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Versión española de ERNESTO LACLAU ERNESTO LACLAU y CHANTAL MOUFFE HEGEMONIA Y ESTRATEGIA SOCIALISTA Hacia una radicalización de la democracia FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAÑA ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA

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Versión española de E R N E S T O L A C L A U

ERNESTO LACLAU y CHANTAL MOUFFE

HEGEMONIA Y ESTRATEGIA

SOCIALISTA Hacia una radicalización

de la democracia

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

M É X I C O - A R G E N T I N A - BRASIL - C O L O M B I A - C H I L E - ESPAÑA

E S T A D O S U N I D O S D E A M É R I C A - G U A T E M A L A - P E R Ú - V E N E Z U E L A

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Primera edición en inglés, 1985 Primera edición en español, 1987 Segunda edición en español (FCE .Argentina), 2004 Primera reimpresión, 2006

Títu lo original: Hegemony andsoaaiisi straíegy. Tomarás a radicaldemocratkpolitics ISBN de la edición original: 1-85984-330-1

® 1985, Verso, Londres

D . R . ® 2004, F O N D O D E C U L T U R A E C O N Ó M I C A D E A R G E N T I N A S.A.

El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires [email protected] / www.fce.com.ar Av. Picacho Ajusco 227; 14200 México D . F .

ISBN 950-557-595-5

Fotocopiar libros está penado por ley.

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión o digital, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin la autorización expresa de la editorial.

IMPRESO E N A R G E N T I N A - PRINIVD IN ARCUN-I-INA

Hecho el depósi to que marca la ley 11.723

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Hegemonía y estrategia socialista fue publicado originariamente en 1985 y ha estado, a partir de entonces, en el centro de muchas discusiones teóricas y políticas importantes, tanto en el mundo anglosajón como en otras partes. Muchas cosas han cambiado desde aquel tiempo en la escena contemporá­nea. Para referirnos tan sólo a los desarrollos más importantes, es suficiente mencionar el fin de la Guerra Fría y la desintegración del sistema soviético. A esto debemos añadir las drásticas transformaciones en la estructura social que están en la raíz de nuevos paradigmas en la constitución de identidades sociales y políticas. Para percibir la distancia epocal entre el comienzo de los años ochenta, cuando este libro fue originariamente escrito, y el presente, te­nemos tan sólo que recordar que, en aquel tiempo, el eurocomunismo era to­davía visto como un proyecto político viable que iba más allá tanto del leni­nismo como de la socialdemocracia, en tanto que, a partir de entonces, los debates principales que han absorbido la reflexión intelectual de la izquierda han sido aquellos centrados en los nuevos movimientos sociales, en el multi-culturalismo, en la globalización y en la desterritorialización de la economía, y en el conjunto de problemas vinculados con la cuestión de la posmoderni­dad. Podríamos decir -parafraseando a Hobsbawn— que el "corto siglo X X " concluyó en algún punto a comienzos de los años noventa y que hoy en día encaramos problemas de un orden sustancialmente nuevo.

Dada la magnitud de estos cambios epocales, nos sorprendimos, al ir so­bre las páginas de este libro no tan reciente, al advertir lo poco que teníamos que poner en cuestión respecto de la perspectiva intelectual y política que en él se plantea. La mayor parte de lo que ha ocurrido desde entonces ha segui­do de cerca el camino sugerido en nuestro libro, y aquellos problemas que eran centrales para nuestras preocupaciones en aquel momento han pasado a ser cada vez más prominentes en las discusiones contemporáneas. Podríamos incluso decir que hoy vemos la perspectiva teórica desarrollada en aquel en­tonces —centrada como lo estaba en la matriz gramsciana y en la centralidad

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de la categoría de hegemonía- como un enfoque más adecuado a los proble­mas contemporáneos que el aparato intelectual que ha acompañado a menu­do las discusiones recientes sobre la subjetividad política, sobre la democracia y sobre las derivas y las consecuencias políticas de una economía globalizada. Ésta es la razón por la que queremos recapitular, como introducción a esta se­gunda edición, algunos puntos centrales de nuestra intervención teórica, y contraponer algunas de sus conclusiones políticas a ciertas tendencias recien­tes en la discusión en torno a la democracia.

Comencemos por decir algo acerca del proyecto intelectual de Hegemo­nía. .. y de la perspectiva teórica a partir de la cual fue escrito. E n la mitad de los años setenta, la teorización marxista había llegado, claramente, a un pun­to muerto. Después de un período excepcionalmente rico y creativo en los años sesenta -que tuvo su epicentro en el althusserianismo, pero también en un renovado interés en Gramsci y en los teóricos de la escuela de Francfort-, los límites de esa expansión comenzaban a ser claramente visibles. Había un hiato creciente entre las realidades del capitalismo contemporáneo y lo que el marxismo podía legítimamente,subsumir bajo sus propias categorías. Es su­ficiente recordar las contorsiones crecientemente desesperadas que tuvieron lugar en torno a nociones tales como "determinación en la última instancia" y "autonomía relativa". Esta situación, en su conjunto, dio lugar a dos tipos de actitud: o bien negar los cambios y retraerse -de modo muy poco convin­cente- en un bunker ortodoxo, o bien adicionar, ad hoc, análisis descriptivos de las nuevas tendencias que eran simplemente yuxtapuestos, sin integración, a un corpus teórico que se mantenía sin cambios sustanciales.

Nuestro modo de tratar la tradición marxista fue enteramente diferente, y podría quizás formularse en términos de la distinción husserliana entre "sedi­mentación" y "reactivación". Las categorías teóricamente sedimentadas son aquellas que ocultan sus actos de institución originaria, en tanto que el mo­mento de la reactivación hace nuevamente visibles esos actos. Para nosotros -oponiéndonos aquí a Husserl-, esta reactivación debe mostrar la contingen­cia originaria de aquellas síntesis que las categorías marxistas intentaban esta­blecer. En lugar de adherirnos a nociones tales como "clase", la tríada de ni­veles (lo económico, lo político y lo ideológico) o la contradicción entre fuerzas y relaciones de producción como fetiches sedimentados, lo que inten­tamos fue revivir las precondiciones que hicieron posible su operatividad dis­cursiva, y nos interrogamos acerca de su continuidad o discontinuidad en el capitalismo contemporáneo. El resultado de esta operación fue el percibir que

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el campo de la teorización marxista había sido mucho más ambivalente y di­versificado que el travestido monolito que el marxismo leninismo presentaba como historia del marxismo. Esto debe ser afirmado sin ambages: el efecto teórico perdurable del leninismo ha sido un brutal empobrecimiento del cam­po de la diversidad marxista. Mientras que al final del período de la Segunda Internacional los campos en <jue la discursividad marxista operaba habían pa­sado a ser crecientemente diversificados -en un espectro que, especialmente en el austromarxismo, se extendía desde el problema de los intelectuales a la cuestión nacional, y de las contradicciones internas de la teoría del valor a la relación entre socialismo y ética-, la división del movimiento obrero inter­nacional y la reorganización de su ala revolucionaria en torno a la experien­cia soviética condujeron a la discontinuidad de e,ste proceso creativo. E l caso patético de un Lukács, que enfeudó su innegable capacidad intelectual a la consolidación de un horizonte teórico político que no iba máskllá del con­junto de estereotipos de la Tercera Internacional, es extremo pe£> ciertamen­te no único. Es importante mencionar ^ue muchos de los problemas con los que se enfrenta la estrategia socialista 0 las condiciones del capitalismo tar­dío ya están contenidos, in nuce, en el austromarxismo, pero tuvieron poca continuidad en el período de entreguerras. Sólo el ejemplo aislado de Grams­ci, escribiendo desde las cárceles mussolinianas, puede ser citado como un punto de partida cuyo nuevo arsenal de conceptos -guerra de posición, blo­que histórico, voluntad colectiva, liderazgo intelectual y moral- es el punto de arranque de nuestras reflexiones en Hegemonía y estrategia socialista.

