equidad social y parlamentarismo

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    EQUIDAD SOCIAL YPARLAMENTARISMO(APORTES PARA EL DEBATE DE UNA POCA)

    Introduccin

    Este es un documento que se propone participar en el debate mexicano del presente. Setrata de una posicin compartida y comprometida de los integrantes del Instituto deEstudios para la Transicin Democrtica (IETD). El texto es, en primer lugar, un balancede las preocupaciones, proyectos y tesis que el IETD ha sostenido a lo largo de dosdcadas, pero tambin es una interpelacin a otras posiciones pblicas sobre el cambioen la esfera de gobierno y en las estructuras econmicas del pas.

    A veinte aos de constituido, el IETD tena que actualizar sus posiciones que, desde la

    ya larga experiencia de sus integrantes, se afirman hoy en la defensa del pluralismocomo valor de la vida poltica, de la equidad social como imperativo impostergable delorden econmico y del parlamentarismo como frmula para profundizar la democraciamexicana.

    El IETD fue fundado, luego del agudo conflicto post electoral de 1988. Ese trance llenode incgnitas y urgido de diagnsticos sobre lo que significaba la nueva era polticahaba mostrado que Mxico era un pas que no caba, ni quera hacerlo, bajo el manto deun solo partido poltico pero que no haba construido an ni las normas ni lasinstituciones capaces de asimilar, sin distorsiones o fraudes, los resultados queemergan de las urnas. 1988 fue as un momento plstico de las necesidades de una

    sociedad compleja y contradictoria que buscaba y construa referentes polticos diversospara su expresin.

    Frente a las corrientes oficialistas que vean en las elecciones del 6 de julio un meroincidente menor y que apostaban a la recomposicin de la aeja hegemona priista, ytambin frente a las pulsiones que esperaban una especie de colapso institucional luegodel agudo conflicto, el IETD sostuvo la necesidad de impulsar una transicin hacia unrgimen democrtico que slo poda tener lugar si era pactada entre las principalesfuerzas polticas del pas.

    As lo dijimos hace casi 21 aos:

    Se concibe a la transicin democrtica como el perodo de sustitucin pacfica ynegociada de los viejos mecanismos verticales y autoritarios de control poltico,

    por un autntico rgimen de partidos plural, representativo, sustentado en

    elecciones libres, transparentes, capaces de devolver al elector el principal

    derecho del ciudadano: elegir a sus gobernantes El proceso de transformacin

    democrtica es factible en el mbito de la legalidad vigente, esto es, en el

    amplio marco constitucional que, en sus captulos esenciales. Sigue siendo

    norma y proyecto para la nacin mexicana La reforma democrtica mexicana

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    plantea y nos plantea la necesidad de organizar a la diversidad de las tendencias

    polticas existentes en autnticos organismos permanentes, capaces de

    representar en forma cotidiana proyectos, programas y opciones estratgicas,

    apoyadas por grupos y sectores especficos de inters y, al mismo tiempo, de

    reformar las leyes que hoy favorecen o acentan los rasgos autoritarios

    (Mxico: para una transicin democrtica. Cuaderno Nm. 1. IETD. Mxico. 1989).

    Se trataba entonces de abrir cauce a la construccin de un autntico sistema departidos que expresara la pluralidad del pas, de reformar las normas y de crear lasinstituciones para que la diversidad poltica pudiese tener su correlato institucional ypacfico en un nuevo Estado poltico democrtico.

    La otra pieza maestra de nuestro planteamiento era la cuestin social. Veamosentonces, y vemos todava, un pas escindido, con un descenso notorio en los ingresosde las mayoras y en la calidad de la vida y presa de una fractura social que deformalos lazos y la convivencia social toda. Junto al cambio democratizador era necesarioimpulsar una poltica que tuviese como centro la justicia, la equidad social.

    Se puede afirmar que si en el primer rengln los cambios promisorios se encuentran a lavista, en el segundo las realidades son extraordinariamente preocupantes. Mientras seha abierto paso la coexistencia de la diversidad poltica en las instituciones del Estado,la economa apenas y crece al ritmo de la poblacin, el empleo formal se genera apautas que son un tercio de lo necesario, se expande la informalidad y las condicionesde vida de millones de familias se mantienen en la precariedad, lo cual se traduce enciudadanos que no pueden hacer valer sus derechos y en una ms que frgil cohesinsocial.

    Esa situacin empieza a generar reacciones de muy diversa ndole. Aquellos que,agotados por la existencia de un pluralismo real y actuante, claman por una especie devuelta al pasado. Otros que, contra toda evidencia, insisten en la misma ruta deconduccin econmica a pesar de los resultados constatados por toda una generacin. Yotros ms que no alcanzan a ver las adquisiciones reales, los espacios de libertadpoltica alcanzados y que por tanto desdean todo lo que la transicin democrtica trajopara Mxico.

    Frente a esas pulsiones queremos presentar nuestro propio diagnstico: lo que ha

    sucedido en los ltimos veinte aos en Mxico y llamar a construir otra poltica polticaeconmica y poltica, poltica capaz de edificar un autntico Estado social ydemocrtico de derecho. Esas son las coordenadas de este documento, que se nutre delas discusiones y de las elaboraciones de los miembros del IETD.

    El presente documento, lejos de tener una pretensin omniabarcante de la realidadmexicana, se concentra en dos ejes vertebrales: a) la creacin de un Estado y unaspolticas econmicas cuyo eje principal sea disolver la pobreza y la desigualdad social, yb) la construccin de un rgimen de gobierno distinto, propiamente parlamentario.

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    Al presentar ante el escrutinio pblico el resultado de nuestro trabajo reafirmamos, unavez ms, la conviccin de que la solucin a los grandes problemas nacionales, hoy comoayer, exige recuperar ese momento especial de crtica y reflexin colectiva que en elpasado marca los cambios de Mxico. Ninguna urgencia coyuntural puede cancelar la

    necesidad de ir ms all del presente inmediato para comprender mejor el sentidogeneral de la historia y las perspectivas del futuro. El fortalecimiento de la democracia yla aspiracin a un rgimen social justo estimulan el debate, la proliferacin de ideas,esto es, el recurso de la inteligencia como herramienta indispensable para ganar lasconciencias de la ciudadana. En el Mxico de hoy, la transparencia intelectual tambines un imperativo tico.

    I.- VEINTE AOS

    Malestar en democracia. Este documento intenta reconocer a la sociedad mexicanatal y como es: compleja, diversa, desigual, contradictoria y cambiante. La idea vertebrales que el cambio democrtico ocurrido en Mxico, la salida del autoritarismo, la histricaconquista de libertades polticas, en sntesis la transicin, ocurri en un contextoadverso que acentu la vulnerabilidad y la precariedad social para la mayora, aceler ladesintegracin y min las bases de la propia democracia, sobre todo para lasgeneraciones que han empezado a ser adultas despus del ao 2000.

    Esa sociedad es mayoritariamente urbana, cada vez ms escolarizada y an muy jovenen trminos absolutos. Alrededor del 78% de los mexicanos vive ya en ciudades. La tasade natalidad ha disminuido de 46 nacimientos por cada mil habitantes en 1960 asolamente 18 en 2009. Los mexicanos entre 31 y 50 aos, que en 1960 eran el 19% dela poblacin, ahora son ms del 25%. Los de 16 a 30 aos, que en 1990 eran casi el30%, ahora son menos del 27%. En 1960 el 24% de los mexicanos no saba leer niescribir; en 2005 eran menos del 9%, aunque hay estados, como Chiapas y Oaxaca conmayores tasas de analfabetismo (21 y 19% respectivamente).

    La sociedad mexicana est cada vez ms comunicada e informada. En 2008 tenamos70.4 telfonos celulares y casi 20 lneas telefnicas fijas por cada 100 habitantes,aunque tambin en ese terreno hay marcadas desigualdades regionales. Casi el 29% delos mexicanos mayores de seis aos son usuarios de Internet y el 37% utilizacomputadora. En ms de 9.5 de cada 10 hogares hay televisin.

    Tenemos ms educacin e informacin pero los contenidos de los medios decomunicacin, casi todos comerciales y de mala calidad, ayudan poco a enmendar losmuchos rezagos que padecemos en materia de cultura poltica y de cultura,simplemente. La sociedad mexicana privilegia los valores laicos y liberales en elterreno de los derechos de las personas, pero mantiene zonas de fanatismo eintolerancia muy preocupantes. A fines de 2009, el 49% de los mexicanos estaba de

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    acuerdo con que las mujeres, cuando as lo desearan, ejercieran su derecho al aborto, ycasi el 60% apoyaba la eutanasia. Sin embargo el 75% (en una encuesta de 2007)estaba de acuerdo con la pena de muerte para sancionar delitos graves.

    Vivimos as una era fluida, compleja, que hace a los valores cada vez ms relativos,mviles y provisionales. Identidades mltiples, mestizaje cultural, mezclas pocoelaboradas y poco consistentes de actitudes y de valores en dispora. De las diversasmatrices culturales se pueden extraer combinaciones diversas. Los mexicanos de hoy,son personas que encarnan todas las combinaciones ideolgicas imaginables y tambinlas inimaginables, como si la cultura racional y laica viniera de regreso para tomar aquy all, elementos de la supersticin, el nihilismo y lo irracional.

    Pero la mayora de los mexicanos quieren tener confianza en sus instituciones polticas.Casi el 60% tena algo o mucho de confianza en el presidente de la Repblica y ms del41% en los legisladores, segn la Encuesta de Cultura Poltica de 2008levantada por la

    Secretara de Gobernacin. Pero apenas el 27% tena esa opinin de los partidospolticos. Los recurrentes desencuentros de la as llamada clase poltica, la exposicinque hacen de ella los medios de comunicacin y la ausencia de espacios para unaautntica deliberacin y una discusin ilustrada, nos conducen a una sociedad deestereotipos, en donde la imagen de la poltica y los polticos se desprecia y devalafranca y consistentemente. Ante tal panorama, la actitud de la mayor parte de losciudadanos tiende a ser de resignacin, de repulsa y desnimo por aquello y aquellosque representan el espacio pblico.

    Los datos reiterados, el humor mismo de nuestra vida pblica advierten todos los dasde una fractura profunda en la moral de la sociedad mexicana. No hay muchas razones

    que contribuyan para trascenderla. Ni siquiera los nimos celebratorios inspirados porlas dos fechas centenarias parecen capaces de superar el peso y la extensin delpesimismo nacional, marcado por las palabras desempleo, inseguridad, migracin,desconfianza. La precariedad material y la difcil experiencia de millones, que dura yacasi treinta aos, confirma la certeza masiva de que esta generacin cruza por unaextraa era de estancamiento continuo.

