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ESPAÑA: HACIA LA CONSOLIDACI'ON DE UN MODELO PROFESIONAL DE REPRESENTACION

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ESPAÑA :HACIA LA CONSOLIDACION

DE UN MODELO PROFESIONALDE REPRESENTACION

Gloria DE LA FUENTE(Universidad Complutense de Madrid)

Eduardo MOYANO(IESA-CSIC. Córdoba)

El modelo de organizaciones profesionales agrarias (OPAS)que, desde 1977, intenta consolidarse en la agricultura españolaes un modelo equivalente al de la mayor parte de los países dela Comunidad Europea. Como se sabe, el modelo europeo es unmodelo plural, constituido por diversas opciones que, si bienresponden a tradiciones ideológicas y culturales distintas, tienenen común el hecho de haber alcanzado una síntesis entre lasfunciones reivindicativas, típicas del sindicalismo originario delque surgieron, y las funciones de prestación de servicios quedemandan unos agricultores cada vez más profesionalizados.

Debido al largo paréntesis de la dictadura franquista(1939-1975), en la agricultura española no se han dado lascondiciones de continuidad que han tenido otros países euro-peos para desarrollar con apoyo institucional y tiempo sufi-ciente una red articulada de organizaciones profesionalescapaces de canalizar y representar los intereses de los agricul-tores y de hacer frente a los cambios experimentados por laagricultura y el mundo rural.

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De ahí que hayamos asistido, desde el comienzo de latransición democrática en nuestro país, a un afán por quemaretapas, a una especie de querer y no poder por parte de lasOPAS españolas, para consolidar un modelo de representa-ción de intereses comparable al de las agriculturas europeas.A las dificultades típicas del cambio político y la reforma ins-titucional de la transición se han añadido los prol2lemas deri-vados del propio modelo de organizaciones profesionales quese pretendía implantar; un modelo que llegaba a la agriculturaespañola en un momento en el que las OPAS de los demáspaíses estaban experimentando cambios organizativos impor-tantes, en cuanto a sus funciones y tipos de actividades, paraadaptarse a las nuevas exigencias de los agricultore ŝ . De estemodo, las OPAS españolas han tenido como referencia unmodelo en constante cambio, dificultando aún más el éxito desu esfuerzo.

En este artículo trataremos de acercar al lector a los pro-blemas con que se encuentran las OPAS españolas para con-solidar un modelo asociativo eficiente y capaz de legitimarseante los agricultores y el resto de la sociedad. Para ello,comenzaremos por exponer, a modo de introducción, losantecedentes históricos, que los hay y muy ricos, del sindica-lismo agrario español, pasando más adelante a mostrar lasgrandes líneas directrices seguidas por el proceso de democra-tización iniciado con la instauración de la Monarquía parla-mentaria en 1975. Muchos de los factores que marcaron lareforma democrática del corporativismo franquista actuaríancomo elementos condicionantes en la configuración de unpanorama asociativo de base voluntaria en la agriculturaespañola, por lo que nos parece conveniente analizar talesfactores para comprender mejor el modelo de OPAS queintenta consolidarse actualmente en nuestro país.

La segunda parte de este artículo la dedicaremos a anali-zar la estructura interna de este modelo, exponiendo los dis-cursos ideológicos de las organizaciones existentes, así comolas funciones que cumplen y las actividades que desarrollan.Por último, y a modo de reflexión, plantearemos algunas delas que nos parece continúan siendo cuestiones abiertas sobre

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el papel a jugar por las OPAS en una agricultura, como laespañola, plenamente integrada en la Comunidad Europea ycon un nivel de modernización económica y social equipara-ble en muchos aspectos a las de sus socios comunitarios. ^

1. CONTINUIDAD Y CAMBIO EN LA REFORMA DELAS INSTTI'UCIONES CORPORATIVAS

Como es suficientemente conocido, en 1939 se instaura enEspaña una dictadura de tipo corporativo. El nuevo régimenrepresentaba una profunda ruptura con las institucionesdemocráticas de la II República (1931-1939) y hacía tabla rasade la tradición asociativa existente en la sociedad civil espa-ñola desde principios de siglo.

En efecto, centrándonos en la agricultura y el mundorural, podemos decir que, desde principios de siglo, y másconcretamente a partir de la Ley de Sindicatos Agrícolas de1906, se había desarrollado en España un importante movi-miento asociativo en forma de sindicatos, cooperativas, cajasde crédito y mutuas, que en muy poco tenía que envidiar alque por esos mismos años se desarrollaba en la agriculturaeuropea. Sin ánimo de profundizar aquí sobre este tema ysólo a título informativo, pueden distinguirse en ese movi-miento cuatro grandes líneas o corrientes ideológicas organi-

zativas.En primer lugar, encontramos la línea representada por el

sindicalismo "católico", una corriente ideológica que, inspi-rada en las encíclicas papales -sobre todo la "Rerum Nova-rum" (1891)- e impulsada por las jerarquías eclesiásticas y elclero local, desarrollaría su proyecto asociativo entre lospequeños y medianos agricultores, especialmente aunque noen exclusiva, entre los cerealistas de Castilla, creando nume-rosos sindicatos plurifuncionales del tipo de los sindicatos"boutique" franceses (ver el capítulo de R. Hubscher y Y.Rinaudo, en este mismo libro). Su modelo sindical era unmodelo de prestación de servicios, apoyado en la constituciónde cooperativas, mutuas y cajas rurales, muchas de las cuales

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aún existen. Este sindicalismo católico se organizaría en losaños veinte a nivel nacional en la CNCA ( ConfederaciónNacional Católico Agraria), que alcanzó un importante prota-gonismo en la agricultura y el mundo rural español (Castillo,1979; Cuesta, 1978; Herrero, 1975).

En segundo lugar, hay que distinguir la línea representadapor la "patronal agraria", cuyos principales centros de implan-tación estaban situados obviamente en las zonas latifundistasdel Sur y cuya actividad prioritaria era la defensa de la granpropiedad frente a las reivindicaciones del sindicalismoobrero. Este movimiento patronal era un movimiento estric-tamente defensivo para movilizarse ante las situaciones con-cebidas por sus élites dirigentes como amenazas al sistema depropiedad privada de la tierra, no llegando nunca a dotarse deuna estructura organizativa sólida y estable al no contemplarentre sus objetivos la prestación de servicios a los agricultores;su articulación organizativa se producía según las coyunturaspolíticas, creando plataformas de coordinación más o menosformalizadas para canalizar su influencia como grupo de pre-sión. Tales fueron los casos, por ejemplo, de la APFR (Aso-ciación de Propietarios de Fincas Rústicas), creada en 1931para oponerse al proyecto de ley de Reforma Agraria de la IIRepública, o los numerosos comités de enlace y plataformaspatronales, en los que la patronal agraria participó con esemismo propósito (Cabrera, 1976).

En tercer lugar, puede distinguirse un movimiento de acciónreivindicativa protagonizado por pequeños agricultores no pro-pietarios de algunas regiones específicas. Por ejemplo, lospequeños arrendatarios de Extremadura o los enfiteutas de la"rabassa morta" en Cataluña ("rabassaires"), que crearían laUnió de Rabassaires (Balcells, 1980), sin olvidar el movimientode pequeños agricultores castellanos organizado en 1926 en

torno a la Liga Nacional de Campesinos y surgido como disiden-cia de las filas del propio sindicalismo católico tras el giro dadopor la CNCA hacia los grandes agricultores (Castillo, 1979).

En cuarto lugar, por último, habría que citar a los movimien-tos campesinos vinculados a las centrales sindicales UGT (socia-lista) (a través de la FNTT) (Biglino, 1986) y CNT (anarquista)

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(Paniagua, 1982), en los que los intereses del pequeño campesi-nado se articulaban de forma conjunta con los del resto del pro-letariado. Estas organizaciones tendrían una fuerte implanta-ción en algunas regiones españolas, sobre todo en Andalucía,Extremadura y Castilla La Nueva, siendo hegemónica la FNTT-UGT durante el periodo republicano (Biglino, 1986).

