roberto el diablo

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  OÜ TSO  summ) HISTORIA  MARAVILLOSA D E ROBERTO EL DI BLO HIJO DEL DUQUE DE NORMANDÍA EL  CUAL DESPUÉS FUÉ LLAMADO HOM RE  D E  IOS Escrita por Juan de la Puente y corregida en esta edición. MADRID Despacho: Sucesores de Hernando, Arenal,  11

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  • ( O A T S O summ)

    H I S T O R I A MARAVILLOSA DE

    R O B E R T O E L D I A B L O HIJO DEL DUQUE DE NORMANDA

    EL CUAL DESPUS FU LLAMADO

    HOMBRE DE D IOS

    Escri ta por Juan de la Puente y corregida en e s t a edicin.

    MADRID Despacho: Sucesores de Hernando, Arenal, 11.

  • I IOTfJ l I llilflilOSI DE

    ^ r a l

    CAPITULO PRIMERO.

    Casamiento del duque Normandia con la duquesa de Borgoa. Diiew9~ res domsticas por falta de sucesin.Ofrecimiento diablico de la duquesa en un acceso de desesperacin.

    m el reino de Francia, provincia de Normanda, hubo un duque muy noble, discreto y esforzado, el cual se llamaba Auberto, cuyos hechos y hazaas en las crnicas francesas se hallan patentemente declaradas de las cuales dejo de hablar por no ser prolijo,, y solamente dir lo que esta historia concierne. .

    Determin este duque reunir corles en una villa llamada Vcrnon, las cuales fueron llamados los seores, varones y caballeros de todo el ducado de Norman da; y como el duque Auberto se hallase en catsdo de soltero, despus de unidos en ertes, y ventilados los asunte^rae debais de tratar, fu requerido el duque por los caballeros ^^^^^ jv^ . nase tomar estado; el cual deseando el bien comn de sus P ^ e j B p ^ ' S ^ r nociendo que la demanda de los caballeros era muy puesta en r^^^^^^^:-que propusiesen con quin se podra casar que le,fuese n i h W ^ m ^ P , ^ ^ ^ de provecho para sus Estados, y que pues su contento era (^ f i , ^ ^ B f ^ ^ ^ ' J p ? ms ruegos, les fijaba un tmlno para reflexionar en e l ^ L ^ ^ ^ ^ T S R , & n

  • De all pocos di as se k; presentaron unos comisionados, y le di-jeron que el duque de Borgoa tenia una liija, muy dolada de virtudes y de estremada hermosura, la que si tenia por bien podra ser deman-dada; el dutjue despus de un rato de reilexion, les dijo que viniesen otro dia por la contestacin, luego mand llamar algunos sabios de su corte para consultar con ellos y tomar su consejo. Despus que los sabios hubieren muy bien discutido sobre ello, dijronle que no des-echase la propuesta de los caballeros, porque de orificarse tal enlace le proceda honra y provecho s misino y la repblica. Al otro dia reuniendo sus caballeros, orden enviar una embajada al duque de Borgoa, del cual fu bien recibida; y aceptada m pretensin,

    El duque uberto hizo traer su prometida Nonnandia, acompaada de muchos varones nobles, de dueas y doncellas, y llegados que fue-ron la ciudad de Ran, se verificaron los desposorios y se celebra-ron las fiestas y las diversiones con asombrosa solemnidad, las cuales deja-r de referir por huir de prolijidades, y seguir lo que sea mas in-teresante & la presente historia.

    El duque. Auberlo y la duquesa, su esposa, vivieron en conyugal compaa sin tener fruto de bendicin por espacio de diez y siete aos, per lo cual se hallaban posedos-de una gran tristeza, y no cesaban de hacer muchas limosnas y otras obras pias, rogando con mucha humil-dad Dios les diese fruto de bendicin; especialmente, el duque hacia celebrar misas, casar hurfanas y otras obras de piedad. Estando un ia el duque y la duquesa holgando en un jardn, como el duque ja-ms estuviese sin algo de incomodidad, hubo de decirle algunas razo-nes indecorosas. la duquesa, cuya seora con muchas lgrimas, le repu-so: seor, en nada de este me parece que tengo culpa; que ni yo fui causa de nuestra unin, aunque consent en ella, ni tampoco est en m mano el concebir, sino en la voluntad de Dios; y pues l no complace dar-nos heredero, no me parece cordura vivir con tanta tristeza y pesa-dumbre, sino darle continuas gracias, y conformarnos en todo lo que l fuere servido. Vindola el duque tan enojada, i.o habl mas de aquel rasa, antes la consol cuanto pudo; pero no por eso entr la alegra es su'"corazn..

    Con el disgusto que se notaba en el duque, estaban asimismo los caballeros muy apesadumbrados, los cuales, cnmo siempre pensasen ea darle placer por apartarle de tan tristes 'pensamientos, le rogaron un dia.que fuese caza, y l, conociendo los buenos deseos, sali con ellos al irionte. Entrados en l con multitud de perros, les sali un ciervo grande y'muy ligero, y como sintiese los cazadores, tom el ca-mino de la sierra; siguironle los caballeros y toda la dems gente, quedando el duque solo, que muy poco se le daba por el ciervo, por-que tenia el corazn muy turbado y envuelto en otros diversos pe-

  • miemos, siendo tanto lo que sentia y oprima su corazoh que cus sayo" en una especie de abatimiento. Estuvo as,-hasta que yino la gen-te con el ciervo muerto, y dando la cacera por concluida, subi el du-queen una hacanea marchndose con la comitiva para la ciudad.

    La esposa del duijiie poseda tambin de una profunda tristeza, acompaada de cierta especie de delirio, se puso en un estado com-pleto de postracin, lo cual la oblig guardar cama, y aunque la de-can que el duque venia y traa un ciervo muerto, no hacia el menor caso de ello. Entrado el duque en palacio, como no viese la duque-sa, pregunt por ella; y luego que oy que estaba en la cama muy de sazonada, la fu ver y la dijo: esposa mia, as el Seor fuere ser-vido de que tu indisposicin fuem los sntomas de un embarazo y parieseis nh hijo para que nuestros Estados disfrutasen despus de nos-otros paz y prosperidad; cuyas razones respondi la duquesa cun grande agitacin: asi fuera cierto m embarazo, aun cuanti fuese a canta de ofrecer al diablo el fruto de mis entraas: y por desgracia as lo hizo*.

    CAPTULO 11

    Nacimiento de Roberto y tempestad que hvfou al darle luz.Sucesos no-tables iie su infancia.Perversidad demostrada en sus indinaciotm.

    OR voluntad de Dios concibi la duquesa un hijo, que fu muy diestro y | ei verso en todas maldades; mas por la gracia Divina, biso despus digna penitencia de sus pecados como en adelante diremos. Trajo la duquesa nueve meses el hijo en sus entraas, y estuvo de parlo un mes entero. Pensaba el duque y todos los de palacio que fe-nenecera, pero plugo Dios que pariese, aunque no sin gran trabajo, porque se singularizase este maravillosa hecho.

    En la hora que naci el nio, como se halla en las crnicas frau cesas, sobrevino una niebla muy espesa, que cabria toda la ciudad ^ pareca media noche; tronaba y centelleaba

  • tempestad. Fu llevado el nio bautizar, y le pusieron por nom-bre Roberto; las jcntcs acudian verlo por maravilla, porque de dos dias de nacido parecia que tenia un ao. l llevarlo y traerlo de la iglesia, jams sn boca se cerr, dando tales gritos, que todos se ma-ravillaban de ello. Fu dado dos amas para que lo criasen; mas los tres meses tuvo todos sus dientes y muelas, con las cuales morda as amas y las quitaba los pezones d los pechos; por esto fu nece-sario darle de comer y beber cuanto antes. Apenas tuvo un ao, an-daba y hablaba tan bien como otros nios de cinco aos; pero cuanto mas creca mas se deleitaba en hacer mal; y cuando encontraba al-gunos nios les heria y maltrataba con palos y con piedras, los gol-peaba y rasguaba; y en fin, en cualquier parte que estuviese jams cesaba de hacer mal, y destruir cuanto le venia bis manos.

    Creci en cuerpo, y maldades, en tanto grado, que los que tenan hijos no los dejaban salir de casa por temor de que Roberto les encon-trase. Algunas veces se juntaban muchos nios para pelear con l, mas no porque fuesen muchos, dejaba de acometerlos con piedras con palos, y algunas veces le descalabraban, pero siempre haba muchos de ellos heridos y maltratados, as que cuando le vean decan todos: ah viene Roberto el Diablo! cuyo nombre le qued por mucho tiempo.

    Si vean que eran pocos para resistirle, ponanse todos huir, y algunas veces los segua hasta entrar en sus casas, pero por ser de quien era no osaban sus padres ni parientes castigarle ni enojarle, antes le halagaban dndole frutas y otras cosas que los nios desean; mas ni por eso pudieron jams conseguir de l la menor correccin; pues era de condicin tan perversa, que sus deseos se fundaban solo en la maldad y las obras eran en un todo conforme ellos.

