hacia una teoria del estado nacionalsindicalista

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    HACIA UNA TEORA DEL ESTADO NACIONAL SINDICALISTA - JORGE LOMBARDERO

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    HACIA UNA TEORA DEL ESTADO NACIONAL SINDICALISTA - JORGE LOMBARDERO

    HACIA UNA TEORADEL ESTADO

    NACIONAL SINDICALISTAJORGE LOMBARDEROEdita:

    Fundacin Ramiro Ledesma

    Ttulo: HACIA UNA TEORA DEL ESTADO NACIONAL SINDICALISTA

    Autor: JORGE LOMBARDERO

    Edita: Fundacin Ramiro Ledesma

    IaEdicin, julio del 2000. Madrid Coordinacin de la Edicin: GUSTAVO MORALES Diseo yMaquetacin: MARISA MARTN

    NDICE

    PROEMIO PARA LLEGAR A CASA ......................................................................................3

    INTRODUCCIN.....................................................................................................................6

    HACIA UNA TEORA DEL ESTADO NACIONAL SINDICALISTA: UNA APROXIMACINCRTICA ..................................................................................................................................9

    I.TEORA DEL ESTADO .............................................................................................................9II.EL ESTADO LIBERAL .............................................................................................................9III.EL ESTADO SOCIALISTA .....................................................................................................10IV.EL ESTADO FASCISTA .......................................................................................................11V.EL ESTADO NACIONALSINDICALISTA....................................................................................12

    1. Forma de gobierno.......................................................................................................142. Forma de participacin de la poblacin en la vida pblica...........................................16

    3. Forma de participacin de la poblacin en la riqueza nacidnal....................................20Bibliografa.......................................................................................................................25

    CONTRA EL NUEVO ORDEN MUNDIAL .............................................................................28

    ENTRE LA HISPANIDAD Y EL EUROPEISMO. UNA PROPUESTA DE POLTICAEXTERIOR PARA ESPAA .................................................................................................30

    DOS PROBLEMAS: UNIVERSALIDAD Y EFICACIA DE LOS DERECHOS HUMANOS ...41

    DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS..........................................................................43

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    Proemio para llegar a casaJUAN VELARDE FUERTES

    La evolucin de las doctrinas polticas es siempre apasionante. En Espaa, a partir de 1931,surgi una, la denominada nacionalsindicalista, que se defendi por los falangistas y jonsistas -tantounidos como separados antes de la guerra civil-y que, a partir de 1936 constituy una pieza de

    importancia en el bando nacional. Primero de manera confusa, y despus de modo clarsimo, bajo lacobertura de la organizacin poltica denominada el 19 de abril de 1937 FET y de las JONS y, ms-adelante, Movimiento Nacional, se agazapaba una autntica concentracin de seis fuerzas polticascon ideologas bastantes discrepantes. Una de ellas era la falangista.

    Slo por lo que se refiere a la economa, encuentro en las mismas todas estas posturascontrapuestas. En primer lugar, la que emana del que puede denominarse partido militar, quedefiende un intervencionismo estatal muy fuerte. Le parece a este grupo poltico una aberracin tantoel nacionalsindicalismo como el liberalismo. Igualmente, comparte con dificultades la doctrina de lasubsidiariedad, fruto de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya ltima manifestacin, en losocioeconmico, era entonces la encclica Quadragsimo anno de Po XI, francamente favorable alcorporativismo. Este partido militar, defensor de una fuerte industrializacin dentro de un mecanismo

    de sustitucin de importaciones, se apoyaba, ideolgicamente, en el nacionalismo econmicosurgido en Espaa con la I Guerra Mundial -Revista Nacional de Economa, fundada en 1916; discur-so de Camb en Covadonga el 8 de septiembre de 1918 y Arancel Camb de 1922-, el cual se habareforzado en su evolucin doctrinal gracias a los puntos de vista del rumano Mihail Manoilesco, elfundamental asesor econmico de la Guardia de Hierro, que defenda una industrializacin fuerteapoyada en un nacionalismo econmico partidario de la sustitucin de importaciones y de unamezcla de estatifica-dones, crteles y corporativismos, todo dentro de una estructura poltica departido nico. Conviene sealar que la influencia doctrinal de Manoilesco fue importante en Espaa,y aadir que no pueden descartarse que a travs de los Bibesco tuviese noticia de su existencia JosAntonio, aunque ignoro si fue a la conferencia de Manoilesco en Madrid y a la cena posterior en laEmbajada de Rumania. Manoilesco fue fusilado por el rgimen comunista rumano, peroposteriormente Ceacescu lo rehabilit, y como ha probado Jacob Viner y, ms recientemente, el

    profesor Love, es un inspirador del estructuralismo econmico latinoamericano. Todo esto enlaza conlos puntos de vista de la poltica econmica nacionalsocialista, que no vea mal el partido militar,partiendo de una reivindicacin de la poltica econmica de la Dictadura del general Primo de Rivera.Desde un punto de vista pragmtico, la entidad que ms se encuadraba con tales puntos de vista,naturalmente de enlace con la defensa nacional a partir de las ideas de movilizacin de la I GuerraMundial, fue la Hermann Gringgesellschaft, sin la que no se entiende, por supuesto, el INI y, engeneral, la poltica estatificadora que afecta, adems a la Renfe y a la Telefnica, sin olvidar otrasentidades de menos importancia. Su gran figura fue Suances. Para entender el Partido Militar eranecesario leer la Tesis Doctoral de Elena San Romn Lpez, "Ejrcito e Industria: antecedentes de laautarqua en la Espaa contempornea. Gestacin y nacimiento del Instituto Nacional de Industria".Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Historia. Departamento de HistoriaContempornea, Madrid, 1998. Sobre la Hermann Gringgeseilschaft, vase "The Hermann Gring".

    En segundo lugar no es posible olvidar a la que podra denominarse democracia cristiana,derivada de la CEDA y, ms concretamente de Accin Popular y de la ACN de P y de la EditorialCatlica, colaboradora con el rgimen de Franco. Mostr una defensa creciente -sobre todo, cuandoPo XII se sali del corporativismo de Po XI- de un mercado bastante libre con frenos alintervencionismo pero manteniendo una postura en favor de una poltica social acorde con lospostulados de la Doctrina Social de la Iglesia. En el fondo defenda posturas del Cdigo Social deMalinas, ms atrs se remontaba a Toniolo, y procur en todo momento que pudiese existir unsindicalismo cristiano (basado en las HOAC y la JOC, sobre todo), lo que planteaba la posibilidad deun cierto pluralismo sindical. Su figura ms destacada fue Alberto Martn Artajo.

    Un tercer grupo, procedente de Renovacin Espaola, con algn enlace, a travs de CalvoSotelo, Pemn y Goicoechea, con el general Primo de Rivera, fue el monrquico colaboracionista

    con Franco. En ocasiones mantena la ambivalencia de encontrarse en el Consejo Privado delpretendiente don Juan de Borbn y en cargos polticos importantes de Franco. Era un grupopartidario de una economa de mercado libre, no le repugnaba el capitalismo, tena un firme apoyode la gran Banca espaola -que a su vez controlaba importantes grupos industriales- y, consigui, en

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    ocasiones, frenar estatificaciones importantes con polticas cartelizadoras-corporativistasalternativas. Vase, por ejemplo, cmo la estatificacin de la electricidad que estudiaba en el INIFlix Aranguren, tiene que ceder ante UNESA, creacin del marqus de Casa Oriol, que se haba,adems, convertido en una firme apoyo de don Juan de Borbn. O bien la situacin deTransmediterrnea -con el conde de Ruiseada, enlace entre Franco y don Juan- frente a laEmpresa Nacional Elcano.

    El cuarto componente fueron los tradicionalistas. Enemigos del liberalismo en todos sus aspectos

    y partidarios de los cuerpos intermedios, mantuvieron el fuego sagrado del foralismo y en elcorporativismo incluso llegaron a bordear planteamientos autogestionarios, sobre todo en los afines ala casa de Borbn-Parma, en especial don Javier y sus hijos Carlos Hugo y Mara Teresa. A travsde la Comisin General de Codificacin, enfrentndose con el criterio del Consejo de Estado,hicieron preponderar la ideologa historicista que desemboca en los Apndices Forales al CdigoCivil.

    Un quinto componente, que entiende que no existe ninguna alternativa importante para laeconoma de mercado, pero ajeno al grupo monrquico, fue el denominado popularmente como el delos tecncratas. Su irrupcin ms importante tuvo lugar a partir de 1957, y su choque esencial fuecon el partido militar y con los falangistas.

    Porque el sexto conjunto es el falangista. Haba evolucionado, gracias a Serrano Suer y sus

    idelogos, hacia una postura favorable a su conversin en el nico representante de estas fuerzaspolticas, con lo que aoraba una situacin de partido nico. Busc una alianza con un grupo residualde liberales que haban apoyado a Franco y que teman una excesiva influencia de la Iglesia. Estocuaj en Escorial, en el Instituto de Estudios Polticos, y en las colaboraciones de Arriba. Susartfices doctrinales fueron entonces, sobre todo, Dionisio Ridruejo, Pedro Lan Entralgo y AntonioTovar. Por otro lado, a partir del Fuero del Trabajo imaginaron posible la puesta en marcha de laRevolucin Nacionalsindicalista. Jos Antonio Girn intent, hasta 1957, convertir esto en realidad.Su dbil apoyo tcnico en economa no pareca llevar a ningn sitio. De ah la importancia de que apartir de 1951 y a causa de la labor del Departamento Central de Seminarios, y muy en especial, porla actuacin de Francisco Torras Huguet, se observase una orientacin cada vez ms proclive a laasuncin de los puntos de vista econmicos de la socialdemocracia, a partir de Myrdal y, muy enespecial, de Keynes. Tuvo mucha importancia Manuel de Torres, al que condecorara por eso Diego

    Salas Pombo. Esto es lo que motiva que cuando Sols rompe con el viejo esquema utpico a partirde la Ley de Convenios Colectivos Sindicales de 16 de octubre de 1958, e incluso comienza acaminar hacia la organizacin de un sindicalismo de clase -acuerdo CNT-CNS de 4 de noviembre de1965- y hacia la tolerancia ante las huelgas con la Ley Romeo de 21 de diciembre de 1965 quederoga el artculo 222 del Cdigo Penal, aparte de desmontarse el aparato del Mutualismo Laboral -que contempla con muchsimas reticencias el partido militar- con la Ley de Bases de la SeguridadSocial de 1963, pasan a existir dos mensajes econmicos falangistas dispares. Esta polmica entresindicalismo y socialismo, con planteamientos ambiguos en Jos Antonio y en Ramiro LedesmaRamos, pareci decantarse a favor del socialismo en el I Congreso Nacional de Falange de 1953.

