma

57. El Investigador del Perú n.o 38, Lima, 7 de febrero de 1814.

58. El Investigador del Perú n.o 96, Lima, 12 de mayo de 1814.

59. El Investigador n.o 53, Lima, 22 de agosto de 1813.

60. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 de abril de 1814.

61. El Investigador n.o 39, Lima, 8 de agosto de 1813. Para un estudio más amplio y a partir del análisis de toda la prensa y los sermones en la coyuntura de la independencia, véase Daniel Morán, “Educando al pueblo: Clases populares, cultura política y hegemonía social durante la independencia del Perú, 1808-1814”, Illapa 5 (2009): 27-44.

62. El Investigador del Perú n.o 2, Lima, 2 de enero de 1814.

63. El Investigador n.o 39, Lima, 8 de agosto de 1813. Un estudio intere-sante al respecto es Víctor Peralta Ruiz, En defensa, 69-103.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

religiosa y, por otro lado, con la intención de utilizar la riqueza económica de la Inquisición, se buscaba aprovechar sus bienes para sobrellevar los gastos de la guerra contra los revolucionarios, y sus instalaciones para impartir la educación popular. Con todasestasreformassequeríarecomponeryafirmarlaautoridadcivilcolonialenlasposesiones españolas en América y ayudar a sofocar los movimientos sediciosos que asechaban el poder de la monarquía. Así, en febrero de 1814 El Investigador sostenía:

“Desde que los hombres han abandonado la integridad de su conciencia, y han

seguido el de la ambición y de la codicia, el mundo todo se halla revuelto y desco-

nocido, a pesar de sus leyes y virtudes […] los que se amaban como hermanos, hoy

se miran de enemigos […]. Abandonad de una vez el execrable egoísmo de nuestra

perdición, y veréis espumar las victorias de la nación por medio de la recta obser-

vancia de las leyes, y por la sólida religión que debemos guardar como verdaderos

cristianos. Aquí veréis entonces extender los brazos a la divina providencia, para la

paz, tranquilidad y reposo de las naciones. Abominar los malos ejemplos y costum-

bres, y seréis felices para siempre”64.

Este persuasivo discurso del periódico dejaba clara la importancia de la religión para la conservación del statu quo. Incluso, en El Investigador podemos advertir la per-sistencia de ideas providencialistas sobre el desarrollo humano y de todo lo que en el mundo se había creado:

“La providencia divina, ella sola es la creadora y conservadora de todos los seres [...].

Esta providencia creadora y conservadora, es tan propia, tan característica, tan esen-

cial a sola la divinidad, que ninguna criatura la tiene, ni la tendrá jamás por perfecta

que sea, porque ella es un atributo incomunicable. Dios solo lo creo todo: Dios solo

lo conserva todo”65.

Así, el periódico sostenía: “[…] la razón me hace ver que sin religión no puede exis-tir Estado alguno feliz”66, por lo cual era fundamental el respeto absoluto a la religión. Entonces, con esta doble fórmula de dominación ideológica (educación popular y defensa de la religión), y la guerra militar al enemigo, el gobierno de Lima llevó a cabo su política contrarrevolucionaria. Los principales agentes subversivos eran los insur-

gentes internos y externos que habían conseguido el apoyo de ciertos sectores populares, seduciéndolos y elevando el estandarte de una supuesta independencia. Por ello resultó imprescindible la propuesta de educación popular y el respeto a la religión para sofocar los ímpetus rebeldes de los pueblos y recomponer así la autoridad política en el Perú.

64. El Investigador del Perú n.o 44, Lima, 13 de febrero de 1814.

65. El Investigador del Perú n.o 8, Lima, 8 de enero de 1814.

66. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 de abril de 1814.

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Daniel Morán

coNcLusioNes

Del análisis de El Investigador se desprende que el periódico coincidió con los inte-reses del gobierno y de la élite limeña relacionados en un contexto político incierto debido a la crisis de la monarquía española. En ese sentido, el impreso tuvo diversos canales de circulación que sobrepasaron la capital del virreinato, Pamela e incluso se llegaron a leer en La Paz, el sur andino y otras regiones de América. Esta circulación resultaría importante como medio de los grupos de poder para difundir sus ideas polí-ticas en una coyuntura revolucionaria. En El Investigador se construyó un discurso de crítica social centrado principalmente en instituciones que mantuvieron rencillas con el régimen: el Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, o que no aceptaban la autoridad virreinal como la Iglesia Católica. Además, se creó un estereotipo particular de los sectores populares como individuos de suma peligrosidad y, a la vez, fáciles de inducir por los rebeldes para integrarse a los movimientos de insurrección.

Podemos advertir en el periódico la utilización de conceptos modernos para reforzar la tradición al vaciarlos de su contenido revolucionario como independen-cia, la propia palabra revolución, ilustración y libertad, con el objetivo de romper la naciente legitimidad de los revolucionarios y sus acciones políticas. Esto a su vez permite observar una determinada caracterización de los grupos populares como actores sociales que debían prestar sumisión y obediencia a la autoridad y negarse a colaborar con los facciosos.

Se produce también en las páginas de El Investigador la identificacióndelaviolen-cia popular con la inacción de algunas instituciones públicas encargadas de la ciudad y mostraría además la presencia notoria de negros e indios en el escenario social de Lima.Enformaespecífica,laimagendelnegrofacinerosoycriminalsugiereelrecono-cimiento que pudo haber hecho la élite de la peligrosidad de este grupo en cualquier movimiento rebelde. A pesar de esta construcción negativa de los sectores subalternos y desde una óptica desde arriba, la aparición constante de sus acciones en El Investigador no hace sino sugerir la importante participación del pueblo en la coyuntura de la cri-sishispana.Mássignificativoaúneselargumentodelmiedoalarevolución que se va creando y difundiendo en el periódico, rela-cionado al contexto histórico del cual forma parte. Entonces, aquel temor a la subversión del orden establecido, por el desenfreno y la criminalidad del pueblo alucinado, que el gobierno buscó propagar, nos daría indicios de la existencia de una incipiente cultura política popular que, si bien se encontró sujeta a los límites impuestos por los grupos de poder, evidenció la negociación política que podían tenerestosgrupospopularesantecoyunturasespecíficas67.

67. Tal es el caso que sucedió en Huamanga en 1813 cuando el propio virrey Abascal tuvo que negociar con los indígenas de esa región sobre las obligaciones que tenían, llegando a convenir en que solamente debían de pagar tributo a la corona sin necesi-dad de hacer efectivo la mita antes impuesta. agN, Campesinado, Derecho Indígena,legajo37,cuaderno746,ff.5 (1813).

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

Esta participación de las clases populares en los movimientos sociales y en el aumento de la violencia explicaría la propuesta de educación popular y el respeto a la religión que El Investigador sostuvo como medida oportuna para contrarrestar las secue-las que todo ello podía ocasionar en el territorio del virreinato. Más aún, el periódico consideró que de “la unión de la Iglesia y el Estado dependía la felicidad del reino”68.

Finalmente, a partir de la lectura sistemática y análisis de los quinientos dos núme-ros y dieciocho suplementos de El Investigador, podemos señalar la importancia de este periódico limeño en la coyuntura de las Cortes de Cádiz. Además, este periódico es una

fuente ineludible para captar la imagen que los grupos de poder tuvieron del comportamiento de los sectores populares en el esce-nario de las guerras de independencia.

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Daniel Morán

anExo documEntal

preocupacioNes popuLares69

“Impreso. Preocupaciones populares. La oposición que encuentran las nuevas ins-tituciones para su establecimiento, se atribuye generalmente a las preocupaciones. Créese que un errado modo de ver en los diferentes objetos que constituyen la polí-tica, ya interna, ya externa de un estado, es la causa legítima de la contradicción que sufren los principios más evidentes de justicia, de orden y de prosperidad pública. Mas, examinada la materia con algún cuidado, ¿se halla tan verdadera la opinión de los que atribuyen a error de entendimiento la no conformidad de los antireforma-dores?Anosotrosnosparecequeno. Laspreocupaciones, así comoelfingidoceloreligioso de los hipócritas, son un pretexto inventado por la malicia humana para frustrarlasmirasbenéficasquehacialassociedadeshantenidoalgunavezaquellospocos gobiernos ilustrados, que, atentos al clamor de la miseria pública, han aliviado algún tanto la desgraciada condición del hombre social, debida a la tiranía y ambi-ción de sus opresores. En todas las épocas de la sociedad nos habla la historia en este particular, el mismo idioma, si lo queremos entender. Siempre que un pueblo ha pre-tendido o intentado variar sus instituciones sociales para mejorar de condición; el grito de las clases privilegiadas, con particularidad del clero, que tanto debe a los abusos, se ha levantado contra el legislador o legisladores que han emprendido las reformas. Unos han sido siempre los pretextos, y unos los medios de engendrar en elpuebloaquellafunestadesconfianzaquetantoperjudicaalacausapública.No es tiempo… La sociedad no está en estado de reportar buenas leyes…(absurdo irritante) las preocu-paciones del pueblo se oponen a tal, o cuál medida… he aquí poco más o menos las frases enfáticas que han usado en todo tiempo los que viven del desorden, y los que repi-ten sin razonar. Pero preguntemos de paso a estos pretendidos sabios, ¿cuál ha sido el estado en que se hallaban aquellas pocas naciones (de que nos habla la historia) que mejoraron su sistema civil y político, luego que tuvieron la fortuna de que un serbenéfico,conautoridadbastante,dieseprincipioatangrandeobra?¿Cuáleraelestado del pueblo griego quando un Solón varió absolutamente la faz de esta memo-rable sociedad? ¿Cuál la del pueblo Romano, víctima del despotismo de los reyes, de los poderosos y de los ministros de su culto, quando un Bruto, lanzando de Roma al último tarquino, redimió al pueblo de la esclavitud, y lo hizo ser legislador de sí mismo? ¿Cuál el de Lacedemonia, entregado a todos los vicios, quando un Licurgo lo transformo en un pueblo de héroes, alimen-tados por el honor y las virtudes públicas? ¿Cuál el de la nación

69. Artículo extraído del periódico El Investigador del Perú n.o 25, Lima, 25 de julio de 1814.

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inglesa, destrozada por la avaricia y superstición de sus reyes y poderosos, quando echó los cimientos de su prosperidad y de su engrandecimiento actual? ¿Cuál el de Rusia, quando de un pueblo bárbaro, fanático y errante, lo convirtió el César Pedro en una nación, cuya opulencia y poder ha dado más de una vez sustos á casi toda Europa? ¿Cuál el de Prusia, miserable, despoblada y supersticiosa, quando Federico la hizo el terror de todos sus vecinos, después de lanzar la barbarie y las preocupaciones lejos de su reyno? Sería nunca acabar si hubiésemos de hacer mención de todos los pueblos que respectivamente salieron del yugo de las preocupaciones, en la época misma de su mayor ignorancia, y quando se alegaba el especioso pretexto de las preocupaciones populares. Esos ejemplos prueban que las naciones en tanto son esclavas del error, en quanto la mano poderosa de un gobierno justo y liberal ha querido romper sus cadenas, Dígase si se quiere, y se hablará con verdad, que en todos los pueblos del mundo, en todos los tiempos y circunstancias las clases privilegiadas, o los hombres que han vivido en opulencia a costa de los padecimientos y miseria del pueblo, se han opuesto, por interés, no por error, a la mejora de las instituciones sociales por lo que en ella habían de padecer sus intereses; pero no se diga jamás que la sociedad entera tiene tiempos determinados para reportar buenas leyes, fuera de los quales loshombresrehúsanelbien.Laoposiciónquealgunavezmanifiestaelpuebloparaelestablecimiento de alguna ley sabia, no debe atribuirse a error propio, si es permitido expresarse así. Este error le ha sido inculcado por los individuos de las clases inte-resadas en sostener abusos, que viéndose amenazados, y contando con las sencillez natural del pueblo, y más que nada con el imperio que ejercen sobre la imaginación de los hombres vulgares ciertos fantasmas inventados por la ambición y la vanidad, procuran extraviarlo para que tome parte en los intereses de sus verdugos, y olvide los suyos propios. Si en la masa del pueblo hubiera esa supuesta propensión al error, nunca, en ningún tiempo le hubiera sido posible a ningún gobierno contrariar sus inclinaciones naturales, dictando leyes y variándolas a su antojo, o según la necesidad, como nos acredita la experiencia.

Un gobierno que trata de mejorar la suerte de una nación, jamás siente, ni ha tenido por su enemigo al pueblo entero, que hasta por instinto conoce el bien; sino a los pode-rosos: y así es, que luego que ha tenido bastante energía para hacer lo que Pedro el Grande quando civilizaba a su nación; las nuevas leyes han producido todo su efecto, y el nuevo sistema ha caminado adelante sin tropiezos.

Los pueblos, es verdad, son naturalmente ignorantes, pero nunca preocupados, si el engaño, la seducción y el prestigio no les extravía, alucina y fanatiza.

Convengamos pues en que el pueblo nunca se obstina por sí en el error, ni se opone a lassaludablesreformasbajoel influjodeungobiernosagazyenérgico,quesabe

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distinguir sus enemigos, e imponerles silencio: y que el verdadero modo de hacer prosperar un nuevo sistema, es que el que lo ha puesto en práctica, persuada enérgi-camente (es decir, con la espada) a los poderosos de toda clase insolentes, que entre atemperarse a las nuevas leyes, o perecer al rigor de ellas, no hay término medio”.

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El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

Mexico’s first liberalism and the crossroads of representation: reflecting the nation and governing the country (1821-1835)

aBstract

This article analyzes the different conceptions

of political representation at the foundational

moment of independent Mexico. It understands

liberalism as a heterogeneous and multifaceted

political language that was constructed through

the rhetoric of preventing despotism. Conceiving

political representation in broad terms allows new

elements and variables to be introduced in order

to study it. The article concludes with a number

of reflections that point towards a new reading

of the problem of governability in Mexico after

Independence.

Key Words

Liberalism, political participation, governability,

political systems, Mexico.

Licenciada en Historia Moderna y Contemporánea y Doctora en Historia de la Universidad Autó-noma de Madrid, España. Trabaja en el en el Instituto de Historia del Consejo Superior de Inves-tigacionesCientíficas,CSIC,Madrid,España.SusinteresesinvestigativossonlahistoriapolíticamexicanadelaprimeramitaddelsigloXIXtantodesdeunaperspectivahistoriográfica,comodesdeunaespecíficamentehistórica.Enlaactualidadestátrabajandosobreelpapeldelajusti-cia en el proceso de institucionalización del Estado a principios de la vida independiente del país mexicano. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: El temor a las multitudes. La formación del pensamiento conservador en México. De la independencia a las Siete Leyes (México: CEPHCIS de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM), 2010; “La prevención frente al despotismo. El primer liberalismo en Nueva España y México, 1808-1835”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos 24: 2 (2008); 421-453; “Debates en torno al liberalismo: representación e instituciones en el con-greso constituyente mexicano, 1824”, Revista de Indias LXVIII: 242 (2008): 123-152. [email protected]

artículo recibido: 17 de enero de

2010; aprobado: 17 de marzo de 2010;

modificado: 15 de abril de 2010.

Mirian Galante

El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

resumeN

Este artículo analiza la existencia de distintas

concepciones sobre la representación política

en el momento fundacional del México indepen-

diente. Para ello se entiende el liberalismo como

un lenguaje político múltiple y heterogéneo,

construido sobre la retórica de la prevención frente

al despotismo. Así, se explica la representación

política de una manera más amplia que permite

introducir nuevos elementos y variables para su

estudio. Finalmente, concluye con unas reflexiones

que proponen una nueva lectura sobre el problema

de la gobernabilidad en México después de la

independencia.

paLaBras cLave

Liberalismo, participación política, gobernabilidad,

sistemas políticos, México.

Page 131: Historia Crítica No. 41

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Hist. Crit. No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 134-157

Mirian Galante

El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejarlanación,gobernarelpaís(México, 1821-1835) Ï

El Acta de Independencia del Imperio mexicano —aprobadopor la Soberana Junta Provisional Gubernativa1 el mismo día de su instalación—expresabalaideadequelanaciónmexicanahabíaper-manecido sometida por trescientos años a la dominación española, periodo durante el cual había estado sin voluntad propia ni libre uso de su voz. Ahora que era independiente podía ejercer aquellos derechos que eran reconocidos por todas las naciones cultas como inenajenables y sagrados y otorgados por el autor de la naturaleza. Se proclamaba como una nación soberana e independiente de la antigua España, declarando su liberación del “opresivo y ominoso dominio español” y reivindicando su “libertad de constituirse del modo que más convenga a su feli-cidad, y con representantes que puedan manifestar su voluntad y designios”2. Unos meses después, el 24 de febrero de 1822, Agustín Iturbide, al inaugurar el Congreso Constituyente3, retomó la idea de que la independencia tenía una doble cara: la liberación de la suje-ción auna fuerza foráneay elfinde un sistema de gobierno tiránico.

El presidente de la regencia identificaba el servilismo con el

1. La Soberana Junta Provisional Gubernativa, que se había reunido por primera vez en Tacubaya el 22 de septiembre de 1821, nació con carácter transitorio, con el objeto de detentar exclusivamente el ejercicio de la representación nacional hasta la reunión en Cortes, para lo que con-taría con idénticas facultades que las descritas para las Cortes por la consti-tución de Cádiz (arts. 1 y 2). “Segunda reunión preparatoria en Tacubaya, 27 de septiembre de 1821”, en Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos de 1821 a 1857, tomo i, pub. Juan Anto-nio Mateos (México: LVI Legislatura del H. Congreso de la Unión-Instituto de Investigaciones Legislativas, 1997), 66 (en adelante hpcm).

2. “Segunda reunión preparatoria en Tacubaya”, en hpcm, tomo i, 66. El pri-mer aspecto ya se había concretado conlafirmadelPlandeIgualaylosTratados de Córdoba; para iniciar un proceso constituyente, la Junta eligióacincoregentes—AgustíndeIturbide, presidente, Juan O´Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro YáñezyManuelVelázquezdeLeón—ynombróunacomisiónquefijaríala convocatoria a Cortes. No fue fácildefinirelreglamentoquedebíaseguirse para esta llamada a Cortes, como tampoco llegar a un acuerdo sobre la convivencia de la Junta y de los regentes respetando las potesta-des de cada uno. En hpcm, tomo i, 71.

3. Tras el proceso electoral y la reco-gida de los nombramientos de los diputados elegidos por las diferentes provincias, se procedió a la instala-ción del Congreso Constituyente el día 24 de febrero de 1822, en donde residiría “la soberanía nacional”.

Ï Este trabajo fue desarrollado en el marco de los proyectos de investi-gación que lleva a cabo la autora, recogiendo algunos de los aportes desarrollados en Mirian Galante, “Debates en torno al liberalismo: representación e instituciones en el congreso constituyente mexicano, 1824”, Revista de Indias 242 (2008): 123-152, y “La prevención frente al despotismo. El primer liberalismo en Nueva España y México, 1808-1835”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos 24: 2 (2008): 421-453. Se ha podido reali-zar gracias a un contrato I3P-Docto-res concedido por el csic, adscrito al proyecto de investigación “Ciencia y política frente a las poblaciones humanas. Europa y América, siglos xix-xx” (HUM2006-10136).

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El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

sistema de dominación extranjera e insistía en que para consolidar la independen-cia y la libertad civil de la nación había que pensar en un “proyecto nacional”, esto es,enconstituirlanaciónyhacerlosobre“lalibertadyendefinitivalosprincipiosliberales”, de los que no había que asustarse porque no implicaban una “tumultuosa democracia”4. Se expresaban en esta secuencia algunos de los tópicos sobre los que se definiránlasdistintaspropuestaspolíticasparalafundaciónpolíticadelnuevopaís.Por un lado, la distinción entre independencia y libertad civil vinculaba a esta última con la necesidad de construir un orden político propio, sobre principios que garanti-zaran la prevención frente a un posible abuso de poder; por otro, la consideración de que estos nuevos principios debían ser los liberales y la continua insistencia en que éstos no debían confundirse con la democracia remitían al establecimiento de un sis-tema de gobierno representativo.

Aunque el liberalismo mexicano cuenta con una larga y sólida tradición historio-gráfica5,enlosúltimosañoslaconfluenciadelparadigmaculturalydelanuevahistoria

políticahamodificadolasperspectivasdeanálisisylastemáticasde estudio relacionadas con este lenguaje político6. Si el primero ha puesto sobre la mesa la existencia de una tradición cultural y política compartida en todo el territorio integrado por trescientos años por la monarquía hispánica, el segundo ha llamado la atención sobre la intervención de la sociedad civil en el Estado. En este con-texto, se ha desarrollado el concepto de ‘revolución hispánica’. Éste alude a un heterogéneo conjunto de sucesos como el movimiento juntista, las guerras de independencia frente a Napoleón, el pro-ceso gaditano o las emancipaciones americanas, que se desataron como consecuencia de la crisis de legitimidad monárquica abierta traslasabdicacionesdeBayonaen1808yqueconllevaronendefi-nitiva la consolidación en todo este amplio territorio del principio de soberanía popular y de gobiernos representativos como los úni-cos basamentos sobre los que construir un orden político legítimo. Esta revolución, quehasidocalificadadeliberal,fueespecialmenterelevante en Nueva España, en donde supuso una importante aper-tura de los espacios políticos que permitió la entrada en juego de actores, conceptos y prácticas políticas que paulatinamente fueron socavando el antiguo orden7.

El proceso de traslación de la soberanía del rey al nuevo sujeto político (el pueblo o la nación), el establecimiento de las institu-ciones y mecanismos de representación que expresaran dicha

4. Agustín Iturbide, “Discurso ante la instalación del Congreso”, México, 24 de febrero de 1822, en hpcm, tomo i, 267.

5. Especialmentesignificativahasidoyes en la actualidad la repercusión de las obras de Jesús Reyes Heroles y de Charles Hale realizadas en la década de los setenta. Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano (México: fce, 1974); Charles Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora (México: Siglo xxi, 1999 [1972]).

6. Sobre la Nueva Historia Política, René Remond dir., Pour une histoire politique (Paris: ed. du Seuil, 1988). Algunasreflexionesinteresantesacerca de su repercusión en la historiografía latinoamericana sobre el siglo xix en Guillermo Palacios (coord.), Ensayos sobre la Nueva Histo-ria Política de América Latina, siglo xix (México: El Colegio de México, 2007).

7. Entre los trabajos pioneros que expresaron y alentaron estas trans-formacioneshistoriográficasenelámbito latinoamericanista desta-can los de François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias (Madrid: Colecciones Mapfre, 1992) y François-Xavier Guerra (coord.), Revoluciones

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soberanía y las tentativas de creación de una constitución que diera solidez normativa al nuevo Estado han constituido algunos de los ejes centrales de la historiografía mexicanista más reciente sobre los primeros años de la construcción del Estado liberal mexicano. Tanto desde una perspectiva teórica como desde una especial atención a las prácticas sociales, el abanico temático de las investigaciones ha ido desde la recomposición del arraigo de dicha revolución liberal en la propia tradición cultural y política de la monarquía hispana hasta el estudio más detallado de los procesos electorales, el análisis de las nuevas sociabilidades o de los procesos de creación de una esfera pública de opinión política, entre otros. En concreto, la centralidad que en el contexto polí-tico independiente ocupó la representación8 y el interés actual por la construcción de la ciudadanía han motivado que parte impor-tante de estos estudios se haya dedicado a analizar los procesos implicadosen ladefiniciónypuestaenprácticademecanismosde participación política, desde una perspectiva muy heterogénea: la formalización de los derechos políticos en los textos constitu-cionales, la repercusión social y política de la ampliación o reduc-ción del número de mexicanos con derecho a votar o a ser elegido, los procedimientos electorales o la configuración territorial de losdistritos electorales, y otras vías de concienciación ciudadana más heterodoxas, como la violencia política o la participación en la milicia cívica, entre otros9.

Este texto se inscribe en este interés por comprender mejor cómo se entendían los sistemas representativos a principios de la vida independiente del país. Además, busca recomponer su estrecha relación con una defi-nición múltiple del liberalismo,

8. Algunosejemplossignificativosdel interés por el estudio de la representación política en Nueva EspañayMéxico,AnnickLempé-rière, “La representación política enelimperioespañolafinalesdelAntiguo Régimen”, en Dinámicas del Antiguo Régimen y orden constitucional, coord. Marco Bellingeri (Torino: Otto Editore,2000),55-75;AlfredoÁvila,En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México (México: Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara-cide,2002);ErikaPani,“Ciudadanos, cuerpos, intereses. Las incertidumbres de la representación. Estados Unidos, 1776-1787-México, 1808-1828”, Historia Mexicana LIII: 1 (2003): 65-114; Jaime Rodríguez O., “La naturaleza de la representación en Nueva España y México”, Secuen-cia 61 (enero-abril 2005): 7-32.

9. En los últimos tres lustros, la pro-ducción sobre estos temas ha sido numerosa y muy heterogénea. Resul-taría interminable realizar un detalle pormenorizado de los estudios exis-tentes, aunque puede adquirirse una buena panorámica sobre los focos de interés, así como sobre las perspecti-vas y las hipótesis de trabajo en obras colectivas que recogen análisis sobre el caso mexicano, como José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas, eds., El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política (México: fce, 2002); Hilda Sábato, coord., Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina (México: fce-El Cole-gio de México, 1999); Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega (eds.), Las guerras de independencia en la América española (Morelia: Congreso Internacional Los procesos de inde-pendencia en la América española, 1999); François-Xavier Guerra, AnnickLempérière,etal.,Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix (México: fce-cemca, 1998); Jaime Rodríguez, coord., Revolución, Independencia y las nuevas naciones de América (Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2005). Asimismo, entre la producción que

hispánicas. Independencias america-nas y liberalismo español (Madrid: Editorial Complutense, 1995); Jaime E. Rodríguez O. (ed.), The Indepen-dence of Mexico and the Creation of the New Nation(LosÁngeles:ucLa Latin American Centre, 1989) y Jaime E. Rodríguez O., La independencia de la América Española (México: El Colegio de México-fce, 1996). Sobre el estudio de los procesos de intervención de la sociedad civil en la construcción de la política latinoamericana, con especial y renovada atención a los procesos electorales: Antonio Annino, Marcelo Carmagnani, et al, America Latina: dallo stato coloniale allo stato nazione. América Latina: del Estado colonial al Estado nación (Milán: Franco Angeli, 1987); Antonio Annino, Luis Castro Leiva, y François-Xavier Gue-rra, De los imperios a las naciones: Ibe-roamérica (Zaragoza: Ibercaja, 1994); Antonio Annino (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica. Siglo xix (Buenos Aires: fce, 1995).

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entendido éste como el nuevo lenguaje político sobre el que se debe fundar el nuevo Estado independiente. El estudio parte de la asunción de que la conformación del primer liberalismo mexicanoestuvofuertemente influidaporelprocesodeconso-lidación del principio de soberanía popular y de las prácticas de representación que se reprodujeron tras la crisis monárquica de 1808. Igualmente se plantea que los políticos, al menos los de la décadadelosveinteylostreinta,identificaronlossistemaslibe-rales de gobierno y los sistemas representativos, pero nunca los confundieron con la democracia, a la que rechazaban taxativa-mente10. Propone también una lectura del liberalismo como un lenguaje político múltiple que se construyó principalmente sobre la retórica de la prevención frente al despotismo que, en algunos casos,seasociabalaconcentracióndelpoder—sinsometimientoaley—enunapersonayenotrosconlamismaconcentracióndelpoder en la mayoría de la población; a su vez, realiza una lectura de la participación política que no implica exclusivamente a la definicióndelossujetospolíticos,comovienesiendohabitualenla literatura sobre el tema, sino que también tiene en cuenta a lapropiaarquitecturaconstitucionaldelpaís,aladefinicióndelos poderes políticos y a la relación entre ellos. A partir de aquí ensaya una interpretación acerca de la cuestión de la gobernabi-lidad en la primera década de vida independiente, que tratará de matizar y complejizar los términos en los que ésta se ha venido presentandohistoriográficamente.Conelfindedesarrollarestosplanteamientos,estaexposición

reconstruirá, en primer lugar, algunos de los asuntos que se discu-tieron en el proceso constituyente mexicano de 1824 y, en segundo lugar, las críticas a la tendencia “ampliadora” del cuerpo político que había comenzado con el proceso emancipador, se había forma-lizado en el proceso gaditano y había cristalizado con la aprobación de la Carta Magna de 1824. La revuelta del Parián, ocurrida en 1828, podría considerarse como el detonante a partir del cual se expresa-ron con más claridad y contundencia estas objeciones, produciendo la traslación progresiva del dominio de una noción de representa-ción hacia otra11.

10. En esta misma línea, ver Alfredo Ávila,En nombre. Desde un punto de vista teórico, Bernard Manin analiza en profundidad la importancia de la mediación en los sistemas represen-tativos:losdefinecomounaformaindirecta del gobierno del pueblo, basada principalmente en que los que gobiernan han sido elegidos a intervalos regulares. Bernard Manin, Los principios del gobierno representativo (Madrid: Alianza, 1998).

11. Sobre la repercusión de la revolu-ción del Parián en el pensamiento político mexicano del momento, y concretamente sobre su vincula-ción con la proliferación de críticas públicas a la constitución de 1824

haatendidodemaneraespecíficaalcaso mexicano, Antonio Annino y Raymond Buve, coord., El liberalismo mexicano(Hamburgo-Münster:ahiLa, 1993); Enrique Montalvo Ortega, coord., El águila bifronte. Poder y liberalismo en México (México: iNam, 1995); Christon I. Archer, ed., The Birth of Modern Mexico, 1780-1824 (Wilming-ton: Scholarly Resources Inc., 2003); Juan Ortiz Escamilla y José Antonio Serrano, eds., Ayuntamientos y libera-lismo gaditano en México (Zamora: El Colegio de Michoacán-Universidad Veracruzana, 2007); Virginia Guedea, coord., La independencia de México y el proceso autonomista novohispano 1808-1824 (México: uNam-Instituto de Inves-tigaciones Dr. José María Luis Mora, 2001);JosefinaZoraidaVázquez,coord., El establecimiento del federa-lismo en México (1821-1827) (México: El Colegio de México, 2003); Rafael Rojas, La escritura de la independencia. El sur-gimiento de la opinión pública en México (México: cide-Taurus, 2003). Algunas valoraciones de la autora sobre estas transformacioneshistoriográficasenMirian Galante, “El liberalismo en la historiografía mexicanista de los últi-mos veinte años”, Secuencia 58 (2004): 160-187 o “La revolución hispana a debate: lecturas recientes sobre la influenciadelproceso gaditano en México”, Revista Complutense de Histo-ria de América 33 (2007): 93-112.

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1. La ampLiacióN deL cuerpo poLítico y Los iNteNtos de reduccióN iNstitucioNaL

Las abdicaciones de Bayona en 1808 produjeron una crisis de legi-timidad de la monarquía que planteó la necesidad de reorganizar el pacto político, la relación entre rey y reino. El desconocimiento de una autoridad suprema y la desaparición del núcleo de los vínculos políticos afectaron respectivamente a la formación de un sistema político nuevo y a la disgregación de la monarquía: la desaparición del rey en la estructura de poderes dio lugar a una retroversión de la soberanía a los pueblos, movilizando a las instituciones que se consideraron representantes de la misma. Al mismo tiempo se desa-rrollaron iniciativas que trataron de reconstruir el orden político y mantener al mismo tiempo la unidad del territorio, para lo que invo-caban a la lealtad a Fernando VII y al rechazo a la invasión francesa12. Aunque la mayoría de ellas apelaron a la recuperación de la sobera-nía por parte de los pueblos, sujetos originarios de la misma, no todas produjeron similares respuestas políticas. En este contexto se des-envolvieron el movimiento juntista, la convocatoria a elecciones para la Junta Central, primero, y para las Cortes, después, y el proceso gadi-tano. Este último asentó el campo en el que se definió, construyó ypuso a prueba un liberalismo “a la hispana”, que aún no dejando satis-fechos a los americanos y les dotó de un bagaje teórico y práctico que posteriormente se reflejaría en laconstrucción constitucional de sus países respectivos13.

En Nueva España, la activación retórica del principio de soberanía popular y el desarrollo de los proce-sos de representación de la misma supondríanunpuntode inflexiónsignificativo en el desarrollo desu comprensión de la política14. Especialmente a lo largo de las

12. Los trabajos de Antonio Annino fueron los primeros en apuntar y desarrollar la relevancia de los proce-sos de reapropiación de la soberanía por parte de los pueblos tras los acontecimientos de 1808, abriendo con ello una línea de investigación que en la actualidad está realizando aportaciones muy valiosas para comprendermejorlaespecificidadhispana de la revolución atlántica.

13. Entre los numerosos trabajos individuales y colectivos que han abordado recientemente la impor-tancia americana en el proceso gaditano—tantocomoagentequeayudó a construir el liberalismo hispano como escenario en el que impactaron fuertemente las delibe-racionesydecisionesgaditanas—,cabe destacar, entre otros, aportes como los de Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (Valencia: Fundación Instituto Historia Social, 1999); Manuel Chust e Ivana Frasquet, eds., La trascendencia del Liberalismo doceañista en España y en América (Valencia: Generalitat Valenciana, 2004); Manuel Chust, coord., Doceañismos, constituciones e independencias. La constitución de 1812 y América, (Madrid: Fundación mapfre, 2006); Jaime E. Rodríguez O., ed., The Divine Charter: Constitutionalism and Liberalism in Nineteenth-Century Mexico (Boulder:Rowman&LittlefieldPublis-hers Inc., 2005). Para una interpreta-ción diferente sobre la consolidación del republicanismo y los sistemas constitucionales en América Latina, entre otros, José Antonio Aguilar Rivera, En pos de la quimera. Reflexiones sobre el experimento constitucional atlántico (México: fce-cide, 2000); José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas, eds., El republicanismo; Rafael Rojas, Las repúblicas del aire. Utopía y desencanto en la revolución de Hispano-américa (Madrid: ed. Taurus, 2009).

14. En Nueva España el desconcierto generalizado por la crisis monárquica dio lugar a reacciones encontradas entre el ayuntamiento de la Ciudad de México y la Real Audiencia que llevarían a que esta última, temerosa de que la creación de una Junta a instancias del virrey Iturrigaray des-encadenara una revolución, ordenara su sustitución por Pedro de Garibay, reprimiera a los partidarios de las reformas y reconociera a la Junta Central de España como soberana hasta el retorno del rey.

que fueron dando forma a un proyecto político que cristalizaría con la constitución de 1835 traté en mi tesis doctoral. En ella mostraba además cómo este proyecto no era ni reaccionario ni antiliberal. Esta tesis fue defendida en 2004 y publicada en 2006: Mirian Galante, El pensamiento conservador en México: alcance y significado de una propuesta política para el México independiente. De la independencia a las Siete Leyes (Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2006), 209-256. He desarro-llado estos argumentos ampliando las fuentes iniciales de la tesis en Mirian Galante, “La prevención”.

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discusiones gaditanas, la participación americana estuvo orientada primordialmente a impedir la centralización del poder político, a garantizar el sometimiento de su ejercicio a la ley y a fomentar la dispersión de su puesta en práctica para evitar que recayera exclusivamente en manos de los peninsulares. La experiencia gaditana per-mitió a los representantes novohispanos tomar conciencia de que la estrategia para

defender sus intereses no debía reducirse a la reivindicación del incremento del número de sujetos con derechos, sino que tam-bién debía implicar la ampliación y dispersión institucional que lespermitieraunamayorparticipación(yfiscalización)enlatomade decisiones que afectaban a la Monarquía15.Lainsuficienciadelliberalismo peninsular ante las demandas americanas reorientó las reivindicaciones autonomistas hacia posturas independentis-tas, al tiempo que reforzó el consenso sobre la necesidad de que México se constituyera sobre los principios liberales. Asimismo, a lo largo del proceso insurgente se había ido consolidando igual-mente el principio de soberanía del pueblo y la legitimidad de la “representación nacional” como el órgano encargado de ejercer dicha soberanía. La constitución de Apatzingán formalizaba estos principiosyfijabaelprocedimientomedianteelcualdebíaconsti-tuirse y ejercer su autoridad dicha representación; a pesar de que posiblemente la propia situación bélica limitó un tanto el desarro-llo práctico de estos postulados, contribuyó a su enraizamiento en el imaginario colectivo16.

Como ya se ha apuntado anteriormente, la independencia se fundó discursivamente sobre la dualidad de la emancipación de ladominación“extranjera”—española—ydelaliberaciónfrenteal gobierno tiránico. La retórica de la protección frente a un des-potismo17 que impusiera un poder supremo, “sin sometimiento a leyes ni a frenos” y capaz de atentar libre e impunemente contra los derechos individuales, fortaleció la idealización de los sistemas liberales como los únicos que se sustentaban sobre los fundamen-tos legítimos del poder político, a saber: “la soberanía del pueblo, la división de poderes, las atribuciones propias de cada uno de ellos, la libertad de prensa, las obligaciones mutuas entre el pueblo y el gobierno, los derechos del hombre libre y los medios de defensa que se deben proporcionar al delincuente”. Esta forma de gobierno permitíafijar“conbastanteprecisiónypuntualidadloslímitesde

15. Estas demandas se concretaron a lo largo de las sesiones en reivindica-ciones de diversa naturaleza, como la ampliación de los sujetos con dere-chospolíticos,lacuantificacióndelarepresentación americana en base a la población, la mayor atribución de competencias al Congreso frente al monarca en cuestiones que podían afectar directamente a América, así como en la defensa de medidas ten-dentes a reforzar la descentralización metrópoli-colonias (e incluso en el interior de éstas). Sobre estas inter-venciones, Manuel Chust, La cuestión nacional, 150-168. Aunque ésta fue la tendencia general de los americanos, es necesario recordar que también los hubo conservadores o ultracon-servadores, como mostró ya María Teresa Berruezo en “Los ultraconser-vadores americanos en las Cortes de Cádiz (1810-1814)”, Revista de Indias 177 (1986): 169-198.

16. A lo largo del proceso insurgente, se pasó de la consideración de que la “soberanía emanaba del pueblo, residía en Fernando VII y era ejercida por la representación nacional”, tal y como se expresaba en los “Elemen-tos constitucionales circulados por el señor Rayón”, a la supresión de la mediación del monarca y, en definitiva,alaidentidadentrelafuente originaria y la residencia de la misma, tal y como se formalizaba en la constitución de Apatzingán.

17. El diputado por Veracruz José M. Becerradefiniríaeldespotismo,siguiendo a Benjamín Constant, como “el resultado de la ausencia de responsabilidad o de la reunión de los poderes”. Sesión del 14 de abril de 1824, en hpcm, tomo ii y apéndice, 155.

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cada una de las autoridades establecidas”, combinando en un equilibrio perfecto “la libertad del ciudadano y el supremo poder de la sociedad”18.Sedefiníacomounsis-tema “moderno” y opuesto al servilismo precedente. En los debates públicos a menudo seidentificaronlosgobiernosliberalesconlosrepresentativos19, aunque no todos los actores políticos dotaron a unos y a otros del mismo contenido institucional y refe-rencial.Entreambosextremos—eltemoralaconcentraciónunipersonalyabsolutadel poder político y el recelo a que la activación política de la sociedad producida tras la crisis de 1808 derivara hacia una democracia, que se asociaba directamenteconlaasambleatotalitariaroussoniana—seconstru-yeron los discursos liberales del momento, así como las propuestas sobre el tipo de arquitectura política más conveniente para el país. Aunque el principio de soberanía del pueblo a estas alturas resultabaindiscutible,ladificultadestribabaahoraencómorepre-sentarla y hacerla efectiva.

Desde el comienzo de la andadura independiente se hizo presente en el debate político el reto que supondría llegar a un acuerdoacercadelanaturalezadelasinstanciasquedebíanrefle-jar la voluntad del soberano y de su capacidad para convertir dicha voluntad en actos de poder. Mientras los diputados insistían en 1822 en que la nación les había designado como depositarios de su potestad plena, lo que les confería el protagonismo en el entramado de poderes20, los iturbidistas consideraban que esta delegación no había sido igual para todos, ya que la soberana voluntad del pueblo había querido expresar una gratitud especial a Iturbide por sus servicios a la patria. A su “aclamación” como representante supremo de la nación, se le unían argumentos de tipo instrumental que reforzaban la necesidad de una monarquía: en la fidelidad al emperador se disolverían los intereses parti-distas; además, su condición permanente (garantizada además por el principio sucesorio) y no sujeta a los vaivenes electorales evitaría las confrontaciones entre facciones y las situaciones de vulnerabilidad política en los cambios de poder21. Por ello, insis-tieron en la conveniencia de establecer un sistema de gobierno representativo o mixto22 en el que se combinaran dos o más tipos de los tipos de gobierno existentes (monárquico, aristocrático o republicano-oligárquico, democrático o popular). Este sistema implicaba una comprensión del ejercicio del poder que afectaba

18. José María Luis Mora, “Discurso sobre la independencia del Imperio mexicano”, Semanario político y literario de México, 21 de noviembre de 1821, en José María Luis Mora Obras Completas, tomo i, (México: Cona-culta-Instituto Mora, 1994), 112.

19. Este mismo autor, unos años más tarde argumentaría que el sistema representativo suponía “la limitación del poder público y su distribución en los tres principales ramos, las elecciones periódicas y populares, la libertad de opinio-nes, la de la imprenta y la de la industria, la inviolabilidad de las propiedades, el derecho de acordar las contribuciones por los represen-tantes de la nación y la responsabi-lidad de los funcionarios públicos”. Biblioteca Instituto Mora, México, Raras, José María Luis Mora, “Ensayofilosóficosobrenuestrarevolución constitucional”, El Obser-vador de la República mexicana, 3 de marzo de 1830, época 2, 1.

20. El Congreso era soberano de hecho, como la nación lo era de derecho, 74. Intervención del diputado Fagoaga. Citado en Ignacio Carrillo Prieto, La ideología jurídica en la Constitución del Estado mexicano, 1812-1824 (México: uNam, 1986), 156.