Tras la Guerra Civil, la instauración de un régimen corpora-tivo implicó, de un lado, la completa disolución de las antiguasorganizaciones sindicales y cooperativas vinculadas a los secto-res de la izquierda socialista y anarquista, y, de otro, la integra-ción forzosa en la nueva estructura institucional de las organi-zaciones patronales y católico-agrarias que habían apoyado alMovimiento durante la contienda (Majuelo y Pascual, 1991).

El marco institucional implantado por las autoridades delnuevo régimen en la agricultura descansaba en dos pilaresbásicoŝ : las Hermandades de Labradores y Ganaderos, comoinstituciones corporativas de representación general paratodos los agricultores y asalariados agrícolas, y los SindicatosVerticales de Rama, como instituciones de representaciónsectorial para los grupos implicados en cada rama de produc-ción (productores agrícolas, asalariados, comerciantes, indus-triales). Junto a ellos, el movimiento cooperativo era articu-lado de forma obligatoria en las UTECO ( UnionesTerritoriales de Cooperativas) y en la UNACO (UniónNacional de Cooperativas). Este entramado institucional seextendía por toda la agricultura española en sus distintosámbitos territoriales -local, provincial, y nacional-, osten-tando el monopolio de la representación de los intereses agra-rios y erigiéndose en el canal privilegiado para acceder a lasdistintas áreas políticas de decisión del régimen de Franco. Elejercicio de sus funciones de representación sobre bases nodemocráticas, sino cooptativas, convertía a estas institucionesen importantes centros de control sobre la población agrícola,especialmente en el nivel local, y en centros de poder de lasélites tradicionales (Moyano, 1984; Peña, 1966).

Además de sus funciones de representación, las institucio-nes corporativas desarrollaban también una importante. activi-dad como organismos administrativos para la aplicación, en los

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niveles inferiores, de la política agraria. La cada vez más buro-cratizada política agraria del franquismo, con un amplio sis-tema de subvenciones y ayudas al agricultor, encontraba en lasHermandades Locales el punto de contacto con la poblaciónagrícola, ofreciéndole a través de ellas gran cantidad de servi-

cios. Con independencia del carácter no democrático de lasmismas, estas instituciones se convirtieron en organismos nece-sarios y poco menos que imprescindibles para los agricultoresespañoles, produciéndose un elevado nivel de identificacióncon ellas; una identificación que era, obviamente, mayor entrelos grupos de donde procedían las élites agrarias del fran-quismo -grandes agricultores andaluces y extremeños, ymedianos agricultores ligados a las zonas cerealistas castellanas.

Esta situación se mantuvo hasta el final del régimen deFranco, en 1975, sin grandes alteraciones en lo que se refiere asu componente institucional. Sin embargo, su dinámica internase vio afectada por los cambios económicos y sociales produci-dos en la agricultura española a lo largo del proceso de moder-nización de los años sesenta. Sin entrar a analizar aquí esteproceso, suficientemente estudiado ya por otros autores, síconviene señalar para los objetivos de este artículo, que no fueun proceso homogéneo, sino que tuvo efectos diferentes deunas ramas productivas a otras y entre los distintos grupos deagricultores. Así, en las áreas de agricultura extensiva ^omo

las de cereales u olivar-, el proceso de modernización tuvo,ciertamente, efectos positivos en el terreno de la productividady las técnicas de cultivo, pero apenas modificó sus estructurassociales ni alteró sustancialmente las formas de concebir losproblemas de la agricultura por parte de sus grupos compo-nentes. El hecho de que estas ramas productivas permanecie-sen durante todo ese período reguladas por una política pro-teccionista de precios fijos y subvenciones públicas, así comosometidas a un fuerte control de los organismos estatales enmateria de comercialización, hizo que tales grupos de agricul-tores se mantuviesen prácticamente al margen de las vicisitu-des del mercado y el sistema agroalimentario, con lo que ape-nas experimentaron los fenómenos de diferenciacióneconómica y social que suelen ir ligados al proceso de moder-

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nización capitalista de la agricultura. No debe extrañar, pues,que los elementos ideológicos del corporativismo tradicional-ruralismo, unitarismo, gremialismo- encontraran en losagricultores de estas áreas de agricultura extensiva sólidosrefugios para consolidarse y reproducirse a pesar del cambiogeneralizado que estaba teniendo lugar en el conjunto de lasociedad española. De igual modo, puede comprenderse que elmarco institucional del corporativismo franquista -Herman-dades y Sindicatos Verticales- coexistiese en armonía y fun-cionalidad con los grupos de agricultores ligados a dichasáreas, y que estos grupos estuviesen interesados en que sediera una continuidad entre viejas y nuevas institucionescuando se inició la transición democrática (Moyano, 1984).

Por su parte, en las áreas de agricultura intensiva, situadasen las zonas regables de las principales cuencas hidrográficasdel país y en las regiones periféricas del litoral mediterráneo,y especializadas, sobre todo, en una producción hortofrutícolano regulada por la politica proteccionista del Estado, los efec-tos sociales y económicos del proceso modernizador se deja-ron sentir más profundamente. De un lado, la aceleradamodernización de unas explotaciones predominantemente detipo familiar para satisfacer las exigencias de los mercados, yde otro, la plena integración de las mismas en los circuitoscomerciales del sistema agroalimentario, tuvieron importan-tes efectos diferenciadores sobre la población agrícola, soca-vando en estas áreas los elementos en que se había basado lafuncionalidad de las instituciones corporativas del franquismoy propiciando, entre los agricultores, la gradual aparición deconcepciones modernas más próximas a las que ya estabandesarrollándose en sectores distintos del agrario. En estasáreas de agricultura intensiva, los organismos corporativos sehabían convertido, al final del franquismo, en un auténticocorsé para el avance del proceso modernizador, perdiendolegitimidad para seguir desempeñando sus tradicionales fun-ciones de representación y aumentando su incompentenciacomo centros de prestación de servicios para los agricultoresintegrados obligatoriamente en ellos. No debe sorprender,por tanto, que, al iniciarse la reforma democrática, estos gru-

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pos más dinámicos de agricultores se articularan de mododiferente a los grandes y medianos propietarios de explotacio-nes extensivas y que reivindicaran una profunda transforma-ción de las instituciones corporativas, Ilegando a demandar,en algunos casos, hasta la plena disolución de las mismas paraposibilitar la consolidación de un marco pluralista de repre-sentación de intereses en la agricultura española.

A1 comenzar en 1977 el proceso de democratización de lasociedad española, la agricultura se caracterizaba, en defini-tiva, por su heterogeneidad, coexistiendo distintos sistemas deproducción en torno a los cuales se mostraba una estructurasocial internamente diferenciada. Ello explicaría que, ya desdelas etapas iniciales de la transición democrática, se fueran con-figurando en la agricultura española formas diferentes de con-cebir los problemas del sector agrario y distintas maneras deentender la vía que debía seguirse en la reforma de las institu-ciones corporativas. Estas diferentes concepciones se articula-rían durante el proceso democratizador en opciones sindicalesconcretas, cuyo análisis abordaremos en el siguiente apartado.

Centrándonos en las características del proceso de reformademocrática, la Ley 19/77, de 1 de abril, de Libertad Sindicalderogó de un modo general el principio corporativista de sin-dicación obligatoria y abrió la posibilidad de que se desarro-llara en España un modelo de pluralismo representativo simi-lar al existente en las democracias occidentales. No obstante,hay que señalar que el nuevo sistema de representación deintereses no tuvo un desarrollo uniforme en los diversos secto-res de actividad, sino que su avance y consolidación fueronmuy desiguales. En el sector agrario, concretamente, y aten-diendo a la opinión mayoritaria de los grupos que demanda-ban la continuidad de las instituciones corporativas, los pode-res públicos que dirigieron la reforma política optaron por nodisolverlas, manteniéndoles la mayor parte de sus funciones eintroduciendo en ellas sólo las reformas indispensables parahomologarlas al nuevo marco democrático. De este modo, lasantiguas hermandades, los sindicatos verticales de rama y lasuniones de cooperativas continuarían, en su versión refor-mada, desempeñando un importante papel como lugares de

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referencia privilegiados y como centros de prestación de servi-cios para un amplio sector de agricultores españoles.

