el juego de la cara - douglas e. harding

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    EL JUEGO DE LA CARA

    DOUGLAS E. HARDING

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    NDICE

    EL JUEGO DE LA CARA .................................................................. ................................................................ ... 3CONFRONTACIN EL JUEGO QUE LAS GENTES JUEGAN................................................................... 15EL PRNCIPE, EL RENACUAJO Y LA RANA................................................................. ................................ 36BIBLIOGRAFA ......................................................... ................................................................... ...................... 49

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    EL JUEGO DE LA CARA

    1. Nuestra Tesis:

    Este ensayo sostiene que:

    (a) Todos los juegos que las gentes juegan surgen de un juego bsico, al que nosotros

    llamamos el Juego de la Cara.

    (b) Ser libre-de-juego es cesar de jugar el Juego de la Cara, y esto (en contextos religiosos)es llamado de varias formas: Liberacin, Auto-Realizacin, Despertar, Iluminacin.

    2. Definicin del Juego de la Cara.

    ste es el juego al que casi todo el mundo juega (las excepciones incluyen a los nios, al-

    gunos retrasados y esquizofrnicos y los Veedores) en el que el jugador finge que tiene una

    cara donde no tiene ninguna, que l es (a cero metros) lo que l parece (a, digamos un metro).

    3. Antes del Juego.

    Al nio en crecimiento le lleva aos aprender el Juego de la Cara completamente y seguir-

    lo con conviccin. En los siguientes ejemplos, la leccin todava tiene que ser aprendida: el

    nio es todava (por el momento, en cualquier caso) tan sin cara como en el nacimiento.

    A Carlos (un ao y siete meses), en una fiesta, se le dice que localice a varios tos y tas.

    l seala a cada uno alrededor correctamente. Entonces alguien le pregunta dnde est Carlos.

    l mueve sus manos en el aire un gesto que parece decir que l es sin lmites. Carlos no

    puede localizar a Carlos. En la misma escena, cuando es regaado por ser un nio travieso, a

    l no le importa ser llamado travieso, pero dice protestando que l no es un nio. (Eventual-

    mente le dijo a su abuela que l era un nio).

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    A Joan (dos aos), se le dice que vaya y se lave. Ella va al bao y empieza a lavar su cara

    la cara en el espejo.

    Simon (dos aos), preguntado por dnde est Simon, seala recto hacia afuera.

    Johnny (dos aos y tres meses) pide a su madre que le haga un dibujo. Ella dibuja un cr-

    culo como cara y pregunta: Ahora qu ms? l indica el tronco, pantalones, pies, manos

    (pero no brazos). Entonces quiere ojos, as que la madre dibuja un par. Pero l insiste en dibu-

    jar ms y ms hasta que toda la cara est llena de ojos. l declara entonces que el dibujo est

    acabado.

    Andrew (tres aos) tuvo un accidente. Va a ver a su amigo, llevando un espejo para ense-

    arle los puntos en su cara.

    Stephen (tres aos y seis meses), de pie en el bao y mirando hacia su cuerpo, llora:

    Mami, yo no tengo cabeza!

    George (cinco aos), preguntado sobre si tiene un hermano, dice: S. Entonces l tie-

    ne un hermano? Oh no!

    Mary (cinco aos) pregunta a su madre por qu ella y su hermana tienen cabeza y ella no.

    Apuntando a su cabeza, anuncia: Pero yo no tengo una cabeza aqu.

    Preguntados en dnde piensan, la mayora de los nios de la clase dicen: En nuestras ca-

    bezas. Peter (siete aos) dice que l piensa en su libro de aritmtica.

    Susan (ocho aos) es una nia negra en una escuela de blancos. Sus antebrazos y el envs

    de sus manos estn llagados; ha estado intentando volverlos blancos. En esta etapa su cara no

    es un problema.

    Caroline (nueve aos) est sentada con la familia alrededor de la mesa jugando a las car-

    tas. No puede entender por qu su madre insiste en que ella debe incluirse cuando cuenta a los

    jugadores.

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    Hakim, escribiendo sobre s mismo a los diez aos: S que mis brazos y mi cuerpo son

    negros, puedo verlos; pero juro que mi cara es blanca, y si ella (Shirley Temple) me conocie-

    ra, correspondera a mi amor.

    John (once aos) trata sin xito de explicar a sus padres que l es el espacio en el

    que todas estas cosas ocurren.

    Advierta que, de hecho, hay dos tipos muy diferentes de aparente no-cara en estos ejem-

    plos. El primero mera no-cara puede ser llamado: ignorar la presencia de uno (por ejem-

    plo, Caroline). El segundo no-cara consciente puede ser llamado: ver la propia ausencia

    de uno (por ejemplo, Stephen). Aunque breve y espordica, esta visin es un verdadero atisbo

    de la Liberacin o Iluminacin del Veedor, la cual se describe acordemente como hacerse

    como un nio pequeo de nuevo.

    4. Aprender a jugar

    El nio pequeo es sin-cara, y su aprendizaje a fingir lo contrario es una tarea larga y

    complicada, que comienza casi con el nacimiento y que difcilmente se completa hasta los

    diez aos. Hay tres maneras de aprender el Juego y ellas se completan y refuerzan unas a

    otras. Todas son completamente deshonestas.

    Estas maneras son: (1) Construir una cara aqu, (2) Importar una cara de otra parte, (3) Sa-

    lir a buscar una cara.

    (1) Construir una cara aqu.

    Esta va es no visual, y se construye en base al tacto, la actividad y tensin muscular, sen-

    saciones de calor, fro, dolor y dems. Desde el nacimiento, la cara del nio es besada, acari-

    ciada, alimentada, lavada, y por lo general manoseada y halagada, como para componer su

    evanescencia inherente y corporizarla en adelante. A su debido tiempo, son aadidos diversos

    pasatiempos infantiles que implican la manipulacin facial y llevan deliberadamente la aten-

    cin del nio a lo que l parece a los dems. En la escuela tambin, el trabajo contina.

    (Profesor: Finjamos que nuestros dedos son coches. Entonces podemos hacer un viaje alre-dedor de nuestros mofletes!).

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    A medida que uno crece, la necesidad de corporizar la cara aumenta en lugar de disminuir.

    El sitio se manipula todava ms: Se asiste al ritual del lavado frecuente, limpieza de dientes,

    cepillado de pelo, adecentado, maquillaje y adorno de la propia cara, afeitarse, hacerse el inte-

    resante con gafas, fumar. (Debo tener una cara aqu para insertar esta gran pipa en ella, pues

    todo este humo tiene que estar saliendo de ella!).

    Cun exitoso es este mtodo? Qu tipo de resultados produce, no en lo que pretende el

    Juego, sino en la realidad?

    En lugar de pensar una respuesta, por qu no poner el asunto a prueba? Manipule su cara

    ahora de la manera que le plazca. Puede usted construir sobre sus hombros un globo slido,

    opaco, coloreado, tal como el que encuentra sobre los hombros de las dems personas? Y,

    habindolo construido, puede usted tomar residencia dentro? Si es as, a qu se parece estar

    dentro?

    No es este primer mtodo de tratar de construir una cara, justo donde usted es, un fracaso

    total? Fingir lo contrario es la tctica del Juego de la Cara.

    (2) Importar una cara de otra parte.

    Lo que uno necesita y no puede hacerlo en casa, lo importa. Aqu es donde entra el espejo.

    Al comienzo, el nio ignora al otro nio detrs del espejo. Pronto, sin embargo, comienza

    a jugar con su pequeo amigo. Eventualmente, aprende que esa cara es en realidad su pro-

    pia cara aqu, enfrente del espejo. En su imaginacin, alarga la mano hacia ella, la saca delespejo, la atrae hacia s agrandndola segn viene, la da la vuelta, y finalmente la encaja en su

    no-cara. Qu suma de trucos imposibles para seguirlos con uno mismo!

    (Para comprobar cun eficientemente est usted jugando al Juego de la Cara, mire en el

    espejo de su bao. Si ve a alguien en ese segundo bao vaco, detrs del espejo, mirando fija-

    mente al suyo, entonces est jugando mal o no est jugando en absoluto. Si simplemente se ve

    a usted mismo, entonces est jugando bien).

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    (3) Salir a buscar una cara.

    Si mi cara est realmente algo lejos, y no puedo (si soy honesto) ni construirla aqu sin-

    tindola, ni traerla aqu de otra parte con la ayuda de mi espejo, parece que debo salir en bus-

    ca de ella. Si no estoy en situacin de ver mi cara, de alguna manera debo ponerme en la si-

    tuacin de aquellos que la ven.

    Para empezar, esto es por supuesto imposible. Al comienzo el nio est centrado entera-

    mente en s mismo. Toma el mundo como se presenta. Pero su gradual y multifactico desa-

    rrollo en un humano maduro implica el crecimiento de su habilidad para trasladar su centro a

    otros observadores y contemplarse a s mismo como un objeto desde (ellos), desde su punto

    de vista (de ellos). ste es el movimiento crucial en el Juego de la Cara. Crecer es aprender a

    jugar mejor este Juego, y esto es aprender a saltar cada vez ms lejos de su cara (imaginaria,

    aqu) para ver su cara (real, ah).

    Considere el progreso del siguiente Jugador, en seis escenas breves.

    (a) El nio Carlos en la fiesta no puede confinarse a s mismo. No habindose encerrado

    todava en un cuerpo, l es amplio, ilimitado. Sin cara, no tiene ninguna preocupacin sobre

    cmo aparece a los otros, de modo que acta sin auto-consciencia, espontneamente, y no

    hace ninguna distincin de personas.

    (b) Pero esta fase inocente est ya pasando, pues Carlos est deviniendo consciente cada

    vez ms de que sus padres estn mirando significativamente en su direccin enfadados o

    con aprobacin, amablemente o de forma poco grata, a algo y no a nada.

    (c) Como un muchacho, Carlos asiste a otra fiesta. Es su momento de ser eso. Esta vez,

    confrontado repentinamente por un crculo de caras, comienza a sonrojarse y a tartamudear.

    Esas mscaras crticas y de pensamiento oculto qu hacen de l?. Le hacen ser un pe-

    queo nio cabizbajo, y l adopta su punto de vista. Ya no es ms inmenso y libre y en nada

    parecido a ellos; ahora se ve a s mismo a travs de sus ojos como uno de ellos y ciertamen-

    te uno muy inadecuado.

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    (d) Unos pocos aos despus, un Carlos muy diferente entra en la misma habitacin un

    Carlos que ha aprendido a jugar el Juego de la Cara con algo semejante al disfrute. Esta

    vez, hace su aparicin resueltamente (quin hace esta aparicin y de qu es esta aparicin, no

    quiere saberlo). Todo lo que dice y hace es para impresionar, no para expresar. Pues justa-

    mente ah fuera (de s mismo) l est siendo impresionado por el guapo y encantador joven

    Carlos. Los dems estn menos impresionados. De hecho, se sienten vagamente incmodos.

