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LAS MOVILIZACIONES URBANAS SEGÚN EL CAMBIO EN LOS MODO DE PRODUCCIÓN. UN ESTUDIO COMPARADO DE DOS MOVIMIENTOS SOCIALES URBANOS DE MADRID Y ANKARA Resumen El objeto de este trabajo, a tenor de las transformaciones acontecidas desde la revolución industrial hasta la crisis urbana actual, no es otro que el de explicar la evolución paralela que ha tenido lugar entre las transformaciones en el modo de producción y las luchas y resistencias como respuestas a los conflictos intrínsecos derivados del sistema capitalista. Con la financiarización global, especialmente en lo que tiene que ver con su afectación sobre las rentas espaciales – especuladas de una manera sobredimensionada- los movimientos sociales urbanos han ido ganando un peso específico dentro de los movimientos sociales en general. Así, lo que busca este trabajo enfatizar es que actualmente, “lo urbano” representa una dimensión de gran valor en lo que tiene que ver con la politización y la movilización de la sociedad habida cuenta de su permeabilidad ubicua dentro de la vida cotidiana actual. Para evidenciar esta aseveración, el trabajo que se plantea aboga por un estudio comparado de dos movimientos sociales urbanos – uno de Ankara (Turquía) y otro de Madrid (España)- para que, por medio de una investigación cualitativa, sobre la base de entrevistas semi-estructuradas y en profundidad para ambos casos, poder recoger testimonios y perspectiva que enriquezcan la hipótesis de partida. Una hipótesis que, de constatarse, revelaría cómo, por un lado, un país como Turquía, sin mucha tradición en lo que respecta 1

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LAS MOVILIZACIONES URBANAS SEGÚN EL CAMBIO EN LOS MODO DE

PRODUCCIÓN. UN ESTUDIO COMPARADO DE DOS MOVIMIENTOS SOCIALES

URBANOS DE MADRID Y ANKARA

Resumen

El objeto de este trabajo, a tenor de las transformaciones acontecidas desde la revolución industrial

hasta la crisis urbana actual, no es otro que el de explicar la evolución paralela que ha tenido lugar

entre las transformaciones en el modo de producción y las luchas y resistencias como respuestas a

los conflictos intrínsecos derivados del sistema capitalista.

Con la financiarización global, especialmente en lo que tiene que ver con su afectación sobre las

rentas espaciales – especuladas de una manera sobredimensionada- los movimientos sociales urba-

nos han ido ganando un peso específico dentro de los movimientos sociales en general. Así, lo que

busca este trabajo enfatizar es que actualmente, “lo urbano” representa una dimensión de gran valor

en lo que tiene que ver con la politización y la movilización de la sociedad habida cuenta de su per -

meabilidad ubicua dentro de la vida cotidiana actual.

Para evidenciar esta aseveración, el trabajo que se plantea aboga por un estudio comparado de dos

movimientos sociales urbanos – uno de Ankara (Turquía) y otro de Madrid (España)- para que, por

medio de una investigación cualitativa, sobre la base de entrevistas semi-estructuradas y en profun-

didad para ambos casos, poder recoger testimonios y perspectiva que enriquezcan la hipótesis de

partida. Una hipótesis que, de constatarse, revelaría cómo, por un lado, un país como Turquía, sin

mucha tradición en lo que respecta a la movilidad social, se erige como un escenario prolífico para

la emergencia de movimientos sociales urbanos afectados por las operaciones urbanas especulativas

provenientes del neoliberalismo. Ello, entre otros factores, como consecuencia de que las ciudades

turcas se encuentran en este momento en un proceso de trasformación convulsa derivado de los pro-

yectos de regeneración, que llevan a una tesitura conflictual en los escenarios urbanos con menos

recursos y población más vulnerable.

Por otro lado, en lo que tiene que ver con el caso de España – un país con mayor tradición que Tur-

quía en lo referente a acción colectiva y resistencias sociales- se pondría de manifiesto cómo el

tema urbano, aun con todo, continúa evidenciando una gran relevancia e influencia sobre aquellos

escenarios urbanos tradicionalmente obreros y que, habida cuenta del impacto de la crisis económi-

ca actual, experimentan una profundización en lo que tiene que ver con unas actitudes de desconten-

to, movilización y resistencia que, igualmente, a tenor de los acontecimientos recientes parece,

inexorablemente, avocada a una tendencia cada vez más creciente y de mayor polaridad.1

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1. Introducción

Desde los años setenta, las ciudades se han convertido al referido proceso de acumulación dentro de

un nuevo orden geopolítico regido por el capitalismo global y el neoliberalismo que, según de Bren-

neret al. (2012), responde a un proceso de mercantilización y commodification que termina por con-

ducir a un proceso de intensificación del desarrollo desigual y, por ende, de polaridad. En términos

similares, Harvey (2005) señala que el neoliberalismo debe entenderse como un mecanismo no tan-

to de generación de riqueza y sí más de acumulación que, inexorablemente, determina la forma de

comprender el alcance y sentido de la ciudad.

De este modo, se explica la razón por la cual el modo de producción capitalista necesita unaredefi-

nición que lleva consigo, para su propia subsistencia, la urgencia de incorporar mecanismos alterna-

tivos como “la acumulación por desposesión” (Harvey, 2005) que lleva consigo la búsqueda de nue-

vas formas de apropiación del suelo (especulación, desahucio, recalificación urbanística, etc.), sobre

la base de relaciones de poder, en pos de satisfacer las prácticas de acumulación de riqueza y exten-

sión de recursos tras los que se comprende la propia lógica capitalista.

En relación a ello, un ejemplo revelador sería el de la construcción urbanística y su relación con el

sector de la “financiarización”. Este binomio ha promovido políticas de endeudamiento y consumo,

en connivencia con diferentes grupos de interés y parte del sistema político, que a tenor de lo acon-

tecido con la actual crisis económica, en parte alentada por cuestiones como las “hipotecas subpri-

me”, ha terminado por conceder créditos a sectores vulnerables de la población respecto de los cua-

les se tenía la certeza de su incapacidad para poder asumir tales deudas. El resultado ha sido devas-

tador en términos económicos y sociales. Así, a la crisis urbana per sé, hay que añadir una crisis en

el modo de producción, bajo el contexto de crisis, que redunda en el alcance de sus consecuencias.