Esta singular reforma de las viejas instituciones corporati-vas del franquismo dificultó, en gran medida, la consolidaciónen la agricultura del nuevo modelo de pluralismo representa-tivo, posibilitado formalmente por la ya citada Ley de Liber-tad Sindical. Los agricultores se sintieron escasamente moti-vados a integrarse en los nuevos sindicatos de base voluntaria-conocidos como Organizaciones Profesionales Agrarias(OPAS), para distinguirlas de los sindicatos obreros-, ya quelas funciones que les hubieran correspondido desarrollar aestas nuevas organizaciones -reivindicativas, representativasy de prestación de servicios-, si nos atenemos al modeloimperante en las agriculturas europeas de entonces, continua-ban siendo desempeñadas por las Cámaras Agrarias, organis-mos heredados de las antiguas instituciones corporativas conlas cuales, como se ha señalado, los agricultores españolesmantenían una larga historia de relaciones clientelares. Aun apesar de esas condiciones poco favorables, hubo regiones-como en León, con la UCL, o en Rioja y Cataluña, con suscorrespondientes uniones regionales- en las que las nuevasOPAS alcanzaron un fuerte protagonismo a nivel local, desa-rrollando una importante labor en el terreno reivindicativo' yde prestación de servicios.

De un modo general, puede decirse que las nuevas OPAScomenzarían su singladura en el seno de un sistema de repre-sentación por construir, en el que todavía persistían impor-tantes inercias del pasado y herencias del antiguo sistemacorporativo. Ello hizo que tuvieran que desarrollarse en unespacio muy limitado y disponiendo de escasos recursos parael ejercicio de su actividad como interlocutores sociales. Noobstante, en los primeros años de la transición democrática,justo durante los gobiernos de la UCD (Unión de CentroDemocrático) y sobre todo a raíz de la legitimación democrá-tica que les dio las elecciones a Cámaras Agrarias celebradas

' En los primeros años de la transición se desarrollaron importantesmovilizaciones de protesta en forma de "tractoradas", movilizaciones quefueron especialmente significativas en las regiones mencionadas.

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en 1978Z, las OPAS dispusieron de un importante reconoci-miento como interlocutores, participando activamente en lasinstancias de concertación que se crearon en el seno del propioMinisterio de Agricultura. A este respecto, puede destacarse laactividad desarrollada por las OPAS en las llamadas "mesasde Atocha", negociando directamente con el propio ministrode Agricultura los precios agrarios y otras ayudas complemen-tarias para el sector. Sin embargo, su protagonismo comointerlocutores se vio estancado a raíz de la llegada al poder delprimer gobierno socialista en octubre de 1982.

Varios factores pueden explicar ese estancamiento de lasOPAS en su desarrollo y expansión. En primer lugar, podría-mos citar el hecho de que no fuera necesario para el gobiernosocialista, salido de las urnas con mayoría absoluta, legitimarsu política buscando el apoyo de los interlocutores sociales, eneste caso de las OPAS. En segundo lugar, podríamos conside-rar también el hecho de que no fuera considerado como prio-ritario para el gobierno socialista abordar un amplio proyectode reformas en la agricultura antes de la entrada de Españaen la Comunidad Europea y en pleno proceso de transferen-cia de competencias a las Comunidades Autónomas, lo queno hacía tampoco necesario, como sí ocurrió en otros países yen otras épocas, favorecer el desarrollo de un movimientoasociativo de carácter sindical adecuadamente organizadopara el ejercicio de un inexistente proceso de concertaciónsocial. Es decir, el gobierno socialista no tuvo voluntad polí-tica de apoyar la consolidación de las OPAS porque no teníanecesidad alguna de contar con interlocutores sociales alentender que no había nada que concertar con ellos; esa acti-tud habría que explicarla también por el hecho de no valorarla importancia que en sí misma tiene la existencia de un tejido

Z En mayo de 1978 se celebraron las primeras y hasta ahora únicas eleccio-nes para elegir a los vocales de las Cámaras Agrarias Locales. Dichas eleccio-nes formaban parte del plan de reforma y democratización de las antiguas her-mandades de labradores y ganaderos, y a ellas presentaron sus listas decandidatos las nuevas OPAS. Los resultados de esas elecciones significaron lalegitimación democrática de las OPAS, que protagonizarían la vida sindical enla agricultura española durante los últimos doce años, a saber: CNAG, COAG,CNJA, FTT-UPA y UFADE.

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social convenientemente articulado en el mundo agrícola,argumento éste que, a la vista de los acontecimientos,no parece que fuera suficientemente tenido en cuenta porel primer equipo ministerial. Se comprende, pues, que elsindicalismo agrario español, una vez superado el espejismode los primeros años de concertación, encontrara seriasdificultades para avanzar en su desarrollo y alcanzar un nivelde implantación entre los agricultores y un reconocimientosocial equiparables al que tienen las organizaciones profe-sionales de otros países europeos (De la Fuente, 1991; Mo-yano, 1988).

La adhesión de España a la CE llegaría en un momento enque la agricultura española no había logrado aún crear unasestructuras organizativas sólidamente consolidadas que fue-ran fiel reflejo de la propia heterogeneidad de su base social.Por ello, el propio hecho de la Adhesión actuaría como unimportante elemento dinamizador en el sindicalismo agrarioespañol, estimulando los procesos de fusión y articulaciónentre las distintas organizaciones y abriendo un interesanteperíodo de aprendizaje para sus dirigentes a través de su par-ticipación en las instituciones comunitarias de Bruselas(COPA y comités consultivos).

2. OPCIONES ORGANIZATIVAS ENEL SINDICALISMO AGRARIO ESPAÑOL

Como se ha indicado en el apartado anterior, la Ley 19/77de Libertad Sindical propició la creación por toda la geografíaespañola de numerosas organizaciones agrarias de tipo sindi-cal (las OPAS), que tuvieron que. coexistir con las institucio-nes corporativas no disueltas, sino reformadas, del fran-quismo. Tras el ya citado proceso electoral de 1978 a CámarasAgrarias, el panorama del sindicalismo agrario español seestructuró en torno a cinco grandes opciones de ámbito na-

cional.a) COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricul-

tores y Ganaderos del Estado Español). Sindicato de peque-

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ños agricultores familiares, desarrollado principalmente en elmarco de los conflictos surgidos a mediados de los añossetenta con las industrias agroalimentarias en las zonas deagricultura intensiva -valles del Ebro y Duero, litoral medi-terráneo, cornisa cantábrica- (Alonso et al., 1976). En suestructura organizativa fuertemente descentralizada en unio-nes provinciales o regionales, se coordinaban movimientoslocales de oposición a las instituciones corporativas del fran-quismo, con raíces en la izquierda política, en el catolicismoradical (Movimiento Rural Cristiano, JARC...) y en el nacio-nalismo catalán y vasco (Arribas, 1988; García González,1984; Peix, 1991; Serrallonga, 1982).

b) CNAG (Confederación Nacional de Agricultores yGanaderos). Organización promovida por las élites agrariasdel corporativismo en las zonas de agricultura extensiva-especialmente, Andalucía occidental, Extremadura y lasdos Castillas- y protagonizada por los grandes agricultoresempleadores de mano de obra asalariada; de ahí que se lacalificara como "patronal agraria" (González Rodríguez,1984). La CNAG representaba, pues, una cierta continuidadcon el corporativismo tradicional, si bien combinado con ele-mentos ligados a los intereses del nuevo empresariado espa-ñol en cuya organización "cúpula" -la CEOE- se integrabacomo asociación representativa de los empresarios agrícolas.

c) UFADE (Unión de Federaciones Agrarias de España).Representaba también un proyecto organizativo de continui-dad con el corporativismo franquista, pero, a diferencia de laCNAG, promovido por élites agrarias de medianos propieta-rios de las zonas del centro y norte del país no identificadoscon los intereses de los grandes empresarios del sur.

d) CNJA (Centro Nacional de Jóvenes Agricultores). Sin-dicato impulsado por jóvenes agricultores de explotacionesfamiliares modernizadas y raíces culturales asentadas en elcatolicismo conservador (Opus Dei a través de las EscuelasFamiliares Agrarias); aspiraba a crear en España un modelosindical equiparable al francés de la FNSEA-CNJA. Dada sudebilidad organizativa, el CNJA intentaría en sucesivas oca-siones, pero sin éxito, articularse con la ya citada UFADE

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para poner en marcha su proyecto sindical (De la Fuente,1991; Moyano,1984).

e) UPA (Unión de Pequeños Agricultores). Sindicato depequeños agricultores, integrado en el seno del histórico sin-dicato socialista UGT, primero a través de la FTT y más tardede forma autónoma mediante un estatuto especial de asocia-ción. Su desarrollo estuvo ligado estrechamente al proceso dereconstrucción organizativa de la UGT en torno a la viejaestructura de las "casas del pueblo" extendidas por toda lageografía española (ibídem).

