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EXAMEN DE LA CRÍTICA RORTYANA AL REPRESENTACIONISMO Por Álvaro Revolledo Novoa 1. El “protopragmatismo” de Darwin Cuando decidí titular a este artículo Menos Platón y más Darwin[1] pasaba por mi cabeza la idea de graficar lo más fácilmente posible lo que Rorty quería significar: el abandono de la metafísica de lo permanente de herencia platónica por una postura pragmatista antiesencialista de talante darwiniano. Para quienes han echado más de un vistazo a los escritos de Rorty no les sorprenderá que Platón termine tan mal parado en ellos, lo mismo que Descartes, Kant o cualquier otro pensador que hable en los términos de lo que Rorty llama “representacionismo”. Asimismo, no es novedad que Rorty en más de un libro suyo se haya dedicado a desempolvar a los pragmatistas clásicos, en especial a Dewey, y actualizar sus ideas pragmatistas en un vínculo estrecho con filósofos antimetafísicos como Niestzsche, Wittgenstein o Heidegger, cuando no con los neopragmatistas, sobre todo Davidson. Pero lo que puede resultar un poco más sorpresivo para algún lector incauto es la presencia de Darwin en todo esto. Lo que pretendo demostrar en este artículo es: i) que las referencias a Darwin por parte de Rorty no son fortuitas o coyunturales, sino que hay, en efecto, un eco darwiniano significativo para su interpretación del pragmatismo[2]; ii) que su interpretación de las ideas de Darwin es incorrecta, toda vez que lo convierte en un pensador

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EXAMEN DE LA CRÍTICA RORTYANA AL REPRESENTACIONISMO

Por Álvaro Revolledo Novoa

1. El “protopragmatismo” de Darwin

Cuando decidí titular a este artículo Menos Platón y más Darwin[1] pasaba por mi cabeza la idea de graficar lo más fácilmente posible lo que Rorty quería significar: el abandono de la metafísica de lo permanente de herencia platónica por una postura pragmatista antiesencialista de talante darwiniano. Para quienes han echado más de un vistazo a los escritos de Rorty no les sorprenderá que Platón termine tan mal parado en ellos, lo mismo que Descartes, Kant o cualquier otro pensador que hable en los términos de lo que Rorty llama “representacionismo”. Asimismo, no es novedad que Rorty en más de un libro suyo se haya dedicado a desempolvar a los pragmatistas clásicos, en especial a Dewey, y actualizar sus ideas pragmatistas en un vínculo estrecho con filósofos antimetafísicos como Niestzsche, Wittgenstein o Heidegger, cuando no con los neopragmatistas, sobre todo Davidson. Pero lo que puede resultar un poco más sorpresivo para algún lector incauto es la presencia de Darwin en todo esto.

Lo que pretendo demostrar en este artículo es: i) que las referencias a Darwin por parte de Rorty no son fortuitas o coyunturales, sino que hay, en efecto, un eco darwiniano significativo para su interpretación del pragmatismo[2]; ii) que su interpretación de las ideas de Darwin es incorrecta, toda vez que lo convierte en un pensador pragmatista como aquí será definido, además de ser gratuita y falsa, y iii) que las presunciones y métodos de Darwin están más cerca del representacionismo que él ataca de lo que cree[3].

En principio, a Rorty le parece que las hipótesis de Darwin sobre el desarrollo de la vida humana van más en consonancia con el pragmatismo que las que se desprenden del platonismo. Y es que habría, por decirlo así, un abismo ontológico (y epistémico) entre Darwin y Platón como el que existe entre el pragmatismo norteamericano y la metafísica occidental. Sus sistemas de creencias y sus formas de afrontar los problemas filosóficos (incluso la forma de considerar cuáles lo son de una manera relevante) son completamente opuestos. Y esto, según Rorty, porque el pragmatismo es en buena cuenta un filosofar antimetafísico; y puesto

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que Platón es el filósofo que encabeza la lista de esencialistas, Darwin sería algo así como el emblema del antiplatonismo y del antiesencialismo.

Para Rorty, la clave para entender por qué Darwin es un pensador pragmatista es que enfatiza el papel de la utilidad y la mejora de cualquier cambio futuro en la naturaleza: “Lo único que justifica una mutación biológica o cultural, es su contribución a la existencia (...) de una especie más compleja”[4].

Pero las conclusiones más polémicas que obtiene Rorty de la lectura de Darwin giran en torno al sentido de lo que entendemos por conocimiento (de la realidad) y lo que desde Parménides se planteó la metafísica occidental: la búsqueda de la verdad acerca del ser. Sobre el primer punto, Rorty interpreta que la posición evolucionista de Darwin transforma lo que denominamos comúnmente conocimiento en el sentido de representación del mundo por el sentido de aparejarnos de una adaptación más exitosa. Es decir, Darwin, como pensador “protopragmatista”, sería uno de los primeros en introducir la idea del conocimiento como uso de la realidad en vez de su representación. Por eso, a partir de Darwin dejamos propiamente de hablar de conocimiento (como representación), pues lo que cuenta, desde un punto de vista pragmatista, es la adaptación. O en todo caso, abandonamos la vieja distinción metafísica entre captar las esencias y contentarnos con los fenómenos, entre conocer y acomodarse.[5]