Revisitar -reactivar- las categorías marjistas a la luz de esta serie de nue­vos problemas y desarrollos tenía que conducir, necesariamente, a deconstruir aquéllas -es decir, a desplazar algunas de sus condiciones de posibilidad y a desarrollar nuevas posibilidades que trascienden t<|do aquello que puede ser caracterizado como aplicación de una categpría- Sabemos, por "Wittgenstein, que no hay algo como la "aplicación de una regla" —la instancia de la aplica­ción es parte de la propia regla-. Releer la teoría marxista a la luz de los pro­blemas contemporáneos implica necesariamente |leconstruir las categorías centrales de esa teoría. Esto es lo que ha sido denofninado nuestro "posmar-xismo^±¡psotros no inventamos este rótulo - é l aparece sófo maígTñáTiñente (y no como rótulo) en la introducción de nuestro libro-. Pero puesto que se ha generalizado como caracterización de nuestra obra, podemos afirmar que no nos oponemos a él en la medida en que se lo entienda correctamente: tanto como proceso de reapropiación de una tradición intelectual, como de ir más

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allá de esta última. Y en el desarrollo de esta tarea es importante señalar que ella no debe ser considerada tan sólo como una historia interna del marxis­mo. Muchos antagonismos sociales, muchos problemas que son cruciales pa­ra la Comprensión de las sociedades contemporáneas, pertenecen a campos de discutsividad que son externos al marxismo y que no pueden ser reconceptua-lizados en términos de las categorías marxistas, dado, especialmente, que es su misma presencia la que pone en cuestión al marxismo como sistema teó­rico cerrado y conduce a la postulación de nuevos puntos de partida para el análitis social.

] tíay un aspecto en particular que quisiéramos subrayar en este punto. To-í do ctmbio sustancial en el contenido ónticq de un campo de investigación conduce también a un nuevo paradigma ontológico. Althusser decía que de­trás tíe la filosofía de Platón estaba la matemática griega; detrás del raciona­lismo del siglo X V I I , la física de Galileo, y detrás de la filosofía de Kant, la teoría de Newton. Para plantear el argumento de modo trascendentah_k_pre-gunta estrictamente oniológica se interroga acerca de cómo los entes tienen que ser parajque la objetividad.de uncampo.específicp resulte posible. La on-tología implícita en el freudismo, por ejemplo, es diferente e incompatible con la que subyace en un paradigma biologista. Hay un proceso de realimen­tación mutua entre la incorporación de nuevos campos de objetos y las cate­gorías onto^ógicas generales que gobiernan, en un cierto momento, el campo general de la objetividad. Desde este punto de vista, nuestra convicción es que en la transición del marxismo al posmarxismo el cambio no es sólo ón-tico sino también ontológico. Los problemas de una sociedad globalizada y regida por i* información son impensables a partir de los dos paradigmas que han gobernado el campo de la discursividad marxista: primero el hegeliano y más tarde ef, naturalista.

Nuestrojjpnfoque se funda en privilegiar el momento de la articulación po­lítica, y la Aegoría central del análisis político es, en nuestra perspectiva, la hegemonía, mi tal caso, repitiendo nuestra pregunta trascendental: ¿cómo tie­ne que ser upa relación entre entidades para que una relación hegemónica re­sulte posibl|f Su condición inherente es que una fuerza social particular asu­ma la repre||fiíácI3n efe uña 'totalidad que cr fá^ca lmtntéTnco í^ con ella. Es^upo:defunivers e l ^ u n í c o j g ^ g u n a c o m u ­nidad política puede alcanzar. Desde "este" punto de vista, nuestro análisis debe ser diferenciadcTde aquellos en los que la universalidad encuentra, en el cam­po social, una expresión directa, no mediada económicamente, y de aquéllos

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en los que las particularidades simplemente coexisten sin que sea pensable ninguna mediación entre ellas -como en ciertas formas del posmodernismo-. Pero si una relación de representación hegemónica va a ser posible, su status ontológico tiene que ser definido. Éste es el punto en que, enjmestro-análisisi la noción de lo social,concebido como espacio^discursivo-es decir, que haga posibles relaciones de representación que son estrictamente impensables den-, tro de un paradigma fisicalista o naturalista- pasa a adquirir una importancia] capital. E n otros trabajos hemos mostrado que la categoría de "discurso" tiene uná~tradición que remonta a las tres principales corrientes intelectuales del si­glo XX: la filosofía analítica, la fenomenología y el estructuralismo. En las tres, el siglo comenzó con una ilusión de inmediatez, de un acceso no mediado discursivamente a las cosas mismas -el referente, el fenómeno y el signo, res­pectivamente-. En las tres, sin embargo, esta ilusión de inmediatez se disuel­ve, en un cierto punto, y debe ser reemplazada por una u otra forma de me­diación discursiva. Esto es lo que ocurre en la filosofía analítica en la obra del último Wittgenstein, en la fenomenología con la analítica existencial de Hei-degger, y en el estructuralismo con la crítica posestructuralista del signo. Es también, en nuestra opinión, lo que ocurre en la epistemología con la transi­ción verificacionismo/Popper/Kuhn/Feyerband, y en el marxismo con la obra de Gramsci, en la que el absolutismo de las identidades de clase del marxis­mo clásico es reemplazado por identidades hegemónicas constituidas a través m

de mediaciones no dialécticas. ^ '

Todas estas corrientes han alimentado nuestro pensamiento en cierta me-1 dida, pero el posestructuralismo es el terreno en el que hemos encontrado la J principal fuente de nuestra reflexión teórica y, dentro del campo posestructu-ralista, la^econstrucción y lateoría lacaníana han tenido una importancia de­cisiva en la formulación de nuestro enfoque acerca de la hegemonía. E n j a Reconstrucción, la noción de in^ecidibjl^dad ha sido crucial. Si, como el tra­bajo de Derridalo muestra, los indecidiblélTdominan al campo que anterior­mente había sido considerado como gobernado por la determinación estruc- | tural, debe concluirse que la hegemonía es una teoría de la decisión tomada \ en un terreno indecidible. Niveles más profundos de contingencia requieren—* articulaciones hegemónicas, lo cual no es sino otro modo de decir que el mo­mento de la reactivación no es otra cosa que la recuperación de un acto de ins­titución política que sólo encuentra en sí mismo su fuente y su motivación. Por razones similares, la teoría lacaniana aporta herramientas decisivas a la formu­lación de una teoría de la hegemoni'a^JQdla categoría de pointde capitón (pun-

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) to nodal, en nuestra terminología) o significante-amo, quehnpjjcaja noción / 4 s ^ i £ J J i L g J e m e y o particular asume una función "universal"_estructurante

dentro^ de un cierto campo discursivo -en realidad, cualquier tipo de organi-\ zación q l l é ^ s e c á r ñ j ^ el resultado de esa func ión-^n^ue la

¿a^acL/iÉ'r se del elemento predetermine a esta última. De*mo3o simi-yar, la nocTón del sujeto anterior aTFsubTelmzacíoí la centralidad de lia categoría de "identificación" y hace posible, en tal sentido, pensar en tran­

siciones hegemónicas que son plenamente dependientes de articulaciones po­líticas y no de entidades constituidas fuera del campo político, tales como los "intereses de clase". En verdad, las articulaciones político hegemónicas crean y retrospectivamente los intereses que ellas diceñ*re^resaTtaE "~~

J, La "hegemonía" tiene ccmdkiaaes de posibilidad muy precisas, tanto des-de el punto de vista dejo nur nnn rfrhwwSn requiere para ser concebida como hegemónica como desde_la perspectiva de la construcción AP np <mjpm UP^P.

mQnico. Respecto del primer aspecto, la dimensión de indecidibilidad estruc-) tura] anres mcnrinnadht ec la-condición misma de LaJiPg?monh Si la objeti­

vidad social, a través de sus leyes internas, determinara- todo tipo de arreglo estructural existente -como lo preconiza una concepción sociologística de lo social- no habría espgc j " p*™ | a.¡ rf-<,rt;^„Uy.mf.p hegemónicas contingentes - l i Tampoco, ABKAP luego,j^ffJ¡a j ^ í t i c a c ^ o ^ a ^ i y i o ^ j j i t ó n o m a - . A los

I efectos de que la hegemonía sea po^ie, eTrequerimiento esque elementos I c u y a propia naturaleza no los predetermina a entrar en un ciertoTipo cíe ar-/ tículációñ" más bien que en otro, se ven, sin embargo, configurados de un

