ferrán adriá: la cocina creativa y el juego de los

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Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los sentidos Mariana Perdomo Páez Monografía de grado para optar al título de Antropóloga Dirigida por: Monika Therrien Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Bogotá Enero del 2003

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Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los sentidos

Mariana Perdomo Páez

Monografía de grado para optar al título de

Antropóloga

Dirigida por: Monika Therrien

Universidad de los Andes

Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Antropología

Bogotá

Enero del 2003

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.................................................................................................................1

CAPÍTULO I: FERRÁN ADRIÁ: NUEVOS ESPACIOS DE SENTIDO.........................20

CAPÍTULO II: LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LOS SABORES.............................36

CAPÍTULO III: COMENSALES Y ADEPTOS.................................................................55

CONCLUSIONES................................................................................................................68

ANEXO 1: ...........................................................................................................................77

ANEXO 2: ...........................................................................................................................79

BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................81

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FERRAN ADRIÁ: LA COCINA CREATIVA Y EL JUEGO DE LOS SENTIDOS

INTRODUCCIÓN

La práctica del comer es un acto cultural, y por lo mismo ha sido objeto de estudio

antropológico. En todas las sociedades, el acto de comer, la preparación de los alimentos, la

disposición de los mismos en la mesa y su consumo, han sido algo más que prácticas

“normales”, y han cambiado según las necesidades y los caprichos de cada grupo.

Actualmente, en la sociedad que reconocemos como la occidental, la historia y las

condiciones sociales y culturales específicas de grupos particulares han dictaminado ciertas

pautas del comer, que inconscientemente se han asumido como “naturales”. Esta

normalidad presupone una serie de comportamientos que se dan por hecho, de este modo se

asumen categorías que se creen evidentes y básicas, por lo que no están sujetas a

cuestionamientos.

En medio de estas prácticas establecidas del comer, nos encontramos con un figura que

plantea preguntas y propone transformaciones sobre la supuesta normalidad. En la última

década, un chef catalán ha venido introduciendo cambios en la manera en que los españoles

conciben la comida, afectando la composición y el orden de los platos y la forma de

relacionarse con ellos: Ferran Adriá, director de uno de los “mejores” restaurantes del

“mundo”, El Bulli.

Ferran Adriá, a partir de los hábitos, las tradiciones culinarias y los diferentes métodos y

técnicas que se han utilizado en la gastronomía, plantea una nueva modalidad en este

campo: la cocina creativa y el juego de los sentidos. “El Dalí de la cocina”, como ha sido

llamado por los medios masivos de comunicación, ha intervenido en la manera en que se

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conciben ciertas prácticas de comer (asumidas como absolutas) y ha roto con los cánones

de alta cocina que se establecieron en la cultura occidental hasta finales del siglo XX.

Es importante tener en cuenta algunos de los aspectos relacionados con las diferentes

concepciones que se tienen frente a la gastronomía.

En occidente podemos identificar una concepción “oficial” de la gastronomía, hay un orden

en el comer que debe respetarse “se come dentro de un orden y está excluido cualquier tipo

de coexistencia de los platos que dicho orden separa” (Bourdieu, 1999.Capítulo 3) (la

entrada es primero, luego el plato fuerte, luego el postre dulce, el café; la ensalada se sirve

en un plato aparte, etcétera). “La manera de presentar los alimentos y de consumirlos, el

orden de la comida y la disposición de los cubiertos” (Bourdieu, 1999.Capítulo 3), marca

las pautas y reglas que enfatizadas por la literatura sobre el tema, nos condicionan a

abordar de una forma y no otra, el acto de comer.

En el caso de España la dinámica no varía; es importante señalar que “la cocina española

procura conservar y ensalzar los sabores de los ingredientes, especialmente las cocinas del

Norte, como la gallega y la vasca, aunque la cocina del sur, aun siendo más sencilla,

también se regodea en los platos con poca transformación, como son los fritos de pescado,

las ensaladas, gazpachos, etc. En los que cada cosa sabe a lo que es” (Tejeiros, 2002). La

cocina mediterránea, especialmente la española, tiende a exaltar los sabores de cada

ingrediente respetándolos dentro del plato particular. Esto ha caracterizado por muchos

años su concepción gastronómica hasta tal punto que el espacio de cuestionamiento ha sido

prácticamente nulo. El juego propuesto por Ferran Adriá a través de lo que él llama cocina

creativa consiste en partir de unos hábitos específicos y unas preconcepciones que se toman

como evidentes (en este caso las asumidas por occidente y más específicamente por los

españoles) y explorar despertando los sentidos del comensal, basándose en su memoria

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gastronómica, usando los mismos ingredientes de la gastronomía española,

manipulándolos, transformando las texturas, temperaturas y formas tradicionales en que se

presentan los alimentos “Helado granizado, ravioles que explotan, salsas que son sopas y

sopas que son salsas, lo salado lo presenta frío en espumas, en gelées, en helados y en

sorbetes en su extenso repertorio de creaciones con las que ha cautivado a paladares

expertos” (Diario El Correo, 2002).

La cocina creativa y el juego de los sentidos consiste entonces en manipular los

ingredientes para crear un efecto de sorpresa y diversión y lograr que el comensal

“descubra” siempre un nuevo plato, una nueva manera de apreciar y degustar lo que se le

ofrece. La idea es que los clientes que llegan al restaurante lo hagan sin prejuicios y estén

dispuestos a hacer parte de la experiencia. Muchos de los platos de este chef tratan de

combinar por lo menos dos de los sabores gustativos básicos: lo dulce, lo salado, lo amargo

y lo ácido “en la cocina occidental está muy asimilado el concepto de lo que es dulce y lo

que es salado, así como en qué momento de la comida deben aparecer estos gustos [...]

creo que armonizado los gustos se puede incorporar lo dulce a lo salado y viceversa.”

(Adriá, 1997.pp 54).

La revolución de Adriá plantea un problema central. En la medida en que este chef propone

una forma de construcción especial y convierte la gastronomía en una nueva experiencia

“lúdica” como él mismo la llama, comienza a cuestionar el establecimiento de los cánones

occidentales que rigen hasta ahora la manera de comer; con esto me refiero al carácter

tradicional europeo y a la manera como se ha entendido la forma en que se come. Los

ingredientes de los platos de la Haute Cuisine, por ejemplo, o de la gastronomía

mediterránea conservan su sabor, su forma y su textura, el juego está en romper con esos

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cánones gustativos muy marcados y jugar con el habitus, con la manera como se ha comido

y con la idea específica que se tiene de gusto. El efecto de tal dinámica está en desvirtuar

las preconcepciones dándole una importancia mucho mayor a la sorpresa y al juego de los

sentidos.

El caso de Adriá no es un tema aislado con respecto a las demás esferas de lo cultural. Es

interesante analizarlo desde su propia postura teórica: él mismo se denomina en una de sus

facetas como chef desconstructor “la deconstrucción en cocina consiste en utilizar (y

respetar) armonías ya conocidas, transformando las texturas de los ingredientes, así como

su forma y temperatura. Un plato deconstructivo conserva el <gen> de cada uno de los

productos y mantiene (e incluso incrementa) la intensidad de su sabor, pero presenta una

combinación de texturas completamente transformada” (Adriá, 1997.pp 89). Hablo de una

de sus facetas como chef porque él mismo no se ciñe ni se rige por una sola teoría o método

en su forma de cocinar y en su forma de acercarse a sus clientes; por el contrario, toma lo

que cree necesario de las diferentes técnicas y al igual que con los ingredientes, las

manipula y las adapta a su antojo. Teniendo en cuenta la postura de Ferran Adriá podemos

entender cómo este personaje lee el texto de las prácticas alimentarias y gastronómicas, y

reconoce en él la posibilidad del juego, en la medida en que desvirtúa la univocidad,

poniendo las preconcepciones de los comensales en un segundo plano ofreciéndoles un

significado del comer que le proporciona nuevas sensaciones adquiridas a través de sus

sentidos.

Las preguntas que surgen entonces están relacionadas directamente con la experiencia de la

gente al enfrentarse a un nuevo concepto gastronómico que implica el borrar, o por lo

menos olvidar, las concepciones con que han comido y aceptar otro tipo de experiencia

sensorial a través de la comida creativa.

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Para abordar el cambio gastronómico propuesto por el chef Ferran Adriá, es interesante

hacer un recuento histórico del consumo de alimentos y la manera como se ha hecho, en la

medida en que contextualiza de manera general los aportes que provienen de la

antropología evidenciando sus intereses y maneras de abordarlos.

La gran mayoría de estudios que se ha interesado en cuestiones de consumo de alimentos y

las diferentes prácticas que lo acompañan, han estado ligados a la relación de la comida con

la organización social. Desde diversos enfoques, este tema se ha analizado teniendo en

cuenta su capacidad de comunicación en ciertos casos, su facultad para simbolizar

estructuras y relaciones sociales y su conexión inseparable con la estratificación y la

jerarquización social. Esta monografía lo que propone, como problema antropológico,

como se verá más adelante, es acercarse al fenómeno gastronómico desde la posición de

uno de sus exponentes, teniendo en cuenta las impresiones de los comensales, para analizar

los cambios que les propone, mediante los platos. la particularidad de un personaje como

Adriá, aunque proviene y es producto de corrientes gastronómicas anteriores, no debe

analizarse exclusivamente de manera histórica; en cualquier caso es importante conocer

qué se ha hecho en este campo y cómo se ha entendido.

El consumo de alimentos y la manera como lo hacemos ha sido un tema tratado por la

antropología desde diferentes perspectivas analíticas. Para empezar, haré un breve

recorrido por las diversas aproximaciones al tema para exponer un panorama general de lo

que se ha estudiado a lo largo de la historia.

Es importante, antes de considerar estos puntos, hacer una distinción entre la cocina y la

Haute Cuisine que se refiere a un tipo de comida específica y está dirigida a una clase de

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consumidor determinado. En el caso concreto de la monografía me encargaré de quienes

tienen la posibilidad de acceso económico a una experiencia como la expuesta, es decir, la

clase alta europea, específicamente la española.

El interés antropológico por la comida se establece desde el s. XIX, a partir de los estudios

funcionalistas más que todo enfocados en la importancia de lo religioso, el totemismo y el

tabú. La pregunta principal era entonces “por qué el totemismo recurre a los animales y a

las plantas? Es porque éstos suministran al hombre su alimento y la necesidad de

alimentarse ocupa el primer lugar en la conciencia del primitivo?” (Claude Lévi-Strauss,

1986, refiriéndose a la pregunta que se hace Malinowski). Uno de los énfasis más marcados

estuvo en el ritual, en la comida ceremonial, utilizada para sacrificios y culto a los

ancestros; Antropólogos funcionalistas como Bronislaw Malinowski y Radcliffe-Brown no

se interesaron en la comida per se sino en su relación con la organización social, ya que su

existencia era fundamental para entender y analizar cuestiones como el comensalismo que

creaba lazos fuertes de solidaridad. Estos y otros investigadores decimonónicos,

influenciados por la sociología francesa y Emile Durckheim, enfatizaron en los aspectos

simbólicos del alimento y en su valor social y se interesaron por el trabajo de campo y la

recolección directa de datos, metodología que utilizaron para establecer relaciones sociales.

Otro de los acercamientos importantes fue el enfoque estructuralista marcado por la gran

influencia de Claude Lévi-Strauss. Este antropólogo, por medio de tablas y esquemas

binarios intentó explicar a la luz de la teoría estructuralista uno de los “elementos básicos

de lo humano: el alimento, o más bien la cocina” (Goody, 1995). Para Lévi-Strauss, la

cocina es un elemento universal en todas las sociedades humanas y ésta es una clase de

lenguaje que hace posible que se establezca una comunicación entre sujetos y grupos

sociales.

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Por otro lado, los enfoques culturales, con Mary Douglas a la cabeza, se interesaron por

analizar el aspecto social de la comida, es decir, su capacidad de expresar y simbolizar

estructuras y relaciones sociales.

En los últimos años (años ochenta y noventa), investigadores como Jack Goody y

pensadores como Pierre Bourdieu, dan un peso importante a factores como la

estratificación de las diferentes clases sociales reflejada en la gastronomía y la evidencia de

que la comida cambia dependiendo del estrato social al que se pertenezca; es así que

autores como Goody enfatizan en el vínculo existente entre cuisine y clase. Para

ejemplificar lo anterior es necesario hacer referencia a la distinción que mencioné al

principio, entre la cocina y la Haute Cuisine y mencionar su origen.

“Las tumbas egipcias demuestran la presencia de los prerrequisitos de la Haute Cuisine.

Pero fue en Grecia y Roma [...] donde la cocina [...] se incorporó a la forma escrita para

crear un núcleo de prácticas y recetas que podían estar sujetas a una mayor elaboración

en las cocinas y bibliotecas de los ricos.” (Goody, 1997).

La Haute Cuisine, la cocina más elegante y sofisticada está relacionada con Asia y Europa.

Desde que se intercambiaba y se comerciaba con las especias, tan preciadas para los ricos

de occidente, la cocina diferenciada marcó un contraste importante con las prácticas

cotidianas del comer ya que hizo referencia a las invenciones de diversos especialistas que

“crearon” los platos, sin embargo su esencia estuvo basada en la incorporación de los

sabores regionales y extranjeros que pudieron enriquecerla. De esta forma, se cultivó el

gusto (el estético y el sensitivo), se aprendió a comer y a actuar de cierto modo y se

restringieron las posibilidades de relacionarse con la comida sobre todo entre las clases

altas. “Un rasgo saliente de las culturas culinarias de las principales sociedades de

Europa y Asia es su asociación con el hombre jerárquico. La forma extrema de su

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diferenciación se encuentra en la asignación de alimentos específicos a funciones, oficios o

clases específicas” (Goody, 1997). En este orden de ideas, de la misma manera la cuisine

francesa, heredera de esto, tuvo una influencia dominante entre los aristócratas. Esa cultura

se hizo atractiva para la burguesía y la creciente clase media en el s. XVIII; la

especialización de la cuisine se difundió y se propagó mediante textos gastronómicos en

donde Francia fue líder para las clases dominantes que cada vez más se consolidaban como

consumidores críticos.

Desde ese momento, en Francia, empieza la conquista por ganar el prestigio de la mejor

cocina mundial. Para esto tuvo que recurrir a técnicas publicitarias y de seducción que

fueron perfilando un tipo de consumidor específico. En cuanto a la culinaria, se fue

formando una élite que transformó la necesidad en goce, que exigió de la comida algo más

que alimentación. En este punto comenzaron a mezclarse las esferas de la estética, la

seducción de la publicidad, y se fueron delimitando las formas del comer. Paulatinamente,

se fueron estableciendo las reglas generales de qué comer, cómo comer, dónde hacerlo.

