garcía.cuevas-líneas.paralelas

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  • 8/18/2019 García.Cuevas-Líneas.paralelas

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    Iris arcía Cuevas

    OJOS QUE NO VEN,CORAZÓN DESIERTO

    FONDO EDITORIAL TIERRA ADENTRO 397

    Líneas paralelas

    SANTIAGO SE LEVANTA Y ve cómo su cuerpo se ha que-dado en la cama, mirando el techo como si ahí seencontraran las respuestas a todo. Se contempla así mismo y su manera absurda de buscar las verda-des. Sale tratando de encontrar una puerta, pero nohay más que muros; Vuelve a su cuerpo con heridasnuevas. Intenta olvidarlas centrando su atenciónen las manchas que crecen en las paredes del cuarto.A veces halla rostros. Cuando alguno lo mir.a conrecelo es porque su conciencia está intranquila. "Elproblema es moral", se dice, pero no logra erradi-car la culpa. Piensa en su vida: un punto saltandoentre líneas paralelas desde hace cuatro años. Sabeque está cansado.

    Oye el ruido de la cafetera. Imagina un tren devapor sin suministro de agua que se seca a razónde carbones encendidos. "También soy un desierto ,asume y de un salto abandona la cama. Quizás es elinicio de un poema. Lo imagina impreso en la revistauniversitaria. No hay más futuro. Su poesía s61 sirvepara llenar los huecos de las ediciones y enamoraralumnas de primer semestre, que una vez en segundodescubren l engaño. Desiste. No volverá a escribirun solo verso. Se mete bajo la regadera para lavar suspretensiones literarias y centrarse en el curso de filo-sofía marxista que imparte este semestre. Debióestudiar comercio, como quería su padre;

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    El teléfono suena. En el piso de abajo Cecilia le-vanta la bocina. Él hace lo mismo. Un llanto y unsilencio conocidos le impiden articular palabr:a. Se leescapa un suspiro . Cuelga. Las líneas paralelas nodeberían cruzarse .

    Cecilia enciende el cigarro matutino y se sienta frentea la ventana a ver pasar el mundo. Cuando el humoempieza a hacer la vida respirable se atreve a dejar lahabitación y entra a la cocina. Le gusta preparar.el desa-yuno. El momento en que sirve los huevos y el café eslo más parecido a la imagen de hogar que le enseñó sumadre. A veces se da cuenta de que imita el tono desu voz al llamar a Santiago. Infancia es destino , apuntaen la memoria. Quizá el próximo artículo que escriba lodedique a la reproducción inconsciente de patrones deconducta. Cuando las disquisiciones están a puntode hacerla confrontarse con los estereotipos que ellamisma preserva en su relación de pareja, enciende lacafetera. La mañana no es un buen momento para tomar

    . posturas feministas, menos aún con el estómago vacío.Arriba el agua de la regadera suena como una cas-

    cada intermitente. Cecilia imagina una nube dentrode la recámara a la que pudiera abrazar fuerte parahacerla llover y soltarla para que dejara de hacerlo.También soy lluvia contenida. Las lágrimas pugnan

    por empañar su sagrado recinto culinario. Le recuerdanque la felicidad es algo relativo. Hay cosas que nopuede ignorar aunque lo intente. Se pregunta cómole hacía su madre, cuál era la receta para que el desamorno la hiciera llorar. Quizá lloraba en la cocina mientraspreparaba el desayuno, y por eso no dejaba que nadiela ayudara. Diluía la amargura en el café, y por eso supadre le ponía tanta azúcar.

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    Iris García Cuevas

    El teléfono suena. Cecilia levanta la bocina. Unamujer llora, le cuenta sin palabras el otro lado de suhistoria. Arriba Santiago descuelga. Ninguno dice nada.El silencio puede ser elocuente. Se siente como in-trusa cuando Santiago cuelga y la deja es cuchando unllanto que quiere compartir pero no sabe cómo. Estátentada a decir te comprendo , respira para ganar.aplomo, pero ella también cuelga . Va a desayunar sola.La puerta de la calle le avisa que Santiago se fue sindespedirse.

    A Sofía le da miedo estar sola en las noches, por eson duerme. En cuanto el sol se pone enciende lasluces, finge que es de día. Vacía los cajones de ropa,comienza a ordenarla por colores. Luego sigue con elarmario: cuelga la ropa de invierno en los ganchosazules, la de otoño en los verdes, la de verano enlos amarillos y la de primavera en los rosas. Pasa laaspiradora debajo de la cama, por las esquinas delcuarto; sacude los libros de la repisa acomodados portamaños . Saca la ropa sucia y prepara un ciclo largode lavado. Mientras llega el momento de pasar lasprendas a la secadora, cepilla los sillones, limpia elcomedor, lava los trastes, incluso aquellos que sólotienen polvo. También vacía el refrigerador paraverificar la fecha de caducidad de cada uno de losalimentos. Busca una bolsa para tirar todo lo que nosirva. Cree que dentro de ella algo caducó desde hacemucho tiempo, pero no hay puerta por donde puedaentrar a confirmarlo.