    Sienten la falsedad del juego. No disfrutan del espectculo del hambre de reconocimiento del

    joven Carlos descentrado y apartado de s mismo, sugiriendo con ello que bien podra volver-

    se sobre s mismo en lugar de volverse hacia ellos.

    (e) Ahora Carlos, completamente adulto, est jugando al Juego ms duramente que nunca

    y en un campo mucho ms amplio. El nmero de compaeros-jugadores que deben ser con-

    frontados e impresionados ha crecido grandemente. Su cara televisiva es familiar en un milln

    de hogares. Incluso as, l est perdido. Su apetito de reconocimiento crece ms rpido que el

    suministro. Adems, a pesar de toda su tcnica, el telespectador discriminativo le encuentra

    ms irreal que nunca. En efecto, l est diciendo: Yo no soy lo que soy, sino lo que parez-

    co. l est auto-alienado.

    (f) l puede ahora jugar an ms duro, y ponerse obviamente enfermo; o aflojar el juego y

    de alguna manera ir tirando hasta que muera. Suponiendo con mucho optimismo que l sea un

    jugador moderado: pues la sociedad es un mutuo hacer y deshacer caras. A su manera, esto

    funciona.

    Sin embargo es slo un juego, una pretensin que se mantiene plenamente operativa por

    las ventajas ocultas que otorga: empapela nuestra pavorosa Vacuidad; nos capacita para evitar

    la verdadera intimidad y amor de los que esta vacuidad es el terreno. Pero estas ventajas sonilusorias: Si nuestra vacuidad no es reconocida positivamente, se har sentir a s misma nega-

    tiva, y al final desastrosa. Para crecer de verdad, para ser libres, reposados y naturales, para

    estar completamente cuerdos e incluso para ser prcticos, debemos dejar de jugar.

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    5. Jugar mal

    Muchos nunca aprenden a jugar al Juego de la Cara con destreza o conviccin, y algunos

    nunca llegan a jugarlo en absoluto. Habiendo fracasado o declinado tomarse a s mismos se-

    gn la estimacin del mundo, son etiquetados de esquizoides o esquizofrnicos. Comprensi-

    blemente, la discrepancia entre la no-cara que ellos encuentran en el centro, y el frontispicio

    que todo el mundo fuera parece determinado a construir sobre ella, resulta demasiado para

    ellos.

    Jung deca que el esquizofrnico deja de serlo cuando siente que es comprendido; y un

    mtodo de tratamiento ha sido adoptar (con sinceridad imperfecta) el lenguaje simblico del

    paciente. Pero si el terapeuta mismo ha decidido no participar en el Juego de la Cara, en algu-

    nos casos puede hacer mucho ms para ayudarle ratificando, con perfecta sinceridad, la visin

    de s mismo del paciente. Herbert, por ejemplo, se ve a s mismo transparente, un vaco,

    hecho de cristal o de aire tenue: la gente ve sin obstruccin a travs de l. l es vaco, no na-

    cido, muerto, sin peso, discontinuo en el tiempo, sin cabeza, sin cara, desincorporado, carente

    de identidad personal, sin comparacin posible con lo que ve en el espejo, por completo dife-

    rente del odioso s mismo que la gente trata de imponer sobre l. Todo esto (dndole algn

    cambio de lenguaje), es bsicamente verdadero, evidente, para alguien que no est jugando el

    Juego de la Cara. Herbert est demasiado cuerdo para estar cmodo. Tiene que comprender el

    Juego que los otros estn jugando; ellos (o al menos su terapeuta) tienen que dejar de jugar.

    Su cura es la de ellos.

    6. Detener el Juego.

    La no-cara raramente desciende por sorpresa sobre alguien. Tampoco es probable obtener-la por estudio o an por meditacin solitaria. Por norma, es transmitida. Es fcil ver por qu.

    Esencialmente transaccional, una infeccin social, el Juego de la Cara es muy contagioso; e

    igual lo es el cese del Juego. En la compaa de jugadores duramente en-carados jugamos

    lo ms duro que sabemos. En la compaa de los sin-cara animales, idiotas, nios peque-

    os moderamos nuestro juego y no es importante investir caras especiales. En la compaa

    de un Veedor, podemos encontrarnos por entero sin-cara temporalmente as de contagioso

    es su darshan.

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    Si mi opcin es no participar en el Juego de la Cara, algunas personas a mi alrededor ten-

    dern ya a seguirme, aunque su respuesta inicial pueda ser muy bien reforzar su juego como

    auto-defensa. De qu modo preciso cesar de jugar los involucra necesariamente, y quizs les

    ayude a hacer lo mismo? Hay tres estadios transaccionales. (No es bueno leer sin ms lo si-

    guiente. Pngase cara a cara con alguien y vea si usted est, de hecho, cara a cara).

    (1) Adulto-nio.

    Suponga que estoy sentado frente a usted y jugando el Juego haciendo creer que la dis-

    posicin es simtrica. Yo cuento dos dos pares de ojos, dos bocas, dos narices, dos ca-

    ras. Nosotros somos iguales. Esto significa que estoy dividido: parte de m ve su cara ah,

    mientras la otra est ocupada componiendo un objeto similar justo aqu. El resultado de esta

    divisin es que ms que verla atisbo su cara. Y ciertamente no acojo lo que veo de ella. Yo

    tengo mi propia cara perfectamente bien aqu, gracias! As pues, le arrojo su cara de vuelta,

    hacindole casi imposible a usted rechazar la entrega. Esto es lo que sus padres, y nosotros

    (delegados de sus padres) hacemos por usted: nuestro llevar caras asegura prcticamente que

    usted llevar una.

    (2) Nio-Adulto.

    Ahora suponga que mientras todava estoy sentado frente a usted, yo salgo del Juego. En-

    tonces la situacin para m es totalmente asimtrica, cara ah frente a no-cara aqu, su presen-

    cia ah frente a mi ausencia aqu. Esto significa que mi atencin no est dividida: como un

    nio, me atengo a lo que veo, sin pensar cosas de ello. El resultado es que le veo realmente,

    vvidamente y con un mnimo de distorsin subjetiva. E incluso ms claro, me veo en realidad

    a M mismo, como esta pantalla vaca en la que usted est brillando ahora. Yo estoy encanta-do de tomar su cara!

    (3) Adulto-Adulto.

    Ahora suponga que usted entrega amablemente lo que de todas maneras yo tomo. Enton-

    ces usted, a cambio, ve cun abierto est construido. No hay ninguna confrontacin; nosotros

    ya no somos opuestos. En lugar de eso, estamos unidos. sta es la base efectiva, el fundamen-to esencial de toda relacin plena Adulto-Adulto.

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    Pero el hecho puede ser menos feliz: La ltima cosa que mucha gente quiere es librarse de

    sus caras, y la intimidad libre-de-Juego que viene con ello.

    7. Resistencia.

    Una de las marcas del juego (el juego en sentido tcnico) es que cuando un jugador est en

    peligro de volverse consciente de su juego y de su motivacin hasta ahora inconsciente, es

    posible que sufra estrs. Cuanto ms intensamente est jugando, y cuanto mayores son las

    ventajas ocultas que est obteniendo del juego, tanto ms probable es su malestar o resenti-

    miento cuando esas ventajas son amenazadas.

    Todo esto se aplica con mucha fuerza al Juego de la Cara. Las reacciones a su exposicin

    varan ampliamente. La gente que, debido a la juventud o al fracaso en el desempeo de las

    normas sociales, no han aprendido a jugar el Juego con facilidad, estn por lo general encan-

    tados de comenzar a abandonarlo. Por otra parte, los que han invertido mucho tiempo y es-

    fuerzo en la construccin de la cara, y que han ganado con l las (supuestas) ventajas resultan-

    tes, es probable que intenten alguna maniobra que procure eliminar la amenaza a sus caras

    duramente ganadas.

    Por tanto, cuando el seor Negro, opta por salir del Juego y declina jugarlo con el seor

    Blanco, que es un jugador duro, y (quizs con imprudencia) trata de explicar el Juego y por

    qu lo est dejando, el seor Blanco desdea al seor Negro como incomprensible, excntrico

    y llanamente loco. De alguna manera, el resultado de los esfuerzos bien intencionados del

    seor Negro es provocar que el seor Blanco juegue an ms duro. Como alternativa, el seor

    Blanco puede ser tocado realmente, en cuyo caso su actitud hacia el seor Negro puede tendera degenerar en una mezcla curiosa de desconcierto, aprensin y fascinacin. Trata de eludir al

    seor Negro, pero sin xito. Su amistad parece estar en su final. (De hecho, si todo va bien,

    ahora est comenzando realmente).

    He aqu otro ejemplo, un ejemplo ms dramtico. Normalmente, el monje zen va a su en-

    cuentro diario con el roshi (anciano maestro) de muy buena gana, pero cuando se encuentra al

    borde del satori (comprensin) puede tener que ser arrastrado, debatindose, en la presenciadel roshi, lo cual dara cualquier cosa por evitar. En general, el discpulo que est a punto de

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    ver su Cara Original (su No-Cara, su Vacuidad) es propenso a suscitar en contra resistencias

    inesperadas. Su malestar, cuando se enfrenta a esta barrera, es igualado por su gozo y alivio

    cuando entra en la simple verdad de su claridad.

    8. Nuestra Cara Original.

    Ver la Cara Original de uno es en el zen uno de los sinnimos de Iluminacin. Ve en

    este mismo momento a qu se parece tu cara la Cara que tenas antes de que tus padres na-

    cieran, es el mensaje de Hui Neng, el fundador virtual del zen. Nuestra Cara Original es

    absolutamente sin caractersticas. Comprensiblemente, esta doctrina dej perplejo al joven

    Tung-shan (807-869), que devino el fundador del Zen Soto. El momento de su Iluminacin

    fue cuando le aconteci ver su reflejo en un estanque. En nuestros trminos, localiz su cara

    humana abajo, en el agua, y su Cara no-humana sin atributos sobre el agua. Se mir a s mis-

    mo como la primera vez y tom muy en serio lo que vio en su verdadero valor en lugar

    de jugar con ello. Cuando el pensamiento es dejado, dice un maestro zen posterior, la Cara

    original aparece.

    Otras tradiciones religiosas, incluido el taosmo, hinduismo (advaita), islam (sufismo), el

    cristianismo mstico, tienen su versin de la Cara Original. Estn de acuerdo en que tengo que

    ver, no slo reconocer, esta vacuidad que permanece aqu en el Centro de mi universo y que

    est llena de este universo. No es que yo deba hacerme tan sin-cara, tan incorporal, tan grande

    como era en la cuna; sino ms bien ver que he sido siempre as, y siempre lo ser, ya sea que

    tenga la honestidad de reconocerlo o no. Y despus de todo, esto tiene sentido: el nio libre-

    de-juego est aqu as de evidente en realidad.

