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FUNDAMENTOS NEURO-PSICO-SOCIOLÓGICOS DE LAS
EMOCIONES.
EN LAS ENTRAÑAS DEL PROCESO SOCIAL
(Paper en progreso, pendiente de publicación, por lo que no es un texto
completo)
XII CONGRESO FES 2016
GIJON
Ana María López Narbona [email protected] Dpto. Derecho del Estado y Sociología Facultad de Derecho Universidad de Málaga
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RESUMEN
En el presente artículo, se analizan las implicaciones neuro-psico-sociológicas
de las emociones como proceso plástico y consustancial al proceso que es la persona, la
sociedad o la cultura. Se propugna y defiende, para la adecuada comprensión de las
emociones, una teoría transversal que aúne sociología, neurología y psicología.
Asimismo se analiza la hipótesis de que sin entorno social, las emociones no existirían.
Habiendo surgido en un entorno social, si la finalidad social se extingue, las emociones
también se extinguen. En este sentido, Franks (2010) ha acuñado la frase: “Úsalo o
Piérdelo”. Las células del cerebro mueren (y, con ellas, las emociones) si no se usan.
Para Brothers(1997) la mente es comunal en su misma naturaleza, es decir, no puede
surgir de ningún cerebro aislado. Por otra parte, si el sistema cerebral no se potencia
medioambientalmente, el cerebro y su desarrollo queda perturbado, la naturaleza
humana no se materializa. Treadway (1999) afirma que una prolongada exposición al
aislamiento produce una acumulación de niveles de corticoides que puede alterar tanto
el cerebro como la fisiología corporal. Se sugiere que algunos tipos de emociones son
imprescindibles para el pensamiento racional. Los sentimientos y la razón, por cuanto
forman parte del proceso que es la persona, lejos de suponer conceptos opuestos, hay
que entenderlos como profundamente complementarios, estando íntimamente
interconectados. Sugerir la involucración emocional es facilitar el discurso racional no
impedirlo (Richards, 2004). Finalmente, se perfila el proceso de imitación como el
detonante de la socialización sobre la base de las neuronas espejo lo que explica una
amplia gama del comportamiento del ser humano incluyendo el lenguaje, la imitación,
la transmisión cultural, las emociones y la cognición social.
Palabras clave: Emociones, razón, persona, sociedad, cultura, tiempo, proceso,
imitación, neuronas espejo, neuro-psico-sociología.
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INTRODUCCIÓN
La investigación en relación con las emociones en el ser humano y sus orígenes
y finalidad parece postergar sine die el diseño de una teoría que integre las emociones
en un proceso social activo y dinámico, conformador y omnicomprensivo.
Bericat Alastuey (2000) considera que la sociología, hasta ahora inmersa en la
principal corriente cultural de la modernidad, caracterizada por un racionalismo, un
cognitivismo y un positivismo a ultranza, tan sólo había incorporado tratamientos
residuales o circunstanciales de la emoción. Ahora bien, continúa Bericat Alastuey
(2000), resulta inconcebible un actor social cuyo universo simbólico esté
exclusivamente compuesto de ideas o cogniciones. En este universo podemos encontrar
también valores. Y en este universo también encontramos, sin duda, emociones.
Emociones que son reflejo, condición y substrato último de toda reflexividad humana y
social. Tanto la descripción como la explicación y comprensión sociológica de la
realidad será incompleta, por tanto falsa, si no se incorpora al actor sentiente en los
juegos humanos de interactividad e intercomunicación.
El estudio procesual e integral de las emociones se justifica, además de por las
afirmaciones vertidas, por los diferentes motivos que se exponen seguidamente.
En primer lugar, como señala Solomon(2000), las emociones son inteligentes y
a veces más apropiadas y perspicaces que las deliberaciones de la razón. Damasio
(1994) y Johnson-Laird y Oatlay (2000) han reconocido la importancia de las
emociones en la toma de decisiones. Salovey y Mayer (1989) definen la inteligencia
emocional como un tipo de cognición orientada a lo social. Goleman (1995) considera
las emociones como un importante predictor de éxito independientemente de la
inteligencia cognitiva. Sobre la base de estas afirmaciones, se impone el estudio en
profundidad de las emociones para entender las acciones, decisiones y motivaciones del
ser humano, su racionalidad y emocionalidad y su éxito social y evolutivo. Las
emociones son un producto de evolución y como tal existen debido a que cumplen su
función de supervivencia (LeDoux, 1996). En efecto, las emociones son fenómenos
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complejos multifactoriales que ejercen una poderosa influencia sobre el
comportamiento de las personas y posibilitan su adaptación al medio (Davidson, 1998,
Moltó et al., 1999), un medio que es necesariamente social, porque como afirma Arendt
(2012), ninguna clase de vida humana, ni siquiera la del ermitaño en la agreste
naturaleza, resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la
presencia de otros seres humanos.
En segundo lugar, como afirman Ostrosky y Vélez (2013), la vida sin
sentimientos ni emociones sería superficial e incolora, pues carecería de valor y
significado. El juicio de valor que la persona otorga a la vida y su significado (sería
interesante también analizar el lenguaje, la semiótica y la semántica) tiene su origen en
el proceso de imitación y espejo que describiera Cooley (1902). Las emociones, en
consecuencia, tienen sentido por y para el proceso social. Nos permiten sentir empatía
por el que sufre y dolor por la pérdida de los que amamos. Sin las emociones, los seres
humanos seríamos poco más que máquinas que trabajan de la misma manera día tras día
(Ostrosky y Vélez, 2013)
En tercer lugar, sería deseable la discusión y verificación de determinadas
afirmaciones en el entendimiento de las emociones. Afirman Johnson-Laird y Oatley
(2000) que existen diferentes tipos de emociones, las emociones básicas consideradas
innatas y presentes en todas las culturas (ira, miedo, alegría tristeza, sorpresa y asco), y
las emociones complejas que son la combinación de las emociones indicadas, dependen
de la evaluación consciente y de la influencia directa del entorno social y parten o
surgen de la interacción con otras personas. Se defiende en este trabajo que no hay
emociones innatas, todas ellas son proceso y producto del proceso neuro-psico-
sociológico que es la persona en sociedad.
En cuarto lugar, las emociones pueden ser entendidas como el resultado de una
evaluación del grado al cual los objetivos de una persona se adecúan en la interacción
con el ambiente (Ortonoy, Clore y Collins, 1988); ambiente que, se insiste, es
necesariamente social. La identificación de los procesos cerebrales que están
involucrados en la realización de esa evaluación y la comprensión de cómo la
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evaluación se realiza implica analizar el proceso de imitación y las neuronas espejo,
mecanismo neuro-psico-social que conforma al individuo de la sociedad y a la sociedad
de los individuos (Elias, 1991); las emociones sólo pueden producirse en sociedad. En
el apartado final de este trabajo se analiza someramente este proceso de imitación y las
neuronas espejo.
