de la gobernabilidad - manuel alcántara sáez

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  • 8/18/2019 De La Gobernabilidad - Manuel Alcántara Sáez

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    2 GO BERNAB ILIDAD Y DEM OCR ACIA

    DE LA GOBER NABILIDAD

    Manuel Alcántara Sáez**

    Los estudios sobre la acción de gobierno o, en términosmás clásicos, del Poder Ejecutivo, la forma en que ésta seadopta y se pone en marcha, sus características, sus conse-cuencias y la percepción de las mismas por parte de losdestinatarios finales requieren de una buena dosis de pluri-disciplinariedad en el seno de las ciencias sociales. Tambiénse hace necesaria la utilización del enfoque comparativo,tanto en su propia acepción en cuanto método de estudiocomo por la aceptación de la idea de que los problemas no

    son exclusivos de una sola sociedad. Sin ambos elementoscualquier aproximación corre el riesgo de no alcanzar ópti-mos resultados. Esto es aun más evidente cuando se consta-ta que en la realidad internacional de la última década loscambios políticos hacia la democratización van de la manode transformaciones económicas que suponen procesos deliberalización definidos por profundas mutaciones en el pa-pel del Estado, por el predominio de las reglas de juego queimpone el me rcado, por la desregularización y la apertura alcomercio y al capital financiero internacional y por los efec-tos del nivel alcanzado por el cambio tecnológico.

    En las páginas que siguen va a prestarse especial aten-ción a la conceptualización de lo que se entiende por gober-nabilidad en el ámbito de un sistema político. Término queadquiere una connotación imprecisa y ambigua, de palabraatrapatodo - catch-all word (Flisfisch, 1989: 113)-, o deconcepto elusivo (Toma ssini, 1993:11), y que refiriéndose

    a un tema de estudio clásico ha cobrado interés en los últi-mos años, de manera que ha llegado a introducirse en lasagendas de los principales foros de discusión planetarios.En efecto, el concepto de gobernabilidad se ha desarrolladoa lo largo de las tres últimas décadas en torno a varios esca-

    (*) La versión aquí recogida forma parte del libro de próxima apariciónGobernabilidad crisis y cambio editado por el Fondo de Cultura Económica deMéxico y el Centro de E studios Constitucionales de Madrid.

    (**) Catedrático de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales de la Univer-sidad de Salamanca.

    Iones profundamente diferentes. El primero de ellos lo re-presentaron los distintos escritos sobre la crisis de la de-mocracia ; posteriormente entró en liza la corriente intelec-tual preocupada con el rendimiento del sistema político,tanto en la esfera económica como en la institucional; tam-bién otro escalón fue el conformado por el debate en torno ala crisis del Estado; por último, en cuanto a su capacidad dealumbrar un m odelo de desarrollo que facilitase la prosperi-dad de los países menos avanzados. En un momento inicialse lleva a cabo una revisión de parte de la bibliografía sobreel tema para adoptar una definición concreta válida con res-

    pecto al conjunto del texto.El objetivo primordial, por consiguiente, consiste en in-

    troducir los temas de Ciencia Política que se refieren a lascondiciones que afectan a la acción del gobierno. Estascondiciones se encuentran en el seno del propio Gobiernoen cuanto que son parte de su propio funcionamiento y,asimismo, aparecen en el entorno del mismo. Las primerasse refieren al modo en que se conform a el gobierno desde laperspectiva del juego de partidos y del sistema electoral, yal proceso de toma de decisiones, donde concurren las rela-ciones entre los poderes del Estado, el estilo de las políticaspúblicas puestas en marcha y el acceso de diferentes gruposde corte socioeconómico. Las segundas comportan un con-junto de elementos integrados por el legado histórico de lasociedad, la composición de las rupturas o dimensiones(clivajes) de la misma, las características de su estructuraeconómica y el tipo de engarce que mantiene con el esce-nario internacional.

    Se trata, por tanto, de una tarea que difícilmente puedeaportar teorías explicativas unicausales, sino más bien unentramado de causalidades movibles, algunas veces cues-tionables y difíciles de comprobar empíricamente comoexplicaciones de valor universal. La complejidad que entra-ñan los factores explicativos de la gobernabilidad, o el he-cho de ser precisamente el producto único de fuerzas di-versas (Arbós y Giner, 1993: 66), se ve conformada tantopor aquellos productos que provienen del Gobierno enforma de políticas públicas, como por las respuestas que

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    éste recibe de la sociedad, bien de estratos de individuos or-ganizados o bien actuando individualizamente, de maneraque una aproximación sistémica al fenómeno parece apro-piada. El flujo constante existente entre uno y otro poloqueda condicionado por un número muy elevado de aspec-tos. Sin embargo, de acuerdo con las principales líneas deanálisis desarrollado por las ciencias sociales, el conjunto defactores explicativos del mayor o menor grado de gober-

    nabilidad se circunscribe a una cifra relativamente baja decondiciones que se indican a lo largo de las páginas siguien-tes cuyo carácter es el de variables independientes.