    9. Las Cinco Etapas del Juego.

    (1) Como cualquier animal, el nio recin nacido es para s mismo Nada, sin-cara, sin

    lmites, no separado de su mundo, la primera persona sin saberlo.

    (2) El nio pequeo, como hemos visto, es capaz de hacerse consciente (aunque breve e

    intermitentemente) de s mismo como l es para s mismo: Capacidad sin-cara. Sin embargo,

    l est deviniendo tambin progresivamente consciente de s mismo como l es para otros:

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    una tercera persona muy especial y humana, completa, con cabeza y cara. Ambas visiones de

    s mismo son vlidas y necesarias.

    (3) Pero cuando el nio en crecimiento aprende el Juego de la Cara, su adquirida visin de

    s mismo desde fuera viene a ensombrecer, y al final a obliterar, su visin innata de s mismo

    desde dentro. De hecho, l decrece, no crece. Al comienzo, l contena su mundo: ahora el

    mundo le contiene a l lo poco que queda de l. Toma la palabra de todo el mundo sobre

    lo que l es donde l es, excepto la suya propia, y ya no es la primera persona. Las consecuen-

    cias son justo las que podran esperarse. Encogido desde ser el Todo a ser esta parte insignifi-

    cante, crece codicioso, lleno de odio, lleno de miedo, encerrado, insincero y cansado. Codi-

    cioso, pues trata de recuperar, a cualquier precio, un poco de su imperio perdido; lleno de

    odio, pues trata de vengarse de una sociedad que le ha reducido tan cruelmente de tamao;

    lleno de miedo, pues se ve a s mismo como una mera cosa enfrentada a todas las dems; en-

    cerrado, debido a que la naturaleza de una cosa es mantener las dems fuera; insincero, pues

    se pone mscara tras mscara para cada persona u ocasin; cansado, debido a que se pierde

    mucha energa en mantener esas apariencias en lugar de dejarlas ir a donde pertenecen a y

    para los otros. Y todos estos trastornos y muchos ms surgen de su pretensin bsica,

    el Juego de la Cara, pues imagina (contrariamente a toda evidencia), que l es a cero metros lo

    que parece a un metro una masa de materia slida, opaca, coloreada y definida. En resu-

    men, es fuera de s mismo, excntrico y auto-alienado.

    (4) l ve el Juego. Por el momento, el Juego est detenido. Este ver inicial es la simplici-

    dad misma. Una vez visto, nada es ms evidente que la no-cara de uno. Los resultados, sin

    embargo, incluyendo la liberacin de la ira, el odio, el miedo y el engao, estn asegurados

    slo mientras se est atendiendo a la Claridad aqu (que es la Liberacin misma). Los atisbos

    de Claridad no son suficientes.

    (5) Ahora comienza la fase realmente ardua. Tiene que seguir viendo su no-cara siempre y

    dondequiera que pueda, hasta que ver me vuelva por completo natural e incesante. Entonces,

    al fin, termina el Juego. l es libre de juego, Liberado, Despierto, Iluminado, verdaderamente

    la primera persona.

    Esta primera identidad personal consciente o Iluminacin, ha estado surgiendo aqu y allen los ltimos 4000 aos, y ahora est siendo bastante menos rara. Ella podra estar surgiendo

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    a pesar de las todava inmensas resistencias de la sociedad. Esto es afortunado, pues la super-

    vivencia de la especie bien puede depender de que esta condicin se convierta, si no en uni-

    versal, s al menos en la norma reconocida, por la que se mida la verdadera salud mental.

    10. Conclusin.

    No hay fin al nmero y variedad de los juegos que surgen continuamente del Juego de la

    Cara, y no hay ninguna manera de ser libre de ellos excepto atajarlos en su fuente. El Juego de

    la Cara es la raz, y todos los dems son slo ramas y ramitas. Parece sensato, en ese caso,

    cortar la raz y dejar que las ramas caigan por s solas.

    Hasta que no se ponen a prueba, esto son meras palabras. Aqu hay una hiptesis de traba-

    jo, y su comprobacin no es necesariamente tan difcil como parece. Aunque es universal, el

    Juego de la Cara est deviniendo cada vez ms manifiesto como absurdo e insensato.

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    CONFRONTACIN

    EL JUEGO QUE LAS GENTES JUEGAN

    SUMARIO

    La Confrontacin es el juego primario y bsico jugado slo por las personas, es decir,

    por seres que se perciben claramente a s mismos comoseres humanosy no por los nios

    pequeos, los retrasados, algunos presuntos esquizofrnicos, ni tampoco por los ms inteli-

    gentes de los animales, ni por los veedores liberados. Los juegos particulares que lasgentes juegan son subjuegos que se derivan de este juego-fuente nico, y hasta que sea des-

    enmascarado y detenido los juegos continuarn proliferando.

    Hay cinco indicaciones de que la Confrontacin es un Juego. (1) Es subrepticio, no ino-

    cente, y opera sin ser reconocido con nuestra aprobacin implcita o explcita. (2) Reduce y

    saquea progresivamente nuestra intimidad, espontaneidad y consciencia sensorial naturales.

    (3) El miedo, la clera, la angustia, y las maniobras destinadas a salir bien parado son res-

    puestas tpicas a la amenaza de su desenmascaramiento. (4) Desde su historia ms antigua de

    juego bueno y necesario, se est tornando con rapidez (debido simplemente a que es un

    juego y a que es deshonesto, y como consecuencia final un autoengao) en un juego malo y

    ciertamente suicida, que clama por nuestro reconocimiento y nuestras contramedidas inmedia-

    tas. La urgencia queda subrayada por la multifactica amenaza que ahora supone para sus

    jugadores, para las gentes por todas partes, y para la supervivencia misma de la humanidad y

    de muchas otras especies. (5) El hecho de que, puesto que cada uno de nosotros lo ha apren-

    dido, el juego puede ser desaprendido, y de que es superfluo y puede optarse a salir de l con

    un inmenso y completo beneficio, est demostrado por la vida y enseanza, durante los pasa-

    dos 3000 aos, de notables no-jugadores veedores pertenecientes a todas y a ninguna

    religin cuyo nmero parece ir en aumento.

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    RECONOCIMIENTO

    ste no es un juego nuevo, sino una versin revisada de El Juego de la Cara (The Face

    Game, D. H. Harding, 1967), ampliado aqu para dar cuenta de los planteamientos sociales

    dominantes de nuestro tiempo, y retitulado en consecuencia.

    LA TCTICA

    Provisional e intermitentemente al comienzo, el jugador joven de la Confrontacin

    aprende a fingir que l es lo queparece. Se persuade a s mismo de que su realidadcentral

    lo que l es en su experiencia propia a cero metros de s mismo es semejante a su aparien-

    cia regional que desde ah, digamos, a dos metros, vemos nosotros, sus observadores. Llega a

    creer que lo que encuentra, justamente aqu donde est, es una cosa humana, una cara, un

    cuerpo substancial, todas las caractersticas de una personalidad adulta, cargada con las sensa-

    ciones que, retiradas ahora de sus objetos reales de afuera e implantadas sobre este falso obje-

    to central, se contaminan progresivamente (con un desconocimiento completo de l) de su

    irrealidad. Ahora para l es exactamente como si operara desde una cosa humana que est

    cerrada a nosotros y a todo lo dems de afuera, en lugar de operar desde una nada o ausencia

    no-humana que no puede remediar acoger todo en ella.

    Esta pretensin inicial se endurece poco a poco con el uso y las presiones sociales hasta

    convertirse en una firme conviccin que ronda la alucinacin. El jugador resueltamente adulto

    se ve a s mismo como este ser humano que se encuentra con ese otro en una relacin de yo-y-

    t recproca e igualada. En lugar de ver lo que ve es decir, la absoluta asimetra de la situa-

    cin ve lo que piensa que ve, lo que se le dice que ve, lo que espera ver. Si todo va bien o

    ms bien, si todo va de acuerdo con el plan no descubierto de la sociedad el proyecto impo-sible de cosificarse a s mismo, de sumergir su primera Identidad Personal innata en la segun-

    da/tercera identidad personal adquirida, sigue adelante tan inadvertida que con el tiempo es

    como si la primera nunca hubiera existido. Ahora bien, si la Primera persona del singular,

    ahora, se distingue de alguna manera, es como si fuera, por as decir, una versin fantasmal y

    privada de la cara slida y pblica que l presenta al mundo en lugar de lo que en realidad

    es: absolutamentesui generis y nica.

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    Es en este juego absurdo (y sin embargo, como veremos, un juego necesario y en principio

    bueno) donde la sociedad humana, ciertamente la humanidad misma como se comprende

    en la actualidad, tiene su fundamento. Cimentado en verdad sobre arenas movedizas!

    Solapadamente, el lenguaje promueve y juega con un centenar de tcticas. Obsrvense las

    tiles e inofensivas palabritas nosotros y vosotros, las cuales nos mezclan a usted y a m

    juntos, en un nico paquete, como nueces y uvas. Obsrvese, de nuevo, la insistente invita-

    cin del lenguaje a que usted y yo nos encontremos cara a cara como si alguna vez pudi-

    ramos hacerlo! Obsrvese, una vez ms, la no cuestionada (y casi incuestionable) asuncin de

    que usted y yo nos encontremos y confrontemos uno a otro y nos comprometamos en relacio-

    nes personales como si esta nada que yo soy pudiera tener algn comercio o conmensura-

    bilidad con algo, sea lo que sea! (Identidad s, relacin nunca!).

    El lenguaje mismo es un juego brillante, y tanto ms deslumbrante por cuanto aparece con

    el disfraz de nuestro neutral y desapasionado instrumento para llegar a la verdad. Aunque

    puede ser disciplinado hacia ese fin, su funcin primaria es sobreimponer sobre la realidad las

    ficciones por las cuales vivimos de forma corriente, lo cual no importara demasiado, quizs,

    si esas ficciones no resultaran fatales a la larga.

    La tctica subyacente de la Confrontacin (ver grfico a continuacin) es simple. El ju-

    gador (a), enfrentado al jugador B aqu y ahora, salta compulsivamente fuera de esa posicin

    central donde l es nada atemporal, a la posicin perifrica (ai) donde se imagina a s mismo

    como una cosa que tiene una apariencia pasada y una apariencia futura as como una aparien-

    cia presente, tanto para s mismo como para B. l escapa de la primera Persona, que es solo

    ahora y perfecta, a la segunda/tercera persona, que es o ms bien que tiene una historia y

    un aspecto ms o menos imperfecto. Brevemente, deviene un ex-cntrico de s mismo, diga-mos, a dos metros y ah vive la vida de un alucinado: una vida fingida, pues de hecho jams

    puede apartarse de lo que l es y cuando l es realmente. El salto es un subterfugio transparen-

    te, debido a que en (ai) l tambin es nada, tambin solo capacidad esta vez para dos cosas,

    a saber, A y B, simtricamente opuestos.

