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1 Centro de Estudios de Postgrado Máster en Lengua española y Literatura UNIVERSIDAD DE JAÉN Centro de Estudios de Postgrado MANUEL ALCÁNTARA Y SU POESÍA Alumno/a: Romo Recio, Patricia Tutor/a: Prof. D. Rafael Alarcón Sierra Dpto: Departamento de Filología Española

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UNIVERSIDAD DE JAÉN Centro de Estudios de Postgrado

Trabajo Fin de Máster

Estudios de PostgradoCentro de Estudios de Postgrado

Trabajo Fin de Máster

MANUEL ALCÁNTARA Y SU POESÍA

Alumno/a: Romo Recio, Patricia

Tutor/a: Prof. D. Rafael Alarcón Sierra

Dpto: Departamento de Filología Española

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A José Daniel, mi compañero de fatigas

Resumen

Manuel Alcántara ha sido estudiado ampliamente por su contribución al periodismo y, en

concreto, al articulismo. Sin embargo, el escritor malagueño empezó su carrera literaria

como poeta en la década de los 50, siendo incluido en muchas antologías del momento

como uno de los autores andaluces destacados de la segunda generación de posguerra o

“Generación del 50”. Por ello, el presente trabajo se centra en la faceta de poeta de Manuel

Alcántara, relegada hasta el momento a un segundo plano. Vamos a situar su poesía en el

contexto de una época y a analizar sus libros de poemas publicados para poder determinar

sus líneas temáticas fundamentales y sus preferencias formales y estéticas. El trabajo

constituye, al mismo tiempo, un punto de partida para profundizar en la producción lírica

del autor, abriendo el paso a futuros trabajos que vinculen su faceta de articulista con su

pasión por la poesía.

Palabras clave: Manuel Alcántara, generación del 50, poesía, Málaga, articulismo, El

Embarcadero, Manera de Silencio, Ciudad de Entonces, soneto, octosílabo

Abstract

Manuel Alcántara’s work has been studied extensively within the scope of journalism

and, specifically, of article writing. However, the writer began his literary career as a poet

in the 50s, being included in many anthologies as one of the outstanding Andalusian

authors of the Second Generation of Postwar Writers or “Generation of ‘50”. Therefore,

this work focuses on the Manuel Alcántara’s poetic production, relegated so far to the

background. We will place his poetry in context and analyze his published poetry books

to determine his central thematic lines and his formal and aesthetic preferences. This work

represents, at the same time, a starting point to delve into the Alcantara’s poetry, leading

the way to future studies that link his role as a writer in journals with his passion for

poetry.

Keywords: Manuel Alcántara, Generation of ‘50, poetry, Málaga, article writing, El

Embarcadero, Manera de Silencio, Ciudad de Entonces, sonnet, octosyllable

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ÍNDICE

1. Introducción .............................................................................................................................. 4

2. Objetivos y metodología ........................................................................................................... 4

3. Fundamentos teóricos del trabajo ............................................................................................ 6

4. Manuel Alcántara y su contexto histórico: encaje en el grupo poético del 50 ......................... 8

4.1 ¿Generación del 50? ............................................................................................................ 8

4.2 Grupo de Barcelona y Grupo de Madrid ........................................................................... 11

4.3 Las antologías .................................................................................................................... 14

4.4 La periferia, también literaria............................................................................................ 17

4.5 El espacio que ocupa la poesía de Manuel Alcántara ....................................................... 20

5. Primeros poemarios: Manera de silencio (1955), El Embarcadero (1958), Plaza Mayor (1961)

y Ciudad de entonces (1962) ....................................................................................................... 23

5.1 Manera de silencio ............................................................................................................ 23

5.2 El Embarcadero ................................................................................................................. 26

5.3 Plaza Mayor ....................................................................................................................... 28

5.4 Ciudad de entonces ........................................................................................................... 30

6. Poesía en la década de los 80: Anochecer privado (1983), Sur, paredón y después (1984) y

Este verano en Málaga (1985) .................................................................................................... 32

6.1 Anochecer privado ............................................................................................................ 32

6.2 Sur, paredón y después ..................................................................................................... 33

6.3. Este verano en Málaga ..................................................................................................... 35

7. Último poemario: La misma canción (1992) ........................................................................... 38

8. Temática de la poesía de Alcántara ........................................................................................ 41

9. Características formales de la poesía de Alcántara ................................................................ 44

10. Conclusiones y propuestas .................................................................................................... 47

11. Bibliografía ............................................................................................................................ 49

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1. Introducción

La figura del escritor malagueño Manuel Alcántara ha gozado de gran prestigio

por su labor como articulista y cronista de boxeo. Con más de 20.000 artículos publicados,

es considerado como el “decano de los columnistas” o “el último columnista diario” y ha

recibido numerosos reconocimientos por su labor fundamental dentro del periodismo

literario. Sin embargo, Manuel Alcántara comenzó su camino en la esfera literaria

vinculado a la poesía, llegando a recibir el Premio Nacional de Literatura por su poemario

Ciudad de entonces, en 1961, y siendo uno de los literatos más relevantes en los cafés y

tertulias literarias del Madrid de posguerra. Pese a todo, su producción poética no ha

recibido la atención merecida y el Alcántara poeta siempre ha estado a la sombra del

Alcántara que ha recorrido todos los periódicos del país. No obstante, tanto por lo

prolífica que resulta su obra, como por la propia vocación lírica del autor ̶ quien se

reconoce como poeta antes que periodista o articulista ̶ , el estudio de su poesía resulta

indispensable y es, además, una asignatura pendiente si tenemos en cuenta los numerosos

trabajos publicados que versan sobre su obra dentro del periodismo. En este sentido, el

presente trabajo puede ayudar a completar el análisis de un autor que, además de ser figura

insigne del articulismo, contribuyó con su poesía a enriquecer la literatura española de la

segunda generación de posguerra. Asimismo, este trabajo puede constituir el punto de

partida para un estudio más profundo de la obra del escritor malagueño, de los vínculos

entre su poesía y lo que se conoce como periodismo literario, o bien para llevar a cabo

otros estudios complementarios cuyo interés se ponga de manifiesto a lo largo de este

proyecto.

2. Objetivos y metodología

El presente trabajo persigue los siguientes objetivos generales y específicos:

Objetivos generales

• Presentar e introducir la figura de Manuel Alcántara y sus dos facetas principales:

su producción en prensa y su labor poética.

• Realizar un recorrido general por su obra poética y revisar los aspectos biográficos

más destacados para la comprensión de la misma.

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Objetivos específicos

• Estudiar la trayectoria literaria de Manuel Alcántara, pasando brevemente por su

abundante publicación en prensa y analizando las opiniones literarias y artísticas

sobre el poeta malagueño.

• Situar la obra poética de Manuel Alcántara dentro de la denominada en ocasiones

como “Generación del 50” para definir las concomitancias que presenta con

respecto a las características atribuidas a este grupo poético.

• Investigar la evolución de su poesía desde sus primeros poemas hasta las últimas

publicaciones.

• Analizar su poesía desde dos perspectivas principales: la temática y los aspectos

formales.

En cuanto a la metodología, esta se ha caracterizado por su versatilidad ya que, a

medida que el trabajo ha ido evolucionando, ha sido necesario modificar la visión de

conjunto y la forma de abordarlo. En este sentido, el estudio de la obra poética de Manuel

Alcántara ha exigido desplazamientos en distintas direcciones, ya que cada uno de los

aspectos analizados influía en el resto y todos a la vez se retroalimentaban. Asimismo, se

ha utilizado un enfoque cualitativo, si bien esto no resta rigor y objetividad al trabajo que,

por su propia naturaleza, no entra dentro de lo requerido para el uso de métodos

cuantitativos.

En cuanto a la forma de análisis empleado, se ha utilizado la descripción y la

comparación, sin caer en una generalización excesiva.

Los datos que han sido objeto de estudio son los poemas publicados de Manuel

Alcántara como fuente primaria y los escasos artículos o estudios que sobre ellos se han

realizado como fuente secundaria.1 Para su análisis, se ha seguido un orden cronológico,

especialmente con el fin de vislumbrar la existencia de alguna posible evolución o cambio

a lo largo de las décadas.

En el desarrollo del proyecto se ha seguido a su vez un proceso inductivo; la

lectura de los poemas ha ido mostrando una serie de claves que posteriormente han

descubierto las características comunes que aparecerán de forma consistente en la obra

1 Manuel Alcántara sigue vivo y activo en los medios de comunicación, lo que nos ha permitido contar con

un gran número de reseñas, artículos y entrevistas en periódicos para nutrir el trabajo.

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del escritor malagueño. En este sentido, se ha ido de lo general a lo particular y al revés,

completando así el círculo hermenéutico. De esta forma, se ha tratado de estudiar primero

la realidad objetiva textual y con ella una representación del pensamiento del autor, es

decir, de su realidad subjetiva.

Por último, la articulación del trabajo se ha llevado a cabo de la siguiente forma:

en primer lugar, se ha presentado al autor y su contexto histórico y literario desde una

perspectiva biográfica. A continuación, se han analizado los libros de poemas publicados

por orden cronológico, así como los poemas más destacados en cada uno de ellos. Por

último, se incluye una serie de conclusiones y propuestas derivadas del trabajo, así como

la bibliografía utilizada.

3. Fundamentos teóricos del trabajo

El presente trabajo nace de la curiosidad despertada al comprobar lo desconocida

que resultaba, incluso en ambientes literarios, la obra poética del escritor malagueño

Manuel Alcántara. Por su larga y exitosa trayectoria en prensa, los inicios y la vocación

lírica de Manuel Alcántara han quedado siempre en un plano secundario.

A medida que se desarrollaba este trabajo de investigación, se reforzaba mi

primera impresión de que, si bien la figura de Manuel Alcántara goza de gran prestigio,

han sido fundamentalmente investigadores y estudiosos del ámbito de la comunicación y

el periodismo quienes han desarrollado importantes trabajos sobre la obra del escritor

malagueño. Cabe destacar, entre otros trabajos, dos tesis doctorales centradas en la faceta

del Alcántara más prosista: La prensa española contemporánea: el caso de las crónicas

de boxeo de Manuel Alcántara en el diario marca, de Agustín Rivera Hernández (2011)

y, fundamentalmente, Consideraciones sobre el artículo de opinión: Manuel Alcántara,

de Teodoro León Gross (1996).

En la misma línea, y muy relacionados con las citadas tesis, encontramos más

trabajos de investigación que se centran en poner de relieve la labor fundamental que ha

ejercido Manuel Alcántara como escritor en periódicos, subrayando aquí el término

“escritor en periódicos” con el que se definía César González Ruano y que, el propio

Manuel Alcántara reivindicaría años más tardes al valorar su trayectoria profesional.2 Por

2 Referencia a la entrevista en la que Alcántara manifiesta este sentimiento

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tanto, hay que destacar el libro Manuel Alcántara, el último columnista diario, de

Fernando Sánchez Gómez (2015) y los artículos Desde el ring side: El “nuevo

periodismo” de Manuel Alcántara en Marca (1967-1978), El lenguaje de lucha en las

crónicas de boxeo de Manuel Alcántara y La columna con gancho de Manuel Alcántara

o las reminiscencias de un ex cronista de boxeo, de Fernando Sánchez Gómez y Emy

Armañanzas Sodupe, todos publicados en 2009.

En lo referente a los trabajos sobre la producción poética de Alcántara, tal y como

sospechábamos inicialmente, apenas encontramos algunas alusiones en antologías

poéticas, como la de Luis Jiménez Martos, de 1961, o artículos breves como el de Antonio

Ayuso Pérez de 2016 titulado La poesía de Manuel Alcántara.

Pese a la disparidad en cuanto a la atención que ha recibido cada una de las facetas

literarias de Manuel Alcántara, sí que hemos detectado que, incluso en los estudios sobre

su producción en prensa, se destaca su maestría con el uso de la palabra y el lirismo de

sus textos. Este es el caso del libro Manuel Alcántara, el último columnista diario (2015),

en cuya nota de prensa podemos percibir la hibridación de su poesía y su prosa

periodística:

Compendiamos aquí, por tanto, al mejor Alcántara, en sus juegos de palabras, quiebros y

muletazos, descripciones y caricaturas de los personajes de la actualidad, metáforas y

situaciones paradójicas, entre otros aspectos muy destacables del manantial de su

creatividad que han pasado desapercibidos. El más importante quizá, su faceta como

creador de nuevas palabras en las que cristaliza en un nuevo término esa particular y

original interpretación poética de la realidad que viene ofreciendo desde hace más de medio

siglo en unas columnas pluscuamperfectas, entremezcladas inteligentemente con sus

pasiones y los recuerdos de una vida vivida “entre el crochet y el endecasílabo”.3

Del mismo modo, las numerosas entrevistas que Manuel Alcántara ha concedido

a distintos medios de comunicación, así como su participación en conferencias y

congresos, han permitido que su voz tan particular haya ido calando y adquiriendo un

lugar destacado dentro del ámbito de la cultura y la literatura de finales del siglo XX y

<http://www.eldiariomontanes.es/prensa/20070304/sociedad/manuel-alcantara-columnista-

escritor_20070304.html> [consultado el 18/07/2017] 3 Esta nota de prensa aparece en la página de la Fundación Manuel Alcántara y se puede consultar en línea

<http://wp.fundacionmanuelalcantara.org/wp-content/uploads/2015/11/MANUEL-

ALCA%CC%81NTARA_EL-U%CC%81LTIMO-COLUMNISTA-DIARIO.pdf>

[consultado el 25/10/2017]

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principios del siglo XXI, al mismo tiempo que nos han descubierto una fuente de gran

valor para acercarnos mejor a la obra de este ilustre malagueño.