Con esta breve reseña, pretendemos dar la imagen del contexto urbano. Precisamente en este con-

texto de cambios estructurales continuos, se aborda el tema de los movimientos sociales urbanos

como un potencial dentro de los numerosos movimientos sociales. El primer esfuerzo de este traba-

jo es poner de manifiesto los cambios paralelos entre los modos de producción y las movilizaciones.

Durante dicho proceso de transformaciones continuas, los espacios de producción se separan y los

trabajadores también se diversifican según la especialización. Este cambio significativo elimina las

condiciones de concienciación e identificación que ofrecía la gran fábrica. Todo esto lleva a que los

modos de movilización también se diversifiquen. Resulta evidente, en este punto, recordar que el

valor y rol que tiene el espacio dentro del sistema de producción y en la cotidianidad se convierte en

un actor activo. El sistema capitalista actual pone más énfasis en la financiarización (sobre todo a 2

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través de la especulación espacial) que en la producción tradicional, puesto que solamente de esta

manera puede llegar a los niveles de acumulación requerida para la supervivencia del sistema. Pre-

cisamente por esta razón, las operaciones espaciales dejan a la población vulnerable en unas condi-

ciones todavía peores. Así, aumentan los números y la influencia de los movimientos urbanos en la

esfera del conflicto intrínseco del sistema capitalista. No podemos dejar de tener en cuenta ese con-

junto de interrelaciones en ningún momento.

2. Acerca de la investigación realizada

Dentro del actual modelo de producción capitalista, bajo los parámetros del posfordismo y el neoli-

beralismo, la lucha de las clases (trabajadoras) ha experimentado un proceso de fragmentación. De

esta manera, hoy en día no existe una única dimensión conflictual en tanto que ésta se acompaña de

diferentes ámbitos y modos de movilización, lo que obliga a cuestionarse si, considerando el actual

modo de producción basado en la financiarización y penetración de sus efectos en todos los aspec-

tos de la vida cotidiana, se pueden definir los movimientos sociales urbanos como una parte de lu-

cha de clases; ¿tales movimientos tienen capacidad para proyectarse transversalmente sobre otros

movimientos actuales? De acuerdo con Jessop y Sum (2012) sobre la importancia del espacio ur-

bano para el análisis de intersección y las diferentes potencialidades para imbricar otros movimien-

tos y mecanismos de acción colectiva, sería necesario definir los términos que, al respecto, se han

utilizado hasta el momento.

De este modo, es necesario explorar las posibilidades que los “movimientos sociales urbanos”- en-

tendidos estos conforme a issues derivados del uso de la vivienda, privatizaciones de comunes urba-

nos, decisiones urbanísticas etc.- tienen en relación a otros movimientos relacionados con la lucha

de clases y que pueden aglutinar en su discurso otras causas tales como la falta de oportunidades vi-

tales, necesidades básicas insatisfechas, exclusión y falta de servicios sociales, etc. Esta posibilidad

conduce a la idoneidad de cuestionar si existe una verdadera relación entre el modo de producción y

los mecanismos tradicionales de movilización social.

Para este caso se desarrollará la comparación entre un movimiento social urbano de un Estado capi-

talista del “centro” de la economíamundo como España, y un movimiento social urbano de un Esta-

do de la “periferia” como Turquía. Se han elegido estos dos países con el objetivo de observar las

diferencias entre uno situado en el centro de la economía-mundo (Wallerstein, 1979), y que experi-

mentó profundas transformaciones en sus modos de producción así como una penetración de los

mismos en toda su estructura social; y otro, de carácter periférico y, por ende, dependiente en su

transformación social y productiva sobre la base de las dinámicas y sinergias provenientes de la di-3

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visión internacional del trabajo y de las necesidades del centro de la economía-mundo y que, dicho

sea de paso, en este caso termina por producirse tarde y sin llegar a penetrar en toda la sociedad.

Madrid y Ankara pueden entenderse como “ciudades de administración”, si bien ambas han sido

ciudades industriales y, tras ello, ciudades desindustrializadas, aunque por diferentes vías. Lo cierto

es que estas ciudades hoy en día producen poco en términos absolutos, es decir, son ciudades de ad-

ministración y servicios con una proyección global en la medida en que buscan abrir sus economías

a la inversión internacional. Sin embargo, por otro lado, set rata de dos ciudades con una importante

tradición de movilización social, pese a que Madrid ha sido una ciudad mucho más organizada polí-

ticamente, sobre todo durante la época de la industrialización. A este respecto, los estudios de caso

seleccionados son, de un lado, el movimiento vecinal de San Cristóbal de Los Ángeles en Madrid; y

de otro, el movimiento contra el proyecto de regeneración urbana del barrio Valle de Dikmen en

Ankara.

El estudio se ha realizado dentro del marco de la investigación cualitativa; como otros trabajos cua-

litativos, intenta penetrar en las situaciones comunicativas investigando las prácticas concretas con

las que los grupos organizan su vida cotidiana (Alonso, 1998). Para las entrevistas semi-estructura-

das en profundidad (10 sobre cada barrio) se ha contactado con actores clave (vecinos, actores de

los movimientos, técnicos que trabajan/apoyan y expertos en este ámbito, etc.) con el fin de recoger

testimonios y diversas perspectivas sobre el tema de estudio. En opinión de Orti (1986), lo que se

aspira a comprobar con este tipo de entrevistas es la forma social –cultural y de clase– de la estruc-

tura de la personalidad del entrevistado y los condicionamientos ideológicos de su proceso motiva-

cional típico. Definitivamente, esta aspiración coincide con la nuestra debido a la relación que busca

esta investigación entre los condicionamientos del modo de producción y las maneras de moviliza-

ción.

Es importante enfatizar que para estudiar la relación entre el modo de producción dominante y las

movilizaciones, el método cualitativo es imprescindible. De acuerdo con Alonso (1998), con el mé-

todo cuantitativo se analiza la realidad en términos de la intención declarada, en lugar de las moti -

vaciones preconscientes. No hay que perder nunca de vista la complejidad dela vida cotidiana, de

las relaciones a la hora de movilizarse y de la cantidad de comportamientos y percepciones que nos

influyen preconscientemente.

