guía del prefecto estudiante

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Guía del prefecto estudiante Por Justo Planas Cuando recibí mi título de licenciado, el tres de julio de 2009, a la par de la alegría que contagiaba a mis compañeros de curso y sus padres en el Aula Magna, una sensación de vacío comenzó a apoderarse de mí. Llevaba 19 años envuelto en la vorágine del estudio: la primaria, la secundaria, el pre, la universidad; y de pronto con un papel firmado por el rector de la Universidad de La Habana todo parecía haber terminado. Iniciaba para mí otra etapa. Y aunque es cierto que si uno se respeta como profesional nunca deja de ser alumno, el primero de septiembre parecía condenado a transformarse en un día como otro cualquiera en mi vida. Mi mamá recuerda de esos días de comienzo el olor a madera nueva de los lápices, un olor que según ella inundaba su primaria. Yo por mucho que afilé la nariz y por mucho que afilé lápices también, nunca lo sentí. Mi septiembre en la primaria estaba lleno de libretas nuevas, con hojas listas para demostrar que yo sí podía esta vez tener letra buena —eso significa en la jerga de mi tiempo una caligrafía correcta— y que yo sí podía tomar las notas de clases como cualquier estudiante aplicado. Para octubre o noviembre desistía ante la evidencia de garabatos y frases inconexas que terminaba arruinando todas las cuartillas; pero siempre estaba la esperanza del próximo septiembre y el próximo paquete de libretas, ambos parecían inagotables en aquel lejano 4to Grado. No recuerdo qué profesor al darnos la bienvenida a la secundaria nos dijo que cada estudiante llevaba los 100 puntos de su asignatura guardados en la mochila y que la mayoría lo iría perdiendo mes tras mes con malas decisiones. No recuerdo al profesor, pero jamás olvidaré la frase. A pesar de ser un alumno de pañoleta azul y roja bastante irregular, cuando vestía el pantalón amarillo estaba yo en las vanidades de no perder un punto y de ser el mejor de los mejores. Nada se confunde más fácil con un buen estudiante que la calaña de los promedios altos, capaces de pasar un tiempo considerable de sus días, de sus meses, repitiendo coletillas de frases o cálculos, asintiendo acríticamente a todo lo que el profesor propone y hasta sobornándolo con sonrisas y elogios con tal de recibir en julio un número cercano o igual a 100. Muchos de 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40

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Gua del prefecto estudiantePor Justo PlanasCuando recib mi ttulo de licenciado, el tres de julio de 2009, a la par de la alegra que contagiaba a mis compaeros de curso y sus padres en el Aula Magna, una sensacin de vaco comenz a apoderarse de m. Llevaba 19 aos envuelto en la vorgine del estudio: la primaria, la secundaria, el pre, la universidad; y de pronto con un papel firmado por el rector de la Universidad de La Habana todo pareca haber terminado. Iniciaba para m otra etapa. Y aunque es cierto que si uno se respeta como profesional nunca deja de ser alumno, el primero de septiembre pareca condenado a transformarse en un da como otro cualquiera en mi vida.Mi mam recuerda de esos das de comienzo el olor a madera nueva de los lpices, un olor que segn ella inundaba su primaria. Yo por mucho que afil la nariz y por mucho que afil lpices tambin, nunca lo sent. Mi septiembre en la primaria estaba lleno de libretas nuevas, con hojas listas para demostrar que yo s poda esta vez tener letra buena eso significa en la jerga de mi tiempo una caligrafa correcta y que yo s poda tomar las notas de clases como cualquier estudiante aplicado. Para octubre o noviembre desista ante la evidencia de garabatos y frases inconexas que terminaba arruinando todas las cuartillas; pero siempre estaba la esperanza del prximo septiembre y el prximo paquete de libretas, ambos parecan inagotables en aquel lejano 4to Grado.No recuerdo qu profesor al darnos la bienvenida a la secundaria nos dijo que cada estudiante llevaba los 100 puntos de su asignatura guardados en la mochila y que la mayora lo ira perdiendo mes tras mes con malas decisiones. No recuerdo al profesor, pero jams olvidar la frase. A pesar de ser un alumno de paoleta azul y roja bastante irregular, cuando vesta el pantaln amarillo estaba yo en las vanidades de no perder un punto y de ser el mejor de los mejores. Nada se confunde ms fcil con un buen estudiante que la calaa de los