En definitiva, la intención que persigue el presente trabajo, si bien pudiera parecer

ambiciosa de entrada, no es en ningún momento la de hacer un análisis exhaustivo de la

obra poética de Manuel Alcántara, sino la de abrir, acercarnos y empezar a andar por este

camino que hasta el momento aún no había sido demasiado transitado.

4. Manuel Alcántara y su contexto histórico: encaje en el grupo poético del 50

4.1 ¿Generación del 50?

Como punto de partida para situar contextualmente la poesía de Manuel

Alcántara en una corriente ética o estética dentro la poesía española de segunda mitad del

siglo XX, vamos a analizar lo que se ha venido denominando como “Generación del 50”,

“del medio siglo” o “de los niños de la guerra”.

Esta segunda generación de poetas de posguerra se caracteriza

fundamentalmente por lo que, a priori, pudiera parecer una total contradicción: su

diversidad y variedad en cuanto a grupos, tendencias, estéticas, corrientes e incluso

geografías.

Antes de continuar habría que señalar que la acuñación del término “generación”

para referirnos a grupos o corrientes literarias con una serie de características comunes o

puntos de encuentro obedece a un fin puramente utilitario; estas supuestas generaciones

no serían más que una esquematización, una simplificación abusiva de la rica variedad

literaria, realizada con fines pedagógicos (García Martín, 1986: 10).

En este sentido, se ha hablado mucho y con muy desigual lucidez de la

Generación del 50. Las opiniones, en general, se han centrado en la fijación de la nómina

y el perfil de los integrantes de ese grupo y en las características estéticas comunes, en

caso de aceptar que las haya. A partir de ahí, encontramos bastantes equívocos e

imprecisiones, sobre todo porque se ha confundido lo que es un grupo de poetas con lo

que constituye una generación literaria. Incluso no siempre se ha sabido distinguir entre

una transitoria actitud comprometida y un trabajo mucho más estable. El grupo del 50 es

eso concretamente: un grupo dentro de una generación y en ningún caso una generación

definida o configurada por un grupo (Caballero Bonald, 2000: 10).

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Algunos de los propios integrantes de este grupo de escritores ya han ofrecido

su perspectiva sobre esta cuestión. Es el caso de uno de los miembros más destacados de

este grupo, Ángel González (1998: s.p.):

Sobre el difícil tema de las generaciones, por ejemplo, yo pienso que existen, que hay

corrientes de aire, a veces muy violentas, que todos respiramos en un momento

determinado, cuando empezamos a contemplar el mundo con mentalidad de adultos, y que

eso crea una serie de cosas comunes. Lo que ocurre con mucha frecuencia es que hay gente

que niega las generaciones porque las consideran como productoras de seres clónicos,

como si todos los miembros de una generación fuesen la oveja Dolly. Y, naturalmente, no

es así. Creo que se puede hablar de una generación del 98, en la que caben escritores tan

diferentes como Baroja y Valle-Inclán, y personalidades tan distintas como Unamuno y

Juan Ramón Jiménez, que es de la generación en su vertiente modernista; y pienso que se

puede hablar de una generación del 50, en la que se pueden distinguir también bastantes

grupos, y, dentro de cada grupo, tener en cuenta que hay también voces y personalidades

muy distintas, aunque tenemos muchas cosas en común, incluso entre poetas tan distintos

como Francisco Brines o Claudio Rodríguez, en los que hay una aproximación a un tipo de

lenguaje y una evaluación ética de la experiencia. Hay muchas cosas que compartimos,

dentro de la diferencia que existe en cada una de las voces que integran esta generación.

Al margen de la controversia sobre el término generación, lo que no podemos

negar llegados a este punto es la existencia de un grupo de escritores, cuyas primeras

publicaciones salen a la luz en torno a 1950, que manifiestan en ese momento un interés

común en temas derivados de la época que les tocó vivir. Entre estos universos comunes

encontramos la injusticia social, la sordidez de la vida cotidiana, la miseria, la falta de

horizonte y la opresión política. Por el tiempo en que escriben, los poetas se enfrentan al

problema de las relaciones entre el texto literario y la realidad; en otras palabras, el

problema de decir lo que no se puede decir, pero, al mismo tiempo, decir también lo

indecible de una realidad personal ambigua, temporal, desconcertante, de íntimo dolor y

que trasciende las meras vinculaciones colectivas (Pérez Bouza, 2009: 27).

Al acercarnos a las características estéticas, es donde más se evidencian las

dificultades que encontramos para poder reunir a esta amplia nómina de poetas bajo la

denominación de generación ya que, si bien la mayoría de ellos empezaron escribiendo

una poesía social, más comprometida, el rumbo estético del grupo se fue diversificando

y bifurcando con el paso del tiempo.

No obstante, si quisiéramos defender la etiqueta de “generación” para estos

poetas, hay que señalar que, al menos una parte importante de los mismos, participaron

en acontecimientos culturales que contribuyeron a unificar sus inquietudes y a acrecentar

su amistad, detalle que no deja de ser importante a la hora de alcanzar afinidades estéticas

más o menos duraderas en el tiempo (Pérez Bouza, 2009: 24).

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A continuación, se incluyen algunos elementos o acontecimientos que podemos

considerar como aglutinadores:

• La celebración de las “Conversaciones poéticas de Formentor”, en las que

participaron algunos autores de este movimiento, como Aquilino Duque, Jaime

Gil de Biedma o Carlos Barral.

• Conmemoración del vigésimo aniversario de la muerte de Machado en Colliure

(febrero, 1959).

• Las tertulias literarias del Ateneo de Madrid, con lectura de poemas, en la que

participaban muchos de estos autores, así como las celebradas en el Café Gijón.

• Homenaje a Luis Cernuda en la revista valenciana La Caña Gris en 1962, con

participación de Brines, Gil de Biedma y Valente.

• Homenaje de la revista Ínsula en octubre de 1960 por el 50 aniversario del

nacimiento de Miguel Hernández. En estos actos participan, entre otros, Concha

Lagos, Goytisolo, Ángel Crespo o Carlos Bousoño.

• Apoyo por parte de la industria editorial, en concreto, por la editorial catalana

Seix Barral, especialmente para los miembros catalanes de este grupo de poetas.

En Madrid, la colección poética Adonáis y la revista Ínsula contribuyeron a dar a

conocer a los poetas de la generación.

• La relación y el magisterio que ejerció Vicente Aleixandre, al que visitaban en su

casa de Velintonia.

• La vida universitaria en Madrid, donde muchos de ellos coincidieron en colegios

mayores, como el Colegio Guadalupe, que reunió, entre otros a José Agustín y

Juan Goytisolo, Valente, Costafreda o Caballero Bonald.

Otro hecho innegable es que el número de voces poéticas que se dejan sentir en la

primera y segunda generación de posguerra es significativamente amplio, si bien la crítica

fue reduciendo esta nómina con el paso de los años y, como afirma el propio Caballero

Bonald (2000: 12):

En términos estrictos, el grupo del 50 estuvo integrado por Ángel González, Costafreda,

Barral, Ángel Crespo, José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma, Valente, López Pacheco y

yo mismo. Téngase en cuenta además que esta relación excluía por imperativos ideológicos

a otros conspicuos representantes de la poesía escrita por gentes de la misma edad y de

algunos de los cuales me he podido sentir más cerca, literariamente hablando, que de otros

compañeros del 50. También es verdad que este grupo de poetas experimentó con el tiempo

cierto desajuste, debido más que nada a alguna deserción migratoria o algún egotismo

mejorado por ciertas operaciones de cirugía estética. Incluso se anexionaron al grupo, por

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meras razones tácticas de calidad, dos poetas -Francisco Brines y Claudio Rodríguez- que

no habían participado en esas iniciales maniobras político-literarias, pero que enriquecían

a no dudarlo la reputación poética global.

Por todo lo aportado hasta el momento, podemos atestiguar que más que una

generación o grupo, lo que nos encontramos es una nómina rebosante de poetas, donde la

mayoría siguió la estética predominante hasta 1965 aproximadamente. Sin embargo, con

el transcurso de los años muchos de ellos siguieron caminos totalmente diferentes a los

que iniciaron junto a sus coetáneos, con lo que la diversidad de la que hablábamos

inicialmente se fue acentuando.

En definitiva, esta diversidad, confirmada además por muchos de los poetas del

medio siglo, domina claramente sobre la uniformidad, que acabará siendo un mero

reducto con fines puramente pedagógicos.

4.2 Grupo de Barcelona y Grupo de Madrid

Si bien hemos apuntado a la diversidad como una de las principales etiquetas que

podemos atribuir a la segunda generación poética de posguerra, es preciso señalar que

existieron al mismo tiempo dos núcleos geográficos fundamentales en los que surgieron

las obras y los autores más representativos de esta corriente: Madrid y Barcelona.

Mientras que los representantes del grupo de Madrid resultaron ser bastante

independientes, aunque profundamente unidos en la amistad, los poetas de Barcelona,

también conocidos como “la escuela de Barcelona”, manifestaron una mayor cohesión y

espíritu de grupo.

Cuando nos referimos al grupo de Madrid, hay que aclarar que no estamos

hablando de poetas nacidos en esta ciudad, sino más bien de autores que encontraron aquí

su centro de referencia, coincidiendo en el tiempo con una serie de acontecimientos y

personajes que permitieron fraguar un ambiente propicio y favorable para la creación

literaria.

Entre estos aspectos coincidentes podemos citar la relevancia que la ya

mencionada colección de poesía Adonáis tuvo para la difusión de la obra y para el

intercambio literario entre este grupo de autores. Esta colección fue fundada por Juan

Guerrero Ruiz en 1943, como parte de la Editorial Hispánica, con el objetivo de ofrecer

las obras más interesantes de la joven poesía española, así como originales de poetas ya

consagrados y traducciones de poetas extranjeros de renombre.

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La labor de esta colección literaria se vio reforzada por la creación de un premio

de poesía con el mismo nombre que homenajeó el trabajo, entre otros, de Claudio

Rodríguez, José Ángel Valente, Francisco Brines, Caballero Bonald o Felix Grande,

voces destacadas en esta segunda generación de posguerra.

A la colección Adonáis, hay que sumarle también la influencia que tuvieron tanto

las revistas literarias, entre la que cabe destacar Garcilaso, aparecida en 1943, o Ínsula,

como las tertulias literarias, por ejemplo, en el Café Gijón.

También es pertinente mencionar el magisterio que ejerció Vicente Aleixandre en

este grupo de escritores, quienes acudían al domicilio del Premio Nobel con sus

manuscritos para pedirle asesoramiento.

A pesar de todos estos puntos de unión, será el grupo de Barcelona el que se

considerará desde un punto de vista historiográfico como el referente de la llamada

“Generación del 50”. En este grupo destaca principalmente tres nombres propios: Jaime

Gil de Biedma, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo.

Uno de los hitos fundacionales de este grupo sería el homenaje a Antonio

Machado en Colliure en 1957, que tuvo lugar a partir de la llamada “operación

generacional” fraguada por Castellet, que incluía en un principio al núcleo de poetas

catalanes de la Escuela de Barcelona (Riera, 1988: 167) y que, posteriormente, sumó a

otros poetas de otros puntos de la península que estaban en sintonía ética y estética con

ellos. A este homenaje acudieron siete de los poetas que integraron el que sería por un

tiempo el núcleo más compacto de la generación de los cincuenta: Ángel González, José

Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, José Agustín

Goytisolo, Carlos Barral y Alfonso Costafreda. Al evento acudió también Blas de Otero,

un consagrado “poeta social” por entonces que causaba admiración entre los más jóvenes.

Con él posaron en una célebre fotografía que resultó ser mucho más que una anécdota,

pues la imagen congelaba una estampa generacional donde, tal vez con escasas

concesiones a la improvisación, se retrataban inventando su genealogía (Iravedra,

2009: 7).

Como ya nos desvela esta foto de Colliure, fue la responsabilidad social, el

compromiso antifranquista, el principal factor de cohesión entre esos escritores, ya que

en ningún caso las afinidades literarias dejaron de ser aisladas y, sobre todo, muy poco

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significativas. Resulta pues innegable que el primer aglutinante del grupo poético del 50

fue de orden político o, mejor dicho, moral (Caballero Bonald, 2000: 11).

