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ESOTERISMO PRÁCTICO (Lección 7) de Gustavo Fernández, el Domingo, 23 de octubre de 2011, 12:36 LA UTILIDAD DE ESTUDIAR LA SABIDURÍA ANTIGUA Y SU INSERCIÓN EN LA “NUEVA ERA” (Parte 1) La utilidad práctica de estudiar la Sabiduría Antigua —de donde se nutre, hoy, el Esoterismo— está en que el estudiante alcanza el verdadero concepto del Orden Universal, llega a comprender el objeto de la vida, lo cual desarrolla en él una confianza indiscutible en la justicia divina. Le proporciona calma mental y emocional, liberándole de toda idea de abandono y desaliento, así como de todo temor o preocupación por lo que ocurre en el Más Allá. Tal estado le hace ver la oportunidad de cooperar inteligente y voluntariamente con el Orden Universal y en la rápida consecución del objetivo de toda vida humana. Sin embargo, la gran utilidad está en que induce a los individuos a mejorarse a sí mismos. Esto en cuanto al individuo. Porque el estudio de la Sabiduría Antigua provee la clave para trascender la mediocridad y “nadidad” de la vida humana haciéndonos integrar con el Todo. Pero, al mismo tiempo, este estudio es absolutamente subversivo para el sistema contemporáneo en que estamos inmersos. Ya he escrito en otras oportunidades que el Sistema, liderado a través de los siglos por un Gobierno en las Sombras que en virtud de sus alianzas económicas y sanguíneas unifica a no más de doscientas familias de todo el mundo (Los “Illuminati”; ver AFR Nº: 89 y 122), necesita crear ciertos paradigmas aceptados sin discusión por la masa, a fin de que cada uno de los individuos cumpla a rajatabla su funcionalidad dentro de aquel sistema sin oponer mayores resistencias. La manipulación mediática y política, a la que ya he sabido referirme, es unos de sus instrumentos. La manipulación religiosa, es otra. El escenario es fácilmente comprensible. Como la necesidad espiritual es arquetípica del ser humano — diría que es genéticamente insoslayable; como ya afirmé en alguna oportunidad, en razón de la economía de energía que muestra a cada paso la Naturaleza, si en el ser humano hay algo que le hace buscar a Dios, es porque en algún lugar hay un Dios que lo satisface— el Sistema (el Gobierno en las Sombras o los Iluminados) sabe que no puede cercenar esa aspiración. Más aún, satisfaciéndola pero manipulándola en función de sus intereses, se capitalizará su efectividad. De manera que dado que no se puede entrar en el espíritu de los seres humanos para condicionarlos —pues allí es donde precisamente reside el mayor don divino dado a la humanidad, el Albedrío— se penetra donde sí somos vulnerables: la psiquis, manipulando nuestras conciencias haciéndonos creer que nuestras creencias — valga la redundancia— es lo que se espera que seamos y no lo que realmente queremos ser. En cuanto a la humanidad en general, puede afirmarse que ningún otro sistema de pensamiento se ha difundido tanto ni tan rápidamente entre pueblos de diferente religión y de variable idiosincrasia. Las enseñanzas en forma moderna de la Sabiduría Antigua llegaron a fines del siglo XII en un momento en que las antiguas verdades habían sido olvidadas. Reparemos en el hecho de que fue en ese entonces en que se difundieron con cierta significación disciplinas como el Tarot, la Kábbalah comienza a ser tema de interés de eruditos no judíos y la Astrología pasa por uno de sus momentos más sublimes. La Sabiduría Antigua no trata de revelar ninguna nueva religión sino de proclamar la fuente común de todas las religiones a fin de que el hombre, por el conocimiento que todas las religiones son ramas

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ESOTERISMO PRÁCTICO (Lección 7)de Gustavo Fernández, el Domingo, 23 de octubre de 2011, 12:36

LA UTILIDAD DE ESTUDIAR

LA SABIDURÍA ANTIGUA

Y SU INSERCIÓN EN

LA “NUEVA ERA”

(Parte 1)

 

 

 

La utilidad práctica de estudiar la Sabiduría Antigua —de donde se nutre, hoy, el Esoterismo— está en que el estudiante alcanza el verdadero concepto del Orden Universal, llega a comprender el objeto de la vida, lo cual desarrolla en él una confianza indiscutible en la justicia divina. Le proporciona calma mental y emocional, liberándole de toda idea de abandono y desaliento, así como de todo temor o preocupación por lo que ocurre en el Más Allá. Tal estado le hace ver la oportunidad de cooperar inteligente y voluntariamente con el Orden Universal y en la rápida consecución del objetivo de toda vida humana. Sin embargo, la gran utilidad está en que induce a los individuos a mejorarse a sí mismos. Esto en cuanto al individuo. Porque el estudio de la Sabiduría Antigua provee la clave para trascender la mediocridad y “nadidad” de la vida humana haciéndonos integrar con el Todo. Pero, al mismo tiempo, este estudio es absolutamente subversivo para el sistema contemporáneo en que estamos inmersos.