Esto se puede evidenciar con la proliferación de literatura sobre el tema, que marcaba las

pautas del buen comer. De esta manera la cocina occidental hizo delimitaciones, bajo esas

pautas, de conceptos como lo dulce y lo salado, lo frío y lo caliente, que junto con el orden

en que se deben servir, se afilian con un tipo de comida específica y están ligados a

asociaciones que se toman por evidentes.

Después de la segunda guerra mundial en Europa, con el auge de la economía, se dieron

cambios sociales importantes que se reflejaron en la industria, la moda y por supuesto en la

gastronomía. Se crearon nuevos hábitos de consumo como resultado del auge económico y

la mezcla y contacto entre culturas provocado por los viajes recreativos y de negocios, y

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por la expansión del comercio (Allende, 1997). Es en este contexto que aparece la Nouvelle

Cuisine que se consolida en los años 70.

Teniendo en cuenta todo lo anterior es fundamental dar paso al punto central de la

monografía, es decir, a la aparición de esta nueva tendencia culinaria propuesta por Ferran

Adriá, la cocina creativa que busca sorprender por medio del juego de los sentidos, a su

público. Este chef, es hijo de la influencia de la Nouvelle Cuisine, de ahí parte toda su

reflexión de la posibilidad de crear su propio estilo e innovar. Lo que se busca es tomar los

elementos de esta corriente y adaptarlos, a su manera, dentro de su juego gastronómico, por

eso es importante mencionarla y explicarla.

Esta escuela culinaria minimalista es el producto de la influencia asiática y americana en

Europa, con una premisa básica asentada en la idea de una comida más liviana. El nuevo

concepto promulga una cocina más abierta a los sabores foráneos, los ingredientes y

sabores extranjeros se retoman por la cocina europea y se readaptan para sus platos y

nuevas recetas, el sabor del ingrediente no se altera. El atractivo principal sin embargo está

en la figura, en la decoración, lo que hace de la vista uno de los sentidos importantes a la

hora de degustar un plato. Se introduce la idea de estar comiéndose una obra de arte, pues

la percepción de la comida y su presentación en el plato juegan un papel fundamental. Se

trata de innovar, de adoptar elementos exóticos, de revalorar los productos extranjeros; en

definitiva, de crear nuevos patrones de consumo que llamen la atención de los comensales.

Como ya lo mencioné, la Haute Cuisine tiene su referente universal en Francia. La

Nouvelle Cuisine es una escuela que revoluciona la gastronomía en la medida en que la

convierte en algo más que alimentación abundante y necesaria “este movimiento [...]

representó principalmente una afirmación rotunda del papel del cocinero y de la

posibilidad de que éste pudiera pensar y analizar la cocina que deseaba hacer” (Adriá,

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1997.pp 37). En un período de quince años, los mejores chefs de Francia, entre ellos Paul

Bocuse, los hermanos Troisgros, Alain Chapel y André Pic, lograron transformar la

culinaria en el arte culinario.

Por otra parte, se comenzó a hablar de cierta psicología en la presentación de los platos,

pues las formas alargadas y estilizadas aludían a una figura esbelta, elegante por

antonomasia. Las raciones mínimas en cada plato tradujeron a la cocina el concepto de que

la cantidad no es sinónimo de calidad. Se hablaba, entonces, de una gastronomía que a

través de las formas elaboradas de la cocina, fue formando un gusto particular (gusto

estético), y un gusto por los sabores diferenciados. Se llegó a un punto de sofisticación

representada por la delicadeza y la sobriedad, que a su vez requerían de un comensal de

iguales características. Las implicaciones sociales que esto tiene son evidentes en este

punto. Un ejemplo de la Nouvelle Cuisine es la cantidad de platos grandes con pequeñas

raciones que crean un efecto estético que impacta al cliente, atrayéndolo, seduciéndolo. En

este tipo de cocina, se juega con el gusto estético (se refiere a valores estéticos) pero no con

el gusto sensorial (distingue unos sabores de otros), que es lo que hace Ferrán Adriá; en la

Nouvelle Cuisine la comida no se cambia, los sabores permanecen. Lo que se hace es

ofrecer los mismos productos presentados en formas diferentes para crear precisamente ese

efecto de elegancia, delicadeza y sofisticación.

En la medida en que estos chefs sorprenden a la sociedad parisina, se va construyendo la

idea del buen gusto en la comida y se va cerrando cada vez más la élite que puede acceder a

esta alta cocina. En el juicio de ésta, la última palabra la tiene el público, quien habla desde

su propia experiencia.

Ya mencionado todo el entorno de la Nouvelle Cuisine, es fundamental entender que

aunque se creó un nuevo concepto vanguardista e innovador, no se jugó con cuestiones tan

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evidentes para occidente como la mezcla de los sabores o el cambio de las texturas y

temperaturas de los ingredientes, la tradicionalidad de los sabores siguió vigente; es esto

precisamente con lo que juega Adriá al plantear un rompimiento con lo que se ha visto

como evidente, al crear un juego entre la identidad y la diferencia.

La comida y la forma de relacionarse con ella es un punto de partida para analizar las

costumbres y la manera en que una sociedad se sitúa bajo el signo de lo unívoco, con esto

me refiero, en este caso, a las prácticas que se crean respecto a algo que se concibe como

natural; enfatizo la idea de la naturalidad con que se asumen por ejemplo el orden y los

sabores que debe respetar una comida. Veremos que desde aquí se cuestiona la manera en

que la sociedad occidental asume como realidad las diferentes construcciones que van

apareciendo en todas las esferas de la cultura. La teoría de la desconstrucción, nos permite

analizar la manera como Ferran Adriá, a partir de la gastronomía, desarticula la evidencia

del proceso gastronómico, incluida la experiencia del comensal al probar la comida. En

términos generales, lo que propone esta teoría de la desconstrucción es que, luego de tantos

años de interpretación y sobreinterpretación de los textos de la cultura, se aprenda a leer

literalmente (entendiendo por textos toda manifestación cultural: arte, publicidad,

comportamiento social, etc.). Esta lectura literal implica reconocer que todo texto no es

más que eso. Es decir, que la gastronomía (cualquiera que sea), no es la única posibilidad

de la gastronomía, porque de alguna manera, a su vez, también fue una construcción que

partió de otra.

Lo que propone Adriá es desestabilizar ese carácter de indiscutible con que se ha asumido

la alta cocina francesa y que se ha adoptado en la española, sugiere indirectamente un

distanciamiento del mito de lo real, de lo que se asume como normal, de lo establecido. El

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término de alta cocina lleva implícito una idea de intelectualidad (generalmente sinónimo

de seriedad y racionalidad). Lo que busca Adriá es llevar esa intelectualidad de la que no

reniega a un espacio práctico en donde esa seriedad se matiza y se convierte en instrumento

del juego: se cambia el lema de con la comida no se juega, por el de con la comida sí se

juega.

Hay que tener en cuenta que algunos elementos de la conducta social son más perdurables

que otros; en Europa y especialmente en Francia, la tradicionalidad es fuerte en tanto las

transformaciones que se han dado frente al acto de comer, no han roto con la supuesta

“normalidad” a la que ya me he referido, por esto la conducta con respecto al alimento

tiende a ser conservadora, de ahí es que parte el juego propuesto por Adriá.

Para entender los planteamientos de Ferran Adriá es necesario ahondar en conceptos como

el habitus, el gusto y, por último, su propia conceptualización de los sentidos, ya que

constituyen el pilar de su filosofía y su práctica interactiva con los comensales.

El habitus se refiere al condicionamiento destinado a una circunstancia particular, es decir,

a las maneras en que nos comportamos frente a una práctica específica, en este caso, a la

forma en que comemos, cómo lo hacemos, dónde, con quién, cómo la percibimos, en qué

orden y bajo qué parámetros nos relacionamos con ella; todo esto está en estrecha relación

con nuestra posición social, con la cultura de la que hacemos parte y con el momento

histórico en el que se desarrollan dichas prácticas; aprendemos así a comer de cierta forma,

bajo ciertas reglas que nos van proporcionando el conocimiento mediante la experiencia.

De esta manera estamos condicionados a tomar ciertas elecciones en lugar de otras. El

habitus establece entonces la relación entre las prácticas (las del comer) y el sentido que

nosotros, como agentes, les damos (Bourdieu, 1999). Para este autor, el habitus produce

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unas prácticas que permiten la constitución del espacio de los estilos de vida,

diferenciándose así de otras prácticas constitutivas de otros estilos de vida “los estilos de

vida son así productos sistemáticos de los habitus que, percibidos en sus mutuas relaciones

según los esquemas del habitus, devienen sistemas de signos socialmente calificados”

(Bourdieu, 1999.Capítulo 3). En tanto se genera un estilo de vida a partir del habitus, se

definen los consumos culturales, entre ellos, los consumos alimenticios; un habitus

relativamente homogéneo marca y delimita las posibles elecciones en materia (en este

caso) de comida, es en este sentido que podemos hablar de reglas y parámetros que se

toman por evidentes otorgándoles una normalidad supuesta

“los esquemas del habitus, formas de clasificación originarias, deben su eficacia propia al

hecho de que funcionan más allá de la conciencia y del discurso, luego fuera de las

influencias del examen y del control voluntario” (Bourdieu, 1999. capítulo 3).

“El gusto es una disposición, adquirida, para ‘diferenciar’ y ‘apreciar’” (Kant, 1964 en

Bourdieu, 1999. Capítulo 3). Lo interesante de analizar el gusto desde el punto de vista

antropológico, es que estamos ante dos tipos de gusto que son apreciados y tenidos en

cuenta por los agentes de maneras diferentes. Me refiero al gusto sensorial, que distingue

unos sabores de otros y al gusto estético que se refiere a valores estéticos; en ambos casos

se trata de las elecciones a las que podemos tener acceso dependiendo de unas condiciones

especiales “el gusto, sistema de enclasamiento constituido por los condicionamientos

asociados a una condición situada en una posición determinada en el espacio de

condiciones diferentes” (Bourdieu, 1999. Conclusiones). La relación estrecha entre el gusto

y la clase indica precisamente la forma en que nos inscribimos en un tipo de estilo de vida

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específico; en la medida en que nuestros ingresos lo permiten, se determina la distancia que

nos hace diferenciar el lujo de la necesidad; si nuestro capital es mayor, entonces

tendremos la posibilidad de elección, de libertad como la llama Bourdieu. La escogencia de

ciertos productos en lugar de otros determina, en nuestro caso, los alimentos y el tipo de

relación con la comida, al que se tiene acceso por medio de los gustos creados y

condicionados. Es claro entonces que el gusto por necesidad define un estilo de vida y el

gusto de libertad define otro. Para el desarrollo de la monografía se tendrá en cuenta el

concepto de gusto de libertad utilizado por Bourdieu que permite hacer la elección de

participar en una experiencia como la que ofrece un restaurante como el Bulli.

El habitus y el gusto no están separados de los sentidos; en la medida en que aprendemos a

comer de cierto modo, también aprendemos a relacionarnos con sabores característicos y

diferenciados para cada cultura. Hay una conexión entre el sabor y la memoria que hace

que nos guste o no un alimento, que nos agrade o no una obra de arte, que nos emocionen o

no ciertas prácticas etcétera “a la hora de apreciar un cuadro, una escultura, una película

[...] la emoción que pueda producirse se percibe a través de los sentidos. En el caso de la

cocina, sucede exactamente lo mismo; son los sentidos los que permiten que nuestro

cerebro reciba esta sensación” (Adriá, 1997). Este es el punto central en la filosofía de

Ferran Adriá, ya que es por medio de los sentidos que se propone el juego gastronómico

con la interacción entre el chef y el comensal.

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Teniendo en cuenta todo la anterior, el objetivo general de esta monografía es analizar la

forma en que Ferran Adriá, introduciendo el concepto de la cocina creativa y proponiendo

el juego con los sentidos, plantea una nueva forma de concebir la gastronomía y abre

nuevos espacios de sentido en la forma en que nos relacionamos con el comer.

Mi interés es analizar la experiencia gastronómica propuesta por Ferran Adriá, en la que

está implicada el uso de todos los sentidos por parte de los comensales. Esto se hará

partiendo de las ideas preconcebidas, marcadas por el habitus y el gusto, de un sector

específico inscrito entre las clases medias y altas. La pregunta a tratar se centra, de esta

manera, en el cuestionamiento sobre cómo se juega con el gusto, qué le está pidiendo, a

través de la comida, este chef a sus clientes y a qué se está sometiendo esa persona a la

hora de aceptar la experiencia gastronómica que le ofrecen en El Bulli.

Este análisis será entonces abordado desde una perspectiva que permita ejemplificar los

planteamientos del chef. Se tomarán algunos de los platos que se ofrecen como parte del

menú de degustación del restaurante (menú que consta de más de quince) y se analizarán

teniendo en cuenta los planteamientos hechos por Ferran Adriá, poniendo en evidencia el

gran cambio que se da en cuanto a la preparación, presentación y consumo de los

alimentos. En el tercer capítulo se harán entrevistas a clientes para conocer sus reacciones

frente a su experiencia en el Bulli, como a Ferrán Adriá y a colaboradores del chef para que

también den cuenta de su experiencia y la manera en que trabajan en El Bulli.

Lo que trataré de hacer explícito, es la experiencia nueva y diferente que enfrenta el cliente

en un lugar como el que he escogido. Por eso creo que el mejor método de análisis es el

enfoque fenomenológico en donde se da primacía precisamente a la relación entre los

diferentes participantes de la experiencia, en este caso, a la relación que se establece entre

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el chef, la comida que ofrece y los comensales que acuden al restaurante. La recolección de

información estará principalmente basada en entrevistas que permitan garantizar el enfoque

fenomenológico, en la medida en que darán cuenta tanto de los planteamientos del propio

Adriá, como de las impresiones de clientes y colaboradores y en el análisis de artículos de

prensa internacional recopilados en el año 2001.

En este trabajo se pretende hacer un estudio de caso que permita, con las herramientas

mencionadas anteriormente, analizar un hecho cultural particular.

