feliú cruz, el magisterio de la historia

11
Sergio Villalobos R. Aiio 1950. El Instituto Pedagogic0 de la Universidad de Chile iniciaba sus activi- dades en su nuevo local, en la avenida Macul. Sobrios edificios de ladrillo, semicubiertos de hiedra y en medio de un parque bien arreglado, acogian a las antiguas promociones y a la nueva, en la que me habia enrolado con animo deci- dido e ilusiones que no disimulaba. Llegue un poco atrasado al curso de Historia de Chile de don Guillermo Feliu Cruz, que se iniciaba religiosamente alas 8:30. Habia m&s de cien alumnos, ordena- dos y respetuosos, que escuchaban a don Guillermo mientras daba instrucciones con palabras terminantes sobre la materia y el metodo de trabajo. Ahi estaba, la calva reluciente, alto, cargado de espaldas por el trabajo sin tregua de la vida intelec- tual, corbata negra de mariposa y vestimenta gns oscura que jamas le abandonaba. Su voz era desapacible y adquiria un tono algo subido cuando dictaminaba, senten- ciaba y sacramentaba respecto de cualquier asunto. Si la materia era transcendente, no habia forma de interponer un recurso hasta pasado un momento. Manejaba el curso a su amaiio y habia respeto por su figura. Todos sabian que era un gran hstoriador, hombre influyente y caballero a1 antiguo estilo. Parecia convencer con su sola presencia. Hasta ese momento no lo habia conocido en persona ni en imagen y si me habia inscrito en su curso era porque alguna vez habia tropezado con una de sus obras, y mas que nada, porque habia seguido en la prensa una descomunal pole- mica suya, en varios capitulos, con un descendiente de Camera, quien sostenia que el procer habia sido el fundador del Instituto Nacional. Las razones y el lenguaje del historiador me habian parecido abrumadores y deseaba conocerlo en el trata- miento sistematico de nuestro pasado. Tuve la fantasia, ademas, de tomar con el un curso relativo a1 Descubrimiento y Conquista de America, desafiando la opinion de mis compaiieros, que asegura- ban que el peso de las lecturas y obligaciones terminaria aplastkndome. Dos o tres condiscipulos intentamos la aventura y a1 final salimos airosos, a costa de dar muy poca atenci6n a 10s otros ramos. En verdad, era fama que 10s cursos de Feli6 Cruz eran 10s de exigencia mas alta. La audacia termino por darme acceso a don Guillermo, a quien debi6 llamarle la atencion encontrarme en sus dos cursos. Un dia, mientras se paseaba dictando su segunda clase, se detuvo frente a mi asiento en la primera fila y dejo en suspen- so una frase para que yo la terminara : - Debido alas reclamaciones contra Colon, despues de su tercer viaje, la Cor- te envi6 a un comisionado real ... 313

Upload: mytrt3

Post on 16-Jun-2015

29 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

Sergio Villalobos R.

Aiio 1950. El Instituto Pedagogic0 de la Universidad de Chile iniciaba sus activi- dades en su nuevo local, en la avenida Macul. Sobrios edificios de ladrillo, semicubiertos de hiedra y en medio de un parque bien arreglado, acogian a las antiguas promociones y a la nueva, en la que me habia enrolado con animo deci- dido e ilusiones que no disimulaba.

Llegue un poco atrasado al curso de Historia de Chile de don Guillermo Feliu Cruz, que se iniciaba religiosamente alas 8:30. Habia m&s de cien alumnos, ordena- dos y respetuosos, que escuchaban a don Guillermo mientras daba instrucciones con palabras terminantes sobre la materia y el metodo de trabajo. Ahi estaba, la calva reluciente, alto, cargado de espaldas por el trabajo sin tregua de la vida intelec- tual, corbata negra de mariposa y vestimenta gns oscura que jamas le abandonaba. Su voz era desapacible y adquiria un tono algo subido cuando dictaminaba, senten- ciaba y sacramentaba respecto de cualquier asunto. Si la materia era transcendente, no habia forma de interponer un recurso hasta pasado un momento.

Manejaba el curso a su amaiio y habia respeto por su figura. Todos sabian que era un gran hstoriador, hombre influyente y caballero a1 antiguo estilo. Parecia convencer con su sola presencia.

Hasta ese momento no lo habia conocido en persona ni en imagen y si me habia inscrito en su curso era porque alguna vez habia tropezado con una de sus obras, y mas que nada, porque habia seguido en la prensa una descomunal pole- mica suya, en varios capitulos, con un descendiente de Camera, quien sostenia que el procer habia sido el fundador del Instituto Nacional. Las razones y el lenguaje del historiador me habian parecido abrumadores y deseaba conocerlo en el trata- miento sistematico de nuestro pasado.

Tuve la fantasia, ademas, de tomar con el un curso relativo a1 Descubrimiento y Conquista de America, desafiando la opinion de mis compaiieros, que asegura- ban que el peso de las lecturas y obligaciones terminaria aplastkndome. Dos o tres condiscipulos intentamos la aventura y a1 final salimos airosos, a costa de dar muy poca atenci6n a 10s otros ramos. En verdad, era fama que 10s cursos de Feli6 Cruz eran 10s de exigencia mas alta.

