escuela de counselling somático. el silencio como posibilidad

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Partimos del silencio En Filosomática la experiencia somática, ya sea en la mesa de masaje, en la tierra o en el agua, parte siempre del silencio inicial, como ausencia de acción por parte del profesional, que es una invitación a dirigir la atención hacia nosotros mismos, a la autoescucha. Si bien previamente hay un momento para la palabra en el que se recibe al protagonista y se establece el setting (el marco que posibilita el desarrollo de la experiencia). En el setting la justa alternancia entre las palabras y los silencios del profesional proporcionan al cliente ya desde el principio la sensación de acogida, escucha, aceptación, sostén y contención en la experiencia. Al mantener el profesional una actitud de escucha activa permite al cliente expresar aquello que necesite para quedar en calma y poder ir dejando la palabra, encontrando cada vez más espacio para adentrarse en el silencio. Creemos que sólo entonces es efectivo proponer a la persona que comience colocarse en el lugar de escuchar, sentir su cuerpo. En ese instante y después durante la sesión, recordándole que tiene un cuerpo y que si quiere podrá aprovechar el silencio inicial y todos los sucesivos de la experiencia somática, es decir momentos de ausencia de acción por parte del profesional, para dirigir la atención a lo que siente en su cuerpo. Fijando la idea del silencio, ausencia de acción, como oportunidad para regresar con la atención al cuerpo, a sus sensaciones. Concluido el setting el cliente pasa a la posición horizontal, ya sea en la mesa de masaje,

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Reflexión sobre el potencial del silencio como campo de posibilidad en la relación de acompañamiento, en el contexto de una sesión somática. Material elaborado por la escuela de filosomática, counselling holístico de orientación somática.

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Page 1: Escuela de Counselling Somático. El Silencio Como Posibilidad

Partimos del silencio

En Filosomática la experiencia somática, ya sea en la mesa de masaje, en la tierra o en el agua, parte siempre del silencio inicial, como ausencia de acción por parte del profesional, que es una invitación a dirigir la atención hacia nosotros mismos, a la autoescucha. Si bien previamente hay un momento para la palabra en el que se recibe al protagonista y se establece el setting (el marco que posibilita el desarrollo de la experiencia).

En el setting la justa alternancia entre las palabras y los silencios del profesional proporcionan al cliente ya desde el principio la sensación de acogida, escucha, aceptación, sostén y contención en la experiencia. Al mantener el profesional una actitud de escucha activa permite al cliente expresar aquello que necesite para quedar en calma y poder ir dejando la palabra, encontrando cada vez más espacio para adentrarse en el silencio. Creemos que sólo entonces es efectivo proponer a la persona que comience colocarse en el lugar de escuchar, sentir su cuerpo. En ese instante y después durante la sesión, recordándole que tiene un cuerpo y que si quiere podrá aprovechar el silencio inicial y todos los sucesivos de la experiencia somática, es decir momentos de ausencia de acción por parte del profesional, para dirigir la atención a lo que siente en su cuerpo. Fijando la idea del silencio, ausencia de acción, como oportunidad para regresar con la atención al cuerpo, a sus sensaciones.

Concluido el setting el cliente pasa a la posición horizontal, ya sea en la mesa de masaje, en el suelo o en el agua, y comienza la experiencia somática. Que siempre empieza con un silencio inicial.

Este silencio inicial constituye un momento de transición. En nuestra disciplina se presta una especial atención a las transiciones. Son momentos de cierre de una experiencia, de integración de lo vivido, de preparación y colocación para acoger una nueva experiencia o avanzar en las diferentes etapas significativas de la experiencia somática. Por ello durante la experiencia filosomática son frecuentes los silencios. Momentos en los que no hay estimulo, el movimiento se detiene. Las manos de profesional permanecen quietas sobre el cuerpo del receptor en lugares especialmente relevantes para propiciar sensaciones de seguridad, enraizamiento, integración, sostén y contención (principalmente la planta de los pies, las manos, la cabeza así como el hara y chacra del corazón simultáneamente), o incluso dejando el contacto pueden continuar transmitiendo una fuerte sensación de presencia.

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En este sentido el silencio inicial señala la conclusión del momento de la palabra, (actividad propia del neocortex), y el inicio de un tiempo en el que es posible para el receptor, si quiere, colocarse en disposición de escuchar las sensaciones de su cuerpo (actividad propia del sistema límbico). Se abre un tiempo de posibilidades de escucha que invita al cliente a dirigir su atención hacia el interior, a empezar a sentir de manera consciente. Esa transición es el momento para establecer las circunstancias que permitan propiciar una actitud de autoescucha profunda cada vez más centrada. Partimos del supuesto de que inicialmente ni el profesional ni el cliente suelen estar en esta actitud. En ese tiempo de transición es una oportunidad para el profesional de posibilitar que el cliente se acomode en la posición de protagonista de su autoescucha.

