escritura poética y producción de subjetividad

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1 Área temática: Psicología y Problemáticas Sociales. Experiencias en el campo comunitario Autores: Paloma Herrera y Martín Broide Facultad de Psicología, UBA. Título: Escritura poética y producción de subjetividad. Una experiencia en el Centro Universitario de la Unidad Penal N°48, UNSAM. En este mundo tan separado/no hay que ocultar de donde se es/ pero todos somos de todos lados/ hay que entenderlo de una buena vez Jorge Drexler Introducción El presente trabajo relata la experiencia de un taller de escritura realizado en el Centro Universitario de la Unidad Penal N° 48 del partido de San Martín, desde la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de San Martín. A modo de experiencia piloto se planifican 3 encuentros, a cargo de un equipo formado por dos talleristas, uno especialista en literatura y otro narrador oral (quien participa de dos de los 3 talleres), y una de las integrantes del equipo de la Universidad en la cárcel, psicóloga. La llegada de los talleres al Penal se va armando de a poco, pero a velocidad; a partir de conversaciones telefónicas, reuniones y reflexiones previas donde van apareciendo hipótesis e inquietudes. Desde el inicio, sabíamos contábamos con cierta confianza de los futuros participantes del taller. El funcionamiento del Centro Universitario en el penal ya ha tendido vínculos, producido intercambios y abierto expectativas en las personas presas que asisten como alumnos, tanto como en aquellos que vamos allí, en algún intento de volver los muros más permeables, poniendo a circular distintas materialidades (afectivas, cognitivas), también entre ellos mismos. En líneas generales, nuestras expectativas se posaban en la posibilidad de abrir nuevos caminos para la producción de sentidos, frente a la hegemonía del sentido común que domina el ambiente, adentro y afuera. Con la palabra, con el cuerpo, con la mirada, a partir del encuentro, con uno y con los otros. Un espacio de trabajo con la palabra en estos contextos funciona generalmente a contramano de casi todo lo que ocurre allí adentro. Del aislamiento y la soledad que imponen estas instituciones, a través del intercambio (de palabras, historias, miradas) y el reconocimiento. A contramano del silenciamiento y la sordera, a través de la toma de palabra y la escucha. De la reproducción de conductas y actitudes estereotipadas que impone un sistema carcelario sostenido en órdenes y obligaciones. A contramano de la despersonalización que produce una institución con ambiciosas pretensiones de homogenización, a través de la recuperación, el cuidado y el despliegue de historias, voces y rostros singulares. A contramano de

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Page 1: Escritura Poética y Producción de Subjetividad

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Área temática: Psicología y Problemáticas Sociales. Experiencias en el campo comunitario Autores: Paloma Herrera y Martín Broide Facultad de Psicología, UBA. Título: Escritura poética y producción de subjetividad. Una experiencia en el Centro Universitario de la Unidad Penal N°48, UNSAM.

En este mundo tan separado/no hay que ocultar de donde se es/

pero todos somos de todos lados/ hay que entenderlo de una buena vez Jorge Drexler

Introducción El presente trabajo relata la experiencia de un taller de escritura realizado en el

Centro Universitario de la Unidad Penal N° 48 del partido de San Martín, desde la

Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de San Martín. A modo de

experiencia piloto se planifican 3 encuentros, a cargo de un equipo formado por dos

talleristas, uno especialista en literatura y otro narrador oral (quien participa de dos

de los 3 talleres), y una de las integrantes del equipo de la Universidad en la cárcel,

psicóloga. La llegada de los talleres al Penal se va armando de a poco, pero a

velocidad; a partir de conversaciones telefónicas, reuniones y reflexiones previas

donde van apareciendo hipótesis e inquietudes. Desde el inicio, sabíamos

contábamos con cierta confianza de los futuros participantes del taller. El

funcionamiento del Centro Universitario en el penal ya ha tendido vínculos,

producido intercambios y abierto expectativas en las personas presas que asisten

como alumnos, tanto como en aquellos que vamos allí, en algún intento de volver los

muros más permeables, poniendo a circular distintas materialidades (afectivas,

cognitivas), también entre ellos mismos.