Por todo lo dicho, en las líneas que siguen se perfilará una síntesis de teorías que
pretende esbozar una incipiente teoría omnicomprensiva de la persona como proceso
emocional y cognitivo. En esta integración, los aspectos biológicos, psicológicos y
sociales se entremezclan para dar sentido a la persona como ser procesual, social y
simbólico, orgánico, emocional y racional. Las principales teorías objeto de síntesis
serán las Teorías neuro-sociológicas relativas a las neuronas espejo (cuyos principales
representantes son Franks, Brothers, Gazzaniga, Rizzolati y Sinigaglia), la Teoría de los
Cambios en el Equilibrio del Nosotros-Yo de Elias y las Teorías del Yo Social de Mead
y el Looking-Self Glass de Cooley, teorías éstas dos últimas desarrolladas en el seno del
Interaccionismo Simbólico.
El presente artículo trata, pues, de las bases neuro-psico-sociológicas de las
emociones entendidas como proceso incardinado en el más amplio proceso social. Sin
las bases biológica, psicológica y sociológica no pueden entenderse las emociones ni la
persona o la sociedad. En todo caso, como se demostrará, la finalidad de las emociones
es eminentemente social aunque no se descartan otros fines inmediatos.
Las emociones se conciben en este estudio como proceso simultáneo al proceso
que es la persona, la sociedad o la cultura. En suma, ambas, emociones y persona-
sociedad-cultura (mega-concepto elaborado sobre la base del análisis de la obra de Elias
y Sorokin), son una y al mismo tiempo, como son también una y simultánea las bases
biológica (neurológica), psicológica y social.
Las teorías neuro-psico-sociológicas de las neuronas espejo, el Interaccionismo
Simbólico de Mead y Cooley, la teoría de la persona y la sociedad como procesos de
Elias y la teoría sobre la sociedad, la cultura y la personalidad de Sorokin se amalgaman
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en este estudio con el objeto de dar sentido, razón y emoción a la persona como un todo
orgánico, social o cultural.
CONCEPTUALIZACIÓN DE LA PERCEPCIÓN DE PROCESOS. LA
PERSONA, LA SOCIEDAD, LA CULTURA Y LAS EMOCIONES.
La filosofía hindú (Vedas y Puranas) afirma que existencia y perceptibilidad son
conceptos intercambiables. Sugiere Sir Williams Jones (1708) que, para la escuela
vedanta, la materia (es decir, la solidez, la impenetrabilidad y la extensión) no tiene una
existencia independiente de la percepción mental; en consecuencia, la existencia y la
perceptibilidad son conceptos permutables. De acuerdo con Hume (1888), no tenemos
intuición de nosotros mismos, sino que sólo percibimos un conjunto de diferentes
percepciones que se suceden unas a otras con una celeridad inconcebible, y que están en
perpetuo flujo y movimiento. Si la perceptibilidad sólo surge de procesos, la existencia
(es decir, la materia) sólo puede aprehenderse y entenderse mediante la comprensión de
los procesos que permiten su percepción.
En palabras de Böhr (1934) el postulado del quantum implica que cualquier
observación de los fenómenos atómicos implicará una interacción con el agente
observador que no puede despreciarse. Por consiguiente, concluye Böhr, no se puede
asignar una realidad independiente en el sentido corriente ni a los fenómenos ni a los
agentes de observación. La existencia y la perceptibilidad parecen ser, en efecto,
conceptos intercambiables.
Las percepciones en perpetuo flujo y movimiento van a ser objeto de análisis
seguidamente. Se trata de las percepciones del proceso que es la persona-sociedad-
cultura y las emociones.
Seguidamente se va a proceder a la justificación del mega concepto persona-
sociedad-cultura como un único proceso conformador. Con dicho objetivo, se van a
analizar por separado cada uno de los conceptos que lo constituyen (persona, sociedad y
cultura) para terminar explicando su identidad fundamental y su simultaneidad. Se
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continua con la conceptualización de las emociones como proceso dentro del proceso
neuro-psico-social para finalizar con la conceptualización de lo que ha de entenderse
por proceso social al margen de la concepción dicotómica del tiempo social como
realidad diferenciada del tiempo natural.
La persona
La persona, en el presente trabajo, se concibe y percibe como un proceso y no
como un ser o un ente estático (Elias, 1991). Esta propiedad de ser una especie de
proceso la comparte con otros organismos. Lo que distingue a la persona de esos otros
organismos es especialmente su capacidad de producir el efecto espejo. En el seno de
los análisis sobre género, Butler (2014) sugiere que el cuerpo llega a ser su género a
través de una serie de actos que se renuevan, corrigen y consolidan a través del tiempo.
Butler (2014) considera que el género es una representación que es performativa y, por
lo tanto, es un acto ampliamente construido que construye la ficción social de su propia
interioridad psicológica. El cuerpo no es una materialidad simplemente fáctica con
significado, es una materialidad que incorpora significado y la manera de incorporarlo
es dramática. El cuerpo es, para Butler (2014), no simplemente materia sino un continuo
e incesante materializar de posibilidades.
De acuerdo con Elias (1991), la persona puede, en cierta forma, posicionarse
frente a sí misma de manera que puede verse como en el espejo de su conciencia. Una
persona es para sí misma, a la vez, un yo, un tu y un él o ella. Si uno habla de su propio
cuerpo significa que se considera como existiendo en tercera persona. Esta es la
precondición para desarrollar conocimiento sobre sí mismo. Sólo la vida en sociedad
con otras personas permite que la persona se perciba a sí misma como diferente a otras
personas. La capacidad para verse en segunda o tercera persona varía, en su forma y
dimensiones, dependiendo del estadio de desarrollo de la sociedad. Y esta auto-
percepción como persona distinta de otras no puede separarse de la conciencia de que
uno también es percibido por otras personas, no sólo como una persona como ellos, sino
en algunos aspectos como diferente de todas las demás personas. En este proceso que es
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el hombre, no puede minusvalorarse el hecho de que el hombre es un ser social y que su
organización biológica está adecuada a la vida en común (Elias, 1991). Para Díez-
Nicolás (1972), las capacidades del ser humano sólo pueden desarrollarse viviendo en
sociedad. El ser humano, como organismo biótico, no puede en absoluto sobrevivir
fuera de la sociedad pues nace indefenso, pero además como persona no puede llegar a
convertirse en un ser humano auténtico, no puede desarrollar sus capacidades
intelectuales, si no es viviendo en sociedad.