Con respecto al segundo punto, sobre la búsqueda de la verdad y la crítica rortyana, insistiremos con un poco más de detalle en las páginas siguientes; no obstante, valdrá la pena adelantarnos a decir que Rorty sostiene que la verdad no es un concepto epistemológico relevante, o que los filósofos tienen hoy muy poco que decir sobre ella. La razón de esto radica en que, eliminado el representacionismo, la idea metafísica de que conocemos el mundo representándolo, no resulta muy interesante saber qué afirmaciones son verdaderas o falsas, sino cuáles nos son más convenientes, cuáles nos permiten realizar descripciones más útiles, y así, una mejor adaptación.

Existe, por ello, una relación muy importante a nivel epistemológico entre el concepto de verdad y el esquema representacionista, de tal forma que si destruimos éste último, el primero queda debilitado. Con esto, además, queda abierta la posibilidad de ubicar en el mismo plano a descripciones diferentes

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provenientes de distintos sistemas de creencias, pues ninguna es en sí misma mejor que la otra, es decir, ninguna representa la realidad de un modo mejor porque cuenta con métodos más exactos, y por lo mismo, ninguna proporciona en sí misma afirmaciones que estén más próximas a ser verdaderas que otra. Esto dependerá de los acuerdos que se tomen al interior de cada comunidad lingüística, y del consenso general al que lleguen, por ello serán preferibles las descripciones que faciliten el consenso.

Lo primero, entonces, es acabar con el representacionismo, que es la forma de comprender el mundo común a epistemólogos y científicos. De lo que se trata es de abandonar esta herencia platónica y tomarse más en serio a Darwin y a la biología, pues dentro de este esquema resulta difícil insistir en la idea de una representación exacta[6].

Pero hay otro aspecto de la interpretación rortyana que no puede ser menos que discutible. Según Rorty si seguimos a Darwin concluimos que no hay un orden natural de las razones para justificar una creencia, así como no hay un orden natural para la evolución biológica. Esto es, que la evolución cultural (así como la evolución de las demandas de justificación) no se produce de acuerdo con leyes, así como no se produce de acuerdo a leyes la evolución biológica (de las demandas de espacio vital). Ambas ocurren por una secuencia fortuita de accidentes[7]. Me dedicaré a discutir esta afirmación en las consideraciones finales. Por lo pronto, bastará con reconocer que la acometida rortyana contra el representacionismo tiene como propósito debilitar, cuando no descartar del todo, el concepto epistemológico de verdad como correspondencia, como se verá más adelante, y desaparecer la distinción entre sujeto y objeto, es decir entre una mente que conoce y el mundo de afuera que procuramos conocer objetivamente, según el representacionismo.

2. La insoportable permanencia del ser

Antes de continuar debemos precisar con un poco más de detenimiento que entiende Rorty por representacionismo. Esto puede quedar más o menos aclarado recurriendo a su La filosofía y el espejo de la naturaleza, pues ya en el título mismo de este libro suyo[8] está dibujado tal concepto. Pero más propiamente, Rorty, en la Introducción a dicha obra, plantea que uno de los problemas eternos de la filosofía es tratar de descubrir los fundamentos del conocimiento humano. Para ello, se debe comprender de un modo especial la naturaleza del conocimiento y de

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la mente que conoce, lo que significa que los fundamentos se han buscado a través de estudios sobre el hombre en tanto sujeto cognoscente, en lo que se ha venido a llamar “procesos mentales” o “actividad de representación”. Según esta perspectiva, continúa Rorty, “saber es representar con precisión lo que hay fuera de la mente; entender de esta manera la posibilidad y naturaleza del conocimiento es entender la forma en que la mente es capaz de reconstruir tales representaciones”[9].

Y toda representación es posible porque la mente opera como un espejo frente al mundo exterior. Captar ese mundo de afuera a través de la mente, por medio de representaciones, es lo que entraña el sentido de una filosofía como teoría general de la representación. El representacionismo, entonces, consiste en la idea de que podemos obtener un conocimiento más seguro a través de representaciones más exactas de la realidad, y esto sólo es posible gracias a la idea de la mente como espejo[10].

Frente a este contexto representacionista generalizable en la filosofía occidental, Rorty propone proyectar la obra de los que considera los tres filósofos más importantes del siglo XX: Wittgenstien, Heidegger y Dewey. Según Rorty, estos tres filósofos están de acuerdo en que “hay que abandonar la noción del conocimiento en cuanto representación exacta que resulta posible gracias a procesos mentales especiales (...); se deben descartar las nociones de "fundamentos del conocimiento" (...) [y los tres] prescinden de la idea de "la mente" común a Descartes, Locke y Kant, en cuanto tema especial de estudio, situada en el espacio interior y dotada de elementos o procesos que posibilitan el conocimiento”[11].

