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Jesús se enteró de que le habían echado fuera y,

encontrándose con él, le dijo: “¿Tú crees en el

Hijo del hombre?”

El entonces dijo: “Creo, Señor.” Y se postró ante él.

Jn 9, 35.38

“La mística cristiana es auténtica en la medida en que

se expresa y se traduce en compromiso”

José María Castillo

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Índice

RESUMEN ................................................................................................................................. 9

INTRODUCCIÓN ......................................................................................................................11

I. MARCO CONCEPTUAL ........................................................................................................13

TEMA .....................................................................................................................................13

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA ..............................................................................................13

JUSTIFICACIÓN ........................................................................................................................14

II. MARCO METODOLÓGICO ..................................................................................................16

OBJETIVOS .............................................................................................................................16

OBJETIVO GENERAL .................................................................................................................16

OBJETIVOS ESPECÍFICOS .........................................................................................................16

METODOLOGÍA ........................................................................................................................16

ANTECEDENTES ......................................................................................................................17

III. MARCO TEÓRICO ..............................................................................................................18

CAPÍTULO I: ANÁLISIS FILOLÓGICO DE LA EXPRESIÓN: “EL HIJO DEL HOMBRE” EN

LAS SAGRADAS ESCRITURAS. ............................................................................................18

1.1 PLANTEAMIENTO FILOLÓGICO EN EL A.T Y EN EL JUDAÍSMO. .................................................18

1.2 APROXIMACIÓN LINGÜÍSTICA A LA EXPRESIÓN: EL HIJO DEL HOMBRE. ...................................21

1.3 VALOR LINGÜÍSTICO DE LA EXPRESIÓN ................................................................................24

1.4 EL LIBRO DE DANIEL Y LA APOCALÍPTICA .............................................................................27

1.5 JESÚS Y LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” ...................................................................30

CAPÍTULO II: LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN LOS EVANGELIOS

SINÓPTICOS ............................................................................................................................33

1.1 ORIGEN DE LA EXPRESIÓN EN LOS EVANGELIOS ...................................................................34

1.2 SENTIDO MESIÁNICO DE LA EXPRESIÓN ...............................................................................35

1.3 EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN MARCOS .................................................................36

1.4 EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN MATEO ...................................................................39

1.4.1 El Hijo del Hombre en la etapa terrena ......................................................................39

1.4.2 El Hijo del Hombre en la etapa posterrena ................................................................41

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1.4.3 El Hijo del Hombre en la etapa del tránsito................................................................43

1.5 EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN LUCAS ...................................................................44

1.5.1 El Hijo del Hombre en la etapa terrena ......................................................................45

1.5.2 El Hijo del Hombre en la etapa del tránsito ...............................................................47

1.5.3 El Hijo del Hombre en la etapa posterrena ................................................................48

CAPÍTULO III: LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN EL EVANGELIO DE JUAN ...51

1.1 EL HIJO DEL HOMBRE: EXPRESIÓN E IDENTIDAD EN EL EVANGELIO DE JUAN ..........................51

1.2 SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN EL EVANGELIO DE JUAN ...............55

1.3 SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” EN LA TEOLOGÍA DE JUAN .................61

CAPÍTULO IV: “EL HIJO DEL HOMBRE”, MODELO UNIVERSAL DE LA HUMANIDAD ......63

1.1 “EL HIJO DEL HOMBRE”: MODELO DE HUMANIDAD ................................................................63

1.2 “EL HIJO DEL HOMBRE”: UNA LLAMADA AL AMOR UNIVERSAL ................................................64

1.3 “EL HIJO DEL HOMBRE”: UNA LLAMADA AL SEGUIMIENTO ......................................................67

1.4 “EL HIJO DEL HOMBRE”: UNA LLAMADA A LA CONVIVENCIA Y LA COMUNIÓN............................69

CONCLUSIONES .....................................................................................................................73

BIBLIOGRAFÍA. .......................................................................................................................76

ANEXOS ...................................................................................................................................78

ANEXO 1 ..................................................................................................................................78

EL EVANGELIO DE JUAN .......................................................................................................78

1. AUTOR ................................................................................................................................78

2. ASPECTOS LITERARIOS ........................................................................................................79

3. ESTRUCTURA TEOLÓGICA ....................................................................................................80

4. ¿EL EVANGELIO DEL PADRE? ..............................................................................................82

5. FIGURAS DE JESÚS EN EL EVANGELIO DE JUAN ......................................................................83

ANEXO 2 ..................................................................................................................................86

CITAS DEL EVANGELIO DE JUAN Y LA EXPRESIÓN “EL HIJO DEL HOMBRE” ...............86

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Resumen

La expresión: “El Hijo del Hombre en boca de Jesús”

Comprensión desde el evangelio de Juan

En las Sagradas Escrituras, especialmente en los evangelios, se nos presenta la figura

de un hombre que vino a transformar a la humanidad y que al mismo tiempo entregó su

vida por nuestra salvación.

Sin duda alguna nos referimos a Jesús de Nazaret, el verdadero “Hijo del Hombre”. Es

imposible comprender el mensaje que los evangelistas nos transmiten si no conocemos

quién fue este hombre, para qué vino al mundo y por qué lo seguimos recordando hoy

después de más de dos mil años.

Ya desde el Antiguo Testamento se establecían claras referencias a un ser

escatológico que había de venir al mundo para transformar las naciones.

Específicamente el libro de Daniel hace alusión a éste: “Y he aquí que en las nubes del

cielo venía como un Hijo de hombre. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los

pueblos, naciones y lenguas le sirvieron” Dn 7, 13. 14.

Son muchas las expresiones que se utilizan en los evangelios para referirse a Jesús.

Hoy en día las conocemos comos títulos cristológicos. Entre ellas tenemos la expresión

que nos ocupa; pero también otras como Mesías, Hijo de Dios, la Palabra hecha carne,

el enviado del Padre, etc. etc.

Sin menoscabar la importancia de la expresión en los demás evangelios, consideramos

en la presente investigación, el enfoque o significado de la expresión en el evangelio

según San Juan, porque nos parece distinta a las demás, y es por eso que lo hemos

elegido como el centro de nuestro análisis. Para Juan la expresión “el Hijo del Hombre”

parece tener un tinte más antropológico que teológico, pues es imposible ignorar la

dimensión humana que caracterizó a Jesús. De hecho entre los grandes exegetas y

teólogos que han tratado de la cuestión, este es el dilema en torno a la expresión. ¿Se

trata de una expresión que afirma la divinidad de Jesús o un título que afirma su

humanidad?

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A partir de esa doble dimensión que aporta la expresión a la reflexión acerca de Jesús

de Nazaret, parece que la expresión “el Hijo del Hombre” en San Juan, contiene un

constante desafío pastoral para las comunidades cristianas; porque a través de esta

expresión descubrimos que como seguidores de Jesús hemos asumido un compromiso

concreto: ser verdaderos hombres y mujeres que anuncien con sus vidas la realización

plena de sentirse verdaderos hijos e hijas de Dios.

A través de todo el análisis, exégesis y reflexión que se ha hecho del presente tema;

descubrimos que Juan coloca la expresión “el Hijo del Hombre” en su verdadero lugar:

La llanura en la cual el ser humano está invitado a nacer de nuevo. Es como decir que

cuando reconocemos a Jesús como “el Hijo del Hombre” entonces hemos descubierto

su misión e identidad.

Así como el ciego de nacimiento no dudó en creer en Jesús y reconocerlo como “el Hijo

del Hombre”, nosotros hoy estamos invitados a creer en Él y hacerlo vida en nuestras

comunidades parroquiales, grupos juveniles y encuentros pastorales. “Jesús se enteró

de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: “¿Tú crees en el Hijo

del hombre?” El respondió: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo:

“Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.” Él entonces dijo: “Creo, Señor.” Y

se postró ante él.” Jn 9, 35-38.

Solo así nos convertiremos en verdaderos seguidores de Jesús y nuestra Iglesia será

una colmena donde prevalezca el amor, el servicio y la fraternidad universal. Nuestra

identidad como cristianos y nuestro seguimiento auténtico a Jesús, encontrará pues en

la expresión el Hijo del hombre, en el evangelio de San Juan, su luz más inspiradora,

puesto que tal expresión nos presenta a Jesús como modelo de humanidad y como

referente primero de toda convivencia y comunión.

Se recomienda la lectura completa del evangelio de Juan a fin de profundizar aun más

en el tema presentado.

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Introducción

En nuestra Iglesia son diversas las realidades que se presentan en cuanto a la

cercanía que tienen los cristianos hoy con la persona de Jesús a través del contacto

con las Sagradas Escrituras; específicamente en los Evangelios.

El presente trabajo pretende ser una reflexión y exégesis bíblica de la expresión “el Hijo

del Hombre” en boca de Jesús. Un tema que aún sigue sin conclusiones específicas y

que al mismo tiempo ha generado una serie de discusiones en torno a la figura de

Jesús en los evangelios.

Los evangelios son nuestra principal referencia para realizar las diversas reflexiones

que se presentan respecto al tema; pero con especial interés hemos puesto atención

en el evangelio de Juan, puesto que éste es clave para interpretar la expresión en

estudio.

Ya desde el Antiguo Testamento la expresión “el Hijo del Hombre” está presente; pero

es en el Nuevo Testamento donde adquiere un énfasis mayor y una clave de

interpretación más clara.

Para el estudio del presente tema se han consultado diversos autores que han tratado

el tema tales como Raymond Brown, Charles Kingsley Barret, Juan Mateos, entre

otros. A través del material consultado se profundiza en la expresión “el Hijo del

Hombre” realizando la exégesis y el aporte teológico necesario para establecer una

comprensión clara del tema.

Se ofrece en el presente trabajo la intepretación que se hace de la expresión “el Hijo

del Hombre” en el Antiguo Testamento y en los evangelios, centrando nuestro análisis

especialmente en el evangelio de Juan que es donde la expresión en estudio adquiere

un especial énfasis.

La finalidad del presente trabajo radica en reconocer a Jesús como el modelo de

humanidad, descubrir su identidad y también hacer una exégesis de la expresión en

estudio como aporte a la reflexión pastoral en los encuentros que establecemos en

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nuestras comunidades parroquiales, especialmente en aquellos encuentros en los

cuales el Evangelio es el motivo de la convivencia. Esto nos permitirá presentar con

una mejor claridad a la persona de Jesús y su misión a través de la historia.

La orientación pastoral del tema es presentada en el último apartado, la cual encierra

una reflexión interesante en cuanto a Jesús, “el Hijo del Hombre” como modelo de

humanidad, seguimiento, amor universal y sobre todo como referente de convivencia y

comunión.

Finalmente en los anexos encontramos las citas del evangelio de Juan donde es

utilizada la expresión “el Hijo del Hombre”. A través de estas citas comprenderemos

también que la expresión adquiere un sentido distinto de acuerdo al contexto donde se

está aplicando y en boca de quien es expresada.

Al consultar estos anexos no excluye de ninguna manera el hecho de que podamos

hacer una lectura completa del evangelio de Juan para obtener una mejor comprensión

del tema presentado.

A través de la profundización y lectura que podamos hacer de este tema

comprenderemos de una mejor manera quién es Jesús de Nazaret y al mismo tiempo

por qué sus palabras y su mensaje siguen vivos en nuestras comunidades eclesiales

hasta el día de hoy.

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I. Marco Conceptual

Tema

Expresión: “El Hijo del Hombre en boca de Jesús”

Comprensión desde el Evangelio de Juan

Planteamiento del problema

Como cristianos sabemos que Jesús es el modelo de humanización, así lo recuerda el

Concilio Vaticano II, cuando afirma: “El misterio del hombre, sólo se esclarece en el

misterio del Verbo Encarnado”.1 Y en ese sentido, volvemos la mirada hacia los títulos

cristológicos que encontramos en los evangelios, y entre ellos, encontramos que los

más empleados por Jesús son dos: “Hijo e Hijo del Hombre” (Cf. Jn 9,35).

En este sentido, nos llama poderosamente la atención, la expresión “el Hijo del

hombre”, utilizada por Jesús para referirse a sí mismo, en el evangelio de San Juan:

“Es preciso que sea elevado el Hijo del Hombre” (Jn 3,14s; 12,34).

De esa cuenta, se pretende ofrecer algunos lineamientos exegéticos, que permitan

comprender la hondura, la profundidad de dicha expresión para la comprensión de la

misión e identidad de Jesús de Nazaret.

Se parte de que tal expresión, a pesar de que ocupa un lugar especialísimo en el

campo de la investigación exegética y teológica, sigue aún generando controversia,

pues no hay opiniones unánimes sobre el sentido de la misma.2 Ahora bien, si entre

1 Gaudium et Spes No. 22. Vaticano II Documentos. (Madrid – 1986)

2 Existen abundantes publicaciones respecto al tema, a través de las cuales he constatado que

el estudio presentado es amplio y no tiene conclusiones exactas. Tales como P. Vielhauer

(1957), Ed. Scheweizer (1959), N. Perrin (1963), E. Bammel (1964), R. H Fuller (1965), M. D.

Hooker (1967), G. Vermes (1967), C. Colpe (1969), L. Gaston (1970), J. Jeremías (1971), J. M.

Ross (1991), y otro de manera más general como R. Schnackenburg, P. Hünermann, C. Dodd,

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los especialistas, existe confusión, no digamos lo que ocurre, en el campo de los

cristianos que leen la biblia pero que no tienen una formación especializada. ¿Cuál es

el sentido de dicha expresión?. Especialmente para el segundo grupo nuestra

preocupación es mayor y sirva esta investigación como un aporte para la comprensión

de la misma.

Pero no sólo se trata de una expresión complicada y confusa, sino de una expresión

que encierra un mensaje para el hombre de todos los tiempos, que éste aún no ha

sabido comprender y acoger. En este sentido, la preocupación se orienta al contexto

pastoral. Captar el sentido antropológico de la expresión, nos lleva a lo dicho por el

Concilio Vaticano II en la GS 22: “el misterio del hombre, sólo se esclarece en el

misterio del Verbo encarnado”. Pastoralmente, en esta expresión podemos encontrar

el modelo inspirador no sólo del hombre cristiano, sino de todo hombre.

Se pretende, entonces, ofrecer una exégesis profunda de la expresión, para conocer

sus raíces, interpretaciones e implicaciones teológicas y pastorales.

Justificación

La presente investigación, es básicamente una investigación de tipo bibliográfico con

un enfoque bíblico-teológico. Sin lugar a dudas tomaremos contacto con aquellos

textos bíblicos que nos proporcionan la matriz de análisis e interpretación de la

expresión en estudio. Nuestras fuentes principales serán los evangelios pero el centro

de interés de nuestro estudio será la visión Joánica.

A través de este estudio conoceremos el valor lingüístico de la expresión “el Hijo del

Hombre” desde la dimensión bíblica del Antiguo Testamento, para luego centrarnos en

el Evangelio de Juan; obteniendo así una visión de conjunto de la evolución y

significado de dicha expresión en la tradición bíblica.

R. Brown, C. K. Barret… o desde el punto de vista histórico, como G, Theissen, J. P. Meier, G.

Barbaglio, etc. etc.

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Una de las principales causas de la des-virtuación y poca comprensión del mensaje

evangélico radica en el mínimo conocimiento que muchos fieles tienen respecto al

significado de estos títulos cristológicos que encontramos en las Sagradas Escrituras

atribuidos a Jesús.

Hay una gran cantidad de estudios respecto al tema, pero que inciden generalmente en

el mundo de los especialistas. Nuestra motivación, se coloca en la línea, de ofrecer

algunos elementos bíblico-teológicos, que la mayoría de cristianos puedan comprender,

o puedan tener en cuenta para leer y explicar el significado de la expresión “el Hijo del

Hombre” en el evangelio según San Juan.

No se puede dejar de mencionar también, que una lectura de las Sagradas Escrituras,

que no trata de clarificarse, no afecta sólo a la elctura, sino también al mensaje que ella

nos quiere comunicar. Entonces, una poca o mala comprensión de los títulos

cristológicos, como la del “Hijo del Hombre” engendra errores teológicos.

Queremos también en esta investigación asumir la tarea de actualizar el mensaje del

evangelio a las distintas realidades pastorales de nuestra Iglesia. Ya de por sí el

acercamiento a la Palabra de Dios es poco, no podemos entonces darnos el lujo de

que ese contacto con la Palabra de Dios, quede sin convertirse en una propuesta de

vida para los cristianos de hoy.

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II. Marco metodológico

Objetivos

Objetivo general

Ofrecer una exégesis bíblica –teológica de la expresión “el Hijo del Hombre” en

boca de Jesús, presentada en los evangelios, principalmente en Juan, a fin de

que se pueda comprender mejor no sólo el significado y sentido de la expresión,

sino sus implicaciones pastorales en las comunidades cristianas.

Objetivos Específicos

Determinar el valor lingüístico de la expresión “el Hijo del Hombre” y el sentido

que le atribuyen los evangelistas.

Brindar una iluminación exegética-pastoral de la expresión en estudio.

Recuperar la vitalidad del mensaje en la expresión “el Hijo del Hombre”.

Presentar a Jesús como modelo universal de humanidad, fraternidad y de plenitud

humana.

Metodología

La metodología empleada para el desarrollo del presente trabajo de investigación es

exclusivamente bibliográfica; es decir, se presenta una síntesis a partir del material

consultado respondiendo así a la finalidad de la propuesta.

Se ofrece un serio análisis y reflexión en cuanto al significado de la expresión “el Hijo

del Hombre” en las Sagradas Escrituras especialmente en los evangelios.

