gorelik adrián en busca de un nuevo imaginario - lanacion

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    Especial Bicentenario

    En busca de un nuevo imaginario1910 fue la celebracin de la capitalidad inaugurada en el Ochenta; 2010 nos enfrenta a un

    ajuste de cuentas con la autonoma decidida 15 aos atrs

    Adrin Gorelik

    Para LA NACION

    Domingo 23 de mayo de 2010 | Publicado en edicin impresa

    Las transformaciones de la ciudad suelen darse en una temporalidad larga, casi siempre

    desplazada de los hechos polticos: por eso la historia urbana tiende a ser reacia a las grandes

    fechas. Hay, sin embargo, dos buenas razones para pensar a Buenos Aires en relacin con elBicentenario. La primera es que el 25 de mayo de 1810 fue una fecha portea y, especialmente,

    que por entonces tom forma un imaginario duradero de la ciudad, ya insinuado en el clima de

    epopeya ante las invasiones inglesas: la idea de que la ciudad tena asignado un "destino rector"

    en la regin y le aguardaba un futuro de grandeza. La segunda razn tiene que ver con la propia

    lgica urbana de las celebraciones, ya que los aniversarios tienen la capacidad de condensar

    problemticas de larga duracin y darles forma en obras y monumentos que operan, a su vez,

    sobre la definicin futura de la ciudad.

    As como la Buenos Aires de 1810 leg un programa ideolgico, la de 1910, para demostrar que lo

    haba cumplido, puso en escena el dispositivo poltico-urbano ms ambicioso que se haya

    desplegado en esta ciudad. Y por eso tambin, es tan intil como inevitable trazar comparaciones

    desde el mirador de un Bicentenario que no ha convocado a la imaginacin urbana. Intil, porque

    el conglomerado regional de trece millones de personas al que hoy llamamos Buenos Aires no

    tiene nada que ver con la metrpoli de poco ms de un milln que celebr 1910 ni, menos que

    menos, con la capital provinciana de alrededor de cuarenta mil habitantes que en un rincn alejado

    del mundo colonial inici sin saberlo un proceso revolucionario; inevitable, porque al mismo tiempo

    el sentido de aquellas fechas no puede dejar de irradiar sobre la Buenos Aires actual -y por eso

    los aniversarios suponen balances y "juicios del siglo".

    1910 se pens como una puesta a prueba de la ciudad: la certidumbre de que la valoracin del

    siglo de vida independiente recaa sobre Buenos Aires produjo una espiral de propuestas urbanasy de reflexiones que dialogaron crticamente entre s, abriendo una de las estaciones ms ricas de

    la cultura urbana local. Aunque no fue tanto el siglo lo que se ponderaba, sino la treintena

    cumplida por el programa modernizador del Ochenta, que haba marcado un ao cero para la

    ciudad-capital. La federalizacin de Buenos Aires fue tanto una de las piezas maestras del nuevo

    ciclo nacional como la razn del extraordinario desarrollo urbano: la afluencia de recursos como

    resultado de una triple concentracin, de la poblacin, de los negocios, del poder. Eso explica la

    magnificencia de una celebracin que quiso ver en la Capital la vidriera de la Nacin: planes

    urbanos, reformas efectivas de la ciudad, exposiciones internacionales, monumentos alegricos.

    Adems, recin hacia 1910 pareca materializarse la ciudad del Ochenta, tomando forma eso que

    se ha dado en llamar la "ciudad burguesa", pero que con la misma justicia podra llamarse la"ciudad estatal", ya que su carcter especfico surge de la combinacin de una serie pblica y otra

    privada de edificios monumentales y mbitos urbanos que encuentran sus centros neurlgicos

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    respectivos en Plaza Congreso y Plaza San Martn, desde donde se iniciaba el despliegue de la

    ciudad aristocrtica hacia el norte.

    Experimentacin urbana, poltica y cultural

    Un balance urbano del Centenario muestra que la celebracin consagr simblicamente ese eje

    norte de desarrollo diferencial de la ciudad: todas las disposiciones festivas fueron alineadas entre

    la Plaza San Martn y Palermo, con distintos efectos en la renovacin del rea -un ejemploelocuente es el de Palermo Chico, que se levant sobre el trazado de la Exposicin Industrial del

    Centenario como primer barrio recortado de la trama homognea, materializando en el plano la

    distincin social a la que aspiraban sus moradores. Pero lo ms llamativo de 1910, visto a la

    distancia de un siglo, no es tanto aquel esplendor de capital de un imperio inexistente (como

    alguna vez se la llam), sino una serie de procesos urbanos ms estructurales que estaban

    activados en el curso de la primera expansin metropolitana.