Al mismo tiempo, si en Madrid hablábamos de Adonáis, en Barcelona se puso en

movimiento la editorial Seix Barral, cuya vinculación con los autores de la Generación

del 50 a través de uno de uno de sus miembros, Carlos Barral, resulta fundamental para

el desarrollo del grupo.

Por tanto, podemos recopilar de forma breve algunos de los puntos de encuentro

que destacan entre los principales autores de lo que Carmen Riera (1988: 37) denomina

“La escuela de Barcelona”:

• Gil de Biedma, Barral y Goytisolo tienen un origen social parecido: pertenecen a

la media y alta burguesía catalana. Además, por pertenecer a familias cuyos

orígenes radican en otros puntos el estado español, unido al clima político de la

posguerra, todos ellos utilizan el castellano por encima del catalán.

• Los tres autores estudian Derecho, no con demasiado interés, pero sí con el deseo

común de ser diplomáticos. Es decir, manifiestan un interés por alcanzar

determinado estatus social y salir del clima gris de posguerra.

• La amistad que entablan será el elemento aglutinador del grupo; una amistad que

va más allá de los aspectos vitales y que alcanza los literarios. En este sentido,

será destacada la amistad que todos ellos mantienen con Castellet, ya que él más

que nadie hace que estos poetas se aglutinen en un frente común en torno a lo que

denomina el realismo crítico o poesía social.

• Estos autores establecen un vínculo con la Generación del 98 a través de la figura

de Antonio Machado, tal y como nos ilustra la foto de Colliure de la que hemos

hablado anteriormente. A este importante magisterio, se le sumarán otros

referentes como Manuel Machado o Miguel Hernández, al que reivindicarán años

más tarde.

• Una visión eminentemente urbana y metropolitana impregna la poética del grupo

(Riera, 1988: 60-85).

En definitiva, nos encontramos ante un grupo de escritores con procedencia social

similar, en un contexto político muy convulso y cuyo vínculo común es, además de una

sólida amistad, una actitud moral que impregna toda una poética de denuncia y

compromiso que será el referente del panorama literario de su época.

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4.3 Las antologías

Un papel fundamental a la hora de perfilar y definir la corriente literaria de

posguerra fue el que ejercieron las antologías que se fueron publicando. Estas antologías,

con su particular criterio de inclusión o exclusión, acababan ejerciendo un papel limitador

en tanto en cuanto orientaban sobre cuáles eran los autores más relevantes del momento

y qué tipo de obras y estéticas acabarían configurando el canon literario.

Por este motivo, si bien el estudio de las antologías suele ser muy cuestionado,

nos permite determinar qué miembros y corrientes de la segunda generación de posguerra

encontraron un mayor consenso entre la crítica.

La primera antología que encontramos sobre la segunda generación de posguerra

viene de la mano de uno de sus principales autores, Ángel Valente. Valente se encargó de

la selección Once poetas publicada en la revista Índice en 1955. Los poetas seleccionados

por Valente son Lorenzo Gomis, Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Ángel González,

Jaime Ferrán, José Agustín Goytisolo y Alfonso Costafreda. Como vemos, en esta

selección no llegaron a aparecer los once poetas anunciados en el título.

Posteriormente, la siguiente antología se publica en Colombia, y es otro poeta de

la generación, Mariano Roldán, quien la recopila para la Revista de la Universidad de

Antioquía en 1956. Los autores seleccionados por Roldán son Antonio y Carlos

Murciano, Julio Mariscal Montes, Vicente Núñez, Pilar Paz Pasamar, José Luis Tejada,

Caballero Bonald, Jaime Ferrán, Claudio Rodríguez, López Pacheco y Martín Descalzo.

De esta selección podemos destacar la presencia de autores que no están encasillados

dentro de los núcleos de Madrid y Barcelona que serían quienes, posteriormente,

acabarían copando las antologías.

Una mención merece también la selección que realizó la revista Cuadernos de

Ágora a cargo de Carlos Bousoño en un monográfico dedicado a los nuevos poetas. Se

publicó en el número 27-28 (enero-febrero de 1959) y en esta recopilación llama la

atención la numerosa nómina seleccionada por Bousoño: Manuel Alcántara, María

Victoria Atencia, Carlos Barral, Joaquín Benito de Lucas, Eladio Cabañero, Joaquín

Fernández, José Carlos Gallardo, Angelina Gatell, Jaime Gil de Biedma, Ángel González,

José Agustín Goytisolo, Manuel Mantero, Carlos Murciano, José María Requena, Claudio

Rodríguez, Carlos Sahagún, Rafael Soto Vergés y José Ángel Valente.

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Más polémica resultó la antología Veinte años de poesía española que publicó

José María Castellet en Seix Barral en 1960. El objetivo de esta antología queda revelado

por el propio Castellet en el prólogo, en el que explica que, con motivo del veinte

aniversario de la muerte de Machado, publicaba una antología para mostrar el

descubrimiento de una generación, es decir, el propio Castellet intentó publicar un

manifiesto generacional con esta recopilación de poesía. Para la elaboración de la

antología se valió de la ayuda de amigos catalanes que formaban en Barcelona la

experiencia paralela al realismo social castellano en sentido amplio y que eran, entre

otros, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Carlos Barral (García Martín,

1986: 20).

Castellet incorpora trece autores a su antología, la mayoría perteneciente al grupo

catalán que le ayudó a confeccionarla. Además de los poetas catalanes mencionados,

incluyó a Ángel González, Valente, López Pacheco, Valverde, Crespo y Caballero

Bonald, todos ellos cercanos en cuanto a la intención crítica y al compromiso político.

Esta exclusión deliberada de voces procedentes de Andalucía y de otras regiones de

España abriría una polémica e incendiaría el ambiente literario del momento.

Como respuesta a esta antología, sería Luis Jiménez Martos quien, en 1961,

publique el libro Nuevos poetas españoles. En esta antología, el autor se centra

principalmente en los autores andaluces, excluyendo a los catalanes que tanta atención

ocuparon en la antología de Castellet. Además, el autor utiliza el año de publicación como

elemento aglutinador, y no el de nacimiento, incluyendo así a autoras como Gloria Fuertes

y Concha Lagos. Otros autores de la antología de Jiménez Martos son Manuel Alcántara,

Eladio Cabañero, María Elvira Lacaci, Manuel Mantero, Julio Mariscal Montes, Pilar Paz

Pasamar, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún y José Ángel Valente.

Posteriormente, como punto de inflexión entre estos trabajos con un perfil más

partidistas, uno a favor de lo catalán y otro de lo andaluz, Francisco Ribes publica Poesía

última en 1963, donde el autor pone fin a la discusión prescindiendo de los dos extremos

de la pugna (García Martín, 1986: 23). Los autores elegidos por Ribes son Eladio

Cabañero, Ángel González, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún y José Ángel Valente.

Como se puede apreciar, Ribes reduce significativamente la nómina si lo comparamos

con las antologías anteriores.

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Otras de las antologías relevantes publicadas en torno a esta segunda generación

de posguerra es la publicación de Antología de la nueva poesía española, de José Batlló,

en 1968. Batlló coincide en la inclusión de muchos de los ya antologados anteriormente,

como es el caso de Carlos Barral, Francisco Brines, J. M. Caballero Bonald, Eladio

Cabañero, Gloria Fuertes, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, José Agustín Goytisolo,

Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún y José Ángel Valente. Del mismo modo, aparecen

otros autores que hasta el momento no habían encontrado el mismo consenso entre la

crítica, como son Pere Gimferrer, Felix Grande, Joaquín Marco, Rafael Soto Vergés, Jose

Miguel Ulán y Manuel Vázquez Montalbán.

Años después, en 1978, salen a la luz otras dos antologías de gran trascendencia:

El grupo poético de los años 50, de García Hortelano, y Una promoción desheredada: la

poética del 50, de Antonio Hernández.

En cuanto a la de Hortelano, tal y como él nos informa en su prólogo (1978: 15),

no persigue ninguna intención de fijar o configurar una generación, sino que en ella se

selecciona a diez poetas (A. González, J. M. Caballero Bonald, A. Costafreda, José Mª

Valverde, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, J. Gil de Biedma, J. A. Valente, F.

Brines y Claudio Rodríguez), atendiendo exclusivamente a su criterio y gusto personal.

Antonio Hernández, por su parte, confecciona una antología que no se limita a

ofrecer una selección de poemas, sino que se complementa con una serie de elementos

críticos que podrían resultar de gran interés. El autor analiza las antologías previamente

publicadas y, a partir de ellas, selecciona a los autores más destacados de la época en

cuestión. No obstante, esta selección no deja de ser limitada si atendemos al criterio de

relevancia en su época al que se alude en el prólogo. Los autores que selecciona

Hernández son: Ángel González, J. Mariscal, Caballero Bonald, Gil de Biedma,

Goytisolo, Eladio Cabañero, Mantero, Quiñones, Brines, Roldán, Claudio Rodríguez,

Sahagún y Soto Vergés (García Martín, 1986: 55).

Llegados a este punto, podemos señalar que el análisis de las principales

antologías que se sucedieron en el tiempo nos ofrece algunas orientaciones sobre la

dificultad de consenso en cuanto a la existencia de un movimiento literario con la

suficiente solidez y los rasgos comunes necesarios como para ser considerado una

generación. Asimismo, vemos una vez más que el número de autores que empezaron a

publicar en torno a la década de los 40 y 50 es bastante profuso, lo que dificultaba todavía

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más la labor de la crítica literaria y la selección de los integrantes del llamado canon

literario.

Asimismo, este estudio de las antologías nos muestra cómo algunos autores que

comenzaron a escribir en la década de los 50, bien cesaron temporalmente su actividad

literaria, bien no fueron tan prolíferos como otros compañeros de generación, lo que

provocó que durante los años posteriores no recibieran ninguna atención por parte de la

crítica. Este es el caso de Manuel Alcántara, al que podemos ver incluido en las antologías

de Bousoño y Luis Jiménez Martos, pero poco a poco deja de aparecer en las

recopilaciones poéticas y estudios sobre la generación, coincidiendo esto con la época en

que el escritor malagueño se centra en su faceta como columnista.

Habrá que esperar a la publicación en 2003 de la antología Poetas andaluces de

los años cincuenta, a cargo de María del Carmen García Tejera y José Antonio Hernández

Guerrero, para volver a ver destacados los poemas de Alcántara y de otros autores de su

generación, como María Victoria Atencia, Julio Mariscal, Concha Lagos, Rafael Guillén

o Pilar Paz.

4.4 La periferia, también literaria

Tras los datos analizados hasta el momento, queda evidencia de que el análisis de

la segunda promoción poética de la posguerra española ha centrado sus investigaciones

en torno a los núcleos literarios de Madrid y Barcelona, dando la espalda a lo que se puede

denominar como periferia literaria y, en concreto, a la actividad cultural y poética

desarrollada en Andalucía, donde aparecieron revistas, tertulias, críticos y autores que, en

muchos casos, no han recibido la atención merecida.

El número 11 de la revista Litoral de diciembre de 1969 está dedicado a algunos

poetas andaluces del 50. En este número, la revista incluye una selección de poemas de

autores como Aquilino Duque, Sánchez Muros, Julio Alfredo Egea o Julio Mariscal

Montes. Además, incluye un texto de Rafael Guillén titulado Individualismo andaluz, que

nos da algunas pistas de cuáles fueron los factores que influyeron en este ostracismo al

que quedaron relegados los autores andaluces. Si bien el texto tiene una longitud

considerable, por su contenido resulta de gran relevancia y merece la pena su inclusión

como cita a continuación:

¿Dónde está los poetas andaluces que empezaron a publicar por los años 50? Hay que

advertir que al andaluz nunca gustaron los adverbios. Ni el dónde, ni el cuándo ni el cómo.

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Así, pues, se podría decir que estos poetas andaluces “están”, “son”, simplemente. Ir más

allá sería pretender medir la blancura de las salinas gaditanas, o querer vender por parcelas

el sosiego de un patio cordobés, o intentar llevar al pentagrama el sonido fresco de los

surtidores granadinos.

No obstante, en este tiempo en que definir parece ser más importante que vivir, o que crear,

podríamos ahondar un poco, y, por exclusión, intentar contestar a la pregunta.

Estos poetas ˗los verdaderos, claro˗ no están nunca al socaire de una consigna, provenga

de adentro o provenga de afuera, porque, aunque amantes de la naturaleza, gustan del canto

de todos los pájaros, no soportan el de los lores, y menos si éstos están a sueldo.

No están en ningún redil o dehesa más o menos literaria, y sea cual sea el color de los

establos, porque en Andalucía el cielo es luminoso, las noches claras y se puede dormir

muy bien al aire libre.

