ESPIRITISMO CRISTIANOAl Espiritismo cristiano cabe, actualmente, en el mundo, grandiosa y sublime tarea.

No basta definir sus características venerables de Consolador de la Humanidad, es preciso también revelar su acción de movimiento libertador de conciencias y corazones.

La muerte física no es el fin. Es puro cambio de capitulo en el libro de la evolución y del perfeccionamiento. A su influjo, nadie debe esperar soluciones finales y definitivas, cuando sabemos que cien años de actividad en el mundo representan una fracción relativamente corta de tiempo para cualquier edificación en la vida eterna.

Infinito campo de servicio aguarda la dedicación de los trabajadores de la verdad y del bien. Problemas gigantescos desafían a los Espíritus valerosos, encarnados en la época presente, con la gloriosa misión de preparar la nueva era, contribuyendo en la restauración de la fe viva y en la extensión del

entendimiento humano. Urge socorrer a la Religión, sepultada en los archivos teológicos de los templos de piedra y amparar a la Ciencia transformada en genio satánico de la destrucción.

La espiritualidad victoriosa recorre el mundo, regenerando las fuentes morales, despertando a la criatura en el cuadro realista de sus adquisiciones.

Hay nuevos llamamientos para el hombre des creyente, del siglo XX, indicándole más vastos horizontes, para demostrarle que el Espíritu vive por encima de las civilizaciones, que la guerra transforma o consume en su voracidad de dragón multimilenario.

Ante los nuevos tiempos y considerando el esfuerzo grandioso de la renovación, se requisita el concurso de todos los servidores fieles de la verdad y del bien para que, antes de todo, vivan la nueva fe, mejorándose y elevándose cada uno, camino del mundo mejor, a fin de que la edificación de Cristo prevalezca sobre las meras palabras de las brillantes ideologías.

En la consecución de la tarea superior, se congregan encarnados y desencarnados de buena voluntad, construyendo el puente de luz, a través del cual la Humanidad traspone el abismo de la ignorancia y de la muerte.

Mentalicemos a la criatura recogida a la prisión para relacionar sus aflictivos problemas.

Casi siempre llora sin lágrimas bajo el azote del remordimiento zurcirle el espíritu, arrepintiéndose, tardíamente, de la culpa que podría haber evitado al precio de complacencia.

Día y noche, el reloj, señala los instantes amargos que se acumulan en cristalizaciones de angustia que, frecuentemente, rayan en el desespero.

Padece doloroso abatimiento social, en compulsiva distancia de aquellos que más ama.

Recibe sorpresas ingratas en la objeción a que se ve relegada, sea en la compañía de los elementos inferiores que comparten la penitencia o en la hostilidad de aquellos que se le erigen, por enemigos sonrientes, de la prisión. Más allá de todo eso, sin embargo, es constreñida a perder los patrimonios del

tempo, una vez que la reclusión le substrae preciosas oportunidades de aprimoramiento y progreso.

En el símbolo, encontramos la posición envilecida que Jesús, por Divino Medico, procuró conjurar en nuestro favor, exhortándonos al perdón sin límites, porque, en verdad, mal querencia y resentimiento, no son nada más que peligroso calabozo mental, impidiéndonos la libre asimilación de los bienes que la vida nos ofrece, segregándonos en esposas fluídicas de enfermedad y de tinieblas, entre las cuales, muchas veces, apresuramos el paso a la muerte prematura.

No cuentes ofensas y llagas, pedradas y cicatrices.

Recuerda que en todo somos alentados por el amor incesante de la Providencia Divina y sigamos adelante, recordándonos de que, más allá de la noche, el sol brilla sin sombra, por mensaje de Dios, gritando a los Cielos la victoria de la Luz.

Por el Espíritu Emmanuel, del Libro: Alborada del Reino, Médium: Francisco Cándido Xavier.