Así, cuando comienza la experiencia tanto en la mesa de masaje, como en el suelo o en el agua hay un momento, en silencio, en el que se acomoda físicamente al cliente para acoger la nueva experiencia (se le centra en la camilla, se colocan cojines en el suelo, o flotadores en sus piernas en el agua, etc.) En este silencio el cliente puede acomodar anímicamente para acoger esa experiencia ya que previamente, en el momento de la palabra, el profesional ha evocado en él su capacidad de sentir recordándole que tiene un cuerpo y que si quiere puede aprovechar este momento de silencio para dirigir su atención a sus sensaciones: las internas, como la respiración o el latido del corazón, y las que dependen del medio, la presión sobre la camilla o el suelo, o bien el sostén del agua. En este silencio inicial se puede dar el espacio para que esas palabras sean integradas por el receptor, y para que reverberando en su interior le ayuden a recordar su capacidad de elegir, en cualquier momento, a donde dirige su atención asumiendo así su responsabilidad en el proceso como protagonista. Responsabilidad, en el sentido de permitir la respuesta de todo su ser. Esto puede permitir al cliente darse cuenta de que posee la capacidad de dirigir voluntariamente su atención. La atención que generalmente es capturada por diferentes estímulos, a los que obedece de forma casi automática, pero que podemos voluntariamente dirigir hacia un lugar de nuestra elección. Hay por tanto una capacidad de atención y una voluntad. Existe la posibilidad decidir a donde se quiere dirigir la atención y hacerlo. El cliente puede, si quiere, asumir la responsabilidad en el proceso dirigiendo voluntariamente su atención a sus sensaciones.

En el silencio inicial no hay palabras, ni contacto. Podemos decir que el nivel de estímulos externos ha descendido notablemente, esto brinda la oportunidad de escuchar el silencio. Así cuando el cliente recordando su capacidad de dirigir la atención a sus sensaciones, decide voluntariamente

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hacerlo es el silencio, la ausencia de estímulos, lo que le permite ponerse efectivamente a escuchar. El silencio inicial es la condición necesaria, la que le da la posibilidad de realmente colocarse, acomodarse en ese lugar de escucha de las sensaciones para acoger la nueva experiencia desde ahí. Podemos decir entonces que el proceso de autoescucha en el cliente ha comenzado.

Este silencio inicial es también esencial para el profesional. Es su ocasión para centrarse y escuchar, él también, sus sensaciones. En nuestra experiencia hemos podido observar a lo largo de los años como la práctica de escuchar el propio cuerpo es lo que puede llegar a permitir la práctica de escuchar el cuerpo del otro. El profesional se toma la responsabilidad de centrarse en este silencio inicial, la responsabilidad de escuchar su respiración, el contacto de sus pies con la tierra (que le da fuerza y enraizamiento), sus manos, sus hombros, su mandíbula, observar todo esto desde la posición del testigo, aceptando y permitiendo lo que aparece, estando presente en el aquí y el ahora, acogiendo lo que encuentra sin juzgarlo. Iniciar la experiencia desde esa posición es lo que le va a permitir la escucha y la aceptación sin juicio del otro.

Esto tiene un doble efecto que hemos podido constatar en experiencias con diferentes personas a través de sus feedback y de lo que hemos sentido personalmente. Por un lado el cliente siente conscientemente o no esta escucha y aceptación, lo que puede facilitar su proceso de rendición a la experiencia abandonando el control mental, (primer si). Y por otro lado esta actitud del profesional puede coadyuvar, por el fenómeno de la resonancia, a que el cliente a su vez, este presente en la experiencia y a que tome su responsabilidad de actuar dirigiendo con su voluntad la atención hacia las sensaciones de su cuerpo, convirtiéndose así en actor, en protagonista de la experiencia.

También hemos encontrado que en este silencio el profesional puede sentir al otro, tomando conciencia de la conexión que existe aunque no haya contacto físico, y sentir el espacio que los acoge y posibilita que la experiencia tenga lugar. Esta escucha profunda de si mismo, del otro y del espacio va abriendo la atención en un proceso inclusivo y estructurado, que va de la a tensión a si mismo, a la atención al otro y a la atención al todo, donde cada nuevo espacio de atención incluye al anterior. Esta atención abierta facilita al profesional la conexión con la totalidad, dentro y fuera de él, posibilitándole el acceso a un lugar de plenitud y satisfacción interior donde no hay necesidad. Permitiéndole así iniciar la experiencia desde el lugar de la posibilidad evitando que sus necesidades personales

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condicionen el desarrollo de la misma. Es su responsabilidad colocarse en el lugar de la posibilidad para que la experiencia pueda comenzar.

Otra constatación a través de la experiencia ha sido la de que el silencio, la quietud como ausencia de acción, el no hacer sólo escuchar, constituye para el profesional un lugar a donde acudir cuando se da cuenta de que no esta presente, de que su atención esta en otra cosa, o de que el movimiento de sus manos surge de una idea en su mente o desde su voluntad personal y no de su cuerpo como respuesta natural. Constituye por tanto una posibilidad, siempre al alcance de la mano, de regresar a la autoescucha, a la escucha del otro y del todo, una posibilidad de reconectar con la totalidad de la experiencia en el aquí y ahora.