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IGNACIO DE LOYO < .;•<:'"•••"•>• : - •-• Dios en todas las cosas SalTerrae

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Dios en todas las cosas San Ignacio de Loyola

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Page 1: Escritos esenciales

IGNACIO DE LOYO té

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Dios en todas las cosas

SalTerrae

Page 2: Escritos esenciales

Colección «EL POZO DE SIQUEM»

210 Ignacio de Loyola

Escritos Esenciales Dios en todas las cosas

Editorial SAL TERRAE Santander

Page 3: Escritos esenciales

Título del original alemán: In allem - Gott

© 2006 by Echter Verlag GmbH, Würzburg

Edición en español realizada con la mediación de la Agencia Literaria Eulama (Roma)

Traducción de los textos no publicados previamente en castellano:

Ramón Alfonso Diez Aragón

Para la edición española: © 2007 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-1

39600 Maliaño (Cantabria) Fax: 942 369 201

[email protected] www.salterrae.es

Diseño de cubierta: Fernando Peón / <[email protected]>

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley. cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública

y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionada

puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y s. del Código Penal).

El Centro Español de Derechos Reprográfieos (wWw.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain

ISBN: 978-84-293-1706-0 Depósito Legal: B1-879-07

Impresión y encuademación: Grafo, S.A. - Basauri (Vizcaya)

índice

Fuentes y abreviaturas 7

Prólogo a la edición española,

por José Antonio García Rodríguez, SJ 9

Presentación, por Philipp Górtz, SJ, Willi Lambert, SJ,

y Dominik Terstriep, SJ J 9

1. AMAR:

«En todo amar y servir» 23

2. COMUNICACIÓN:

«El amor consiste en comunicación de las dos partes» 29

3. ORAR:

«La facilidad para unirse a Dios» 37

4. EJERCICIOS:

«Todo lo mejor...» 47

5. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS:

«La discreta caridad» 59

6. ASCESIS:

«Ejercicios espirituales... para ayudarse» 65

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Page 4: Escritos esenciales

7. TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS:

«Cómo Dios trabaja y labora por mí» 75

8. PIEDAD Y LETRAS:

«El estudio..., una oración continua» 85

9. POBREZA:

«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno» 89

10. OBEDIENCIA:

«Por solo nuestro Criador y Señor» 93

11. SALUD Y ENFERMEDAD:

«La meditación sobre la muerte..., un gran gozo» . . . 99

12. AFORISMOS:

No más de dos frases» 105

índice general 121

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Fuentes y abreviaturas

AHSI Archivum Historicum Societatis Iesu. App. Apéndice (en el tomo XII de MI Epp.). Autob. Autobiografía, en (Josep M. RAMBLA BLANCH, SJ

[ed.]) El peregrino. Autobiografía de san Ignacio de hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1991 [entre corchetes se indica el número o los nú­meros de página de esta edición].

Const. Constituciones, en (S. ARZUBIALDE - J. CORELLA -J.M. GARCÍA LOMAS [eds.]) Constituciones de la Compañía de Jesús, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ Santander 1993 [entre corchetes se indica el número o los números de página de esta edición].

Diario Diario, en (Santiago THIÓ DE POL, SJ [ed.]) La intimi­dad del peregrino. Diario espiritual de san Ignacio de hoyóla, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1991 [entre corchetes se indica el número o los nú­meros de página de esta edición].

EE Ejercicios Espirituales, en (Santiago ARZUBIALDE, SJ

[ed.]) Ejercicios Espirituales de san Ignacio. Histo­ria y análisis, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/ Santan­der 1991.

Mem. Memorial, en (Benigno HERNÁNDEZ MONTES, SJ

[ed.]) Recuerdos ignacianos. Memorial de huis Gon-calves da Cámara, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/

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Page 5: Escritos esenciales

Santander 1992 [entre corchetes se indica el número o los números de página de esta edición].

MI Epp. Monumenta Histórica Societatis lesu. Monumenta Ignatiana. Epistolae et Instructiones I-XII, Matriti 1903-1911 (después de cada texto epistolar citado se indica entre paréntesis el número de la carta a la que pertenece según esta edición). Para la transcripción de los textos de las cartas seguimos la edición de las «Cartas e instrucciones», en (Ignacio IPARRAGUIRRE -Cándido de DALMASES - Manuel Ruiz JURADO [eds.]) Obras de San Ignacio de hoyóla, BAC, Madrid 19915, pp. 699-1.103 [entre corchetes se indica el nú­mero o los números de página de esta edición; cuan­do la carta citada no se encuentra en ella y la hemos traducido del italiano o del latín, se añade entre cor­chetes orig. it. u orig. lat.\.

orig. it. Original italiano. orig. lat. Original latino.

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Prólogo a la edición española

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¿De dónde surge el renovado interés por la espiritualidad ignaciana, no sólo entre los jesuitas, sino también en otros ámbitos de la Iglesia? ¿Cuál es la razón de que una espiri­tualidad nacida en pleno siglo xvi aparezca como «mo­derna» hoy en día y capaz de inspirar la vida de los cre­yentes y su presencia cristiana en el mundo? ¿Qué sentido tienen y qué uso podría hacerse, por tanto, de estos Escritos Esenciales de Ignacio de Loyola?

A preguntas como éstas quisiera responder la presen­tación de la edición española. ¿Cómo? Relacionando sus textos con los momentos clave de la peregrinación espiri­tual de su autor. Buscando (si se me permite la expresión) el Sitz im Leben en que nacieron. De este modo podremos acercarnos a ellos, no como a una colección de textos sin más, sino como a los hitos de un camino hacia Dios, el de Ignacio de Loyola, capaz de inspirar el nuestro.

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1. Para Ignacio ese camino se inicia en Loyola, adonde lle­ga, a finales de mayo de 1521, maltrecho y seriamente he­rido como consecuencia de su participación en la defensa de Pamplona. Enfermedad y recuperación son para él un tiempo de agitación y de movimientos interiores. A través de ellos se hace consciente Ignacio de la presencia de es­píritus encontrados en su vida; pero, sobre todo, de que Dios quiere entrar en diálogo con él, hacerse interlocutor suyo, participar en su situación presente y, en particular, en su futuro.

La sorpresa es mayúscula para el derrotado Ignacio. Hay que afirmar, sin embargo, que ahí comienza su aven­tura espiritual y, de un modo especial, su gran aportación a la Iglesia: el discernimiento. No porque él lo inventara, sino por la sistematización que hizo de este modo de acer­carse Dios al hombre, ayudado ciertamente por conversa­ciones y lecturas posteriores, pero sobre todo por su capa­cidad de introspección interior sobre sus movimientos in­ternos. El Sitz im Leben del discernimiento espiritual ig-naciano, el lugar humano de donde nace, es fundamental­mente la peregrinación espiritual del propio Ignacio.

Dicen que cuando uno da con lo más personal suyo, es­tá dando con lo más personal de los demás. Eso explicaría la transculturalidad de la doctrina ignaciana sobre las mo­ciones espirituales y el discernimiento, la actualidad de su mistagogía en este terreno concreto de la vida espiritual.

Al creyente actual le cuesta muy poco comprenderse como un campo de batalla donde se dan cita presencias contrarias, con efectos emocionales, afectivos y direccio-nales también contrarios. Se ve fácilmente reflejado en

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ellos y encuentra que la doctrina ignaciana sobre ese mun­do tan complejo y sobre el modo de abordarlo sigue sien­do válida para él. De ahí su «modernidad».

En este librito podrá encontrar el lector muchas refe­rencias al discernimiento ignaciano. Unas diseminadas aquí y allá. Otras más concentradas, sobre todo en el capí­tulo 1 y en el 5, este último dedicado enteramente a este tema.

2. Lo primero que aparece en esa interlocución divina, en el intento de Dios de entrar en la vida y el futuro de Ignacio, es Jesucristo, un Dios y Señor a quien servir. El caballero mundano se convierte en caballero cristiano, si bien ello no irá sucediendo sino a través de un largo pro­ceso de purificación. Crece en él el amor a Jesús y el de­seo de imitarlo y seguirlo hasta convertirse en la pasión que unificará y totalizará toda su vida. Un punto culmi­nante de ese proceso se producirá en 1538, en la capilla de La Storta, pocos kilómetros antes de llegar a Roma, su de­finitiva Jerusalén.

Ignacio retrasa voluntariamente la celebración de su primera misa un año y medio. Durante todo ese tiempo ha estado pidiendo a María «que quiera ponerle con su Hijo». Ser puesto con el Hijo expresa en toda su hondura la aspi­ración más alta de Ignacio, a la vez que la condición de to­do lo demás. Al grupo de los primeros compañeros, y so­bre todo a él mismo, les quedan muchas incertidumbres acerca de cómo serán recibidos en Roma, de si saldrá ade­lante el proyecto «Compañía de Jesús» o si, al ponerse a disposición del Papa, la experiencia de «amigos en el

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Señor», tan querida para todos ellos, terminará en una dis­persión apostólica sin más... Nada de ello importa defini­tivamente. Lo verdaderamente importante, lo primero y único, es la gracia de ser puesto con Jesús, que lleva la cruz. En aquella capilla se le confirmó a Ignacio la gracia tanto tiempo impetrada: «vio claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo» (Autob. 96 [p. 97])

La centralidad de Cristo en la espiritualidad ignaciana tiene su lugar de origen en esa experiencia primera de Ignacio en Loyola y en Manresa, en su largo proceso de maduración y purificación espiritual posterior y en su cul­minación en la capilla de La Storta. Imposible prescindir de ella. Viene inevitablemente a la memoria aquella doble afirmación de Jesús en el Evangelio de Juan: «nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae» y «nadie va al Padre sino por mí».

Muchas cosas llaman la atención con respecto a Ignacio. Una de ellas es cómo, siendo un hombre sin ape­nas formación, llega tan rápidamente a una comprensión y vivencia tan hondas de Dios, de Jesucristo y de la Trini­dad. Del Padre creador que desea entrar en su vida y re­girla; del Hijo en cuanto Dios encarnado a quien servir; del Espíritu como Voz y maestro interior de la concreción de su entrega...

Imposible aludir a citas concretas donde este libro aborda la centralidad de Cristo en la espiritualidad igna­ciana. Todos sus textos la rezuman.

3. Una segunda aportación de Ignacio al patrimonio espiri­tual de la Iglesia es su famoso lema «buscar y hallar a Dios

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en todas las cosas», lema que un discípulo suyo de la pri­mera generación popularizó como «contemplativos tam­bién en la acción» (por cierto, suprimir el también, dejan­do sólo «contemplativos en la acción», no traduce bien ni a Nadal, su autor, ni mucho menos a Ignacio, cuyo pensa­miento quedaría entonces peligrosamente limitado: hay muchas cosas en la vida que no son acción y en las que, se­gún él, estamos llamados a ser igualmente contemplativos).

¿Otra novedad ignaciana en la Iglesia? Como idea y deseo, no; como énfasis, sí. Y, sobre todo como proceso espiritual para llegar a dicha contemplación. Ignacio no es novedoso en cuanto a los conceptos; su genialidad está en los procesos, para encarnarlos y hacerlos reales.

Si nos preguntáramos de dónde le viene a Ignacio esta intuición -la espiritualidad del buscar y hallar a Dios en todas las cosas-, habría que referirse claramente a Manre­sa. Allí se le hizo espiritualmente patente -dejando en él una impronta que no hará más que crecer hasta su muer­te- que si el mundo surge del amor creador de Dios, Dios está en él dándolo y dándose, habitando, trabajando, des­cendiendo... (como escribirá más tarde en la «Contempla­ción para alcanzar amor») y que, al menos por lo que a él toca, no querrá ya amar y servir a Dios sino amando y sir­viendo al mundo. Así de sencillo. Así de novedoso tam­bién para aquella época.

¿Sólo para ella? Hay un ansia extendida en muchos creyentes actuales de una espiritualidad así. De convertir su vida cotidiana y su implicación en el mundo, y no sólo su vida oracional, en espiritualidad. Por eso suena tan ac­tual la propuesta ignaciana.

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Ahora bien, el horizonte espiritual de buscar y hallar a Dios en todas las cosas no se reduce para Ignacio a una es­tética religiosa o a una mística de unión, sin más. Se trata de un encuentro en el interior del cual se produce una identificación de la libertad humana con la libertad de Dios. Así se explica que las grandes experiencias místicas con que fue agraciado Ignacio en Manresa sean al mismo tiempo el hontanar de su pasión por «ayudar a los próji­mos». Ignacio busca a Dios y se une a Él no sólo cuando celebra la Eucaristía, sino también cuando busca y elige cómo servir mejor al Reino de Dios. Ese alargamiento del horizonte espiritual y el modo concreto de encarnarlo constituyen su gran novedad.

Algo de esta mística y de su proceso mistagógico po­drá encontrarlo el lector en el capítulo 3, dedicado a la ora­ción, y en el 7, sobre cómo trabajar juntos.

4. Una tercera marca de la espiritualidad ignaciana la constituye el magis, el «más», una expresión que aparece miles de veces en los escritos ignacianos hasta convertirse en una de sus características más notables: «a mayor glo­ria de Dios», «para que más le ame y le siga», «los que más se querrán afectar y señalar»...

No siempre se ha entendido bien esta máxima igna­ciana. Sus críticos creyeron encontrar en ella la raíz de ese voluntarismo espiritual de que se acusó con frecuen­cia a la espiritualidad de los jesuítas. Sea de ello lo que fuere, una cosa queda clara: el más ignaciano nunca tiene como acto primero la decisión de la voluntad humana, si­no la experiencia previa del amor siempre mayor de Dios;

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de que siempre soy más amado, más perdonado, más lla­mado. El acto primero del más es siempre un acto de Dios: su amor siempre mayor. A esa experiencia respon­de el deseo del hombre con un más que no es sino reflejo y respuesta al más de Dios. Ignacio se muestra muy cau­to con respecto al innato deseo de protagonismo humano: nadie ha de adelantarse a lo que la gracia va haciendo po­sible en él. Pero, a la vez, nadie debería distanciarse de ella. En la vida espiritual, vida según el Espíritu, no exis­ten tres estadios: progreso, regresión y estancamiento; tan sólo existen dos: progreso y regresión. El estancamiento es regresión si no incluye la dinámica del más. Bien en­tendida, por supuesto.

El capítulo 6, dedicado a la ascesis, y muchos de los aforismos ignacianos del capítulo 10 giran en torno a es­te tema.

5. El capítulo 7, «Trabajar juntos y unos por otros», abor­da un tema ignaciano de especial interés hoy. ¿Por qué?

Articular correctamente la acción de Dios y la colabo­ración humana constituyó siempre un problema teológico de enorme calado. Hoy existe el peligro de que el antiguo voluntarismo en la vida espiritual -la primacía de la liber­tad y la voluntad humanas sobre la gracia de Dios- vaya siendo sustituido por otra polarización igualmente errónea de una gracia sin decisión humana. Lo que Bonhoeffer lla­maba «gracia barata», o lo que más modernamente llama­mos espiritualidad light. Ignacio esbozó una articulación de ambas realidades que sigue siendo ejemplar y atractiva para nosotros hoy. ¿Cuál es su planteamiento?

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La prioridad para Ignacio la tiene siempre la gracia de Dios y los medios que cultivan la relación con Él: «bon­dad y virtud, y especialmente la caridad y pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios...» (Const. 813 [p. 345]). Llama la atención la rotundidad con que afirma esta prioridad para sus jesuitas, dado que la orden que ha fundado es eminentemente apostólica: para el fin que se pretende, «los medios que juntan el instrumento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano son más eficaces que los que le disponen para con los hom­bres» (ibid. [p. 345]). ¿Se está descalificando con ello la absoluta necesitad de poner en juego los medios huma­nos? No: «Sobre este fundamento, los medios naturales... ayudarán universalmente» (Const. 814 [p. 345]). Lo que está afirmando Ignacio es que los medios humanos, si no están articulados en los divinos, tienden a degradarse y, con ello, a perder su eficacia apostólica: «Porque aquellos interiores son los que han de dar eficacia a estos exterio­res para el fin que se pretende» (Const. 813 [p. 345]). ¿No confirma una y mil veces la vida que esto es verdad; que los medios humanos sin pureza de intención, sin humil­dad, sin auténtica caridad, corrompen a quien los utiliza y no son más que ayuda parcial para quien se beneficia de ellos? Toda actividad apostólica que no transforme a quien la realiza está lastrada por dentro.