Huyen de las aglomeraciones. Así, es inútil buscarlos en todo lo que tenga apariencia de

secta, facción, bandería o grupo ˗de presión o de coros y danzas˗ porque basta observar la

más auténtica manifestación popular del Sur, el “cante jondo”, para saber que son

individualistas. La “soleá” la canta un hombre solo, y para encontrar orfeones y coros

celestiales hay que trasponer Despeñaperros.

Tampoco están donde pueda medrarse con facilidad, porque bien se sabe a costa de qué se

medra, y el andaluz posee un innato sentido de la elegancia.

Ni están ̠ seguimos con los auténticos y conviene repetirlo˗ a la sombra de cualquier actitud

política que pueda resaltar una menos que mediocre personalidad literaria, porque para

sombra les basta la de sus olivos o sus higueras.

Desprecian el conformismo tanto como la sistemática y ciega oposición, de modo que

nunca se hallarán cerca de donde huela a incienso, como tampoco de donde huela a pólvora;

porque los olores exóticos les marean, por una parte, y porque, por la otra, tienen altamente

desarrollado el instinto de la conservación. Respecto a esto último hay que aclarar, sin

embargo, que suelen darse con frecuencia héroes andaluces, y la razón desconocida hasta

hoy es que a algunos le resulta esto, de improviso, divertido, gracioso.

[…]

Si seguimos excluyendo, ¿llegaremos a saber dónde están estos poetas? Difícil se presenta

la cuestión. Desde luego, no en las antologías contra esto o lo otro, como tampoco en los

florilegios de sonetos para conmemorar la victoria de Lepanto. Ni citados en los ditirambos

que intercambian a diario, de revista literaria a revista literaria, los improvisados fijapelos

generacionales. ¿Estarán en el aire? Si se tratara de un aire para cada uno, es posible.

Recuerdo que me decía alguien, no hace mucho, con la mejor de las intenciones: “Si os

unieseis todos los realmente independientes, formaríais el grupo poético más importante en

la actualidad.” La respuesta era tan clara, que opté por no contestar. Si nos uniésemos los

independientes, dejaríamos de ser independientes.

¿Dónde están entonces estos poetas? Por ahora, en este número de “Litoral” encontraremos

a algunos, que ha habido que cazar el vuelo. (Faltan muchos, desde luego, y quizás de los

mejores, porque el número de páginas impone una limitación. Habrá que pensar en preparar

una segunda entrega.) Y mañana, ¿dónde estarán? ¡Quién sabe! Con una noche por medio,

pueden ocurrir muchas cosas. (1970: 7-8)

Desde hace algún tiempo, varios estudiosos, como José Luís García Martín

(1986: s.p.), plantean la conveniencia de no ceñirse a un núcleo y abren el camino a la

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posibilidad de no identificar a la “Generación Poética del Cincuenta” con el denominado

grupo catalán del que hemos hablado anteriormente. No se puede minimizar la

importancia de dicho grupo, bien conocido especialmente por un excelente apoyo

editorial, por su presencia en numerosas antologías y por haber sido objeto de estudios y

monografías, pero sí hay que reivindicar que en otras regiones españolas surgieron por

aquellas mismas fechas otros grupos poéticos que merecen la atención debida.

Por esta descompensación historiográfica en cuanto al estudio de las corrientes

literarias de posguerra, hay que considerar el elemento geográfico, a menudo minimizado,

como factor que se debe tener en cuenta a la hora de estudiar la producción poética de

esta época. No se puede obviar que, durante la postguerra, las desigualdades y las

desfavorables circunstancias económicas marcan de forma determinante las condiciones

de vida en las diversas regiones españolas: mientras que Madrid y Barcelona se convierten

en centros de atracción para millares de personas, otras zonas se empobrecen, también en

el terreno cultural (García Tejera y Hernández Guerrero, 2003: 14). En este sentido, será

este conjunto de carencias el que impulse a diversos jóvenes a intentar paliar, en la medida

de lo posible, la sequía cultural mediante la creación de pequeños islotes poéticos

meridionales; los distintos grupos poéticos que se configuran en Andalucía en la

posguerra.

Al acercarnos a la poesía de posguerra que nos llega desde el sur, sucede algo

similar a lo que anunciábamos al comenzar a analizar la existencia o no de la llamada

“Generación del 50”: su variedad y disparidad dificultan su estudio desde una perspectiva

aglutinadora.

Sin embargo, es cierto que podemos encontrar algunos hilos conductores con los

que tejer una poética con rasgos comunes, al menos en el componente temático, como

nos señala Pilar Palomo (1988: 138):

[…] Lo que les une es una detención, casi amorosa a veces en la palabra poética, en su

esteticismo expresivo, aunando o intentando aunar comunicación y belleza lingüística. Y

es, igualmente, frecuente en ellos la vinculación a formas populares. De Bécquer al 27, y

la apelación a un mundo culturalista de recia tradición clasicista y mediterránea o, no menos

culturalistamente, de tradición arábigo-andaluza.

Estos universos comunes, si bien insertos en una gran disparidad y variedad,

convergen en un cenit temático, Andalucía, también señalado por Pilar Palomo

(1988: 138):

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Las formas poéticas de cada uno -precisamente porque no forman escuela, en el sentido

tradicional y aglutinador del término- pueden constituirse en personales y poderosas

individualidades poéticas que solo podemos aunar temáticamente en un común amor a sus

comunes raíces, a su entorno natal. Desde el humanismo de Manuel Mantero o Carlos

Murciano, la sobria contención cordobesa de Roldán, el intimismo elegíaco de Concha

Lagos, el andalucismo emocional de Antonio Murciano, Manuel Alcántara, José Carlos

Gallardo, o intelectual y cosmopolita de Aquilino Duque, a la estricta poética de la palabra

del barroquismo mediterráneo de Caballero Bonald o de los cercanos Canales y Miguel

Fernández, pasando por la conversión del mundo existencial de Rafael Guillén o Fernando

Quiñones en una indagación de la realidad a través precisamente de su palabra andaluza.

Además de estas peculiaridades, los poetas andaluces de posguerra mostraron un

menor compromiso social, lo que chocaba frontalmente con la corriente imperante en el

núcleo de Barcelona. Se estableció, por tanto, un enfrentamiento entre los supuestos éticos

de la creación poética, defendidos principalmente por el grupo de Barcelona, y el

tratamiento más estético que le otorgaban los andaluces.

Para concluir con este acercamiento a la periferia literaria de posguerra, hay que

destacar que, si bien no podemos hablar de la existencia de un grupo o escuela del Sur, sí

que existen importantes núcleos de creación poética y literaria que merece la pena rescatar

y otorgarle una mayor relevancia desde un punto de vista historiográfico. La nómina de

los poetas del cincuenta fue progresivamente restringida por la crítica, lo que no deja de

resultar paradójico si tenemos en cuenta que entre 1924 y 1938 nacieron en España unos

trescientos poetas (García Martín, 1986: 14). Por ello, resulta pertinente ampliar esta

nómina con poetas que iniciaron su andadura literaria por aquella época y que, en la

actualidad, deberían ocupar un lugar más destacado en la historia de nuestra literatura,

como es el caso del propio Manuel Alcántara.

4.5 El espacio que ocupa la poesía de Manuel Alcántara

Tras este repaso por la segunda generación poética de posguerra, podemos situar

mejor la poesía de Manuel Alcántara dentro de su contexto histórico, político y literario.

Manuel Alcántara nace en Málaga el 10 de enero de 1928. La Guerra Civil marcará su

infancia, como el propio poeta relata:

A mí la Guerra Civil me coge con ocho años y me deja con 50 […]. Todavía podría

identificar nítidamente los soldaditos de plomo con los que jugaba de niño en la plaza de

la Merced en un milagro del tiempo que quizá sea plano […] y los bombardeos (León

Gross, 1997: 13).

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En este aspecto, ya podemos comprobar cómo encaja perfectamente con la

designación de “niños de la guerra” atribuida a los escritores de la segunda generación de

posguerra.

Con 16 años sale de Málaga rumbo a Granada para examinarse de la reválida y,

posteriormente, empezaría a estudiar Derecho en Madrid, donde su padre es destinado a

trabajar. Pronto abandonaría la carrera y podría dedicar las noches, y buena parte de las

madrugadas, a su verdadera vocación, la poesía. En un artículo en el Diario Sur de 2008

por motivo de su 80 cumpleaños, Alcántara explicaba así su pasión por la poesía: “La

poesía está para describir sentimientos, para conocerte a ti mismo, para alumbrar la vida,

pero su objetivo no es nada jocoso. La poesía es indefinible”4.

Pronto pasaría a formar parte del grupo de poetas que se reunía en los cafés de

Madrid. Alcántara se da a conocer como poeta en una tertulia en el literario Café Varela,

en el sexto recital de la III Serie de lecturas poéticas denominadas “Versos a

medianoche”5.

Continuas fueron sus participaciones en las tertulias literarias de los bohemios

cafés del Madrid de posguerra. Manuel Alcántara recuerda con afecto esta época

(Ordóñez, 2007: 40).

En muchos cafés de entonces había aquellas tarimas, donde los domingos tocaban

violinistas, y sus dueños pronto siguieron la brecha abierta por el Varela y comenzaron a

ofrecer veladas de poesía una vez a la semana, de modo que si te abucheaban en el Varela,

que estaba en Preciados esquina a Veneras, cruzabas muy dignamente la Puerta del Sol y

te ibas a probar fortuna al Lisboa, en el arranque de Arenal, que también tenía tarima, de

modo que en Madrid acabó habiendo más poetas que ventanas.

Fue ese contacto con la capital y con el ambiente poético y literario de la época lo

que impulsaría su época más brillante y de mayor producción poética. En 1955 obtiene el

prestigioso premio de poesía “Antonio Machado” que concede la revista Juventud.

Además, se publica su primer libro de poemas, Manera de silencio, que es designado

como mejor libro poético del año para la crítica.

4 Este artículo se puede consultar en línea <http://www.diariosur.es/20080113/mas-actualidad/gente/manuel-alcantara-esto-vivir-200801131055.html> [consultado el 28/10/17] 5 Esta información proviene de la Biografía de Manuel Alcántara publicada en línea en la Fundación Manuel Alcántara <http://wp.fundacionmanuelalcantara.org/wp-content/uploads/2011/05/biografia_manuel_alcantara.pdf> [consultado el 25/10/17]

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El 1955, cuando ya empieza a colaborar como articulista en algunos periódicos,

obtiene el accésit del Premio Nacional de Literatura con su libro Plaza Mayor.

Pero será en 1963 con el poemario Ciudad de entonces cuando Alcántara reciba

el “Premio Nacional de Literatura”, marcando este momento un punto de inflexión en su

carrera poética; Manuel Alcántara empieza a dedicarse de lleno al articulismo en prensa,

el ambiente bohemio y literario de Madrid abre paso al retorno a la Málaga de su infancia

y, habrá que esperar hasta la década de los 80, para que salga a la luz un nuevo libro de

poemas.

Como ya se puede intuir, el recorrido poético de Alcántara guarda una estrecha

vinculación con el perfil que hemos trazado durante el análisis de la segunda generación

española de posguerra. Alcántara encuentra en Madrid, uno de los núcleos culturales más

importantes de este período, el ambiente propicio donde cultivar su poesía. Sin embargo,

su dedicación a la prensa, unido a un alejamiento de la ciudad y un retorno a la Málaga

de su infancia, metafóricamente hablando, marcará su identidad poética, pero lo alejará

al mismo tiempo de los círculos y grupos poéticos que se comenzaron a fraguar en la

década de los 50. Antonio Ayuso Pérez (2016: s.p.) recoge las palabras de Manuel

Alcántara sobre la bifurcación entre su poesía y su trabajo periodístico:

Así he vivido y he escrito unos cuantos libros de poemas y unos quince mil artículos. La

poesía viene cuando quiere y el artículo tiene que venir cada día —dánosle hoy—. Hay que

ser capaz de escribir de cualquier cosa en cualquier momento. De mí sé decir con Octavio

Paz, que “soy, o quiero ser, un poeta; igualmente soy, o quiero ser, un periodista”. Lo que

ocurre en mi caso es que los poetas dicen que soy un excelente articulista y los articulistas

aseguran que soy un poeta excelente.

La poética de Alcántara, tanto en su forma como en su temática, queda ya al

descubierto en su primer poemario Manera de silencio, donde sus inquietudes e identidad

expresiva se muestran en consonancia con la deriva existencial de gran parte de la poesía

de los cincuenta. Un primer atributo que podríamos asignar a la poesía de Alcántara es,

por tanto, “existencialista”, ya que muestra un intento por acercarse a la trascendencia y

revelarnos el misterio del tiempo y de la vida. Este existencialismo se vincula con la

tradición de los poetas del cincuenta, si bien su escasa producción poética entre finales de

los sesenta y los setenta, hace que la crítica haya alejado el foco durante mucho tiempo

de la importante producción poética de este autor.