    Mencionemos dos de sus agentes protagnicos: una tradicin de reformismo pblico, que vea la

    accin estatal como compensacin frente a las inequidades del mercado urbano -de all la larga

    serie de intervenciones reparadoras en el sur (parques, infraestructuras, viviendas) y la existencia

    de un plano pblico para todo el territorio mayormente vaco de la Capital, que prometa un marco

    equitativo para su expansin futura-, y un dinamismo social que en las tres primeras dcadas del

    siglo resignific esa voluntad pblica logrando que los nuevos barrios populares que surgan (esa

    primera periferia que se formaba entre Palermo y Patricios) no se convirtieran en mero depsito de

    los sectores populares, sino en un territorio de experimentacin urbana, poltica y cultural, dotando

    a la expansin de una triple tensin: hacia afuera en el territorio, hacia adentro en la sociedad y

    hacia adelante en el tiempo. As se produjo tal inversin de las jerarquas urbanas y sociales que,

    entre 1910 y 1930, el margen se volvi centro, hasta tal punto que los dos productos emblemticos

    de la ciudad, el tango y el ftbol, nacieron de la vitalidad de esos barrios populares, e incluso la

    vanguardia ms elitista (verbigracia Borges) busc en ellos la arcilla con que moldear la paradjica

    identidad de una Buenos Aires que se reinventaba cada da. La expansin popular reestructur elsentido global de la ciudad, impidiendo la constitucin de fronteras internas, y produjo, en las

    condiciones ms arduas -crecimiento explosivo de una poblacin que lleg a tener ms del 50% de

    extranjeros-, una integracin metropolitana que ya nunca se volvi a repetir.

    En efecto, la segunda expansin -de la dcada del treinta a la del setenta- ya no funcion como

    territorio de experimentacin, sino apenas de reproduccin de condiciones sociourbanas cada vez

    ms desfavorables, erigiendo una frontera ms que jurisdiccional entre la ciudad-capital y el Gran

    Buenos Aires; la extensin radial de algunas redes de infraestructura y transporte, y la

    preservacin de la atraccin del centro como vrtice de la pirmide urbana, replicado en escala en

    los centros suburbanos, mantuvieron, de todos modos, la ficcin modernista de un continuo

    metropolitano. Pero si a partir de la dcada de 1970 la tensin expansiva ya estaba exhausta, las

    transformaciones de las dos ltimas dcadas han hecho estallar en mil pedazos cualquier ficcin

    cohesiva. Y la figura del estallido no es mala para dar cuenta de esta nueva ciudad archipilago

    que multiplica las fronteras y las fracturas, de modo que el contraste entre el barrio cerrado y la

    villa miseria establece apenas los extremos ms escandalosos de un funcionamiento sociourbano

    que se desagrega en diferentes velocidades, conformando una multiplicidad de circuitos que se

    intersectan de modos diversos, pero ya no permiten imaginar un continuo ciudadano.

    Tal el escenario metropolitano en este 25 de mayo. Pero quisiera subrayar una constante, que si

    no ilustra sobre la ausencia de iniciativas urbanas para el Bicentenario, al menos s sobre la falta

    de balances: aquella intensidad del debate pblico sobre la ciudad, que en las primeras dcadasdel siglo XX canaliz la fuerza integradora de la expansin haciendo que las figuraciones urbanas

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    se convirtieran en el corazn de todo programa poltico-cultural; aquella disposicin colectiva a

    pensar y transformar la ciudad desde su periferia, jams se volvi a dar. Y aunque las situaciones

    son inconmensurables, un tema que no debera faltar a la hora del juicio de este siglo es la prdida

    de la ms reciente chance que hubo para recuperarla. Me refiero al proceso de autonoma de la

    ciudad-capital, que convoca adems a la tentacin de la simetra: ya que si 1910 fue la celebracin

    de la capitalidad inaugurada en el Ochenta, 2010 nos enfrenta a un ajuste de cuentas con el

    fracaso de la autonoma decidida quince aos atrs.

    Porque la autonoma de la ciudad de Buenos Aires no deba significar apenas la consagracin de

    la soberana de los habitantes, sino que llevaba implcita una doble potencialidad: la de constituir

    una esfera poltica local en condiciones de entender los problemas urbanos como parte decisiva de

    los problemas de la sociedad -habilitando un espacio pblico de debate de largo aliento sobre

    ellos- y la de crear un actor colectivo en condiciones de impulsar una agenda reformista para el

    conjunto del territorio metropolitano. Lejos de ello, la autonoma no ha hecho ms que contribuir

    con la fragmentacin y el ensimismamiento, sin mejorar la calidad de la vida cvica ni de las

    representaciones sobre la metrpoli (que oscilan en picos destemplados: el regodeo de imaginarla

    como gran capital cultural del sur suele tocarse en la opinin pblica con las visiones apocalpticas

    de la inseguridad y el caos). En qu sector de la poltica o la sociedad -fuera de reducidos

    mbitos especializados- se discuten los efectos de las "torres country", el crecimiento de las villas y

    los asentamientos, las relaciones de las polticas urbanas y habitacionales con los problemas de la

    inclusin social o la seguridad, las necesidades de una concepcin regional de la metrpoli, las

    funciones de la ciudad de Buenos Aires en el pas? Hay, s, un nuevo actor -sorpresivo para las

    tradiciones urbanas locales- que ha intervenido con decisin impulsando las nicas dos notas

    optimistas en este panorama metropolitano del Bicentenario: la Justicia, que ha terciado en

    cuestiones tan medulares como el saneamiento del Riachuelo y la urbanizacin de la Villa 31, dos

    de los desafos en los que Buenos Aires define su futuro.

    LA NACION

    El autor es arquitecto e historiador