Este panorama disperso de organizaciones se mantuvoinalterado hasta la adhesión de España a la Comunidad Euro-pea en 1986. A partir de esa fecha, la experiencia adquiridapor las OPAS españolas en las instituciones comunitarias -concretamente, en el COPA, en donde fueron admitidas lascinco organizaciones-, y la toma de conciencia sobre su debi-lidad organizativa para ejercer con eficacia las funciones derepresentación que son propias al sindicalismo agrario euro-peo, favorecerían procesos de fusión entre ellas, clarificando,en gran medida, el escenario sindical.

Entre estos procesos destaca, sobre todo, la fusión, en1988, de las organizaciones CNAG, UFADE, y CNJA, cre-ando como resultado la actual ASAJA (Asociación Agraria-Jóvenes Agricultores), que se presenta como una organiza-ción defensora de la "modernización" y el "desarrolloproductivista", peró que aún no ha consolidado de forma defi-nitiva sus estructuras internas de organización'. Por su parte,el sector formado por las citadas COAG y UPA, que en tér-minos políticos y con todas las cautelas necesarias puede cali-ficarse como un sector de izquierda, continúa dividido enestas dos opciones sindicales, cuyos diferentes orígenes histó-ricos, culturas políticas y modelós organizativos (descentrali-zada en uniones provinciales y regionales la COAG, y fuerte-mente centralizada la UPA), hacen muy difícil, a pesar de la

' Tras el proceso de fusión, se ha producido una escisión más cualitativaque cuantitativa en el seno de ASAJA, escisión protagonizada por antiguosdirigentes del CNJA. El futuro de esta disidencia es todavía incierto, por loque no la trataremos en este artículo.

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proximidad de sus concepciones y de las estrategias unitariasllevadas a cabo en algunas ocasiones', que puedan desarrollara corto plazo un proceso de fusión similar al protagonizadopor ASAJA en las organizaciones de centro-derecha ya anali-zadas.

En lo que se refiere al protagonismo y reconocimientosocial del sindicalismo agrario español, ya hemos señaladocon anterioridad que la peculiar reforma de las institucionescorporativas y la escasa voluntad política de los primerosgobiernos socialistas no favorecieron la implantación de lasdistintas organizaciones profesionales. Así, tomando comoindicador la afiliación referida al conjunto del territorio nacio-nal, es decir, considerando a todas las OPAS existentes, nosencontramos con cifras que, según datos proporcionados porlas propias organizaciones y contrastadas por estimaciones delInstituto de Fomento Asociativo Agrario, oscilan en torno aun 15 % del total de titulares de explotaciones, si bien laimplantación no es homogénea, sino muy desigual según lasregiones.

En cuanto a la estructura organizativa de las OPAS pode-mos decir que es fundamentalmente territorial y está basadaen dos polos: la oficina central, con sede en Madrid, y las ofi-cinas de las organizaciones provinciales. Salvo algunas excep-ciones -como ocurre en Cataluña y País Vasco-, su nivelregional no ha adquirido todavía la relevancia que sería deesperar en un Estado, como el español, en el que, a partir dela Constitución de 1978, se ha producido un importante pro-ceso de descentralización político-administrativo en torno alos nuevos poderes regionales de las Comunidades Autóno-mas. Sin entrar a analizar este proceso de regionalización,conviene señalar que sus efectos sobre los modelos de estruc-turación organizativa de las OPAS no han sido hasta ahoramuy relevantes por varias razones. En primer lugar, porquedicho proceso ha seguido un ritmo muy desigual de unas

^ En las elecciones a consejos reguladores de denominaciones de origen,desarrolladas en el sector vitivinícola durante el pasado año 1992, UPA yalgunas uniones de COAG, como ha ocurrido en Andalucía, han presentadocandidaturas unitarias.

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Page 17: ESPAÑA: HACIA LA CONSOLIDACI'ON DE UN MODELO PROFESIONAL DE REPRESENTACION · obrero. Este movimiento patronal era un movimiento estric-tamente defensivo para movilizarse ante las

comunidades a otras, dándose el caso de algunas, como las yacitadas de Cataluña y País Vasco, así como de Andalucía, enlas que los nuevos poderes regionales han asumido importan-tes competencias en materia de agricultura, mientras que enotras regiones, que son la mayoría, el proceso de descentrali-zación está siendo extraordinariamente lento, conservando laAdministración central gran parte de sus competencias`. Ensegundo lugar, porque la adhesión de España a la ComunidadEuropea está significando, de algún modo, un proceso inversoal anterior; es decir, de una concentración de poderes en losniveles centrales de la Administración al haberse atribuido elgobierno nacional la función de aplicar en el conjunto delterritorio español la Política Agraria Común en detrimentodel área de competencias que le correspondería a los nuevospoderes regionales. Este hecho, que ha sido motivo de algu-nos contenciosos entre el poder central y los gobiernos de lasComunidades Autónomas y que recientemente ha sido encau-zado en algunas áreas (por ejemplo, en la aplicación delR(CEE) 2328/91 sobre estructuras), ha introducido elementosde confusión entre las OPAS sobre cuál ha de ser la estrategiamás adecuada a la hora de relacionarse con los poderes públi-cos en los diferentes niveles territoriales.

Todo lo anterior explicaría, de algún modo, que el nivelregional no haya sido todavía suficientemente potenciado enla estructura interna de las OPAS españolas, al no habersepodido definir aún con precisión por parte de los poderespúblicos un ámbito equivalente de competencias para hacerposible la elaboración de una política agraria regional. Enesta situación, se comprende que las OPAS hayan continuadoestructurándose preferentemente en torno al nivel provincial,que era, durante el largo período del franquismo, la referenciaadministrativa de mayor claridad para los agricultores. En laactualidad, el nivel provincial actúa, por tanto, de pivote endonde se coordinan las organizaciones de ámbitos inferiores ycentralizan los servicios administrativos, así como de punto deconexión y enlace con el nivel nacional de cada organización.

En lo que se refiere a la articulación de los intereses liga-dos a alguna rama específica de la producción agraria, puede

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decirse que la creciente sectorialización de la política agraria yla cada vez mayor especialización de ciertos estratos de agri-cultores, está obligando a las OPAS a reconocer cierto gradode autonomía a las organizaciones sectoriales en temas derepresentación y defensa de intereses. Este reconoŝimiento

es, no obstante, todavía débil en las OPAS españolas, si locomparamos con el que se produce en el seno de sus homóni-mas europeas. Algunas organizaciones como UPA o COAGapuestan claramente por un modelo no sectorial de organiza-ción, que puede explicarse, en parte, por las característicasmenos especializadas de su base social, formada sobre todo,como hemos señalado, por pequeños agricultores familiares, ytambién por las características no empresariales de sus discur-sos ideológicos. En el proyecto de ASAJA, por el contrario, sípuede apreciarse una tendencia hacia la sectorialización,encontrándose ya integradas organizaciones sectoriales, comola Unión del Olivar, la sectorial remolachera, la de producto-res de arroz o la del tabaco, que son herederas directas de losantiguos sindicatos verticales de rama y que durante el pe-ríodo de transición democrática mantuvieron una trayectoriaindependiente con respecto a las OPAS.

