entre el riesgo y la emergencia- insinuaciones policiales en la intervención social

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    Revista de Antropologa Social

    ISSN: 1131-558X

    [email protected]

    Universidad Complutense de Madrid

    Espaa

    vila Cantos, Dbora; Garca Garca, Sergio

    Entre el riesgo y la emergencia: insinuaciones policiales en la intervencin social

    Revista de Antropologa Social, vol. 22, 2013, pp. 59-82Universidad Complutense de Madrid

    Madrid, Espaa

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83829565003

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

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    Sistema de Informacin Cientfica

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    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=838&numero=29565http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/revista.oa?id=838http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=838http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=838&numero=29565http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83829565003http://www.redalyc.org/revista.oa?id=838
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    59Revista de Antropologa Social2013, 22 59-82

    ISSN: 1131-558X

    Entre el riesgo y la emergencia:insinuaciones policiales en la intervencin social

    Between risk and emergency:The increasing police approach in social interventionsstrategies

    dbora VILA CANTOSUniversidad de Castilla la Mancha

    [email protected]

    Sergio GARCA GARCAUniversidad Complutense de [email protected]

    Recibido: 3 de marzo de 2013Aceptado: 2 de julio de 2013

    ResmenLas crisis, como todo torbellino, tambalean, cuando no arrasan, buena parte de lo que queda

    bajo su campo de accin. Pocas dudas quedan ya de que aquello que en un principio pareca

    exclusivo del campo econmico-nanciero, se maniesta tambin en trminos polticos ysociales. Son muchas las voces que alertan del n de un modelo social, ese que deni eldesarrollo del Estado del Bienestar tal cual lo conocemos, ahogado entre las oleadas de re-cortes, externalizaciones, privatizaciones, cierres, despidos, rescates... Sin embargo, el n deun modelo no conduce al vaco. Que determinadas polticas sociales se desvanezcan no sig-nica que otras no irrumpan con fuerza. De hecho, la crisis no hace sino expresar en trminosmximos una transformacin que haca aos vena gestndose: el surgir de una poltica socialespeccamente neoliberal que, tomando para s muchas de las propias estructuras del Estadodel Bienestar, introduce en ellas nuevas lgicas de gobierno y gestin de lo social.

    En el presente artculo, resultado del dilogo entre los trabajos de los arriba rmantes, in-tentaremos desentraar lo que, a nuestro juicio, constituye una de las principales transforma-

    ciones experimentadas por las polticas sociales en su devenir neoliberal: el desplazamientohacia un abordaje cada vez ms policial de la gestin de las poblaciones. Un desplazamientoque, en realidad, es doble, pues implica un movimiento que estetiza, por un lado, a la polica

    para acercarla en sus formas a los profesionales de la intervencin social mientras que, porotro, introduce en estos ltimos lgicas ms propias de la actuacin policial. Un desplaza-miento que, en denitiva, no hace sino responder a las exigencias de las nuevas losofas degobierno que acompaan a las polticas sociales neoliberales.

    Palabras clave: riesgo, emergencia, intervencin social, policializacin, (in)seguridad.

    http://dx.doi.org/10.5209/rev_RASO.2013.v22.43184

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    AbstractMany voices warn us of the eminent end of the social model that shaped the Welfare State aswe know it. The disappearance of certain social policies, however, does not mean that othersdo not appear with great force. In fact, the crisis is none other than the maximum expressionof a transformation that has been inching its way forward for years: the appearance of a speci-

    cally neoliberal social policy that, while incorporating many elements of the Welfare State,introduces new logic in government and social management.This article is the result of a dialogue between the works of those whose names appear

    above. Our intention is to untangle what we consider to be one of the central transforma-tions in social policy on the neoliberal path: the shift towards an ever-increasing police-likeapproach in the management of the population. This shift (which actually goes two ways as itincludes on the one hand, the make-over of police to make them appear more like social work

    professionals, while at the same time, the introduction of a police-like mindset into the socialintervention sector), directly responds to the demands of the new government philosophy thatis brought forth by neoliberal social policies.

    Keywors: neoliberalism, social protection, public safety, risk, emergency.

    Referencia normalizaa: vila Cantos, D. y Garca Garca, S. (2013) Entre el riesgo y laemergencia: insinuaciones policiales en la intervencin social, en Revista de AntropologaSocial,22: 59-82

    SuMARIO: 1. Prembulo: de policas tutores e interventores de urgencias. 2. Ttulo I: de laintervencin desde el riesgo. 3. Ttulo II: de las amenazas que emergen. 4. Disposicin tran-sitoria primera: de la policializacin de lo social. 5. Disposicin transitoria segunda: de la (in)seguridad como cemento social. 6. Disposicin nal. 7. Referencias bibliogrcas.

    1. Premblo: e policas ttores e interventores e rgenciasEn la primavera de 2012, asociaciones y profesionales de la intervencin social

    fueron invitados a un encuentro en el que discutir juntos las distintas problemticasque rodean a las chavalas y los chavales en riesgo de un barrio de Madrid, yaque entre todos es ms fcil hacer las cosas, segn rezaba la convocatoria. A dichoencuentro, al que estaban tambin invitados un experto acadmico y un responsable

    de la polica local, acudieron cerca de veinte profesionales. A todos les una unamisma preocupacin:

    Quin se encarga de los menores? En las polticas de juventud no ha habido sinoretroceso y recortes... En prevencin estamos bajo mnimos... (Experto).

    Hay muchos menos recursos que antes.... de los que estbamos en la calle Cuntosnos hemos quedado? 4 5. De los cientos de recursos en la calle no queda nada.Los chavales siguen estando en la calle, pero los servicios se han ido. Las callesestn solas para ellos (Trabajadora social).

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    Que los recortes en materia de intervencin social sean la tnica en los ltimosaos es un hecho que a casi nadie coge ya por sorpresa. Quiz lo haga un poco msla respuesta que, ante dichos recortes, el agente de polica propona a educadores ytrabajadores de lo social:

    Y no es que yo venga aqu a que hagis de condentes con la polica, ni muchomenos Se trata sencillamente de que tracemos unos lazos, unas redes porquesi un chaval es capaz de informaros o de deciros sus miedos, o que lo han cap-tado, o est implicado en un hecho violento, o es vctima, sobre todo vctima, deun hecho violento pues nos podis informar () Decir sencillamente en la zonatal, me han dicho chicos que trabajan con nosotros, que puede haber un grupo de-terminado donde estn coaccionando. Con esa misma informacin nos vale paramontar cualquier tipo de dispositivo y seguir esa lnea de investigacin (). Porqueno implica que educadores o trabajadores sociales tengan que hacer de condentes

    para la polica, se trata de darnos informacin til para que nosotros podamos se-guir trabajando (Polca municipal).

    Desde el saber-poder que su puesto en la universidad le confera, el expertoapuntalaba esta peticin: Por eso la polica son insustituibles. Algunos [revueloen la sala], me reero a la polica de cercana, a la de proximidad (...), no a la otra.Aquellos policas que trabajan desde la cercana y resuelven problemas, debanser contemplados, cada vez ms, como una opcin a la que recurrir en tiempos decrisis. Cuando todo se est desmoronando, ellos permanecen en pie:

    Ahora, si tengo un problema tengo que llamar a [responsable policial], porque nohay nadie ms en la calle, porque todos los servicios sociales se estn yendo, con locual ahora s que nos necesitamos ms que nunca (Trabajadora social).

    Los recortes no dejan otra opcin, por ms que su acervo vocacional recuerdea estos profesionales que son otra cosa esas herramientas que tienen los educa-dores, su manera de trabajar e intervenir. Mxime cuando se trata de lidiar conchavales que ahora son ms violentos, en un contexto en el que la violencia selee cada vez menos como fruto de la desigualdad social para resignicarse en unaespecie de nihilismo vital:

    Cuando un chico pertenece a un grupo determinado no es que se asle, vamos a qui-

    tarnos en esto los prejuicios no se aslan ni todos vienen de familias rotas. Hacenuna vida tranquilamente normal, lo que pasa es que luego estn con su grupo y setiran las horas muertas (Polica).

    La mayor parte del auditorio cruzaba miradas cmplices, las de quienes sabanque sa, y no otra, era la situacin que se viva en las calles. Algunos, los menos,se revolvan en sus asientos aunque para revolverse, sobra decir, es necesarioestar sentado, haber respondido a la invitacin, recelando de tal propuesta: comoeducadores debemos tener otros recursos, abordamos la realidad de otra manera.Pero las desconanzas se diluan poco a poco en unos cdigos y un vocabulario que

    remiten a modos de hacer que se reconocen cercanos:

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    En cuanto a la polica hay que verla como una opcin, es que no se trata de ver alagente uniformado que entra cual elefante, pensando que vamos a tomar las calles,

    porque entonces vamos a generar miedo. Entonces de lo que se trata es de esta-blecer canales, canales de comunicacin (...) Trabajar en red. Es una utopa, perolo decimos todo el rato: trabajar en red, trabajar en red. Pero esto no es slo entre

    trabajadores sociales, es necesario incorporar a ms actores (Polica).

