habitantes de la hortúa, en el abandono

1

Click here to load reader

Upload: david-c-rengifo-p

Post on 19-Mar-2016

214 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

El enorme complejo de edificios del Hospital San Juan de Dios, podría ser recuperado. No pasa lo mismo con la salud, especialmente la mental y, tal vez, los salarios y prestaciones de más de 2 mil personas.

TRANSCRIPT

Page 1: Habitantes de La Hortúa, en el abandono

informe especial informe especial

Info

rm

e e

spe

cIa

l12 / Febrero 4 y 5 de 2012

www.elperiodico.com.co13 / Febrero 4 y 5 de 2012

www.elperiodico.com.co

DE

BOG

OTÁ

El enorme complejo de edificios del Hospital San Juan de Dios, podría ser recuperado. No pasa lo mismo con la salud, especialmente la mental y, tal vez, los salarios y prestaciones de más de 2 mil personas.

“ÉramoS FElicES”, DicE SoNriENtE roSalía a pESar DE Su ENFErmEDaD mENtal

loS FaNtaSmaS SoN tEStigoS SilENcioSoS DE loS rESiDENtES

ENtrE la HumEDaD y laS NEcESiDaDES SobrEvivEN, DESDE HacE 12 añoS, 50 FamiliaS.

Habitantes de La Hortúa, en el abandono

De enfermera a paciente

Oscuridad por dentro y por fuera

Rosalía firma sagradamente la entrada y la salida todos los días.

Rosalía Morales Rocha, auxiliar de enfermería, considerada por sus com-pañeros como “la mejor”, porque no le importaba que tipo de enfermedad traía el paciente, para ella lo importante era quitarle el dolor, atendía en urgencias, a todos por igual, desde los habitantes de la calle, hasta, alguna vez, un hermano del ex presidente Ernesto Samper, de cuyo nombre prefiere no acordarse. Era veloz. No esperaba a ponerse los guan-tes, a “mano limpia”, atendía a quienes habían sufrido una bronco-aspersión, o a quienes llegaban con heridas graves. Hoy en día la paciente es ella.

“Sí fui la mejor”Con unos viejos zapatos color zana-horia, que se convirtieron en sandalias producto del paso del tiempo, ropa lim-pia pero en el colmo del uso, Rosalía lo confirma “sí fui la mejor” y voltea los ojos al cielo, una y muchas veces, porque ese extraño sufrimiento de estar en nómina de una gran institución pero no ganar nada, los recuerdos, las nece-sidades, todo ese drama, ha ido hacien-do mella en la cabeza de Rosalía y la pone a hablar de las visiones que tiene

En total descuido y abandono están los edificios del complejo hospitalario.

La humedad amenaza al Hospital San Juan de Dios.

Un viejo teléfono público y al fondo la sección de prótesis.

Antonio ColmenAres mArtí[email protected]

Varias autoridades pasan revista, de vez en cuando, a las diferentes dependen-cias del Hospital San Juan de Dios, es-pecialmente al piso nueve, salud mental y taller de prótesis, lugares en donde precisamente habitan varias familias de empleados que debieron quedarse porque al ser cerrado el Hospital y no recibir sus salarios, la situación econó-mica no les permitía pagar un arriendo. Los resultados de estas visitas y los fa-llos de las tutelas interpuestas por los afectados, son lentos, circunstancia que amplía la incertidumbre para los 2 mil empleados que esperan sus salarios y prestaciones de 12 años. Varios de estos trabajadores, al menos 50, sobreviven con empleos informales, deben habitar lo que antes fueron sus sitios de trabajo, acondicionados pobremente y bajo te-

chos a punto de colapsar.Amenaza la humedadLa estructura del Hospital,

guarda aún los ecos de su es-plendor con 800 camas dis-ponibles, 13 enormes salas de cirugía, unidad renal es-pecializada y la Unidad de

Cuidados Intensivos –UCI- más com-pleta hasta el 2001, cuando se cerró el enorme centro asistencial. La mayoría de estas dependencias fueron selladas para evitar que los equipos sean sacados del lugar, pero la amenaza más latente es la humedad que acaba poco a poco con los techos, lo cual hace suponer que los equipos, pueden estar sufriendo da-ños irreversibles.

