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Campus Dominicano © Dominicos 2010 Página 1 TEMA III El evangelio y las cartas fruto de una comunidad Fr. Isidro Aragón Díez, O. P. Al tratar sobre la composición del evangelio en el capitulo anterior, comenzamos a ver indicios de que éste fue modelado por la vida de una comunidad concreta de la primitiva comunidad cristiana. Podemos hablar de ésta comunidad como la “comunidad joánica” en el sentido de que es la comunidad dentro de la cual el evangelio y las cartas fueron escritos. Naturalmente, las comunidades no escriben documentos, por tanto deberíamos pensar en uno o más individuos dentro de la comunidad como escritores del evangelio y de las cartas, pero el material no es solamente el trabajo de una o dos personas aisladas. Fue creciendo en ella, refleja la celebración e catequesis de una primitiva comunidad cristiana y habla de las preocupaciones que ésta tenía. Algunas de estas preocupaciones pueden todavía ser vistas en el evangelio y las cartas. Partiendo de algunos datos que nos ofrece el evangelio, podemos reunir algunas de las cuestiones que preocupaban a la comunidad joánica. Existe el peligro de una “lectura retrospectiva” –asumiendo que podemos reconstruir la clase de situación que codujo a la formulación de estas preocupaciones en el evangelio- pero las preocupaciones que daremos a continuación son ampliamente aceptadas por la mayoría de los especialistas. En un trabajo que hizo época en 1968, J. Louis Martyn propuso que el evangelio de Juan podía ser leído como un drama en dos niveles. Por un lado nos habla del ministerio de Jesús, pero por otro describe el contexto dentro del cual fue escrito. Martyn puso gran atención al conflicto entre la comunidad joánica y la Sinagoga como se ve reflejado en el evangelio.

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TEMA III

El evangelio y las cartas fruto de una

comunidad

Fr. Isidro Aragón Díez, O. P.

Al tratar sobre la composición del evangelio en el capitulo anterior, comenzamos a ver indicios de que éste fue modelado por la vida de una comunidad concreta de la primitiva comunidad cristiana. Podemos hablar de ésta comunidad como la “comunidad joánica” en el sentido de que es la comunidad dentro de la cual el evangelio y las cartas fueron escritos. Naturalmente, las comunidades no escriben documentos, por tanto deberíamos pensar en uno o más individuos dentro de la comunidad como escritores del evangelio y de las cartas, pero el material no es solamente el trabajo de una o dos personas aisladas. Fue creciendo en ella, refleja la celebración e catequesis de una primitiva comunidad cristiana y habla de las preocupaciones que ésta tenía. Algunas de estas preocupaciones pueden todavía ser vistas en el evangelio y las cartas.

Partiendo de algunos datos que nos ofrece el evangelio, podemos reunir algunas de las cuestiones que preocupaban a la comunidad joánica. Existe el peligro de una “lectura retrospectiva” –asumiendo que podemos reconstruir la clase de situación que codujo a la formulación de estas preocupaciones en el evangelio- pero las preocupaciones que daremos a continuación son ampliamente aceptadas por la mayoría de los especialistas.

En un trabajo que hizo época en 1968, J. Louis Martyn propuso que el evangelio de Juan podía ser leído como un drama en dos niveles. Por un lado nos habla del ministerio de Jesús, pero por otro describe el contexto dentro del cual fue escrito. Martyn puso gran atención al conflicto entre la comunidad joánica y la Sinagoga como se ve reflejado en el evangelio.

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“Os expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios”

Esta amenaza no tiene un paralelo exacto en los otros evangelios, pero conflicto entre judíos que creían que Jesús era el Mesías y los que no, puede verse en las cartas de Pablo (2 Cor 11) y en Hechos. Podemos asumir con seguridad que esta amenaza se encuentra también en el discurso de despedida porque la comunidad joánica había experimentado recientemente conflicto y persecución por parte de la sinagoga judía.

La hostilidad de este conflicto se ve reflejada no solo en la referencia a matar en Juan 16,2 sino también en las expresiones de Juan 9,22, el punto clave en la argumentación de Martyn. Durante la investigación que tiene lugar después de que Jesús da la vista al ciego de nacimiento, los judíos interrogan a los padres del ciego. Los padres responden diciendo que las autoridades deberían ir y hablar con su hijo que ya es mayor de edad. ¿Qué clase de persecución llevó a los padres a dirigir a las autoridades hacia su hijo con el fin de salvarse a sí mismos?

“Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedaría excluido de la sinagoga”

Martyn sostiene que la expresión “habían quedado de acuerdo” sugiere una acción formal y que es anacrónico dado que las autoridades judías no realizaron tal acción formal durante el ministerio de Jesús. Como podemos ver en las cartas de Pablo y en Hechos, los primeros cristianos continuaron teniendo acceso a las sinagogas judías. Martyn llegó a la conclusión de que Juan 9,22 es una referencia a la duodécima de las dieciocho Bendiciones –oraciones que todo fiel judío tiene que recitar diariamente. La duodécima bendición, o la Birkath ha-Minim como se la llama, fue compuesta en Yamnia a finales del primer siglo o inicios del segundo. Más que ver en Juan 9,22 una referencia a la Birkath ha-Minim, sería mejor ver la

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secuencia en la dirección opuesta y pensar que la persecución reflejada en Juan 9 como una práctica que más tarde sería formalizada por la Birkath ha-Minim.

Y que no haya esperanza para los apostatas;

Y que el reino insolente sea rápidamente arrancado en nuestros días;

Y que los Nazarenos y heréticos perezcan rápidamente;

Y que sean borrados del Libro de la Vida;

Y que no sean inscritos entre los justos.

Bendito eres tú, Señor, que humillas al insolente.

La razón de la exclusión de la sinagoga nos es desconocida. La predicación de los cristianos joánicos, el surgir de una alta cristología, la aceptación de convertidos no judíos y actitudes diferentes acerca de la revuelta judía del 66 al 70 pueden cada una a su modo haber contribuido a la exclusión. Independientemente de cual fuera la causa precisa, parece claro que originalmente los cristianos joánicos formaban parte de la sinagoga judía pero que a un cierto punto fueron excluidos de la sinagoga y formaron una comunidad separada. Si asumimos que el discípulo amado fue el origen de la tradición joánica, él pudo muy bien haber sido el guía de esta comunidad que estaba surgiendo.

El conflicto de la comunidad joánica con la sinagoga puede también ayudar a explicar las referencias hostiles a “los judíos” en el evangelio de Juan. Jesús y sus discípulos eran todos judíos, así que en un principio el cristianismo fue un movimiento dentro del judaísmo. El evangelio de Juan parece mirar atrás a la situación de Jesús desde la perspectiva de un tiempo después en que la separación entre judaísmo y cristianismo había llegado a ser irreversible. Dentro del relato evangélico, como veremos, esta claro sin embargo que no todos los judíos se opusieron a Jesús. Incluso la traducción común “los judíos”, podría no dar una imagen precisa. En varios lugares en Juan donde se hace referencia a hoi Ioudaioi (“los judíos”) parece indicar a las autoridades religiosas en Jerusalén, o Judea pero no a todos los judíos (ver Juan 7,11.13).

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Alusiones a grupos particulares en el evangelio pueden indicar algo acerca del papel de tales grupos en la experiencia de la comunidad joánica. La tercera mención de ser puestos fuera de la sinagoga sugiere que en medio de tal hostilidad no solamente padres e hijos estaban unos contra otros, como parece ser el caso en Juan 9, sino que también estaban los que creían en Jesús pero mantenían su creencia en secreto.

“Sin embargo, aun entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga”.

José de Arimatea es explícitamente identificado como un creyente secreto cuando es presentado en Juan 19,38, y Nicodemo, que vino a Jesús de noche, podría también haber sido un creyente secreto al menos inicialmente (3,1-10; 7,50-52; 19,39).

