gabriel garcia marquez elgeneral ensulaberinto · la segunda se publicó en el ... nan amortajada....

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gusto escribiría de Fernando el Ca- tólico". Una empresa literaria que está lle- vando a cabo Ferdinandy desde hacé 50 años es una serie de novelas en húngaro, la historia de una familia que comienza en el 1825, el año de la reforma nacional en el país, y que él piensa llevar hasta el 1919, cuando cae el reino de Hungría. La primera, Los Szwentgaliak, apareció en el 1943, cuando el autor tenía 30 años. Ya tiene seis de las siete que ha pro- yectado. La segunda se publicó en el 1944 y luego hubo un hiato de 37 años y siguió la historia donde la dejó. Ferdinandy, que viaja ahora fre- cuentemente a su país natal, cita en broma al dios de los húngaros. Expli- ca luego que no se trataba de un ído- lo sino de un dios inmortal. "Somos o hemos sido un pueblo del páramo, como los judíos", dice. "Los pueblos del páramo tienen un solo Dios que es inmortal e invisible. Eso lo trae el paisaje. Donde hay muchos montes y cuevas hay muchos dioses. Por eso fue tan fácil que Hungría se convir- tiera al cristianismo porque el Dios era el mismo; hasta los nombres que- daron". La vida del estudioso ha sido asaz interesante. Salió de Hungría dura- ne la 11Guerra Mundial en un azaro- so viaje que lo llevó a Portugal, en donde fundó, por encargo del Secre- tario del Estado de su país, ellecto- rado húngaro en la Universidad de Lisboa. Había escrito varios artícu- los contra los nazis que le trajeron problemas con la embajada en Por- tugal. Pasó poco después a la Uni- versidad de Mendoza en la Argenti- na, adonde recibió una invitación para venir a Puerto Rico. Tanto él como su esposa, Magdalena, ense- ñaron durante años en Río Piedras. Su retiro actual es tan fructífero que en él se va alargando considerable- mente la ya larga lista de títulos que comprende su bibliografía. ADOLFO CASTAÑON (México) GABRIEL GARCIA MARQUEZ El General en su laberinto * Cuando salió a la luz El general en su laberinto ya todos sabíamos que en la nueva novela se moría Bolívar. Desde un año antes, había empeza- do a correr la noticia de que García Márquez volvería por sus fueros épi- cos. Algunos decían conocer el títu- lo, se rumoraba que el autor había reunido una documentación prodi- Ediciones del Equilibrista firmada por el autor México, 1989.Editorial Diana, México, 1989. Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1989. Casa de las Américas, La Habana, 1989. Ed. Sudamericana, Santiago de Chile, 1989. Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 1989.Editorial Rondadori, Madrid, 1989. giosa en tomo a la época y al perso- naje y que incluso había averiguado -era cierto-los días de luna llena en que se desarrollaba la acción. Se co- rría la voz de que el manuscrito ha- bía atravesado varias veces el Atlán- tico antes de ser publicado, para ser leído por los amigos cercanos y se- cretos del autor dispersos por todo el orbe, que el novelista había hecho ya varios viajes a Venezuela y a Co- lombia para entrevistarse con los historiadores silenciosos que gobier- nan el pasado como si fuese un vasto imperio donde, después de muertos, los generales y los pueblos siguen or- denando cargas, sublevándose, ha- 76 ciendo la lucha, convocando congre- sos, fusilando y capitulando. Se ru- moraba que el manuscrito había sido leído varias veces por varios presi- dentes y comandantes y que muchos de los adjetivos y verbos de la novela habían sido repasados por las mira- das de algunos lectores capaces de advertir al paso de la lectura dónde se aflojaba la tierra de la prosa. Por fin, el día menos pensado de la pri- mavera salió publicada la novela. Con bombo y platillos, con pitos y flautas. Con salvas periodísticas y publicitarias que muy pronto se con- fundieron con los cañonazos de las aguerridas polémicas que debía de- sencadenar El general en su laberin- to. Hubo, sin embargo, más polvo y más pólvora de la esperada. A los ca- ñonazos y a los fuegos artificiales de la bobería diplomada -que inscri- bían a El general en la novela del Dictador sin atreverse a admitir que Bolívar podía haberlo sido ni a con- ceder que el personaje inexplicable- mente se la había ido de las manos al novelista- sucedió un silencio incó- modo y devastador. El desamparo que emanaba de aquellas páginas como un olor fétido a creciente de río molestaba al público que no la compraba o que la compraba para no leerla -como' Bolívar mismo con sus bibliotecas- o que la leía a mor- discos o que la leía íntegra y queda- ba desmejorado como el que ha pa- sado en vela una noche al pie de la cama de un enfermo. Qué decep- ción, las alegres y fáciles comadronas de las leyendas festivas y cursis de otras novelas se habían transforma- do en un coro de espectros que ulula: ba América os brinda espléndido festín. Qué tedio, cuchicheaban bajo cuerda los políticos y empresa~ rios que suelen leer resúmenes de li- bros y que ya se habían acostumbra- do a leer completos los de García Márquez siguiendo el ritmo de las frases con una mano de director de orquesta. Todavía -decían- El oto- ño del patriarca- era tolerable por- que, al menos, como el viejo dicta- dor perenne estaba echado del lado oscuro de la historia, todos, empe- zando por el novelista, nos podía- mos reir de él, reir hasta compade-