Esta relación ignaciana entre medios humanos y divi­nos ha quedado plasmada en una anécdota de la que tam­bién se hacen eco los autores en este libro. Normalmente solía atribuirse a Ignacio el dicho: «Confía en Dios como si todo dependiera de él; y ponió todo enjuego como si to-

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do dependiera de ti». Todavía hay personas que le atribu­yen este eslogan espiritual. En realidad, Ignacio nunca se expresó así, pero es que ni siquiera parece que este dicho responda bien a su pensamiento. Más acertada parece la interpretación que dio de él un jesuita húngaro, Gabriel Hevenesi, de quien se pensó en un principio que se había equivocado. Su formulación del pensamiento de Ignacio decía en sustancia así: «Confía en Dios como si todo de­pendiera de ti y nada de Dios; y ponió todo enjuego como si todo dependiera de Dios y nada de ti». Es decir, practi­ca un tipo de confianza en Dios que movilice tu libertad, que ponga en juego todas tus energías humanas; así será una confianza operante. Y vive tu implicación en el mun­do como un don que te viene de Dios, pues realmente lo es; así tu acción en el mundo será prolongación de la de Dios. En la primera fórmula no hay articulación entre gra­cia y libertad; en la segunda, sí. Ignacio está claramente en esta última.

6. Hay un concepto que le fue muy querido a Ignacio y que se encuentra con frecuencia en las Constituciones de la Compañía y en sus Cartas. Se trata del famoso «modo nuestro de proceder». En este término incluye Ignacio ciertamente conductas y actitudes ad extra de los jesuitas, pero el asunto va mucho más allá. Se extiende también a un modo concreto de relacionarse con Dios, de orar, de sentir a la Iglesia, de obedecer, de afrontar los problemas de la vida en toda su variedad y amplitud, etc. Con un concepto muy cercano, hablaríamos hoy de «cultura jesuítica».

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Page 10: Escritos esenciales

Pues bien, este librito, al recoger en sus diversos capí­tulos textos esenciales de san Ignacio, nos está ofreciendo los rasgos típicos de ese «modo de proceder», de esa cul­tura jesuítica, de esa peculiaridad carismática con que Dios quiso enriquecer a la Iglesia para bien del mundo. Otra clave con la que leer esta obrita...

* * *

Termino ya con una propuesta práctica sobre el modo de utilizar este libro. No parece aconsejable leerlo seguido. No creo que esté escrito para eso. Se trataría, más bien, de que, utilizando los índices, se fueran escogiendo por días aquellos temas en los que uno se sienta interesado: ¿qué dice san Ignacio sobre este asunto?

Por otra parte, no son textos para ser únicamente leí­dos. Se trata de pasajes que llaman a la meditación, a con­siderar y sopesar lo que dicen, a preguntarnos en qué ilu­minan nuestra vida, a qué nos impulsan. Muchas veces querrán terminar en plegaria. Sólo así, creo yo, cumplirán su finalidad.

Jesuítas o no, los lectores de este libro pueden encon­trar en él un medio para conocer más a fondo la espiritua­lidad ignaciana y nuevos estímulos para avanzar por ella. Estamos muy necesitados de una espiritualidad que -más allá de las gastadas e infructuosas polarizaciones- articule satisfactoriamente el amor a Dios y el amor al prójimo al modo de Jesús. La espiritualidad ignaciana aparece hoy como un instrumento especialmente apto para lograr esta integración.

JOSÉ ANTONIO GARCÍA RODRÍGUEZ, SJ

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Presentación

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Ignacio de Loyola (1491-1556), nacido en el seno de una familia de la nobleza vasca, destinado a hacer carrera en la Corte y, después de su conversión, transformado en un pe­regrino de Dios al servicio de Jesucristo y del prójimo, fue un hombre de acción y preocupado por lograr la configu­ración de la vida. «El amor se debe poner más en las obras que en las palabras», afirma en sus Ejercicios. Y tal vez sea éste el motivo por el que no hay muchas selecciones de sus escritos, aunque se conservan más de 6.000 cartas suyas, el libro de los Ejercicios Espirituales, una Autobio­grafía, parte de su Diario y las Constituciones de la Com­pañía de Jesús, que también reflejan su espíritu.

Con ocasión del 450 aniversario de su muerte, publi­camos ahora una selección de pensamientos e impulsos que permiten vislumbrar algo de este gran maestro de la espiritualidad (¡y de su secretario, Juan de Polanco!), que también hoy está presente e influye sobre todo a través de los Ejercicios y de la Orden que fundó.

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Page 11: Escritos esenciales

Sólo se aprende a comprender a Ignacio

- si no se teme el esfuerzo de la reflexión;

- si se leen siempre las expresiones ignacianas junto con su polo opuesto: libertad y obediencia; poder de Dios y acción humana; contemplación y acción; etcétera;

- si se tiene en cuenta que con frecuencia sus palabras necesitan una cierta traducción del mundo de su pen­samiento y lenguaje al nuestro;

- si se ven algunas de sus expresiones extrañas como una oportunidad para relativizar en parte nuestra pers­pectiva contemporánea y no entrar en el debate de conceptos;

- si se considera que sus palabras son indicaciones pa­ra la realización de experimentos espirituales y de la propia vida, no elucubraciones para adquirir más conocimientos.

Hemos elegido el subtítulo «Dios en todas las cosas» por­que expresa de forma concisa lo esencial de la espirituali­dad ignaciana: «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas». A la edad de 62 años cuenta Ignacio que en ese momento su facilidad para unirse a Dios era mayor que en toda su vida. En este sentido, las palabras de este libro desearían ser postes indicadores que faciliten el acceso a Dios desde el centro de nuestra vida. Si se realiza esta finalidad, se ha­brá cumplido también la pasión de la llamada de Ignacio: iuvare animas, ayudar a las personas.

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Estructura y configuración

La mezcla de algunos textos más largos y fundamentales con expresiones más breves y con los aforismos del último capítulo pretende servir al conocimiento de la espirituali­dad ignaciana, no sólo para la reflexión personal, sino también para la preparación de cursos, etcétera. La distri­bución temática, en la que a veces se producen solapa-mientos, no pretende sistematizar el pensamiento de Ig­nacio, que es de carácter pragmático-espiritual, sino pro­porcionar accesos a diferentes ámbitos de la vida.

PHILIPP GÓRTZ, SJ

WTLLI LAMBERT, SJ

DOMINIK TERSTRIEP, SJ

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Page 12: Escritos esenciales

1 AMAR

«En todo amar y servir»

Ignacio, de carácter más bien reservado, dijo en cierta oca­sión, cuando elogiaban el amor que él mostraba, que en rea­lidad se estaban engañando. Necesitó mucho tiempo hasta encontrar un «amor respetuoso» y un «respeto lleno de amor». Y en una ocasión escribe que, aun habiendo cumpli­do ya 53 años, mucho tiempo después de su conversión, no tenía ni idea «de humildad, amor y paciencia».

En el punto culminante de los Ejercicios, en la «Contem­plación para alcanzar amor», pide «en todo amar y servir». Éste es el núcleo de su espiritualidad. Ignacio entiende que amar es com-partir, es el libre juego de recibir y dar. Una de las características que distingue a la espiritualidad ignaciana es la tríada siguiente: el crecimiento (el magis o «más» ig-naciano), la discreción (el discernimiento) y la acción con­creta del amor.

* * *

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Page 13: Escritos esenciales

«Amor» en el libro de los Ejercicios

Abrazo amoroso de Dios

«...en los tales ejercicios espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mis­mo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante» (EE 15).

Pedir el conocimiento de Cristo

«Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci­miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga» (EE 104).

Contemplación para alcanzar amor

«El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tie­ne, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante» (EE 230-231).

Ingratitud - Gratitud

«En la su divina bondad considerando (salvo otro parecer mejor) la ingratitud ser cosa de las más dignas de ser abo­minada delante de nuestro Criador y Señor, y delante de las creaturas capaces de la su divina y eterna gloria, entre todos los males y pecados imaginables, por ser ella desco­nocimiento de los bienes, gracias y dones recibidos, cau­sa, principio y origo de todos los males y pecados, y por el

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contrario, el conocimiento y gratitud de los bienes recebi-dos, cuánto seia amado y estimado, así en el cielo como en la tierra» (Carta 38; MI Epp. 1, 192 [p. 754]).

Temor y amor

«Dado que sobre todo se ha de estimar el mucho servir a Dios nuestro Señor por puro amor, debemos mucho alabar el temor de la su divina majestad. Porque no solamente el temor filial es cosa pía y santísima, mas aun el temor ser­vil, donde otra cosa mejor o más útil el hombre no alcan­ce, ayuda mucho para salir del pecado mortal; y, salido, fá­cilmente viene al temor filial, que es todo acepto y grato a Dios nuestro Señor, por estar en uno con el amor divino» (EE 370).

«Amor» en las Constituciones

Proemio

«Aunque la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Criador y Señor es la que ha de conservar y regir y llevar adelante en su santo servicio esta mínima Compañía de Jesús, como se dignó comenzarla, y de nuestra parte, más que ninguna exterior constitución, la interior ley de la ca­ridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones ha de ayudar para ello; todavía porque la suave disposición de la divina providencia pide coopera­ción de sus criaturas, y porque así lo ordenó el Vicario de Cristo nuestro Señor, y los ejemplos de los Santos y razón

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Page 14: Escritos esenciales

así nos lo enseñan en el Señor nuestro, tenemos por nece­sario se escriban Constituciones» {Const. 134 [p. 90]).

Cualidades del Prepósito General: caridad y buen juicio

«Que sea persona cuyo ejemplo en todas virtudes ayude a los demás de la Compañía. Y en especial debe resplande­cer en él la caridad para con todos prójimos, y señalada­mente para con la Compañía, y la humildad verdadera, que de Dios nuestro Señor y de los hombres le hagan muy amable» {Const. 725 [p. 320]).

«Y si alguna de las partes arriba dichas faltasen, a lo me­nos no falte bondad mucha y amor a la Compañía y buen juicio acompañado de buenas letras» {Const. 735 [p. 322]).

Amor al prójimo - Amor a Dios

«Tendremos cuidado de guardar el corazón con mucha limpieza en el amor de Dios, de suerte que ninguna cosa amemos, sino a Él, y con solo Dios deseemos conversar, y con el prójimo por amor de Él, y no por nuestros gustos y pasatiempos» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 674).

«Una de las cosas en que nos habernos de fundar para agradar a nuestro Señor, será echar de nosotros todas las cosas que nos pueden apartar del amor de los hermanos, trabajando de los amar con entrañable caridad; porque di­ce la suma Verdad: "En esto conocerán todos que sois dis­cípulos míos..."» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 675).

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Purificación por medio del amor divino

«Y cuanto a los [males] particulares, es cierto necesario que, quienquiera que se conoce, los reconozca en sí; pues no dejará de haberlos en el estado de la presente miseria, hasta que en la fragua del eterno amor de Dios nuestro Criador y Señor se consuma toda nuestra malicia entera­mente, siendo de Él penetradas y del todo poseídas nues­tras ánimas, y así las voluntades del todo conformadas, an­tes transformadas en aquella que es la misma esencial rec­titud y perfecta bondad» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 822]).

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Page 15: Escritos esenciales

2 COMUNICACIÓN

«El amor consiste en comunicación de las dos partes»

Ignacio no es sólo un santo, fundador de una Orden y gran artífice de los Ejercicios, sino también un maestro de la co­municación. A ello contribuyó su larga formación en la Corte, así como lo que aprendió de los numerosos encuentros que mantuvo a lo largo de toda su vida.

Su arte de la comunicación está documentado en sus cartas y en las instrucciones que dio a los compañeros en­viados en misión. Tienen un gran valor informativo, sobre to­do, las Reglas para la comunicación que imparte a los jesuí­tas enviados al concilio de Trento. También los Ejercicios son un testimonio de ello: su eficacia procede no sólo de las me­ditaciones, sino también, y muy especialmente, del diálogo diario con la persona que los da. La actividad pastoral de los jesuítas, de cuño netamente comunicativo, ha de ser aman-ter et prudenter, escribe el primer secretario de la Orden, Juan de Polanco. La descripción decisiva de la comunicación se encuentra en la caracterización ignaciana del amor: «El amor consiste en comunicación de las dos partes» (EE 231).

* * *

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Page 16: Escritos esenciales

Reglas fundamentales para la comunicación

Instrucción para los padres enviados al concilio de Trento

«Primero. Así como en conversar y tratar con muchas per­sonas para la salud y provecho espiritual de las ánimas con favor divino mucho se gana, por el contrario, en la tal con­versación, si no somos vigilantes y favorecidos del Señor nuestro, se pierde mucho de nuestra parte, y a las veces de todas.

Y porque, según nuestra profesión, de la tal conversa­ción no nos podamos excusar, cuanto más fuéremos pre­vistos y por algún concierto enderezados, tanto más ire­mos descansados en el Señor nuestro.

Se siguen algunas cosas, de las cuales o de otras sími­les, quitando y poniendo, nos podamos ayudar en el Señor nuestro.

2. Sería tardo en hablar, considerado y amoroso, ma­yormente cerca definir las cosas que se tratan o son trata­bles en el concilio.

3. Sería tardo en hablar, ayudándome en el oír, quieto para sentir y conocer los entendimientos, afectos y volun­tades de los que hablan, para mejor responder o callar.

4. Cuando se hablare de símiles materias o de otras, dar razones a ambas partes, por no se mostrar afectado con pro­pio juicio, procurando de no dejar descontento a ninguno.

5. No traería por autores personas algunas, mayormen­te siendo grandes, si no fuese en cosas mucho miradas, ha­ciéndome con todos y no me apasionando por ninguno.

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6. Si las cosas de que se hablare son tan justas, que no se pueda o deba callar, dando allí su parecer con la mayor quietud y humildad posible, concluyendo salvo otro pare­cer mejor.

7. Finalmente, para conversar y tratar en las materias adquiridas o infusas, queriendo hablar en ellas, ayuda mu­cho no mirar mi ocio o falta de tiempo con priesa, esto es, no mi comodidad, mas traerme a mí mismo a la comodi­dad y condición de la persona con quien quiero tratar, pa­ra moverle a mayor gloria divina» (Carta 123; MI Epp. 1, 386-387 [p. 784]).

«Uno una noche ruegue a todos los otros para que le co­rrijan en todo lo que les pareciere; y el que así fuere co­rregido no replique, si no le dijeren que dé razón de la cau­sa por la cual ha sido corregido.

El segundo haga lo mismo otra noche; y así consi­guientemente para ayudarse todos en mayor caridad y en mayor buen odor de todas partes.

A la mañana proponer, y dos veces examinarnos en el día.

Esta orden se comience dentro de cinco días después que fuéremos en Trento. Amén» (Carta 123; MI Epp. 1, 389 [p. 786]).

Comunicación en la actividad pastoral

Conversar con los interlocutores indicados

«Así como hace daño el hablar mal en ausencia de los ma­yores a la gente menuda, así puede hacer provecho hablar

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de las malas costumbres a las mismas personas que pue­den remediarlas» (EE 362).

Comunicación entre superiores y subditos

Comunicación entre superiores y subditos

«1. El que ha de tratar con superior, traiga las cosas diges­tas y miradas por sí, o comunicadas con otros, según que fueren de más o menos importancia. Con esto, en las co­sas mínimas o de mucha priesa, faltando tiempo para mi­rar o conferir, se deja a su buena discreción, si, sin comu­nicarlas o mucho mirarlas, deba representarlas al superior, o no.

2. Así digestas y miradas, propóngalas, diciendo: este punto se ha mirado por mí, o con otros, según que fuere; y ocurríame o mirábamos si sería bien así o así. Y nunca di­ga al superior, tratando con él: esto o aquello es o será bien ansí; mas dirá condicionalmente si es o si será.

3. Así propuestas las cosas, del superior será determi­nar o esperar tiempo para mirar en ellas, o remitirlas a quien o a quienes las han mirado; o nombrar otros que mi­ren en ellas o determinen, según que la cosa fuere más o menos importante o difícil.

4. Si a la determinación del superior, o lo que él toca­re, replicare alguna cosa que bien le parezca, tornando el superior a determinar, no haya réplica ni razones algunas por entonces.

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5. Si, después de así determinado el superior, sintiese el que trata con él que otra cosa sería más conveniente, o se le representase con fundamento alguno, aunque sus­pendiese el sentir, después de tres o cuatro horas, o otro día, puede representar al superior si sería bien esto o aque­llo; guardando siempre tal forma de hablar y términos, que no haya ni parezca disensión ni alteración alguna, ponien­do silencio a lo que fuere determinado en aquella hora.

6. Con esto, aunque sea la cosa determinada una y dos veces, de ahí a un mes o tiempo más largo, puede repre­sentar asimismo lo que siente o le ocurriere por la orden ya dicha; porque la experiencia con el tiempo descubre mu­chas cosas, y también hay variedad en ellas con el mismo.