La justificación para presentar un proyecto de estas características, teniendo en cuenta los

antecedentes presentados con anterioridad, se basa en mostrar al público interesado por

estos temas, una aproximación diferente a las prácticas que se relacionan con el acto del

comer. La forma en que se han abordado estos temas desde la antropología se centran en

cuestiones ligadas a la organización social. Como se mencionó en los antecedentes, la

disciplina antropológica se ha interesado por analizar, a través del consumo de alimentos y

las prácticas que esto implica, aspectos como el simbolismo de las estructuras y las

relaciones sociales vinculadas con estratificación y jerarquización. Lo que propongo

entonces es un acercamiento menos histórico y más ‘personal’ al fenómeno gastronómico

que pretendo analizar, por eso me interesa hacer la investigación desde la postura planteada

por el propio Ferran Adriá y sus colaboradores más cercanos, teniendo en cuenta también

las impresiones de los clientes, sin dejar de lado los acercamientos antropológicos hechos a

través de la historia. Las entrevistas pretenden rescatar las reacciones de comensales y

trabajadores, para así poder analizar la forma en Ferran Adriá propone el juego de los

sentidos.

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Si la idea es analizar ‘desde adentro’ una nueva propuesta gastronómica dedicada y hecha

para un público interesado en explorar sus sentidos a través de la cocina creativa, los

resultados esperados entonces se fundan en poner en evidencia el juego propuesto por este

chef y dar a conocer cómo este espacio específico de la gastronomía permite crear una

relación entre los sujetos, el chef y los platos ofrecidos en el Bulli.

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CAPÍTULO I

FERRÁN ADRIÁ: NUEVOS ESPACIOS DE SENTIDO

DESDE ADENTRO

Ferrán Adriá es hoy uno de los chefs más nombrados por la crítica contemporánea por

ofrecer al público en su restaurante El Bulli, en España, una de las experiencias

gastronómicas más especiales que se encuentran en Europa.

En este capítulo me centro en mostrar sus pensamientos, sus concepciones y su manera de

crear nuevos espacios de sentido. Para este propósito voy a basarme en la visión particular

y personal de su trabajo, en su manera de hacer culinaria, en su juego gastronómico y en su

percepción de lo que nosotros, como comensales, debemos sentir al probar su comida. Haré

entonces una recorrido que permita conocer, desde adentro, sus planteamientos.

La finalidad que persigue este chef, hijo de la Nouvelle Cuisine, no es más que la de

impartir felicidad y satisfacción a sus clientes a través de su cocina, de sus sabores, de sus

experimentos. Adriá se hace la pregunta ¿qué es un restaurante gastronómico?, es el

“establecimiento en el que la cocina eleva a su máximo nivel el placer de comer, aquél en

el que la felicidad del comensal es la primera divisa del cocinero” (Adriá, 1997.pp 70).

No es un concepto nuevo, desde el momento en que se pasa de nutrición a gastronomía, se

piensa en goce; es importante entender que estamos ante un restaurante de alta categoría, en

donde el alimentarse no es el factor principal de atracción para los comensales que viajan

de todas partes del mundo al encuentro de nuevas tentativas, por eso el mismo chef afirma

que en su restaurante “sentarse ante un buen plato es mucho más que alimentarse [...] la

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21

gastronomía permite sublimar esta función y convertir el acto de comer en un placer para

los sentidos y para el intelecto” (Adriá, 1997.pp 13), ni los comensales buscan este uso

primario de la comida ni quienes trabajan en El Bulli lo hacen para ello, la premisa que se

defiende es la satisfacción que puedan brindar los platos dejando de lado su carácter

alimenticio “venir a comer al Bulli es un hecho cultural” (Adriá citado en: Villanueva

Chang, 2001).

Entonces ¿en qué radica su revolución?, este catalán inventa una nueva modalidad

gastronómica que transforma momentáneamente la forma en que nos relacionamos con el

comer; cada uno de sus platos está pensado para crear nuevos espacios de sentido que nos

permiten hacer parte de un juego de experiencias sensoriales interesantes.

Culturalmente, a lo largo de la historia, las diferentes sociedades se sitúan bajo el signo de

lo unívoco, haciendo de sus prácticas, patrones que ven como naturales, racionales e

inequívocos, la gastronomía hace parte de dichas prácticas: en occidente y en Europa

específicamente, existen ciertas maneras de comer que por imitación o por costumbre se

han ido estableciendo como las normales, las naturales, las que todos aceptamos y

seguimos sin cuestionarlas “el hombre suele amoldar su escala de valores a la costumbre”

(Adriá, 1997.pp 50), se come de cierta forma pero existen otras posibilidades que no se han

explorado, Ferrán Adriá las busca y las explota abriendo mayores perspectivas para el

deleite.

Teniendo en cuenta estos cánones que rigen nuestra cultura en cuanto a comida, el chef del

Bulli se hace preguntas y juega con su público exponiéndole transformaciones sobre esa

supuesta normalidad a la que están acostumbrados “se trata de vencer ciertas convenciones

culturales, que con el tiempo irán derrumbándose” (Adriá, 1997.pp 202) ; es así que crea

nuevos conceptos culinarios diferentes a los convencionales e introduce, por un lapso de

Page 22: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

22

tiempo determinado, transformaciones significativas como lo veremos en ejemplos

posteriores.

LA REGULARIZACIÓN DEL COMER

Las transformaciones significativas que tienen lugar en El Bulli hacen parte de un proceso

pensado de antemano en donde todo se reinventa, desde la composición de los platos y el

orden en que se sirven, hasta las texturas de los ingredientes, las temperaturas y la relación

del comensal con la dinámica.

Este espacio ubicado en un lugar y tiempo específicos nos permite analizar desde una

visión antropológica la sociedad pegada a sus normas, reglas y costumbres, el juego

propuesto a los comensales durante su permanencia en el restaurante implica un cambio a

nivel cultural.

Quiero aclarar que el cambio del que hablo es momentáneo, no trasciende en los modos de

comportamiento de los individuos ya que no conlleva a una modificación del habitus

arraigado en cada uno de los clientes.

Desde esta práctica especifica veremos cómo se cuestionan los modos de acercamiento a la

comida en la sociedad occidental, lo que se busca es olvidar el mito de lo real, de lo que

está establecido jugando con las preconcepciones con las que generalmente llegamos a un

restaurante, así, por ejemplo, tenemos más o menos claro que una sopa es salada y no es

dulce “armonizando los gustos se puede incorporar lo dulce a lo salado y viceversa”

(Adriá, 1997.pp 54), se trabaja con lo que se conoce y se cambia ese conocimiento

abriendo nuevas posibilidades de entendimiento.

Page 23: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

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En la propuesta de Adriá, no hay cabida para el discurso ‘normal’, este chef desafía los

estándares y se enfrenta a la tradición, como dice en la misma página web de presentación

del restaurante, “El Bulli representa una manera de ver la gastronomía que ha roto

moldes”(www.elbulli.com, 2002); se han creado e imaginado formas precisas de retar esos

moldes con los que llegan los comensales, por eso “Adriá y su equipo investigan sobre

nuevas maneras de comer sin utilizar el cuchillo, el tenedor y la cuchara. Es decir, por

ejemplo, un tubo por el que se sorbe la comida” (Villanueva Chang, 2002). Es importante

resaltar que también se quiere innovar en este campo, no es sólo lo que comemos, es cómo

lo hacemos y con qué lo hacemos.

Tomando la cita anterior como punto de partida, es interesante dar una mirada

antropológica a la forma en que occidente se ha acostumbrado a llevar ciertas prácticas,

entre ellas, la de comer.

A lo largo de los años se han pautado reglas y normas, se ha dicho que es correcto y que es

incorrecto, que es decente y que no lo es, que es grosero y que es adecuado; Norbert Elias

en su libro “El proceso de la civilización”, nos permite entender cómo se fueron formando

los cánones con los que hoy nos comportamos en la mesa, muchas de nuestras maneras de

actuar provienen de la inmensa cantidad de folletos escritos que se dieron a conocer desde

el siglo XVI y se fueron difundiendo más que todo en Francia a partir del siglo XVIII, los

modales que hicieron parte en un principio de la corte y las clases más altas, pasaron a

divulgarse entre las clases populares que se fueron familiarizando con nuevos conceptos; el

pueblo fue tomando por costumbre los usos de los más ricos interiorizándolos e

instituyéndolos como parte de sus vidas, así se hicieron naturales las normas que en un

principio sirvieron como elemento distintivo de la clase aristocrática pero que pasaron a ser

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parte de un mayor número de personas, desvalorizando su carácter diferenciador; como lo

explica Elias, es el proceso del “desarrollo de las costumbres con expansión hacia abajo”

(Elias, 1977.pp 146).

Las conductas de épocas anteriores como comer con las manos, servirse la comida de una

misma fuente o compartir cubiertos con otros comensales, quedaron registradas como

prácticas bárbaras y sin sentido. Siguiendo este patrón se consolidaron lentamente las

buenas maneras en la mesa quedando especificadas algunas normas como ésta publicada en

1729 “En la mesa, debe uno servirse de una servilleta, de un plato, de un cuchillo, de una

cuchara y de un tenedor” (De la Salle en: Elias 1977.pp 141).

Este es uno de los muchos ejemplos que podrían ser citados, de cómo se regularizó la

forma de comer dando a cada uno de los utensilios una función específica.

Es precisamente esta visión la que se cuestiona en El Bulli a la luz de la teoría

deconstructiva, lo que hoy se concibe como natural hace parte de un proceso de relaciones

que nos llevaron a comportarnos de una forma “ha ido convirtiéndose en una costumbre

interiorizada, en una <autocoacción>” (Elias, 1977.pp 142) que hubiera podido ser

diferente.

El uso de las herramientas al comer tiene como trasfondo normas y prohibiciones que hoy

parecen naturales, Elias nombra, entre otros, el uso del cuchillo que implica una conducta

urbana en contraposición con la usanza de otros tiempos en que la carne se cortaba con las

manos.

El uso de este artefacto se relacionó con la peligrosidad que podía provenir de él en actos

de violencia, evidentemente hoy es menor el grado de asociación con dichas prácticas

aunque no se hayan borrado completamente los tabús que lo acompañan; en la actualidad,

Page 25: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

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explica Elias, el carácter del cuchillo es más que todo emotivo y su valor simbólico es lo

que hace parte de sus prohibiciones, el no llevarse este instrumento a la boca o el pasarlo

por el lado del mango significan distinción social más que cualquier otra cosa, son los

buenos modales en la mesa los que cuentan como parte del ritual de la vida cotidiana, como

lo llama Elias en su texto; este llamado ritual se va desarrollando históricamente, un

ejemplo de esto es que en nuestra época ya no sólo utilizamos los cubiertos “básicos” sino

que especializamos cada vez más el acto de comer creando instrumentos exclusivos para

cada tipo de comida, acomodamos sus funciones como se acomodaron también las pasadas

“las cucharas, los tenedores y las servilletas [...] son objetos que van delimitando su

función y consolidando su forma a través de los siglos” (Elias, 1977.pp 151-152).

Lo importante de entender en el análisis de Elias es que ninguna de estas funciones es

natural o elemental, por el contrario son convenciones que se van regularizando y entran a

hacer parte de nuestro habitus, lo que creemos racional no es más que una posibilidad, por

eso Ferrán Adriá sugiere otras formas de comer que se desliguen de las comunes e invita a

sus comensales a explorar proponiéndoles el uso de distintas herramientas o haciéndolos

oler los platos antes de degustarlos, cosa que estaba estrictamente prohibida por las buenas

maneras de otros siglos “Nada más indecente que esto... oler los manjares” (De la Salle en:

Elias, 1977.pp 143).

Otro de los instrumentos calves en la mesa es el tenedor, símbolo de civilización en

contraste a la barbarie de comer con las manos, el tenedor es “un cambio en la regulación

de los impulsos y de las emociones” (Elias, 1977.pp 168). Controlar las emociones hace

parte fundamental de nuestra civilidad y mostrarlas es prácticamente signo de retroceso

“Cada generación adulta, para la que esta pauta de comportamiento [el ritual del tenedor]

se ha hecho perfectamente natural, presiona a sus hijos [...] a dominarse en función de

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dicha pauta y a reprimir sus impulsos y sus inclinaciones” (Elias, 1977.pp 169), en esta

medida la costumbre permite que los comportamientos acaben por imponerse y se

arraiguen dejando muy pocas perspectivas para la posibilidad de comer sin tenedor.

Este análisis es interesante porque permite reafirmar que las costumbres ayudan a

naturalizar patrones de comportamiento específicos como las formas de comer, ese habitus

que nos conforma y nos define tiene cabida en la propuesta de Adriá en la medida en que se

desvirtúa momentáneamente, dejando espacio para acercamientos que no se encuentran en

otros lugares de alta gastronomía.

Hay que dejar claro que en ningún momento se entiende la idea de Adriá como una

demanda por crear habitus diferentes que hagan cambiar nuestra forma de percibir las

cosas, en El Bulli no existe la posibilidad de rutinización, no se busca crear nuevas

costumbres pero si jugar con ellas y hacerlas evidentes para los comensales que pierden la

memoria por un lapso de tiempo determinado y vuelven a sus prácticas una vez terminada

la experiencia.

Teniendo en cuenta este análisis, lo nuevo de la propuesta de Ferrán Adriá está en jugar por

un momento con el habitus y los gustos que permanecen tan marcados, los prejuicios

gustativos deben desaparecer; esto ni implica que los vínculos con la tradición se borren, se

integran para que el comensal se sumerja en sus sentidos y los sienta todos, los conozca y

se divierta. Antropológicamente hablando, es un “mago” de lo cultural en la medida en que

logra transformar nuestra manera de ver, percibir y sentir las cosas: rompe por un instante

con lo que culturalmente somos y nos invita a lo desconocido, a lo nunca antes visto ni

pensado “El Bulli es una manera de vivir” (www.elbulli.com, 2002).

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El RECUERDO

La propuesta de Ferrán Adriá está enmarcada dentro de la cocina creativa “en ella el

cocinero se deja influir [...] por la historia de la cocina, pero se expresa de manera

autónoma para ofrecer un punto de vista totalmente diferente y, en cierto modo, [...]

explicar su propia historia” (Adriá, 1997.pp 68) y el juego de los sentidos, como yo he

decidido llamarla, ésta pretende avivar los sentidos de quien llega al restaurante,

recurriendo a la memoria gustativa o memoria gastronómica como la han bautizado en El

Bulli.