    Mxico, ms que todos los pases de Amrica Latina exhibe su decaimiento en el nimopblico y un preocupante desengao con la democracia. Segn la informacin msreciente que aporta el Latinobarmetro (el amplio estudio de los humores pblicos en 18pases del subcontinente de 2009), el 62% de los habitantes de la regin dicen que noes probable que haya golpe de Estado en su propio pas. Pero los pases que se auto-declaran ms vulnerables al golpe, donde se cree ms probable que suceda sonEcuador (36), Brasil (34), Venezuela (30), Guatemala (29) y, para sorpresa, Mxico (27).

    En la regin, el aprecio por la democracia sigue creciendo. Pero en tres pasesdisminuye. Comparando las cifras de 1996 y de 2009, Mxico pasa del 51 al 42% (nuevepuntos menos); se trata de la cada ms acentuada de todas (Ecuador lo hace seispuntos y Argentina, cuatro). El 62% de los mexicanos contest que la democracia puedetener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno, no obstante ese ndice es el msbajo de Amrica Latina, donde el promedio alcanza el 76%.

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    Al cuestionamiento los gobiernos democrticos estn ms preparados para enfrentarlas crisis, Mxico se sita en penltimo lugar, slo por encima de Paraguay; en laregin el promedio fue 54%. A la afirmacin de sin Congreso Nacional no puede haberdemocracia, en Mxico la mitad exacta (50%) contest que s, colocndonos de nuevo

    por debajo de la media (57%), y muy lejos de Uruguay (80%). En nuestro pas el 51% delos entrevistados respondi afirmativamente a la siguiente frase: en una democracia elsistema econmico funciona bien. Sin embargo, el promedio en la regin es 62% y pordebajo de Mxico slo apareci Argentina (41%). Lo cual evidencia que el respaldo quela poblacin brinda a la idea de democracia se diluye cuando se indaga en el apreciociudadano a las propias instituciones de la democracia. De esta forma, lo que significa eimplica la vida democrtica est lejos de ser asimilado, o incluso comprendido, en eltejido social mexicano.

    Visto de otro modo: el 44% de los latinoamericanos estn satisfechos con la democracia.Pero en Mxico slo el 28%; Per es el nico pas ms insatisfecho que nosotros (22%).

    El 33% de los latinoamericanos afirma que los gobiernos actan por el bien de todos,pero en Mxico estamos por debajo del promedio (21%). En la regin, el 51% de laspersonas estn de acuerdo con la afirmacin de que la democracia permite solucionarlos problemas, en Mxico el porcentaje apenas llega a 41; y mientras en los 18 paseslatinoamericanos el 45% de los ciudadanos cree que las elecciones son limpias, enMxico slo el 23 tiene esa opinin, retrocediendo a percepciones que hace diez aosparecan superadas. De entre ese alud pesimista, es posible hallar una sola buenanoticia: el porcentaje que cree que existe la oportunidad de que lleguen al poder susideas polticas es de 53%; en Mxico es el 59%.

    Es de capital importancia la percepcin sobre la vida material: mientras en Amrica

    Latina, el 36% de las personas cree que sus respectivos pases estn progresando, enMxico slo comparte la idea el 14%. Mientras en la regin el 29% se siente satisfechocon la situacin econmica, en Mxico ese porcentaje baja hasta el 15%. Mientras el21% de la regin cree que la distribucin de la riqueza es justa, en Mxico slo el 15%comparte esa apreciacin.

    El Latinobarmetro del ao 2009 muestra que slo 31 de cada 100 mexicanos cree quela situacin econmica ser mejor este ao, mucho menos que el 68% de Brasil, el 65%de Paraguay, el 64% de Panam y correlativamente, el 87% de mexicanos consideraque la crisis y sus efectos destructivos van para largo.

    No es un estado de nimo coyuntural, viene de lejos. El mismo estudio de hace cuatroaos, mostraba ya una pendiente sostenida hacia la desmoralizacin: entre el ao 2006y 2007, el 74% de mexicanos estimaba que la situacin material de su familia nomejorara y en el mismo lapso, el pas vio caer su optimismo 13 puntos porcentuales,pues slo el 26% crea que el desempeo econmico poda mejorar (un ao antes elindicador se situaba en 39%). La misma tendencia era notoria ya en los informessimilares del ao 2003 y 2004. Puede decirse de otro modo: la desconfianza empez aensombrecer la vida pblica incluso antes de la crisis. La depresin es profunda, elmalestar flota en el ambiente y la desesperanza tambin. Posiblemente, nuestra

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    sociedad atraviesa la etapa ms pesimista de su poca moderna.A esto se agrega unaprofunda desconfianza hacia las instituciones jurdicas y hacia las autoridadesresponsables de su vigencia. La igualdad ante la ley, en los hechos, no es mucho msque una promesa y la vigencia de los derechos fundamentales es precaria a lo largo y

    ancho del territorio nacional. Las personas, en Mxico, son titulares de derechos slodesde una perspectiva formal ya que las instituciones de procuracin e imparticin dejusticia, as como los entes de garanta no jurisdiccionales, se han mostrado ineficientesa la hora de realizar las delicadas tareas que tienen encomendadas. Esto se traduce enuna realidad en la que los privilegios y los poderes pueden ms que los derechos, y enla cual la impunidad es la regla, lo cual incrementa la molestia y el pesimismo sociales.

    Con independencia de los indicadores de medicin que se utilicen, la poblacinmexicana est ante un sentimiento de fracaso generalizado que supura hacia casi todaslas reas de la vida nacional, la econmica, la poltica y aun, la actividad cultural. Talescondiciones, a la vez materiales y morales, estructuran ahora mismo muchas de las

    conductas y de las decisiones de millones en Mxico: abstenerse de invertir; cancelarproyectos para tiempos mejores; incursionar en los circuitos de la informalidad o lailegalidad; marcharse del pas; entregarse a conductas anmalas; abstenerse de tomarriesgos; una difundida conciencia de la exclusin propia; una moral social cargada devalores negativos y proclives al conservadurismo o incluso, a la supersticin; la admisinde un retroceso de los valores laicos; todas ellas son posturas, decisiones y reaccionesque responden a ese ambiente que en nuestro caso expresa y suma un cambio masivoen el carcter de las personas. Es un crculo vicioso que alimenta permanentemente ladesconfianza de los ciudadanos en sus dirigentes y en las instituciones polticas yconstituye el nutriente fundamental de la duda y el riesgo que representa el presente yel porvenir.

    El paisaje de la exclusin social. Correlativamente, la vida material ofrece unpanorama que est muy lejos de ser positivo. Los aos de mayor crecimiento de lapoblacin en edad de trabajar han coincidido con una baja capacidad de la economamexicana para generar empleo. Si se compara el nmero de habitantes en edad detrabajar que existen en Mxico al finalizar la primera dcada del siglo XXI, con aquellosque haba quince aos atrs, se cuentan casi 18 millones adicionales de personas esposible que este dato no refleje exactamente la cantidad de mexicanos que alcanzaronla edad de trabajar, en buena medida por la emigracin, pues las cifras se refieren apersonas contabilizadas en el territorio nacional. La expansin de la oferta de trabajoen Mxico, de acuerdo con el Consejo Nacional de Poblacin, se explica en gran medida

    porque durante las tres dcadas finales del siglo XX la mayor parte del incrementopoblacional se concentr en las personas mayores a 16 aos (en edad de trabajar),mismas que representan prcticamente dos terceras partes del crecimiento total; elloimplic un aumento absoluto de 1.3 millones de personas tocando las puertas delmercado laboral cada ao.

    El aumento de la Poblacin Econmicamente Activa (PEA) mexicana supera los docemillones de individuos en el periodo, dando un aumento acumulado del 35%. De esos 12millones, el 46% (cinco millones seiscientos mil personas) han engrosado las filas de la

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    poblacin inactiva. Los ocupados entre 1993 y 2006 antes de comenzar el presentesexenio aumentaron en 10,5 millones de personas, pero la expansin en la ocupacinse dio a una velocidad inferior que la de la PEA. Ese hecho, necesariamente, hace crecerel desempleo y agudiza las inseguridades y la precariedad del trabajo.

    Si se toma en cuenta la dinmica de los ltimos cuatro aos (considerando elcrecimiento de la PEA), se observa una ampliacin de 1.3 millones de personas por ao.Si se quiere simplemente evitar que el desempleo crezca, sera necesario generar esevolumen de puestos de trabajo anuales. De acuerdo con las estimaciones del INEGI, enlos ltimos cuatro aos slo se han generado 817 nuevos empleos con prestaciones(incluyen acceso a instituciones de salud), lo que implica apenas 204 mil nuevosempleos por ao. Los datos en la crisis vuelven a ser extremadamente ridos: Mxicotiene un dficit de 1.1 millones de empleos formales por ao en lo que va del sexenio.

    Una de las caractersticas ms decisivas y distorsionantes en la sociedad mexicana es

    que a partir de 1982 existe un desequilibrio estructural de la fuerza de trabajo. Esto es:el crecimiento del empleo formal ha estado muy por debajo de las necesidades de laPEA, y esta situacin no se ha corregido ni siquiera en los distintos momentos en que laeconoma ha vivido una expansin moderada del crecimiento. Al contrario, se haprofundizado.

    El dficit en la creacin de empleos formales en Mxico en los ltimos tres quinqueniosse comprueba al contrastar la ampliacin de los ocupados (10 millones y medio depersonas) con los nuevos trabajadores asegurados en el Instituto Mexicano del SeguroSocial (IMSS), cuya cifra es inferior a los cuatro millones. Lo anterior significa que porcada empleo formal se ha creado un empleo y medio en el sector informal.

    Este era uno de los ms graves problemas de Mxico aun antes de que iniciara la crisiseconmica de 2008, cuyo sombro impacto agrava la situacin general, al destruir altosvolmenes de empleo (ms de 600 mil entre octubre de 2008 y los primeros dostrimestres de 2009, cifra que todava no se recupera en el primer tercio de 2010). Deesa suerte, a la severa incapacidad para crear nueva ocupacin formal, se le suman losefectos negativos de la crisis. Mxico cuenta, como nunca, con jvenes en edad detrabajar y producir, pero atraviesa un largo periodo de exclusin y carencia de empleoque hacen que lo que pudo ser una excepcional oportunidad productiva se empiece atornar en una tensin social de consecuencias imprevisibles.