La audacia termino por darme acceso a don Guillermo, a quien debi6 llamarle la atencion encontrarme en sus dos cursos. Un dia, mientras se paseaba dictando su segunda clase, se detuvo frente a mi asiento en la primera fila y dejo en suspen- so una frase para que yo la terminara :

- Debido alas reclamaciones contra Colon, despues de su tercer viaje, la Cor- te envi6 a un comisionado real ...

313

Page 2: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

- Francisco de Bobadilla -respondi con voz escasa. Desde ese momento, don Guillermo me abrio las puertas de su saber y su

Quizas no concluye aun. Nacio don Guillermo Feliu en la ciudad de Talca el 3 de mayo de 1900. En su

familia confluian el ancestro Catalan traido a1 pais, a fines del siglo XVIII por el ingeniero militar Ramon Olaguer Feliu, que llego a ser uno de 10s jefes de mayor grado en Chile, y la sangre genovesa de Juan della Croce, tambien militar, que avecindado en Talca formo una familia de destacados personajes. Identificado con la vida del pais, Della Croce tradujo su apellido por Cruz.

El padre de don Guillermo fue don Guillermo Feliu Gana, y su madre doiia Blanca Cruz Vergara. El progenitor fue hombre de caracter y activo, que en la Talca agricola y adormecida de la segunda mitad del siglo XIX, no alterada mas que por el pitazo y las campanas de 10s trenes del norte y del sur, expresaba su inquietud de diversas maneras. Aun no salia del Liceo, cuando ech6 a andar el periodic0 Lircay, de juvenil acento radical, donde esgrimia las armas contra el pensamiento y 10s intereses conservadores y el poder de la Iglesia. Pocos aiios despues, Feliu Gana asumio la direccion del diario L a Opinion, tambien publica- do en Talca y de mayor importancia que el anterior. En 61 dio a la luz varios articulos sobre episodios y costumbres historicas de la localidad. Cuando estallo la Guerra del Pacific0 formo un comit6 para reunir hombres y dinero, y escribi6 un drama patriotic0 que alcanz6 cerca de doscientas representaciones en el ro- sario de ciudades de Rancagua a Concepci6n. Otro merit0 suyo fue la creacion de la Liga de Estudiantes Pobres.

Inscrito en la carrera judicial, Felili Gana se desempeiio como juez en Talca y habia sido elevado a la categoria de ministro de la Corte de Apelaciones, cuando le sorprendio la muerte. La familia se traslad6 a Santiago y su vida transcurrib en medio de importantes vinculos con las familias mas destacadas de Talca y otros lazos en Santiago; per0 la mejor herencia que el padre dejo a 10s suyos no estuvo constituida por la situacion social ni grandes bienes economicos, sino la rectitud moral, el esfuerzo a favor de la sociedad y la inquietud intelectual.

Don Guillermo Feliu Cruz recibi6 esos bienes espirituales, que amas6 con energia indomable. En 10s muchos aiios que lo trat6, fuera de algunos comentarios aislados, nunca le escuch6 explayarse en antecedentes familiares ni en grandezas pasadas. Su sentimiento y su h i m 0 estaban marcados por el sentido de la igual- dad, la libertad, el servicio publico y la vivencia de la democracia.

El joven Feliu hizo sus estudios en el Instituto Nacional, hasta que su absoluto desapego de 10s ramos de ciencias naturales y de aquellos que operan con nume- ros, provoco su expulsion. Fue a dar entonces a1 Liceo de Aplicacion sin haber escarmentado de ninguna manera. Afortunadamente tuvo el apoyo y encubrimiento de un maestro notable, el propio rector del establecimiento, don Julio Montebruno, que admirado de la dedicacion del niiio a las humanidades, influyo con razones y sinrazones ante 10s profesores de ciencias para que cambiasen el mal talante de sus rostros ... y de sus notas.

Montebruno era figura procer de la enseiianza, hombre bondadoso y de cul- tura elevada, que apoyo las inquietudes intelectuales de su discipulo.

bondad, en un vinculo que no concluy6 hasta su fallecimiento.

3 14

Page 3: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

CIENCIAS SOCIALES ~~

Per0 un dia el maestro debio alejarse para asumir la direccion del Instituto Pedagogco y el joven liceano sintio la orfandad intelectual. Se aferro mas que nunca a sus lecturas y a su curiosidad, intensificando sus visitas a la Biblioteca Nacional y dejando en el abandon0 10s estudios, hasta determinar no proseguirlos cuando ya estaba en el sexto aiio de humanidades.

Fue una ruptura liberadora, que permitio pasar las horas y 10s dias en medio de 10s anaqueles y el olor terroso de 10s libros. Aparecio en esas circunstancias un nuevo espiritu tutelar: alto, corpulento, de mirada apacible, tras unos anteojos de grosor desusado. Era don Enrique Matta Vial, miembro de gran familia y con extensas vinculaciones oficiales, aunque nada revelaba su categoria.