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    Sin embargo, el engao que l opera sobre s mismo pasa inadvertido. Robert Burns, al

    implorar el don de vernos a nosotros mismos como los dems nos ven, est pidiendo ese

    don tan librrima y subrepticiamente dispensado que est amenazando destruirnos a todos.

    EL PAPEL DE LA CIENCIA EN EL JUEGO

    Una temeridad peculiarmente aviesa y desastrosa en la Confrontacin es nuestro aban-

    dono de la ciencia justo donde ms se necesita tomarla en serio. En este punto jugamos al

    ignorante o no-cientfico, como si estuviramos al menos cuatro siglos por detrs de los tiem-

    pos, y ciertamente anteriores en fecha a Leeuwenhoek y su microscopio.

    Para despejar este oscurantismo inducido por el miedo, necesitamos extender el mtodo y

    los hallazgos de la ciencia a nosotros mismos al nivel fsico bsico, donde nuestra coseidad o

    aspecto objetivo tiene que desvanecerse y nuestra no-coseidad o aspecto subjetivo tiene que

    emerger. Entonces, y solo entonces, nosotros no somos ya saltadores compulsivos sino delibe-

    radamente libres para ejercer nuestra habilidad en escapar de nuestra excentricidad y promo-

    vernos a nosotros mismos al rango y dignidad de seres humanos. Esto no es un juego, mien-

    tras no se confundan el centro vaco y su llenado perifrico.

    Para sus propios fines ulteriores, la Confrontacin confunde hasta el lmite nuestra rea-

    lidad central y nuestra apariencia perifrica. De hecho, se apoya sobre una triple confusin.

    Primero, pretende que la apariencia humana perifrica de uno mismo a unos pocos metros de

    distancia, revela la realidad central y la verdadera identidad de uno. Segundo, pretende que las

    miradas de apariencias no humanas de uno (registradas por el observador en retroceso que

    observa este centro desde distancias comprendidas entre un angstrom y aos luz) son compa-

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    rativamente irreales e irrelevantes para esa identidad. Tercero, pretende que la desaparicin

    de uno en el centro, a ninguna distancia de uno mismo, no tiene lugar en absoluto. Y as, uno

    no cambia su identidad verdadera y entera (a saber, la Consciencia de uno mismo como nada

    y todo) por una identidad en parte verdadera y en parte falsa (como una pequea seleccin de

    esas cosas en todos los niveles desde las partculas hacia arriba), sino que la cambia por una

    identidad falsa (como una sola de esas cosas, perteneciente a uno solo de esos niveles). El

    perceptor deviene lo que es percibido en el espejo, colocado justo en un nico ngulo (fren-

    te a frente) y a una nica distancia (un metro). De todos los casos de identidad equivocada,

    ste es el ms errneo y el menos inocente.

    La irona tragicmica es que hoy da estamos cautivados por libros de imgenes y pelcu-

    las de cine que deberan hacernos ver quin y qu somos mucho ms fcilmente de lo que

    jams ha sido posible antes. Nos emociona unirnos al cientfico cuando aplica su telescopio-

    microscopio a un punto X all en la lejana, y encuentra que X toma forma como una galaxia

    (la Va Lctea), una estrella (el Sistema Solar), un planeta (la Tierra), una ciudad, la seora

    Smith, sus tejidos, clulas, molculas, tomos, partculas y casi espacio vaco, o algo como

    ondulaciones en el continuo espacio-tiempo. Pero en esa confluencia crtica, tan cerca y sin

    embargo tan lejos de la substancia ms ntima de la seora Smith, su historia y nuestro inte-

    rs se esfuman, justo al borde de su tremendo clmax. Si el cientfico fuera en este punto lo

    suficientemente humilde como para consultar al experto real y preguntara a la seora Smith

    misma (nica que tiene acceso a X, nica que est estacionada a cero angstrom de X) lo que

    ella encuentra ah, y si ella fuera lo suficientemente verdica como para responder Nada lle-

    no de todo, entonces l llevara su Odisea a su conclusin triunfante. Su historia llegara a

    ese desenlace perfectamente adecuado y congruente hacia el cual haba tendido todo el tiem-

    po. Sobre el fsico, en verdad cabal, se hara la luz de que l es su propio ejemplo por comple-

    to accesible y fidedigno del elusivo substrato ltimo de todas las cosas; su propio billete deentrada libre al lugar X, donde nada permanece excepto la Consciencia de todas estas cosas.

    Y lo que es ms, estara trasladando el peso y la autoridad de la ciencia desde nuestro os-

    curantismo a nuestra iluminacin, y desde nuestro juego de la Confrontacin potenciado y

    hechizado por la ciencia a su anttesis inspirado en la ciencia.

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    LOS ORGENES DEL JUEGO

    El tiempo, lugar y circunstancias de la invencin original por proto-humanos del arte de la

    excentricidad el arte de estar fuera de uno mismo y auto-alienado se pierde ms all de

    todo registro en la prehistoria. Podramos especular interminablemente sobre cmo surgi esta

    distintiva maa humana de mirar al que mira como si fuera a travs de los ojos del mirado,

    descubriendo as lo que estaba lejos de ser evidente a saber, que realmente uno es un

    humano normal completo con una cara, una espalda, un trasfondo, y dems, lo mismo que

    el resto de ellos. Pero, no importa cmo aconteci, no hay ninguna duda de que aconteci.

    Quizs hace un milln de aos, un nio precoz, o una mujer reflexiva, o un hombre profun-

    damente amenazado, o quizs una familia, dotada con un genio supremo, dieron este brinco

    asombroso, este salto cuntico impredecible y repentino, este movimiento lateral que se apar-

    taba en ngulo recto del progreso lineal de la especie hasta aquel punto.

    En adelante el futuro perteneci al tipo mutante (mutante, por supuesto, en el sentido

    general de una discontinuidad y ruptura evolutiva, ms bien que en el sentido estrictamente

    biolgico). No solo sobrevivi, sino que con un ritmo siempre acelerado floreci a expensas

    del tipo antiguo, gracias a las inmensas ventajas prcticas conferidas por su nuevo modo de

    consciencia. Una vez en marcha, no hubo ningn alto en esta especie velozmente evolutiva

    hasta que, al acercarse hacia los tiempos histricos, el una vez raro mutante que se haca obje-

    to a s mismo se hizo predominante y devino la norma. No se trataba, sin embargo, de que la

    habilidad para adoptar una fra y constante mirada a uno mismo desde afuera hubiera llega-

    do a ser la regla universal entre los humanos (muchos todava saltan atrs y adelante como lo

    hacen los nios pequeos), sino que desde haca mucho tiempo haba llegado a ser el patrn

    establecido en referencia al cual se mide la madurez humana.

    Es cuando llegamos al desarrollo del individuo humano, del nio de cuna y del nio un

    poco ms grande, cuando nuestras pistas sobre el salto inicial y decisivo se multiplican. Pues

    aqu como en el nivel biolgico la ontogenia recapitula la filogenia, y el lento desarrollo

    de la especie se refleja en el meterico desarrollo de cada uno de sus miembros. Nosotros na-

    cemos prehumanos, como la Primera persona del singular, ahora, inocentes de todas las com-

    plicaciones de la segunda-y-tercera persona, y para nosotros mismos inmensos, sin lmites y

    amplios, abiertos de par en par para acoger nuestro mundo. Espacio para todo lo que aconte-ce en l es como un nio se describi a s mismo al autor. Pero casi desde el nacimiento

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    mismo el proceso largo y arduo (y jams enteramente completo) de hacerse a s mismo objeto

    se pone en marcha.

    EL DESARROLLO DEL JUEGO

    Sera salirse fuera del mbito de este artculo tanto como de la competencia del autor

    tratar en detalle el desarrollo de la auto-consciencia normal del nio. Desde Piaget en adelan-

    te, una ingente cantidad de paciente observacin, ensayos e informes se ha adentrado en este

    campo de investigacin crucial. Todo lo que se necesita aqu es destacar un nico aspecto

    particular para nosotros un aspecto crtico de ese desarrollo: a saber, las aventuras del

    nio con el espejo.

    Pueden distinguirse tres etapas:

    (1) El nio recin nacido no da ninguna seal de distinguir su reflejo en un espejo como

    algo especial. Esa cara es solo uno de los ingredientes de su mundo.

    (2) El nio pequeo hasta los tres aos ms o menos se refiere a esa cara como si fue-

    ra la de otro; o en todo caso, si la toma como la suya, est ah afuera.

    Cuando se dice a Joan que vaya a lavarse, ella se dirige al bao y comienza a lavar a la-

    var esa cara sucia en el espejo.

    Kate, mirando en el espejo, pregunta: Tiene esa nia una luna, tambin?

    (3) Cada vez ms esa cara y cabeza reflejadas en el espejo, aunque se presentan ah fuera,se van tomando como si estuvieran realmente aqu, como si fueran realmente propias de uno

    y estuvieran plantadas con firmeza sobre estos hombros; una maniobra de sorprendente com-

    plejidad e ingenuidad (y tortuosidad) que implica el transporte mgico de esa cabeza a travs

    de una distancia de alrededor de un metro, su giro para hacer frente al sentido opuesto, el do-

    blaje (como poco) de su tamao, y su establecimiento como un objeto permanente, indispen-

    sable y muy concreto ocupando el centro mismo del mundo siempre cambiante de uno. Y sin

    embargo y esto es el portento supremo nadie experimenta de hecho una tal obstruccinaqu. Todo el mundo vive abierto de par en par en el centro, mientras se finge lo contrario.

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    (No, el tacto no revela una cabeza aqu es decir, una pelota opaca, coloreada, peluda, total-

    mente presente y completa sino una coleccin desensaciones que no son en nada como una

    cabeza. Un movimiento menor en el Juego de la Confrontacin es negar este hecho evidente

    por s mismo).

    El juego est ahora en plena operacin, y el jugador, equipado con su propia cabeza cen-

    tral (l as lo imagina), se encuentra cara a cara con todos los que llegan, en una relacin si-

    mtrica con ellos. l puede continuar jugando a medias con moderacin y en serio, o por el

    contrario muy en serio, incluso con desesperacin. Sartre da el ejemplo elocuente del torpe

    camarero, que exhibe compulsivamente su actuacin para embarazo de aquellos que le ro-

    dean:

    Todo su comportamiento nos parece un juego. l se aplica a encadenar sus movi-

    mientos como si fueran mecanismos, regulndose unos a otros; sus gestos e incluso su

    voz parecen ser mecanismos; se da a s mismo la premura y despiadada rapidez de las

    cosas. Est jugando, est divirtindose. Pero a qu est jugando? No necesitamos ob-

    servar mucho tiempo antes de poder explicarlo: est jugando a serun camarero en un

    caf.