    Por ms que algunos trabajadores de lo social se repitieran una y otra vez que lalabor de un polica es distinta a la de un educador social... que no somos lo mismo,lo cierto es que la asociacin quedaba trazada. Una asociacin que no hace sinohablarnos de una de las principales transformaciones experimentadas por las polti-cas sociales en su devenir neoliberal: el desplazamiento hacia un abordaje cada vezms policial de la gestin de las poblaciones. Esta tendencia, apuntada por diversosinvestigadores (Wacquant, 2012; Fassin, 2011; Bonelli, 2006), remite a un vnculocada vez mayor entre las polticas penales y punitivas y los sectores asistenciales o

    de intervencin social en el abordaje de aquellas categoras poblemticas de pobla-cin que residen en las regiones ms bajas del espacio social y urbano (Wacquant,2010: 23).

    La progresiva policializacin de lo social tiene su reejo en ciudades como Ma-drid, donde se ha apostado decididamente por aumentar los presupuestos destinadosa las polticas de seguridad ciudadana de manera independiente a la variacin, enuno u otro sentido, de las tasas de criminalidad: el reto es convertir a Madrid enuna de las ciudades ms seguras de Europa, una consigna repetida por los mandos

    policiales pese a que Madrid gure en segundo lugar en el rankingde las ciudadeseuropeas ms seguras, slo por detrs de Copenhague segn los datos ociales (El

    Pas, 17/01/2012).De manera paralela al incremento de lo policial, los servicios sociales para pobres,

    que nunca dejaron de ser pobres servicios, perviven a modo de esqueleto institucio-nal: edicios, trabajadores pblicos y algunos externalizados, sin apenas contenido,sin ayudas, con contadas plazas en dispositivos de atencin y con una Renta Mnimade Insercin (RMI) saturada y recortada que no responde al fuerte incremento de la

    pobreza. Al mismo tiempo, estos servicios profundizan en programas orientados acontener precisamente el riesgo que la desproteccin social est generando.

    Sin nimo de negar ese desplazamiento es ms, precisamente para armarlo,

    pensamos que es necesario un anlisis mucho ms sutil y complejo que supere eltosco enunciado de ms polica para los pobres. Primero, porque no se trata de unviraje radical en las polticas sociales: nunca los trabajadores y educadores socialesfueron agentes de profunda transformacin social, por ms que la profesin reclame

    para s su compromiso por la activacin social y la mitigacin de situaciones deexclusin. No en vano, su desarrollo contemporneo se encuentra ntimamente li-gado, por un lado, a estrategias de contencin de la exclusin social y de cooptacindel movimiento de base vecinal y cristiano desarrolladas en la dcada de losochenta (Observatorio Metropolitano, 2007) y, por otro, a un discurso de la mo-dernizacin que aborda los problemas ligados a la exclusin como fenmenos a

    gestionar profesionalmente, al margen de una reexin sobre el funcionamiento del

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    sistema social que los genera (Colectivo Io, 1995: 204), y al margen, tambin,de un cuestionamiento de las condiciones estructurales y las axiomticas de poderque subyacen a la intervencin social y la sobredeterminan (vila y Malo, 2010).Segundo, y ms importante an, porque es necesario sealar que ese desplazamientoes, en realidad, doble. La imagen que proponemos no es la de un tablero de ajedrezen el que las guras negras de control se van comiendo a las blancas de laintervencin socio-educativa sino la de una mutacin en la que unas y otras de-vienen grises y atacan en la misma direccin. As, las guras policiales mantienensu lgica de actuacin pero adaptan sus formas estticas a las de la intervencin so-cial, mientras que el trabajo social mantiene sus formas, pero adapta algunos rasgosde su lgica de trabajo los ritmos, el origen de la demanda, ciertos principios deintervencin a aqulla que siempre ha sido ms propia de la actuacin policial.

    De esta forma, la polica cada vez ms se recubre de una esttica que la aleja deesos elefantes uniformados que entran pisando las calles y dan miedo, rodendose

    de conceptos tan simblicos como la proximidad, la cercana o la empata;copiando los formatos propios de la intervencin social (se anuncia en panetos,acude a reuniones de coordinacin con escuelas y asociaciones, da charlas en cen-tros cvicos...); adoptando en su trabajo el lenguaje de lo social (trabajo en red,reinsercin, menores en proteccin, absentismo); autocensurndose si en unaconversacin se le escapa a un agente moros en lugar de rabes, e incluyendoen su repertorio retrico anlisis sociolgicos:

    Eso no quiere decir que el tema de las bandas se vaya a erradicar, porque eso esimposible: los chavales vienen aqu con esa cultura de bandas y aqu no se enteran

    de nada: en el instituto los bajan la edad de escolarizacin y les meten con chavalesque son muy pequeos, se ven viviendo en habitaciones hacinados, su padres todoel da currando y ven a los blancos como motos y mviles pues es normal, se

    juntan l y su colega y listo (Entrevista con agentes tutores de la polica municipal,mayo de 2012).

    Esta nueva polica debe rendir cuentas a la sociedad de su actuacin y e-cacia, transparentar su gestin en aras de ganar conanza ciudadana, e incluso sercapaz de generar guras nuevas especcas para el trabajo con las poblaciones msdbiles, como es el caso de los agentes tutores de la polica municipal, encargados

    de las intervenciones con menores y de los que hablaremos en profundidad un pocoms adelante.La estetizacin de la polica, sntoma visible del trnsito del paradigma del orden

    pblicoal de laseguridad ciudadana, y su asociacin cada vez mayor con la inter-vencin social que cristaliza en una creciente colaboracin, no slo en las calles,sino tambin en los despachos, posibilita un proceso de legitimacin social queotorga a los cuerpos de seguridad un respaldo indito hasta este momento. Dichorespaldo permite a la polica salir del estigma represivo que la acompaa, penetraren campos de lo social hasta entones vetados y presentarse a los ojos de los ciu-dadanos como un servicio pblico ms, casi al mismo nivel que, por ejemplo, la

    educacin o la sanidad:

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    Meter a la polica en los institutos era un pecado carnal, era horroroso... pero ahorahemos entrado en los institutos, hemos entrado en los servicios sociales, hemos en-trado en un montn de puertas que si no las tenamos cerradas las tenamos slo en-treabiertas... (Entrevista con agentes tutores de la polica municipal, mayo de 2012).

    En paralelo, esta creciente legitimacin social sirve de freno a las crticas quelevanta, como hemos visto, dentro del propio sector de la intervencin social laasociacin y colaboracin cada vez mayor entre ambas guras. Sin embargo, la es-tetizacin policial no modica, insistimos, su lgica de actuacin, que pasa siempre

    por entender que un trabajo ecaz es aquel que acaba con la detencin y/o el escar-miento del infractor. En una entrevista mantenida en mayo de 2012 con varios agen-tes tutores de un barrio de Madrid, stos mostraban su desorientacin al sentir quehacan de bisagra entre los agentes que s pueden actuar (el Grupo de Menores dela Polica Nacional GRUME con los ms jvenes y el resto de sub-cuerpos de

    la polica con los mayores de edad), dejando patente que para lo que ellos entiendenque debe ser una actuacin policial, detener, les faltan herramientas: al nal loque deseas es que los chavales cumplan los dieciocho para que se les pueda trincar.Otros agentes tutores apostillaban de forma rme y seria: somos policas, no edu-cadores sociales. Eso tiene que quedar claro.

    Tal y como hemos sealado, el desplazamiento afecta tambin a los trabajado-res de lo social: al mismo tiempo que la polica se estetiza, stos amoldan algunosrasgos de su trabajo a una lgica cada vez ms cercana a la actuacin policial. Enrealidad, el arte de policiar en el vocabulario de Michel Foucault, forma partede la gentica del Trabajo Social. La profesin, fruto de un contexto de fuertes des-

    igualdades sociales generadas en el capitalismo industrial, ya naci imbuida de losvalores disciplinarios que asignaban a nuevas guras, primordialmente femeninas,

    primero voluntarias (visitadoras sociales) y despus profesionales (asistentas so-ciales), una labor moralizadora que se combinaba con la dispensacin material alos pobres verdaderos, para sistematizar y racionalizar la ayuda.