En cuanto a los aspectos financieros de las OPAS españo-las, hay que señalar que la financiación de sus oficinas centra-les proviené de las subvenciones estatales, de los ingresos porconvenios con instituciones públicas (en materia de forma-ción), de los servicios prestados a sus afiliados (por ejemplo,en el ámbito de los seguros) y, en menor medida, de las cuotasde sus afiliados5. Obviamente, el peso relativo de una a otrafuente de financiación varía entre las organizaciones analiza-das, pudiendo señalarse que, en el caso de ASAJA, los ingre-sos procedentes de las cuotas tienen un peso relativo superior

5 En este sentido, son ya significativas las ayudas estatales que recibenlas OPAS para el ejercicio de su actividad de representación. Según datos ofi-ciales del IFA, en 1992, cada una de las tres OPAS recibió en torno a los 90millones de pesetas de subvención, a lo que habría que añadir las cantidadesconcedidas por los gobiernos de las Comunidades Autónomas y las recibidasvía convenio con algunos organismos públicos para la difusión de determina-das informaciones (por ejemplo, con ENESA, para la difusión de los segurosagrarios).

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que en UPA o COAG, dado que aquélla cuenta con una basesocial más potente económicamente.

Los presupuestos anuales de las organizaciones agrariasvarían mucho de unas a otras, dependiendo su distribución dela estructura organizativa de cada una de ellas y de las activi-dades desarrolladas por la estructura territorial. Puede decirseque, por lo general, una parte importante de los recursos conque cuentan las oficinas centrales se ocupan en financiar laactividad de sus representantes en la interlocución social. Nohay que olvidar, sin embargo, los recursos que de forma indi-recta obtienen algunas organizaciones, como UPA y ASAJA,de las organizaciones en que están integradas (UGT y CEOE,respectivamente), recursos que no se materializan en aporta-ciones dinerarias concretas, sino en la posibilidad de utilizaren su beneficio las estructuras de servicios de estas organiza-ciones matrices, o en la posibilidad de acceder a instancias deconcertación que están por lo general vedadas a las organiza-ciones agrarias (por ejemplo, las mesas sobre empleo y seguri-dad social, sobre el proyecto de ley de huelga, sobre fiscali-dad, etc.). Para hacer frente a esos gastos, las organizacionesse ven en la necesidad de realizar actividades económicas,bien directamente o a través de sociedades interpuestas, obte-niendo, así, una fuente adicional de ingresos, como ocurre enel tema de los seguros agrarios.

En cuanto a su funcionamiento interno, hay que decir quela escasez de líderes concentra todo el poder organizativo enuna élite bastante reducida de dirigentes, más en organizacio-nes, como UPA, con una estructura más centralizada, que enotras, como ASAJA o COAG. No obstante, y con indepen-dencia del modelo organizativo, es un hecho indudable que lacreciente complejidad de los problemas agrarios y la cada vezmás intensa dinámica de concertación de las OPAS con lospoderes públicos reducen la participación de sus bases socia-les a meros actos formales de ratificación de los acuerdosadoptados por las cúpulas dirigentes. De esta manera, puededecirse que las estrategias seguidas son por lo general refren-dadas por dichas bases, más que tomadas colectivamente. Eneste sentido, las asambleas de las OPAS representan normal-

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mente un acto ritual que legitima este funcionamiento, ade-más de cumplir con el mandato estatutario de elegir a losmiembros de los distintos órganos de gobierno. A pesar detodo, el grado de centralización de las OPAS españolas no es,hoy por hoy, excesivamente fuerte, siéndolo más en UPA,que en ASAJA y por supuesto que en COAG, que es la quetiene una estructura más descentralizada debido al protago-nismo y plena autonomía de las Uniones territoriales. Salvoen el caso de UPA, que carece de una estructura periféricamuy desarrollada, pero que puede cambiar en el futuro inme-diato si continúa con su estrategia de absorción de antiguasuniones de la COAG6, en las otras dos organizaciones no seda una relación jerarquizada entre la estructura central deMadrid y los niveles territoriales, dada la autonomía finan-ciera con que funcionan unas y otras. En otro orden de cosashabría que señalar que, en muchas ocasiones, la escasa articu-lación organizativa existente en algunas OPAS ha hecho queagentes como los técnicos, que detentan el poder que propor-ciona el conocimiento, hayan jugado, y jueguen aún, unimportante papel en la toma de decisiones y en la relaciónentre los distintos niveles territoriales de cada organización.

3. DISCURSOS DOMINANTES

Durante la transición democrática, las OPAS que poraquellos años surgieron representaban diferentes alternativasen torno al modelo de sociedad a construir (libre empresa ver-

6 En los dos últimos años, la UPA ha desarrollado una estrategia deaproximación a algunas uniones provinciales de COAG, ofreciéndoles laposibilidad de asumir la llamada Plataforma Agraria Progresista, que es unaespecie de programa reivindicativo para la agricultura familiar. Fruto de esaaproximación y de la crisis vivida por algunas uniones respecto a la direcciónde la COAG, ha sido la incorporación a la UPA de algunos de esos grupos,como la Unión de Campesinos de Asturias, la Unión de Campesinos dePalencia, la Asociación de Campesinos de Avila o un sector significativo de laUCL leonesa. Creemos que la incorporación de estas uniones provinciales, nosurgidas del seno de la propia UPA, obligará a ésta a renovar su propiaestructura organizativa para dar mayor protagonismo a las organizacionesterritoriales.

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sus fórmulas estatalistas), o acerca del marco instuticional delsector agrario (mantenimiento de instituciones corporativascomo las Cámaras versus su total desaparición). Conforme

avanzaba el proceso de consolidación democrática, estas cues-tiones quedaron relegadas a un segundo plano, apareciendoen el debate sindical nuevos problemas, sobre todo tras laintegración de España en la Comunidad Europea en enero de1986. Por ejemplo, el debate en torno a la continuidad o diso-lución de las instituciones corporativas comenzó a perderrelevancia a raíz de la promulgación de la Ley 3/87 de Cáma-ras Agrarias, una ley que vaciaba de contenido a estos orga-nismos, herederos, como se ha señalado antes, de las antiguascorporaciones franquistas, y reducía su papel al de ser merosórganos de consulta y servir de medida de la representativi-dad mediante los correspondientes procesos electorales'. Estehecho, junto al consenso mayor en la sociedad española sobreel modelo de sociedad y los grandes temas de Estado, hareducido, en gran medida, las diferencias ideológicas entre lasOPAS españolas, de modo que, en la actualidad, sólo nosparece posible distinguir dos discursos diferentes en temasrelacionados con la concepción del mundo agrícola o con elpapel a jugar por la política agraria.

a) El discurso "EMPRESARIAL", representado porASAJA. Su elemento diferenciador respecto a las otras orga-nizaciones residiría e.n una concepción más empresarial y pro-fesional del agricultor. Desde el punto de vista organizativo,este discurso continúa abogando por la unidad del mundo

' La Ley 3/87 fue recurrida ante el Tribunal Constitucional, quedandoparalizada su aplicación y desarrollo durante más de tres años. Una vez cono-cida la sentencia, que declaraba constitucionales los aspectos esenciales de lareforma y obligaba a modificar los artículos relativos a la convocatoria deelecciones, dando mayor competencia a los gobiernos de las ComunidadesAutónomas, el Parlamento aprobó la Ley 23/91, que sustituye a la anterior.En estos momentos, se está pendiente que el gobierno desarrolle dicha ley yculmine de un modo definitivo la reforma de las Cámaras Agrarias. Mientrastanto, muchos de estos organismos están extinguiéndose una vez que el per-sonal funcionario se jubila y no es renovado. En cuanto al tema de la repre-sentatividad por la vía electoral, está siendo objeto de debate entre las OPAS,planteándose su conveniencia o no para la consolidación del actual panoramasindical.

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agrícola, pero siendo ahora una versión moderna de la unidaden la que los pilares tradicionales del viejo unitarismo rura-lista, como eran los factores sociomorales (lo agrario comocomunidad moral), pierden peso en beneficio de factores másprosaicos, como los relacionados con las ventajas económicasy estratégicas que pueden obtenerse de las fórmulas asociati-vas unitarias.