Debido a que los creyentes secretos trataban de permanecer dentro de la sinagoga, por tanto no confesarían su fe públicamente. Aquí podemos señalar la insistencia con que el evangelio habla de que Juan el Bautista confesó y no negó que él no era el Mesías (1,20), y el papel de Pedro, un discípulo que negó su fe (18,25-27). Una de las razones por las que se escribió el evangelio puede haber sido no solo para fortalecer a la comunidad sino también para atraer e invitar a los creyentes secretos a confesar su fe y unirse a la comunidad de creyentes.

Juan también habla del ministerio de Jesús en una aldea samaritana y de la consiguiente conversión de los Samaritanos (Juan 4). Mas tarde en un determinado momento se habla de Jesús dirigiéndose a los griegos (7,33-36), y algunos griegos que piden ver a Jesús (12,20-22). Si Juan refleja no solo los acontecimientos del ministerio de Jesús sino también la experiencia y preocupaciones de la comunidad, muy bien pudiera ser que estas referencias estuvieran indicando a la inclusión de samaritanos y griegos entre los creyentes a un cierto punto en la historia de la comunidad joánica. Solo podemos conjeturar cual fue el efecto que tal afluencia de creyentes no judíos tuvo en la comunidad.

En realidad, Juan no es llamado “el Bautista” en el evangelio de Juan. En cambio, se le asigna el papel de testigo de Jesús y éste es su único papel. Juan es

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presentado en el prologo como un hombre enviado por Dios para dar testimonio de la luz (1,6-8). Como la Palabra existía desde el principio, Juan dice que Jesús ocupa un puesto delante de él (1,15). Cuando de nuevo es presentado unos versículos después, Juan esta llevando a cabo su papel, dando testimonio de Jesús delante de las autoridades y delante de sus propios discípulos. De hecho, los primeros discípulos (y algunos piensan que el discípulo amado mismo) procedían de los seguidores de Juan.

A diferencia del evangelio de Marcos o el evangelio de Mateo, el evangelio de Juan no narra el hecho el bautismo de Jesús. Sin embargo, Juan recuerda el acontecimiento y da testimonio acerca de él (1,29-34). El fin es desarmar a cualquiera que pudiera cuestionar que Jesús fue bautizado por Juan, no al revés, y por tanto que Juan fuera el más grande de los dos. De hecho, en cada aparición después de este momento Juan continúa dando testimonio acerca de Jesús y poniendo a Jesús por encima de él (3,23-30; 10,41).

Por el libro de Hechos sabemos que el movimiento que Juan el Bautista comenzó no se disolvió con su muerte. Unos treinta anos más tarde hay un grupo de seguidores de Juan el Bautista en Éfeso (Hechos 18,25; 19,1-7). Si, como las primeras tradiciones nos dicen, el evangelio de Juan fue escrito en Éfeso, la comunidad joánica pudiera haber tenido especial interés en declarar que los que seguían a Juan el Bautista debieran ahora reconocer a aquel del cual Juan había dado testimonio.

En el capitulo anterior cuando examinamos los pasajes en que se mencionaba al discípulo amado, revelaban que el discípulo amado casi siempre aparece junto a Pedro. En la última cena el discípulo amado es el más cercano a Jesús y Pedro le hace una señal para que descubra quién es el traidor (13,23-24). Si el “otro discípulo” mencionado en Juan 18,15 es el discípulo amado, entonces el discípulo amado pudo haber estado en el atrio cuando Pedro negaba a Jesús. El discípulo amado estaba junto a la cruz, pero Pedro no es mencionado (19,26-27). Más tarde, sin embargo, el discípulo amado y Pedro son los primeros discípulos en llegar a la tumba vacía. El discípulo amado llegó el primero, y fue el primero que reconoció el significado de lo que estaba viendo allí –él creyó (20,3-10). Finalmente, es el discípulo amado quien reconoce al Señor resucitado y se lo dice a Pedro (21,7). El discípulo amado está siguiendo a Jesús cuando se le pide a Pedro de hacer eso mismo (21,20-22). Pedro sería un pastor, un buen pastor. Él daría su vida por Jesús, pero el discípulo amado daría un testimonio verdadero (21,15-19,24).

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En los sinópticos, Pedro es recordado por la confesión, “Tú eres el Cristo” (Mc. 8,29; Mt. 16,16 y Lc. 9,20), pero en Juan, Andrés le dice desde el principio que ellos han encontrado al Cristo (1,41). El motivo de la presentación de Pedro en el evangelio de Juan es para reconocer su papel de apóstol, pero al mismo tiempo insistir que el discípulo amado tenía igual autoridad en virtud de su especial relación con Jesús. Dada la importancia de Pedro para la Iglesia apostólica según se describe en Hechos y esta reflejado en los evangelios sinópticos (especialmente Mateo) y en las epístolas de Pedro, podemos muy bien sospechar que en las figuras de Pedro y el discípulo amado vemos algo de la preocupación de la comunidad joánica por responder a los que representaban a iglesias que veían a Pedro como el apóstol guía. Se reconocía el papel de Pedro pero el discípulo amado les había dado una tradición que ellos sabían era verdadera.

Los últimos versículos del evangelio hacen notar una errónea interpretación que se había extendido entre los cristianos joánicos. Aparentemente muchos creían que el discípulo amado no moriría hasta que el Señor volviera. El redactor esta preocupado por dejar las cosas claras. El Señor no había dicho que el discípulo amado no moriría. La consecuencia que muchos habrían sacado de esta extraña conclusión al evangelio es que el discípulo amado había ya muerto o estaba a punto de morir.

Si fuera así, la muerte de su autoridad apostólica habría precipitado, si no una crisis, al menos una nueva etapa en la vida de la comunidad. La afirmación de Juan acerca del papel del Paráclito de continuar enseñando a la comunidad, la promesa de Jesús de no dejar a sus discípulos huérfanos (14,18) y la oración de Jesús por aquellos que vendrían después de los discípulos (17,20-26), todos estos hechos adquirirían un nuevo significado al ser leídos a la luz de la evidencia de que el evangelio, al menos en su forma última, estaba dirigido a una segunda o tercera generación de cristianos.

Partiendo de estas alusiones podemos comenzar a completar y rellenar diferentes aspectos de la vida de la comunidad joánica. El testimonio de los problemas en cuestión que aparecen en las cartas puede ofrecer un atisbo acerca de la historia de la comunidad.

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Las cartas reflejan una mezcla de preocupaciones, algunas de las cuales son semejantes a las cuestiones tratadas en el evangelio y otras sobre las que el evangelio o bien mantiene silencio o bien ofrece una perspectiva diferente. Los estudiosos de Juan están divididos sobre el problema de si las cartas reflejan un periodo anterior o más bien tardío en la vida de la comunidad. Por razones que daremos mas tarde, trataremos las cartas como el reflejo de un periodo tardío en la historia de la composición del evangelio. El anciano (2 Juan 1; 3 Juan 1) parece compartir muchas de las preocupaciones y perspectivas del redactor, pero no es seguro si son la misma persona o diferentes autores. Las semejanzas entre el evangelio y las cartas son tales que ha suscitado un considerable debate relativo a si son obra del mismo autor o no. Al menos, están relacionadas con la misma comunidad y fueron escritas casi al mismo tiempo.

La primera y segunda de Juan reflejan una comunidad dividida por diferencias teológicas. Durante el tiempo en que la primera de Juan fue escrita las diferencias precipitaron un cisma.

“Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros”

Varias cuestiones interesantes surgen de esta citación: ¿Quiénes eran aquellos que salieron de la comunidad? ¿Qué cuestiones les dividían a ellos y al anciano y aquellos que le permanecieron leales? ¿Cuántos dejaron la comunidad y hasta que punto pueden éstos ser identificados con algún grupo del siglo segundo?

En los primeros tres capítulos de la primera de Juan hay declaraciones que parecen como alusiones a las enseñanzas de los que se oponían al anciano y que habían dejado la comunidad. En 1 Juan 1, 6.8 y 10, encontramos la frase, “Si decimos…” seguida de una afirmación acerca de la impecabilidad. El anciano refleja cada una de éstas, citando en aumento severas consecuencias.

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1, 6 “Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad”.