3. Breve reseña histórica y presentación; San Cristóbal de los Ángeles en España y El Valle de

Dikmen en Turquía4

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La trayectoria de la urbanización en España y Turquía tiene tanto diferencias como similitudes. Una

de las principales causas de estas similitudes entre los dos países es su tardía industrialización. Con

la industrialización, grandes masas migratorias fueron asentándose en las urbes españolas desde

1940, y desde 1950 en las ciudades turcas.

Otro de los puntos en común entre los casos de España y Turquía es la falta de previsión que las ad-

ministraciones tuvieron ante el nuevo fenómeno migratorio y la ausencia de planes concretos para

acoger a estos inmigrantes en la ciudad. Así, la nueva población tuvo que arreglárselas por sí misma

construyéndose sus propias viviendas de manera colectiva, lo que vino a llamarse gecekondu en

Turquía y chabolas en España. Sin embargo, el Estado Español tomó medidas antes que Turquía en

este sentido. Hacia finales de 1957, tras 10 años de intentos fallidos para gestionar la nueva situa-

ción de los inmigrantes, el Plan Social Urgente de Madrid se anunció haciendo énfasis en el “urba-

nismo de urgencia”.

Las políticas del Estado Turco para tratar el problema del chabolismo y los nuevos inmigrantes fue-

ron diferentes de las del Estado Español. A diferencia de lo ocurrido en España, en Turquía no se

optó por un plan de viviendas de protección oficial, sino que de cara a ganarse la simpatía electoral

de los habitantes de los barrios de inmigrantes, se decidió legalizar la situación de las infraviviendas

en 1966. El resultado fue el esperable: en la segunda mitad del siglo XX el número de edificios ile-

gales en las grandes ciudades turcas se incrementó significativamente. En 1948, se calcula que ha-

bía entre 25.000 y 30.000, 80.000 en 1953, 240.000 en 1960, millón y medio en 1983 y2.200.000 a

comienzos del siglo XXI (Keleş, 2004: 560- 561).

Dentro de estas trayectorias generales, cada barrio tomó un camino diferente debido a las particula-

ridades de su formación y su estructura social. Los casos seleccionados nos llevan a entender los

cambios en las movilizaciones, puesto que en el caso de Madrid, la demanda de renovación surge de

los vecinos, quienes se movilizaron desde el principio, mientras que el caso de Ankara es una defen-

sa contra el desalojo de los vecinos contemplada en un proyecto de regeneración urbana; una defen-

sa que se movilizó a lo largo del proceso. Dicho de otra manera, San Cristóbal fue un barrio obrero

y bien organizado, y ésta fue la base del movimiento vecinal. Por otro lado, el barrio de Dikmen,

aunque se había formado como un barrio obrero, en poco tiempo se fragmentó mucho y no tuvo una

organización sólida hasta la amenaza del desalojo. Esta distinción nos va a ayudar a explicar la idea

de que hoy en día, los movimientos sociales urbanos tienen el potencial de movilizar y concienciar

a la gente, tal y como el movimiento obrero lo hizo en su época. En este punto conviene explicar los 5

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detalles de la historia de cada barrio, haciendo énfasis en sus características, transformaciones en el

tiempo, movilizaciones, actores y consignas que utilizan.

3.1. Movimiento en San Cristóbal: Una Lucha Larga

San Cristóbal de Los Ángeles es un barrio de clase obrera al sur de Madrid, cerca de los excentros

industriales de Villaverde y Getafe. Según datos del ayuntamiento, la población era de16.566 habi-

tantes en octubre de 2011. Del total de población en 2011, el 37% eran inmigrantes, muy por enci-

ma de la media de Madrid (15,6%); es uno de los barrios con mayor porcentaje de inmigrantes junto

con los barrios de Carabancheles y Vallecas (según Anuarios Estadísticos del Ayuntamiento de Ma-

drid).

En cuanto al urbanismo, prácticamente todas las viviendas se construyeron entre 1958 y 1965como

parte del plan de vivienda de protección de 1957. Parte de sus habitantes provienen de los realoja-

mientos de vecinos surgidas a raíz de los planes urbanos del centro y norte de Madrid. San Cristóbal

se planificó como un barrio temporal que sin embargo terminó por ser permanente. Esto se aprecia

perfectamente en la baja calidad de las viviendas y los materiales utilizados en su construcción. Tan

pronto como los vecinos hubieron comenzado a habitar sus casas, comenzaron sus movilizaciones

solicitando reparaciones y mejoras en sus viviendas (Quintana, 2011).

San Cristóbal fue uno de los pocos no incluidos en el plan de remodelación del año 1979, a pesar de

las malas condiciones en las que se encontraba y haber estado implicado en la lucha desde el princi-

pio. Los vecinos continuaron con sus reivindicaciones y añadieron esta exclusión del plan a la “deu-

da histórica” de las administraciones con su barrio, consiguiendo finalmente del ayuntamiento de

Madrid un plan de regeneración urbana: Plan de Actuación de San Cristóbal de Los Ángeles en

1985-86. El plan incluía la demolición de 18 edificios y la consolidación del resto, sin embargo, las

discrepancias entre las administraciones y los vecinos, y la falta de iniciativa del ayuntamiento hizo

caer al plan en saco roto. Esto no hizo desfallecer a los vecinos, que continuaron con sus reivindica-

ciones durante la década de los 90, cuando el resto de barrios ya disfrutaba de nuevas viviendas,

equipamientos y espacios públicos. Sin embargo el movimiento perdía fuerza debido al envejeci-

miento de la vecindad, siendo muchos los que se mudaban a otros barrios o sencillamente fallecían.

Los vecinos que se mudaban eran remplazados por nuevos inmigrantes, principalmente extranjeros,

que no tenían el mismo sentimiento de pertenencia con el lugar ni con el movimiento.