    Todo esto, que tuvo idas y venidas de personas, de ideas de grupos, de nombres, sufri tresembates sucesivos. El primero fue el de la Transicin, que se abre en 1973 al concluir la enfermedad

    de Franco, el primer choque petrolfero y el proceso 1.001. Culminar con la Constitucin de 1978 yel inicio de las conversaciones para la integracin de Espaa en la Comunidad Econmica Europea.El segundo choque procede, en 1986, de nuestra integracin efectiva en la CEE, lo que entierradefinitivamente multitud de alternativas presentes en estos seis grupos. El tercer choque es el pro-movido, a comienzos de los aos noventa por la globalizacin, tras el final, cuando en 1989 sederrumba el Muro de Berln, con la victoria norteamericana plena en la Guerra Fra desencadenadaen 1947.

    Buena parte de estas actitudes sociopolticas haban nacido con la I Guerra Mundial. Sin leerobras de Jnger tan significativas como "Tempestades de acero" y "El trabajador", es evidente queno se entiende lo mucho que entusiasmaron a los jvenes de toda Europa, y cmo desde aquinfluyeron poderossimamente en otros lugares. Concretamente en Iberoamrica. Desde Pern a

    Castro, desde Getulio Vargas a Haya de la Torre, con unas mezclas u otras, los enlaces sonevidentes. Todo esto sufri un golpe considerable con el resultado de la II Guerra Mundial, peroobliga a plantear las cosas de otro modo ante los progresos de la globalizacin y la disminucin delpoder del Estado nacional, reducto muy importante de valores que, por ello, parece que debenpreservarse.

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    Los viejos movimientos polticos espaoles han saltado por los aires. No se trata dedenominaciones, sino de realidades. El PSOE actual, una vez triunfante Felipe Gonzlez en su pulsocon Bustelo, nada tiene que ver con el viejo socialismo. La crisis del comunismo es profundsima. Elanarquismo es una cosa minscula. El sindicalismo ha abandonado utopas y se convierte ensindicalismo de servicios, tanto UGT como CC.OO., USO, o como los sindicatos de funcionarios o losde los tcnicos. Debido a los esfuerzos de Fraga, y una vez desmantelada la UCD, en torno, primeroa AP y despus al PP, se articulan gentes que proceden tanto de estos seis grupos de apoyo a

    Franco como de los que haban militado en las oposiciones demcratacristiana, liberal y monrquica.Quedan nacionalismos de mbito regional cada vez ms arriscados, sin planteamientossocioeconmicos serios. Si dejamos a un lado al partido militar y los tecncratas, porque ambosparecen haber dejado de existir, entre los restos del tradicionalismo y del falangismo, gentes jvenesbuscan lo que se debe guardar y cmo hacerlo, por considerar que no todo es material de derribo.Por lo que se refiere al nacionalsindicalismo y al falangismo, este documento que prologo loconsidero muy importante.

    En primer lugar, efecta un anlisis de fuentes, de actitudes, de tendencias falangistas, quesiempre se considerar impagable por los historiadores. En segundo trmino, despliega uninteligente intento en relacin con la teora del Estado nacionalsindicalista. Adems de ello, buceaincansable en torno a la realidad econmica, ofreciendo un repertorio de fuentes que yo no habaencontrado hasta ahora, y a las que me permito agregar a quien es, a mi juicio, el mejor economista

    que trabaja en el mundo del falangismo: el catedrtico de Barcelona, Joaqun Fernndez.Finalmente, Jorge Lombardero Alvarez hace un muy serio esfuerzo para ser actual, para que el sigloXXI sea algo coordinable con lo que defiende de modo inequvoco. Me parece que, en este sentidosera bueno recordar que en Homero se lee:

    Y tras muchas subidas

    y cadas, vueltas y revueltas

    por fin llegaron a casa

    Pero los jvenes deben tener en cuenta que esta casa no es la que exactamente se habanimaginado al partir los que a ella llegan. Un gran poeta nicaragense, Jos Coronel Urtecho, nos dirpara siempre:

    No volver el pasado.

    Ya todo es de otro modo

    Todo de otra manera

    Ni siquiera lo que era es ya como era

    Ya nada de lo que es ser lo que era

    Ya es otra cosa todoEs otra era.

    As que, como sucede con Jorge Lombardero, jvenes, imanos a la obra!

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    IntroduccinJORGE LOMBARDERO

    Los dos primeros trabajos ("Hacia una Teora del Estado Nacionalsindicalista"; "Entre laHispanidad y el europeismo") que aparecen en este volumen fueron concebidos originalmente comocomunicaciones presentadas en las sesiones de trabajo de sendas ediciones de la Universidad de

    Verano de la Fundacin Jos Antonio, mientras que el tercero ("Democracia y Derechos Humanos")fue redactado como complemento de los anteriores para la presente edicin, conformando todosellos una unidad para la que mantenemos el ttulo del primero: "Hacia una Teora del EstadoNacionalsindicalista". El primer estudio, se recoge tal como fue pronunciado en la primera sesin dela Universidad de Verano de la Fundacin Jos Antonio, celebrada en Segovia en agosto de 1997,convocada bajo el lema "Refundacin, Vertebracin y Propuestas", y organizada conjuntamente porel Instituto de Estudios Nacional Sindicalistas (IENS) y el Centro de Estudios Econmicos y Sociales(CEES). La presencia de nuestra colaboracin en esta Universidad y en concreto en la mesa detrabajo "FE-JONS: el camino andado y la va de futuro" presidida por el historiador de la Falange,Jos Mara Garca de Tun, se debi a la invitacin de ste, que sabedor de nuestra maneraheterodoxa y crtica de enfrentarnos al ideario nacionalsindicalista, nos confi la tarea de dibujar elesquema de un Estado futuro. Intentamos avivar un debate poltico que fuese capaz de concretar

    medidas programticas susceptibles de ser aplicadas a la transformacin de la realidad. La favorableacogida de nuestra comunicacin, llev a Garca de Tun a contar de nuevo con nosotros para lasegunda edicin de esta Universidad de Verano de la Fundacin Jos Antonio que l mismo pasabaa dirigir, y que se celebr en agosto de 1998 en el mismo lugar que la anterior: el castillo deCastilnovo en Segovia. En esta ocasin el tema central fueron las "Reflexiones sobre una generacinentre dos siglos (1898 -1998)". Nuestra ponencia vers sobre la idea de la Hispanidad, surgida entorno al 98 y eficazmente divulgada por Ramiro de Maeztu. Frente a la interpretacin tradicional de laHispanidad ligada a la monarqua catlica y al caballero cristiano, defendimos el rescate de estaexpresin pero presentada con unos contenidos laicos, republicanos y democrticos. Este trabajo fuepublicado en forma de artculo con el ttulo "Maeztu y la Hispanidad" 1, por la revista ovetense ElBasilisco que dirige el filsofo Gustavo Bueno. Y, como, segn dicen, no hay dos sin tres, fuimosinvitados a participar en la tercera Universidad de la Fundacin Jos Antonio, celebrada en el veranode 1999 en Toledo, bajo la direccin de Jos Manuel Cansino y cuyo motivo de reflexin fue:"Espaa: entre Europa y los nacionalismos". Nuestra aportacin, que se recoge como captulosegundo de esta obra, llev por ttulo "Entre la Hispanidad y el europeismo", y supone en definitivauna continuacin de la presentada en la edicin anterior. Si en el 98 analizbamos la idea de His-panidad, al siguiente ao estudiamos las posibilidades prcticas que se pueden extraer para lapoltica exterior espaola de la nueva Hispanidad que defendemos frente al europeismo, o al menosfrente a la idea de Europa sostenida por Alemania como potencia hegemnica continental. El origende estos textos, pensados para una breve exposicin oral, presenta por un lado la ventaja deplantear concisamente el asunto tratado sin perdernos por las ramas, pero obliga por otro a limitar sudesarrollo o a no abordar cuestiones que podran incluirse dentro de nuestro estudio. As, en elprimer captulo, "Hacia una Teora del Estado Nacionalsindicalista", entramos directamente a tratar

    sobre la teora del Estado, sin antes haber definido el objeto de su estudio, esto es, el Estado. Y estaforma de proceder se debe, adems de por la limitacin ya indicada, a que consideramos que elauditorio al que iba dirigido, alumnos de una Universidad de Verano, saban perfectamente que es elEstado. En cambio si el texto no tuviese ningn condicionante en cuanto a extensin y estuviesedestinado a un pblico ms amplio, sin duda que habramos empezado por ah. Tarea por otro ladonada sencilla, pues como nos recuerda el ex-presidente ecuatoriano Rodrigo Borja: "Cuentan queFederico Bastiat propuso en cierta ocasin que se crease un premio de un milln de francos paraquien diera una buena, simple e inteligible definicin de la palabra Estado. Con esto quiso dar aentender el gran terico del liberalismo econmico francs -quien como buen liberal, tena un muymal concepto del Estado- lo difcil que resulta ponerse de acuerdo en esa definicin'' 2. Bastiat 3,saba que de establecerse el premio ese milln de francos nunca sera entregado, pues cuando es

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    Lombardero Alvarez, J. Maeztu y la Hispanidad. El Basilisco. 2a

    poca. N 25.1999. pp. 51-602Borja, R. Enciclopedia de la Poltica. FCE. Mxico. 1997. p. 3843Frdric Bastiat (1801-1850), agriculto, periodista, economista y diputado. Public una notable serie de folletos en losque atac la intervencin del Estado en la vida econmica. Para l los principios econmicos tienden a armonizar interesesque a primera vista parecen opuestos. Por cierto que el sucesor de Bastiat en la Academia Francesa de Ciencias Morales yPoli ticas fue el economista asturiano Alvaro Flrez Estrada.

