grupos centrados en la tarea-coordinando grupos-gjasiner

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Los grupos centrados en una tarea (GCT) Enrique Pichón Riviére nombró los grupos centrados en una tarea (GCT), pero se ocupó del grupo operativo, trazó el surco. Entonces, porque no todo está dicho, aún avanzamos, aún seguimos investigan- do. Me interesa ir pensando una lógica para el abordaje de diferentes dis- positivos de GCT: grupos operativos 1 , de discusión, formación, refle- xión, aprendizaje, entrenamiento (training groups), talleres, carteles, in- vestigación, terapéuticos, equipos de trabajo 2 , y los así llamados actualmente grupos monosintomáticos, tanto en el campo de la salud, la educación, lo comunitario y lo institucional, que, a veces, en la expe- riencia cotidiana, se sostienen como si fueran del orden de lo natural, es decir, sin interrogarlos demasiado. Como su nombre lo indica, se reúnen en derredor de una tarea, pero algo que habitualmente excede el solo abordaje de ella parecería indicar ciertos ejes de una posible "eficacia": Es oportuno indicar que el nombre de grupos centrados en una ta- rea, de algún modo incomoda el paradigma individualista de nuestros días en tanto la paradoja es que, desde el vamos, queda legitimado que esa tarea no será sin otros. Transitaré en este libto la idea de que al mismo tiempo que se abor- da la tarea, o justamente por ello, algo se puede ir anudando de unos con otros, en la posibilidad de invención de lo nuevo más allá de la eter- na repetición de lo- mismo; pero, lo que es más llamativo aún, algo del propio sujeto a veces parecería anudarse en el mismo proceso del traba- jo con otros. La coordinación de estos grupos se orienta en el sentido de ir trazando los tejidos de una "trama" grupal mientras se propicia el 1. El grupo operativo es un tipo particular de grupo centrado en una tarea. Suele confundirse GCT con grupo operativo, y no es lo mismo. En los GCT, la tarea es un eje sobre el cual se organiza el grupo. El grupo operativo es una técnica, un abordaje particular de ese dispositi- vo, que supone un esrilo de coordinación -el así llamado encuadre- y un modo de trabajar las ansiedades. 2. Un equipo de trabajo puede ser pensado como GCT, con la particularidad de que la tarea debe ser cumplida con eficacia, en un tiempo limitado.

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Page 1: Grupos Centrados en La Tarea-coordinando Grupos-gjasiner

Los grupos centrados en una tarea (GCT)

E n r i q u e P ichón Riviére n o m b r ó los grupos centrados en una tarea (GCT), p e r o se o cupó del g r u p o o p e r a t i v o , trazó el surco . Entonces, p o r q u e n o t o d o está d i c h o , aún avanzamos, aún seguimos invest igan­d o .

M e interesa i r pensando una lógica para el abordaje de diferentes dis­posi t ivos de G C T : grupos o p e r a t i v o s 1 , de discusión, formación, refle­x ión , aprendiza je , entrenamiento (training groups), talleres, carteles, i n ­vestigación, terapéuticos , equipos de t r a b a j o 2 , y los así l lamados actualmente grupos monos intomát icos , tanto en el campo de la salud, la educación, lo c o m u n i t a r i o y lo ins t i tuc iona l , que, a veces, en la expe­riencia c o t i d i a n a , se sostienen c o m o si fueran del orden de lo n a t u r a l , es decir, sin in terrogar los demasiado. C o m o su nombre lo indica , se reúnen en derredor de una tarea, pero algo que habi tualmente excede el solo abordaje de ella parecería indicar ciertos ejes de una posible "e f i cac ia" :

Es o p o r t u n o indicar que el n o m b r e de grupos centrados en una ta­rea, de algún m o d o i n c o m o d a el paradigma indiv idual i s ta de nuestros días en t a n t o la p a r a d o j a es que, desde el vamos, queda leg i t imado que esa tarea n o será sin otros .

Transi taré en este l i b t o la idea de que al mismo t i e m p o que se abor­da la tarea, o justamente por el lo, algo se puede ir anudando de unos c o n otros , en la p o s i b i l i d a d de invención de lo nuevo más allá de la eter­na repetición de lo- m i s m o ; pero, lo que es más l l a m a t i v o aún, algo del p r o p i o sujeto a veces parecería anudarse en el m i s m o proceso del t raba­jo con otros . L a coordinación de estos grupos se or ienta en el sentido de ir t razando los tejidos de una " t r a m a " g r u p a l mientras se p r o p i c i a el

1. El grupo operativo es un tipo particular de grupo centrado en una tarea. Suele confundirse GCT con grupo operativo, y no es lo mismo. En los GCT, la tarea es un eje sobre el cual se organiza el grupo. El grupo operativo es una técnica, un abordaje particular de ese dispositi­vo, que supone un esrilo de coordinación -el así llamado encuadre- y un modo de trabajar las ansiedades. 2. Un equipo de trabajo puede ser pensado como GCT, con la particularidad de que la tarea debe ser cumplida con eficacia, en un tiempo limitado.

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protagonismo del sujeto, y creando un espacio de a lo jamiento subjetivo, de instalación de una demora, de un intervalo, a la vez que de tiempos de conclusión que generen condiciones para la producción de lo p r o p i o . A esta doble producción la llamaremos " t r a m a " y " t r a z o " .

A veces el t raba jo grupal descongela al sujeto, lo conmueve de una inercia letal . En los GCT, el lugar de la tarea refiere a lo inacabable, i n -completable , que nunca se deja asir del t o d o , que falta realizar y que a la vez marca una ilusión, un ideal, y cada vez, desde el d isposi t ivo , está planteado que será necesario el o t r o para su realización. E n un m u n d o global izado y de relaciones banalizadas, la idea de tarea poco tiene que ver con que cada cual se las arregle como pueda, es decir, con el yo au­tónomo del pragmat ismo ameticano. Frente al discurso de lo universal , de lo t o t a l i t a r i o escrito en mayúscula, la tarea puede llegar a d ibu jar un m u n d o escrito en minúscula y que privi legia lo p l u r a l , una m u l t i p l i c i d a d que alberga lo singular.

En ocasiones se confunde tarea con t iempos lógicos de un g r u p o ; la tarea de un g r u p o no puede ser simplemente construir el g r u p o . O l v i ­d a r l o sería c o n f u n d i r el f i n con el medio y propic iar modos de endoga-m i a , que retienen al sujeto. Hacer hincapié en la tarea equivale, además, a recordar que el grupo será sólo u n medio , lo cual apunta a la caída de cualquier f ide l idad religiosa y a saber desde el comienzo, de su f i n i t u d , de su disolución.

El problema del centro

A pesar de muchas vacilaciones, he decidido sostener el nombre de grupos centrados en una tarea ( G C T ) , pero es menester una aclaración: centrados resulta un término compl icado, en su linaje con una lógica es-

. férica cuyo centro - u n p u n t o - estaría, en el mejor de los casos, ocupa­d o por la tarea, y en el peor, por el mismo c o o r d i n a d o r ; dos opciones que nos dejan en el callejón sin salida de una lógica problemática en sus consecuencias.

Se trata de que cuando alguien o algo ocupa el centro, si la lógica es la de la esfera, todos los otros puntos estarán en un radio exactamente equidistante del centro-'. De allí a una psicología de las masas, a f ide l i ­dades religiosas o a liderazgos fascistas, hay generalmente poca distan­cia. Desde una lógica borromeica, se podría pensar u n centramiento d i ­ferente, y es así c o m o lo voy a proponer a lo largo de este texto . M e voy

3. Tema desarrollado en el capitulo "Aproximaciones a una lógica" de este mismo libro.

Coordinando grupos • 29

a servir del n u d o b o r r o m e o 4 - q u e sólo podría ser reducido a un aguje­ro en el centro, a diferencia de una esfera, que puede reducirse a un p u n ­to c e n t r a l - , para pensar este tema tan poco interrogado del lugar del centro en los grupos.

A l g u n a vez escuché cómo Enrique Pichón Riviére, con su habitual hu­mor, señalaba en un g r u p o la insistente presencia de un balde 5 que había en el centro. Muchas eran las intervenciones de Pichón que por lo ines­peradas y ambiguas perduraron en mí, en su mister io . H o y pienso que no fue "de ba lde" aquella casi irónica indicación de pensar en el centro. A l ­go que parecía lo habi tual , casi lo ins t i tu ido, de repente ingresaba al te­rreno de lo que quedaba c o n m o v i d o , r idicul izado, y podía ser interroga­do . Obviamente , además de señalar el chiste como una intervención posible del coordinador , estoy subrayando un problema para quienes coordinamos grupos bajo el paraguas del " c e n t r a m i e n t o " en una tarea.

La idea de " c e n t r a m i e n t o " , en el campo de las ciencias, fue in te r ro ­gada hasta las entrañas por la revolución galileana. ; 0 acaso Gal i leo , en la carta ante la Inquisición, no t u v o que abjurar de su herejía a las Sa­gradas Escrituras por haber predicado que la T ierra se movía y que no estaba en el centro del universo?

Ya anteriormente Copérnico había puesto en duda que el centro del sistema solar fuera la Tierra; propuso el Sol en el centro, pero no cuestio­nó las categorías aristotélica ni ptolomeica, esto es, no co locó en crisis el tema del centro. Pero Galileo avanzó más allá de Copérnico, con su teo­ría de la elipse. Ya en la elipse, aunque sea, había más de un centro.