Este concepto hace referencia a la memoria impresa –por llamarlo así- en cada uno de los

comensales, todos tenemos un paladar de memoria que recuerda lo que hemos probado a

lo largo de nuestras vidas y que permanece en nuestro recuerdo; las recetas clásicas hacen

parte de este recuerdo acostumbrado a ciertos ingredientes utilizados en el restaurante pero

transformados y manipulados en su textura, temperatura y presentación una vez en la mesa;

de esta forma se hace realidad lo que busca Ferrán Adriá en su cocina: humor, sorpresa y

diversión para el deleite del público que debe encontrar la novedad en cada preparación.

Una de las cosas con las que más se participa en El Bulli es con los conceptos de lo que es

salado y lo que es dulce, como veremos en el capítulo dedicado a los sabores, este chef se

atreve a desafiar las convenciones más marcadas, por eso se dice que “Ha logrado

transformar los parámetros de la alta cocina” (Marcos, 2002) para jugar con los sabores de

lo dulce y lo salado y borrar el límite que los separa.

Page 28: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

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Ligado a todo lo anterior está uno de los puntos más importantes de la propuesta: los

comensales, quienes deben tener la actitud de llegar al Bulli despojándose de sus recuerdos,

de sus prejuicios, de sus modos, de sus costumbres y modales a la hora de comer; al aceptar

el ejercicio se borra lo que traemos con nosotros, los clientes deben aceptar la experiencia

sensorial que se les ofrece con este nuevo concepto gastronómico y olvidar por un

momento las concepciones y tabúes con los que siempre han comido.

Vemos entonces, cómo chef, comensales y trabajadores hacen parte de un proceso que

cuestiona el habitus sin tratar de cambiarlo, la propuesta muestra posibilidades que no

necesariamente van a ser adoptadas saliendo del restaurante pero que si cuestionan de

manera personal, la forma de comportarnos ante el acto de comer.

MEMORIA Y DECONSTRUCCIÓN

El concepto de memoria en la antropología ha tenido una importancia sustancial en

cuestiones más que todo de carácter identitario, hablar de memoria en una disciplina como

la nuestra, es hablar de imaginarios que se reúnen en torno algo en común. Muchas de las

bases sociales del comportamiento humano, en un grupo determinado, están sustentadas en

la memoria; por medio de la socialización, el individuo aprende a comportarse y aprende a

reconocer como suya la memoria colectiva que lo caracteriza. Cada cultura tiene una

memoria conjunta que encierra vivencias, costumbres, modos de entender, de ser, de vivir;

es en este espacio que dicho concepto tiene que ver con la comida, ésta hace parte de la

socialización en tanto se aprende a degustar cierto tipo de comida y se aprende a comer de

cierta forma dependiendo del lugar y el tiempo determinado de cada individuo o grupo

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29

“(...la autoridad de lo transmitido tiene poder sobre nuestra acción y nuestro

comportamiento...)” (Gadamer,1900).

Podríamos entender la comida como un objeto simbólico en el que la memoria se acumula

para darle diferentes significados; por medio de ese objeto se crea comunicación y se dan

relaciones; los banquetes especiales juegan un papel diferente al de una comida diaria, los

alimentos prohibidos por algunas comunidades y los alimentos aceptados llevan consigo

reglas sociales que cambian dependiendo precisamente de la carga de memoria y

significado dado a lo largo de los años.

Nuestro vínculo con los objetos del pasado, en este caso, con la comida que hace parte

integrante de nuestra cultura, es un lazo fuerte que nos condiciona y nos determina. En este

sentido es preciso que nos detengamos a pensar en el recuerdo para poder entender cómo

Ferrán Adriá juega con él y lo propone desde otra perspectiva “(...There are times in all of

our lives when things take a different turn, when we look at them from a new

perspective…”) (Deetz, 1977.pp ix).

La nueva faceta ofrecida en El Bulli se basa en el estudio a fondo de los sentidos al comer

para evocar el recuerdo.

Desde el punto de vista antropológico estos deben dejar de verse como elementos de la

fisiología humana para analizarlos como componentes de valores culturales concretos,

como parte de memorias ya constituidas de antemano. La memoria de los sentidos implica

una pertenencia y un recuerdo atribuido a diferentes culturas, dependiendo de donde

provenga el comensal.

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Con esta pequeña introducción veamos cómo se aplica el concepto dentro de la teoría

deconstructivista utilizada en el restaurante.

“me he atrevido a combinar con humor sabores, texturas y temperaturas, mi revolución

afirma que todo vale, que se pueden y deben mezclar cosas impensables” (Adriá en:

Hevia, 2002)

El concepto principal manejado en El Bulli es sin duda la deconstrucción, para entender

esta posición es interesante hacerlo desde la postura del mismo Ferrán Adriá.

El término proviene del arte, la arquitectura y la literatura y es adaptado, en este caso

particular, a la cocina que se quiere ofrecer. En este orden de ideas Adriá se define como

chef deconstructivista; aunque no es su único método ya que utiliza diversas técnicas

culinarias, si es una de sus facetas más significativas. Esta vía de hacer cocina va a permitir

entender que el proceso gastronómico no es tan evidente como pensamos y que la manera

en que los comensales se acercan a la experiencia propuesta al probar los paltos, está

plagada de preconcepciones e ideas prejuiciosas.

En términos generales, la deconstrucción se basa en leer literalmente la cocina como texto

de la cultura sin someterla a ningún tipo de interpretación o sobreinterpretación, así se

busca dejar en claro que la gastronomía , como todo, partió de una construcción y que por

lo tanto su estado actual no es su única posibilidad.

La propuesta central es entonces desmitificar, desestabilizar el carácter indiscutible y

absoluto con que se ha entendido la gastronomía, se propone dejar de ver los textos

culturales como lo real, lo que ya está establecido, de ahí parte la revolución “luchamos

contra la cocina estancada” (Adriá citado en Morueco, 2002).

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Lo que se ha expuesto a grandes rasgos dictamina la teoría, ahora veamos cómo se logra

introducir el concepto en la práctica. Vuelvo a citar la definición del concepto de

deconstrucción que hace el propio Ferrán Adriá, para tener claro cuál es su planteamiento

“la deconstrucción en cocina consiste en utilizar (y respetar) armonías ya conocidas,

transformando las texturas de los ingredientes, así como su forma y temperatura. Un plato

deconstructivo conserva el <gen> de cada uno de los productos y mantiene (e incluso

incrementa) la intensidad de su sabor, pero presenta una combinación de texturas

completamente transformada” (Adriá, 1997.pp 89).

La clave de la deconstrucción en cocina es experimentar y modificar el aspecto, textura,

temperatura y combinación de los distintos productos alimenticios para producir un mayor

estímulo sensorial como texturas en la boca (explosiones por ejemplo) y temperaturas que

verían dentro de un mismo plato, de ahí el juego de los sentidos en la cocina creativa.

Ferrán Adriá define su concepto como el “procedimiento mediante el cual podremos

modificar y separar las texturas de los ingredientes, en lugar de mezclarlos” (Adriá, 1997),

con esto logra el sabor esencial que ofrecen los alimentos a pesar de todas las

transformaciones y elaboraciones a las que se somete cada uno de los productos y se

concentra en el gusto básico de cada alimento sin preferir uno del otro, da el mismo valor a

cada uno, caviar y sardinas van en la misma categoría; teniendo los sabores, se fabrican los

platos deconstruídos que pretenden impactar al comensal.

En la primera fase de la deconstrucción Adriatista, por llamarla de alguna manera, se

incorporó la percepción en la boca de las nuevas texturas creadas en los alimentos junto a

una amplia gama de matices de temperatura y sabores combinados de maneras insólitas,

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“me gusta mantener el sabor auténtico de cada alimento sin limitarme a entenderlo como

siempre nos lo han presentado ... por qué no podemos aceptar que los helados pueden ser

salados?” (Adriá, 1997), de este modo, surgen algunos de sus componentes más conocidos

como las sopas que son salsas y las salsas que son sopas, las espumas, los huevos

caramelizados, los granizados, las gelatinas frías y calientes, las gelées, o las croquetas

líquidas. Algunas de estas nuevas creaciones serán analizadas en los próximos capítulos,

por ahora es importante que quede claro el concepto de la deconstrucción en cocina y su

función en El Bulli.

El concepto se define en palabras teóricas, para explicarlo en términos de comida, que es lo

que nos interesa, es importante ver cómo Ferrán Adriá juega con algo muy personal y

arraigado en cada uno de los comensales que visitan el restaurante, se trata de algo que ya

he mencionado, a saber: la memoria gustativa o memoria gastronómica. Este chef juega

con nuestro recuerdo en la medida en que nos presenta cosas completamente vanguardistas

en cuanto a presentación y texturas, pero completamente tradicionales en cuanto a sabor y a

recuerdo, por eso en el restaurante el pollo al curry sabe a lo que generalmente

reconocemos como pollo al curry, tiene el sabor original de la receta tradicional así se

presente en helado de colores y texturas irreconocibles “helado de curry con gelée de

manzana, sopa de coco, jugo de pollo y aros de cebolla cruda (Adriá, 1997.pp 89); lo

inusual es que está hecho de un modo diferente, imaginativo y que implica la total

disposición del comensal para sentir lo que se le pide que sienta, el cliente recibe

instrucciones para comer o tomar cada una de las preparaciones, es por eso que hay ciertos

modales que se siguen en El Bulli; todos tenemos ese paladar que nos hace recordar lo que

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hemos probado, sólo que acá lo hacemos con una nueva visión, desde algo que

desconocemos.

Lo que se logra a través del planteamiento es que se desconozca, a través del gusto estético,

la conexión entre la presentación de un plato y la receta clásica a la que hace referencia y

que finalmente se relacione necesariamente el sabor final al gusto (sensorial) original, eso

es la deconstrucción “está elaborando la restauración mundial con una cocina de

vanguardia que cuestiona el sentido del gusto y la razón de las texturas. Su

‘deconstrucción’ de recetas ya existentes es lo nunca visto” (Adriá en: Creatividad y

Vanguardia, 2002).

Un ejemplo de esto es la famosa tortilla de papas, en nuestra memoria, este plato específico

tiene una imagen y un gusto que ya distinguimos por costumbre, en el restaurante, este

plato tiene el mismo gusto que recordamos pero está presentado de diferente manera, lo que

nos desconcierta y nos introduce de lleno en el juego propuesto; veamos el ejemplo:

“El concepto más innovador del trabajo de Adriá es la deconstrucción. Al llevarlo a la

cocina se traduce en seleccionar recetas tradicionales, por ejemplo, la tortilla de papas,

luego descomponer su estructura global en los elementos que la integran y cambiar

radicalmente las presentaciones, las temperaturas y las texturas de los ingredientes, pero

conservando cierta armonía que permita obtener un resultado final plenamente

identificable con la memoria gustativa del plato, es decir, como se recuerda una tortilla de

papas.” Se presenta así: “en una copa de cóctel se dispone, de abajo hacia

arriba, una confitura dorada de cebolla caliente, encima se vierte el huevo líquido también

caliente y, por último, una espuma sifonada (producida por un sifón) con sabor a papas.

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Ha cambiado la escenificación y las consistencias, pero al coger con la cucharilla las tres

capas y entremezclarlas en la boca el sabor es exactamente el mismo que el de la familiar

tortilla de papas.” (Valdés, 2002) (ver anexo 1, recetas clásicas que han sido deconstruídas

en El Bulli), es como si el comensal reconstruyera el plato después de haber sido

decontruido, en esta medida se hacen metamorfosis de los platos clásicos y se disfrazan las

apariencias, nunca los sabores.

Esto visto de una manera simple no es más que el deseo de adaptar platos de recetas ya

existentes, a un estilo propio de cocina y así invitar a una oferta nueva.

Vemos cómo este chef, no crea paltos sino que crea conceptos basado en técnicas comunes

ya conocidas en la gastronomía mundial por muchos chefs. Su propósito en tanto cocinero

creativo está en redefinir la cocina y la gastronomía como las conocemos, las entendemos y

las manejamos, y transformar el lema que con frecuencia nos han prohibido “con la comida

no se juega” por el de “con la comida si se juega”.

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35

CAPITULO 2

LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LOS SABORES

EL BULLI TALLER

“El Bulli taller es un espacio destinado a revolucionar la alta gastronomía del futuro”

(Merino, 2002)

El restaurante El Bulli, como propuesta de vanguardia tiene de soporte un lugar creado

especialmente para llevar a cabo las metas de un chef, que con su trabajo de investigación,

ha logrado hacer de su restaurante, un templo para los sentidos y un escape para las

convencionales maneras que tenemos en occidente a la hora de comer.

En una sociedad en donde la gente pide cada vez más experiencias, crece la necesidad de

crear espacios nuevos en todos los ámbitos para atraer la atención. Ferrán Adriá, consciente

de esta perspectiva inventa y reinventa experiencias en cada temporada en que se abre al

público el restaurante; para este propósito es indispensable un trabajo de investigación que

antecede al gran juego de los sentidos.

Un castillo ubicado en Barcelona es el albergue de cocineros y colaboradores que

pretenden, por medio de un trabajo constante, profesionalizar el proceso gastronómico que

implica el buen funcionamiento del restaurante. No solamente se tienen en cuenta las

opiniones de cocineros, El Bulli Taller también trabaja con especialistas en diferentes áreas

para así tener una mayor capacidad de análisis, Ferrán Adriá trabaja con físico-químicos

que permiten buscar otras soluciones y otras maneras de hacer cocina distintas a las que

Page 36: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

36

habitualmente se utilizan en restaurantes de alta categoría, por esta razón el taller es la

materialización de un proceso de creación.

El Bulli Taller representa el centro neurológico de una cocina que hoy podemos llamar

evolutiva, es ahí donde se investigan a fondo los sabores de cada uno de los productos

utilizados para las diferentes temporadas de apertura. Durante cinco meses al año se cierra

El Bulli para dar paso a la investigación, el taller es la “vanguardia de la restauración

mundial” (Ortega, 2002). Los productos estudiados hacen parte de una inmensa biblioteca

gastronómica que consta, además de libros de todo tipo de comida, de tarros en donde se

almacenan los alimentos para ser sometidos a miles de pruebas; la finalidad entonces radica

en tratar de “tegnologizar” – por así decirlo -, la comida, para hacer más precisa la

elaboración de nuevos conceptos que servirán para crear nuevos platos.

A parte de esta iniciativa que se da todos los años, cada uno de los menús se archiva en una

red informática donde se da cuenta del trabajo hecho a lo largo de tales periodos, así

quedan registradas las ideas que serán planteadas a un público específico que escoge ser

parte del cambio: de ahí la instrumentalización de los sabores, de ahí la instrumentalización

de los sentidos, protagonistas a la hora de abrir las puertas.

