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última NA IDAD ETA ¿Se rendirá ETA a final de año? Sería el regalo ideal para el gobierno socialis- ta español, que se encuentra en serios problemas. La oposición de derecha, en cambio, teme perder su ventaja. Si se olvida que el fondo del problema es la autodeterminación de los vascos, la moribunda ETA podría resucitar. de V La POR TÉMORIS GRECKO

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La a idad última de ¿Se rendirá eta a final de año? Sería el regalo ideal para el gobierno socialis- ta español, que se encuentra en serios problemas. La oposición de derecha, en cambio, teme perder su ventaja. Si se olvida que el fondo del problema es la autodeterminación de los vascos, la moribunda eta podría resucitar. por témoris grecko 245

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últimaNa idad

ETa¿Se rendirá eta a final de año? Sería el regalo ideal para el gobierno socialis-

ta español, que se encuentra en serios problemas. La oposición de derecha, en cambio, teme perder su ventaja. Si

se olvida que el fondo del problema es la autodeterminación de los vascos, la

moribunda eta podría resucitar.

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por témoris grecko

Maritxu lee los diarios en un pequeño bar del Born, un barrio de Barcelona, con mo-lestia evidente. Me muestra una noticia en la primera plana del diario El País: “Za-patero pide a los partidos que no debatan sobre el final de eta.” Luego viene una cita del presidente español: “La victoria sobre el terrorismo será de todos.”

Es 3 de noviembre de 2010 y la sensación de que el grupo terrorista eta —que en 43 años de lucha armada ha matado a más de 800 personas con la idea de conquistar la independencia de Euskadi (País Vasco)—, está débil y arrinconado, provoca agrios dimes y diretes entre los políticos. Mi in-terlocutora, una politóloga de 35 años ori-ginaria de la provincia vasca de Vizcaya, casi derrama su café de los nervios. “Míra-los”, exclama, “todavía no se muere el gato y estos perros ya se pelean el cadáver”.

Su disgusto tiene sabor a impotencia. Y le provoca confusión. “eta tiene que dejar las armas, eso está claro desde hace mucho”, re-flexiona. “El tema es que quieren convertir

su final en una humillación para todo el pueblo vasco, en una glorificación del espa-ñolismo y sacar beneficios electorales”.

Hace diez años que conocí a Maritxu y ya entonces se había alejado de los círcu-los independentistas. En ese entonces aún lucía uno de los estilos de cabello típicos de la llamada “izquierda abertzale” (naciona-lista vasca), muy cortos, ajustados al mar-co de la frente. Ya no. Sigue sintiendo, no obstante, una liga con la causa separatista, que no justifica en términos políticos, sino emocionales. Y la alteran las declaraciones de los líderes españoles.

Porque el pleito por sacar ventaja de lo que ocurra con eta es abierto, entre los par-tidos y dentro de ellos. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socia-lista Obrero Español (psoe), pide calma para que lo dejen jugar a su manera. Desde el de-rechista Partido Popular (pp) no le dan espa-cios libres y lo acusan de estar dispuesto a lo impensable: hacerle concesiones al ámbito político semi-oficialmente denominado

“entorno de eta” (cualquier individuo o en-tidad que de alguna forma —correcta o inco-rrecta— pueda ser ligada a la organización), al que exigen aplastar sin miramientos. En Euskadi, el líder socialista local Jesús Egui-guren festeja que —él asegura saberlo— eta se rendirá en Navidad. Y entre los supuestos aliados del gobierno, el ex presidente (tam-bién socialista) Felipe González aparece para reactivar fantasmas.

¿González lo hizo en defensa de su pa-pel en la lucha contra eta o en busca de influir en las disputas por hallarle un su-cesor a Zapatero? A nadie escapa el hecho de que el mandatario está muy debilitado y varios de sus compañeros quisieran tomar su lugar como candidato presidencial en las elecciones generales de marzo de 2012. Tampoco que, a principios de noviembre, la encuesta mensual de la empresa Me-troscopia colocaba a los socialistas 9.1 pun-tos porcentuales abajo del pp.