promedios altos, capaces de pasar un tiempo considerable de sus das, de sus meses, repitiendo coletillas de frases o clculos, asintiendo acrticamente a todo lo que el profesor propone y hasta sobornndolo con sonrisas y elogios con tal de recibir en julio un nmero cercano o igual a 100. Muchos de ellos cuentan, tristemente, con la inteligencia, la aptitud y la voluntad suficiente para convertirse en buenos estudiantes; pero no lo son. Son si me permiten ponerme verde peores que los peores del aula, pues estos cumplen fielmente sus deseos, mientras que aquellos viven esclavos de una apariencia.Mi primo, que es el mejor carpintero de Centro Habana, se queja de ser el ms bruto de la familia. Estoy convencido de lo contrario, porque siempre est desarmando muebles viejos para ver cmo las manos expertas de otro tiempo domesticaron su madera. Mi primo tiene lo que algn que otro compaero mo de la Lenin e incluso ciertos profesores de la universidad nunca creyeron necesitar: necesidad de aprender. Nada retrata mejor a un buen estudiante que su sed de conocimiento, ms all de las notas y a veces a pesar de ellas.La BBC se preguntaba recientemente qu tenan los estudiantes de Noruega (creo que era Noruega) que siempre aparecan al tope de los mejor instruidos del mundo. Los espaoles contaban con ms horas clases, los alemanes con ms tareas y los franceses destinaban ms dinero a la enseanza; pero los noruegos seguan como el sapo Alfredito, hacindolo mejor. La respuesta de la BBC estaba en los profesores, que no reciben un salario ms alto que en otro pas, pero s cuentan con un inusual respeto entre sus compatriotas. Las carreras pedaggicas son las ms codiciadas y las ms difciles de obtener. Para que una escuela primaria noruega permita que un profesor se pare frente a una de sus aulas, ste debe tener como mnimo una maestra.No es que sea un gran entusiasta de los ttulos, diplomas y certificados, pero me imagino que muchos de los profesores noruegos aptos para la docencia deben tener despus de largos aos de estudio un gran amor por el conocimiento; y ese amor, para suerte de sus alumnos, es contagioso. Con lo cerca que vivo de la Escuela Normal (y despus de chequear que mi ventilador contina encendido), no me queda duda de que estamos bien lejos de Noruega. Pero an, el inventor norteamericano Thomas Alva Edison, el padre del psicoanlisis Sigmund Freud, Albert Einstein que postul entre otras la Teora de la Relatividad, Vladirmir Ilich Lenin y muchos otros, lograron convertirse en grandes estudiantes a pesar de no contar con instituciones docentes cmplices de sus bsquedas.Leyendo algn trabajo del abuelo Carlos Marx, comprend cun infeliz era la gente que se despertaba cada da y dedicaba ocho horas de trabajo o estudio a cosas que no le gustaban, cumpliendo con sus tareas sin nimo y a regaadientes. Ocho horas es un tercio del da, casi la mitad si descontamos las horas de sueo. Casi la mitad de la vida aburridos, locos por envejecer y retirarse de una vez para hacer colas en los estanquillos, los bancos y las panaderas. As andan todas las maanas multitudes de zombies que pretenden ser mdicos, ingenieros, vendedores de man, estudiantes de preuniversitario y profesores de secundaria. Es una forma muy comn de invertir el tiempo que nos toca en este mundo.Cuando uno raspa la historia que se esconde por ejemplo detrs de los clebres Pitgoras y Tales (tristemente clebres para los estudiantes de secundaria), descubre personas tan normales como esa que se sienta en el pupitre del lado, que no elaboraron teoremas para que los de 8no Grado salieran mal en el examen. Detrs de cada asignatura, de cada clase, se asoman multitudes de hombres como nosotros, pero con una sed de mundo, con una curiosidad inagotable, con un propsito bien claro en la vida. Algunos de ellos estuvieron dispuestos a morir por esa verdad que ahora hace girar la maquinaria de los televisores, los carros, los telfonos celulares y hasta las secadoras de pelo. Ahora mismo hay otros miles haciendo historia (o escribindola, o analizndola, o filmndola). Muchos de ellos descubrieron de pequeos, o en la adolescencia, que los libros de texto o las ideas que cierta profesora escriba en la pizarra como sin quererlo, ms que las respuestas del prximo examen escondan el secreto de un nuevo mundo, el que ellos despus de mucho esfuerzo estaran a punto de construir. Para algunos la primera pista de ese misterio, comienza este septiembre.