    Sin embargo, los trabajadores sociales del S. XXI y cada vez ms los educado-res y mediadores han ido consolidando, a demanda de la Administracin (aunqueen algunos casos secundada con gran entusiasmo), sus pretritas tareas inquisitoriassobre las familias pobres (con el reclamo continuo de certicados, memorias e infor-mes que, en muchas ocasiones, implican ms horas de trabajo que la propia interven-cin), introduciendo paulatinamente un sesgo securitario en su gestin. Alejados cadavez ms del barro y de quienes lo habitan, los dispositivos de intervencin socialse despliegan generalmente a demanda de los gobiernos autonmico y municipal,y en respuesta a una construccin desde arriba,por parte del aparato legal-policial-mdico-meditico, de determinados sujetos o problemticas sociales como objetosde intervencin. Paulatinamente, se adopta un lenguaje tcnico alrededor de las -guras y los indicadores de riesgo, de los sujetos responsables de dicho riesgo o deldao (menor infractor, agresor) a los que contener en un tratamiento cada vezmenos indulgente; y de las personas vulnerables a las que defender. Y, poco a

    poco sus competencias comienzan a responder cada vez ms a las necesidades de

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    contencin del sistema, unas necesidades que obvian todo anlisis de las causas so-ciales del problema y los alejan de cualquier estrategia de cambio que vaya ms allde la mera actuacin como apagafuegos del problema a golpe de urgencias:

    Pues que a ti la Administracin te exige una serie de cosas Si ests trabajando

    en proteccin y el chaval no viene a la hora, ests obligado a denunciarle(Entrevista a un/a trabajador/a social asalariado en una empresa de intervencinsocial, otoo de 2009)

    A nosotros lo que nos gustara es poder trabajar con los chavales de barrio antesde que se generasen problemas. Poder tener espacios con ellos para el desarrollode habilidades sociales y todo eso. Pero la realidad es que slo nos llaman cuandohay problemas: cuando se presenta un caso de absentismo escolar, cuando se abreun expediente y todo cosas as. Slo somos la respuesta a un problema. Y pareceque lo nico que les interesa es que esa respuesta sea lograr que el chaval deje decomplicar las cosas, nada ms (Entrevista a un/a trabajador/a social, asalariado/a enuna empresa dedicada a la intervencin social, primavera de 2009).

    Progresivamente reducida la labor de estos profesionales a la contencin de losriesgos y de las insatisfechas demandas sociales, no debe extraar la construccinde refugios blicos y trincheras en la profesinfrente alos usuarios. El nfasis en laseguridad del profesional por el riesgo a agresiones es cada vez mayor: medidasdisuasorias, como un manual del Colegio de Trabajadores Sociales de Madrid paraprevenir las agresiones; medidas de prevencin situacional, como los vigilantesde seguridad en los centros de servicios sociales; o medidas de socorro, como losbotones antiptico que se instalan en las mesas de algunos profesionales, no sonsino el smbolo de la denitiva ruptura de la alianza con aquellos que se sientan en

    frente. Ms all de los vnculos estrechos que muchos profesionales logran con sususuarios, la estructura de la institucin y los roles asignados reducen las alianzasa acompaamientos en el proceso de descenso social de los acompaados. Lasagresiones a profesionales no son en absoluto frecuentes, pero tampoco resulta ca-sual que algunos se nombren apesadumbrados como antidisturbios sociales, cons-cientes de que su trabajo de contencin es el nico que pueden hacer en tiempos decrisis.

    Fruto, entonces, de este doble desplazamiento, proliferan en los barrios policas

    de proximidad y ocinas de denuncia ciudadana, que performativamente inten-tan transmitir esa cercana ms propia del trabajador social de calle, mientras queen centros de reclusin como los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE),donde en un rgimen semicarcelario se interna a los migrantes en situacin irregular

    por un periodo mximo de 60 das para facilitar en teora su expulsin, algunasinstituciones (por boca de la anterior Defensora del Pueblo) proponen como medidaque debera adoptarse para mejorar las garantas en los CIEs, la sustitucin de los

    policas por trabajadores sociales. Adems, cada vez son ms los dispositivos en losque ambas guras trabajan juntas como es el caso de los Puntos de EncuentroFamiliar o los Equipos de Trabajo con Menores y Familias (ETMF) y muestran

    mayor conuencia.

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    Todo ocurre, pues, como si, en el contexto actual, la mano izquierda del Estadooperase de manera coordinada con su mano derecha mano que trata de volverseinvisible (Wacquant, 2010: 422). Este enlace no es meramente fruto de la ne-cesidad o la consecuencia obligada de los recortes presupuestarios. En realidadresponde, como el propio Wacquant indica, a las exigencias de las nuevas losofasde gobierno que acompaan a las polticas sociales propias del sistema neoliberal.Por tanto, para entender cul es el origen y la lgica que amparan estas transforma-ciones, es necesario detenerse a desentraar los postulados desde los cuales emergeel abordaje neoliberal de lo social.

    2. Ttlo I: e la intervencin ese el riesgoUn primer rasgo de las polticas sociales neoliberales es su paulatina renuncia

    a los mecanismos de redistribucin de recursos y rentas en pro de una apuesta porla gestin desde la desigualdad social. Y es que, desde una perspectiva que busca

    hacer que lo social funcione a la manera del mercado, las desigualdades socialesno son sino palanca del deseo y estmulo de la rivalidad y la competencia, autn-ticos motores de lo social. En trminos sociales, las consecuencias de esta formade gubernamentalidad implican unos costes elevados si se piensan en relacin ala estabilidad social. La multiplicacin de las desigualdades sociales, junto con lainstauracin de la inestabilidad y la competencia como ejes gravitatorios de la pro-duccin de bienestar y progreso, trasladan a lo social todas las ventajas del modeloempresarial, pero tambin sus riesgos. Al igual que el modelo econmico neoliberalha demostrado que las sacudidas pueden cobrar una magnitud nada desdeable, losocial tambin devuelve la amenaza constante de crisis en sus movimientos.

    De esta forma, a las polticas sociales no les compete reducir la desigualdad sinoorquestar los dispositivos necesarios para la deteccin y contencin de aquellospuntos de inestabilidad en lo social que podran desembocar en fenmenos dis-ruptivos y potencialmente peligrosos para el buen funcionamiento competitivo,

    productivo de la poblacin. El neoliberalismo se sirve as del Estado del Bienes-tar y, en concreto, de los dispositivos de proteccin e intervencin social que,lejos de desaparecer, invierte sus nalidades para funcionar como pieza clave en ladeteccin del riesgo, la contencin de los posibles focos de inestabilidad y el go-

    bierno de las conductas. Con ms elocuencia lo expresaba un trabajador de lo social

    en un poblado chabolista de la periferia de Madrid:[Esta zona] ha estado siempre abandonada, y cuando empezaron a especular all yse iniciaron los derribos Qu casualidad! Lo primero que meten es a serviciossociales Desde que empez la conictividad han puesto a servicios socialesPara nosotros es una estrategia clara de desmoviliacin y control. Han sido los pri-meros y los nicos servicios pblicos que se trasladan. No hay ni escuela, ni centrode salud.

    As, gran parte de las operaciones de intervencin social se encuentran dirigi-das a la deteccin del riesgo, de las situaciones conictivas que pueden poner en

    jaque el equilibrio social. La centralidad de la nocin de riesgo se introduce en los

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    ltimos tres lustros en las polticas sociales en las distintas legislaciones en materiade proteccin social. Y, poco a poco, el discurso en torno al riesgo acaba sobredeter-minando la forma que toman las intervenciones sociales.

    De esta forma dispositivos y herramientas de deteccin del riesgo van coloni-zando las esferas del trabajo social, poniendo a los profesionales a pesquisar en susdespachos y a patrullar por parques y calles. As, pese a que la sensacin genera-lizada entre trabajadores es que los sistemas de recogida de informacin comoCivis, la aplicacin informtica de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Ma-drid son bastante fallidos en su diseo y en su funcionamiento, sin embargo sir-ven para proporcionar importantes orientaciones a la gestin: su ecacia no estribatanto en su utilizacin para efectuar planicaciones a priori como en su validez

    para aportar informacin que permita responder con programas ad hoc capaces deapagar el fuego all donde se ha detectado riesgo de incendio. En aras de garanti-zar el conocimiento y la vigilancia de la sociedad, la Administracin debe volverse

    exible y omnipresente, ser capaz de penetrar en todos y cada uno de los recovecosde lo social, adentrarse en la complejidad social para captar con la mayor precisinposible todos sus movimientos:

    Al nal, el ciudadano en la calle percibe un cambio 15 aos antes de que lo per-cibe la Administracin , y luego la Administracin se da cuenta, articulamos pre-supuestos y 25 aos ms tarde estamos empezando a actuar mnimamente ante esacircunstancia no? Sin embargo, los trabajadores que estn sobre el terreno nos vandando pistas muy rpido de muchas cosas (Entrevista al responsable de un disposi-tivo de anlisis e intervencin social, primavera de 2008).

    Surgen de esta forma dispositivos como el Proyecto Antenas una red hete-rognea de informantes que prestara su opinin sobre el clima de convivencia enla ciudad en momentos calientes, como un atentado islamista, o el Servicio deVigilancia del IRIS, el SIVIRIS, encargado de detectar el aoramiento de nuevasconstrucciones chabolistas o asentamientos ilegales, que ilustran de manera ro-tunda los esfuerzos destinados a la deteccin del riesgo.