1, 8 “Si decimos: “No tenemos pecado”, nos engañamos y la verdad no esta en nosotros”.

1, 10 “Si decimos: “No hemos pecado”, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros”.

Parecidas citaciones y advertencias aparecen en 1 Juan 2, 4.6 y 9. Si el anciano está citando aquí eslóganes o enseñanzas que él estimaba peligrosas para la comunidad, puede ser que estos eslóganes representaran la enseñanza de aquellos que habían dejado la comunidad y las advertencias representen la respuesta del anciano a tales enseñanzas. Podemos deducir, por tanto, que éste grupo creía que ellos no tenían pecado y quizás incluso que ellos no habrían pecado nunca.

Tales creencias representan una forma de perfeccionismo, la idea de que es posible ser perfecto o sin tacha (cf. Mt. 5,48; Fil. 3,12-16). Ciertamente el extendido dualismo del evangelio de Juan, con su marcada división entre luz y tinieblas, verdad y mentira dejaba poco espacio intermedio para el pecado en aquella comunidad cristiana. Tampoco habla el evangelio de pecados individuales o vicios. El pecado en el evangelio de Juan es principalmente una voluntaria ceguera (9,41) o el rechazo a creer (16,8). Es plausible, por tanto, que algunos que una vez habían formado parte de la comunidad joánica mantuvieran que ya que ellos creían en Jesús y estaban en la luz, no tenían pecado. Como veremos cuando tratemos 1 Juan 3,3-9 y 5,16-17, el anciano comparte la convicción de que no hay espacio para el pecado en la vida cristiana, pero también reconoce la realidad del pecado y la posibilidad del perdón.

Debido a que la cristología es tan central en el evangelio no es sorprendente que diferencias acerca de la naturaleza y obra de Cristo también dividieran a la comunidad joánica. Alusiones tanto en 1 como en 2 de Juan apuntan a diferentes interpretaciones de la encarnación y el significado de la muerte de Jesús.

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Encarnación. Siguiendo la exhortación a probar los espíritus y la advertencia acerca de los falsos profetas al inicio de 1 Juan 4, el anciano ofrece un criterio para distinguir el Espíritu de Dios:

“Todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en la carne, es de Dios”. (4,2)

El énfasis acerca de Jesús venido en la carne aparece también en 2 Juan 7:

“Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne. Ese es el Seductor y el Anticristo”.

La declaración de motivos al final de Juan 20 carece de este calificativo. El énfasis en el evangelio es simplemente creer que Jesús es el Mesías:

“Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis vida en su nombre”. (Juan 20,31)

¿Por qué en 1 y 2 de Juan se añade la frase “en la carne”, cuando en el evangelio no está presente? Dicho mas claramente, parece que cuando las epístolas fueron escritas no era suficiente creer en Jesús como el Mesías, ahora, sin embargo, uno tenia que creer que él había venido en la carne. Evidentemente algunos cristianos joánicos confesaban que Jesús era el Mesías pero no creían que había venido en la carne. Tal creencia, probablemente provenía de la visión griega del dualismo de cuerpo y espíritu y la opinión de que la carne era inherentemente mala. Cristo, por tanto, no habría venido realmente en la carne.

El evangelio de Juan está marcado por una alta cristología en la que Jesús algunas veces apenas parece ser hombre. Reconoce a Nathanael antes de que venga a él (1,48), conoce lo que hay en el corazón de las personas (2,24) sabe que Judas le traicionará (6,70-71). El alimento de Jesús es hacer la voluntad del Padre (4,32-34). Él es de arriba y vuelve al Padre (16,28). No es difícil, por tanto, ver cómo el punto de vista de los oponentes pudo haber surgido entre los cristianos joánicos. Esta herejía tiende en la dirección del Docetismo, la creencia de que Jesús tan solo tenía la apariencia de un ser humano. Seguramente, esta aberración surgida en la comunidad joánica puede haber llevado a la aparición del docetismo en el siglo segundo. No es imposible que el grupo que salió de la comunidad joánica fueran los directos predecesores de aquellos cuyas tradiciones aparecen en los Hechos de Juan de Lucio (Leucius) y de aquellos que llevaron el evangelio de Juan a las comunidades Valentinianas Gnósticas.

Los opositores del anciano probablemente creían que ellos sostenían no una baja sino una alta cristología, una que reconocía la plena divinidad de Cristo no puesta en entredicho por la carne. El anciano y los que permanecieron con él sostenían el significado fundamental de la Encarnación. El cristianismo no es una

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religión de aquellos que creen que el Hijos de Dios apareció en forma humana pero no lo era; es la fe de aquellos que reconocen que el Hijo de Dios habia vivido entre ellos como un ser humano. El prologo del evangelio hace la misma afirmación:

“Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su Gloria”. (1,14)

El paralelo que existe entre este versículo y el énfasis sobre Jesús venido en la carne en las epístolas es una de las razones por la que muchos comentaristas piensan que el prologo fue añadido mas bien tarde en la composición del evangelio.

La muerte de Jesús. La negación de los opositores de la Encarnación estaba probablemente unida a una visión de la muerte de Jesús que el anciano consideraba inadecuada y peligrosa. Insiste que Jesucristo vino “no con agua solo sino con agua y con sangre” (1 Juan 5,6). La alusión al agua puede referirse al nacimiento humano de Jesús o más probablemente a su bautismo, y la referencia a la sangre es casi seguramente una alusión a su muerte. El anciano también insiste en que Jesús es “la víctima de propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 2,2; 4,10).

Se hace notar a menudo que la muerte de Jesús, es tratada distintamente en el evangelio de Juan. Es el primer paso en la exaltación de Jesús y su retorno al Padre. Jesús habla de “ser levantado” (Jn 3,14; 8,28; 12,32). Es su “hora” y el tiempo de su glorificación. Puede también ser vista como su coronación como “rey de los judíos”. Los opositores, por tanto, pueden haber tomado la interpretación de la tradición joánica de la obra de Jesús como revelador. Para ellos la obra salvífica de Jesús no fue su muerte sino su revelación del Padre. El anciano se opone a tal distorsión volviendo a una posición más tradicional y primitiva dando énfasis a la muerte de Jesús como víctima de propiciación, por tanto poniendo también las enseñanzas joánicas más en consonancia con la doctrina de otras comunidades cristianas ortodoxas para quienes los sinópticos y las cartas de Pablo eran modelo y norma.

El anciano también censura a los opositores que no observan el mandato del amor mutuo, el “nuevo mandamiento” de Juan 13,34 (ver 1 Juan 2,7-11; 3,11-17.23; 4,7-12.20-21). Desconocemos como se manifestaba esta falta de amor, pero pudo venir a parar en una negativa a compartir con otras comunidades joánicas que estaban en necesidad (1 Juan 3,17). Tampoco sabemos lo que los opositores decían del anciano y de sus seguidores, pero claramente las diferencias en otras cuestiones llevaron a una falta de amor dentro de la comunidad. De hecho, los términos de hostilidad que son dirigidos contra “los judíos” en el evangelio son

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aplicados a los opositores en las cartas, es decir los que una vez habían formado parte de la comunidad joánica. Se dice de ellos que son hijos del Diablo (1 Juan 3,10-11; cf. Juan 8,44), que caminan en las tinieblas (1 Juan 2,9-11; cf. Juan 8,12; 12,46); y en quienes la profecía de Isaías se ha cumplido (1 Juan 2,11; cf. Juan 12,38-40).

El anciano no condena de modo específico ninguna afirmación escatológica en la primera de Juan, pero podemos sospechar que pudiera haber también claras diferencias entre el y sus opositores en este tema. Si los opositores mantenían que no tenían pecado, también pudieran haber negado la existencia de un juicio final o resurrección. De acuerdo con las enseñanzas joánicas (que el anciano compartía), aquellos habían pasado ya de la muerte a la vida (1 Juan 2,6) y estaban en la luz (1 Juan 2,9). Pero para el anciano, sin embargo, este estado estaba ligado a una responsabilidad ética, la de amarse mutuamente y guardar los mandamientos de Jesús.

