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C D L ENERO 2012 / 1 3 Historia I Abierta Historia Abierta NÚM. 45 ENERO, 2012 CONSEJO ASESOR Luis Suárez Fernández de la Real Academia de la Historia Martín Almagro-Gorbea de la Real Academia de la Historia Alfonso Bullón de Mendoza Universidad San Pablo-CEU Emilio de Diego Universidad Complutense José Andrés-Gallego Consejo Superior de Investigaciones Científicas DIRECTOR Antonio Manuel Moral Roncal EDITOR Luis Valiente CONSEJO DE REDACCIÓN Antonio Cañellas Mas Beatriz Campderá Gutiérrez Ana Rosa Domínguez Santamaría José Francisco Forniés Casals José Luis Martínez Sanz Ricardo Colmenero Martínez EN ESTE NÚMERO Edmund Burke y el liberalismo conservador en la España del siglo XIX Por Pablo Escolano Molin La educación de Isabel II: Víctima de la lucha liberal Por Loic Blanc Vínculos culturales entre la América precolombina y Escandinavia: nuevas perspectivas Por Pär Sehlström Libros Javier Paredes Alonso Antonio Manuel Moral Roncal EDITORIAL EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX La Edad Contemporánea se caracteriza tanto por el desarrollo como por los problemas y las limitaciones de un proceso de cambio general, que ha sido caracterizado por el crecimiento económico, la integración mundial, la movilización de las masas al campo de la lucha política y la meta ilustrada de la libertad, que tuvo en el mito de la secularización su ejemplo más claro. Paralelamente, tres corrientes políticas poliédri- cas complicaron, cuestionaron y fueron hegemónicas durante ese proce- so, que arrancó en el siglo XVIII, y todavía abierto en la actualidad: el liberalismo, el socialismo y el nacionalismo. El liberalismo, desde su proclamación de la igualdad de todos los se- res humanos en dignidad y derechos ha mantenido una fuerza que lo- gró transferir a los sistemas democráticos posteriores a su nacimiento. Igualmente, también se basó en los nuevos preceptos de libertad econó- mica, como fundamento de toda libertad, y en la teoría del pacto social, afirmando la igualdad de todos los hombres y mujeres ante la ley y la exclusividad soberana del Estado. Las diferentes construcciones teóri- cas del liberalismo impulsaron las tensiones ligadas a la libre compe- tencia, promoviendo el conflicto con todos los sistemas de privilegio existentes hasta el momento: lo que todavía hoy se conoce como el modo de vida y organización cultural del Antiguo Régimen europeo, sin olvi- dar los sistemas políticos existentes en otros continentes. El primero de nuestros artículos presenta el pensamiento de uno de los más importantes liberales conservadores británicos del siglo XVIII, Edmund Burke, famoso sobre todo por su crítica contra la revolución francesa de 1789, frente a las revoluciones inglesas de 1640 y 1688 y frente al proceso independentista de las trece colonias en 1776. Su au- tor explica la influencia de sus escritos en otros pensadores austríacos, británicos y españoles, en una época de oportunidades para el incipien- te liberalismo hispano: los comienzos del espinoso siglo XIX. Seguida- mente, Loic Blanc realiza una aproximación al plan de estudios de Isa- bel II y de su hermana durante los conflictivos años de las luchas entre liberales moderados y progresistas. Desmonta mitos y demuestra el po- lémico papel de algunos políticos progresistas, que debieran haber to- mado mucho más interés en la formación de la alumna de la Libertad, de la nueva reina Isabel, de la soberana que debía encarnar los nuevos tiempos liberales. Y es que, como señala en el título, la pequeña reina fue víctima de las luchas entre las diversas familias políticas del régi- men, del concepto de mujer propio de la época y de las ambiciones de po- líticos que prefirieron una soberana fácil de manipular. A veces se olvi- da que las dos hermanas, a partir de 1840 y durante unos años, estuvie- ron solas en el inmenso Palacio Real de Madrid, al estar en el exilio to- da su familia.

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CDL ENERO 2012 / 13Historia I Abierta

Historia AbiertaNÚM. 45 • ENERO, 2012

CONSEJO ASESORLuis Suárez Fernández

de la Real Academia de la HistoriaMartín Almagro-Gorbea

de la Real Academia de la HistoriaAlfonso Bullón de MendozaUniversidad San Pablo-CEU

Emilio de DiegoUniversidad ComplutenseJosé Andrés-Gallego

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

DIRECTORAntonio Manuel Moral Roncal

EDITORLuis Valiente

CONSEJO DE REDACCIÓNAntonio Cañellas Mas

Beatriz Campderá GutiérrezAna Rosa Domínguez SantamaríaJosé Francisco Forniés Casals

José Luis Martínez SanzRicardo Colmenero Martínez

EN ESTE NÚMEROEdmund Burke y el liberalismoconservador en la España del siglo XIXPor Pablo Escolano Molin

La educación de Isabel II: Víctima de lalucha liberalPor Loic Blanc

Vínculos culturales entre la Américaprecolombina y Escandinavia: nuevasperspectivasPor Pär Sehlström

LibrosJavier Paredes Alonso

Antonio Manuel Moral Roncal

EDITORIAL

EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIXLa Edad Contemporánea se caracteriza tanto por el desarrollo como

por los problemas y las limitaciones de un proceso de cambio general,que ha sido caracterizado por el crecimiento económico, la integraciónmundial, la movilización de las masas al campo de la lucha política y lameta ilustrada de la libertad, que tuvo en el mito de la secularizaciónsu ejemplo más claro. Paralelamente, tres corrientes políticas poliédri-cas complicaron, cuestionaron y fueron hegemónicas durante ese proce-so, que arrancó en el siglo XVIII, y todavía abierto en la actualidad: elliberalismo, el socialismo y el nacionalismo.El liberalismo, desde su proclamación de la igualdad de todos los se-

res humanos en dignidad y derechos ha mantenido una fuerza que lo-gró transferir a los sistemas democráticos posteriores a su nacimiento.Igualmente, también se basó en los nuevos preceptos de libertad econó-mica, como fundamento de toda libertad, y en la teoría del pacto social,afirmando la igualdad de todos los hombres y mujeres ante la ley y laexclusividad soberana del Estado. Las diferentes construcciones teóri-cas del liberalismo impulsaron las tensiones ligadas a la libre compe-tencia, promoviendo el conflicto con todos los sistemas de privilegioexistentes hasta el momento: lo que todavía hoy se conoce como el modode vida y organización cultural del Antiguo Régimen europeo, sin olvi-dar los sistemas políticos existentes en otros continentes.El primero de nuestros artículos presenta el pensamiento de uno de

los más importantes liberales conservadores británicos del siglo XVIII,Edmund Burke, famoso sobre todo por su crítica contra la revoluciónfrancesa de 1789, frente a las revoluciones inglesas de 1640 y 1688 yfrente al proceso independentista de las trece colonias en 1776. Su au-tor explica la influencia de sus escritos en otros pensadores austríacos,británicos y españoles, en una época de oportunidades para el incipien-te liberalismo hispano: los comienzos del espinoso siglo XIX. Seguida-mente, Loic Blanc realiza una aproximación al plan de estudios de Isa-bel II y de su hermana durante los conflictivos años de las luchas entreliberales moderados y progresistas. Desmonta mitos y demuestra el po-lémico papel de algunos políticos progresistas, que debieran haber to-mado mucho más interés en la formación de la alumna de la Libertad,de la nueva reina Isabel, de la soberana que debía encarnar los nuevostiempos liberales. Y es que, como señala en el título, la pequeña reinafue víctima de las luchas entre las diversas familias políticas del régi-men, del concepto de mujer propio de la época y de las ambiciones de po-líticos que prefirieron una soberana fácil de manipular. A veces se olvi-da que las dos hermanas, a partir de 1840 y durante unos años, estuvie-ron solas en el inmenso Palacio Real de Madrid, al estar en el exilio to-da su familia.

UN LIBERAL BRITÁNICO ANTE LAREVOLUCIÓN FRANCESA

Burke fue un prestigioso orador polí-tico whig, partido preliberal de la Ingla-terra hannoveriana, si bien nunca ocupócargo ministerial alguno, pese a su dila-tada trayectoria de servicios públicos.Desde sus orígenes, Burke estuvo mar-cado por lo que Gil Novales1 denominócomo «irlandesismo»; es decir, una vo-cación política decidida a mejorar porvía legal la suerte y las condiciones po-líticas de sus compatriotas irlandeses,particularmente de los católicos –quie-nes constituían una mayoría social no

representada en el Parlamento de Du-blín, monopolizado por una minoría an-glicana– por medio de una reforma in-clusiva, en lo cual precedió de algunamanera a Daniel O’Connell2. Comoparlamentario en Londres, combatiócontra la excesiva influencia del Go-bierno de Su Majestad sobre la Cámarade los Comunes. El mencionado com-bate dio su fruto con la llegada al poderen 1782 del marqués de Rockingham,lo cual significó la consolidación delCabinet System; que significó la forma-ción de un gabinete independiente de laCorona y responsable ante el Parlamen-to. Burke destacó por la reivindicaciónde libertades locales y provinciales paratodos los súbditos del Imperio Británi-co: en Irlanda, en La India o en Angloa-mérica. También destacó por su defen-sa del derecho internacional de gentescultivado dentro la tradición renovadade Francisco de Vitoria, Hugo Grocio yVattel3, en un siglo de clara prevalecen-cia de la razón de Estado como el crite-rio político dominante. Dado que el dis-curso de Burke coincidía en lo funda-mental con algunos de los congresistasamericanos durante la Guerra de Inde-pendencia de los Estados Unidos, fun-damentalmente por la común doctrinawhig que unía a Burke con hombres deformación en jurisprudencia como Ja-mes Otis o John Adams, el historiadorLord Acton llegó a manifestar que du-rante ese tiempo Burke fue tan revolu-cionario como el general Washington4.