    Mas generalmente, l no solo est jugando a ser un camarero-cosa sino a ser un humano-

    cosa, que juega a ser cualquier tipo de cosa en el centro. Juega una versin muy dura del Jue-

    go que la Gentepractica, que es fingirse un actor ocupando el centro del escenario, en su caso

    el caf. Y sin embargo, al elegir simplemente darse cuenta de quepara s mismo l no est en

    el caf en absoluto, sino que es el caf el que est en l la escena entera, propietario, chef,

    clientes y todo podra transformarse a s mismopara ellos en el ms encantador, gracioso

    y experto camarero de Pars!

    LAS RECOMPENSAS DEL JUEGO

    A pesar de casos tan lastimosos como el del camarero francs, este juego bsico aporta

    ventajas tan impresionantes y variadas que uno podra sentirse tentado de dudar de si es un

    juego, y no ms bien esa estrategia indispensable por cuyo medio los proto-humanos devienen

    adecuadamente humanos, y a su vez stos devienen en algunos ejemplos felices casi su-per-humanos.

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    Para ser imparcial, cuando se examina el espectacular ascenso del Homo Sapiens desde

    hace un milln de aos ms o menos, es difcil encontrar algn logro de valor que no deba su

    existencia misma a la prctica y elaboracin asiduas de nuestro juego. En casi todos los mbi-

    tos en los que las personas sobrepasan a los dems animales, se apoyan en la facultad nica de

    contemplarse a s mismos objetivamente, sin pasin, con honestidad, y en rebasar la ilusin, el

    orgullo de s mismos y las tendencias personales que son las caractersticas de la subjetividad

    cruda y que en todos los mbitos son mutilantes, una receta para el estancamiento cuando no

    para el declive social e individual. De hecho, la realizacin del pleno potencial de uno puede

    describirse como el proceso difcil y a menudo angustioso aunque necesario de aprender

    a reconocer y a fijar las limitaciones, fuerzas y debilidades de uno, a la vez como un humano

    y como este humano. Esto, en la prctica, significa, una vez ms, hacer todo lo posible para

    verse a uno mismo a travs de los ojos de los dems.

    En pocas palabras, no estamos tratando aqu un procedimiento podramos decir, el

    procedimiento? Es decir, una serie de simples transacciones complementarias adultas diri-

    gidas hacia la manipulacin de la realidad (Berne, 1966). Para ayudarnos a decidir finalmen-

    te, prestemos atencin ahora a algunas de sus desventajas, el precio para los jugadores.

    EL COSTE SOCIAL DEL JUEGO

    Al comienzo, superado con mucho por sus beneficios sociales, polticos, econmicos y

    culturales, el precio de jugar a la Confrontacin aparece desdeable al menos para los

    ganadores. La familia, tribu o nacin, a quienes aconteca ser conducidos por una lite, eran

    capaces de considerarse a s mismos, sus capacidades y recursos, objetivamente, en contraste

    con sus rivales menos auto-conscientes, detentaban todas las posibilidades de dominarlos,hasta que stos eran expulsados a remotos e inhspitos rincones de la tierra o esclavizados o

    arrasados. Los problemas graves para los ganadores comenzaron cuando grupos sociales de

    niveles comparables, bien igualados unos contra otros en el complejo asunto de la Confron-

    tacin, se encontraron a s mismos fuertemente enredados en conflicto, y armados adems no

    ya con pedernales y armas inertes de bronce y de hierro, sino con armas movidas con plvora,

    nitroglicerina y finalmente con energas atmicas y nucleares. Ahora la naturaleza misma de

    la guerra es decir, de la Confrontacin a gran escala se ha transformado. No hay gana-dores, solo perdedores. Ahora se trata ms bien de DEJAR DE JUGAR O PERECER! Y

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    as, lo que comenz como una maravillosa ganancia para mejora de la vida para los afortuna-

    dos, est amenazando acabar como una prdida mortal para todos los jugadores, como su pac-

    to de suicidio en masa.

    La perspectiva de un resultado tan siniestro no debera ser en exceso sorprendente. La su-

    puesta confrontacin entre un par, su simetra (como hemos visto desde el comienzo), es fun-

    damentalmente ficticia, el falso producto de su ceguera aprendida y querida a los hechos da-

    dos. Brevemente, es en realidad un juego, pero incluso el mejor de los juegos al final arruina a

    sus jugadores. (Quin puede dudar en serio que la deshonestidad no es, a la larga, la peor

    poltica?). Aqu, nuestra deshonestidad promete arruinarnos por completo y, con un poderoso

    zas, sumirnos en el Invierno Nuclear un Planeta estril, una prematura eliminacin de la

    Olimpiada csmica, y un merecido olvido. El saldo final de provecho-y-prdida de la em-

    presa humana en la que todos somos socios est a punto de poner fin irreparablemente en

    unos pocos minutos terribles a todos los logros hechos con trabajo a travs de miles de aos

    a qu costo en sangre, esfuerzo, lgrimas, sudor, inteligencia, amor, e intrpido entusias-

    mo?.

    EL COSTE DEL JUEGO PARA EL JUGADOR INDIVIDUAL

    Antes de intentar calcular el precio que se exige que pague el recin nacido por el privile-

    gio y las ricas recompensas de ascender al nivel humano, acordmonos de las ventajas innatas

    que el nio disfruta y que tiene que perder al crecer.

    Nuestra pregunta debe ser: qu es el nio pequeo paras mismo, en su propia experien-

    cia no censurada? Nuestra respuesta, que cuando menos se aproxima a la verdad, es cudru-

    ple: Primero, el nio pequeo est abierto de par en par, es espacio o amplitud sin mcula,libre de ser alguna cosa y de cualidades o limitaciones. Segundo, no tiene ningn medio de

    retirarse, distanciarse, negarninguno de los ingredientes sensoriales o perceptivos que estn

    ocupando en la actualidad su espacio. Como supropietario, el nio es ms rico que todos los

    ricos del mundo sumados juntos. Tercero, es inmenso, sin lmites, vasto, no est en ninguna

    parte y est por todas ellas. Cuarto y ltimo, es por completo desinhibido, intrpidamente es-

    pontneo, sin motivos o consideraciones ulteriores, y por supuesto libre de juego. Y todo esto

    el recin nacido debe perderlo muy pronto, en la misma medida en que va ganando humani-dad.

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    Desde una edad muy temprana la visin de nosotros mismos tenida desde fuera comienza

    a ensombrecer, a sobreimponerse en, y eventualmente a borrar, nuestra visin original de no-

    sotros mismos desde dentro. Hemos menguado, no crecido! En lugar de permanecer presen-

    tes y unidos con las estrellas y con todas las cosas bajo las estrellas nos hemos contrado

    y retirado de ellas. En lugar de contener el mundo, l nos contiene ahora a nosotros lo que

    queda de nosotros. Y as, reducidos de ser la totalidad de la escena a ser esta minscula

    parte, hay que sorprenderse de que usted y yo nos encontremos en toda suerte de trastornos?

    Hay que sorprenderse si, por ejemplo, crecemos codiciosos, resentidos, alienados, atemori-

    zados, derrotados, cansados, envarados, desagradables o simplemente dementes?

    En la medida en que no sufrimos de estas mltiples obstrucciones, seguimos siendo nios

    pequeos en el corazn, transparentes, ligeros, y ms o menos inconscientemente en contac-

    to con nuestra verdadera naturaleza. De hecho, la nica razn por la que muchos de nosotros

    nos manejamos de este modo, y no caemos enfermos crnicos o nos volvemos completamente

    locos, es simple. Si, en nuestra vida de cada da, a menudo somos sensibles, amables, genero-

    sos, risueos e incluso felices, eso se debe a que todos no importa cun frenticamente es-

    temos jugando a la Confrontacin estamos todava establecidos y viviendo desde nuestro

    espacio, desde nuestra nada nativa. Incluso el ms letal de nuestros juegos es perifrico. En el

    espacio ilimitado que es nuestro Terreno Comn los juegos son proscritos por la Autoridad

    Local. En nuestro centro, jams somos arteros o divisivos. En el corazn, todos estamos per-

    fectamente bien!

    Pero solo en el corazn. De hecho, nuestra apurada condicin como individuos (en apa-

    riencia) humanos, aunque menos dramtica que la comn como especie, es apenas menos

    alarmante. En la medida en que jugamos la Confrontacin somos desesperadamente mise-rables en un centenar de campos. Y por supuesto, las dos condiciones son tan interdependien-

    tes que son en realidad dos aspectos del mismo problema a saber, la Confrontacin se

    juega en simultneo a todos los niveles, desde los ciudadanos privados hasta los bloques de

    poder. Y, ms all de stos, introducimos tambin en nuestro juego a todas las dems espe-

    cies del planeta.

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    DESENMASCARAR Y DETENER EL JUEGO

    Comprender con claridad los mviles y consecuencias de la Confrontacin, como se

    han esbozado hasta aqu, ciertamente la modera. Mucho ms efectivo, sin embargo, que este

    trabajo intelectual e indispensable en la prctica es verde hecho la tortuosidad del juego,

    la ausencia total aqu de un jugador.

    Solamente usted est en situacin de observar y descifrar con exactitud lo que es central

    en su vida. Nadie ms tiene la informacin interior. Sobre este asunto usted es la nica y ge-

    nuina AutoridadLocalcuya decisin es final, y yo debo aceptar lo que usted dice. Lo que est

    en mi libertad hacer, sin embargo, es pedirle encarecidamente que lleve a cabo uno o dos ex-

    perimentos simples que duran segundos, cuya finalidad es volver su atencin hacia el lugar en

    donde usted es. Si este artculo ha de tener sentido o mostrarse insensato para usted depende

    de su disposicin para haceren efecto estos experimentos ahora, en lugar de slo leer sobre

    ellos.

    Vulvase hacia alguien presente (su cara en el espejo, o la cara pintada aqu, servir)

    y compruebe que se experimenta a usted mismo como el espacio o la capacidad que acoge en

    l a esa cara. Es esencial ver la evidencia desapasionadamente, como si fuera por primera vez.

    No es cierto que la disposicin que se da es esa cara-en-el-espejo frente a esta no-cara-

    donde-usted-es; esos dos pequeos ojos frente a ningunos ojos donde usted es (o, si lo prefie-

    re, frente a un nico Ojo inmenso); esas figuras opacas y coloreadas y mviles de alrededor

    frente a esta ausencia de forma transparente, incolora, inmvil donde usted es; y as sucesiva e

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    indefinidamente? No hay siempre ASIMETRA, NO-CONFRONTACIN para la primera

    Persona singular, ahora?