Dedicado por completo a1 estudio y las funciones administrativas, poseia una cultura tan extensa como profunda, y conocia la historia del pais en forma erudita. En su cabeza estaban estructurados todos 10s temas de nuestro pasado y, como me acoto don Guillermo en una ocasion, tenia concebidos libros cabales sobre esos temas. Por esa razon, sin pretensiones peisonales, traspasaba sus conocimientos a investigadores menos expertos y hubo publicaciones muy endeudadas con su ayu- da. Matts Vial no entrego a las letras de molde muchos trabajos; fue mas bien un impulsor de las investigaciones historicas.

Feliu Cruz reconocio haber recibido su influencia: “Le debo lo que soy, abso- lutamente toda mi formacion intelectual y mucha parte de las condiciones morales que hacen mi caracter. Es esta una confesion solemne manifestada a la altura de 10s aiios que cargo, es decir, a 10s setenta y do?.

Junto a Matta Vial 10s pasos fueron seguros. Comenz6 en escalones muy bajos, que por su juventud y ser autodidacta 10s estimo como grandes honores: secretario de la Seccion de Historia de la Sociedad Chilena de Historia y Geografia, funcio- nario de la Biblioteca del Instituto Nacional, que le parecio una reivindicacion triunfal, y segundo jefe del Museo Historic0 Nacional.

En 1922 fallece Matta Vial y un nuevo personaje, Jos6 Toribio Medina, surge como guia seguro y mentor. El c6lebre estudioso de la historia y bibliografia con- taba ya con mas de sesenta aiios y tenia a su haber mas de trescientas publicacio- nes de rango muy variado. La erudicion y no el aporte personal mas elaborado, caracteriza a la obra de Medina y tambikn la edicion de cronicas y documentos en vasta escala. Agreguemos sus aportes a la bibliografia y la imprenta de Amkrica, Chile y Filipinas y materias conexas, que suman treinta y cinco titulos con cin- cuenta y un volumenes. No menciono otras areas del saber, que hacen de Medina un poligrafo de amplio campo tematico.

El ejemplo de tal investigador resultaba abrumador y desde el momento en que el encuentro en la Biblioteca Nacional dej6 entrever una pequeiia claridad, Feliu Cruz se sinti6 fascinado por aquel personaje. Per0 Medina no era un hom- bre de facil acceso. Bajo su aspect0 desmedrado se encerraba el orgullo por su obra, reconocida en circulos intelectuales del extranjero, y recibia con descon- fianza a quienes se le acercaban, acaso por mirarlos en menos o por temor a malgastar su tiempo. Solamente con cautela y despuks de haber observado la dedication del joven en las salas de la antigua Biblioteca Nacional, Medina le abri6 las puertas de su hogar y biblioteca, en una vieja casa de fachada continua en la calle 12 de febrero. Alli actuaba con amabilidad la esposa del erudito, doiia

Page 4: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

Mercedes Ibaiiez Rondizzoni, formada en hogar patricio, que facilito la aproxi- macion definitiva.

Desde ese momento, don Guillermo Feliu se transform6 en colaborador deci- dido de 10s trabajos de Medina y acentu6 la confianza en su propia obra.

Fue admirador incondicional del viejo historiador, procuro seguir sus pasos en el metodo erudito y la contraccion obsesiva a1 trabajo, hasta convertirse en el sumo sacerdote del culto medinense.

Estimaba que Medina era el mas grande de 10s historiadores chilenos, por las dimensiones de su obra, la busqueda y la exegesis de las fuentes y el aporte deta- llado de la informacion. Muchos aiios mas tarde, Feliu escribiria que las obras de Medina mostraban: “la decisi6n de proceder solamente dentro de 10s hechos, agru- pandoles, discutikndoles, perfeccionandoles y corrigiendoles.

“Trabajo con datos y excluy6 las generalizaciones; emple6 el analisis como en las ciencias quimicas; ordeno 10s acontecimientos de sus investigaciones sin que- rer desprender lecciones.

“La validez de su obra gigantesca esta, precisamente, en este riguroso sistema de trabajo. Por eso sobrevivira”.

Esa era la vision positivista de la historia, heredada del siglo XIX. Posterior- mente, la adoracion por el hecho ha cedido frente a1 pensamiento que busca la interpretacion de las grandes tendencias que operan en la sociedad y la arrastran de cambio en cambio. Cierto grado de abstracci6n y generalidad, conectado con planos teoricos, busca la explicacion de fenomenos mayores. El dato queda inerte sin el welo creador del pensamiento.

La dicotomia, sin embargo, no es tan profunda como parece. El estudio de 10s hechos concretos es base ineludible para construir la historia interpretativa y Csta no es mas que una deformacion cuando se la elabora sin la base positiva de 10s hechos.