7. ítem, se acomode el que trata a la disposición y po­tencias naturales del superior, hablando distinto y con voz inteligible, y claro, y a tiempos que le sean oportunos, cuando fuere posible» (Carta 5400a; MI Epp. 9, 90-91 [pp. 1058-1059]).

Comunicación escrita: «viniendo a los particulares...»

«Es necesario que, para escribir prudentemente, procure de conocer la persona a quien se escribe, y advertir sus cualidades, para conformarse a ellas en lo que se puede, ahora sea de fuera de la Compañía, ahora della. Si es de fuera, la prudencia dicta que a personas en lo temporal grandes, se escriba con más reverencia; a difíciles y áspe­ras, con más blandura y más retenidamente; a rudas y gro­seras, más abiertamente; a ingeniosos, con más diligencia;

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a doctos, con más sabor de doctrina; a ocupados, breve; a desocupados, más largamente, si quisiere; a personas ale­gres, más alegremente; a humanas, más sin escrúpulo; a severos, con más severidad; a tristes, con demostración de tristeza; a ciertos amigos, con más confianza; a inciertos, más recatadamente, y con los tales por letras breves es de tentar su voluntad, demostrándoles amor, etc.; a iguales, con más familiaridad; a poco conocidos, con respeto y graciosamente, sin demasiado bajarse; a inferiores, con mucha humanidad, no como de lugar alto, sino igual o in­ferior, etc. Y adviértase que comúnmente en las primeras cartas es necesario más miramiento, en especial con las personas no conocidas; y procúrese que parezca la causa que mueve a escribirles, pía» (AHSI 29 [1960], p. 317).

Oír largo y con gusto

«En el negociar con todos, y máxime con iguales o meno­res según dignidad o autoridad, hablar poco y tarde, oír largo y con gusto, oyendo largo hasta que acaben de ha­blar lo que quieren, después respondiendo a las partes que fueren, dar fin, despidiéndose; si replicaren, cortando las réplicas cuanto pudiere; la despedida presta y graciosa» (Carta 32; MI Epp. 1, 179 [p. 752]).

Comunicación con personas de diferentes caracteres

«Para conversar y venir en amor de algunos grandes o ma­yores en mayor servicio de Dios nuestro Señor, mirar pri­mero de qué condición sea y haceros della, es a saber: si es colérico y habla de presto y regocijado, tener alguna

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manera en conversación su modo en buenas y santas co­sas, y no mostrarse grave, flemático o melancólico. Que a natura son recatados, tardos en hablar, graves y pesados en sus conversaciones, tomar el modo dellos con ellos, por­que aquello es lo que les agrada: "Me he hecho todo a to­dos" (1 Corintios 9,22).

Es de advertir que, si uno es de complexión colérico y conversa con otro colérico, si no son en todo de un mismo espíritu, hay grandísimo peligro que no desconcierten en sus conversaciones sus pláticas; por tanto, si uno conoce ser de complexión colérica, debe de ir, aun en todos los particulares cerca conversar con otros, si es posible, mu­cho armado con examen o con otro acuerdo de sufrir y no se alterar con el otro, máxime si lo conoce enfermo. Si conversare con flemático o melancólico, no hay tanto pe­ligro de desconcertar por vía de palabras precipitadas» (Carta 32; MI Epp. 1, 179-180 [pp. 752-753]).

Carácter público de la conversación

«En todas conversaciones, máxime en poner paz y en plá­ticas espirituales, estar advertidos, haciendo cuenta que to­do lo que se habla puede o verná en público» (Carta 32; MI Epp. 1, 180 [p. 753]).

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3 ORAR

«La facilidad para unirse a Dios»

¿Qué es lo característico de la comprensión y la praxis de la oración de Ignacio? Lo más llamativo y lo más significativo, desde el punto de vista de la historia de la piedad, es la amplitud de su comprensión de la oración. El dicho que mejor lo expresa es éste: «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas». Y con ello se refiere literalmente a todo: en el pensar, en el hablar, en el trabajar, en el descanso, en la cele­bración de los sacramentos, en la oración, etcétera. Todo es y se hace oración en la medida en que está dirigido interior­mente a Dios y es expresión de una entrega llena de amor. De este modo, la persona puede ser «contemplativa en la acción».

Desde aquí se comprende que Ignacio no insista rígida­mente en determinadas formas de oración. Él está conven­cido de que el modo de orar mejor para cada individuo es aquel «donde Dios nuestro Señor más se comunica». Y, por consiguiente, hay que probar diferentes modos.

No obstante, insiste en que la persona tiene que some­terse a un proceso de liberación del yo, es decir, tiene que morir a esa temerosa obsesión por el yo que hace que tam­bién en la oración dé vueltas sólo alrededor de sí misma,

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para que surja una nueva vida. Ahí radica el verdadero valor del concepto medieval de la mortificación, que ha sido obje­to de falsas interpretaciones. Ignacio toma como referente la experiencia de Jesús en el huerto de los Olivos: «Padre, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22,42).

* * *

Grados de oración: «donde Dios nuestro Señor más se comunica»

«Es mucho mejor [...] buscar más inmediatamente al Señor de todos, es a saber, sus santísimos dones, así como una infusión o gotas de lágrimas, agora sea, 1.°, sobre los propios pecados o ajenos; agora sea, 2.°, en los misterios de Cristo nuestro Señor en esta vida o en la otra; agora sea, 3.°, en consideración o amor de las personas divinas; y tanto son de mayor valor y precio, cuanto son en pensar y considerar más alto. Y aunque en sí el 3.° sea más perfec­to que el 2.°, y el 2.° más que el primero, aquella parte es mucho mejor para cualquier individuo, donde Dios nues­tro Señor más se comunica mostrando sus santísimos dones y gracias espirituales, porque ve y sabe lo que más le conviene, y como quien todo lo sabe, le muestra la vía; y nosotros para hallarla, mediante su gracia divina, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras para caminar por la "que le es más declarada", más feliz y bienaventu­rada en esta vida [...]» (Carta 466; MI Epp. 2, 235-236 [pp. 831-832]).

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Hallar a Dios en todas las cosas (carta escrita por el secretario Polanco, por comisión de Ignacio)

«Cuanto a la oración y meditación, no habiendo necesidad especial por tentaciones, como dije, molestas o peligrosas, veo que más aprueba procurar en todas cosas que hombre hace hallar a Dios, que dar mucho tiempo junto a ella. Y este espíritu desea ver en los de la Compañía: que no hallen (si es posible) menos devoción en cualquiera obra de caridad y benevolencia que en la oración o meditación; pues no deben hacer cosa alguna sino por amor y servicio de Dios nuestro Señor; y en aquello se debe hallar cada uno más contento que le es mandado, pues entonces no puede dudar que se conforma con la voluntad de Dios nuestro Señor» (Carta 1848; MI Epp. 3, 502).

«De otras cosas a tiempos se sirve Dios más que de la oración»

«Sería bien que mirase que no sólo se sirve Dios del hom­bre cuando ora; que, si así fuese, serían cortas, si fuesen las oraciones de menos de 24 horas al día, si se pudiese, pues todo hombre se debe dar, cuando enteramente pudie­re, a Dios. Pero es así que de otras cosas a tiempos se sirve más que de la oración, y tanto que por ellas la oración huelga él se deje, cuánto más que se abrevie. Así que "con­viene orar siempre y no desfallecer"; mas bien entendién­dolo, como los santos y doctores lo entienden» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 652 [p. 859]).

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Examen de conciencia diario y amor al prójimo como oración

«Primero, no os olvidéis de poner cuidado en conservar y acrecentar el buen espíritu, y haced todos los días el exa­men de conciencia; y si podéis, oíd misa y atended a las devociones acostumbradas, aunque se pueden abreviar para ayudar al prójimo, porque es oración lo que por él se hace» (Carta 2926; MI Epp. 4, 456-457 [orig. it.\).

Recreación como oración

«Usad muy moderadamente todo ejercicio mental, haced cuenta que la recreación exterior ordenada [...] es oración, y que en ella agradáis a Dios nuestro Señor, cuya gracia siempre abunde en vuestra alma» (Carta 4351; MI Epp. 6, 587 [p. 999]).

También la oración corta es oración

«Que oración de una y dos horas no es oración, y que son menester más horas, es mala doctrina, contra lo que han sentido y practicado los santos» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 651 [p. 858]).

«Mortificación» y engaños en la oración

«Y por fin concluyó: "[A] un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración". Y no sé si entonces añadió sobre este mismo tema lo que le oímos decir otras muchas veces: que de cien personas muy dadas a la oración, noventa serían ilusas» {Mein. 196 [p. 1491).

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Papel fundamental de la «mortificación». Elogio de la oración que tiene «a Dios siempre ante los ojos»

«Al día siguiente, hablándome el Padre de lo mismo, y contándome las prolongadas oraciones que había hecho, me decía que, a su juicio, no podía haber mayor error en las cosas espirituales que querer dirigir a los otros según uno mismo; y después me añadió que de cien que se entre­guen a largas oraciones y penitencias, la mayor parte cae­rán ordinariamente en grandes inconvenientes; se refería sobre todo el Padre a la dureza de juicio; por eso el Padre ponía como fundamento de todo la mortificación y abne­gación de voluntad. [...]

Sin embargo, el Padre alaba mucho la oración, como he observado yo mismo muchas veces, especialmente la que se hace teniendo a Dios siempre ante los ojos» (Mem. 256 [pp. 181-182]).

Efectos de la oración: lágrimas, consuelo, ser uno con Dios

«Mi querido Padre, "el corazón obstinado tendrá mal fin" (Eclesiástico 3,27), pero el corazón deseoso de la ayuda de las almas, como el de Vuestra Reverencia, y del servicio divino, no puede llamarse duro; y teniendo, en la voluntad y en la parte superior del ánima, compasión de las mise­rias del prójimo, queriendo socorrer de su parte, y hacien­do el oficio de hombre que tal voluntad eficaz tiene en pro­curar los medios, no son necesarias otras lágrimas ni otra

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ternura de corazón. Y aunque algunos lo tengan, por ser tal su natural que el afecto del alma superior redunda fácil­mente en la inferior, o porque Dios nuestro Señor les da tal derretirse en lágrimas, porque ve que les conviene, no por eso tienen mayor caridad, ni son más eficaces que otros que no tienen tales lágrimas; aunque no tienen menor afecto en la parte superior, e.d., voluntad tan fuerte y efi­caz (la cual es acto propio de la caridad) para el servicio divino y bien de las almas, como los que abundan en lágri­mas. Digo además a V. R. (como lo siento) que a algunos, aunque estuviese en mi mano darles las lágrimas, no se las daría, porque no les ayudan a la caridad y les causan daño al cuerpo y a la cabeza, y en consecuencia impiden cual­quier ejercicio de caridad. Así que no se dé pena V. R. por la falta de lágrimas externas, y conserve su voluntad buena y eficaz, mostrada en obras, que esto basta para la perfec­ción propia, ayuda del prójimo y servicio de Dios» (Carta 3924; MI Epp. 5, 714 [p. 968]).

Felicidad del ser humano liberado del yo

«Considerando que las personas, saliendo de sí y entrando en su Criador y Señor, tienen asidua advertencia, atención y consolación, y sentir cómo todo nuestro bien eterno sea en todas cosas criadas, dando a todas ser, y conservando en él con infinito ser y presencia» (Carta 101; MI Epp. 1, 339 [pp. 779-780]).

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No es posible una ininterrumpida y plena conciencia de Dios

«Parece imposible, según el curso común, aun de los muy espirituales y santos, porque tal presencia [de Dios] re­quiere actual consideración de entendimiento y fija, antes inmovible, lo cual repugna al estado de la vía; quejándose aun los muy devotos siervos de Dios de las evagaciones e instabilidad del entendimiento» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 648-649 [p. 856]).

¿Melancolía? No después de un cuarto de hora de oración

«Aconsejándole una vez el médico que no cayese en depresión, que le haría daño, dijo después el Padre: "Yo he pensado en qué cosa me podía dar malencolía, y no hallé cosa ninguna, sino si el papa deshiciese la Compañía del todo: y aun con esto, yo pienso que, si un cuarto de hora me recogiese en oración, quedaría tan alegre y más que antes"» (Mem. 182 [p. 143]).

Cuidado con los esfuerzos compulsivos del entendimiento y el cuerpo

«Toda meditación en la cual trabaja el entendimiento hace fatigar el cuerpo; otras meditaciones ordenadas y descan­sadas, las cuales son aplicables al entendimiento y no tra­bajosas a las partes interiores del ánimo, que se hacen sin poner fuerza interior ni exterior, éstas no fatigan al cuerpo, mas hacen descansar [...]» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [pp. 734-735]).

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La virtud es más importante que los sentimientos de devoción

«Cuanto a la ceguedad o aridez de espíritu, que le parece encontrar en sí, puede fácilmente proceder de la descon­fianza o pusilanimidad, y consiguientemente curarse con lo contrario; y sobre todo se acuerde Vuestra Reverencia que Dios busca en nosotros las virtudes sólidas, como es la paciencia, humildad, obediencia, abnegación de la voluntad propia, caridad, es decir, buena voluntad de ser­virle a Él y, por lo mismo, a los prójimos; que otras devo­ciones las concede su providencia cuando ve que es con­veniente; pero como no son cosas sustanciales, no hacen perfecto al hombre cuando abundan, ni tampoco imper­fecto cuando faltan.

Y no más diré de esto, sino rogar a Jesucristo Señor nuestro sea siempre en ayuda nuestra y favor de todos nosotros» (Carta 4020; MI Epp. 6, 110 [p. 972]).

El hablar de Dios -«sin ruido alguno de voces»— acogido con humildad

«Acaece que muchas veces el Señor nuestro mueve y fuer­za a nuestra ánima a una operación o a otra abriendo nues­tra ánima; es a saber, hablando dentro della sin ruido algu­no de voces, alzando toda a su divino amor, y nosotros a su sentido, aunque quisiéramos, no pudiendo resistir; y el sentido suyo que tomamos, necesario es conformarnos con los mandamientos, preceptos de la Iglesia y obedien­cia de nuestros mayores, y lleno de toda humildad, porque el mismo espíritu divino es en todo» (Carta 7; MI Epp. 1, 105 [p. 733]).

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La señal de la cruz

«Para hacer la señal de la santa cruz ponemos la mano en la cabeza, que significa Dios Padre, el cual no procede de nadie; cuando ponemos la mano en el vientre, significa su Hijo, nuestro Señor, el cual procede del Padre, y vino hasta el vientre de la sacratísima Virgen María; cuando ponemos la mano de un lado al otro significa el Espíritu Santo, el cual procede del Padre y del Hijo; cuando pone­mos las manos juntas, significa que las tres personas son una verdadera esencia; cuando ponemos la cruz en la boca significa que en Jesús, nuestro Salvador y Redentor, está el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios nues­tro creador y señor, y que la divinidad nunca fue separada del cuerpo de Cristo en su muerte» («Suma de las predi­caciones del Maestro Ignacio sobre la doctrina cristiana»; MI Epp. 12, App. 6, 10, 667 [orig. it.\).

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Page 24: Escritos esenciales

4 EJERCICIOS

«Todo lo mejor...»

Ignacio escribe en una carta que los Ejercicios son «todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como pa­ra poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos» (Carta 10; MI Epp. 1, 113 [p. 736]). Gracias a los Ejercicios Espirituales, reconocidos por la Iglesia en 1548, ha prestado a lo largo de varios siglos una ayuda decisiva a muchas per­sonas en su camino de fe.

Los Ejercicios son un camino de meditación y ejercita-ción espiritual en que la persona se confía por entero a la vo­luntad amorosa de Dios, tal y como ésta se regala al mundo en Jesucristo. El ejercitante se deja liberar y transformar en este camino y configura su vida en el servicio al prójimo co­mo respuesta al amor de Dios. Ignacio caracteriza breve­mente lo que sucede en los Ejercicios con estas expresio­nes: «ordenar su vida», el Señor se comunica «a la su ánima devota, abrazándola en su amor».

En los Ejercicios ignacianos hay momentos de ejercita-ción, de experiencia espiritual, de orientación según la vo-

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luntad amorosa de Dios, de liberación de la confusión del yo; y en ellos están presentes también la oración, la fuerza del silencio, el diálogo del acompañamiento diario y la configu­ración de la propia vida desde la relación con Jesucristo y su Evangelio. Del mismo modo que uno no se sacia con la lec­tura de una receta, tampoco se sacia con la lectura del libro de los Ejercicios, que fue escrito ante todo para la persona que los da, no para el ejercitante.

