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  • MODELO DE LA EVOLUCIN HUMANA. REGISTROS DE ATAPUERCA

    En cuanto al modo de vida e higiene en general, losmencionados estudios paleopatolgicos y paleoecolgi-cos llevan a concluir que la poblacin de SH estaba bienadaptada a sus movimientos en el terreno por la escasez degraves accidentes. Era, en cambio, frecuente una distrofia,sobre todo en edad infantil, relacionable con el destete ocon la inflexin basicraneal y desplazamiento de la glotis,que se asocia a su vez con el desarrollo del lenguaje ar-ticulado y sintctico: puede haber interaccin en todosestos factores.

    Aun cuando la dieta parece ser dominante y rica en pro-ductos vegetales por la oferta copiosa en muchos niveles,se observa consumo crnico cierto en algunos suelos de losniveles TD10 yTD6 alto (Aurora). En este ltimo casohay evidencia slida segn Y. Fernndez Jalvo de cani-balismo. Est comprobado el aprovechamiento de la car-ne de reses, con alta proporcin de potros, cadas en tor-cas, por las evidencias bien analizadas en los suelos frtilesdel nivel TG11 de Galera, excavado en la trinchera fe-rroviaria, segn J. C. Daz y M. V. Moreno. En esta prc-tica alimentaria -ni caza propiamente ni carroeo sim-ple- competan aquellos pobladores con cnidos quetambin descendan con idntica pretensin.

    Puede ilustrar sobre el uso del territorio por aquellos po-bladores saber que en las faldas de la sierra de Atapuercano faltaban fuentes. Los manantiales pudieron ser copiososen el tramo inferior del nivel TG11, probable comienzodel interestadial de hace algo ms de 200.000 aos, episo-dio 7 de la OS, como testifica la relativa frecuencia de aveslimncolas o frecuentadoras de charcas, segn A. Snchez,entre una avifauna variada. En esta rea, adems, confluyentres ecosistemas, segn S. Rivas: el montano de la propialoma de Atapuerca, el de la meseta que llegaba a sus pies enuna cota slo 70 m ms baja, y el del valle fluvial del Ar-lanzn; a muy escasa distancia estaban las elevaciones de laDemanda al E y SE, las de Pancorbo y Pramo de Masa alNE y N (figura 36). Con los cambios climticos, unos bio-topos se extenderan mientras que otros entraran en re-gresin. Cabe presumir que estas poblaciones no estaban porello forzadas a importantes desplazamientos. No obstante,a la vista de la crudeza de los inviernos en aquella regin ylas circundantes en meseta y sistemas montaosos, inclusoen la presente fase interglacial y clida, uno se preguntacmo podran permanecer los sucesivos pobladores de Ata-puerca y Los Juarros en esa estacin, y particularmente enlos episodios fros con extensin de los ambientes perigla-ciales. Al parecer, salvo casos especiales como los de los ososde Sima de los Huesos y las aves de pramo en la parte su-perior del nivel TG11, la casi totalidad de evidencias de ac-tividad humana y conjuntos paleofaunsticos se presentanen estratos con carcter de clima benigno.

    Se ha comprobado una captacin diferencial de mate-rias primas para el instrumental ltico, de cuarcita y otrosmateriales metamrficos entre los cantos de depsitosfluviales, y de slex en concreciones del techo de la me-seta miocena que permanecen al descubierto como re-lictos de la erosin de ste, ya en el Nivel Aurora de hace

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    Fig. 24 . - La excavacin metdica por cuadrcula permite anlisis so-bre las partes esquelticas presentes de las distintas especies, susfrecuencias y grados de conminucin, y de ah la situacin autcto-na o alctona de las carcasas y, en el segundo caso, el o los agen-tes de despiece, acarreo y consumo. A esto ayuda tambin el exa-men tafonmico y de trazas, que puede revelar una secuencia deconsumidores, como es el caso de los suelos conservados en la uni-dad superior de Galera, TG11. El plano de campo aqu reproduci-do (de J. C. Diez) deja ver, en uno de estos suelos, escasos uten-silios Uticos, varios restos seos dispersos, algunos de los cualesconservan trazas de consumo, y un montn de huesos ms enteros,no dispersos, de dos reses cadas por torca (segn E. Soto).- En

    blanco: rocas; punteado: hueso; rejilla: utensilios Uticos.