La crisis del Antiguo Régimen enFrancia, que era ya una realidad en elmomento de apertura de los EstadosGenerales el 4 de mayo de 1789, causóuna inmensa expectación en Inglaterra.Tal interés se dejó manifestar clara-mente en las sesiones de ambas cáma-ras del Parlamento, pero también en elseno de la sociedad civil, dado que serealizaron debates en torno a los perió-dicos, proliferaron los panfletos –me-dio habitual de expresión de opinionespolíticas en Inglaterra después de laGlorious Revolution de 1688–, se orga-nizaron sesiones conmemorativas enlos principales clubs o asociaciones po-líticas –como la Sociedad de la Revolu-ción o la Sociedad de Amigos de laConstitución–, e incluso en algunas pa-rroquias se dejaron transmitir diversasevocaciones a los sucesos de Francia.Es verdad que algo tenía que ver conello, no obstante, cierto regocijo ante loque parecía ser el hundimiento de laCasa francesa de Borbón, principalenemigo de Inglaterra desde el reinadode Luis XIV. El Primer ministro Wi-lliam Pitt «El Joven», líder del partido«tory», escribió el 6 de septiembre de1788 que « el estado de Francia, almargen de lo que pudiera producirse,parece prometernos más que nunca unconsiderable respiro en relación acualquier proyecto político»5.Pero no faltó la identificación idea-

lista con los acontecimientos políticosfranceses. En este contexto se ha de

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia II Abierta

EDMUND BURKE Y ELLIBERALISMO

CONSERVADOR EN LAESPAÑA DEL SIGLO XIX

Por Pablo Escolano MolinUniversidad Complutense de Madrid

Retrato de Edmund Burke, políti-co liberal conservador británico.

destacar un panfleto del reverendo pas-tor y teólogo de la Iglesia Unitaria Ri-chard Price titulado Sobre al amor ha-cia nuestro país, publicada el 2 de no-viembre de 1789. La Revolución de1789 era una etapa mayor en el desa-rrollo de la citada Revolución Inglesa,cuyos logros, como parecían ser la De-claración de los Derechos del Hombrey del Ciudadano y la afirmación de quela voluntad general debía de ser el cri-terio político principal, habrían actuali-zado el espíritu de la Revolución de1688, de lo cual se deducía la justifica-ción de la monarquía electiva, asam-blearia y democrática en su génesis,como principio político de la monar-quía británica. En esa misma línea, eincluso con planteamientos más repu-blicanizantes, pensaban autores comoThomas Paine. Por otra parte, la opi-nión de Burke era bastante requeridapor algunos miembros de la AsambleaNacional, y de hecho las Reflexiones,publicadas en noviembre de 1790, tu-vieron la forma narrativa de una res-puesta epistolar a una carta del diputa-do Dupont de la Asamblea NacionalConstituyente. El rechazo de Burke ha-cia la Revolución Francesa se verifica-ba en tres tesis: defensa de la identidadparticular de las Revoluciones Ingle-sas, principalmente la de 1688; denun-cia de los excesos de la RevoluciónFrancesa con relación al riesgo de unatiranía democrática sobre las garantíasindividuales y al peligro internacionalde la Revolución; y defensa de los prin-cipios de la Constitución Británica.Burke vituperaba una serie de acon-

tecimientos ligados a la Revolución de1789. En primer lugar, el carácter tur-bulento del proceso político. A su jui-cio, la facción mayoritaria de la Asam-blea Nacional instrumentalizaba el fu-ror popular en los debates asamblea-rios, como por ejemplo durante la vio-lenta jornada del 6 de octubre de 1789,en la cual había peligrado la vida tantode la familia real como de algunosmiembros de la facción minoritaria dela Asamblea Nacional, tales como el expresidente de la Asamblea NacionalMounier o su compañero Lally– Tö-llendal. Del mismo modo, la confisca-ción de los bienes de la Iglesia le habíaparecido un atentado contra la propie-dad privada, así como contra la únicafuente de recursos sociales y educati-vos para las capas más pobres de la po-blación. Por otra parte, la ConstituciónCivil del Clero habría dado lugar al es-

tablecimiento de un clero constitucio-nal, a su juicio políticamente títere dela Asamblea Nacional, enfrentado a unclero que por su fidelidad católica o pa-pista quedaba en situación de clandes-tinidad. Pero su mayor crítica se centrósobre la ilegitimidad de un poder quelegislaba contra los hábitos y costum-bres – que él denominaba como «preju-dices»6– propios de una sociedad. Ta-les puntos de vista fueron profundiza-dos en trabajos posteriores, como losThoughts on French Affairs de 1791 ylas Letters on a Regicide Peace de17977Burke denunciaba que el centro de

la soberanía, ya fuese el rey, el puebloo la aristocracia, se presentase como elúnico fundamento de la ley y de la mo-ral pública, puesto que ello conllevabala confusión del poder político con elderecho, si bien después se pretendieseestablecer su separación: «para estosteóricos, el derecho del pueblo casisiempre se confunde sofísticamentecon su poder»8. Burke denunciaba elprocedimiento revolucionario francésporque en sí mismo suponía la elimina-ción de la idea de «contrato político»entre Gobierno y pueblo, sustituida porel concepto de «contrato social» en elque el gobierno, por derivar del sufra-gio popular, constituiría la voluntad ge-neral. Burke sostenía que la teoríarousseauniana de la «voluntad general»podía dar lugar a una política despóticao totalitaria. Para Burke, las garantías

individuales podían padecer frente a lacreación de un gobierno despótico o to-talitario.Todo lo contrario ocurría en la mo-

narquía parlamentaria inglesa –laConstitución Británica– ratificada poruna teórica aceptación popular, perofuertemente institucionalizada en unsentido oligárquico y balanceado porlímites que controlaban el sistema, queBurke presentaba como ejemplo delviejo modelo de sistema mixto aristoté-lico, compuesto por elementos aristo-cráticos, monárquicos y democráticos.

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia III Abierta

Ejecución de Luis XVI en la guillotina. Burke criticó duramente la revo-lución francesa de 1789.

Friedrich von Gentz, liberal aus-tríaco seguidor de Burke.

En realidad, en sus Reflexiones de1790, Burke parecía haber perdido yatoda esperanza sobre una posible deri-va liberal y moderada de la Revolu-ción. Por Constitución Británica, Bur-ke comprendía el régimen de monar-quía parlamentaria y limitada, que seríadefinida por el filósofo utilitarista Je-remy Bentham como un sistema de«checks and balances», pero tambiénlas garantías individuales acerca de lapropiedad y de la libertad de imprenta,así como el conjunto de libertades loca-les y municipales, el common law y elsistema jurisprudencial que otorgabanuna relativa equidad judicial para todoslos ingleses. El letrado Edmund Burkedeseó ampliar a todos los súbditos delImperio Británico este conjunto de ga-rantías civiles. La fe de Burke en laConstitución Británica implicaba tam-bién un espíritu de compromiso here-dado de la Revolución de 1688, que ha-bía originado la moderna práctica deuna pluralidad de partidos políticos. Elresultado de incorporar la RevoluciónFrancesa como modelo político paraReino Unido, tal y como reivindicabanlos radicales ingleses y una parte de loswhigs liderada por su compañero departido Charles Fox, implicaría a sujuicio la sustitución de la ConstituciónBritánica por un sistema asambleariorefrendado por la soberanía del núme-ro, sin límites institucionales ni com-promiso entre las diversas fuerzas so-ciales. Por otra parte, la DeclaraciónFrancesa de Derechos de 1789 procla-maba la ilegitimidad de todo sistemapolítico que no declarase abiertamentela soberanía nacional, algo que no sehabían atrevido a establecer los esta-dounidenses.Burke, como buen parlamentario in-

glés, era un admirador de Montes-quieu. A este respecto, se tiene que te-ner en cuenta que la distinción queBurke realizó en sus Reflexiones debióde ser un juicio compartido por partedel acervo cultural ilustrado, y despuésliberal, por la sola lectura de Montes-quieu: «cada cual ha llamado libertadal gobierno que se ajustaba a las cos-tumbres o a sus inclinaciones. Ahorabien, como en una república, no se tie-nen siempre a la vista y de manera tanpalpable los instrumentos de los malesque se padecen y las leyes aparentanjugar un papel más importante que susejecutores, se hace residir normalmen-te la libertad en las repúblicas exclu-yéndolas de las Monarquías. Por últi-

mo, como en las democracias pareceque el pueblo hace poco más o menoslo que quiere, se ha situado la libertaden este tipo de Gobierno, confundiendoel poder del pueblo con su libertad»9.Montesquieu –con anterioridad a lastesis de Rousseau– contraponía aquí lademocracia pura, que no son necesaria-mente las formas de democracia que sepueden observar actualmente, frente alconcepto de libertad civil. Esta percep-ción de Montesquieu tenía mucho encomún con la interpretación burkeanade la Revolución Francesa.El mismo temor hacia la «tiranía de