Tenian razon Medina y Feliu Cruz a1 afirmar que la exposicion simple y llana esta destinada a sobrevivir; per0 a la vez hay que considerar que es utilizada por 10s interpretes de la historia, que ensayan explicaciones del acontecer, le dan vida y lo difunden a sectores amplios de la sociedad. Solo de esa manera, la historia es experiencia y explicacion de 10s grandes fenomenos y se posibilita su insertion en el pensamiento discursivo.

Siempre he creido que quienes se atenian exclusivamente a 10s hechos, lo ha- cian solo por inclinacion personal, sin ningcin planteamiento teorico, y que, des- puCs de todo, reconocian que la masa de conocimientos positivos desembocaba o desembocana en 10s grandes cuadros interpretativos.

Don Guillermo me revel6 en alguna ocasion que Medina, aiios despues de haber publicado su erudita y completa obra sobre Magallanes, apoyado en gruesa base documental, sintio una deception intima al leer el Mugullunesde Stefan Zweig y comprobar la belleza del estilo y las sugerencias del autor. El escritor austriaco habia empleado en forma brillante las investigaciones por 61 realizadas tan labo- riosamente. Al fin iquien se alzaba con el exito? iquien llegaba a todo el publico? iquien realmente influia con el trabajo intelectual?

La admiration sin limites de don Guillermo por Medina, tenia su causa en la erudicion y la inmensidad de su obra. Me lo recalc6 innumerables veces en nues-

316

Page 5: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

CIENCIAS SOCIALES

tro quehacer tan cercano en las clases universitarias y en las investigaciones. La verdad es que no era necesario convencerme del valor de la obra del famoso po- ligrafo y acaso por espiritu de contradiccion o por ciertas dudas que me asaltaban, le comente a don Guillermo en tono de pregunta, para que la blasfemia pasase mas suave, si no era excesivo el aparato erudito de Medina, y que en sus libros faltaba el pensamiento creador. Reflexiono algunos segundos y, para sorpresa mia, en lugar de un vendabal escuche consideraciones apacibles y breves, sobre el es- fuerzo ineludible para esclarecer 10s hechos antes de intentar la interpretacion. En el fondo, el estaba de acuerdo y despues de un silencio, con desgano y picardia sutil, agrego: a 10s jovenes les correspondera trazar las interpretaciones notables ...

A pesar de la ironia, que me son6 a reproche, me senti en terreno seguro y aseste ahora, como resuelta opinion, que no era Medina el gran historiador de Chile, sino Barros Arana. Esa era una disyuntiva esencial y muy dificil para 61, que reconocia en la Historia general de Chile una obra magstral por la amplitud del conocimiento, la claridad del plan y la hohestidad de la investigacion.

Sus palabras se aceleraron y con 6nfasis seiialo la dimension continental del trabajo de Medina.

- Pero Barros Arana es mas nuestro y su influencia en el ser chileno ha sido decisiva -comente por mi parte.

- i Ah si! No hay duda -y no hablo mas. En este juego de esgrima habia dado varias lecciones academicas y con su

ejemplo una de etica intelectual: no empecinarse en posiciones rigdas, sino estar siempre abierto a las ideas de otros.

Formado en las primeras decadas del siglo xx y a1 contact0 con 10s historiado- res ya mencionados, Feliu recibi6 la herencia ideologca del liberalism0 y el meto- do historico del positivismo. Admiraba a Miguel Luis Amunategui, a Diego Barros Arana y a Benjamin Vicuiia Mackenna, fuera de 10s @as ideologicos Jose Victorino Lastarria y Valentin Letelier. En Amunategui apreciaba su cultura, la claridad de su pensamiento y la elevacion de su espiritu en la lucha politica.

La influencia de todos esos personajes, conocidos unicamente por sus libros y el recuerdo historico de sus acciones, mas la tutoria de Matta Vial y Medina, con- formaron el metodo y la visi6n de Feliu Cruz a1 abordar el pasado nacional. No cabe duda que fue receptor de la gran tradition historiografica chilena, aquella que Barros Arana representaba mejor que nadie, y que la traspaso a1 siglo xx junto con Doming0 Amunategui Solar y Ricardo Donoso. Es la linea de 10s clasicos, que estructuraron el conocimiento fundamental de nuestra historia.

Feliu tenia las concepciones de 10s viejos historiadores chilenos; per0 en el fondo de su pensamiento le inquietaba la ausencia de la interpretacion y vivi6 asi entre la seguridad del simple relato, la historia ad narrandum y la historia ad probandum, que interpreta el pasado en funcion de hipotesis y teorias. Esa inquie- tud crecio aveces como una llamarada, para luego desvanecerse.

Despues de tanto respetar el metodo positivo de la tradicibn, en 1934 lanzo un grito de rebeldia, valiendose de un escrito tan breve como enjundioso. Fue la in- troduccion que con el titulo de Barros Arana y el metodo analz'tico de la historia inclu- yo en Orz'genes de Chile, conjunto de capitulos extraidos de la Historia general de dicho autor.

Page 6: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

Feliu tenia entonces treinta y cuatro aiios, una edad en que se es y no se es y por ello probablemente se desprendio de la matriz en que se habia formado. 2Atras quedaban 10s maestros seiieros? iIntentaba marcar su autonomia?