Ésta es la cara del representacionismo como teoría gnoseológica, de la mente-espejo que conoce el mundo externo. Pero esta teoría gnoseológica presupone una ontología realista[12]. Es decir, la metáfora de la mente-espejo presupone la hipótesis de la existencia de un mundo externo cuya realidad es independiente del sujeto que conoce, y ésa es la base del conocimiento objetivo. Asimismo, desde el representacionismo, mantenemos la idea de representar lo más exactamente posible la naturaleza intrínseca de la realidad de ese mundo externo que conocemos. Y según esto, la cognoscibilidad del mundo externo exige descubrir y describir la legalidad de la naturaleza.

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En las primeras líneas de este artículo indicamos que el propósito de Rorty es convencernos de abandonar la herencia platónica de la metafísica de lo permanente y apostar por el antiesencialismo del Darwin pragmatista. En efecto, según Rorty, los pragmatistas rechazan el platonismo por su talante metafísico, esto es, por su esencialismo, como la concepción que introduce en la filosofía la idea de un mundo verdadero, de una verdadera realidad factible de distinguirse de otros mundos menos reales y por tanto menos verdaderos. También rechazan la pretensión platónica de que el conocimiento de este mundo verdadero es no sólo posible, sino que es el conocimiento genuino, el conocimiento que alcanza el nivel de episteme frente a las meras creencias. Y esta convicción sólo es posible porque presuponemos que hay una estructura permanente e inalterable del ser o la realidad que se distingue de lo meramente contextual y relativo[13]. En cambio, el antiesencialismo que los pragmatistas toman de Darwin como nota distintiva sostiene que: “No hay una manera en que las cosas son realmente”.

El pragmatismo rortyano sugiere abandonar el dualismo epistemológico de apariencia–realidad que debemos a Platón y a la metafísica, pues obliga a presuponer que la verdad no es sino la correspondencia de ciertos enunciados (de la ciencia) con la realidad objetiva. En todo caso, se puede reemplazar la distinción platónica de apariencia-realidad por la distinción pragmatista entre descripciones menos útiles y más útiles[14] (del mundo y nosotros).

La crítica rortyana se centra en la inutilidad de mantener sendos debates filosóficos sosteniendo, bajo ellos, una estructura dualista. Frente a ello, Rorty se autoproclama un antiesencialista, y deplora cualquier intento filosófico (o científico) que reclame cierta exclusividad o mayor proximidad con lo verdadero o lo real. Para Rorty, sencillamente, hay que desprenderse de estos conceptos, en lo que de ellos haya de metafísica o esencialismo.

3. La verdad como “correspondencia”

Más arriba quedó planteada la relación existente entre el representacionismo y el concepto de verdad. Se dijo además que, desde el pragmatismo rortyano, una vez que perdía sentido hablar de representaciones exactas de la realidad a través de la mente-espejo, no tenía sentido seguir discutiendo qué afirmaciones eran o no verdaderas. Asimismo, según el antiesencialismo proclamado por Rorty llegamos a conclusión de que no existe una “naturaleza intrínseca” de la realidad. Y esta afirmación trae consigo otra consecuencia inevitable. Si nada es como es, entonces

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aparentemente no hay forma de saber qué es verdadero y qué falso, pues ha quedado descartada toda estructura permanente en la naturaleza y toda legalidad que pudiera describirse en ella. El propósito de Rorty es debilitar el concepto epistemológico de la verdad como correspondencia (es decir, la correspondencia entre las creencias de los sujetos y el mundo de ahí afuera) empleado generalmente entre los científicos y filósofos de la ciencia[15].

Las referencias más comunes para comprender el sentido de la verdad por correspondencia tanto en la ciencia como en el mundo de la vida se dirigen a Aristóteles y también a Tarski [16]. El propio Alfred Tarski recuerda la concepción aristotélica clásica de la verdad contenida en el libro Gamma de su Metafísica: “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso, mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero”[17]. Para Tarski, esta formulación de la verdad pertenece a la “teoría de la correspondencia”, la misma que en términos más actuales se expresaría: “la verdad de una oración consiste en su acuerdo (o correspondencia) con la realidad”[18].

La epistemología del siglo XX ha asumido, en términos generales, la teoría de la verdad por correspondencia para delimitar las designaciones referidas al mundo real, y para diferenciar a la ciencia de otros campos, como la metafísica. En esto han jugado parte el Positivismo Lógico y también sus críticos, como Karl Popper. Según éste, la verdad es “la coincidencia de una proposición con toda realidad sobre la que la proposición enuncie algo”. Es decir, la verdad plantea la coincidencia con la realidad, o más propiamente, la coincidencia del estado de cosas enunciado con el estado de cosas real[19]. De un modo semejante, define Russell el concepto de verdad, también en los términos de la verdad por correspondencia[20].

Desde la perspectiva antiesencialista del pragmatismo rortyano, no tiene sentido alguno hablar de una “correspondencia” de ciertos enunciados con el mundo real, porque esto presupone el esquema “representacionista”. Aquí está la clave para Rorty. De lo que se trata es, afirma, de abandonar al Teetetos de Platón. Pero además, se trata de dejar de lado la presunción kantiana de que hay una “naturaleza del conocimiento humano”, y asimismo, ciertos límites del conocimiento. Es decir, se trata de abandonar la presunción típica de la filosofía moderna de que hay un “orden natural” de las razones. En esto, tanto los empiristas británicos como el propio Descartes estaban de acuerdo, y también en

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la creencia de que había un método especial para obtener el conocimiento verdadero o científico (claro y distinto).