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    posible dar una definicin inteligible de Estado, mucho ms complicado es que sea simple, y lo debuena depende en todo caso de la opinin del tribunal encargado de su examen. Para nosotros,siguiendo al profesor Bueno, el Estado es una organizacin social heterognea, orientada amantener la propiedad del territorio frente a otros Estados y el buen orden o eutaxia a travs delconflicto entre grupos y clases sociales 4. Uno de estos grupos asumir la labor de organizar lasociedad poltica. Tendremos as tipos de Estado, o mejor dicho segn el grupo ordenador, el Estadotendr unos contenidos u otros, desarrollar unas funciones u otras y ejercer unas competencias u

    otras. Cualquiera que aspire al ejercicio del poder debe tener claro que atribuciones va a reclamarpara el Estado dentro de las funciones que tericamente puede desempear. Y esto es lo que hemoshecho, centrndonos en slo tres asuntos relacionados con el funcionamiento del Estado, que endefinitiva se reducen a dos. Tanto la forma de gobierno como la participacin de la poblacin en lavida pblica se encuadran dentro del debate sobre la democracia poltica. Si la forma de gobierno enEspaa fuese republicana ni siquiera hubisemos tocado este tema. Pero al ostentar la jefatura delEstado de nuestro pas una persona no elegida ni elegible, creemos que cualquier propuesta para laconstruccin de un Estado democrtico debe empezar por ah. Como afirma Gabriel Albiac: "Encuanto al objeto de anlisis (la Monarqua), reducida a su forma expositiva mnima, mi argumentacines esta: las monarquas tradicionales reposan sobre un fundamento solidsimo (para los creyentes),la voluntad de Dios; las monarquas constitucionales no reposan sobre nada, porque la voluntad deun ser efmero (la ciudadana lo es, tanto como cada ciudadano) no puede fundar perennidad ni, por

    tanto, dinasta. Mis preferencias? Son triviales. Ni una coma del teorema de Fermat se modificaporque yo lo prefiera o no a la geometra de Desargues; ni una coma de mi anlisis de la monarquaes modificada por mis muy comunes gustos. Pero algo habr que decir acerca de ellos; aunque slosea porque, al fin, los fantasmas y deseos de aquel que escribe son los de todos cuantos hablan sulengua" 5. Fantasmas y deseos que por cierto Albiac nunca ocult: "A m se me da un ardite que unrey se muera. Que muera, como todo el mundo: al fin, la muerte es el nico destello democrtico dela vida. Un rey es una mutacin degenerada de la especie humana. La misma 'distincin' que loexcluye de la ley lo priva, en dura lgica, de comunidad con nadie. 'Un rey reina o muere', proclamaSaint Just, al exigir la cabeza de Luis XVI. Mas no es jams sujeto de derecho. Ni de moral. Ni depiedad. Ni de nada que conciernaal ciudadano. Su muerte es tan ingrvida como el estril polen delas hadas; como su estril vida" 6. El tercer problema que abordamos en el primer trabajo, la formade participacin de la poblacin en la riqueza nacional, no es otro que el de la democracia

    econmica, con lo cual queda indisolublemente ligado a los dos anteriores que habamos reducido auno slo el de la democracia poltica. La posibilidad que representa la democracia poltica, para quelos ciudadanos dirijan, a travs de sus representantes, la vida poltica de la nacin slo estargarantizada, en tanto en cuanto, exista una cierta igualdad material entre ellos, que evite lasinfluencias desiguales en este proceso de los econmicamente privilegiados. Esto slo se puedegarantizar con una democracia poltica y una organizacin econmica socialista. Como ya hemosdicho las limitaciones que nos impuso el formato, nos han impedido abordar o profundizar enaspectos como los elementos tradicionalmente considerados como esenciales del Estado: elterritorio, el pueblo y el poder; la distribucin territorial del poder y la organizacin del poder judicial;los sistemas electorales, los partidos polticos y grupos de presin. Todos estos son elementos queconfiguran el Estado de cara al interior, pero este tiene una importante funcin de cara al exterior,que es su poltica internacional. Y, como el tema es de una gran importancia para los Estadosactuales, hemos incluido el estudio de esta faceta del Estado como captulo independiente titulado:"Entre la Hispanidad y el europeismo. Una propuesta de poltica exterior para Espaa". En elexponemos el origen de la idea de Hispanidad como consecuencia del desastre de 1898, al intentarsustituir con un Imperio espiritual el material que se haba esfumado. Pero este ideal de Hispanidad,con unos contenidos netamente reaccionarios, apenas tuvo consecuencias prcticas en su aplicacina nuestra poltica exterior, en cuanto encubra solamente intereses peninsulares bajo una retricahispnica que lejos de acercarnos a Hispanoamrica nos alej de ella. Por eso hoy, en un mundoque lejos de la globalizacin tiende al dominio imperial por parte de una potencia hegemnica delresto del mundo, creemos llegada la hora de una nueva Hispanidad, laica, republicana, democrticay socialista que se oponga a los valores liberal-capitalistas de nuestro comn enemigo: USA. Por otrolado el resurgir de una Alemania unida como cabeza visible del actual proyecto europeo, debe llevar

    4 Vid. Bueno, G. Primer ensayo sobre las categoras de las 'Ciencias Polticas'. Biblioteca Riojana .Culturalrioja.Logroo. 1991.5Alb iac, G. De reyes y preferencias. El Mundo. 13-1-2000. p. 8.6Alb iac, G. Un genocida menos. El Mundo. 9-VIII-1999. p 2.

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    a Espaa a replantearse su relacin con la Unin Europea, presentada ahora como un club teutn.Pero como somos conscientes de las dificultades que supondra la supervivencia en solitario,propugnamos adems de la ya citada alianza hispnica, otra con el bloque de las naciones latinasdel sur de Europa. Para una comprensin filosfica de este asuntorecomendamos la lectura de lamagnfica obra del profesor Bueno, "Espaa frente a Europa" 7. El tercer y ltimo captulo,"Democracia y Derechos Humanos", es un texto redactado para este libro como complemento de losdos anteriores. Si el primero estudia la organizacin interna del Estado, y el segundo su proyeccin

    exterior, en este reflexionamos sobre el hecho de que exista una normativa supranacional, deobligado cumplimiento para los Estados, lo que conlleva en ltima estancia el derecho de injerenciade una supuesta comunidad internacional en los asuntos internos de aquellos pases que conculquenlos derechos humanos. An admitiendo, que la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de1948, constituya un sistema universal y coherente, con un fundamento homogneo, cosa quedudamos, el derecho de injerencia para su defensa, que surgi a finales de los aos 80 y principiosde los 90, puede basarse en objetivos morales y filosficos incuestionables, pero tambin puedeservir como disculpa para la dominacin de la escena internacional por parte de los Estados mspoderosos. La no injerencia como atributo de soberana haba sido reivindicada con fuerza por losnuevos Estados nacidos tras la segunda guerra mundial. La prohibicin de la injerencia en losasuntos internos del pas ser la garanta contra la intervencin y dominacin de las antiguaspotencias coloniales. Pero en el periodo de la guerra fra este concepto se vi pervertido, en especial

    en los pases del bloque sovitico, y se constituy en arma defensiva, para evitar cualquiercirculacin de ideas, personas o bienes. Con el tiempo y debido a este uso, la no injerencia, perdi larelacin con su origen ligado a la soberana democrtica. Como seala Nuri Albala, "el debilitamientode la nocin de soberana nacional en virtud de la aparicin del pretendido derecho de injerencia nopuede separarse del movimiento que se ha llevado a cabo, despus de la desaparicin de uno de losdos bloques que se repartan la dominacin del planeta: so pretexto de la liberalizacin, de apertura,de libertad, esta evolucin refuerza los poderes de dominacin de los ms poderosos, mediante lareduccin de las garantas jurdicas protectoras 8. Este hecho se constata al comprobar que hastaahora el derecho a la injerencia slo ha sido utilizado por Estados poderosos frente a Estados msdbiles que se oponan en algn sentido o estorbaban los planes de expansin imperialista de USA ysus secuaces. As lo argumenta de nuevo Nuri Albala: "Vayamos hasta el fondo del razonamiento: siel tal derecho, o deber, de injerencia existe, no podra Ruanda ejercer su derecho de injerencia

    humanitaria contra Israel para acudir en ayuda de los refugiados palestinos, Bolivia contra Rusia paraproteger a los chechenos, Malasia contra Estados Unidos para socorrer a las poblaciones iraques?.Si tales hiptesis parecen absurdas o improbables es porque un 'derecho' as suponenecesariamente, que se tengan los medios para ejercerlo y supone, por tanto, una vocacin pararegir todo orden internacional: algunos Estados, 'ms iguales' que otros, dispondran de un papeleminente para regular la suerte del planeta, derecho auto-proclamado fuera del sistema de lasNaciones Unidas que, sin embargo, son la nica instancia planetaria con vocacin universal" 9. Estasconclusiones no nos descubren nada nuevo, para nosotros, ni la "globalizacin", ni la"mundializacin", suponen la 'superacin del Estado nacional'. Significan en todo caso la crisis de losEstados nacionales dbiles, e imponen confluencias ms amplias, que pueden orientarse hacia laconsolidacin de bloques imperialistas o en sentido contrario para buscar alternativas frente a ellos.Nuestra posicin est, sin duda alguna, con la segunda opcin y nuestro compromiso con todosaquellos que luchan por su plasmacin poltica. Ahora, slo nos queda agradecer el esfuerzorealizado por Jos Manuel Cansino para que estos trabajos vean la luz, y a Francisco Otazu,Gustavo Morales y Juan Velarde la amabilidad que han tenido al prestarse a presentarlos.

    7Bueno, G. Espaa frente a Europa,Alba Editorial. Barcelona. 1999.8Nuri Albala, Los lmites del derecho de injerencia. Le Monde Diplomatique. N 44. 1999. p. 329Ibdem. p. 32

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    Hacia una Teora del Estado Nacional Sindicalista: unaaproximacin crtica

    JORGE LOMBARDERO

    "No olvidis que quien rompe con la normalidad del Estado contrae la obligacin de edificar unEstado nuevo, no meramente la de restablecer una apariencia de orden. Y que la edificacin de unEstado nuevo exige un sentido resuelto y maduro de la Historia y la poltica, no una temeraria con-fianza en la propia capacidad de improvisacin".

    Jos Antonio. "Carta a un militar espaol". Madrid. Noviembre de 1934.

    "La riqueza del pensamiento falangista descansa en gran medida en ser nueva, superadora dedisyuntivas antiguas, viejas. El inmovilismo es pecado especfico contra el pensamientonacionalsindicalista, doctrina que debe sustanciar en programas y hechos las grandes declaracionesy los magnficos principios".

    Gustavo Morales. "Jos Antonio". Intervencin en el Ateneo Jovellanos. Gijn. Junio de 1997.

    I. Teora del estado

    Si el objeto de estudio de la ciencia poltica es el poder en abstracto (Garca Cotarelo, 1981), elde la teora del Estado ser el poder concreto y organizado, esto es, el conjunto de aparatosinstitucionalizados para el ejercicio del poder. Hay un acuerdo generalizado en la ciencia poltica enque debe situarse el origen del Estado, en el sentido en que hoy lo entendemos, en el Renacimiento(Garca Cotarelo, 1986). Los Estados nacionales comienzan a formarse, a finales del siglo XV yprincipios del XVI, con la victoria sobre la poliarqua feudal de unos reinos en los que un poderpoltico nico, que no se admita segundo de ninguno, dominaba sobre una gran extensin territorial,antao dividida en mltiples centros de autoridad. Luego estamos hablando de un objeto de unos

    quinientos aos de antigedad en su forma actual, durante los que ha sufrido cambiosextraordinarios pero no tantos como para obligar a pensar que hubieran dado lugar a una nuevaforma de organizacin poltica (Garca Cotarelo, 1986).