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5. Primeros poemarios: Manera de silencio (1955), El Embarcadero (1958), Plaza

Mayor (1961) y Ciudad de entonces (1962)

5.1 Manera de silencio

Manuel Alcántara, inmerso en el efervescente ambiente literario del Madrid de los

cincuenta, publica en 1955 su primer libro de poemas, Manera de silencio. Un joven

Alcántara, con tan solo 27 años, consigue impresionar a la crítica y obtiene por este libro

el prestigioso “Premio de Poesía Antonio Machado”.

En este primer libro ya empezamos a vislumbrar la predilección del escritor

malagueño por el soneto, ya que de los veinte poemas que conforman este libro, más de

la mitad utilizan esta composición. Además de los sonetos, encontramos un poema escrito

en heptasílabos asonantados, otro en endecasílabos también asonantados, dos o tres en

variadas combinaciones métricas de heptasílabos y endecasílabos (en algunas ocasiones

aparecen versos de catorce sílabas) con diversa rima y, por último, La Palabra de Dios,

en verso libre, donde, sin embargo, las asonancias se perciben cabrilleando a lo largo del

poema.

En cuanto a la temática del libro, hay que destacar el verso de Luis Cernuda que

elige Alcántara para abrir este libro de poemas: “No saber más de mí mismo es algo

triste”6, con el que hace una declaración de intenciones en cuanto a una de sus

preocupaciones constantes: la búsqueda constante del yo.

La temática de estos poemas es bastante uniforme, ya que como nos releva ese

“no saber más de sí mismo”, la lucha existencial es una constante en Manuel Alcántara.

En estos poemas podemos ver un deseo por justificar la existencia a través del hallazgo

de lo divino, un anhelo de afianzarse en la tierra (“haciéndose una patria en la esperanza”

[1955: 12]) con la seguridad de que nuestra existencia, tantas veces vaga e incierta, pueda

encontrar su plena justificación en la trascendencia. De entre los poemas que componen

el libro, podemos destacar “Bibliografía”, donde aparecen muchas de las claves de lo que

se irá configurando como su poética.

6 Este verso pertenece al poema “Déjame esta voz” del célebre libro de Luis Cernuda Los placeres

prohibidos.

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Lo mejor del recuerdo es el olvido…

Málaga naufragaba y emergía…

Manuel, junto a la mar, desentendido;

yo era un niño jugando a la alegría.

Ahora juego a todo lo que obliga

la impuesta profesión de ser humano,

y a veces, al final de la fatiga,

enseño a andar palabras de la mano.

Ser hombre es ir andando hacia el olvido

haciéndose una patria en la esperanza;

cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido

y a gritos no se alcanza.

(Dentro de poco se dirá que fuiste,

que alguien llamado así, vivió y amaba…)

Ser hombre es una larga historia triste

y un buen día se acaba.

Desde mis veinticinco historias vengo.

Nada me importó nada.

Pero cualquier capítulo lo tengo

miniado en letra triste y colorada.

Un hombre hecho y deshecho

os habla. Soy distinto cada año.

Tengo un desconocido por el pecho.

Sí. Miradme a los versos. No os engaño.

Tengo el sombrío bosque de la frente

esperando que llueva;

mientras, el alma suena bajo el puente,

y cuando el alma suena es que a Dios lleva.

Vuelvo a andar el camino desandado

y en mi paso resuenan las cadenas.

Recuerda el corazón acostumbrado…,

¡qué buen fisonomista de las penas!

Unas pocas palabras me mantienen:

duda, esperanza, amor… Siempre me pierdo…

Amor, duda, esperanza… Siempre vienen…

La ilusión, si la he visto no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido…

Málaga naufragaba y emergía…

Manuel, junto a la mar, desentendido;

hubo una vez un niño en la bahía.

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Y un hombre hay de pie sobre mis huellas,

indefenso y sonoro, a ras del suelo,

que se irá mientras hacen las estrellas

propaganda de Dios allá en el cielo. (1955: 12-14)

He elegido este poema de este primer libro de Alcántara porque, tanto desde el

punto de vista formal, como desde el temático, resulta paradigmático de lo que veremos

en la lírica del escritor malagueño. El poema se abre con un contundente endecasílabo:

“Lo mejor del recuerdo es el olvido…” (1955: 12), para pasar rápidamente a su ciudad,

sus orígenes, lo que le acompañará toda la vida: “Málaga naufragaba y emergía…”

(1955: 12).

La rima elegida, versos endecasílabos y heptasílabos, guarda relación con la

tradición española. El endecasílabo, junto con el octosílabo, será uno de los versos más

usados por Alcántara, homenajeando así a los clásicos españoles, referentes indiscutibles

en su poesía.

Este poema biográfico resulta interesante si atendemos a la edad del poeta en el

momento de su publicación: “Desde mis veinticinco historias vengo” (1955: 13). Un

joven Alcántara con apenas 25 años hace un recorrido vital por su existencia; una

existencia llena de incertidumbres, un constante interrogatorio vital sobre el sentido de la

vida y el devenir. Un ejercicio retrospectivo en ocasiones que bien pudiera parecer de

alguien que se acerca al final de sus días “Ser hombre es una larga historia triste / y un

buen día se acaba” (1955: 13).

Interesante resulta también la presencia de las letras, de la poesía, en esa vida

cargada de tribulación existencial. En ese lugar donde no se encuentran respuestas,

siempre están las palabras: “Ahora juego a todo lo que obliga / la impuesta profesión de

ser humano, / y a veces, al final de la fatiga, / enseño a andar palabras de la mano”

(1955: 12).

Otra de las señas de identidad que veremos en la poesía de Alcántara es su

capacidad precisa de designación léxica, creando imágenes muy emotivas que, en

ocasiones, alcanzan el valor de máxima incuestionable. Es lo que ocurre, como

señalábamos, con el primer verso de este poema.

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5.2 El Embarcadero

Cuatro años después de la publicación de su primer libro, Manuel Alcántara saca

a la luz El embarcadero, publicado en la colección “Pabellón” del Colegio Mayor

Covarrubias.

El libro se divide en ocho secciones: “El embarcadero”, “Alba”, “Mañana”,

“Mediodía”, “Tarde”, “Prima noche”, “Media noche” y “Tierra firme”, cada una de las

cuales contiene distintas creaciones agrupadas siguiendo un criterio temático. No

obstante, a pesar de esta estructuración, podríamos decir que el punto de encuentro de

este libro es el simbolismo del mar, un mar que en palabras del propio autor “nunca podrá

morir; pasará el tiempo, desaparecerán los hombres y permanecerá” (ABC, 2002: s.p).

Un mar que es Málaga, un mar al que siempre regresará Manuel Alcántara y que definirá

toda su obra, tanto en verso como en prosa.

La primera sección está formada por el poema que da nombre al libro, “El

Embarcadero”.

A continuación, en la sección “Alba” encontramos cuatro composiciones poéticas:

“La travesía”, “El desocupado”, “Alta mar de otro tiempo” y “Compañero de viaje”.

Estas dos primeras secciones incluyen composiciones con una métrica más

variada que la utilizada en su primer libro, si bien siguen teniendo gran peso el

endecasílabo, alusión directa a los clásicos españoles y, en especial, a Quevedo7 y el

conceptismo, esenciales para entender la poesía de Manuel Alcántara.

La tercera sección, “Mañana”, está formada por otras cuatro composiciones

poéticas donde los metros protagonistas vuelven al ser el endecasílabo y el heptasílabo.

Una de las partes más sugestivas de este libro es “Mediodía”, ya que está formada

por un conjunto de 12 canciones con las que el autor se acerca a la lírica popular española

y, más concretamente, a la tradición andaluza. Esas canciones, escritas principalmente en

octosílabos asonantados, nos recuerdan a las letrillas flamencas, muchas de las cuales

7 En varias entrevistas, entre ellas una de 2009 en el diario ABC, Alcántara reconoce su admiración por

Quevedo y cómo le gustaría escribir como él (http://www.abc.es/20090409/cultura-cultura/manuel-

alcantara-rapear-versos-20090409.html [consultado el 23/10/17])

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proceden del cancionero popular. El propio Alcántara nos revela esta influencia en la cita

que incluye al inicio de la Canción 4:

El poeta habla de soleares, de

la resurrección de la carne.

Cuando termine la muerte,

si dicen a levantarse,

a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,

yo no sé lo que me espera

cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre

ni se mueva la ceniza

si dicen a levantarse.

Que yo me conformo siempre,

y una vez acostumbrado

a mí que no me despierten. (1958: 47)

Esta canción tiene unos primeros versos de gran contundencia (“Cuando termine

la muerte, / si dicen a levantarse, / a mí que no me despierten”) (1958: 47) que revelan

esa mezcla de existencialismo y vitalismo presentes en la obra de Alcántara. Versos que

podrían considerarse de gran agnosticismo, pero que, a su vez, esconden en esa

resignación un gran apego a la vida.

La sección “Tarde” está formada por un conjunto de 10 sonetos, siendo esta parte

donde vemos a un Manuel Alcántara más en sintonía con la temática central de los poetas

de la segunda generación: España y la realidad social. En esta línea destacan los poemas

“Soneto para pedir por los hombres de España” (1958: 66) y “Soneto para pedir por los

amigos muertos” (1958: 67).

Por último, las tres últimas secciones, “Prima noche”, “Media noche” y “Tierra

firme” son el final del viaje, un viaje por mar, que el autor comienza en “El embarcadero”

y termina en “Tierra firme”.

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5.3 Plaza Mayor

Será en 1961 cuando se publique el tercer libro de poemas de Manuel Alcántara,

Plaza mayor. No obstante, es posible que los poemas de Plaza Mayor estuvieran ya

escritos cuando El embarcadero vio la luz, ya que el libro, aunque publicado en 1961,

había recibido un accésit del Premio Nacional de Literatura en 1958. Por tanto, podemos

afirmar que Plaza Mayor se gesta en un contexto poético (segunda generación poética de

posguerra, generación del 50) en que el tema de España vuelve a tener una presencia

significativa en nuestra poesía (Ruiz Noguera, 2010: 2).

Este libro será el que muestre con mayor intensidad la preocupación por buscar,

indagar y definir lo español. El tema de España ha sido ampliamente utilizado en la

tradición poética de nuestro país aunque, si atendemos en especial al siglo XX, pero, tal

y como señala Ruiz Noguera (2010: 4) encontramos cuatro momentos fundamentales en

los que la preocupación por España estuvo más presente en la literatura: la visión crítica

y desengañada de la generación del 98, el enfoque trágico de la España en guerra civil y

exilio (parte de la generación del 27), la exaltación victoriosa y complaciente del

garcilasismo o la llamada “Juventud Creadora” de la primera posguerra (parte de la

generación del 36) y la nueva visión crítica y social de finales de los años cuarenta y parte

de los cincuenta (segunda generación de posguerra, generación del 50).

Plaza Mayor podría incluirse dentro de este último período de análisis, crítica y

reflexión sobre la realidad española y, desde su primer poema, “Sobre la mesa”, Alcántara

nos presenta España combinando una clara intención de descripción objetiva con el

sentimentalismo de los ojos del poeta:

Sobre la mesa está: madera limpia,

lento vino, pobreza soleada…

Sobre la mesa están los campanarios,

el domingo en la aldea, los programas

de las fiestas del pueblo,

el tiempo que madura las naranjas…

Sobre la mesa están

los campos labrantíos, las campanas

y los trigales cuando el viento,

el ruido de la patria.

Aceitunas y espacio, muerte y muerte,

España,

sobre la mesa estás desmantelada.

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Retóricos azules,

piedras desmemoriadas,

gentes buscando

los atajos del agua…

En el sitio del pan,

en la hora de comer, aquí sentada

estás, madre de tierra, más morena,

más triste que en las últimas semanas,

con tu pañuelo negro en la cabeza,

pensando en hijos, cátedra de lágrimas,

valiente como siempre y bien dispuesta,

acaso un poco más cansada.

Como un río de noche,

como una niña ciega en la ventana,

sobre la mesa estás, viva y terrible,

sangre de toro y tapias encaladas.

Aceitunas y penas,

vidrios rotos del alba

y un mar en cada puerta

te guardan.

Zurcidora del tiempo

que se ha roto, artesana

de tu propio crepúsculo y tu adobe,

sobre la mesa estás, madre y España,

hija nuestra, pensando en otros días,

ocupada en las cosas de la casa. (1961: s.p.)

En cuanto a la composición del libro, al igual que sucedía con El Embarcadero,

la estructura del libro está perfectamente trabajada y se divide en tres partes, con un

poema de inicio del que ya hemos hablado (“Sobre la mesa”) y un poema de cierre titulado

“Frente a frente”. Hay que destacar las citas elegidas por el autor para introducir los

poemas, ya que estas nos vuelven a dar pistas de los referentes poéticos y del

conocimiento y admiración que Manuel Alcántara presenta por los clásicos de la literatura

española. Así, introduce los poemas de Plaza Mayor con citas Unamuno, Rubén Darío,

el Poema de Mio Cid, Gracián o Cadalso.