Todo lo contrario, el pragmatismo de Rorty sostiene que no hay un “conocimiento” que tenga una naturaleza a descubrir. Lo único que hay es el proceso de “justificar las creencias ante una audiencia”. Y ciertamente, ninguna audiencia está más cerca de la naturaleza de la verdad o de las cosas o es mejor que otra de algún ideal ahistórico de racionalidad[21]. El punto de vista pragmatista sobre la verdad sostiene que éste no es un concepto cognoscitivo. En esto Rorty sigue a Davidson, y también en su rechazo del supuesto que hay una conexión entre verdad y justificación. La consecuencia más importante aquí es que no hay creencias más verdaderas porque están mejor justificadas. El campo más afectado con esta afirmación es la ciencia, y esto es así porque presupone que la verdad es la meta de la investigación. Para Rorty, contrariamente, lo único que se observa son usuarios del lenguaje que justifican sus creencias y deseos frente a un auditorio dado[22].

De aquí se pueden obtener dos consecuencias importantes: 1. La verdad no es algo hacia lo que vamos, a lo que estamos más cerca cuanto más justificación en general tenemos (sino sólo en una audiencia dada) 2. La idea de un orden natural de las razones independiente de las peculiaridades de las audiencias dadas es porque existe la idea de una conexión entre justificación y verdad. En 1 Rorty descarta el punto de vista que concibe la verdad como algo hacia lo que nos dirigimos, algo a lo que más nos aproximamos cuanto más justificación tenemos. Por otro lado, la desaparición de la conexión entre verdad y justificación en 2, nos lleva a abandonar otra idea, la de que existe una afinidad especial entre seres humanos y la naturaleza intrínseca de las cosas[23]. Esta afinidad, dentro del representacionismo, nos vendría dada por la posesión de una facultad llamada “razón”, que se presupone como una facultad que nos conlleva al conocimiento en términos de representación y correspondencia.

Por otro lado, Rorty argumenta en contra del representacionismo que sólo a través del lenguaje nos relacionamos con la realidad, y que no podemos salir de él, ya que todas nuestras referencias se producen por medio de descripciones lingüísticas. Esta afirmación queda recogida por el Nominalismo Psicológico de Wilfred Sellars según el cual: “Toda conciencia es una cuestión lingüística”[24]. Esto significaría que toda conciencia es una conciencia bajo una descripción, y que las descripciones son funciones de las necesidades sociales. Asimismo, Rorty insiste en que el lenguaje no es un medio de representación, sino un intercambio de

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marcas y sonidos que se lleva a cabo para alcanzar ciertos propósitos, el cual no puede fallar en la representación correcta, porque no representa[25].

Este último aspecto de la crítica rortyana irrumpe también contra la objetividad a la que aspira el representacionismo, entendida como la posibilidad de conocer el mundo con independencia de nuestros deseos, preferencias o limitaciones de percepción. En este sentido, “objetivo” sería el conocimiento que “representa las cosas tal y como son”[26]. Pero desde el Nominalismo Psicológico, en el que Rorty se apoya, ninguna descripción de un objeto es una descripción del objeto “real”. Ciertamente algunas descripciones son mejores que otras (en tanto son más útiles que otras para algún propósito humano), pero no es lo mismo que una esté más cerca de la verdad o de su naturaleza intrínseca que la otra. Lo objetivo, en un sentido pragmatista, es definido por referencia a la facilidad relativa de lograr consenso entre los indagadores de una comunidad lingüística.[27]

En toda la crítica de Rorty al representacionismo encontramos un desinterés por el hallazgo de la verdad, pues esta pretensión común a los epistemólogos[28], es ajena para el pragmatista[29]. Según él, no hay un propósito primordial que sea “descubrir la verdad”, puesto que la meta de la de la indagación no es la verdad, sino la utilidad (y existen para ello muchos instrumentos y propósitos diferentes). Desde el punto de vista pragmatista, conocer un objeto es saber qué oraciones referidas a él son verdaderas, sabiendo que las oraciones permiten relacionar objetos entre sí. Asimismo, no hay una manera de separar un objeto del resto del universo excepto como aquél objeto del que es verdadero un cierto conjunto de oraciones[30].