21. Intervenciones de los diputados Lanuza y Bocanegra en la sesión del 22 de junio de 1822, en hpcm, tomo i, 582.

22. Por ejemplo, véase la sesión del 16 de agosto de 1822, en hpcm, tomo i, 781.

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a su expresión institucional y muy especialmente a la separación y control entre los poderes. Asignaba cada uno de los poderes a instancias fundadas en legitimaciones diversas: el ejecutivo se legitimaba en un principio dinástico-hereditario, puesto que recaía en el monarca, y el legislativo en el principio electivo, al reconocer al Congreso como su titular23. Adiferenciadelosgobiernosmoderados,losmixtosnoestablecíanlafiscalización

delejerciciodelpoderpormediodeunaregulaciónconstitucionalquefijaraloslími-tes y contrapesos de un poder frente a otro, sino más bien mediante el reparto de cotas del mismo entre los distintos sectores sociales, cada uno de los cuales contrarrestaría la actuación de los demás24. Esta ausencia de claridad normativa generó disputas per-manentes entre el ejecutivo y el legislativo, pues cada institución se consideraba la representante de la soberanía nacional y, por tanto, con preeminencia sobre la otra. La tensión se convirtió en lucha abierta cuando Iturbide arrestó a algunos miembros del Congreso, lo disolvió y nombró una Junta Nacional Instituyente que lo sustituyera. En defensa del Congreso, Santa Anna lideró el levantamiento de Veracruz y promulgó el Acta de Casa Mata el 2 de febrero de 1823, que proponía el fomento del autono-mismo regional y una amplia libertad para las diputaciones provinciales. El apoyo incondicional de las dieciocho nuevas diputaciones, que veían en este plan un futuro reconocimiento de sus atribuciones, plantearía tras su triunfo el problema de la ade-cuación territorial de la soberanía y su representación: Congreso y diputaciones se creyeron representantes exclusivos de la potestad suprema y se atribuyeron respec-tivamente la dirección política del momento. El problema del reparto institucional (principalmenteentreejecutivoylegislativo)decompetenciasyladefinicióndeunalógica en la jerarquía de sus atribuciones se complejizaba a partir de aquí con la varia-

ble territorial. El Acta Constitutiva de la Federación mexicana trató precisamente de subsanar el peligro de desintegración del Estado en múltiples territorios25. Se trató de una carta fundamental por-quefijó, aunque fuera demanera transitoria, los puntos básicosdel pacto político que debían ser respetados por la comisión a la que se le encargaba la elaboración de la Constitución para el país. Precisamente este borrador comenzó a someterse a discusión en el Congresoel1deabrilde1824,dandolugaraalgunasdelasreflexio-nes públicas más relevantes sobre la manera de entender y hacer efectiva la representación política. Relevantes no por novedosas, sino por la trascendencia de las mismas en la construcción del país.

En la discusión sobre el preámbulo constitucional se expresa-ron claramente los límites entre el gobierno representativo y la

23. Situación más compleja aún cuando el propio Iturbide no pertenecía a una dinastía real.

24. Desde Montesquieu ésta era una de las diferencias fundamentales entre “gobierno moderado” y “gobierno mixto”, tal y como explica Norberto Bobbio, La teoría del gobierno en la his-toria del pensamiento político (México: fce, 2002), 135.

25. Para entonces, algunas provincias como Oaxaca, Guadalajara, Yucatán o Zacatecas, aunque con diferente intensidad, ya habían desarrollado iniciativas para convertirse en esta-dos autónomos.

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democracia. Los constituyentes mexicanos coincidían en que el sistema represen-tativopermitíamantenerlaficcióndequeelpoderprocedíadelpuebloycontrolara su vez el nivel y la manera de participación de éste en la toma de decisiones de la comunidad. Había, eso sí, diferencias de matiz importantes. Algunos diputados argu-mentaron que el ejercicio de la soberanía popular se limitaba a la elección de sus representantes, encargados de formar la voluntad general y legítimos ejecutores de la soberanía. En sus intervenciones insistían en que el pueblo no podía legislar por sí mismo, sino que debía hacerlo a través de aquellos que había elegido. Destacaban que el poder de éstos era incontestable, porque en ellos recaía no sólo el poder completo de cada uno de sus electores, sino la plena autonomía para ejercerlo sin responder a mandatos imperativos o dar cuenta de sus decisiones. Otros diputados subraya-ban que no debía olvidarse que el pueblo era el que hacía la constitución, por lo quelosrepresentanteseranmerosmandatariosquedebían“reflejar”(ynoformarlibremente) la voluntad general. Aquel conservaba el ejercicio de la soberanía, que se actualizaría a través de mecanismos que le permitieran expresar su consentimiento sobre las resoluciones adoptadas por los diputados en el Congreso general. Las legis-laturas de los estados, en tanto que legítimas representantes de la voluntad de los pueblos,seríanlasencargadasdellevaracabolafiscalizacióndesusdecisiones26.

Aunque todos los diputados asumían que el gobierno representativo implicaba también la conformación de un sistema que limitara la capacidad de acción del poder político, y que consolidara el principio de la separación de poderes como las mejores garantías frente al despotismo, no todos ellos compartían la visión sobre cuál debía ser el entramado de poderes que mejor expresara estosprincipios.Entornoacuestionestansignificativascomolaformalización del principio de separación y control entre los pode-res, la distribución de atribuciones entre las instancias estatales y federales o la definición de los sujetos con derechos políticosplenos, los diputados fueron expresando texturas distintas de un liberalismo heterogéneo aún en formación. En las discusiones constituyentes a menudo se entrecruzaron algunos de estos temas; por ejemplo, el espinoso debate sobre la delimitación de compe-tencias entre el ejecutivo y el legislativo se entreveró con el del reparto de la soberanía entre las distintas instituciones territoria-les, esto es, con la formalización de la relación entre el gobierno federal y el de los estados.

Prácticamente desde el inicio de las sesiones constituciona-les se planteó el primero de estos asuntos: fundándose en una

26. Esta discusión se canalizó en el debate sobre quién era el verdadero redactor de la constitución, el pueblo o sus representantes, que tuvo lugar en la primera quincena de abril de 1824. Para la revisión de las discusio-nes constituyentes en el parlamento se ha recurrido a hpcm, tomo ii y apén-dice. Representantes de la primera tendencia fueron Santos Vélez (Zaca-tecas), José Mariano Marín (Puebla), José María De la Llave (Puebla), José M. Becerra (Veracruz), José Basilio Guerra (México); de la segunda, Manuel Crescencio Rejón (Yuca-tán), Juan de Dios Cañedo (Jalisco), Lorenzo de Zavala (Yucatán), Carlos M. Bustamante (México). Interven-ciones en uno y otro sentido, en hpcm, tomo ii y apéndice, 17-21; 48-52 y 20-24, respectivamente.

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descripción de la situación nacional como caótica e insegura, una comisión nom-brada a tal efecto sometió a discusión el dictamen en el que se establecía que la mejor solución ante esta emergencia era que el ejecutivo eligiera un director en quien se “concentrara el gobierno y darle las facultades necesarias para que pudiera obrar con libertad, energía y celeridad”. En aras de la gobernabilidad e incluso, a su jui-cio, de la propia supervivencia del Estado, esta medida resultaba imprescindible: sóloungobiernoenérgicoyeficazpodríafrenaresatendenciadisolventequeestabaponiendo en peligro a la federación y que estaba derivando al país hacia el despo-tismo. Esta propuesta aunaba las ideas de que el ejecutivo debía ser mucho más fuerte que el legislativo, y aquella de que debía imponerse a las legislaturas de los estados, llegando en ocasiones a hacer insinuaciones centralistas que se presentaban como el mejor remedio a la disgregación de la nación y a la multiplicidad de rumbos que estaba tomando cada uno de los estados. El caos nacional podía generalizarse si se dejaba que el Congreso y las legislaturas fueran preeminentes frente al ejecutivo, ya que “la reunión de muchos hombres en congreso no les despoja a éstos de sus pasio-nes, preocupaciones y parcialidades”27. La refutación del dictamen vino de la mano deaquellossectoresquepensabanquelafiguradeldirector,talycomoquedabadefi-nida, podía restablecer el despotismo al estilo de la monarquía precedente. Insistían en que esta medida no podía ser impuesta por el ejecutivo, puesto que la representa-ción recaía de manera conjunta en el Congreso y las legislaturas estatales, por lo que ni el primero (el gobierno) tenía potestad para nombrar al director, ni el segundo (la representación nacional) podía imponerse a las terceras. La concentración del poder en una persona, aunque fuera de manera temporal y regulada legalmente, podía esta-blecer un precedente peligroso. Proponían que, en caso de que la unidad y estabilidad nacional peligraran ciertamente, el mejor mecanismo de defensa era el de fortalecer lasinstanciasylosprocedimientosdelejerciciodelpodertalycomoestabandefini-dos, y no crear situaciones excepcionales que podían ser difícilmente controlables. Loscriteriosdeeficaciayenergíasetrataronasimismodeimponerfrentealdela

garantía en los procedimientos en el debate sobre la iniciativa de leyes contributivas. Esta discusión afectaba directamente al control entre las actuaciones de las distintas instituciones,yaquenosólofijabacuálerala instanciaqueteníalaprerrogativadehacerestapropuestafiscaltanrelevante,sinotambiéncuáleraelprocedimientoque

había que seguir para su aprobación. El borrador otorgaba al Senado estafacultad,loqueajuiciodesusdetractoressuponíalasimplifica-ción de los espacios de control de una decisión vital para la garantía de la supervivencia económica del país: el Senado y el gobierno emanaban igualmente de las legislaturas de los estados, por lo que

27. El Sol, México, 14 de junio, 1824. En el Congreso también se expresaron ideas semejantes, como hizo el dipu-tado Becerra el 14 de abril de 1824. En hpcm, tomo ii y apéndice, 155-157.

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se podía producir fácilmente una connivencia entre ambos de tal manera que el ejecu-tivo indujera al Senado a hacer una propuesta que sólo sería revisada en una ocasión en el Congreso; por otro lado, si el Congreso era la única instancia con esta potestad, supropuestaestaríasometidaaunamayorrevisiónaltenerqueserratificadaporelSenado y por el ejecutivo respectivamente. Se reproducía aquí la competencia entre el Congreso y el gobierno, y entre el poder de la federación y el de los estados. Por último y apelando al buen gobierno se pretendió aprobar una ley restrictiva en el reparto de los derechos políticos pasivos, esto es, una ley que redujera considerablemente el número de mexicanos que pudieran ser elegidos como diputados. Frente a la extensión de los derechos políticos que se había producido desde Cádiz, ahora algunos sectores defendían, vinculando la aptitud política (virtud y formación) a la posesión de una pro-piedad, una selección más exclusiva de los ciudadanos con posibilidades de participar activamente en política como la mejor garantía para un buen gobierno. La oposición a esta medida se razonó deshaciendo esta identidad (propiedad=virtud) y defendiendo que este razonamiento suponía el descrédito de ciudadanos capaces de desempeñar la funciónpolítica,porelmerohechodenocontarconuncapitalsignificativo28.

Aunque para este momento no pudiera hablarse de grupos políticos sólidamente cohesionados en torno a una ideología concreta, podrían establecerse dos tenden-cias argumentativas: una, más preocupada por la defensa de las libertades y derechos (individuales y territoriales), que en las discusiones solía reforzar al Congreso frente al ejecutivo y a las legislaturas estatales frente al Congreso general. Otra, construida sobre argumentos de eficacia y pragmatismo, casi siempredefendió la primacía del ejecu-tivo, del Congreso general sobre las legislaturas de los estados y apuntaba, con mayor o menorintensidad,lanecesidaddefiltrarelrepartoindiscriminadodelosderechospolí-ticos. La expansión de la conciencia de los derechos propulsada tras las abdicaciones de Bayona hacía difícil la aceptación de un discurso que promoviera la reducción legal de los mismos. Aunque la estrate-gia de los sectores más reacios a esta apertura radicó principalmente en la defensa de un mayor control y centralización institucional de las instanciasdedecisiónpolítica, lo que endefinitiva suponía lasimplificacióndelosposiblesespaciosdeparticipaciónpolítica,sinembargo, suspropuestasno lograronalcanzarel suficienteapoyocomoparaquedarreflejadaseneltextoconstitucional.

2. La revueLta deL pariáN y La reorieNtacióN de La poLítica La inesperada victoria de Manuel Gómez Pedraza para la presi-

dencia del gobierno en las elecciones de 1828 provocó una fuerte

28. Entre los diputados que se mostra-ron recelosos de la proliferación de actores políticos y que apostaron por una concentración y centralización del poder destacaron José M. Becerra (Veracruz), Tomás Vargas (San Luis Potosí), José Ignacio Espinosa (México); entre los que argumen-taron en sentido contrario, Juan de Dios Cañedo (Jalisco), Bernardo González Pérez de Angulo (México), Manuel Crescencio Rejón (Yucatán) y C. M. Bustamante (México). Otros diputados defendieron algunas de estas medidas puntualmente, pero en general recurriendo a los razona-mientos aquí esbozados.

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reacción de los partidarios de Vicente Guerrero, que acabaría desencadenando el saqueo multitudinario, el 29 de noviembre de 1828, del Parián, símbolo de la élite elegante y lujosa. Aunque como resultado del motín de la Acordada29 el 1 de abril de 1829 el país volvía a tener nuevo presidente, Vicente Guerrero, no sería tan fácil olvidar los tumul-tos y revueltas vividos en la capital en estas fechas. En general estos acontecimientos

provocaron un cierto viraje conservador de la política mexicana, especialmente entre aquellos sectores que vieron en estos sucesos un ejemplo de hasta dónde podía llevar la difusión de los presupues-tosfilosóficosdifundidosporlarevoluciónfrancesa.Estospolíticosconsideraron que los desmanes populares se habían producido por una excesiva politización de la sociedad, y muy especialmente por la extensión indiscriminada de los derechos políticos. Por ello pro-pusieron medidas que trataran de restringir el cuerpo político tanto enloquerespectaaladefinicióndelossujetosconderechoscomoen lo referente a los procedimientos de toma de decisiones: estable-cieron el voto censitario y la limitación del acceso a la condición de diputado en el Distrito Federal y los Territorios; trataron de devaluar los derechos de los estados llegando en algunos casos a defender abiertamente el centralismo; reivindicaron el fortalecimiento del ejecutivo frente al legislativo, ya fuera de manera puramente “ins-trumental”ocomoobjetivopolíticodefinido.Engeneralapostaronporunapolítica expeditivamásquedeliberativa y, enfin, por elestablecimiento de una forma de gobierno aristocrática, para lo que resultaba imprescindible desestimar el modelo gaditano.

A inicios de los años treinta se expresaron voces disconformes con la ampliación y extensión de los derechos políticos estableci-das desde Cádiz. El político guanajuatense Lucas Alamán insistió en que esta tendencia aperturista había creado un caldo de cultivo en el que se había producido la revuelta del Parián, siendo sus princi-pales ingredientes la distensión de la libertad de opinión política, la generalización de los derechos electorales y la accesibilidad a otros derechos cívicos, como la participación en la milicia o el dere-cho de petición30. En esta misma línea, José María Luis Mora dedicó especial atención al derecho de ciudadanía y culpó la prodigalidad con que se había concedido este derecho incluso hasta a “las clases másínfimasdelasociedad”dehacerfracasarelestablecimientodeun sistema representativo en el país31.

29. En 1828, tras el triunfo de las elec-ciones al Congreso de una mayoría de políticos favorables a Vicente Guerrero, se esperaba que la jefatura de Estado recayera también sobre él.Sinembargo,laeficazcampañade Manuel Gómez Pedraza en los estados le propició la victoria, lo que pilló por sorpresa a los partidarios de Guerrero. El motín de la Acordada se considera el primer levantamiento que revocaba a un presidente elegido popularmente, socavando los prin-cipios legítimos del orden constitu-cional. Una aproximación en Michael Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835) (México: fce, 1996), 167-216. Sobre sus consecuen-ciasenlaconfiguraciónpolíticadelpaís, y con planteamientos similares a los que se desarrollan en este artículo: Catherin Andrews, “Discu-siones en torno a la reforma de la constitución federal de 1824 durante el primer gobierno de Bustamante (1830-1832), Historia Mexicana LVI: 1 (2006): 71-116.

30. Lucas Alamán, “Memoria de la secretaría de Estado y del despacho de relaciones interiores y exteriores, leída por el secretario del ramo en la cámara de diputados, el 12 de febrero de 1830, y en la de senadores el 13”, en Lucas Alamán, Documentos Diversos (inéditos y muy raros), tomo i (México: Editorial Jus, 1945), 163-241.

31. “Ensayofilosóficosobrenuestrarevolución constitucional”, en José María Luis Mora, Obras Completas Vol. I, 191. Originalmente este artículo fue publicado en El Observador de la Repú-blica mexicana, México, 3 marzo, 1830, en El Sol, México, 8 de mayo, 1830 y en Obras Sueltas, José María Luis Mora (París: Librería de Rosa, 1837).

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Ensu“DiscursosobrelanecesidaddefijarelderechodeciudadaníaenlaRepúblicay hacerlo especialmente afecto a la propiedad”, publicado el 14 de abril de 1830, Mora criticaba que la idea de igualdad que se había extendido entre la población era errónea ymuyperjudicialparaelpaís,puestoqueimplicabalaidentificacióndelaigualdadnatural con la igualdad política. Esta idea tan seductora había fascinado al pueblo, provocándole la alucinación

“de que para serlo todo, bastaba el título de hombre, sin otras disposiciones que las

precisas para pertenecer a la especie humana; de esto ha resultado que todos los

miembros del cuerpo social […] han aspirado a ocupar los puestos públicos, preten-

diendo que se les hace un agravio por su falta de disposiciones y que éste no es más

que pretexto para crear una aristocracia ofensiva de la igualdad”32.

Por el contrario, él opinaba que sólo los que pueden “inspirar confianza”debíantenerderechospolíticosplenosyconsiderabaque éstos eran los propietarios. Aun no siendo ésta una idea exclu-siva de los sectores más conservadores, sí lo era sin embargo su argumentación. Frente a la consideración de los liberales progre-sistas que insistían en que la importancia de la propiedad residía en que garantizaba la independencia en la toma de decisiones políticas de su titular, puesto que al no depender su subsistencia de terceros era totalmente libre para adoptar sus propias deci-siones políticas y hacer frente a los tiranos, los conservadores combinaban una visión moralizante y utilitaria de la propiedad. Por un lado, defendían que ésta preservaba a su titular de cual-quier tipo de corrupción, puesto que le otorgaba las virtudes necesarias para el buen desempeño de la política, entre las que destacaba ladel sacrificioen favorde lapatria, al serellos losúnicosquepodíansacrificaralgo(suposesión)enbeneficiodelbien común33; por otro lado, el propietario al querer conservar y aumentar su capital34 iba a preocuparse de asegurar el statu quo imperante que le reconocía su derecho sobre tal propiedad, al tiempo que iba a desarrollar acciones orientadas a agrandar suposesión,yqueendefinitiva favoreceríaneldesarrolloeco-nómico del país35. En este sentido, Alamán era muy explícito al afirmar que la nación debería ser una sociedad al estilo delas compañías comerciales, formada por todos los habitantes de México, pero en la que la capacidad de participación de sus

32. José María Luis Mora, “Discurso sobrelanecesidaddefijarelderechode ciudadanía en la República y hacerlo especialmente afecto a la propiedad”, en José María Luis Mora Obras Completas, tomo i, 385.

33. Lucas Alamán, “Examen imparcial de la administración del general vice-presidente d. Anastasio Bustamante. Con observaciones generales sobre el estado presente de la república y consecuencias que éste debe produ-cir”, en Lucas Alamán, Documentos, tomo iii, 239.

34. Aquí se habla de capital en sentido genérico. Igualmente cuando Mora se refería a la propiedad no se refería exclusivamente a la territorial, sino también al capital comercial e incluso al intelectual.

35. Mora esperaba que el incentivo de la adquisición de los derechos polí-ticos serviría como acicate para que nuevos sectores sociales se esforza-ran en adquirir un capital tal que les hiciera merecedores a ellos también de esos derechos tan estimados. La exclusividad de estos derechos alentaría a la población a emular las virtudes de los propietarios, pero también estimularía el desarrollo económico del país. José María Luis Mora, “Aristocracia”, El Observador de la República Mexicana, México, 22 de septiembre, 1830, 246-247.

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integrantes debía ser proporcional a su contribución en el capital (pecuniario o virtuoso) de la misma36.

Sobre el criterio de la propiedad, en el artículo ya citado Mora insistía en la nece-sidad de diferenciar la condición de elector de la de ciudadano, siendo ésta última el requisito imprescindible para poder disfrutar de la primera. Lo interesante de su propuesta era que asociaba esta distinción a una lógica de soberanías que en gran medidasocavabaelordenfederalexistentedesde1824:siendolaciudadaníadefinidapor el gobierno federal y la de elector por cada estado, y siendo también obligato-rio ser ciudadano para poder ser elector, se establecía la preeminencia del gobierno federal sobre los gobiernos estatales en un asunto que hasta entonces había sido pre-rrogativa exclusiva de éstos. De esta manera, al hilo de la discusión sobre la ciudadanía se planteaba de nuevo la relación entre los poderes estatales y el federal y más concre-

tamente la prevalencia del último sobre los primeros. Morasabíaqueestaideanopodíajustificarseenelmarcodel

pacto político imperante en el país y por tanto optó por tratar de legitimarla a partir de argumentos extralegales de fuerte con-tenido historicista: la federación se había construido desde “el centro a la circunferencia”, el gobierno federal era el que había dado “existencia política a los estados”, ya que la nación mexicana, “única e indivisa”, se había constituido federalmente porque había decidido organizarse políticamente mediante la “división en esta-dos independientes hasta cierto punto”. En definitiva, concluíaque las entidades territoriales no eran unidades soberanas (atri-buto exclusivo de la nación), y por tanto sus instituciones no tenían validez representativa, sino que únicamente eran unidades admi-nistrativas,reflejodeunpoderanteriorysuperior,elfederal.Estaestrategiaretóricajustificabaqueelderechodelosestadosdebíasubordinarse al de la república, y no casualmente aparecía vincu-lada con la restricción de los derechos políticos37.

La aprobación de la ley electoral de 12 de julio de 1830, emitida para “las elecciones de diputados y de ayuntamientos del Distrito y Territorios de la República”38,reflejabaestascríticas,yaquemati-zaba la tendencia que habían seguido la mayoría de los estados tras la Constitución de 1824 al establecer en su artículo 34 la condición de que para poder tener voto activo en las elecciones primarias era necesario“subsistirdealgúnoficiooindustriahonesta”39. Aunque en principio este apunte pudiera no parecer relevante, lo cierto es

36. “[...] si la Sociedad política no es más que una compañía convencional, cada individuo debe representar en esta asociación según el capital que en ella haya introducido”. Alamán reconocía que todos los individuos tenían derechos iguales, pero no derechos a las mismas cosas. Lucas Alamán, “Examen imparcial”, 239.

37. De esta manera, se explicaría, a su juicio, por qué “en México el gobierno federal debe dar [la ley] a los estados”, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, donde “los estados dieron la ley al gobierno federal”. José María Luis Mora, “Dis-curso sobre la necesidad”, 386-388. Ya en Cádiz se había vinculado esta comprensión de la soberanía como exclusiva de la nación con la reduc-ción de los derechos políticos.

38. Antonio García Orozco, Legislación electoral mexicana, 1812-1988 (México: PublicacióndelDiarioOficial-Secretaría de Gobernación, 1973), 158. Conviene recordar que en este momento era el Congreso general el encargado de legislar en el Distrito Federal y territorios de la República.

39. Este carácter restrictivo se formu-lará más detalladamente en la Ley sobre elecciones de 30 de noviembre de 1836. Antonio García Orozco, Legislación electoral, 162-164.

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que era la primera vez desde Cádiz que se “matizaba” la extensión del voto al no bas-tar con la condición de natural del lugar para poder disfrutar del mismo. Sobre esta garantía se fundaría posteriormente la defensa del sufragio directo. Si sólo pudiera participarenpolíticalagentecon“cualificación”demostrada,yanohabíaquetemerque ésta pudiera actuar de modo irresponsable o perjudicial para el país, por lo que ya no resultaban necesarios los mecanismos correctores de la elección indirecta.

Unos días después de aprobarse esta ley, Mora avalaba esta reducción numérica del cuerpo político en un artículo aparecido el4deagostode1830proporcionandocifrassignificativas,yvin-culándola estrechamente con la demanda del establecimiento de elecciones directas: si en la actualidad se elegía un diputado por cada 80.000 almas, de las que únicamente podían votar alrededor de unas 10.000, con las elecciones directas éstas deberían reducirse a tan sólo 200 ó 300 personas, “a lo más”40. Esta fuerte disminu-ción de las personas políticas consolidaría la creación de un reducido cuerpo separado y superior de la sociedad, que sería el encargado de ejecutar de manera exclusiva la soberanía del pueblo41. Se tra-taría de una aristocracia, cuya legitimidad no se fundaría sobre privilegios heredados o de familia, sino en la demostración de su especial valía para la tarea pública, lo que permitía, al menos teó-ricamente, la incorporación de nuevos actores sociales “hechos a sí mismos”. Sobre este grupo social se asentaría un sistema de gobierno aristocrático, el del gobierno de los mejores, opuesto al democrático y al monárquico que, respetando el principio de tri-partición del ejercicio del poder político, otorgaba centralidad al ejecutivo frente al Congreso.

Los aristócratas, sujetos cuya “virtud”, preparación y condi-ción social garantizaban que no iban a cometer abusos, serían los encargados de ejercer una autoridad fuerte que aunara y fuera capaz de imponerse a las voluntades particulares (individuales o territoriales), para lo que sería necesario consolidar un ejecutivo fuertequeavalaralavidaordenadaensociedady,endefinitiva,la gobernabilidad y estabilidad del país42. Porque, como insistía Lucas Alamán, cuando el poder “ejecutivo carece de aquella fuerza que debe gravitar sobre los particulares, e imprimir en todas sus providencias el carácter de inmovilidad y permanencia”, desapa-rece la seguridad y con ella los atractivos de la vida en sociedad43.

40. José María Luis Mora, “Discurso sobre las elecciones directas”, El Observador de la República Mexicana, México, 4 de agosto, 1830; Obras Completas, tomo i, 425-435. Cita 426. Elecciones directas siempre y sólo si “no pueden disfrutar de la voz activa sino los propietarios”, 427. Para garantizar una mayor estabilidad nacional se mostró partidario igual-mente de prolongar la permanencia de los titulares de los distintos pode-res, reduciendo con ello la frecuencia de las elecciones. En el caso del poder ejecutivo esto implicaba una dupli-cación de su mandato, de tres a seis años, lo que permitiría establecer lo que Mora consideró un “poder con-servador”, 441. Por su parte, Lucas Alamán también apostaría por las elecciones directas: “Examen impar-cial”, en Lucas Alamán, Documentos, tomo iii, 267-269.

41. José María Luis Mora, “Aristocra-cia”, El Observador de la República Mexicana, México, 22 de septiembre, 1830, 241.

42. Lucas Alamán, “Examen imparcial”, 271.

43. El Sol, México, 3 de julio, 1829. Unos años después Alamán insistirá en este aspecto en Lucas Alamán, “Defensa del ex-ministro de relaciones D. Lucas Alamán en la causa formada contra él y contra Ex-ministros de Guerra y Justicia del Vicepresidente D. Anastasio Bustamante, con unas noticias preliminares que dan idea del origen de esta. Escrita por el mismo ex-ministro quien dirige a la nación”, 23 de junio de 1834, en Lucas Alamán, Documentos, tomo iii, 73-74.

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El guanajuatense era acérrimo defensor de una arquitectura constitucional que for-malizara un ejecutivo fuerte, ya que a su juicio la primacía del legislativo resultaba ineficazypocopragmática,debidoa la lentituden la tomadedecisiones, si éstasdebían ser sometidas a la deliberación de muchos, y a que precisamente la diversidad de opiniones expresadas en él podía debilitar la adhesión unilateral a las resoluciones del gobierno44. Por último, los “muchos” podían adoptar posiciones respondiendo únicamente a intereses particulares o haber sido manipulados o, peor aún, corrom-pidos. Mejor entonces que fueran pocos, eso sí, “los mejores”, los implicados en la toma de decisiones45.

refLexioNes fiNaLes: repeNsaNdo La goBerNaBiLidad

Los estudios elaborados en los últimos años gracias al auge de la historia política y la historia cultural han abierto, o reabierto en algunos casos, perspectivas poco tran-sitadas en la historia del liberalismo político en Hispanoamérica. Quizá una de las aportaciones más relevantes en este camino tiene que ver con el cuestionamiento de la identidad entre liberalismo y democracia que cierta historiografía reciente, espe-cialmente la de tradición anglosajona, había establecido. Gracias a las investigaciones desarrolladas en el área latinoamericana, se ha puesto de relieve la trascendencia del principio de representación como la clave en torno a la cual poder comprender mejor el proceso de formación y transformación del liberalismo.

Este trabajo ha pretendido contribuir a esa recuperación de la variedad de libera-lismos que se expresaron en México desde la crisis monárquica de 1808, destacando laversatilidadqueladefiniciónteóricaylaaplicaciónprácticadelprincipioderepre-sentación alcanzó en cada uno de ellos. Y esto lo ha hecho, mostrando, por un lado, cómo a principios de la vida independiente el liberalismo se fue construyendo sobre la idea de establecer un sistema político que garantizara las libertades y derechos, prote-giéndolos frente a un uso despótico del poder político. Podría decirse que la diversidad detexturasdeestelenguajepolíticoseexpresóprincipalmenteentornoalaidentifi-

cación de cuál era la amenaza de tiranía para el país: si la retórica independentista la había asociado a la concentración absoluta del poder en una persona, la experiencia independentista y con-cretamente la ampliación del cuerpo político que durante ella se produjo la había concebido prioritariamente como la tiranía de la multitud. Esta doble cara del despotismo generó dos fantasmas (el exceso de autoridad unipersonal y las mayorías numéricas, respec-tivamente)antelosquesepropusieroncombinacionesespecíficas,que tendían bien hacia la necesidad de dejar que una multiplicidad

44. Lucas Alamán, “Defensa del ex- ministro”, 74.

45. Esta fortaleza y capacidad de maniobra del ejecutivo fue lo que cautivó la simpatía de Lucas Alamán por el modelo constitucional esta-dounidense así como el rechazo del modelo francés y la constitución de Cádiz, en donde el legislativo era mucho más fuerte. Lucas Alamán, “Examen imparcial”, 270-275.

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devocesenequilibrioreflejaraloquelanaciónquería,obienhaciaqueunaautoridadelegida a partir de dicha voluntad tuviera capacidad para dirigir a la nación.

Por otro lado, a lo largo de esta exposición se ha desarrollado la idea de que los mecanismos de representación no sólo afectaban a los procesos de selección de los representantes, sino también a la construcción del engranaje institucional y proce-dimental a partir del cual se debían adoptar las principales directrices para el país. Esta visión abre una perspectiva de trabajo que permite incorporar al estudio de los procesos de participación política nuevas variables que pueden ofrecer matices sobre los sujetos implicados en el gobierno del país y la manera en la que éste es ejercido. Ladefinicióndelnúmerodeactoresquedancuerpoacadaunodelospoderesesta-blecidos, la atribución de competencias a cada uno de estos poderes (por ejemplo, el fortalecimiento de instituciones más decisivas que deliberativas, como por ejem-plo,delejecutivofrenteallegislativo)olacapacidaddefiscalizaciónycontrolentrelos poderes son sólo algunas de ellas. En este mismo sentido, tal y como se ha desa-rrollado en este texto, puede apreciarse una dualidad en torno a la dimensión que debía adquirir la representación en el engranaje de poderes del Estado: una tendencia hacia el fortalecimiento y ampliación del “cuerpo político”, entendido éste en sentido amplio,nosóloporloqueserefiereaunensanchamientodelossujetospolíticosysusderechos,sinotambiénenloquerespectaaladefinicióndelospoderesydesuarquitectura constitucional y a los mecanismos establecidos para la toma de deci-siones, que sería la imperante en la primera década de construcción del país; una segunda tendencia, orientada a la reducción del cuerpo político, tendría dos expre-siones diversas a lo largo del período analizado. En un primer momento apostaría por el debilitamiento institucional de las instancias de deliberación, fortaleciendo con ello a los órganos decisorios compuestos por un número de personas reducido; por la atribución de mayores competencias y responsabilidades a las autoridades federales quealasestatales;yporlasimplificacióndelosmecanismosyprocedimientosquepermitieranunamayorfiscalizacióndelejerciciodelpoderpolítico.Traslarevueltadel Parián, junto con el refuerzo de estas medidas, propondría igualmente la limita-ción de los derechos políticos.

A partir de estos presupuestos, se podría replantear la cuestión de la goberna-bilidad en el momento de construcción del Estado mexicano desde una perspectiva diferente. Hasta la fecha, lo más común ha sido pensar que la excesiva politización de la “sociedad” luego de la crisis de 1808, que se expresó en una consideración inclu-yente de la ciudadanía y en la proliferación de múltiples instancias de representación territoriales (los municipios, pero también las provincias primero y los estados des-pués en el caso mexicano), había constituido la principal amenaza para garantizar

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El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

la gobernabilidad de las entidades emergentes tras los procesos emancipadores latinoamericanos46. Según esta interpretación, la respuesta a este peligro se habría concretado en la progresiva reducción de los derechos políticos a lo largo del siglo xix en el subcontinente. Sin cuestionar la validez de esta perspectiva, por lo que hasta aquí se ha presentado, podría apuntarse que al menos para el período y el contexto estudiados el problema de la gobernanza pudo haberse expresado de manera algo más compleja, ya que pudieron coexistir dos lógicas acerca de cómo conseguir la gobernabilidad para el país. Como se verá, cada una de ellas podría vincularse con una de las tendencias del liberalismo que ya han sido apuntadas. Aunque ambas habrían estado vigentes en el imaginario político a lo largo de todo este período, la convulsión y sobre todo el temor que estalló tras la revuelta del Parián pudieron haber propiciado la progresiva traslación del predominio de la primera fórmula al de la segunda. En cualquier caso, éste no habría sido un proceso unidireccional ni tam-poco unívoco. De la misma manera, no constituyeron bloques monolíticos, sino que sehabríaninfluidomutuamente,dandolugararespuestascombinadasquetrataronde aportar soluciones a los problemas acuciantes de la nueva nación.

En algunas ocasiones, la gobernabilidad del país se asociaba a la garantía de las condiciones del pacto social sobre el que se había fundado el nuevo Estado, que tal y como se había formulado a lo largo de la independencia, se basaba en los princi-pios liberales de no dominación, y remitían a asegurar la defensa de las libertades y los derechos. El establecimiento de un sistema de poder unipersonal abusivo que pudiera socavar dichos principios podía legitimar la ruptura del pacto social y dar lugar a un nuevo proceso revolucionario. Por ello resultaba sumamente importante

construir un sistema garantista de prevención y protección frente a cualquier tendencia despótica del poder político. Desde una des-confianzageneralizadahacia éste, se apostópor la construcciónde una arquitectura política que encontraba en la ampliación del número de actores implicados en el ejercicio del poder y a su vez en la reducción de la potestad de cada uno de ellos; en la prolifera-ción de instituciones y de procedimientos necesarios para la toma de decisiones y puesta en práctica de las mismas; y en el fortaleci-mientodelosmecanismosdecontrolyfiscalizacióndelejerciciodedicho poder, los baluartes que mejor garantizaban la continuidad delpactoy,endefinitiva,laestabilidaddelpaís.Lapropiaconcep-tualización de la soberanía y de la representación tendía a reforzar este sistema: la soberanía nacional se formaba como un sumatorio de las soberanías particulares mediante un proceso de delegación

46. Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-1821”, en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo xix, coord. Antonio Annino (Buenos Aires: fce, 1995), 177-226; “Voto, tierra, soberanía. Cádiz y los orígenes del municipalismo mexicano”, en Revoluciones hispánicas. Independencias americanas y liberalismo español, coord. François-Xavier Guerra (Madrid: Edi-torial Complutense, 1995), 269- 292; “Ciudadanía ‘versus’ gobernabilidad republicana en México. Los orígenes de un dilema”, en Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, coord. Hilda Sábato (México: fce-El Colegio de México, México, 1999), 62-93.

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Mirian Galante

parcial que permitía a éstas la actuación en caso de posibles abusos de autoridad. La representación de dicha soberanía debía ser múltiple: en las legislaturas estatales y el congreso federal,dominando lasprimerasa la segundaencasode conflicto.Porsuparte,lalabordelosrepresentantesestabaigualmentelimitadaareflejarloquelanación quería, no a construir la voluntad de ésta. Por último, el poder político debía realizarse mediante la comunicación entre las instituciones y entre éstas y las perso-nas,yafueraenclaveconstructiva—medianteprocesosdediscusiónodeliberaciónpública, por lo que daban prioridad a los órganos de poder en el que concurrían múl-tiplesactorespolíticos—,yaenclavefiscalizadora,paracontrolarqueniunasniotrascometieranabusos—paraloquefomentabanelestablecimientodelequilibrioentrelos distintos poderes, mediante la defensa de un sistema de frenos y contrapesos.

En otras ocasiones, la gobernabilidad se vinculaba a la capacidad para contrarrestar las tendencias disolventes de la unidad nacional, a saber, la desintegración territorial y la desarticulación social. En este caso se temía que las provincias primero y los estados después alcanzaran cotas de poder que pudieran poner en jaque al Estado; asimismo, que una excesiva exaltación de las libertades y derechos individuales pudiera derivar hacia actitudes revolucionarias que generarían el caos y el desconcierto social y polí-ticofiniquitando laexistenciadelpaís.Desdeestepuntodevista, lamejorgarantíapara la gobernabilidad era la consolidación de una autoridad que, legitimada sobre los principios fundadores del nuevo orden, fuera lo suficientemente fuerte comopara imponerse y controlar esas tendencias centrífugas. La legitimidad de esta pro-puesta residíaenunacomprensiónespecíficade lanaciónyde su soberanía: sobreuna conceptualización de la nación como un ente superior, abstracto y unívoco, con un marcado sentido trascendente, se caracterizaba su soberanía como una e indivisa yseestablecíaquesuvoluntadsólopodíaserdefinidapordeterminadaspersonasconcaracterísticas especiales. Si la nación era así, la representación de su soberanía debía ser simple, en una sola instancia (que en el momento Iturbidista era el monarca, pero después sería el Congreso general y no las legislaturas estatales, y tampoco una com-binación de ambas). Por su parte, la elección de los representantes debía constituir un actodeseleccióndelosmejores,losmásaptosparalapolítica,alosqueseidentificabacon los poseedores de un capital (monetario o intelectual) que avalaba su buena dis-posición (moral y formativa) hacia la política. A éstos se les delegaba completamente la potestad soberana, el poder total para querer y decidir por la nación, y la mejor garantía de que el poder sería ejercido dentro de los cánones liberales residía más en laconfianzadepositadaenellosqueen laconstruccióndeunarmazónconstitucio-nal que así lo garantizara. Por ello, el quid del sistema representativo lo constituía la garantía de la calidad de sus representantes, no la cantidad. La reducción del cuerpo

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El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

político se expresa en estos términos no sólo en la deslegitimación, con mayor o menor intensidad en función de la coyuntura histórica, de la ampliación “desmedida” de los derechos políticos entre los habitantes del país, sino también en la crítica a la prolifera-cióndeinstanciasque,sedecía,dificultaríanyralentizaríanlaadopciónyejecucióndelas decisiones políticas relevantes para el desarrollo nacional; esta misma “abundan-cia” institucional podía generar desconcierto acerca de en dónde residía realmente la autoridad, ocasionando un caos que a la larga podría fomentar tendencias disgregado-ras en el seno de la comunidad política. De sus formulaciones puede desprenderse una connotación más ejecutiva que deliberativa de la política, centrada en valores como la eficaciayelpragmatismo.

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De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)

From labor compulsion to education: idleness, utility, and productivity in the transition from the colonial to the republican period in Chile (1750-1850)

aBstract

Through a revision of primary and secondary

sources, this article analyzes the coexistence of

ideas, beliefs, and practices that viewed physical

or premechanical labor as a punishment (based on

the necessity of forced labor) as well as a virtue

(which should be incorporated into the customs of

a people through education). The article argues not

only that these views paralleled each other, but

also that, at the beginning of the process of Chi-

lean independence, the ideas of Salas, especially,

but also Egaña, and Henríquez showed a new way

of understanding education for work as important

for all classes and how, in this way, intellectual

and physical labor could be brought together to

improve productivity in the future. This logic,

which could have led towards a social redefinition,

was rejected by the oligarchic groups in power

since 1830 since it threatened their interests.

Key Words

Social history, work, criminalization, popular edu-

cation, lower-class groups, Chile.

DoctorenHistoriaporlaPontificiaUniversidadCatólicadeChile.Académicodepreyposgradoen el Departamento de Ciencias Históricas y Sociales en la Universidad de Concepción y en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Bío Bío, Chillán, Chile. Se ha especia-lizado en la historia social y cultural de Chile y América durante los siglos xix y xx. Entre sus publicaciones se destacan: “Los imaginarios urbanos en la provincia de Ñuble, 1848-1900”, en Cuadernos de Historia 34 (Santiago: Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, 2010), en prensa, y “Discurso modernizador y control social en la provincia de Ñuble (1848-1900)”, en Experiencias de historia regional en Chile: Tendencias historiográficas actuales, editado por JuanCáceres (Valparaíso: PontificiaUniversidadCatólica deValparaíso-InstitutodeHistoria,2008), 55-75. [email protected]

artículo recibido:6 de enero de 2010;

aprobado: 21 de abril de 2010; modificado: 28 de abril de 2010.

Marco Antonio

LeónLeón

De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)

resumeN

A través de una reconstrucción documental y

bibliográfica se analiza la coexistencia de ideas,

creencias y prácticas que conciben el trabajo

corporal o premecánico, tanto como un cas-

tigo basado en la utilidad del trabajo forzado,

como una virtud, la cual es preciso incorporar

a las costumbres de la población mediante la

educación. Este artículo argumenta no sólo que

dichas visiones fueron paralelas, sino además

que en los inicios del proceso de independencia

chileno los planteamientos Egaña, Henríquez y en

particular el de Salas mostraron una nueva manera

de entender la educación para el trabajo como

algo interclasista, donde era posible conjugar el

intelecto y el esfuerzo físico en aras de una pro-

ductividad futura. Tal lógica, que podía llevar a una

redefinición social, fue descartada por los grupos

oligárquicos en el poder desde 1830, pues vieron

en ello un peligro a sus intereses.

paLaBras cLave

Historia social, trabajo, criminalización, educación

popular, bajo pueblo, Chile.