    La educacin es otra base trunca de nuestro desarrollo moderno. El acceso de los

    jvenes a la educacin media superior y superior en Mxico se ha ampliado de formasostenida en las ltimas dcadas pero a ritmos inferiores a la demanda de estosservicios educativos; esto significa que la exclusin juvenil que ocurre en materia deempleo tambin tiene lugar e incluso comienza en el sistema educativo.

    Al finalizar la primera dcada del siglo XXI, en Mxico hay ms de 32 millones dealumnos. De ellos casi 25 millones son nios que cursan la educacin bsica yrepresentan el 77% del total. Los jvenes en educacin media superior son tres millones

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    658 mil (el 11.3% de los educandos en el pas) y los de educacin superior se acercan alos dos millones y medio (el 7.6% del total).

    Si se toma en cuenta el nmero de mexicanos de entre 15 y 18 aos, es decir, los que

    potencialmente podran estar cursando el bachillerato, tenemos un total de 8 millones392 mil jvenes. De ellos, slo el 43% se encuentra incorporado a la educacin mediasuperior. Con esta tendencia, seis de cada diez jvenes en edad de ir al bachillerato nolo consiguen.

    La cobertura en educacin superior es an menor. De los casi 10 millones de jvenesentre 19 y 23 aos en 2005 y hasta el ao 2008 (9 millones 692 mil 116 personas) sloel 25%, la cuarta parte, tuvo cabida en la educacin superior. As, tres de cada cuatrojvenes en edad universitaria no acceden a ella. Estamos hablando de 7 millones 250jvenes. Esa es la magnitud de la exclusin educativa universitaria que se ha acumuladoen Mxico. Y si adems se toma en cuenta que cada ao slo se generan 204 mil

    nuevos empleos formales, puede tenerse una idea aproximada de la difcil situacin queenfrenta el bienestar de los jvenes en nuestro pas.

    La desigualdad y la pobreza tampoco han sido revertidas. Tras la superacin de la crisisde mediados de la dcada de los aos noventa la pobreza disminuy en trminos reales,no obstante, para regresar a los porcentajes previos a la crisis, el pas tard casi sieteaos. Hacia 2006 se registra el menor porcentaje de incidencia de la pobreza: 13,8% depobreza alimentaria (lo cual signific que 14,4 millones de personas la padecieran),20,7% de pobreza de capacidades (21,7 millones de personas) y 42,6% de pobreza depatrimonio (44.7 millones). Esto es, aun en el ao en que la pobreza se contuvo demejor manera, una poblacin de 44 millones de personas se encontraba en una

    situacin que no le permita cubrir sus gastos de alimentacin, educacin, vestido,salud, vivienda y transporte.

    El descenso de la pobreza alimentaria entre 1994 y 2008, es decir, antes de la crisisfinanciera global, fue de tres puntos porcentuales, la de capacidades de 4.9% y lapatrimonial de cinco puntos. A ese ritmo, y sin crisis de por medio (si no hubieseincrementos en el nmero de pobres), le tomara a Mxico 90 aos terminar con lapobreza extrema.

    Pero ms preocupante es que previo a la crisis (2008), el INEGI daba cuenta de unacontraccin en el ingreso de los hogares: 1.6% entre 2006 y 2008. Ello a pesar de quecreci el nmero de perceptores por hogar: en 2006, en promedio 2.1 personas

    aportaban al ingreso de cada familia, y en 2008 lo hicieron 2.3, lo que indica que msmiembros del hogar deben trabajar y an as, el ingreso familiar result menor.

    La cada en el ingreso no fue homognea, pues los hogares de los dos deciles de mayoringreso mejoran o se mantienen igual, pero la prdida del ingreso se recrudece en losms pobres (el decil de menor ingreso perdi 8%). Adems, los hogares ubicados enlocalidades de menos de 2 mil 500 habitantes, es decir, familias rurales que partan deuna situacin de pobreza, sufrieron una dramtica reduccin de 16.3% de su ingreso. La

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    conclusin es clara: vivimos un retroceso en el bienestar, desde antes de la crisis y seexacerba la polarizada distribucin de la riqueza.

    Las cifras de incremento de la pobreza absoluta y relativa en el pas configuran tambin

    un escenario de enorme preocupacin. De acuerdo a las mediciones oficiales delConsejo Nacional de Evaluacin de la Poltica Social (CONEVAL), los mexicanos enpobreza alimentaria pasaron de 14.4 millones a 19.5 millones entre 2006 y 2008 (de13.8% a 18.2%), esto es, cinco millones de pobres extremos ms en slo dos aos, sincontar todava el efecto envolvente de la crisis financiera internacional.

    La pobreza de capacidades afect en 2008 a 26.8 millones, por 21.7 millones en 2006(pas de 20.7% a 25.1% de la poblacin). En una situacin de pobreza patrimonial hubo50.5 millones de mexicanos en 2008 (creci de 42.6% a 47.4%), 5.8 millones ms queen 2006. No slo vivimos en un pas ms desigual sino tambin, ms pobre.

    Los datos ms recientes, que incorporan los efectos de la crisis econmica, aportadospor la Comisin Econmica para Amrica Latina (CEPAL), indican que en 2009 sesumaron nueve millones de personas a la pobreza en Amrica Latina, de los cuales el40% corresponde a Mxico. As, el nmero de pobres mexicanos aument en 3.6millones durante el ao pasado, lo que hace esperar un universo de 54 millones depobres para este ao, casi exactamente la mitad de la poblacin (108 millones en 2010,segn el Consejo Nacional de Poblacin, CONAPO).

    Democracia sin bienestar; democracia sin crecimiento. Puede decirse que eldesencanto o la desafeccin a la democracia, no es un fenmeno exclusivo de Mxico.En esta edad del mundo, casi todas las naciones democrticas expresan descontentocon sus instituciones y su sistema poltico. Sin embargo, el amplio malestar asimiladopor nuestra sociedad no es del mismo tipo ni tiene las mismas causas que desilusionessimilares vividas en otras latitudes.

    De hecho, uno de los rasgos definitorios de la transicin mexicana ha consistidojustamente en desarrollar las condiciones para una vida libre y pluralista, sin que enparalelo se haya construido una red social de seguridad material para los ciudadanos.Toda la experiencia de las transiciones democrticas europeas despus de la segundaguerra mundial consiste precisamente en haber resuelto en el mismo tiempo histrico,estas dos grandes tareas: condiciones democrticas y Estado de bienestar, con lo que laciudadana no slo tena la certeza de haber escapado de la oscura noche deltotalitarismo sino que, adems, asociaba la democracia en marcha con su seguridad

    econmica y con una vasta red institucional de proteccin, o sea, conquistaron elhorizonte de una vida ms libre, ms igualitaria y mejor.

    La transicin mexicana no tuvo esa suerte. Su democracia, por el contrario, ha sidoconstruida en uno de los periodos de mayor inestabilidad y precariedad econmicadesde la posrevolucin. Ningn diagnstico de la poca puede omitir este datofundamental y toda propuesta comparativa, poltica e histrica, debe sealar que lastransiciones del fin de siglo en Mxico (la demogrfica, la econmica y la poltica),

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    tuvieron lgicas y desenlaces muy distintos, inconexos y frecuentementecontradictorios. Esa experiencia explica muchos de los problemas centrales de la poca.

    Los tres trnsitos histricos entre dos siglos. Nuestro diagnstico parte del

    reconocimiento de tres grandes procesos fundadores, constitutivos, que han ocurrido enla sociedad mexicana en los ltimos 30 aos:

    (i) un cambio en la dinmica poblacional, cuya inflexin se sita en losprimeros aos setenta, y que dos dcadas despus tuvo (y tiene) a Mxico en unode sus parntesis de oportunidad ms esperanzador: el bono demogrfico;

    (ii) un cambio de modelo econmico pensado para emprender un viaje enla globalizacin y para modernizar las estructuras productivas, el Estado y laempresa, negando activamente casi todas las tradiciones bsicas de la economapoltica postrevolucionaria y,

    (iii) una transicin poltica que ajust los viejos mecanismos autoritarios a unasociedad plural, pavimentando el acceso y la distribucin del poder a una vidaelectoral libre y que modific sustancialmente la operacin y la toma dedecisiones del Estado nacional. La transicin hacia la democracia, de hecho, vinoacompaada con la edificacin o rediseo de instituciones propias del Estadoconstitucional formalmente orientadas hacia la garanta de los derechos de laspersonas. La Suprema Corte Justicia, desde 1994/95, se convirti en un TribunalConstitucional, se cre un Tribunal Electoral especializado y adscrito al PoderJudicial de la Federacin, se crearon instituciones no jurisdiccionales de garanta(comisiones nacional y locales de los Derechos Humanos), bsicamente. Estoimpact de manera significativa la dinmica entre las instituciones (por ejemplo,al combinarse la pluralidad institucionalizada con instrumentos de controlconstitucional como las acciones y las controversias constitucionales que hanllevado a la arena judicial disputas y controversias de carcter fundamentalmentepoltico). Sin embargo, no ha significado un cambio sustantivo para ofrecergarantas a los derechos de las personas (lo que se explica, entre otras razones,por qu no se hayan modificado instituciones de garanta elementales como elamparo).

    Estos tres trnsitos histricos dibujan el perfil mexicano al inicio del siglo XXI,aunque su ritmo, su contenido y su xito son bien diferentes.

    Gracias a las polticas de planificacin familiar (disminucin de la fecundidad)emprendidas en 1973, la sociedad mexicana cuenta hoy con una de las oportunidadesestructurales (irrepetibles) ms importantes en la historia de un siglo, pues la masa dejvenes en capacidad de producir, trabajar y generar riqueza, es la ms grande quejams haya tenido el pas. Su aprovechamiento podra cambiar para siempre laestructura y la riqueza de los hogares y el estado de desarrollo nacional. Justo en el ao2010, la pirmide poblacional es ms gruesa en los grupos que van de los 15 a los 24aos, pero es tambin en este ao cuando el nmero proporcional de jvenes comienzaa reducirse en relacin a las dems capas de poblacin; el bono demogrfico empieza a

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    diluirse sin que hayamos producido el empleo necesario para aprovecharlo. Si no semodifican estas condiciones, en el ao 2030, Mxico ser ya un pas de viejos, pero sinjams haber podido ser un pas desarrollado y prspero.