* * *

De las anotaciones introductorias en el libro de los Ejercicios

Sentido de los Ejercicios

«Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejerci­cios espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que los ha de dar como el que los ha de recibir. La primera anotación es que por este nombre, ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la conciencia, de me­ditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras es­pirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corpo­rales, por la misma manera, todo modo de preparar y dis­poner el ánima para quitar de sí todas las afecciones de­sordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales» (EE 1).

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Indicaciones prudentes y sobrias

«La persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar debe narrar fielmente la historia de la tal con­templación o meditación, discurriendo solamente por los puntos, con breve o sumaria declaración; porque la perso­na que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y ha­llando alguna cosa que haga un poco más declarar o sen­tir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divi­na, es de más gusto y fruto espiritual que si el que da los ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE 2).

Actitud de «grande ánimo y liberalidad»

«Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tie­ne, se sirva conforme a su santísima voluntad» (EE 5).

Animar en la desolación

«El que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelan­te, y descubriéndole las astucias del enemigo de natura hu-

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mana, y haciéndole preparar y disponer para la consola­ción ventura» (EE 7).

Libertad para el que recibe los Ejercicios e inmediatez de Dios

«El que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa que a sus contrarios, ni a un es­tado o modo de vivir que a otro. [...] En los tales ejercicios espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se co­munique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá ser­virle adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en me­dio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor» (EE 15).

Acercamiento a Dios en la soledad

«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se ha­ce más apta para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gra­cias y dones de la su divina y suma bondad» (EE 20).

Textos clave de los Ejercicios

Finalidad de los Ejercicios

«Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desor­denada sea» (EE 21).

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Cultura del diálogo

«Para que así el que da los ejercicios espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen, se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del próximo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquira cómo la entiende; y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (EE 22).

Fundamento y finalidad de los Ejercicios

«Principio y fundamento.

El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su áni­ma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y tan­to debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden.

Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal ma­nera, que no queramos de nuestra parte más salud que en­fermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados» (EE 23).

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Reforma de la propia vida y libertad del yo

«Para enmendar y reformar la propia vida y estado.

Es de advertir que, acerca de los que están constituidos en prelatura o en matrimonio (quier abunden mucho de los bienes temporales, quier no), donde no tienen lugar o muy pronta voluntad para hacer elección de las cosas que caen debajo de elección mutable, aprovecha mucho, en lugar de hacer elección, dar forma y modo de enmendar y reformar la propia vida y estado de cada uno dellos; es a saber, po­niendo su creación, vida y estado para gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de su propia ánima. Para venir y llegar a este fin, debe mucho considerar y ruminar por los ejercicios y modos de eligir, según que está decla­rado, cuánta casa y familia debe tener, cómo la debe regir y gobernar, cómo la debe enseñar con palabra y con ejem­plo; asimismo de sus facultades, cuánta debe tomar para su familia y casa, y cuánta para dispensar en pobres y en otras cosas pías, no queriendo ni buscando otra cosa algu­na sino, en todo y por todo, mayor alabanza y gloria de Dios nuestro Señor. Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer y interese» (EE 189).

Indicaciones para la meditación y la oración

El examen de conciencia general

«Modo de hacer el examen general, y contiene en sí cinco puntos.

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El primer punto es dar gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos.

El segundo, pedir gracia para conocer los pecados, y lanzallos.

El tercero, demandar cuenta al ánima desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en tiempo; y primero del pensamiento, y después de la palabra, y después de la obra; por la misma orden que se dijo en el examen particular.

El cuarto, pedir perdón a Dios nuestro Señor de las faltas.

El quinto, proponer enmienda con su gracia. Pater nos-ter» (EE 43).

«La sólita oración preparatoria»

«La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y opera­ciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46).

Coloquio de la oración

«Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio; cómo de Criador es venido a ha­cerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo,

- lo que he hecho por Cristo, - lo que hago por Cristo, - lo que debo hacer por Cristo;

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y así, viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere» (EE 53).

«El coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor; cuándo pidien­do alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster» (EE 54).

Petición antes de las contemplaciones de la Sagrada Escritura

«Demandar lo que quiero; será aquí demandar conoci­miento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga» (EE 104).

Conformidad interna en la oración

«Ante de entrar en la oración repose un poco el espíritu, asentándose o paseándose, como mejor le parecerá, consi­derando a dónde voy y a qué. Y esta misma adición se ha­rá al principio de todos modos de orar» (EE 239).

El segundo modo de orar: permanecer en la contemplación de cada palabra

«El segundo modo de orar es que la persona, de rodillas o asentado, según la mayor disposición en que se halla y más devoción le acompaña, teniendo los ojos cerrados o hincados en un lugar, sin andar con ellos variando, diga Pater; y esté en la consideración desta palabra tanto tiem­po cuanto halle significaciones, comparaciones, gustos y

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consolación en consideraciones pertinentes a la tal pala­bra; y de la misma manera haga en cada palabra del Pater noster, o de otra oración cualquiera que desta manera qui­siere orar» (EE 252).

El tercer modo de orar

«Tercer modo de orar será por compás. La adición será la misma que fue en el primero y se­

gundo modo de orar. La oración preparatoria será como en el segundo mo­

do de orar. El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o

resollo se ha de orar mentalmente, diciendo una palabra del Pater noster, o de otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia; y por la misma forma y regla procederá en las otras palabras del Pater noster; y las otras oraciones, es a saber, Ave María, Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que sue­le» (EE 258).

Punto culminante de la espiritualidad de los Ejercicios

«Contemplación para alcanzar amor. Nota. Primero conviene advertir en dos cosas. - La primera es que el amor se debe poner más en las

obras que en las palabras.

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- La segunda: el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante. De manera que si el uno tie­ne ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro.

Oración sólita.

Primer preámbulo es composición; que es aquí ver có­mo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí.

El segundo, pedir lo que quiero; será aquí pedir cono­cimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, ente­ramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad.

El primer punto es traer a la memoria los beneficios re­cibidos de creación, redención y dones particulares, pon­derando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí, y cuánto me ha dado de lo que tiene, y con-sequenter [de donde se deduce que] el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y con esto reflectir en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mu­cho: "Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memo­ria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es

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vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta".

El segundo, mirar cómo Dios habita en las criaturas:

- en los elementos dando ser,

- en las plantas vegetando,

- en los animales sensando,

- en los hombres dando entender,

y así en mí

- dándome ser,

- animando,

- sensando,

- y haciéndome entender.

- Asimismo haciendo templo de mí, seyendo criado

a la similitud y imagen de su divina majestad.

Otro tanto reflictiendo en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer punto, o por otro que sintiere me­jor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue.

El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se ad modum laborantis [es decir, se comporta co­mo un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plan­tas, frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vege­tando y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo.

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El cuarto, mirar cómo todos los bienes y dones des­cienden de arriba, así como la mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc. Después acabar reflictiendo en mí mismo, según está dicho.

Acabar con un coloquio y un Pater noster» (EE 230-237).

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5 DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS

«La discreta caridad»

«Discreta caridad» no significa en Ignacio un amor que tema la luz pública. La expresión quiere decir que el amor es «un amor que discierne» [discreta chantas), que pregunta siem­pre por lo que es realmente bueno para una relación o para una actividad. Lo que veo ante mí como posibilidad de en­cuentro y de actuación ¿corresponde al magis en la direc­ción de la fe, la esperanza y el amor, o tiene más del gusto de la desconfianza, la resignación y el egoísmo?

Ignacio ofrece desde su propia experiencia, sobre todo en los Ejercicios, una cantidad de ayudas y reglas de expe­riencia para examinar de dónde proceden las motivaciones interiores, los fines que se persiguen y las mociones. En es­te discernimiento intervienen todos los planos de la perso­na: conocimiento profundo más íntimo, meditación y consi­deración racional, y especialmente también la sensibilidad para las mociones interiores. En este contexto se habla a menudo de «consolación» y «desolación».

En la formulación «discreta caridad» o «caridad ordena­da» se expresa tanto la unión fundamental con el Evangelio de Jesús, cuyo centro es el amor, como la acentuación es­pecífica de la espiritualidad ignaciana.

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Espíritu Santo

«El medio para gustar con el afecto y ejecutar con suavi­dad lo que la razón dicta que es a mayor servicio y gloria divina, el Espíritu Santo le enseñará mejor que otro nin­guno; aunque es verdad que, para seguir las cosas mejores y más perfectas, suficiente moción es la de la razón; y la otra de la voluntad, aunque no preceda la determinación y ejecución, podría fácilmente seguirla, remunerando Dios nuestro Señor la confianza que en su providencia se tiene, y la resignación de sí mismo entera y abnegación de sus propias consolaciones, con mucho contentamiento y gus­to y tanto mayor abundancia de espiritual consolación, cuanto menos se pretiende y más puramente se busca su gloria y beneplácito» (Carta 6327; MI Epp. 11, 184-185 [p. 1086]).

Cristo como consolador

«Mirar el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae,

y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros»

(EE 224).

De las reglas de discernimiento de las mociones interiores para la primera semana de Ejercicios

Estrategias contrarias del buen espíritu y del malo (primera regla)

«En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles

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placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y pla­ceres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados. En las cuales personas el buen espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sindérese de la razón» (EE 314).

Lo que significa la consolación (tercera regla)

«Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperan­za, fe y caridad, y toda leticia interna, que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quie­tándola y pacificándola en su Criador y Señor» (EE 316).

Desolación (cuarta regla)

«Llamo desolación todo el contrario [...], así como oscuri­dad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándo­se toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Cria­dor y Señor» (EE 317).

«En tiempo de desolación nunca hacer mudanza» (quinta regla)

«En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas es­tar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consola­ción. Porque, así como en la consolación nos guía y acon­seja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con

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cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar» (EE318).

Medidas contra la desolación (sexta regla)

«Mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma desolación, así como es en instar más en la oración, medi­tación, en mucho examinar, y en alargarnos en algún mo­do conveniente de hacer penitencia» (EE 319).

Gracia en la desolación (séptima regla)

«El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba, en sus potencias naturales, para que re­sista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abs­traído su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole tamen gracia suficiente para la salud eterna» (EE 320).

Tomar fuerza de la consolación (décima regla)

«El que está en consolación piense cómo se habrá en la de­solación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas pa­ra entonces» (EE 323).

«Poner mucho rostro contra las tentaciones» (decimosegunda regla)

«[...] de la misma manera es propio del enemigo enflaque­cerse y perder ánimo, dando huida sus tentaciones, cuan-

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do la persona que se ejercita en las cosas espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, hacien­do el opósito per diametrum [lo diametralmente opuesto]» (EE 325).

Desenmascarar al enemigo que se esconde (decimotercera regla)

«Asimismo se hace [el enemigo] como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. [...] De la misma manera, cuando el enemigo de natura humana trae sus as­tucias y suasiones a la ánima justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto. Mas cuando las descu­bre a su buen confesor, o a otra persona espiritual que co­nozca sus engaños y malicias, mucho le pesa; porque co­lige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser descubiertos sus engaños manifiestos» (EE 326).

Atender a los propios puntos débiles (decimocuarta regla)

«Asimismo se ha como un caudillo, para vencer y robar lo que desea. Porque, así como un capitán y caudillo del campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposi­ción de un castillo, le combate por la parte más flaca, de la misma manera el enemigo de natura humana, rodeando, mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardina­les y morales, y por donde nos halla más flacos y más ne­cesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y pro­cura tomarnos» (EE 327).

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De las reglas de discernimiento para la segunda semana de Ejercicios

Tentación al mal bajo la apariencia de bien (cuarta regla)

«Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis [se disfraza de ángel de luz], entrar con la ánima devota y salir consigo. Es a saber, traer pensamientos buenos y san­tos, conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engaños cu­biertos y perversas intenciones» (EE 332).

Examinar el principio, medio y fin de las mociones interiores (quinta regla)

«Debemos mucho advertir el discurso de los pensamien­tos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel. Mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala, o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes te­nía propuesta de hacer, o la enflaquece, o inquieta, o con­turba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud, que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna» (EE 333).

Estrategia espiritual contraria

«La ánima que desea aprovecharse en la vida espiritual, siempre debe proceder contrario modo que el enemigo pro­cede. Es a saber, si el enemigo quiere engrosar la ánima, procure de adelgazarse; asimismo, si el enemigo procura de atenuarla, para traerla en extremo, la ánima procure so­lidarse en el medio, para en todo quietarse» (EE 350).

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6 ASCESIS

«Ejercicios espirituales... para ayudarse»

La ascesis, es decir, el ejercitarse, fue para Ignacio un tema que lo acompañó durante toda su vida. La vida humana con­siste en aprender y ejercitar. El aprendizaje de actitudes fun­damentales intelectuales y espirituales a través de ejercicios concretos, también corporales, es una parte fundamental del libro de los Ejercicios Espirituales.

El mismo Ignacio experimentó en su propio cuerpo la ambigüedad de la ascesis. Dado que después de la conver­sión quiso sobrepasar a los santos todo lo posible en los ejercicios de penitencia, arruinó por mucho tiempo su salud y estuvo casi a punto de suicidarse, porque aquellos ejerci­cios no le permitían encontrar la ansiada paz interior. Enton­ces empezó a «aprender de los errores», como él mismo di­jo más tarde. Aprendió que no podía forzar la comunión con Dios y que el trato espiritual directo con las personas era útil para ellas, y a él le aportaba alegría. Con todo, la ascesis si­guió siendo importante para él, pero la entendió cada vez más como respuesta a todo lo que Dios ya le había regala­do y como posibilidad de colaborar con Dios, siempre y cuando él tratara de prepararse para tal colaboración. Contra

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los excesos ascéticos recomienda una y otra vez la modera­ción y la medida, y se remite al principio de la adaptación a cada persona.

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Actitudes fundamentales al ejercitarse

«Mirando a Dios nuestro Señor en todas las cosas, como le place que yo haga, y teniendo por error confiar y espe­rar en medios algunos o industrias en sí solos; y también no teniendo por vía segura confiar el todo en Dios nuestro Señor, sin quererme ayudar de lo que me ha dado, por pa-recerme en el Señor nuestro que debo usar de todas dos partes» (Carta 5736; MI Epp. 9, 626 [p. 1070]).

«Tanto siéndonos buena alguna cosa en esta vida, cuanto nos ayuda para la otra eterna, y tanto mala cuanto nos es­torba» (Carta 63; MI Epp. 1, 254 [p. 770]).

«Y nosotros para hallarla [la vía], mediante su gracia divi­na, ayuda mucho buscar y probar por muchas maneras pa­ra caminar por la "que le es más declarada"» (Carta 466; MI Epp. 2, 236 [pp. 831-832]).

«En lo que toca a la oración, meditación y estudio, como ni en la corporal ejercitación de ayunos, vigilias y otras as­perezas o penitencias, sino aquella que la discreta caridad les dictare, con que siempre el confesor y, habiendo dubio en lo que conviene, el superior también, sea informado» (Const. 582 [p. 241]).

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«Pues el contentamiento que en esta vida puede haberse, la experiencia muestra que se halla, no en los flojos, sino en los que son fervientes en el servicio de Dios. [...] Así que debríades animaros mucho a trabajar en vuestros loa­bles ejercicios, pues aun en esta vida sentiréis el provecho del fervor santo, no sólo en la perfección de vuestras áni­mas, pero aun [en] el contentamiento de la presente vida» (Carta 169; MI Epp. 1, 500 [pp. 798-799]).

«Como para un tiempo tenemos necesidad de unos ejerci­cios, así espirituales como corporales, para otro diverso de otros diversos» (Carta 466; MI Epp. 2, 233-234 [p. 830]).

«Porque en las obras, aunque pías, se quiere medida a fin que se pueda continuar, lo que sería imposible si fueran excesivamente fatigosas» (Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]).

«No haciendo caso alguno de cogitaciones malas, torpes o sensuales, poquedades o tibiezas, cuando son contra vues­tro querer; porque todo esto o parte de ello, que no vinie­se, nunca lo alcanzó san Pedro ni san Pablo; mas, aunque no del todo, alcánzase mucho con no hacer caso a ningu­na cosa dellas» (Carta 8; MI Epp. 1, 109 [p. 735]).

Ejercitarse corporalmente

«Cuando la persona que se ejercita aún no halla lo que de­sea, ansí como lágrimas, consolaciones, etc., muchas ve­ces aprovecha hacer mudanza en el comer, en el dormir y en otros modos de hacer penitencia; de manera que nos

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mudemos, haciendo dos o tres días penitencia, y otros dos o tres no. Porque a algunos conviene hacer más penitencia, y a otros menos. Y también porque muchas veces dejamos de hacer penitencia por el amor sensual y por juicio erró­neo, que el subyecto humano no podrá tolerar sin notable enfermedad. Y algunas veces, por el contrario, hacemos demasiado, pensando que el cuerpo pueda tolerar. Y como Dios nuestro Señor en infinito conoce mejor nuestra natu­ra, muchas veces en las tales mudanzas da a sentir a cada uno lo que le conviene» (EE 89).