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Marco Antonio León León

De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850) Ï

iNtroduccióN

La consolidación del mestizaje racial y cultural, el fortalecimiento de la hacienda como núcleo generador de identidad y poder en las comarcas rurales, la paulatina construcción de nuevas villas, el mejoramiento de las ciudades y el aumento de los habitantes,entreotrosaspectosdelúltimosiglocolonial,fuerondefiniendolascarac-terísticas de Chile al momento de iniciar su emancipación1. Ya desde el siglo xviii, la implementación de varios aspectos de las Reformas Borbónicas (incentivo al pobla-miento en áreas urbanas, construcción y reparación de obras públicas, necesidad de mano de obra barata y numerosa) había implicado poder disponer de la fuerza de trabajo de una buena parte de los habitantes, til-dados de ociosos e improductivos, lo que se convirtió también en un tema recurrente para las autoridades de las primeras décadas republicanas. El problema delictivo detectado por gobernadores, corregidores y, después, subdelegados, comenzó a ser abordado desde una perspectiva centrada en la ocupación de presos, vagos y falsos mendigos que, mediante el trabajo forzado, mostraban su utilidad social. Así comenzó a tomar forma un discurso criminal que consideraba la improductividad un delito, pues el ocio era enten-dido como la motivación inicial de actividades que terminaban por alterar el orden social y la propiedad. Bajo tal óptica, los sectores popularesempezaronaserredefinidospor laautoridad,puessupobreza ya no se interpretó sólo como una condición o estado, sino como una etapa de la vida que podía superarse mediante alguna

1. Dichos procesos históricos han sido estudiados con más detalles en las siguientes obras: Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proletarios. Forma-ción y crisis de la sociedad popular chi-lena del siglo xix (Santiago: Ediciones SUR, 1985). Santiago Lorenzo, Origen de las ciudades chilenas. Las fundacio-nes del siglo xviii (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1986) y Alejandra Araya Espinoza, Ociosos, vagabundos y malen-tretenidos en Chile colonial (Santiago: diBam-Lom, 1999).

Ï Esta investigación es resultado del proyecto n. º 1080192, del Fondo NacionaldeDesarrolloCientíficoyTecnológico (foNdecyt) administrado por la Comisión Nacional de Investiga-ciónCientíficayTecnológicadeChile.

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De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)

actividad o trabajo2. Por ende, la pobreza pasaba ahora a ser vista como la consecuencia lógica de la falta de empeño y deseo labo-ral. Sólo quienes estaban impedidos física o mentalmente podían ser considerados sujetos dignos de recibir la caridad de la Iglesia, las autoridades y los particulares. Ésta fue la distinción establecida entre los verdaderos y falsos pobres.Si bien las sociedades americanas —novohispana y peruana

principalmente—recibierondemaneradistintamuchosdeestosplanteamientos, adecuándose los instructivos peninsulares a los intereses de las élites locales3, en un área periférica como Chile hubo en un principio bastante concordancia, al menos en el tema que nos preocupa. Las autoridades entendieron que el discurso criminalizadorteníaunfinprácticoqueconsistíaenjustificarelempleo de mano de obra barata en las obras públicas, redirigiendo el “trabajo para sí” a un “trabajo para otros”4. No obstante, tam-bién la obligación de asistir a los necesitados y de promover su educación intelectual y práctica en aras de un progresivo colec-tivo, encontró asidero en la realidad dieciochesca y en parte del siglo siguiente. De este modo, mientras para algunos la pobreza y los pobres se convirtieron en parte de un problema de policía (en función del orden y de la utilidad urbana), para otros la existencia de la pobreza y los pobres fueron síntomas de un problema moral y económico, superable con una buena orientación por parte de edu-cadores y de los dirigentes del país5.

El planteamiento que guía esta investigación es que en ambas formas de percibir este problema el trabajo ocupó un papel prepon-derante, ya sea como elemento regenerador de malas conductas, trasgresiones, faltas y delitos (utilidad), o como impulsor de un progresomaterialqueterminaríaporbeneficiaralcuerposocialensu conjunto (productividad). Por ende, la compulsión hacia el tra-bajo, si bien tuvo una pretensión de castigo y de reacción frente a

la peligrosidad de la plebe, fue vista además como algo que debía evo-lucionar para convertirse en una costumbre, un hábito que sólo era posible inculcar a través de una edu-cación dirigida hacia la producción6.

2. La bibliografía antes citada y la que se incluirá de aquí en adelante per-mite apreciar lo señalado. Algunos de estos argumentos se encuentran desarrollados en una investigación preliminar: Marco Antonio León, “Pobreza, pobres y sociedad en Chile. Desde el reformismo borbónico hasta la república conservadora (siglo xviii-1870)”, Anales del Instituto de Chile xxvi (2007): 137-206.

3. La problemática aquí abordada ha sido estudiada, para los escenarios históricos aludidos, por los trabajos deCharlesWalker,“Civilizeorcontrol?: The Lingering Impact of the Bourbon Urban Reforms”, en Political cultures in the Andes, 1750-1950, eds. Nils Jacobsen y Cristóbal Aljovín (Durham:DukeUniversityPress,2005), 74-95; Juan Carlos Estensoro, “La plebe ilustrada: el pueblo en las fronteras de la razón”, en Entre la retórica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en los Andes, siglo xviii,ed.CharlesWalker(Cusco:Centro de Estudios Regionales Andi-nos “Bartolomé de las Casas”, 1995), 257-277; Juan Pedro Viqueira Albán, Propriety and permissiveness in Bourbon Mexico (Wilmington: Scholarly Resources,1999);yPamelaVoekel,“Peeing on the Palace: Bodily Resis-tance to Bourbon Reforms in Mexico City”, Journal of Historical Sociology 5:2 (1992): 183-208.

4. Esa sería también una idea que estaría detrás del uso de la mano de obra popular. El desarrollo de este planteamiento en Trabajo, ocio y coac-ción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo xix, comps. Clara E. Lida y Sonia Pérez Toledo (México: uam-MiguelÁngelPorrúa,2001).

5. Marco Antonio León, “pobreza”: 137-206. Véase además Claudio Gutiérrez, Revolución y Contrarrevolución. Ideas y políticas sobre educación, ciencias y artes en Chile. 1800-1843 (Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Universidad arcis, 2009).

6. Michael C. Scardaville, “(Hapsburg) Law and (Bourbon) Order: State Authority, Popular Unrest and the Criminal Justice System in Bourbon Mexico City”, en Reconstructing Cri-minality in Latin America, eds. Carlos AguirreyRobertBuffington

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Marco Antonio León León

Mientras la primera forma de ver el tema estigmatizaba las conductas populares, la segunda tenía pretensiones más ambiciosas, tratando de integrar a ricos y pobres. No obstante, esta última propuesta terminó siendo desechada al cuestionar los intereses de la oligarquía que se consolidó en el poder desde 1830. De ahí el carácter clasista del plan-teamiento utilitario que, con altos y bajos, siguió vigente y retomó fuerza en la segunda mitad del siglo xix cuando se impulsó nuevamente la virtud del trabajo y la educación, ahora con el objetivo de consolidar un modelo de ciudadano obediente y disciplinado que pudiera insertarse con mejores “armas” en las exigencias de una economía capitalista.

1. eL discurso soBre La crimiNaLizacióN deL ocio

Hace algunos años, el historiador argentino Luis Alberto Romero, uno de los estu-diosos sobre la realidad chilena decimonónica, se refería a la “mirada horrorizada” que la élite de Santiago tenía hacia los sectores populares, situación posible de gene-ralizaraotrospuntosdelpaísyque,ensuopinión,cobrabaformadefinidahacialasdécadas de 1860 y 18707. Tal mirada no era nueva, como veremos, y descansaba en una serie de ideas, creencias, prejuicios y suposiciones que venían elaborándose y discu-tiéndose con más fuerza y precisión durante el siglo xviii.

Las autoridades del reino empezaron a desarrollar una política destinada a ase-gurar y consolidar un orden social que descansaba, en esencia, en la imposición de losmodelosdevidadelasélitesciudadanascriollas,queasuvezreflejabanlaspre-ocupaciones y temores de sus pares europeos. Entre ellos había ido cobrando fuerza la idea de que la ociosidad era la fuente de todos los vicios. Tal planteamiento encon-traba respaldo en las discusiones de los círculos intelectuales del Viejo Mundo, que desde incluso antes del siglo xvii habían comenzado a cuestionar nociones arraigadas como la de considerar a los pobres como seres desdichados merecedores de la caridad cristiana. Una nueva sensibilidad social los consideró más bien parte de un problema de policía, como sujetos que debían acatar el orden de una ciu-dad, una provincia o un estado, para evitar así la perturbación del orden en el espacio social. Ésta era una concepción que en rigor venía gestándose desde el Renacimiento y que terminaba por crear una visión renovada sobre la pobreza. Al decir de Michel Foucault, “[se] mostrará en el miserable a la vez un efecto de des-orden y obstáculo al orden [...] ya no se trata de exaltar la miseria en el gesto que la alivia, sino, sencillamente, de suprimirla”8. En esta línea de pensamiento, el trabajo se convertía en un ele-mento clave para hacer desaparecer dicha miseria, encontrándose

7. Luis Alberto Romero, “¿Cómo son los pobres? Miradas de la elite e identidad popular en Santiago de Chile hacia 1870”, Opciones 16 (mayo-agosto 1989): 55-79.

8. Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica, vol. i (México: Fondo de Cultura Económica, 1990), 92.

(SRBooks:Wilmington,2000),1-17.Carlos Aguirre, “Los irrecusables datos de la estadística del crimen: la construcción social del delito en la Lima de mediados del siglo xix”, en Carlos Aguirre, Denle duro que no siente. Poder y trasgresión en el Perú republicano (Lima, Fondo Editorial del Pedagógico de San Marcos, 2008), 115-138.

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una justificaciónparaobligar a losociosos ahacerusode su fuerza física,medioaceptable para despojarlos de su inutilidad9.

Así, la pobreza y los pobres fueron poco a poco criminalizados, estableciéndose diferencias entre los denominados “verdaderos pobres”, cuyos impedimentos para trabajar eran evidentes por lesiones, mutilaciones o problemas mentales, y aquellos que, pudiendo hacerlo, dedicaban su tiempo al ocio y no a una labor productiva10. De ahí que la ausencia de propiedad y trabajo era la consecuencia lógica de su inactivi-dad11. Sobre las prostitutas, las acusaciones no apuntaban tanto a su ociosidad, sino más bien al hecho de que su trabajo era una grave falta moral al ideal imperante de lo que debía ser una mujer, asociada con los espacios domésticos (la casa) y religiosos (el templo, el convento). Su honra era entonces la que estaba en juego, honra que por lo demás se proyectaba a su familia e hijos12. Para una sociedad que funcionaba

de acuerdo con una mentalidad corporativa, esto no era un deta-lle menor. Sin embargo, las consideraciones morales no estaban presentes sólo en la prostitución, pues la vagancia y la mendici-dad falsas eran objetivadas desde un punto de vista similar, lo que terminaba por catalogar a vagos y mendigos como seres viciosos y moralmentedeficientes13.

En el siglo xviii el discurso condenatorio de la ociosidad avala-ría las medidas para la compulsión al trabajo. Los ociosos eran los agentes del desorden, opuestos a la población útil o activa que se definíaporsuactividad,queseencontrabadebidamenteidentifi-cada, que ocupaba un lugar determinado en el espacio urbano y que, por ende, podía ser más fácil de controlar. Era evidente que el carácter itinerante de los habitantes en muchas áreas rurales y urbanas terminaba por incomodar a las autoridades y élites loca-les.Nadamáspreciado,entonces,queunasentamientodefinitivoque permitiera saber con claridad quién era quién y qué hacía con su vida. Si esta información era desconocida, no costaba mucho esfuerzo vincular a la ociosidad con faltas y delitos.

A medida que aumentó la población chilena durante el citado siglo, la gran propiedad (el latifundio) empezó a expulsar a sus excedentes humanos sin que la minería fuese capaz de emplear a la totalidad del contingente de desamparados. Desde entonces, el vagabundaje y el bandolerismo crecieron14. No requeridos por las haciendas y copados los puestos de trabajo en las minas, numero-sos individuos se allegarán a los poblados provocando desórdenes.

9. FernandoÁlvarez-Uría,Miserables y locos. Medicina mental y orden social en la España del siglo xix (Barcelona: Tusquets Editores, 1983), 21-63.

10. Marco Antonio León, Encierro y corrección. La configuración de un sistema de prisiones en Chile (1800-1911), tomo i (Santiago: Universidad Central de Chile, 2003), 79-88.

11. Marcela Aspell de Yanzi Ferreira, “La regulación jurídica de las formas de vida marginal en Indias”, Revista Chilena de Historia del Derecho (RChHD) 16 (1990-1991): 253-268.

12. Consuelo Figueroa, “El honor femenino: ideario colectivo y prác-tica cotidiana”, en Perfiles revelados. Historia de mujeres en Chile. Siglos xviii-xx, ed. Diana Veneros Ruiz-Tagle (Santiago: Editorial de la Universidad de Santiago, 1997), 65-90.

13. Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proletarios, 27.

14. Marcello Carmagnani, El salariado minero en Chile colonial. Su desarrollo en una sociedad provincial: El Norte Chico, 1690-1800 (Santiago: Universidad de Chile, 1963); Rolando Mellafe, “Latifundio y poder rural en Chile en los siglos xvii y xviii”, en Historia social de Chile y América, (Santiago: Editorial Universitaria, 1986), 80-114.

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Así se comprende que aumentaran las sospechas hacia todos aquellos que no tuvieran unaresidenciadefinida,puessuvidaerranteerainmediatamenteasociadaaldelitoyal desorden. Como bien lo describe Gabriel Salazar, las autoridades

“se vieron así enfrentadas a un problema que, de ser originariamente “moral”, se

había hecho luego “criminal”, para concluir planteando un desafío político: cómo

resolver el problema de una “super-población relativa” que, por su volumen y

desarrollo, aparentaba poseer una dinámica propia mayor que la del proceso de cam-

pesinización, que era por entonces el más grande “empleador” del país. Para ello, los

representantes de la corona española trataron de “reducir” las masas vagabundas

dentro de una red de villas campesinas”15.

El fiscal de Santiago, José Perfecto de Salas, indicaba en 1750que la política de poblaciones desarrollada hasta entonces no tenía grandes resultados, debido a la reticencia de los campesinos a esta-blecerse en las villas y ciudades. El motivo era que “después de haber mediado dos siglos de vida libre, con facultad de residir los morado-res donde han querido, apenas se ha podido conseguir que una de las cuatro partes de ellos se sujeten a vida civil”16. Tales resistencias eran apoyadas por algunos hacendados, deseosos de mantener su control sobreaquellapoblaciónflotantequecolaborabacuidandoganadoodesarrollando otras actividades esporádicas. Gobernadores y otros personeros creían que la propiedad y el trabajo acabarían paula-tinamente con aquellas conductas provocadoras de desórdenes sociales, pero no entregaban respuestas adecuadas para garantizar ni una propiedad ni un trabajo estable.

Por supuesto, este discurso no se circunscribía sólo a la zona central de Chile. En el norte minero, la situación no era muy dife-rente. Los bandos de buen gobierno, dictados para la ciudad de Copiapó entre 1743 y 1773, insistían en la imposición de un orden laboral para la población, orden que no debía ser alterado por “las pulperías abiertas a cualquier hora” o por el “grande concurso de gente baldía vagamunda y ociosa que ha venido y se halla al pre-sente en este valle”17. La aparición de burdeles y casas de juego era visto como la consecuencia obvia de la llegada de dichos ociosos y no como un síntoma propio de la sociedad y sociabilidad mineras. La ausencia de normas y vida regulada de mineros y peones pro-venía de su natural tendencia al ocio18,conductaquereflejabala

15. Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proletarios, 47. Sobre la situación del campesinado y sus formas de resistencia ante la dominación de los patrones, José Bengoa, El poder y la subordinación. Historia social de la agricultura chilena, tomo i (Santiago: Ediciones SUR, 1988), 57-74.

16. Reproducida en Ricardo Donoso, Un letrado del siglo xviii. El Doctor José Perfecto de Salas, tomo i (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1963), 111.

17. Archivo Nacional de Chile (ANCh), Fondo Varios, vol. 342. Registro de bandos publicados para el buen gobierno de la villa de Copiapó desde 1743 a 1773. El Bando citado es el del 17 de agosto de 1743, fj. 7.

18. Milton Godoy Orellana, “Minería y sociabilidad popular en la Placilla de La Ligua, 1740-1800”, Valles. Revista de Estudios Regionales 4 (1998): 90-94. Pedro Burgos Bravo, “Violencia en el Norte Chico: Los delitos de homicidio y de lesiones en la villa de San Felipe el Real y en el asiento de minas de Petorca (1750-1800)” (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad de Chile, 1995). Jorge Pinto, “La violencia en el corregimiento de Coquimbo durante el siglo xviii”, Cuadernos de Historia 8 (diciembre de 1988): 82.

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falta de capacidad intelectual, condición considerada atávica. Un diputado de minas de Petorca, expresaba bastante bien estas ideas en 1800, al indicar que “los individuos de que se compone la minería del Reino de Chile son de muy limitadas facultades, y la mayor parte de una consumada pobreza”19. Aunque pueda parecer un comentario ais-lado,reflejasindudaunapercepciónqueiríacobrandofuerzaconelpasodelosaños.

Más al sur, en la Araucanía, al igual que en otras áreas del país, el temor de las auto-ridades frente a las acciones de forajidos, cuatreros e indígenas en armas terminaba por crear un clima de inseguridad e incertidumbre, aparte de reforzar la imagen de

estos grupos como seres incivilizados o bárbaros20. En el archipié-lago de Chiloé, en tanto, los juicios de los gobernadores respecto del grueso de la población no eran muy diferentes de lo ya visto, puescalificativosdespectivoscomolosdeocioso,incultoysupers-ticioso se usaban para denotar la carencia de buenas costumbres, aparte de la falta de intelecto y tendencia al mal21.

Si la ociosidad era vista como la principal causa de los delitos, la peligrosidad que se derivaba de quienes los cometían también era algo aceptado sin gran discusión. Un año clave en este punto fue 1758, pues el gobernador Manuel de Amat y Juniet no sólo propuso a la Real Audiencia de Santiago, frente al aumento de la criminali-dad, la conveniencia de dividir el tribunal en dos salas, una para los juicios civiles y otra para los criminales22, sino que además debió hacer frente a la sublevación de los presos de la cárcel de Santiago, enseptiembrede1758,loquereafirmabalosprejuicioscitadosyjustificabanuevasformasderepresiónycontrol.Éstefueelorigende la Compañía de Dragones en 1760, un cuerpo policial con carác-ter militar destinado a “contener los desórdenes del populacho”23. Ambos episodios muestran un reacomodamiento de las políticas disciplinarias, encauzadas ya no sólo a castigar físicamente, sino también a perfeccionar la administración de justicia y los cuer-pos del orden, en la medida que se valoraba cada vez más el uso demanodeobrabarata yfiscalizable.Amat y laRealAudienciaestaban de acuerdo en que los vicios de la plebe podían y debían ser corregidos. Ahí cobraba sentido la compulsión al trabajo como remedio al ocio, más aún cuando en esa coyuntura se llevaban a cabo diversas construcciones especialmente en Santiago. El jesuita Miguel de Olivares retrataba bastante bien en su Historia militar, civil y sagrada del Reino de Chileestacoyuntura,alafirmarqueelocioera:

19. Informe del diputado de minas de Petorca, 1800. Citado por Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proleta-rios, 176. El destacado es nuestro.

20. Las miradas prejuiciadas hacia la Araucanía y sus habitantes son de antigua data. Un buen recuento de ellas se encuentra en Holdenis Casanova, “La Araucanía colonial: Discursos, imágenes y estereotipos (1550-1800)”, en Del discurso colonial al Pro indigenismo. Ensayos de historia latinoamericana, ed. Jorge Pinto (Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera, 1998), 43-84.

21. Rodolfo Urbina Burgos, Gobierno y sociedad en Chiloé colonial (Valparaíso: Universidad de Playa Ancha, 1998), 71-73.

22. ANCh, Real Audiencia, vol. 2801, pieza 129. Consulta del señor Presidente Manuel Amat y Juniet a la Real Audiencia de Santiago sobre la división de salas para la vista de juicios civiles y criminales, mayo-junio de 1758. Dicha propuesta sería finalmenterechazada.

23. ANCh, Capitanía General, vol. 723, fj. 225. Real Orden de 12 de octubre de 1760, aprobando la creación de la Compañía de Dragones. La frase citada es de Vicente Carvallo y Goye-neche, Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile, 1796. Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, tomo ix, (Santiago: Imprenta El Ferrocarril, 1875), 298.

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“…tan perjudicial a la vida civil como a la cristiana, antes con bella alternativa se

suceden y causan la virtud al trabajo, i el trabajo a la virtud i mas en la jente de baja

esfera criada sin educación, acostumbrada al libertinaje que no conoce ni es conocida

de los jueces de los partidos, oculta en su misma pequeñez, es lamentable el ocio

i mas los vicios que nacen de el. De esta jente no será exageración afirmar que la

mayor parte se mantiene del hurto y que habrá en todo el reino

mas de doce mil que no tienen otro oficio ni ejercicio [...] Hai en

estos reinos muchísimos de estos vagantes que no se sabe de

donde pueden sacar los menores medios para subsistir, porque

no se les ve el fondo de bienes sobre el haz de la tierra, ni

alguna loable industria o trabajo”24.

Abundan las referencias sobre el trato aleccionador, mediante la severidad y los trabajos forzados, que merecían los falsos pobres, situaciónque sehizobastante comúnen las décadasfinales delsiglo25. La figura del corregidor LuisManuel de Zañartu se hizocélebre no sólo por desarrollar labores para mejorar la conduc-ción de agua desde la quebrada de San Ramón, la construcción de nuevos tajamares en el río Mapocho, de refugios en el camino de Uspallata y del puente de Cal y Canto, sino además por ser uno de los principales impulsores del trabajo forzado. Las menciona-das obras, que tomaron lugar entre los años 1762 y 1780, buscaron utilizar la mano de obra disponible en cárceles y presidios, además de los vagabundos y falsos mendigos que fuesen aprehendidos en la vía pública y que se consideraba que estaban en condiciones de realizar esfuerzos físicos. Esta pena “fue considerada un castigo social, que recaía sobre toda la sociedad plebe”, es por eso que se realizaba en una obra pública y de día, para que fuera observado por toda la comunidad. El castigo se transformaba en la “correc-ción del delito”, mediante el trabajo, considerado “una virtud de los hombres de bien y un precepto cristiano”26. De ahí que se gene-ralizara su uso y que fuera implementado en otros lugares del país como en la Plaza y Presidio de Valdivia27.

La persecución a los juegos como variantes del ocio, o “mal-entretenimientos”, se explica porque fueron considerados la antesala de disputas, peleas y hasta asesinatos debido a las apues-tas y el exceso de alcohol. En 1768 el gobernador Antonio de Guill

24. Miguel de Olivares S. I. Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del Reino de Chile. Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, tomo v (Santiago: Imprenta El Ferrocarril, 1864), 82-83.

25. El estudio más completo sobre este problema desde la perspectiva que nos interesa, la criminalización de las conductas improductivas del bajo pueblo, puede revisarse en la interesante tesis de Loreto Orellana Sánchez, “Trabajar a ración y sin sueldo. Elite, bajo pueblo y trabajo forzado en Chile colonial, 1770-1810” (Tesis para optar al grado de Licen-ciado en Historia, Universidad de Chile, 2000). Desde una perspectiva más bien jurídica, el tema es abor-dado por Javier Barrientos Grandón, “El Juzgado de reos rematados del Reino de Chile (1781-1805)”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos (rehJ) xxii (2000): 117-167. Renato Gazmuri, “La elite ante el surgimiento de la plebe. Discurso ilustrado y sujeción social en Santiago de Chile, 1750-1810” (Tesis deLicenciaturaenHistoria,PontificiaUniversidad Católica de Chile, 2002).

26. Loreto Orellana Sánchez, Trabajar a ración, 7.

27. Pedro Usauro Martínez de Ber-nabé, La verdad en campaña. Relación histórica de la Plaza, Puerto y Presidio de Valdivia dedicada a Don Ambrosio de Benavides, Capitán General y Gobernador del Reino de Chile, año de 1782. ANCh, Fondo Varios, vol. 307, fjs. 10v-11. En el caso de los mapuches apresados, un acuerdo logrado en el Parlamento de Negrete en 1771 prohibió su empleo en este tipo de trabajos.

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y Gonzaga prohibió las “carreras de patos” en Santiago28, una modalidad hípica que se llevaba cabo en honor a San Juan donde, junto con embriagarse, las personas corrían desaforadamente por las calles atropellado a los espectadores. Años después, en 1773, el gobernador Agustín de Jáuregui consideró a las canchas de bolas como “la causa manifiestadequelagentedetrabajonoseentretengasinoenjuegos”,mientraselsubdelegadodeRancaguaen1796expresabaunaopiniónsimilaralafirmarquesetra-taba de “lugares en donde ordinariamente reinan todos los pecados”29. El nexo entre ocio e inmoralidad quedaba claro. Éstos son sólo algunos ejemplos de una sistemática reglamentación de la vida cotidiana, y en particular de la sociabilidad de los sectores populares, que se llevó a cabo con mayor fuerza durante la segunda mitad del último siglo colonial30.

Mientras las medidas hacia los pobres “verdaderos” insistían en la caridad y en la necesidad de mejorar instituciones asistenciales como el Hospicio de Santiago, creado en 1802, las percepciones sobre los pobres “falsos” no harán más que volver

a ideas ya esgrimidas: su peligrosidad y utilidad. Comentarios como el del subdelegado de Rancagua en 1789, al indicar que el “orgullo y la insolencia de la plebe es incontenible en sus des-órdenes”31, o del Cabildo de Santiago a principios del siglo xix, diciendo quela plebe era “naturalmente inclinada a toda clase de vicios y de delitos”32, serán recurrentes. Y es que insistir en lapeligrosidadteníaobviamenteunajustificaciónpráctica.Ellopermitía endurecer la legislación penal que, por lo demás, enfa-tizaba cada vez más las penas de prisión, privación que era la antesala del empleo de los reos y la población tildada de ociosa en las obras públicas33. ¿Cómosepodíamodificaresteescenario?Dándoleunanueva

dirección al trabajo, no asimilándolo sólo a un castigo forzado, sino inculcándolo en el resto de los sectores populares como una costumbre más. Ese sería el mejor remedio frente a la proliferación de los delitos y otros males, tal como lo expresaba vehemente-mente Juan Martínez de Rozas, futuro miembro de la primera Junta Nacional de Gobierno, en un informe fechado en 1804, al indicar que

“la falta cuasi absoluta de la educación pública y privada de

la juventud, la imitación y mal ejemplo de los vicios y usos

bárbaros de los indios araucanos que tratan con frecuencia, la

falta de ocupación y medios de adquirir la subsistencia para los

28. ANCh, Fondo Varios, vol. 321. Bando del gobernador Antonio de Guill y Gonzaga sobre corridas de patos, Santiago, 21 de junio de 1768, fjs. 99-99v.

29. Extracto de Bando de Buen Gobierno del gobernador Agustín de Jáuregui, Santiago, 1773, en ANCh, Capitanía General, vol. 688, fj. 323v. Carta del subdelegado de Rancagua al gobernador, diciembre de 1796, fj. 321.

30. Isabel Cruz, La fiesta. Metamorfosis de lo cotidiano (Santiago: Ediciones Uni-versidad Católica de Chile, 1995); Leo-nardo León Solís, “Reglamentando la vida cotidiana en Chile colonial, 1760-1768”, Valles. Revista de Estudios Regionales 4 (1998): 65-66.

31. ANCh, Capitanía General, vol. 546, pieza 6. Carta del subdelegado de Rancagua al gobernador del reino Ambrosio O´Higgins, Rancagua, 26 de julio de 1789. El destacado es nuestro.

32. Acta del Cabildo de Santiago de 27 de noviembre de 1805, en Actas del Cabildo de Santiago, tomo xxxvi, pág. 150.

33. Marco Antonio León, Encierro y corrección, tomo i, 109-111.

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que roban por necesidad, que son los menos, y la impunidad y falta de escarmiento

con los que delinquen, por la criminal negligencia de los subdelegados y jueces en

perseguirlos y procesarlos”34.

Tal juicio refleja una estrategia educativa que trataría de llevarse a cabo en los años siguientes.

2. La dimeNsióN redeNtora deL traBaJo y La educacióN

Hacia fines del siglo xviii, personajes de espíritu filantrópico comoManuel deSalas, José de Cos Iriberri y Anselmo de la Cruz, pensaban que era posible armo-nizar la riqueza natural de Chile activando su producción agrícola, industrial y comercial, para así poder contrarrestar la miseria de gran parte de sus habitantes35. Más que reiterar juicios despectivos sobre la población, estos auto-res describían su miseria material y espiritual para luego realizar un diagnóstico y plantear posibles soluciones, confiando en lascapacidades y voluntad del bajo pueblo para superarse. Era una forma de entender el problema criminal a partir de explicaciones basadas en consideraciones sociales y no sólo morales, a diferen-cia del discurso sobre el ocio. De hecho, Manuel de Salas fue uno de los primeros en Chile en analizar los vínculos entre la pobla-ción, el trabajo y la educación. En su Representación al Ministerio de Hacienda, argumentaba que

“no es desidia la que domina; es la falta de ocupación que

los hace [a los pobres] desidiosos por necesidad; a algunos la

mayor parte del año que cesan los trabajos, y a otros el más

tiempo de su vida que no lo hallan. Si como quieren persua-

dirse algunos indolentes políticos, la agricultura y minas fuesen

bastante ocupación para todos, no esperarían a que se les

advirtiese, la necesidad y esperanza los llevaría por la mano”36.

Mientras, para Cos de Iriberri, “los diarios robos, la embriaguez habitual, los continuos asesi-

natos, la prodigiosa multitud de delincuentes de que rebosan

las cárceles y presidios, la forzosa impunidad de muchos deli-

tos y la frecuencia de los castigos públicos, son un testimonio

irrefragable de esta triste verdad. En vano atribuiremos parte

de estos males a fiereza de los habitantes, ni a su indolencia la

34. Copia del informe de don Juan Martínez de Rozas, asesor de la Intendencia de Concepción, sobre el estado político de la Provincia y los medios de extirpar la plaga de vagos, ladrones, etc., que la infestan, año 1804. Publicado por María Teresa Cobos, “La institución del juez de campo en el reino de Chile durante el siglo xviii”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos V (1980): 155.

35. Algunos han sido muy críticos en cuanto a las posturas de estos ilustra-dos chilenos. En la opinión de Sergio Villalobos: “Salas, Cos Iriberri o Cruz, se habían detenido a considerar el estado del bajo pueblo, sin la menor esperanza, a sabiendas que clamaban en el desierto”. Sergio Villalobos, “El bajo pueblo en el pensamiento de los precursores de 1810”, en Estructura social de Chile, ed. Hernán Godoy (Santiago: Editorial Universitaria, 1971), 138.

36. “Representación al Ministerio de Hacienda hecha por el señor Manuel de Salas, síndico de este Real Consulado, sobre el estado de la agricultura, industria y comercio de este Reino de Chile”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y la Hacienda Pública de Chile, tomo iii (Madrid: Editorial Reus, 1929), 152-153.

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otra parte. La pobreza, la falta de recursos, es la verdadera madre que les da a luz,

los cría y los fomenta”37.

La postura de ambos indica que no siempre era necesaria la compulsión al trabajo, pues de su diagnóstico se desprende que existía en los sectores populares una necesi-dad concreta para trabajar, el jornal o salario, cobrando así el trabajo físico un rol clave en el mantenimiento de una parte de la población. Pero era preciso incentivar el tra-bajo como algo constante, no sólo como un requerimiento coyuntural vinculado a las obras públicas, tarea para lo cual era preciso educar, convirtiendo al trabajo en una cos-tumbre (integrándolo a la cultura) y en un hábito (integrándolo a la rutina). Para lograr lo señalado, se debía primero concebir como parte relevante de la riqueza de un país su disponibilidaddepoblación,quedebíasersignificativayestardebidamenteocupada.Ésta era la imagen de una sociedad reordenada según el principio del trabajo productivo.

El tema educativo buscó ser implementado a través de iniciativas como las sociedades económicas de amigos del país, establecidas desde 1775 en España con bastante éxito38, planteada por el secretario del tribunal del Consulado, Anselmo de la Cruz en 1807. A través de estas instituciones se buscaba el fomento de la edu-cación popular, una instancia que pretendía reconducir conductas e incentivar las virtudes de la instrucción para el trabajo. Se veía en el trabajo productivo una forma objetiva de ocupación que era capaz de generar riqueza nacional. Por ende, unasociedadocupadaeradefinidadesdeelcriteriodeltrabajoproductivo,apare-ciendo como la única forma objetiva de ordenamiento de la sociedad congruente con el fomento de la riqueza y prosperidad. Al parecer de Anselmo de la Cruz, debía entregarseplena confianzaa la enseñanza comobasedelprogresode lavidaen

sociedad, progreso que requería un orden social y político para desarrollarse a cabalidad:

“[…] he comprendido que el medio más conducente de con-

tener los desórdenes y de que se pueda dar algún fomento a

la agricultura, industria, comercio y artes del reino, sea el de

proporcionar la educación popular a la porción ignorante, espe-

cífico, inmediatamente contrario a la barbarie y a la desidia;

que cultiva el talento, que dispone al individuo a conocerse a sí

mismo, la existencia de un Dios, de una Providencia, la inmor-

talidad del alma, la de una vida futura, los fundamentos de la

verdadera creencia, las relaciones sociales y las familiares con

que se forma al útil ciudadano”39.

37. “Tercera memoria leída por el Secretario de propiedad, don José de Cos Iriberri, en junta de posesión de 30 de septiembre de 1799”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización, tomo iii, 263.

38. Ricardo Levene, El mundo de las ideas y la revolución hispanoamericana de 1810 (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1956), cap. iii.

39. “Sobre la educación popular. Memoria leída en la junta de posesión que celebró el consulado de Chile en 13 de enero de 1808”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización, tomo III, 393.

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Al principio, el objetivo de la creación de riqueza correspondía la reorganización de la sociedad según una estructura ocupacional que garantizara su capacidad pro-ductiva.Talesideas,reflejodepreocupacioneseuropeas40, eran propicias no sólo para mejorar las condiciones de miseria del bajo pueblo, sino también para reeducar a los individuos tildados de peligrosos: “[…] se meditará el que a los vagos se ocupen en la labranza de los terrenos eriazos y travesías para que sean regables y útiles a ellos mismos por la crianza de aves y animales a que se deben dedicar”41.

Los llamados a establecer una educación popular deben ser analizados con cuidado, pues muchas veces no fueron más que ejercicios retóricos, aunque se aprecia un grado mayor de conven-cimiento en personajes como el ya citado Manuel de Salas, Juan Egaña y Camilo Henríquez, protagonistas del proceso de emanci-pación chileno y del ideario que le dio legitimidad y respaldo en sus primeros años42. Uno de los puntos de diferencia que se logra des-prender de sus análisis es que dicha educación popular vinculada a lo productivo tímidamente se va ampliando en sus consideracio-nes hasta involucrar a la población en su conjunto y no sólo al bajo pueblo. De ellos, quien estableció el vínculo más directo entre la productividad y la educación fue nuevamente Salas, gestor del pri-mer establecimiento de carácter técnico en Chile, la Academia de San Luis (1797), cuyos planteamientos en esta materia son explíci-toshastafinesdeladécadade1820.Laconcepcióndelaeducaciónasociada a la producción generaba un problema y un desafío para la época, pues detrás de ella había una clara noción de nivelación social, ya que dicha educación, se decía, debía favorecer tanto a los hacendados como a la plebe. Así se desprende de su exposición presentada al consulado, en 180543. Esto no era extraño. La nueva distinción entre clases productivas e improductivas ponía en cir-culación un criterio de diferenciación social bien distinto del que articulabalaestratificacióndelasociedadjerárquicaestamental.Eltrabajodesempeñabaaquíunpapelrelevanteenlaconfigura-cióndeunaestratificaciónalternativaycríticaenlaqueelhonorde los estados claudicaba ante la utilidad de las clases44.

En los tres personajes aludidos se ve una preocupación sin-cera porque la educación tenga una dimensión práctica, útil para el progreso del país, donde las artes (industria) y las ciencias se encuentren entrelazadas. Pero esta forma de concebir la enseñanza,

40. Fernando Díez, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo (Barcelona: Ediciones Península, 2001).

41. “Cuarta memoria sobre una visita general ecónomo-política leída por el secretario don Anselmo de la Cruz en junta de posesión celebrada en 12 de enero de 1810”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica, tomo iii, 421.

42. Unperfildeestospersonajesenlos siguientes trabajos: Manuel de salas, Escritos de don Manuel de Salas y documentos relativos a él y su familia, 3 tomos (Santiago: Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1910-14); Raúl Silva Castro, Bibliografía de don Juan Egaña. 1768-1836 (Santiago: Imprenta Universitaria, 1949) y los Escritos políticos de Camilo Henríquez (Santiago: Ediciones de la Universi-dad de Chile, 1960).

43. Manuel de salas, Escritos, tomo i, 250-259.

44. Fernando Díez, Utilidad, deseo y vir-tud,42.Queestaredefinicióndeltra-bajo implicase un término paulatino de los privilegios era algo ya notorio desdefinesdelsigloxviii, cuando una real cédula sobre la “honradez de losoficios”indicabaque“nosóloeloficiodecurtidor,sinotambiéntodaslasdemásartesyoficiosdeherrero,sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo son: que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona de que los ejerce ni la inhabilita para obtener los puestos municipales de la República en que los ejercite”. Ricardo Levene, El mundo de las ideas, 67.

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en la que Chile debía ser “un gran colegio de artes y ciencias”, al decir de Juan Egaña en su plan de gobierno para 181045, no tuvo mayores consecuencias. Camilo Henríquez también era partidario de que la “población siga entre nosotros los progresos de las luces, de la agricultura, de la industria y de la política”46, dándole valor al trabajo físico e intelectual en un mismo plano. Por ello la instrucción, la ilustración, “necesita de apoyos para sostenerse. Los encontró desde luego en el estudio de las ciencias exactas, ciencias que acostumbran el entendimiento al método, a buscar la demostración, y que le comunican solidez y profundidad. Ellas se hicieron el poderoso instrumento de la razón humana, y la admiración y delicia de los grandes genios”47. Siguiendo este derrotero, Henríquez insistirá después, en un artículo de prensa atribuido a él, sobre la necesidad de implementar las antes citadas sociedades económicas48, cuya existencia esfinalmenteaprobadaporelSenadochilenoenenerode1813.Perotalessociedadesno dieron mayores resultados, tanto por la falta de coordinación entre sus miembros como por la incomprensión hacia una forma distinta de concebir el trabajo y las acti-vidadesligadasaél.Unnuevoesfuerzoporreconstituirlas,en1821,confirmalodicho:

“Que la causa general de este desorden político proviene en gran parte de la igno-

rancia y de la falta de estímulo que los ciudadanos de todas las clases y condiciones

necesitan para esforzar el ingenio y aplicar los brazos a las tareas que pueden pro-

porcionarles su propio bien y contribuir al de los demás; pero que los naturales del

Estado sólo necesitan de buenos guías que les señalen el camino de la felicidad y

aparten de él los obstáculos que puedan entorpecer su marcha”49.

La búsqueda de esta educación de cobertura más generalizada y ligada a las necesidades productivas del país es la que encuentra resistencia a partir de la década de 1820, en especial por quienes, como la aristocracia y la Iglesia, concebían la educación no como una actividad laboral con proyección futura, sino como una mera contemplación intelectual. La utilidad volvía a imponerse como algo coyuntural y clasista (asociada a lo popular), y no como un bien para el cuerpo social en su globalidad, tal como se había soste-nido desde el siglo anterior50.

Transformar las costumbres y crear hábitos requería igualmente de tiempo. Las propuestas para mejorar la condición de las clases populares y su “incultura”, pudiendo modelar así sus conductas y costumbres,seplantearonenformamásacentuadadesdefinalesde la centuria dieciochesca. En 1797 el cabildo santiaguino había apoyadolamociónparaqueseenseñaraunoficioamuchachosde

45. Citado por Raúl Silva Castro, Fun-dación del Instituto Nacional (1810-1813) (Santiago: Imprenta Universitaria, 1953), 5.

46. La Aurora de Chile, Santiago, 27 de febrero de 1812.

47. La Aurora de Chile, Santiago, 7 de mayo de 1812.

48. La Aurora de Chile, Santiago, 16 de julio de 1812.

49. Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 446. El destacado es nuestro.

50. A estas conclusiones llega la inte-resante y contundente investigación de Claudio Gutiérrez antes citada: Revolución y Contrarrevolución.

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escasos recursos, pues sólo de este modo “podría disminuirse el número de pordio-serosypobresfingidos[…]cercenandoestasdosclasesdepobres,losquerestansonmuy pocos, y aunque las limosnas sean cortas podrán mantenerse, algunos del todo, como los ancianos, achacosos o inactivos absolutamente por cualquier caso”51. Sin embargo, no hubo mayores respuestas debido a la falta de presupuesto. En todo caso, se mantuvo la idea de que era preciso asociar a ciertas instituciones con la actividad laboral, como ocurrió con las cárceles, dejando a los asilos u hospicios el cuidado de los incapacitados, aunque ello no implicaba que el discurso sobre el trabajo como una virtud enseñable estuviese ausente.

Era frecuente que llegaran a Santiago comunicaciones sobre el pésimo estado de los penales, pero nadie solicitaba la creación de hospicios, lo que hablaba de la abun-dancia de falsos pobres y de la invisibilidad de los verdaderos. A juicio de Manuel de Salas, era necesario cambiar este escenario promoviendo una nueva actitud, como lo indicaba en su introducción al Oficio de la Diputación del Hospicio al gobernador Luis Muñoz de Guzmán (1804):

“[…] sólo los trabajos sedentarios y perennes llenaron unos vacíos que trastornaban

las sociedades, disminuyeron los cultivadores y criaron consumidores de los frutos

que antes embarazaban; tuvieron sobrantes con que cambiar los de otras partes;

tuvieron nuevas necesidades que satisfacer; tuvieron esperanzas, costumbres, vir-

tud, educación; y se acabaron la mendiguez y la indigencia”52.

Pero no era fácil inculcar la idea de que el trabajo tenía la capacidad de transformar las condiciones de vida, en especial de los más pobres. Al producirse la crecida del río Mapocho en 1827, que devastaría las poblaciones de Guangualí y El Carmen, se pro-pondríacomosoluciónlacreacióndeunavillaenSanBernardoconelfindetrasladarallíalosdamnificados.Taliniciativa,sinembargo,haríasurgirnumerosasdudassobreel éxito de la medida, pues al entender de Salas

“no habría sido difícil con un pequeño socorro restablecer su

pérdida a las familias industriosas y trabajadoras, pero era

empresa ardua infundir estas virtudes a los miserables aco-

gidos, sin costumbres ni ocupación. Se los ha mirado siempre

como un semillero funesto de la inmoralidad: el laberinto de

sus habitaciones los ha sustraído a la vigilancia del magis-

trado, y los delincuentes han encontrado allí siempre su

asilo. Era preciso, pues, enseñarles el trabajo, acostumbrar-

los a él y colocarlos en un lugar donde pudiesen olvidar sus

antiguos hábitos”53.