Kepler había r o t o con el hechizo de la c i rcular idad, proponiendo sus leyes de las órbitas elípticas. Pero fue Galileo con su instrumento, el teles­copio , quien cuestionó rotundamente el centro único y, por lo tanto , las insoportables equidistancias simétricas. N o sólo cuestionaba la Tierra en el centro, sino que conmovía la misma idea de centro, la ponía en crisis.

Entonces, cuando hablemos de grupos centrados en una tarea, como por lo menos ya somos posgalileanos, el centro no será ese p u n t o único e inamovib le en el medio de la esfera. Nos referiremos a centrado, en cambio , en el sentido de una lógica borromeica, que siempre remite al tema de los agujeros y sus avatares.

Estoy p r o p o n i e n d o entonces grupos centrados en una tarea, pero el centramiento no c o m o un p u n t o sagrado en el medio , sino como una

4. Tal vez el mismo l.acan autoriza este uso de su nudo borromeo, cuando él mismo lo propo­ne para pensar el cartel. Ver los capicules "El cartel... ;uu grupo?" y "Aproximaciones a una lomea" en este misino libro. 5. Balde con agua en el que se tiraban los cigarrillos en las aulas de su Escuela. [Balde: "escar de balde", cu lenguaje porteño, alude a lo jnúrii.)

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comple ja superposición de agujeros; agujero de las f iguras topológicas que en Lacan permi te pensar al sujeto.

En el capítulo " A p r o x i m a c i o n e s a una lóg ica " , de este l i b r o , usaré entonces la f igura del n u d o b o r r o m e o lacaniano, en u n sentido a m p l i o . Abrevaré en esa propuesta para poder pensar y anotar algo de la expe­riencia con grupos , in tentando salir de una lógica esférica.

M á s allá del t r a t a m i e n t o ps icoanal í t ico que se le ha d a d o al tema del agujero , muchas otras son sus acepciones y m e t á f o r a s .

Agu jero centra l , que de l imi ta el conducto en que se aloja la médula espinal ; agujero del neumático alrededor del que éste g i ra ; agujero cen­t r a l de la hélice; agujero negro succionador en el centro de la Vía Lác­tea, más allá del b r i l l o de una noche estrellada, o el agujero c o m o lo que n o se mueve para que haya m o v i m i e n t o , según la c u l t u r a or ienta l . Jus­tamente en la mi lenar ia cu l tura o r ien ta l , tao se le dice al vació , pero tao es también vía, c a m i n o . El budismo zen ubica u n vacío alrededor del cual se mueve t o d o , y lo que se produce en la v ida es alrededor del va­c io , de lo que no se mueve. El vacío, en tanto lo que produce , es una idea no da l del b u d i s m o zen.

Interesante tema de la filosofía o r ien ta l , para quienes trabajamos con grupos : el tao j erarquiza el lugar del vacío , pero no c o m o una exalta­ción de la nada sino que, como la misma semántica lo indica , se trata también de u n "saber hacer" con él, o sea, se refiere a u n c a m i n o .

Ese lugar del vacío , del agujero 6 , puede or ientar al c o o r d i n a d o r en su t raba jo (recrear la fa l ta , convert ir el vacío en fa l ta y la fa l ta en creación) para que, ta l c o m o el campesino que abre un ca m ino en la t ierra , que traza un surco en su campo, sepa hacer con la huel la . M u c h a s veces, la tarea ubicada en el lugar del vacío hace causa para que cada quien en­cuentre su c a m i n o . E l coordinador tendrá que p r o p i c i a r ese espacio va­c ío , a la vez que la creación de sus cornisas.

Si hay agujero, si logramos que el agujero permanezca despejado, só­lo entonces habrá juego. C o m o con el t o r n i l l o y la tuerca, uno espera que haya ajuste y, sin embargo, sólo en su desajuste podríamos jugar. O co­m o con el ant iguo Senku cuando, ya de chicos, aprendíamos que había juego porque un agujero quedaba vacío, y que si nos equivocábamos, si hubiéramos tapado el agujero, por lo menos nos habríamos a b u r r i d o . Se trata , entonces, de la eficacia del agujero, también en el juego g r u p a l .

A s i m i s m o , en su m o m e n t o indiqué c ó m o la f o r m a c i r c u l a r en que se d i sponen los g r u p o s , la mayoría de las veces nos deja pegados a

(i. Por el uso que les doy, me tomo la licencia de utilizar indistintamente los términos vacio y tlgujiro. " El vacío no es la nada -dice Lacan-, es la consideración de que existe el conjunto en r l que no hay elementos."

Coordinando grupos * 31

imaginar ias esferas para abordar los . La evidencia, en su correlato con la visión, crea espejismos de verac idad.

Recurr i r a una lógica borromeica para pensar el t raba jo con grupos nos ofrece también una p o s i b i l i d a d : la de f o r m a l i z a r algunas de las ta­reas del coord inador , que tendrán que ver con abrochar, tejer, tejer u n p u n t o en que sólo enlazando bien u n agujero, podrá tejer el p u n t o si­guiente, a n u d a r . . . Tejer y descompletar, tejer y descompletar . . . .

C o m o aquellas mujeres que, cuando no se disponía de la actual tec­nología , n i a u n siquiera de telares, tejían lentamente sus mantas; o co­m o aquellas ancianas de rústicas manos y ojos p r o f u n d o s y quietos, que h i laban , y mientras h i laban conversaban; o las tejedoras que incansable­mente tejen al crochet sabiendo que una y otra vez se enlaza y se pasa por el agujero.

Transformación subjetiva o "cura por añadidura"

En el l i b r o Para pensar a Pichón decía que en los G C T pueden ad­venir efectos de t rans formación subjetiva casi " p o r a ñ a d i d u r a " . Sobre la propuesta del t raba jo c o n grupos c o m o m o d o de potenc iar lo s ingu­lar a n u d a n d o lo g r u p a l , hoy avanzaremos. L o s ingular no c o m o lo i n ­d i v i d u a l , sino c o m o efecto de la art iculación de lo universa l con lo par­t icular .

Sabemos que el sujeto se produce en el campo del O t r o . Pero c ó m o la s ingular idad es afectada p o r lo g r u p a l , p o r los pequeños grupos a los que pertenece ese sujeto; c ó m o lo g r u p a l afecta lo de cada u n o , y en el mejor de los casos puede advenir una salida, es u n desafío que merece ser investigado.

Efectos de t ransformación subjetiva -dec ía en aquella o p o r t u n i d a d - , sin atravesar lo que Foucaul t l lamó los caminos de " l a c o n f e s i ó n " , re­n u n c i a n d o en el te j ido de la creación c o n otros , a lo más a n i q u i l a d o r de una posición narcis'ista. Según Foucault (1976) , en Occidente , la verdad sobre la sexual idad se construye sobre el modelo de " l a c o n f e s i ó n " . To­do se confiesa: en la policía, en la iglesia, en el c o n s u l t o r i o . Y esto apa­rece c o m o lo n a t u r a l . El cr is t ianismo es una religión confes ional , u n o tiene que saber quién es y reconocer sus pecados frente a otros para ha­cerlos desaparecer; confesando uno se puede "conocer a sí m i s m o " . Los griegos, en c a m b i o , proponían el "ocuparse de uno m i s m o " , que era f i ­losofar y ocuparse del a lma p r o p i a y de ayudar a los m i e m b r o s de la co­m u n i d a d (ocuparse de uno m i s m o siempre - a u n en el f i l o s o f a r - era siempre con otros ) .

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32 • Graciela Jasiner

Foucaul t plantea que, a veces, el d ispos i t ivo de " l a c o n f e s i ó n " pare­cería atravesar el disposi t ivo analí t ico. Pero ta l vez se trate de esa con­fesión que habi ta los consultor ios de quienes todavía creen que "hacer consciente lo inconsciente" sabiendo más o confesar lo ínt imo es lo que produce cambios . Esto -según nos planteamos h o y - sería re tornar a las pr imeras épocas del psicoanálisis. Quienes somos analistas ya hemos a p r e n d i d o que en u n análisis no se t ra ta de ese saber; que el paciente puede haber "confesado t o d o " y además pretender conocer sus causas y determinaciones, y que sin embargo algo puede permanecer tan inco n­m o v i b l e c o m o antes y, lo que es peor, conduciéndolo una y o t ra vez por los ya tantas veces andados caminos del s u f r i m i e n t o .

Respecto de la confesión, ¿acaso en l o c o t i d i a n o de nuestros víncu­los , los humanos , en ese m o d o de estar con el o t r o que es la amistad, n o tenemos frecuentemente la enloquecida y pasional pretensión de decirle al amigo " t o d o " , suponiendo que esto fuera posible, y que además h i ­ciera bien a cada quien?