    Por su parte, la transicin poltica que comenz en 1977, tuvo un desenlace razonable yventuroso pues nunca en la historia de la Repblica el pas haba podido transmitir elpoder poltico de manera institucional, sin violencia y sin despearse en la inestabilidadsocial. Al amparo de la transicin democrtica, el pas admiti su pluralidad, en sumarcha produjo activos ciudadanos y slidos contingentes de interpelacin, dio cauce ylegitim una amplia movilizacin social que reclam su lugar en muchas de lasdecisiones fundamentales, construy grandes partidos polticos, cambi elfuncionamiento del Estado, reequilibr los poderes de la Repblica y puso a andar todoslos dispositivos del diseo constitucional.

    Mientras todo eso ocurra, la transicin econmica se desplegaba entre nosotros.

    Iniciada abruptamente en 1982, luego de una crisis colosal en el modelo corporativo yproteccionista, puede decirse que su curso es mucho ms sombro y decepcionante. De1982 al ao 2010, el pas ha producido un crecimiento del producto anual que ronda el2.1%. Es decir, cada once aos, la riqueza de nuestro pas crece 23%, justo en elperodo de tiempo en el que ms mexicanos han tocado la puerta del mercado laboralpor primera vez, lo que explica en buena medida el estancamiento del ingreso percpita (un crecimiento de 1.2% al ao).

    En los ltimos cinco lustros Mxico gener slo una vez, en un solo ao, el nmero deempleos que demand su mano de obra: en los restantes 14, el empleo fue totalmenteinsuficiente, con siete aos de prdidas laborales netas. En esas circunstancias los

    ingresos por persona no han podido recuperar los estndares alcanzados en 1981,cuando comenz el cambio de modelo: en promedio nos volvimos una sociedad 8%ms pobre, sin poder cuantificar an los efectos reales del crack financiero propagadodesde finales del ao 2008.

    En esas tres dcadas vivimos momentos de aceleracin del crecimiento, pero resultaroneventos fugaces, que duran muy poco para luego sumir a toda la estructura econmicaen una crisis destructiva o en un pasmo recesivo.

    A nuestro modo de ver, stos son los trazos gruesos que configuran la dura modernidadmexicana. Aunque distintos, los procesos se imbrican, chocan y se yuxtaponen, pero demodo general la transicin poltica y el trnsito demogrfico que como describimos

    ms arriba, trajeron noticias fundadoras al nuevo siglo mexicano, han estado tambinpermanentemente desafiados, erosionados y vulnerados por el tamao del fracasoeconmico instalado entre nosotros durante toda una generacin.

    El acceso a la globalizacin sin desarrollo. En el cruce de los aos ochenta, elmundo estaba atravesando una crisis mayor, un trastrocamiento de todo lo que habasido normal por casi treinta aos: se multiplicaron los precios del petrleo, seendurecieron las polticas monetarias de los pases industrializados acreedores, seincrement la deuda externa a partir del aumento de las tasas de inters (casi 50%),

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    disminuyeron los precios de las exportaciones de los pases deudores, ocurri un cambioradical en los flujos de capital (los recursos se iban de los pases pobres a los pasesricos). Resultado? Un deterioro profundo de la solvencia de los Estados, dficit en lasbalanzas de pagos, estancamiento, inflacin galopante: una gran cantidad de gobiernos

    del mundo subdesarrollado, incluyendo Mxico, entraron en una profunda e histricacrisis fiscal.

    Ese contexto dio lugar a un cambio profundo en el diseo de las polticas econmicas yen la interpretacin misma de la economa y el desarrollo. Fue el auge de la corrienteconocida en todo el orbe como neoliberal: sus diagnsticos parecan cuadrar con larealidad; lo que es ms, eran ellos los que haca aos venan advirtiendo sobre lospeligros de los Estados grandes, de las estrategias proteccionistas, de la excesivaregulacin, del endeudamiento y del excesivo gasto de los gobiernos. Ese pensamientoofreca una explicacin a lo que estaba pasando, y mejor, tena recetas para remediarlo.

    As, en Amrica Latina y en los Estados Unidos se ferment y se expandi una discusinpoltica e intelectual que tuvo un momento cumbre: en 1990, en Washington DC,representantes de organismos internacionales, acadmicos, y funcionarios de AmricaLatina y el Caribe, se reunieron en un foro auspiciado por el Instituto de EconomaInternacional, para evaluar el progreso econmico de la regin. No era un encuentrosectario: haba economistas estructuralistas, keynesianos, incluso marxistas. Pero lo quedemostr la reunin, es que la hegemona intelectual (los informes, evidencias, y sobretodo el apoyo de los organismos internacionales) haba pasado al bando liberal.

    Ese cnclave produjo un recetario de poltica econmica que prometa, en definitiva,sacar de su profunda crisis a los pases latinoamericanos. Los asistentes en su amplia

    mayora, neoliberales y no, estuvieron de acuerdo en las recomendaciones. Por eso JohnWilliamson, un entusiasta economista promotor de esa reunin, lo llam Consenso deWashington. Es importante no perder de vista las fechas: el Consenso de Washingtonera ms una sistematizacin de lo que se estaba haciendo sobre la marcha que unaformulacin previsora del futuro econmico.

    Con todo, los resultados de esa reunin orientaron programas de estabilizacin yreformas econmicas estructurales ms all de Amrica Latina. Los efectos de suaplicacin fueron inevitablemente duros: desempleo, reduccin de salarios reales, cierrede empresas, disminucin del consumo y la demanda. El Consenso de Washington noocultaba que sus recetas inyectaran temporalmente, sangre, sudor y lgrimas a lassociedades en terapia, pero luego, decan, vendr la recuperacin del crecimiento.

    A partir de ese momento, el mundo econmico, lo mismo el material que el de las ideas,durante las ltimas tres dcadas, ha sido dominado por ese espritu, el neoliberal. Setrata de una doctrina coherente, autoconsistente, militante, porque est decidida acambiar el mundo a su imagen y semejanza.

    A qu se debe su hegemona? La respuesta es inequvoca: la realidad material oblig alpensamiento econmico a ajustarse, a reinterpretar el mundo que se transformaba muyrpidamente. Unos cuerpos tericos estaban mejor capacitados para asimilar y apoyar

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    ese cambio, otros se resquebrajaron y otros planteamientos, en la dcada de losochenta, entraron en revisin y reconstruccin de s mismos (como la CEPAL en AmricaLatina y la socialdemocracia en Europa).

    Dos cosas decisivas cambiaron la manera de funcionar de la economa planetaria: laliberalizacin de los capitales financieros y la expansin y multiplicacin del comerciomundial. El control de la economa se volvi cada vez ms difcil porque muchas de lasdecisiones econmicas ms importantes ya no se tomaron dentro de las naciones, sinoen una multitud de centros financieros, empresas, consultoras y Estados distintos ydistantes.

    Quienes toman esas decisiones (alzas o bajas en las tasas de inters, destino yoportunidad de las inversiones, tamao de la exportacin de capitales, prstamos,etctera) ms all de los Estados y las naciones, se adhieren por conveniencia alesquema neoliberal. Su fuerza no es terica, sus manuales y supuestos no son ms

    refinados y verificables que otros. Lo que ocurre es que los inversionistas institucionales,esos que ponen en marcha miles de millones de dlares todos los das y en todaspartes, desde hace casi tres dcadas, toman sus decisiones apoyados en esa ortodoxia,mueven el capital hacia economas que cumplen los requisitos de sus mismas recetas:el resguardo celoso de los equilibrios macroeconmicos, Estados que gastan slo lonecesario, que controlan su inflacin y mantienen una deuda razonable. Los dems,pueden y deben ser ignorados por situarse fuera del canon.

    El problema es que ningn poder mundial poda ya sustraerse a las consecuencias deesas decisiones y que ellas se fundamentan, precisamente, en el rosario del nuevopensamiento. Su ventaja decisiva es que les proporciona las herramientas para predecir

    cmo se comportarn los mercados, esencialmente los financieros. Ese escenarioimpone lmites muy reales a la accin de los gobiernos. Antes de la globalizacinfinanciera, una sociedad poda salir de las crisis recurriendo al dficit pblico,aumentando el gasto, devaluando su moneda o imponiendo barreras a lasimportaciones para animar el mercado interno y recuperar el consumo de la sociedad.As oper la economa mundial, con un impresionante xito durante treinta aos. Peroahora esas propuestas de poltica econmica son castigadas porque el pas encuestin puede ser descalificado y, en una estampida financiera, los capitales semoveran hacia otras partes del mundo, consideradas seguras y prudentes. El premio noes a la formulacin intelectualmente correcta, sino a la conducta financieramenterentable.

    Por todo eso, la edad del neoliberalismo no ha propiciado para Mxico (y para gran partedel mundo) un presente ms prspero ni ms estable. Al contrario, ha creado un mundoms peligroso porque le ha quitado a los Estados, a la poltica, a la voluntad colectiva ya las democracias, capacidades para gobernar la economa. Las crisis financierasglobales, extraordinariamente caras y destructivas, como la que muta ante nuestrosojos, no son sino las consecuencias prcticas de la razn neoliberal.

    Pero el neoliberalismo no es slo un espejismo: su programa y su ambicin tena comotrasfondo una crisis profunda de la estrategia proteccionista e interventora de los

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    Estados. Su crisis fiscal, su anquilosamiento productivo, su endeudamiento extremo y sufalta de innovacin tecnolgica, fraguaron un quiebre econmico que legitim la tomade decisiones: la globalizacin deba considerarse como opcin porque el viejo formatoya no poda, ya no tena recursos materiales, econmicos ni institucionales para

    mantenerse en pie.

    La globalizacin dej de ser opcin para convertirse en obligacin del mundo, pero susdecisiones, formas, tiempos y secuencias dependan (y dependen) de las naciones, susgobiernos y sus propios intereses locales. En nuestro caso, sin embargo, la insercin enla economa mundial, el ingreso a la globalizacin, se someti casi enteramente alnuevo canon aprovechando los controles polticos que ofreca el antiguo rgimen. Casicomo ningn otro pas y sin fijar plazos, condiciones de cohesin, coherencia, equidad ymnima justicia, Mxico se convirti en un modelo ejemplar de ajuste y cambioestructural. As, en aras de escapar del pasado proteccionista e interventor, laglobalizacin fue para Mxico, ms un imperativo de la poca, que una estrategia de

    desarrollo nacional.

    Las mltiples reformas estructurales. Una tesis dominante que no compartimosen la discusin pblica sobre Mxico pretende explicar el estancamiento y la ausenciade desarrollo a partir de la idea de que el rgimen poltico ha cristalizado una trampa deatasque que mantiene a la sociedad en la indecisin, lo que a su vez nos inhabilita aacometer los cambios pertinentes, las reformas estructurales que el pas necesita. Lahistoria contempornea, sin embargo, arroja evidencias muy distintas a esos espejismosy por el contrario, muestra que Mxico ha sido sometido a una larga terapia de reformasestructurales que redefinieron el papel del Estado en la economa y el lugar de Mxicoen la economa global. La siguiente recapitulacin no es exhaustiva pero s elocuente de

    lo que queremos decir.

