harding, paul - fray athelstan 08 - el dominio del diablo

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 P P a a u u l  l   H H a a r r d  d  i i n n  g  g  E E l  l   d  d  o o m m i i n n i i o o  d  d  e e l  l   D D i i a a b b l  l  o o  ~ ~ 1 1 ~ ~  

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PAUL HARDING

EL DOMINIO DEL DIABLON 8 Fray Athelstan

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Para Pedro el Flechero (Peter Megoran de Huddersfield). Buena suerte y buena puntera.

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ndiceARGUMENTO .............................................................. 5 Captulo 1 .................................................................. 6 Captulo 2 ................................................................ 19 Captulo 3 ................................................................ 30 Captulo 4 ................................................................ 44 Captulo 5 ................................................................ 57 Captulo 6 ................................................................ 69 Captulo 7 ................................................................ 82 Captulo 8 ................................................................ 95 Captulo 9 .............................................................. 107 Captulo 10 ............................................................ 119 Captulo 11 ............................................................ 131 Captulo 12 ............................................................ 145 Captulo 13 ............................................................ 156 Captulo 14 ............................................................ 169 Captulo 15 ............................................................ 181 Captulo 16 ............................................................ 193 Captulo 17 ............................................................ 204 Captulo 18 ............................................................ 216 Conclusin ............................................................ 228

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ARGUMENTO

Durante el verano de 1380, aparece el cadver de un desconocido francs en un edificio lbrego y solitario de Londres conocido como el Dominio del Diablo. Acompaados de Sir Maurice Maltravers, que se revela ms como un estorbo que como una ayuda, sir John Cranston y su fiel acompaante fray Athelstan se enfrenta a un sorprendente y escabroso misterio que slo puede haber urdido una prfida pero aguda mente. Quizs el crimen perfecto.

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C a p t ul o 1

Es tiempo de sangrientas tribulaciones, de horribles escenas! poca de terribles asesinatos y sutiles intrigas. As es como el cronista de Westminster describi el ltimo verano de 1380. El viejo monje yaca sentado en su cubculo contemplando el patio del claustro mientras se frotaba su pluma contra la mejilla sin afeitar. Cmo podra describir fielmente aquella poca? El rey era tan slo un muchacho; el regente, su to Juan de Gante, aquel maldito hombre de guerra, gobernaba el reino. Incluso algunos comentaban que pretenda hacerse con l. Los franceses acechaban desde el mar, sus flotas atacaban las galeras y barcos de guerra ingleses por todo el pilago, desde Burdeos a Calais. En casa, la cosecha del verano haba sido buena; los precios, sin embargo, seguan estando por las nubes y fuera del alcance de los pobres, que pululaban por los caminos y por el puente de Southwark, en direccin a la ciudad. El reino estaba a la espera! No hacan falta ms indicios o presagios. Se haba visto un atad en el cielo sobre la catedral de San Pablo, envuelto en un pao mortuorio fantasmal, desplazndose de Este a Oeste antes de desaparecer bajo las nubes bajas y amenazadoras, al norte de la ciudad. Muchos dijeron que precisamente de all podra surgir el peligro: de los campos y aldeas al norte de Cripplegate. De los hombres de la tierra, de los gusanos (as era como les llamaban), hombres que fabricaban y tejan las ropas de seda que lucan los grandes seores montados en sus corceles y que beban copiosamente clarete tinto mientras contaban sus monedas de oro y plata. En las calles de Londres, se oan voces sepulcrales gimotear con afliccin, profetizando el desastre. Unas barcazas con banderas negras, manejadas por manos fantasmales, fueron vistas en el ro dejando una estela de mal augurio bajo el Puente de Londres. Los chismosos se preguntaban si no seran los fantasmas de los hombres que haban desafiado al regente y a los que haban cortado las cabezas, que tras ser puestas en sal y encurtidas, colgaban de los chuzos a lo largo de la barandilla del puente. Como el cronista, los hermanos y monjes de Westminster opinaban que tales seales no eran ms que chismes y habladuras. Mientras que los campesinos, ahora bien organizados y hacindose llamar la Gran Comunidad del Reino, enviaban a la ciudad a felones conspiradores, que incitaban a la rebelin y a la traicin sembrando el caos por sus calles e inmundos arroyuelos. Otros, menos mundanos, se limitaban a sacudir la cabeza y preguntarse si aquellas seales no seran una advertencia del horror que estaba a punto de llegar. Acaso aquel hombre santo, que afirmaba haber

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rondado por los desiertos de Palestina, no haba tenido ya aquellas visiones que predicaba, a cambio de un penique, sobre la cruz de San Pablo? Cmo pudo Dios planear que el fuego arrasara la ciudad de Londres? Cmo pudo consentir que se hundiera hasta el infierno, sin dejar piedra sobre piedra? En el cementerio de San Erconwaldo, Pike el acequiero y Watkin el recogedor de estircol reflexionaban sobre aquellos rumores. Estaban sentados bajo un viejo tejo mientras compartan una bota de vino y contemplaban el cielo estrellado. Ambos estaban borrachos como cubas. Deberan haberse marchado a casa. Sin embargo, unas cuantas jarras de cerveza en la Taberna del Caballo Po, seguidas de una copa de vino de Canarias, a la que les haba invitado Joscelyn, el tabernero manco, fueron suficientes para que Pike y Watkin salieran dando traspis a la calle sintindose los amos del mundo. Reunieron sus peniques y, antes de marcharse, compraron una bota llena de vino. Tened cuidado les haba advertido el tabernero contemplando cmo aquel par de feligreses apenas se sostena en pie, ya habis bebido bastante. Deberais marcharos a casa y dormir la mona. No estamos borachos se burl Watkin, slo deseara que vuestro maldito suelo dejara de moverse de una vez. Esto es una taberna y no uno de vuestros condenados barcos de guerra. Joscelyn solt un suspiro de desesperacin. Los dos hombres le desearon buenas noches. Adonde vais? les pregunt con curiosidad mientras los acompaaba hasta la puerta. El tabernero sonri a Cecilia la cortesana que, cogida del brazo de un petimetre, se paseaba en direccin a los campos al sur de la Taberna del Obispo de Winchester, un famoso lugar de citas donde ella se reuna con sus clientes. Cecilia les salud con la mano. Pike se la qued mirando hasta que se march y se humedeci los labios a pesar de la advertencia que le haba hecho su mujer: Si vuelvo a pillarte de nuevo con esa furcia le chill, no sers ms que un caballo castrado!. Pike se tambale y apoy su mano sucia de barro sobre el hombro de Watkin. Ser mejor que nos marchemos balbuce. Marcharos, adonde? insisti Joscelyn. Watkin se palp su fofa nariz y le gui un ojo. Es un secreto aadi. Un gran secreto. Joscelyn retrocedi y mir a su alrededor con nerviosismo. Seran ciertos los rumores que circulaban? se pregunt. Era posible que aquellos dos bribonzuelos fueran miembros de la Gran Comunidad del Reino? Acaso planearan

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alguna traicin y rebelin contra Juan de Gante? Si era as, no quera saber nada ms. De Gante tena una manera muy particular de tratar a los traidores: los colgaba como ratas en las horcas de Smithfield o al otro lado del Puente de Londres. Southwark estaba lleno de espas, haba ms que pulgas sobre el lomo de un perro callejero. Tened cuidado! les advirti por ltima vez, y se meti en la taberna cerrando la puerta firmemente tras de s. Watkin y Pike se dirigieron haciendo eses en direccin a la iglesia, atravesaron la verja del cementerio y se resguardaron bajo el viejo tejo situado al fondo del camposanto, el ancho cementerio que rodeaba la vieja iglesia de San Erconwaldo. Haban bebido y esperaron, contemplando la puesta de sol, a que salieran las estrellas. Ms tarde, vieron en lo alto de la torre un pequeo resplandor procedente de un brasero de carbn. Ah est seal Pike refirindose al prroco de la iglesia, el padre dominico, fray Athelstan. Otra vez est ah arriba observando sus malditas estrellas. l y ese gato suyo. Cmo se llama, eh? Benedicta? Benedicta! exclam Watkin con una carcajada. Esa es la viuda, ya sabes, la de rostro y cabellos oscuros que tanto cario siente por fray Athelstan se inclin a su lado con complicidad. El nombre de su gato tuerto es Buenaventura. Crees que es verdad? continu Pike. El qu? Que se march de San Erconwaldo... Watkin sinti un escalofro de miedo que casi consigui hacerle recobrar la sobriedad. Historias y rumores como se se haban extendido por toda la parroquia y discutido encarnizadamente en las escaleras de la iglesia o en la Taberna del Caballo Po. Watkin saba que era un pecador. Haba bebido demasiado, blasfemado, peleado y perseguido a las mujeres de otros hombres. Sin embargo, aunque tema a Dios en el cielo y a Jesucristo, Watkin senta predileccin por aquel retaco de prroco de rostro aceitunado, oscuro como la noche, mirada conmovedora y agudo ingenio. Athelstan haba conseguido que Watkin se sintiera bien consigo mismo. A menudo, el dominico daba algunas palmaditas en el hombro del recogedor de estircol. Lo que haces, Watkin, limpiar la suciedad de las calles inmundas, es elogiable a los ojos de Dios. Eres como el Espritu Santo. Watkin entrevi una sonrisa en los ojos del dominico. Haces que las cosas vuelvan a estar limpias y frescas. Por lo tanto, Watkin, eres una pieza indispensable en los planes de Dios. Watkin nunca haba olvidado aquellas palabras. Se haba sentido atemorizado por los rumores de que Juan de Gante le haba cogido ojeriza al pequeo fraile y planeado su traslado a las residencias universitarias de Oxford. Dijeron que lo ms lejos a lo que lleg Athelstan fue a Cripplegate, ya que el prior Anselmo haba

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intervenido y enviado una nota ordenando que el dominico regresara de nuevo a su parroquia. Athelstan nunca dijo nada, pero tampoco hubiera sido propio de l, pens Watkin. Y Watkin, a pesar de ser el lder del consejo parroquial, no se atreva a pedirle explicaciones. Athelstan tena un lado oscuro. Si perda los nervios, su lengua era tan afilada como una navaja. Watkin lo adoraba, pero le tema ms que a los soldados del regente y que al gran forense sir John Cranston, que haba llegado a Southwark con andares de pavo real, una espada en una mano y una bota de vino en la otra. A menudo, Watkin se pona a pensar en la relacin que exista entre Cranston y Athelstan, secretario del forense, pero no poda llegar a ninguna conclusin. Cranston tena de grande lo que Athelstan de pequeo. Era capaz, y a menudo lo demostraba, de beberse entera la Taberna del Caballo Po y acabar debajo de la mesa. Blasfemaba como el soldado ms ordinario y tena espas que vigilaban de cerca a los hombres ms poderosos de la ciudad. Incluso decan que el joven rey le haba distinguido con su confianza. A pesar de todo, Cranston no poda hacer nada a menos que Athelstan estuviera a su lado. Cunto tiempo crees que tendremos que esperar? interrumpi Pike. Watkin estir las piernas y solt una maldicin. La cerveza en su estmago empezaba a agriarse. Haba percibido la mirada de advertencia en los ojos de Joscelyn y ahora maldeca entre dientes por haberse involucrado hasta tal punto en los planes descabellados de Pike. Todo Southwark estaba al corriente de la existencia de la Gran Comunidad del Reino, del Consejo Secreto de los lderes de los campesinos y de sus agentes implacables que se deslizaban como sombras por los distintos barrios de la ciudad, llevando mensajes e instrucciones que deban cumplirse a rajatabla. Una vez se formaba parte de la Comunidad, o uno la apoyaba hasta el final o bien mora. Crees que es conveniente? pregunt Watkin. Quiero decir esperar aqu. Si Athelstan nos encuentra nos echar uno de sus sermones o an peor aadi malhumorado, nos atravesar con esa mirada de lstima que tiene hasta que lo confesemos todo. Yo formo parte de esto declar Pike desafiante, levantando la vista al cielo. Y, Watkin, t tambin. Watkin movi su enorme trasero y se palp su fofa nariz. Pike y l solan mantener posiciones opuestas en el consejo de la parroquia, pero ahora Pike le haba involucrado en aquellos asuntos confidenciales. Lo habra hecho deliberadamente? Sera una forma de protegerse de la ira de fray Athelstan por si ste alguna vez llegaba a descubrir algo? Acurdate de lo que le pas a Ricaud afirm Pike, divirtindose a conciencia. Watkin sinti un escalofro. Ricaud era un vendedor ambulante de baratijas de