SupervivenciaEntre los más de dos mil empleados que se quedaron sin sueldo desde hace 11 años, hay quienes han logrado conse-guir un trabajo digno para sobrevivir, pero no han dejado de ir a firmar la en-trada y salida, porque sus contratos es-tán vigentes. Hay también quienes rea-lizan trabajos informales, como ventas callejeras y lo más grave, los que viven de la caridad pública.

La existencia de algunas dependen-cias como la del taller de prótesis, en donde se fabricaban sobre medidas, los aparatos ortopédicos que requerían los pacientes, hace pensar en la atención total que se brindaba. Aún se conservan las fajas, corsetería, bastones, muletas entre otros artículos, todo cubierto por el polvo y el olvido.

entre el sueño y la vigilia. Ve los com-pañeros de trabajo, algunos ya muertos, o se transporta hasta el recuerdo para admirar el trabajo de los grandes cien-tíficos que conoció como Manuel Elkin Patarroyo; Raúl Esteban Sastre, exper-to en cirugía de mano; el infectólogo, Jaime Sanabria, entre tantos médicos

ilustres que hicieron de “La Hortúa”, uno de los hospitales más completos de Latinoamérica. “Éramos Felices”, dice sonriente Rosalía y pasea la mirada por las caras serias de sus compañeros de trabajo reunidos con motivo de una de las tantas inspecciones de las autorida-des.

Por fuera “no hay luz” sobre lo que se decida con el Hospital San Juan de Dios. No se sabe si se reabra, tampoco los resultados de una de-nuncia de la Universidad Nacional referente a que el Centro Asisten-cial fue saqueado. No se conoce un fallo y, si fue así, quién sería el responsable. Por dentro hay que recorrer los enormes pasillos del Hospital San Juan de Dios a os-curas para sentir por momentos lo que experimentan quienes perdie-ron la vista. Oscuridad total, ni la más mínima idea del entorno, hay que estirar los brazos para hacer contacto con las paredes, esa es la guía. Voces a lo lejos sirven de refe-rencia para seguir hacia delante. El servicio de energía fue suspendido simultáneamente con el cierre y or-den de liquidación. Quienes residen en el Hospital deben “traer la luz” desde alguna dependencia vecina. Con linterna, las autoridades y los visitantes hacen, una y otra vez, el recorrido por las enormes estancias, por entre la multiplicidad de acce-sos, puertas y más puertas; unas se-lladas otras que dan a las escaleras que son varias, como los corredo-res, un verdadero laberinto. La ar-quitectura del Hospital fue pensada en grande, eso hace que sea más lamentable la muerte de pie, como los gigantes, que sufre este enorme Hospital de guerra.

Símbolo del dolor y la muertePor una ventana del segundo piso de “La Hortúa”, se asoma un esqueleto que quedó como guardián, en la ventana de un consultorio. Con esa risa obligada de todas las calaveras, parece burlarse de la falta de planeación y de voluntad del Estado, lo que aprovecharon los “vivos” para acabar con el establecimiento en donde más se luchaba para “espantar” su figura huesuda que representa el dolor y la muerte.

“Varios de estos trabajadores, al menos 50, sobreviven con empleos informales, deben habitar lo que antes fueron sus sitios de trabajo, acondicionados pobremente y bajo techos a punto de colapsar”, dijo uno de los abogados de los trabajadores.

ricarDo boNilla

“Me vinculé al Hospital en 1984, como enferme-ro profesional y veo que la iniciativa del alcalde Gustavo Petro, de reabrir la institución, es buena porque aquí se pueden prestar servicios a pa-cientes de todo el país”.

JoSÉ boNilla ramírEz

“Este es un Hospital de cuarto nivel, un Hospi-tal de guerra y por eso pedimos que se reabra. La Liquidadora dice que hacen falta 3 ó 4 billones de pesos para pagar la carga presta-cional”.

HilDa urrEa, ENFErmEra

“Me declaro una de las víctimas porque éramos trabajadores honrados, nos cercenaron nuestras manos, dejaron a nues-tros hijos sin ningún apo-yo. Me tocó pedir limos-na para dar educación a mis 5 hijos”.

maNuEl pÉrEz EScobar

“Cumplí 29 años en la nómina del Hospital, ahora los trabajado-res buscamos quien nos responda en lo que corresponde a pensio-nes, seguridad social, salarios y más de 400 tutelas que no se han solucionado”.

OPINÓMETRO