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  • EMILIANO AGUIRRE ENRQUEZ

    Fig. 26 . - Seales de cortes con filo artificial de piedra, observadoscon ultramicroscopa en un fragmento de clavcula infantil humanadel horizonte TD6 superior Aurora (gentileza de Y. Fernndez-Jal-vo). Numerosos fsiles humanos de este nivel presentan diversas

    trazas de prcticas canbales.

    Fig. 25 . - Corte esquemtico de los depsitos de relleno de GranDolina, con las rapaces que dejaron en algunos niveles los restos es-quelticos de roedores devorados y regurgitados por ellas: se iden-tificaron por el anlisis tafonmico mediante microscopa electrni-ca de las trazas y tipos de digestin y otras variables como el gradode seleccin de presas, por Y. Fernndez-Jalvo y P. Andrews (en E.Aguirre ed., Atapuerca y la evolucin humana, Fundacin RamnAreces, Madrid, 1998). Parecidos anlisis y experimentacin les per-mitieron inferir condiciones en la evolucin del karst: arrastres, al-

    calinidad, cierre de la cueva.

    Fig. 27b.- Remontaje o recomposicin de bases o fragmentos deun mismo bloque o canto inicial, resultantes de una operacin de ta-lla artificial (con intencin de producir filos diedrales o triedrales tiles),y que se hallan en proximidad en el curso de una excavacin: estoconstituye evidencia de accin antrpica en el lugar. (Por B. Mrquez.)

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    REMONTAJES

    Fig. 27a.- Resumen analtico de los tipos se-cuenciales de fabricacin de utensilios de-tectados en el nivel TD 11 de Gran Dolina.-TOT: Tema Operativo Tcnico; TOTD: id. di-recto; TOTI: id. indirecto; UOT: Unidad Ope-rativa Tcnica; BN: Base natural; BN1G: BaseNegativa de primera Generacin; BP2G:Base Positiva de segunda Generacin; C:Configuracin E: explotacin (segn E. Car-bonell, M. Mosquera, X.P. Rodrguez y otroscolaboradores).- Flecha vertical continua:proceso constatado; de trazos: no verifica-do en el lugar. Bajo lnea horizontal: piezasdel proceso inferidas, no presentes. (Car-bonell y otros, en J. Jord, ed., Geoarqueo-

    logia, ITGE y AEQUA, Madrid, 1994.)

    MATRIZ MORFOGENETICA DE TG

    T.O.T

    T . O T . D T . O

    PEQUEO F01WHO

    GfUN FOWWTO

    T I

    flIFKIAL CtT*IPfT

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    1 (G .S .U . )

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    U.O.T.

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    U.O.T.

    El

    U.O.T.

    154

  • MODELO DE LA EVOLUCIN HUMANA. REGISTROS DE ATAPUERCA

    Coimbra (varonas) -

    Coimera (mii|araa) -

    A U p w c s Cr

    AT43 AT-fl AUfMMt Cr 8 I

    AUpu*rci Cr 7* I iCrtnto 6 i < ^ H.p.ijr. P< J

    Nganeong 11 Ngandong S

    25 30 35 40 45 50 55 60

    Fig. 28 . - Grfico univariante de la proyeccin hacia exterior de la ap-fisis mastoides desde la incisura parietal. La muestra de Atapuerca[Sima de los Huesos], con 9 ejemplares, es comparable en tamaoa las de neandertales con 20 ejemplares y modernos fsiles con 10.Presenta, siendo sincrnica, una amplia variacin entre las mximasde neandertales y las mayores frecuencias de modernos y de Extre-mo Oriente en Pleistoceno antiguo. La muestra africana entre Omo 2y Broken Hill es ms moderna que la de Atapuerca. La del Extre-mo Oriente incluye fsiles de edades muy dispares, entre los c. 1,2Ma de Sangiran 4, los 0,46-0,23 Ma de Zhoukoudian (Hombre dePekin), y menos de 0,4 y ms de 0,2 Ma la de Ngandong. Los deleste del lago Turkana (ER) tienen ms de 1,4 Ma. (De I. Martnez yJ.L. Arsuaga, en E. Aguirre ed., Atapuerca y la evolucin humana, Fun-

    dacin Ramn Areces, Madrid, 1998.)

    5 , 0 0 H

    AT-607 AT-950

    Arago

    Arago XIII*

    2K 3(1 32 34 36 .18

    Altura de la snfisis

    *35 IDOja

  • EMILIANO AGUIRRE ENRIQUEZ

    Fig. 31 . - Detalle de la regin temporal izquierda y basicrneo, delCrneo 4 de SH. En el centro se ve el meato auditivo externo total-mente taponado por hiperostosis de la lmina timpnica. El daoera bilateral y el individuo, por lo tanto, completamente sordo. (Se-

    gn P. J. Prez.)