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Shoemakers Lane. Las habladuras contaban que tambin venda secretos de la Gran Comunidad a los espas del regente. Una maana, Ricaud, o ms bien su cabeza, fue encontrada atada a un poste en las viviendas fangosas de la parte alta del Tmesis. Cuando Adn cavaba y Eva hilaba enton Pike despacio, quin se aprovechaba? Piensa en ello, Watkin Pike se desperez sobre la hierba, piensa en un reino sin prncipes, ni obispos, ni terratenientes. Un lugar en el que los humildes heredramos la tierra. A veces le interrumpi Watkin con aspereza, pienso que lo nico que conseguiremos, Pike, ser un sitio en este cementerio, un cuello retorcido y una tumba fantasmal. Pike chasque los labios. Watkin saba que aquello era seal de que estaba a punto de empezar con alguno de sus discursos. Voy a cambiar el agua al canario gru Watkin y, tambalendose, camin sobre el csped en direccin a un sicmoro enorme que haba al lado de la tapia del cementerio. Se desabroch los calzones y cuando ya se haba quedado descansado y estaba a punto de volverse, escuch una voz sobre su cabeza. Buenas noches, recogedor de estircol. Watkin se qued boquiabierto mirando las ramas oscuras del rbol. Me llamo Valerian el tono de voz era bajo pero amenazador, y a mi lado est Domitian. Watkin tropez y se cay de culo al suelo. No reconoceris nuestros nombres sise la voz, pero os traemos saludos fraternales de la Gran Comunidad. No intentes escapar! amenaz otra voz. Watkin escuch el chasquido de una ballesta. Llama a nuestro amigo. Pike! exclam Watkin. Pike, ven! El acequiero se puso en pie y se acerc dando traspis, todava llevaba la bota de vino en la mano. Qu pasa? Buenas noches, hermano Pike. El acequiero dej caer la bota al suelo. Hace ya un buen rato que estamos aqu continu la voz, el suficiente para haber escuchado todos vuestros eructos y ventosidades. Todava estis dispuestos a entregaros a la causa, verdad?

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P a u l H a rd in gDesde luego afirm Pike, ya sabis que s.

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No como Ricaud exclam la voz con una risotada. Chill como un cerdo cuando le cortamos sus partes. Valerian quera metrselas en la boca despus de haberle decapitado, pero... Qu queris? pregunt Watkin intentando mantener un tono de voz relajado. Queremos que cavis explic la voz, que cavis y no hagis preguntas. Cavar! exclam Pike, dnde? Aqu mismo. En el cementerio? pregunt Watkin. Se volvi al escuchar un chasquido y de pronto un cuadrillo fue a parar entre l y Pike, clavndose en el suelo detrs de ambos. Las preguntas las hacemos nosotros afirm Valerian. Os limitaris a obedecer las rdenes de la Gran Comunidad. Poneos de rodillas, los dos! Watkin y Pike se apresuraron a obedecer. Cavaris un foso de ocho metros de largo y un metro de profundidad alrededor de la tapia del cementerio. Fray Athelstan querr saber por qu. Bueno, le podis decir que es para desaguar o que queris aseguraros de que los cimientos de la tapia son lo bastante slidos. se es vuestro problema, no el nuestro. Pero por qu un foso? pregunt Pike desafiante. Levant la mirada en la oscuridad y pudo entrever dos sombras sentadas en una de las ramas que sobresalan. Pike volvi la cabeza con desagrado al notar cmo le haba cado encima la orina de uno de ellos. Watkin alarg la mano y le cogi por el brazo. Haremos lo que peds. Pike se limpi la cara con la manga sucia de su justillo. Empezaris... bueno hoy es viernes, San Oswaldo, as que maana mismo puede ser un buen da. Debemos cavar todo el da? No, slo por la tarde, despus de trabajar. Al da siguiente volveris a rellenar el foso y seguiris cavando. Lo habis entendido? Watkin contempl con ansia el destello de luz en la torre de la iglesia. Ah, y por cierto, Watkin, Pike, ambos tenis dos criaturas adorables. Ahora, podis seguir empinando el codo y permanecer sentados bajo el tejo por lo menos

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durante una hora ms. Para entonces, ya nos habremos marchado.

***Hawkmere Manor era un feudo solitario y tenebroso, o por lo menos eso decan en tiempos del rey Juan el Cruel. Se encontraba tras un alto muro, al este del priorato de Clerkenwell. En el pasado haba sido propiedad de un barn que asaltaba a los viajeros en las carreteras que iban y venan de Cripplegate. Pero ahora Hawkmere viva momentos an ms tristes: se haba convertido en un lugar fantasmal y lgubre al servicio del regente Juan de Gante para albergar a prisioneros franceses, capturados en Francia o durante las sangrientas batallas libradas entre los barcos ingleses y franceses en el Canal. Para los hombres que vivan all, aquellos eran verdaderamente tiempos de gran tribulacin, sobre todo para Guillaum Serriem, antiguo capitn de un buque de guerra francs, el San Sulpice, que haba zarpado de Calais haca seis semanas. Serriem fue capturado y conducido a Hawkmere como rehn y prisionero, mientras sus amigos en Francia intentaban reunir la gran suma que haban pedido los ingleses como rescate. Tumbado en su estrecho jergn, Serriem saba en el fondo de su corazn que nunca ms volvera a ver su feudo en las afueras de Rouen, a pasear por sus jardines, a besar a su mujer o a jugar con sus hijos en aquel huerto de manzanos tan maravilloso que se extenda hasta el Sena. Se estaba muriendo. Poda sentir cmo el veneno recorra su cuerpo, pero ya no tena fuerzas para gritar o arrastrarse hasta la puerta y pedir ayuda. Tena el cuerpo empapado en sudor, y el dolor en su estmago enviaba punzadas de agona hasta su pecho y le haca retorcerse preso de la desesperacin. Retir las sbanas mugrientas y mir indefenso hacia la puerta atrancada. De todos modos, de qu iba a servir? Las paredes eran demasiado gruesas, la puerta estaba cerrada con llave y sir Walter Limbright, su guardin y celador, se habra retirado a sus aposentos para ahogar sus penas bebiendo una copa tras otra de clarete. Quizs habra alguien ah afuera en aquel pasillo tenebroso, un guardia o un criado. Serriem se abalanz fuera de la cama y cay rodando sobre las sucias esteras. Intent arrastrarse hasta la puerta, pero las fuerzas le fallaron y se qued en el suelo respirando con dificultad. Estaba convencido de que haba sido envenenado por algn asesino sigiloso y subrepticio, pero quin de entre sus compaeros le querra ver muerto? Seguramente aquellos malditos ingleses, dada su gran crueldad, tampoco se arriesgaran a perder el dinero de su rescate. La mente de Serriem empez a divagar. Siempre haba deseado morir en su propia cama, rodeado de su familia; o en su barco, en el mar, como un verdadero guerrero, con la espada en mano y la bandera francesa ondeando sobre su cabeza. Y ahora estaba a punto de morir en aquella cmara solitaria y maloliente, prisionero de los ingleses, desamparado y olvidado incluso por los suyos.

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Serriem se tumb boca arriba y contempl el techo cubierto de telaraas. Continu divagando. El dolor era tan intenso que se encontraba en un estado de semiconciencia. Ahora estaba en casa, por la ventana entraban los aromas fragantes procedentes del jardn y llenaban su habitacin. Poda escuchar las voces de sus criados y los chillidos de sus hijos mientras jugaban en el patio de abajo. Abri los ojos. Nada! Slo un silencio ominoso. Intent incorporarse una vez ms, pero no lo consigui, cay como si el suelo se estuviera moviendo bajo sus pies y su mente se encontr de nuevo en otra parte. Esta vez se encontraba a bordo del San Sulpice, las velas hinchndose por el viento sobre su cabeza. Estaba junto al timonel, observando cmo la proa cabeceaba mientras se aproximaban a puerto, lejos de los buques de guerra ingleses que intentaban darles caza como lebreles a su presa. Serriem sinti la bilis en el fondo de su garganta. Durante las ltimas semanas l y sus compaeros haban hablado sobre cmo el San Sulpice y su buque gemelo, el San Denis, tomaran posiciones en los mares de Calais, deseosos de abordar a una flota de barcos ingleses con cargamento de vino. Solt un gruido: todo haba salido mal! En vez de encontrarse con aquellos barcos cargados de vino se toparon con dos buques de guerra, y cuando el San Sulpice y el San Denis intentaron virar, divisaron otros dos en el horizonte. La persecucin haba sido intensa y la batalla posterior sangrienta y encarnizada. Los ingleses se haban hecho con el San Denis y lo haban hundido. El San Sulpice, con su tripulacin diezmada por los arqueros apostados en la popa y la proa de los buques de guerra ingleses a la cabeza, haba sido tomado y abordado. A continuacin tuvo lugar una sangrienta batalla cuerpo a cuerpo, pero al final, para salvar a su tripulacin, Serriem orden que arriaran la bandera y se entreg al capitn ingls. Cmo se llamaba aquel hombre joven con cara de nio y un corte de pelo que le enmarcaba el rostro? Ah, s, Maurice Maltravers. El cuerpo de Serriem se arque de dolor y las manos se agarraron con fuerza a las sucias esteras. Al principio atribuy la derrota al infortunio de la guerra. Sin embargo, en las ltimas semanas, l y sus compaeros haban hablado sobre cmo los barcos ingleses saban exactamente dnde se encontraban el San Denis y el San Sulpice. Se trataba de una traicin? Serriem lade la cabeza y contempl suplicante el crucifijo negro y austero clavado en la pared de yeso. En aquel momento dese tener a un cura al lado para que le diera la ltima bendicin. Le habra confesado sus pecados. Escuch un ruido de pasos en el exterior. Aidez-moi!, ayudadme! gimi Serriem. Los pasos se desvanecieron. Qu era aquel veneno?, se pregunt. Haba comido como el resto de sus compaeros. Los habran matado a todos? Sus vidas se habran apagado, extinguido como una hilera de velas en una iglesia solitaria? O por el contrario se habran puesto todos de acuerdo para actuar de modo tan

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sigiloso? Serriem se volvi de nuevo hacia el crucifijo. Intent levantar la mano para enjugarse el sudor que empapaba su rostro, pero incluso eso era demasiado para sus fuerzas. Su boca empez a pronunciar las palabras Confiteor Deo Omni Potenti, confieso a Dios Todopoderoso, a la virginal Mara... Su dbil respiracin entrecortada apenas le permita pronunciar las palabras. Serriem pens en Sieur Charles de Fontanel, el enviado francs en Londres. Vengadme susurr Serriem. El dolor en el estmago de Serriem se volvi an ms intenso. No poda respirar, algo le atenazaba la garganta como si tuviera un nudo alrededor del cuello. El cuerpo de Serriem se arque de nuevo, estir las piernas y acto seguido muri, sus ojos abiertos y sin vida miraban el crucifijo que colgaba de la pared.