    2.

    La base inicial de la que se parte es la aceptación de lalegitimidad democrática com o la única plausible. Dicho tipode legitimidad es entendida tanto como una situación dehecho basada en la ausencia de desafíos concretos, comoen la aceptación consciente y mayoritaria por parte de laciudadanía de unas determinadas reglas. Como señala Pe-ters (1987: 256), de alguna manera el fenómeno de la go-bernabilidad es inherente a la democracia representativapor el desfase que ésta conllev a en el mom ento de trasladasel mandato electoral recibido de los votantes en políticasque pudieran ponerse en marcha de una manera concreta ycon unos resultados determinados. Idea parecida a la queseñala que, bajo condiciones democráticas, la gobernabili-dad es problemática debido a la posibilidad efectiva de laalternancia de partidos distintos en el Gobierno y del hechode que la reproducción del orden democrático en el tiempoexige la preservación de esa posibilidad (Flisfisch, 1989:

    115). Pero, a su vez, la gobernabilidad en sistemas demo-cráticos representa una situación especial por cuanto que lademocrac ia respeta la lógica de la igualdad política mientrasque la gobernabilidad respeta la del poder (Coppedge,1993).

    De esta manera, aunque la gobernabilidad es un fenó-meno relativo a cualquier tipo de régimen, en el presentetrabajo se centra fundamentalmente en los de ámbito demo-crático. El amplio alcance de dicho ámbito, dentro de unaperspectiva histórica, es algo muy reciente. La extensión delos sistemas democráticos a un elevado número de países,sin llegar todavía a la mayoría, que comienzan una insólitaandadura bajo imperativos formales algo o totalmente des-conocidos hasta la fecha por sus sociedades, permite refe-rirse, por primera vez en la historia, a una form a casi similarde gobierno. Por consiguiente, se presentan unas condicio-nes semejantes para la acción de gobierno, que atañen a unacincuentena de pases (Huntington, 1991). No obstante,también puede plantearse el tema de la gobernabilidad ensistemas que no son democráticos. La justificación de dichaopción se basara en el interés posterior en desarrollar unanálisis de la gobernabilidad en sistemas políticos de paísesque abandonaron su carácter no democrático recientemente.Todo ello, porque se estima que ciertos aspectos que confi-guran una crisis de gobernabilidad ya se encontraban pre-sentes al iniciarse las transiciones políticas.

    Por otra parte, existen dos tipos de elementos que se re-

    lacionan con la gobernabilidad por ser los de la propia con-solidación de todo sistema político, y cuya característicafundamental es la de su interrelación. El primero de ellos,sin pretender establecer ningún orden de prelación, es la le-gitimidad del sistema político, entendida en su vertiente es-tricta de creencia en que las instituciones existentes sonmejores que otras que pudieran haber sido establecidas, yque, por tanto, el Gobierno puede exigir obediencia. En se-

    gundo término, la eficacia, en el doble aspecto que requierela capacidad de un régimen para encontrar soluciones aproblemas: en cuanto a la idoneidad de las políticas diseña-das por el Gobierno para reducir al mínimo el conflicto,asegurar una tendencia a la repartición de la riqueza y pro-piciar su incremento; y con respecto a la capacidad opera-tiva del Gobierno de actuar sin sobresaltos, pudiendo reali-zar sus programas y no estando sujeto a elementos disfun-cionales.

    Ahora bien, un aspecto final dentro de estas considera-ciones preliminares lleva a plantear cierta relativización dela política en cuanto al papel que pudiera desempeñar el buen gobierno en una sociedad. El variopinto entramadoconformador de un régimen político no es un medio que porsí mismo necesariamente tienda a contribuir a la construc-ción de una sociedad más justa, igualitaria e integrada porindividuos libres y más felices, pero sí lo puede ser paraevitar que ésta se deshaga. Es desde esta percepción desdedonde debe valorarse el significado que representa que lagobernabilidad de un sistema se sitúa en un continuo en elque lo verdaderamente preocupante es traspasar los límitesa veces solo reversibles a un costo muy oneroso , en losque se entra en un estadio de ingobernabilidad con los

    consiguientes resultados negativos. El síndrome yugoslavoo de varias de las nuevas repúblicas independientes queconformaban la hoy desaparecida Unión Soviética es, eneste sentido, desafortunadamente revelador.

