ficha de historia del arte retrato y escultura funeraria

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Prof. Fernando de los Ángeles Ficha de Historia del Arte: El Retrato y la Escultura funeraria 5to Artístico Estatua de Augusto, de Primaporta (20-17 a. C.) Roma, Museo del RETRATO El retrato es otra de las formas del arte oficial. Casi siempre esculpido, refleja la evolución estilística general, pero también la imagen que el soberano quería dar de si mismo. Así se explica la multiplicación de una misma obra y su difusión por todo el mundo romano. Se crea un modelo oficial para conmemorar un acontecimiento del reinado: Un artista realiza un prototipo; se hacen copias para su distribución entre los artesanos de provincias, que las producen de forma mecánica y mediocre. Existen retratos privados de empleadores, en los cuales los escultores tienen mayor libertad para la representación realista de sus rasgos. Pero el soberano aparece idealizado: Augusto sereno e impasible, a salvo del desgaste de la edad; Nerón, más romántico. En la Antigüedad tardía la imagen imperial sigue perdiendo realismo hasta perder contacto con su modelo. Se plantea menos el problema de parecido físico; no se representa la persona, sino la función. A la fisonomía del soberano se suman los elementos de su atuendo y los atributos que ostenta, sobre todo en el caso de las estatuas.

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Arte Romano: Retrato y Escultura funeraria

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Page 1: Ficha de historia del arte retrato y escultura funeraria

Prof. Fernando de los Ángeles

Ficha de Historia del Arte: El Retrato y la Escultura funeraria 5to Artístico

Estatua de Augusto, de Primaporta (20-17 a. C.) Roma, Museo del

RETRATO El retrato es otra de las formas del arte oficial. Casi siempre esculpido, refleja la

evolución estilística general, pero también la imagen que el soberano quería dar de si mismo. Así se explica la multiplicación de una misma obra y su difusión por todo el mundo romano. Se crea un modelo oficial para conmemorar un acontecimiento del reinado: Un artista realiza un prototipo; se hacen copias para su distribución entre los artesanos de provincias, que las producen de forma mecánica y mediocre. Existen retratos privados de empleadores, en los cuales los escultores tienen mayor libertad para la representación realista de sus rasgos. Pero el soberano aparece idealizado: Augusto sereno e impasible, a salvo del desgaste de la edad; Nerón, más romántico. En la Antigüedad tardía la imagen imperial sigue perdiendo realismo hasta perder contacto con su modelo. Se plantea menos el problema de parecido físico; no se representa la persona, sino la función. A la fisonomía del soberano se suman los elementos de su atuendo y los atributos que ostenta, sobre todo en el caso de las estatuas.

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La influencia del retrato imperial sobre el retrato privado es evidente: las élites provincianas llenan de estatuas suyas los monumentos locales, a imitación de la escultura oficial. El retrato privado está sometido a menos restricciones; pero el objetivo es ofrecer una determinada imagen de la persona, cualquiera que sea su posición social. En Italia, los libertos se hacen representar en sus relieves funerarios de acuerdo con normas artísticas muy precisas, destinadas a poner de relieve su modesto ascenso social. Bajo la República, sólo las familias patricias estaban autorizadas a tener retratos de sus antepasados. Se exhibían solemnemente en las ceremonias. El arte del retrato no es una creación romana, sino que se desarrolló en Grecia, particularmente en la época helenística, la escultura romana está marcada por el recuerdo de los retratos de los sucesores de Alejandro, acentúa las características físicas, incluso las desagradables, en especial las huellas de la edad. El realismo, atenuado por el idealismo heredado de la escultura helenística, también puede ser sólo aparente, como en la época republicana, cuando se acentúan los rasgos (fisonomía huesuda e incluso descarnada, raíz y orejas muy marcadas), porque sirven para definir la imagen de sí misma que quiere ofrecer una parte de la clase dirigente romana. Una vez más se interpreta y se deforma la realidad. La extensión del arte romano por el mediterráneo establece un cierto equilibrio; el realismo apegado a la representación de la persona y una idealización que tiene a revelar, más allá de las apariencias, la vida interior del sujeto, sus cualidades y defectos, e incluso los debates que tienen lugar en su conciencia. No sera igual la ejecución de los retratos de hombres que de los de mujeres o niños; asimismo se dan sensibles diferencias entre los talleres de Roma propiamente dicha o, de la parte occidental del imperio y los de Asia Menor o Grecia. Los unos son más sensibles a la estructura de una cabeza e intentan reproducir en mármol las líneas fundamentales de la misma; los otros, por el contrario, se centran más en el tratamiento de las superficies: retratos de un mismo emperador realizados en Atenas y en Roma, semejantes en la reproducción de las facciones, pueden diferir fundamentalmente en cuanto al estilo.