Queda claro que la idea del Bulli Taller es convertir el proceso culinario en algo más

científico, no es gratuito que Ferrán Adriá haga mención de su taller como un gran

laboratorio.

A lo largo de este trabajo he intentado dar a conocer los planteamientos de Ferrán Adriá

desde su propia postura, la mención al Bulli Taller es un intento por adentrarme más a

fondo en el proceso creativo y científico que tiene lugar antes de la presentación formal de

los platos al público del restaurante, pienso que en este punto es interesante conocer la

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37

postura de alguien que ha estudiado y analizado la función de los laboratorios en el campo

de la sociología.

Bruno Latour, sociólogo francés, analiza el por qué de estos lugares, su utilidad, su

mecanismo y su función. Los laboratorios deben ser entendidos como campos de práctica

en donde trabajan los científicos; conociendo los procesos que se llevan a cabo dentro de

dicho ámbito, los investigadores interesados pueden acceder a información de primera

mano para complementar sus trabajos. Latour habla de dos tipos de estudios, los

“internalistas” y los “externalistas” (Latour, 2001).

En este caso particular el Bulli Taller representaría el objeto de un estudio internalista,

mientras que el Bulli restaurante representaría el objeto de un estudio externalista, es decir,

el resultado de lo que se crea, se prepara, se investiga y se hace en el laboratorio. Este

sociólogo francés a basado su investigación en estudios científicos y tecnológicos, pero si

tomamos al Bulli Taller como un laboratorio en donde se investiga y se preparan cosas

nuevas, podemos aplicar los planteamientos antes vistos.

Trabajando a una menor escala, existe la posibilidad de equivocación, desde adentro se

manipulan los elementos con los que se trabaja, al igual que cualquier otro experimento

científico, por medio del ensayo y el error se llega al resultado deseado y se presenta “en

sociedad” , en ese momento se extiende el laboratorio a una mayor escala y se enfrenta a la

opinión del público. Para Latour, estos microestudio –como él mismo los llama- permiten

al investigador analizar estructuras sociales que están en constante destrucción y

recomposición (Latour, 2001).

El Bulli Taller es entonces, el punto de partida del análisis que he querido mostrar, es el

lugar en que nacen las nuevas creaciones y los nuevos conceptos propuestos para comer de

diferente manera. El restaurante, su consecuencia lógica, es el que nos permite saber cómo

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38

llega esta información al público y cómo la recibe después de ser destapada en sociedad.

Para este propósito es necesaria la antesala científica descrita por Latour en la que cada

miembro hace parte del proceso completo. Cada uno de los integrantes del taller hace las

veces de analista de la comida y del gusto tanto estético como sensorial. Estos dos matices

del gusto son los que van a hacer posible la experiencia que se pretende ofrecer en el

restaurante; por medio de la vista (el gusto estético) se va dar paso al gusto sensorial que

permite entrar en el juego de los sentidos.

Ferrán Adriá explica que el proceso llevado a cabo en el taller parte del deseo de buscar

opciones que permitan ofrecer nuevas sensaciones; para él “todo ya existe”, es a partir de

esta premisa que debe investigarse la manera de crear sin tener que copiar y finalmente

ofrecer lo mismo que se ofrece en otros lugares. Dado que todo nace de lo aprendido, dado

que nada es casual para Adriá, este chef intenta darle un matiz diferente a lo que ya

conocemos pero lo transforma para permitir la posibilidad de ver las cosas desde otros

puntos de vista, desde otras perspectivas y otros significados más divertidos; no se trata de

descubrir, se trata de crear, de conocer todo lo que se ha hecho sin dejar influenciarse, por

eso la creatividad juega un papel fundamental en el taller ya que representa el pilar de la

innovación “Ferrán Adriá es el innovador radical de la cocina del siglo XXI” (Ortega,

2002).

El punto principal está en hacer sentir al comensal, desde la llegada misma al lugar en que

se ubica el Bulli, que está haciendo parte de una experiencia que nunca ha tenido, que está

accediendo a una experiencia en la que debe olvidar por un momento su manera de pensar,

de probar, de sentir, de ver, de oler.

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DE LO REAL A LO SURREAL

“part alchemist, part scientist, part concept artist, and above all magician, Adriá has made

his name reinventing the way we eat” (Chandler, 2002)

Durante la revisión de artículos de prensa que se refieren al Bulli, fue interesante encontrar

que muchos de los autores hacen alusión constante a Ferrán Adriá como parte de un mundo

mítico donde se encierran él, su restaurante y sus platos como portadores de sensaciones sin

comparación “la experiencia de una cena en el Bulli es única y casi mística”(Scarpellini,

2002). Desde el punto de vista antropológico, es interesante encontrar por qué un

personaje, un lugar y unos platos pueden ser susceptibles de llamarse míticos, mágicos,

místicos; este carácter especial lo que muestra, a mi manera de ver, es la diferencia que se

impone frente a lo tradicional, a lo que siempre hemos considerado lo normal “todo parece

surreal” (Cremona, 2002. Traducido); las pautas estéticas y sensoriales se trastocan, toman

un nuevo significado, por lo que estos tres elementos logran producir dichas sensaciones y

convertirse en un punto de referencia para comprobar que hay diferentes maneras de

enfrentarse a la comida sin tener que seguir las reglas que pensamos normales.

En relación a lo anterior también llama la atención el carácter religioso que le dan al

restaurante en varios de los artículos “it is a pilgrimage” (Lander, 2002), para muchos

comensales el ir al Bulli se ha convertido en una suerte de cita obligada, en una forma de

peregrinaje como si se tratara de la asistencia a un templo sagrado; el hecho de desplazarse

hasta ese lugar apartado ubicado a más de cien kilómetros de Barcelona, ya implica una

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cierta determinación con algo que se quiere experimentar para buscar vivencias que en

otros lugares no se ofrecen.

Probablemente hablar de una dimensión religiosa es algo exagerado pero es interesante ver

cómo se refieren algunos comensales al Bulli. En la gran mayoría de artículos podría

afirmar que se alaba a Ferrán Adriá como aun mecías de la cocina de este siglo “es un

símbolo de la cocina del siglo XXI” (Alvarez, 2002), se alaban sus creaciones como si se

tratara de algo sagrado “El Bulli, santuario gastronómico que le ha lanzado al estrellato

mundial de vanguardia” (Alvarez, 2002), es quien ha transgredido las normas, es quien ha

proporcionado la posibilidad del olvido de lo que siempre se ha tenido como parámetro y

eso le da un carácter especial y diferente. El mismo describe su restaurante como un templo

culinario en donde la exaltación de todos los sentidos es el objetivo principal “la visita a un

templo culinario sólo tiene sentido si te provoca emociones y no indiferencia” (Adriá,

1997), expresiones como estas hacen que el imaginario popular se cree el perfil de algo

místico.

Hablar de un imaginario colectivo implica detenerse a pensar en los nuevos escenarios del

consumo cultural; la comida evidentemente hace parte de estos nuevos consumos que cada

vez más, nos llegan por diferentes medios. Hoy podría decirse que todo lo que nos rodea es

parte del consumo cultural, la televisión, el radio, el cine, la música, la comida, los

periódicos, los libros, las revistas, el baile, el teatro, el vestirse de cierta forma, el aprender

ciertos idiomas, el escoger ciertos productos... todo lo que elegimos, influenciados por

nuestro habitus es lo que nos conforma como individuos, es lo que nos hace parte de una

sociedad determinada y es lo que nos condiciona como personas y como grupo. Por eso al

referirme a un imaginario colectivo, aludo al bagaje que llevamos; las palabras de uno

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pueden ser la representación de la voz de muchos, quienes hablan de su experiencia en El

Bulli están contando la historia de otros que no la escribieron.

“hay un antes y un después de Adriá, maravilloso alquimista de las cosas del comer”

(Marcos, 2002).

Definitivamente Adriá se ha convertido en un ídolo y el Bulli en un símbolo de la

innovación culinaria a nivel mundial, en el artículo “un entretien avec Ferrán Adriá” (Sin

autor, Revista Farrarelle Food Thinking, 2002), lo definen como un ícono de la innovación

gastronómica, otros le dan el carácter de gurú e ilusionista de una era definida por la

importancia de las texturas y la participación de todos los sentidos en el acto de comer

(Martín, 2002). Mago, místico, artista, profeta, gurú, alquimista, mítico o ilusionista, son

categorías que definen la personalidad de un chef que se ha atrevido a cuestionar la

tradición poniendo de manifiesto las múltiples posibilidades de la gastronomía.

COMER PARA CREER

“buscar el sabor verdadero de los alimentos, intentar olvidarse de las costumbres o de la

falsa tradición” (Adriá, 1997.pp 51)

Los sabores que se ofrecen en El Bulli hacen parte integrante de la filosofía misma que se

maneja en el restaurante, el concepto de la deconstrucción en cocina nos es posible

entenderlo precisamente a partir de los sabores que son los responsables de evocar lo que,

en cierta medida, ya distinguimos de antemano pero que no nos es posible reconocer a

simple vista. La receta tradicional está en el sabor original de cada ingrediente, presentado

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ante el comensal como algo innovador, por eso se dice que hay que comer para creer, para

evocar, para recordar, para sentir.

Ferrán Adriá, presentado como un personaje creativo, consigue romper los esquemas

rígidos de lo considerado canónico “what inspires me about Ferrán is his philosophy that

the old ways should always be challenged” (Jaleo en: Kakinoki, 2002).

Cada uno de los platos comprendidos en el menú de degustación del restaurante (anexo 2),

cuestiona de forma, llamémosla práctica, la manera en que hemos estado acostumbrados a

comer de acuerdo a los estándares de nuestra propia cultura; para muchos periodistas que

han dedicado sus columnas a relatar la experiencia que se tiene en el Bulli, el punto

principal se centra en “dar vuelta a esas caducas normas” (Marcos, 2002) que han

dictaminado nuestro comportamiento como comensales, de ahí se desprende también la

idea de gusto que como lo dice Bourdieu, es una idea completamente relativa y está sujeta a

múltiples variables que nos conforman de una u otra forma “el gusto es en realidad la

libertad del individuo” (Adriá en: Revista Maxim, 2002), esa libertad se refiere a las

posibilidades de escoger entre lo que nos gusta y lo que no, dependiendo de nuestra

posición social, nuestros ingresos, nuestra educación.

La antropología ha estudiado la comida como parte del ritual y el comensalismo, más

adelante se pusieron en evidencia las pautas y reglas que fueron adquiriendo las diferentes

sociedades en el acto de comer; son estos cánones los que son cuestionados y rebatidos en

el Bulli, dejando de lado la historicidad característica de la buena mesa y los valores

aparentemente eternos del gourmet clásico, “hace espuma con el mar [...] sus croquetas

son líquidas, sus caramelos son helados” (Marcos, 2002), platos como estos implican

necesariamente un rompimiento con la tradición, con el sentido común que dice que una

croqueta no puede ser líquida, es así que “Ferrán Adriá no vende comida, sino nuevas

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sensaciones” (Guillamet, 2002) desconocidas dentro de las guías y fórmulas establecidas

para comer; la cocina que él ofrece choca indudablemente con los esquemas

gastroculturales –como los llama Julio Villanueva Chang en este artículo de prensa

(Villanueva Chang, 2002).

Estos cambios de sentido y gusto a los que se refiere Adriá, hacen parte de la estructuración

de estilos de vida diferenciados, en tanto el ejercicio implica que sea un público específico

-que tiene las posibilidades económicas y el deseo de acceder a experiencias diferentes para

su deleite personal- el que puede pagar para disfrutar.

EL JUEGO DE LOS SENTIDOS

“mediante el sentido del gusto (sentido fisiológico) puedo apreciar cuál es el gusto (sabor)

de un plato, y decidir si me gusta (apreciación intelectual, subjetiva)” (Adriá, 1997.pp 48)

Todos estos matices de gusto están directamente relacionados con la posición de Pierre

Bourdieu, el gusto lingüísticamente tiene varios significados y cada uno de ellos está

relacionado directamente con la manera en que los manejamos dependiendo de factores

específicos.

En el Bulli en contraposición con las finalidades de otros restaurantes, estamos sujetos a lo

que el chef quiere que veamos, degustemos y sintamos con las creaciones vanguardistas

que se ofrecen. Según los planteamientos de Pierre Bourdieu, la distinción de un individuo

ante tres tipos diferentes de gusto está ‘ajustada’ de antemano, determinada por el bagaje

cultural que lo conforma, recordemos que nuestro habitus nos determina en tanto

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individuos pertenecientes a una sociedad “cada pueblo tiene su gusto, siendo éste el

soporte sobre el cual se edifica su forma propia de comer, que es una de las expresiones de

su cultura” (Ortega, 2002). En El Bulli este habitus, estos gustos pre-determinados, se

enmarcan en una contextualización de los sentidos elaborada por Ferrán Adriá, para

mostrar que cada uno de ellos es fundamental para disfrutar la comida de una manera

diferente a lo que hemos estado acostumbrados “el sentimiento que se produce al visitar

tan peculiar establecimiento es comparable a una regeneración de los sentidos en el arte

del buen comer, ofreciendo una nueva perspectiva de lo que es posible o imposible”

(www.elbulli.com, 2002).

Antes de presentar esta contextualización veamos algunos planteamientos a propósito de la

antropología de los sentidos.

Esta disciplina se concentra en demostrar que la percepción que tenemos a través de

nuestros sentidos como gusto, olfato, tacto, oído y vista, son más que reacciones

fisiológicas, cada una de ellas encierra valores culturales importantes que se inscriben, en

este caso, en nuestra manera de comer. Cada acto perceptivo está condicionado por la

cultura a la que pertenecemos, ya que lo asociamos a eventos, memorias o situaciones

particulares.

A grandes rasgos lo que la antropología de los sentidos nos enseña es que los sentidos

llevan valores sociales implícitos que han sido regulados de antemano. El investigador debe

olvidarse de su propio esquema sensorial y estudiar los modelos sensoriales ajenos para

poder hacer una lectura social que permita analizar aspectos como las jerarquías, las

relaciones, las divisiones etcétera (Classen, 1993).

Una de las autoras más importantes de esta disciplina es Nadia Seremetakis que se refiere a

los sentidos como portadores de memoria; el recuerdo personal y los objetos materiales al

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tocarlos, al olerlos, al verlos, evocan pasajes de vidas; la importancia de la percepción

sensorial está en que realmente permiten reaparecer momentos ya pasados (Seremetakis,

1994). Los esquemas sensoriales no son estáticos, se transforman según los cambios

sociales o individuales, un hombre que sube en la jerarquía de su grupo, tendrá otros

hábitos y por lo tanto otro esquema.