Zapatero ha declarado que un año y me-dio le bastará para remontar, y un 49 por

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ciento de los españoles no descarta que eso sea posible, según el mismo sondeo. Entre los factores que ayudarían a lograrlo, un 77 por ciento de los encuestados cita el descenso del desempleo. Y un 52 por ciento menciona el fin de eta. Como sueñan los socialistas, temen los populares e incluso miembros de otros partidos, como Joseba Egibar, del Partido Nacionalista Vasco (pnv), quien recla-mó a Zapatero que no se “sumerja en un mero cálculo electoral de aproximación, o no, a un escenario de paz en función del interés de su partido”.

El periodista político Faustino F. Álvarez me dijo que “lo peor que puede ocurrir” es que “el oportunismo y la malicia lleven a in-terpretarlo [el final de eta] como una tabla de salvación política” para el psoe. Claro que todo esto depende de que eta entregue las armas. Y de cuándo. Y de cómo. Por eso todos están tan nerviosos.

ETa aislada y perseguidaEuskadi es la región más rica de España y una de las más pudien-

tes de Europa, con plena capacidad de decidir sus políticas sociales y culturales. Sin embargo, en la retórica de la izquierda abertzale (izquierda independentista, en la que confluyen eta, partidos polí-ticos entre los que el principal es Batasuna —“unidad”— y diversas organizaciones sociales), es un país ocupado y colonizado.

Los independentistas acostumbran equipararse con otros “pue-blos sometidos”. Para el gobierno español, la actividad de un gru-po armado justifica la intervención de los órganos de seguridad en

el País Vasco. Y a su vez, para los independentistas esta presencia hace necesaria la lucha armada.

Tras el retorno a la democracia constitucional, en 1978, la parte mayoritaria de eta dejó las armas (ver recuadro). Pero la minoría que decidió continuar la campaña siguió utilizando el terrorismo, un re-curso que empezó a erosionar su base política y social, sobre todo a raíz de dos hechos: la destrucción de la Torres Gemelas de Nueva York en 2001, y la masacre de 192 personas en la voladura de cuatro trenes en Madrid, el 11 de marzo de 2004.

En ningún caso tuvo responsabilidad eta, pero el segundo aten-tado ocurrió tres días antes de celebrar elecciones generales y el gobierno del Partido Popular, que había colaborado en la invasión de Irak (el motivo de que Al Qaeda realizara este ataque) a pesar de la oposición ciudadana, utilizó las instituciones del Estado para tratar de convencer a la gente de que la culpable había sido eta. La maniobra fracasó, el descontento de los electores derrotó al pp y les dio la victoria al psoe, que desde entonces está en el poder.

El desprestigio del terrorismo entre la sociedad vasca no es algo que se haya extendido súbitamente. La tolerancia hacia los jóvenes extremistas se arraigó en pueblos y ciudades durante la dictadura y ha tardado décadas en debilitarse. Incluso a la República France-sa le costó muchos años cambiar de actitud: les dio plena libertad de movimiento a los etarras con la idea de que así contribuía a la caída del franquismo y, tras la instauración de la democracia, París prefirió mantener esa política para evitar que eta (que incluye a Iparralde —la parte del País Vasco que pertenece a Francia— en su sueño independentista) realizara atentados allá.

A nadie escapa el hecho de que José Luis Rodríguez Zapatero está muy debilitado y varios de sus compa-ñeros quisieran tomar su lugar como candidato presidencial en las elecciones de mar-zo de 2012.

El ex presidente Felipe González reapareció hace unas semanas y dijo que durante su gobierno había tenido la oportunidad de “volar” a la cúpula de eta.

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Antes de 1998, la línea de división de la política vasca era la violencia: de un lado estaban los partidos “democráticos” (psoe, pp y los nacionalistas del pnv, que exigían terminar con la violencia antes de realizar cualquier modificación al status quo) y del otro los “violentos” (los que apoyaban o no condenaban a eta, como Batasuna). Pero el 12 de septiembre de ese año, el pnv decidió cambiar esa línea por la de la independen-cia: de un lado los que se oponían a ella (los “españolistas” del pp y el psoe) y, del otro, los que la buscan. Ese día, el pnv y los par-tidos de la izquierda abertzale firmaron el Pacto de Lizarra, con la intención de alcan-zar la soberanía de Euskadi y, con ella, el fin del terrorismo.