51. Acta del Cabildo de Santiago de 22 de agosto de 1797, en Actas del Cabildo de Santiago, tomo XXXVI, 32.

52. “OficiodelaDiputacióndelHospicioal Excmo. señor don Luis Muñoz de Guzmán, gobernador y capitán general del Reino, en que se proponen medidas para arbitrar recursos con que sostener el establecimiento”, en Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 320.

53. Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 380.

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Como se ve, aún se entrelazaban contenidos y mensajes heterogéneos al momento de visualizar la capacidad productiva y de trabajo del bajo pueblo. Elhospiciojustificabasuexistenciasóloparaunospocos,peroparaelrestolaedu-

cación podía y debía ser el “principio de la felicidad del pueblo”. A pesar de estas buenas intenciones, que revelaban una mirada más humana al mundo popular y evitaban su criminalización, fueron las visiones utilitaristas las que terminaron por imponerse.Éstascomprendieronquelacalificaciónnegativadelasconductasdelosgrupos populares, en lo moral y lo político, terminaban por legitimar las acciones represivas frente al resto de la sociedad.

Los vicios y pecados reiterados en bandos de buen gobierno y otros documentos oficialesseconvirtieronenlajustificaciónparainsistirenelusodeltrabajoforzadocomounainstanciadecastigoejemplificador.Sinembargo,hubounaexcepciónaestepanorama en la Casa de Recogidas, correccional femenina de origen colonial (1723) que desde temprano incorporó el trabajo en talleres a sus dependencias, asumiendo el desarrollo de una actividad no como un castigo, sino como un medio de rehabilitación. Para 1796 ya contaba con telares, y en 1816 el regidor Rafael Beltrán y su socio Pedro

Antonio Casanova propusieron establecer una fábrica de tejidos de lana y cáñamo, empleando mano de obra de esta institución54.

Durante los inicios del proceso emancipador en Chile (1810-1817) y después de él, en la etapa de construcción del Estado y de invención de la nación republicana (1817-1830)55, se presentaron algunos debates sobre el sentido de la reclusión femenina, aso-ciada ahora a la Casa de Corrección de mujeres, como había pasado a llamarse el recinto desde la década de 1820. En gran medida las discusionessobreestetemareflejaban,condécadasdedesfase,elprogramadereformayfilantropíadesarrolladoenEuropadesdeel siglo anterior, que incluía no sólo a los recintos penales, sino además a aquellas instituciones que prestaban un servicio social (hospitales, casas de huérfanos, asilos, casas de desamparados, etc.). Chile no fue ajeno a este proceso y por ello a los cambios ges-tados afines del período colonial, se sumaron en el siglo xix las ideasreformistasdequienesdeseabanmodificarelcarácterdelosestablecimientos de reclusión56. Dichas ideas serán también las que desde 1840, con mayor meditación y sentido práctico, estarán pre-sentesenlaconfiguracióndelrégimenpenitenciario.Lacostumbrehaciael trabajodisciplinadoyfiscalizadodebía

forjarse e instalarse en las actividades de la población popular y

54. ANCh, Fondo José Ignacio Víctor Eyza-guirre, vol. 28, pieza 71, fj. 265. ANCh, Fondo Antiguo, vol. 23, pieza 26, fj. 336. No hemos encontrado mayores referencias sobre el futuro de este proyecto fabril.

55. El período referido puede ser abor-dado a través de los trabajos de Ser-gio Villalobos, Tradición y reforma en 1810 (Santiago: Universidad de Chile, 1961); Simon Collier, Ideas y política de la Independencia chilena. 1808-1833 (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1977); Julio Heise, Años de formación y aprendizaje políticos. 1810/1833 (San-tiago: Editorial Universitaria, 1978); Alfredo Jocelyn-Holt, La Independen-cia de Chile (Madrid: Mapfre, 1992); Leonardo León, “Reclutas forzados y desertores de la Patria: El bajo pueblo chileno en la guerra de la Indepen-dencia, 1810-1814”, Historia 35 (2002): 251-297; Gabriel Salazar, Construcción de Estado en Chile. 1800-1837 (Santiago: Editorial Sudamericana, 2005).

56. Marco Antonio León León, Encierro y corrección, tomo ii, Caps. v y vi.

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en el discurso de las autoridades. Después de un cierre momentáneo, la correccio-nal femenina fue reabierta en 1823 gracias a la insistencia del ya citado Manuel de Salas57, quien redactó su primer reglamento, dándole el nombre de Casa de Labor y Aprendizaje58. Aquí el concepto de trabajo implicaba una clara referencia al género, pues se hablaba de labores de tejido o hilado que constituían, en muchos casos, una extensión de las actividades desarrolladas por las mujeres en sus hogares, por lo nor-mal no encaminadas a generar productos para un mercado mayor. Esta situación se explicaba por las diferencias sexuales que se producían en la asignación de las labo-res, pues la naturaleza femenina determinaba el lugar, el rol y las tareas de la mujer, asociándosele con la “aguja y la costura”. La idea era lograr que a través de su vin-culación con las actividades productivas se obtuviera una utilidad del trabajo de las reclusas. Esta convicción fue asumida por algunos particulares como Joaquín Morel, Nicolás Vigor y Guillermo Porte (entre 1823 y 1824), Santiago Heitz (1833) y Santiago Mardones (1845). Todo con el propósito, según un documento de época, de “para que [la Casa] sea un destino a los delincuentes, y una escuela de labores utiles que inspiren amor a las ocupaciones fabriles i a la virtud [...]”59.

Aunque estas propuestas estuvieron encaminadas a crear una nuevadisciplinadetrabajoyaautofinanciarlacasa,dichaexpe-riencia no se tradujo en un progreso para el establecimiento. Fueron normales en los años venideros las críticas hacia la administración y el mal estado de las dependencias, además de problemas como la falta de vigilancia hacia la población reclusa y el elevado número de fugas. Otro inconveniente fue el deterioro del recinto, que a pesar del compromiso de los empresarios para arreglar las murallas, tejados y dependencias, no se materializó nunca de modo eficiente. En tales circunstancias, el manteni-miento del recinto debió seguir a cargo de la Municipalidad de Santiago, que sólo se vio librada de destinar parte de su presu-puesto en aquellos efímeros intentos por establecer talleres y desde 1864 en adelante, cuando la congregación del Buen Pastor asumió la dirección de la correccional. El uso de operarios baratos y los mínimos costos siguieron vigentes como criterios para con-tinuar con la experiencia de los talleres carcelarios, tanto en la Penitenciaría de Santiago (1843) como en el resto de los recintos penales, al extenderse la idea de la redención personal a través del trabajo (1846)60. La mala infraestructura y la carencia de medios, rutinas y costumbres productivas para asumir una educación

57. Valentín Letelier (comp.), Sesiones de los Cuerpos Legislativos (scL), tomo vii, 18 de junio de 1823 (Santiago: Imprenta Cervantes, 1887), 211. SCL, tomo viii, 26 de agosto de 1823, 64. ANCh, Ministerio del Interior, 1818-1830, vol. 45. Informe de Manuel de Salas, Santiago, 28 de junio de 1824.

58. “Reglamento de la Casa de Labor y Aprendizaje”, en Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 386-390. Un estudio de conjunto en el trabajo de Patricia Peña González, “La Casa de Corrección de Mujeres: Una ‘unidad de producción’”, en Mujeres ausentes, miradas presentes. IV Jornadas de inves-tigación en Historia de la Mujer, comps. Patricia Peña y Paulina Zamorano (Santiago: Universidad de Chile, 2001), 109-132.

59. ANCh, Ministerio de Justicia. Expe-dientes particulares, 1823-1838, vol. 1. Carta de Joaquín Morel, Nicolás Vigor y Guillermo Porte al Gobierno, San-tiago, 25 de septiembre de 1823.

60. Marco Antonio León León, Encierro y corrección, tomo ii, Cap. v.

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para el trabajo conspiraban para evitar que penetrara con plenitud, al decir de E. P. Thompson, la “disciplina del tiempo y de la máquina”, siendo preciso adaptarse a una nueva “ética del trabajo fabril o industrial”61.

Junto a estos intentos de concebir el trabajo como una virtud, de insertarlo dentro de las costumbres y los hábitos populares, estaban aún vigentes prácticas heredadas del siglo anterior, que seguían viendo al trabajo con una dimensión utilitaria, pero unida estrechamente al castigo y la humillación. Esto es lo que acontece con el arren-damiento de prisioneros españoles de guerra por el Estado a los particulares, como sucedía en Atacama hacia 182062; el empleo de una importante cantidad de reos en la reparación de calles, puentes y caminos63; el envío forzado de ladrones, vagos y falsos mendigos (u ociosos en general) al servicio de la marina, práctica bien documentada entre 1823 y 1844, aunque es probable que se extendiera más allá de esa fecha64; y el denominado Presidio Ambulante (1836-1846), una suerte de cárcel móvil donde los prisioneros eran transportados en carretas empujadas por animales, recorriendo así distancias considerables con el propósito de utilizar su mano de obra también en trabajos forzados. La exposición al público, la mala comida y la escasa vestimenta provocaron críticas por parte de los contemporáneos y fugas por parte de los reos, quienes por lo demás eran reincidentes y de alta peligrosidad. ElfracasodeestaúltimainiciativaylainfluenciadeideasprovenientesdeEstados

Unidos, relativas al trato que debía darse al criminal y a cómo debían ser organizadas las prisiones, llevó a las autoridades chilenas, una vez superadas las consecuencias eco-nómicas de las guerras de independencia, a estudiar la posibilidad de implementar en el país un nuevo modelo de cárcel, basado en principios muy diferentes a los existen-

tes desde el período colonial. Durante la década de 1830 se estudió con profundidad el tema y ya en 1843 se optó por el régimen peni-tenciario, que cristalizó en Chile con la creación de la Penitenciaría de Santiago ese mismo año. El nuevo régimen concibió la prisión como el lugar donde se cumpliría a cabalidad la pena de privación de libertad, no siendo como en el pasado un lugar de tránsito para otraspenas(prisióncautelar).Paranuestrosfines, lo interesantedel modelo penitenciario es que entendió que la prisión debía ser unespacioderehabilitaciónatravésdelareflexiónenunaceldaindividual, la oración, la educación y el trabajo. De ahí la insis-tencia en la creación de talleres para que la reclusión tuviese una función,yqueelaprendizajedeunoficio,unavezcumplidalacon-dena, permitiera al individuo insertarse en una cadena productiva. Este ideal de prisión buscó ser extendido más allá de los muros de

61. E. P. Thompson, “Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industrial”, en Costumbres en común (Barcelona: Editorial Crítica, 1995), 395-452.

62. María Angélica Illanes, “Azote, salario y ley. Disciplinamiento de la mano de obra en la minería de Atacama (1817-1850)”, Proposiciones 19 (1990): 94.

63. Sergio Grez Toso, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general (San-tiago: diBam, 1997), 224-236.

64. Mario Cárdenas G., “Grupos marginados en los inicios de la era republicana: vagabundos, mendigos e indigentes”, Cuadernos de Historia 11 (1991): 47-61.

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la Penitenciaría al resto de las cárceles del país mediante una circular (1846), pero los problemas de infraestructura, presupuesto y coordinación terminaron afectando lo queenteoríasignificabadarlealtrabajoproductivounsentidomáspositivo,proyec-tándolo fuera de los muros de la cárcel, aunque eso no le quitaba su carácter de clase65.

Desde el discurso general también se insistiría en que el trabajo podía tener una nueva consideración (y utilidad). La Sociedad Nacional de Agricultura (1838), here-dera natural de las sociedades de amigos del país, retomó a través de su periódico El Agricultor el mensaje de Manuel de Salas, de Egaña, de Henríquez y de quienes bus-caban entender al trabajo como una costumbre que debía enseñarse, inculcarse y reproducirse. En un artículo publicado en 1842, indicaría que:

“La desmoralizacion y los horrores de una revolucion como la que por tanto tiempo

ocasionó la guerra de nuestra independencia nacional, influyó altamente en nuestro

dictámen, a corromper las masas, y esta corrupción formó en parte, permítasenos

decirlo, el carácter de nuestros labradores y jornaleros ¿Qué eran en aquellos tiempos

los campos del país?. El teatro mas lamentable donde solo figuraban el pillaje, el ase-

sinato y la mas brutal corrupcion; estos vicios enemigos de la humanidad, como era

consiguiente, quedaban impunes y sus perpetreadores paseándose de un estremo a

otro de la República, no podían menos de inspirar sus costumbres a la mayor parte

de nuestros campesinos”66.

Para entonces el trabajo productivo y la necesidad de mantener a los sectores populares ocupados ya tenían un carácter restrictivo, y no las pretensiones de gene-ralidad que se habían plasmado antes y durante el proceso emancipador en las citadas figurasdenuestraintelectualidad.Asociareltrabajoforzadoalcastigo,aldelitoyalapobreza era ya algo consolidado.

coNcLusioNes

Desde mediados del siglo xviiiel trabajo fueredefinidoenfuncióndesuutilidadinmediata para la construcción de obras públicas y para las eventuales necesidades de mano de obra barata y disciplinada. Ello paulatinamente demostró que era necesa-rio cambiar la imagen de una sociedad esencialmente agrícola y con una producción basadaenunafuerzadetrabajosincalificación(gañanes,peones).Para esto no sólo era preciso asentar a la población en las ciudades, como se había hecho en Chile desde comienzos de ese siglo, sino también emplear a aquella parte catalogada de ociosa e impro-ductiva en construcciones de bien público. Esta nueva manera de mirar la actividad laboral, asumiendo el aumento de habitantes

65. Marco Antonio León León, Encierro y corrección, tomo ii, caps. v y vi. Car-los Aguirre, Denle duro, 93-113.

66. Marcos Mena, “La moralización de los campesinos”, El Agricultor, Santiago, febrero de 1842.

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y buscando encauzar así una energía individual que no quería desaprovecharse, ter-minó concibiendo el trabajo como un castigo y no sólo como una actividad asalariada, idea que encontró respaldo en un discurso criminalizador del ocio que, a lo largo del período, fue logrando más adeptos que detractores. A pesar de ello, hubo voces que vieron el trabajo desde otra perspectiva, como una virtud que debía enseñarse en un proceso lento, pero que a la larga generaría consecuencias positivas para todo el cuerpo social. Ello implicaba entender que debía incorporarse el trabajo a las costumbres de la población,creándosehábitosyrutinasquefinalmenteayudaríanalprogresodelpaís.

Intelectuales como Manuel de Salas, Juan Egaña y Camilo Henríquez, pero en parti-cular el primero, entendieron que transformar el carácter compulsivo del trabajo a uno educativo y centrado en la productividad más que en la utilidad era aún algo posible. De hecho, durante las décadas de 1810 y 1820 (pasando por las guerras de independen-cia, la reconquista española, el triunfo de los patriotas y los inicios de la organización republicana en Chile), estos planteamientos que veían en la instrucción una posibili-dad para surgir en forma individual y colectiva siguieron presentes, aunque debieron coexistir con aquellas posturas que no sólo siguieron concibiendo el trabajo físico como una pena (evadiendo el pago de salarios), sino que además vieron en la educación para el trabajo y la productividad algo que se podía asociar sólo con un determinado sector: los grupos populares. Así, se fue desarrollando un discurso ambivalente que hablaba deunaeducaciónparatodos,peroqueenlaprácticasignificabaquenotodospodíantener igual educación, pues las diferentes condiciones sociales marcaban este ámbito. Ya desde la década de 1830 en adelante, éstas fueron las ideas que prevalecieron, mos-trándose un compromiso entre los ideales republicanos y las realidades oligárquicas67.

¿Por qué este cambio de posición? Porque las propuestas de los ilustrados antes citados, si bien muchas de ellas podían ser utópicas, apuntaban a lo mismo: en la medida que se enfatizaba una educación productiva que integraba a la élite y los sec-tores populares en el crecimiento y desarrollo del país (que enlazaba el esfuerzo físico e intelectual), se terminaba por generar una nivelación social que afectaba los inte-resesdelaoligarquía,lamismaqueprecisamentedesdefinesdeladécadade1820yen la siguiente consolidó su situación como grupo regente. Allí la propuesta de una educación para la producción se circunscribió de manera clara a los pobres, pues su

instrucción se vio como un asunto de caridad y como un factor de regeneración de conductas (caso de los reos). La educación laboral se diseñó entonces pensando en los sectores populares, en los jóve-nes y hombres de las “clases inferiores, las más robustas y las que mejor soportan el trabajo”68. Mientras, la educación de vuelo intelec-tual, especulativa, fue circunscrita a la élite.

67. Marco Antonio León, “pobreza”: 190-195.

68. Claudio Gay, Agricultura chilena, tomo i (Santiago: icira, 1973), 132. El destacado es nuestro.

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Así se comprende que en años posteriores, durante la segunda mitad del siglo xix, el trabajo físico se asocie fundamentalmente a los grupos populares. Cuando se busque de ahí en adelante impulsar una educación popular, se tenderá a entregar los cono-cimientos básicos, pero no a propiciar un ascenso social mediante dicha educación. Salvo las iniciativas de algunas escuelas de artesanos, con suerte desigual, seguirá presente con fuerza la idea de que el trabajo presta una utilidad coyuntural y que es vinculable sólo con una parte de la población69. Deberá transcurrir más tiempo para que estaideaseredefinaymatice.

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Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926

Veterinary legislation and hygiene: Medellin, 1913-1926

aBstract

This article contributes to the history of veterinary

hygiene and the salubrity of animal-based foods

in Medellin between 1913 and 1926. During this

period, the agricultural and ranching frontier in

Antioquia expanded and Medellin, with a growing

population, started to become a pole of economic

development and the principal livestock market

in Colombia. To assist this process, national,

departmental, and municipal authorities regulated

animal health, veterinary instruction, and encoura-

ged the growth of the livestock industry. Primary

sources, such as correspondence and official

newspapers, show that the hygienist discourse

was initiated by economic and political elites from

Antioquia and that the sanitary problems regarding

meat and milk were resolved in Medellin by having

the city take over the companies charged with

providing these foodstuffs.

Key Words

Meat, food regulation, cattle, hygiene, dairy indus-

try, Medellin.

Zootecnista e historiador de la Universidad de Antioquia, Medellín Colombia. Estudiante de Maestría en Historia en la misma universidad, becado por haber obtenido el mejor promedio entre los graduados del año de su promoción. Investigador en calidad de estudiante de maestría del proyecto de investigación de mediana cuantía “Vida cotidiana en los asentamientos espa-ñoles en la provincia de Antioquia, 1550-1630 (Consumo, religiosidad y civilidad)”. Pertenece al Grupo de Investigación en Historia Social del Centro de investigaciones sociales y humanas de la Universidad de Antioquia http://antares.udea.edu.co/historiasocial/. Sus intereses investigati-vos se centran en historia social y económica, ganadería y minería e historia colonial. Entre sus publicaciones recientes están: (el primero con Victoria Estrada y Luz E. Velásquez), “La higiene del ganado y la fasciolosis bovina, Medellín y Rionegro, 1914-1970”, Iatreia 19: 4 (2006): 393-407, y“Minería,geografíaysociedadenelríoPorce:AmalfiyAnoríentre1850y1900”.Historia y Sociedad, 16, Medellín, enero-junio 2009, 165-186. [email protected].

Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926

resumeN

Este artículo es una contribución a la historia de la

higiene veterinaria y la sanidad de los productos

alimenticios de origen animal en Medellín entre

1913 y 1926. Por aquel tiempo en Antioquia se

amplió la frontera agrícola y ganadera, mientras

que Medellín inició su consolidación como polo de

desarrollo económico y poblacional del departa-

mento y principal centro de comercialización gana-

dera de Colombia. Para dar marcha a este proceso,

las autoridades nacional, departamental y munici-

pal reglamentaron la sanidad animal, la enseñanza

veterinaria y el fomento de la actividad pecuaria.

Fuentes primarias como correspondencia y prensa

oficial dejaron ver que el discurso higienista partió

de la iniciativa de las élites económicas y políticas

antioqueñas, las cuales resolvieron el problema

sanitario de la carne y la leche en Medellín muni-

cipalizando las empresas encargadas de proveer

estos alimentos.

paLaBras cLave

Carne, control de alimentos, ganado vacuno,

higiene, industria lechera, Medellín.

artículo recibido:

8 de abril de 2010;

aprobado: 11 de mayo

de 2010; modificado: 7

de junio de 2010.

Mauricio Alejandro

GómezGómez

espacio estudiaNtiL

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Mauricio Alejandro Gómez Gómez

Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926 Ï

iNtroduccióN

Afinales del siglo xix se formó en Antioquia una élite empresarial producto de diversas actividades económicas, entre ellas el cultivo del café, la construcción del ferrocarril, la tecnificación y explotación deminas y el incremento del comercio1. Dicha élite invirtió en diversos frentes como la industria, actividad que contribuyó a que Medellín, capital de Antioquia, se convirtiera en el principal centro urbano y eco-nómico del departamento. La industrialización ayudó al acelerado crecimientodemográficodeciudaden las tresprimerasdécadasdel siglo xx, conformado en gran medida por migración campe-sina. En 1905 esta ciudad tenía 59.815 habitantes que llegaron a ser 70.547 en 1912, creciendo un 17,9%. Para 1918 hubo un aumento intercensal del 12,2%, llegando a 79 146 personas. En 1928 Medellín contaba con 120.044 habitantes, es decir que la población creció el 51,7% con respecto al censo anterior2.

Con el crecimiento urbano de Medellín se conformó un sólido mercado para los alimentos provenientes del resto del departa-mento. Por ello se impulsaron otras actividades económicas como la ganadería en las subregiones antioqueñas, según sus condicio-nes agroecológicas: ganado lechero en las zonas altas y frías, y de carne y doble propósito en zonas bajas y cálidas, todo con miras al abastecimiento alimenticio de Medellín3.

La administración municipal de Medellín jugó un papel pri-mordial en el proceso de modernización que por aquellos años experimentó la ciudad. Para ello intentó cambiar algunas prácticas pecuarias de larga tradición en el Valle de Aburrá: abolir la cría de cerdos en solares, higienizar las caballerizas y las lecherías y pros-cribir el ganado y los equinos sueltos en las calles. Entre 1913 y 1926

1. Sobre la formación de la élite empre-sarial antioqueña véase: Fernando Botero Herrera, La industrialización en Antioquia. Génesis y consolidación 1900-1930 (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003), 10-33.

2. Constanza Toro, “Medellín: desarro-llo urbano, 1880-1950”, en Historia de Antioquia, ed. Jorge Orlando Melo (Medellín: Suramericana de Seguros, 1988), 299.

3. Entre 1870 y 1920 hubo en Antioquia grandes oleadas de colonización ganadera en las subregiones del Suroeste, Norte, Bajo Cauca, Nor-deste y Magdalena Medio. Véase: Liliana González Cardona, El desarrollo ganadero de Antioquia entre 1870 y 1920 (Medellín: idea, 2004), 20.

ÏEste artículo es resultado de una investigaciónpersonalfinanciadacon recursos propios, que empezó coneltrabajofinalpresentadoalSeminario Historia de la Salud, dictado por el historiador Jorge Humberto Márquez Valderrama en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

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Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926

la administración municipal consolidó el control y el impulso del consumo de carne en Medellín. El período de estudio comienza cuando en 1913 la Asamblea Departamental de Antioquia ordenó la creación de la Junta Central de Higiene de Medellín, primer organismo estatal encargado de la sanidad, y termina en 1926, año en que el Concejo Municipal de Medellín acordó establecer la planta pasteurizadora de leche.

El propósito de este artículo es aportar elementos que permitan comprender la transformación que la élite económica y política antioqueña propició en el sector pecuario entre 1913 y 1926 en Medellín, dirigida a mejorar y controlar las prácticas sanitarias en el consumo de carne y leche. Para ello se tratan tres aspectos que ilus-tran este proceso. El primero es la legislación (leyes, ordenanzas y acuerdos) sobre medicina urbana que las entidades de control sanitario aplicaron en la ciudad para mejorar la salubridad de las prácticas pecuarias. A continuación se describe parte del fomento ganadero en el departamento de Antioquia. Por último, se aprecian los esfuerzos de la administración municipal por controlar e incrementar el consumo de carne y leche en Medellín.

En el ámbito local son pocas las investigaciones históricas acerca de la higiene animal. Estos trabajos aluden a la enseñanza de la veterinaria y la zootecnia, el desarrollo de especies e indus-trias animales y su impacto en la economía y la ecología, la salud pública veterinaria y humana, la búsqueda de reportes y la legisla-ción sobre enfermedades animales4.

1. órgaNos de coNtroL saNitario y saLuBridad eN medeLLíN

1.1. JuNta ceNtraL de higieNe de medeLLíN, iNicio de La mediciNa de estado

El 20 octubre de 1886, por medio de la Ley 30, se crearon la Junta Central de Higiene en la capital de la república y las juntas depar-tamentales de higiene en las capitales departamentales5. La junta establecida en Bogotá respondía a requerimientos internacionales exigidos a Colombia para vincularse al mercado mundial. Por ello reglamentaba la higiene a nivel nacional y estaba encargada de estudiar y normalizar la salubridad y la higiene públicas, teniendo especial cuidado con enfermedades contagiosas como la lepra, la fiebreamarillayelsaneadodepuertosfluvialesymarítimos,evi-tando propagar epidemias6. Debido a la inestabilidad política del país,manifiestaen lasguerrascivilesdeesosaños,el interésdelas autoridades por la higiene se vio relegado y pasaron veintisiete años hasta la creación de la Junta Central de Higiene de Medellín.

4. Luis C. Villamil y Eladio Jaramillo, “Anotaciones históricas sobre la brucelosis”, Revista de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia (1985): 32-42; Henry García y Luis G. Parra, Medicina veterinaria y zootecnia en Colombia: trayectoria durante el siglo xx y perspectivas para el siglo xxi (Medellín: Prensa Moderna, Edivez, 2002); Miguel Reyes, Luis C. Villamil y Fernando de la Hoz, La salud pública: tanto humana como animal (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006). Victoria Estrada, Mauricio Gómez y Luz E. Velásquez, “La higiene del ganado y la fasciolosis bovina, Medellín y Rionegro, 1914-1970”, Iatreia 19: 4 (2006): 393-407; Jorge Márquez y Víctor García, “La Comisión Sanitaria Municipal de Medellín: surgimiento de un modelo de control higienista”, en Poder y saber en la historia de la salud en Colom-bia, eds. Jorge Márquez y Víctor Gar-cía (Medellín: Lealon, 2006), 17-45.

5. “Ley 30 de 1886”, Repertorio oficial, Medellín, 10 de enero 1887, 371.

6. “Junta Central de Higiene”, Revista de Instrucción Pública 21: 3 (1907): 235-242.

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Mauricio Alejandro Gómez Gómez

El vacío dejado por la medicina estatal en el departamento de Antioquia fue ocu-pado por la Academia de Medicina de Medellín, fundada en 1887, cuyos profesionales emprendieron la transformación del espacio urbano y la vida cotidiana de la ciudad. Los encargados de la salud de Medellín por aquellos años fueron el médico municipal y el médico practicante, quienes por medio de sus actividades e informes mensuales presionaron al concejo para que mejorara la precaria higiene de Medellín7. Asimismo, desde su fundación en 1899 la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, entidad cívica privada ideada por la élite económica, contaba con un médico encargado de velar por la higiene pública y privada de la ciudad. Entre los doctores que ejercieron este cargo estaban Juan B. Londoño, Francisco A. Araujo y Teodomiro Villa8. Sin embargo, estos esfuerzos eran inútiles, pues se carecía de una legislación local que otorgara autono-mía a las instituciones sanitarias9.

La medicina de Estado apareció en Medellín en 1913. Este tipo de administración estatal de la salud, llamada así por Michel Foucault, se interesa por el cuerpo de los individuos que en su conjunto constituyen el Estado, y para ello se vale de la normaliza-ción de la profesión médica y la integración de los médicos a una organización estatal que recopila la información que ellos trans-miten10. La Asamblea Departamental, por medio de la Ordenanza n.o 10 de 29 de marzo de 1913, creó la Junta Central de Higiene de Medellín. Dicha junta estaba compuesta por cuatro médicos, un bacteriólogo y un químico, nombrados por el gobernador del departamento para un período de tres años. Entre sus funciones estabadictarlasmedidasprofilácticasycurativasdeenfermeda-des epidémicas y endémicas, como tuberculosis, anquilostomiasis y enfermedades venéreas. En cuanto a las enfermedades animales, la junta inició la prevención del carbón bacteridiano, difteria y tétanos,yademásexigíacertificadodevacunacióndelganadoqueingresaba al departamento11.

1.2. comisióN saNitaria e iNspeccióN quiNta. iNstauracióN de La me-diciNa urBaNa eN medeLLíN

El crecimiento urbano de Medellín a principios del siglo xx convirtió en poco tiempo este pueblo grande en una ciudad que se preparaba para entrar en la modernidad, pero que continuaba albergando arraigadas tradiciones pecuarias. Y precisamente en el ámbito citadino con alta densidad poblacional se alteran las

7. Jorge Márquez y Víctor García, “La Comisión Sanitaria Municipal de Medellín”, 24-30.

8. Rodrigo García Estrada, Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín. Cien años haciendo ciudad (Medellín: Sociedad de Mejoras Públicas, 1999), 22.

9. Es necesario aclarar que la higiene no fue un asunto ignorado por las autoridades de Medellín ni en tiempos republicanos ni durante la Colonia, pues desde la erección de la Villa de la Candelaria de Medellín en 1675, en las sesiones del cabildo con regularidad se tomaban decisiones sobre el aseo en las calles, la provi-sión de agua, la presencia de anima-les en la plaza, el abasto higiénico de carne en la carnicería, las licencias para ejercer la medicina, la creación de hospitales y las cuarentenas para defenderse de epidemias, entre otras. Pablo Rodríguez, Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial, 1675-1730 (Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1992) 72.

10. Michel Foucault, “Historia de la medicalización”, en Medicina e historia (Washington, Organización Paname-ricana de la Salud, 1978), 36-58.

11. “Ordenanza n.o 10 de 1913, Junta Central de Higiene de Medellín”, Gaceta Departamental, Medellín, 24 de abril 1913, 3015-3016.

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Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926

costumbres humanas, situación que puede llegar a ser perjudicial para la salud. La medicina urbana, según Foucault, no es una medicina del hombre sino de las cosas. Su objetivo es analizar los lugares de acumulación y amontonamiento en donde se pueden incubar enfermedades (caballerizas, chiqueros, mataderos, plazas de mer-cado, descomposiciones, fermentos) y la circulación de las cosas (aire, agua, animales, personas, medicamentos, alimentos), para organizar las distribuciones y secuencias. Por tanto, la medicina urbana se encarga de la salubridad, es decir, el estado del medio ambiente y sus elementos constituyentes que permiten la salud humana12.

Las primeras decisiones sobre medicina urbana en Medellín las tomó la Junta Central de Higiene por medio del Acuerdo n.o 26 de 1913, en el que se establecieron medidasprofilácticasobligatoriasenlugaresdehacinamientohumanocomoiglesias,velatorios, baños públicos, cantinas, peluquerías, ventas de comestibles, chicherías y escuelas públicas. En cuanto a la salubridad pecuaria se optó por normalizar la circu-lación de animales vivos y muertos. Por la falta de veterinario, el médico municipal debía examinar el ganado en el matadero público. También se reglamentó el aseo de los matarifes en los puestos de venta, en los cajones de transporte y en los balancines o básculas. Además, se instruía en el aseo de los chiqueros de cerdos, incineración de gallinas muertas por pipita y el impedimento a que los niños se acercaran a los gatos, pues se creía que éstos transmitían la tuberculosis13.

La Junta Central de Higiene de Medellín sólo funcionó entre marzo y diciembre de 1913,puesafinaleseseañoelCongresoexpidiólaLey33,quedenuevocentralizóelcontrol y vigilancia de la higiene en Colombia en el Consejo Superior de Sanidad14. Este consejo debía regular mataderos, carnicerías y productos alimenticios, y atender a la

policía sanitaria de los animales. Tal ley también ordenó formar juntas permanentes de higiene en las capitales de los departamen-tos, las cuales llevarían a la práctica las disposiciones y providencias del Consejo Superior de Sanidad y promoverían en cada región el estudio de enfermedades tropicales endémicas15.

Así, el 14 de marzo de 1914 se estableció en Medellín la Comisión Sanitaria, aunque se carecía de empleados y elementos necesarios para la salubridad de la ciudad. La comisión estaba integrada por tres médicos, un químico, un microbiólogo y un veterinario16.

Ese mismo año se expidió la Ley 84, según la cual en las capita-les de departamentos se debía nombrar un médico como director departamental de higiene. En caso de que los departamentos qui-sieran conservar las juntas departamentales de higiene en lugar del director, lo harían con fondos propios, aunque dependientes

12. Michel Foucault, “Historia de la medicalización”, en Medicina e historia (Washington, Organización Paname-ricana de la Salud, 1978), 36-58.

13. “Acuerdo n.o 26, Junta Central de Higiene de Medellín”, Gaceta Depar-tamental, Medellín, 4 de diciembre 1913, 3791.

14. “Ley 33 de 1913, Consejo Superior de Sanidad”, Gaceta Departamental, Medellín, 16 de diciembre 1913, 3830-3831.

15. “Ley 33 de 1913”.

16. “Comisión Sanitaria Permanente”, Gaceta Departamental, Medellín, 24 de marzo 1914, 4189-4190.

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Mauricio Alejandro Gómez Gómez

del Consejo Superior de Sanidad, que retomó el nombre de Junta Central de Higiene. Esta junta, con sede en Bogotá, tenía la autoridad para nombrar comisiones sanitarias municipales, permanentes o accidentales, encargadas de hacer cumplir las disposicio-nes nacionales sobre higiene en los municipios de cada departamento17.

La élite de Medellín incorporó la higiene a su discurso modernista, asimilándola a la idea de progreso. El Colombiano en diciembre de 1914 registró la preocupación de quienes consideraban un retroceso la suspensión de las juntas departamentales de higiene:“Enasuntodeimportanciatantrascendental,comocientíficamenteestápro-bado que es la higiene, no debe retrocederse nunca, mucho menos en pueblos como el nuestro que necesita seguir adelante”18.

Por otra parte, Pablo García Medina, presidente de la nueva Junta Central de Higiene, en un telegrama dirigido a los gobernadores de departamento en diciembre de 1914 recalcó la conveniencia continuar con las comisiones sanitarias en lugar de las juntas departamentales de higiene, las cuales dependían del presupuesto municipal19.

Al parecer un problema a nivel local de la Ley 84 era regirse por las políticas cen-tralistas de Bogotá, pues la Comisión Sanitaria de Medellín se había constituido como una entidad autónoma que regulaba la higiene de la ciudad. Durante los debates soste-nidos en el Concejo Municipal de Medellín en enero de 1915, para incluir la Comisión Sanitaria en el presupuesto de rentas y gastos se enfrentaron dos bandos contrarios: uno con mayoría numérica, encabezado por el médico Juan B. Londoño, quien sostenía que en los países avanzados los municipios se encargaban de la higiene; y el otro bando, que prefería suprimir la Comisión Sanitaria en Medellín y regirse por la Junta Central deHigienedeBogotá.AlfinaltriunfólapropuestalideradaporeldoctorLondoño20.

El 28 de junio de 1913, mediante el Acuerdo n.o 71 se restableció la Inspección Quinta Municipal. Esta policía sanitaria era la enti-dad encargada de la medicina urbana en Medellín, contaba con un inspector, un secretario y dos policías que vigilaban el aseo y la higiene, controlando en especial la circulación de animales y ele-mentos como aire, agua y basuras, barrida y deshierba de calles y plazas, blanqueamiento de muros, cremación de animales muertos, arreglo de cajas de agua y reforma y construcción de aleros y ace-ras21. Según el Concejo de Medellín, dicha inspección se restableció como respuesta a la necesidad de higiene de la ciudad en la conme-moración del primer centenario de la independencia de Antioquia el 11 de agosto de 1913. Para ese entonces, Jesús María Quijano, Inspector Quinto, se quejaba del precario estado sanitario de Medellín y pedía que se prohibieran las prácticas antihigiénicas22.

17. “Ley 84 de 1914”, Diario Oficial, Bogotá, 25 de noviembre 1914, 1097-1098.

18. “La Junta de Higiene”, El Colombiano, Medellín, 5 de diciembre 1914, 3.

19. Pablo García Medina, “Junta Central de Higiene”, Gaceta Departamental, Medellín, 7 de enero 1915, 5771.

20. “La Comisión sanitaria”, El Colom-biano, Medellín, 14 de enero 1915, 2.

21. “Acuerdo n.o 71, Inspección Quinta Municipal”, Crónica Municipal, Mede-llín, 7 de abril 1914, 271.

22. “Aseo e higiene”, El Colombiano, Medellín, 15 de julio 1913, 3.

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Una de estas prácticas eran las pesebreras y caballerizas donde se cuidaban los equinos y mulares utilizados para transporte y carga. Vistos como focos de enferme-dades, estos establecimientos eran comunes en las calles céntricas de Medellín. Las pesebreras eran casillas de madera con pisos de tierra cubiertos de paja que emana-ban malos olores y atraían moscas. Allí los caballos y mulas bebían agua con melaza y eran alimentados con salvado y caña picada; además, sus dueños los hacían herrar y acicalar23. La Junta Central de Higiene, mediante la Resolución n.o 17 de agosto de 1914, resolvió aplicar un estricto reglamento sanitario sobre estos lugares de acu-mulación, pues “el estancamiento de excrementos de animales, basuras y líquidos en fermentación, son fuentes de emanaciones insalubres y criaderos de moscas y mosquitos. Estos insectos son vehículos de gérmenes productores de infecciones porpropagación,comolafiebretifoidea,disentería,oporinoculacióncomoelpalu-dismo, carbón, etc.”24.Sereglamentóqueloslocalesfueranamplios,ventiladosyprovistosdesuficiente

agua para su constante aseo. Además, los propietarios de pesebreras públicas debían obtener un permiso del inspector de policía sanitaria, quien constataba que los muros, paredes,pisos,canoasybongosparaalimentoscumplieranconlasespecificacionesseñaladas en la Resolución n.o 1725.

En cuanto a la circulación de animales, en la segunda década del siglo xx caballos, mulas, vacas, cerdos y perros deambulaban a diario por las calles de Medellín. El hecho de que estos animales pudieran transmitir enfermedades a los humanos (zoonosis como rabia, leptospirosis y toxoplasmosis) alertaba a las autoridades sanitarias de la ciudad. El 24 de agosto de 1912 Joaquín Cano, secretario de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, pidió al alcalde Agapito Betancur que prohibiera el tránsito de vacas, caballos y perros por las calles de la ciudad, dado el peligro que representaban para los transeúntes26. Al parecer la petición no fue acatada por el alcalde, pues en octu-bre de 1915 dicha sociedad solicitó dictar un decreto reglamentario sobre tránsito de vacas y propuso también evitar la presencia de perros en la ciudad27.

En vista de que la alcaldía de Medellín no dio respuesta a sus peticiones, la Sociedad de Mejoras Públicas le solicitó que creara laSociedadProtectoradeAnimales,conelfindeevitarelmaltratoanimal, hecho que se dio el 26 de junio de 191728. Durante sus pri-meros años de labores, la Sociedad Protectora de Animales quiso concientizar a la ciudadanía del buen trato debido a los animales:

23. Sobre la higiene en caballerizas, mataderos y carnicerías en Medellín afinalesdelsigloxix véase: Jorge Márquez Valderrama, Ciudad, miasmas y microbios: la irrupción de la ciencia pasteriana en Antioquia (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005), 112-122.

24. “Resolución 17 de 1914. Junta Cen-tral de Higiene”, Gaceta Departamen-tal, Medellín, 14 de agosto de 1914, 5115-5116.

25. “Resolución 17 de 1914”.

26. Archivo Histórico de Medellín (en adelante ahm), Fondo Alcaldía, tomo 13, f. 11.

27. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 13, f. 16.

28. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 13, f. 22. Sobre reorganización de estatutos de la Sociedad Protectora de Animales, véase: Gaceta Departamental, Medellín, 15 de marzo 1930, 6025-6027.

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formó una cooperativa de cocheros por el bienestar de los caballos; disponía de potre-ros de propiedad del municipio en los sectores del Poblado y Robledo, donde los equinos y mulares se recuperaban de los abusos de sus dueños; fomentó la vacunación masiva de perros en Medellín; y se opuso a políticas sanitarias municipales tales como el envenenamiento de perros callejeros29.

El ganado introducido de otras regiones también representaba un peligro para la salud de los animales. En ocasiones habían provocado epizootias (epidemias en ani-males),puesMedellíneraunpobladorodeadodefincasconalgodeganado.Enjuniode 1915 se presentó en Medellín un brote de ántrax o carbón bacteridiano (infección aguda causada por la bacteria Bacillus anthracis que afecta animales y humanos, cono-cida como “peste rayo” por provocar una septicemia de curso rápido, y “carbón” por producir heridas de color negruzco), al parecer transmitido por las reses que llegaban a la feria. El médico Juan B. Londoño, director departamental de higiene, sugirió que el alcalde de Puerto Berrío sólo debía permitir el embarco de ganado vacunado y cer-tificadoporlaautoridadsanitariacorrespondiente30.

Un año después, en julio de 1916, el doctor Londoño volvió a alertar al director de la Comisión Sanitaria de Medellín sobre las dimensiones de la epizootia del carbón bacteridiano, que estaba “causando estragos en los animales que se transportan por los trenes y que se cuidan en las pesebreras de Medellín y sus cercanías. Es evidente que las pesebreras son actualmente un foco de propagación del mal, especialmente las que se hallan cerca de la feria”31. Esta vez sí obtuvo respuesta, pues en noviembre de ese año el director de la Comisión Sanitaria, José J. Toro U., introdujo una vacuna contraelcarbón,quedecíaestar“científicamenteensayada”32.Añosdespués,en1921,elveterinariooficialClarenceLuisTavaresafirmabaqueel

ganado de levante procedente de la costa sufría de alta mortalidad causada por la coccidiosis (Dyisenteria coccidiosa bovum) o disentería roja de los ganados, perjudicando el suministro de carne en buenas condiciones higiénicas33.