Es posible que ante tal énfasis en la escatología realizada (la doctrina de que nuestras esperanzas acerca del futuro ya se han realizado en Cristo), no sea extraño que el anciano reafirmase la esperanza tradicional de una futura realización. Lo que seremos no ha sido todavía revelado, pero seremos como Él en su venida (1 Juan 2,28; 3,2-3). El evangelio de Juan desarrolla una escatología realizada característica, que pudo incluso haber proporcionado las bases para el desarrollo del punto de vista de los opositores, pero el evangelio también mantiene un tono más tradicional, es decir la escatología futura (Juan 6,39-40. 44. 54).

El anciano condena a los “falsos profetas” que se han ido de la comunidad (1 Jn 4,1). Estos falsos profetas sin duda reclamaban el derecho de enseñar bajo la autoridad del Espíritu, por eso el anciano recuerda a la comunidad que todos tienen el Espíritu (1 Jn 2,20.27) pero también la obligación de que probar los espíritus (1 Jn 4,1). Las enseñanzas joánicas sobre la promesa del Paráclito, la donación del Espíritu de la verdad a la comunidad, tales afirmaciones son nítidamente balanceadas. El Espíritu les enseñará todas las cosas, pero también les recordará las cosas que Jesús había enseñado (Jn 14,26). Cualquier nueva doctrina, por tanto, debería estar en consonancia con la tradición que ellos habían recibido desde el principio (1 Jn 2,24). Consecuentemente, el anciano reafirma la autoridad de la tradición como medio de control ante cualquier entusiasmo profético de un modo no diferente al que encontramos en las cartas Pastorales y en la tradición paulina.

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La creencia de que todos los cristianos estaban ungidos por el Espíritu llevo a una comunidad muy igualitaria en la que todos eran ovejas que oían la voz del pastor (Jn 10,4.27) y todos eran sarmientos de la misma vid (Jn 15,1-8). Los cristianos joánicos no deberían, por tanto, dejarse extraviar por los falsos profetas.

Por otro lado, la unción común del Espíritu podría significar también que pudiera haber poca autoridad jerárquica. El anciano nunca apela a su autoridad en virtud de su oficio. El solamente puede recordar a la comunidad la tradición recibida y razonar con ellos. En la tercera de Juan hay pruebas de que la autoridad del anciano no era reconocida por algunos en ciertas comunidades que el anciano sentía debían aceptar su guía. Junto con cierta lucha por definir la doctrina correcta, por tanto, podemos también ver en las cartas una lucha por definir la autoridad y posición de liderazgo en la comunidad joánica y en sus comunidades satélites.

Hasta ahora nos hemos detenido en las indicaciones más importantes que pudieran llevarnos a delinear el contexto vital del evangelio de Juan y las cartas. La mayoría de las teorías de la historia de la comunidad son un esfuerzo por explicar cómo estas facetas de la vida de esta comunidad pueden ser conectadas en un esquema que dé sentido al desarrollo de la tradición joánica.

Dos elementos en particular sugieren que la situación en las cartas refleja un período posterior al evangelio o durante las etapas tardías de la composición del evangelio. Primero, las cartas reflejan una división en la comunidad por cuestiones teológicas. No se menciona a “los judíos” y el conflicto con la sinagoga. Podemos suponer que esta lucha o pertenece ya al pasado o que todavía no ha ocurrido. Si no ha ocurrido todavía, tendríamos que suponer un período de intenso debate cristológico anterior al tiempo en que los creyentes joánicos estaban asociados a la sinagoga, pero tal reconstrucción no hace sentido y es difícil de sostener. La secuencia de los acontecimientos es mucho más probable que fuera al revés. El período de debate y cisma dentro de la comunidad cristiana fue posterior a la separación de la sinagoga. Segundo, esta secuencia parece también estar reflejada en el fuerte énfasis que se da a la necesidad de confesar a Cristo como venido “en la carne” que encontramos en las cartas (comparar 1 Juan 4,2 y 2 Juan 7 con Juan 20,31).

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Aun reconociendo que mucho de lo que sigue es conjetura o imaginación histórica, las reflexiones del contexto vital del evangelio y las cartas que hemos examinado más arriba pueden ser explicadas basándose en una historia de la comunidad joánica que puede ser dividida en cinco períodos. Aun cuando se sabe poco acerca de los dos primeros períodos, los acontecimientos en los tres últimos períodos pueden ser reconstruidos con más seguridad. La descripción de los primeros cuatro períodos esta basada únicamente en deducciones y consecuencia lógica de los datos que nos proporciona el evangelio mismo. El último período es una reconstrucción partiendo de los indicios que ofrecen las epístolas joánicas.

El relato de la tradición joánica parece comenzar con un testigo ocular del ministerio de Jesús, conocido en el evangelio como el discípulo amado. Este discípulo estaba indudablemente ligado a un grupo de los primeros discípulos y pudo en un primer momento haber sido un discípulo de Juan el Bautista (ver Juan 1,35-40). La tradición misma refleja un detallado conocimiento de Jerusalén, Judea y las fiestas judías. Su cercanía al lenguaje y pensamiento dualístico de los escritos de Qumrán pueden estar indicando a un origen en la región de Judea o a una persona o grupo que tuviera conexiones con los Esenios a un cierto momento. El estilo semítico y sencillo del evangelio puede también proceder de una influencia aramea. Oscar Cullmann propuso la idea de que los cristianos joánicos pudieran haber estado asociados con el helenismo en la primitiva Iglesia en Jerusalén. Tal conexión es más problemática, pero no es imposible que el discípulo amado y sus compañeros fueran forzados a abandonar Judea en la misma época en que otros cristianos lo hicieran a Antioquia o zonas de alrededor (Hech. 8,1; 11,19-21).

Siguiendo la tesis de J. Louis Martyn la historia de la comunidad joánica desde sus inicios como grupo identificable puede ser dividida en primero, medio y último período.

Los datos concretos de lugares y fechas son la cuestión más tentativa y problemática de esta historia. Una vez que los primeros cristianos joánicos fueron forzados a dejar Judea, ellos pudieron haberse dirigido a Antioquia o directamente a Éfeso. Los que ven una estrecha conexión entre el evangelio de Juan y los inicios del pensamiento gnóstico proponen Siria como lugar más probable. Si estamos dispuestos a usar el libro de los Hechos de los Apóstoles en ausencia de otros datos, la hipótesis de que la comunidad pasó un periodo de tiempo en la zona de Antioquia adquiere bastante apoyo. Sabemos que los primeros cristianos de Judea se asentaron allí, y más tarde, cuando Hechos describe el ministerio de Pablo en

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Efeso, no se menciona a ningún grupo de cristianos joánicos. Paralelos lingüísticos y conceptuales entre el evangelio de Juan, las Odas de Salomón y las cartas de Ignacio de Antioquia pueden explicarse más fácilmente si los cristianos joánicos pasaron algún tiempo en esa zona.

A este punto podemos también suscitar la espinosa cuestión del papel de los Samaritanos dentro de los cristianos joánicos. El evangelio de Juan claramente dedica una atención poco usual a los samaritanos. Es bastante significativo que la última referencia al apóstol Juan en los Hechos le sitúa en Samaría (Hech 8,14.25). ¿Estaban los cristianos joánicos comprometidos en un trabajo misionero entre los samaritanos? ¿Los convertidos de Samaria se unieron a la comunidad en tal número que pudieran influir en el desarrollo de la cristología joánica? Quizás, pero es difícil definir la naturaleza especifica de este contacto con los samaritanos.

Durante este primer período, los cristianos joánicos funcionaron más o menos confortablemente dentro de la sinagoga judía. Vivian como judíos y se consideraban a sí mismos como judíos que habían encontrado al Mesías. Tal como Juan 1,35-49 sugiere, consideraban a Jesús como el cumplimiento de las expectativas mesiánicas tomadas de las escrituras hebreas. Para ellos, Jesús era el profeta como Moisés (pero uno más grande que Moisés), Elías que debía volver (el cumplimiento de los profetas), el rey de Israel y el Hijo del hombre que tenia que venir. Debido a la fuerte influencia de los materiales acerca de Elías-Eliseo en su cristología, la proclamación de signos era un modo apropiado para la proclamación de Jesús entre sus con-nacionales judíos.