    3.

    El interés sobre el término de gobernabilidad se encuen-tra ligado a la aparición o agudización de situaciones decrisis en los sistemas políticos. Estas crisis de gobernabili-dad se prestan a múltiples interpretaciones, entre las quedestacarían dos como las más relevantes y cuyo carácter escontrapuesto. Se trata de la comprensión de la crisis de go-bernabilidad como incapacidad de los gobernantes insertosen las condiciones contradictorias de los sistemas capita-listas y, en segundo término, como consecuencia de lasdemandas excesivas de los ciudadanos (Pasquino, 1988:192). Además, en este último caso, el número y la intensi-dad de las fracturas y dimensiones clivajes) pueden llegar agenerar una situación aún más compleja. Si bien t ienen al-gunos puntos en contacto, tienden a degenerar en acusacio-nes, convirtiéndose en punta de lanza de perspectivas ideo-lógicas enfrentadas, circunstancia que debe tenerse en cuen-ta a la hora de llevar a cabo cualquier análisis.

    Ambas concepciones ponen de relieve lo complejo delas relaciones que se establecen al interior de un sistemapolítico y del juego de factores que influyen en su gober-

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    nabilidad, pero comparten el criterio general que la entiendecomo el grado en el que el relativo poder de los grupos másrelevantes en la arena pública se encuentra respetado por lasinstituciones ya sean formales o informales del proceso po-lítico (Coppedge, 1993: 2). En este equilibrio descansa,pues, el éxito de la acción de gobierno. De este modo, resul-ta fundamental el estudio de la manera en la que el Gobier-no se ocupa y desarrolla sus funciones así como su relación

    con la sociedad. Circunstancias que avalan la utilizaciónteórica del concepto de sistema político como entram ado enel que se dan cita elementos institucionales, valores con-formados por la evolución histórica de la comunidad, acto-res sociales y el medio internacional.

    Desde una perspectiva preocupada por el establecimien-to de indicadores que marquen el nivel de gobernabilidad deun sistema político, aquí se han tomado cinco conceptuali-zaciones de entre la diferente literatura sobre el tema que seconecta con las concepciones citadas. La primera señala laexistencia de cuatro notas generales que caracterizan unasituación de ingobernabilidad y que son: 1) la indisciplina,manifestada en los esfuerzos que realizan determinadosciudadanos para influir en las decisiones públicas por méto-dos violentos, ilegales o anómalos ; 2) la inestabilidad, encuanto fracaso de los intentos de la élite política para con-servar sus posiciones de dominación o para reproducir lascoaliciones preexistentes ; 3) la ineficacia, entendida comola disminución de la capacidad de políticos y burócratas para alcanzar los objetivos deseados y asegurar el acata-miento de ellos por medio de medidas de coordinaciónobligatorias o de decisiones emanadas de la autoridad delEstado; y 4) la ilegalidad, es decir, los esfuerzos realizados

    por los poseedores de un poder corporativo de alto nivel para evadir restricciones legales y constitucionales en bús-queda de ventajas e incluso de su propia supervivencia(Schmitter, 1988:375).

    Por otro lado, Sundquist(1) establece, en una segundaconceptualización, cuatro características que afectan la ca-pacidad de gobierno. La primera es el grado de calidad dela burocracia que garantice de forma suficiente asesora-miento y liderazgo en el proceso de formu lación y puesta enmarcha de las políticas. La segunda se ref iere al compro-miso de la burocracia con los objetivos del Gobierno delmomento en contraposición con sus intereses en tanto que

    organización y que individuos. En tercer lugar, el entornoinstitucional en el proceso de gestación de políticas porparte del gobierno puede influir en la gobernabilidad. Porúltimo, se señala que el sistema de partidos puede asimismoinfluir en la gobernabilidad, especialmente en lo relativo ala habilidad para generar y poner en marcha mandatos cla-ros de acción.

    Coppedge (1993: 13) enuncia seis condiciones de la go-bernabilidad, centrando las dos primeras en su ámbito gene-ral (la capacidad y el deseo de todos los grupos política-mente relevantes para comprometerse con algún tipo de

    arreglo institucional que sirviese para dirimir sus diferen-cias) y las restantes en la gobernabilidad democrática. Estas

    (1) Citado en Peters (1987) .

    cuatro últimas se refieren a: 1) la aceptación de compromi-sos institucionales democráticos que confieren gran peso alos grupos de masas políticamente relevantes (básicamentelos partidos políticos) por parte de aquellos otros de caráctermás elitista (Iglesia, empresarios, militares,...); 2) la acep-tación de arreglos que permitan la representación efectivade estos últimos grupos por parte de la clase política elegi-da; 3) la efectiva representación de los ciudadanos por esta

    clase política elegida; y 4) la creación y el mantenimientode mayorías que funcionen basadas en criterios partidistascomo consecuencia de decisiones tomadas por la clase polí-tica.