Para Elias (1990), el problema de la individualidad del ser humano a lo largo de
su vida es difícil de comprender. Es imprescindible considerar, no obstante, el carácter
de proceso del ser humano y desarrollar herramientas conceptuales suficientemente
elaboradas y símbolos lingüísticos que abarquen procesos de desarrollo.
A partir de la afirmación de la persona como proceso, la secular pregunta de qué
o quién es la persona se transforma, por fuerza, en la pregunta relativa a cómo se forma
la persona.
De acuerdo con Mead (1934), la persona se forma en sociedad. La naturaleza
humana es absolutamente social, dice Mead (1934), y siempre presupone al individuo
realmente social.
Para Cooley (1902), la referencia social toma la forma de imaginación definida
(es decir, cualquier idea de la que uno se apropia) de cómo uno aparece en una mente
particular, por su parte, el tipo de sentimiento propio que uno tiene está determinado por
la actitud hacia uno atribuida a esa otra mente. Es el yo reflejado o yo espejo, donde
cada uno es para otro un espejo que refleja al que pasa. Esa idea del yo tiene, para
Cooley, tres elementos principales, la imaginación de nuestra apariencia para otra
persona, la imaginación del juicio de esa apariencia y algún tipo de sentimiento propio,
como orgullo o mortificación, sentimiento que supone el efecto imaginado de este
reflejo sobre la mente de otro.
El proceso que supone el juego del espejo (o de los espejos, si asumimos una
sintetización del Game de Mead, (1934) con el Looking-GlassSelf de Cooley (1902),
encontrándonos, en consecuencia, con varios implicados en el proceso de reflejo) tiene
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una influencia decisiva en las emociones, pues no podrían entenderse sin el proceso de
imitación y sin su base biosociológica esencial, las neuronas espejo.
La sociedad. Identidad y simultaneidad de los conceptos persona y sociedad
Elias (1995) plantea el entendimiento de la vida social como un proceso. Para
ello, sugiere una investigación de las conexiones entre individuos y sociedades más que
el análisis de acciones agregadas de individuos o de sociedades como estructuras
externas impuestas al individuo. En consecuencia, las categorías del individuo y de la
sociedad expresarían solamente las diferencias en el punto de vista del observador que
puede centrarse en las personas que forman el grupo o en el grupo formado por ellas.
De acuerdo con Mead (1934), las personas sólo pueden existir en relaciones
definidas con otras personas. No se puede establecer un límite neto y fijo entre nuestra
propia persona y las de los otros, puesto que nuestra propia persona existe y participa
como tal, en nuestra experiencia, sólo en la medida en que las personas de los otros
existen y participan también como tales en nuestra experiencia. El individuo posee una
persona sólo en relación con las personas de los otros miembros de su grupo social y la
estructura de su persona expresa o refleja la pauta general de conducta del grupo social
al cual pertenece, así como lo hace la estructura de la persona de todos los demás
individuos pertenecientes a ese grupo social.
Como ya se ha expuesto, Elias (1991) sugiere que los conceptos sociedad e
individuo no son dos objetos separados, sino, al contrario, ambos son el mismo proceso.
Con el objeto de explicar esta afirmación, Elias utiliza los conceptos de habitus
individual o maquillaje del individuo, habitus social o maquillaje social, estructura de la
personalidad social o etapa y patrón de autorregulación individual. Estos conceptos,
junto con el concepto de aumento o disminución de la individualización, permiten
superar la dicotomía “o individuo o sociedad”. En suma, cada persona, tan diferente
como pueda ser de otras, tiene un maquillaje o habitus social, que comparte con otros
miembros de su sociedad. Este habitus social forma la base desde la que se desarrollan
las características de la persona (maquillaje o habitus individual) que la hacen diferente
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a otros miembros de su sociedad. Para Elias (1991), la persona individualiza el habitus
social de una manera más o menos amplia para diferenciarse de otras; en todo caso, se
trata de diferentes planos interrelacionados del habitus social, diferentes capas o estratos
del habitus social que permiten la individualización.
Para Díez-Nicolás (1969), en todo caso, a efectos puramente analíticos, se
podría hablar de dos niveles diferentes en el caso del individuo y la sociedad pero en la
práctica es difícil considerar a cada uno de estos dos conceptos totalmente desligado del
otro.
Lo sociocultural. Identidad y simultaneidad de los conceptos sociedad y cultura
Para Cooley (1902), los fenómenos superorgánicos o socioculturales provienen
de la interacción intercerebral de los seres humanos. Sugiere Sorokin que el modelo más
general de fenómeno sociocultural lo constituye la interacción dotada de sentido de dos
o más individuos humanos. Por interacción entiende todo evento con que se manifiesta
en un grado tangible el influjo de una parte sobre las acciones exteriores o estados
mentales de la otra. Para Sorokin, la interacción de los seres humanos nos da un
fenómeno sociocultural, una sociedad real o sistema sociocultural, completamente
distinto de la totalidad de sus miembros individuales tomados en estado de aislamiento.
La interacción transmuta los caracteres biológicos y psicológicos y da una realidad
sociocultural diferente. Si bien la obra de Sorokin es muy interesante en cuanto a su
conceptualización de lo sociocultural como un todo superorgánico, ese todo no es de
ninguna manera completamente distinto de la suma aritmética de los individuos
considerados aisladamente. Por otra parte, a diferencia de Sorokin, entendemos que la
interacción no transmuta lo que ya es (lo biológico) sino que es constituyente desde el
origen, es decir, la interacción conforma un único proceso que es la persona y la
sociedad donde sus vertientes biológica, psicológica y social se modelan y modulan
mutua y sincrónicamente.
Desde la perspectiva que se defiende en estas líneas, se insiste en la sincronía y
la simultaneidad de procesos necesarios, el biológico, el psicológico y el social para
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entender cómo se forma, actúa y percibe la persona en sociedad o la sociedad de los
individuos, en suma, el todo sociocultural, de ahí la justificación del uso del mega-
concepto persona-sociedad-cultura como el proceso neuro-psico-social por
antonomasia.
Las emociones
Las emociones también han de entenderse como proceso y formando parte del
superior proceso social conformador de la persona.