    II.El Estado liberal

    El Estado anterior al que aqu vamos a considerar, el vigente en la poca del feudalismo, puedeser calificado como Estado patrimonial, pues uno de sus puntos ms caractersticos es la casi totalidentificacin entre el derecho pblico y el derecho privado, concedindose la supremaca alsegundo, ya que todo se lleva a cabo en el sentido de afirmar que tanto el pueblo como el territorioson en su conjunto y totalidad patrimonio del rey. El particular en este periodo, en cuanto a estrato yconsiderado individualmente, carece de todo derecho y de toda garanta frente al seor que,graciosamente, puede otorgarlos por actos, bien inter vivos o mortis causa (Badillo-O'Farrell, 1977).La condicin pblica de una organizacin administrativa slo puede afirmarse cuando se distingue elciudadano, el individuo en la esfera pblica, del burgus, el sujeto en el mbito privado, y es en estaconfiguracin histrica donde se consolida el Estado burgus de derecho o Estado liberal (Olmeda,1991).

    Las culturas jurdicas medieval y renacentista no desarrollan distinciones equivalentes a lascontemporneas entre derecho pblico y privado. El Estado absoluto y su precedente inmediato, elEstado de los estamentos, no configuran organizaciones administrativas que puedan considerarsecomo pblicas. nicamente el Estado liberal consagra la existencia de lo pblico, con el sentidoactual, sobre la contraposicin entre el Ius publicum y el Ius privatum desde comienzos del siglo XVII.

    Segn Snchez Agesta, esta distincin ya haba sido teorizada por la escuela jurdica espaoladel siglo XVI, a la que sita en los orgenes de la teora del Estado como disciplina (Snchez Agesta,1958). Para esta escuela, los poderes extraordinarios del rey quedan circunscritos como una funcinpblica al servicio de la comunidad que preside con un poder que procede de Dios. La autoridad

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    pblica y la publicidad del procedimiento al servicio del bien comn destacan la vida pblica de laprivada, deshaciendo esa confusa nebulosa medieval en que ambas estaban indiscriminadas. Elpoder pblico aparecer ciertamente con facultades excepcionales, pero no supondr nunca unpoder ilimitado, desvinculado del Derecho y del orden moral, sino que estar condicionado por esacausa de naturaleza excepcional: el bien comn.

    Ahora bien, aunque Espaa aportara los primeros autores que reflexionaron sobre la limitacindel poder, sin embargo fue uno de los ltimos pases europeos en intentar llevarlo a la prctica,

    concretamente con la proclamacin de la IIa

    Repblica en 1931, hecho que puede ser calificadocomo nuestra tarda revolucin liberal. As lo vio Jos Antonio Primo de Rivera (a partir de ahoraJos Antonio) cuando en un artculo publicado el 12 de junio de 1931, afirmaba que: "Desde el puntode vista del derecho pblico, la realidad espaola anterior al presente rgimen se caracteriza poresto: Espaa era un pas sin verdadero estatuto jurdico, un pas gobernado por el arbitrio personal.En el cacique de pueblo empezaba y en el jefe de grupo parlamentario conclua toda una escala dedictadores para quienes la pericia en esquivar el cumplimiento de las leyes era el mejor timbre deaptitud. As cmo iba a haber ciudadana?". Y contina: "No se har mal en grabar profundamentedentro de nosotros esta idea: el ciudadano espaol, durante el antiguo rgimen, no tuvo nunca, fueradel papel inobservado, un verdadero estatuto jurdico. Es decir, un cuadro permanente de derechosque le permitiera preveer las consecuencias de sus actos y que le resguardara, por consiguiente,contra la imprevisible arbitrariedad que le gobernaba. Complementado, como es de rigor, por una

    organizacin judicial eficaz e independiente". Para acabar reconociendo que "el 14 de abril ltimo hatriunfado en Espaa una revolucin 'liberal'. Esto parecera absurdo en cualquier otro pas. Pero eslgico en el nuestro, porque aqu, como viene dicindose desde el principio de este trabajo, an nohabamos ganado efectivamente el estatuto de derechos pblicos.

    Los espaoles venamos gobernados por el arbitrio personal; unas veces mejor y otras peor;pero arbitrio siempre. As pues, la conquista del derecho pblico no era todava en Espaa unanacronismo" (Jos Antonio, 1931).

    Pero esta garanta de derechos cvicos que proporciona el rgimen liberal apenas tendr unaplasmacin en la prctica debido a la inhibicin del Estado en la regulacin de importantes esferasde la vida social, que quedan abandonadas al entendimiento entre particulares recurriendo a laficcin de la existencia de una libertad e igualdad jurdica para obligarse por las partes sin atender a

    las condiciones materiales de cada cual. Jos Antonio denunciaba crudamente este hecho en elartculo Luz nueva en Espaa del siguiente modo: "El liberalismo es la burla de los infortunados.Declara maravillosos derechos (la libertad de pensamiento, la libertad de propaganda, la libertad detrabajo), pero esos derechos son meros lujos para los desfavorecidos por la fortuna. A los pobres, enel rgimen liberal, no se les har trabajar a palos, pero se les sitia por hambre. El obrero aislado,titular de todos los derechos en el papel, tiene que optar entre morirse de hambre o aceptar lascondiciones que le ofrezca el capitalismo, por duras que sean. Bajo el rgimen liberal se asisti alcruel sarcasmo de hombres y mujeres que trabajan hasta la extenuacin, durante doce horas al dapor un jornal msero y a quienes sin embargo declaraba la ley hombres y mujeres 'libres'. Elsocialismo vio esa injusticia y se alz con razn contra ella."(Jos Antonio, 1934)

    Coincide Jos Antonio en esta apreciacin con la declaracin Nuestro Manifiesto Poltico

    publicado en el primer nmero de La Conquista del Estado de Ramiro Ledesma el 14 de marzo de1931, en el que bajo el epgrafe "Estructura sindical de la economa" se dice: "No pudieron sospecharlos hacedores del Estado liberal burgus las rutas econmicas que iban a sobrevivir en lo futuro. Laprimera visin clara del carcter de nuestra civilizacin industrial y tcnica corresponde al marxismo.Nosotros lucharemos contra la limitacin del materialismo marxista, y hemos de superarlo. Pero nosin reconocerle los honores de precursor muerto y agotado en los primeros choques." (ComitOrganizador. La Conquista del Estado, 1931).

    III.El Estado socialista

    En efecto, el Estado socialista es la primera propuesta terica de sustitucin del Estado liberal.Pero la superacin que se pretende es negativa, ya que supone el paso del Estado-minino al no-Estado, pues segn sus principios tericos, una vez establecida la sociedad sin clases, esto es elcomunismo, el Estado no sera necesario. Es por ello, que en los textos tanto de Marx como deEngels no hay un estudio sistemtico del Estado. En el Manifiesto comunista definen el Estado

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    capitalista como "un comit para arreglar los asuntos comunes de la burguesa" y como "uninstrumento de opresin al servicio de la clase dominante." (Marx-Engels, 1848). Por lo quepropugnan un Estado obrero posterior al capitalismo, que ser una forma provisional de dictadura delproletariado, hasta la desaparicin total del Estado. Pero Marx y Engels no expusieron con detalle laidea de dictadura del proletariado.

    Este concepto ser desarrollado por Lenin en "El Estado y la Revolucin", enmarcndolo en uncontexto histrico que es el imperialismo, concebido como estadio superior del capitalismo. En esta

    etapa se ha producido "un inslito fortalecimiento del aparato estatal y un desarrollo inslito de suaparato burocrtico y militar con el aumento de medios represivos contra el proletariado" (Lenin,1917). para Lenin el Estado es el consejo de administracin de una clase social y siempre representalos intereses de esa clase por lo que hablar de democracia en un Estado capitalista es engaar, yaque slo se puede hablar de sta siempre que no ponga en peligro el sistema. El Estado capitalistaejerce el dominio por medio de dos aparatos permanentes como son la burocracia y el ejercito. Laburocracia est compuesta por funcionarios que tienen una situacin privilegiada y estn separadosde los obreros. Por otra parte, el ejercito tiene como misin impedir por la violencia que la lucha declases se transforme en guerra civil abierta. Tambin se desarrollan formas coercitivas que sonideolgicas, con las que el capitalismo se enmascara bajo la capa de libertades formales yabstractas. Para destruir el Estado capitalista, la clase obrera (el partido bolchevique) debe crear uninstrumento que se oponga a l. Este instrumento ser el soviet como rgano de la clase obrera. De

    la lucha de estos dos poderes surge un nuevo poder nico, el Estado proletario, que ha de ser elconsejo de administracin de la sociedad al servicio de la clase obrera. Hasta aqu, Lenin, se limita aestudiar y aplicar las experiencias de las revoluciones burguesas. Pero una vez conquistado el poderpor el proletariado, qu forma adoptar este Estado obrero?

    Para Lenin, el Estado en s no desaparecer sino que dar paso a un nuevo Estado, encarnacindel nuevo poder proletario, instrumento esencial de coercin a lo largo de una fase de transicin a laplena sociedad sin clases. Este periodo es la dictadura del proletariado y ha de consistir en laeliminacin de la vida poltica de todas las clases sociales, salvo la clase obrera circunstancialmentealiada con el campesinado. El objetivo del proletariado ser el de aplastar a los adversarios y liquidarla resistencia de los antiguos explotadores en la marcha hacia una sociedad sin clases en la que elEstado ya no tendr razn de ser.

    Ahora bien, al ser Lenin el primer lder revolucionario en materializar los supuestos tericosmarxistas cabe preguntarse si el Estado sovitico alcanz a realizar en la prctica los contenidosexpuestos en El Estado y la Revolucin. Debemos decir que en la Unin Sovitica se dio la elevacinde la vanguardia de las clases explotadas; pero esta vanguardia del Partido se convirti en clasedominante y cumpli el cometido de convertirse en dictadura no del proletariado sino que enexpresin de Trotsky se convirti en "dictadura sobre el proletariado".