Después del fallido plan de actuación de San Cristóbal de Los Ángeles (1985-86), definido por los

vecinos como “el lavado de cara” (ES1), los vecinos intensificaron sus demandas de cara a ser más 6

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visibles para las autoridades y el público en general. Los esfuerzos del movimiento vecinal de San

Cristóbal lograron finalmente convencer a tres administraciones; Ayuntamiento de Madrid, Go-

bierno Regional y Ministerio de Fomento. Firmaron un acuerdo en 1999 (Área Preferencial de Re-

habilitación) en el que se instaba a la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo S.A. (EMVS) a la

realización del proyecto. Se abrió una oficina de información en el centro del barrio en enero de

2000. El objetivo del plan consistía en rehabilitar 4.313 viviendas financiando hasta el 75% del cos-

te de la rehabilitación. En septiembre de 2011, 1.011 viviendas habían sido ya rehabilitadas, 374 es-

taban en proceso de rehabilitación, 232 habían sido reconstruidas y 246 estaban en construcción

(Quintana, 2011). Igualmente, se había dotado al barrio de más y mejores espacios públicos, infra-

estructuras y equipamientos.

Desde que en 1999 se declarara al barrio como zona a rehabilitar, el movimiento vecinal se ha man-

tenido activo. Como muestra, en 2004 y 2007 organizaron manifestaciones para denunciar la falta

de seguridad en el barrio por la presencia de drogadictos y mafias. También organizaron un simpo-

sio de dos días en 2010 para conmemorar el cincuenta aniversario del barrio y el décimo aniversario

de la aprobación del plan de rehabilitación. Sin embargo, la actual crisis económica también se ha

dejado notar en el plan de rehabilitación de San Cristóbal. Hacia finales de 2011, la Comunidad de

Madrid decidió suspender el proyecto y la oficina de la EMVS en el barrio fue cerrada.

En síntesis, se puede observar claramente que con una base consolidada del movimiento obrero y

una larga tradición del movimiento vecinal madrileño, la lucha de San Cristóbal ha podido perdurar

hasta el día de hoy. La constancia en la reivindicación viene de tener la conciencia de qué cambio

quieren y a quién se lo piden. El tema de la vivienda ha sido el pegamento que les ha mantenido

unidos, aunque ya no trabajaban en las mismas fábricas, ya ni son miembros de los sindicatos o in-

cluso de los partidos activos de aquella época.

3.2. Movimiento en El Valle de Dikmen: Derecho a la Vivienda

En contraposición al movimiento de San Cristóbal, que surgió de las demandas de sus habitantes de

un plan de transformación del barrio, El Valle de Dikmen centró sus movilizaciones en la oposición

a un plan de regeneración urbana impuesto por las autoridades desde la década de los 90.

El valle en el que se asienta el barrio es uno de los principales pasillos por el que entra el aire que

ventila la ciudad e Ankara. Aunque ya existían algunas casas de verano (bağevleri) en el valle en

los años 50, no fue hasta los 60 cuando empezaron a construirse las chabolas por parte de los inmi-

grantes que venían de las áreas rurales. Durante la década de los 70 el número de construcciones se 7

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incrementó, en su mayoría de habitadas por inmigrantes del mismo grupo étnico, con similares

ideologías e ideas políticas.

Ya en los 90, el Ayuntamiento de Ankara, entonces dirigido por el Partido Social Demócrata (here-

dero del Kemalismo), decidió acometer un plan de regeneración urbana en la zona con el objetivo

de reestablecer el equilibrio ecológico del valle. Se buscaba que la zona volviera a convertirse en el

pasillo de ventilación que había venido siendo antes de los asentamientos, salvaguardando el dere-

cho a vivienda de los vecinos y asegurando su participación en el proyecto. Se proyectaron nuevas

zonas verdes en el barrio y nuevas viviendas para los vecinos y nuevos habitantes. Se construyeron

dos tipos de vivienda: de calidad media para los vecinos de Dikmen, y de lujo para los nuevos habi-

tantes, mediantes las que se pretendía financiar el coste del proyecto (Aykan, 2011). Dividido ini-

cialmente en tres partes, la primera parte del plan fue completada por el Ayuntamiento, comenzando

a dotar de zonas de esparcimiento y nuevas viviendas a la zona. El proceso se desarrolló de una ma-

nera bastante satisfactoria para los vecinos, por lo que no hubo movilizaciones reseñables durante

esta fase del proyecto de rehabilitación de Dikmen.

Sin embargo, el Ayuntamiento cambió de signo tras las elecciones municipales de finales delos 90 y

el partido islamista-conservador entró en la Corporación de la ciudad (Türker-Devecigil, 2005). Du-

rante las siguientes fases, el número de viviendas proyectadas aumentó, mientras que las zonas ver-

des y las condiciones para la permuta de los vecinos empeoraron. Hasta mediados de los 2000, el

proyecto del valle de Dikmen pasó de regeneración urbana a plan de desarrollo inmobiliario.

El descontento de los vecinos empezó a ser palpable y comenzaron a organizarse en respuesta a la

cuarta y quinta fase del proyecto que el Ayuntamiento pretendía implementar en el valle. En estas

fases el proyecto no contemplaba el derecho a vivienda de los vecinos, quienes se organizaron coor-

dinados por aquellos habitantes que militaban en organizaciones de izquierda. El desacuerdo del va-

lle contó con el apoyo de sindicatos, organizaciones profesionales y algunas ONGs, que pedían que

los vecinos afectados no se vieran privados del derecho a una vivienda.

Precisamente el asunto de las “Casas del Pueblo” (Halkevleri), la Asociación de Médicos deTurquía

la Cámara de Planificación Urbana, Cámaras de Arquitectura y Cámaras de Ingenieros Forestales,

todas bajo el paraguas de la Unión de Cámaras de Arquitectos e Ingenieros (TMMOB), la causa de

Dikmen atrajo la atención de la atención del gran público a nivel nacional. Estos grupos contribuye-

ron material y culturalmente al movimiento, ayudando a que progresara en sus demandas. Informa-

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ban a los vecinos sobre sus derechos y la forma legal para defenderlos, organizaban protestas públi-

cas y reuniones, y comenzaron litigios.

Estas organizaciones también jugaron un papel importante en la construcción y di vulgaciónde un

discurso de resistencia. Uno de los puntos centrales del discurso decía que la lucha contra el proyec-

to de regeneración urbana era la lucha por uno de los derechos básicos del ser humano: el del dere-

cho a la vivienda digna. Así su causa se ha conocido desde 2007 como “la lucha del valle de Dik-

men por el derecho a la vivienda” (Yaman, 2011). El discurso también subrayaba el hecho de que el

plan de regeneración urbana de Dikmen era un proyecto de creación y redistribución de rentas, y

para aglutinar más apoyo, se hacía referencia que la movilización en Dikmen no sólo afectaba al va-

lle, sino que se trataba de todas las injusticias que ocurrían en la ciudad de Ankara. Así acabaron

llegando también protestas por el aumento del precio del transporte público, el abastecimiento de

agua, etc.