    Tendra Roberto unos siete aos, cuando el buen duque, su pa-dre, informado de su mala condicin, pens poner enmienda en l por medio del estudio; un dia le mand llamar y le dijo: hijo, ya es tiempo que aprendas de educacin y ciencia, pues que Dios te dio habilidad para ello, porque en todo tengas ven luja tus vasallos. Con esto mand venir un honrado varn que en las ciencias era muy docto y en toda ense-anza muy prctico, y le dijo, que de all en adelante tomase el car-go de educar su hijo Roberto; que le ensease leer y escribir, y le instruyese es crianza y buenas costumbres. A todo esto no habl palabra Roberto; y con la cabeza inclinada volva la visla ya al duque, ya al maestro, el cual se despidi del duque llevndose Roberto consigo. Este se escondi un agudo cuchillo en la manga, para dar con l 'su maestro si quisiese castigarlo; y habiendo Roberto un dia herido y apedreado otros muchachos, quejronse sus padres al maes-tro, y querindole este casligir, dio su discpulo un bofetn, pero l

    cando su cuchillo, le dio tan fuerte estocada en el pecho, que cay

  • tendido en el suelo; despus se march maldiciendo la ciencia y quien se la enseaba, diciendo que de all en adelante o consentira que ningn superior le castigase. No os despus ninguno tomar su cargo el ensearle, ni se atreva nadie reprenderle del mal que ha-cia. As seguia libremente su voluntad, apartndose de toda razn: sus obras eran de diablo mas que de hombre; nunca iba la iglesia sino fuese por meter ruido, injuriar alguno, por hacer burla de los sa-cerdotes de los que rezaban; su lenguage era maldecir, jurar y re-negar. Viendo el duque y la duquesa la perversidad de su hijo, no eraban menos tristes por eso que antes de su tan deseado nacimiento.

    CAPITULO III.

    Roberto es armado de caballero.Comete grandes desrdenes y atropellos m un torneo.Parte de la ciudad de Ran.Se entrega toda suerte de escesos.

    i EN DO ya Roberto de diez y siete aos, dijo la duquesa su espo-se que le pareca ser muy conveniente que su hijo Roberto se le armase de caballero, y de este modo conseguiran tal vez hacerle variar de condicin, y aprendera las reglas y buenas costumbres dess nue-vos compaeros, a cuyas razenes dijo el duque que le pareca bien.

    Para llevar efecto con toda formalidad dicha ceremonia, mand el duque reunir su corte todos os principales seores de sus Estados, y delante de ellos hizo comparecer su hijo Roberto, y le dijo: hijo, con-formndome con el parecer de estos nobles seores, he ordenado de ar-maros caballero, porque de aqu adelante os acostumbris tratar con los caballeros, aprendis su cortesana, y troquis vuestras condicio-nes malas y viciosas por ser juicioso y honrado corno la orden de caba-llera manda. Y Roberto dijo ese: seor, yo har lo que me mandis, respecto ser armado caballero, pero tocante mis condiciones no me hable nadie de ello, porque tengo hecho propsito de seguir mi voluntad y capricho tdda mi vida. :

    Aquella misma noche vel Roberto en la iglesia, como es cos-tumbre los que han de ser armados caballeros, y en toda ella no ces de molestar los que estaban en el templo para su compaa, sin hacer ningn aprecio de la honra que haba de recibir. Yend^, el da, fu armado caballero con la celebridad y ceremonia que e ^ e s V acto se requera. De all algunos dias, el duque hizo publicar mas jus-.-, tas, las que vinieron damas y caballeros de diversas {vafleV, '

  • ado el dia sealado, Roberto fu armado de muy lucidas armas, y montando en un brioso caballo entr en las justas, y del primer en-cuentro mato un caballero principal, y en poco tiempo no qued en todo el palenque quien se atrevise encontrarse con l; pues en breve ralo derrib hasta diez caballeros con sus caballos; en vista de lo cual se mand cesar las justas, mas ni por eso dejaba Roberto de herir una parte y otra, sin miramiento Iguno, hasta que el pue-blo se movi contra l para contenerle. Fueron las nuevas al duque su padre, que la sazn se -haba ausentado; volvi luego gran prisa al lugar de las justas, y mand Roberto que dgase las armas y se saliese de la plaza; mas ningn caso haca, ni que lo mandase el padre, ni se lo rogase el pueblo; pues no dej de herir y atrepellar cuantos le venan las manos, vindose precisados abandonar la pla-za, salindose todos en tropel llenos de vergenza y coraje por tener que huir como vencidos por un joven atolondado, superior ellos selo en categora, pero no en valor.

    Grande fu el enojo de los caballeros en vista de los desrdenes cometidos por el imprudente Roberto, y en sus ademanes al retirarse da-ban bien entender que el resentimiento que con harto pesar suyo ha-ban disimulado hasta entonces, solo pudo ser contenido por los res-petos debidos al duque, quien por su parte trat de apaciguarlos, dn-doles las mas cumplidas satisfacciones.

    Cuando Roberto vio que no hallaba con quien pelear, se sali de la plaza; mas no quiso ir palacio por el enojo que su padre tenia, y juntndose con algunos de su condicin, sali de la ciudad con ellos cometiendo toda clase de escesos: entraba en las aldeas, atropellada las mngeres, maltrataba los hombres y persegua las doncellas. Tantas maldades hacia, que llegaban de muchas partes quejas su padre: todo eran llantos y lamentos, y era tanto el sentimiento que tuvieron el duque y la duquesa por las infaustras nueva* de su-hijo, que poco les fall para perder la vida; el nico remedio que para ello tenan era encomendarse Dios, rogndole humildemente los consolase y trajese su hijo la verdadera carrera de salvacin, haciendo muchas limos-nas y Otras obras de piedad, y socorriendo con sus haciendas loo me-nesterosos, con el fin dri lograr su peticin.

    Un caballero de los mas principales de la ciudad y que gozaba de mas confianza' con el du ue, pesaroso de la multitud: de desgracias que ocasionaba aquel desgraciado joven por lodo el pais, trat de ver si podra poner remedio tantas demasas; presentse al duque y le dijo: seor, m me parece seria conveniente que vuestra seora mandase lainr Roberto amonestndole, que deje el mal camino que hasta ahora ha llevado, y -rmenazandole que le castigareis posponiendo al amor paternal todo el rigor de un padre irntado, por el primer yerro

  • 51

    UANDO Roberto supo el bando que su padre haba dado por to.' dos sus dominios, se entreg la mas grande desesperacin. Iba por,-'" ffi monto como len rabioso dando gritos y bramidos, llamando agrama

    que en adelante cometiese; y tal vez el temor le desviar de lo qm vuestra lenidad ni ruegos de los vasallos pudiera conseguir. Aprobaron Sos duques las razones del caballero, y acordaron hacerlo as; al ins-tante se mand disponer ciento sesenta soldados dea caballo, los hizo dividir en diez y seis partidas, y mandles que cada una con su gefe buscasen su lujo por todo el territorio hasta encontrarle, y hallado que fuese, le dijesen como el duque su padre le rogaba que por su bien se viniese la cae cumplir con su deber; pero si le hallaren obs-tinado en su empeo, que le intimasen de que hacia juramento la

  • 10 _ es roces tos diablos, ofrecindoles su cuerpo y alma; y ellos sola-mente pedia ayuda y favor, y con tales despropsitos salia muchas veces un camino, y si por desgracia hallaba algn infeliz viajero, lo mataba por valiente
  • pero Roberto sinsegurlsriiiaeerdemostracin de causarles malalguno; usi anduvo Roberto' por l castillo, hasta que llego al carto en qua1 estaba la duquesa'su nadre;! y como bailase la puerta cerrada por dentro, comenz dar golpes y llamar" grande^'voces; y ; temiendo l duquesa que derribara \i'puerta,! le' respondi rogndole que se1 fuese, mas Roberto con mucha humildad l rogo quele quisiese'or,' prometiendo y dahdo palabra de no haco.rle el menor 'daoi ni ninguno' del castillo; lo cual la duquesa le abri la puerta* y llorando muy amargamente se ech los pies de su hijo; Roberto, movido d compasin por el llanto de su madre, suspirando dei coraron y sus ojos hechos fuentes, la levant del suelo. Sentados e n u n estrado sin tener otra compaa, empez la duquesa reprenderle con suavidad de; tan tos males como habia hecho, y Roberto la dijo: seora, esta es preeisamente la causa de m venida, porque no puede ser que vos el dunque mi padre, no tengis alguna culpa en e?te mi mal vivir* y quisiera saber si vosotros fuisteis causantes de ello, paia que mas facilmente pudiese yo enmendar mi vida,

    Guando la duquesa ov la voluntad y buena disposicin de su hijo para entregarse buen vivir, le saltaron nuevas lgrimas de sus ojos del gran gozo que recibi, abrazndole y besndole menudo; y rogndole la quisiera perdonar; luego'le cont por estenso cmo le ha bia ofrecido al diablo, de la manera que ya queda referido. Guando Roberto oy tales razones del gran dolor y pesar que tuvo, cay desmayado en el suelo, y despus que volvi n s, con abundantes lgrimas comenz decir: Oh misericordioso y eterno Dios!* cmo permits que pague el hijo la culpa de la madre! Oh! pecador de m, cunto tiempo he servido al diablo sin tener conocimiento de mi perdicin! Oh maligno espritu, cuntas cautelas y modos buscas para privarnos de l Gloria y cautivarnos en tus tristes crceles, por ciiy camino desde mi infancia hasta ste dia me has llevado, cegndome Sos ojos de la razn por l poder que mi madre tedi! Oh astuto y sagaz engaador, cmo dnocistes1 del sexo femenino' l fragilidad inconstancia!. Cmo iograstes de l lo que en ningn varn pudieras conseguir! Oh piadoso y misericordioso Jesus!' t, qu rogaste por los que ie crucificaren y digiste: Padre, perdnalos que no iabei lo que se ; perdona est mi triste madre sii gran yerro cometido, y m, mezquin pe* cader lo mucho qu te he ofendido, y pon en mi corazn entera 'contricin de mis pecados, breme la carrera dei tus mandamientos, come abriste el mar Rojo para los hijos de Israel. Acabada esta splica'arrodillse delante de sil madre, la pidi perdn, besla la mano, kvrg que le1 encomendase al duque su padre y le dijese que lo pedia perdn de sus yerros. Decidle, aadi, qu parto Roma para ponerme los pies del Padre'Santo confesar todos'mis nficados.