    Tomassini (1993: 12) hace depender la gobernabilidadde tres variables: el fortalecimiento de la sociedad civil y laevolución de la cultura política, la orientación y el compor-tamiento de la economía, y la integración de sectores cadavez más amplios de la sociedad en el sistema productivo.Este autor llega a señalar un extenso número de condiciones para fortalecer la gobernabilidad (33) que si-túa en los tres escenarios que representan: los organismosde gobierno encargados de manejar la economía y al sectorpublico; el conjunto de las organizaciones del Estado, in-cluyendo la interacción entre los organismos económicos ypolíticos del Poder Ejecutivo, sus relaciones con los demáspoderes públicos, y con otras instituciones y procesos a loscuales el Estado está vinculado; y el tercero incluye la inte-racción entre una amplia gam a de actores pertenecientes a lasociedad civil organizada, a la economía y al mercado, y alos sectores sociales menos favorecidos (Tomassini, 1993:71).

    Finalmente, la constatación de que la gobernabilidad es

    un fenómeno pluridimensional lleva a plantear por parte deA rbós y Giner (1993: 14) la existencia de cuatro niveles,como mínimo, en los que se mueven los procesos complejosde la gobernabilidad de las sociedades. Se trata del dilemalegitimidad-eficacia; de las presiones y demandas del en-torno gubernamental, o de la carga de responsabilidades; dela reestructuración corporativa de la sociedad civil; y de laexpansión y cambio tecnológico, con sus repercusiones de-mográficas, ecológicas y sociales consiguientes.

    4.

    A la hora de avanzar en la comprensión del fenómenode la gobernabilidad en el marco de teorías explicativasBirch (1984) y Pasquino (1988) coinciden en indicar laexistencia de tres hipótesis o corrientes intelectuales exis-tentes en el seno de los Estados occidentales industrializa-dos, que contribuyen a explicar el tema de la gobernabili-dad(2). Sus categorizaciones, en todo caso, son bastantecomplementarias y aparecen en buena medida integradas enla posición de Bourricaud (1992) que se aborda en cuartolugar.

    La primera corriente referida a la gobernabilidad, deri-

    (2) Arbós y Giner (1993: 9-11) concuerdan también casi plenamente al dibujarcuatro concepciones tradicionales de gobernabilidad: la de los conservadores, la de losneoconservadores, la de los liberales y la de los marxistas.

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    vada de un planteamiento neoconservador liderado, entreotros, por Daniel Bell y Samuel Huntington, explica su po-sición negativa (la ingobernabilidad) como el producto deuna sobrecarga de demandas a las que el Estado respondecon la expansión de sus servicios y de su intervención pro-vocando inevitablemente una crisis fiscal. La acusación quese vierte sobre las políticas del Estado del bienestar es haberenfatizado los derechos y dado mayor importancia a la

    igualdad, además de subrayar el debilitamiento de la familiay de los vínculos comunales dejando que la gente depen-diera de las agencias gubernamentales. De manera más con-creta, el diagnóstico de la situación lleva a plantear la exis-tencia de cuatro tendencias que generan disfunciones en elsistema democrático (Crozier, Huntington y Watanuki,1975: 161,171) y que se refieren: a la deslegitimación de laautoridad y a la pérdida de confianza en el liderazgo comoconsecuencia de la persecución de las virtudes democráticasde la igualdad y del individualismo; a la sobrecarga delgobierno debido a la expan sión de la participación política ydel desarrollo de las actividades gubernamentales; a la de-

    sagregación de intereses como consecuencia de la intensifi-cación de la competencia política y que ha conducido a lafragmentación de los partidos políticos; y al incremento delparroquialismo nacionalista en la política exterior dadas laspresiones ejercidas por la sociedad. Todas estas tendencias,según señala tiempo después Hirschman (1991: 148) son laimagen prototípica de la tesis del riesgo . Es decir, la in-sistencia en el riesgo de dañar un logro anterior con algunaacción , ya que estos tres autores lo que vienen a manteneres que la vitalidad de la democracia en los pases industriali-zados en la década de los años sesenta produce un aumentoconsiderable de la actividad gubernamental y una consi-guiente disminución notable de la autoridad gubernamental.