    Dentro del sexenio de Miguel de la Madrid, se instrument la primera ronda de venta deempresas estatales y el ingreso de Mxico al GATT (Acuerdo General sobre Comercio yAranceles, por sus siglas en ingls, 1986). Durante la presidencia de Carlos Salinas loscambios fueron stos: renegociacin de la deuda externa; reclasificacin depetroqumica bsica y secundaria para permitir la inversin privada; un amplioprograma de privatizaciones que concluy hasta 1993 (proceso que incluy la venta deaerolneas, el Grupo Dina, compaas mineras, complejos industriales, siderrgicas,Telfonos de Mxico y la Banca); se modific el artculo 28 de la Constitucin, quereservaba al Estado la prestacin del servicio pblico de Banca y crdito, y naci el

    Comit de Desincorporacin Bancaria; se permiti la participacin extranjera en elcapital social de los bancos y hasta 49% del capital de las compaas de seguros,afianzadoras, almacenes de depsito y arrendadoras; se permiti a extranjeros, sinrestriccin alguna, la compra-venta de renta fija y acciones de voto en algunascompaas a travs de inversin de cartera; se privatizaron 18 instituciones bancarias;se abri el sistema ferroviario a la inversin privada; fue creada una nueva Ley deCompetencia Econmica, ms abierta y permisiva; se reform el artculo 27constitucional para generar un mercado de tierras en la agricultura ejidal; se reformaronlos artculos 28, 13 y 123 constitucionales para otorgar autonoma al Banxico y para

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    circunscribirlo al objetivo nico de control inflacionario, y entr en vigor el Tratado deLibre Comercio entre Mxico, EU y Canad.

    Con Ernesto Zedillo el Estado convirti en deuda pblica los pasivos financieros

    privados, se emiti la Ley de Proteccin al Ahorro Bancario y se cre el Instituto para laProteccin del Ahorro Bancario; se estableci una nueva Ley de Seguridad Social, seabri el mercado para que la iniciativa privada distribuyera gas natural y se volvi aampliar la participacin de la inversin extranjera hasta 49% en bancos, casas de bolsay grupos financieros; entr en funcionamiento un nuevo esquema de pensiones y retiroa travs de las Afores; se reform la ley del Instituto Mexicano del Seguro Social a partirde la cual se redujeron significativamente las contribuciones privadas al sostenimientode la principal institucin de seguridad social en el pas; inici la participacin deempresas extranjeras en telefona de larga distancia; se cre el fondo de estabilizacinpetrolera; qued firmado el Acuerdo Comercial con la Unin Europea y una multiplicidadde otros acuerdos arancelarios con naciones de Amrica Latina y Japn. Por su lado,

    Vicente Fox estableci la Ley para la creacin del Banco del Ahorro Nacional; se aprobla Ley de Inversiones, las leyes del Mercado de Valores y la Comisin Nacional Bancariay se abri paso a otra regla de oro de la estabilizacin econmica con la Ley dePresupuesto y Responsabilidad Hacendaria.

    Cada una de estas reformas merece una evaluacin puntual, pues la ndole, profundidady resultado de cada una es muy distinta. No todas significaron lo mismo y, sin embargo,el cuadro general resultante da cuenta de una realidad muy diferente a la tesis deinmovilidad que domina el debate, pues reformas estructurales en Mxico ha habido y muchas desde 1986, y con gobiernos de muy distinto signo poltico, ideolgico ypartidista.

    No se trata de eventuales hiptesis tericas, sino de un largo ciclo de cambiosprofundos en la economa poltica cuya experiencia concentra casi un cuarto de sigloque debe ser medida en sus resultados y evaluada en sus consecuencias. Por lo tanto,un anlisis realista y no ideolgico debe partir, obligadamente, del balance de lo queocurri en Mxico tras las mltiples reformas estructurales, de su pertinencia, ventajas,beneficios, costos y prdidas mensurables que han trado al pas.

    Es importante constatar que a pesar de las reformas econmicas (o quiz tambin porellas) Mxico se halla estancado desde hace casi tres dcadas, con todos los efectosdistorsionantes asociados: pobreza indisoluble, polarizacin social, migracin masiva,multiplicacin de la informalidad, cancelacin de la movilidad social. Toda unageneracin ha escuchado la misma promesa que se repite hoy: tan pronto comopongamos en marcha las reformas estructurales necesarias, Mxico tomar la senda deprosperidad. Con esa convocatoria dio inicio el interregno del cambio de modelo hace28 aos y los resultados estn a la vista.

    A la distancia, el resultado general es la reduccin de los mrgenes de libertad en lapoltica econmica (en nombre de la responsabilidad macroeconmica) y unareduccin del nmero y la calidad de los instrumentos disponibles para crecer. Elcorolario no ha sido el crecimiento sostenido sino un aumento de la vulnerabilidad, un

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    dbil desempeo que no puede hacer frente a las necesidades sociales, que se vecruzado por recurrentes brotes de inestabilidad econmica.

    Muy pronto la poltica econmica se convirti en una nueva rutina. Burocracia,

    imposicin y a menudo, secretismo. Incluso, varias de las reformas que catapultaron elcrecimiento cuando entraron en vigor (como el Tratado de Libre Comercio, gracias a laapertura del mercado estadounidense, pero tambin por la profunda devaluacin delpeso en 1995), al no haber sido revisadas o acompaadas por polticas de fomento, seconvirtieron en su contrario: un simple mecanismo de transmisin de la crisis, pues en2009 las exportaciones mexicanas se redujeron 21% y todos sus principales rubroscayeron: petrleo (-39%), actividades extractivas (-25%) y manufacturas (-18%).

    Existe evidencia que respalda la idea de que las reformas estructurales (sea aperturacomercial, privatizacin, desregulacin, etctera) pueden permitir elevar laproductividad en el momento en el que adquieren vigencia. Pero esos cambios como

    seala ahora el propio Banco Mundial deben ser parte de un proceso continuo demejora tecnolgica, aprendizaje e incremento del rendimiento que Mxico no hacursado. Las reformas estructurales valen si se monitorean en un proceso vigilante deconstante actualizacin e incluso de modificacin, para adaptarse a los nuevos tiempos,a las nuevas tecnologas, los nuevos procesos de produccin, la innovacin en loscontratos sociales y, por supuesto, si estn en sintona con los objetivos sociales quedeben ordenar a toda la accin pblica. Pensar limitadamente en generacionessucesivas de reformas, que un da terminan, es una falacia y un autoengao que lasociedad acaba pagando demasiado caro.

    II.- EL OLVIDO DE LA JUSTICIA Y LA EQUIDAD

    Sin equidad el crecimiento es imposible. Los datos y la experiencia de largo plazoinforman de un fallo epocal y sistmico: no se trata de una mala racha ni unaadversidad coyuntural debida a factores externos; es el tipo de insercin al mundo y eltipo de polticas, prcticas, instituciones y concepciones econmicas las que handemostrado a costa de una generacin su impotencia en la realidad del pas.

    En la base de esa concepcin econmica ha presidido una idea que debe ser superada:

    que la justicia o la equidad son un factor normativo, externo al funcionamientoeconmico. La igualdad es pensada como un subproducto de la eficiencia y la eficaciaeconmicas. Por el contrario: lo que demuestra la experiencia mexicana, es que laigualdad y la distribucin son condicin del crecimiento, no su resultado. Sin repartoefectivo en los salarios, el empleo, el ingreso el crecimiento acaba estragado entre losmuchos crculos viciosos de una economa que a fuerza de reformas estructurales, sequed sin motores internos. Un solo dato actual resulta elocuente: la salida de la crisisno podr sostenerse con la fuerza de la demanda interna. Los salarios reales enpromedio no subirn este ao y la expectativa de creacin de puestos formales de

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    trabajo es de 359 mil. De modo que la masa salarial real, la que determina el poder decompra, crecer apenas 1.6%. Por su parte, no crecer el crdito y la inversin pblicano alcanzar (tal y como la aprob el Congreso) para una reactivacin del crecimientocapaz de mitigar los efectos de la crisis en los ltimos dos aos. As las cosas, aun

    considerando el mejor de los escenarios para el 2010, terminaremos el ao con unaeconoma cuya produccin es menor en 1.7% respecto a la que tenamos en el ao2006.

    Los datos apuntados aqu, muestran que no estamos ante una apuesta terica: son lospropios mercados y las empresas las que reconocen esa realidad y toman susdecisiones (o se abstienen de ellas) por la precariedad y desigualdad interna. En laEncuesta sobre las expectativas de los empresarios levantada por el Banco de Mxicoen enero de 2010, se muestra que no es la falta de reformas estructurales sino ladebilidad de los mercados internos (48%) el obstculo central a la inversin y lainnovacin nacional.

    Por eso deben ser invertidos los trminos de la cuestin. Ms all del axioma crecerpara despus distribuir y luego de tres dcadas de profusos cambios estructurales,debemos preguntarnos seriamente: es posible un crecimiento sostenido sin unaredistribucin razonable del ingreso? Hasta hoy se ha colocado al equilibriomacroeconmico, como fase previa a las polticas de equidad, mismas que debensiempre esperar a que llegue el momento del reparto. Los mexicanos han comprobadoque los programas de desarrollo, la mejora en las condiciones de vida, ingreso,educacin, salud, se han visto pospuestos en aras de polticas de ajuste a su costa,tanto cuando crece la economa (hay que esperar) como cuando entra en recesin (esimposible la redistribucin). Con tal concepcin, la economa interna no ha mejorado, los

    mercados no se han fortalecido, la mayora de las empresas no son ms relevantes. Poreso es indispensable una reflexin distinta, como la que aqu proponemos.

    Sostenemos que el problema de la justicia social es tan econmico como el delcrecimiento. Sin circuitos internos fuertes, sin un reparto del ingreso que mejore lacapacidad de compra de la mayora, Mxico no encontrar la salida hacia al desarrollo.En esa ruta, el aseguramiento de un ingreso mnimo, la educacin y la formacin, laatencin sanitaria y la vivienda, as como el desarrollo de las infraestructuras y losservicios, forman parte del paquete redistributivo imprescindible. Es imposible sostenerel crecimiento sin fortalecer la economa interna redistribuyendo el ingreso desde elprincipio del ciclo. No estamos ante un problema moral solamente, sino ante un desafo

    socioeconmico que tiene repercusiones de enorme alcance. Nuestra conviccin es quela redistribucin del ingreso, incluso cuando no es posible hacerlo salarialmente, esviable junto a un mercado abierto y competitivo, con reglas previsibles y equilibriosdefinidos para el largo plazo.