En efecto, para Elias (1991), por una parte, el ser humano tiene una necesidad
natural de afirmación emotiva de su propia persona por otros y un miedo a que esa
necesidad no se satisfaga. La necesidad de amar y ser amado es la más fuerte
manifestación de esta necesidad, es decir, dar y recibir en relaciones afectivas con otras
personas es una de las condiciones fundamentales de la existencia humana. Por otra
parte, los patrones emotivos operan como plantillas, según Elias, ante los ojos de la
mente determinando en buena medida qué hechos se perciben como esenciales y cuáles
se desechan como irrelevantes. Se observa, pues, como las emociones, como procesos,
se conforman en el proceso de imitación y en el juego de neuronas espejo y, a su vez,
conforman a la persona determinando su percepción de la “realidad”.
El proceso social. El tiempo y el cambio social
Concebir el fenómeno social (persona-sociedad-cultura) como un proceso
implica que no existen estructuras sociales permanentes sujetas a cambio, en
consecuencia, el proceso social no tiene un punto cero. Parafraseando a Elias no existe
ningún punto cero en el proceso social. Elias (1987) habla de proceso civilizatorio, no
existe, pues, ningún punto en el cual haya hombres incivilizados e inmediatamente
comiencen a ser civilizados. De ahí que no podamos tampoco determinar cuándo surgen
la cultura, la sociedad y la persona, tampoco las emociones. Es por ello que la cuestión
de si fueron antes las emociones o la cultura, o las emociones o la sociedad, como
veremos, no tenga sentido plantearla o bien se plantee sobre la base de un lenguaje
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limitado y que aboca a una respuesta que, en todo caso, se muestra incorrecta o
insuficiente.
Para Elías, cada hombre tiene la facultad de auto-coerción. Y allí es donde
radica la posibilidad de realizarse el proceso civilizatorio. En consecuencia, es factible
constatar la formación de patrones de autorregulación y de auto-coerción desde el hecho
mismo de la convivencia humana (de la interacción y la intersubjetividad). Lo que
cambia a lo largo del proceso civilizatorio son esos patrones de autorregulación y de
auto-coerción.
Como ya se ha indicado, el proceso social, como todo proceso, implica cambio
social aunque sin estructuras permanentes desde las que producirse el cambio. No
existe, por lo tanto, el punto cero que supondrían las estructuras permanentes.
En todo caso, no puede haber proceso sin cambio. En este sentido, el cambio se
entiende como elemento consustancial e implícito del proceso de formación de la
persona-sociedad-cultura y, por ende, de las emociones.
La dificultad para el entendimiento del fenómeno del tiempo se enmarca en un
modo de pensamiento establecido que se desenvuelve en una concepción dicotómica de
las cosas: “naturaleza y sociedad”, “tiempo físico y tiempo social” (Elias, 1989). Para
Elias, el problema del tiempo no puede ser realmente profundizado mientras no se
supere esa concepción dicotómica que prevalece en el pensamiento científico.
“Hombre” y “Naturaleza” no están realmente separados, como nuestra actual manera de
hablar y pensar hace creer.
OBJETIVOS E HIPÓTESIS
Objetivo General
El objetivo general del presente análisis es fundamentalmente identificar las
bases neuro-psico-sociológicas de las emociones. La finalidad es afirmar que no hay
emociones sin sociedad, sin lo social, sin el otro. En última instancia, no hay emociones
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sin cultura aunque sea muy primaria y básica. Sin embargo, tampoco habría emociones
sin un sistema neurológico evolucionado y adaptado. El sistema neurológico es la parte
material y plástica en la que se sustentan las emociones. Por su parte, la reacción
emocional (de diversa cualidad y magnitud) es algo omnipresente en la persona (Chóliz,
2005). Cualquier proceso psicológico conlleva una experiencia emocional de mayor o
menor intensidad y de diferente cualidad.
Los seres humanos somos actores (doers, en inglés), seres que hacen. Además,
somos un concreto tipo de actores: somos imitadores. La capacidad para la imitación e
incluso para la empatía nos permite replicar (gracias al aprendizaje y la experiencia
recibidas) y ponernos en la piel del otro primariamente por cuestiones egoístas de
supervivencia. En consecuencia, las emociones, como todo en la vida de un ser humano,
empieza por un primer impulso comportamental (la imitación).
Por lo tanto, ¿las emociones se imitan, se aprenden, se replican? O por el
contrario, ¿el hecho de ponernos en la piel del otro es instintivo y, por tanto, anterior a
la cultura ya la sociedad?
De acuerdo con Elias (1991), la persona y la sociedad son procesos. Las
emociones también han de ser entendidas como procesos y no como entes o entidades
que se encuentran localizadas en los individuos. Requieren de los procesos y, en
consecuencia, de la interacción entre personas o del proceso social para surgir, brotar,
aflorar, germinar y desarrollarse. Sin la interacción y la intersubjetividad y, por ende,
sin personas no podrían darse las emociones, sencillamente no existirían.
Si los factores que influyen en las emociones son sociales, psicológicos y
biológicos (bases neuro-anatómicas de las emociones que se localizan geográficamente
en el cerebro y circuitos relacionados compuestos por redes neuronales más amplias que
circulan por todo el cerebro), ¿cómo es la interacción entre ellos?
Brothers (1997) afirma que para entender la distancia entre mentes y cerebros
debemos recurrir al significado de las observaciones que están a nuestro alcance. El
primer paso es reconocer que la red de significados que denominamos cultura surge de
las actividades conjuntas de los cerebros humanos. Esta red forma el contenido vivo de
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la mente. En consecuencia, la mente es comunal en su misma naturaleza, es decir, no
puede surgir de ningún cerebro aislado. ¿Las emociones surgen con las mentes o basta
el cerebro? Parece que no es suficiente un cerebro aislado para las emociones, como no
es suficiente para la cultura. Todo es procesual y requiere de la intersubjetividad y la
interrelación.
Dice Turner que las emociones se generan en el sub-córtex y en la amígdala
(hipocampo, lóbulo temporal). La cultura se genera en el neo-córtex que es posterior en
millones de años al sub-córtex y a la amígdala. En consecuencia, las emociones son
previas a la cultura para Turner.
Sin embargo, si podemos demostrar que las emociones son procesos y que no es
suficiente un cerebro aislado para las emociones, como no es suficiente para la cultura,
la afirmación de Turner debería re-evaluarse y analizarse a la luz de esta consideración.
La pregunta es sumamente compleja y apasionante ¿qué es y cómo funciona el
proceso social en cuyas entrañas se desarrollan las emociones?
Objetivo Específico
El objetivo específico implica analizar la hipótesis de que las emociones tienen
una finalidad social. Si no hay entorno social, las emociones no existirían. Habiendo
surgido en un entorno social, si la finalidad social se extingue, las emociones también se
extinguen.