    En la sala hay un ramo de flores a punto de secar-se. El ruido del celofán le recuerda el crepitar de lafogata de los exploradores. Tiene muchos recuerdos:lugares elegidos por sus padres para mantene rla lejos,

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    t.

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    para permitirles continuar con sus vidascomo si noexistiera. La infancia es algo azul en la memoria.Ahora soyun incendioque se apaga , piensa mientras

    arrugael papel plastificado.Siente una punzada en la ·bocadelest6mago. Recuerda los calmantes recetadospor el médico luego de diagnosticarque el dolor re-.currente es psico16gico.Va a la recámaray toma una ·pastilla, se recuesta a esperar el efecto,pero el suplicio aumenta.

    Amanece.La soledad yel miedo son más fuertes,por eso marca el número.Levantan la bocina. Los dosestán ahí, pero ninguno habla. Llora.Nadie va a decirleque la entiende; nadie va a decir naday el dolorcontinúa.

    Santiago camina por la playa.Intenta inútilmenteevitar elencuentro. Irá a verla, lo sabe. Apenas ayerdijo que todo había acabado,pero lo ha dicho antes,tantas veces, cadavez que descubre en la miméticaSofía los gestos y palabrasde otro amante.

    S i estuvieras .coninigo todo el tiempo no mesentirías o l a l e dice;

    No eS cierto y éllo sabe;La soledaden ella es algoirrevocable y.él s61 es otrointento de Sofía por negarl.o. En ese momento el odio llega,porque pien-sa: Mi vida se ha vuelto 'desdichada y ella es laculpable :Entonces cree que puede terminar, dejarla atrás, regresar'a su casa, hacerel amorcon la mujerde siempre y descubrirque aún la ama: reconstruir suvida. Se miente. Bastaun leve sollozoen la bocinapara que el placerde creerse indispensable lo hagaolvidar laculpa de deja( a Cecilia con los platos servidos y lo llevede regreso a tratar;de calmar el dolorde Sofía.· .

    Iris GarclaCuevas

    Cecilia termina el desayuno, enciende el segundo cigarro y se sirve otra taza de café. U na vez jur6que no se

    . aferraría a nadie por muchoque loaniara.No acierta acontestarsesi aún ama a Santiago;lo cierto esque toda-'vía le duele, peJo paraél hay. doloresqueson másimportantes.Se lleva el cenicero ala recámara y prepara una maleta con suficiente ropa para dos semanas.Nova a regresar. Enviará sus artículos por correo electrÓni-.ca y recibirá el pago porrnediode su cuenta bancaria.Luego decidirá hacia d6nde dirigirse.Desde hace mucho quiere escribiruna novela sobré las debilidadesdeuna mujer fuerte, y ha llegadoel momento. Quieretiempo para ella; quiere terminar con,el último resquicio dela educaci6n maternaque 'le enseñ6 a aguantar.para mantener un matrimonio estable.Sabe que nofracasa al renunciar.Lo sahe, pero nopuede dejar de.reprocharseque las cosas no hayan sido de otro modo.

    No hay marcha atrás , se dice cuando cierra la puertay arrojala llave por debajo. Respira profundo yen cuanto arranca el coche comienza a sentirse más ligera.

    Sofía recuerdalas palabras del doctor: Son tus nervios,con esto se te quita .Toma otra pastilla tratandodeacelerar el resultado, pero el dolor sigue aferrado alabocade su est6mago.Se toma otra, pero tampoco pasa

    nada. Asíque toma otra, 1uego otra.Cuando el frascose terminaentiende que el dolor no va a irse.Lo queduele no es físico.Se acurrucaen la camaesperandoque Santiago llegue ydespués de salvarlade la muerte le prometa que nunca va a dejarla.Ya no quiereestar sola.Quiere dormirde largo abrazada ala espalda de Santiago. No hay marcha atrás , piensa mientras su cuerpo se hunde en el colch6n,como si sehubieravuelto más pesado.

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    ¡c, cl ':

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    iantiago llega a casa de Sofía. La encuentra acurruca- 1i ·1a en la esquina de la cama, temblando. PreguIita qué 1 •

    le pasa esperando la respuesta habitual: Es que me1

    ,

    l·duele aquí , pero en lugar de eso ella le muestra elfrasco de pastillas vacío. Le pide que la salve, que no 1la deje nunca, que le perdone todo, que si se va avivir con ella será como Cecilia: tendrá listo el desa-yuno antes de que despierte.

    E s demasiado tarde l e dice.Los ojos de Sofía se anegan de espanto. Ella in-

    tenta alcanzar el teléfono. Él la abraza con fuerza.¿ A quién vas a llamar, Sofía?

    A nadie, ella lo sabe, pero tiene miedo. Llora. Élse queda abrazándola hasta que el llanto cesa. Larecuesta despacio, como si sólo estuviera dormida yno quisiera despertarla. Le da un beso en la frente,con ternura, y vuelve a casa a enfrentar el vacío. Nohay marcha atrás , ahora está seguro, pero no sabecómo rehacer su vida .

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