Cuatro días después, eta declaró una tregua y el pnv, que durante 18 años había gobernado Euskadi en coalición con los socialistas, rompió con ellos para recibir el apoyo de los diputados de Batasuna. El diálogo que inició con el gobierno de José María Aznar, del pp, no avanzó mucho y en enero de 2000, los independentistas co-metieron un nuevo asesinato. Documen-tos que eta difundió demostraron que, para ella, el valor real del cese al fuego no era abrir la posibilidad de la paz, sino re-construir sus comandos. Tanto el pnv como los populares quedaron en ridículo.

Lo mismo les ocurrió a los socialistas cuando regresaron al poder: le propusie-ron conversaciones a eta, ésta declaró una tregua el 24 de marzo de 2006, no se llegó muy lejos, y el 30 de diciembre de 2007 una bomba mató a dos inmigrantes ecuatoria-nos en el aeropuerto de Barajas.

Al reanudar la violencia con este ataque, eta encontró un clima muy desfavorable. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 provocaron que la Unión Europea y la onu impulsaran medidas antiterroristas que afectaron sus mecanismos, y sobre todo, Francia se lanzó a combatirla y privarla de sus santuarios. Sintiéndose engañados, populares y socialistas hicieron a un lado sus diferencias para apegarse a un “pacto antiterrorista”, mediante el cual el partido que esté en la oposición apoya las políticas de combate al terrorismo del que está en el gobierno, a cambio de ser consultado so-bre lo que está ocurriendo.

Este esfuerzo tenía apoyo judicial no sólo local, sino también europeo, y las cor-tes en ambos niveles validaron y aplicaron nuevas leyes que exigían a cualquier parti-do (es decir, a Batasuna) condenar la vio-lencia terrorista para poder participar en elecciones. Esto era parte de una táctica de acoso general contra todo el “entorno de eta”, es decir, las organizaciones, com-pañías y medios de comunicación de la iz-quierda abertzale que de una u otra forma podían servirle a eta para reclutar, prote-ger o controlar a sus miembros, promover sus posiciones, obtener recursos materia-les y financieros, realizar campañas en el ámbito civil y ganar posiciones políticas en el parlamento vasco y en las alcaldías.

Juego sucio“Me vendrá mejor que no pongas mi apellido”, condicionó Maritxu cuan-

do le pedí permiso para citarla. “No hay garantías para la libertad de expresión. El Estado mete gente a la cárcel sólo por sim-patizar con la independencia”.

Los delitos de Maritxu, si los cometió, ya han prescrito. Cuando era adolescente participó en Jarrai, el grupo juvenil abert-zale en el que se formaron muchos mili-tantes de eta, y como tal llegó a participar en acciones leves de “kale borroka” (lucha callejera), como arrojar piedras contra la policía y destruir cajeros automáticos, nada de bombas ni balas. Ella había deja-do eso atrás cuando la conocí. Abandonó el activismo, se apuntó en la universidad, se convirtió en una profesional, cursó un doc-torado en ciencia política en otro país eu-ropeo y, al retornar, se instaló en Madrid.

Pero tiene miedo a sufrir represalias por-que, asegura, la ofensiva gubernamental contra el “entorno de eta” es “indiscrimi-nada”. Por ejemplo, el 22 de octubre, 300 agentes de policía arrestaron a 13 miem-bros de Segi, la agrupación heredera de Ja-rrai, que se había reconstituido después de que en 2009 recibió un golpe similar.

La táctica es aislar a eta desmontando el campo abertzale. No siempre con razón. Por ejemplo, el 12 de abril de 2010, siete

Los líderes Jesús Eguiguren, del pse-psoe (izq.), e Iñaki Oyarzábal, del pp, firmaron un acuerdo en busca de la paz en el País Vasco.

periodistas del diario en idioma euskera Egunkaria fueron absueltos de colaborar con eta. Ya en enero, el Ministerio Público, encargado de demostrar la acusación, se desistió de ella porque “no está acreditado que Egunkaria haya servido para financiar a la banda terrorista eta” y “no consta que los procesados hayan legitimado las accio-nes terroristas o hayan exculpado o minimi-zado su significado”. El periódico, de todos modos, desapareció desde 2003, cuando la Corte vendió todos sus activos.