  • As llorando y sollozando se salid del castillo y monto" en su ca bailo, quedando la duquesa muy asombrada de lo que acababa de suco-der; lleg poco despus el duque al castillo, y como bailase la gen-te alborotada y b duquesa llorando, pregunt luego si Roberto habia estado por all, y si le haba hecho algn dao; la duquesa le cont to que con l habia pasado, y el duque enlam suspirando: Dios por su piedad quiera tener misericordia de l y le conduzca al camino de salvacin! Y despus se ocup >en consolar ala duquesa de la gran con-mocin que le habia causado la novedad de su hijo.

    Luego que Roberto parti del castillo, se fu toda prisa para el monte, temiendo ser cojido por la gente de su padre; llegando la casa que all tenia, encontr sus compaeros comiendo y divirtin-dose; luego que le vieron, todos se levantaron recibirle, y se ale-graron de su venida: l les habl muy coriesrnente, los hizo sentar todos, y despus que hubieron concluido de comer, les mand estar ea silencio y atentos lo que les quera decir. Principi iiaerlea i la memoria los enormes atentados por ellos cometidos, qncpor el menor de ellos eran dignos de eterna condenacin, y les rog que se confesasen hiciesen penitencia de ellos, y de all adelante vivie-sen como cristianos, que sirviesen Dios, y no estuviesen en el mon-te sirviendo al demonio; y otras muchas.reflexiones que les hizo para moverlos obrar bien. Entonces uno de los principales tomando la palabra por ledos, le respondi con gran descaro: seor, me parece que hacis burla de nosotros; t que nos condujiste aqu y nos en-seaste ser crueles y ejecutar mas maldades de lasque por nuestra natural cond rion hiciranit s, y que en todo has sido el principal mo-tor y guia, ahora nos vienes predicando como el raposo los pollos? Sin valde trabajas, porque nuestra voluntad es de seguir el camino *{ue nos enseaste, y pues que en este ejercicio habernos empleado parte de nuestros das, en l proponemos continuar los que nos que-dis, sea cual friere nuestra suerte. Y los dems respondieron un-nime! todos una voz, que esta era su deliberacin, Roberto les requiri varias veces para atraerles al servicio de Dios y no perseve-rasen en el mal vivir, dicindules: que pues ya que l habia sido el primero y principal motor en el mal, que tambin

  • - 13 eiecion sin dar lugar que dispertasen y se defendiesen, liaste que ios der-rib a lodos en el suelo; y cuando ya los tuvo muertos dijo: quien a buen seor Vi, buen galardn espera: si bien me servsteis, .tal como mere-ciis os be pagado. Despus quiso quemar la casa, mas se detuvo por /as infinitas riquezas que en ella haba, y cerrando la puerta mont en su caballo, resuelto emprender el camino para Roma.

    CAPTULO V. '

    Despido tierno en la abada.Llegada Roma y presentacin al Santa Padre.Singular penitencia impuesta Roberto.

    1J||-ADIENDO andado Roberto todo el da y noche sin comer cosa lguna, la maana siglente lleg una abada (cuyo prelado era arienie suyo), en la cual habia hecho grandes daos. Roberto se ape el caballo la puerta de la iglesia y entr en ella hacer.oracin.,Guando

    los monjes le vieron, se asustaron de tal modo, que echaron todos huir. Luego que Roberto buho concluido la oracin, llam uno de ellos, y le rog dijese al abad que se dignase deoirle, y que no tuviese temor, que ningn mal le baria l ni ningn otro del inundo. Entonces se baj el abad la iglesia acompaado de. algunos monjes, y dirigindose Roberto ellos, se hinc de rodillas, y les dijo: seores, yo he sido, en verdad, causador de grandes daos en vuestra abada, dlo cual ven-go pediros por merced me querrais perdonar, porque as Dios nos perdone,tambin lodos: despus que hubo hablado la comunidad en general, se dirigi al abad y le dijo: yo os ruego, seor que me en-comendis mi padre, y que le deis esta llave, que es de la casa en que me reunia con mis compaeros, y en ella hallara muchos tesoros y riquezas,.que heios robado en diversas parles; y le diris que resti-tuya toda aquella hacienda sus dueos, y que yo voy Roma con-fesar y hacer penitencia de mis pecados. Cuando los monjes vieron ei grande arrepentimiento de Roberto, dieron por ello infinitas gracias Dios, y estuvo muy bien asistido en la abada aquel da y la noche, que el abad 110 le dej partir, A. la maana, siguiente, dej el caballo y las armas, emprendiendo pie el camino para Roma, y el abad en vio la llave al duque, padre de Roberto, con la noticia de la conver-sin de su hijo, el cual aunque ya tenia. conocimiento' de ello, tuvo gran alegra;'parti para el monte hizo dar todos los bienes que li.ifld en la casa i sus respectivos dueos. Dejemos ahora al duque, y sigaf-snos Roberto en su peregrinacin. ;>\

  • Despus de muchas penalidades y cansancio lleg Roma Rober-to el di de Jueves Santo, en ocasin qu el Padre Santo en la iglesia de San Pedro estaba celebrando los divinos oficios, y como suardienle de-seo no le dejase esperar mejor oportunidad, se introdujo entre el in-menso gento poco poco, hasta que lleg los pies del Papa, no sin gran trabaj, porqu los sacerdotes trataban de impedirle el paso; mas no por esto pudieron estorbarle de su propsito; y cuando se vio de-lante del Pontfice, llorando amargamente y agrandes voces, dijo: Bea tsimo Padre! por el mejor servicio de Dios, cuyo Vicario eres, te rue-go que me oigas en confesin, y me impongas la debida penitencia para purgar mis pecados; y Su Santidad le tlijo: quin eres t, que tan grandes voces das en el templo de Dios interrumpiendo as la so-lemnidad de la funcin mas sublime que celebra la Iglesia? Y respondi Roberto: yo soy el mayor pecador del mundo, y vengo t, porque me des saludable penitencia de mis pecados, que son tan grandes, tan enormes, que no conviene decirlos aqu en pblico; y el Papa le repu-so: eres por ventura t el que llaman Roberto el Diablo, de quien tantas maldades se dicen? Y Roberto dando un profundo suspiro, que pareci que le sacaban las entraas, contest que s; entonces el Papa le dije; yo te prometo delante de Dios de oirte despus d celebrar los divinos oficios. Entonces se apart un poco Roberto, y oy con mucha devocin los divinos oficios.

    Despus de concluidos,' Su Santidad le mand llamar, y Roberto se hinc d rodillas con muestras de muy grande contricin, y empez i declarar todos los acontecimientos de su vida, sin omitir que cuando le concihi su madre, le habia ofrecido al diablo. Entonces el Papa, despus de un rato de reflexin, le dijo: hermano, t te precisa ir m monte tres leguas de esta ciudad, donde hallars un santo ermi-tao, quien informars de tus faltas, le dirs que te envi l, y te dar el remedio que conviene para la salvacin de i alma; y dan* dles bendicin le despidi.

    Estuvo Roberto en la ciudad aquella noche, y al otro dia se mar-ch para el monte que se le indic; anduvo por l buscando todas partes, hasta que hall al santo ermitao; y habindole encontrado i fu postrarse sus pies, y le dijo, que el Papa le enviaba l para que

    oyese en confesin; el buen ermitao l.tm por la mano y le luz 2eVntarv alegrndose mucho de verle tan contrito llorando sus pecados; y despus de haber conversado un rato cn l, le llev una capilla, donde con muchas lgrimas hizo una completa confesin de todos sus pecados; el ermitao le mand quedar en su compaa aquel dia y no-che sin absolverle aun, dicindol qu quera interrogarle mas larga-mente. Venida la noche, el ermitao hizo una cama junte la capilla

    - l i b e r t o , v l estuvo toda la

  • 15 noche en oracin rogando Dios por alcanzar el perdn de su penitente.