***Sir Maurice Maltravers, caballero estandarte de la propiedad de Juan de Gante, aguardaba oculto bajo las sombras de la iglesia de los frailes agustinos. A lo lejos poda ver la Taberna del Abad de San Albans y, a lo largo del camino, la calle principal que llevaba a Cheapside. La iglesia de los frailes agustinos era vieja y estaba en ruinas. Su puerta haba sido atrancada desde haca tiempo y cerrada con llave. No haba velas en las ventanas. Era de noche, el momento en el que reinan oscuramente el sigilo y el subterfugio. Sir Maurice no poda sentirse satisfecho con todo aquello. l era un caballero, un guerrero. Record las palabras de la Biblia en las que se dice que los hombres de honor deben actuar a la luz del da, sin deslizarse en la oscuridad como un delincuente o un ratero. Sin embargo, qu otra opcin le quedaba? Sir Maurice sali de las sombras y se dirigi a uno de los lados de la iglesia, empuj la verja maltrecha del cementerio. Los dos caballos, ensillados y preparados, pacan tranquilamente en la hierba. Comprob las alforjas de piel llenas de provisiones colocadas detrs de cada silla. Todo estaba en orden, pero vendra ella? Sir Maurice se arrodill y mir en direccin al santuario. Oh, Dios suplic, ayudadme. Si lo hacis, ir en peregrinaje a Compostela. Ser el ms fiel de los maridos. Guiar a mis hijos por el camino del Seor y de su bendita madre. Sir Maurice abri los ojos. Se sinti un poco ridculo arrodillado all en medio de la oscuridad, pero no poda hacer otra cosa. Amaba a Anglica, la hija del rico comerciante sir Thomas Parr, con toda su mente, corazn y alma, ms que a su propia vida. S, y siendo sincero, la amaba ms que a Dios. Haba conocido a Anglica haca unas semanas. Desde entonces su vida haba cambiado. Pensaba en ella a cada segundo del da: su hermoso rostro, su piel marfil

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de alabastro, sus ojos azul aciano, su cabello dorado y brillante. S, su nombre no poda ser otro que el de Anglica. Con diecisiete primaveras, su maravilloso cuerpo vibraba lleno de vida, y aquellos ojos... Sir Maurice nunca haba visto antes que el rostro de una mujer reflejara con tanta claridad sus cambios de humor. Anglica posea una voluntad de hierro unida a un mordaz sentido del humor, pero tambin una gran pasin por la vida y una gran admiracin por todo lo que contena. Sir Maurice le haba hecho la corte, al principio con precaucin porque estaba ms habituado a la rutina del campo y a los asuntos de guerra. No tena miedo a ningn hombre sobre la faz de la tierra: con slo veinticuatro aos, se haba encontrado en medio de guerras sangrientas tanto en Francia como en alta mar. Ah, haba sido un torpe pretendiente! Saba que Anglica se haba burlado de l. Sin embargo, lejos de rechazar sus galanteos, haba bajado la mirada y, en ocasiones, como smbolo de su afecto, haba dejado caer un pauelo de seda o una flor, y la ltima vez un pequeo anillo de plata. Sir Maurice no poda creer su buena fortuna. Lo ms lgico era que le rechazara. Sir Thomas Parr era uno de los hombres ms ricos de Londres, pero Anglica se haba enamorado tanto de sir Maurice como l de ella. Haba planeado su conquista como si se tratara de asaltar un castillo. Deba cortejar a la hija de sir Thomas, en el palacio de Savoy, propiedad de Gante. Sir Maurice se limit al principio a esperar tmidamente: estaba convencido de que tarde o temprano se le presentara la ocasin. Unas pocas palabras de cario, algunas miradas furtivas o un roce de dedos al cruzarse haban sido suficientes para encender la llama. A menudo, sir Maurice se esconda en los jardines de la gran mansin fortificada de Cheapside, mirando ansioso hacia los cristales de las ventanas. Una noche su paciencia se vio recompensada cuando cay una rosa roja a la que acompaaba una pequea nota atada al tallo con un trozo de seda rosa. Se citaron en las oscuras esquinas de las iglesias de todo Cheapside y Poultry. La doncella de Anglica, Rosamunda, permaneca siempre a su lado con el odo atento, lo suficientemente cerca como para intervenir si era necesario. Al principio, sir Maurice pens que Anglica le tomaba el pelo, imbuida por un malicioso regocijo. Pero se equivocaba. El corazn de la joven era tan puro y bello como su rostro. Sir Maurice saba que no era la quintaesencia de la caballerosidad, tan slo un soldado con cara de guerrero y modales un tanto brutos. A pesar de eso le confes a Anglica entre balbuceos que era el amor de su vida. Ella le roz los dedos, sus ojos azules le escudriaron el rostro y, por ltimo, hacia finales del mes de julio, le confes que su amor por l era tan grande como el suyo: una llama salvaje de pasin que nunca podra extinguirse. Despus de aquello, sir Maurice se sinti como si estuviera caminando por las nubes. Ms tarde, tras posteriores encuentros clandestinos y pertrechado de un buen nmero de cartas de recomendacin del mismsimo Juan de Gante, se present en la casa de sir Thomas en Cheapside.

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El joven caballero se postr ante sir Thomas. Incluso ahora su rostro segua ruborizndose de vergenza por lo que haba pasado. Se arrodill ante l y le confes el amor que senta por su hija. Sir Thomas le devolvi la mirada sin pronunciar palabra, con el rostro encendido como si se hubiera apoderado de l la ms terrible clera. Cmo os atrevis! exclam, pasendose arriba y abajo de la habitacin y dejando a sir Maurice de rodillas en el suelo, cmo os atrevis incluso a mirar a mi hija! Quin sois vos, aparte de un soldado sin un triste penique? Poseo un feudo y tierras en Berkshire replic Maurice. Qu? Una choza miserable y unas cuantas porquerizas! Sir Maurice se haba llevado la mano a la empuadura de su espada, pero Parr segua hablando con el mismo desdn. Sus soldados, que estaban de pie en la puerta, dieron un paso al frente. Se trataba de un grupo de matones y gorilas de la ciudad liderados por el escudero Ralph Hersham, un tipo excesivamente circunspecto de rostro estrecho y puntiagudo y ojos muy vivos. Parr se inclin echando chispas por los ojos. Adelante! le ret, desenvainad vuestra espada y permitid que acabemos nosotros el trabajo. En lugar de eso, sir Maurice se puso en pie, y con los reproches de Parr todava zumbndole en los odos abandon la mansin. Ahog sus penas en una taberna y, cuando volvi al palacio de Savoy, reuni el coraje suficiente para presentarse ante su seor. Juan de Gante fue comprensivo, pero no le sirvi de gran ayuda. El regente se repanting en su silla, observndole con aquella mirada dura y cortante. Mientras le escuchaba, se atusaba el bigote plateado y la barba de chivo. De vez en cuando sacuda la cabeza o le haca alguna pregunta. Yo ya no puedo hacer nada ms concluy el joven con tristeza, pero vos, mi seor, sois el regente. Soy el oficial del rey respondi De Gante con una sonrisa, puedo dirigir a sus ejrcitos, enviar mandatos, pero no tengo ningn poder sobre sir Thomas y menos an sobre lo que l desee hacer con su hija levant la mano para empezar a numerar los distintos puntos. Primero, mi buen caballero, seramos la comidilla de nuestros oponentes en la Cmara de los Comunes. Imaginaos: Juan de Gante, el malvado regente del reino, forzando la entrada a uno de sus caballeros en la cama de la hija de un rico comerciante londinense. Cmo se divertiran con ello los chismosos y cotillas! Me consideran incluso ms tirano que a Nern o a Calgula. Sir Maurice no saba de quines le estaba hablando, pero mir sin pestaear a Gante. En segundo lugar continu el regente implacable, sir Thomas Parr es un

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hombre muy rico. Oh, su origen es humilde, pero ahora posee el negocio de la lana que se exporta a los Pases Bajos. Adems posee diez barcos que ha puesto a nuestra disposicin. En tercer lugar, la Corona le debe mucho dinero. Y por ltimo, y lo ms importante, yo tambin le debo dinero. Si sir Thomas reclamara esos prstamos... Juan de Gante tamborile con la yema de los dedos sobre la mesa. Bueno suspir, es mejor no pensar en lo que podra suceder se puso en pie y cogi las manos del joven. Maurice continu con amabilidad, sois mi hombre en la paz y en la guerra como lo fue en su da vuestro padre. En la guerra, no podra contar con un hombre mejor. Os hicisteis con esos dos barcos, el San Denis y el San Sulpice y, por ello, siempre contaris con mi favor. Con el tiempo os conceder tierras, feudos, campos, valles... pero no ahora. Sobre este asunto de la hija de sir Thomas no puedo hacer absolutamente nada. Cabizbajo, sir Maurice se retir. No haba vuelto a ver a Anglica desde la confrontacin con su padre. Pens que su causa estaba perdida, pero, al poco tiempo, Rosamunda le trajo una carta muy breve: Acaso no sois ms que un lacayo para retiraros tan pronto del campo de batalla? deca la nota. Tan frgil es vuestro amor que se rompe ante el primer obstculo?. Totalmente encendido por la pasin, continu con su cortejo, aunque esta vez le result ms difcil. A pesar de todo, gracias a Rosamunda, Anglica y l pudieron encontrarse, se juraron amor eterno y decidieron escaparse juntos aquella misma noche. Sir Maurice careca de un plan concreto. Cabalgaran hasta Berkshire y all conseguiran los servicios de un cura para que los casara y fuera testigo de su intercambio de votos en la puerta de alguna iglesia. Sir Maurice dio media vuelta. Ms abajo, unos gatos daban caza a unos ratones en medio de la basura acumulada al otro lado del albaal abierto. Se oy el gruido de un perro callejero, pero los gatos ni se inmutaron. Bajo la luz que desprendan las antorchas del balvarte, sir Maurice contempl apenado una figura alquitranada que se meca en una de las horcas: un ladrn de casas que haba sido pillado con las manos en la masa y ejecutado en el mismo lugar del delito. Los verdugos haban untado el cuerpo con brea y ahora brillaba espantosamente a la luz mortecina de las teas. Sir Maurice regres al camino de la iglesia. Qu sucedera cuando Gante lo descubriera todo? Le ofrecera su apoyo o le castigara? El regente era inflexible y aquellos que le traicionaban jams eran perdonados. Las campanas de Santa Mara Le Bow tocaron la hora de completas. Sir Maurice se puso tenso. Cumplira Anglica su palabra? Oy un ruido de cascos y sali a su encuentro, pero las figuras que salieron de la oscuridad no eran las que l esperaba: no eran ni Rosamunda ni Anglica. En su lugar reconoci a los soldados de sir Thomas Parr guiados por Ralph Hersham. Descabalgaron y se dirigieron hacia l, desenvainando las espadas y formando un crculo a su alrededor.