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gusto escribiría de Fernando el Ca-tólico".

Una empresa literaria que está lle-vando a cabo Ferdinandy desde hacé50 años es una serie de novelas enhúngaro, la historia de una familiaque comienza en el 1825, el año de lareforma nacional en el país, y que élpiensa llevar hasta el 1919, cuandocae el reino de Hungría. La primera,Los Szwentgaliak, apareció en el1943, cuando el autor tenía 30 años.Ya tiene seis de las siete que ha pro-yectado. La segunda se publicó en el1944 y luego hubo un hiato de 37años y siguió la historia donde ladejó.

Ferdinandy, que viaja ahora fre-cuentemente a su país natal, cita enbroma al dios de los húngaros. Expli-ca luego que no se trataba de un ído-lo sino de un dios inmortal. "Somoso hemos sido un pueblo del páramo,como los judíos", dice. "Los pueblosdel páramo tienen un solo Dios quees inmortal e invisible. Eso lo trae el

paisaje. Donde hay muchos montesy cuevas hay muchos dioses. Por esofue tan fácil que Hungría se convir-tiera al cristianismo porque el Diosera el mismo; hasta los nombres que-daron".

La vida del estudioso ha sido asazinteresante. Salió de Hungría dura-ne la 11Guerra Mundial en un azaro-so viaje que lo llevó a Portugal, endonde fundó, por encargo del Secre-tario del Estado de su país, ellecto-rado húngaro en la Universidad deLisboa. Había escrito varios artícu-los contra los nazis que le trajeronproblemas con la embajada en Por-tugal. Pasó poco después a la Uni-versidad de Mendoza en la Argenti-na, adonde recibió una invitaciónpara venir a Puerto Rico. Tanto élcomo su esposa, Magdalena, ense-ñaron durante años en Río Piedras.Su retiro actual es tan fructífero queen él se va alargando considerable-mente la ya larga lista de títulos quecomprende su bibliografía.

ADOLFO CASTAÑON(México)

GABRIEL GARCIA MARQUEZEl General en su laberinto *

Cuando salió a la luz El general ensu laberinto ya todos sabíamos queen la nueva novela se moría Bolívar.Desde un año antes, había empeza-do a correr la noticia de que GarcíaMárquez volvería por sus fueros épi-cos. Algunos decían conocer el títu-lo, se rumoraba que el autor habíareunido una documentación prodi-

• Ediciones del Equilibrista firmada por elautor México, 1989.Editorial Diana, México,1989. Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1989.Casa de las Américas, La Habana, 1989. Ed.Sudamericana, Santiago de Chile, 1989. Ed.Sudamericana. Buenos Aires, 1989.EditorialRondadori, Madrid, 1989.

giosa en tomo a la época y al perso-naje y que incluso había averiguado-era cierto-los días de luna llena enque se desarrollaba la acción. Se co-rría la voz de que el manuscrito ha-bía atravesado varias veces el Atlán-tico antes de ser publicado, para serleído por los amigos cercanos y se-cretos del autor dispersos por todo elorbe, que el novelista había hechoya varios viajes a Venezuela y a Co-lombia para entrevistarse con loshistoriadores silenciosos que gobier-nan el pasado como si fuese un vastoimperio donde, después de muertos,los generales y los pueblos siguen or-denando cargas, sublevándose, ha-