/ cierto modo como resultado de una j^^^f^^l aj»"™ La^vmbjlidad de i ^°>^^l^J^^^^t^^s^fl:í ~en s u contingencia específica- es, en tal

sentido, la^gMiciónj¡|e toda formación hegemónica. Pero hablar de articu­lación contingente es enunciar la dimensión central )a_"pojírira". Este pri-

t vilegio atribuido al momento político en la estructuración de lo social es un aspecto esencial de nuestro enfoque. Nuestro libro muestra cómo, histórica­mente, la categoría de hegemonía fue originariamente elaborada en la social-democracia rusa como intento de referirse a una intervención política autó­noma, que fue posible por la dislocación estructural entre actores y tareas democráticas resultante del desarrollo tardío del capitalismo en Rusia; cómo más tarde la noción de "desarrollo desigual y combinado" extendió el área de operatividad de la hegemonía a las condiciones generales de la política en la era imperialista, y cómo cftnGramsci esta dimensión hegemónica es presen-tada como constitutiva de Ta sqbl£tmdad"de los agentes históricos -que ce­

san, de este modo, de ser meros agentes de clase-. Podríamos añadir que esta dimensión de contingencia, y la autonomización concomitante de lo político, son aun más visibles en el mundo contemporáneo, en las condiciones del ca­pitalismo avanzado, en el que las rearticulaciones hegemónicas son mucho más generalizadas de lo que eran en tiempos de Gramsci.

E n lo que se refiere a la subjetividad hegemónica, nuestro argumento empalma con el conjunto del debate en torno de la felación entre universa­lismo y particularismo, que ha adquirido una centfalidad considerable en años recientes. La relación hegemónicAtigne, sin duda, ur¿^^mensión_iini-versalista, pero se trata de un tipo muy particular de universalismo, cuyos ^^o^isurítTvIoTeTlrnpom No es d. resultado de una decisión contractual, como en el Leviatán de Hobbes, ffigstft míe ejyjn_culo hegemo-

Tuco^ajasjorma la identidad de los s"uletos^ejLe.mónicos. Nojisjájis££saria-mente ligado al espacio público, como la noción hegeliana de "clase univer­sal", puesto que las rearticulaciones hegemónicas comienzan al nivel de la . ^ e d M ' c m r ^ a la nociórTrñ^nosta del proleta­riado como clase universal, puesto que no resulta de una reconciliación hu-mana final queconduciría aTTexdTicióVdTI^^a^'y al fin'dTIa7rwRtíca; el^

¿Cuál es, en tal caso, la universalidad especiñcáinnerente en la hegemo-. nía? En nuestro texto sostenemos que ella resulta de la peculiar dialéctica que \ s e establece entre lo quellamamos lógica de la diferencia y lógica de la equi-valencia. Los actores sociales ocupan posiciones diferenciales en el interior de

"aquellos discursos que constituyen el tejido social. E n tal sentido ellas son, es­trictamente hablando, particularidades. Por el otro lado, hay antagonismos sociales que crean fronteras internas a la sociedad. R e s p e c t ó l e ksjuerzas opresivas, ,PffiffiffiBfo> un conjunto de particularida<j^.e^t^^^ejitre j i re-lacion^s_da»^^lericia. Resulta necesario, sinembargo, representarla tota­lidad de esta cadena más allá del particularismo diferencial de los eslabones j equivalentes. ;Cuáles son los medios de representación? Como lo afirmamos, | esos medios de representación sólo pueden consistir en una particularidad / ruYn c^prpn se^ivide. dado que, sin cesar de ser particular, ella tran^ogna a sncuejw) en la igr^e^emt^ó^ de unajmivejga^idad que lo trasciende - la de * K c a f l e ^ equivatoicial--jEsTa *re^a^ímíf'porTa qüe"una cierta particularidad "f ^ aJÜme la representación de una universalidad enteramente inconmensurable | í ~ con la particularidad en cuestión, es lo que llamamos una relación hegemónica. j

SmóHrésüTud^^

te

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no puede escapar a esta tensión irresp ¡e entre univer, íidad suruncion^de uniyejsalidad_hegemqnica no esta nunca, derinmva-

jnejvj£^¿áuirida, sino que es, por el contrario, siernorí^r^y^rsible. Aunque nosotros estamos radicalizando, sin duda, la inturción gramsciana en varios respectos, pensamos que algo de este tipo subyace a la distinciór» que Grams-ci estableció entre clase corporativa y clase hegemónica. Nuestra noción de una universalidad contaminada se aparta, por consiguiente, de una concep-rinn^^mTirr la r T T T j ^ p r r j ^ Y 3 ^ " ? ^ " laj^.ÍMgr¿alidad tiene un contenido jjropiq, independiente de toda articulación hegemónica. Pero también evita el otro extremo, representado, quizás en su forma más pura, por el particula­rismo de T.ynrarqL cuya concepción de la sociedad como pluralidad de juegos de lenguaje inconmensurables, en los que las interaccion.es sólo pueden ser

1 " ' ' " ' ' • - • poUñca. »^Í^ebida^como.¿afio (tort), hace imposible toda articulación pe I,a consecuencia es que nuestro e n j a o j i C ^ a ^ c o m o

^universalidad PoUpj» y, en tal sentido, como dependiente de las fronteras jn-rpm^wjp_[a.^fltvT^T Esto nos conduce a lo que es quizás el argumento cen­tral de nuestro libro, que se vincula con la noción de antagonismo. Hemos ex­plicado por qué, en nuestra opinión, ni las oposiciones reales tía Realrepugnanz de Kant) ni la contradicción dialéctica pueden dar cuenta de la relación espe­

cíf ica que denominamos "antagonismo social". Nuestra tesis es que los anta­gonismos no son relaciones j z^üvcuú]^ de toda objetividad.Xa sociedad se constituye en torno a sus límites, que son lí­mites antagónicos, y lajj&ción de límite antagónico debe ser concebida lite­ralmente, es decir, que no hay "a^tuci^de^a.razan" que se exprese a través de las relaciones antagónicas, ni hay tampoco ninguna clase de superjuego que someta a los antagonismos a su sistema de reglas. Po^esto, no_concebimos a"1 lo políticocomiijina superestructura sino_£ueJejLtribuimps elj^^y^deuna I

~o~htoTo$0aelo social. De este argumento se sigue que, para nosotros, lajgivi-^sión social_és~inhereme a lap^hdcaj^ajnbi^n —como lo sostenemos en la úl-| t^ima parte deTTiFro- a J^osihiljn^n^rnJsrn^^i)pa pnl í t jc£4 e r n - o c r á t ' c a- j

Quisiéramos poner énfasisen este último punto. Él antagonismo está, sin duda, en el centro de la actual relevancia de nuestro enfoque, tanto al nivel teórico como político. Esto podría parecer paradójico, dado que una de las principales consecuencias de las profundas transformaciones que han tenido lugar en los quince años posteriores a la publicación de este libro ha sido que la noción de antagonismo ha desaparecido del discurso político de la izquier­da. Pero a diferencia de aquellos para quienes esto representa un progreso, pa-

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ra nosotros ésta es la principal fuente de nuestras presentes dificultades. Uno hubiera podido esperar que el colapso del modelo soviético hubiera dado un renovado ímpetu a los partidos socialistas democráticos, una vez liberados de la imagen negativa del proyecto socialista que su antiguo antagonista proyec­tara. Sin embargo, con el fracaso de la variante comunista ha sido la idea mis­ma del socialismo la que ha pasado a estar desacreditada. Lejos de ser revita-lizada, la socialdemocracia entró en crisis. E n lugar de una reformulación del proyecto socialista, a lo que hemos asistido en la última década ha sido al triunfo del neoliberalismo, cuya hegemonía ha pasado a ser tan generalizada que ha tenido incluso un efecto profundo en la propia identidad de la iz­quierda. Podría incluso argumentarse que el proyecto de la izquierda está hoy en una crisis más profunda que cuando este libro fue escrito, a comienzos de los años ochenta. Con la excusa de la "modernización", un creciente número de partidos socialdemócratas ha abandonado su identidad de izquierda para redefinirse, de modo eufemístico, como "centroizquierda". Sostienen que la distinción entre izquierda y derecha ha pasado a ser obsoleta y que lo que se requiere es una política de "centro radical". La tesis básica de lo que se. pre-senta comoOfercera vía" es que la caída del comunismo y las transformacío-nes socioeconómicas» ligadas al advenimiento de una sociedad informática y a los procesos de globalización han conducido a la desaparición de los anta­gonismos sociales. Una política sin fronteras resultaría ahora posible ""—una "win-win politics"—, fundada en soluciones que favorecerían a todo el múñ­elo Esto sTgTTifica que la política ya no se estructuraría más en torno a la di-visión social, y que los problemas políticos habrían pasado a ser meramente técnicosT t5e acuerdo con Ulrích Beck y con Anthony Giddens —los teóricos de esta nueva política—, vivimos en la actualidad en las "condiciones de una "mode rnizaciójireflexiva", en que el modelo adversaria! de la política, de "no­sotros contra ellos", habría perdido toda validez. Según ellos hemos entrado\ en una nu^vTeraen que la política debe ser encarada de un modo enteramen- \ te diferente. La política radicaT debería centrarse en los problemas deja "vi--

dary"se"r "generativa", permitiendo a los distintos grupos realizar sus objeti- i vos; yja^dejpocraf.'a dé*b~e ser encarada bajo la forma de un diálogo*, en el I que las controversias deben resolverse escuchándose los unos a los otros.