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P a u l H a rd in gQu es lo que queris? Sinti cmo el corazn le dio un vuelco de decepcin.

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No cometis una tontera le advirti Hersham acercndose. Somos cinco y otros ms estn de camino. No deseamos llegar a las armas con vos, Maltravers. Os traemos un mensaje. Mi seor os dice que conoce vuestras intenciones y que os rechaza. Os prohbe volver a ver a su hija. Y no perdis el tiempo el rostro taimado de Ralph esboz una sonrisa, de nada os servir esconderos debajo de la ventana de su casa. Anglica se encuentra ahora con las monjas en Syon. Y stas han recibido rdenes estrictas de no dejaros pasar ms all de las puertas.

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Sir John Cranston, forense real de la ciudad, se repanting en la silla de respaldo alto en su pequea cmara del Ayuntamiento. Simn, su escribano, pens que sir John tena un aspecto esplndido. Vesta un jubn de Borgoa, una camisa blanca de batista, calzas y unas botas de montar espaolas de piel muy fina. Llevaba el cabello recogido y engrasado hacia atrs y su bigote y barba rubia extraordinariamente bien peinados. Por qu estamos aqu, Simn? pregunt sir John dndose unas palmaditas en el estmago. Se desabroch su pesado talabarte y lo lanz a un lado de la silla. Cuando me marche, aseguraos de que no me haya olvidado de envainar mi espada y mi daga. Toda precaucin es poca para el forense del rey en este mundo de maldad. Desde luego, sir John. Simn no se atrevi a levantar la vista. Hizo un esfuerzo por mantener la seriedad ante lo que se avecinaba. Sir John Cranston era un hombre de carcter difcil, aunque amable y de gran corazn, pero como Simn le dijo a su mujer, cuando le cogan por sorpresa, el rostro rubicundo de sir John se transformaba en un verdadero espectculo de cambios de humor y emociones. Bueno reclin los codos sobre los brazos de la silla, dnde est Adam Wallace? Dijo que tena algo importante que decirme. He acudido a misa y he roto mi ayuno; ya estoy de humor para escuchar a un abogado. Ir a buscarle Simn se puso en pie y baj las escaleras. Sir John se reclin en la silla y se rasc la cabeza. Wallace le haba enviado un mensaje la tarde anterior dicindole que tena que comunicarle algo importante y que traera consigo un legado de la vieja viuda Blanchard, que viva en Eel Pie Lane. Sir John se haba pasado el resto del da preguntndose qu podra ser. Blanchard haba sido una anciana feliz; sir John a menudo la haca llamar para asegurarse de que se encontraba bien. El marido de Blanchard haba luchado al lado de sir John en Francia. Quiz deseaba entregarle algn recuerdo o... Escuch un crujido que provena de las escaleras. Simn volvi a entrar en la cmara a media carrerilla y con los brazos colgndole afectadamente a ambos lados. Los ojos azules de sir John se encendieron, siempre saba cundo Simn se mofaba de l: el escribano se mostraba

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humilde, inclinaba los hombros, bajaba la barbilla y miraba al suelo. Qu ocurre, Simn? Ser mejor que lo veis con vuestros propios ojos, sir John. Wallace entr con andares de pato en la estancia, seguido por un pequeo macho cabro. Por el amor de Dios! exclam sir John medio incorporndose de la silla. Wallace era un hombre pequeo y vanidoso, su nariz de gancho le goteaba constantemente, sus ojillos negros se movan de un lado para otro siempre en busca de algn beneficio o provecho. Sonri con arrogancia mientras se colocaba la capa sobre los hombros. Se acerc al escritorio de sir John sosteniendo un rollo de pergamino en la mano. Sois sir John Cranston, forense de la ciudad? Por supuesto que s, maldito idiota. Quin sino creais que soy, el arcngel Gabriel? Est bien, est bien, sir John. Slo me limito a cumplir con mi deber de acuerdo con la ley, sus costumbres y mtodos. Cerrad el pico!, qu hacis en mi tribunal con ese maldito bicho? Seal al animal y lanz una mirada amenazadora a su escribano, quien inclinado sobre su escritorio y sacudiendo los hombros finga estar afilando su pluma. En fin, ya os he identificado como sir John Cranston, forense real de la ciudad continu Wallace con altivez. Os he trado a este juzgado, de acuerdo con la ley, sus costumbres y mtodos, la voluntad de Eleanor Blanchard, viuda de esta parroquia. Soy su testamentario, tal y como fue aprobado por el Tribunal de la Cancillera. Sir John seal con su dedo gordinfln al rostro de Wallace. Como no vayis directo al grano, voy a ordenar que os encierren en la prisin de Fleet por desacato. La viuda Blanchard ha muerto balbuce Wallace. Su testamento ha sido aprobado. Dej este macho cabro como un presente para vos. Tambin solicit que se os entregara en vuestro tribunal de modo oficial de acuerdo con la ley, sus costumbres y... Callaos de una vez! tron sir John, cierra el pico, corto de mollera! Wallace retrocedi y baj la cabeza haciendo una reverencia. Sir John pudo ver una sonrisa de satisfaccin en su rostro. Eleanor Blanchard tena un agudo sentido del humor; le haba hablado a menudo de aquel macho cabro, pero hasta entonces nunca lo haba visto. Ahora, con el animal all en su tribunal, no le quedaba otra

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P a u l H a rd in gopcin que aceptarlo.

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No quiero ese bicho! las palabras le salieron de la boca antes de que pudiera refrenarlas. Pero, sir John! Wallace abri unos ojos como platos fingiendo una gran ofensa. Se trata de la ltima voluntad de una pobre mujer. Si rechazis tal presente entregado bajo testamento... S, s, ya s dijo sir John imitando al tipo, de acuerdo con la ley, sus costumbres y mtodos, debo decidir qu hacer con l. Podra regalarlo le sonri a Simn. Seora, con todos mis respetos Simn se puso en pie, como ya sabis, el tribunal del forense de la ciudad es tambin el tribunal real. Si rechazis el presente en este lugar, el animal pasar a pertenecer a la Corona... Y si pertenece a la Corona... aadi Wallace con malicia. Sir John se dej caer de nuevo en la silla con pesadez. Ya s, ya s levant la mano, la Corona ordenar que lo lleven al matadero y lo vendan al mejor postor se qued mirando a la bestia. El macho cabro pareca bastante dcil y obediente. Era un animal hermoso y lustroso; tena un pelaje dorado con motas oscuras, unos pequeos cuernos puntiagudos y rectos, y una mirada afable. Rumiaba tranquilamente alguna hierba que habra cogido del patio de abajo. Sir John, os deseo lo mejor Wallace hizo una reverencia y se dispuso a salir de la sala, sacudiendo los hombros mientras se parta de risa. Sir John le sigui hasta la puerta y con su bota la cerr de una patada. Luego se encamin de nuevo a su silla, se dej caer y contempl al animal. Qu demonios se supone que debo hacer contigo? Llevroslo a casa, sir John. A lady Maude le dan pnico los machos cabros. Por cierto, cmo dijo ese bastardo que se llamaba? Simn se puso a rebuscar entre algunos trozos de pergamino que tena sobre el escritorio. Eh... Judas, seora. Cmo decs? Segn este documento, la viuda Blanchard lo llamaba Judas Simn luch por mantener su alargado rostro impasible. se fue el nombre que Wallace emple. Habis visto el testamento? pregunt sir John.

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En efecto, seora. La viuda Blanchard dej escasas pertenencias, pero solicit expresamente que Judas se os entregara a vos. Debera haberle pedido a Wallace una copia del testamento. Simn volvi a buscar entre las hojas de pergamino esparcidas sobre el escritorio. Trajo una antes de que vos llegarais, sir John. El forense se la arrebat de las manos al escribano, estudi la caligrafa y luego se la devolvi de mala gana. El pergamino cay al suelo y, antes de que l o Simn pudieran hacer nada, el macho cabro se acerc al trote, lo tom con la boca y empez a comrselo rpidamente ante la mirada de estupefaccin de ambos. Creo que ya s por qu se llama Judas dijo Simn, seguramente muerde la mano que lo alimenta. Sir John palp con las manos su milagrosa bota de vino que colgaba de un cuerno bajo la mesa. Le sac el tapn y dio un buen trago. El animal le observ fascinado y se le acerc. Ni se te ocurra! le advirti sir John, ni se te ocurra acercarte a esto! La bestia, mirndole apenada, le obedeci mientras segua masticando el pergamino. A lady Maude le dan pnico estos bichos, pero a los nios... Sonri al pensar en sus dos gemelos, Esteban y Francisco, a ellos les hara gracia. Pero su criada Blaskett, que se haba convertido en una frrea aliada de lady Maude en la paz y en la guerra, tambin pondra objeciones; adems esos diablillos de perros irlandeses que tena, Gog y Magog, podran hacerle picadillo. Sir John tom otro sorbo pero no apart los ojos del animal, que segua mirndole fascinado. Estaba seguro de haber visto cmo el animal se relama los labios. Bueno, venga, Simn, qu pensis que debo hacer? Y no quiero or ninguna de vuestras impertinencias. Oh, no, sir John, pero vuestro secretario es fray Athelstan... El rostro de sir John esboz una sonrisa. Claro! aporre la mesa, se supone que a los frailes les encantan los animales, verdad? l tiene un cementerio, lo podra guardar all. En el testamento no dice nada acerca de regalrselo a un tercero entorn los ojos. Tambin os lo podra dar a vos. Sir John, con una mujer y dos nios en una vivienda de Pigs Barrow Lane ya tengo suficiente. Entonces se lo tendr que quedar el fraile se dio una palmadita de satisfaccin en el estmago.

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Recordad, sir John declar Simn elevando el tono de voz, que Athelstan es un dominico. Es San Francisco y su orden los que tienen fama de hacerse cargo de los animales. A m me parecen todos iguales replic sir John. Se levant de la silla, se coloc el talabarte y envain la espada y la daga. Mientras se echaba la capa sobre sus hombros not un pellizco en la pierna y lanz una mirada encendida al ofendido animal. Tienes un nombre que te va a las mil maravillas le gru. Oh, sir John, mirad, le gustis! Judas restregaba ahora la cabeza contra la pierna de su nuevo propietario como si de un rbol se tratara. Ve a por un maldito trozo de cuerda! le orden sir John, taselo alrededor del cuello y llevemos a este bastardo a Southwark para que se rena con los corderos de fray Athelstan! Simn, que se haba jurado a s mismo seguir a sir John de camino a Cheapside, se apresur a obedecer. Fue en busca de un trozo de camo fino y lo at con maestra alrededor del cuello del animal. Sir John lo cogi por el otro extremo, mirando con resignacin a su escribano y, cuando se dispona a salir, se detuvo ante el estruendo procedente de las escaleras. Un hombre joven, ataviado con un jubn de piel con los colores de Juan de Gante irrumpi en la estancia. A juzgar por el talabarte se trataba de un caballero. El joven llevaba abierta la camisa a la altura de su cuello, del que colgaba una cadena con el emblema de la Casa de Lancaster. Qu deseis? espet sir John. Soy sir Maurice Maltravers. Sir John observ el trozo de pergamino que llevaba en la mano. Enhorabuena!, trabajis para mi querido seor De Gante. Me alojo en su propiedad, sir John. Entonces que Dios se apiade de vos! sir John tir del animal. No me miris con esa cara de asombro, joven. En un juzgado ocurre todo tipo de cosas. Os traigo un mensaje, sir John. Mi seor De Gante desea veros a vos y a fray Athelstan con urgencia en el palacio de Savoy. Sir John estudi al joven de pies a cabeza. Maltravers, no? S, sir John. El forense se mordi el labio inferior. Oh, por cierto, Simn dijo chupndose los dedos, sujetadlo un momento.