El símbolo de la identidad de intereses entre todos losagricultores, sea cual sea su ideología o posición social, seríapara ASAJA la explotación moderna y viable, definida nopor criterios de tamaño -en esa concepción tendrían cabidatanto las explotaciones de tipo familiar como las empresaria-les-, sino por su eficiencia económica y por ser capaz degarantizar a su titular una renta digna. Este discurso unitarioencuentra serias dificultades para articularse en un momentocomo el actual en el que los cambios en la política agrariá y enel papel de la agricultura están produciendo efectos diferen-ciadores en el conjunto de la población agrícola.

Desde el punto de vista político diremos que aunque esta.organización, al igual que las otras, manifiesta una clara voca-ción de independencia política, suele ser calificada, por lascaracterísticas de su discurso y por las vinculaciones de susdirigentes, como organizaŝión de centro-derecha, cercana ensus posicionamientos al Partido Populars.

b) E1 discurso "NEO-RURAL", representado porCOAG y UPA. Estas organizaciones han apostado siemprepor la pluralidad organizativa, en consonancia con la diversi-dad de un mundo rural en el que, de acuerdo con sus tesis,coexistirían dos colectivos con diferentes intereses económi-cos y distintas problemáticas sociales: los agricultores conexplotaciones de tipo familiar, y los empresarios con explota-ciones de tipo capitalista. Aunque admiten que los interesesde estos dos grupos puedan coincidir coyunturalmente,

g Por ejemplo, el portavoz del grupo parlamentario popular en la Comi-sión de Agricultura del Congreso de los Diputados en la legislatura pasada,Miguel Ramírez, ha sido durante varios años secretario general de la CNAG,organización matriz de ASAJA. Asimismo, algún destacado dirigenteASAJA en Castilla-León se presentó por el PP en las pasadas eleccioneslegislativas. ^

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COAG y UPA entienden que el principal rasgo que las dife-rencia respecto de ASAJA, por ejemplo, es el hecho de recla-mar un proteccionismo diferenciado, es decir, que se concen-tren los recursos estatales destinados a la agricultura y elmundo rural en los agricultores familiares, que son, en su opi-nión, el grupo más desfavorecido y el que mayor necesidadtiene de protección.

De acuerdo con este planteamiento, su concepto de explo-tación "familiar" es, obviamente, más restringido que el deASAJA, pero aún no han logrado definir con precisión loslímites entre la agricultura familiar y la de tipo empresarial. Aligual que ocurre con el discurso unitario de ASAJA, en el casode COAG y UPA nos encontramos con el hecho de que losactuales cambios que experimenta la política agraria y la agri-cultura en general están diferenciando fuertemente al propiocolectivo de agricultores familiares, generando, de una parte,un grupo con explotaciones modernas, más próximas a las con-cepciones empresariales, y de otra, un grupo de pequeños agri-cultores con explotaciones inviables desde el punto de vistaeconómico y cuya única razón de ser estaría en su funcionali-dad no productiva, sino social y medioambiental. Esta diferen-ciación de la base potencial de estas organizaciones hace quetengan serias dificultades -más en COAG, al ser su basesocial más heterogénea, que en UPA- para precisar el propioconcepto de agricultura familiar y para diseñar las estrategias yprogramas reivindicativos correspondientes. A falta de unadefinición programática sobre el tema por parte de COAG yUPA, algunas de sus ideas sobre el proteccionismo diferen-ciado en favor de ese colectivo aún sin definir de agricultoresfamiliares tienen que deducirse de las posturas adoptadas porellas en la última reforma de la fiscalidad agraria o en losdebates sobre la futura reforma del REASS (Régimen Espe-cial Agrario de la Seguridad Social) o en las críticas realizadaspor estas organizaciones a los primeros reglamentos dereforma de la PAC, sobre lo que volveremos más adelante.

En lo que respecta a sus posicionamientos políticos, dire-mos que, en los primeros años de la transición, COAG y UPAdefendían los programas políticos de los partidos de

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izquierda, si bien, con el paso del tiempo, han puesto mayorénfasis en su autonomía sindical, defendiendo mayor indepen-dencia en sus posiciones y estrategias y abriendo sus organiza-ciones a una mayor heterogeneidad política en sus filas. En elcaso de UPA, de tradición socialista al haber surgido del senode la UGT, puede decirse que ha tenido que hacer unesfuerzo importante para lograr su autonomía sindical,esfuerzo que se ha visto reflejado en los cambios experimen-tados en su dirección en los últimos años9; su autonomía no leimpide a la UPA mantener relaciones privilegiadas con elPSOE al que considera todavía su aliado político "natural".En lo que a COAG se refiere, la heterogeneidad existenteentre las distintas uniones provinciales y regionales ha sidosiempre un argumento utilizado por sus dirigentes para mos-trar la independencia política de la organización10. Tal hetero-geneidad dificulta ciertamente el análisis de los posiciona-mientos políticos de COAG al nivel de la política nacional.No obstante, y con las debidas cautelas, puede decirse que losórganos dirigentes de COAG (en concreto, sus últimos coor-dinadores generales) han mostrado una firme oposición a lapolítica del gobierno socialista, sobre todo durante la etapadel ministro Carlos Romero, manteniendo posiciones máscercanas a la coalición Izquierda Unida, que al PSOE.

4. CONVERGENCIAS ENTRELAS OPAS ESPAÑOLAS

A1 margen de los dos grandes discursos ideológicos yamencionados, que pueden producir serias diferencias reivindi-

° La elección de Fernando Moraleda en 1987 como secretario general deUPA marcó un punto de inflexión en la trayectoria de esta organización,adquiriendo a partir de ese momento una mayor autonomía en su estrategiasindical. Esta autonomía se ha visto acrecentada si cabe a raíz de la rupturadel modelo histórico entre la UGT y el PSOE.

'° Tal como se indicó anteriormente, en COAG confluyen familias políti-cas y movimientos sociales muy diversos que dan a su base social una grandiversidad ideológica. El hecho de que su estructura organizativa sea muydescentralizada agudiza aún más esa diversidad, dándose casos de dirigentes

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cativas en el futuro, es necesario reconocer que existen impor-tantes convergencias entre las OPAS españolas. En primerlugar, esta convergencia se manifiesta en sus aspectos organi-zativos. En efecto, las OPAS, se están configurando, de unmodo generalizado, como sindicatos mixtos -reivindiŝativosy de servicios-, a imagen y semejanza de la mayoría de lasOPAS europeas. Son, ciertamente, organizaciones reivindica-tivas, en cuanto que centran sus esfuerzos en obtener de lospoderes públicos, ya sean regionales, ^nacionales o comunita-rios, el máximo de recursos y ventajas para el colectivo querepresentan, demandando una protección del mismo calibreque la que reciben otros sectores en crisis. Sin embargo, supropósito no es embarcarse en una acción reivindicativa cons-tante, en una movilización permanente, sino actuar como unpartenaire del Estado para colaborar en el diseño y gestión dela política agraria.

Ciertamente, que el énfasis en la concertación es mayor enunas organizaciones que en otras, pero puede afirmarse sinmucho riesgo a equivocarnos que la cultura del acuerdo se vaabriendo paso entre las OPAS españolas, si bien con dificulta-des y acompañada del uso de la movilización como arma depresión, como ha ocurrido con la reciente Marcha Verde delpasado mes de marzo, lo que no ha impedido mantener abier-tas las vías de negociación con el equipo del ministro de Agri-cultura, Solbes, caracterizado por su talante negociador. Laapuesta de las OPAS por involucrarse en dinámicas de con-certación puede explicarse, entre otras cosas, por la funciónque este modelo de relaciones cumple para estas organizacio-

territoriales vinculados a distintas opciones políticas. Por citar sólo algunoscasos significativos mencionaremos los de Miguel Manaute, secretario gene-ral de la UAGA-Andalucía y miembro de la comisión permanente de COAGen 1982, que fue nombrado consejero de Agricultura por el gobierno socia-lista de Andalucía; o los de Mateo Sierra y Gonzalo Argilé, dirigentes de laUAGA-Aragón y miembros también de la comisión permanente de COAG,que fueron elegidos eurodiputados en las listas del PSOE en 1986. Otros diri-gentes han figurado claramente en las filas del PCE, como José Alonso Cervi-lla, secretario provincial de la UAGA de Córdoba, e incluso en las filas delnacionalismo catalán, como ha ocurrido con algunos dirigentes de la Unió dePagesos. ^

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nes. En efecto, tales acuerdos neocorporativistas parecen ase-gurar a las OPAS un mayor acceso a los recursos estatales yaumentar el cada vez más disminuido status social y políticode los agricultores; de este modo, logran satisfacer, al mismotiempo, las demandas económicas y de status que están implí-citas en el discurso de todas las OPAS.