    Sin embargo, estos dispositivos tan slo constituyen un paso ms en la formali-zacin de un mecanismo que funciona, de hecho, desde hace tiempo: la monitoriza-cin de lo social es posibleper segracias a la mirada de agentes de lo social desple-

    gados sobre el terreno como consecuencia del propio desarrollo de la intervencinsocial. Programas y dispositivos aparte, la monitorizacin y vigilancia del devenirsocial pueden desplegarse por medio de procedimientos mucho ms cotidianos,engarzados a las actividades diarias que, de un tiempo a esta parte, son constitu-yentes de la prctica del trabajo social. As, todos y cada uno de los dispositivos deintervencin social puestos en marcha por las administraciones pblicas tanto deforma directa como externalizada conllevan la documentacin sistemtica no slodel desarrollo de las actividades desarrolladas, sino de una innidad de variablesvitales de los sujetos implicados:

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    Ahora nos piden que rellenemos un cuestionario con el nmero de sin papeles quevienen a clases y cules de ellos trabajan. Es cmo si hiciramos de estadistas parael Ayuntamiento, porque yo no entiendo por qu tanto nfasis en esos datos y luegonadie nos pregunta si vienen a las clases, cuntos aprueban, cmo valoramos su

    progreso, etc. (Entrevista a un/a trabajador/a de un dispositivo institucional, in-

    vierno de 2008).

    Otra de las estrategias puestas en prctica en los ltimos aos ha sido la exten-sin de los espacios pblicos como el lugar predilecto para la intervencin social:la calle, como espacio natural de lo social en movimiento, pasa a ser consideradaun escenario privilegiado desde la que articular los dispositivos de monitorizaciny contencin de los posibles focos de inestabilidad detectados. As, en los ltimosaos hemos asistido al surgimiento o la consolidacin de guras como la de loseducadores de calle, dinamizadores de parques y espacios pblicos, mediadores...La calle como espacio de monitorizacin de la realidad, pero hbilmente comple-

    mentada con el despacho como espacio de decisin. Tal y como se signica este tra-bajo policial, son precisamente las guras tan jvenes y abiertas como precarias yexibles educadores sociales las que se emplean en l, lo cual diculta de unamanera mucho ms ecaz cualquier similitud con el control. Deteccin y contencinde las situaciones de riesgo aparecen pues como prioridades marcadas desde arriba,

    para colarse cada vez ms como prioridades sentidas entre los distintos profesiona-les del trabajo social:

    Qu objetivos te marcas en un trabajo?

    Prevencin de conductas de riesgo: relaciones sexuales de riesgo, respecto a con-sumos, por lo menos que puedan tomar sus decisiones de forma responsable, engeneral, respecto a todas las oportunidades que se les brindan. (Entrevista con un

    profesional de la educacin, mayo de 2012).

    Demos un paso ms en nuestro anlisis de la implicaciones de una intervencinsocial construida sobre el discurso del riesgo. Y es que el riesgo no slo puededetectarse, tambin puede calcularse: sin duda, resulta mucho ms ecaz adelantarsea una disrupcin conociendo con la mayor exactitud posible bajo qu condiciones

    puede producirse la amenaza. Es ese desplazamiento, que tan brillantemente situ

    Robert Castel (1986), de la nocin de peligrosidad a la de riesgo. Si bien el peligrolo encarna una situacin concreta que se supone como un ataque/desafo al resto delconjunto social, el riesgo no necesita de ese poso de concrecin para asentarse. Laidea de riesgo no remite a un sujeto o a un hecho concreto, sino a un conjunto defactores abstractos que son susceptibles de producir un riesgo:

    En los mecanismos introducidos por la poltica, el inters estar en principio enlas previsiones, las estimaciones estadsticas, las mediciones globales; se tratarno de modicar tal o cual fenmeno en particular, no a tal o cual individuo en tantoque lo es, sino, en esencia, de intervenir en el nivel de las determinaciones de esos

    fenmenos generales [] (Foucault, 2006: 160).

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    En trminos de gestin de poblaciones, no se trata tanto de defenderse ante lo con-creto (que tambin) cuanto de prevenir interviniendo sobre datos abstractos o fac-tores que hacen ms probable la materializacin de comportamientos indeseables(Castel, 1986: 229).

    As, una de las nuevas funciones de los dispositivos de proteccin e intervencinsocial pasa a situarse en la denicin de todo un conjunto de factores y umbrales deriesgo, que cuesta no asociar a los mapas de peligrosidad tan extendidos dentro delas polticas securitarias. Por poner tan slo un ejemplo, el Observatorio de la Vul-nerabilidad Urbana, desarrollado por la Direccin General de Suelo y Polticas Ur-

    banas del Ministerio de Fomento, elabora peridicamente un catlogo de barrios quehan sido clasicados por el Ministerio como barrios vulnerables estableciendo unaserie de indicadores tasa de paro, porcentaje de poblacin analfabeta y sin estu-dios, carencias en las viviendas y tasa de inmigracin cuya conuencia determinaque una unidad social concreta tenga una alta exposicin a riesgos, incertidumbresy fragilidades que podran, en un futuro, derivar en situaciones problemticas parael conjunto social. Algo bien parecido nos encontramos en distintos protocolos deactuacin de entidades que trabajan con menores, donde los profesionales cuentancon un complejo baremo que les permiten clasicar como leve, moderado o graveel riesgo en el que se encuentra el menor en funcin de variables sanitarias, con-ductuales, socio-econmicas, etc. Nuevamente la Ley de Proteccin del Menor nosofrece un ltimo ejemplo al citar todo un conjunto de factores de riesgo y dicultadsocial que los poderes pblicos deben disminuir con su actuacin.

    Cuando el riesgo se convierte en una construccin a priori, se vuelven entonces

    necesarias actuaciones concretas hacia un conjunto de la poblacin no por lo quehan hecho, sino por lo que en tanto que miembros de un determinado conjunto depoblacin se piensa que pueden hacer: previsin por parte del profesorado que unchaval inmigrante vaya a fracasar en la escuela por el mero hecho de serlo, previsinde un mdico de que una enfermedad sea consecuencia de un descuido familiar, etc.Los factores de riesgo son mviles, relativos, pero mantienen ciertas constantes quese repiten por las cosas que hacen/les pasan a los sujetos y, sobre todo, por las ca-ractersticas de los propios sujetos hecho migratorio, pobreza, edad, esttica.

    Resulta reseable el hecho de que dichos umbrales no se midan tanto en fun-cin del peligro que corre la persona del menor, como atendiendo a los riesgos de

    desorden/disrupcin indisciplina, conictos, agresividad, embarazos, conductasdisfuncionales que provoca en su entorno, y sobre los que siempre se cruza, irre-misiblemente, la variable de clase:

    Nosotros desde Servicios Sociales tenemos unos tems, que marcan una situacinde riesgo: riesgo leve, riesgo grave... Nosotros entraramos en riesgo leve, que esabsentismo escolar, posible desatencin familiar, algn problema de salud mentalque hace que el chico la est liando en el colegio y los padres no sean capaces dedarle una respuesta por venir de clases bajas... (Entrevista a educadores sociales,mayo de 2012).

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    La denicin de factores y umbrales de riesgo se produce a travs de clculos es-tadsticos y aderezados con no pocas dosis de un neomoralismo renado, en tantose recubre de un lenguaje cienticista, que muchas veces quedan bien alejadosde la sensacin subjetiva de los actores, rara vez preguntados en el proceso. Al ny al cabo, dentro de esta lgica de gestin, la amenaza es tal en tanto que afecta alnormal desarrollo de una poblacin: uno no supone necesariamente un riesgo paras mismo, lo es para con el resto.

    En paralelo, este proceso acaba por introducir una escisin, quedando fragmen-tados los sujetos intervenidos entre los que estn en riesgo abordados comovctimas y los que son de riesgo abordados de manera culpabilizadora.La hiperproteccin o la hipervigilancia son los efectos de este marcaje, si bien esfrecuente que los sujetos ocupen una posicin liminar, oscilando frecuentemente deun lado a otro de la balanza, generalmente hacia el lado de la culpabilidad: as, porejemplo, un adolescente que empieza cierto coqueteo con una banda deja de ser

    un chico en riesgo, con conductas de riesgo que haya que prevenir y reprimir, paraconvertirse l mismo en un sujeto de riesgo, al que hay que contener. La propiainstitucin es muchas veces la responsable de dicho movimiento: un adolescenteen riesgo puede pasar a ser de riesgo a partir de un informe de un trabajador so-cial o de un diagnstico establecido en una reunin de un ETMF. Pero es sobre todouna intervencin policial la que determinar el cambio de enfoque: de la vigilanciasobre la relacin de su entorno con l se pasar a la vigilancia de su relacin con elentorno:

    Porque muchas veces de lo que no os dais cuenta cuando se trabaja en calle es que

    un grupo de chicos a veces acaba por hacer esclavo al educador y ya no ve en suconjunto, ve solo a sus chicos y no a las vctimas... El educador social tiene quever ms all, a esas vctimas... Hay que verlo todo en conjunto, cuando se ve enconjunto es ms fcil trabajar: ver al chico que puede ser un futuro agresor, ver ala posible vctima, y a otros profesionales que trabajan con ellos (Extracto de laintervencin de un polica municipal en un acto pblico, mayo de 2012).