    Ni se sustituy el ejercito permanente por el pueblo en armas, ni la burocracia por funcionarioselegidos y renovables, ni el viejo parlamentarismo se convirti en un poder asamblestico capaz dedisponer de los poderes legislativo y ejecutivo. Para Ernest Mandel esta ruptura entre la teora y laprctica de la revolucin socialista puede seguirse paso a paso en la degeneracin de la fraccinestalinista del movimiento obrero sovitico e internacional. Tiene origen precisamente en un vuelco

    de la relacin dialctica entre partido y clase segn lo haba establecido Lenin. Al principio fuerondecepciones causadas por las derrotas temporarias de la revolucin internacional. Despus seperdi la esperanza de que surgiera una nueva ola revolucionaria antes de mucho tiempo. Se pasaas a buscar un sucedneo de la accin del proletariado. Se lo encontr en el Estado sovitico y laprolongacin de sus brazos: los partidos comunistas extranjeros. De ah a considerar todo elproletariado internacional como una masa atrasada que debe ser llevada al socialismo,independientemente de su estado de conciencia, an mismo contra su voluntad y por medio de laviolencia que se ejerza contra ella, no hay ms que un paso, y el que cuesta no es ms que elprimero! El final lgico de esta aberracin es condenar como insurreccin fascista un movimientoreivindicativo real de la clase obrera que no acepta el camino, por sinuoso e incomprensible, que sus"jefes" le quieren hacer recorrer para "llevarla al socialismo" (Mandel, 1974).

    IV. El Estado fascista

    Aunque el comunismo oficial designaba como fascismo a todo aquello que se le opona o no

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    poda controlar, no andaba muy desencaminado al temer al fascismo ideolgico como competidor(Sternhell, 1989). Debemos recordar que el fundador del fascismo, Benito Mussolini, provena de lasfilas del socialismo italiano, del que se fue alejando en la medida que se acercaba al sindicalismorevolucionario y que descubre la fuerza movilizadora del nacionalismo, dando as unas metasnacionales al socialismo y apartndose definitivamente de posturas internacionalistas. Pero elfascismo para enfrentarse al Estado liberal no propona la desaparicin de todo Estado, sino quetena por objetivo crear un nuevo sistema estatal. Para Panunzio (lder del sindicalismo

    revolucionario italiano), el fascismo es una revolucin que conserva y refuerza la idea de Estado,definindolo como revolucionario (porque desea crear un nuevo Estado) y como conservador (porquedefenda la idea de Estado). El rgimen fascista ser la forma de transicin entre el Estado liberal-parlamentario que haba creado la burguesa y el Nuevo Estado que deba surgir, para laorganizacin y representacin no de una clase social, sino del conjunto de los trabajadores de todoslos tipos y categoras que forman la nacin (Caballero, 1988).

    A pesar de los estudios de que disponemos hoy da sobre el fascismo como ideologa ymovimiento (Nolte, Guerin, Tasca, Pars, Sternhell), no hay ningn intento de formulacin de unateora general del fascismo como institucin o Estado fascista. Los trabajos sobre este asunto lo sonde uno u otro de los Estados fascistas, pero no de la teora del Estado fascista (Garca Cotarelo,1987). Esto es lgico, puesto que en el fascismo muchas veces la praxis precede a la teora(improvisacin). Es decir, se teoriza lo ya hecho y adems en el marco de las peculiaridades

    histricas, sociales, polticas y econmicas de cada pas concreto, por lo que no cabe hablar deteora del Estado fascista nica.

    Lo que s podemos decir es que, una vez que accedieron al poder los movimientos fascistas y apesar de su distinta evolucin, s se dio en todos ellos un giro que los situ de espaldas a susorgenes revolucionarios, convirtindose en una frmula moderna que, mediante un proyecto dedisciplina estatizante, pretende asegurar la pervivencia de la forma de vida nacional-capitalista antefactores de disgregacin que pueden ser muy diversos, desde ascensos de agitaciones sociales (conexpresiones comunistas o con rasgos puramente sindicalistas o socialdemcratas) a procesos dedesvertebracin territorial.

    V. El Estado Nacionalsindicalista

    Una vez repasada la teora del Estado moderno en sus tres versiones ms importantes; yconocidas sus 'traiciones' prcticas respectivas, es cuando podemos preguntarnos cules son lasposturas del nacionalsindicalismo ante el Estado y cul es ahora su pensamiento sobre el mismo.Con relacin a la primera cuestin podemos responder que el Estado aparece como uno de lostemas centrales de preocupacin del naciente movimiento nacionalsindicalista espaol, y en esesentido el nombre de su primera publicacin peridica, La Conquista del Estado, es significativo. Nosindica el propsito no de destruir el Estado, sino de ocuparlo para transformarlo en el nuevo Estadoque los tiempos exigen. As, en el manifiesto aparecido en el primer nmero del semanario (al que yahemos hecho referencia), en el apartado "Supremaca del Estado" se dice lo siguiente: "El nuevoEstado ser constructivo y creador. Suplantar a los individuos y a los grupos, y la soberana ltimaresidir en l y slo en l. El nico interprete de cuanto hay de esencias universales en un pueblo esel Estado y dentro de ste logran aqullas su plenitud. Corresponde al Estado asimismo, larealizacin de todos los valores de ndole poltica, cultural y econmica que dentro de este pueblohaya. Defendemos por tanto un panestatismo, un Estado que consiga todas las eficacias. La formadel nuevo Estado ha de nacer de l y ser un producto suyo. Cuando de un modo serio y centralintentamos una honda subversin de los contenidos polticos y sociales de nuestro pueblo, lascuestiones que aludan a meras formas no tienen rango suficiente para interesarnos. Al hablar desupremaca del Estado se quiere decir que el Estado es el mximo valor poltico, y que el mayorcrimen contra la civilidad ser el de ponerse contra el nuevo Estado. Pues la civilidad -la convivenciacivil- es algo que el Estado y slo l hace posible. Nada, pues, sobre el Estado!" (ComitOrganizador. La Conquista del Estado, 1931).

    Esta verdadera declaracin de principios se conforma con una de las preocupacionesfundamentales de Ramiro Ledesma, presidente del comit organizador de La Conquista del Estado.Para Ledesma, el problema de Espaa era ante todo y sobre todo un problema de Estado. El Estadoliberal no slo haba sido un gestor y un administrador ineficaz y absurdo, sino que adems se haba

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    mostrado incapaz de consolidar un proyecto de unidad nacional. De ah que el problema no podaser solucionado sino mediante la elevacin del Estado-nacin a la categora de absoluto. Loverdaderamente esencial es que el pueblo y la nacin pudieran dotarse de una organizacin poltica,de unas estructuras de poder propias y eficaces. Es decir, que se convirtiera en Estado realmentenacional, porque los pueblos y las naciones no son objetos de la historia hasta que no se constituyenen Estado. En esta perspectiva, el Estado totalitario no es sino un poder fuerte, capaz de llevar acabo un desarrollo nacional, social y econmico tardo de una sociedad dejada en el desamparo por

    la inestabilidad gubernamental y la corrupcin del pseudo-Estado parlamentario oligrquico. Suobjetivo es edificar el Estado moderno (Gonzlez Cuevas, 1996).

    En cuanto a Jos Antonio, ya antes de la fundacin de Falange Espaola haba publicado unartculo en la confusa experiencia de El Fascio, con el ttulo precisamente de Hacia un nuevo Estado.En l afirma que la construccin del Estado deber apoyarse en dos principios: primero, en cuanto asu 'fin', el Estado habr de ser instrumento puesto al servicio de aquella unidad en la que tiene quecreer. Nada que se oponga a tan entraable trascendente unidad, debe ser recibido como bueno,sean muchos o pocos los que lo proclamen. Segundo, en cuanto a su 'forma', el Estado no puedeasentarse sobre un rgimen de lucha interior, sino sobre un rgimen de honda solidaridad nacional,de cooperacin animosa y fraterna. La lucha de clases, la pugna enconada de partidos, sonincompatibles con la misin del Estado (Jos Antonio, 1933).

    Tras la aparicin de Falange Espaola se difunde el programa de la organizacin, en el primernmero del semanario F.E., bajo la denominacin de Puntos Iniciales. El cuarto de ellos se titula "ElEstado" y en l se puede leer: "Algunos conciben el Estado como simple mantenedor del orden,como un espectador de la vida nacional, que slo toma parte en ella cuando el orden se perturba,pero que no cree resueltamente en una idea determinada. Otros aspiran a aduearse del Estadopara usarlo, incluso tirnicamente, como instrumento de los intereses de su grupo o de su clase.Falange Espaola no quiere ninguna de las dos cosas: ni el Estado indiferente, mero polica, ni elEstado de clase o de grupo. Quiere un Estado creyente en la realidad y misin superior de Espaa.Un Estado que al servicio de esta idea, asigne a cada hombre a cada clase y a cada grupo, sustareas, sus derechos y sus sacrificios. Un Estado de todos: es decir, que no se mueva sino por laconsideracin de esa idea permanente de Espaa, nunca por sumisin al inters de una clase ni deun partido". (FE., 7.12.1933).

    En 1934 Falange Espaola se fusiona con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS),y se redacta en noviembre el documento conocido como Norma Programtica de la Falange en cuyoapartado Estado. Individuo. Libertad, punto nmero seis, se recoge que "nuestro Estado ser uninstrumento totalitario al servicio de la integridad de la patria." (Falange Espaola de las JONS.Nacionalsindicalismo, 1934). Esta calificacin del Estado levantara una polmica que todava no seha cerrado, ni creemos que se concluya, pues totalitarismo es uno de esos conceptos para los que laciencia poltica no tiene una definicin unvoca; su significado depender de los contenidos con quese rellene o del anlisis de su realizacin histrica si esta idea hubiera llegado a plasmarse en laprctica. Lo mismo podra decirse de la inclusin o no de un movimiento poltico bajo la comndenominacin de fascismo.

    En 1945, cuando la guerra ya estaba perdida para los Estados totalitarios del Eje (aunque

    ganada por el Estado totalitario sovitico) Jos Luis de Arrese publica un pequeo libro con el quepretende explicar la postura de Jos Antonio. Para l, efectivamente, empez hablando del Estadototalitario, pero de un totalitarismo propio que nada tena que ver con el totalitarismo conocido en elexterior; un totalitarismo que no quera decir absorcin del individuo por el Estado, sino Estadointegrador de todos los espaoles, un Estado para todos, sin partidos que nos dividan, ni distincinde grupo o de clase (Arrese, 1945).