    Ya iba amanecer cuando el santo ermitao vencido del sueo, y reclinado un canto que le servia de cabecera, cerr los ojos para descansar, y estando en una especie de ensueo oy una vez misterio sa que le deca: Siervo de Dios, este pecador que tienes m'tucompa-a, por disposicin del Altsimo le impondrs por penitencia de sus enor-mes culpas, que tiene de permanecer en la ciudad de Roma, discurriendo por sus calles aparentando demencia y abstenindose del uso de la pala-bra, sufriendo con paciencia y resignacin las burlas insultos que pueda dirigirle el vulgo; tampoco podr alimentarse de otra cosa mas que de aquello que echen los perros y l les pueda quitar, debiendo continuar de este modo hasta que Dios sea servido disponer otra cosa, y asi alcanzar l le conceda por tan pequea penitencia; despidise del ermitao, y se fu para la ciudad de Roma, con grao deseo de comenzar y cumplir su penitencia.

    CAPTULO VI.

    Resignacin ejemplar de'oberto.-~Se introduce en el palacio del empera-dor*Manifiesta su odio a los judos, sirvindole de tema para tusfn-julos locuras. '"' ' '',

    NTU Roberto por la ciudad de Roma haciendo jestos cou la boca y con los ojos, bailando y sallando por las calles como hombre ajeno de todo sentido, y en poco tiempo se reuni un gran nmero de mu-chachos que le seguan y maltrataban continuamente, el uno le tiraba lodo la cara, otros zapatos viejos y otras suciedades que .hallaban por las calles, y otros j e apedreaban sin dejarle descansar, en fin, er objeto de burla para todo el mundo; mas Roberto nunca les decia nada,

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  • . I B

    ni jams les mostraba mal semblante; y estando un da delante del palacio del emperador muy acosado del hambre; tuvo por un acaso oportunidad de introducirse en palacio y penetrar hasti la sala donde estaba el mismo emperador comiendo; y haciendo su debida reveren-cia como hombre de cordura y de buena crianza; se qued luego para do mirando al ltelo; de repente dio un sallo encima de un aparador, lo cual dej lodos muy maravillados, y del aparador sall en el suelo con una ligereza estremada, de modo que ningn estrpito se sinti en la sala; comenz en seguida andar, bailar, y hacer otros jestos y lo-curas, con lo cual se uiverlia el emperador y lodos los que estaban en a sala. Tenia el emperador un maslin que jams se apartaba de su lado, el mas .feroz que pudiera hallarse, que ninguna persona osaba llegarse l salvo el mismo emperador, y dndole este un hueso, salt lloberlo con presteza y se lo sac de la boca sin encontrar resis-tencia; en vista de lo cual se quedaron sumamente pasmados todos los que all eslahan, y conociendo el emperador que Roberto tendra mu-cha hambre segn la pris'a que se daba en roer el hueso, movido de compasin, mand que inmediatamente le diesen de comer, y en se-guida le fu puesta uua mesa un lado de la sala con muchas y bue-nas viandas do todas clises; mas no quiso Roberlo llegar ellas, ni probar cesa alguna por mas que le invitaron; solo s eslaba observando si darian alguna cosa al perro para quitrsela; y conociendo esto mismo el emperador, le ech un pan entero, y el mastn lo cogi y comenz comer, mas Roberto se lanz presto debajo de la mesa, se apoder" del pan, le parti por medio dndole la mitad al maslin, y la oir mi-tad se lo guard para s, y sentado cara cara con el perro comi su parle. El emperador se qued aturdido de la gran mansedumbre que el animal usaba con Roberlo, sin jams haberle visto hacer cosa semejante.

    Cuando hubo concluido de comer el pan, se levant y fu por la sala pasendose y nirando lodas partes, unas vece3 andaba hacia atrs, otras se dejaba caer, otras mirada al techo, y asi hacend mil es travaganeias, vio abrir una puerta por donde se salia un jardn muy delicioso en el que habia una herniosa fuente; l se fu corriendo cuanto pudo para el jardin, se acerc bebe, la fuente, y as estuvo entretenido lod i aquel dia sin salir del palacio: venida la noche andu-vo buscando lugar conveniente donde descansar, y vio detrs de unas escaleras un poquito de paja donue tenia el podenco su cama; con m clio placer-su fu acostarse all con l , y como le viesen algn y se lo dijesen al emperador, mand este que le diesen una cama e < que durmiese, mas Robeilo uunca quiso dejai aquel lugar por mas 'pie le rogasen.

    Es ciertamenle cosa admirable este hombre que desde su ues SP

  • 1.7 -

    haba criado en grandes vicios y deleites, durmiendo en camas mulli-das, habitando en palacios, vestir ropas muy costosas y comer manjares los mas delicados, quien servan y acataban muy grandes seores, se le viese con tan gil s ima resignacin, paciencia y humildad, echado eon un perro, y de la comida que se da estos animales, tornar su sustento natural sin querer o ira cosa alguna, Y con grande mansedum-bre sufra adems ser encarnecido de todos con una humildad y resig-nacin sin ejemplar. Verdad es que habindose Roberto entregado despus de su niez la vida aventurera, se acostumbr sufrir toda suerte de privaciones y se habitu la rudeza inclemencia de los elementos, pero con todo, nunca se haba desprendido de su carcter orgulloso^ por lo que es mas admirable su posterior humillacin.

    Ua dia fueron convidados e;i el palacio del emperador, unos peno najes estrangeros con algunos nobles de la ciudad, entre los cuales se hallaba un comerciante judo de los mas acaudalados, y que adems era tesorero general del emperador; comiendo estaban en la mesa, cuando entr Roberto en el saln informado ya de que entre los con-vidados haba un judo; senta tanto ver un infiel comiendo con los cristianos, que le daban tentaciones de arrojarse l y quitarle de la mesa, lo que hubiese hecho sino fuera por i;o incomodar al emperador, pero para vengarse de l en algn modo, discurri traza para hacerle alguna burla; y en efecto, tom al podenco por los brazos, llegse de-trs del judo, le toco por la espalda, y ai tiempo d volver este la cara le arrim la del perro, de modo que le hizo dar un beso con el hocico, de lo que qued aquel muy corrido, y todos se rieron grande-mente por lo gracioso del chasco y la sagacidad del fingido luco; pues en medio de sus eslravagancias y caprichos procuraba ser agradable todos los que le trataban, sin enojar ni causar perjuicio ninguno; y as, de este modo cumpla su penitencia pasando por loco y mudo en todas partes.

    Andando, un dia Roberto por una de las calles mas concurridas de la ciudad, haciendo mil'gestos y contorsiones con un palo muy lar-go que llevaba, vio pasar una gran comitiva de judos, que acompaa-ban una novia muy ricamente vestida; fu corriendo hacia ellos bai-lando, y con el palo empez sacudir los judos hasta que tuvieron que apretar correr despavoridos; luego se fu la casa de donde ha-blan .-aiido vque erada del novio), se introdujo en la cocina y hallando una gran olla de carne j otras viandas que tenan preparadas para ce- Jsk*, lehrar la boda, se Jo verti todo por el suelo, salindose luego con su XSCpi palo sin

  • 18

    CAPITULO VIL

    Rebelin promovido por un almirante contra el emperador.Roberto pro-visto de caballo y armas defiende la causa de su favorecedor.-Por su valor se consigue la dispersin de los rebeldes.

    N el mismo tiempo que Roberto andaba por la ciudad de Roma haciendo su penitencia, un almirante, vasallo del emperador, hombre de ilustre linage, pero muy ambicioso, feroz y de ruin condicin si bien esforzado y valiente en la guerra y muy sabio en poltica, hizo pedirla hija del emperador por esposa; y como este no la quisiese casar con l ni con otro, por tener el defecto de ser muda, el almiran que no llevaba otra mira que la ambicin recurri las armas reunien-do gran nmero de gente de guerra partidarios suyos como asimismo muchedumbre de paganos, que en aquel tiempo confinaban con los romanos; apercibida, pues, toda aquella gente, y l por capitn de to-dos, entr por los Estados del emperador haciendo grande destruccin y dao en los pueblos y los campos.

    Cuando el emperador supo la agresora invasin del almirante y los malos tratamientos que sus vasallos reciban y que estaba amenazada la seguridad de sus Estados, mand luego que inmediatamente se jun-tasen en la corte todos los principales caballeros de su imperio, por saber si habia alguno que favoreciese las pretensiones del almirante; y despus que les hall todos leales, y deseosos de poner sus haciendas y personas su servicio, mand que muy presto se armase toda la gente que se pudiese equipar para ir en contra de sus enemigos; reun-dos que fueron y puestos sus capitanes como en tal caso se requera, el emperador en persona se puso al frente de todos ellos, saliendo de la ciudad en buen orden, y al otro dia llegaron donde estaban los enemigos esperndoles, y apercibidos ya de su venida; el emperador hizo disponer la gente en orden de batalla para batirse con ellos; se comenz una muy reida batalla que dur hasta que cerr le noche, perdiendo el emperador mucha gente, de modo que les fu forzoso el retirarse un lugar que estaba cerca para reponerse de la derrota.