    Es desde esta ptica desde la que proponemos interpretar ese paulatino acer-camiento entre las lgicas policiales y las del trabajo social: la intervencin socialhecha desde la nocin de riesgo hace que cada vez ms los problemas sociales se

    aborden como problemas de seguridad y orden pblico, habla de sujetos/barrios/si-tuaciones que encarnan un peligro y a los que es necesario contener, remite a ritmosde urgencia y explica, por lo tanto, que se tienda a una progresiva policializacinde los conictos en sus modos de abordaje. Cuando lo social es contemplado y ges-tionado desde el prisma del riesgo, la intervencin social pasa a realizarse desde laptica del control, la contencin, la negatividad y el miedo. Las antiguas chiquilla-das pequeos hurtos o peleas, hoy provocan la intervencin institucionalizadasobre los chavales de educadores y trabajadores sociales, previo paso por comisara.

    Y es desde esta losofa del riesgo tambin que puede entenderse la presenciacada vez mayor de agentes policiales en mbitos que hasta hace muy poco eran ex-

    clusivos de la intervencin social. Eso s, para dar este paso con la mayor legitimidad

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    social posible es necesario, como referamos con anterioridad, que la policializa-cindel trabajo social se complemente con una trabajosocializacinde la polica.La gura paradigmtica que condensa esta nueva inspiracin es, sin duda, la de losagentes tutores de la polica municipal. Los agentes tutores son la cara ms amabley social de la polica en su trabajo con los chavales. Sobre el papel, su labor es deproteccin de los menores de edad. En la prctica, esto incluye un trabajo con lascomisiones de absentismo, con Servicios Sociales (para intervenir en familias pro-

    blemticas), con educadores y asociaciones de intervencin social, y con los cole-gios de la zona (respondiendo a llamadas que se hacen desde los centros, vigilandolas entradas y salidas para evitar el trco de drogas, etc.). Los agentes tutores repre-sentan a esa otrapolica con la que se llama a colaborar en tiempos de recortes y cri-sis, en una argumentacin que acaba obviando que ms all de los procesos de trans-formacin esttica los agentes tutores son una suerte de secreta a voces, gurasconocidas por todos los chavales, pero cuya presencia vestidos de paisano es suave y

    disuasoria, los objetivos de intervencin de unos y otros, as como los principios,sobre el papel, desde los que se plantean, son dispares, cuando no opuestos amnde las desconanzas que dicha colaboracin levanta entre los sujetos de la interven-cin. Una breve indagacin en sus discursos y anlisis de la realidad con la quetrabajan, nos muestra cmo, frente al progresismo teraputico de buena parte de lostrabajadores y educadores sociales trabajo a largo plazo, ellos siguen siendo

    partidarios de la mano dura, acciones contundentes y neodisciplinarismo:

    El ms joven dice parte de que esto es un barrio muy deprimido. Deprimido?pregunta irnicamente otro ms veterano pues yo los veo la mar de relajados y

    viviendo muy bien, con sus BMV y sus pisazos del IVIMA... Yo creo que ms queun barrio deprimido es un barrio depravado. Muy desestructurado, apostilla elms joven.

    En este barrio hay muchos dominicanos y rabes realojados y eso es un sustratomuy bueno para las bandas.

    El chaval que empieza a delinquir con pequeas cosas ya no sale... Por mucho quetrabajes con l, la cosa va a terminar mal... Seguir con la venta de droga, luego de-lincuencia a mayor escala y de ah a la crcel... Unas perlitas, eso es lo que tenemosaqu... Hasta que no les detenemos, nada de lo que haces sirve (Notas de entrevistas

    con agentes tutores de la polica municipal, mayo de 2012).

    A pesar de la clara distancia que existe entre los agentes y la losofa ms propiadel trabajo social, lo cierto es que no son infrecuentes los casos en los que los distin-tos agentes sociales incluido el vecindario acuden a ellos como un comodn alque utilizan colegios, asociaciones y familias cuando la cosa se les va de madre, locual nos remite a una policializacin de la intervencin y de los conictos sociales,

    pero sin los inconvenientes de la intervencin puramente policial. Algunas entidadesson bien conscientes de lo problemtico de esta tendencia, optando por no formar

    parte de ella:

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    Muchas asociaciones son antipolica, no quieren saber nada de nosotros () es queen muchos sitios parece como si estuvieran todava en la guerra civil, nos ven comoel enemigo. Me cuentan cmo hay veces que algunas asociaciones les llaman pre-guntando por el programa de los agentes tutores, conciertan una entrevista y cuandovan all y se dan cuenta de que son polica no quieren saber nada de ellos (Notas de

    entrevista con agentes tutores de la polica municipal, mayo de 2012).

    Pero en otras muchas, esta relacin es estrecha y no se encuentra en absolutoproblematizada. En sus palabras se delata el queme por no verse reconocidos comotiles por algunos profesionales y su puesta en valor a travs del discurso de laemergencia: al nal somos los que intervenimos. Es precisamente el emergencia-lismo una de sus aportaciones a la intervencin sobre lo social: cuando los riesgosno han podido ser prevenidos y sus efectos contenidos, se requiere una intervencinreactiva que ellos encarnan mejor que nadie. De ah que sean los agentes favoritosde las intervenciones contra los temas que generan alarma social, como las bandas

    latinas.Sea como fuere, el marcaje a partir del discurso del riesgo de ciertos individuos

    y colectividades tiene efectos performativos, no slo sobre el objeto de la interven-cin sobre el que acaba generando un habitusde inferioridad y humillacin,sino sobre el resto de la sociedad: el marcaje a determinados grupos o franjas de

    poblacin, y las intervenciones sobre ellos, acaban traducindose en la produccinde temores que se propagan por el conjunto del cuerpo social: as, los riesgos no sonnicamente denidos desde arriba, sino que se co-producen desde abajogracias ala proyeccin de imgenes de peligrosidad que son reapropiadas en el cotidiano.

    Con los ltimos recortes en los dispositivos de Servicios Sociales e intervencinsocial, los programas de corte ms preventivo son los que ms se han visto afecta-dos. Empleando la retrica protagnica de la crisis haber vivido por encima delas propias posibilidades, haber gastado ms de lo que se ingresaba que, pre-cisamente, oculta que los excesos fueron una apuesta de la propia gestin cuandose trataba de insuar oxgeno a la economa con polticas de inversin pblica y re-distribucin a favor del sector privado, llega el momento de establecer prioridades.As, en los ltimos aos hemos visto cmo se reducen los dispositivos de acogidae integracin en materia migratoria slo desde 2009 se ha suprimido el Serviciode Mediacin Social Intercultural, la Escuela de Convivencia Intercultural, el Ser-

    vicio de Apoyo a la Gestin de la Diversidad, el Observatorio de las Migraciones yla Convivencia Intercultural, proyectos de integracin en barrios... mientras queen algunos distritos de la capital se ha puesto en marcha un programa destinadoa los hijos de los migrantes para prevenir su posible enganche con las bandas. El

    presupuesto asciende a 130,000 euros. Aunque esta tendencia no sea novedosa, seacenta poco a poco.

    3. Ttlo II: e las amenazas qe emergenCuando las medidas preventivas han fallado, han alcanzado sus lmites o sim-

    plemente se ven sorprendidas por una irrupcin social, las amenazas latentes,

    los riesgos, emergen. En esas emergencias se rompe la normalidad, aoran las

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    tensiones que permanecan dormidas y se puede poner en jaque el orden social.Sin embargo, la gestin neoliberal de lo social, al situarse en el interior de la reali-dad dejando que las cosas ocurran, asume estos muchos pequeos males: desdeesta tecnologa de gobierno, las emergencias sociales se conciben como inevitablesen cuanto sntoma de la competencia en una sociedad organizada a la manera delmercado, lo cual no obsta que deban ser orquestados protocolos y tcnicas paraatenderlas. La centralidad de la contencin de la emergencia en los objetivos dela gestin de lo social explica, junto con el discurso del riesgo, el doble despla-zamiento acontecido en las polticas sociales que venimos explicando. Por eso, lededicaremos nuestra atencin en estas ltimas pginas.