la mayoría» fue manifestado claramen-te por los Padres de la Constitución Fe-deral de los Estados Unidos de Améri-

ca de 1787, tal y como su propia fac-ción política lo expresó a través de lasvoces de Hamilton, Madison y Jay enEl Federalista de 1786, que Burke va-loraba bien porque los federalistas es-tadounidenses habían conciliado lacostumbre social con la soberanía po-pular dentro de un equilibrio institucio-nal que facilitaba la estabilidad políti-ca. Burke no reflexionaba sobre las po-sibilidades del federalismo estadouni-dense en Europa, pero sí sobre la impo-sibilidad de aplicar en un gran Estadola «democracia pura» a la que hacía re-ferencia Montesquieu . El federalismosí fue un hipotético modelo para uno delos líderes revolucionarios de Francia–el conde de Mirabeau– quien a pesarde su evidente oposición a la mayoría

de las tesis desarrolladas en las Refle-xiones, no dudó en recurrir a una figurade abolengo como Edmund Burke co-mo autoridad política en sus discursosante la Asamblea Nacional.La posición de Burke fue igualmen-

te adoptada por un seguidor del libera-lismo anglosajón en Austria, Friedrichvon Gentz, quien en su ensayo sobreDos revoluciones: la revolución ameri-cana comparada con la revoluciónfrancesa, diferenciaba la RevoluciónAmericana respecto de la RevoluciónFrancesa por causa de la diversidad desus respectivos procesos políticos. Ajuicio de Gentz, la Guerra de Indepen-dencia de los Estados Unidos tenía suorigen en una revolución de corte clási-co contra la amenaza de una política le-gislativa contraria a la tradición de go-bierno de las Colonias ejercida por lamayoría gobernante en el ParlamentoBritánico, cuya violación más flagrantehabría sido la derogación de la Cartaconstitucional de la colonia de Massa-chussets por el Parlamento Británicoen 1774, en plena crisis política. Sinembargo, la Revolución Francesa ha-bría comenzado siendo una reivindica-ción contra el absolutismo monárquicopara pasar a ser un despotismo demo-crático.Otra posición típica del liberalismo

posrevolucionario moderado, que en-troncaría con el doctrinarismo, seríamostrada por Chateaubriand, cuandoencomendaba a que «Debemos conser-var la obra política que es el fruto de laRevolución … pero debemos erradicarla Revolución de la obra»10. Esta exi-gencia de Chateaubriand resumía a laperfección los intentos políticos de losliberales doctrinarios en Francia duran-te la Restauración, entre 1814 y 1848,llevados a cabo por Constant y porGuizot – entre otros–. La Declaraciónde Derechos de 1789 era interpretadapor ellos como un referente jurídicoque debía de inspirar una serie de ga-rantías civiles, pero sin dar lugar alprincipio abstracto de que la «ley es laexpresión de la voluntad general», da-da la reciente capacidad demostradadurante la Revolución de pisotear laslibertades ciudadanas en nombre uncódigo moral. Estos autores mantuvie-ron una posición de amalgama entre lainterpretación de las peculiaridadeshistóricas con el idealismo filosóficode la Segunda Ilustración inauguradapor Immanuel Kant. En consecuencia,harían de la Declaración un referente,

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia IV Abierta

Lord Holland, representanteprincipal de la corriente whig.

pero inscrita dentro de un marco políti-co previamente institucionalizado, co-mo podía haber sido– tal fue el deseode los liberales doctrinarios– la CartaOtorgada de 1814 francesa, a la cualesperaban reformar a través de caucesplenamente parlamentarios.En resumen, la obra final de Burke

influyó en la configuración de dos tiposde constitucionalismo conservador omoderado después de la Revolución de1789. Principalmente, sobre un consti-tucionalismo historicista o naturalista,afín al pensamiento de Burke y deGentz, que pretendía que las institucio-nes formasen una relación orgánicacon el conjunto de la sociedad. Des-pués, sobre algunas de las tesis de losliberales doctrinarios, que trataban deaislar la Declaración de Derechos de1789 respecto de la doctrina soberanis-ta de Rousseau y de Sieyès por una al-ternativa garantista de tipo británico oestadounidense, a modo de un nuevoBill of Rights. Burke influyó igualmen-te en el pensamiento reaccionario deDe Maistre o de Bonald, que apostabanpor modelos aristocráticos próximos alAntiguo Régimen, así como por el re-chazo al liberalismo, pero que sola-mente tenía en común con la obra deBurke su rechazo hacia el pensamiento«abstracto» característico de la Revo-lución Francesa.

EL LIBERALISMO CONSERVADORESPAÑOL A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

No se pueden comprender las carac-terísticas del liberalismo conservadorespañol sin examinar detenidamenteesta evolución europea. En esta confi-guración se puede partir perfectamentede la figura de Jovellanos. Partidario deuna Monarquía limitada y moderadapor las «leyes fundamentales» de laMonarquía Española reformada, enfunción de un modelo arcaico de laConstitución Británica, quedó muy in-fluido por Lord Holland, el principalrepresentante de la corriente whig depensamiento inglés en el constituciona-lismo español, con quien Jovellanosmantuvo una voluminosa correspon-dencia11. El pensamiento de Jovellanosse ha podido estudiar conforme a unateoría general del Estado y a otra teoríadel constitucionalismo. Su teoría delEstado se dejó reflejar en su modeloeducativo, en la cual preveía una posi-ble y futurible sociedad sin estamentos,

y una virtud pública más centrada en laigualdad de oportunidades, más repu-blicana desde el punto de vista montes-quiano12. Pero sin embargo, Jovellanosno veía posible aplicar tales cambios demodo inmediato. De allí procedió suentendimiento con un liberal gradualis-ta, whig, como su amigo y corresponsalLord Holland, para quien España debíade reformarse a través de sus leyes fun-damentales y de las Cortes tradiciona-les13, porque a su juicio contenían, ensu visión prerromántica quizás, o de to-dos modos historicista, los mismos ele-mentos por formar parte del corpus ju-risprudencial europeo al cual pertene-cían España, Francia e Inglaterra. Si In-glaterra había conseguido aplicar unafórmula liberal desde su propia tradi-ción institucional, aunque no fueseidéntica a la de Inglaterra, por qué Es-paña no podía hacer lo mismo desdesus Leyes Fundamentales. Además, de-bían de ser valorados los hábitos o cos-tumbres de la sociedad. La amistad conLord Holland facilitó la influencia bur-keana sobre el pensador ilustrado.El político whig Lord Holland influ-

yó teóricamente sobre algunos miem-bros del grupo liberal de las Cortes deCádiz, que vieron en el prócer whig aun importante aliado diplomático, co-mo por ejemplo Argüelles o Quintana,y muy evidentemente sobre el ex cléri-go sevillano José María Blanco White,

quien deseaba que los doceañistas mo-derasen su proyecto constitucional. Eneste sentido, gozó de gran influencia lapublicación de «El Español»14 de Lon-dres. Blanco White, también conocidopor su particular disidencia religiosa,abogó desde Inglaterra a favor de una

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia V Abierta

Retrato de Gaspar Melchor deJovellanos por Francisco de Go-ya, lector de los escritos de Bur-ke.

Juramento de los diputados de las Cortes de Cádiz en 1810. José Casado del Alisal (Congreso de los Diputados).

enmienda conservadora del proyectode Constitución liberal de 1812. La re-ferida enmienda debía de incluir lacreación de una segunda cámara legis-lativa a semejanza del Parlamento in-glés y con presencia de «pares» y de«clérigos». De este modo, se evitaría elpeligro de una «tiranía democrática. Eneste sentido, aunque liberal, la posiciónde Blanco White era netamente contra-rrevolucionaria. Blanco White citabacon frecuencia a Burke como argumen-to de autoridad. Asimismo, era un claropartidario de los derechos de los espa-ñoles americanos a disfrutar de unamejor representación en el nuevo régi-men liberal del que las Cortes de Cádizles habían concedido.De igual modo, Blanco era partida-

rio de introducir una relativa libertadreligiosa legal que los legisladores do-ceañistas no habían estimado necesarioincluir. Blanco consideraba que laConstitución de 1812 era mala, porquea su juicio no evitaba la tensión entre elpoder de la Corona frente a un Congre-so de orientación democrática. Comoalternativa, Blanco White proponía lainstalación de un gabinete formado enCortes al modo del «Cabinet System»británico, aunque el rey había de serquien nombraría a los ministros, dadoque de este modo podría paliarse, a sujuicio, el choque entre Ejecutivo y Le-gislativo. Pero la fama de Blanco Whi-te lindaba con la traición a ojos de losprincipales líderes liberales españoles,como Argüelles o Quintana, por su de-nostado apoyo de los españoles ameri-canos, a pesar de la rebelión secesio-nista iniciada con mayor o menor éxitoen diversos focos de los virreinatos apartir de 1810. Para Blanco, algunos delos discursos de Burke como el Discur-so sobre la tasación en América de1774, el Discurso sobre la conciliacióncon América de 1775 o el Discurso alas colonias británicas de América de1777, formaron parte de su ideario po-lítico.En España, las sendas emigraciones

políticas durante el Sexenio Absolutis-ta– de 1814 a 1820– y la Década Omi-nosa– de 1823 a 1833– pusieron encontacto a los doceañistas españolescon el utilitarismo de Bentham en In-glaterra, tanto como con el pensamien-to doctrinario en Francia. Ambas es-cuelas influyeron sobre los futuros mo-derados y progresistas. Pero mientrasque los doctrinarios elogiaron la Decla-ración de Derechos de 1789 como lo

mejor de la Revolución, los utilitaristaspensaron que los derechos obtenían suvalor por responder a los intereses so-ciales del momento. Esto no les con-vertía sin embargo en conservadores,sino en el bastión del progresismo enlas Islas Británicas, en las cuales la ten-dencia hacia el empirismo desde laépoca del filósofo Hume estaba gene-ralizada. En este contexto, la figura deBurke fue claramente menor en com-paración al influjo de estas dos grandescorrientes, pero no por ello menos inte-resante.