E n el bello tex to Políticas de la amistad, D e r r i d a plantea que a veces el ser h u m a n o , también con un a m i g o , apela a la confesión i lus ionado en la ficción de la verdad " t o d a " : "S i uno se deriva a la confesión espe­r a n d o que un amigo pueda escucharlo t o d o , tendrá que enfrentarse a la insoportable s o l e dad" . M á s bien entre dos amigos, parecería que el úni­co m o d o de cuidar la amistad es no hablar " t o d o " , guardar c ierto silen­cio en una c o m p l i c i d a d entre los dos amigos, un silencio que sabe que hay cosas de las que no se está h a b l a n d o , una amistad que permite reír­se allí donde el o t r o yerra. Sería como empezar a pensar para la amis­t a d un m o d o de bordear lo insoportable de la p r o f u n d a soledad del ser h u m a n o , una lógica parecida a la lógica del no t o d o , una lógica que bus­ca i n c l u i r el quizás, el algo. Y que llevaría en el t raba jo c o n grupos a u b i ­car la diferencia entre lo personal y lo íntimo. L o personal , más que lo ínt imo, es un m o d o de abordaje que hace a los avances y a las impasses del t raba jo g r u p a l .

Para Foucault , un disposit ivo es un con junto de elementos heterogé­neos que comprende tanto elementos discursivos c o m o no discursivos; más precisamente "e l disposit ivo es la red que puede establecerse entre estos elementos" . Se constituye con la función de responder a una urgen­cia , de alcanzar un objet ivo estratégico y, por consiguiente, supone siem­pre una intervención en relaciones de fuerza y se inscribe en u n juego de poder. Poder productor , entre otras cosas, de saberes que const i tuyen u n soporte para el disposi t ivo, al t i empo que son sostenidos p o r éste.

En la Historia de la sexualidad.. Vigilar y castigar, Las palabras y las cosas, ta l c o m o Pichón Riviére lo hace en su crítica de la vida co t id iana ,

Coordinando grupos • i '>

Foucaul t in ter roga los tradicionales disposi t ivos , que parecieran d o r m i r natural izados en el ensueño de lo o b v i o . Por e jemplo, la escuela, una institución cuyo ob je t ivo es educar, muchas veces está fuertemente a tra­vesada p o r el d i spos i t ivo carcelario del c o n t r o l y la vigi lancia .

C u a n d o nos refer imos al d ispos i t ivo g r u p a l , estamos h a b l a n d o más que de un c o n j u n t o de personas reunidas en espacio y t i e m p o . A l u d i m o s a una con junción de inst i tuciones que van a atravesar ese g r u p o . U n a conjunción de problemát icas , de acuerdos o desacuerdos, de códigos y de lenguajes.

Foucaul t dice que no hay que ocuparse sólo del poder central , ante el cual u n o siempre queda c o m o víct ima, s ino de los micropoderes , de c ó m o cada u n o ejerce el poder con el o t r o . Se trata de una invitación t o ­d o el t i e m p o a pensar lo m i c r o , c ó m o el poder me atraviesa a mí, c ó m o yo e jerza el poder. E l poder no es m a l o : Foucault prob lemat iza el tema del poder. El poder repr ime , pero puede; es también poder hacer.

Tarea y nudo

A b o r d a r e m o s la tarea c o m o proceso creador, en que algo nuevo se producirá en t a n t o cada uno pueda, en la coproducc ión con otros , recu­perar su p r o t a g o n i s m o colocándose en una posición de in tercambio - s ó ­lo posible en la renuncia a una posición narcis is ta- , por los senderos de la creación a nudada , más que p o r los caminos de la obscenidad super-y o i c a 7 . C u a n d o h a b l o de recuperar el p r o t a g o n i s m o no me refiero a n i n ­gún e m p r e n d i m i e n t o de un yo a u t ó n o m o s ino, p o r el c o n t r a r i o y deses­t i m a n d o cualquier atribución de autosufic iencia , lo p r o p o n g o para marcar que el sujeto podría, en el lazo c o n otros , salir del ecl ipsamien-t o en el que a veces permanece.

El ser h u m a n o suele creer que el mejor camino entre dos puntos es la línea recta. Sin embargo , trabajar con otros pos ib i l i ta a veces andar otras cadencias que no sean las de la inmediatez. Una de las potencias de lo g r u p a l radica en la p o s i b i l i d a d que pueden ofrecer los grupos de instalar una demora, un rodeo - c o m o le gustaba l l a m a r l o a F r e u d - , en el m i s m o r e c o r r i d o de una tarea.

Solemos hacer una diferencia, en la teor ía , entre goce y placer. En el goce el sujeto es l levado de las narices por la pulsión que lo induce, p o r e jemplo, a comer, ya , inmediatamente y t o d o . Pero el psicoanálisis nos

7. Superyó como instancia que obscenamente, en una lógica de completud, exige gozar, y de­ja al sujeto en una posición sacrificial de objeto.

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ha enseñado que el goce, si es desenlazado del deseo, es goce parasita­r io . Cruc ia l dimensión, entonces, de lo que dimos en l lamar tarea, si la pensamos como una especie de trabajo con otros sobre lo puls ional . Otros recorridos para la pulsión que podrían mover al sujeto de posi­ciones sacrificiales.

La pulsión, en su desamarre, exige " y a y t o d o " . C u a n d o ante lo i m ­penoso de la demanda no hay t iempo de demora , no hay inscripción de un intervalo , no hay l igadura , el sujeto queda acéfalo, más en el terreno del "hacer" y, por qué no, de la angustia desgarradora. Imper io del " y o i d e a l " , de lo absoluto, que lo deja c i rculando desamarrado, por laber in­tos in f in i tos , en el sometimiento al superyó, que, en su obscenidad, p i ­de más y m á s . . . sacrif icio. Quienes trabajamos en la clínica psicoanalí-tica sabemos cuan difícil resulta i n t r o d u c i r esa demora a la pulsión, esto es, en su in t r incamiento poder darle a la pulsión u n camino a nud a d o . C ó m o operar para trazar u n rodeo que intercepte la letal e imperiosa compulsión de hacer algo inmediato y to ta l es un tema siempre preocu­pante en la dirección de la cura. En el campo de las adicciones es co t i ­diana la preocupación sobre c ó m o abordar esta temática por otras vías que no sean las del superyó.

H a y problemáticas que son impasses en la clínica de nuestros días y, en ciertos tiempos del sujeto, el trabajo grupal puede operar efectos sor­prendentes. M e refiero a presentaciones relacionadas con el acting o el "pasaje al a c t o " , ciertos trastornos de la alimentación que a veces pare­cerían exceder el disposit ivo clásico, gente que acude a la consulta y que l i n embargo tiene enormes dificultades para analizarse porque no se for ­mula ninguna pregunta , pacientes que no logran salir de fijaciones arra-sadoras o ciertas posiciones narcisistas que a veces parecerían i n c o n m o ­vibles. En m i experiencia, algunos grupos pueden resultar eficaces, en ciertos tiempos del sujeto, para propic iar que se produzca algún interro­gante, para acotar un antiguo exceso, para salir de posiciones sacrificia­les, para atravesar tiempos de espera angustiosa.

Anticipé que nos serviremos del nudo borromeo en la búsqueda de pensar una lógica para los pequeños grupos y, en esta línea, t o m o la idea de que hay tres dimensiones que, en su exceso, hacen sufr i r al sujeto: narcisismo, goce y superyó, que también podríamos ordenar b o r r o m e i -camente en el t raba jo grupal .

Narcis ismo en el registro imaginar io , superyó en el s imbólico y goce en el real.

Tantas veces escuché y repetí la frase: " U n coordinador no tendría que manipular ni liderar, sino generar condiciones para la producción g r u p a l " , que esa misma insistencia de lo que aparece como lo obvió me

llevó a preguntarme de qué se t ra tan las referidas condiciones. Y en esos recorridos llegué a pensar que, cuando coordinamos grupos, buscamos crear condiciones para que la fal ta se recree, y condiciones para que la pulsión se anude ( in t r incamiento pulsional) al goce y al deseo, acompa­ñando un buen enlace. U n buen a n u d a m i e n t o 8 buscaría que cada uno de estos registros les haga de límite a los otros dos, acotando y anudando goces, in ter rogando y conmoviendo las posiciones más sacrificiales cuando el sujeto se entrega a su p r o p i o superyó, y cuestionando los m o r ­tíferos narcisismos en que el indiv idual i s ta sujeto de nuestro t i empo se refugia.

Si para el ser h u m a n o la restricción de goces no está dada n a t u r a l ­mente, lo cual deviene muchas veces goce parasitario y s u f r i m i e n t o , daría la impresión de que en el disposi t ivo grupal algo podría in c id i r en la pos ib i l idad de o t ra relación con la pulsión; que algo del t raba jo con otros podría propic ia r a cada quien un mejor anudamiento como sujeto del deseo, del goce y del amor, algo más allá de la miseria, del aislamien­t o ; una voz que haga marca en el ensordecedor sonido del silencio, de ia atroz soledad; una alternativa que quiebre la desoladora y mortífera sensación de lo único.

Coordinando, grupos intervenimos, entonces, de m u y diferentes m o ­dos para propic iar ese anudamiento . Abordaje de una tarea que a veces ayudaría a sostener más anudada la estructura de cada quien ; el n u d o que cada uno de nosotros somos, al t i empo que anuda a los integrantes entre sí.

S. La estructura del ser humano no se nata sóio de tres anillos, sino de las características de su anudamienro borromeico. Por ejemplo, lo simbólico y lo real no se penetran. Lo imagina­rio, en un buen anudamiento borromeico, es quien media para producir el anudamiento. Si así no fuera y el imaginario no anudara, ló simbólico y lo real se penetrarían y estaríamos ante una posible, psicosis. Para pensar la orientación de nuestra operatoria con ios grupos, me sir­vo de la lógica de que los anudamientos no se realizan de cualquier modo.