El hecho es que estampo juicios muy desenvueltos, que ponian en duda el gran magisterio de Bello y Barros Arana, pues en el prurito de analizar y dar vuel- tas a 10s hechos, sin mirar a1 horizonte, habian apartado a1 chileno del pensamien- to especulativo, achatando la orientacion cultural de la nacion.

F’resa de una exaltacion intima, escribio pkafos terminantes: “Nos faltan las grandes sintesis. En el plan0 de la historia de Chde se percibe, mejor que en ningin otro, la ausencia de una construccion orghica y substantiva, sintetica y esquemati- ca, de lo que fuimos y ahora somos. Lo saben 10s erudltos a grandes trazos. El termi- no medio de las gentes cultas, conforme a la escuela en que se ha educado, estii atiborrada de datos, fechas, nombres. Ignora la trama sociologica que ha ido anu- dando nuestros problemas, y nos ha hecho, a1 fin, un pueblo de tales o cuales carac- teristicas. Est2 en nuestros habitos intelectuhles, porque asi nos formaron, odiar las sintesis, las grandes explicaciones que descubren la interpretacion de nuestro feno- meno politico-social. Siempre creemos que reducir a terminos de sintesis historica y sociol6gica nuestro pasado, es seiial de un espiritu tropical y exaltado.

“2Hasta d6nde debemos agradecer a Bello su ensefianza? 2Hasta donde a Barros Arana? He aqui una interrogante audaz. En cierto sentido nos hicieron mas mal que bien. Al hacernos despreciar la filosofia, nos apartaron del movimiento cultural del mundo”.

Prosigue mas adelante con una frase concluyente: “Uno quisiera proclamar el fracas0 rotundo de 10s historiadores chilenos como maestros y orientadores de la cultura historica”. Inflamandose con atisbos literarios, agrego todavia que la historiografia del pais habia sido “hecha por sabios, escrita para sabios, para indi- viduos especializados. Trabajada por eruditos, 10s voliimenes fueron amontonh- dose en las bibliotecas para solaz de ratones de biblioteca”.

Una critica tan resuelta fue coincidente con aqud su propio escrito, porque no se atuvo a un estudio descarnado del mCtodo de Barros Arana, sino que lo proyec- to, en una elucubracion muy fina, en el panorama total de nuestra cultura.

Cabalmente habia hecho una interpretacion. Felifi Cruz habia dado de lleno en un problema de nuestra historiografia; aun-

que podian formularsele criticas de algin peso, como de hecho se le formularon, per0 quedaba en pie su posicion innovadora, que a ojos de hoy parece plenamen- te razonable.

Despues de aquel golpe de audacia, sus obras no cambian radicalmente, como si el temor se hubiese apoderado de el, a causa de las criticas o porque le pareciese mas segura la historia descriptiva. Siempre pensaba que la acumulacion de datos garantizados por la exegesis documental, aseguraba la permanencia de las obras, mientras que las interpretaciones, por brillantes que fuesen, estaban sujetas a1 de- terioro del tiempo. Asi parecian probarlo Lajonda aristocratica de Albert0 Edwards, la Historia de Chile de Encina, las obras de caracter hispanista y conservador de Jaime Eyzaguirre y las armazones marxistas de Hernan Ramirez. En cambio, se- p i a n incolumes 10s trabajos de Barros Arana, Medina, Sotomayor Valdgs, Gonza- lo Bulnes, Tomas Thayer Ojeda, Crescente Errazuriz y Amunategui Solar.

1 318

Page 7: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

CIENCIAS SOCIALES

Habia cierta contradiccion en su pensamiento, que nunca resolvio, porque de vez en cuando aparecian en sus publicaciones, en forma Clara o furtiva, 10s rasgos de la interpretacion. En sus mismas clases, cuando se enardecia con su propio pensamiento, lanzaba ideas panoramicas de genesis, proyeccion y sintesis de 10s hechos.

Desde otro angulo, que trajo el correr del tiempo, la teoria y la vision de la historia se transformaron profundamente, en primer lugar por el desarrollo de la antropologfa, la economia y la sociologia; en segundo lugar, por el avance de las tendencias estatistas y populares en el plano ideologico y en la politica concreta; y, finalmente, por la irrupcion del estructuralismo y la llamada escuela de 10s Annales cobijada en la Sorbonne.

En la d6cada de 1950, todos esos factores influian de uno u otro modo en las nuevas generaciones de estudiosos del pasado chileno. Atras quedaba la historia narrativa, de Cnfasis politico y militar, el acento en las tareas gubernativas y la accion de 10s personajes. Se buscaban, en catnbio, 10s grandes fenomenos econo- micos y sociales, 10s hechos masivos y anonimos y era obligado plantear tesis e hipoteis, en forma explicita o implicita, que conducian a cuadros interpretativos. Mi generation se incorporo a la tendencia, mas algunos investigadores anteriores, como Gongora y Ramirez, y aparecieron muchos libros innovadores.