La narración de la pasión en Juan hace abundante uso de citaciones y alusiones a las escrituras Hebreas. Además, es difícil ver como la proclamación de los signos pudo haber continuado largo tiempo sin alguna interpretación de la muerte de Jesús. La narración de la pasión, por tanto, pudo también haberse formado durante este período. Los signos fueron recogidos en una “fuente de los signos” de forma escrita y finalmente se agrego la narración de la pasión a la colección de signos, formando un “evangelio de los signos” (Robert T. Fortna).

El período intermedio comienza con la expulsión de los cristianos joánicos de la sinagoga. Los factores que precipitaron esta ruptura de relaciones con la comunidad judía son probablemente múltiples. Raymond Brown sugiere que la expulsión de los cristianos vino como resultado del desarrollo de una nueva, más alta Cristología que no estaba basada en el modelo davídico. Por otro lado, el desarrollo de una Cristología mas alta, que basándose en la tradición sapiencial del

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AT y los Deuterocanónicos, dio lugar a la peculiar Cristología del Logos, tal como la encontramos en Juan, que presenta a Jesús como la Palabra de Dios hecha carne- podría haber sucedido también después de la salida de la sinagoga. Es difícil establecer una relación de causa efecto entre un desarrollo teológico y una crisis social. Cualquiera de los dos pudo haber provocado el otro, pero frecuentemente los desarrollos teológicos son precipitados por crisis sociales.

La relajación de la Ley en cuestiones rituales y cúlticas por parte de la comunidad joánica pudo haber finalmente conducido a su expulsión de la sinagoga. Diferencias entre judíos cristianos y judíos no cristianos acerca de la guerra del 60-70 pudieron también haber endurecido las relaciones entre los dos grupos. La secuencia de los acontecimientos en Juan puede no haber sido la aplicación de la Birkath ha-Minim como arguye J. Louis Martyn, sino que probablemente refleja la clase de situación que condujo a la adopción y formulación de estas bendiciones.

Cogidos en el desarrollo traumático de estos acontecimientos, algunos cristianos joánicos optaron por permanecer dentro de la sinagoga antes que confesar abiertamente su fe en Jesús como el Cristo. El evangelio denomina a tales personas como “creyentes secretos” (12,42; 19,23). Otros confesaron su fe abiertamente y fueron separados de la comunidad judía. Indudablemente, algunas familias se dividieron, con diversos miembros respondiendo a la crisis diferentemente.

Los que fueron excluidos de la sinagoga se reunieron en torno al discípulo amado como centro de su nueva comunidad, su enlace viviente con Jesús. Él fue la fuente de su enseñanza. El período intermedio, por tanto, señala la aparición de la comunidad joánica. Bajo la guía de su fundador, el discípulo amado, sus miembros comenzaron a afirmar su identidad como verdaderos hijos de Dios que habían respondido fielmente a la revelación recibida a trabes de Jesucristo. Observando el papel del discípulo amado dentro de la comunidad, comenzaron también a formular su comprensión de la acción del Paráclito o Espíritu Santo en medio de ellos. Las enseñanzas del discípulo amado se convirtieron en norma y guía para la interpretación de la escritura y las palabras de Jesús. Los más cercanos al discípulo amado recogieron sus sermones y discursos. El discípulo amado y sus propios discípulos fueron modelando la naciente e incipiente tradición evangélica a la luz de las necesidades litúrgicas, polémicas, apologéticas y catequéticas de la comunidad. Dentro de la comunidad se practicaban el bautismo, la eucaristía y lavatorio de los pies.

Los discursos contenidos ahora en el evangelio se fueron desarrollando en el contexto de estos aspectos de la vida de la comunidad. Parte del material de los discursos fueron desarrollándose a partir de la reflexión de varios aforismos y logia

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(“dichos”) recibidos del mismo Jesús (por ejemplo, Juan 3,3.5; 5,19.24; 6,26.32.53; 8,34-35; 10,1-5; 12,24; 13,16; 16,20.23). Otros discursos se desarrollaron en la práctica de la predicación y enseñanza de la “fuente de los signos” (como en Juan 5, 6, 9 y 11 especialmente). Sin embargo otras partes del material de los discursos puede ser el reflejo de la actividad de los profetas cristianos dentro de los cristianos joánicos, que declaraban palabras que habían recibido del Señor resucitado. Eventualmente la comunidad vio la necesidad de poner a prueba estos pronunciamientos que pudieran estar en contradicción con la normativa de la tradición recibida del discípulo amado. A lo largo de este proceso, el discípulo amado y la escuela que se fue desarrollando en torno a él fue reflexionando acerca de la situación que estaba viviendo, todo a la luz del conflicto que Jesús había tenido con las autoridades religiosas en su tiempo. Una vez formulada, algunos de los materiales de los discursos fueron introducidos dentro del “evangelio de los signos” inicial. El nuevo evangelio prestaba más atención a la exigencia radical de obediencia y confesión de la propia fe, el conflicto entre Jesús y los “judíos” y ejemplos de personas concretas que debían hacer una opción entre las exigencias de creer en Jesús y el rechazo de los “judíos’ a las afirmaciones de la comunidad.

La comunidad, en este período, comenzó a usar un lenguaje más dualístico para describir su fe y su relación con el mundo en torno a ella. De una Cristología que consideraba a Jesús como “más grande que Moisés”, la comunidad elevó la autoridad de su Señor, cristianizando las elevadas afirmaciones que se hacían de la Sabiduría, la cual era personificada como agente divino en la creación (por ejemplo, Prov 8,22 ss.). Tenían una revelación más elevada que la dada por Moisés. Jesús era el Logos preexistente que se había hecho carne y cuya revelación les había traído “gracia y verdad” (1,17), una revelación que superaba la autoridad de Moisés.

La comunidad fue perseguida por las autoridades fariseas de la sinagoga (15,18-16,2). La puesta en escrito del evangelio (tomando como base el “evangelio de los signos”) fue, en parte, una respuesta a esta persecución. Si la comunidad se había ubicado en Antioquia o Siria durante este período, muy bien pudo ser forzada por la persecución a trasladarse a Efeso durante esta época. El Apocalipsis, que de algún modo está relacionado con el evangelio y las cartas joánicas, procedía de esta zona, y los primeros testimonios patrísticos colocan los escritos de Juan en Efeso. Cuándo, por qué y cómo la comunidad vino a Efeso todavía es una cuestión por resolver y objeto de conjeturas.

En algún momento durante el período intermedio la comunidad fue sacudida por la muerte del discípulo amado. Prueba de esta reciente o inminente muerte

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nos la proporciona el mismo evangelio en 21,23. Muchos en la comunidad creían que el discípulo amado no moriría hasta que el Señor volviera. La necesidad de corregir esta interpretación errónea se puede explicar más fácilmente si asumimos que el discípulo amado hubiera de hecho ya muerto o estuviera a punto de morir.

La muerte del discípulo amado provocó una más amplia reflexión sobre el papel del Espíritu en la comunidad. Esta reflexión dio como resultado una ratificación del papel del Paráclito (o Consejero), que estaría siempre con ellos (14,16). Debido a esta preafirmación del papel del Espíritu dentro de la comunidad, no se desarrolló una jerarquía o estructura de autoridad. La comunidad mantuvo su carácter igualitario ya que todos poseían el Espíritu. La principal preocupación para la segunda generación que estaba surgiendo, a la que se refiere en Juan 17,20, era preservar la unidad de la comunidad, entre si y con el Señor resucitado (17,21-23). Era importante para la supervivencia de la comunidad que se amaran entre si (13,34) y que “permanecieran” en el Señor resucitado y en sus palabras tal como las habían recibido de la tradición que venia del discípulo amado. Este énfasis se ve reflejado en parte de los discursos que fueron añadidos al evangelio durante este período, especialmente los capítulos 15-17.