 

Ya he escrito en otras oportunidades que el Sistema, liderado a través de los siglos por un Gobierno en las Sombras que en virtud de sus alianzas económicas y sanguíneas unifica a no más de doscientas familias de todo el mundo (Los “Illuminati”; ver AFR Nº: 89 y 122), necesita crear ciertos paradigmas aceptados sin discusión por la masa, a fin de que cada uno de los individuos cumpla a rajatabla su funcionalidad dentro de aquel sistema sin oponer mayores resistencias. La manipulación mediática y política, a la que ya he sabido referirme, es unos de sus instrumentos. La manipulación religiosa, es otra.

 

El escenario es fácilmente comprensible. Como la necesidad espiritual es arquetípica del ser humano —diría que es genéticamente insoslayable; como ya afirmé en alguna oportunidad, en razón de la economía de energía que muestra a cada paso la Naturaleza, si en el ser humano hay algo que le hace buscar a Dios, es porque en algún lugar hay un Dios que lo satisface— el Sistema (el Gobierno en las Sombras o los Iluminados) sabe que no puede cercenar esa aspiración. Más aún, satisfaciéndola pero manipulándola en función de sus intereses, se capitalizará su efectividad. De manera que dado que no se puede entrar en el espíritu de los seres humanos para condicionarlos —pues allí es donde precisamente reside el mayor don divino dado a la humanidad, el Albedrío— se penetra donde sí somos vulnerables: la psiquis, manipulando nuestras conciencias haciéndonos creer que nuestras creencias —valga la redundancia— es lo que se espera que seamos y no lo que realmente queremos ser.

 

En cuanto a la humanidad en general, puede afirmarse que ningún otro sistema de pensamiento se ha difundido tanto ni tan rápidamente entre pueblos de diferente religión y de variable idiosincrasia.

 

Las enseñanzas en forma moderna de la Sabiduría Antigua llegaron a fines del siglo XII en un momento en que las antiguas verdades habían sido olvidadas. Reparemos en el hecho de que fue en ese entonces en que se difundieron con cierta significación disciplinas como el Tarot, la Kábbalah comienza a ser tema de interés de eruditos no judíos y la Astrología pasa por uno de sus momentos más sublimes. La Sabiduría Antigua no trata de revelar ninguna nueva religión sino de proclamar la fuente común de todas las religiones a fin de que el hombre, por el conocimiento que todas las religiones son ramas de un mismo árbol y que, en el fondo, todas enseñan lo mismo, pueda entender y obtener inspiración del significado interno y oculto de su propio credo.

 

El estudio comparado de las religiones pone de manifiesto que el origen y esencia de todas ellas son las mismas y que, fundamentalmente, son Una; enseñan las mismas verdades e inculcan los mismos ideales de conductas y normas de vida.

 

Pero hablamos aquí de “religiones”, no de “Iglesias” que, como sabemos, proviene del griego “ekklesía” que significa “reunión de hombres”. Las Iglesias necesitan, para medrar y prosperar, violar el Principio de Integración implícito en el

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“re-ligare”. Deben dividir y fomentar esas divisiones. Vemos así como distintas Iglesias entran periódicamente en conflicto y sostienen un “ecumenismo condicionado”, lo que, por supuesto, es una tautología: un ecumenismo donde “el otro” es visto con la tristeza del hermano descarriado al que, claro, hay que retornar al redil. De allí que distintas Iglesias aparentemente en conflicto terminen teniendo detrás los mismos intereses y también los mismos personajes, como accionistas despiadados de empresas que en el mercado parecen competitivas pero que en realidad pertenecen en las sombras a los mismos dueños.

 

La inmanencia de Dios es la base de toda religión; las diversas religiones son otros tantos métodos por los cuales el hombre busca a Dios y precisamente en esto está el justificativo de su variedad. Hay entre los humanos mentalidades muy diversas y las religiones fueron ideadas para ayudar a diferentes razas y diversos temperamentos.

 

Por otra parte, los hombres se encuentran en diferentes grados de evolución; lo que es bueno y útil para un grado, no es adecuado para otro. Por ejemplo, un pueblo salvaje y poco civilizado, cuyos placeres se reduzcan a comer, beber y cazar para obtener su sustento, necesita una religión de carácter sencillo. Un pueblo más civilizado necesita una religión más avanzada. Así, a medida que la humanidad avanza en su evolución, desarrolla su inteligencia y es capaz de comprender mejor la verdad.