    Al otro dia or la maana ei almirante envi un mensage al empe-rador, dicindole, que saliesen presentarle ta batalla en campo raso, mas este estaba muy abatido por la prdida de su gente y de los mas principales y esforzados capitanes, por cuva razn no osaba aceptar k batalla, temiendo de que sus armas llevasen la peor parte, y tuvo por y -

  • 1 9

    corro Je sus parciales; mas conociendo el almirante la crtica situacin en que se hallaba su contrario, mand luego atacar el lugar, por lo cual se vio obligado el emperador salir de su posicin y presentar la batalla con la poca y desalentada gente que tenia.

    Roberto continuaba habitando en el palacio del emperador, y al saber las fatales nuevas que habian venido la corte, de la derrota del ejrcito se puso muy triste. Una maana quesa al jardin para beber en la fuente como tenia de costumbre, despus de haber saciado su sed, se arrim un rbol ponindose discurrir en la desgracia del emperador y la prdida de su jen le deseando vivamente, si posible le fuera favorecerle, tanto por contribuir al esterminio de los revoltosos y enemigos del orden pblico, cuanto por rendir un tributo de gratitudj satisfacer en parle los beneficios que en el palacio del emperador reci-ba; y embebido en estos pensamientos oy una voy que le dijo: lo oero, es preciso que tomes estas armas, cabalgues en este caballo y vayas ayudar al emperador que est en muy grande peligro; > y volviendo Ro-berto la cara vio junto s un caballo blanco muy hermoso con luci-do arns y una gruesa lanza con una espada; entonces hinc las rodi-llas, dio gracias Dios, y con gran gozo se arm y mont ligeramen-te, dando algunas carreras por el jardin jugando la lanza y esgrimien-do como si estuviere entre los enemigos, creyendo que ninguno le veia: mas la hija del emperador que estaba asomada una ventana de su aposento por distraerse mirando el jardin y la fuente, estuvo ob-servndolo y le gust mucho ver Roberto armado y manejar la lanza.

    Sali Roberto por una puerta escusada del jardin gran prisa para el campo donde estaba el emperador con su gente, encontrndole e lo mas fuerte del combate, y que iba ya en completa dispersin. Cuando Roberto vio la gente desbaratada ech correr hacia ellos animndolos y hacindoles entrar en orden, logr hacerles volver la batalla. Des-pus que los hubo juntado todos, hizo apartar los heridos en para-ge seguro, y los dems los puso en perfecto orden dando frente al enemigo. Todos le miraban maravillados al verle tan apuesto en el ca-ballo y con el brio con que manejaba la lanza, y le obedecan sin ser conocido de ninguno de ellos. Luego con la lanza hizo seal los sa-yos que le siguiesen, y como un len bravo acometi los enemigos, r u y en breve tiempo derrib mas de sesenta caballeros; y habindosele " ; * quebrado la lanza ech mano la espada y comenz dar tajos, der- ) , t ribando caballos y hombres, de modo que muy pronto se hizo temer de ' -sus contrarios por el empuje de su espada. Roberto les sigui con su jen* i t te hasta que los pusieron en buida, quedando por fin el campo por el enV ; . * 01 perador no sin haber recibido Roberto algunas contusiones. En seguidaTt >^ -U:> p l se escabull de entre la gente, y secretamente se volvi Roma, . & se meti por la puerta del jardin que hall aun abierta, entr es M y X\

  • 20 desarmse muy presto; puso las armas encima ele la silla del caballo, se meti en el palacio y el caballo desapareci. La bija del emperador que le vio marchar estaba ansiosa deseando.ver cuando volvia, y efec-tivamente, estuvo en acecho y le vid llegar, desarmarse, y tambin come el caballo y las armas desaparecieron, de lo que se admir tanto, que al contado ,1o hubiera referido todo su padre sino le hubiese faltado svl don de la palabra.

    CAPITULO VIH. \

    Sigue Robera peleando contra los enemigos del Estado Empeo del em-perador para descubrir al hroe.Recibe Roberto una herida.

    EOO que el emperador vio sus enemigos desbaratados y pues-tos.en huida, tom las disposiciones para volverse Roma, donde fu muy bien recibido del pueblo; llegado que fu su palacio entr Roberto en el saln donde estaba, y con ademanes chistosos fu dar-le la'bien-venida; y como traa un rasguo en la cara que le dieron en Sa batalla, cuando el emperador se lo vio dijo con severidad: quin ha-br sido el insolente que ha lastimado este loco en la cara? y contes-t un caballero: seor, esto probablemente le fu hecho cuando esta-ba Y. M. ausente de aqu; y seria conveniente mandar que ninguno se atreva enojarle ni hostigarle en nada, pues qua l nadie hace dao: y el emperador as lomando, sopea de su indignacin y de un severo castigo; en todo lo cual estaba Roberto disimulando siompre como que ninguna cosa entenda.

    Despus pregunt el emperador por el caballero que le baha ayu-dado en tan grande apuro como se haba hallado, y que tanta parte habia tomado en el combate, mas ninguno le pudo decir quin era ni dnde se le podra hallar; y dijo el emperador: quien quiera que sea, es el mas esforzado guerrero que yo haya visto en toda mi vida, y ciertamente' que merece ser bien recompensado por su heroico valor. No es posible que otro caballero hiciera jams lo que l hizo en mi favor. 01. cmo quisiera conocerle por galardonarle el beneficio que de l recibimos, pues bien sealado era con su-caballo blanco y sus armas lucidas y mas hermosas que. las de otro alguno.

    Cuando la princesa entendi que un caballero con caballo blanco enci en la batalla, tuvo gran placer y quiso decir por seas lo p e

    i Roberto-en el-jardn, mas minera pudo.el emperador compren er, por lo que mand llamar uuas entendidas seoras que tenan el argo de ensearla y servirla, y las dijo, que observasen bien atentas

  • 2i lodas las seas de su hija, y que viesen s- entendan lo que quera decir; lo q*ue las damas conlesiaron: seor, Y. M. sabr que la se-orita princesa, vuestra hija, dice por seas que el loco que habita en vuestro palacio seria el'que venci la batalla, pues que le vio armado dirigirse al campo, que despus de la batalla le vio regresar, y desar-mado que fu, desapareci maravillosamente el caballo y las armas. El emperador las dijo: seoras, es posible que seis tan imbciles? si no poseis mas inteligencia y no mostris mejor capacidad para ensear mi hija, yo os mandar castigar, pues que en lugar de instruirla ofus-cis mas sus sentidos: cmo es posible suponer que un hombre falto de sentido y de razn hiciese tan grandes hazaas y diese an atina-das disposiciones para alcanzar una victoria? Porque no solamente fu valiente en su persona, si que tambin mostr sagacidad y mucha astucia en el arle de la guerra: su saber industria bastan en mi con-cepto para dirijir cien mil combatientes. Despus de estas razones, se despidieron muy avergonzadas las damas con la princesa, volvindose sti habitacin, y el emperador qued hablando con sus cortesanos del caballero que le ayudara, no encontrando trminos suficientes para ensalzar debidamente su valor

    De all algunos dias, el almirante que pesar de su derrota no haba desistido de su empeo y que no perdon medio alguno para re-poner su ejrcito, junt hasta sesenta mil hombres enlre descontentos del pas y eslranjeros. vino otra vez sobre Roma, mas el emperador; sali de la ciudad con todos ios romanos que en ella se hallaron para llevar armas, hacer frente al enemigo, pero hubieran librado mal con el almirante y su gente, si Roberto no les socorriera por segunda vez, el que hall las armas y el caballo en el jardn como anteriormente, y entr en la batalla con tanto denuedo, que en poco tiempo fu cono-cido de una y otra parte, peleando con tanta ferocidad contra los infie-les, que ninguno se le ponia delante ni le esperaban un solo golpe. Si mucho hizo en la primera batalla, mucho mas trabaj en la segun-da: los capitanes dc't emperador no dejaban de observarle par verle manejar la lanza y herir con ella; y cuando vio que la victoria no era dudosa y quedos del emperador tomaban sucesivamente el campamen-to y riquezas de los enemigos, muy discretamente se desvi de la gente y se entr en Roma sin ser conocido, ni observado de ninguno, solo si de la princesa, que le habia visto tambin armar y,salir del jardn como la ve?, anterior, pues estaba cuidadosa esperando que volviera, y le vio venir, desarmarse, y como desaparecieron el Caba-ll y las armas lo mismo que anlcs; mas no lo dijo ninguna perso-na, porque entenda que la daran el mismo crdito que anieriormpn-i te; y Roberto se entr en el palacio haciendo estravagancias como, siempre lo tenia que hacer, por precisin. - s

  • 22 Venido el emperador de la batalla conseguida la gran victoria,

    mand hacer una escrupulosa pesquisa en todos los caballeros por si sabia alguno, quin era aquel del caballo Manco que le sac por se-gunda vez de tan grande conIIicio; mas no pudo saber por entonces quien era por mas diligencias que se practicaron.