Recogiendo la idea que lanzábamos anteriormente, en los poemas de Plaza Mayor

no solo vemos un análisis de lo español más o menos objetivo, sino que el poeta actúa en

ocasiones como observador o viajero, presentándonos gran número de lugares y

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topónimos de la geografía de nuestro país. En este sentido, hay que destacar los poemas

en cuyo título ya se nos muestra algún rincón concreto de nuestro país: “Canción: al paso

del río Jarama”, “Por Toledo y por Ávila”, “Soria de Don Antonio”, “Salamanca”,

“Toledo, ahora”, “Lorca” o “Sol por Extremadura”, entre otros.

No obstante, si nos centramos en el modo en que Alcántara concibe el tema de

España en este libro, Francisco Ruiz Noguera (2010: 6) nos explica que:

De los distintos enfoques que ha habido a la hora de tratar el tema de España, el de

Alcántara reúne tres tradiciones: la del pesimismo y la decadencia que entronca con lo

barroco y, sobre todo, con la visión noventayochista, la de la reflexión y crítica social

(en menor medida: por ejemplo, el poema “La chanca de Almería”) y, muy

especialmente, la que atiende a lo descriptivo en lo que podríamos considerar como el

trazado de una especie de geografía lírica de los diversas tierras del país, con un especial

detenimiento en lo popular (usos, costumbres, oficios) y lo rural, lo cual concuerda con

el ritmo de canción que algunos de los poemas tienen (“Coplas para andar por la

provincia de León”, “Caminos vecinales”, “Corto piropo al Cantábrico”, “Canción al

paso del río Jarama”, “Canción para recordar las nieves del Pirineo”, “Soleares desde

una barca para los tejados de Peñíscola”).

En definitiva, Plaza Mayor, el tercer libro publicado de Manuel Alcántar, no actúa

de forma continuista con respecto a los dos anteriores, sino que hace una parada en el

camino de su poética para tratar el tema de España, quizá por la coyuntura social del

momento. No obstante, hay que resaltar que, si bien desde el punto de vista temático este

libro supone una ligera novedad con respecto a los anteriores, desde el punto de vista

formal vemos las mismas características que definen su poesía, aunque con una clara

influencia machadiana. El recorrido por la geografía española como forma de retratar lo

español nos lleva inevitablemente al célebre Campos de Castilla de Antonio Machado.

5.4 Ciudad de entonces

Manuel Alcántara publica en 1962 su cuarto libro, Ciudad de entonces, con el

que recibiría el Premio Nacional de Literatura. Con Ciudad de entonces, el poeta

comienza un viaje de regreso a sus orígenes, a su ciudad, Málaga, la de entonces y la de

siempre.

El poema que abre este libro, “Carnet de identidad” enlaza de alguna forma con

el tema tratado en Plaza Mayor, si bien volvemos a percibir el sentimiento de

melancolía y existencialismo que caracterizaban sus primeros poemas:

Nadie avisó. Más tarde o más temprano

se supusieron que lo aprendería.

Nadie me dijo: riega a la alegría,

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los muertos son terreno de secano.

Todo lo que me importa está lejano.

Si yo hubiera sabido a qué venía

os juro que vivir —yo que sabía—

no me hubiera ganado por la mano.

Me dijeron vivir a quemarropa:

siglo XX —acordaron—, en Europa,

en Málaga, en enero y en Manolo.

Todo lo dispusieron: hambre y guerra,

España dura, noche y día, tierra

y mares… luego me dejaron solo. (1962: s.p.)

Ciudad de entonces no solo representa Málaga, sino también es una vuelta a la

reflexión vitalista y humanista sobre el mundo, el universo y nuestra existencia. Alcántara

presenta un cierto conformismo ante el irreversible devenir de la vida (“Resulta que la

historia estaba escrita / cuando yo quise hacerla a mi manera” [1962: s.p.]).

Este esfuerzo del poeta de cuestionar el sentido de la vida y el destino del hombre

se ve perfectamente plasmado en el poema “Bulevar” (1962: s.p.), donde nos dice:

Confieso que ha llegado a preocuparme

la manera de ser de las semanas.

En el año 3.000, sin ir más lejos,

importaremos nada.

Nos llamarán “antepasados”.

(Una mala pasada).

También se intensifica en esta obra su preocupación por la muerte, la pregunta

recurrente sobre qué es la vida y qué es la muerte (1962: s.p.):

La muerte no es de aquí.

Por eso no se entiende.

La muerte es de otro sitio: de allá arriba

o de la tierra que nos tiene

o de la mar (del aire no),

o de la mar azul y verde.

En cuanto a la forma, Alcántara sigue mostrando su predilección por el soneto

(“Soneto para leer en una terraza por las noches de verano”, “Soneto para esperarte en

una cafetería” y “Soneto para acabar un amor”), en combinación con los versos

heptasílabos y endecasílabos, en ocasiones blancos, en ocasiones asonantados en lo pares.

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Estamos, por tanto, en una obra poética vitalista que combina algo muy

característico de Alcántara: la reflexión meditativa, por un lado, y la descripción

contemplativa, por el otro. Para conseguirlo, nos presenta en sus versos desde hechos

cotidianos, hasta los grandes interrogantes del hombre, como son la muerte o la

trascendencia del tiempo. Es decir, unas composiciones con las que el autor comparte sus

preocupaciones frente al cosmos, al devenir de la vida y al propio significado de la muerte.

6. Poesía en la década de los 80: Anochecer privado (1983), Sur, paredón y después

(1984) y Este verano en Málaga (1985)

6.1 Anochecer privado

Tras la publicación de Ciudad de entonces, asistimos a un período de inactividad

poética, si bien coincide con la incursión de Alcántara en el mundo del columnismo y las

redacciones de los periódicos más prestigiosos del país. Habría que esperar, por tanto,

hasta 1983 para volver a tener contacto con el poeta. Pepe Bornoy, pseudónimo de José

Manuel Cuenca Mendoza, crea y dirige en Málaga la colección de poesía “Jarazmín”,

donde encontramos autores como María Victoria Atencia, Alfonso Canales, Claudio

Rodríguez, Pablo García Baena o Rafael Pérez Estrada. Sería en estos cuadernos de poesía

donde Manuel Alcántara publique su poemario Anochecer privado, en el que vemos un

regreso a su Málaga natal, a la ciudad donde dio sus primeros pasos. Este retorno, que ya

comenzó en Ciudad de entonces, acaba siendo más evidente en este libro de poemas. Sin

embargo, este retorno es también simbólico, una búsqueda existencial por la esencia de

la vida, del hombre, del niño que fue y del hombre que queda.

Este cuaderno de poesía está formado por ocho composiciones, donde tres de ellas

(“A la vera de un jardín”, “Telegrama a Bécquer” y “Mira qué cosa tan rara”), están

formadas solo por un tercerillo o soleá, rima que nos traslada una vez más a la raíz popular

tan reivindicada por este autor y, en concreto, al cante flamenco.

Mira qué cosa tan rara

pasé la noche contigo

estando solo en mí cama.

(1983: s.p.)

Estos tercerillos aparecen también en otro de los poemas del libro, “En busca de

una persona”, dejando constancia una vez más del apego a lo popular que ha manifestado

siempre el poeta malagueño.

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Tres composiciones en endecasílabos le otorgan mayor peso lírico a este

poemario; son “Este jueves depende de tu boca”, “En aquel tiempo” y “Al final de la

acera está la orilla”. Son los poemas de mayor longitud y en los que se reflejan mejor las

constantes temáticas y estéticas de Manuel Alcántara.

Por último, el libro cierra con un soneto (“Una vez más, reaparece”) que, como ya

hemos visto anteriormente, continúa siendo una de sus composiciones predilectas y como

tal sigue presente en su nuevo resurgir poético.

En cuanto a la línea temática de Anochecer privado, como apuntábamos al

principio, vemos una correlación entre la búsqueda y las preguntas existenciales del poeta

y el regreso a sus orígenes, a su ciudad natal. El tiempo solo se entiende como regreso a

la infancia y con esta a la Málaga siempre presente. Todo ello, envuelto por toques

melancólicos. En palabras de Antonio A. Gómez Yebra (2002: 26):

La búsqueda, que se lleva a cabo por determinados ámbitos paisajísticos urbanos, es

infructuosa, porque el que fue no está fuera de sí, sino muy dentro, en el confín de su

universo íntimo, y ni la visión de los más señalados referentes externos (catedral, parque,

alameda) pueden hacerlo aflorar en su totalidad.

Como podemos comprobar, esta pausa en su producción lírica no alejó a Alcántara

de su voz poética, mostrada ya desde sus primeras composiciones. Si bien vemos un

acercamiento aún más evidente a Málaga, este ha sido uno de sus ejes temáticos desde

sus primeras publicaciones, por lo que podemos afirmar que el poeta, ya en otra madurez

profesional y centrado principalmente en su labor periodística, continúa casi 20 años

después por los mismos caminos líricos que comenzó en la década de los cincuenta.

6.2 Sur, paredón y después

Un año después aparece otro libro de poemas cuyo título, Sur, paredón y después,

nos remite a un famoso tango argentino de Homero Manzi. Esta alusión al conocido tango

nos da una idea del camino que sigue transitando el poeta. El tango aludido es una especie

de elegía a un amor perdido, al mismo tiempo que constituye un lamento por los cambios

acontecidos en su barrio. Manzi, que atravesaba su última etapa de vida cuando escribió

este tango, expresa a través de esta letra la añoranza por el barrio de su adolescencia. Por

su parte, Alcántara intenta encontrarse en las calles y plazas de su infancia, en los Baños

del Carmen, en el aire que alimenta la ciudad, en las postales que evocan su pasado no

tan remoto, en las gaviotas que sobrevolaron sus sueños, y en los jazmines que

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proporcionan un blanco aroma a sus recuerdos, siempre huidizos (Gómez Yebra, 2002:

27).

El libro está formado por diez poemas, que siguen un estilo continuista en cuanto

a la métrica (versos octosílabos y endecasílabos fundamentalmente), pero que también

enlazan con los ejes temáticos principales de la poesía de Alcántara, con su melancolía,

su Málaga natal. Si bien afirmábamos que Anochecer privado suponía un regreso a

Málaga, en este libro constatamos ese centro topográfico de su poesía. Además, volvemos

a percibir los tintes de la poesía popular y en especial del flamenco en muchos versos del

autor. En este punto del análisis de su obra, podemos sostener que Manuel Alcántara ha

sabido introducir en sus versos la profundidad, en ocasiones metafísicas, que trasmiten

los cantes flamencos. En este sentido, se ha basado en el modelo por excelencia de los

cantes flamencos, la soleá, para crear versos como los que aparecen en su poema “Lo que

tenga que pasar” (1984: s.p.):

Lo que tenga que pasar

hace mucho que ha pasado.

El tiempo se ha vuelto atrás.

El tiempo se ha vuelto atrás

y ya no hace lo que hacía

cuando era menor de edad.

Cuando era menor de edad

el tiempo se parecía

a la lluvia sobre el mar.

Volviendo a los versos del tango que inspiró el título de este libro, hay que

remarcar que, al igual que ocurre en la canción argentina, la melancolía y el anhelo están

presentes en este libro de poemas en distintas formas, siendo una de ellas Málaga, la

ciudad de su infancia. Este paralelismo entre su infancia transcurrida en Málaga y el

existencialismo vital queda perfectamente reflejada en el siguiente poema (1984: s.p.):

He venido a buscarme.

Hay un niño extraviado

en medio de la calle.

(Calle de la Victoria,

Plaza de la Merced.

La mitad de mi historia

ni yo mismo la sé).

Su cintura de corcho

en los Baños del Carmen

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y el mar de aquel entonces

nadando en las postales.

Por mucho que me cueste

yo tengo que encontrarme.

Al viento que era mío

no se lo lleve el aire,

quisiera respirarlo

antes que fuese tarde.

Hay un niño extraviado

y he venido a buscarle.

No puede andar muy lejos

porque esta era su calle.

(Calle de la Victoria,

Plaza de la Merced.

La mitad de mi historia

ni yo mismo la sé).

Por tanto, podemos concluir que es en la poesía de la década de los 80 donde

Manuel Alcántara muestra de forma más evidente la influencia que su entorno natal ejerce

en las raíces profundas que determinan su identidad poética. Como el propio autor publicó

en el diario Arriba, el 6 de diciembre de 1977: “De las pocas cosas que tengo seguras es

que soy andaluz, que pertenezco a mi tierra. A todas las tierras, pero sobre todo a ésa. Ni

siquiera treinta años han podido borrar ese sentimiento” (León Gross, 1997: 163).