En cuanto a los resultados conseguidos por las movilizaciones, puede decirse que tuvo bastante éxi-

to a la hora de detener la transformación prevista del barrio, a pesar de los intentos del Ayuntamien-

to de mantener el plan inicial, llegando incluso a utilizar la represión policial. Sin embargo, este re-

lativo éxito provocó que el gobierno central (del partido islamista) haya reformado las leyes munici-

pales de regeneración urbana en un intento de que posteriores movimientos vecinales no puedan

presentar la misma batalla que los vecinos del valle de Dikmen.

Además de las dificultades externas, el movimiento vecinal de Dikmen también presentaba divisio-

nes internas que terminaron por debilitarlo. La más importante fue la división que tuvo lugar entre

las organizaciones que apoyaban a los vecinos. La alianza entre varias cámaras de profesionales y

Casas del Pueblo terminó rompiéndose por diferencias en cuanto a la finalidad del movimiento

(Şahin, 2011).

A pesar de las dificultades, el movimiento de Dikmen consiguió parar posteriores intentos de rege-

neración urbana del Ayuntamiento de Ankara. Igualmente, ha servido como ejemplo para otros mo-

vimientos de resistencia ante planes de regeneración urbana surgidos en otras ciudades, influencián-

dolo tanto en el discurso como en la manera de operar.

En resumen, en el barrio de Dikmen se ha podido comprobar que el tema de la vivienda tiene un po-

tencial considerable a la hora de unir a distintos colectivos. Son diferentes grupos étnicos, con poca

formación y diferentes tendencias políticas. Este proceso de movilización y concienciación ha cam-9

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biado el punto de vista de los vecinos y les he dado mucha autoestima. En suma, les hizo creer en la

fuerza de resistencia.

4. Los cambios sociales como resultado de los cambios en los modos de producción

En este apartado se abordan las relaciones dialécticas entre el modo de producción, la ciudad y la

estructura social. Intentamos explicar que el espacio pasa de ser meramente el sitio donde se realiza

la producción, a una herramienta de la propia producción y acumulación. Paralelamente, la estructu-

ra social también cambia; se fragmenta, y empieza a reformularse su rol y la manera en que se mo-

viliza.

Las ciudades deben entenderse como nervios vitales del modo de producción en tanto que son po-

seedoras de los espacios que actúan como medios y fuerzas de producción (Merrifield, 2002). Ello

conduce a entender el referido modo de producción como un constructo resultante de una interac-

ción de factores, actividades y relaciones sociales determinantes en cómo deviene aquél en sí y la

reproducción de la vida real que le acompaña (Harvey, 1973). Como señala Lefebvre (2009), cada

sociedad se constituye dentro del marco de un modo de producción con peculiaridades inherentes al

mismo, moduladas por su espacio y sobre las cuales, permitirían entender la traslación que dentro

del capitalismo tiene lugar “desdeproducción en el espacio a la producción del espacio mismo”

dentro y a través del proceso del desarrollo capitalista (Lefebvre, 2009: p.186).

Del mismo modo, este cambio del modo de producción repercute y transforma la composición de la

estructura social y de las clases sociales en sí. Al respecto, Merrifield (2002) señala que este nuevo

modo de producción desarrolla la reconstrucción de la clase obrera tradicional en tanto que las rela-

ciones entre capital y trabajador incluyen nuevas sinergias y cambios. Según Marx (1992), las cla-

ses sociales se entienden en atención a su relación con los medios de producción. A lo largo de la

Historia, desde la revolución industrial hasta el capitalismo actual, con cada transformación en los

modos de producción, las definiciones y los contenidos sobre los que cobran sentido las clases so-

ciales han ido cambiando. A tenor de ello, es fundamental atender y entender el significativo punto

de inflexión que representa el paso del fordismo al posfordismo, entendido éste a partir de la separa-

ción entre espacios de producción y clase obrera.

Tal separación determinó las relaciones de producción y propiedad permitiendo a Lefebvre(2009),

por ejemplo, identificar que el rol revolucionario asignado a la clase obrera debía entenderse más,

de acuerdo a su componente urbano que a su relación espacial con la fábrica. Ello resulta en tanto

que bajo el posfordismo la clase obrera adolecía de un elevado grado de fragmentación; itinerante 10

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en cuanto a sus objetivos, necesidades y procesos de movilización. Así, en la actualidad, el modo de

producción capitalista de la ciudad, constituido sobre la base de la acumulación a través del espacio,

confiere a la clase obrera una dimensión urbana que conduce a entender los movimientos sociales

urbanos como potenciales herramientas de conflicto dentro de la estructura social actual. En otras

palabras, ¿se puede llegar a la conclusión de que los movimientos sociales urbanos tienen un conte-

nido de clase?

En síntesis, lo que intentamos clarificar en este apartado es la importancia de los movimientos so-

ciales urbanos después de los cambios de modo de producción y sucesivamente los cambios en las

estructuras sociales, la vida cotidiana, el patrón de consumo y tradiciones de movilización. Con el

paso al posfordismo, primero cambió la estructura laboral en cuanto a la especialización y separa-

ción de los procesos de producción. Después tuvieron que adaptar sus costumbres de consumo se-

gún y a este nuevo modo de producción, se observa un proceso de fragmentación, segmentación y

en muchos casos degradación sistemática de los modos de consumo y los estilos de vida (Alonso,

2004).

Es de destacar que debido a todos estos cambios, no solamente la estructura social ha cambiado

considerablemente, sino que también las percepciones de ésta por parte de los individuos. En otras

palabras, las condiciones que posibilitaban la formación de la conciencia de clase se han ido debili-

tando. Así pues, hemos llegado a un nivel de fragmentación e individualización en todos los campos

de la vida, en que no somos capaces de identificarnos con ninguna clase social. Sin embargo, dentro

de los límites de esta fragmentación se están buscando otras vías de movilización. Una de ellas son

los movimientos sociales urbanos. Hemos observado un potencial en este tipo de movimientos para

concienciar a la gente; no en el espacio de producción, sino en el espacio de reproducción. Aunque

no se pueda hablar de un remplazamiento del movimiento obrero con el movimiento social urbano,

se les puede considerar como el movimiento más potente de su propio tiempo.