    No se pas mucho tiempo sin que el temerario almirante con mucho mayor poder y mayor nmero de combatientes tuviese la osa-da de aprocsimarse hasta las puertas de la ciudad de Roma; luego que tuvo noticia de ello el emperador, qued muy sorprendido y ate-morizado por el gran poder que sus enemigos traian, aunque confiaba mucho con la ayuda del desconocido caballero que en tales peligros le /avorecia; y con esta esperanza mas que con el esfuerzo de su gente, mand apercibir todos los caballeros y dems gente de armas tomar para acometer sus enemigos; mas antes de salir de la ciudad, man-d que veinte caballos y treinta infestes tuviesen el cargo de apostar se en ciertos puntos y seguir al del caballo blanco (si se presentaba), y que de grado por fuerza se apoderaren de l y le condujesen la corle. Sali pues el emperador de la ciudad con todo su ejrcito y fu acometer los enemigos.

    Al mismo tiempo fu Roberto al jardin, y hall en l el caballo y las armas correspondientes y su lanza: qued en un momento arma-do y mont en su caballo, se sali del jardin todo escape sin ser vis-to, hasta que entr en el campo de batalla; y en seguida se le vio en-trar en combate, derriba caballos y ginetes., despedazar armas y des-baratar cuanto se le ponia por delante, cuidando al mismo tiempo de que su gente conservase el orden con mucha diligencia, porque no en-trase la confusin ui recibiesen tanto dao de los enemigos, que al par que eran muchos peleaban con feroz encarnizamiento; pero en bre-ve tiempo hizo tanto destrozo en sus filas, que el almirante solamente con cincuenta caballeros, se salv ua de caballo, y los dems que-daron unos muertos y otros heridos y maltratados en el campo; en cuan-to Roberto vio la victoria decisiva, se quiso separar de la gente como hizo las otras veces, pero los caballeros infantes que estaban sobre el aviso, as que le vieron salir de ntrela tropa, le atajaron el cami-no; l as que los vio, variando de direccin, empez huir rienda suelta al travs de los campos por no ser cogido. Uno de los caballe-ros que llevaba el caballo muy ligero, le sigui gran trecho carrera tendida, sin conseguir darle alcance; y cuando vio que se le iba alar-gando, le tir la lanza que llevaba, hiri Roberto en un muslo, quedndole un trozo de hierro dentro; mas ni por eso dej de correr hasta que consigui meterse en el jardin sin ser descubierto de persona alguna, salvo de la princesa, que estaba siempre en acecho desde la acostumbrada ventana. Cuando se hubo desarmado, desapareci el

  • 23 caballo y las armas. Pensando que no le vea nadie, se arrim un rbol para curar su herida, sac el hierro que tenia dentro, y lo es-condi debajo de una piedra cerca de la fuente, y despus se puso ciertas yerbas en la llaga para restaar la sangre, guardndose cuanto podia de cojear: se entr en palacio haciendo mas locuras de las que solia, por disimular que estaba herido, y en aquel instante entr el emperador que acababa de llegar y poce despus el caballero que hi-l Roberto, el cual refiri S. M. como no le habia podido dar alcance

    por mas que le persigui todo eorrer, pero le habia herido y que el hierro qued clavado en el muslo; el emperador qued muy satisfecho de ello, y mand que se buscase escrupulosamente por toda la ciudad, si se hallaba un caballero que tuviese una herida de aquella especie y hu-biese montado caballo blanco; mas no se hall tal caballero en todo Roma, por mas diligencias que se practicaron; y como el emperador estuviese muy deseoso y tuviese mucho empeo de saber quin era el generoso caballero quien deba tan grandes beneficios para recompen-sar su mrito, mand pregonar por toda la monarqua, que el caballe-ro que en las batallas dadas contra el almirante se present con caba-llo blanco arrollando y desbaratando las huestes enemigas, quien quie-ra que fuese, que viniese la corte y se manifestase, que en galardn de sus nobles hazaas, el emperador le daria su hija por muger (si se con-formaba con la falla fsica de la princesa) y adems la mitad del imperie.

  • CAPITULO IX.

    Perfidia del almirante para saln facer su ambicin.La princesa es dolad del uso de la palabra y descubre el engao.El irmilaj anuncia Roberto que ha cumplido su penitencia.Celbrase la boda de Rober-to con la princesa.

    % | | A B I E N D O llegado noticia del almirante l pregn del emperador, se alegr mucho de ello, pues pencando por este medio venir conse-guir lo que su ambkion tanto deseaba, movido por la codicia y ambi-cin de mando no menos que por su pasin amorosa hacia la prince-sa, que aparte de la falta del habla era de una hermosura admirable, por casarse con ella y suceder maosamente en el mando del imperio, se hizo traer un eaballo blanco, despus tom un hierro de una lanza y se lo introdujo en el muslo; y en compaa de dos 6 tres personas de su confianza se fu para Roma, en donde solicit del emperador que se dignase de oirle en audiencia especial; y obtenido l permito de S. Al. se present palacio, maravillndose mucho el emperador de su venida: el almirante je dijo que l era el guerrero del caballo blanco, que en las tres batallas pele su favor; y el emperador des-pus de haber pensado tiu poco, le dijo: cmo es posible eso! No sois vos el almirante que se declar mi enemigo? Cmo es probable que nadie pueda ir contra s mismo? El almirante, como hombre osa-do y may cauteloso, respondi: seor, no se maraville V. M. de las cosas que haga un hombre pres de amorosos lazos: el amor encendi su poderoso luego en mi pecho, cuyas ardientes llamas abrasan mis entraas por vuestra nica hija la "princesa, siendo ella ignorante de todo, y solo amor me movi haceros aparentemente guerra pero con la idea de serviros en ella, como os serv contra mi gente hurtndome de ella al tiempo de la pelea y e vuestro mayor apuro; y veis aqu-el hierro de la lanza, y tambin h llaga que vuestro caballero m hizo por conocerme. Cuando el emperador viola llaga y el hierro de la lan-za,tuvo por muy verdadero lo que el almirante deca.

    Vamos que en unto Roberto cumpla su penitencia sin cesar de rogar Dios le quisiese perdonar sus pecados, se hizo capaz de la mi-siricordia de Dios, y quito su divina Magostad, dar'fin sus padecimien-tos sacndole del estircol donde y acia entre los perros, y sentarlo al-gn dia en la imperial silla, quiso que el que era menospreciado y es carnee ido de todos, fuese por su gran lint.id-.;.! ensalzado, asestado y

  • 2 5

    honrado de todos. Estando pues, el abnirantg. continuando ,sujs preten-siones en laciudad de Piorna, como dijimos^; el, santo ermitao confe-sor de Roborto. tuvo una revelacin en que,se le ordenaba se fuese Roma, y advirtiese, su penitente que era cumplida,, la voluntad Je Dios y que haba quedado muy contento y slLfecho de so penitencia, y por lo -tanto que hablase ya de all adelante , :

    El sanio ermitao dio gra. las Dios, y muy gozoso salid del monte encaminndose para la ciudad de. Roma, en busca de Pioberto, pues ignoraba que resida en el palacio del emperador, y como hubiese andado toda la ciudad sin tener noticia suya, muy'Congojoso y.apesa-dumbrado pens en ir al palacio de su Santidad por ver s.le.clarian alguna razn de el, pero antes quiso entrar errh. iglesia de San Pedro hacer oracin. En el mismo instante llegaron al templo el Padre San-to, y el emperador, que habindose dispuesto ya el enlace de la here-dera del trono, iban con gran nmero de ciudadanos romanos y un lucido acompaamiento celebrar los desposorios del almirante con la princesa, la cual, contra su voluntad, despus de haberse cruelmente herido y desfigurado su delicado rostro, pues que

  • M que digo, j mayor abundamiento ver el hierro de la lanza, como asimismo el propio caballero que con su esfuerzo y valor es capaz de vencer todos los caballeros del mundo, al propio tiempo que en hu-mildad ninguno le iguala.

    Concluida esta relacin, en el mismo orden que vinieron la igle-sia se volvieron al palacio del emperador, y el almirante ingeniosa-mente se fu desapareciendo entre la multitud muy confuso y como nn desesperado: el santo ermitao que estaba en la iglesia, sigui al Papa y la dems gente, por ver el prodigio; y cuando llegaron al palacio, la princesa los llev al jardin, sac el hierro de donde lo enterr Rober-to, y el caballero trajo la lanza con que le hiri, y uniendo los dos pe-dazos qued comprobado ser aquel el verdadero hierro sin ninguna du-da: despus fueron la escalera donde estaba Roberto echado cou el

    iodenco; que le lamia la llaga sin tener otro cirujano: el emperador le lamo para hacerle mirar el muslo, mas Roberto al ver su Santidad

    y la princesa con tanta multitud de gente, sospech la causa d su ve-nida, y por n ser reconocido mostr estar del todo fuera de sentido y comenz burlarse de todos, haciendo gestos muy disformes, y cuan-do le decan algo volvase juntar con el podenco. Entonces su San-tidad le dijo: yo te mando de parte de Dios que hizo el cielo y la tier-ra, que si tienes facultad de hablar me respondas lo que te pregun-tamos}. Cuando Roberto le oy hablar asi, pens escabullirse de ellos y huir, por esconderse donde no le hallasen; y levantndose muy pronto con el perro en los brazos, dio tres cuatro saltos por entre la gente por salirse de ellos, pero cuando se hubo puesto en pie, el ermitao que estaba all tuvo ocasin de verle el gesto y conocerle: adelantse cuanto pudo por llegar l y le dijo: amigo, ya no debes ocultar por mas tiempo tu verdadero nombre, que es el de Roberto, que dicen, el Diablo, pero en adelante tendrs otro mas agradable, que es HOMBRE B E Dios, conviene que hables ya, porque tu penitencia es cumplida y Dios est muy satisfecho de ella, y esto solo soy enviado. Entonces Roberto llorando de puro gozo, hinc las rodillas en el suelo y alzando las manos al Cielo dijo: oh Dios Todopoderoso, fuente de misericor-dia y de piedad! Cunta es la merced que hoy recibe este indigno siervo, y cuanto bien por tan simple trabajo! Rugote por tu inefable bondad, que en todo tiempo te quieras acordar de m, porque no me desvie jams de la carrera de tus mandamientos, y te merezca alabar y bendecir para siempre!