Macionis y Plummer(2007) relatan la historia de una niña de unos siete u ocho
años en la América profunda. Vivió atada a una hamaca durante años y alimentada sólo
con la mínima cantidad de leche para sobrevivir. No recibía caricias, besos o palabras.
Cuando el trabajador social la encontró en el granero, aún atada, tenía un crecimiento
defectuoso, los huesos eran frágiles como el cristal. Lo que más impresionó al
trabajador social fue que la niña ni siquiera lloraba y no parecía sentir el frío. Con el
suceso expuesto, quizá deberíamos hablar, por una parte, de las emociones (habría que
investigar si la niña tenía emociones) y, por otra, de las sensaciones y sentimientos
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asociados a las emociones y que suponen la expresión exterior de las mismas, que la
niña no parecía (o podía) expresar.
De los objetivos general y específico, surgen preguntas adicionales. ¿Podemos
decir que lo racional tiene como estadio previo a las emociones? Con lo cual, si lo
previo a la razón es la emoción, ¿la emoción genera la razón y además la emoción
controla a la razón? Realmente ¿podemos decir que la cultura es exclusivamente
cognitiva y racional, no emocional? ¿podríamos, por el contrario, entender una cultura
exclusivamente fundada en bases emocionales?
Con el estímulo de las cuestiones planteadas, se pergeña en los apartados
siguientes de este artículo un proceso social tentativo en el que las emociones juegan un
papel fundamental debiendo aplicarse para su entendimiento y de manera transversal los
conocimientos de varias ciencias como son la neurología, la sociología y la psicología.
FUNDAMENTOS NEURO-PSICO-SOCIOLÓGICOS DE LAS
EMOCIONES. EN LAS ENTRAÑAS DEL PROCESO SOCIAL. ANÁLISIS DEL
OBJETIVO GENERAL
De acuerdo con Mead (1934), la persona es un ser racional porque es social
(aunque no todos los seres sociales son racionales). Turner (2000) pretende retrotraerse
al origen inmediatamente anterior y sugiere que la persona es un ser social porque la
selección natural precisamente seleccionó los individuos más sociales que lograron
sobrevivir en la sabana y la clave para la sociabilidad fueron las emociones que son
previas a la sociabilidad.
El comportamiento social era más beneficioso para los homínidos, por ello la
evolución se encargó de seleccionar los individuos más emocionales. En consecuencia,
para Turner el hombre es un ser social porque es emocional.
Turner niega que las emociones estén socialmente construidas o que, a partir del
crecimiento del cerebro surgieran el lenguaje y la cultura que dieron lugar, a su vez, a
una amplia variedad de emociones. Para Turner, las emociones se generan en las
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regiones subcorticales del cerebro y no en el necórtex. La cultura desarrolla la
capacidad de calificar las emociones, lo que se produce en el neocórtex, pero las
emociones en sí mismas tienen un origen más profundo, no sólo en la actual estructura
del cerebro sino en su evolución durante ocho millones de años. Se pregunta Turner,
cómo se desarrolló y por qué la capacidad para la emocionalidad en los seres humanos.
Para Turner, la explicación de por qué los humanos son emocionales se
encuentra en la vida en la sabana abierta en los últimos diez millones de años. Fueron
las emociones las que permitieron la supervivencia de los homínidos y no la cultura. El
neo-córtex (desarrollado en los dos últimos millones de años, con el Homo Erectus)
permitió una mejor adecuación entre homínidos, pero fue la otra parte del cerebro, es
decir, las áreas subcorticales, heredadas de los reptiles y de los primeros mamíferos, las
que primero evolucionaron e hicieron de los humanos primates más emocionales que
otros. Es precisamente en el sub-córtex donde se observa la huella de la selección
natural pues mejoró a los homínidos y produjo la emocionalidad humana.
Afirma Turner (2000) que la evolución de los homínidos se produjo sobre la
base de la selección natural que permitió incrementar la sociabilidad y la capacidad para
formar grupos gracias al desarrollo de las conexiones cerebrales de los homínidos en la
dirección de una mayor emocionalidad. Incluso algunas de la emociones negativas
podrían usarse para potenciar la solidaridad si se utilizan como sanciones sutiles.
Además las emociones combinadas producen otras emociones menos negativas. Y
combinaciones ulteriores de emociones producen lo que Turner denomina elaboraciones
de segundo orden que potencian el control social.
En conclusión, para Turner las emociones potencian las relaciones
interpersonales.
Antes que Turner, Darwin (1872) había expuesto dos conclusiones
fundamentales en su obra “La expresión de las emociones en los animales y en el
hombre”, en primer lugar, que la expresión de ciertas emociones humanas son innatas y
universales, y, en segundo lugar, que nuestras emociones son producto de la evolución
y, por lo tanto, compartidas en cierta medida con otros animales.
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Frente a las afirmaciones de Darwin y Turner de que las emociones son innatas
y, en consecuencia, anteriores a la cultura, se exponen seguidamente una serie de
argumentos que pretenden situar las emociones en el seno mismo del proceso que
conforma a la persona o al individuo en sociedad. Las emociones, de acuerdo con esta
argumentación, formarían parte del proceso social, siendo ellas mismas proceso, no
surgiendo en un momento anterior en el tiempo (no existiría un punto cero en el proceso
de las emociones). Esta argumentación pretende sostener los objetivos planteados al
inicio de este artículo, es decir, el análisis de los fundamentos neuro-psico-sociológicos
de las emociones como simultáneos y la hipótesis de que las emociones tienen una
finalidad social sin la que estarían abocadas a la desaparición. En suma, las emociones
han de situarse de manera inequívoca en el proceso social conformador del individuo de
la sociedad o de la sociedad de los individuos sin olvidar su sustrato biológico.
Sincronía y simultaneidad en el proceso neuro-psico-social de formación de la
persona. Las emociones
Se puede afirmar que la persona es, existe, conoce y se conoce a través de la
percepción de sí y de los demás y esta percepción se conforma a través de procesos
imitativos neuro-psico-sociales que permiten procesos como la cognición y las
emociones. Se trata de procesos eminentemente inter-relacionales e inter-subjetivos, en
suma, sociales que se desarrollan de manera sincrónica y simultánea. En este sentido,
para Díez-Nicolás (1969), la perspectiva teórico-conceptual de los sistemas abiertos es
muy útil para la conceptualización de estructuras y procesos sociales pues permite
sustituir la noción tradicional de causalidad por conceptos más dinámicos como
interacción, feed-back, con lo que se consagra la reciprocidad o simultaneidad más que
la prioridad o primacía causal.