Es posible que durante estos años con frecuencia se hayan presentado epizootias, pues entre 1917 y 1921 apareció de forma constante en la prensa publicidad sobre droga veterinaria. No fueron muchos los productos anunciados, y según su ambigua promoción, eran preventivos, curativos y con un amplio rango deacción,aunquenoseespecificabasucomposiciónquímica.Elmedicamento más publicitado era el Zarkol, quizás un multivitamí-nico inyectable promocionado así: “La mortalidad de los ganados causada por el invierno actual tiene un remedio único: Zarkol”34.

29. Sociedad Protectora de Animales, “Historia”, (Medellín: página web institucional, 2009), http://www.sociedadprotectoradeanimales.org/ (26 de junio 2009).

30. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 120.

31. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 200.

32. “Comisión Sanitaria”, El Colombiano, Medellín, 10 de noviembre 1916, 3.

33. Clarence Tavares, “Dysenteria coccidiosa bovum”, El Colombiano, Medellín, 28 de noviembre 1921, 1.

34. “Zarkol”,El colombiano, Medellín, 29 de mayo 1918, 3.

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En cuanto a la población canina, en junio de 1921, se alertó sobre una “epidemia” de distemper o moquillo en los perros. Según el veterinario Tavares, su lugar de origen fue el circo Santos y Artigas, que había visitado la ciudad por aquellos días35. Tavares describía el distemper como una enfermedad aguda e infecciosa de los animales car-nívorosjóvenes,quesemanifestabaconfiebreyunfuertecatarrodelamembranamucosa, seguido por neumonía y en la mayoría de los casos aparición de síntomas nerviosos. Para su tratamiento recomendaba gotas, jarabes, baños expendidos en boti-cas,quininayestricninaparaladebilidadylaparálisis,yungüentodeóxidodezincpara las erupciones. Sin embargo, la mortalidad era bastante alta, pues de los perros contagiadosfallecíael80%delospertenecientesarazasfinasyel50%delascriollas36.Afinalesde1924,unbrotederabia(Lyssavirus) causó conmoción en Medellín. El

médico Eduardo Tobón Uribe previno a los medellinenses de tener cuidado en caso de ser mordidos por un perro, un gato o algún animal sospechoso de tener rabia. Para entonces, hacía más de cinco años que no se presentaba ningún caso de hidrofobia, a pesar de ser endémica en Colombia. Tobón Uribe aseguraba que el primer caso repor-tado fue un “gato rabioso” que había mordido a dos o tres personas y a un niño que ya había muerto. El doctor Tobón reconstruyó así el caso: “[…] el gato cogió una rata infectada de rabia la cual vino hasta nosotros en un fardo o caja de mercancías trans-portado rápidamente por los ferrocarriles y al devorar su presa el gato se infectó”37.

Para prevenir esta zoonosis se sugirió el exterminio de roedores en los trenes. Sin embargo, el pánico cundió en la ciudad. Días después el veterinario Roberto Scharrer dictó una conferencia en la Escuela Superior de Agronomía y Medicina Veterinaria

para informar acerca de la verdadera dimensión de la enfermedad y la forma de prevenirla38. Los titulares de prensa no eran menos alarmistas. En El Colombiano del 8 de noviembre el médico C. Mejía M. aconsejaba la aplicación de suero antirrábico39. La expectación por la llamada epidemia de rabia llegó a su final con la noticiatitulada “Contra la hidrofobia”. En este artículo el Laboratorio de Higiene de Samper y Martínez hizo algunas indicaciones sobre el control de la rabia y ofreció sus servicios profesionales, entre ellos suministrar píldoras de veneno, empleadas en Bogotá, para matar perros callejeros40.

En este primer acápite se aprecia la tensión entre la continuidad de la tradición y la implantación de la modernidad. Las autori-dades sanitarias (Junta Central de Higiene, Comisión Sanitaria e Inspección Quinta), establecidas como entidades autónomas por el Concejo Municipal de Medellín, se encargaron de aplicar

35. Clarence Tavares, “Epidemia canina en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 17 de junio 1921, 1.

36. Clarence Tavares, “Epidemia canina en Medellín”.

37. Eduardo Tobón Uribe, “La rabia en Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 31 de octubre 1924, 1, 8.

38. Roberto Scharrer, “La rabia”, El Colombiano, Medellín, 6 de noviembre 1924, 1, 8.

39. Leopoldo Vergel, “¿Otro caso de rabia?”, El Colombiano, Medellín, 8 de noviembre 1924, 1.

40. “Contra la hidrofobia”, El Colom-biano, Medellín, 17 de noviembre 1924, 1.

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los correctivos de la medicina urbana en las prácticas pecuarias insalubres de larga tradición en Medellín. Aunque su erradicación no fue inmediata, pues criadores, expendedores y consumidores estaban habituados a ellas sin parecerles nocivas para la salud humana, el discurso higienista que partió de la élite económica y política, con-siderada como modelo a seguir, fue calando en la población que ansiaba reconocerse como habitante de una ciudad moderna.

2. impuLso a La actividad pecuaria eN aNtioquia

2.1. escueLa de agricuLtura tropicaL y veteriNaria de aNtioquia

En 1911, a través de la Ordenanza n.o 21, la Asamblea Departamental de Antioquia creó en Medellín la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria, que fue la primera institución de esta clase en Colombia41. Aunque la escuela sólo empezó a funcionar cinco años después, en 1916, su fundación fue una respuesta al crecimiento de la actividad agropecuaria en el departamento y al mercado de los productos derivados, incenti-vados por el desarrollo urbano de Medellín, cuyos habitantes requerían consumir carne y leche de buenas condiciones sanitarias. La formación de veterinarios y agró-nomos profesionales era una necesidad a suplir. En 1914, mediante la Ordenanza n.o 11 se hicieron cambios en el pensum: durante el primerañosedebíaestudiarfisiología,zoología,botánica,conta-bilidad, agricultura, horticultura tropical y geología agrícola. En el segundo año agricultura, zootecnia, tecnología agrícola, mecánica agrícola, construcciones rurales, hidráulica agrícola, patología ani-mal, patología vegetal, economía rural y estadística de la hacienda. De esta forma, en dos años los estudiantes se graduaban como vete-rinarios con conocimientos básicos de agronomía y zootecnia42.

Se desconocen las razones por las cuales tardó más de cinco años el inicio de clases en dicha escuela. A finales de 1914 unaperiodista de El Colombiano aducía que la Primera Guerra Mundial estaba contribuyendo a dicho retraso, pues aunque el departa-mento había destinado siete mil pesos de su presupuesto para la escuela, la guerra impidió la adquisición de recursos y la contrata-ción de profesores extranjeros de veterinaria y agricultura43.

La Asamblea Departamental ordenó establecer la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria en 1916 como una institución de carácteroficial.Laescuelacomenzóafuncionareldiezdeoctubrede ese año bajo la dirección del médico Eduardo Zuleta Gaviria, en los predios de Fontidueño en Bello, al norte del Valle de Aburrá44.

41. El veterinario francés Claude Vericel dictó cursos teóricos y prác-ticos de veterinaria en el Instituto de Agricultura de Bogotá y en la Facultad de Medicina entre 1885 y 1889. Sólo en 1921 se creó en Bogotá la Escuela Nacional de Veterinaria, que fue anexada a la Universidad Nacional en 1936. Enrique Silveira PradoyJoséManuelMakazaga,“Lasprimeras escuelas de veterinaria en América”, Redvet. Revista Electrónica de Veterinaria, 8: 9 (2007), http://www.veterinaria.org/revistas/redvet (27 de junio 2009).

42. “Ordenanza n.o 11 de 1914”, Gaceta Departamental, Medellín, 27 de marzo 1914, 4209.

43. Lucrecia, “Escuela de Agricultura”, El Colombiano, Medellín, 12 de octubre 1914, 4.

44. María Claudia Saavedra, Juan D. Montoya y César Lenis, Facultad de Ciencias Agropecuarias. 90 años sembrando futuro. 1914-2004 (Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2004), 33.

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Durante los primeros años de funcionamiento, la escuela recibió constantes crí-ticas que aparecieron en la prensa de la época, obligando a los representantes de la institución a salir en su defensa45. Para ellos los inconvenientes eran causados por el precario local de Fontidueño, que necesitaba reconstruirse. También exponían que: “[…] los estudiantes que formaban el primer año de estudios estaban en su mayoría mal preparados, y algunos de ellos de mala educación”46. La escuela pretendía con-vertirse en un establecimiento de enseñanza teórica y práctica. En 1920 se dividió en dos establecimientos bajo una sola dirección, la Escuela de Agricultura y Ganadería: Granja Escuela en Fontidueño, que graduaba jefes de cultivos, y la Escuela Superior de Agronomía y Medicina Veterinaria, ubicada en Medellín (Avenida Izquierda n.o 297), que otorgaba el título de agrónomo y veterinario47.

Mientras funcionó la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria se graduaron treinta y cuatro estudiantes como agrónomos y veterinarios. Los primeros datan de 1922,entreellosestabanGustavoCockUribe,quienobtuvoeltítuloconeltrabajodegrado “La tuberculosis de la raza bovina”; Francisco Luis Gallego M. cuya monogra-fía se titulaba “Piroplasmosis en algunas especies animales” y Juvenal Posada, quien realizó una tesis mixta, es decir, con un tema veterinario y otro agronómico, llamada “Fiebre aftosa y semillas”48.

A pesar de la marcada inclinación de los estudiantes de la escuela por ejercer la veterinaria, su profesión no era valorada lo suficiente en Antioquia, pues era difícil introducir una prácticadecuracióncientíficamodernaenunsectordondeprevalecía lacuración tradicional de animales. Así lo declaraba en 1922 Juvenal Posada, cuando era veterinario de Yarumal:

“Día llegará, no lejano por cierto, en que se despertará un gran

interés por todo lo que se refiera a la medicina veterinaria,

que con tanto desdén se ha mirado hasta el presente. […] La

terapéutica se reduce simplemente a la fruta de aguacate, a la

pata de grillo y a pañitos de aguasal, y en cuanto al tratamiento

quirúrgico, al descuerne de los animales, cuando éstos quizá

están muy lejos de dar los síntomas de la huequera, resultando

de ello una sangría fatal e inconveniente”49.

Aunque el título que se confería era de agrónomo y veterinario, en sus trabajos de grado los primeros graduandos abordaron en su mayoría temas veterinarios, inclinándose por estudiar enferme-dades del ganado que afectaban la provisión de carne en buenas

45. “La Escuela de Agricultura del Departamento de Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 31 de mayo 1918, 1.

46. “La Escuela de Agricultura”, El Colombiano, Medellín, 1o de junio 1918, 1.

47. José Gaviria Toro, “Escuela de Agronomía Tropical y Veterinaria”, en Monografía de Antioquia. Medellín en 1923,(Medellín:ImprentaOficial,1923), 117-118. Véase además: “Ordenanza n.o 4 de 1920”, Gaceta Departamental, 4 de marzo 1920, 1420. Y ahm, Fondo Alcaldía, tomo 1029, ff.46-49.

48. Archivo Histórico Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, (en adelante ahuN), Diligencias de grado, Facultad Nacional de Agrono-mía, tomo 2.

49. Juvenal Posada, “La medicina vete-rinaria”, El Colombiano, Medellín, 7 de julio 1922, 1.

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condiciones sanitarias. Algunos egresados sólo ejercieron la agronomía, como Federico Drews, quien elaboró una monografía en 1925 llamada “Bosques y su explotación”. Según Drews, a partir de 1926 se exigieron tesis mixtas para graduarse, pretendiendo que los estudiantes incluyeran en sus trabajos temas de agricultura50.

La escuela también recibió críticas por su énfasis veterinario. En 1925, Amadeo Lagoeyte, quienhabía sido veterinario oficial deMedellín, decía que los egresadosde la escuela no se consideraban agrónomos, sino veterinarios. Lagoeyte aconsejaba contratar profesores idóneos, pues según él en la escuela no se impartía enseñanza práctica agrícola ni ganadera51. Frente a este ataque, diferentes personalidades de la ciudad salieron en defensa de la escuela, arguyendo discursos modernizadores del sec-torpecuario.EntrelosdefensoresfiguróeldoctorEduardoTobónUribe,quiensugiriólaconstruccióndeunedificioyrecalcóqueColombiacomopaísagrícoladebíainver-tir en la enseñanza agropecuaria52.

Más adelante, la escuela se trasladó del centro a la banda occidental de la ciudad en predios ubicados entre el cerro El Volador y el río Medellín, donde la actividad agronómica tomó preponderancia sobre la veterinaria. En 1934 la escuela pasó a llamarse Facultad Nacional de Agronomía. En 1935 era conocida como el Instituto Agrícola Nacional, dependiente del Ministerio de Agricultura y Comercio, y con-fería el título de Ingeniero Agrónomo53. Hacia 1938 entró a formar parte de la Universidad Nacional de Colombia, nuevamente bajo el nombre de Facultad Nacional de Agronomía54. La formación de veterina-rios en Medellín sólo se reanudó en 1962 con el establecimiento del Instituto de Veterinaria de la Universidad de Antioquia55.

La formación de médicos veterinarios en Antioquia brindó un carácter más sistemático al control de la higiene de la carne para el consumidor. Sin embargo, se aprecia que en las primeras décadas del siglo xx el médico veterinario tenía un ejercicio profesional téc-nico que equivalía a la inspección de carnes para evitar una posible zoonosis al consumidor, más que para la prevenir y curar las enfer-medades del ganado.

2.2. fomeNto agrícoLa y gaNadero eN aNtioquia

El discurso predominante en la celebración del centenario de la independencia de Antioquia, en agosto de 1913, fue que esta fecha sería el inicio de una nueva era marcada por la modernización de la región. En este marco se hizo en Medellín la primera exposición departamental agrícola y pecuaria. Según la junta organizadora,

50. ahuN, Diligencias de grado, Facultad Nacional de Agronomía, tomo 2, n.o 16, Federico Drews, 5 de diciembre 1925.

51. Amadeo Lagoeyte, “Educación agrí-cola”, El Colombiano, Medellín, 18 de marzo 1925, 3; Y 16 de abril 1925, 3.

52. Eduardo Tobón Uribe, “La Escuela de Agricultura y Veterinaria”, El Colombiano, Medellín, 24 de abril 1925, 3.

53. Hermann Oppenheimer, Medellín, 1935, (Medellín: Bedout, 1935), s. p.

54. María Claudia Saavedra, et al., Facul-tad de Ciencias Agropecuarias, 57.

55. Luis Alberto Aguilar, “Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia”, en Universidad de Antioquia. Historia y presencia, ed. María Teresa Uribe (Medellín: Ed. Universidad de Antio-quia, 1998), 505-507.

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dirigida por Arturo Botero M., este evento serviría para fomentar la agricultura y la ganadería en Antioquia. Los días 20 y 21 de agosto se expusieron ganados de carne y leche, caballos, mulas, asnos, cerdos, corderos, cabras, aves de corral, aves ornamen-tales, perros, abejas y gusanos de seda. También se expusieron productos agrícolas comoflores,granos,forrajesyfibras.Dichoeventopretendíaestimularlainversióndecapital y la movilización de fuerza de trabajo a lugares del departamento con vocación agrícola y pecuaria56.

Con las dos primeras exposiciones se logró divulgar las posi-bilidades para invertir en el sector agropecuario. En la tercera exposición pecuaria y agrícola, realizada en agosto de 1920, el énfa-sis de la promoción era la introducción de razas de ganado europeas productoras de leche (holstein, ayrshire, jersey y guernsey), de carne (durham, hereford y aberdeen angus) y de doble propósito (normando, dewon, red pollet y pardo suizo)57. Al parecer, estas exposiciones lograron que las élites económicas invirtieran en el campo, pues a partir de 1920 se incrementó la importación de ganado extranjero para mejorar los hatos de carne y de leche58.

Debido al crecimiento poblacional, Medellín requería una cons-tante provisión de productos agropecuarios desde otras partes del departamento. Por tanto, la Asamblea Departamental de Antioquia promulgó el 27 de abril de 1916 la Ordenanza n.o 32, primera en fomentar la agricultura y la ganadería. El departamento se dividió en siete zonas para el cuidado de ganado e inspección de carnes. Cada una de estas zonas contaría con un veterinario. Para ello, el departamento becó cinco estudiantes en la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria, y cada distrito tenía la obligación de costear el estudio de dos alumnos más. Dentro del fomento se contemplaba la divulgación gratuita del conocimiento técnico entre agricultores yhacendados.Conestefin,elgobernadordeAntioquia,PedroJoséBerrío, dispuso la Imprenta Oficial para editar elBoletín Agrícola que, bajo la dirección de la Sociedad de Agricultores de Antioquia, circuló cada mes hasta 1981, llegando a 693 números59.

La principal razón para incentivar la ganadería en el territorio antioqueño era que la mayor parte del ganado que se consumía en Medellín provenía de las sabanas del departamento de Bolívar. En vista de esto, se buscaba movilizar mano de obra y capital a las zonas cálidas del Bajo Cauca y Magdalena Medio para incrementar

56. “Prospecto de la exposición agrí-cola y pecuaria de 1913”, El Colom-biano, Medellín, 1o de agosto 1913, 2.

57. “Tercera exposición agrícola y pecuaria del Departamento de Antio-quia”, El Colombiano, Medellín, 5 de agosto 1920, 2.

58. En 1917, el congresista Pedro Nel Ospina (presidente de Colombia entre 1922 y 1926), impulsó en el Senado de la República un proyecto de ley sobre el fomento ganadero. Su discurso ilustra el interés de la élite económica de la región por colonizar con ganadería las zonas cálidas de Antioquia: “Poseemos grandes extensiones de terreno, insuperable-mente dotadas para el desarrollo de la industria pecuaria: en ellas aúnan la feracidad de la tierra, relativa bon-dad del clima, las aguas abundantes para los riegos y abrevaderos, los brazos baratos y ya educados para la formación de potreros, las altas tem-peraturas que favorecen el desarrollo de los pastos y la precocidad de los ganados, la rareza de las enferme-dadesypestesdeéstosy—factordecisivo muchas veces en esta clase deluchas—lasituacióngeográfica,en virtud de la cual podemos llevar en cuatro días nuestros ganados o nuestras carnes a los mercados del Norte América, y en diez a los de Europa”, Pedro Nel Ospina, “La industria pecuaria”, El Colombiano, Medellín, 3 de enero 1917, 1.

59. “Ordenanza n.o 32 de 1916”, Gaceta Departamental, Medellín, 2 de mayo 1916. 7458-7460.

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la producción de ganado de carne60. En 1921 un periodista de El Colombiano declaró la necesidad de establecer haciendas ganaderas productivas en el departamento, pues entre 1913 y 1920 habían llegado a la feria de Medellín 312.698 reses por valor de 13.974.570 pesos, provenientes de dichas sabanas61.

El fomento ganadero quería hacer de Antioquia un departamento productor de carne. Esta nueva actividad diversificaría las actividades económicas y activaríasubregiones del departamento que aún no estaban insertas a la dinámica economía antioqueña, que en su mayoría estaba en Medellín. Para ello era necesario introdu-cir razas de ganado foráneas, pastos mejorados y técnicas modernas de producción. Erasignificativatambiénlaformacióndemédicosveterinarios,quienesestableceríanplanes sanitarios y controlarían la higiene en subregiones ganaderas modernizando prácticas de curación animal. Todo esto aumentaría el hato de ganado y el número de resessacrificadasenMedellín.

3. coNtroLar La higieNe aNimaL para coNservar La saLud humaNa

3.1. promocióN y coNtroL deL coNsumo de carNe eN medeLLíN

Gran parte del ganado que se consumía en Medellín en la segunda década del siglo xx era traído a pie desde las sabanas de Bolívar al norte de Antioquia y embarcado en tren desde el Magdalena Medio. En la feria de ganado se hacía el acopio y la venta; a continuaciónelganadosesacrificabaenelmataderomunicipalylacarnesevendíaen la plaza de mercado cubierta. En aquella época el municipio de Medellín adquirió la administración de estos lugares, que estaban en manos de particulares, para asegurar la higiene de la carne consumida por los medellinenses, controlando todo el proceso cárnico al ser el único intermediario entre el ganadero y el consumidor.

La idea del Concejo de Medellín de municipalizar y socializar los servicios públicos provenía de la experiencia de Estados Unidos, país que desde 1909 había iniciado este proceso. Así, en 1916 determinó que la feria de ganado, que funcionaba desde 1905 en la calle Maturín del barrio Guayaquil, fuera trasladada a un nuevo pre-dio ubicado en la avenida Los Libertadores, entre las calles Colombia y Ayacucho, cerca del río Medellín. La nueva feria tenía básculas para pesar ganado, piso de cemento y estaba cercada por verja metálica. Contaba además con servicio de agua conducido desde la represa de Piedras Blancas al oriente de la ciudad. En cuanto al matadero de Tenche, aledaño al cerro Nutibara en la carretera para Belén y quedesde1888estabaenconcesióndelafirmaOspinaHermanos,en mayo de 1911 pasó a ser de propiedad del municipio. Entre 1911 y 1915 la inspección de reses y carnes estuvo a cargo del veterinario

60. El ganado traído a pie desde las sabanas de Bolívar (actuales depar-tamentos de Córdoba y Sucre) se recogía en Montería y pasaba por Cáceres, Valdivia, Yarumal, para llegar a la feria de Medellín. Véase: Liliana González Cardona, El desarrollo ganadero de Antioquia, 112.

61. V.V.I., “El negocio del ganado en Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 8 de abril 1921, 1.

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bogotano Manuel Blanquer. Igualmente, la plaza de mercado cubierta de Guayaquil pasó a ser administrada por el municipio en 1917, después de haber sido dada en privi-legio a Carlos Coriolano Amador desde su construcción en 189462.

El veterinario municipal e inspector de carnes controlaba la higiene de estos tres sitios. Por ello sus solicitudes al Concejo se resolvían con celeridad, pues eran en pro de la salud humana. En diciembre de 1915, el veterinario Pedro María Echeverría R. propuso al Concejo Municipal de Medellín nuevas medidas para el servicio del matadero, como reformas locativas, incineración de animales muertos fuera del matadero, desinfección de pieles y la disposición deunagentedepolicíasanitariaquevigilaraelsacrificiodeganadoyventadecarneenfincasyfraccionesvecinasaMedellín.Además,solicitaba centralizar la matanza de animales en un solo lugar63.

Si bien es cierto que el veterinario hacía un estricto examen sanitario al ganado que ingresaba al matadero, función principal de su cargo64,elsacrificioclandestinodeanimalescontinuaba.Lamayoría de las veces se trataba de reses enfermas rechazadas en la feria de ganados.Así, eranecesario restringir el sacrificio delganado sólo al matadero municipal.

A pesar de existir legislación sobre la prevención de enfermedades por medio de la vacunación, era difícil que se cumpliera en las regio-nes ganaderas. A menudo llegaban animales enfermos al matadero y la probabilidad de consumir su carne era alta. Según el Acuerdo n.o 7 de 1914 del Consejo Superior de Sanidad, era necesario estar alerta a enfermedades contagiosas como tuberculosis, rabia y carbón en todaslasespeciesanimales;fiebreaftosaenbovinos,cabras,ovejasycerdos; muermo (Burkholderia mallei),durina(trypanosomosisosífilisequina) y demás tripanosomiasis (mal de Chagas-Mazza y leishma-niasis) en las caballos y asnos; y piroplasmosis o babesia en bovinos. Cuando se tuviera conocimiento de la aparición de alguna de estas enfermedades, debía avisarse al alcalde y éste, a su vez, avisaría a la Junta Departamental de Higiene para dictar las medidas preven-tivaso curativasnecesarias.Unavezconfirmada la enfermedadoepizootia, se debían tomar medidas como aislamiento, desinfección, sacrificioyentierrodelosanimalesinfectados65.

El consumo de carne proveniente de animales enfermos repre-sentaba un riesgo para la salud de la ciudadanía. De acuerdo con el

62. Agapito Betancur, La ciudad. Mede-llín en el quinto cincuentenario de su fundación (Medellín: Bedout, 1925), 79-83.

63. Pedro Echeverría, “Informe diciembre 1915”, Crónica Municipal, Medellín, 31 de mayo 1916, 976.

64. En diciembre de 1919 se estableció el reglamento del matadero público de Medellín; entre los deberes del veterinariooficial,encuantoalexa-men de animales y carnes, se deter-minó que debía acatar las disposi-ciones de la Junta Central de Higiene y la Comisión Sanitaria Municipal. Entre sus funciones estaba visitar, al menos una vez al mes, todas las car-nicerías de la ciudad, informar a la Inspección Quinta las irregularidades en ellas encontradas para que ésta las hiciera corregir. Semanalmente debía inspeccionar el departamento de carnes de la plaza de mercado y dar cuentaaladministradordesusdefi-ciencias. Además debía ir a las carni-cerías de las fracciones del Poblado, La América y Belén cada quince días, y pedir a sus inspectores que hicieran las reformas necesarias de acuerdo a las disposiciones higiénicas vigentes. Finalmente, cada mes debía rendir un informe al superintendente de las empresas municipales, donde detallara sus labores, en especial el registro de los rechazos de ganado e inutilización de carnes, consignado con cuidado el nombre del dueño de lares,sexo,pesoenkilogramosylacausa del rechazo. ahm, Fondo Alcaldía, tomo1029,ff.369-372.

65. Carlos Noriega Noriega, “Contri-bución al estudio de la legislación veterinaria en Colombia” (Tesis veterinario, Universidad Nacional, 1939), Revista de Medicina Veterinaria 73 (1939): 194-199.

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informe de septiembre de 1918 del inspector de carnes Francisco Pérez Parra se exa-minaronysacrificaron1.031cabezasdeganadovacuno(97%novillos),en losqueseencontraron diversas lesiones y enfermedades que causaron decomisos de vísceras en casi un tercio de ellas. Las enfermedades más comunes eran la miasis cutánea y la disto-matosis hepática (Fasciola hepatica). En cuanto al ganado porcino, de seiscientos catorce cerdosexaminadosysacrificados,cuatrocientoscuatro(65.8%)presentabanenfermeda-des como estrongilosis bronquial, quistes verminosos hepáticos, miasis y cisticercosis66.

Como se aprecia, el papel que desempeñaba el veterinario en la salud pública era controlar la carne para consumo en ferias, mataderos y carnicerías, donde examinaba el estado sanitario de los animales en pie y declaraba las vísceras decomisadas en los exámenes post mortem. En las zonas ganaderas no había veterinarios ni se cumplían planes sanitarios preventivos; prueba de ello es la alta tasa de descartes y decomisos causados por enfermedades parasitarias.

A pesar de la vigilancia del veterinario municipal sobre la higiene de las carnice-rías, en 1914 la Junta Central de Higiene, mediante la Resolución n.o 18, permitió la venta de “carnes peligrosas” proveniente de animales afectados de cisticercosis67. De inmediato el administrador del matadero municipal, Ramón A. Yépez, manifestó su preocupación en una carta dirigida a dicha junta por el perjuicio que tal medida cau-saba en la salud pública68.

Otro problema de las carnicerías de la plaza de mercado cubierta era la caren-cia de agua. Por eso, en 1914 el médico Juan B. Londoño suscribió a la Comisión Sanitaria un memorial redactado por los carniceros de la plaza de Guayaquil, quie-nes pedían un adecuado suministro de agua potable. La comisión aceptó y mandó que una de las cuatro pajas de agua que requería la plaza “se destine […] para el departamento de los expendedores de carnes en dicha plaza, para que estos aseen bien las mesas de expendio, se aseen a sí mismos y mantengan el indispensable aseo en todo el departamento que les corres-ponde en la plaza69”.

Cuando en 1917 la administración de la plaza pasó de los par-ticulares a la municipalidad, se establecieron controles sobre el buen estado sanitario del animal, la asepsia en los locales y la con-dición sana de los vendedores. La mencionada resolución sólo fue abolida en 1918, cuando el Concejo de Medellín ordenó al inspector de carnes que decomisara las carnes de cerdos que presentaran cisticercosis, conocida como granalla o ladrería, y se mandó que el administrador de la plaza de mercado quitara el letrero que ofre-cía: “ venta de carnes peligrosas”70.

66. Francisco Pérez Parra, “Informe septiembre 1918”, Crónica Municipal, Medellín, 26 de marzo 1919, 1868.

67. “Resolución n.o 18 de 1914”, Crónica Municipal, Medellín, 9 de marzo 1918, 1555.

68. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 149.

69. Juan B. Londoño, “Memorial”, Gaceta Departamental, Medellín, 24 de julio 1914, 4989.

70. “Decomiso de carnes con granalla”, Crónica Municipal, Medellín, 25 de febrero 1918, 1542.

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También la higiene de los carniceros debía controlarse. El 6 de diciembre de 1920, Joaquín E. González A., secretario de las Empresas Públicas Municipales, envió una carta al doctor Jesús M. Duque, director de la Comisión Sanitaria Municipal, para impedir que unos enfermos vendieran carne, y por lo tanto solicitaba a los doctores Duque y Vespasiano Peláez su cooperación en el asunto:

“[…] a dos tuberculosos y a dos sifilíticos que se ocupaban de la venta de carne,

amparados por los recientes ‘certificados de sanidad expedidos por médicos gra-

duados’ que es lo que exige la ley he tenido que suspenderles con el auxilio del

sr. Inspector Quinto la prestación de servicios en la plaza. Un leproso estuvo ocu-

pándose hace algún tiempo en la venta de carne amparado por tales certificados

legales de sanidad. Sería mejor que el H. Concejo Municipal no admitiera en las

Empresas Pública Municipales otros certificados de sanidad que los que expidieran

médicos oficiales”71.

Los esfuerzos del Concejo de Medellín por promover el consumo de carne iniciados a partir de 1911 dieron sorprendentes resultados que se evidenciaron en la década siguiente. Para 1924 la feria de ganados de Medellín era la más importante del país. Ese año se vendieron 113.214 cabezas de ganado por un valor de 4.916.308 pesos. Desde entonces allí se determina el precio del ganado en Colombia. Así lo expresaba Jorge Uribe Misas: “La feria de Medellín es una empresa singular, admirada por todas aque-llas personas que nos visitan. Podemos asegurar que es única en su clase en Colombia y quizás en Suramérica”72.

El éxito de las políticas adoptadas por el Concejo Municipal de Medellín para pro-moverelconsumodecarneseverificaenformaconcretaalapreciarlasestadísticasdesacrificioyconsumodecarnederesydecerdodelosmedellinensesduranteelperíodoestudiado,registradasporlaOficinadeEstadísticaMunicipal,quedesdesucreaciónconsideróquelarecoleccióndeestosdatoserasignificativaparaevaluareldesarrollo de las empresas municipalizadas encargadas de la provisión.Enelgráficon. º1seapreciaqueelganadovacunoque llegóalmataderode la

capitalantioqueñaseincrementóun111.2%entre1913y1926.En1913sesacrifica-ron 10. 606 cabezas de ganado y para 1926 su número llegó a 22.397 reses. Es decir, queelaumentoenelganadosacrificadofuemayorqueelcrecimientodemográfico

de Medellín entre los censos de 1912 y 1928, que fue de 84,1%. En cuantoalganadoporcinosacrificado,elnúmerodecerdosllevadosalmatadero sólo aumentó el 30.2% (9.261 cerdos sacrificados en1913 y 12.146 en 1926).

71. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 197, f. 1.

72. Jorge Uribe Misas, “La feria de Medellín en 1924”, El Colombiano, Medellín, 18 de febrero 1925, 1.

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gráfico N. º 1: gaNado vacuNo y porciNo sacrificado eN eL matadero de medeLLíN, 1913-1926.

Fuente:OficinadeEstadísticaMunicipal, Anuario Estadístico de Medellín (Medellín: Bedout, 1916-1926).

Elgráficon.º1permiteverundecrecimientodelganadovacunosacrificadoentre1918 y 1921, con el nivel más bajo en 1920 (13.008 reses), al tiempo que creció el número de ganado porcino llevado al matadero, alcanzando la mayor cantidad en 1920 (13.596 cerdos). Una causa posible de esto son las epizootias de carbón y disentería en bovinos, frecuentes en esos años.

El consumo de carne de res en la capital antioqueña creció en forma constante, pasando de constituir el 80% de la carne que se consumía en 1913, al 90% en 1926. Enelgráficon.º2seestableceunacomparaciónentreloskilogramosdecarnederes y de cerdo consumidos por habitante en Medellín por año. Entre 1913 y 1926 el consumodecarnederesporhabitantedeMedellínpasóde27.7a55.4kilogramos,loquesignificóunincrementodel100%.Estoseexplicaporelaumentodelaofertade carne bovina, requerimientos nutricionales mayores por el trabajo, alta demanda de carne en los restaurantes de las fábricas y mejoramiento en la calidad de vida de los medellinenses.

25.o00

20.o00

15.o00

10.o00

5.o00

0

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Reses

Cerdos

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gráfico N.° 2: coNsumo de carNe de res y de cerdo por haBitaNte de medeLLíN, 1913-1926

Fuente:OficinadeEstadísticaMunicipal, Anuario Estadístico de Medellín (Medellín: Bedout, 1916-1926).

Se ha creído que en Antioquia predominaba el consumo de carne de cerdo. Sin embargo, se aprecia que era poco, pues en el tiempo estudiado estuvo por debajo de siete kilogramosporhabitantealaño(6.9en1913y6.7en1926).Elbajonúmerodecerdossacrificadospuededeberseaquelaporciculturaenaquellosañosnoestabatecnificaday predominaba la cría doméstica de cerdos, por eso no todos eran llevados al matadero.

3.2. higieNe de La Leche coNsumida eN medeLLíN

Alejandro Escobar obtuvo el título de agrónomo y veterinario de la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria de Antioquia en 1924. En su trabajo de grado, titulado “Contribución al estudio de las leches cargadas, como factor epidemioló-gico en Medellín”, concluyó que la leche consumida en la ciudad era de mala calidad, resultado de la falta de higiene en el ordeño, acopio y transporte, lo que favorecía el desarrollo de microorganismos patógenos, como las bacterias del género Brucella, causantes de la brucelosis73.

Para la gerencia de Obras Públicas la inspección sanitaria de la leche en Medellín no garantizaba su higiene. En 1925 propuso que cada semana se analizaran en el

laboratorio químico departamental veinte muestras de leche para determinar el grado de adulteración con agua y almidón. No obs-tante,elprocedimientonofueeficaz,puesdebidoalgrannúmerode expendedores tardaba hasta ocho meses repetir la inspección a un mismo lechero, lo que sólo restringía el fraude en parte74.

73. Pedro Castro, “Una tesis”, El Colom-biano, Medellín, 20 de noviembre 1924, 1.

74. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 721.

Res

Cerdo

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Como entonces Medellín no contaba con una planta pasteurizadora, se optó por implantar una estricta vigilancia en la producción de la leche. En 1925, la Comisión Sanitaria Municipal determinó que un veterinario supervisara las lecherías. La idea fue apoyada por las autoridades médicas, motivadas por la tesis de Alejandro Escobar. Dicho veterinario inspeccionaría los hatos y locales de ordeño, haciendo un examen clínico individual del ganado, un examen bacteriológico de la leche y un examen médico de los empleados de las lecherías75.

Así, se conformó ese mismo año en Medellín la Policía Sanitaria de Leches, a cargo de un veterinario y un grupo de ayudantes, que visitaban los establecimientos todos los días e informaban de su estado higiénico. El veterinario examinaba las vacas y los ordeñadores. Éstos eran sometidos a la reacción de Wassermann, empleada para determinarelcontagiodesífilis76.

También se adoptaron medidas inspiradas en el Congreso Internacional de Budapest, donde se sugirió que las municipalidades de las ciudades principales con-trolaran la leche que se consumía en ellas, y con esto se favorecía la creación de plantas pasteurizadoras. Así, en 1925 la Dirección Nacional de Higiene prohibió la venta de leche sin pasteurizar77.

A principios de ese año la municipalidad se interesó en instalar una planta pas-teurizadora de leche para que los habitantes de Medellín pudieran consumir leche en perfecto estado sanitario78. Pocos meses después su ejecución ya era una reali-dad. El 24 de octubre, por medio del Acuerdo n.o 250, Gregorio Agudelo, personero de Medellín, a nombre del Concejo compró a Luis M. Escobar O. y Joaquín Cano, gerentes de la Compañía de Fomento Urbano, un terreno de 596.7 metros cuadra-dos,ubicadoenlacalleSanJuanpor12.957pesos,paraconstruireledificiodela planta pasteurizadora79.

Cinco años después, en 1930, era patente que el estado sanitario de las lecherías de Medellín había mejorado. Según informaba el veterinario agró-nomo municipal, José Villegas, a la Junta de Asistencia y Salubridad Públicas, llamada Comisión Sanitaria hasta 1926, en Medellín exis-tían cincuenta y tres lecherías, que gracias a las medidas de control sanitario habían dejado de ser una amenaza para la salubridad pública y funcionaban de acuerdo a los requisitos higiénicos, como el ordeño de ganado sano, pisos pavimentados con cemento y ser-vicio de agua potable para su aseo y bebida de los animales80.

En la década de 1930 la planta municipal de leche de Medellín se publicitaba como una empresa higiénica que garantizaba la salud a grandes y chicos, como se aprecia a continuación.

75. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 431.

76. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 722.

77. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 720.

78. José Velásquez, “El peligro de la leche”, El Colombiano, Medellín, 27 de mayo 1925, 3.

79. “Acuerdo n.o 250 de 1925”, Crónica Municipal, Medellín, 6 de noviembre 1925, 3693.

80. ahm, Fondo Alcaldía,tomo214,ff.21-22.

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figura N.° 1: puBLicidad de La pLaNta muNicipaL de Leche

Fuente: El Heraldo de Antioquia, 20 de diciembre 1932, 7.

El resultado de la integración de los sectores políticos y económicos de Antioquia entre 1913 y 1926 alrededor de la legislación sobre higiene animal, el fomento gana-dero, la enseñanza de la medicina veterinaria, la municipalización de las empresas encargadasdelbeneficioyexpendiodelacarneylaleche,seapreciaenelaumentodel consumo de estos productos y el mejoramiento en la calidad de vida de lo mede-llinenses de aquellos años, comenzando a cambiar tradiciones poco higiénicas y llegando a ser conscientes de la importancia de consumir alimentos controlados por las empresas municipales.

coNcLusioNes

Parte del proyecto de la élite económica y política antioqueña por hacer de Medellín una ciudad moderna fue su empeño en fortalecer la ganadería en Antioquia, además y propiciar las condiciones para brindar un abasto de carne higiénica a los medellinenses. Entre estas condiciones se cuentan el cambio de las tradiciones en el consumo de productos de origen animal y el fomento ganadero en el departamento. Como se aprecia, estas iniciativas modernizantes fueron gestadas por la adminis-tración municipal de Medellín para controlar la salud de la población, propiciando hábitos higiénicos de consumo.

La instauración del discurso higienista impulsado por las élites políticas y económicas de Antioquia y la salubridad en los alimentos de origen animal en Medellín, se inscribe dentro de un proceso mundial de municipalización de los servicios públicos iniciado en Estados Unidos en 1909, y que en Colombia fue adoptado por el Concejo Municipal de Medellín a partir de 1911, siendo esta ciudad pionera en el país. Esta municipalización

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o socialización consistía en que la administración pública de las ciudades capitales se apropiara del manejo y prestación de los dife-rentes servicios públicos (energía, acueducto, telefonía, tranvía, matadero, feria de ganado, plaza de mercado, planta pasteurizadora de leche), muchos de ellos en poder de particulares, para garanti-zarunservicioeficienteycontrolarlahigienedelaciudadanía.Losmédicos, ingenieros y empresarios que integraban el Concejo de Medellín dieron un carácter gerencial a su gestión, privilegiando el proyecto de ciudad sobre sus intereses particulares, lo cual contri-buyó a consolidar este proceso en la capital antioqueña81.

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81. Sobre este tema véase: Juan Carlos López, “La municipalización de los servicios públicos en Medellín”, Revista Universidad EafIt 113 (1999): 71-77. Rodrigo García Estrada, “El Concejo en el tránsito de Villa de la Candelaria a Ciudad de Medellín, 1900-1919,” en El Concejo de Medellín: protagonista del desarrollo de la capital antioqueña 1900-1999, ed. Rodrigo García Estrada (Medellín: Concejo de Medellín, 2000), 39-83.

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Jorge Orlando Melo. Medellín: Suramericana, 1988, 299-306.

Villamil, Luis C. y Eladio Jaramillo. “Anotaciones históricas sobre la brucelosis”. Revista de la

Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia (1985): 32-42.

Ï

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Ensayo bibliográfico

EnsayobibliográficoMafia: los usos de un concepto polisémico y su aplicabilidad al caso colombiano Ï

(A propósito del libro de Diego Gambetta)

No es necesario insistir en que la edición en castellano del libro de Diego Gambetta, La mafia siciliana. El negocio de la protec-ción privada1, originalmente publicado en inglés en 1993, es un hecho de enorme importancia para los lectores de habla his-pana, y muy especialmente para nosotros los colombianos. En efecto, los giros que ha asumido el curso de nuestra sociedad entiemposrecienteshanpuestolanocióndemafiaenlasbocasde los analistas nacionales. De allí que un libro como éste sea claveparaalimentarunsanodebatesobreelsignificadodelcon-cepto y, muy especialmente, su aplicabilidad a nuestra situación. Sin embargo, para situar ese debate en un contexto más gene-ral, primero trataré de hacer una muy breve reseña del texto de Gambetta, en el que resaltaré dos temas que lo caracterizan. Seguidamente intentaré ubicar el libro en el debate más gene-ral sobre lamafia en Italia, y para esto lo compararé con dostextos que han tratado el mismo tema. En una tercera parte me referiréaunintentodecomparaciónentrelamafiaitalianaysucontraparteen losnarcotraficantescolombianos.Yfinalmente

intentaré presentar mi propio análisis sobre el tema colombiano.

1. eL proBLema geNeraL: La coNfiaNza

El tema que circula en la obra deGambettaeseldelaconfianza,sobre el cual ha escrito profusa-mente. Querría destacar solamente

1. Diego Gambetta, La mafia siciliana. El negocio de la protección privada (México: Fondo de Cultura Econó-mica, 2007).

ÏEl texto fue presentado con ocasión del lanzamiento del libro de Diego Gambetta en el foro de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, que se celebró el 17 de octubre de 2007.