    En nuestra historia reciente el Estado mexicano ha decidido renunciar a cualquiercorreccin, a usar la poltica presupuestal en aras de la responsabilidadmacroeconmica (como si el crecimiento, el empleo y la inversin no hicieran partecentral, de la ecuacin). En nuestra opinin el crecimiento mexicano no aparecer si

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    perviven estos dogmas, que ningn pas del mundo desarrollado prctica con talfruicin. No apostamos, claro est, a que el Estado se desate en una espiral voluntaristade gasto incontrolado; mucho menos que el dficit sea utilizado para engrosar laburocracia o el gasto corriente; decimos s, que el dficit es un instrumento de poltica

    econmica y que debe usarse siempre con responsabilidad y en atencin al cicloeconmico, impulsando prioritariamente la inversin a la infraestructura, ampliando lasposibilidades de crecimiento del conjunto de la actividad del pas y en atencin expresaa las necesidades de la sociedad. No es lo mismo el gasto corriente que el gasto eninversin, es decir, el gasto para las bases del crecimiento futuro. Sostenemos que esobligado reintroducir una visin ms moderada y pragmtica, que le devuelva a Mxicoun instrumento de accin pblica: la poltica presupuestaria.

    Hasta hoy, se han reformado mltiples leyes, prcticas, instituciones e ideas en laeconoma nacional y el resultado es ms bien decepcionante. El problema no seresolver con ms reformas en el mismo sentido, confiadas slo en la accin de las

    fuerzas del mercado; quizs lo correcto sea precisamente lo contrario: colocar en elcentro el crecimiento del ingreso, y procurar una batera de cambios centrados en laequidad para que las reformas recuperen su credibilidad. Es deseable adems, que loscostos de una eventual nueva ronda de cambios no recaigan en los mismos actores: lostrabajadores, los sindicalizados, los desempleados y los pensionados. Por paradjico quesuene, las propias reformas liberalizadoras en Mxico necesitan de un relanzamiento delEstado, de crear las instituciones universales del bienestar, para que sean soportables ydefendibles, pues ningn modelo econmico puede alcanzar apoyos ni ofrecerresultados si a su paso siembra y multiplica tanta incertidumbre y tanta inseguridad.

    Falsas promesas de las reformas estructurales. En perspectiva histrica, el virtual

    estancamiento econmico del pas comenz antes que nuestra vida democrtica y seexplica por razones propias. Es cierto que el rgimen de gobierno pluralista ha hechoms compleja y densa la elaboracin poltica; es cierto que desde 1997 debe incluir msvisiones e intereses en su construccin; es verdad que los cambios deben discutirsepblicamente; los contrapesos legislativos, judiciales, regionales se multiplican ygravitan a cada paso, y es cierto que todo ello ha complicado el gobierno y la toma dedecisiones esenciales. A lo cual, dicho sea de paso, debemos agregar la existencia denuevas instituciones creadas para ofrecer proteccin y garanta a derechosfundamentales como las Comisiones de Derechos Humanos, los Institutos deTransparencia y Acceso a la Informacin, las Comisiones para Prevenir y Combatir laDiscriminacin, etctera, que, a la vez que refuerzan la tesis de que en este pas s ha

    tenido lugar un proceso importante de creacin y renovacin institucional, estndestinadas a limitar y fiscalizar la gestin de las autoridades. Pero, en parte, de eso setrata la vida democrtica.

    Sin embargo, en modo alguno, la divisin de poderes y la vida pluralista han producido ala realidad de nuestra economa estancada. Son las propias ideas y polticas quepresiden el pensamiento econmico dominante, las principales responsables de nuestrodecepcionante estadio material.

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    Se trata de una idea econmica ortodoxa que ha contribuido a generar un sentidocomn conservador contrario a lo pblico, a lo estatal, a los impuestos, a los sindicatos,a los partidos polticos, a las instituciones pblicas, al inters general, a la poltica queimplica la negociacin abierta y explcita con intereses distintos, a lo racional, incluso a

    lo cientfico. Buena parte del triunfo de estas fobias en la discusin pblica de Mxico,tiene causas universales: una hegemona de derechas que comenz en Inglaterra y enEstados Unidos en los aos setenta y que supo desarrollarse e implantarse en Mxicovehiculando la transicin poltica y aprovechando el enorme desprestigio y el quiebre dela herencia revolucionaria del rgimen autoritario.

    El cambio econmico de Mxico tuvo ese sustrato de corte neoliberal y su basamentointelectual ha gobernado nuestra poltica econmica al menos desde 1985, congobiernos provenientes de distintas corrientes, generaciones y partidos y ha contagiadotambin a parte de la izquierda nacional. Los resultados estn a la vista y su balancedebe ser el fundamento de toda propuesta de reformas, polticas o estructurales.

    Este diagnstico sobre el peso ideolgico de los diagnsticos es relevante porque, unavez ms, se hacen llamados a una nueva ola de reformas de corte conservador enmateria poltica y econmica que buscan legitimarse a travs de culpabilizar a laestructura poltica de la inviabilidad del cambio y del avance econmico. Antes ydurante (an no podemos decir despus) de la crisis financiera, tres oleadas del debatenacional se han empalmado por convocatorias desde el Senado de la Repblica, con laidea a veces subyacente, a veces explcita de que las reformas estructurales pondrnfin al largo estancamiento y son la condicin para rescatar la ilusin democrtica. Perola realidad dice lo contrario: los ltimos treinta aos muestran muy claramente que lapoltica econmica y la poltica democrtica son dimensiones diferentes (aunque no

    independientes) fechadas en tiempos distintos, con un desarrollo propio, seguido poruna cauda de decisiones asumidas bajo premisas diferenciadas. Por eso no es lgica nihistricamente sostenible la idea de que el sistema poltico ha devenido ahora en elcuello de botella que explica el estancamiento nacional.

    El trnsito econmico comenz en 1986, la transicin poltica casi diez aos antes, en1977, pero mientras sta se desarrollaba con una lgica inclusiva, merced a pactos ycompromisos sucesivos que incorporaban cada vez a ms y ms actores e intereses, eltrnsito econmico se despleg encapsulando las decisiones fundamentales, endeliberaciones cupulares y asegurando la menor participacin social posible para as,garantizar su pureza tcnica. La transicin poltica fue negociada desde el principio, por

    el contrario, el cambio econmico fue impuesto desde su origen.

    En un primer momento, las reformas econmicas fueron catapultadas por lasestructuras corporativas y por las instancias estatales an controladas por unaPresidencia todava omnmoda (1982-1988). Luego, en los aos de exultante hegemonadel ideario neoliberal (especialmente luego de la cada del socialismo real) una mayoraplural del Congreso (PRI y PAN) propici otras tantas transformaciones en el mismosentido (1988-1991). Un parntesis de tres aos, permiti de nuevo, que el Presidenteacelerara su programa liberalizador, pero a partir de 1994 y especialmente en 1997, la

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    transicin democrtica modific las condiciones del juego y oblig a formas mucho msinclusivas de elaboracin de las decisiones econmicas. Desde entonces, un lamentoreiterado en los crculos del establishment es que las nuevas realidades de lademocratizacin (el Congreso plural, la activacin de los contrapesos polticos en el

    Estado nacional) han complicado la fortuna y la instalacin de las nuevas y msprofundas reformas estructurales. La democratizacin afect as, las condiciones, lascostumbres y el clima mental en los que se intent implementar los cambiosestructurales. La democracia intensific la deliberacin, la interpelacin, la movilizacinsocial que cuestiona la razn de esas reformas y, en determinados momentos,efectivamente, ha detenido cambios que en un escenario de autoritarismo presidencialpodran haber avanzado, como fue el caso de la reforma energtica en este sexenio. Lademocratizacin, que dio lugar a una real y efectiva divisin de poderes, tambin hapermitido que el Poder Judicial intervenga sobre aquellas decisiones que, construidassobre argumentaciones de bsqueda de eficiencia econmica, respondieron a losintereses de poderes fcticos y de grandes grupos de poder econmico, como ocurri en2007 con las reformas a las leyes de medios y telecomunicaciones que la SupremaCorte de Justicia de la Nacin determin eran contrarias a la letra constitucional.

    A partir de la inexistencia de una mayora absoluta en el Congreso de la Unin, en 1997,la implementacin de toda reforma se complic y se expuso a la inspeccin, al debate,al peritaje, a la prueba por medio de mltiples canales. En este sentido es queafirmamos que el proceso democratizador se desarroll paralelo, con momentos detensin y de retroalimentacin al proceso de cambio econmico.

    La transicin democrtica como hecho histrico. Contra casi todos los pronsticos,el pas logr que la diversidad poltica ingresara a las instituciones estatales. Despus de

    largos aos de monopartidismo fctico y gracias a movilizaciones y conflictosrecurrentes, ocurrieron las reformas normativas e institucionales que permiten hoy lapresencia del pluralismo poltico tanto en las esferas de gobierno como en los espacioslegislativos. Se trat de un proceso tenso, complicado, pero venturoso en susconsecuencias, porque sintoniz a los circuitos estatales con una sociedad moderna,cada vez ms globalizada culturalmente, compleja y profundamente desigual.

    Cualquiera que compare el mundo de la poltica de hoy y el de hace veinte o treintaaos notar las diferencias: asentamiento de la diversidad, un grado de libertad muchomayor, contrapesos en las instituciones estatales, coexistencia de la pluralidad,ejecutivo acotado, federalismo real, mayor publicidad de las decisiones y rendicin de

    cuentas.

    No obstante, ese proceso democratizador se encuentra erosionado, desgastado, porquecomo se ha sealado, en muchos otros terrenos de la vida social las realidades sonmucho ms oscuras. El trnsito democratizador ha sido acompaado no slo por uncrecimiento magro, sino tambin por una persistente desigualdad social y losfenmenos de exclusin asociados a ella, como el incremento notorio de la delincuencia,la reproduccin de mundos paralelos que escinden a los ciudadanos, un frgil y

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    contrahecho Estado de derecho, una vida pblica estridente e inteligible y en suma, unaescasa cohesin social.