6.3. Este verano en Málaga

Un año después, Manuel Alcántara publica Este verano en Málaga (1985) con el

que obtuvo el Premio de Poesía Ibn Zaydun. El título de este libro nos confirma la

hipótesis que señala que los tres libros de poesías publicados en la década de los 80

comparten línea temática y universo poético común. Málaga, que empezaba a aparecer

en Anochecer privado, toma todo el protagonismo en el título de este último poemario.

El libro está formado por más de cuarenta poemas, siendo el libro de mayor

volumen de los publicados en la década de los 80. En cuanto a su línea temática, Este

verano en Málaga supone tanto una vuelta a su ciudad, como un canto a sus bellezas

internas y externas (Gómez Yebra, 2002: 27).

Si bien se puede percibir en estos poemas una suerte de decepción vital, una

amargura ante la vida, estos sentimientos se evocan desde el plano metafísico y no real,

es decir, no se muestra a un poeta decepcionado y apesadumbrado por el devenir de la

vida. Alcántara camina por la vida, disfruta de ella, al tiempo que reflexiona sobre las

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grandes cuestiones que preocupan a todos los hombres, un existencialismo que nos

recuerda en ocasiones a su admirado Antonio Machado quien, lejos de sentirse abrumado

por la existencia, camina por el mundo mientras dialoga consigo mismo transformando

ese diálogo en poesía (Gómez Yebra, 2002: 28). Es decir, el existencialismo en Alcántara

se mezcla con la herencia cultural mediterránea, dando lugar a una concepción muy

particular de este sentimiento.

Esto queda reflejado, por ejemplo, en los siguientes versos (1985: s.p.):

Y que más quisiera yo

que quedarme siempre aquí.

Pero no lo quiere Dios.

Como me tengo que ir

aspiro a tomar el sol

y que no me hagan sufrir.

(Es demasiado pedir).

En ellos, Alcántara alude a la aceptación del destino último del hombre, la muerte

inevitable. Sin embargo, esa aceptación no está cargada de sufrimiento, no se percibe

como un pesar, sino más bien como un destino que, si bien no podemos eludir, su

conocimiento nos permite vivir de forma más libre y plácida, lo que nos recuerda a la

tradición hispana y mediterránea antes mencionada.

Al mismo tiempo, la idea de Dios que el autor nos muestra en su poesía ya se

percibe de forma más contundente en estos poemas. Ejemplo de ello es este poema breve

(1985: s.p.):

Si otros no buscan a Dios

yo no tengo más remedio:

me debe una explicación.

El Dios de Manuel Alcántara es un Dios ausente, una búsqueda constante de

respuestas. No está ni se encuentra, solo se le busca. En la misma línea se inscriben los

siguientes versos también incluidos en este libro (1985: s.p.):

No digo que sí o que no.

Digo que si Dios existe

no tiene perdón de Dios.

No digo que no o que sí.

Digo que me gustaría

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que Él también creyera en mí.

Yo no le guardo rencor.

Si lo encuentro alguna vez

nos perdonamos los dos.

Junto a este existencialismo enlazado al mismo tiempo con la idea de Dios,

encontramos en Este verano en Málaga otras constantes ya presentes en obras anteriores

de Alcántara, como son la vena popular, la influencia del cancionero, así como temas

universales que el poeta transforma con su voz como, por ejemplo, el retorno a la infancia,

el amor, la soledad, la muerte.

Por último, cabe destacar en este libro dos poemas que se podrían relacionar con

la época y el contexto social y político del malagueño. En el primero de ellos, titulado

“Miguel” (1985: s.p.), Alcántara dedica unos versos a Miguel Hernández, reivindicando

al poeta y llamando la atención sobre la realidad histórica de la posguerra:

No sabía que Miguel

muriera de España y cárcel.

No se podía saber.

Era yo un niño en el parque.

Bajó del penal al aire

un rebaño de palabras.

Estaban llenas de sangre.

Era yo un niño en la playa.

A aquellos montes de Málaga

tiraron todos sus versos

y sus penas y sus cabras.

Aquí se mató un almendro.

A tierra que mata almendros

yo no la puedo creer

aunque jure por sus muertos.

El otro de los poemas que enlaza con el contexto histórico de posguerra en el que

empezó a fraguarse como poeta es “Niño del 40” (1985: s.p.):

Una luz por el parque y el pitido

de un barco que se fue, que se está yendo.

Una luz que conozco y que comprendo

y un barco que partió y que no se ha ido.

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Palomas. Y biznagas que han querido

serlo para volar. También lo entiendo:

ser otro y ser lo que estuvimos siendo.

Acaso alguna lo haya conseguido.

Un tranvía de sol con jardinera

y en los Baños del Carmen gran carrera,

concurso entre sirenas y delfines.

No se estaba ya en guerra aquel verano,

mi padre me llevaba de la mano,

yo estudiaba segundo de jazmines.

Con este poema plagado de imágenes de los universos de Alcántara (el mar que

va y que viene, Málaga en las biznagas, en los Baños del Carmen, en los jazmines, el

tiempo y su transcurrir, entre otros), se cierra este último libro de la década de los 80 en

el que vemos a un Manuel Alcántara que ya descubrimos en sus poemas de juventud y

quien, sin tambaleos ni giros imprevistos, sigue la senda que ya iniciara en los años

cincuenta.

7. Último poemario: La misma canción (1992)

En 1992, el Ateneo de Málaga publica el último de los libros de poemas de Manuel

Alcántara hasta el momento. Si bien es cierto que posteriormente se han publicado

antologías de su obra con algunos poemas inéditos, así como reediciones de algunos de

sus primeros libros, el escritor malagueño nos regaló su última obra poética en este libro

titulado La misma canción. Este poemario guarda una estrecha relación con el anterior,

Este verano en Málaga, e incluso encontramos algunos versos similares e, incluso,

poemas revisados con ligeros cambios.

El encargado de prologar este libro es el filólogo Manuel Alvar, quien nos da sus

primeras impresiones de esta nueva obra (1992: 4):

…el mejor Manuel Machado. Porque hondura, trascendencia y dolorido sentir están en

estos versos sin el menor desasosiego. Un día llega la muerte y el hombre desdeñoso de

todo se encoge de hombros y se va con paso firme, para cumplir el último paseíllo.

El libro está formado por más de una veintena de poemas y su título, La misma

canción, puede entenderse como un “aviso para navegantes”: lo que en él encontramos

ya Alcántara nos lo ha ido mostrando en sus obras anteriores. Esa misma canción a la que

el poeta se refiere es su propia esencia poética. Aunque podemos localizar y señalar

muchas referencias en sus versos (los hermanos Machado, Quevedo, Bécquer, la tradición

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española y mediterránea, etc.), si algo podemos afirmar en este punto es que todos esos

rasgos que hemos ido desgranando a lo largo del presente trabajo y que también están

visibles en este último libro configuran la esencia de lo “alcantariano”.

Algunos de estos rasgos podemos verlos en los principales poemas de La misma

canción. Por ejemplo, observamos, una vez más, la preocupación constante por el tiempo

y la muerte:

Cuando termine la muerte,

si dicen a levantarse,

a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,

yo no sé lo que me espera

cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre

ni se mueva la ceniza

si dicen a levantarse.

Que yo me conformo siempre,

y una vez acostumbrado

a mí que no me despierten. (1992: s.p.)

A diferencia de los versos de los primeros años, donde este sentimiento está más

vinculado al existencialismo, a la angustia, Alcántara encuentra la serenidad del que

acepta el inevitable destino del hombre:

No pensar nunca en la muerte

y dejar irse las tardes

mirando cómo atardece.

Ver toda la mar enfrente

y no estar triste por nada

mientras el sol se arrepiente.

Y morirme de repente

el día menos pensado.

Ése en el que pienso siempre. (1992: s.p.)

También encontramos en La misma canción al Dios ausente que Alcántara nos

viene mostrando desde su juventud:

Averigua quién te dio

esas ganas de morirte.

Ha tenido que ser Dios.

Ha tenido que ser Dios

un día que estaba triste.

No tiene otra explicación. (1992: s.p.)

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En la misma línea, Málaga, su luz y su mar siguen siendo imágenes recurrentes en

muchos versos de este último libro (1992: s.p.):

Plomo de tiempo en el ala,

la paloma de Picasso

disfrazada de gaviota

deja la mar y los barcos.

Por el mar y por el puerto

confunde el mástil y el árbol.

Luces últimas del muelle,

agua de brazos cruzados,

estaba el tiempo tan cerca

que soltó amarras el llanto.

Donde da la vuelta el puerto

alguna vez me fue dado

mirar al niño que fui

y llevarme de la mano.

La Plaza de la Merced

se llenaba de balandros.

Por último, es necesario señalar que seguimos encontrando en estos últimos

poemas la influencia de la poesía popular andaluza y del flamenco8, donde los tercerillos

siguen teniendo un gran protagonismo:

Desde que sé que tu aliento

se ha quedado por el aire

estoy bebiendo los vientos.

(1992: s.p.)

Podemos cerrar aquí este breve recorrido en orden cronológico por la obra

publicada de Manuel Alcántara, desde el que hemos podido extraer las claves

fundamentales de su poética que se expondrán en los siguientes apartados. Al mismo

tiempo, este análisis nos ha permitido situar mejor hacia dónde debería continuar el

camino que se abre para un análisis más profundo de la obra poética del malagueño.

8 La cantaora Maite Martín grabó en 2008 un disco de flamenco con versos de Manuel Alcántara titulado

Al cantar a Manuel, lo que supone una confirmación de la influencia del flamenco en muchos versos del

escritor malagueño

<http://www.elmundo.es/papel/cultura/2016/04/25/571a00f522601d2d3e8b4641.html>

[consultado el 01/11/17]

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8. Temática de la poesía de Alcántara

Una vez que hemos realizado un recorrido por las obras poéticas publicadas de

Manuel Alcántara, señalamos a continuación las claves temáticas de la poética de este

escritor malagueño.

• El existencialismo a la manera de Alcántara

Los primeros versos de Manuel Alcántara ven la luz en una época en la que el

existencialismo se había adueñado de la atmósfera literaria nacional: la década de los

cincuenta y la poesía social. Por esta razón, ya desde su primer libro se perciben señales

de este posicionamiento literario y filosófico, como en los versos de su célebre poema

“Biografía” citado más arriba (“Dentro de poco se dirá que fuiste / que alguien llamado

así, vivió y amaba… / Ser hombre es una larga historia triste / y un buen día se acaba”)

(1955: 12-14).

A medida que su obra avanza en el tiempo, se percibe una ligera transformación

de este primer existencialismo. Alcántara se vuelve cada vez más consciente de la

fragilidad del hombre y, en lugar de rebelarse o amilanarse ante esta idea, el escritor la

acepta el destino, la esencia de la vida, con una serenidad y ligereza bastante característica

y personal, valiéndose, eso sí, del ritmo ágil que le ofrece la métrica popular octosilábica

(“Nadie me quiso decir / que tanto perder el tiempo / era por buscarme a mí”) (1985: s.p.).

• La muerte omnipresente

El concepto de muerte, derivado de este existencialismo a la manera de Manuel

Alcántara, no está ausente ni se percibe como una realidad desconocida a la que se intenta

dar sentido. Por el contrario, el poeta la tiene muy presente e incluso podríamos decir que

impulsa la propia vida.

Muchos son los versos en los que se hace alusión a la gran presencia que la muerte

tiene en la vida, al sentido que le otorga a nuestros días tener consciencia de la fugacidad

de la existencia. Si tuviéramos que elegir un poema que condense esta concepción de la

muerte para Alcántara sería el poema “No pensar nunca en la muerte” (1992: s.p.):

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No pensar nunca en la muerte

y dejar irse las tardes

mirando cómo atardece.

Ver toda la mar enfrente

y no estar triste por nada

mientras el sol se arrepiente.

Y morirme de repente

el día menos pensado.

Ése en el que pienso siempre

León Gross recoge en su libro Fondo perdido (1997: 65) unas palabras de Manuel

Alcántara de un texto aparecido en el diario Arriba el 16 de abril de 1959, en el que el

autor nos habla de su relación con la muerte:

Hace falta estar muy metido en la vida para poder olvidar la brevedad del plazo, para no

darse cuenta de que las cosas llegan, pasan y se van por donde han venido o por otro sitio.

Es lícito y humano tomarle cariño a nuestra pluma, a nuestro reloj, a nuestros libros; es

humano, aunque no sea lícito, cogerle afecto a otra clase de propiedades. Pero siempre es

bueno que exista una conciencia de lo fugitivo porque a la muerte hay que ir solos, sin nada

y sin nadie.

En estas palabras, vemos cómo en los versos de Alcántara hay mucho de Manuel,

es decir, cómo su poesía está inevitablemente vinculada a su experiencia personal y a sus

referentes vitales.

• Dios ausente

La actitud existencialista y la aceptación de la muerte están estrechamente

vinculadas a la presencia de un Dios al que Alcántara busca sin cesar como último recurso

para encontrar las respuestas que necesita. Por tanto, podemos afirmar que el Dios de

Alcántara es un Dios ausente, un Dios al que se acude para intentar resolver las dudas

existenciales del hombre.