“Egunkaria ha cumplido la condena sin haber sido condenado”, lamenta Enrique Martínez-Flórez, abogado de Alternatiba, un partido de la izquierda abertzale que re-chaza la violencia. El concepto judicial de terrorismo, explica, se usa “para hacer fren-te a la disidencia” y “cancela la posibilidad de defender pacíficamente la independen-cia vasca y el socialismo”. En la persecución “del llamado entorno de eta”, prosigue, “se sacrifican las garantías judiciales y las liber-tades individuales porque el fin justifica los medios”. Es el caso de la Ley de Partidos que, al ilegalizar a Batasuna, “niega el derecho a la participación de una parte de la sociedad”.

El efecto es que eta no levanta cabe-za. En 2009 fueron detenidos 124 de sus miembros, más otros 68 entre enero y el 5 de septiembre de 2010. En mayo pasado se anunció, por sexta vez en sólo dos años, la captura de la cúpula de la organización. Cuando los jefes caen, los reemplazan otros más jóvenes y menos experimentados. Des-de el asesinato de dos jóvenes guardias civi-les en Mallorca, el 30 de julio de 2009, eta no ha podido volver a matar (salvo un tiroteo casual en Francia, el 16 de marzo de 2010, en el que perdió la vida un gendarme).

La interrupción de las actividades terro-ristas y el bloqueo de la actividad social y política de la izquierda abertzale, imposibi-litada para gobernar los municipios vascos donde tiene apoyo, ha fortalecido la posición de quienes, dentro de ella misma, creen que eta se ha convertido en un obstáculo para las aspiraciones independentistas. Ni Batasuna ni ningún otro grupo que no condene su violencia podrán participar en los comicios municipales vascos del 22 de mayo de 2011, y cumplirán ocho años de exclusión electoral.

Así se ha producido un cambio impor-tante. Los abertzales, que hasta entonces

eran vistos como subordinados a eta, ha-cen ahora presión sobre ella y toman deci-siones por su cuenta.

El 20 de junio de 2010, Eusko Alkarta-suna (un partido independentista conser-vador, no violento) y la izquierda abertzale llamaron a luchar por la independencia “exclusivamente por vías pacíficas, polí-ticas y democráticas”. eta respondió, el 5 de septiembre, comprometiéndose a “no llevar a cabo acciones armadas ofensivas”. Sin embargo, esta declaración no conven-ció a Batasuna, que el día 25 le exigió de-clarar el alto al fuego permanente “como expresión de su voluntad para un abando-no definitivo de las armas”.

Los dirigentes de Batasuna calculan que, en ausencia de la violencia etarra, podrían constituir una coalición de izquierda abert-zale que desplazara al nacionalismo dere-chista del pnv para ponerse al frente de la lucha democrática por la independencia. Eso fue lo que ocurrió en Irlanda del Norte con el partido Sinn Féin: la desmovilización del Ejército Republicano Irlandés (eri), al que había estado ligado, le permitió con-vertirse en el representante político de los separatistas católicos.

Batasuna quiere participar y ganar alcal-días en las elecciones municipales de 2011, para llegar con fuerza a las autonómicas de 2013, cuando Euskadi y las tres provincias que lo forman (Vizcaya, Guipúzcoa y Álava) renovarán parlamento y gobierno.

No podrá, por ahora. Pedir un cese al fuego no es condenar la violencia de eta, le respondieron desde el gobierno: “Que la convenzan de disolverse o que rompan con ella”, sentenció el ministro de Interior espa-ñol, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Arnaldo Otegi, líder de Batasuna desde 1995, trató de ganar puntos dando una im-portante declaración al diario El País, el 27 de octubre: le pidió a eta un alto el fuego “unilateral, permanente y verificable”, ya que “las armas, todas las armas, deben des-aparecer definitivamente de la ecuación po-lítica vasca”.

Y obtuvo respuesta del presidente Rodrí-guez Zapatero ese mismo día. Los “pasos de Batasuna no van a ser en balde”, afirmó el mandatario. Y la trifulca se trasladó de Eus-kadi a Madrid.