Todo lo expuesto anteriormente sirve como complemento a la propuesta de Ferrán Adriá,

quien aboga por una mayor participación de los sentidos en el acto de comer.

A continuación anexo esta breve contextualización y descripción.

VISTA:

Presentación de los platos, formas, colores, identificación del producto.

OLFATO:

Olor de los productos y condimentos; estado de los alimentos; preparación de los jugos

gástricos que posibilitan la digestión.

TACTO:

Texturas. Temperaturas.

OÍDO:

Sonido de ciertas texturas en la boca (crujientes).

GUSTO:

Percepción de gustos primarios. Sabor propio de los alimentos (gen o personalidad),

Intensidad del sabor. Apreciación de la armonía.

(Adriá, 1997.pp 39)

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Teniendo en cuenta esta contextualización, los cocineros del Bulli acomodan los platos que

van a hacer parte del menú de degustación y elaboran las instrucciones que van a ser dadas

a los clientes para que sientan lo que el chef imaginó “ha sabido convertir su oferta en un

happening cuyo objetivo es despertar los sentidos” (Hevia, 2002). Para Adriá todo lo que

se ve en el plato se debe poder comer, los adornos entonces tienen una razón dentro del

palto, nada es gratuito ni está puesto para otro uso diferente al de comer, los elementos se

integran, se mezclan en el juego, de esta forma se intenta “ensanchar los límites de la

percepción” (Adriá, 1997) y dar a cada uno de los sentidos una función determinada.

Vista:

Todo comienza por la vista, en el momento en que se sirve la comida, lo primero que se

hace es observarla. Se crea un impacto visual a través de los platos valiéndose de sus

colores, de su composición y de sus formas “ el concepto era totalmente nuevo [...] llenar

el ravioli con una sopa líquida” (Adriá, 1997.pp 238); desde ese instante ya existe una

ruptura con la tradicional manera de servir un plato ya que las creaciones son innovadoras y

no tienen referencia estética con ningún otro plato de ningún otro restaurante. La vista

permite al comensal hacerse conciente de que está ante la novedad, este sentido específico

le permite saber qué tipo de comida tiene en frente.

Olfato:

El olfato es igualmente importante, es el paso que sigue a la vista. Los meseros del

restaurante piden a sus clientes que huelan el plato y de esta manera evoquen sensaciones

de recetas que ya han probado pero que no son capaces de identificar inmediatamente

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mediante el sentido de la vista, hay que dejar en claro que no todas las creaciones del Bulli

pasan por el proceso de la deconstrucción “no para de inventar nuevos gustos” (Chaigneau,

2002. Traducido), también se inventan nuevas recetas que nada tienen que ver con las

tradicionales, pero nuestro interés principal está en platos deconstruídos, por lo que no se

hará mención de los otros.

Tacto:

La dimensión sonora de la cocina es fundamental para el deleite de cualquier preparación,

el tacto en la cocina de Adriá tiene que ver con la textura y con lo que sentimos después de

apreciar la temperatura de los productos en la boca. Este es un punto importante ya que lo

que se busca con la mezcla y combinación de texturas y temperaturas dentro de un mismo

plato, es crear nuevas sensaciones y nuevos elementos de sorpresa y emoción para el

comensal “es la explosión del sentido del tacto en la boca” (Adriá, 1997.43), se interviene

por ejemplo con los crujientes y los líquidos, los presenta en un mismo producto que son

las croquetas líquidas, juega con la textura de las espumas, con lo caliente y lo frío y con

muchos otros elementos que combina en infinidad de productos “gelatina de legumbres,

raviolis de helado [...] crocante de yogourth deshidratado” (Chaigneau, 2002. Traducido).

Es esta una de las propuestas más fuertes de Adriá que contradice normas como la de no

oler la comida antes de probarla para no cometer una falta de educación en las maneras que

hay que guardar en la mesa; el chef invita a explorar las emociones, a dejarlas salir y así

mostrar que la cocina se disfruta con cada uno de los sentidos, que todos son igualmente

importantes para que verdaderamente se llegue a apreciar el plato “también se come con el

tacto, con la mezcla de texturas y con el oído” (Adriá, 1997). Al tener en un mismo plato

varias temperaturas (como en un coctel) se busca ensanchar la percepción del comensal,

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uno de los cambios radica en que en la cocina tradicional los platos o son fríos o son

calientes o son helados, no hay contrastes, en la cocina creativa, por el contrario, un plato

puede llevar diferentes temperaturas o presentarse tibio para que el tacto tenga un mayor

protagonismo.

Gusto (como sentido):

El gusto es sin duda el sentido más importante, pero no el único. El gusto es fundamental

por ser el que recibe el mensaje de qué es realmente lo que se está comiendo: al identificar

los sabores de los diferentes elementos que conforman el plato, el comensal es capaz de

asociar lo que probó con la receta tradicional que ha sido deconstruída, “sorbete de tortilla”

(Merino, 2002), o arroz a la cubana son ejemplos claros de lo que pretendo mostrar. Al

descubrir la armonía del plato, la memoria entra en juego y participa de la meta que busca

Adriá, en ese momento de degustación se culmina el proceso de trabajo que se ha llevado a

cabo en el Bulli Taller después de meses de investigación y culminación de los platos.

Cuando en la gastronomía española se hablaba de innovar, el espejo era la cocina francesa

que siempre tuvo un lugar preponderante entre los gastrónomos de todo el mundo; hasta la

"nouvelle cuisine", los sentidos que participaban en la degustación culinaria eran

fundamentalmente el gusto y el olfato, poco a poco se fue introduciendo la idea de que

también se come con el tacto y con el oído, Adriá se basa en esta idea y la explota “Adriá is

a brilliant, creative chef who likes to push invention to the limits” (Kakinoki, 2002),

haciendo de su cocina un “auténtico recital para los sentidos” (Gernaiz, 2002). Al poner en

evidencia los cinco sentidos da paso a lo que él considera lo más importante, es decir, la

sorpresa, la ironía y el humor al comer.

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DESORDEN DEL COMER

“Hace espuma con el mar [...] sus caramelos son helado” (Marcos, 2002)

La cocina occidental, por gusto y más por costumbre, tiene un orden determinado para

comer, en la mayoría de los casos, hay una secuencia de sabores que está previamente

‘escrita’. Dentro de este orden está la disposición de los paltos que deben ser servidos de

acuerdo a nuestras pre-concepciones; hay una idea generalizada en occidente: primero se

sirve la sopa luego el plato fuerte, después el postre dulce y por último el café. Otra de la

convenciones más marcadas es la separación de lo dulce y lo salado “ lo que se

tradicionalmente se considera dulce o salado no deja de ser una convención” (Adriá,

1997), casi siempre lo salado se come al principio y lo dulce va al final; uno de los retos

más interesantes de Ferrán Adriá ha sido borrar momentáneamente las fronteras entre estos

gustos que tienen lugares específicos en nuestro imaginario de una comida ‘normal’.

En El Bulli estos conceptos hacen parte de una tradición que debe cambiar mientras se está

en el lugar “la vertiente más apasionante de Adriá, por lo que sin duda pasará a la historia

de la gastronomía mundial, será por haber roto el corsé en el que teníamos encerrados

determinados conceptos gastronómicos (...) alterando el aburrido orden establecido” (Sin

autor, Revista En Línea, 2002). La finalidad del menú de degustación que se ofrece en el

restaurante, es luchar contra los cánones que nos llevan a comer de una cierta manera y no

de otra, por eso se tratan de hacer menos claras las fronteras entre los primeros platos, los

segundos y los postres y así readaptar nuevos acercamientos que exploten los sentidos, no

se sabe en dónde se acaban los platos y dónde comienzan los postres, lo dulce se confunde

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con las ensaladas “raviolis con pasta de hielo, ensalada que se transforma en sopa”

(Hevia, 2002), las combinaciones entre sabores se llevan al extremo para invitar a descubrir

sensaciones “invoke new feelings” (Teo, 2002).

Teniendo en cuenta conceptos como estos podemos entender por qué “es difícil definir los

platos mediante un vocabulario de cocina clásico” (Adriá, 1997.pp 84) , no existen

referencias gastronómicas para nombrar las creaciones del Bulli porque no pertenecen a la

tradición culinaria a la que occidente se ha ido acomodando a lo largo de los años, el

habitus que nos caracteriza como consumidores de un tipo de gastronomía (que es la que

caracteriza a los clientes del restaurante) no concuerda con la forma en que se invita a

comer en este lugar de cocina creativa. Armonizando los gustos se puede olvidar por una

horas el orden tradicional en que se suele comer, los postres son un ejemplo de esto, al

crearlos se utilizan conceptos que pertenecían, por lo menos hasta hace muy poco, al

campo de la cocina salada, se usan verduras y otros productos que hacen de los platos

verdaderas sorpresas para el comensal.

Otra de las formas de trastocar la tradicionalidad es integrar los elementos en una sola

preparación “la guarnición y las salsas no se sirven como acompañamiento, como suele ser

habitual, sino que están integrados y forman parte del plato” (Sin autor, Revista Cocina

mía, 2002), se complementan así los sabores y el gusto se hace más apreciable. Todo esto

se logra también gracias a la ayuda visual, a la estética misma del plato, con lo que se

logran incorporar texturas y presentaciones desconocidas hasta entonces, es una nueva

concepción de la comida salada “la disposición e imagen de un primer plato podrán diferir

muy poco a las de un postre” (Adriá, 1997.pp 198).

Hablando del orden en el comer también hay que referirse a las temperaturas y a las

texturas que mezcladas con lo dulce y lo salado proporcionan sensaciones extremas;

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trabajando lo frío y lo caliente se logra confundir entre helados y sopas “los sorbetes o los

helados salados no son otra cosa que sopas y cremas que alcanzan temperaturas muy

bajas al pasarlas por la heladera, con lo que adquieren una consistencia diferente” (Adriá,

1997.pp 197), sorbetes y postres pasan a ser parte integrante de la comida salda y se

convierten en lo que los periodistas han llamado platos míticos. Cada una de estas

presentaciones se convierte en un plato principal que no lleva otro acompañamiento: es en

él mismo, el elemento principal, ese es el cambio, suplir el concepto asimilado de lo que es

dulce, salado, amargo o ácido; se borran esas fronteras y se reemplaza el orden en que

aparecen estos gustos durante la secuencia ‘lógica’ de una comida.

Vista, olfato, tacto y gusto, son los elementos principales del juego propuesto en El Bulli;

entendiendo las funciones de cada uno de los sentidos crecen las posibilidades de crear

combinaciones innovadoras para un público que busca experiencias diferentes, la

instrumentalización de los sentidos permite ensanchar los límites de lo considerado

canónico y dar vuelta a las normas que han sido parte de un habitus marcado por nuestra

cultura.

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CAPITULO 3

COMENSALES Y ADEPTOS

“(... La cocina de El Bulli es, sencillamente, inclasificable. Ni tan siquiera las estrellas o

notas de las más prestigiosas guías de restaurantes, citándolo como uno de los mejores del

mundo, logran definirlo...)”.

(Adriá. A, 1998)

A lo largo de esta investigación se ha hablado del trabajo hecho por Ferrán Adriá en su

restaurante El Bulli, se ha explicado la teoría deconstructiva utilizada en su cocina y se han

expuesto los puntos principales de ésta. El tercer y último capítulo se concentra en poner

en evidencia las ideas de Ferrán Adriá y Albert Adriá así como el punto de vista de los

comensales que han accedido a la experiencia de comer en El Bulli en una o más

ocasiones.

Antes de dejar la palabra a los protagonistas del Bulli, quiero hacer mención al papel que

ha jugado la publicidad en el campo del consumo cultural, ya que la mayor parte de esta

investigación está basada en artículos de prensa internacional.

PUBLICIDAD Y SEDUCCIÓN

En el capítulo pasado plantee la posibilidad de estudiar la comida como un objeto del

consumo cultural al que todos estamos expuestos de mil formas diferentes. En esta medida

es necesario entender cómo y desde cuándo la publicidad, plenamente nombrada en esta

Page 53: Ferrán Adriá: La cocina creativa y el juego de los

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monografía, ha sido parte fundamental en el convencimiento que va guiando al público

sobre las formas en que debemos o no hacer las cosas y sobre las formas en que debemos o

no comportarnos. La publicidad así actúa como un agente activo que va a intentar

convencer al agente receptivo, en este caso, los comensales del Bulli.

Desde la época de la industrialización en los países europeos el consumo de objetos

materiales, ya fueran bienes de necesidad o bienes de lujo, ha marcado la cultura occidental

profundamente. Hoy vemos cómo la práctica constante del consumo se ha extendido a

otras esferas de la cultura afectando la relación de la gente con todo lo que la rodea. A

partir de la industrialización los medios masivos de comunicación cumplen el papel de

publicitar la forma de vida consumista; los comerciantes, de cualquier tipo de objetos y

productos, incluyendo la comida, se interesan por llamar la atención del público a través de

diversos mecanismos como la producción de símbolos materiales.

Por medio de “trucos visuales” y otros mecanismos se atrae a la gente y se seduce a las

masas para incitarlas al consumo. Estos mensajes implican ciertos cambios de

comportamientos sociales tanto en los agentes receptivos como en los agentes activos que

van marcando las pautas necesarias para acrecentar la producción, circulación, distribución

y consumo de bienes materiales, de esta forma se hace efectiva la aceptación del público al

que llegó el mensaje, haciéndolo acogedor del producto material que se quiere vender.

Antes de la década de los 70 (s. XX), los empresarios eran vistos peyorativamente ya que

los bienes de lujo eran considerados como banales; es esto precisamente lo que se quiere y

se logra cambiar, gracias a campañas publicitarias que construyen un discurso exitoso sobre

el nivel de vida de los ciudadanos, medido por los objetos que consume y las experiencias

que acumula a lo largo de su vida.