«Reglas para ordenarse en el comer.

Guardándose que no caiga en enfermedad, cuanto más hombre quitare de lo conveniente, alcanzará más presto el medio que debe tener en su comer y beber, por dos razones:

La primera, porque así ayudándose y disponiéndose, muchas veces sentirá más las internas noticias, consola­ciones y divinas inspiraciones, para mostrársele el medio que le conviene.

La segunda, si la persona se ve en la tal abstinencia, y no con tanta fuerza corporal ni disposición para los ejerci­cios espirituales, fácilmente vendrá a juzgar lo que con­viene más a su sustentación corporal» (EE 213).

«Para quitar desorden mucho aprovecha que, después de comer o después de cenar, o en otra hora que no sienta apetito de comer, determine consigo para la comida o ce­na por venir, y ansí consequenter [así sucesivamente] ca-

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da día, la cantidad que conviene que coma; de la cual por ningún apetito ni tentación pase adelante, sino antes, por más vencer todo apetito desordenado y tentación del ene­migo, si es tentado a comer más, coma menos» (EE 217).

«El Señor no os manda que hagáis cosas que en trabajo ni detrimento de vuestra persona sean, mas antes quiere que en gozo en El viváis, dando las cosas necesarias al cuerpo. Y vuestro hablar, pensar y conversar sea en El, y en todas las cosas necesarias al cuerpo para este fin» (Carta 1; MI Epp. 1, 72 [p. 717]).

«Con el cuerpo sano podréis hacer mucho, con él enfermo no sé qué podréis» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [p. 735]).

«Porque al cuerpo tanto debemos querer y amar cuanto obedece y ayuda al ánima, y ella con la tal ayuda y obe­diencia se dispone más al servicio y alabanza de nuestro Criador y Señor. [...] Porque no solamente el ánima sea sa­na, mas la mente seyendo sana en cuerpo sano, todo será más sano y más dispuesto para mayor servicio divino» (Carta 466; MI Epp. 2, 235-237 Lpp. 831-832]).

«Es a veces mayor mérito, para poder permanecer a la lar­ga con fuerzas en el servicio divino, tomar alguna honesta recreación de los sentidos que reprimirla» (Carta 6699; MI Epp. 12, 152 [p. 1102]).

«Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los mentales» (Const. 298 Lp. 152]).

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Page 36: Escritos esenciales

Ejercitarse espiritualmente

Ayudas para meditar

«Adiciones para mejor hacer los ejercicios y para mejor hallar lo que desea.

La primera adición es, después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Ave María pensar a la ho­ra que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejer­cicio que tengo de hacer.

La segunda, cuando me despertare, no dando lugar a unos pensamientos ni a otros, advertir luego a lo que voy a contemplar en el primer ejercicio de la media noche, tra-yéndome en confusión de mis tantos pecados, poniendo ejemplos, así como si un caballero se hallase delante de su rey y de toda su corte, avergonzado y confundido en ha­berle mucho ofendido, de quien primero recibió muchos dones y muchas mercedes. Asimismo, en el segundo ejer­cicio, haciéndome pecador grande y encadenado, es a sa­ber, que voy atado como en cadenas a parecer delante del sumo Juez eterno, trayendo en ejemplo cómo los encarce­lados y encadenados, ya dignos de muerte, parecen delan­te su juez temporal. Y con estos pensamientos vestirme, o con otros, según subyecta materia [lo que quiero y deseo en cada ejercicio].

La tercera, un paso o dos antes del lugar donde tengo de contemplar o meditar, me pondré en pie, por espacio de un Pater noster, alzado el entendimiento arriba, conside­rando cómo Dios nuestro Señor me mira, etc.; y hacer una reverencia o humillación.

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La cuarta, entrar en la contemplación, cuándo de rodi­llas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arri­ba, cuándo asentado, cuándo en pie; andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la pri­mera es que, si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante; y si postrado, asimismo, etc.; la segunda, en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga.

La quinta, después de acabado el ejercicio, por espacio de un cuarto de hora, quier asentado, quier paseándome, miraré cómo me ha ido en la contemplación o meditación; y si mal, miraré la causa donde procede y, así mirada, arre-pentirme, para me enmendar adelante; y si bien, dando gracias a Dios nuestro Señor; y haré otra vez de la misma manera» (EE 73-77).

«Aprovechando a vosotros mismos en toda virtud, gran­demente servís a los prójimos» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).

«Todos tengan especial cuidado de guardar con mucha di­ligencia las puertas de sus sentidos (en especial los ojos, y oídos, y la lengua) de todo desorden» (Const. 250 [p. 143]).

«[A] un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración» (Mem. 196 [p. 149]).

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Peligros y límites de la ascesis

«Siendo tan duro consigo, podría fácilmente venir a serlo demasiadamente con los que tiene a cargo; y aunque no fuese otro que el ejemplo, podría hacer correr demasiada­mente a algunos, y más cuanto mejores fuesen» (Carta 4193; MI Epp. 6, 357 [p. 984]).

«Naturalmente, cuanto más se aparta la criatura racional de las cosas materiales, su entendimiento se hace más es­table en lo que aprende verdadero o falso, y a tales perso­nas interviene muchas veces, en especial si humo de algu­na pasión les ciega [...] tomar cosas dubias y aun falsas por verísimas» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 640 [p. 849]).

«Que no solamente vienen las enfermedades espirituales de causas frías, como es la tibieza, pero aun de calientes, como es el demasiado fervor. [...] El nada en demasía [...] débese en todo guardar. [...] A no tener esta moderación, el bien se convierte en mal y la virtud en vicio, y síguense muchos inconvenientes contrarios a la intención del que así camina.

El primero, que no puede servir a Dios a la larga; co­mo suele no acabar el camino el caballo muy fatigado en las primeras jornadas, antes suele ser menester que otros se ocupen en servirle a él.

El segundo, que no suele conservarse lo que así se ga­na con demasiado apresuramiento.

El tercero, que no se curan de evitar el peligro de car­gar mucho la barca; y es así que, aunque es cosa peligro-

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sa llevarla vacía, porque andará fluctuando con tentacio­nes, más lo es cargarla tanto que se hunda.

Cuarto. Acaece que, por crucificar el hombre viejo, se crucifica el nuevo, no pudiendo por la flaqueza ejercitar las virtudes» (Carta 169; MI Epp. 1, 504-505 [pp. 801-802]).

«Siendo ella [el ánima] y el cuerpo de su Criador y Señor, que de todo le diese buena cuenta, y para ello no dejase en­flaquecer la natura corpórea, que, siendo ella flaca, la que es interna no podrá hacer sus operaciones» (Carta 466; MI Epp. 2, 235 [p. 831]).

«Por lo que respecta a la cantidad y calidad de los alimen­tos, el sueño, el vestido, se ha de seguir el parecer del mé­dico, y no se ha de hacer nada contra lo que él diga que es necesario para el mantenimiento de la salud y fuerzas con­venientes de nuestros hermanos» (Carta 3000; MI Epp. 4, 494 [oríg. it.]).

«Generalmente, de tal manera atienda a servir a los próji­mos, que tenga cuenta con su salud corporal, por amor del mismo por quien sirve a los prójimos» (Carta 1225; MI Epp. 3, 75 [p. 874]).

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Page 38: Escritos esenciales

7 TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS

«Cómo Dios trabaja y labora por mí»

En contraposición a muchas ideas de la antigüedad, según las cuales el ocio vale más que el trabajo, para Ignacio el tra­bajar, el esforzarse y el hacer son signos de que el ser hu­mano ha sido creado como imagen de Dios. Dios se esfuer­za y trabaja en su creación y para su creación; el ser huma­no está destinado a colaborar con él.

Ignacio piensa que al trabajar es importante que exista un equilibrio entre el esfuerzo y la implicación personal, por una parte, y la serenidad llena de confianza en Dios, por otra. El ser humano tiene que distribuir y utilizar su fuerza de tra­bajo con prudencia y razón, sin exigirse demasiado, pero también sin exigirse demasiado poco. Un instrumento esen­cial para ello es la ejercitación, que no puede realizarse sin esfuerzo, pero que produce satisfacción y alegría cuando se consigue algo.

Por último, en todo trabajo hay que prestar atención a las prioridades que se establecen y al modo en que se configu­ra la colaboración cuando varias personas están implicadas en la misma tarea.

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Page 39: Escritos esenciales

Acción de Dios y colaboración del ser humano

«El tercero, considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, ha-bet se ad modum laborantis [es decir, se comporta como un "obrero"]. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc.; dando ser, conservando, vegetando, y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo» (EE 236).

Ayudar al prójimo

«Buscad a los enfermos y pobres sin recursos que haya en el lugar, y procurad ayudarlos; y si hay cárceles, visitad­las. Y de los ricos o de quienes tienen más recursos en el lugar, buscad ayuda para ellos, a fin de hacer bien corpo­ral a unos y espiritual a otros» (Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]).

«Y lo primero ocurre ser el buen ejemplo de toda honesti­dad y virtud cristiana, procurando no menos sino más edi­ficar con las buenas obras que con las palabras los con quien se trata» (Const. 637 fp. 273]).

«En lo demás, el que nos da a todos voluntad de servirle se dignará darnos ayuda para que llevemos bien el peso que para su mayor servicio y alabanza se nos ha puesto» (Carta 5061; MI Epp. 8, 225 [p. 1028]).

Mirar al prójimo

«Mirad también vuestros prójimos como una imagen de la santísima Trinidad y capaz de su gloria» (Carta 169; MI Epp. 1, 503 [p. 801]).

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«Y no solamente que entre vosotros mantengáis la unión y amor continuo, pero aun le extendáis a todos, y procuréis encender en vuestras ánimas vivos deseos de la salud del prójimo, estimando lo que cada uno vale del precio de la sangre y vida de Jesucristo que costó» (Carta 169; MI Epp. 1, 507 [p. 804]).

«Que cuando me junto con alguno, aunque mucho peca­dor, para comunicar las cosas de Dios nuestro Señor, yo soy el que gano, y hallo en mí provecho» (Carta 6; MI Epp. 1, 96 [p. 727]).

Dificultades y resistencias

«El haber dificultad no es cosa nueva, antes ordinaria, en las cosas de mucha importancia para el divino servicio y gloria; pero cuanto más difícil, tanto será más acepta esta obra, y ocasión de dar a Dios Nuestro Señor más de cora­zón gracias incesables por ella» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 823]).

Impedimento para Dios

«Sintiendo una cosa (si los que más entienden otra cosa mejor no sienten), que hay pocos en esta vida, y más echo, que ninguno, que en todo pueda determinar, o juzgar, cuánto impide de su parte, y cuánto desayuda a lo que el Señor nuestro quiere en su ánima obrar. Bien me persuado que cuanto más una persona será versada y experimentada de humildad y caridad, que cuanto más sentirá y conocerá hasta las cogitaciones mucho menudas, y otras cosas del-

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Page 40: Escritos esenciales

gadas que le impiden y desayudan, aunque sean al parecer de poco o casi de ningún momento, siendo tanto tenues en sí; sin embargo, para en todo conocer nuestros impedi­mentos y faltas, no es de esta vida presente, como el Profeta [Salmo 19,13] pide ser librado de las culpas que no conoce, y san Pablo [1 Corintios 6,14], confesando no conocerlas, añade que no por eso es justificado» (Carta 101; MI Epp. 1, 340-341 [p. 780]).

Confiar en Dios y establecer prioridades

«Y aun cuando quede poco tiempo para pensar el sermón, suplirá Cristo Nuestro Señor; y también en la jornada se podrán mejor disponer las cosas de modo que, si fuere ne­cesario, quede más tiempo para una cosa que para otra» (Carta 6692; MI Epp. 12, 141-142 [p. 1100]).

Colaboración del hombre con Dios

«Aquel se podría decir "que dobla las rodillas ante Baal", que de tales medios humanos hiciere más caudal y pusie­se más esperanza en ellos, que en Dios y sus graciosas y sobrenaturales ayudas; pero quien tiene en Dios el funda­mento de toda su esperanza, y para el servicio suyo con solicitud se aprovecha de los dones que Él da, internos y externos, espirituales y corporales, pensando que su virtud infinita obrará con medios o sin ellos todo lo que le plu­guiere, pero que esta tal solicitud le place cuando recta­mente por su amor se toma, no es esto "doblar las rodillas ante Baal", sino "ante Dios", reconociéndole por autor, no solamente de la gracia, pero aun de la natura» (Carta 776; MI Epp. 2, 481 [p. 841]).

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Virtud y unión con Dios para el servicio

«Para la conservación y aumento no solamente del cuerpo y lo exterior de la Compañía, pero aun del espíritu de ella, y para la consecución de lo que pretende, que es ayudar las ánimas para que consigan el último y supernatural fin su­yo, los medios que juntan el instrumento con Dios y le dis­ponen para que se rija bien de su divina mano son más efi­caces que los que le disponen para con los hombres, como son los medios de bondad y virtud, y especialmente la ca­ridad y pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios nuestro Señor en ejercicios espirituales de devo­ción, y el celo sincero de las ánimas por la gloria del que las crió y redimió, sin otro algún interés» (Const. 813 [p. 345]).

Equilibrio entre el esfuerzo y la confianza en Dios

«Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis in­tenciones, acciones y operaciones sean puramente ordena­das en servicio y alabanza de su divina majestad» (EE 46).

«Después de un rato, en la capilla, me pareció que era vo­luntad divina que me esforzase en buscar acatamiento y hallarlo. No lo hallé, a pesar de que me parecía bien bus­carlo, pero no fui capaz de hallarlo por mí mismo» (Diario 164 [p. 187]).

«No consintáis que os hagan ventaja los hijos de este mun­do en buscar con más solicitud y diligencia las cosas tem-

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porales que vosotros las eternas. Avergonzaos que ellos co­rran con más prontitud a la muerte que vosotros a la vida.

Así que no seáis, por amor de Dios, remisos ni tibios; que, como dice, "el aflojamiento quiebra el ánimo, como la tirantez el arco", y al contrario, "el alma de los que tra­bajan se llenará de vigor y lozanía" (Proverbios 13,4), se­gún Salomón» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]).

«Como se requiere entrar poco a poco en los trabajos del cuerpo, ejercitándose en los menos graves al principio, hasta tomar uso de trabajar, así parece que, para entrar en cosas que mucho trabajo de mente requieren, como son ar­tes y teología escolástica, es menester que se vaya el en­tendimiento acostumbrando a trabajar» (Carta 174; MI Epp. 1, 522 [p. 809]).

Moderación y discreción en el trabajo

«No es necesario que os fatiguéis demasiado, sino obrad con moderación para poder fatigaros por más tiempo» (Carta 4917; MI Epp. 7, 725 [orig. it.]).

«Baste a nosotros hacer según nuestra fragilidad lo que podamos, y el resto queramos dejarlo a la divina provi­dencia, a quien toca, y cuyo curso no entienden los hom­bres, y por eso se afligen a las veces de aquello que debe­rían alegrarse» (Carta 6110; MI Epp. 10, 529 [p. 1075]).

«Como no conviene cargar de tanto trabajo corporal que se ahogue el espíritu y reciba daño el cuerpo, así algún

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ejercicio corporal para ayudar lo uno y lo otro conviene ordinariamente a todos, aun a los que han de insistir en los mentales, que deberían interrumpirse con los exteriores, y no se continuar ni tomar sin la medida de la discreción» (Const. 298 [p. 152]).

«La moderación de los trabajos espirituales y corporales, y mediocridad en las Constituciones, que no declinen a ex­tremo de rigor o soltura demasiada (y así se pueden mejor guardar), ayudará para el durar y mantenerse en su ser to­do este cuerpo [es decir, la Compañía de Jesús]» (Const. 822 [p. 348]).

Trabar con otros, estimándose uno mismo correctamente

«Tres consideraciones ha de tener el que es enviado, en es­ta Compañía, a trabajar en la viña de Cristo: una referente a sí mismo, otra al prójimo con quien conversa, otra a la cabeza y a todo el cuerpo de la Compañía, de la cual es miembro» (Carta 2925a; Epp. 12, App. 1, 24, 251 [p. 917]).

«En todo procurando y deseando dar ventaja a los otros, estimándolos en su ánima todos como si les fuesen supe­riores» (Const. 250 [pp. 143-144]).