Don Guillermo Feliu, por formacion y edad, no sintio la atraccion de las co- rrientes novedosas y permanecio en las lineas de la tradicion. Sin embargo, la amplitud de su espiritu y sus aproximaciones a la interpretacion, le hicieron mirar con buenos ojos 10s nuevos planteamientos. Si no 10s adopto, jamas dejo de apo- yar a 10s investigadores renovadores y la publicacion de sus obras. Es notable que siendo un liberal y democrats, prologase dos de las obras pioneras del marxismo, el Ensayo mitico del desarrollo economico y social de Chile de Julio CisarJobet y Balmaceda y la guerra civil de 1891 de Hernan Ramirez.

No puedo dejar de mencionar que mis cuatro primeros libros llegaron a la imprenta gracias a sus gestiones, siendo su ayudante. Posteriormente, cuando la influencia de Fernand Braudel y la escuela de 10s Annales llenaba de sugerentes perspectivas las investigaciones historicas, me senti muy atraido por esa tenden- cia, aunque sin caer ciego en sus dominios. Don Guillermo apreciaba 10s nuevos aportes, sabia que eran frutos renovados del tiempo, le interesaron y manifest6 su aprecio sin palabras desbordantes. Quienes se habian formado en sus cercanias eran herederos de la gran tradicion historiogr5fka chdena y a la vez eran impulsores de una renovation que tenia su propia dinamica.

Est5 claro que no hay contradiccion entre el solido mCtodo del positivism0 y el vuelo creador de la interpretacion basada en 10s hechos.

Un vistazo a 10s principales obras de Feli6 muestra diversas gamas. En el orden de 10s ensayos contagiados con la interpretacion, estan Evolucion

social de Chile en el siglo xrx (1941), escrito breve y agudo que ha tenido varias reediciones. Durante la republica, ensayo de alcance mayor que entrelaza 10s te- mas institucionales, sociales y politicos en lo que fue la vida publica desde1818 hasta1925. Desgraciadamente, por estar incluido en una recopilacion de la Fa- cultad de Ciencias Juridicas y Sociales de la Universidad de Chile, no es muy conocido.

319

Page 8: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

Entre las obras de caracter positivista, deben mencionarse las siguientes: La primera mision de 10s Estados Unidos de America en Chile (1926), En torno de Ricardo Palma (1932), La abolicion de la esclavitud en Chile (1944, y Jose Toribio Medina. Hkto- riador y bibliografo de America (1951).

En materia de critica historica, se destacan La fundacion del Imtituto Nacional (1950) y Andres Bello y la redaccion de 10s documentos ojciales del Gobierno de Chile (Ca- racas, 1951).

Las publicaciones documentales le deben muchos volumenes. Es el cas0 de la Coleccion de historiadores y documentos relativos a la Independencia de Chile, la Coleccion de antiguos periodicos chilenos y el Epistolario de Don Diego Portales.

En el campo de la bibliografia, que le resultaba tan car0 por la influencia de Medina, dejo numerosas recopilaciones y estudios, siendo el mas extenso y erudi- to el que denomino Historia de lasfuentes de la bibliografla chilena (1966).

No menciono decenas de articulos en revistas historicas, en que abordo temas muy variados. Tampoco me detendre en la reCdici6n de numerosas obras de Jose Toribio Medina y ediciones de otros autores, que impuls6 a traves del Fondo His- toric0 y Bibliografico Jose Toribio Medina.

Podria referirme largamente todavia a las tareas administrativas y culturales que realiz6 como Secretario General de la Universidad de Chile, Decano de su Facultad de Filosofia y Educacion y, en fin, a su vida y trabajos en la Biblioteca Nacional. Ahi fue conservador de las Bibliotecas de Jos6 Toribio Medina y Diego Barros Arana, y jefe de la Direccion de Bibliotecas, Archivos y Museos.

No quiero dejar en el olvido otra tarea, acaso mucho mas modesta, que nos unio en el entusiasmo, la creaci6n del Seminario de Historia de Chile en su cate- dra del Instituto Pedagogico. Aquella pequeiia institucion debia ser el apoyo a la docencia de la catedra, de modo que 10s profesores que dictaban 10s cursos conta- ran con un jefe de trabajos y cuatro o cinco ayudantes, que guiaban las lecturas y el analisis de 10s documentos, revisaban las pruebas, y se reunian con 10s estudian- tes para completar aspectos de las clases.

Gracias al poder de don Guillermo, obtuvimos tres salas para biblioteca, ofici- na de ayudantes y oficina del jefe de trabajos, funcion que recay6 en mi con la mision de dirigir el Seminario.

Solicithdole que me definiese con precision el caracter del seminario, me dijo escuetamente: - Mira, niiio, es como la cocina de la catedra. Haz lo que quieras.

- ZSe pueden organizar investigaciones? - Seria ideal y podriamos publicarlas. Como resultado de esas tareas se dieron a luz dos libros, antes de que una

suerte adversa, alejado ya de la catedra don Guillermo, una determinacion oscura acabase con el Seminario.