    En los ltimos aos asistimos a un creciente peso de la atencin a las emer-gencias y a su racionalizacin sistematizada dentro la intervencin social. En losdespachos de los Servicios Sociales, los turnos de guardia orquestados para atendera las situaciones de emergencia van cobrando cada vez ms peso, a la par que

    se habilita un conjunto de recursos especcos alojamientos, ayudas econmicas,medidas de proteccin... cuya disponibilidad contrasta con la maniesta escasezde dichos recursos para atender situaciones menos acuciantes. Del mismo modo, yal hilo de urgencias y alarmismos mediticos, desembarcan en los barrios recursosde emergencia que desaparecen con la misma rapidez con la que llegaron una vezque la situacin se ha canalizado. Pero es, sin duda, la puesta en marcha por elAyuntamiento de Madrid del Samur Social en 2004 cuya marca, presume unode sus responsables, es reconocida en toda Europa el mejor ejemplo del protago-nismo de la atencin a las emergencias sociales por parte de los Servicios Sociales:un dispositivo que cuenta con un buen nmero de profesionales uniformados de

    color azul celeste, varias unidades mviles desplegadas para detectar por las calles apersonas en situacin grave de exclusin, una central de atencin telefnica que re-cibe llamadas derivadas por el telfono de emergencias y una serie de plazas propiaso concertadas con albergues, pensiones y hoteles para dar respuestas de alojamiento

    por un periodo mximo de una o dos semanas sobre todo en aquellas situacionesderivadas por los propios trabajadores de los Servicios Sociales cuando se les pre-senta una emergencia en su despacho. Tal y como se dene en un documento detrabajo sobre las funciones del Samur Social, la emergencia es, cada vez ms, una

    prioridad en nuestras sociedades, no solo en trminos de gestin, sino tambin en

    tanto que demanda ciudadana:Las Emergencias Sociales constituyen una realidad que cada vez se hace mas pre-sente en nuestra sociedad. Sin lugar a dudas, los ciudadanos reclaman un mayorgrado de seguridad y por este motivo, ante las posibles situaciones imprevistas dedesproteccin solicitan la intervencin de las instituciones y entidades pblicas.En este sentido, la red de Servicios Sociales siempre ha proporcionado diferentesrespuestas a las situaciones de desproteccin que se producen de forma inesperaday que suponen, para muchos casos, situarse en una situacin de riesgo y vulnera-

    bilidad social. Sin embargo, hay que reconocer que en los ltimos aos, por unaparte la ciudadana reclama una mayor y mejor respuesta institucional ante dichas

    situaciones. De igual modo, de forma paralela, se cuenta en el Ayuntamiento con un

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    importante Servicio Social Especializado en la atencin a las Emergencias Sociales(Samur Social).

    Las actuaciones centradas en la necesidad de dar respuesta a la emergencia socialimponen a la intervencin social unos ritmos y formas de trabajo que, nuevamente,

    nos remiten a aquellos ms propios de la lgica policial. As, en primer lugar, hacenprevalecer el trabajo a demanda en respuesta a una emergencia, sobre el trabajoproactivo y/o de prevencin. Ante la alarma de un vecino por la presencia cercanade un acontecimiento/sujeto en riesgoque ya ha pasado a ser considerado deriesgotenamos que ir siempre cuando llamaba un ciudadano, porque estaba unindigente en su portal, aunque no pudiramos hacer nada con la persona y sta noquisiera nada de nosotros, pero tenamos que ir para que se nos viera, armaba unaex-trabajadora del Samur Social. Al igual que las patrullas policiales, que funcio-nan a demanda, cada vez que la emisora suena, los trabajadores del Samur se ac-

    tivan cuando entra una llamada a centralita. Pero no slo ellos: en lneas generales,el contenido de la intervencin de la gran mayora de los profesionales de lo socialsigue las mismas lneas...:

    Asistimos asimismo, a un claro cambio de enfoque de los dispositivos de interven-cin social: quedan olvidadas todas aquellas lneas que supusieran la participaciny el empoderamiento de las personas y las comunidades en la construccin delcambio, para centrarse en la creacin de dispositivos de contencin del malestarsocial, todo ello mientras observamos en lo cotidiano de nuestro trabajo un au-mento alarmante de la pobreza y la exclusin (Grupo de trabajadoras del servicio deAsistencia Vecinal de la Comunidad de Madrid, ASIVECAM).

    Tienes un trabajo que te gusta, que es para lo que has estudiado...pero luego otracosa es la realidad, tienes que ir atajando problemas, haciendo lo que te dicen... Loque nos queda de la intervencin social no es tanto lo que tu sueas sino lo que es(Entrevista a educadores sociales, mayo de 2012).

    Un trabajo a demanda que requiere, en segundo lugar, de decisiones fuertes yrespuestas rpidas y ecaces que calmen las ansiedades de la gente. En consecuen-cia, este trabajo impone el ritmo del corto-plazo a travs de los protocolos de aten-cin a las urgencias en los Servicios Sociales de cada barrio. Se trata de superar

    esa sensacin de ineciencia que despierta la intervencin social para asemejarsepoco a poco a las capacidades de respuesta que generalmente se atribuyen a lasfuerzas de seguridad:

    El problema es que nosotros ante una accin tenemos que tener una capacidad dereaccin inmediata. Si pasa algo, yo tengo que dar una salida. Y los educadoresno entienden esto: ellos entienden que lo que hay que hacer es un trabajo a largo

    plazo y luego pasa lo que pasa...

    Son funcionarios, y tardan meses en atenderte... por eso las familias cuando tienenun problema acuden a nosotros y no a Servicios Sociales, porque no pueden esperar

    todo ese tiempo... No hay mdicos las 24 horas del da? Pues en Servicios Sociales

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    debera ser igual (Entrevistas con agentes tutores de la polica municipal, mayo de2012).

    Sin embargo, el trabajo a ritmo de emergencias no slo requiere de disponibili-dad y ecacia: implica tambin un enfoque mediante el cual las distintas problemti-cas se aborden slo desde aquello que aora supercialmente causando alarma,evitando sumergirse en las races del problema. Y es que esta lgica de funciona-miento se basa en lograr un restablecimiento del orden social lo ms rpido posible,sin plantearse su reversin removiendo ms de lo necesario. Esto sucede as anincluso contraviniendo la ley econmica de los costes y los benecios: valga comoejemplo que, ante una familia con menores que va a ser desahuciada de su vivienda,los profesionales no intervienen sobre la entidad bancaria o el juzgado origensocial del problema en cuestin, ni apoyando la organizacin de redes vecinales

    para frenar los desahucios prevencin comunitaria, ni asumiendo el coste del

    alquiler o la hipoteca de la familia una forma de asistencia que podramos de-signar como primaria, sino que la solucin de la institucin a estas situaciones,una vez cubierta la emergencia mediante un alojamiento transitorio asistencia ala emergencia y cuando fracasa el apremio a los implicados para que solucio-nen su situacin o fuercen el apoyo natural de la familia extensa intervencin

    persuasiva o coactiva, no es otra que la de tutelar a dichos menores y retirar suguarda a quienes no han velado por sus necesidades, invirtiendo en ello unos re-cursos econmicos superiores a los que hubieran sido necesarios para hacer frenteal pago de la vivienda que la familia no poda afrontar. De haber incidido sobrelas causas sociales o institucionales, o sobre los diques comunitarios del problema

    concreto, se habran subvertido las reglas de la sociedad-mercado.El orden socialse superpone en ste y otros casos a la rentabilidad econmica que cabra esperar dela gestin neoliberal, porque en realidad lo verdaderamente neoliberal es la formaintervenir sobre lo social.

    Es de esta supercialidad de la intervencin centrada en lo emergente lo quelos propios trabajadores sociales designan de manera resignada como parchear,de lo que tambin se contagian los profesionales que, se supone, deberan realizarun trabajo ms preventivo, como los educadores sociales. En sus palabras:

    En el trabajo con las familias, que es el grueso de nuestro trabajo porque es donde

    ms demanda hay de servicios sociales, lo hacemos a matacaballo, porque suelenser casi siempre situaciones de urgencia, y ah no podemos darle un enfoque ms

    profesional. No queda otra que atajarlas y ya est. Muchas veces no podemos rea-lizar la labor de educador social, sino solamente lo de tapar agujeritos. Digamosque nosotros somos la herramienta que ellos tienen para meter ah cuando hay unmomento complicado (Entrevista a educadores sociales, mayo de 2012).

    El trabajo de la emergencia nos remite a la lgica de contencin que arm-bamos antes como caracterstica de las formas de gestin de lo social neoliberal.Como si de una red en el fondo del precipicio se tratara, las situaciones de emer-

    gencia social rebotan y con suerte vuelven a insertarse en el juego social, aunque

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    sea pendiendo de las ramas de los rboles situados al borde del abismo esto es,los estratos ms bajos de una sociedad hipersegmentada: compitiendo por un em-

    pleo, por un alojamiento o por una ayuda siempre mnima y escasa. La lgica deesta atencin a la emergencia social no es otra que la que Michel Foucault (2008:217-248) describi para la renta mnima de insercin en el contexto de una polticasocial neoliberal, esto es, un colchn que amortigua el golpe, procura lo necesario

    para la supervivencia sin que el beneciario se acomode, y devuelve al individuoa la competencia social.