La relación de la comunidad joánica y otros grupos cristianos se convirtió en una cuestión a tener en cuenta. La expulsión de los cristianos de las sinagogas creó varios grupos de cristianos judíos. Los otros grupos eran “otras ovejas que no son de este redil” (10,16), y los cristianos joánicos buscaron la unidad con estos otros grupos de judíos cristianos en la zona. Prueba de la relación entre estas comunidades puede entresacarse de la segunda y tercera cartas de Juan. El anciano –autor de las cartas- trató de mantener una posición de dirigente en estas comunidades enviando emisarios como Demetrio (3 Juan 5-6. 12) y enviando cartas como la segunda y tercera de Juan. Esta red de iglesias puede estar relacionada de algún modo con las siete iglesias a las que se dirige el autor del Apocalipsis en los capítulos 2 y 3.

En este momento, podemos identificar un grupo más íntimo que habría estado en relación muy cercana con el discípulo amado y que participaba en la guía de la comunidad, dirigía las celebraciones, y produjo los materiales escritos de la comunidad. Este grupo puede ser llamado la “escuela joánica”. La “escuela joánica” era el centro de una red de iglesias que podemos llamar la “cristiandad joánica”.

La cristiandad joánica tuvo que hacer frente a afirmaciones que provenían de las iglesias que consideraban a Pedro como su autoridad apostólica. Los cristianos joánicos reconocieron el papel pastoral de Pedro en la Iglesia, pero defendieron la autoridad de su tradición mediante relatos en los que se mantenía la superioridad del discípulo amado (Juan 13,23-26; 18,15-16; 19,26-27; 20,3-10; 21,2-14.30-23).

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Más tarde, sin embargo, y debido a cismas internos que hasta tal punto destruyeron la comunidad hicieron que sus miembros acabaran por ser absorbidos por otros grupos cristianos.

Este período está caracterizado por la aparición de un grupo que abogaba por una Cristología “más alta” que enfatizaba la divinidad de Cristo mientras minimizaba la humanidad de Jesús (1 Juan 2, 19; 4, 2). Este grupo también enseñaba que los creyentes habían sido liberados del pecado y que habían ya pasado de la muerte a la vida (1 Juan 1, 8.10; 3, 14). Un tal exagerado énfasis en la escatología realizada llevó por contra a un descuido en la necesidad de continuar resistiendo al pecado. Disensiones trajeron como resultado el cisma, censurando a los que habían dejado la comunidad de ser falsos profetas y maestros que habían vuelto al mundo, violando, de este modo, el mandamiento de la comunidad de amarse unos a otros (1 Juan 2,19; 3,10; 4,1-6). Como respuesta a esta crisis, el anciano escribió la primera de Juan para amonestar a la comunidad acerca de los peligros de esta falsa doctrina y animar a aquellos que continuaban permaneciendo en su fidelidad. La segunda de Juan fue escrita para advertir a una comunidad hermana de los peligros que un tal grupo podía acarrear.

La relación entre la redacción final del evangelio y la composición de las cartas es una cuestión todavía en discusión. El prólogo al evangelio, Juan 6,51-58 y el capitulo 21 están entre los pasajes añadidos al evangelio durante este periodo. Estos pasajes son obra de uno que, como el anciano, era miembro de la escuela joánica.

Lo último que podemos ver de la comunidad joánica es que quedó destrozada por disensiones internas y una continua lucha por sobrevivir. El grupo del anciano fue probablemente absorbido por los grupos cristianos dominantes de principios del siglo segundo. El legado de la comunidad fue su relato –el evangelio que nos cuenta el relato acerca de Jesús en tal modo que se convirtió en su propio relato.

1. Prólogo: 1,1-18

2. Primera parte: Libro de los signos. Ministerio público de Jesús: 1,19-12,50

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3. Segunda parte: Libro de la Gloria. Últimos momentos que pasó con “los suyos”, pasión y resurrección: 13,1-20,31

4. Epílogo: 21,1-25

a) Indicios dentro del evangelio

A la hora de organizar el “Libro de los signos” hay que hacerlo de acuerdo con los indicios que aparecen en el evangelio, sin embargo éstos no son claros, lo cual puede llevar fácilmente a criterios de estructuración diferentes. Las diferentes estructuras que se proponen tienen su valor pero no sería bueno absolutizarlas. A continuación expondremos algunos de los criterios o indicios que han llevado a los diversos autores a estructurar el “Libro de los signos”.

b) División de la primera parte tomando como criterio los “milagros”

En la primera parte el tema de los milagros es muy importante, y es precisamente por eso por lo que es comúnmente llamado “Libro de los signos”, por eso es normal que se considere a los milagros como criterio importante a la hora de dividir esta parte.

1. 2,1-11: Conversión del agua en vino en Caná

2. 4,46-54: Curación del hijo del funcionario real en Caná

3. 5,1-15: Curación del paralítico junto a la piscina de Bethzatha

4. 6,1-15: Multiplicación de los panes en Galilea

5. 6,16-21: Jesús camina sobre las aguas

6. 9: Curación del ciego de nacimiento en Jerusalén

7. 11: Resurrección de Lázaro en Betania

Según este criterio de estructuración, la primera parte estaría compuesta por siete secciones. El problema mayor está en que en el evangelio los “milagros” no están igualmente distribuidos. El primer “signo” de la conversión del agua en vino es seguido por acciones en distintos lugares, discursos, monólogos y diálogos que no parecen tener relación con este milagro. Al final del capítulo seis hay un desarrollo en forma de discurso (6,22ss) que parece desarrollar solamente el milagro de la multiplicación de los panes pero no menciona el de Jesús caminando

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por las aguas. Usar los milagros como criterio de organización del texto no deja ver claro el nexo entre la acción del milagro y los capítulos que le siguen o le preceden.

Además, una tal distribución toma en demasiada consideración el número siete. En la Escritura el número siete tiene el significado simbólico de plenitud. Algunos autores (Boismard) han querido encontrar en el evangelio de Juan gran cantidad de lugares donde este autor cree ver se usa el número siete como criterio de estructuración: siete milagros, siete discursos, siete imágenes, siete títulos cristológicos en el capítulo primero, siete días en los dos primeros capítulos, siete etapas en la vida de Jesús, etc. Estas organizaciones del texto tomando como criterio el número siete son posibles pero no lo explican completamente.

c) División de la primera parte en siete secciones (Dodd)

1. 2,1-4,45: Nuevo inicio.

2. 4,46-5,47: Discurso del don de la vida

3. 6: Pan de Vida

4. 7-8: Luz y Vida

5. 9,1-10,21 (10,22-30): A través de una indagación (y epílogo)

6. 11,1-52: La Vida vence a la muerte

7. 12,1-36: Pasar de la muerte y entrar en la Vida

Este modo de estructuración tiene la ventaja de mostrar la relación y conexión que existe entre milagros y discursos. Pero por otro lado tiene la desventaja de que algunas secciones (la primera) ocupan una cantidad de capítulos desproporcionada con relación a otras (la sexta y séptima sección solo ocupan un capítulo) donde se incluyen diferentes hechos ocurridos en lugares completamente distintos. Además no se tiene en cuenta Jn 1,19-51 dentro de la estructura.

d) División de la primera parte de acuerdo con las fiestas judías (BJ)

No es necesario dar los detalles de esta estructura, basta con leer las divisiones que de la misma da la Nueva Biblia de Jerusalén.

e) División de R. E. Brown

1,1-18: Prólogo:

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Introducción y resumen del curso de la Palabra encarnada.

1,19-12,50: Primera parte: Libro de los Signos:

La Palabra se revela al mundo y a los suyos, pero no la aceptan.

1. Primeros días de la revelación de Jesús a sus discípulos con diferentes títulos cristológicos.

2. Dos primeros milagros en Caná: dos temas, uno sobre la sustitución (de las purificaciones de los judíos [2,1-11], del templo [2,13-22] y del culto en Jerusalén [4,4-42] y otro sobre las diferentes reacciones ante Jesús: conversión del agua en vino, purificación del templo, Nicodemo, la mujer Samaritana junto al pozo, curación del hijo del funcionario real (cap. 2-4).