La intersubjetividad es un término acuñado por Schultz (1967) quien la define
como la esencia de la vida social sin la que la acción social es imposible. En este
sentido, personas con diferentes experiencias sobre las mismas cosas están convencidas
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de vivir en mundos comunes y, a su vez, tienen la consciencia de la independencia de
las vidas unas de otras. La naturaleza social en el ser humano es fundamental. En efecto,
a pesar de las diferentes experiencias empíricas, en todas las épocas y sociedades, las
personas optan intuitivamente por la existencia de un mundo común. Sugiere Butler
(2014) que los actos son experiencia compartida y acción colectiva. Para Jarvis (2009),
el conocimiento humano se adquiere mediante el aprendizaje que es la combinación de
procesos a lo largo de una vida por los que una persona, cuerpo (genético, físico y
biológico) y mente (conocimiento, habilidades, actitudes, valores, emociones, creencias
y sentidos), experimenta situaciones sociales, cuyo contenido es transformado
cognitiva, emocional o prácticamente e integrado en la biografía individual resultando
en una persona permanentemente en cambio o más experimentada.
Elias (1987), por su parte, desarrolla el concepto de figuración para representar
la red de interdependencias formada entre los seres humanos y que los conecta, es decir,
una estructura de personas mutuamente orientada y dependiente. De acuerdo con Elias
(2010) una de las claves en la regulación del comportamiento y de los códigos sociales
de los mandatos y tabúes es el miedo. Sin el mecanismo de estos miedos inculcados por
los adultos, la cría humana jamás se convertiría en un ser maduro que merezca el
nombre de ser humano y su humanidad sería tan incompleta que su vida no le produciría
suficientes alegrías y placeres. Todos los miedos son suscitados directa o indirectamente
en el alma del hombre por otros hombres. Su intensidad, su forma y la función que
cumplen en la organización espiritual del individuo, dependen de la estructura de su
sociedad y del destino que éste tenga en ella. Ninguna sociedad, según Elias, puede
subsistir sin canalizar los impulsos y las emociones individuales, sin una regulación
muy concreta del comportamiento individual. Ninguna de estas regulaciones es posible
sin que los seres humanos ejerzan coacciones recíprocas y cada una de estas coacciones
se transforma en miedo de uno u otro tipo en el espíritu del hombre coaccionado. La
coacción implica intersubjetividad e interrelación.
De acuerdo con Mead (1934), la materia prima fisiológica de la que surge la
inteligencia del ser humano social es el sistema nervioso central, donde las reacciones
19
pueden ser combinadas en toda clase de órdenes, espaciales y temporales. En todo caso,
para Mead, el ser humano es social en forma distintiva.
Ese self social, para Cooley (1902), es simplemente una idea, o sistema de ideas,
extraída de la vida comunicativa esencial para la mente. El sentimiento del yo tiene su
principal objetivo dentro de la vida general, no fuera de ella y su tendencia es
emocional.
Como se ha afirmado, los procesos inter-subjetivos e inter-relacionales que
conforman a la persona en sociedad tienen en su base fundamentos neuro-psico-
sociales, que se desarrollan de manera sincrónica y simultánea. Para Brothers (1997), el
cerebro es un sistema social especializado. En consecuencia, si el sistema no se potencia
medioambientalmente, el cerebro y su desarrollo queda perturbado, la naturaleza
humana no se materializa. Se produce lo que se denomina “síndrome de dificultad por
la separación”. El apego normalmente tan estrecho con la madre comienza en el útero y
produce sustancias químicas que alimentan un sistema límbico saludable (opioides,
oxitocina, vasopresina, norepinefrina y otros agentes neuroactivos). Un aislamiento
prolongado produce una desregulación de estos sustratos químicos. Se considera que
esta desregulación es un factor primario en las depresiones.
Sugiere Brothers (1997) que para entender la distancia entre mentes y cerebros
debemos recurrir al significado de las observaciones que están a nuestro alcance. El
primer paso es reconocer que la red de significados que denominamos cultura surge de
las actividades conjuntas de los cerebros humanos. Esta red forma el contenido vivo de
la mente. En consecuencia, la mente es comunal en su misma naturaleza, es decir, no
puede surgir de ningún cerebro aislado.
Treadway (1999) propone que, fisiológicamente, la persona es social en todas
sus reacciones, dado que se puede observar que una prolongada exposición al
aislamiento produce una acumulación de niveles de corticoides que puede alterar tanto
el cerebro como la fisiología corporal. Afirma Treadway, que la llamativa sonrisa de un
bebe es obviamente emocional al igual que las respuestas que evoca en los adultos. En
suma, la socialización temprana es una cuestión emocional.
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Cozolino (2006) considera que los individuos no pueden separarse del grupo.
Estamos siempre involucrados en la cooperación mutua. Las neuronas son tan sociales
en relación con otras neuronas como las personas en relación con otras personas. Las
neuronas están interconectadas.
Las emociones (Franks, 2010) son una pura proyección del cerebro hacia el
mundo. Esta proyección juega un papel esencial en lo que recordamos. Pero no
recordamos el pasado real sino nuestra última memoria de dicho pasado pues la
memoria tiene una enorme capacidad de revisión. La memoria tiene una base emocional
fundamental dado que recordamos un suceso feliz o un acontecimiento desgraciado.
Nuestras proyecciones son el resultado de la relación del organismo con un entorno que
es necesariamente social, proceso que tiene un doble sentido como sugiere Franks
(2010), el entorno produce respuestas en el cerebro, pero a su vez el cerebro adapta la
información recibida. En efecto, afirma Franks que, frente a lo que se considera
objetivo, el cerebro del observador determina lo que observará. El entorno puede
desencadenar sus propias respuestas en el cerebro pero el cerebro selecciona, interpreta,
edita y cambia la cualidad de la información que recibe para ajustarla a sus propios
requerimientos.
Nuestros sentidos son transductores, según Franks y Heffernan (2003). El
cerebro y los sentidos deben reconstruir la información recibida, cambiándola para
adaptarla a las capacidades del cerebro para procesarla. No podemos conocer el mundo
en sí mismo, tal y como realmente es.
Para Saarni (2012) la acción, y por tanto la motivación, juega un papel
importante en la construcción de cómo las emociones dependen del contexto y
viceversa. Atribuye Saarni una enorme importancia a la intencionalidad, a los principios
de auto-organización y a los sistemas de interacción. El desarrollo emocional debe ser
entendido en el seno de una estructura bio-ecológica, esta plataforma conceptual
considera los organismos vivos como sistemas dinámicos recíprocamente insertos en
una comunidad.