Se han consultado libros de autores que han estudiado y escrito sobre el tema de la

investigación, específicamente lo relacionado a la expresión. Al mismo tiempo es

preciso decir que las Sagradas Escrituras ha sido el primer libro de referencia ya que el

estudio es de carácter bíblico.

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Los libros consultados se centran en el tema que nos ocupa; aunque considero

necesario resaltar que el evangelio de Juan es uno de nuestros centros de interés

respecto a la temática abordada.

Antecedentes

Hablar del estudio de la expresión “el Hijo del Hombre” en boca de Jesús resulta

demasiado amplio. Pues existe una gran cantidad de estudios realizados al respecto.

Por tanto la novedad de la investigación no debiera buscarse con relación al tema, sino

sobre todo con relación a la presentación. Ser una reflexión sencilla, pero profunda

sobre el tema, para que sea accesible a tantos cristianos y cristianas que no poseen un

conocimiento especializado de las Sagaradas Escrituras.

El origen de este tema surge a finales del siglo pasado y principios de éste, cuando se

presentó una discusión sobre si “el Hijo del Hombre” era un título mesiánico que

designaba a un Mesías preexistente. Fue J. Y. Campbell, en 1947, quien abrió una

nueva época en el debate. Según este autor, no existen pruebas de que “el Hijo del

Hombre”, fuese un título mesiánico precristiano y no admite que tenga su origen en Dn

7,13.

Así como tenemos el planteamiento de este especialista en el tema, en años

posteriores se suman una gran cantidad de autores que se dedican al estudio del tema

en cuestión. Tales como P. Vielhauer (1957), Ed. Scheweizer (1959), N. Perrin (1963),

E. Bammel (1964), R. H Fuller (1965), M. D. Hooker (1967), G. Vermes (1967), C.

Colpe (1969), L. Gaston (1970), J. Jeremías (1971), J. M. Ross (1991), entre otros.

Estos son algunos de los autores que han generado los primeros debates respecto al

tema estudiado. Como vemos es un tema que ha sido estudiado años tras años y no

hay conclusiones unánimes al respecto. Sin embargo, con el aporte de los estudiosos,

la presente investigación, pretende ser una iluminación más para comprender que “el

Hijo del Hombre” es el modelo por excelencia de la humanidad y que sus palabras

siguen vivas en nuestra Iglesia y en nuestras comunidades cristianas.

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III. Marco Teórico

Capítulo I: Análisis filológico de la expresión: “El Hijo del Hombre" en

las Sagradas Escrituras.

1.1 Planteamiento filológico en el A.T y en el judaísmo.

La expresión, “el Hijo del Hombre”, tiene su prehistoria exclusivamente en la literatura

antigua judía, especialmente en el ámbito apocalíptico cuyo representante en el AT es

el libro de Daniel. De dicha corriente tenemos muchos testimonios que no aparecen en

las Sagradas Escrituras3, y remite en los LXX4 a las palabras hebreas y arameas que

significan: hijo (hyiós) y hombre (ántrophos)5.

a) En el hebreo bíblico ‘adam y enos son términos colectivos que significan hombre; de

ahí que cada hombre, cada individuo se llame ben ‘adam, hijo de un hombre; una

pluralidad de hombres b ne ‘adam, hijos de hombre; o con artículo b ne ha´ adam

(Kohler-Baumgartner, Lekinon, 1958, 12s). Llama la atención en Ezequiel la expresión

“Hijo de hombre” (90 veces), donde según O. Michel, el profeta no es interpelado con

3 Al respecto de esta literatura judía, entre la que destaca la literatura de corte apocalíptico, En

el libro Aranda Pérez, G. (1996) Literura judía intertestamentaria. Navarra: Verbo Divino. Nos

presenta una amplitud de textos apocalípticos, en la cual la expresión “Hijo del hombre” parece

tener un lugar relevante.

4 El nombre de los “LXX” deriva de una antigua tradición atestiguada en la Carta de Aristeas,

según la cual 72 ancianos tradujeron del hebreo al griego el pentateuco. La tradición aplicó la

leyenda a toda la Biblia y de ahí sun nombre Septuaginta = 70, en latín. En realidad dicha

traducción y coonformación de la Biblia de los LXX se llevó a cabo en diferentes lugares, por

medio de diferentes traductores que tenían diferentes criterios. Puede decirse también que es

una colección de códices griegos con los libros de la Biblia hebrea traducidos al griego, en los

cuales hay algunas adiciones y con una serie de libros añadidos. Los principales códices son el

Alejandrino, el Vaticano y el Sinaítico, que valen como las primeras ediciones de los LXX.

5 O. Michel., “Hijo”. (1998). Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Salamanca:

Cristiandad. Pp. 668-680.

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su nombre, sino como una criatura particular, sacada del género “hombre” y colocada

frente a Dios6. Dios mismo se rebaja para tratar de este modo con su siervo.

Apenas se puede pensar en un influjo babilónico (Gilgamés IX, 38). Es importante, por

tanto, el uso de “el Hijo del hombre” (miembro del género humano) en el lenguaje

elevado, sobre todo en el parallelismus membrorum (Núm. 23, 19: “Dios no miente

como el hombre, ni se arrepiente como un hijo de hombre”; Sal 8,5: “¿Qué es el

hombre, enos, para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que te ocupes de

él?”).

b) En cuanto al arameo bíblico, es necesario fijar la atención en Dn 7,13 que se ha

convertido en el problema central de la apocalíptica: “Vi venir sobre las nubes del cielo

a un como hijo de hombre (k bar ‘enas)”. Hay que atender a la forma de hablar por

medio de comparaciones y sugerencias propias del estilo apocalíptico.

c) En el hebreo de la Misná no aparece ben ‘adam. También en estos escritos se habla

genéricamente del hombre o de los hombres o criaturas y se expresa así la

universalidad de la experiencia de la vida.

En los discursos simbólicos la imagen del “Hijo del Hombre” se constituye en figura

mesiánica, sin que el término se convierta en título.

Resulta necesario mencionar algunos pasajes que encontramos en el Nuevo

Testamento en conexión con la expresión, pues estos parten del planteamiento del

Antiguo Testamento. Solo así comprenderemos el mensaje que nos transmiten los

textos, ya que responden a la tradición bíblica antigua.

En el pasaje bíblico de Mc 2,10, Jesús afirma que es el “hijo del hombre” con poder de

perdonar los pecados en la tierra. La expresión “Hijo del Hombre” no sólo ha de llamar

la atención sobre él; sino que agudiza el conflicto con sus adversarios, peritos en la ley.

En Mt 9,8, Jesús hace participar de este poder a los hombres, es decir, a su

comunidad. Por lo tanto, el tema es también materia de discusión entre la comunidad

6 O. Michel., Op Cit. Pp. 668.

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cristiana y el judaísmo; la cuestión se centra en si Jesús se acerca a la dignidad de

Dios.

Es curioso que en Mt 11,18 ss, Jesús opone la venida del “hijo del hombre” a la venida

del Bautista: los dos testigos escatológicos de Dios se presentan de forma diversa; la

Tradición Q se aferra al talante y modo de proceder del “hijo del hombre” (en arameo:

bar nasa), tanto más cuanto que el contexto habla del “hombre que come y bebe” (Mt

11,19).

En este pasaje bar nasa no es tampoco un hombre cualquiera que come y bebe, sino el

hombre escatológico enviado por Dios, y en él la expresión “Hijo del hombre” es

indispensable, ya que señala con el dedo a Jesús y, consiguientemente, suscita la

polémica. Bar nasa no es en este pasaje ni un título ni una paráfrasis, sino muestra de

un obrar oculto y escatológico de Dios, que aparece en conflicto con la generación

presente.

Otro pasaje bíblico que nos ofrece luces en cuanto a la atribución de la expresión a

Jesús es Mt 8,20 “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del

hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

No hemos de olvidar que este pasaje pertenece a la tradición Q. Se ha explicado en

muchas ocasiones partiendo de los proverbios de la literatura sapiencial (el destino del

hombre frente a los animales); pero es más problable que ese “Hijo del Hombre

apátrida” se refiera a Jesús mismo, que animaría a sus discípulos a seguirle y a

hacerse también ellos ciudadanos del mundo sin una patria fija. Queda también aquí

claramente reflejada la relación polémica con el entorno. No se trata del ser – hombre,

sino del destino escatológico que caracteriza al “Hijo del Hombre”.

Da la impresión que las palabras originales “Hijo del Hombre” pertenecieran a la última

época de la actividad de Jesús, en la cual se imponía la realidad de que el camino no

tenía salida.

Teniendo un panorama filológico de la expresión y el vínculo que establece con ciertos

textos del Antiguo y Nuevo Testamento podemos concluir que “Hijo del Hombre” se

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refiere a una simple expresión que responde para indicar al hombre, pero

simultáneamente lo explica también como una realidad escatológica: Un hombre

nuevo. Lo cual sería ampliamente signficativo, en el sentido, que en los evangelios,

dicha expresión viene utilizada mayoriritariamente por Jesús mismo.

1.2 Aproximación lingüística a la expresión: El Hijo del Hombre.

Lingüísticamente, la expresión “Hijo del Hombre” (en arameo bar nasa, de la raíz ish, y

traducido secundariamente al hebreo como ben adan) significa simplemente hombre7.

“Hijo del Hombre”, significa por tanto, individuo de la raza humana, ser humano. Un

ejemplo de este significado lo tenemos en el Salmo 8, tan usado más tarde por el

Nuevo Testamento: ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre

(el ser humano) para que te preocupes de él? (8,5)8.

El clásico paralelismo hebreo elimina toda posible duda sobre el significado de la

expresión: “Hijo del Hombre”. La mejor traducción que se tiene de la fórmula es la

expresión castellana: “el ser humano” o “un ser humano”. En cambio, lingüistas9

excluyen la posibilidad de que “Hijo del Hombre” signifique lo mismo que “yo”, pese a

que esto se ha repetido una gran cantidad de veces10.

7 González Faus, José (1984). La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología. Bilbao: Sal

Terrae.

8 El hombre es esa gran pregunta que se yergue sobre el horizonte plano de la tierra; esa curva

que se vuelve sobre sí misma preguntando; es el único animal que se sabe y no se sabe. No

podemos responder a la pregunta, afirmando que el hombre es un ser terrestre, un señor

vasallo, capaz de contemplar una obra de la mano de Dios y domeñar otras. Este salmo no es

un himno al hombre, sino un himno a Dios a través del hombre. Alusión a la debilidad humana.

9 DALMAN, G – CONZELMANN. Hans. (27 de octubre de 1915; 20 de junio de 1989) fue un

experto en Nuevo Testamento y Sagrada Escritura.

10 DALMAN, G. The Words of Jesus (Clark, Edimburgo, 1909): la designación “este además,

podía significar yo que tú”. VERMES, G. The use of bar nasha in jewish Aramaic; en BLACK,

M. An Aramaic approach to the Gospels and Acts (Oxford, 1967) pp. 320-27 y en Jesús el Judío

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Además de esto, la expresión “Hijo del Hombre” se utilizó para designar a un ser divino,

especie de mediador Trascendente, pero con apariencia humana, al que encontramos

en la literatura apocalíptica judía, tanto bíblica como extra bíblica.

Linguísticamente, se trata de un personaje misterioso, claramente escatológico y que

parece polarizar un tipo de esperanza mesiánica de carácter menos político y menos

intrahistórico que estaban vivas en círculos arcanos y reducidos del judaísmo. En esos

mismos círculos nació también la fórmula Reino de Dios, usada por Jesús11.

La antigua discusión referente al “Hijo del Hombre” se concretó en dos posiciones

extremas. Desde lo que llegaron a sostener que el término no significaba más que

hombre, y carecía de todo sentido teológico o mesiánico, hasta quienes lo sostuvieron,

en el extremo opuesto, que el término es un concepto trascendente cuyo uso no tiene

absolutamente nada que ver con el significado habitual de hombre. 12

Como tantas veces ocurre, ambas posturas tenían su parte de razón: sucede

simplemente que la expresión “Hijo del Hombre” es de hecho una expresión ambigua:

pp. 174-80: Aunque reconoce la incorrección de ese uso perifrástico, cree, no obstante, que

existen ejemplos de su existencia en el arameo de Galilea. Sin embargo, todos los casos que

aduce (aparte de que son de mediados del s. II d.c) me parece que no muestran un uso

perifrástico, sino que puede traducirse también genéricamente. Por otra parte, si la expresión

es una simple perífrasis equivalente al pronombre yo, cuesta mucho entender su reaparición

tan intensa y pretendida en los cuatro evangelios.

11 B. D. Ehrman. (2001). Jesús el profeta judío apocalíptico. Buenos Aires: Paidos. Págs. 292-

293.

12 El título expresa una trascendencia velada y por eso es dejado aparte cuando la

trascendencia de Jesús deja de ser escondida y el título podía interpretarse como significando:

hombre.

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significa al ser humano en su pobre condición, y significa también a una misteriosa

figura humana, rodeada de luz y de grandezas divinas13.

Para tener una mejor comprensión del uso de la expresión en el lenguaje bíblico

pongamos atención al siguiente esquema.

Lenguaje en el Antiguo Testamento14 Lenguaje en el Nuevo Testamento

La expresión hebrea y aramea “Hijo de Hombre” ben ‘adam, bar ‘eral aparece con

mucha frecuencia como sinónimo de hombre.

Libro de Daniel Evangelios Sinópticos

En el lenguaje aplicado y las atribuciones

a la expresión “Hijo del Hombre” rebasan

las del Mesías, hijo de David.

Calco griego de un arameo que hubiera

debido traducirse como “Hijo de Hombre”.

Se halla exclusivamente en labios de

Jesús. El lenguaje aplicado adquiere un

carácter ambiguo pues hace alusión a la

apocalíptica judía.

Tradición Judía El Cuarto Evangelio: Juan

La apocalíptica judía posterior al libro de

Daniel presenta la expresión en un

lenguaje estrictamente individual.

En este evangelio la expresión refleja un

modismo semítico común que utiliza el

morfolexema ben o bar que, en su uso

lexemático, significa “Hijo”, para expresar

la relación estrecha entre dos realidades.

La relación expresada puede ser muy

13 Lo que es claramente falso es la contraposición que haría la Teología patrística posterior

entre Hijo de Dios e Hijo del Hombre, como si designasen la divinidad y la humanidad de Jesús.

14 Mateos, J. y Barreto, J. (1982). El evangelio de Juan: Análisis lingüístico y comentario

exegético. Madrid: Cristiandad. Págs. 930-933.

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variada: destino (Jn 17,12), participación,

estado-condición (Jn 12,36) y pertenencia

(Jn 5,27).

Una vez establecida la comparación lingüística en cuanto al uso de la expresión en la

biblia, podemos concluir diciendo que el significado de la misma responde al contexto y

a la realidad que están viviendo las comunidades en ese momento. No podemos

separar la historia puesto que también forma parte de la Tradición bíblica.

1.3 Valor lingüístico de la expresión

Hay en el Antiguo y en el Nuevo Testamento buen número de expresiones que

comienzan por “hijo de” y que reflejan un modo de hablar semítico. En ellas, el término

equivalente a “hijo” no tiene su significado ordinario, sirve sólo para indicar una

estrecha relación entre la persona de quien se dice y una realidad con que esa persona

se conecta15.

Es de importancia mencionar que en los escritos del Antiguo Testamento, la expresión

“hijo de” puede indicar diversas conexiones, algunas de ellas:

Discipulado: Cuando la sabiduría llama a un hombre “hijo suyo”: Prov 1,8; 2,1; Eclo

3,8.

Localización: Sal 149,2: “los vecinos de (los hijos de) Sión”; Jr 2,16: “gente de (hijos

de) Menfis y Tafnes”; Ez 23,15: “los babilonios (los hijos de Babel)”.

Pertenencia a una clase: Jr 26,23: “y arrojó su cadáver en la fosa de la gente común

(de los hijos del pueblo / de la plebe); Ez 3,11: “Vete con los deportados, con tus

compatriotas (con los hijos de tu pueblo)”; 2Cor 25,13: “El destacamento (los hijos /

miembros del pelotón)”; Neh 12,28: “Se reunieron los cantores (los hijos de los cantores

15 Mateos, J y Camacho, F. (1995). El Hijo del Hombre. Madrid: El Almendro. Pág. 2-4.

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/ los miembros del grupo de cantores) del valle del Jordán”; Am 7,14: “yo no soy profeta

ni el gremio de los profetas (hijo de profeta, miembro del grupo de profetas)”.

En particular, pertenencia a la especie humana: Jl 1,12: “hasta el gozo de los

hombres (de los hijos de Adán, de los individuos de la especie humana) se ha secado”;

Miq 5,6: “que no tiene que esperar a los hombres (a los hijos de Adán)”; Sal 11,4: “sus

pupilas examinan a los hombres (a los hijos de Adán); Dn 7,13: “como un hombre, una

figura humana (como un hijo de Hombre)”; un caso paralelo a éste se encuentra en Dn

3,25: “como un dios / un ser divino (como un hijo de dioses)”.

Posesión de una cualidad o defecto: Jue 18,2: “enviaron a cinco de sus hombres,

gente valerosa / aguerrida (hijos de fuerza)”; Sal 89,23: “los malvados (los hijos de la

iniquidad) no lo humillarán”.

Merecimiento de un castigo: Dt 25,2: “si el culpable merece una paliza (es hijo de

palos)”.