Volviendo a los barrios en cuestión, ambos barrios vivieron cambios significativos en la vida coti-

diana con el paso al posfordismo. Siendo barrios obreros tenían una vida regulada, en el caso de San

Cristóbal además trabajaban en las fábricas cercanas. Hoy en día, los habitantes de ambos barrios

tienen trabajos irregulares, con horarios distintos, muchas veces con turnos y en distintas partes de

la ciudad. Este hecho hace que no tengan tiempo ni fuerza para hacer vida en el barrio y tener rela-

ciones con los vecinos, utilizando al final las casas como meros dormitorios sin desarrollar ningún

sentimiento de pertenencia al barrio.

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En el caso de Dikmen, los obreros de la época fordista se mudaron del barrio en las primeras etapas

del proyecto de regeneración. Los que siguen en el barrio son los que llegaron entre los años 80-85.

Siempre han tenido trabajos precarios, muchas veces diarios, pasando mucho tiempo buscando tra-

bajo fuera del barrio. Estos cambios se reflejan en los discursos de los movimientos de los barrios;

el discurso de San Cristóbal empieza con la frase de “Es un barrio obrero”, por otro lado, en el caso

de Dikmen se hace énfasis en la pobreza diciendo “Somos pobres” y “Es un barrio pobre”.

A este respecto surge la consideración de que, como se ha visto, la conciencia de clase entendida en

el fordismo es difícil de mantener y casi imposible de reconstruir dentro de las condiciones de traba-

jo actuales. Sin embargo, como pone en relieve Marx, sean o no sean conscientes de las relaciones

de explotación, las clases sociales son aquellos grupos de interés que comparten los mismos roles

dentro del modo de producción (Öngen, 1994). Si a esto agregamos el ya mencionado dinamismo

de la plusvalía producida a través del espacio urbano, vemos que los intereses de distintas clases so-

ciales están en conflicto en la ciudad. Expresando de otra forma, la ciudad no es solamente el esce-

nario de la lucha de clases, sino que también es una herramienta de acumulación capitalista. Todo

esto lleva a que en los últimos tiempos la concienciación de los miembros de una clase social se de-

sarrolla durante esos enfrentamientos urbanos. El caso de Dikmen es un ejemplo oportuno para ob-

servar este potencial de los movimientos sociales urbanos. Una población recién llegada a la ciudad,

donde mayoría de ellos nunca llegaron a ser obreros, repentinamente tuvieron que afrontar la ame-

naza de perder sus casas. Aún más, ellos mismos habían votado por el alcalde que llevó a cabo este

proyecto sin tomar en cuenta sus reivindicaciones. Una vecina nos cuenta el cambio de percepción

con siguientes palabras; “Al principio no confiábamos en nadie, aquí solamente confiábamos en

nuestros paisanos. La mayoría de ellos son familiares, por eso. Con el tiempo, hemos visto que to-

dos estamos en la misma situación, no solamente los de izquierdas. Quieren construir apartamentos

de lujo y venderlos a un precio muy alto. Les da igual quiénes somos, les hayamos votado o no, les

da todo igual. Les importa solo la renta!”.

En todas las entrevistas del barrio de Dikmen se mencionaba el término de “igualdad”: se nota la

fuerza del discurso de “derechos” del grupo que organiza a los vecinos, Casas del Pueblo. Como se

ha dicho antes, los vecinos se enteraron delo que estaba pasando y también vieron claramente que

las administraciones contaban con el capital, no con ellos. Aunque parezca poco, es un avance muy

importante, independientemente de la terminología que utilizan los vecinos, se han involucrado a la

política y han empezado a interesarse por lo que está pasando en otros lugares del mundo. Por poner

un ejemplo, durante la acampada que montaron los trabajadores de la empresa TEKEL (fue una de

las más grandes del estado) en mitad de Ankara durante 78 días, en un invierno gélido, contra la pri-12

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vatización de dicha empresa, los vecinos de Dikmen les visitaron, les ayudaron y compartieron sus

experiencias con ellos. De esta manera reconocieron las similitudes que tenían los dos movimientos.

Además, por la popularidad que alcanzaron, son ya un modelo a seguir por otros barrios que están

luchando contra proyectos de regeneración: apoyan otros movimientos, les visitan, dan charlas y or-

ganizan foros anuales de discusión y sobre todo llaman la atención sobre el tema una y otra vez. Úl-

timamente, estos foros cuentan con la participación de todos los barrios en proceso de regeneración.

Por su parte, San Cristóbal está viviendo un proceso de descomposición del movimiento. El movi-

miento vecinal de San Cristóbal fue muy potente junto a otros movimientos vecinales madrileños

durante las décadas de 60 y 70. Después, tuvieron que seguir solos dado que otros barrios abando-

naron las movilizaciones al haber ya logrado sus objetivos. Además, el barrio -como todo el país-

empezó a recibir población inmigrante en masa, lo cual generó una ruptura importante en las tradi-

ciones de la movilización. No hay que perder de vista la causa de estas corrientes migratorias a ni -

vel mundial, muy relacionadas con el cambio de modo de producción, a partir del cual se necesita

mano de obra poca cualificada para el pujante sector de servicios y la construcción.

En este punto, es de primordial importancia entrar a estudiar en detalle el boom inmobiliario que vi-

vió España. Entre los años 1997 y 2007 stock de vivienda aumentó un 30%, 7 millones de unidades,

mientras los precios de las viviendas crecieron un 22%. En cuanto a las hipotecas subprime en Es-

paña, según López y Rodríguez (2011), al menos un millón de hipotecas se dieron a los colectivos

vulnerables entre los años 2003 y 2007. A finales del año2008, existía un millón de viviendas sin

vender en el mercado, mientras que las deudas de los hogares habían subido hasta 84% del PIB. No

sorprende que la incidencia de la crisis mundial en España sea ciertamente notable.