3. Fiestas del Antiguo Testamento y su sustitución: temas de la luz y la vida (caps. 5-10):

4. SÁBADO: Jesús, el nuevo Moisés, sustituye el mandato de descansar en sábado (5,1-47);

5. PASCUA: El Pan de Vida (sabiduría que se revela y la eucaristía), Jesús sustituye el maná con el pan y el agua y sustituye la pascua judía (6,1-71);

6. TABERNÁCULOS: Fuente de agua viva y Luz del mundo, sustituye las ceremonias de agua y luz (7,1-10,21); temas de la luz (9) y la vida (10), ambos temas se desarrollan de un modo paralelo;

7. DEDICACIÓN: Jesús se consagra en lugar del altar del Templo (10,22-44).

8. Resurrección de Lázaro y consecuencias (caps. 11-12): Lázaro resucita a la vida, Jesús condenado a muerte por el Sanedrín, María, la hermana de Lázaro, unge a Jesús para su muerte, entrada en Jerusalén, final del ministerio público y llegada de la hora señalada para la entrada de los Gentiles.

13,1-20,31: Segunda parte: Libro de la Gloria

La Palabra manifiesta su gloria a los que le aceptan, retornando al Padre por su muerte, resurrección y ascensión. Plenamente glorificado, comunica el Espíritu de Vida.

1. La última cena y el último discurso de Jesús (caps. 13-17)

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2. Última cena (cap. 13): la comida, lavado de los pies, traición de Judas, introducción al discurso (mandamiento del amor, predicción de la negación de Pedro).

3. Último discurso de Jesús (caps. 14-17):

Primera sección (cap.14): Partida de Jesús, inhabitación divina, el Paráclito;

Segunda sección (caps.15-16): vid y sarmientos (1-17), odio del mundo, testimonio del Paráclito (15,18-16,4a), otros temas repetidos en la primera sección (16,4b-33).

Tercera sección (cap. 17): oración “sacerdotal”:1-8 Jesús orad por su glorificación; 9-19 Jesús ora por sus discípulos; 20-26 Jesús ora por los que creerán en él a través de la palabra de los discípulos.

4. Pasión y muerte de Jesús (caps. 18-19): arresto, interrogatorio ante Anás con la negación de Pedro, juicio ante Pilato, crucifixión, muerte y sepultura.

5. La resurrección (20,1-19): cuatro escenas en Jerusalén (dos junto a la tumba, dos dentro de una habitación)

6. Conclusión del evangelio (20,30-31): Afirmación de motivos por los que fue escrito el evangelio.

21,1-25: Epílogo: Apariciones del resucitado en Galilea; segunda conclusión.

f) División del “Libro de los signos” en dos unidades (A. Lion)

E. Cothenet en la Introducción a la Biblia, siguiendo a A. Lion divide el “Libro de los signos” en dos unidades, considerando el capítulo seis como límite de división. Al final del capítulo seis aparece una crisis: Jesús dice a los discípulos: “¿Acaso también vosotros os queréis marchar?”

Los términos que se usan en estas dos grandes unidades son diferentes: del capítulo uno al seis son abundantes los términos relacionados con “vida, vivir, dar vida”. En todo el evangelio de Juan este término aparece en total 57 veces y de ellas 42 entre los capítulos 1-6, con lo que se puede ver que en la primera parte del “Libro de los signos” se da un gran énfasis al anuncio de la vida. Desde el capítulo seis al doce, en cambio, los términos que más aparecen son “muerte, matar y morir”, de todo el evangelio de Juan (unas 35 veces) 20 se concentran aquí.

Del capitulo 1 al 6 se nos habla de la vida que Jesús nos ofrece, pero los hombres no aceptan esta vida, por eso aparece la muerte, primero la de Jesús

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mismo, luego la de los que rechazan al dador de la vida. Por eso, el tema de la primera unidad es el “anuncio de la Vida”, el de la segunda unidad “rechazo de la Vida por el mundo”.

Primera parte: Primeros días de la revelación de Jesús (1,19-2,11)

A 1,19-34 Testimonio de Juan el Bautista

19-28 Juan habla de su relación con el que viene después que él; su papel

29-34 Da testimonio de Jesús.

B

1,35-51 Los discípulos de Juan se dirigen a Jesús, auto-revelación de Jesús

35-42 dos discípulos: Jesús es aclamado como Maestro (Rabí) Simón Pedro: Jesús es llamado Mesías

43-51 Felipe: Jesús realiza lo que la Ley y los profetas dicen acerca de él Natanael: Jesús es el Hijo de Dios y el Rey de Israel

Segunda parte: de Caná a Caná, ministerio de Jesús en diferentes partes de Palestina y diferentes respuestas de fe (2-4)

A. 2,1-11 Primer milagro en Caná: conversión del agua en vino.

12 Transición: Jesús se dirige a Cafarnaún

B. 2, 13-22 Purificación del templo en Jerusalén

23-25 Transición: confrontar la reacción de Jesús

C. 3, 1-21 Diálogo con Nicodemo en Jerusalén

22-30 Último testimonio de Juan acerca de Jesús

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31-36 Discurso de Jesús completando las palabras anteriores

4, 1-3 Transición: Jesús abandona Judea

D.

4, 4-30 Conversación con la Samaritana junto al pozo de

Jacob

31-38 Jesús y los discípulos: Ya madura la siega

39-42 Reacción de los samaritanos

43-45 Transición: Jesús entra en Galilea

E. 46-54

Segundo milagro en Caná: curación del hijo del funcionario real, él y toda su casa creyeron (este párrafo concluye la segunda parte e introduce la tercera)

Tercera parte: Jesús y las principales fiestas judías (5-10; introducido por 4,46-54)

A.

5, 1-47 Sábado: Jesús hace lo que solo Dios puede hacer en

sábado.

1-15 En Jerusalén, junto a la piscina de Bethzatha da a un

hombre el don de la vida (sanación).

16-47 Explicación de lo que ha hecho en sábado y don de la

vida.

B.

6,1-71 Fiesta de Pascua: Jesús sustituye el maná del Éxodo con el

pan.

1-21 Multiplicación de los panes, Jesús camina sobre las aguas.

22-24 Transición: La multitud busca a Jesús.

25-29 Explicación del milagro.

60-71 Reacción al discurso.

C. 7,1-8,59 Fiesta de los Tabernáculos (tiendas): Jesús reemplaza los

ritos de la luz y el agua.

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1-13 Introducción: ¿Subirá Jesús para participar en la fiesta?

14-36 Primera escena: Discurso en el día más importante de la

fiesta

37-52 Segunda escena: Discurso en el último día de la fiesta.

8,1-11 Mujer adúltera, interpolación, no pertenece a Juan

12-59 Tercera escena: diferentes tópicos.

9,1-10,21 Consecuencias de la fiesta de los Tabernáculos

9,1-41 Curación del ciego de nacimiento, Jesús es la Luz.

10,1-21 Jesús es el buen pastor, es la puerta

D.

10,22-39 Fiesta de la Dedicación: Jesús, Mesías e Hijo de Dios es

consagrado en el Templo.

22-31 Jesús como Mesías.

32-39 Jesús es Hijo de Dios

40-42 Clara conclusión del ministerio público de Jesús.

Cuarta parte: Jesús camina hacia la muerte y el momento de su glorificación (11-12)

A. 11,1-54 Jesús da vida a los hombres, por eso los judíos deciden matarle.

1-44 Jesús da vida a Lázaro; Jesús es la Vida.

45-54 El Sanedrín decide matar a Jesús; él se retira a Efraín.

55-57 Transición: ¿Subirá Jesús a Jerusalén durante la Pascua?

B. 12,1-36 Preludio de la muerte pascual.

1-8 Jesús es ungido en Betania antes de su muerte.

9-19 Jesús es aclamado por la multitud a su entrada en

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Jerusalén.

20-36 La llegada de los griegos (gentiles) signo de que la hora ha llegado.