En el Nuevo Testamento se encuentra el mismo tipo de expresiones para indicar:

destino o paradero, por ejemplo, Jn 17,12: “el hijo de la perdición”; Cf. 2 Tes 2,3;

participación, Ef 2,2: “los hijos de la rebeldía” = miembros de la rebeldía, rebeldes;

estado o nación, Jn 12, 36: “hijos de la luz” = los que viven iluminados; cf. Ef 5,8;

dedicación, Mc 2,19 par: “los hijos del tálamo”, los amigos íntimos del novio cuidan de

todo lo relativo a la boda; pertenencia, Mt 8,12: “los hijos del reino” = los ciudadanos

del reino, los que pertenecen a él o están destinados a él; Jn 5,27: “hijo de hombre” =

individuo de la especie humana.

El último ejemplo citado da pie para tratar de la denominación semitizante “el hijo del

hombre”. Esta expresión (gr. ho huios tou anthropou) aparece en los evangelios como

la traducción en forma doblemente articulada que designa el individuo humano y que

podía usarse en arameo bien en sentido genérico (“un hombre”, “el hombre”) o, en

ciertos contextos, para designar al hablante (cf. esp. “uno”, “un servidor”), como

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individuo singular, según unos, o, según otros, como partícipe de la condición o suerte

del género humano (“yo, siendo hombre”, “un hombre como yo”).16

Entonces la expresión aramea bar nash(a), “Hijo de hombre” significa “hombre”,

“individuo de la especie humana”, tanto en sentido genérico como individual17. La

perífrasis puede denotar, pues, al género humano (“el hombre”, genérico) o bien poner

al individuo como caso particular o representante concreto de él (“el hombre”).

En los evangelios, a excepción de Jn 5,27, se encuentra siempre la forma doblemente

articulada: “el hijo del hombre”, que, aun conservando su significado fundamental de

“hombre” en su doble extensión, genérica o individual, tiene, por la presencia del

artículo, un referente determinado: No indicaría entonces, solo “hombre” sino él es “el

hombre”. En el primer caso sería una descripción, en el segundo un título.

Barbaglio explica que la diferencia probablemente no hay que buscarla en Jesús sino

en la comunidad de los inicios18. Sin embargo, en los párrafos anteriores, se ha visto,

que ya filológicamente, lingüísticamente, o gramaticalmente, aquella expresión

contenía el alcance de título.

16 Cf. VERMES, (1973). Jesus the Jew. Londres. Pp. 164-167. Una crítica de su postura en

Lindars, Jesus Son of Man. (Londres) 1983, Pp. 20-24.

17 Cf. Manson, “The Son of Man in Daniel”. Casey, Son of Man 224: en arameo, la expresión

bar nasha, hombre, marca un aserto general, pero el que habla está diciendo algo sobre sí

mismo. 228: en los evangelios tiene dos niveles de sentido: el de aserto general y el de

referencia personal: lo que era de verdad de Jesús lo era también de otros. 230s: en griego, el

artículo tiene valor genérico; si hubiera dicho simplemente “yo”, el sentido genérico se perdería

por completo.

18 Cf. Barbaglio G. (2003). Jesús hebreo de Galilea. Investigación histórica. Salamanca:

Secretariado Trinitario. Pp. 595-598.

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1.4 El libro de Daniel y la Apocalíptica

Ahora bien, donde mayor importancia adquiere la expresión “el Hijo del Hombre”, es en

el ámbito de la Apocalíptica, cuyo cuadro emblemático, es Dn 7,13-14.

Dicha expresión aparece en un cuadro apocalíptico, que está tratando de representar

en forma concreta la sucesión de los imperios humanos que se van a derrumbar

cediendo el puesto al Reino de Dios. Los imperios son bestias que surgen del mar y

que son despojadas de su poder cuando comparecen ante el tribunal de Dios, al que se

representa con los rasgos de un anciano. Entonces llega sobre las nubes del cielo “un

como hijo de hombre”; que avanza hasta el tribunal de Dios y recibe la realeza

universal que se concreta históricamente en una situación de Juicio (7,13 s).

Es a partir de Daniel, que se conecta la figura del “Hijo del Hombre” con la de un juez

univesal puesto por Dios para juzgar al mundo. Y como dice Barbaglio, en este sentido

Jesús no parece ser “el Hijo del Hombre” anunciado por Daniel, pero sí en cuanto su

atención – de Jesús – “está centrada, en la realeza divina que irrumpe en el mundo y

en su papel de mediador histórico de este acontecimiento”.19Atendiendo a las

características de la apocalíptica, la expresión tendría muchísimo sentido. Jesús es el

mediador de la realización histórica del proyecto de Dios para la humanidad.20

Ahora bien, si la obra se escribió con la finalidad de animar a los judíos a que

permanecieran fieles en la fe, firmes en la esperanza en un contexto de adversidad,

debemos anotar, que la expresión “Hijo del Hombre” tendría que ver, no sólo con “un

hombre”, sino en uno que es capaz de empujar los planes de Dios hacia su realización

máxima: El Reino de Dios. En este sentido, las ideas que encontramos en la obra de

19 Barbaglio G., Op. Cit. Pp. 598.

20 Merece la pena recordar, que en términos teológicos, la apocalíptica es un modo de hacer

teología desde la crisis, la desilusión, la impotencia. Se trata de una teología de la seguridad

en medio de la inseguridad; no solo porque Dios actúa en la historia, sino porque Él, es

exactamente el Señor de la Historia: lo sabe todo y lo tiene todo bajo su control.

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Daniel, colocan la expresión “el Hijo del Hombre” más allá de una pura expresión

gramatical, linguística, para indicar “un hombre cualquiera”.

Vemos pues en Daniel, que la expresión tendría también un sentido mesíanico y

escatológico. Y aunque la frase “en las nubes del cielo venía como hijo de hombre”

(7,13) no alude directamente a un mesías individual, ya desde entonces estaba este

término destinado a adquirir esta connotación en la expresión favorita con la cual Jesús

de Nazaret se refería a sí mismo. Además llama muchísimo la atención, que las

imágenes: Reino de Dios e Hijo del Hombre que ejerce tal soberanía como Dios mismo,

se encuentren retratadas en Jesús de Nazaret.

El Reino de Dios y su Justicia, se realizan en la historia a través de ALGUIEN a quien

ha sido dado el reino. No se trata de un ser humano cualquiera, sino de uno que

proviene de Dios, pero que participa en la historia de la manera más directa y concreta,

haciéndose Hombre. “El hijo del hombre”, cumple el papel dado en conjunto a la

humanidad en la creación una vez (Gén 1-2). El imperativo se centra pues, en hacer

del mundo lo que es su destino, un mundo humano que se deleita en su encuentro con

Dios su creador.

En cuanto a la relación que presenta Daniel con la figura de “el Hijo del Hombre” es

importante hacer la confrontación con la orientación presentada por los evangelistas, ya

que dicha figura adquirirá un carácter totalmente mesiánico cuando Jesús mismo se

presenta ante las multitudes.

Figura del Hijo del Hombre21

Descripción de Daniel

Figura del Hijo del Hombre

Descripción de los Evangelios

1. Hay poderes políticos inhumanos,

opresores de la humanidad,

representados por fieras crueles y

destructoras.

1. Los poderes inhumanos, opresores,

las fieras de Daniel, aparecen explícita o

implícitamente en las menciones de la

llegada del “Hijo del Hombre”.

21 Mateos, J. y Camacho, F. (1989). Evangelio, figuras y símbolos. Córdoba: El Almendro. Pág.

80.

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2. Cuando estos poderes son vencidos,

un como “Hijo de Hombre” / una figura

humana llega y Dios le da autoridad y

dominio universal. Es decir va a

inaugurarse un reino humano

contrapuesto a los bestiales de antes.

2. La llegada del “Hijo del Hombre” se

verifica, como en Daniel, tras la ruina o

desaparición de los poderes opresores;

pero, al contrario que en el profeta, no

está en conexión con la recepción de la

autoridad o realeza, que el “Hijo del

Hombre” ya posee.

3. Los imperios bestiales no son

derrotados por la figura humana, sino,

antes de la aparición de ésta, por la

acción de Dios, expresada en forma de

juicio.

3. Como en Daniel, la caída de los

poderes opresores no se debe a la

llegada del “Hijo del Hombre”; es anterior

a ella.

4. La figura humana representa un

colectivo, el Israel fiel a Dios.

4. Igualmente, la figura de “el Hijo del

Hombre” tiene un sentido colectivo o

inclusivo, más o menos marcado según

los textos.

5. Se sobreentiende que la figura humana

sube de la tierra al cielo, llevada por las

nubes, y llega así a la escena celeste que

contempla el vidente.

5. Al contrario que en Daniel, la llegada

del “Hijo del Hombre” significa una bajada

del cielo a la tierra, de la esfera divina a la

esfera humana. Llega para instaurar un

reinado humano, el reinado de Dios, que

ha de reemplazar a los poderes o

imperios opresores caídos y ha de

constituir una nueva sociedad humana en

la historia.

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En conclusión, estamos seguros que cuando Daniel utiliza la expresión “Hijo del

Hombre” resalta su carácter mesiánico y escatológico y es en este sentido que en el

Nuevo Testamento, la expresión en boca de Jesús no significa solamente que él es el

hombre sino el mesías, hijo de Dios.

1.5 Jesús y la expresión “El Hijo del Hombre”

Jesús fue para la comunidad primitiva maestro y profeta. La recurrencia literaria sobre

ambas expresiones es evidente en los cuatro evangelios. Sin embargo, para la

comunidad, Jesús era más que eso: Él era el mesías, y como tal lo proclama la

comunidad, pero se subraya, que es “el mesías que ha de venir, es decir, como el Hijo

del Hombre”.

Para la comunidad primitiva la actuación de Jesús que queda atrás acá en la tierra no

es todavía una actuación mesiánica. La proclamación de Jesús como el mesías futuro

o como hijo del hombre se realiza enteramente dentro del marco de la esperanza judía.

De este modo, pues, la imagen del judaísmo tardío acerca del “Hijo del Hombre” se

aplica a un hombre concreto.

Los distintos grupos de afirmaciones sobre “el Hijo del Hombre” no tienen conexión

unos con otros. El estracto más antiguo lo forman en todo caso, el grupo de sentencias

sobre el “Hijo del Hombre” que ha de venir. Entre ellas cuentan Mc 8,38 o Lc 12,8 s; Lc

17,23 s (“estas palabras podrían proceder de Jesús”) Bultmann, 1954.

Jesús y la expresión “el Hijo del Hombre”, distingue pues un obrar futuro de Jesús

como juez y un obrar como hombre entre los hombres. En este sentido, las expresiones

de enaltecimiento y de abajamiento se corresponden entre sí.

Las profecías de Jesús con las que él va en busca del futuro escatológico acercándolo

al presente, penetran en el tiempo final que despunta con tres proyectos

tradicionalmente distintos: con las palabras sobre su propia consumación, con la

predicación del reino de Dios y con el anuncio del “Hijo del Hombre”.

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Estas tres representaciones del tiempo final no se pueden identificar entre sí, pero

tampoco se excluyen mutuamente. Se trata de símbolos paralelos, las concepciones

del reino de Dios y del “Hijo del Hombre” tienen un origen común, como ya lo habíamos

advertido en Dn 7.

Los elementos mesiánicos se dirigen, como muestra el AT, a Israel; mientras que la

doctrina del “Hijo del Hombre” se refiere a la realización de la humanidad. La soberanía

de Dios ha comenzado a instaurarse, ha comenzado la gran batalla final y para los

cristianos no cabe duda que Jesús es “el Hijo del Hombre”, el gran protagonista que

guía la historia hacia su destino final.

Y por si fuera poco, Jesús se refiere a ello con un dicho del “Hijo del Hombre” (Dn

7,13): “Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en

las nubes del cielo” (Mc 14,62).

Además, la expresión aparece en ocasiones bien decisivas y siempre en los mismos

labios de Jesús, incluso citando textualmente en Mc 13, 26 el pasaje clave de Daniel

7,13-14. “El Hijo del Hombre”, se vuelve paradigma del hombre nuevo, porque ha

ajustado de modo perfecto, los criterios de Dios y los criterios del hombre.

Ya en el judaísmo se asoció la imagen del “Hijo del Hombre” como una figura de

salvación, y esto hizo que algunos judíos trataran de convertir la expresión utilizada en

Daniel, en un título perfectamente aplicable a demostrar la identidad de Jesús.

La expresión, aparece 82 veces en el Nuevo Testamento, y en los evangelios siempre

es pronunciado por Jesús. Lo cual nos dice, que Jesús eligió una expresión ambigua, la

expresión idiomática, para describir su ministerio como expresión mesiánica

escatológica, pero también como representante de los seres humanos, subrayando al

igual que Daniel 7, la autoridad de este Hijo del Hombre como salvador.

La importancia de esta constante referencia a Daniel 7, es que “el Hijo del Hombre” es

una combinación única de características humanas y divinas. “El Hijo del Hombre”

como figura en ese pasaje señala a un humano, pero el andar sobre las nubes es algo

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que en el Antiguo Testamento se dice que sólo Dios puede hacer (Ex 14,20; 34,5; Núm.

10,34; Sal 104,3; Is 19,1). De esta forma, la expresión combina la actividad humana

con la divina, vislumbrando la autoridad dada a esta figura en un momento de

exaltación. En este caso, la expresión resulta fundamental para Jesús porque combina

de forma única los varios elementos que reflejan su persona y su ministerio.

Así pues, para concluir, se constata como válido, afirmar que la relación del uso de la

expresión “el Hijo del Hombre” por parte de Jesús, tiene una constante relación con

Daniel, manifestado asi que en ambos casos, subrayan el carácter mesiánico y

escatológico de la expresión.

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Capítulo II: La expresión “El Hijo del Hombre” en los Evangelios

Sinópticos

En la tradición sinóptica esta expresión es exclusivamente una auto-denominación de

Jesús,22 y no una confesión de fe23. También en la polémica judía existió el tema de

Jesús como “Hijo del Hombre”. Rabbi Abbahu (286 d.c) advierte: Si alguno te dice: “Yo

soy Dios, miente; yo soy el hijo del hombre, tendrá que arrepentirse” Aquí para “el Hijo

del Hombre” se emplea la expresión hebrea ben adam, apoyándose en Nm 23,19.

Seguramente ataca Rabbi Abbahu la traducción de Jesús, comparándola con el orgullo

hybris del rey de Babel (Is 14,13 s). Con todo sus expresiones debían apuntar a una

antigua tradición sobre Jesús, arraigada en el mismo mensaje y conducta de Jesús.

Los rasgos de la figura del “Hijo del Hombre”; su autoridad y su libertad divinas, nos

indican que la expresión en los evangelios tiene carácter de excelencia. Se trataría en

todo caso, de una expresión trabajada por los evangelistas para hacer referencia al

hombre actuante en la tierra; que representa lo divino y su armonía con la historia

humana.

En los evangelios sinópticos, uno de los momentos claves para interpretar la elección

de Jesús como “Hijo del Hombre” es la del Bautismo en el río Jordán (Mc 1,9; Mt 3,13-

16; Lc 3,21), puesto que Jesús mismo, designará más tarde, la figura del bautismo,

para indicar el acontecimiento de su muerte (Mc 10,38 s; Lc 12,50).

22 Cf. Bultmann. R. (2000). Historia de la Tradición Sinóptica. Salamanca: Sal Terrae. Págs. 75.

88.

23 Aunque como señala G. Theissen, el hecho de que la expresión “el Hijo del hombre” se haya

convertido en una confesión de fe, no significa que los primeros cristianos lo hayan deducido de

la nada, o simplemente sea una aplicación de la figura apocaliptica del Antiguo Testamento, a

la persona de Jesús; sino más bien, habría que decir, que ése título se halla contenido en la

conducta y predicación de Jesús. Theissen Gerd. (2000). El Jesús Histórico. Salamanca:

Sígueme. Pp. 25.

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En este acontecimiento la presencia del Espíritu de Dios nos lanza una señal clara de

interpretación: en Jesús reside el Espíritu del Padre y por eso es el Hijo de Dios (Mc

1,10; Mt 3,16; Lc 3,22). Por tanto, la autoridad del “Hijo del Hombre” no es cualquiera,

puesto que al poseer un Espíritu bajado del cielo su manifestación y actividad

responderá a una realidad interior. Realidad que generará contradicciones a las leyes

establecidas por los poderosos24.

1.1 Origen de la expresión en los evangelios

Al haber establecido una breve introducción respecto a lo que implica el perfil de Jesús

planteado por los evangelios sinópticos, es preciso ahora profundizar en la clave del

origen de la expresión “el Hijo del Hombre” por supuesto que siempre en sintonía con

antecedentes y detalles que nos brindan Mateo, Marcos y Lucas.

La expresión evangélica “el Hijo del Hombre” no se encuentra como novedad en el

Nuevo Testamento puesto que la misma la encontramos en el texto bíblico de Dn 7,13;

versículo perteneciente a la descripción de un sueño en el cual el profeta ve la sucesión

de cuatro imperios representados por fieras, símbolo de crueldad e inhumanidad.

Daniel en 7,13 habla de “como un Hijo de Hombre”, podemos decir que se refiere a una

figura humana25. Por lo tanto la figura humana es un símbolo, no un personaje concreto

al que se le atribuye un título misterioso.