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El escribano obedeci de mala gana. Sir John cogi la bota y la colg de un gancho de su cinturn, luego le dio unas palmaditas a sir Maurice en el pecho. Conoc a vuestro padre. S solt un suspiro, el mismo color de pelo, el mismo rostro severo, aunque sus ojos eran ms grandes y su nariz ms recta. El joven se ruboriz. Tens la mandbula. Me romp la nariz, sir John, luchando contra los franceses en alta mar. Sir John llev su manaza sobre el hombro del caballero. Por todos los santos! gru, vos sois el Maltravers que se hizo con el San Denis y el San Sulpice coloc la bota en las manos del joven. Fue un buen golpe, eso les ensear a los malditos franceses a comportarse en el mar. Sir Maurice no saba si enfadarse o sentirse elogiado. Vamos, tomad un trago le invit sir John. Tom al caballero por el hombro y mir a Simn. Os encontris ante un hroe, Simn; como su padre. Estuve con l en Francia, lo sabais? El Prncipe Negro arras como el viento toda Normanda, como buenos perros de caza que ramos... Simn solt un suspiro y levant la vista al techo. Si el forense empezaba a explicar sus hazaas en Francia, estaran all hasta las vsperas. Afortunadamente, el macho cabro se dirigi hacia los pergaminos que haba sobre la mesa. Sir Maurice, dndose cuenta de la mirada de Simn, puso de nuevo la bota en manos de sir John. Seora, debo regresar con prontitud. Ya sir John suspir y le tendi la mano. No quise ofenderos, joven. Sir Maurice mir sus ojos azul cielo y record lo que las habladuras decan acerca de aquel forense de rostro iracundo, bigote y barba de una blancura resplandeciente. Era un hombre ntegro, un guerrero franco y de confianza que no toleraba ni las imposiciones del regente. Estrech la mano de aquel hombre. No me habis ofendido, sir John. Mi seor os explicar el motivo de su requerimiento. Sir John arrebat la cuerda de la mano de Simn y permaneci de pie mientras escuchaba cmo se perdan los pasos del joven caballero por las escaleras. Un verdadero hroe, Simn repiti ensimismado. Quizs Inglaterra todava vea nacer tipos como l, cuna de hroes, de hombres valientes. Os suena la frase? El escribano sacudi la cabeza. No s quin la escribi continu sir John como si hablara solo. En fin, dice algo parecido ech la cabeza hacia atrs y dio un paso al frente, como un chanteur. Ah, s. Dice as: Desde principios de la historia, dos cosas se han mantenido inalterables: el verdor de la tierra y el coraje del hombre se enjug una lgrima de los

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P a u l H a rd in gojos. Qu poema ms bello! Oh, no, maldita sea!

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Judas se haba acercado sigilosamente y estaba mordisquendole la bota. El forense le lanz una mirada encendida al animal que, como si le hubiera tomado un gran cario a su nuevo propietario, se la devolvi con aires de inocencia. Has ledo las Escrituras? le espet sir John sin apartar los ojos del animal. Judas acab ahorcndose, y si no andas con cuidado, amiguito, lo mismo te va a pasar a ti. sta es mi bota! Nunca, jams la toques! Y tirando de la cuerda atada al cuello del animal, sali de la cmara en direccin a Cheapside. Si hubiera sabido lo que iba a suceder, sir John nunca hubiera actuado como lo hizo aquella maana. La amplia carretera de Cheapside se encontraba abarrotada de gente que se mova, como bancos de pececillos de colores, entre los diversos tenderetes. Ya casi haba atravesado la multitud, abrindose paso entre el gento, cuando alguien repar en l. Mirad, ah va sir John con su macho cabro! grit alguien. Una moneda a quien sepa ver la diferencia! Sir John mir a su alrededor, los ojos se le salan de las rbitas. T, renacuajo! le grit a un joven mendigo vestido con andrajos, has sido t el que ha dicho eso? Yo, sir John? el sucio rostro del joven tena un aspecto tan inocente como el de un ngel, sus ojos le miraban abiertos como platos. Por qu debera decir yo tal cosa, seor? Maldiciendo entre dientes, sir John prosigui su camino. El sol brillaba con fuerza y los propietarios de las tiendecillas estaban haciendo un buen negocio aquel da: pieles, sedas y tapices, ollas y sartenes, verduras y frutas de las granjas y de las aldeas de los alrededores. El aire estaba impregnado del hedor de las heces de los caballos, que se mezclaban con las suaves fragancias procedentes de las tiendas de comida y de las panaderas. Jvenes gallardos que salan de los juzgados desfilaban con sus trajes vistosos, calzas prietas, botas de montar de tacn alto y braguetas protuberantes: de sus delgadas cinturas colgaban talabartes brocados, con sus espadas y dagas envainadas. Llevaban el pelo acicalado y rizado. El forense pase la mirada con desagrado, estaba convencido de que algunos de esos hombres incluso utilizaban maquillaje. Pedazo de holgazanes! refunfu, no hay duda de que los franceses conseguirn lo que quieren. Pareca que todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo para acudir a Cheapside: comerciantes ataviados con sus mejores galas, sus mujeres con vestidos de muar y rimbombantes sombreros adornados que amenazaban con tirar abajo los carteles que

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colgaban de las tiendas detrs de los puestos. Los aprendices corran de un lado a otro en busca de clientes. Un granjero con dos toros intentaba abrirse paso entre la multitud de camino al matadero de Newgate. Fuera de la Taberna de la Vaina de Guisantes, unos hombres apostaban en la pelea entre un tejn y un perro. En la plaza frente a Santa Mara Le Bow, un oso ciego bailaba al son de la meloda de unas flautas que tocaban unos pilluelos. Delincuentes de las prisiones de Marshalsea y Fleet, esposados unos a otros, hacan tintinear sus cadenas al rozarse de camino a los juzgados, mientras sus vigilantes intentaban imponer el orden con sus varas blancas de sauce. Las ventanas y las puertas de las casas estaban abiertas de par en par, la gente hablaba a gritos y se pona a charlar con los transentes. Un carro de la basura haba volcado, esparciendo toda clase de inmundicias por la calle. Gran parte de stas cay sobre una parada de fruta y los alguaciles luchaban con desesperacin para evitar una confrontacin entre el propietario y el basurero. De pronto, se hizo el silencio para dejar paso a una procesin funeraria. El cadver, cubierto con una mortaja, iba sobre una camilla que transportaban cuatro frailes rezando en voz baja sus oraciones al muerto. Un monaguillo iba al frente de ellos, sosteniendo una vela y haciendo sonar una campana. Sir John mantuvo la cabeza baja mientras tiraba de Judas, que realmente no necesit una segunda advertencia y caminaba obedientemente como lo hara cualquier perro adiestrado. Un grupo de prostitutas sali de una taberna con las cabezas rapadas y lisas como un huevo de paloma y unas pelucas muy vistosas en la mano. Observaron a sir John y le siguieron, improvisando una cancin obscena sobre el forense y el animal. Slo cuando sir John las mir con su rostro rojo de furia, las mujeres se callaron. Una de ellas se dio la vuelta, levant su sucio y haraposo vestido y salieron todas corriendo entre risas y bromas. Pero luego unos mendigos jvenes continuaron con el juego. Sir John exhal un suspiro, por la tarde lady Maude ya estara al corriente de lo sucedido y tendra que darle toda clase de explicaciones. Oh, sir John, sir John! El forense solt un gruido y se detuvo. Leif el Pelirrojo, un mendigo cojo, se acerc dando saltos con la agilidad de un grillo. Sir John nunca se haba tropezado con un tipo ms pesado que aquel, pero una sola mirada al rostro asustado del pobre Leif hizo que el corazn de sir John se ablandara. Leif era capaz de sacarle una moneda al ms avaro de los hombres. Sir John, me osteis? El forense utiliz aquella oportunidad para librarle de aquellos pilluelos, que finalmente se dispersaron. Vaya, sir John, que macho cabro ms hermoso. Os lo llevis a casa? Sir John se lo qued mirando sin pestaear. Sir John, no me digis que no me osteis balbuce Leif, decidiendo que sera

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P a u l H a rd in gmejor hacer caso omiso de aquel extrao acompaante.

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Por el amor de Dios, Leif, se puede saber de qu demonios me hablis? He decidido ser cantante, sir John, un chanteur. Y sin que nadie se lo pidiera, Leif inclin la cabeza hacia atrs y se llev una mano al pecho. Mi amor es como una flor, fresca y dulce! Gracias, Leif! exclam sir John. Estuve cantando ayer por la noche, sir John, debajo de vuestra ventana. Pens que se trataba de unos gatos pelendose. Leif le devolvi una mirada de afliccin. Sir John exhal un suspiro y rebusc en su zurrn. Deposit una moneda en la mano del mendigo. Mirad, Leif, aqu tenis una moneda. Oh, gracias, sir John, es por mi serenata de ayer? No, Leif, no es por eso. No se os ocurra volver a cantar bajo mi ventana, acabaris por asustar a los nios. Ah, y no volvis a seguirme a la Taberna del Sagrado Cordero de Dios y an menos le digis a lady Maude que he estado all. Entendido, sir John Leif se alej dando saltitos, entonando otra cancin con la cabeza inclinada hacia atrs. Vamos, Judas se apresur sir John, no hay ningn problema en la vida que no pueda resolverse con un pastel de carne y una buena jarra de cerveza. Y, como una flecha apuntando a su objetivo, sir John atraves Cheapside en direccin a la acogedora taberna llena de aromas que hacan la boca agua. La mujer del tabernero se apresur a servirle. Le trajo una jarra de cerveza bien fra y una racin de pastel de carne. Sir John cometi el error de sentarse en su sitio preferido, cerca de la ventana desde donde poda contemplar el jardn; cuando quiso darse cuenta, Judas estaba masticando las verduras que acompaaban al pastel y chupeteando el hojaldre. Oh, no! refunfu mientras peda que le trajeran otro plato, slo espero que el padre Athelstan acceda a quedarse contigo. La mujer del tabernero, entre risas y bromas, le trajo otra bandeja. Sir John se la puso en la falda y empez a comer, esta vez con ms cuidado y vigilando de cerca Judas. Me pregunto qu pensar Athelstan de ti murmur. Pero como siempre, pens el forense, haba tantas preguntas que le gustara plantear a su secretario... Se haba sentido horrorizado por aquellos rumores, ni