El aiio 1952 fue de excelentes realizaciones. Con motivo del centenario del nacimiento de Medina, promovio la ley que creo el Fondo Historic0 y Bibliogra- fico que lleva el nombre del historiador, destinado a reeditar sus obras y publicar, eventualmente, las de otros estudiosos. Aquel mismo aiio organiz6 un congreso internacional en torno a Medina y sus temas, a1 que concurrieron destacados his- toriadores de toda Latinoamerica, Estados Unidos y Europa.

Un afio mas tarde organiz6 por encargo de la Universidad de Chile el Segun-

J 320

Page 9: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

CIENCIAS SOCIALES

do Congreso Universitario de 10s paises latinoamericanos. En 1955 se hizo cargo de la organizacion del Centenario del Codigo Civil de Chile, que se tradujo en reuniones academicas y la publicacion de importantes trabajos.

Todas esas tareas tuvieron excelente organizacion y comprometieron a nume- rosas instituciones y personas.

Mientras libros y trabajos se acumulaban, la existencia personal se deslizaba placentera en la vida familiar. Casado con doiia Inks Silva Urzua, dama de distin- guida belleza, de gran seiiorio y amabilidad, tuvo en ella el pilar del hogar y de la formacion de sus dos hijos, Guillermo y Ximena. Fue, ademas la encargada de las relaciones sociales, que el historiador no habria sobrellevado con paciencia. Su desaparicion abrio un amargo vacio.

Son muchos 10s temas que se me escapan; per0 no puedo pasar por alto uno de 10s mas atractivos, el de maestro formador de estudiantes y discipulos. Fue ca- tedratico de Historia Constitucional de Chile en la Facultad de Derecho de la casa de Bello y de Historia de Chile y Amkick en el Instituto Pedagogco de la misma casa. Entre ambas docencias, me confeso un dia en voz baja, como si alguien fuese a escucharle, que la que mas lo complacia era la del Pedagogco, porque 10s estu- diantes, esforzados y sencillos, se identificaban realmente con su saber. Alli no malgastaba palabras y le rodeaba el cariiio de 10s jovenes. Digamos, ademas, que por lo menos hasta 1960 el Pedagogic0 fue el centro mas destacado de la cultura humanistica del pais.

Como maestro, don Guillermo se volco a sus alumnos no unicamente con su saber, sino como hombre de bien que 10s ayudo en cualquier circunstancia de la vida. Una palabra de estimulo, una gestion, solucionaban a veces un problema humano.

En esa grata relacion con 10s alumnos fue sencillamente “don Guillermo” o “don Guille”, apelativos que borraban de una plumada la fama y 10s titulos. Su aspect0 hosco no era mas que una impresion a primera vista, porque luego de cambiar algunas palabras su buena voluntad se iba abriendo y el trato se hacia normal. Los alumnos se sentian atraidos, except0 10s flojos recalcitrantes, y la du- reza de las exigencias eran entendidas buenamente. El estudiante, en su interior, aprecia que todo es por su bien y por el rigor del saber y termina agradecido para siempre. Respeta a1 profesor por su merito intelectual y tambien por sus exigen- cias, y menosprecia a1 blando y condescendiente, que mediante esas caracteristi- cas oculta su debilidad.

Tres compaiieros de curso, Mario Orellana, Rolando Mellafe, y el que escribe, habiamos concluido el primer aiio de historia, cuando don Guillermo, sin pream- bulos, nos hizo actuar de hecho como sus ayudantes, dhdonos funciones que con razon podian parecer excesivas, como corregir y poner notas a 10s trabajos del curso inmediatamente inferior. Miis adelante se agrego Omer Robles.

Tuve su absoluta confianza y ese fue un estimulo que me dio seguridad. Des- de ese momento y durante casi diez aiios, estuve junto a don Guillermo, colabo- rando como ayudante, jefe de trabajos y profesor auxiliar, ademas de mis funcio- nes en el Fondo Historic0 y Bibliografico Jos6 Toribio Medina. En todas esas actividades pude conocer hasta lo intimo su pensamiento y sus reacciones. Pien- so que pocas veces se habra dado una mayor afinidad entre dos personas, con el

1 32 1

Page 10: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

debido desnivel de afios y experiencia. Coincidi con su manera de pensar y sus criterios, y en cualquier asunto, grande o pequeiio, que a1 comienzo me parecia orientado de forma erronea, terminaba por convencerme de que estaba bien planteado.

No era doblegarse por comodidad, sino el resultado de un discurso de la ra- zon.