Después de esto nos preguntamos ¿Qué relación tiene la expresión en estudio con el

libro de Daniel? Pues simple y sencillamente porque en los sinópticos y en el texto de

Daniel se hace alusión a la autoridad (gr. exousía) universal / en la tierra que posee “el

Hijo del Hombre” en Mc 2,10, Mt 9,6 y Lc 5,24; lo curioso es que estos textos aluden a

24 Contradicción, porque él, se relaciona con aquellos que la sociedad excluía. Devuelve la vista

a los ciegos y hace caminar a los paralíticos.

25 Algo como un ser humano, “una figura humana”. Sin características apocalípticas ni

trascendentes.

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Dn 7,14: “le dieron autoridad a uno como un Hijo de Hombre”26: las naciones de la tierra

le servirán (universalidad).

De esa cuenta, se puede concluir, que en los evangelios la expresión en estudio es

totalmente anafórica a Daniel 7,13, donde la figura humana aparece como

representante del Israel definitivo (7,23.28), lo cual se confirma en la época de la

literatura intertestamentaria, en la cual se dio una clara interpretación mesiánica y

escatológica a la figura del “Hijo del Hombre”.

1.2 Sentido mesiánico de la expresión

La unicidad a la que podemos asociar la expresión “el Hijo del Hombre” no se limita al

carácter individual sino al colectivo (comunitario). La presencia del Espíritu en Jesús le

brinda un carácter de plenitud. El poder del Espíritu de Dios es lo que genera en los

demás asombro total hacia Jesús. A esto añadimos que no tenemos en los evangelios

pruebas que testifiquen que Jesús se haya autodenominado “Yo soy el Hijo del

Hombre”. Además en los relatos ningún personaje se dirige a él llamándolo Jesús, “Hijo

del Hombre”.

Un pasaje bíblico donde encontramos la mención “el Hijo del Hombre” y se le atribuye a

Jesús autoridad divina es en Mc 2, 1-13 “La curación del paralítico”. Los testigos del

acontecimiento reconocen la trascendencia de Jesús. Es curioso que en los evangelios

sinópticos, antes de usar el título “el Hijo del Hombre” nos aclaren su contenido y

siguiendo el modelo de Daniel, utilizan la expresión.

Sin embargo, se debe advertir, que “Hijo del Hombre” y “Mesías” no aparecen

vinculados en los textos de los evangelios, sino hasta que la explicita Jesús, con

26 Casey, Son of Man, 159 s. La exousía en Mc 2,10 parr. es diferente de la que aparece en Dn

7, por lo que no permite conectar esto textos. A esto podemos decir que los evangelistas toman

los símbolos de la obra de Daniel, pero que, al mismo tiempo, exponen con ellos una teología

diferente. Lo que los evangelistas toman del Libro Profético, es la expresión, con su valor

colectivo y su aspecto de triunfo sobre los opresores, introduciendo en ella una visión distinta

del “Hijo del Hombre”.

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repecto a la confesión de Pedro respecto a su identidad (Mt 16,13.15.16; Mc 8,29.31;

Lc 9,20.22). A partir de ahí, podemos decir que para la gente de Galilea, no era claro

asociar la figura humana de Daniel con la expectación mesiánica.27

1.3 Expresión “El Hijo del Hombre” en Marcos

En el evangelio de Marcos se encuentran trece textos donde es utilizada la expresión

“el Hijo del Hombre”. Tenemos como referencia la siguiente distribución: Tres se

encuadran respecto a la existencia terrena (2,10.28; 10,45), siete relacionadas a la

entrega-muerte-resurrección (8,31; 9,9; 12,31; 10,33; 14,21.41) y tres referidos a la

etapa pos terrena (8,38; 13,26; 14,62).

Surgen entonces ciertas dudas respecto a los destinatarios de estas intervenciones en

conexión con la expresión “Hijo del Hombre” en el evangelio de Marcos.

27 Mateos, J. y Camacho, F. (1995). El Hijo del Hombre. Madrid: El Almendro. Pág. 34.

Temática abordada y

destinatarios

Cita bíblica

Episodio del paralítico, lo

pronuncia Jesús ante los judíos

presentes en la casa de

Cafarnaún.

Mc 2,10

Referido a la ley / dirigido a los

fariseos.

Mc 2,28

Dirigido a los seguidores de

Jesús.

Mc 8,31-14,41

Dirigido al grupo de los

discípulos (12) o a algunos de

ellos.

Mc 8,38

Jesús lo pronuncia ante el

tribunal judío que lo juzga.

Mc 14,62

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Estas diferencias se explican si tenemos en cuenta que, en el primer período de la

actividad de Jesús, se presenta al pueblo como profeta (Mc 6,4). Es increíble que su

calidad de Mesías no la reconozcan los discípulos hasta que se lleve a cabo la

declaración de Pedro (Mc 8,29), es entonces cuando Jesús identifica al Mesías con el

“Hijo del Hombre” (Mc 8,31).

Es desde estos momentos en que la expresión adquiere sentido mesiánico, la utiliza

sólo ante los suyos para inculcarles la nueva idea de mesías28. Curioso resulta que las

multitudes aclaman a Jesús como mesías davídico con ocasión de su entrada en

Jerusalén (Mc 11, 9-10).

Pero hay un hecho que marca una gran diferencia con respecto al uso de la expresión

en el evangelio de Marcos. Y es que cuando Jesús responde a la pregunta del sumo

sacerdote afirmando abiertamente su mesianidad ante el tribunal judío, Jesús evita

todo equívoco e identifica al Mesías con “el Hijo del Hombre”, con clara alusión a

Daniel, siendo esto una clara advertencia a sus jueces.

Para Marcos, no era común en Galilea la interpretación mesiánica de la figura humana

de Daniel; de ahí que el primer dicho sobre “el Hijo del Hombre” pronunciado ante

gente de Cafarnaún (Mc 2,10): “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en

la tierra poder de perdonar pecados…”, no provoca entusiasmo mesiánico, sino solo

admiración por lo que ha hecho (Mc 2,12): Se levantó y, al instante, tomando la camilla,

salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a

Dios, diciendo: “Jamás vimos cosa parecida”.

Desde esta óptica deducimos que “el Hijo del Hombre” según aparece en el evangelio

de San Marcos, pudo ser interpretado por sus oyentes como representante del Israel

definitivo, en la línea del texto de Daniel.

28 Mateos, J. y Alonso Schökel, L. (Trads.) (1987). Nuevo testamento. Madrid: Cristiandad.

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Incluso en el Evangelio de Marcos, con el famoso tema del “secreto Mesiánico”29 la

expresión “el Hijo del Hombre”, sirve a Jesús, para ocultar y desvelar el misterio de su

persona. Él es el Hijo de Dios, pero ojo, que es también “el Hijo del Hombre”. Por

tanto, para Marcos, “Hijo del Hombre” no era un título habitual de la esperanza

mesiánica, pero responde perfectamente al modo de predicación de Jesús, que se

expresa mediante palabras enigmáticas y parábolas, intentando conducir

paulatinamente hacia el misterio, que solamente puede descubrirse siguiéndole a Él,

como Maestro por excelencia.

No cabe duda que en Marcos, la expresión “el Hijo del Hombre”, no existía como

título30. Y corroboramos lo dicho por Bultmann, en los evangelios sinópticos, que la

expresión “el Hijo del Hombre” es en primer término una autodenominación de Jesús,

antes que una confesión de fe. “El Hijo del Hombre” es uno solo: Jesús.

Ahora bien, Marcos nos aporta en otro texto que la autodenomición de Jesús a sí

mismo como “el Hijo de Hombre” demuestra que también el aspecto del Reino:

“Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su

vida en rescate por todos” (Mc 10,45). Servir es la verdadera forma de reinar y nos

deja presentir algo de cómo Dios es Señor. En la pasión y la muerte, la vida del “Hijo

del Hombre” se convierte en pro-existencia es decir existir para los demás; entonces

todo se convierte en liberación y salvación para todos: no sólo para los hijos de Israel

dispersos, sino para todos los hijos de Dios dispersos (Cf. Jn 11,52), para la

humanidad.

La expresión “el Hijo del Hombre” está nuevamente conectada con el destino trágico de

Jesús, con lo cual logramos comprender el mensaje central de la expresión: la

universalidad de su misión. Proviene de Dios, es Dios. Pero precisamente asumiendo

la naturaleza humana, siendo “el Hijo del Hombre” es portador de la verdadera

humanidad. 29 Conocido como una técnica literaria para que el auditorio no confunda el mesianismo de

Jesús.

30 Ratzinger, Joseph (2011). Jesús de Nazaret. Roma: Encuentro. Pp. 129-131.

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En Marcos, podemos decir como conclusión, que la expresión “el Hijo del Hombre” ha

quedado reservada a Jesús, pero la nueva visión de la unión de Dios y hombre que se

expresa en ella se encuentra presente e impregna todo el Nuevo Testamento.

1.4 Expresión “El Hijo del Hombre” en Mateo

Al igual que en el evangelio según San Marcos, los pasajes sobre “el Hijo del

Hombre”31 se clasifican en Mateo en tres grupos: Existencia terrena (ocho: 8,19-20; 9,6;

11, 18-19; 12, 8.32; 13, 37-38; 16,13; 20,28), los que tratan de su tránsito, es decir, de

su entrega, muerte y resurrección (ocho: 12,40; 17,9.12.22; 20,18-19; 26, 2.24.45), y

los que se refieren a su existencia posterrena (once: 10,23; 13, 40-43; 16,27-28; 19, 28-

29; 24, 26-28.29-31.37.39.44-, 25, 31; 26,64).

Específicamente antes de la declaración mesiánica de Pedro, que precisa el papel del

“Hijo del Hombre” en la historia de Israel, identificándolo con el Mesías (Mt 16,16),

Jesús usa la denominación “el Hijo del Hombre” dirigiéndose a los letrados y fariseos

(Mt 8, 19.20; 12, 8.32.40), a la multitud (Mt 9,6; 11, 18-19) o a los discípulos (Mt 10,23;

13, 37-38; 16,13).

Posteriormente a la declaración mesiánica, solamente a todos o parte de los

Discípulos. Al igual que en Marcos, la pronuncia, por último, ante el tribunal que lo

juzga (Mt 26,64).

1.4.1 El Hijo del Hombre en la etapa terrena

En esta etapa Jesús es presentado por una actividad orientada a la liberación del

hombre del peso de su pasado e infundirle nueva vida; dicho de otro modo, “el Hijo del

Hombre” hace al hombre libre y completa su ser, permitiéndole así comenzar un nuevo

modo de vida.

31 Para los lectores de Mt, la expresión “el Hijo del Hombre” era parte del lenguaje propio

cristiano; Mateo usó los dichos sobre “el Hijo del Hombre” para reforzar la incomprensión de los

judíos respecto a Jesús. Con esos dichos Jesús enseña a sus discípulos sobre su historia y

destino.

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Un ejemplo claro de esto es Mt 9,6: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene

en la tierra poder de perdonar pecados - dice entonces al paralítico -: “Levántate, toma

tu camilla y vete a tu casa”.

En este pasaje de la Escritura experimentamos a un Jesús que cambia la vida del ser

humano. Dignifica al caído y levanta del polvo al débil.

La misión de Jesús como “Hijo del Hombre” consiste en el servicio a la comunidad

cristiana, servicio traducido en total amor32. En la misma línea, habría que colocar el

texto de Mt 20,28: “de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser

servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”.

Mateo nos ofrece entonces, otras características de la misión del “Hijo del Hombre” en

su etapa terrena, a las cuales es necesario poner cuidadosa atención.

a) Jesús es el modelo de apertura. Su labor realizada en favor de los hombres la

ejecuta con una entrega que no tiene límites, ni condiciones. Al mismo tiempo, la

renuncia a todo prejuicio sea nacional o racial; rompe totalmente las prohibiciones que

limitaban la libertad de la persona. Entonces, donde prevalece la indiferencia, el

enviado del Padre establece igualdad: Mt 8,19-20: “Y un escriba se acercó y le dijo:

Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Dícele Jesús: “Las zorras tienen

guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la

cabeza”.

b) Jesús rompe todas las normas que esclavizan al ser humano. La actitud del

“Hijo del Hombre” ante lo creado, ejemplificados en el comer y beber. Desde su libertad

rompe todos los tabúes religiosos sin atenerse a normas ascéticas.

Esta misma libertad provocará gran impresión en la gente de los pueblos que luego

deciden seguirle. Destruye totalmente todo tinte de singularidad y extravagancia que

obstaculizan la universalidad de su mensaje y por lo tanto no son componentes de la

vida cristiana: Mt 11, 18-19: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen:

“Demonio tiene.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis un

32 Grabner-Haider, A. (1975). Vocabulario práctico de la Biblia. Barcelona: Herder.

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comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Y la Sabiduría se ha

acreditado por sus obras.”

c) Tolerancia del “Hijo del Hombre”. Los que están aferrados a las tradiciones se

escandalizarán por su conducta. Lo que no tiene justificación es la mala fe, que

interpreta como enemiga de Dios la actividad de la liberación del ser humano. Por lo

tanto lo esencial aquí es la promoción del ser humano: Mt 12,32: “Y al que diga una

palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu

Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”

d) La universalidad del mensaje del “Hijo del Hombre”. Vale la pena decir que el

mensaje del enviado del Padre está cargado de total plenitud humana, riega su

mensaje por el mundo entero. La fidelidad personal de cada discípulo de Jesús será el

factor decisivo como primer requisito: Mt 13,37-38: El respondió: “El que siembra la

buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los

hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno.”

e) Identificación del Mesías con el “Hijo del Hombre”. Aquí se encuentra la esencia

del mesianismo orientado a la plenitud humana en favor de los seres humanos: Mt

16,13: Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus

discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”

En la etapa terrena la expresión “el Hijo del Hombre” adquiere un carácter compartido

por las espectativas de la gente. Es en esta etapa donde se establece la formulación y

especulación por parte de las autoridades acerca de la identidad de Jesús: ¿será este

el enviado de Dios?

1.4.2 El Hijo del Hombre en la etapa posterrena

Nos referimos aquí a aquellos pasajes en los cuales Mateo, expresa los sentimientos y

comprensión de los primeros cristianos en torno a la identidad de Jesús como “el Hijo

del Hombre”.

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a) Pasajes relativos a la comunidad cristiana

A decir de los especialistas, los siguientes pasajes refieren a la comprensión de la

comunidad cristiana, posterior a la muerte de Jesús: Mt 13, 40-43; 16, 27-28 y 19, 28-

29.

El primer texto Mt 13, 40-43, que no menciona una llegada, tiene un ámbito universal

(el mundo) y censura cierta actitud y comportamiento dañino para la comunidad

cristiana. La actitud y comportamiento condenado es el ansia de dominio, que hace

vacilar a los más auténticos (Mt 18,1-10). La actividad censurada es aquella que no

produce el debido fruto (cizaña).

La escena se presenta como un juicio para estos sujetos, que resume lo ocurrido

durante el tiempo del reinado del “Hijo del Hombre” o etapa histórica del reinado de

Dios. No se trata, pues de un juicio universal, sino limitado a algunos miembros de la

comunidad cristiana. Tampoco se trata de un juicio al final de la historia; marca

solamente la suerte futura de aquellos seguidores de Jesús que no han sido fieles al

seguimiento.

El segundo texto (Mt 16, 27-28), paralelo de Mc 8,38, anuncia a los seguidores de

Jesús una evaluación de su praxis individual y una recompensa en relación con la

calidad de ésta, juzgándola desde el punto de vista de la plenitud humana (“el Hijo del

Hombre”). Será la semejanza con Jesús, el prototipo de Hombre, la que mida la

recompensa que cada uno reciba, y que, en su máximo, no puede ser otra que la

condición divina.

El tercer texto (Mt 19, 28-29) menciona al “Hijo del Hombre” que se sienta en su trono

de gloria, es decir, que inaugura su reinado. Durante ese reinado, que empieza a partir

de su muerte-resurrección y que continuará a lo largo de toda la historia, el nuevo Israel

universal, representado por los Doce, será un reproche permanente para la infidelidad

del antiguo, que ha rechazado al Mesías y, con su exclusivismo, se ha cerrado al amor

y fraternidad universal.

Los discípulos, partícipes del Espíritu, que les abre el camino de plenitud, quedan

asociados a la realeza mesiánica del “Hijo del Hombre” y su actividad. La calidad y

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desarrollo humano visibles en el nuevo Israel deberían poner en evidencia el

estancamiento del antiguo.

Así, pues, los tres dichos sobre “el Hijo del Hombre” que se refieren a la comunidad

subrayan, en primer lugar, los peligros que la acechan y que impiden su fruto pleno: la

ambición de poder de algunos de sus miembros y la actividad insustancial de otros.

En segundo lugar, recuerda a cada uno que su desarrollo humano en la línea de la

plenitud depende de su modo de proceder. Por último, afirma que la comunidad

cristiana, representada o figurada por los Doce o Israel mesiánico, participa de la

realeza-mesianidad de Jesús y, con su fidelidad a él como prototipo de Hombre,

debería ser el testimonio constante en la historia frente a los que han rechazado a ese

Mesías.

1.4.3 El Hijo del Hombre en la etapa del tránsito

Encontramos el primer texto sobre el tránsito del “Hijo del Hombre” en el

acontecimiento de la resurrección Mt 12,40: “Porque de la misma manera que Jonás =

estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, = así también el Hijo del

hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches.”