En cuanto a su dimensión como sindicatos de servicios,puede decirse que constituye el eje de sus actividades de caraa la sociedad civil. Estimulados por las propias administracio-nes públicas y/o alentados por la búsqueda de una mayorimplantación en el medio rural, las OPAS españolas hancomenzando a desarrollar servicios que facilitan la adaptaciónde los agricultores a nuevas demandas económicas y profesio-nales, a potenciar cooperativas u otras formas de agriculturade grupo, o a colaborar con las instituciones públicas en ladifusión de mejoras técnicas o en la formación profesional. Eneste sentido, puede decirse que las OPAS están actuandocomo agentes de modernización de la sociedad rural española,a lo que habría que añadir el papel que juegan como agentesdinamizadores de determinados colectivos sociales.

A la hora de desarrollar estas dos dimensiones organizati-vas, puede percibirse una cierta especialización de funcionesentre los niveles nacional y periférico de las OPAS. Así, lascúpulas nacionales centran su actividad y sus recursos en lasrelaciones con la Administración central, así como en su pre-sencia en el COPA de Bruselas y en la participación en loscomités consultivos agrarios. En definitiva, focalizan su acciónen los ámbitos reivindicativos y de representación de interesescomo interlocutores sociales. Las organizaciones locales yprovinciales, por su parte, invierten una gran cantidad detiempo en la prestación de servicios y en la promoción de acti-vidades económicas, tales como la contratación de segurosagrarios o la creación y apoyo al movimiento cooperativo. Laincidencia de estas actividades de promoción económica en lavida de las organizaciones locales o provinciales varía de unasorganizaciones a otras, si bien puede decirse que, por lo gene-ral, tales menesteres no les absorben completamente susrecursos, ya que todas desempeñan también en algún grado

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labores representativas y de carácter reivindicativo, comoocurre normalmente ante los gobiernos de las ComunidadesAutónomas o ante las corporaciones locales.

Un segundo aspecto en el que se manifiesta la convergen-cia entre las OPAS españolas radica en las característicassociales de sus afiliados. Aunque se carece todavía de estudiosmonográficos sobre este tema, algunos trabajos muestran yaindicios de que la base social de estas organizaciones, ya seaASAJA, COAG o UPA, reside principalmente en las zonasde agricultura próspera, concretamente entre agricultores conexplotaciones modernizadas, siendo menos frecuente la pre-sencia de agricultores de zonas marginales y de montaña o de

agricultores a tiempo parcial.En cuanto a los dirigentes, aparecen también importantes

similitudes, pudiendo señalarse dos grupos diferenciados: losgrandes o muy grandes propietarios, herederos de los terrate-nientes tradicionales, hoy convertidos en empresarios agra-rios; y los agricultores familiares con explotaciones modernasy con un buen nivel cultural. Esta élite de agricultores estápresente en la dirección de todas las organizaciones agrarias.En ASAJA, por ejemplo, son los medianos y grandes agricul-tores antes mencionados los que asumen las principales tareasde dirección, con la inestimable ayuda de un cualificadoequipo técnico. En COAG, con la salvedad hecha para algu-nas uniones, y UPA, son los agricultores familiares de zonasmodernizadas y relativamente prósperas los que ostentan elliderazgo, no siendo habitual que los dirigentes de áreas oregiones más pobres ocupen posiciones de privilegio en lasdirecciones regionales. Este perfil del dirigente de las OPASse explica, entre otras cosas, por el carácter cada vez más pro-fesionalizado de su actividad, que le exige un aceptable nivelde cualificación y sobre todo disponibilidad de tiempo paradedicarse a ella, condiciones estas que suelen darse con másfacilidad entre los medianos y grandes agricultores.

En tercer lugar, la convergencia mencionada se muestratambién en el proceso de homogeneización de los discursosideológicos y de los programas reivindicativos experimentadoen los últimos años, y al que ya se ha hecho parcialmente

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mención líneas más arriba. El principal factor que ha inducidoeste proceso es la integración en la CE, aunque no es el único.Los discursos se han hecho cada día más técnicos y profesio-nales y menos ideológicos, existiendo una serie de temas cen-trales en los que todas las OPAS coinciden. Así, por ejemplo,todos, desde la UPA hasta ASAJA, declaran defender losintereses de los productores frente a los comerciantes, inter-mediarios, industrias de input y agroalimentarias, y multina-cionales. Es significativa en esta línea programática, su oposi-ción a las tesis de los economistas cuando presentan a losproductos agrícolas y ganaderos como los responsables de losaumentos de la inflación; las OPAS insisten y aportan pruebasde que tales subidas se producen en el estamento comercial ytransformador y no llegan jamás a los agricultores.

El contexto europeo proporciona la base para nuevas con-vergencias que en ocasiones posibilitan incluso la adopción dealianzas coyunturales. Una de ellas se basa en el principio deque todas las OPAS españolas han de agrupar esfuerzos paradefender los intereses de España en Bruselas. Desde su inte-gración en el COPA, las OPAS españolas se han manifestadofavorables a coordinar sus acciones, desarrollando a tal finreuniones periódicas para aunar posturas ante los organismoseuropeos y acordar el reparto de la representación en loscomités consultivos agrarios. No obstante, nos da la impresiónde que esta actitud ha sido hasta ahora más un deseo que unarealidad y que las OPAS españolas aún están lejos de haberlogrado una estrategia de coordinación tan eficiente como lade las OPAS italianas u holandesas".

Otra posible fuente de alianza es la que gira en torno auna supuesta identidad de intereses entre los países "pobres"del Sur de la CE, entre ellos España, frente a los del Norte. Apesar de la vaguedad e imprecisión con que se plantea talidentidad de intereses, lo cierto es que las OPAS españolashan formulado como uno de sus objetivos a conseguir en suactuación comunitaria la búsqueda de acuerdos con sus

" Consecuencia de esa descoordinación fue la pérdida para los repre-sentantes españoles en el COPA de una de las vicepresidencias de esta insti-tución.

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homónimas italianas, griegas o portuguesas para una mejordistribución de los fondos estructurales.

Aun reconociendo la bondad de sus intenciones, puededecirse que la experiencia en las instituciones comunitarias hahecho que las OPAS españolas tomen conciencia de pertene-cer a una Comunidad Europea en la que, en un gran porcen-taje, se dirimen intereses nacionales, unos intereses sobrecuya defensa los distintos Estados miembros establecen lasestrategias y alianzas que consideran más idóneas. En esecontexto, las OPAS se han dado cuenta de lo importante quees mantener una postura común sobre temas que afectan a laagricultura española como un todo, lo que no impide que entemas más puntuales adopten posiciones diferentes deacuerdo con sus distintos planteamientos y discursos ideológi-cos. La importancia de mantener una estrategia unitaria sobrealgunos temas generales va más allá del ámbito específico delas relaciones entre las OPAS, afectando también al ámbitode sus relaciones con el propio Ministerio de Agricultura, quees a fin de cuentas el que juega un papel relevante en los con-sejos de ministros de agricultura y en los comités de gestión.En esa toma de conciencia puede también situarse la relaciónde diálogo abierta recientemente con las OPAS por parte delequipo del ministro Solbes.

En esta línea de coordinación, las OPAS españolas mantu-vieron una postura común en el tema de la aplicación de losestabilizadores, exigiendo de las autoridades comunitarias untratamiento de los productos españoles que tuviera en cuentael hecho de su no contribución a los excedentes agrícolas. Enese mismo sentido se manifestaron con el tema del primerprograma de retirada de tierras, pidiendo que España pudieraexcluir por razones socioeconómica ŝ algunas zonas especial-

mente sensibles.