    La segunda categoría es la formulada por economistasneoliberales, políticamente neoconservadores, cuyo princi-pal punto de partida se basa en el presupuesto de la malarelación existente entre el keynesianismo y la democracia,de suerte que la yuxtaposición de las prescripciones de lapolítica keynesiana y la democracia política crea una mez-cla inestable (Buchanan y Wagner, 1983: 126). En esesentido, señalan que la democracia se encuentra presionaday que llega a generar una rápida inflación cuando los go-biernos se ven confrontados por los sindicatos y por los vo-

    tantes que consideran al Estado como un botón de serviciosinagotables. La consecuencia de un análisis según el cuallos políticos son percibidos como unos dilapidadores empe-dernidos, empeñados en una competencia continua, gastanmás que lo que recaudan (Buchanan y Wagner, 1983:160), es que se debe actuar sobre la inflación bien con me-didas monetarias o con otras de tipo presupuestario. Conrespecto a las primeras, se precisa que la inflación es conse-cuencia del déficit, por cuanto las instituciones monetariashacen que la oferta monetaria sea variable en relación aldéficit. Ahora bien, no se produciría una situación inflacio-naria si hubiese un aumento de la oferta monetaria con re-

    lación a la oferta de bienes (Buchanan y Wagner, 1983:101,102). En cuanto a la actuación en e l escenario presu-puestario, se lleva a cabo mediante el establecimiento deimpuestos crecientes y de controles sobre precios y salarios.

    En cualquiera de los dos casos se constató que se trataba deuna visión excesivamente coyuntural puesto que las tasas deinflación se redujeron y permanecieron estables en la déca-da siguiente a 1983. Por otra parte, tampoco se llegó a ex-perimentar el citado control, ni se incrementó la presión im-positiva.

    En tercer lugar, la corriente neomarxista queda de ma-nifiesto en el trabajo de O 'Connor, por un lado, y de Ha-bermas y Offe por otro. O'Connor (1973) se refiere a la crisis fiscal del Estado resultante de las contradiccionesdel Estado del capitalismo avanzado agravadas por el sis-tema democrático. Por su parte, Habermas (1978: 70,71)mantiene la existencia de una doble crisis: de entrada , ensu acepción de crisis de legitimidad clásica, y de salidacomo crisis de racionalidad, en el momento en el que la bu-rocracia no hace compatibles, o es incapaz de manejar co-rrectamente, los mecanismos de control que le exige el sis-tema democrático. Aojos de los trabajadores el sistema ca-pitalista está legitimado por el Estado liberal dem ocráticoque suplanta el papel dominante de la clase capitalista. Eneste tipo de Estado los valores políticos de esta clase gozande lo que Gramsci llamó hegemonía ideológica , y portanto ambos establecen los términos principales del debatepolítico e indican los canales y los límites en los que seconfina normalmente al debate político. El Estado liberal-democrtico adopta varias políticas y tácticas para protegertanto su propia legitimidad como la del orden socialdesarrollándose para ello servicios asistenciales. La situa-ción final lleva a que este sistema de legitimación em piece aquebrarse apareciendo crisis fiscales, conflictos entre dife-rentes tipos de trabajadores según su rama de producción,

    conflictos regionales y conflictos étnicos (Birch, 1984). Detodas estas amenazas, en los países industrializados sola-mente ha adquirido una tibia presencia el conflicto en tornoal replanteamiento de un nuevo modelo federal en Canadá.

    Por último, Bourricaud (1992) señala que si se parte dela definición del concepto de gobernabilidad como un con-junto de condiciones que aseguren el ejercicio del poder enuna sociedad sin excesivo riesgo de que ésta llegue a desar-ticularse violentamente, debe aceptarse la ex istencia de cier-tas condiciones que preserven un mínimo de coherencia yde unidad en las sociedades. De esta forma, la discusión secentra en un terreno clásico en el que predomina el senti-

    miento de pertenencia al mismo cuerpo político y la creen-cia de que hay una ley implícita común que todos los ciuda-danos están obligados a respetar. Las condiciones no seríanotras que la existencia de un sistema normativo respetadopor las autoridades centrales con el uso ocasional de sancio-nes efectivas y, en segundo término, la congruencia entre elsistema normativo y las motivaciones de los actores. Ahorabien, dichas condiciones deberían verse complementadaspor dos principios: la consecución del grado más alto deproductividad y la mejor, cuanto no la más justa, distribu-ción. Sin embargo, con relación a la sociedad de los paísesdesarrollados al filo de 1990, Bourricaud denuncia la po-

    sibilidad de que las crisis de gobernabilidad sean conse-cuencia directa de la gestación y evolución de minoríasvehementes ( impassioned minorities ) que rompan elequilibrio del cuerpo político como consecuencia de distin-