Otro pasaje hermoso que encontramos es el de la transfiguración en el cual Jesús se

entrega por el bien de la humanidad y alcanza así la plenitud. Cf. Mt 17,1-6. A través

de este acontecimiento “el Hijo del Hombre” ha querido darles confianza para el futuro,

pues cuando no esté con ellos, como él vencerá la muerte la tendrán que vencer

también ellos. No se quedarán solos, pues la presencia del resucitado permanecerá en

ellos siempre.

Jesús mismo señala que ha de padecer en manos de los que han dado muerte a Juan

Bautista: Mt 17,12: “Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino

que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que

padecer de parte de ellos.”

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Hay ciertas insistencias en boca de Jesús33 que luego veremos evidentes en su

entrega, muerte y resurrección.

Establece claramente la oposición entre ciertos hombres y “el Hijo del Hombre”. Mt

17,22: “Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: “El Hijo del hombre va a ser

entregado en manos de los hombres”.

Próximo a su pasión, menciona la crucifixión del “Hijo del Hombre”. Mt 26,2: “Ya sabéis

que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser

crucificado.” En la crucifixión tenemos la expresión máxima del vencimiento de la

muerte y renace nuevamente el Hombre pleno.

Incluso la última cena se convierte en un episodio particular para simbolizar su entrega

en el pan que se parte y la sangre que se derrama, estableciendo así, una clara

oposición entre un hombre y “el Hijo del Hombre”.

El hombre salva su vida, “el Hijo del Hombre” la entrega, cosa que se consumará en

Getsemaní. Mt 26,45: “Viene entonces donde los discípulos y les dice: Ahora ya podéis

dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser

entregado en manos de pecadores”.

No cabe duda, que Jesús ya estaba preparado para ser entregado por manos de

quienes lo llevarán a la cruz.

1.5 Expresión “El Hijo del Hombre” en Lucas

Así como en Marcos y Mateo, en Lucas encontramos tres clases de dichos en

referencia al “Hijo del Hombre34”

Encontramos los que se refieren a su existencia terrena (ocho textos: 5,24; 6,5.22;

7,34; 9,56.58; 12,10; 19,10), los que hablan de su entrega, muerte y resurrección (siete:

33 Sujeto principal de la actividad mesiánica. Expresiones que salen de su boca encierran un

significado trascendente.

34 Mateos, J. y Camacho, F. (1995). El Hijo del Hombre. Madrid: El Almendro. Pág. 39.

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9,22.44; 11,30; 18,31; 22,22.48; 24,7) y, finalmente, los que hacen referencia a la

existencia posterrena, relación con la dimensión humana (once: 9,26; 12, 8.9.40;

17,22.24.26.30; 21,27.36; 22,69).

Antes de la declaración mesiánica de Pedro- Lc 9,20: Les dijo: “Y vosotros, ¿quién

decís que soy yo?” Pedro le contestó: “El Cristo de Dios.” En este caso Jesús usa la

expresión ante la multitud (Lc 5,24; 7, 33-34). Fariseos y letrados (Lc 5,24; 6,5) o

discípulos (Lc 6,22). La novedad del evangelio de Lucas es que la expresión no es solo

pronunciada ante los discípulos o los doce sino también ante un hombre que luego

decidirá seguirlo (Lc 9,58).

En este evangelio Jesús rectifica la idea mesiánica tanto en los discípulos como en la

gente. Al igual que los evangelistas Mateo y Marcos, Lucas identifica al Mesías con “el

Hijo del Hombre” ante el tribunal judío.

Lc 22,69: “De ahora en adelante, el Hijo del hombre = estará sentado a la diestra = del

poder = de Dios.”

De igual manera en un texto peculiar de Lucas, aparece la denominación en las

palabras de Jesús citadas por los dos hombres que se presentan a las mujeres en el

sepulcro vacío: Lc 24,7: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos

de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite”

1.5.1 El Hijo del Hombre en la etapa terrena

La misión del “Hijo del Hombre”, descrita en el tercer texto de Marcos (Mc 10,45), de

igual forma la encontramos en Lucas pero con un enfoque distinto. Pero se debe

anotar, que Lucas contiene pasajes sobre la existencia terrena del “Hijo del Hombre”

que no encontramos en Marcos. Por tanto, hay temas específicos que encontramos en

Lucas respecto al “Hijo del Hombre”.

En primer lugar tenemos la constante búsqueda de la plenitud humana, dentro del cual

el único modelo por excelencia es el “Hijo del Hombre”. Por supuesto que esta finalidad

conlleva implicaciones respecto a las ideologías opresoras, libertad de acción y

actividad en favor del desarrollo del ser humano. A través de esto se genera la

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hostilidad de la sociedad: Lc 6,22: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os

odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por

causa del Hijo del hombre”.

“El Hijo del Hombre” también nos da ejemplo de libertad y naturalidad en cuanto al

actuar. Hace a un lado todas las prácticas ascéticas prescritas; al dejar todas estas

actitudes que solamente provocan distanciamiento en las relaciones humanas nos

enseña la riqueza de tratar con toda clase de personas: Lc 7,33-34: “Porque ha venido

Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: “Demonio tiene.” 34 Ha

venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí tenéis un comilón y un

borracho, amigo de publicanos y pecadores”

Hay una misión clara transmitida por “el Hijo del Hombre”, la cual excluye toda clase de

imposición o violencia: en el mismo evangelio encontramos afirmaciones que nos

confirman que no ha venido a destruir vidas humanas, sino a salvarlas: Lc 9, 55-56:

“Pero volviéndose, les reprendió; 56 y se fueron a otro pueblo”.

Hay prioridades bastante claras dentro de la proclamación de la buena noticia de

Jesús: la liberación y la plenitud humana. La actitud pasiva del “Hijo del Hombre” es la

que atrae la atención de muchos y luego deciden seguirle. Para mayor sorpresa

algunos que le siguen35 no pertenecen al pueblo judío: Lc 9,58: Jesús le dijo: “Las

zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene

donde reclinar la cabeza.”

La misión del “Hijo del Hombre” es descrita en el evangelio de Lucas como salvar lo

que estaba perdido, incluso fuera del ámbito del sistema judío: Lc 19,10: “Pues el Hijo

del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”

Lucas nos presenta al “Hijo del Hombre” embriagado de todo lo que dignifica a la

persona. Devuelve la esperanza donde se había perdido. Es signo de vida en los

pueblos a los que llega. Su mayor misión era devolver la plenitud a la persona y al

35 Para ser seguidor de Jesús no se requieren criterios normativos que deshumanizan, al

contrario solo se requiere la capacidad de dar respuesta al llamado.

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mismo tiempo abrir los ojos de aquellos para quienes la ley era más importante que el

ser humano.

1.5.2 El Hijo del Hombre en la etapa del tránsito

En Lucas encontramos como en los demás evangelistas, las tres predicciones que

siempre mencionan los episodios de la pasión, muerte y resurrección del “Hijo del

Hombre” ( Lc 9,22.44; Lc 18, 31-33). Sin embargo, Lucas las sitúa en un contexto

particular, después de la curación del niño con epilepsia, acontecimiento que ha

suscitado el entusiasmo de toda la multitud. La predicción menciona únicamente la

entrega del “Hijo del Hombre” (Lc 9,44), es decir la traición y el abandono por parte del

pueblo del que propone un nuevo modelo de hombre.

Es en esta parte crucial donde comienza la oposición entre “el Hijo del Hombre” y

hombres. Específicamente tenemos aquí dos polos: el que ha alcanzado la plenitud

humana y los que quieren impedirla.

Otro episodio claro que nos presenta Lucas es el de la última Cena donde Jesús

anuncia la traición al “Hijo del Hombre” por parte de un hombre36. El sentimiento de

engaño y falsedad de un hombre va a llegar hasta el punto de eliminar todo lo

verdaderamente humano; por lo tanto la recordamos hoy no solamente como la traición

a Jesús sino también a sí mismo y la humanidad entera: Lc 22, 22: “Porque el Hijo del

hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es

entregado!”

Este acontecimiento tiene un desenlace justo en la línea de lo que significa ser un

hombre: De amigo se convierte en enemigo mortal: Lc 22,47-48: “Todavía estaba

hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba él

primero, y se acercó a Jesús para darle un beso. 48 Jesús le dijo: “¡Judas, con un beso

entregas al Hijo del hombre!” ¿Cómo un beso puede adquirir sentidos tan

contradictorios? signo del amor pero signo del odio al mismo tiempo.

36 Mateos, Juan (1995). El Hijo del Hombre. Madrid: El Almendro. Pág. 199.

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Pero no todo se queda en la muerte, puesto que, la resurrección se antepone ante todo

signo de tinieblas y oscuridad. La vida es exaltada cuando Jesús demuestra el Espíritu

que habita en su ser. Ese glorioso acontecimiento lo vemos claramente cuando Jesús

es anunciado en la transfiguración: Lc 9,30-31: “y he aquí que conversaban con él dos

hombres, que eran Moisés y Elías; 31 los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su

partida, que iba a cumplir en Jerusalén”.

Jesús se entrega sin reservas a la humanidad. Gesto que siempre recordamos a través

del compartir en la mesa, al partir el pan que nos alienta para seguir dando respuesta a

nuestro compromiso como hijos de Dios. En el gesto de compartir el pan se nos

recuerda que “el Hijo del Hombre” fue entregado por todos nosotros. La transfiguración

de nuestras vidas nos debe conducir a proclamar sin miedo que el amor del Hombre es

más fuerte que la muerte.

1.5.3 El Hijo del Hombre en la etapa posterrena

En el evangelio de Lucas los dichos relativos a la etapa posterrena mencionan una

llegada del “Hijo del Hombre”. En ocasiones estas expresiones de la etapa en cuestión

adquieren carácter privado, cuando se establecen entre la comunidad de Jesús, en

otras adquieren un carácter público cuando se establece con grupos que no

necesariamente siguen a Jesús.

a) El Hijo del Hombre en la comunidad cristiana

Haciendo referencia a los dichos de carácter privado Lucas establece como en Mc

8,38; el aviso de Jesús a sus seguidores, evitando así que, por el temor a una presión

social poco favorable, se afrenten de su persona y sobre todo de su mensaje; mensaje

que siempre va henchido de amor universal y plenitud.

Lucas insiste sobre la actitud de los seguidores, poniendo dos ejemplificaciones: el

aspecto positivo lo encontramos en el episodio de los que se declaran por Jesús y el

negativo, se hace presente en aquellos que lo niegan: Lc 12, 8-9: “Yo os digo: Por todo

el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por

él ante los ángeles de Dios. 9 Pero el que me niegue delante de los hombres, será

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negado delante de los ángeles de Dios. Se trata de estimular al éxito de lo humano y su

búsqueda por la plenitud37. En la misma línea se debe interpretar Lc 12,40, donde

Jesús les anuncia a sus seguidores la llegada improvista del Hijo del Hombre: Lc 12,

40: También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá

el Hijo del hombre.» Nuevamente el perfil de los textos analizados nos demuestra el

triunfo de lo humano sobre lo inhumano.

b) El Hijo del Hombre frente a la caída de los regímenes paganos

En relación a este apartado, el evangelista sigue el modelo de Mc y utiliza su mismo

estilo simbólico: Lc 21, 25-26: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y

en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26

muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el

mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.”

En este sentido, es claro que para San Lucas, el impacto de Jesús como “Hijo del

Hombre”, tiene un impacto universal, en términos entusiasmo y optimismo a pesar de

las incertidumbres del camino. En “el Hijo del hombre”, ha llegado el momento de la

liberación: Lc 21,28: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y

levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.” y Lc 21,36: “Estad en vela,

pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está por

venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.”

En conclusión, la expresión “el Hijo del Hombre” según los evangelios sinópticos debe

verse conectada directamente con la persona de Jesús de Nazaret, y la riqueza de su

persona, hace rico y distinto el sentido de la expresión, sin embargo, todas ellas

coinciden en el aspecto mesiánico – escatológico de Jesús; su misión liberadora e

instauradora del Reino de Dios en el mundo, que requiere un hombre nuevo de

acuerdo al perfil del “Hijo del Hombre”. Tal como lo sugiere Barret: Jesús es el “Hijo del

37 Grabner-Haider, A. (1975). Vocabulario práctico de la Biblia, Barcelona: Herder.

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Hombre”, en cuanto que vive la vida sencilla de cualquier ser humano (Mc 8,31) y en

cuanto que se manifestará lleno de gloria (Mc 13,26) 38.

Marcos, Mateo y Lucas

Etapa Terrena: orientación de la expresión en cuanto a la actuación terrena del “Hijo

del Hombre”. La valoración que presentan de la expresión nos permite comprender

que Jesús fue verdadero Hombre. Énfasis al carácter antropológico.

Tránsito: orientan la expresión a la actuación del “Hijo del Hombre” durante el período

de la Pasión – Resurrección. Los evangelistas nos permiten valorar la expresión

recordándonos que todo esto sucedió como parte del plan que Dios tenía para su Hijo.

Énfasis al carácter mesiánico.

Etapa posterrena: Aluden al “Hijo del Hombre” que ha de venir. En la presentación

que hacen los evangelistas, Jesús no se designa a sí mismo, sino que precisamente

se distingue del que ha de venir. Le dan a la expresión una orientación escatológica.

38 Barret, Kingsley Charles. (2003). Evangelio según san Juan. Madrid: Cristiandad. Pág. 118

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51

Capítulo III: La expresión “El Hijo del Hombre” en el evangelio de

Juan

1.1 El Hijo del Hombre: expresión e identidad en el evangelio de Juan

Presentación general de la expresión en el evangelio de San Juan.

La expresión: “El Hijo del Hombre” es usada abundantemente en el cuarto Evangelio

(Once veces).39 Y parece indicar una auto-denominación de Jesús, al igual que en los

evangelios sinópticos. Sin embargo causa extrañeza la única aparición de la expresión

sin artículo aplicada a Jesús en Jn 5,27: “y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo

del hombre”. Además, es el único evangelio donde se encuentra la expresión “el Hijo

del Hombre” en boca de alguien diferente de Jesús: Jn 12,34: La gente le respondió:

“Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú

que es preciso que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?”

Cita bíblica Destinatarios La expresión sale

en boca de…

Jn 1,51; 3,13.14;

6,27.53.62;8,29;9,35;

12,23.34

Dos menciones

Jesús / la multitud

Jn 1,51;6,62;13,31 A los discípulos Jesús

Jn 3,13.14 Sin auditorio determinado Jesús

Jn 9,35 Al ciego curado Jesús

Jn 6, 27.53 8,28 A los dirigentes o multitud

judía

Jesús

39 Mateos, J y Barreto, J. (1982): El Evangelio de Juan: Análisis lingüístico y comentario

exegético. Madrid: Cristiandad. Pp. 933.

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Sin duda alguna la expresión “el Hijo del hombre” empleada por Juan, pertenece a la

Tradición común que está detrás de los evangelios, sin embargo se debe recordar, que

la expresión procede – como se ha señalado con anterioridad – de la Tradición

religiosa Judía, especialmente del fenómeno apocalíptico.40

En el pensamiento apocalíptico primitivo, “el Hijo del Hombre” era un ser celeste que,

en el último día había de bajar del cielo y establecer un contacto entre el cielo y la

tierra. Pero Juan no ve solo una figura escatológica sino el eterno contacto entre cielo y

tierra41.

Así como para los demás evangelistas, también para Juan, la expresión presenta la

característica de ser una auto-denominación de Jesús (Jn 12,34) y es tan frecuente en

el cuarto Evangelio como en Marcos (en Marcos 14 veces, en Juan 13 veces).

Para nuestro estudio, el aspecto más importante, quizás tenga que ver con que San

Juan, con dicha expresión evoca la figura del “Hombre” celeste, y el sentido de uno que

incorpora en sí al pueblo de Dios, o a la humanidad en su aspecto ideal.42 El Hombre /

“Hijo del Hombre” significa en boca de Jesús, su propia humanidad que posee la

plenitud del Espíritu, el proyecto divino sobre el hombre realizado en él, el modelo de

hombre, la cumbre de lo humano43.

En este caso, como bien señala R. Brown: en Juan “Jesús no admite ser colocado en

un plano de igualdad con aquellos peregrinos celestes; su relación con el cielo es

mucho más profunda de la que podría derivarse de una visión”.44 Y entonces todo

40 Brown, R.E. (2000). El evangelio según Juan. Madrid: Cristiandad. Pp. 301

41 Barret, Kingsley Charles. (2003). Evangelio según san Juan. Madrid: Cristiandad. Pág. 181

42 Cf. Idem.

43 Mateos, J. y Barreto, J. (1982). El evangelio de Juan: Análisis lingüístico y comentario

exegético. Madrid: Cristiandad.

44 Cf. R. Brown., Op cit. Pp. 381. Obviamente refiere a la visión de Daniel 7.

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aquello de ser elevado (Cf. Jn 31,14), es un asunto que no equivale únicamente al

acontecimiento de su muerte en una cruz, sino a algo más.

La expresión en san Juan encarna la realidad de Jesús mirada desde abajo, desde su

raíz humana, que se ha levantado hasta la absoluta realización por la comunicación del

Espíritu. Su correlativo es el título de el Hijo de Dios, que significa la misma realidad

mirada desde arriba, desde Dios, designando al que es totalmente semejante a él y

posee la condición divina.