En líneas generales, nuestras expectativas se posaban en la posibilidad de abrir

nuevos caminos para la producción de sentidos, frente a la hegemonía del sentido

común que domina el ambiente, adentro y afuera. Con la palabra, con el cuerpo, con

la mirada, a partir del encuentro, con uno y con los otros.

Un espacio de trabajo con la palabra en estos contextos funciona generalmente a

contramano de casi todo lo que ocurre allí adentro. Del aislamiento y la soledad que

imponen estas instituciones, a través del intercambio (de palabras, historias,

miradas) y el reconocimiento. A contramano del silenciamiento y la sordera, a través

de la toma de palabra y la escucha. De la reproducción de conductas y actitudes

estereotipadas que impone un sistema carcelario sostenido en órdenes y

obligaciones. A contramano de la despersonalización que produce una institución

con ambiciosas pretensiones de homogenización, a través de la recuperación, el

cuidado y el despliegue de historias, voces y rostros singulares. A contramano de

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todo esto, entre otras cosas, a través de la expresión, de la diversidad de palabras

(propias y ajenas) y de la disposición al encuentro.

La especificidad del trabajo en la cárcel A pesar de las convicciones, teníamos también muchas dudas. ¿Es posible un

espacio de este tipo en estos contextos? ¿Hay una modalidad específica de trabajo

con la palabra en el encierro? Contrastando con el trabajo en escuelas, es

interesante cómo la literatura puede entrar muchas veces en el campo restringido de

la enseñanza de valores. En este sentido, y más aún en estos contextos, resulta

fundamental desmarcarse de cualquier posicionamiento normalizador, sostenido en

cierta idea de sujetos con valores inferiores, a quienes habría que instruirlos en los

valores de la cultura dominante.

Históricamente la cárcel ha nacido y se ha alimentado (y superpoblado) de esta

fractura social que puede rastrearse incluso antes de la Revolución Francesa1.

División entre un mundo civilizado y uno bárbaro, del vulgo, retrasado en sus

conocimientos y costumbres. Hacia éste último se dirigía un proceso de civilización

con la supuesta intención de reducir diferencias y contrastes; que apuntaba a una

homogenización de las nacientes sociedades modernas a fin de alcanzar el sueño

de la “comunidad de iguales”.

La escuela ha tenido una historia próxima, también como hija de la sociedad

disciplinaria. Fundamental para la concreción del ideal democrático, la Instrucción

Pública sería el instrumento ideal para acercarles a los más pobres los bienes

culturales de los cuales los más instruidos ya disfrutaban, y de esta forma

recomponer la fractura.

En el El maestro ignorante (1987), Rancière recupera la experiencia de aquel

maestro revolucionario llamado Jacotot, quien denuncia la paradoja que se oculta

tras la ilustrada propuesta de orden y progreso. La misma institución que

supuestamente está destinada a reducir la desigualdad a través de la instrucción del

pueblo, solo tiene razón de ser en la medida en que demuestre una y otra vez dicha

desigualdad, asegurándose así su perdurabilidad eterna. La Explicación Maestra

resultaba un arma exquisita para defender a ultranzas estos ordenamientos

jerárquicos que el orden progresivo se jactaba de combatir bajo el dogma

revolucionario. Callejón sin salida, pues como señala Rancière, la encerrona radica

en la consideración de la igualdad como punto de llegada. El principio de una

1 Ver Elías N. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. FCE. Buenos Aires, 1987; y Muchembled, Robert. L´invention de l ´homme moderne. Culture et sensibilités en France du XV au XVIII siécle. Paris, Fayard. 1988.

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sociedad naturalmente escindida en sabios e ignorantes, solo daba lugar a la

creación de diversas instituciones que - al servicio de compensar la diferencia-

deficiencia (entre normales y anormales, sanos y enfermos, alumnos y maestros)- la

afirmaban a cada paso.