Álvaro Camacho GuisadoSociólogo con Magíster y PhD de la Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Director del Centro de Estudios Socioculturales e Internacio-nales (CESO), de la Facultad de Cien-cias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Sus intereses investigativos son la sociología del nar-cotráfico y la macrodelincuencia, así como los movimientos sociales. Miem-bro del grupo de investigación “Estado, ciudadanía y conflicto. Configuraciones y dinámicas políticas emergentes en la sociedad colombiana actual”. Entre sus publicaciones se encuentra con Gusta-vo Duncan, Claudia Steiner, Ricardo Var-gas y María Emma Wills, A la sombra de la guerra. Ilegalidad y nuevos órdenes regionales en Colombia (Bogotá: Uni-versidad de los Andes, 2009)[email protected]

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el libro Trust, Making and Breaking Cooperation Relations2, considerado hoy día un clá-sico,yquedealgunamanerahainspiradootrostratamientosdelproblemadeconfiaren que otros cumplirán con las reglas existentes. Y me gustaría hacer referencia tam-bién a dos textos del mayor interés para nosotros. Uno de ellos es Making Sense of Suicide Missions3; el segundo es escrito con Heather Hamill, Streetwise: How Taxi Drivers establish their Customers4. El primero nos interesa no sólo por la obvia importancia del tema, sino muy especialmente porque en él se incluye un texto de Stathis Kalyvas e Ignacio Sánchez Cuenca, en el que se relata cómo las farc organizaron un plan que consistía en contratar un avión para bombardear el palacio presidencial. Finalmente no resultó porque no encontraron un piloto dispuesto a correr el riesgo, inclusive bajo la oferta de pagarle dos millones de dólares a la familia. Las farc podían asumir el plan porque estaban lejos, en medio de la selva, y por eso no corrían gran peligro. Lo más grave que les podría pasar sería, en caso de éxito, presentarse ante el mundo como unos terroristas consumados, y en caso de que fracasaran serían vistos como unos terroristas fallidos. Pero el piloto no era tan suicida como lo pretendían las farc, y eso sin duda y paradójicamente, jugó a favor de la guerrilla.

Y el segundo texto, el de los taxistas, también nos interesa. Debo, con toda la cor-tesía pero sin mucha insistencia, comentar que si el profesor Gambetta viviera en Bogotá podría fusionar los dos textos en uno: se daría cuenta de que, de hecho, utilizar un taxi en esta ciudad puede ser una misión suicida.Peroquierovolveraltemadelaconfianza,especialmentepara

señalar que un libro que circula ampliamente entre nosotros, el de deFrancisFukuyama5, publicado originalmente en inglés en 1995, claramente basado en ideas originales de Gambetta, no lo cita. Y otro, el de Robert Putnam6,citaelartículodeGambetta“Mafia:thePrice of Distrust”7, pero no el libro que ahora comento.

2. eL tema particuLar: La mafia

Lo más importante del libro de Gambetta radica en que rea-liza una muy prolija investigación y liga con maestría la teoría con la evidencia empírica: la primera lo guía en sus indagaciones y análisis, mientras que la segunda, al tiempo que comprueba la primera, ilustra el funcionamiento de uno de los fenómenos más notables de la historia reciente, no sólo de Italia, sino de países como Estados Unidos, Rusia y Colombia. Más aún, el con-cepto se ha convertido en un universal, así su utilización no sea siempre correcta.

2. Diego Gambetta, ed. Trust, Making and Breaking Cooperation Relations (Oxford:BasilBlackwell,1988).

3. Diego Gambetta, Making Sense of Suicide Missions (Oxford: Oxford Uni-versity Press, 2005).

4. Diego Gambetta y Heather Hamill, Streetwise: How Taxi Drivers establish their Customers(NewYork:RusselSage Foundation, 2005).

5. FrancisFukuyama, Confianza. Las vir-tudes sociales y la capacidad de generar prosperidad (Buenos Aires: Editorial Atlántida, 1996).

6. Robert Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy (Princeton: Princeton University Press, 1993).

7. DiegoGambetta,“Mafia:thePriceofDistrust”, en Trust: Making and Breaking Cooperative Relations, ed. Diego Gam-betta(Oxford:BasilBlackwell,1988).

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Ensayo bibliográfico

Antes de esbozar la tesis central del libro, planteo un punto de vista sobre el tema general:miimpresión,enpocaspalabras,esqueelconceptodemafiaespolisémico,y que si bien se ha desarrollado en Italia, hoy su utilización ha desbordado su ori-geny significadoespecífico (deboanotarqueGambetta enunapéndicede su libronospresentainformaciónsobrelasetimologíasdelaspalabrasmafiosoymafia),yhasidoutilizadoparacalificarydescribirexpresionesdelcrimenorganizado(encaste-llano deberíamos decir “delincuencia organizada”, un concepto más preciso). Hoy es corrientehablardemafiasrusas,chinas,italianas,gallegas,colombianas.Yestecarác-terpolisémico,alavezqueayudaenlasdescripciones,atentacontralafinuradelosanálisis y la precisión conceptual. De hecho, y es sólo un ejemplo, Gambetta es explí-citoalespecificarlasdiferenciasentrelasmafiasitalianasyelcrimenorganizado.Enefecto,alexponersutesiscentral,elautoradviertequenoserefiereal“usogenéricode la palabra mafiaenelsentidodereddecorrupciónycolusión(porejemplo,lamafiaacadémica)odecrimenorganizadoengeneral(porejemplo, lamafiarusa, lamafiachina)” (p. 25, n. 1; ver esp. p. 18). Estatesiscentralesexpuestaalamaneradehipótesisyesasuvezunadefinición:“La

hipótesisquedesarrollamosaquíesquelamafiaesunaempresaeconómicaespecífica,una industria que produce, promueve y vende protección privada” (p. 25). La clave, pues, es la relación entre la oferta y la demanda de protección. Y ésta es, a su turno, producto de lafaltadeconfianzaentrelosagentesdelastransacciones.Peronoessóloeso,unasimpleofertadeunservicioespecializado:estambiénunresultadodelhechodequelamafiaestimula ladesconfianzaparacrearyensancharsumercado.Yestoesposibleenunasociedaddemercadoenlaqueademásdeladesconfianzaentrelosagentes,lasinstitucio-nes estatales no funcionan como deberían hacerlo: no pueden garantizar el cumplimiento de las normas que garantizan unas transacciones limpias. Un sociólogo funcionalista (y aclaro que Gambetta no lo es; yo tampoco) diría que la necesidad crea la función.Losmafiososson,pues,empresariosdelaprotecciónydesarrollansuactividadpara

garantizar transacciones tanto legales como ilegales, para lo cual es preciso que haya unademandadispuestaapagarporelservicio.Ysinohayesademanda,losmafiososla crean, y para ello pueden recurrir a diferentes prácticas, de las cuales la extorsión no queda excluida. Pero el punto en el que Gambetta es bien enfático es en cuanto a la diferencia entre las mercancías protegidas y la protección como mercancía.Paraquelaprotecciónseaeficazesnecesarioqueelmafiosodemuestrequesíestá

en condiciones de prestar el servicio. Y si no logra demostrarlo, no solamente perderá credibilidad y poder, sino que abrirá el campo para que sus competidores lo saquen del mercado.Paraestoesnecesarioquelosmafiososrecurranaprácticascomolaorga-nización en familias (no se trata, aclara Gambetta, de familias consanguíneas, sino de

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familiasmafiosas),lasamenazascreíbles,elcumplimientodelospactos(elhonor)yel mantenimiento de un orden, tanto en el interior de las organizaciones como en el contextosocialenelqueactúan.Respectodeestoúltimo,Gambettarefierequeen“regionesenquelamafiaesadministradaconeficiencia,losproblemasdelaleyyel orden, y los riesgos públicos se mantienen bajo control”, y cita el caso de la rela-tivamente baja tasa de sobredosis por drogas en Sicilia que “fue interpretada por un comisario de Palermo como consecuencia de la garantía de calidad que proporcio-nabalamafia”(p.29).

Ahora bien, el mantenimiento del orden pasa por una estrategia fundamental de lamafia:sucapacidaddeejercerviolencia.Aquídebollamarlaatenciónsobrealgoqueextrañéenmilectura:quierodecirqueenladefinicióndelamafiaestecompo-nente es esencial. En efecto, no parece viable que se pueda organizar una empresa de protección privada sin que la violencia opere, al menos como virtualidad. A veces seránecesariorecurriraella,y,comolodescribeellibro,losmafiososnoahorranentécnicas letales. Pero aunque no sea una necesidad, sí es fundamental la coerción, es decir, que los clientes entiendan que una negativa a aceptar los términos o una falla en el arreglo de protección y la remuneración correspondiente pueden convertirse en una operación suicida.

3. gamBetta y otros textos

Creo que es necesario resaltar de nuevo que este libro es una de las más importantes contribucionesalateorizaciónsobrelamafia,yporestarazónvalelapenaintentarun diálogo con otros textos sobre el mismo tema. Me referiré a tres de ellos. En primer lugar, al de Umberto Santino y Giovanni La Fiura, L´impresa mafiosa, el cual es citado por Gambetta en la bibliografía, pero sin referencias en el texto. Para estos autores,

“Por mafia no se entiende tanto unas pocas organizaciones criminales, sino un

estrato social (‘burguesía mafiosa’), o un conjunto de sujetos provenientes de clases

inferiores que se proponen la meta de entrar a ser parte de las clases dominantes,

que se sirven de medios violentos e ilegales, de un sistema propio y verdadero para

acumular capital y para procurarse oportunidades de inversión además de adquirir y

administrar posiciones de poder dentro del sistema de dominación en su conjunto,

valiéndose de un código cultural, determinado pero no inmodificable, y gozando de

un consenso social relativo, variable según la fase histórica y de los medios utiliza-

dos para obtenerlo”8.

Resalta que lamafia es ante todo unmecanismo de ascensosocial, de enclasamiento y de acumulación de capital para un grupo

8. Umberto Santino y Giovanni La Fiura, L’impresa mafiosa (Milán: Fran-coAngeli, 1990), 18-19.

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específicodeunasociedad.Yesdesunaturalezaquesuactividadseaviolenta,ilegalehistórica.Esasícomoensucomienzo“premafioso”setratabadeempresasdecarác-teragrario,enlasquelosmafiosos(gabelloti) desempeñaban un papel esencialmente parasitario. La novedad de las décadas de los setenta y ochenta estriba en que en ellas seconsolidóunanuevaversióndelfenómeno,la“mafiafinanciera”,enelsentidoquelas prácticas ilegales consisten en la organización delictiva de adquisición de grandes masasdecapital.Seconfiguraasíla“empresamafiosa”ensuformaactual.LadiferenciaconGambettasaltaalavista:lamafiaesdefinidaporsupapeleco-

nómico y por los mecanismos empleados en el proceso de acumulación de capital y enclasamiento, y no por su carácter de proveedora de protección. Y a partir de esta definición,SantinoyLaFiuraencuentranlaconexiónentrelasmafiasitalianasysuscontrapartes en Estados Unidos. Para Gambetta, en cambio, el desarrollo de estas últi-mas es un proceso independiente.

El otro texto es Mafia Business. The Mafia Ethic and the Spirit of Capitalism9. Su autor, quienfuehastahacepocoDirectordelaOficinadeControldeDrogasyPrevencióndelDelito de las Naciones Unidas, hizo su trabajo de campo en Calabria y no en Sicilia. La tesiscentraldeArlacchipuederesumirseasí:lamafiaitalianahaexperimentadounatransformaciónhistóricaquehaconvertidoalosmafiosos,dehombresparaloscualesel honor y poder eran claves en su papel de mediadores, en empresarios acumulado-res de poder. En efecto, en las regiones del sur de Italia en las que predominaba una marcada asimetría entre una estructura mercantil-capitalista y el tradicionalismo de laestructuracultural,seconcretólacunadelamafia.Entalesregionesdetransiciónpermanentesedesarrollóelcomportamientomafiosoylacompetenciaporelhonoryelpoderylacapacidaddemediaciónyprevencióndeconflictos,tantoenrelacionespersonales como en transacciones económicas. Elperíodode los años setentamodificó el panoramadel surde Italia y el occi-

dentedeSicilia,endondehabíantenidoasientopreferenciallasmafias.Enparticularla intervención del Estado experimentó un fuerte cambio, ya que las grandes inver-sionespúblicas fueronmásdisruptivasqueunificadorasde lasregiones,en lasquelaestructuraeconómicasediversificó,yalsermásheterogéneadejósinbasesrea-leslaactividadmediadoradelasmafias.Yestapérdidadepoder,acompañadadelavirtualdesaparicióndelcriteriodehonor—losmafiososyahabíanperdidosulegiti-midad—fueelresortequeempujóaquienesseveíanreducidosaunpapelmarginaly

subordinado a dedicar sus mejores energías a acumular capital, a convertirse en empresarios.

La incapacidad del Estado italiano para mantener un monopo-lio sobre la fuerza y la justicia, la creciente competencia debida

9. Pino Arlacchi, The Mafia Ethic and the Spirit of Capitalism (Londres: Verso, 1987).

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a ladiversificaciónde laeconomíay lapérdidadel sentidodelhonor tradicionalsetradujeronenquelacompetenciaentremafiassehizomásviolenta.Sinlosfre-nos institucionales y tradicionales, el recurso al asesinato, la extorsión y el fraude caracterizaron este proceso de transformación de lasmafias tradicionales en lasempresasmafiosasmodernas.

Aquí también es clara la diferencia con Gambetta: ya no es la protección lo que caracterizaa lasmafias, sinomásbien laactividadempresarialmafiosaen labús-queda de acumulación de capital. En una vena relativamente similar a la de Santino y LaFiura,laeconomíayelenclasamientoseconviertenenloselementosdefinitoriosde esas organizaciones.

4. itaLia y coLomBia

El tercer texto es escrito por un amigo ecuatoriano-colombiano-alemán, Ciro Krauthausen, quien luego de hacer su tesis de pregrado en sociología en la Universidad Nacional sobreelnarcotráficocolombianocomoempresa,viajóaAlemania,donderealizóparasutesisdoctoraluna investigaciónen laquecomparaa lasmafias ita-lianas con sus contrapartes colombianas. El título de su libro, Padrinos y mercaderes. Crimen organizado en Italia y Colombia10, me releva de hacer muchos comentarios.

Sin duda lo más importante es resaltar, además de las diferencias entre los dos países y fenómenos, sus relaciones. En cuanto a sus diferencias, para el autor éstas consistenenquelasmafiasitalianassecaracterizanporqueserigenporunalógicade poder, mientras las colombianas se mueven ante todo por una lógica de mercado. Si bien las italianas se embarcan en aventuras empresariales, su ánimo principal se encuentra en la conquista de poder para garantizar no sólo protección de negocios, legales o ilegales, sino también una capacidad creíble de extorsión. Las colombianas, en cambio, están más ligadas a la producción y exportación de cocaína. En ambos casos funcionan la protección y la extorsión, pero el carácter de mercaderes es mucho más marcado en las colombianas. Aun así, hay muchas similitudes. Una de ellas se refierealasquesedanentreelpadrinoitalianoyelcaponarcotraficantecolombiano:

“Tanto en Colombia como en Italia lo decisivo probablemente fue una casi ineludible

lógica de poder. A manera de recordatorio: tanto los corleonesi como Pablo Escobar

y sus aliados más cercanos solían justificar su superioridad sobre los demás actores

ilegales ante todo con el hecho de que ofrecían protección contra las extralimita-

ciones estatales. La consiguiente centralización distinguió a la Cosa

Nostra y al cartel de Medellín respectivamente de la ´ndragheta y

la camorra y posiblemente también del cartel de Cali. Pero no era

mera extorsión violenta la que había permitido a Pablo Escobar y a

10. Ciro Krauthausen, Padrinos y mer-caderes. Crimen organizado en Italia y Colombia (Bogotá: Espasa, 1978).

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Ensayo bibliográfico

Toto Riina centralizar sus escenarios de acción e instalarse en la cúspide: los demás

narcotraficantes y mafiosos esperaban de ellos protección, orden y seguridad… Ante

la inminencia de un fracaso (por la acción del Estado en ambos casos, [ACG]), el

grupo de Pablo Escobar y los corleonesi no tuvieron más remedio que la huída

hacia delante… esa suicida lógica del poder tanto en Italia como en Colombia parece

explicar la desenfrenada violencia que saltó al primer plano con los asesinatos de

Giovanni Falcone y Luis Carlos Galán”11.

Y en un terreno más estructural la comparación es relevante: “Algunas impresiones colombo-italianas arrojan indicios de que no es aventurado

sospechar semejanzas estructurales entre ambas sociedades. Quien de Colombia

llega al sur de Italia encontrará muchas cosas familiares: el descuido de la justicia,

que evidencia el deterioro de las instalaciones de los juzgados, por ejemplo, o las

muchas recomendaciones necesarias para obtener un puesto de trabajo, el abandono

del espacio público y la ineficiencia estatal en la prestación de muchos servicios,

la ostentación de la riqueza de algunos cuantos o el apego juvenil al consumo de

determinados artículos de marca de renombre mundial. Desde luego, también notará

diferencias, en especial en lo que se refiere al mayor bienestar. Quizá a los viajeros

colombianos les llame la atención las dificultades que supone movilizarse en trans-

porte público a muchas localidades del sur de Italia: acá casi todos cuentan con

automóvil propio y no dependen de los autobuses interurbanos.

¿Qué les resulta familiar a los italianos en Colombia? De entrada, cargan un lastre de

prejuicios: incluso los italianos educados suelen tener la impresión de que América

Latina se reduce a una acumulación de repúblicas bananeras en las que sanguinarios

dictadores reprimen a paupérrimos nativos y combaten a los herederos directos del

Che Guevara… Una vez sobre el terreno, sin embargo, es probable que a los italianos

les llamen la atención paralelos similares a los que descubren los colombianos en

Italia. Sería de desear, por ejemplo, que pudieran visitar una localidad rural en época

de campaña electoral. La imagen del jefe local del partido, que recibe a docenas de

solicitantes, que promete becas y puestos de trabajo, y que escribe cientos de cartas

recomendatorias, debe parecerles familiar. Igualmente las innumerables variantes del

comportamiento ilegal y las amplias redes de corrupción”12.

Y en una síntesis de su argumentación nos dice que:“Puesto que parecen especialmente importantes en el creci-

miento del crimen organizado, a continuación se destacarán de

manera sistemática los siguientes paralelos: en primer lugar,

11. Ciro Krauthausen, Padrinos y merca-deres, 320-321.

12. Ciro Krauthausen, Padrinos y merca-deres, 387-388.

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la conformación y las características del monopolio estatal de la fuerza, así como

del Estado mismo; segundo, la manera como se hace política; tercero, las rápidas

transformaciones sociales que han ocurrido tanto en Italia como en Colombia en las

últimas décadas; cuarto, la vasta gama de comportamientos ilícitos, que va mucho

más allá de la esfera del crimen organizado; y, quinto, la aparente falta de confianza

entre las personas”13.

Uno de los puntos más relevantes del trabajo de Krauthausen es la información que aportasobrelasrelacionesentrelosmafiosositalianosyloscolombianosentornodeltráficointernacionaldedrogasilícitas.Yenestecampovalelapenatraeracuentodos ideas: por una parte, cuando Gambetta estudia los llamados mercados desorde-nados—“losenredosdeladroga”(pp.381yss.),comolosdenominaél—,describeelprocesohistóricoporelcualmafiosositalianosseinvolucraronenelcomerciodeheroína, tanto en la protección al trasiego como en el transporte, lo que estrechó sus vínculos con los proveedores y los productores locales como con los distribuidores en el mercado de Estados Unidos. Pues bien, informes recientes de la prensa y la jus-ticia colombiana han dado cuenta de las relaciones comerciales entre uno de los más importantes jefes paramilitares, confeso exportador de cocaína, Salvatore Mancuso, y algunos importadores italianos. De hecho, miembros de una familia italiana han sido arrestados en Sicilia por las autoridades, acusados de ser cómplices de Mancuso en el negocio. No sé si haya alguna coincidencia, pero en Italia, y esto lo documenta Gambetta,hasidobienconocida la familiaMancusocomomafiosa,e inclusocomonarcotraficante(p.381).Unosepreguntasilasangrellama.

5. y de coLomBia, ¿qué?Lo primero que hay que decir al hablar de nuestro país es que el fenómeno más

notablequecaracterizaladelincuenciaorganizadaeselnarcotráfico.Asumoelriesgode ser repetitivo, pero ya en un texto anterior intenté hacer una caracterización del fenómeno, que por razones de economía expositiva me permito reproducir:

“El narcotráfico en Colombia ha tenido múltiples aristas y dimensiones. Se trata,

sin duda, de uno de los fenómenos que más ha contribuido a conformar una nueva

fisonomía del país en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales. En

lo social ha sido fundamental para transformar la estructura de clases mediante el

desarrollo de nuevas fuerzas que irrumpen en el panorama: sectores sociales que

han venido conquistando posiciones mediante la adquisición,

las más de las veces de manera fraudulenta, de tierras y empre-

sas. Estos nuevos actores sociales a su vez han dado origen 13. Ciro Krauthausen, Padrinos y merca-

deres, 388.

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a otros actores, los sicarios y los paramilitares, cuya acción criminal ha disparado

las tasas de homicidios y desplazamientos forzados de poblaciones hasta hacer de

Colombia uno de los países más peligrosos del mundo y a que nos acerquemos a una

situación de crisis humanitaria.

La expansión regional de la siembra de coca y/o amapola ha sido determinante en la

transformación regional del país, fomentando así el proceso de fragmentación social:

las nuevas fisonomías que adquieren las regiones en las que se han implantado

los cultivos ilícitos son hoy día espacios heterogéneos, receptores y expulsores de

población, lo que genera una nueva demografía que quiebra los lazos tradicionales de

relaciones sociales y transforma los patrones de vida y consumo.

En lo político han establecido formas de dominación que abarcan tanto el control

real y formal, mediante la violencia y la corrupción, de espacios regionales como de

posiciones en las altas esferas del poder, expresadas en su presencia en el aparato

legislativo, bien directamente, bien mediante testaferros sujetos a su voluntad. Sus

inmensos ingresos, sus apetitos de poder y control, la defensa de sus intereses y las

exigencias de su construcción como actores sociales con pretensiones de legitimidad,

los han conducido a destinar ingentes recursos a profundizar el conflicto armado

mediante la creación de ejércitos que enfrentan a las fuerzas insurgentes y con ello a

extender las confrontaciones armadas a amplias regiones del país. Con ello, a la par

con la fragmentación social, el país se aboca a un proceso similar del Estado.

El narcotráfico ha contribuido decididamente a desmantelar la justicia, a corromper a

la Fuerza Pública y a deteriorar la situación de los derechos humanos de los colom-

bianos. Por todo lo anterior, a pesar de los esfuerzos para extender la soberanía y las

instituciones reguladoras del Estado a todo el territorio nacional, los poderes regiona-

les asentados sobre la fuerza retan los intentos de apuntalar una dominación legítima

y solidificar un Estado de derecho fundamentado en la democracia y el respeto a los

derechos de los demás.

En lo cultural el narcotráfico deja su huella indeleble en el país: con su acción los

narcotraficantes han contribuido a debilitar las fuentes tradicionales de prestigio y

poder, a envilecer tradiciones, a sustituir el razonamiento civilizado por la violencia y

la brutalidad. Todo ello contribuye a obstaculizar y distorsionar un proceso de moder-

nización social, política y cultural y a enfrentar a la civilidad con la barbarie.

Por último, pero no menos importante en este breve enunciado, el narcotráfico y

su correlato el conflicto armado han sido definitivo (sic) en la modificación de los

patrones de inserción de Colombia en el panorama internacional. Lo que el presidente

Alfonso López llamó en alguna ocasión ‘el Tíbet de Suramérica’ se convirtió, en virtud

del narcotráfico, en un caso modélico de inserción internacional conflictiva. A los

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ojos del mundo civilizado Colombia se presenta como una ‘narcodemocracia’, como

el único país del Continente que aún tiene una guerra irregular, como una amenaza

para el resto de América y/o, como algunos lo proponen, una nación con un Estado

al borde del colapso”14.

En ese mismo trabajo realicé un esfuerzo para establecer las diferentes formas de violencia que han caracterizado la actividad asesina de los narcos, y distinguí entre la violenciainterna(lallaméintereintramafias)mediantelacualseeliminabaalacom-petencia, a soplones, a competidores desleales o incumplidos; la violencia desplegada hacia las barreras que se erigen contra su desarrollo, y que tuvo como víctimas a fun-cionarios del Estado (policías, jueces, magistrados, dirigentes políticos); la ejecutada contraelcampesinado,yquereflejaelprocesodeexpansiónruralyacaparamientoviolento de tierras.

Estas violencias, grosso modo, corresponden a las diferentes etapas por las que ha pasadoelnarcotráfico,yque sepuedencaracterizarcomo,primero, lade lahege-monía de los llamados carteles (período estudiado por Krauthausen), y que cubre aproximadamente las décadas del setenta al noventa. En esta primera etapa, sufi-cientemente conocida como para prolongarme en su descripción, se originaron dos conceptosclaves:elde‘mafia’,quehoyesdeusocorriente,yelde‘capo’,pararefe-rirse a las organizaciones que controlaron el grueso de las actividades de producción y exportación de cocaína y a sus máximos jefes.

Una segunda etapa, que va de 1996 a 2000, se caracteriza por el desmantelamiento de los carteles y la fragmentación de sus organizaciones, lo que dio vigencia a los lla-mados “traquetos”: segundones de los viejos capos ahora convertidos en cabezas de organizaciones más pequeñas, pero no menos violentas. Una tercera, en la que se ha producidounanefastaamalgamaentrenarcotraficantesyviejasonuevasorganiza-ciones de autodefensa regional compuestas por propietarios rurales, comerciantes, empresarios del transporte y otros quienes arguyeron que se organizaban para defen-derse de los embates de la guerrilla ante la ausencia o incapacidad de hacerlo por parte del Estado. Y una cuarta, durante la que el país ha presenciado la expansión de las organizaciones paramilitares hacia las ciudades, en donde han establecido verdaderas mafias.Aestasdosúltimasetapasmehepermitido llamarlas“laexpansión de las paracracias”.

No es necesario entrar en muchos detalles sobre este último proceso: hay una vasta literatura que describe, analiza y explica el fenómeno, de modo que me limitaré a referirme a un texto de Gambettaenelqueexplicaporquélamafiaaparecióenalgunas

14. ÁlvaroCamachoGuizado,“Denarcos,paracraciasymafias”,enEn la encrucijada. Colombia en el siglo xxi, ed., Francisco Leal Buitrago (Bogotá: Ceso-Universidad de los Andes-Norma, 2006), 387-388.

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Ensayo bibliográfico

zonas de Sicilia y en otras no, y que me sirve como base para hacer unos comentarios sobre el caso colombiano. Dice Gambetta:

“Las opiniones de cómo y dónde sí apareció la mafia son más dispares, pero el

número de hipótesis significativas se puede reducir a tres. La mafia evolucionó en

zonas caracterizadas por: 1) conflicto económico sobre la gestión y apropiación de la

tierra y de los recursos relacionados; 2) caudales versátiles y numerosas transaccio-

nes, como en los mercados urbanos, y 3) conflicto político entre facciones locales,

especialmente en conexión con los cambios institucionales efectuados por el Estado

italiano entre 1869 y 1890” (pp. 148-149).

Examinemosestaafirmaciónsociológicaparacompararconnuestrocaso.GustavoDuncan15 sostiene que es erróneo deducir la existencia de los actuales señores de la gue-rracomounsimpleefectodelnarcotráfico.Enprimerlugar,esnecesarioremontarseala violencia de los cincuenta, con la proliferación de ‘pájaros’, bandoleros y guerrilleros que se independizaron de los partidos. En segundo lugar, a la globalización y sus efec-tos en el debilitamiento del Estado Nación y las nuevas oportunidades de lucro a través de los delitos trasnacionales. En tercer lugar, a la descentralización establecida por la Constituciónde1991,quedebilitóloscontrolessobreelusodelasfinanzaslocalesyprecipitó nuevas formas de clientelismo local, que han sido aprovechadas por los gru-pos armados ilegales en una modalidad que ha sido llamada de “clientelismo armado”. Por su parte, Mauricio Romero16 ubica esta dinámica en los efectos y las reacciones políticas en el contexto de modernización política iniciada en 1982 con las negociacio-nes de paz entre el gobierno central y las guerrillas, la apertura política que acompañó esos acercamientos, la descentralización y la primera elección popular de alcaldes en 1988y,finalmente,laConstituciónde1991,incluidalaeleccióndegobernadores.

Tanto Romero como Duncan resaltan además el fraccionamiento de las élites locales que, unido a la tradicional desidia y abandono por parte del Estado central, abrió las puertas para que ante la amenaza y excesos por parte de las guerrillas, los propietarios locales optaran por aceptar la acción armada defensiva ofrecida por los paramilitares. De allí a la política de asumir el control real y formal de las regiones

sólo había un paso. Éste, sin embargo, no podía darse sin la anuen-cia de algunos jefes políticos tradicionales, muchos de los cuales optaronporlasalianzas,mientrasotrosprefirieroncedersuspre-rrogativas a los nuevos jefes. No se puede olvidar que las regiones hoy controladas por las paracracias han sido bastiones tradicio-nales del gamonalismo, que se expresa en los liderazgos políticos familiares heredados y el clientelismo en su forma más cruda.

15. Gustavo Duncan, Los señores de la guerra. De paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia (Bogotá: Planeta, 2006).

16. Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas (1982-2003) (Bogotá: Iepri-Planeta, 2003).

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Álvaro Camacho Guizado

A lo anterior habrá que agregar que las regiones de mayor desarrollo del fenómeno se caracterizan por la notoria concentración de la tierra, el ausentismo de propieta-rios, su utilización en ganadería extensiva y el bajo empleo que generan. Pero más allá de esto, son regiones en las que la historia de adquisición de la tierra por malos manejos de los títulos, la alteración de linderos y más recientemente el despojo y aca-paramiento armado han sido sus elementos más notables. Cualquier persona más o menos avisada podrá colegir cuál puede ser el papel del Estado en estas regiones.

En lo que respecta a la urbanización del paramilitarismo, el citado Gustavo Duncan ha analizado el proceso ya no como un aparato militar uniformado, sino como un con-juntodeorganizacionesmafiosas17. Sostiene el autor en primer lugar que “la irrupción deredesmafiosasenlasciudadessólohasidoposibleporelapoyologístico,militaryfinancierorecibidoporlosjefesdelasautodefensasdesdeelcampo”.Elpropósitocentral sería la expansión del control político y económico de que disfrutan en las diferentes regiones para lograr “el monopolio de la coerción y la protección de una serie de actividades susceptibles al control del crimen organizado como los mercados deabastos,laextorsión,elnarcotráfico,ycomologrodeunnivelsuperior,laapropia-ción del poder político en las ciudades”.

Ésta es claramente una nueva transformación del proceso: a la conformación de paracracias regionales se agrega la expansión hacia las áreas urbanas, en las que a la par del control de negocios en los que se bordea la ilegalidad y la informalidad, se agrega la práctica de “limpiezas urbanas” como mecanismo de protección de nego-cios y erradicación de la pequeña delincuencia. Varias ciudades han experimentado el proceso de una manera inequívoca, como lo atestiguan las muertes de jóvenes de barriadas pobres periféricas en las que se supone se asienta con más fuerza esa delincuencia juvenil.

Esta práctica es una ilustración de los mecanismos utilizados para penetrar acti-vidades comerciales: se trata de la oferta de protección de negocios amenazados. El caso de Bogotá es ilustrativo: la descripción que hace Bernardo Pérez en “El paramilitarismo en Cundinamarca y Bogotá”18 es bastante reveladora: incluye información sobre la penetración paramilitar en barrios periféricos de la ciudad mediante la eje-cución de “limpiezas sociales”, en las cuales perdieron la vida cientos de jóvenes pobres acusados de ser delincuentes, el control de comercios minoritarios de ventas de mercancías de contra-bando, repuestos robados de automóviles y otras economías de bazar en las que la circulación monetaria es muy dinámica y en las cuales el riesgo de la estafa o la trampa es virtual. Allí se han

17. Gustavo Duncan, Del campo a la ciu-dad en Colombia. La infiltración urbana de los señores de la guerra (Bogotá: Uni-versidad de los Andes, Documento cede 2005-2, enero de 2005).

18. Bernardo Pérez, “El paramilita-rismo en Cundinamarca y Bogotá”, en Parapolítica. La ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, ed., Mauricio Romero (Bogotá: Corpora-ción Nuevo Arco Iris, cerec, asdi, 2007).

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Ensayo bibliográfico

asentado losparamilitares convertidosenmafiosos, vendiendoproteccióny reali-zando extorsiones a granel.

A esta descripción puedo agregar un pequeño estudio de caso: Miguel Arroyave era unpoderosoproveedordeinsumosparaelnarcotráficoenlaregióncentro-occidental,y entre sus negocios fue consolidando el control de los comerciantes de los sanan-dresitos, para lo cual, inclusive, se enfrentó con las autodefensas de Martín Llanos. La ventaja de Arroyave era su oferta de protección y cobro de cuentas, en tanto que Llanos se había dedicado a la extorsión pura y simple. Con el propósito de incrementar suáreadeinfluenciayalavezganaralgunaposibilidaddeobtenerlosbeneficiosdela negociación que se iniciaba entre las auc y el gobierno nacional, Arroyave compró como franquicia paramilitar el Bloque Centauros, que se encontraba en franca debili-dad.ConlanuevafinanciaciónymediantelagestióndeJoséVicenteCastaño,granjefenarcotraficanteyparamilitar,estebloquesefortalecióyasíArroyavepudoparticiparde las negociaciones con el gobierno. Su muerte, a manos de sus propios compañeros, suscitósendasinvestigacionesoficialessobresupasado,quesemantuvoensilenciodurante su vida. Arroyave, al parecer, se había protegido debidamente mediante la penetración en aparatos de policía de la ciudad.EnMedellín las ejecutorias de Diego FernandoMurillo, viejo narcotraficante y

pistolero al servicio del cartel de Medellín y luego aliado de sus peores enemigos, los pepes,yconocidocomoDonBerna,elflamanteinspectorgeneraldelasauc, son suficientemente conocidas. Basta leer algunos informes de la revista Semana para despejarcualquierdudasobre lanotable influenciaqueestepersonajehaejercidosobre la delincuencia en esa ciudad. En ciudades de la costa atlántica sucede otro tanto. El reinado de “Jorge 40”, uno de los más conspicuos jefes paramilitares aso-ciados al contrabando de cocaína, y su sistema de extorsiones y eliminación de opositores son reconocidos públicamente. De hecho, la revista Semana ha informado que aún estando en la cárcel Jorge 40 les “vendió” la Costa Atlántica a los Mellizos Mejía Múnera en quince millones de dólares. Los rumores indican que el proceso de toma de posesión de las ciudades por los nuevos capos se inició mediante la ejecución deindeseablesyadversarios,lasllamadas“limpiezassociales”,conelfindeapunta-lar la nueva hegemonía19. Y en una entrega anterior la revista informa cómo otro de los grandes jefes paramilitares “se tomó a sangre y fuego la Universidad de Córdoba,

y asesinó a estudiantes y profesores”20.

6. uN puNto fiNaL: La coNcLusióN y La poLítica No quiero terminar esta ya larga presentación sin una cita tam-

biénlargadel librodeGambetta,queesclaveparaunareflexión

19. Semana, n.o 1327, 8 a 15 de octubre de 2007.

20. Semana, n.o 1 de 2007.

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Álvaro Camacho Guizado

seria que debería ser indiscutiblemente considerada por quienquiera que se interese por el caso colombiano:

“Pero la desaparición de la mafia no es inexorable ni espontánea: sólo la mayor

determinación de parte de las autoridades puede llevarla a su fin; en caso contrario,

el proceso comenzará otra vez desde el principio. Que esto suceda o no, sin embargo,

depende de procesos sobre los que el sociólogo no tiene más control que cualquier

otro ciudadano. Depende, por ejemplo, de que la protección que da la mafia en liti-

gios diarios, llegue un día que sea satisfactoriamente dada por los tribunales, cuya

ineficiencia en la actualidad es simplemente pasmosa; es decir, depende de si el

Estado opta, por fin, por suministrar protección genuina. Sobre todo, depende de si la

gama de protección ilegal es reducida por una intervención inteligente; por ejemplo,

liberalizando el mercado de la droga, aboliendo el control estatal sobre el precio de

los cigarrillos, simplificando y haciendo más transparente el procedimiento para la

asignación de contratos públicos, mejorando la legislación antitrust y aplicándola en

los mercados de abasto y modificando el proceso electoral para reducir al mínimo la

oportunidad de vender votos. Técnicamente, no es un problema insuperable hacer los

cambios necesarios” (p. 413).

Ï

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ReseñasQuarleri, Lía. Rebelión y guerra en las fronteras del Plata. Guaraníes, jesui-tas e imperios coloniales.Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009, 384 pp.

El libro de la antropóloga argentina Lía Quarleri se enmarca dentro de los estudios delosconflictosentreguaraníesehispanolusitanos,comoconsecuenciadeltratadodelímitesfirmadoen1750entrePortugalyEspaña.Deacuerdoconestepacto,Portugalrecibía de España el territorio ocupado por siete reducciones jesuítico-guaraníticas a cambiodeentregarColoniadelSacramento.Apesardelasintencionesdepacificacióndel acuerdo, éste derivó en una pugna que duró aproximadamente dos años (de 1754 a 1756) entre las fuerzas combinadas de ambos imperios contra la resistencia guaraní.

El aspecto más novedoso del estudio es su intención por recuperar la mirada de los pueblos nativos durante la contienda, revisando el tradicional enfoque que interroga acerca del grado de participación de los jesuitas en la misma. De esta forma, los dos ejes articuladores de la investigación serán los siguientes: el primero centrado “en la participación de los guaraníes en los hechos, atendiendo a la diversidad de actitudes y posturas, a las prácticas y comportamientos desplegados, a los sentidos atribuidos a sus acciones, como a la de los otros, y a las ideas expresadas como base argumentativa de la resistencia” (p. 20); y el segundo, relacionado con la interpretación histórica, política, económica y simbólica de la disputa. Para cumplir con este último objetivo, el librosigueunalíneatemporal—antecedentes,desarrolloyconsecuencias—,yseubica en un espacio particular: la cuenca del Río de la Plata.

La obra consta de una introducción, siete capítulos y un epílogo. El primer capítulo es un estudio sintetizado de la realidad etnohistórica de los guaraníes y las conse-

cuencias de la colonización. El análisis avanza en la relación entre los guaraníes y los primeros europeos que arribaron a la región, lo que desembocó en la fundación de Nuestra Señora de Asunción en 1537. En principio, los pobladores españoles mantuvieron relaciones de cohesión y consenso con los lugareños; sin embargo, a los pocos años tal relación se tornó cada vez más violenta. Para reglamentar la situación, en 1556 se comenzó a asignar mano de obra indígena entre los primeros pobladores de Asunción, situación que afectó profunda-mente la cohesión comunal guaraní.

Virginia MacchiProfesora de Historia en la Universi-

dad de Buenos Aires y doctoranda en

Historia uba-conicet, Buenos Aires, Argen-

tina. [email protected]

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223Reseñas

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El segundo capítulo trata acerca de los modos de la conquista española y portu-guesa, y las tensiones existentes entre ambos imperios en el territorio americano. La autoraanalizaelpapeldestacadoque lasórdenesregulares—franciscanos,domini-cos,agustinosymercedarios—tuvieronenlaconquista,puestoquefuncionaroncomo“pacificadores”de laspoblacionesamericanas. Los jesuitas llegarona la zonapara-guayaconelfindedominaralapoblaciónlocal,quesehabíatornadocadavezmásagresiva, y para mantener a raya el avance lusitano, pues los bandeirantes se dedi-caban a capturar guaraníes, los convertían en esclavos y los obligaban a trabajar en las haciendas del sur de Brasil. En estas reducciones se crearon fuertes lazos entre los jesuitas y los caciques guaraníes, quienes mantuvieron su autoridad dentro de la comunidad. Un aspecto importante que la autora destaca de las congregaciones jesui-tas es que los religiosos entrenaron militarmente a los nativos para combatir el avance de los cazadores de esclavos. Para la autora, esta situación demarcará dos formas dife-rentes de “colonialismo fronterizo”: la guarnición fronteriza española y la expedición depredadora portuguesa.

En el apartado siguiente, la autora hace un recuento de los antecedentes del con-flictoentrelaspotenciaseuropeasaliadasylospueblosamericanos.Aprincipiosde1750,EspañayPortugalfirmaronunnuevotratadoparadefinirloslímitesdesuspose-siones en América y Asia. En el territorio que compete al análisis de Quarleri, Portugal obtuvo las tan ansiadas tierras que se extendían desde el río Ibicuy hasta el río Uruguay, y España obtenía Colonia del Sacramento. En el territorio paraguayo las buenas nuevas no fueron bien recibidas, y entre la población guaraní comenzaron a gestarse movi-mientos rebeldes. Una vez anoticiados los jesuitas, la reacción no fue homogénea, pues algunos volcaron sus simpatías hacia los rebeldes, otros mantuvieron una actitud neu-tral y una fracción decidió cumplir las normativas a cualquier costo. Es importante, según Quarleri, entender las posturas de los jesuitas, pues el poder político esperaba que fueran ellos quienes llevaran a cabo la impopular medida. En los siguientes tres capítulos la autora da cuenta del conflicto. En el cuarto

apartado se analiza cómo la estructura militar defensiva que se había montado en las reducciones fue utilizada por los guaraníes para rebelarse. El siguiente capítulo comienza con un pormenorizado análisis de la declaración de guerra del gobierno colonial hacia las colonias jesuitas, debido a la detención que los miembros de las reducciones hicieron de la expedición demarcatoria que se había enviado. Según la autora, esta manifestación bélica no era ajena a la época, puesto que se enmar-caba dentro de la “violencia institucionalizada”, a través de la cual se expandían o consolidaban los imperios coloniales. Además, en este capítulo la antropóloga ana-lizalasdistintasestrategiasdefensivasdelosguaraníes—talescomolacreaciónde

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confederacionesylaincorporacióndeotrosgruposaborígenes—.Peronosóloleinte-resa explicar la dinámica bélica guaraní, sino que además se detiene en las formas de encarar el problema desde el bando hispánico: existieron dos políticas distintas, una monárquicayotralocal.Laprimerasecentróenedificardefensasenlosfuertesylasegunda en la ampliación de la convocatoria de milicianos.