La identidad del Hijo del Hombre

A diferencia de los sinópticos, el evangelio de Juan no considera tres etapas en la

existencia del “Hijo del Hombre”. Y si se quisieran agrupar entonces tenemos, que de

todas las veces que Juan emplea la expresión “el Hijo del Hombre” todas tienen que

ver con la gloria futura, y con el juicio final. La expresión subraya entonces el aspecto

de la exaltación de Jesús (Cf. Jn. 3,14; 8,28; 12.34), con la cual se alude tanto a su

crucifixión como a su retorno junto al Padre en el cielo45. Por tanto atendiendo a las

observaciones de los expertos, cabe mencionar, que aquella expresión que indica la

parte terrena de Jesús en los sinópticos, no tiene conrrespondencia en el evangelio de

San Juan. Por eso, tiene razón Barret, cuando afirma que Hijo de Dios e “Hijo del

Hombre”, a primera vista podrían parecer contradictorios.46

En Juan hijo de Dios se aplica algunas veces a un ser que participa de la naturaleza

humana, pero acentuar ese contraste puede llevar a un error de interpretación. “El Hijo

del Hombre” es el hombre que también es Dios. Y que está simultáneamente en el cielo

y en la tierra (Jn 3,13) pero si Juan dice que Jesús es Dios, no es en virtud de un mito

establecido, sino porque, como cristiano, sabe que eso es lo que realmente es Jesús47.

45 Cf. R. Brown., Op cit. Pp. 301.

46 Barret, Kingsley Charles. (2003). Evangelio según san Juan. Madrid: Cristiandad. Págs.117-

120.

47 Barret, Kingsley Charles. (2003). Evangelio según san Juan. Madrid: Cristiandad. Pág. 118

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La expresión “el Hijo del Hombre” no es simplemente una expresión cuya ambigüedad

lingüística le sirve al autor para explicar el misterio de Jesús de Nazaret.

En el cuarto evangelio no existe nunca la menor duda de que el evangelista está

hablando de una persona real, es decir, de un individuo concreto e histórico de la raza

humana, “Jesús de Nazaret, el hijo de José” (Jn 1,45). Trabaja, se fatiga, tiene sed, se

alegra y se entristece, llora, sufre y muere. Sus relaciones con otros hombres son tales

que pudiera expresarse en términos de amor, confianza y obediencia, y esto no en

sentido simbólico o sublimado, sino a la manera como los hombres aman, confían y

obedecen a quien es su señor y maestro (Jn 13,13). Su gloria es la transfiguración de

una vida humana por medio de un acto supremo de auto-sacrificio; él entrega su vida

por sus amigos48, como muchos hombres lo han hecho (Jn 15,13). Y sin embargo, dice

el evangelista, en todo esto él era mucho más que un individuo entre otros muchos.

Definitivamente, él era el verdadero yo de la raza humana, que se hallaba en esa

perfecta unión con Dios a la que otros sólo pueden acceder en tanto que están

incorporados a él; la mente cuyo pensamiento es la verdad absoluta (Jn 14,6), que

otros viven al compartirla con él (Jn 14,6.20; 6,57).

La condición de “Hijo del Hombre” realizada en Jesús aparece en este evangelio como

el prototipo de Hombre pleno, meta del desarrollo de la persona, que se propone a todo

ser humano y a la que todos debemos aspirar, el punto de llegada del proceso

expresado en el prólogo con la frase Jn 1,12: “los hizo capaces de hacerse hijos de

Dios”, Juan Mateos (1995). Pero como advierte Dodd (1978)49, “un individualismo

48 Si todos tomáramos esa actitud de generosidad y entrega al igual que el Maestro las cosas

en nuestro mundo fueran distintas. Verdaderamente “el Hijo del Hombre” nos da un ejemplo

pleno de AMOR SIN LÍMITES AL PRÓJIMO.

49 Dodd, C.H (1978): Interpretación del Cuarto Evangelio. Madrid: Cristiandad. Pág. 253.

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55

ingenuo respecto al hombre, o un antropomorfismo ingenuo respecto a Dios, hace un

absurdo de la cristología joánica”50.

El acontecimiento histórico de Jesús proyecta esa doble realidad, pero no hay que

perder de vista que se trata de una sola: la divinidad que lo inunda y la escatología que

lo define. Juan siempre habla de Jesús directamente, no del Logos51; éste ciertamente

se expresa en formas humanas, desbordando lo humano, pero sin desvirtuarlo. Juan

no habla de un Dios que se pasea por la tierra, sino de un hombre cuya realidad ha

quedado tan trascendida, que en su rostro brilla la escatología. 52

La figura del “Hijo del Hombre” presentada por Juan se identifica pues, con tres

elementos fundamentales: Amor universal, realización humana y vida en abundancia.

Todos ellos, expresados desde la figura histórica de Jesús que para Juan anticipa al

resucitado. Ciertamente, ese Jesús ha tenido un comienzo en este mundo, pero su

realidad siempre ha existido en Dios. Éste es el personaje que vibra en el cuarto

evangelio. De ahí, la repetición hasta la saciedad de la palabra hombre, aplicada a

Jesús.

1.2 Significado de la expresión “el Hijo del Hombre” en el evangelio de

Juan

En esta sección tendremos un contacto más cercano con algunas citas del evangelio

en cuestión, con el fin de comprender el uso y significado que Juan le da a la expresión

en los distintos momentos.

50 Una filosofía cristiana que partiera de la doctrina joánica de Jesús como “Hijo del Hombre”

sería capaz de superar el impasse en que cayó todo el pensamiento antiguo y dar razón de la

personalidad en Dios y en nosotros mismos.

51 Logos (en griego λóγος -lôgos- ) significa: la palabra en cuanto meditada, reflexionada

o razonada, es decir: "razonamiento", "argumentación", "habla" o "discurso".

52 Sánchez, Secundino. (2008). Evangelio de Juan. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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56

La expresión el Hijo del Hombre en el evangelio de Juan53

Cita bíblica Énfasis aplicado a la expresión

1, 51 y 3, 13

Usan los términos subir y descender del

“Hijo del hombre” (ἀναβαίνοντας καὶ

καταβαίνοντας).

3, 14; 8, 28; 12, 34

Usan las expresiones «es necesario» y

“ser levantado” (ύψόω).

6, 62 La preexistencia del “Hijo del Hombre”,

“subir” y “primero” (πρότερον).

5, 27 La autoridad para hacer el juicio del “Hijo

del Hombre” (ἐξουσία).

9, 35 Creer en “el Hijo del Hombre” (πιστεύεις).

6, 27; 6, 53 La comida y vida eterna en “el Hijo del

Hombre” (ζωή) (έσθίω).

12, 23; 13, 31 La glorificación del “Hijo del Hombre”

(δοξάζω)

No podemos olvidar que cuando el evangelista utiliza la expresión, esto exige un

significado-interpretación por el contexto donde se está aplicando. Es lo que a

continuación se presenta.

53 Carbullanca, César. (2012). El Hijo del Hombre joánico. Chile: Teológicas.

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La expresión el Hijo del Hombre en el evangelio de Juan

Cita bíblica Significado de la expresión en el

contexto

1, 51 y 3, 13

El primer texto que menciona al “Hijo del

Hombre” es Jn 1, 51 que está en un

contexto de diálogo con los discípulos.

Jesús opone el apelativo el Hombre al de

Hijo de Dios, rey de Israel. Aquí la

expresión aparece como prototipo de

Hombre pleno.

Tanto el relato 1,51 como 3,13, utilizan el

esquema de correspondencia arriba /

abajo.

En 3,13, se identifica como lugar del juicio

no los cielos sino la tierra. La identidad de

Jesús como “Hijo del Hombre” se describe

como “el que ha bajado del cielo”.

El texto de Jn 3,14 es dirigido a un

representante judío. El uso de la

expresión muestra una perspectiva

apocalíptica de los eventos narrados

similar a la encontrada en Mc 8,11. El ser

levantado en alto representa la muerte en

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3, 14; 8, 28; 12, 34

cruz, resalta así la máxima exaltación de

la persona.

En Jn 8,28. La expresión está en un

contexto polémico sobre la luz del mundo.

La expresión yo soy, connota en primer

lugar la crucifixión, pero en íntima relación

con la resurrección. La cruz es el

resplandor del amor, la luz de la entrega,

de donde brota la resurrección.

En Jn 12,34. El contexto está

representado por la multitud. Los oyentes

se sorprenden de que el Mesías, “el Hijo

del Hombre”, tenga que pasar por una

suerte tan extraña. Desde este momento

aprovecha para proclamarse luz y hacer

un canto a esa luz que es él.

6, 62

La escena ocurre en discusión de Jesús

con los discípulos. “El Hijo del Hombre”

sabe perfectamente lo que hay en el

corazón de sus seguidores. Todo esto lo

remite a dos hechos concretos: su retorno

al lugar primero, es decir, a su estancia

con el Padre; alusión a su ascensión y por

consiguiente a su condición de resucitado.

5, 27

La expresión está colocada en el contexto

polémico de una sanación en presencia

de los judíos y en día sábado. El poderío

de Jesús queda suficientemente

esclarecido con la alusión a su filiación

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divina, pero era necesario determinar que

esa “dínamis” se ejerce desde su ser de

hombre.

9, 35

La expresión se coloca en un contexto en

que la recuperacion de la vista pasa a un

conflicto con los fariseos y judíos debido a

que lo había realizado en día sábado.

Estamos frente a un confesión cristológica

sobre “el Hijo del Hombre”: “crees tú en el

Hijo del Hombre”, la cual tiene un carácter

paradójico. La relación fe/visión, así como

ceguera /endurecimiento atraviesa, desde

un comienzo todo el cuarto evangelio. El

texto tiene claras referencias a la

situación que vive la comunidad joánica

donde los cristianos están amenazados

con la expulsión de la sinagoga.

6, 27; 6, 53

En Jn 6,27 la expresión está orientada

hacia un contexto de la multitud y tiene un

claro contexto polémico. Jesús les invita a

buscar un alimento superior, el que

permanece para la vida eterna. Está

contraponiendo la vida de este mundo y

esa otra vida que plenifica al hombre ya

aquí abajo, y subsiste siempre. Vida que

da el Padre a través del que ha marcado

con su sello, es decir, aquel que es su

expresión, que lleva la marca de Dios en

su ser, que posee su Espíritu; “el Hijo del

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Hombre.”

En Jn 6,53 la expresión es presentada

como la asimilación al modelo de Hombre,

es decir, a su vida y a su muerte, la que

da al hombre la vida definitiva.

12, 23; 13, 31

En Jn 12,23. La expresión está

contextualizada dentro de una serie de

referencias a la futura muerte del “Hijo del

Hombre”. De manera especial está en

relación a la muerte de Lázaro. Es la

primera oportunidad en que Jesús afirma

que la hora del “Hijo del Hombre” es la

hora de su crucifixión.

En Jn 13,31. La expresión está en

sintonía con el contexto de la última cena.

El texto comienza con la expresión

“cuando”, como comienzo de los dolores

escatológicos.

Al haber establecido la comparación del uso de la expresión “el Hijo del Hombre” en el

evangelio de Juan, es preciso mencionar que las distintas aplicaciones que se hacen

responden a la única finalidad de dar a conocer la misión e identidad de Jesús en el

mundo como el verdadero Hombre, no sólo como identidad carnal, sino como lo

verdaderamente humano en el sentido amplio de la palabra.54 Juan enaltece tanto lo

humano de Jesús, que se contempla como si siempre hubiera existido.

54 Sánchez, Secundino. (2008). Evangelio de Juan. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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1.3 Significado de la expresión “el Hijo del Hombre” en la teología de Juan

Antes de establecer el significado teológico que Juan le da a la expresión “el Hijo del

Hombre” es necesario tener en cuenta los siguientes planteamientos que de una

manera u otra amplían nuestra valoración y análisis bíblico en cuestión.

“El Hijo del Hombre” en la teología de Juan, es una expresión totalmente dependiente

de la encarnación (Jn 1,14).

Algunos autores como O. Culmann y C. Golpe sugieren que “El Logos se hizo carne”,

es una posible referencia al “Hijo del Hombre” y F. M. Braun explica la relación entre el

Logos y “el Hijo del hombre”. Cuando el Logos se hizo carne se hizo “Hijo del Hombre”.

El punto culminante de la revelación y del juicio tuvo lugar en la cruz.

“El Hijo del Hombre” es, por tanto, en el cuarto evangelio, el Hijo o el Hijo de Dios que

encuentra a los hombres en Jesús de Nazaret, el Jesús de Nazaret terreno, y de este

modo posibilita la comunicación necesaria con el mundo celeste.

Juan ha subordinado conscientemente este título apocalíptico al de Hijo de Dios y a la

cristología del Enviado. El evangelio de Juan es un testimonio vibrante de que Dios se

ha manifestado como amor en Jesús, su enviado (Jn 17,3).

El uso que hace el evangelista de esta expresión “el Hijo del Hombre” quiere resaltar el

carácter antropológico que la constituye. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne55 (Jn

1, 1-8).

El prólogo nos ofrece una clave muy importante para comprender que la expresión “el

Hijo del Hombre” no solamente se reduce a una simple frase sino que tiene una

implicación teológica y al mismo tiempo revela una identidad concreta: Jn 1,14: “La

55 Dios no ha permanecido callado, encerrado para siempre en su misterio. Se nos ha querido

comunicar. Ha querido decirnos su amor y darnos a conocer su proyecto.

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Palabra de Dios se ha hecho carne, ha puesto su morada entre nosotros y hemos

contemplado su gloria”. 56

“Dios no se nos ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Se ha

encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más

sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se

encierra en Jesús” (Pagola, 2012)57.

Al ir recorriendo este evangelio hemos de recordar que en las palabras y los gestos de

Jesús nos estamos encontrando con el mismo Dios. Dentro de la diversidad de

imágenes, títulos y símbolos que nos presenta Juan respecto a Jesús. Debemos

valorar la orientación teológica clara que ofrece de Jesús en la expresión “el Hijo del

Hombre”, mediante la cual se nos da a conocer la fuerza salvadora de Jesucristo, que

como Enviado del Padre, responde plenamente a las necesidades fundamentales de la

existencia humana.

Finalmente podemos decir que la expresión “el Hijo del Hombre” en la teología de Juan

es altamente antropológica y sin duda reveladora. La revelación la encontramos en Jn

1,18: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,

él lo ha contado”. Es decir que Jesús es el rostro humano de Dios. Pues conociendo de

cerca a Jesús vamos conociendo a Dios.

Desde esta perspectiva teológica, se entiende entonces, que para alcanzar la plenitud

antroplógica que nos ofrece el evangelista en torno a la expresión “el Hijo del Hombre”,

donde se nos revela la identidad de Jesús, sea preciso antes que todo “nacer de

nuevo” (Jn 3, 1-6).

56 Gloria que se expande también por el mundo entero, porque el evangelista ha confesado no

pocas veces que el evangelio se abre a la universalidad (4,45-50; 12,20-22; 21,1-2).

57 Pagola, José Antonio. (2012). El camino abierto por Jesús. Evangelio de Juan. Madrid: PPC.

Pág. 16.

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Capítulo IV: “El Hijo del Hombre”, modelo universal de la humanidad

1.1 “El Hijo del Hombre”: modelo de humanidad

A través de este gran recorrido bíblico hemos venido confirmando que la expresión “el

Hijo del Hombre” tiene en sí misma una prevalencia de carácter antropológico y

teológico. Sin embargo, nuestra constatación nos ha llevado a descubrir cómo en el

evangelio de san Juan, el tema de la exaltación presente en la expresión “el Hijo del

Hombre”, no menoscaba o anula el aspecto antropológico de la expresión, sino al

contrario, la dimensiona en su justo lugar: el Enviado del Padre es tan humano como

sus seguidores.

“El Hijo del Hombre”, que es Jesús mismo se nos presenta como el modelo de

humanidad en nuestra vida y en nuestra sociedad. Es el modelo de entrega, obediencia

y disponibilidad para todos los cristianos, sus enseñanzas deben ser para nosotros

una regla de vida que se traduzcan en una experiencia cristiana auténtica.

En muchas ocasiones olvidamos que Jesús también fue humano como nosotros. Ante

tal actitud nuestro compromiso como cristianos debe estar orientado a la construcción

de una sociedad nueva, una iglesia nueva.

Jesús es el Verdadero Hombre que viene a dar un toque distinto a la humanidad. Lo

que era odio lo convierte en amor, lo que era denigrante lo desecha y también devuelve

la dignidad al ser humano. En toda su vida pública nos enseña que para ser un

verdadero Hijo de Dios hace falta ser un verdadero “Hijo del Hombre”.

Cuántas veces nos habremos hecho esta pregunta en nuestra vida cristiana: ¿Cuántas

ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender para dejarnos atraer y

seducir por ese Dios que se nos revela en “el Hijo del Hombre”?

Todo habrá de cambiar en nuestra vida cuando reconozcamos por fin que Jesús, “el

Hijo del Hombre”, es el rostro humano de Dios y verdadero modelo de humanidad.

Una de las grandes contradicciones que podemos cometer los cristianos es confesar

con entusiasmo al Dios vivo y olvidar que Jesús está en medio de nosotros.

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Dios ha bajado a lo profundo de nuestra existencia, y la vida nos sigue pareciendo

vacía. Para alimentar nuestra alegría de sentirnos parte de la humanidad de Jesús, “el

Hijo del Hombre”, es necesario descubrir en el fondo de nuestra existencia, la verdad y

la gracia de Dios que lo llena todo.

Dejemos que nuestro corazón se sienta penetrado por esa vida de Dios que también

hoy quiere habitar en nosotros y así alcanzaremos la perfecta alegría de sentirnos parte

de su proyecto que es la Iglesia.