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Saarni (2012) confía en que los investigadores que estudian el desarrollo de las
emociones recuerden que las emociones no ocurren sólo en las regiones del cerebro. El
desarrollo del cerebro, obviamente determinado por su herencia genética, precisa de
manera fundamental del entorno en el que crecer y revelar su complejidad y plasticidad
en intercambios interpersonales dinámicos con otros en un contexto interpersonal.
FINALIDAD SOCIAL DE LAS EMOCIONES. ANÁLISIS DEL
OBJETIVO ESPECÍFICO.
Solomon (2012) plantea la pregunta de cuál es la función y explicación delas
emociones. Para Solomon, dado que son intencionales e implican esencialmente
creencias (tanto como deseos, necesidades, actitudes y valores), las emociones parecen
requerir de una explicación que implique las creencias personales y las actitudes hacia
el mundo.
Las emociones, para Fischer y Manstead (2012), juegan un papel importante en
la consecución de dos tipos de objetivos. El primero implica ayudar al individuo o al
grupo a establecer o mantener relaciones cooperativas y armoniosas con otros
individuos o con otros grupos sociales. La emoción realiza una función de afiliación. La
segunda función social de las emociones es ayudar al individuo o al grupo a
diferenciarse de otros y competir con esos otros por estatus social o poder. La emoción,
en esta caso, realizaría una función de distanciamiento social. Cada una de estas
funciones sociales de la emoción opera a ambos niveles, interpersonal y de grupo.
Si las emociones tienen fines sociales, surge la interrogante de hasta qué punto
podemos trascender nuestra biología y superar, por ejemplo, la angustia o los celos o
incluso eliminarlos de nuestro repertorio emocional. En cierto sentido, afirma Solomon
(2012) es absurdo plantear esto, pero no deja de ser perfectamente posible. Esto conecta
con la cuestión de las emociones y la elección, lo que supone desafiar la suposición de
que somos seres pasivos en relación con nuestras emociones.
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Emociones y razón
Para Solomon (2012), la base cognitiva de las emociones también plantea la
finalidad social de las emociones por cuanto se cuestiona sobre la racionalidad de las
mismas.
El hecho de que las emociones consistan al menos en parte en cognición
significa, para Solomon, que pueden ser evaluadas en términos de los mismos criterios
epistémicos, sociales e incluso éticos que usamos para evaluar creencias e intenciones.
¿Son apropiadas al contexto? ¿Consideran los hechos del asunto en cuestión? ¿Son sus
percepciones justas y sus evaluaciones razonables? El actual debate se refiere, para
Solomon, a como deben ser entendidas las razones de las emociones y si la racionalidad
de las emociones puede en efecto ser justamente comparada con la evaluación de
actividades más profundamente deliberativas y articuladas.
Frijda (2012) sugiere que el término de comparación quizá no esté entre
emociones y racionalidad sino entre lo que desencadena las emociones y lo que podría
desencadenar emociones en el supuesto de que la información racional fuera a adquirir
atractivo emocional.
Franks (2010) mantiene que algunos tipos de emociones son necesarias para el
pensamiento racional. Ciertamente esta afirmación supone la puesta en cuestión de la
persona como racionalista objetivo.
La cognición se produce, según Damasio (1994), en interacción con los procesos
emocional y motor.
Para Richards (2004),los sentimientos y la razón, por cuanto forman parte del
proceso que es la persona, lejos de suponer conceptos opuestos, hay que entenderlos
como profundamente complementarios, estando íntimamente interconectados ambos
elementos de la relación. Sugerir la involucración emocional es facilitar el discurso
racional no impedirlo.
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La selección de la inteligencia procede de las exigencias de la organización
social dado que tienen ventaja aquéllos que pueden anticipar las reacciones de los otros
y prever las consecuencias de sus acciones sociales. El verdadero motor en nuestra
evolución fue, para Franks (2010), la señalización del afecto que crea un sentido de
realidad compartida, es decir, de inter-subjetividad.
Como se ha indicado más arriba, según Mead (1934), el hombre es un ser
racional porque es un ser social. La universalidad de nuestros juicios es una
universalidad que surge del hecho de que adoptamos la actitud de toda la comunidad,
de todos los seres racionales. Somos lo que somos gracias a nuestra relación con otros.
Inevitablemente, pues, nuestra meta debe ser una meta social, tanto desde el punto de
vista de su contenido (que respondería a impulsos primitivos) como desde el punto de
vista formal.
El objetivo específico del presente trabajo se proponía analizar la hipótesis de
que si no hay entorno social, las emociones no existirían. Habiendo surgido en un
entorno social, si la finalidad social se extingue, las emociones también se extinguen.
En efecto, Franks (2010) ha acuñado la frase: “Úsalo o Piérdelo”. Para Franks, el
cerebro es altamente reactivo y necesita implicarse en acciones en el medio ambiente
para mantenerse y desarrollarse. Las células del cerebro mueren si no se usan. Un
ejemplo muy interesante ocurre con las rabietas. Los niños a los que se permiten las
rabietas no desarrollan las redes neuronales que controlan los circuitos existentes en las
estructuras implicadas en la emoción temprana. Esto los priva en su madurez de los
controles normales.
Por su parte, Treadway (1999) ha analizado las consecuencias del aislamiento
social para el desarrollo de los cerebros de los niños y afirma que una prolongada
exposición al aislamiento produce una acumulación de niveles de corticoides que
pueden alterar tanto el cerebro como la fisiología corporal. La neuro-sociología explica
estas consecuencias en el sentido de que las emociones organizan el cerebro y el
desarrollo temprano del cerebro establece los pilares para el desarrollo cognitivo
posterior.
24
LA IMITACIÓN. EL ARTE DE LA MÍMICA O EL MIMO. LAS
NEURONAS ESPEJO
¿De qué trata el proceso mismo que conforma la persona y la sociedad (y las
emociones)? ¿Cómo se desarrolla? ¿Qué implica?
La imitación es un proceso social y presupone una acción o movimiento. Franks
(2010) sugiere que la base neurológica y biológica de la imitación son las neuronas
espejo pues es mediante la experiencia espejo y la exploración táctil como los niños
conectan los movimientos visibles de otras personas con los movimientos invisibles
(pero emocionalmente sentidos) del yo.
En la literatura especializada, la imitación, como proceso emocional, aún no ha
sido suficientemente estudiada, no así la imitación como proceso de cognición. En todo
caso, consideramos que no puede entenderse la cognición sin la emoción en el proceso
de imitación.