    Cuando el Padre Santo y los dems que estaban presentes oyeron tan acertadas razones de Roberto y el grande sosiego suyo, quedaron muy maravillados. La princesa en particular, qued de ello muy alegre y en estremo complacida, con 1 esperanza de que aquel habia de ser su marido; porque sus comportamientos y grandes'hazaas le haban

  • ya introducido algunas centellas de amoroso fuego en sus castas entra-as, y su graciosa habla fu mayor motivo para que de las mas pe-queas chispas procediese un poderoso fuego, cuyas llamas por todas las partes de su cuerpo prendieron el corazn y cautivaron su libertad, sojuzgando los sentidos para que Roberto jams no se apartase un ins-tante de su memoria. El emperador ofreci este que se dignase acep-tar por esposa su hija, pues que de voluntad se la daba, supuesto que tan merecida la tenia, y con la condicin qu despus de sus dias le sucedera en el imperio. Mas Roberto no quiso aceptar por enton-ces tan brillantes ofertas, escusndose que le convenia ir una rome-ra y cumplir ciertos votos; y tan solamente estuvo aquel da y ocha con el emperador, y al otro da se despidi de l y de todos los corte-Sanos marchndose de Roma. Su objeto era ir al monte y consultar con el santo ermitao si debera no contraer el matrimonio que se le haba propuesto.

    Quede* f ues el emperador muy desconsolado como asimismo los tahaleros, y muy particularmente la princesa, y as estuvieron bastan-tes dias que no supieron de su paradero. A poco tiempo de estar Ro-berto con el santo ermitao, este por mandato del Cielo, le dijo, que Dios le ordenaba fuese Roma, que se casase con la hija del emperador, r que de ellos descendera una generacin agradable nuestro Dios y Seor: Entonces sali Roberto del monte y se parti para Roma, don-ie fu muy bien recibido del emperador y su corte, los cuales creye-ron que venia de la romera segn l les haba dicho al marcharse.

    De all pocos dias se verific el casamiento con la princesa, y fueron celebradas las bodas con tanta solemnidad como corresponda >araia.-liija de tan gran seor y tan distinguido caballero, pues recono-eiendoel emperador los sealados servicios que habia recibido del des-posado, quise darle una prueba ostensible de la gran satisfaccin que le caba en adoptarlo por sucesor de su trono. Grandes preparativos se hicieron de rdeu de S. M. para celebrar con toda pompa tan fausto acontecimiento; iluminse profusamente la ciudad, vistironse las fa-rdadas con ricas colgaduras, comparsas de msicas recorran constan-temente las calles y plazas; en fin, as los torneos como toda suerte de diversiones tuvieron lugar por espacio de muchos dias. Estuvo Ro-berto res aos en la ciudad de Roma disfrutando con gran placer la dulce compaa de su esposa. Despus de ^ste tiempo recibieron la noticia de que su padre el duque Auberto de Normanda habia muer-1 to, por lo cual pidi licencia al emperador para ir su patria, en com-paa de su mujer, y el emperador viendo la justa razn que Robeple tenia, aunque con grande pesadumbre de su partida le hubo de dar licenV ca, y se partieron los dos esposos de Roma, con muy grandes pi

  • CAPTULO X.

    Roberto sofoca una rebelin en Normandta.Emoajacla del emperador re~ clamando el auxilia; de su yerno.Muerte alexosa del emperador y el asesino recibe el castigo de su crimen.Roberto es proclamado empe-rador de Roma. . > .

    ASIENDO llegado Roberto y su esposa con toda felicidad la capi-tal de JNormand;) fueron recibidos de lodos los caballeros y del pueblo en general een todos los honores correspondientes su clase, y con grandes muestras de jbilo, pues en cuanto tuvieron noticia de su ve-nida, se apresuraron en disponer todas las diversiones y festejas pbli-cos que estaban en uso en aquella pocas de triodo que su entrada en el palacio fu verdaderamente triunfal. La duquesa su madre, que des-de la prdida de su esposo vivia muy retirada y llena de tristeza, se la desvaneci en gran parte con la inesperada veuida de su hijo quien tuvo el placer de estrechar entre sus brazos: este le hizo una relacin muy estensa de todo cuanto e:habia pasado en Roma, de lo. que que-d asombrada la duquesa.

    A los pocos das de su llegada, informaron Roberto de que des-pus del fallecimiento del duque su padre, un aventurero subdito suyo se haba levantado con una partida de gente, fortificando un castillo desde el cual hacan sus correras, causando infinitos daos y perjuicios los* Estados de la duquesa viuda, en vista de lo cual, mand Rober-to un parte ai gefe de los rebeldes intimndole, que inmediatamente depusiese las armas y se presentase sin dilacin la corte prestar su-misin y obediencia su seor, y como la contestacin fuese por la negativa, fu preciso que Roberto, reuniendo un nmero suficiente de gente armada, saliese batir aquella fortaleza; verificado el ataque pe-netraron viva fuerza dentro del fuerte matando cuantos all encon-traron, escepto el cabecilla que fu llevado la ciudad de Ran, donde le quitaron ta vida, siendo descuartizado como traidor. *

    Dos aos hacia que # cl duque Roberto viva pacficamente en su pas en compaa de su esposa y su madre, disfrutando de una paz y tranquilidad envidiables, cuando recibi la noticia de: que el almirante aprovechando su ausencia, y deseoso de vengar la afrenta que recibi ai irse desposar con la princesa, habia penetrado en los Estados ro-manos con un numeroso ejrcito, abrasando villas y lugares, matando las gentes indefensas, talando campos y coraMwndo teda especie de

  • 5>y _ atrocidades; y corno, el emperador tuviesemayor confianza; en el valor y disposicin d su yerno el duque Roberto que en ninguno de los caballeros de su imperio, se apresur enviarle mensajeros;encargn-dole que sin demora alguna se pusiese en camino para ir socorrerle contra el almirante;;qu se habia presentado hasta; las puertas* de la ca* pital. Llegados los mensageros romanos la ciudad de Ran, doude la sazn se hallaba el duque: Roberto segn se h dicho, este los recibi con las ceremonias debidas, y enterado que estuvo de su embajada, mand qu con la mayor brevedad posible se equipasen hasta treinta mil hombrs;normandos, nejando encargado el gobierno del ducado un inteligente caballero de'toda su confianza, y suesposa en compa-a de sir madre, y l se: puso la cabeza de aquella fuerza emprenr diendo la marcha f largas jornadas.

    A su.llegada & Ron>a: se encontr con la inesperada novedad de que el emperador acababa deer muerto en una batalla .manos del al-mirante: al oir Roberto tan infausto \ acontecimientoHeno de furor y coraje, hizo en seguida disponer toda cuanta gente armada habia en Roma, y unidos con el refuerzo que trajo consigo, sali de la ciudad con grandes dseos de encontrar al almirante para retarle: un comba-te parcial y vengarla alevosa muerte cometida en la persona del em-perador, su suegro. Sali al frente de su numerosa :y entusiasmada hueste, y apenas hbrian andado poco, mas de media legua divisaron el campo d los enemigos, los cuales estaban formados en un llano en orden de batalla; el duque Roberto dividi, su ejrcito en tres colum-nas y l se puso al frente de la del centro. Dada la seal se pusieron todos en movimiento, y poco tiempo el.combate se hizo general; la sangre corre en arroyos, los guerreros caen y el campo se cubre de cadveres. El duque, montado en un famoso caballo y espada, en mano, se arroja entre el tropel desesperado y fuera de s,;'Heno-de.ardor y clera busca el peligro con ojos codiciosos, y acomete, desune? derro-ta los espesos escuadrones, vuela en medio de las lanzas, inunda de sangre la tierra, busca el peligro, le provoca y desprecia un tiempo. Ligero y temido como el rayo, discurre por ntrelos enemigos sem-brando la muerte y terror; brese paso entre sus vctimas que caen amontonadas, y aguija el fatigado caballo que apenas puede pasar so-bre las armas y los cadveres,