Nuestra apuesta, entonces, abrir un taller de escritura en la cárcel, al amparo de

cualquier intención correctiva, soltando en lo posible las ataduras de una pedagogía

disciplinaria, largamente implantada en nuestras propias trayectorias educativas,

como alumnos y como profesionales.

El recorrido que propusimos apunta a la legitimación de la ficción como territorio

necesario para cualquier proceso de producción de subjetividad. Un territorio

ficcional común, hecho entre varios, con retazos irregulares, con palabras poéticas

que se caen hacia adentro2, y desbordan hacia afuera, que se mezclan y abren

encierros, también personales. Entramado de lazos sociales, procesos de

configuración y reconfiguración de identidades, en un territorio compartido que

permite imaginarnos e imaginar a los otros, más allá de identidades cristalizadas y

estigmas, cuidando el misterio que anida en cada uno y tolerando lo incalculable de

cada encuentro3.

Así se empieza a abrir una grieta, desde donde despunta la posibilidad de inventar-

nos otros mundos, incluso en el encierro. “El poeta no tiene otra alternativa que

inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la

poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra

conciencia real de la infinitud” (Roberto Juarroz, Poesía Vertical, 1987)

¿Quiénes somos? ¿Quiénes son los otros? Son preguntas que insisten en la cárcel,

tanto en quienes vamos desde “afuera”; como en quiénes están allí adentro. ¿Cómo

evitar las respuestas apresuradas? ¿Cómo hacer estallar el espejo de las

identidades preasignadas por los destinos sociales? ¿Será el tejido ficcional un

modo de ganarle la partida al reflejo, e ir dibujando el terreno a pura refracción?4

Que el derecho a la ficción suela ser, y más en contextos de marginalidad, un bien

de lujo más que un derecho; no significa que haya personas que no sean portadoras

de historias diversas. Sí significa, en todo caso, que el territorio para elaborar,

resignificar, interconectar esas historias puede aparecer como vedado o lejano. En

2 Parte de un texto escrito por uno de los participantes. 3Ya lo decía el poeta: “Solo el misterio nos hace vivir, solo el misterio” (Federico García Lorca, 1934) 4Seguimos las teorizaciones de Bajtin para el campo literario, quien distingue el reflejo representacional de la operatoria de refracción, para pensar en una suerte de deformación que agrieta y multiplica cualquier intento de fijeza identitaria. En Bajtín, Mijail. El método formal en los estudios literarios. Madrid. Alianza editorial. 1994.

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tal caso, se trata de habilitar los espacios para que aquello que fue desconectado,

desterrado, pueda crecer y multiplicarse.

Por otro lado, en estos contextos se produce una relación particular con la escritura,

y particularmente con la escritura de la vida. En una persona que está presa,

judicializada, la vida, o parte de ella, está escrita, escrita en un expediente judicial.

Entonces, la cultura escrita aparece muchas veces vinculada con este mundo.

Volviendo a encontrar ciertas recurrencias históricas, Elías señala cómo durante la

baja edad media y renacimiento, la literatura se ocupa de reflejar el brillo del mundo

de la corte y de sus distinciones culturales; mientras que el mundo popular suele

quedar atrapado en las rígidas estructuras de la escritura judicial5, como

consecuencia de una justicia que empieza a extenderse, profundizando la brecha

cultural entre las elites y las masas.

Y la historia que se cuenta en un expediente judicial es unívoca, está fijada y

siempre son otros los intérpretes. El poder reapropiarse de una identidad nutrida por

una multiplicidad de historias y abierta a muchas otras por venir, precisa de un

vínculo distinto con la escritura, y con un rearmado de las relaciones entre lectura,

escritura y oralidad. Y es en el intercambio que las historias son llamadas a ser

contadas, por otras historias. El detenimiento en la circulación de los relatos - que es

lo que permite su transformación, en una inscripción y reinscripción siempre

inacabada, que va texturando las identidades, siempre abiertas a su propia

reinvención – se profundiza con el aislamiento del mundo social que implica estar

preso.