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El acto de adquirir nuevas cosas se transformó poco a poco y pasó a hacer parte de los

sueños de un público que pedía más; la variación de estrategia jugó un papel importante en

la medida en que los empresarios analizaban la mente del consumidor para proveerlo de lo

que realmente buscaba y quería, o lo que realmente ellos como empresa buscaban y querían

que se consumiera. Con la ayuda de la psicología la sociedad empezó un proceso de

individualización que le permitió escoger por él mismo sus necesidades y sus lujos

dependiendo de su capacidad económica para acceder a dichos productos, al mismo tiempo

se creó un proceso colectivo en el que el consumidor se fue dividiendo en grupos

etiquetados por los publicistas; al separar los “gustos” y prioridades nacieron en el lenguaje

publicitario grupos como el intelectual, el empresario, las amas de casa, los jóvenes, la

mujer etcétera... cada uno con perfiles diferentes y por tanto con diversas estrategias de

venta. Para cada sector fue necesario pensar y lanzar una idea de publicidad dirigida

especialmente para ellos. Al analizar las tendencias de consumo se crearon las herramientas

de seducción correctas que dieron resultado y que hoy siguen vigentes.

Las últimas décadas del siglo XX y el comienzo del siglo XXI se caracterizan por la

inmensa influencia de una publicidad que se hace cada vez más personal, con la aparición

del internet por ejemplo, las grandes empresas vendedoras buscan entrar en los deseos de

cada uno de sus usuarios mostrando y dando acceso únicamente a lo que ellos escogen, sin

intermediaros. De esta manera las estrategias de mercadeo han hecho que cada grupo por

ellos clasificado y encasillado ‘sepa’ o crea saber de alguna forma por medio de sus

anuncios, lo que está bien o lo que está mal, lo que es importante o lo que no, lo que se

debe hacer o no, lo incorrecto, lo banal, lo que esta de moda etcétera...

A grandes rasgos lo que me interesa poner en evidencia es la influencia inmensa del sector

publicitario en la toma de decisiones de un público cada vez más acostumbrado a recibir

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orientación a la hora de comprar, evidentemente la influencia de la publicidad no actúa

igual para cada persona, por eso los estudios de consumo deben tener eso en cuenta y deben

estudiar la mejor manera de hacerse partícipes de lo que quiere un receptor.

Vemos entonces cómo el valor de los objetos sufre una transformación a favor del

consumismo, que se convierte en una forma de expresar, a través de lo material, aquello

que se quiere o pretende ser. El hecho de comprar un bien o consumirlo, como la comida se

convierte en un acto social que determina y clasifica a quien lo compra, es –por así decirlo-

una dinámica entre lo socialmente pautado y lo individualmente aceptado.

Toda esta explicación hace parte de esta monografía ya que muestra en cierta medida, la

influencia de la publicidad en el público que accede al Bulli, este tipo de consumidores

también fue clasificado por las empresas interesadas teniendo en cuenta su nivel económico

y su deseo de contar con nuevas vivencias. La experiencia de sentarse a comer en un

restaurante de estas características es precisamente una de las formas de expresar a través

de lo material –comida, experiencia de vida-, que se ha acumulado otra práctica más que se

suma y engrandece al individuo.

Muchos de los comensales que llegan al Bulli, lo hacen atraídos por comentarios y reseñas

hechas en avisos publicitarios y artículos de prensa en todo el mundo, veamos entonces

cuáles son sus percepciones y reacciones y veamos cómo éstas son manejadas por quienes

trabajan en el restaurante.

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EL PUENTE

Cocinar es un puente de comunicación, a través de un menú especialmente diseñado Ferrán

Adriá se relaciona con los comensales que llegan buscando variedad y sorpresa; después de

hacer su reserva con meses de anticipación, estos tienen una serie de expectativas debidas a

la gran publicidad de que ha sido objeto el establecimiento, el chef desafía esas

expectativas ofreciendo “una comida que exige una concentración demasiado solemne”

(Adriá, 1997.pp 64); siguiendo a Norbert Elias vemos cómo anteriormente la solemnidad

estaba regida por el buen comportamiento en la mesa y por las maneras de buena

educación, la solemnidad a la que se refiere Adriá poco tiene que ver con las formas de

conducta, más bien demuestra que su cocina requiere de la total atención por parte del

comensal que debe sentir el placer por medio de las instrucciones para comer o beber cada

preparación.

Son muchos los comentarios que se desprenden a propósito de una visita al Bulli, como en

cualquier otra experiencia culinaria no todas las voces alaban el trabajo de Adriá, hay

quienes califican su comida como demasiado ‘rara’, por lo que el chef afirma que “cuando

aplicamos un calificativo semejante entran en juego, entre otras cosas, nuestros hábitos

culturales y el gusto personal de cada uno” (Adriá, 1997.pp 58), la cita corresponde con

los planteamientos de Pierre Bourdieu acerca del habitus, fundamental en nuestra

definición como individuos en tanto nos condiciona a dar calificativos de este tipo,

dependiendo del estilo de vida y costumbres arraigadas a una cultura y modo de pensar

particular.

Ese habitus del que habla Bourdieu implica que todos tenemos una memoria gustativa y

una identidad cultural particulares condicionadas a infinidad de factores que lo conforman,

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57

esa memoria y esa identidad -en este caso relacionadas con la comida- no dejan de existir

en el Bulli, simplemente se trastocan en el marco de una propuesta temporal, elaborada

para borrar las convenciones y prejuicios con los que estamos acostumbrados a comer.

Otro Tipo de comentarios, los más comunes entre los artículos de prensa recientes

dedicados al restaurante, tienen en común la satisfacción personal de haber podido acceder

a una experiencia privilegiada “si la cocina de Adriá es una forma de arte es porque aparta

momentáneamente el acto de comer de la ondulante placidez de la repetición” (Villanueva

Chang, 2001), la comida como un acto cotidiano, tiende a la monotonía, condición

completamente opuesta a lo presentado por Adriá, los clientes tienen ante ellos la

posibilidad de enfrentarse a nuevas formas de comer por lo que muchos opinan que “su

cocina propone todo un reto al comensal que jamás puede quedarse indiferente ante sus

propuestas” (Alvarez, 2002).

Títulos de prensa como “The Salvador Dali of the Spanish Kitchen”, “La maestría de

Ferrán Adriá”, “Platos míticos de Ferrán Adriá”, “Ferrán Adriá, el mejor cocinero del

mundo”, “Cocina para gozar”, “El sabe cómo hacerte la boca agua”, “La cocina más loca

del mundo”, “Pura Magia”, “Picasso in cucina” y muchos más, corroboran el impacto que

ha tenido su concepto culinario en los medios de comunicación y principalmente en el

recuerdo de quienes han vivido la experiencia. Para muchos de los autores comer en el

Bulli se compara a asistir a un desfile de modas, es un pret-a-porter gastronómico en donde

las colecciones son los menús que hacen parte de la temporada, los comensales se divierten

“¿de qué modo haces humor en la cocina? –haciendo creer en cosas que después no son

los que uno pensaba” (Villanueva Chang, 2002) e ignoran lo racional para entregarse al

juego de los sentidos “¿qué formas hay que guardar en la mesa? –todo está permitido”

(Calvo, 2002).

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EL BULLI, MEJOR

Ya me he referido a los comensales, antes de volver a ellos, me interesa mostrar los puntos

de vista de Ferrán Adriá y su hermano, colaborador del Bulli, a propósito del restaurante.

“me interesa crear nuevas emociones”(Adriá Ferrán, com. Pers. 07/10/2002)1

Para este chef la importancia del método deconstructivo está en crear un vínculo con el

recuerdo del comensal “con la deconstrucción nos servimos de la memoria para crear

platos que evoquen”(Adriá Ferrán, com.pers. 07/10/2002). Esos platos surgen de recetas

clásicas que son familiares a los clientes y hacen parte de su cultura gastronómica “Al

deconstruir una receta lo que se consigue es tener innumerables versiones de un plato

tradicional” (Adriá Albert, com. Pers. 07/10/2002). Estas son algunas de las recetas

tradicionales que han pasado por el proceso de la deconstrucción y se encuentran en uno de

los manús de degustación (ver anexos)

Gazpacho ___ Gazpacho bogavante

Pollo al curry ___ Pollo al curry en deconstrucción

Habas a la catalana ___ Capuccino de habas a la menta

Tagliatelle a la carbonara ___ Tagliatelle de consomé a la carbonara

Mojito ___ Mojito CO2 (Adriá Albert, com. Pers. 07/10/2002)

1 Las citas de Ferrán Adriá y Albert Adriá fueron tomadas de entrevistas personales hechas através de internet

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Este extracto de uno de los menús de degustación nos deja ver el deseo de jugar con las

formas tradicionales de comer, “ese cambio es una de las grandes características del Bulli,

nosotros hemos transformado el menú degustación en una manera diferente de ver la alta

gastronomía, difícil de explicar con pocas palabras, pero sencillo de entender cuando se

come”. (Adriá Albert, com. Pers. 07/10/2002) Por otra parte Ferrán Adriá piensa que “El

público que viene entiende que viene a probar algo nuevo; no hay problema, es como

cuando vas a escuchar rock, no te planteas si la obra es mejor o no”(Adriá Ferrán, com.

Pers. 07/10/2002).

A mi manera de ver, el público del Bulli sí se plantea si la obra es mejor o no, sí existe la

idea de estar accediendo a una experiencia mejor y esta idea está de alguna manera

condicionada por los medios de comunicación que se han encargado de difundir un

imaginario gastronómico que eleva el estatus del restaurante, la gente busca experiencias

sobresalientes que les permitan tener mejores y nuevas sensaciones, de ahí que sea “el

público el que tiene la última palabra” (Adriá Ferrán, com. Pers. 07/10/2022), palabra que

le ha dado al restaurante un carácter vanguardista; lo que los comensales definen como

vanguardia no es sino la consecuencia lógica de la tradición, igual la define Adriá “La

tradición existe porqué hay vanguardia y viceversa. La tradición evoluciona, la tradición

de hoy en su día fue vanguardia, y la vanguardia de hoy en su día será tradicional” (Adriá

Ferrán, com. Pers. 07/10/2002).

A la pregunta de “hay quienes aseguran que comer en el Bulli es parte de una peregrinación

anual para el deleite de los sentidos, cree usted que su restaurante tenga, a la luz del público

que lo dice, una dimensión religiosa?” Adriá responde “Tengo mucho respeto por la

religión, y la gastronomía es otra cosa diferente” (Adriá Ferrán, com. Pers. 07/10/2002).

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Es claro que analizándolo desde una perspectiva antropológica, resalta esta dimensión a la

que me refiero; cada relato, cada historia, cada alusión al Bulli está plagada de

consideraciones que aluden a su carácter místico y surreal, por eso mismo es que ‘encanta’

“Quizá uno de los hechos más importantes, es la ilusión por la gastronomía que hemos

dado” (Adriá Ferrán, com. Pers. 07/10/2002).

Los comensales graban el recuerdo de haber estado en el Bulli y es eso lo que se busca,

crear un impacto en cada uno de los individuos que los visitan “para nosotros lo peor que

puede pasar es que un restaurante de alta gastronomía deje indiferente. Quizás todo lo

que la gente comenta acerca de nosotros es consecuencia de las emociones que les

despertamos”. (Adriá Albert, com. Pers. 07/10/2002)

Cada una de las palabras de Ferrán Adriá y de Albert Adriá están basadas en el trabajo

constante que han mantenido en el restaurante, conociendo su manera de pensar es

importante volver a los clientes que comparten sus impresiones.

Para terminar anexo dos textos de comensales en los que se resume la mirada interna de

comer en el Bulli, en ellos es claro encontrar referencias a puntos específicos que he

querido mostrar a lo largo de la investigación, me refiero a las alusiones religiosas y a la

idea de estar viviendo una experiencia de vida más, que se suma a las muchas que nos

hacen sentir más ricos en vivencias personales.

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EL CORAZÓN DEL BULLI

Testimonio 1

“¿Amante de los deportes extremos? ¿Ansioso por vivir emociones fuertes? No se pierda

entonces la experiencia de cenar en ‘El Bulli’.

Cuando uno enfila el camino de El Bulli, el ya casi mitológico restaurante de la Costa

Brava, la sensación previa de ansiedad es parecida a la que puede experimentar un

seminarista al que invitan a visitar al Papa en Roma.

Se trata de una emoción intensa y perdurable[...]

Una vez sentado en la mesa, el restaurante de Adriá ofrece una sinfonía inigualable de

sensaciones que, incluso para los no iniciados, resulta inolvidable [...] En su

personalísima cocina, Adriá juega no sólo con el paladar o con la vista; también mide los

ritmos, los tempos, las temperaturas de servicio y las sensaciones táctiles.

Así, los camareros aconsejan a los clientes la forma de consumir los platos, sugiriendo el

orden o la manera de llevarse los ingredientes a la boca. El huevo de oro o los paquetitos

de calamar y coco con soja, por ejemplo, producen en el paladar una explosión de los

sentidos en la que la combinación de sabores se superpone a la efervescencia producida

por el estallido del envoltorio.

¿vale la pena mover influencias, llegarse hasta el último extremo de España y pagar un

precio respetable por cenar en El Bulli? ¡Por supuesto que sí! El esfuerzo que se exige es

recompensado con creces en la mesa.

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En el futuro, cuando repase el álbum de experiencias de mi vida, el verano de 2002 no será

el de la Costa Brava, ni el de la espléndida casa Batlló, ni siquiera el del ¿frustrado?

fichaje de Ronaldo por el Madrid. Será el verano de El Bulli.”

(Saiz, 2002)

Testimonio 2

“¿Platos?, ¿preparaciones?, ¿menú largo y estrecho?, ¿bocaditos?,

¿delicadezas?..."uff...yo que sé...

Desde la otra punta de esta España [...] contactamos con nuestros anfitriones catalanes

que nos subieron a la Cala de Montjoi, lugar de asiento de uno de nuestros templos

gastronómicos.

En dicha subida nuestros amigos nos contaron las argucias empleadas para lograr mesa

en un local que cubre sus reservas con meses de antelación, y así nos metimos

directamente en el corazón del restaurante. Ya en esos momentos pensaba que la aventura

merecía la pena, y todavía me embarga la emoción de su recuerdo.

Con una cadencia y ritmo estudiados, se fueron sucediendo un gran número de "delicias

culinarias" como una sinfonía de sabores, aromas, texturas..., que traducían una

cuidadosa elaboración.

Una elaboración singular, minuciosa, detallada.... que rezumaba horas de trabajo y

estudio, con un metódico trabajo artesanal no exento de rigurosidad, yo diría, que

científica [...]

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la comida es algo emocionante y a veces indescriptible cuando se funde en el paladar,

como una transgresión sensorial de difícil explicación [...] Me resulta dificultoso buscar

adjetivos para expresar mi, o mejor, nuestra admiración por el momento que vivimos.

En resumen una "locura gastronómica"” (Perez, 2002).