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ciendo la lucha, convocando congre-sos, fusilando y capitulando. Se ru-moraba que el manuscrito había sidoleído varias veces por varios presi-dentes y comandantes y que muchosde los adjetivos yverbos de la novelahabían sido repasados por las mira-das de algunos lectores capaces deadvertir al paso de la lectura dóndese aflojaba la tierra de la prosa. Porfin, el día menos pensado de la pri-mavera salió publicada la novela.Con bombo y platillos, con pitos yflautas. Con salvas periodísticas ypublicitarias que muy pronto se con-fundieron con los cañonazos de lasaguerridas polémicas que debía de-sencadenar El general en su laberin-to. Hubo, sin embargo, más polvo ymás pólvora de la esperada. A los ca-ñonazos y a los fuegos artificiales dela bobería diplomada -que inscri-bían a El general en la novela delDictador sin atreverse a admitir queBolívar podía haberlo sido ni a con-ceder que el personaje inexplicable-mente se la había ido de las manos alnovelista- sucedió un silencio incó-modo y devastador. El desamparoque emanaba de aquellas páginascomo un olor fétido a creciente derío molestaba al público que no lacompraba o que la compraba parano leerla -como' Bolívar mismo consus bibliotecas- o que la leía a mor-discos o que la leía íntegra y queda-ba desmejorado como el que ha pa-sado en vela una noche al pie de lacama de un enfermo. Qué decep-ción, las alegres y fáciles comadronasde las leyendas festivas y cursis deotras novelas se habían transforma-do en un coro de espectros que ulula:ba América os brinda espléndidofestín. Qué tedio, cuchicheabanbajo cuerda los políticos y empresa~rios que suelen leer resúmenes de li-bros y que ya se habían acostumbra-do a leer completos los de GarcíaMárquez siguiendo el ritmo de lasfrases con una mano de director deorquesta. Todavía -decían- El oto-ño del patriarca- era tolerable por-que, al menos, como el viejo dicta-dor perenne estaba echado del ladooscuro de la historia, todos, empe-zando por el novelista, nos podía-mos reir de él, reir hasta compade-

cerio. Gabriel García Márquez nopodía admitir -aunque lo hubiesedescupierto él mismo al bajar al so-cavón de la historia- que Bolívar eraun general más, un visionario muje-riego y mañoso que se le hacía ceni-zas compasivas al novelista a pesarde sus ganas de admirarlo. ¿Qué se

podía hacer de un Bolívar trastabi-lleante e insomne y que no termina-ba de bajarse del pedestal, mitadhéroe y mitad saco de lástimas?¿Quién le podía perdonar al novelis-ta la ingenua astucia de inducimos aidentificar el cuerpo moribundo e in-creíble del héroe con el continente

KuNGER. De la serie: "A Lite: Caught".

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desharrapado y sangriento que senos desmoronaba bajo los pies en elmomento mismo en que leíamos lanovela? La novela era como una deesas fiebres frías que atacan al que seintoxica y el pobre escritor se habíaenvenenado con el pescado seco de

Ila independencia americana porquererlo ahogar en el caldo corto dela actualidad: "Ahora lo vemos cla-ro. La deuda terminará derrotándo-nos".

¿No era una insolencia que el no-velista disfrazado de héroe fingieraque se quitaba el uniforme de már-mol y renunciaba a las condecoracio-nes de la leyenda para decimos quesiempre no, que el ideal no sólo noestaba muerto sino que le dábamosasco y lo hacíamos huir de nosotrosrumbo a la nada y al carajo? "Vamo-nós, volando, que aquí no nos quierenadie". Del mismo modo que en lanovela Bolívar desviaba la cara delespejo para no.verse a los ojos, Gar-cía Márquez disimulaba el pudride-ro que había encontrado al asomarsea su personaje y el público apartabala mirada de El general en su laberin-to. La novela había salido hosca yrespondona y, decían algunos, de-primía hasta a los de la casa. Ni si-quiera parecía una novela. García'Márquez había preferido olvidar lamiel de la guerra y recordar la amar-gura de la política en una novela quese alargaba como' una elegía fúnebrey no lograba tenderse al galope trasel héroe.