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El psicoanálisis nos i n f o r m a que aun el narcisismo nace en el c a m p o del O t r o , y el t raba jo con grupos parecería esconder una clave: p o r el placer de la creación con otros , se podría renunciar a los goces narcisis-tas más m o r t í f e r o s 9 .

Ya Sócrates , en el magistral Banquete, de Platón, cua nd o Alcibíades entra con la corona que había conquis tado en el concurso de poetas puesta sobre sus ojos, le plantea: " C o n los laureles en los ojos, no se v e " . Advertenc ia de que, para t raba jar con otros , hay que dejar que cai ­gan los laureles que nos ciegan, c o m o si esto planteara a los integrantes una elección entre deseo y narcis ismo.

Tal vez podríamos pensar que, de algún m o d o , los grupos sirven si a y u d a n a v i v i r mejor. Se trata de que las marcas de cada quien deven­gan estilo y no dest ino, sumidas para siempre en el universo de la repe­t ic ión de lo m i s m o . Tener estilo es disponer de u n "savoir-y-faire-avec", es darle lugar en lo nuevo al t razo p r o p i o para poder hacer algo con la fa l la de cada u n o 1 0 . N o se trata de no tener falla sino de "saber hacer c o n " la fa l la .

L a tarea es u n proceso creativo, en t a n t o destrucción y búsqueda de nuevas unidades, que busca rearmar fragmentos dispersos, para saber allí de la s ingular idad y de la i m p o s i b i l i d a d de la t o t a l i d a d . Producción sin­gular a la vez que de lazos que se van tejiendo en una t rama colectiva. Renuncia al aislamiento narcisista y simultáneamente al goce caót ico , desmedido, a r b i t r a r i o y arrasador del que ya habló Freud en El malestar en la cultura y en Tótem y tabú, y del cual tenemos fuertes evidencias en nuestra vida cot id iana ; pero a la vez creación y traba jo c o n otros , p o r la vía de la i n c o m p l e t u d , que no es lo m i s m o que decir de la resignación.

L a tarea de u n grupo marca rutas transitables para que, en sucesivas vueltas, ese hor izonte de lo único, de los sentidos consti tuidos, se vaya dis­locando. Dislocar un campo es sacarlo del d o m i n i o de lógicas únicas, dis­tors ionar lo abriendo el camino a una m u l t i p l i c i d a d de lógicas. Desestruc­turación de lo cristalizado. Trabajo que permitirá nuevos enlaces y nuevas redistribuciones de goce. Dislocar es trastornar la construcción.

A la vez que se produce trama, que constituirá al g r u p o , se produce un efecto subjet ivo de amarre. H a y un pr imer t i empo de la transferen­cia con el c o o r d i n a d o r , con los otros y c o n la tarea, en el que se t ra ta de b r i n d a r u n espacio de alojamiento subjetivo. En la cl ínica de nuestros

9. Algo de esto propone I . Vegh en "La lógica del fantasma y las estructuras colectivas". Jor­nadas de Carteles de EFBA, 1992. 10. No es lo mismo el "saber hacer", savoirfaire, know bow, propio del pragmatismo indivi­dualista, que el "saber hacer con", savoir y faire avec referido por Lacan, que es más un saber que no alcanza, un saber hacer con el s'mthome y, por lo tanto, con la pulsión.

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días advert imos cuántas catástrofes subjetivas son concomitantes con un deficiente a l o j a m i e n t o subjet ivo. Sabemos que c u a n d o alguien estu­vo a lo jado subjet ivamente , es más probable que pueda hacer u n proce­so de separación. ¿O acaso no es c ierto eso de que nadie se puede ir de donde nunca estuvo? Y ese proceso de separación, se irá te j iendo en la producción del " t r a z o " p r o p i o .

Tarea y tiempo

M u y t e m pranamente , cuando recién comenzaba a t rans i tar - g u i a d a p o r Enr ique Pichón R i v i é r e - la magia de los grupos , ya advertía la no­ción de tarea c o m o n o d a l para el t raba jo con grupos , allí donde puede operar como u n o r d e n a d o r lógico de ía experiencia. Se t ra ta de un p r o ­ceso en el que se v a n t razando otras alternativas, más allá de l o U n o y del i m p e r i o de lo absoluto . Remite a trabajo y creación, y resulta i m p o ­sible en el universo de la idealización.

B i o n , en la osadía de su invención, en la Tavistock de Londres , co­menzó a inscr ib ir la noción de tarea en los horizontes de una lógica. Pi­chón Riviére inició su práctica psiquiátrica en el asilo de Torres, en la prov inc ia de Buenos Aires , donde organizó u n e q u i p o de fútbol c o m o tarea de rehabil i tación.

Tarea es producción y, si bien interesan sus efectos, producción no es p r o d u c t i v i d a d . L a tarea c o m o proceso va más allá de la lógica del con­sumo. Va de la m a n o de lo a m b i g u o . Introduce tiempo, demora y, en­tonces, algo de una m o r a d a ; avanza por los carriles, de la i n c o m p l e t u d , buscando respuestas más allá de lo inmedia to , s o p o r t a n d o el d o l o r y la frustración del aprendizaje allí donde la lógica del c o n s u m o p r o p o n e lo inmedia to , lo acabado, lo evidente, lo sin grietas.

En el universo de nuestros- días, en un m u n d o de vert iginosa inme­diatez y de t iempos eternos, y por lo tanto sin f u t u r o , i n t r o d u c i r pausa y t i e m p o es una condición básica para que alguien pueda escucharse y escuchar. C o m o dije anter iormente , pienso que cierta eficacia de estos disposit ivos radica justamente en la pos ib i l idad de ir i n t r o d u c i e n d o una demora a la pulsión en los caminos de la tarea con o t ros .

Sin embargo , a veces, en una falsa ilusión de c l a r i d a d se a p u r a n los t iempos y se c o n f u n d e el instante de ver con el m o m e n t o de concluir , sin atravesar el t i e m p o de comprender.

Pichón Riviére p r o p o n e un tr ípode: pretarea, tarea y proyecto, en que el proyecto es la inclusión de la f i n i t u d ; si e! t i e m p o no es eterno a l ­go se podrá realizar.

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Pretarea se refiere, según entiendo, a un m o m e n t o especular, imagi ­nar io , de la interacción, del yo digo-tú dices, t i e m p o de refugio narcisis-ta , del ya y el t o d o , en que nada se quiebra .

M u c h a s veces en los grupos, habi tando la e ternidad de los paraísos, nunca llega el t i empo de concluir. Cuando un c o o r d i n a d o r busca i n t r o ­ducir demora y pausa, pero a la vez acotar el límite del t i e m p o , opera en las coordenadas de la castración que, en su límite, dona la i n f i n i t u d . La f i n i t u d abr iendo una vez más los caminos de la i n f i n i t u d .

Pensando estas cuestiones, hace años ya, que p r o p o n g o disposi t ivos de grupos centrados en una tarea, siempre c o n una duración l i m i t a d a en el t i e m p o ; contratos p o r sólo algunos encuentros o, a lo s u m o , u n año de duración, lo cual , p o r supuesto, tiene en sí m i s m o , desde el va­mos, el v a l o r de una intervención y, p o r lo t a n t o , con efectos en lo que allí acontecerá . • *

No es lo mismo un dilema que un problema

El p r i n c i p i o de ident idad aristotélica, f u n d a m e n t o del pensamiento occidental , dice que una cosa no puede "ser" y " n o ser" al mismo t i e m ­po y que la ausencia no puede ser con la presencia. Pero, más allá de una lógica aristotélica, Pichón Riviére nos enseña que en una situación di le -mática es imposible trabajar, que se tratará de conver t i r los dilemas en problemas . A h o r a bien, ¿hemos investigado alguna vez c ó m o hace u n c o o r d i n a d o r para convert ir el di lema en problema? El ser h u m a n o pa­recería tener una fascinación p o r lo extremo. Sostener la tensión y la pa­rado ja , problemat izar los dilemas no ahogando las preguntas con res­puestas arrasadoras, soportar que no t o d o es n o m b r a b l e y que lo imposible puede llegar a funcionar como causa de lo nuevo, pos ib i l i ta que el campo g r u p a l devenga u n espacio fecundo.

L a parado ja es u n enunciado problemático que incluye en sí m i s m o términos co nt rad ic tor ios y, por lo t a n t o , nos deja perple jos , asombra­dos. Si las paradojas son contrastes que no se a s i m i l a n , no se resuelven y, en c a m b i o , se mant ienen en una relación de tensión p r o d u c t i v a , el pensamiento creador implicará poder sostener algo del orden de lo pa­radó j ico d a n d o cabida a lo heterogéneo, lo múltiple, lo diverso, y sa­l iendo de la lógica de " l o uno o lo o t r o " , del " t o d o o n a d a " , que, ge­nera lmente , lo que produce es inhibición y padec imiento o, en el peor caso, actings o pasajes al acto. La idea es, entonces, no e l i m i n a r lo pa­radó j ico s ino a b o r d a r l o de m o d o t a l que se convier ta en u n estímulo para pensar.

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La d i s p o n i b i l i d a d que cada c o o r d i n a d o r tiene para atravesar las pa­radojas se d i r i m e en su his tor ia , en su p r o p i o análisis, pero también en su relación con la teoría, en la historia de su trayecto p o r los grupos y, por qué n o , en su relación con las instituciones a las que pertenece.