    Todos estos rasgos que implica la centralidad de la emergencia en la intervencinsocial trabajo a demanda, decisiones fuertes y rpidas, primaca del corto plazoen las actuaciones, abordaje supercial de contencin, asimilan los modos de tra-

    bajo de los profesionales de lo social a los de la polica, cuyo clima de intervencinnatural es, precisamente, la emergencia. Y en las emergencias, se estrechan tambinlos lazos: atajar el problema de las bandas latinas, acudir a un domicilio tras una

    demanda de un vecino, asistir en los procesos de desahucio, etc., son extremas cir-cunstancias en las que la seguridad no puede ser slo cosa de la polica, sino que seconsigue coproduce gracias a la colaboracin de todos. Tal y como apuntaba untrabajador social, Acercarse el educador y la polica cambia el tono de voz, como sinos reconociramos en lo mismo, porque saben que estamos haciendo un trabajoen la calle. En esta colaboracin entre unos y otros agentes, en ocasiones se pro-duce cierta rivalidad por hacerse un hueco en el nuevo paradigma de la emergencia:

    Porque claro, en este pastel que son las emergencias, hay servicios que tienen co-pado todas las guindas y todo el chocolate y todo el bizcocho, y entonces, entrar t

    es complicado y difcil, pero sobre todo porque hay una dinmica histrica de queno conciben el efecto de lo social en la emergencia cuando resulta que es fundamen-tal e importante, porque adems, si ponemos el ejemplo de un incendio, pues estclaro, llega el bombero y apaga el fuego, llegan los de proteccin civil y atienden alos heridos, la polica mientras tanto su papel es acordonar la zona y asegurar quelos servicios de emergencia trabajen, pero claro, tienes que entrar t en ese juego(Entrevista al responsable de un dispositivo de atencin social, junio de 2012).

    En tales circunstancias, lo habitual es que se produzca un reparto de papeles entrequienes entran en juego para aplacar la emergencia: la gestin policial se encarga dela contencin de los fenmenos ms duros y violentos, mientras que a los trabaja-dores sociales les corresponde realizar una contencin de corte ms emocional. Las

    personas al borde del precipicio de la llamada exclusin social cuentan, al menos,con un paracadas que decelera el descenso y le acompaa en su declive social. Elacompaamiento social, trmino acuado en el Trabajo Social para dar cuenta delacercamiento del profesional a la subjetividad del otro en sus encuentros, amortiguael momento de crisis y el impacto del trauma. De ah que la propia actuacin delos Servicios Sociales se haya orientado, en pocas de recortes, precisamente a estafuncin: no importa que se carezca de recursos para dar respuesta a las demandas dela persona en emergencia vivienda, alimentos, dinero para afrontar un recibo de

    la luz, etc., lo fundamental es que esa persona sea atendida: el recurso son los

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    propios trabajadores sociales. Su trabajo de escucha constituye un blsamo funda-mental para neutralizar los aspectos ms disrruptores y agresivos hacia el exterioro hacia s mismas por parte de las personas en emergencia. El acompaamientologra, si se efecta con sensibilidad, un aspecto fundamental: dejar una puertaabierta a la mejora, generar una esperanza hacia el futuro que lograr reducir losniveles de ansiedad y agresividad de la persona en declive.

    Si el trabajo sobre el riesgo busca prevenir y acotar las disfuncionalidades socia-les antes de que se desborden, el trabajo desde la emergencia busca reparar lo msrpidamente posible el dique cuando ste no ha sido capaz de contener las aguas.Sin embargo, el emergencialismo dominante en la intervencin social cumple otrafuncin nada desdeable: aliviar las situaciones graves, visibles y socialmente into-lerables, transmitiendo la sensacin de que en momentos de crisis, las institucionesactan, logrndose con ello restablecer una legitimidad que la propia emergen-cia haba puesto en jaque. As, por ejemplo, el Samur Social, sobre-acta sobre

    el sntoma: su especializacin en la poblacin considerada sin hogar le lleva noslo a trabajar a demanda, sino tambin a efectuar cierto trabajo proactivo, fun-damentalmente en los distritos cntricos, cuyas calles se encuentran destinadas alconsumo y el turismo. La pobreza visible no casa con la espectacularizacin urbana,

    por lo que es necesario apartarla y hacerlo de forma an ms visible que la mismapobreza, convirtiendo as a la propia asistencia social en un espectculo. Si losprofesionales de este dispositivo reciben rdenes de pasearse y dejarse ver por de-terminadas calles de la ciudad, la labor de los trabajadores de Servicios Socialescuando realizan visitas a domicilio en los casos en los que los vecinos denuncianun conicto convivencial visitas, que solo se llevan a cabo en el caso de que

    las familias denunciadas presenten algn indicador de riesgo como ser de origenextranjero, pobre o asociado a prcticas de economa informal puede interpretarseen un sentido bien semejante. Aunque raras veces resuelva el problema, la visita

    profesional acta como elemento inhibidor sobre la familia ilegtima y como bl-samo tranquilizador sobre el vecindario que ver que la Administracin, aunqueno pueda resolver su problema, al menos responde.

    Pero sin duda, lo que ms hace brillar a los dispositivos de emergencia socialson las llamadas emergencias colectivas. stas son muy escasas en relacin alas asistencias individuales a personas de/en riesgo, y sin embargo constituyen la

    labor ms visible a nivel meditico. El macro-atentado terrorista del 11 de marzode 2004 que dio pie al propio surgimiento del Samur Social, el accidente de unavin de Spanair en 2008 en el aeropuerto de Barajas o el derrumbe de un edicioen el distrito de Tetun en 2010, constituyen los hitos histricos del dispositivo.Para ellas, el Samur Social cuenta incluso con otra cartera de servicios, que incluyehabitaciones en una famosa cadena hotelera de categora media-alta. Su actuacinejemplar fue reiteradamente repetida por los responsables polticos y amplicadaen los medios de comunicacin, que llegaban a informar ms de la atencin prestadaa la emergencia que de la propia emergencia en s. Sin embargo, una vez que el mo-mento de urgencia remite y los focos de las cmaras apuntan en otra direccin,

    toca movilizar recursos y devolver el apremio sobre las situaciones familiares e

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    individuales para que quienes ocupan, por ejemplo, la plaza de alojamiento, la aban-donen lo antes posible, permitiendo as disponer de plazas libres para continuar elciclo de la atencin y estar preparados para las futuras emergencias. Y es que lagestin de las emergencias se torna fundamental en tanto que se trata de momentosliminales, en los que pueden producirse importantes disrupciones del orden social.La capacidad de respuesta ante situaciones no tolerables legitima al propio sis-tema mediante una suerte de reparacin simblica que permite seguir gobernandolo menos posible, pero sin transmitir sensacin de desgobierno (Foucault, 2006).Un trabajo de apagafuegos de los trabajadores sociales que nunca logra apagar deltodo las brasas como tampoco lo hace, por denicin, el trabajo policial, peroque constituye una labor de enorme valor en lo que al mantenimiento del orden yla legitimidad social se reere. Un trabajo de apagafuegos que nos recuerda que, alnal de todo, la mejor respuesta en trminos de gubernamentalidad es la que

    proporciona tranquilidad y seguridad al conjunto de la poblacin, por encima de que

    las situaciones de desigualdad persistan.