Buscamos en vano la flauta encan-tada, los himnos triunfales de susmarchas acuáticas y flotábamos encambio como ahogados en el mode-rato lentísimo de la agonía anuncia-ba, .un adagio que se alargaba en unlargo adiós a la Razón. Dentro deBolívar, la pelea la habían gaOlldolos bárbaros. García Márquez habíahecho suyo a Bolívar en el momentomenos interesante, cuando éste sedespedía de la razón. Los libros, lasideas, la conversación, los ideales dela cordura y la moderación, la ale-gría de vivir en y para la sociedad -yno como un desclasado que quieredestruirlo todo-, la intuición o la es-peranza de que es posible una arqui-

tectura de la Historia, todo se cerra-ba en el momento en que se abríande par en par las puertas dellaberin-too Nada. Ni era Bolívar ni era unpersonaje. Para personaje le sobra-ban referencias, alusiones, citas ycronología. Para Bolívar le sobrabapudor y le faltaban ideas. El novelis-ta se había quedado corto en la des-mitificación. Lo inhibía la historia.Dal?a demasiadas explicaciones quenadie le había pedido ni tenía porqué dar en un epílogo que tampocoexplicaba cómo había logrado salirdel inacabable laberinto de la biblio-t~ca bolivariana. Se decía que el es-critor había sucumbido al estupor desu propio paludismo americanista yque había caído en la tentación de

escribir una novela cuyas emocionesestaban congeladas en una doctrinaprevia. Por ejemplo, ¿qué diría unsueco de El general en su laberinto?¿Podría prescindir la lectura de todala carga de supuestos en que se apo-yaba la novela? Qué importaba: Ga-briel García Márquez había escritouna de las novelas más limpias delcastellano moderno y, al menos eneste caso y a pesar de todas las apa-riencias, había mandado a volar a loslectores fáciles que háta ahora ha-bían sido su capital más seguro.

Ojerosos, fané s, descangallados,los lectores se desmayaban de triste-za con la novela entre las manos, lesentraba una muina sombría y se ibana releerla como personajes de Poe

KLINGER. De la serie: "A Lite: Backinto Nothingness".

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que se encierran a piedra y lodo conla novia muerta y la lloran y la coro-nan amortajada. No faltaban las len-guas maliciosas; para unos, la novelaera o un homenaje o una traición alComandante Fidel; para las de aquí,García Márquez se había desilusio-nado de Bolívar a media novela y lohabía dejado caer; para las de allá,en realidad El general en su laberintoera el Che Guevara, un trasunto sim-bólico del guerrillero fracasado quellevamos dentro y que un buen día sedespierta y se da cuenta de que laHistoria ya no está ahí. Y todo estoen susurros, sin levantar la voz, contonos de cuchicheo, por favor silen-cio, qué falta de respeto al difunto.Los revolucionarios de capa caídaleyeron la novela con pasión resuci-tada, con llorosa nostalgia de losbuenos tiempos en que hasta ellosmismos Creían en la acción. GarcíaMárquez se les aparecía como elProust de la idelogía, ahí tienen a Elgeneral en su laberinto en busca delpoder perdido, y glosaban y genera-lizaban y bolivareaban con una com-postura desengañada y decadenteque les permitía hablar de su des-bandada en términos nobles y ele-gantes y con un vago vaho de ranciaaristocracia desahuciada. En cam-bio, los sociólogos liberales, la cáfi-la de weberianos improvisados bajolas palmas, había recibido a la nove-la con los cuadernos abiertos, los lá-pices extendidos y serpentinas de co-lores entre las páginas y con castillosde fichas y tarjetas. Comprobabanun fracaso en cada héroe, en cadauno una puerta en ruinas que llevabaa un continente en el que elliambre,la pobreza y la violencia habían rea-lizado la unidad sin siquiera propo-nérselo. A los sociólogos les encan-taba aquella herida del carisma quecalaba al héroe hasta los huesos, lafalta de poder que lo disminuía hastamatarlo. Demostraban su alegríacon citas, que si la anemia del caris-ma iba chupando al cuerpo hasta elesqueleto, que si al retirarse delcuerpo de El General la gracia fosfo-rescente que otorga a los reyes eÍ po-der divino de curar a sus súbditosarrastraba todas las energías y deja-ba a Bolívar -el hombre que no qui-

so ser rey- sumido en una amnesiaemotiva e intelectual que le impedíareconocerse a sí mismo en los gestosyen las palabras del héroe. No falta-ban, desde luego, los apocalípticosque establecían ociosos paralelis-mos entre el cuerpo maltrecho delgeneral y las ruinas de una Américadesvertebrada, atacada de una leu-cemia histórica que le impedía for-mar un esqueleto aristocrático capazde sostenerla. Los apocalípticos, lospesimistas de las profecías lúgubres,la logia negra del triste destino deAmérica abusaba de los guiños quehacía la novela a la actualidad histó-rica y pretendían haber encontradoen ella las líneas necesarias para darun baño de buena ley a sus senten-cias sobre la inabordable realidadamericana: "Por favor, carajos, dé-jenos hacer tranquilos nuestra EdadMedia".