    Son fenmenos, todos, que llevan aos entre nosotros. Organismos internacionales,

    gobiernos, partidos, acadmicos, ponen el acento en la posibilidad de que lo que fuemotivo de esperanza se convierta en frmula de desencanto. Luego de trgicasdictaduras militares o de la persistencia de gobiernos autoritarios como el nuestro, elhorizonte democrtico en Mxico y Amrica Latina pareci concitar las ms ampliasadhesiones. Izquierdas y derechas convergieron en esa apuesta y millones deciudadanos se sumaron a esos esfuerzos. No obstante, concluido aquel primer ciclo, apartir del inicio del siglo, el entusiasmo por la democracia se desvanece y desgastatodos los das.

    Cierto que no existe un modelo de gobierno alternativo que cuente con suficiente apoyosocial, pero el desencanto con la democracia (sera mejor decir con sus instrumentos) es

    vasto y se ensancha; una y otra vez la gran ilusin aparece defraudada.

    Ello tiene que ver con las expectativas irreales que se desataron durante los perodostransicionales, aunque eso es un dbil consuelo analtico. Lo cierto es que no slo seofreci a la democracia como el rgimen que permite la convivencia de la diversidadpoltica, que construye candados para acotar a los poderes constitucionales y quepotencia los mrgenes de libertad; adems se le idealiz como una estacin casi mgicaen la que se encontrara una sociedad reconciliada y sin fisuras.

    Ms al fondo, el problema es que el desencanto no es fruto slo de las perspectivasdesbordadas, sino en mayor medida de las realidades existentes. sta es la fuentefundamental de los abatidos humores pblicos, del coraje contra la poltica, del rechazotan amplio a partidos y rganos de representacin. No son buenas noticias, porsupuesto. Pero preocupan ms por la inercia auto referencial en la que se reproduce lapoltica nacional. Como si de nuevo los puentes entre representados y representantespudieran ser dinamitados sin consecuencias graves para todos.

    El nuevo horizonte de la poltica no puede desentenderse de los fenmenos que corroenla convivencia en comn. Frente a la crisis financiera que comenz en el ao 2008 y quenos llev al retroceso productivo ms importante en 77 aos, con su drsticadestruccin de empleo formal, regreso a la pobreza de millones, en un mundo marcadopor la ancestral desigualdad, los comicios del 2009 se realizaron en un ambientecargado de ansiedad. Ese rasgo estructural de la sociedad mexicana es el que se tiene

    que empezar a remontar si se aspira a escapar del deterioro.

    Es un tema de ayer y de siempre en Mxico, pero hoy, por primera vez en nuestrahistoria, tiene que ser asumido en un contexto democrtico, es decir, en la coexistenciade la pluralidad en el entramado estatal. El reto mayor de la naciente democraciamexicana es reproducirse en un ambiente adverso, cargado de malos presagios ypsimos humores. Para hacer sustentable a la democracia se requiere de un horizontecompartido, que no puede ser otro que el de la forja de una ciudadana capaz de

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    apropiarse y ejercer sus derechos, para lo cual un piso bsico de condiciones materialesde vida y de satisfactores culturales especialmente la educacin es imprescindible.

    Si la democratizacin del pas fue posible gracias a los esfuerzos conjuntos de gobiernos

    y oposiciones, y en el que coadyuvaron organizaciones no gubernamentales, medios decomunicacin, acadmicos e intelectuales, etctera, hoy se requiere un esfuerzo similarpara edificar una casa comn que logre trascender el archipilago de clases, nuevascastas, grupos, tribus y pandillas en el que se est transmutando el pas. Es hora deemprender una segunda transicin, ahora desde la democracia, hacia una sociedadigualitaria de derechos.

    Democracia incipiente y dbil. La democracia mexicana se mueve a contrapelo dedos problemas de distinta naturaleza pero que convergen en su erosin: los problemasde la debilidad ciudadana que acosan a casi todas las democracias en Amrica Latinay la correlativa, precaria, cohesin social.

    El Informe sobre el desarrollo de la democracia en Amrica Latina, publicado por elPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2004, subray queexiste el peligro en el ejercicio de explorar lo que falta, olvidar lo que tenemos, esdecir, que al llamar la atencin sobre los problemas que gravitan sobre la democracia,olvidemos el significado profundo de haber dejado atrs la larga noche delautoritarismo, la historia de los miedos, los asesinatos, las desapariciones, las torturasy el silencio aplastante de la falta de libertad. La historia donde unos pocos seapropiaron del derecho de interpretar y decidir el destino de todos.

    La fortaleza de la democracia, apunta el PNUD, depender de la fortaleza de laciudadana, entendida como la capacidad real de los ciudadanos para ejercer el conjuntode sus derechos (polticos, civiles y sociales). Porque la paradoja mayor de nuestrocontinente parece ser la de una ciudadana construida a medias, que ha logrado ejercerun buen nmero de derechos polticos pero carente de la posibilidad de apropiacin realde los derechos cvicos y sociales.

    Las coordenadas dentro de las cuales se reproduce la vida en comn en el continentelatinoamericano estn cargadas de tensiones. Mientras nuestros ndices de participacinelectoral se encuentran a mitad de camino entre los de Estados Unidos (por debajo de lamedia latinoamericana) y los de Europa (por encima), el porcentaje de pobres esabrumadoramente superior entre nosotros (42.2% contra 15% en Europa y 11.7% enEstados Unidos) y una monumental desigualdad cruza a todos nuestros pases. O para

    decirlo en palabras del Informe: Por primera vez en la historia, una regin en desarrolloy con sociedades profundamente desiguales est, en su totalidad, organizadapolticamente bajo regmenes democrticos. As se define en Amrica Latina, una nuevarealidad sin antecedentes: el tringulo de la democracia, la pobreza y la desigualdad.

    En el ao 2009 la regin contaba con 250 millones de habitantes cuyos ingresos lossituaban por debajo de la lnea de la pobreza. Los datos para Mxico vuelven a serparadigmticos: en el 2010, segn estimaciones de la Secretara de Desarrollo Social,habr alrededor de 57 millones de mexicanos en pobreza (en 1996 haba 64 millones, y

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    en 1988, 41.3 millones). Es decir: en Mxico habita la quinta parte de todos los pobresde Amrica Latina. As estaban las cosas, pero luego de la crisis econmica, se prevque cuando menos la mitad de los mexicanos estar en pobreza, a pesar de que losrecursos destinados al gasto social han crecido considerable y sistemticamente.

    Ese es el penoso tringulo que produce democracia precaria y ciudadanos inconclusos,incompletos, que ejercen sus derechos con dificultad y muchos de ellos incluso seencuentran excluidos del ejercicio de las prerrogativas bsicas. Mientras en todos lospases de Amrica Latina, se reconoce el derecho universal al voto, se eligen a lasautoridades, y los fenmenos de alternancia se vuelven recurrentes, la discriminacinpersiste, el acceso a la justicia es desigual y limitado para la mayora (derechos civiles),la pobreza regresa con la crisis, se extiende y segrega, y el trabajo informal semultiplica y se erosiona la inclusin social (derechos sociales).

    Esa situacin no slo genera conflictos mltiples, un malestar y desafecto hacia la

    poltica que es el caldo de cultivo para reacciones adversas a la democracia, a lalegalidad y a la vida en comn. Como afirma el Informe: llegado a este punto, quizs lapregunta ms importante sea cunta pobreza y cunta desigualdad toleran lasdemocracias?

    El segundo tema crtico de nuestra democratizacin es el de la cohesin social, sobre elque ha llamado la atencin la CEPAL, es decir, esa parte de la solidaridad necesaria paraque los miembros de la sociedad sigan vinculados a ella con una fuerza anloga a la dela solidaridad mecnica premoderna, se trata de los lazos que crean obligaciones en losindividuos y que los hacen sentirse incluidos en un proyecto comn. El empleo, laeducacin, la titularidad de derechos, las polticas de fomento a la equidad, el bienestar,

    la proteccin, son mecanismos que, cuando funcionan, crean y recrean la cohesinsocial. Y de su eficacia dependen las valoraciones y los comportamientos de losindividuos que podrn asumir un sentido de pertenencia, una evaluacin positiva de lasinstituciones, una aceptacin de las normas que regulan la convivencia o, por elcontrario, sentirse ajenos a ellos.

    Entre nosotros, la cohesin social se vulnera todos los das y no slo por los bajosniveles de crecimiento y la persistencia de la desigualdad. Conspiran contra la cohesinla reproduccin sistemtica y escalada de la informalidad; la dificultad de acceder a losactivos materiales y simblicos; la negacin de plenos derechos a grupos marcadospor la diferencia racial, tnica, cultural; el individualismo que se expande a costa delresorte solidario y que complica la construccin del nosotros; la fragmentacin de losactores sociales, el debilitamiento de los grandes contingentes ideolgicos, polticos ogremiales para dar paso a un archipilago organizativo disperso y con escasos puentesde comunicacin; la corrupcin pblica y privada, la falta de transparencia en lasdecisiones, la fuerza de los poderes fcticos en casi todas las reas importantes de lavida econmica y la inveterada brecha entre la ley y los hechos, el divorcio entretitularidad formal de derechos y la ineficacia del sistema judicial. La persistencia de unnosotros frgil, endeble, no slo arroja un inconsistente sentido de pertenencia, sino

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    una valoracin negativa de la vida pblica, de las instituciones polticas y del sistemademocrtico.

    El lugar del trabajo en la democratizacin. Si en algn mbito de la vida social

    mexicana el dficit del ejercicio de derechos es especialmente notorio, es en el deluniverso de las relaciones obrero-patronales. La transformacin democrtica de lasltimas tres dcadas dej deliberadamente intocado el rgimen del derecho laboralmexicano que alguna vez fuera orgullo de la ideologa del derecho social mexicano yque dcadas de autoritarismo corporativista convirtieron en instrumento desometimiento poltico y social de los trabajadores.

    El ostensible impulso liberal de las reformas econmicas no tuvo en el mundo deltrabajo el mismo acento innovador que pretenda para las medidas econmicas antiestatales. As, las relaciones obrero-patronales siguen estando regidas por leyes,normas e instituciones que suponen un arreglo corporativista que resulta pura ficcin

    legal en el entorno actual de pluralismo poltico y de divisin de poderes. En el perodoms intenso de la reforma econmica, el uso de las facultades discrecionales que lalegislacin laboral concede al poder ejecutivo en materia de registro de sindicatos ydepsito de contratos colectivos se convirti deliberadamente en instrumento deatraccin de la inversin extranjera; todo bajo la promesa oficial de conjurar ficticiasamenazas a la paz laboral.