4. Consideraciones finales: Menos Rorty y más Darwin

Quisiera terminar este artículo planteando algunas cuestiones que me parecen discutibles. Como lo he planteado desde un inicio, es fácil percibir en el pragmatismo rortyano el influjo de algunas afirmaciones o conclusiones darwinianas. No obstante, lo que sostengo es que la forma en que Rorty las interpreta, en un sentido pragmatista, no es correcta. Mejor dicho, Rorty descontextualiza algunas hipótesis darwinianas para hacer de él un pensador pragmatista, y deja de lado todo lo que no le sirve para su interpretación. A Rorty le importa más enfatizar el papel de las variaciones útiles de las que habla Darwin en los términos de la selección natural para atacar el esencialismo supuesto en el representacionismo. Pero lo sorprendente es que las afirmaciones que Darwin

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realiza tienen como base el esquema representacionista que Rorty critica. Por ejemplo, con respecto al conocimiento, no cabe duda que Darwin está pensando como naturalista, en la forma cómo nos aproximamos y describimos lo más exactamente posible la legalidad de la naturaleza[31]. En cambio, Rorty considera que desde Darwin el conocimiento es entendido únicamente como la forma en que nos adaptamos al mundo en términos de utilidad y éxito evolutivo, y que abandonamos la idea del conocimiento como la forma en que damos cuenta del mundo, de ese mundo al que nos adaptamos para sobrevivir con éxito. Pero esto es falso, porque Darwin es ante todo un naturalista, un hombre de ciencia, y buscaba en sentido estricto describir los fenómenos de la naturaleza tal y como ocurrían en la realidad. Es imposible, por ello, que Darwin hubiese entendido que el conocimiento científico tuviese nada más que la utilidad de servirnos para adaptarnos mejor al mundo. Al contrario, Darwin cree que es posible representar la realidad, y no discute que sus métodos experimentales y de observación le impidan conocer el mundo y poder describirlo en un lenguaje científico. No obstante, Rorty extrapola arbitrariamente el sentido que cumplen las variaciones útiles para una mejor adaptación en los términos de la selección natural que Darwin explica, y lo proyecta contra el concepto de conocer bajo representación.

Según esta interpretación, es obvio que Rorty nos está llevando a decir, con Darwin, que bajo el manto de la evolución que describe nuestro devenir y el de las demás especies, nada se hace para representar exactamente el mundo, y que, por tanto, nada se dice en la ciencia que corresponda a la realidad, pues lo único que cuenta son descripciones útiles, ya provengan de la ciencia o de cualquier otro relato. Pero lo curioso es que la teoría de la evolución no sería más verdadera que el creacionismo científico o el mero mito del Génesis, sino más conveniente en términos utilitarios[32]. No obstante, Rorty no da cuenta de por qué es más útil que otra, lo da por sentado. Su ventaja más saltante sería que previene mejor el esencialismo representacionista. Pero esto también es falso por lo dicho más arriba. Darwin no es pragmatista en el sentido de negar la búsqueda de la verdad o considerarla una pretensión metafísica. Menos aún por rechazar la verdad por correspondencia. Toda la investigación de Darwin, toda su ciencia, presupone que sus hipótesis científicas correspondan con hechos de experiencia[33]. Darwin no es un pragmatista, es un científico natural. Y de hecho cree que es precisamente la ciencia el modo de saber y conocer mejor la realidad que cualquier otro.

También es falsa la afirmación rortyana de que la evolución biológica no se produce de acuerdo a leyes[34]. Es insostenible que Darwin hable en términos científicos de la evolución sin remitirse a leyes explicativas. Al contrario, reconoce muy bien el peso que tienen las leyes en las explicaciones científicas, por ello, la

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interpretación que hace Rorty al respecto es totalmente gratuita. En un pasaje de El origen de las especies, en que precisa el significado del concepto naturaleza, el propio Darwin enfatiza el sentido de ley: “pero por naturaleza quiero decir sólo la acción y el resultado totales de muchas leyes naturales, y por leyes, la sucesión de hechos, en cuanto son conocidos con seguridad por nosotros”[35]. Ciertamente, Darwin reconoce en muchos pasajes de esta obra que hasta la fecha en que la ciencia natural se ha desarrollado, es mucho mayor la ignorancia que el conocimiento de leyes. Pero esto no significa lo mismo que decir que son innecesarias las leyes para la evolución, y menos que ocurre por azar[36]. Lo que Darwin sostiene es que la ciencia de su tiempo no ha podido descubrir y describir la legalidad de la naturaleza con la exactitud que quisiera. Por tanto, contra lo que interpreta Rorty, Darwin considera que las variaciones de las especies sí se producen por leyes[37].

De hecho Rorty no podría aceptar que las tesis darwinianas que extrapola hacia el punto de vista pragmatista sean verdaderas en el sentido representacionista, pues sería recaer en lo que critica: esto es, asumir una posición esencialista, metafísica. Al contrario, Rorty advierte que no sería consistente con su antiesencialismo “tratar de convencer al lector de que la manera darwiniana de concebir el lenguaje –y por extensión, la manera pragmatista de pensar la verdad– es la manera objetivamente verdadera”.[38] Pero a pesar de ello noto que hay una incongruencia entre el uso de algunas hipótesis darwinianas y el total desinterés por la forma cómo obtiene dichas conjeturas. Es decir, es incongruente descontextualizar la tesis de la variabilidad y la utilidad para la mejor adaptación del resto de la obra de Darwin y del sentido de la misma para atacar el representacionismo y convertir al propio Darwin en pragmatista. Asimismo, son inconsistentes sus referencias a Darwin y a la biología en términos pragmatistas, poniendo entre paréntesis el que la ciencia natural sea representacionista, junto con su punto de vista general sobre la ciencia. Pues, así como Rorty no cree que las descripciones de Darwin sean mejores que otras, así también la ciencia natural, para él, no es sino “una imagen más del mundo que hay que situar junto a otras, y no como algo que nos proporciona la única imagen que se corresponde con lo real”[39].