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confirmados ni negados, de que Athelstan haba sido obligado a marcharse a Oxford. Afortunadamente, el prior Anselmo detuvo a Athelstan en el ltimo minuto. Cranston intent hacer sus propias averiguaciones, pero no descubri nada. Cuando reuni el valor suficiente para preguntar directamente al pequeo dominico, Athelstan se limit a sacudir la cabeza y a sonrer. Es posible afirm, pero creo, sir John, que me quedar en San Erconwaldo durante una buena temporada. El prior Anselmo dice que ya no es necesario que contine siendo vuestro secretario, pero yo le he pedido que me deje permanecer a vuestro lado y se mostr conforme. Sir John tena que estar muy contento por ello. En un principio Athelstan fue enviado a San Erconwaldo y relegado a su servicio como castigo. Un ao antes, Athelstan haba abandonado su noviciado y, sintindose lleno de gloria, se haba unido a su alocado hermano menor para ir a luchar contra los franceses. Esteban muri y Athelstan regres, pero ya no era el mismo: haba aprendido una dura leccin. Sir John, que dispona de poco tiempo para charlar con curas y cochinos monjes as era como los llamaba, consideraba a Athelstan un amigo muy especial. Si alguna vez el dominico se marchara, parte de la alegra y del calor de su vida desaparecera. El forense se chup los dedos, apur su cerveza y luego puso el plato en el suelo para que Judas se acabara los restos de verduras que haba dejado. Deposit una moneda sobre la mesa y volvi a encaminarse hacia Cheapside. Ah estaban aquellos pilluelos de nuevo. Solt un gruido, apret los dientes y prosigui su camino hasta que lleg a la interseccin con Poultry, cerca de la Taberna El Tonel, en la esquina de Lombard Street. Aquel enorme espacio abierto era utilizado por los bedeles y alguaciles para castigar a los malhechores. Esta vez haba una prostituta inclinada sobre un barril a la que azotaban en sus anchas y sucias nalgas con unas caas. Tambin haban cogido a un falsificador al que estaban marcando con hierro candente el pulgar izquierdo. A otro le estaban cortando las orejas. Sir John desvi la mirada. Le horrorizaban los espectculos de ese tipo. Los cepos y las picotas tambin estaban llenos, pero pudo reconocer el rostro sucio y mofletudo de un preso que se retorca entre las tablillas de madera de uno de los cepos. Que me cuelguen si no es el viejo Godbless. El hombre levant la cabeza tanto como pudo, estremecindose de dolor. Que Dios os bendiga, sir John, me alegro de que me reconozcis. Veo que llevis a un macho cabro. Son ms limpios y obedientes que un perro, sir John el viejo hizo un gesto de dolor, que Dios se apiade de m, tengo que permanecer aqu hasta que anochezca y ya no puedo soportar el dolor en el cuello. Qu hicisteis? pregunt sir John, con una idea en mente. El guardia me sorprendi con un lechn bajo la capa. Dicen que lo rob, pero lo

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encontr por ah perdido... yo slo pretenda encontrar a su madre! Sir John solt una carcajada y llam a uno de los alguaciles. Liberad a este hombre! orden. El alguacil se enjug el sudor de su sucio rostro con un trapo. Pero, sir John, la ley dice que... Yo soy la ley! Y ahora, seor, o lo liberis o lo har yo con mis propias manos y ordenar que vos ocupis su lugar. Godbless fue liberado de inmediato. El viejo, pequeo pero vigoroso, vestido con toda una coleccin de harapos abigarrados empez a bailar de alegra por su liberacin. El resto de criminales en los cepos comenzaron a gritar: Sir John, aqu! Soy tan inocente como un cordero, sir Jack! Yo no quise pegar al bedel! grit otro. Yo slo beb cuatro cuartos de cerveza! exclam otra voz. Sir John hizo caso omiso de sus peticiones y agarr a Godbless, que segua dando brincos. Habis trabajado con animales, verdad, Godbless? El hombre dej de moverse y asinti. Bien, habis sido liberado para ayudar a la Corona sir John le entreg la cuerda. ste es Judas, y os aseguro que su nombre le hace honor. Lo llevo a San Erconwaldo. Me seguiris por lo menos a tres metros de distancia. Le entreg una moneda. Godbless la cogi en un abrir y cerrar de ojos. El forense se inclin sobre l, agarr al mendigo por el justillo y lo levant a la altura de su cara. Ni siquiera se os ocurra pensar en ello, Godbless! En qu, sir John? pregunt el tipo con unos ojos abiertos como platos. En huir! exclam sir John, en coger a mi animal y salir corriendo zarande a Godbless. Entendido? Del todo, sir John. Ser vuestra sombra. Tampoco es necesario que os excedis le advirti sir John. Dej al hombre en el suelo y, con Godbless pisndole los talones conduciendo al pequeo animal que le segua al trote, sir John Cranston, forense de la ciudad, se dirigi al Puente de Londres.

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Fray Athelstan se reclin en su silla del santuario y mir a los miembros del consejo de su parroquia. Exhal un suspiro y mir severamente a Watkin, el recogedor de estircol y lder del consejo: uno de los primeros instigadores de todo lo que haba ocurrido en la parroquia de San Erconwaldo. Podras repetir eso de nuevo, Watkin? El recogedor de estircol se levant de la silla y se dirigi al centro del crculo de bancos que haba justo en el prtico de la iglesia. El cementerio es camposanto, verdad, padre? Athelstan asinti. Y de acuerdo con el Derecho Cannico... Watkin sonri al resto de asistentes, deseoso de demostrar sus conocimientos. Athelstan cerr los ojos. Lament, por ensima vez, haber hablado a sus feligreses del Derecho Cannico y de sus leyes, segn el Derecho Cannico continu Watkin con tono triunfante, y las afirmaciones de San Judas... Pedro corrigi Athelstan, Judas era un traidor. Pedro era el lder de los apstoles. Da igual intervino Hig, el porquero, que se enorgulleca de sus conocimientos de la Biblia. Perdona, Hig, pero has ledo el mismo texto que yo? Judas traicion a Jess insisti Hig, el porquero, y lo mismo hizo Pedro. S, pero Pedro pidi ser perdonado y Judas no. Hig se rasc su grasienta cabeza pelirroja. Con su brillante nariz y su grueso labio inferior, Hig pareca una de las bestias a las que cuidaba. Athelstan se pellizc el muslo; deba comportarse con humildad, pero empezaba a estar harto. Estudi uno por uno a los presentes. Pernell, la mujer de Fleming, examinaba con cuidado los bucles de su cabello teido color panocha. Cecilia, la cortesana, no dejaba de agacharse para atarse una correa de su sandalia. Cada vez que se inclinaba, su corpio bien dotado se apretujaba y las miradas de todos los hombres se dirigan hacia ella. Ranulfo, el cazador de ratas, sin embargo, estaba perdiendo la paciencia y

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pareca ms interesado en sus dos hurones, Audax y Ferrox, que yacan acurrucados en su regazo y eran el temor de las ratas del sur del ro. Crim, el monaguillo, estaba sacando la lengua a la mujer de Pike el acequiero, una autntica arpa de mujer. Athelstan se pregunt hasta cundo podra controlar su genio. Huddle, el pintor, tena la mirada perdida en la pared desnuda, llevado por sus ensoaciones, deseoso de pintar la escena del Juicio Final. El resto, incluido Mugwort el campanero y Amasias el batanero miraban con ojos de bho a Watkin, que esperaba una seal para proseguir su discurso. Contina, Watkin le pidi Athelstan hastiado. Es muy sencillo dijo Watkin, el camposanto, el cementerio pertenece a la parroquia. Segn el Derecho Cannico y las palabras de Judas... Athelstan mir ahora a Benedicta, que se aguantaba la risa tapndose la boca con la mano y finalmente levant la vista al cielo. Lo nico que queremos, padre, es asegurarnos de que la tapia del cementerio tiene unos cimientos slidos. Con ello no perjudicaremos a nadie. El sol se pone tarde, Pike y yo podemos cavar el foso y a la maana siguiente volver a llenarlo. Y por qu queris dejarlo abierto por la noche? pregunt Athelstan. Oh, tan slo para asegurarnos que, eh... Watkin mir a Pike en busca de ayuda. Tampoco queremos que nos d demasiado trabajo, padre. As seremos capaces de comprobar si hay alguna filtracin de agua del arroyo del otro lado. Es mejor inspeccionar los cimientos a plena luz del da. Aquel tema cogi a Athelstan por sorpresa, pero no encontr ninguna objecin por la que negarse. Dio una palmada. Muy bien, de acuerdo... Se call al irrumpir de pronto por la puerta Bladdersniff el bedel, su rostro sonrosado y de duras facciones estaba hinchado por la bebida, sus ojos estaban todava llenos de legaas. Esa maldita puerca que tenis est haciendo de las suyas en vuestro jardn. rsula la porquera solt un chillido y se levant. A pesar de su edad, sali a paso bastante ligero. Uno de estos das murmur Pike, me voy a cargar a esa cerda. La voy a hacer picadillo. No podis hacer eso declar Manyer, el verdugo, se considera hurto. Os colgaran por eso, Pike. Acabarn por colgarlo de todos modos aadi la mujer de Watkin.

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El prximo asunto que debemos discutir interrumpi Athelstan rpidamente, es que el Gremio de los Cazadores de Ratas ha solicitado prestar sus servicios en nuestra parroquia la prxima semana. Ahora Ranulfo se puso en pie, cogiendo a los dos hurones en sus brazos. No me ha quedado ms remedio que dar mi aprobacin continu Athelstan ; vendrn cazadores de ratas de todo Southwark. Dar una misa como agradecimiento y bendecir sus jaulas, trampas, hurones... Y gatos aadi Ranulfo, lanzando una mirada de envidia a Buenaventura, el enorme gato tuerto de Athelstan que yaca acurrucado tranquilamente a los pies de su amo. El cazador de ratas se humedeci los labios. Estara dispuesto a pagar todo el oro del mundo por Buenaventura, un gran asesino de ratones y alimaas, un magnifico cazador. Ranulfo, en secreto, adoraba el suelo que pisaba Buenaventura y, a espaldas del cura, haba intentado ganarse su favor con platos de crema y arenques. Buenaventura haba cado en la tentacin, pero luego volva siempre con su amo. Tambin t sers bienvenido. Athelstan volvi a callarse al ver como se abra de par en par la puerta de la iglesia y apareca sir John Cranston con sus andares de pato, la capa en una mano y la espada golpendole en la pierna. El forense lanz una mirada a todo el consejo. Con un nmero notable de excepciones aadi sonriendo a Benedicta, he visto caras ms honradas en los cepos de Newgate. Por qu no os mordis vuestra lengua de civil? exclam la mujer de Pike ponindose en pie. Slo porque seis el forense... Tranquila, mujer. Slo estaba bromeando. Todos los presentes merecen mis respetos aadi mientras introduca sus pulgares en el cinto de su talabarte. Padre Athelstan, deseara tener unas palabras con vos. El consejo parroquial se puso en pie. A decir verdad todos se sentan un poco atemorizados por sir John y su poder. Era un hombre que, a pesar de sus modales bruscos y su gran porte, tena ojos de guila y los mismos instintos de caza de cualquiera de los hurones de Ranulfo. Athelstan mir a Benedicta. Supongo que volver pronto le dijo, aseguraos de que Philomel se encuentra bien en los establos y dejad un poco de leche para Buenaventura. La viuda sonri y Athelstan sinti como el corazn le daba un vuelco. Estaba contento de no haberse marchado de Southwark y aquella mujer hermosa de cabellos oscuros y mirada tierna era uno de los motivos. Athelstan se haba dedicado a estudiar su conciencia: no la deseaba con los ojos de la mente, tal y como decan las Escrituras, slo le gustaba estar cerca de ella, en especial cuando se meta con l. Una vez la iglesia qued vaca, sir John cerr la puerta. Se acerc uno de los