Se habla mucho en la actualidad de la "democratización de la democra­cia". No hay nada malo, en principio, con esa perspectiva, y a primera vista parecería coincidir con nuestra idea de una "democracia radical y plural". Hay> sin embargo, una diferencia crucial, por cuanto nosotros nunca conce-

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16 H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A

I

I bimos el proyecto de radicalización de la democracia que sostenemos como / teniendo lugar en un terreno neutral, cuya topología no sería afectada, sino

( conTo'Ulia trafísformación profunda en las relaciones "He^pod^^ístelítes. Pa­ra nosotro£erHbletÍYijL^ra el estarjlgcimientoide una nueya hegelnontarque requiere k creación de nuevas fronr^xaS-PnlíticasTno su dejaparifción. Sin du­da es algo positivo que la izquierda haya finalmente comprendido la impor­tancia del pluralismo y de las instituciones liberal democráticas, pero el pro­blema es que esta comprensión ha sido acompañada por la creencia errónea de que esto implicaba el abandono de todo intento de transformación del presente orden hegemónico. De ahí la sacralización del consenso, el desdibu-j amiento de las fronteras entre la izquierda y la derecha, y el nuevo movi­miento hacia el centro.

Pero este viraje extrae conclusiones erróneas de la caída del comunismo. Es importante, ciertamente, entender queja democracia liberalno es, el enemigo ajiesmiirjiitfíi rreir,.a través de la revolución, una sociedad^enteramente nue-

^ja^Esto es, desde luego, lo que ya argumentábamos éTTeste librolríediante nuestra insistencia en redefinir el proyecto de la izquierda en términos de una "radicalización" de la democracia. Desde nuestra perspectiva, e -pr^blgma con las democracias liberales "actualmente existentes" "p rs, r n n t]]*™^** consti­tutivos cristalizados en los principios de libertad e igualdad para todos, sino

j:on el ^ m a ^ ^ quejredefine y limita la operación He e<:r»< vaWes, p 0 r \ esto, mtóswoDro^ecto de una "democracia radical y plural" fue concebido co-1 mo una ftapa 4ín la orofundización de la "revolución democrática", como la 7 extensión. dejasjuchas democráticas por lajg^^dad^la 1J

jel¿ciones sociales. / ro en _£¿nca pensamos, sin embargo, que el abandono d^lmodelo jacobino

amjgo/enemigo^^^ ^cráticaae^g copHucir a la adopción del modelo liberal, que concibe a la de­mocracia como, una simple competición de intereses que tiene lugar en un te-

' rreno neutral -aunque el acento se ponga en la dimensión dialógica-. Sin embargo, ésta es precisamente la forma en que muchos partidos de izquierda visualizan en la actualidad el proceso democrático. Por esto, son incapaces de

¿ f f i j 3 ¿ J ^ ^ r J ^ m r a ^ e ^ r e l a c ' o n e s de poder y no pueden ni siquiera imagi­nar la posiprnaácTae establecer unaju^gyahegemonía. Como consecuencia, el elemento anticapitalista que había estaco siempre presente en la socialde-mocracia -tanto en sus variantes de izquierda como de derecha-jia sido hoy en día erradicado de sus versiones presuntamente modernizadas. De ahí la

P R E F A C I O A L A S E G U N D A E D I C I Ó N E N E S P A Ñ O L 17

ausencia, en su discurso de toda referencia a una posible alternativa al orden i

eranórraco presente, que es aceptado como el único viable -como si el reco-""ñocimiento del carácter ilusorio de un corte total con la economía de merca­

do cerrara toda posibilidad de diferentes modos de regulación de las fuerzas del mercado y significara que no hay alternativa a una aceptación total de las lógicas de estas últimas—.

La justificación usual del "dogma de la ausencia de alternativas" es la batrzTOÓTT7y"ei argumento generalmente utilizadp^yntra las políticas redistri-

*b1!rtjvat^nria1r|ernócratas.es que los controles fiscaTe/rTgiQos por parte de los gobiernos c " n l o posibilidad realista en un mundo en el que los merca­dos globales no permitirían ninguna desviación de la ojaojiaxla neoliberal. Es te argumento da por sentado el terreno ideológico que ha emergido como re-<nlrarlo d,f, años H f i hcgfimnnía n r P 1 ; h a r a l y tr^nsfojma en una necesidad histórica lo que es upa <mia^n coyiinniral. Presentadas como gobernadas ex­clusivamente por la revolución informática, las fuerzas de la globalización son desgajadas de sus dimensiones pnlfrira^ y aparecen como un destino al que to­dos Qepemos someternos. ;De tal modo, se nos dice que no hay más políticas económicas de izquierda o de derecha sino solamente jjuenas^^malas! y_

Pensar en términos de relaciones hegemónicas significa romper con estas falacias. F^plprar el llamado "mundo globalizado" a t»vés de la categoría de hegemonía elaborada en este libro puede ayudarnos a Atender que la presen-re, coyuntura, lejos de reflejar el único orden social natural o posible, es la ex-presión de el resulta-do de jugadas hegemonica^por parte de fuerzas soaafcs especificas que han sido capaces de implementar una transformación profunda en las relaciones entre las corporaciones capitalistas y los Estados nacionales. La hegemonía puede ser desafiada. La izquierda debe comenzar a elaborar una alternativa creíble frente al orden neoliberal, en lugar de tratar simplemente de adminis­trar a este último de un modo más humano. Esto, desde luego, requiere tra­zar nuevas fronteras políticas y reconocer que no puede haber política radical sin la identificación de un adxexsaxia Es decir que lo quejejrequiere es J a

aceptación ád^IÁCT:e:íjCS^^^]£^^^?^L^ lay también otro aspecto en el quílírjp^rfprctiva teórica desarrollada en

este libro puede contribuir a restaurar la centralidad de lo político; se vincula al esfuerzo por señalar las deficiencias de lo que con frecuencia se presenta co­mo la visión más prometedora y sofisticada de una política progresista: el mo­delo de "democracia deliberativa" propuesto por Habermas y sus seguidores.

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H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A * V L " " S

Es útil contrastar nuestro enfoque con el de ellos, dado que existen en reali­

dad ciertas similitudes entre la c o n c e p c i ó n de la democracia radical que soste­

nemos y la que ellos defienden. C o m o ellos, nosotros criticamos el modelo

a g ^ e j « i v o R £ d e j n o a 2 . c i a , que¿golujce el proceso d e m o c r á t i c o a la expres ión de

intereses y preferencias manifestados a través de un voto que selecciona a los

líderes que l levarán a cabo las pol í t icas escogidas. C o m o ellos, nosotros obje-

t¿mos_aue ésta es una v i s ión empobrecida de la_goiittca d e m o c r á t i c a , q u e j i o

ESSJÍflglSJsLíEQ.^^^ -que no son dadas a pr io-

r i - ¿ o n c o n s t i t u i o ^ y_reconstituidas a través de los debates en la esfera púb l i ­

ca. La pol í t ica, argumentamos, no consiste simplemente en registrar intereses

preexistentes, sino q u ^ ^ e-

tos pol í t icos^Acerca de estos tóp icos nos encontramos de acuerdo con los ha-

bermasianos. A d e m á s , coincidimos con ellos en la necesidad de tener en cuenta

la pluralidad de voces que una sociedad d e m o c r á t i c a abarca, y en el requeri-

*-miento de una a m p l i a c i ó n del campo de las luchas d e m o c r á t i c a s .