En todo caso, si la ciencia tiene algún valor, es la de ser una descripción útil, toda vez que así sea, pero no lo será por representar mejor la realidad. Pero además, Rorty destaca de la ciencia sus elementos dialógicos, por decirlo de algún modo: “todo lo que queda de los elogios de Peirce, Dewey y Popper a la ciencia es un encomio de ciertas virtudes morales –las de una sociedad abierta– más que una estrategia específicamente cognoscitiva”[40].

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Artículo publicado en Sullull, Revista de Filosofía, Año 3, No. 3, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Setiembre del 2005.

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[1] He parafraseado deliberadamente el título del libro de Lou Marinoff traducido al castellano como Más Platón y menos prozac (Plato, not prozac), Trad. Borja Folch, Madrid, Suma de letras, 2001, tanto para el título de este artículo como para el subtítulo de mis consideraciones finales.

[2] No en vano, es el propio Rorty quien se refiere a esto, a propósito de una carta que le enviara John McDowell sugiriendo que a una buena parte de sus escritos le invade un “tono darwiniamo”. Cf. Richard Rorty, “La idea misma de una responsabilidad humana hacia el mundo: la versión del empirismo de John McDowell”, en Verdad y progreso, Trad. de Ángel Manuel Faerna García Bermejo, Barcelona, Editorial Paidós, 2000, p. 200.

[3] El objetivo i) será planteado y desarrollado desde los numerales 1-3; el objetivo ii) será parcialmente desarrollado en 1-3, y culminado en el numeral 4 que corresponde a las consideraciones finales; y el objetivo iii) será planteado íntegramente en las consideraciones finales. [4] Richard Rorty, ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo, Trad. de Eduardo Rabossi, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 14. Ciertamente Rorty no hace ninguna indicación expresa de las fuentes de la obra de Darwin a que se refiere en este pasaje o en cualquier otro. Demostraré en mis consideraciones finales que citando la obra de Darwin se puede demostrar lo contrario de lo que pretende Rorty.

[5] “Darwin sugirió que la diferencia entre nosotros y los reptiles no consistía en que ellos se adaptaban a la realidad mientras que nosotros la conocíamos, sino más bien en que nos acomodamos a la realidad mejor que ellos, mejor en el sentido de permitirnos a nosotros mismos mucha más variedad y libertad”. Cf. R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 39.

[6] Cf. R. Rorty, “¿Es la verdad una meta de la investigación? Donald Davidson versus Crispin Wright”, en Verdad y progreso, loc. cit., p. 32. También en mis consideraciones finales haré notar que hay una incongruencia entre el uso que hace Rorty de algunas afirmaciones darwinianas en tanto naturalista y el puesto que ocupa para él la ciencia natural y el propio Darwin como científico.

[7] Cf. R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., pp. 40-41.

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[8] El título original en inglés es Philosophy and the mirror of nature, publicado por la Universidad de Princeton, New Jersey, 1979. Para Rorty, la metafísica occidental ha entendido que la mente humana funciona como un espejo que refleja con exactitud el mundo de allá afuera, y por eso, puede representarlo en ideas y conceptos.

[9] Richard Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Trad. de Jesús Fernández Zulaica, Madrid, Ediciones Cátedra, 1983, p.13.

[10] Según Rorty, es común a Descartes y Kant la estrategia de “obtener representaciones más exactas inspeccionando, reparando y limpiando el espejo”. Cf. Ibidem, p. 20.

[11] Cf. Ibidem, p. 15. Las indicaciones entre corchetes en ésta y las demás citas textuales en que aparezcan son especificaciones mías.

[12] No voy a discutir aquí el problema de la realidad del mundo exterior, de si hay varios y diferentes realismos o si se trata de un pseudo problema, ya que basta para la discusión presente dejar sentado que el representacionismo, ya filosófico o científico, asume la hipótesis de la realidad del mundo exterior y su cognoscibilidad.

[13] La ciencia natural presupone también que existe una estructura permanente en la naturaleza, lo que permite describir la legalidad del mundo. Si se trata de un determinismo ontológico y epistemológico estrecho o laxo, es algo que ha discutido acertadamente Mario Bunge. Con respecto a la cognoscibilidad limitada de la ciencia y las objeciones del fenomenalismo, Bunge sostiene que “un planteamiento más profundo –representacional en vez de fenomenológico– puede entonces formularse para las fuentes internas del comportamiento [de los objetos, tanto a nivel interno como externo]. Éste planteamiento se pondrá a sí mismo la tarea de hallar (i) las propiedades y relaciones origen del objeto, y (ii) las relaciones fundamentales entre esas variables esenciales, o sea las leyes esenciales del objeto, que dan razón de los mecanismos internos responsables últimos de su comportamiento externo (parcialmente observable). Esas variables-origen y esas relaciones invariantes entre son lo que hoy se entiende por esencia de una cosa (...) La ciencia intenta pues descubrir la esencia de las cosas, pero en este sentido más elaborado de "esencia". Y seríamos insensatos si proclamáramos en todo momento que se ha capturado de una vez para siempre la esencia de algo: lo que podemos obtener son perspectivas cada vez menos confusas sobre leyes esenciales de diferentes niveles”. Mario Bunge, “Hipótesis filosóficas en la ciencia”, en ¿Qué es filosofar científicamente?, Lima, Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2001, p. 69. Este ponencia ha sido publicada anteriormente en La investigación científica, Barcelona, Ariel, 1982.