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    tos aspectos que podrían enmarc arse desde la crisis de valo-res, a la difícil relación entre productividad y solidaridad,pasando por el peligro de la anomia social. Dichas minoras,surgidas en un espacio común al que Bourricaud denominaBabel y que no es sólo un espacio de confusión sino tam-bién de confrontación, son actores colectivos intermediosentre los grupos de interés y los movimientos sociales. Supresión violenta puede eventualmente terminar, en el más

    extremo de los casos, en terrorismo o en la exacerbac ión delcomportamiento del gorrón ( free rider ) al tratar de ob-tener los beneficios de la cooperación sin asumir ningúntipo de los costes (Bourricaud, 1992: 47).

    5.

    En el caso de los sistemas políticos democráticos de lospaíses en vías de desarrollo, se da una situación teórica enque si bien la problemática de la gobernabilidad tiene unahistoria muy breve (Mayorga, 1992: 17), existen razonessobradas para estimar que la acción de gobierno en símisma considerada es algo trascendental que sobrepasa laactual coyuntura democratizadora, de manera que algunosproblemas de la gobernación son anteriores (Coppedge,1993: 2). En dicho medio, tanto la aproximación estructu-ral-funcionalista como la neo-marxista han tendido a con-verger en un nivel similar de causación a la hora de explicarlas crisis de gobernabilidad (Kohli, 1990: 24). Desarrollistasy dependentistas han contemplado la emergencia del desor-den (o del conflicto de clases) como un resultado de la cre-ciente dislocación entre los aspectos subjetivos de com-prensión de la estructura social y objetivos de la posición en

    que dicha estructura tiende a crear una sobredemanda o unconflicto de clases en el sistema político; eso es, del fracasode los valores prevalecientes (ideologías) para legitimar ladivisión del trabajo existente (la estructura de clase). Paralos estructural-funcionalistas las fuerzas motrices de dichoscambios han sido el desarrollo económico y su concomi-tante modernización, mientras que para los m arxistas se tra-taba del capitalismo. En ambas visiones se producía unaobvia inclinación en favor de centrar en la sociedad lasexplicaciones de la crisis de gobernabilidad.

    Sin embargo, en las democracias del Tercer Mundo sedan condiciones políticas especiales que realzan el signifi-cado de las variables políticas para entender las recurrentescrisis de gobernabilidad. De esta suerte, pueden asumirsecomo tales: la calidad del liderazgo y las preferencias deéste, la ideología prevaleciente, el grado de armonía interé-lites, el diseño de las instituciones políticas dominantescomo el sistema de partidos y las relaciones entre el Ejecu-tivo y el Legislativo, y el peculiar papel del Estado comoresponsable primordial del desarrollo socioeconómico(Kohli, 1990: 29). A todas ellas cabría añadir el grado decorrupción, no únicamente patrimonio de los países en víasde desarrollo pero sí con una mayor capacidad de impacto,que el sistema puede llegar a aceptar como consecuencia desu gravitación en el descontento social. No obstante, esprecisamente la capacidad interventora de l Estado la quepor último acentúa las crisis de gobernabilidad bien por sumayor tendencia a politizar la sociedad que la de un Estado

    limitado, bien por la elevada influencia que se ejerce sobrela economía y sus limitados recursos que hace que se con-vierta en objeto de una considerable atención política.

    Con respecto a América Latina, Coppedge señala laexistencia de una evasión recurrente de los mecanismosinstitucionales a la hora de dilucidar los conflictos entre losgrupos políticamente relevantes a los que no son ajenasfuerzas externas que continuamente les influyen haciendoobsoletos tales mecanismos. Esto tam bién es debido al desa-juste entre las instituciones formales que no respetan el re-lativo poder de dichos grupos. Pero, en segundo término,asimismo se registra cierta reluctancia a que estos gruposrelevantes se comprometan con algún arreglo institucional.Todo lo cual se sintetiza en que las tradicionales manifesta-ciones de ingobernabilidad en A mérica Latina no son otracosa que un desequilibrio en las relaciones de poder entregrupos políticamente relevantes y fórmulas de tom a de de-cisión (Coppedge, 1993:9). Desde otra perspectiva, se haabogado por una mayor conexión con el ámbito socioeco-nómico, de manera que se ha indicado que el problema dela gobernabilidad, que en sus reencarnaciones sucesivas es-tuvo confinado al ámbito de la política, hoy da aparececada vez más bajo la forma del contexto o de las condicio-nes bajo las cuales es posible el desarrollo (Tomassini,1993: 11).