BURKE Y LOS ESPAÑOLES

La obra de Burke generó importanteinfluencia en los escritos más vetera-nos de Antonio Alcalá Galiano, princi-palmente en sus Lecciones de derechopolítico, publicadas por primera vez en1843, así como en la corriente políticaconocida bajo denominación de losconservadores puritanos. Tanto AlcaláGaliano como los puritanos apoyaronconstituciones formularias – las cons-tituciones de 1837 y de 1845, respecti-vamente–, aunque siempre tuvieroncomo un referente el método históri-co– prescriptivo del parlamentarismoinglés. Para Alcalá Galiano, fuerte-mente influido por el pensamiento deJeremy Bentham, la teoría política delos derechos naturales era errónea, da-do que los derechos siempre habían derecibir su confirmación política en elseno de la sociedad y de las institucio-nes. Le desagradaba el método de losrevolucionarios franceses, y elogiabala crítica que Burke les dio de «arqui-tectos de ruinas», pero ello no le impi-dió valorar el Código Civil de 1802,por haber consolidado la igualdad ci-vil. Alcalá Galiano consideraba queexistían naciones de mentalidad aristo-crática como Inglaterra, y otras dementalidad democráticas, como Espa-ña, donde el peso de la aristocracia po-lítica, a lo sumo, debía de ser muy sua-ve e inferior al de la clase media, peroen los que se debía de contener el peli-gro de una tiranía democrática, dadoque particularmente en España, podríaconducir bien al carlismo o bien a unamonarquía bonapartista. Parece serque el conservadurismo de Alcalá Ga-liano se acentuó durante los últimosaños de su vida. Particularmente, pare-ció muy intrigado por encontrar unarespuesta reformista y conservadora

frente al desafío socialista que habíaoriginado la revolución francesa de1848. Su muerte, en 1865, le interrum-pió un proyecto de ensayo de teoríapolítica sobre la figura de EdmundBurke.Por su parte, Andrés Borrego, Joa-

quín Francisco Pacheco y Nicome-des–Pastor Díaz compusieron el grupode los denominados conservadores o,como les denominaban sus adversarios–puritanos–, por su posición contraria ala reforma del Partido MonárquicoConstitucional de Narváez, –los mode-rados–, de la Constitución de 1837, y ala vez que ellos muy ensimismados porengarzar las teorías generales con insti-tuciones históricas, para lo cual toma-ron como referente a la Monarquía Bri-tánica. Inicialmente se opusieron alpronunciamiento de los sargentos de laGranja de agosto de 1836 que llevó denuevo al poder al Partido Progresista.Sin embargo, aceptaron consagrarse ala protección del texto constitucionalfinal de 1837, porque comprendían quehabía resultado de un pacto entre pro-gresistas y moderados ante la presióndel bando carlista y al cual, a partir delConvenio de Vergara de 1839, se ha-bían sumado una parte de los vencidos.Por lo tanto, era el texto que mejor ga-rantizaba un compromiso institucionalentre diversas fuerzas políticas y socia-les.Cuando posteriormente los modera-

dos de Narváez decidieron establecerla Constitución de 1845, los puritanosentendieron que tal medida significabaun claro error. Desde entonces se con-sagraron a formar una opinión públicaentre la clase media que potenciase elpapel del Parlamento como eje de la vi-da política frente a la intromisión de laCorona y de la corte, así como frente alas tendencias de pronunciamientos delos diversos grupos políticos dirigidospor generales adictos. Estos principiospueden estudiarse en el ensayo De laorganización de los partidos políticosen España, escrita por Andrés Borregoen 1855, quien también fue director deldiario liberal conservador «El Espa-ñol»15 de Madrid. Además de que tantoBorrego como Pastor Díaz valoraban laobra de Burke en la historia parlamen-taria inglesa, como político de partidotanto como hombre de principios mo-rales y políticos. Los conservadorespuritanos tuvieron su oportunidad degobernar y tender puentes a los progre-sistas en 1847 bajo la presidencia de

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia VI Abierta

Joaquín Francisco Pacheco, pero su pa-so fue brevísimo y estéril. No obstante,inspiraron a Cánovas la política de con-ciliación entre dos grandes partidos na-cionales que marcaría el régimen de laRestauración entre 1875 y 1923.Las claves del influjo de Burke en el

liberalismo decimonónico español sepueden observar como una apuesta porla gradualidad de las reformas y lacombinación entre teoría e historia coninstituciones estables, para lograr lainstitucionalización auténtica de liber-tades civiles y políticas, a la vez que deevitar los desmanes del período revolu-cionario francés. Un posible inconve-niente de este pensamiento conserva-dor es que no asumió el reto de la igual-dad política. Una prueba de ello es elescaso eco crítico sobre el segundo vo-lumen de La democracia en América,de Tocqueville, publicado en Españaen 1843, donde se afirmaba desde pre-supuestos conservadores la necesidadde que las sociedades aristocráticas uoligárquicas tomasen como objeto, enfunción de sus circunstancias y pecu-liaridades, una aproximación políticagradual a la democracia. El politólogo

francés acusó en su obra la ascendenciaintelectual de la obra de Burke, entreotros autores.

NOTAS

1 GIL NOVALES, Alberto, «Burke enEspaña», en II Simposio sobre el padre Fei-joo y su siglo: ( ponencias y comunicacio-nes)., vol.1, 1981, pp.63-75.

2 KIRK, Russell, Edmund Burke. Redes-cubriendo a un genio, Ciudadela, Madrid,2007, pp.152-153.

3 STANLIS, Peter J., Edmund Burke andthe natural law, Ann Arbor Paperbacks.The University of Michigan, 1965, p.86.

4 LORD ACTON, «La influencia deAmérica», en Ensayos sobre el poder y lalibertad, Unión Editorial, Madrid, 1999,p.255.

5 LORD ACTON, Ensayos sobre la li-bertad y el poder, Unión Editorial, Madrid,1999, p.291.

6 CONE, Carl B., Burke and nature ofpolitics. The Age of the French Revolution,University of Kentucky Press, 1964, p. 333.

7 BURKE, Edmund ( LANGFORD,Paul, ed.), The writings and speeches of Ed-mund Burke, 9 volúmenes, Oxford Univer-sity Press, 2000

8 BURKE, Edmund, Reflexiones acercade la Revolución Francesa, Alianza Edito-rial, Madrid, 2006, p.102

9 MONTESQUIEU, Del espíritu de lasleyes, Alianza editorial, Tecnos, 1995,p.108.

10 SABINE, G.H., Historia de la teoríapolítica, Fondo de Cultura Económica, Mé-xico, 2000, p.505.

11 CASO GONZÁLEZ, José Miguel,Gaspar Melchor de Jovellanos. Obrascompletas. Escritos políticos, tomo XI, Ins-tituto Feijoo de Estudios del siglo XVIII,KRK Ediciones, Ayuntamiento de Gijón,2006.

12 JOVELLANOS, Gaspar Melchor,Memoria sobre la educación pública, o seatratado teórico-práctico de la enseñanza,con aplicación a las escuelas y colegios deniños, en Obras escogidas, Madrid, 1930.

13 JOVELLANOS, Gaspar Melchor de,Memoria en defensa de la Junta Central,Junta General del Principado de Asturias,Oviedo, 1992.

14 Diario «El Español» de Londres, Nºs.1-35, 30-04-1810 a 01-05-1814, Hemerote-ca Digital, Biblioteca Nacional de España.

15 Diario «El Español» de Madrid, Nºs 1-1173, 01-11-1835 a 16-04-1848, Hemero-teca Digital, Biblioteca Nacional de Espa-ña.

CDL ENERO 2012 / 19

EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia VII Abierta

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La Revolución de octubre de 1840marcó un paso decisivo en la Historiatanto de Europa como de España: elsueño iba a ser realidad. Desde la entra-da del general Baldomero Espartero,Duque de la Victoria, el 13 de julio de1840 en Barcelona donde se hallabaMaría Cristina de Borbón-Dos Sicilias,Regente de España y madre de las in-fantas Isabel y Luisa Fernanda, hasta el30 de junio de 1843 sopló un vientoprogresista en la Nación liberal espa-ñola.