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Venecia, Basílica de San Marcos. Los Tetrarcas (finales del S. III d. C.)

Patricio Romano con los retratos de sus antepasados (finales del S. I a. C.). Roma, palacio de los conservadores.

ESCULTURA FUNERARIA El arte funerario es sin duda el dominio en que más claramente se manifiesta la diversidad del arte romano y su originalidad. Se revelan a un tiempo las costumbres religiosas, las tradiciones artísticas y los estilos locales. En Tracia y Macedonia, por ejemplo, son particularmente apreciadas las estelas sobre las cuales se alinean los retratos de los miembros de la familia del difunto. En Galia, el decorado de los monumentos funerarios se consagra a menudo a ilustrar actividades cotidianas. Entre los momentos destinados a subrayar una escultura o a contener los restos de un muerto, destacan por su suntuosidad los sarcófagos con relieves. Su utilización se difundió a

comienzos del siglo II con la progresiva sustitución de la incineración por la inhumación. Pese a un desigual difusión por el imperio romano, sin embargo ilustran de manera privilegiada algunas características importantes de la escultura romana. Su producción se organiza en talleres, situados en algunas regiones perfectamente determinadas: Roma, Grecia, Asia Menor. Cada grupo regional posee sus características propias. En Roma, los sarcófagos se disponen en el interior de las cámaras funerarias, alineados contra los muros, de modo que sólo se decoran tres caras. En Grecia y Asia Menor el sarcófago, a menudo situado al aire libre, es visible desde todos los lados, y se esculpen sus cuatro caras. Los talleres romanos y áticos adoptan con suma frecuencia el plan del friso continuo; los sucesivos episodios de la historia representada se yuxtaponen sin

elementos extraños - vegetación, arquitectura - de separación. Los escultores de Asia Menor escogen diseños muy particulares: pesadas guirnaldas suspendidas de cabezas de bueyes o sostenidas por Amores o

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Victorias y, elegantes arquitecturas en las alternas nichos redondeados y rectangulares que cobijan a los personajes. Las creaciones de la primera mitad del siglo II son de proporciones alargadas; a fines de siglo; su altura había aumentado considerablemente. La ejecución de los relieves va ligada a la evolución general de los gustos. Muy aireados con personajes dispuestos de manera dispersa sobre un fondo casi neutro, primero, luego se sobrecargan cada vez más, se hacen más densos, se multiplican las siluetas, al tiempo que aumenta el grosor del relieve. Finalmente, la elección de los temas también evoluciona en función de la sensibilidad general. Al principio el decorado es más bien neutro: guirnaldas que enmarcan cuadritos elegantes o episodios tomados de la mitología, sin apenas relación con el difunto: Jasón y Medea, la caza de Adonis, el combate de los griegos y las amazonas por el templo. Con el tiempo, va manifestándose una progresiva personificación. A medida que crece la fe en una salvación después de la muerte, los escultores y los compradores comienzan a preferir los temas que sugieren una vida dichosa en el más allá: los cortejos báquicos, en particulares, puesto que en la embriaguez que dispensa el dios en esta tierra, no es sino la imagen de la dicha que procurará a sus fieles después de su muerte. El difunto aparece cada vez con mayor frecuencia de diversas formas: como "figura yacente" bajo la tapa; recostado como el comensal de un banquete, según un diseño muy apreciado en Grecia y Asia Menor, pero adoptado también en Roma; o incluso totalmente tendido, como si durmiese. También puede aparecer directamente, como busto, en un medallón sostenido por dos genios alados, o bien, finalmente, el héroe de la escena mítica que adorna la cara principal - Meleagro, Pentesilea, Ariana, Endimión... - ostenta, de forma muy evocadora, los rasgos del difunto: la vida sembrada de acechanzas del héroe se convierte en la imagen de la vida terrestre del muerto, su acceso a la morada de los dioses después de las pruebas experimentadas anuncia su supervivencia.

BIBLIOGRAFÍA

Alicia Haber; Historia del Arte, T. II, "Cap VI "Arte Etrusco y Romano", MEC, 1977 AA.VV Historia del Arte, T. II, Cap. VIII "Origenes del arte romano y período republicano", Ed.

Salvat, 1986. François Barartte, El Arte Romano, "El Arte y el Individuo: Retrato y Escultura funeraria", Paidos,

1985