    Finalmente, para cerciorarse por completo, por favor, apunte al lugardesde donde usted

    est mirando y descubra lo que segn la evidencia presente es PARA USTED.

    Si sus descubrimientos no estn de acuerdo con los mos no tengo nada contra ellos, pero

    sugiero que no pierda su tiempo leyendo ms. Por otra parte, si estamos de acuerdo sobre lo

    visto, entonces hemos dado el segundo salto requerido hacia atrs dentro de la vida libre de

    juego y la parte fcil ha concluido. Ahora comienza la parte difcil. Es permanecer cons-

    cientemente, en el lugar que usted y yo no hemos dejado nunca. En otras palabras, mantener

    la visin-adentro, y vivir desde ella sin dejarla.

    Todo animal o nio por muy combativos que seanviven de esta manera, inconscien-

    temente, desde su espacio, desde su nada. Naturales e ininstruidos, inocentes, espontneos, y

    dirigidos por entero a la supervivencia y quizs a la mejora de la vida, sus conatos de agresin

    no hacen nada para solidificarse o fortificarse a s mismos; y por lo tanto son completamente

    diferentes incluso del menor de los juegos confrontacionales de los humanos. Slo ellos tratan

    de materializarse a s mismos, de bloquear su espacio con un ste erigido contra todos Esos.

    La Confrontacin o Paridad es el juego, el golpe de genio imaginativo original al que los

    humanos deben su supervivencia hasta los tiempos recientes, ciertamente su pasmoso xito, y

    de hecho en la prctica todo lo que tienen por valioso.

    Y todo eso ahora nos llena de terror. Pues, lo mismo que las falacias ms pequeas, ms

    pronto o ms tarde la Confrontacin falla en el curso de nuestra vida como individuos, co-

    mo naciones, y ahora como especie. Habiendo llegado a ser en casi todos los mbitos mani-fiestamente contraproductiva, su valor de supervivencia inicial se ha vuelto un valor de extin-

    cin. Ignorantes de la causa de las crisis que proliferan por todas partes, de nuestro error bsi-

    co y de cmopuede corregirse, caemos en la desesperacin.

    La humanidad solo se puede rectificar si se retorna a donde se extravi desvelando y vi-

    viendo conscientemente en la brillante luz de nuestra nada de nuestro ESPACIO, que (lo

    mismo que un espejo) no es tocado por lo que contiene, aunque es uno con ello. Unas pocaspersonas extraordinarias algunos de ellos no religiosos o incluso antirreligiosos durante

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    miles de aos han estado haciendo justo esto. Y ahora al final, cuando la verdad salvadora

    sobre nosotros mismos deviene desmitificada y casi desconcertadamente evidente, es viable

    para las personas ordinarias que no son en especial buenos ni estn especialmente dotados y

    que son en nmero suficiente (podemos esperar?) alcanzar a nuestros lderes antes de que

    la confrontacin imaginada acabe en un genocidio real, o ms bien en un omnicidio y cierta-

    mente en un geocidio.

    RESISTENCIA A LA EXPOSICIN

    El nico obstculo real en la va de nuestra liberacin es la resistencia inadvertida pero

    maciza e irracional que todos oponemos al simple acto de volver la flecha de nuestra atencin

    y a notar, no lo que estamos mirando, sino desde donde estamos mirando. De hecho, es esta

    resistencia, y la zozobra que acompaa a su rotura, lo que al final revela el hecho de que te-

    nemos aqu un tpico juego, y en sus etapas posteriores un juego muy duro por cierto. La lu-

    cha contra la desaparicin, contra la fusin en el tenue aire, se manifiesta comnmente como

    terror, angustia, incomprensin ciega, furia, o una mezcla de stos. En la experiencia del autor

    durante los pasados veinticinco aos, cuando las gentes sienten que hay un peligro de mirar

    dentro y de encontrar que no estn ah, pueden caer de repente enfermos, volverse histricos,

    quedarse dormidos, temblar, llorar, o entregarse a la violencia verbal y ocasionalmente a la

    fsica. Todo esto es, por supuesto, un tributo indirecto al inmenso poder y significacin de

    esta amenazadora exposicin de uno mismo a uno mismo.

    La razn subyacente de tales reacciones no es difcil de desentraar. Ninguna de las fle-

    chas de nuestra atencin, cuando apuntan hacia fuera, amenazan al arquero. Todas ellas, cuan-

    do se vuelven y apuntan hacia adentro, hacen blanco y son al instante fatales no meramente

    para la humanidad y la vida del arquero, sino tambin para su materialidad, su coseidad, y suser mismo. El miedo de sumergirse dentro del tnel negro de la propia naturaleza vaca de

    uno est en verdad bien fundado, pues es el ms profundo de los terrores el de la prdida y

    la aniquilacin absolutas y el tnel tiene que ser atravesado si es que uno ha de emerger

    alguna vez en el otro extremo dentro de la luminosa visin de la propia ganancia e incompa-

    rable seguridad absoluta de uno.La verdad es que, como una supuesta cosa, no soy ni siquie-

    ra esa pequea cosa, sino una lastimosa no-entidad, un vaco agonizantemente doloroso,

    mientras que como Nada Yo soy Todo y mi corazn est satisfecho. Es tan simple como Eso,tan fcil de comprender como eso! Y tremendamente difcil de continuar vindolo siempre,

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    da a da. De hecho, no solo difcil (uno se siente inclinado a aadir), sino imposible! O, si es

    posible, al menos es por entero impracticable!

    LOS NO-JUGADORES

    Lo que a veces se llama la Filosofa Perenne, o misticismo en el sentido ms elevado de

    esta palabra de la que tanto se abusa, discrepa vehementemente. Para incontables budistas

    profesos a lo largo de siglos, lo mismo que para seguidores serios de las dems grandes

    tradiciones espirituales, la experiencia clave no es meramente sabersobre la naturaleza sin-

    naturaleza de uno, sino su realizacin sentida y sostenida sincera y profundamente. El

    engao o la esclavitud no es ms que la incuestionada asuncin de que uno es en realidad una

    cosa separada en el mundo, y por consecuencia condenada a una vida de miedo, frustracin, y

    miseria. A la inversa, la iluminacin por otros nombres satori, liberacin, auto-realizacin,

    despertar es ver efectivamente (por algo a los adeptos espirituales se les describe como

    veedores ms bien que oidores, tocadores u oledores, y nunca como pensadores), ver dentro y

    descubrir que uno es nada en uno mismo, y que por lo tanto est lleno de los inacabables

    bienes que se ofrecen y que ciertamente es idntico con ellos, viendo que nada permanece a

    su manera. Ello significa continuar con este ver, que va desde el mero verocasional a vivir

    en la brillante luz de lo que se ve, introducindolo dentro de la prctica diaria y horaria hasta

    que deviene el propio modo de ser natural de uno.

    Brevemente, estos adeptos en la vida espiritual descubren lo que significa en realidad ce-

    sar de jugar a la Confrontacin. Mientras algunos de ellos fracasaron por cuanto sucum-

    bieron en lo exterior a amargas persecuciones y llegaron a un final atroz (muy a menudo en la

    hoguera), muchos ms fueron increblemente exitosos en cualesquiera tareas prcticas que les

    aconteci emprender, mostrando as en este caso en relevancia que jugar es obstructivopara uno mismo, y que dejar de jugar es probable que libere el potencial no-realizado, las

    energas represadas, y una extraordinaria habilidad natural.

    Santa Catalina de Siena fue un ejemplo de ello. Declar que su empeo era llevar a las

    gentes al perfecto conocimiento de s mismos, a fin de que supieran que no tienen ninguna

    existencia ni ninguna gracia. Y ciertamente ella vivi en ese conocimiento. Sin embargo, no

    solo hizo buenas obras de muchos tipos, sino que intervino tan efectivamente en los asuntosde la Iglesia y del Estado que cambi la Historia.

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    Por supuesto, el sostn de este trabajo es que es tanta su exigencia como su recompensa.

    Y no hay que sorprenderse! El incesante esfuerzo que comienza poco despus del naci-

    miento y que contina hasta la muerte que invertimos en aprender a jugar a la Confronta-

    cin, requiere un esfuerzo por igual incesante a la hora de deshacer ese juego de juegos. Pero

    consideremos cul es ahora la apuesta no solo la propia felicidad, eficiencia y cordura de

    uno, sino tambin la continuidad de la existencia de todos nosotros. Nuestra motivacin

    actual es ciertamente debera ser mucho ms grande que en los tiempos turbulentos pero

    menos apocalpticos de Santa Catalina.

    EL PAPEL DE LA RELIGIN EN EL JUEGO

    La religin, en cualquiera de los sentidos regulares del trmino, jams detendr por no

    decir nada de darle la vuelta la aceleracin siempre creciente de la Confrontacin. Todo

    lo contrario, como lo prueba con espanto el conjunto de su historia, desde la Edad de Bronce

    hasta nuestros das. La religin alimenta ese juego.

    Sin embargo, la verdadera espiritualidad que implica un cambio fundamental en la

    consciencia que se oculta en secreto en el centro vivo de las grandes tradiciones religiosas

    (y que en la mayora de los aspectos es su opuesto mismo) detenta la nica esperanza real para

    nuestra especie sentenciada, una esperanza ms que justa. Su forma por completo desmitifica-

    da es esencialmente una y la misma con independencia de su estilo, lenguaje, y del contexto

    cultural en el que surge. Siendo la simplicidad misma, su mensaje puede ser resumido conve-

    nientemente as:

    Ver esta Nada / Todas-las-Cosas que Yo soy es ver tambin lo que todos los seres sonintrnsecamente, ver que en la raz todos somos Uno a saber, el Ser-Realidad-

    Consciencia al que las diferentes tradiciones dan diferentes nombres (y no necesariamente

    nombres sagrados). Y si atendemos solo a nuestra Raz oculta, entonces se alimenta su

    salutfero y armonioso florecimiento en la forma de individuos nicos y autnomos. Es

    cuando pasamos por alto y descuidamos nuestra Unidad cuando nos marchitamos y con-

    vertimos en estereotipos predecibles y belicosos.

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    Nada de esta sabidura perenne y universal es solo para creer: todo es para contrastarlo y

    comprobarlo a diario. Llanamente, es mucho ms secular que sagrada, mucho ms el principal

    descubrimiento de esa pura ciencia unificadora que se humilla a s misma frente a lo manifies-

    tamente evidente, que la fe ciega de esa religin crdula y divisiva que est ansiosa de dar

    acogida a todo lo que hace que el creyente se sienta confortable. De hecho, intentar detener la

    Confrontacin recurriendo a cualquier religin que me exhorta a encontrar una persona

    religiosa justo aqu donde yo soy, es exacerbar ese juego. Ella es afn al budismo hinayana o

    Pequeo Vehculo que se basa en el puro anatta o no-s mismo, y al budismo mahayana o

    Gran Vehculo que se basa en el puro sunyatta o vacuidad, mientras que la mayora de las

    dems tradiciones seleccionan diversas esencias, o ricas mezclas de algo y nada. Sin em-

    bargo, la experiencia central de todos los veedores, sea cual sea su persuasin, es exactamente

    la misma Claridad, Transparencia, Ausencia.