Después de la muerte de FernandoVII, último Rey absolutista de la Histo-ria Contemporánea española, los libe-rales tomaron las riendas del país en1833 encabezados por la máxima re-presentación del Partido Moderado,María Cristina. Ésta, claramente más agusto con las ideas de los conservado-res, se dejó manipular por los modera-dos –más identificados con una doctri-na política y con un peso social másimportante– con fin de asegurar el tro-no para su hija mayor la futura Isabel IIfrente a las expectativas de Carlos Ma-ría Isidro, pretendiente a la Corona–bajo el título de Carlos V de Borbón–y hermano del Rey difunto. Sin embar-go, los progresistas se sintieron rápida-mente excluidos del nuevo juego polí-tico liberal: en efecto, el leitmotiv des-de el fracaso de 1823 había sido la res-tauración de la Constitución de 1812–la Pepa– pactada en Cádiz durante laGuerra de la Independencia. Por lo tan-to, el Estatuto Real de 1834 y la Consti-tución de 1837 no respondían a sus es-peranzas. En su último conato para im-poner el «texto sagrado», los progresis-tas fracasaron en la Revuelta de losSargentos en el Palacio Real de laGranja de San Ildefonso en 1836, re-cordando así más que el afán liberal laimpotencia del Partido y de su ideolo-gía. Finalmente, los liberales más exal-tados accedieron al poder con la firmeintención de convertir el país en unaNación de libertades y derechos.En la noche del 18 de julio de 1840

resonó por todas las calles de Madridun unívoco «¡Viva la Constitución!¡Viva el Duque de la Victoria! ¡Abajoel ministerio! ¡Abajo la ley de Ayunta-

mientos!». La Regente era ya incompa-tible con el pueblo que se sumía a lasreclamaciones de Espartero. El entu-siasmo que se destacó para este perso-naje le llevó hasta el grado político másalto del país: le regencia. Todos losprogresistas, de corazón o de ideas, de-pusieron sus esperanzas en un sólohombre que, sin embargo, se presenta-ba como apolítico y que no envidiabaeste cargo. Sus conocimientos en elámbito político eran bastante reducidospues había sido siempre un hombre dearmas: era el primer general, de unalarga serie, en acceder al poder. Losconflictos no tardaron en estallar: lasCortes tuvieron que elegir en mayo de1841 entre una regencia única, asumidapor el propio general y apoyada por losunitarios, y una regencia tripartita queapoyaban los trinitarios a favor de unadivisión de la regencia entre tres perso-nas. Si salió victorioso el general de es-te debate, en cambio su partido quedoherido: los primeros días del gobiernoprogresista marcaron ya el final trágicode la aventura liberal.A raíz del motín de Barcelona, tuvo

lugar la revolución de septiembre enMadrid ante la cual María Cristina deBorbón se vio obligada a abandonar elpuesto. Sin embargo, estaba lejos depensar que su marcha rumbo a Franciael 17 de octubre por el vapor el «Mer-curio» supusiera la renuncia a sus dere-chos maternos. La tutela de sus hijasque había heredado de Fernando VIIfue puesta en tela de juicio: la niña Isa-bel, menor de edad, se convirtió en elasunto político más interesante del mo-mento.Tan pronto como se hubo marchado

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia VIII Abierta

LA EDUCACIÓN DE ISABEL II: VÍCTIMA DE LA LUCHA LIBERAL

Por Loic BlancUniversidad de Poitiers, Francia

Retrato de Juana María de la Ve-ga y Martinez del grabador Hau-ser y Menet (1844-1926). La con-desa de Espoz y Mina procurómejorar la educación de la reinaIsabel II.

la exregente, su tío y cuñado Franciscode Paula Antonio se ofreció para recu-perar la tutela de sus sobrinas, esperan-do así con su esposa influir en la políti-ca española. Conviene recordar queLuisa Carlota y su esposo habían sidoexpulsados del país por la Regente.Efectivamente, en su Manifiesto del 25de octubre de 1840 Francisco de Paulaponía de relieve que se quedaba vacan-te la tutela debido a su exilio acarreadopor sus críticas a propósito de la bodasecreta de la Reina viuda con donAgustín Fernanda Muñoz y Sánchez.Además de no ser tutor testamentario,«era el único español expresamente ex-cluido de la tutela», pues según las Le-yes de Partida esta responsabilidad noles incumbía a los príncipes que podíanheredar la corona.Finalmente, las Cortes se encarga-

ron de votar si era vacante o no la tutelade las infantas, y en el caso de que loera, se empeñó en elegir a un nuevo tu-tor. Los debates que se desarrollaron enel Senado entre el 30 de junio de 1841y el 10 de julio acabaron por designaral viejo liberal progresista y gran figurade las Cortes de Cádiz de 1812 Agustínde Argüelles como nuevo tutor. A pe-sar de las resistencias de parte de lamadre, el recién formado gobiernoconsiguió su primera victoria y uno desus principales proyectos: hacerse conla educación de la futura Reina liberalde España.La educación de la infanta mayor y

su hermana representaba, a los ojos delos progresistas, un reto. Podían apro-vechar de la ausencia de todos tipos deinfluencias moderadas para convertir ala joven Isabel en una perfecta sobera-na progresista. Sin embargo, la tareaeducativa no fue sin encontrar ciertaoposición de parte de los moderados–humillados– cuya instigadora no po-día ser otra que la propia María Cristi-na. Aunque su participación en las va-rias conspiraciones y obstáculos paraderrocar a Espartero nunca haya sidocorroborada con exactitud, sí podemosafirmar que, desde el exilio en París, nodejó de conspirar contra el General y suGobierno.El primer acontecimiento al que tu-

vo que enfrentarse el nuevo tutor Agus-tín Argüelles fue el Motín de las Da-mas de Palacio el 2 de agosto de 1841.En efecto, diez damas que rodeaban alas princesas presentaron su dimisiónante el mayordomo, el conde de SantaColoma. Éstas, con fin de protestar

contra el nuevo orden progresista esta-blecido en Palacio con el nombramien-to de varias personas nítidamente iden-tificadas con el progresismo y para en-señar su fidelidad hacia la madre de lasinfantas, fueron encabezadas por laemblemática Joaquina Téllez Girón yPimentel, marquesa de Santa Cruz.Ella representaba la época dorada de laregencia de la Reina Gobernadora,siendo a partir del 22 de enero de 1831Aya de Isabel y luego su Camarera ma-yor en 1834. El nombramiento de Jua-na María de la Vega y Martínez, conde-sa de Espoz y Mina, como nueva Ayade las princesas no sentó bien al anti-guo personal moderado por varias ra-zones. Primero, cabe notar que se en-tregaba ese cargo a una condesa que nopertenecía al circulo cerrado de los«Grandes de España», título requeridopara entrar en el personal palatino.Luego, su adscripción política al pro-gresismo no fue casual, ni en su nom-bramiento ni en el desdén que le teníanlas damas de Palacio. Por fin, la separa-ción de los cargos de Aya y Camareramayor de la Reina el 29 de julio de1841 fue el chispazo de toda la trama.La guerra entre progresistas y modera-dos había entrado en Palacio e iba acondicionar la educación de las niñas.Además, María Cristina se quedaba sinojos en el Palacio para influir en la edu-cación de su hija Isabel.El segundo acontecimiento iba a ce-

rrar la últimas puertas a la exregente. El7 de octubre de 1841 tuvo lugar unatentado contra la persona de Isabel pa-ra intentar derrocar a Espartero. El le-vantamiento de Madrid se proponíaapoderarse de Palacio, del personal dela Reina y de su hermana. El conflictoen la Casa Real duró hasta la mañanadel día 8 de octubre, al final del cualfueron detenidos algunos generales de-signados como directores de la insu-rrección. Entre ellos fue arrestado ycondenado a muerte por el Consejo deGuerra el General Diego de León. En-contraron en su bolsillo una carta quepermitía inculpar a María Cristina dehaber fomentado la conspiración: «Ha-biéndome mandado su Majestad laReina gobernadora del Reino, Dª. Ma-ría Cristina de Borbón, que restablezcasu autoridad, usurpada y hollada [...]».Sin embargo, ésta se negó a reconocersu participación en este atentado prepa-rado desde París.A pesar de los conflictos intra y ex-

tra-palatinos, los progresistas intenta-

ron proporcionar a la Reina Isabel II ysu hermana una educación digna deuna soberana liberal, basada en la mo-ral, la virtud, el cristianismo, la inteli-gencia y la ilustración. Tanto el perso-nal como los proyectos parecían indi-car que todo resultaría un éxito. Losprotagonistas de la tarea educativa se

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia IX Abierta

Estampa con el retrato de Ma-nuel Josef Quintana de RosarioWeiss (1814-1843). Fue maestrode dibujo de Isabel y Luisa Fer-nanda durante la epoca progre-sista.