En el caso de Turquía, como se ha señalado antes, nunca se llegó a una industrialización masiva,

evidentemente tampoco se vivió una desindustrialización completa debido a ser completamente de-

pendiente y retrasado. Hoy por hoy, hay industrialización en algunos sectores y desindustrialización

en otros. Por otro lado, la financiarización no ha alcanzado los niveles de las hipotecas subprime,

así pues, se observa una crisis relativamente más suave. El estado de bienestar nunca llegó ser un

apoyo esencial, ni existió para algunos colectivos. La economía sumergida siempre tuvo un rol muy

importante a la hora de absorber fuerza del trabajo y de proveer las necesidades de la mayoría de la

población.

Existe una estrecha relación entre el modo de producción y las tradiciones de la movilización, así

como la conciencia de clase. De esta manera, la ciudad se torna una herramienta de acumulación y 13

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un producto de consumo dentro del propio sistema actual, siendo muy relevante a la hora de crear

conciencias y movilizaciones.

5. Del movimiento obrero a los movimientos sociales urbanos

Para lo que estamos tratando, los cambios que han vivido los movimientos sociales tienen especial

importancia. Sin duda, los análisis de los movimientos sociales nos ayudan mucho a conocer las ex-

pectativas y las desilusiones del modelo democrático actual (Neveu, 2000). Junto a ello, estos cam-

bios tienen mucho que ver con los cambios del modo de producción.

Como bien define Touraine (1978), a quien se considera como uno de los mejores investigadores

del tema, los movimientos sociales son un componente singular e importante de la participación po-

lítica. Según Neveu (2000), el movimiento que hace un llamamiento a las autoridades toma una car-

ga política. Se les puede considerar urbanos porque como destaca Weber (1993), en una sociedad

rural, las regiones se conectan débilmente con los centros nacionales económicos y políticos. Por

tanto, parece claro el paralelismo entre la urbanización excesiva de nuestras sociedades con el au-

mento en la cantidad de los movimientos sociales.

En ambos casos que estamos analizando, se hace un llamamiento a las autoridades locales, de ahí

viene su componente política. El caso de San Cristóbal es una reivindicación de renovación de las

viviendas en las que fueron realojados temporalmente y que terminaron por convertirse en vivien-

das permanentes. Mientras el caso de Dikmen es una reacción, o bien una defensa, de su derecho a

una vivienda digna, viendo que el proyecto les echaba de casa sin ningún planteamiento de realojo.

San Cristóbal tenía la conciencia de lucha de antemano y los habitantes de Dikmen se concienciaron

durante el proceso.

Por otro lado, obviamente, con el paso al posfordismo, la fragmentación de las definiciones del tra-

bajo y separación de los espacios de producción, se generaron diferentes movimientos en diversos

sitios, lo que impidió organizar una lucha común (como la lucha obrera de la gran fábrica) entre los

trabajadores. Con el neoliberalismo, este proceso se ha profundizado drásticamente. Appradurai

(1991), como muchos otros antropólogos, destaca que la desterritorialización crea un terreno fértil

donde capital, mercancías y personas pueden circular en busca de sus homólogos fragmentados. De

este modo, paradójicamente el propio proceso de globalización que amenaza al mundo en que vi-

ven, también genera movimientos de derechos humanos en forma de ONGs para ayudarles a alcan-

zar sus objetivos (Nash, 2005). En suma, en un mundo así, florecen los llamados nuevos movimien-

tos sociales. Estos nuevos movimientos sociales, según Neveu (2000), se diferencian de sus antece-14

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sores en la relación con el Estado; ya no se trata de desafiar al Estado sino de construir espacios de

autonomía contra él. No nos sorprende que este cambio ocurra mientras se está desmantelando el

Estado de Bienestar aludiendo a su peso en la economía. Otra diferencia que señala Neveu (2000)

es que las nuevas movilizaciones no se autodefinen como de clase o de categorías socioprofesiona-

les. Como se ha destacado en el principio de este estudio, el elevado grado de fragmentación de la

clase obrera debilita a los distintos movimientos aunque todos tengan un contenido de clase. La

fragmentación influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y llega a un nivel tal, que los impli-

cados ya no son capaces de distinguir su propio terreno de lucha. Tampoco pueden ver una realidad

muy significativa que subraya Tilly (1976): la sociedad organizada nunca está totalmente aislada

del resto. Adicionalmente, pierden de vista la estrecha relación –inseparable, según Calhoun (1995)-

entre las estructuras sociales y los marcos culturales. Debido a estas confusiones, este tipo de movi-

mientos se organiza en torno de temas muy concretos y que además no caracterizan al Estado como

un rival. Todo esto impide que los movimientos tengan una base política y consecuentemente, la

falta de esta base impide que estos nuevos movimientos sociales acaben concienciando a sus partici-

pantes. Nuevamente citamos a Neveu “la concienciación se corresponde con un trabajo de politiza-

ción” (Neveu, 2000:125).

En el barrio de Dikmen, últimamente se observa un tipo de los llamados nuevos movimientos socia-

les. En sus comienzos, principalmente los propietarios se organizaban en torno a un partido de iz-

quierdas, ÖDP (Partido de Libertad y Solidaridad). Era un partido relativamente nuevo (fundado en

el año 1996) que se identificaba con los grupos fuertes de izquierdas de los años 60 y 70. Con el fi-

nal de las etapas 1 y 2 del proyecto de regeneración en el año 2006 ya se habían ido los que habían

obtenido la propiedad del suelo aceptando las condiciones del ayuntamiento, y así, dicho partido fue

perdiendo fuerza en el barrio. En cambio, ganó mucho peso el otro grupo de izquierdas Casas del

Pueblo, un grupo que se organizaba en la escala delos barrios en muchas ciudades del país. El líder

de este grupo en el barrio también estaba en la misma situación que los demás que se quedaron.

Eran aproximadamente 1.200 viviendas que no tenían ningún permiso de suelo y ni de construcción,

y precisamente por eso, el ayuntamiento no les ofrecía nada, llamándoles “invasores”. El líder, Ta-

rik Çaliskan, primero intentó organizar a la gente a través de su sucursal de Casas del Pueblo, pero

pronto se dio cuenta de que eso era casi imposible debido a que la población que había quedado en

el barrio era la misma población que llego después del año 85 y que tenían una notable tendencia is-

lamista. Al final, con bastante dificultad dentro de Casas del Pueblo, se cerró la sucursal y se empe-

zó a movilizar a la gente a través de la Oficina de Derecho a la Vivienda del barrio. Más tarde, Ca-

sas del Pueblo también cambió su discurso y empezó a poner énfasis en los derechos sociales.