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[14] Este criterio de utilidad es entendido en relación a un “futuro mejor”. Y aquí, “mejor”, se entiende como lo que contiene más de lo que consideramos bueno y menos de lo que consideramos malo. Y “bueno” no es sino el crecimiento (growth), la variedad y la libertad. La referencia de Rorty a este respecto es tanto a Dewey como a Whitman. La respuesta pragmatista, según Rorty, es deliberadamente imprecisa porque no creen que el futuro se ajuste a un plan (teleología inmanente). Cf. R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., pp. 14-15.

[15] Para Rorty, el pragmatista “renuncia por entero a la noción de verdad como correspondencia con la realidad, afirmando no que la ciencia moderna nos permite hacer frente a la realidad porque guarde correspondencia con ella, sino que simplemente nos permite hacerle frente. El pragmatista argumenta que varios siglos de esfuerzos no han servido para dar un sentido digno de interés a la noción de "correspondencia" (de los pensamientos o de las palabras con las cosas)”. Richard Rorty, Consecuencias del pragmatismo, Trad. de José Miguel Esteban Cloquell, Madrid, Editorial Tecnos, p. 23.

[16] La concepción aristotélica de la verdad subyacente a la concepción semántica de la verdad tarskiana es patente. Sobre esta relación y sobre la vigencia del concepto de verdad por correspondencia dice Luis Piscoya: “la definición del concepto de verdad de Aristóteles sigue vigente entre las comunidades científicas (...) [Tarski] en su famoso teorema referente a la definibilidad del concepto de verdad sitúa la discusión dentro de los términos de la definición de Aristóteles (...) Tarski proporciona mecanismos lógicos de definición que presuponen la tesis aristotélica de la correspondencia para decidir si una afirmación es verdadera o no. (...) podemos sostener que dentro de la investigación científica estándar, incluyendo la más sofisticada, la concepción de la verdad de Aristóteles está presente”. Luis Piscoya H., “¿Verdad sin objetividad?”, en Filosofía, Globalización y Multiculturalidad, Actas del VIII Congreso Nacional de Filosofía, Óscar García Zárate (Ed.), Lima, Universidad Nacional de San Marcos, Vol. I, 2001, pp. 85-86.

[17] Aristóteles, Met., 1011b 25. La referencia de Alfred Tarski, en La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica, en Juan Antonio Nicolás y María José Frápolli (Ed.), Teorías de la verdad en el siglo XX, Madrid, Tecnos, 1997, p. 69.

[18] Alfred Tarski, loc. cit. En la interpretación tomista de la concepción aristotélica de la verdad se leía como la adaequatio intellectus et rei.

[19] Karl Popper, “La teoría del conocimiento y el problema de la paz”, en La responsabilidad de vivir, escritos sobre política, historia y conocimiento, Barcelona, Paidós, 1995, p. 99.

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[20] Para Russell la verdad consiste en cierta relación entre una creencia [la afirmación de una oración] y uno o más hechos [descritos por esa oración]. Cuando dicha relación está ausente, la creencia es falsa, y cuando la oración describe un hecho, la oración es verdadera. Por "hecho" entiende Russell todo lo que hay en el mundo. Cf. Bertrand Russell, El conocimiento humano, Trad. de Néstor Míguez, Buenos Aires, Ediciones Orbis, pp. 156-161.

[21] Cf. R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 32.

[22] Cf. Ibidem, pp. 33-35.

[23] Cf. Ibidem, pp. 36-37.

[24] Wilfrid Sellars, Science, perception and reality, Nueva York, 1963, p. 160, citado por Richard Rorty, en La filosofía ..., p. 172. Rorty asume las consecuencias básicas del Nominalismo Psicológico de Sellars.

[25] Cf., R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 47.

[26] R. Rorty, La filosofía..., loc. cit., p. 303.

[27] Cf., R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 48.

[28] Para Popper, no sólo la ciencia es búsqueda de la verdad, sino que como seres humanos pensantes nuestra tarea es el hallazgo de la verdad. Cf. Karl Popper, op. cit., pp. 99 y 122.

[29] La teoría pragmática de la verdad definida por Dewey entraña algunas dificultades, como su insistencia en que el método científico procura una mejor justificación de las creencias que se han de considerar verdaderas. Rorty ha tratado de salvar al Dewey cientificista replanteándolo en términos davidsonianos. Para Dewey, “el pragmatista, naturalmente, afirma que su teoría es verdadera en el sentido pragmático de verdad; funciona, despeja dificultades, elimina oscuridades, pone a los individuos en una relación más experimental, menos dogmática y menos arbitrariamente escéptica con la vida; alinea a la filosofía con el método científico; se deshace de los problemas que la propia epistemología se crea; clarifica y reorganiza la teoría lógica, etc. Cf. John Dewey, “The influence of Darwin on philosophy”, en The Middle work, vol. 4, pp. 8-9, citado por Rorty, Verdad y progreso, loc. cit., p. 333.