Estampa con el retrato de MariaLuisa Fernanda, Infanta de Espa-ña, estudiando ; obra de 1842 ;litógrafo Alphonse Léon Noël.

empeñaron en convertir a la joven Isa-bel en una monarca constitucional yculta. Sin embargo, dado el retraso quelas princesas llevaban a causa del des-cuido completo bajo el período mode-rado, José Manuel Quintana, AgustínArgüelles y la Juana de la Vega Martí-nez tuvieron que redoblar sus esfuer-zos.José Manuel Quintana fue nombra-

do ayo instructor de las niñas por la ex-regente el 11 de octubre de 1840. Talresponsabilidad requería «á una perso-na que tuviese dadas pruebas eminen-tes de sabiduría, de lealtad y amor alTrono, y que, hallándose siempre in-mediata á las Reales Personas, obser-vase muy detenidamente la instrucciónprimaria que se les diera [...]». Era re-conocido en todos los ámbitos intelec-tuales por su arte literario y sobre todocomo personaje político destacado,«otro veterano padre del liberalismoespañol». El autor del Informe de 1813y de numerosas intervenciones en lasCortes era sin duda el más adecuadopara este cargo a pesar de su edad yaavanzada, pues en 1840 contaba con 68años. A petición del tutor, la coruñesaEspoz y Mina de 36 años había sidoelegida con fin de impartir asignaturas,como la ética, como resultado de la ex-celente formación que la viuda del ge-neral liberal Francisco Espoz y Mina,sublevado en 1816 contra la vuelta delabsolutismo de Fernando VII, había re-cibido en su infancia. La elección de lacondesa como mujer más cerca a las in-fantas y del resto del personal por partedel tutor respondía a una necesidad decontaminar el Palacio de progresistas,aniquilando así casi todas las investi-duras hechas por María Cristina a lamuerte del Rey y creando un ambientepropicio para educar a la futura reina.El maestro de primeras letras y no-

ciones elementales de aritmética y geo-grafía desde 1836, José Vicente Vento-sa, fue tal vez uno de los factores másrelevantes en la educación de las prin-cesas. Había elaborado un sistema úni-co para sus reales alumnas. Consistíasu método en enseñar a las princesaslas bases en forma de juego para noaburrirlas. Sin embargo, la niña de sieteaños había crecido y el tiempo que laseparaba del trono se reducía cada díamás. Por lo tanto, en 1841 el método yano era adecuado para recuperar un atra-so ya inmenso.Ante las dificultades que presentaba

Isabel, los tres pilares del sistema edu-

cativo decidieron concebir un nuevoPlan de Estudios, como era la costum-bre para los príncipes. El 10 de sep-tiembre de 1841, José Manuel Quinta-na presentó al tutor el texto que habíaredactado. Fue el resultado de una lar-ga observación y de experiencia en lacual constató claramente un atraso es-colar, pero más que éste, ponía en telade juicio los defectos propios de la niñamayor refiriéndose a sus pocos esfuer-zos para concentrarse y aplicarse. Porlo tanto, decidió la ampliación de susmaterias, hasta entonces básicas y pocomás elevadas que las habituales de laaristocracia española. Si bien se le im-partían ya geografía, historia, aritméti-ca y estudio del francés, sólo se le ense-ñaban los rudimentos de dichas mate-

rias. El Plan proponía una profundiza-ción en ellas, el acercamiento y prácti-ca de otras nuevas, necesarias a la edu-cación de una soberana. A la hora dejuzgar los resultados de dicho Plan, esnecesario preguntarse si el texto propo-nía una educación política, un conoci-miento de los textos fundamentales queregían una monarquía constitucional, sila preparaba a ser la reina de la Naciónliberal española. Desgraciadamente, lopoco de estos principios elementales eindispensables que fue integrado en laproposición de Quintana nunca les lle-gó a ser enseñado. Esa omisión políticapodría encontrar su origen en las orde-nes que el propio autor del Plan habíarecibido de parte de la madre justo des-pués de su marcha del país en una carta

en la cual le aconsejaba que los maes-tros no se entremetieran «en otras cosasque en la enseñanza del ramo que lesestá respectivamente encomendado».El Plan de Estudios fue sin duda la

muestra más reveladora de los intentosy esfuerzos progresistas para que lasprincesas gozaran de una educación li-beral cuidada pero comparable con laque recibieron los monarcas anteriores.Las diferencias entre algunos estudiosse debía a la condición femenina de lasniñas. La obra de Manuel José Quinta-na revelaba las inquietudes de Palacio:la educación de Isabel II había sidodescuidada hasta entonces. Todo lo queproponía el Plan respetaba la tradiciónde la enseñanza Real y permitía recu-perar el tiempo perdido mediante labuena aplicación del texto. No obstan-te, el año y medio que transcurrió des-pués de la proposición de Quintanamostró que la educación de las prince-sas fracasó. Los objetivos que se ha-bían planteado en 1841 no se cumplie-ron ni antes ni después de los sucesosde junio de 1843.El fracaso del proyecto progresista

en la educación de Isabel II no fue másque el reflejo de la política entera delPartido en el poder. Argüelles no semostró muy interesado por el cargo porel cual le habían designado. En efecto,el veterano liberal había pensado en unpuesto más luciente para acabar su ca-rrera política. Sin embargo, el generalEspartero gozó de más apoyos y el di-putado asturiano tuvo que consolarsecon el cargo de Presidente de la Cáma-ra de los Diputados. Por lo tanto, el vo-to que le confirió el puesto de tutor delas infantas no fue más que un votocompensatorio. El cargo representabamucho para el futuro de la Nación pero«Argüelles nunca pareció tomar en se-rio» su nueva función, aunque llamó ala Real primogénita «alumna de la li-bertad». Consciente del atraso de lasprincesas, no lo colmó. La intensa rela-ción oral y epistolar que mantuvo, du-rante estos dos años, con la condesa deEspoz y Mina subraya la dificultad pa-ra enmendar su educación. El ayo ins-tructor y el aya se mostraron más im-plicados que él. Diputado y Presidentede la Cámara, no se dedicó a la tutoríade las princesas.Al igual que el tutor, los ayos y

maestros renunciaron a llevar a cabo taltarea que se complicaba cada vez más.Los pocos éxitos de la princesa mayor,su falta de atención, su poca aplicación

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia X Abierta

Estampa de Isabel II, reina deEspaña, en un momento de suestudio, obra de 1842, por Al-phonse Léon Noël.

y su nula preocupación por su porveniry el de España reducieron los esfuerzospalatinos considerablemente. El des-cuido de su educación anterior, los ma-los principios de su enseñanza progre-sista, la poca voluntad de la futura so-berana y la limitación temporal de suaprendizaje hicieron que, al llegar a sumayoría avanzada al 8 de noviembre de1843, Isabel II no pudo asumir el tronoy su reinado fue el de los espadonesquienes acabaron derrocándola.El partido progresista perdió poco a

poco sus apoyos sociales. En junio de1842 estalló una insurrección anti-li-brecambista en Barcelona que iba aacabar con la regencia de Espartero. Lainsurrección fue una síntesis del des-contento social, de la oposición a la po-lítica del general y al librecambismo, ala cual se añadió la disolución de lasCortes el 16 de julio de 1842 y nuevaselecciones el 14 de noviembre. La des-confianza era general, el pueblo espa-ñol empezaba a creer que los actores dela Revolución de Septiembre lo habíanengañado. La brutal intervención mili-tar para sofocar la rebelión y la deci-sión del bombardeo fueron dos medi-das juzgadas anti-constitucionales y ar-bitrarias, propias de una dictadura mili-tar. No tardaron los primeros pronun-ciamientos contra el Regente, tachadode «enemigo del pueblo». Apoyado porunos batallones, el general Juan Prim yPrats se sublevó el 10 de junio de 1843en Reus a grito de «¡Abajo la Regenciade Espartero!». En poco tiempo, las su-blevaciones pasaron a Andalucía, Gali-cia y Cataluña. Las últimas tentativasesparteristas de sofocar esas insurrec-ciones fueron contrarrestadas por el re-cién desembarcado en Valencia RamónMaría Narváez, quien puso fin al Trie-nio Esparterista. Baldomero Esparterose exilió rumbo a Inglaterra desde elPuerto de Santa María el 30 de junio de1843 en el vapor «Betis» y los modera-dos volvieron al poder.

BIBLIOGRAFÍA

BURDIEL DE LAS HERAS, Isabel, IsabelII, no se puede reinar inocentemente,Madrid, Espasa Calpe, 2004, 439 p.

BURDIEL DE LAS HERAS, Isabel, IsabelII, una biografía (1830-1904), MadridmTaurus, 2010, 943 p.

COMELLAS GARCÍA-LLERA, JoséLuis, Isabel II: una reina y un reinado[1999], Barcelona, Ariel, 2002, 386 p.

COMELLAS GARCÍA-LLERA, JoséLuis, Historia de España Contemporá-nea [1988], Madrid, Rialp, 2008, 562 p.

DONOSO CORTÉS, Juan, Obras Comple-tas, vol.1, Madrid, Editorial Católica,1946, 953 p.

MARIANA, Juan de y PALACIO, Eduardode, Historia General de España, com-puesta, aumentada y corregida por elPadre Juan de Mariana, y continuadahasta nuestros días por Don Eduardo dePalacio, Madrid, Manuel Rodríguez,1869, 1187 p.

RAMÍREZ VILLA-URRUTIA, Wences-lao, marqués de, La Reina GobernadoraDoña María Cristina de Borbón; prólo-go del Excmo. Sr. [Álvaro Figueras yTorres] Conde de Romanones, Madrid,Francisco Beltrán, 1925, 554 p.

VEGA MARTÍNEZ, Juan María de la, con-desa Espoz y Mina, Apuntes para la his-toria del tiempo en que ocupó los desti-nos de aya de S. M. y A. y camarera ma-yor de palacio, escritos inmediatamentedespués de su renuncia y revisados porManuel José Quintana, mandados pu-blicar por José Canalejas y Méndez,procedidos de un prólogo por Juan Pé-rez de Guzmán y Galló, Madrid, Hijosde M. G. Hernández, 1910, CLXX p.,2h., 752 p.El artículo es un resumen de la tesina«La Educación de Isabel II (1840-1843),Análisis de un fracaso del Trienio Es-parterista».

J. DONOSO CORTÉS, Obras Completas,vol.1, Madrid, Editorial Católica, 1946,953p., «La tutela de Isabel II», p. 695.

W. RAMÍREZ DE VILLA-URRUTIA,marqués de, La Reina Gobernadora Do-ña María Cristina de Borbón; prólogodel Excmo. Sr. [Álvaro Figueras y To-rres] Conde de Romanones, Madrid,Francisco beltrán, 1925, 554 p., p. 523.