Los atentados del 11 de marzo de 2004 marcaron el peor momento político de eta y del pp.

Zapatero a tus sospechasLa política española se convirtió en un vertedero de sospe-

chas veladas y acusaciones abiertas. En la oposición, algunos in-terpretaron las palabras de Zapatero como signo de que algo raro ocurría. ¿Estaba el presidente dispuesto a darle por bueno el pun-to a Batasuna a pesar de los engaños y las malas experiencias del pasado, y a dejarla participar en las elecciones? ¿Le ofrecerían a cambio que eta dejara las armas? ¿Les otorgaría una amnistía a los terroristas sin hacerles pagar sus crímenes? ¿Estaría negociando con ellos, clandestinamente, para que el fin de eta se dé antes de las elecciones generales españolas de marzo de 2012?

“El diagnóstico que yo hago es que eta y el gobierno están en un proyecto de resolución de conflictos, de negociación, desde hace meses”, afirmó el eurodiputado del pp Jaime Mayor Oreja el 4 de noviembre. “A mí me parece que es importante que se denuncie, y

por eso mi apoyo y respaldo a la convocatoria es total.” Se refería a una manifestación que tuvo lugar en Madrid dos días después, en la que un grupo derechista que reúne a víctimas del terrorismo protestó por la “tregua-trampa” que habrían acordado Zapatero y eta. Este concepto tiene muy malos ecos en la sociedad.

Mayor Oreja es la voz más sonora del pp dentro de Euskadi. Ma-riano Rajoy, líder del partido y su más probable candidato presi-dencial, no suscribió sus declaraciones, pero tampoco las corrigió ante la prensa: dijo que a Mayor Oreja “lo escucharé siempre” y que “no tengo que sugerirle nada”. Cuando le preguntaron si se sentía informado por Zapatero, le dio una especie de flaco beneficio de la duda: “Sí me siento informado. Lo que no sé es si se me cuenta todo. Sería un adivino, pero sí, se nos cuentan cosas.”

Además, quiso ponerle un corsé al presidente: “Quien tiene prisa por presentarse a las elecciones es eta y Batasuna. El gobierno y el Estado no tienen por qué tener ninguna prisa.” La lucha antiterro-rista, según Rajoy, debe seguir basándose en la “eficacia de las fuer-zas y cuerpos de seguridad y no en la negociación con eta”.

Para encarar la última parte de su periodo y materializar su deseo de remontar en las encuestas, el presidente realizó movimientos muy importantes en su gabinete el 21 de octubre. Fue inesperado, pero lo que más sorprendió fue que el cambio no tuvo un énfasis económico que hiciera pensar que la prioridad serían la recupe-ración y los empleos. La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega fue sustituida por el ministro del Interior (que conservó además su cartera), Alfredo Pérez Rubalcaba, y el socialista vasco Ramón Jáuregui fue nombrado ministro de la Presidencia.

La decisión tiene implicaciones dentro del psoe, pues si Zapate-ro no puede o no quiere ser candidato presidencial, Rubalcaba

informes de inteligencia han confirmado que dentro de

eta se debate dejar las armas. Algunos quisieran hacerlo a cambio de acuerdos. Otros

se rehúsan de plano. El peligro es que se despren-da una facción radical que

rechace la desmovilización y continúe atentando.

Los españoles recha-zan las acciones de eta, pero creen que el Estado se apro-vecha de esto para perseguir a algunos disidentes vascos.

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queda en una posición adelantada para sucederlo. Además, el que hayan sido elegidos él y Jáuregui dice mucho sobre los objetivos inmediatos del presidente: entre los socialistas, ambos son considerados los mejores expertos en eta, con la que han lidiado desde los dis-tintos cargos públicos que han ocupado desde los 80.

Esto avivó las sospechas de que los socialistas planean cerrar el conflicto con eta antes de las elecciones españolas. Zapatero tuvo que ir al parlamento, el 3 de noviembre, para aclarar que nunca ha mirado “la lucha contra eta en una perspectiva política, ni a largo ni a corto plazo, ni ahora que vemos tan aislada a eta”. Recordó que “el sufrimiento por el terrorismo es de todos y la victoria será también de todos”, y que, “para que (Batasuna) vuelvan a estar en las instituciones, o rompen o rechazan a eta, o la banda desaparece”. El líder del pp, Ma-riano Rajoy, quedó satisfecho. Y las diferencias quedaron zanjadas.