Tarea y narcisismo

Dice el A n t i g u o Testamento:

T o m ó J e h o v á al h o m b r e y lo puso en el huer to del Edén, y d i j o J e h o v á al h o m b r e : " D e t o d o árbol del huer to podrás comer. M a s del árbol de la ciencia, del bien y del m a l , no comerás p o r q u e el día que de él comieres, ciertamente, m o r i r á s " . La serpiente, que era astuta, le d i jo a la mujer : "Si coméis de ese árbol , no moriréis . D i o s sabe que el día que comiereis de ese árbol , serán abiertos vuestros ojos, sabréis del bien y del m a l " . Y v i o la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y ár­bol codic iable para alcanzar la sabiduría y t o m ó de su f r u t o y co­mió . Y d i o también a su m a r i d o , el cua l comió así c o m o ella. Y D i o s le d i j o a la mujer : " C o n dolor, darás luz a tus h i j o s . " Y al h o m b r e le d i j o : "Por cuanto comiste del árbol que te dije ' N o co­merás de él ' , con el sudor de t u rostro conseguirás el pan hasta que vuelvas a la t ierra , pues po lvo eres y al p o l v o volverás" . Y Je­hová D i o s los vistió con pieles y los l lamó a él Adán y a ella Eva.

Adán y Eva se atreven a probar del árbol de la sabiduría: el paraíso está p e r d i d o . Sometidos al do lor y a la muerte, t raba jarán, parirán hijos con dolor , sabrán del precio de la castración. Perder el Edén, metáfora del narcis ismo, del yo ideal, es perder el m u n d o de las certezas, los d i o ­ses y los dogmas .

Adán y Eva, p u r o goce narcisista, no necesitaban nada, no traba ja­ban. Eran " t o d o " para Dios . Pero provocada p o r la serpiente, ella des­pierta . De aquí en más se paga an precio, se acota un goce. Bañarse , ves­tirse, es acotar un goce. Sólo "bis majestic, tbe b'aby, " s u majestad el b e b é " , pretende no pagar ningún precio p o r ser quien es.

En el Edén no hay tarea; cuando hablamos de tarea en un g r u p o , ha­blamos del pasaje de un orden paradisíaco en que se permanece ence­rrado y s o m e t i d o religiosamente a la palabra de algún dios , a una p o ­sición de in te rcambio con otros, aun al precio de perderlo . L o paradój ico es que el r e c o r r i d o desde las prisiones narcisistas a una pos ic ión de

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in t e rcambi o con otros - d e l yo ideal al ideal del y o - es trabajoso pero apaciguador para el sujeto.

El yo ideal , al igual que el superyó, pretende c o m p l e t u d , la amasado­ra c o m p l e t u d del " y a y el t o d o " ; una primacía obscena del yo ideal es primacía de lo superyoico. Las identificaciones del ideal del yo , en cam­b i o , son más pacificadoras. H a y intervenciones del c o o r d i n a d o r que, si operan en ese sentido, también producen anuda m ie nt o , apaciguamien­t o . Pacificación, no como esa paz que nos devuelve al Edén que nunca t u v i m o s , sino la del algo y no del t o d o . A l g o , aunque no t o d o .

N o se trata de una paz m o r t u o r i a , sino de una pacificación con v ida , donde hay deseo, riesgo y también ley simbólica. Ley simbólica es cas­tración. Cuando hay ley simbólica, los ánimos se aplacan, el sujeto se pacif ica.

En el t raba jo con grupos, interesa el narcisismo c o m o posición que hace obstáculo al t raba jo con otros . Cada uno s u m i d o en la qu ie tud mortí feta del reflejo en las aguas de su propia imagen. Posición d u a l , es­pecular, en que si algo se resquebraja t o d o se d e r r u m b a . Muchas veces, lo que l lamamos monólogos paralelos, los discursos de los integrantes, son indicadores grupales de la primacía de ese t i empo narcisista.

En Lacan, narcisismo remite a la teoría del espejo. U n acto psíquico deberá advenir función compleja, imprescindible ; producción del yo que anticipa una imagen visual única ante la insoportable fragmentación puls ional ; m i r a d a de la madre que antic ipa un proyecto para su h i jo , se ant ic ipa en la imagen vía deseo de la madre cierta u n i d a d para el f u t u ­ro parlétre.

Pero habrá que despertar de! ensueño y lo que fue fundante deberá ser perdido ; ese narcisismo que estructuró al sujeto puede devenir peligrosa arma de las mínimas contiendas en que juegue su ser en caso de no ab­dicar. Ya Freud nos enseñó que muchos son los nombres del narcisismo en los vínculos cot idianos. "Narc i s i smo de las pequeñas diferencias" , lo l lamó, en que una ínfima diferencia significa la absoluta otredad; a veces, las diferencias con el o t r o , casi imperceptibles, devienen una aterradora y radical otredad, que devendrá luego proceso de segregación.

En el paraíso nada se pierde, nada se aprende, perderlo es una opor ­t u n i d a d . Toda producción siempre impl ica una pérdida. N o hay produc­ción posible, ni para el ser humano ni en los grupos, si no es dando a l ­go por perdido o sea pagando el precio de la castración. Pero nadie pierde porque sí y, al menos en mi experiencia, el vínculo con otros ins­taura una vía posible para ese trabajo.

Desde Adán hasta los mismísimos caciques de aquellas antiguas t r i ­bus que donaban en potlachu sus excedentes, sería imposible pensar la

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lógica de esa pérdida sin el o t r o en el hor izonte . Tarea de un g r u p o , en­tonces, c o m o el abandono del paraíso vía la creación con otros , que i n ­vita por lo menos a preguntarse algo en relación con la freudiana no­ción de sublimación.

El odio en la tarea

Para poder trabajar en los grupos, habrá que darle un destino al o d i o . Problema teórico para el psicoanálisis, si los hay, el o d i o enlazado

con el a m o r es lo único que permitirá que "se t r a b a j e " , en el f reudiano sentido del término.

Para leer, para producir , hace falta odio , o d i o en relación con la tarea. " E l mejor destino de m i obra es que me despedacen c o m o los perros

de D i a n a " 1 2 , dice Lacan en el seminario Aun (1972/73). A veces el o d i o , va tan de la m a n o del a m o r . . . ¿Por qué traer el tema del o d i o en rela­ción con la tarea? A l g o en esas coordenadas tendrá que ser puesto en juego si se trata de desarmar una un idad y p r o d u c i r nuevas unidades a par t i r de los múltiples fragmentos.

Tarea y sublimación

Invest igando lo que l l amo grupos centrados en una tarea, muchas ve­ces me a s o m b r ó cierto efecto de transformación subjetiva que puede ad­venir, casi c o m o por " a ñ a d i d u r a " , en el recorr ido de la producción de una tarea'-'.

11. M . Mauss trabaja el concepto de potlacíi. Las formas arcaicas de la economía nos ense­ñan que el ser humano-no sólo acumulaba, producía e intercambiaba, sino que, además, rea­lizaba gastos inútiles. Necesitaba perder. Esa práctica de algunas sociedades primitivas que na­cían un ritual de destrucción de sus posesiones es un perder muy diferente de la perdida melancólica. Se trata más bien del valor de tlar y de ofrecer. Una lógica mínima: algo se pier­de, para ganar algo nuevo. (Mauss, M . , Sociología y antropología. Sobre los dones y sobre la obligación de hacer regalos. Tecnos, .Madrid, 1971.) 12. Ver capítulo "Los grupos y el psicoanálisis", en este mismo libro. (En su conferencia so­bre Góngora, Lorca se había servido del mito de Acteón. Acteón, un muchacho que sale con sus perros de caza, se interna en la espesura del bosque y descubre a Diana, bañándose des­nuda en un pequeño arroyo. Incapaz de sustraerse ai milagro de esa contemplación, que quie­re ser inacabable, se esconde tras unos matorrales. La diosa lo descubre y castiga su atrevi­miento transformándolo en un ciervo, lo que provoca que sus propios perros se vuelvan contra el y lo despedacen.I 13. Jasiner, C , ";E1 grupo operativo cura?", en Para pensar a Pichón, Lugar Editorial, Bue­nos Aires, 1993.

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Es allí donde empecé a pensar que ciertas transformaciones subjeti­vas advenían, si era posible para los sujetos abandonar una posición narcisista. Renuncia a los " p a r a í s o s " de armonía y comple tud para transi tar p o r otros caminos que no sean los de la idealización.

La freudiana noción de sublimación, en su inacabamiento y su miste­r i o , puede resultar una herramienta valiosa para pensar los destinos de la pulsión, pero también para echar luz sobre cuestiones del trabajo g r u p a l .

¿Por qué, siendo una idea fundante del psicoanálisis, la sublimación ha sido t a n poco trabajada? ¿De qué se t rata ese poco? ¿Qué ocurre con esta noción? ¿Está demorada, demodée? ¿De qué se trata esta famosa renuncia puls iona l o desexualización, en otros momentos n o m b r a d a co­m o c a m b i o de meta? ¿ C ó m o podríamos servirnos de ella para el t raba­jo con grupos? ¿Sería legítimo pensar la tarea c o m o trabajo sub l imato-rio? Intentaré situar la sublimación como traba jo de producción de nuevos enlaces, de nuevos goces, que a través de la creación y de la re­lación con otros ayuden al sujeto a salir del destino de la fi jación. Subl i ­mar en la física se refiere al pasaje directo de sólido a gas, sin licuación in termedia .