    En medio de la horrenda carnicera,, del tumulto y de los gritos de los fugitivos, el hroe cree descubrir al almirante al divisar un ca-ballero montado en un brioso caballo, que traa un yelmo dorado con una lucida armadura y muy pertrechado de armas; se dirige lh> hace sea que se ponga en defensa y ambos se acometen un ticnfrj'o:? 'el .-caballero dirige la lanza sobre su contrario; el duque evi'a el g o % Y de un revs desenarreta >I imnetnoso animal..Fl guerrero cap Hty>

  • 30 erto descarga el brazo sobre l y le hace morder la tierra hirindole gravemente; luego mand los suyos que lo llevasen Roma, dicien-do que all se le dara el castigo merecido su alta traicin: oyendo esto el caballerease volvi Roberto, y con dbil voz le dijo: te rue-ge por mi nombre que no quites la honra y fama de mi nobleza ya que quieres quitarme la vida, ni al tiempo de morir me pongas un nombre infamante que jams merec en toda mi vida. Entonces el duque Roberto le interrog diciendo: pues no eres t; el almirante que ase-sinaste vilmente y sin causa mi seor el emperador? A. lo que j e contest el interpelado diciendo, que el almirante no tenia tales armas ni escudo, que las que .llevaba eran bastas y deslucidas por no ser conocido, y solo se distingua por tener un len negro en el escudo, y que montaba en un caballo rubio; acabado de dar estas espcaciones espir. Roberto, que todo su afn era encontrarse con el almirante, se pre-cipita otra vez en lo mas reido del combate como un fiero len, siem-pre mirando si poda descubrir al que era objeto de su odio; "ile al fin en ocasin que estaba haciendo gran destrozo en los romanos, y asegurndose de que era l mismo por las seas que le habia dado el difunto caballero, tom una fuerte arwa, se dirigi el, le llama y le reta en alta voz; el almirante le responde, ambos se reconocen y cor-ren encontrarse; ambos en fin se separan de sus tropas y se encuen-tran cara cara. Dios de las batallas! Quin podr pintar la fuerza, el odio, la rabia de estos implacables rivales? Quin podr esplicar d fu-ror ciego, el deseo de venganza, la sed ardiente de sangre que am-bos devora? Al modo que dos guilas furiosas hienden el aFe con las veloces alas y caen al encontrarse, as los dos guerreros se arremeten, se juntan en medio de su carrera, y al golpe caen ,os caballos. Levn-tense al punto, y sin atender sus vidas, sin pensar en los escudos, con espada en mano acrcanse y descargan sus brazos: el acero corta el hierro y sus corazas despiden vivo fuego,

    El impaciente Roberto arroja el escudo, da hacia atrs tres pasos, empua el formidable alfange, y volviendo como un rayo descarga so-bre su enemigo |artindole la coraza, y la punta se abre en el pecho uta ancha herida de donde mana la sangre. El almirante con una ro-dilla ea tierra, Roberto lleno de esperanza quiere segundar; le hiere de nuevo dejando la espada en las entraas de su antagonista y palpitante cae al suelo baado en su propia sangre. Apenas los del bando del al-mirante vieron su jefe vencido y muerto, cuando empezaron des-bandarse y entrar en ellos la confusin. El invencible Roberto junta sus fatigados soldados, los anima para hacer el ltimo esfuerzo, y dada la seal se arrojan con ardor contra sus enemigos, los arrollan por todas partes y los ponen en precipitada fuga, dejando la tierra sembrada de mnertos*

  • 31 Sus nebes escuadrone* le victorearon, y en perfecta formacin to-

    maron el camino de Roma, donde recibidos con entusiasmo, y alegria general hicieron su triunfal entrada. '

    El cadver del almirante fu llevado la ciudad y al dia siguiente se mand fuese arrastrado por las calles y plazas mas pblicas, siendo en seguida descuartizado por mano del verdugo.

    Despus mand Roberto que se celebrasen en todas las iglesias de Roma y particularmente en la Baslica de San Pedro, las mas suntuosas y solemnes exequias por e! alma del emperador su suegro. Conforme lo que dej el difunto emperador, se procedi la proclamacin de su sucesor, por lo que Roberto lleg ocupar el trono, siendo reco-nocido por soberano de todos los Estados romanos, cuyo advenimiento fu celebrado con grande jbilo y ostentacin.

    CONCLUSIN.

    CLOCADO el prudente Roberto en el trono, estuvo seriamente dis-curriendo sobre la nueva posicin eu que las circunstancias le habian elevado, resolvi pues permanecer en Roma, empleando cerca de un ao en arreglar con el mayor acierto todos los negocios del Estado, ponien-do en todas las fortalezas y ciudades gobernadores adictos su persona; y despus de haber dejado interinamente un lugar-teniente de toda su confianza para regir el gobierno superior del imperio, se volvi para Normanda. Todas las autoridades y nobleza de la ciudad de Ran, le salieron recibir y darle el parabin. Su madre y su amada esposa recibieron un gozo indecible por su venida, abrazndole con la mayor ternura y llenndose mutuamente de caricias.

    Durante la ausencia de Roberto, su esposa liabia dado luz un hijo que le llamaron Ricarte, y le dieron el ttulo de duque de Nor-manda, el cual fu con el tiempo muy esforzado, y valeroso caballe-ro, distinguindose en muchas batallas, haciendo sealadas hazaas como se lee en las crnicas francesas.

    Finalmente, nuestro hroe Roberto con su esposa, regresaron Roma, donde tomando posesin del trono imperial, hallaron "el conten-to y laUranquilidad, gobernando mucho tiempo con la dulzura y justi-cia que era la base de su conducta. Tuvieron adems otros hijos, los que instruyeron en los mas puros principios de la religin catlica y sana moral; llegaron una edad avanzada disfrutando hasta el resto de,.- * ., sus dias la felicidad y quietud delalma, que es el mejor fruto que k ' , prctica de las virtudes proporciona en la tierra. , , * >

  • E STOR AS P S S M A N EN I L I M O M C I PHegoB.

    Oliveros de Casulla y Artus ce Al-garve. '.' 8

    Sxcmo. Sr. General D. Arsenio Mart-nez Campos.. 8

    El caudillo carlista D. Ramn Cabrera. 8 El General Espartero, Duque de l Vic-

    toria y de Morella. 8 : Carlo Magno, y los doce Pares de ,

    FRAUDA.'. i Roberto el D i a b l o : 4 El Conde Partinoples.. 4 Clamados y Clarmonda el caballo de madera... . '4

    Flores y Blanca F l o r . . . . . . . . . . . . . . . 4 Pierres y Magalona... 4, Aladino -la Lampar maravillosa.. . '; 4 Bertoldo, Bertoldino y Ccasenos . . . . 4 El Nuevo Robinson. 4 Napolen I, Emperador de los fran-

    ceses 4.; Don Martn Zurbano 4 Doa Blanca de Navarra 4 Orlando Furioso 4 Simbad el M a r i n o . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 El sitio y defensa de Zaragoza 4 Anselmo Collet. 4 Subterrneos d la Alhambra ' 4 .Romancero de la guerra de frica de

    4859 1860 4 Gil Blas de S a n t i l l a n a . . . . . . . . . . . . . . 4 Guerra civil del ao 4874 ai 4876.... 4 El pastelero, de carne h u m a n a . . . . . . . 4 Los secuestradores de L u c e n a . . . . . . . 4 Candelas 4 Saballs . . . . . . . . . 4 Carlos VII . . . . . . . . . . . 4 Pedro Ramn C i a r n . . . . . . . . . . . . . . . 4 Los ladrones de mar ."' 4 El anillo de Zafira. * 4. La oreja del Diablo 4 ; La muerta fingida 4 La hija del Rey de H u n g r a . . . 4 El Pirata Negro... 4 El caballero del guila Roja 4 Desdichas del Corregidor de Almagro. 4 El Caballero sin cabeza . . . . . . . . . . . . 4 Los Juanillones 4 Melchor de la Cruz (a) el Diablo . . . . . 4 Juan Pulgn 4 Don Diego Len . , . 3 El Conde de Montemoln. 3 Don Toms Zmalacrregu. 3 Don Pedro el Cruel, Rey de Castilla.. 3 Bernardo del. Carpio 3 Cristbal Coln 3 Hernn Corts 3 Los siete Infantes de Lara 3 Don Pedro de Portugal 3 La doncella Teodora 3

    PUTFM-

    La heroica Juditli ........... ..... . I Noches lgubres',' de C a d a l s o . . . . . ' . . 3

    . Matilde y M a k k - A d h e l . . . 3 Abelardo y E l o s a . . . . . . . . . . . . . . 3

    1 Ricardo Isabela.'. 3 El Marqus de Villena la redoma en-,, cantada ....... - , . . . . ; . ' . . . . . . o

    Elisa la rosa blanca encantada. . . . . 3 El Conde de las M a r a v i l l a s , . ; . . . . . . . 3 Santa G e n o v e v a . . . . . . . . . . . i'.. 3 El Nuevo Navegador, la Pasin de

    Nuestro Seor Jesucristo .'. .' . . 3 El Gran Capitn Gonzalo de Crdoba. %

    , El Bastardo ;de Castilla. 3 Tablante de Ricamonte %. Mto p