    Adems, todos los veedores han resuelto, implcita o explcitamente, el ms insistente y

    punzante de todos los problemas de la Vida: la Muerte que acecha al final de ella.

    LA MUERTE COMO UN JUEGO QUE BROTA DE LA CONFRONTACIN

    Sobre la gnesis del ms amenazador de los juegos Yo he nacido y Morir, y el progre-

    so de sus transacciones complementarias ulteriores hacia un final predecible hay mucho que

    descubrir y discutir. Aqu solo podemos entrar en ello brevemente, aunque suficiente como

    para ilustrar cuantos juegos particulares se derivan del juego maestro de la Confrontacin.

    Cuando me digo a m mismo Yo voy a morir me halago a m mismo! Yo nunca he vi-

    vido! Y obviamente, lo que nunca ha vivido nunca morir. Lo que nunca ha sido, nunca deja-

    r de ser, y con certeza nunca comenzar a confrontar con algo. Cuando agrego que mi muertehumana ser seguida muy pronto por la muerte de mi especie, estoy repitiendo el mismo error

    al nivel social. En todos los niveles Muerte y Confrontacin son las dos caras de una misma

    moneda para m una moneda falsa.

    Por supuesto, como todo lo dems visto desde afuera, yo soy algo que tiene un comienzo y

    un final. Toda cosa perece desde una partcula a una persona, desde una especie a una ga-

    laxia. Lo que acontece, un da debe dejar de acontecer. Solo Lo Que nunca ha dejado elTerreno, nunca retorna a l, nunca perece. Y en este caso Ello ve efectivamente (en y como

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    sus veedores) que no tiene nada suyo propio que perder o que sufra decadencia o deterioro, o

    que comience o acabe. No hay que sorprenderse de que Ello nunca pueda sorprenderse a s

    mismo viniendo al ser, obteniendo consciencia o perdindola. Por eso es por lo que Sus vee-

    dores Lo llaman Lo Innacido, lo Inmortal, el Abismo del que la vida surge, y hacia dentro del

    cual retorna incesantemente. Y ellos ven que Esto es lo que ellos son en realidad.

    Y as, una vez ms la pregunta clave que me he hecho a m mismo es: Soy yo para m

    mismo una cosa?, respondiendo a la cual, refirindome a la evidencia, no a conjeturas, llego a

    lo que algunos veedores llaman vida eterna.

    Usted estara equivocado si supusiera que ninguna de estas realizaciones subjetivas lo-

    gra suprimir ni por un momento el desastre y el genocidio en la escena objetiva. Pues no se

    trata meramente, en palabras del Shepherd Boy de John Bunyan (1628-1688), de que el que

    est abajo no necesita temer ninguna cada sino que el que est debajo de todas las cosas ha

    puesto fin, tanto para s mismo como para ellas, a la Confrontacin misma. Y, en el ajuste,

    hace todas las cosas admirables y sorprendentes, modelos de xito. Comparado con nada,

    qu no es adorable o amable? Liberado ahora, muriendo a la amenaza de la Muerte, al fin no

    hay ninguna obstruccin a tenerVida, a gozarla Vida, a amarla Vida. Es una condicin que

    no puede ser aislada. Como mnimo, est germinando. Quin puede decir que no est ya

    germinando, justo a tiempo para inocularnos contra nuestra enfermedad especfica y su espan-

    toso pronstico?

    DESPUS DE LA CONFRONTACIN, QU?

    No podemos hacer nada mejor que remitirnos a Eric Berne sobre esta pregunta: Para al-

    gunas gentes afortunadas hay algo que transciende todas las clasificaciones del comporta-miento, y eso es la consciencia; algo que surge por encima de la programacin del pasado, y

    eso es la espontaneidad; y algo que gratifica ms que los juegos, y eso es la intimidad.

    Respuesta que nosotros ampliaramos y adaptaramos a modo de conclusin de este artcu-

    lo como sigue:

    Despus de la Confrontacin, comienza la vida en verdad autnoma y libre de juego, ytiene tres aspectos:

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    Consciencia, que significa un ver simultneo de doble direccin adentro de uno mismo

    como Capacidad desnuda, y adentro de sus contenidos segn vienen y van, en toda su viveza

    y variedad.

    Espontaneidad, que significa permitir gozosamente que todo comportamiento e impresio-

    nes que surgen en esa Capacidad sean lo que son, sin control ni interferencia.

    Intimidad, que significa, no un amor sentimental y auto-interesado, sino sumisin a la base

    autntica del amor real: lo cual a su vez significa desvanecerse conscientemente en favor del

    amado, acogerle con gozo, y en un sentido verdadero dar la propia vida y ms por l, y al

    finalserl.

    Encendiendo por igual los tres cilindros, el monoplaza libre de juego da vueltas felizmen-

    te.

    Felizmente? Y qu hay sobre los dems? Qu hay sobre el terrible encontronazo que,

    en apariencia, se avecina? Cmo puede el perfecto desenvolvimiento de uno o de un puado

    de excepcionales conductores ayudar a esquivar el cataclismo general que se avecina? Cu-

    les son, para ser por completo realistas, las posibilidades de que su ver y mi ver dentro de

    nuestra verdadera naturaleza sin-naturaleza se contagien y se extiendan tanto y tan rpidamen-

    te como para que el Accidente ltimo se posponga indefinidamente?

    En base a todos los clculos de sentido comn, las posibilidades son nulas! Pero en este

    nivel las reglas de la aritmtica ordinaria dejan de aplicarse. Pues cuando ve Lo Que usted es

    en realidad, quin lo hace? Es como su s mismo separado, completamente humano, comove que usted no es este s mismo? La pregunta se responde por s sola! Usted ve Esto solo

    por y como todos los dems s mismos humanos, ostensiblemente separados. Sin poder evitar-

    lo todos estn ocultamente atrapados en su ver y por lo tanto son profundamente afectados por

    l.

    El Antiguo Testamento cuenta la historia del pobre sabio quepor su sabidura salva en se-

    creto a la ciudad. Las escrituras del mahayana cuentan la historia del Buda cuyailuminacin(que no es propiedad del ex-Prncipe Gotama, sentado debajo del rbol Bodhi y contemplan-

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    do la salida de la Estrella de la Maana) implica necesariamente la iluminacin simultnea de

    todos los seres por todas partes y en todos los tiempos. No es usted o yo, sino nuestra retirada

    individual del juego de la Confrontacin, lo que ayuda a desbaratar el juego: no es el

    funcionario sino la funcin lo que importa. El individuo en verdad Auto-consciente, no im-

    porta cun personalmente limitado sea, est manejando un instrumento sin lmites, y no tiene

    ninguna manera de estimar su amplitud. De hecho, lo que llamamos su auto-consciencia, no

    es nada de esto, sino Consciencia sabedora de S misma en tanto queya el S mismo de todo.

    As pues, tommoslo en serio!

    As pues, lo que aconteci una vez puede ocurrir de nuevo. Si el primer golpe de genio

    imposible de la especie de ese genio imaginativo y practicante del juego que nos exalt

    al nivel humano pudo prosperar tan brillantemente, por qu no puede su segundo golpe de

    genio imposible esta vez de ese genio realista y libre del juego que nos humilla a ningn

    nivel en absoluto prosperar tambin? Desde hace al menos 3000 aos algunas gentes

    adultas, atrevindose a girar la flecha de su atencin 180, vieron que en realidad no eran

    nada de esto ni de cualquier otro tipo sino que permanecan como eran para s mismos

    como cuando eran nios pequeos: espacio para que su mundo acontezca en l. Ellos

    comenzaron la salvacin de nosotros mismos. Gracias a aquellos hroes annimos, cada uno

    de nosotros sabe exactamente dnde mirar a saber, DENTRO a la Regin Sin lmites en la

    que el nico habitante es la nica Autoridad. Y cundo mirar a saber, AHORA. Y

    cmo mirar a saber, COMO SI NUNCA SE HUBIERA MIRADO ANTES!.

    Y ahora, por fin, tenemos, inmensamente, la ms poderosa motivacin en la pasmosa his-

    toria de la humanidad para hacer justo eso.

    CONCLUSIN

    Finalmente hay solo un nico saco de trampas, que al abrirse deja todas las dems fuera de

    l; un nico Juego de juegos, cuya detencin detiene el resto. Es el Juego practicado con el

    propio s mismo falso de uno como compaero, aprendido con dificultad, adictivo, siempre

    obstructivo, usualmente una charada o un no parar de atribuirse actos de por vida. Por debajo

    de todos ellos est la Pretensin de que el Lugar donde uno es siempre, y del que menos

    puede permitirse uno permanecer ignorante, es la regin ms inexplorada e inexplorable, mspeligrosa y a ser evitada del universo. O, si ella es real, la Pretensin es entonces que el aire

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    de este Pas de sempiterna claridad es tenebroso hasta el punto de la solidez, es todo

    excepto absolutamente transparente. De todo el repertorio de trampas para engaarse a uno

    mismo, sta es la ms artera y fantasiosa. Acaso no lo percibi as Shakespeare?:

    Pero el hombre, el vanidoso hombre!

    Investido de una brevsima autoridad, ms Ignorante cuanto ms seguro,

    Su esencia cristalina, como una encolerizada hormiga,

    Juega a tales fantasiosas trampas ante el elevado cielo,

    Que hace que los ngeles lloren

    El comienzo de la cura del Hombre, el nico remedio que trata la enfermedad especfica-

    mente humana, no solo sus sntomas, es su detencin deliberada ahora, una detencin sufi-

    cientemente larga como para notar que no hay nadie aqusufriendo de ella.

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    EL PRNCIPE, EL RENACUAJO Y LA RANA

    Una investigacin en el Nio Natural, el Padre Hechizador,

    el Nio Hechizado y el Adulto Deshechizado.

    SUMARIO

    En opinin de Steiner: El primer concepto y el ms importante que introdujo Berne en

    la psiquiatra est incorporado en su aforismo Las personas nacen prncipes, hasta que suspadres los convierten en ranas. El presente artculo, adoptando este punto de vista, examina

    su trasfondo histrico y sus implicaciones tericas y prcticas para el momento actual. Inves-

    tiga cuestiones tales como: Cmo opera el padre ese hechizo? Cules son las diferencias

    esenciales entre el prncipe y la rana? Cmo se siente el prncipe una vez reducido a rana?