Hay, sin embargo, importantes puntos d&djyexgencia, que giran en torno

Nal marco teór ico que in fo rma nuestras respeffifv^sn&ncepciones. E l papel cen-

\ t r a j j ^ g j a n o c i ó n de antagonismo d e s e m p e ñ a en nuestro trabajo c^rra^toda

i b i l j d a d d ^ consenso rarionaj,_de un noso­

tros 'p lenamente inclusivo. Para n o s o t t O j . j i ^ ^ " 'n fíHmi1np<:

yjdominada enteramente p ^ a . a i g u m e n ^ 11 na. j.mpn,sib.ijid1ad

conceptual^F.l confl ic to y la d iv i s ión no sonj en nuestro anál is is , disturbios

que desgraciadamente no pueden ser eliminados, n i impedimentos empí r i cos

que hacen imposible la plena real ización de una a r m o n í a que es inalcanzable

porque nunca seremos capaces de dejar completamente de lado nuestras par­

ticularidades a los efectos de actuar de acuerdo con nuestro yo racional - u n a

a r m o n í a a la que, sin embargo, debemos esforzarnos por acercarnos—J-^jjyg

sostenemos es que .sjn_g^m3ifi t tCYl 1 ^YM t ln»una pol í t ica pluralista_y d e m o c r á -

tica se r í a j rnoos ib l e . Creer que una reso luc ión final de los conflictos es even-

tulumente posible - inc luso si es vista como una a p r o x i m a c i ó n as in tó t i ca a la

idea regulativa de un consenso racional- , lejos de proveer el horizonte nece­

sario para el proyecto d e m o c r á t i c o , pone a éste en peligro. Concebida de roo-

do tal, la democracia pluralista pasa a ser u n ideaj_que se autorrefuta. j a que

el misino momento de su real ización co inc id i r í a con el de su d e s i n t e g r a n ^ .

Por esto, subrayamos que es vi tal para la po l í t i ca d e m o c r á t i c a reconocer que

toda fcrma de consenso es el resultado de una a r t i cu lac ión h e g e m ó n i c a , y que

siempre existirá una exterioridad que i m p e d i r á su rea l izac ión plena. A dife-

P R E F A C I O A L A S E G U N D A E D I C I Ó N E N E S P A Ñ O L

rencia de los habermasianos, no vemos en esto algo que socava el proyecto de­

m o c r á t i c o , sino su mi sma c o n d i c i ó n de posibi l idad.

U n a palabra final acerca del m o d o en que encaramos las tareas m á s urgen­

tes de la izquierda. Varias voces se han o í d o recientemente proclamando:

" ¡Volvamos a la lucha de clases!". Ellas sostienen que la izquierda se ha iden t i ­

ficado demasiado estrechamente con cuestiones "culturales" y que ha abando­

nado la lucha contra las desigualdades e c o n ó m i c a s . Ya es t i empo, se dice, de

dejar de lado la o b s e s i ó n con la "pol í t ica de las identidades" y de prestar nue­

vamente a t e n c i ó n a los reclamos de la clase obrera. ¿ Q u é pensar de estas cr í t i ­

cas? ¿ E s t a m o s hoy en una coyuntura opuesta a aquella que p r o v e y ó el trasfon-

do de nuestra ref lexión, que se f u n d ó en cri t icar a la izquierda por no tener

Suficientemente en c o n s i d e r a c i ó n las luchas de los "nuevos movimien tos so­

ciales"? Es verdad que la e v o l u c i ó n de los partidos de izquierda ha sido de u r í \

ca rác te r ta l que su p r i n c i p a l p r e o c u p a c i ó n han pasado a ser las clases medias,

en de t r imento de los trabajadores. Pero esto no se debe a n inguna unilatera-

l i zac ión de los problemas de " ident idad" , sino a su incapacidad de concebir

una alternativa al neoliberal ismo y a su a c e p t a c i ó n acr í t ica de los imperat ivos

de "f lexibi l idad". La s o l u c i ó n no es abandonar la lucha "cul tural" para volver

a la po l í t i ca "real". U n a de las tesis centrales de Hegemonía y estrategia socialis­

ta es la necesidad de crear una cadena de equivalencias entre las varias luchas

d e m o c r á t i c a s y en contra de las diferentes formas de s u b o r d i n a c i ó n . C o m o lo

hemos argumentado, las luchas contra el sexismcxel racismo, la.di&

clon s e x u a l / ¿ e n defensa d d j £ e c h ^ D , n f o ser articuladas c o n las

>rje los tnfláájadores en u n nuevo p j ^ e c t q J ^ e p ^ n i c o de la izquierda. ÍV'r;

j p n e . r | o en una t e r m i n o l o g í a que se ha tornado popular recientemente, en lo

que insistimos es en que la izquierda necesita encarar tanto las cuestiones l i ­

gadas a la " r e d i s t r i b j ^ i ó n * ^ m o " a l reconocinTCnto 1 . j —•^k0r^Z^ "A- i — r - ^ ^ í ^ * - - — demos por democracia radical y p l u r a l : ^

H o y en d í a este proyecto resulta m á s pert inente que nunca —lo que no

quiere decir que sea m á s fácil de realizar—. E n verdad, a veces pareciera c o m o -

si, m á s que pensar en jad-ka l iza r" la democracia, la p r io r idad fuera defender­

la contra las fuerzas que, insidiosamente, la amenazan desde dentro. E n lugar

de^rrforzar_sj ;is_instituciones, pareciera que el t r iunfo de la democracia sobre

su adversario comunis ta ha con t r ibu ido a su debilita.mietuf). La falta de iden­

t i f icac ión con el proceso d e m o c r á t i c o es tá alcanzando proporciones preocu­

pantes, y el c in i smo respecto de la clase po l í t i c a está tan extendido que está

socavando la confianza bás ica de los ciudadanos en el sistema parlamentario.

_Esto es lo que enten

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20 H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A

N o hay, ciertamente, mot ivos para alegrarse acerca del estado actual de la po­

l í t ica en las sociedades liberal democrá t i c a s . E n algunos países esta s i t u a c i ó n

es tá siendo h á b i l m e n t e explotada por demagogos populistas de derecha, y el

éx i to de figuras tales como Haider y Berlusconi atestigua que esa r e tó r i c a

puede atraer a u n n ú m e r o considerable de seguidores. E n la medida en que

la izquierda abandone la lucha h e g e m ó n i c a e insista en su p o s i c i ó n centrista, f hay pocas esperanzas de que esta s i tuac ión pueda ser modificada. Sin du<&,

comenzamos a ver la emergencia de una serie de resistencias al in ten to de Sus

corporaciones transnacionales de_imponer su_poder sobre todo el planeta. P«-

ro sin una v i s ión acerca de cuál p o d r í a ser u n m o d o alternativo de organizar

las relaciones sociales, una v is ión que restaure la centraUdadrdela po l í t i ca por

$ojbre la t i r an í a de las fuerzas del mercado, esos movimientos t r a e r á n de per­

manecer en u n nivel meramente de^pasixp. Si de lo que se trata es de cons­

t r u i r una cadena de equivalencias entre lasluchas, d e m o c r á t i c a s , se necgsjlaues-

2-m adyersgjJQ. Pero.jest_o no es.jufictente. je esr,áhichaado. qué, clase>dfr¿ociedad

jrrp por forreóte laJzq.H^dVuna adecu^Ha ' y n o r ^ c e s i t a ^ m b i é n s a b e r

IJ^uno quiere estaSlecer7^Esto*fe¿

c o m p r e n s i ó n d e k naturaleza d f las relaciones de-poder y de la d i n á m i c a de

l a p o l í t i c a . L o que es tá en juego es la c o n s t r u c c i ó n de una nueva h e g e m o n í a .

Nuestro lema debe ser: "Volvamos a la lucha h e g e m ó n i c a " .