Un tipo concreto de imitación es la mímica. Para Cuyer (1908), la mímica es la
traducción externa de los actos psíquicos. La expresión de las emociones es la parte
esencial de la mímica. Para Decroux (2003), “el mimo esculpe el aire, como el escultor
la piedra, como la poesía el verbo. El mimo es a la vez escultor y escultura. Esculpe su
interior. Retoca el mundo”. Ivern (2004), por su parte, desarrolla una visión sistémica
para definir que hacer mimo significa expresar y comunicar emociones, ideas,
situaciones reales o ficticias por medio de acciones, actitudes y gestos. Las acciones
tienen un motivo que les da origen, desarrollan un conflicto y tienen por lo general, un
desenlace. Es decir, relatan una historia o drama. A su vez constituye un código, un
lenguaje y poseen una estructura espacial y temporal.
En todo caso, para Meltzoff y Moore (1992) la imitación es un acto de cognición
social. Un primer impulso comportamental (un acto) es el desencadenante de la
cognición. En efecto, las acciones de los niños pequeños sólo están gobernadas
parcialmente por los estímulos presentes en la percepción. Los niños actúan para traer
25
sus mundos perceptual y representacional a escena, para dar sentido a lo que perciben.
Esta es, para Meltzoff y Moore (1994), una de las principales motivaciones y funciones
psicológicas de la imitación temprana de las personas.
Meltzoff y Moore (1992), en consecuencia, sugieren que la imitación tiene una
función de identidad. Los niños utilizan la imitación como modo de re-identificar a y
comunicarse con personas que ven ante ellos. Consideran Meltzoff y Moore (1994) que
la imitación está determinada de manera múltiple, pero que una de las principales
razones por la que los niños desarrollan la imitación es para averiguar si se trata de un
reencuentro con un familiar o de un encuentro con un extraño. Los niños conocen las
cosas, en parte, mediante la acción física sobre ellas y conocen a las personas mediante
la interacción y los comportamientos distintivos que manifiestan (en un análisis del play
y del game de Mead, Diez-Nicolás, 1972, afirma que los dos tipos de juego explican la
interdependencia necesaria entre individuo y sociedad y todo el proceso social). La
imitación es entender a las personas así como la manipulación física es entender las
cosas.
La imitación es significativamente compleja y tiene que ver con nuestra
conectividad humana y con lo que nos mantiene unidos. Dijksterhuis (2005) resume
esta tendencia como un proceso de ajuste comportamental en el que los patrones de
comportamiento se ajustan, a menudo sutilmente, al comportamiento de otra persona.
Para Mead (1934) nuestro cuerpo forma parte de nuestro medio y es posible que
el individuo experimente su cuerpo y tenga conciencia de él y de las sensaciones
corporales, sin tener conciencia de sí mismo. En otras palabras, sin adoptar la actitud de
los otros hacia él. La conciencia es el carácter y aspecto peculiares de la experiencia
humana individual debidos a la sociedad humana. La adopción o experimentación de la
actitud del otro es lo que constituye la conciencia de sí y no las meras sensaciones
orgánicas de las cuales tiene conciencia el individuo que las ha experimentado. La
persona y la conciencia de sí tienen primeramente que surgir, y luego tales experiencias
pueden ser identificadas específicamente con la persona, o apropiadas por ésta. Para
26
adquiriresta herencia de la experiencia es preciso que la persona se desarrolle
previamente dentro del proceso social en el cual está involucrada esa herencia.
Para Brothers, el término social significa más que la presencia de otros cuerpos
similares o el carácter gregario. Nos socializamos en el sentido psico-social cuando la
respuesta anticipada de otra persona se incorpora en nuestras líneas de acción.
Tradicionalmente este proceso se denomina ponerse en el papel del otro y se ha
considerado como un proceso de la consciencia. Sin embargo, afirma Brothers, la mayor
parte de la sintonización social y de la coordinación que comprende la interacción social
se produce completamente fuera de nuestra consciencia. En consecuencia, el aspecto
social funciona a dos niveles, la consciencia y la inconsciencia. Los principales aspectos
del inconsciente están marcados por lo cognitivo y lo simbólico, ignorarlo es, para
Brothers, dejar fuera al menos la mitad de lo que es social en nuestros cerebros.
Brothers et al. (1990) observaron que las neuronas en la amígdala de primates
respondían selectivamente a los estímulos sociales. Gallese et al. (1996) descubrieron en
macacos las denominadas neuronas espejo que respondían tanto cuando los macacos
desarrollaban una acción como cuando observaban cómo el experimentador actuaba.
Iacoboni sugiere que no es conveniente imitar todas las acciones que
observamos alrededor de nosotros. Obviamente debemos seleccionar en qué espejo
reflejarnos con la finalidad de adaptarnos a las constricciones de la sociedad y esto
implica algún mecanismo de alto nivel para el control cognitivo y la modulación de las
neuronas espejo. Iacoboni denomina este mecanismo “neuronas superespejo” y las
localiza en tres regiones del cerebro: el córtex frontal orbital, el córtex cingulado
anterior y el área motora pre-suplementaria.
Para Rizzolati y Sinigaglia (2008), las neuronas espejo son pre-lingüísticas en
tiempo y naturaleza trasladando la semiótica del cuerpo a la conversación mental y a la
asunción de roles. El desarrollo evolutivo de las neuronas espejo y la interacción social
están causalmente interconectados y son inseparables. Una vez surgidas del proceso
evolutivo, las neuronas espejo hacen posible los significados comunes entre individuos
(inter-subjetividad corporizada) y facilitan la propensión a imitar que impulsa el
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desarrollo del verdadero lenguaje. Después de todo, para Rizzolati y Sinigaglia (2008),
el rol primario del sistema espejo humano (implicado en los varios córtex relacionados
con la actividad motora) es semiótico. Su propósito es entender las acciones de los
otros. El descubrimiento de un sistema espejo recientemente desarrollado, denominado
sistema neuronal eco-espejo, constituye una evidencia de lo afirmado.
Las neuronas espejo permiten al observador recrear automáticamente la
experiencia del individuo observado activando literalmente en uno mismo patrones
neuronales similares al individuo observado. Las neuronas espejo parecen explicar una
amplia gama del comportamiento del ser humano incluyendo el lenguaje, la imitación,
la transmisión cultural, las emociones y la cognición social.
CONCLUSIONES
Como principales conclusiones, se puede avanzar la importancia de analizar de
manera omnicomprensiva al individuo en sociedad o la sociedad de los individuos como
procesos en los que están implicadas numerosas variables, entre ellas y de manera
fundamental las emociones.
La neuro-psico-sociología se postula como teoría transversal con la que avanzar
en el entendimiento de la persona y la sociedad, como procesos emocionales y
cognitivos, entre otros.
REFERENCIAS