    As, en pleno proceso de modernizacin econmica se expandi de un modo casiescandaloso, por un designio no partidista, sino gubernamental y con avalesempresariales, el mecanismo de simulacin conocido como de contratos colectivos deproteccin que impide el ejercicio libre de los derechos de asociacin y contratacin

    colectiva de los trabajadores. Junto a este fenmeno de adaptacin perversa de lasleyes laborales a la liberalizacin econmica contempornea, las viejas estructuras decontrol poltico de las organizaciones de trabajadores mantienen artificiosamentecerrado el espacio para la expansin de los derechos fundamentales y libertades de lostrabajadores subordinados en el mbito laboral cotidiano. Del mismo modo, los derechoscolectivos de organizacin, contratacin colectiva y huelga permanecen sujetos arequisitos procedimentales que en ltima instancia interponen un inaceptable arbitriogubernamental para su libre ejercicio.

    La consolidacin de la democracia implica poner definitivamente en el centro delescenario al ciudadano capaz de ejercer a plenitud sus derechos polticos y sociales.Pero el dficit en materia de derechos laborales, en un entorno de reformaseconmicas, implic la casi desaparicin de las organizaciones de asalariados comoagentes representativos en la sociedad de la parte dbil de las relaciones productivas.No resulta difcil demostrar la asociacin entre este dficit de representacin social conal menos algunas de las facetas ms graves de la inequidad en la distribucin delingreso nacional. Un solo dato histrico muestra el resultado material de esta relacinasimtrica: en los ltimos 40 aos, desde 1970, el salario medio creci cuatro mil 619veces, mientras que los precios al consumidor lo hicieron en cinco mil 746 veces, lo que

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    arroja un deterioro general, de 19.6% en el salario real. Tal es el resultado neto dereformas liberalizadoras ms preservacin del corporativismo en el mundo laboral.

    Por eso, las relaciones entre empleadores y empleados en Mxico requieren de una

    reforma progresiva, amplia y radical que clausure definitivamente las premisascorporativistas en los sindicatos y en todo el derecho del trabajo. Para ello esindispensable la traslacin de la justicia laboral al mbito del poder judicial y laeliminacin de los componentes legales que hoy restringen la plena libertad deasociacin de los trabajadores y el ejercicio de los derechos de huelga y contratacincolectiva en trminos de los convenios y estndares internacionales. La libertad sindicalen un contexto democrtico exige organizaciones capaces de conjugar la solidaridad yla promocin de los derechos colectivos con el respeto pleno a los derechos individualesde sus miembros.

    Mxico necesita crear las condiciones para un nuevo pacto social, moderno, que

    exigira, entre otras cosas, representaciones laborales genuinas, independientes yprovistas de la legitimidad indispensable para influir en las decisiones legislativas y depoltica pblica. Un pacto social que implica, entre otras cosas, superar un viejoconcepto del antagonismo obrero-patronal atvico, irreductible y catastrfico, parasustituirlo por uno en el que la aceptacin de la plena personalidad e iniciativa de laspartes posibilite la concertacin productiva en las empresas y en el mbito de la polticaeconmica.

    La expansin de proteccin social para los ciudadanos, en una perspectiva universal,demanda necesariamente la ruptura con los patrones de compartimentacin de losderechos entre empleados formales e informales, entre asalariados del sector privado y

    pblico y la revisin de varias de las premisas del derecho a la salud, la vivienda y laproteccin en el desempleo y el retiro laboral. Este es uno de los vacos claves en elperodo de modernizacin excluyente de las ltimas tres dcadas.

    La democracia desafiada por s misma. La democracia no slo es desafiada por losproblemas que provienen de su contexto. La democracia misma produce sus propiosenemigos y ste es un hecho del cual los mexicanos estamos muy poco conscientes. Lademocracia ejerce sobre s una crtica perpetua, del permanente cuestionamientorespecto a lo que ella es y hace. La tierra prometida que se desprende de algunosdiscursos ingenuos o desinformados no existe en ninguna parte. En realidad, estamosfrente a un arreglo poltico-institucional que permite la coexistencia y competencia de ladiversidad poltica (lo cual es vital), pero en medio de un buen nmero de balanzas yequilibrios, de una forma de gobierno que asume que la soberana debe serpermanentemente renovada y que el poder debe ser distribuido, vigilado y controladode mltiples formas. La democracia tiene que lidiar con la desconfianza que se alimentade dos nutrientes: uno de origen liberal, y los otros de matriz democrtica.

    Desde sus inicios, la pulsin liberal teme a la acumulacin de poder y por ello rescata elpropsito de proteger al individuo frente a invasiones del poder pblico. Se trata degarantizar una esfera en la cual el Estado no pueda intervenir de tal forma que laslibertades individuales puedan desplegarse sin interferencias. Se teme a la expansin de

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    los poderes, a su fortalecimiento a costa de las personas, se desconfa del gobierno y lavirtud aparece del lado de los ciudadanos. Tales temores y desconfianzas estn en elcdigo gentico de la democracia y sin esas condiciones esa forma de gobierno esimposible. No obstante, es una tensin que gravita en todo momento sobre la propia

    reproduccin del sistema. La suspicacia respecto a las autoridades es una mculapermanente.

    Por otra parte se tiene a la preocupacin democrtica, cuyo resorte tambin es ladesconfianza pero de un tipo diferente, que consiste en asegurar que la democracia seatal, a partir de la cual se despliegan poderes de control y el contrapoder judicial.

    Una vez que los gobernantes son electos, una vez que la soberana popular decide entrelas diferentes opciones, se teme y con razn al mal funcionamiento de lasautoridades. Y se ha encontrado, por lo menos retricamente, que el gran antdoto es lavigilancia permanente del pueblo sobre las instituciones. Se trata de una serie de

    mecanismos y rutinas que vigilan, denuncian, califican e inciden sobre la reputacin dequienes ejercen el poder pblico. Es una sombra consustancial y necesaria queacompaa el hacer de las instituciones, una frmula de control (en ocasiones difuso)que modula y modela sus acciones.

    Por definicin las sociedades democrticas son pluralistas. Y quienes gobiernan suelenencarnar las aspiraciones de slo una franja de esa sociedad. Territorios significativos deese magma al que llamamos sociedad no se identifican con sus respectivos gobiernos.Ese caldo de cultivo es el que hace atractivo el resorte de la obstruccin. A losproyectos, de manera natural, le siguen los rechazos, y ello est en la base misma delarreglo.

    Por todo esto, la movilizacin social debe ser vista de otro modo y no como un elementoajeno al universo democrtico. Las libertades polticas esenciales de conciencia, deexpresin y de manifestacin se materializan en los recurrentes movimientos sociales,por lo visto incansables, que brotan una y otra vez, del suelo de la sociedad mexicanacon las ms dismbolas demandas.

    Normalmente, la discusin acadmica y el debate poltico en Mxico han querido ver enestas manifestaciones de organizacin y descontento (sectoriales, cvicas o territoriales)la expresin de problemas emergentes que necesitan ventilarse con urgencia (crisis,exclusin, decisiones impopulares, precariedad, abusos, catstrofes ecolgicas,etctera) o de una evolucin sofisticada de identidades singulares que desean afirmarse

    pblicamente (cuestiones de derecho y dignidad individual, discriminacin, identidadsexual, etctera). Sin embargo, nuestra comprensin de la vida poltica pluralista debeaprender a ver a la movilizacin social en su funcin propiamente democrtica, es decir,en su papel general de control, vigilancia, denuncia y calificacin del curso y de lasdecisiones de la vida pblica.

    No todas las movilizaciones pueden alcanzar el mismo nivel, ni juegan el mismo papel omerecen el mismo reconocimiento poltico; pero es signo de un atraso el credo elitistadifundido en Mxico, segn el cual se descalifica a la movilizacin social so pretexto de

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    proteger a la democracia. Justo al contrario: las movilizaciones son un elementoimprescindible de todas las democracias, antiguas y modernas, y su objeto consiste entratar, denunciar y llamar la atencin sobre situaciones, ms que en congregar gruposestables o representar proyectos concretos (la funcin de los partidos por antonomasia).

    No buscan el poder: sino influenciar sus decisiones. Esto, por supuesto, constituye unapieza ms de la complicada e ineludible anatoma de las democracias modernas.

    Y finalmente, por su lado, ese s institucionalizado, en el interior mismo de la vidademocrtica, se constituye tambin otro poder constitucionalmente erigido que dificultael ejercicio del poder democrtico: la capacidad de apelar las decisiones de la soberanao los gobiernos a travs de la va judicial. En esta etapa de la historia mexicana, lovivimos con toda fuerza: las controversias constitucionales y las acciones deinconstitucionalidad, ms los amparos, son legtimos recursos para dirimir diferenciasentre poderes, para declarar invlidas legislaciones, para proteger derechos individualeso intereses particulares. Pero esas instituciones no han arrojado los resultados que se

    espera de las mismas. Y lo cierto es que en este proceso de participacin social,necesaria y legtima, tiene enorme relevancia el funcionamiento del aparato de justicia yde gestin y aplicacin del derecho. Las instituciones de procuracin y deadministracin de justicia deben garantizar las condiciones que permitan que lastransformaciones sociales sean posibles a travs del derecho y no a pesar del mismo.Convertir al derecho en un instrumento transformador y progresista y no en unaherramienta conservadora tendiente a mantener el estatus quo es un reto que nopodemos dejar de lado si queremos que la movilizacin social sea un factor deconsolidacin de nuestra forma de gobierno. Para que esto sea posible las personasdeben confiar en sus instituciones y apostar por su utilizacin, pero esto slo ser ascuando los titulares de dichas instituciones, en los hechos, demuestren su compromiso

    con los derechos de las personas y les ofrezcan garantas efectivas.

    Como se ve, vivimos entre una serie de candados que hacen naturalmente complejo elfuncionamiento de la democracia a partir de los propios principios que ella misma poneen acto. No se trata de elementos ajenos, de apariciones impostadas, sino de frmulaspropias de un rgimen de gobierno que intenta conjugar la representacin legtima y lavigilancia permanente sobre los gobernantes. Por eso, la vida democrtica esconsuetudinariamente compleja, desafiante, crtica e incluso rspida, contrario a la vidaautoritaria, por definicin lineal, vertical, obediente, orgnica y aparentemente fcil.

    La dificultad de gobernar la pluralidad. En democracia el trabajo poltico se ha

    convertido en un oficio ms denso y mucho ms arduo, pero esto no exime deresponsabilidades a los partidos, sus dirigentes, gobernantes y legisladores, quienes hanmostrado tambin una escasa preparacin para actuar en el nuevo rgimen poltico. Nonos referimos slo ni principalmente a la estructura y funcionamiento patrimonialista yc