    6.

    La revisión de parte de la literatura existente sobre elconcepto de gobernabilidad realizada hasta aquí suministraun cúmulo de elementos suficientemente rico donde enmar-car la definición del concepto de gobernabilidad adoptadaen estas páginas. De esta manera,puede entenderse por go-bernabilidad la situación en que concurren un conjunto decondiciones favorables para la acción de gobierno que sesitúan en su entorno (de carácter medioambiental) o queson intrínsecas a éste. Por el contrario, ingobernabilidad serefiere a una situación disfuncional que dificulta la activi-dad y la capacidad gubernamental. Esta definición coincidecon la de Leca (1985: 18) al equiparar el concepto de go-bernabilidad con la acción de gobierno a la que se le da uncarácter positivo, cuando no moralmente satisfactorio, altratarse de un comportamiento conforme a las reglas delbuen gobierno . Asimismo, la referida conceptualizacióncomparte la visión de Nohlen (1992:4) cuando indica que el concepto de gobernabilidad se refiere a la interacciónentre gobernantes y gobernados, entre capacidades de go-bierno y demandas políticas de gobierno. Hace referencia ala tensión que existe entre las dos partes y pone en cuestiónel sistema de gobierno, como productor de decisiones polí-ticas y encargado de su ejecución, y su capacidad para estara la altura de los problemas a resolver . Tanto la adjetiva-ción de favorables , en la definición establecida, como ladel buen gobierno de Leca, y el imperativo de Nohlen deposeer una determinada capacidad para estar a la altura... ,reenvían directamente el problema conceptual al marcoteórico de la eficacia. Si, complem entariamente, el gobiernodel que se está hablando, requiere de un tipo definido deapoyo o de aceptación social, el marco que se introduce es

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    el de la legitimidad. De esta manera, se dan paso a las defi-niciones de Flisfisch (1989), Tomassini (1993) y Arbós yGiner (1993). El primero de ellos define gobernabilidadcomo la calidad del desempeño gubernamental a través deltiempo a la que se la deben considerar las siguientes di-mensiones: capacidad de adoptar oportunamente decisionesante eventos que son desafíos que exigen una respuesta gu-bernamental; efectividad y eficiencia de las decisiones

    adoptadas; aceptación social de esas decisiones; y coheren-cia de las decisiones a través del tiempo, de manera que noproduzcan efectos contradictorios (Flisfisch, 1989: 113). Elsegundo autor señala que la gobernabilidad no sólo se re-fiere al ejercicio del gobierno, sino además a todas las con-diciones necesarias para que esta función pueda desempe-ñarse con eficacia, legitimidad y respaldo social (Tomassi-ni, 1993: 6). Los últimos autores, igualmente definen la go-bernabilidad como la cualidad propia de una comunidadpolítica según la cual sus instituciones de gobierno actúaneficazmente dentro de su espacio de un modo consideradolegítimo por la ciudadana, permitiendo así el libre ejercicio

    de la voluntad política del poder ejecutivo mediante la obe-diencia cívica del pueblo (Arbós y Giner, 1993: 13).

    Por todo ello, el objetivo de análisis queda centrado enel ámbito de lo que hace o deja de hacer el Gobierno, demanera que en el idioma español haya que desarrollar unvocablo redundante como es el de gobernabilidad que susti-tuye al de la acción de gobernar o gobernación(governance en inglés) al que se le añade una obligada ex-pectativa positiva que culmina en el buen gobierno . Deahí que sean las dos esf eras indicadas anteriormente relati-vas al funcionamiento del aparato formal del sistema políti-

    co y al rendimiento de la política económica, siempre conrespecto a sus resultados y a la evaluación social de losmismos, los indicadores de dicho estudio. Ambos concep-tos, gobernabilidad e ingobernabilidad, conforman los dospolos de un continuo, de manera que el paso de una situa-ción a otra es gradual y nu nca totalmente irreversible.

    Complementariamente a la existencia de las condicionesfavorables a la acción de gobierno, el propio fenómeno dela gobernabilidad se encuentra sometido a la percepción quede dichas condiciones, y de ciertas disfunciones, entre lasque la corrupción política es una de las más frecuentes,

    tiene la sociedad. De esta suerte, debe incluirse dentro de suanálisis la valoración subjetiva llevada a cabo de maneraperiódica por la misma. Esta respuesta puede formularsetanto por canales institucionalizados como por medios in-formales. En todo caso, para que su repercusión sobre elpropio fenómeno de ingobernabilidad sea significativa, esnecesario que alcance una masa crítica en función de quelas reclamaciones formuladas afecten a elementos sensibles del sistema político o conjuguen una moviliza-ción social relevante.