    Aos ms tarde Adolfo Muoz Alonso, en su libro "Un pensador para un pueblo", volva sobreeste tema y despus de alabar el intento de Arrese como una exigencia moral ineludible, aunquepolticamente balda, explica que en el pensamiento de Jos Antonio, el totalitarismo, lo totalitario, latotalidad, adquiere unas resonancias, un sentido y una intencionalidad radicalmente contrarias a lasque les otorga la suposicin poltica. Un Estado que se proclama y se alza totalizando en su gestin

    a todos los ciudadanos, sin discriminaciones de origen, religin, color, lengua, que integra a todas lasclases sociales para una armona en el concierto de la patria, que se define como instrumento alservicio de un destino histrico que le viene de lejos con proyeccin al futuro, que comienza porpotenciar la libertad profunda del hombre y las libertades reales en el orden poltico y econmico, unEstado levantado sobre estas bases puede ser calificado como totalitario por contradiccin abierta al

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    totalitarismo pantesta o al sovitico y puede revocar la denominacin de totalitario en oposicinlgica de contrariedad con un Estado de derechas o de izquierdas; pero resulta punto menos queabsurdo ceder ante la magia del vocablo para invalidar la idea que el trmino atesora en la mente deJos Antonio y que segn Muoz Alonso es lo contrario del totalitarismo pantesta, comunista oracista, pero tambin contrario a la praxis agnstica del Estado liberal, democrtico y capitalista(Muoz Alonso, 1974).

    A nosotros no nos preocupa tanto la interpretacin de las palabras como el estudio de las

    propuestas que desarrollan estas definiciones; o bien, como ya decamos anteriormente, el anlisisde su realizacin. En el caso que nos ocupa creemos que no hubo puesta en prctica del Estadonacionalsindicalista tras la guerra civil, o que a lo sumo se tomaron algunos conceptos de su teorapara justificar como nuevo Estado algo que sin duda ya era muy viejo: la dictadura militar. Ahorabien, hubo una serie de autores que, sobre todo en los aos cuarenta, se dedicaron a teorizar sobreel nuevo Estado nacionalsindicalista (Luis del Valle, Javier Conde, Juan Beneyto, Luis Legaz yLacambra), pero los ttulos de sus trabajos no deben llevarnos a engao pues, en lo esencial, no sonms que una teora del caudillaje legitimadora del nuevo rgimen. Veamos como ejemplo el caso deLegaz y Lacambra cuya obra Introduccin a la Teora del Estado Nacional-Sindicalista es una de lasque nos podra inducir a confusin. Este libro construye una teora Estado-Iglesia llevando al lmite laafirmacin de Carl Schmit, para quien los conceptos de la teora del Estado haban sido tomados enprstamo de la teologa, fijando un paralelismo entre la Iglesia y el Estado, los camisas viejas y los

    santos padres, Jesucristo y Jos Antonio, y por fin entre Franco y el Papa (Rivaya Garca, 1996).Para cerrar este tema acudiremos a un comentario irnico que realiza Sigfredo Hillers a una frase delFuero del Trabajo (9.03.1938) en la que se dice: "...el Estado, nacional en cuanto instrumentototalitario al servicio de la integridad de la Patria y sindicalista en cuanto representa una reaccincontra el capitalismo liberal y el materialismo marxista...", lo que lleva a Hillers a concluir "queEspaa tuvo un Estado Nacional-Sindicalista desde 1938 hasta 1967, en que fue modificado elprembulo por la Ley Orgnica del Estado. Y nadie se percat de ello, quiz por la sencilla razn deque Franco nunca lo tom en serio. Por la misma razn, cuando en 1967 se suprime esta definicinnadie se percata de ello y tampoco nadie lo echa en falta" (Hillers, 1993).

    Luego aunque nominalmente se viviera en un rgimen nacionalsindicalista, si nadie se diocuenta de ello, significa que realmente no lo era. Creemos que es fundamental desarrollar de una

    forma clara y precisa las bases de la teora del Estado Nacionalsindicalista para evitar que si en unfuturo se instaura un rgimen nacionalsindicalista pase desapercibido. Por ello nos proponemosanalizar tres aspectos que nos parecen bsicos a la hora de organizar un Estado y que segn lapostura que se tome ante ellos nos permite saber qu tipo de modelo de Estado se nos estofreciendo. Los tres elementos sobre los que pretendemos conocer el pensamiento actual delnacionalsindicalismo espaol son:

    1) La forma de gobierno,

    2) La forma de participacin de la poblacin en la vida pblica,

    3) La forma de participacin de la poblacin en la riqueza nacional.

    Pensamos que todava la posicin sobre estos tres temas (que permiten definir totalmente el

    modelo de Estado) del pensamiento nacionalsindicalista, o bien no est totalmente cerrada, o bienpresenta algunas confusiones o contradicciones; por lo que nos proponemos sealar estasdebilidades para que sean objeto de reflexin por parte del movimiento nacionalsindicalista espaolque deber ir resolvindolas si verdaderamente se quiere construir la teora de un Estado realmentenuevo.

    1. Forma de gobierno

    Uno de los giros histricos ms decisivos en los conceptos del Estado ha sido, sin duda, elregistrado entre los siglos XVIII y XX, que ha consagrado el triunfo del principio de legitimidaddemocrtico sobre el dinstico y de la investidura popular del poder sobre la justificacin de su

    ejercicio por delegacin divina. Con ello tena lugar la victoria de un modo global de vida, la nacin,como comunidad de ciudadanos fundada en la igualdad poltica, sobre la forma anterior, lamonarqua absoluta, ltima manifestacin del reino, basada en prerrogativas estamentales yprivilegios territoriales. Quien dice monarqua dice privilegio; lo que es incompatible con la igualdad

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    poltica de los ciudadanos, puesto que sustrae a stos la posibilidad de ocupar la jefatura del Estadoperpetuada hereditariamente en una familia o grupo de familias.

    La Repblica es la nica forma de gobierno compatible con el Estado moderno. Es una forma degobierno representativa en la cual el cargo de jefe de Estado no es hereditario ni vitalicio, sino elresultado de una eleccin popular, directa o indirecta, y en ella cualquier ciudadano puede llegar aserlo en funcin de sus mritos y no por su sangre.

    En el Manifiesto de La Conquista del Estado hay cierto desdn por este asunto cuando se afirmahablando sobre el Estado que "las cuestiones que aludan a meras formas no tienen rango suficientepara interesarnos". En el nmero seis del 18 de abril de 1931, en el que se informa de laproclamacin del nuevo rgimen, aparece una toma de posicin editorial, con el ttulo Ante laRepblica, en la que se dice: "No necesitamos violentar lo ms mnimo nuestras ideas ni rectificar elprograma poltico y social que defendemos para dedicar un aplauso y un elogio al rgimenrepublicano", aunque insiste en que el bagaje ideolgico y tctico de La Conquista del Estado "senutre de aspiraciones muy distintas a esas que quedan enmarcadas en una forma de gobierno", perocomo "la voluntad del pueblo espaol se ha decidido de un modo magnfico y vigoroso por laRepblica, y nosotros, frvidos exaltados de la energa nacional hispnica, celebramos sudisciplinado triunfo: Viva la Repblica!" (La Conquista del Estado, 1931). Ms adelante reprochan aesta IIa Repblica espaola que se presente como un estado liberal burgus alejado de toda

    preocupacin social. En parecidos trminos se manifest Jos Antonio, como ya hemos visto,cuando ve en la Repblica la realizacin de la revolucin liberal que no se haba producido enEspaa, pero no cree que sta sea suficiente si no se completa con la justicia social.

    En cambio, para Onsimo Redondo "uno de los convencionalismos o mitos ms burdos yperjudiciales es el de dividir por fuerza a los espaoles en republicanos y monrquicos, haciendoirreconciliables a los unos con los otros". (Redondo. Libertad. 22.02.1932). A partir de ah, concluyeque "si se pretende que nos declaremos partidarios de la repblica o la monarqua contestaremos:nuestro movimiento no toma partido por una ni otra; no es servidor de ninguna de ellas, sino deEspaa slo. Y repetimos: nosotros queremos el rgimen que el pueblo quiera" (Redondo. Igualdad.13.02.1933). Esta posicin de Onsimo Redondo nos parece una forma bastante demaggica deeludir un tema tan trascendental y de acercarse por otro lado a la postura de las derechas sobre laaccidentalidad de las formas de gobierno.

    Durante la transicin a la nueva monarqua todos los grupos nacionalsindicalistas que surgen (yque no son pocos por cierto) se proclaman republicanos y ms en concreto partidarios de unaRepblica Sindical. En el ao 1977, con motivo de las primeras elecciones generales, la editorialAlbia de Bilbao publica una coleccin dedicada a divulgar los programas de los distintos partidos. Enesta coleccin aparecen dos libros sobre grupos nacionalsindicalistas, uno dedicado a Crculos JosAntonio, el otro a FE de las JONS (Autntica). En el primero, Diego Mrquez opinaba lo siguiente:"Debo afirmar claramente que no soy monrquico; pienso que el sistema de gobierno republicano seadapta mejor a los tiempos que corren, es ms representativo, es ms democrtico y, en definitiva, elpueblo participa en la eleccin de la persona que va a encarnar la jefatura del Estado". (Mrquez.1977). Por su parte, Pedro Conde declara en el libro dedicado a la Autntica: "En nuestra concepcindel hombre de la sociedad y de la poltica, cada ciudadano ocupar el lugar que le corresponde por

    sus valores personales, de tal forma que si el hijo del ms humilde trabajador est dotado para ser elprimer magistrado de la nacin, debe ocupar el puesto. Somos contrarios a que en la sociedad sedetente posicin alguna, o se disfrute de cualquier beneficio que no tenga origen en el trabajopersonal. Somos contrarios a cualquier privilegio de clase, casta o sangre, y con mayor raznrechazamos que un principio hereditario sea colocado como smbolo de toda una sociedad, comopiedra angular de un sistema" (Conde. 1977).

    La organizacin FE de las JONS, en su primer Congreso Ideolgico, de 1988, aprueba laponencia Organizacin del Estado (presidida por Rafael Ibez), donde bajo el rtulo de Forma deEstado dice que "considerando que slo tendr derecho a alcanzar la ms alta magistratura delEstado quien mejor represente al pueblo y al tiempo est mejor capacitado, al margen de cul sea suascendencia familiar, el Estado nacionalsindicalista deber adoptar la forma republicana" (I Congreso

    Ideolgico, 1988). Pero cuando la posicin del principal partido nacionalsindicalista pareca estardefinitivamente cerrada sobre este tema, aparece en el nmero 18 (febrero 1994) de la revista EnLnea Alternativa (portavoz nacional de la Falange) un artculo titulado Falange y el Rey firmado porF. Ortiz, en el que se pide el cese de la hostilidad hacia la monarqua con el argumento de que"nuestro rey, a diferencia de la casi totalidad de los polticos, viene clamando la palabra Patria, y no

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    habla de un patriotismo centralista derechoide, sino que demuestra su anhelo por una Patria rica ensu pluralidad cultural, una Patria como empresa superadora de localismos, clases y grupos;exactamente una Patria como quiere la Falange" (Ortiz, 1994). Parece que el seor Ortiz ve unamonarqua diferente a la que para nosotros no es ms que un captulo de los planes de desarrollo deFranco, a la que luego la oposicin demoburguesa al franquismo le proporcion una tabla desalvacin, al adosarle un mecanismo parlamentario. A cambio, la Corona pag como precio lanegacin de todos y cada uno de los atributos propios de la existencia estatal. La vigente monarqua

    no es smbolo de la permanencia soberana del Estado espaol, sino de la subordinacin a los toquesde clarn del Pentgono y a los manejos de los eurcratas. Es garante de la democracia, pero slo sise considera democracia al dominio social omnmodo del gran capital y al enquistamiento poltico deunos partidos corruptos, que cuentan con el Rey como mecanismo de investidura. Y tampoco esparapeto de la unidad de Espaa, ni salvaguarda la armnica convivencia en su seno. Sobrevuela unEstado que, tras servir de cucaa a los principales pajes del rgimen, es objeto de distribucin entrelos pilotos de las 'nacionalidades histricas'.