El capítulo vi examina largamente el conflicto armado desarrollado entre 1754y 1756. La crónica de los enfrentamientos culmina con la ocupación que realizó el ejército lusohispano de los territorios misioneros, que para Quarleri marcó “un hito histórico y una modalidad de intervención diferente de los Estados coloniales en sus dominios americanos […] que combinaba un proyecto colonizador con un plan de reco-nocimientogeográficoycartográfico”(p.278).Deestaforma,unadelasconsecuenciasmástangiblesdelconflictoanivellocalfuelapérdidadelaautonomíaylosprivilegiosque hasta el momento detentaban los religiosos, pues quedaron sujetos directamente al poder del gobernador y sus ejércitos. En cuanto al virreinato, la llegada en 1756 del gobernador del Río de la Plata, Pedro de Ceballos, fue también clave, pues su primera acción fue subir a territorio misionero, quien comenzó a apresurar la cesión de Colonia delSacramentounavezconfirmadalapacificacióndelaregiónparaguaya.Porúltimo,las relaciones entre los imperios comenzaron a cresparse debido a la demora en la entrega de Colonia del Sacramento a España. Finalmente, en 1761 el tratado bilateral se anuló, lo que conllevó a una guerra entre los imperios.

En el último capítulo, quizá el más interesante, se analizan los interrogatorios realizados a los guaraníes y cómo se fueron reelaborando los discursos alrededor del “tiempo de la guerra”. Quarleri se centra fundamentalmente en las cartas escritas por los caciques guaraníes al gobernador de Buenos Aires, a los jesuitas y otros líderes indí-genas.Enestecapítulofinalmentesecumpleelambiciosoobjetivodelainvestigadoraderecuperarla“mirada”aborigendelconflicto,quitandoelfocodelosjesuitas.

En el epílogo la autora recapitula las distintas conclusiones a las que arribó luego delaelaboracióndesuextensainvestigación.Laprimeraeslaespecificidadpropiadeun territorio emplazado como frontera; la segunda, las características particulares de estaorganizaciónpolítico-socialyreligiosa,específicamentelasreduccionesjesuitas.En tercer lugar, la vinculación entre este espacio único y las nuevas formas de hacer política desde la península, es decir, las Reformas Borbónicas, y cómo estas conllevaron a un fenómeno sin precedentes: la defensa aborigen de un espacio religioso.

En conclusión, este trabajo presenta un minucioso análisis de la situación de la gobernacióndeParaguayyunpormenorizadoestudiodelconflictohispanoguaraní.No obstante, la búsqueda por contextualizar la totalidad de los acontecimientos en el proceso histórico general conlleva a que en gran cantidad de ocasiones el relato se

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complejice en algunos apartes y pierda su centro. Sin embargo, el libro es una válida explicacióndelasdistintasestrategiasdelosactoresdelconflicto.Además,amplíaelanálisis en tanto que hace hincapié en las decisiones situacionales de los guaraníes, queenestetrabajoseconviertenenungrupocapitaldelconflicto.

ÏMarín Leoz, Juana. Gente decente. La élite rectora de la capital. 1797-1810. Bogotá: icanh, 2009, 276 pp.

Como si faltaran más elementos para dar cuenta de la grave situación de la Corona española en el concierto internacional de la segunda mitad del siglo xviii, la toma de Cuba por parte de Inglaterra en 1762 evidenció la vulnerabilidad militar de los domi-nios americanos y aceleró la implementación de reformas que garantizaran su efectiva defensa.

Simultáneamente, con los cambios que se proyectaron en el ejército y la armada española, otra serie de transformaciones avanzaban. Las razones eran muy variadas: porque le daban continuidad a medidas promulgadas muchos años atrás, porque implementaban en América acciones ya pro-badas en la península, porque reactivaban otras que habían quedado en suspenso o porque surgían como fórmulas novedosas al servicio de una monarquía, que requería con urgencia cambios que le permitieran hacer frente al avance que experimentaban sus competidores europeos.

Las reformas borbónicas, más allá de la diversidad de perspectivas que las carac-teriza, de los ciclos que en su implementación se descubren, de la adaptación que de ellassehizo—deacuerdoalascondicionesdecadareinoycadaprovincia—ydelasinterpretaciones que ellas susciten, dieron lugar a una importante dinámica social e implementaron ciertos criterios referentes a la naturaleza del Estado. Aunque se entiendan, en palabras de John Lynch, como una Reconquista1 o como la continuidad en la aplicación de viejas medidas a un continente que la Corona jamás había perdido o que nunca había conquistado plenamente, como para tener que retomarlo, las reformas die-ronlugarasituacionespolíticas,económicasyculturalesdesignificativaimportancia.

En ese contexto se sitúa la obra que hoy se reseña. Si bien los años a los que se refiere muestran un declive con relaciónal impulso inicial dado durante el reinado de Carlos III, ciertos

Guillermo SosaInvestigador del Instituto Colombiano

de Antropología e Historia (icanh).

Bogotá, Colombia. [email protected]

1. John Lynch, La España del siglo xviii (Barcelona: Editorial Crítica, 1991).

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complejice en algunos apartes y pierda su centro. Sin embargo, el libro es una válida explicacióndelasdistintasestrategiasdelosactoresdelconflicto.Además,amplíaelanálisis en tanto que hace hincapié en las decisiones situacionales de los guaraníes, queenestetrabajoseconviertenenungrupocapitaldelconflicto.

ÏMarín Leoz, Juana. Gente decente. La élite rectora de la capital. 1797-1810. Bogotá: icanh, 2009, 276 pp.

Como si faltaran más elementos para dar cuenta de la grave situación de la Corona española en el concierto internacional de la segunda mitad del siglo xviii, la toma de Cuba por parte de Inglaterra en 1762 evidenció la vulnerabilidad militar de los domi-nios americanos y aceleró la implementación de reformas que garantizaran su efectiva defensa.

Simultáneamente, con los cambios que se proyectaron en el ejército y la armada española, otra serie de transformaciones avanzaban. Las razones eran muy variadas: porque le daban continuidad a medidas promulgadas muchos años atrás, porque implementaban en América acciones ya pro-badas en la península, porque reactivaban otras que habían quedado en suspenso o porque surgían como fórmulas novedosas al servicio de una monarquía, que requería con urgencia cambios que le permitieran hacer frente al avance que experimentaban sus competidores europeos.

Las reformas borbónicas, más allá de la diversidad de perspectivas que las carac-teriza, de los ciclos que en su implementación se descubren, de la adaptación que de ellassehizo—deacuerdoalascondicionesdecadareinoycadaprovincia—ydelasinterpretaciones que ellas susciten, dieron lugar a una importante dinámica social e implementaron ciertos criterios referentes a la naturaleza del Estado. Aunque se entiendan, en palabras de John Lynch, como una Reconquista1 o como la continuidad en la aplicación de viejas medidas a un continente que la Corona jamás había perdido o que nunca había conquistado plenamente, como para tener que retomarlo, las reformas die-ronlugarasituacionespolíticas,económicasyculturalesdesignificativaimportancia.

En ese contexto se sitúa la obra que hoy se reseña. Si bien los años a los que se refiere muestran un declive con relaciónal impulso inicial dado durante el reinado de Carlos III, ciertos

Guillermo SosaInvestigador del Instituto Colombiano

de Antropología e Historia (icanh).

Bogotá, Colombia. [email protected]

1. John Lynch, La España del siglo xviii (Barcelona: Editorial Crítica, 1991).

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criterios y pautas de acción gubernamental se mantuvieron y fueron irreversibles. Por otrolado,lossujetosalosqueserefiereellibro,antesdeocuparsuscargosenelNuevoReinodeGranada,fueronartíficesdirectosdelasreformasenelcampomilitar,ámbitoespecíficoenelquedesarrollabansusrespectivascarreras:conocíanlarealidadestra-tégica del Caribe y valoraban en su justa medida la disputa entre España e Inglaterra.

Así, de una u otra forma los criterios, normas y acciones respecto al Estado y la sociedad que se fueron decantando durante cerca de un siglo de dominio borbónico, se hicieron presentes en un ámbito relativamente marginal como el del Nuevo Reino, cediendo en algunos casos o adaptándose en otros, a las condiciones locales.

La autora centra su atención en la administración del virrey Pedro Mendinueta eindagaacercadelacomposiciónsocialdelasprincipalesinstitucionesafincadasen la ciudad de Santafé. Se propone reconstruir las plantillas de cada uno de estos cuerpos y definir las estrategias relacionales de susmiembros, todo con el obje-tivo de aproximarse a la dinámica política y social de la élite santafereña y a sus mecanismos de perpetuación. A través de cinco capítulos, el lector descubre el tipo de entramado social que está en la base del poder virreinal. La Real Audiencia, el cabildo, el palacio virreinal y el cabildo eclesiástico son analizados a la luz de pro-blemas centrales, objeto de atención por parte de la historiografía que trata sobre la naturaleza del imperio español.

Al estudiar la composición de la Real Audiencia, relativiza nociones que como “criollización” o “descriollización” han servido para distinguir en Hispanoamérica dos momentos en la historia de este alto tribunal. A diferencia de otros lugares, en el Nuevo Reino fue mínima la compra de cargos de justicia por parte de los criollos, y el predominio de los peninsulares fue constante. Sin embargo, su larga permanencia en los empleos terminaba por integrarlos a la sociedad local. Adicionalmente, la nómina deoficialessubalternosdelaRealAudiencia,monopolizadaporunaspocasfamiliascriollas, da cuenta de una institución no tan españolizada como se podría creer si sólo se observaran los cargos mayores.

El estudio del cabildo muestra un cuerpo compuesto mayoritariamente por neo-granadinos, y los pocos peninsulares que ingresan lo hacen después de una larga residencia en la ciudad, de por lo menos quince años. La autora muestra con claridad la lógica que impera en la composición de dicho cuerpo. Existe un núcleo de criollos que se perpetúa en los cargos, ya sea mediante la compra o por la renuncia y sucesiva transferencia de éstos, decidiendo adicionalmente quiénes, entre los nuevos sujetos que se postulan, pueden acceder a una vacante. Al tiempo que se da una renovación en la periferia, el núcleo de beneméritos se mantiene en sus empleos.

El virrey contó para su tarea administrativa con una plantilla básica, cuya

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formalización y funcionamiento obedeció al espíritu reformista de los Borbones. De nuevo, nos encontramos con que a pesar de que los cargos más importantes fueron des-empeñados por peninsulares, sus trayectorias muestran una larga permanencia en el reino. Para ilustrar este hecho basta observar lo que ocurrió con el secretario de Cámara, el peninsular Ramón de Leyva: tras diecisiete años en el cargo, en 1810 se incorpora a lasfilascomandadasenSantaféporAntonioNariño,conquienhacelacampañadelsur. A la entrada de Pablo de Morillo en 1816 será apresado y ejecutado por la espalda como señal de que se trata de un traidor al rey. Pero además de que los inmediatos cola-boradores peninsulares del virrey terminan más o menos integrados a las realidades locales, un grupo de criollos complementa la nómina y recibe los favores de su jefe. Se trataba de sujetos pertenecientes a las más poderosas familias, que igual que en otras instituciones hicieron del cargo su patrimonio personal y familiar.

La autora encuentra que los miembros del Cabildo eclesiástico son mayorita-riamente neogranadinos, con una amplia experiencia tras de sí que garantiza la administración de la diócesis y la dota de estabilidad. Por supuesto, todos pertenecen a las familias beneméritas o aquellas de peninsulares radicados desde un tiempo tal que su integración es una realidad. Todo esto la lleva a concluir, contra lo que en algunos trabajos se venía sosteniendo, que no hubo una españolización del cabildo eclesiástico ni enfrentamientos entre los pocos peninsulares que por él pasaron y los criollos, que eranmayoría.Lasfrecuentesdisputasconelobisponosedefinieronapartirdeunadivisión entre peninsulares y americanos. Por otro lado, los largos periodos de sede vacante otorgaron al cabildo y a sus miembros una libertad adicional.

Las reformas borbónicas, al tiempo que buscaban centralizar y racionalizar la acción de los funcionarios, también pretendían que éstos, en las más altas esferas, fue-ran de origen peninsular. El trabajo de Juana Marín pone en evidencia las limitaciones de tal política, pero también las variantes que utilizó la Corona al poner en cargos de importanciaacriollosquelemerecíanlamásaltaconfianza.Sinembargo,loqueeltrabajo que se comenta resalta con mayor vigor es el poder de los criollos santafereños y neogranadinos para permanecer en sus cargos y consolidar su presencia. Esto fue posible mediante un hábil manejo de las relaciones de parentesco, las que constituían la matriz sobre la cual se organizaba el poder en la época estudiada.

Por su parte, el factor que dinamizaba dichas relaciones y las ponía al servicio de diferentes intereses era el matrimonio. A través de un adecuado empleo del mismo, las familias criollas descendientes de los primeros pobladores peninsulares actualizaron sus títulos de dominio uniéndose entre sí, y con los peninsulares llegados durante el siglo xviii, que aportaban valores simbólicos y económicos. El trabajo de Juana Marín muestra la intrincada red que, en función de las relaciones de parentesco, las élites

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criollas tejieron en su empeño por conservar su supremacía. Con gran rigor la autora le sigue la pista a estos encadenamientos de poder, auscultando un enorme volumen de fuentes primarias y haciendo evidentes los intereses de grandes propietarios de tierras y de comerciantes ansiosos por formar parte de las más poderosas familias.

Gente Decente suscita una serie de preguntas y da pistas acerca de cómo contestarlas. Visto en el largo plazo, ¿cuáles fueron los límites de esas estructuras de poder fun-dadas en relaciones de parentesco? Algunas respuestas se pueden explorar. La lucha constante por un número limitado de cargos civiles y eclesiásticos, entre las cada vez másextensasredesfamiliares,debióintroducirfisurasychoquesqueeventualmentecondujeron a su parcial disolución. Las relaciones de amistad y aquellas fundadas en orígenesgeográficos comunes sedieron simultáneamente con lasdeparentesco, yaunquesubordinadas,pudieronendeterminadoscasossuscitarconflicto;lasredesdeparentesco tendieron a crecer en un sentido tal que los linajes se cruzaron y el control sobre sus miembros debió ser cada vez más difícil. Esto en cuanto algunos factores que, desde dentro, pudieron haber puesto en peligro la solidez de dichas estructuras seculares. Habría que analizar los factores que desde fuera hicieron otro tanto, por ejemplo, el crecimiento de los intercambios comerciales y sus nuevas formas de ope-rar, la implementación en las nuevas repúblicas de una legislación liberal, una menor influenciadelaIglesia,etc.Loanteriornosllevaapensarenloesclarecedorqueseríacomparar las estructuras que Gente Decente estudia con las que se dieron a lo largo del

siglo xix yverificarenquémedida se trasformaron,quédeellaspermanecióyquédesapareciódefinitivamente.

En el año 1814 el clérigo realista José Antonio de Torres y Peña cuestionó firmemente la supuesta rivalidad entre criollosy peninsulares, y se refirió a ella como “unamalicia” de últimahora generada por “aquellos americanos que más inmediatamente proceden de los europeos”2. Historiadores como Georges Lomné3 consideranmuy polémico afirmar que un enfrentamiento entrecriollos y peninsulares fuera el factor que desencadenó el movi-miento independentista, y la obra que reseñamos nos muestra que por lo menos las estructuras de gobierno eran ajenas a una polari-dad de tal naturaleza.

Ï

2. José Antonio de Torres y Peña, Memo-rias sobre los orígenes de la Independen-cia Nacional de José Antonio de Torres y Peña, transcripción, prólogo y notas por Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Kelly, 1960), 49.

3.Georges Lomné, “Una ‘palestra de gladiadores’. Colombia de 1810 a 1828: ¿guerra de emancipación o guerra civil?”, en Museo, Memoria y Nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, comps. Gonzalo Sánchez y María Emma Wills (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2000), 285-312.

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Hist. Crit. No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 229-233

Portillo Valdés, José María. Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana. Madrid: Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, Marcial Pons Historia, 2006, 318 pp.

Hablar de la “crisis atlántica” para referirse al periodo que hasta hace veinte años eradenominadocomodelasindependenciasamericanasreflejalaprofundatrans-formación de esta historiografía. Lo que las narrativas nacionalistas que primaron desde los albores del siglo xix construyeron como el producto de la emergencia auto-contenida de identidades rebeldes en lucha por su emancipación, hoy es, incuestionablemente, una historia conjunta de la monar-quía hispana. Así, este libro de Portillo Valdés viene a unirse a los trabajos ya clásicos de Jaime Rodríguez y F. X. Guerra, quienes cuestionaron la disposición independentista de las “naciones” americanas, para reconfigurar como punto de partida el ordenmonárquico, dotador de sentido de los procesos que se desenca-denaron en la Península Ibérica y América durante la invasión napoleónica. El argumento de este trabajo es, pues, que al ritmo de los cambios en el lenguaje y las instituciones políticas que se materializaron entre 1808 y 1812, los territorios americanos, antes que la independencia, buscaron acomodarse en una posi-ción que les garantizara autonomía. Por supuesto, este concepto de autonomía, central para el desarrollo analítico de Portillo, tiene sentido solamente si se ubica dentro del momento de trans-formación de la monarquía en nación. Para este autor, la revisión de ese episodio implica evaluar los mecanismos de construcción de la nación española sobre la base de principios liberales, argu-mentando que la “mácula originaria” del liberalismo hispano fue su visión colonial de América. La independencia resultó entonces como consecuencia de la expulsión de las provincias americanas de una “federación negada”, cuando las élites criollas americanas vieron sus ideales de autonomía rechazados (p. 103).

Gran parte de la investigación de Portillo se base en la revisión de los principios y consecuencias de la historiografía nacionalista. El capítulo 1 parte de reunir evidencias de la búsqueda, a ambos lados del Atlántico, de “constituciones antiguas” propias de cada cuerpo político para sustentar su interés autonómico. Aunque esto

Marcela EcheverriAntropóloga de la Universidad de

Los Andes, Bogotá, Colombia, M.A.

en Teoría Política del New School for

Social Research y Ph.D de la New York

University, New York, Estados Unidos.

Profesora en The City University

of New York, Estados Unidos. Sus

intereses investigativos son el estudio

comparativo de las revoluciones en el

mundo Atlántico, con énfasis en los

temas de raza, etnicidad, esclavitud y

la ley. Sus últimas publicaciones son:

“‘Enraged to the Limit of Despair’:

Infanticide and Slave Judicial Strategies

in Barbacoas 1789-1798”, Slavery &

Abolition Vol. 30: n.o 3 (2009): 403-426

y “Los derechos de indios y esclavos

realistas y la transformación política

en Popayán, Nueva Granada (1808-

1820)”, Revista de Indias Vol. lxix: n.o

246 (2009): 45-72.

[email protected]

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Historia Critica No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 229-233

tuvo consecuencias positivas en algunos lugares, como en las provincias vascas que lograron probar su carácter “perfecto” y así legitimaron unos fueros propios (“la reali-zación del sueño criollo” [p. 154]), Portillo muestra que en América esto, aparte de ser una simple invención, no tuvo un resultado positivo.

Esta narración presupone dos rupturas fundamentales: una a nivel macro entre los reinos americanos y la monarquía. Aquí hay una tensión implícita entre el interés de este autor en ubicar a las Indias dentro de la monarquía y el lugar efectivo que les da en relación con la misma: tradicionalmente marginadas y diferentes, históricamente imperfectas. Por otro lado, se dibuja una separación en el interior de los reinos ameri-canos, cuando los criollos comienzan a producir una histori(ografí)a monstruosa que confunde conquistadores con conquistados, y en últimas resulta en que los americanos sean ellos mismos y no los nativos. La tajante división entre las élites criollas y los demás grupos sociales, en particular los indios, hace que en este libro los últimos aparenten estar por fuera de la polis de la monarquía. Este problema se intentará resolver en el capítulofinaldellibro,comoveremos,aunquepareceesencialasuargumento(p.224).

El análisis discursivo que se desarrolla en el capítulo 2 retoma temas clásicos de la his-toriografía nacionalista y liberal como ‘nación’, ‘pueblo’ y ‘ciudadano’ para darles cabida en los debates a ambos lados del Atlántico. La nación, por ejemplo, aparece como sujeto abstractoporprimeravezenlapropuestagaditana,afiliadaconunaideanovedosadepueblo que sobrepasa las categorías “reales” de gobierno en ese momento, como eran los pueblos. Por otra parte, en América son los pueblos, múltiples instancias de administración yrepresentaciónmunicipal,losquemanifiestansuinterésdeactuarcomodefensoresdela soberanía, generando la ya conocida fragmentación que permite entender mejor los años 1808-1820 americanos que la vieja idea de nación conjunta en lucha por la libe-ración. Pero Portillo también estudia la emergencia o construcción de la nacionalidad americana, vista no como un tema identitario o cultural (como se pensó en la historio-grafía nacionalista), sino político. Éste es uno de los aportes más interesantes del libro, pues demuestra que las naciones americanas aparecen ligadas a mecanismos de gobierno como los congresos, que habilitan la negociación entre distintos cuerpos regionales que inicialmente se disputaron la soberanía, en la mayoría de los casos a través de la guerra.

Como historia de la negación de una integración equitativa de los territorios y las élites americanas en el proyecto nacional, este libro es ante todo una crítica del liberalismo hispano. Aunque Portillo encuentra múltiples continuidades entre ilus-tración y liberalismo, precisamente en la disposición de América como colonia y el tono peninsular crecientemente “metropolitano”, las contradicciones de tal pos-tura se vienen a resaltar en el contexto de la invasión napoleónica y la progresión hacia la elaboración de la Constitución de Cádiz. El tercer capítulo del libro ilustra

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el desgarramiento que implicó esta constitución por ser la “actitud [de las Cortes] igualmente despótica que la mostrada por la Central y la Regencia” (p. 139): desde losconocidosconflictosinicialessobreelnúmerodediputadosamericanos,hastaeldesarrollo de las políticas desde un punto de vista metropolitano, excluyente de las visiones americanas. La reacción de las élites criollas no es menos que una defensa de su orgullo, denunciando la contradicción entre la “pretensión de representación de lanaciónintercontinentalespañolayconunasdeficienciasderepresentatividadmásque notables al tiempo” (p. 135).

Y aunque Portillo critica a los criollos por su pretensión de compartir la “tiranía activa” (p. 184) sobre los indígenas y castas como privilegio derivado de su linaje de conquistadores, en realidad el libro permite comprender por qué las élites americanas reaccionaron frente a la deliberada negación de su participación igualitaria en la crea-ción de la nueva Constitución. Dejando claro que “Cádiz empezó, para la mayor parte de la nación española […] como un acto de despotismo” (p. 143), la denuncia de la política interna de los criollos parte del conocido temor de aquellos a la diversidad étnica de las naciones en formación. Las consecuencias de esta visión de las élites, íntimamente atada al legado ilustrado y liberal, es el interés difundido de integrar y homogeneizar a los indígenas dentro de un proyecto de civilización culturalmente sesgado.

En este sentido, el cuarto capítulo del libro coincide fuertemente con los traba-jos de Bartolomé Clavero, al denunciar la fuente cultural del constitucionalismo1. Resulta sorprendente que Portillo dé este giro hacia la cultura, dado que su análisis de la nación y el nacionalismo se basan, en cambio, en la política. Sin embargo, ésta parece ser la estrategia más radical para continuar con su profunda y tajante crítica delliberalismo.Alintroducireltemadelos“indioscalzados”,seescenificalatradiciónilustrada, esencialmente contradictoria, porque continuamente extiende la meta de la integración de los indios mientras asevera su interés de incorporarlos al cuerpo político. Un fenómeno no muy distinto al que se ha descrito para siglos anteriores, cuando el lenguaje católico caracterizaba la evangelización como objetivo a la vez que transformaba los términos ideales de la cristianización ycreabanuevosparámetrosparajuzgarlainfidelidadnaturaldelos indios. Aquí Portillo se apoya en investigaciones recientes que desde la historia social han demostrado la relación entre la política indígena y los parámetros de justicia hispanos, las instituciones legales, antes y durante el proceso revolucionario de Cádiz, para paradójicamente dar cuenta por primera vez de la dinámica de los indígenas como parte de la monarquía2.

1. Bartolomé Clavero, Ama Llunku, Abya Yala. Constituyencia Indígena y Código Ladino por América (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000); Bartolomé Clavero, Genocidio y Justicia. La Destrucción de las Indias ayer y hoy (Madrid: Marcial Pons, 2002).

2.SergioSerulnikov,Subverting Colonial Authority: Challenges to Spanish Rule in Eighteenth-Century Southern Andes (Durham-Londres:DukeUniversityPress,2003);MarkThurner,From Two Republics to One Divided: Contradictions of Postcolonial Nation-Making in Andean Peru(Durham-Londres:DukeUniver-sity Press, 1997).

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Aparecen entonces algunas de las tensiones en el interior de la obra en cuestión. Primero, que Portillo haya elegido disponer a lo largo del libro y en el último capítulo una imagen de los indios como victimizados y objetos de políticas arbitrarias por parte de una España dominante y unos criollos enemigos. Para esto, además de redundar sobrelasmismasfuenteshistoriográficasydebatesdelascortes,alintroducirbreve-mente desarrollos de trabajos recientes que ubican a las comunidades de indios en el centro de la historia americana, se ve la carencia en su propia obra de una perspec-tiva social y local para analizar este aspecto hispano. Segundo, y derivado del primer punto, se revelaentoncesquealacercarnosaunproblemahistoriográficocomoelque tenemos entre manos, es decir, la política americana, su historia en y en relación con la monarquía hispana, es problemático reproducir la visión que solamente tiene en cuenta los discursos de las élites, sus preocupaciones y acciones. En otras palabras, estratégicamente y para elaborar una narrativa que revierta los términos excluyentes de un liberalismo que se quiere denunciar, es necesario partir de otorgarle voz y cuerpo históricos a aquellos grupos que parecen relegados desde una visión euroamericana3.

Al descubrir este problema metodológico, la evidencia presentada para hablar de la realidad política americana parece apuntar hacia una dimensión efectivamente his-toriográfica,perononecesariamentepolítica.Porejemplo,elproblemasalearelucir,cuando Portillo opone el uso de “ciertas dosis de medidas políticas (indultos, supre-sión del tributo indígena), encaminadas a atraerse sectores sociales que se disputaban ambos bandos” a lo que sería una actitud de “sinceridad constitucional” (p. 200). Lo que entiende el autor por política está ya profundamente imbricado de la visión constitucionalista, donde la política supuestamente se lleva a cabo a través de repre-sentación y negociación textuales. Pero esto sería equivalente a desconocer la práctica e historia de la política local, diversa por lo demás, donde las “medidas políticas” como las mencionadas fueron fundamentales para un proceso de negociación, esencial para

conocer los desarrollos del periodo más allá de las pugnas elitistas interatlánticas. La disputa de los bandos por atraer sectores socia-les no es un tema que debe minimizarse ni tacharse como desviado de la verdadera política, pues desde otra perspectiva (de historia social de la política) aparecería más bien como primordial para comprender la materialidad de los discursos.

Así, retrospectivamente, volviendo al primer capítulo del libro que enuncia la configuración de la monarquía desde la visiónpeninsular, a la vez que se reproduce una visión colonial típica de los siglos xviii y xix, no se da cuenta de los mecanismos de “per-tenencia” que en la América hispana desarrollaron los múltiples

3. En la página 224 Portillo denuncia la epistemología de la tradición ilustrada, porque “sin la más mínima preocupación por una comprensión, o al menos información, historiográ-ficadelasculturasnativasamerica-nas más allá de una serie de tópicos y estereotipos manejados con más o menos oportunidad, difícilmente podía superarse la barrera de igno-rancia que alimentaba la suposición de la inferioridad”, crítica que puede aplicarse directamente a su perspec-tiva y su metodología en este libro.

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sectoressocialesqueallíconvivían.Merefieroaque,sibienlafilosofíapolíticacatólicaprodujo una sociedad desigual, estamental, incluso en la práctica política de los grupos que Portillo ve como abusados y marginados, encontramos tradiciones de apropiación y negociación con los mismos principios rectores de la política hispana, para mencio-nar brevemente sólo una visión alternativa del asunto. Porellonoessuficienteniacertadointentarsegregarla“tradiciónpeninsular”de

la americana (p. 90), y utilizar únicamente la visión de las élites criollas para repre-sentarlasegunda.Sinnegarlaluchapor“combinarprestigioeinfluenciasocialconcapacidad política en el gobierno de sus espacios regionales” (p. 95) que llevaron a cabo las élites criollas en América, indagar sobre su necesidad de consolidar vínculos verticales o entre clases con los sectores populares parece ser igualmente relevante y un tema que en este trabajo aparece silenciado.

Portillo también utiliza el caso de los africanos para denunciar la idiosincrasia liberal, que les excluye radicalmente de la nación bajo principios clásicos del dere-cho de gentes (p. 173). Por la breve referencia a este tema, es aparente la efectiva ausencia de los africanos en la historia latinoamericana. ¿Cómo llenar este vacío par-tiendo mínimamente de una intuición sobre las diversas manifestaciones políticas de los afroamericanos en los distintos momentos de la monarquía? Es decir, si tomamos comofuenteúnicalaspalabrasescritasdelosliberalesgaditanosyfilósofosfrancesesabsolutistas, seguro que permanecemos con una idea de la inmovilidad política de los africanos libres y esclavizados. Pero existen pruebas, aunque es todavía un tema que se debe explorar urgentemente, del uso que éstos mismos dieron a preceptos católicos para defender su humanidad, así como de la importancia del derecho hispano, más tarde liberal, para la identidad política de los africanos en el mundo hispano.

Es cierto que el libro de Portillo viene como un conveniente contrapeso a la his-toriografía reciente que se propone rescatar el liberalismo hispano, muchas veces acríticamente. Y coincido con el interés del autor por complejizar la visión de aquel liberalismo, estudiando la consolidación del lenguaje contractual y representativo en la monarquía de lado de la problemática del colonialismo. No obstante, sugiero que los numerososconflictosqueellibroseñalapuedensercomprendidosenmayorprofun-didad, sobre todo en el ámbito americano, si se exploran los procesos políticos locales protagonizados por sectores sociales no criollos. Al repensar así incluso la sociedad tardo-colonial americana, se podrán entender mejor las consecuencias políticas del proceso político gaditano y de las independencias. Esto incluye dar una mirada a los mecanismos institucionales como las elecciones y la consolidación de partidos polí-ticosparaelaborarunahistoriapolíticaynosólohistoriográfica.Deestamaneraseampliaráelsignificadodelacrisisatlántica.

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Agulhon, Maurice. El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848. Buenos Aires: Siglo xxi Editores, 2009, (1º ed. 1977), 207 pp.

Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad París i desde 1972 y cate-drático de Historia de la Francia Contemporánea en el Collège de France entre 1986 y 1997, Maurice Agulhon es uno de los más importantes especialistas en historia francesa de los siglos xix y xx. Ha sido también un renovador dentro del campo his-toriográfico, caracterizándoseporunenfoqueetnográficoa lahorade realizar sustrabajosdedicadosalestudiodelosámbitosdesociabilidad.Dueñodeunaprolíficatrayectoria dedicada al estudio de la historia de la cultura y las mentalidades políticas y, particularmente, al problema del republicanismo francés, su nombre es aún hoy relativamente desconocido en el mundo hispano, en parte como consecuencia de la falta de traducciones de sus obras. Por ello, la reciente publicación castellana que Siglo xxi Editores ha realizado de su trabajo El círculo burgués resulta un hecho digno de cele-bración, si tenemos en cuenta que se trata de un estudio pionero sobre las formas que revistió la sociabilidad francesa durante la primera mitad del siglo xix.

Antes de adentrarnos en el contenido de la obra es importante señalar que a Agulhonno lepreocupa realizarunadefiniciónexhaustivadel término“sociabili-dad” ni enfrascarse en discusiones teóricas sobre éste; para él simplemente se trata deunacualidadhumanaespecíficaquesehalla“másalládelindividuosingularymásacá de la especie” (p. 31), y que posee una genealogía propia que puede remontarse al siglo xviii,habiendosidoutilizadoporfigurastandisímilescomoCharlesBonnety Eugène Lerminier. En el caso de Bonnet, desde una visión naturalista y metafísica propias del siglo xviii, que veía en el hombre un ser que, por su naturaleza, tendía al “estado de sociedad” (p. 32) y cumplía de ese modo con los designios de la caridad divina. Lerminier, por el contrario, desde una posición racionalista clásica del siglo xix veía en la sociabilidad no más que un eslabón en el progreso civilizatorio, que tarde o temprano llevaría al hombre a cumplir con su destino colectivo, entendido éste como la vida en sociedad.

En cambio, el objetivo principal del libro reseñado radica en demostrar que el círculo fue la forma típica de sociabilidad bur-guesa durante la primera mitad del siglo xix en Francia. Estos círculos—que el autor compara como equivalentes galos de losclubsingleses—fueronlaformaespecíficadeasociaciónmediantela cual las clases medias conquistaron un espacio social que les permitió diferenciarse a la vez de los salones aristocráticos y de

Leandro CarbónHistoriador e investigador. Universidad

de Buenos Aires, Argentina.

[email protected]

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los cabarets, frecuentados por los sectores populares. A nivel teórico, El círculo bur-gués representa el intento de aplicar el concepto de ‘sociabilidad meridional’, acuñado por Agulhon en 1968 en su estudio sobre los Pénitents et francs-maçons de l’Ancienne Provence1, al más amplio contexto nacional francés.

Sobre esta base, la obra se divide en dos partes. La primera se dedica a la historia de la institución. Si bien el autor se enfoca en el siglo xix, cuando los círculos se multiplican sin condicionamientos, señala que los orígenes de las reuniones de burgueses datan de la época de Luis XVI, aunque se realizan en un clima de semilegalidad por considerárse-las siempre sospechosas de prohijar la disidencia política. No obstante, desde entonces experimentanunaevoluciónyflorecen,aunquecondiferenciasnotables:mientrasqueen París, gran ciudad pletórica de cafés y salones que brindan las condiciones necesarias para la proliferación de reuniones y tertulias, su aparición es tardía, en los pueblos y las pequeñas ciudades del interior, carentes de espacios apropiados para la reunión de nutridos grupos de personas, su aparición resulta temprana y permanece estrechamente ligada a las posibilidades comerciales que la asociación de burgueses facilita. Con todo, el crecimiento de los círculos a nivel nacional no se sucederá sino hasta la década del treinta del siglo xix, mientras que durante el Imperio y la Restauración, éstos no son más que un fenómeno exclusivo de algunas comarcas. Es decir, Agulhon observa que el círculo, en tantoqueinstitucióndelasociabilidadburguesa,terminaporflorecerymultiplicarseentoda Francia bajo el régimen burgués por excelencia, la Monarquía de Julio (1830-1848), reemplaza el sistema de vida social que había existido bajo el Antiguo Régimen.

La segunda parte del libro se ocupa del análisis de la institución propiamente dicha. El autor comienza abordando la cuestión del lenguaje. Los círculos, a medida que logran un mayor grado de formalización, desarrollan un lenguaje propio que los diferencia de las sociedades, cofradías y salones. El estatus de miembro deja de tener un sentido en el círculo burgués donde se hablará de “abonados”, designando así a quienes pagan su cuota para mantener el lugar en el que se realizan las reuniones. Se avanza así, de acuerdo con el autor, hacia una colectivización de la vida y de prácti-cas sociales que en tiempos pretéritos habían sido de índole exclusivamente privadas, tales como la lectura, el ocio, el juego de billar; todas ellas pasan a partir de entonces a formar parte de un ámbito común y se desarrollan en un contexto de relativa igual-dad; se trata, en última instancia, de un grupo en el que todos son abonados. Esto marca uno de los rasgos más fuertes del carácter burgués del cír-culo frente al salón aristocrático. El otro es su condición de espacio de sociabilidad puramente masculino y laico. Si los salones eran parte de una tradición que incluía a las mujeres y en los que la religión tenía lugar, los círculos romperán con este orden de cosas.

1. Maurice Agulhon, Pénitents et francs-maçons de l’Ancienne Provence. Essai sur Sociabilité Méridionale (París: Fayard, 1968).

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Sin embargo, el aspecto más importante del círculo burgués como institución está signado por su relación con la política y la cultura. Con respecto a la primera, Agulhon advierte que si bien el círculo no es esencialmente político, pues en su interior se siguen desarrollando actividades diversas relacionadas con el ocio y el comercio, la política francesa decimonónica tomará las estructuras de la sociabilidad de este ámbito para desarrollarse. Es decir que existe una relación entre lo cívico y lo político. En este sentido, la vida privada, la vida de círculo, permitiría responder a algunos de los inte-rrogantes planteados por la política.

En cuanto a la cultura, éste se halla en un escalón intermedio entre la cultura de élite, exclusiva de los salones aristocráticos, y la popular, propia del cabaret. Esta jerarquía marcaotracaracterísticaespecíficadeunaépocaenlacual“losestadiosdelasociabili-dad no remitían sólo a niveles sociales sino también a niveles culturales” (p. 144).

Como se puede apreciar hasta aquí, Agulhon se preocupa por delimitar cuidado-samente su estudio. Analiza una clase social específica, la burguesía, en un ámbitodeterminado,elcírculo,yconuncronotopodefinido,elsigloxix en Francia. ¿Pero cuál es la inquietud que subyace en este trabajo? Creemos que la respuesta a esta pregunta se encuentra íntimamente relacionada con tres cuestiones particulares. En primer lugar, con el problema de la decadencia de la civilización burguesa. El círculo burgués es un trabajo posterior al Mayo Francés, a la Primavera de Praga y a la matanza de los estudiantes de Tlatelolco, todos eventos que sacudieron el paradigma de sociedad imperante.Enesaépocadecambiosyestallidos,Agulhoncomienzaaplantearelfindeesaformaespecíficadesociedadqueconocemoscomo“lasociedadburguesa”.Loqueéstaimplica,lasancióndeconductasespecíficamenteburguesas—esdeciruncon-juntodenormas,reglas,valoresyformasdeorganización—,yanoexistehacia1970oexiste de un modo completamente diferente.

En segundo término, el problema que interesa a Agulhon es el del republicanismo francés. Más exactamente, de dónde surge la conciencia republicana francesa si, como puede apreciar en las fuentes de la época, en las elecciones de 1848 el norte, región en laqueseencuentraelcorazónindustrial,votamayoritariamenteblanco—esdecir,afavordelamonarquía—yelsur,dondeprimaelcampesinado,votarojo—osea,porel partido republicano. ¿Cómo llega el republicanismo al sur? ¿De dónde surge en una época como la primera mitad del siglo xix en la que no hay grandes sucesos, como los que jalonarán las cinco décadas posteriores a 1848? En otras palabras, ¿qué sucede cuando nada parece suceder? Esta particularidad del período es la que lleva al autor a sospechar que lo que acontece es la construcción de una nueva conciencia política en un nivel micro; a partir de entonces comienza a rastrear en la sociabilidad de círculos y cafés los orígenes de esa conciencia.

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Por último, surge la pregunta por el modelo: ¿es el modelo de sociabilidad bur-guesa válido para analizar la sociabilidad popular? La respuesta debe contemplar el hecho de que escenario francés posterior a 1968 presenta una realidad totalmente diferente a todo lo que lo había precedido. Hasta entonces la concepción cultural hegemónica era iluminista y pedagógica; dentro de ese marco la cultura de élite era concebida como punto de llegada, es decir, como expresión cultural por antonomasia. El clima posterior al Mayo Francés será completamente diferente. La cultura popular dejará de formar parte, en los estudios académicos, de esa proyección pedagógica y comenzará a avanzarse hacia una concepción que le reconocerá una jerarquía propia, no residual ni derivada de la cultura de élite, generando nuevos enfoques y perspecti-vas para el análisis.

En conclusión podemos aseverar que este trabajo es innovador en al menos dos sentidos. Desde el punto de vista histórico, porque presenta la originalidad de indagar, pues toma como herramientas la etnografía, la sociología y la génesis del republica-nismo francés decimonónico. Y desde el terreno de la teoría, debido a que realiza un aporte fundamental al aplicar a la disciplina histórica el término ‘sociabilidad’, hasta entonces circunscripto al ámbito de las ciencias sociales.

Como obra, El círculo burgués resultará de particular relevancia para quienes se dedi-quen al estudio de la historia política y cultural del siglo xix, especialmente en Francia. También podrán hallarla de interés aquellos que consagren sus esfuerzos a la socio-logía histórica. Y en vista de la escasez de traducciones castellanas que actualmente padece la obra de Maurice Agulhon, este libro se torna de inestimable valor para todos aquellos que, a pesar de no dominar la lengua francesa, deseen acercarse a los proble-mas que plantea la historia de la cultura y las mentalidades políticas.

ÏColeman, Bradley. Colombia and the United States: The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960.Kent: Kent State University Press, 2008, 303 pp.

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, Estados Unidos se convirtió en el socio estratégico más importante de Colombia; los momentos claves de este acercamiento fueron la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Revolución Cubana. Las tradiciones compartidas por ambos países facilitaron

Carlos Camacho ArangoCandidato a Doctor en Historia, Univer-

sité Paris I Panthéon-Sorbonne, París,

Francia. Investigador del Instituto

Francés de Estudios Andinos (ifea umifre

17 cnrs-maee), Bogotá, Colombia.

[email protected]

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Por último, surge la pregunta por el modelo: ¿es el modelo de sociabilidad bur-guesa válido para analizar la sociabilidad popular? La respuesta debe contemplar el hecho de que escenario francés posterior a 1968 presenta una realidad totalmente diferente a todo lo que lo había precedido. Hasta entonces la concepción cultural hegemónica era iluminista y pedagógica; dentro de ese marco la cultura de élite era concebida como punto de llegada, es decir, como expresión cultural por antonomasia. El clima posterior al Mayo Francés será completamente diferente. La cultura popular dejará de formar parte, en los estudios académicos, de esa proyección pedagógica y comenzará a avanzarse hacia una concepción que le reconocerá una jerarquía propia, no residual ni derivada de la cultura de élite, generando nuevos enfoques y perspecti-vas para el análisis.

En conclusión podemos aseverar que este trabajo es innovador en al menos dos sentidos. Desde el punto de vista histórico, porque presenta la originalidad de indagar, pues toma como herramientas la etnografía, la sociología y la génesis del republica-nismo francés decimonónico. Y desde el terreno de la teoría, debido a que realiza un aporte fundamental al aplicar a la disciplina histórica el término ‘sociabilidad’, hasta entonces circunscripto al ámbito de las ciencias sociales.

Como obra, El círculo burgués resultará de particular relevancia para quienes se dedi-quen al estudio de la historia política y cultural del siglo xix, especialmente en Francia. También podrán hallarla de interés aquellos que consagren sus esfuerzos a la socio-logía histórica. Y en vista de la escasez de traducciones castellanas que actualmente padece la obra de Maurice Agulhon, este libro se torna de inestimable valor para todos aquellos que, a pesar de no dominar la lengua francesa, deseen acercarse a los proble-mas que plantea la historia de la cultura y las mentalidades políticas.

ÏColeman, Bradley. Colombia and the United States: The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960.Kent: Kent State University Press, 2008, 303 pp.