En el prólogo de la antología Travesía (2004: 24), Ruiz Noguera nos advierte de

la vinculación entre la búsqueda de Dios en Alcántara y la tradición española:

Tampoco es ajeno a la tradición española –sobre todo Unamuno, en este caso–, el conflicto

con lo divino. La evolución de ese conflicto -que va de la moderada certeza a la abierta

duda- recorre toda su obra: desde el inicial “mientras, el agua suena bajo el puente, / y

cuando el agua suena es que a Dios lleva” (Manera de silencio), pasando por dos soleares

de Este verano en Málaga: (“Si otros no busca a Dios / yo no tengo más remedio: / me debe

una explicación” y “No digo que sí o que no / Digo que si Dios existe / no tiene perdón de

Dios”) […]

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Aunque el poeta no muestre resentimiento explícito alguno hacia ese Dios que no

aparece, podemos deducir que, Dios es la forma que encuentra Alcántara para manifestar

su rebeldía ante las injusticias y las preguntas sin respuestas.

• Memoria y olvido

La búsqueda en Alcántara no solo se reduce a Dios; también hay una búsqueda

constante de sí mismo (“Me busco por el tiempo que he perdido / y en las hojas de ayer

del calendario, / pero no encuentro al alma por mi almario / ni rastro de aquel viejo

conocido”) (1955: 6).

Sin embargo, el ser humano encuentra dificultades para encontrarse y se refugia en

el tiempo, en la memoria, como formas de reafirmación. Así nos lo manifiesta Alcántara,

quien, con referencias constantes al paso del tiempo, reafirma su propia existencia (“He

contado las estrellas / y las olas de la mar. / He contado lo que queda, / año menos, año

más. / Después de contarlo todo / he parado de contar.”) (1985: s.p.). Esta importancia

del tiempo y la memoria para Alcántara lo recoge Pilar Bellido (2008: 212) en las

siguientes palabras:

[…] Pero la obstinación del poeta por encontrarse a sí mismo no conoce fronteras y todavía

existe otro espacio interior en el que el sujeto lírico puede continuar su búsqueda. Este

nuevo camino le conducirá hacia el que es, por medio del que ha sido, haciendo presente

el pasado, perpetuándolo en un presente eterno, gracias a la memoria. De nuevo una

estructura espacial presta una forma concreta a un concepto abstracto. Por ello, es la

memoria, con sus cualidades especiales, quien concede al yo del poema la capacidad de

recuperar un tiempo perdido que, extraído del olvido por medio del recuerdo, se une a la

efectividad del presente.

• Su infancia en Málaga y Málaga siempre

La ciudad de Málaga siempre ha acompañado a Manuel Alcántara en su viaje

literario. Si hay algo presente en su poesía es su ciudad. Málaga se nos presenta en los

versos del poeta con diferentes matices y significados: Málaga es la luz, el mar, la

infancia, el retorno, el principio y el final.

Desde sus primeros libros encontramos esta referencia constante (“Málaga

naufragaba y emergía”) (1955:12). Málaga es paisaje real, con sus numerosas referencias

topográficas (los Baños del Carmen, la Plaza de la Merced, la Alameda), pero también es

paisaje metafórico y simbólico en su poesía. Por su gran variedad de significados e

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imágenes, Málaga ha ido cambiando conceptualmente en la poética de Alcántara, a

medida que el autor ha ido evolucionando.

En un primer momento, Málaga está estrechamente vinculada a la infancia del

poeta y, en este sentido, al recuerdo y a la memoria como forma de reafirmación personal

(“Manuel, junto a la mar, desentendido; / yo era un niño jugando a la alegría”) (1955: 12).

A medida que avanza su obra, Málaga le ofrece a Manuel Alcántara su metáfora

fundamental: el mar. El mar en Alcántara es siempre de Málaga, pero su significación

varía en función de las necesidades expresivas del poeta; el mar es la vida y la muerte.

Llegando a sus últimas composiciones poéticas, Málaga se transforma en la

serenidad del que espera el final de sus días:

Este verano en Málaga

recorrí mucho mundo

a la vera del agua.

Que a mí no me hace falta

para andar los caminos

moverme de mi casa.

Este verano en Málaga

lo he visto todo claro

a fuerza de distancia.

De la mano del agua

recorrí mucho mundo

este verano en Málaga.

Sentado en la terraza

se agranda el horizonte

y se achican las barcas.

Que este verano en Málaga

recorrí mucho mundo

a la vera del agua. (1985: s.p.)

9. Características formales de la poesía de Alcántara

Del mismo modo que sucedía con las claves temáticas en la obra de Alcántara, las

características formales de su poética han ido quedando desveladas por el camino

recorrido en el presente trabajo y se sintetizan a continuación:

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• La importancia de la palabra precisa

Manuel Alcántara demuestra todos los días en su columna diaria una capacidad

de designación léxica extraordinaria. Esta importancia de la palabra precisa en el

momento adecuado queda igualmente patente en su obra poética. Manuel Alcántara

jugando en las plazas de Málaga en su infancia va empapándose del léxico popular, que

maneja a la perfección, para combinarlo posteriormente de forma extraordinaria con las

formas cultas del lenguaje.

La preocupación por el léxico, por la palabra, ha sido reivindicada por el propio

autor en numerosas entrevistas, como en este fragmento que recoge Leon Gross en Fondo

Perdido (1997: 22):

Yo sé que las palabras son una cosa muy seria, y que nos será tenida en cuenta toda palabra

ociosa -según advierte San Pablo, creo, aunque no es uno de mis escritores favoritos- pero

a mí me gusta, trasladándolo al toreo, hacer la faena en muy poco terreno […]. El juego de

palabras es un intento de demostrar que las cosas tienen varios perfiles, que la realidad no

es unívoca, que nadie sabe lo que es la verdad (un poeta andaluz tituló un libro La verdad

y otras dudas, título magnífico).

• La sacudida léxica

Esta preocupación por el léxico nos conduce a la que quizá sea la característica

más personal de la poesía de Alcántara y, sin duda, también de su prosa. Estamos

hablando de esa capacidad de arrancar una palabra del léxico común, de lo cotidiano, y

darle un giro imprevisto, provocando una sacudida en el lector que lo conecta

directamente con la imagen buscada. Si bien este uso de las formas lexicalizadas del

lenguaje común en sus poemas es una constante en Alcántara, a continuación se incluye

uno de sus sonetos en el que se puede percibir esta característica de forma contundente:

Soneto para empezar un amor

Ocurre que el olvido antes de serlo

fue grande amor, dorado cataclismo;

muchacha en el umbral de mi egoísmo,

¿qué va a pasar? Mejor es no saberlo.

Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?

Amar son cercanías de uno mismo.

Como siempre, rodando en el abismo,

se irá el amor sin verlo ni beberlo.

Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío;

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cumpliendo años irás en mi memoria,

viviendo para ayer como una brasa,

porque no llegará la sangre al río,

porque un día seremos sólo historia

y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.

(1955: 18)

• Adaptación de la tradición española

Manuel Alcántara no oculta en sus versos sus propias referencias literarias. Tras

revisar su obra, podemos afirmar que estamos ante un autor que bebe de la tradición

española y la adapta a su tiempo, a sus inquietudes. El propio autor manifiesta a través de

las citas que incluye a sus libros su admiración por autores como Quevedo, Cernuda o

Jorge Guillén, Machado, entre otros.

Al mismo tiempo, sus propios ejes temáticos y la manera de concebirlos y tratarlos

nos recuerdan en muchos aspectos a los hermanos Machado, en ocasiones a Manuel, en

ocasiones a Antonio, a los que Alcántara admiraba y conocía en profundidad. En el

monográfico del Ateneo del nuevo siglo dedicado a Manuel Alcántara, Antonio García

Velasco sostiene (2003: 79-80):

Pero nos interesa insistir en dos características: el lenguaje directo, con la imagen esencial

y oportuna, como celebraba Antonio Machado, y el empleo de frases hechas modificadas,

domeñadas a las necesidades expresivas del momento. Antonio Machado -recurro a lo que

ya he dejado escrito en otra ocasión- pensaba que “las metáforas no son nada por sí

mismas”, que “los buenos poetas son parcos en el empleo de metáforas: pero sus metáforas,

a veces, son verdaderas creaciones”. Y son creaciones en tanto que nos ofrecen visiones

novedosas, inefables antes del encuentro expresivo del poeta. Manuel Alcántara no se

prodiga en metáforas, prefiere, como se ha dicho, el lenguaje directo y apropiado.

• Las formas populares y el flamenco

Por último, otro de los aspectos que hemos ido señalando a lo largo del análisis de

la obra de Manuel Alcántara es el uso de las formas populares. Sus libros de poemas están

plagados de versos libres, coplas y sonetos.

El conocimiento de la literatura popular enlaza con otras de las aficiones de

Manuel Alcántara, el flamenco, quedando esto patente en el protagonismo que alcanza la

soleá como estructura métrica en sus últimos libros de poemas. Estas composiciones

métricas, junto al excelso dominio de la palabra que manifiesta Alcántara, han sido la

combinación perfecta para la construcción del universo literario tan personal del ilustre

malagueño.

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10. Conclusiones y propuestas

Este viaje por la poesía de Manuel Alcántara nos ha ido desvelando una serie de

claves que nos permiten conocer mejor la obra lírica de este autor y, por extensión,

ampliar los trabajos de investigación y la literatura que sobre su figura han aparecido

hasta el momento.

En primer lugar, ha quedado de manifiesto que la inclusión o no de Manuel

Alcántara dentro de lo que muchos críticos denominan como “generación del 50” no

depende exclusivamente del valor artístico y de las características de su obra, sino de las

circunstancias, tanto personales como históricas, que se dieron durante la posguerra

literaria española, y que hicieron que el canon literario actual obviara muchas voces que

empezaron su trayectoria en la década de los 50. Por tanto, no es un caso excepcional el

del poeta malagueño. No estamos ante un “verso suelto” dentro de un contexto histórico

o una corriente literaria concretos, sino que estamos ante uno más de los escritores de

posguerra que, por los caminos particulares que siguieron y los círculos en los que se

movieron, se han situado fuera del foco de la crítica y los manuales.

Otra conclusión derivada del recorrido por las obras de Alcántara es el nivel de

madurez literaria que el autor demuestra ya desde sus inicios. En palabras de Antonio

Canales (2003: 17), “Alcántara es un raro poeta sin prehistoria”. Hemos podido descubrir

que, las claves de la poética de Alcántara ya desveladas en su primer libro, se han

mantenido constantes a lo largo de toda su producción. No encontramos grandes saltos,

ni giros inesperados. Estamos ante un poeta que ya desde sus 25 años tenía identificados

sus referentes y los caminos literarios por los que quería discurrir, si bien se fue adaptando

a su época y a la propia evolución personal experimentada.

Por último, esta precoz madurez literaria ha contribuido a aglutinar los ejes

temáticos y formales de Alcántara, de forma que toda su obra pueda revisarse desde una

visión de conjunto ligeramente homogénea. El propio autor respondía así en una

entrevista en ABC (2002: s.p.):

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– ¿Cuáles cree que son los temas vertebrales de su poesía?

– Sin duda, los de Miguel Hernández: «Con tres heridas yo/ la de la vida/ la de la

muerte/ la del amor».

Propuestas derivadas de estas conclusiones

Las conclusiones expuestas anteriormente nos abren ciertos horizontes para poder

seguir estudiando la figura de Manuel Alcántara:

a) La maestría en el uso de la palabra precisa es una seña de identidad en Alcántara

que, como hemos visto a lo largo del trabajo, ha sido también ampliamente estudiada en

su producción en prosa. Por ello, estamos ante una oportunidad para poder analizar las

concomitancias entre sus dos facetas literarias con un análisis más profundo del lenguaje

utilizado en cada una de ellas.

b) El estudio realizado sobre toda su obra poética no nos ha permitido profundizar

en los aspectos característicos de cada uno de sus libros que, en el mejor de los casos,

solo se han señalado. En este sentido, se abre una oportunidad para seguir ahondando y

descubriendo el universo poético de Manuel Alcántara.

c) Desde el punto de vista comparativo, el presente trabajo no ha tenido la

oportunidad de reflexionar en profundidad sobre los referentes literarios que están detrás

de los versos de Alcántara. A partir de los hallazgos de este trabajo, se abre una coyuntura

propicia para delimitar mejor la tradición española y las raíces de la poesía popular que

tanto peso tienen en nuestro autor.

Con todo, cerramos este trabajo desde el mismo convencimiento que teníamos al

principio de estas páginas, un convencimiento que después de este viaje se nos presenta

aún más reforzado: la obra del maestro Manuel Alcántara sigue teniendo muchos

recovecos que deben ser objeto de estudio para poder poner en valor la contribución de

este autor a la historia de la literatura española.

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