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CONCLUSIONES

PERCEPCIÓN, PENSAMIENTO Y ACCIÓN

“(... las formas de conducta en la mesa no son algo aislado, sino que forman parte muy

característica de la totalidad de los modos de comportamiento transmitidos por una

sociedad, cuyo grado de desarrollo se corresponde con una estructura social

absolutamente determinada. [...] no hay duda de que las formas medievales de

comportamiento estaban vinculadas a las formas vitales generadas y a la estructura total

del ser del hombre medieval, como hoy día lo están nuestro comportamiento y nuestras

reglas sociales a nuestra forma de vida y a la estructura de nuestra sociedad ...)” (Elias.

1977 pp, 114)

Esta cita introductoria pone de manifiesto, de forma muy concreta, la idea de que el acto de

comer, como todos los actos sociales y culturales, hace parte integrante de un proceso

“civilizatorio” – como lo llama Norbert Elias – en el que poco a poco se han evidenciado

las normas, las reglas y las pautas con las que hoy en día nos sentimos tan identificados.

Las formas de comportamiento que tiene occidente en la actualidad, son consecuencia de

su pertenencia a una estructura social determinada, conformada a lo largo de la historia por

los individuos que la integran.

Como lo dije en la introducción de esta monografía, comer es un acto cultural

indudablemente ligado a nuestro habitus; después de analizar algunos capítulos del libro

de Norbert Elias “El proceso de la civilización investigaciones sociológicas y

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psicogenéticas”, queda claro que nada, ningún acto cultural es natural per se: todo se

transmite, todo se aprende, todo se enseña, todo se interioriza y todo se normatiza.

También recordemos a Paul Bourdieu que habla del habitus como el generador de prácticas

individuales que modelan en la conducta esquemas de percepción, pensamiento y acción

con los que nos enfrentamos a las diferentes experiencias en la vida en todos sus

momentos. Lo interesante de estos conceptos es el hecho de sabernos testimonio de

relaciones y estructuras sociales previas a nuestra existencia, no somos individuos del todo

autónomos, no estamos aparte del devenir social, somos producto de un proceso largo y

complejo y el ver nuestras conductas como ‘naturales’, y lejos de lo que en muchas

ocasiones se considera ‘bárbaro’, no significa que lo sean “(... es posible que nuestra etapa

de la civilización, nuestros comportamientos despierten en la posterioridad sentimientos de

repugnancia similares a los que, a veces, despiertan en nosotros los de aquellos cuya

posterioridad somos ...)” (Elias, 1977 pp. 105), siempre hay algo que constituye un

precedente. En el caso específico de la comida, que es lo que me ha interesado analizar, hay

un precedente claro de un comportamiento social adecuado como existe hoy un

comportamiento social adecuado con sus modificaciones y matices reguladores.

Dentro de este concepto del habitus se enmarca el concepto del gusto reflejado en la

elección de determinadas comidas, determinados deportes, determinados libros,

determinados lugares etcétera... todas estas elecciones están definidas bajo unos códigos

particulares que permiten hacer prácticas las normas de regularización y así poder percibir

de cierta forma y clasificar de cierta forma; socialmente todo esto hace parte de un proceso

mecánico del que todos hacemos parte como individuos. Cada experiencia, cada una de

nuestras elecciones depende de la conformación de nuestro habitus, de forma inconsciente

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66

nos orienta a actuar de distintas maneras dependiendo de nuestra posición en el espacio

social.

COACCIÓN Y LIBERTAD

Uno de los puntos centrales de esta monografía ha sido el trato de los sentidos y por lo

tanto de los instintos a la hora de comer.

Los buenos modales, los comportamientos ejemplares, las pautas socialmente aceptables,

son la base de la autoconciencia de los instintos controlados, “(... comer [de un modo

determinado] es algo completamente natural; algo que es coherente con este tipo de

personas ...)” (Elias pp, 113), Elias se refiere con este tipo de personas a la sociedad

occidental que inmersa en el proceso “civilizatirio” ha aprendido mediante la socialización

a canalizar – por así decirlo – sus instintos y de esta forma ha interiorizado como naturales

sus prácticas. Comenzando por la clase alta, estos modos de vida se hacen cada vez más

familiares para las clases más bajas que copian y tratan de imitar lo que ven en los demás.

Así se van conformando las estructuras sociales a las que se refiere Norbert Elias en la cita

introductoria a estas conclusiones.

Las pautas de control de las emociones, de los instintos, de los sentidos del hombre como

lo dice Bourdieu, cambian según la clase social a la que se pertenezca; la regulación de las

emociones individuales está presente prácticamente en todos los manuales de convivencia,

alguno de ellos nombrados en esta monografía, son estas emociones las que se destapan en

el Bulli, dejando de lado las coerciones y los controles emotivos de su comportamiento

para dar paso a la libertad de los sentidos en la mesa.

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67

El Bulli trata de acercar a los comensales a hacer lo que un niño haría en su lugar, es decir

que trata de desfamiliarizarlos por un momento de su control de emociones que ya está

plagado de convenciones; un individuo de estas características está desligado de las normas

que le impiden comer con las manos, que le impiden oler los platos, que le impiden tomar

un postre con un pitillo, etcétera... lo que se busca es esa espontaneidad , esa “irreflexión”

característica de los niños que no han entrado del todo al proceso social que seguramente

los hará sentirse incómodos si tratan de comer de una manera diferente a lo que está

permitido, a lo que está bien visto, a lo que se ‘debe’ hacer. Ellos lo aprenderán

individualmente, aprenderán a auto controlar y a manejar inconscientemente sus instintos

para hacer parte de una sociedad y convivir bajo sus normas.

HABLAR DE COMIDA

En los anteriores capítulos hemos visto las formas de comportamiento en la mesa que se

consideran típicas del hombre civilizado occidental y hemos visto cómo estas formas de

comportarse se invierten momentáneamente para tener cabida en un espacio como el Bulli.

Todas estas menciones al habitus, a los sentidos, al gusto y a los instintos se relacionan

directamente con la composición del Bulli como restaurante ya que en él se persuade al

comensal para que permita que todos los sentidos estén presentes al momento de probar

una preparación especial.

Una de las particularidades del restaurante es que se le pide al público como requisito que

hable de la comida que está degustando, Ferrán Adriá comenta que esta es una de las

razones por las que el lugar se encuentra tan apartado, quien quiera visitarlo debe saber que

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68

no acude a una comida de negocios, debe saber que acude para comentar su experiencia

gastronómica, para compartirla y para disfrutarla; anteriormente en la mesa no se podía

hablar, las costumbres fueron cambiando y la conversación en la mesa dio paso a un

acercamiento social importante, el comensalismo es un ejemplo de esto, hoy en el Bulli de

lo único que se habla en la mesa es de comida, todo gira en torno a los platos y al placer de

los sentidos al comerlos, cosa que antes era impensable de acuerdo a los manuales de

convivencia.

LA PALABRA ESCRITA Y LOS NUEVOS MEDIOS

Los manuales de convivencia como filtros de conducta tuvieron una influencia directa y

fundamental en las formas de comportamiento de la sociedad occidental; sus modales, sus

maneras, su actitudes fueron entonces reguladas por la literatura, la norma escrita era la

regla, la moda a seguir y a copiar para pertenecer a un sector más elevado en la escala

social “(... Las tumbas egipcias demuestran la presencia de los prerrequisitos de la Haute

Cuisine. Pero fue en Grecia y Roma [...] donde la cocina [...] se incorporó a la forma

escrita para crear un núcleo de prácticas y recetas que podían estar sujetas a una mayor

elaboración en las cocinas y bibliotecas de los ricos ...)” (Goody, 1997).

Desde el momento en que la palabra llega de forma escrita a los ricos y luego a las masas,

se da un proceso de ‘civilización’ más acelerado en tanto una mayor cantidad de población

tiene acceso a las formas de conducta socialmente aceptadas. La impresión en papel de las

normas de comportamiento en la mesa nos determinó a comer de cierta forma, hoy en el

Bulli, a través de la experiencia sensorial empírica, se come de otra alejada de lo

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supuestamente natural. Una vez dentro del restaurante cambian las exigencias y las

prohibiciones, cambian los límites de lo que está permitido y lo que no.

Hoy en día la palabra escrita tiene una importancia enorme en la sociedad pero se combina

con el sentido de la vista que nos influencia de manera diferente ,y diría yo, más directa. La

globalización ha hecho que por conducto de los medios nos acerquemos al producto

consumible ya no a través del papel únicamente sino a través de la imagen, este fenómeno

hace que las pautas de comportamiento social se dicten por televisión, por internet, por

anuncios publicitarios en las calles, por imitación de las grandes casas de moda, etcétera...

La gran mayoría de visitantes que ha tenido el Bulli ha sido atraído por la publicidad, en

todos los artículos de prensa revisados para esta investigación hay referencias visuales de lo

que se cocina, por los ojos entra la admiración y la curiosidad aún antes de haber probado

lo que se ofrece.

VANGUARDIA Y MERCADO

En este punto es conveniente mencionar la decoración como medio de persuasión. Veíamos

que la Nouvelle Cuisine basó casi todo su discurso en la estética del plato; para Ferrán

Adriá esa es una parte fundamental de su legado y por tanto una de sus herramientas de

seducción ya que la decoración es hoy en día una de las formas más directas de cautivar al

cliente que puede estar interesado en un producto específico. Como vemos la culinaria es

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70

también un componente de la mercadotecnia, no escapa de todas las tácticas de atracción

que se utilizan para vender otros productos.

Si se trata de crear vanguardia y querer que se consuma un producto, la aceptación

anticipada de cada plato es fundamental, de ahí la importancia que le da Adriá al organizar

un laboratorio experimental en donde se concentré una investigación previa antes de

presentar el producto al público, Latour se refiere a los laboratorios científicos que en

esencia hacen lo mismo que las empresas al solicitar un estudio preliminar para asegurar el

éxito, la comida, por lo menos en el Bulli, no se separa de esta idea. El mismo chef del

restaurante es producto de esta tendencia.

Me he referido constantemente a la deconstrucción, pero como menciono en la

introducción de este trabajo, Ferrán Adriá se ha basado en muchas otras teorías culinarias

para imaginar y llegar a crear los platos que ofrece; esto también hace parte de la

globalización, de nuestra tendencia a mezclar todo lo que conocemos para hacer algo mejor

y diferente. La deconstrucción como método le permitió a este chef dejar atrás lo

establecido para implantar la vanguardia que él defiende.

CONSIDERACIONES FINALES

La experiencia de comer en El Bulli y su constitución y funcionamiento como restaurante

de alta cocina, hace parte del discurso antropológico contemporáneo que busca emplear

ahora nuevas formas de investigación. La deconstrucción como concepto sugiere un nuevo

camino para los estudios sobre comida en la medida en que no solamente se deconstruye

el proceso que ha llevado a que nuestras prácticas sean las que hoy adoptamos, sino que

también se deconstruye la manera en que los investigadores las hemos analizado. Desde

Malinowski, Levi-Strauss, Godoy, Douglas, entre otros, las prácticas eran vistas como eso,

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como prácticas particulares de la vida cotidiana en sociedades determinadas; las primeras

investigaciones se enfocaron en la relación de dichas prácticas con la naturaleza y en su

contraste ‘exotico’ y ‘diferente’ con respecto al Nosotros y las maneras de vida de la

sociedad occidental, hoy la antropología ha indagado en otro tipo de teorías, entre ellas la

deconstructiva para dar cuenta de los mismos fenómenos, pero en otro contexto. Eso es

precisamente lo que se ha tratado de hacer en esta monografía.

Es básico tener en cuenta que la investigación antropológica de cualquier tema requiere

tanto de una base teórica como de una base empírica, es por eso que en este trabajo he

querido dar a conocer las impresiones tanto de los comensales (lo puramente empírico)

como del propio chef que hace una mirada crítica y teórica de su propuesta.

Ferrán Adriá y su restaurante El Bulli como fenómenos culturales me permitieron

centrarme en analizar un caso específico dentro de los muchos que hay por investigar en la

estructura social de occidente. En este trabajo no quise hacer un recorrido por la

gastronomía española ni mostrar su historia y evolución hasta llegar al mejor cocinero del

mundo, más bien me concentré en mostrar desde adentro una de las propuestas mas

interesantes en cuanto a consumo cultural de alimentos, he tratado de mostrar una manera

específica y especial de acercamiento culinario a través de la cocina creativa y el juego de

los sentidos.

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Anexo 1

Recetas clásicas deconstruídas en El Bulli

Receta clásica Pollo al curry

-Trozos de pollo, manzana laminada, cebolla juliana, curry, leche de coco, crema de leche.

Caliente

Receta Deconstructiva

- Helado de curry, gelée de manzana, cebolla, sopa de coco, jugo de pollo. Tibio

Receta clásica de Sopa de tomillo

- Agua, huevo, tomillo, caldo o consomé, pan. Caliente

Receta Deconstructiva

-Yema cruda, vinagreta de parmesano, consomé gelée, helado de tomillo, pan frito. Frío

Receta Clásica de Ensalada de tomate mozzarella y albahaca

-Rodajas de mozzarella, rodajas de tomate, albahaca. Frío

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Receta Deconstructiva

-Tomate sherry caramelizado, gelée de albahaca, sopa y dados de mozzarella, trocitos de

parmesano, raspadura de mandarina. Frío

Receta Clásica de Ajo blanco

-Almendra, agua, ajo, aceite, vinagre, uvas. Frío

Receta Deconstructiva

- Sorbete de almendra, almendra tierna, aceite al ajo, vinagre de Módena. Frío

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ANEXO 2

Ejemplo de un menú de degustación del Bulli (15 de agosto de 1997)

Arroz soufflé al curry

Piruleta de cacahuetes y miel

Pistachos al turrón de pistacho

Magdalenas de aceitunas negras

Bacon al dátil

Nougat de kikos con guacamole

El <corte> de parmesano

Almeja merengada

Raviolis de maíz a la vainilla

Huevo de codorniz con caramelo y sal Maldon

La espuma de humo

Ajo blanco

Sopa de berenjenas con yogur y Fisherman

Espuma de bacalao con cebollitas

Confitadas a la miel

Mejillones de roca con sopa de ajo,

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tomate y aceite al perejil

Raviolis de calamar con cebolla

y vinagreta de tinta

Tortilla de alcachofas

Paquetitos de sepia y coco al jengibre

Chop Suey de almejas

Fardo de espardeñas al jugo de pollo,

endivias y setas

Sesos al aceite de carbón

Piña de texturas

Choco-coco-curry

Chocolates y petits fours

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