J. M. DE LA VEGA MARTÍNEZ, condesade Espoz y Mina, Apuntes para la histo-ria del tiempo en que ocupó los destinosde aya de S. M. y A. y camarera mayorde palacio, escritos inmediatamentedespués de su renuncia y revisados porManuel José Quintana, mandados pu-blicar por José Canalejas y Méndez,procedidos de un prólogo por Juan Pé-rez de Guzmán y Galló, Madrid, Hijosde M. G. Hernández, 1910, CLXX p.,2h., 752 p., p. 549.

J. L. COMELLAS, Historia de EspañaContemporánea [1988], Madrid, Rialp,2008, 562 p., p. 67.

I. BURDIEL DE LAS HERAS, Isabel II,una biografía (1830-1904), MadridmTaurus, 2010, 943 p., p. 87.

J. L. COMELLAS, Isabel II: una reina y unreinado [1999], Barcelona, Ariel, 2002,386 p., p. 67

J. L. COMELLAS, Historia de EspañaContemporánea [1988], Madrid, Rialp,2008, 562 p.

CDL ENERO 2012 / 23

EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia XI Abierta

La reina Isabel I acompaña a sunieta Isabel II al templo de la glo-ria. Estampa del litógrafo RamónAmérigo Morales sobre obra deVicente López Portaña, pintor deCámara.

Isabel II con la Constitución de1812 entre sus manos; estampalitográfica por Pedro AugustoGugliemi, litografiada por A. H.de Arenas.

Existen evidencias sobre correlacio-nes entre las culturas amerindias preco-lombinas y las culturas escandinavas.Estas semejanzas podrían derivarse delos conocidos viajes que los vikingosrealizaron en sus drakkares a América,ipreviamente a la llegada de CristóbalColón a aquel continente. Efectiva-mente, consta que en el año 986 Erik

Thorraldsson (Eric el Rojo) exploróGroenlandia; que en el año mil su hijoLeif Eriksson desembarcó en Markland(Terranova), Helluland (Labrador) yVinland (Nueva Escocia); y que en el1010, Thorfinn Karlsefni trató de colo-nizar Vinlandia.Todas estas expediciones no alcan-

zaron la categoría de «descubrimiento»

por no haber incorporado lo des-cu-bierto al acervo cultural del mundo co-nocido, por no haber producido un in-tercambio significativo de préstamosculturales y por no haber dejado sufi-cientes vestigios en el territorio explo-rado.Sin embargo cada día son mas evi-

dentes las huellas que los vikingos de-jaron en América demostrándose queeste pueblo no se limitó a incursionarsobre el nuevo territorio que hallaron,sino que su presencia allí habría tenidoun carácter mucho más fecundo y dura-dero de lo que hasta ahora se suponía,no circunscribiéndose su acción tan so-lo a los espacios nórdicos del continen-te americano. Nuestros estudios lin-güísticos nos permiten afianzar estashipótesis y demostrar, además, que laparticipación escandinava tampocoquedaría restringida solo a los vikingossino que otros grupos escandinavos, loslapones, participaron también de aque-llas expediciones produciendo muchosy significativos intercambios cultura-les. 2Un buen ejemplo es el norrés, una

modalidad lingüística vikinga que tieneclaros exponentes en el idioma guaraní.Así lo demuestra el topónimo identifi-cado por los Jesuitas como storting.«Ting» era para los vikingos un tipo de

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia XII Abierta

VÍNCULOS CULTURALESENTRE LA AMÉRICA

PRECOLOMBINA Y ESCANDINAVIA:

NUEVAS PERSPECTIVASPor Pär Sehlström

Universidad de Göteborg

Recreación de un drakkar vikingo.

protoparlamento mientras que «stor»significaba grande. Quería decir «Par-lamento Grande», una institución queencajaba plenamente con la culturaguaraní, cuya focalidad se asentaba enla capacidad de la jefatura para parla-mentar, es decir, en la oratoria comoforma de captar convocatoria política.3Esta evidencia nos permite fundamen-tar que las expediciones vikingas sedesplazaron hacia el Sur y exploraronla cuenca del Plata y las regiones sub-amazónicas pobladas por guaraníes .Desde aquellas regiones boscosas

las expediciones escandinavas se aden-trarían en el continente para entablarcontactos con las culturas andinas. Asílo evidencian los cementerios de Para-cas, en la costa del Pacífico, donde ya-cen 300 momias rubias de raza aria quese atribuyen a la extinta tribu vikingade los Guyakí. No es por tanto extrañoencontrar vocablos parecidos en laslenguas andinas y escandinavas paradesignar ideas muy semejantes. Veá-mos unos ejemplos.Las acllacuna o aclla y las akkorna

son términos asociados todos ellos a lareligiosidad femenina. En el imperioinca las acllacuna y las aclla eran jóve-nes seleccionadas y recogidas en con-ventos para desempeñar funciones ce-remoniales asociadas a quehaceres fe-meninos, como el hilado suntuario y laculinaria ritual.4 Por su parte las akkor-na eran para los lapones una especie dedivinidades femeninas asociadas a lafertilidad (Sarakka y Uksakka) o a lacaza y al mantenimiento de la cabañafamiliar (Påsissioakka).Otro ejemplo serían los ceques y los

sejte: Los ceques incaicos eran cuatrolíneas imaginarias que señalaban la di-visión cuatripartita del Tawantinsuyo yque conectaban el Coricancha (templodel Sol en Cuzco) con determinadashuacas o lugares de culto insertos en lanaturaleza (cerros por ejemplo). Por suparte los sejte lapones eran adoratorioso lugares de culto que se inscribíanigualmente en lugares estratégicos delpaisaje. Habitualmente eran piedras orocas de forma irregular o bien monta-ñas a las que los cazadores, pescadoreso propietarios de renos entregabanofrendas para que les fueran propiciassus actividades.Llama igualmente nuestra atención

la similitud de los términos marka ymark. Marka es una palabra quechuaque quiere decir «tierra cultivada», 5mientras que mark en la lengua sueca

significa «tierra»6. Ambos términos seusaron simultáneamente por ambasculturas en época precolombina, lo quepudo deberse a una simple coinciden-

cia o bien ser producto de un préstamoléxico previo a la llegada de Colón.7Nuevas semejanzas y coincidencias

encontramos en la designación de un

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia XIII Abierta

Mapa de los supuestos viajes vikingos a Groelandia y el norte de Amé-rica.

términos y conceptos. Que se derivarande una misma tribu original o bien quefueran producto de contactos e inter-cambios con grupos advenedizos.La primera opción no resulta plausi-

ble si consideramos el hecho de que laslenguas experimentan muchos y pro-fundos cambios a lo largo del tiempo.Si las palabras aquí analizadas hubie-ran sido exclusivamente un legado lin-güístico de las primeras oleadas migra-torias que se instalaron en el continenteamericano, probablemente habríanevolucionado hasta adquirir formasmuy diferentes de su versión original.Por eso lo mas razonable es suponerque las similitudes tengan su origen enintercambios culturales posteriores, loque a su vez, significaría que los con-tactos entre las culturas del hemisferionorte, es decir, las regiones de Laponia,Rusia y Siberia y las culturas amerin-dias preexistentes fueron más intensosde lo que hasta ahora se había pensado.Por otro lado cabe preguntarse si no

habrían sido los vikingos los inspirado-res del mito azteca del dios Quetzalcó-atl, el cual iba a volver vestido con plu-mas a lomos de un animal nunca visto.No hay que olvidar que los vikingos te-nían barba, o sea, plumas, y podrían ha-berles comunicado a los aztecas la ideadel caballo, animal con el que ellosmismos estaban muy familiarizados.

NOTAS

1 Drakkar viene de una palabra norrésque significaba «dragón», significado quehoy día tiene la palabra sueca «drake». Elnoruego Thor Heyerdahl mostró que ya losegipcios de la época de los faraones dispo-nían de suficientes conocimientos técnicospara cruzar el Atlántico.

2 Hoy día hay cerca 35.000 lapones enNoruega, unos 20.000 en Suecia, y otros5.000 en Finlandia y Rusia.

3 Curiosamente el parlamento noruegose llama Stortinget.

4 Se trataba de vírgenes (yurac aclla yvayru aclla ) o bien de mujeres destinadas aser esposas o concubinas de los nobles ( pa-co aclla y yana aclla,).

5 Según el Inca Garcilaso marca en lalengua de aquellas provincias quiere dezirpueblo. Garcilaso de la Vega, Inca: Comen-tarios, V, cap. XXVII, en: ALVAR EZ-QUERRA, Manuel: Vocabulario de indige-nismos en las Crónicas de las Indias, Ma-drid, 1997, pág. 252.