«En cuanto sea posible, todos sintamos y digamos lo mis­mo [...]. La cual unión y conformidad de unos y de otros debe muy diligentemente procurarse, y no permitirse lo

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contrario, para que con el vínculo de la fraterna caridad unidos entre sí, mejor puedan y más eficazmente emplear­se en el servicio de Dios y ayuda de los prójimos» {Const. 273 [pp. 147-148]).

«Cuando se pudiere, sería bien que no fuese uno solo, si­no dos a lo menos; así porque entre sí ellos más se ayuden a las cosas espirituales y corporales, como porque puedan ser más fructuosos a los que son enviados, partiendo entre sí los trabajos en servicio de los prójimos» (Const. 624 [p. 270]).

«Porque serán mejor servidos y ayudados [los otros próji­mos] cuanto con más consejo se atendiere a su bien y me­jores medios para ello se buscaren; y a esto ayudará el co­municar las cosas acá, y el representarlas al superior, en manera que se pueda ver toda la obra cómo procede, por­que así se podrá mejor pensar algo que ayude al que de cerca trabaja; que, por estar muy esparcido y ocupado en los particulares, es de creer que no cae en muchas cosas, que le ayudarían en la obra de Dios» (Carta 179; MI Epp. 1,539).

«Vemos por experiencia que mediados talentos y del me­dio abajo son instrumentos muchas veces de muy notable fruto y muy sobrenatural, por ser enteramente obedientes y dejarse mover y poseer, mediante esta virtud, de la po­tente mano del autor de todo bien; así al contrario se ve en talentos grandes trabajar más, sin mediano fruto: porque moviéndose de sí mismos, es decir, de su amor propio, o no se dejando, a lo menos, bien mover de Dios nuestro

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Señor por medio de la obediencia de sus mayores, no ha­cen efectos proporcionados a la omnipotente mano de Dios nuestro Señor, que no los acepta por instrumentos, si­no a la suya muy débil y flaca» (Carta 3105; MI Epp. 4, 561-562 [p. 927]).

Regalos recibidos para el servicio

«Sueldo suyo es todo lo natural que sois y tenéis, pues os dio y conserva el ser y vida, y todas las partes y perfec­ciones de ánima y cuerpo y bienes externos.

Sueldo son los dones espirituales de su gracia [...]. Sueldo es, finalmente, todo el universo y lo que en él

es contenido corporal y espiritual. Y si por sí todos estos sueldos no bastasen, sueldo se

hizo a sí mismo, dándosenos por hermano en nuestra car­ne, por precio de nuestra salud en la cruz, por manteni­miento y compañía de nuestra peregrinación en la eucaris­tía» (Carta 169; MI Epp. 1, 501-502 [pp. 799-800]).

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8 PIEDAD Y LETRAS

«El estudio... una oración continua»

Como consecuencia del giro que dio la vida de Ignacio en su conversión, tuvo intensas experiencias religiosas que él transmitió pronto a otras personas, ante todo a través de los Ejercicios. Con todo, él reconocía -y a ello contribuyeron en buena medida las sospechas y los procesos de la Inquisición dirigidos contra é l - que podía ayudar aún más a las personas si estudiaba teología. En esta perspectiva apostólica se sitú­an sus declaraciones sobre el estudio y las letras. Ignacio atribuye un gran valor a estas dos realidades, siempre y cuando estén al servicio de Dios y del prójimo. Precisamen­te la integración de una y otra caracteriza su espiritualidad y la hace atractiva para muchas personas.

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La manera de estudiar correctamente

«Lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente suele alcanzar en breve tiempo» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]).

«Tiénese cuidado especial que los oyentes no solamente se ayuden en las letras (digo de los de fuera), pero que tam­bién en la doctrina y vida cristiana se aprovechen» (Carta 4617; MI Epp. 7, 259).

«Lo cual [que haya ciencia] requiere todo el hombre» (Carta 1854; MI Epp. 3, 508 [p. 885]).

«Como es menester continuación en el ejercicio de letras, así también alguna remisión» (Const. 462 [p. 194]).

El estudio como servicio

«Para que los escolares en estas facultades mucho aprove­chen, primeramente procuren tener el ánima pura y la in­tención del estudiar recta, no buscando en las letras sino la gloria divina y el bien de las ánimas. Y con la oración a menudo pidan gracia de aprovecharse en la doctrina para tal fin» {Const. 360 [p. 178]).

«Considere cada uno como fin la ayuda propia y de los otros en las letras» (Carta 6452; MI Epp. 11, 367 [orig. it.]).

«La experiencia nos muestra que muchos letrados grandes [...] se guardan para sí sus letras, privados del fin principal

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que con ellas deberían pretender, que es aprovechar a sus prójimos» (Carta 174; MI Epp. 1, 522 [pp. 808-809]).

«Y en este comedio que el estudio dura, no os parezca que sois inútiles al prójimo; que, además de aprovecharos a vosotros, como lo requiere la caridad ordenada [...], le ser­vís a honra y gloria de Dios en muchas maneras» (Carta 169; MI Epp. 1, 508 [p. 804]).

El estudio como oración

«Y aunque el estudio no os dé tiempo para usarlas [las ora­ciones] muy largas, puede en deseos recompensarse el tiempo a quien hace oración continua de todos sus ejerci­cios, tomándolos por solo servicio de Dios» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).

«Atendido el fin del estudio, por el cual no pueden los es­colares tener largas meditaciones, [...] se pueden ejercitar en buscar la presencia de nuestro Señor en todas las cosas, como en el conversar con alguno, andar, ver, gustar, oír, entender, y en todo lo que hiciéremos, pues es verdad que está su divina Majestad por presencia, potencia y esencia en todas las cosas. Y esta manera de meditar, hallando a nuestro Señor Dios en todas las cosas, es más fácil que no levantarnos a las cosas divinas más abstractas, haciéndo­nos con trabajo a ellas presentes; y causará este buen ejer­cicio, disponiéndonos, grandes visitaciones del Señor, aunque sean en una breve oración» (Carta 1854; MI Epp. 3, 510 [p. 886]).

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Juventud

«El caso es que veo yo la juventud, de suyo tan dispuesta para recibir y retener las primeras impresiones que se le dan, ya sean buenas, ya nocivas, y por ser de tanta impor­tancia para el resto de la vida aquellos primeros concep­tos, y los buenos o malos ejemplos y avisos que le son pro­puestos» (Carta 743; MI Epp. 2, 445-446 [p. 839]).

9 POBREZA

«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno»

Ignacio trató de dar respuesta a la cuestión de la pobreza du­rante toda su vida. Después de su conversión quiso llevar una vida de peregrino pobre y confiar por entero en Dios. Con el paso de los años, aprendió que siempre hay que lo­grar un nuevo equilibrio en la tensión que se produce entre la sencillez y la pobreza, por un lado, y la solicitud por las di­versas necesidades del día a día, por otro.

Su pobreza fue apostólica -«predicar en pobreza»- y es­tuvo motivada sobre todo por dos razones: la imitación de Cristo, que era rico y se hizo pobre por nosotros (véase 2 Corintios 8,9), y la gratuidad es decir, el dar gratis, porque gratis hemos recibido. La Orden, que iba creciendo, le plan­teaba continuamente la cuestión de cómo verificar su ideal de pobreza y realizarlo concretamente. Y él se decidió, co­mo regla general, por una praxis de la pobreza más estricta, que limitaba claramente todo aquello que la mitigara.

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La pobreza de los apóstoles

«Entonces me vinieron otras inteligencias, a saber, cómo primero el Hijo envió a los apóstoles a predicar en pobre­za y, luego, el Espíritu Santo los confirmó en su misión, dándoles su espíritu y el don de lenguas. Y, dado que el Padre y el Hijo envían el Espíritu Santo, las tres Personas confirmaron dicha misión en pobreza» (Diario 15 [p. 55]).

«...siempre en estado de predicar en pobreza» (Carta 6; MI Epp. 1, 96 [p. 726]).

«Aquellos que aman la pobreza deben amar el séquito de ella, en cuanto de ellos dependa, como el comer, vestir, dormir mal y el ser despreciado» (Carta 186; MI Epp. 1, 577 [p. 821]).

«Como delante la suma providencia sean muchas y diver­sas vías para reformar su universal Iglesia, a nosotros es más segura y más debida procediendo cuanto más desnu­dos pudiéramos en el Señor nuestro, según que Él mismo nos da ejemplo» (Carta 109; MI Epp. 1, 355 [p. 783]).

«Todas personas que estén a obediencia de la Compañía se acuerden que deben dar gratis lo que gratis recibieron, no demandando ni aceptando estipendio ni limosna alguna en recompensa de misas o confesiones o predicar o leer o vi­sitar, o cualquiera otro oficio de los que puede ejercitar la Compañía según nuestro Instituto, porque así pueda con más libertad y más edificación de los prójimos proceder en el divino servicio» (Const. 565 [p. 239]).

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Amistad con los pobres - Amistad con Cristo

«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eter­no. El amor de esa pobreza nos hace reyes aun en la tierra, y reyes no ya de la tierra, sino del cielo» (Carta 186; MI Epp. 1, 574 [p. 819]).

«Son tan grandes los pobres en la presencia divina, que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo a la tie­rra» (Carta 186; MI Epp. 1, 573-574 [p. 818]).

«Llamo gracia a la pobreza, porque es un don de Dios es­pecial [...] y siendo tan amada de Dios, cuanto lo muestra su Unigénito [...], que quiso nacer en pobreza y crecer con ella» (Carta 186; MI Epp. 1, 573 [p. 818]).

«Interiormente me ha parecido que siendo él [Jesús] la ca­beza de la Compañía, este argumento era más fuerte que todas las razones humanas para vivir en pobreza total» (Diario 66 [p. 111]).

La riqueza de la pobreza

«[La pobreza] hace percibir mejor en todas las cosas la voz, es a saber, la inspiración del Espíritu Santo, supri­miendo los impedimentos [...]; hace caminar expedita­mente por el camino de la virtud, como viandante libre de todo peso [...]. Y así es necesario que sean ricos de dones divinos los que voluntariamente se hicieron pobres de co­sas humanas» (Carta 186; MI Epp. 1, 575 [p. 820]).

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«Por aquí se ve la excelencia de la pobreza, la cual no se digna de hacer tesoros de estiércol o de vil tierra, sino que emplea todo el valor de su amor en comprar este precioso tesoro en el campo de la Santa Iglesia, ya sea el mismo Cristo, ya sus dones espirituales, que nunca jamás se se­para de ellos» (Carta 186; MI Epp. 1, 574-575 [p. 819]).

Debate en torno a la pobreza

«Lo que ahora se hace por necesidad, no se haga por va­nidad algún día» (Carta 3506; MI Epp. 5, 152).

«Juzgamos que no conviene quitar cosa alguna de las que, según el orden del médico (que ha de tener presente nues­tra pobreza y estado), sean necesarias para recobrar la sa­lud» (Carta 6454; MI Epp. 11, 374 [p. 1090]).

«La pobreza, como firme muro de la religión, se ame y conserve en su puridad, cuanto con la divina gracia posi­ble fuere. Y porque el enemigo de la natura humana suele esforzarse de debilitar esta defensa y reparo [...], todos los que harán profesión en esta Compañía prometan de no ser en alterar lo que a la pobreza toca en las Constituciones, si no fuese en alguna manera, según las ocurrencias in Do­mino [en el Señor], para más estrecharla» (Const. 553 Lp. 2361).

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10 OBEDIENCIA

«Por solo nuestro Criador y Señor»

Cuando oyen hablar de la obediencia en el ámbito religioso, muchas personas piensan primero en la sumisión, la auto-alienación y la «obediencia propia de un cadáver». A este respecto, y desde una perspectiva histórica, hay que reco­nocer en primer lugar que, como en todos los planos de la vida, existieron desarrollos defectuosos. Tampoco la espiri­tualidad ignaciana está libre de prejuicios y comprensiones erróneas. Precisamente por eso es importante interpretar los dichos sobre la obediencia junto con los de la atención a la individualidad y los de la «libertad de espíritu».

La obediencia es, vista desde una perspectiva histórica, la forma social de la libertad, es decir, el hecho de que los seres humanos permiten que otros co-decidan en lo relativo a su vida y a la configuración de su propia libertad. Desde una perspectiva religiosa, el significado nuclear de la obe­diencia es la disposición del ser humano para escuchar y el «sí» vivido a la infinita voluntad amorosa de Dios y a su bon­dad para con los seres humanos.

Para la comprensión de la obediencia en Ignacio y sus compañeros es esencial el voto de Montmartre, pronuncia­do en 1534, por el que prometieron que, si no podían vivir y

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predicar en Jerusalén, se pondrían a disposición del papa, el cual, con una mayor visión de conjunto, los enviaría donde pensara que podían servir mejor a Cristo, a los hombres y a la Iglesia.

También es fundamental la finalidad de prestar la mejor ayuda posible al prójimo, así como el convencimiento de que la comunidad a la que Dios nos ha llamado se puede mantener unida como tal a través de la obediencia al fin co­mún y al superior.

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Obediencia y prudencia

«Es prudencia verdadera no se fiar de su propia prudencia, y en especial en las cosas propias (donde no son los hom­bres comúnmente buenos jueces por la pasión)» (Carta 295; MI Epp. 2,61).

«Y si os pareciere rara ave la discreción y difícil de haber, a lo menos suplidla con obediencia, cuyo consejo será cierto. [...] Así que para tener el medio entre el extremo de la tibieza y del fervor indiscreto, conferid vuestras cosas con el superior y ateneos a la obediencia» (Carta 169; MI Epp. 1, 506 [p. 803]).

«Por poder socorrer a las necesidades espirituales de las ánimas con más facilidad en muchas partes, y más seguri­dad de los que para este efecto fueren, los Prepósitos de la Compañía [...] podrán enviar donde les pareciere más ex­pediente a cualesquiera personas de la Compañía» (Const. 618 [p. 267]).

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«Y no se sufriendo que uno pueda atender a tantas cosas, es necesario se reparta este cuidado, para que se pueda mejor satisfacer al gobierno de los particulares y para que sea sufrible, y por consiguiente durable, el peso a quien le lleva» (Carta 295; MI Epp. 2, 55).

«Pues ha de persuadirse que lo que su Superior siendo in­formado ordenare, será lo que más conviene para el divi­no servicio y su mayor bien en el Señor nuestro» (Const. 292 [p. 151]).

El destinatario de la obediencia

«La vera obediencia no mire a quién se hace, mas por quién se hace, y si se hace por solo nuestro Criador y Se­ñor, el mismo Señor de todos se obedece» (Const. 84 [p. 71]).

«La cual [la obediencia] todos se dispongan mucho a ob­servar y señalarse en ella [...] teniendo entre los ojos a Dios nuestro Criador y Señor, por quien se hace la obe­diencia, y procurando de proceder con espíritu de amor y no turbados de temor» (Const. 547 [p. 234]).

«Presta una obediencia ciega en todo, en las cosas gran­des, en las pequeñas, a los superiores, a los iguales y a los inferiores, pensando que se lo has prometido a Cristo» (MI Epp. 12, App. 6, 13, 679 [orig. lat.]).

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Grados de la obediencia

«También deseo que se asentase mucho en vuestras áni­mas, que es muy bajo el primero grado de obediencia, que consiste en la ejecución de lo que es mandado, y que no merece el nombre, por no llegar al valor de esta virtud, si no se sube al segundo, de hacer suya la voluntad del Supe­rior; en manera que no solamente haya ejecución en el efecto, pero conformidad en el afecto con un mismo que­rer y no querer. [...] Pero quien pretende hacer entera y perfecta oblación de sí mismo, además de la voluntad es menester que ofrezca el entendimiento (que es otro grado y supremo de obediencia), no solamente teniendo un que­rer, pero teniendo un sentir mismo con su Superior, suje­tando el propio juicio al suyo, en cuanto la devota volun­tad puede inclinar el entendimiento» (Carta 3304; MI Epp. 4, 672-674 [pp. 936-937]).

«Y comúnmente los que tienen cargo de otros que les han de obedecer, deben darles ejemplo en la obediencia que ellos mismos tendrán a los que les serán Superiores en lu­gar de Cristo nuestro Señor» (Const. 434 [p. 189]).

Casos límite de la obediencia

«Si alguna cosa se os representase diferente de lo que al Superior, y haciendo oración, os pareciese en el divino acatamiento convenir que se la representásedes a él, que no lo podáis hacer. Pero si en esto queréis proceder sin sospecha del amor y juicio propio, debéis estar en una in-

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diferencia antes y después de haber representado, no sola­mente para la ejecución de tomar o dejar la cosa de que se trata, pero aun para contentaros más y tener por mejor cuanto el Superior ordenare» (Carta 3304; MI Epp. 4, 680 [pp. 941-942]).