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bancos y se sent frente a Athelstan. Dio un respingo cuando Buenaventura, que pareca adorar al corpulento forense, se le acerc para restregar su cuerpo contra su rolliza pierna, arqueando su espalda con placer, con el rabo bien tieso y los ojos medio entornados. No me gustan los gatos. Pero a l s le gustis, sir John afirm Athelstan ponindose en pie y llevndose las manos a la espalda. A m s que no me gustan los consejos de la parroquia suspir, habis venido por algn asunto oficial? Sabis cmo leerme el pensamiento, padre. Su majestad el Duque de Lancaster, Juan de Gante, regente del reino, to del rey, requiere nuestra presencia en el palacio de Savoy sin ms dilacin. Por qu? No lo s. Ah, qu bien! Athelstan se dirigi a la puerta y luego dio media vuelta, pensativo. Entonces vio aparecer al destartalado Godbless entrando en la iglesia con el pequeo macho cabro trotando detrs de l. Qu demonios significa esto? Godbless se arrodill, llevando un brazo sobre el animal, que se volvi y empez a lamerle la mejilla sin afeitar. Sir John le explic rpidamente lo que haba pasado. No me puedo quedar con l! exclam, a lady Maude le horrorizan estos bichos. Athelstan capt una mirada de splica en sus ojos. Cmo se llama? La bestia de cuatro patas se llama Judas. La de dos, Godbless. Y por qu Godbless1? Godbless es un carterista. Acude a misa justo antes de la comunin, cuando se intercambia el beso de la paz. Os estrecha la mano, os besa en la mejilla y, mientras susurra el Que Dios os bendiga, intenta echarle mano a vuestro zurrn. Athelstan se arrodill a la altura del mendigo. Entonces eres un ladrn, Godbless? No demasiado bueno, padre.

1 El nombre del personaje de Godbless est formado por God y Bless que en ingls significa Dios y Bendecir (God bless you, que Dios te bendiga).

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P a u l H a rd in gAthelstan acarici al animal. Y ste es Judas.

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A m me guzta intervino Godbless, y yo le guzto a l. No tengo ningn sitio en el que caerme muerto, padre. Se supone que a los frailes les gustan los animales afirm sir John. Se supone que a todos nos gustan, sir John, y ste es un buen animal. Y t tambin eres un buen hombre, Godbless Athelstan se puso en pie. Godbless, no te puedes quedar en mi casa, apenas hay sitio para uno pens en el mal estado del cementerio y en las constantes quejas de Watkin y Pike para que lo arreglara, pero puedes quedarte en la capilla del cementerio. Cuando velen algn cuerpo por la noche, podrs dormir en mi casa. Dejar una nota a la viuda Benedicta. Te colocar una cama y tal vez un taburete. El sitio est limpio, bien fregado y no huele. El rostro de Godbless empez a iluminarse. A cambio te hars cargo de este animal. Puede pacer en el cementerio y de paso puedes echar una ojeada a lo que pase por all. Athelstan se sinti reconfortado. No las tena todas consigo respecto al uso que sus feligreses hacan del camposanto, ya fuera por las borracheras que cogan all Pike y Watkin o por las citas amorosas de Cecilia, la cortesana. Rebusc en su zurrn y sac una moneda. Llvate al macho. Encontrars alguna cuerda ms larga en la capilla. Deja que el animal pazca a sus anchas, pero no le dejes suelto por ah, talo a uno de los ganchos de la pared. Godbless asinti y se qued mirando la moneda. Luego ve a la pastelera. Est al final de la calle, pdele a Piernasalegres que os sirva uno de esos pasteles recin hechos y dile que te has adherido a nuestra parroquia. Godbless se levant dando un brinco, pero Athelstan lo agarr por el brazo. Aunque no podemos seguir llamndole Judas, verdad?, haba otro apstol, uno que no traicion a Cristo, tena un nombre parecido a Judas. Ah, s, Tadeo! Athelstan hundi sus dedos en el agua bendita y roci a Godbless y al animal. Te bautizo con el nombre de Tadeo, macho cabro de esta parroquia.

***Al cabo de un rato, tras haber subido a la chalana de Moleskin que cruzaba el ro Tmesis, sir John y Athelstan desembarcaron en el muelle cerca del palacio de Savoy. Fueron recibidos por unos soldados ataviados con libreas de Juan de Gante.

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Atravesaron el cordn y les condujeron por el camino de guijarros que llevaba a las puertas del palacio. All haba ms soldados en guardia. Una vez atravesaron la puerta principal abovedada que daba a los jardines, unos caballeros y arqueros enfundados en sus vestimentas reales le pidieron a sir John que les entregara su talabarte y, acto seguido, les condujeron a travs de los espaciosos jardines trazados con un gusto exquisito hasta que finalmente se adentraron en el fro pero perfumado palacio. Athelstan mir a su alrededor fascinado. Las paredes, suelos y techos eran de piedra blanca y concluy que se trataba de mrmol puro. A ambos lados de las galeras colgaban unos tapices maravillosos de Hainault y Flandes, que con colores muy vivos representaban escenas de la Biblia y de la Antigedad. Aquella opulencia se hizo todava mayor a medida que se adentraron en el palacio. Los suelos eran de madera pulida y olan a cera recin untada, adems gran parte de su superficie estaba cubierta por espesas alfombras de lana de diversos colores. Las estatuas se tenan en hornacinas, pequeos retratos de antiguos reyes y prncipes colgaban en gruesos marcos de madera negra en las paredes. Haba soldados por todas partes: al pie de las escaleras, en la entrada de algunas cmaras y constantemente a su alrededor, mientras esperaban a ser conducidos al primer piso, donde el regente tena sus aposentos privados. Athelstan record el monlogo de sir John mientras cruzaban el ro Tmesis en la chalana de Moleskin sobre cmo el resentimiento del pueblo hacia el regente era cada vez mayor, especialmente en los condados y en las afueras de la ciudad: sus recaudadores de impuestos, sobre todo, haban sufrido algunos asaltos y sus demandas haban sido rechazadas. Incluso en la Cmara de los Comunes se haban levantado algunas voces de protesta hacia su persona; sus miembros solicitaban una reforma del gobierno y una investigacin concienzuda sobre la guerra librada contra Francia, en la que se haba alcanzado recientemente una tregua gracias a la intervencin del papado. Estamos atravesando tiempos difciles, padre Athelstan afirm sir John sacudiendo la cabeza y desviando la mirada hacia el otro lado del ro en direccin a las ornamentadas galeras venecianas de elevada popa, los barcos de guerra ingleses y los enormes barcos mercantes de amplios cascos de Lbeck. A su alrededor navegaban chalanas, botes gobernados por mendigos, barcazas y barcos de pesca. Todo esto podra terminar haba dicho con tristeza. Qu queris decir? le haba preguntado Athelstan, deseando que Cranston bajara el tono de voz. Moleskin, aunque inclinado sobre los remos, siempre prestaba atencin a las conversaciones de sus clientes y Cranston haba tomado unos tragos de ms de su milagrosa bota. Londres no est bien protegido. Tenemos una prisin en la Torre, De Gante y los grandes seores disponen de sus propios soldados, pero si un ejrcito rebelde

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marchara hacia el sur podra hacerse con la ciudad en un solo da. Rebeldes? pregunt Athelstan. Hombres del campo, la Gran Comunidad del Reino. Son un hatajo de traidores haba explicado sir John con un suspiro de desesperacin. Pero muchas de sus quejas son justas. Se les aplican unos impuestos tan altos que no les queda otro remedio que rebelarse, estn atados de por vida a la tierra. Sus impuestos son fijos, sus salarios una miseria. Si consiguen encontrar a un lder, entonces que Dios nos ampare dijo dndole un codazo a Athelstan. Y si echis una ojeada a mi tratado sobre el gobierno de la ciudad, os daris cuenta de que Southwark es nuestro punto ms dbil. El norte est defendido por las murallas, pero una vez se colaran por Southwark y tomaran el puente, Londres caera en sus manos. Athelstan entendi la preocupacin del forense. Saba que algunos de sus feligreses, en concreto Pike, era miembro de la Gran Comunidad del Reino y, a pesar de que nunca se lo haba dicho, saba tambin que sir John era el nico oficial real que poda caminar por las angostas callejuelas de Southwark y salir ileso. El forense tena fama de ser honesto y su amistad con el cura de la parroquia de San Erconwaldo tambin le cubra las espaldas. Sir John Cranston, padre Athelstan... El dominico sali de su ensimismamiento. El joven caballero de pie en las escaleras pareca ser uno de los soldados currutacos del regente. Athelstan reconoci a un guerrero en su traje austero y gris con un talabarte atado alrededor de la cintura. Que Dios me bendiga, pero si es sir Maurice. Sir John hizo las presentaciones. Athelstan estrech la mano del joven caballero. Enseguida sinti simpata por aquel joven de modales un tanto bruscos pero de mirada honesta. Un soldado, dedujo Athelstan, un hombre rpido de palabra y de accin. Mientras seguan a sir Maurice por las escaleras, Athelstan reflexionaba sobre lo contradictorio que poda ser Juan de Gante. Un cortesano de finos modales, un hombre nacido para la conspiracin, pero De Gante segua siendo el hijo de Eduardo III, con la fuerza y el coraje como para atraer a su lado tanto a guerreros como a jvenes petimetres y a diletantes. Estos ltimos prestaban mucha atencin a su aspecto personal, se rociaban el cuerpo con perfumes, se rizaban el pelo y vestan con trajes todava ms fastidiosos que los cortesanos de clase alta. Athelstan los haba visto sobre sus ornamentados zapatos de tacn alto y envueltos en sus maravillosos trajes. Haba observado el modo tan cursi con el que hablaban. Intentaba no juzgarles pero, a menudo, estaba en el fondo de acuerdo con sir John cuando deca que los guerreros de Inglaterra no eran ms que un hatajo de palafrenes castrados, todo apariencia, con poco valor y coraje. Sir Maurice les condujo a la cmara privada del regente. Era una habitacin pequea y estrecha, tena revestimientos en las paredes; del yeso blanco del techo