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Por otro lado, en el barrio de San Cristóbal existen varias asociaciones, la más activa de ellas es la

Asociación de la Educación, Cultura y Solidaridad que trabaja con los jóvenes contra el fracaso es-

colar. Esta asociación apoya a La Unidad de San Cristóbal (asociación de vecinos) y es también im-

portante para las reivindicaciones vecinales. En este caso, como otros muchos nuevos movimientos

sociales, observamos que son ellos mismos los que tratan de solucionar el problema del fracaso es-

colar entre los jóvenes del barrio en vez de reivindicar más atención al Estado en esta materia. Este

hecho refleja la pérdida de peso de las asociaciones vecinales puesto que el movimiento vecinal ma-

drileño de los años 70 agrupaba todo tipo de reivindicaciones, mientras que ahora cada reivindica-

ción parece tener su propia asociación.

Creemos que esta concentración de reivindicaciones tenía mucho que ver con la conciencia delos

vecinos que trabajaban y se organizaban en la fábrica y en el barrio, sabiendo que todas las luchas

están estrechamente relacionadas. Mayer (2009), en su artículo donde examina los movimientos so-

ciales urbanos desde la crisis del fordismo hasta neoliberalismo, destaca la evolución del activismo

desde la fábrica hacia los barrios argumentando que la lucha de clases se ha mudado de la esfera

productiva a la esfera reproductiva.

Como se ha señalado antes, puesto que es muy difícil concienciar y movilizar a una clase tan frag-

mentada en el espacio y las condiciones del trabajo, la esfera reproductiva y la vida cotidiana urba-

na quedan como únicos espacios donde se comparten los problemas comunes y se vive una desi-

gualdad extensa. Los habitantes de ambos barrios analizados comparten las características arriba se-

ñaladas del mercado laboral. Esta fragmentación en la esfera productiva les impide organizarse en

el trabajo, pero los problemas y amenazas que viven en la esfera reproductiva les imponen movili-

zarse en alguna manera para defender unas condiciones dignas de vida.

6. Conclusión

Con este pequeño trabajo hemos intentado clarificar las relaciones entre los cambios de modo de

producción y los cambios de modelos de movilización. Centrándonos, sobre todo, en el paso al pos-

fordismo para continuar con la profundización de los cambios a través de la financiarización.

El modo de producción funciona como un marco que determina los limites exteriores y conflictos

interiores de cada sociedad; definiendo la reproducción de la vida en todas las esferas. Si a esto

agregamos el ya mencionado dinamismo de las movilizaciones según los cambios de modo de pro-

ducción, vemos que el sistema productivo determina el modelo de movilización. Dependiendo de 16

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los condicionantes de modo de producción, se generan diferentes enfoques y maneras de reivindica-

ción. Así, según la experiencia que ofrece cada modelo de movilización, ocurren cambios en las

conciencias de los colectivos. Es decir, hay una estrecha relación entre las condiciones del modo de

producción y la conciencia de clase.

Con el paso al posfordismo, las definiciones y los espacios de la producción se fragmentaron nota-

blemente debido a la especialización. Esta fragmentación espacial y separación de las tareas impi-

dieron la organización de una lucha común como se había podido organizar durante el fordismo. La

convergencia de todos estos condicionantes conduce a la aparición delos distintos movimientos so-

ciales concentrados en temas concretos, y en la mayoría de los casos sin desafiar al Estado. La clase

media empieza a protagonizar este tipo de movimientos, institucionalizándolos. En vez de reivindi-

car, se empieza a buscar alternativas y soluciones propias. Sin duda, existen otros muchos factores

que fomentan esta perspectiva como los cambios en el patrón de consumo, en los estilos de vida y

las percepciones mentales, pero todo esto queda fuera de los límites del presente trabajo. En suma,

este tipo de movilizaciones no son capaces de concienciar a la gente por falta de una visión global

de lo que está pasando en todas las facetas de su vida.

Un aspecto importante, que se ha señalado repetidamente, pero que vale la pena reiterar, es que el

espacio tiene un rol crucial como herramienta a la hora de cubrir las necesidades de acumulación

del sistema actual. Esta habilidad de especulación hace que los proyectos urbanísticos se conviertan

en amenazas en manos de unos pocos contra la mayoría de los ciudadanos. Precisamente por eso,

las luchas urbanas van aumentando y se están convirtiendo en los movimientos más destacados de

las últimas décadas, no solamente por el número de casos, sino también por su capacidad de con-

cienciar a los ciudadanos. Como se ha puesto de relieve antes, la lucha urbana brinda la oportunidad

de seguir con las reivindicaciones multidimensionales, puesto que la fragmentación del ámbito la-

boral ya no es favorable para este fin.

Volviendo a nuestros casos, en el caso de San Cristóbal se observa la constancia y la conciencia he-

redada del movimiento obrero. San Cristóbal, aunque vivió un cambio de población significativo

con el envejecimiento de la población autóctona y con la llegada de la población inmigrante, pudo

seguir y al final consiguió un proyecto de rehabilitación para su barrio. En el caso de Dikmen, la po-

blación más organizada se fue del barrio en las primeras etapas del proyecto de regeneración. Los

que quedan son de una tendencia islamista, contrabajos más irregulares todavía y sin ninguna expe-

riencia de organización. Aun así, se ha podido movilizar a dicha población, concienciándoles sobre

la situación en la que están, y delas razones que están detrás de este tipo de proyectos. Hoy en día, 17

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esa población sigue luchando para no perder sus viviendas y para transmitir su experiencia a otros

barrios que están en la misma situación. Obviamente, con el tiempo los movimientos urbanos están

generando sus propias tradiciones y conciencias, aunque sus efectos estén por ver.

Por ocupar el centro del ámbito de reproducción (como la vivienda), y por estar interrelacionados

con otro tipo de reivindicaciones (del tipo carestía de la vida, falta de servicios públicos, etc.), los

temas espaciales ocupan el punto de intersección de muchas reivindicaciones. Cabe decir, en suma,

que los movimientos sociales urbanos conllevan un potencial de aglutinación de distintas reivindi-

caciones bajo el mismo paraguas.

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