    El artculo que mencionamos no debi ser, de todas maneras, compartido por la direccin de larevista pues en su nmero 25 (Octubre-noviembre 1994) rescata otro de Pedro Conde que habasido publicado 15 aos atrs en El Norte de Castilla (13.04.1979) titulado Repblica o Monarqua, enel que se defiende la lnea republicana como contraria a los privilegios y como factor de "marchahacia delante de una nacin". Tras la llegada a la jefatura nacional de FE-JONS en 1995 de Gustavo

    Morales, parece resolverse definitivamente este asunto en la elaboracin del programa para laselecciones generales de 1996. En este programa, el primer punto del apartado Estado propone la"reforma del Titulo II de la actual Constitucin y referndum para decidir la forma del Estado. Losnacionalsindicalistas optamos por la Repblica y la abolicin de todo tipo de privilegios dinsticos".(Nosotros, nmero 7, 1996).

    A pesar de esta clara propuesta programtica, en el nmero del verano del 96 de la revistaNosotros (Revista de anlisis poltico de FE-JONS) aparece un artculo titulado Acerca de laMonarqua firmado por Pasavan que nos recuerda mucho la postura ya referida de Onsimo Redon-do. Si bien en este artculo el autor declara republicana la postura del partido, cree queestratgicamente debe mantener en un segundo plano esta reivindicacin, con el argumento de quela disyuntiva monarqua-repblica no se encuentra entre las preocupaciones reales de los espaoles

    sino que son "el paro, el terrorismo, la situacin econmica, las drogas y la inmigracin". (Pasavan.Nosotros. 1996). Si las cosas son as, si la cuestin no preocupa al hombre de la calle, razn de mspara insistir en ella. Lo que cabe preguntarse es que, si cualquiera de las preocupaciones del hombrede la calle que sealaba el artculo referido pueden hallar solucin adecuada bajo el vigente rgimen,para nosotros la monarqua, que bendice la dominacin rapaz de las finanzas y el sometimiento a losdictados del nuevo orden internacional, que otorga investidura a una partitocracia corrupta y quepreside la desintegracin de Espaa mediante el Estado de las Autonomas, evidentemente no es elmarco ms adecuado para resolver los problemas reales de los espaoles.

    Por cierto que el artculo de Pasavan sobre la monarqua aparece en el nmero especial deNosotros dedicado al segundo Congreso Ideolgico de FE-JONS en el que se acababa de aprobar laponencia Programa Mximo cuyo apartado III.5.1. se denomina significativamente En lo Polticohacia la Repblica Sindical, donde se propone "un sistema nuevo y revolucionario, la RepblicaSindical, que garantice y custodie el respeto a los derechos y libertades de los ciudadanos delEstado sindical, incluidos dentro del concepto de la dignidad de la persona en los que el mismo sefundamenta" (II Congreso Ideolgico. 1996).

    Por nuestra parte creemos que tarde o temprano se reactivar la lucha de nuestro pueblo por laabolicin de la monarqua. El pueblo espaol expresar su negativa a seguir soportando una reliquiaretrgrada, concretada en la transmisin de la jefatura del Estado por va hereditaria, por ms quehaya sido arropada por arribistas y logreros sin parangn en nuestra historia. Creemos tambin queel sitio del nacionalsindicalismo est en la primera lnea de esta lucha, superadas las reservasestratgicas que algunos de sus militantes puedan tener, pues es un jaln esencial de dignificacindel Estado.

    2. Forma de participacin de la poblacin en la vida pblica.

    La democracia incorpora, como aportacin positiva del liberalismo a la Historia y como "hecho

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    adquirido" de la misma, la garanta de diversos derechos de los ciudadanos. Pero en primer lugar noderivan esos derechos de un orden natural sino de la articulacin del ciudadano en orden poltico,hacindolos adems correlativos a un sistema de deberes. Y en segundo lugar, no introduce laobligacin automtica de atribucin de prerrogativas a toda minora o la exaltacin de cualquierderecho a la diferencia.

    Se suele olvidar que la democracia constituye, ante todo, un sistema asentado en el principio deigualdad. Y este principio, si no quiere reducirse a mera retrica, debe sustentarse en factores de

    homogeneidad poltica que permitan a personas entre las cuales pueden existir diferencias en laesfera cultural y privada reconocerse como iguales en el plano de lo pblico.

    En el mundo moderno, el principal marco de homogeneidad poltica es la Nacin vertebrada poruna comunidad de principios racionales, que han de reproducirse y potenciarse mediante laparticipacin institucional, la educacin y el esfuerzo en la reduccin de las discriminacionessociales.

    Todo el conjunto de postulados que animan el sistema democrtico, empezando por la concordiaentre voluntad popular y ley, y la mxima identificacin entre gobernantes y gobernados, se vieneabajo en ausencia de la igualdad fundada en la homogeneidad nacional. El sufragio universal e iguales tan slo consecuencia de la homogeneidad sustancial (o al menos planteada como proyecto)dentro de un crculo de iguales, los nacionales, y no puede ir ms all de esa igualdad.

    En los aos 20 y 30, los oponentes comunistas y fascistas al liberalismo, confundindolo con lademocracia, le enfrentaron la divisa de la dictadura (del proletariado o del jefe). Es en este ambienteen el que surge el nacionalsindicalismo espaol que es arrastrado tambin a esa confusin, cuyarepeticin debe ser evitada operando la ms radical distincin entre liberalismo y democracia. Elliberalismo da forma a la conciencia del individuo, del burgus. La democracia a la elaboracin yplasmacin de la voluntad de la Nacin, que mayoritariamente se identifica con el mundo del trabajo.

    Al tratar de buscar una va de participacin de los ciudadanos en las tareas del Estado, FE-JONSpropone en el punto seis de su norma programtica que "todos los espaoles participaran en l (elEstado) a travs de su funcin familiar, municipal y sindical. Nadie participar a travs de los partidospolticos. Se abolir implacablemente el sistema de partidos con todas sus consecuencias: sufragioinorgnico, representacin por bandos en lucha y Parlamento del tipo conocido" (FE-JONS.

    Nacionalsindicalismo, 1934). La argumentacin para defender esta forma de participacin estara enque sta se realiza a travs de las unidades naturales de convivencia de los ciudadanos y por tantoconstituira una forma ms autntica de democracia calificada como orgnica. Para nosotros, estosmbitos de participacin pre-polticos (no nos atrevemos a llamarlos naturales) deberan ser unelemento complementario pero no sustitutorio de la democracia poltica (tal como la hemos explica-do) en la toma de decisiones fundamentales sobre el futuro de la Nacin.

    Debemos decir que apenas hubo desarrollos tericos de esta propuesta, sino que fueronrepetidas de forma acrtica pero sin profundizar en su contenido, ni en los problemas de ordentcnico que llevara su implantacin.

    Tal es as que slo en 1988, en el primer Congreso Ideolgico de FE-JONS, se suprime la familiacomo forma de participacin, cuando una ligera mirada a la estructura social y familiar espaola

    hubiera invalidado esta opcin muchos aos antes. Aunque debemos reconocer que la posturasalida de este Congreso es contundente al respecto: "la familia, unidad natural de convivencia yclula social indiscutible, no podr actuar como ponderador de la representacin poltica oeconmica de las cmaras nacionales por cuanto:

    a) Esto significara la primaca por cuestin de edad de unos individuos que no por esta razngozan de mayor capacidad de discernimiento.

    b) As se cortara el derecho de la juventud a intervenir en su propio futuro, que es el de laNacin mismo.

    c) Porque resulta imposible discernir de forma justa y vlida quin habr de ostentar larepresentacin de la familia, toda vez que ha llegado el tiempo en que las responsabilidadesfamiliares no corresponden slo al varn, sino que son comunes a ambos padres y an, en muchoscasos, a los propios hijos" (I Congreso Ideolgico. Ponencia Organizacin del Estado. 1988).

    En esta ponencia se segua manteniendo, en cambio la participacin a travs de la funcinmunicipal y sindical, plasmndose en dos cmaras. La primera sera poltica cuyos miembros seelegiran por un sistema mixto (directo e indirecto). En la lnea indirecta ser donde intervendrn los

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    municipios y los representantes regionales. La segunda cmara sera la econmica o sindical.Entendera de las cuestiones econmicas y la "eleccin de sus miembros ser enteramente indirectaa partir de los sindicatos de empresa" (I Congreso Ideolgico. Ponencia Organizacin del Estado,1988).

    Sobre esta cmara poltica mixta que se propone, debemos decir que en principio sera bastantepoco igualitaria, en el sentido de que en su parte de participacin local, sta sera monopolizada porlos grandes municipios, frente a la gran masa del micromunicipalismo espaol. Adems, estos

    grandes municipios no suponen, de manera alguna, el acercamiento de la administracin alciudadano, para el que tan desconocidos y distantes seran sus representantes locales como lo sonsus actuales diputados. Por el contrario, en los pequeos municipios, en que s se da la cercana delos polticos a sus habitantes y que permiten de verdad una gestin participativa, su tamao no lespermite contar con recursos suficientes para garantizar a la poblacin los mismos servicios que acualquier ciudadano de una gran urbe. Luego para buscar una representacin local equilibradadebera acometerse una gran tarea de reorganizacin municipal y comarcal de Espaa.

    Pero precisamente la concepcin 'naturalista' del municipio presente en nuestra legislacin loimpide en gran medida. En Espaa el municipio no es la asociacin legal de todas las personas queviven en el mismo trmino municipal sino la asociacin natural de personas y bienes reconocida porla ley. Esta concepcin natural del municipio no es, sin embargo y pese a haber sido asumida por

    regmenes polticos diversos, una calificacin inocente desprovista de consecuencias. Si losmunicipios son algo natural, cualquier reforma de su estructura en trminos globales se convierte enun atentado al orden preestablecido por la propia naturaleza, de lo que forzosamente se deriva unaactitud de respeto casi sagrado a los municipios existentes y a la divisin territorial municipal que lessirve de soporte, frenando ab initio cualquier intento de reestructuracin global de la Administracinlocal como la llevada a efectos en otros pases.