Propongo detenernos en el t raba jo subl imante , esto es, en el proceso más que en sus productos , y pensarlo c o m o un pasaje más que como u n m o d o específico de satisfacción. Es decir, más allá de la obra de arte, pensarla c o m o producción de " o t r a t r a m a " que propic ie el abandono de una fi jación.

Subl imar es crear algo nuevo. Renuncia a u n goce de satisfacción i n ­mediata p o r o t ra vía que no sea la represión, c a m i n o que aleja al suje­to de la empresa de lo mort í fero . Estoy planteando la sublimación no c o m o p r o d u c t o artíst ico, sino en la dimensión de una vía para el me jo­r a m i e n t o del ser h u m a n o , p r o p i c i a n d o rutas y caminos señalizados pa­ra que la pulsión pueda salir de los lugares de f i jación. Traba jo s u b l i ­mante c o m o abandono dé una posición narcisista, que quebraría una y otra vez la ilusión de la adecuación, y que en algún p u n t o del h o r i z o n ­te supone a los otros , a la c o m u n i d a d , al g r u p o , a la cu l tura (Jasiner, 1998) .

Pensar la sublimación solamente c o m o desvío que elude el f in sexual, renuncia puls iona l , desexualización o cambio de meta, resulta insuf i ­ciente, .o p o r lo menos problemático. L a sublimación supone una valo­ración del colect ivo, un traba jo de lo colectivo sobre la pulsión. L a re­lación entre la sublimación y lo colect ivo es, p o r supuesto, teóricamenre comple ja , pero eso no justificaría renegar de ella. ¿Cuál habría s ido, si n o , la lógica freudiana, al plantear la noción de sublimación en un tex­t o como El malestar en la cultura}

..SCJhSS. C ^ V ^ M C ^ Q S Coordinando grupos • 43

La pulsión tiene cuatro caminos posibles; uno de ellos es la sublimación. Se desexualiza la pulsión y se convierte en algo socialmente acepta­

do: " ( . . . ) no es esto, pero puede ser alguna otra cosa", trayecto que i m ­pr ime una demora . La capacidad plástica de la pulsión permite este des­vío, esta operación de demora, dislocación de sentidos consagrados, buscando anudar una marca, en sucesivas vueltas, de un t raba jo siempre con o t r o . Renuncia, pero no sin nuevos goces a cambio . Para subl imar habrá que bordear un vacío, que a su vez producirá u n nuevo vacío.

Crear es bordear lo insoportable , lo inexpl icable , lo impos ib le , la no proporción, la no armonía , lo siniestro, con nuevas narrat ivas o quizá con algo de lo estético.

Pichón se preguntaba p o r qué la gente iba con tanta pasión al fútbol , y decía que el p a r t i d o de fútbol era un hecho estético y que lo estético cubría lo s iniestro. U n m o d o que la gente tiene una vez por semana de bordear estéticamente lo siniestro.

"Para la escuela inglesa, en la sublimación se repara el objeto, camino del objeto parc ia l al objeto t o t a l ; lo que se repara es el cuerpo m a t e r n o destruido. Sabemos que para el k le in ismo, en el lugar central de la su­blimación está el cuerpo mítico de la madre.

Lacan desmarca la sublimación del campo k l e i n i a n o , en que se u b i ­caba c o m o reparación del cuerpo materno y del universo netamente f reudiano en tanto desexualización de la l i b i d o , y propone in terrogar la noción. Piensa la sublimación más en el sentido de un recorr ido del ob­jeto parc ia l a la pérdida de ob jeto , y en el seminario La ética (1960) des­cribe una peculiar colección de cajas de fósforos vacías, instaladas por su amigo Jacques Prévert: "Estando arr imada cada una a la o t r a , p o r u n l igero desplazamiento del ca jón interior , se ponían en f i la unas con otras, f o r m a n d o una especie de banda c o r r i e n t e " , y agrega: " ( . . . ) creo que el shock, la novedad, el efecto logrado por esa agrupación de cajas de fósforos vacías -este p u n t o es esencial— era hacer surgir lo siguiente (...), una caja de fósforos no es simplemente un objeto ( . . . ) " .

El a l farero modela su vasija alrededor del vacío , paradigma de la su­bl imación, "elevar el objeto a la dignidad de la cosa" (das Ding), lo cual nos lleva nuevamente al tema de c ó m o se bordea el vacío, que justamen­te funcionará c o m o causa, ¿cómo centro?, alrededor del cual el a l farero produce l o nuevo. " C o s a " , c o m o falta, como vacío . Subl imar c o m o t ra ­bajo que redobla la fa l ta . Traba jo creativo, de l igadura . Creac ión de nuevos laber intos , producción de un simbólico que t rami te de manera apaciguante lo imposible de lo real.

Prévert t r a n s f o r m a una caja de fósforos, elevando el objeto a o tra d i g n i d a d .

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44 * Graciela Jasiner

Subl imar es desexualización, también en el sentido de abandonar la esperanza de c o m p l e t u d , de complementar iedad; es soportar que no ha­brá ya ningún objeto to ta l ni único y entonces, en ei enlace con otros que impl ica la sublimación, el sujeto se apacigua.

En introducción del narcisismo, Freud (1914) plantea una radical d i ­ferencia entre sublimación e idealización, contraposición que introduce una tensión fuerte y que sería mejor tener presente cuando trabajamos con grupos .

La sublimación opera sobre la pulsión; la idealización, sobre el obje­t o , engrandeciéndolo, pero "s in t ransformar su na tura leza" . I m p o r t a n ­te diferencia en tanto indica una dirección en las intervenciones del coordinador , si se entiende que la tarea nunca podría ser subsidiaria de la idealización. Idealizar es engrandecer cada vez más el objeto, pero sin t r a n s f o r m a r l o . ¿ C ó m o opera esta idea en la coordinación de GCT? La oposición es fuerte y tiene consecuencias en nuestro quehacer. N o toda lectura, o toda discusión teórica es sub l imator ia . N o por leer más, se su­b l ima mejor. ¿Cuántas veces se idealizan las palabras o los textos, y en u n macabro juego de repeticiones, de idealizaciones universalizantes de lo m i s m o hasta el i n f i n i t o , no se produce nada propio? Muchas veces lo s ingular del pensamiento queda arrasado, aplanado acrít icamente de­trás de idealizaciones universalizantes.

El deseo de saber, la cur ios idad, son u n t i e m p o de renuncia a las ex­plicaciones únicas, siempre de la mano de un pasaje del yo ideal al ideal del yo . Una relación subl imada con la teoría i m p l i c a , por e jemplo , un a b a n d o n o de una posición que sólo busca legi t imar lo que ya se sabe. En los grupos , en las instituciones, hay vínculos sub l imator ios que p r o ­pic ian la producción, y otros que son idealizantes y que la o b t u r a n , y habrá también diferentes modos posibles de c o o r d i n a r un g r u p o en re­lación con una d i recc ional idad, subl imante o idealizante. Una c o o r d i ­nación podrá favorecer efectos de idealización p r o d u c i e n d o efectos ma-sificadores en un g r u p o , o propic iando que se relance el deseo p r o d u c t i v o , la potencia del anudamiento colect ivo y el t razado de mar­cas singulares.

La idealización convierte al narcisismo en un universo sin fronteras, y a los grupos y las instituciones en capillas. Así, los grupos , guarida an­te el desamparo de nuestros t iempos, serán una solución o un peligro. Sólo podremos avanzar teniendo presente que la esperanza de encontrar las respuestas inmediatas detrás de ídolos y paraísos perdidos que n u n ­ca exist ieron es una cita con lo mortífero.

Caminos sublimantes que posibilitarían ser, c o m o dice Levinas, co­munidades del " f rente a" y no del " j u n t o a" , esto es, no colectividades

Coordinando grupos • 45

de la comunión sino de las diferencias, de la traza, de la marca, del es­t i l o , que ayuden al sujeto a no c i rcular solo, entre galerías in f in i tas .

Sobre laberintos

_ " E l M i n o t a u r o , m o n s t r u o feroz y devorador, m i t a d h o m b t e y m i t a d t o r o , vivía encerrado en el l a b e r i n t o . "

Laber into sinuoso, sin salida, irremediablemente conducía al centro, donde rugía el monstruo sediento de sangre. El rey M i n o s , arb i t rar iamen­te, exigía un t r i b u t o anual de siete bellos jóvenes y doncellas destinados a ser comida para el M i n o t a u r o . El rey sacrificaba a las bellas víctimas.

Teseo, un héroe, se ofreció para derrotar al M i n o t a u r o . U n día de cielo azul , una barca de negras velas partió r u m b o a Creta. Cuenta el m i t o que A r i a d n a , hi ja de M i n o s , se enamoró de la valentía de Teseo, y le brindó una espada y un " o v i l l o de h i l o " . Con el h i l o podría encontrar la salida del laber into . A r i a d n a , mujer, ponía una condic ión: que luego Teseo la sacara de esa patr ia y de ese padre.