El peligro de una eta auténticaEl entusiasmo de algunos, sin embargo, parece que no permitirá que la polémica muera. Sólo cinco días después, Jesús Eguiguren, líder del psoe en Euskadi, declaró

en una entrevista por televisión que “soy feliz pensando que en esta legislatura eta se aca-ba”, pues “en navidades habrá una declaración definitiva y verificable de tregua”, lo que significará “prácticamente el final de terrorismo”.

“En el asunto de eta debe haber vencedores y vencidos, no puede haber ni un empate ni aceptación de las tesis terroristas”, replicó su contraparte del pp, Antonio Basagoiti, para quien Eguiguren confirmaba que el gobierno prepara una salida sin castigo para los etarras.

Lo que provocó mayor desconcierto fue la exhumación de uno de los muertos más in-cómodos para el Partido Socialista. La realizó precisamente quien más interesado debería estar en mantenerlo bien enterrado, un personaje de enorme peso político: Felipe González, quien condujo al psoe al poder en 1982 y fue presidente de España hasta 1996. El influyente

La dictadura franquista fue especial-mente dura con los vascos. Exterminó a su clase política, les prohibió hablar su idioma (euskera) y abrazar su cultura. El rencor fortaleció la idea de independizarse de España.

eta, una organización nacionalista y marxista, inició su lucha armada en 1968 con el asesinato de Melitón Manzanas, jefe de la policía secreta en San Sebastián y torturador aborrecido. Cambió la historia en diciembre de 1973, al hacer volar el coche del almi-rante Luis Carrero Blanco, primer mi-nistro y sucesor designado de Franco. El dictador carecía de un reemplazo de confianza y optó por restaurar la monarquía, encabezada por un joven Juan Carlos de Borbón, quien tras el deceso de Franco, 23 meses después, cooperó para reconstruir la democra-cia y desmontar el golpe de Estado neofranquista de 1981.

El establecimiento de la autonomía de Euskadi, en 1978, y el desempeño electoral exitoso del Partido Naciona-lista Vasco (pnv, que ganó la presiden-cia vasca en 1980 y la retuvo hasta 2009) y de la izquierda abertzale (izquierda independentista), generó un debate estratégico que llevó al sector mayoritario de eta a desmovilizarse.

Amparado en la Constitución y la autonomía, el gobierno del pnv desa-rrolló una estrategia para recuperar facultades políticas y económicas a nivel local, y relanzar la cultura vasca.

Euskadi es la única comunidad autó-noma que recolecta todos los impues-tos por sí misma. Y es la más rica de España, con una renta per cápita anual de 32,133 euros (unos 45,000 dóla-res), una tercera parte más alta que la media del país. En 1990, su pib por habitante equivalía al 89 por ciento del promedio en la Unión Europea. En 2008, al 137 por ciento.

Historia independiente

Mariano Rajoy, del pp, ha acusado al presidente José Luis Rodríguez Zapatero (der.) de utilizar el tema de eta para su beneficio político.

Luis Carrero Blanco

ex mandatario salió de la nada a decir que en su tiempo pudo haber ordenado que masacraran a la dirección de eta y casi la-menta no haberlo hecho.

De pronto, González decidió interve-nir en el debate. Como si no lo quisiera: disfrazó su dardo en una entrevista ca-sual con Juan José Millás, de El País, so-bre temas inconexos como su infancia, la globalización, su relación con sus hijos y nietos y… de pronto, la confesión: en 1989 o 1990, alguien a quien sólo identificó como “nuestra gente” había averiguado que los miembros de la dirección de eta se reuni-rían en una casa en Francia, en la época en que París los dejaba tranquilos, y por lo mismo no era posible arrestarlos. Pero sí ponerles una bomba. Recuerda el ex pre-sidente: “Existe la posibilidad de volarlos a todos y descabezarlos. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto”.