    Fig. 32.-Vista parcial del Crneo 5 de SH, adulto avanzado. Se apre-cia grave osteitis en el maxilar izquierdo en torno a una perforacinparodontal del P3. En la pared del seno maxilar y orilla de la venta-na nasal, el hueso aparece regenerado con deformacin y ms den-so; en la zona periapical del segundo premolar y primer molar, elhueso afectado aparece esponjoso. Adems del fuerte dolor cabe pen-

    sar en una septicemia muy grave. (P. J. Prez; foto J. Trueba.)

    BODO RHODESIA NDUTU

    MONTE CIRCEO BRNOII

    LACHAPELLE(neandertal)

    _ Expansinmaxilo-malar

    -Huesomaxilar

    MONTE CIRCEO{neandertal)

    moderno

    ER3733frica

    BODO PETRALONA

    Fig. 33.- Comparacin de perfiles transversos en norma frontal (izquierda) y de perfiles laterales (derecha) de varios crneos humanosfsiles.- Recuadro entero: neandertales. Recuadro discontinuo: Atapuerca. (Modificado, de E. Aguirre, en Investigacin y Ciencia, 229,

    Octubre 1995.)

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  • MODELO DE LA EVOLUCIN HUMANA. REGISTROS DE ATAPUERCA

    Fig. 34.- El Crneo 5 de Sima de los Huesos, ennorma frontal. Adulto. Ntese el perfil maxilardelante y bajo el pmulo, al modo de Petralona,Rodesia, Bodo y Saccopastore (Javier Trueba).

    Fig. 35.- Crneo facial, y otros fsiles, de Gran Dolina, Nivel Aurora. Ntese la morfo-loga maxilo-malar como los modernos y Pekin. Adolescente. En el ngulo inferior dere-cho, un premolar (P3) de Sima de los Huesos, ATA 809 del individuo XX, para comparar

    con una pieza homologa de TD6 superior. (Equipo de Atapuerca.)

    Fig. 36.- Mapa geolgico del reaentre La Bureba, al norte, y las es-tribaciones de la Sierra de San M-lln, al sureste, que comprende ladivisoria entre las cuencas del Due-ro y del Ebro y los puertos de LaBrjula y La Pedraja. Entre estosltimos se extiende, como un pe-queo arco aislado (en azul, en lamitad inferior de la foto y un pocoa la izquierda del centro) la Sierrade Atapuerca. Desde ella se do-minan extensas superficies de te-rrenos negenos, que recubren losmateriales prealpinos del SistemaIbrico, aqu hundidos por uncomplicado juego de fallas, al su-reste y al nornoroeste. La situa-cin de Sierra de Atapuerca ofre-ca as singulares ventajasgeogrficas y estratgicas, ade-ms de opciones ecolgicas y elabrigo de sus cuevas (IGME, Mapageolgico de Espaa, 1:200.000).

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  • EMILIANO AGUIRRE ENRQUEZ

    Fig. 37.-Vista en detalle del extremo NNW del relleno de Gran Do-lina en el punto en que la obra de la trinchera ferroviaria cort pre-cisamente la antigua boca lateral de la cueva. Se aprecia (primer pla-no, abajo) el talud vertical inmediato a la entrada de la cavidad. Estapudo consituir una trampa natural para animales que cayeran al fon-do, al tiempo de quedar al descubierto y de comenzar los rellenosde TD4 (cerca de 9 m ms abajo). Slo cuando el relleno lleg cer-ca del nivel de esta boca, pudo la cavidad ser ocupada por gruposhumanos. Esto ocurri a finales del tramo TD6 (en la foto, tercio in-ferior, centro). Se aprecian en el corte pequeos huesos en-

    tre el depsito. (Foto E. Aguirre.)