Conclusión: Juicio y esbozo del ministerio de Jesús (12,37-50)

12,37-43 Se da un juicio de la misión que Jesús llevó a cabo entre la gente.

44-50 Resumen de la predicación de Jesús.

Primera parte: (13,1-17,26) Gloria de amar

A. 13,1-38 Lavatorio de los pies (agua) y última cena (pan)

1-5 Lavatorio de los pies.

6-11 Diálogo de Jesús con Pedro: Acción de Jesús-Pedro no

entiende no comprende-Jesús sabe.

12-17 En verdad os digo: Exhortación a los discípulos a imitarle.

18-20 Jesús conoce a los suyos, revelación de si mismo.

21-26 En verdad os digo: Predicción de la traición

26b-30 Diálogo de Jesús con Judas: Acción de Jesús-los discípulos

no entienden, Judas sale.

31-38 Don del mandamiento del amor

B. 14,1-31 Primer discurso.

1. 1-7

Partida de Jesús para preparar un lugar a los discípulos.

2. 8-14 Jesús como revelación del Padre.

3. 15-24 Promesa del Paráclito.

4. 25-31 La venida del Paráclito.

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C. 15,1-27 Segundo discurso.

1.

1-11

Alegoría de la viña: permanecer en la vid (Jesús)(1-5a); permanecer en Jesús-no permanecer en Jesús-permanecer en Jesús (5b-7); permanecer en el amor de Jesús (8-11).

2. 12-17 Dar fruto: mandato del amor mutuo.

3. 18-25 El mundo os odiará.

4. 26-27 El Espíritu como abogado

D. 16,1-33 Tercer discurso.

1. 1-4a Peligro de violencia en nombre de Dios.

2. 4b-15 La obra del Paráclito.

3. 16-24 Tristeza y gozo.

4. 25-33 Jesús habla claramente.

E. 17,1-26 Oración de Jesús (sacerdotal).

1. 1-11a Jesús reza por si mismo.

a. 1-5 Petición al Padre de la gloria.

b. 6-11a La fe de la comunidad glorifica a Jesús.

2. 11b-19 Jesús reza por sus discípulos.

a. 11b-16 Contraste entre los discípulos y el mundo.

b. 17-19 Santificación de los discípulos en la verdad.

3. 20-26 Jesús reza por los futuros creyentes.

a. 20-23 Oración por la unidad de los creyentes: - creer por la palabra, don de la gloria, unidad.

b. 24-26 Oración por la salvación de los creyentes: - amor, conocimiento- misión, amor.

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Segunda parte: Relato de la Pasión (18,1-19,42)

A. 18,1-11 Introducción: Escena en el huerto.

1-3 Presentación de los personajes.

4-8 Jesús se revela a sí mismo: Yo soy.

9-11 Intento de oposición y prendimiento.

B. 18,12-27 Juicio judío contra Jesús: en casa de Anás.

(12-14) Transición: sueltan a Jesús, presentación de los personajes

15-18 Primera negación de Pedro.

19 Interrogatorio de Anás.

19-23 Respuesta de Jesús-bofetada-respuesta de Jesús.

24 Acción de Anás.

25-27 Segunda y tercera negación de Pedro.

C. 18,28-19-16 Juicio romano: en el pretorio.

28 Transición: sueltan a Jesús, presentación del lugar)

29-32 Acusación: contiene una petición de muerte.

33-38a Diálogo con Pilato: tema del reino y la verdad.

38b-40 Elección entre Barrabás y Jesús.

19,1-3 Coronación: ¡Viva el Rey de los judíos!

4-7 Pilato y los judíos: ¡Aquí está el hombre!

8-12 Diálogo entre Jesús y Pilato: tema reino y autoridad

13-16 ¡Aquí está vuestro Rey! Jesús sentado en la sede de la justicia…condenado a ser clavado en la cruz.

D. 19,16b-37 En el Gólgota es clavado en la cruz.

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16-18 Transición: Jesús es llevado y clavado en la cruz, presentación del lugar y de los personajes)

19-22 Discusión acerca de la inscripción colocada sobre su cabeza.

23-24 Se reparten su túnica.

25-27 Jesús y su madre.

28-30 Últimas palabras, muerte.

31-37 Lanza, sangre, agua y testimonio.

E. 19,38-42 Sepultura: en un huerto.

38-40 Personajes.

41 Lugar.

42 Acción

Tercera parte: Apariciones del resucitado (20,1-29)

A. 20, 1-18 En el sepulcro.

1. 1-2 Introducción como preparación a las dos escenas siguientes.

2. 3-10 Primera escena: Pedro y el discípulo amado junto al sepulcro.

3. 11-18 Segunda escena: aparición a María Magdalena.

B. 20,19-29 Dentro de una habitación: aparición a los discípulos.

1. 19-23 Aparición a los discípulos sin la presencia de Tomás.

24-25 (Transición: incredulidad de Tomás)

2. 26-29 Aparición a los discípulos con Tomás, fe.

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Conclusión del autor del evangelio: Fe y vida eterna (20,30-31)

A. 21, 1-14 Primera escena: Apariciones junto al lago.

B. 21,15-23

Segunda escena: Jesús y los discípulos.

24-25

Conclusión de la última redacción.

Si consideramos los capítulos 20-21 como una unidad, el epílogo cambiaría la estructura de la tercera parte donde aparecen las apariciones del resucitado (cap. 20). El discípulo amado reconoce mucho antes que Pedro a Jesús resucitado, Pedro solo entra primero en la tumba.

En la ultima unidad (E) se hace un comparación/contraste entre la misión de Pedro y la del discípulo amado, finalmente Jesús le dice a Pedro: “Tú, sígueme” (21,22). Esta frase lleva al evangelio a un nuevo comienzo. 20,30-31 ya no sería simplemente la conclusión del evangelio, sino que tendría la intención de enfatizar el tema de la fe. En este mismo lugar el evangelista usa dos títulos que aplica a Jesús: Mesías e Hijo de Dios. Del mismo modo Tomás dice: “Mi Señor y mi Dios” desarrollando el mismo tema de la fe.

Otro modo de organizar los caps. 20-21 es el siguiente:

A. 20,1-10 Discípulo amado y Pedro

B. 20,11-18 Reconocimiento de Jesús resucitado (María Magdalena)

C. 20,19-29 Todos los discípulos (discípulos y Tomás)

D. 21,1-14 Reconocimiento de Jesús resucitado (Discípulo amado)

E. 21,15-23 Discípulo amado y Pedro

21,24-25 Conclusión final del redactor

Partiendo de esta estructura podemos ver cómo los caps. 20 y 21 están estrechamente unidos con una relación de comparación: se compara la fe de los doce y la del discípulo amado. Podemos ver claramente la situación de dos tipos de comunidades cristianas en aquel tiempo: el discípulo amado (representa a la

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comunidad joánica) que no han visto pero han creído y Tomás (representa a la comunidad de los doce) que sólo después de haber visto creen. De este modo el redactor final quiere enfatizar de un modo especial que el cristiano debería tener una fe como la del discípulo amado. Abre el evangelio a una segunda generación de discípulos.

1. ¿Era la comunidad joánica una grupo sectario, cuál era su relación con los no creyentes (“judíos”, “mundo”, seguidores de Juan Bautista) y otros grupos de cristianos “secretos”, judeo-cristianos y la Iglesia apostólica, representada por Pedro y los doce?

2. ¿Es el evangelio de Juan antisemita, como ve a los “judíos”, son un símbolo de la oposición a Jesús, son todos los “judíos”, hay que distinguir un antes y un después de la expulsión de la sinagoga?

3. Diferentes grupos que fueron objeto de la predicación de la comunidad joánica y su respuesta de fe en Jesús, cómo fue desarrollándose su cristología.

4. Puedes utilizar dos libros (Raymond E. Brown, La comunidad del discípulo amado y Joseph-Oriol Tuñí-Xavier Alegre, Escritos joánicos y cartas católicas) que te ayudarán a contrastar las opiniones expuestas más arriba y responder a las preguntas de éste tercer tema.