Son las historias que contamos, nos cuentan y nos contamos, las que constituyen y

viajan a través de los lazos sociales. Muchas veces, el estar o haber estado preso es

la única historia a partir de la cual el resto de la sociedad se vincula con esa

persona. Poder cuestionar esta rigidez, tanto hacia dentro como hacia fuera,

legitimando otras narrativas, poblando la vida con otros universos de sentido, es uno

de los objetivos que puede plantearse un taller de lectura y escritura.

Algunas escenas de los encuentros El primero comienza con una mesa con frascos que contienen hierbas, especias,

con diferentes aromas. Los coordinadores no comentan nada al respecto, queda

como enigma. La pregunta sobre qué creen que tienen en común las sustancias que

están dentro de los frascos se responde sólo con la lectura de un texto que habla de

los aromas, El frasco, de Charles Baudelaire. Se propone a cada participante elegir 5 Elías N. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. FCE. Buenos Aires, 1987 (Primera Edición).

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un frasco y, buscándose un rincón del salón, explorarlo. En una hoja blanca, anotan

palabras sueltas que van saliendo. Los aromas entran, los penetran, y buscan

palabras que se les escapan, por la mano, por la boca…

Luego, a partir de nuevas consignas y de lecturas que se van introduciendo, cada

uno produce un texto que se comparte con los demás compañeros, cuando lo

desean. Decíamos, en el apartado anterior, habilitar los espacios para que aquello

que fue desconectado, desterrado, pueda crecer y multiplicarse.

En estos contextos que suelen estar plagados de certezas inamovibles e identidades

inmutables, resulta interesante probar la operación inversa a la habitual y partir del

enigma. Más que la pregunta por qué o cuál es ese aroma, las consignas y las

lecturas intentan acompañar el viaje hacia dónde los lleva, nunca lineal, siempre

singular, e instalando una suerte de presente infinito en cual probablemente puedan

palparse distintos. Una aventura que también se nutre de este provocar a lo

sensible, siguiendo esa misma intención de desordenar algo que de tan ordenado da

miedo tocarlo. Aromas, sensaciones, sonidos, climas y sabores suelen ser

desalojados en estas instituciones; ya sea por imposición externa, ya sea por una

suerte de mecanismo defensivo frente al dolor. La “operatoria anestesia” se lleva

consigo fragancias, vibraciones ínfimas, sonidos rítmicos y sabores desconcertantes.

La conexión de cada uno con los aromas despertó algo de esa sensibilidad singular,

agazapada. La infancia, la memoria, el barrio, la naturaleza aparecieron bajo

múltiples formas: “La planta de mandarina de Villa Bosch”; un bosque de pinos; una

casa al calor de una salamandra inundada de aroma a eucalipto; una rama que se

quiebra a solas, en pleno monte junto al Che Guevara. El recuerdo de una novia,

cuyo olor lo confundía, le recordaba a otra.

Y los aromas se colaron por los poros de nuestra piel plastificada y nos sorprenden

justo en el punto donde nos conectan vertiginosamente con la naturaleza desterrada

en la ciudad, des – terrada en la cárcel. Las rejas y los muros no crecen de la tierra.

Los árboles, guardianes del bosque, resultan entonces hermanos, escoltas de una

libertad desterrada.

“Una hoja en el árbol / es la que muchas veces / pesado el tallo del fruto maduro /

que de niño endulzó / mis labios en esos momentos / de fuego / donde la amistad se

colmaba / de sueños muchos / se cumplieron otros / quedaron sin concluir, pero tu

hoja / hoy seca en un libro / como señalador de alguna poesía / de amor mantiene /

tu aroma ese / que el tiempo ni la distancia podrán / borrar” (Texto producido por uno

de los participantes del taller)