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colgaban banderas de Len, Castilla, Francia e Inglaterra. De Gante estaba sentado detrs de un enorme escritorio negro. Ojeaba algunos pergaminos mientras hablaba en voz baja con un escribano sentado a su vera en una silla con un brazo para escribir. Por fin levant la vista. Athelstan no pudo decidir si De Gante era un ngel o un demonio. Tena el buen parecido propio de los Plantagenet: cabello, barba y bigotes rubios, pmulos salidos y unos ojos azul zafiro que podan entornarse mientras sonrea o volverse tan fros como el hielo. Vesta una camisa de lino plisada abierta a la altura del cuello y llevaba un collar de plata de la casa Lancaster con las iniciales S.S. Estaba arremangado y mostraba as sus guanteletes de oro en cada una de las muecas, mientras que los anillos de los dedos atrapaban la luz y brillaban como el fuego. Despidi al escribano y se puso en pie. Pero si es mi buen forense, sir John estrech su mano y se volvi hacia Athelstan. El dominico capt su mirada de tanteo en sus ojos. Por lo que veo segus en San Erconwaldo, eh, padre? S, seor. De Gante le tendi la mano y le dedic una deslumbrante sonrisa. Padre Athelstan, igual que sir John, no dispongo de tiempo para hablar con curas pero siempre seris bienvenido a mi casa estrech la mano de Athelstan con firmeza. Maltravers, cerrad la puerta les indic con la mano a sus invitados que tomaran asiento en dos sillas que el escribano les haba colocado antes de desaparecer. Por favor, sentaos. El vino que sirvi sir Maurice era blanco, ligeramente amargo pero muy fro. Athelstan comprob su sabor y cerr los ojos saborendolo, luego se sinti culpable y los volvi a abrir. Con De Gante siempre pasaba lo mismo, era como caminar de cabeza a una tela de araa, suave pero no por ello menos peligrosa. Sin embargo, sir John disfrutaba como un enano con aquel vino. Se haba prcticamente terminado su copa y ya estaba pidindole a sir Maurice que se la volviera a llenar. El joven caballero obedeci esbozando una sonrisa en su rostro. De Gante permaneca repantigado en su silla, observando al forense bajo aquellos ojos de prpados pesados. Os gusta el vino, sir John? El vino alegra el corazn respondi el forense, o eso dice el salmista, incluso los apstoles solan tomar vino con abundancia. Y no os hace perder el juicio? No, seor, por qu? Acaso os lo hace perder a vos? De Gante solt una risotada y alz una mano.

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Basta de este tira y afloja seal airosamente a Maltravers. Conocis a sir Maurice? S, de nombre y reputacin, seor. Es uno de mis capitanes continu el regente, ha librado una guerra implacable contra los franceses por tierra y por mar. Hace dos meses, en las costas de Calais, estuvo al mando de una pequea flota de barcos que atacaron a dos buques de guerra franceses, el San Sulpice y el San Denis. El San Denis se hundi, pero el San Sulpice lleg triunfalmente a Dover. Pues bien, se liber a los soldados y marineros franceses por la docena del fraile. Sin embargo, cinco oficiales, cinco hombres importantes, fueron capturados. Pierre Vamier; Jean Gresnay; Eudes Maneil; Philippe Routier y Guillaum Serriem. Al ser oficiales, segn las costumbres y usanzas de la guerra, se pidi un rescate por ellos, por lo que fueron conducidos al feudo de Hawkmere. Un lugar desolador interrumpi sir John, est cerca del priorato en Clerkenwell. Realmente un sitio escalofriante De Gante rebusc entre sus manuscritos sobre su escritorio. Design a sir Walter Limbright como su guardin, anfitrin o su seor, me da igual como quieran llamarlo. l y su hija Lucia tienen la custodia del feudo. Limbright es un soldado ya viejo, odia a los franceses porque incendiaron su feudo en Winchelsea, mataron a su esposa y a sus dos hijos. l estaba en la guerra y Lucia estaba visitando a unos familiares en Hyde cuando ocurri todo. Limbright se encargara de que los franceses estuvieran bien encerrados. Y qu pas? pregunt Athelstan. El enviado francs de Inglaterra el regente continu como si Athelstan no le hubiera interrumpido, es lord Charles de Fontanel. Est esperando abajo De Gante cogi su copa y la hizo rodar entre sus manos. Espero que recauden pronto el rescate y esos hombres sean liberados, y para contestar a vuestra pregunta, padre, ayer por la noche Guillaum Serriem fue encontrado envenenado en su celda. Ayer por la noche? pregunt Athelstan con curiosidad. Bueno, para seros totalmente franco, fue esta maana, para entonces su cuerpo ya estaba tieso y fro. El mdico, Osmund Aspinall, propietario de una botica de Cripplegate, afirm que el prisionero debi morir un poco despus de que l se marchara, sobre las nueve de la noche. Y seguro que fue envenenado? Athelstan mir atemorizado a sir John. El forense se haba bebido las dos copas de vino muy rpido y ahora yaca repantingado en su silla sosteniendo la copa como una madre a su hijo, con los ojos entornados y una sonrisa de lo ms feliz. Oh, s De Gante elev su tono de voz con la intencin de despertar a

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Cranston. Tena la boca y la lengua descolocada, una palidez mortal, marcas en el estmago y en los muslos. Y cmo le administraron el veneno? El regente se rasc el pecho y mir desafiante al forense. Si lo supiera, padre espet, no estarais aqu. La celda estaba cerrada con llave por dentro. Un guardia permaneci de pie al final del pasillo. No hay ninguna ventana excepto una pequea rendija, no hay entradas secretas, nada. Serriem haba bebido algo de vino antes de que se retirara, pero cuando Limbright ech la puerta abajo (y haba otros hombres con l), la copa que encontraron en la habitacin estaba intacta. Se llev a cabo una bsqueda concienzuda por toda la celda. No encontraron nada sospechoso. Y cundo comi sir Guillaum? continu preguntando Athelstan. Con el resto, sobre las siete de la tarde. Bebi lo mismo, comi lo mismo y luego jug al ajedrez en el saln. Y no pudieron administrarle el veneno entonces? Lo dudo. Compartieron la misma jarra de vino y no pas nada en particular. Y ahora los franceses estn que se suben por las paredes dijo sir John abriendo los ojos y levantndose, luego coloc la copa sobre la mesa enfrente de l. Bueno, sir John, me alegro de que os unis a nosotros. Mi querido seor De Gante, nunca me march. El regente se ri por lo bajo. Tenis razn, John. Ya os podis figurar lo que ha pasado. Segn las leyes y las usanzas de la guerra, los prisioneros deben permanecer bajo nuestro cuidado hasta que se pague el rescate. Los franceses solicitan una compensacin y que se haga justicia. Pero todava hay ms, verdad? S, John, todava hay ms. Hace una semana firmamos una tregua con Francia, una que nos beneficia sobre todo a nosotros. No ms guerras por tierra o por mar. Pero si los franceses creen interrumpi Athelstan, que estamos matando a nuestros rehenes, hombres de gran vala... Exacto, podran declararlo un casus belli, una justificacin para emprender de nuevo la guerra, y la tregua, que tanto le cost obtener a los negociadores papales, podra terminarse. Y vos creis que Serriem fue asesinado persisti Athelstan, que no fue ningn accidente ni ningn suicidio, verdad?

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P a u l H a rd in gDe Gante hizo un mohn y sacudi la cabeza.

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Serriem tena una esposa y familia en Francia, estaba desesperado por volver a casa se volvi y chasque los dedos. Maurice, haced que suba el seor De Fontanel. No slo se debe hacer justicia aadi con pesadez, sino que tambin debe verse cmo se ejecuta. Sir Maurice sali de la estancia. El regente permaneca sentado mirando apenado los pergaminos sobre su mesa. Ni siquiera se movi cuando sir John se levant y se llen otra copa. Athelstan pase la mirada por la sala. Cunta parte de verdad habra en todo aquello?, se pregunt. De Gante era tan escurridizo como un pez y Athelstan saba que estaban a punto de iniciar la persecucin de un hijo de Can, un asesino, un criminal. Entraran en los dominios del diablo, buscaran la verdad para que se hiciera justicia, pero eso nunca era un camino fcil. Athelstan estaba a punto de hacer sus propias preguntas cuando escuch un ruido de pasos fuera y a continuacin entr sir Maurice en la sala. El hombre que le acompaaba vesta una tnica larga, una toga de cuello alto que le caa a la altura de la rodilla sujetada por un cinturn de plata alrededor de la cintura. En los pies llevaba unos coturnos adornados con hebillas de plata y finalmente una cadena de oro alrededor del cuello con una flor de lis. Tena el cabello pelirrojo muy brillante, un rostro plido mofletudo y una nariz de gancho; sus ojos eran arrogantes, medio entornados, y sus labios eran finos y blanquecinos. Un hombre de fuerte temperamento, consider Athelstan, tmido pero taimado como la comadreja que pareca ser. Era tambin un hombre muy ceremonioso. De Fontanel hizo una reverencia al regente y esper a que sir Maurice le trajera una silla para que pudiera sentarse al lado del regente. Se inclin con cuidado, colocndose bien la funda en la que llevaba una daga de plata de manera que no le rozara con el brazo de la silla. Slo entonces se molest en reparar en la presencia de Athelstan y sir John. Los mir rpidamente por encima y luego fij la vista sobre sus cabezas mientras jugueteaba con los anillos de sus dedos. Seor De Fontanel De Gante se removi en su silla para mirarle cara a cara, permitidme que os presente a sir John Cranston, forense real de la ciudad, y a su secretario el padre Athelstan, dominico, verdad? Los ojos de Charles de Fontanel se movieron como los de una serpiente. Mir rpidamente a sir John y le dedic un pestaeo de desprecio. Luego estudi con ms detalle a Athelstan, como si no pudiera adivinar de quin se trataba realmente. Cogi la copa de vino que le pas sir Maurice y se la entreg a sir John. No quiero que me envenenen espet, como al pobre Serriem. Vos primero, seor. Por supuesto! sir John agarr la copa, se la acab de un trago y se la devolvi. Las mejillas del enviado francs enrojecieron de rabia. El regente baj la cabeza

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para disimular la risa. Sir Maurice se apresur a llenarle de nuevo la copa. Seor De Fontanel intervino Gante, aqu estis a salvo. Lo mismo le dijisteis al pobre Serriem y ahora est muerto, envenenado. Eso no ha sido culpa ma De Gante dio unos golpecitos sobre la mesa, mir y seal a Athelstan y sir John. Son mis dos oficiales. Investigarn la muerte de Serriem. Si fue asesinado, cogern al criminal y ser colgado. Tenis mi palabra. El regente hizo hincapi en las tres ltimas palabras y a De Fontanel no le qued otra opcin que aceptarlas. Tom un sorbo de su copa, levant la cabeza y estudi a los dos oficiales. No somos lo que parecemos aadi el forense con calma. Monsieur, si buscis en los pergaminos de guerra el nombre de Cranston lo encontraris entre las victorias de muchas reyertas contra vuestro pas. Hay una frase que dice: El hbito no hace al monje y nunca juzguis a un libro por su cubierta su rostro dibuj una sonrisa. Os pido que hagis lo mismo. Seor intervino Athelstan, habis estado alguna vez en el feudo de Hawkmere? El enviado francs le mir con recelo. Si queris que descubramos la verdad continu Athelstan, significa, seor, que debemos hacer preguntas a todo el mundo. Suelo ir a menudo espet con acritud De Fontanel. Y solis traer algo de comida o bebida? No, no se me permite. Slo un libro de oraciones, algunas sartas de cuentas... De Fontanel baj la copa. Seor De Gante, ya sabis lo que mi seor piensa sobre este asu