6 Según Corominas, el término latino»marcare» (señalar una persona o cosa)proviene de un vocablo langobardo, mar-kan, y de uno alemán, merken, significando

alimento de consumo cotidiano en losAndes, el ch´arki, palabra de origenquechua que se refiere a la carne saladay expuesta a la acción al sol. En suecola palabra charkuteri significa «charcu-tería» y está asociada, como en caste-llano, al embutido de carne. Sin embar-go, el origen de este vocablo no es cas-tellano ni tampoco sueco, sino que-chua.8 De admitirse este supuesto, lapalabra ya existía antes de la conquistaespañola lo que nuevamente podría tra-tarse de una similitud casual o bien de-rivar de un préstamo lingüístico previoa 1492.9Finalmente citaremos los términos

huasi y hus como posibles evidenciasde intercambios lingüísticos previos aaquella fecha. La palabra quechua hua-si significa «casa»,10 exactamente elmismo significado que tiene el términosueco hus.11

Resulta difícil admitir que tantas si-militudes lingüísticas, religiosas y sim-bólicas entre las culturas escandinavasy las amerindias precolombinas seancasuales. Tanto el significado como lapronunciación de términos fundamen-tales son tan parecidos que puede des-cartarse la idea, sostenida por algunosinvestigadores, de que dichas semejan-zas respondan a la presencia de condi-ciones medioambientales o culturalesparecidas. Por consiguiente, cabríandos explicaciones a estas similitudes de

atender y anotar. O bien del anglosajón,mearcian que significa señalar con unamarca en el sentido terriotorial fronterizo.COROMINAS, Joan: Breve DiccionarioEtimológico de la lengua castellana, Ma-drid, 1987, pág. 381.

7 Corominas, desde otro enfoque, sostie-ne que la palabra ya existía en el vocabula-rio celta con el significado de »´terrenoabandonado». COROMINAS, Joan yJ.A.Pascual: Diccionario crítico etimológi-co castellano e hispánico, Madrid, 1980,Vol. 3, pág. 344. En tal caso podría tratarsede una herencia de los contactos que su-puestamente se dieron entre los monjes cel-tas irlandeses cuando cruzaron el Atlánticodurante el surgimiento del imperio de Teo-tihuacan, estableciendo vínculos con aque-lla cultura mesoamericana.

8 Garcilaso el Inca dice en su crónica quees una especie de carne /.../ de la cual hazí-an tasajos que llaman charqui. GARCILA-SO DE LA VEGA, Inca: Comentario Rea-les,VI, cap. V. Parece haber unanimidad enfavor del origen amerindio del término.Friederici, Am. Wb., 166-7; Lenz, Dicc.,261-3; Lizondo, 135-7.

9 Para Corominas el término puede aso-ciarse a las formas verbales árabes sáraq,que significa »hender o cortar» y sárraqque significa «exponer al sol para que se se-que la carne cortada en lonjas». COROMI-NAS, op.cit. 1980, Vol. 3, pg. 342.

10 El incahuasi era la casa del inca y elacllahuasi la casa de las acllas o vírgenesdel sol Garcilaso el Inca llama acclahuasi ala «casa de recogidas donde vivían las vír-genes dedicadas al dios del sol». Garcilasode la Vega, Inca, op. cit. IV, cap.1, en: AL-VAR EZQUERRA, op. cit. , pág.6.

11 Compárese esta forma con aquellasotras anglosajonas del inglés ( »house») odel alemán («Haus»).

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EL LIBERALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Historia XIV Abierta

La posibilidad de una llegada delos escandinavos al Nuevo Mun-do, anterior a la de Cristóbal Co-lón, ha impulsado los estudioscomo los del libro de Erik Walhl-gren.

Recreación de un guerrero vikin-go.

CDL ENERO 2012 / 27Historia XV Abierta

LIBROSLIBROS

Realizar un recorrido por aquellas películas que trataron derecrear -dentro del género del cine histórico- el siglo XIX espa-ñol conlleva, inevitablemente, llevar de la mano al siglo XX yel primer decenio del siglo XXI. Así, el libro realiza un sanoejercicio intelectual, el cual no sólo recorre de una manera sin-gular la historia de la Edad Contemporánea sino que reivindicael medio cinematográfico como una fuente para el estudio de lavida española en el marco cronológico citado. La literatura es-pañola del siglo XIX también se hace presente, ya que la obrade los escritores de esa convulsa época ha sido visitada en mu-chas ocasiones por empresarios y guionistas a la hora de dise-ñar aventuras cinematográficas. Como señaló hace años el his-toriador Marc Ferró, las películas ofrecen una respuesta narra-tiva a la sociedad y, como apuntilló Robert Rosenstone, lasmejores de ellas ofrecen una refutación del pasado. Y no nece-sariamente sus directores y guionistas pertenecen al llamadocine independiente, sino también pueden integrarse perfecta-mente en el grupo comercial o tradicional. No debe olvidarseque el medio cinematográfico no es neutro –al igual que otrasfuentes históricas- y un tema no puede ser trasladado desde lapágina a la pantalla sin que se produzcan alteraciones signifi-cativas. Pero cambiar desde lo oral a lo escrito y a la pantalla,añadir imágenes, sonido, color, movimiento y acción, suponealterar la forma en que vemos, observamos, percibimos y pen-samos el pasado del ser humano. El cine histórico es un des-afío, una provocación y una paradoja porque aparentementeuna versión literal del mundo nunca puede ser expresada litera-riamente, pero este género ha creado sugerentes imágenes, in-teresantes secuencias y hábiles metáforas, cuyo objetivo, engran medida, ha sido comentar y desafiar las narrativas históri-cas tradicionales.

El primer capítulo del presente volumen analiza las imágenes cinematográficas de la Guerra de la Independencia cuya ima-gen y recuerdo marcarían las siguientes generaciones. A continuación, se repasa la visión que el cine ha realizado sobre lasguerras carlistas, definitivamente cardinales en esta centuria, pues supusieron la victoria en los campos de batalla del proyec-to liberal, pero que el enfrentamiento cainita de 1936 ha relegado a un segundo plano como demuestra su casi olvido colecti-vo. Precisamente, la dificultosa construcción de un Estado liberal y su lucha con los valores del Antiguo Régimen fueron re-cogidos en algunas películas sobre el reinado isabelino y la Restauración borbónica, épocas que se estudian en los capítulossiguientes. La revolución liberal y la fundación de nuevas naciones fueron acontecimientos que tuvieron éxito entre los espa-ñoles de las Américas, definitivamente desligados de la Madre Patria durante ese siglo. Momentos históricos a los que se en-frentaron, de manera muy singular y diferente, las cinematografías de ambos hemisferios en el siglo siguiente, como se apre-cia en su correspondiente sección. Finalmente, este estudio ofrece una reflexión y una apuesta pedagógica en el último capítu-lo sobre la utilización del cine como recurso didáctico en el aula. De ahí, también, el catálogo temático de películas ambienta-das en la época objeto de estudio que, junto a la bibliografía, servirá de utilidad a público interesado, estudiantes, investigado-res y docentes de todos los niveles del sistema educativo.

JAVIER PAREDESALONSO

Antonio Manuel Moral Roncal y Ricardo Colmenero MartínezRevolución y Contrarrevolución: el siglo XIX español en el cine

Universidad de Alcalá, 2011

28 / ENERO 2012 CDL Historia XVI Abierta

LIBROSLIBROS

¿Fue la Segunda República esa experiencia modernizadora y democráticaque a menudo se presenta? ¿Qué papel desempeñaron la violencia y la intran-sigencia política en su trayectoria? ¿Qué supuso la crisis del turnismo políticoy el fin de la aceptación del adversario de la época canovista a partir de 1931?Entre la más reciente bibliografía sobre el régimen republicano de los añostreinta destacan estos dos libros, frutos de una renovadora visión sobre diver-sos aspectos de la cultura política de aquella tensa década. En El precio de laexclusión sus autores analizan las diversas concepciones que sobre la demo-cracia proyectaron los fundadores del régimen y que no encontraron una acep-tación unánime ni a derecha ni a izquierda; indagan sobre las causas de la vic-toria de una política de exclusión del adversario político en la construcción ydefinición del sistema que, a la larga, supuso la derrota de los sectores más mo-derados y centristas frente a la victoria de los extremismos excluyentes. Du-rante los primeros años, se trató de excluir a las masas católicas y conservado-ras que actuaron de manera diversa y no unilateral como hasta ahora se hanpresentado en los libros que analizan el periodo, y que los autores exponen de-talladamente. ¿Qué efectos tuvo el acceso al voto de las mujeres? ¿Hubo unaverdadera separación de poderes¿ ¿Qué papel jugaron las diferentes faccionespolíticas en la destrucción de la convivencia política? En este sentido, el libroofrece una interpretación global de la relación de partidos, elecciones, movili-zación y violencia sumamente interesante y recomendable.En la misma línea de análisis de los mecanismos de convivencia política,

los autores de Palabra comopuños analizan el papel quedesempeñó la violencia en las

diversas culturas políticas (republicanos de izquierda, socialistas, comunistas,derechistas, monárquicos, anarquistas, nacionalistas periféricos, falangistas).La radicalización y los debates que se engendraron en el periodo de entregue-rras también se vislumbraron en España al socaire de los nuevos discursos yprácticas políticas. Este estudio –obra de ocho historiadores de diversas uni-versidades públicas- analiza las culturas políticas de los actores del periodo, yse pregunta si hubo correspondencia entre cómo se comportaron y el modo enque les percibieron sus adversarios. De esta manera, se pone énfasis tanto enestudiar la expresión verbal como en analizar la práctica política, especialmen-te la de aquellos actores que o bien se opusieron de manera frontal y desde elprincipio a la democracia republicana, o bien aquellos otros que sostuvieronestrategias de calculada semilealtad al régimen, en medio de graves desen-cuentros y rupturas.

ANTONIO MANUELMORAL RONCAL

El precio de la exclusión. La política durante la Segunda RepúblicaManuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García

Ediciones Encuentro, 2010

Fernando del Rey (dir.)Palabras como puños. La intransigencia política en la Segunda República Española

Editorial Tecnos, 2011