No terminaba ahí la procesión delectores, pero un sentimiento comúnlos iba uniendo a todos, como deu-dos en torno a un muerto, alrededorde la novela: que el crack, el hundi-miento del dandy de leyenda llama-do Bolívar que compartía con Pus-chkin hasta unas gotas de sangre ne-gra y que había dado nombre al bar-co ert que Byron zarpó para Grecia,no era en modo alguno el derrumbede una sola persona sino que expre-saba la zozobra en la vulgaridad detodo un continente. No iba a ser fácilrecordarles a los latinoamericanosque todos los héroes de su Indepen-dencia eran hijos de una madre-"!Puta patria!"- que se había muer-to en el parto.

Hab.ían pasado las épocas en quesus novelas eran esperadas como uncometa milagroso que devolvería lavista a los ciegos. Ahora, en la edaddel desamparo, se iba larvando unrencor glacial contra el novelista y sumundo. Eran, en el fondo, la mismaorfandad exasperada, la unánimecadena de la auto- denigración querecorre a América Latina. IY preci-samente ahora aparecía GarcíaMárquez con sus aires de brujo tristepara decirnos que América era comoEl general en su laberinto! Ni se ibani se moría. Se despedía para que-

darse. ¿Ese era el mensaje del nove-lista laureado? ¿Que todavía tenía-mos por delante un calvario? ¿Queno nos hiciéramos pajas, que no nosembobara la canción del progresoporque todavía nos faltaban años deser orinados por los perros, siglos deestupor insomne en la hamaca de laIndependencia?

Si América era un general ensi-mismado en su aura sombría, unapatria grande pero hecha de ceniza y

sembrada de traición y de peste,¿por qué entonces no cambiábamosal general marquesino por el capitánde Whitman? Y por todo esto y portodo lo demás, El general fue recibi-do como se recibe una crucifixión in-necesaria y de mal gusto en vísperasde las vacaciones de Semana Santa.Era incorregible el abuelo Gabriel.Seguía con sus visiones en el mo-mento mismo en que ya estábamosvendiendo la casa.

POLICARPO VARON

LA LITERATURA,LA OBRA PROPIA:

BIOY CASARES HABLA CON JOVENES

Adolfo Bioy Casares: narrador dehistorias de amor, de historias fan-tásticas, poeta casi secreto, autor deun libro de ensayos, de traduccio-nes, de antologías, de guiones ...Rasgos admirables de la vasta obrade Bioy Casares son su conocimien-to de personajes y espacios, su espa-ñol sencillo y estudiado, su gracia, supoética (dominio y análisis de la tra-dición y de los procedimientos per-sonales), una reticencia encantadorao enterada.

Bioy Casares nació en 1914 enBuenos Aires. Procede de la claserica y culta. Con contemporáneos -asegura que su relación con ellos esejemplar- jugó fútbol, tenis, rugby.Declara que por enamoramiento opor necesidad expresiva empezó a"componer" y a "redactar" narracio-nes.

Ha contado Bioy que, en la juven-tud, lo visitó el sueño de convertirseen campeón mundial de tenis. En1940 publicó La invención de Morel,un notabilísimo relato de imagina-ción que ocasionó un largo reconoci-miento. Los libros previos a la nove-la mencionada han sido olvidados uomitidos -justamente- de su biblio-grafía. De 1940 a hoy Bioy Casares

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ha publicado novelas, coleccionesde cuentos algunos de los cuales hansido adaptados al cine; su vida -aca-so- es enteramente literaria.

Las conversaciones a las que voy areferirme - Bioy Casares a la hora deescribir- (1) fueron realizadas en losaños de 1984, 1987 Y 1988 por el ta-ller literario que coordina uno de loscompiladores. El texto consta depreguntas y respuestas sobre aspec-tos concernientes a la vida y el ejerci-cio literario de Bioy Casares: la deci-sión de escribir, el oficio literario, laficción: materia y forma y preferen-cias, memorias y amistades.

"Me atrevo adar el consejo de es-cribir, porque es agregar un cuarto ala casa de la vida. Está la vida y estápensar sobre la vida, que es otra ma-nera de recorrerla intensamente[... ]. Además escribir es un intentode pensar con precisión", el tonomenor de Bioy Casares, el énfasisgobernado es legible en su narrativa;en estas reflexiones su austeridad sa-bia habla de autores preferidos, de

(1) Cross Esther y Delia Paolera Félix, BioyCasares a la hora de escribir, Barcelona, Tus-quets Editores, 1988, 128pág.

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