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, Estados Unidos se convirtió en el socio estratégico más importante de Colombia; los momentos claves de este acercamiento fueron la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Revolución Cubana. Las tradiciones compartidas por ambos países facilitaron

Carlos Camacho ArangoCandidato a Doctor en Historia, Univer-

sité Paris I Panthéon-Sorbonne, París,

Francia. Investigador del Instituto

Francés de Estudios Andinos (ifea umifre

17 cnrs-maee), Bogotá, Colombia.

[email protected]

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238 Reseñas

Historia Critica No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 237-239

1. David Bushnell, El gobierno Santos y la política del buen vecino (Bogotá: El Áncora,1984,primeraedicióneninglés 1967).

2. Stephen Randall, Aliados y distantes: Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos desde la independencia hasta la guerra contra las drogas (Bogotá: cei, Uniandes, Tercer Mundo, 1992).

3. “The most comprehensive account of U.S. Colombia security relations published to date”, ix. Las traduccio-nes son nuestras.

el proceso y los asuntos internos de cada uno y les dieron forma; los estímulos princi-pales fueron los intereses materiales en juego: estratégicos y económicos. A pesar de tratarse de una relación asimétrica de poder, los gobiernos colombianos desarrolla-ronestrategiasparafijarlascondicionesyelritmodelacooperaciónbilateral.Éstasson las ideas de base de Colombia and the United States. The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960. Algunas de ellas aparecían ya en una monografía de David Bushnell sobre el período comprendido entre 1938 y 19421. La síntesis de Stephen Randall2 las confirmóylasextendió.EstelibrodeBradleyColeman,historiadordelComandosurdel ejército de Estados Unidos, les da una precisión y una fuerza antes desconocidas.

En los estudios de la relación de Colombia con Estados Unidos los investigadores han hecho uso de modelos explicativos de la ciencia política o la economía, pero con mucha menos frecuencia han visitado los archivos. El principal mérito de Coleman radica en el tratamiento sistemático de innumerables documentos desempolvados en repositorios de ambos países. Si bien habla de interdependencia (como ya lo hacía Randall) y aun de independencia de cada nación frente a la otra, lo guía menos la intención de disertar sobre la teoría de las relaciones internacionales que el ánimo desintetizarsushallazgosenfórmulas.Alcalificarsu librocomo“elrecuentomásdetallado publicado hasta la fecha de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia en el tema de seguridad”3, el historiador no está haciendo alarde de erudición, está constatando un hecho.

Coleman presta atención tanto al contexto internacional (gue-rra caliente, guerra fría) como a la política interna de cada país. Tal vez por estar dirigido al público norteamericano, el libro contiene digresiones sobre asuntos colombianos que desenfocan la imagen del objeto de estudio: la construcción de la alianza. Así mismo, su comprensión de la historia política colombiana no parece del todo coherente: mientras que ve en el gobierno militar la única alterna-tiva política en 19534,veintepáginasmástardeafirma:“Lajuntanosolucionó los problemas de Colombia, pero mostró cuánto hubieran podido cooperar militares y civiles en un pacto con un líder dife-rente de Rojas Pinilla”5.

Más enriquecedor para el lector colombiano es el análisis de las tensiones y de las contradicciones dentro de la ciudad de Washington. En contra de lo que muchos asumen o imaginan, no siempre existió acuerdo acerca de la manera como debía desa-rrollarse el nexo con Colombia. Ni los departamentos de Estado y Guerra coincidieron siempre en sus opiniones sobre la pertinencia

4. “In any case, Colombia had no real alternative to a military govern-ment”, 149.

5. “The junta did not solve the country’s problems, but it showed how coope-rative a military-civilian arrangement might have been under a leader other than Rojas Pinilla”, 169.

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239Reseñas

Hist. Crit. No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 237-239

de transferir armamento ni el Congreso dio siempre su aprobación. En otras ocasiones, la oposición a las transferencias militares llegó desde donde menos se esperaba: mien-tras que en 1959 el embajador en Bogotá apoyaba los pedidos del presidente Lleras, la misión militar desaconsejaba satisfacerlos. Estados Unidos no era un monolito.

Las tradiciones compartidas por los dos países fueron la base sobre la que se cons-truyó la relación. A pesar de esto, no siempre fueron garantía de concordia, como lo prueba la persecución de misioneros norteamericanos, cristianos de nacionalidad diferente a la colombiana, durante el periodo llamado la Violencia. Los intereses estratégicos y económicos fueron el motor de la nueva alianza; sin embargo, las prio-ridades de cada socio no fueron siempre las mismas. Después de la Segunda Guerra Mundial Colombia compartió con los demás países de América Latina la frustración de no gozar de un segundo Plan Marshall. Para alcanzar sus objetivos, los gobiernos colombianos no se limitaron a asumir un papel pasivo: el de Laureano Gómez aseguró la continuidad de la ayuda militar y económica enviando tropas a Corea, mientras que el de Alberto Lleras fue el principal impulsor del cambio en la misión básica del ejército, y por ende, en el tipo de ayuda militar solicitada. El paso del paradigma de defensa externa al de seguridad interna debe más a Bogotá que a Washington. Colombia no era un simple peón.

La prosa del autor es clara; el plan general de la obra, cronológico. La narración sigue con juicio los acontecimientos, aunque no lo hace de manera homogénea, y a veces se contrae hasta mostrarnos su evolución hora por hora, como en el capítulo dedicado a Corea. Este acordeón cronológico no ayuda a entender mejor el problema central; y es más bien probablemente el vestigio de investigaciones anteriores del autor, fundidas de manera imperfecta en el nuevo formato. Junto a los repetidos errores de ortografía castellana, éste es el único reparo que se puede hacer a una muy buena labor editorial. Ellibroseleeconplaceryesagradablecomoobjeto.Confiamosenqueestosatributosse mantendrán en la traducción al español y en la edición colombiana, que recomen-damos llevar a cabo sin tardanza.

Los modelos de explicación de las ciencias sociales se suceden unos a otros en el tiempo e inciden en las maneras de escribir la historia. Hace más de cuarenta años David Bushnellcalificabade“pasadademoda”sumaneradeestudiar lasrelacionesentreColombia y Estados Unidos6. Lo mismo podría decirse de Coleman: su aproximación no es innovadora, como tampoco lo son sus tesis. Sin embargo, en este libro aparecen expresadas de manera más vigorosa y nítida que en cualquier otro lugar. Además, el historiadornosdatodoslosmediosparaverificarlaexactituddesusafirmaciones,aportandoasílamejorpruebadesuhonestidadintelectual. Ésta, por fortuna, no ha pasado todavía de moda.

Ï

6. David Bushnell, El gobierno Santos y la política del buen vecino, prefacio.

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240 Reseñas

Historia Critica No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 240-244

Archila Neira, Mauricio. Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protesta social en Colombia 1958-1990.Bogotá: icanh y cinep, 2005, 508 pp.

El libro, de quinientas ocho páginas de reconstrucción de la protesta social en Colombia entre 1958 y 1990, es una referencia obligatoria para los estudiosos que, desde diferentes orillas disciplinares, teóricas ymetodológicas, abordan la conflic-tividadsocial.Eltextoproponeabordarelconflictosocialatravésdecategoríasdeanálisis propias del subcampo de los movimientos sociales, ampliando la mirada tradi-cional desde la lucha de clases anclada en la estructura económica hacia una propuesta abarcadora de la protesta social que deja huella en la prensa escrita. Plantea, enton-ces, “abordar la explicación histórica de las protestas sociales en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx” (p. 37).

La estructura argumentativa consta de cuatro partes. En la introducción pre-senta el balance de las teorías sobre la acción colectiva y las categorías de análisis propias para estudiar la protesta social en Colombia. Posteriormente realiza un exce-

lente recuento histórico de los diferentes gobiernos entre 1958 y 1990, y analiza la situación económica y política, enfatizando sobre todoen la conflictividad social (capítulo1). En la segundaparte describe y analiza la protesta social a partir de metodologías cuantitativas, estudiando los ritmos y modalidades de las luchas (capítulo 2), los actores (capítulo 3) y las demandas (capítulo 4). En la tercera sección presenta explicaciones narrativas sobre las protestas, que complementan el ejercicio estadístico sobre las demandas. Examina la protesta desde el paradigma de la lucha de clases (capítulo 5), desde los marcos que presentan una sociedad civil en mutuo fortalecimiento con el Estado (capítulo 6), desde la construcción de identidades (capítulo 7) y desde la justeza de las demandas (capítulo 8). Finalmente, concluye con un balance sobre las protestas en Colombia.

La narración analítica muestra una situación intermitente con respecto a la protesta social en Colombia (que impide su análisis a partir del marco explicativo de los “ciclos de protesta”), pero carac-terizadaportresperíodosdeconflictosocialsegúnelpromediodeacciones de protesta, los temas y los actores. Primero, el periodo entre 1958 y 1970, con bajo promedio de acciones de protesta y con

María Teresa Pinto Ocampo

Politóloga y magíster en Estudios

Políticos. Profesora e investigadora

del Instituto de Estudios Políticos y

Relaciones Internacionales (iepri) de la

Universidad Nacional de Colombia en

Bogotá, Colombia. Investigadora del

grupo Conflicto e Instituciones en una

perspectiva comparada. Proyecto en

curso: “Investigaciones entorno a la

macroestabilidad política y económica

y la violencia persistente en Colom-

bia”, financiado por la Universidad

Nacional de Colombia.

[email protected]

Page 237: Historia Crítica No. 41

241Reseñas

Hist. Crit. No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 240-244

temas como transportes, protesta estudiantil y movilizaciones cívicas contra el alto costo de vida. Segundo, un lapso marcado por fuertes altibajos y con los mayores picos (1971-1979). Finalmente, entre 1980 y 1990, periodo caracterizado por el mayor prome-dio de protesta durante los años estudiados y con un protagonismo creciente del sector estudiantil. Los protagonistas de estas luchas son, en su orden de visibilización mediá-tica, los trabajadores asalariados, los campesinos y los sectores cívicos con demandas relacionadas sobre todo con necesidades socioeconómicas. Entre las exigencias tene-mos, entre otras, tierra, condiciones de trabajo, violaciones de acuerdos o de las pocas leyesqueregulanlosconflictossociales,prestacióndeserviciospúblicosdomiciliariosy transporte e infraestructura. Las zonas de mayor concentración de la movilización fueronlacostaatlántica,elcentrooriente,lazonacafeteraylacostapacífica.

Un primer ejercicio de explicación estadística (capítulo 4) concluye, entre otras cosas, que la dinámica económica (particularmente el costo de vida) está correlacio-nado con el total de luchas adelantadas y que no hay correlación con los indicadores de ingreso (p. 259). En cuanto al impacto de la acción estatal sobre la protesta se com-prueba que las variables de gasto social están altamente relacionadas con las luchas sociales, mientras que los ciclos electorales o la vigencia del estado de sitio no pre-sentanrelacionessignificativasconéstas(pp.262-263).Porsuparte,lasvariablesdeviolencia (los delitos contra la vida y la propiedad) están asociados a la movilización (p. 264) por la visión de la protesta como promotora de delitos contra la propiedad y “el peso crítico de la violencia en la motivación de la luchas sociales” (p. 265). La hipó-tesis central de esta sección es que: “[…] si bien lo económico cuenta en la acción social colectiva en Colombia, las decisiones políticas vertidas en el gasto social y, reciente-mente, los indicadores de violencia marcan sus ciclos” (p. 268).

Profundizando en el ejercicio explicativo realizado de la mano del análisis cuan-titativo presentado, Archila avanza en cuatro hipótesis alternativas de la protesta colectiva en Colombia. La hipótesis de la acción colectiva como lucha de clases (capí-tulo 5) busca “explorar la relación entre partidos u organizaciones de izquierda y los movimientossocialesconelfindedeterminarelpesorealdelaimagendelaluchadeclases en el comportamiento cotidiano de los actores sociales” (p. 274). Tras rastrear las características de las relaciones entre los sectores de izquierda y los movimientos sociales (la sospecha, el descuido, la revalorización, la subordinación y la instrumenta-lización, entre otros) concluye:

“[…] la acción colectiva en Colombia, si bien incorporó parte del imaginario de la lucha

de clases, tanto en la forma tradicional, referida a la producción, como en una versión

policlasista que incluye también el consumo, no fue la guía de su comportamiento.

Ello se debió a que esa lucha de clases se contempló a través del prisma guerrerista

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242 Reseñas

—sobre la base de enemistades radicales aún con los ‘otros’ cercanos—, práctica que

no coincidía con el ejercicio cotidiano de muchos actores y de los mismos militantes

de la izquierda social” (pp. 329-330).

Después de considerar los límites de la explicación basada en la lucha de clases, el profesor Archila explora la idea según la cual los movimientos sociales son una expresión organizada de la sociedad civil en mutuo fortalecimiento con el Estado en su función de creador de consenso (capítulo 6). Tras realizar un detallado panorama de las debilidades y fortalezas del Estado, destaca el descuido relativo de la institu-ción estatal hacia lo social, que se traduce en muy pocas reformas para atender a los sectoressubalternosyenunaprecariainstitucionalizacióndesusconflictos(p.346),productodeunamiradaquepercibíalosconflictossocialescomoresultadodefactoresexternos—laGuerra Fría, por ejemplo—odepresiónde los grupos armados ilega-les. Esto ocasionó una fuerte estigmatización, penalización y represión de la protesta social, que estaba lejos de fortalecer la autonomía de la sociedad civil o del Estado en su funcióndepromotordeconsensoyensucapacidadparainstitucionalizarlosconflic-tos sociales. Una lógica antagónica entre los movimientos sociales y el Estado que dista de la noción de mutuo fortalecimiento es la secuela de este entorno.

En cuanto a la construcción de identidades en los proceso de confrontación como explicación de la protesta (capítulo 7), presenta que la lectura de las identidades de clase fue una de las primeras formas de entender los movimientos sociales. Obreros, campesinos, civiles y estudiantes fueron analizados en este código, pero

“las identidades tradicionales que parecían afirmarse en un sólido análisis de clase

fueron cuestionándolo hasta desbordarlo en la práctica. Su pretendida homogeneidad

también se desvaneció en el aire. Otras dimensiones de la vida en sociedad fueron

otorgando nuevas identidades que no se reducían a la mera contradicción entre capi-

tal y trabajo” (p. 399).

Irrumpieron nuevas identidades (étnicas, de género, medioambientales y cultura-les) que usualmente surgieron “al abrigo de las demandas inmediatas y materiales, pero con el tiempo las trascendieron, sin descuidarlas” (p. 429). La última explicación a la protesta plantea la hipótesis de la justeza de las demandas. Tras argumentar que los actores sociales son racionales (al poseer intencionalidad en su acción y capacidad de explicación de ésta, que no es reducible a lo meramente instrumental), el profesor Archila considera que las protestas resultan de un marco interpretativo de injusticia donde los reclamos han correspondido “por lo común a demandas lógicas ante condi-ciones de exclusión o de inequidad” (p. 436). Dicho sentimiento parte de la privación

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relativa de bienes y recursos y de la mediación cultural para “captar la injusticia y, en consecuencia, indignarse” (p. 456) y movilizarse. Concluye con una reflexión sobre los actores sociales y resalta la debilidad de

losmismosporsudificultad,entreotrascosas,paratrascenderdeloparticularalogeneral y la imposibilidad de hablar de movimientos sociales en Colombia durante el período estudiado (p. 470). Frente a los logros alcanzados por las estrategias de pro-testa, resalta la ampliación de la democracia y su impacto en la dimensión cultural de la política. En cuanto al contexto, muestra que el desborde de la violencia marcó a los actores sociales en los últimos años estudiados, por lo cual ha sido muy valiente acudir al mecanismo de visibilización estudiado (p. 472).

Éstos son los principales argumentos del excelente libro de Mauricio Archila. Sin lugar a dudas, su lectura será estimulante y generará importantes debates sobre varios delostemasqueplantea.Pormiparte,propongoabrireldebateteóricosobreladefi-nicióndemovimientosocialparacasosdeconflictoarmado.SegúnelprofesorArchila(y siguiendo Touraine), los movimientos sociales se caracterizan, entre otras cosas, por su vocación de consenso frente a la imposición por la fuerza y la violencia que utilizan otros actores sociales. En sus palabras: “[…] la acción armada es externa a la social, no tantoporquepersigafinespolíticos(comoaveceslopuedenhacerlosmovimientossociales), sino por los medios violentos de los que hace uso” (p. 74). Esto contraría una importante tradición teórica sobre la política para la cual la violencia es parte consus-tancialalaprotesta(comofinycomomedio).Porejemplo,latradiciónmarxista,lamiradadeCarlSchmittylaagendasobreelconflictodeTilly,paraquieneselEstadono elimina la violencia de la cotidianidad como suponen las interpretaciones liberales. Siguiendo a los Tilly, “Violencia y poder aparecen estrechamente conectados. ¿Debería sorprender esto a alguien? en absoluto. […] muchas interpretaciones sociológicas de la protesta,laconflictividadylaviolencialastratancomosisucediesenfueradelapolí-tica normal, o incluso contra la política normal”1, pero lo que ocurre es que la violencia colectivatieneunaestrecharelaciónconformaspacíficasdelaluchaporelpoder.

En este sentido, abordar de manera sistemática la política de la violencia y la polí-tica de la protesta nos permite plantear y resolver preguntas como ¿bajo qué condiciones internas de los movimientos sociales y del contexto la protesta se torna violenta? ¿Qué explica el aumento de la violencia y sus ciclos dentro de los procesos de protesta? ¿Qué explica las tácticas represivas del Estado y sus innovaciones a través del tiempo?, todo esto teniendo como base empírica que la violen-cia no es algo colateral a la protesta, sino un recurso adicional con el que cuentan los inconformes (como ha sido mostrado por Tilly2).

1. Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, El siglo rebelde 1830-1930. Zara-goza: PUZ [1975], 1997, 279.

2. Quienes muestran que los aconte-cimientos violentos de protesta no comenzaban de forma distinta a los no violentos son Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, El siglo rebelde 1830-1930, 288.

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244 Reseñas

Por otro lado, considero que es importante plantear la pregunta referida a qué tanto los esfuerzos organizativos de sectores subalternos, para mantener la noción de trabajo del profesor Archila, deben proyectarse más allá de las coyunturas y particu-laridades para que logren el status de movimientos sociales. Esto, teniendo en cuenta que, según el profesor Archila, en “Colombia entre 1958 y 1990 hubo persistencia de la protesta pero difícilmente se puede hablar de movimientos sociales como tales” (p. 470). Considero que la rica descripción empírica que realiza el autor claramente contradice esta conclusión, mostrando que los movimientos sociales, como esfuerzos identitarios y organizativos para realizar demandas públicas a diferentes autoridades, sí tienen un lugar en la historia social de Colombia: los sindicatos obreros, los indíge-nas, las estructuras organizativas campesinas y los movimientos estudiantiles así lo evidencian. La conclusión de Archila puede ser producto de las referencias utilizadas, particularmente la visibilización de los actores por parte de la prensa escrita.

Así, el cubrimiento mediático y las rutinas informativas de los medios impresos se caracterizan por la falta de contextualización (con un énfasis en el espectáculo) y por un encuadre de la protesta desde la óptica policial y de los problemas de movilidad. Por ello las diversas dimensiones de la protesta no son captadas por estas fuentes, y las que lo son tienen importantes sesgos. En Colombia han existido y existen movi-mientos sociales, mirados desde la relativa debilidad producto de factores internos, del contexto y la represión persistente a la que han sido objeto.

Finalmente, considero que es importante avanzar en la agenda de investigación desdeelanálisisdelaprotestasocial,centradaenlosactoresdelconflictohacialoseventos de la confrontación (siguiendo la agenda planteada por McAdam, Tarrow y Tilly3), y problematizar la noción de que la movilización es costosa. Es necesario ir un

poco más allá de la idea de que “algo tenía que impulsar a la gente a incurrir en los costos de participar en una protesta porque no bastaba con que unos cuantos dirigentes la convocaran” (p. 444), y estudiar cómo opera esta relación dinámica entre costos/bene-ficiosycuálesescenariosladeterminan.

Ï

3. Doug McAdam, Sidney Tarrow y Charles Tilly, Dynamics of Contention. NewYork:CambridgeUniversityPress, 2003.

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Notiartículos

NotiartículosDamos inicio a esta nueva sección en la que se presentan resúmenes, en inglés y español, de

artículos publicados durante los dos años inmediatamente anteriores en prestigiosas revistas estadounidenses de Historia. La elección obedece a artículos cuyo tema son los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Las revistas revisadas fueron Colonial Latin American Review (2009), The Americas (2009) y Hispanic American Historical Review (2008). Esta entregaestuvoacargodeMikeLaRosa,miembrodelComitéEditorialdelarevista.

ÏGužauskytė,Evelina. “StarsoftheSky,GemsoftheEarth:PlaceNamesRelatedto‘Pla-nets’ and Metals in Columbus’s Diario”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 2 (Agosto de 2009): 261-282.

Columbus’s naming of lands, rivers and towns was not frivolous: Columbus used his

awareness of cartography, alchemical language and Catholic religious traditions to impose

names in the New World, and his naming strategy reflects his philosophical desire to

harmonize the new and old worlds and a political calculation, a “meticulously designed

fiction” created to impress his patrons, the Catholic Monarchs of Spain.

El diario de Cristóbal Colón está lleno de nombres propios de ríos, pueblos y lugares que

Colón puso según una cierta lógica. Utilizó su conocimiento de la cartografía, el lenguaje

de la alquimia y las tradiciones religiosas católicas para imponer nombres propios en el

Nuevo Mundo. Su estrategia de nombrar refleja su deseo filosófico para armonizar este

último con Europa. Colón era también un hombre altamente político, que usó una “ficción

meticulosamente creada” para impresionar a sus patrones, los Reyes Católicos de España.

ÏDueñas, Alcira. “Ethnic Power and Identity Formation in Mid-Colonial Andean Writing”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 407-433.

Andean educated elites, via the written word, attempted to maintain their ethnic power

structures in the wake of the Spanish colonization project. By attempting to reframe pre-

Hispanic notions of reciprocity and the European notions of common good and natural rights,

Andean critical writing and political action is seen in the work of Jerónimo Lorenzo Limaylla,

an Indian noble from the Jauja Province. Limaylla’s writings were uncovered and studied at

the Archivo General de Indias (Seville) and the Biblioteca del Palacio Real in Madrid.

Utilizando la palabra escrita, las élites ilustradas andinas intentaron mantener sus

estructuras étnicas de poder después de la colonización española del siglo xvi. Al tratar de

“reenfocar” las ideas prehispánicas de reciprocidad y las ideas europeas de “bien común” y

derechos naturales, el trabajo de Jerónimo Lorenzo Limaylla —miembro de la nobleza andina

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Notiartículos

de la Provincia de Jauja— se destaca como un buen ejemplo de escritura crítica, cuyo fin era

fomentar la acción política. Los escritos de Limaylla fueron recién descubiertos y estudiados

en el Archivo General de Indias (Sevilla) y la Biblioteca del Palacio Real de Madrid.

ÏStanfield-Mazzi,Maya.“The Possessor’s Agency: Private Art Collecting in the Colonial Andes”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 339-364.

This article studies “collectors” of art in the pre-independence Andes, specifically in the

city of Puno, Peru. Based on archival research in Cuzco and Puno, Stanfield-Mazzi helps the

reader understand some of the possible motives of collectors rather than the traditional

focus on production of art. The estate list of María Angela Cachicatari from Puno (dated

1797) is the main document used by the researcher to suggest that art collectors were in

fact “powerful agents in the colonial setting”.

Este artículo es un estudio sobre los “coleccionistas” de arte durante la época previa a

la independencia en los Andes, más específicamente en la ciudad de Puno, Perú. Basándose

en investigaciones de archivo en Cuzco y Puno, la autora ayuda al lector a entender mejor

algunos de los posibles motivos de los coleccionistas, pues la mayoría de la investigación

sobre arte colonial trata de la “producción” del arte. La lista de bienes de María Ángela

Cachicatari del Puno (1797) es el documento principal que la investigadora utilizó para

sugerir que los coleccionistas eran, de hecho, “agentes poderosos en la sociedad colonial”.

ÏBoyer, Patricio. “Framing the Visual Tableaux in the Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 365-382.

Boyer compares las Casas’s Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) with

what’s known as the “Larguísima” (or the oral account delivered by las Casas at the court

in 1542). The 1542 appearance helped shape the Crown’s promulgation of the “New Laws”

of 1542 which provided nominal legal protection for the Crown’s colonial “subjects.” By

presenting “a visual tableaux of atrocity”, the 1552 text pushed Royal authorities to take

stronger action on behalf of indigenous persons who were suffering at the hands of the

Spanish colonial project.

Boyer hace una comparación entre el texto de Bartolomé de las Casas Brevísima relación

de la destrucción de las Indias (1552) con el trabajo que se conoce como la “Larguísima” (el

discurso, pronunciado por las Casas en el Corte en 1542). Éste ayudó a convencer a los Reyes

Católicos de que promulgaran las Leyes Nuevas de 1542, que proveían de mínima protección

legal a los “sujetos” de la Corona. Al presentar “un visual tableau de la atrocidad”, el texto

de 1552 obligó a las autoridades reales a llevar a cabo acciones en beneficio de los “sujetos”

indígenas, quienes sufrían demasiado bajo el proyecto colonial español.

Page 243: Historia Crítica No. 41

247

Hist. Crit. No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 245-249

Notiartículos

ÏKohut, Karl. “LasprimerascrónicasdeIndiasylateoríahistoriográfica”, Colonial Latin

American Review Vol. 18: n.o 2 (Diciembre de 2009): 153-187.El profesor Kohut hace una revisión de las principales ideas de los teóricos históricos

españoles del siglo xvi. Más específicamente, el autor compara la obra de Juan Luis Vives,

Pedro de Rhua y Juan Páez de Castro con los trabajos de los “cronistas de Indias” del

siglo xvi. Leyendo a los cronistas Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo,

Bartolomé de las Casas, Francisco López de Gómara, Pedro de Cieza de León y Bernal

Díaz del Castillo, el autor ofrece nuevas reflexiones entre la integración de la “teoría” y la

“práctica” en la historiografía española del siglo xvi.

Professor Kohut revises some of the primary ideas dealing with the historic theory of

the Spaniards during the sixteenth century. Specifically, the author compares the work of

Juan Luis Vives, Pedro De Rhua and Juan Páez de Castro with the work of the “Chroniclers

of the Indies” of the Sixteenth century. Reading the chroniclers of Pedro Mártir de Anglería,

Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas, Francisco López de Gómara, Pedro

de Cieza de León and Bernal Díaz del Castillo, the author provides some new reflections

concerning the integration of the “theory” and “practice” in Spanish historiography of the

sixteenth century.

ÏZahler, Reuben. “ComplaininglikeaLiberal:RedefiningLaw,JusticeandOfficialMisconduct in Venezuela, 1790-1850”, The Americas Vol. 65: n.o 3 (Enero de 2009): 351-374.

This article, utilizing archival sources from the Venezuelan Archivo General de la Nación

shows how change in legal thinking developed during and after independence. The

author contends that legal norms changed from mere “Regularization” of Administrative

Functions to create social harmony (which was a colonial  modus vivendi) to a more

reasoned, calm and “liberal” enforcement of written law in the post independence

period. However, by about 1850, severe struggle among ruling factions led to civil war

and, eventually, authoritarian rule which lasted for more than a century.

Utilizando fuentes del Archivo General de la Nación de Venezuela, este articulo

muestra los cambios en el pensamiento legal desarrollado durante y después de la

época de la Independencia. El autor afirma que las normas legales pasaron de la

mera “regularización” de las funciones administrativas para crear armonía social (una

práctica importante durante la época colonial), a una posición más razonable, calmada

y “liberal”, donde se aplicaron las leyes escritas en la época posindependencia. Sin

embargo, aproximadamente en el año 1850 una lucha importante dentro los poderes

dominantes de la sociedad conllevó a una guerra civil, que eventualmente produjo una

dictadura autoritaria que duró más de un siglo.   

Page 244: Historia Crítica No. 41

248 Notiartículos

ÏWiarda, Howard. “The Political Sociology of a Concept: Corporatism and the ‘Distinct Tradition’”, The Americas Vol. 66: n.o 1 (Julio de 2009): 81-106.

Political theorist Howard Wiarda offers insight into how he conceptualized “Corporatist”

theory during the 1960s and 1970s—a theoretical framework which suggested that significant

corporate entities (the Church, the military, the elites) wield tremendous historic and cultural

power and must be considered in any serious discussion of Latin American modernization

and/or “democracy.” Since the 1970s, scholars have moved on to social and cultural theories

and concerns to study Latin America, but this essay provides unique insight into the architect

of a theory, the critics of that theory and what remains, today, of corporatist thinking in the

fields of Latin American studies, comparative politics or political science.

El politólogo norteamericano Howard Wiarda ofrece una perspectiva sobre la

conceptualización de la teoría de “Corporativismo”, que se desarrolló durante las décadas

de los sesenta y setenta del siglo xx. Según Wiarda, las poderosas entidades corporativas

(la Iglesia Católica, los militares, las élites, etc.) han ostentado un enorme poder histórico y

cultural, y por ende, hay que considerarlas en cualquier discusión sobre la “modernización”

de América Latina y su democracia. Por supuesto, desde la década de los setentas del

siglo pasado, los intelectuales han abandonado el “corporativismo” utilizando teorías

socioculturales para estudiar y analizar a América Latina. Ahora bien, este ensayo da

una mirada única al desarrollo de una teoría estadounidense que intentaba explicar a

América Latina; también expone una discusión franca sobre la crítica de la teoría, y lo que

queda hoy del pensamiento corporativista en los campos de investigación de los estudios

latinoamericanos, la Política comparada y la Ciencia política.

ÏMumford, Jeremy Ravi. “Litigation as Ethnography in Sixteenth Century Peru: Polo de Ondegardo and the Mitimaes”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o1 (Febrero de 2008): 6-40.

The author studies two court cases from sixteenth century Peru, showing the extent

to which Andean legal and cultural concepts can emerge within the evolving Spanish

domination, structure and legal codes/practices. According to Mumford, Spaniards took

greater interest in cases that directly affected their well being (such as a case debating to

whom Mitimaes should pay encomienda obligations). Cases that did not directly affect the

well being of Spaniards were adjudicated in a less prescient fashion.

El autor estudia dos casos jurídicos del siglo xvi en el Perú, que muestran cómo los

conceptos culturales y legales andinos pudieron surgir dentro de la estructura del sistema

español y los códigos y prácticas legales coloniales. Según Mumford, los españoles tomaron

un gran interés en casos que pudieron influir en su bienestar (por ejemplo, un caso sobre

Mitimaes y sus obligaciones fiscales a ciertos encomenderos). Los casos que no tenían

implicaciones directas en el bienestar de los españoles eran decididos en una forma rápida

y sin gran interés por parte de los jueces españoles. 

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249Notiartículos

ÏDurston, Alan. “Native Language Literacy in Colonial Peru: The Question of Mundane Quechua Writing Revisited”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o 1 (Febrero de 2008): 41-70.

Alan Durston studies 12 alphabetic texts written by native peoples in Quechua. These texts

tend to deal with “mundane” matters (mostly petitions and notarial material) rather than

the more common “pastoral literature” which was authored by colonial creole Priests. The

author laments the fact that so few documents exist in Andean archives (compared to

copious documentation in Mesoamerica, written in Nahuatl, Maya and Mixtec). He suggests

that the use of the Andean  quipu  for record keeping explains the dearth of Quechua-

authored “mundane” documents.

El Profesor Durston estudia doce textos alfabéticos escritos por nativos que hablaron y

escribieron en quechua. Los textos tratan más que todo asuntos “mundanos” (peticiones

y materiales notariales), al contrario que la “literatura pastoral” escrita por sacerdotes

creoles coloniales. El autor lamenta que sean tan pocos los documentos escritos en

quechua que existen en los archivos andinos en comparación con los copiosos documentos

que existen en Mesoamérica, escritos en náhuatl, maya y mixteca. Durston sugiere que

el uso del “quipu” andino para transacciones de negocios explica la falta de documentos

“mundanos” encontrados en los archivos andinos.

ÏThurner,Mark.“Jorge Basadre’s “Peruvian History of Peru,” or the Poetic Aporia of Historicism”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o 2 (Mayo de 2008): 247-283.

Andean Historian Mark Thurner offers a detailed study of one of Latin America’s most

influential thinkers, Jorge Basadre of Peru. Basadre’s theoretical and intellectual influences

are addressed, as well as the fact that his characterization of Peru as “many Peru’s” is

still part of contemporary Latin American lexicon. Basadre’s historical thinking on Peru

was influenced by “Peruvian” historical and intellectual development including the rise of

cultural indigenismo, economic and social Marxism and political Populism. As one of the

great thinkers of Latin America, Basadre (who died 30 years ago) is still considered Peru’s

“most sagacious and representative historian.”

El historiador de los Andes Mark Thurner ofrece un estudio detallado de uno de los

historiadores más influyentes de América latina en el siglo pasado, Jorge Basadre del Perú.

Las influencias teóricas e intelectuales de Basadre forman la base del artículo de Thurner,

al igual que la caracterización de la complejidad de Perú en el trabajo de Basadre, Perú,

Promesa y Posibilidad, y cómo esta caracterización  todavía influye la historiografía

latinoamericana. El pensamiento de Basadre se basa en el desarrollo histórico e intelectual

del país, incluyendo el desarrollo del indigenismo cultural, el marxismo económico y social

y el populismo político. Como uno de los grandes intelectuales de América Latina, Basadre

(quien murió hace treinta años) es todavía considerado el más “sabio y representativo

historiador” peruano.

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Notilibros

NotilibrosseccióN a cargo de martha Lux

Ï Escalante Gonzalo, Pablo y Clara García Ayluardo,

coords.

El México antiguo. De Tehuantepec a Baja

California. México: Fondo de Cultura Económica,

Centro de Investigación y Docencia Económicas,

A.C., 2009, 196 pp.Estelibroesunaguíabibliográficayademásunconjunto de reflexiones sobre las corrientes,los proyectos y los autores que han construido la historiografía sobre el México antiguo, es-pecialmente en los últimos cien años. En él se pretende dar una idea de lo que ha sido posible reconstruir, de lo que se puede reconocer y ex-plicar del pasado precolombino, con los recursos de la arqueología, la historia, la etnología y al-gunas otras disciplinas. El autor cuenta que hay regiones cuya historia indígena es como un rom-pecabezas al que le faltará el ochenta por ciento de las piezas. Hay también algunos momentos y lugares, como la Tenochtitlán de 1519, sobre la que se ha llevado a cabo un buen número de investigaciones. El texto sintetiza las revisiones e interpretaciones más representativas y recien-tes de temas clave y ofrece, a la vez, una herra-mienta práctica al reunir las bibliografías más completas para el estudio de los procesos y los problemas de la historia de México.

Ï Llanos Vargas, Héctor.

El árbol genealógico de nuestras identidades

culturales. Bogotá: Grafiwb Impresores &

Publicistas, 2010, 297 pp.El texto comprende dos partes complementa-rias; la primera trata sobre los orígenes genea-lógicos de los usos, costumbres y el color de la piel de las castas o razas en Colombia, en tiem-pos coloniales y durante la primera mitad del siglo XIX, y la segunda es un álbum de textos-imágenes de los viajeros sobre los colombianos,

que integra escritos a grabados, dibujos, acua-relas y fotografías. El contenido de su obra, lo aborda en la primera parte en tres capítulos y sus bloques temáticos son: El árbol genealógi-co del Viejo Mundo, El árbol genealógico de las castas del Nuevo Mundo y El árbol de la Liber-tad. Concluye en una exhaustiva bibliografía sobre la problemática estudiada. Esta obra ayu-da a comprender el proceso histórico en el que surgen las modernas identidades culturales de los colombianos, a escala nacional y regional, a partirdelareflexióncríticadelospensamien-tos, imaginarios y discursos ideológicos de los letrados de tiempos coloniales y de destacados intelectuales, de la primera mitad del siglo XIX.

Ï Jaramillo, Mario, Javier Ocampo López, Gustavo

Adolfo Quesada, Carlos José Reyes, Clément Thi-

baud y José Fernando Ocampo.

1810. Antecedentes, desarrollo y consecuencias. Bogotá: Grupo Santillana, Taurus, S.A., 2010, 298 pp.

Este libro recoge seis ensayos inéditos, escritos desde diferentes perspectivas analíticas, sobre los antecedentes, el desarrollo y las repercusio-nes de una fecha crucial en la historia de Co-lombia y de muchos otros países de América La-tina. Sus páginas abarcan el contexto europeo que enmarcó el colapso del imperio colonial español, el contexto americano en que tuvo lu-gar la lucha por la independencia, los aspectos sociales de la guerra propiamente dicha y las interpretaciones históricas que han tratado de explicar la brecha entre los sueños y la realidad, entre las realizaciones y las frustraciones de una serie de acontecimientos que hace doscien-tos años cambiaron para siempre el mapa polí-tico del mundo. Se trata de una obra polémica que sin duda alguna aporta valiosos elementos de juicio para entender por qué, cómo y a qué precio nacieron las repúblicas americanas.

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Notilibros

Ï Tovar Mora, Jorge Andrés y Hermes Tovar Pinzón.

El oscuro camino de la libertad. Los esclavos en

Colombia, 1821-1851. Bogotá: Universidad de los

Andes, Facultad de Economía, 2009, 181 pp.En este trabajo se estudia el proceso de libera-ción de los esclavos en Colombia, que formal-mente se inició en 1821 y que concluyó treinta años después. El contenido del libro está orga-nizado en dos grandes secciones. En la primera, se analizan y describen con detalle las razones políticas, económicas y sociales que llevaron a iniciar el proceso de manumisión en Colombia. En la segunda sección se recopila, sistematiza y examina de manera cuantitativa la evolución e institucionalidad del proceso como factor de-terminante para explicar el largo período de tiempo que se tardó en liberar a los esclavos colombianos. Se trabajó con una base de datos que evidencia como aproximadamente 50.000 colombianos negros fueron liberados directa e indirectamente gracias al proceso de manumi-sión. Además, se concluyó que la forma gradual del proceso fue más allá del debate ético, pues constituyó una necesidad presupuestaria. La realidad social, donde los esclavos eran un acti-vo de los amos, hizo imposible que la liberación se diera en pocos años.

Ï Millán de Benavides, Carmen, ed.

De usted atentamente. Manual de conservación de car-

tas y papeles personales. Bogotá: Pontificia Universidad

Javeriana, Instituto de Estudios Sociales y Culturales-

PENSAR, Museo Nacional de Colombia, 2009, 113 pp.Este texto forma parte de un colectivo sobre car-tasyconflictodelInstitutodeEstudiosSocialesyCulturalesPENSAR,delaPontificiaUniversidadJaveriana y del Museo Nacional de Colombia. El proyecto ha participado en la iniciativa cartas de lapersistenciadelaBibliotecaLuisÁngelArango

del Banco de la República, con el ánimo de recu-perar la voz privada que se expresa sobre asuntos públicos. La voz de de quienes durante la histo-ria de Colombia han escrito, contado a sus seres amados lo que ocurre en su interior. Este libro busca que las cartas puedan seguir contando la historianooficialdeésteydeotrospaíses.

Ï Gómez Muller, Alfredo y César A. Hurtado Orozco, ed.

Anarquismo y anarcosindicalismo en América

Latina. Colombia, Brasil, Argentina, México. La

Carreta Editores, 2009, 236 pp.En esta segunda edición de este texto escrito hace treinta años, los autores proponen en un nuevoyextensoprefacio,unareflexiónsobreelsignificadoético-existencialdelanarquismo,esto es, sobre la relación entre la crítica anar-quista de la cotidianidad y la recreación social de sentido y de valores, más allá de la ideolo-gía y de la racionalidad instrumental. Esta re-flexiónseorientahaciaelesclarecimientodelaporte de un anarquismo renovado para la reconstrucción de la sociedad sobre bases de justicia social, democracia radical y pluralismo cultural, en el marco de un proyecto latinoame-ricano y mundial de emancipación.

Ï Bosemberg, Luis E., Ralf J. Leiteritz y Tatjana

Louis, comps.

Alemania en el siglo XX: Historia, política y sociedad. Bogotá: Departamento de Historia, Ciencias Políti-

cas y Lenguas y Estudios Socioculturales, Facultad

de Ciencias Sociales, Ediciones Uniandes, Centro

de Estudios Socioculturales e Internacionales,

CESO, 2009, 313 pp.El presente libro es producto de una iniciativa de tres profesores de la Universidad de los An-

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Historia Critica No. 41, Bogotá, mayo-agosto 2010, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 250-252

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des quienes consideraron que en las librerías de habla hispana poco había sobre autores ale-manes. Este libro no intenta, ni mucho menos, cerrar esa brecha que es inmensa, sino más bien quiere hacer conocer algunos textos que considera importantes para comprender la historia, la política y la sociedad de Alemania en el siglo XX. Los textos incluyen a profeso-res universitarios, escritores, periodistas y po-líticos—unosmás famosos que otros—, perocon una variedad de propuestas y análisis. Los artículos compilados tratan temas del período de entre guerras mundiales, los diversos desa-rrollos políticos, económicos y sociales tanto en la República Democrática Alemana como la República Federal Alemana entre 1945 y 1990, y los impactos que estas experiencias representaron para el éxito a mediano y largo plazoenelprocesodelaunificaciónalemana.Serefierentambiénalcambioquehasufridoel enfrentamiento con el pasado, tanto con el Tercer Reich como con la RDA.

Ï Fazio Vengoa, Hugo, Antonella Fazio y Martha

Jaimes, colaboboradoras.

El presente histórico. Una mirada panorámica

(1968-2009). Bogotá: Universidad de los Andes,

Departamento de Historia, Ediciones Uniandes,

Centro de Estudios Socioculturales e Internaciona-

les, CESO, 2009, 184 pp.El libro es producto de una línea de investi-gación cuyo objetivo principal ha consistido en la elaboración de una perspectiva de aná-lisis nueva para el estudio de la realidad con-temporánea, y de modo particular de aquella área de las ciencias sociales que se aglutina normalmente bajo la rúbrica de los estudios internacionales y que, de modo más corrien-

te, se le reconoce, aún cuando sea de manera másimprecisaeindefinida,comoelcampodelas relaciones internacionales, y que se propo-ne interpretar como una historia del Presente histórico. En la caracterización de este presente histórico se ha recurrido a la disciplina de la historia, por ser un tipo de conocimiento que pone en evidencia las distintas temporalidades que participan de esta historia global y porque es un saber abierto a las demás ciencias socia-les, de cuya comunión surgen enfoques globa-les, es decir, transdisciplinarios.

Ï

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