«Se esfuercen en lo interior de tener la resignación y ab­negación verdadera de sus propias voluntades y juicios, conformando totalmente el querer y sentir suyo con lo que su Superior quiere y siente en todas cosas, donde no se viese pecado» {Const. 284 [pp. 149-150]).

La obediencia como camino de la Compañía de Jesús

«En otras religiones podemos sufrir que nos hagan venta­ja en ayunos y vigilias y otras asperezas que, según su Instituto, cada una santamente observa; pero en la puridad y perfección de la obediencia, con la resignación verdade­ra de nuestras voluntades y abnegación de nuestros jui­cios, mucho deseo, Hermanos carísimos, que se señalen los que en esta Compañía sirven a Dios nuestro Señor, y que en esto se conozcan los hijos verdaderos de ella» (Carta 3304; MI Epp. 4, 671 [pp. 934-935]).

«Y este espíritu desea [Ignacio] ver en los de la Compañía: que no hallen (si es posible) menos devoción en cualquier obra de caridad y obediencia que en la oración o medita­ción» (Carta 1848; MI Epp. 3, 502 [p. 892]).

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11 SALUD Y ENFERMEDAD

«La meditación sobre la muerte... un gran gozo»

La salud y la enfermedad anímica y corporal son parte de la vida humana. Ignacio lo supo por las dolorosas experiencias que vivió y por los numerosos encuentros que tuvo con en­fermos. También estaba convencido de que tanto la salud como la enfermedad, si eran vividas con un espíritu recto, podían ayudar a llevar una «vida buena». Aunque pensaba que una enfermedad bien llevada podía hacer a uno «medio doctor», hizo especial hincapié en el cuidado de la salud. A ello contribuye sobre todo que la persona sea moderada ex-teriormente y ordene su vida interiormente lo mejor posible.

Si uno cae enfermo, tiene que procurar sobrellevar la en­fermedad bien y con paciencia, seguir las indicaciones del médico y animar a quienes lo visitan y consuelan en su en­fermedad. Ignacio cuidó personalmente de los enfermos mientras pudo, y exhortó a sus compañeros a tratarlos con solicitud y a ofrecerles toda clase de ayudas.

Los moribundos tienen que ser acompañados solícita­mente en la última fase de su vida. Ignacio meditó acerca de

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lo que podia ayudar a bien morir. La meditación sobre la muerte le producía tanto gozo y consolación espiritual que le hacía romper en llanto.

Él murió solo. Lo último que el enfermero oyó a través de la puerta fue: «¡Ay Dios! ¡Ay Dios!», que puede ser un grito de dolor o expresión de una contemplación llena de asombro. Hay sobradas razones para asumir que en él se dieron ambas cosas.

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Atender a la propia salud - Trato con la enfermedad

«Deseo mucho que Vuestra Señoría imprimiese en su áni­ma que, siendo ella y el cuerpo de su Criador y Señor, que de todo le diese buena cuenta, y para ello no dejase enfla­quecer la natura corpórea, que, siendo ella flaca, la que es interna no podrá hacer sus operaciones. [...] Y así, cuando el cuerpo por los demasiados trabajos se pone en peligro, es lo más sano, por actos del entendimiento y con otros mediocres ejercicios, buscarlos [los santísimos dones]; porque no solamente el ánima sea sana, mas la mente se-yendo sana en cuerpo sano, todo será más sano y más dis­puesto para mayor servicio divino» (Carta 466; MI Epp. 2, 235-237 [pp. 831-832]).

«Como la solicitud demasiada en lo que toca al cuerpo es reprensible, así el cuidado competente de mirar cómo se conserve para el divino servicio la salud y fuerzas corpo­rales es loable, y deberían todos tenerle» (Const. 292 [p. 151]).

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«En considerar que estas enfermedades y otras pérdidas temporales son muchas veces de mano de Dios nuestro Señor porque más nos conozcamos y más perdamos el amor de las cosas criadas, y más enteramente pensemos cuan breve es esta nuestra vida, para adornarnos para la otra que siempre ha de durar; y en pensar que con estas co­sas visita a las personas que mucho ama, no puedo sentir tristeza ni dolor, porque pienso que un servidor de Dios en una enfermedad sale hecho medio doctor para enderezar y ordenar su vida en gloria y servicio de Dios nuestro Señor» (Carta 4; MI Epp. 1, 84-85 [p. 722]).

«Ciertamente lo que se hace con moderación dura; pero lo que inflige demasiada violencia al cuerpo no puede durar mucho tiempo» (Carta 1831; MI Epp. 3, 485 [orig. lat.]).

Correcta distribución del día para un padre que tenía muy poca salud

«Primero. El comerá dos veces al día ordinariamente (si no fuese algún día en la semana, como el viernes, que tu­viese devoción de ayunar, haciendo colación la noche y no cenando). Y llamo comer dos veces, dos pastos, donde ha­ya pan y vino y carne, o algo equivalente a ella, como son huevos o pescado, si la necesidad no forzase.

Segundo. Tenga hora concertada para comer antes de mediodía, y sea de vuelta antes de él. Y cuando por cosas del servicio divino urgentes no tomase, quédese a comer fuera, donde le pareciere será honesto; y los de casa no le esperen más de hasta una hora antes de mediodía; y coman con él o sin él a su hora concertada.

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Tercero. La noche, a la Avemaria o antes que la toquen, torne a casa, y ponga recado en ella, cerrando las puertas, etc.

Cuarto. Vayase a dormir a hora concertada (y así haga a los otros que vayan); y esté en la cama seis y siete horas por lo menos, para efecto de dormir y reposar.

Quinto. Además de su oficio y misa (cuando la dijere), no pase de una hora de meditación, oración y examen, contando a la mañana y a la noche; y entre día, en especial después de comer, no haga oración o meditación, donde se detenga.

Sexto. Generalmente, de tal manera atienda a servir a los prójimos, que tenga en cuenta con su salud corporal, por amor del mismo por quien sirve a los prójimos» (Carta 1225; MI Epp. 3, 75 [p. 874]).

«Usad muy moderadamente todo ejercicio mental, haced cuenta que la recreación exterior ordenada [...] es oración y que en ella agradáis a Dios Nuestro Señor» (Carta 4351; MI Epp. 6, 587 [p. 999]).

«En las enfermedades todos procuren sacar fruto de ellas, no solamente para sí, pero para la edificación de los otros, no siendo impacientes, ni difíciles de contentar, antes te­niendo y mostrando mucha paciencia y obediencia al mé­dico y enfermero, usando palabras buenas y editicativas que muestren que se acepta la enfermedad como gracia de la mano de nuestro Criador y Señor, pues no lo es menos que la sanidad» (Const. 272 [p. 147]).

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Muerte, duelo y consuelo

«Como en lo dicho se ayudan los prójimos a bien vivir, así es de procurar de entender lo que ayuda a bien morir, y el modo que se ha de tener en punto tan importante para con­seguir o perder el último fin de la felicidad eterna» (Const. 412 [p. 186]).

«Entre muchas señales de la fe viva y esperanza que tene­mos de la eterna vida, ésta es una y muy cierta, no nos en­tristecer demasiadamente de la muerte de los que mucho queremos en el Señor nuestro. A aquellos es más lícito que se entristezcan que con la muerte corporal piensan perder­se y dejar de ser el que antes vivía, pues, según su errado concepto, la muerte es la extrema de las miserias. [...] Si no se debe llorar la bienaventuranza de los que amamos, tampoco la muerte, que es principio, o a lo menos cierta vía para ella» (Carta 4713; MI Epp. 7, 409-410).

Apostolado de enfermos

«Procurad, por obediencia, estar sano y fuerte, y poned los medios para ello. [...] Buscad a los enfermos y pobres sin recursos que haya en el lugar, y procurad ayudarlos; y si hay cárceles, visitadlas. Y de los ricos o de quienes tienen más recursos en el lugar, buscad ayuda para ellos, a fin de hacer bien corporal a unos y espiritual a otros» (Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]).

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«Y no temáis la enfermedad; que el que es salud eterna, por virtud de la obediencia os dará tanta salud que os bas­te» (Carta 3417; MI Epp. 5, 74).

«El visitar los enfermos, y ayudar a morir bien los que es­tán para pasar de esta vida, y bien vivir los que están en pecados públicos carnales, o de enemistades, o usuras, ná­cese como cosa propia de nuestra profesión, y da suceso a la diligencia Dios nuestro Señor, y consolación a los ope­rarios» (Carta 4617; MI Epp. 7, 257).

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12 AFORISMOS

«No más de dos frases»

Ignacio dedicó mucho tiempo y energía a la formación de una cultura epistolar en sus compañeros, pero no siempre con éxito. En cierta ocasión, ordenó a una persona que era muy prolija en su escritura que en adelante no escribiera más de dos frases. Una frase algo más florida lo expresa con estas palabras: «Del mismo modo que en una esposa se ha de re­comendar un adorno recatado, que sea expresión de mo­destia, así también nosotros aprobamos que el lenguaje que usan los nuestros, tanto al hablar como al escribir, no sea de­masiado adornado y ligero, sino más bien grave y maduro, sobre todo en las cartas, cuyo estilo debe ser, por su natura­leza, conciso y pulcro, y mucho más rico en contenidos que en palabras» (Carta 5251; MI Epp. 8, 540 [orig. lat.]).

Los siguientes aforismos -de no más de dos frases- pre­tenden ofrecer algunos pensamientos concisos de Ignacio. Dado que algunas frases han sido tomadas de un contexto más amplio, ha sido preciso introducir algunos cambios mí­nimos de estilo, pero sin modificar el sentido original.

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Page 54: Escritos esenciales

Acompañamiento en el camino espiritual

«No puede haber mayor error en las cosas espirituales, que querer dirigir a los otros según uno mismo» (Mem. 256 [p. 182]).

Amor

«El amor se debe poner más en las obras que en las pala­bras» (EE 230).

«El amor consiste en comunicación de las dos partes» (EE231).

«Que penséis que el Señor vuestro os ama, lo que yo no dudo, y que le respondáis con el mismo amor» (Carta 8; MI Epp. 1, 108-109 [p. 735]).

«Que a Él solo vaya todo el peso del amor nuestro» (Carta 171; MI Epp. 1, 514 [p. 807]).

«No ama a Dios de todo corazón el que ama algo por sí y no por Dios» (Carta 3; MI Epp. 1, 80 [p. 719]).

Ascesis: utilidad y peligros

«Acaece que, por crucificar el hombre viejo, se crucifica el nuevo, no pudiendo por la flaqueza ejercitar las virtu­des» (Carta 169; MI Epp. 1, 505 [pp. 802]).

«A un verdaderamente mortificado bástale un cuarto de hora para se unir a Dios en oración» {Mem. 196 [p. 149]).

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«Piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer y in­terese» (EE 189).

«Lo que no alcanza un flojo en muchos años, un diligente suele alcanzar en breve tiempo» (Carta 169; MI Epp. 1, 499 [p. 798]).

«Siendo tan duro consigo, podría fácilmente venir a serlo demasiadamente con los que tiene a cargo» (Carta 4193; MI Epp. 6, 357 [p. 984]).

Autoconocimiento

«Cuanto a los [males] particulares, es cierto necesario que, quienquiera que se conoce, los reconozca en sí» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 822]).

Autoengaño

«Pudiendo [el hombre] en tantas maneras tomar lo falso por verdadero» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 634 [p. 844]).

Ayuda

«Siempre es mejor tarde que nunca» (Carta 3105; MI Epp. 4, 561 [p. 926]).

Buen espíritu

«No os olvidéis de poner cuidado en conservar y acrecen­tar el buen espíritu» (Carta 2926; MI Epp. 4, 456 [orig. it.]).

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Page 55: Escritos esenciales

Buenas obras

«Nunca difiramos las buenas obras, por pequeñas que sean, con pensamiento de hacer otras mayores en otro tiempo» (MI Epp. 12, App. 6, 11, 676).

Buscar y hallar la voluntad de Dios (fórmula de despedida en muchas cartas)

«...quien por su infinita y suma bondad nos quiera dar su gracia cumplida para que su santísima voluntad sintamos y aquélla enteramente cumplamos. Amén» (Carta 182; MI Epp. 1, 562 [p. 817]).

Ciencia y piedad

«Para que haya muchos oyentes, y se ayuden lo más que puedan, con las verdades que dan pábulo al entendimien­to mézclense cosas piadosas para entretener el afecto; de modo que los discípulos vuelvan de las lecciones a sus ca­sas no sólo más doctos, sino mejores» (Carta 872a; MI Epp. 12, App. 1,18, 242 [p. 864J).

Colaboración

«No dejaremos de cooperar a su gracia, buscando los me­dios que, según el curso de su providencia, debamos bus­car» (Carta 5945; MI Epp. 10, 208 [p. 1074J).

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Colaboración del hombre con Dios

«Usar medios humanos a sus tiempos, enderezados pura­mente a su servicio, no es mal, cuando en Dios y en su gra­cia se tiene el áncora firme de la esperanza» (Carta 776; MI Epp. 2, 483 fp. 842]).

Comunicación

«Sería tardo en hablar, ayudándome en el oír, quieto para sentir y conocer los entendimientos, afectos y voluntades de los que hablan, para mejor responder o callar» (Carta 123; MI Epp. 1, 387 [p. 784]).

«Donde haya facciones y partidos diversos, no se opongan a ninguno, sino que muestren estar como en medio y que aman a unos y a otros» (Carta 872a; MI Epp. 12, App. 1, 18, 241 [p. 863]).

«No decir palabra ociosa; la cual entiendo, cuando ni a mí ni a otro aprovecha, ni a tal intención se ordena» (EE 40). «No decir cosa de infamar o murmurar» (EE 41).

Confianza

«Que ésta sea la primera regla de todas tus empresas: Tener fe en Dios como si su éxito dependiera por comple­to de ti y en absoluto de Él. Y, sin embargo, poner todos los medios como si tú no tuvieras nada que hacer, y Dios tuviera que hacerlo todo» (máxima muy citada; procede de Gabriel Hevenesi, SJ [1656-1715]).

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Page 56: Escritos esenciales

«Pocas personas perciben lo que Dios podría hacer de ellas si se entregaran sin reservas a la guía de la gracia» (máxima inspirada en Ignacio).

Cristo

«Nuestra regla es Cristo nuestro Señor» (EE 344). «La gracia y amor de Cristo nuestro Señor se sienta siem­pre con verdadero conocimiento y amor suyo en nuestras ánimas. Amén» (Carta 208; MI Epp. 1, 609).

Destrucción de la Compañía de Jesús

«Si yo quisiese imaginar o conjeturar algunos medios pa­ra derrocar y destruir esta Compañía, este medio de tomar obispado sería uno de los mayores, o el mayor de todos» (Carta 149; MI Epp. 1,451).

Dificultades en el servicio

«El haber dificultad no es cosa nueva, antes ordinaria, en las cosas de mucha importancia para el divino servicio y gloria» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 823]).

Dios en todas las cosas. Omnia ad maiorem Dei gloriam (O.A.M.D.G.)

«Es verdad que está su divina Majestad por presencia, po­tencia y esencia en todas las cosas» (Carta 1854; MI Epp. 3, 510 [p. 886]).

«A los que enteramente aman al Señor todas las cosas les ayudan y todas les favorecen para más merecer y para más

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allegar y unir con caridad intensa con su mismo Criador y Señor» (Carta 101; MI Epp. 1, 340 [p. 780]).

«Sin duda es mayor virtud del ánima y mayor gracia po­der gozar de su Señor en varios oficios y en varios lugares que en uno solo; para lo cual mucho nos debemos ayudar en la su divina bondad» (Carta 466; MI Epp. 2, 234 [p. 830]).

Dirección

«Para todo buen gobierno es necesario que concurran po­der y saber» (Mem. 272 [p. 192]).

Discreción

«Cierto es que, en lo que comúnmente todos los hombres de juicio y razón convienen, aquello se debe creer sea lo más acertado, más natural y más conveniente» (Carta 182; MI Epp. 1, 553 [pp. 812]).

«Que la caridad esté regida moderadamente por la discre­ción» (Carta 1831; MI Epp. 3, 485 [orig. lat.]).

«Es prudencia verdadera no se fiar de su propia prudencia, y en especial en las cosas propias (donde no son los hom­bres comúnmente buenos jueces por la pasión)» (Carta 295; MI Epp. 2,61).

«La caridad y discreción siempre han de poder mudar al­guna cosa a su lugar y tiempo» (Carta 5422; MI Epp. 9, 134).