1.2 “El Hijo del Hombre”: Una llamada al Amor universal

El modelo que ofrece Jesús es su actitud; la de un amor universal, gratuito y sin

reservas, manifestado en su actividad y llevado hasta el extremo en el don de su vida.

Ese amor se irá realizando en sus seguidores en la medida de sus capacidades y en

proporción a su praxis, e irá desarrollando las potencialidades propias de cada uno.

La primacía del amor, dimensión común a todos los seres humanos, hace que la figura

de Jesús pueda ser patrimonio de la humanidad entera. Nos da ejemplo de un amor sin

límites y cuando verdaderamente buscamos un camino que oriente nuestra vida no hay

mejor modelo que él.

En Jesús se manifiestan todas las facetas del amor: es enérgico con los opresores del

pueblo (Mt 23 par); paciente con los discípulos que no entienden (Mc 8,21), tierno con

los que sufren, como lo expresa el verbo “conmoverse”, que describe la reacción de

Jesús ante la desgracia o la miseria (Mc 1,41 parr: leproso; 6,34 parr. Y 8,2 parr:

multitudes).

Con las personas que lo siguen no manifiesta un comportamiento tosco ni mucho

menos insensible. Al contrario desprende una ternura y una cercanía sorprendente

hacia ellos (Mc 3,35 parr: hermano, hermana y madre) y lo demuestra en particular a

los “pequeños” (Mc 9,6: abrazo, cf. 10,16).

Manifiesta ternura hacia las personas que lo necesitan, a los que se acercan a él al

igual que la Samaritana para saciar la sed (Cf. Jn 4). Pero también reprende a aquellos

que actúan de forma injusta con los demás. Cuando las personas se cierran a su

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escucha también los cuestiona y les invita a practicar el mensaje del Padre en sus

vidas.

Algunas citas bíblicas donde son evidentes estos detalles: Cuando sus seguidores se

cierran a la acogida de su enseñanza (Mc 4,40; 7,18) o cuando en ellos también

comienza a tomar lugar el deseo de triunfalismo (Mt 16,23). De esta manera Jesús

integra así los dos componentes del ser humano: el “masculino” (fuerza) y el “femenino”

(ternura).

Con Jesús todo empieza a ser diferente. El temor al juicio deja paso al gozo de acoger

a Dios, amigo de la vida. Ya nadie habla de su “ira” inminente. Jesús invita a la

confianza total en un Dios Padre. No solo cambia la experiencia religiosa del pueblo,

también se transforma la figura misma de Jesús.

La opción por un amor universal va incluida en la adhesión a Jesús; la respuesta a esa

opción, teológicamente formulada como la infusión al Espíritu, produce en el hombre

una experiencia interior58, puntual o gradual que cambia su visión respecto a Dios, a la

humanidad y al mundo: es entonces cuando el cristiano descubre que Dios es amor

dador de vida sin límite ni reservas y que él es objeto de ese amor, lo que lo lleva a la

aceptación de sí mismo y le garantiza el éxito de su proyecto vital; la nueva vida que

experimenta le hace comprender que la humanidad y el mundo han de ser objeto de su

amor activo.

Esta experiencia de encuentro personal con “el Hijo del Hombre” supone muchas veces

un cambio radical de la idea de Dios: cesa definitivamente la de un Dios distante y

temible, imprevisible y arbitrario, impositivo y humillador, para dar paso al Padre

cercano, todo bondad y amor incondicional del hombre.

58 Rom 5,5: “El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que

nos ha dado.”

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Mientras no se tenga una experiencia semejante, habrá a lo sumo un cristianismo

intelectual: Dios será un concepto, no una realidad; su existencia será un postulado, no

una vivencia59.

¿Me amas? Esta pregunta que el Resucitado dirige a Pedro (Jn 21) nos recuerda a

todos los que nos decimos creyentes que la vitalidad de la fe no es un asunto de

comprensión intelectual, sino de amor a Jesús. Es el amor lo que permite a Pedro

entrar en una relación viva con Cristo resucitado y lo que nos puede introducir también

a nosotros en el misterio cristiano. “El que no ama, apenas puede entender algo acerca

de la fe cristiana” (Pagola, 2012)60.

Por lo tanto, no debemos olvidar que el amor brota en nosotros cuando comenzamos a

abrirnos a otra persona en una actitud de confianza y entrega que va siempre más allá

de razones, pruebas y demostraciones. De alguna manera, amar es siempre

aventurarse en el otro.

En nuestra experiencia de fe cristiana, tenemos razones para creer en Jesús. Nuestro

amor debe partir de la raíz de nuestro corazón y no solamente desde el nivel racional

pues es una equivocación creer en Jesús desde la simple racionalización.

Jesús nos hace una invitación universal “Permaneced en mi amor” (Jn 15,9). Es lo

primero. No se trata solo de vivir en una religión, sino de vivir en el amor con que nos

ama Jesús, el amor que recibe del Padre. Ser cristiano no es en primer lugar un asunto

doctrinal, sino una cuestión de amor.

59 En nuestra vida, la experiencia de Dios debe ser transparente. Una experiencia que debemos

alimentar con el Pan de la Palabra pues esta nos revela el verdadero rostro de Dios y el

verdadero camino de realización humana.

60 Pagola, José Antonio. (2012). El camino abierto por Jesús. Evangelio de Juan. Madrid: PPC.

Pág. 255.

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1.3 “El Hijo del Hombre”: Una llamada al seguimiento

En nuestra iglesia, una de las constantes invitaciones es el seguimiento a Jesús como

modelo de la verdadera realización humana. Pues seguirlo con autenticidad es lo que

nos hace verdaderos cristianos. Aunque a veces lo olvidamos, esa debe ser nuestra

prioridad: Seguir a Jesús.

Seguir a Jesús es también estar al tanto de las realidades que viven nuestros pueblos.

Implica poner nuestra mirada en los más pobres, en el enfermo que está en la calle sin

recibir una curación necesaria, en los desvalidos.

Si verdaderamente seguimos al “Hijo del Hombre” entonces nuestra vida debe ser un

resplandor de la misericordia y compasión con el prójimo. Cuando en nuestra iglesia

caminamos divididos, sin rumbo fijo, entonces no estamos siguiendo el camino

auténtico de Jesús.

En el seguimiento que el cristiano hace en búsqueda de Jesús deben prevalecer los

siguientes criterios:

En el evangelio de Juan encontramos un pasaje que amplía nuestra mirada hacia “el

Hijo del Hombre” como camino y seguimiento cristiano: Jn 14, 5-6: Le dice Tomás:

“Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Le dice Jesús:

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”

Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de

Dios. Él nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano. Hoy son

muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. “No son

ateos. Nunca han rechazado a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si

AMOR CONVERSIÓN CONFIANZA

CAMINO

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creen o no. Tal vez han dejado la iglesia porque no han encontrado en ella un camino

atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos

“Dios”. (Pagola, 2012)61.

Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Jesús es

más grande que la Iglesia. No debemos confundir a Cristo con los cristianos. Mucho

menos confundir su evangelio con nuestras interpretaciones que a veces están

alejadas del corazón de Dios. Sin duda alguna, caminar hacia el Padre es seguir los

pasos de Jesús.

Decir desde nuestra experiencia personal que Jesús es el camino, la verdad y la vida,

implica ciertos desafíos.

En primer lugar, descubrirlo como camino62. Escuchar en él la invitación a caminar,

avanzar siempre, no detenernos nunca, renovarnos constantemente, ahondar en la

vida, construir un mundo justo, hacer una iglesia más evangélica. Apoyarnos en Cristo

para andar día a día el camino doloroso y al mismo tiempo gozoso que va desde la

desconfianza a la fe.

Encontrar en Cristo la Verdad. Descubrir desde él a Dios en la raíz y en el término del

amor que los seres humanos damos y acogemos. Darnos cuenta, por fin, que la

persona solo es humana en el amor.

Por último, encontrar en Cristo la Vida. En realidad, las personas creemos a aquel que

nos da vida. Por eso, ser cristiano no es admirar a un líder ni formular una confesión

sobre Cristo. Es encontrarnos con un Cristo vivo y capaz de hacernos vivir.

61 Pagola, José Antonio. (2012). El camino abierto por Jesús. Evangelio de Juan. Madrid: PPC.

Pág.188.

62 Camino que implica renuncias, opciones y confrontaciones. Ser seguidor de Jesús es ir

contra corriente, es enfrentarse a un mundo donde lo más importante es la satisfacción egoísta

y la indiferencia a las diversas realidades fragmentadas.

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Jesús es “camino, verdad y vida”. Es otro modo de caminar por la vida. Otra manera de

ver y sentir la existencia. Otra dimensión más honda. Otra lucidez y otra generosidad.

Otro horizonte y otra comprensión. Otra luz. Otra energía. Otro modo de ser. Otra

libertad. Otra esperanza63. Otro vivir y otro morir.

A partir del seguimiento a Jesús que podamos dar en nuestra vida se definirá la Iglesia

que estamos construyendo. Es entonces cuando resulta importante evaluarnos si

somos parte de los que integran el cambio en nuestra iglesia. O simplemente somos

sujetos pasivos que no nos dejamos interpelar por las Palabras de Jesús y de la

realidad eclesial; siempre que nos atrevemos a vivir algo de la bondad, la libertad, la

compasión que Jesús introdujo en el mundo, estamos haciendo más creíble a un Dios

Padre, último fundamento de nuestra esperanza.

1.4 “El Hijo del Hombre”: Una llamada a la convivencia y la comunión

En el evangelio de Juan encontramos una serie de pasajes que nos dejan un mensaje

apropiado a todos los cristianos para reflexionar en cuanto a nuestra actitud de

convivencia y comunión. La expresión “el Hijo del Hombre” contiene ese mensaje de

convivenvia y comunión entre el cielo y la tierra: Jn 3,13-14: “Nadie ha subido al cielo,

sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo.”

No hay otro modo de ser de la comunidad de Jesús y hombre cristiano en el evangelio

de San juan, si no es “permaneciendo en él”, pues tal permanencia en su amor, no es

garantía, pero sí la puerta segura a la comunión y convivencia universal. En este

sentido habría que leer Jn 15,1-8, donde se nos presenta de una manera hermosa a

través de una alegoría, que la comunión con Cristo es la clave de la comunión con los

demás.

El pasaje de la Vid y los Sarmientos lo podemos entender hoy como la enseñanza del

“Hijo del Hombre”, que el ser humano es convivencia, es comunión. Estar con Cristo

63 Como cristianos del S. XXI, es preciso preguntarnos si realmente somos esperanza de la

Iglesia. Esperanza entendida como la actitud de compartir el mensaje del Evangelio que

sacude nuestra mente y nuestro corazón para llegar a Dios.

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no se traduce de otro modo en la propia vida o en la vida de la comunidad. Desde esta

comparación, enseguida se percibe que la revelación de Jesús no es tanto un proyecto

en cuanto una vida en permanencia mutua. En Cristo y la comunidad. Sin embargo la

clave de toda vida comunitaria, está en permanecer en Jesús.

Desde la permanencia en Jesús se logra la sintonía con él. Otro de los frutos de esta

permanencia es la eficacia de la oración en el cristiano: “Si permanecéis en mí, y mis

palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis” (15,7).

El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples

formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta

gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de

cerca y le siguieron.

Pero en Juan, no podemos sólo ver en la expresión una llamada a la convivencia y a la

comunión. Sino de manera especial, a la asociación íntima. No se trata de algo que se

construye en la superficie o en la periferia de nuestras vidas. De tal cuenta, oímos a

Jesús en Jn 6, 53: “En verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no

bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”

Ser cristiano hoy exige una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de

su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de un contacto más

inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede

convertir en una enfermedad mortal.

Lo decisivo es “permanecer en él”: aplicar toda nuestra atención al evangelio; alimentar

en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él, no

transmitiendo palabras que los confundan y apaguen su fe64. La actitud clave para

hacer brillar una Iglesia arraigada en “el Hijo del Hombre” es decir en Jesús es no

64 La fe comienza a desfigurarse cuando olvidamos que, antes que nada, es un encuentro

personal con Cristo. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo y en él va

descubriendo a un Dios Amor que cada día le convence y atrae más. Lo dice muy bien Juan:

“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor” (1

Jn 4,16).

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apartarnos de su proyecto. La falta de contacto interior con Cristo como fuente de vida

conduce poco a poco a un ateísmo práctico. De nada sirve seguir confesando fórmulas

si no se conoce la comunicación cálida, gozosa y revitalizadora que nos ha aportado él,

“el Hijo del Hombre”.

Ningún evangelista ha subrayado tanto como Juan el carácter eucarístico de la

multiplicación de los panes. Relato que nos traslada inmediatamente a la comunión. La

eucaristía tendría que ser para los creyentes una invitación constante a vivir

compartiendo lo nuestro con los necesitados, aunque sea poco, aunque solo sean

“cinco panes y dos peces” (cf. Jn 6).

La eucaristía nos obliga a preguntarnos qué relaciones existen entre aquellos que la

celebramos, pues, es signo de comunión fraterna. Cuando falta la fraternidad, sobra la

eucaristía (Luis González Carvajal). Es decir, que cuando no hay justicia, cuando no se

vive de manera solidaria, cuando no se trabaja por cambiar las cosas, cuando no se ve

el esfuerzo por compartir los problemas de los que sufren, la celebración queda vacía

de sentido.

El pan de la Eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo. Nos impulsa a

ir creando una mayor comunicación y solidaridad, y no un mundo en el que nos

desatendamos unos de otros. A través de la convivencia y la comunión obtenemos el

amor.

En síntesis, es nuestra responsabilidad convertir nuestras comunidades eclesiales en

espacios de auténtica comunión y convivencia para los fieles, y más aún para la

juventud actual que son el futuro de nuestra Iglesia.

COMUNIÓN CONVIVENCIA

LA EUCARISTÍA

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No se puede ser cristiano en solitario, pues el mandamiento más importante del “Hijo

del Hombre”, es el amor, y para eso hace falta una comunidad. Es Jesús, “el Hijo del

Hombre”, modelo por excelencia de la convivencia y comunión universal de la

humanidad.

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Conclusiones

Al finalizar la presente investigación, sobre la comprensión de la expresión “el Hijo del

Hombre” en boca de Jesús según san Juan, podemos señalar como puntos

conclusivos más importantes, los siguientes:

La expresión: “el Hijo del Hombre”, significa en principio, tanto en hebreo como en

arameo simplemente “hombre”. Proviene del lenguaje ordinario, es decir, equivale a

“el hombre”, o en general “algún hombre” como Jesús.

La expresión “el Hijo del Hombre” en boca de Jesús según san Juan, está en

sintonía con el pensamiento religioso de la Tradición bíblica del Antiguo

Testamento, a partir de la cual hemos afirmado que la expresión contiene un

sentido mesiánico y escatológico.

La expresión “el Hijo del Hombre” en boca de Jesús según san Juan, no es una

creación del cuarto evangelista, puesto que hemos verificado que en términos

generales, ésta no se aparta de la Tradición sinóptica. Por lo cual, debe

considerarse que la expresión en San Juan, ha sido tomada de una fuente común a

la Tradición Sinóptica.

En el cuarto evangelio, la expresión “el Hijo del Hombre” en boca de Jesús

presenta como novedad, el aspecto que define su realidad antropológica y su

identidad como el enviado del Padre para dar su vida en rescate de la humanidad.

No se aparta el cuarto evangelista de la consideración teológica de la expresión,

pero es de suma importancia leer e interpretar dicha expresión, conectada a la

expresión joánica de la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14).

El cuarto evangelista, hace una presentación de la expresión “el Hijo del Hombre”,

en sintonía con la Tradición Cristiana, para indicar que es el título cristológico que

Jesús emplea con mayor frecuencia cuando habla de sí mismo.

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Se constata además, que si la expresión “el Hijo del Hombre”, no era un título

habitual de la esperanza mesiánica, es una expresión que responde perfectamente

al modo de la predicación de Jesús, que se expresa mediante palabras enigmáticas

y parábolas, intentando conducir paulatinamente hacia el misterio, que solamente

puede descubrirse verdaderamente siguiéndole a él.

En la enigmática expresión “el Hijo del Hombre”, descubrimos con claridad la

esencia propia de la figura de Jesús, de su misión y de su ser. Proviene de Dios es

de Dios, pero precisamente así – asumiendo la naturaleza humana es portador de

la verdadera humanidad.

“El Hijo del Hombre” es uno solo, Jesús. Esta identidad nos indica el camino, nos

manifiesta el criterio por el que se juzgará nuestra vida en su momento.

Los títulos cristológicos implican la trascendencia de Jesús, pero tomados

aisladamente corren el peligro de desfigurar al Jesús histórico más que explicar su

trascendencia.

En “el Hijo del Hombre”, prototipo de ser humano, del que Jesús aparece como

pionero, se realiza una síntesis entre el mundo interior y el exterior, entre

espiritualidad y acción, pues la presencia del Espíritu en Jesús define, por una

parte, su ser y, por otra, inseparablemente, su misión. El ser del “Hijo del Hombre”

se expresa en su actividad, que busca comunicar plenitud de amor y vida; y

viceversa, esa actividad revela su ser más profundo.

La figura del “Hijo del Hombre” tipificada en Jesús, aparece como el paradigma de

todos los valores humanos, sintetizados en el amor sin límites a la humanidad,

amor que produce la excelencia del ser y hace fecunda su actividad. Se revela,

pues, en “el Hijo del Hombre” toda la nobleza y dignidad del ser humano, su

autonomía y libertad, su fuerza y su ternura, su amplitud de espíritu y su

comprensión, su solidaridad, fraternidad y respeto para con sus semejantes, su

labor infatigable por el bien de todos, su coherencia hasta el fin.