5. UN HORIZONTE DE POSIBLES DIVERGENCIAS

Relegados a un segundo plano los temas que inicialmentedividieron a las OPAS españolas, se han producido los fenó-

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menos de convergencia que hemos señalado en el apartadoanterior. Sin embargo, es preciso reconocer que subsistentodavía importantes diferencias sobre la concepción de laexplotación agraria y el papel del agricultor en el conjunto dela sociedad, así como sobre las funciones atribuidas al Estadoy la política agraria en la regulación del sector.

Estas diferencias pueden en un futuro no lejano materiali-zarse en la adopción de posturas diferentes entre las OPAS ala hora de situarse respecto a la reforma de la PAC y su apli-cación en la agricultura española. En ese horizonte de posi-bles divergencias pueden percibirse diferentes actitudes de lasOPAS españolas en temas como, por ejemplo, la política deregulación de mercados y la política socioestructural. Como esconocido, la reforma de la PAC supone, grosso modo, unareducción de los precios de garantía y una compensación a losagricultores mediante ayudas directas, planteándose una seriede medidas de acompañamiento (cese anticipado de la activi-dad, forestación y protección del medio ambiente). En esenuevo contexto, el agricultor verá reducida su renta vía pre-cios y tendrá que asumir los compromisos que le imponga lanueva política comunitaria si quiere acogerse a las ayudascompensatorias previstas. ASAJA se opuso rotundamente alos proyectos iniciales de reforma de la PAC (los primerosinformes Mc Sharry), pero moderó su posición crítica cuandosalieron aprobados los reglamentos sobre la reforma en lossectores de cereales y oleaginosas. Estos reglamentos se ale-jan de las propuestas diferenciadoras que al principio plantea-ron los informes Mac Sharry y sancionan una reforma que, sibien no satisface plenamente los planteamientos de organiza-ciones de tipo empresarial como ASAJA, sintonizan más conéstos que con los de las ^organizaciones representativas de lapequeña agricultura familiar. Estas organizaciones, entre lasque se encuentran COAG y UPA, se han manifestado muycríticas con la actual reforma de la PAC, al considerar comoinsatisfactorio el tratamiento que se le hace a los pequeñosagricultores y como insuficiente la dotación presupuestariaasignada a las medidas de acompañamiento; ello explica quehablen de la necesidad de reformar la reforma o que utilicen

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expresiones como las de "reforma sí, pero no así" (Morale-da, 1991).

Fuera ya de las posiciones adoptadas respecto a la reformade la PAC, las OPAS españolas mantienen importantes dife-rencias sobre la política de regulación de mercados. COAG yUPA tienen en este tema una concepción más "estatalista"que ASAJA, en el sentido de exigir a los poderes públicos unmayor protagonismo en la regulación de determinados merca-dos, mientras que esta última organización aboga por que talregulación deba hacerse a través de la creación de organismosinterprofesionales en los que no estén presentes los represen-tantes de la Administración. Por ejemplo, en los últimos con-flictos acaecidos en el sector lácteo, COAG y UPA han consi-derado necesario que el Ministerio de Agricultura intervenga,junto a las OPAS y las industrias, para facilitar las relacionesentre ambas partes y equilibrar la situación de inferioridad delsector productor. Los dirigentes de ASAJA no han conside-rado necesaria la presencia de los representantes ministeria-les, salvo en casos extremos y para desarrollar funciones de

arbitraje.En lo que respecta al tema de abordar una profunda

reforma estructural de la agricultura española, las tres OPAScoinciden en que tal reforma es absolutamente necesaria,habiendo firmado en 1991 al respecto un importante acuerdode concertación con el ministro de Agricultura, Pedro Solbes.Parecen estai todas de acuerdo en aunar esfuerzos para desa-rrollar una política socioestructural que pueda aprovechar almáximo las vías de cofinanciación previstas en los fondosestructurales de la CE. Ante estos temas, COAG y UPAinsisten en la necesidad de aplicar una política estructural queno vaya dirigida sólo y exclusivamente al agricultor con explo-taciones viables o con posibilidades de modernización, sinoque incluya también a los agricultores de zonas desfavoreci-das y a aquellos que no tienen condiciones para abordar pro-yectos de inversión en sus explotaciones, pero que tienen queser protegidos por razones no estrictamente producfivas, sinomedioambientales o demográficas. Frente a esta politica inte-gral de desarrollo rural, ASAJA, aunque sin rechazarla abier-

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tamente, pero sí mostrándose recelosa con ella, apuesta clara-mente por una política de modernización estructural que nopierda su horizonte productivista ni que aparezca mezcladacon planteamientos de tipo neorural.

En resumidas cuentas, la política estructural plantea siem-pre la necesidad de definir el colectivo de posibles beneficia-rios, y es a la hora de establecer dicha definición cuando sur-gen las divergencias entre las OPAS. Divergencias sobre loslímites de lo que se considera "viable" y, por tanto, digno deser apoyado con medidas de política agraria, y de lo que seentiende como "inviable" y objeto de apoyo en el marco depolíticas de tipo social. Mientras que para ASAJA, con undiscurŝo empresarial basado en una concepción fundamental-mente economicista de las explotaciones familiares viables, laeficacia productiva y la eficiencia deberían ser los criteriosbásicos para orientar la políti•a agraria del futuro, las organi-zaciones COAG y UPA apuestan por una política integral dedesarrollo rural en la que no haya lugar a la exclusión de lospequeños agricultores, ya que, en su opinión, desempeñanuna importante función para el equilibrio territorial y la pro-tección medioambiental.

En todo caso, a la hora de hablar de discursos, hay quetener en cuenta que las bases sociales de las OPAS españolasson muy heterogéneas, de modo que tanto en el seno deASAJA, como de COAG y UPA, podemos encontrar agricul-tores con explotaciones modernas o con posibilidades demodernización, junto a otros con importantes déficits estruc-turales en sus explotaciones e incapaces de garantizar lareproducción de su actividad como agricultores. Esta hetero-geneidad hace que, a pesar de las diferencias expresadas alnivél de los cJiscursos de cada organización, sus posiciones res-pecto a políticas concretas sean moderadas y que inclusoestén más próximas unas de otras de lo que en principiopueda pensarse, ya que sus dirigentes se ven obligados a reco-ger en sus programas reivindicativos las demandas de colecti-vbs socialeŝ muy heterogéneos.

En resúmen, las OPAS españolas se encuentran en unmomento de gran trascendencia para su futuro. Después de

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esa larga travesía del desierto por la que han tenido que circu-lar en estos quince años de actividad, se encuentran ahora conel hecho importante de haber conseguido su reconocimientoinstitucional como interlocutores del sector, en un momentoen que parece existir por parte del Ministerio de Agriculturauna mayor voluntad política para abordar la definitiva moder-nización del sector agrario y poner en marcha un programa dedesarrollo rural aprovechando la coyuntura abierta por lareforma de la PAC. Este es un contexto en el que se haceimprescindible la presencia de una red de interlocutores conamplitud de miras y visión de futuro para implicarse activa-mente en el proyecto de agricultura que se desea para nuestropaís. Hay que tener en cuenta que, a medio y largo plazo, lareforma de la PAC va a provocar cambios sociales y económi-cos de envergadura, modificando la estructura social agraria yla propia identidad social del agricultor, así como aumentandolas diferencias entre sectores y entre zonas geográficas.

Aun cuando sea arriesgado hacer predicciones, puedenpreverse tendencias tales como las siguientes: la desapariciónde una parte de los actuales activos agrarios; la reconversiónde un sector de las actuales explotaciones familiares -en explo-taciones a tiempo parcial con actividades complementarias(turismo rural, conservación del medio ambiente) o bienviviendo de subvenciones y ayudas diversas, y el manteni-miento de un grupo reducido de agricultores con explotacio-nes rentables y competitivas en los mercados. Todas estas ten-dencias manifestarán sus efectos de distinta forma según lasregiones y sectores productivos, por lo que las OPAS se veránobligadas a hacer un enorme esfuerzo de síntesis para conci-liar la diversidad de intereses que se generará. Tal es el retoque tienen ante sí las OPAS españolas para los próximosaños. De su respuesta dependerá que recuperen el protago-nismo social que les corresponde o que se vean relegadas denuevo a jugar un papel marginal en la articulación del sector.

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