[30] Cf., R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., pp. 53-55.

[31] Esto lo aprendió de dos maestros: el profesor de botánica J. S. Henslow y el profesor de geología Adam Sedgwick. Henslow le había enseñado la importancia de las observaciones minuciosas e ininterrumpidas, mientras que Sedgwick le enseñó

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que la ciencia consiste en agrupar los hechos de tal manera que de ellos se puedan deducir leyes o conclusiones. Cf. Julian Huxley y H. B. D. Kettlewell, Darwin, Trad. de Jesús Fernández Zulaica, Barcelona, Salvat Editores, 1984, pp. 34-36.

[32] No cabe pensar que la metodología que emplea Darwin para describir los fenómenos lo aproxime más a los hechos que describe que cualquier otra forma de descripción. Respecto a la metodología de Darwin, dice Rorty: “no veo diferencias relevantes entre su quehacer y el de los exegetas bíblicas, los críticos literarios y los historiadores de la cultura”. Cf. R. Rorty, Consecuencias del..., loc. cit., p. 284.

[33] Aunque sus reflexiones metacientíficas sean muy esporádicas, podemos hallar algunas referencias epistemológicas importantes en la obra de Darwin para demostrar por qué Rorty se equivoca al creerlo un pragmatista en vez de un representacionista. Por ejemplo, sobre la verdad como correspondencia, hallamos un pasaje en que, frente a la duda de si es una suposición injustificada el que las diferencias individuales de un mismo tipo se mantengan en las variaciones de una especie, Darwin afirma que “el que sea cierta o no sólo podemos juzgarlo viendo hasta qué punto la hipótesis explica y concuerda con los fenómenos generales de la naturaleza” También, cuando discute la tesis lamarckiana del desarrollo progresivo, insiste en que “la ciencia no ha probado la verdad de esta hipótesis”. Asimismo, Darwin autoexamina sus hipótesis de trabajo y es consciente de que pueden en ellas haber errores que corregir: “nunca me había sentido tan firmemente convencido de la verdad general de las conclusiones a que he llegado, sujetas evidentemente (...) a muchos errores parciales”. Cf. Charles Darwin, El origen de las especies, prólogo de Faustino Cordón, Barcelona, Editorial Bruguera, 1980, pp. 139, 187 y 301.

[34] Para Rorty, lo que obtenemos de la ciencia natural, como la teoría física newtoniana o las explicaciones darwinianas son “relatos, historias naturales, y no la subsunción de acontecimientos bajo leyes”. Cf. R. Rorty, “La idea misma de ...”, en Verdad y progreso, loc. cit., p. 191.

[35] Ch. Darwin, op. cit., p. 135.

[36] Explica Darwin que “las leyes que rigen la herencia son, en su mayor parte, desconocidas”. En el Cap. V, sobre las leyes de la variación, confiesa que se ha referido a las variaciones de los seres orgánicos en estado natural y en domesticidad como si “fuesen debidas a la casualidad”. Pero inmediatamente aclara que “esto, por supuesto, es una expresión totalmente incorrecta, pero sirve para confesar francamente nuestra ignorancia de las causas de cada variación particular”. Cf. Ch. Darwin, op. cit., p. 54 y 199.

[37] Según Darwin, “estas leyes, tomadas en un sentido amplio, son: la de crecimiento con reproducción; la de herencia, que casi está implícita en la

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reproducción; la de variación por la acción directa e indirecta de las condiciones de vida y por el uso y desuso; una razón del aumento, tan elevada, tan grande que conduce a una lucha por la vida, y como consecuencia, a la selección natural, que determina la divergencia de caracteres y la extinción de las formas menos perfeccionadas”. Cf. Ch. Darwin, op. cit., p. 670-671.

[38] R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 71. Dice Rorty enfático: “Me niego redondo a pensar que Darwin describa mejor que otro cualquiera la realidad, incluso solamente a nosotros los seres humanos”. Cf. R. Rorty, “La idea misma de ...”, en Verdad y progreso, loc. cit., p. 200.

[39] Cf. R. Rorty, “Dewey, entre Hegel y Darwin”, en Verdad y progreso, loc. cit., p.324. Para Rorty, “sería preferible tratar "ciencia natural" como el nombre de una colección de artilugios útiles y no de una clase natural”. Cf. R. Rorty, “La idea misma de ...”, en Verdad y progreso, loc. cit., p. 191.

[40] Cf., R. Rorty, ¿Esperanza o conocimiento?, loc. cit., p. 31. Asimismo, de haber un progreso científico, los pragmatistas no lo verían como “la atenuación gradual del velo de la apariencia que oculta la naturaleza intrínseca de la realidad, sino como la aptitud creciente de responder a las inquietudes de grupos cada vez más extensos de personas, especialmente de personas que generan las observaciones más agudas y ejecutan los experimentos más refinados”. Cf. Ibidem, p. 91.