    Como dice Ramn Parada es, pues, "una concepcin inmovilista en cuanto obstculo a unasustancial reduccin del nmero de municipios a travs de la exigencia de una mayor dimensinterritorial o demogrfica de los que hayan de subsistir, y que facilite el establecimiento de serviciospblicos rentables con reduccin de los gastos generales de la Administracin local" (Parada, 1993).

    En cuanto a la cmara econmica o sindical, nos recuerda las propuestas de algunos tericos

    marxistas sobre democracia industrial o econmica. El error, en nuestra opinin, en que han incurridosiempre estos tericos es creer en la posibilidad de resolver la democracia poltica en la democraciaeconmica, el autogobierno de los ciudadanos en el autogobierno de los productores. El error derivade pensar que no existen problemas del ciudadano distintos de los del trabajador. Y, sin embargo,como opina Bobbio, "estos problemas existen y son precisamente los problemas de la libertad, de laslibertades civiles y polticas, cuya infravaloracin, unida a veces a la burla, al escarnio, o incluso aldesprecio, es lamentablemente uno de los no beneficiosos legados del pensamiento marxiano"(Bobbio, 1977).

    Creemos que esta limitacin de la va sindical para participar en las decisiones generales de laeconoma, est perfectamente sealada y acotada en el libro De la protesta a la propuesta donde sepresentan las conclusiones de los debates ideolgicos celebrados en los cursos de formacinAlejandro Salazar de FE-JONS.

    Sobre el tema que nos ocupa podemos leer en el captulo Nacin, Estado y Patria: "El sindicatocomo organizacin, defiende los intereses particulares de su sector de la misma forma que lospartidos nacionalistas defienden los intereses de su regin. Los intereses del sindicato del metalpueden no coincidir con los del qumico, etctera. De lo antes dicho se deduce que la va departicipacin sindical no puede regir sola los destinos generales de la patria. Sin embargo, s puedeparticipar en la regulacin del mercado de trabajo, en la participacin de los trabajadores, en la direc-cin de la empresa y en el reparto de los beneficios, en la normativa de seguridad e higiene y en losaspectos del sistema de la Seguridad Social que les afecten. Nuevamente, el sindicato abre un canaladicional para la participacin ciudadana en la vida del conjunto de la Nacin" (Morales et al., 1996).

    En coherencia pues con lo anterior se propone en este mismo captulo "establecer un sistema dedemocracia parti-cipativa que permita la participacin popular a travs de lo municipal y lo sindicaladems de a travs de las asociaciones polticas" (Morales et al., 1996). Esta posibilidad departicipacin a travs de asociaciones polticas aparece por primera vez como una aportacin delCentro de Estudios Econmicos y Sociales (CEES) al primer curso Alejandro Salazar (1994-95) talcomo consta en las conclusiones del mismo: La alternativa falangista. Falange ante el siglo XXI.

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    Aunque esta propuesta est matizada por una nota de G. M. (Gustavo Morales) en la que seala:"Quiero dejar constancia de nuestro desacuerdo con las asociaciones polticas como vas derepresentacin, no as como clubes de opinin sin capacidad de monopolizar el poder" (Morales,1995).

    Tanto la propuesta del CEES como la matizacin de Gustavo Morales nos parece un significativoavance, consecuencia lgica de las limitaciones e inviabilidades que supona la sola participacinlocal y laboral. No se puede seguir considerando a los partidos polticos como entes artificiales que

    desapareceran con slo prohibirlos, sino como asociaciones necesarias para encauzar laspropuestas de la ciudadana sobre las grandes lneas que deben dirigir la nacin, como cauce deopinin pero no de la representacin popular. Adems todas las propuestas de sociedades sinpartidos, han llevado al rgimen de partido nico como nos ha demostrado la experiencia histrica.

    El justicialismo argentino tom buena nota de ello cuando en palabras de Pern afirma: "Los quesaben tomar el rbano por las hojas y son partidarios de erradicar la poltica suelen intentar hacerlopor decreto sin percatarse que es muy difcil matar por decreto a nadie cuando las causas siguengenerando sus efectos, porque poca importancia tiene la existencia legal cuando est sometida laexistencia real. Para que desaparezcan las entidades demoliberales. Es preciso que antesdesaparezca el demoliberalismo. En el mundo de nuestros das, al desaparecer paulatinamente elsistema capitalista, vienen desapareciendo tambin los partidos demoliberales que son su

    consecuencia. Resulta anacrnico cuando se atenta contra formaciones polticas mientras por otrolado se trata de afirmar por todos los medios el sistema que las justifica. La intencin de dejar a lospueblos sin ninguna representacin no es nueva ni original porque todas las dictaduras lo intentan,pero la Historia demuestra elocuentemente que cuando ello se produce, las consecuencias suelenser funestas para las mismas dictaduras que lo promueven" (Pern, 1974).

    Nosotros creemos que el hombre no puede limitar su participacin en la comunidad a las esferasfamiliar, municipal o local, pensamos que o se puede reducir al ciudadano slo a su condicin depariente, vecino o trabajador. La democracia tampoco debe limitarse a las libertades de expresin yde organizacin de partidos polticos, como creen las corrientes demoliberales. Democracia es, antetodo, formacin y realizacin de la voluntad nacional con la mxima identificacin entre gobernantesy gobernados. Por ello su existencia efectiva hace necesario un sistema que posibilite a losciudadanos una participacin intensa y lo ms directa posible en unos u otros tramos de la

    construccin poltica, el acceso de los ciudadanos a las funciones directivas con la igualdad deoportunidades y en el grado que dicten el empeo y las capacidades de cada cual, y la seleccin yrevocacin de los dirigentes sobre la base de criterios de competencia y de responsabilidad ante lanacin. Tales exigencias son burladas por el actual estado de partidos, que promueven una forma dedominio oligrquica y antinacional.

    La forma de llevar esto a cabo creemos que se garantizara con las siguientes medidas:

    1) La eleccin del Presidente de la Repblica y jefe de gobierno directamente por el conjunto dela Nacin, con facultades decisorias en campos fundamentales como defensa de la Constitucin,suscripcin de tratados internacionales, mando supremo de las fuerzas armadas y mantenimiento dela unidad e integridad nacional.

    2) La configuracin de un Congreso de Diputados como rgano de representacin popular en eldesempeo de funciones legislativas y para una efectiva funcin de control de la accingubernamental. Para ello dejar de reflejar los intereses de unas castas polticas transformadas enfeudalidades, para acoger representantes legtimos de la nacin en razn de sus capacidadespersonales, y no de su pertenencia a una u otra formacin poltica. Esto se reforzara con un sistemade eleccin de diputados unitarios por sufragio mayoritario de distrito o circunscripcin, al margen delistas de partidos.

    3) La articulacin en un nuevo tipo de Senado de las instancias directivas de las diversasfunciones vitales para la comunidad nacional (de investigacin, pedaggicas, del mundo del arte, lacomunicacin, sindicales, de organizaciones de consumidores). Este Senado ejercera funciones depronunciamiento previo acerca de las grandes opciones de la planificacin y la elaboracin deproyectos de ley

    Todos estos proyectos implican una profunda redefinicin del papel de los partidos acotado a lacreacin de opinin con vistas a la forja de la voluntad poltica nacional. Ello resaltar sus tareas deelaboracin e irradiacin de proyectos y alternativas, y de educacin poltica de los ciudadanos. Peropara esto deben ser despojados de sus actuales nfulas representativas y de cualquier forma de

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    financiacin pblica.

    3. Forma de participacin de la poblacin en la riqueza nacidnal

    No es habitual en los estudios sobre teora del Estado tocar el tema de la organizacineconmica del mismo. Nosotros lo planteamos aqu porque lo creemos estrechamente ligado con el

    desarrollo de la participacin poltica en las tareas del Estado tal como hemos sealadoanteriormente.

    Para nosotros, el liberalismo como ideologa orgnica del capitalismo escinde a la poblacin engrupos socioeconmicos con lo que en su coherencia ltima es incompatible con la igualdad polticaque debe incorporar la democracia. Por otro lado el asentamiento de los factores de homogeneidadpoltica y de igualdad entre los nacionales, que permita fuera de toda retrica a las personas, a pesarde sus diferencias privadas, reconocerse como iguales en el plano de lo pblico, requisitoimprescindible para la existencia de la democracia, slo es compatible con el socialismo.

    La discusin se presentar en qu tipo d control comunitario de la produccin y la distribucinde bienes y servicios permite, adems de erradicar la discriminacin social, garantizar el desarrollode la democracia poltica. Las opciones son variadas y van desde la planificacin centralizada hasta

    la autogestin, pasando por formas intermedias como la cogestin y el cooperativismo.Por ello un Estado que incorpore en su denominacin el trmino sindicalista debera tener mucho

    que decir en este campo. Ya en el manifiesto de La Conquista del Estado aparece un apartadotitulado Estructura sindical de la economa donde se deca "el nuevo Estado no puede abandonar sueconoma a los simples pactos y contrataciones que las fuerzas econmicas libren entre s. Lasindicacin de las fuerzas econmicas ser obligatoria y en todo momento atenida a los altos finesdel Estado. El Estado disciplinar y garantizar en todo momento la produccin. Lo que equivale auna potenciacin considerable del trabajo" (Comit organizador. La Conquista del Estado, 1931).

    La evolucin del pensamiento econmico del nacionalsindicalismo desde estos orgenes hasta laguerra civil es resumido por Juan Velarde de la siguiente manera: "el primer alevn de lo que seradespus la Falange, en los momentos de los gallos de marzo de Ramiro Ledesma Ramos y La

    Conquista del Estado, naci mucho ms socialista que sindicalista. Todo cambi por la necesidad deampliar la base. Esta oportunidad la ofreci Nicasio lvarez de Sotomayor, fabuloso personaje (...)cuya muerte asesinado es un dato sociolgico del caciquismo rural espaol. Nicasio diriga entoncesla famosa huelga de la Telefnica, dentro de la CNT, y al integrarse en el grupo de Ramiro, elnaciente movimiento poltico se pas a titular sindicalista. Aade a ello el peso de las encclicas en elgrupo tambin naciente de Onsimo Redondo (...) orientadas hacia el cooperativismo. En Ramiro yOnsimo actuaba, adems, el peso del fascismo cuyas realizaciones entonces tenan queimpresionar. As surgieron las JONS, declarndose nacionalsindicalistas. En Jos Antonio, en losmomentos iniciales, imper la herencia de su padre: la famosa Organizacin Nacional Corporativa.Tambin influy el fasci