    800.000 aos. Se aade tambin un pedernal de mejor ca-lidad, tambin epigentico, pero en terrenos cretcicosde la sierra, y en suelos superiores de Gran Dolina se hanidentificado cantos de los pisos infracretcicos afloran-tes al norte de la sierra de Atapuerca. Sobre el uso de ca-vidades, aparte del descenso ocasional y momentneo yamencionado en torcas accesibles, slo se ha comprobadouna cierta permanencia o acampada junto a la aberturaterminal en TD10 y TD11: en el Nivel Aurora hay res-tos quiz desechados hasta unos 20 m de la entrada; el sue-lo donde se coma y se tallaban utensilios est (por acu-mulacin de sedimentos) al nivel de sta (figura 37). Laocupacin ces antes de que la entrada quedase total-mente ocluida por desprendimientos en el nivel TD8.Tambin hay restos de talla, a cierta profundidad y cer-ca de las bocas hoy expuestas de las Tres Simas. As va-

    Fig. 38.- Fondo de la cata de Carbonell en Gran Dolina en 1995, a10 m en la horizontal de la entrada de la cueva, al tiempo de depo-sitarse el estrato Aurora (arrodillada en el andamio Aurora Martn N-jera, cuyo nombre se ha dado a la capa con los fsiles humanos queella descubri en 1994). Ms arriba, entre las capas TD 10, grandes la-jas de ms de 1 m evidencian desplome del techo de la cavidad resi-dual (reabierta tras la obliteracin en TD8). Lluvias violentas desenca-denan hundimientos de la roca debilitada gracias a la erosinremontante de la ladera y a la accin combinada de suelo vegetal, ra-ces y heladas en las diaclasas. Un caso as pudo sorprender a todo ungran grupo que buscara abrigo de la lluvia torrencial en una boca decueva, hoy hundida, junto a la Sima de los Huesos. (Foto E. Aguirre.)

    riaba la utilizacin de los microespacios del karst segnla evolucin de ste y la clausura y apertura de bocas.Hasta ahora no se ha constatado penetracin de huma-nos en zonas ms interiores y oscuras de las cuevas. Elescenario que vengo manteniendo como el nico proba-ble y origen de la acumulacin de cadveres en Sima delos Huesos, que es el de un grupo sorprendido en unaamplia cavidad exterior por un desplome del techo y des-lizamiento de la ladera, es coherente con una utilizacineventual de tales cavidades como refugio en temporalescon fuertes precipitaciones: ambos casos no eran raros(figura 38).

    Sobre el grado de desarrollo mental aplicado a com-portamiento tcnico y de grupo, se han reconstituido es-cenarios que describen todas las actividades, incluidosdesplazamientos y reutilizaciones, que constituyen los

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  • MODELO DE LA EVOLUCIN HUMANA. REGISTROS DE ATAPUERCA

    Fig. 39.- Modelo de preconfigu-radn de instrumentos pesados enel Modo II: un hendedor BN2G (osobre lasca). (Segn M. Mos-quera, en E. Aguirre, ed., Ata-puerca y la evolucin humana, Fun-dacin Ramn Areces, Madrid,

    1998.)

    modos paleolticos I, II y III. El Modo I de Carbonelly sus colaboradores se identifica con el Olduvayenseevolucionado, y el Modo II viene a corresponder alAchelense clsico, aunque definido con los criterios delsistema analtico-operativo, que incluyen la preconfi-guracin del resultado desde el golpe inicial (figura 39).El Modo III est dominado por la tcnica Levallois, t-pica del Musteriense, que ya se reconoce en niveles dehace 300 Ka o ms. Se ha avanzado en la definicinoperativa de los filos tiles en los instrumentos lticos,y se ha demostrado, segn R. Sala, el trabajo en pielesde animales y la prctica de enmangar en madera uten-silios de piedra, en niveles que pueden tener ms de300.000 aos. En el Modo II, y en sus niveles terminales,se hallan utensilios de alta eficacia con golpes escasosbien orientados, y otros de elaboracin prolija y formasincluso simtricas y estticas: ello indicara una flexibi-lidad en las acciones laborales y en el uso del tiempo(figuras 40a y 40b).

    INCIDENCIA EN LAS CUESTIONES DEL MODELO

    EVOLUTIVO

    Estos resultados aportan claridad a varias de las cues-tiones controvertidas que enunciamos al comienzo.

    La diversificacin de los neandertales fue progresiva,favorecida probablemente por un aislamiento geogr-fico debido al avance del casquete polar y los glaciaresde montaa en los episodios fros de la OS 8 y 6, an-tes de culminar en el episodio 4. El rostro prognato ade-lantado y plano es comn en Europa hace 500 Ka y pre-sente en frica en tiempo anterior; la bveda craneanabaja, estirada hacia el occipital y con seccin biparietalen curva de herradura no se ve en SH ni aparece antesde 200 Ka.