Ernesto Laclau y Chan ta l M o u f f e

Nov iembre de 2 0 0 2

PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Este l i b ro se p u b l i c ó en inglés en enero de 1985, y ha estado desde entonces

en el centro de u n conjunto de debates, a la vez t eó r i cos ,y po l í t i cos , que tie­

nen lugar actualmente en el m u n d o ang losa jón . Digamos tan sólo algunas

palabras acerca de este contexto, para que resulte m á s claro, al lector de len­

gua e spaño la , el sentido de nuestra i n t e r v e n c i ó n .

Desde el pun to de vista teórica, tresycuestiones han sido dominantes en'

estos debates: la c r í t i ca al esencialismo filosófico, el nuevo papel asignado al

lenguaje en la e s t r u c t u r a c i ó n de las relaciones sociales y la d e c o n s t r u c c i ó n de

l a c a t e g O r í a d e "su]gro^f t J^ -q<re~réspec ta a l a - cons t i t uc ión de las identidades

colectivas. E l p r imer aspecto es b i en conocido y no requiere demasiados" es­

clarecimientos: desde distintas tradiciones - l a cr í t ica wit tgensteiniana a la no­

c i ó n de u n sentido determinable al margen de los distintos "juegos de lengua­

je", la a f i r m a c i ó n de la facticidad e his tor ic idad del ser en Heidegger, la cr í t ica

postestructuralista a la fijación de la re lac ión significante/significado en la

c o n s t i t u c i ó n del s i g n o - las principales corrientes del pensamiento contempo­

r á n e o encuentran u n denominador c o m ú n en el rechazo de la metaf ís ica de

la presencia, que h a b í a const i tu ido la piedra angular del pensamiento fi losó­

fico tradicional .

Esta cr í t ica presenta una segunda caracter ís t ica: la central idad at r ibuida al

lenguaje en áreas cada vez m á s amplias de las relaciones sociales. Nuevamen­

te, és te es u n rasgo c o m ú n en la obra de pensadores tan diferentes como W i t t -

genstein y Heidegger, De r r ida y Lacan. Sin embargo, esto no ha significado

la exp l i cac ión s implemente lingüistica (en el estrecho sentido de lenguaje ha­

blado o escrito) de lo social, sino m á s bien el reconocimiento de que aquellas

lógicas re lac iónales que fueran originariamente analizadas en el campo de lo

l ingü í s t i co (en el sentido restringido) t ienen u n área de pert inencia m u c h o

m á s ampl ia que se confunde, de hecho, con el campo de lo social. Es decir,

que en el mismo m o m e n t o en que se generaliza en las ciencias sociales el m o ­

delo l ingü í s t i co , se desarrolla t a m b i é n una creciente duda acerca de los lími-

7.1

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22 H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A

tes del lenguaje. El concepto de "discurso", que presentamos en el cap í tu lo

tercero, se v incula a esta perspectiva teór ica .

Finalmente, los efectos de las dos transformaciones anteriores se han com­

binado para hacer entrar en crisis la ca tego t í a de "sujeto", aquella un idad car­

tesiana que era atr ibuida por las ciencias humanas tradicionales*a los agentes

sociales. És tos son actualmente concebidos como sujetos "descentrados", co­

mo constituidos a través de la unidad relativa y d é b i l m e n t e integrada de una

plural idad de "posiciones de sujeto".

E n nuestro l ib ro hemos tratado de analizar el impacto potencial que tie­

ne este conjunto de perspectivas teóricas para una serie de debates pol í t icos

recientes en la izquierda europea.

Nuestro discurso se liga, en pr imer t é r m i n o , a la l lamada "crisis del mar­

xismo^. Hemos subrayado el hecho de que esta crisis, lejos de ser u n f e n ó m e -

no reciente, se enraiza en una serie de problemas con los que el marxismo se

veía enfrentado desde la é p o c a de la Segunda Internacional . E n ta l sentido,

nuestro texto sugiere que el h i lo de Ar iadna que preside la subve r s ión de las

ca tegor ías del marxismo clásico es la genera l izac ión de los f e n ó m e n o s d e l j ^ -

i t _ — i . . L : — 1 _ " fin e [ c a p ¡ t a l ¡ s m o t a r d í p , y el surgimiento de

gica de c o n s t i t u c i ó n ele lo social que recompo­

ne*^ un niveTll is t into del postulado por la t r a d i c i ó n marxista, los fragmen­

tos sociales, dislocados y dispersos por esa desigualdad del desarrollo. Pero es­

to significa que la h e g e m o n í a , como lógica de la facticidad y la his tor icidad

que no se liga, por tanto, a ninguna "ley necesaria de la historia", sólo puede

ser concebida sobre la base de una cr í t ica a toda perspectiva esencialista acer­

ca de la c o n s t i t u c i ó n de las identidades colectivas. És t e es el pun to en el que

la lógica po l í t i co argumentativa de Gramsci puede ser ligada a la cr í t ica filo­

sófica radical que antes s eña l á r amos .

Esto no es todo, sin embargo. S e g ú n a r g ü i m o s en el texto, el pensamien­

to de Gramsci es sólo u n momento t r ans íc iona l en la d e c o n s t r u c c i ó n del pa­

radigma po l í t i co esencialista del marxismo clásico. Porque para Gramsci , el

núc l eo de toda a r t i cu lac ión h e g e m ó n i c a c o n t i n ú a siendo una clase social fun­

damental. Es aqu í justamente donde la realidad de las sociedades industriales

avanzadas - o postindustriales- nos obliga a ir m á s allá de Gramsc^y a decons-

rrnir la nnr inp m ^ r n i d r "r lnrr Tnrinl" Y esto porque la n o c i ó n tradicional

de "clase" sup"" '^ I? " " i j h d de las posiciones de sujeto de los diversos agen­

tes; en tanto que en las condiciones del capitalismo maduro, dicha unidad es

<jpmprp prpraria y somet idaa un constante proceso de rearjjculacjión hege-

P R E F A C I O A L A E D I C I Ó N E N E S P A Ñ O L 23

ó n i c a J E s t e es el pun to en el que, en nuestro texto, intentamos ligar la pro-

m á t i c a t eó r i ca de la cr í t ica al esencialismo y a la c o n c e p c i ó n del sujeto u n i ­

tario y fundante, con el conjunto de problemas vinculados a la emergencia de

nuevos antagonismos y a la t r a n s f o r m a c i ó n de la po l í t i ca en el m u n d o con-

t e m p o t á n e o .

Esto nos ha conducido a redefi-nir el proyecto socialista en t é r m i n o s de*

una^radicalizacjprt i l r )u driüLfc^aCÍlafeTdecir, como a r j ^ ^ c / ó j i ^ e Us huchas

contra las d i f j r e n t e s ^ p r r n ^ s j j e ^ b r ^ r d J ^ a c T ó n - d e clase, de sexo, de raza x así

como de aquellas otras a las que se oponen losjnoyuTnJentos eco lóg icos , an-

t inuc íea res y anriinsrjnicionales—. Esta democracia radicalizada V plllfál , qué*/

p roponemos como objet ivo de una nueva izquierda, se inscribe en la t radi ­

c i ó n del proyecto po l í t i co "moderno" formulado a par t i t del I l u m i n i s m o , e

intenta prolongar ^ r^ro^fuj-idizar la r e v o l u c i ó n d e m o c r á t i c a inic iada en el s i -^

glo X ^ l f t ^ c m u n u a d a ^ e n fe's%íscursos socialistas del siglo X I X , y que debe ser-"

extendida h o y a esferas cada vez m á s numerosas de la sociedad y del Estado.

Nuestra tesis es que para llevar a su c o n c l u s i ó n u n proyecto ta l , es necesario

abandonar u n cierto n ú m e r o de tesis e p i s t e m o l ó g i c a s del I l u m i n i s m o , ya que

es sólo a t ravés de una cr í t ica del racionalismo y del esencialismo como es po­

sible dar cuenta, de manera adecuada, de la m u l t i p l i c i d a d y diversidad de las

luchas po l í t i ca s c o n t e m p o r á n e a s .