    4. disposicin transitoria primera: e la policializacin e lo socialDecamos al comienzo del presente artculo que las polticas sociales neolibe-

    rales se asientan y fomentan la multiplicacin de las desigualdades sociales,propiciando de esta forma fenmenos de rivalidad y competencia. Instaurado a lapar un paradigma de la escasez (de presupuestos pblicos, de puestos de trabajo, deplazas en colegios, de asistencia mdica...), la sensacin imperante es que nuestrasituacin, nuestro espacio, las certezas o el cotidiano, pueden verse alterados por la

    presin que ejercen otros por ocupar nuestro sitio. La sensacin de inseguridad y

    el miedo inundan de esta forma al conjunto de la sociedad. Las polticas de gestinde lo social bosquejadas no slo forman parte intrnseca de este proceso sino queahondan precisamente en esa inseguridad: al poner el nfasis en una gestin hechadesde el riesgo y la emergencia, desplazan del centro de la cuestin social la preocu-

    pacin por la desigualdad para poner en su lugar el problema de la seguridad.Ante la amenaza que la poblacin siente en este contexto de hipercompetitividad,

    la seguridad pasa a ser la oferta ms natural de la que los poderes pblicos dispo-nen oferta que, adems, tiene la ventaja de ser visible y actuar a corto plazo.Por un lado, se incide en los problemas relacionados con la inseguridad objetiva

    (si bien asumiendo que el propsito no es utpico acabar con la delincuencia,sino pragmtico intentar hacer lo ms posible con los medios de que dispone-mos), redistribuyendo los riesgos hacia zonas perifricas o capas sociales desfa-vorecidas y contenindolos mediante estrategias de prevencin situacional, como la

    presencia visible de polica actuando como elemento de disuasin.Por otro lado, se trata de incidir tambin sobre los miedos subjetivos de la pobla-

    cin, visibilizando la existencia de sucesos y peligros en los medios de comunica-cin, transmitiendo con la presencia y proactividad policial en las calles (continuoscontroles de identidad selectivos) que algo ha ocurrido, y publicitando las inter-venciones de los cuerpos de seguridad y los datos de su gestin. Al mismo tiempo

    que se transmite tensin y se genera la demanda subjetiva de proteccin, se oferta

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    ms polica para responder al derecho a la seguridad (Baratta, 2001) que losciudadanos necesitan para sentirse como tales en la medida en que, valga decir, sedegradan sus derechos sociales. El resultado de esta gestin de la inseguridad ob-

    jetiva y subjetiva esuna creciente policializacin de los conictos sociales, cuandono de la propia pobreza, en una suerte de estrategia que Zibechi (2011) dene comocaracterstica de las polticas sociales neoliberales.

    Y es que el desplazamiento de la cuestin de la desigualdad y su sustitucin porla cuestin securitaria justica a la par una poltica cada vez ms represora frente alos grupos que ocupan las posiciones ms subalternas, sealados como chivos expia-torios y fuente de la mayor parte de los temores. El control policial se ejerce as demanera variable sobre distintos grupos sociales, dando como resultado una seguridadciudadana diferencial, o mejor dicho, una seguridad dependiente del grado de ciu-dadana. As es cmo la poblacin de apariencia extranjera, pobre o joven ms ancuando conuye ms de una de estas categoras en el mismo cuerpo es construida

    como sujeto de riesgo y objeto de control en los espacios pblicos de la ciudad.El propio Sindicato Unicado de Polica (SUP) reconoce que la mayor parte desu labor se centra en efectuar controles de identidad a poblacin de apariencia ex-tranjera y joven sin que se haya producido ningn delito, lo cual se traduce en unacreciente hostilidad por parte de esta poblacin hacia los agentes: el mismo sindi-cato conesa la relacin entre la creciente interposicin de sanciones por desacatoa la autoridad y los propios controles de identidad discriminatorios y masivos queefectan. De esta forma, las intervenciones policiales acaban por producir performa-tiva y jurdicamente aquello que precisamente se supone que deberan evitar.

    En un contexto de plena crisis econmica como el actual, es posible observar

    cmo el aumento de las desigualdades y de los umbrales de pobreza no preocu-pan tanto como las manifestaciones violentas que stas puedan tener en forma deextensin de la microdelincuencia, de las tensiones y de la conictividad social.As, en los ltimos meses, el Cuerpo Nacional de Polica ha puesto en marcha unanueva Unidad de Prevencin y Reaccin (UPR) ad hoccuyos miembros, cono-cidos como los bronce, tienen como objeto la respuesta a las nuevas formasde conictividad social. Entre sus funciones, la prevencin de la delincuencia,cuyas acciones variarn en funcin de las demandas ciudadanas, repuntes de de-litos concretos y deteccin de puntos negros de inseguridad, aplacar algaradas

    como las producidas en estas y conciertos en los que se concentra poblacinjoven, y reprimir protestas de distinta ndole desde los intentos de parar des-ahucios a inslitos fenmenos como la expulsin de la polica por parte de losvecinos de barrios como Lavapis, as como las redadas en busca de asuntos tanvariopintos como drogas o personas sin permiso de residencia en Espaa en tr-minos jurdicos, una simple falta administrativa. Sus funciones no son nuevas,y su lema, Restablecemos el orden, no tendra mayor relevancia tratndose de

    polica si no fuera porque esta unidad surge en un momento en el que la conicti-vidad social repunta. El aspecto mssoftde la polica, aquel que persigue la este-tizacin de algunas de sus guras e intervenciones individualizadas, se combina

    en los momentos de tensin con una polica hardque ya no puede centrarse sino

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    en el riesgo desbordado y tumultuoso, la amenaza de desorden hecha realidademergente.

    5. disposicin transitoria segna: e la (in)segria como pegamentosocial

    Este enfoque securitario que venimos describiendo, erigido sobre imaginarios,discursos, normas, prcticas y arquitecturas que colocan en el centro las nocionesde riesgo y emergencia, tiene en la polica su gura protagnica y en lo policialunatecnologa de abordaje que ha acabado por penetrar en otros campos aparentementelejanos, como el de la intervencin social. Dicho dispositivo permite canalizar lasansiedades de un malestar social complejo hacia colectivos visibles y diferenciadoshasta reducirlas a un simple miedo a la criminalidad y la incivilidad, evitando as elcuestionamiento de la violencia estructural y de las relaciones de poder econmi-cas, polticas, de gnero, etc. que las engendran.

    El discurso securitario tiene una dimensin molar capaz de construir enuncia-dos simples que aplanan la subjetividad, al tiempo que hablan precisamente a esamisma subjetividad. La promesa de seguridad, esgrimida por los poderes pblicos,

    pero tambin por aquellas organizaciones que aspiran a representar a la poblacin,aparece como nico pegamento posible en medio de la multiplicacin de divisio-nes, tensiones, enfrentamientos y violencias. Y resulta ecaz como estrategia degobierno al interponer cortocircuitos simplicadores en el conjunto de problemasque plantea la inseguridad en un contexto de no future: tiene el mrito de mostrarque se hace algo sin necesidad de ocuparse de cuestiones ms difciles y exigentes.Da respuesta a un malestar colectivo y legitima la contencin preventiva, precisa-

    mente en nombre de ese malestar. De esta forma, puede armase que la polticade seguridad es una necesidad de la gestin neoliberal de lo social: la producciny la gestin del sentimiento de inseguridad es, cada vez ms, la razn de ser y laforma de legitimacin del poder (Rancire, 2010). El propio modelo hegemnicofunciona, adems, en espiral y hasta el innito: a mayor percepcin de inseguridad,ms represin, y a mayor represin, ms sensacin de inseguridad. La propia poli-cializacin de lo social retroalimenta la atomizacin del cuerpo social, minando laconanza mutua y la cooperacin, y colocando como bisagras sociales a expertosque median en las manifestaciones individualizadas de los conictos. Expertos que

    policianaunque no todos sean policas desde la cercana, previniendo con supresencia, monitoreando la realidad, haciendo intervenciones puntuales, vigilandoa los sujetos de riesgo, protegiendo a las vctimas, respondiendo con rmeza en losdesastres, acompaando en los duelos, tranquilizando las tensiones, persiguiendoa los malhechores y restableciendo el orden cuando es necesario, un orden que la

    propia apuesta por la desigualdad no puede sino hacer peligrar.

    6. disposicin nalSi hemos dotado a este texto del formato de una Ley no es porque olvidemos

    que las normas pueden ser derogadas por abajo mediante mltiples fugas, desobe-

    diencias y tcticas cotidianas, sino como estrategia que pretende llamar la atencin

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    aunque no est de moda en un contexto en el que salvar lo pblico es el nicocombate posible sobre la estructura de la intervencin social y policial como tec-nologas anudadas en pro del sostenimiento del orden social, an en sus varia-ciones progresistas a favor del Bienestar. En uno de sus ltimos trabajos, acerca

    precisamente del gobierno neoliberal de la inseguridad social, Wacquant adverta ensus primeras pginas que:

    [sus objetivos] obligan a exagerar el entramando con el riesgo de dar la impre-sin de que lo neoliberal es un principio totalizador que arrasa todo a su paso. Esta(sobre)simplicacin es un momento inevitable en el anlisis de un proceso enauge, cuyo coste bien vale la pena pagar si al menos se logra perlar sus rasgos.El alto grado de coherencia es, por tanto, una consecuencia de la lente analticautilizada (Wacquant, 2010: 23).

    Con permiso del lector, hacemos nuestra esta advertencia. No es la ausencia de

    resistencias a las lgicas dominantes de lo que adolece la intervencin sobre lo so-cial, sino las condiciones axiomticas de poder en las que sta se inserta: su trabajo,ms all de las buenas intenciones, acaba por inscribirse del lado de lo que JacquesRancire denominapolicaesto es, distribucin jerrquica de las colectividades,los poderes y las funciones ms que del de la poltica o emancipacin querompe con esa conguracin, y que tiene como punto de partida la igualdad, y como

    punto de llegada su vericacin.

    Madrid, Agosto de 2012Mientras escribimos este artculo en la noche clida

    de un parque de la periferia de Madrid,un coche de polica hace la ronda cada cinco minutos.

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