"Si alguien vence al M i n o t a u r o , podrá regresar en l i b e r t a d " , había dicho caprichoso el rey M i n o s . A r i a d n a le d i o a Teseo las herramientas para vencer al laber into y al m o n s t r u o . Teseo ató el h i l o a una roca y c o n d u j o a los otros jóvenes. El r u g i d o del M i n o t a u r o se oía a lo lejos, en el centro, Teseo enfrentó a la bestia y la mató. Pudo desanudar por pr imera vez el laber into .

Teseo sostuvo una apuesta, la de no ofrecerse c o m o víctima a la bes­tia sedienta y, en el t ramado de nuevos enlaces, t ransformó un laber in­to sin salidas, laber into en que el mons t ruo feroz - m i t a d h o m b r e , m i t a d t o r o - , sediento de sangte, estaba pr is ionero; laberinto de los excesos, de un espacio con un centro, de t iempos circulares que f i jan un destino: el sacrif ic io, en un laber into borgeano. Una vez más el arte, la l i tera tura , la mitología se detienen con sensibil idad en los misterios que nos habi ­tan. Quie br an los sentidos cristalizados de las teorías.

¿Cuántas veces nos entregamos a la sed de algún M i n o t a u r o para se­guir i lus ionando completudes? Entre lazos de hilos tejidos con alguna A r i a d n a , Teseo enfrentó al M i n o t a u r o , pudo ir más allá de las desgarra­doras voces del superyó, dejar un lugar sacrificial .

El centro del palacio de Creta, que Dédalo había cons t ru ido , el lugar donde se alojaba el M i n o t a u r o , se decía laberinto.

Pero paradój icamente también se nombraba laberinto a la entrada de dicho palacio. Mosaicos del piso que representaban los pasos de una danza. Un espacio abierto delante del palacio, ocupado por una gran

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I i . • i ,1.1, irl.i ¡antier

pr . i . i ilc baile, con un d ibu jo laberíntico que servía para guiar a. los que bailaban la danza erótica de la pr imavera : la danza de las grullas.

Laber into era la cárcel en el centro, pero paradój icamente laber into era también, el lugar donde se bailaba una bella danza colectiva.

Cuenta la mitología que la danza de las grullas fue la pr imera que bai laron juntos hombres y mujeres, y que aún hoy se baila en las fiestas griegas, con figuras estéticas e hi los. H i l o s que mantienen una distancia entre los bailarines, y a la vez enlazan sus cuerpos, recordando el h i l o de A r i a d n a .

Voy a insinuar la idea de que hay un pasaje del laberinto de los ex­cesos, de un espacio con u n centro, que se produce en sucesivos recorr i ­dos con " o t r o s " . U n vozarrón que representa u n peligro m o r t a l y lazos con otros que sostienen al sujeto frente a las amenazas superyoicas. A l a ­ridos y desgarraduras se vuelven tentativas de enlaces, como si algo de un goce mortífero retenido, empezara a disolverse. Estoy ubicando la sublimación, como proceso en el que el o t ro " t a l l a " , t raba jo con otros , que aprovechando la plast ic idad de la pulsión irá construyendo nuevos goces. A l m o d o de la danza de las grullas, producciones con otros , que contornean el objeto, pero nunca lo alcanzan. Estoy planteando t a m ­bién que una música, una danza con otros, puede inscribirse en la línea de acallar u n vozarrón, u n texto inasimilable.

Creación que renueva la pérdida. Goce enlazado, s ignif icado, a n u ­dado con otros . Nuevos laberintos, de la creación, y por lo tanto del " e n t r e " , de las tensiones que se sostienen, no de los M i n o t a u r o s o Te-seos que necesariamente se eliminarán los unos con los otros.

Pasaje, por los caminos de la creación, de la prisión de la soledad ra­dical de los laberintos narcisistas a otros laberintos de un t i e m p o vivo en que se r o m p e la cárcel del goce y la soledad y se sale del ex i l io de es­tar poseído por la creencia en lo absoluto: a eso l lamamos sublimación.

En una entrevista con George Sylvester Viereck, le dice Freud: " E l psicoanálisis reorganiza el laber into de pulsiones extraviadas, y t ra ta de volver a enrollarlas en el carretel al que pertenecen. O , para cambiar de metáfora, provee el h i lo que conduce a u n hombre fuera del laberinto de su p r o p i o inconsciente".

Laberintos de tramas inconscientes, metáfora del carretel, h i t o en la temática del sujeto para el psicoanálisis, ¿A qué se refería Freud en esta entrevista en que ya, con una ortopedia mecánica en su mandíbula su­perior, comienza diciéndole a Viereck: "Setenta años me han enseñado, a aceptar la vida -con alegre h u m i l d a d . . . " . Subrayo: "reorganizar el la­berinto de pulsiones extraviadas" . ¿ C ó m o se provee el h i lo que c o n d u ­ce a un h o m b r e fuera del laberinto.. .?

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" L a b e r i n t o de pulsiones extraviadas . . . " - d e c í a F r e u d - , al que el psi­coanálisis provee un h i l o . " En el trabajo con grupos, en c ierto m o d o se trata de hilos y carreteles, de anudamientos y tejidos que permiten ins­talar u n intervalo a lo real de la vida y reanudarlo con lo s imbólico y lo i m a g i n a r i o , no sin efectos sobre lo puls ional , poniendo a veces un bor­de al desborde puls ional .

Ya en 1929, en El malestar en la cultura, Freud señala que por la vía del síntoma o por vía subl imator ia , el paciente dará cuenta de sus marcas. M o d o s de anudar lo que anida, en la s ingularidad de cada quien. Rasgo que es el núcleo del ideal del yo. A veces, un rasgo no ligado se desenca­dena e, incapaz de soportar la demora, se pone al servicio del goce.

"( . . . ) El ideal del yo - d i c e Lacan en el Seminario 1 ( 1 9 5 3 ) - es el ' o t r o ' en t a n t o tiene c o n m i g o una relación s u b l i m a d a . "

Sabemos que, hipnosis mediante, del lugar del ideal se puede pasar fácilmente al lugar del superyó. El ideal del yo , l igado a la idea de subl i ­mación en tanto la p r o p i c i a . Subl imar es algo, no t o d o . M u c h o s recorr i ­dos para que el objeto caiga y se atraviese la experiencia de que el O t r o no existe, tránsitos subl imator ios que buscan algún destino al resto ina­s imilable .

Los grupos son muchas veces laberintos en que se labora y se elabo­ra, y en que algún h i l o de A r i a d n a permite tejer caminos liberadores y salir de las garras de los vozarrones superyoicos de algún M i n o t a u r o . H i l o s de A r i a d n a , de algún o t r o , que ayudan a cada quien a atravesar de o t r o m o d o los laberintos y a abandonar las posiciones sacrificiales; producc ión c o n otros de u n s imból ico que t r a m i t e de manera apaciguante lo imposible de lo real. '

Pero ¿cómo hablar hoy del legendario y trágico M i n o t a u r o de O v i ­d i o , sin evocar la desesperada soledad del fantást ico Asterión, de Bor-ges?

La casa de Asterión, el cuento de Jorge Luis Borges, es o t r o m o d o de transi tar el m i t o del M i n o t a u r o :

Sé que me acusan de soberbia, de locura (...) N o salgo de m i casa. M i casa es con inf ini tas puertas, siempre abiertas, sin cerra­duras. Sin muebles. De galerías idénticas, unas a otras (...) Yo As­terión me siento pr is ionero . N o en vano m i madre fue una reina. . . (...) el hecho es que soy único. N o me interesa lo que u n hombre pueda t r a n s m i t i r a otros hombres (...) pienso que nada es c o m u ­nicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales m i n u ­cias no tienen cabida en m i espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y o t r a .

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Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro , porque las noches y los días son largos (...) C o r r o por las galerías de m i laber into hasta marearme, me es­condo de m i p r o p i a sombra y juego con o t r o Asterión (...) a fuer­za de fatigar patios y galerías he alcanzado la calle.. . una visión me reveló, sin embargo, que también allí los mares y los templos están muchas veces (...)

(...) Creo que cada nueve años, entran a la casa, nueve h o m ­bres, y sus cuerpos ensangrentados caen ante mí (...) Sus cadáve­res que allí quedan, me ayudan a d is t inguir unas galerías de otras. A uno le oí decir que vendría m i redentor (...) tal vez m i redentor me lleve un día a un lugar con menos puertas y menos galerías (...) ¿cómo será m i redentor? se pregunta Asterión

Y... [concluye el cuento de Borges] fue ante el asombro de Te­seo, que Asterión apenas si se defendió de su espada de bronce. . .

En la versión Borges, el terrible Asterión apenas si se defendió. Suti l puntuación de un mat iz en el m i t o . Allí donde el m i t o es universal , Bor­ges produce un efecto de dislocación del hor izonte i n s t i t u i d o .

Asterión, exil iado de su subjetividad no puede escribir n i inscribirse co­m o sujeto. Escribir es perder el laberinto de galerías infinitas. Es marcar una diferencia, inscribir de algún otro modo el trazo que señaliza el goce.

Gr i tos , aul l idos . Ferocidad de la pulsión. Excesos sin bordes ni des­víos posibles. En su radical soledad, pris ionero de su miedo, no sabe leer, no escribe... N o diferencia entre una letra y o t ra .

Asterión está condenado al destierro de e l iminar a los otros. Sin em­bargo, los cadáveres de los muertos los deja Asterión para siempre en el mismo lugar. Los cadáveres le ayudan a dis t inguir unas galerías de otras. . . Búsqueda de marcas, que le permitan salir del t i empo eterno, i n ­f i n i t o y c ircular del laber into .