 

De allí que las religiones necesariamente tienen que evolucionar, mutar, adaptarse a los tiempos. Sostener las premisas básicas de su credo pero adoptando los ritmos de los nuevos tiempos. Las que no necesitan evolucionar porque en realidad ello sólo les trae perjuicios son las instituciones, las organizaciones, es decir, las Iglesias. En efecto; adaptarse quiere decir que sus integrantes deben primero cambiar sus mentalidades. Generar nuevas estructuras y relaciones, cambiar papelería, ritos y costumbres, variar ropajes y utensilios, desprenderse de lo viejo y obsoleto, y, como todo trance de cambio, hay un período de confusión y pérdida de control. Y las instituciones necesitan mantener el control en todo momento pues de no ser así corren el riesgo de que en esos lapsos de anarquía las masas cautivas reaccionen, salgan de su estupor idiotizante y ya no regresen al redil. ¿Quieren comprender por qué el Vaticano y el Cinturón Bíblico norteamericano, entre otras instituciones, atacan la Nueva Era?. No por sus premisas: si éstas predican el amor, la caridad y la solidaridad, ¿podrían sostener que los movimientos adscriptos a la Nueva Era no lo hacen?. Claro que no: desde Jesús al Padre, desde la no violencia y el Amor, todos los movimientos propios de esta Era de Acuario comparten con el cristianismo —quizás hasta una meticulosidad que sería cuanto menos discutible— esa fidelidad al espíritu crístico. El problema pasa por otro lado: porque la Nueva Era, al revitalizar la Sabiduría Antigua, rescata la libertad del individuo, lejos de dogmas, de instituciones, de liturgias anquilosadas por los siglos, del dedo digitador y represivo de quien está circunstancialmente encaramado a un púlpito.

 

La aparente diferencia entre las religiones se debe a las características raciales y nacionales y al diverso desarrollo espiritual e intelectual de los individuos. Tales diferencias resultan más aparentes a causa de las adiciones de ritos y ceremonias, y a la diversidad de interpretaciones de las verdades básicas, proclamadas por los respectivos fundadores.

 

Por otra parte, aunque la verdad jamás podrá expresarse en su plenitud, es susceptible de ser presentada en infinidad de aspectos diferentes. El hombre está descubriendo que la verdad es infinita, mientras que los credos son finitos; que así como es imposible reducir lo ilimitado a un mapa geográfico, es vano tratar de comprimir la plenitud de la verdad en una profesión de fe, por amplia y elástica que ella sea. Pero cada religión tiene su propio grado de perfección, su mensaje especial para la humanidad, de ahí que sea necesario el estudio de todas las religiones para conocer los diversos aspectos de la Verdad.

 

Gracias a este estudio, uno alcanza la comprensión y no hace oposición a ningún credo religioso (lo que no quita señalar de manera furibunda si cabe lo ignominioso de ciertas Iglesias); le es más fácil llegar a una realización de la fraternidad entre los seres humanos; fraternidad que es un hecho natural, puesto que todos devenimos del mismo Dios.

 

Todas las religiones se han desarrollado en torno a algún Gran Instructor, que les ha dado su nombre. Tales fueron Cristo, Buda, Zoroastro, Mahoma, etc. El instructor aparece cuando una porción de la humanidad está preparada para recibir una nueva enseñanza: la “masa crítica” precipita el advenimiento de un nuevo Avatar, actuando como catalítico espiritual. Funda una nueva religión que encierra las mismas enseñanzas pero adaptadas, en su forma de presentación, a las condiciones de la época, al grado de intelectualidad del pueblo al que está destinada, a su tipo, a sus necesidades, a su capacidad. Como tienen el mismo origen, los principios esenciales de todas las religiones son los mismos, aunque en lo no esencial varíen.

 

Las religiones son como recipientes de agua; el agua toma la forma del recipiente, pero retiene su cualidad de apagar la sed. De manera similar, la vida espiritual se vierte en las religiones y toma la “forma” de cada una, de acuerdo con las necesidades de la época (pero un recipiente que trata de conservar el agua “fuera de época” la corrompe, como ocurre con las religiones que intentan conservar la Verdad amoldada sólo a sus formas más allá de su época. Por eso es ineluctable: toda religión constituida como Iglesia termina tarde o temprano desapareciendo, salvo que adopte una

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cualidad de mutabilidad tal que le permita descubrir que, después de todo, las formas temporales de sí misma son sólo “Maya”, ilusión).

 

Así como la luz blanca incluye en sí misma todos los colores, así también las diferentes religiones son como los variados colores que al unirse se refunden en el rayo blanco único de la verdad. De la misma manera que el agua contenida en vasos de diferentes colores aparece diferentemente coloreada aunque es incolora, igual que la luz del sol vista a través de cristales de diferentes colores aparece también con diferentes tonos, la misma verdad aparece diferenciada debido a la diversa presentación hecha por las diferentes religiones, que la expresan diferentemente, de acuerdo con las necesidades y capacidades de los individuos para quienes se divulga.

 

De manera que debemos comprender este fundamento basal, condición necesaria —aunque no suficiente— de la “razón de ser” de nuestro trabajo: contribuir a alcanzar aquella “masa crítica”, circunstancia necesaria para que a través de la alquimia mental y espiritual producida en el Inconsciente Colectivo de la humanidad a través de la Obra, el atanor que es cada nuevo Maestro que llega, podamos, todos —como especie, cuanto menos— dar el salto al próximo nivel evolutivo.

 

 

(Continuará en la próxima lección)