    Aunque la unidad de análisis es el sistema político, am-

    bos conceptos apenas tendrían que ver, en principio, con laforma política existente que definiera las reglas de funcio-namiento del régimen político y las relaciones de sus insti-tuciones más relevantes con la sociedad civil. Unicamenteconcernerían a la esfera de lo gubernamental entendida

    como el medio donde se formulan y se ponen en marchadecisiones políticas que afectan al conjunto de la sociedad.Sin embargo, tanto el legado de la bibliografía sobre el temacomo la situación mundial en 1993 cuando t ienden a gene-ralizarse el sistema político democrático y las formas másabiertas de entendimiento económico, no parecen conside-rar otra perspectiva acerca del citado binomio antagónicoque su ubicación, como ya se expresó anteriormente, en el

    ámbito del Estado democrático y en una economía de mer-cado(3) . Todo ello aún teniendo en cuenta las constriccio-nes que registran muchos de los países latinoamericanos ydel este europeo a la hora de consolidar sus sistemas demo-cráticos y abandonar el terreno inseguro en el que se en-cuentran asentados.

    En consecuencia, una hipótesis fundamental será que lagobernabilidad quedará aquí asegurada en la medida enque un Gobierno pueda simultáneamente mantener la legi-timidad y promover el desarrollo socioeconómico. En estesentido, al plantearse las dimensiones subyacentes a la pro-

    blemática de la gobernabilidad en América Latina, se ha se-ñalado que éstas no son otras que el fortalecimiento de lalegitimidad del sistema político y de las instituciones estata-les; y el desarrollo de la eficacia de las políticas públicas di-señadas e instrumentadas por el Estado (Mayorga, 1992:41). Y, en términos de Flisfisch: para la consecución de lagobernabilidad no basta con la pura operación de las reglasdel juego democrático... exige como resultado de la opera-ción de esas reglas un orden (Flisfisch, 1989: 117,118).Ese orden no es sino una situación de equilibrio social, ge-neralizado y relativamente estable.

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    (3) A pesar de que, precisamente, bajo ese marco la gobernabilidad es donde en-cuentra mayor conflicto, pues como señala Coppedge (1993: 11) , la gobernación y lademocracia se basan en principios antagónicos estando abocados inevitablemente alconflicto. La gobernación requiere la efectiva representación de los grupos proporcio-nalmente a su poder: la demcoracia requiere la representación de los grupos en pro-porción al número de individuos que les apoyen. La gobernación respeta la lógica delpoder mientras que la democracia respeta la lógica de la igualdad política .

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    RESUMEN

    En este artículo, el autor se ocupa de conceptualizar lo que se entiende por gobernabilidad en elámbito del sistema político.En primer lugar, se identifican m inuciosamente los factores explicativos

    de la gobernabilidad para los diferentes análisis de las Ciencias Sociales. Estos son agrupados encuatro apartados, de acuerdo con su carácter de variables independientes: 1) legitimidad y eficaciadel sistema político en regímenes democráticos; 2) situaciones de crisis de los sistemas políticos; 3)el problema del déficit fiscal en los países occidentales industrializados, entendido desde distintascorrientes intelectuales; 4) los problemas de gobernación propios de los países en vías de desarrollo.En segundo y último lugar, se concluye que el tema de la gobernabilidad queda enmarcadoexclusivamente en el ámbito gubernamental, y que su logro depende fundamentalmente de lacapacidad efectiva del gobierno para mantener la legitimidad y promover el desarrollosocioeconómico, de un modo simultáneo.

    ABSTRACTIn this article, the author is occupied in conceptualizing what is intended to be governability in thescope of the political system.First, explanatory factors of governability according to the differentanalysis of Social Sciences, are thoroughly identified.These indicators are organized into fourgroups, given their character of independent variables: 1)legitimacy and efficacy of the politicalsystem under dem ocratic regimes; 2)situations of crisis of the political systems; 3)the problem of thefiscal deficit in western industrialized countries, from the point of view of different intelectualcurrents; 4)the problems of governance propers to developing countries.In second and final place,the author concludes that the theme of governability stays limited exclusively to the governmentalscope, and that its achievement depends fundamentally on the effective capacity of government formaintaining legitimacy and promo ting socioeconomic development, in a simultaneous way.

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