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Luego del taller que llamamos “La ciudad y la escritura”, donde los textos

funcionaron quizás como puentes entre esos rincones invisibles del alma y aquellos

del espacio, así como vistas panorámicas que ampliaron la mirada y el horizonte,

vinieron “Los cuerpos poéticos”. A pesar de nuestras inquietudes sobre cómo

involucrar el cuerpo, y hasta dónde; después de una entrada en calor y un recorrido

guiado, a través de la palabra, reconociendo distintas partes del cuerpo con la

respiración; la lectura de un poema de Rilke y la propuesta de escritura de palabras

sueltas, los participantes se entregan al trabajo y parecen conectarse con ese

“adentro”. En sus caras, otras caras de las de todos los días. Sonrisas que parecen

venir de otros tiempos, gestos que muestran a un niño que no aparecía, quizá, hace

mucho. Otros matices, otras energías, otros colores de los innúmeros que habitan en

cada uno. Algo de esto parece coincidir con el pedido de uno de los participantes,

respecto al nombre. Llamado “El Tano” entre sus compañeros, se presentó, en el

taller, como Damián. Cuando le preguntamos cómo quería que nosotros lo

llamásemos, pidió por lo segundo. Ese día tenía cara de Damián. Tal vez de un

Damián que hace rato no andaba por estos mundos.

Retomando hipótesis, entre encrucijadas

En el último encuentro, mientas esperábamos a algunos compañeros, se nos ocurrió

preguntarles qué era para ellos el taller: cómo le hablarían del espacio a otra

persona. Uno de ellos relató que al contarle a su compañero de celda, le había dicho

que el taller estaba “muy bueno”, porque era un espacio “para expresarte”. Esta

palabra, “expresión”, usada muy habitualmente y tal vez un tanto banalizada cuando

se habla de arte y literatura, puede ser un muy buen puente para comunicar lo que

se propone con un taller de este estilo, mucho más que “lectura” o “escritura”. Un

taller así puede ser justamente un campo de negociación semántica para una

palabra. La posibilidad de decir desde el detalle, desde la mirada singular, en ese

aquí y ahora del acontecimiento que se produce con el intercambio de una palabra

poética, gesto estético-político que arma “común” a partir de una conexión más allá y

más acá de las categorías, de los nombres asignados. Conexiones pre-subjetivas, al

decir de Deleuze, en mesetas de intensidad ficcional, “… son modos de

desubjetivación que atestiguan que el sujeto no existe más que en el estado «

larvario », y no como « sujeto sustancial acabado, bien constituido »”6

La escritura parece haber sido un tiempo y un espacio para la expresión, una

expresión desestructurada (“las últimas estructuras se han gastado”, título suelto de

6Deleuze Gilles. Différence et répétition. Paris, PUF, 1997. Pág. 156

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un poema de Juarroz que se convirtió en título del poema de uno de los

participantes) y singular. No sólo ha servido para bucear en lugares recónditos de

uno mismo, balbuceando nombres para tanto misterio; también ha tejido una trama

desde donde intercambiar; asombrándose de la belleza de las palabras del

compañero o celebrando el coraje de alguno para compartir aquellos rincones

íntimos que a través de la lectura en voz alta, la mirada, nos permiten conocernos,

quizás, de otro modo.

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BIBLIOGRAFÍA

- RANCIERE, J. Le maitre ignorant. Cinq leçons sur l’émancipation intellectuelle. Fayard, Paris, 1987. (Versión en español: (2007) El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Barcelona. Libros del Zorzal).

- DELEUZE, G., GUATTARI, F. Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia,

Valencia, Pre-Textos, 1988.

- DELEUZE, G. Diferencia y repetición. Madrid, Editorial Jucar,

Universidad.1988.

- CORNU, L. (2002) Responsabilidad, experiencia, confianza. En Frigerio G. (Comp.) Educar: rasgos filosóficos para una identidad. Buenos Aires: Ed. Santillana.

- ELÍAS, N. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. FCE. Buenos Aires, 1987 (Primera Edición).

- MUCHEMBLED, Robert. L´invention de l ´homme moderne. Culture et

sensibilités en France du XV au XVIII siécle. Paris, Fayard. 1988