Asterión juega con otro igual . D u p l i c i d a d imaginar ia , de uno se ha­cen dos. Efecto de una operación de división que no arroja resto. Son dos, de lo m i s m o . Allí donde podría situarse el objeto " a " , como una ausencia, se organiza una imagen. La consecuencia es el doble. Pero As­terión pareciera buscar desesperadamente una marca, que no se convier­ta en destino trágico.

Asterión, m o n s t r u o sol i tar io y cruel , ni siquiera sabe leer... Pero As­terión quiere saber. Se pregunta por su redentor. ¿Desea que su redentor lo lleve a un universo con menos galerías? ¿Es f inalmente , un típico per­sonaje borgeano, que arriesga t o d o por una verdad? La casa de Asterión es el laber into . A fuerza de fatigar patios y galerías, Asterión encuentra

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la salida de las monótonas paredes que son su destino, pero allí se en­cuentra con que el laberinto es el m u n d o . Las puertas de la casa de As­terión están abiertas, y sin embargo, él es pr is ionero, sólo puede ser dos. Pris ionero de su soledad, está condenado a e l iminar a los otros .

Tarea y surrealismo

Pichón Riviére, de la mano del surrealismo, en su pasión por el C o n ­de de Lautréamont , propone la tarea grupal c o m o recuperación del a so m br o , p o s i b i l i d a d de interrogar los" sentidos coagulados en lo que aparece c o m o lo dado , lo n a t u r a l .

Producción a la manera de un collage en que la u n i d a d se r o m p e y se crean nuevas f iguras; destruir las total idades, las certezas que a veces nos h a b i t a n , las verdades que arrasan; desarmar y volver a p r o d u c i r a l ­go nuevo, pero dándole jerarquía ai destello de aquello que es p r o d u c ­ción inconsciente en una red con otros.

A b r e v o en el arte para pensar la cuestión de los grupos, porque nos convoca desde "otro lugar que no es el de la Esfinge, creando zonas de ambigüedad, de imprecisión, y no de respuestas exactas. Vela y revela, muestra y oculta a la vez, y entonces allí podremos aprender c ó m o se sostiene una tensión sin resolverla.

N o vamos al arte para interpretar lo sino para n u t r i r n o s y no quedar inermes ante las complejidades del alma humana . El arte puede enseñar­nos modos de leer lo g r u p a l , y lo artesanal, en el p u n t o en que toca el t raba jo , en un saber hacer en lo real, con el cuerpo, con materiales, con marcas que una va t razando, nos indica un camino sobre c ó m o trabajar con los grupos . El término grupo ya en su etimología estaba asociado al arte, a los artesanos, a los talleres.

Freud conmueve la idea de lo estético; ya lo estético no es más sólo lo bel lo y lo subl ime kant iano . Freud piensa lo bello en relación con lo siniestro; ante lo siniestro sin mediación, el arte es una opción. A n t e lo i rremediable , ¿qué se busca habitualmente? Argumentar , explicar. El ar­te nos enseña, en cambio , otros modos de bordear el malestar, lo sinies­t r o y lo indecidible . El arte marca un espacio t ransic ional , ilusión de que se puede crear, pérdida del límite entre un afuera y un adentro ; cuestio­na la lógica de " l o uno o lo o t r o " . " Y o es o t r o " , esa famosa frase de R i m b a u d , r o m p e un sentido i n t u i t i v o y obvio de las cosas, y los juegos de escritura automática buscan en una escritura colectiva desacralizar la imagen del autor.

La tarea, justamente, excede lo i n d i v i d u a l ; se trata a la manera del collage, o más bien del surreal ismo, de juntar dos elementos extraños y

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sostener una tensión p r o d u c t i v a entre ambos, a r t i cu lando lo que pare­cía inar t iculable .

A diferencia de una visión plana del universo, los relojes de Dalí o los cuadros de M a g r i t t e , plantean un moebius que b o r r a ios límites de un adentro y u n afuera, u n antes y un después, en una ac t i tud que p o ­dríamos n o m b r a r t ransdisc ipl inar ia . Los surrealistas, el g r u p o Litturat-tere, sus juegos grupales, la escritura automát ica y el "cadáver exquis i ­t o " 1 4 s irven para pensar algo respecto de la tarea g r u p a l . Unidades que se r o m p e n , fragmentos que entran en relación con otros fragmentos y f o r m a n nuevas unidades que saben de su m u l t i p l i c i d a d . Se trata de una transgresión de lo coagulado, de lo que aparece como incuestionable, para producir , en una t rama con otros, algo nuevo.

La firma en blanco, de Rene Magritte.

14. El "cadáver exquisito" es un juego, una técnica por medio de la cual se ensamblan colec­tivamente un conjunto de palabras e imágenes. Un grupo de personas que escriben una com­posición en secuencia. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador ante­rior. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: Le cadavre exquts boira du notweaii vin (El cadáver exquisito beberá el nuevo vino).

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La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí

"Be l lo c o m o el encuentro f o r t u i t o , sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas ( . . . )" , escribía el Conde de Lautréa-m o n t . El surreal ismo buscaba superar las trabas formales (en vez de lo rac ional y e laborado, lo i r rac ional y p r i m a r i o ) y romper con las barre­ras conscientes, y se planteaba la pos ib i l idad creativa de las masas; res­cataba lo creat ivo del inconsciente buscando a través del arte una trans­formación de. la v i d a ; del m u n d o y del ser h u m a n o . ' ¿ O acaso no podemos aprender con los relojes blandos de Dal í , un m o d o posible de interrogar, de conmover lo que aparece como intocable: el paso del t iempo?

Ya en el famoso Manifiesto surrealista, Bretón provocaba: " N o abandonar lo incierto por lo seguro, "Aventurarse en el m u n d o de lo desconocido" . Tr i s tan Tzara (1916) , padre del dadaísmo, inv i taba a pensar t o d o de nuevo.

En tanto anudamiento c o n lo simbólico, la tarea grupal irá a la vez t razando un bordeamiento que permitirá que lo que muchas veces es agujero se convier ta en falta que causa y no que retiene en la fi jación o en el espanto. ". • - •

15. Ya Holbein en 1553, en Los embajadores, trabajando con las técnicas de perspectiva, dis­torsionaba la imagen hasta transformar lo siniestro en maravilloso, y hacía pasar e! tema de la muerte con esa calavera deformada entre los blasones de la época.

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La obra de arte vela y revela, al m i s m o t iempo, lo siniestro que la ha­b i ta . Si se trata de bordear lo insoportable , lo siniestro, de la r u p t u r a de lo uni f i cado y a la vez de la producción de algo nuevo, será indispensa­ble en el t raba jo grupal meterse a f o n d o con algún aspecto, d e f o r m a r l o al m o d o h o l b e i n i a n o 1 5 , inventar otras formas para que lo que es inso­por tab le , aun así pase.

Los grupos y el psicoanálisis

El psicoanálisis no se ha ocupado de los pequeños grupos.

R.OLAND BARTHES •

Una cierta eficacia me sorprendió una y otra vez en la experiencia con diferentes grupos , y comencé a investigar sobre la lógica de esa " e f i ­cacia" , sobre cambios de posición subjetiva que a veces se van p r o d u ­ciendo, casi c o m o p o r añadidura, en cada quien , c o m o efecto de una ta­rea g r u p a l . M e refiero al t raba jo con diferentes disposit ivos de grupos centrados en una tarea, en el campo de la salud, la educación, lo c o m u ­n i t a r i o y lo i n s t i t u c i o n a l .

¿En qué nos podr íamos servir del psicoanálisis para elucidar algo de esa eficacia, en la artesanía de c o o r d i n a r grupos? Pienso que las lógicas colectivas freudianas no son suficientes para trabajar con pequeños grupos . ¿Sería posible pensarlos desde otras lógicas que no sean las de las masas, la Iglesia o el Ejército? N o podemos seguir pretendiendo que Freud y Lacan lo hayan hecho t o d o ; aún hay cosas por pensar, p o r i n ­ventar. Só lo los l ibros religiosos están cerrados: de ellos se podrán ha­cer nuevas interpretaciones pero jamás agregar nuevos capítulos . H a ­cer del psicoanálisis un l i b r o rel igioso sería una jugada letal .

En relación c o n los grupos terapéuticos, no es nuevo que en la A r ­gentina, ante crisis económicas y sociales, se recurra a los grupos. Según Foucault , es justamente en las "urgencias" cuando se producen los sa­beres y los disposi t ivos . El desborde de pacientes en los hospitales los plantea c o m o opción. Pero también, ciertas neurosis graves, las psicosis y las así l lamadas nuevas patologías, o patologías de b o r d e 1 , que cues­t i o n a n los límites del clásico disposi t ivo psicoanalít ico, a veces l levan a los psicoanalistas a probar con grupos .

Poder pensar más allá del disposi t ivo clásico resulta hoy un desafío para el psicoanálisis , pero no en el sentido de un psicoanálisis apl icado: se piensa siempre lo mismo, dentro de las mismas barreras, y lo que varía son los diversos ámbitos en que se lo aplica. Se t ra ta , en cambio ,

1. Anorexias, bulimias, psicosomáticas, síndrome de pánico, adicciones, etcétera.