Súbitamente, España revivió uno de sus momentos más bajos: el del terrorismo de Estado perpetrado por los gal (Grupos Armados de Liberación) que en los años 80 secuestraron y asesinaron a etarras, izquierdistas y ecologistas vascos y, por error, también a ciudadanos franceses. Los jueces determinaron que los gal estaban integrados por policías y organizados por

el Ministerio del Interior del gobierno de González, pero éste nunca fue inculpado y quienes asumieron la responsabilidad —y la pagaron en la cárcel— fueron el ministro José Barrionuevo y el viceministro Rafael Vera. Los fiscales jamás lograron identi-ficar quién era “X”, un personaje clave a quien los gal se referían así.

Los medios españoles describieron lo que vino después como un “chaparrón”. Desde todos los sectores políticos llovie-ron acusaciones, ironías, sarcasmos. Jo-seba Egibar, del pnv, por ejemplo, acudió al álgebra para describir cómo González había “despejado la incógnita de la X de los gal”. María Dolores de Cospedal, se-cretaria general del pp, dijo que el ex pre-sidente “se está reconociendo como la X de los gal”. Hasta de los socialistas recibió insinuaciones: el líder del Congreso, José Bono, consideró que González “ha sido el mejor” presidente que ha tenido España “de la A hasta la X”. Bono explicó que no había llegado hasta la Z porque ésa le co-rresponde a Zapatero.

¿Por qué se puso González (y consigo, a su partido) de pronto en la línea de fuego? El periodista Millás aclara en la entrevista que cada uno de los artículos de opinión que escribe el ex presidente pasa antes a revisión de la directiva socialista, lo que

lleva a asumir que no haría declaraciones tan fuertes sin haber consultado. O por lo menos avisado. En entrevista electrónica, Millás responde que González “contestó conscientemente de la trascendencia de las palabras pronunciadas”. Y días des-pués, pese al “chaparrón”, se sostuvo en lo dicho en distintos foros.

Es difícil especular sobre eso ahora. Las variables son muchas: eta parece cerca del fin y él querría reivindicar su papel; o ayudar a su partido a ganar las elecciones; o influir dentro del mismo, en lucha entre facciones internas. Lo menos creíble sería dar por hecho que habló sin pensar.

Le dio cartuchos al pp. Que los utiliza-rá a discreción ahora que muchos sienten que eta ha dejado de ser un peligro para convertirse en un trofeo a disputar. eta, o el intento de culparla de la masacre de los trenes de Madrid, facilitó que los socialis-tas ganaran el poder en 2004. Ahora po-

dría permitirles retenerlo… o no.“Lo que da terror es que les da igual la

democracia y la legalidad”, se queja Ma-ritxu, quien asegura que si los socialistas crearon los gal, los populares son herede-ros del franquismo y partidarios de la mano dura. “Critican el terrorismo de Estado de González sólo porque les resulta útil.”

Informes de inteligencia han confirma-do que dentro de eta se debate dejar las armas. Algunos quisieran hacerlo a cam-bio de acuerdos. Otros se rehúsan de pla-no. El peligro, como le ocurrió en Irlanda del Norte al eri, es que se desprenda una facción radical que rechace la desmovili-zación y continúe atentando. El llamado eri Auténtico mató a 29 personas e hirió a 200 más en Omagh, en 1998, en su intento de descarrilar el proceso de paz en el que participaba el eri tradicional.

“Para los independentistas, el objeto de que eta desaparezca es poderse expresar democráticamente, sin necesidad de la violencia”, explica Maritxu. “Si los fascis-tas persisten en su idea de que haya ven-cidos y derrotados, como una forma de derrotar con el mismo golpe al indepen-dentismo vasco, lo que van a conseguir es arrinconar a la fiera. Se puede dormir, quedar callada. Hasta que le llegue el mo-mento de volver a saltar”.

f o t o s : e f e / l a t i n s t o c k - c o r b i s 251

ETA no levanta cabeza. En 2009 fueron detenidos 124 de sus miembros, más otros 68 entre enero y el 5 de septiembre de 2010. En mayo pasado se anunció, por sexta vez en sólo dos años, la captura de la cúpula de la organización.