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“El Hijo del Hombre” no huye del mundo ni de la realidad humana, al contrario, se

implica en ella, tomando partido por los débiles y oprimidos hasta dar la vida, con

un amor que nunca se desmiente, para abrir a todos el camino de la plenitud e

impulsar la creación de una sociedad nueva.

Desde el punto de vista de la teología del “Hijo del Hombre” el cristianismo resulta

ser un humanismo pleno; de hecho, es el único que propone como meta la

realización del ser humano. Una realización trascendente que dignifica al ser

humano.

La expresión “el Hijo del Hombre”, que designa al Hombre-Dios cuyo prototipo es

Jesús, muestra que el interés primordial de Dios es el ser humano, y que su

proyecto consiste en hacer de él un “hijo” suyo, en la línea de Jesús, es decir, en

que desarrolle al máximo sus posibilidades. Todo lo demás ha de estar en función

de ese proyecto: la plena realización en nuestra vida como cristianos e hijos de

Dios.

Pastoralmente, la expresión “el Hijo del Hombre”, invita a todos los cristianos a ser

hombres y mujeres que construyan un criterio evangélico más coherente con la

vida, puesto que, es únicamente en Jesús donde encontramos respuesta a los

desafíos que la iglesia actual nos presenta en cuanto a la misión evangelizadora.

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ANEXOS

ANEXO 1

EL EVANGELIO DE JUAN

1. Autor

La cuestión de la autoría del evangelio de Juan ha sido de las más estudiadas y

desarrolladas y a la fecha la más aceptada es la que se remonta a finales del siglo II,

con Ireneo, la cual indica que el autor de este evangelio es Juan, el hijo de Zebedeo y

hermano de Santiago.

Se critica en este sentido, la tradición sobre un Juan, el presbítero, que está ligada a la

Iglesia de Éfeso. La composición progresiva del evangelio hace difícil situar a Juan en

los distintos niveles de su elaboración; además, la composición del evangelio se sitúa

en la segunda mitad del siglo II.

A lo interno de este evangelio, se niega la identidad del discípulo amado que ha escrito

estas cosas (Tuñí y Alegre, 2005).

El evangelista expresa que Jesús realizó mucho otros signos, pero que estos fueron

escritos para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y para que

tengamos vida en su nombre (Jn 20,30-31). Es una clara invitación a la fe que tiene un

carácter universal.

El problema no se centra en quién es el autor sino en los orígenes de la visión joánica.

Juan le da un toque especial a su evangelio, acercándonos a la persona de Jesús de

un modo extraordinario. El acercamiento a la lectura de Juan nos hace sentir,

experimentar a Dios.

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2. Aspectos literarios

Este evangelio, tan profundo, y de majestad teológica inigualable, ha sido compuesto

en un estilo extremadamente sencillo, con una sintaxis elemental y un vocabulario

reducido. Sólo encontramos unas mil palabras diferentes.

El lenguaje es directo. Usa con mucha frecuencia el presente histórico. Las frases se

unen muchas veces con la partícula kai (“y”).

A pesar de esta pobreza, se ha logrado una obra que pudiéramos denominar artística,

porque ha dotado a ciertos vocablos vulgares de una dignidad y profundidad

insospechadas. Del dramatismo de algunas escenas se hacen lenguas los estudiosos,

quienes no logran comprender cómo de un vocabulario tan exiguo y una gramática tan

sencilla se hayan podido elaborar narraciones tan sublimes (Sánchez, 2008)65.

Me parece válida la afirmación de A. Panimolle: Juan se muestra como un gran artista

que compone trozos poéticos y escenas dramáticas de alto nivel; el talento creador del

cuarto evangelio ha sabido juntar en una síntesis admirable la profundidad y

transparencia de la cristología con la inspiración literaria más fina y más pura.

El autor ha conseguido un estilo muy peculiar, de tal forma que, incluso el lector no

demasiado familiarizado con los escritos bíblicos, enseguida lo reconoce. Utiliza un

vocabulario propio para la transmisión de su pensamiento, que o no se encuentra en

los sinópticos o aparece con poca frecuencia. Estudios recientes han llegado a detectar

unas cuatrocientas características propias.

Fue escrito en lengua griega, denominada Koiné, aunque no han faltado quienes han

pretendido descubrir en el texto griego una traducción de un original hebreo (A.

Schlatter) o arameo (C.F Burney). Koiné significa en el lenguaje único y común que en

los tiempos de los primeros cristianos era el heredero de la diversidad de dialectos

griegos que existían anteriormente (Tuñí y Alegre, 2005).

65 Sánchez, Secundino. (2008). Evangelio de Juan. Bilbao: Desclée De Brouwer. Pág.25.

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En relación a todos los aspectos anteriores, hay que aceptar dos hechos claros. Juan

adopta una nueva perspectiva no sólo teológica, sino también literaria. Utiliza

conceptos y términos nuevos. Muchos datos de importancia, que se encuentran en los

sinópticos, faltan en Juan.

No narra la infancia de Jesús, habla de forma indirecta de su bautismo, omite las

tentaciones, no hay parábolas, las purificaciones del templo las sitúa al comienzo, no

hay expulsión de demonios, no hay curación de leprosos, etc.

Por su parte, Juan nos ofrece otros que amplían información sobre la historia de Jesús:

Prólogo, bodas de Caná, Nicodemo, la Samaritana, lavatorio de los pies, el sermón de

la cena, etc.

El Jesús de Juan deja traslucir más su gloria. Parece un resucitado que va inundando

de fulgor todo cuanto toca, pero no se muestra como un Dios que se pasea por la tierra

sin que ésta lo roce (Käsemann). Le tocan las penas de los hombres. Llega incluso a

llorar (Cf. 11,35).

Entre las diferencias de fondo del evangelio de Juan con los sinópticos encontramos

específicamente dos. Mientras que en los sinópticos Jesús predica el Reino, en Juan el

predicador Jesús se convierte en predicado; el Reino, es él mismo. Es lo que se ha

llamado la autobasileia.

La más llamativa diferencia se refiere al hecho capital de la muerte de Jesús, que

acontece en Juan un día antes que en los sinópticos, pero coinciden ambos en que

aquel día era viernes.

3. Estructura teológica

El evangelio de Juan está escrito de manera distinta a los evangelios sinópticos.

Existen varias razones que sustentan la afirmación de que este evangelio corresponde

a una estructuración teológica, entre ellas, como lo indican Mateos y Barreto (1980), se

pueden mencionar:

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a) Saltos topográficos como el caso de los capítulos 5 y 6. En el capítulo 5, Jesús

estaba en Jerusalén, donde cura al enfermo de la piscina de Betesda, y en el

capítulo 6, sin transición alguna pasa Jesús a la otra orilla del lago de Galilea (Jn

6,1).

b) Falta lógica en la forma como se suceden los hechos; por ejemplo, en el

discurso de la cena, Jesús invita a abandonar el lugar donde se encuentra

reunido con sus discípulos (Cf. Jn 14,31); sin embargo en el siguiente versículo

el discurso continúa sin expresar que exista algún cambio de lugar.

c) Omisión de datos como en Jn 1,29-34 donde, ante una declaración de Juan el

Bautista, no se menciona presencia de auditorio. Tampoco aparece explícito el

auditorio en el caso de la exclamación de Jesús en Jn 12, 44-50, lo cual sucede

después de que Jesús se aparta de los griegos (Cf. Jn 12, 20-36).

d) Se observan otras incoherencias; como el hecho de que María acusa a Jesús

cuando se acabó el vino (Cf. Jn 2, 1-11), en lugar de acudir al maestresala. La

exaltación del hecho de convertir el agua en vino más que la sanación del hijo

del funcionario (Cf. Jn 4,46-54), la sanación del enfermo de la piscina de

Betesda (Cf. Jn 5, 1-14), o devolver la vista a un ciego de nacimiento (Cf. Jn 9,

1-9); hechos que parecen ser de mayor importancia. Hay cifras que no son

lógicas si nos apegamos a la historia, como el hecho de que en una casa

particular haya seis tinajas de setenta a cien litros para la purificación (Cf. Jn 2,6)

o que Nicodemo compre cien libras de aromas para embalsamar a Jesús (Cf. Jn

19,39).

Definitivamente, todos estos datos, a primera vista sin sentido, dan clave para la

interpretación del evangelio de Juan en conjunto. Se debe buscar el sentido teológico

del mismo.

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4. ¿El Evangelio del Padre?

Aunque el centro, en torno al que se teje el libro de Juan es Jesús, indudablemente el

evangelio es un canto a la ternura de Dios, ese Dios, a quien Juan ha denominado

Padre. Desde el comienzo (Jn 1,1), en que se abre el evangelio con la palabra que se

hace carne (Jn 1,14), hasta el final, cuando Jesús habla de su retorno a él (Jn 20,17), la

narración le tiene siempre como trasfondo. Por eso está siempre transparentado en

cualquier vibración de Jesús.

Es exacto cuando dice Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9), o

“salí del Padre y he venido al mundo, ahora dejo otra vez el mundo y yo voy al Padre”

(Jn 16,28).

El Padre es quien envía a Jesús no a condenar al mundo, sino a salvarlo (Jn 3,17).

Cuando se le acusa a Jesús de realizar milagros, él dirá que no hace sino seguir la

actuación del Padre (Jn 5,19). Por tanto, el Padre es quien hace los milagros y el que

lava los pies de los discípulos.

Su ternura se deja transparentar ya en el mismo Prólogo cuando se nos presenta a

Jesús en su regazo, mirándole (Jn 1,1.18). Se nos habla del seno del Padre, es decir,

de sus entrañas. Jesús se referirá a él como el lugar donde reside el amor: “Tanto amó

Dios al mundo” (Jn 3,16).

Juan es el evangelista que más veces ha puesto en labios de Jesús la palabra “Padre”

(Sánchez, 2008)66.

Cuando la Samaritana le pregunte sobre el modo de venerar a Dios, él le responderá:

adorando al Padre (Jn 4,23). Jesús sabe que el Padre le ama, y por eso le entiende

como amor. Así, se indigna porque se ha convertido la casa (el templo) del Padre en un

centro de mercado, de comercio, como si los hombres en vez de acoger su amor,

66 Sánchez, Secundino. (2008). Evangelio de Juan. Bilbao: Desclée De Brouwer. Pág.31.

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necesitaran comprarlo (Jn 2,16). La realidad del Padre aparece de forma singular en el

cap. 17.

Aunque, como no podía ser de otra forma, el evangelio de Juan encuentra en él el

origen del cosmos (Jn 1,1-4) y de la historia salvadora (caps. Jn 6-8). Nos dibuja un

ser sumamente frágil a causa de su ternura para con Jesús y los hombres. Parece

como necesitado y pordiosero del amor humano (Jn 3,16). Y ante la negativa de

muchos a creer en su Hijo, se siente como “amante burlado” (Cf. Jn 1,11).

5. Figuras de Jesús en el evangelio de Juan

Según afirma (Caba, 1977), “todo el cuarto evangelio es fundamentalmente cristología;

es una respuesta de fe en torno a la figura histórica de Jesús67”.

Es fácil observar que es redundante la pregunta sobre la persona de Jesús; es decir,

“¿quién es Jesús?”; es la pregunta que busca respuesta, pregunta formulada tanto por

paganos como por el pueblo de Israel.

El evangelista presenta a Jesús en el centro, no solo del mundo judaico sino del mundo

entero, señalando de esta manera que la validez de la centralidad de Jesús es de

carácter universal. Es señalado explícitamente como el salvador del mundo porque el

evangelio expresa que ellos mismos han oído y conocido que Jesús es el salvador del

mundo (Cf. Jn 4,42), confirmando de esta manera el carácter universal de la misión de

Jesús (Caba, 1977).

Jesús se presenta en este evangelio como el centro donde converge toda la Sagrada

Escritura y con una dimensión universal.

Las palabras que se emplean en este evangelio (pan, luz, camino, verdad, vida), son

palabras que identifican a Jesús pues van unidas a “Yo soy”: “Yo soy el pan de vida”

(Cf. Jn 6,35), “Yo soy la luz del mundo” (Cf. Jn 6,35), es luz para iluminar (Cf. Jn 8,12),

es camino que lleva al Padre (Cf. Jn 14,6), es verdad porque conociéndolo a Él

67

Caba, J. (1977). El Jesús de los evangelios. Madrid: BAC

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conocemos al Padre (Cf. Jn 14,7) y es vida porque quien crea en Él aun cuando muera,

vivirá (Cf. Jn 11, 25-26).

En este evangelio se rompen las distinciones que se hacen entre el pueblo y los que no

pertenecen a él; lo que Juan dice va dirigido al mundo; es decir, va dirigido a todos los

hombres, y la razón es que toda la humanidad está necesitada de estas palabras y,

sobre todo, de su significado.

El mundo necesita un camino y necesita también lo que implica ese caminar: verdad,

vida, pan, luz 68(Caba, 1977).

Juan, en su evangelio, expresa con claridad y explícitamente algunos aspectos que

definen a la persona de Jesús.

En este evangelio, de acuerdo con Caba, se expresa que Jesús es:

a) La Palabra que se hace carne. Con esto se indica que Aquel que existía desde el

principio, que estaba con Dios y que era Dios, se inserta en la humanidad (Cf. Jn 1,1).

En esta acción, Jesús asume la fragilidad y debilidad humana. Es la existencia histórica

de Jesús que se encarna en el mundo, se encuentra lo divino y lo humano. Acepta

existir como hombre Aquel que ya existía desde siempre como Dios.

b) El enviado del Padre. Ha habido muchos enviados por el Padre, a quienes se les

ha comunicado su misión y, luego de presentar sus dificultades, son ayudados por el

Señor para cumplir la misma.

No es el caso de Jesús, quien no tiene momento donde se le comunique su misión, la

razón es que su misión se confunde con todo su ser. Es importante reconocer que

Jesús es verdaderamente el enviado del Padre de una manera peculiar y única. En el

evangelio de Juan es Jesús mismo quien constantemente se refiere al hecho de ser

enviado por el Padre, es más, sus obras hablan por sí solas (Cf. Jn 5,36).

68 Cf. Ídem.

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c) El Hijo del Hombre. Este término indica su origen divino porque “el Hijo del Hombre”

ha bajado del cielo (Cf. Jn 3,13), Juan también emplea esta expresión al referirse a su

elevación después de la muerte (Cf. Jn 3,14), pero sobre todo, “el Hijo del Hombre”

actúa en el presente para que creamos en Él, en eso consiste la obra de Dios (Cf. Jn 6,

27-29).

d) El Cristo. Es la persona esperada según las Escrituras. Jesús mismo se revela

como tal a la Samaritana (Cf. Jn 4, 25-26).

e) El Hijo de Dios. Su filiación divina se manifiesta de modo particular en el

conocimiento, unidad y amor mutuo del Hijo con el Padre (Cf. Jn 1,18). La expresión

Hijo de Dios junto a la palabra de Cristo significa su dimensión mesiánica y Juan invita

constantemente a creer en Él para tener vida (Cf. Jn 20,31).

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ANEXO 2

Citas del Evangelio de Juan y la expresión “El Hijo del

Hombre”

Versos bíblicos citados en este anexo

Biblia de Jerusalén (Escuela bíblica de Jerusalén, 1975)

En todo el evangelio de Juan, la expresión articulada “el Hombre” / “el Hijo del Hombre”

aparece once veces.

CITA BÍBLICA TEXTO BÍBLICO

Jn 1,51

Y le añadió: “En verdad, en verdad os

digo: veréis el cielo abierto y a los

ángeles de Dios subir y bajar sobre el

Hijo del hombre.”

Jn 3,13

“Nadie ha subido al cielo sino el que

bajó del cielo, el Hijo del hombre.”

Jn 3,14

“Y como Moisés levantó la serpiente

en el desierto, así tiene que ser

levantado el Hijo del hombre.”

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Jn 6,27

“Obrad, no por el alimento perecedero,

sino por el alimento que permanece

para la vida eterna, el que os dará el

Hijo del hombre, porque a éste es a

quien el Padre, Dios, ha marcado con

su sello.”

Jn 6,53

Jesús les dijo: “En verdad, en verdad

os digo: si no coméis la carne del Hijo

del hombre, y no bebéis su sangre, no

tenéis vida en vosotros.”

Jn 6,62

“¿Y cuando veáis al Hijo del hombre

subir adonde estaba antes?...”

Jn 8,28

Les dijo, pues, Jesús: “Cuando hayáis

levantado al Hijo del hombre, entonces

sabréis que Yo Soy, y que no hago

nada por mi propia cuenta; sino que, lo

que el Padre me ha enseñado, eso es

lo que hablo.”

Jn 9,35

Jesús se enteró de que le habían

echado fuera y, encontrándose con él,

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le dijo: “¿Tú crees en el Hijo del

hombre?”

Jn 12,23

Jesús les respondió: “Ha llegado la

hora de que sea glorificado el Hijo del

hombre.”

Jn 12,34

La gente le respondió: “Nosotros

sabemos por la Ley que el Cristo

permanece para siempre.¿Cómo dices

tú que es preciso que el Hijo del

hombre sea levantado? ¿Quién es ese

Hijo del hombre?”

Jn 13,31

Cuando salió, dice Jesús: “Ahora ha

sido glorificado el Hijo del hombre y

Dios ha sido glorificado en él.”