Muchas veces parecia arbitrario en sus decisiones, per0 alguna razon de gran peso estaba detras. Frente a 10s alumnos actuaba con estrictez y hasta con dureza; per0 solo cuando veia amenazada la seriedad de 10s estudios. En ocasiones me hacia comentarios sobre la mala situacion de un joven, sus problemas de familia o de su salud, que debia conocer de boca del propio afectado, o en tono alterado se referia a las malas andanzas de este o aquel otro. Comenzaba entonces a subir y bajar las notas que yo tan concienzudamente habia colocado. Mi protesta era in- uti1 y llegu6 a decirle que calificaba a 10s alumnos por su manera de caminar, lo que le causo una leve sonrisa. Yo me debaffa en un conflicto; pero despu6s de considerar por todas partes el asunto terminaba por aceptar el criterio. Me hacia c6mplice de un delito contra la pedagogia, 10s supuestos m6todos objetivos de la evaluation, 10s test y otras zarandajas. Era mejor cierta intuicion y un espiritu justiciero, que apuntaba mas a la vida que a 10s formalismos de la ensefianza.

&os mas tarde, en una lectura descarriada en el campo de la filosofia, me enter6 de que la actitud de don Guillermo calzaba con el concept0 de “justicia inmanente”, un termino de dignificante altura.

Feliu Cruz poseia una palabra facil, que en las clases y en las conferencias se hacia por momentos ardorosa a impulsos de un entusiasmo interior incontrasta- ble. Parecia que estaba en una disputa con alguien o con algo, per0 no eran mas que gigantes como 10s del Quijote.

En clases podia hacer cualquier cosa, porque 10s estudiantes reverenciaban a1 maestro y a1 caballero. Me refirio un alumno de afios anteriores, que un dia se habia molestado con algunos restos de basura y comenzo una disertacion sobre la mugre en Chile, desde la prehistoria hasta la coca-cola. El curso estaba encantado y no quedo tiempo para tratar la materia del dia debiendo poner fin a la clase. “Se cal6 el chapeo, mir6 de soslayo y no hub0 nada”.

Sus anecdotas fueron innumerables, siendo las mejores las protagonizadas en la Escuela de Derecho y en la Biblioteca Nacional, en compafiia de Gabriel Amunategui, otro caballero del ingenio.

Como escritor no alcanzo un domini0 estilistico, precis0 es confesarlo, porque era tal la urgencia por editar libros y tan insistente el llamado de otros trabajos, que ponia en el papel las frases tal como se atropellaban. Opt6 por frases a manera de sentencias, escalonadas de arriba abajo, separadas por puntos aparte. Seguia el metodo de Miguel Luis Amunategui, en que las ideas van cayendo pesadamente.

Pudo haber redactado con mayor condescendencia para con el lector y me confirma esa idea la amabilidad de algunos periodos en una obra de cariiio perso- nal, el opusculo Medina Radiografia de un espiritu.

En las funciones administrativas de don Guillermo Feliu en la Universidad de Chile y en la Direction de Bibliotecas, Archivos y Museos, anduvieron juntas la estrictez y la bondad y mas de algin rastro impreso en la prensa dejaron sus dispu-

I 322

Page 11: Feliú Cruz, el magisterio de la historia

CIENCIAS SOCIALES

tas. Estaba imbuido de la etica del servicio publico, tal como lo habia trazado el siglo XIX, porque no en van0 conocia la historia de aquella centuria. Rectitud en el proceder, sacrificio personal y tenacidad en el trabajo eran 10s puntos cardinales que debian orientar el quehacer de 10s funcionarios del Estado, desde el nivel mas alto hasta el mas bajo.

Identificado con el pasado y el futuro de Chile, creia que el trabajo del intelec- tual era parte del patriotism0 mejor entendido. Desde arriba, la investigacion y el pensamiento ponian de relieve el ser nacional y orientaban el rumbo con perspec- tiva de futuro. En verdad que no hay intelectual y especialmente historiador, que no crea en esa mision, aun cuando sus trabajos Sean de medidas muy reducidas.

Todos se empeiian en esa construccion de apariencia tenue y sutil, vista a ve- ces como intrascendente. Es un error pensar, como se hace corrientemente, que la trayectoria del pais es un conjunto de trabajos materiales realizados de manera esforzada, y que unicamente cuentan las ciencias y la tecnica, que el destino se juega en la politica y las decisiones gubernamentales y que las urgencias sociales marcan el acontecer. Por encima se sit6a el campo del espiritu con su meditacion, y,especificamente la hstoria, que con sus indagaciones y sus interpretaciones refluye sobre la naci6n para presentarle su imagen.

Los grandes historiadores fueron creadores de esta nacion republicana, a1 re- cordarle su experiencia historica, formadora de la conciencia historica y con ello de una perspectiva lanzada hacia el futuro.

Don Guillermo Feliu Cruz, estoy seguro de que pensaba de esa manera y que tenia la ilusion de un destino auspicioso.

En 10s ultimos aiios de la vida, cuando 6sta se puebla de recuerdos y de planes inconclusos, las tormentas contrapuestas que azotaron el pais amargaron su espiri- tu, porque una historia muy digna se derrumbaba y con ella 10s valores mas caros de la nacion.

Creo, no obstante, que conocedor de las vicisitudes de la historia, debi6 pen- sar que la oscuridad de 10s hechos no era mas que un accidente y que tarde o temprano se recuperaria la linea historica del pais.

Fallecio el 30 de noviembre de 1973.

323