    Puede la rana madura aprender a invertir el hechizo mgico y volver a ser de nuevo el prn-

    cipe? Cul es la terapia profunda, un abrupto cambio de identidad, o llegar a ser gradualmen-

    te una rana ms hecha y autosuficiente que salta con energa alrededor de la charca? Hasta

    qu punto es este lento desarrollo la condicin previa de esa abrupta metamorfosis? Desfigu-

    ra para siempre por no decir destruye la magia negra parental la cara original del prnci-

    pe? O esas caractersticas reales permanecen intactas, ocultas debajo de la mscara de rana

    que hechizados los jugadores tienen que llevar en El Juego de la Cara o La Confron-

    tacin (Harding, 1967, 1986)? Si el propsito del A.T. (Anlisis Transaccional) es que uno

    debe llegar a ser libre de juego y no slo cambiar los juegos malos por otros mejores, y esto

    significa despojarse incluso de las mejores mscaras detrs de las que se oculta uno, cmo se

    hace esto? Estas preguntas son asumidas por el escritor un antiguo y entusiasta aficionado

    del A.T. a la luz de su experiencia durante los ltimos treinta aos alentando a la gente a

    hacer frente a esta cuestin crucial: Cul es mi verdadera identidad(es decir, libre de jue-

    go)? Y por el lector que es instado a no dar crdito a nada de esto, sino a comprobarlo todo

    con rigor y a practicarlo.

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    EL PRINCIPE, EL RENACUAJO Y LA RANA

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    EL PRNCIPE

    Tenemos cuatro grupos de pistas cuatro fuentes de informacin diferentes en cuanto a

    lo que el nio natural (es decir, el prncipe) es en realidad. Y por es en realidadqueremos

    decir lo que el nio es para s mismo donde l es, en contraste con lo que nos parece a noso-

    tros aqu, su realidad central en contraste con todas estas apariencias regionales que esa reali-

    dad suscita, la historia del habitante interior en tanto que sujeto en contraste con la versin de

    l como un objeto que tiene el observador exterior.

    (I) El primer grupo de pistas lo aporta el nio en directo, antes de aprender a hablar, en el

    modo de su comportamiento. As, el juguete que cae fuera de su vista no es buscado: supone-

    mos que la desaparicin equivale a la aniquilacin. Los objetos remotos tales como el cuadro

    en la pared o la luna en el cielo son manoseados; la distancia no existe para el nio. Todo se

    toma como presente, suyo propio no menos que esas piernas y esos brazos. Su cara en el espe-

    jo no se distingue a su atencin; es solo una caracterstica ordinaria ms de la escena. El nio

    tiene costumbre de enterrar su cara en la almohada, despus la levanta y re; se divierte ani-

    quilando y recreando el mundo.

    (II) Tan pronto como el nio comienza a hablar las pistas se multiplican con rapidez. Uno

    de los jvenes amigos del autor exclam: Yo soy muy grande! Otra (y esto en su experien-

    cia no es inusual), cuando estaba contando a los presentes, insista en dejarse a s misma fue-

    ra; contarse a s misma habra sido (parece) como contar la habitacin junto con las personas,

    o el bolsillo junto con el dinero. Otra, trayendo a casa una fotografa panormica de toda la

    escuela, nombr con exactitud a todos, excepto a una totalmente extraa: Ella misma, por

    supuesto! Otro nio, de pie en el bao y mirndose hacia abajo, exclam: No tengo cabe-

    za! Un muchacho de cinco aos de edad advirti que, si coma ms pudin de arroz, llegarahasta el techo; en aquel momento no se vea a s mismo como un nio pequeo. Una nia ca-

    nadiense, de nueve aos de edad, escribi este poema: Sabes qu es ser nadie, solo una mi-

    nscula brizna de aire, con toda esta gente a tu alrededor, y t no ests ah? Y as sucesiva-

    mente. Esto es un pequeo ejemplo de la evidencia recogida por el autor, que indica que el

    nio natural espara s mismo un tipo de persona muy diferente del que nosotros percibimos.

    (III) El tercer orden de pistas, de evidencias sobre la naturaleza intrnseca del nio natural,lo proporcionan mucho ms tarde en la vida los Veedores, hombres y mujeres supuestamente

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    iluminados que, fingiendo que han recuperado su niez, honestidad y simplicidad, anuncian a

    un mundo incrdulo o indiferente que son lo opuesto mismo de lo que ellos parecen ser al

    mundo. Muchos de ellos, por ejemplo, declaran que, estando por completo vacos de s mis-

    mos, estn llenos de los dems. Se experimentan a s mismos como nada ms que espacio o

    capacidad para todo. Algunos sealan que la distancia es para ellos nada ms que una ficcin

    til, y para el resto de nosotros una ficcin muy costosa. Tomada en serio, separa progresiva-

    mente al veedor de lo visto dando como resultado alienacin del universo, soledad y priva-

    cin. Algunos han vuelto a mirarse en el espejo para ver lo que no son, para que les recuer-

    de que ellos no podransermenos de lo queparecen ser. Un maestro zen explicaba que no

    estaba seguro de cun alto era, pero que quizs alcanzara en torno a los diez metros! Otros

    hacan hincapi en su no-cara o no-cabeza. Y lo que es ms importante, Veedores pertene-

    cientes a diferentes pocas y a culturas muy diversas han mantenido con decisin que su natu-

    raleza verdadera y ms profunda (en tanto que distinta de su naturaleza humana superficial),

    de hecho el Uno que todos ellos reclaman que son en realidad, es nada menos que la fuente y

    la meta de todas las cosas, que crea, destruye y recrea sin cesar el mundo. Y por supuesto al-

    gunos Veedores notables han hecho hincapi en que la marca distintiva de su especie es que

    han llegado a ser de nuevo como nios pequeos. En suma, durante los pasados 3000 aos

    ms o menos, estos hombres y mujeres excepcionales han estado reviviendo (parece) con gran

    intensidad aspectos esenciales de su niez, y asegurndonos que en realidad jams la han re-

    basado. Adems, esta realizacin interior parece haber sido revalidada en su conjunto por el

    estilo de vida de los Veedores, por su espontaneidad, su gozo manifiesto de las simplicidades

    del mundo, su sentido del humor, su capacidad de amar, su gracia en el movimiento, y por

    toda una variedad de matices de comportamiento que son en el mejor sentido maneras de ni-

    o.

    (IV) Finalmente, llegamos a nuestro cuarto grupo de pistas sobre la historia interior delnio natural del prncipe. Es esa pieza de evidencia crucial y definitiva que solo puede

    aportar el lector de este artculo. Requiere que compruebe si, ahora mismo segn su

    experiencia de primera mano, usted es todava para usted mismo como era cuando para los

    dems era un nio muy pequeo. Esto significa, en particular, comprobar que usted no est

    segn la evidencia presente oteando afuera desde dos minsculos agujeros en una masa de

    materia opaca muy complicada y con claridad definida, sino que est mirando (con un nico

    ojo, o ms bien con un no-ojo abierto de par en par) desde un ilimitado espacio vaco tan deinmediato llenado con la escena que no puede ser separado de ella. Que no est, segn la

  • 7/27/2019 El Juego de La Cara - Douglas E. Harding

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    EL PRINCIPE, EL RENACUAJO Y LA RANA

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    evidencia presente, ni a una millonsima parte de milmetro de distancia de esta pgina

    impresa, ni del resto de las cosas de alrededor. (Dnde medira usted en la punta de aqu,

    y, en cualquier caso, cunto medira la cinta mtrica cuando se lee en la punta?). Que no est,

    segn la evidencia presente, confrontando a esas caras en la habitacin con una cara suya

    propia, sino que ms bien se parece a una galera de retratos o a la proyeccin de una pelcula

    en la que ellas se exhiben. Que no est, segn la evidencia presente, en este mundo en

    absoluto, sino ms bien que l lo est en usted. De hecho, la sugerencia del escritor es que no

    hay ningn fin al redescubrimiento de lo evidente, a esta reactivacin del nio natural en

    usted, una vez que se familiariza con ello. Y ningn fin al entretenimiento y rejuvenecimiento

    que con libertad ofrece.

    Para resumir hasta aqu, entonces: hemos estado examinando cuatro rdenes de pistas so-

    bre la naturaleza original del nio. Hemos observado algunos de los comportamientos pecu-

    liares de los nios muy pequeos; hemos escuchado la suerte de cosas que un poco ms ma-

    yores cuentan sobre s mismos; hemos descubierto que los Veedores semejantes a nios cuen-

    tan la misma historia; y nosotros mismos hemos mirado dentro y (quizs) hemos encontrado

    lo mismo que ellos encuentran: lector y escritor igualmente invistiendo el augusto manto del

    Veedor pues tenemos perfecto derecho a hacerlo, no importa cun breve sea nuestro ejerci-

    cio de ese derecho. Y por ltimo, podemos concluir que estos cuatro mbitos de evidencia

    se afirman y apoyan unos a otros. Brevemente, el escritor sugiere que hemos puesto al descu-

    bierto nuestra naturaleza original. Una empresa que vale la pena, si alguna vez lo vali algu-

    na!

    DE PRNCIPE A RENACUAJO

    Sin embargo, desde el comienzo los padres se han ocupado de pronunciar el hechizo quepronto convertir al prncipe en una rana. Primero en un mero renacuajo; le llevar dcadas a

    esa pequea criatura inadecuada convertirse en todo un anfibio perfecto, plenamente crecido.

    El hechizo tiene muchas versiones. Algunas de ellas son halagadoras por no decir exce-

    sivas Qu nio angelical! Mira esas mejillas sonrosadas! Veamos esos hoyuelos,

    que sonra de nuevo! Otras son rudas. Pero bien sea halagando o a la inversa, el efecto viene

    a ser el mismo el renacuajo est en camino. Y los mensajes verbales estn siendo suple-mentados todo el tiempo por todo tipo de mensajes no verbales de aprobacin y desaproba-

  • 7/27/2019 El Juego de La Cara - Douglas E. Harding

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    cin tonos de voz, expresiones faciales, maneras de tratar los cuales son ingredientes

    esenciales del hechizo.

    El efecto se multiplica tan pronto como el nio empieza a comprender las palabras del

    hechizo. Las mejillas sonrosadas, los hoyuelos y todo lo dems comienzan a tomar forma. Y

    as lo hacen tambin otras caractersticas menos encantadoras. He aqu una versin del hechi-

    zo que las moldea en la vida real: T no eres un nio bueno. Y por qu? Debido a que

    eres pequeo, sucio, desastrado, en una palabra, a que ests controlado por adultos grandes,

    limpios y ordenados1. As es como debes verte a ti mismo2. Pero por supuesto, este hechizo

    en verdad malfico, cuya finalidad es configurar el futuro del nio, aunque se emite como si

    fuera una afirmacin del hecho presente, deviene muy pronto una tal afirmac