    Hay evidencias slidas de ocupacin humana en Euro-pa hace 800.000 aos con los fsiles humanos bien con-textuados del Nivel Aurora en Gran Dolina, y evidenciaarqueolgica en niveles inferiores, de ms de 900.000 aos-hay por lo menos dos ciclos clido-fro en TD5-TD6antes del TD6 superior Aurora.

    Estos hallazgos fuerzan a reconocer que fueron varios losmovimientos de expansin de poblaciones humanas fue-ra de frica. Antes de hace 130.000 aos ocurri uno porlo menos hace unos 500.000, o poco ms, a partir delcual la expansin numrica del gnero humano y su influjoen los habitantes de todo el Viejo Mundo es muy impor-tante y obvia. Los hallazgos de Aurora en la trinchera deAtapuerca se unen a los de Gongwangling, Donggutuo,Korolevo, Diring-Yuriaj, Monte Poggiolo, y otros, paraatestiguar una expansin tambin importante, aunquemenos numerosa, hasta latitudes altas, a favor, lo ms se-guro, de la subida trmica del Jaramillo, hace ca. 1 Ma. Esproblemtico relacionarla con la salida de frica de lospobladores achelenses de Tell'Ubeidiya.

    Es novedoso que el morfotipo de crneo facial que distinguea los modernos de los neandertales y se encuentra en Zhou-koudian hace 400 Ka, est presente ya en Atapuerca hace msde 780 Ka. Hasta ahora no haba nada sobre qu empezara hacerse preguntas y plantear hiptesis de ocupantes de Eu-rasia y sus movimientos entre hace 1 Ma y 0,5 Ma.

    Lo dicho -junto con otras evidencias de aparicin tem-prana de variantes modernas y con cuadros morfolgicosantiguos en fsiles de hace ms de 1,4 Ma, como Dma-nisi y algunos H. ergasterde frica dibuja un escenariode la evolucin humana como la de una especie politpi-ca y rica desde antiguo en variantes, tanto genticas comomorfolgicas, de las que unas u otras se van haciendo do-minantes en algunos demos regionales, o razas; en stas sepresentan eventualmente otras nuevas, y sin perderse entodos ellos otras tendencias comunes aun cuando con dis-

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  • EMILIANO AGUIRRE ENRQUEZ

    tintos ritmos o tempos, producindose asimismo reen-cuentro gentico o sin perderse la interfecundidad comovemos en las razas modernas.

    Este modelo de variacin y evolucin conduce a reco-nocer la nica especie humana Homo sapiens, ciertamen-te politpica, en prcticamente todos los fsiles euroasi-ticos y tambin africanos desde hace por lo menos 1 millnde aos, y ms. Su origen habra de buscarse bien en al-gn H. ergastero incluso en el antecesor comn de stosy los H. erectus de Java. A partir de aqu, los otros demosde fsiles humanos que comnmente se designan connombres binomiales de especie lineana, deberan mejorconsiderarse variedades o subespecies. El antecessor puedebien ser un H. sapiens antecessor; sobre todo, deben ha-cerse ms esfuerzos por desenterrar ms fsiles y eviden-cias, tanto en frica como en Eurasia, de ese intervalo devacos que el antecessor comienza a ilustrar y de las pobla-ciones que l y pocos ms representan (figura 41). Nue-vas excavaciones y hallazgos son indispensables para ilus-trar o falsar este modelo, y para conocer los eventualesmovimientos de estas poblaciones en Eurasia y entre Eu-rasia y frica, los circunmediterrneos y los transasiti-cos. Los resultados de Atapuerca apoyan la esperanza deque esa bsqueda se ver recompensada.

    Mientras, en la misma sierra de Atapuerca quedan de-psitos para muchos aos de excavaciones, y quedan lneas

    de investigacin no desarrolladas an en el campo de la bio-qumica, en el de la geodinmica y arqueologa de la co-marca, por poner algn ejemplo.

    VECTORES DE EXTENSIN DE LOS LOGROS

    CIENTFICOS

    Son varios los centros de investigacin implicados hoyen estos estudios con diversos equipos de jvenes cient-ficos: el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC,y la Universidad Complutense, ambos en Madrid; la Uni-versidad Rovira i Virgili, en Tarragona; la Universidad deZaragoza y la de Burgos. Artculos e informacin sobreAtapuerca son frecuentes en revistas de investigacin, deextensin cientfica y populares, y en redes electrnicas. Sonvarios los libros tambin para diversos mbitos.