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Page 57: Escritos esenciales

Ecuanimidad

«Conserva siempre el mismo estado de ánimo y sé ecuá­nime en la prosperidad y en la adversidad, en las alegrías y en las tristezas, libre de perturbaciones» (MI Epp. 12, App. 6, 16, 682 [orig. lat.]).

Ejemplo

«Lo primero es dar buen ejemplo con vuestra vida en toda virtud cristiana» (Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]).

«No hables, ni respondas, ni medites, ni camines, ni hagas ninguna otra cosa sin haber pensado antes si agrada a Dios y sirve al prójimo de ejemplo y edificación» (MI Epp. 12, App. 6, 13, 679 [orig. lat.]).

Ejercicios Espirituales

«Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desor­denada sea» (EE 21).

Enfermedad

«Pienso que un servidor de Dios en una enfermedad sale hecho medio doctor para enderezar y ordenar su vida en gloria y servicio de Dios nuestro Señor» (Carta 4; MI Epp. 1, 85 [p. 722J).

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Éxito y fracaso

«Así en los sucesos adversos como en los prósperos nos procura [Él] siempre ocasiones de ayudarnos a conseguir nuestra bienaventuranza y felicidad perpetua» (Carta 3913; MI Epp. 5, 699-700 [pp. 966-967]).

Fervor - Pereza

«Pues el contentamiento que en esta vida puede haberse, la experiencia muestra que se halla, no en los flojos, sino en los que son fervientes en el servicio de Dios» (Carta 169; MI Epp. 1, 500 [p. 798]).

«La tibieza es causa de siempre vivir con molestias, no de­jando quitar la causa della, que es [el] amor propio, ni me­reciendo el favor divino» (Carta 169; MI Epp. 1, 500 [p. 799]).

«Que no suele conservarse lo que así se gana con dema­siado apresuramiento» (Carta 169; MI Epp. 1, 505 [p. 802]).

Gracia

«Todo es bueno, todo es gracia de Dios» (Mem. 197 [p. 150]).

Humildad

«Siempre nos es mejor tomar un consejo con humildad que darlo sin ella» (Carta 11; MI Epp. 1, 115).

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Page 58: Escritos esenciales

Imperfección

«No dejará de haber males en el estado de la presente mi­seria hasta que en la fragua del eterno amor de Dios nues­tro Criador y Señor se consuma toda nuestra malicia ente­ramente» (Carta 214; MI Epp. 1, 627 [p. 822]).

Ingratitud

«La ingratitud es cosa de las más dignas de ser abomina­das [...], causa, principio y origo de todos los males y pe­cados» (Carta 38; MI Epp. 1, 192 [p. 754]).

Jesús

«Jesús es mi amor crucificado» (MI Epp. 12, App. 6, 13, 678 [orig. lat.]).

Libertad de espíritu

«Conserva la libertad de espíritu en todo y no retrocedas ante nadie; manten siempre la libertad de espíritu frente a las dificultades y no la pierdas por ningún impedimento; nunca cejes en este empeño» (MI Epp. 12, App. 6, 13, 679 [orig. lat.]).

Llamada

«Nuestra vocación es para discurrir y hacer vida en cual­quiera parte del mundo donde se espera más servicio de Dios y ayuda de las ánimas» (Const. 304 [p. 153]).

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Meditación

«Toda meditación en la cual trabaja el entendimiento hace fatigar el cuerpo» (Carta 8; MI Epp. 1, 108 [pp. 734]).

Meta

«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y ser­vir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su áni­ma» (EE 23).

Misión y servicio

«Nuestra vocación es para discurrir y hacer vida en cual­quiera parte del mundo donde se espera más servicio de Dios y ayuda de las ánimas» (Const. 304 [p. 153]).

«Recuerda, hermano, que eres enviado por Cristo como peregrino y como procurador suyo» (MI Epp. 12, App. 6, 16, 682 [orig. lat.}).

Muerte

«No deberíamos mostrar mucha tristeza por la muerte, máxime sabiendo que no tenemos aquí ciudad permanen­te, sino que buscamos la futura» (Carta 419; MI Epp. 2, 187 [orig. it.]).

Obediencia

«Y si os pareciere rara ave la discreción y difícil de haber, a lo menos suplidla con obediencia, cuyo consejo será cierto» (Carta 169; MI Epp. 1, 506 [p. 803]).

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Page 59: Escritos esenciales

«Para saber presidir a otros y regirlos, es necesario prime­ro salir buen maestro de obedecer» (Carta 182; MI Epp. 1, 559 [pp. 815-816]).

«La llave del cielo es la obediencia, así como la inobe­diencia lo hizo y hace perder» (Carta 182; MI Epp. 1, 557 [p. 814]).

Oración

«No sólo se sirve Dios del hombre cuando ora; que, si así fuese, serían cortas si fuesen las oraciones de menos de veinticuatro horas al día» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 652 [p. 859]).

«Puede en deseos recompensarse el tiempo a quien hace oración continua de todos sus ejercicios, tomándolos por solo servicio de Dios» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).

«No el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sen­tir y gustar de las cosas internamente» (EE 2).

«Aquella parte [= oración] es mucho mejor para cualquier individuo donde Dios nuestro Señor más se comunica» (Carta 466; MI Epp. 2, 236 [p. 831]).

«Que oración de una y dos horas no es oración, y que son menester más horas, es mala doctrina, contra lo que han sentido y practicado los santos» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 651 [p. 858]).

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Papa, reforma

«Si el papa se reformara a sí mismo, a su casa y a los car­denales de Roma, no tenía más que hacer, y que todo lo demás se haría inmediatamente» (Mem. 343 [p. 226]).

Pastoral

«Para poner en otros la forma de humildad, paciencia, ca­ridad, etc., quiere Dios que la causa inmediata que él usa como instrumento, como es el predicador o confesor, sea humilde, paciente y caritativo» (Carta 169; MI Epp. 1, 509 [p. 805]).

«Téngase cuenta que no basta empezar, mas importa, en cuanto se puede, dar complemento y conservar las buenas y piadosas obras» (Carta 2925a; MI Epp. 12, App. 1, 24, 252 [p. 918]).

«La ayuda mutua, para gozar más expeditamente de la luz y la felicidad eterna, es la verdadera demostración de amor» (Carta 419; MI Epp. 2, 187 [orig. //.]).

«No seáis escrupuloso ni dejéis de hacer el bien por pusi­lanimidad» (Carta 2926; MI Epp. 4, 457 [orig. it.]).

Pobreza

«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eter­no» (Carta 186; MI Epp. 1, 574 [p. 819J).

«La pobreza hace al hombre libre de aquella servidumbre común a tantos grandes del mundo, "en el cual todas las cosas obedecen o sirven al dinero"» (Carta 186; MI Epp. 1, 575 [p. 820]).

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Page 60: Escritos esenciales

«Aquellos que aman la pobreza deben amar el séquito de ella» (Carta 186; MI Epp. 1, 577 [p. 821]).

«Son tan grandes los pobres en la presencia divina, que principalmente para ellos fue enviado Jesucristo a la tie­rra» (Carta 186; MI Epp. 1, 573-574 [p. 818]).

«La pobreza hace percibir mejor en todas las cosas la voz, es a saber, la inspiración del Espíritu Santo» (Carta 186; MI Epp. 1, 575 [p. 820]).

Prójimo

«Mirad también vuestros prójimos como una imagen de la santísima Trinidad y capaz de su gloria» (Carta 169; MI Epp. 1, 503 [p. 801]).

Querer

«A los que quieren nada hay difícil, sobre todo en las co­sas que se hacen por amor de nuestro Señor Jesucristo» (Carta 3; MI Epp. 1, 81 [p. 720]).

Razón

«Naturalmente, cuanto más se aparta la criatura racional de las cosas materiales, su entendimiento se hace más es­table en lo que aprende verdadero o falso» (MI Epp. 12, App. 6, 3, 640 [p. 849]).

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Reconocer la voluntad de Dios

«Cristo nuestro Señor y sabiduría eterna dé a todos luz pa­ra conocer siempre y cumplir siempre su santísima volun­tad» (Carta 3731; MI Epp. 5, 453 [orig. it.]).

Recreación

«La recreación exterior ordenada es oración» (Carta 4351; MI Epp. 6, 587 [p. 999]).

«Como es menester continuación en el ejercicio de letras, así también alguna remisión» (Const. 462 [p. 194]).

Salud

«Porque no solamente el ánima sea sana, mas la mente se-yendo sana en cuerpo sano, todo será más sano y más dis­puesto para mayor servicio divino» (Carta 466; MI Epp. 2, 237 [p. 832]).

«Ciertamente lo que se hace con moderación es duradero; pero lo que inflige demasiada violencia al cuerpo no pue­de durar mucho tiempo» (Carta 1831; MI Epp. 3, 485 [orig. lat.]).

Salvación eterna

«Tanto siéndonos buena alguna cosa en esta vida, cuanto nos ayuda para la otra eterna, y tanto mala cuanto nos es­torba» (Carta 63; MI Epp. 1, 254 [p. 770]).

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Page 61: Escritos esenciales

Tener

«A vos en especial conviene considerar que, si algún bien habéis, por ninguno seáis cogido, por nada temporal po­seído» (Carta 13; MI Epp. 1, 124-125 fp. 741]).

Tristeza

«No dejen ir a nadie triste en lo posible, si no es para bien de su alma» (Carta 872a; MI Epp. 12, App. 1,18, 241 [p. 863]).

Virtud

«Los defectos conservan la virtud» (Mem. 152 [p. 127]).

Voluntad de Dios

«Mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima devo­ta, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante» (EE 15).

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y*

índice general

Fuentes y abreviaturas 7 Prólogo a la edición española,

por JOSÉ ANTONIO GARCÍA RODRÍGUEZ, SJ 9

Presentación, por PHILIPP GÓRTZ, SJ, WILLI LAMBERT, SJ,

y DOMINIK TERSTRIEP, SJ 19

1. AMAR

«En todo amar y servir» 23

«Amor» en el libro de los Ejercicios 24

Abrazo amoroso de Dios / Pedir el conocimiento de

Cristo / Contemplación para alcanzar amor /

Ingratitud - Gratitud / Temor y amor

«Amor» en las Constituciones 25

Proemio / Cualidades del Prepósito General: cari­

dad y buen juicio

Amor al prójimo - Amor a Dios 26

Purificación por medio del amor divino

2. COMUNICACIÓN

«El amor consiste en comunicación de las dos partes» 29

Reglas fundamentales para la comunicación 30

Instrucción para los padres enviados al Concilio de

Trento

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Page 62: Escritos esenciales

Comunicación en la actividad pastoral 31 Conversar con los interlocutores indicados

Comunicación entre superiores y subditos 32 Comunicación escrita: «viniendo a los particula­res...» / Oír largo y con gusto/ Comunicación con personas de diferentes caracteres / Carácter público de la conversación

3. ORAR

«La facilidad para unirse a Dios» 37

Grados de oración: «donde Dios nuestro Señor más se comunica» / Hallar a Dios en todas las cosas / «De otras cosas a tiempos se sirve Dios más que de la oración» / Examen de conciencia diario y amor al prójimo como oración / Recreación como oración / También la oración corta es oración / «Mortifica­ción» y engaños en la oración / Papel fundamental de la «mortificación» - Elogio de la oración, que tiene «a Dios siempre ante los ojos» / Efectos de la oración: lágrimas, consuelo, ser uno con Dios / Felicidad del ser humano liberado del yo /No es po­sible una ininterrumpida y plena conciencia de Dios /¿Melancolía? No después de un cuarto de hora de oración / Cuidado con los esfuerzos compulsivos del entendimiento y el cuerpo / La virtud es más impor­tante que los sentimientos de devoción / El hablar de Dios -«sin ruido alguno de voces»- acogido con hu­mildad / La señal de la cruz

4. EJERCICIOS

«Todo lo mejor...» 47

De las anotaciones introductorias en el libro de los Ejercicios 48

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Sentido de los Ejercicios / Indicaciones prudentes y sobrias /Actitud de «grande ánimo y liberalidad» / Animar en la desolación / Libertad para el que reci­be los Ejerci-cios e inmediatez de Dios / Acerca­miento a Dios en la soledad

Textos clave de los Ejercicios 550 Finalidad de los Ejercicios / Cultura del diálogo / Fundamento y finalidad de los Ejercicios / Reforma de la propia vida y libertad del yo

Indicaciones para la meditación y la oración 52 El examen de conciencia general / «La sólita oración preparatoria» / Coloquio de la oración /Petición an­tes de las contemplaciones de la Sagrada Escritura / Conformidad interna en la oración / El segundo mo­do de orar: permanecer en la contemplación de cada palabra / El tercer modo de orar

Punto culminante de la espiritualidad de los Ejercicios . . .55

5. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS

«La discreta caridad» 59 Espíritu Santo / Cristo como consolador

De las reglas de discernimiento de las mociones interiores para la primera semana de Ejercicios 60

Estrategias contrarias del buen espíritu y del malo (primera regla)/Lo que significa la consolación {ter­cera regla) /Desolación (cuarta regla) / «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza» (quinta regla) /Medidas contra la desolación (sexta regla) / Gracia en la desolación (séptima regla) / Tomar fuerza de la consolación (décima regla) / «Poner mucho rostro contra las tentaciones» (décimosegunda regla) / Desenmascarar al enemigo que se esconde (decimo-

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Page 63: Escritos esenciales

tercera regla) /Atender a los propios puntos débiles

(decimocuarta regla)

De las reglas de discernimiento para la segunda semana

de Ejercicios 64

Tentación al mal bajo la apariencia de bien (cuarta

regla) / Examinar el principio, medio y fin de las mo­

ciones interiores (quinta regla) / Estrategia espiri­

tual contraria

6. ASCESIS

«Ejercicios espirituales... para ayudarse» 65

Actitudes fundamentales al ejercitarse 66

Ejercitarse corporalmente 67

Ejercitarse espiritualmente 70 Ayudas para meditar

Peligros y límites de la ascesis 72

7. TRABAJAR JUNTOS Y UNOS POR OTROS

«Cómo Dios trabaja y labora por mí» 75

Acción de Dios y colaboración del ser humano: 76

Ayudar al prójimo / Mirar al prójimo / Dificultades y

resistencias / Impedimento para Dios / Confiar en

Dios y establecer prioridades / Colaboración del

hombre con Dios / Virtud y unión con Dios para el

servicio

Equilibrio entre el esfuerzo y la confianza en Dios 79

Moderación y discreción en el trabajo 8(3

Trabajar con otros, estimándose uno mismo correctamente: 81

Regalos recibidos para el servicio

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8. PIEDAD Y LETRAS

«El estudio... una oración continua» 85

La manera de estudiar correctamente 86

El estudio como servicio 86

El estudio como oración 87

Juventud 88

9. P O B R E Z A

«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno» 89

La pobreza de los apóstoles 90

Amistad con los pobres - Amistad con Cristo 91

La riqueza de la pobreza 91

Debate en torno a la pobreza 92

10. OBEDIENCIA

«Por solo nuestro Criador y Señor» 93

Obediencia y prudencia 94

El destinatario de la obediencia 95

Grados de obediencia 96

Casos límite de la obediencia 96

La obediencia como camino de la Compañía de Jesús . . . .97

11. S A L U D Y ENFERMEDAD

«La meditación sobre la muerte... un gran gozo» . . 99

Atender a la propia salud - Trato con la enfermedad . . . .100

Correcta distribución del día para un padre que te­

nía muy poca salud

Muerte, duelo y consuelo 103

Apostolado de enfermos 103

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Page 64: Escritos esenciales

12. AFORISMOS

«No más de dos frases» 105

Acompañamiento en el camino espiritual / Amor / Ascesis: utilidad y peligros / Autoconocimiento / Autoengaño /Ayuda / Buen espíritu /Buenas obras / Buscar y hallar la voluntad de Dios (fórmula de des­pedida en muchas cartas) / Ciencia y piedad / Colaboración / Colaboración del hombre con Dios / Comunicación / Confianza / Cristo / Destrucción de la Compañía de Jesús / Dificultades en el servicio / Dios en todas las cosas / Dirección / Discreción / Ecuanimidad / Ejemplo / Ejercicios Espirituales / Enfermedad / Éxito y fracaso / Fervor - Pereza / Gracia / Humildad / Imperfección / Ingratitud / Jesús / Libertad de espíritu / Llamada / Meditación / Meta / Misión y servicio / Muerte / Obediencia / Oración / Papa, reforma / Pastoral / Pobreza / Prójimo / Querer / Razón / Reconocer la voluntad de Dios / Recreación / Salud / Salvación eterna / Tener / Tristeza / Virtud / Voluntad de Dios

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