Este con jun to de problemas es abordado, en el presente l i b r o , a par t i r de

una ref lexión t eó r i ca y po l í t i ca que tiene como pun to de m i r a las luchas so­

ciales en los países del capitalismo maduro . Debemos decir, s in embargo, en

el m o m e n t o en que este trabajo se hace asequible a u n p ú b l i c o m á s ampl io

del m u n d o e s p a ñ o l e hispanoamericano, que no consideramos que su validez

se restrinja a áreas sociales o geográficas particulares. Pensamos, por el contra­

rio, que la experiencia del ' f fésarrol lo desigual y combinado"! de la disloca­

c ión que es su resultante y de las consiguientes recomposiciones h e g e m ó n i ­

cas -heterodoxas respecto a las ca tegor ías clasistas del marxismo— es m á s

evidente t o d a v í a en los países de la periferia capitalista. E n ellos asistimos

constantemente a la r ede f in i c ión de las fronteras de lo p o l í t i c o , y a la emer­

gencia de identidades populares y colectivas que no se recortan en t é r m i n o s

de la divisor ia de clases. Y t a m b i é n - n i q u é d e c i r l o - el con jun to de proble­

mas vinculados a la experiencia de la democracia y a las posibilidades de su

rad ica l i zac ión es aun m u c h o m á s apremiante que en las sociedades industria­

les avanzadas. Es por eso por lo que queremos cerrar este prefacio con una i n ­

c i t ac ión a que este discurso en to rno a la democracia, a las dificultades de

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24 H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A

c o n s t i t u c i ó n de la misma y a la p lura l idad de sus puntos de par t ida sea con­

t inuado y expandido po r otros - y , por supuesto, t a m b i é n crit icado y contra­

dicho cuando corresponda- desde una variedad de experiencias y situaciones

concretas. Si el plural ismo que nuestro texto preconiza ha de ser realizado en

la prác t ica , sólo puede hacerlo incorporando otros textos, tradiciones y expe­

riencias, que expandan constantemente el tejido argumentativo a t ravés del

cual u n sentido c o m ú n d e m o c r á t i c o se construye.

Londres, agosto de 1987

INTRODUCCIÓN

t ico , la de­

nudo mismo de das por una av»-el terreno en el

rmaciones corres-

Praga y al golpe de

E l pensamiento de izquierda_se encuentra hoy en una encrucijada. Las "evi

'ciencias del pasado —las tQjrjji

t e r m i n a c i ó n de la natura

las propias luchas y obje t ivos- aparecen seriamente cuest t |

lancha de transformaciones h i s tó r icas que ha hecho esta,

que aqué l las se hajbían const i tuido. Algunas de estas tran$

ponden , sin duda, a desilusiones y fracasos: de Budapest t\

Estado polaco, de Kabu l a las secuelas de los t r iunfo* comunistas en V i e t n a m

y Cambodia , lo que ha sido crecientemente cuestionado fs toda una forma

de concebir al socialismo y a las vías que h a b r á n de c o n d u | | r a él; y este cues- > •

t i onamien to ha realimentado u n pensamiento c r í t i co , corÉDsiv© pero necesa­

r io , acerca dAlos fundamentos teór icos y po l í t i cos que habían const i tuido tra-

dicionalmerMfc el horizonte intelectual de la izquierda. Pero ru> se trata tan

só lo de eso. %}n conjunto de f e n ó m e n o s nuevos y positivos e ^ á t a m b i é n e r í ^

la base de acjuellas transformaciones que hacen imperiosa la t # e a de recues-

t ionamien to t e ó r i c o : el surgimiento del rmevo feminismo, lo fonov imien tos

c o n t e s t a t a r i c á de las m i n o r í a s é tn icas , nacionales y sexuales, l a f luchas eco ló - »

gicas y ant i i iu t i tucionales , así como las de las p o b l a c i ó n f c • ^ « • ^ ¡ " • ' j " , el m o - '

v i m i e n t o anjpiuclear, las formas atlpicasjque han a c o m p a ñ a d o a las luchas so- /

cíales en l o f países de la jperiferia capitalista, i m p l i c a n l a ^ x t e n ^ ó y i ^ ^ j a I

c o n f l i c t i v i d ^ sorial a una amplia variedad de terrenos que crea el potenfagi j

^pero s'olo ^ p o t e n c i a l - para el avance hacia sociedades m á s libres, -pero sólo c?I potenci

ticas e igualitarias.

ce:

Esta prp l i fprar ión de luchas se presenta, en p r i m e r t é r m i n o ,

demoérá- /

(i n ex-

a los_cuadros racionales y organizados'de la soCte

dácf r -^esto e s T d e f o r Q é n " social- . Numerosas voces, procedentes especialmfn-

te del campo liberal conservador, han insistido en la crisis de gobernabilidad

de las sociedades occidentales, en el peligro igual i tar io que amenaza con d i ­

solverlas. Pero las nuevas formas que ha asumido la conf l ic t iv idad social han

25

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26 H E G E M O N Í A Y E S T R A T E G I A S O C I A L I S T A

hecho t a m b i é n entrar en crisis otros marcos teór icos y po l í t i cos , m á s cerca­

nos a aquél los con los que intentamos dialogar c r í t i c a m e n t e en este vo lumen:

los correspondientes a los discursos clásicos de la izquierda y a sus modos ca­

racter ís t icos de concebir a los agentes del cambio social, a la e s t r u c t u r a c i ó n

de los espacios pol í t i cos y a los puntos privilegiados de desencadenamiento

\de las transformaciones h is tó t icas . Lo que está actualmentc^ea-cfkis es toda

^ ina c o n c e p c i ó n del socialismo fundada en la centralidad on to lóg i ca de la c k -

se^vrera, en la a f i rmac ión d e ¿ z R e v o l u c i ó n como m o m e n t o r u ñ d a c i o n a l e n

er t ransi to de u n t ipo de socitaiá a otra, y en l a j l u s i ó n de la posibil idad de

una vo lun tad colectiva perfectamente una y h o m o g é n e a que t o r n a r í a inú t i l el

momen to de la pol í t ica . E l ca rác te r plural y mul t i f acé t i co que presentan las

luchas sociales c o n t e m p o r á n e a s ha te rminado po r disolver el fundamento

ú l t i m o en el que se basaba este imaginario po l í t i co , poblado de sujetos "un i ­

versales" y const i tuido en torno a una H i s to t i a concebida en singular: esto es,

el supuesto de "la sociedad" como una estructura intel igible, que puede ser

abarcada y dominada intelectualmente a par t i r de ciertas posiciones de clase

y reconstituida como orden racional y transparente a part i r de u n acto fun­

dacional de carác ter po l í t i co . Es decir, que la izquierda está asistiendo al acto

final en la d i s o l u c i ó n del imaginario jacobino.

La misma riqueza y pluralidad de las luchas sociales c o n t e m p o r á n e a s ha

gen¿aaoTpor cons igu ien te^u j i ax r i s j s^ t eó r i ca . Es en este pun to in termedio,

de reenvíos rec íp rocos entre lo t eó r i co y lo po l í t i co , donde se ub i ca r á nuestro

discurso. Hemos intentado evitar en todo m o m e n t o que los vacíos t eór icos

generados por la crisis fueran llenados por u n descriptivismo impresionista y

sociologizante, que vive de ignorar las condiciones de su propia discursividad.

L o que nos hemos propuesto hacer es exactamente lo contrario: concentrarnos

en ciertas ca tegor ías discursivas que nos pa rec í an constituir, prima facie, p u n ­

tos privilegiados de una plural idad de aspectos de la crisis que a n a l i z á b a m o s ,

e intentar de sen t r aña r , en las varias facetas de esta refracción m ú l t i p l e , el sen­

t ido posible de una historia. A q u í , desde luego, todo eclecticismo o vaci lac ión

discursiva estaban excluidos desde u n comienzo. S e g ú n se dice en u n "mani ­

fiesto" inaugural de los tiempos clásicos, al orientarse en u n terreno nuevo es

necesario proceder a semejanza de "los viajeros que, e n c o n t r á n d o s e perdidos en

a l g ú n bosque, no deben errar, to rnando pr imero en una d i r e c c i ó n y luego

en otra, n i i tmcho menos detenerse en u n pun to , sino marchar siempre lo

m á s rectamente que puedan en una misma d i r ecc ión y no cambiarla por l i ­

geras razones aun cuando al comienzo haya sido só lo el azar el que los haya

I N T R O D U C C I Ó N 27

determinado a elegirla; pues de este m o d o , si no van exactamente adonde de­

sean, l l ega rán al menos finalmente a alguna parte donde e s t a r án probable­

mente mejor que en el medio de u n bosque". (Descartes, Discurso del método,

tercera parte.)