    La extensin de estos conocimientos a mayor pblico ya otros niveles escolares est siendo atendida no slo porel equipo investigador y autoridades en jornadas y expo-siciones, sino muy en particular por la iniciativa de losmismos vecinos del municipio prximo, Ibeas de Juarros.Estos han creado una Asociacin Cultural de Amigos delHombre de Ibeas y Atapuerca (ACAHIA), que mantieneun Aula Cultural y museo local (figura 42), organiza vi-sitas dirigidas al yacimiento y talleres didcticos con ayu-

    Fig. 40a y 40b.- Dos tiles de gran formato, representativos de la diversidad operacional del Modo II en el Paleoltico inferior avanzado, encapas superiores de Galera. A la izquierda, hendedor transverso oblicuo, muy eficaz en tarea dura, preconfigurado y acabado en BN2G conmuy pocos golpes; a la derecha, tpico amigdaloide configurado en BN1G con ms de doscientos cuidadosos golpes en un volumen querene el potencial prctico con la forma esttica y simtrica. Dos modos distintos de emplear la habilidad, el ingenio y el tiempo en una mis-ma comunidad econmica achelense. (Cortesa del Equipo de Atapuerca y del Museo Nacional de Ciencias Naturales.)

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  • MODELO DE LA EVOLUCIN HUMANA. REGISTROS DE ATAPUERCA

    o-0.02-:

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    0.2-j

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    1

    1.1-j

    1.2

    1.3-=

    1.4-:

    1.5-j

    1.6

    1.7

    1.8

    Ma

    Gibraltar 1

    H. s. neanderthalensis

    ' Broken Hill

    Cro-Magnon

    Homo sapienssapiens

    BodoH. s. heidelbergensis

    H. s. heidelbergensis

    AtapuercaTD6

    H. s. antecessor

    H. s. ergaster

    Nariokotome

    Ubeidiya

    Dmanisi

    Zhoukoudian cr.

    SangirnS17

    H.s.erectus

    frica Eurasia Java

    Fig. 41. - El registro fsil humano presente, en su distribucin cronolgica (escala vertical) y corolgica (columnas en la horizontal); con in-dicacin de grupos que habitualmente se distinguen mediante nombres, mejor convencionales que taxonmicos, e indicacin tambin deposibles parentescos filogenticos y de los xodos de dispersin fuera de frica. Lneas continuas: ascendencia prcticamente segura;

    trazos discontinuos: ascendencias tambin verosmiles.

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  • EMILIANO AGUIRRE ENRQUEZ

    Fig. 42 . - Interior del museo local en el Aula Arqueolgica de Ibeas de Juarros, con la maqueta, a escala, del karst de Sierra de Atapuercaen primer trmino. Sede de la ACAHIA.

    da de una fundacin privada, y ha promovido estudiospara proyectar adecuadamente la organizacin y mante-nimiento de un Parque Cultural que pueda ser visitado conaprovechamiento e incluido en promociones para un ociode calidad. Un parque arqueolgico en Atapuerca estsiendo programado por el Gobierno autonmico de Cas-tilla y Len1. El inters de la Real Academia de CienciasExactas, Fsicas y Naturales de Madrid, de su director ymiembros por la inclusin de estos temas en un Progra-ma de Promocin de una Cultura Cientfica es obvio, yse convierte en un apoyo y promesa de ulterior desarro-llo, con otros relevantes sectores de la ciencia que progre-san en estos das.

    BIBLIOGRAFA

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    CARBONELL, E.; ROSAS, A., y J. C. DIEZ (eds.), Ata-

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    Journal of Human Evolution, n. 33 (volumen mono-grfico), 1997, editado por J. L. ARSUAGA y otros.

    Journal of Human Evolution, n. 37 (volumen mono-grfico), 1999, editado por J. M. BERMDEZ DE CAS-TRO y otros.

    1 Se les debe mucho de estos resultados tambin a las entidades patrocinadoras, DGICYT y Junta de Castilla y Len; a las autoridades bur-galesas y de la base militar de Castrillo del Val; al G. E. Edelweiss; a las universidades citadas en el trabajo, y, no menos, a las generaciones deestudiantes que se van aplicando a estas investigaciones. En este trabajo han ayudado, en especial, Miguel A. Vela, Teresa Montero, Beln Mr-quez, J. Rodrguez y el Servicio de Fotografa del MNCN, Madrid.

    162