E l h i l o conductor de nuestro anál is is lo han const i tuido las t r a n s f o r m a c i ó n

nes del concepto de h e g e m o n í a , en tanto superficie discursiva y p u n t o nodaL *ruñcTamental de la t é o r i z a c r o n p o l í t i c a marxista. Nuestra c o n c l u s i ó n bás i ca a l

respecto es la siguiente: de t r á s del concepto de " h e g e m o n í a " se esconde algo)

m á s que u n t i p o de re lac ión po l í t i c a complementario de las ca t ego r í a s bás icas

de lá t e o r í a marxista; con él se in t roduce , en efecto, una lógica de lo social que

es incompat ib le con estas ú l t i m a s . Frente al racionalismo del marx i smo clási-V

co, que presentaba a la historia y a la sociedad como t o t a h d a d é T T n t e l i g i b l e s , \

constituidas en to rno a "leyes" conceptualmente explicitables, la l ó g i c a de la j

h e g e m o n í a se p r e sen tó desde el comienzo como una o p e r a c i ó n suplementaria I

jY contingente, requerida por los desajustes coyunturalesrespectoVu^paradig- /

ma evolut ivo cuya validez esencial o "mor fo lóg ica" no era en n i n g ú n m o m e n - l

to cuestionada. (Determinar cuál es esa l óg i ca específ ica de la cont ingencia es J

una de las tareas centrales de este libr.o.) Por eso la a m p l i a c i ó n de las áreas de '

a p l i c a c i ó n del concepto, de L e n i n a Gramsci , fue a c o m p a ñ a d a de la expan­

s ión del campo de las articulaciones contingentes y de la r e t r a c c i ó n al h o r i ­

zonte de la t eo r í a de la ca t ego r í a de "necesidad Histórica", que h a b í a const i ­

t u i d o la piedra angular del marxismo clás ico . S e g ú n argumentaremos en l o s O

dos ú l t i m o s cap í tu los , es la e x p a n s i ó n y d e t e r m i n a c i ó n de la lógica social i m ­

pl íc i t a en el concepto de " h e g e m o n í a " - e n una d i r e c c i ó n que va, c ier tamen­

te, m u c h o m á s allá de G r a m s c i - la que nos provee de u n anclaje a par t i r del

cual las luchas sociales c o n t e m p o r á n e a s son pensables en su especificidad, a la

vez que nos permite bosquejar una nueva po l í t i c a para la izquierda, fundada

en el proyecto de una r ad ica l i zac ión de la democracia.

Queda por responder una pregunta: ¿po r q u é encarar esta tarea a par t i r de

nnq rrítira y d e c o n s t r u c c i ó n de las diversas superficies discursivasjdejjmarxis- y

mn clás ico ? Digamos, en p r imer t é r m i n o , que no existe « « d i s c u r s o y un sis­

tema de ca t egor í a s a t ravés del cual lo Jj^gT^ha^larfa sinpp.diagnne.s. A l

operar deconstructivamente en el in t e r io r de las c a t e g o r í a s marxistas no pre­

tendemos estar haciendo "historia universal", es decir, in tentando inscr ibir

nuestro~cliscurso como m o m e n t o de u n proceso l ineal y ú n i c o del conoci ­

mien to . As í como ha conclu ido la era de las e p i s t e m o l o g í a s normativas, ha

conc lu ido t a m b i é n la de los discursos universales. La a p r o x i m a c i ó n a conc lu-

Page 14: HEGEMONIA Y ESTRATEGIA SOCIALISTA · PDF filey CHANTAL MOUFFE HEGEMONIA Y ESTRATEGIA SOCIALISTA Hacia una radicalización de la democracia FONDO DE CULTURA ECONÓMICA ... tonces —centrada

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siones políticas similares a las que se formulan en este libro podría haberse he» cho desde formaciones discursivas m u y diferentes -desde ciertas formas de cristianismo, por ejemplo, o desde discursos libertarios ajenos a la tradició© socialista- sin que ninguna de ellas pueda aspirar a constituirse en la verdad de la sociedad (o en la filosofía insuperable de "nuestro tiempo'^de la que ha­blara Sartre). Pero, p o r eso mismo, el marxismo es una de las tradiciones a. partir de la cual esa nueva concepción de la política r e su r fa tu l iuu labL , y pa­ra nosotros la validezde ese punto de partida se funda, simplemente, en el hecho de^o^e^l^onstituye nuestro prnpin pasado.

Ahora bien, si redimensionamos de tal modo las pretensiones y el área de validez de la teoría marxista, ¿no estamos rompiendo con algo profundamen­te inherente a dicha teoría, a saber, la aspiración monista a rescatar a través de sus categorías la esencia o el sentido subyacente de la Historia? La respues-ta es necesariamente afirmativa. Es solamente renunciando a toda prerrogati­va epistemológica fundada en la presunta posición DJUetógicamente privile­giada de una "clase universal", que el grado de validez actual de las categorías marxistas puede ser seriamente discutido. E n este punto es n<-ferario r W i r l n

sTrí^mbages: hoy nos encontramosTiibicadog en un, t^enodaramente.pps-marxista. N i la coñcepcion^íeia sCbjetividad y de las clases que elTnarxisTmo elaDorara, n i su visión del curso histórico del desarrollo capitalista, n i , desde luego, la concepción del comunismo como sociedad transparente de la que habrían desaparecido los antagonismos, pueden seguirse manteniendo hoy. Pero si nuestro proyecto intelectual en este libto es posmarxista, está claro que él es también oosmarxista. Es prolongando ciettas intuiciones y formas dis­cursivas constituidas en el interior del marxismo, inhibiendo y obliterando otras, como hemos llegado a construir u n concepto de hegemonía que, pen­samos, puede llegar a ser u n instrumento útil en la lucha por una democra­cia, radicalizada, libertaria y plural. A q u í la referencia a Gramsci , si bien par­cialmente crítica, es capital. E n nuestro texto hemos tratado de rescatar en alguna medida la variedad y riqueza que existió en el campo de la discursivi-dad marxista en la era de la Segunda Internacional , y que la imagen empo­brecida y monolítica del "marxismo leninismo" de las eras estalinista y poses-talinista tendería a borrar -imagen que reproducen casi sin cambios, aunque con propósitos opuestos, ciertas formas actuales de "antimarxismo"—. Los de­fensores de u n "materialismo histórico" glorioso, homogéneo e invulnerable, y los profesionales de u n antimarxismo al estilo "nouveaux philosophes", no advierten hasta q u é punto sus apologías y denigraciones respectivas se fundan

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en una c o n c e p c i ó n igualmente ingenua y p r i m i t i v a del papel y grado de u n i ­dad de una doc t r ina —concepc ión que, en todas sus determinaciones esencia­les, sigue siendo t r ibu tar ia del imaginario estalinista—.

Nuestra a p r o x i m a c i ó n a los textos marxistas ha sido, por el contrar io , u n in tento de rescatar su p lura l idad, las numerosas secuencias discursivas - « n buena medida h e t e r o g é n e a s y contradictorias— que consti tuyen su t rama y fu riqueza, y que son la g a r a n t í a de su p e r d u r a c i ó n como p u n t o de referencia del análisis po l í t i co . L a s u p e r a c i ó n de una gran t r a d i c i ó n intelectual nunca tiene lugar bajo la forma s ú b i t a de u n colapso, sino m á s bien <3omo las aguas que, procedentes or iginariamente de u n cauce ú n i c o , se diversifican en una varie­dad de dilecciones y se mezclan con corrientes procedentes de cauces d i s t i n ­tos. És te e* el m o d o en que aquellos discursos que const i tuyeron el campo del marxismo c lás ica pueden con t r ibu i r a la f o r m a c i ó n del pensamiento de una nueva izquierda: legando parte de sus conceptos, transformando o abando­nando otros, y d i l u y é n d o s e en la inter textual idad in f i n i t a de los discursos emancipatorios, la que la p lura l idad de lo social se realiza. |